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ANUARIO DE ESTUDIOS BOLIVARIANOS
Instituto de Investigaciones Históricas
Bolivarium
Año X, Nº 11, 2004
Universidad Simón Bolívar
UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR
Pedro María Aso
Rector
José Luís Palacios
Vice-Rector Académico
Benjamín Scharifker
Vice-Rector Administrativo
José Manuel Aller
Secretario
DIVISIÓN DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES
Freddy Rojas
Director
DEPARTAMENTO DE CIENCIAS SOCIALES
Juan Carlos Pérez Toribio
Jefe
EXTENSIÓN UNIVERSITARIA
Lorenzo González
Director
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS-Bolivarium
Ezio Serrano Páez
Jefe
Carole Leal Curiel
Adjunto al Jefe
CONSEJO ASESOR - INSTITUTO DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS-Bolivarium
Germán Carrera Damas (Universidad Central de Venezuela)
Juan Garrido
Lorenzo González (Universidad Simón Bolívar)
Omar Noria (Universidad Simón Bolívar)
Carmen Elena Kew (Asociación de Amigos de la Universidad Simón Bolívar)
Elena Plaza (Universidad Central de Venezuela)
COMISIÓN EDITORIAL
Carole Leal Curiel. Departamento de Ciencias Sociales– Universidad Simón Bolívar, Venezuela
Herbert Koeneke. Postgrado en Ciencia Política– Universidad Simón Bolívar, Venezuela
Aníbal Romero. Departamento de Ciencias Sociales– Universidad Simón Bolívar, Venezuela
María Eugenia Talavera. Departamento de Ciencias Sociales– Universidad Simón Bolívar, Venezuela
Paulette Silva. Departamento de Literatura– Universidad Simón Bolívar, Venezuela
Fabio Morales. Departamento de Filosofía– Universidad Simón Bolívar, Venezuela
Luis Barrón- División de Historia, Centro de Investigación y Educación Superior en Ciencias Sociales (CIDE), México
Dora Dávila. Instituto de Investigaciones Históricas-Universidad Católica Andrés Bello, Venezuela
Luis Ricardo Dávila. Centro de Estudios Políticos y Sociales de América Latina, Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela
Georges Lomné. Instituto Hanna Arendt–Departamento de Áreas Culturales, Universidad de Marne-la-Vallée, Francia
ANUARIO DE ESTUDIOS BOLIVARIANOS
Carole Leal Curiel
Coordinadora
1
CONTENIDO
Carole Leal Curiel Presentación……………………………................................
Ramón Aizpurua El comercio curazoleño-holandés, 1700-1756…....................
Arturo Almandoz Historiografía urbana y urbanística de la Latinoamérica colonial y decimonónica. De la morfología a la dependencia...........................................................................
Guillermo Aveledo ¡Calla Serpiente! El liberalismo y el problema de la tolerancia religiosa reflejada en el proceso del folleto La Serpiente de Moisés de Francisco Margallo, en la Caracas de 1826....................................................................................
Catalina Banko La hacienda azucarera de la Venezuela del siglo XIX..........
Ligia Berbesí de Salazar El cabildo de Maracaibo en tiempos de cambio...................
Jorge Conde Representación política y prácticas electorales en el Caribe colombiano, 1820-1836...........................................................
Carolina Guerrero Una tercera especie de república: de los antiguos, de los modernos y la república a la manera de Bolívar....................
Ángel Sanz Tapia Los gobernadores de Venezuela y su acceso al cargo, 1674-1700.........................................................................................
Thomas Straka Bolívar y la historiografía eclesiástica o cómo un discurso histórico se convierte en discurso pastoral............................
Reseñas ………………………………………………….......................
Canje ………………………………………………….......................
Normas de Redacción ………………………………………………….......................
Anuario de Estudios Bolivarianos
1
Año X, número 11, 2004
Presentación
En el año 1990 comienza su vida pública el Anuario de Estudios Bolivarianos, revista del
Instituto de Investigaciones Históricas-Bolivarium de la Universidad Simón Bolívar. Se inicia
como un órgano de difusión plural, abierto a todas las posiciones ideológicas y a la diversidad
de criterios historiográficos, receptivo a las investigaciones de académicos de las distintas
universidades, nacionales e internacionales, cuyos trabajos en el área histórica se centren en los
temas políticos, sociales, ideológicos, culturales y económicos de la época del Libertador,
entendiendo por tal el período comprendido desde los movimientos pre-emancipadores hasta
el surgimiento de las nacionalidades americanas.
Con el Anuario número 9 (año VIII) llegó la revista a su primera década de existencia.
Algunos contratiempos de orden presupuestario impidieron la continuidad exacta que exige
una publicación de este tipo. De allí que en el año VIII se impuso la obligación de reunir dos
números, 7 y 8, correspondientes a 1998 y 1999, aunque sin perder en ningún caso lo que ha
sido meta y exigencia desde sus inicios: pluralidad ideológica, diversidad historiográfica, rigor
académico y el compromiso de ser un espacio institucional dedicado a fortalecer el área de
investigación histórica dentro y fuera de la Universidad Simón Bolívar. A partir del Anuario 10,
año IX, se amplió el espectro temático y temporal de la publicación buscando enriquecerla con
los nuevos aportes historiográficos provenientes de la historia política e historia intelectual,
partiendo de una premisa: el nacimiento de lo que serán las naciones hispanoamericanas y de
la América portuguesa sólo es posible comprenderla a la luz de la naturaleza imperial de
América.
En el presente número, año X-número 11, correspondiente al año 2004, encontrará el
lector nueve artículos que han sido sometidos al arbitraje doble ciego: siete de ellos producto
del trabajo de investigadores venezolanos procedentes de las distintas universidades nacionales
y dos artículos de colaboradores extranjeros. La presentación ha sido organizada por estricto
orden alfabético. El primero de los trabajos, El comercio curazoleño-holandés, 1700-1756, muestra
un trabajo completamente inédito, resultado de muchos años de investigación del profesor
Ramón Aizpurua (Escuela de Historia de la Universidad Central de Venezuela), sobre el
Presentación 2
decisivo papel jugado por Curazao en el intercambio comercial caribeño durante la primera
mitad del siglo XVIII. Destaca el artículo cómo Curazao fue el centro de la interconexión entre
las poblaciones y las producciones americanas y europeas.
Bajo el título Historiografía urbana y urbanística de la Latinoamérica colonial y decimonónica. De la
morfología a la Dependencia, el profesor Arturo Almandoz (Departamento de Urbanismo,
Universidad Simón Bolívar), propone una lectura historiográfica de la historia del urbanismo
sobre la América Latina del siglo XIX, para la cual recorre la producción historiográfica del
siglo XX con el fin de mostrar cómo fueron las condiciones del surgimiento y posterior
consolidación y diferenciación de la historia urbana y urbanística.
El profesor Guillermo Aveledo de la escuela de Estudios Políticos de la Universidad
Central de Venezuela, colabora con el sugestivo trabajo titulado ¡Calla Serpiente! El liberalismo y
el problema de la tolerancia religiosa, reflejada en el proceso al folleto La Serpiente de Moisés de Francisco
Margallo, en la Caracas de 1826, en el cual examina el crucial problema de la tensión entre
tolerancia e intolerancia religiosa, presente en Venezuela desde los inicios de la república.
Por su parte, Catalina Banco (Escuela de Economía de la Universidad Central de
Venezuela) analiza en Las haciendas azucareras en la Venezuela del siglo XIX, la evolución de la
“hacienda-trapiche” a lo largo del siglo XIX y los problemas que la producción azucarera tuvo
que enfrentar durante ese período.
La profesora Ligia Berbesí de Salazar (Centro de Estudios Históricos de la Universidad del
Zulia) contribuye con el texto titulado El Cabildo de Maracaibo en tiempos de cambios, 1787-1812,
en el cual estudia, desde la perspectiva de la historia socio-cultural, el cabildo de Maracaibo
durante el período de las reformas borbónicas y cómo fue la respuesta de esta institución a la
crisis de legitimidad política en las postrimerías de la España del antiguo régimen.
Representación política y prácticas electorales en el Caribe colombiano, 1820-1836 es el capítulo que
aborda el profesor Jorge Conde Calderón (Universidad del Atlántico-Colombia) en el cual el
autor evalúa las diversas articulaciones suscitadas en la sociedad cartagenera entre 1820 y 1836
a propósito de los procesos y prácticas electorales del período.
Una tercera especie de República: de los antiguos, de los modernos y la república a la manera de Bolívar
es el texto con el cual participa la profesora Carolina Guerrero (Departamento de Ciencias
Sociales de la Universidad Simón Bolívar), en el cual analiza, desde la perspectiva de la historia
Anuario de Estudios Bolivarianos
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Año X, número 11, 2004
intelectual, la singular propuesta de Simón Bolívar de la forma política republicana, esto es, la
tiranía virtuosa que la autora califica de “una tercera especie de república”.
El profesor Ángel Sanz Tapia (Facultad de Filosofía y letras de la Universidad de
Valladolid) participa en este número con el texto titulado Los Gobernadores de Venezuela y su acceso
al cargo (1674-1700), en el cual evalúa el sistema del “beneficio” empleado por la Corona
española para la designación de cargos políticos en los territorios indianos, analizando las
especificidades de los nombramientos de gobierno en los territorios venezolanos durante el
tiempo comprendido entre 1674 y 1700 que se aplicó este sistema.
Por último, el profesor Tomás Straka (Instituto de Investigaciones Históricas de la
Universidad Católica Andrés Bello) colabora con el tema Bolívar y la historiografía eclesiástica, o
cómo un discurso histórico se convierte en un discurso pastoral, en el cual el autor analiza cómo el culto a
Bolívar en la historiografía eclesiástica se convirtió en una herramienta que sirvió para legitimar
aspiraciones del clero.
Observará el lector la gama temática y temporal que hoy ofrece este Anuario: economía
colonial y decimonónica, historia intelectual sobre Bolívar, la Ciudad (Cabildo e historiografía
de la ciudad), prácticas electorales, temas de historiografía, todas ellas colaboraciones que han
venido a fortalecer la riqueza intelectual de esta publicación.
Carole Leal Curiel Coordinadora
El comercio curazoleño-holandés, 1700-1756 1
Ramón Aizpurua Profesor Titular
Escuela de Historia Universidad Central de Venezuela
Resumen
El papel jugado por la isla de Curazao en el intercambio comercial caribeño durante la primera
mitad del siglo XVIII es sorprendente. Antes de que apareciesen otros focos y centros comerciales
de marcado funcionamiento internacional en el mar antillano y las colonias que la bordeaban,
Curazao hizo de verdadero nódulo de interconexión de las diversas poblaciones coloniales y
producciones europeas y americanas entre sí, al margen de la nacionalidad que tanto comerciantes
como embarcaciones y colonias tuviesen. Dentro del denso tramado comercial curazoleño, destacan
con nombre propio las tierras que luego formarán la actual Venezuela, especialmente lo que en
aquella época era conocida como Costa de Caracas. La variedad de producciones americanas,
estudiadas y recogidas en este trabajo, así como sus volúmenes, hablan, también del extraordinario
intercambio comercial, prohibiciones olvidadas, que alimentaba e instrumentalizaba el comercio
curazoleño.
Palabras clave: intercambio comercial, Curazao, siglo XVIII
1 El origen de este trabajo son las notas que fui recogiendo mientras llevaba a cabo la investigación de mi tesis doctoral, entre 1982 y 1985. Los cuadros que fui formando sobre el comercio de Curazao permitieron el análisis que, concentrándome en el caso venezolano, presenté en 1985 como trabajo final, más o menos el lado venezolano de dicho comercio, que cubría tan sólo una porción, ciertamente importante, del mismo; sin embargo, la comprensión del papel venezolano en el contexto del comercio curazoleño sólo pude lograrlo con el análisis de todos los datos, aunque nunca fueron incorporados en la propia tesis doctoral. Una primera versión de lo que aquí presento ya fue expuesta en las I Jornadas de Curazao, Las Antillas Neerlandesas y Venezuela, celebrado en Curazao entre el 3 y el 5 de mayo de 1992; con ligeras correcciones y añadidos, fue presentado 12 años después en la 51 Conferencia Anual del Secolas, Santo Domingo, República Dominicana, marzo 4-6, 2004, Panel 2: Informal commercial networks in the 17th & 18th Century Caribbean, y el panel completo fue publicado en 8 ejemplares (Caracas, Preprint, 2004, 77 p). Aquí retomo el asunto, actualizando la escasa, pero sustancial, bibliografía que sobre el asunto ha aparecido en los últimos 20 años; así mismo, utilizando fuentes de la época, siglo XVIII, incorporo información que, espero, permita entender el origen, la calidad y el uso de los productos recogidos en los cuadros anexos, información que prácticamente no he incorporado al texto sino a las notas al pie. Todas las obras de la época que aparecen citadas en este trabajo fueron consultadas en la John Carter Brown Library, Providence (RI), en otoño de 1998, a cuyo personal, especialmente a Norman Fiering, su director, agradezco la hospitalidad y ayuda. Así mismo lo hago con los colegas norteamericanos y, sobre todo, portugueses, franceses y polacos, la legión extranjera, que compartieron conmigo la estadía.
Abstract
The Dutch Caribbean island of Curacao played a central role in the trade relations of the European
colonies that existed and surrounded the “Mar de las Antillas” during the first half of the 18th C.
Curacao worked as a hub for the trade of the different islands, French, British and Spanish, and the
continental Spanish colonies, and the variety and the volume of that trade was of the highest
significance. Within this context, the Caracas’ Coast was the most important supplier of American
products, and also had the biggest share of vessel’s movement.
Key words: trade relations, Curaçao and 18th Century.
Dedicado a mi legión holandesa,
Maarten-Jan Bakkum,
Rique Lo Sijn Soe- Geurts
y Maritza Coomans-Eustatia (in memoriam), en agradecimiento eterno.
La importancia del comercio holandés en la llamada época moderna está fuera de toda duda.
Probablemente fueron holandeses los comerciantes que primero llevaron por el mundo no europeo la
producción manufacturera europea, y los que más rápida y bastamente aprovecharon la inmensa
cantidad de productos, exóticos para los europeos, que ya para mediados del siglo XVII nutrían la red
comercial de la Europa atlántica, tanto con América como con Asia. Si bien es cierto que los
holandeses no estuvieron solos en la febril actividad que tal red comercial alimentó, así como
también es cierto que no fueron ellos los primeros en trascender ese mundo europeo, es indudable que
ellos le dieron la cobertura mundial que pronto la caracterizó2.
En este contexto, la importancia del área caribeña tampoco está puesta en duda, pero casi
siempre se ha hecho énfasis tanto en lo que tiene que ver con productos como el azúcar y el trabajo y
la trata de los esclavos africanos, así como con el comercio inglés, y en menor medida el francés3.
2 El tema del comercio holandés en la llamada época moderna ha sido reconsiderado, y muy bien tratado, por Israel, Jonathan I.: DUTCH PRIMACY IN WORLD TRADE, 1585-1740, Oxford, Clarendon Press, 1989. Para nuestro estudio, son fundamentales los capítulos 9. Decline relative and absolute, 1713-1740, pp. 377-398, y 10. Afterglow and final collapse, pp. 399-404. Ya allí, y en capítulos anteriores, se sugiere la importancia del comercio caribeño holandés dentro del cuadro general, aunque siempre en forma no protagónica. Más recientemente, el trabajo de Klooster, Wim: ILICIT RICHES, Leiden, KITLV Press, 1998, da una perspectiva regional al comercio holandés en América, especialmente en el Caribe, para los siglos XVII y XVIII, coincidiendo bastante con el razonamiento, las fuentes y los datos aquí presentados. Una indispensable y sobria actualización y puesta al día del tema, desde la historiografía holandesa, puede encontrarse en RICHES FROM ATLANTIC COMERSE: DUTCH TRANSATLANTIC TRADE AND SHIPPING, 1585-1817, editado por Johannes Postma y Victor Enthoven, Leiden, Brill, 2003. Sobre el asunto de la expansión europea, es decir, la penetración/absorción cultural/comercial oriente/occidente, pueden verse los ya clásicos trabajos de Wallersteim, Immanuel: EL MODERNO SISTEMA MUNDIAL. I: EL MERCANTILISMO Y LA CONSOLIDACIÓN DE LA ECONOMÍA-MUNDO
EUROPEA, 1600-1750, México, Siglo XXI editores, 1984; de Vries, Jan: LA ECONOMÍA DE EUROPA EN UNA ÉPOCA DE
CRISIS, 1600-1750, Madrid, Cátedra, 1979; Wilson, Charles y Parker, Geoffrey: UNA INTRODUCCIÓN A LAS FUENTES DE
LA HISTORIA ECONÓMICA EUROPEA, 1500-1800, México, Siglo XXI editores, 1986; así como el de Mauro, Frédéric: LA
EXPANSIÓN EUROPEA (1600-1870), Barcelona, Labor, 1979. Un interesante acercamiento al problema del comercio mundial en el mundo moderno puede encontrarse en Pomeranz, Kenneth y Topik, Steven: THE WORLD THAT TRADE
CREATED: SOCIETY, CULTURE AND THE WORLD ECONOMY, 1400 TO THE PRESENT, New York, Sharpe, 1999. 3 El caso más reciente lo encuentro en la GENERAL HISTORY OF THE CARIBBEAN (Hong Kong, UNESCO, 1997), editado por la UNESCO, que aunque tiene un acercamiento algo más amplio al tema del ámbito histórico del Caribe, vuelve a caer en las simplezas que supone el acercamiento tradicional a la historia del Caribe, de una unilateralidad conceptual imperdonable en una publicación patrocinada por tal institución. El capítulo referido a la economía caribeña de la época aquí trabajada, escrito por Eltis, David: The slave economies of the Caribbean: Structure, perfomance, evolution and significance (pp. 105-137), es una muestra, muy actualizada y eficiente, de la tradicional lectura, dulzona y anglófila, del asunto. Una
Así, si bien los holandeses fueron elemento permanente del comercio caribeño, su importancia está
ligeramente disminuida con respecto a la que, según me parece, de verdad tuvo. De la misma manera,
si bien el azúcar fue elemento importante, a veces fundamental, en todo lo que el comercio caribeño
supuso, muchos otros productos también lo fueron, y si bien ninguno con su singular importancia, sí
en su conjunto, especialmente en los casos del tabaco, el cacao, los cueros y los palos tintóreos, que
eran producidos en las colonias españolas de la América caribeña.
A su vez, si bien el comerciante caribeño de origen europeo procedía, en general, de Gran
Bretaña, Francia, España, Portugal o los Países Bajos4, más cierto aún resulta que la red comercial
judía5 implementada entre las islas y costas caribeñas y los puertos de Europa y Norteamérica
atlánticas, jugó un papel sustantivo y determinante en el comercio caribeño; de otra manera, sería
difícil entender la sencillez del funcionamiento de un grupo de colonias que suponían, de entrada,
una extrema complejidad, al estar compuestas por nacionalidades, intereses, lenguas y culturas
diversas.
Utilizando fuentes documentales holandesas6, voy a tratar de reconstruir la forma, el sistema y
el volumen del comercio curazoleño en la primera mitad del siglo XVIII, aunque haciendo énfasis
tan sólo en lo que tiene que ver con la producción caribeña que se transportaba a los Países Bajos,
obviando lo que tendría que ver con el comercio en el otro sentido, la producción de origen europeo
y norteamericano (y los esclavos traídos de África) cambiada, precisamente, por los productos arriba
mencionados, y que fueron fundamentales para alimentar el tráfico comercial holandés del Caribe.
Para ello, voy a dar un vistazo al movimiento del tráfico atlántico de embarcaciones entre Curazao y
Holanda, de cuyo estudio ya se desprenden algunas hipótesis, para continuar con el estudio del
propuesta con una óptica más amplia (yo diría más histórica) se puede encontrar en mi CARIBE SOMOS, EN CUCURUMBÉ, Caracas, Banco del Caribe, 1993. 4 Cuando mencione el comercio con los Países Bajos, utilizaré indistintamente, además, los nombres de Holanda y Amsterdam, a sabiendas de que no son, para este caso, sinónimos; a pesar de ello, no sería exagerado decir que Amsterdam concentró la mayoría del comercio holandés, y éste el de los Países Bajos, por lo menos en lo que corresponde a Curazao. 5 Un asunto que llama la atención es la forma como ha sido obviado el papel de la comunidad judía en el tema aquí revisado, esparcida por todo el Caribe y en casi todos los puertos importantes del área del comercio atlántico, habiendo sido, a mi parecer, fundamental para el funcionamiento del comercio caribeño en general, y no sólo el holandés. Resulta esclarecedor, entre los pocos trabajos al respecto, el de Fortune, Stephen Alexander: MERCHANTS AN JEWS: THE
STRUGGLE FOR B.W.I. COMMERCE, 1650-1750, Gainsville, UFP, 1984. 6 Las fuentes utilizadas no son sólo las holandesas, pues obviamente he utilizado fuentes españolas y venezolanas en mi trabajo, pero los cuadros y datos que aquí recojo provienen del Algemeen Rijksarchief de La Haya (ARA), sección NEUW
WESTINDISCHE COMPAGNIE (NWIC), KAMER VAN ÁMSTERDAM, vols. 566-600, y KAMER VAN ZEELAND, vols. 1.156-1.161.
movimiento del tráfico caribeño de embarcaciones, teniendo como punto de referencia el puerto de
Curazao, con el cual se confirman algunas de las hipótesis más generales sugeridas en lo anterior,
pero que, además, muestran la densidad del comercio y la penetración de los comerciantes
curazoleños; el estudio de las cargas de los productos que, recogidos por el segundo tráfico, eran
conducidos por medio del primero, terminará de mostrar la verdadera dimensión del comercio
intercaribeño y curazoleño. Unos cuadros anexos, en los que discrimino con mayor detalle este
último punto, espero contribuyan al mejor conocimiento de las relaciones intercoloniales en un
período en el que, a pesar de la exclusión profesada por casi todas las potencias en el área, sin su
existencia tendríamos un mundo distinto: tales relaciones explicarían, en buena parte, la época de
“revoluciones” que caracterizó los años finales del siglo XVIII y las primeras décadas del siguiente.
El tráfico Curazao-los Países Bajos
Este tráfico comercial, en sí, suponía dos claras rutinas: por una parte, la que se generaba y daba
dentro del Caribe, incluyendo en ella el tráfico desarrollado entre las colonias británicas de
Norteamérica y el Caribe holandés; por otra, la que se generaba entre éste último, como un todo, y
los puertos de los Países Bajos, especialmente Amsterdam, y en menor medida Middleburg y otros
puertos neerlandeses. Goslinga, muy acertadamente, llama al primero KLEINE VAART (canal
pequeño), y GROOTE VAART (canal grande) al segundo7, y que yo denomino Giro Caribeño y Giro
Atlántico. El segundo de ellos es el que generó las fuentes que he utilizado para el grueso de este
artículo. Cada embarcación de las que desde Curazao despachaba la Westindische Compagnie a los Países
Bajos originaba un sobordo, es decir, un registro de embarque de mercancías que recogía,
individualizadamente, todos los productos que eran enviados por los comerciantes curazoleños al
puerto de destino, fuese a comerciantes independientes o a casas comerciales relacionadas. La
exhaustiva lista de envíos singulariza cada empaque en el que se transportaban las mercancías o
productos americanos, de modo que, al margen del problema que ocasiona la recuperación de tal
información, facilita la formación de un inventario completo de los productos que pagaron flete en las
embarcaciones de los mencionados viajes. Para el lapso estudiado, entre 1700 y 1756, he logrado
7 Goslinga, Cornelis Ch.: THE DUTCH IN THE CARIBBEAN AND THE GUIANAS, 1680-1791, Van Gorcum, 1985. Algo marginado por la historiografía holandesa del tema, creo, sin embargo, que ha sido su estudio más importante, sin cuyo trabajo pionero no se hubiese podido avanzar lo que se ha avanzado en los últimos 20 años.
copiar los sobordos de 7058 viajes de embarcaciones en tal sentido (el último en forma incompleta, el
primero probablemente también) (ver Gráfico 1: Tráfico embarcaciones Curazao-Países Bajos, 1700-1756,
por año), siendo el promedio algo mayor que 12 embarcaciones anuales; atendiendo al número de
viajes, los años extremos (sin considerar el primero y el último) fueron 1749, con 28 embarcaciones,
y 1733, con 2 embarcaciones, así como el lapso más rico fue 1748-1751, con 100 (25 embarcaciones
de promedio anual), y el peor de ellos, 1732-1741, con 80 (8 embarcaciones de promedio anual). El
tamaño de las embarcaciones variaba entre mediano y grande, de más de 200 toneladas de arqueo,
aunque obviamente podrían colarse embarcaciones menores, como parecen sugerir algunos registros
de embarque.
Gráfico 1: Tráfico embarcaciones Curazao-Países Bajos, 1700-1756, por año
La simple compulsa de estos datos ya arroja alguna luz sobre el movimiento del comercio
holandés en el Caribe, que obviamente tiene que ver, sobre todo, con la libertad de funcionamiento
del sistema comercial internacional: las guerras, los conflictos y los problemas entre las potencias
europeas, así como las vicisitudes internas a las propias colonias americanas; dicho de otra forma, la
posibilidad real de comerciar que tenían tanto los holandeses como los demás europeos, y los
criollos, en el Caribe y el Atlántico. Así, el tráfico Curazao-Países Bajos parece mostrar 5 claros
8 No he conseguido sobordos para los años anteriores a 1700, así como desaparecen después de 1756, para volver a aparecer, brevemente, a finales de la década de 1780. Wim Klooster encontró 795 embarcaciones para el mismo lapso (1701-1755), lo cual perfectamente puede ser indicativo de mi escaso dominio del idioma holandés, pero el razonamiento que sigue, así como a las conclusiones a las que lleva, coinciden lo que acá estoy planteando. Ver en ILICIT RICHES, “Appendix 2”, op. cit., pp. 207-223.
Número de embarcaciones
0
5
10
15
20
25
30
17
00
17
04
17
08
17
12
17
16
17
20
17
24
17
28
17
32
17
36
17
40
17
44
17
48
17
52
17
56
momentos:
• entre 1700 y 1712, de inestabilidad, pero reducida importancia;
• entre 1712 y 1732, de mayor estabilidad, con creciente importancia;
• entre 1732 y 1744, de crisis;
• entre 1744 y 1751, de esplendor;
• entre 1751 y 1756, de nueva caída.
Los primeros 12 años, de inestabilidad, corresponden con la guerra por la sucesión ausburga;
los años de esplendor (1744-1751) coinciden con la fase final de la Guerra de la oreja de Jenkins, cuando
la marina inglesa comienza a dominar las aguas del Caribe, así como con el levantamiento que se dio
en la Provincia de Venezuela contra la REAL COMPAÑÍA GUIPUZCOANA DE CARACAS (fundada en
1728, y entrada en funcionamiento a partir de 1730), a causa del descontento general existente en
dicha provincia por el uso monopólico y autoritario de sus prerrogativas, que condujeron a una
interrupción de sus actividades9; los años de crisis coinciden con la llegada de la misma compañía y la
implementación del sistema de resguardo (guardacostas en el mar, partidas volantes en tierra), a fin
de combatir el contrabando llevado a cabo por la población venezolana y los comerciantes
9 Ver, p. e., Morales Padrón, Francisco: REBELIÓN CONTRA LA COMPAÑÍA DE CARACAS, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1955, o mi “Movimiento contra la Guipuzcoana”, en DICCIONARIO DE HISTORIA DE VENEZUELA, Caracas, Fundación Polar, tomo II, pp. 1.020-1.022, así como mi CURAZAO Y LA COSTA DE CARACAS: INTRODUCCIÓN
AL ESTUDIO DEL CONTRABANDO EN LA PROVINCIA DE VENEZUELA EN TIEMPOS DE LA COMPAÑÍA GUIPUZCOANA, 1730-1780, Caracas, Academia Nacional de la Historia, vol. 222, 1993, pp. 133-238. La lectura del trabajo de Celestino Andrés Arauz Monfante, EL CONTRABANDO HOLANDÉS EN EL CARIBE DURANTE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XVIII, Caracas, Academia Nacional de la Historia, vols. 168-169, 1985, 2 tomos, especialmente el segundo tomo, muestra toda la problemática institucional y militar de la época en la provincia de Venezuela, y el impacto que en ella tuvo la Compañía Guipuzcoana. En los años finales del lapso 1744-1751, cuando tuvo que enfrentar el movimiento de Juan Francisco de León, la Compañía Guipuzcoana tuvo que servirse de embarcaciones holandesas del giro atlántico para enviar su carga a España, lo que también tuvo que hacer en los años finales de su existencia. Tengo datos de 4 embarcaciones para el último trimestre del año 1751: el 11 de agosto de 1751, la balandra holandesa Maria Elisabeth, capitán Luis Dubois, sale con destino a Curazao, con carga de 104,5 fanegas de cacao, 1.934 cueros al pelo de novillo y 316 cueros de vaca, 3.804p (Archivo General de la Nación, REAL HACIENDA, “Contabilidad: Alcabala de Mar”, Tomo 260, flos. 3-3v); el día siguiente, el 12 de agosto de 1751, la fragata holandesa San Fernando, capitán David Expet, sale con destino a Cádiz, con 4.149 fanegas de cacao, por 45.639 pesos (Idem , flos. 3v-4), lo que también hace el navío holandés La Gran Victoria, capitán Pedro Gómez, con carga de 150 fanegas de cacao, por 1.650 pesos (Idem, flos. 4-4v); cinco días después, el 17 de agosto de 751, la urca holandesa La Concordia, capitán Mathias Clinker, sale tambíen con destino a Cádiz, con carga de 1.651 fanegas de cacao, por 18.161 pesos, y 1.742 cueros de novillo y vaca al pelo, sin valor señalado (Idem, flos. 6v-7), como también lo hace la fragata holandesa Paulo Galera, capitán Juan Bruin, con carga de 3.238 fanegas de cacao, por 35.618 pesos (Idem, flos. 6v-7), lo que hace una carga global de 9.292,5 fanegas de cacao, y 3.992 cueros de novillo y vaca, no poca cantidad. La primera embarcación, la balandra María Elisabeth, había llegado el mismo día de su despacho a Curazao, de donde procedía, con carga de harina, 4.837 arrobas, en 691 barriles, con un valor de 9.173 pesos (Idem, fols. 2v-3). Ninguna de tales embarcaciones aparece en las tablas de embarcaciones arribadas en Holanda procedentes de Curazao.
curazoleños. Esta periodización muestra ya la incidencia de la situación venezolana en todo el
funcionamiento del sistema comercial curazoleño, sobre lo que volveré más adelante.
EL TRÁFICO CURAZAO-MUNDO ANTILLANO
Lo que tiene que ver con el giro caribeño, o KLEINE VAART, resulta algo más complejo, sobre todo
por el tipo de fuentes utilizadas: los dagregister son los registros diarios del movimiento del puerto de
Curazao, pero la calidad y precisión de los datos anotados en dicho registro varían, cambiando de
una relativa clara utilización toponímica a una muy ambigua utilización de los puntos cardinales para
indicar la orientación de salida o llegada al puerto. Por ello, para poder utilizar más adecuadamente
los dagregister, es necesario hacer algunas aclaraciones previas: las cifras de entrada probablemente
sean más confiables que las de salida, por la aclaratoria de la carga, que habla de manera más clara de
la procedencia fundamental de la embarcación, inclusive cuando el dato arrojado por los dagregister sea
el de NORTE, SUR, etc., y a pesar de que nunca se pueda estar seguro de cuál ha sido el itinerario de
los viajes de las embarcaciones, pues, en su periplo, comúnmente solían pasar por varios lugares; por
otra parte, y en contrapartida, en muchos casos, precisar la procedencia de la embarcaciones supuso
descansar en lo que indicaría la carga, o la duración del viaje, mas no siempre su procedencia.
Así, dentro de este giro comercial, hubo cuatro grandes polos en lo que al origen y destino se
refiere, que mucho tienen que ver con las características de los vientos y las corrientes que se dan en
el Caribe oriental (Ver Mapa 1: Mar Caribe):
• El tráfico entre Curazao y las islas de su vecindad. Estas islas (Aruba, Bonaire y Kleine Curazao,
pertenecientes a los Países Bajos10, así como La Blanquilla, Los Roques, La Orchila y Las Aves, de la
corona española, dependientes de la Provincia de Venezuela) sirvieron, unas, de depósito de los
productos que se traían o llevaban a la costa venezolana (de las provincias de lo que actualmente sería
Venezuela), y otras, de nutrientes de pastos y leña, o para la pesca en sus aguas. La relación que con
ellas estableció Curazao fue diaria, de dependencia logística, y los curazoleños fueron sus más
naturales pobladores o visitantes, a despecho de lo que deseasen las autoridades españolas en los
10 Se dio la curiosa situación del reclamo hecho por las autoridades españolas relativo a la pertenencia a Holanda de la isla Aruba, conocida en la época también como Urúa o Uruba. A finales del siglo XVIII las autoridades centrales levantaron un largo expediente relativo a si alguna vez fue cedida tal isla, pues la idea que se tenía era que en el Tratado de Münster no se había pactado sino solamente la de Curazao. Al respecto, estoy adelantando una investigación con documentación encontrada en el Archivo de Simancas, España.
casos correspondientes. El viaje de ida y vuelta sería de 2 a 5 días. Muchas veces, la indicación de
origen/destino es el simple sustantivo MAR, difícil de evaluar.
• El tráfico entre Curazao y Tierra Firme, bien fuese la costa venezolana (que podríamos dividir en tres,
Costa de Coro, Costa de Caracas y Costa de Cumaná), bien la costa neogranadina, con una clara
preponderancia de la primera. De aquí provenían los más importantes rubros del comercio Curazao-
Amsterdam: cacao, casi todo proveniente de la costa de Caracas; tabaco, especialmente de Barinas;
cueros de los llanos caraqueños; palo tintóreo de la costa de Coro y, sobre todo, de Río de Hacha. De
la misma manera, este tráfico proveía a Curazao de alimentos de consumo diario y de especias. El
viaje redondo podría tomar de unos 4 días a 2 semanas, dependiendo de las circunstancias del viaje y
de los productos intercambiados. Cuando la indicación de origen/destino fue SUR o SURESTE, he
asumido, sin mayor duda, que se trataba de embarcaciones que llegaban o salían rumbo a la costa de
Venezuela; cuando la indicación era SUROESTE, he decidido que el nexo era con la costa de Río de
Hacha.
• El tráfico entre Curazao y las provincias británicas de Norteamérica. Este comercio no era del todo
legal, pero sí permitido por las autoridades inglesas, y proveía a la isla de arroz y pan, así como de
harina de trigo, mantequilla, etc.11, para que los curazoleños lo cambiasen en las posesiones españolas
de Tierra Firme o las Antillas, o alimentasen a la población esclava en ránsito. Lo primero vendría de
las colonias británicas sureñas, los demás productos de las norteñas. El viaje de ida y vuelta no sería
menor de un mes, y en su regreso al continente norteño se llevaría, fundamentalmente, cacao, pero en
medida difícil de precisar.
11 Al respecto, entre otras obras, pueden verse, siguiendo un orden cronológico: Shepherd, James F. y Walton, Gary M.: SHIPPING, MARITIME TRADE AND THE ECONOMIC DEVELOPMENT OF COLONILA NORTH AMERICA, Cambridge, Cambridge University Press, 1972; de los mismos autores, THE ECONOMIC RISE OF EARLY AMERICA, New York, CU Press, 1979, especialmente “Working the frontier”, pp. 41-50; Perkins, Edwin J.: THE ECONOMY OF COLONIAL
AMERICA, New York, CU Press, 1980; Greene, Jack P. y Pole, J. R. (eds.): COLONIAL BRITISH AMERICA, Baltimore, JHU Press, 1984; McCusker, John J. y Menard, Russell R.: THE ECONOMY OF BRITISH AMERICA, 1607-1789. WITH
SUPPELEMENTARY BIBLIOGRAPHY, Chapel Hill, NCU Press, 1991 [1985]; Meaning, D. W.: ATLANTIC AMERICA, 1492-1800. The Shaping of America. A Geographical Pespective on 500 years of History, Vol. 1, New Haven, YU Press, 1986; Vickers, Daniel: “The Northern Colonies: Economy and Society 1600-1775”, pp. 209-248; Menard, Russell R.: “Economic and Social Development of the South”, pp. 249-295, en THE COLONIAL ERA: THE CAMBRIDGE ECONOMIC HISTORY OF THE
UNITED STATES, Vol. I, editado por Stanley L. Engerman y Robert E. Gallman, New York, CU Press, 1996. Los textos de Perkins, McCusker & Menard y Engerman & Gallman incorporan bibliografías (temáticas el primero y el último) muy útiles.
• El tráfico entre Curazao y las islas antillanas: españolas (Cuba, Puerto Rico12 y Santo Domingo13), que
proveían sobre todo tabaco y cuero; francesas (Saint Domingue, Martinique y Guadeloupe, etc.), que
lo hacían de azúcar, café e índigo; inglesas (Jamaica, Antigua, Saint Thomas, Saint Kitts, etc.), que
enviaban especialmente su azúcar. Todas ellas enviaban, también, algo de las especias, fármacos y
comestibles de América que aparecen recogidas en los anexos. El viaje de ida y vuelta sería de un mes
en adelante, salvo en los casos en que el viaje fuese a destino único. A medida que pasan los años, los
registros van contemplando cada vez más el uso de NORTE, NORESTE, NOROESTE u OESTE,
por lo que soy muy suspicaz a la hora de generalizar o extrapolar el origen y el destino de las
embarcaciones, aunque la carga ayuda a hacerlo.
Mapa 1: Red comercial curazoleña en el Mar Caribe, siglo XVIII
(Mapa elaborado por el autor)
12 En lo referido a los productos portorriqueños, me he servido del trabajo de Cabanillas de Rodríguez, Berta: EL
PUERTORRIQUEÑO Y SU ALIMENTACIÓN A TRAVÉS DE SU HISTORIA (SIGLOS XVI AL XIX), San Juan de Puerto Rico, ICP, 1973, así como el más actualizado de Moscoso, Francisco: AGRICULTURA Y SOCIEDAD EN PUERTO RICO, SIGLOS 16
AL 18, San Juan de Puerto Rico, ICP, 2001. 13 Para ver un panorama claro de la producción y comercio santodominguino en la época, ver Gutiérrez Escudero, Antonio en POBLACIÓN Y ECONOMÍA EN SANTO DOMINGO (1700-1746), SEVILLA, PEDPS, 1985, especialmente los capítulos IV: “Agricultura de consumo y agricultura de comercialización”, pp. 99-123, y el siguiente, V: “La Ganadería”, pp. 125-170. Así mismo, Sevilla Soler, María Rosario: SANTO DOMINGO, TIERRA DE FRONTERA (1750-1800), Sevilla, EEHA, 1981, especialmente los apartados “El comercio con las colonias Españolas de América y El comercio con las colonias extranjeras y el contrabando”, pp. 203-219. Cuando, más adelante, hable de los orígenes de los productos comercializados por los curazoleños y holandedes, las referencias a Santo Domingo que no vengan aclaradas provendrán de tales páginas.
Estos cuatro tipos de viajes se pueden constatar en los ejemplos que a continuación presento;
gracias a la minuciosidad de los dagregister, he elaborado, para el lapso 1728-1757, una búsqueda en la
que he encontrado los patrones arriba señalados, identificando embarcaciones y capitanes o patrones
a los que he seguido la pista durante los lapsos más cercanos a un año, en ciclos de, más o menos,
cinco años, siempre que pude14. De allí surgen datos e ideas muy concretas, y sugerentes. Veamos
varios de los casos:
1729
• El BUENAVENTURA15 hizo 16 viajes documentados entre el 2 de noviembre de 1728 y el 28 de
diciembre de 1729 (casi un año y dos meses). En general, la salida de puerto suele hacerse a los 3 días
del arribo del viaje anterior, lo que parece ser una media para todos los casos que continúan. El
retorno suele tomar de 20 a 25 días, en los que recorre la costa de Caracas y de Coro en busca de
compradores venezolanos. De los 16 viajes, en 13 se apunta que salieron de Willemstad hacia la Costa
de Caracas, mientras que hacia Tucacas, Adícora e Isla de Aves salió una vez, respectivamente. De
regreso, de lo que no tenemos noticia para 12 de los casos que corresponderían a las salidas anotadas,
sabemos que lo hizo en 7 ocasiones de la Costa de Caracas, cargando cacao y tabaco, y en otras 5 lo
14 No siempre pude seguir la pista de las embarcaciones seleccionadas, de la misma manera que las listas construidas no siempre presentan una continuidad clara, ni exacta correspondencia en lo que tiene que ver con las entradas y las salidas, a pesar de lo cual, resultan sumamente ilustrativas. 15 En los tres primeros viajes, el capitán era Johannes Bode, en los restantes, Hendrick Bode.
hizo desde Tucacas, 3 con la misma carga, en otra ocasión con leña y en otra con cacao y mercancías
de madera. Tres años más tarde, desde finales de septiembre y finales de noviembre, la misma
embarcación, al mando del mismo capitán, continúa haciendo el mismo viaje: en esos dos meses, va (y
regresa) tres veces a la Costa de Caracas, con carga de cacao y tabaco, la primera vez, y leña las
restantes16.
• Del REAAL SAINT17 tengo tres datos, todos de abril de 1729: salió a Hueque, en la Costa de Coro, el
21, regresando con carga de mulas 3 días después, para salir el 28 rumbo a Jamaica. Hueque era uno
de los principales puertos para el comercio clandestino de mulas18.
1732
• En 1732, el CORNELIA19 sale de Willemstad 7 veces, 5 a la Costa de Caracas y 2 a Sauca, con retornos
de cacao y tabaco de la primera, y tabaco del segundo.
1737 • El CATHARINA PETRONILA
20 introduce una variante al viaje costero hacia el sur: entre el 20 de junio
y el 28 de agosto hace 2 viajes a la costa de Coro, de donde regresa con tabaco y cueros en la primera
ocasión, y sin carga en la segunda; tras estar en puerto algo más de dos meses (aunque puedo haber
perdido la noticia de alguno, o algunos, de los viajes en el lapso), vuelve a salir rumbo a Puerto Rico,
el 9 de noviembre, y retornar el 28 de diciembre con carga de tabaco y arroz. El viaje toma, en esta
ocasión, algo más que mes y medio, lo cual se corresponde con el tipo de viaje.
• Durante el mismo 1737, y para todo el año, el FORTUIJN21 hace 14 viajes, 12 a la costa de Coro, de
donde llega con cacao y tabaco, aunque a veces con el añadido de cueros, uno a Aruba, de donde
regresa sin carga, y otro a Puerto Rico22.
1747 • Otra variante aparece en el año 1747, con el caso del ANNA o ANNA CATHERINA
23 (aparece con los
dos nombres), pues entre el 17 de abril y el 26 de agosto hace 4 viajes, al regresar en la primera fecha
16 En estos casos, el capitán era Hendrick Bode. 17 El capitán era J. Fritz 18 Ver mi “El comercio de las mulas en la Venezuela del siglo XVIII: datos para una historia olvidada” en TIERRA FIRME, Nº 26, Caracas, Abril-junio 1989. 19 En los dos primeros casos, el capitán era Jan Oijman, en los 5 siguientes, J. Bode, y en los restantes, otra vez Jan Oijman. 20 El capitán era Laurens Croes. 21 En los primeros 5 casos, el capitán era Laurens Croes, en el sexto, Jacobs de Meij, en los siguientes, otra vez Laurens Croes, y en los restantes, Christian Weever. 22 A todas luces, la información, sea en el original o en mis apuntes, está errada, pues no pudo salir con destino a Puerto Rico el 1º de mayo, y volver a hacerlo, en el citado viaje a Aruba, 6 días después, el 7 de mayo; no tengo información del retorno de Puerto Rico.
de Kleine Curazao, para salir el día siguiente, el 18, hacia la costa (de Caracas), de donde regresa (sin
datos), para salir de nuevo el 21 de julio rumbo a Jamaica, de donde regresa (sin datos, otra vez) para
salir a Kleine Curazao el 22 de agosto, de donde regresa 3 días después, para salir, una vez más, el 26
del mismo mes, otra vez rumbo a Jamaica.
• Otra embarcación de nombre conocido, pero que no es la anterior, la CATHARINA24, sale 7 veces
entre los primeros 11 meses de dicho año 1747, una hacia el SUR, como para la época aparece
reseñada la costa de Coro, el 10 de enero, de donde regresa 7 días después, sin carga, 6 veces sale
hacia el sureste, o la costa de Caracas, de donde regresa con cacao, y una vez sale hacia Kleine
Curazao (como siempre, con la información de sin datos de carga en el original). La duración de
algunos de los viajes, a veces de dos meses, en el caso de ser correctos, sugiere la idea de que se hacían
recorridos largos, sobre todo en una época como la que corre, de cierta libertad para la navegación
curazoleña en la costa venezolana25.
• Ese mismo año, el JONGE ISAAK26 viaja el 6 de noviembre hacia el noreste, de donde regresa el 16 de
diciembre, con la natural carga de azúcar e índigo.
1752 • En el año 1752, el ANNA CORNELIA
27 realiza 17 viajes (entre el 2 de febrero de 1752 y el 2 de enero
de 1753), introduciendo una nueva variante: probablemente sea una embarcación dedicada a la pesca,
o al comercio casual, pues la mayoría de las veces (13) regresa con carga de tortugas, que eran usadas
como alimento y en la artesanía de la concha, o del carey28; una vez llega con carga de maíz, el citado
23 El capitán era Nathael Hunt. 24 En el tercer caso, el capitán fue Juan D. Henríquez, en los demás Pieter A. Post. 25 Eran los años posteriores a la Guerra de la Sucesión Austríaca, cuando los holandeses fungían de aliados de la corona española. Respecto al efecto de tales guerras en las relaciones hispano-holandesas, puede verse Arauz Monfante, Celestino Andrés: EL CONTRABANDO HOLANDÉS EN EL CARIBE DURANTE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XVIII, especialmente el vol. 2, o los comentarios de la nota Nº 10. 26 El capitán era Jacob Sterling. 27 El capitán era Laurens Bras. 28 Antonio de Alcedo, en su DICCIONARIO GEOGRÁFICO-HISTÓRICO DE LAS INDIAS OCCIDENTALES O AMÉRICA, publicado por primera vez en 1778, p. 175, reseña el caso: “CAREI (Testudo Careta). Aunque esta especie de tortugas es de las más pequeñas, sus conchas son muy estimadas en todas partes para hacer alhajas. Abundan en la costa Norte de la provincia de Darien y reino de Tierra Firme donde los indios hacen gran pesca, de que mantienen considerable comercio con los ingleses, franceses y holandeses que van allí a comprarlas a cambio de pólvora, balas, fusiles, anzuelos, cuchillos y ropas”. Antes, en la entrada TORTUGA (Testudo Mydas), p. 278, dice: ...“La estación única de la pesca de tortugas es en los meses de Febrero, Marzo, Abril y Mayo: también cuando nadan en la superficie las vuelcan metiéndoles un remo por debajo”... La edición que uso es de Caracas, Fundación de Promoción Cultural de Venezuela, 1988, que será citada simplemente como DICCIONARIO…, pero fue contrastada con la edición de 1786, Alcedo, Antonio [Coronel D. Antonio
2 de febrero de 1752, del sur, una sin carga el 14 de junio, de isla de Aves, y una con cambures
(bananos), el 2 de enero de 1753.
• El DRIE DOCHTER29 salió 2 veces el mes de enero de 1752 hacia el sur, el 10 y el 25, de donde
regresó el 19 del mismo mes y el 1º de febrero, con carga de maíz.
• El HENRY30 llegó de Nueva York el 21 de enero del mismo año, con carga de harina y pan, y el 16 de
noviembre, con carga de harina y mantequilla. Los datos con los que cuento señalan que tan sólo salió
una vez, el 26 de febrero, con destino a la costa de Caracas.
• El JONGE ISAAK31 salió de Willemstad 14 veces, 2 hacia el sureste, 3 hacia el sur, 5 hacia Bonaire
(para el resto de los casos, no hay datos de la partida), señalándose el regreso 11 veces, 2 del sureste,
una con cacao y cueros, la otra sólo con cacao, 5 veces de Bonaire, con cacao, una del mismo sitio,
con cacao y cueros, y una vez desde el SUR, con cacao. Comúnmente, Bonaire era utilizada bien
como sitio de reembarque del cacao caraqueño, bien como el último punto de toque, al retorno de la
costa.
• Otra embarcación se dedica al tráfico con Nueva York, el LIGHT32, que en el mismo año 1752 llega 3
veces de tal ciudad novoinglesa, el 1º de enero, el 21 de agosto y el 22 de noviembre, con carga de
harina y carne en la primera ocasión, y harina y mantequilla en las otras dos; tan sólo tengo registrada
una salida, con el destino de Nueva York, el 4 de octubre.
• Entre el 24 de agosto de 1752 y el 4 de enero del año siguiente, 1753, la MARÍA ELIZABETH33 entra en
el puerto de Curazao 3 veces, en los días anotados y el 23 de octubre de 1752. La primera vez llega del
SURESTE, con azúcar, carga inusual, que solía venir tan sólo del NORTE y del NORESTE (es muy
posible que, en su regreso del NORTE/NORESTE, viniese bordeando la costa venezolana, de allí
que se haya señalado SURESTE), mientras que en las otras 2 entradas llega del OESTE, la costa de
Cartagena a Río de Hacha, con tintóreo en los dos casos, con la adición de cueros en el último. Tengo
un único dato de salida, hacia el SUROESTE, el 11 de octubre de 1752.
1757
de Alcedo, Capitán de las Reales Guardias Españolas], DICCIONARIO GEOGRÁFICO-HISTÓRICO DE LAS INDIAS
OCCIDENTALES Ó AMÉRICA, Con Licencia en la Imprenta de Benito Cano, en Madrid año de 1786. 29 El capitán era Joseph de Lara. 30 El capitán era Nathael Hunt. 31 El capitán era Anthony de la Rooh. No debía ser el barco de nombre similar, reseñado en 1747, pues aquél viajaba hacia el Norte, en un régimen de viaje marcadamente distinto al de éste caso. 32 El capitán era Daniel Seymour. 33 El capitán era Johannes Jansz.
• El AMPARO34 llega 2 veces de Saint Domingue, el 8 de enero y el 22 de marzo de 1757, con cacao en
el segundo caso, regresando a la colonia francesa el 4 de abril del mismo año.
• El EENIGHYD35 sale hacia el NORTE el 6 de enero, de donde regresa, aunque por la vía SURESTE,
siguiendo la ruta costera de Cumaná, con café y azúcar; el 26 de abril regresa del NORTE, sin carga
señalada, y el 23 de mayo lo hace otra vez del SURESTE, ahora sí con la natural carga de cacao y
cueros, a donde regresa el 3 de junio.
• El FORTUIJN36 llega a Curazao el 5 de enero de 1757 desde el norte, con carga de carne y mantequilla
(probablemente desde Nueva York o algún puerto de Nueva Inglaterra), partiendo 9 días más tarde, el
14 de enero rumbo a la cercana Aruba, a donde regresa el 25 de marzo. Retorna de tal isla el 20 de
abril, con carga de cacao y cueros, seguramente de la costa venezolana, partiendo al norte el 4 de
octubre. No hay más datos, pero es posible que conjugase varios viajes cortos por costas venezolanas,
con largos a Nueva Inglaterra. Para el mismo año de 1757 tengo datos de 4 embarcaciones más.
• La SÓLIDA37 llega el 2 de marzo de la isla Granada (todavía ocupada por los franceses), con carga de
cacao, tal vez de la misma isla, tal vez de la costa caraqueña o cumanesa, así como con azúcar,
partiendo el 17 de mismo mes con destino a Saint Domingue.
• El JONGE JURRIAN38 sale entre el 17 de junio y el 24 de octubre cuatro veces, una hacia el sur, la
primera, las otras 3 hacia el norte, el 25 de julio, el 13 de septiembre y el 24 de octubre; no tengo otros
datos, pero estos 3 viajes dejan un patrón de unos 45 días de viaje.
• El GEBROEDER39 sale hacia el sureste el 11 de enero del mismo 1757, de donde regresa el 26 de
febrero, con carga de cacao y cueros; repite viaje y carga el 11 de marzo y el 18 de abril; sale el 4 de
agosto con el mismo destino, pero retorna el 15 de noviembre desde el NORTE, (probablemente
NORESTE) con la natural carga de azúcar y café.
• Finalmente, el San JOSEPH40 llega de Saint Domingue el 6 de enero del mismo año, con carga de
cueros, saliendo hacia Coro un día después, de donde regresa el 24 del mismo enero con carga de
madera; el giro que sigue parece repetirse en otras dos ocasiones, pues sale hacia Puerto Rico el 11 de
marzo, regresando de Martinique el 30 del mismo mes, con carga de cueros (probablemente
34 El capitán era Domingo Fernández. 35 En el primer caso, el capitán era Nicolás Gómez, en el tercero, Claas Gómez, y en los restantes Johannes Gómez. 36 El capitán era Pieter Oberg. 37 El capitán era Manuel Hernando. 38 El capitán era J. Boom. 39 El capitán era Jurrian H. Zeyl. 40 En los cinco primeros casos y en el noveno, el capitán era Manuel de Barrio, en los restantes Pedro Carrera.
portorriqueños, aunque podrían proceder, también, de la costa de Cumaná), saliendo otra vez hacia
Coro el 6 de mayo, retornando el 17 de junio de Granada, con harina y pan, y volviendo a salir hacia
Puerto Rico el 26 de junio, y hacia la costa el 27 de agosto.
Quedan, así, varios patrones de comportamiento41, que complementan la tipología arriba
señalada:
• Existía una distribución racional del tráfico de las embarcaciones, dedicándose algunas a los viajes
más cortos, casi locales, entre Curazao y la costa de Coro, y cuando mucho de Caracas, nutriendo el
comercio del cacao, el tabaco y los cueros, así como bastimentos para la dieta diaria42.
• Uno hacia el occidente, hacia costas de Río de Hacha, Santa Marta y Cartagena, el Caribe
neogranadino, para comerciar el palo tintóreo43.
• Uno hacia el norte franco, hacia los puertos de Nueva Inglaterra, que proveían harina, carne,
mantequilla, etc., o a las colonias sureñas de Carolina, de donde venía arroz44.
• Uno hacia las Antillas orientales, especialmente las francesas45, que servían al comercio curazoleño
con azúcar, café y productos secundarios, como el índigo, y que conjugarían el viaje con el trato en las
costas de Santo Domingo y Puerto Rico46.
41 De los diversos impuestos que pagaban las embarcaciones cuando entraban en el puerto de Curazao hay uno cuyos registros pueden resultar interesantes para detalar mejor el comercio de la isla: los barcos extranjeros pagaban un impuesto especial dispusto por resolución de 1675, por la nueva Compañía de las Indias Occidentales holandesa: se cobraba un 8% a todos los productos importados y 5% a los que se extraían de la isla utilizando embarcaciones no holandesas (ver Goslinga, Cornelis Ch.: A SHORT HISTORY OF THE NETHERLANDS ANTILLES AND SURINAM, The Hague, Nijhoff, 1979). He podido seguir la pista a unos 60 que lo pagaron en la segunda mitad del año 1753 (del 1 de julio al 31 de diciembre), y que se encuentran en ARA, NWIC, tomo 600, fols. 110-148. Como siempre, las conclusiones nunca son “concluyentes”, sobre todo por la inconsistencia de los datos de procedencia de embarcaciones y cargas, pero son bastante más que ilustrativos. 42 El San Antonio (Saint Anthony), a su mando Valentín de los Reyes, entró en el puerto el 20 de agosto de 1753, con carga de cacao, 893 libras, cuero, 5.561 libras y tabaco de Coro (obviamente de Barinas), 8 canastas (ARA, NWIC, tomo 600, fol. 124), así como el 8 de octubre, con carga de cacao de Caracas, 4.611 libras, y cueros (se supone de Caracas), 3.474 libras (Idem, fol. 132). 43 El Suzanna, capitán Ed Torner, entró en el puerto el 10 de diciembre de 1753 con carga de palo de campeche, 52.200 libras, y brasilete, 19.500 libras (Idem, fol. 145). 44 El 2 de julio de 1753 entró en Curazao el Francis, capitán Viner Leicraff (sic), con carga de harina, 177 barriles, mantequilla, 38 barriles, pan, 185 barriles, carne, 115 barriles, ciruela, 2 barriles, y 431 libras de tabaco (Idem, fol. 111). 45 El 9 de agosto de 1753, entró en puerto el América, capitán M. Dupuy, con carga de gengibre, 23.283 libras, vino, 3 barriles, ron, 111 galones, licor, 112 botellas, vino fontenak (sic), 340 botellas, café, 1.939 libras, y rosinen (sic, ¿será escaramujo?), 398 libras (Idem, fol. 115-116), o el Diamant, capitán J. Rowan, que entró en Curazao el 11 de julio con carga
• Finalmente, y probablemente completando el patrón anterior, el de la costa oriental venezolana, que
ofrecería cacao y cueros47.
Salvo para el caso norteamericano, probablemente el viaje de las embarcaciones curazoleñas, en
general pequeñas (bergantines y goletas, no mayores de 20 toneladas de arqueo), tendría dos
posibilidades48: una, a destino y trato seguro, en el que el comerciante curazoleño iba a realizar un
trato preestablecido; otro, a destino y trato incierto, en el que el comerciante se aventuraba por las
costas y las islas, dirigiéndose a los lugares o puertos de comercio habituales. En este caso, dos eran
las posibles circunstancias en que podría darse dicho viaje, dependiendo ello del destino: cuando se
dirigían a las costas españolas, obviamente el comercio era en contra de la ley, o contrabando (salvo
cuando se daban excepcionales casos de paz o neutralidad entre ambas metrópolis), por lo que los
riesgos eran elevados, tal como lo mostró el funcionamiento de los guardacostas de la REAL
COMPAÑÍA GUIPUZCOANA DE CARACAS, que apresaron más de 500 embarcaciones (y su tripulación
y productos) curazoleñas en los 50 años de su existencia49; cuando se dirigían a otras costas, la
de azúcar, 16.620 libras, arroz, 9.363 libras, jengibre, 5.166 libras, tabaco, 1.673, vino de Madeira, 12 pipas, confitura de jengibre, 50 libras, cacao de Martinique, 1.992 libras (Idem, fol. 116). 46 Este parece ser el caso del Morgensten (sic), capitán P. Valk, probablemente danés, o de sus Antillas, que hizo puerto el 5 de septiembre de 1753 con carga de guayacán, 59.775 libras, cacao de Martinique, 4.120 libras, carei, 77 libras, y pimienta de Puerto Rico, 513 libras (Idem, fol. 128). 47 Es difícil confirmar este tipo de viaje sin referencia precisa de la procedencia, pero, probablemente el caso del Saint Patrick, capitán Thomas Heyden, podría ser un ejemplo parcial, el del caso que vincula las dos sub-regiones (francés y cumanés), pues llegó el 20XI1753 con carga de arroz, 8.078 libras, jengibre, 15.048 libras, cueros, 3.405, y de becerro, 33 piezas, así como cacao de Caracas, 20.235 libras, y café, 529 libras (Idem, fol. 142). 48 Para ver varios casos al respecto, ver mi ya citado CURAZAO Y LA COSTA DE CARACAS, op. cit., pp. 259-270, así como “El corso de la Compañía Guipuzcoana: los casos de la lancha San Fernando y de la balandra Nuestra Señora de Aranzazu”, de pronta aparición en ITSAS MEMORIA. REVISTA DE ESTUDIOS MARÍTIMOS DEL PAÍS VASCO (San Sebastián, Untza Museoa). Para muestra, baste recordar lo que decía un antiguo corsario de la Compañía Guipuzcoana: “Por disposición del Comandante del Corso [de la Compañía Guipuzcoana], había en Curazao un sujeto de satisfacción quien daba noticia de las embarcaciones de la Provincia, que cada día entraban en dicha isla (…) así como de todas las holandesas y consignadas a qué sujetos, esto mismo se prueba con varias canoas, piraguas y lanchas, que se cogían en la travesía de la costa, para dicha isla con cueros, cacao, tabaco y plata fuerte, a quienes se les encontraban cartas para sujetos de la referida isla con nóminas o facturas de los géneros que pedían, con el Santo y el paraje a donde debían recalar las embarcaciones, ofreciendo tener pronta la carga de retorno en mulas, cacao, cueros o tabaco”…, en “Relación firmada por Manuel Antonio de Urtesábel contentiva de las observaciones hechas al Corso con el fin de exterminar el comercio ilegal, acompañado de un cuadro de los apresamientos realizados por las balandras corsarias de la Compañía Guipuzcoana, Nuestra Señora de Aranzazu y La Borbón”, sd, 18i1788, AGI, Audiencia de Caracas, 784, copiada en Jimeno, Odahilda: APROXIMACIÓN A LAS FUENTES PARA EL ESTUDIO DEL RESGUARDO MARÍTIMO DE LAS COSTAS E ISLAS DE LA
PROVINCIA DE VENEZUELA DURANTE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII Y OTROS TEMAS PARALELOS
(COMPILACIÓN DOCUMENTAL), Caracas, Tesis de grado de la Escuela de Historia, UCV, 1997, p. 199. 49 La cifra es la recogida en los cuadros presentados por Vicente de Amézaga y Aresti, en VICENTE ANTONIO DE ICUZA, COMANDANTE DE CORSARIOS, Ediciones del Cuadricentenario, 1966, pp. 189-200, que tiene registrados 266 casos entre
situación era diversa, dependiendo el riesgo y la franqueza del comercio, que dependía, en general, de
la situación de guerra entre las potencias, y su expresión real en el Caribe, pues Holanda pasaba por
ser una nación “neutral”.
Algo podría decirse respecto a la procedencia de los capitanes de las embarcaciones: de acuerdo
con lo señalado en los dagregister, destacan 5 de probable procedencia hispana: Manuel Marchena,
capitán del SARA, en 1747 se dedicaba al comercio del cacao en las costas venezolanas,
probablemente caraqueñas; Joseph de Lara era capitán del DRIE DOCHTER (TRES HERMANAS), que
probablemente se dedicaría al comercio de bastimentos (maíz) entre Coro y Curazao, en 1752;
Domingo Fernández, capitán del AMPARO, en 1757 comerciaba con Santo Domingo español;
Manuel de Barrio y Pedro Carrera eran capitanes del SAN JOSEPH, que se dedicaba el mismo año al
tráfico circular Curazao, Coro y Santo Domingo y Puerto Rico, aunque también Granada,
Finalmente, Manuel Hernando, capitán de la SÓLIDA, hacia un trabajo semejante en el mismo 1757.
Los demás capitanes, curazoleños la mayoría, eran holandeses o judíos, aunque también había
ingleses, sobre todo los relacionados con el comercio con Nueva York o con Jamaica.
Además, podría considerarse lo que he denominado el “comercio mulero”, del que el caso del
SAINT, de 1729, ya da idea, y que ya he referido arriba y presentado en otra parte50. Por su medio, los
comerciantes curazoleños llevaban mulas procedentes de los llanos interiores venezolanos a las
pequeñas y grandes Antillas, especialmente a las francesas51, a mover los molinos de los trapiches
1748 y 1780. Otras fuentes permiten afirmar que tal cifra es francamente reducida, ver, p. e., en mi CURAZAO Y LA
COSTA DE CARACAS, op. cit., pp. 221-223, y el Cuadro 11, pp. 248-253. Probablemente, la cifra de apresamientos de embarcaciones curazoleñas por corsarios de la Compañía Guipuzcoana pasase de varios miles; para ver un juego de cifras al respecto, y una pequeña evaluación de las presas efectuadas por dos embarcaciones del corso de dicha compañía, ver mi “El corso de la Compañía Guipuzcoana: los casos de la lancha San Fernando y de la balandra Nuestra Señora de Aranzazu”, o los trabajos de Gerardo Vivas, por ejemplo, “Botín a bordo: Enriquecimiento ilícito en el corso guipuzcoano durante el siglo XVIII”, presentado como ponencia en la 51 Conferencia anual del SECOLAS, Santo Domingo, República Dominicana, marzo 4-6, 2004, Panel 2: “Informal commercial networks in the 17th & 18th Century Caribbean”, publicado en Caracas, Preprint, 2004, 77 p. (el artículo en cuestión está en pp. 66-75). El mismo capitán Manuel Antonio Urtesábel, en el mismo documento reseñado en la nota anterior, decía lo siguiente: “La experiencia de doce años de Corso [más o menos entre 1770-1784], y haber apresado más de 400 embarcaciones de todas naciones”…, la mayoría holandesas (ver p. 198). 50 Ver mi “El comercio de las mulas en la Venezuela del siglo XVIII: datos para una historia olvidada”, op. cit., referido en nota Nº 17. 51 David Geggus, refiriéndose al comercio que se realizaba en Saint Domingue en la época pre-revolucionaria, señala que …“Though the adjoining colony of Santo Domingo supplied a small number of asses, most mules appear to have come from Venezuela, on which the the South Province depended”…, en Geggus, David: “The Major Port Town of Saint Domingue in the Later Eighteenth Century” en ATLANTIC PORT CITIES, ECONOMY, CULTURE, AND SOCIETY IN THE
ATLANTIC WORLD, 1650-1850, editado por Franklin W. Knight y Peggy K. Liss, Knoxville, UTP, 1991; la cita es de p. 97. Obviamente, de la vecina española se llevaba mucho ganado, sobre todo reses y mulas; Antonio Gutiérrez Escudero
azucareros. Las embarcaciones acostumbraban a “hacer hierba” en las islas de Los Roques y las de
Aves, para luego dirigirse a tierra firme, en busca de las mulas.
