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1 APROXIMACIÓN AL ITINERARIO ESPIRITUAL DE DON ANTONIO AMUNDARAIN GARMENDIA (TRABAJO DE SÍNTESIS TEOLÓGICA DESDE LA TEOLOGÍA ESPIRITUAL) MARY CARMEN ONTIVEROS SÁNCHEZ

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APROXIMACIÓN AL

ITINERARIO ESPIRITUAL DE

DON ANTONIO AMUNDARAIN GARMENDIA

(TRABAJO DE SÍNTESIS TEOLÓGICA DESDE

LA TEOLOGÍA ESPIRITUAL)

MARY CARMEN ONTIVEROS SÁNCHEZ

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APROXIMACIÓN AL

ITINERARIO ESPIRITUAL DE

DON ANTONIO AMUNDARAIN GARMENDIA

(TRABAJO DE SÍNTESIS TEOLÓGICA DESDE

LA TEOLOGÍA ESPIRITUAL)

TRABAJO REALIZADO POR: MARY CARMEN ONTIVEROS

SÁNCHEZ

PORFESOR-TUTOR: DON JULIO CABEZAS BARBA

Agradezco a Ana Milagros Estrada, directora general del I. S. Alianza en

Jesús por María y su Consejo, el apoyo y las facilidades que me han

brindado en todo momento en la realización de este trabajo.

Especialmente agradezco la cercanía y colaboración de Andrea Marcos

por su gran ayuda, disponibilidad, orientación y sabiduría, que me han

acercado más a la dimensión espiritual de Don Antonio Amundarain

Garmendia y en él a la Iglesia.

Y a todas las aliadas que me han mostrado su proximidad e interés.

GRACIAS

Granada 12 de mayo de 2006

3

APROXIMACIÓN AL ITINERARIO ESPIRITUAL DE

DON ANTONIO AMUNDARAIN GARMENDIA

(TRABAJO DE SÍNTESIS TEOLÓGICA DESDE

LA TEOLOGÍA ESPIRITUAL)

0. JUSTIFICACIÓN

1. CLAVES

ANTROPOLÓGICAS

BÍBLICAS

HISTÓRICO ECLESIALES

2. CÓMO SE ENTIENDE HOY EL ITINERARIO ESPIRITUAL

3. APROXIMACIÓN AL ITINERARIO ESPIRITUAL DE DON

ANTONIO AMUNDARAIN

4. MI SEMBLANZA ESPIRITUAL DE DON ANTONIO

AMUNDARAIN

5. BIBLIOGRAFÍA

4

JUSTIFICACIÓN DEL TRABAJO

¿Por qué dedicar un trabajo de síntesis teológica al itinerario

espiritual de Don Antonio Amundarain Garmendia, un sacerdote secular?

Elaboro este trabajo del Itinerario Espiritual de Don Antonio desde

la disciplina de Teología Espiritual (que es el desarrollo de la vida

espiritual), puesto que pienso que da suficiente materia para estudiar el

proceso encarnado de la vida teologal objeto de la Teología Espiritual

encarnada en D. Antonio.

Esto nos lleva a comprender el Itinerario Espiritual como un proceso dentro

de la vida del cristiano.

La teología espiritual da respuesta a todo el proceso del cristiano que

vive en Cristo dentro de una historia socio-política y psicológica-personal

concreta.

La realidad de la existencia de un crecimiento es ineludible, aunque

uno es el planteamiento del crecimiento al estilo genético que supone el

desarrollo de las virtudes que entraña el ser cristiano; y otro distinto es el

planteamiento del crecimiento del cristiano al que se le ve como un ser

histórico que está en camino, y que debe superar las distintas etapas de su

recorrido.

Cuando aquí nos referimos a proceso quiero abarcar ambos

planteamientos:

Proceso del crecimiento interior contemplando los factores que

intervienen en el desarrollo del “ser y vivir” en Cristo

Proceso de quien va experimentando e integrando situaciones

nuevas, etapas diferentes, dificultades inesperadas en su camino de

cristiano.

Quiero hablar del proceso integral y para comenzar me planteo las

siguientes preguntas:

¿Podemos hablar de un momento en el inicio de la vida espiritual

de una persona? ¿Cuál es el comienzo de la vida espiritual?

5

Aunque la vida espiritual de un cristiano comienza en el momento

mismo de su Bautismo, con Bernard1 considero, que el inicio de la vida

espiritual personal y consciente, se da cuando el sujeto toma conciencia de

la responsabilidad personal que tiene sobre su vida ante Dios. Se trata de

asumir la vida delante de Dios, es decir, desde Dios y en Dios, muy

responsablemente y de forma consciente, sabedores de su implicación en el

contexto existencial concreto.

Como veremos la existencia del proceso de la vida (clave

antropológica) y de la persona cristiana está contemplada en la misma

Escritura (clave bíblica) y recogida, más tarde, por los grandes maestros de

la espiritualidad (clave histórico-eclesial).

En este trabajo quiero presentar el misterio de Dios Trinidad, como

Comunión de Amor, como principio estructurador, como fuente e hilo

conductor de todo el itinerario espiritual de Don Antonio. De este modo

subrayo que el camino espiritual surge de Dios Padre y de su plan de

Salvación y nos conduce a él. Por eso la Iglesia es comunión, y todo

itinerario espiritual se orienta a crecer en comunión por la oración, y a

trabajar por la comunión logrando una sociedad más solidaria y una Iglesia

más dialogal y participativa. La comunión es el signo claro de que el Reino

de Dios ha llegado.

1 BERNARD, CH. A, Teología espiritual, Madrid, 1984, p. 477:“se considera el inicio de la vida

espiritual la toma de conciencia de la responsabilidad personal sobre su vida ante Dios”

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1. CLAVES DEL ITINERARIO ESPIRITUAL

PREAMBULO

Dentro de este apartado vamos a ver al ser del hombre como un ser

en devenir, hombre en proceso, dentro de una temporalidad, circunstancias

y un camino siempre por hacer.

Esta aproximación biográfica y proceso de conocimiento personal ha de

generar en la persona la unidad de vida, descentrándose de uno mismo para

centrarse en Dios; queriendo que la voluntad de Dios se cumpla en mí, para

llegar a la unificación del Hombre Espiritual.

Este proceso se ha dado en los hombres que hicieron este camino a lo

largo de la historia de la Salvación que nos presenta la Biblia y a partir de

ahí todos los hombres y mujeres que en la historia de la Iglesia han querido

vivir su vida como camino al encuentro con Dios.

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CLAVES ANTROPOLÓGICAS

I. "HOMO VIATOR": EL HOMBRE EN CAMINO

El caminar es una experiencia primordial, que permite al hombre

liberarse de un determinado lugar y alcanzar nuevas áreas y metas. La

itinerancia, distinta de las emigraciones ocasionales y del turismo, se

convierte en sistema de vida de los pueblos nómadas, que pueden repetir

con G. K. Gibrane: "Nosotros, los errantes, que andamos siempre buscando

el camino más solitario, jamás iniciamos un día donde enterramos el día

anterior. Nunca nos encuentra la aurora donde el poniente nos dejó. Aun

cuando la tierra duerme, nosotros viajamos". La función motriz ambulatoria

fundamenta el simbolismo del caminar humano en el orden físico, psíquico

y espiritual: el hombre es un itinerante —"homo viator". Según la expresión

de G. Marcel2,

siempre en camino hacia el logro de su plenitud.

Precisamente este sentido del dinamismo humano se ha agudizado en la

cultura contemporánea, que se complace en "ver las cosas bajo el aspecto

de su mutabilidad y evolución" (GS 54). En particular, esta visión dinámica

del hombre ha madurado bajo el influjo de algunas corrientes, como el

historicismo, el evolucionismo y el existencialismo contemporáneos.

1. EL HOMBRE, SER TEMPORAL

La concepción histórica del hombre, propia de la Biblia y del

cristianismo, se debilitó con el racionalismo ilustrado para volver a

imponerse en el siglo pasado, sobre todo por obra de Hegel3 y de sus

seguidores, para quienes la realidad es historia y nada existe fuera de ella.

Esta visión reductiva tuvo como efecto hacer de la historia la forma

dominante de la cultura: "Historicidad es la categoría fundamental desde la

que el hombre mismo, a partir de ahora, tiene que aprender a conocerse de

un modo nuevo. El mismo no existe más que en cuanto deviene, y todas sus

imágenes están bajo el signo de la historia y deben entenderse sólo dentro

de ella". Así pues, el devenir histórico es un proceso de génesis de la

conciencia y de lenta liberación del hombre; pero también el lugar de la

acción del hombre para transformar el mundo y no sólo interpretarlo. El

hombre es un ser temporal que no puede realizarse totalmente en un

momento, sino sólo en una sucesión de tiempos; evoluciona y se construye

con la historia. Por eso tiene que abrirse al fluir y a la dinámica de la

2 MARCEL, G., Du refus á l´invocation, Gallimard, Paris, 1940 :"sólo pudiera establecerse un orden

terrestre estable a condición de conservar el hombre la conciencia aguda de su condición itinerante" 3 HEGEL, G. W.,Fenomenología del espíritu, 1807, FCE, México 1971

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historia, que condiciona y lleva a cabo su desarrollo, y al mismo tiempo

actuar personalmente imprimiendo en ella su propio sello y realizando un

proyecto válido: La temporeidad significa que el hombre, a consecuencia

de su más íntima manera de ser, vive también temporalmente...

continuamente produce cambios en el mundo que habita y en él mismo. Por

eso el camino del hombre no podrá separarse del tiempo y de la historia.

2. EL HOMBRE, SER EN DEVENIR

En contra de la concepción estática y fixista, el evolucionismo

considera la realidad en mutación y progreso continuo y necesario. Para

Teilhard de Chardin4 la evolución no se aplica sólo al origen del universo y

de la especie humana, sino que es una luz a la que deben doblegarse todos

los rostros. En la trama del mundo, la vida del hombre es de todas formas

una gran aventura, que supone un crecimiento hacia lo máximo del ser: una

maduración, una unificación, pero al mismo tiempo paradas, crisis y

disminuciones. El planteamiento evolutivo fue adquiriendo

progresivamente terreno en las ciencias humanas, en la cultura y en la

teología. También la hagiografía ha abandonado su concepción estática

para tener en cuenta los ritmos, el desarrollo y la maduración del santo en

los diversos periodos de su vida. Finalmente, la teología estudia el

problema del desarrollo de los dogmas a fin de aclarar la identidad del

hecho original a través de las transformaciones de los tiempos que

cambian.

3. EL HOMBRE, TAREA DE SI MISMO

El existencialismo, está de acuerdo en reconocer la tarea perenne del

hombre: llegar a ser él mismo a través de un camino que no tendrá término.

Para Sartre5, el hombre no puede ser definido, ya que al principio no es

nada, es un ser en proyecto. Toda la vida del hombre está orientada a

construir su destino, pasando de la existencia vulgar y anónima a la

auténtica, que consiste en asumir la propia situación de ser para la muerte

(Heidegger) y de ser partícipe de lo divino (Kierkegaard, Le Senne,

Lavelle). En esta última perspectiva, la vida del hombre no es una simple

ratificación de la naturaleza, sino una vocación, esto es, la búsqueda de una

4 TEILHARD DE CHARDIN, P., Himno del Universo, editorial Trota, Madrid, 1996: "una condición

general a la cual deben doblegarse y someterse, para ser posibles y verdaderas, todas las teorías. Todas

las hipótesis, todos los sistemas. Una luz esclareciendo todos los hechos, una curvatura a la cual deben

amoldarse todos los rasgos: he aquí lo que es la evolución" 5 SARTRE, J., El acompañamiento espiritual, Madrid, 1993: "Será a continuación y será lo que se haya

hecho... El hombre no es más que aquello que se hace. Este es el principio del existencialismo"

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coincidencia de sí consigo mismo, o sea, con la parte mejor de sí. En

realidad, esta coincidencia no se realiza nunca plenamente, ya que las

potencias o facultades humanas pueden permanecer sin ejercitarse y dar

origen a un distanciamiento o intervalo entre lo real y lo ideal. Por

consiguiente, yo no puedo nunca coincidir conmigo y he de confesar con

obligada humildad mi infidelidad constante a mi vocación. Pero no es

repudiando nuestra finitud como nos salvamos, sino aceptando nuestros

límites y colmándolos con lo divino, que siempre se nos ha ofrecido en

participación. Sólo con el amor, perfección del acto de participación, en

cada acción y en el exacto cumplimiento de las tareas cotidianas, se crea la

persona y se llega a ser uno mismo por la fidelidad a Dios. El

existencialismo ha difundido la conciencia del hombre como ser

incompleto, que no puede detenerse, sino que tiene que realizarse

continuamente.

La orientación dinámica de la cultura interpela al cristiano para que

preste la atención debida al aspecto evolutivo de la vida espiritual que está

llamado a vivir en la actual situación histórica. Ya que, tributaria del

tiempo debido a su arraigo en una época determinada, nuestra vida

sobrenatural lo es también debido a las condiciones de su desarrollo. En

efecto, la gracia no suprime la naturaleza, sino que se apoya en ella y

respeta sus estructuras y sus leyes. La vida espiritual tiene sus ritmos, su

crecimiento, su dinamismo, que se deberá precisar a la luz de la palabra de

Dios, de la tradición eclesial y de los datos culturales y experienciales de

nuestro tiempo.

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CLAVES BÍBLICAS

II. DINAMISMO DE LA VIDA ESPIRITUAL SEGÚN LA

BIBLIA

La descripción bíblica de la vida del creyente nos permite vislumbrar

la complejidad de la experiencia religiosa, que no se puede comprender ni

expresar de manera adecuada en conceptos y símbolos. Los diversos

aspectos de la condición cristiana se presentan a veces dentro de una

perspectiva de oposición y antinomia; se invita al cristiano a vivir una

existencia definida al mismo tiempo como servicio y filiación, como gozo

y mortificación, como presencia y fuga del mundo, como camino estrecho

y mesa del reino, como culto y praxis, como estabilidad y camino.

Aunque es posible compaginar estas antinomias mediante una mayor

profundización del significado de los términos o a nivel de vida, hay que

renunciar a su solución definitiva; expresan la compleja situación del

cristiano, en la que han de coexistir necesariamente el ya y el todavía-no, la

historia y la escatología. El peso del pasado y la acción del Espíritu.

Precisamente porque está llamado a vivir en un tiempo intermedio, el

creyente no puede atrincherarse en una visión estática; tiene delante de sí

un camino que recorrer, cuyo trazado general, en sus comienzos, en su

recorrido y en su término, ha sido dibujado por la Biblia sobre todo

mediante un grupo de imágenes que gravitan en torno a los símbolos

predominantes de “camino” y de “vida”. Analizando esta simbología

bíblica nos será posible percibir el dinamismo que guía el itinerario del

creyente hacia las metas a que lo llama el Señor en su plan de salvación.

1. LA VIDA ESPIRITUAL COMO CAMINO QUE RECORRER

Los semitas, que acostumbraban expresar las realidades espirituales

con términos concretos, recurren a las palabras camino, sendero, vía para

indicar el modo de vivir, la conducta moral y el comportamiento religioso

del hombre. Como en el mito de Hércules en la encrucijada, que tiene que

escoger entre el mal y la virtud, también en la Biblia se invita al hombre a

realizar una opción radical por el camino que propone Dios: “Mira, yo

pongo hoy delante de ti la vida y la felicidad, la muerte y la desgracia. Si

escuchas los mandamientos de Yahvé, tu Dios, que yo te prescribo hoy; si

11

amas a Yahvé, tu Dios; si sigues sus caminos...” (Dt 30,15-16). El tema de

los dos caminos desarrolla la oposición entre el camino de los malvados,

que es tortuoso y lleva a la ruina (Prov 21,8; 12,28), y el de los justos, que

es derecho y perfecto (1 Sam 12,23), consiste en buscar la justicia, la

fidelidad y la paz (Prov 8,20) y conduce a la vida (Prov 2,19). A la

pregunta del fiel sobre las exigencias de Dios, el profeta Miqueas responde

sintetizando la vida moral del israelita: “Se te ha dado a conocer, ¡oh

hombre!, lo que es bueno, lo que Yahvé de ti reclama. Es esto: practicar la

justicia, amar la misericordia y caminar humildemente con tu Dios” (Miq

6,8).

El Dios de Israel no se contenta con una moral genérica; exige que se

recorran sus caminos maravillosos, aunque muchas veces desconcertantes:

“Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis

caminos —dice Yahvé—. Tan altos como el cielo por encima de la tierra se

elevan mis caminos sobre vuestros caminos” (Is 55,8-9). Superando las

esperanzas humanas, el camino de Dios se define como partida, salida,

éxodo: Abrahán tiene que salir de su tierra para aventurarse por un país

extranjero (Gén 12,1-5); el pueblo elegido está marcado por la experiencia

del éxodo cuando es guiado por Dios a través de un camino largo y difícil

de comprender (Ex 13,17-18; Dt 8,2), hasta la alianza y la tierra prometida;

los hebreos desterrados y sometidos al yugo de Babilonia experimentan un

nuevo éxodo o liberación de la esclavitud política, signo de la liberación

que realizará el “siervo de Yahvé” de la esclavitud más profunda

constituida por el pecado (Is 42,1-9).

El Nuevo Testamento recogerá los temas del camino y del éxodo,

espiritualizándolos y sobre todo dándoles una dimensión marcadamente

cristológica. No sólo refiere las palabras de Cristo sobre los dos caminos

(Mt 7,13-14), sino que incluso define al cristianismo simplemente como "el

camino" (He 9,2), como indicando que él es ahora la expresión definitiva

de la voluntad de Dios. En sus "dichos de entrada" (Mt 5,3.5.10.20), Jesús

establece las condiciones esenciales para entrar en el reino de Dios: sobre

todo la conversión pronta, radical, efectiva (Mc 1,15) y la fe como actitud

de entrega total a Dios y a Cristo (Mc 1,15). Invita, además, a su

seguimiento (Mc 2,4), entendido como introducción en las condiciones de

vida de Jesús, participación en su destino. El seguimiento impone a los

llamados asperezas inauditas, que se resumen en la renuncia radical al

propio yo con todas sus tendencias egoístas hasta el sacrificio de la vida

(Mc 8,34-35); pero ayuda al mismo tiempo a superar toda praxis legalista o

degenerada y lleva a unificar las exigencias morales y religiosas en el amor

a Dios y al prójimo.

12

La innovación más importante respecto al progreso espiritual del

hombre en el mundo de lo divino consiste en la identificación del camino

con Jesús: "Yo soy el camino" (Jn 14,6). El camino o comportamiento de la

vida en sintonía con la voluntad de Dios no es ya un conjunto de leyes o de

actitudes, sino la persona misma de Jesús; él es el camino, porque es el

mediador que revela al Padre y constituye el único acceso a él (Jn 14,7-9).

En esta misma línea, la Carta a los Hebreos se refiere a Cristo jefe-guía y

precursor (Heb 2,10), que inauguró el “camino nuevo y viviente” de acceso

a Dios: Así pues, hermanos, puesto que tenemos la gozosa esperanza de

entrar en el santuario, en virtud de la sangre de Jesús, siguiendo el camino

nuevo y viviente que él ha inaugurado a través del velo, es decir, de su

carne..., acerquémonos..." (Heb 10,19-22). El mismo Cristo es un camino

nuevo, que permite superar el abismo que separa a los pecadores de la

santidad de Dios (cf Heb 9,8), y un camino viviente, porque anima y

sostiene con su intercesión (Heb 7,25) la marcha de los fieles hacia la

Jerusalén celestial (Heb 12,22). Pablo podrá entonces animar a los

creyentes: “Como acogisteis al Señor Jesucristo, caminad en él” (Col 2,6),

y: “Caminad en el amor, siguiendo el ejemplo de Cristo, que nos amó” (Ef

5,2).

El caminar cristiano asume a veces dos matices, convirtiéndose en

carrera o en peregrinación. El primer aspecto, que urge y subraya el

dinamismo del itinerario espiritual, es presentado por Pablo con la imagen

deportiva de la carrera en el estadio (1 Cor 9,24-27) y con la referencia a sí

mismo, proyectado totalmente después de su conversión a obtener la

corona de la vida: “Hermanos, yo no creo haber alcanzado ya la perfección;

de una cosa me ocupo: olvidando lo que queda atrás, me lanzo en

persecución de lo que está delante, corro hacia la meta, hacia la vocación

celeste de Dios en Cristo Jesús” (Flp 3,13-14). La tensión hacia el futuro se

convierte en un imperativo para los cristianos: “Corramos con

perseverancia en la prueba que se nos propone, fijando nuestra mirada en

Jesús, el autor y consumador de la fe” (Heb 12,1-2).

El pueblo de Dios es, además, un pueblo de peregrinos y de prófugos

(Heb 11,13), que no posee una ciudad permanente (13,14); su vida presente

no puede considerarse más que como una peregrinación (1 Pe 1,1). En

efecto, los cristianos, aunque están en el mundo, "no son mundo" (Jn 17,16)

y su "patria está en los cielos" (FIp 3,20). La declaración de Abrahán: "Yo

soy extranjero y peregrino entre vosotros" (Gén 23,4) se ha convertido en

definición del alma religiosa, en un título al que se nos remite en la oración

para ser escuchados (Sal 39,13). San Pedro deduce de ahí su espiritualidad

del pasajero, que no se acomoda a las costumbres locales en contraste con

la santidad: “Amadísimos, os exhorto, como peregrinos y extranjeros que

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sois, a que os abstengáis de los apetitos carnales, que combaten contra el

alma” (1 Pe 2,11). Los cristianos no son vagabundos sin una meta, sino

peregrinos por "el camino del santuario" (Heb 9,8), donde Cristo les ha

precedido, procurándoles una redención eterna (Heb 9,12). La afirmación

sobre los cristianos que se han "acercado a la montaña de Sión, a la ciudad

del Dios viviente, la Jerusalén celeste" (Heb 12,22) no se refiere solamente

al primer acceso, con motivo de la regeneración por el bautismo, sino que

evoca todo el recorrido de la vida cristiana, un avanzar por el camino

roturado por el Cristo pródromos (cf Heb 10,19-20) e incluso una llegada

progresiva que no se realizará definitivamente hasta después de la muerte

(cf Heb 2,14-15).

El camino del éxodo, que ocupa un lugar central en el pensamiento

religioso de Israel, conserva un valor permanente para los cristianos: “Todo

esto les sucedía para servir de ejemplo y fue escrito como aviso para

nosotros” (1 Cor 10,11). San Pablo evoca en un contexto bautismal los

episodios de la travesía por el desierto (la nube, el mar, el maná, la fuente,

el castigo) para sacar de allí diversas consecuencias morales: evitar toda

presunción y toda vanidad necia, ya que a pesar de los beneficios de Dios

es posible serle infiel en la tentación (1 Cor 10,6-12). La Carta a los

Hebreos (3,7-19; 4.1-11) esboza una homilía sobre el salmo 95, exhortando

con urgencia a evitar el endurecimiento del corazón que caracterizó a los

israelitas por el desierto y les impidió entrar en la tierra prometida: “Tened

cuidado, hermanos, que no haya entre vosotros un corazón tan malo e

incrédulo que se aparte del Dios viviente... Esforcémonos, pues, por entrar

en este reposo, para que nadie sucumba, imitando este ejemplo de

desobediencia” (3,12; 4,11).

Sobre todo san Juan desarrolla la tipología del éxodo, presentando a

Jesús como nuevo Moisés que guía la marcha del pueblo de Dios hacia el

Padre. Como Moisés, Cristo libera a los hombres de la esclavitud (Jn 1,29),

los alimenta con un pan bajado del cielo (Jn 6,30-58), los reúne en

comunidad (Jn 11,51-52), les da una ley nueva (Jn 1,14-18). Jesús es,

además, el cordero pascual cuya sangre redime del pecado (Jn 1,29), y la

serpiente de bronce, levantada para evitar la muerte (Jn 3,14-15). Siguiendo

a Jesús, también los cristianos tienen que realizar su "pascua" o paso de

este mundo al Padre, llevando a cabo su éxodo definitivo (Jn 13,1). En una

perspectiva más universal, el Apocalipsis suena como un canto de victoria

entonado después de la epopeya del nuevo éxodo, cuando se realice la

plena manifestación del Señor; entretanto, la Iglesia vive una tensión llena

de esperanza: “¡Ven, Señor Jesús!” (Ap 22,20).