No acaba aquí lo que se puede reconstruir con los dagregister, pues de la serialización anual
podemos obtener adicional información. Si reducimos la inmensa variedad de topónimos recogidos
en las listas a regiones geográfico-políticas, podemos formar un cuadro claro de cómo se distribuía la
presencia de los polos opuestos de los ejes de la compleja trama del comercio curazoleño. Los
cuadros que acompañan, y sus gráficos, para los años 1729, 1732, 1737, 1742, 1749, 1752 y 1757,
muestran una situación que calza con la importancia de la Costa Venezolana en el comercio
curazoleño, lo que no es una sorpresa.
en POBLACIÓN Y ECONOMÍA EN SANTO DOMINGO (1700-1746), Sevilla, PEDPS, 1985, muestra un panorama claro de la producción y comercio santodominguino en la época, especialmente en el V: “La Ganadería”, pp. 125-170; respecto al asunto de las mulas, recoge un comentario del gobernador José de Solano y Bote (que venía de serlo de la provincia de Venezuela) relativo a los males que ocasionó en la ganadería de la colonia …“la prohibición de comerciar mulas y caballos con los galos”… para cuya recuperación proponía la franqueza del comercio de ganado con los vecinos franceses) en p. 144, nota al pie Nº 57); también se puede revisar Sevilla Soler, María Rosario: SANTO DOMINGO, TIERRA
DE FRONTERA (1750-1800), especialmente el apartado “La saca de ganado a la colonia francesa”, pp. 151-171.
Cuadro 1: Movimiento del puerto de Curazao: salidas, por destino y año, 1729-1757
Lugar/Año 1729 1732 1737 1742 1747 1752 1757 Norteamérica 27 30 33 13 16 21 5
Bermudas 2 7 6 4 0 1 0 Jamaica 12 19 7 9 14 7 8
BLI 24 23 13 5 2 10 8 Saint Domingue 5 0 10 0 0 0 19
FLI 23 20 16 14 2 2 3 Aruba, Bonaire, etc. 10 10 6 4 16 31 6
HLI 5 12 22 10 7 4 10 Surinam, etc. 0 0 1 2 0 1 0
Antillas Españolas 0 0 21 1 0 0 0 Cuba 1 1 0 0 2 0 2
Puerto Rico 10 13 24 0 0 0 3 Santo Domingo 2 19 32 18 7 4 0 Centroamérica 0 0 1 3 0 0 1 Nueva Granada 20 17 15 0 2 2 1
Costa de Venezuela 253 258 240 123 173 239 227 Holanda 15 27 13 9 24 13 30 Madeira 0 1 0 0 1 2 0
Otros de Europa 1 1 0 0 0 0 0 Otros 3 7 4 2 0 4 17 Norte 0 0 0 0 0 0 105
Noreste 0 0 0 16 77 9 0 Oeste 0 0 0 39 40 14 5
Cuadro 2: Movimiento del puerto de Curazao: salidas, por área y año, 1729-175752
Lugar/Año 1729 % 1732 % 1737 % 1742 % 1747 % 1752 % 1757 % Totales % Colonias Británicas 65 16% 79 17% 59 13% 31 13% 32 9% 39 11% 21 5% 326 12% Colonias Francesas 28 7% 20 4% 26 6% 14 6% 2 1% 2 1% 22 5% 114 4%
Colonias Holandesas 15 4% 22 5% 29 6% 16 7% 23 7% 36 10% 16 4% 157 6% Costa de Venezuela 253 62% 258 56% 240 52% 123 53% 173 50% 239 69% 227 53% 1.513 57% Colonias Españolas 33 8% 50 11% 93 20% 22 10% 11 3% 6 2% 7 2% 222 8%
Norte 0 0% 0 0% 0 0% 16 7% 77 22% 9 3% 105 25% 207 8% Holanda 15 4% 27 6% 13 3% 9 4% 24 7% 13 4% 30 7% 131 5%
Otros de Europa 1 0% 2 0% 0 0% 0 0% 1 0% 2 1% 0 0% 6 0% TOTALES 410 100% 458 100% 460 100% 231 100% 343 100% 346 100% 428 100% 2.676 100%
52 Para el Cuadro 2 y para el subsiguiente Cuadro 4, las conversiones regionales se hicieron ponderando las embarcaciones cuyo origen o destino estaba indicado por los puntos cardinales, o sus derivaciones, así como por referencias geográficas, como costa, mar, etc., y añadiéndolas a las que tenían indicaciones claras. Siempre será inexacto el resultado pero nunca incierto. Los totales de ambas versiones de los cuadros generales no calzan exactamente debido a las reducciones que he tenido que hacer, por lo que he totalizado sólo en los cuadros por área.
Gráfico 2: Movimiento del puerto de Curazao: salidas, por destino y año, 1729-1757
Cuadro 3: Movimiento del puerto de Curazao: entradas, por origen y año, 1729-1757
Lugar/Año 1729 1732 1737 1742 1747 1752 1757 Norteamérica 42 37 43 35 46 30 9 Bermudas 0 1 0 5 0 0 3 Jamaica 9 12 5 7 7 6 7 BLI 38 29 17 6 8 18 19 Saint Domingue 6 0 4 0 0 0 33 FLI 19 27 18 36 4 22 32 Aruba, Bonaire, etc. 5 2 4 4 15 24 6 HLI 8 23 25 16 17 7 28 Antillas Españolas 0 0 3 0 0 0 0 Cuba 1 1 0 0 2 0 3 Puerto Rico 8 9 21 1 0 4 Santo Domingo 6 24 21 32 5 8 0 Centroamérica 0 0 0 0 0 0 0 Nueva Granada 11 21 12 0 0 1 2 Costa de Venezuela 211 222 99 84 131 166 179 Holanda 15 14 11 13 20 8 16 Madeira 6 4 4 4 1 7 0 Irlanda 2 0 0 0 1 1 1 Otros de Europa 0 0 0 1 0 0 1 África 0 5 1 0 0 0 0 Otros 5 2 2 4 0 2 11 Norte 0 0 0 0 1 0 72 Noreste 0 0 0 22 56 9 0 Oeste 0 0 0 37 29 20 1
0
50
100
150
200
250
300
1729 1732 1737 1742 1747 1752 1757
Año
Em
bar
caci
ones
Colonias Británicas
Colonias Francesas
Colonias Holandesas
Costa de Caracas, etc.
Colonias Españolas
Norte
Holanda
Otros de Europa
Cuadro 4: Movimiento del puerto de Curazao: entradas, por área y año, 1729-1757
Lugar/Año 1729 % 1732 % 1737 % 1742 % 1747 % 1752 % 1757 % Totales % Colonias Británicas 89 23% 79 18% 65 22% 53 20% 61 19% 54 18% 38 8% 439 18% Colonias Francesas 25 6% 27 6% 22 8% 36 14% 4 1% 22 7% 65 15% 201 8%
Colonias Holandesas 13 3% 25 6% 29 10% 20 8% 32 10% 31 10% 34 8% 184 7% Costa de Venezuela 211 55% 222 52% 99 34% 84 32% 131 42% 166 54% 179 40% 1.092 44% Colonias Españolas 26 7% 55 13% 57 20% 32 12% 8 3% 9 3% 9 2% 196 8%
Norte 0 0% 0 0% 0 0% 22 8% 56 18% 9 3% 105 23% 207 8% Holanda 15 4% 14 3% 11 4% 13 5% 20 6% 8 3% 16 4% 97 4%
Otros de Europa 8 2% 4 1% 5 2% 5 2% 2 1% 8 3% 2 0% 34 1% África 0 0% 5 1% 1 0% 0 0% 0 0% 0 0% 0 0% 6 0%
Totales 387 100% 431 100% 289 100% 265 100% 314 100% 307 100% 448 100% 2456 100%
Gráfico 3: Movimiento del puerto de Curazao: entradas, por destino y año, 1729-1757
Cuadro 5: Movimiento del puerto de Curazao: porcentajes entrada/salida, por área y año, 1729-
1757
Lugar/Año 1729 1732 1737 1742 1747 1752 1757 Totales Colonias Británicas 16/23 17/18 13/22 13/20 9/19 11/18 5/8 12/18 Colonias Francesas 7/6 4/6 6/8 14/36 1/1 1/7 5/15 4/8 Costa de Venezuela 62/55 56/52 52/34 53/32 50/42 69/54 53/40 57/44 Colonias Españolas 8/7 11/13 20/20 10/12 3/3 2/3 2/2 8/8
Norte 0/0 0/0 0/0 7/8 22/18 3/3 25/23 8/8
El papel de lo que denomino la Costa de Venezuela, especialmente la Costa de Caracas y la Costa de
Coro, en el total del movimiento del puerto de Curazao en el giro caribeño, es central, incluso
considerando el hecho de que las embarcaciones dedicadas a tal tráfico fuesen menores que las
dedicadas a los otros, y que el volumen de la carga fuese menor: el hecho de que, en los años de la
muestra, el 57% de las embarcaciones salidas de Curazao, y el 44% de las que entraron, tengan tal
procedencia, no deja duda alguna: el comercio venezolano era el corazón del comercio curazoleño. Y
ello se confirmará a continuación, al revisar los productos que alimentaron el tráfico Curazao-
Amsterdam, es decir, el giro atlántico. Llama, también, la atención el hecho de que las colonias
británicas tengan casi un 10% más de presencia en los cuadros, cuando, como se verá más adelante,
0
50
100
150
200
250
1729 1732 1737 1742 1747 1752 1757
Año
Em
bar
caci
ones
Colonias Británicas
Colonias Francesas
Colonias Holandesas
Costa de Caracas, etc.
Colonias Españolas
Holanda
Otros de Europa
Africa
los datos referidos a las cargas podría podrían llevar a pensar en una situación inversa, o cuando
menos más pareja; obviamente, la distribución de las embarcaciones recogidas bajo el rubro de
NORTE, podría esconder la verdadera situación, ya referida, en el caso de que la balanza cayese más
por el lado de las islas francesas, lo que probablemente sucediese.
También es de destacar la elevada, y permanente, presencia de embarcaciones de las colonias
británicas continentales, en una cantidad más o menos semejante a la de las demás colonias británicas
juntas, debiendo recordar que de aquéllas procedían productos y bienes de consumo local, o cuando
mucho caribeño, mientras que de las demás, y de las colonias insulares francesas también, lo que
llegaba era en tránsito, para ser dirigido a Holanda. Por lo que corresponde a las colonias españolas,
la costa de Cartagena y las Antillas españolas fundamentalmente, tienen alguna entidad, siempre muy
secundaria, cuando el comercio caraqueño se encuentra limitado a los curazoleños debido a la
presencia de la Compañía Guipuzcoana y su corso.
En lo que respecta a éstas áreas, también llama la atención el hecho de que sea más común la
indicación de la procedencia, en comparación con la del destino, cuando para el caso venezolano se
da la situación contraria, ¿será que era más fácil decir que se salía para la costa de Caracas?, o que,
siendo tal el rumbo tomado, en las épocas más difíciles del comercio curazoleño-caraqueño no
quedaba más opción que continuar el viaje, en busca de mejores oportunidades, llegando a colonias
francesas e inglesas? Tal situación parece desprenderse del caso del año 1742, cuando la llegada de
embarcaciones de las colonias francesas es, porcentualmente, mayor que la de la costa venezolana,
36% por 32%, cuando la salida sí presentaba unas cifras más predecibles, 14% por 53%.
LOS PRODUCTOS COMERCIADOS
Muchos fueron los productos transportados por las naves de la Westindische Compagnie en su viaje
de retorno a Holanda, entre los cuales se pueden singularizar el cacao, el tabaco, el cuero, el palo
tintóreo, el azúcar, el café, el algodón, el índigo, los jugos de cítricos y sus conchas, las especias, el
carey, el cobre y el estaño, productos medicinales y de la farmacopea, cochinilla y onoto (o rokoe),
confituras, así como un largo etcétera, que contemplaría dientes de elefante, coral o cedro53.
53 Para el caso de los conocidos del cacao, tabaco y cueros, así como para los algo menos conocidos en el ámbito venezolano, como los palos tintóreos, azúcar, café y añil, no haré mayor reseña que lo incorporado en el texto; para los demás, menos conocidos, trataré de dar alguna noticia en los correspondientes cuadros anexos, infra. He usado, como
De todos estos productos54 voy tan sólo a analizar los cinco primeros, que sin lugar a dudas
fueron los fundamentales en dicho comercio (el resto, junto con los primeros, aparece recogido al
final, en forma de cuadros anexos).
• El CACAO fue un producto típicamente venezolano, procedente especialmente de lo que en aquella
época se llamaba Costa de Caracas55, y era conocido en el mercado de Amsterdam como cacao Caracas;
aunque en reducidas cantidades, y para el primer tercio del lapso contemplado, algo, muy poco,
proviene de Martinique, y una porción insignificante del resto del área caribeña.
• El caso del TABACO, aunque también es fundamentalmente un producto español, es ligeramente
distinto, pues la presencia en los envíos de tabaco provenientes de Puerto Rico y Cuba (aunque éste
en bastante menor cantidad) es mayor, sin que aparezca producción de posesiones de otras potencias
europeas, salvo algo insignificante de la propia isla de Curazao; sin embargo, el tabaco de Barinas es el
que aparece más comúnmente en los sobordos. Cabría destacar que tanto el cacao de Caracas como el
tabaco de Barinas eran cotizados en el mercado de Amsterdam en forma singular, lo que no sucedía
con los de otras procedencias de la cuenca del Caribe, excepto para el tabaco de La Habana56, que
llegaría por una vía distinta a la del comercio curazoleño.
• El caso de los CUEROS es más parecido al del cacao, pues la presencia del cuero Caracas, como se
denominaba, era mucho mayor que la del de Santo Domingo y el de Cuba, sobre todo si se considera
regla general, obras de viajeros, botánicos o vecinos de la época estudiada, en las que abundan las de origen francés; además de las que citaré infra, destacan: Bellin, Jacques Nicolas: DESCRIPTION GÈOGRAPHIQUE DE LA GUAYANE: Contenant les Possessions et les Etablissemens des François, des Espagnols, des Portugais, des Hollandois dans ces Vastes Pays. Le Climat, les productions de la terre et les animaux, leurs habitans, leurs múurs, leurs coutumes et le Commerce qu’on y peut faire. Avec des Remarques pour la Navigation et des Cartes, Plans et Figures, dressèes au dèpost des Cartes et Plans de la Marine, par ordre de M. le Duc de Choiseul, Colonel Gènèral des Suisses et grisons, Ministre de la Guerre et de la Marine, Didot, 1763, 294 p.; Bronson, J. and R.: EARLY AMERICAN WEAVING AND DYEING. THE DOMESTIC MANUFACTURER'S ASSISTANT AND FAMILY
DIRECTORY IN THE ARTS OF WEAVING AND DYEING, William Williams, Utica, 1817; “Estado del Virreinato de Santafé, Nuevo Reino de Granada, y relación de su gobierno y mando del excelentísimo señr Bailio Frey don Pedro Messia de la Cerda…, 1772” en RELACIONES E INFORMES DE LOS GOBERNANTES DE NUEVA GRANADA, Tomo I, Bogotá, Biblioteca Popular, 1989, editado por Germán Colmenares (Capítulo V, pp. 153-270); Labat, Jean-Baptiste (R. P. de l'Ordre des Frères-Précheurs): NOUVEAU VOYAGE AUX ISLES DE L’AMERIQUE contenant l'histoire naturelle de ces pays, l'Origine, les Moeurs, la Religion et le Gouvernement des Habitans anciens et modernes, La Haye, Husson, 1724; de Préfontaine, M.: MAISON RUSTIQUE, A L’USAGE DES HABITANS DE LA PARTIE DE LA FRANCE ÉQUINOXIALE, CONNUE SOUS LE NOM DE
CAYENNE, Paris, J.B. Bauche, 1763; Bancroft, Edgard: AN ESSAY ON THE NATURAL HISTORY OF GUIANA, IN SOUTH
AMERICA: Containing a Description of many Curious Productions in the Animal and Vegetable Systems of that Country. Together with an Account of the Religion, Manners and Customs of several Tribes of its Indians. Interspersed with a Variety of Literary and Medical Observations. In several Letters from a Gentleman of the Medical Faculty, During his Residence in that Country, 1769. 54 Para una visión general de la producción del cacao, el tabaco, los cueros y el azúcar en la Venezuela de la época, ver mi CURAZAO Y LA COSTA DE CARACAS…, op. cit., pp. 63-96. 55 Ver mi CURAZAO Y LA COSTA DE CARACAS…, op. cit., pp. 303-331, en el que se incluyen también los casos del tabaco y los cueros. 56 Ver en Posthumus, N.W.: NEDERLANDSCHE PRIJSGESCHIEDENIS, Leiden, E.J. Brill, 1943, Tomo 1, pp. 195-208.
que en el primero de estos dos últimos lugares, la población vacuna había descendido
significativamente, o era comercializado por tierra hacia su vecina francesa.
• El caso de los PALOS TINTÓREOS (en especial el stokvishout o brasilete, probablemente el
Pernambuco hout que anota Posthumus) es bastante complejo; el origen, una vez más, era la costa
occidental de Venezuela, así como la oriental de la de Nueva Granada, todo el área que va desde
Tucacas hasta Río de Hacha y Santa Marta, aunque se precisen a veces otras procedencias. Resulta
dominante el Río de Hacha-hout, aunque también aparecen continuamente repetidos los envíos del,
sin adjetivar, stokvishout, el Santa Marta-hout, el geelhout, el Campeche-hout y del stokvishout de
Coro, así como del propio Pernambuco o Bahía-hout. El caso de los palos tintóreos ha sido muy
poco estudiado, pero ciertamente la importancia de este rubro comercial es grande, como se podrá
apreciar en los cuadros que acompañan, y más adelante, en el balance general57.
• El AZÚCAR58 supone lo contrario en lo que a estudios históricos se refiere, pues probablemente sea el
producto tropical más investigado por los historiadores, tanto caribeños, británicos y norteamericanos
como por franceses. Sin embargo, no hay estudios comprensivos del azúcar caribeño, quizás tan sólo
el de David Watts59, o el dedicado al ron, de John J. McCusker60, o la citada síntesis reciente de
David Eltis. No parece que, para la época estudiada, las colonias españolas tuviesen mayor incidencia
en el grueso del azúcar enviado a Holanda vía Curazao, pues ni siquiera aparece nombrada
singularmente alguna de sus colonias en los registros que utilizo, siendo las colonias francesas las
predominantes. Los azúcares enviados, que podían ser tanto del tipo moscabado como del blanco y
marrón, suponen, para el período estudiado, el 4% de toda la producción sumada de ambas colonias,
si se hace caso a los datos de Watts61. El peso relativo del comercio azucarero curazoleño no es muy
57 Según Antonio de Alcedo, el brasilete, palo de brasil, o simplemente “BRASIL (Caesalpina Brasiliensis). Árbol de madera roja y pesada del reino del Brasil en la América Meridional, de donde toma el nombre; el de mejor calidad y de donde más abunda es en la Provincia de Pernambuco, pero también se cría en otras muchas partes de aquel hemisferio y en la India Oriental (...) se usa para tornear diferentes cosas y toma un hermoso pulimento, pero su principal utilidad es en los tintes para dar el color rojo y aunque es espurio y se pierde con facilidad, se le mezcla alumbre y tártaro para fijarlo; también se hace de ella por medio de ácidos una especie de /162/ carmín y laca líquida para pintar en miniatura.”, en DICCIONARIO…, pp. 161-162. 58 No considero en este trabajo, sobre todo ilustrativo mas no exhaustivo, la compleja variedad de las calidades de los derivados de la caña de azúcar, para lo que se han escrito conocidas y adecuadas obras. 59 Watts, David: THE WEST INDIES: PATTERNS OF DEVELOPMENT, CULTURE AND ENVIROMENTAL CHANGE SINCE
1492, Cambridge, Cambridge University Press, 1987. En realidad es un excepcional estudio de geografía histórica que cubre todos los aspectos esenciales para entender la historia del Caribe, excepto el cultural. 60 RUM AND THE AMERICAN REVOLUTION: THE RUM TRADE AND THE BALANCE OF PAYMENTS OF THE THIRTEEN
CONTINENTAL COLONIES, New York & London, Garland Publising, 1989, 2 Vols. 61 Ver, en Watts, David: THE WEST INDIES: PATTERNS OF DEVELOPMENT…, op. cit., cuadros de pp. 287 y 288; el cálculo fue elaborado por mí: 51.917.914 en 1.299.085.760 libras de peso. La conversión de los volúmenes VAT y OXHOOFD (para los datos recogidos en ARA, de La Haya) se hizo usando un promedio de 800 libras por unidad –lo mínimos, y el
alto, pero hay que considerar que tanto Inglaterra como Francia, los grandes productores de azúcar de
la época, comercializaban ellos mismos su producción caribeña, contrariamente a lo que pasaba con
los principales productos de las colonias españolas, es decir el cacao, el tabaco, los cueros y los
tintóreos, que salían en una muchísima mayor proporción por vía del comercio holandés
(contrabando), en algunos casos en forma abrumadora, como pasa con los dos últimos.
• En el largo etcétera destacan, por la cierta importancia que llegan a tomar, el CAFÉ y el AÑIL, que los
holandeses reconocen como índigo. En general, ambos productos son cosechados y elaborados
primariamente en las colonias francesas, tanto Martinique y Guadeloupe como Saint Domingue, y
llegarán a Curazao en una proporción difícil de precisar, incluso aventurar, tal como pasa con los
demás productos, así como con la infinidad de pequeñas cargas de los restantes de poca monta,
muchas veces vendrían por intermedio del comercio de otras colonias, incluso de las de otras
potencias.
• Finalmente, es necesario recordar que el denso entramado del comercio caribeño ocasionaba que
muchos de los productos (que se aprovechaban, cultivaban y/o cosechaban en toda la cuenca
caribeña) fuesen a veces utilizados como instrumento de cambio, pudiéndose intercambiar cacao
caraqueño por azúcar francés en costas de Santo Domingo, de donde podrían ser enviados a Curazao,
u otras islas, de modo que la procedencia original quedase encubierta por el intermedio
santodominicano62, y viceversa. En lo que tiene que ver con la amplia presencia de comestibles,
fármacos, tintóreos y otros productos, muchas veces su procedencia, en buena parte la costa
venezolana, pero también las Antillas francesas y Santo Domingo, pudo, además, esconder el
comercio holandés entre sus colonias americanas (insulares o continentales, como Surinam) y la costa
de Guinea, que alimentaba en el sentido Este-Oeste la trata negrera, así como el que, por los mismos
de TONELADA (para los datos de David Watts) usando un promedio de 2.240 libras. John J. McCusker dedica el “Appendix C” de su libro a aclarar el complejo cuadro de los envases en los que se traficaba el azúcar en el comercio caribeño-norteamericano, en RUM AND THE AMERICAN REVOLUCIÓN, pp. 768-878. Sobre la inmensa variedad de envases utilizados en el comercio holandés, cuya variedad ya se evidencia en los cuadros “Anexos 9-13”, puede verse Welling, George M.: THE PRIZE OF NEUTRALITY. TRADE RELATIONS BETWEEN AMSTERDAM AND NORTH AMERICA
1771-1817. A STUDY IN COMPUTATIONAL HISTORY, Amsterdam, Hilversum 1998, especialmente los apéndices “Paalgeld Portbooks” que, corregidos y aumentados, pueden consultarse online en http://odur.let.rug.nl/~welling/appendix.html. 62 Llama la atención que en el comercio registrado de la parte española de la Hispaniola aparezcan importaciones y exportaciones incomprensibles de no mediar tal situación: no tiene sentido, por ejemplo, que de la española Santo Domingo se envíe a Cumaná, Margarita y Coro porciones de tabaco y cuero, o a Puerto Rico tabaco y cacao, o se envíe a Santo Domingo sebo o “bestias” desde Puerto Rico, puesto que eran los destinos más naturales productores de tales mercancías, o que desde los puertos venezolanos se enviase cueros, carne, sebo, pescado, lozas, azúcar (que casi no se exportaba), café, etc. Ver, por ejemplo, Sevilla Soler, María Rosario: SANTO DOMINGO, TIERRA DE FRONTERA (1750-1800), op. cit., pp. 203-215. En muchos casos pudo esconderse con los destinos señalados en los registros el comercio que se hacía con Curazao, u otros puertos francos, a donde se arribaría “por necesidad”. Al respecto, ver mi CURAZAO Y LA
COSTA DE CARACAS…, op. cit., pp. 290-293.
u otros intermedios, pudo tenerse con las Indias Orientales, todavía controladas comercialmente, en
gran medida, por los propios holandeses.
Antes de empezar a discutir los volúmenes de la comercialización de los productos, voy a tratar
de hacer una pequeña simplificación de lo que tiene que ver con los envases en los que se enviaban a
Holanda los frutos de América, pues es abrumadora la variada presencia de envases en los sobordos de
embarque hasta el año 1733, cuando la situación cambia, y empieza a ser lo común el detalle de las
partidas en libras de peso. Para el caso del cacao, para aclarar el caso más complejo, el envase que más
abunda es el zurrón (zeroen o ceroen)63, hecho con piel vacuna, que presenta una regularidad notable a
lo largo de todo el período, tanto en presencia como en capacidad, siendo su peso promedio de 100
libras, algo menos que las 110 libras que componían las fanegas (medida imaginaria o de cálculo)
caraqueñas. Después de los zurrones aparecen, con bastante regularidad e incidencia, los sacos
(sakken), que por la época, y según Hussey, correspondían a 2 y 1/5 fanegas; sin embargo, de la
relación que he elaborado se establece un promedio de 165 libras, es decir 1 y 1/2 fanegas por saco.
Una variedad de barril denominado en holandés vat, utilizado especialmente para el transporte del
azúcar (probablemente el hogshead inglés), también fue muy común para el envío del cacao, con un
promedio de 340 libras, sensiblemente muy inferior a las casi 1.000 libras que contenía si llevaba
azúcar, cosa que se entiende por las características físicas de ambos productos. En forma marginal
fueron utilizadas las balas (baalen), comunes en el comercio del algodón, de unas 210 libras, las pipas
(pipen), 460 libras, el okshoofd (del que no he encontrado versión castellana y cuya versión literal sería
cabeza de buey, seguramente el mencionado hogshead), que era otro tipo de barril, 300 libras, los paquetes
(packen), 170 libras, y las cajas (cassi), con 50 libras64. La reducción de los envases a cantidades en
libras presenta, sin embargo varias dificultades que creo necesario aclarar: por una parte, a un mismo
63 Este simple sustantivo esconde la compleja red, cultural y comercial, por decir algo, que origina y alimenta el comercio caribeño: según Antonio de Alcedo, el zurrón era “Saco de cuero de vaca, de una vara de alto y media de ancho, cosido con tiras del mismo cuero, en que traen a Europa el cacao, la quina, el tabaco, la grana y otros efectos.”, en DICCIONARIO…, op. cit., p. 287. Probablemente estaba equivocado en el uso de los zurrones en el transporte de tabaco, que se hacía en canastos (en los sobordos holandeses aparece como canaster, que en inglés se refiere a un “tabaco tosco utilizado sólo para fumar”, no para masticar ni para inhalar). El origen del término es ya ilustrativo: zurro, voz éuscara, o vascuence, es el origen del sustantivo castellano, y quiere decir saco. En el zurro transportaban los pastores vascos comida u otras cosas (ver Diccionario de la Real Academia Española Multimedia). El zeroen o ceroen de los holandeses tendría su origen en el término acuñado en castellano, y usado en el comercio caraqueño para denominar la bolsa o saco usado para transportar el cacao. 64 Las equivalencias las he elaborado estableciendo una media aritmética de los casos en que han aparecido ambas informaciones. No es la forma más ortodoxa de hacer el cálculo, pero creo que puede ser la más representativa; siempre quedará la duda relativa a la coincidencia de la reducción volumen-peso, pero dejar la información tal como aparece originalmente en la documentación, no tendría mayor valor o uso, sino, ver los “Anexos 9-13”.
envase rara vez corresponde un mismo volumen, pues las listas de embarque ordinariamente
presentan envíos de grupos muy abultados de cada uno de los envases: así, por ejemplo, no se precisa
un vat = 340 libras, sino 345 vat = 117.300 libras, de lo que se deduce que (y por comparación con
otros envíos) los envases van llenos en forma irregular, por lo que se me hace imposible precisar un
valor ideal, salvo como valor promedio de los casos; por otra parte, los envases no son todos iguales
entre sí, pues su variada procedencia (tanto espacial como temporalmente hablando) así lo impone;
tampoco sé si el envase reseñado es el original, procedente del cosechero o comerciante venezolano,
por ejemplo, o es uno dispuesto por el comerciante curazoleño (el contrabandista, en el intercambio
en la costa, o el mayorista representante, antes de ser enviado a Holanda, poco importa por ahora).
En cualquier caso, insisto, las correspondencias volumen-peso son sólo orientadoras, y tienen
utilidad sólo hasta 1733, pues a partir de esa fecha, y para el caso de los productos fundamentales,
casi toda la información viene dada en libras de peso.
Los datos globales del comercio de estos productos se recogen en el siguiente cuadro:
Cuadro 6: Comercio Curazao-Amsterdam, por productos, 1700-1756, en libras, excepto los
cueros, en unidades
Lapso Cacao Tabaco Cueros Tintóreos Azúcar 1700-04 3.062.901 127.028 90.930 3.980.458 2.191.444 1705-09 4.850.831 369.413 116.730 1.863.670 2.531.188 1710-14 9.326.006 459.248 87.829 2.818.778 923.538 1715-19 7.216.265 1.089.499 135.297 7.191.305 4.500.000 1720-24 7.249.987 2.070.550 145.859 2.399.816 2.449.600 1725-29 5.617.293 2.576.178 140.619 3.065.623 3.968.636 1730-34 1.995.550 1.960.013 88.007 2.099.972 6.295.582 1735-39 1.066.558 1.926.259 126.055 5.271.739 7.295.557 1740-44 8.248.058 1.690.735 137.819 3.349.682 2.888.271 1745-49 14.884.989 2.975.546 220.793 5.972.977 18.462.5921750-56 7.926.532 2.737.310 256.210 10.186.041 411.506 1754-56 2.533.939 196.731 97.558 2.614.070 0 Totales 73.978.909 18.178.510 1.643.706 50.814.131 51.917.914
Gráfico 4: Comercio Curazao-Amsterdam, por productos, 1700-1756, en libras, excepto los
cueros, en unidades
0,00
5.000.000,00
10.000.000,00
15.000.000,00
20.000.000,00
1700-
04
1710-
14
1720-
24
1730-
34
1740-
44
1750-
56
lapso
Lib
ras
/Un
idad
es
Cacao
Tabaco
Cueros
Tintóreos
Azúcar
El Cuadro 5: Comercio Curazao-Amsterdam, por productos, 1700-1756, en libras, agrupa los
rubros aquí comentados, aunque hay que destacar que quedarían por aclarar los demás productos,
que si bien no se comparan en importancia, muestran la profundidad de las raíces del comercio
holandés en el Caribe (ver Anexos 1-13).
Por su parte, el Cuadro 6: Comercio Curazao-Amsterdam, por productos, 1700-1756, en pesos,
da una idea más exacta del peso definitivo de los productos en el comercio holandés. Traducidos los
volúmenes a montos, podemos hacer los siguientes juegos numéricos: el tabaco es, definitivamente,
el producto más importante, pues supone el 38,32% del total del valor del comercio estudiado, y ello
debido al elevado precio que el producto tenía en el mercado de Amsterdam; en algunos lapsos es
superado por el cacao, al que corresponde un 32,20% del total. Los casos de los cueros y los
tintóreos suponen el 10,38% y el 11,90% del total, respectivamente, mientras que el azúcar tiene un
perfil mucho más bajo del que se desprende del cuadro anterior (de volúmenes, segundo después del
cacao), debido a su bajo precio, si lo comparamos con los del cacao y el tabaco, y llega apenas al
7,20% del valor total. El cacao, el tabaco, los cueros y los tintóreos proceden, casi en su totalidad, de
colonias españolas, especialmente de Tierra Firme, de la Costa de Caracas y de Cartagena, así como
de las islas de las colonias isleñas de Santo Domingo y Puerto Rico, mientras que, como ya se
apuntó, el azúcar procede de las islas francesas, y algo menos de las inglesas.
Así, los cuadros de comercio de productos sustentan las conclusiones derivadas de los dos
anteriores estudios, referidos al giro atlántico y al giro caribeño, tanto en lo que tiene que ver con el
movimiento de embarcaciones hacia los distintos destinos y desde las distintas procedencias, como
en lo que tiene que ver con el movimiento de embarcaciones de y hacia los Países Bajos.
Cuadro 7: Comercio Curazao-Amsterdam, por productos, 1700-1756, en pesos65.
Año Cacao Tabaco Cuero Palo Tintóreo Azúcar Café Totales 1700-1704 793.528 71.634 326.026 875.701 131.487 0 2.198.376 1705-1709 1.047.430 364.390 314.974 395.782 151.871 0 2.274.447 1710-1714 1.902.505 402.568 224.842 327.962 55.412 0 2.913.290 1715-1719 1.241.198 1.152.676 354.844 637.082 271.586 0 3.657.385 1720-1724 1.211.091 2.314.646 392.554 183.766 143.526 0 4.245.583 1725-1729 1.110.193 2.941.918 339.084 221.107 238.118 0 4.850.421 1730-1734 686.243 1.921.747 162.824 149.695 310.550 0 3.231.059 1735-1739 368.366 2.019.467 322.366 526.212 324.406 84.927 3.645.744 1740-1744 1.992.977 1.572.309 453.303 342.793 187.274 24.339 4.572.994 1745-1749 2.727.617 2.819.447 719.701 597.298 1.517.121 839.120 9.220.304 1750-1754 1.428.790 2.148.890 887.131 1.018.604 27.843 32.434 5.543.691 1755-1756 516.924 152.663 343.404 275.251 0 82.045 1.370.287 Totales 15.026.861 17.882.355 4.841.053 5.551.253 3.359.194 1.062.865 47.723.582
65 El cálculo está hecho con base en los precios recogidos por Posthumus, N.W.: NEDERLANDSCHE PRIJSGESCHIEDENIS, op. cit., pp. 195-208, promediados para los años señalados, y utilizando como referencia los productos espacialmente más cercanos en calidad o espacio, cuando no se trate de los mismos. El total de estos productos suma unos 47 millones de pesos, más o menos 10,6 millones de libras esterlinas de la época. Si hacemos caso a una fuente inglesa (“Account out of Charles Whitesonth’s Tables”, Public Record Office, COLONIAL OFFICE 318/1), la exportación de las Antillas inglesas a Inglaterra ascendió, entre 1750 y 1754 a un total de 34,2 millones de pesos, cifra semejante a la reportada de Curazao a los Países Bajos. Otra cuenta, en el mismo legajo, titulada “A Chronological Account of the Trade of England with the BWI, 1698-1786”, señala, para el lapso 1753-1755, un monto de 14,5 millones de pesos. No puedo dar fe de tales cifras, que han sido calculadas por mí a partir de los datos documentales, pero si revisamos la bibliografía más reciente encontramos afirmaciones como la siguiente: en el lapso 1750-1751, las Antillas inglesas exportaron a Inglaterra 1,5 millones de libras esterlinas (unos 6,75 millones de pesos), lo que correspondía al 18,8% del total de las importaciones metropolitanas, en McFarlane, Anthony: THE BRITISH IN THE AMERICAS, 1480-1815, Londres, Longman, 1994, p. 235, “Table 8.3”. El lado francés resulta más difícil de reconstruir pues no hay estudios sintéticos como sucede en el casó británico; usando una artículo de Schnakenbourg, Christian: “Statistiques por l’historie de l’economie de plantations en Guadeloupe et Martinique (1635-1835)”, en BULLETIN DE LA SOCIÈTÈ D’HISTORIRE DE LA GUADELOUPE, Basse Terre, Nº 31, 1977, y elaborando promedios por la incontinuidad de los cuadros, podemos concluir que para ambas islas la exportación a Europa sumó 14 millones de pesos (Guadeloupe, 760 mil; Martinique, 13.275 mil), aunque no he podido desglosar lo correspondiente, en valor, a los diversos productos, azúcar, café, algodón y cacao; para el primero de ellos, el volumen exportado en dicho lapso corresponde a 143 millones de libras de peso (Guadeloupe, 7.760 mil; Martinique, 135.520 mil). A mí me parece un cómputo exagerado: más ponderado parece el cálculo hecho por Watts, David: THE
WEST INDIES: PATTERNS OF DEVELOPMENT…, op. cit., Table 7.2 y Table 7.3, pp. 286-287, quien para el lapso 1700-1754 habla de 61.683T producidas por las Antillas inglesas, mientras que se podrían imaginar unas 50.000T producidas por las Antillas francesas, es decir, ligeramente mayor, y por lo tanto, mayor su exportación, fuese en la forma de ron, refinado o moscabado. Se ve, por lo que antecede, que el asunto del azúcar en lo referido a su producción y comercio está a la espera de un trabajo sintético; pero también el papel que jugó Curazao, y St Statius, en su comercialización hacia Europa. Para un acercamiento al comercio exterior de las Antillas francesas, ver, también, el trabajo de Doerflinger, Thomas M.: “The Antilles Trade of the Old Regime: A Statistical Overview”, JOURNAL OF INTERDISCIPLINARY HISTORY, Vol. 6, No. 3, MIT Press, 1976, pp. 397-415, que reconstruye el flujo comercial de las islas, y su incorporación al comercio de re-exportación francés; su llamado de atención respecto al valor final de los datos “estadísticos” que incorpora sirven perfectamente para este trabajo (ver pp. 397-399). Para la conversión de las monedas europeas, puede verse, por ejemplo, EIGHTEENTH-CENTURY CURRENCIES AND EXCHANGE RATES, en http://www.hudsonrivervalley.net/AMERICANBOOK/18.html (17I2005).
Gráfico 5: Comercio Curazao-Amsterdam, por productos, 1700-1756, en pesos.
Gráfico 6: Comercio Curazao-Amsterdam, por productos, 1700-1756, en pesos y % del valor
total.
0
1.000.000
2.000.000
3.000.000
4.000.000
5.000.000
6.000.000
7.000.000
8.000.000
1700-
04
1705-
09
1710-
14
1715-
19
1720-
24
1725-
29
1730-
34
1735-
39
1740-
44
1745-
49
1750-
56
1754-
56
Lapso
Peso
s
Cacao
Tabaco
Cueros
Tintóreos
Azúcar
15.026.861 (31%)
17.882.355 (38%)
4.841.053 (10%)
5.551.253 (12%)
3.359.194 (7%)
1.062.865 (2%)
CacaoTabacoCueroPalo Tintóreo AzúcarCafé
COMENTARIOS FINALES
Para tener una idea global del peso del comercio holandés en el Caribe, habría que considerar,
todavía, otros puntos: los datos muestran el caso de lo enviado desde Curazao a Holanda; faltaría por
precisar lo que iba a otros lugares, por ejemplo las colonias británicas de Norteamérica que, por lo
que se puede inferir de los datos del dagregister, no sería nada despreciable. También habría que
considerar lo que el propio circuito comercial caribeño absorbía, bien fuese para el consumo propio
de la región, o para ser usado en el comercio con sus respectivas metrópolis, aunque el peso de esta
segunda alternativa fuese reducido; para la primera de éstas, baste tan sólo recordar el caso de los
cueros, que eran utilizados abundantemente como amarras en los trapiches del Caribe, así como para
la confección de calzado, camas, etc., o recuérdese, también, lo que pasaba con las mulas
venezolanas, que eran comercializadas por los holandeses en las islas del Caribe oriental para mover
los molinos de los trapiches (como tales embarcaciones salían de Curazao hacia la costa coriana,
especialmente, para luego dirigirse a las Antillas francesas, en los registros del movimiento del puerto
de Curazao no aparecen registradas como dedicadas a tal comercio, es decir, no regresaban a la isla
cargadas de mulas).
Por otra parte, el tráfico que unía Saint Statius y las Guayanas holandesa con la metrópoli, corría
paralelo al que aquí ha sido analizado; el de la pequeña isla, si bien en un principio fue pocoo
importante, pronto, por las guerras que abundaron en todo el siglo XVIII, su importancia fue
creciendo, debido a su estratégica localización (lo que también había pasado con Curazao) y fue
desplazando a Curazao como principal puerto holandés en el Caribe, especialmente en la segunda
mitad del siglo; mientras, el crecimiento de las colonias continentales, Esquibo, Denerara y Surinam,
sobre todo en lo relativo al la producción de azúcar y café, fue notable, y pronto se transformaron en
la colonias más importantes de los holandeses en América, especialmente en la segunda mitad del
siglo66. Claro está, también coincidió este cambio con la creciente marginación del comercio
66 Para el caso de Saint Statius, ver Goslinga, Cornelis Ch.: THE DUTCH IN THE CARIBBEAN AND IN THE GUIANAS, 1680-1791, op. cit., especialmente el capítulo 6: “The "kleine vaart" in the Caribbean”, pp. 189-230, y el capítulo 11: “The Dutch Leeward Islands in the Seventeeth and Eighteenth Centurias”, pp. 76-86, así como Klooster, Wim: ILICIT RICHES, op. cit., especialmente el capítulo IX, “Dutch Trasatlantic Trade: Imports and exports”, pp. 174-177, y “Appendix 4-5”, pp. 225-227; para el caso de Surinam, ver Goslinga: THE DUTCH IN THE CARIBBEAN AND IN THE GUIANAS, 1680-1791, op. cit., especialmente el capítulo 14: “Surinam under the Chartered Society, pp. 96-101, así como Johannes Postma, Suriname and its Atlantic connections, 1667-1795”, pp. 287-322, en RICHES FROM ATLANTIC COMMERCE: DUTCH
TRANSATLANTIC TRADE AND SHIPPING, 1585-1817; sobre Demerara y Esequibo, se puede consultar, en la misma obra,
holandés en el Caribe, aunque, en términos absolutos, se mantuviese, o creciese en las coyunturas
bélicas, como especialmente pasó durante la guerra de independencia norteamericana.
Finalmente, el cuadro aquí presentado muestra una situación de interconexión, de relaciones
intercoloniales/interimperiales, sorprendente: el aislamiento de las colonias europeas en la América
del ámbito caribeño fue, para la época estudiada, una ficción que ni siquiera en aquella misma época
era creída, al margen de que fuese promulgada por casi todas las metrópolis. En las mismas
embarcaciones en que viajaban los productos, viajaron, también, personas, libros, ideas, artefactos,
prácticas, enfermedades y remedios; lo hicieron, surcando el mar Caribe, uniendo sociedades que
necesitaban unas de otras, que se alimentaron tanto económica como culturalmente, y se me hace
claro que por su intermedio, más rápida o más lentamente, más clara o difusamente, todo el
continente americano, español, francés, inglés, portugués, se nutrió de tal dinámica, especialmente en
lo que tiene que ver con las novedosas ideas respecto a la política y la ideología que fueron
apareciendo. Si la renovación que trajeron a América las ideas ilustradas europeas, vino en las cabezas
y en las maletas de los viajeros, obviamente el comercio arriba descrito fue uno de sus vehículos más
naturales y eficaces. Y probablemente, en este cruce de ideas, Venezuela jugó, emparejada con
Curazao, un papel de primer orden.
Eric Willem van der Oest, “The Forgotten Colonies of Esequibo and Demerara, 1700-1814”, pp. 323-361. Para todo el conjunto del comercio holandés, especialmente desde la perspectiva comparativa de sus diversas colonias, ver en Idem Enthoven, Victor: “An Assesment of Dutch Transatlantic Comerse”, pp. 385-445.
EL COMERCIO CURAZOLEÑO-HOLANDÉS, 1700-1756
ANEXOS
PRODUCTOS EXPORTADOS DE CURAZAO A AMSTERDAM, 1700-175667
Anexo 1: Algodón, en libras68
Año Algodón de Curazao de Saint Thomas Francés Totales 1700-1704 78.269 0 0 0 78.269 1705-1709 179.465 500 0 0 179.965 1710-1714 40.500 0 0 0 40.500 1715-1719 79.400 200 0 0 79.600 1720-1724 69.700 4.400 0 0 74.100 1725-1729 64.200 500 0 0 64.700 1730-1734 41.960 600 13.300 0 55.860 1735-1739 104.462 54.260 62.860 29.402 250.984 1740-1744 22.590 35.928 17.156 14.221 89.895 1745-1749 46.425 6.175 261 8.515 61.376 1750-1754 9.278 1.543 3.614 0 14.435 1755-1756 3.791 1.283 0 0 5.074 1700-1756 740.040 105.389 97.191 52.138 994.758
67 En los siguientes cuadros, cuando aparezca una cifra sin otro dato, me estoy refiriendo exclusivamente a libras de peso. 68 El algodón enviado de Curazao a Holanda era comúnmente singularizado como “eilanden”, de la isla; probablemente el grueso de su comercio sería de producción local. El resto vendría de las Antillas francesas.
0
50.000
100.000
150.000
200.000
250.000
300.000
1700-
1704
1705-
1709
1710-
1714
1715-
1719
1720-
1724
1725-
1729
1730-
1734
1735-
1739
1740-
1744
1745-
1749
1750-
1754
1755-
1756Años
Lib
ras
Algodón
Curazao
Saint
Thomas
Francés
TOTALES
Anexo 2: Azúcar, en libras69
Año Azúcar Blanca Moscabado Marrón Francés Varios Totales 1700-1704 2.191.444 0 0 0 0 0 2.191.444 1705-1709 2.380.788 59.200 14.400 76.800 0 0 2.531.188 1710-1714 842.800 74.400 0 6.338 0 0 923.538 1715-1719 2.765.200 80.800 964.000 690.000 0 0 4.500.000 1720-1724 1.815.200 84.800 430.400 119.200 0 0 2.449.600 1725-1729 602.236 350.400 332.000 2.416.000 268.000 0 3.968.636 1730-1734 2.824.553 268.000 23.200 2.419.394 402.101 358.334 6.295.582 1735-1739 3.035.200 707.033 105.326 2.136.749 1.311.249 0 7.295.557 1740-1744 940.192 27.359 151.958 761.454 1.007.308 0 2.888.271 1745-1749 6.667.522 3.473.477 0 3.644.991 4.207.398 469.204 18.462.592 1750-1754 150.938 70.660 0 178.403 11.505 0 411.506 1755-1756 0 0 0 0 0 0 0 1700-1756 24.216.073 5.196.129 2.021.284 12.449.329 7.207.561 827.538 51.917.914
69 No aparece singularizado azúcar británico en los sobordos que he localizado, aunque en los que aparece sin mayor comentario debieron venir de las islas del Norte del arco Caribeño, Antigua y Saint Kitts, o de algunas de las islas danesas, como Saint Thomas.
0
20.000.000
40.000.000
60.000.000
80.000.000
100.000.000
120.000.000
1700-
1704
1705-
1709
1710-
1714
1715-
1719
1720-
1724
1725-
1729
1730-
1734
1735-
1739
1740-
1744
1745-
1749
1750-
1754
1755-
1756
TOTALES Azúcar
Azúcar varios
Azúcar francés
Azúcar marrón
Azúcar moscabado
Azúcar blanca
Azúcar
Anexo 3: Cacao, en libras
Año Cacao de Caracas Otros Totales 1700-1704 3.062.901 0 0 3.062.901 1705-1709 4.850.831 0 0 4.850.831 1710-1714 9.326.006 0 0 9.326.006 1715-1719 6.778.015 228.680 209.570 7.216.265 1720-1724 7.008.612 237.925 3.450 7.249.987 1725-1729 5.548.023 61.360 7.910 5.617.293 1730-1734 1.950.716 6.694 38.140 1.995.550 1735-1739 975.821 84.445 6.292 1.066.558 1740-1744 6.235.261 1.938.560 74.237 8.248.058 1745-1749 10.738.344 4.146.645 0 14.884.9891750-1754 5.815.305 2.090.702 20.525 7.926.532 1755-1756 985.155 1.529.919 18.865 2.533.939 1700-1756 63.274.990 10.324.930 378.989 73.978.909
0
2.000.000
4.000.000
6.000.000
8.000.000
10.000.000
12.000.000
14.000.000
16.000.000
1700-
1704
1705-
1709
1710-
1714
1715-
1719
1720-
1724
1725-
1729
1730-
1734
1735-
1739
1740-
1744
1745-
1749
1750-
1754
1755-
1756
Cacao s/d
Cc Caracas
Cc Otros
Cc Totales
Anexo 4: Café, en libras70
Año Café de Martinique Varios Totales 1735-1739 382.721 47.011 0 429.732 1740-1744 165.752 2.741 0 168.493 1745-1749 2.854.244 278.112 0 3.132.3561750-1754 151.038 21.408 736 173.182 1755-1756 265.114 121.584 14.768 401.466 1700-1756 3.818.869 470.856 15.504 4.305.229
70 El café era, en la época, producción predominantemente francesa, en especial de Martinique, de donde vendría el grueso de las cifras, aunque también de Saint Domingue.
0
1.000.000
2.000.000
3.000.000
4.000.000
5.000.000
6.000.000
7.000.000
1735-1739 1740-1744 1745-1749 1750-1754 1755-1756
TOTALES
Varios
Martiníca
Café
Anexo 5: Cueros, en piezas
Año Cueros de Caracas de Sto. Domingo Otros TOTALES 1700-1704 90.930 0 0 0 90.930 1705-1709 116.730 0 0 0 116.730 1710-1714 87.258 11 0 560 87.829 1715-1719 108.922 10.791 14.997 587 135.297 1720-1724 127.662 12.064 6.133 0 145.859 1725-1729 105.493 26.686 7.353 1.087 140.619 1730-1734 56.634 20.379 10.340 654 88.007 1735-1739 37.954 34.722 51.714 1.665 126.055 1740-1744 23.855 76.037 32.595 5.332 137.819 1745-1749 47.234 130.650 35.546 7.363 220.793 1750-1754 51.493 182.494 16.560 5.663 256.210 1755-1756 17.647 78.476 882 553 97.558 1700-1756 871.812 572.310 176.120 23.464 1.643.706
0
50.000
100.000
150.000
200.000
250.000
300.000
1700
-170
4
1705
-170
9
1710
-171
4
1715
-171
9
1720
-172
4
1725
-172
9
1730
-173
4
1735
-173
9
1740
-174
4
1745
-174
9
1750
-175
4
1755
-175
6
Cue. R.Hacha
Cue. Maracaibo
Cue. Pto. Rico
Cue. Cuba
Cue. Sto. Dgo
Cue. Caracas
Cueros s/d
Anexo 6: Fármacos y medicinas, en envases y libras71
Año Bálsamo72 Quina73 Zarzaparrilla74 Guayacán75 (Pockhout)
Medicinales varios
71 Para evaluar el impacto de las plantas americanas en el viejo mundo, pueden consultarse varias obras, entre ellas, y para referirme a las castellanas, López Piñero, José María y López Terrada, María Luz: LA INFLUENCIA ESPAÑOLA EN LA
INTRODUCCIÓN EN EUROPA DE LAS PLANTAS AMERICANAS (1493-1623), Valencia, Universitat de Valencia, 1997, LA
AGRICULTURA VIAJERA: CULTIVOS Y MANUFACTURAS DE PLANTAS INDUSTRIALES Y ALIMENTARIAS EN ESPAÑA Y EN
LA AMÉRICA VIRREINAL, edición a cargo de Joaquín Fernández Pérez e Ignacio González Tascón, Madrid, CSIC-MAPA-RJB, 1990 y Alvarez Peláez, Raquel: LA CONQUISTA DE LA NATURALEZA AMERICANA, Madrid, CSIC, 1993. 72 “BÁLSAMO: Aceite o resina que destila algún árbol o que se saca de él haciéndole incisión; tienen unos más consistencia que otros, los hay de muchas especies.”, en Antonio de Alcedo, DICCIONARIO…, op. cit., p. 156. Según A
NEW AND COMPLETE DICTIONARY OF ARTS AND SCIENCES; COMPREHENDING ALL BRANCHS OF USEFUL KNOWLEDGE, WITH ACCURATE DESCRIPTIONS AS WELL OF THE VARIOUS MACHINES, INSRUMENTS, TOOL, FIGURES AND SCHEMES
NECESSARY FOR ILLUSTRATING THEM..., publicada por …a Society of Gentlemen, en Londres, 1763, “BALSAM, or native balsam, an oily resinous, liquid substance, flowing either spontaneously, or by means of incistion, from certain plants of sovereign virtue in the cure of several disorders. (...) 2. Balsam of Peru, which is distinguished into two sorts, the white and the black. The former, by way of eminence called the balsam of incision, is a liquid of white colour (...) It is excelllent for greenwounds. The black balsam is obtained by boiling the tree which produces it. The best is of a darkish red colour. It heals, dries, and discharges, and is most use esternally, not only in wounds, but in palsies, ischiadic and rheumatic pains, and likewise by perfumers on account of its escellent smell. 3. Balsam of Tolu, is produced from a tree, a spices of the pine, which grows in new Spain. It is of a deep yelowish colour, approaching near to red, and of a most delicate scent, much beyond any other balsam. It first flows from the tree of the consistence of ordinare turpentine; but by keeping, we meet with it frequently so hard as to be brittle. Its virtues are the same in general with those of the peruvian and gilead kinds (...) 4. Balsam of Copavi, or of copaiba, is the produce of one of the arbores siliquosae flore uniformi of Mr. Ray. It is of a thinner consistence than the common turpentine, but much more fragant and detersive. It passes away quickly by urinen and mightly cleans those passages; for which reason it hath obtained very much in gonorrhoeas and all obstructions and ulcerations of those parts. The mos agreeable way of taking it, is either in powdered sugar or dropped into water. 5. Balsam of liquid amber may justly reckoned among of the simplest of the balsamic kind. It drops from a tree of Mexico, called arbor styracifera, upon an incision being made into its bark. It is resinous and pingous liquor, of a reddish yellow colour, of an acrid aromathic taste, and of the consistence of venice turpentine. Its essence strenghness the head and nervous system, and its oil is of singular efficacy, both for external and intermnal uses.” [Lamentablemente, no encuentro el número de la página correspondiente] 73 “QUINA (Cinchona offinalis). Género de la clase pentandria monogynia (...) es la corteza de un árbol que abunda en la provincia de Loja del reino de Quito y en otras partes (...) Se empezó el uso de la Quina en polvos llamados de la Condesa: en el Perú y en Europa de los Jesuítas, porque también la trajeron a España, y a Roma el año de 1649; y los ingleses todavía le conservan este nombre (...) Esta corteza es a la vista lo mismo que la canela y muy amarga; por tanto es estomacal, da fuerza a esta víscera, restituye el apetito, expele los flatos, mata las lombrices, y es emenágoga y diurética /… 267/ para cortar la gangrena no es menos activa que para las fiebres y también es el más eficaz antipútrido”..., en de Alcedo, Antonio: DICCIONARIO…, op. cit., pp. 266-267. 74 “ZARZAPARRILLA (Smilax Sarsaparrilla). Planta de la clase dioecia hexandria /…287/ es muy común en toda la América, y se cría en las orillas de los ríos, parajes húmedos, y donde penetra poco el sol: su virtud acreditada para curar la infección venérea, el reumatismo, el afecto histérico, la ciática, escrófulas o lamparones tomándola en decocción y alguna vez en polvos, la hacen mirar con razón por una de las mejores riquezas que vienen de la América”..., en de Alcedo, Antonio: DICCIONARIO…, op. cit., pp. 286-287. Se aprovechaba en Venezuela, y la Compañía Guipuzcoana la exportaba a la península. 75 “GUAYACÁN (Guayacum Officinale). O Palo Santo: género de la clase decandria monogynia (...) Hay tres especies todas propias de América, es madera muy pesada y de una textura muy sólida y compacta (...) Se tiene por la mejor medicina antivenérea después del mercurio, como no sea inveterado el mal, de lo cual hay muchas experiencias; pero es necesario usarlo con las precauciones convenientes por espacio de 40 días y en dosis de una libra de su decocción cada una, haciendo bebida ordinaria esta segunda menos cargada. También ha hecho prodigiosos efectos en el /210/ reumatismo y en la gota; y a los perláticos les ha probado bien, muchos médicos lo recomiendan en las enfermedades crónicas del cutis y en la caquexia y las obstrucciones. Los asmáticos se han aliviado con él y a algunas mujeres ha curado las flores blancas.
1700-0704 18.000 1705-1709 1ca 5pa, 8p 58.040 1710-1714 30 potes 55pa, 63s 52.638 1715-1719 5v, 1 ca 100pa, 3b, 2s 782.853 2v, 16 de raíz de jalapa76 1720-1724 101 113pa 153.520 1725-1729 7v, 2b 79.373 1730-1734 557.904 1735-1739 2v, 42ca, 1k, 710 8441 40.812 609.879 1740-1744 4171 46.243 0 1745-1749 312 4.549 61.707 3.710 de cañafístula77, 600 de
cardamomo78, 60 de ruibarbo79 1750-1754 345 5.743 402.816 1755-1756 1ca, 4pl 280 13.921 661.911 1700-1756 3.438.641
En todas ocasiones se debe advertir que el guayacán no da más calor que la quina ni la zarzaparrilla”..., en de Alcedo, Antonio: DICCIONARIO…, op. cit., pp. 210-211. El nombre en holandés es pockhout, que vendría a ser, traducido literalmente, madera de chancro. Vendría de la costa de Coro, donde todavía abunda en los patios de las casas, aunque existía en toda la costa venezolana y en las islas del Caribe. 76 “JALAPA (Mirabilis Jalapa). Raíz y género de la clase pentandria monogynia, cuya corola es formada en embudo, el cáliz está debajo del fruto y el nectario es globular incluyendo el germen. Hay tres especies y todas nativas de América (…) Es muy purgante especialmente para los negros y aunque se cría en muchas partes de América, su origen es en el territorio de la ciudad de Jalapa en Nueva España, de quien toma el nombre.”, en de Alcedo, Antonio: DICCIONARIO…, op. cit., p. 215. 77 “CAÑAFÍSTULA. O Cassia Fístula (...) el fruto es una vaina cilíndrica de media vara de largo, dividida interiormente en unas láminas leñonas cubiertas de una substancia blanda, que en las boticas se llama pulpa o flor de casis; la de la Isla de Margarita es la más fina, también la hay en la Trinidad, Cumaná, Venezuela y otras partes. Hay otra que llaman hedionda (...) una y otra en decocción son purgantes y muy útiles en las peluresias, mal de los riñones y de la vejiga y en la gonorrea.”, en de Alcedo, Antonio: DICCIONARIO…, op. cit., p. 170. Según A NEW AND COMPLETE DICTIONARY OF
ARTS AND SCIENCES…, p. 494: …“Cassia is divided into three spices; the cassia fistula, the cassia ligneam and the cassia caryophyllata. The first is the cassia of the shops, the soft fresh pulp of which is an excellent mild cathartic: it is given with success, in inflammatory fevers, and in disorders of the breast, kidneys, and bladder. The cassia lignea, or cassia bark, much resembles the cinnamon: it is stomachic and cordial, but posseses these virtues in a less degree than cinnamon; it is also used in the venice-treacle, mithidrate, etc. The third, being the cassia caryophyllata, or clove bark, is a stomachic, carminative, and alexipharmic”… 78 En realidad, no era un fármaco sino especia de origen asiático insular, como casi todas ellas. Era utilizada especialmente para condimentar el café, aunque también para sazonar carne, el curry, así como se usa en la pastelería. Puede que viniese por medio del comercio de Guinea. Una variante, llamada cardamomo negro, se recoge en la Asia montañosa del Sur, así como en el Norte del África atlántica, y es utilizada también en la cocina. 79 Planta medicinal de origen chino, cuya raíz ha sido milenariamente utilizada como astringente y purgante en China. Luego pasó a formar parte de la farmacopea europea.
Pockhout (Guayacán)
0
200000
400000
600000
800000
1000000
1700-
0704
1705-
1709
1710-
1714
1715-
1719
1720-
1724
1725-
1729
1730-
1734
1735-
1739
1740-
1744
1745-
1749
1750-
1754
1755-
1756
Pockhout (Guayacán)
Anexo 7: Palos tintóreos, en libras80
Año Brasilete de Río de Hacha de Santa Marta de Campeche Varios Totales 1700-1704 2.087.812 0 0 1.682.474 192.172 3.962.458 1705-1709 717.500 0 0 963.659 124.471 1.805.630 1710-1714 2.461.195 13.500 8.935 239.530 42.980 2.766.140 1715-1719 2.404.194 2.171.074 380.925 1.111.158 359.101 6.426.452 1720-1724 269.859 1.403.161 398.296 59.650 123.535 2.254.501 1725-1729 113.803 1.990.807 240.795 258.031 442.814 3.046.250 1730-1734 215.943 1.117.028 9.000 15.785 191.930 1.549.686 1735-1739 399.215 2.316.630 392.322 9.900 508.289 3.626.356 1740-1744 299.950 2.556.640 245.510 195.433 24.619 3.322.152 1745-1749 758.288 4.586.734 0 288.368 344.185 5.977.575 1750-1754 688.120 8.535.485 20.000 416.906 270.064 9.930.575 1755-1756 54.550 1.526.655 81.000 16.364 468.560 2.147.129 1700-1756 10.470.429 26.217.714 1.776.783 5.257.258 3.092.720 46.814.904
80 En varios, recojo diversos palos tintóreos que no son el fundamental brasilete. Ver la definición del Antonio de Alcedo en nota Nº 43, infra. Según A NEW AND COMPLETE DICTIONARY OF ARTS AND SCIENCES…, op. cit., pp. 368-369: …“Brasil-wood, or Brazil-wood, an american wood of a red colour, and very heavy. It is denominated variously, according to the places fromwhence it is brought: thus we have brasil from Fernambuco, Japan, Lamon, etc. = The brasil-tree ordinarily grows in dry barren places, and ever in the cliffs of rocks: it is very thick and large, usually crooked and knotty: its flowers,which are of a beautifoul red, shale a very agreeable smell, which strengthens the brain. Though the tree is very thick it is covered with so gross a bark, that when the savages have taken it off, the wood or trunk, which was before the thick/369/ness of a man, is scarce left equal to that of his leg. = This wood must be chosen in thick pieces, close, found, without any bark on it, and such as, upon splitting of pale becomes reddish, and, when chewed, has a saccharine taste. It is much used in turned work, and takes a good polish: but its chief use is in dying, where it serves for a red colour: it is a spuroius colour, however, that it gives, and easily evaporates and fades; nor is the wood to be used without alum or tartar. From the brasil of fernambuco, is drawn a kine of carmine, by means of acids: there is also a liquid lacca made of it, for miniature”. Por su parte, Albert Gastmann, en HISTORICAL DICTIONARY OF THE FRENCH
AND NETHERLANDS ANTILLES, Metuchen, The Scarecrow, 1978, p. 112, define al brasilete de la siguiente manera: “Dyewood (Haematoxylon brasiletto). This tree is also called Brazil or Verfhout in the Dutch Leeward islands where it is quite common. Its bark is whimsically shaped and the tree has yellow blossoms. Its wood was once an important export product for the Netherlands Antilles. It was used in the preparation of many dyes”.
0
2.000.000
4.000.000
6.000.000
8.000.000
10.000.000
12.000.000
1700-
1704
1705-
1709
1710-
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1715-
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1720-
1724
1725-
1729
1730-
1734
1735-
1739
1740-
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1745-
1749
1750-
1754
1755-
1756
SH
RHH
SMH
CH
Varios
Totales
Anexo 8: Tabaco, en libras81
Año Tabaco de Barinas de Pto. Rico de La Habana Curanegra82 Varios Totales 1700-1704 117.168 9.060 800 0 0 0 127.028 1705-1709 296.116 52.765 9.432 11.100 0 0 369.413 1710-1714 416.588 36.960 5.700 0 0 0 459.248 1715-1719 953.929 66.640 63.930 5.000 0 0 1.089.499 1720-1724 1.798.554 90.640 181.356 0 0 0 2.070.550 1725-1729 2.199.626 137.880 215.158 23.514 0 0 2.576.178 1730-1734 1.431.267 85.692 440.666 0 2.388 0 1.960.013 1735-1739 1.577.280 147.468 1.104.064 0 2.493 38.937 2.870.242 1740-1744 1.107.475 144.892 423.264 0 3.056 12.048 1.690.735 1745-1749 2.033.618 474.327 453.110 0 6.341 8.150 2.975.546 1750-1754 2.048.415 226.634 457.705 0 430 4.126 2.737.310 1755-1756 169.098 17.261 6.940 0 0 3.432 196.731 1700-1756 14.149.134 1.490.219 3.362.125 39.614 14.708 66.693 19.122.493
81 Según A NEW AND COMPLETE DICTIONARY OF ARTS AND SCIENCES…, op. cit., pp. 3.231-3.233: “After sowing tobacco-seeds, the ground is watered every day, and in hot weather covered, toprevent its being scorched by the sun; and when the plants are grown to a convenient pitgh, they are transplanted into a soil well prepared for their reception: care is also taken to keep this ground clear of weeds, and to pull off the lowest leaves of the plant, that ten or fifteen of the finest leaves may have all the nourishment. When these leaves are ripe, which is known by their breaking when bent, the stalks are cut, and left to dry two or three hours in the sun; after which they are tied together two and two, and hung on ropes under a shade to be dried in the air. And when the leaves are sufficiently dried, they are pulled from off the staks,and made up in little bundles; which being steeped in sea-water, or, want thereof, in common water, are twisted in manner of ropes,and the twist formed into rolls, by winding them with a kind of mill around a stick: in which condition is imported into Europe, where is cut by the tobacconist for smoaking, formed into snuff, and the like… = The marks of a good twist-tobacco are a fine shining cut, an agreeable smell, and that it have been well-kept. Tobacco is eather taken by way of snuff, as sternutatory, or as a masticatory, by chweing it in the mouth, or by smoaking it in a pipe”… La cita es de la p. 3.231. Sobre el tabaco venezolano, ver, además de lo selañado previamente, a Arcila Farías, Eduardo: HISTORIA DE
UN MONOPOLIO: EL ESTANCO DEL TABACO EN VENEZUELA: 1779-1833 Caracas, Universidad Central de Venezuela/EEH, 1977, especialmente el capítulo V. “Producción de tabaco”, pp. 95-114. 82 Variedad de tabaco producida en los valles de Aragua de la ciudad de Valencia, utilizada especialmente para su consumo como chimó. Ver nota anterior, y mi CURAZAO Y LA COSTA DE CARACAS…, op. cit., pp. 75-84. Se refiere al “chewing” señalado en la nota anterior.
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1.000.000
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1755
-175
6
TOTALES Tabaco
Varios Tb
Tb Curanegra
Tb La Habana
Tb Pto. Rico
Tbc Barinas
Tabaco s/d
Anexo 9: Tintes, en envases y libras83
Año Onoto84 Cochinilla85 (Grana)
83 Ver, para mayor detalle, Welling, George M.: THE PRIZE OF NEUTRALITY. TRADE RELATIONS BETWEEN AMSTERDAM
AND NORTH AMERICA 1771-1817. A STUDY IN COMPUTATIONAL HISTORY, especialmente en “Paalgeld Portbooks”, los cuadros “Paalgeld_Cargoes” y ¡Product_Standar” (ver nota Nº 61). A: anker (botella); a: (botellita) ; b: baal (bala) ; ca o k: cassen o kas (caja o cajita) ; l: last (carga) ; o: oxhoofd (tonel; p: pipen (pipa) ; pa: pak (paquete) ; s: sakken (saco) ; t: tonel; V: vat (tonel); va: vatje (tonelito); z: zeroen (zurrón). 84 El onoto era conocido, también, como bija o achiote: “ACHOTE (Bixa Orellana) (...) se usa también para los condimentos en lugar de especia. Abunda en la América Merional y Septentrional y se trae mucha cantidad a Europa para los tintes; es el Rocou de los franceses y Urucú de los botánicos.”, en de Alcedo, Antonio: DICCIONARIO…, op. cit., p. 141. Alejandro de Humboldt se refiere al onoto de la siguiente manera: “Siendo, por decirlo así, el único vestido de los indios la pintura de color bermejo, pueden de ella distinguirse dos clases, según sean más o menos pudientes las personas. El común adorno de los Caribes, los otomacos y los Yaruros es el Onoto, que los españoles llaman Achote, y los colonos de Cayena Rocú. (Propiamente Anoto. Esta voz es de la lengua tamanaca. Los Maipures llaman a la Bija Mayepa. Los misioneros españoles dicen onotarse, untarse la piel con Bija, embijarse.). Es la materia colorante que se extrae de la pulpa de la Bixa Orellana (La voz misma Bixa, que los botanistas han adoptado, está tomada de la antigua lengua de Haití o isla de Santo Domingo. Rocú se deriva de la voz brasileña Urucú). Para preparar el Onoto, las mujeres indianas echan las semillas de la planta en una tina llena de agua; baten el agua durante una hora, y entonces dejan que se deposite quietamente la fécula colorante, que es de un rojo de ladrillo muy intenso. Después de haber apartado el agua, se retira la fécula, se le exprime entre las manos, amasándola con aceite de huevos de tortuga y forman de ello tortas redondeadas de 3 a 4 onzas de peso. A falta de aceite de tortuga, algunas naciones mezclan con el Onoto la grasa de cocodrilo”… Más adelante dice: …“Naciones hay que no se pintan sino para asistir a festines; a otras se las ve cubiertas con el color durante todo el año, y en éstas se considera el uso del Onoto de tal modo indispensable, que los hombres y las mujeres tendrían quizá menos vergüenza de presentarse sin guayuco que sin pintura”. En: VIAJE A LAS REGIONES EQUINOCCIALES DEL
NUEVO CONTINENTE Caracas, Monte Ávila Editores, 1985, Tomo 3, pp. 353-354 y p. 358. 85 “COCHINILLA. Género de insecto del orden cleoptera (...) hay 49 especies, que se distinguen por el número y color de las manchas de sus alas y por las plantas en que viven. Este insecto es nativo de los países cálidos de la América y el famoso animal tan estimado en todas partes del mundo por la incomparable hermosura de su color encarnado, con que se tiñe la seda, el lino, el algodón y la lana (p. 187...) Cuando el insecto está en todo su momento los cogen y ponen en vasijas vidriadas, teniendo mucho cuidado en que no se caigan (p. 188...) Después que han estado algún tiempo en las vasijas se mueren y las ponen en sacos. Los indios tienen tres modos diferentes de matarlas, uno con agua caliente, otro con fuego y otro poniéndolas al sol y de aquí proceden los diferentes grados del color, que en unas es oscuro y en otras brillante (p. 189...) Los principales parajes de la América, en que se cultiva la cochinilla son Oaxaca, Tlascala, Cholula, Nueva Galicia, en Nueva España; en Guatemala y Chiapa, en Loja y Ambato, en el Reino de Quito; y en Tucumán y algunas Provincias del Perú; pero en Oaxaca es donde se coge la mayor cosecha y forma un ramo de comercio muy considerable, porque allí se han dedicado casi todos los pueblos a ello”, p. 190 en de Alcedo, Antonio: DICCIONARIO…, op. cit., p. 187-190. Por su parte, A NEW AND COMPLETE DICTIONARY OF ARTS AND SCIENCES…, op. cit., señala en p. 644, que: “Cochineal, or cochineel, in commerce, was, till of late, supposed to be a vegetable production, a seed, or an excrescence of a plant; but is now acknowledge to be a female of a species of a coccus, called the coccus of the tuna, from its living on the tuna opuntia, or indian fig… = There are two sorts of it, the mestique, wich is the finest, and the wild, wich is less valuable; the difference being ocasionated only by the extraordinary care taken of the one by being supplied with food of a proper kind, the other living wild without care. It is brought from Mexico, and other parts of South America, where the inhabitants find it of very advantageous an article of commerce, that they make plantations of the opundia, and regularly breed and manage their crops, sending such vast quantities of it to Europa, that it is computed there is no less than eight or nine houndred thousand weight annually imported from Spanish America. = With us it pays no duty; and is esteemed a great cordial, sudorific, alexipharntic, and febrifuge; and much used by dyers and painters, the high crimson colour it affords being scarce equalled by any thing, and making, according to their different management of it, all the degrees and kinds of red.” Pueden verse, para las primeras etapas del comercio de la cochinilla, o grana, Lee, Raymond L.: “American Cochineal in European Commerce, 1526-1625”, THE JOURNAL OF MODERN HISTORY, Vol. 23, No. 3, UCh Press, 1951, pp. 205-224, y Sarabia Viejo, María Justina: LA GRANA Y EL AÑIL. TÉCNICAS TINTÓREAS EN
MÉXICO Y AMÉRICA CENTRAL, Sevilla, EEH, 1994, en el texto que está incluido una Memoria en que se trata del insecto grana o cochinilla (…) escrita en 1777 por don Josef Antonio de Alzate, pp. 53-116.
1700-1704 951v, 2ca, 11.600 0 1705-1709 184v, 1ca 3pa, 840 1710-1714 123v 17v, 3ca, 35z, 6b 1715-1719 73v, 4ca, 19z, 9o 0 1720-1724 6v 22v 1725-1729 42v 0 1730-1734 1v 0 1735-1739 264 0 1740-1744 0 0 1745-1749 5v, 615 0 1750-1754 3.164 1.752 1755-1756 0 0
Anexo 10: Índigo, en envases y libras86
Año en envases en libras de Santo Domingo Índigo varios 1700 1701 10v 192 1702 3v,1ca 106 1703 7v 108 1704 17v, 1ca 1705 183v, 2ca, 2p, 1o 8.866 1706 78v, 1ca 7.277 1707 103v, 5ca, 1o 1.265 1708 334v, 26o 1709 36v 11.390 1710 35v, 1o 1711 158v 846 1712 100v, 1o 1713 362v, 1ca, 12p, 2o, 1a, 1c 1714 109v, 1ca 2.500 1715 64v 6v, 1s Blausel87=11ca 1716 144v, 2ca, 1p Blausel=4ca 1717 71v, 1ca, 1c, 1s 25 Blausel=11v 1718 181v, 1ca, 1A 1719 24v, 1A 800 Blausel=1v 1720 14v Isla88=1v 1721 146v 179 4v 1722 101v, 1ca, 1A, 1a 166 2v 1723 89v, 1ca, 6b, 4z 1724 8v, 1ca 1725 24v, 9o 1726 78v, 19o 1727 26v 500 1v
86 El índigo traficado por los holandeses procedía fundamentalmente de Sain Domingue. Según Antonio de Alcedo, el “AÑIL (Indigofera Añil) (…) hay seis especies del género indigófera, todas propias de la América; los extranjeros la llaman Índigo, crece dos pies de alto y tiene redondas las hojas, se diferencia el añil que se hace sólo con éstas del que tiene también pedacitos en las ramas (…) el mejor es el del Reino de Guatemala y la prueba de su bondad es derretirlo al fuego como la cera y que deje muy poca de ceniza; el de la Isla de Santo Domingo sólo difiere de éste en no tener el color tan vivo y se reputa por de segunda calidad, el de la Isla de Jamaica por de tercera y el de las demás islas llamadas de Barlovento por la /149/ cuarta”…, en de Alcedo, Antonio: DICCIONARIO…, op. cit., p. 148-149. Por su parte, en A
NEW AND COMPLETE DICTIONARY OF ARTS AND SCIENCES…, op. cit., pp. 1.758-1.759, se apunta: “The other sort of indigois also de feculae made from the añil, and differs nothing for the former, but as it is made of the whole plant, stalk and leaf; the best of which kind is that which bears the name of Guatimala, that comes from the West Indies. In choosing this indigo, it should be as near the other kind as can be; but the surest proof of its goodness is its burning upon the fire like wax, and leaving only a little ashes behind. The second sort of indigo is that of St. Domingo, differing nothing from the Guatimala, only that it is not of so lively a colour; the third is the Jamaica indigo; the fourth is that of the Leeward islands; which are better or worse, according they are more or less neat and pure.= The use of the indigo is for the dyer and laundresses, serving the last to put among thier linnen. The painters use it to grind with white for painting in blue; for if it is used alone and neat, it turns black; ground with yellow, itmakes a green: some confectioners and apothecaries preposterously use this to colour sugars, with which to make conserves and syrup of violets, by adding someorrice. (...) Indigo of Turky, of the West -Indies, or rich indigo, as also dust indigo, and that of the british plantations, pay no duty on importation, and consquently have no draw-back on exportation.” (p. 1.759). Parecen los dos textos ser uno traducción del otro… También puede leerse el citado libro de Sarabia Viejo, María Justina: LA GRANA Y
EL AÑIL. TÉCNICAS TINTÓREAS EN MÉXICO Y AMÉRICA CENTRAL, op. cit., en el texto que está incluido “Tratado del xiquilete y añi de Guatemala. Por José Mariano Moziño Suárez de Figueroa, 1797”, pp. 167-222. 87 Blausel (blawsel, en el holandés actual) es “azulete”, bola de pasta de añil. 88 Debe ser la propia isla de Curazao.
1728 31v 8v 1729 102v 1730 19v 1731 21v 1732 26v 1733 5.610 1734 7.467 1735 21.005 641 1736 15.062 1.793 1737 14.201 24.919 1738 3.410 4.773 1739 71 35.560 Guadeloupe=525 1740 11.031 1741 71 Guadeloupe=1.9501742 11.031 2.989 Guadeloupe=3.5831743 1.398 6.234 1744 11.429 238 1745 47.779 47.730 Guatemala=756 1746 112.223 40.579 Guatemala=167 1747 100.712 88.613 1748 323.731 165.984 1749 45.497 20.829 1750 11.104 1751 1752 1753 1754 1755 1756 14.372 618
Totales, libras solamente 791.424 441.500 1.237.205
Anexo 11.a: Comestibles, en envases y libras89
Año Limones Jugo de Limón Limones varios Concha de Naranja90
1700 3p, 2 1701 76v, 111p, 6o 24v, 19p, 4o 1702 2v, 1034 12v, 120p, 1,50, 4,5A 1703 50p 1704 87v, 187p, 2o, 7a 1705 319v, 123p, 5a, 8,5L 1706 75v, 46p, 3o, 1a, 3L, 7var 1707 1t 186p, 22o, 3,5a, 1t 1708 28p, 10L 1709 0,5a 10v, 30p, 1L, 20jarras
89 El limón exportado por el comercio curazoleño provendría, probablemente, de la costa de Coro, aunque también se produciría en la propia isla. También podría hacerlo de Santo Domingo y Antillas Francesas, ver notas Nº 41 a Nº 46. Tal comentario sirve para todos, los recogo con el criterio de “productos comestibles”. 90 En los sobordos aparecía reseñado como orange schiling. Era utilizado para la elaboración de un licor que pronto tuvo cierto renombre, el Curaçao Liqueur. Según Albert Gastmann, era hecho de la peladura de Laraha (según la tradición, una veriedad de naranja valenciana aclimatada al ambiente curazoleño), que fue llevado a Holanda desde España (del Levante español); la de Curazao tendría un aroma especial, por lo que se incrementó su extracción hacia los Países Bajos, ver HISTORICAL DICTIONARY OF THE FRENCH AND NETHERLANDS ANTILLES, op. cit., p. 110. Como en el caso anterior, probablemente también podría provenir de la costa de Coro, donde todavía se utiliza en la confección de conservas, así como de la propia isla, o de las demás del Caribe oriental.
1710 36v 1711 3v, 5p, 0,5a 1712 55v, 4p, 0,5a, 1A, 2t 1713 88v, 220p, 50o, 29,5a, 50t, 5ver 4v 1714 187v, 726p, 8,5a, 22t 3v, 2p, 1t 1715 2v 7v, 308p, 1o, 1a, 8t 2v 1716 1v, 4p, 1ca 74v, 32p, 1a 4v 1717 11p 26v, 34p, 5a 6v 1718 1v, 2p, 1o 41v, 28p, 7o 4v 1719 2a, 2A 46v, 10p, 14,5a, 0,25ca 1720 1a 76v, 210p, 16o, 54,5a, 14t 1721 129v, 51p, 9o, 3a, 7A, 42p+v 3v 1722 151v, 69p, 31o, 121,5a, 33,5t 2ca 1723 0,5a 80v, 42,5p, 4o, 67a, 29t 3v 1724 1,5a 57v, 215p, 17o, 8,5a, 42t, 14p+o, 2k 28v, 6p,1º 1725 1v 88v, 61p, 1o, 23,5a, 2t 5v, 3,5a, 2p (L-JL) 23v, 2º 1726 4p, 2a 100v, 55p, 2o, 8a, 21t, 7a+p 65v, 4s, 2º 1727 7p 127v, 140p, 39a, 23t 33v, 5p (L-JL) 10v 1728 63v, 76p, 12o, 43,5a, 12t 10v 1729 2v, 0,5a 99v, 145p, 66a, 27t 4v 1730 129v, 106p, 1o, 40,5a, 13t 5v, 128 1731 2v, 2p 342v, 166p, 7o, 82a, 15t 8v 1732 1p 138v, 76p, 5o, 15a, 23t 9v, 1s, 5º 1733 6v, 25v+p 1734 1735 3v, 5p, 5,5a, 35o+p 3v (L-JL) 859 1736 2p, 10o, 3A 91v, 39p, 81o, 36a, 2t 885 1737 6o, 2a, 8A 289v, 24p, 14o, 58a 2p (L-JL) 1.839 1738 297v, 45o, 7a 3.447 1739 1A 91v, 17p, 308o, 92a 4.325 1740 10a, 1A 79o, 6,5a, 5A 3.080 1741 2v, 71o. 4a 1a (L-JL) 1.061 1742 31v, 2p, 430o, 28,5a, 2A 2v, 369 (Confitura) 5v, 3.289 1743 7v, 0,5p, 237o, 26,5a 3.313 1744 7v, 13o, 24a, 2A 2.079 1745 2v 26v, 25o, 3a 1.643 1746 32v, 183o, 27a, 1t 971 1747 3a 15v, 0,5p, 20o, 19a 504 1748 6v, 101o, 12,5a, 6t, 1,5L 360 1749 2v, 2p, 9o, 13a, 1A 1750 99v, 3p, 214o, 65,5a, 3A, 1t 15o, 2.996 1751 90v, 164o, 16a, 1k 1.531 1752 106v, 1p, 162o, 72a, 4A, 3t 2v, 5.492 1753 4A 100v, 175o, 132,5a, 23,5A, 1t, 18* 1v, 2b, 9.910 1754 10o, 35a 3v, 5.692 1755 34v, 1t 122 (Confitura) 2v, 3.392 1756 1A 1v (Confitura) 1.978
Anexo 11.b: Comestibles, en envases y libras
Año Confitura91
Jengibre92
Comestibles diversos93
1700 1701 708 libras de cocos 1702 1703 191 22v de sirope 1704 3.822 1705 157 1706 7v, 1p, 242 1707 122.896 1708 2v, 25 1709 1710 14 1711 7 1712 1713 1714 2v, 1ca 1715 1716 1ca 1717 1ca, 214 148 1718 2v 1719 16 1720 1v 1721 1ca 1722 6ca 122v, 8.158 1723 3 1724 4ca, 15 ampollas 94 1725 5ca 182 34 cargas de sal
94
91 La confitura, que ya aparece en el cuadro anterior, que recoge las que se elaboraban a partir de la naranja y el limón, formaba parte de la cocina de la época, y las frutas cítricas eran las preferidas para su elaboración. 92 Antonio de Alcedo dice del jengibre lo siguiente: “JENJIBRE (Amomum Xinxiber). Es la raíz y tallo de una especie de liliácea que tiene dos o tres pies de alto (…) La corteza es delgada y de color de carne cuando está verde, y gris cuando está seca (…) se hace conserva del jenjibre y para esto se coge antes que madure y cuando está tierno es muy bueno para ayudar a la digestión, concume las flemas del estómago, abre las vías, excita el apetito, provoca la orina y da buen olor al alimento; pero es preciso usarlo con moderación, porque es muy ardiente.”, en DICCIONARIO…, op. cit., p. 215. Por su parte, el A NEW AND COMPLETE DICTIONARY OF ARTS AND SCIENCES…, op. cit., pp. 1.437-1.438, apunta lo siguiente: “Method of preserving Ginger. Wash the ginger, and lay it to steep for ten or twelve days, in white-wine and water, stirring them every day; then to a pond of roots allow two quarts of white-wine, and about a pint of lemon juice; boil /1438/ these together for about a quarter of an hour, then add two pounds an a half of fine sugar, and boil to a syrup, scuming it as it rises; then set it by in a glazed pan till the next day, and afterwards boil it again in the syrup, for half an hour; then set it by till the next day, when boiling it again, let it cool; repeating this till the ginger is clear: after which put it into glasses, and cover them with paper. //This is a fine sweet-meat for winter season.”. Era cosechado en todo el entorno caribeño, de modo que su procedencia es imprecisa, aunque muy probablemente procediese de las Antillas francesas, ver supra, notas Nº 51 y Nº 53. 93 Los productos aquí recogidos tienen procedencia obvia, cuando no señalada o imprecisable, por poder venir, como pasaría con los cocos, de cualquier lugar del litoral caribeño, insular o continental. El sirope sería, tal vez, melasa, pero no tengo mayor referencia al respecto. 94 Además de la que podría encontrar en Curazao y en sus vecinas bajo dominio holandés, la sal era abundante en la península de Paraguaná y su itsmo, tal como sucede hoy día; pero el lugar del que se abastecían los europeos, especialmente ingleses y holandeses, sobre todo después de que las salinas de Araya quedasen bajo control de los españoles de Venezuela, era la isla Tortuga de barlovento, a medio camino entre Cumaná y La Guaira. La historia de la sal de esta isla es de lo más interesante, y va mucho más allá que la corta carga que aparece recogida en el cuadro; algo ya he dicho en mi CURAZAO Y LA COSTA DE CARACAS…, op. cit., pp. 171-172. He conseguido algunos datos en literatura de
1726 1ca de te, 53v de harina 1727 6ca 2v 1728 12ca 39v 1729 2ca, 1k, 1a 40 1730 35po, 3k 1731 16v, 1ca, 19po, 3k, 10A 31v, 5 1732 72v, 8ca, 116po, 3k, 22A, 4o 264 2.400 cocos 1733 1734 1735 2ca, 7.758 2.890 1736 1ca, 1.560 botellas, 4.043 2v, 4k, 5.237 1v de arroz, 2v de ron 1737 8ca, 3k, 11A, 5.736 5.294 1ca de te 1738 2A, 2.189 54.067 1739 1po, 5k, 1A, 698 192.328 1740 1k, 13a 85.588 1741 1v, 1ca, 3k, 1.311 7.000 1742 68.605 30.857 libras de arroz de Carolina 1743 1 celdertie 28.000 1744 8ca, 727 1745 3ca, 9o, 4A, 3.948 146.239 libras de arroz
la época: “Tortuga, Salt, or Sal Tortuga, an Island on the W.// of New-Andalusia, and Terra Firme, so called in contraditinction to the shoals of Dry Tortugas, near Cape Florida, and to the isle of Tortuga, near that of Hispaniola. It is pretty large, uninhabitated, and abounds with salt. It lies in lat. 11,36, and long. 64. 14 leagues northerly from Margarita. (...) At the S.E. part is an indifferernt good road for shipping, and much frequented in peaceable times by merchantmen, who come hither to lade salt, from May to August. For at the E. end is a large salt-pond within 200 paces of the sea. Near the W. extremity of the island, on the S. side, there is a small harbour and some fresh water. The end of the island is full of shrubby trees: but the E. end is rocky, and bare of trees, producing only coarse grass. The turtles, or tortoises, come into the sandy bays to lay their eggs, and from hence the island has its name. There is no anchoring anywhere but in the road where tha salt-ponds are, or in the harbour.”, en THE NORTH-AMERICAN AND THE WEST-INDIAN GAZETTEER. CONTAINING AN AUTHENTIC DESCRIPTION OF THE COLONIES AND ISLANDS IN THAT PART OF THE GLOBE, SHEWING
THIER SITUATION, CLIMATE, SOIL, PRODUCE AND TRADE, London, G. Robinson, 1776, sin mayores datos de autoría ni paginación. Por su parte, Douglas, Williams, MD, en A SUMMARY, HISTORICAL AND POLITICAL OF THE FIRST
PLANTING, PROGRESSIVE IMPROVEMENTS, AND PRESENT STATE OF THE BRITISH SETLEMENTS IN NORTH AMERICA, Boston, New England, Printed. London, re-printed for R. Baldwin in Paper-noster-Row. 1760 (1755). Vol. 1, en la p. 40, en una nota a pie de página, con el símbolo * señala lo siguiente: “(all islands where tortoise or tourtle frequent, are by the Spaniards called Tortugas; that island near the Margaritas upon the coast of New-Spain, from whence the Spanish treaty at Madrid anno 1716, New-England brings salt to their fishery, is called Salt-Tortuga).” Más adelante, en la p. 89, añade que “The privilege of making and carryng salt from the island of Salt Tortugas, in the gulf of Mexico, near the Comanas or windward part of the Spanish coast, was expresely confirmed to us by the treaty of commerce between his Catholic Majesty, and the King of Great-Britain, at Madrid, December 14, anno 1716. «Whereas notwithstanding the treaties of peace and commerce, wich were concluded at Utrech, July 13, and Dec. 9, 1713; there still mentained some misunderstandings, concerning the trade of the two nations, and the course of it. Article 3. Morever his Catholick Majesty permits the said subjects of Great-britain to /90/ gather salt in the island of Tortuga, in the gulf of Mexico; they having enjoyed that privilege in the reign of King Charles II, without hindrance or interruption» = Notwithstanding of this stipulation: anno 1733, in the spring, a British plantation's salt fleet under convoy of a 20 gun British man of war, as they came to sail from Tortugas, were attacked by two large Spanish men of war from Margueritas, and four of the fleet were carried off; hitherto no recompence has been obtained. = In times of peace, for the use of the dry cod-fishery, are imported in Massachusetts-bay, communibus-annis, 1200 tuns Tortugas salt; and about as much more from other ports, viz. Isle of May, or Cape de Verde islands, Exeuma or Bahamas, St. Martins or Rochelle, Lisbon, Ivica, Cagliari in Sardinia, etc. = The reason why New-England dry cod is frequently salt-burnt, is from the use of Tortuga and isle of May salt, which are too hot. In Newfoundland they generally use Lisbon and French salt. By late acts of the British parliament; salt is allowed to be imported directly from any part of Europe, to the colonies of New-York and Pennsilvanya; in the same manner as salt may be imported into New-England and Newfoundland, by an act made 15 Car. II. for the encouragement of trade.”
1746 1po, 4.999 1747 2po, 7A, 1.692 50 1748 17v, 3k, 540 5.686 1749 1ca, 3k, 165 148 1750 2ca, 2k, 1.246 1.000 cocos, 2v de semillas de anís 1751 1v, 2k, 1.165 1ca de te 1752 208 790 33.511 libras de arroz (4.388 de Carolina) 1753 4v, 2A, 774 222.906 9ca de te 1754 936 1ca, 189.471 1755 1ca, 895 256.756 1756 1v, 1ca, 1A, 1.286 482
Anexo 12: Productos diversos, en envases y libras
Año Carei95 Cobre y Estaño96 Productos varios 1700 1v, 1A 223 1701 3v, 269 4v, 1ca, 28 1702 5v, 3p, 224 17v, 1ca 1703 5v, 1pa, 250 5v, 1A 1704 1v, 1ca 3v, 1ca, 463 1705 8v, 6ca, 225 5v, 444 1706 6v, 1c 2v 1707 12v, 1pa, 1ca, 1o 3v, 1A 1708 8v, 7z 1v 1709 5v 3v 1710 1v 4v 1v de coral97 1711 1v 1v 1712 9v, 30 1v, 90 5 libras de pintura 1713 5v 3v 1714 9v, 1ca 13v, 1ca, 1pa 1715 5v, 11ca, 1p 8v, 1ca 1716 5v, 2ca 9v, 1ca, 1k 1717 3v, 3ca, 46 5v, 1ca, 1o 1718 5v, 1ca 11v, 1ca 100 zurrones de sarga98 1719 3v, 1ca 14v
95 Ver nota Nº 28. 96 Las únicas noticias que tengo del cobre y del estaño tienen que ver con las minas de cobre de Aroa, en San Nicolás, cuyo río, del mismo nombre Aroa, desemboca en la zona de Tucacas, el más importante centro del contrabando holandés, entre Puerto Cabello y Coro. Las minas ya producían a principios del siglo XVII. Parece que para la época de estudio tan sólo se aprovechaban los restos de metal fundido que se encontraban abandonados en el lugar, ver Vila,Marco-Aurelio: SÍNTESIS GEO-HISTÓRICA DE LA ECONOMÍA COLONIAL DE VENEZUELA, Caracas, BCV, 1980, capítulo Minerales y Minería, pp. 165-182. La propiedad de las minas fue otorgada en 1781 a Juan Vicente Bolívar, después de reclamar los derechos del arrendamiento dado por la corona a su bisabuelo, Francisco Marín de Narváez. Originalmente, los indios de la zona estaban encomendados para el acarreo del metal a la costa, ver Perera, Ambrosio: HISTORIA DE LA ORGANIZACIÓN DE PUEBLOS ANTIGUOS DE VENEZUELA, Madrid, Juan Bravo, Tomo III, p. 42. Tal vez podría venir el cobre y estaño en cuestión de las varias minas que había en el territorio del Virreinato de Nueva Granada: ver Pedro Fermín de Vargas, “Pensamientos políticos sobre la Agricultura, comercio y minas de este reino” (de Nueva Granada) en PENSAMIENTOS POLÍTICOS, SIGLO XVII-SIGLO XVIII, Bogotá, Nueva Biblioteca Colombiana de Cultura, 1986, pp. 102-104. 97 El coral, en caso de no ser local, pudo llegar a Curazao de cualquiera de las islas vecinas, o de la costa de Coro, especialmente de Tucacas. 98 Tela de lana o estambre, cuyo tejido forma unas líneas diagonales.
1720 5v, 45 13v, 1ca, 2pa 2ca de coral 1721 8v, 1ca 3v 43 libras de dientes de elefante99 1722 12v, 1ca 9v, 1ca, 1a 1v y 2ca de coral 1723 8v 12v, 2ca 1724 9v, 6 6v 1725 4v, 1pa, 3,5 7v 1726 8v 14v 1727 7v, 2ca, 1A 6v, 1ca 1728 2v, 3ca, 20 7v, 1ca, 1a, 3c 1pa de indiana100 1729 11v, 1pa, 2ca 13v, 1ca 1730 5v, 4ca 16v, 1p, 0,5a 1731 8v, 1pa, 3ca 14v, 1ca 94 onzas de ámbar101 1732 3v, 2ca 11v, 2ca, 1A 2v de coral, 139 libras de potasa102 1733 28 1734 1735 373 559 1736 886 5.507 5a de coral, 2ca de cuernos, 2.800 libras de sulado (?) 1737 2.733 2v, 1.824 1738 2.403 3v, 1.293 1739 4.403 1v, 1.792 280 unidades de lana de vicuña103 1740 1.202 972 1741 2ca, 83 1ca, 374 1742 1ca, 1636 1.701 35 unidades de lana de vicuña 1743 1.163 1v, 1.023
99 Los dientes de elefante provenían del tráfico de Guinea, por medio del cual se traían los esclavos africanos a Curazao y otros centros de la trata de esclavos en América. En las embarcaciones de este comercio venían muchos productos naturales del continente africano, como en este caso, pero también productos agrícolas, embarcados para la alimentación de los esclavos y la tripulación: ver, por ejemplo, Johannes Menne Postma, THE DUTCH IN THE ATLANTIC SLAVE
TRADE, 1600-1815, Cambridge, Cambridge University Press, 1990, especialmente el apartado “Acommodation and feeding”, pp. 232-235. Sobre los dientes, o colmillos, de elefante, tengo referencia del caso de una embarcación naufragada en las costas de la península de Paraguaná, en viaje de la costa de Guinea a Curazao: la goleta Buena Adventura, del cargo del capitán Juan Prins, que salió el 28 de agosto de 720, probablemente rumbo a Brasil, pues al naufragar el 25 de diciembre de dicho año, en costas de la ciudad de Coro, llevaba una carga de tabaco de Brasil, “palo colorado”, …“352 dientes de elefante grandes que pesaron doce mil libras y más cinco mil libras de dichos dientes de elefante pequeños”…, en ARA, NWIC, 576, fols. 519 y ss, “Petición de David Senior, Comisionado por el gobernador de la Isla de Curazao, al Gobernador de la Provincia de Venezuela, Diego Portales y Meneses”, sin fecha, pero con autos de Coro, 9 de febrero de 1722. 100 Indiana era el término utilizado para referirse a tejidos elaborados con algodón americano. 101 Resina fósil de color amarillo procedente de coníferas. Su esencia se consideraba rubefaciente, antiespasmódica y estimulante. En el norte de la Española se encuentran yacimientos de ámbar muy famosos, de donde podrían provenir estos embarques. También se comerciaba, en las Bahamas, el ámbar extraído de las ballenas. El famoso Williams Douglas, MD, en A SUMMARY, HISTORICAL AND POLITICAL OF THE FIRST PLANTING, PROGRESSIVE IMPROVEMENTS, AND PRESENT STATE OF THE BRITISH SETLEMENTS IN NORTH AMERICA, op. cit., en p. 145, señala: “(Bahama islands) (...) It is a place of no trade, and seems to be only a preventive settlement, that pirats and privateers may not harbour there, and that Spaniards may not be masters of both sides the gulphstream. Their small trade has been Braziletto dyewood, cortex Elutherae from the island of that name, salt from Exeuma, and ambergrease by drift-whales: At present they afford sea-turtle, limes, and sour oranges for the Bon Vivants of North-America.”) 102 Hidróxido potásico. Es un sólido deshidratante y delicuescente. Se obtenía de la ceniza de madera, y se utilizaba en la fabricación de jabón, como fertilizante, para teñir de negro la lana. 103 Tejido semejante a la lana, elaborado con el pelaje del animal del mismo nombre, que vive en el altiplano peruano-boliviano.
1744 713 1v, 855 1745 2.249 3v, 914 26 libras de colmillos 1746 1.305 2v, 607 545 dientes de elefante (6.038 libras) 1747 1.778 570 324 dientes de elefante (5.080 libras) 1748 3.595 672 1.061 libras de diente de elefante, 1ca de azogue104, 74 ca de lino 1749 2.557 401 56 esperma105 (?) 1750 3.096 4v, 1.747 1751 1.373 4.532 1752 868 1.081 1753 1.336 3.384 10 dientes de elefante (280 libras) 1754 1.192 1ca, 2.293 2 dientes de elefante (76 libras) 1755 1.069 5.260 1756 758 42 dientes de elefante (309 libras)
104 Mercurio, utilizado en la época para separar la plata, aunque también como remedio antivenéreo. Ver nota Nº 75. Tal vez podría venir de Ibagué, …“a una jornada del río Magdalena”… donde había unas minas de azogue, que se llevaba a Cartagena; ver Pedro Fermín de Vargas, “Pensamientos políticos sobre la Agricultura, comercio y minas de este reino” (de Nueva Granada), en PENSAMIENTOS POLÍTICOS, SIGLO XVII-SIGLO XVIII, op. cit., p. 108. 105 Probablemente el esperma extraído de los cachalotes (spermwhale); el nombre técnico es spermaceti. Y era utilizado en la confección de cosméticos y velas, aunque también era utilizado como lubricante en la relojería y para impermeabilizar tejidos y cueros. Tengo el interesante dato de Jacob Rodrigues Rivera: “1717, Spain-February 18, 1789, Newport. This son of Abraham Rodrigues Rivera left New York City early in his career to go to Curaçao. He returned to New York City and was naturalized in 1746. About 1748 he moved to Newport. He became a prominent merchant and manufacturer, who ranked as the second wealthiest Jew after Aaron Lopez. A member of the United Company of Spermaceti Candlers, he introduced the sperm oil industry into the colonies, and is said to have introduced the manufacture of spermacety candles. (...) He was married to Hannah Pimentel in Curaçao”, en Rosenbloom,Joseph R.: A BIOGRAPHICAL DICTIONARY
OF EARLY AMERICAN JEWS. COLONIAL TIMES TROUGH 1800, University of Kentucky Press, 1960, p. 149.
Anexo 13: Especias, en envases y libras
Año Canela106 Pimienta107 Todaespecia108 Clavo109 Vainilla110 Especias111
1700 1701 1v, 1r 1702 1703 1704 1705 1706 1707 1708 1709 1710 2ca
106 De la canela, Antonio de Alcedo dice lo siguiente: “CANELA (Laurus Indica). Canela de América que aunque del mismo género de Laurus, lo miran los botánicos de distinta especie que la de Ceylan, por las observaciones que han hecho modernamente (…) en el referido Reino de Quito la usan mucho, es más blanquezina que la otra y de agradable olor y sabor, que es acre aromático y sabe algo a la verdadera canela, al clavo y el jenjibre. En la medicina tiene estimación y la colocan entre los estomacales cefálicos y tónicos y por consecuencia convienen en todos los casos que el estómago debilitado hace con buen trabajo sus funciones y en los efectos pituitosos y catarrales de la cabeza y siempre que es necesario dar tono a la fibra, y aumentar la oscilación de los vasos; también se mira como antiescorbútica y excelente para las cuartanas tomando uno o dos escrúpulos en polvo”…, en DICCIONARIO…, op. cit., p. 172. Por su parte, el A NEW
AND COMPLETE DICTIONARY OF ARTS AND SCIENCES…, op. cit., en p. 601, apunta lo siguiente: “Clove-Cinnamon is the bark of a tree growing in Brazil, wich is often substituted for the real cloves. = White-Cinnamon, called also winter's bark, is the bark of a tree frequent in the islands of St. Domingo, Guadeloupe, etc., of sharp biting taste like pepper. Some use it instead of nutmeg; and in medicine it is steemed a stomachic and antiscorbutic.” 107 Según Antonio de Alcedo, en DICCIONARIO…, op. cit., pp. 256-257, “PIMIENTA (Myrtus Pimienta). De tabasco, o malagueta, llamada también pimienta de Jamaica y de Chiapa (…) La produce un árbol grande que tiene las hojas como las del naranjo (…) tiene muchas virtudes, y es muy útil este fruto”… Menos parco resulta el A NEW AND COMPLETE
DICTIONARY OF ARTS AND SCIENCES…, op. cit., en p. 2.482: “Pimenta, or pimento, Jamaica-pepper, or all-spice, in botany, a tree of a moderate size, called by Sir Hans Sloane, myrtus arborea aromatica (...) = The fruits are gathered when green, and are exposed to the sun for may days on cloths, frequently shaking and turning them, till thoroughly dry; they take great care they are not wetted by the morning and evening dews, and when thus dried, are sent over tous. = Pimenta abounds with a fragant essential oil, which separated, in great quantity, in distilation, and is so heavy that it sinks inwater. This spice is much used in our foods, and sometimes in medicine: it is, indeed, a very good aromatic, and so well imitates the mixed flavour of all the rest, that it has long been a common practice to make the aqua mirabilis, which was ordered to be destilled from all spices, of this ingredient alone; and the taste of the water thus made, when carefully done, is so near the genuine, that a very nice palate can only distinguish it.” Para el caso general de la producción de las especias y su consumo en Europa (desde la antigüedad hasta la época moderna), resulta interesante, y contextualizador, el libro de Maguelonne Toussaint-Samat, HISTORIA NATURAL Y MORAL DE LOS ALIMENTOS: LA SAL Y LAS ESPECIAS, Madrid, Alianza Editorial, Tomo 6, 1991. 108 En teoría, sería la misma que la pimienta de Jamaica. En la documentación holandesa aparece como alspice. El origen del uso indistinto de pimienta y toda especia tiene que ver con la confusión del origen del nombre en España, de donde surge por derivación de la pimienta negra, pero como la todaespecia fue denominada originalmente pimienta, y fue llevada a Europa con ese nombre, el uso confundido se generalizó. Ver, GERNOT KATZER'S SPICE PAGES, en (http://www-ang.kfunigraz.ac.at~katzer/engl/generic_frame.html?Pime_dio.html) (11.01.2005). 109 El clavo era producción exclusiva de las Molucas, en el oriente asiático, y Holanda monopolizaba, prácticamente, su comercio hacia Europa. Tal vez este clavo provenga del intermedio africano, o tal vez sea un sucedáneo americano, ya referido para el caso de la canela: “Clove-Cinnamon is the bark of a tree growing in Brazil, wich is often substituted for the real cloves”. Ver nota Nº 106. 110 Fruto en forma de racimo de vainas, original de América, especialmente de Centroamérica; era utilizado en la confección del chocolate. 111 No hay mayor referencia a cuáles especias se refiere.
1711 1712 1v, 1s 1s 1713 5v, de Jamaica 1714 1715 1716 1717 1718 1719 1720 3p 5b 1721 1722 1723 1724 1725 1726 1727 1728 1729 3v 1730 91s, 85pa,
154 1ca, de
Islas 1731 30v 1v 1732 45 30b Canela y
Clavo=346b,pa
1733 29.572 1734 1735 1736 950 de Puerto Rico 1737 12.256 1738 1b 17.673 1739 687 1740 16.614 1741 1.471 10,5 1742 6.400 156 1743 2.068 1744 2.912 de Puerto Rico 230 1745 115 de Puerto Rico 5.255 1746 1v, crudo 1747 237 de Jamaica 9.318 1748 70 1749 1750 1.536 de Puerto Rico 35.955 1751 605 1752 2 furdee 4.649 de Puerto Rico 2.402 1753 10.477 1754 7.619 1755 202 355, de Guinea 4.063 1756 850, de Jamaica, 224 de
Guinea 2.310
Anexo 14: Productos principales, en libras
Año Cacao Tabaco Cuero Palo Tintóreo Azúcar 1700 100.282 2.070 3.876 68.968 80.000 1701 801.411 34.807 32.765 1.682.770 179.744 1702 900.723 59.760 38.938 1.549.434 1.165.600 1703 1.005.009 18.511 8.202 453.001 514.200 1704 255.476 11.880 7.149 226.285 251.900 1705 612.547 81.221 44.180 823.566 1.108.592 1706 822.679 26.470 34.070 307.103 649.396 1707 1.327.131 61.880 23.083 234.056 457.200 1708 1.143.936 110.330 6.276 225.645 196.000 1709 944.538 89.512 9.121 273.300 120.000 1710 3.267.107 125.524 23.693 402.910 273.538 1711 641.185 67.190 5.163 140.300 83.200 1712 783.666 8.370 9.510 133.848 79.200 1713 2.266.297 98.214 19.004 1.017.210 140.000 1714 2.367.751 159.950 30.459 1.124.510 347.600 1715 1.064.331 110.030 31.865 2.695.571 126.400 1716 1.306.479 168.570 24.137 1.475.478 1.488.800 1717 1.344.725 248.659 24.458 1.752.421 1.950.000 1718 1.142.260 248.250 25.607 713.000 538.400 1719 2.358.470 313.990 29.230 554.835 396.400 1720 1.947.902 356.600 35.722 520.610 343.200 1721 813.740 180.644 16.563 436.181 641.600 1722 1.523.675 386.356 38.368 583.822 862.400 1723 1.155.995 571.210 28.482 292.765 320.800 1724 1.808.675 575.740 26.724 566.438 281.600 1725 1.604.793 580.600 18.072 349.655 223.200 1726 990.965 139.900 28.036 464.381 349.600 1727 1.131.965 341.580 40.262 977.832 330.236 1728 1.199.005 683.572 26.248 481.685 1.098.400 1729 690.565 830.526 28.001 792.070 1.967.200 1730 607.205 603.692 24.474 407.735 1.774.400 1731 369.375 412.338 28.632 446.905 1.601.600 1732 556.380 386.165 18.769 351.317 1.868.000 1733 32.296 48.832 566 42.634 46.721 1734 430.294 508.986 15.566 851.381 1.004.861 1735 16.554 684.534 26.540 1.553.835 795.711 1736 243.918 401.743 27.348 774.978 2.296.994 1737 138.442 269.611 26.873 1.129.528 2.018.030 1738 63.598 188.512 19.088 940.724 824.756 1739 604.046 381.859 26.206 872.674 1.360.066 1740 1.111.545 244.225 22.181 523.682 702.534 1741 1.757.016 315.726 16.987 236.165 100.603 1742 2.084.657 225.720 15.577 540.270 370.922 1743 1.630.034 256.909 31.899 1.198.061 1.421.902 1744 1.664.806 648.155 51.175 851.504 292.310 1745 1.869.062 725.274 54.846 1.121.022 2.416.081 1746 2.287.036 494.218 36.216 819.772 2.897.896 1747 3.926.502 564.011 43.260 1.398.908 4.231.292 1748 2.442.713 422.590 39.360 1.415.236 5.694.382 1749 4.359.676 769.453 47.111 1.218.039 3.222.941 1750 3.065.252 687.157 61.369 2.378.785 323.932 1751 1.818.443 774.101 63.457 1.544.701 87.574 1752 631.250 369.492 31.730 3.106.243 0 1753 1.345.134 645.705 49.644 1.968.567 0
1754 1.066.453 260.855 50.010 1.187.745 0 1755 1.372.288 179.400 51.688 1.820.260 0 1756 1.161.651 17.331 45.870 793.810 0
Totales 73.978.909 18.178.510 1.643.706 50.814.131 51.917.914
Anexo 15: Salidas del puerto de Curazao, por mes, 1729-1757
Ene Feb Mar Abr May Jun Jul Ago Sep Oct Nov Dic Totales1729 55 25 27 34 23 28 47 37 34 44 33 39 426 1732 31 35 39 30 34 41 63 31 41 39 39 12 435 1737 21 15 15 22 28 34 26 31 26 26 20 21 285 1742 34 34 24 34 25 24 43 8 3 22 21 21 293 1747 14 33 45 34 44 31 31 33 15 24 18 15 337 1752 22 32 24 26 30 25 14 33 31 26 15 25 303 1757 40 29 36 26 44 39 37 36 39 30 24 33 413
217 203 210 206 228 222 261 209 189 211 170 166 2.492
Salidas de Curazao, por mes, 1729-1757
0
10
20
30
40
50
60
70
1729 1732 1737 1742 1747 1752 1757
Año
Can
tid
ad
Enero
Febrero
Marzo
Abril
Mayo
Junio
Julio
Agosto
Septiembre
Octubre
Noviembre
Diciembre
Anexo 16: Entradas en el puerto de Curazao, por mes, 1729-1757
Ene Feb Mar Abr May Jun Jul Ago Sep Oct Nov Dic Totales1729 16 57 34 27 31 22 35 34 37 48 30 34 405 1732 43 32 39 40 40 31 33 41 49 37 46 21 452 1737 19 24 21 22 25 28 35 35 29 29 29 26 322 1742 28 31 31 30 24 21 26 15 23 23 18 270 1747 37 20 38 37 45 25 23 35 23 31 27 32 373 1752 32 24 36 25 33 17 24 35 28 29 23 25 331 1757 36 42 46 34 40 35 40 45 24 48 11 43 444
211 230 245 215 238 179 216 240 213 245 184 181 2.597
Entradas en Curazao, por mes, 1729-1757
0
10
20
30
40
50
60
1729 1732 1737 1742 1747 1752 1757
Año
Can
tid
ad
Enero
Febrero
Marzo
Abril
Mayo
Junio
Julio
Agosto
Septiembre
Octubre
Noviembre
Diciembre
Historiografía urbana y urbanística de la Latinoamérica colonial y decimonónica. De la morfología a la Dependencia
Arturo Almandoz
Profesor Titular Departamento de Urbanismo
Universidad Simón Bolívar, Venezuela Resumen Combinando a un tiempo hitos como publicaciones, eventos y pioneros, vertientes disciplinares y paradigmas historiográficos, el presente artículo trata de registrar algunos momentos de la emergencia de la historiografía urbana y del urbanismo sobre la Latinonamérica colonial y decimonónica. Para ello se parte de un primer estrato de contribuciones provenientes de la historia artística y morfológica de comienzos del siglo XX, pasando después al momento en que los subcampos disciplinares de las historias urbana y urbanística se definieron epistemológicamente alrededor de los años 1960. A partir de entonces, se intenta dar cuenta del desarrollo de la historia urbana en función de las algunas orientaciones como el evolucionismo y la escuela de la Dependencia hasta finales de los setenta. Libros generales y comparativos provenientes de la historia de la arquitectura, las ciencias sociales, el urbanismo y otros campos conforman el cauce principal que permite trazar la emergencia, diferenciación y consolidación del campo epistemológico, en sus dos vertientes urbana y urbanística, con especial referencia al siglo XIX. Palabras clave: historiografía, América Latina, ciudad, urbanización, urbanismo
Urban and planning historiography of colonial and nineteenth-century Latin America. From morphology to Dependence.
Abstract Combining at the same time landmarks such as publications, events and pioneers, disciplinary trends and historiographic paradigms, this articles tries to register some of the moments of the emergence of the urban and planning historiography of colonial and nineteenth-century Latin America. A first layer of contributions coming from art history and morphology of the early twentieth century is a departing point, followed by the moment when the disciplinary trends of urban and planning historiography were differentiated around the 1960s. From then on, the development of urban history following some orientations such as evolutionism and the School of Dependence is tried to be accounted for. General and comparative books coming from architectural history, social sciences, urbanism and other fields provide the mainstream that traces the emergence, differentiation and consolidation of this epistemological field, both in its urban and planning trends, with special reference to the nineteenth century. Keywords: historiography, Latin America, city, urbanization, town and urban planning
Introducción
Combinando a un tiempo momentos cronológicos y conceptuales, vertientes disciplinares y
paradigmas historiográficos, el presente artículo trata de registrar algunos momentos de la
emergencia y consolidación de la historiografía urbana y del urbanismo sobre la Latinonamérica
colonial y decimonónica. Para ello se parte de un primer estrato de contribuciones provenientes de la
historia artística y morfológica de comienzos del siglo XX, pasando después al período en que los
subcampos disciplinares de las historias urbana y urbanística se definieron epistemológicamente
alrededor de los años 1960. A partir de entonces, se intenta dar cuenta del desarrollo de la historia
urbana en función de las algunas tendencias que la han marcado, tales como el evolucionismo y la
escuela de la Dependencia hasta finales de los setenta.
La conformación de la historiografía urbana de la colonia y el XIX latinoamericanos será
ilustrada a través de figuras y obras clave que se consideran especialmente influyentes en la región.
En este sentido, se pasa revista a algunos de los autores y libros de América Latina que se han
ocupado de la urbanización, la ciudad y el urbanismo de esos períodos, tratando de establecer una
distinción entre historia urbana y del urbanismo, asociando la primera a la ciudad y la urbanización, y
la segunda a la disciplina y sus modelos prospectivos. Esta distinción entre historia urbana y
urbanística, ya tradicional en otros medios,112 resulta útil de tener en cuenta al aproximarse, como
pretende este texto hacerlo, a aspectos historiográficos y metodológicos de este campo en las décadas
medianas del siglo XX; al mismo tiempo, también conviene advertir que buena parte del corpus
revisado corresponde a obras generales y comparativas, en lugar de casos de estudio.
Libros generales o comparativos provenientes de la historia de la arquitectura, las ciencias
sociales, el urbanismo y otros campos conforman así el cauce principal que permite trazar la
emergencia, diferenciación y consolidación del campo epistemológico, en sus dos vertientes urbana y
urbanística, con especial referencia al siglo XIX. Adoptado en la investigación posdoctoral de la que
se deriva este artículo, este énfasis libresco se apoya a su vez en la genealogía epistemológica, que va
de Hayden White y Michel de Certeau hasta Paul Ricoeur, según la cual la historia es un “artificio
literario”.113 El enfoque principal sobre el libro no excluye la consideración de otras variables
historiográficas que han ayudado a la conformación del campo epistemológico, tales como la
ocurrencia de eventos especializados y la labor académica y profesional de los pioneros.
112 Como ejemplos de obras de referencia distintas en el campo de historia urbana y del urbanismo, ver Rodger, Richard:, A Consolidated Bibliography of Urban History, Aldershot, Reino Unido, Scholar Press, 1996; Sutcliffe, Anthony: The History of Modern Town Planning: a Bibliographical Guide, Birmingham, Reino Unido, Centre for Urban and Regional Studies, University of Birmingham, 1977. 113 Ricoeur, Paul (1991): Temps et récit, París, Francia, Éditions du Seuil, 3 ts., t. III, 1983-85, p. 287. La investigación de la que este proyecto se deriva es “Sobre la emergencia de la historiografía urbana de América Latina”, Centro de Investigaciones Posdoctorales (CIPOST), Facultad de Ciencias Económicas y Sociales (FACES), Universidad Central de Venezuela (UCV).
Historia del arte y morfología114
La historia del arte parece haber provisto un primer substrato para la historiografía urbana en
América Latina. Con la ayuda de los Congresos Panamericanos de Arquitectos, - reunidos desde
1924 – ya para finales de la segunda década del siglo XX, los argentinos Martín Noel y Mario
Buschiazzo, el peruano Emilio Harth-Terré, y el mexicano Manuel Touissaint publicaron una serie de
obras sobre el arte y la arquitectura hispanoamericanos, que a la postre llevarían a la consolidación
del tema de la morfología urbana. Entre las tempranas publicaciones periódicas que fueron foro para
ese primer grupo de historiadores del arte se contaron los Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas
de la universidad de México, en 1937; y los Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas
de la universidad de Buenos Aires, en 1948. Las búsquedas de esta generación de estudiosos criollos
condujeron a los primeros estudios de planos y de la forma urbana para Ciudad de México (1938),
Buenos Aires (1940), Montevideo (1944), Lima (1945), La Habana (1945-1946) y Guatemala (1946);
tal como ha señalado Palm, en estas aproximaciones el “edificio aislado y su morfología dejan de ser
preocupación exclusiva del historiador de arte”.115 Sobre esta base morfológica y artística, Dan
Stanislawski, George Kubler y Robert Ricard trabajarían el tema de la arquitectura y urbanismo
colonial hispanoamericanos desde los Estados Unidos, mientras Oskar Jürgens y el mismo Palm
hacían aportes desde Alemania.116
España también contribuyó significativamente dentro de este campo de la historiografía del
arte y de la arquitectura. Después de la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929, la cual parece
haber sido un catalizador del nuevo interés peninsular por las manifestaciones artísticas de sus
antiguas colonias, en 1935 comenzaron a publicarse los cuadernos de Arte en América y Filipinas. La
colección de planos coloniales del Archivo de Indias publicada por el español Diego Angulo Iñiguez
114 Partes de las secciones siguientes se apoyan en mi ponencia “Transfer and Shaping of Urban and Planning History in mid Twentieth Century Latin America”, 11th International Planning History Conference. Planning Cultures and the Culture of Cities, Barcelona: Universitat Politècnica de Catalunya (UPC), International Planning History Society (IPHS), julio 14-17, 2004. Una versión preliminar puede encontrarse en, Almandoz, Arturo: “Historiografía urbana en Latinoamérica. Del positivismo al postmodernismo”, Diálogos, No. 7, 2003, pp. 117-156. 115 Palm, Erwin Walter: “Perspectivas de una historia de la arquitectura colonial hispano-americana”, Boletín del Centro de Investigaciones Históricas y Estéticas, No. 9, 1968, pp. 21-37, 22, 26-27. Me apoyo en el detallado artículo de Palm para varias de las referencias dadas. 116 Ibidem, p. 27. Ver por ejemplo los trabajos de Stanislavsky, Dan: “Early Spanish Town Planning in the New World”, The Geographical Review, No. 37, 1947, pp. 94-105; Stanislavski, Dan: The Anatomy of Eleven Towns in Michoacan, Austin, Estados Unidos, The University of Texas Press, 1950; Kubler, George: The Art and Architecture of Ancient America: The Mexican, Maya, and Andean Peoples, Harmondsworth, Estados Unidos: Pelican History of Art, 1962; Kubler, George: “El problema de los aportes europeos no ibéricos en la arquitectura colonial latinoamericana”, Boletín del Centro de Investigaciones Históricas y Estéticas, No. 9, 1968, pp. 105-116.
entre 1933 y 1939, fue seguida por la monumental Historia del arte hispanoamericano (1945-56),
publicada por Angulo Iñíguez en conjunto con Enrique Marco Dorta y Mario Buschiazzo, en cuyos
volúmenes se hacía referencia a los trazados coloniales de las capitales latinoamericanas. En este
sentido, valga también señalar el tratamiento dado a la ciudad en enciclopedias como la Histoire
générale des civilizations (1953-1961), dirigida por Maurice Crouzet, traducida al español y al portugués
casi que inmediatamente.117 Tal como recuerda Segre, estas obras de referencia publicadas en la
historia del arte y de la arquitectura, parecen haber sido temprano y estimulante insumo para
vislumbrar la necesidad del campo de la historiografía urbana en América Latina; entusiasmo que fue
apuntalado por la publicación de colecciones de planos antiguos de alcance nacional o local.118
Focalizándose a través de eventos y grupos
Influidos por el cambio epistemológico de una disciplina que pasaba del urbanismo orientado a
la forma y el diseño de la ciudad, al planeamiento multidimensional y procedimental que incorporaba
crecientes componentes de las ciencias sociales, los estudios urbanos de mediados del siglo XX
miraron a la relación histórica, explicada de manera casi causal, entre industrialización, urbanización y
modernización, a la manera como Kingsley Davis, por ejemplo, lo establecería para los países del
Atlántico norte que habían comenzado a industrializarse desde el siglo XIX. Estos elementos
determinarían una suerte de “ecuación de época” que trataría de explicar la conversión de la
modernidad occidental en el sentido weberiano hacia una modernización de corte habermasiano,
formulada ad hoc para la región.119 Así, aquella visión de la ciudad como principal factor de cambio
117 Iñíguez, Diego: Planos de monumentos arquitectónicos de América y Filipinas en el Archivo General de Indias. Sevilla, España, Universidad de Sevilla, 7 vols., 1933-1939.; Angulo Iñíguez, Diego; Enrique Marco Dorta y Mario Buschiazzo: Historia del arte hispanoamericano, Barcelona, España, Salvat, 3 vols., 1945-1956. La colección fue completada después por Chueca Goitia, Fernando; Leopoldo Torres Balbás y Julio González y González: Planos de ciudades iberoamericanas y filipinas existentes en el Archivo de Indias, Madrid, España, 2 vols., 1951; Crouzet, Maurice: Historia general de las civilizaciones. Barcelona, España, Editorial Destino, 7 vols., 1960-1965; Crouzet, Maurice: História geral das civilizaçãoes, São Paulo, Brasil, Difusão Européia do Livro, 1961. 118 Almandoz, Arturo: “El urbanismo: teorías, prácticas e historiografía en América Latina. Entrevista a Roberto Segre”, Ciudad y Territorio. Estudios Territoriales, Tercera Época, Vol. XXXV, No. 135, 2003, pp. 200-207, p. 201. Entre las compilaciones particulares, pueden señalarse las del Buenos Aires antiguo, por Alfredo Taullard; la de Colombia, por Carlos Martínez; y la de planos portugueses y de ultramar, de Silveira; ver Almandoz, Arturo: “De la historia del arte, la arquitectura y el urbanismo en Latinoamérica. Entrevista a Ramón Gutiérrez”, Ciudad y Territorio. Estudios Territoriales, Vol. XXXVI, No. 139, 2004, pp. 243-252, p. 244. En el caso de la capital venezolana, una referencia fundamental vino dada un poco más tarde por De-Sola Ricardo, Irma: Contribución al estudio de los planos de Caracas. Caracas, Venezuela, Ediciones del Cuatricentenario de Caracas, 1967. 119 Gorelik, Adrián: “Richard Morse y la ‘ciudad latinoamericana’: apogeo y decadencia de un ciclo”, Relea, No. 20, 2004pp. 25-54, p. 33.
social puede decirse plasmada en la interpretación de Philip M. Hauser como editor de La
urbanización en América Latina (1962),120 libro resultante de un seminario internacional que había
tenido lugar en Santiago de Chile en julio de 1959 bajo el patrocinio de la UNESCO y la Comisión
Económica para América Latina (CEPAL), entre otros organismos.121 Aunque de hecho ofreció
escasa revisión histórica, la interpretación sociológica de corte funcionalista de esa publicación sería
influyente no sólo en aproximaciones siguientes que la adoptaron, incluyendo The Growth of Latin
American Cities (1971), de Walter Harris, sino también por la reacción crítica que produjera en medios
locales, liderada por Jorge Enrique Hardoy.122
Proveniente de la arquitectura y con cierta influencia de la arqueología, el argentino Jorge
Enrique Hardoy se erigió desde comienzos de los años 1960 en tanto figura pionera de una historia
urbana latinoamericana más enfocada, especialmente a partir de su obra Las ciudades precolombinas
(1964).123 Junto a Richard P. Schaedel, de la Universidad de Texas, y Richard Morse, de Yale, entre
otros, desde mediados de los sesenta Hardoy organizó simposios sobre la urbanización continental,
especialmente en el marco de los Congresos de Americanistas: Mar del Plata (1966), Stuttgart (1968),
Lima (1970), Roma (1972), Ciudad de México (1974), y París (1976). Si bien los dos primeros fueron
sobre el proceso de urbanización de América Latina en general y a través de los diferentes períodos
históricos, buscando, al decir de Schaedel y Hardoy, “facilitar un amplio intercambio de ideas entre
arqueólogos, arquitectos, antropólogos, historiadores del arte, historiadores sociales y planificadores
urbanos”, a partir del simposio de Lima se intentó establecer un tema central, pero siempre
conservando su cobertura desde el período precolombino hasta el contemporáneo.124 Además de la
inclusión de las versiones resumidas de las ponencias en las actas generales, los textos completos de
120 Hauser, Philip M. (ed.): La urbanización en América Latina. Buenos Aires, Argentina Solar, Hachette, 1967. Ver también Davis, Kingsley: “La urbanización de la población mundial”, en La ciudad. (1965), Madrid, España, Scientific American, Alianza Editorial, 1982, pp. 11-36. 121 Fundada en Santiago de Chile en 1948 por las Naciones Unidas, la CEPAL buscaba incorporar la industrialización y otros cambios económicos en la región, para adaptarla al orden de posguerra. Bajo la guía del argentino Raúl Prebisch, la CEPAL estuvo relacionada con la formulación de la teoría de la Dependencia, la cual sería muy influyente en las políticas y ciencias sociales latinoamericanas hasta la década de los setenta. 122 Harris, Walter D. (Jr).: The Growth of Latin American Cities, Athens, Estados Unidos, Ohio University Press, 1971. 123 Hardoy, Jorge. E.: Las ciudades precolombinas, Buenos Aires, Argentina, Infinito, 1964. Esta obra fue traducida al inglés como Pre-Columbian Cities, Nueva York, Estados Unidos, Walker and Company, 1973. 124 Schaedel, Richard P. y Jorge E. Hardoy,.: “Presentación” a R.P. Schaedel y J.E. Hardoy (comps.), Las ciudades de América Latina y sus áreas de influencia a través de la historia, Buenos Aires, Argentina, Sociedad Interamericana de Planificación (SIAP), 1975, pp. 15-17, 16.
los simposios dieron lugar a varias publicaciones especializadas,125 las cuales se convertirían en
“consulta obligada” para una emergente generación de investigadores en el nuevo campo a lo largo
del continente. Tal como lo resume Ramón Gutiérrez, actual director del Centro de Documentación
de América Latina (CEDODAL) y cercano colaborador de Hardoy, en esas publicaciones “la
temática elegida era analizada desde la perspectiva de los tiempos prehispánicos hasta el presente en
aportes que tendían a anudar una visión integrada de la historia urbana americana”.126
También en términos de eventos, valga hacer notar que en Caracas había tenido lugar, en
octubre de 1967, el Seminario Internacional “Situación de la Historiografía de la Arquitectura
Latinoamericana”, organizado por el Centro de Investigaciones Históricas y Estéticas (CIHE) de la
Universidad Central de Venezuela; si bien las conclusiones del simposio no plantearon ninguna
resolución directa sobre el tema urbano, el deseo de trascender la escala arquitectónica se sentía en
querer dar a la historiografía “un carácter activo”, que la insertara “operativamente en el contexto de
la cultura actual latinoamericana”, buscando además extender los estudios resultantes a los siglos
XIX y XX, según lo planteara Graziano Gasparini, organizador del evento.127 Otra figura de
importancia continental en la historiografía arquitectónica y urbanística latinoamericana, Gasparini
dirigió el CIHE desde su fundación en 1963, centro que desempeño, sobre todo a través de su
Boletín, una formidable labor de difusión y consolidación del campo. Desde Kubler y el problema del
mestizaje del arte latinoamericano dependiente de las metrópolis coloniales, hasta el mapa de la
primacía de las capitales virreinales, elaborado por Hardoy y Aranovich; pasando por la crítica a los
criterios tradicionales de aparición de ciudad, planteadas desde el contexto precolombino por
Schavelzon, hasta las consideraciones de Benevolo sobre la ciudad latinoamericana como tipo
125 El I simposio (Mar del Plata) dio lugar a Jorge E. Hardoy y Richard P. Schaedel (comps.) , El proceso de urbanización en las Américas desde sus orígenes hasta nuestros días, Buenos Aires, Argentina, Instituto Torcuato Di Tella, 1968. El programa, las conclusiones y resoluciones del II simposio (Stuttgart) fueron publicados como “Simposio sobre ‘El proceso de urbanización en América’”, Boletín del Centro de Investigaciones Históricas y Estéticas, No. 11, mayo 1969, pp. 138-154. El III simposio fue recogido en 1972 en Urbanización y proceso social de América, Lima, Perú, Instituto de Estudios Peruanos. El IV simposio (Roma) fue recogido en el ya referido volumen de R.P. Schaedel y J.E. Hardoy (comps.), Las ciudades de América Latina y sus áreas de influencia a través de la historia. El V simposio (México) fue publicado por Jorge E. Hardoy y Richard P. Schaedel (comps.) , Asentamientos urbanos y organización socioproductiva en la historia de América Latina, Buenos Aires, Argentina, Ediciones SIAP, 1977. Las ponencias del VI simposio (París) fueron reunidas en la ya referida publicación de J. E. Hadoy, R. M. Morse, R. P. Schaedel (comps.), Ensayos histórico-sociales sobre la urbanización en América Latina. 126 Gutiérrez, Ramón: “Jorge Enrique Hardoy. Su aporte a la historia urbana de América Latina”, DANA. Documentos de Arquitectura Nacional y Americana, 37/38, 1995, pp. 6-11, 7. 127 Gasparini, Graciano: “Conclusiones”, Boletín del Centro de Investigaciones Históricas y Estéticas, No. 9, 1968, pp. 11-13, pp. 11-12. En ese mismo número se recogen las actas del evento.
histórico del Cinquecento, todo ese catálogo de autores y temas de las tempranas búsquedas y lenguajes
de la historia urbana continental fue desplegado en los prolijos números del Boletín del CIHE.128
Además del centro venezolano y del Instituto Torcuato Di Tella en Buenos Aires, bajo la
dirección de Hardoy, hubo otros núcleos que Gutiérrez considera fundamentales para desbrozar el
campo: el Grupo de Estudios Urbanos, fundado por Mariano Arana en Uruguay; el grupo Oikos,
promovido por Patricio Randle en Argentina; el Instituto de Urbanismo de la Universidad Católica
de Chile, que editaba Eure y congregaba a Armando de Ramón, Patricio Gros y Gabriel Guarda; los
trabajos de Paulo Santos y Nestor Goulart Reis, hijo, en Brasil, así como los de Carlos Williams y
Santiago Agurto en Perú.129
A la par que las revistas de arquitectura permitían creciente espacio a los temas de historia
urbana, generalmente para casos de estudio o períodos específicos, la visión cruzada e integral de los
períodos colonial y republicano se consolidó, por aquellos años 1960 y 1970, en revisiones históricas
del proceso de urbanización continental, editadas en español o inglés por Hardoy, Morse, Francisco
de Solano y Bryan Roberts, por citar autores cuyos análisis conjugan diferentes dimensiones del
proceso.130 Entre de los libros colectivos que constituyeron a la delimitación historiográfica
continental, uno de los más exitosos fue resultante de la conjunción de expertos en arquitectura
latinoamericana, tales como Bullrich, Hardoy y Segre, entre otros que se habían reunido en Lima en
octubre de 1967, bajo el patrocinio de UNESCO, así como en Buenos Aires dos años después.