14

2. LA VIDA ESPIRITUAL COMO CRECIMIENTO Y

MADURACIÓN

El itinerario del creyente, expresado en el Nuevo Testamento en

términos de vida, comprende una triple fase: la inicial, constituida por el

nacimiento en Cristo mediante el bautismo; la del crecimiento o progresiva

maduración como tarea de toda la existencia terrena, y la final, cuando sea

completo y definitivo el triunfo de la vida.

El cristiano nace en el bautismo, “lavatorio de regeneración y

renovación del Espíritu Santo” (Tit 3,5), que inserta en Cristo crucificado y

glorificado (Rom 6,3-5) y hace hijos de Dios (Jn 1,12-13; 3,1-5) y

miembros de la Iglesia (He 2,38-41).

El bautismo, esencialmente obra de Dios, no actúa de manera

mágica; presupone la fe y la conversión (Hc 2,38) y exige un camino de

vida nueva (Rom 6,4; 3,1-15). Realmente la condición del bautizado es

paradójica: coinciden en él la posesión de los bienes mesiánicos, sobre todo

el gran don del Espíritu, y, al mismo tiempo, la figura fugaz de este mundo

con sus límites, condicionamientos, debilidades y pecados. El cristiano

tiene que seguir a Cristo, “autor de la vida” (Hc 3,15), en una dimensión

operativa y moral, en correspondencia con la unión ontológica realizada

por el bautismo. San Pablo, con una serie de imperativos derivados de

indicativos, insiste en que los cristianos se conviertan en lo que son, esto

es, que lleven una vida en correspondencia con su ser en Cristo. Pero a este

dinamismo en línea retrospectiva se añade la tensión hacia las últimas

realidades, que forman el objeto de la esperanza cristiana; la mística

bautismal tiende intrínsecamente a la comunión escatológica con Cristo

cuando se realice la redención completa y definitiva.

San Pablo se complace en describir en dos cuadros el presente y el

futuro, el ya y el todavía-no; su pensamiento lo ha resumido A.

Wikenhauser6: “Por muy grande y profunda que sea, la salvación presente

6 WIKENHAUSES, A. Die Christusmystik des Apostels Paulus, Freiburg, 1965 : “Ahora poseemos las

arras del Espíritu (2 Cor 1,22). Ahora, en el misterio del bautismo, ha quedado muerto el hombre viejo y

se nos ha otorgado una nueva vida, pero sólo en la realidad místico-sacramental (Rom 6,4 ss). Con esto se

nos ha dado, ciertamente, garantías de que algún día poseeremos los bienes futuros; pero no los tenemos

todavía. Nos falta la inserción en los derechos del Hijo, nos falta el cuerpo de la resurrección; en una

palabra, todavía no hemos sido conformados con la imagen de Cristo celestial. Sobre nuestra vida sigue

escrito todavía: 'En la esperanza fuimos salvados' (Rom 8,24). Nos falta aún la plenitud suprema del bien

y de la gloria. 'También nosotros, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos dentro de nosotros

mismos, esperando la adopción filial, la redención de nuestro cuerpo' (Rom 8,23). Seguimos aún

prisioneros en el cuerpo terreno (Rom 6,12), vivimos todavía en la carne (Gál 2,20), no ha sido aún

destruida la tienda de nuestra morada terrena (2 Cor 5,1-4). Y puesto que llevamos un tesoro tan precioso

en vasijas de barro, seguimos expuestos a toda clase de sufrimientos, fatigas y luchas; tenemos que

combatir constantemente contra la carne, que lucha en nosotros contra el espíritu por la supremacía (Gál

15

se queda pálida ante el esplendor de la gloria futura; pero aunque sea en el

sufrimiento, en sintonía con toda la creación que “gime y está en dolores de

parto hasta el momento presente” (Rom 8,22), los cristianos anhelan la

perfecta filiación divina.

Sin embargo, antes de alcanzar la meta final es necesario realizar un

largo trabajo de maduración y crecimiento, que el Nuevo Testamento

presenta como el paso de una condición inferior y rudimentaria a una etapa

superior y más perfecta. Este progreso hacia el pleno desarrollo espiritual

se indica mediante una serie de comparaciones inspiradas en los aspectos

evolutivos de la vida humana y que denotan la condición inicial e ideal a la

que hay que tender:

a) Niños-adultos. Mientras que los evangelios simpatizan con los

niños, elevándolos a símbolo de los discípulos auténticos de Jesús por su

disponibilidad ante las propuestas divinas (Me 10,15), las cartas del Nuevo

Testamento nos invitan varias veces a dejar la edad infantil para "crecer en

orden a la salvación" (1 Pe 2,2). San Pablo se lamenta con los corintios de

que se han quedado en "niños en Cristo", incapaces, por consiguiente, de

un "alimento sólido", esto es, de una comunicación más profunda del

misterio de la salvación (1 Cor 3,1-3). Hay que evitar "ser niños vacilantes

y dejarse arrastrar por ningún viento de doctrina" (Ef 4,14); al contrario,

"crezcamos en el amor a todas las cosas hacia el que es la cabeza, Cristo"

(Ef 4,15).

También san Pablo indica: “Hermanos, no seáis niños en los juicios;

sed niños en la malicia, pero cabales en los juicios” (1 Cor 14,20).

Por consiguiente, el cristiano no tiene que quedarse en la

iniciación o en la etapa infantil, caracterizada por la inexperiencia, la

inconstancia, la incapacidad para profundizar en la sabiduría divina;

está llamado a hacerse adulto en Cristo, adquiriendo la madurez de

discernimiento, la impermeabilidad al error y la vida según la verdad

de la caridad.

b) Imperfectos-perfectos. La imperfección del cristiano es un dato

innegable que Pablo contrapone a la realización final escatológica (1 Cor

13,11); esa falta hay que superarla progresivamente desde ahora,

acercándose a la plenitud de la madurez en Cristo (Col 1,28). Cuando el

5,17). `Nuestra vida permanece oculta con Cristo en Dios' (Col 3,3); sólo se nos revelará en el futuro

(Rom 8,18), cuando llegue el día esperado de la `revelación de los hijos de Dios' (Rom 8,19). Así pues,

sólo la parusía traerá la redención completa, la posesión de hecho y sin restricciones de los bienes de la

salvación”.

16

Apóstol afirma: "Entre los perfectos predicamos la sabiduría, no la de este

mundo" (1 Cor 2,6), no pretende hablar de un grupo esotérico de iniciados,

sino de los que han alcanzado el desarrollo pleno de la vida y del

pensamiento cristianos. Respecto al contenido de la perfección, la

invitación de Jesús a ser perfectos como el Padre celestial (Mt 5,48)

significa hacerse misericordiosos como él, mientras que para Santiago uno

es perfecto cuando no se queda atrás en ningún punto (Sant 1,4), sobre todo

no faltando al hablar (Sant 3,2) y practicando la ley perfecta de la libertad,

esto es, el mandamiento del amor al prójimo (Sant 1,25). En esta misma

línea, Pablo puede señalar la perfección en el amor mutuo, que es "la

plenitud de la ley" (Rom 13,10).

c) Ignorantes-maestros. Además del carisma magisterial o

ministerio de la enseñanza de la que gozan algunos en la Iglesia (Rom

12,7), existe para todos los fieles la exigencia de abandonar "la doctrina

elemental sobre Cristo" para pasar a “la doctrina perfecta” (Heb 6,1). El

pasaje fundamental en este proceso dinámico hacia un conocimiento mucho

más profundo es el siguiente: "Acerca de esto tendríamos muchas cosas

que decir, difíciles de explicar, porque sois tardos para comprender. Pues

debiendo ser ya maestros por razón del tiempo, todavía tenéis necesidad de

que se os enseñen los primeros rudimentos de los oráculos de Dios, y

habéis llegado a tener necesidad de leche, no de alimento sólido. Ahora

bien, aquel que se alimenta de leche no puede gustar la doctrina de la

justicia, porque es niño todavía. El alimento sólido es para los perfectos.

Que por razón de la costumbre tienen el sentido moral desarrollado para

el discernimiento del bien y del mal" (Heb 5,11-14).

Antes de tocar el tema del sacerdocio de Cristo, el autor de la Carta a

los Hebreos muestra sus reservas, ya que los cristianos, a pesar del tiempo

transcurrido después de su conversión, se han quedado en el abecé de la

doctrina revelada y de la perfección; deberían ser ya maestros, esto es,

cristianos adultos y perfectos, capaces de comprender más profundamente

y comunicar la revelación y bien entrenados por el ejercicio para discernir

inmediatamente y con seguridad el bien y el mal.

d) Carnales-espirituales. La oposición paulina entre carne y espíritu

(Gál 5,16-26) se refleja en la antítesis seres "carnales" y "hombres-

espirituales" (1 Cor 3,1), que indica dos categorías de personas: las que se

dejan guiar por la naturaleza humana, débil y solidaria con el pecado (2 Cor

1,12) y las que se mueven dentro de la esfera de acción del Espíritu Santo,

que mora en ellos como principio de dinamismo y de santificación (1 Cor

6,19). En particular, el hombre es carnal o natural cuando vive una vida

limitada a un horizonte puramente terreno, que lo hace incapaz de acoger

17

los misterios de Dios; en cambio, el hombre espiritual está en disposición

de dar una correcta valoración de los acontecimientos y de toda realidad,

porque está iluminado por el Espíritu (1 Cor 2). El cristiano que ha recibido

el don del Espíritu está llamado a secundar su acción caminando en el

Espíritu (Gál 5,16-18) hasta la suprema redención, cuando Dios dé vida a

los cuerpos mortales por medio del Espíritu (Rom 8,11). Sólo entonces

nacerá el verdadero hombre espiritual, plenamente poseído y transformado

por el Espíritu y convertido, al estilo de Cristo, en un hombre incorruptible,

inmortal y glorioso (1 Cor 15,43-54).

Como en la imagen del camino también en la de la vida es esencial la

referencia a Cristo. Cristo se proclama y es considerado "vida" (Flp 1,21);

la maduración del cristiano se mide en último análisis por su relación

espiritual con él. Si bien el crecimiento afecta al campo del conocimiento

de Dios (Col 1,10), de la fe (2 Tes 1,3), de la justicia (2 Cor 9,10) y del

amor (1 Cor), el cristiano conforme al plan divino, tiene que tender a

reproducir en sí mismo la imagen de Cristo mediante una participación

progresiva de su vida resucitada (Rom 8,29). La perfección cristiana

implica la identificación no sólo con Cristo resucitado, sino también con el

Hijo de Dios en su vida humana (Ef 4,11.20). La visión individualista

queda superada por el hecho de que el crecimiento en el conocimiento y en

el amor de Cristo va orientado a la edificación de todo el cuerpo eclesial,

alcanzando de este modo “el estado del hombre perfecto a la medida de la

edad de la plenitud de Cristo” (Ef 4,13).

CONCLUSIÓN:

Se puede concluir que, según la visión bíblica, el cristiano no es

jamás uno que ha llegado a la meta (Flp 3,12), sino que, en su carrera hacia

adelante, en su marcha hacia la perfección, aspira a alcanzar, por la virtud

del Espíritu Santo, la estatura perfecta de Cristo. No puede fosilizarse,

porque en su etapa intermedia se ve urgido, tanto por el pasado como por el

futuro, a caminar y a crecer. A sus espaldas está el germen de vida recibido

en el bautismo de regeneración, que debe desarrollarse en auténtica

existencia filial hasta alcanzar la meta suprema de la gloria; frente a sí el

cristiano encuentra a Cristo, modelo perfecto y camino viviente para llegar

a las últimas realidades.

18

CLAVES HISTÓRICO ECLESIALES

III. ITINERARIOS ESPIRITUALES EN LA HISTORIA DE LA

IGLESIA

Los escritores de espiritualidad, desde la edad patrística hasta hoy, no

son meros epígonos de los hagiógrafos del Nuevo Testamento; encarnaron

en su propio contexto cultural los datos bíblicos sobre la vida espiritual,

acentuando alguno de sus aspectos y concretando sus etapas y sus metas.

Para mi propósito creo que bastará recorrer la historia de la espiritualidad a

fin de obtener algunas indicaciones específicas sobre el dinamismo de la

vida cristiana y las diversas fases de su desarrollo.

1. LOS DOS CAMINOS

El tema de los dos caminos, tomado del sermón de la montaña, entró

pronto en la catequesis cristiana. La Didajé se abre con estas palabras:

“Dos son los caminos, el uno de la vida y el otro de la muerte, y entre los

dos es grande la diferencia” (1, 1). La Carta a Bernabé insiste: “Hay dos

caminos de enseñanza y de acción: el de la luz y el de las tinieblas” (XVIII,

1-2). Aunque se trata de guías litúrgicas, disciplinares y morales, estos

documentos no describen la dinámica de estos caminos, sino que se limitan

a invitar a escoger de una vez para siempre el de la vida o de la luz.

2. EL IDEAL GNÓSTICO

Para Clemente de Alejandría (+ hacia el 215), la vida espiritual

tiende, a través de una larga subida, hacia la perfección cristiana, que

consiste en la gnosis o perfecto conocimiento de Dios. El gnóstico o

cristiano perfecto se caracteriza por algunas notas: "En primer lugar, la

contemplación; luego, el cumplimiento de los preceptos; finalmente, la

instrucción de los buenos", a lo que hay que añadir la caridad y la apatheia

o dominio de las tendencias desordenadas, que son condiciones para llegar

a la gnosis y también a sus efectos. La gnosis no es simple contemplación,

sino una experiencia compleja, que abarca los principales aspectos de la

vida cristiana.

19

Con acentos más ricos y variados, Orígenes (+hacia el 254) describe

a menudo el camino hacia la perfección, que él contempla también en la

línea de la gnosis. Recorre el viaje de los hebreos desde Egipto hasta la

tierra prometida para trazar las etapas de la vida espiritual: a la huida del

mundo y la lucha contra los demonios siguen las visiones, las tribulaciones

del desierto y, finalmente, la vida perfecta o gnosis, que es la entrada en los

secretos de la sabiduría divina y al mismo tiempo unión mística con el

Verbo. Orígenes subraya el hecho de que el camino espiritual, aunque

llegue a la gnosis, no termina nunca, ya que el alma, proyectada siempre

hacia adelante, parece avanzar como los nómadas con sus tiendas. Nunca

llega el momento en que el alma, inflamada por el fuego de la gnosis,

puede perder tiempo y descansar; siempre se ve empujada desde lo bueno a

lo mejor y desde lo mejor a las cumbres más elevadas.

3. EL PROGRESO EN LA CARIDAD

San Agustín (+430), a pesar de su noción de sabiduría, no transmitió

a Occidente la estructura fundamental de la gnosis; ve en la caridad el

centro, la esencia, la medida y el fin de la vida cristiana. El progreso en la

vida espiritual es proporcional al progreso en la caridad, que puede ser

"incipiente, progresiva, grande y perfecta", o bien "nacida, alimentada,

robustecida y perfecta'''. El amor es constitutivo de la conversión: "Si no

amaseis nada, seríais hombres inertes y muertos, detestables y

despreciables. Amad, pero poned atención en lo que amáis"; también la

meta de la caridad, o sea la contemplación, está constituida por un amor

dulce y gozoso que da origen a la experiencia de lo divino. Como la visión

de Dios y la perfección de la caridad no pueden alcanzarse plenamente en

esta vida, san Agustín exhorta a un continuo progreso: “No estés nunca

contento de tu estado si quieres llegar a un estado más perfecto, ya que

cuando te complaces en ti mismo dejas de progresar. Si dijeses: basta, he

llegado a la perfección, lo habrías perdido todo”.

Este mismo paradigma será adoptado por muchos autores

occidentales, entre ellos San Bernardo (+1153), que distingue el progreso

espiritual según los grados del amor: carnal, servil, filial, místico, además

de los grados de la humildad y la libertad.

4. EL TRIPLE CAMINO

La división tripartita de la vida espiritual aparece ya en Evagrio

Póntico (+hacia el 400) con la clasificación en tres fases: praxis,

20

contemplación, teología.

Sin embargo, en Occidente encuentra mayor

fortuna la distinción que se remonta al Pseudo-Dionisio (ss. V-VI), de

actividad purgativa, iluminativa y unitiva, así como la que nos transmite

Santo Tomás (+1274), que habla de incipientes, proficientes y perfectos.

Los dos esquemas del Areopagita y del Aquinate se funden en las tres vías

que adoptan y propagan los manuales de nuestros días:

a) la vía purgativa o de los incipientes atañe a la purificación del alma y la

lucha contra el pecado;

b) la vía iluminativa o de los proficientes consiste en la práctica positiva de

las virtudes;

c) la vía unitiva o de los perfectos es la vida mística de unión con Dios.

5. ITINERARIO DE LA MENTE HACIA DIOS

La Edad Media registra muchos escritos con el titulo de "vía" o

"itinerario"; entre ellos, el más famoso es el Itinerarium mentis in Deum, de

San Buenaventura (+1274), el gran representante franciscano de la

mística contemplativa. El camino que propone este opúsculo se distingue

de los anteriores por su concepción más amplia, que abarca a todos los

seres del universo: Para llegar a intuir el primer principio... es preciso que

pasemos por su huella, que es corpórea, temporal y fuera de nosotros: éste

es el primer entrar en la vida de Dios. Además hay que penetrar en nuestra

mente, que es imagen de Dios eterno y espiritual y está dentro de nosotros;

se avanza de este modo en el camino de Dios. Y también es necesario que,

con el alma dirigida al primer principio, trascendamos hacia lo sempiterno

y espiritualísimo, que está por encima de nosotros; esto es la exultación en

el conocimiento de Dios y en la veneración de su majestad. A través de

varias ascensiones o iluminaciones articuladas, el alma celebra con Cristo

su pascua o supremo tránsito, "momento místico y secretísimo" de éxtasis

mental y transformación en Dios.

6. LA SUBIDA AL MONTE CARMELO

San Juan de la Cruz (+1591) recurre al simbolismo del monte que

hay que escalar para ayudar a los principiantes y proficientes, que a

menudo se quedan en los primeros grados de la perfección por no conocer

el camino, a alcanzar el alto estado de la perfección que es la unión del

alma con Dios. Mientras que en otras obras describe el camino espiritual

desde la perspectiva de la acción divina, en la Subida al monte Carmelo el

santo subraya el aspecto activo del hombre, que ha de realizar un trabajo de

21

despojamiento radical y de purificación total de todo aquello que no es

Dios, a fin de poder unirse a él en el amor. La ascesis purificativa se

designa con el nombre de noche e incluye tres etapas: la noche de los

sentidos, que consiste en mortificar los afectos desordenados; la noche de

la inteligencia, en la que se avanza con la fe pura, y la noche de la memoria

y de la voluntad, cuando estas facultades quedan purificadas por la

esperanza y la caridad.

7. EL CAMINO DE PERFECCIÓN

Además de describir el itinerario espiritual según las siete moradas

del “castillo interior”, Santa Teresa de Ávila (+1582) acude a la

comparación del camino Para tratar de la oración como marcha hacia la

perfección, o sea hacia el Señor. Entre los diversos grados progresivos de

oración se distinguen la oración vocal, la meditación, la oración infusa y lar

contemplación perfecta. El camino de perfección no se orienta hacia metas

exteriores, sino hacia el interior, en donde habita el Maestro. Hacer oración

es conversar y vivir con él, sabiendo que él es quien dirige el coloquio. Por

eso la santa toma como modelo el Padrenuestro y asegura que Dios elevará

a la contemplación a quien haga lo posible para no detenerse en el camino.

8. HACIA UNA MÍSTICA APOSTÓLICA

Aunque reconoce la validez del itinerario espiritual que culmina en la

contemplación mística, J. Lebreton7 observa que la experiencia de los

santos rechaza todo esquema demasiado rígido. Cita entonces al padre

Godínez (+1644), misionero en México y autor de Praxis theologiae

mysticae, que distingue las purificaciones de los contemplativos de las de

los hombres apostólicos: Dios quiere convertir a éstos en instrumentos

dóciles para la salvación de los hermanos. Así sucedió con María de la

Encarnación, en cuya vida el matrimonio espiritual no representa el grado

supremo; en efecto, elevada desde el año 1627 al matrimonio espiritual, se

vio sumergida de nuevo durante los veinte años siguientes en pruebas

penosísimas..., orientadas no a la contemplación, sino a la acción

apostólica. La recuperación del sentido misional ha llevado a elaborar una

espiritualidad que no coincide con la de tipo monástico, sino que está

dirigida al ministerio de la palabra y se inspira en el modelo de Cristo y de

los apóstoles.

7 J. LEBRETON, La doctrine du renoncement dans le N.T.: NRT 65, 1938 : "La vida mística es una vida

contemplativa; pero la contemplación misma puede estar como orientada hacia otro fin, la acción

apostólica o el sufrimiento reparador"

22

9. EL CAMINITO

La búsqueda de una manera sencilla de realizar la unión con Dios

está presente en autores de los ss. XVI-XVIII: Benedicto de Canfeld

publicó en 1609 la Regla de perfección que contiene un compendio de la

vida espiritual reducida solamente al punto de la voluntad de Dios. Santa

Teresa de Ávila en el Camino de perfección llama a la oración un "atajo" o

"vía rápida". Madame Guyon lanza en 1685 su Modo breve y facilísimo

para la oración. San Luis Griñón de Montfort (1716) presenta la

consagración de María como "un camino breve, fácil, perfecto y seguro

para llegar a la unión con nuestro Señor, en la que consiste la perfección

del cristiano". A Santa Teresa de Lisieux (1897) le debemos el

"caminito": "un caminito recto, recto; un caminito totalmente nuevo", que

consiste en "una disposición del corazón que nos hace humildes y pequeños

en los brazos de Dios, conscientes de nuestra debilidad, confiados hasta la

osadía en su bondad de Padre'. El éxito y el valor de la propuesta de la

santa de Lisieux pueden señalarse en su proyección del hombre hacia una

actitud de apertura y confianza en el Dios misericordioso del evangelio: "El

caminito es una dinámica de la esperanza, inspirada por la fe.

Comprometida en el amor. Es una expresión y ante todo una realización de

la esencia misma del evangelio, el don de la misericordia dirigido a todos,

pero en primer lugar a los pobres, a los pequeños, a los humildes, a los que

están en la miseria, incluida la del pecado..."

De este recorrido a través de los siglos se pueden sacar algunas

consecuencias sobre el itinerario del cristiano:

a) El sentido dinámico de la vida espiritual que presenta la Biblia fue

acogido y valorado por la tradición eclesial. El progreso es considerado

como ley natural de la santidad, hasta el punto de que todos están de

acuerdo con la afirmación de san Bernardo: “El que no quiere avanzar

retrocede. Jesucristo es el primero en la carrera. Si os paráis mientras él

avanza a grandes pasos, no sólo no os acercaréis a la meta, sino que la

misma meta se alejará de vosotros”;

b) La variedad de itinerarios, establecidos a partir de un elemento

particular o de la antropología de una época determinada, demuestra que

tienen un valor relativo. Ninguno de ellos nunca es capaz de exigir el

carácter de normatividad absoluta o de perfecta correspondencia con la

vivencia cristiana. Incluso la "triple vía

", adoptada con oportunas reservas y

difundida por los manuales de espiritualidad, si se presenta dentro del

esquema de incipientes-proficientes-perfectos, resulta genérica y

susceptible de los contenidos más diversos; si se concreta en la función

23

purgativa-iluminativa-unitiva, corre el peligro de reservar para un período o

fase determinada de la vida espiritual lo que es situación o tarea

permanente del cristiano en cada una de las etapas de su caminar.

Se comprende entonces la opción de G. Thils8 que en lugar de etapas

describe el itinerario espiritual como una línea evolutiva, lo que, según él,

responde más a las exigencias contemporáneas, aunque teniendo en cuenta

el sentido dogmático de la palabra, lo que representa la “línea” en la vida

de la gracia y la evolución psicológica intelectual y voluntaria en la

persona. Esta orientación, oportunamente perfeccionada, me parece

adecuada a mi objetivo, que es el de trazar con fidelidad a los datos

bíblicos, dentro de la recuperación de algunos elementos tradicionales y

con referencia a la actual antropología bíblica, un itinerario espiritual para

el hombre de nuestro tiempo.

8 THILS, G., Santidad cristiana, Salamanca, 1960: "En lugar de tres etapas, intentamos describir la línea

de la evolución, partiendo de un comienzo y desarrollándose hasta el fin; en resumen, hemos optado por

la imagen de la curva o del gráfico. Por otra parte, trataremos de describir, en el sentido dogmático de

la palabra, lo que representa esta curva, en la vida de la gracia, en la evolución psicológica intelectual y

voluntaria, y, finalmente, en el perfeccionamiento de la actividad temporal de la vocación. Quizá

podamos responder así a una exigencia contemporánea...".

24

2. ITINERARIO ESPIRITUAL PARA EL HOMBRE

DE HOY

Quien se ponga a hojear cualquiera de los tratados de ascética y

mística de moda en nuestro siglo sentirá cierta dificultad para insertarse en

los esquemas evolutivos que proponen. A pesar de que recuerdan de

manera concreta y significativa el dinamismo y el desarrollo progresivo de

la vida espiritual, aparecen marcados por una antropología y unas

condiciones de vida de un tiempo superado. K. Rahner9 denuncia en el

itinerario hacia la mística contemplativa, ciertas imágenes procedentes más

de la concepción neoplatónica del espíritu; que del cristianismo y

dominantes todavía hoy en el concepto de mística; G. Thils10

, indica que el

progreso en la oración no siempre coincide con el grado de santificación y

que el cristiano que vive en el mundo pensará a simple vista que todos

estos capítulos de la vía unitiva no son para él; A.M. Besnard11

observa que

la vida espiritual no puede catalogarse en un, sistema ordenado y lineal, ya

que es historia, en la que interfieren continuamente las iniciativas

imprevistas de Dios, la libertad del hombre y los contratiempos de las

circunstancias;

habría que señalar, finalmente, que los caminos

tradicionales han sido trazados en perspectiva individualista, sin tener

suficientemente en cuenta la dimensión comunitaria y litúrgica de la vida

cristiana.

Situándonos dentro de la cultura actual, parece que el trazado del

camino espiritual del cristiano de hoy tiene que atenerse a algunas

exigencias especialmente sentidas:

a) El sentido vivo de la personalidad humana como algo original e

irrepetible elimina en principio los esquemas demasiado concretos, que no

tienen en cuenta los diversos ritmos de maduración. El itinerario espiritual

habrá de tener un carácter fluido y orientador, que se compagine con la

variedad de recorridos personales y atienda a las opciones de base.

b) La asunción real de la condición humana histórica y de sus

compromisos de liberación y promoción rechaza un camino orientado

exclusivamente hacia prácticas cultuales o separado de la vida social. Toda

9 RAHNER, K., Espiritualidad antigua y actual, en Escritos de Teología VII, Madrid 1969, p. 13-35

10 THILS, G., o.c.

11 BESNARD, A. M., Tendencias dominantes en la espiritualidad contemporánea, en Concilium 9, p. 27,

1965

25

concepción privatizada del itinerario espiritual pierde impacto en la

mentalidad del cristiano de hoy, consciente de su misión de ser en el

mundo fermento de la libertad y de progreso, de fraternidad y de justicia.

c) El despertar de la conciencia eclesial y la valoración de la vida

comunitaria se oponen al establecimiento de un itinerario espiritual

orientado en forma individual a la salvación y perfección del alma. Como

el designio divino se dirige a "santificar y salvar a los hombres, no

aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un

pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera santamente" (LG 9), el

camino del hombre fiel a la revelación no puede prescindir de la vida de la

Iglesia y, en particular, del ritmo sacramental que envuelve la existencia

entera del cristiano y de la celebración del ciclo litúrgico, que propone

anualmente el misterio de Cristo con sus implicaciones vitales.

d) La afirmación de las ciencias psico-sociológicas hace necesaria la

confrontación entre la maduración del hombre y la del cristiano, en

particular respecto a los dinamismos fundamentales de afirmación de sí

mismo y de amor, de diferenciación y de integración, de declive y de

crecimiento. El itinerario espiritual no puede verse como una subida

gradual y armónica, ya que, como cualquier otro camino humano, lleva

consigo contradicciones, crisis, conflictos y paradas que, si se resuelven

positivamente, dan un paso hacia soluciones nuevas y equilibrios mejores.

Estas cuatro exigencias que acabamos de señalar demuestran la

complejidad del itinerario espiritual que hay que proponer al hombre de

hoy. Se trata más bien de una encrucijada de caminos: el que traza la

historia del mundo, el camino litúrgico que recorre la comunidad eclesial,

el camino personal e irrepetible de cada uno con sus problemas y

limitaciones, con sus reservas vitales y con los dones de gracia que le

ofrece el Dios de la salvación.

Para evitar tanto las divisiones artificiales que diseccionan al

cristianismo, como los trazados que descuidan la función dinámica de la

crisis, hay que concebir el itinerario espiritual, como también sugiere F.

Ruiz12

, según la imagen de una espiral en la que convergen dos trayectorias

y siempre ascendiendo.

12

RUIZ SALVADOR, F., Caminos del espíritu. Compendio de Teología espiritual, Madrid, 1998: "Hay

una fuerza que impulsa hacia adelante y hacia arriba, en un movimiento irreversible, aunque con

altibajos. El movimiento lineal del proceso tiene que completarse con otro de tipo concéntrico. Al mismo

tiempo que avanza, advierte que de vez en cuando vuelve a encontrarse con las mismas experiencias de

la postura anterior. Componiendo las dos líneas obtendremos como resultado la espiral. Así es la vida.

Como una escalera de caracol. Da vueltas sobre sí misma y al mismo tiempo sube. En cada una de las

vueltas completas vuelve a encontrarse con el mismo punto de orientación, pero en un nivel más elevado"

26

Quizá una de las aportaciones modernas más significativas a las vías

tradicionales estribe en haber señalado la dinámica del ciclo que se repite

en ellas con intensidad distinta. Esta dinámica consiste normalmente en la

serie iniciación-plenitud-crisis-paso a una nueva síntesis unitaria. Está

sacada de la vida y de la historia, que son fenómenos esencialmente

evolutivos: alcanzan un umbral en el que se produce una ruptura o punto

crítico que hay que superar pasando a un nivel más alto. Las edades de la

vida humana, desde el nacimiento hasta la infancia, la juventud, la madurez

y la ancianidad, ponen de manifiesto la validez del proceso evolutivo que

hemos indicado; el horizonte vital se va haciendo cada vez más pequeño y

sofocante, provocando crisis e introduciendo en un mundo más amplio y

más rico en posibilidades.

Aplicando estas orientaciones y suponiendo la vida cristiana ya en

marcha, el itinerario del cristiano resulta escalonado en tres momentos o

ciclos evolutivos:

1. INICIACIÓN CRISTIANA

Como en las otras religiones, también en el cristianismo hay ritos y

procesos educativos que tienen por fin introducir al individuo en la

comunidad, de modo que pueda encontrar en ella su identificación y

desempeñe allí un papel efectivo. Una de las instituciones más antiguas de

la iglesia es el catecumenado, o sea, la etapa de preparación a la vida

cristiana o el tiempo de iniciación que la Iglesia exige a los convertidos

para que se transforme su fe inicial en profesión de fe explícita,

sacramentalmente celebrada en la comunidad cristiana pascual.

Desgraciadamente, en el curso de los siglos el catecumenado fue

decayendo hasta desaparecer completamente en Europa desde el s. XVI. El

resultado más lamentable de este fenómeno fue la separación entre

itinerario de fe del cristiano y el camino eclesial celebrado en los

sacramentos de iniciación (bautismo-confirmación-eucaristía); se olvidó así

el carácter específico del cristianismo, esencialmente comunitario y

encarnado en signos sacramentales que insertan al hombre en la historia de

Dios.

La restauración del catecumenado preconizada por el Vat. II (SC 64)

y las recientes experiencias neocatecumenales invita a considerar el período

de iniciación o de reiniciación para un cristianismo consciente como la

primera fase del itinerario espiritual del cristiano. Más que la lucha contra

el pecado y la mortificación, típicas de la vida purgativa, la iniciación

supone unos compromisos positivos concretos:

27

a) Adquirir una mentalidad de fe. La conversión se presenta como

una disgregación de la síntesis mental y su sustitución por otra nueva

síntesis, de manera que la conversión es una especie de reestructuración de

la personalidad. En el contexto de la fe y del bautismo se abre entonces al

hombre una nueva dimensión, que transforma la orientación de la vida y el

sistema de valores. Como discípulo de Cristo, el creyente tiene que dejarse

iluminar por la luz evangélica y por la sabiduría divina, que supera las

cortas miras humanas y las pone en discusión (1 Cor 2,21-25). Para ello se

necesita un conocimiento cada ver más profundo y personal de la

revelación y del plan divino de la salvación: el recurso a la Biblia y la

meditación sobre todo el evangelio tienen que alimentar la espiritualidad

del cristiano especialmente en este periodo. La palabra de Dios, acogida y

actualizada, produce una mentalidad de fe, esto es, la capacidad de

interpretar las cosas según el pensamiento de Cristo y de encontrar en la

doctrina revelada valores y motivos inspiradores de vida.

b) Tomar conciencia de las exigencias bautismales. El

redescubrimiento del bautismo, de su teología bíblica y de sus

implicaciones vitales es un medio muy adecuado para la transformación de

la existencia cristiana. En el bautismo se encuentra en su etapa germinal el

futuro desarrollo de la vida espiritual en todas sus dimensiones:

participación en el misterio pascual de Cristo (1 Cor 1,13), nueva vida en el

Espíritu (Jn 3,5), incorporación al cuerpo de Cristo hasta formar con él un

solo ser (1 Cor 12,12-13), introducción en la comunidad sacerdotal,

profética y real del pueblo de Dios (1 Pe 2,9-10). Los cristianos conscientes

de la realidad bautismal secundarán las invitaciones que se les hacen en el

bautismo y que explícita el Nuevo Testamento: abandonar la conducta del

hombre antiguo, esclavo del pecado, transformarse en Cristo hombre nuevo

como amados de Dios, elegidos y consagrados (Col 3,1-11), caminar en el

Espíritu obrando por amor en la libertad de los hijos de Dios, sin dejarse

condicionar por las normas exteriores de la ley o por los dictámenes

egoístas de la naturaleza (Gál 5,13-18). Por tanto hay que llegar a una

ratificación de los compromisos bautismales y a una opción fundamental

por Cristo, que tendrá en expresión ritual en la vigilia del sábado santo,

centro del año litúrgico.

c) Insertarse activamente en la comunidad eclesial. El carácter

comunitario de la salvación y la relación que une a Cristo y a la Iglesia

exigen una participación activa y responsable en la vida de la Iglesia,

comunidad de fe, de culto y de testimonio apostólico. La iniciación

cristiana es promoción de intensa vida litúrgica, como itinerario

sacramental que culmina en el misterio eucarístico: Todo el bien espiritual

de la Iglesia está encerrado en la Eucaristía, donde Cristo, nuestra pascua,

28

está presente y da vida a los hombres, invitándolos e induciéndolos a

ofrecerse a sí mismos con él y en memoria suya por la salvación del

mundo. Con un proceso de identificación y de integración, el cristiano está

llamado a redescubrir su papel o función que desarrollar dentro de la

comunidad eclesial unida en el amor, pero al mismo tiempo consciente del

valor de los diversos carismas dados por el Espíritu para la edificación

comunitaria (1 Cor 12.7-13).

d) Integrar la fe cristiana en la vida diaria. La vida espiritual no se

contenta con gestos rituales, sino que supone el don de sí en la vida diaria

de comunión con los hombres en la justicia y en el amor (Rom 12,1). El

cristiano, abierto a los signos de los tiempos y a las llamadas de Dios

inherentes a los acontecimientos de la vida, tiene que atestiguar en el

mundo, según las exigencias de la moral evangélica, el sentido de la

justicia, del compromiso responsable en su trabajo y en familia, del amor y

el perdón activo, de la pobreza, la sinceridad y la amistad. En estas tareas

recibirá fuerzas de los sacramentos del matrimonio y de la reconciliación.

No cabe duda de que este proyecto de vida no sea de fácil

realización; tropieza con resistencias y reparos, con dificultades

individuales y comunitarias, con vueltas al pasado. Es la tentación del

éxodo, de la nostalgia de una situación menos comprometida, de la

necrofilia descrita por E. Fromm13

.Para superar esta tendencia y promover

la biofilia o amor a la vida hay que encontrar algunas condiciones

favorables: el descubrimiento de Cristo, fuente de vida eterna Y modelo de

amor supremo: el diálogo con el Padre y la comprensión de su designio de

salvación; la docilidad al Espíritu, que promueve el crecimiento cristiano;

el influjo estimulante de la comunidad y el animador espiritual; la

experiencia de un amor cálido y constructivo. Todo esto opone a la

solución arcaica regresiva la solución progresiva del desarrollo de la propia

humanidad y vida divina. El conflicto, arraigado en la existencia humana,

tiene la función de promover y llevar hacia adelante la tarea de encontrar

nuevas soluciones en un proceso orientado hacia la meta de la madurez

integral.

13

FROMM, E., Psicoanálisis y Religión, Buenos Aires, 1975: "Todo lo que está lejos de la vida o camina

en contra de ella atrae al necrófilo. El quiere volver a la oscuridad del seno y al pasado de una

existencia inorgánica o animal. Está orientado esencialmente hacia el pasado, no hacia el futuro, que

odia y del que tiene miedo".

29

2. MADURACIÓN ESPIRITUAL

Superada la actitud regresiva hacia un pasado no iluminado por la luz

evangélica, el cristiano marcha hacia una etapa de madurez, superando

igualmente las diversas formas de infantilismo.

La intensa vida litúrgica, la oración personal, el impacto con la

historia y la apertura a sus interpelaciones, la asimilación progresiva de la

palabra de Dios y de las actitudes evangélicas conducen a la madurez

cristiana, caracterizada por una armonía más profunda de la personalidad,

por una posesión más rica y consciente de la verdad, por el saber entregarse

en el amor, por la conciencia plena de responsabilidades concretas en la

Iglesia y en la convivencia social.

Actualizando las indicaciones de san Pablo sobre la madurez espiritual, el

cristiano de hoy se debe mover en estas cuatro direcciones:

a) La libertad de los hijos de Dios. La contraposición paulina entre

la condición judeo-pagana y la cristiana en términos de dependencia y de

libertad filial (Gal 4,1-11) señala en esta última la trayectoria que hay que

recorrer con vistas a la madurez. Al identificar la infancia con la esclavitud

bajo los "elementos del mundo", san Pablo invita a los cristianos a no

dejarse someter por los ídolos ni las fuerzas cósmicas; el creyente no debe

depender más que de su Creador, del que ha sido hecho hijo gracias a

Cristo y al Espíritu.

El proyecto de vida filial se realiza en la relación de amor confiado

con el Padre, en la exclusión de una moral de deberes y heterónoma, en

considerar hermanos a todos los hombres. Supone, sin embargo, una

liberación del pecado incluso en el orden de las estructuras. En los

"elementos del mundo" de que hemos de liberarnos se podrían ver

actualmente las estructuras sociales inicuas o esos “círculos diabólicos de

la muerte”, que concreta J. Moltmann

14. Zambullirse en estos “círculos”

mediante una actividad eficazmente liberadora es una tarea ardua del

cristiano, que traduce en categorías y acciones concretas la realidad de su

filiación divina.

b) Una fe sólida y personal. Mientras que la fe infantil es inestable

(Ef 4,14) y aficionada a los carismas vistosos (1 Cor 12,31), la fe madura se

14

MOLTMANN, J., Teología de la esperanza, Salamanca, 1977: “la pobreza, expresada en el hambre,

la enfermedad, la mortalidad y caracterizada por la explotación; el poder, en sus formas de dictadura,

dominio de clase y privilegios; la alienación racista y cultural, que defrauda, enajena y manipula a las

personas para transformarlas en partículas apáticas de la sociedad tecnocrática; la destrucción

industrial de la naturaleza, que compromete irremediablemente el equilibrio ecológico; la falta de

sentido y el abandono de Dios, de donde nacen la apatía, la desorientación y los impulsos de muerte”

30

caracteriza por la solidez de convicciones y por la confiada adhesión de

todo el ser a la persona de Jesús. Las corrientes fascinantes y variables

según la moda de los tiempos pueden muy bien dar al traste con una fe

pueril, no verificada ni personalizada, pero no con una fe adulta que sabe

repetir con san Pablo: "Sé en quién he puesto mi confianza" (2 Tim 1,12).

La cima de la fe se alcanza cuando, superada la búsqueda de "signos y

prodigios" (Jn 4,48), se llega a un encuentro personal y perseverante con

Cristo, que lleva a una actitud de absoluta confianza (Jn 20,29). Modelo de

fe es Abrahán, que no vaciló ante las pruebas, sino que esperó contra toda

esperanza, fiándose de Dios (Rom 4,1-22). Prototipo de fe madura es

María, la madre del Señor, proclamada dichosa por haber creído de modo

perfecto, con plena disponibilidad y sin pedir signos (Lc 1,38.45); ella

“avanzó en la peregrinación de la fe” (LG 58), meditando en los sucesos de

su Hijo (Lc 2,19.51) y siguiéndolo fiel hasta la cruz (Jn 19,25).

c) Discernimiento espiritual. La experiencia cristiana, con su

continua, referencia a la revelación a fin de iluminar la conducta humana,

enseña por su misma naturaleza a “distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo

bueno, lo agradable a él, lo perfecto” (Rom 12,2). Los adultos en la fe “tienen el sentido moral desarrollado para el discernimiento del bien y del

mal” (Heb 5,14). Perciben casi connaturalmente y por instinto lo que

corresponde auténticamente al plan salvífico: “Sabemos también que el

Hijo de Dios ha venido y nos ha dado inteligencia para conocer al

Verdadero” (1 Jn 5,20). El discernimiento que hasta hace poco tiempo se

ponía más bien en la los momentos decisivos de la existencia, como la

elección de la vocación, se aplica hoy más bien a toda la vida cristiana; en

efecto, el cristiano, iluminado y guiado por el Espíritu, valora como es

debido todos los acontecimientos humanos y la ciencia. El Espíritu no

suministra información para el estudio, la industria o la ciencia, sino que

capacita al `hombre espiritual para juzgar todo lo que hay en el universo al

servicio del destino del hombre según el plan de Dios. El ideal del hombre

"gnóstico" se convierte en realidad cuando el cristiano se ha adentrado en el

"conocimiento del misterio" (cf Ef 1,17) mediante el don de la sabiduría,

esto es, un tipo de conocimiento existencial superior, expresión de fe y de

caridad, capaz de iluminar los problemas de la existencia humana.

d) Relación social creativa y constructiva. Al contrario de los

neófitos, atados todavía a visiones egoístas y movidos por envidias y

rivalidades (1 Cor, 3,3), los cristianos maduros son capaces de superar el

amor posesivo o utilitarista y de entrar en relación constructiva y creativa

con la comunidad eclesial y humana. El camino más excelente sigue siendo

el del amor al prójimo, señal distintiva de los discípulos de Jesús, centro del

mensaje cristiano y criterio supremo de salvación (Jn 13,34-35). El amor

31

cristiano asume hoy diversas facetas que acentúan aspectos fundamentales

con los que está llamada a medirse la madurez de los creyentes:

• Amor eclesial, ya que la edad adulta de la fe no señala el momento

del distanciamiento autosuficiente del creyente respecto a la Iglesia, sino su

arraigo todavía más pleno en ella... El fiel cree con la Iglesia, y en esta

comunión se refuerza su fe en la misma Iglesia. El amor fraterno debe

encarnarse ante todo en la comunidad eclesial, a ejemplo de la comunidad

de Jerusalén, hasta llegar a formar "un solo corazón y una sola alma" (He

4.32). Amar a la Iglesia maduramente significa caminar junto con ella,

asumir sus compromisos y responsabilidades, considerarla dentro de una

visión de fe como "sacramento o signo e instrumento de la íntima unión

con Dios y de la unidad de todo el género humano" (LG 1).

Una mirada de fe no significa una mirada ciega, una mirada miope,

una mirada de monaguillo, una mirada inocente en el sentido peyorativo de

la palabra. Es una mirada de adulto; una mirada critica, que no cierran los

ojos ante los límites y defectos de la Iglesia, sino que los acepta de manera

realista, sin renunciar por ello al compromiso por la reforma eclesial con la

denuncia profética, con la colaboración para llevar adelante el proyecto

común y, sobre todo, con el testimonio de vida.

• Amor ecuménico, que no permanece indiferente ante la túnica de

Cristo desgarrada por las diversas confesiones cristianas, sino que se

empeña en recomponer la unidad invocada por el mismo Cristo (Jn 17,20-

21). Vivir el ecumenismo espiritual significa abandonar la actitud

intolerante y polémica para ver en los miembros de las comunidades

ortodoxas o reformadas a “hermanos en el Señor

” (UR 3), incorporados a

Cristo en el bautismo y vivificados por el Espíritu. Significa, además. Una

continua conversión del corazón y una reforma de la vida, a fin de realizar

un camino hacia Cristo, centro de la unidad eclesial. Finalmente, la

espiritualidad ecuménica exige mutuas relaciones fraternales, que se

expresan y se consolidan rezando juntos y cooperando en la evangelización

y promoción humana.

• Amor que actúa en la historia, esto es, que excluye la huida

irresponsable del mundo y busca su transformación activa. El amor se

convierte hoy en "caridad política

" (Pío XII), en cuanto que no puede ser

auténtico si se limita a una ayuda esporádica e individualista; ha de tender a

transformar las condiciones de los oprimidos y marginados a través de unas

reformas estructurales que promuevan el bien común con sus valores de

igualdad, fraternidad, justicia social y libertad. El cristiano maduro, aunque

fiel al amor universal, opta como Cristo por los pobres y por los últimos; se

32

solidariza con ellos para promover desde dentro una liberación integral

según el plan de Dios. La ejecución de este proyecto, que choca con el

establishment, no está libre de dificultades y exige un coraje perseverante.

3. UNIFICACIÓN MÍSTICA

Alcanzada cierta madurez relativa, el cristiano no puede

autocomplacerse y permanecer en el equilibrio conquistado. Lo mismo que

en el crecimiento biopsicológico, este período coincide con las crisis más

profundas y desconcertantes. La edad madura se caracteriza por la llamada

crisis del demonio meridiano; el hombre toma conciencia de la disminución

de sus fuerzas, de sus últimas posibilidades temporales, de las ilusiones

cultivadas, de los fracasos parciales. Resuelve esta crisis caminando por el

sendero de la monotonía, rompiendo los lazos con los compromisos

asumidos para marchar por el camino de la aventura o decidiéndose

definitivamente por Dios e integrando las experiencias negativas en una

síntesis unitaria superior.

También el cristiano maduro experimenta estas crisis: crisis del

silencio de Dios frente al progreso del mal en el mundo (cf Sal 42,10-11),

crisis de esperanza ante las realidades angustiosas del dolor y de la muerte,

crisis del significado de la vida ante las resistencias y persecuciones

consiguientes a las opciones cristianas y soledad ante los que creen que

quieren ayudarte15

.

Este ciclo trágico, desde los favores divinos hasta la sequedad, tiene

como objetivo preparar a un estado de unión permanente con Dios, llamado

matrimonio espiritual, suprema etapa a la que es dado llegar en la

existencia terrena.

Más allá de esta transformación íntima e indescriptible nos es posible

captar con W. James16

algunos aspectos que caracterizan a esta fase de

integración y unificación.