128 Además de las actas del simposio de Stuttgart, que fue sobre el “Proceso de urbanización en América” (Stuttgart: 12-16 agosto 1968) - las cuales pueden verse comentadas en el Boletín del Centro de Investigaciones Históricas y Estéticas, No. 11, 1969, pp. 138-154 - los ejemplos dados corresponden a las siguientes referencias: Kubler, George: “Ciudades y cultura en el período colonial de América Latina”, Boletín del Centro de Investigaciones Históricas y Estéticas, No. 1, 1964, pp. 81-90; Kubler, George: “El problema de los aportes europeos no ibéricos en la arquitectura colonial latinoamericana”, Boletín del Centro de Investigaciones Históricas y Estéticas, No. 9, 1968, pp. 104-116; Hardoy, Jorge E. y Carmen Aranovich: “Urbanización en América hispánica entre 1580 y 1630”, Boletín del Centro de Investigaciones Históricas y Estéticas, No. 11, 1969, pp. 9-89; Schavelzon, Daniel: “La urbanización de la América prehispánica”, Boletín del Centro de Investigaciones Históricas y Estéticas, No. 24, 1979, pp. 114-148; Benevolo, Leonardo, “Las nuevas ciudades fundadas en el siglo XVI en América Latina. Una experiencia decisiva para la cultura arquitectónica del Cinquecento”, Boletín del Centro de Investigaciones Históricas y Estéticas, No. 9, 1968, pp. 117-136. 129 Almandoz, Arturo “De la historia del arte, la arquitectura y el urbanismo en Latinoamérica. Entrevista a Ramón Gutiérrez”, Ciudad y Territorio. Estudios Territoriales, Tercera Época, Vol. XXXVI, No. 139, 2004pp. 243-252, 245. 130 Solano, Francisco de: Estudios sobre la ciudad iberoamericana, Madrid, España, CSIC, 1978; Hardoy , Jorge E. (ed.): Urbanization in Latin America: Approaches and Issues, Nueva York, Estados Unidos, Anchor Books, 1975; Hardoy, Jorge E. y Carlos Tobar (comps.): La urbanización en América Latina. Buenos Aires, Argentina, Instituto Torcuato Di Tella, 1969; Roberts, Bryan: Cities of Peasants. The Political Economy of Urbanization in the Third World, Londres, Reino Unido, Edward Arnold, 1978; Morse, Richard M.: Las ciudades latinoamericanas, México, SEP, 2 tomos, 1973; Morse, R.M., M.L. Coniff, J. Wibel (eds.), The Urban Development of Latin America 1750-1920, Stanford, Estados Unidos, Center for Latin American Studies, Stanford University, 1971, pp. 1-21.
Dentro de una colección de publicaciones del organismo internacional dedicadas a América Latina en
su cultura, la idea de esas reuniones fue producir un volumen dedicado a la arquitectura y el
urbanismo, que considerara a la región “como un todo”, así como “a partir de su contemporaneidad,
remontándose en el pasado, eso sí, cuando sea necesario para comprender el presente”. Completado
varios años después bajo la curaduría de Roberto Segre, con capítulos que abarcaban diversos
aspectos urbanos como el proceso de urbanización, la conformación de áreas metropolitanas y
marginales, la transformación del medio rural y las ciudades de nueva fundación, el volumen apareció
bajo el no muy representativo título de América Latina en su arquitectura (1975),131 a pesar de lo cual
tuvo gran aceptación como texto de historia urbana, reflejado en sucesivas ediciones hasta
comienzos de los años 1980.
La revisión histórica de la “ciudad latinoamericana”, categoría que fue construida y delimitada
entre los años 1950 y 1960, puede ser vista entonces como parte de una agenda política, económica y
cultural desplegada por la CEPAL y la UNESCO en la región;132 desde una perspectiva más
epistemológica, tal agenda fue completada por la constitución de la Sociedad Interamericana de
Planificación (SIAP), que evidenciaba a la vez la transición de urbanismo a planeamiento. Pero si
tales cambios profesionales, políticos e institucionales proveyeron piedras angulares, fue a la vez el
entusiasmo y sentido de oportunidad de pioneros como Hardoy, Morse y Gasparini, entre otros, lo
que hizo posible enfocar el campo historiográfico en el marco de eventos internacionales e
interdisciplinarios.
Dominancia de la Dependencia
Concebida desde la CEPAL en relación a los programas nacionalistas de industrialización en la
América Latina de la posguerra, la teoría de la Dependencia se convirtió en alternativa a la doctrina
liberal de ventajas comparativas, la cual hasta entonces había prevalecido como explicación de la
relación histórica de la región con la economía mundial.133 Formulada originalmente por el argentino
131 Segre, Roberto (relator): América Latina en su arquitectura (1975), México, UNESCO, Siglo Veintiuno Editores, 1983, pp. 1-2. 132 Gorelik, A.: “Richard Morse y la ‘ciudad latinoamericana’: apogeo y decadencia de un ciclo”, pp. 33-34. 133 Un ejemplo de la aplicación de esta teoría de ventajas comparativas para el desarrollo decimonónico puede verse en Morse, Richard: “El desarrollo de los sistemas urbanos en las Américas durante el siglo XIX”, en J.E. Hardoy y R.P.
Raúl Prebisch, la antinomia centro/periferia fue reinterpretada como lastre estructural que sólo
podría ser superado, por un lado, a través de la intervención estatal similar a la de los Estados Unidos
durante el keynesianismo; por el otro, mediante la cooperación internacional a la manera promovida
por la CEPAL, la cual era una agencia de las Naciones Unidas.134 Con los posteriores trabajos de los
brasileños Celso Furtado, Fernando H. Cardoso y Enzo Faletto, entre otros, la teoría pasó a ser
suerte de escuela marxista de las ciencias sociales, proveyendo una matriz histórica para entender el
atraso de América Latina durante las eras colonial y republicana, incluyendo las dimensiones
económica, política y social del subdesarrollo.135
En relación con los cambios urbanos propiamente dichos, la "urbanización dependiente" de
América Latina fue periodizada de acuerdo a los bloques de poder que sucesivamente condicionaron
los estadios de dominación capitalista; los resultados de tal sucesión fueron explorados por
científicos sociales en términos de las debilidades de los sistemas de ciudades nacionales y de las
deformaciones estructurales de la urbanización. Así por ejemplo, los problemas históricos de la
"urbanización dependiente" a lo largo del siglo XX fueron descritos y analizados por Manuel Castells
en Imperialismo y urbanización en América Latina (1973), así como por Marta Schteingart en Urbanización
y dependencia en América Latina (1973); los aspectos sociales y políticos de las ciudades latinoamericanas
en tanto escenarios dramáticos de esa urbanización fueron tipificados por Marcos Kaplan y Aníbal
Quijano, entre otros; esos trabajos partían del supuesto, tal como se plantea en el libro editado por
Castells, de que el proceso histórico y la estructura continental sólo podían ser “unificadas de forma
Schaedel (eds.), Las ciudades de América Latina y sus áreas de influencia a través de la historia, Buenos Aires, Argentina, Sociedad Interamericana de Planificación (SIAP), 1975, pp. 263-290. 134 Williamson, E.: The Penguin History of Latin America, Londres, Reino Unido, Penguin Books, 1992, pp. 333-334. 135 Una visión integral y representativa de la escuela de Dependencia latinoamericana puede encontrarse en Cardoso, Fernando H. y Enzo Faletto: Dependencia y desarrollo en América Latina, México, Siglo Veintiuno, 1969. En el mundo anglosajón, un ejemplo es el de Stein, Stanley J. y Bárbara: The Colonial Heritage of Latin America. Essays on Economic Dependence in Perspective, Nueva York, Estados Unidos, Oxford University Press, 1970. Sobre los fundamentos teóricos y metodológicos de la escuela, ver Palma, Gabriel: “Dependency: a Formal Theory of Underdevelopment or a Methodology for the Analysis of Concrete Situations of Underdevelopment”, World Development, No. 7/8, 1978, pp. 881-920.
válida a través de una óptica que las sitúe con respecto al imperialismo”.136 Un análisis histórico de la
constitución de las redes urbanas nacionales fue hecho por Alejandro Rofman en Dependencia,
estructura de poder y formación regional en América Latina (1974), en el que creo fue uno de los pocos
intentos desde esta perspectiva por llevar el análisis histórico al territorio.137 Porque valga señalar que
la historia “desde abajo” preconizada por la interpretación dependentista priorizó el estudio de la
urbanización demográfica y económica por sobre la ciudad y el urbanismo, lo que hace que la tesis de
Edward Soja - según la cual fue la crítica marxista la que procuró la reinserción del espacio en la
teoría social crítica, por lo que concierne a la geografía138 – no resulte aplicable al análisis
economicista de la teoría de la dependencia en Latinoamérica.
Además de la carencia de proyección espacial y territorial, el descuido de los aspectos culturales
puede señalarse como otra debilidad de la escuela de la Dependencia; aunque de manera casi
exclusiva, esto fue superado con creces por el clásico de José Luis Romero, Latinoamérica: las ciudades y
las ideas (1976), cuya pionera historia de mentalidad, si bien partiendo del desarrollo “heterónomo” e
ideológico de las capitales criollas como plataformas de una modernidad transbordada,
afortunadamente escapó de los principios marxistas y agenda economicista de la escuela.139 Por lo
demás, tal como lo ha hecho notar François-Xavier Guerra desde una evaluación propiamente
historiográfica, los autores de la escuela de la Dependencia ofrecieron en muchos casos
“interpretaciones” más que “estudios fundados en una exploración cuidadosa de las fuentes”.140
Rara heredera de la morfología evolucionista que había sentado el primer estrato del campo
epistemológico en Latinoamérica, la influencia de historiadores y urbanistas franceses de la primera
mitad del siglo XX, como Pierre Lavedan, Marcel Poëte y Gaston Bardet, así como del organicismo
de Patrick Geddes y Lewis Mumford, puede verse en la interesante interpretación historiográfica que
136 Castells, Manuel y Patricio Vélez, “Presentación”, en Manuel Castells (ed.), Imperialismo y urbanización en América Latina, Barcelona, España, Gustavo Gili, 1973, p. 1; Schteingart, Marta (comp.): Urbanización y dependencia en América Latina, Buenos Aires, Argentina, Sociedad Interamericana de Planificación (SIAP), 1973; Kaplan, Marcos: "La ciudad latinoamericana como factor de transmisión de control socioeconómico y político externo durante el período contemporáneo", Boletín del Centro de Investigaciones Históricas y Estéticas, No. 14, 1972, pp. 90-124; Aníbal Quijano, Dependencia, urbanización y cambio social en Latinoamérica, Lima, Perú, Mosca Azul, 1977. 137 Rofman,Alejandro B.: Dependencia, estructura de poder y formación regional en América Latina (1974), México, Siglo Veintiuno Editores, 1977. 138 La mencionada tesis de Edward Soja está planteada en (1995), Postmodern Geographies. The Reassertion of Space in Critical Social Theory (1989), Londres, Reino Unido, Verso. 139 Romero, José Luis: Latinoamérica: las ciudades y las ideas (1976), México, Siglo Veintiuno, 1984, pp. 19-20. 140 Guerra, François-Xavier: “El olvidado siglo XIX”, en V. Vásquez de Prada e I. Olabarri (eds.), Balance de la historiografía sobre Iberoamérica (1945-1988), Pamplona, España, Ediciones Universidad de Navarra, 1989, pp. 593-631, 605.
Patricio Randle les daría en su obra Evolución urbanística (1972). Desmarcada por el profesor argentino
del evolucionismo darviniano y de sus derivaciones sociales, la suya era una categoría historiográfica
más específica que la geografía histórica urbana o que la historia de las ciudades o del urbanismo, ya
que impedía “de por sí la desespacialización que lleva tan fácilmente a entrar en conflicto con otros
enfoques de la historia”, además de que hace “una elaboración o procesamiento de datos históricos
con método y objetivo propios”.141 Esos métodos incluían, para el líder del grupo Oikos, desde la
morfología histórica y cultural de Oswald Spengler, hasta la elaboración de secuencias de cortes
temporales a partir de los surveys propuestos por Geddes. Todos esos autores, conceptos y métodos,
de gran influencia en el urbanismo, fueron reunidos por Randle en esa intuitiva y organicista
“evolución urbanística”, cuya diferenciación con respecto a otras orientaciones teóricas, fue resumida
en los siguientes términos.
“Evolución, élan vital, azar, he aquí tres palabras claves enlazadas semánticamente de una
manera compleja. Es la respuesta al positivismo, al materialismo decimonónico, al mecanicismo
darwinista. Y es la época en que se gesta esta disciplina que sin el nombre de evolución urbanística, o sin
nombre alguno, va a ser propuesta y desarrollada por un puñado de estudiosos de la más variada
procedencia. Para estos estudiosos, la preocupación por encontrar pistas, vestigios de regularidad,
normas básicas en la vida de las ciudades no los lleva a caer en un pragmatismo simplista y
anticultural, sino que, por el contrario, les hace escoger el término evolución que emplean una y otra
vez implicando esos contenidos vitales tan bien expuestos en toda la filosofía bergsoniana”.142
Entroncada con los estudios urbanos que precedían a los planes de las primeras décadas del
siglo en Argentina, esta visión evolutiva ciertamente había persistido en cursos universitarios de los
que el libro de Randle es representativo; sin embargo, como bien señala Novick para
contextualizarlo, pareciera que ese evolucionismo, por más novedoso que se proclamara, permaneció
“anclado aún en el ideario del urbanismo genético a partir del cual discute con la sociología urbana
marxista dominante en el campo intelectual argentino de los años setenta”.143 Y es que no sólo en
Argentina, donde ciertamente estaba uno de sus núcleos más productivos, este estructuralismo
marxista atravesaba las ciencias sociales latinoamericanas, penetrando buena parte de las
publicaciones de Hardoy y de los otros pioneros y grupos mencionados. Al imponerse sobre el
141 Randle, Patricio H.: Evolución urbanística, Buenos Aires, Argentina, Eudeba, 1972, pp. 13-14. 142 Ibidem, pp. 19-20. 143 Novick, A.: “El urbanismo en las historias de la ciudad”, p. 14.
evolucionismo y la morfología de los estudios que provenían de la historia del arte y la geografía, se
estableció una clara dominancia de la Dependencia en una historiografía urbana economicista y
sociologizada, que en buena medida descuidaba los referentes espaciales que le eran propios, tal
como ocurría con la práctica misma de la planificación
Tratados urbanísticos
La aparición de tratados que partieron de y abordaron las peculiaridades latinoamericanas
indicaron la madurez de la historia urbanística y su progresiva diferenciación, tanto de la
historiografía arquitectónica como de la urbana. Desde los años 1960, Marina Waisman editó la serie
de Cuadernos Summa Nueva Visión, que sirvieron para alternar el predominio de los clásicos
extranjeros en la enseñanza de la historia de la arquitectura en varias escuelas.144 Quizás uno de sus
libros más conocidos, La estructura histórica del entorno (1972), no pueda considerarse un libro de
historia urbanística, probablemente ni siquiera arquitectónica en el sentido tradicional; sin embargo,
en su intento de establecer una nueva epistemología de la arquitectura de la era industrial,
apoyándose para ello en la formación discursiva a la manera del Foucault de L’archélogie du savoir, la
profesora argentina actualiza y amplía el concepto de “entorno” en tanto “unidad cultural”, de una
manera que abre y potencia vínculos con la ciudad y el urbanismo. En este sentido, la influyente
interpretación de Waisman – de gran repercusión para una generación de críticos e historiadores de
la arquitectura en Argentina y América Latina – preconiza que la investigación histórica se apoya
“más bien en las relaciones estructurales que en los objetos contenidos en el campo”; dentro de esta
suerte de complejo vectorial que constituye el campo cultural de la arquitectura, las “relaciones de la
obra con el entorno” son reconocidas como uno de los objetos tradicionales de los “estudios
históricos” en arquitectura.145 Si bien el libro de Waisman no establece vínculos explícitos con la
ciudad o el urbanismo, es innegable que éstos pueden decirse incluidos en su noción de “entorno”,
de la misma manera como se reconoce allí que el estudio de esa relación histórica con los
componentes urbanos del entorno pertenecen por definición a la epistemología de la arquitectura.
144 Torre,Susana: “Teaching Architectural History in Latin America: The Elusive Unifying Architectural Discourse”, Journal of the Society of Architectural Historians, Vol. 61, No. 4, 2002, pp. 549-556, 554, 557. 145 Waisman, Marina: La estructura histórica del entorno, Buenos Aires, Argentina, Ediciones Nueva Visión, 1972, pp. 43, 47, 59.
Mientras la arquitectura desarrollaba su propia agenda historiográfica, revisiones de los
orígenes del urbanismo fueron incluidas en tratados sobre la disciplina del peruano Emilio Harth-
terré y el argentino Patricio Randle, entre otros manuales locales publicados durante los años 1960.146
El primero se preocupó más por la derivación epistemológica del urbanismo a partir de las
disciplinas precedentes, lo que le llevó a una revisión filosófica más que histórica, mientras que el
segundo fue allende el recuento para abocarse a una búsqueda historiográfica propia, tanto urbana
como urbanística, conducente a una tipología. Inspirada en el vitalismo de Oswald Spengler y en el
evolucionismo de Henri Bergson, la “evolución urbanística” preconizada por Randle fue ilustrada a
través de “mentores” como Patrick Geddes, Marcel Poëte, Lewis Mumford y Gaston Bardet.147
Aunque Novick ha visto como involuntario y paradójico el hecho de que, sobre la base de su curso
de planeamiento en la Universidad de Buenos Aires, el grupo Oikos que lideraba, y su posición en la
Asociación de Planificadores Urbano-Regionales, el énfasis puesto por Randle en la dimensión física
y profesional apuntara hacia una historia operativa que prefiguraba los planteamientos de la
arquitectura urbana de la década de los ochenta,148 creo que en el fondo es consecuente resultado del
rol de aquél en tanto raro representante del evolucionismo y morfología de comienzos de siglo.
Si bien el argentino Jorge Enrique Hardoy puede ser visto como figura central de la
historiografía urbana desde los años 1960, cuando publicó su ya mencionado clásico Las ciudades
precolombinas, pienso que su obra, durante esta etapa, estuvo más centrada sobre la tipología de
ciudades latinoamericanas y el proceso de urbanización. Quizás eso tenga que ver con que, si bien no
estuvo directamente asociado con la escuela de la Dependencia, Hardoy fue cercano a trabajos de
corte marxista, para los que el espacio urbano obedece a procesos propios del sistema capitalista,
evidenciando un interés por la urbanización que se superpone al urbanismo, a la vez que éste se ve
desplazado por un planeamiento desespacializado, sin planos ni diseño.
Si uno busca historias generales de la disciplina, fue Roberto Segre quien emprendió la difícil
tarea – único intento desde Latinoamérica, hasta donde conozco - de reconstruir la emergencia del
urbanismo de los siglos XIX y XX con relación a la arquitectura, dentro del contexto del mundo
146 Harth-terré, Emilio: Filosofía en el urbanismo, Lima, Perú, Editorial Tierra y Emilio Arte, 1961; Randle, Patricio H.: Qué es el urbanismo, Buenos Aires, Argentina, Columba, 1968, pp. 26-43. Valga señalar también AA. VV., Planeamiento: cinco enfoques, Córdoba, Argentina, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad Nacional de Córdoba, 1963; La Padula, Ernesto: La edad moderna y el urbanismo contemporáneo. Metodología del planeamiento regional y urbano, Córdoba, Argentina, Biblioteca de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad Nacional de Córdoba, 1964. 147 Randle,P. H.: Evolución urbanística. 148 Novick, A.: “El urbanismo en las historias de la ciudad”, p. 15.
desarrollado. Ello se debió en parte al hecho de trabajar en la facultad de arquitectura de la
Universidad de La Habana, que por obvias razones ideológicas, era la que más esfuerzo invertía en
construir una historia propia de la arquitectura occidental, alejada de la supuesta interpretación
capitalista de autores tradicionales. Además de su copiosa producción arquitectural, en el campo
urbano, Segre venía con una formación marxista influida por Le droit à la ville (1968) de Lefebvre, la
docencia marxista llevada adelante por Gino Germani en su instituto de Buenos Aires, y el ensayo La
ideología urbanística (1970), de Fernando Ramón, entre otras muchas referencias de su desarrollo como
docente en el Instituto Superior Politécnico José Antonio Echeverría de La Habana.149 Aunque no
desde una perspectiva propiamente histórica, Segre había ya desarrollado un similar enfoque marxista
para diferentes casos de estudio en Las estructuras ambientales de América Latina (1977), donde se
paseaba por problemas territoriales y espaciales de distinta escala: desde las debilidades de las grandes
redes urbanas heredadas de la Colonia hasta los amenazas de los centros urbanos de las ciudades en
proceso de modernización, todo ello en el marco de los intereses del capitalismo dentro de la
región.150 A pesar de sus limitaciones y vacíos históricos creo que ese libro estaba el dando el salto al
análisis espacial y territorial que no dieron otros teóricos de la dependencia urbana que, según Segre,
influyeron en su obra: Martha Schteingart, Emilio Pradilla Cobos, Fernando Carrión, Raquel Rolnik,
Paul Singer y Oswaldo Sunkel, entre otros.151
El titánico intento de Segre se materializó en Historia de la arquitectura y del urbanismo. Países
desarrollados. Siglos XIX y XX (1985). Partiendo del “tronco interpretativo principal del Movimiento
Moderno”, en el que incluye a historiadores del urbanismo como Benevolo, Sica y Ragon, y
especialmente muy a la manera de este último, el arquitecto argentino combinó los hoy desdibujados
bloques de países socialistas y capitalistas, cruzados en una balanceada matriz arquitectónica y
urbanística, aunque reconociendo “la primacía otorgada a los valores estéticos y simbólicos de la
arquitectura, cuyo desarrollo evolutivo mantiene cierta autonomía respecto a los factores
estructurales del contexto histórico”. Concibiendo las formas del espacio social como resultados de
“la correlación existente entre necesidad (material y espiritual) y posibilidad (económica, técnica, estética,
149 Lefebvre, Henri: Le droit à la ville / Espace et politique, París, Francia, Anthropos, 1974, traducido como El derecho a la ciudad, trad. J. González-Pueyo, Barcelona, España, Península, 1978. Ramón Fernando (1974), Ideología urbanística (1970), Madrid, España, Alberto Corazón Editor. Estas influencias fueron acotadas por el autor en A. Almandoz, “El urbanismo: teorías, prácticas e historiografía en América Latina...”, pp. 6-7. 150 Segre, Roberto: Las estructuras ambientales de América Latina, México, Siglo Veintiuno, 1977. 151 Para precisar estas influencias, ver nuevamente Almandoz, A.: “El urbanismo: teorías, prácticas e historiografía en América Latina...”, p. 7.
etc.)”, el entonces profesor de historia de la arquitectura en La Habana se opuso a “los patrones
universales sobre la validez estética de las realizaciones estudiadas sin las referencias concretas a la
sociedad que las formula, o sea, a las clases sociales, usufructuarias o no de espacios o edificios”.
Toda esa visión marxista la completó Segre con una concepción de la historia que tomaba distancia
del nostálgico y evasivo recetario de formas y estilos a través de los cuales el postmodernismo de
entonces comenzaba a registrar el pasado. Más profundo y contextualizado aspiraba ser el “uso
operativo de la historia” preconizado por el autor en el prólogo de 1984 a la edición española de su
obra:
“Se trata de asumir la historia como proceso de conceptualización, surgido de una realidad
socio-económico-cultural concreta, que define las soluciones implícitas en el sistema ambiental que la
comunidad requiere para su desarrollo. Proceso que alcanza su evidencia en las formas y espacios,
cada uno con su particularidad específica, pero integrados dentro de un sistema de signos unitarios,
en términos de base conceptual y de referencias a un marco teórico.”152
A pesar de que las “tintas ideológicas” en ese libro estaban “demasiado cargadas”; a pesar
también del “triunfalismo sustentado en relación al desarrollo de los países socialistas”, defectos que
el mismo autor me reconoció en entrevista reciente, creo que ese libro dejó el aporte de tratar en
detalle la evolución de las estructuras urbanas de los países del bloque soviético posterior a la
Segunda Guerra, tema muy poco abordado en textos europeos o norteamericanos.153 Por lo demás,
repito que el arquitecto argentino-cubano fue de de los pocos investigadores que hizo resonar los
últimos ecos de la teoría de la Dependencia en el campo de la historia urbanística, ya que tal enfoque,
hasta entonces, parecía haber estado más vinculado a los ya referidos estudios de Castells y Rofman
sobre el proceso de urbanización, o del rol histórico de la ciudad en Kaplan y Quijano. Sin embargo,
fue una suerte de canto de cisne, no sólo por el ya mencionado agotamiento del enfoque
dependentista en la historiografía urbana latinoamericana para comienzos de los ochenta, sino
también por el desdibujo de los límites entre los bloques capitalista y soviético después de 1989.
Epílogo y conclusión
152 Segre, Roberto: “Prólogo a la edición española” (junio 1984), en Historia de la arquitectura y del urbanismo. Países desarrollados. Siglos XIX y XX, Madrid, España, Instituto de Estudios de Administración Local (IEAL), 1985, pp. 13-17. 153 Almandoz, A.: “El urbanismo: teorías, prácticas e historiografía en América Latina...”, p. 7.
Siguiendo una reacción contra la teoría de la Dependencia que también se dio en otros campos
de la historia económica,154 buena parte de su lógica marxista sería desechada en tanto explicación
histórica a partir de los años 1980, aunque algunos de los postulados urbanos de la escuela
mantendrían sentido en aproximaciones ulteriores, pero reinterpretados desde perspectivas y
contextos diversos. Este alejamiento del cientificismo puede decirse internacional, si tomamos en
cuenta que Peter Burke señala que después de las explicaciones economicistas apoyadas en el
marxismo; así como las de énfasis geográfico y de la longue durée inspiradas en Braudel y la escuela de
los Anales; o incluso las de énfasis demográfico del así llamado “modelo malthusiano” de cambio
social, los cultores de la Nueva Historia se hicieron más abiertos sobre nuevas fuentes para las
explicaciones.155
Este breve epílogo nos advierte a la vez que un artículo como éste no debe formular
conclusiones, ya que posteriores momentos resultantes de esos nuevos paradigmas históricos,
combinados con las vertientes urbana y urbanística, aparecieron en la historiografía de la
Latinoamérica colonial y republicana desde los años 1980. Sin embargo, creo que, al haber
considerado desde la morfología hasta la Dependencia, las décadas de emergencia y consolidación del
campo estaban ya superadas, lo cual daría lugar, desde finales de los ochenta, a un prolífico
tratamiento de períodos y aspectos específicos para una casuística innumerable; aunque lo he
intentado para las ciudades burguesas de finales del siglo XIX y comienzos del XX,156 no me he
atrevido aquí seguir adelante con su estructuración para los períodos colonial y comienzos del
republicano. Por lo demás, creo que concluir con este momento de la Dependencia es, además de
honesto, sano recordatorio de que este artículo se deriva de una investigación que sigue en curso.
154 Mauro, Frédéric: “La dependencia económica de América Latina en los siglos XIX y XX”, en V. Vásquez de Prada e I. Olabarri (eds.), Balance de la historiografía sobre Iberoamérica (1945-1988), Pamplona, España, Ediciones Universidad de Navarra, 1989, pp. 633-656, 641. 155 Burke, Peter: “Overture. The New History. Its Past and its Future”, en Peter Burke (ed.), New Perspectives on Historical Writing (1991), Cambridge, Reino Unido, Polity Press, 2001, pp. 1-24, 15. 156 Almandoz, A.: “Historiografía urbana en Latinoamérica. Del positivismo al postmodernismo”. Ver también Almandoz, Arturo, “Notas sobre historia cultural urbana. Una perspectiva latinoamericana”, Perspectivas Urbanas/Urban Perspectives. Studies in Urbanism and Urban Processes, No. 1, 2002, pp. 39-51.
¡Calla Serpiente!
El liberalismo y el problema de la tolerancia religiosa, reflejada en el proceso al folleto La Serpiente de Moisés
de Francisco Margallo, en la Caracas de 1826
Guillermo T. Aveledo Coll Escuela de Estudios Políticos y Administrativos
Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas Universidad Central de Venezuela
Resumen: Cuando Miguel Santana, racionero de la Catedral de Caracas, publicó en 1826 el folleto La Serpiente de Moisés, renovó la discusión pública alrededor de unas de las máximas políticas centrales de la sociedad que se proyectaba: la tolerancia religiosa. Enmarcados en el secular conflicto entre la defensa de la intolerancia y la implantación del “tolerantismo”, la reacción que suscitó el texto (escrito originalmente por el padre Francisco Margallo en Bogotá), refleja la importancia de la tolerancia para el establecimiento de una república comercial, ilustrada, abierta a la inmigración y dispuesta a las mejoras que la industria y el trabajo pudiesen proveerle. El texto de Margallo y el gesto de Santana, ponían a prueba los límites teóricos planteados por los nuevos modelos de convivencia política, cuestionando no sólo sus principios, sino su posibilidad práctica en una república que, consideraban, estaba en su origen comprometida con el Catolicismo. Palabras Clave: Venezuela / Liberalismo / Tolerancia Religiosa
Abstract: When Miguel Santana, prebendary of Caracas’ Cathedral, published a pamphlet entitled La Serpiente de Moisés in 1826, he renewed the public discussion over one of the core political maxims of such envisioned society: religious toleration. Framed within the secular conflict between the defence of intolerance and the introduction of “tolerantism”, the reaction produced by such text (originally published in Bogotá by priest Francisco Margallo), reflects the importance of toleration for the establishment of a commercial and enlightened republic, open to immigration and apt to the improvements that industry and labour could provide. Margallo’s text, and Santana’s gesture, put to the test the theoretical limits set for the new model of political coexistence, questioned not only over its principles, but also over its practical possibilities in a republic that, the thought, was at its origin committed towards Catholicism. Keywords: Venezuela / Liberalism / Religious Toleration
“… pardonnons-nous réciproquement nos sottises” Voltaire, “Tolerance”, Dictionnaire philosophique (1764)
Preliminares A comienzos de 1826 apareció reimpreso en Caracas un folleto titulado La Serpiente de Moisés,
publicado originalmente en Bogotá bajo la autoría del Pbro. Francisco Margallo. Así, un humilde
sacerdote del Cabildo Eclesiástico de Caracas, el Pbro. Miguel Santana, saltó a la posteridad para
convertirse en la primera persona juzgada bajo la Ley de Imprenta de la nueva república, y en el
centro de una encendida polémica acerca de las bondades y peligros de la tolerancia religiosa.
El tema central de este trabajo es reproducir ese episodio, usando las fuentes directas y los
documentos de referencias que colecciones y reproducciones nos han facilitado, a la luz de la historia
intelectual del liberalismo venezolano157 que se vio retado en uno de sus dogmas fundamentales por
el ofidio de papel. La oposición se encuentra en los viejos argumentos en contra de la tolerancia, y la
postura que aspiraba al establecimiento de la misma como un principio político permanente en la
sociedad políticamente organizada. Al aproximarnos al episodio a la luz de la historia intelectual del
liberalismo venezolano, podemos encauzarlo como parte de una reflexión creciente; en este caso, la
discusión de Margallo-Santana con sus opositores es fértil campo para avanzar en otras reflexiones, y
establecer así nuevos pasos hacia una línea de investigación mayor: la de la relación entre las distintas
nociones de ciudadanía y la fe religiosa en nuestros comienzos republicanos158.
I. Liberalismo y Tolerancia
La ideología de la sociedad comercial, que luego se configurará como liberalismo, era la más
pujante fuerza intelectual en la Caracas de 1826. De modo muy general, aquél conjunto de ideas
formadas entre “los siglos XVII y XVIII en contra del poder absoluto del Estado y de la autoridad
excluyente de las iglesias y en contra de los privilegios político-sociales, con el fin de que el individuo
157 Una versión más extensa de este trabajo fue presentada en el Seminario Historia Intelectual del Liberalismo Venezolano I, conducido por los Dres. Elena Plaza y Ricardo Combellas, en el Doctorado en Ciencias Políticas de la Universidad Central de Venezuela, Caracas, entre octubre de 2003 y febrero de 2004. 158 Aveledo Coll, Guillermo Tell,: "Orden Fe y Libertad", en Notas y Documentos, Edición Latinoamericana, nº 61-62. Caracas, Instituto Internacional Jacques Maritain, 2001; Aveledo Coll, Guillermo Tell,: “En nombre de Dios Todopoderoso: El Republicanismo Católico venezolano a través de la polémica alrededor la libertad de cultos en la Caracas de 1811”, en Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, No. 124, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 2002.
pudiera desarrollar sus capacidades personales, su libertad, en el ámbito religioso, económico y
político”159, enmarcaban la visión de los repúblicos caraqueños. Aunque sus fuentes y antecedentes
son diversas, buscando éste su “validación o justificación en muy diversas filosofías”, no es difícil
encontrar en el liberalismo una ilación, una idea de tradición, que le caracterizan como movimiento
único160, dentro del cual, la noción de tolerancia religiosa es central.
Referido sólo de modo filosófico, el pensamiento político liberal tiene como objetivo
fundamental la preservación de los derechos individuales y la maximización del derecho de elección
por parte de tales individuos161. El individuo es el centro de su concepción, y es a través de éste que
se construye la identidad colectiva dentro de una sociedad liberal:
Según la tradición liberal una sociedad justa (...) no busca realizar algunos fines particulares, sino posibilitar a sus ciudadanos a alcanzar sus propios fines (...) Tal sociedad debe regirse con arreglo a los principios que no presuponen ninguna concepción sobre “lo bueno”. (...)La prioridad es asegurar un orden normativo que garantice la coexistencia simétrica de un elenco infinito de concepciones sobre “lo bueno” representadas en portadores individuales.162
De este modo, se entiende que un sistema liberal ha de fundarse en el pluralismo de creencias,
en tanto que existe una pluralidad de individuos componiendo tal sistema: las creencias religiosas,
como problema íntimo, pertenecen al ámbito de autonomías que el Estado debe respetar y proteger.
El orden normativo que defiende estas autonomías ha de tener a la idea y práctica de la tolerancia
como dogma, e incluso, como una de sus virtudes: el hábito propio y respetable de un ciudadano
liberal. Dicha ciudadanía liberal supone un tipo específico del ser humano: el individuo libre y
racional capaz de gobernarse a sí mismo, sin buscar gobernar o tomar ventaja sobre otros, y capaz,
en última instancia, de enfrentar sus creencias y modos de vida particulares de los ataques de la
multitud, no para que el gobierno promueva éstas creencias, sino para que no interfiera con su plena
realización163. Se espera que las instituciones políticas sean liberales en tanto que permitan a los
159, Abellán ,Joaquín: “Liberalismo Clásico”, en Mellón, Joan Antón (ed.): Ideologías y Movimientos Políticos Contemporáneos. Madrid, Technos, 1998, p.13. 160 Gray, John: Liberalismo. Madrid, Alianza Editorial, 1992, pp.11-12;15-71. 161 MacLean, Iain : Oxford Concise Dictionary of Politics. Oxford, Oxford University Press, 1995, p.286. 162 Beriaín, Josetxo: La Lucha de los Dioses en la Modernidad. Barcelona, Editorial Anthropos, 2000, pp. 199-200. 163 Kautz,Steven: “Liberalism and the idea of Toleration”, en American Journal of Political Science, Vol. 37, nº2. Austin, University of Texas Press, 1993, p.610-611
individuos alimentar sus propios fines, bajo el amparo de la ley. Esto implica que han de permitirse
una pluralidad de creencias y cultos, en tanto éstos no amenacen el orden político y legal que permite
la coexistencia pacífica entre individuos y entre asociaciones. Las instituciones liberales son
indiferentes a las creencias particulares aunque han de procurar –activamente si es necesario- la
intervención sobre grupos e individuos que traten de apabullar las creencias y modos de vida de
otros individuos (o lograr que las propias sean asumidas como exclusivas por el sistema), evitando,
en lo posible, moldear las preferencias de éstos más allá de lo que permita la existencia común164,
pero a su vez reconociendo explícitamente la pluralidad de creencias (o la ausencia de éstas). De otro
modo, existiría el riesgo de decaer en una “anarquía anómica”165, lo que implica el encierro de los
distintos grupos e individuos en sus pequeños ámbitos de intolerancia.
Históricamente, el proyecto liberal surge con la intención de limitar el poder del Estado y
defender al individuo de la intervención coaccionada por agentes externos, intención que habrá de
articularse en una narrativa ilustrada –en reacción contra la confusión de los ámbitos político y
religioso- que plantease una sociedad moderna, en tanto habría superado “the ecclesiastical and the
fanatical -beginning to be called the medieval- and as having superseded the ancient and the virtuous,
now seen as chief adversaries of the critical and the commercial”166. Esta sociedad comercial,
caracterizada por el intercambio incesante de bienes y servicios (morales y materiales) entre sus
miembros, era aquella en que podía florecer al amparo de la ideología liberal, y donde los diversos
modos de pudieran desarrollarse sin perturbaciones ni amenazas en tanto garantizaran la
continuación del intercambio. Esta “narrativa ilustrada” tendría, como eje del liberalismo
preindustrial, una enorme influencia en las nacientes repúblicas hispanoamericanas y, en última
instancia, en las creencias políticas del público liberal de la ciudad de Caracas durante la década de
1820. La forja de esta tradición intelectual que legitimase y proyectase una sociedad liberal y por
tanto tolerante recorre un largo camino167.
164 Kukathas, Chandran: “Liberalism and Multiculturalism: The politics of Indifference” en Political Theory, Vol. 26, nº 5. Charlottesville, University of Virginia, 1998, pp.691-694. 165 Arboleda Mora, Carlos: Aspectos históricos del Pluralismo Religioso en Colombia. Medellín, Universidad Pontificia Bolivariana, 2000, pp.1-2. 166 Pocock, J.G.A.: Barbarism and Religion: Volume 1, The Enlightenments of Edward Gibbon, 1737-1764. Cambridge, Cambridge University Press, 1999, p.112 167 No es este el espacio para extendernos sobre ese desarrollo. Para una historia comprehensiva de la historia intelectual del concepto de tolerancia religiosa, léase Kamen, Henry: Nacimiento y Desarrollo de la Tolerancia en la Europa Moderna. Alianza Editorial, Madrid, 1987. Para una lectura más breve, léase Aveledo Coll, "Orden Fe y Libertad", op.cit.
La noción de tolerancia religiosa había llegado a su madurez, luego de las crisis religiosas de
los siglos XVI y XVII, y los avances del iluminismo y la filosofía en el siglo XVIII, durante las
revoluciones de Norteamérica, Francia e Hispanoamérica. Lo que era un problema relativamente
marginal de la teoría política –no tanto en la discusión teológica- se convierte en polémica
fundamental de las revoluciones modernas. La tolerancia religiosa, que abrigaba el germen del
pluralismo político en los regímenes liberales, se presentaba como contraposición al fanatismo y al
aislamiento; oposición que es más evidente en la vertiente ideológica que articulaban el avance de la
sociedad comercial, el cual requería de la tolerancia como requisito para “pulir las maneras” y
“dulcificar las costumbres”168, cuya influencia habrá de hacerse notar en nuestra temprana ideología
liberal169.
II. La Tolerancia en Venezuela. Antecedentes y Contexto
Hasta el siglo XIX, el problema de la tolerancia religiosa no fue objeto de discusión pública.
Inmersos en el orden social y político promovido por la Monarquía Católica, la intolerancia era un
dogma social y político incuestionable; éramos una sociedad relativamente aislada de la influencia de
extranjeros no católicos, además de ser indiferentes a la presencia de cultos aborígenes, absorbidos o
minimizados durante siglos de evangelización.
La tolerancia, como propuesta política, entraría dramáticamente en el debate público
venezolano con la exposición del irlandés William Burke, en su artículo titulado “la Libertad de
Cultos”, como parte de sus trabajos sobre los Derechos de la América del Sur y México publicados
en la Gaceta de Caracas170. Burke había adelantado en otros trabajos la necesidad de repúblicas
comerciales, libres y tolerantes que hicieran mellar el poderío español (y el poder francés), sirviendo a
los intereses y gloria de la Gran Bretaña171. Sobre la base de argumentos utilitarios y cristianos,
168 Aveledo Coll, Guillermo Tell: Civilidad y sociedad comercial. la idea de la civilización en la escuela de Escocia, a partir de las Historias de William Robertson y el Ensayo sobre la historia de la sociedad civil de Adam Ferguson. Caracas, Universidad Central de Venezuela, Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, Centro de Estudios de Postgrado, Doctorado en Ciencias Políticas, mimeo, 2003. 169 Plaza, Elena: “Vicisitudes de un Escaparate de Cedro con libros prohibidos”, en Politeia, nº13:331-360, Instituto de Estudios Políticos, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1989; Falcón, Fernando: “Adam Ferguson y el pensamiento ético y político de Miguel José Sanz: Notas para la reinterpretación del Semanario de Caracas (1810-1811)”, en Politeia, nº 21, Caracas, IEP, Universidad Central de Venezuela, 1998. 170 Para un desarrollo del contexto de la polémica suscitada, léase Aveledo Coll, "Orden Fe y Libertad", op.cit., passim. 171 Ver al respecto William Burke, South American Independence: or the emancipation of South America, the Glory and Interest of England. Impreso por J Ridgway, Londres, 1807; y William Burke, Additional reasons for our immediately emancipating Spanish
propuso que la tolerancia religiosa impere en la nueva república siendo la misma correspondiente a la
naturaleza del cristianismo, y sobradamente conveniente para sus ideas sobre la América española,
que giraban desde el principio en torno a la libertad de comercio, la inmigración y a la apertura de
nuevos mercados para Inglaterra172. La tolerancia tendría la ventaja de promover la paz dentro del
país y de fortalecer la moral social, como puede apreciare en el “piadoso (...) religioso, moral y
ordenado” pueblo norteamericano173; es, en fin, motivo del progreso material de los pueblos, como
podía observarse en Irlanda y Estados Unidos, tal como en otras comarcas tolerantes donde: “han
corrido inmediatamente torrentes de población, industria, ilustración, riquezas y felicidad a fertilizar y
hermosear aquel país”174.
Las réplicas llovieron sobre Burke. En general, todas hablan aún en el lenguaje de la fidelidad
y la tradición, defendiendo la relación intrínseca entre el Estado, la unidad de la Iglesia y el orden
público175. Acaso velando un poco su regalismo durante la crítica etapa entre 1810 y 1813176,
refutan la “temeraria” y “confundida” propuesta de tolerancia con argumentos tradicionales: el
censurable sometimiento de la Iglesia a la autoridad política; la corrupción generalizada de las almas y
las costumbres; y los castigos, tumultos e infiernos que invitan la entrada de infieles dentro de la
comunidad. Todo este atentado contra la religión sólo puede ser defendido, como señala Hernández,
con argumentos de mala fe que sólo seducen a los comerciantes, y que deben ser rechazados por los
buenos cristianos177.
Con argumentos parecidos, pero apoyando la causa republicana, publica en Bogotá el padre
Diego Francisco Padilla su Diálogo entre un Cura y un Feligrés del pueblo de Boxacá, dirigido directamente a
combatir el artículo de Burke, proclamando lo peligroso de sus ideas, aunque sin dudar de su buena
America: deduced from the new and extraordinary circumstances of the present crisis; and containing valuable information respecting the late important events, both at Buenos Ayres and the Caraccas. Impreso por J Ridgway, Londres, 1808. Ambos se encuentran en la Colección de Libros Raros de la Biblioteca Nacional de Venezuela, Caracas. 172 Burke, William: La Libertad de Cultos: polémica suscitada por William Burke. Estudio Preliminar por el Dr. Carlos Felice Cardot. Academia Nacional de la Historia, Caracas, 1959, pp.193-194 173 Ibidem, p.195. 174 Ibidem, p.198. 175 El volumen sobre la polémica editado por la Academia Nacional de la historia (véase, supra, la nota 172) incluye la Apología de la Intolerancia Religiosa, atribuida al Pbro. José Hernández; el Ensayo Político contra las reflexiones del S. William Burke de Antonio Gómez; y La intolerancia político-religiosa vindicada del Dr. Pbro. J.N. Quintana, de la Universidad de Caracas. 176 Sobre la crisis del catolicismo en esta época léase Virtuoso, Francisco José: La Crisis de la Catolicidad en los inicios republicanos de Venezuela (1810-1813). Caracas, UCAB, 2001. 177 Hernández en Burke, 1811/1959, op.cit., p.218.
fe.178 Para Padilla, la tolerancia puede considerarse un peligro para una república si, como
Cundinamarca, o Venezuela, era salvaguarda de (y bendecida por) el catolicismo; idea importante
para muchos sacerdotes comprometidos con la mudanza política hacia una república:
- Fel. Como vivo con espanto esta tolerancia y sus resultados, quisiera saber ¿si nosotros tenemos peligro de incurrir en ellos? - Cur. Nosotros por la gracia de Dios estamos à cubierto de estas desgracias con la sabia Constitución del Estado que acaba de publicar el Sabio y Católico Gobierno, que nos rige. Ya has leído en ella, que la Religión Católica, Apostólica, Romana es la Religión del Estado; también has leído, que no se permitirá otro culto público ni privado; y que la Provincia Cundinamarquesa no entrará en tratados de paz, ni comercio, en que directa, ó indirectamente quede vulnerada su libertad religiosa. Esta Constitución jurada por el Estado es conforme a la catolicidad de los pueblos, los cuales cuando se dispusieron a sacudir el duro yugo de la servidumbre que los tenía oprimidos, tuvieron por objeto principal de su empresa la defensa de su Religión, por la cual están resueltos à morir, deseando conservarla en toda su pureza. En este concepto, y bajo de esta condición, se dice en el Apéndice, que se admitirán en nuestra sociedad todas las naciones del mundo, asegurándoles nuestra hospitalidad179
El planteamiento de Burke no termina felizmente: inviable para el momento, no corresponde
ni a las urgencias y características de la sociedad colonial en crisis, ni a los designios de los líderes del
movimiento emancipador de 1811.
La religión en la Republica de Colombia
Huelga decir que los problemas y la situación de 1811 eran distintos a los de 1826. Las
experiencias de la guerra habrían quitado mucho de la timidez del debate de 1811, así como habrían
modificado la relación de fuerzas entre quienes apoyaban y quienes condenaban la idea de tolerancia.
Los partidarios del liberalismo podían, dentro de contados límites y a través de las instituciones,
178 Padilla, Diego Francisco: Diálogo entre un cura y un feligrés del pueblo de Bojacá sobre el párrafo inserto en la gaceta de Caracas, tomo 1 núm. 20 martes 19 de febrero de 1811 sobre la tolerancia. Santafé de Bogotá, Imprenta de Bruno Espinosa. Libros Raros y Manuscritos, Biblioteca Luis Angel Arango, Banco de la República, Bogotá, Colombia p.4, 1811/1842. 179 Ibidem, p.14.
blandir su proyecto hacia los diversos ámbitos de la sociedad, cuyo orden y jerarquía había sido
definitivamente subvertido180.
En tanto que la doctrina liberal tiene como uno de sus principios fundamentales a la
tolerancia, esta es sostenida tanto por razones de justicia como de utilidad política. Era una creencia
difundida que la tolerancia proveería ventajas interesantes que estimularían el progreso e ilustración
necesarios para el establecimiento de una sociedad afín a un “gobierno patriótico, sabio y liberal”
(para usar las palabras de Burke) y para regenerar a la nación, como exclamarían en La Aurora de
Caracas:
Entretanto Venezuela emprendía la grande obra de su regeneración, ella tenía que conciliar los intereses de muchos cuerpos, gremios y clases en que la España la había subdividido, y hacer que el espíritu del fanatismo y de privilegios plegase a las ideas republicanas. (...) Venezuela fundó entonces una gran familia, cuyo único jefe era la ley, y cuyas prerrogativas estaban fundadas en el mérito y la virtud. (...) Como Venezuela entonces cerró también sus oídos a toda idea exclusiva, ella tolero el tolerantismo, y de este principio de política tan eficaz como saludable dimanó la rápida y pronta inmigración de estrangeros. En menos de nueve meses se introdujeron por La Guaira más de 400 hombres de todas naciones y algunos con sus familias, artesanos, agricultores, y personas industriosas. Caracas con este motivo aumentaba pródigamente su población, y el movimiento continuo de 48 mil habitantes que la poblaban presentaba un espectáculo bullicioso en que el comercio, la agricultura, la industria y todas las artes liberales y mecánicas concurrirían a hacer su esplendor, a hermosearla y hacerla el centro del poder y de los recursos de su afortunado suelo181.
Así, la tolerancia religiosa era eficaz medio para, sometiendo al “espíritu de fanatismo”, lograr
el avance del país, la reconstrucción de sus medios de producción, y a prodigar por el mundo los
avances de la república, vinculándola a la “marcha política del progreso”182, regeneración que
pasaba por la entrada al país de hombres útiles e industriosos que atraídos por las bondades naturales
del territorio, se establecerían en él para mejorarlo e ilustrar con su ejemplo y maneras a la población
180 El lenguaje político liberal tuvo sin duda rivales dentro de los sectores emergentes de la contienda emancipadora. No es este el lugar de examinar tales conflictos (aunque en la polémica que tocamos existen reflejos de esa diversidad de lenguajes), sino más bien de articular sus objetivos y el lugar que la noción de tolerancia religiosa tendría en el mismo. 181 Anónimo, "Una ojeada sobre Venezuela", en La Aurora de Caracas. Redactada por F. Ribas Galindo. Nº 2, 16 de junio de 1826, Caracas, Imprenta de Valentín Espinal, Hemeroteca Nacional, Biblioteca Nacional de Venezuela, Caracas. 182 Bastian, Jean-Pierre: Protestantismos y Modernidad Latinoamericana. Historia de unas minorías religiosas activas en América Latina. México, Fondo de Cultura Económica, 1994, p.74.
vernácula, que no tendría suspicacias, pues “había cerrado sus oídos a toda idea exclusiva”. La
entrada efectiva de protestantes, algo remota en las mentes de los repúblicos de 1811, ya había tenido
lugar a través de la entrada de contingentes extranjeros que apoyaban la causa emancipadora; aunque
vistos por muchos con sospecha, éstos introdujeron una idea distinta de los protestantes a la
prevaleciente en las décadas anteriores: ciudadanos honrados, preocupados por la causa de la
república y dispuestos honestamente –en la mayoría de los casos- a permanecer en el territorio y
servirle de nuevos modos. Como apuntó Groot:
En aquel tiempo se creía que toda ilustración, toda la prosperidad de Colombia consistía en que se llenase el país de extranjeros; en que los extranjeros vinieran á poblar nuestros desiertos campos; las leyes se esmeraron en favorecer la inmigración extranjera, y cualquiera cosa que pudiese servir del menor estorbo a la venida y comunicación de los extranjeros, se reputaba como mal gravísimo, como un delito, como la oposición más formal a la ilustración, a la civilización, al progreso y obra sólo del fanatismo y la ignorancia.183
¿Cómo se reflejaba esta creencia en las instituciones políticas existentes? Las Constituciones de
1819 y 1821 no declararon ni libertad de cultos ni religión de Estado. Se consideraba que era mejor
que tal definición fuese dándose de hecho, evitando así comprometerse a una solución definitiva. Por
otro lado, se recordaba que:
... lo que vuestros representantes han tenido siempre a la vista (...) es que las mismas leyes fuesen enteramente conformes con las máximas y los dogmas de la religión católica, apostólica y romana, que todos profesamos y nos gloriamos de profesar: ella ha sido la religión de nuestros padres y es y será la religión del Estado; sus ministros son los únicos que están en el libre ejercicio de sus funciones, y el gobierno autoriza las contribuciones necesarias para el culto sagrado184
La misma Constitución declaraba, empero, en su artículo 183, que todos los extranjeros de
cualquiera nación serían admitidos en Colombia, gozando sus personas y propiedades de las mismas
seguridades que los demás ciudadanos (incluyendo, acaso, el derecho al culto). En ese mismo
espíritu, fue que el Congreso de Cúcuta abolió el tribunal del Santo oficio en Agosto de 1821,
siguiendo la pauta caraqueña de 1811. Así mismo, en tratados suscritos con potencias extranjeras, la
183 Groot, José Manuel: Historia Eclesiástica y Civil de la Nueva Granada. Bogotá, Casa Editorial de M. Rivas y Cª.Vol. V, 1893, p.397. 184 Constitución de la República de Colombia, declaración final, 1821.
República se comprometía a respetar el culto privado de los no católicos en tanto que éstos
respetasen la religión mayoritaria (cabe preguntarse si estos intereses pesaron más que los de los
partidos internos al instaurarse la tolerancia religiosa)185.
Estas reformas fueron también promovidas por notables venezolanos y neogranadinos que
desde posiciones de influencia, descuidaban la posibilidad de que los clérigos excitasen al pueblo a
alzarse contra éstas. Hechos aislados, como la rebelión de Pasto a favor del sistema educativo
benthamista, y los escritos de algunos sacerdotes y creyentes, sólo reforzaban su opinión en contra
del “fanatismo ciego” de “estas gentes”186, tal como episodios lamentables como el de un tal padre
Saavedra, quien habría modificado un anuncio público para promover el registro de forasteros no
católicos, quedando incurso “en todos los anatemas en que incurren los que se oponen y estorban la
inmigración”187
Se ha sugerido, a su vez, que el interés de los grandes anticlericales como Pedro Gual, Vicente
Azuero, Miguel Tovar y Diego Fernández, no estaba en defender a los extranjeros, sino en defender
la permanencia de las “agitadoras” Logias Masónicas en el país188. Éstas, con más influencia política
en Venezuela que en la Nueva Granada, estimulaban las medidas y tendencias anti-clericales, no sólo
a través de los órganos oficiales, como La Gaceta del Gobierno y El Correo, sino además a través de
pequeños periódicos como El Conductor, dirigido por Azuero, La bandera tricolor, El granadino,
etc. Era, a juicio de Groot, un proyecto faccioso, amparado en el liberalismo:
(...) no era que la tolerancia se quisiese para os protestantes ni judíos, sino para las logias (...) ni los protestantes ni los judíos que existían en el país se empeñaban en hacer prosélitos entre las familias católicas, como se empeñaban los masones por hacer masones á los individuos de estas familias; y por esta razón (...) fue tan combatida la idea del tolerantismo, así por la prensa como en los púlpitos189
En este sentido fueron auspiciadas oficialmente las famosas Sociedades Bíblicas, que tenían
como propósito la educación en las buenas costumbres y doctrinas cristianas. El pastor bautista
185 Bastian, Protestantismos y Modernidad Latinoamericana. Historia de unas minorías religiosas activas en América Latina, op. cit., p.77. 186 Watters, Mary: A history of the Church in Venezuela, Chapel Hill, The University of North Carolina Press, 1933, p.107. 187 Groot, Historia Eclesiástica y Civil de la Nueva Granada, op. cit., pp. 337-338. 188 Watters, A history of the Church in Venezuela, op. cit., p.81; a este motivo se ha vinculado el renovado catolicismo de Simón Bolívar en la crisis política de 1826-1830. 189 Groot, Historia Eclesiástica y Civil de la Nueva Granada, op. cit., p.85.
escocés James Thomsom fue enviado por la Sociedad Bíblica Británica y la Sociedad Escolar
Británica y Extranjera a fundar varios capítulos en la América Española, promoviendo la enseñanza
lancasteriana, basada en el uso de la Biblia como libro de lectura y herramienta en el uso de la
memoria, así como en el principio de la enseñanza mutua190. Así fue establecida la Sociedad Bíblica
Católica de Colombia, apoyada por Gual e inicialmente por las autoridades eclesiásticas, que terminó
desautorizada para el comercio y la publicación de Biblias en idioma vernáculo, incluso por el
gobierno, durante la década siguiente191. Ante esta sensación de amenaza, y bajo un creciente interés
en “fustigar el error”, aparecieron decenas de sacerdotes con panfletos y poemas, celosos ante la idea
de la penetración de nuevos cultos por medio de la inmigración de protestantes y el avance de las
reformas educativas. Uno de ellos, el eminente presbítero Luis Azuola, escribió sobre la corrupción
moral percibida:
Todo es malo atacando a la religión; pero verse atacada de pedantes indignos de tomar en su boca la Sagrada Escritura, ensuciándola sacrílegamente con interpretaciones protestantes y masónicas? ¿Exponer los sagrados cánones con falsedades y atrevimiento? ¿La teología moral con desprecio? ¿Querer contraer el republicanismo a perder la vergüenza para la disolución? ¿Al catolicismo ponerle la nota de reprobación en diccionario fanático? Esto sí es el execrable agravio perpetrado por gentes vomitadas del infierno. (...) Pasar de ser la ciudad religiosa, en donde nos dieron la educación más cristiana y ahora teatro de farsantes herejes masones y libertinos? (...) A los que disimulan, la misma insolencia del tiempo los despierte; nos gritan: vosotros sois ministros de la Iglesia que abominamos; vuestro culto es cuerpo indigno de nuestra filosofía: ese sagrado carácter es el objeto de nuestro aborrecimiento. Todo esto son palabras azotadas en la Calle Real, y, lo peor es, en las casas, cuyas paredes jamás habían sido escandalizadas de blasfemias hereticales. Se están abriendo escuelas para enseñanza de los niños; yo la abriría para la instrucción de estos grandullones que necesitan de la más severa disciplina para contenerlos192
La desazón de los fieles contra las políticas liberales tenía mucho eco en Bogotá, donde a su
vez aparecieron varias publicaciones pro-clericales como Noches masónicas, El Traductor, El
Despertador, Las Damas de Bogotá y El Pésame193. Es en este ambiente que aparecería La
Serpiente de Moisés.
190 Bastian, Protestantismos y Modernidad Latinoamericana. Historia de unas minorías religiosas activas en América Latina, op. cit., p.75. 191 Arboleda Mora, Aspectos históricos del Pluralismo Religioso en Colombia, op. cit., p. 6. 192 Groot, Historia Eclesiástica y Civil de la Nueva Granada, op. cit., p.411. 193 Ibidem, p.406.
IV. El proceso a Margallo-Santana
El autor de la Serpiente..., Francisco Margallo, fue humilde e incansable paladín de la causa
intolerante. Reconocido como fiel patriota194, quienes vinculaban a la república con la protección
del catolicismo. En tal sentido Margallo publicó una notable serie de folletos y hojas sueltas entre
1823 y 1830, con nombres sacados de las escrituras y el santoral, en los cuales atacaba el
establecimiento público de las logias masónicas (el Gallo de San Pedro, el Gato Enmuchilado, El
Perro de Santo Domingo), la publicación de la Biblia en lengua vernácula (La Ballena), las doctrinas
masónicas (El puerco de San Antonio Abad; La Burra de Balaán) y la tolerancia de cultos (La
Serpiente de Moisés)195.
Al usar la imagen de la serpiente, Margallo intentó hacer que su libro devorase “las serpientes
de los Magos” tal como “la Cruz adorable de Jesucristo nuestro Señor y su religión santísima han
triunfado de todas las religiones falsas y sectas diabólicas196. Advierte Margallo sobre el error y el
riesgo de corrupción y pecado implícitos en el trato con los herejes; ya Dios, por medio de la imagen
de la unión perversa entre los hijos de Seth y Caín, justificó la condena al tolerantismo; “monstruo
horrendo para el pueblo, y la destrucción de la religión para todos los que saben pensar”197. Define
Margallo a la tolerancia como
Un sistema que despojando al hombre del don más precioso que ha recibido del Cielo, abre la puerta a todos los crímenes; un sistema que mira con igual indiferencia todas las religiones ó que pone á nivel la única verdadera con la multitud de las falsas; un sistema finalmente, que abrigando en sus seno todos los cultos, cree querer honrar al Ser supremo con el bárbaro en su pagode, con el musulmán en su mezquita, con el judío en la sinagoga, ó con el católico en sus templos y basílicas198.
No podían los cristianos de Colombia aceptar los mensajes e intereses de quienes proponían la
tolerancia, más allá de las ventajas temporales que la misma pueda proveer a la prosperidad de
194 Como los sacerdotes neogranadinos Padilla, Azuola y Ruiz, entre otros. Arboleda Mora, Aspectos históricos del Pluralismo Religioso en Colombia, op. cit., p.5. 195 Vergara y Vergara, José María: Historia de la Literatura en Nueva Granada. Bogotá, Banco Popular, 1974, p.279-284. 196 Margallo, "La Serpiente de Moisés", en Caballero, Manuel (Comp. 1999): Diez grandes polémicas en la historia de Venezuela. Caracas, Fondo Editorial 60 años, Contraloría General de la República, 1826/1999, p.5. 197 Idem 198 Idem
Colombia: “El que está persuadido de la verdad de su religión, el que la ama y la antepone á todos los
intereses por ventajosos que parezcan, lejos de tolerar sectas contrarias; antes quisiera verlas
destruidas, y convertidos sus profesores”199. Proceder de otro modo sería renegar “de Jesucristo, del
Evangelio y de todas las escrituras Santas, despreciar la doctrina de los Sagrados Concilios y de los
Padres de la iglesia200. Para Margallo, más allá del pecado y de la condenación eterna de los
colombianos, estaría en juego el orden civil de la República, advirtiendo que existían “intereses
políticos, las razones de Estado” que debían hacerles desistir de tal proyecto:
...deberían armar á todos los jefes políticos, como en otro tiempo al gran Constantino y otros imitadores suyos: ya para evitar no sólo el peligro de la fe y religión por los artificios seductores, propios de los sectarios, sino también por la corrupción de las costumbres, ruina de los más florecientes imperios. Basta poner los ojos en los escritos de Voltaire, de Montesquieu, de Rousseau y otros para ver que el espíritu dominador de estos defensores de la tolerancia es un espíritu de furor, de inquietud, de desolación, sin respeto a las potestades legítimas ni subordinación a las leyes, ni consideración a la justicia. De aquí las facciones que esperimentan los reinos y repúblicas201.
La sociedad se desarticularía en desolación, indiferentismo y desesperanza, si se adopta el
camino de la tolerancia en materia de religión:
¿Qué sociedad, ni qué vínculos de felicidad pública pueden subsistir, estableciendo con los Deístas, Naturalistas y Ateístas por principios fundamentales de su depravado y horroroso sistema el deleite y la fuerza? Desaparece la fe recíproca, que es el vínculo de seguridad que une á los ciudadanos, sucediendo en su lugar la falacia, el engaño, la rapiña y la violencia, bajo los especiosos nombres de industria, sagacidad y derecho, perdiendo el temor á la sagrada obligación del juramento, teniéndolo por demencia, á leyes santas por fanatismo, y á los hombres virtuosos por imbéciles y tímidos202.
Acusa Margallo a la tolerancia de ser generadora de las guerras de religión, siendo más proclives
los libertinos a sacrificar a sus enemigos por su causa:
199 Ibidem, p.6 200 Ibidem, p.7 201 Ibidem, pp.10-11 202 Ibidem, p.11.
No pudiendo sufrir los errores que no eran propios de su secta, convertían sus armas unos contra otros hasta destruirse mutuamente. (…) para calmar los novadores el odio en que habían incurrido, pensaron en disimularse mutuamente sus errores, como los enfermos de un hospital, resueltos á absorver los gases pútridos de otros, en cambio de que toleren todos la corrupción del hedor propio. (...) el tolerantismo, nacido en el paganismo, educado por Calvino, y últimamente amamantado por los libertinos y masones para seducir a las gentes, bajo los negros estandartes del impío é inconsequente Rousseau203
En general, acusa a los promotores de la tolerancia de “Astuta concupiscencia…”204 Que los
infieles y heterodoxos hablasen así, no le sorprendía; pero que cristianos colombianos planteasen esa
política, era un asombroso descalabro del orden divino:
...que los hombres educados en los principios sólidos e incontrastables de la Religión cristiana, que estudiaron en unos Colegios que no eran teatros cómicos ni escuelas de danzantes, hablen y escriban así, preciándose más de secuaces de esos impíos que de discípulos de los apóstoles, esto si que asombra205
Los “frutos del árbol masónico” son todos corrupción y desasosiego, aún en términos del
orden político, el cual, “se engañan muchos”, no pertenece a los hombres, sino que es consecuencia
de la ordenación divina206. Lo político no está separado de lo religioso, ni viceversa: la premisa
fundamental de una sociedad civil liberalmente concebida es inconmensurable con la propuesta de
Margallo:
El interés de la felicidad pública, que no depende ciertamente de los resortes de la política, ni menos de las intrigas ocultas de la impiedad; sino de las disposiciones de aquel Señor, que tiene en sus manos las riendas de los imperios y traslada los reinos por los pecados del pueblo, el interés temporal, digo, debe estimular en zelo de los que gobiernan a favor de la religión, para atraerse las bendiciones del Cielo.207
203 Ibidem, p.12. 204 Ibidem,p.13. 205 Idem 206 Idem 207 Ibidem, p.15.
De este modo Margallo defiende “unidad de culto en un Estado” la cual “es un centro en el
cual vienen á unirse todos los miembros”, siendo la diversidad religiosa “perjudicial y sumamente
nociva, no sólo á los derechos de la Iglesia, sino también, á los intereses políticos del Estado”208.
Vicente Azuero intentó, en Bogotá, seguir un proceso en contra de Margallo209, sin éxito
gracias a las influencias y benefactores del presbítero. Entretanto, en Caracas, cuyo partido clerical
era débil frente a los reformistas210, el padre Miguel Santana reimprimió la Serpiente de Margallo.
Santana, quien durante la guerra había sido declarado “libertino” e “insurrecto”, y que era racionero
del Cabildo Eclesiástico de Caracas, fue acusado de sedición por el síndico municipal José Toribio
Iribarren, y luego fue detenido, en espera de su audiencia con un Jurado Municipal -rápidamente
formado- que oiría el caso de la acusación y la defensa211. Entre los miembros del Jurado de Caracas
estarían los ciudadanos Felipe Mejías, José Vargas, Lázaro Carías, Juan Josef García, Carlos Cornejo,
Pedro Parras, y Esteban Molowny212.
Luego de la publicación de la Serpiente y los cargos de sedición a cuestas, Santana intenta
defender su empresa con el corto folleto Colombia defendida por la Serpiente de Moisés.
Moderando los términos de Margallo, trata de explicar a quienes no desean, por ignorancia afectada o
malignidad descubierta213, su advertencia. Si la Constitución no defiende el culto público de no-
católicos, sostiene, y éste es atacado por la Serpiente, es cuestionable señalarla como sediciosa,
cuando no ataca mandato expreso. Denuncia a sus perseguidores como propulsores de “una censura
(...) que poco se vio en el sistema inquisitorial”214, y que se han hecho imputaciones estrafalarias: él
208 Ibidem, p.17. 209 Watters, A history of the Church in Venezuela., op. cit., p.106. 210 Ibidem,p.108; Gustavo Ocando Yamarte, Historia político-eclesiástica de Venezuela (1830-1847). Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1975, pp.45-53. 211 Según Silva Montañés, en una Revista Semanal, impresa en la Imprenta de Valentín Espinal publicada en Caracas entre febrero y mayo de 1826, aparecieron con lujo de detalles los procedimientos del juicio a Santana. Sin embargo, no fue posible acceder a ejemplar alguno de esta publicación. (Ismael Silva Montañés, Algunos papeles periódicos venezolanos 1808-1830. Caracas, Amazonas Artes Gráficas, 1971, p.102). 212 "Aviso", en El Colombiano, Semanario comercial bilingüe, Nº 145, miércoles 22 de febrero de 1826. Hemeroteca Nacional, Biblioteca Nacional de Venezuela, Caracas; Un Alemán, Cartas de un alemán a S.E. el Vicepresidente. Caracas, Imprenta de Tomás Antero, 1826 en Colección de Libros Raros y Manuscritos, Biblioteca Nacional de Venezuela, Caracas. Carta nº 2, p.1. 213 Santana, Miguel (1826): Colombia defendida por la Serpiente de Moisés. Caracas, Imprenta de Valentín Espinal, 1826 en Colección Arcaya, Biblioteca Nacional de Venezuela, Caracas, p. 3 214 Ibidem, p.1
y Margallo, buenos creyentes, desean “convertir, no destruir”215. Frente a un supuesto ambiente de
libertades, Santana lanza una feroz advertencia:
Escritores libres! Volveréis a tomar la pluma si una vez la cavilosidad interpreta a su antojo vuestros discursos? Incorruptible jurado! No se resiente vuestro digno orgullo cuando se os presente esta pauta tiránica? (…) Seamos justos: si alguno quiere impugnar el escrito nada se lo impide; pero ahogarlo en el calabozo de la sedición seria la opresión mayor216.
Uno de los polemistas contrarios a Margallo-Santana será José de la Natividad Saldanha,
quien publicará su Discurso Teológico-Político sobre la Tolerancia en que se acusa y refuta al escrito
titulado la Serpiente de Moisés. Saldanha, liberal y masón brasileño, llegó a Venezuela luego de varias
peripecias en Europa y Estados Unidos tras el fracaso de la rebelión de Ceará y Pernambuco, en
1823. Actuando como polemista en Caracas, cuida en caracterizarse como un creyente ilustrado:
Yo nací y fui educado en esta religión, y este es el motivo porque me lleno de un santo celo, cuando veo que aun en el siglo 19, siglo llamado (...) de las luces, y de la filosofía, aparecen hombres que pretenden abusar de ella para favorecer sus máximas perniciosas, sus perniciosos caprichos, o una piedad poco ilustrada.217
Nada tendría la religión católica de incompatible con la tolerancia, dice Saldanha citando el
Evangelio de San Mateo, si su primera máxima es: “Amad a vuestros Enemigos y haced beneficios a
los que os tienen odio”218; “toda la vida de Jesucristo no respira sino dulzura y mansedumbre”219.
Católicos fanáticos la despojaron de su verdad evangélica, a costa de los principios básicos de la
convivencia política de los pueblos, amenazada por la Serpiente al atacar la tolerancia civil:
La Serpiente de Moisés no solamente rechaza abiertamente la tolerancia religiosa, sino aún la civil; lo que es destruir de un sólo golpe la basa de la fraternidad entre las naciones, se sus mutuas relaciones, de sus intereses mutuos220
215 Ibidem, p.3 216 Ibidem, p.2 217 Saldanha, José de la Natividad: Discurso Teológico-Político sobre la Tolerancia en que se acusa y refuta al escrito titulado la Serpiente de Moisés. Caracas, Imp. de Tomas Antero, 1826 en Colección Arcaya, Biblioteca Nacional de Venezuela, Caracas, p.1. 218 Ibidem, p.1. 219 Ibidem, p.7. 220 Ibidem, p.2.
Del mismo modo, la filosofía (la doctrina ilustrada y liberal), no estará nunca alejada de la
religión, como dicen “hipócritas y fanáticos”, que en todo ven corrupción y concupiscencia:
La religión y la filosofía deben darse de la mano para conducir al hombre a la verdadera felicidad; la religión sostiene la filosofía en sus desvíos; y la filosofía con la antorcha de la razón ilumina las difíciles oscuridades de la religión separando con acierto, y prudencia lo que es de Dios y lo que es obra perecedera de los hombres. La razón y la religión, siendo obras de un mismo Dios, no pueden contradecirse221.
La Serpiente incita, según Saldanha, al odio contra los extranjeros, animando a desobedecer el
art. 183 de la Constitución y “ a la perturbación de la tranquilidad publica”222, excitando la
“persecución entre los herejes, o protestantes”223; esto la hace más que subversiva, sediciosa, al
estimular un conflicto antinatural. Es el fanatismo, señala Saldanha, el causante de guerras y pesares
que azotaron a los pueblos cristianos desde la Reforma: “No fue ciertamente la tolerancia, sino la
intolerancia, no del catolicismo que es tolerante, sino de los católicos, que produjo tan desastrosos
males. La guerra supone siempre discordia: y si todos los hombres fuesen tolerantes; si todos los
hombres no se entrometiesen con la conciencia de los demás hombres, que motivos habría para estas
contiendas? Que causas para tantas guerras?”224
“Cállate pues, y vuelve a lo que antes eras!”, pide Saldanha a la Serpiente225, acusándola de
atrevimiento al señalar que en las ciudades tolerantes no hay fe, mintiendo descaradamente “en la faz
de la Historia y de lo que pasa en nuestros días”226. Inglaterra y los Estados Unidos, las sociedades
comerciales por excelencia, son verdaderos ejemplos de respeto a la moral pública, a la “fe
recíproca”, a la protección al desvalido, cosas que los países que sufren bajo el fanatismo católico no
pueden ostentar; “tenéis fe, tenéis la verdadera religión, pero en donde están vuestras obras?”227:
… Dónde la moral publica es más respetada? Dónde la fe conyugal es más bien guardada? Dónde la orfandad y la indigencia encuentran mas protección, y apoyo? Dónde hay mas Seminarios, mas Colegios y mas hospitales de Caridad edificados
221 Ibidem, p.9. 222 Idem 223 Ibidem, p.14. 224 Ibidem, p.13. 225 Idem 226 Ibidem, p.14. 227 Idem
voluntariamente por los fieles que en estos estados? Y vosotros, intolerantes, cuáles son las obras de caridad, que habéis hecho?228
Termina Saldanha, lejos de toda burla, en tono grave y sereno. Advierte a sus anfitriones que
no han de engañarse “…la religión enseña, pero no obliga”; sólo se ve de otro modo por el
“pestífero idioma de la mentira.”229 Advierte también al jurado de Caracas: “Esta es la primera vez
que la felicidad de los Colombianos depende de vuestro arbitrio: acordaos que vuestra sentencia no
influirá solamente sobre esta capital, sino también sobre toda la Republica”. La sentencia sobre la
Serpiente “decidirá la suerte de Colombia, esto es, de su honor, y gloria, o de su perpetua
infelicidad”230 La perpetua felicidad se encontraría en seguir la caridad ilustrada y la política
tolerante, de acuerdo a los modelos de Inglaterra y EEUU, que tienen sus “ojos sobre nosotros”.231
Otra respuesta a Margallo-Santana la dio un anónimo alemán, quien publicó sendas Cartas de
un Alemán a S.E. El Vicepresidente, en la Imprenta de Tomás Antero. Ambas cartas, la primera
antes del proceso a Santana, y la segunda luego de su condena, están dirigidas como suerte de
remitido público al vicepresidente Santander. En ellas, el alemán pone bajo sospecha a la Serpiente
no sólo de sedición, sino de confabulación traidora con un trono extranjero, lamentando que,
llamado por la constitución del estado colombiano a gozar pacíficamente de la libertad de sus ciudadanos, de la igualdad ante las leyes, y de la seguridad que ofrece a cuantos viva en Colombia, me vine de Alemania, mi patria, donde seguía la carrera literaria, he servido a la República y vivía tranquilo, cuando inesperadamente mordió y ha tumbado mi alma la serpiente de Moisés232
El padre Santana, acusa el alemán, además de perturbar su tranquila vida en este país liberal,
sirve de instrumento a otros, más perversos: al Cabildo Eclesiástico, que lo ha utilizado para
reimprimir el sedicioso folleto, aprovechando lagunas de la Ley de Imprenta, que Santana ha
desafiado abiertamente, consternando los espíritus más apegados a la ley:
vemos ya zapada la constitución en sus fundamentos, la intolerancia predicada con desvergüenza y furor, las conciencias alarmadas con la excomunión y el infierno, y por resultado necesario de tanto esfuerzo los hachos listos para encender las
228 Idem 229 Ibidem, p.15. 230 Idem 231 Idem 232 Un Alemán, Cartas de un alemán a S.E. el Vicepresidente, op. cit., carta nº1, p.1.
guerras religiosas, y nosotros los estrangeros, lo mismo que muchos colombiano ilustrados y fuertes, sin garantía que nos salven si no se hace un ejemplar que detenga estos ataques probados a la experiencia de todos los siglos con los más poderosos y seguros233.
Acusa a este “fanático” Margallo y a Santana (preso gracias a la igualdad que existe entre los
hombres frente a la ley)234 de querer poner ante ojos de incautos e inocentes la palabra de las
Escrituras, para deslumbrarles “sin discernir lo que de ella debemos adoptar, y desta manera los
obceca, los fanatiza y los hace dentellear”235. Empeño de los clérigos y frailes dirigidos por Roma y
animados por España, como sucediera en tiempos de Isabel de Inglaterra, amenazada en más de una
ocasión por “los sacerdotes que con esa península supersticiosa de cuya política son el
instrumento.”236:
[La Serpiente de Moisés] es descarada y muerde a campo raso. Ella cita como teatro de revoluciones para calentar las conciencias y levantar en Colombia el estandarte de la guerra de religión a la “Olanda en tiempos de Felipe II”. ¿Y cuáles son las revoluciones de ese tiempo? Las mismas que ahora las de Colombia –La independencia por causa del despotismo y crueldades del gobierno español, y la ganaron como ahora los colombianos. (...) Si la citada revolución de Olanda es herética, la de Colombia lo es también, y siéndolo deben todos los colombianos absolverse de esa escomunión y reconciliarse con Fernando VII. (...) La Serpiente se nos presenta cuerpo a cuerpo con la religión á sublevar á los devotos y fanáticos para quitar la libertad, batiendo en brecha la constitución en un artículo muy esencial de sus sistema para poner los pueblos en guerra religiosa, y en seguridad venir mediando la Europa con un príncipe del Escorial para que apacigüe nuestras controversias237.
Exponiendo sediciosamente a los extranjeros a ser víctimas de un “puñal fanático”, Santana “se
presenta denodado por la imprenta contra nosotros que venimos de buena fe a fomentar el país con
nuestros capitales, industria y población.”238. Frente a estos crímenes, no puede el jurado, dejar
correr impune a la Serpiente. Reiterando los argumentos de Saldaña, “desde la presente jeneración se
verá cubierto de oprobio y maldiciones. Este jurado según sea su conducta está bajo la detestación o
233 Idem 234 Ibidem, p.7. 235 Ibidem, p.2. 236 Ibidem, p.3. 237 Ibidem, p.4. 238 Idem
alabanza del universo que lo mira, porque la cuestión es del mundo entero que tiene abiertos los ojos
sobre nuestros estados”239. Incluso, se coloca en un plano moralmente superior al de cualquier
sacerdote, pues inmigrantes cómo él han venido “no a quitar labradores la décima parte de su
trabajo, no a vivir a la holganza con el sudor de nuestros prójimos, no a lucir ridículos manguillos
blancos, sino a soltar nuestra sustancia para alimentarnos, y fomentar la riqueza de la república.”240
En la Carta segunda, mucho más extensa, el alemán anónimo celebra el “carácter asustadizo
de la libertad”241. A fin de cuentas, luego de tantos sufrimientos y miserias durante la guerra es
natural que se alarme frente a estas amenazas a sus frágiles e incipientes instituciones y libertades, las
cuales habían triunfado antes ya contra tantos “errores y las preocupaciones”242.
Celebra el alemán el resultado del juicio. Santana fue condenado por sedicioso a pagar una
multa; el síndico Iribarren, (sobre quien nuestro anónimo no hace sino alabanzas) se lució frente a los
argumentos del presbítero, deslucido por la algarabía y agotado por lo largo del proceso. Iribarren:
“no debió decir más, ni debió decir menos- Salvar la línea hubiera sido imprudente, y ello le habría
hecho acreedor a la justa mota de cobardía243. La Serpiente, comenta agradecido el alemán, develó
abiertamente sus intenciones, permitiendo que la ley la sometiese y sirviendo así a la república:
…forzó a un sabio a descorrer el velo y arrancar la más cara de las hipocresías que han engañado en los siglos de la ignorancia, impelió a un patriota manejando las armas de la defensa natural á poner en descubierto la superstición y sus fines, y estrechó á todos sin quererlo a conocer de lleno el blanco y término á que se han encaminado las astucias sacerdotales. (...) El tiempo es llegado de que comiencen a sudar las prensas de objetos tan dignos, como que son de la primera consideración é interés, para que con franqueza, decencia y verdad se trate de cuanto cumple al bienestar de la república, y brillantes de una religión que tan pura vino del cielo a consolar a los mortales244
De este modo, la fe política de “todo caraqueño” queda acendrada, unida por la enemistad
hacia la Serpiente y sus propagadores. Da este enemigo un sentido de unidad y refuerza el
patriotismo de todos los hombres libres frente a los que atacan sus libertades245:
239 Idem 240 Idem 241 Un alemán, Cartas de un alemán a S.E. el Vicepresidente, op. cit., carta nº 2, p.1. 242 Idem 243 Ibidem, p. 2. 244 Ibidem, p.3. 245 Ibidem, pp. 3, 8-9.
Sólo una causa sencible y palpable que á todos punce con fuerza y ofenda llevando la ofensa y el peligro a los hogares de cada cual; sólo esto es lo que podrá formar una identidad de ideas, y levantar á todos á buscarse, tocarse y prevenirse á deshacer el agravio recibido.- La opresión es conocida, la conciencia estimulada: estos son los dos únicos resortes que creo puedan inflamar á los hombres apartados, para reunirse a pedir con calor la libertad y el cielo. V.E. estará convencido desta verdad y conocerá por lo mismo que Colombia es responsable á la filosofía, al mundo, á la humanidad y á la razón, de cuanto haga de más en los deberes del ciudadano246
Similar señalamiento hacen en el periódico comercial bilingüe El Colombiano, regentado por
un coronel Inglés de apellido Stophord247, apuntando en breve nota un comentario sobre el suceso
de Margallo-Santana:
¿Y no es cosa triste observar entre nosotros que ese espíritu monástico vuelva a levantar su cabeza en medio de toda nuestra expansión y adelantamiento; vemos clamorear por los haces de leña y por el sable, como en los días de la Inquisición española; pidiendo siempre que las mismas cadenas se remachen á los hombres, nuestros hermanos, y creyendo que lo que ha constituido debilidad e infortunio de la Iglesia es lo que contribuye a su gloria, dignidad y fuerza? [... La Serpiente de Moisés] proporcionará a toda la unión un sólido y durable beneficio. (...) Inducirá al gobierno y la Nación a adherir con más firmeza que nunca a los principios de la tolerancia, que se ha visto ahora amenazada abiertamente de una subversión, y que es esencial á la estabilidad del gobierno. Pensamos que esta investigación es peculiarmente necesaria en las actuales circunstancias, y si la Serpiente de Moisés produce tan benéfico resultado, habrá llevado en el cuerpo, como muchas de su especie, el antídoto contra su veneno248
El alemán sugiere que la raíz del problema, pasando a profundizar sobre la polémica, es que a
partir del Edicto de Constantino, el mundo temporal y el espiritual se confundieron “quedando
ambos como han quedado envueltos en la política y combinaciones de la dataria y penitenciaria
romana; pero la inesperiencia de aquellos tiempos en una carrera nueva que abría el cristianismo no
dio lugar a reflexión”249. Sin embargo, por la buena fe de los políticos, y por la natural tolerancia de
los primeros cristianos, era difícil prever tal confusión “¿Cómo en aquellos tiempos habría sido
246 Ibidem, p. 9. 247 Silva Montañés, Algunos papeles periódicos venezolanos 1808-1830, op. cit., pp.35-36. 248 Anónimo, "Editorial", en El Colombiano, Semanario comercial bilingüe, Nº 149, miércoles 22 de marzo de 1826. Hemeroteca Nacional, Biblioteca Nacional de Venezuela, Caracas, p.2. 249 Un alemán, Cartas de un alemán a S.E. el Vicepresidente, op. cit., carta nº 2, p.6.
posible dudar de la buena fe [...de] los papas, obispos y presbíteros que viéndose perseguidos por los
emperadores predicaban la tolerancia en sus apologías?”250 Fue forjada a partir de entonces la
inconmovible liga del sacerdocio con la monarquía: corrompió la molicie de los clérigos a “las
conciencias embotadas con la ignorancia de los siglos medios” sobre las que “se arraigó la
superstición, concluyó aquella libertad varonil de los anteriores251, cayeron los hombres en la
“languidez y el sopor de la esclavitud” del cual hubieron de salir sólo gracias a la Reforma252, desde
la cual se han avanzado en las libertades, de las que hoy la Serpiente y aquellos que la propagan
“quisieran privarnos del arte de la lectura y retrogadarnos al siglo VIII y siguientes”253. El alemán
celebra que las guerras de emancipación frente a la liga Corona-Iglesia, hubiesen diezmado sus filas:
“uno de los resultados más importantes en política que indirectamente ha traído esta lucha de
independencia es haber mermado en los desastres de la revolución mucha parte del clero del
territorio erijido en república de Colombia.”254
Colombia, sin embargo, habría vuelto peligrosamente a Roma, buscando relaciones
diplomáticas (cosa que efectivamente sucedía, a partir de la revolución liberal en España en 1820),
obrando “en sentido gótico e inverso de las demás naciones del orbe que tanto huyen de Roma”,
dándose vigor a los designios de los curas de Venezuela, mandados por el Vaticano, como sucede
con el Obispo de Mérida, Lasso de la Vega, quien mantenía correspondencia con el Papa255. Pese a
esta trama, el alemán sostiene que es poco probable la propagación de su influjo, gracias a la escasa
250 Idem 251 Esta celebración de las virtudes romanas afectadas por la debilidad del cristianismo tiene ecos de la tradición republicana clásica, y en sus propulsores modernos. Al respecto, véase Aveledo Coll, “En nombre de Dios Todopoderoso: el republicanismo católico venezolano a través de la polémica alrededor de la libertad de cultos en la Caracas de 1811”, op. cit., 2002. 252 Un alemán, Cartas de un alemán a S.E. el Vicepresidente, op. cit., carta nº 2, p. 6. 253 Idem 254 Idem 255 Ibidem, p.10-11; El obispo Lasso de La Vega fue comisionado por el gobierno de Bogotá a procurar la apertura de relaciones entre ambos Estados. En La Aurora de Caracas, más tarde, Lasso es acusado de predicar la intolerancia: “Hemos recibido varios impresos de Bogotá, firmados por el Obispo de Mérida, uno de ellos titulado Discurso contra el tolerantismo que se ha querido introducir en Colombia y los primeros números de un periódico que redacta su Sria. Ilma., con el nombre de Mis Sentimientos. Fanatismo, necedades, mal gusto, mala lógica, y lo que es peor, un espíritu de persecución a los hombres y a las luces, es todo lo que hemos encontrado en estos escritos. Da compasión ver ocupadas las prensas de Bogotá en imprimir los delirios de este prelado, que más bien parecen dictados por el supremo inquisidor de España, que por un obispo de la República, que ocupa un asiento en el Senado. (...) Lamentamos que el Sr. Obispo ignore, entre otras cosas, el país y siglo en que vive. (...) En Venezuela ya pasó el tiempo tenebroso: dosel y mitra son sinónimos: y querer sojuzgar con el Gallo de San Pedro, la Serpiente de Moisés, el Perro de Sto. Domingo, &c., es lo mismo que pretender hoy que estos pueblos retrocedan un paso atrás en el camino que han emprendido para asegurar sus instituciones” (Anónimo, "El obispo de Mérida", en La Aurora de Caracas. Redactada por F. Ribas Galindo. Nº 2, 16 de junio de 1826, Caracas, Imprenta de Valentín Espinal, p.3)
concentración de población, dispersa toda en un vastísimo territorio; condición que, no obstante,
sería propicia para adelantar, cambios profundos y no meras correcciones:
… es de advertir que donde sólo hai menos de tres millones de habitantes diseminados en el inmenso terreno (...), hai la mayor facilidad de dar leyes que se quieran y fundar un estado por los principios tan deseados de los hombres sensibles al jemido de la humanidad tiranizada. (…) En Colombia, donde se atraviesa por desiertos grandes para encontrtar un pueblo de 12 ó 20 vecinos: donde ese mismo vecindario está subdividido en labranzas algos distantes unas de otras (…) ¿qué no ha podido y puede hacerse? ¿De quién o de qué se ha temido? ¿Qué confabulación se respeta, ni puede amedrentar? Los hombres deben tocarse para confabularse, y los hombres de Colombia están muy dispersos y separados256
No acabar con el “sistema sacerdotal” es hacer peligrar a la república, y sostener al clero
como si no hubiese habido revolución; es proveerles de la holgura económica necesaria para darles
“mullida cama donde parir Serpientes de Moisés…”257. Habrían, dice el Alemán, de hacer como los
suizos y los norteamericanos, dándonos instituciones libres, justas para un “pueblo sin muelles
morales”258, alejando la educación de las “fuentes corrompidas” de los “clérigos serpentinos”259.
El padre Santana, multado por el jurado, protesta sordamente en su panfleto Día que no se
contara entre los de Colombia…, donde denuncia todo el proceso judicial, acusando a sus
denunciantes de corromper a la opinión pública para que presionase al jurado:
El acto se comenzó, y desde antes que el orador de la acusación tomase la tribuna ya serpenteaban en los ojos y semblantes de muchos el furor convencional y la condenación de la Serpiente. El orador, confundiendo las tolerancias: suponiendo que la Serpiente quería devorar a los moderados extrangeros que habitan con nosotros: esforzándose en caracterizarla de subversiva de que no estaba acusada; y al mismo tiempo abriendo juicio temerario de residencia a la Religión católica, y a sus ministros, se desvió del punto preciso de la cuestión que era si el papel merecía la nota de sedicioso260
256 Un alemán, Cartas de un alemán a S.E. el Vicepresidente, op. cit., carta nº 2, p.10 257 Idem 258 Ibidem, p.9 259 Ibidem, pp.10-11 260 Santana, Miguel: Día que no se contará entre los de Colombia, el 18 de Marzo de 1826, en que se comenzó a hollar en Caracas la libertad de la Imprenta. Caracas, Imp. de Valentín Espinal, 1826, Colección Arcaya, Biblioteca Nacional de Venezuela, Caracas, p.1.
En medio de burlas y abucheos, Santana se veía expuesto, sin defensa alguna, sorprendiéndose
de la acusación que recibe de conspirar coaligado con la corona española y la Iglesia de Roma261, y
de armar una sedición en contra la tolerancia civil, lo cual estaba lejos de la intención de Margallo,
que sólo se proponía “...refutar la tolerancia teológica”262. Tales persecuciones, añade, serían
insólitas en otras naciones donde hubiese una verdadera libertad de imprenta, que ampara al
catolicismo263, ofendiendo
en la ocasión primogénita de la libertad, la ilustrada y religiosa Caracas, que cuando resolvió ser independiente de la España protestó espontánea, solemne y repetidamente que se honraba quedar dependiente del Dios verdadero a quien había tenido la dicha de conocer. El 19 de Abril, primero dijo Religión que Libertad264
Tal como Padilla y Margallo, para Santana la empresa emancipadora no era contraria a la
defensa de la fe. Al contrario, era instrumento de la cristiandad, para protegerla de la impiedad que
desde el continente le amenazaba. No critica la Serpiente a la caridad con el extranjero, sino la
asociación con el seductor “que con su trato puede pervertir”265. Es más, apunta Santana, buscando
aclarar su idea de la república y sus leyes:
Republica, libertad y tolerancia son palabras sinónimas, aseguró el orador de San Francisco. Si por republica se entiende un desorden babélico, y por libertad el libertinaje; se habría discurrido con razón: pero si por la primera se entiende un estado como Colombia con Dios y leyes justas, y por la segunda la facultad de proceder dentro de los términos no prohibidos por ley natural divina o humana, la tolerancia bien teológica o bien civil lejos de ser una misma cosa con ellas es un mal que las mina y destruye. Atenas, muestra de republicas en lo antiguo, sacrifico a su intolerancia a Sócrates, idolatrado por valiente, sabio y virtuoso. Génova y Venecia
261 Idem 262 Ibidem, p.2 263 El artículo 156 de la Ley de Imprenta, efectivamente, señala que el primero de los abusos de la libertad de imprenta, publicando escritos subversivos, es la publicación de textos contrarios a los dogmas de la religión católica, apostólica, romana. Sobre esto, léase José María Vargas, (atribuído) "Reflexiones Imparciales acerca del Folleto titulado la Serpiente de Moisés", 1826, en Caballero, Manuel (Comp. 1999): Diez grandes polémicas en la historia de Venezuela. Caracas, Fondo Editorial 60 años, Contraloría General de la República, 1999, p.27). 264 Santana, Día que no se contará entre los de Colombia, el 18 de Marzo de 1826, en que se comenzó a hollar en Caracas la libertad de la Imprenta , op. cit., p.3. 265 Ibidem, p.6
fueron republicas sin ser tolerantes (...) republicas las cuales desean emular las mas de los impugnadores de la serpiente y la pacifica tolerancia 266.
La persecución del acusador se dedicó, fundamentalmente, a hacer denuncia desmedida de “la
intolerancia de los católicos”, pero, ¿cómo no van a serlo? La tolerancia teológica es pecaminosa e
intrínsecamente perniciosa, y la civil es sólo un mal que ha de sufrirse si es inevitable o necesario
“pero que de ningún modo debe buscarse. La misma palabra lo significa, pues el bien no se tolera,
sino que se ansía. La [tolerancia] de personas se ha dicho está recibida en todo el mundo con las
precauciones que señalan las leyes y los cánones”267. No es el momento, apunta, en que sea
necesario establecer la tolerancia civil; ni siquiera lo será de aumentar la inmigración de extranjeros,
ya que esta deberá ser siempre “moderada, de suerte que la nación no vea sofocados su carácter y
anchos usos y costumbres: si se hiciera indiscriminadamente, Colombia se vería luego convertida en
un retazo heterogéneo de la Europa268. Puede Colombia ser generosa con sus huéspedes, pero,
como cualquier “amo de casa liberal”, no puede permitir familias que “vengan a alterar el orden
doméstico”269, causando conflictos y “canales de sangre”. Al final, señala, ningún país que ha
pasado por tales guerras de religión, causadas por la institución de la tolerancia “es perfectamente
tolerante: pues aunque las leyes lo mandan, a despecho de ellas la religión que en la ultima lucha
quedo con mas poder oprime mas o menos a las otras, particularmente a la católica”270. Por lo cual
le parece risible el ejemplo de los Estados Unidos, donde una supuesta expansión del catolicismo ha
contribuido a la paz: “...derramando las luces y la moral más pura que han activado la industria y el
comercio”. Irónicamente, “La religión en el Norte á impulso de su verdad y ventajas hace rápidos
progresos, y en Caracas algunos trabajan por arrojarla del país”271. En tono sombrío, Santana
recuerda el momento de la sentencia, la que fue celebrada ruidosamente por el público presente:
“Esta ignominia de la imprenta fue celebrada con una orquesta que se llevo a la casa del orador de la
acusación con una palma que se le presentó y con un bolso que se formo y se le entregó”272.
Finalmente, y recordando a quien antes, tal como él ahora, fue desafortunado en el tribunal
de la opinión, William Burke, denuncia la hipocresía de las instituciones liberales, que en toda su
266 Ibidem, pp.10-11 267 Ibidem, p.12 268 Ibidem, p.12-13 269 Ibidem, p.13 270 Ibidem, p.14 271 Idem 272 Idem
indiferencia han optado por dedicar su fuerza y empeño en someter a un pobre sacerdote católico,
sometiendo con él las libertades nacientes de los venezolanos, sometiéndole al escarnio y
apabullando su opinión:
…la Serpiente que defiende el don más estimable concedido a los hombres [su fe], y que preserva a Colombia de irremediables males, y de que incautamente y a paso gigantesco se ven hechas presa de la irreligión, que convertida en sistema político nada dista de la barbarie (...) La Serpiente ha sido proscripta cuando ya contamos 15 años de libertad. Cualquiera que haya visto en el Espíritu de los mejores diarios discursos enérgicos en pro y contra de la tolerancia, dirá con indignación republicana que en una corte monárquica fue más liberal la imprenta que en Caracas. El que recuerde las apologías de la intolerancia que contra los escritos de Burke se publicaron el año 1811, convendrá en que el 18 de Marzo de 1826 no ha de contarse entre los días de Colombia, porque la haría retroceder mas allá del glorioso 19 de Abril 273.
Así termina Santana su intervención en la polémica, notablemente amargado por la suerte que
su partido tenía hoy, triunfante y libre como fue en 1811. Acusado de sedicioso, de coaligado con
España, Santana pasaría al silencio, protegido en los claustros del Cabildo Eclesiástico de Caracas.
Un último aporte a la polémica es aquél que un anónimo, “un ciudadano”, publicó como
Reflexiones Imparciales acerca del folleto titulado: La Serpiente de Moisés274. El mismo ha sido
atribuido a José maría Vargas, quien para entonces no sólo fue testigo excepcional del proceso contra
Santana, sino que además había recién vuelto a Venezuela, reiniciando sus actividades en la
Universidad de Caracas. Este es quizás el alegato que con mayor fuerza liberal interviene en la
polémica. Alejado de la estridencia del alemán, o de las lamentaciones de Saldanha, Vargas se dedica
a ver dos asuntos: la justicia intrínseca de lo planteado en la Serpiente y, si al final, éste es sedicioso o
no. Parece abordar queriendo verlo sin las pasiones ya sofocadas del tribunal: “creemos que el papel
no ha sido todavía considerado con la debida distinción que al censurarlo como sedicioso y, por
tanto, contrario a la ley de la libertad de imprenta, los escritores se han detenido demasiado, o
exclusivamente, en el conjunto erróneo de su doctrina”275
273 Ibidem, pp.14-16 274 José María Vargas en “Reflexiones imparciales acerca del folleto titulado la Serpiente de Moisés”, op. cit., reproduce fielmente el original: Un Ciudadano, Reflexiones Imparciales acerca del Folleto titulado La Serpiente de Moisés. Caracas, Imprenta de Devisme Hermanos, 1826. 275 Ibidem, p.19.
Sostiene Vargas que Margallo confunde, “por ignorancia o malicia” los diversos sentidos de
la palabra tolerancia: entre las tolerancias teológicas, que permitan no creer en religión alguna o que
permite la salvación de los herejes, la tolerancia civil (“justo medio entre los extremos”) por “la cual
se tolera a los hombres de diferentes religiones de la del Estado o dominante, y aun se les dan
derechos civiles y políticos”, y con la caridad fraternal, que “debe reinar entre todos los hombres, de
cualquiera nación o religión que sean”276. Siendo el culto público es un problema político, es natural
que la advertencia de Margallo corresponde a un pueblo más bien teocrático277, donde los ámbitos
del poder espiritual y el temporal no están delimitados, y donde el designio individual está sometido
al peso de la autoridad opresora, noción que es inconmensurable con la política liberal, y que es
explotada engañosamente:
El autor prescinde, al tratar de una cuestión puramente política, de las pruebas políticas, y va a tomarlos de argumentos y autoridades que aplicados a esta cuestión tienen muy poco peso. Así, afectando del modo más capcioso derivarlos de autoridades en otras materias incontrovertibles, por una falta de debida distinción, propende a alucinar a la parte menos instruida del pueblo278
Cita Vargas al abate Bergier279, quien define la tolerancia como
la libertad concedida por el gobierno civil a los sectarios de diferentes religiones, de ejercerlas públicamente, de seguir sus ritos y disciplina, de enseñar sus dogmas en asambleas, y esto es lo que se llama tolerancia civil y política. (…) ¿Es ventajoso a un gobierno, sea el que fuere, el permitir el ejercicio de muchas religiones; o el no autorizar más que una sola? No nos toca resolución de este problema: corresponde a la política y depende de muchas circunstancias cuya combinación no es fácil 280
276 Ibidem, pp.19-20. La confusión entre las diversas nociones de tolerancia era argumento común de los apologistas de la intolerancia contra los “filósofos”, pero casi nunca era usado por los partidarios de la tolerancia. 277 Ibidem, p.22. 278 Ibidem, p.21. 279 Nicolas-Sylvestre Bergier (1715-1790) fue un teólogo y apologético francés, vinculado, en su interés de refutarles, al movimiento de los Enciclopedistas. El texto cita al trabajo de Bergier "Traité historique et dogmatique de la vraie religion", publicado en París en 1780, y reimpreso muchas veces. Puede considerársele como un ilustrado, aunque siempre intentó alejarse del anticatolicismo de este movimiento en su país. Véase la Catholic Encyclopedia [http://www.newadvent.org/cathen/02490a.htm] 280 Vargas, “Reflexiones imparciales acerca del folleto titulado la Serpiente de Moisés”, op. cit, p.20
Así, la política queda enteramente separada del poder: frente a la duda, es mejor el defecto que
el exceso de influencia del gobierno. Éste, con sus leyes y resortes, debe cuidarse de no propasar sus
fines, siendo fundamentalmente el mantenimiento del orden público y la convivencia entre
individuos. Claro está, esta, sin pasar de la indiferencia a la indolencia: como apuntamos, el culto es
un problema público y requiere de la atención del gobierno
… por la íntima conexión con la moral pública, sobre que se fundan el orden y el y el cumplimiento de las leyes. Este cuidado de una religión lo toman los gobiernos de diversos modos y en una extensión más o menos lata. Esta es una cuestión política que ha sido triunfalmente resuelta por las naciones modernas más cultas y siempre a favor de la latitud de la tolerancia281
Sin embargo, de allí a sostener que no puede haber bien público, moralidad, justicia y virtud si
no hay religión, es un error mayúsculo. La religión importa como todo fenómeno que pueda afectar
el orden, pero no se modo intrínseco. Por otro lado, sería un exabrupto atar la comisión de delitos y
la inmoralidad de los ciudadanos a “la profesión de esta o aquella religión. Dependen
inmediatamente de su educación e ilustración y, además, de los efectos de una buena legislación.
Afortunadamente sucede esto así; porque si tuviéramos que acusar a la religión exclusiva o universal
del país, de los crímenes de los hombres, no quedaría muy bien la cristiana, apostólica, romana”282.
Aún más, la intolerancia religiosa fortalece entre los menos aventajados ciudadanos, de modo
prominente, los prejuicios y resabios de incivilidad que obstaculizan el buen funcionamiento de un
orden liberal283. En fin, los absurdos que plagan a La Serpiente hacen “ridículo” el tratar de probar
las ventajas de la tolerancia, “dogma político (…) acerca del cual ningún hombre ilustrado duda, y
cuyas razones y ventajas, además de abundar e todos los escritos de los publicistas, vemos cada día
pruebas de hecho que llevan el más firme convencimiento a la razón”284. La tolerancia es, pues, para
sus partidarios:
la base principal de la prosperidad de las naciones más florecientes y, en nuestro juicio, es una de las fundamentales del fomento de Colombia, es un derecho
281 Ibidem, p.24 282 Ibidem, p.25 283 Ibidem, p.25 284 Ibidem, p.27
sagrado de las gentes y ejercido de hecho para todos los pueblos cristianos, aún en mayor latitud que por el gobierno de esta república 285.
Pasa Vargas a una revisión de la legislación y la práctica vigente alrededor del tema de la
tolerancia, para ver si efectivamente el escrito impugnado es sedicioso o no. Al constatar que si bien
la autoridad política, por medio de la ley “permite publicar las opiniones, sean verdaderas o falsas, no
las reprime, no tiende a impedir las divagaciones del entendimiento humano, ni los extravíos de la
razón; prescinde de los errores, y sólo se dirige a conservar el orden social [cuando] es ofendido de
modo más o menos directo”286, la evidencia efectiva es que el escrito acusado podía,
potencialmente, atacar dicho orden, al impugnar, entro otras cosas, la tolerancia teológica. Discutir
las leyes es válido; incitar a su desobediencia explotando la salvación de los hombres, es sumamente
peligroso y, sin duda, sedicioso:
Cierto es que si el autor no hubiera ignorante o maliciosamente, embrollado y confundido las tan varias acepciones de la palabra tolerancia, [su reclamo] sería justo. Si no hubiera variado de objeto con el párrafo de sus conclusiones, diciendo al fin de la civil y política lo que antes había dicho de ella en las otras dos acepciones, nada erróneo y alarmante contendría 287.
El más grave error, sostiene Vargas, es que asombra a los incapaces de discernir errores, a los
desprotegidos de la razón. A aquellos cuya ilustración es insuficiente para poder distinguir la sana
política del embrollo serpentino. De otro modo, tal escrito apeas si sería “despreciable. Más por el
modo capcioso de expresar dichas ideas, es, no solamente absurdo, sino capaz de arrastrar fácil y
probablemente” a la desobediencia y a la violencia.288 Ejemplos no faltaban. Aunque su éxito fuese
improbable, gracias al nivel de ilustración cierta del pueblo caraqueño, que ha encontrado en su
desagrado un excelente correctivo a su amenaza., sólo se ameritó una leve intervención de la
autoridad a través del jurado de Caracas, cosa que habría sido innecesaria en países más
acostumbrados al ejercicio de las libertades:
En pueblos más acostumbrados a la libertad, y a ver con sangre fría el embate de las opiniones; en pueblos más acostumbrados a ser tolerantes, y a mantener sus
285 Ibidem, p.29 286 Idem 287 Ibidem, p.30 288 Idem
pensamientos y sus conciencias, más independientes de los hábitos de un despotismo mixto; la libertad de la imprenta basta, ella produce por sí el lleno de sus efectos, difunde la calma en el espíritu de los hombres y la razón y reflexión en cuantos saben que son libres para examinarlo todo antes de creerlo. Todavía no es este nuestro estado289
Sin embargo, y diferenciándose de acusadores anteriores, este ciudadano no se atreve a
caracterizar el patriotismo de Santana, cuyos errores son visibles y no están disimulados por un falso
carácter:
La serpiente de Moisés no viene sola, forma parte de un sistema, otros papeles la acompañan, no se trataría en caso de intenciones perversas (cuya existencia nos abstenemos de asegurar) de que produjese ahora mismo su efecto, basta que sean un elemento de combustión preparado para un tiempo oportuno290.
Al final, ponderando como es debido en estos casos, si con la condena no se estimula la
publicación clandestina de los textos de Margallo y la victimización de Santana, admite que éste,
como la desobediencia, es un riesgo cierto. Pero frente a tales amenazas la fuerza de la opinión, y de
ser necesaria, la eficaz acción de las autoridades, habrían de ser suficientes correctivos:
Refútense sus errores, demuéstrese la razón de todos los imparciales que el folleto no aparece con un carácter alarmante, sino a fuerza de confundir de un modo muy capcioso las ideas más diversas con los errores de juicio, sino que proceden por una intención perversa. Entonces, adonde no alcanzan las restricciones de la ley de imprenta, llega el freno de la administración, reprimiendo los conatos criminales, desplegando contra sus asomos toda la firmeza del gobierno291
Finalmente, y presto a considerar si con la condena no se hizo más daño a la Libertad de
Imprenta que al folleto, cree Vargas que esto es una falaz discusión: la libertad de imprenta es el
“sostén de todas las libertades”, pero no el cobijo de los crímenes y la máscara de la impunidad. Es
así un exabrupto la pretensión de Santana de presentarse como víctima del espíritu liberal:
A la verdad que predicar tolerancia contra la misma intolerancia es una paradoja ridícula; valdría tanto predicar respeto a la conservación del hombre, a favor de un
289 Ibidem, p.31 290 Idem 291 Ibidem, p.31
asesino que nos asestase sus tiros. Además, la libertad de pensar y la de creencia son correlativas. La libertad de imprenta y la tolerancia civil y política son, pues, hermanas, y bien identificadas. Respetar la tolerancia o verla con consideración en el tribunal de aquella, sería transigir con su enemigo mortal 292
Y tal transigencia, para el sistema liberal, es inaceptable. Como sugirió el alemán, al final de su
segunda carta: “No basta con herirla, es menester matarla; porque la herida la enfurece y entonces su
mordedura es de necesidad mortal”293.
Comentarios Finales
Es notable que, luego de repetir una y otra vez argumentos similares a los de la polémica de
1811, esta, en ambiente de libertades distinto, en una sociedad ya definitivamente trastocada por la
guerra y el tiempo, haya surgido un debate que termina por ponderar si es sensato políticamente el
tolerar lo intolerable. La intolerancia como virtud pública, frente a la laxitud del tolerantismo, había
tenido su auge y estaba en retroceso. Así mismo estuvo, ya quizás irremediablemente desde entonces,
la influencia de la Iglesia católica en la política venezolana294, a diferencia de otros países de la
América Española. De aquí en adelante, los intentos ciertos de fundamentar la vida pública en los
valores del cristianismo serían marginales o se articularían en otros, nuevos, lenguajes: el de la
liberalidad y la solidaridad de los ciudadanos liberales, o el del Estado Social de Derecho. No se
habrán extinguido la religión, claro, pero sí la capacidad autónoma de la Iglesia para moldear al
sistema político.
Sin embargo, ha de decirse que la idea liberal de tolerancia (instaurada definitivamente en
Venezuela en 1834) no ha avanzado en nuestros sistemas democrático-liberales inmune al ataque de
corrientes alternativas. Si bien se ha impuesto exitosamente en el discurso político contemporáneo, la
tolerancia liberal, como aproximación al problema de los naturales conflictos entre individuos- ha
sido objeto de severas críticas. No sólo aquellas que encontramos en la historia de la idea de
tolerancia, provenientes del pensamiento religioso tradicionalista, sino además en las críticas que
contemporáneamente recibe: las posturas republicanas, comunitaristas y democráticas la acusan de
impostura, de socavar la unidad pública, de ser en el fondo una apología para la desigualdad y la
292 Ibidem, p.32 293 Un Alemán, Cartas de un alemán a S.E. el Vicepresidente, op. cit.,carta 2ª, p.12. 294 Watters, A history of the Church in Venezuela., op. cit., p.110
represión de los excluidos (bajo el manto de la ciudadanía liberal) y de no hacer justicia a la
diversidad efectiva dentro de las sociedades contemporáneas295. Curiosamente, las amenazas de
disgregación social provenientes de la política tolerante, implícitas en lo que se ha dado en llamar la
“pesadilla liberal”296, donde el cuerpo social es una insostenible masa desagregada de individuos
indiferentes, tienen eco en la tradición de la política intolerante. ¿Cabe con esto apuntar hacia la
legitimidad de la intolerancia? No, pero hace falta es completar, como acaso ha intentado el
liberalismo contemporáneo, hacer efectiva la promesa de integración y pluralidad.
En la Venezuela del siglo XIX, la del proyecto liberal; en sus intelectuales y promotores, cabía
la natural aspiración a que fuesen las instituciones y la ilustración de los ciudadanos los que
permitiesen la actualización de esa promesa. Como, acaso premonitoriamente advirtió Vargas, no era
ese nuestro estado. A la luz de estas polémicas, empero, no puede señalarse como causa la falta de
adeptos y defensores. Si a fortalecer dichas convicciones ayudó la Serpiente, podemos agradecerle al
atrevido Padre Santana.
295 Kautz, “Liberalism and the idea of Toleration”, op. cit., pp.610-611; Beriaín, La Lucha de los Dioses en la Modernidad, op. cit., p.203. 296 Ibidem, p.613.
Las haciendas azucareras
en la Venezuela del siglo XIX
Catalina Banko Escuela de Economía
Universidad Central de Venezuela
Resumen: Este artículo tiene como objetivo analizar las características y la evolución, durante el siglo
XIX, de la “hacienda-trapiche” en Venezuela, a fin de indagar en los problemas que han
obstaculizado el incremento de la productividad y su modernización y capacidad para competir en el
mercado internacional. Dicha unidad productiva, especializada en la elaboración de “papelón”,
azúcar y aguardiente, tuvo gran difusión en el territorio venezolano desde el período colonial. Sin
embargo, la explotación azucarera debió enfrentar diversos problemas como consecuencia de la
escasez de mano de obra y la falta de capitales interesados en invertir en la modernización técnica. El
estancamiento de este sector se evidenciaba en la aplicación de técnicas ineficientes y atrasados
métodos de cultivo que obstaculizaban el incremento de la productividad y la reducción de los costos
de producción.
Palabras claves: haciendas – plantaciones – siglo XIX – azúcar
Abstract: This article examines the features of the “hacienda-trapiche” and its development during
the 19th Century in Venezuela. It is concerned to explain the problems faced by the sugar industry to
increase its productivity and competition in the international market. The “hacienda-trapiche”,
specialized in the production of “papelón”, sugar and rum, was wide spread in the Venezuelan
country since the colonial period. However, the sugarcane growers were confronting many obstacles
as a result of scarcity of workers and lack of capitals to invest in productivity-enhancing technologies.
Inefficient machinery and outdated crop’s practices, which impeded higher productivity and lower
production costs, had long been evidenced the sector’s stagnation.
Key words: farms – plantations – 19th Century - sugar
Con este trabajo nos proponemos analizar las características y la evolución de la “hacienda-
trapiche” en Venezuela, durante el siglo XIX, a fin de indagar en los problemas que han
obstaculizado su modernización y capacidad para competir en el mercado internacional297. Dicha
unidad productiva, en la que se elaboraba azúcar, papelón y aguardiente, tuvo desde el período
colonial una importante presencia y alcanzó gran difusión, incluso en regiones que disponían de
tierras poco aptas para ese tipo de cultivo. La explotación azucarera se extendió por los Valles de
Aragua, la región Centro Occidental (Lara y Yaracuy), así como también en algunos puntos de la
región Oriental (Sucre), e incluso en el Valle de Caracas. El Litoral Central, Guarenas y Guatire, entre
otras localidades, fueron en aquel entonces zonas especializadas en la producción de papelón y
aguardiente.
Sin embargo, la explotación azucarera tropezó con sinnúmero de dificultades que impidieron
su desarrollo posterior, de manera semejante a lo que estaba ocurriendo con el conjunto de la
economía agroexportadora venezolana, sustentada básicamente en los cultivos de café y cacao. La
escasez de mano de obra, la falta de capitales, el atraso de la infraestructura vial, las recurrentes crisis
económicas mundiales, la inestabilidad política y la ausencia de un sector capitalista sólido fueron los
principales factores que obstaculizaron el desarrollo agrícola y manufacturero en Venezuela.
Las haciendas azucareras tradicionales
La “hacienda-trapiche” tuvo su origen en el período colonial y prosiguió, casi sin alteraciones,
en las primeras décadas de vida republicana. Su denominación en aquel tiempo no era precisa, ya que
podía nombrarse indistintamente como “hacienda de trapiche”, “hacienda ingenio de caña” o,
simplemente, “hacienda de caña”. A su vez, con el término trapiche se podía hacer referencia
exclusivamente al molino, o bien, al área de la “oficina” donde eran procesados el papelón y el azúcar
y, también, al conjunto de la hacienda. En cambio, el vocablo ingenio estaba más bien asociado al
molino y, en otros casos, al espacio donde estaban instaladas las “oficinas” con el trapiche, las pailas
y la sala de purga298.
297 Este trabajo forma parte de una investigación más amplia sobre la Historia del Azúcar en Venezuela, que cuenta con el auspicio del Fonacit/BID y del Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico de la Universidad Central de Venezuela. La coordinación del proyecto está a cargo de Adelina Rodríguez Mirabal y Catalina Banko, y el equipo está integrado por Karelys Abarca, Lucía Galeno y José Marcial Ramos Guédez. 298 En Venezuela el término ingenio no era comúnmente aplicado para designar al conjunto de la unidad productiva, como en Cuba, sino eventualmente para nombrar al área correspondiente al área fabril. Moreno Fraginals, Manuel: El
Algunos autores identifican el trapiche con los molinos movidos por animales y el ingenio
con los que utilizaban energía hidráulica. Sin embargo, al respecto debemos resaltar que durante el
siglo XIX se fue generalizando en Venezuela la denominación de trapiche, tanto para los que eran
impulsados por tracción animal como para los hidráulicos, e incluso para los que empleaban
máquinas de vapor. A los fines de esta investigación, utilizamos la categoría “hacienda-trapiche”299,
con el propósito de establecer un perfil más preciso de la unidad productiva en la que estaban
integradas tanto la fase agrícola como la fabril, es decir, el proceso completo desde el cultivo hasta la
elaboración de papelón, azúcar y aguardiente.
En Venezuela, la modalidad predominante en la explotación azucarera fue la hacienda, en la
cual se empleaba principalmente mano de obra esclava y también el sistema de peonaje, este último
ya bastante generalizado antes de la abolición de la esclavitud en el año 1854. Dichas haciendas
contaban con un reducido capital y el producto estaba destinado a satisfacer un mercado interno de
alcances limitados. Asimismo, los propietarios pertenecían a una élite, cuyo poder provenía de los
tiempos coloniales, y disfrutaban de un elevado estatus y prestigio social. Estos atributos coinciden
de manera general con la caracterización formulada por Eric Wolf y Sidney Mintz con relación a la
hacienda en su estudio sobre el sistema de producción en Mesoamérica y las Antillas300. En cambio,
la “plantación”, dirigida por empresarios capitalistas, con importantes inversiones, producción a gran
escala y conexión con mercados exteriores, tuvo presencia esporádica en Venezuela. Solamente
podemos situar ese tipo de explotación en ciertos períodos históricos y en espacios muy delimitados.
Ingenio, Vol. III, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1978, p. 140. El reconocido especialista ha señalado con relación al ingenio: “Hasta el siglo XIX, y mientras fue una manufactura esclava de base agrícola, el término ingenio nominaba el complejo de tierras, construcciones fabriles, construcciones de servicios y vivienda, maquinarias, implementos, esclavos y animales destinados a la fabricación de azúcar de caña. Durante el tránsito de la manufactura a la gran industria (a fines del siglo) el término ingenio va perdiendo su antigua acepción para referirse sólo a la zona fabril propiamente dicha y área de construcciones adyacentes”. 299 López, María Victoria: “Campesinos y peones en la Hacienda-Trapiche del estado Lara 1900-1940”, Revista de Ciencias Sociales de la Región Centro Occidental, Barquisimeto, no. 1, 1986. 300 Wolf, Eric R. y Mintz Sydney W.: “Haciendas y plantaciones en Mesoamérica y las Antillas” en Florescano, Enrique: Haciendas, latifundios y plantaciones en América Latina, México, siglo XXI editores, 1975, p. 493: “Así hacienda será una propiedad agrícola operada por un terrateniente que dirige y una fuerza de trabajo que le está supeditada, organizada para aprovisionar un mercado de pequeña escala por medio de un capital pequeño, y donde los factores de la producción se emplean no sólo para la acumulación de capital sino también para sustentar las aspiraciones del estatus del propietario. Y plantación será una propiedad agrícola operada por propietarios dirigentes (por lo general organizados en sociedad mercantil) y una fuerza que les está supeditada, organizada para aprovisionar un mercado de gran escala por medio de un capital abundante y donde los factores de producción se emplean principalmente para fomentar la acumulación de capital sin ninguna relación con las necesidades de estatus de los dueños”.
En algunas de las haciendas, especialmente las de origen colonial, se combinaba el cultivo de
caña con el de café o cacao, aunque en el transcurso del siglo XIX se observa una tendencia a la
especialización en sólo uno de dichos productos.
Los cultivos de caña se llevaban a cabo en tablones, que eran unidades de superficie que
abarcaban “100 varas en cuadro”301. Varias construcciones integraban la hacienda: la casa del
trapiche o sala de molienda, la sala de pailas y la sala de purga. Frecuentemente existía una casa de
alambique para la destilación de aguardiente. El proceso productivo exigía la utilización, además, de
diversos implementos de trabajo y animales, tales como: “hachas, machetes, escardillas, chícoras,
yuntas de bueyes, yugos, etc.”302.
Aunque muchos de los trapiches eran movidos todavía por tracción animal, desde inicios del
siglo XVII comenzó a difundirse la utilización de la fuerza hidráulica por la abundancia de corrientes
de agua, lo que permitía reducir los costos de producción303. Este dato es de gran interés porque
constituye una diferencia sustancial con la evolución de los métodos de producción en Cuba, donde
las características geográficas no favorecían el empleo de la energía hidráulica, por lo cual se transitó,
durante las primeras décadas del siglo XIX, casi directamente de los trapiches movidos por animales
a las máquinas de vapor304.
A fin de incrementar el rendimiento en la elaboración de los productos derivados de la caña,
la incorporación de adelantos técnicos era una exigencia permanente en esta actividad, en contraste
con el café y el cacao que requerían de inversiones de menor magnitud. En las primeras décadas del
siglo XIX, una buena parte de los trapiches hidráulicos se componía de tres cilindros de hierro. La
máquina de vapor se difundió con lentitud, aunque a mediados de siglo su aplicación recibió cierto
impulso debido a la abolición de la esclavitud y la necesidad de sustituir parte del trabajo humano por
procedimientos técnicos305. La introducción de estos adelantos fue relativamente tardía en
301 Rodríguez Castillo, Leonardo: Pesas y medidas antiguas en Venezuela, Caracas, Fondo Editorial Tropykos, 2000, p. 160: el autor indica que, de acuerdo a una disposición dictada por el gobierno en 1837, el tablón equivalía a una “superficie cultivada de caña de azúcar de cien varas en cuadro”, lo que representaba 6.987 metros cuadrados. 302 Tavera Marcano, Carlos Julio: Historia de la propiedad territorial en el valle de Aragua 1590-1830, Caracas, Biblioteca de Autores y Temas Aragüeños, 1995, pp. 274-275. 303 Existen indicios sobre la utilización de trapiches de agua que se remontan a 1606, en ocasión de haberse presentado una solicitud para establecer una acequia para extraer agua del Río Guaire: Véase Núñez, Enrique Bernardo: Actas del Cabildo de Caracas, T. III, pp. 163-165. 304 Moreno Fraginals, Manuel: El Ingenio, op. cit., Vol. II, pp. 84-85. 305 “Avisos”, Diario de Avisos, Caracas, 04.05.1853. En la prensa de esos años eran frecuentes los avisos sobre ventas de “almas de trapiche”, trapiches de hierro. F. G. Jahn anunciaba en 1853 a los cultivadores de caña y café, que estaba a
Venezuela, si establecemos una comparación con Cuba, donde el uso del trapiche de vapor estaba
bastante generalizado alrededor de los años cuarenta del siglo XIX306.
A causa de las dificultades para obtener esclavos, por la prohibición de la trata y también por
las leyes de manumisión, se comenzó a incorporar el trabajo de jornaleros, bajo la modalidad del
peonaje, coexistiendo por lo tanto esos dos tipos de explotación de mano de obra en algunas
propiedades.
Con relación al peonaje, sus rasgos pueden apreciarse en el siguiente comentario, contenido
en un aviso de prensa de 1837: “No tiene más esclavitud que la necesaria para los oficios domésticos;
pero el peonaje traído de largas distancias está regularizado, tan arraigado en el lugar, que en ninguna
circunstancia u oficio gana más de dos reales, rindiendo la tarea” 307. Del texto se infiere que los
peones formaban prácticamente parte de la propiedad que estaba en venta y, a la vez, poseían la
“virtud” de trabajar duramente a cambio de ínfimas remuneraciones.
Toda hacienda de caña representaba una inversión significativa porque se requería de
trapiches, pailas, diversos enseres y herramientas, además de bueyes y mulas, a lo que se agregaba el
alto costo de la mano de obra. Paralelamente, al crearse expectativas con relación al futuro de las
exportaciones, se registró, entre los años treinta y cuarenta, gran interés por incorporar adelantos
técnicos, particularmente con la importación de trapiches de hierro e incluso de máquinas de
vapor308. Naturalmente, la aplicación de estas innovaciones fue muy lenta debido a los escasos
capitales monetarios de que disponían los propietarios de haciendas.
Haciendas y hacendados
Alrededor de 1836, la extensión de los cultivos de caña en el territorio venezolano puede
apreciarse a través de los siguientes datos, que nos indican la cantidad de tablones existente en cada
provincia: Caracas: 3.046¼; Barquisimeto: 1.164; Carabobo: 615; Barinas: 567; Trujillo: 427; Cumaná:
cargo de la representación de la fábrica Clayton Shuttlewort & Co. de Londres, encargada de la construcción de máquinas de vapor. Interesante información sobre la situación de la explotación azucarera puede encontrarse en: Rodríguez, José Ángel: Los paisajes geohistóricos cañeros en Venezuela, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1986. 306 Moreno Fraginals, Manuel: El Ingenio, op. cit., Vol. II, p. 87. 307 “Avisos”, El Liberal, Caracas, 09.10.1837. En dicho aviso de prensa se anunciaba la venta de una hacienda de caña ubicada en las cercanías de Puerto Cabello. 308 A mediados del siglo XIX surgieron muchas iniciativas modernizadoras, que se expresaban en la organización de juntas de fomento, ateneos y asociaciones de artesanos, cuyo objetivo era promover el perfeccionamiento técnico y el mejoramiento económico en general.
348½; Mérida: 330; Coro: 305; Barcelona: 149; Guayana: 136; Maracaibo: 130; Margarita: 90. La
totalidad de tablones de caña cultivados en el país alcanzaba a 7.307¾. En la provincia de Caracas,
que concentraba casi el 50% de la producción, destacaban los cantones de La Victoria con 908¾
tablones y Guarenas con 528. Asimismo, en la provincia de Barquisimeto, que ocupaba el segundo
lugar en la extensión de los cañamelares, sobresalían dos centros productores: El Tocuyo con 529
tablones y el cantón Barquisimeto con 469309.
Hacia 1842, el número de tablones en explotación se elevó a 7.623, lo que representaba un
aumento de apenas el cuatro por ciento310. Si tomamos en cuenta que en aquel año el número total
de propietarios era de 2.258, tendríamos un promedio de 3,37 tablones por cada cañicultor. Este dato
varía según las características de las diversas regiones del país. La provincia de Trujillo presenta una
distribución muy amplia de la propiedad, con 282 tablones y 346 propietarios (0,8 tablones en
promedio). En cambio, el mayor grado de concentración se encuentra en la provincia de Mérida con
515 tablones y apenas 20 propietarios, lo que significa que en promedio a cada cañicultor le
correspondían 25 tablones. Le sigue la provincia de Caracas, con 3.104 tablones y 363 propietarios, lo
que equivale a un promedio de 8.5 tablones. A esta última provincia pertenecía la hacienda Camurí
Grande (Litoral Central), que comprendía 80 tablones y era la de mayor extensión del país. En Mérida
se encontraba la segunda hacienda en tamaño, con 65 tablones en producción.
Alrededor de los años treinta, en la región zuliana surgieron ciertos incentivos para la
exportación de azúcar moscabada, gracias a las ventajas derivadas de su localización geográfica que
permitía abaratar los costos de transporte. Se consideraba de gran conveniencia la elaboración de
aquel producto, “en lugar de la miel y papelones” que solían procesarse en ese entonces. Las
esperanzas cifradas en este rubro de exportación se concretaron con la salida de mil cargas de
moscabado en buques americanos con destino a Boston, Nueva York y Saint Thomas. Sin embargo,
la crisis económica que estalló en los Estados Unidos motivó que el buen precio alcanzado por el
moscabado comenzara a bajar en el año 1837. En los años posteriores, dichas exportaciones se
redujeron hasta prácticamente desaparecer311.
309 “Estado general del impuesto sobre la caña”, 1836, en Carrillo Batalla, Tomás: Historia de las Finanzas Públicas en Venezuela, Vol. 10, Caracas, Banco Central de Venezuela, 1969, pp. 564-566. 310 “Censo”, El Liberal, Caracas, mayo-julio 1842. 311 "Azúcar”, El Constitucional de Maracaibo, Maracaibo, 07.01 y 20.08.1837.