15

RASTIDE, R: "el místico es tomado por loco, su familia lo critica, sus amigos se burlan de él; peor

aún, el padre espiritual le reprende y castiga. Lejos de animarle, le condena; no le da una patente de

santidad, sino todo lo contrario, le hace oír las duras palabras de la condenación. Falta de comprensión,

ultrajes, ironías; ¿basta todo esto? Todavía no, porque queda Dios. Y he aquí la suprema humillación: el

santo grita al cielo, y el cielo no responde. Todos los místicos han pasado por estas crisis de aridez

religiosa, en las que se sienten abandonados y horriblemente solos”. 16

JAMES, W, Las variedades de la experiencia religiosa, BARCELONA, 1982

33

a) Impresión de vivir una vida más amplia y profunda, lejos de los

pequeños intereses terrenos, en presencia de un poder ideal. El cristiano

en quien surge con pujanza la dimensión mística, propia del cristianismo en

virtud del bautismo, experimenta dos sentimientos: Por una parte, surge

una despersonalización, una expropiación del yo; el ser se vacía de todo

pensamiento y de toda emoción común: deja de llevar su existencia

habitual. Mas, por otra parte, no se pierde por ello en una inconsciencia

absoluta. Surgen otras emociones, otros pensamientos, pero que el místico

no siente ya como propios; le parecen extraños, los soporta pasivamente.

Ya no es él; es otro. Dice que está deificado. La disociación se siente en un

nivel inferior, como el surgir de una nueva personalidad, de una vida más

intensa, de un modo nuevo de unirse a Dios. El hablar de Dios se

transforma en silencio adorante; haciendo el vacío de nociones

conceptuales limitadas y del proceso discursivo, se percibe a Dios por

intuición como el totalmente Otro; oscuridad y noche para el

entendimiento, pero, al mismo tiempo, amor y fuente de vida para el

espíritu humano.

b) Sentido de continuidad entre Dios, poder amigo, y la propia

vida, y abandono en él. San Pablo expresa la experiencia de una unión

indisoluble con Dios en Cristo con aquellas célebres frases: “El que se une

al Señor es un solo espíritu con él" (1 Cor 6,17); "ya no vivo yo, pues es

Cristo el que vive en mí” (Gál 2,20). La autotrascendencia para el cristiano

no desemboca en la nada, sino en Dios, el único ser capaz de librarlo del

fracaso y de dar un significado definitivo a sus ansias irreprimibles de vivir.

La acción divina en la historia, que encuentra su cima en resurrección de

Cristo, derrota a la desesperación humana, abriendo a la esperanza en el

Dios vivo, que resucitará a los hombres y les dará en Cristo la vida eterna.

La vivencia de esta esperanza creadora y salvífica —efecto específico

también de la unción de los enfermos—, a la vez que proyecta hacia Dios,

futuro del hombre, en una actitud de total abandono, sostiene en el esfuerzo

por realizar la utopía concreta del reino de Dios; la fe en la resurrección de

los muertos rescata al empeño humano de la inutilidad.

c) Sentido de inmensa y confiada libertad y disminución de la

atención a sí mismo.

El amor es extático; proyecta al hombre fuera de sí en un impulso de

comunión con Dios y de absoluta confianza en él: desplaza el centro de la

vida hacia él y hace partícipe de sus perfecciones. San Pablo se siente

fuerte con la presencia de Dios: "Todo lo puedo en aquel que me conforta"

(Flp 4,13), llegando a alegrarse incluso de sus sufrimientos: "Estoy

rebosando de consuelo y sobreabundo de gozo en medio de todas nuestras

tribulaciones" (2 Cor 7,4). El Señor es fuente de libertad (2 Cor 3,17);

34

acercarse a él es sentirse liberado de todo tipo de esclavitud, de las

prescripciones exteriores y del convencionalismo (1 Tim 1,9); el santo es

un hombre libre, porque no lo mueve ni el impulso ciego, ni la coacción

externa, sino lo que lleva dentro, su núcleo más profundo renovado por el

Espíritu.

d) Desplazamiento del centro afectivo-emotivo hacia sentimientos

de amor y de armonía con toda la realidad. Uniendo al hombre

íntimamente consigo, Dios lleva a su cumplimiento su obra salvífica y hace

que el creyente se reconcilie con todas las criaturas. La pacificación

cósmica prometida para los tiempos mesiánicos (Is 11,6-9) es una realidad

anticipada por los místicos en su proceso total de unificación como señala

acertadamente B. Russel17

. Un ejemplo de serenidad espiritual y de cálidas

relaciones humanas es el que nos ha ofrecido Juan XXIII. La

transformación de las relaciones con el mundo de la naturaleza, que hoy se

ha hecho urgente ante el destrozo ecológico como fruto de la manipulación,

fue vivida y captada maravillosamente por san Francisco de Asís, que miró

a todas las criaturas con una óptica de fraternidad. Afirmamos con

Ruysbroeck18

que el cristiano aspira a esta meta más que a cualquier otro

fenómeno extraordinario, convencido de que el único camino es el amor,

ese amor que continuará hasta llegar a las orillas de la vida eterna de Dios.

Este esbozo indicativo del itinerario del cristiano tendrá que ser

personalizado por cada uno, en atenta escucha del Espíritu que desconcierta

sin descanso los horizontes en donde la inteligencia del hombre renovado

en Cristo se complace en buscar sus propias seguridades.

En esta reflexión es esencial tener en cuenta el sentido dinámico de

la experiencia cristiana, que es necesariamente un movimiento irrefrenable,

ya que su fin último está situado en el infinito19

.

17

RUSSELL, B., Misticismo y Lógica, 1918, traducción castellana de José Rovira Armengol: Misticismo

y lógica, Paidós, Buenos Aires, 1951, 1961: “éticamente característico del misticismo es la falta de

indignación y de protesta, la aceptación con gozo, el no creer en la verdad fundamental de la división en

dos campos enemigos: el bien y el mal... A su sentido de unidad va asociado un sentimiento de paz

infinita” 18

RUYSBROECK, J., Ornamento de las Bodas E spirituales, Barcelona, 1965: “los místicos no crearán

caminos extraños ni mundos singulares, sino que seguirán a través de todas las tempestades el camino

del amor” 19

MOUROUX, J., L´expérience chrétienne, París, 1952: “Este movimiento no se puede describir; este

camino no puede trazarse de una vez para siempre, sino que hemos de vivir cada día comenzando

siempre de nuevo, olvidando todo lo que está detrás de nosotros, lanzados con todas nuestras fuerzas

hacia adelante, hasta realizar nuestra vocación eterna, que es la de perdernos en el corazón de Dios”.

35

3. APROXIMACIÓN AL ITINERARIO ESPIRITUAL DE

DON ANTONIO AMUNDARAIN

Después de haber visto lo que es un Itinerario Espiritual para el

hombre de hoy y tras constatar que es muy difícil encasillar una vida en

etapas, momentos, fases o clasificaciones, me adentro en el Itinerario

Espiritual de Don Antonio apuntando, sólo, los momentos fuertes que

entrarían en el proceso del crecimiento de la vida en Cristo que vivió Don

Antonio.

Los llamo momentos fuertes por la exigencia que suponen en su vida

o por la novedad e intensidad de la vivencia que entrañan.

Algunos de estos momentos fuertes no los vivió aisladamente, sino

que estarán presentes durante todo el proceso, aunque de forma muy

diferente, según el momento y la evolución que va viviendo nuestro

protagonista.

Como dice F. Ruiz20

: “Así es la vida. Como una escalera de caracol.

Da vueltas sobre sí misma y al mismo tiempo sube. En cada una de las

vueltas completas vuelve a encontrarse con el mismo punto de orientación,

pero en un nivel más elevado”

20

RUIZ SALVADOR, F., Caminos del espíritu. Compendio de Teología espiritual, Madrid, 1998

36

(Todas las citas de los documentos que aparecen a partir de aquí, que hacen

referencia a la vida u obra de Don Antonio Amundarain Garmendia, se

encuentran en el Archivo de la Causa, ubicado en la C/ Cardenal Cisneros

55, Madrid, casa central del Instituto Secular Alianza en Jesús por María.

Este Archivo está compuesto por cuatro Fondos:

Fondo I: Antonio Amundarain Garmendia

Fondo II: Alianza en Jesús por María

Fondo III: Proceso

Fondo IV: Efemérides

Todo está recogido en un total de 32 cajas, debidamente organizadas según

las indicaciones de la Biblioteca Nacional.

Este Archivo lo he visitado a lo largo de un año; todos los Documentos,

Cartas, Escritos… citados en el trabajo, tienen su correspondiente original

en dicho Archivo)

37

PREAMBULO

Don Antonio, desde la gracia, actuó en unas circunstancias históricas

(sociales, religiosas…) concretas, desde su propia biografía. Y justo en esas

circunstancias históricas, que ahora conoceremos, es en las que Don

Antonio encarnó la experiencia de Dios, y esa experiencia de Dios en esas

circunstancias concretas, es la que le daría la unidad de vida. Veamos una

breve cronología de Don Antonio:

26 abril 1885.-Nace en Elduayen (Guipúzcoa).

27 abril 1885.-Recibe el Bautismo en la iglesia parroquial de Santa

Catalina.

8 mayo 1891.-Es confirmado en Berástegui (Guipúzcoa).

1893.- Comienza su oficio de monaguillo.

1898 – 1901.- Estudia latín y castellano en la preceptoría de Baliarrain

(Guipúzcoa).

1901 – 1909.- Seminarista en Vitoria

15 y 16 marzo I907.-Recibe la Tonsura y Órdenes menores en Vitoria

19 diciembre 1908.-Se ordena de Subdiácono en las Témporas de

Adviento.

6 marzo l909. Asciende al Diaconado en Cuaresma.

18 diciembre 1909.-Llega al presbiterado en las Témporas de Adviento.

21 diciembre 1909.- Primera misa en el santuario de Arantzazu (Oñate)

7 febrero 1910.-Se le nombra Cura Ecónomo de Baroja (Álava)

1 febrero 1911.-Desempeña la Capellanía del Hospicio de Zumarraga

(Guipúzcoa).

31 marzo 19l7.-Ocupa el cargo de Coadjutor en la parroquia de esta villa.

38

2 junio- 1919 -Es nombrado Coadjutor de la parroquia de Santa María, en

San Sebastián,

1 febrero 1925.-Funda la asociación “Alianza en Jesús por María” en el

Camarín de la Virgen del Coro de dicha parroquia.

19 diciembre 1925.- Pasa a una coadjutoría de la parroquia de San Ignacio

en San Sebastián.

10 julio 1928.- Primera aprobación diocesana del Reglamento y Obra de la

Alianza por el Sr. Obispo de Vitoria: D. Mateo Múgica.

23 octubre 1929.- Obtiene la parroquia de Zumárraga en calidad de Cura

Ecónomo.

16 abril 1932.- Renuncia al curato de Zumárraga. Queda adscrito a la

misma parroquia.

17 enero 1934.- Fallece su buena madre.

28 enero 1934.- Viaja a Roma para solicitar la aprobación pontificia de la

Alianza.

20-30 septiembre 1934.- Peregrinación a Roma con 70 aliadas. Audiencia

de Pío XI.

22 abril 1937. -Vuelve a San Sebastián, como Capellán de las Carmelitas

Descalzas (Convento de Santa Teresa).

2 diciembre 1946.- Traslada su residencia a Madrid, por atenciones de la

Obra.

2 febrero 1950.- Aprobación de la Alianza como Instituto Secular

19 abril 1954.- Cargado de méritos, pasa a mejor vida.

20 abril 1954.- Sus restos son enterrados en la Sacramental de Santa María

de Madrid

26-28 mayo 1966.- Traslado de los restos a la Casa de Formación de la

Alianza, en el pueblo de Griñón (Madrid).

39

11 junio 1971.- Sus restos son depositados definitivamente en la cripta

aneja a la capilla de la Casa de Formación en Griñón.

27 noviembre 1982.- Solemne apertura del Proceso de Beatificación y

Canonización del Siervo de Dios en la Iglesia de San Jerónimo el Real, de

Madrid.

25 junio 1996.- Fue declarado venerable

(De todas estas fechas hay documentos originales que las acreditan en:

Fondo I, caja 1)

Como hemos visto don Antonio nació el 26 de abril de 1885 ¿Qué pasaba

en España en estos momentos y durante toda su vida?

40

VISIÓN HISTÓRICA DE 1885 A 1955 21

El año del nacimiento de D. Antonio, 1885, murió el rey Alfonso XII

y se inició la regencia de María Cristina de Austria, que se prolongaría

durante la minoría de edad de Alfonso XIII. En este período se produjo la

segunda guerra de Cuba y la insurrección de las Filipinas, últimos enclaves,

con Puerto Rico, del otrora grandioso Imperio español de ultramar. La

pérdida definitiva de estas colonias en 1898 desató una gran conmoción en

España, y el sistema político de la Restauración quedó entonces afectado.

De un lado, porque se acentuó la tendencia centrífuga de las zonas

industriales -Cataluña y el País Vasco-, descontentas con la política

vigente; de otro, porque se ahondó la distancia que separaba a los grupos

oligárquicos de los sectores sociales que habían quedado extramuros del

sistema canovista. Dichos sectores sociales, por lo demás, empezaron a

organizarse en esta época, bien a través del movimiento anarquista

(Federación de Trabajadores de la Región Española, 1881-1888), bien a

través del socialismo con el PSOE (fundado por Pablo Iglesias en 1879) y

la UGT. Este incipiente movimiento obrero iba a tener un papel

protagonista en la vida española del s. XX.

El reinado de Alfonso XIII En 1902, al cumplir los dieciséis años, Alfonso XIII fue proclamado

rey. El joven monarca se encontró con una aguda crisis política ya desde

los comienzos de su reinado. Los ataques terroristas de los anarquistas

estaban a la orden del día y el propio rey escapó de un atentado el mismo

día de su boda (1906). En este mismo año se registró en Bilbao una huelga

general obrera, y el ejército, después de los incidentes habidos en

Barcelona con los periódicos catalanistas Cu-cut y La veu de Catalunya,

logró que se aprobara la ley de jurisdicciones (que traspasaba al fuero

militar los delitos «contra el ejército y contra la patria»).

La cuestión de la ley de jurisdicciones propició de inmediato la

creación de Solidaritat Catalana, un frente común integrado por

catalanistas, republicanos y tradicionalistas, y dirigido por Cambó y

Salmerón, que acabó de hecho con el sistema de turnos canovista. Entonces

tuvo lugar la experiencia de Maura (1907-1909), cuya «revolución desde

arriba» pretendió regenerar el sistema desde una óptica conservadora y

dando satisfacción a los regionalismos. En junio de 1909, la llamada a filas

21

GRAN HISTORIA DE ESPAÑA. Tomo 8 pgs 3901 a 3903. Ed. Planeta S.A. Barcelona 2004

41

de los reservistas para que intervinieran en la campaña de Marruecos

provocó la insurrección de la Semana Trágica en Barcelona (julio) y, como

consecuencia de ello, la caída de Maura. Otro gobierno destacado del

período alfonsino fue el de Canalejas (1910-1912), durante el cual se

sentaron las bases del protectorado de Marruecos y se trató de dar respuesta

a las exigencias del catalanismo político con el proyecto de creación de la

Mancomunitat de Catalunya.

Canalejas afrontó con valentía el problema obrero y declaró ilegal a

la CNT, que se fundó en 1911; al año siguiente, el político conservador

murió víctima de un atentado anarquista. Al estallar la I Guerra Mundial,

España permaneció neutral, lo que le proporcionó pingües beneficios

económicos. Pero las clases trabajadoras no mejoraron su situación y se

produjo una gran crisis social, agravada por la aparición de las Juntas de

Defensa militar y por la Asamblea de parlamentarios que trató de impulsar

en 1917, aunque de forma dubitativa, una revolución burguesa. La

descomposición del sistema surgido en la época de la Restauración resultó

imparable entre 1917 y 1923, período en el que hizo acto de presencia el

pistolerismo en Barcelona, como un episodio más de la sangrienta pugna

que dirimían patronos y obreros en las áreas fabriles, y en el que tuvo lugar

el desastre de Annual en Marruecos (1921).

En estas circunstancias, el general Primo de Rivera dio un golpe de

estado en 1923 e implantó una dictadura con la aquiescencia del rey. Si,

momentáneamente, Primo de Rivera logró suspender la guerra entre

patronos y obreros y encontrar una salida airosa en Marruecos con el

desembarco de Alhucemas (1925), al cabo de unos años su dictadura sufrió

los embates de la crisis económica mundial y fue perdiendo apoyos incluso

entre el ejército. El dictador se vio obligado a dimitir a comienzos de 1930,

mientras que Alfonso XIII trataba de apuntalar la tambaleante monarquía

con los gobiernos Berenguer y Aznar, en un momento en que se hacía

evidente el ascenso de los republicanos y socialistas. En abril de 1931 se

convocaron elecciones municipales y los republicanos obtuvieron la

mayoría en Madrid, Barcelona y las capitales de provincia. Con el fin de

evitar un derramamiento de sangre, Alfonso XIII prefirió renunciar al

trono, con lo que se dio paso a un gobierno provisional republicano.

La Segunda República y la guerra civil

Tres son los períodos que pueden distinguirse en el curso de la

segunda República española, proclamada en 1931. En el primero de ellos,

que discurrió entre 1931 y 1933, se aprobó una Constitución democrática,

que sancionó la separación de Iglesia y Estado y la pérdida de privilegios

42

de la primera. Presidida por Alcalá Zamora, la República de este primer

bienio tuvo un predominio de los republicanos de Manuel Azaña y de los

socialistas de Prieto y Largo Caballero.

Esta coalición elaboró una tímida reforma agraria y un Estatuto de

autonomía para Cataluña (1932), promulgó una avanzada legislación social

y llevó a cabo una reforma del ejército (reducción de la plantilla de

oficiales y del servicio militar obligatorio, entre otras medidas). Pero el

enfrentamiento social-azañista con la Iglesia y el ejército y las graves

alteraciones del orden público (quema de conventos en Madrid; sucesos de

Castilblanco y Arnedo; alzamiento anarquista en la cuenca del Llobregat;

matanza de Casas Viejas) -producto tanto de la táctica insurreccional de la

CNT-FAI, como de la degradación social provocada por el impacto de la

crisis económica mundial- desgastaron al gobierno republicano, que tuvo

que afrontar, además, la sublevación del general Sanjurjo en el verano de

1932.

El segundo período republicano estuvo dominado por las derechas,

agrupadas en la CEDA de Gil Robles y coaligadas con los radicales de

Lerroux, que formaron gobierno en 1933. La derechización de este

gabinete en octubre de 1934 suscitó el levantismo revolucionario de la

cuenca minera de Asturias, que tuvo que ser sofocado por el ejército.

También fue precisa la intervención militar en Barcelona, donde, el 6 de

octubre, se proclamó el Estado catalán en el seno de la República Federal

española. Se dio paso entonces al Bienio Negro, con la suspensión del

Estatuto de Cataluña y la represión de las fuerzas obreras. En el otoño de

1935, el escándalo del estraperlo salpicó al gobierno radical-cedista, y en

las nuevas elecciones de febrero de 1936 las izquierdas, agrupadas en la

coalición del Frente Popular, obtuvieron el triunfo, con lo que se abrió el

tercer período republicano, en el cual el enfrentamiento entre derecha e

izquierda no tardó en sobrepasar de nuevo los cauces parlamentarios.

La violencia se adueñó de las calles; el asesinato de Calvo Sotelo,

dirigente monárquico del Bloque Nacional, el 13 de julio de 1936 precipitó

los acontecimientos y, unos días después, se produjo el levantamiento

militar que desembocó en la guerra civil. La violenta polarización de los

bloques sociales de derecha e izquierda que había liquidado el

parlamentarismo republicano configuró los dos bandos que ahora se

enfrentaban militarmente: de un lado, el bando republicano, que aún era

presidido por Azaña, y en el que se alinearon las fuerzas de izquierda

frentepopulistas, en un amplio espectro que abarcaba desde los

republicanos moderados hasta los comunistas y los anarcosindicalistas; de

otro lado, el bando nacionalista, que aglutinó a la derecha conservadora y a

43

la jerarquía eclesiástica, a falangistas y requetés, más el sector del ejército

sublevado a las órdenes de los generales Mola, Sanjurjo y Franco. Pero esta

doble configuración adquirió sus rasgos más específicos en el curso de las

operaciones militares subsiguientes.

En septiembre de 1936, el gobierno formado por Largo Caballero

puso de manifiesto que, en el campo republicano, había una revolución

social en curso aparte de la guerra. Los sucesos de mayo de 1937 en

Barcelona se saldaron de modo poco favorable a esta orientación

revolucionaria -predominante sobre todo entre los anarcosindicalistas-, a la

par que señalaron la hegemonía comunista (gobierno de Negrín), en un

momento en que resulta notoria la ayuda soviética al campo republicano.

En la zona nacionalista, Franco fue nombrado jefe del Estado y

generalísimo de los ejércitos en octubre de 1936; este mando unificado

estuvo en mejores condiciones de resolver las crisis internas, como la que

se derivó en abril de 1937 del enfrentamiento entre falangistas y requetés.

La ayuda alemana e italiana resultó decisiva en los avances

nacionalistas, que culminaron en la victoria obtenida en la batalla del Ebro,

la caída de Cataluña y la rendición de Madrid (1 de abril de 1939). Grandes

fueron las pérdidas humanas al término de los tres años de guerra civil; el

país, además, quedó destrozado materialmente y se mantuvo al margen de

la II Guerra Mundial. La naturaleza dictatorial del régimen político surgido

en 1939 aisló a España en los años de la posguerra europea. La economía

española se desarrolló dentro de los límites de la autarquía, que indicaba

tanto el repliegue en el comercio exterior, como la postulación voluntaria e

ideológica de un modelo que aspiraba a lograr la autosuficiencia

económica. Desde un punto de vista político, el período autárquico se

caracterizó por los intentos de legitimación hacia el exterior llevados a cabo

por el régimen franquista con el fin de amortiguar su aislamiento en el

mundo occidental. Este aislamiento fue extraordinariamente grave entre

1945 y 1947, al producirse la retirada de la mayor parte de embajadores en

España y aparecer el manifiesto de Lausana, en el que don Juan de Borbón,

heredero de Alfonso XIII, se declaraba dispuesto a implantar una

monarquía constitucional.

El desencadenamiento de la guerra fría, no obstante, salvó al régimen

del general Franco, que maniobró de inmediato y sometió a referéndum la

ley de Sucesión monárquica para el futuro, lo que reafirmaba el carácter

vitalicio del propio Franco como jefe del Estado. El cerco diplomático a

que estaba sometida España remitió a partir de 1953, una vez que el

régimen franquista estableció un pacto con Estados Unidos por el que se

autorizaba la instalación de bases militares norteamericanas en territorio

44

español. La firma de un Concordato con el Vaticano (1953) y el ingreso en

la ONU (1955) acabaron de legitimar al régimen nacido de la guerra civil.

Mientras tanto, en el interior se asistió a una progresiva crisis del modelo

autárquico.

Así mismo la Iglesia estaba viviendo unos momentos muy

importantes preparándose para asistir a la “gran revolución” de la

celebración del Concilio Vaticano II, en esos momentos la Iglesia.

45

VISIÓN ECLESIAL22

LOS FACTORES DE RENOVACIÓN EN LA IGLESIA

Los factores tanto eclesiales como extraeclesiales que contribuyeron

a la renovación son numerosos y diversos. Veamos brevemente a los más

importantes:

Existe un despertar del sentido comunitario en la Iglesia, como una

reacción al individualismo y al mecanicismo social que había penetrado en

todos los campos del pensamiento y de la acción23

.

Otra fuerza renovadora de la eclesiología heredada del Vaticano I

procede del movimiento de espiritualidad cristocéntrica, que se inició a

comienzos de siglo tanto en la teología como en la vida espiritual del

cristiano y que encuentra apoyo en el magisterio de los últimos papas24

.

Este movimiento está relacionado con el redescubrimiento de la

eclesiología agustiniana, llevado cabo por los precursores de la renovación

eclesiológica iniciada en la escuela de Tubinga, con el reencuentro de la

eclesiología ortodoxa, que tiene lugar a causa del destierro de los teólogos

rusos, y con el renovado interés por los padres de la Iglesia que surge entre

1as dos guerras mundiales. Este interés es una consecuencia del imperioso

deseo de la generación de la posguerra de vivir un cristianismo

auténticamente renovado en sus valores originarios25

.

El hecho de que el misterio de la Iglesia con su dimensión

comunitaria penetraba cada día con mayor profundidad en la conciencia de

los fieles se pone también de manifiesto en el despertar del laicado, que

toma conciencia de su responsabilidad en la misión de la Iglesia. El

22

HISTORIA DE LA IGLESIA II, Instituto Superior de Ciencias Religiosas a Distancia “SAN

AGUSTÍN”, 1997 23

A. ACERBI, Due ecclesiologie, Bologna, 1975: “El redescubrimiento de la índole comunitaria del

cristianismo la intuición de la comunidad como realidad interior, que se manifiesta exteriormente en una

estructura social, hizo posible el sentir a la Iglesia como el corazón del misterio cristiano, en el que “la

esencia del catolicismo” se experimenta como ana realidad concreta vital” 24

Y. CONGAR, Autour du renouveau de l´ecclésiologie, La Vie Intellectuelle 61, 1939, p.11: “Estamos

persuadidos de que el fervor hacia la persona de Cristo ha contribuido a comprender el misterio de la

Iglesia” 25

FRISQUE, vv.aa., La eclesiología en el siglo XX, Salamanca, 1988: “¿Quién ha logrado describir mejor

que los padres griegos la naturaleza íntima de la Iglesia como vida en Cristo comunión con el espíritu

santo? Su imagen de la Iglesia responde perfectamente al ideal que busca esta generación, pues lo que se

espera de los padres es precisamente esta imagen, es decir, más que la idea de Iglesia, la forma concreta

en la que entonces se desarrolló la conciencia eclesial del pueblo fiel”

46

abandono de esta corresponsabilidad fue consecuencia del olvido casi total

del puesto que el laico tiene en la Iglesia, ya que durante siglos ni el

magisterio ni los teólogos le habían prestado atención, a pesar de que el

laicado constituye la mayor parte del pueblo de Dios.

En este orden de cosas hay que tener en cuenta que los pontífices del

presente siglo -especialmente León XIII y Pío X- habían dado los primeros

pasos hacia lo que sería el pleno reconocimiento de la situación y de la

misión de los seglares. En los años de la posguerra son numerosas les

asociaciones y organizaciones que surgen como medio y como exponente

de la participación de los laicos en la vida litúrgico sacramental y en la

labor apostólica de la Iglesia. El proceso de descristianización del mundo

moderno y el aislamiento cada vez mayor de la Iglesia respecto al mundo,

hace necesario el testimonio del seglar como cristiano en el mundo, lo que

exige una intensificación y renovación dé la vida cristiana de estos grupos,

eclesiales. La "Acción Católica" en sus diferentes modalidades fue

vitalizada por los papas como “participación de los laicos en el apostolado

jerárquico".

También contribuyó a la nueva visión de la Iglesia la renovación

litúrgica. Las raíces de este movimiento se remontan a la segunda mitad del

siglo XIX, aunque en su origen apenas salió de los monasterios y tuvo una

orientación más teórica que práctico- pastoral. Fue en Alemania donde una

gran labor pastoral, sobre todo con la juventud, llevada a cabo, entre otros,

por Romano Guardini, influye decisivamente en la nueva conciencia de la

Iglesia. Es la renovación litúrgica sigue una línea convergente con la nueva

eclesiología, desplazando su centro de gravedad desde la Iglesia institución

a la Iglesia misterio de fe. Hay que tener en cuenta que la liturgia ha

influido constantemente en la fe de la Iglesia y ésta, a su vez, en la liturgia,

en un intercambio de elementos en ambas direcciones (lex orandi, lex

credendi).

Otro factor que contribuye a enriquecer la nueva visión de la Iglesia

es la renovación de los estudios bíblicos. Es evidente que toda renovación

religiosa supone una vuelta a las fuentes, por 1o que, los primeros impulsos

renovadores en la escuela de Tubinga y en el Colegio Romano se

caracterizan por un retorno al pasado, aunque es indiscutible que estos

grandes maestros del siglo XIX se inspiraron más en los Padres que en la

Escritura. En realidad la investigación bíblica se abre camino el final del

período que se extiende entre las dos guerras mundiales. El trabajo de los

teólogos ya no se reduce a buscar un apoyo bíblico para defender la

institución de la Iglesia, sino que busca en la riqueza de la palabra revelada

47

el material para una visión de la Iglesia más centrada en la totalidad del

misterio cristiano.

En este terreno es importante la aportación realizada por el

magisterio. La institución de organismos con el fin de fomentar el estudio

de la Escritura contribuye a que ésta llegue a ser el alma de la teología y

una fuente de riqueza espiritual en la Iglesia. En esta misma perspectiva se

sitúan las distintas encíclicas sobre la materia por la importancia que

tuvieron para fomentar y dirigir la exégesis bíblica y las ciencias auxiliares.

Finalmente, estos esfuerzos renovadores de la iglesia se verán

enriquecidos también por el movimiento ecuménico. Este movimiento

surgió en las iglesias de la Reforma. Diversas experiencias de tipo pastoral

y especialmente la experiencia misionera les llevan a plantear ya desde

principios de siglo, el problema urgente de la unidad que es preciso

recuperar. Esta unidad aparece como necesidad ineludible si el cristianismo

quiere ofrecer una imagen coherente y convincente ante el mundo.

Por otra parte, la búsqueda de una renovación basada en la tradición les

conduce al primer designio de los reformadores, más tarde olvidado. Lo

que aquellos buscaban en un principio no era sustituir la única Iglesia de

Cristo por, otras, Iglesias o confesiones divididas entre sí y separadas del

tronco común, sino una Iglesia auténticamente renovada en sus valores

originarios. En consecuencia, las iglesias separadas comprenden que el

programa del único ecumenismo posible sólo puede ser el de una Iglesia

verdaderamente católica y, al mismo tiempo, verdaderamente reformada.

La incorporación de los católicos a este movimiento y el

consiguiente diálogo con otras iglesias enriqueció su pensamiento sobre la

Iglesia, con la recuperación, de gran variedad de matices en una serie de

cuestiones hasta entonces olvidadas en la eclesiología.

48

REFLEXIÓN SOBRE LA IGLESIA EN ESTE PERÍODO26

En los cincuenta años que siguieron al Vaticano I la imagen de la

Iglesia que domina en los manuales, de eclesiología, en la predicación y en

toda la vida eclesial sigue basada en el tema de la autoridad y

particularmente, de la autoridad docente, en la que el primado papal

continúa teniendo un puesto; central. Las intervenciones del magisterio en

ese período ponen de manifiesto cuan arraigado estaba en la teoría y en la

práctica el tema de la autoridad docente.

Este tema está indisolublemente vinculado a una eclesiología de

enfoque prevalentemente horizontal, que parte de los aspectos de la

realidad visible a la Iglesia y la presenta como sociedad perfecta, que

reivindica sus derechos en referencia con la sociedad civil.

En el Vaticano I las ideas renovadoras de la eclesiología fueron

bloqueadas desde el principio sin dar lugar a que penetrasen en la

conciencia eclesial. Pero una idea fecunda no muere por el hecho de no

haber sido aceptada oficialmente en un determinado momento. Por ello,

cincuenta años más tarde se dará un vigoroso resurgir de estas ideas

innovadoras que, a través de un lento proceso, habían echado raíces en la

teología.

En cualquier caso, hay que afirmar que, a lo largo del período que va

del Vaticano I al Vaticano II, el tema de la Iglesia es una realidad siempre

presente, tanto en la reflexión teológica como en las intervenciones

doctrinales del magisterio.

Las intervenciones de Pío IX en lo que respecta a las relaciones entre

primado y episcopado, y algunas de las aportaciones del papado a los

movimientos renovadores que iban surgiendo.

En el rico y amplio magisterio de León XIII se da una verdadera

concentración de temas eclesiológicos, aunque de hecho su reflexión

teológica no logra elaborar la síntesis en la que los teólogos trabajaban

desde hacía siglos. También es imprescindible señalar la importante

aportación de Pío XII con su encíclica Mystici corporis.

26

ECLESIOLOGÍA, Instituto Superior de Ciencias Religiosas a Distancia “SAN AGUSTÍN”, 1994

49

Por lo que se refiere a la labor de los teólogos, son numerosísimas las

obras valiosas publicadas en este período, especialmente a partir de 1920.

En los años siguientes al Vaticano I prevalecen, las ideas jurídicas y

apologéticas sobre la Iglesia que, pasando por las formulaciones del siglo

XIX, tienen en Belarmino su representante. Como es sabido, su definición

de Iglesia tiende a poner de manifiesto especialmente su visibilidad, lo que

tiene como consecuencia que casi todos los manuales de teología hagan

hincapié en la idea de Iglesia como sociedad y tengan como eje de la

eclesiología el tema del primado.

Esta tendencia, que podemos denominar contra-reformista, no fue

superada hasta el momento en que fue retirado el primer esquema "De

ecclesia" presentado en el concilio Vaticano II, de la que se hacía eco más

de una vez.

Sin embargo, junto a esta realidad no faltan los teólogos que abren

vías nuevas a un desarrollo de la eclesiología, que desemboca en la rica

reflexión teológica surgida entre las dos guerras mundiales y que está

orientada hacia una imagen de la Iglesia en su dimensión más amplia, en la

unidad de sus contradicciones, en la fuerza de su propia afirmación y de su

definición no meramente exterior, social o jurídica, canónica y

jerarcológica. Es una eclesiología que tiene más presentes las afirmaciones

de la Escritura, de los Padres de la Iglesia y de muchos precursores, entre

los que podemos citar a Móhler (1796-1S3S), Newman (1801-1890) y

Scheeben (1835-1888).

Los primeros tratados destinados a ir más allá del planteamiento

contrarreformista libres de un interés exclusivamente apologético se

centran en la imagen de la Iglesia como cuerpo místico. Entre las obras

más importantes en esta línea, se pueden citar "El cuerpo místico de

Cristo" (1933), del jesuita belga E. Metsch o el "Corpus Christi quod

est Ecclesia" (= el cuerpo de Cristo que es la Iglesia, 1937), cuyo autor es

el jesuita holandés S. Tromp. Con la encíclica de Pío XII Mystici Corporis,

(1943) esta doctrina alcanza definitivamente derecho de ciudadanía. Así se

remediaba la desconfianza que hacia ella habían sentido algunos padres del

concilio Vaticano I que, para definir la Iglesia, prefirieron el concepto de

sociedad.

Sin embargo, es preciso hacer notar que esta encíclica, que corona

los trabajos emprendidos por toda una generación de teólogos para que la

idea de cuerpo místico fuera aceptada como centro de unidad eclesiológica

y penetrara profundamente en la conciencia de la comunidad eclesial, trata

50

también de frenar ciertas tendencias eclesiológicas que, acentuando

unilateralmente la unión mística con Cristo cabeza y de los miembros entre

sí, ponían en peligro la unidad integral del dogma eclesiológico.

Es evidente que la doctrina del cuerpo místico hace difícil conciliar

los dos aspectos de la Iglesia, institución visible y realidad interior. Se

presta fácilmente a acentuar el aspecto espiritual en menoscabo de su

realidad visible. El P. Koster publicó en 1940 una obra en la que planteaba

claramente el problema. Y para solucionarlo proponía una eclesiología

centrada en la idea de Pueblo de Dios que, entre otras ventajas, pone de

relieve la continuidad de ambos testamentos. Así quedaba subrayada la

dimensión histórica de la Iglesia. Este planteamiento, que nos lleva a

conocer el carácter social de la Iglesia, parece como un aspecto

complementario de la idea de Cuerpo místico.

Otra concepción de la Iglesia que contribuye a equilibrar su realidad

interna y externa es la que la considera como sacramento original. Esta

concepción, propuesta por el jesuita alemán O. Semmelroth y tratada por

numerosos teólogos -De Lubac, Rahner, Schillebeeckx, Ratzinger27

, Von

Balthasar-, parte de la idea agustiniana de sacramento como “forma visible

de una gracia invisible”28

. Así como Cristo, por su cuerpo y en su cuerpo es

sacramento del Padre y nos une a é1, analógicamente la Iglesia es

sacramento de Cristo. Si se sabe integrar en la idea de sacramento lo que

San Agustín y la tradición eclesiástica denominaban sacramentum y res

sacramenti, el esquema es muy iluminador. Ambos términos expresan la

inseparable dualidad de la realidad externa y la realidad interna.

Por otra parte, este planteamiento sacramental tiene otro valor muy

positivo, porque establece una unidad entre todas las realidades que

constituyen el régimen sacramental: la humanidad de Cristo, la Iglesia y los

ritos sacramentales aunque es preciso tener en cuenta que el concepto de

sacramento empleado para denominar a la Iglesia no se adecúa plenamente

con el que se utiliza para designar a los siete sacramentos.

El descubrimiento de la tradición patrística y medieval ha insistido

en otro principio en torno al cual se puede estructurar el concepto de

“Iglesia”, el principio de comunión y comunidad. Los estudios del

cardenal Journet y dé los padres Congar29

y De Lubac, seguidos de los de

27

RATZINGER J., El primado y la unidad del pueblo de Dios, en ID, Iglesia, ecumenismo y política,

Madrid 1987, 35-53 28

SAN AGUSTÍN DE HIPONA, Sobre el evangelio de San Juan, trat. 50 en Obras completas de San

Agustín, BAC, Madrid, 1987, pp 830-831 29

CONGAR Y., Propiedades esenciales de la Iglesia, en Mysterium Salutis IV/ 1, 1973, esp. 582-605

(Primado y Episcopado)

51

Hamer y Le Guillou, han revelado este aspecto fundamental que considera

a la Iglesia como comunión de todos con Dios y de todos los cristianos

entre sí. Esta cohesión y comunión están significadas y mantenidas por la

eucaristía, acto supremo de la Iglesia-institución.

Todas estas consideraciones de la Iglesia como Cuerpo místico,

como Pueblo de Dios, como sacramento y como comunión ponen de

manifiesto la necesidad de un retorno a la perspectiva bíblica y a la gran

tradición teológica y permiten comprender la complejidad del concepto

"Iglesia", rico en múltiples facetas que ilustran los diversos aspectos del

misterio. Porque, en última instancia, todas esas facetas nos obligan a

considerar a la Iglesia como misterio, como tantos teólogos recalcan

siguiendo a Santo Tomás.

Esta consideración ofrece la ventaja de contener todo lo que hay de

válido en las distintas perspectivas. Tiene por eje la revelación histórica del

amor del Padre en Cristo. Hace destacar perfectamente la prioridad de lo

interno, sin olvidar que la Iglesia en su visibilidad es la realización de

misterio, el sacramento de Cristo y destaca su vez la importancia del E.

Santo en la vida de la Iglesia. Así se evita el peligro de dar excesiva

importancia a lo externo, que fue precisamente la tentación a la que se

venía cediendo desde el momento de la Contrarreforma.

En este primer momento hemos visto una breve reseña biográfica de

Don Antonio, cómo estaba España en lo político-social y cómo estaba la

Iglesia. Hemos de leer la vida y la obra de Don Antonio desde estas

circunstancias tanto las político-sociales como eclesiales, no podemos

prescindir de ellas para comprender la manera de actuar y de enfocar su

vida de, porque cada una de ellas irá dejando su huella y su influencia en

todos y cada uno de los acontecimientos que vivió Don Antonio.

Paso ahora al siguiente momento de esta aproximación a su Itinerario

Espiritual.

52

INICIACIÓN CRISTIANA

La iniciación cristiana empieza con el Bautismo, raíz y síntesis de

todo el proceso espiritual. Es esa toma de conciencia de la responsabilidad

personal de la vida ante Dios, de la que hablábamos al inicio de nuestro

trabajo.

Así podríamos decir que el itinerario de D. Antonio comienza un día

después de su nacimiento, el 27 de abril de 1885, con su incorporación a la

Iglesia a través del sacramento del Bautismo.

En el seno de una de una familia numerosa y con unos padres

mayores y profundamente cristianos el pequeño Antonio iba creciendo,

aunque bastante falto de salud, circunstancia que le acompañará durante

toda su vida y que también marcará cada momento del proceso de su vida;

y así el día 8 de mayo de 1891 recibe el sacramento de la Confirmación,

cuando acaba de cumplir seis años, con ocasión de una visita pastoral del

Sr. obispo Don Ramón Fernández de Piérola.

Según nos cuentan los escritos recogidos en el Archivo de la Causa

desde los 8 años nos encontramos a Antonio de monaguillo en su Parroquia

de Elduaien, oficio que le acarreaba no pocos sacrificios. Como nos cuenta

Claudio Amundarain, sobrino de Don Antonio30

Desde muy niño, monaguillo en la parroquia de Elduaien, lo poco que él

diría después (y lo que comentaban) coincide en destacar la seriedad, el 30

AMUNDARAIN, CLAUDIO, La infancia de Don Antonio Amundarain, Archivo, Madrid, s/f: “Ángela

Josefa. Esta señora vivía sola en el caserío Camiz Zar equidistante de la iglesia parroquial y del caserío

Sales, donde nació nuestro biografiado, a cuya madre solía ir a suplir cuando ésta iba los sábados al

mercado de Tolosa. Le quería muchísimo a Antonio la referida señora, sobre todo desde que comenzó el

oficio de monaguillo ya que durante el invierno solía ir al anochecer a dormir al referido caserío de la

señora con el fin de llegar más pronto a la iglesia a la mañana siguiente y evitar, al mismo tiempo, en

gran parte el barro y el agua de los caminos.

Desde los ocho años hasta los trece cumplió con verdadero cariño y devoción su oficio de monaguillo. Su

jornal de la semana consistía en un pan de tres libras y los días festivos algún bollo de ídem y algunas

perras: en cada sepultura (responsos) dos céntimos. Y cosa no infrecuente entre monaguillos, también él

aprendió a fumar a hurtadillas a una con sus compañeros…

A pesar de su carácter serio y reservado, no faltaron algunas persona que merecieran su confianza: una

vecina, hermana de su maestra en el arte de bordar, y otra señora que vivía en las proximidades de la

iglesia, sobre todo esta última, que siempre que él pasaba por delante de su casa tenía que decirle o

preguntarle algo”.

“Estas dos fueron las primeras, por no decir las únicas, confidentes de su vocación al sacerdocio que

según confesión del propio interesado la sintió al pie del altar en su oficio de monaguillo y tan fuerte y

reciamente la sintió que “estaba dispuesto a mendigar él mismo lo necesario a fin de llegar a ser

sacerdote”. Por ellas supieron sus padres acerca de lo que él pensaba ser en el tiempo.”

53

espíritu de sacrificio, la reciedumbre de voluntad, el fuerte sentido de

laboriosidad y de responsabilidad.

Don Antonio va adquiriendo poco a poco una mentalidad de fe,

como ya hemos dicho, una capacidad de interpretar las cosas según el

pensamiento de Cristo, llegando a una ratificación de los compromisos

bautismales así como a una poción fundamental por Cristo y a encontrar en

la doctrina revelada valores y motivos inspiradores de vida.

Dice él mismo de su oficio de monaguillo: “desempeñé mi pequeño

oficio, un poco diligentemente, según cuentan”31

Como hemos visto, se hacía querer de los vecinos, sobre todo de las

amigas de su madre que le atendían con gusto y solicitud cuando se tenía

que ausentar ella.

Este tiempo de monaguillo es para Antonio una escuela que le forjará

para toda la vida en una serie de virtudes: puntualidad, orden, fidelidad

exquisita a sus obligaciones y también escuela de piedad. Dos amores van

creciendo en el corazón del chaval. El amor a Jesús en el sagrario y el amor

a la Madre del cielo que a través de una imagen “que había al lado del

Evangelio”32

, le mira y le sonríe. Aquí también, sin duda, sin ruido de

palabras, en su corazón ha sonado misterioso: Tú, sígueme. Se lee esta

llamada en lo que muchos años más tarde, en una visita a su pueblo natal,

serán recuerdos de Don Antonio:

“Cuántas veces me miraste desde ahí... me escogiste... me amaste...

me llamaste... ¡. Tú. Señor... me mirabas con cariño y hasta te recreabas,

no en lo que era al presente... sino mirando en él al futuro sacerdote...

Y había al lado del Evangelio una Virgencita que quería representar el

misterio de la Inmaculada Concepción a la que yo acostumbraba a rezar

con alguna frecuencia”33

Sin duda, una llamada se perfila. La Virgen anda por medio como lo

estará siempre en la vida de Don Antonio.

El niño ha sabido escuchar y ha creído y está dispuesto a seguir un

llamamiento, cueste lo que cueste. Que va a costar desde el primer

momento.

31

AMUNDARAIN GARMENDIA, A. en Lilium, 1948, VIII, p. 158 32

AMUNDARAIN GARMENDIA, A. en Lilium, 1948, VII, p158 33

Ídem

54

Desde estos años de monaguillo, entre los ocho y trece años,

comienza a ejercer en él, grande presión su decidida vocación sacerdotal.

Se manifiesta en su tesón en los estudios, en la piedad y en la lucha

ascética. Niño aún, le oyen decir cuando, delante de él, deliberan y

ponderan las estrecheces económicas cara a su carrera: “Pues yo estoy

dispuesto a ir pidiendo limosna para tener los dineros que necesito”34

Con esta labor de monaguillo Don Antonio va siendo consciente del

carácter comunitario de la salvación y que la relación que une a Cristo y

a la Iglesia exigen una participación activa y responsable en la vida de la

Iglesia, comunidad de fe, de culto y de testimonio apostólico.

Después de la experiencia de monaguillo, donde hemos visto que la

realizó con no pocos esfuerzos, tanto económicos como físicos, movido,

quizás, por una mentalidad de fe ya incipiente y por una toma cada vez más

seria de sus exigencias bautismales.

Entre los 13 a 16 años nos encontramos ya a un muchacho, ya

decidido a ser sacerdote, estudiante en Baliarrain, demuestra la misma

responsabilidad que ya había demostrado como monaguillo en Elduaien;

las cosas de Dios, Don Antonio siempre se las tomó muy en serio.

Él integra la fe cristiana en su vida diaria hasta el extremo, su vida

espiritual no se contenta con gestos rituales aislados, sino que suponen para

él el don de sí en la vida diaria de comunión con los hombres en la justicia

y el amor.

De aquí fue admitido en el seminario de Vitoria, y digo bien, fue

admitido porque no pudo ingresar como interno, debido nuevamente a sus

estrecheces económicas, lo que le llevó a vivir su vocación con gran

austeridad y entrega tanto a sus estudios como a los pequeños trabajos que

le iban ayudando económicamente.

Este vivir pobremente, esta austeridad que vivió Don Antonio

durante toda su vida, irán formando en él su espíritu de sacrificio, carácter

y su propio modo de vida, de identificación, cada vez más con Cristo

pobre.

En toda esta época destacan en don Antonio la voluntad cierta, la

serenidad en su vocación, la uniformidad en su ser vocacionado, sin

altibajos ni quiebros en sus decisiones, ideas, temperamento y emociones,

todo va enfocado a un mismo fin: ser sacerdote. No se advierten en él pasos

34

PERÉZ ORMAZÁBAL, ANTONIO Mª, OPUSCULO SEMBRADOR, III, p.16

55

atrás, retracciones, miedos, dudas (menos cobardías frente a opiniones y

objeciones ajenas; podríamos preguntarnos una vez más, ¿esta firmeza no

será expresión de su unión con Dios; su fuerza, su seguridad, de dónde le

vienen?

Su gran responsabilidad y voluntad cierta la respaldaba con gran

fidelidad a la oración, estudio y rigurosa ascética. No faltó ningún año a los

Ejercicios Espirituales, a Retiros frecuentes, frecuencia en el sacramento de

la Penitencia, orden monacal, control de propósitos, etc.…

Los dos últimos años de carrera, ya interno en el Seminario, destaca

en el orden puntualidad y trabajo; sus afanes pastorales se revelan también

en el amor con que defiende la comunión frecuente y la comunión

temprana de los niños, ante sus compañeros. Ya sacerdote, en 1910, salta

de gozo con el Breve de Pío X “Quam singulari”, sobre la comunión de los

niños a la edad del uso de razón.

En este tiempo en el seminario tiene fama de piadoso.

Las vacaciones de verano las pasa en Elduayen, asiste a todos los

cultos de la Parroquia, ayuda al párroco en la catequesis, interviene en el

esplendor del culto, pasa largos ratos ante el Sagrario. Al amor a Jesús en la

Eucaristía y al amor a la Virgen, se va incorporando el amor a Cristo en su

Pasión. El sacerdote que se vislumbra ya muy cercano, tiene un sentido

hondo de seguimiento de Cristo “entregado en sacrificio” por los hombres.