Una de las zonas productoras más tradicionales estaba ubicada en La Victoria (Aragua),
donde en 1846 existían 845 tablones de caña. Entre sus propietarios, destacaban las familias más
encumbradas que habían pertenecido a la antigua “aristocracia territorial” de la Colonia. Citaremos
algunos casos concretos: Manuel Felipe de Tovar poseía dos haciendas, Los Javillos y Santo Domingo,
cada una con 42 tablones; Carmen Mier y Terán era propietaria de La Urbina (50 tablones); José
María y Luís Enrique de la Madriz poseían La Estancia (45 tablones); el general Santiago Mariño era
propietario de El Tigre (50 tablones)312, que era la de mayor tamaño del cantón señalado. En la
hacienda San Mateo, que había formado parte del patrimonio de Simón Bolívar, se trabajaba con un
trapiche hidráulico de tres cilindros verticales de hierro313.
Otra propiedad muy reconocida en la época era Mocundo (cercana a Valencia), perteneciente a
los descendientes del Marqués del Toro, con 178 esclavos y 75 tablones. Es interesante observar que
en 1827, de los 56.756 pesos en que estaba avaluada la hacienda, el 71 por ciento correspondía al
rubro de esclavos y el 26 por ciento al trapiche314. El diplomático británico Sir Robert Ker Porter
hizo referencia en 1829 al ruinoso estado de esta finca, donde apenas quedaban 60 esclavos
“renqueantes, perezosos y viejos”315. El diplomático brasileño Miguel María Lisboa conoció la
hacienda en 1853, en circunstancias en que estaba arrendada por un “cultivador extranjero”, quien
logró extender los cultivos de caña a 200 tablones316. Evidentemente, se trataba de una empresa en la
que se habían efectuado importantes inversiones, en contraste con las condiciones de atraso
reinantes bajo la administración de sus propietarios, herederos de la “antigua nobleza” criolla.
El Palmar era una conocida hacienda, ubicada en La Victoria, que dio origen a uno de los
centrales más productivos en la actualidad. El comerciante alemán, Gustavo Vollmer, establecido en
Venezuela desde finales de los años veinte, contrajo matrimonio con Francisca de Ribas Palacios, a
312 Tavera Marcano, Carlos Julio: Historia de la propiedad territorial en el valle de Aragua 1590-1830, op. cit., p. 345. El autor hace referencia a unos datos de 1823, según los cuales la hacienda El Tigre tenía 70 tablones y 134 esclavos. 313 Ibidem, p. 278. 314 “Carlos Machado”, Testamentaría, año 1827, Registro Principal. 315 Porter, Robert Ker: Diario de un diplomático británico en Venezuela 1825-1842, Caracas, Fundación Polar, 1997, p. 180. 316 Lisboa, Miguel María: Relación de un viaje a Venezuela, Nueva Granada y Ecuador, Caracas, Ediciones de la Presidencia de la República, 1954, pp. 198-199. El Consejero Lisboa quedó impresionado por una máquina llamada “escarificador”, que “es tirada por un caballo que, al pasar entre dos filas de cañas, arranca todas las raíces y hierbas que la perjudican y pasa por encima del tronco de caña”. El escarificador, según esta versión, hacía el trabajo de 12 azadas.
quien pertenecía la famosa hacienda. A esta finca se han referido con admiración diversos viajeros
que transitaron por los Valles de Aragua317.
Gustavo Vollmer combinó inicialmente los negocios mercantiles en Caracas con la
explotación de El Palmar, que en 1847 era una próspera hacienda con 24 tablones de caña que
proporcionaban 444 cargas de papelón, 1.221 quintales de azúcar y 1.200 cargas de aguardiente.
Además, producía alrededor de 1.000 quintales de café318. El trapiche era hidráulico y formado por
“tres cilindros de hierro”. Entre 100 y 120 trabajadores realizaban las labores en la parte agrícola, el
trapiche y el alambique319.
En cuanto al proceso de modernización de las explotaciones azucareras, destaca la fundación
en 1844 de una refinería de azúcar en Maracay por el francés Antonio D. de Sauvage. Allí se refinaba
azúcar moscabada proveniente de varias haciendas de los Valles de Aragua, entre ellas, La Trinidad
del general José Antonio Páez. A este establecimiento se habían incorporado diversos adelantos
técnicos: tres calderas de vapor de 18 caballos de fuerza, una caldera de clarificación de vapor, otra
caldera “calentador” de vapor y una máquina de vapor de 6 caballos de fuerza320. Se trató de la
primera experiencia en materia de refinación del azúcar de tipo moscabado, proveniente de las
haciendas establecidas en las zonas aledañas321. Sin embargo, esta iniciativa tuvo escasa difusión,
posiblemente porque el hábito de consumo más generalizado en Venezuela no se inclinaba por los
tipos refinados de azúcar, sino por el tradicional papelón, costumbre que persistió hasta las primeras
décadas del siglo XX.
317 El Palmar es la única hacienda de origen colonial que se transformó posteriormente en un moderno central azucarero, siendo la familia Vollmer la promotora de la fundación de dicha factoría en 1956. 318 “Catastro”, El Liberal, Caracas, 17.07.1847. Banko, Catalina: El capital comercial en La Guaira y Caracas 1821-1848, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1990, pp. 599-600: Los efectos de las crisis mundiales que se sucedieron en 1836, 1842 y 1847 condujeron a que Vollmer, a raíz de dificultades en sus actividades de comercio, se viera obligado a hipotecar la hacienda El Palmar a Blohm y Cía., una destacada firma alemana dedicada a la exportación e importación. 319 Rosti, Pal: Memorias de un viaje por América, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1968, pp. 92-98: En Venezuela, el papelón formaba parte fundamental de la preparación de dulces y confituras, además de ser utilizado para el guarapo, mezclado con zumo de limón. En los Llanos venezolanos, el papelón sustituía al pan, siendo usado en el desayuno combinado con queso. 320 Tavera Marcano, Carlos Julio: Informe Proyecto Geohistoria del Azúcar en Venezuela, La Victoria, trabajo inédito, 2002. En dicho texto se hace referencia al inventario de la Refinería de Sauvage, presentado en el Juicio de Espera del año 1849, en el que aparecen los siguientes datos: su valor total era de 77.360 pesos; entre otras herramientas y máquinas poseía 8 calderas de vapor y una máquina de vapor, además de aparejo de evaporación, purguera completa, hornallas, bomba para subir el guarapo, además de otras herramientas y artefactos diversos. En la prensa de la época fueron publicados muchos avisos en los cuales se hacía referencia a una especie de “guerra” entre la Refinería de Sauvage y el azúcar elaborado en la Hacienda El Palmar con relación a la calidad de sus respectivos productos. 321 “Aviso”, El Siglo, Caracas, 21.05.1887. Se menciona una empresa denominada Refinerías de Azúcar, compañía por acciones, siendo uno de sus socios el Presidente de la República.
La Trinidad, perteneciente al general José Antonio Páez, estaba arrendada alrededor de 1829
por el británico John Alderson, quien efectuó considerables inversiones en la propiedad, donde
trabajaban 180 esclavos322. En los años cuarenta, la hacienda estaba administrada por George
Gosling, quien también se dedicó a la explotación de la caña de azúcar en el Litoral Central, como
veremos más adelante. Según la versión de Miguel María Lisboa, quien visitó La Trinidad en 1853, la
extensión de los cultivos alcanzaba a 300 tablones de caña. La finca contaba con riego y un trapiche
movido por una máquina de vapor de 12 caballos de fuerza, recientemente adquirida, cuyo costo fue
cercano a los 11.000 pesos. El trabajo era realizado por 30 esclavos y gran número de “obreros
libres”323.
A mediados del siglo XIX, en las explotaciones azucareras en Venezuela ya se había
generalizado la utilización de trapiches hidráulicos de tres cilindros horizontales y se empleaba el
bagazo como combustible. También se conocía el sistema “centrífugo”, pero su aplicación tuvo
escasa difusión en aquel tiempo324.
La propiedad de una típica “hacienda-trapiche” estaba asociada generalmente con la
pertenencia a un elevado estrato social, como los casos antes señalados. Muchas de estas
encumbradas familias tuvieron su origen en la etapa colonial y llegaron incluso a ostentar títulos
nobiliarios. Es más, un buen número de estas propiedades había formado parte de los antiguos
“mayorazgos”325, luego abolidos en la etapa republicana. En la literatura venezolana se ha recogido
con frecuencia la forma de vida en estas haciendas, en las que el torreón o chimenea se elevaba como
símbolo de estatus y poder económico326.
El Litoral Central: ¿haciendas o plantaciones?
Entre los siglos XVII y XVIII, casi todas las haciendas del Litoral Central estaban
especializadas en el cultivo del cacao. A finales del XVIII comenzó a aumentar lentamente el número
322 Porter, Robert Ker: Diario de un diplomático británico en Venezuela 1825-1842, op. cit., p. 180. 323 Lisboa, M. M: op. cit.., p. 197: La hacienda La Trinidad había tenido, en 1852, un rendimiento de “47.000 pesos, de los cuales 27.000 se fueron en gastos (incluida la máquina de vapor” y 20.000 se aplicaron a la amortización de la deuda”. Al respecto, es necesario aclarar que el general Páez había obtenido un préstamo por 100.000 pesos en el año 1843, por lo cual debió hipotecar sus bienes. Debido a los conflictos políticos acaecidos en 1848, el ex Presidente debió abandonar el país y, por esta razón, la hacienda estaba administrada por un representante de sus acreedores. 324 Ibidem, p. 122. 325 Como parte del Proyecto “Geohistoria del azúcar en Venezuela”, Adelina Rodríguez Mirabal y Lucía Galeno están investigando una muestra de haciendas-trapiche sometidas al sistema de mayorazgo. 326 Tavera Marcano, Carlos Julio: Informe Proyecto Geohistoria del azúcar en Venezuela, p. 17.
de trapiches en la zona. Por ejemplo, en 1787 se contaban 218 haciendas de cacao, 22 de azúcar y 6
mixtas327. El panorama cambió sustancialmente tras la conclusión de las guerras por la
independencia, al comenzar a exteriorizarse gran interés de parte de reconocidos capitalistas
extranjeros por invertir en la explotación de la caña de azúcar.
Esos planes se concretaron con inversiones en varias haciendas del Litoral Central y fueron
llevadas a cabo por capitalistas ya residenciados en Venezuela. Para el éxito de la empresa se dispuso
de abundante mano de obra esclava, suficientes capitales y un mercado relativamente asegurado en
los Estados Unidos. Estas iniciativas no fueron un hecho aislado, ya que se inscribían en un ambiente
propicio para la expansión de los negocios a través de planes de inmigración y de explotación
agrícola y minera, impulsados por inversores británicos. Precisamente, en 1822, en la Gaceta de
Londres, se dio a conocer la importancia de estrechar vínculos con Venezuela, particularmente con
relación al “café y azúcar de Caracas”, para lo cual sería importante promover el “auxilio de capitales
y de un comercio activo”328. Estos ambiciosos planes se desmoronaron rápidamente a causa de la
crisis mundial que estalló en Londres en 1825, aunque sobrevivieron algunas de las inversiones ya
realizadas en la producción azucarera y en la minería, como fue el caso del cobre en Aroa.
Los británicos William Ackers y George Gosling fueron los principales promotores de las
explotaciones azucareras en el Litoral Central. Ackers puede ser considerado uno de los más
importantes capitalistas de aquel tiempo, cuyos negocios se habían orientado en diversas direcciones.
Mientras comercializaba el cobre de las minas de Aroa, se dedicaba también a la compra del tabaco
en las subastas organizadas por el monopolio estatal hasta su abolición en 1833, y era socio de varias
casas mercantiles ubicadas en Liverpool, La Guaira y Caracas. Además, en 1841 fue uno de los
fundadores del Banco Nacional de Venezuela. Por su parte, George Gosling, además de los negocios
agrícolas en sociedad con Ackers, participó también en una compañía para promover la construcción
de un camino en Choroní329.
327 Troconis de Veracoechea, Ermila: La tenencia de la tierra en el litoral central de Venezuela, Caracas, Editorial Equinoccio, 1979, pp. 84-85. 328 “Café y azúcar”, El Correo del Orinoco, Angostura, 23.03.1822. 329 Banko, Catalina: El capital comercial en La Guaira y Caracas 1821-1848, op. cit., pp. 603-604: Ackers había intentado emprender el cultivo de algodón, en circunstancias en que su precio se había elevado notablemente. Sin embargo, la crisis mundial que estalló en 1836 provocó una drástica caída de sus cotizaciones, por lo que rápidamente los cultivos en la hacienda Juan Díaz fueron paralizados y las tierras se dedicaron a la siembra de caña de azúcar.
Se afirmaba en la prensa de la época que las “haciendas de la costa” pertenecían a “capitalistas
adinerados” y, que en el caso de requerir préstamos, estaban en condiciones de solicitarlos en Europa
a una tasa que oscilaba entre el 5 y 6 por ciento anual330. No era esta la situación de la mayoría de los
hacendados, quienes se veían obligados a solicitar préstamos con elevadas tasas de interés en el
mercado local.
Esa nueva modalidad de explotación de la caña de azúcar, que se aproxima al sistema de
“plantación”, se llevó a cabo en tres haciendas: Juan Díaz, Camurí Grande y Suárez. La primera
pertenecía al venezolano Juan Pablo Huizi, quien se asoció con William Ackers, pasando a ser así este
último copropietario de la mencionada finca, donde se promovieron diversos adelantos que
requerían considerables inversiones. Hacia 1832, el viajero británico John Hawkshaw permaneció allí
varias horas “examinando los torrentes que habían sido canalizados para operar los trapiches”,
además de conocer varios planes y proyectos para otras obras331. La hacienda poseía un trapiche de
agua provisto de tres mazas de hierro y una batería de 6 fondos, entre otros enseres332. Sir Robert
Ker Porter señaló en 1836 que en la hacienda Juan Díaz se estaban realizando obras “en gran escala,
que cuando terminen y estén en funcionamiento, habrán costado más de 100.000 dólares”333. Esta
información nos permite apreciar que se trataba de una empresa administrada con criterios
capitalistas, cuyos rasgos no coincidían con los de la “hacienda-trapiche” tradicional.
En el caso de la hacienda Camurí Grande, Ackers y George Gosling celebraron en 1828 un
contrato de arrendamiento, en el que estaban incluidos “todos sus enseres, esclavitudes, animales,
utensilios e instrumentos constantes en el Inventario”334. La finca poseía en 1835 los siguientes
bienes: 236 esclavos, 20 burros, 10 mulas, 10 caballos, 20 bueyes, un ingenio con trapiche de hierro,
un tanque de madera con capacidad de 500 galones, forrado de plomo, para recibir el guarapo, una
batería de cinco fondos de 100 hasta 500 galones, dos pulgueras con sus tanques forrados en plomo,
cada uno con su bomba, una máquina “Aca” con su herrería y un horno para quemar ladrillos y tejas,
330 “Aviso”, El Liberal, Caracas, 12.12.1846. 331 Hawkshaw, John: Reminiscencias de Sudamérica. Dos años y medios de residencia en Venezuela, Caracas, Ediciones de la Presidencia de la República, 1975, p. 44. 332 “Reclamo del Sr. William Ackers”, Gran Bretaña, misiones y reclamaciones, año 1858, Archivo Histórico del Ministerio de Relaciones Exteriores (en adelante AHMRL) 333 Porter, Sir Robert Ker: Diario de un diplomático británico en Venezuela 1825-1842, op. cit.., p. 782. 334 Troconis de Veracoechea, Ermila: op. cit., p. 143. Por el contrato de arrendamiento, Ackers y Gosling se comprometieron a pagar “todos los gastos correspondientes a la hacienda, como censos, diezmos, primicias, alcabalas, patente de destilación de aguardiente, curación de los esclavos y cualquier otro impuesto que el gobierno imponga sobre el producto de la hacienda”.
a lo que se sumaban muchos otros instrumentos y herramientas. La hacienda tenía entre 50 y 70
tablones de caña en buen estado335.
En la versión de Ker Porter, quien visitó Camurí en 1836, existían allí alrededor de 80
tablones de caña en crecimiento y otro tanto que se sembraría en el futuro para sustituir los cultivos
de algodón, debido a la drástica caída de los precios de este último producto. El diplomático
británico calculaba un producto de 200 barriles de azúcar, además de una buena proporción de
ron336. Según la información del censo publicado en 1842, esta “plantación” era la de mayor
extensión del país337.
Suárez era el nombre de la tercera hacienda, contigua a las anteriores, que contaba en 1829
con 138 esclavos, 15 tablones y un trapiche de tres mazas de hierro. El número de esclavos tuvo
ligeras variaciones posteriormente, aumentando en los años cuarenta a 146, mientras los cultivos se
extendieron hasta alrededor de 27 tablones. Inicialmente, el arrendamiento estuvo a cargo de Ackers
y Huizi y, desde 1850, fue asumido por Henrique Gosling (hijo de George), quien manifestó que el
mayor “aliciente” para explotar dicha hacienda radicaba en sus esclavos, aunque últimamente su
número y capacidad había disminuido notablemente por la “muerte de unos, edad avanzada y
manumisión”338. En aquel mismo año, George Gosling arrendó también la hacienda Juan Díaz, de la
cual eran copropietarios William Ackers y Juan Pablo Huizi. Al respecto, es necesario aclarar que los
conflictos políticos motivaron que, alrededor de 1850, Ackers se apartara de varios negocios que
estaba administrando en Venezuela339.
En síntesis, hasta 1850 la explotación de las tres haciendas analizadas estuvo a cargo de
William Ackers, George Gosling y, en una posición secundaria, de Juan Pablo Huizi, mediante una
fórmula en la que se combinaba la propiedad directa y el sistema de arrendamiento. A partir de ese
año, George y Henrique Gosling se hicieron cargo de dichos negocios en calidad de arrendatarios,
modalidad asociada con la explotación agrícola de carácter capitalista.
335 Ibidem, p. 144. 336 Porter, Diario de un diplomático británico en Venezuela 1825-1842, op. cit.., p. 781. 337 “Censo”, El Liberal, Caracas, mayo-junio 1842. 338 Varios asuntos de la hacienda Suárez 1843-1868, Libro 366, año 1855, Archivo Histórico de la Universidad Central de Venezuela (en adelante AHUCV) 339 Tras la etapa de predominio político del general José Antonio Páez, entre 1830 y 1847, se produjeron fuertes conflictos que desembocaron en el dominio de un nuevo caudillo a nivel nacional: el general José Tadeo Monagas. Bajo estas nuevas circunstancias políticas, William Ackers, perteneciente al círculo de allegados del general Páez, perdió su anterior influencia política y económica y debió abandonar buena parte de sus negocios.
El producto obtenido en las mencionadas haciendas estaba destinado al mercado externo.
Entre 1838 y 1839, la firma norteamericana Mc Kaighen recibió en La Guaira un total de 23 barcos
consignados a su nombre, de los cuales dos habían recogido cargas de azúcar en los muelles de
Camurí y Juan Díaz. Lo mismo ocurrió con un barco consignado a nombre del comerciante británico
Robert Syers. Usualmente, los navíos extranjeros efectuaban sus operaciones exclusivamente en
puertos habilitados al efecto, como el de La Guaira. Sin embargo, en los casos señalados, las cargas
de azúcar fueron embarcadas en muelles pertenecientes a las haciendas Camurí Grande y Juan Díaz,
cercanas a La Guaira. Este curioso dato nos revela la importancia que había adquirido, a fines de los
años treinta, el negocio de exportación del azúcar hacia los Estados Unidos340.
A pesar de la exitosa etapa inicial, todas estas haciendas ingresaron en una profunda crisis a
raíz de la abolición de la esclavitud, tal como se evidencia en la situación de “ruina y abandono” en
que se encontraba la hacienda Suárez. Juan Pablo Huizi afirmaba en 1855 que “la abolición de la
esclavitud en la República (…) privó a la hacienda Suárez de todo su valor, como quiera que era la
dotación de esclavos lo que podía servir de estímulo a tomarla en arrendamiento, atendiendo la
insalubridad de su clima, la carencia de trabajadores, la poca extensión de sus terrenos, la falta
absoluta de agua”. Huizi señaló, además, que “ese golpe que ha postrado la agricultura en toda la
República ha sido por esto mortal para la hacienda Suárez y para todos los establecimientos
agrícolas”341. De esta versión se infiere que la abundancia de esclavos fue el principal factor que
impulsó la expansión de las haciendas del Litoral Central. Posteriormente, la abolición de la
esclavitud condujo a la decadencia de esas explotaciones342.
La hacienda Juan Díaz también se encontraba, por entonces, en total abandono. En 1858
quedaban 63 tablones, de los cuales solamente 22 podían ser considerados de buena calidad. Varios
tablones habían sido entregados a peones por contrato y, a pesar de que una parte estaba en
condiciones aceptables, se afirmaba que “la hacienda en su totalidad, o mejor dicho, toda la caña
inventariada está muy enmontada, pudiendo asegurarse que las plantillas pequeñas perecerán si no
son atendidas a la mayor brevedad”343.
340 Banko, Catalina: El capital comercial en La Guaira y Caracas 1821-1848, op. cit., pp. 427-428. 341 Varios asuntos de la hacienda Suárez 1843-1868, Libro 366, año 1855, AHUCV. 342 En estos años confluyeron varios factores que contribuyeron a la desaparición de las iniciativas de constituir un nuevo modelo de explotación azucarera. Por un lado, incidieron las adversas circunstancias políticas y, por otro, entre 1855 y 1856 fallecieron William Ackers, Henrique y George Gosling, lo que dio lugar a la disolución de todas estas empresas. 343 “Reclamo del Sr. William Ackers”, Gran Bretaña, misiones y reclamaciones, 1858, Tomo XIX, Vol. 92, AHMRE.
Las mencionadas propiedades del Litoral Central representaron un nuevo modelo de
producción azucarera, que se aproxima al sistema de “plantación”, caracterizado por la explotación
intensiva de gran número de esclavos, inversiones de magnitud en obras de riego y en la
modernización del trapiche y de las instalaciones. Sus propietarios no eran representantes de la
antigua clase terrateniente, sino capitalistas que pretendían aplicar criterios de “racionalidad
económica” en sus empresas, y cuyo interés no radicaba en la obtención de prestigio social, sino de
un elevado rendimiento en las haciendas. El producto no estaba destinado a satisfacer la demanda
interna, sino a la exportación hacia el mercado norteamericano. El fracaso de esta temprana iniciativa
obedeció a la confluencia de varios factores, entre los que incidió de manera especial la abolición de
la esclavitud y la falta de brazos en condiciones de soportar los rigores de este tipo de trabajo, a lo
que se unió la adversa situación política reinante en ese tiempo.
Proteccionismo versus librecambismo
La producción de azúcar estuvo amparada durante todo el siglo XIX por una legislación
protectora. En 1821 se dictó la primera ley que prohibía la introducción de determinados artículos,
entre los que sobresalían el café, el cacao, el añil, “azúcares y melazas”. Esta medida tuvo gran
importancia para las haciendas especializadas en los cultivos de caña y producción de sus derivados.
El 12 de mayo de 1834 fue aprobada por el Ejecutivo una ley sobre aranceles de importación
que establecía la prohibición de importar sal, cacao, tabaco, excepto el habano en rama, azúcar,
mieles y aguardientes de caña y sus compuestos, a menos que fuera en botellas, algodón en rama y
añil.
Por entonces, comenzó a discutirse el tema de los aranceles de importación. En el periódico
El Liberal se cuestionó la aprobación de “prohibiciones absolutas” para los productos antes
señalados, por considerar que dicha medida ultrajaba la “equidad natural”, ya que debía dispensarse
por parte del gobierno nacional igual protección a todos los sectores económicos y sociales. Desde
una óptica teñida por los principios liberales, se estimaba que la competencia extranjera podría
significar un estímulo para mejorar los procesos de producción y que, por tanto, sería absurdo
persistir en la conservación de ese tipo de industrias, si las mismas no estaban en capacidad de
subsistir en un mercado de libre concurrencia:
Si en último análisis, consumimos lo que producimos, aunque el producto nos venga de fuera, porque no lo obtenemos gratuitamente sino en cambio de otro nuestro; si tanto más ricos somos, cuanto son menores los precios a que compramos los artículos de consumo, por tanto, nos quedan más rentas disponibles para aumentar los goces y las comodidades de la vida, ¿no es una verdadera locura el dar a la acción industrial, al
trabajo y a los capitales una dirección forzada y ruinosa por el vano orgullo de poseer el mayor número de los objetos que necesitamos, o independizarnos del extranjero?344
Este comentario revela claramente la posición librecambista de El Liberal, sin contemplar los
efectos multiplicadores que ciertas actividades agrícolas y manufactureras podían ejercer en el seno
de la economía nacional.
En el año 1841 se dictó un Arancel de Derechos de Importación que disponía nuevamente la
prohibición de introducir sal, cacao, azúcar, mieles, aguardientes de caña y sus compuestos. En
opinión de El Liberal, dicha medida tenía como objetivo defender los privilegios de los cultivadores
de caña, calificados como “hombres ricos, o de valimiento y categoría social”345. Esta última
afirmación podía ser una alusión al “aristocrático” origen social de muchos de los propietarios de
haciendas cañeras, como también una referencia concreta a productores adinerados, como era el caso
de William Ackers y George Gosling.
Posteriormente, en el mismo periódico se señaló que la prohibición de importar azúcar podría
ser considerada positiva, de haber conducido al desarrollo y adelanto de la industria. Sin embargo, el
resultado no fue el esperado, porque, sin el estímulo de la competencia, los establecimientos
azucareros no mejoraron sus métodos de producción, lo cual se evidenciaba en el encarecimiento del
producto. Por tanto, la prohibición absoluta estaría favoreciendo exclusivamente a unos “dos o tres
mil productores” a expensas de “más de novecientos mil consumidores”346.
A finales de los años cuarenta prosiguió la discusión sobre la base de una argumentación
semejante a la anteriormente señalada. En defensa del sistema arancelario proteccionista, se afirmaba
en las columnas de La Prensa que un país naciente, como Venezuela, no debía adoptar un sistema
totalmente liberal como lo proclamaban algunos economistas, teorías que solamente serían aplicables
en los países poderosos que lograron desarrollar sus industrias. Para Venezuela era conveniente
establecer barreras aduaneras porque no podía competir con las manufacturas extranjeras y, por
tanto, debían imponerse restricciones al ingreso de mercancías importadas347.
344 “Prohibiciones absolutas”, El Liberal, Caracas, 13.03.1837. 345 “Editorial”, El Liberal, Caracas, 23.11.1841. 346 “La cuestión azúcar”, El Liberal, Caracas, 21.12.1841. 347 “Libertad de comercio y sistema ad valorem”, La Prensa, Caracas, 26.03 y 06.04.1847.
La posición favorable al proteccionismo coincidía con los intereses de capitalistas que, como
Ackers y Gosling, tenían a su cargo la explotación de haciendas azucareras y, en consecuencia,
estaban interesados en que se mantuviera la prohibición de importar este producto. En cambio, el
periódico El Liberal estaba más vinculado al sector que controlaba el comercio exterior, uno de cuyos
negocios consistía en la importación de azúcar desde las Antillas348.
Situación de la explotación azucarera en la segunda mitad del siglo XIX
A los problemas estructurales de la agricultura venezolana, se sumaron los enfrentamientos
bélicos internos, que llegaron a su máxima expresión con el estallido de la Guerra Federal en 1859.
De estos conflictos se derivaron múltiples dificultades que se reflejaban en los elevados costos de
producción como consecuencia de la escasez de brazos y el aumento de los jornales, el pésimo
estado de los caminos y los altos fletes que debían pagarse para el transporte de los productos.
Los cultivadores de caña estaban obligados, como agravante, a pagar peajes y diversas
contribuciones extraordinarias, que se constituyeron en una carga insostenible para las haciendas. A
título de ejemplo, el 4 de junio de 1860 se estableció un impuesto a las plantaciones de caña de
azúcar, que tenía por objeto recaudar fondos para el gobierno, agobiado por los gastos militares
ocasionados por la Guerra Federal. Los cañicultores debían pagar anualmente, por cuartas partes por
cada tablón de cien varas en cuadro, en los primeros cuarenta y cinco días de cada trimestre, el
siguiente impuesto: las plantaciones que contaran con fuerza motriz de vapor o agua, 8 pesos; con
máquinas movidas por tracción animal y máquinas de destilación, 6 pesos; en el caso de no disponer
de máquinas de destilación, 5 pesos. Los establecimientos que no superaban los 4 tablones no
estaban obligados a pagar esta contribución. Debido a las quejas que se alzaron contra ese tributo, el
mismo fue abolido al año siguiente y se estableció un gravamen directo sobre las rentas obtenidas,
cualquiera fuese su origen, estando exceptuados los propietarios y arrendatarios de “haciendas de
frutos gravados con derechos de exportación”349.
Una medida importante, orientada a promover el comercio del azúcar, fue dictada en 1870,
por la que se declararon libres de todo género de gravámenes aduaneros a los azúcares exportados al
348 Según la versión de La Prensa (“Libertad de comercio y sistema ad valorem”, 06.04.1847), José María Rojas, director de El Liberal, estaría vinculado directamente con los negocios de importación de azúcar. 349 Felice Cardot, Carlos: Datos sobre la historia, desarrollo y economía de la caña de azúcar en Venezuela, Caracas, Distribuidora Venezolana de Azúcares, 1976, pp. 9-10.
extranjero o transportados de un puerto a otro de la República. Además, se estableció una comisión
permanente de agricultores de caña para recoger datos, “acerca de la mejor clase de semillas, del
mejor método de cultivo y de los procedimientos más fáciles y baratos para la elaboración de
azúcares de caña”. Asimismo, se exhortaba a los presidentes de los estados a promover el cultivo de
la caña e informar al gobierno acerca de los avances alcanzados350.
En 1879, el francés Delort, jefe de una misión agrícola, visitó Venezuela a fin de estudiar las
posibilidades de inversión en actividades agrícolas. El informe elaborado por dicha misión motivó
una serie de comentarios, por parte de Jean Augustin Barral, en torno a las causas del estancamiento
de la industria azucarera venezolana, a pesar de las extensas zonas apropiadas para dichas
plantaciones, a lo que se sumaba una legislación ampliamente protectora. En opinión de Barral, el
principal factor que incidía en el atraso de ese género de producción radicaba en que los cultivos se
efectuaban sin abonos y con métodos atrasados, a la vez que el proceso de elaboración no contaba
con procedimientos técnicos adecuados351. Ello explicaría la dificultad de producir a bajos costos y
enfrentar la competencia del artículo importado.
Para la elaboración del papelón y la melaza, Barral recomendaba el uso de algunos aparatos
perfeccionados. Por ejemplo, en vez de molinos para aplastar la caña, se podría recurrir a máquinas
para cortarla en ruedas y luego aplicar el “procedimiento de difusión” que permitía extraer la
totalidad del azúcar. Así se podría duplicar el rendimiento de la caña, ya que la extracción de
solamente el 7 u 8 por ciento de azúcar era considerada muy reducida en aquel tiempo352.
La fundación de organismos colegiados y asociaciones gremiales constituye una muestra del
interés de los hacendados por superar los obstáculos que sufría la industria azucarera. En 1879 se
constituyó en Valencia la Sociedad Agrícola Cañera, uno de cuyos objetivos consistía en instalar una
casa de comercio por cuenta del gremio, la cual cobraría solamente cinco por ciento de comisión.
Además, los gastos ocasionados por el funcionamiento del comercio, alquiler, sueldo del gerente,
dependiente, etc. serían pagados entre todos los cañicultores. De esta manera, se lograría concentrar
la colocación de una parte de la producción en una casa de comercio, administrada por la Sociedad
350 Ibidem, pp. 12-13. 351 Barral, Jean A.: Porvenir de las grandes explotaciones agrícolas establecidas en Venezuela, Caracas, Ediciones del Cuatricentenario de Caracas, 1966, pp. 102-103. 352 Ibidem, pp. 103-105 y 144-149.
Agrícola, generando así costos inferiores, ventas a precios más convenientes y bajos montos de
comisión353.
Gran interés estaba despertando nuevamente en el Zulia, hacia 1884, la posibilidad de
incrementar la producción de papelón y aguardiente. Dentro de esta tónica, los agricultores de caña
de azúcar y los destiladores se unieron en una sola asociación que habría de redundar en beneficio de
los intereses de ambos sectores. Dicha unión permitiría el “ensanche de las operaciones comerciales
de ambas con el establecimiento de un Banco Agrícola, la creación de un Sindicato para la industria
cañera y otras mejoras en el sentido de facilitar por todos los medios posibles los progresos de la
agricultura y la destilación en el Zulia”. Estos pasos podrían encaminarse a superar la crisis en que
estaba sumida la agricultura mediante la exportación de licores y papelón, hasta la fecha
prácticamente nula354. Para la región zuliana, cuyo mercado local era pequeño, era un objetivo
fundamental lograr el acceso a mercados exteriores e incrementar así la producción agrícola.
Los comentarios sobre nuevos procedimientos químicos y técnicos para la extracción del
jugo de la caña de azúcar se hicieron más frecuentes en las últimas décadas del siglo XIX. Mediante
extensos artículos se intentaba difundir las bondades del sistema de evaporación al vacío, el uso de la
electricidad para los molinos y la aplicación del bagazo en el proceso de fabricación de papel.
Además de publicar informes sobre las mejoras en los cultivos y prevención de plagas, también se
informaba acerca de los peligros de la competencia que amenazaba a la industria azucarera, no
solamente por parte de la conocida remolacha cultivada en Europa, sino también por la posibilidad
de obtener azúcar del sorgo y la elaboración de sustitutos como la sacarina355.
Proyectos de “ingenios centrales”
En las últimas décadas del siglo, se comenzó a intensificar la preocupación por aumentar el
rendimiento de la caña. Este incremento podría lograrse con la aplicación de nuevos procedimientos
utilizados por los “ingenios centrales”, sistema que implicaba la separación de las tareas agrícolas y las
de fabricación del azúcar. Mayores rendimientos podrían obtenerse, entonces, mediante una
“explotación racional” y la reorganización de las haciendas incorporando mejoras en los cultivos, e ir
353 Paz Sandoval, G. y Llanos F.: “Sociedad Agrícola Cañera”, El Occidental, Barquisimeto, 07.10.1879. 354 “Bancos Agrícolas”, El Siglo, Caracas, 07.07.1884. 355 Abundante información sobre avances técnicos puede hallarse en periódicos como El Siglo, Los Ecos del Zulia y El Economista en la década de los ochenta.
“formando agrupaciones de haciendas que beneficien sus cañas en oficinas centrales”. De esta
manera, podría llegar a exportarse el producto con los consiguientes efectos positivos para la
economía nacional356.
Se consideraba que los centrales permitían incorporar modernas técnicas extraídas de “la
química, la física y la mecánica” para obtener la mayor extracción posible del jugo de la caña. En
1890, Federico Vollmer, miembro de la familia propietaria de El Palmar, se convirtió en uno de los
primeros promotores de centrales azucareros. El conocido hacendado ofreció “devolver al agricultor
en frutos la misma cantidad que de ellos obtendría éste en su oficina, quedando desde luego como
ventajas para el hacendado los gastos de beneficio que así economiza, el trabajo y atención que se
ahorra y finalmente los brazos que le quedan libres y que podría emplear junto con todos sus
desvelos en el cultivo intensivo de su campo”357.
Federico Vollmer estaba dispuesto a instalar un central en los Valles de Aragua sobre la base
de 1.000 tablones de caña, pertenecientes a diversos hacendados interesados en integrarse a dicha
empresa. De esta manera, sería posible ahorrar gastos en el proceso de elaboración y en el pago de
mano de obra, y obtener así “un rendimiento de 20% sobre los resultados que arroja la rutina”358.
Las considerables utilidades que se estaban obteniendo en los centrales cubanos generaron
grandes esperanzas en el caso de concretarse la instalación del mismo sistema en Venezuela, que en
aquellos años era motivo de gran entusiasmo para algunos propietarios de haciendas de caña y, en
particular, para Federico Vollmer, quien había recogido una larga experiencia como administrador de
centrales en la isla caribeña.
Sin embargo, no fue posible superar ciertos obstáculos. A criterio de los hacendados, no era
conveniente aumentar la producción sin contar previamente con mercados externos asegurados, ya
que ello podría ocasionar la caída de los precios, tomando en cuenta el reducido tamaño del mercado
interno. Al mismo tiempo, estaban convencidos de que la salida no consistía en continuar
indefinidamente bajo el amparo de la protección arancelaria, sino en la búsqueda de mercados para
colocar los excedentes de producción, intentando superar así las dificultades derivadas de la falta de
“capital numerario, brazos, seguridad y conocimientos técnicos”359.
356 “La caña”, El Economista, Caracas, 20.08.1889. 357 “Centrales”, El Economista, Caracas, 22.06.1890. 358 “Porvenir de nuestra industria azucarera”, El Economista, Caracas, 07.08.1890. 359 “La industria azucarera”, El Economista, Caracas, 22.08.1889.
La evolución de la industria azucarera venezolana se caracterizó por su extrema lentitud. En
las últimas décadas del siglo XIX subsistían todavía métodos de producción atrasados. Por ejemplo,
hacia 1871, en los Valles de Aragua y en Carabobo estaban en actividad 40 haciendas de caña con un
total de 1.100 tablones en cultivo. La mayor de dichas propiedades tenía una extensión de 120
tablones y la menor 5. De este conjunto de haciendas, “tres funcionaban a vapor, veintidós con
fuerza hidráulica y quince con animales”360.
En el Zulia, a finales del siglo, la explotación azucarera se había extendido considerablemente,
aunque predominaban todavía los sistemas productivos tradicionales. De un total de 69 trapiches, 35
habían incorporado el uso de máquinas de vapor (cuatro de ellos poseían también el sistema de
centrifugado). El resto seguían trabajando con trapiches movidos por fuerza animal361. De los datos
anteriores se infiere que el progreso técnico en el sector azucarero fue bastante lento en la Venezuela
del siglo XIX.
Conclusión
La escasez de mano de obra y la insuficiencia de capitales para la inversión constituyeron los
principales factores que obstaculizaron la evolución de la explotación azucarera durante el siglo XIX.
Precisamente, la abolición de la esclavitud contribuyó a desmoronar los primeros intentos de
establecer unidades productivas para la exportación, bajo un modelo similar al de las plantaciones del
Caribe. La mano de obra esclava era en ese entonces un elemento fundamental para el impulso de
dicha actividad, tal como ocurrió en Cuba y Brasil, donde la abolición fue muy tardía.
En cuanto al desarrollo de ese tipo de explotaciones agrícolas, los capitalistas extranjeros
establecidos en Venezuela se convirtieron en los principales agentes para la modernización de las
haciendas azucareras, ya que disponían de recursos monetarios y excelentes conexiones en el exterior
a fin de promover las exportaciones. Estas iniciativas dieron origen a las peculiares “plantaciones”
del Litoral Central y, también, a algunas tímidas experiencias de modernización en haciendas del
interior del país.
En contraste con aquella modalidad, se encontraba la tradicional “hacienda-trapiche”, cuyos
propietarios seguían todavía imbuidos del “espíritu aristocratizante” de los tiempos coloniales,
360 Tavera Marcano, Carlos Julio: Informe…, op. cit., p. 9. 361 Estado Zulia, Anuario Estadístico, Imprenta Americana, año 1895.
aspecto que se expresaba en una mentalidad paternalista y “conservadora” que estaba más asociada
con la búsqueda del prestigio social que del beneficio económico en sentido capitalista. El sistema
predominante, durante todo el siglo, continuó siendo la “hacienda-trapiche” tradicional, mientras que
las inversiones capitalistas fueron experiencias aisladas, muchas de las cuales concluyeron en la ruina
por la ausencia de condiciones propicias, tanto políticas como económicas, para la consolidación de
ese tipo de empresas.
El estancamiento de la actividad azucarera a lo largo del siglo XIX se inscribía dentro de la
crisis general de la producción agrícola sustentada en la exportación de café y cacao. El ambiente
económico no era favorable para la expansión de la agricultura, debido a la incidencia de factores,
tales como: la escasez de capitales, el reducido tamaño del mercado interno, la falta de mano de obra
y las dificultades del transporte, a lo que se unían los problemas derivados de la inestabilidad política
y la consiguiente falta de confianza para la inversión.
El Cabildo de Maracaibo
en tiempos de cambios, 1787-18121
Ligia Berbesí de Salazar
La Universidad del Zulia
Centro de Estudios Históricos
Resumen: Nuevas y renovadas reflexiones teórico-metodológicas en el campo de las ciencias sociales en general y de la historia en particular, develan para la historia socio-cultural avances en las formas y maneras de aproximarse al estudio de las instituciones de gobierno colonial. Desde lo social y lo institucional se pretende ir a la socialización del poder; es decir, quién ejercía el poder y cómo se ejercía. Desde estas consideraciones, este trabajo estudia el cabildo de la ciudad-puerto de Maracaibo entre 1787 y 1812, período marcado por la intensidad de las reformas borbónicas. Como órgano político local y representante de los intereses de la comunidad de su jurisdicción le corresponde dar respuesta a la crisis de legitimidad política generada por los conflictos que se suceden en la España de finales del antiguo régimen. Se intenta una explicación por una parte, de las leyes y ordenanzas que reglamentaban el funcionamiento del cabildo; y por otra, de los hombres que con sus acciones y decisiones influyeron en la trama de vinculaciones e intereses locales. También se registra el tipo de intereses que representaban o defendían como miembros del entramado social que expresaba relaciones de solidaridad, protección y de poder. Desde el cabildo comerciantes y hombres de negocios hicieron del ejercicio del poder una comunidad de intereses, que facilitó el disfrute y control del mismo. Palabras clave: Maracaibo, cabildo, poder, socialización del poder, vinculaciones Abstract: New and renewed theoretical-methodological reflections in the field of social sciences in general and particularly in the history reveal advances for sociocultural history in the forms and ways to come near to the study of the institutions of colonial government. From a social and institutional aspect it is tried to go to the socialization of the power; that is to say, who exerted the power and how it was exerted. From these considerations, this work-study the City Council of the city-port of Maracaibo between 1787 and 1812, period marked by the intensity of the Bourbon reforms. To this City Council corresponds to give answer to the crisis of political legitimacy generated by conflicts occurred in the Spain at the end of the ancient-regime as a local and representative political organ of the community’s interests in its jurisdiction. It is tried to explain on the one hand, about the laws and decrees that regulated the operation of the City Council; and on the other hand, about the men who influenced with their actions and decisions the net of local entailments interests. The kind of interests that those men represented or defended as members of the social framework is also registered, interests that expressed solidarity relationships, protection and power. From the City Council, traders and businessmen made from the execution of power a community of interests that eased the benefit and possible control of this power.
1 Este trabajo se inscribe en el proyecto de investigación (concluido), “Vínculos, símbolos y poder en el gobierno provincial de Maracaibo, 1787-1812”, adscrito al programa de investigación “Identidades, poder y prácticas sociales”, financiado por el Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico de la Universidad del Zulia. (CONDES).
Key words: Maracaibo, city council, power, socialization of the power, entailments Introducción
Los cambios políticos, económicos y sociales operados en la América hispana desde la
segunda mitad del siglo XVIII, en el contexto institucional del reformismo borbónico, marcaron con
desigual intensidad el ritmo de la vida política local2. Para El siglo XVIII Maracaibo como capital
provincial se había convertido en el eje articulador de un mercado regional e interregional que
extendió sus fronteras sociales, políticas y comerciales desde localidades de cuenca lacustre hasta
jurisdicciones del nororiente neogranadino. La dinámica generada por estas actividades se expresó en
la formación de redes de negocios y clientelares en las que se involucraron indistintamente vecinos de
reconocido prestigio y funcionarios de las distintas instancias de gobierno local, provincial y
monárquico.
Este trabajo estudia el cabildo de Maracaibo como órgano político local y representante de
los intereses de la comunidad de su jurisdicción. Se intenta una aproximación desde lo institucional y
lo socioeconómico, que da cuenta por una parte, de las leyes y ordenanzas que reglamentaban su
funcionamiento; y por otra, de los hombres que con sus acciones y decisiones influyeron en la trama
de vinculaciones e intereses locales.
El seguimiento que se hizo de la actuación de alcaldes y regidores fue fundamental, no sólo para
conocer su desempeño como administradores locales, sino también para registrar el tipo de intereses
que representaban o defendían como miembros del entramado social que expresaba relaciones de
solidaridad, protección y de poder.
La política comercial de la época impulsada por la ilustración borbónica, favoreció la
presencia en Maracaibo de comerciantes vascos y catalanes que al interactuar en estas redes de
relaciones, accedieron a importantes empleos en el cabildo local y lograron dinamizar la economía
local y regional. Desde el cabildo comerciantes y hombres de negocios hicieron del ejercicio del
poder una mancomunidad de intereses, que hizo posible el disfrute y control del poder.
Composición y Funcionamiento del Cabildo Maracaibero, 1787-1812
2 Los estudios de caso revelan diferentes situaciones. Al parecer el intento de disminuir prerrogativas a los Cabildos afecto sobre todo a los localizados en las ciudades de mayor jerarquía político-administrativa, de ahí que en estos la conflictividad fuera mayor. En el caso del cabildo maracaibero operó una especie de alianza entre las diferentes autoridades de gobierno, por lo que los acuerdos favorecieron en la mayoría de las veces los asuntos públicos.
Desde el momento en que se otorgó la Real Cédula de fundación definitiva en 1574, la
ciudad de Nueva Zamora de la Laguna de Maracaibo, obtuvo el privilegio de contar con gobierno
propio a través del cabildo. Desde entonces dependió gubernativamente primero de la gobernación
de Venezuela y en consecuencia de la Audiencia de Santo Domingo y después, a partir de diciembre
de 1676 del gobierno de Mérida y La Grita (provincia desde 1622), bajo la jurisdicción político-
administrativa del Nuevo Reino de Granada. De esta manera señala Ileana Parra, quedaba integrado
políticamente un espacio que conformaba una unidad geográfica y económica3. Espacio que a partir
de 1678 va ser a ser jerarquizado por Maracaibo, cuando por disposición real el gobernador fijó
residencia en dicha ciudad.
El curso del proceso histórico define cambios en esta organización político-administrativa. Los
afanes centralizadores de la monarquía borbónica desde mediados del siglo XVIII, decretaron la
separación de Maracaibo del Nuevo Reino de Granada, en consecuencia su anexión en lo guberna-
tivo y militar a la Capitanía General de Venezuela, y a la Audiencia de Santo Domingo.
Bajo esta reestructuración político-administrativa, las esferas de la administración local en
Maracaibo lograron superar los conflictos y tensiones que la misma había originado. Por encima de
cualquier reajuste oficial, se imponen intereses particulares representados en el cabildo local.
El cabildo como pilar del gobierno local, se caracterizaba por la amplitud y variedad de tareas
a cumplir, pues gobernaba al conjunto de los habitantes de su jurisdicción. Tenía entre sus funciones
la de impartir justicia en lo civil y en lo criminal, defender los intereses de la comunidad, representarla
y administrar y organizar los servicios públicos: sanidad, precios, abastecimiento, acueductos,
caminos, entre otros.
A pesar que su ámbito de gobierno se circunscribía a la localidad, en el caso de Maracaibo se
puede señalar que el poder e influencia de sus miembros rebasó los límites administrativos oficiales,
pues en su mayoría el cabildo estuvo controlado por hombres de negocios, que habían logrado
extender sus actividades fuera de los límites locales, provinciales y regionales, gracias a la posición
privilegiada que tenían en el gobierno local.
Estos hombres fueron quienes hicieron posible el desarrollo y prosperidad de la ciudad al
establecerse en ella, y desde allí impulsar distintos negocios, bien como comerciantes, hacendados y
propietarios de bienes e inmuebles. Gracias a su éxito como hombres de negocios, se les consideraba
vecinos de "mérito y prestigio", dispuestos a establecer cualquier tipo de alianzas para conservar por
una parte, su riqueza y poder, y por otra, asumir la defensa de los intereses que representaban.
3 Este aspecto es tratado ampliamente por Ileana Parra en "Las rutas del comercio en torno a la cuenca del Lago de Maracaibo (siglos XVI y XVII)". Revista Tierra Firme. Nº 10, Caracas, abril-junio de 1985, pp. 199-214.
La noción de vecino según el diccionario de autoridades refiere al “... que habita con otros en
un mismo barrio, casa o pueblo, y contribuye en él en las cargas, o repartimientos...”4. En opinión de
Margarita Garrido para el siglo XVIII dicha noción cambia, y era suficiente el habitar en la ciudad
para tener tal consideración5. En el caso de Maracaibo, su cabildo desde la segunda mitad del XVIII
estuvo constituido por los siguientes cargos:
� Dos Alcaldes Ordinarios de Primera y Segunda Elección.
� Un Alcalde de la Santa Hermandad.
� Seis Regidores (Alférez Real, Alcalde Mayor Provincial, Fiel Ejecutor, Alguacil Mayor,
Síndico Procurador General, Regidor Llano)
� Un Escribano.
� Un Juez Eclesiástico (vicario).
Tanto alcaldes como regidores constituyeron la principal autoridad local, formando lo que se
denominaba "Justicia y Regimiento de la ciudad". Desde estos oficios se involucraron en redes de
intereses económicos, sociales y familiares con vecinos y familias de prestigio, que explican actitudes
y comportamientos en el marco de la fidelidad y la lealtad.
Como gobierno de la ciudad, el cabildo administraba el "bien común", alcaldes y regidores
con jurisdicción sobre los vecinos, debían responder por los intereses de "todos", inclusive por el
honor, reputación y buena fama de las familias. Así, según Lempérière6 se manifestaba la identidad
entre el pueblo y el ayuntamiento que los gobernaba. Entre los asuntos que en materia general debía
resolver se distinguen:
� Administrar ejidos y bienes propios.
� Trazar y limpiar las calles.
� Celar y castigar los amancebamientos.
� Castigar los juegos prohibidos y demás pecados públicos.
� Cuidar del cumplimiento de los bandos de buen gobierno, aranceles y disposiciones.
� Vigilar la ciudad por las noches en compañía del Escribano.
4 Real Academia Española. Diccionario de Autoridades. Editorial Gredos. Madrid, 1990. p. 428.
5 Garrido, Margarita: “La cuestión colonial en la Nueva Granada” en Guerrero, Amado (Comp.): Cultura política, movimientos sociales y violencia en la Historia de Colombia. pp. 41-60. VIII Congreso Nacional de Historia de Colombia, Bucaramanga, Colombia, Universidad Industrial de Santander. Departamento de Historia, 1992.
6 Lempérière, Annick: "República y publicidad a finales del antiguo régimen (Nueva España)" en Los espacios públicos en Iberoamérica. Ambigüedades y problemas. Siglos XVIII-XIX. México, FCE, 1998.
� Visitar anualmente en compañía de tres alguaciles a los mercaderes, pulperos y bodegas para
observar la legitimidad de las varas, pesos y medidas como también para poner remedio a cualquier
otro abuso.
� Concurrir a las visitas generales de cárceles junto con el gobernador y demás ministros cada
23 de diciembre. También realizará esta visita los domingos de ramos y pascua y espíritu santo y los
sábados de cada semana.
Además, siempre debía estar a la cabeza de todo tipo de fiesta, celebración o ceremonia.
Entre ellas destacaban las políticas (advenimiento de un rey, besamanos), las religiosas fijas
(patronales) y movibles (día de ceniza, jueves santo, Pentecostés) y las profanas (carnaval, corridas de
toros), "mostrando autoridad, decencia, respeto y buen ejemplo al pueblo a quien representa"7.
Fernando Miyares en el ejercicio de sus funciones como gobernador de Maracaibo (1799-
1812), al reglamentar las funciones de los alcaldes ordinarios y del alférez real señalaba:
La justicia tiene en su propia esencia toda la virtud y energía necesaria para hacerse respetable, contener los excesos y castigar los delitos, imponiendo las penas que a ellos corresponde, así debe administrase con circunspección, rectitud y humildad, cuyos principios obligan al juez a observar la mayor moderación en las palabras, prudencia en las determinaciones, agrado en oír las partes8.
Para ello, ordenó reunión ordinaria en pleno del cabildo todos los lunes con la asistencia del
gobernador, previa convocatoria del Alguacil Mayor. Además, la obligación de los alcaldes ordinarios
de atender sus asuntos en la casa capitular desde las 10 am. y de 7-8 pm. en su casa de habitación.
Los asuntos judiciales que debían atender los alcaldes eran los relativos a herencias, deudas, pleitos,
infidelidades, injurias, contrabandos, moral y buenas costumbres (urbanidad). En fin, sus principales
tareas fueron la defensa, representación y administración de los intereses de la comunidad, impartir
justicia, servicios públicos y organizar fiestas y ceremonias.
Esta multiplicidad de funciones debió ser compartida con los regidores desde finales del siglo
XVIII. Ello explica el elevado número de dichas plazas en la mayoría de los cabildos americanos
desde entonces. Además del considerable poder de decisión de alcaldes y regidores en los asuntos
locales y en la concesión de privilegios, negocios y prebendas.
7 ANC Sección Colonia. Fondo Cabildos, Tomo 1, f. 414.
8 Ibidem, f. 409.
En cuanto a los procuradores sus tareas eran diversas. Como representantes de los
moradores de la ciudad vigilaban la buena administración y ejecución de los servicios públicos:
ejidos, apertura de caminos y construcción de obras de beneficio público.
La misma reglamentación señalaba la celebración de cabildos extraordinarios cualquier día de
la semana, previa autorización del gobernador. Al mismo se convocaba la sala capitular en pleno,
presidida por el gobernador y sólo se trataría el motivo para el cual fue convocado.
Al igual que en todos los cabildos, el gobernador y su teniente de gobernador eran los
presidentes natos de dicha corporación municipal. Sólo en ausencia de cualquiera de los dos, los
alcaldes ordinarios podían por ley presidir el mismo. Esta situación fue decisiva en el funcionamiento
del cabildo maracaibero, por cuanto determinó por una parte, la influencia del gobernador sobre las
decisiones del cabildo, y por otra, el peso del entramado social que regía la vida municipal.
Esto no significaba que no hubiese conflictos, sin embargo, parece ser que los intereses del
colectivo en defensa de prerrogativas y privilegios representados en el cabildo, estaban por encima de
ello.
De este modo, la autonomía municipal era compartida con el gobierno provincial. Dicha
práctica suponía en la mayoría de los casos que las decisiones políticas tomadas por el gobernador
contaran con el respaldo unánime de los capitulares. Hasta ahora no hemos registrado enfrentamien-
tos de significación que pusieran en peligro el ejercicio compartido del poder y la autoridad.
Desde el cabildo y el gobierno provincial de Maracaibo, la red de alianzas inclinó las
decisiones inherentes a la vida política, social y económica local y provincial para afianzar el poder,
prestigio e influencia de quienes de algún modo lo ejercían y disfrutaban.
Las Elecciones Locales
Los cabildos para finales del siglo XVIII tenían la facultad de elegir a sus dos alcaldes
ordinarios, llamados de primera y segunda elección, por el orden en que fueron electos, y también al
Síndico Procurador. Por ley la elección estaba en manos de los regidores y se efectuaba el primero de
enero de cada año en la casa capitular. La misma debía recaer en "vecinos de mérito y prestigio", y
era confirmada o ratificada por el gobernador de turno. Además de ser vecino con casa poblada, el
elegido debía entre otros requisitos ser blanco, tener una vida honrada, ser una persona benemérita,
mayor de 26 años y de fe católica, demostrar pureza de sangre, no tener deudas con la Real Hacienda,
no ser familiar directo o indirecto de cualquiera de los regidores, ni haber recibido fianza de alguno
de ellos y no tener deudas pendientes con la justicia9.
Desde 1777 por Real Cédula, tanto criollos como peninsulares podían optar a un cargo de
elección (Alcalde de Numeración o Procurador), como al remate de una plaza de Alférez Real,
Alguacil Mayor, Alcalde Provincial, Depositario General, Fiel Ejecutor, entre otros.
Para la época estudiada la documentación hasta ahora revisada, revela en Maracaibo la
vacante de varios de estos últimos oficios en el rango de los vendibles y renunciables. Al parecer, el
interés por su adquisición había decaído al igual que en casi todas las ciudades de la América Colonial
Hispana10. En Maracaibo, según el gobernador Primo de Rivera, en 1789 hubo razones particulares
que explicaban esta falta de interés: su elevado costo, la exigencia desde el establecimiento de la
Intendencia de su cancelación inmediata y los costos y molestias que acarreaba ocurrir por los
mismos a la Capitanía General de Caracas. Ante esta situación el gobernador se dirige al Virrey para
plantearle que:
...el corto número de capitulares hace indecente e invisible las funciones públicas a que concurren los cabildos, inconveniente difícil de remediar, a menos que se prevean interinamente las vacantes... considerando yo los perjuicios que de ello resultan a la Real Hacienda y al público en general, me ha parecido preciso se me otorgue la potestad de despachar los títulos de los oficios vendibles y renunciables que afectan mi jurisdicción...11.
Más adelante agregaba “... ninguna otra cosa me mueve a esta petición que el que no decaigan
vuestros reales intereses y que los cabildos se restituyan a aquel antiguo lustre en que se vieron en los
tiempos pasados...”.
Este llamado del gobernador Primo de Rivera encontró eco en las máximas autoridades
reales. Por Real Cédula de 1789 se concedió al cabildo maracaibero la potestad de nombrar
gratuitamente por una sola vez los oficios de Alférez Real, Alguacil Mayor, Fiel Ejecutor y
9 La larga lista de requisitos está explicitada en la reglamentación que al respecto formuló en 1800 el gobernador de Maracaibo Fernando Miyares a partir de lo establecido en la Ley 11, Título 2, Libro 5 de la Recopilación de Indias, y Libro 3, Capítulo 10, artículos 4 y 7, de la misma. ANC, Sección Colonia, Fondo Cabildos, Tomo 1, fs. 410-433.
10 Al respecto, consultar Santos Pérez, José Manuel: "Las elites de Santiago de Guatemala y el cabildo colonial, 1700-1770" en Revista de Historia Nº 38, 88-112, julio-diciembre, 1998. Centro de Investigaciones Históricas de América Central, Universidad de Costa Rica. pp. 87–111.
11 Esta acta del cabildo maracaibero revela explícitamente la opinión del gobernador Primo de Rivera en relación a los perjuicios que ocasionan a la provincia los oficios vacantes. En ningún momento hace mención del costo de los mismos. A G I Caracas, 318.
Depositario General, con la debida confirmación del Gobernador e Intendente de la provincia.
Correspondía al gobernador la expedición definitiva de los respectivos títulos12.
La Real Cédula señalaba que el nombramiento debía recaer en “... sujetos de aquel vecindario,
de mayor lustre, honradez y probidad para el desempeño de sus funciones...”. En adelante, las
sesiones ordinarias del cabildo se celebraron con seis regidores, con dos alcaldes ordinarios y el
síndico procurador. Lo que no está claro en las actas capitulares es el costo de cada uno de estos
empleos una vez que en la Real Cédula estaba establecido que la gratuidad de los mismos sería sólo
por un año. Pero al igual que los cargos de elección, sólo eran pretendidos por aquellos individuos
que por lo general estaban vinculados por parentesco, amistad, clientela o negocios.
Una lectura de la nómina de los candidatos aceptados tanto para los oficios vendibles y
renunciables como para los de elección entre 1787 y 1812 devela que en su mayoría éstos fueron
obtenidos por peninsulares avecindados y emparentados con familias locales en la ciudad-puerto,
provenientes unos de España, y otros de diferentes regiones americanas, y por algunos criollos
descendientes de españoles, nacidos o no en Maracaibo (véanse cuadros 1 y 2).
Esto nos llevó a reflexionar sobre la poca presencia de los criollos en dichos empleos. ¿Acaso
no eran de su interés?, o ¿eran muy costosos?, o ¿no tenían interés en compartir con los peninsulares
dichos cargos? Estas interrogantes quedan sin respuesta cuando observamos el tipo de relaciones
entre criollos y peninsulares; ambos lograron entrelazar todo tipo de alianzas, en las cuales cada quien
estaba claro de su condición y de sus intereses. Por tanto, por encima de las desavenencias los
motivos para buscar la concordia y el buen entendimiento logran imponerse. Con ello se aseguraban
preeminencias y privilegios, y se reconocían los derechos de individuos y colectivos prominentes de
la ciudad.
Cuadro 1
Alcaldes ordinarios y procuradores del cabildo de Maracaibo. 1787-1812
Nombre
Origen
Año
Empleo
Ocupación
José M. V. de la Guerra
desconocido
1787
Procurador
Sin información
Antonio de Cabrera I.
desconocido
1787
Alcalde Primero
Sin información
Manuel Vidal y Díaz
desconocido
1787
Alcalde Segundo
Hombre de nego-cios
12 AGI Caracas, 16.
Justo Menacho
Vasco
1789 1794
Procurador Alcalde Primero
Comerciante
Tomás de Quintana
maracaibero
1792 1793
Procurador Alcalde Primero
Hombre de nego-cios
José Díaz Varela
Gallego
1792 1806
Procurador Alcalde Segundo
Comerciante
José Domingo Rus
maracaibero
1795
Alcalde Primero
Hombre de ne-gocios
Juan E. Ramírez
Vasco
1799
Alcalde Primero
Comerciante
Zenón de Veira
desconocido
1804
Alcalde Segundo
Hombre de ne-gocios
José V. Sánchez
desconocido
1806
Alcalde Primero
Sin información
Francisco Lezama
maracaibero
1806
Procurador
Sin información
José Simón Baralt
Catalán
1808 1812/1815
Procurador Alcalde Segundo
Comerciante
Felipe Quintana
maracaibero
1808
Alcalde Primero
Comerciante
José H. Rodríguez
Desconocido
1808
Alcalde Segundo
Sin información
Juan F. Perozo
maracaibero
1810
Alcalde Segundo
Sin información
Joaquín de Amadeo
Vasco
1810
Alcalde Primero
Hombre de ne-gocios
Manuel de L. González
desconocido
1810/1811
Procurador
Hombre de negocios
José de Mendizábal
desconocido
1811
Alcalde Segundo
Sin información
Sebastián de Esponda
Catalán
1790 1794
Alcalde Se-gundo/Alcalde Primero
Comerciante
Fuente: Actas Capitulares del Cabildo de Maracaibo. AGI, Caracas 147, 27, 28, 148, 21, Agustín Millares Carlo (1964). Protocolos de los Antiguos Escribanos. Índices y Extractos; Juan Besson (1993).
Historia del Zulia, Tomos I y II; Archivo del Registro Principal de Maracaibo, Sección Escribanías, Tomos 7, 8, 9, 10.
Al comparar los apellidos de los capitulares entre 1787 y 1812, se observa que los empleos
concejiles no se heredaron, es decir, no hubo transmisión ni continuidad familiar en la ocupación de
los mismos. En este caso, sólo José Simón Baralt y Cavé, sobrino del comerciante catalán Ignacio
Baralt y Torres, llegó a ocupar ciertos empleos en el cabildo maracaibero (véase cuadro 1).
Las actas capitulares revisadas develan por una parte, la permanencia prolongada de algunos
de estos capitulares en su empleo; por otra, la incorporación de nuevos individuos a los cargos
capitulares. Al parecer, todo indica que hubo un interés mutuo entre antiguos y nuevos vecinos por
acrecentar no sólo su capital económico, sino también el "simbólico" reconocimiento de honor y
prestigio. Ello explica su aspiración a uno de estos empleos, sobre todo a las alcaldías y sindicaturas,
considerados de superior estima social.
En caso de ausencia temporal o definitiva de cualquiera de los alcaldes ordinarios, no se
estipulaba nueva elección, el mismo recaía en el Alférez Real. En caso de ausencia de ambos, la otra
plaza recaía en el Regidor Decano.
Cuadro 2
Regidores del cabildo de Maracaibo. 1787-1812
Nombre Origen Año Empleo Ocupación Bernardo Doria
desconocido
1787/1793
Regidor Decano
Sin información
Alberto Villasmil
maracaibero
1787/1790
Alcalde Mayor
Sin información
Ignacio Baralt T.
catalán
1790 1800/1802
Fiel Ejecutor Alférez Real
Comerciante
Diego de Melo y Pinto
portugués
1799 1808/1810
Alcalde Mayor Fiel Ejecutor
Comerciante
José I. Baralt S.
maracaibero
1808/1810
Llano Alguacil Mayor
Hombre de Negocios
Francisco Roldán
desconocido
1806 1808/1810
Fiel Ejecutor Alcalde Mayor
Sin información
Juan Hernández C.
desconocido
1806/1810
Alguacil Mayor
Comerciante
Francisco Lezama
maracaibero
1811
Llano
Sin información
José A. Almarza
maracaibero
1808
Depositario
Sin información
1810 Regidor Decano Felipe Quintana
maracaibero
1801/1811
Alférez Real
Hombre de Negocios
Joaquín de Amadeo
vasco
1811
Interino
Comerciante
Zenón de Veira
desconocido
1811
Interino
Hombre de Negocios
Fuente: ver fuente cuadro 1
En su mayoría los capitulares maracaiberos estaban dedicados plenamente al mundo de los
negocios, centrando sus actividades en el comercio y en la propiedad de bienes e inmuebles (véase
cuadro 3). Entre ellos destaca el catalán Ignacio Baralt y Torres, activo hombre de negocios oriundo de
Arenys del Mar Baralt, arribó a Maracaibo en 1778 procedente de Veracruz, donde había llegado
como parte de la oleada de inmigrantes peninsulares que hizo presencia en tierras americanas en el
último tercio del siglo XVIII, en respuesta a la apertura comercial del gobierno borbónico. En esta
ciudad contrajo nupcias con la maracaibera Agustina Sánchez, hija de su socio el comerciante vasco
don Manuel de Aizpúrua13.
Como comerciante de la carrera de Veracruz, Ignacio Baralt y Torres sustentó su prestigio y
poder en una amplia red de relaciones de compadrazgo, parentesco, clientelas y de intereses
comerciales que le permitió por más de 35 años compartir el mundo de los negocios con la política.
En 1787 actuó como fiador del gobernador Primo de Rivera en señal de garantía a su gestión de
gobierno. En adelante, desde el cabildo maracaibero primero como Síndico Procurador y luego como
Alférez Real y Diputado Consular, se convirtió en uno de los hombres más prósperos e influyentes
de la región. Su fortuna registraba al momento de su muerte en 1805, entre otros bienes 31 casas en
la ciudad, almacenes, haciendas en el sur del lago, alhajas, esclavos y navíos14.
Otro activo y dinámico miembro del cabildo maracaibero fue el peninsular Juan Evangelista
Ramírez, alcalde ordinario de primera elección en 1799. A través de múltiples negociaciones logró
vincularse a los negocios y a la política. Poseía varias embarcaciones goletas: María Antonia,
Armonía, Estrella, Nuestra Señora del Carmen y Paciencia. Como comerciante de la carrera de
Veracruz se dedicó al comercio intra e interregional de géneros y productos agropecuarios. Junto a
13 Para detalles al respecto se recomienda consultar: Vázquez, Belín; Berbesí, Ligia y Valera, Tirso: "La familia Baralt Sánchez como modelo de la elite de poder maracaibera", Boletín Americanista Nº 47, 1997; Ferrer, Nereida La familia Baralt en la sociedad maracaibera: 1780-1860. Tesis de Maestría no publicada, 2001; Vázquez, Belín y Ferrer, Nereida: La empresa familiar en un grupo de poder en Maracaibo. Ponencia presentada en XVII Jornadas de Historia Económica. Simposio "Familia, empresa y mercado. Siglos XVIII-XX". Tucumán, Argentina, 2000. 14 Millares Carlo, Agustín: Archivo del registro principal. Protocolos de las Antiguos Escribanos (1790-1836). Índices y Extractos, Maracaibo, Centro Histórico del Zulia, 1964; Kurt, Ángel: Algunas familias maracaiberas, Maracaibo, Venezuela, Universidad del Zulia, 1969.
José Ignacio Baralt Sánchez compró una finca a Domingo Briceño por un costo de 13.577 pesos, de
los cuales él aportó 13.182. Su dedicación a las actividades comerciales aparece registrada en distintos
protocolos de la época15.
Otro caso es el de Justo Menacho, comerciante y consuegro de Ignacio Baralt y Torres16. En
1789 fue Procurador y entre 1799 y 1801 Alcalde de Primera Elección del cabildo local. Se dedicó
fundamentalmente a la compra y venta de esclavos. En 1801 fundó a favor de doña Teresa de la
Lastra una Capellanía de 179 pesos y seis reales.
Don José Díaz Varela es otro de los capitulares de origen peninsular conectado también al
mundo de los negocios. Fue el fiador del gobernador Fernando Miyares en 1799 cuando éste asumió
el gobierno de la provincia, Procurador del cabildo maracaibero en 1792 y Alcalde de Segunda
Elección en 1806. Como accionista de la Compañía de Filipinas se destacó en el tráfico de gran
variedad de géneros y productos.
Otro accionista de la Compañía de Filipinas, el catalán Sebastián de Esponda, ocupó en 1790 la
alcaldía de primera elección. Como comerciante de la carrera de Veracruz se dedicó
fundamentalmente al comercio del cacao y víveres en general y a la compra-venta de embarcaciones.
Entre 1797 y 1798 despachó sólo a Veracruz aproximadamente 12.172 fanegas de cacao, y en 1800
junto al comerciante Bernardo de la Puente compró el bergantín la "Purísima Concepción" en la
cantidad de 4318 pesos de a ocho reales. Desde la alcaldía gestionó junto a sus socios Francisco de
Larrumbide, Ignacio Baralt y Andrés de Celis mejoras para solventar la disminución del comercio, la falta
de circulante y la ausencia de industrias, males que según ellos hacían penosa las actividades
económicas de la provincia17.
Diego de Melo y Pinto de origen portugués ocupó la alcaldía mayor provincial en 1799 y en 1810
fue fiel ejecutor. Vendía y compraba bienes e inmuebles, sobre todo casas y hatos en próspera
producción. Entre sus socios se cuenta a don Francisco de Larrumbide comerciante de origen vas-
co18.
15 Además de lo señalado, Juan Evangelista Ramírez actuó como fiador en la compra-venta de esclavos, bienes e inmuebles. Archivo del Registro Principal de Maracaibo, Escribanías, Tomo 5, fs. 14-17. 16 Su hija Petronila Menacho se casó con Ignacio Baralt Sánchez, hijo de Ignacio Baralt y Agustina Sánchez. Archivo de la Iglesia Santa Bárbara, Sección Gobierno, Tomo 1, f. 111. 17 Además de este empleo, Esponda fue en 1810 Diputado Consular del Puerto y Teniente de Milicias Regladas. En 1830 fue Alcalde Segundo y en 1837 Alcalde Primero. A G I Caracas, 910, fs. 60-60 vto; Millares Carlo, Agustín: Archivo del registro principal. Protocolos de las Antiguos Escribanos (1790-1836). Índices y Extractos, op. cit.
18 Además de los cargos desempeñados, Diego de Melo y Pinto ocupó por un buen tiempo la administración principal de Correos de Maracaibo. Datos extraídos de Millares Carlo, Archivo del registro principal. Protocolos de los Antiguos Escribanos (1790-1836). Índices y Extractos, op. cit.
Otros capitulares vinculados a los negocios19 son José Ignacio Baralt Sánchez, regidor llano en
1810. Como primogénito de los Baralt Sánchez fue albacea de los bienes heredados de su padre en
1805. Como hombre de negocios compraba y vendía esclavos, cacao, caña de azúcar y diversos
géneros y textiles; además, administraba el negocio de bienes raíces al cual se había dedicado su
padre20; José Simón Baralt y Cavé, procurador en 1808, y entre 1812 y 1815 compartió el oficio de
alcalde segundo con el de diputado consular. Como hombre de negocios realizaba distintas
operaciones mercantiles: compraba y vendía esclavos, textiles, géneros y embarcaciones; Joaquín de
Amadeo de origen vasco, ocupó la alcaldía primera en 1810, fue factor de la Real Compañía de
Filipinas y yerno del gobernador Fernando Miyares21.
De lo hasta ahora expuesto, se deduce que el cabildo de Maracaibo estuvo dominado por
individuos dedicados a los negocios. Si bien algunos funcionarios del cabildo se dedicaron
fundamentalmente al comercio (véase cuadro 3), lo que predomino fue la diversificación de
actividades. Como comerciantes destacaron Ignacio Baralt Torres, Juan Evangelista Ramírez, Sebastián de
Esponda, Francisco de Larrumbide, José Díaz Varela y Justo Menacho22. Desde sus posiciones en el cabildo
lograron proteger e incrementar los intereses económicos derivados de su condición de
comerciantes. Por lo tanto, interés social, político y económico se combinaban en la consecución de
un cargo capitular.
Cuadro 3 Comerciantes con funciones en el cabildo de Maracaibo. 1787-1812 Nombre Empleo Período
Ignacio Baralt T.
Fiel Ejecutor Alférez Real
1790 1800/1802
Justo Menacho Procurador Alcalde Primero
1789 1794
Sebastián de Esponda Alcalde Primero Alcalde Segundo
1790 1794
Diego de Melo Alcalde Mayor Fiel Ejecutor
1799 1808/1810
19 Las fuentes revisadas no ubican a estos hombres como comerciantes en sí. Señalan su dedicación a varias actividades, inclusive la política. De ahí, que en este trabajo se les considere como hombres de negocios.
20 Millares Carlo, Agustín: Archivo del registro principal. Protocolos de las Antiguos Escribanos (1790-1836). Índices y Extractos, op. cit. ; Kurt, Ángel: Algunas familias maracaiberas, op. cit.
21 En 1805 contrajo nupcias con Ana María Miyares Mancebo, hija legítima de Fernando Miyares gobernador de Maracaibo entre 1789 y 1812 y de doña Inés Mancebo. AANH (Caracas), Papeles de Miyares. Tomo I.
22 Informes de funcionarios de gobierno, incluyendo a los gobernadores destacan la condición de comerciantes de estos individuos. Ello por las propiedades que detentaban, la extensión de sus redes de relaciones fuera del ámbito provincial, la compra y venta de mercaderías y productos en gran escala, entre otras razones.
Fuente: véase fuente cuadro 1
La selección, elección y confirmación de los candidatos a ocupar los cargos capitulares, fue
una manera de enlazar y fortalecer las redes familiares, clientelares y de negocios entretejidas
alrededor de las funciones de gobierno. Los debates suscitados en torno a dichas elecciones se
asumen como expresión de los intereses de quienes aspiraban y luchaban por consolidarse o por una
plaza de poder político local, pues éste constituía la única cuota de participación política a la cual
podía aspirar un gran número de vecinos.
Impugnación de las Elecciones
Una de las disputas ocurridas en el cabildo maracaibero se presentó en 1806 cuando Manuel José
Amador del comercio de Maracaibo y candidato a alcalde de primera numeración, solicitó al
gobernador Miyares revocar la confirmación que de su parte había obtenido don Salvador Pérez para
ocupar este empleo, y declararlo a él a su vez, como legítimo acreedor del mismo en virtud de haber
obtenido él mayor votación.
En vista de todo lo expuesto,...sumamente agraviado repito mi molestia a V.S... suplico se sirva revocar en fuerza de su autoridad la confirmación hecha en don Salvador Pérez, declarándome acreedor a la elección y confirmación del empleo de Alcalde que él obtuvo...23.
Entre otras cosas, señalaba la preferencia del gobernador hacia Pérez “... en este concepto yo
no puedo mirar con indolencia un asunto como éste que ya toca a mi honor... esto sería de una
trascendencia inmensa en un pueblo en que casi todas las familias distinguidas están enlazadas con
las mejores de uno u otro rival”.
En la disputa el gobernador alegó que en la confirmación de la elección sólo ha gobernado el
espíritu de la justicia y la paz y el deseo del buen orden. Evocó la ley 5, Título 10, Libro IX, de
manera que la elección se negaba por cuanto Amador era acreedor de los parajes de uno de los
Ramos de la Renta de propios, y además, sobrino del alcalde primero José Vicente Sánchez.
En este enfrentamiento José Manuel Añez señaló que el ganador fue él, que obtuvo 4 de los
5 votos permitidos y que uno de los capitulares no voto por él por ser arrendador del ramo de
23 AGN (Caracas). Ayuntamientos. Tomo XXVIII. f. 177 vto.
Juan E. Ramírez Alcalde Primero 1799
José Díaz Varela
Procurador Alcalde Segundo
1792 1806
parajes. Que al no ser confirmada dicha elección por el gobernador Miyares, se llamó nuevamente a
la misma y es cuando participan Salvador Pérez y Manuel José Amador.
Añez señaló que la elección de Pérez es nula e irrita ya que la primera no se había anulado,
por lo tanto, la confirmación es ilegal e inadmisible por derecho, “... exijo se me ponga en posesión
de dicho empleo, por cuanto no puede dudarse de mi elección,... pues adquirí un derecho claro y
manifiesto. A ello obedece mi protesta”. Agregó que en todo caso ni Pérez ni Amador pueden ser
elegidos, el primero por ser Capitán de Milicias regladas de esta plaza, cargo incompatible con
cualquier empleo político, y el segundo por ser sobrino del alcalde primero.
En respuesta el gobernador Miyares alegó la legitimidad de su confirmación. Según él no está
privado a los regidores la libertad de elegir a los oficiales, ni éstos de aceptar los empleos públicos
para cuyo ejercicio fueron elegidos. Por tanto “... soy del sentir que se declare sin lugar la solicitud de
don Manuel José Amador y de don José Manuel Añez; por no ser legítimas y carecer de derecho
fundado para intentarlas,... por lo tanto, sus originales deben ser devueltos...”24. Ante esta respuesta
optaron por apelar ante la Real Audiencia, apelación que les fue admitida.
La Real audiencia mediante Provisión Real, solicitó al gobernador Miyares un informe sobre
el asunto planteado, el mismo debía ir acompañado del original del expediente solicitado y de las
actas de elección.
El mismo documento revela que el conflicto surgió por la enemistad entre Diego de Melo,
fiel ejecutor, y Manuel José Amador. En consideración de este último, la elección había sido
manipulada por el fiel ejecutor, al lograr que se escogiera a Salvador Pérez, pues su presencia en el
cabildo molestaría al extranjero Diego de Melo, ya que según la Ley 2da., Título 3, Libro 7, ningún
extranjero puede tener oficio de alcalde ni regidor.
Llama la atención en este caso la oposición prácticamente nula del ayuntamiento maracaibero
ante las imputaciones que sobre la condición de extranjero del fiel ejecutor hacía Manuel José
Amador. Puede decirse que la complacencia demostrada obedece entre otras razones a que como
comerciante de prestigio don Diego de Melo ya estaba integrado a los grupos más poderosos de la
sociedad local, y en consecuencia, a la vida política de la ciudad.
La disputa concluyó con la revocatoria del auto proveído por el gobernador Miyares el 22 de
enero y la declaratoria de la confirmación de la elección de José Manuel Añez como de alcalde
primero. Esta Provisión Real fue ordenada por el Presidente de la Audiencia, los Regidores y los
Oidores25.
24 Ibidem, f. 184 vto.
25 Ibidem, f. 242.
Esta situación sugiere la existencia de grupos o facciones opuestas en el cabildo local, aunque no
refleja claramente la conformación y el interés de los mismos. Lo que sí queda claro es que las
desavenencias y contradicciones se manifestaron, pues en la operativización de las prácticas
políticas para monopolizar y controlar el poder se ponía de manifiesto la complejidad de las redes
de relaciones que sustentaban el poder político local.
Por otra parte, la presencia en el cabildo de un extranjero como Diego de Melo de origen
portugués, revela que dicha institución en el caso de Maracaibo no fue tan absolutamente cerrada,
como quizás sí lo fue en otras localidades.
Al parecer, entre 1787 y 1812 la apertura fue más evidente dada la participación sobre todo
en los cabildos extraordinarios de otros individuos que ostentaban alguna representación política,
militar o eclesiástica como auditor de guerra, diputado consular, fiscal de real hacienda, capitán de
milicias, vicario o administrador de la renta de correos (véase cuadro 4). Es evidente la mayor
presencia de peninsulares.
Es de destacar también la presencia significativa de algunos individuos en el cabildo
maracaibero, bien como capitulares o como funcionarios de gobierno civil, militar o eclesiástico. Al
parecer por una parte, su honorabilidad, prestigio y dignidad les valieron para permanecer en el
tiempo en cualquiera de estos empleos, o para repetir en alguno de ellos. Por otra, y como factor de
mayor peso, puede señalarse a las redes de relaciones en las que se vieron involucrados. En este
grupo destacan los comerciantes de origen peninsular José Díaz Varela, Justo Menacho, Sebastián de
Esponda, Juan Evangelista Ramírez, Diego de Melo y Pinto, Ignacio Baralt y Torres y José Simón Baralt y Cavé; el
extranjero Diego de Melo y Pinto y el criollo José Domingo Rus (véase cuadro 5).
A través de diversas estrategias cada uno de ellos se conectó e integró a la sociedad local. Los
Protocolos de la época registran su participación activa en el comercio intra e interregional, al igual
que sus actividades en otros sectores que explican la diversificación de las mismas. Es de suponer
que esta diversificación les permitió aún en situaciones difíciles mantener su poder económico y
amasar significativas fortunas.
Cuadro 4
Miembros de cabildos extraordinarios en Maracaibo. 1787-1812
Nombre
Origen
Empleo
Período
Leonardo del Monte desconocido Auditor de Guerra 1808
Andrés M. de Manzanos
desconocido Auditor de Guerra 1810/1811
Juan E. De Valderrama desconocido Auditor de Guerra 1787/1794
Manuel M. Mancilla
desconocido
Auditor de Guerra
1802
Juan E. Ramírez
vasco
Diputado Consular
1810
José I. Baralt y Torres
catalán
Fiel Ejecutor/ Alférez Real
1790/ 1800-1802
1800-1802
José S. Baralt y Cavé
catalán
Diputado Consular
1812/1813
Sebastián de Esponda
catalán
Diputado Consular
1800
Agustín Mas y Rubí
maracaibero
Fiscal de Real Hacienda
1810
Diego de Melo
portugués
Administrador de Correos
1801/1805
Antonio J. Romana y H.
bogotano
Fiscal de Real Hacienda
1797
Fuente: véase fuente cuadro 1
Si bien en el marco de las significaciones de la sociedad del antiguo régimen, estos empleos
otorgaban y reconocían importancia y estatus social, el poder dependía en gran medida de las
alianzas, negocios y clientelas que entrelazaban a los individuos independientemente de sus intereses
particulares y de los del grupo que representaba.
Cuadro 5
Capitulares con mayor participación en el cabildo de Maracaibo. 1787-1812
Nombre
Empleo
Período
José Díaz Varela
Procurador Alcalde Segundo
1792 1806
Justo Menacho
Procurador
1789
Alcalde Primero 1794 Sebastián de Esponda
Alcalde Primero Alcalde segundo
1790 1794
Tomás de Quintana
Procurador Alcalde primero
1792 1793
José Simón Baralt y Cavé
Procurador Alcalde Segundo
1808 1812/1815
Diego de Melo y Pinto
Administrador de Correos
1800/1805
Ignacio Baralt Torres
Fiel Ejecutor Alférez Real
1790 1800/1802
Ignacio Baralt Sánchez
Llano Alguacil Mayor
1808/1810
José Domingo Rus
Auditor de Guerra Fiscal de Real Hacienda Diputado Consular
1795/1796/1799 1808 1811/1813
Fuente: véase fuente cuadro 1
Entre las ausencias en el cabildo de entonces de hombres de negocios con vocación
comercial, puede anotarse la del Factor de la Real Compañía de Filipinas de origen vasco Bernardo
de la Puente y la del Capitán de Milicias Regladas de Maracaibo el también vasco Francisco de
Larrumbide. Esta ausencia al parecer voluntaria, no puede registrarse como desinterés en los asuntos
locales, pues como vecinos de reconocida trayectoria se involucraron en la trama de relaciones que
hizo posible el disfrute y control del poder. Ambos comerciantes figuraban en la lista de los sujetos
beneméritos de la ciudad que en 1788 el gobernador Primo de Rivera envía a las máximas
autoridades reales. Es de hacer notar que Bernardo de la Puente era yerno del gobernador Primo de
Rivera, pues había contraído nupcias con doña María del Pilar Primo de Rivera y Ortiz de Pinedo.
Reflexiones finales
Como órgano rector de la sociedad local el cabildo maracaibero generó condiciones propicias
para la integración y conjugación de intereses particulares y monárquicos que condicionaban la toma
de decisiones y de acciones públicas. Desde el mismo, los grupos de poder local representados en
distintos empleos, no solo administraban los servicios públicos, sino también buscaban acuerdos y
consensos en momentos de tensiones y conflictos.
Por sus condiciones geográficas Maracaibo se convirtió en un centro de comercialización
regional importante y en consecuencia albergó en su seno a peninsulares y criollos dedicados al
mundo de los negocios. De ahí el carácter eminentemente mercantil del cabildo maracaibero.
Desde sus empleos como alcaldes, regidores, procuradores, escribanos y alguaciles entre
otros gozaban de ciertos privilegios que les permitieron por un lado, el manejo con éxito de sus
negocios, y por otro, contribuir al desarrollo y prosperidad de la ciudad portuaria.
Para ello, los lazos de parentesco, amplios y restringidos, fueron utilizados como mecanismo
efectivo de acceso y de ejercicio activo del poder. En consecuencia, alianzas y relaciones entre
parientes, amigos, allegados y clientes, condicionaron la toma de decisiones públicas. A través de
estos lazos vecinos de recocida trayectoria, procuraban alianzas económicas y políticas, con el
objetivo de concentrar riquezas, honor, prestigio y poder. De ahí, la disposición a proteger e
incrementar, los intereses económicos que derivaban de su condición de negociantes.
El cabildo maracaibero entre 1787 y 1812 se caracterizo por su heterogeneidad; allí no se
puede hablar del predominio exclusivo de una familia o de grupos familiares en particular, mucho
menos de continuidad y herencia en los empleos. Los grupos tradicionales que habían controlado el
mismo hasta 1770, ceden sus espacios de poder y se interconectan a través de enmarañadas redes de
amigos, parientes, allegados y clientes a la dinámica impuesta por aquellos grupos que se habían
avecindado en la ciudad portuaria, impulsados por las políticas reformadoras del régimen borbónico,
sobre todo las relativas al comercio directo entre puertos españoles y americanos.
A merced de estas redes, los “nuevos vecinos” no sólo logran el acceso a los diferentes
empleos capitulares y su incorporación a los grupos de poder local; sino que crean ciertos
sentimientos de pertenencia e identidad local. De ahí, la disposición a la defensa y mejoramiento de
“su localidad”.
Representación política y prácticas electorales en el Caribe colombiano, 1820-1836
Jorge Conde Calderón Profesor Titular
Universidad del Atlántico Barranquilla, Colombia
Resumen El presente artículo muestra el papel que jugaron las elecciones entre los diferentes sectores sociales de la sociedad cartagenera entre 1820 y 1836. El interés principal se centra en las articulaciones de la sociedad alrededor del voto, los valores que aparecieron durante la competencia electoral, las modificaciones operadas en las nuevas y viejas jerarquías políticas y como era concebida la representación política entre los diversos actores políticos. Palabras claves: Ciudadanía, vecino, elecciones, voto. Abstract This article shows the role played by the elections among the different social sectors of Cartagena society’s within 1820-1836. The main topic is focused on the articulations concerning the vote, the values that emerged during the political constest, the changes operated in earlier and former political hierarchies, and the way how these political representations modifications were perceived among the different political actors. Key words: Citizenship, neighbour, elections, vote.
Preliminares: entre lo antiguo y lo moderno
El principal problema que surgió con el movimiento emancipador fue el de la ciudadanía
política y el de la representación política. Los dirigentes criollos y grupos de poder necesitaban definir
la condición de los habitantes que, como portadores de derechos legitimaran el nuevo orden. En
otras palabras, aquellos en capacidad de sufragar y de elegir. De esta manera se realizó la invención
del ciudadano, aunque en la realidad funcionó el ciudadano-vecino, condición definida por la
pertenencia a una localidad o a un lugar. La otra noción empleada fue la de pueblo, pero también con
diversas acepciones, en su gran mayoría diferentes a la expresión moderna, la cual lo considera un
ente abstracto portador de soberanía que se manifiesta sólo a través del individuo-ciudadano.26
Por consiguiente, al problema de la representación política se agregó el de la definición del
concepto pueblo. Quiénes debían ser los representantes y quiénes los representados. Un asunto que
26 François-Xavier Guerra, “De la política antigua a la política moderna. La revolución de la soberanía”, en, François-Xavier Guerra y Annick Lempérière et al. Los espacios públicos en Iberoamérica, México, Fondo de Cultura Económica, 1998, p. 134.
adquirió dimensiones complejas por cuanto los hombres permanecían integrados a los múltiples
cuerpos de la antigua sociedad. Es decir, durante este período el uso predominante de la expresión
pueblo fue el de sinónimo de ciudad, pero no en el sentido urbanístico sino político. Esta acepción
estuvo asociada a una forma de empleo característica de la época: su uso en plural. Así, “los pueblos
soberanos” era la expresión empleada para referirse a las distintas ciudades que habían “reasumido la
soberanía…”. Por consiguiente, los “pueblos” eran las ciudades políticamente organizadas todavía
según las pautas hispanas, en las cuales sus habitantes notables y honorables poseían la calidad de
vecino. Sin embargo, en algunos textos, representaciones o pronunciamientos la voz pueblo era
empleada en singular lo cual puede generar confusión, aunque está claro que los actores sociales de la
época no se estaban refiriendo a un conjunto de individuos abstractamente considerados en términos
de igualdad política, sino a un conglomerado de estamentos, corporaciones y territorios.27
Ahora bien, el proceso iniciado por la presencia de todos esos elementos, propios de lo que ha
dado en denominarse modernidad política, fue de una naturaleza precoz en el mundo iberoamericano,
en el cual la presencia y arraigo de imaginarios y prácticas sociales del Antiguo Régimen eran fuertes.
Todas esas singularidades han dirigido la acuciosa atención de los historiadores durante los dos
últimos decenios hacia el campo de la historia electoral. Sus estudios se han centrado en el análisis de
los procesos representativos, alejados de la sociología electoral, la cual estuvo dirigida a la
comprensión y explicación de los resultados. Ellos les han dado mayor importancia al significado
político y social del mismo acto electoral, al análisis de la dimensión política del gesto electoral y de la
ritualización del acto de votar, los cuales dicen mucho sobre el significado que cada elector y las
normas, incluidas en las cartas constitucionales, atribuían a las elecciones.28 En resumen, el acto de
votar constituye “un campo prioritario para entender las estructuras sociales y la construcción de la
representación política en el siglo XIX”.29
Teniendo en cuenta las anteriores premisas el presente artículo coloca en escena la
participación en las elecciones de los diferentes sectores sociales de la sociedad cartagenera entre
1820 y 1836. Es decir, intentamos responder a problemas como el de la articulación de la sociedad
cartagenera alrededor del voto; qué valores entraban en juego durante de la competencia electoral,
27 Para evitar anacronismos y confusiones con las nociones pueblo, régimen representativo, nación y otros de empleo frecuente en la época estudiada resulta útil el capítulo primero (“Acerca del vocabulario político de la independencia”) de la segunda parte del excelente trabajo de José Carlos Chiaramonte, Ciudades, provincias, Estados: Orígenes de la Nación Argentina (1800-1846), Argentina, Ariel Historia, 1997, pp. 114-115. 28 Aunque ya algo extensa la bibliografía, sólo citamos dos textos que recogen una serie de trabajos que permiten una visión de conjunto sobre el tema. Al respecto, véase Antonio Annino, (coordinador), Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo XIX, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica de Argentina, 1995; Carlos Malamud, (coordinador), Legitimidad, representación y alternancia en España y América latina: las reformas electorales (1880-1930), México, Fondo de Cultura Económica, 2000. 29 Antonio Annino, “El voto y el XIX desconocido”, Istor, Revista de Historia Internacional, N0 17, (2004), p. 43.
cuáles fueron las viejas y nuevas jerarquías que el acontecimiento electoral creaba y las visiones que la
novedosa forma de representación política originaba en los diferentes actores políticos.30
Tales aspectos adquieren una peculiar relevancia en un territorio costanero de frontera y con
una población predominantemente parda, mulata, zamba y negra, la cual hacía parte de lo que aquí
denominamos Caribe colombiano. Un territorio que comprendía un área de 132.279 kilómetros
cuadrados, algo más del 11% del espacio nacional colombiano actual. Con un extenso litoral de 1300
kilómetros desde la frontera con Venezuela hasta el golfo de Urabá en las cercanías de Panamá y
hacia el sur las vertientes de los Andes, marcan sus límites naturales.31
El principal centro urbano de ese territorio era Cartagena, una ciudad portuaria que disfrutó de
grandes privilegios y ventajas corporativas en el período colonial, pero que junto con Bogotá y
Popayán continuaron siendo las principales ciudades que competían por obtener las mayores
prebendas políticas del nuevo orden republicano, al menos, durante la primera mitad del siglo XIX.
El Caribe colombiano también es conocido indistintamente como el litoral, la costa atlántica y
la costa norte de Colombia. Durante el período que nos ocupamos, la referencia al territorio se
realizaba denominándolo provincias de la costa. En el imaginario de los escritores y actores políticos de
otros lugares de la República de Colombia o de la Nueva Granada, principalmente de Bogotá, ellas
representaban una realidad social, política, cultural y racial totalmente diferente, distante e inasible
por su proyecto de Estado y nación.32
Aunque el territorio caribeño siempre fue organizado, en lo político-administrativo, en
departamentos, provincias o cantones, los vínculos emocionales de su gente estaban definidos
30 Recientemente Marcello Carmagnani ha señalado como cierta historiografía latinoamericana desconoció el papel desempeñado por nuevos actores políticos que emergieron con fuerza en el contexto emancipador y que lograron hacerse al control de una parte del poder político local en el período postindependencia. Por el contrario, esa historiografía elaboró una concepción dualista de la sociedad, en la cual estaba de un lado una oligarquía dominante y, de otro, el resto de la población dominada a través de la coacción física o bien controlada por relaciones clientelares por la primera. En concepto de Carmagnanni el nuevo espacio político del siglo XIX mostraría la complejidad del intercambio político clientelar a través de tres conjuntos: el de ciudadanos-vecinos, el de ciudadanos intermedios y el de ciudadanos notables. La intersección de estos tres conjuntos en las elecciones y en la acción municipal y provincial originó el espacio político republicano que la identidad de intereses, acuerdos, conflictos y pactos tendieron a expandir en la acción práctica. Véase, Marcello Carmagnani, “Elites políticas, sistemas de poder y gobernabilidad en América Latina”, en, Metapolítica, Vol. 2, N0 6, (1998), pp. 7-16. Los sectores emergentes de ciudadanos intermedios también pueden asimilarse a los intermediarios culturales señalados por un historiador inglés. Véase, Peter Burke, La cultura popular en la Europa moderna, Madrid, Alianza Editorial, 1991, pp. 115 y ss. 31 Una descripción contemporánea del territorio fue la de Juan José Nieto, “Geografía histórica, estadística y local de la provincia de Cartagena, República de la Nueva Granada descrita por cantones”, publicada por el autor en 1839. Véase Juan José Nieto, Selección de textos político-geográficos e históricos, Barranquilla, Ediciones de la gobernación del Atlántico, 1993, pp. 118-208. 32 Los historiadores han convenido en denominar a La República de Colombia como Gran Colombia para diferenciarla de la República de Colombia organizada por la Constitución de 1886. La entidad político-administrativa a la que nos referimos en el presente artículo fue establecida por la Ley fundamental de la República de Colombia de 12 de julio de 1821 que establecía que los pueblos de la Nueva Granada y Venezuela quedaban reunidos en “un solo cuerpo de nación”. Véase Diego Uribe Vargas, Las constituciones de Colombia, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1985, vol., II, pp. 799-802.
territorialmente por un mundo de mayor amplitud social, diversidad cultural y con el cual existían
elementos de identidad humana o racial: la cuenca del mar Caribe. Para ellos eran familiares los
nombres geográficos de Jamaica, Santo Domingo, Los Cayos (Haití), la costa caribe venezolana y los
de otras islas antillanas. Todo un gran territorio carente de fronteras permanentes y estables que
servía de asentamiento físico a pobladores de variadas mixturas raciales.33
Como la mayoría de pueblos latinoamericanos, el caribeño, y en particular el cartagenero, tuvo
un acceso precoz al moderno régimen representativo. En 1812, luego de la proclamación de la
independencia absoluta el 11 de noviembre del año anterior y en medio del acaloramiento producido
por la participación de los sectores populares de artesanos, pardos y mulatos, fue redactada una
constitución que entró en vigencia tan solo tres meses después de la Constitución de Cádiz expedida
el 19 de marzo de 1812.
La constitución de Cartagena expedida el 14 de junio de 1812, aplicando lo aprobado por los
constituyentes españoles, reconoció de hecho un sufragio amplio que identificaba al pueblo político
con la mayor parte de la población masculina; es decir, a los varones vecinos del lugar. Sin embargo,
a diferencia de la constitución liberal gaditana que discriminaba a las castas, con gran perjuicio para
los mulatos de piel clara, los constituyentes cartageneros, por constituir esta clase social un elemento
político influyente en el gobierno de la ciudad y en eventuales elecciones, extendieron la igualdad
legal a todos los vecinos libres sin distinción del color de la piel.34 Al mismo tiempo, en nombre de la
independencia social y de la interpretación del concepto de ciudadano, fueron excluidos los menores
de edad, los servidores y, sin señalarlo expresamente, se mantuvo la distinción entre nobles y
plebeyos, en lo relativo a la aplicación de penas y castigos.35
33 Lo de territorialidad y el vínculo emocional, en, Magnus Mörner, “Nuevos enfoques a la historia local. Experiencias, problemas y perspectivas”, en, Región, Revista del Centro de Estudios regionales, Universidad del Valle, 7, (1999), pp. 5-20. Sobre territorio y frontera, véase, Enrique Luque, Antropología política, Barcelona, Editorial Ariel, 1996, p. 32. Un conjunto de trabajos recientes, en, Clara Inés García (Compiladora), Fronteras. Territorios y metáforas, Medellín, Hombre Nuevo Editores-Instituto de Estudios Regionales, 2003. 34 Ese reconocimiento no significó la abolición de la esclavitud, sobre esta materia fue seguida una política ambigua que iba desde prohibir la importación de esclavos pasando por la creación de un fondo de manumisión, hasta la de impedir a las autoridades su intervención en la emancipación de esclavos sin el consentimiento de sus amos o sin compensarle su valor, véase, Manuel Ezequiel Corrales, Documentos para la historia de la provincia de Cartagena hoy Estado Soberano de Bolívar, en la Unión Colombiana, Bogotá, Bogotá, Imprenta de Medardo Rivas, 1883, tomo I, p. 540. 35 “Reglamento formado de orden de la suprema Junta para substanciar y determinar breve y sumariamente las causas que ocurran sobre robos, uso de armas prohibidas, y quimeras”, en, El Argos Americano, Diciembre 17 de 1810, n0 12, Biblioteca Nacional de Colombia (en adelante BNC), Sala de prensa. Para una comparación con el sistema electoral elaborado por los constituyentes españoles de 1812, véase la “Constitución de Cádiz (1812)” en El pensamiento constitucional hispanoamericano hasta 1830, Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1961, tomo V, pp. 287-395. Los nobles también reconocidos como los aristócratas, eran la clase social dominante definidos por ser de piel blanca, padre de familia y poseer un patrimonio mobiliario y cultural, preferiblemente, urbano. La conjunción de todos esos elementos los hacía ser los individuos notables para ejercer cargos públicos.
Las conclusiones de ese gran debate sobre la representación y ciudadanía política fueron
incluidas en la Constitución del Estado de Cartagena de Indias del año 1812, la cual estuvo dirigida
“A todos los habitantes de él, de cualquier clase y condición que sean”, pues,
El cuerpo político se forma por la voluntaria asociación de los individuos; es un
pacto social en que la totalidad del pueblo estipula con cada ciudadano, y cada
ciudadano con la totalidad del pueblo, que todo será gobernado por ciertas leyes
para el bien común. Por tanto, es el deber de un pueblo reunido para constituir su
gobierno, proveerle del modo más justo y equitativo de hacer leyes, de su
interpretación imparcial, fiel y exacta ejecución, para que todo ciudadano en
cualquier tiempo encuentre en ellas su apoyo y seguridad”36.
También señalaba que los empleos públicos se proveían a los ciudadanos por cualidades
admisibles como el de servir a la patria, vigencia de su capacidad legal para elegir y ser elegido, y
“durante el buen desempeño”.37
La definición de quienes podían elegir y ser elegidos fue establecida por la constitución de
Cartagena en los artículos primero y segundo del titulo noveno. Con título De las elecciones, fueron
indicadas como cualidades necesarias para elegir el ser hombre libre, vecino, padre o cabeza de
familia, o que tuviera casa poblada y viviera de sus rentas.38
A partir de ese momento se fue configurando la categoría política del ciudadano-vecino, la cual
finalmente se impuso dando paso a un proceso híbrido producto de elementos nuevos y antiguos, y
en el caso del pueblo cartagenero, la entronización de la igualdad política se convirtió en el común
denominador social que relegó a un segundo plano las implicaciones sociales de la desigualdad
económica. La extensión de la igualdad política con su corolario inesperado: la participación en las
elecciones de los sectores populares de artesanos, pardos, mulatos y zambos despertó entre
personajes de otros grupos sociales dudas y desconfianza sobre las bondades del régimen
36 “Constitución política del Estado de Cartagena de Indias expedida el 14 de Junio de 1812”, en, El pensamiento constitucional…, op. cit.., tomo IV, p. 76. 37 Ibidem., p. 79. 38 Ibidem, p. 131.
representativo, las cuales fueron mas pronunciadas luego de 1820 cuando empezó en firme la
construcción del Estado republicano.
¡Ciudadanos, a votar!... pero con “certificaciones de vecindad”
Al final del decenio de 1820, Juan García del Río, desencantado por los efectos generados por
el sistema electoral señalaba que en Colombia, por la necesidad que tenemos de estabilidad, debía crearse
una aristocracia constitucional y dos cámaras, “iguales en jurisdicción, aunque desiguales en jerarquía
honorífica”. Una, el senado nombrado por el congreso constituyente; la otra, la cámara baja,
representante de la nación e intereses de todas las clases, compuesta por diputados con períodos
ampliados a seis años. La rigurosa aplicación de semejante fórmula política evitaría “en lo posible la
frecuente repetición de las elecciones”, las que solo servían para ver al pueblo convertido en el juguete
de los amaños de los exaltados y la forma como éstos obtenían la mayoría.39
Tanto su paisano Castillo y Rada como su copartidario Estanislao Vergara y la mayoría de
probolivarianos y miembros del grupo aristocrático expresaron similares opiniones. La de Vergara
fue tajante: “Quitar elecciones, dar unidad al Gobierno y cortar aspiraciones”. En general, ellos
evitaron y menospreciaron a las elecciones populares porque podían generar desordenes y porque
también, como decía uno de ellos: “Todos nuestros males proceden de la ambición de mandar, y
mientras haya elecciones hay un estimulo poderoso para los ambiciosos”.40
Sin embargo, luego de la desmembración de la Gran Colombia, la derrota de la dictadura de
Urdaneta y la conformación definitiva de las repúblicas de Venezuela, Ecuador y Nueva Granada
dejaron de escucharse voces que descalificaran o solicitaran la supresión de las elecciones. Al
contrario, todos los sectores sociales y facciones políticas, incluidos los probolivarianos, comenzaron
a participar en ellas utilizando los mismos medios que en el pasado habían criticado sus jefes e
ideólogos. Incluso, uno de ellos, Eusebio María Canabal, desde su tribuna periodística y desplegando
una retórica llena de elogios sobre el valor del sufragio, invitaba a participar en las elecciones
primarias de la provincia de Cartagena por considerarlas “actos tan interesantes de la soberanía
popular”.41
39 Juan García del Río, Meditaciones colombianas, Bogotá, Ediciones Guadalupe, 1969, pp. 76 y 157-160. Es uno de los pocos autores que señala con coherencia y claridad la división de la sociedad en clases, órdenes y según el color de la piel, proporcionando elementos claves para identificar la “cuestión étnica” en el Caribe colombiano durante la primera mitad del siglo XIX. 40 “José María del Castillo y Rada al General Mariano Montilla, Bogotá, Abril 7 de 1829”, en Eduardo Rodríguez Piñeres, La vida de Castillo y Rada, Bogotá, Biblioteca de Historia Nacional-Academia de Historia, 1949, p. 369. La opinión de Vergara se encuentra en una a carta enviada a Bolívar entre el 11 y 222 de mayo de 1829, véase Julio Vergara y Vergara, Vida de Estanislao Vergara, 1790-1855, Bogotá, Editorial Iqueima, 1951, p. 224. 41 “Elecciones primarias”, El Termómetro Político de la Costa, Mayo 21 de 1831, n0 7, en BNC, sala de prensa.
Actitudes como las de Canabal generaron inquietudes en los sectores políticos emergentes, las
cuales, al parecer, se vieron acrecentadas con las elecciones de 1836. Ellas se desarrollaron en un
ambiente acalorado en el cual la lógica electoral imponía que los ganadores fueran los amigos del
gobierno santanderista por cuanto controlaban, aparentemente, los principales empleos locales y
provinciales, en particular los encargados de conformar las listas de sufragantes parroquiales. Así,
aquellos esperaban el triunfo en las elecciones primarias, la victoria del candidato del gobierno el
general José María Obando sobre el civilista José Ignacio de Márquez y la derrota de la oposición
llamada servil. Lo más importante de todo era obtener la mayoría en las elecciones primarias,
consideradas el evento de mayor trascendencia política, al extremo que un notable cartagenero
escribió:
Más que nada nos interesa la administración local, pues respecto del presidente,
senadores y representantes, apenas nos ganan dos votos, y como estas elecciones
no se perfeccionan aquí, y los sufragios de este cantón se reúnen con muchos
otros, son poca cosa dos votos. Pero la cámara de provincia que debe formar la
sexta de gobernador, y el consejo que nos debe nombrar jueces de primera vista,
son utilísimos, en especial desde que se ha visto cuanto se pueda abusar de estos
destinos.42
La importancia que Antonio del Real le atribuía a las elecciones parroquiales radicaba en su
conocimiento del funcionamiento del sistema electoral, en últimas, fundamento real de la legitimidad
del sistema político de la recién establecida República de la Nueva Granada consagrada en la carta
constitucional de 1832. Según la ley electoral del 24 de marzo de 1834, debían conformarse dos
juntas: la parroquial formada por el alcalde de la parroquia y encargada de formar las listas de
sufragantes parroquiales y de los que podían ser elegidos, además de recibir los votos de aquellos. La
otra era la junta escrutadora escogida por el jefe político (el gobernador), encargada de reformar las
listas generales de todos los elegibles que resultaran de las parroquiales, abrir los registros, formar los
escrutinios, y decidir sobre las dudas que se presentaran con respecto a la nulidad de elecciones y
42 “Antonio del Real al Excmo. Señor General Francisco de Paula Santander, Cartagena, agosto 15 de 1836”, Roberto Cortázar, Correspondencia dirigida al general Francisco de Paula Santander, Bogotá, Academia Colombiana de Historia, 1964, vol. V, n0 1729, p. 257.
sobre las cualidades de los elegidos. Los sufragantes parroquiales eran los vecinos del distrito
parroquial en ejercicio de los derechos de ciudadano y reconocidos como tales para efectos del
sufragio quienes se había avecindado en él al menos un año antes de la elección respectiva. Estos
votaban por un elector o electores, determinados según el número de habitantes del distrito, que
luego de conformar la Asamblea Electoral elegían diputados a las legislaturas provinciales, que
perfeccionaban las elecciones de senadores y representantes. Los actos deliberativos de los cuerpos
electorales duraban tres días, entre el primero y tres de agosto. La elección del presidente y
vicepresidente era perfeccionada por el congreso en Bogotá.43
Por consiguiente, el control de las elecciones parroquiales era fundamental, pero al tiempo, le
proporcionó a la condición de ciudadano-vecino la implicación política que suponía una mayor
preeminencia que vinculaba elementos sociales y territoriales, construyéndose de esa manera una
nueva jerarquía política muy diferente a la jerarquía social, en la cual el grupo intermedio de ciudadanos o
intermediarios culturales por su proximidad a los estratos bajos de la población, resultaban con un poder
que les permitía negociar con los notables. Estos últimos también reconocían la necesidad de los
primeros para movilizar los sectores populares a favor del sufragio por el candidato de sus
preferencias para obtener la mayoría en los cuerpos electorales.
Finalmente, el proceso parecía mediatizado por un conjunto de negociaciones de tipo diverso
(empleos, ascensos en la milicia, recomendaciones políticas), lo cual convertía las alianzas políticas en
acuerdos demasiados frágiles e inestables. El tránsito de una facción a otra era considerado algo
normal dentro de la vida política. La opinión pública, si existía e influía sobre el conjunto social,
presentaba un impacto mínimo al momento de decidir sobre los resultados electorales. El acuerdo
que en realidad funcionaba consistía en demostrar que se había sufragado por el candidato
recomendado, tal como José Aro, un pequeño negociante, se lo comunicaba a su principal proveedor
de mercancías, el comerciante José Olier:
Mi estimado Sr.: de lo que yo le dije en el Café sus diligencias se están haciendo
pronto y voté en la Catedral por los nuestros, y el portador es uno de los que
prestará su voto y espero me mande con el dador de ésta dos reales que sabe V. no
puedo trabajar por la comision y mándeme algunas papeletas como diez.44
43 Codificación Nacional, Bogotá, Imprenta Nacional, 1954, tomo V, 1833-1835, orden 820, pp. 143-158. 44 “BUENA PRESA, Cartagena 28 de Junio de 1840. Imprenta de Eduardo Hernandez”, BNC, Fondo Pineda 256 (Pieza 92). El mecanismo de la papeleta comenzó a utilizarse desde 1828, pero fue consagrado con la ley de 1834, en su articulo
En resumen, las elecciones indirectas permitieron la expresión de amplios sectores sociales, al
menos en las asambleas primarias, y siempre dentro de los límites socio-territoriales de la vecindad:
por lo tanto, existió un crecimiento de la vecindad que abrió el camino hacia la ciudadanía.45 Luego
de los motines populares de 1828, un observador acucioso de los detalles y las formas narraba la
participación política de los diferentes sectores sociales:
…pero que concurriendo todos los notables por sus destinos y por la posición que
ocupaban en la sociedad, habían dado mis paisanos el carácter de popular a un
hecho vergonzoso y de la trascendencia que se mostró después. Cartagena tuvo en
sus manos la suerte futura de la República, y por debilidad se decidió por el
extremo ruinoso; algunos pocos ciudadanos se negaron a concurrir a la junta y
salvaron su honor y su responsabilidad, sin haber corrido riesgo alguno.46
Ciertamente, desde la época de la independencia las nuevas formas representativas permitieron
la participación de grupos con diferentes opiniones políticas. Específicamente, dieron fuerza al grupo
de los notables que venía consolidándose desde los últimos decenios del siglo XVIII y que mostraron
42: “Los votos se escribirán en una papeleta, y se echarán en la urna o vasija, y después que hayan sido recogidos, el mismo escribano o secretario los contará para ver si es igual al número de electores…”, Codificación Nacional, tomo V, p. 149. Luego las papeletas comenzaron a ser entregadas a los sufragantes con los nombres de los candidatos ya impresos por sus copartidarios o simpatizantes debido a que muchos de aquellos no sabían leer o escribir. Antes de la ley mencionada el vecino se presentaba al lugar de votación, en donde estaba reunida la asamblea parroquial presidida por los alcaldes y con asistencia de cuatro testigos “de buen crédito” nombrados por los jueces, “votando cada sufragante por (tantas) personas en pública y alta voz”, Codificación Nacional, tomo I, 1821-1824, orden 163, p. 325. Este sistema de aclamación cuasi colectiva o personal provenía de la época de las primeras elecciones entre 1810 y 1815. 45 Aún más, sectores peninsulares proclives a las propuestas liberales del constitucionalismo gaditano describieron desde muy temprano el surgimiento de esa nueva realidad, por lo que exhortaban, intentando atenuar los efectos radicales de “los movimientos populares de este reyno” y evitar “aquel carácter destructor y sanguinario que han manifestado otras provincias”, mantener el sistema representativo como el único legítimo y reconocido por el “gobierno nacional; …ese gobierno paternal y generoso, que sepultara en eterno olvido vuestras equivocadas opiniones, yo os traygo en su nombre una Constitucion liberal en que viene cifrada vuestra fortuna. Ya no dependeis hasta aquí, de los caprichos de los mandarines, ni del arbitrio de los magistrados. Vosotros elegiréis los ayuntamientos, las juntas provinciales y las diputaciones; y todos serán amovibles para evitar el abuso de las autoridades envejecidas: la salud del pueblo consistirá en el acierto de las elecciones: si elegid hombres de probidad y de virtudes la patria será feliz; si fueren perversos los ciudadanos elegidos la culpa será vuestra, y no tendreis derecho de reclamo contra el gobierno. Fijad la vista sobre la importancia de estos privilegios, y considerad por otra parte el horroroso cuadro que presenta vuestra anarquía…”, “Exhortación del Capitán General del Nuevo Reyno de Granada a los habitantes de su Provincia, Francisco de Montalvo y Ambulody, La Habana, Febrero 26 de 1813”, en Roberto Arrázola, Documentos para la historia de Cartagena(1813-1820), Cartagena, Tipografía Hernández, 1963, p. 23. 46 “Memorias de José María Castillo y Rada”, en Eduardo Rodríguez Piñeres, La vida de Castillo y Rada, op. cit., p. 102.
una gran versatilidad para adecuarse a los cambios en la nueva situación política. Y aunque algunas
familias o individuos de la cúspide de ese grupo social cayeron en desgracia con la revolución, no se
presentó un reemplazo de un grupo por otro, sino una renovación.47
Las elecciones constituyeron el escenario político por excelencia de todos los grupos sociales.
Con el establecimiento del Estado republicano eran fuente de legitimación política, no sólo en
Colombia sino en el resto de Estados nacionales latinoamericanos, y fue considerado un acto legal de
suma importancia que como tal definió la esencia del nuevo orden político. Sin embargo, las
prácticas electorales, es decir, el ejercicio del sufragio y la mecánica electoral, siguieron un curso
impredecible e inesperado para los notables que se plantearon entre uno de sus objetivos la
desaparición de las costumbres y tradiciones del Antiguo Régimen y también la construcción de una
República de ciudadanos basada en el orden, la libertad y la igualdad política. Pero mientras algunos
ideólogos como García del Río, defraudados por el curso de los acontecimientos electorales -
caracterizados la mayoría de las veces por el fraude, la alteración de los registros electorales, la
coacción física, la corrupción, la movilización de los sectores populares y “ventajosos cambalaches”-48
plantearon la restricción del régimen representativo; otros, como Del Real, participaban en las
elecciones, sin limitación alguna, concediéndole toda la importancia tanto a nivel local como
nacional.
Desde la época de la primera república, el proceso electoral se fue adaptando a las
circunstancias del momento. La transición de los cabildos abiertos a las juntas electorales fue la
primera ruptura del marco corporativo de la representación, ya que a partir de entonces, el cabildo no
representó a la ciudad como cuerpo sino que los vecinos, como jefes de familia distinguidos
socialmente, elegirían a sus representantes. Al mismo tiempo, se efectuó la separación entre los
cuerpos administrativos y los cuerpos representativos con la autonomía de los Colegios o Asambleas
Electorales.49
47 A partir de la que fue denominada “Teoría de Cartagena”, se ha planteado que la decadencia de la ciudad tuvo su causa principal en el sacrificio de los líderes de la Independencia fusilados por Morillo, véase, Segovia, R. “Teoría de Cartagena. Por qué se pierde un siglo”, en Donaldo Bossa Herazo, Cartagena Independiente: Tradición y Desarrollo, Bogotá, Ediciones Tercer Mundo, 1967, pp. 21-33. El tema ha comenzado a ser revisado, principalmente, en el plano económico, véase, Haroldo Calvo Stevenson, “A la sombra de La Popa: El declive de Cartagena en el siglo XIX” y el respectivo comentario de Luis Fernando Molina, en, Haroldo Stevenson Calvo y Adolfo Meisel Roca, editores, Cartagena de Indias en el siglo XIX, Bogotá, Universidad Jorge Tadeo Lozano-Banco de la República, 2002, pp.179-215. 48 Lo de ventajosos cambalaches es una afirmación que aparece repetidamente en la prensa de época en los artículos dedicados a comentarios sobre las elecciones. Para un ejemplo, véase, “Elecciones”, en, Semanario de la Provincia de Cartagena, Julio 4 de 1839, n0 23, BNC, sala de prensa. La expresión cambalache utilizada en el contexto electoral se refería al cambio o trueque de sufragantes o papeletas electorales, aunque era empleada con un tono despectivo. No utilizaban la expresión fraude o corrupción electoral, las cuales solo aparecieron el los debates parlamentarios de finales del siglo XIX. 49 En las elecciones de la primera república, entre 1810 y 1815, el acto de sufragar fue de aclamación cuasicolectiva, en la que los ciudadanos electores se congregaban en la iglesia parroquial presididos por el Alcalde o Juez, cualquiera era su nominación, “y asociado con el Párroco quien tomará el lado de la derecha, y à cuyo cargo es hacer una manifestación de
El carácter transicional de los sistemas indirectos, la supervivencia de la vecindad como
categoría política, la persistencia de agentes intermedios y la permanencia de actores sociales
tradicionales no opacaron un principio incontestable: la autoridad viene del pueblo y se ejerce a
través de sus representantes. Los procesos electorales se erigieron en pilares de la cultura política
manteniendo el principio de soberanía popular como sostén del régimen representativo de gobierno.
Las figuras de los alcaldes parroquiales y de los jueces de paz fueron fundamentales y se
consideraban investidos de una legitimidad proporcionada por la participación de los vecinos ya
fuera a través de las formas cuasicolectivas o personal de aclamación pública o del voto escrito o
impreso. En general, fueron actos que permitían que participara todo el pueblo. Pero,
independientemente de la forma, la movilización electoral podía llegar a ser concurrida, sobre todo
porque el único mecanismo legal aceptado por los jurados para que el ciudadano ejerciera el voto, era
el certificado de vecindad expedido por el juez parroquial. Parece ser que la expedición del documento se
prestaba para manejos dudosos como los denunciados por quienes firmaban Los amigos de la ley y del
orden:
Se dice generalmente que el Sr. Juez I.0 parroquial de Santo Toribio, ha expedido
mas de cincuenta certificaciones de vecindad à otros tantos individuos de la tropa
que guarnece esta plaza, los cuales en traje de paisanos han de ir à votar el día de
hoy a la expresada parroquia.50
Lo que si parece no admitir dudas era la reñida competencia originada por los cargos
parroquiales. Alcanzarlos significó para los agentes intermedios ascenso en la escala social y política,
la importancia y ventajas de elegir para Jueces à aquellos vecinos que por su justificación., providad y patriotismo sean los mas aptos para desempeñar los deberes de la judicatura”. Luego el juez que presidía nombraba entre los electores dos que realizaran funciones de Escribano o Secretario del acto, quienes formaban “por escrito la razón de los concurrentes, sus votos con expresión de la persona o personas de quienes se dieron”, “CAMARA DE REPRESENTANTES”, Gazeta de Cartagena de Indias, Febrero 11 de 1813, n0 44, BNC, sala de prensa. 50 “DENUNCIO, Cartagena, 1836. Tipografía de los herederos de Calvo”, BNC, Fondo Pineda 256(89). El problema no radicaba en que los individuos de la tropa estuvieran impedidos para votar sino en que muchos de los milicianos que la integraban eran naturales y vecinos de otros territorios de la República de la Nueva Granada, en los cuales de seguro podían hacerlo, mientras que para ninguna parroquia de Cartagena estaban habilitados por no poseer la condición de vecindad. En la historiografía colombiana no se han elaborados trabajos que aborden las funciones, significado y papel político que desempeñaron los jueces de paz y parroquiales como agentes intermedios entre el gobierno local y el gobierno central, lo que al tiempo los convertía en elementos influyentes y decisivos en el momento de las elecciones primarias y parroquiales. Para el presente caso los estudios que sobre el tema ha realizado la historiografía argentina han sido de enorme ayuda, véase, Juan Carlos Garavaglia, “Paz, orden y trabajo en la campaña: La justicia rural y los juzgados de paz en Buenos Aires, 1830-1852”, en, Desarrollo Económico (Separata), vol. 37, n0 146, (1997), pp. 239-262; Jorge Gelman, “Crisis y reconstrucción del orden en la campaña de Buenos Aires. Estado y sociedad en la primera mitad del siglo XIX”, en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, n0 21, 2000, pp. 7-31.
mientras que los notables con sus miradas siempre dirigidas a los altos empleos honoríficos de la
republica como senadores, representantes, presidencia, vicepresidencia, magistrados, tampoco
ocultaron jamás sus aspiraciones por los empleos locales. Para tal fin, todos los grupos utilizaron la
libertad de proponer candidatos que tenían los vecinos como una estratagema política para aparecer de
forma espontánea en las listas para alcaldes parroquiales, por ser “aquellos ciudadanos de saber y
prudencia, al mismo tiempo que rectos en el cumplimiento de las leyes”; o en la de jueces de paz, por
demostrar “un genio pasifico y conciliador”. Aunque en general, se recomendaba que los ciudadanos
seleccionados fueran adictos al sistema alternativo y reconocieran que “el servicio público debe rolar
entre todos”.51
En este sentido, los hechos sociales y los históricos enseñaban que la realidad política no era ni
de ingenuos, y mucho menos plana. Por encima de todo, tratándose de unas naciones jóvenes que
realizaban por primera vez las elecciones como factor de legitimación de la representación política, y
esta, a su vez, era reconocida como instrumento perfecto de construcción de la ciudadanía,
fenómeno de reconocida precocidad en el mundo occidental. Si bien, las constituciones eran
censitarias y como tales establecían unos requisitos para lograr la condición de ciudadano con
capacidad para participar en las elecciones y derecho a elegir o ser elegido, esos requisitos eran
manipulados por las juntas escrutadoras y electorales a través de prácticas que iban desde la misma
conformación de las listas de electores hasta las modificaciones, aún después de cerradas las
elecciones, de los registros o actas de escrutinios, lo cual era posible ya que la ley estipulaba la
apertura de las elecciones durante ocho días.52
En algunos casos, la presentación de cualquier ventajoso cambalache dio lugar a la anulación de las
elecciones. Ello aconteció en 1825, durante las elecciones para electores del cuarto cantón de la
provincia de Cartagena. Las razones: la asamblea parroquial de San Estanislao mantuvo abiertas las
actas de las elecciones hasta el 10 de agosto; es decir, más de los ocho días que establecía la ley. El
cambalache fue descubierto porque el oficio de remisión no llevaba la fecha reglamentaria del octavo
día, una vez cerradas las elecciones. Es bueno recordar, que según la ley del 2 de 1824, las elecciones
para asambleas parroquiales de provincia se verificaban el último domingo de julio y para las
51 “Otra cosa”, El Granadino Libre ó El Freno de los Serviles, Cartagena, Agosto 6 de 1834, n0 2, BNC, sala de prensa. Cursivas en el original. Lo interesante del aviso es que muestra los nombres y ubicación social de los personajes candidatizados: Alcalde parroquiales: Agustín Argumedo, Juan de A. Torres, Doctor José Manuel Vega, Manuel Dolores Pérez, Luis de Porras, Agustín Vélez, José A. Mangones; Jueces de Paz: Juan de Dios Amador, Rafael Tono, Lázaro María Herrera, Francisco de Porras, Vicente Ucros, Doctor Eusebio María Canabal, Francisco Zubiría y Valentin Viaña. 52 La ley de 1834 que modificó la de 1824 establecía: “En cada distrito parroquial, cualquiera que sea su población, se abrirán las elecciones primarias cada dos años, el tercer domingo de junio, y duraran abiertas hasta el domingo siguiente, inclusive [presididas] por el alcalde parroquial y cuatro vecinos tomados de entre los sufragantes parroquiales, los cuales permanecerán desde las nueve de la mañana hasta las doce del día y desde las tres hasta las seis de la tarde”, Codificación nacional, tomo V, p. 144.
electorales, el día primero de octubre cada cuatro años.53 Al comprobarse que el oficio de remisión
de los registros no llevaba la fecha correcta, “esto sugiere decir, que positivamente estuvieron abiertos
los registros por mas tiempo que el designado”. Consecuencia de este acto escandaloso fue la elección
de Higinio Arévalo para elector de provincia. Hecho agravado por la fijación territorial de este
ciudadano: era vecino de Turbaco que pertenecía al cantón primero, contra lo dispuesto en el artículo
22 de la constitución de 1821, que exigía la condición de ciudadano-vecino con residencia en la
parroquia, para ser elector. Aún más, “en arreglo al articulo 27 de los registros parroquiales, se
cometió la injusticia de excluir de la lista de los sufragados a dos ciudadanos que merecieron una
mayoría de votos aproximada á los que resultaren electos”. El escrutador, en su afán por mantener al
día las fechas de los registros, omitió todos esos pequeños detalles, por lo que se concluyó que
… abusos tan escandalosos deben reprimirse en sus principios, sin que valgan
contemplaciones e indulgencias á favor de la pretendida ignorancia por que esta no
cabe en la inteligencia de nuestro código que por la sabia previsión del congreso
constituyente está escrito en un lenguaje acomodado á la capacidad de cualquier
colombiano que sabe leer por lo menos.54
El problema consistía en que las mismas leyes dejaban la puerta abierta para las
interpretaciones disímiles sobre el ejercicio de un sufragio. Por ejemplo, una ley del 2 de abril de
1828, establecía que todo sufragante parroquial estaba “obligado a votar en estas elecciones
primarias”. La misma ley castigaba que los sufragantes depositaran en las urnas papeletas en blanco.
Si ello ocurría, el presidente de la asamblea electoral los obligaba “a votar [por algún candidato?] en
momento reprendiéndoles su falta de espíritu público”.55 La norma expedida en medio de la crisis
política originada por la polarización de las fuerzas alrededor de las figuras de Bolívar y Santander y
la elección de los diputados a la Convención de Ocaña, fue utilizada para favorecer los candidatos de
facciones rivales.
53 Ibidem, tomo I, p. 322. 54 “Nulidad de las elecciones del Cuarto Cantón”, Correo del Magdalena, Septiembre 15 de 1825, n0 18, BNC, sala de prensa. 55 Codificación Nacional, tomo IV, orden 756, p. 419 y 423.
El 24 de diciembre del mismo año, Bolívar investido de poderes dictatoriales, buscando la
mayoría electoral para legitimarse, expidió un decreto arreglando el modo de hacer las elecciones parroquiales y
provinciales, que extendía el sufragio a toda la población masculina y según el cual cada sufragante
parroquial votaba por los electores del cantón, expresando públicamente los nombres de otros tantos
ciudadanos vecinos del mismo cantón, los cuales indispensablemente debían inscribirse en su
presencia en un libro o registro destinado a ese solo fin. A los sufragantes que no sabían leer ni
escribir antes de retirarse se les leían los nombres de los ciudadanos por quienes votaron “después de
estar asentados en el registro”, y de ninguna manera era permitida “la práctica de que los sufragantes
entreguen sus papeletas e inmediatamente se separen sin haber presenciado el asiento de sus
votos”.56 Lo curioso era que solo los escribanos o secretarios nombrados por los jueces y alcaldes
garantizaban a los sufragantes que no sabían leer y escribir, que en los registros estaban
efectivamente asentados los nombres de los candidatos por ellos aclamados públicamente.
De todas maneras, la amplia participación de la población en las elecciones constituyó un
hecho incontrovertible. Para muchos ensayistas de la época, su carácter masivo o tumultuario, como
manifestaba un miembro de la facción ministerial, era la fuente de todos los males y vicios que, sin
necesidad de suprimirlas, él los veía superados con la constitución de 1843, porque ya
… ni proletarios miserables y estúpidos, ciegos ecos de voluntades ó aspiraciones
ajenas, usurparan el derecho de sufragio que el sentido comun les niega y que la lei
no les dá ni puede darles. Fundadas nuestras instituciones sobre el principio de la
soberanía del pueblo, que las elecciones periódicas ponen en ejercicio, nada es tan
esencial como depurar este manantial único de la autoridad lejitima asegurando la
libre emisión de su voto al ciudadano que tenga derecho a emitirle.57
A este protoconservador le indignaba precisamente lo obvio de la realidad política, en la cual las
prácticas resultaban mucho más imprecisas que las leyes electorales. Aunque la aspiración de las
autoridades gubernamentales y actores políticos era, por encima de cualquier otra cosa, lograr la
ampliación del sufragio y el voto libre, erradicar la violencia, coacción física o hecho escandalosos y
56 Ibidem, Tomo III, orden 522, 1827-1828, p. 491. 57 LA CONSTITUCIÓN REFORMADA CONSTITUCIONALMENTE POR EL CONGRESO DE LA NUEVA GRANADA EN 1842 Y 1843, p. 3, BNC, Fondo Pineda 28(2).
que el analfabetismo no fuese un obstáculo para que los vecinos pudieran ser considerados
ciudadanos.
5. ¡A votar!, A carga de aguardiente, pues tenemos mayoría escrutadora
En la nueva situación la ciudadanía llevó implícita la igualdad política que se traducía en el acto
de elegir; es decir, en el ejercicio del sufragio. Para quien lo practicaba esto proporcionaba tanto un
valor simbólico como un significado social, al cual podía asignarle una relativa importancia,
dependiendo de sus intereses políticos, sociales o raciales. En concomitancia con esos factores, los
ciudadanos realizaban un ejercicio individual que implicó en sectores intermedios y populares -que en
el Antiguo Régimen fueron marginados de la actividad política- ganar respetabilidad y presencia
social.
Ahora bien, los sectores intermedios jamás consideraron entre sus prioridades la lucha contra el
régimen representativo censitario consagrado en las sucesivas constituciones de 1821, 1832 y 1843.