Don Antonio ha ido a Arantzazu. Ha celebrado su primera misa a los

pies de la Virgen. Un secreto impulso le ha llevado a la soledad. Él, lo ha

seguido en la fe y en la oscuridad. Allí se depositaron en el corazón del

nuevo sacerdote gracias que un día no muy lejano, florecerán:

“El Señor me apartó de los míos todos y me llevó a aquellas sierras

a fin de que en tan memorable fecha no hubiese nada que supiese a carne y

sangre, para lo cual no faltaron renuncias dolorosas y penas y

contrariedades al estilo de Nazaret y Belén”35

Como iremos viendo, son muy interesantes los apuntes, notas que él va

tomando y los propósitos de los Ejercicios; desde los primeros momentos

todo es añadir exigencias de lo más perfecto, retocando perfiles y tapando

rendijillas (apenas imperceptibles), para él solo conocidas.

En cuanto se le ofrecía una ocasión favorable buscaba en los

Ejercicios Espirituales (que, siempre que podía, le gustaba practicarlos en

35

Archivo de la Causa, Fondo III, CARTA 1357

56

la Santa Casa de Loyola) las energías que su espíritu necesitaba para

proseguir el trabajo apostólico apenas emprendido en San Sebastián.

Acerca de la meditación De la conquista del Reino de Cristo, escribe

en los ejercicios de 1919:

“De esta meditación sacaré como provechoso aliento para mi actual

situación lo que San Ignacio dice en la segunda parte, punto segundo, a

saber: el que me sigue ha de ir conmigo, trabajará conmigo, luchará

conmigo... iremos siempre los dos. Jugum meum suave (mi yugo es suave).

Persuadidme, Jesús, bien de esta verdad. Yo siempre con Vos. Y nada hay

que los dos no podamos hacer. En el púlpito, confesionario, enfermos,

Catecismo, etc., yo contigo, como esclavito a tus órdenes. Y así, Jesús mío,

lo que Tú quieras...

Más adelante, a propósito de Las dos banderas, se expresa así:

“En la ciudad que habito (verdadera Babilonia) bien puede el mal

caudillo tender sus redes de amor a las riquezas, comodidades, regalos,

trato con ricos, vanos honores, estimación... soberbia. Debo, pues, velar y

apartarme de todo aquello que conozca ser inspirado por el maldito

mudillo y, al contrario, conocer cada vez más en la oración y retiro, las

dotes del bueno y sumo Capitán, y asemejándome en la pobreza, sencillez,

dulzura, mansedumbre y HUMILDAD, trabajar en la conquista de las

almas”.

Y a continuación pone este resumen:

“En las circunstancias en que me habéis colocado en la nueva vida,

necesito, Jesús mío, con vuestra gracia, resolver y cumplir las resoluciones

siguientes:

l. º -Mucha rectitud y pureza de intención.

2º Andar siempre con Vos y con mucho recogimiento interior y exterior.

Evitando:

1º -Las amistades demasiado tiernas y tratos demasiado familiares con

personas de otro sexo.

2. º -Derramamiento de los sentidos, especialmente de los ojos.

3. º -Murmuraciones, críticas y exageraciones en, las conversaciones.

Y viviendo como acorazado por las dos virtudes de HUMILDAD y

PUREZA”.

Al año exactamente volvía a Loyola. A fuerza de tanto manejarlas,

las armas de su celo apostólico se habían embotado y era preciso volverlas

57

a templar. En media cuartilla de papel, encabezada un 18 de octubre de

1920 y bajo el epígrafe: Voz de Jesús al alma, pone en boca del Señor estos

cinco consejos:

“1º-Tus obras son demasiado tuyas. Yo quiero tener parte en ellas para

darles mayor valor, fuerza y vida. No obres, pues, solo; trabajamos los

dos. Pide mi concurso en la frecuente oración.

2º -“Ambula coram, me” (anda en mi presencia). No me pierdas de vista

en ningún instante soy tu vida en los enmarañados bosques del mundo.

3º - Lo que la doncellita de Nazaret fue respecto del mundo a los ojos de

la Santísima Trinidad, quiero seas tú respecto del actual mundo a mis ojos.

Aquella, mientras el mundo nos olvidaba, purísima y humadísima, ora.

Ella se ofrece como esclava a los designios de Dios. Así Tú. De ella se

sirvió la Trinidad. De ti, Yo.

4º -Ora cuanto tus ocupaciones te permitan. Estudia diariamente por lo

menos media hora de Moral.

5º Obedece con prontitud a mis inspiraciones. Y lleva de esto examen

particular”.

Aquel aliento que busca Don Antonio en la casa de Loyola, a poco

de poner el pie en San Sebastián, le sostuvo tanto en el incesante ajetreo de

su vida ministerial, que volvió a la misma Casa, ansioso de mantener y

mejorar el nivel de su espíritu del 10 al 16 de octubre de 1921, el día de

Sta. Teresa de Jesús.

La Reforma que firma de sus Ejercicios dice así:

“Castidad en pensamientos, desechándolos con prontitud; en

miradas, en el templo con rigor - en las ventanas, ni asomar ni mirar- en la

calle todo lo posible, pero sin exageración.

Humildad en pensamientos de vanidad-palabras de propia alabanza-

maneras, modales, andar...

Alter Christus (otro Cristo)-vida interior de sacrificio y amor.

Reforma del plan: Levantarme a las 4 3/4; a las 5, ofrecimiento y

meditación, la cual concluiré en la iglesia...

Acto de mortificación. Supresión del café en las comidas todos los días de

labor.”

Desde su ordenación o poco después debió incorporarse a la Unión

Apostólica de Sacerdotes. Vivió con fidelidad y entusiasmo su espíritu y

cumplió toda su vida con escrúpulo de novicio sus compromisos hasta muy

pocos días antes de morir, como así consta en el Boletín de Actos último

que se conserva en el archivo de la causa, de su último trimestre de vida,

58

que no pudo entregar por no saber a quien porque en esos momentos hubo

un cambio de sede de la Unión.

Prefería siempre, si cabía en su programa, hacer los Ejercicios de la

Unión. Algunos los dirigió él mismo. Los propósitos que más se repiten

son los del vencimiento propio, mortificación, orden, oración, retiro,

estudio, humildad, pureza y sencillez.

De esta virtud, bajo distintos nombres y aspectos, habla mucho Don

Antonio en todos sus escritos: “Jesús tus obras ostentan siempre el sello de

la pequeñez”36

La pequeñez nos pone en la clave de la espiritualidad autobiográfica

de Don Antonio, está inspirada en una comprobación personal, que todos la

constatan y dan fe de ello, como por ejemplo lo que dice de él Don José

Mª García Lahiguera37

.

Todo lo que Don Antonio escribió, no sólo durante este momento

sino a lo largo de toda su vida, lo está leyendo en sí.

Esta pequeñez se reflejará en la espiritualidad Cristocéntrica,

Mariana y eclesial, que será camino, centro y cúlmen de toda la vida de

Don Antonio.

Los sermones de este año de estancia en Baroja, suenan a clarinazos

de guerra. No podemos perder de vista el momento que está viviendo

España y el mundo, que ya hemos analizado. España, gobernada

alternativamente por liberales y conservadores, es teatro, a cada paso, de

sacudidas de odio a Cristo y a su Iglesia. Está reciente la semana trágica de

Barcelona. El joven sacerdote vive en su corazón estas situaciones.

36

AMUNDARAIN GARMENDIA, A., JESÚS DEL EVANGELIO, I, p. 57 37

LAHIGUERA, JOSÉ Mª, CORRESPONDENCIA FAMILIAR, 1956, nº 14, p.35: “La Obra no es más

que la permanencia de su espíritu. Él no hizo más que plasmar en la Obra todo cuanto el Señor le

inspiró, es verdad; pero todo cuanto él era y él vivía. Ser y obrar es todo el ser completo. Él era así y

obró así”

59

CRISIS Y MADURACIÓN ESPIRITUAL

MOMENTOS DE CRISIS

Como ya hemos visto la vida espiritual es un proceso o camino que

lleva al creyente a la perfección, el itinerario que va ascendiendo “como en

una escalera de caracol volviendo sobre sí mismo pero escalando siempre

hacia la unión mística o matrimonio espiritual del que habla Santa Teresa

en la séptima Morada38

.

Un aspecto que se hace presente en todo itinerario de forma puntual

o durante un largo período de tiempo es la crisis, que es la experiencia

“dolorosa” y decisiva del proceso espiritual. Es la experimentación del

“desierto”, de las “prueba”, del “sentirse abandonado”, pero que llevarán al

cristiano a una verificación, consolidación y ensanchamiento de su fe.

En la vida de Don Antonio es difícil encontrar un momento de crisis

espiritual donde se viese que su fe o su vocación se viese debilitadas o

titubeante; sin embargo los momentos de prueba estuvieron presentes a lo

largo de toda su vida.

Un factor que acompañó a Don Antonio a lo largo de toda su vida y

que tuvo algunas repercusiones en si trayectoria, que no le permitió llegar

hasta el extremo del trabajo que él quería fue su escasa salud.

“…a ver si salgo de esta terrible rutina y entro en verdadero

fervor”39

Ya desde pequeño tuvo que soportar las burlas y críticas de sus

hermanos y algún que otro cachete, por no poder participar en las labores

del campo que ellos sí que realizaban mientras que él se que quedaba en la

casa ayudando a su madre en las tareas domésticas, porque su salud no le

permitía otra cosa.

38

SANTA TERESA DE JESÚS, Castillo Interior o Las Moradas, Editorial de Espiritualidad, Madrid,

1981, p. 187: “Tal manera de semejanza hace el amor en la transformación de los amados que se puede

decir que cada uno es el otro y que entrambos son uno. La razón es porque en la unión y transformación

de amor el uno da posesión de sí al otro, y cada uno se deja y da y trueca por el otro; y así cada uno vive

en el otro, y el uno es el otro, y entrambos son uno por transformación de amor...” 39

Archivo Fondo III, CARTA 994

60

Debido a esta insuficiente salud en varios momentos de su vida

sacerdotal tuvo que interrumpir su trabajo apostólico y retirarse a descansar

a distintos lugares para recuperar una fortaleza que en ningún momento

llegaría a ser completa.

“Con todo que nadie afloje en su generoso y diario ofrecimiento. El

demonio no se dará por vencido y es preciso vigilarle con as armas en la

mano. El triunfo ha de ser obra de la oración y sacrificio”40

En 1936, cuando se halaba en una situación límite de salud, gracias a

las recomendaciones de buenos amigos se encontró con el un caramelo (lo

llama él) del privilegio de oratorio privado. Para justificarlo le sugirieron

desde Vitoria que expresase los motivos de “infirmae valetúdinis et

spiritualis solatii”. El enfermo comenta en carta a Don Antonio P.

Ormazábal:

“Razones me pide Vd., y yo no tengo razones para solicitar una

gracia como ésa. Por poner algo, saco a relucir mis achaques. Lo más

sincero es lo otro, a saber, que necesito mucho, muchísimo, de Jesús para

la Obra y para mí; y creo que teniéndole en casa me he de despachar con

plena libertad con El y no me negará lo que le pida. ¡Para eso es Jesús!41

Este hecho no impulsó a Don Antonio en ningún momento a

reservarse o guardarse en su labor apostólica, al contrario, después de unos

días de descanso o unas curas, cuando él creía que estaba un poco

recuperado se entregaba de nuevo “hasta matarse”, según sus

colaboradores.

Suponemos las luchas interiores que supondrían para Don Antonio

que toda su vida era una entrega total al apostolado el tener que hacer estos

parones obligatorios en su intensa vida apostólica.

“La aceptación generosa de estas pruebas que vienen de Dios, sin

protesta de ningún género, sino con amor y con sonrisa es el vivir

plenamente el santo abandono, con entrega total a su voluntad y a sus

designios”42

Desde su nacimiento envolvió a Don Antonio una extrema pobreza,

término que le acompañaría toda su vida y que, aunque no condicionara su

vida espiritual, sí que le obligó a experimentar en sí los efectos de la

40

Archivo Fondo III, CARTA 1005 41

Archivo Fondo III, CARTA 1546 42

Archivo Fondo III, CARTA 721

61

pobreza obligándole, sobre todo en el inicio, a agudizar el ingenio para

realizar su vocación contando con tan pocos recursos económicos.

Pero aunque vivía en auténtica pobreza lo que con una mano recibía,

con la otra lo donaba43

Como hemos visto en la cronología, el 2 de febrero de 1925 funda

Don Antonio en la Parroquia de Santa María en San Sebastián, el que más

tarde sería, Instituto Secular Alianza en Jesús por María; hace realidad el

sueño que durante largos años ronda su cabeza, teniendo en esta parroquia

su grupo y la semilla de su amado sueño, haciendo realidad un carisma para

la Iglesia que el Señor había inspirado en él y tras varios intentos se hace

realidad. El día 19 de diciembre del mismo año es trasladado a la parroquia

de San Ignacio.

En ningún documento o carta de los muchos que he consultado,

aparece la queja ni comentario adverso sobre este cambio de destino, pero

podemos suponer que para Don Antonio no fue un acontecimiento que

pasase desapercibido en su itinerario espiritual.

Una vez fundada la Alianza, también fue motivo de contrariedad y

dolor para Don Antonio, el hecho de que en varios momentos se

“perdieran” los reglamentos que él iba elaborando. Esto supuso para Don

Antonio incertidumbre y desconcierto sobre cuál sería la voluntad de Dios,

que él vislumbró tan clara y que luego los acontecimientos se empeñaban

en torcer.

Como en otros muchos momentos, aparece aquí un gran

discernimiento en su vida para buscar siempre la voluntad de Dios, cómo

agradarle más y mejor, percibiendo claramente lo que corresponde al

querer de Dios y lo que queda en entresijos puramente humanos; mediante

el don de la sabiduría, expresión de su gran fe y caridad, capaz de iluminar

los problemas de su caminar, sigue siempre adelante con gran humildad y

serenidad.

Especialmente doloroso fue para él la pérdida de la documentación

en el Dicasterio Roma en el año 1949 cuando se trasladó hasta allí para

intentar agilizar la aprobación de la Obra como Instituto Secular. Él

permaneció allí sereno.

43

PÉREZ ORMAZABAL, A. M, Así era el Padre, OPÚSCULOS SEMBRADOR I, Vitoria, 1954, p. 42

62

Sin embargo según leemos en los testimonios, Don Antonio en

ningún momento expresó cólera, resentimiento o contrariedad ante quienes

habían podido ser protagonistas de estas “pérdidas”. Al contrario su actitud

en estos momentos llevó a edificar a cuantos le vieron padecer esta

situación,

Y solamente cuando a la vuelta una estrecha colaboradora le

pregunta por cuánto habría tenido que sufrir con este hecho, ella misma

cuenta cómo le respondió “con dos lágrimas que escaparon de sus ojos me

contestó: “Nunca os lo podréis imaginar” y cambió la conversación”.

En diversos momentos de la historia de la Alianza hacen acto de

presencia acontecimientos que pienso pudieron afectar a la vida espiritual

de Don Antonio, son hechos puntuales, durante algunas Asambleas

Generales que por motivos organizativos de la Obra o malentendidos, se

cuestiona, por parte de algunos órganos de gobierno locales o por

sacerdotes colaboradores de la Obra la eficacia organizativa de Don

Antonio; él en todo momento expresa con paz y serenidad lo que piensa

que debe decir y se aparta para que los acontecimientos sigan su curso.

Dios se encargó de poner a cada persona en su lugar, en cada momento.

Así mismo cuando el P. Lucinio le comunica que debido a la entrada

en vigor de las nuevas Constituciones del Instituto habría miembros que

quedarían fuera, lo que le causaba gran tristeza y abatimiento así como la

indicación de que debería dejar en manos de las aliadas el gobierno de la

Alianza, siempre para mejor ajustarse a la nueva normativa y tras largos

razonamientos por parte del P. Lucinio y un sereno silencio por parte de

Don Antonio, un simple “si es así…, gracias Padre”, y se cerró el tema,

después silencio, sólo su estampa de serenidad y su endiosada sonrisa44

“Las grandes gracias no se reciben si no es al precio de grandes

sacrificios” 45

“Todo será para bien…” 46

“En las pruebas se agiganta el alma cristiana, porque Dios la hace

capaz con su gracia para el más doloroso sacrificio; hay que aprovechar

bien esos momentos en que el alma es grande y capaz de cosas grandes,

para obrar con medida de héroe todo lo que Dios exige” 47

44

RUANO DE LA IGLESIA, L., Archivo: Fondo III, Testimonio X 45

Archivo Fondo III, CARTA 927 46

Archivo Fondo III, CARTA 941 47

Archivo Fondo III, CARTA 945

63

Estos son los momentos en la vida de Don Antonio que yo he

encontrado que pudieron suponer para él momentos de crisis espiritual,

pero circunstancias que supo aprovechar para unirse más a Dios y dar

testimonio de entereza, serenidad y unión con Dios edificantes para cuantos

aquellos que vivieron con él estos momentos.

¿Cómo influyeron estos acontecimientos en el itinerario espiritual de

Don Antonio? No lo sabemos porque él no lo manifestó explícitamente,

nos quedamos con la imagen de la escalera de caracol que tras volver sobre

sí misma una y otra vez asciende sin parar hasta llegar a la cumbre, la

realización de su misión en el mundo.

MADURACIÓN ESPIRITUAL

Estos momentos de crisis que estuvieron presentes a lo largo de toda

la vida de Don Antonio le ayudaron a su Maduración Espiritual, una fe

firme, una esperanza positiva y una caridad exquisita, fueron fruto de las

largas horas ante el Sagrario en esos momentos de crisis.

La intensa vida interior, la oración personal, el gran impacto que le

causa la encarnación de la realidad histórica que Don Antonio está viviendo

y la apertura a las interpelaciones que cada vez más fuertes surgen en él; la

asimilación progresiva de la Palabra de Dios y de las actitudes evangélicas,

conducen a Don Antonio a seguir dando pasos en su madurez espiritual,

caracterizada por una armonía, cada vez más profunda de la personalidad

que le hace lanzarse a nuevos proyectos; una posesión más rica y

consciente de la verdad que Dios va queriendo sobre él en cada momento;

por el saber entregarse en el amor hasta dar la vida “se mató trabajando…

No estuvo quieto ni un momento”48

diría uno de sus colaboradores; por una

conciencia plena de las responsabilidades concretas en la Iglesia que como

fundador sentía que Dios le estaba pidiendo y un compromiso social fuerte

que le hace responder carismáticamente a un campo que le pide una

respuesta concreta, y que se materializa en la fundación del Instituto

Secular Alianza en Jesús por María

Después de varios destinos y un trabajo sin descanso, arropado

siempre por una fuerte vida interior, llega a San Sebastián, como coadjutor

de la parroquia de Santa María, con una sola idea en su cabeza: LA

SANTIDAD ES DE TODOS Y PARA TODOS, propio de los fundadores

48

PERÉZ ORMAZÁBAL, ANTONIO Mª, OPUSCULO SEMBRADOR I, p. 55

64

que quieren que todo el mundo se embarque en su empresa, en la empresa

del Reino que ellos fundan, para ellos cada uno tiene su papel y todo el

mundo es válido para instaurar el reino de Dios en la tierra, cada uno toca

su instrumento en esa gran sinfonía que es la Gloria de Dios y bien de la

Iglesia y en su visión amplia y carismática, nadie desafina.

Para llegar a este planteamiento que hoy nos resulta tan claro y fuera

de toda discusión (no olvidemos que estamos en el primer cuarto del siglo

XX que, aunque hemos visto que la Iglesia se está planteando cosas,

todavía no se ha celebrado el Concilio Vaticano II) Don Antonio tuvo que

actuar con un gran convencimiento y libertad interior, la libertad de los

hijos de Dios que le impulsó a liberarse de siglos de tradición acerca de la

santidad, votos, estado de perfección, vida religiosa, etc. Verdaderamente

Don Antonio fue un profeta en su tiempo, habló de parte de Dios, se

abandonó en sus brazos y avanzó lo que luego sería una realidad en la

Iglesia.

Su persuasión personal y la originalidad de su carisma aparecen del

todo independientes a polémicas y lastre de siglos. Las ideas y las

iniciativas discurren cristalinas desde el manantial mismo del Bautismo.

Repite machaconamente planteamientos básicos tan elementales y

luminosos como la luz del mediodía:

“EI Evangelio es para todos. San Pablo habló para todos. El

Evangelio y San Pablo, en todas sus páginas, nos descubren las facetas

más bellas de un programa magnífico”49

"Jesús nos llama a todos; delante de todos habla y hace elogios de la

perfección”50

“Demos, pues, por sentado que el llamamiento de Cristo a la

perfección evangélica es general. Demos también por supuesto y sabido

que la gracia de este llamamiento e inspiración, o sea, el auxilio

sobrenatural que incita y mueve a la perfección evangélica, es general y

que está preparada para todos; Luego esa vocación inicial es extensísima

en la universal variedad de grados, de formas y de clases”51

Más aún: ser cristiano no se define ni puede quedar fuera de un

apremio a la santidad, por asustadizos que nos hayan hecho ciertos

encasillamientos, hablando de ella:

49

AMUNDARAIN GARMENDIA, A., SEMINATOR,1940, V-VI, p.1-2 50

AMUNDARAIN GARMENDIA, A., VOCACIÓN ALIADA, p.11 51

AMUNDARAIN GARMENDIA, A., VOCACIÓN ALIADA, p.11

65

“No le puede satisfacer del todo a Dios que lo que tan caro le costó

no lleve sino un minimum de ganancias y de fruto. No es ése el fin total de

la redención. La voluntad de Dios es nuestra santificación, porque, con la

abundancia de sus merecimientos y sacrificios, hay para santificar mil

mundos”

“Si no se lograsen esos frutos, sería como si se desperdiciase o se

malograse lo que con tanta generosidad y con tanto amor nos ganó el

Señor en su encarnación y redención”52

“Fue y es voluntad de Cristo que todo cristiano sea un perfecto seguidor e

imitador suyo. Pues, ¿por qué andamos entonces los cristianos tan

rezagados, tan flojos y tan perezosos?”53

El único inconveniente que puede ponerse a este campo no viene de

prejuicios históricos o triquiñuelas escolásticas, se lo pone únicamente la

voluntad esclava de egoísmos y de ignorancia:

"El hombre, por desidia, flojedad y mala voluntad, no quiere subir a

las alturas de la perfección; el hombre no quiere hacer uso de tantos y tan

valiosos tesoros como, para su perfección, le ha merecido y granjeado

Cristo Jesús”54

Como puede apreciarse, según este gran defensor de la secularizad

consagrada, la llamada a la santidad es tan universal y está tan clara para él,

que no queda lugar a condicionamientos dialécticos. Es Dios quien

distribuye destinos, vocaciones, grados que cada situación requiere cara a

un proyecto concreto de cada hombre y con vistas a una proyección

comunitaria; mas en cualquier caso dentro del cuadro de una perfección

evangélica, definida desde la radicalidad del seguimiento de Cristo y desde

la meta de la consecución de la caridad perfecta, con sus medios más

adecuados, incluidos los consejos mismos de Jesús:

"No todos son llamados a dejar de hecho sus bienes; pero todos, sin

excepción, son llamados a ser pobres de espíritu, a vivir con el corazón

libre y despojado de todo lo material”55

"El sermón de la montaña, gracias a la mano maestra de Jesús,

marca el camino integral y perfecto de la salvación y de la santidad para

todo el mundo”56

52

AMUNDARAIN GARMENDIA, A. en Lilium, 1951, IX-X, p.130-131 53

AMUNDARAIN GARMENDIA, A. en Lilium, 1951, XI-XII, p. 162 54

AMUNDARAIN GARMENDIA, A. en Lilium, 1951, IX-X, p.130 55

AMUNDARAIN GARMENDIA, A., JESÚS DEL EVANGELIO II, p.87 56

AMUNDARAIN GARMENDIA, A., JESÚS DEL EVANGELIO II, p.78

66

“Las ocho Bienaventuranzas son los principios fundamentales de la

moral y de la perfección cristiana...”57

“El memorable sermón de la montaña es una documentada

invitación a la vida de perfección con detalles de excepcional interés... Es

todo un programa completo y acabado de perfección cristiana para todo

aquel inmenso auditorio y para todos los siglos”58

“La perfección cristiana no está vinculada a una clase de personas o

a profesiones determinadas...”59

“Cristo ha dirigido a todas las almas su llamamiento y sus

exhortaciones a la práctica de los consejos evangélicos...; tuvo frases con

las que convidaba a su seguimiento universalmente a todos los que

quisieran ir en pos de El”.60

“Todos estamos llamados a la santidad; pero unos más que otros, y

más aquellos que han sido elevados a más alta dignidad y a más altos

destinos”.61

“Dios no puede invitarnos a una empresa irrealizable... La

perfección está al alcance de nuestra mano con la gracia de Dios. Dios

asiste al que “quiere”. “Querer de veras”, he ahí uno de los resortes para

hacerse santos”62

Don Antonio está convencido de que todos podemos ser santos.

“Qué fácilmente podemos ser santos y perfectos...; no se requieren

sistemas complicados. Puedes ser santo en el hogar, en el taller, en la

oficina, en la escuela, sin cambiar de postura. Así acaecía en Nazaret”63

Para maestro de santidad seglar que es Don Antonio toda la Historia

de la Iglesia, desde su misma cuna, adoctrinada por los Apóstoles, acredita

esa llamada siempre posible y en todo siglo presente. Llegando a nuestros

propios días para comprobarlo, él se siente testigo de excepción:

57

AMUNDARAIN GARMENDIA, A., JESÚS DEL EVANGELIO II, p.80 58

AMUNDARAIN GARMENDIA, A. en Lilium, 1951, XI-XII, p 162 59

AMUNDARAIN GARMENDIA, A., VOCACIÓN ALIADA, p. 6 60

AMUNDARAIN GARMENDIA, A., VOCACIÓN ALIADA, p. 10 61

AMUNDARAIN GARMENDIA, A., SEMINATOR,1940, I-II, p 4 62

AMUNDARAIN GARMENDIA, A., SEMINATOR,1941, III-IV, p 4 63

AMUNDARAIN GARMENDIA, A., MI DÍA DE RETIRO, p. 131

67

“La posibilidad de la santidad en la vida seglar ha abierto

horizontes alentadores a muchas almas que, por circunstancias de la vida -

por no decir de las mentalidades-, habían renunciado a estas cumbres”64

Esta vaporosa y casi desapercibida alusión a las mentalidades es

quizá la única referencia que vamos a encontrar a la ambientación que pudo

resultarle adversa y de la que él no da impresión de haber estorbado lo más

mínimo sus seguridades. En definitiva, dados los planteamientos y

resultados, no cesa de repetir:

“Hoy como ayer es la voluntad de Dios que nos santifiquemos. Esta

voluntad y ese llamamiento de Dios es para todos”65

El pase único que se precisa y la llave que abrirá todas las puertas

que interpongan los egoísmos o los prejuicios, es el amor, sobre todo si se

toma una decisión de generosa entrega con todas las consecuencias:

“Jesús no fuerza a nadie. Reina sólo sobre cuantos van a El por

puro amor. Llama y espera... Convida a los que libremente quieren

seguirle; pero proponiéndoles a todos un mismo camino, una misma ley: la

ley del amor”66

Don Antonio es el sacerdote secular, que habla y obra en consecuencia,

asentando bases de experiencias acumuladas para fundar su escuela de

santidad específicamente seglar.

Don Antonio presenta un amor encarnado, que actúa en la historia

que le lleva a excluir de su itinerario la huida irresponsable del mundo y

busca su transformación activa. Quería dar respuesta de santidad a una

necesidad que él veía y que en su gran humildad Don Antonio se

preguntaba cómo no se le había ocurrido a nadie antes que a él fundar algo

así:

“Tal vez, esa abundancia de vocaciones o direcciones hacia la

santidad religiosa claustral, motivó el susodicho pensamiento;

extrañándome muchísimo que, en tantos siglos de vida cristiana y entre

tantos y tan calificados hombres, nadie haya pensado esto que a mí

incesantemente me atormentaba...”67

64

AMUNDARAIN GARMENDIA, A. en Lilium, 1945, II, p. 30 65

AMUNDARAIN GARMENDIA, A. en Lilium, 1947, IX, p. 195 66

AMUNDARAIN GARMENDIA, A. en Lilium, 1937, VI, p.99 67

AMUNDARAIN GARMENDIA, A., Datos que me pides, Arch. Fondo I, Escritos

68

Y así, encarnando y dando respuesta a un desafío que él veía que

presentaba la sociedad de su tiempo, se lanzó a fundar un Instituto Secular

algo que todavía no tenía cobertura jurídica, podríamos decir, dentro de la

Iglesia, sería bastantes años después cuando en 1947 Pío XII lo hiciera con

la promulgación de la Provida Mater Eclesia

“Fue la vida paganizada, voluptuosa y material de una ciudad

ataviada y provocadora, la que marcó su fin primario y esencial a la Obra,

que nació en su mismo seno. Fue, sí, un apostolado, como suelen ser los

fines de las grandes instituciones. Pero tenía que ser un apostolado

viviente: porque eran lecciones de vida las que necesitaba aquella gente,

que no veía más que materialismo, corrupción y baja sensualidad”68

En este momento fuerte de la vida de Don Antonio, se mueve en ese

ritmo acompasado y sereno de oración, trabajo, espera vigilante, de escucha

a las exigencias divinas. Así va caminando, paso a paso hacia la

identificación con Cristo, con firmeza y seguridad.

Atento y vigilante, en época de guerra, Don Antonio permanece a la

escucha de Dios, como siempre alerta a los signos de los tiempos. Son años

duros y al mismo tiempo de renovación espiritual, de exigencias y

decisiones. Ahí ve y espera libremente Don Antonio.

Cuando Don Antonio optó libremente por Jesús y lo puso como

centro y referencia constante de su vida; el seguimiento a Cristo se

convirtió en un quehacer diario y permanente en la vida que vivió Jesús (así

lo expresa en Getsemaní), es participar en sus sentimientos, es comprender

su palabra (muestra de ello es su obra: “Jesús del Evangelio”), en suma, se

identificó con su vida, con su destino y con su misión; viendo así el núcleo

de una espiritualidad cristocéntrica que luego inculcará en sus hijas69

:

“Tres amores tiene especiales la Alianza, amores cultivados y

vividos hasta el heroísmo, que dan fuerza al Instituto: amor a la pureza,

amor a la cruz (sacrificio) y amor a Jesús; tres amores que terminan en

uno solo y único, que es el amor a Jesús, en quien todo descansa” (Cc p.

5)

Él vivió y quiso que los demás vivieran las virtudes teologales -fe,

esperanza y caridad- son actitudes fundamentales en la vida de Don

Antonio, que realiza su vida teologal en su doble dimensión:

68

AMUNDARAIN GARMENDIA, A, Constituciones y sus Comentarios 1953 69

Idem

69

Comunicación de Dios al hombre, y

Acogida y respuesta de él a la autodonación de Dios.

Es decir, las vivió pasiva y activamente a la vez, como comunión

recíproca y encuentro. Dios es en ellas objeto, causa, motivo, fin. La fe

radica en el entendimiento, la esperanza y la caridad tienen su base natural

en la voluntad. Ellas son el fundamento constante y la fuerza de la vida de

Don Antonio. Creer, amar, esperar, es la respuesta a la conducta que Dios

tiene hacia él.

La fe es creer, es la raíz y la condición de toda vida espiritual.

Mediante la fe Don Antonio se adhirió a la Palabra de Dios que le

fue revelando su designio de salvación y le impulsó a seguir siempre

adelante por nuevos caminos hacia Dios.

“creer pensando bien en lo que creemos, creer discurriendo,

ponderando, asintiendo, amando, viviendo lo que creemos, creer asÍ es

creer positivamente, es vivir la fe. Esta fe es la que nos hace vivir de Dios y

en Dios”70

“La fe en Cristo, he ahí el principio de todo apostolado, la gran fe,

viva fe, intensa fe”71

“Cuanto mayor sea nuestra fe y nuestro abandono en sus brazos

amorosos, más eficazmente obrará y más claramente veremos su mano

sobre nosotros…”72

La esperanza, nace de la fe -por eso sin fe no puede haber

esperanza- y mira al futuro, al cumplimiento escatológico de la

salvación. El objeto de la esperanza en Don Antonio es un proyecto

que pertenece al Reino de Dios. Es decir, un carisma que puso al

servicio y en beneficio de la Iglesia.

“… es necesario dar lugar un poco a la providencia; que la Alianza más es

obra divina que humana, y Dios tiene que mostrar un poco o un mucho los

secretos de su amorosa providencia”73

“Yo tengo que rendirme a los designios secretísimos de Dios sobre tu

destino.

70

AMUNDARAIN GARMENDIA, A. en Lilium, 1933, XII 71

AMUNDARAIN GARMENDIA, A. en Lilium, 1935, IV 72

Archivo Fondo III, CARTA 996 73

Archivo Fondo III, CARTA 703

70

Las esperas de Dios no son nunca tiempo perdido, si nosotros sabemos

esperar con sumisión y rendida voluntad”74

La caridad, infundida por Dios en la voluntad, por la cual amamos a

Dios con todo el corazón y al prójimo como a nosotros mismos (Mt

22, 37-39). por la caridad Don Antonio participó de la fuerza y

calidad del mismo amor de Dios.

“…para mostrarte mi gratitud y agradecimiento por tan fino recuerdo.

La cruz y sus duros clavos nos han unido por medio de un amor purificado

y elevado en el sacrificio y abnegación”75

La vida teologal está concebida como un dinamismo de la persona

creyente, en la lógica respuesta y acogida a Dios que se manifiesta como

amigo, de ahí, que las virtudes teologales sean los tres modos o maneras de

expresar una única realidad de vida referida a Dios. Las tres virtudes

forman en su vida un conjunto unitario, de manera que TODA la persona es

creyente, es esperante y es amante.

Don Antonio en este momento de su madurez espiritual presenta un

amor constructivo y creativo con todos los que le rodean y hacia la Iglesia

junto a la que camina, asumiendo sus compromisos y responsabilidades.

Esa vida teologal que él vivió le impulsa a exhortar así a sus hijas:

“Vivir en todo y por todo de Jesús, en Jesús y por Jesús, para Jesús

y como Jesús. De Jesús, porque Él es la fuente de la vida, y, dejando los

aljibes hay que ir a la fuente. En Jesús, estrechamente unidos a Él, como

miembros de un mismo cuerpo, como ramas de un mismo árbol, sarmientos

de una misma cepa. Por Jesús, único ideal, única dirección, por sólo su

amor. Para Jesús, para su gloria y amor. Como Jesús, pues Él es nuestro

ejemplar y modelo; como Jesús, una copia de Jesús, otro Jesús”76

Un gran pilar de su espiritualidad, como vemos, es Cristo. Una

teología espiritual inspirada en la presencia real de Cristo, revelan la más

sólida fundamentación “crística” de Don Antonio, legada a la Alianza.

Cristo es su vivir, por eso acercarse a la intimidad de Don Antonio es

como si nos aproximáramos a un Sagrario.

74

Archivo Fondo III, CARTA 826 75

Archivo Fondo III, CARTA 836 76

AMUNDARAIN GARMENDIA, A., Manual de Formación Aliada, Vitoria, 1944, p. 216

71

"El verdadero cuadro vivo de amor que nosotros habremos de

estudiar para tratar de imitarlo, es el de Jesús colgado en la Cruz o

encerrado en el Sagrario, amando a todo el mundo. Este amor es nuestro

distintivo. Por ahí conocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis

unos a otros”77

La teología de la Cruz y del entusiasmo marca señaladamente la

espiritualidad de Don Antonio. Es desde esa altura del seguimiento de

Cristo desde la que abarca los más amplios horizontes que mejor le iban a

la visión que él tiene de la Iglesia. Premisa:

“para amar a Jesús como Jesús me ha amado, hay que dejarse

crucificar; es preciso morir a todo lo que no sea El”78

Toda la espiritualidad de Don Antonio no es espiritualista sino que es

encarnada en la sociedad y el momento que le toca vivir79

Y a Jesús siempre por María, otro pilar básico de la espiritualidad de

Don Antonio:

“María es camino para ir a Jesús:... María alabada, honrada,

amada.

María servida, obsequiada, obedecida. María imitada, copiada, vivida.

María, bandeja de oro, donde van nuestros corazones; imán, que nos atrae

a Jesús...”80

El que se llamó “el esclavito” de María nos la presenta como modelo

de toda aliada:

“En María ha descansado siempre, desde su cuna, la vida de la

Alianza... María, la encarnación de la virginidad, prodigio de pureza

virginal en su maternidad... María, protectora y abogada de la pureza y de

todas las demás virtudes”81

Al cumplirse ocho años del nacimiento de la Alianza, D. Antonio

desahoga así su corazón agradecido a Dios y a María:

77

AMUNDARAIN GARMENDIA, A., Jesús del Evangelio II, p.185 78

AMUNDARAIN GARMENDIA, A., Manual de Formación Aliada, Vitoria, 1944, p. 227 79

SÁEZ, HIPÓLITO, Carta sobre la estancia de Don Antonio en Baroja (Álava), 1954. Arch. Fondo III:

“Convivía con el pueblo; se interesaba por sus problemas y se captó la simpatía de todos” 80

AMUNDARAIN GARMENDIA, A. en Lilium, 1935, III, p.54 81

AMUNDARAIN GARMENDIA, A. en Lilium, 1951, I, II, p.4

72

“Yo he soñado muchas cosas para ti, Madre mía; y, a pesar de mi

buen deseo, en sueños han quedado. Una cosa soñé; y, soñando soñando,

mi fantasía y el amor que te tengo me llevaron muy lejos.

Soñé en jardines de encantadora belleza; soñé en fragancias y aromas de

nuevos paraísos;... soñé en soles cuya claridad superara a la de todos los

astros del firmamento... Hasta llegar a soñar en un cielo, traído a la tierra,

para convertir la tierra en un cielo para ti...

Son ocho años hoy; y tú, Madre adorada, has convertido en maravillosa

realidad el sueño que tuve. ¡La Alianza en Jesús por María!: mi soñado

jardín de encantadora belleza, de fragancias angélicas y de resplandores

divinos; el pequeño cielo traído a la tierra, para poner en él, a ti y a tu

Jesús, el trono de pureza y de amor

¡La Alianza: mi sueño de ayer, convertido hoy en grandiosa realidad...!

¡Tú lo has hecho, Madre mía! ¡Gracias, gracias, gracias! Tú convocaste,

Virgen amada, aquella modesta y humilde reunión -a los pies de tu altar y

en el Camarín de santa María- de un grupo de tus hijas escogidas. Tú

pusiste, en la mente y en los labios del sacerdote, las primeras ideas y las

primeras palabras, reveladoras de la buena nueva, que saturaste con tu

aliento virginal y a las cuales comunicaste tu eficacia y tu fecundidad. Tú

fuiste despertando, en aquellas tus primeras hijas, amor al ideal de la

Alianza, inteligencia para conocerlo, entusiasmo para abrazarlo, fortaleza

para resistir sin desmayos los primeros ataques del enemigo… Yo soy el

autor del sueño. Tú eres la autora de la realidad. ¡Gracias, sí, mil gracias,

Madre mía!”82

Aunque larga la cita no podía dejar de ponerla porque expresa el

inagotable cariño que rebosa Don Antonio por María, Ella su modelo, su

empuje, su camino para llegar a Jesús.

Otra dimensión que quiero resaltar de la espiritualidad de Don

Antonio es la eclesial, el gran amor que siempre sintió por la Iglesia.

La Iglesia está siempre presente en todo el dinamismo sacerdotal y

carismático de Don Antonio.

Cuando fundó la Alianza previamente contó con su Párroco. Apenas

comenzó a medir proporciones de crecimiento en su (grano de mostaza,

fuera de la misma parroquia y de la misma diócesis, trató cuanto antes de

asegurar la aprobación del Obispo. Creciendo aún mucho más de lo soñado

por el mismo entusiasmo, en 1934 contó con el reconocimiento de Roma.

82

AMUNDARAIN GARMENDIA, A. en Lilium, 1933, II, p. 32s

73

Toda la trayectoria de la Alianza, en consonancia con la pasión de

Iglesia de su Fundador, respira espiritualidad eclesial santificadora de

entrega y de servicio.

“La Alianza siempre a la sombra de la Jerarquía, amparada y

bendecida por ella y ofreciéndole siempre el homenaje incondicional de su

obediencia rendida, de su amorosa y filial adhesión”83

Y hablando de los Reglamentos comenta:

“Está como lo he sentido; mas yo siempre quiero sentir como siente

la Iglesia”84

Un último aspecto de su espiritualidad que Don Antonio desarrolló

especialmente en este momento pero que vivió desde su infancia fue su

gran amor a la Eucaristía.

Su rico ideario eucarístico, sus exquisitas Horas Santas, las

celebraciones de actos de reparación, su manera de celebrar la Santa Misa,

el impacto que en todos hacían sus horas de Sagrario, señaladamente

durante la noche. Todas las referencias a la Cruz y a la Eucaristía son como

otros tantos relámpagos, expresiones jubilosas de Vida. Se podría decir que

era, un sagrario del Cristo “vivo”.

Don Antonio siempre repite su llamada a los principios

substanciales, con ese estilo entrañable y convincentemente vivido. Eso

hace con la Eucaristía, Misa y Sagrario.

“El Sagrario ocupado es el mayor y el más grandioso y admirable

misterio de Dios en la tierra. Es la escondida morada del anonadado

Verbo de Dios hecho Hombre, el Redentor del mundo, el Mediador entre el

hombre y Dios. Es la vivienda donde vive el Jesús de la cuna...; el Jesús de

los abandonos, de los desprecios, de las humillaciones... El Sagrario es

para El sepulcro, cruz, taller y cuna”85

Tanto escribiendo como hablando de la Eucaristía se desborda

siempre en verdaderas torrenteras de expresiones entusiasmadas. Así como

exaltando la hermandad entre Eucaristía y Pureza.

83

AMUNDARAIN GARMENDIA, A. en Lilium, 1939, VIII, p. 157 84

AMUNDARAIN GARMENDIA, A., Reglamento 1944, original Arch, Fondo I, Escritos autógrafos. 85

AMUNDARAIN GARMENDIA, A., Manual de Formación Aliada, Vitoria, 1944, p. 170

74

Casi de cada año se conservan en el Archivo resúmenes y

conclusiones de sus Ejercicios Espirituales, no los pongo todos porque son

una lista interminable de propósitos y de ansias de perfección, no porque

carezcan de interés, sino por problemas de espacio, presento un resumen de

los realizados en 1924 y más adelante las conclusiones de sus últimos

Ejercicios:

“En honor de la Beata Teresita. 1º Humildad en todo, especialmente

en palabras y pensamientos. (Cuanto más me desprecie y menos me

busque, más le buscaré y amaré a mi Jesús).

En honor de San Ignacio. 2º Una hora, por lo menos, de Dogma y Moral.

En honor de la Virgen. 3º Mucha oración.

La primera, poca y mucha, por la mañana, antes de salir de casa”86

.

86

AMUNDARAIN GARMENDIA, A., Archivo Fondo I, Escritos autógrafos, caja 22, 19, 1

75

UNIFICACIÓN MÍSTICA

En un artículo de Lirios de 1973 el P. Lucinio dice que Don Antonio

es “el hombre de la inmarcesible sonrisa”87

, del olvido de sí mismo, me

atrevo a añadir, de la disponibilidad y de la persuasión que se pertenecía y

se debía a los demás. Partía de una postura inamovible que adoptó desde

siempre: “Una empresa tomada a pecho se realiza”88

; habla de la santidad.

En consecuencia el Itinerario de D. Antonio acerca de la “entrega”,

en sus tres perspectivas: la de Jesús, la suya propia, y la que reclama de los

demás, es tan insistente y abundante como incisivo. Define, de hecho, uno

de los caracteres más marcados de su persona y de su espiritualidad

magisterial.

“lo más perfecto es someterse rendidamente al beneplácito divino.

…vive siempre entregada, que en eso consiste tu santidad” 89

“Daos, hijas mías, daos a Jesús, que entonces Jesús ya se dará a las

almas y las almas ya le sentirán, le amarán y se darán a Él” 90

Don Antonio se está preparando a un estado de unión permanente

con Dios, el matrimonio espiritual al que ya he hecho referencia antes,

suprema etapa a la que es dado llegar en la existencia humana.

Unas semanas antes de su muerte enjuicia él (obligado al reposo y a

la soledad que le imponen las dolencias) lo que había sido toda su vida

sacerdotal: “para que así mis vértigos sacerdotales se conviertan en una

tranquila inmolación,”91

. ¡Vértigos sacerdotales!

D. Antonio M. Pérez Ormazábal, escribe con pleno conocimiento de

causa, en el primer opusculo que publicó sobre Don Antonio: “Se mató

trabajando... No estuvo quieto un momento”92

.

87

RUANO DE LA IGLESIA, LUCINIO, en Lirios, Madrid, 1973 88

AMUNDARAIN GARMENDIA, ANTONIO, SEMINATOR, 1941, III, IV, 4 89

Archivo Fondo III, CARTA 847 90

Archivo Fondo III, CARTA 851 91

PERÉZ ORMAZÁBAL, ANTONIO Mª , Opúsculo sembrador, II, p.28 92

PERÉZ ORMAZÁBAL, ANTONIO Mª , Opúsculo sembrador, II, p. 55

76

A dos años nada más de la meta (1952) comentaba el propio Don

Antonio: “Yo ya he hecho cuanto podía y sabía hacer”93

. Había sido un

fiel retrato de sus divinas impaciencias, porque:

“Lo que se vive es lo que más se ama; porque lo que se vive lo

hacemos de alguna manera nuestro, y lo nuestro lo amamos mucho más

que lo ajen”94

En Don Antonio no cabe hablar de fenómenos extraordinarios en el

sentido más usado de la fenomenología espiritual. Es, con todo, un

"místico, si ello lo referimos a lo que define al “hombre de Dios que a El

veía en todas las cosas”95

. Se manifiesta cual testigo del Dios vivo en

permanente unión con El, depositario de luz, de carismas y de mensajes.

Dice Don Antonio, refiriéndose a este sentido amplio,

universalmente válido de lo místico como unión con Dios, comenzando la

trayectoria descendente desde la consideración vital y dinámica desde El y

que se puede y debe entender de todo cristiano: “Yo soy una maravilla de

la divina misericordia"96

; “Dios te creó con una capacidad proporcionada

a tu fin"97

; en consecuencia, la unión, desde el otro extremo de una

respuesta, el ascendente, la fidelidad, no ha de constituir ni un lujo ni una

serie de fenómenos llamativos. Es la simple y llana vida de gracia, la

instalación jubilosa en la filiación divina, la permanencia infantil del

abandono en la voluntad del Padre. En este sentido D. Antonio habla

constantemente de unión.

San Juan de la Cruz describe la personalidad mística de un fundador

cualquiera en Llama de amor viva98

.

Si Don Antonio tuvo otra clase de experiencias místicas, aparte de

esta carismática, las guardó celosamente.

Permanece en este terreno en la línea de la máxima sencillez

imitable. De esta “unión” a la que todos estamos llamados, accesible por

tanto, y sobre esta unión habló y escribió mucho:

93

Lirios, Madrid, 1973 94

AMUNDARAIN GARMENDIA, ANTONIO, SEMINATOR, 1940, XI-XII, 4 95

CORRESPONDENCIA FAMILIAR, 1956, nº 14,34 96

AMUNDARAIN GARMENDIA, ANTONIO, Jesús del evangelio II, p. 120 97

AMUNDARAIN GARMENDIA, ANTONIO, Mi día de retiro, p.57 98

SAN JUAN DELA CRUZ, Llama de amor viva, 2, p.12: “Pocas almas llegan a esto -fuego de amor

que nace del corazón del espíritu-; mas algunas han llegado, mayormente las de aquellos cuya virtud y

espíritu se había de difundir a la sucesión de sus hijos, dando Dios riqueza y valor a las cabezas en las

primicias del espíritu según la mayor o menor sucesión que habían de tener en su doctrina y espíritu”

77

“... unión íntima y habitual con Dios por Jesucristo; de suerte que el

interior de Jesús penetre el interior de nuestro corazón y llegue a ser una

realidad aquel dicho del Apóstol: Vivo yo, ya no yo, sino que Cristo vive en

mí”.99

Cuando el 2 de febrero de 1950 Don Antonio anuncia solemnemente

que la Alianza había sido admitida por la Sagrada Congregación como

Instituto Secular, empezando con estas palabras:

“Hemos llegado al momento más solemne de nuestra historia en la

Alianza”100

Es como si al mismo tiempo anunciase, sin decirlo, un nuevo

momento fuerte en su vida espiritual, su unión mística.

Desde este momento su seguir adelante lo es ya un seguir en brazos del

Padre.

“Debemos dar gracias incesantes por tantos beneficios que en este

año santo nos ha otorgado Dios”

Ahora… la correspondencia a esas gracias y favores se impone.

No vale que andemos a medias con ese Señor que ha sido tan espléndido

con nosotros.

Fidelidad a toda prueba, generosidad sin medida, constancia en el bien,

firmeza en nuestros propósitos, amor sin tasa a ese Dios amante…

Todo eso y más debemos ahora mostrar al Señor en nuestra vida101

Don Antonio sigue trabajando, pero en el fondo va tomando clara

conciencia de que llega la hora, ha llegado ya, el momento de

desaparecer… hay que dejar… Nada propio tiene y nada quiere apropiarse.

Estamos llegando a la recta final. Don Antonio ha hecho ya todo lo

que tenía que hacer. Lo sabe él, y en su transparente sencillez lo dice así.

Lo sabe el Señor y lo van constatando con dolor sus hijas.

“¡La hora de Dios!... ahora cuando yo siento que mi vida comienza

a declinar. Según baje yo, el Instituto subirá” 102

Hay un abandono total en los brazos del Padre, pero ello no impide

que le acucie su responsabilidad de fundador. Vive en la verdad, porque es

99

AMUNDARAIN GARMENDIA, A., Manual de formación aliada. p. 242 100

Archivo Fondo I: ESCRITOS AUTOGRÁFICOS. 101

Archivo Fondo III, CARTA 777 102

Archivo Fondo III, CARTA 1041

78

verdaderamente humilde y se sabe depositario de una misión que jamás

eludió.

En el verano de 1953, desde Zumárraga ha ido a Arantzazu. Una

serie de circunstancias se han sucedido de forma que no pueda incorporarse

a ninguna tanda de ejercicios espirituales y decide hacerlos solo: “Como si

fueran los últimos me quiero preparar”, escribe a una religiosa el 10 de

agosto.

Allí, junto a la Virgen de sus amores; allí, donde con su primera misa

inició el camino de su sacerdocio, siguiendo a Cristo para la salvación de

las almas, va a comenzar; fortalecido con la oración, soledad y silencio, la

última etapa, ese tiempo de quietud y silencio que en otros momentos ha

considerado él necesario “para que mis vértigos sacerdotales se conviertan

en una tranquila inmolación”103

Se conservan en el Archivo los Apuntes conclusivos de estos

ejercicios de 23 de agosto1953

Predilecciones. Extraordinaria ha sido:

1º) La predilección que Dios ha tenido conmigo. Por haberme inspirado

desde el principio de mi sacerdocio la idea de encaminar las almas, no

sólo a la necesaria consecución de su salvación, sino a las alturas de la

santidad.

-Dios me envió con estos especiales designios…

¡qué predilección, qué bondad, qué amor!

Y esto previendo la interminable cadena de mis pecados…!

Lo veo hoy, a los 44 años de mi sacerdocio; porque nunca, en ninguno de

mis variados destinos, se ha cambiado en mí esta aspiración y esta idea.

Fruto de esta obsesión es la Obra de” la Alianza” cuyo fin desde su cuna

era llevar a las almas a la santidad, por medio del cultivo de la virginidad.

Y como ahora a cada paso me salen almas, recordando lo que yo, hace

quince, veinte, treinta años hice con ellas, agradeciéndome la siembra que

hice en sus almas veo los prodigios de .gracia y virtud del Espíritu Santo

que Jesús ha obrado en mí...

-¡Qué ingrato he sido, Señor!...

2º) Mi santidad. Si Dios y la Virgen en Aránzazu, el día de mí Primera

Misa a sus pies, pusieron en mi alma el ideal de llevar las almas a la

santidad, y en el curso de mis 44 años de sacerdote, Dios y la Virgen han

obrado en mí tales prodigios que salieron de mis manos, ¿cómo he podido

103

Pérez Ormazábal, Antonio Mª ,Opúsculo sembrador II, p.28

79

yo .descuidar la obra de mi propia santidad? Si mi sacerdocio ha sido

preferentemente para hacer almas santas, ¿cómo no iba a ser para ser,

primero y ante todo, santo yo mismo? Si Dios ha hecho en mí prodigios

para que en mis ministerios hiciese almas santas, ¿cómo no he visto y

reconocido los prodigios que su amor ha hecho para que primero fuese

santo yo mismo?

¡Qué tesoros habré derrochado yo de gracias que el Señor ha venido

derramando en mi alma en el decurso de estos 44 años!

¡Qué dolor, Señor!-Con vuestra gracia he sacado muchas almas santas, y

no he avanzado diez centímetros en mi propia santificación.

¡Qué vergüenza, Señor!

3º) Y, ¿por qué?

El desorden de mis operaciones...

Mi vida sacerdotal ha sido muy movida hasta el presente.

Con la desgracia de que he vivido poco con sujeción a la obediencia. Por

mis destinos, cargos u oficios, me ha tocado guiarme por mi mismo he

tenido la desgracia de disponer casi todos mis actos, por mi propia

voluntad. Esto me ha acostumbrado a cumplir mis gustos y mis caprichos.

La voluntad de Dios, manifestada por mis Superiores, pocas veces ha sido

la regla de mi conducta.

Lo que me ha parecido ser la voluntad de Dios aquello hice siempre y

¡cuántas veces lo que parecía voluntad de Dios, era sólo voluntad mía

egoísta!

De ahí el desorden de mis operaciones, lo mismo en orden a mi

santificación, como en lo referente a la obra por las almas.

¡Cuánto me ha sufrido aquí el Señor!

De lo pasado. Paz y confianza por dos confesiones hechas con dolor,

humildad y sinceridad.

Para después. a) Mortificación de los sentidos, b) Mansedumbre,

humildad. c) Actos de amor frecuentes. d) Vida de oración. e) Aceptación

franca y generosa de todos mis achaques.104

¿Era tan cierto todo lo que su humildad dictaba a don Antonio en

estos últimos Ejercicios de Aránzazu?

Las cartas que escribe durante esa temporada revelan su

convencimiento de la realidad y manifiestan su disposición de entrega total

y absoluta a la voluntad de Dios:

104

Archivo. Fondo I, Escrito autobiográficos no publicados, 9,15. caja 22

80

“esperando siempre en el Señor y entregado TOTALMENTE a su

divino querer”105

“…que Jesús haga lo que quiera de ella (la Obra)”106

“… poniéndolo todo en las manos de Dios”107

Esas son las expresiones que se escapan de su pluma y de sus labios.

Y para terminar recojo un documento de don Antonio, breve por su

extensión, pero jugoso en su contenido espiritual, que nos manifiesta la

inmensa y confiada libertad que rebosa, sintiéndose liberado de todo tipo

de esclavitud porque ya sólo le mueve lo que lleva dentro, su núcleo más

profundo renovado por el Espíritu.

Lo trazó de puño y letra, y dice así:

“MI ULTIMA VOLUNTAD”

“A dejarlo todo estoy dispuesto, desde el momento en que así quiera el

Señor.

Poco me cuesta dejar el mundo, porque el mundo nunca ha tenido para mí

grandes atractivos.

Seres amados los he tenido, su separación no me ha costado sangre. La

muerte no es más que un cambio de convivencia.

¿Mis cosas? Con poco he pasado siempre. La economía no ha sido costosa

para mí.

Siguen unas líneas para distribuir ese poco y continúa:

Mucha guerra me ha dado el cuerpo. Ni he nacido, ni vivido en regalos

pero el espíritu ha sufrido, porque en él el apetito ha hincado su diente más

de lo justo.

Con gusto lo dejo, para que se venguen los gusanos y sea su pasto.

Mi alma sacerdotal, pobre y enfermiza, queda en manos de Dios, para que

su misericordia la purifique y la transforme.

Madrid, 2 de febrero 1954.-Antonio Amundarain”108

105

Archivo Fondo III, CARTA 1973 106

Archivo Fondo III, CARTA 156 107

Archivo Fondo III, CARTA 819 108

Original en Archivo Fondo I, caja 1

81

Así, piadosamente, con un sentimiento de paz infinita y perdido en

el corazón de Dios, dejó don Antonio Amundarain este mundo cuando le

llegó la hora de abandonarlo, en un lunes de Pascua de Resurrección día 19

de abril de 1954.

82

4. MI SEMBLANZA ESPIRITUAL DE DON ANTONIO

D. Antonio, como buen vasco, era un hombre recto, austero, pero de

una exquisita flexibilidad, sensibilidad, gran sentido de la belleza,

equilibrado, discreto, prudente, muy sencillo y muy humilde.

Su espiritualidad podría definirla como la de un sacerdote enamorado

de Cristo, como lo manifestaba constantemente en su devoción a la

Eucaristía y a los Misterios todos de la Vida de Cristo; muy amante de su

sacerdocio y muy acuciado por la salvación de las almas y el deseo de

llevarlas a las alturas de la santidad.

El mensaje que Don Antonio daría hoy si viviera, a la Iglesia y a la

Sociedad de nuestro tiempo, sería el mismo que dio en vida: la posibilidad

de la santidad en medio del mundo y esto por un camino que es la vida de

pureza para poder vivir la vida de Dios, a base de Amor, Pureza y

Sacrificio. Tenía gran interés que todas las personas amaran mucho al

Señor.

Todo lo que pidió y exigió a sus seguidores, tanto aliadas como

sacerdotes, lo había asumido él antes, viviéndolo hasta el heroísmo, como

así lo ha reconocido la Iglesia.

Era un vivo retrato de Jesús, atraía más por su vida, que por sus

palabras, ya que las palabras las convertía en vida.

Manifestaba siempre una gran reverencia al Señor que la demostraba

en la celebración de la Eucaristía, en la compostura exterior en los actos

piadosos y en la misma manera de hablar y escribir de Jesús, el Señor.

También dio pruebas de espíritu religioso no común, porque bastaba verle

celebrar la santa Misa o arrodillado ante el Sagrario, para convencerse de

su fe y de su amor al Señor, que era de total recogimiento y compostura; se

levantaba muy temprano por la mañana y pasaba largos ratos orando en el

coro de la Iglesia.

Sentía gran veneración por las cosas sagradas, que se reflejaba en la

limpieza y delicadeza que quería que se tuviese con todas las cosas, como

ornamentos y Vasos Sagrados y en el esmero, compostura, recogimiento y

fervor para las celebraciones litúrgicas.

83

En cuanto a su apostolado, singularmente centrado en el triunfo de la

pureza en el mundo, se movió en todas direcciones, no sólo en favor de la

Alianza, sino de niños, jóvenes, caballeros, religiosas, seminaristas,

sacerdotes… y esto a través de innumerables Ejercicios Espirituales,

confesión y dirección espiritual, a la que dedicaba largas horas.

Él trataba de dar suscitar en todas las personas una vida espiritual

intensa, como la que él vivía, con exigencias de santidad y que cada uno se

pusiera en manos del Señor para lo que Él quisiera.

Como hemos visto Don Antonio practicó todas las virtudes en grado

heroico, en cuanto al modo, por la constancia, naturalidad, prontitud y

gusto con que procedía en todas las ocasiones, lo mismo agradables que

desagradables. Practicó especialmente la virtud de la esperanza porque

tenía una gran confianza siempre en Dios, de Quien lo esperaba todo,

haciendo expresión de esta confianza en momentos más o menos difíciles

de su vida.

En el trato personal, no solamente favorecía las relaciones personales

y la caridad entre todas las personas y especialmente entre los miembros de

la Alianza, sino que las inculcaba.

A todos los miembros del Instituto les prestaba una constante

dedicación, tratándolos con una caridad exquisita y al mismo tiempo con

fortaleza y dulzura.

Don Antonio dio pruebas de amor heroico a la Iglesia, porque toda

su vida sacerdotal, vivida como él la vivió, entregándose al ejercicio del

apostolado y de su ministerio hasta agotar su salud, revela cuánto amaba a

la Iglesia. En todo lugar y en toda circunstancia se manifestaba como

sacerdote.

Con las Autoridades Eclesiásticas era sumiso, respetuoso,

agradecido, muy sencillo, y ante ellos se manifestaba tal como era:

mostrando siempre obediencia y aceptando de buen grado las

modificaciones que les introducían en la aprobación de los distintos

Reglamentos de la Obra. Don Antonio, a todo trance quería que su Obra se

ajustara en todo a las normas de la Iglesia.

Mostraba su amor y veneración a la Iglesia; al Papa y a los

Superiores Eclesiásticos, estando siempre muy atento a cuantas

disposiciones y orientaciones emanaban de los mismos, para seguirlas y

84

cumplirlas, no solamente él, sino la Obra por él fundada. Quería que los

días de fiesta se dedicaran exclusivamente al Señor.

Imitó a Cristo también en la pobreza ya que vivió durante toda su

vida pobremente y hasta más bien escaso. Fue siempre prudente y obró con

suma claridad en todo lo referente a la administración de los inmuebles,

anotando hasta el más mínimo detalle de sus gastos, para así luego poder

mejor dar cuentas.

Toda su vida fue un acto continuo de fe. Tanto en los momentos de

satisfacción y gozo, como en los momentos difíciles y penosos, don

Antonio demostraba dominio de sí, fortaleza y prudencia y plena confianza

en Dios.

Fomentó el espíritu y vida de oración, porque decía que era

imposible vivir la consagración en medio del mundo sin una intensa vida

de oración. La oración vocal recomendaba que fuese pausada y atenta, bien

pronunciada y sin prisas.

Confiaba mucho en la oración y sacrificio de las enfermas a quienes él

pedía oraciones para los fines de la Obra y por las necesidades de la Iglesia.

Tenía una devoción muy destacada a los misterios de la Pasión del

Señor, compuso Vía Crucis; siempre decía que la cruz era un regalo de

Dios, recibiendo en su interior las pruebas como un regalo del amor de

Dios.

Hablaba con dulzura especial de los Misterios del Nacimiento y de la

Infancia de Jesús, componiendo algún villancico especialmente tierno y

afectuoso. Fomentó también la Adoración Nocturna y la horas Santas,

componiendo él mismo muchas de ellas, con matiz reparador ya que la

Guerra Civil Española estaba cerca. Impulsando constantemente a la

Adoración del Santísimo Sacramento. Fomentó también mucho la Visita

diaria al Santísimo.

He querido resaltar, como un rasgo muy característico de u

espiritualidad, su especial devoción que tenía a la Santísima Virgen María,

escribiendo sobre ella innumerables artículos, algún librito y fomentando

especialmente el rezo del rosario; el Ejercicio de las Flores, la Novena de la

Inmaculada y la Novena a la Virgen del Coro. Y nombrándose él mismo

como el “esclavito de María”.

Tenía también gran veneración por los santos en general pero de un

modo particular mostraba devoción por las primeras vírgenes cristianas de

85

la Iglesia, como eran Santa Inés y Santa Cecilia. Así como por los Santos

Ángeles Custodios y San José.

Vivía de la palabra de Dios, que la citaba con frecuencia tanto en sus

escritos como sermones y pláticas; así como de la doctrina de los Santos

Padres, especialmente San Ambrosio y su tratado de Virginidad, que luego

sería carisma de la Alianza.

Considera siempre que el apostolado no está sólo en hacer sino en

vivir. Y era muy partidario de hacer una labor individual, de uno en uno, de

tú a tú, como él decía, dándole siempre un valor muy importante a cada

persona.

Tenía un pleno abandono en la voluntad de Dios, durante toda su

vida y en los días antes de su muerte; aunque él deseaba morir y unirse con

Cristo. Confiaba plenamente en el Señor. Y animaba a todos a que lo

esperáramos todo del Señor y confiáramos plenamente en Él, promoviendo

en toso la virtud de la esperanza.

El gran amor que tenía a Dios lo puso de manifiesto por la constante

dedicación que tuvo al culto y servicio de las almas, manifestando que él

no comprendía cómo los sacerdotes podían tener otra dedicación que no

fuera ésta.

Mostraba una constante presencia del Señor, porque así lo revelaba

en todo lo que hablaba y manifestaba, refiriendo todas las cosas a Dios, a

la vez que se conducía como una persona sencilla y natural.

Por donde iba se buscaba siempre un director espiritual, lo que le

ayudaba a Confesar semanalmente porque tenía horror al pecado, así como

a todo lo que fuera la más mínima ofensa a Dios; e inculcaba, porque así lo

vivía él, moverse en el plano de lo que fuese más perfecto y significara más

amor a Dios.

Le preocupaba mucho la conversión de los pecadores, porque las

ofensas al Señor le dolían y decía que amar a Dios y verle ofendido y

ultrajado y no dolerse de ello, no era amor sino hipocresía del amor.

Inculcaba siempre el dolor por los pecados tanto ajenos como propios.

Alentando a poner los medios para impedir la ofensa a Dios, fomentando

la devoción al Sagrado Corazón, por su sentido reparador, insistiendo en

devolver amor al Amor.

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El deseo de don Antonio era propagar la obra de la Alianza, con el

fin de que el Amor de Dios se extendiera a todas partes y a todas las almas.

Y este amor quería que fuera total e íntegro.

Destacó el celo que sentía por la salvación de las almas. Atendió no

sólo espiritual sino materialmente a los enfermos.

Nunca se le oyó hablar mal de nadie, ni criticar o quejarse de

personas que le hubieran ofendido, injuriado o criticado.

Entre el siervo de Dios y sus inmediatos colaboradores y colaboradoras,

hubo siempre unas relaciones de mutua caridad, respeto, estima y

sinceridad. Y todas las personas inmediatas a él opinaban de él que era un

santo.

Presentaba siempre una profundísima humildad, poniendo varias

veces su cargo de Director General a disposición, porque él pensaba que

era para beneficio de la Alianza.

No se aferraba a su propio juicio y opinión, sino que estaba dispuesto

a recibir aquello que entendía que era voluntad de Dios y bien de la

Alianza, y esto viniera el juicio de quien viniera; aunque cuando recibía

sugerencias que no estaban de acuerdo con el espíritu de la Obra, o con la

idea que él tiene de la misma, mantiene a todo trance sus criterios.

Pasaba inadvertido siempre que podía, nunca hablaba de sí mismo, ni

daba importancia a algo de la Obra, si no es atribuyéndolo siempre a la

protección manifiesta del Señor o de la Santísima Virgen. Procuró inculcar

esta virtud de la humildad a los demás. Siempre manifestó Gran modestia,

humildad y caridad.

Era tanto su amor a la perfección evangélica que Fundó también la

Escuela de Jesús para la atención a las niñas y su formación, con el fin de

llevarlas al Sagrario y a la intimidad con Jesús. Para ellas escribiría

“Campanillas del Maestro”.

Casi desde el principio de la fundación de la Obra, Don Antonio, en

su gran humildad, quiso contar con la colaboración de sacerdotes, tanto

seculares como regulares, que sentían interés por la misma, aunque en

algunos momentos también le causaron pesar; llegando incluso alguno de

ellos a fundar Centros en donde ellos ejercían su ministerio pastoral. Estos

sacerdotes asistían siempre a las Asambleas Generales, bien como

colaboradores o bien como Directores de los centros; y en el año 1939 estos

sacerdotes ya tuvieron una convivencia para ellos solos, en Burlada

87

(Pamplona) y se reunieron sucesivamente en los años posteriores para tener

Ejercicios Espirituales y convivencias exclusivamente para ellos.

Lo único que quería don Antonio era que se cumpliera la voluntad

del Señor en cada una y nunca tuvo miedo de que la obra de la Alianza se

deshiciera porque sus miembros adoptaran otra forma de vida consagrada.

Mientras vivía gozó de fama de santidad también en personas ajenas

a la Obra que él fundó.

En los testimonios de su causa leemos: “Tuve la impresión de haber

conocido a un santo”109

Sus escritos espirituales estaban dirigidos a la Obra de la Alianza y a

los sacerdotes.

Por esta vida entregada a Dios y a los hombres por este servicio a la

Iglesia creo que merece la pena conocer la trayectoria espiritual o itinerario

espiritual de D. Antonio Amundarain para que sea conocido seguido y así

será un poco más conocido y seguido el Señor.

Resumiendo diría que D. Antonio fue un sacerdote ejemplar, hombre

de Dios, dotado de cualidades eminentemente valiosas para la Iglesia,

porque su discreción para llevar adelante la Obra le hizo ser reservado y

exquisitamente prudente. Su figura no responde, lógicamente, al estilo más

abierto, no sé si más santo, de los sacerdotes de hoy, porque estuvo

condicionado en su época al estilo sacerdotal de entonces, lo mismo que

ocurre con otros sacerdotes ejemplares y santos de tiempos pasados. Pero

estoy convencida de que su modo de vivir la vocación sacerdotal y de

responder a las exigencias de su tiempo, constituyen un verdadero modelo

para los sacerdotes de cualquier época, un estímulo para vivir la santidad en

medio del mundo y un ejemplo de gloria para la Iglesia.

Este trabajo ha querido responder a su título: Aproximación al

Itinerario espiritual de Don Antonio Amundarain, por lo que es solamente

un acercamiento a su gran riqueza espiritual sin llegar a profundizar en

ninguno de los pilares básicos de su espiritualidad que, cualquiera de ellos,

daría por sí mismo lugar a otro trabajo posterior, creo que sería bueno

seguir profundizando en la figura de Don Antonio, que tanto bien puede

hacer a la historia de la espiritualidad.

109

JAVIERRE ORTAS, José María, Archivo: Fondo III, Testimonio V

88

5. BIBLIOGRAFÍA

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Antonio Amundarain Garmendia,. Madrid 1985. Publicaciones

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Saecularis “Alianza en Jesús por María”, Roma. 20 octubre 1989

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Espiritualidad. 4ª ed. Ediciones Paulina. Pgs. 999 a 1021. Madrid

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4. GAMARRA, Saturnino, Teología Espiritual, segunda edición

(corregida y aumentada), Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid

2004

5. GRAN HISTORIA DE ESPAÑA. Tomo 8 pgs 3901 a 3903. Ed.

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6. PÉREZ ORMAZÁBAL, Antonio María, Así era el Padre.

Opúsculos Sembrador, I, Vitoria 1954.

7. PÉREZ ORMAZÁBAL, Antonio María, Aquel monaguillo de

Elduayen. Opúsculos Sembrador, III, Vitoria 1955.

8. PÉREZ ORMAZÁBAL, Antonio María, Coronando la cima.

Opúsculos Sembrador, IV, Vitoria 1955

9. PÉREZ ORMAZÁBAL, Antonio María, EN LA PARRILLA DEL

SACRIFICIO (don Antonio Amundarain Garmendia)

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10. RUANO DE LA IGLESIA, Lucinio. Semblanza Espiritual y

Carismática del Siervo de Dios Antonio Amundarain Garmendia.

Madrid 1987. Publicaciones Alianza en Jesús por María.

89

11. HISTORIA DE LA IGLESIA II, Instituto Superior de Ciencias

Religiosas a Distancia “SAN AGUSTÍN”, Madrid 1997.

12. ECLESIOLOGÍA, Instituto Superior de Ciencias Religiosas a

Distancia “SAN AGUSTÍN”, Madrid 1994.

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17. AMUNDARAIN GARMENDIA, A., Correspondencia

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Lirios) 1951 a 1954, Madrid

18. AMUNDARAIN GARMENDIA, A., Vocación Aliada, Ediciones

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19. CARTAS (Archivo. Fondo III: Proceso de la Causa de D. Antonio

Amundarain Garmendia) Madrid.

Granada, 12 de mayo de 2006