Como agentes intermedios y autoridades, consideraron el sufragio restringido como un elemento
necesario para garantizar un relativo orden constitucional. Pero también porque la implantación de
un sufragio amplio podría permitir la llegada de la multitud ignorante o el tumulto desenfrenado al
poder, con lo cual se fracturaba el territorio y se perdía el orden constitucional. Sin embargo, en la
práctica todos los grupos sociales recurrieron a mecanismos electorales considerados, en la época,
escandalosos, lo cual sería denominado posteriormente fraude electoral.58 Convertido en un arte, el fraude
podía ser ilegal: manipulación, compra de votos, adulteración de actas electorales, falsificación de las
certificaciones de vecindad. Pero también podía ser público y pacifico: quien escruta elige mayoría. De
esta manera, todos los actores políticos esperaban el triunfo y convertían el fraude en la pedagogía de
la victoria electoral, la cual era planeada de forma cuidadosa.
Los días previos a las elecciones eran agitados con acusaciones recíprocas entre las facciones
rivales. Las reuniones políticas proliferaban, y en ellas al parecer, se “bombeaba” abundante licor. Un
papel suelto que circuló en Cartagena con mucha antelación a las elecciones de 1836 denunciaba:
58 Durante los primeros decenios republicanos no existió el fraude electoral como tal, solo hechos escandalosos, algo consustancial o “natural” al sistema, los cuales no son todavía motivos para el debate parlamentario, el que aparecerá teniendo como centro el fraude electoral solo a finales del siglo XIX, véase, Eduardo Posada Carbó, “Malabarismos electorales. Una historia comparativa de la corrupción del sufragio en América latina, 1830-1930”, en, Luis Javier Ortiz Mesa, y Víctor Manuel Uribe Urán, editores, Naciones, gentes y territorio. Ensayos de historia e historiografía de América latina y el Caribe, Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 2000, pp. 270-304.
Se dice que con mucha frecuencia se hacen en el barrio de Santo Toribio cenas
costeadas por los Medranos á los que se asegura se invita á concurrir unos pocos
artesanos, y algunos, ó todos los que bombean en la tienda [...] Se dice que el
objeto de esas cenas, es el de ganar sufragios para las procsimas elecciones á
cambio de comida y aguardiente.59
Los Medranos aludidos eran Rafael, juez de hecho del cantón de Cartagena, y Manuel, quien en
1839 sería juez parroquial de Santo Toribio. Eran hijos de Pedro Medrano, el artesano y dirigente del
pueblo en los sucesos de la Independencia, quien acompañado de su hijo Rafael hizo parte de los
defensores de la ciudad durante el sitio de 1815 y logró emigrar con su familia el 6 de diciembre del
mismo año.60 Los dos hermanos eran también decididos partidarios de la candidatura presidencial de
José Ignacio de Márquez, y al lado de un considerable grupo de viejos bolivarianos y otro de antiguos
amigos del presidente Santander, defraudados por su administración, hicieron pública su adhesión al
candidato civilista para el período que debía comenzar el primero de abril de 1837 y finalizar a los
cuatro años. La declaración firmada por 180 individuos, incluidos los Medranos, presentaba a
Márquez como al antiguo y virtuoso patriota, hábil estadista y sabio administrador, y aunque la encabezaban
Juan de Dios Amador y Eusebio María Canabal de la facción probolivariana, en ese momento su
influencia política comenzaba a dejar de ser notoria en el grupo, en el cual se notaba entonces un
relevo generacional.61
La mayoría de ellos conformaron el llamado partido de los serviles o godos, una facción que agitó
como bandera la conservación de la libertad y del orden constitucional. Igualmente, buscaron generar
una corriente de “opinión de la mayoría de los granadinos suficientemente pronunciada” a favor de
Márquez, a quien presentaban como el candidato del pueblo, y contra Santander, quien, según ellos,
quería obligar que los destinos de “esta nación libre” fuese regida por el General Obando, “el
candidato de su pescuezo”. También llamaban a no votar por éste, ya que había reconocido que su
59 El Vigilante Nº 1, Cartagena, Mayo 15 de 1836. Imp. por Eduardo Hernández. BNC, Fondo Pineda 256(87). El epígrafe era: Este papel es para denunciar cuanto descubra de los serviles. Con la palabra bombean, se aludía a la concurrencia de parroquianos a cafés y tiendas a “beber trago” de ron o aguardiente. La expresión se utilizó hasta hace pocos años en algunas ciudades del Caribe colombiano. 60 Corrales, Manuel Ezequiel, 1883, op. cit., tomo II, pp. 259 y 268; Alfonso Múnera, El fracaso de la nación, Coedicion Banco de la República-El Ancora, Bogotá, 1998, pp. 202-203. El dato de Rafael Medrano como juez de hecho durante el período 1836-1838 aparece en, “Empleos concejiles”, Constitucional de Cartagena, Noviembre 20 de 1835, n0 12, BNC, sala de prensa. 61 “Presidencia Futura de la Nueva Granada, Cartagena, 1836, Tipografía de los herederos de Juan A. Calvo”, BNC, Fondo Pineda 803(257).
prototipo de gobernante era Santander, y no había participado en campaña gloriosa alguna para la
Independencia. Quizás, lo mas importante: en las elecciones no solo estaba en juego “nuestro propio
honor” sino que con la elección de Obando se corría el riego de que tarde o temprano fuera
oprimida la soberanía del pueblo y con ello roto el vínculo social.62
Igualmente, los defensores de la candidatura de Obando se declararon amantes de la libertad y el
orden y colocaban como ejemplo el caso de Venezuela, nación en la cual la elección del doctor José
María Vargas en oposición a los generales Santiago Mariño y Carlos Soublette, candidato del
entonces presidente general José Antonio Páez, había “costado la revolución en aquel país”. Un
ensayo que “no podemos olvidarlo”, insistían los cartageneros obandistas para finalizar señalando
que solo “Obando garantiza orden y paz interior”.63
Uno de los adherentes a la candidatura de Márquez, el diputado Pedro Laza, quien estuvo en la
comitiva que recibió a Santander cuando arribó a la costa Caribe a principios de 1832 y lo acompañó
durante los primeros años de su administración, publicó El Toro, un papel satírico contra el
presidente y su candidato, en el cual aparecían befas sobre el liberalismo, republicanismo y patriotismo de
los dos personajes. El impreso aparecía encabezado con un dibujo del animal en posición de
embestir sobre un epígrafe, sin duda dirigido contra el presidente Santander: Afuera, afuera canalla/Que
allá va el Toro embolado,/Los que le habeis provocado/Id buscando vuestra valla.64
Papeles similares al anterior y otros más ofensivos y difamatorios contra personajes de la
política local y nacional, comenzaron a ser frecuentes con la proximidad de las elecciones, aunque sin
convertirse en elementos generadores de actos violentos o ataques físicos contra algún ciudadano, lo
que no impidió el surgimiento de voces interesadas en distorsionar la real naturaleza de algunos
hechos ocurridos en medio de la reñida competencia electoral. Por ejemplo, a través de declaraciones
contradictorias algunos individuos, principalmente los que se creyeron afectados y sus copartidarios,
afirmaban que en la esquina de un café de la ciudad fueron lanzados gritos de “mueras” contra los
serviles, los de la oposición, el doctor Canabal y sus secuaces, el doctor Portillo, el candidato Márquez, y el
alcalde Fernández. Los mismos individuos también expresaron voces semejantes y, al tiempo, daban
golpes en las puertas de las residencias de los mencionados y la de Dionisio Araujo; luego marcharon
hacia el lugar donde era realizada una reunión y gritaron: “Hemos de ganar las elecciones que van a
62 “Un libre”, Alcance al Constitucional de Cartagena, n0 32, 1836, Impreso por J. M. Angulo, BNC, sala de prensa. 63 “COMUNICADO”, Constitucional de Cartagena, Junio 28 de 1836, n0 30, BNC, sala de prensa. 64 El Toro, Cartagena, n0 1, año de 1836, Impreso por José María Angulo, BNC, sala de prensa. El papel intercalaba pequeños comentarios de más de cinco renglones con títulos como Declaración franca en pocos renglones, Una cachada a tiempo, Traidores fementidos, Criminales paseándose. La fragilidad de las lealtades políticas era notoria en casos como el de Pedro Laza, “a quien ha sostenido usted y el señor Soto, como no debieran” le escribían desde Cartagena al presidente, véase, “Pablo de Alcázar al Señor General Francisco de Paula Santander, Cartagena, agosto 5 de 1836”, en, Roberto Cortázar, Correspondencia dirigida al general Francisco de Paula Santander, op. cit.., vol. 1, nº 40, 1964, p. 99.
empezar opongase quien se opusiere, pues caso contrario la cuestión se decidirá con el puñal y la
lanza”. El único arrestado por los gritos sediciosos, así fueron calificados dentro de la causa seguida, fue
el artesano Marcelo Morales, puesto de inmediato en libertad luego de escuchar las autoridades sus
declaraciones. En ellas, Morales señaló su participación en una reunión con unos amigos, que no
estaban armados y solo cantaban al son de violines, flautas y guitarras sin tratar de atacar físicamente
individuo alguno. Declaró que sí lanzaron gritos de vivas y mueras, pero todo era para divertirse contra
el articulo 39 del bando de buen gobierno, el cual prohibía todo ruido por la noche capaz de turbar la
tranquilidad pública y causarle incomodidad a los vecinos. Finalizó su declaración señalando que
disolvieron la reunión y se retiraron a sus casas “sin la menor intervención de autoridad alguna”. En
definitiva, el juez de la causa consideró que, efectivamente “no hubo otro animo en los reunidos que
el de divertirse”, lo cual no permitía “dudar que todos se hallan penetrados de que no se cometía un
delito”.65
Si bien las elecciones y sus resultados podían llegar a volver al ambiente tenso, la picaresca no
perdía su sentido divertido. Un amigo del presidente de la república le escribía siete días después de
iniciadas que no le prestara atención al papel que le enviaba titulado Breves respuestas, en el cual los
serviles pintaban una situación “diabólica” en su contra como lo demostraba con
… lo que ha sucedido en la pelea que tuvieron dos muchachos de color antenoche, que
ocasionó un rato de risa, al ver a los enemigos cómo corrieron y se encerraron en sus
casas, creyendo que ya íbamos a matarlos. El gobernador, jefe político, alcaldes de
distrito y jueces cantonales salieron con su correspondiente escolta a rondar, pero
viendo el orden que había se retiraron a sus casas.66
Las risas, regocijos y diversiones acompañadas de música y de la entonación de canciones con
letras ridiculizando las intervenciones heroicas de algunos actores políticos en batallas inventadas
animaban las elecciones. Durante los días en que ellas transcurrían, apareció una canción contra los
obandistas que comenzaba con un estribillo que al son de flautas y tambores causaba sin lugar a
65 “Acto pronunciado por el Tribunal de Justicia de este Distrito confirmando el que dicto el Juzgado de Hacienda en una causa seguida por gritos sediciosos”, Constitucional de Cartagena, Julio 18 de 1836, n0 32; y “Auto pronunciado en una causa por gritos sediciosos”, Constitucional…, Julio 18 de 1836, n0 31, BNC, sala de prensa. 66 “Pablo de Alcázar al Señor General Francisco de Paula Santander, Cartagena, julio 27 de 1836”, en, Roberto Cortázar, Correspondencia dirigida al general Francisco de Paula Santander, op. cit.., vol. 1, nº 39, p. 97. Cursivas nuestras.
dudas la más estridente hilaridad entre sufragantes y electores: Si cadenas mostrais, liberales,/Liberales,
mostrad vuestros vicios,/Que cuchillas empuñan patricios/Para ser para siempre inmortales.67
Estos actos, que podrían considerarse como una manifestación de la idiosincrasia popular
costeña, permite formarse una idea de la manera como algunos sectores sociales veían los eventos
electorales y los aprovechaban para transgredir las disposiciones de policía o de buen gobierno.
También muestra que la relativa libertad para expresarse públicamente, tanto en forma escrita como
oral, durante los primeros decenios de la república contribuyó a disminuir la presencia de actos
violentos en la solución de las diferencias políticas. Si bien, las hojas volantes, la prensa y otros
impresos fueron considerados libelos infamatorios, la libertad de imprenta funcionaba y le permitía a
mucha gente opinar, sin distinción de la clase a la cual perteneciera.
Al respecto, un grupo de artesanos, utilizando una retórica similar a la de José Acevedo y
Gómez, algo evidente con el título de su hoja volante: El Tribuno del pueblo, rechazaban a quienes
pretendían imponerles la candidatura de Márquez. Señalaban a éstos de solo aparecer en la época de
las elecciones poniendo en movimiento “todos sus incidiosos manejos para distraer al pueblo, de sus
verdaderos intereses, engañandolo, y seduciendolo” mientras siempre habían sido caracterizados
amigos de odiosas distinciones y vivir “ridículamente envanecidos con contemplarse superiores a los
que ellos han llamado populacho”, al cual, por la necesidad de sus votos, ahora buscaban atrayéndolo
con ofrecimientos, dádivas y cortesías, pero una vez concluidas las elecciones volverían a despreciarlo, de
lo cual no estaban “muy lejos los sucesos para que su recuerdo no nos pueda servir de escarmiento”.
Los artesanos consideraban que hechos ocurridos en tiempo de Bolívar, Urdaneta, Juan de Francisco, de
Montilla y otros de sus secuaces cuando las distinciones, empleos y consideraciones solo estuvieron reducidos a
un circulo pequeño de hombres, no permitió figurar a
… ningún artesano, ni à algun otro individuo del pueblo por mas buenas que
fueran sus cualidades sino solo los que ya se habian consentido que iban a ser
Marqueses, Duques, Condes &.&., para formar una clase de nobles en esta tierra
llamada por excelencia à sostener solo hombres libres en su seno.
A través de preguntas, los autores del papel planteaban dudas sobre el honor, servicios a la
patria y virtudes de los serviles. Señalaban además la consideración de éstos respecto a los oficios y el
desprecio que siempre expresaban del pueblo, en general:
67 “CANCION LIBERAL DEDICADA A LOS ILUSTRES TRIBUNOS DEL OBANDISMO, Cartagena, 22 de Julio de 1836, Imprenta de los herederos de J. A. Calvo”, BNC, Sala 1a N0 7459, pieza 567.
¿No veis ahora mismo compatriotas que aun en el momento mismo en que los
serviles os quieren atraer no proponen entre sus electores siquiera uno de tantos
ciudadanos honrados y laboriosos solo por que para ellos es una mala cualidad el
ser de la clase del pueblo y vivir de un oficio? Además, ¿no veis que los que os
quieren seducir en contra del gobierno son unos pocos jóvenes que no llegan a
seis, herederos del godismo de sus padres sin reputacion sin concepto público que
en nada han hecho por la patria, y que no tienen siquiera el honor de citar los
servicios de sus familias, por que todas ellas han sido notoriamente partidarias de
los españoles y afectas a humillar a los plebeyos? Con esto ¿qué podreis pues
esperar? ¿Qué confianza podreis tener de unos insensatos majaderos que ayer os
despreciaron, hoi os convidan, i mañana os vuelven a despreciar, por que alegan
que ninguno de vosotros es como ellos […] Oid como os denominan en todos
tiempos con el titulo de canallas; y para denotar que un artesano no es persona de
consideración dicen como si fuera un mal nombre fulano es un zapatero, zutano es un
herrero.
Finalizaban los artesanos señalando que si los serviles ganaban las elecciones volvería
El tiempo del despotismo y de las distinciones, volveràn entonces los que se
llamaban vuestros amos, porque decian ser mejores que vosotros, volverà el tuerto
Ortiz à matar milicianos à palos con consentimiento de los magnates, entonces ya
no habrà mas igualdad, la justicia se le darà à los ricos y à los grandes aunque no
tengan la razon, y los pobres plebeyos, los artesanos y los que no desciendan de
antiguas familias, volveràn otra vez a verse humillados y abatidos.68
Otro grupo de más de cien artesanos encabezados por Lorenzo Mendoza, Toribio Banquezel,
Carlos Escandón, Antonio Ortiz y Juan León, algunos de ellos amigos políticos del diputado liberal
Juan José Nieto, hicieron públicos los “verdaderos sentimientos” que los animaban en favor de la
presidencia futura del general Obando. En su publicación, le señalaban a “los señores del partido de
la oposición” que en cuanto a opiniones políticas, ellos no habían sido “movidos como unas
máquinas, seducidos i alucinados por los ciudadanos que llevan la voz en el partido liberal”. También
justificaban su defensa del gobierno liberal
… porque es el del espíritu del siglo […] i el que ofrece al pueblo, derechos,
igualdad i libertad positivas, sin que pueda extraviarnos de esta creencia política ni
las promesas ni el temor de la muerte misma, esperando que ninguno nos pida
aclaraciones.
Con ello, los artesanos querían manifestar su independencia política como clase que “forma una
de las principales de la sociedad”, el conocimiento de sus derechos y estar preparados para ocupar
empleos públicos, demostrando que poseían la “razón necesaria” y la “libertad de pensamiento”
como todos los ciudadanos
Nacidos libres por la naturaleza i por nuestras instituciones, [por lo que] siempre
estaremos de parte de la causa popular i en pugna contra el partido Aristócrata que
pretende sucumbirla. Esta decisión es obra exclusiva de nuestras opiniones,
porque habiendo desaparecido por fortuna el odioso sistema español, el curso de
las cosas y el progreso de la civilización nos ha hecho conocer nuestros derechos i
nuestros deberes, que somos iguales delante de la lei, sin distinguir la clase ni condición, i que
68 “El TRIBUNO DEL PUEBLO, Cartagena, Julio 17 de 1836, Imp. por E. Hernandez”, BNC, Fondo Pineda 803(700). Cursivas nuestras.
como todos los ciudadanos de la república somos llamados à todos los destinos
públicos, siendo hombres de bien, i si tenemos todas las cualidades requeridas por
la constitución i la lei.69
Tal fue el ambiente en el cual se realizaron las elecciones de 1836, quizás una de las más reñidas
y competitivas de la primera mitad del siglo XIX. Unas elecciones que conocieron de las primeras
giras o “paseos” de los adherentes de Márquez y Obando por el territorio de la provincia
promocionando sus candidaturas.70 Pero también de hechos tan escandalosos que comenzaron con
la decisión de la junta escrutadora del barrio de Santo Toribio de anular las elecciones de esa
parroquia por la indebida inscripción de sufragantes parroquiales sin tener la calidad de vecinos, y
terminaron con la prisión de la junta escrutadora ordenada por el gobernador Vicente Ucrós, quien
solicitó a sus miembros los documentos originales sobre la nulidad decretada y ante el retraso
causado en su entrega tomó la decisión mencionada creando una nueva junta para realizar los
escrutinios. Los hechos estuvieron rodeados de polémicas sobre la autonomía electoral de las juntas
escrutadoras, la configuración de un cuarto poder (el electoral), que el gobernador era del partido servil,
de lo cual parece no había dudas, que con la nueva junta los serviles constituían mayoría escrutadora y
que algunos electores tenían “sus potencias embotadas por los vapores de Baco”.71 Finalmente, la
decisión del gobernador fue considerada una “Vicentada”, lo cual sirvió de titulo a una canción
entonada “con mayor libertad en todas partes, pero con orden”, como escribió jocosamente uno de
los detractores de Ucrós.72 A su vez, los amigos del jefe político de la provincia, “ignominiosamente
69 “AL PUEBLO GRANADINO, Cartagena, Agosto 8 de 1836, Imp. por E. Hernández”, BNC, Fondo Pineda 256(36). Cursivas nuestras. 70 Lo de las giras o “paseos”, como fueron denominados, aparece en, “DIÁLOGO entre un joven Liberal y un anciano Servil, Cartagena, Junio 19 de 1836, Impreso por J. M. Angulo”, BNC, Fondo Pineda 803(243). El diálogo está lleno del mayor escepticismo sobre el futuro de la república, el que está fundamentado en la descripción de lo que hacía y era capaz de realizar cada uno de los obandistas y marquistas cartageneros, en caso de triunfar en las elecciones el candidato de sus preferencias. 71 “A CARGA DE AGUARDIENTE DESCARGA DE RAZONES, Cartagena 11 de Julio de 1836, Tipografía de los herederos de Juan A. Calvo”, BNC, Fondo Pineda 803(251); “MAYORIA ESCRUTADORA, Cartagena; 1836. Impreso por José M. Angulo”, Fondo Pineda 803(88); “¿QUE ES LA JUNTA ESCRUTADORA?, Cartagena, Julio 19 de 1836, Impreso por E. Hernandez”, Fondo Pineda 803(258); “PRIMERA CARGA, Cartagena, 1836, Imp. Por E. Hernández”, Fondo Pineda 256(34); “CUARTA CARGA, Cartagena, 1836, Imp. Por E. Hernández”, Fondo Pineda 256(35); Detalles sobre los hechos escandalosos durante las elecciones, en, “Cuestión del día. Elecciones: Bandera de la civilización”, Constitucional de Cartagena, Julio 28 de 1836, n0 33, BNC, sala de prensa. 72 “Juan José Nieto al Excmo. Señor General Francisco de Paula Santander, Cartagena, julio 22 de 1836”, en, Roberto Cortázar, Correspondencia dirigida al general Francisco de Paula Santander op. cit.., vol. IX, n° 2996, p. 56.
denigrado por los aduladores del déspota Santander”, respondieron con otra canción de muchos
sonidos.73
Conclusiones
Luego de las elecciones, en algunos actores políticos, quedaba todavía la sensación de que se
vivía una época turbulenta, de frustraciones y contratiempos, en la cual el desenlace siempre era el
mismo. Solo bastaba leer el inicio de un articulo de prensa para saber su contenido restante: “Diez y
seis años han transcurrido desde 1820 y en esta época malhadada, sangre, luego, desolación y
lagrimas han sido indispensables para formar el desenlace del drama…”.74
Aunque en realidad sólo era un problema abordado por el imaginario del orden y nación de
ciudadanos obedientes de los notables. La lectura de los ensayistas, publicistas y los epistolarios de
los principales actores políticos del período nos enseña el desengaño sufrido y la nostalgia que los
invadía ante los contundentes hechos electorales. Además de sentirse perturbados con el surgimiento
incontrolado de los actores intermedios que ascendían políticamente ayudados por el ejercicio libre
del sufragio sin tener el linaje social y mucho menos la tradición familiar que aquellos se atribuían,
enfrentaban otro gran problema: como conquistar electoralmente a los artesanos y, en general, a los
estratos bajos de la población.
Por consiguiente, las formas de la representación política y la naturaleza de la soberanía ni
describieron la lógica ni siguieron el curso soñado por los notables y los liberales. La lucha por
sostener la igualdad entre los ciudadanos-vecinos y la permanente rivalidad entre los pueblos
trastocaba el proyecto de la nación y el Estado. Adicionalmente, el tema de la igualdad planteaba
permanentes movilizaciones políticas y construcción de estratagemas de participación electoral.
En ese orden de hechos e ideas, las elecciones contribuyeron a la formación de opinión
pública, participación mayoritaria de la población, alianzas, negociaciones abiertas y tácitas y hasta
llegaron a legitimar en un nuevo contexto la tradición de derechos locales. Sus celebraciones
periódicas demostraron que las elecciones parroquiales eran fundamentales y decisivas, que la
participación del ciudadano-vecino resultaba importante a la hora de sumar la mayoría legitimadora.
Todo ello las mostraba muy competitivas y llegaron a ser convertidas en verdaderas fiestas cívicas de
la República, en las cuales los diferentes actores sociales y políticas entonaban y bailaban al ritmo de
muchas entonaciones musicales electorales.
73 “CONTESTACION a la canción que se titula la Vicentada, Cartagena, 1836, Impreso por José María Angulo”, BNC, Fondo Pineda 803(444). 74 “Desengaño político”, La Friolera, Cartagena, Octubre 16 de 1836, n0 2, BNC, sala de prensa.
Una tercera especie de república: de los antiguos, de los modernos y la república a la manera de Bolívar
Carolina Guerrero Departamento de Ciencias Sociales
Universidad Simón Bolívar Resumen La historia intelectual registra dos formas de república, la clásica o de los antiguos y la moderna. Pero el proyecto político de Bolívar sobre la creación y permanencia de la república en la América Hispánica configuró una tercera especie de república, caracterizada por la supresión de lo que tradicionalmente había sido el valor sustantivo de dicha asociación: la libertad. Tal propuesta apuntaba a cancelar el peligro de disolución de la república, generado, a decir de Bolívar, por la ineptitud de los ciudadanos para el vivir libre. Esa tercera especie de república debía ser gobernada mediante la legibus soluta del ciudadano más virtuoso (es decir, Bolívar). Si bien en la tradición intelectual de Occidente la legibus soluta constituye una tiranía en tanto el poder es ejercido sin límites en atención a la voluntad de uno solo, en la forma política introducida por Bolívar esa tiranía se pretende virtuosa, en tanto el poder ilimitado ha de ser ejercido para la realización del bien común de la comunidad política. Finalmente, la tercera especie de república se rige por un orden constitucional emanado de la razón ilustrada del jefe supremo, a efectos de legitimar el ejercicio de ese poder ilimitado que se pretende benefactor. Palabras claves: Bolívar, Gran Colombia, república, republicanismo, liberalismo Abstracts: The history of the ideas has focused its attention on those two forms of the republic: the ancient republic, and the modern one. But the Bolívar’s political project about the construction of the Hispanic American republic shaped a third form. It was established on the suppression of that traditional main value of such political association: liberty. Such proposal was aimed at avoiding the dissolution of the republic, as a result of those citizens’ incompetence to keep their own freedom and political order. Besides, that third form should be ruled by the most virtuous citizen’s legibus soluta (Bolivar’s one) On the basis of the tradition of the Occidental political thought, a legibus soluta is a tyranny, understood as an unlimited political power, according to the will of that who rules. But on Bolivar’s conception, such tyranny became a virtuous form of government, in the fulfillment of the common good. Finally, that republic should be founded on a constitutional order, created by that supreme prince’s enlightened reason, in order to deploy the legitimacy of that unlimited and “necessary” power. Key words: Bolivar, Gran Colombia, republic, republicanism, liberalism
La distinción entre republicanismo y liberalismo remite a dos concepciones en torno
sociedades de individuos políticamente constituidos, concepciones bifurcadas a partir de la idea que
se adopta para pensar la libertad75. En esa tónica, en las ideas políticas y constitucionales de Simón
Bolívar sobre la construcción de la república entre los años 1819 y 1830 –es decir, entre la fundación
y disolución de la unión colombiana– es perceptible la tensión entre republicanismo y liberalismo
para imaginar y tratar de realizar la creación y permanencia de la república y sus instituciones76.
Esta tensión resulta de la caótica coexistencia entre una concepción sobre la sociedad política
en sentido clásico (donde la libertad del ciudadano ha de ser ejercida en función de la realización de
un proyecto prescrito de vida77; la comunidad se superpone al individuo, dispuesto a ahogar su
singularidad e intereses particulares, dado que el único fin moralmente concebible es el inherente a la
comunidad, el bien común78) y en sentido moderno (según el cual la “verdadera” libertad reside en el
derecho del individuo a realizar sus intereses particulares, su otium, bajo el respeto a la ley79, y donde
la grandeza de la república –finalizada la guerra– habrá de ser expandida por efecto del espíritu de
industria presente en una sociedad conformada por individuos propietarios).
Una y otra perspectiva exponen para Bolívar la tragedia de no contar con los miembros
necesarios para la construcción republicana: ausencia de virtud cívica (como disposición ética del
ciudadano a consagrarse al bien común) y de espíritu de industria (en una población que además
acusa los efectos devastadores de la guerra sobre la producción y el comercio, y, en adición, se
percibe díscola frente al cumplimiento de las leyes emanadas del nuevo orden republicano)
Sitúo el análisis en el período 1819-1830 por dos razones. Corresponde a los años en que la
construcción republicana logra mantenerse estable respecto a la amenaza foránea. Es decir, a
diferencia de los ensayos de gobierno republicano precedentes en la ex Capitanía general de
Venezuela, la república de Colombia que se establece a partir de 1819 no se disuelve por efecto del
triunfo militar de las fuerzas realistas. Su fin se produce por voluntad de los asociados, en 1830. En
ese marco, la primera razón: en este período Bolívar desarrolla sus proyectos constitucionales (tanto
75 La contraposición entre republicanismo y liberalismo supone la vigencia de una u otra idea de libertad relevante para cada una de esas configuraciones: libertad política para el republicanismo, libertad civil y libertad individual para el liberalismo. Respecto a uno u otro caso, Natalio Botana habla de la república de la virtud y la república del interés, respectivamente, siendo el sujeto del mundo moderno “un habitante escindido entre la virtud y el interés, la participación pública y la vida privada” (ver Botana, Natalio: La tradición republicana, Buenos Aires, Sudamericana, 1984, pp. 21 y 38). 76 La presencia de dicha tensión y los modos en que es perceptible los discuto en mi trabajo Republicanismo y liberalismo en Bolívar. (Caracas, Ediciones de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Central de Venezuela, en prensa) 77 Sobre esta tendencia republicana, Isaiah Berlin desarrolla el concepto de “libertad positiva”. Ver su obra Four essays on liberty, Oxford, Oxford University Press, 1988. 78 Ver Rousseau, Jean-Jacques: Du contrat social. Paris, Gallimard, 1762/1964, libro II, capítulo VI. 79 “Libertad negativa”, según Berlin. (Lo “negativo” no reside en una cualificación deontológica, sino a una categoría epistemológica considerada por el autor)
para la unión colombiana como para la república de Bolivia), en atención a dos fundamentales
dilemas: qué tipo de instituciones republicanas deben desplegarse de acuerdo con la singularidad
social y política de la nueva república, a efectos de garantizar tanto la permanencia de la sociedad
política como la fundación de las prácticas políticas inherentes al vivir republicano por parte de los
asociados, es decir, el cuerpo político.
La segunda razón tiene que ver con los modos en que, en dicho período, el Libertador va a
ajustar sus propuestas políticas y constitucionales según su interpretación de la realidad política de la
nueva república. A manera de “ensayo”, actualiza su visión de la praxis política, del
constitucionalismo y del manejo del poder, con arreglo a la resistencia que brinda aquella sociedad,
en un complejo contexto que conjuga tanto la pervivencia de prácticas políticas correspondientes al
antiguo orden, como la inauguración de prácticas políticas que si bien intentan marcar una ruptura
con el orden monárquico español, distan de corresponderse con el despliegue de virtud que, según
Bolívar, es imperativo en todo ciudadano republicano para que pueda haber república.
La ausencia de virtud cívica en aquella sociedad es el peligro que recurrentemente refiere
Bolívar como amenaza para la estabilidad de la construcción republicana. En este punto es relevante
la conjunción de dos tradiciones de pensamiento que hacen resonancia en las ideas políticas del
Libertador.
Por una parte, es perceptible la impronta del contractualismo liberal inherente a la tradición
republicana de la sociedad comercial80, de acuerdo con la cual de la realización del pacto (por medio
del cual se supera el estado de naturaleza para crear la sociedad política) deriva la obligación de los
pactantes de preservar tal sociedad política81, garante de la vigencia inextinguible de la ley natural82.
En ese sentido, para la tradición de la sociedad comercial es contingente la noción republicana de
virtud cívica, dado que la disposición moral requerida en los pactantes no reside en un imperativo
moral riguroso, sino en la facultad natural del individuo para consultar su recta razón y someterse a
las leyes justas. La dicotomía entre la necesidad de preservar la sociedad política y la dudosa
capacidad de aquellos habitantes para realizar la citada consulta a su recta razón, es resuelta en el
pensamiento político del Libertador a través de una idea que pervierte (sin totalmente cancelar) la
concepción liberal sobre el pacto: si dicha preservación no puede ser confiada a individuos ineptos
para el ejercicio de la ciudadanía, pues deberá ser impuesta y asegurada por una razón superior.
80 Sobre los lenguajes del neoaristotelismo, el humanismo cívico y la sociedad comercial como lenguajes políticos del republicanismo (singularmente del republicanismo hispanoamericano), ver Pagden, Anthony 1990, p. 3, 6,12, y Castro Leiva, Luis: “Memorial de la modernidad: lenguajes de la razón e invención del individuo”, en De los imperios a las naciones, : Iberoamérica. Zaragoza, Ibercaja, 1994, p.154, 165. 81 Ver Locke, John: Ensayo sobre el Gobierno Civil. México, FCE, 1941. 82 Entendida como la libertad del individuo de disponer de su vida y de sus bienes, con base en el imperativo moral a la benevolencia (como procuración del bien para sí mismo y para los demás, y prohibición de dañarse a sí y a los otros)
La otra tradición republicana que debo mencionar es la del humanismo cívico, según la cual en
ausencia de virtud cívica sencillamente no puede haber república, ni aun sostenida por un individuo
de virtud y sabiduría superior. La propuesta sobre la cual el Libertador va moldeando su diseño
político y constitucional se articula en función de dos premisas: si aquellos individuos son incapaces
de pactar, y al mismo tiempo carecen de virtud para erigir y mantener la república, entonces esa
hercúlea tarea será arrogada por uno solo, quien acomete la virtuosa labor de concentrar la condición
de vigilante de un pacto político que no podrá invocar la voluntad de aquellos individuos, pero que
deberá realizar el bien común (y los fines del “pacto”) en nombre de aquel cuerpo cívico aún amorfo.
Ante la resistencia de este último a recibir el bien, el sacrificio del ciudadano más virtuoso consistirá
en obligarlos a aceptarlo, incluso mediante un sumo poder que, en consecuencia, es benefactor.
Entre la multiplicidad de relatos en torno al concepto de republicanismo (en atención a la
diversidad de matices en torno a su interpretación y actualización histórica), referiré una definición
sobre el republicanismo, en su versión clásica, que lo categoriza como una teoría de la libertad
política que considera necesaria la participación de todo el cuerpo de ciudadanos en la deliberación
soberana sobre el bien común, a fin de asegurar la defensa de la libertad dentro de las fronteras
donde habita esa comunidad política. De ello se estructura el principio de gobierno propio, de
acuerdo con el cual aquello que afecta a todos debe ser decidido por todos.83
En cuanto al liberalismo, una aproximación a su definición gravita en torno a la necesidad de
establecer límites a la autoridad pública e incluso a la sociedad soberana respecto al ámbito privado
en el cual se despliega el disfrute de los derechos del individuo. Al respecto señala Ortega y Gasset:
Pero en esta pregunta (¿quién debe ejercer el poder público?, a la cual responde la democracia) no se habla de qué extensión debe tener el Poder público (...) El liberalismo, en cambio, responde a esta otra pregunta: ejerza quienquiera el Poder público, ¿cuáles deben ser los límites de éste? La respuesta suena así: el Poder público, ejérzalo un autócrata o el pueblo, no puede ser absoluto, sino que las personas tienen derechos previos a toda injerencia del Estado (...) (Así,) frente al Poder público, a la ley del Estado, el liberalismo significa un derecho privado, un privilegio.84
La comprensión de este problema es intelectualmente abordable a partir de la distinción que
Benjamin Constant estableció en 1819 entre la libertad de los antiguos y la libertad de los
modernos85, en parte por la significación que tuvo el pensamiento constantino en la América Hispánica
83 Ver Viroli, Mauricio: Republicanism. Nueva York, Ed. Hill and Wang, 2002, p.4. 84 Ortega y Gasset, José: “Ideas de los Castillos”, en Obras Completas. Madrid, Revista de Occidente, 1954, p.416-417. 85 Sobre el tema, el discurso presentado por Constant ante el Ateneo de París enfoca –como causa de los males en el intento francés de construir la república– la perversión política resultante del obligar a una república moderna “a gozar
decimonónica, especialmente en la unión colombiana. Específicamente, el análisis de las
concepciones trazadas por el Libertador en perspectiva comparada con las propuestas teóricas de
Constant tiene una pertinencia relevante a efectos del estudio de esta parte de la historia intelectual
hispanoamericana: con base en ciertos principios políticos y constitucionales de Constant, Bolívar en
efecto trató de moldear algunas instituciones constitucionales que juzgó necesarias, a fin de asegurar
la permanencia de la naciente república en el tiempo.
Republicanizar instituciones aristocráticas y monárquico-constitucionales con el objeto de
moderar (y asegurar) la república se constituye en el deber cívico de aquel primer ciudadano,
encarnado por sí mismo en la idea sobre su deber de consagrarse ética, política e intelectualmente a
hacer posible la república, todo lo cual, además, conducía a la concepción de dicho proyecto político
como emanación de un voluntarismo eminentemente personalista.
Este trabajo intenta mostrar el debate y conclusiones que he desarrollado en una investigación
mayor sobre las ideas políticas y constitucionales de Bolívar en el período mencionado, la cual aborda
simultáneamente la comprensión de la idea de república configurada por el Libertador, y la idea de
las instituciones constitucionales propuestas por el liberalismo de Constant que el Libertador buscó
versionar, a fin de dotar a la sociedad política de un principio de conservación y permanencia.
Si bien en el proyecto intelectual de Bolívar se contraponen las ideas antigua y moderna de
libertad, sin poder articular una combinación o arreglo feliz, estas perspectivas (republicana clásica y
liberal moderna) no logran ofrecerle un “modelo” de instituciones y de ejercicio del poder cónsono
con su proyecto virtuoso y su propósito de, al menos, hacerlo pervivir en el tiempo. El manejo que
hace el Libertador de este laberinto finalmente confluye en lo que identifico como una tercera forma
de pensar la república: esa idea de república desarrollada por Bolívar (obviamente no con intenciones
de sentar teoría política, sino como efecto de una concepción que se moldea ante la complejidad de
las circunstancias), en la cual la existencia se sobrepone al modo de existir, y en la cual, en aras de
preservar la república, finalmente se cancela lo que para antiguos y modernos era su valor sustantivo:
la libertad.
del bien que no quería” y disputarle aquel bien que efectivamente deseaba: “(...) entre los antiguos el individuo, soberano casi habitualmente en los negocios públicos, era esclavo en todas sus relaciones privadas. Como ciudadano decidía de la paz y de la guerra; como particular estaba limitado, observado y reprimido en todos sus movimientos (...) Entre los modernos al contrario, el individuo, independiente en su vida privada, no es soberano más que en apariencia aun en los Estados más libres: su soberanía está restringida y casi siempre suspensa: y si en algunas épocas fijas, pero raras, llega a ejercer esa soberanía, lo hace rodeado de mil trabas y precauciones, y nunca sino para abdicar de ella. (...) (Los modernos) no podemos gozar de la libertad de los antiguos, la cual se componía de la participación activa y constante del poder colectivo. Nuestra libertad debe componerse del goce pacífico y de la independencia privada”. (Constant, De la libertad de los antiguos comparada con la de los modernos. Madrid, Tecnos, 1988, pp.65, 68-69, 75)
1.- República sin vivere libero
Para antiguos y modernos, il vivere libero (es decir, una forma libre de vida) fundamenta el
sentido de la asociación política en la tradición republicana. En el republicanismo clásico, ese vivere
libero se centra en la concepción de libertad política, que necesariamente se conjuga con la idea de
grandeza, a su vez verificable en presencia de la perfecta paz, a efectos de hacer posible el
florecimiento de esa comunidad política. La concordia (incluso concordia en la diversidad, como
admitieron los humanistas cívicos) es preservable a partir del amor por el bien común, lo cual centra
simultáneamente la noción de virtù. Para que il vivere libero pueda desplegarse, el poder político ha de
residir en el cuerpo de ciudadanos, admitiendo al mismo tiempo que esa comunidad política ha de ser
gobernada por leyes: en la necesaria coincidencia entre leyes y justicia se realiza la moderación de las
pasiones, la vigencia de la seguridad y lo que Pocock identifica como la buena vida del civile.86
En la concepción de la república moderna, la forma de vida libre sigue siendo la única
admisible por la asociación política, enfatizando, a diferencia del republicanismo clásico, la relevancia
de las formas civil e individual de realizar la libertad. En este sentido, Pettit, por ejemplo, argumenta
en torno a una idea de libertad entendida como ausencia de dominación arbitraria87. En la teorización
de Rawls, la libertad es el valor sustantivo para el despliegue de una sociedad concebida como
“empresa cooperativa para obtener ventajas mutuas”, caracterizada “tanto por un conflicto como por
una identidad de intereses”88
A pesar de los matices y aún ante la forma de libertad que es admisible para antiguos y
modernos, lo común a uno y otro contexto es el hecho de que la libertad es el valor característico en
ambas formas de sociedad. Si se suprime la libertad, la república (clásica o moderna) taxativamente
está perdida.
La república “a la manera de Bolívar” coincide con la república de los antiguos en los fines (es
decir, la idea de búsqueda del bien común) y también en la manera de concebir la virtud requerida
entre sus miembros: en esencia, el amor supremo por la república que dispone al ciudadano a
renunciar a sí mismo para consagrarse a esa comunidad moral constituida (ver lámina 1).
Pero si bien el valor sustantivo en la república de la tradición antigua y la moderna es la libertad
(la forma de libertad articulada por cada una de esas tradiciones), en la república a la manera de
Bolívar la comunidad política es una aspiración: está por crearse, por construirse, y en ese marco el
86 Ver Pocock, J.G.A.: The Machiavellian moment. Princeton, Princeton University Press, 1975, pp.39-41 87 Ver Pettit, Philip: Republicanism. Oxford, Oxford University Press, 1999, p.51ss. 88 Al respecto, expone Rawls que “hay una identidad de intereses puesto que la cooperación social hace posible para todos una vida mejor que la que pudiera tener cada uno si viviera únicamente de sus propios esfuerzos. Hay un conflicto de intereses puesto que las personas no son indiferentes respecto a cómo han de distribuirse los mayores beneficios producidos por su colaboración, ya que con el objeto de perseguir sus fines cada una de ellas prefiere una participación mayor que una menor” (Rawls, John: Teoría de la justicia. México, Fondo de Cultura Económica, 1993, p.20).
valor sustantivo pasa a ser la existencia de la república. Más que eclipsar il vivere libero frente a una
particular jerarquización de los valores sustantivos en esa república, resulta efectivamente cancelado,
como requisito respecto a la necesidad de asegurar la permanencia de la república.89
Es decir, no se trata sólo de un especial arreglo de valores en el cual aún se mantenga vigente
ese vivere libero, sino que expresamente se está frente a la neutralización del mismo a efectos de
aspirar a hacer posible la permanencia de la república. Por tanto, la libertad en este caso se concibe
opuesta a la existencia de la república, en tanto el voluntarismo político artífice de la creación de esta
última considera que dicha libertad amenaza con disolver la asociación política, sería el elemento de
dislocación. La aproximación a tal argumento es expuesta por el Libertador del siguiente modo:
Yo creo que la primera cualidad de las cosas es la existencia y que las demás son secundarias. Existamos, pues, aunque sea con nuestros defectos y dificultades, porque, al fin siempre es mejor ser que no ser.90
La existencia se sobrepone al modo de existir, reitera Bolívar en su discurso, llegando al punto en el
cual la preservación de la república está condicionada, en perspectiva del Libertador, por la
cancelación de lo que para antiguos y modernos era el sentido de la comunidad o sociedad política,
es decir, la libertad. Expuesto de ese modo, ¿cuál es el sentido de crear una “república” en la cual se
elimine el principio político de la libertad, en cualquiera de sus concepciones? Si bien para Bolívar la
respuesta sería que la libertad podrá desplegarse una vez que los hombres de la república endosen las
condiciones de virtud que los habilite para ser garantes de su propio orden y, por tanto, ser
guardianes de su propia libertad, ello revela que, en ausencia de cuerpo cívico en la república, el
poder soberano sólo podrá depositarse en uno: el más virtuoso. En esa tónica, Bolívar escribe a
Santander:
la existencia es el primer bien; y el segundo es el modo de existir (...) si seguimos en la perniciosa soltura en que nos hallamos, nos vamos a extinguir por nuestros propios esfuerzos en busca de una libertad indefinida 91
89 Una forma de abordar el problema sería aceptar que la libertad simplemente no es posible si no hay virtud en los ciudadanos (en cuyo caso lo imposible sería la conformación de la república y, por ende, el despliegue de la libertad). No obstante, Bobbio destaca que a lo largo de la historia nunca han existido comunidades de ciudadanos virtuosos, por lo cual la demanda de virtud en sentido clásico es fútil; por ello las sociedades políticas disponen de gobierno y son sometidas por las leyes: “Los Estados, repúblicas incluidas, existen para controlar a los ciudadanos viciosos, es decir, a la mayoría. Ningún Estado real se rige por la virtud de los ciudadanos, sino por una constitución, escrita o no, que establece reglas para su conducta, dando por supuesto que por lo general los ciudadanos no son virtuosos”. En Bobbio, Norberto y Viroli, Mauricio: Diálogo en torno a la república. Barcelona, Tusquets, 2002, p.14. 90 Carta de Bolívar a Santander (Ibarra, 23-12-1822), en: Carrera Damas, Germán: Simón Bolívar Fundamental. Caracas, Monte Ávila, 1992, p.232-234. 91 Carta de Bolívar a Santander (Cuzco, 28-6-1825), en Carrera Damas, Simón Bolívar Fundamental, op.cit, p.349. El destacado es mío.
Como ya hemos mencionado, entre los lenguajes del republicanismo hispanoamericano destaca
el neoaristotélico, junto con el lenguaje del humanismo cívico y el de la sociedad comercial, tal como
fue establecido por Luis Castro Leiva entre sus cardinales aportes al estudio de la historia intelectual
y en especial del republicanismo92. En esa línea, la resonancia del pensamiento aristotélico en Bolívar
se refleja en la idea de que, en ausencia de virtud del cuerpo cívico y de su capacidad para percibir el
efecto benefactor de disponer de buenas leyes, el bien de la asociación política sólo podrá generarse a
partir de la arrogación del poder por parte del individuo más virtuoso: en el supuesto de que el
mérito de todos sea inferior al del aspirante al gobierno absoluto, en cuyo caso la justicia consistirá en
elevar al más virtuoso al poder supremo, en el sometimiento de la ciudad a la obediencia a ese
individuo, y en el hecho de que dicha sociedad reconozca en ese hombre un poder necesariamente
perpetuo.93
A pesar de sus no pocas semejanzas con el orden absolutista, esa creación política de Bolívar
sigue siendo una república, en atención a dos elementos. Por una parte, la exigencia ética que
temporalmente impone al ciudadano. Por otro lado, el fin último que persigue: por encima del bien
común de sus miembros (el goce de la libertad) está el bien supremo inherente a la república: su
propia conservación. En ese sentido, Bolívar versiona la concepción republicana en torno al bien
común, el cual era el fin supremo de tal construcción política.
Para el Libertador, entonces, existe un bien que se sobrepone a ese bien común anteriormente
tenido como supremo. Y dado que ese nuevo bien se vincula con la existencia y permanencia de la
república, es perceptible una racionalidad política en Bolívar análoga a las concepciones expuestas
por Maquiavelo en El príncipe: siendo el fin máximo de la política la conservación del Estado, la
preservación en el poder por parte del gobernante es necesaria, con base en esa misma razón de
Estado, a efectos de asegurar que ese personalismo político realice el logro de tal conservación.94
Pero si apelamos nuevamente a la teoría de Maquiavelo, el filósofo florentino parece descartar,
en atención a la historia política, que sea posible una construcción política tal como la república en
suspenso, en la cual el goce futuro de la república (de la forma libre de vida) pasa por la supresión
presente de la misma, en tanto la virtud de uno solo realiza el efecto benefactor de implantar virtud
92 Castro Leiva teoriza que España trajo a las Indias Occidentales una tradición escolástica que había confeccionado –a su medida– su propio Aristóteles, su propia escolástica. Ver Castro Leiva, Luis: “Memorial de la modernidad: lenguajes de la razón e invención del individuo”, en Annino, A. Castro Leiva L. y Guerra, F-X: De los imperios a las naciones, op. cit., 1994, p.154, 165. Sobre el lenguaje del humanismo cívico, define Castro Leiva que éste se estructura alrededor de la idea de que sólo es posible vivir de un modo pleno la vida civil bajo un gobierno republicano. Finalmente, el lenguaje de la sociedad comercial, que gira en torno a la idea de que, involuntariamente, la búsqueda de los intereses privados (la cual era para los humanistas la fuente de toda discordia pública) inadvertidamente genera el bien público. 93 Sobre el tema ver Aristóteles: La política, libro III, capítulos V, IX y X. 94 En torno a esta discusión, ver: Niccolo Machiaveli: El príncipe, capítulos I-III y VI-VII
en hombres díscolos, por medio del ejercicio de un poder supremo: si el pueblo está corrompido (lo
cual, de acuerdo con Maquiavelo, significa que es inepto para ser libre, tal como juzgaba el
Libertador respecto a la América Española), la forma política adecuada para gobernar esa ciudad no
será la república, ni aún por efecto de la dominación (benéfica) de uno solo, dueño del poder
absoluto tras suprimir la forma de vida libre a la cual se aspira con la creación de la república.
Sentencia Maquiavelo:
(...) una ciudad en decadencia por corrupción de su materia, si vuelve a levantarse es por virtud de un hombre vivo, y no por la virtud del universal que sostenga las buenas leyes, y tan pronto como él muere, se vuelve a los malos hábitos pasados (...) La causa es que no puede haber un hombre de vida lo suficientemente larga como para acostumbrar bien una ciudad por mucho tiempo mal acostumbrada. Y si hay alguno de larguísima vida, o dos seguidos, no lograrán disponerla de modo que cuando falten no caiga, como hemos dicho, en la ruina, si no la hacen renacer a costa de muchos peligros y mucha sangre.95
Sumarizando, en la distinción de tres especies de república (de los antiguos, de los modernos y
a la manera de Bolívar) es perceptible que siempre hay alguna condición ética que habilita a los
miembros de la asociación política a realizar los fines de la misma. En el caso de la república a la
manera del Libertador, la libertad no es posible a causa de la inconstitución ética de sus miembros, por
lo que el valor sustantivo de dicha especie –la existencia de la república y su permanencia lo largo del
tiempo– plantea la supresión de lo que en tradición republicana se concibió siempre como valor
sustantivo, es decir la libertad.96
2- República y republicanización del dominium despoticum
A mi entender, uno de los supuestos políticos de la república a la manera de Bolívar que no
sólo la distingue, sino que entra en mayor tensión con la idea de república antigua o moderna, es la
imposición del dominium despoticum. Utilizo aquí estas categorías propuestas por Ptolomeo De Luca,
en tanto sirven a efectos de enfatizar el problema. La categoría de dominium despoticum da cuenta de la
dominación violenta de uno solo para refrenar una naturaleza humana corrompida y mal dispuesta
que debe ser reducida a sus límites. A ella se contrapone la categoría de dominium politicum como
sujeción en el orden y gobierno de la sociedad, con base en la ley.
95 Niccolo Machiaveli, Discursos sobre la primera década de Tito Livio. Madrid, Alianza Editorial, 1513-1520/2000, libro I, capítulo XVII, pp.87-88. 96 El fenómeno es referido por Carrera Damas como “libertad con sordina”. Ver Carrera Damas, Germán: El culto a Bolívar. Caracas, Ed. de la Biblioteca, Universidad Central de Venezuela, 1973, p.59.
En la república a la Bolívar, el dominium despoticum ejercido por el ciudadano más virtuoso
apunta a la utilidad de someter y enseñar a hombres díscolos y viciosos a ser libres. De esa manera,
sólo cuando la libertad no amenace la conservación de la república, la libertad podrá ascender como
valor sustantivo de la sociedad política. Refiere el Libertador, según testimonia el Diario de
Bucaramanga:
Con los elementos morales que hay en el país; con nuestra educación, nuestros vicios y nuestras costumbres, sólo siendo un tirano, un déspota, podría gobernarse bien a Colombia; yo no lo soy y nunca lo seré (...) El escritor imparcial que escriba mi historia o la de Colombia, dirá que he sido Dictador, Jefe Supremo nombrado por los pueblos, pero no un tirano y un déspota 97
Esta última frase es categórica. La retórica de Bolívar introduce la republicanización de la
dominación despótica o tiránica. Si se apela a la tradición clásica, es perceptible, según el diálogo de
Platón Las Leyes, la identificación del tirano como aquel que domina por la fuerza sobre individuos que
no desean su gobierno. Bolívar, según el manejo que hace del discurso, despliega esa forma de
dominación pero por voluntad de los pueblos, con lo cual, en adición, logra legitimarse98. Ello
conduce al despliegue de la categoría de violencia justa, articulada por el Libertador. En esa tónica, la
dominación del gobernante es susceptible de ser impuesta por la fuerza, pero no por voluntad del
gobernante ni en atención a su interés particular, sino por mandato de una voluntad general (“Jefe
Supremo nombrado por los pueblos”) que encuentra en ello el único modo de realizar el bienestar de
una comunidad política incapaz de determinarse y conducirse a sí misma, como demandan los
principios republicanos.
Al margen de la elocuencia del prócer, es perceptible la siguiente paradoja: en la tradición
republicana, la sociedad instituye el dominium politicum para cancelar el dominium despoticum que cree
injusto, arbitrario e ilegítimo. Pero la república a la Bolívar propone más bien la reinstalación de ese
dominium despoticum, a efectos de procurar un bien que los receptores de esa dominación no son
capaces de darse a sí mismos.
Esta versión del dominium despoticum sería republicana al estar regida por el bien común y al ser
instituida “por mandato popular”. Encuentro alguna vinculación entre la concepción de Bolívar y
97 Bolívar, 3-5-1828, en Delacroix, Louis Perú Diario de Bucaramanga. Caracas, Comité Ejecutivo Bicentenario de Simón Bolívar, 1982, p.38. El destacado es mío. 98 Sobre el problema de la legitimidad, refiero la definición aportada por Graciela Soriano en su trabajo Venezuela 1810-1830: aspectos desatendidos de dos décadas: “La legitimidad es el supuesto que hace posible el reconocimiento y la aceptación del ejercicio del poder en cualquier sociedad. Se fundamenta en unos principios o concepciones acerca del origen del poder y sus formalidades de transmisión, históricamente variables, cuyo arraigo en las sociedades los ha llevado a constituir verdaderas ‘creencias’ en el sentido de Ortega” (Caracas, Fundación Manuel García-Pelayo, 2003, p.116).
cierta tradición política desarrollada en el tránsito histórico de la signoria a la república, tradición que a
su vez contradice los supuestos políticos republicanos en torno a la idea de legitimidad. A efectos de
la concepción articulada por Bolívar, es perceptible la impronta del pensamiento premoderno, el cual
sugiere que la legitimidad en la política depende en esencia de la confianza popular en la sabiduría y
virtud de aquellos “padres” que han de arrogarse el deber de gobernar por mandato divino o de la
naturaleza99. Por tanto, el más virtuoso lo es por disposición de un orden trascendente, con el objeto
de desplegar en el orden temporal una capacidad (la de generar un efecto benéfico a la ciudad) que
no es común a sus conciudadanos, pero es reconocible por ellos, lo cual los hace invocar esa forma
de dominación por la fuerza dirigida al bienestar común. Tal invocación popular legitima, en esa
perspectiva, tal forma de dominación.
El segundo supuesto se refiere al tipo de participación política o interés que se realiza en esa
república. Aquí hago uso de las categorías sobre vita activa o contemplativa articuladas por la tradición
republicana del humanismo cívico. Según Pocock, en la república clásica la vita activa supone el deber
cívico de participar en los asuntos públicos y en la defensa de la libertad del ciudadano y de la
república100. En esa línea, relata Constant sobre la república clásica, el ciudadano más oscuro era una
autoridad política como porción del cuerpo colectivo101. En la república moderna, el ciudadano
quiere ejercer un mínimo de vita activa (la cual, en general, tiende a querer delegar en sus
representantes legítimos) para garantizar el goce de la vita contemplativa, la cual remite a la realización
del disfrute privado102.
Para los antiguos la corrupción consiste en abdicar a la vita activa. Y en la república a la manera
de Bolívar esa abdicación, lejos de ser la degeneración del cuerpo de ciudadanos, paradójicamente se
transforma en deber cívico: ni siquiera la participación política de los más ilustrados deja de amenazar
la permanencia de la república, lo cual a su vez sugiere que la constitución ética del ciudadano
requerido rebasa el ámbito del despliegue de las luces. Sentencia el prócer:
(...) si no son los llaneros los que completan nuestro exterminio, serán los suaves filósofos de la legitimada Colombia (...) (enviados del cielo) para amontonar escombros de fábricas monstruosas y para edificar sobre una base gótica un edificio griego al borde de un cráter 103
99 Sobre el tema, ver Rahe, Paul: Republics ancient and modern. V.2, Chapel Hill/EE UU, University of North Carolina Press, 1994, p.251. 100 Pocock, The Machiavellian moment, op.cit. p.40-41. 101 Constant, De la libertad de los antiguos comparada con la de los modernos, op.cit; p.68. 102 Ello abre el compás para la representación política. Landino establece que si la forma más noble de vida es la contemplativa, el mejor Estado será aquella comunidad en la que el ciudadano se sienta seguro al colocar sus asuntos en manos de un guardián sabio, liberándose de tener que atenderlos por sí mismos (citado por Skinner, Quentin: Visions of politics: Renaissance virtues. Cambridge, Cambridge University Press, 2002, p.141). 103 Carta de Bolívar a Santander, San Carlos, 13-6-1821, en: Carrera Damas, Simón Bolívar Fundamental, op.cit, p.192.
Es la sabiduría política del más virtuoso la capaz de determinar las bases jurídico-políticas
necesarias para la construcción y permanencia de la república, lo cual indica la necesidad de asegurar
que las luces de la limitada élite política sean uniformes respecto a lo que Castro Leiva refiere como
la razón ilustrada del más virtuoso104. En caso de no poder o no querer estar perfectamente alineadas
a los designios de la sabiduría del más virtuoso, habrán de neutralizarse en beneficio de la república.
Por tanto, el deber de constituir ética y racionalmente a los miembros de la república habrá de
desplegarse sobre el pueblo bajo y también sobre aquellos ciudadanos dotados de una ilustración que
resulta peligrosa, respecto a las posibilidades de permanencia de la asociación política concebidas por
el Libertador.
Con relación a la soberanía, la concepción es análoga en las tres especies de república. Ello
evidentemente no es casual: la naturaleza de la república remite a que el poder político resida en los
ciudadanos. Entre los antiguos, el ser libre se expresaba en el ejercicio directo de esa soberanía. Los
modernos optan por un ejercicio indirecto de ella. A través de la teoría y práctica de la
representación, los individuos disponen del ocio político necesario para entregarse a sus intereses
privados y, aún así, seguir siendo los propietarios, los titulares legítimos de la soberanía.105
La república a la manera de Bolívar exige de hecho lo que para los antiguos sería la corrupción
del cuerpo cívico: enajenar la soberanía (en este caso, en manos del más virtuoso) Pero retóricamente
Bolívar reitera que el pueblo sigue siendo el soberano, y que los actos de poder supremo del
Libertador son sólo representación de la soberanía del cuerpo cívico. En esa línea, se retorna a la
tradición premoderna referida líneas atrás: el acto del soberano consiste en confiar la titularidad de la
soberanía en el gobernante en el cual reconoce tanto auctoritas como potestas, derivadas ambas de la
dignitas de aquel mandatario, entendida como “una cualidad que destaca a unas personas sobre el
resto, una superioridad que no se fundamenta originariamente sobre la ley ni sobre el privilegio, sino
en unas condiciones acreditadas por los éxitos de la acción”106. Es con base en el reconocimiento de
104 Castro Leiva señala: “Las repúblicas americanas fueron pensadas como cosas que podían hacerse, y en cuya fabricación se podía protagonizar la ‘gloria’”. Explica el filósofo que el advenimiento de las repúblicas (como la unión colombiana) se genera, desde el punto de vista de sus actores, fuera de la propia república, en tanto no es ella misma la que surge a partir de una voluntad fundada en los deseos y cálculos de sus asociados o miembros, sino que es la razón de sus promotores ilustrados (en este caso, casi autárquicamente Bolívar) la que ha de inducir dicha creación de manera artificial, artificiosa incluso. Ver: Castro Leiva, Luis: La Gran Colombia: una ilusión ilustrada. Caracas, Monte Ávila, 1984, p.22. 105 Sobre el tema, ver el trabajo de Noria, Omar: La teoría de la representación política del abate de Sieyès, Caracas, Ediciones de la Universidad Católica Andrés Bello y Universidad Simón Bolívar, 1999, 106 Ver García-Pelayo, Manuel: “Idea de política y otros escritos”, en Obras completas, tomo II. Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1991, p.1864. El autor puntualiza que la idea de auctoritas remite a la capacidad de ser auctor, que, a su vez, define a “aquel que tiene capacidad tanto para iniciar, promover y fundamentar decisiones, acciones y criterios de otros, como para aumentar, acrecer y confirmar las decisiones, acciones y juicios originados en los demás”.
la auctoritas de Bolívar que se legitima, en nombre del cuerpo cívico soberano, la enajenación de la
soberanía, diametralmente en contra de las prescripciones aportadas, en tiempos modernos, por el
republicanismo rousseauniano107.
La transmisión de la soberanía la “demuestra” discursivamente el Libertador, como acto
soberano del cuerpo cívico. Cuando Bolívar se arroga, como lo expongo en este trabajo, la suma
potestad en la llamada dictadura del año 1828, señala: “El Soberano quiso honrarme con el título de su
Ministro, y me autorizó, además, para que ejecutara sus mandamientos” 108. La autoría de tales
mandamientos retóricamente se atribuye a aquella ciudadanía supuestamente soberana, mas en la
práctica corresponde (debe corresponder, en función del bien público) a aquella razón ilustrada, única
apta para discernir sobre la bondad de las acciones que han de ser desplegadas en aquella república.
Respecto a la ley como límite de la autoridad pública, sobre todo a partir de la Roma
republicana se entiende que en el orden político el predominio debe recaer en la ley y no en los
hombres. Señala Bobbio que la libertad supone la preeminencia de la ley, no del individuo109, por
virtuoso que sea. En la república a la manera de Bolívar, la voluntad del ciudadano más virtuoso
necesita cancelar el orden jurídico-constitucional vigente y crear el propio, a fin de legitimar un poder
ilimitado que se pretende benéfico.
Con relación a la voluntad ciudadana que rige la república (voluntad general en el lenguaje de
los antiguos y opinión pública en el de los modernos), en la especie de república que configura
Bolívar se da lo que Castro Leiva teoriza como la recepción pasiva de una voluntad general que el
cuerpo cívico no contribuye a conformar, en tanto está dada en la razón ilustrada de uno solo, único
capaz de reconocer e imponer la salud pública.
Sobre la condición de la sociedad, la tradición republicana antigua y moderna se funda sobre la
idea de autogobierno, en el siguiente sentido: la sociedad se concibe constituida por individuos
conocedores de sus derechos y deberes políticos, capaces de ejercerlos y, por tanto, garantes de su
propio orden político. En cambio, la “sociedad” para la cual Bolívar pretende construir la república
es amorfa, díscola, y sólo puede instalar el orden a través del reinado de la virtud de uno solo. Tal
sociedad es referida por el Libertador como:
107 Rousseau establece que no siendo la soberanía más que el ejercicio de la voluntad general, nunca se puede enajenar; el soberano, siendo un cuerpo colectivo, sólo puede estar representado por sí mismo. Por tanto, el poder puede transmitirse, pero la soberanía no” (ver Rousseau, Du contrat social, op.cit, libro II, capítulo I, p.190) 108 Proclama que Bolívar dirige a los colombianos el 27 de agosto de 1828, en Daniel O’Leary, Memorias del General O’Leary. Caracas. Caracas, Ministerio de la Defensa, 1884/ 1981, volumen 26, p.368. 109 En Bobbio y Viroli, Diálogo en torno a la república, op.cit.
este caos asombroso de patriotas, godos, egoístas, blancos, pardos, venezolanos, cundinamarqueses, federalistas, centralistas, republicanos, aristócratas, buenos y malos, y toda la caterva de jerarquías en que se subdividen tan diferentes bandos 110
Lejos de ser el necesario cuerpo de individuos constituidos políticamente, la lectura de Bolívar
sobre esa sociedad la coloca en situación análoga ni siquiera al estado de naturaleza, sino al estado de
guerra: “La sociedad es una confusión, un abismo: es un conflicto singular de hombre a hombre, de
cuerpo a cuerpo” 111.
Finalmente, en la idea de los antiguos, la república es, como hemos señalado, inconstituible si
los ciudadanos son ineptos para il vivere libero, e imposible de mantener cuando sobreviene la
corrupción de los ciudadanos. En presencia de la degeneración del cuerpo cívico, la república se
pierde.
Entre los modernos, la sociedad funda su grandeza en el esplendor del comercio, al cual
Constant atribuye un efecto pacificador. A través de la racionalidad de la conveniencia, el individuo
identifica su interés particular en la permanencia de la república. En esos términos, la sociedad
política sólo puede extinguirse si es conquistada y sometida a leyes extranjeras.
A pesar de la estabilidad que teóricamente sería perceptible en la república de los modernos,
Bolívar tiende a no considerarla para el despliegue de su proyecto político. Y lo hace, a mi entender,
por dos razones. Primero, entre los modernos prevalece el paradigma individualista: los lazos sociales
se relajan, y la moral cívica no forma parte de los supuestos políticos de ese orden. Bolívar aspira a
crear una comunidad moral a la manera de los antiguos, donde el vínculo (afectivo) entre el ciudadano
y su república sea pleno, al punto de otorgar consistencia al edificio republicano. La segunda razón
gravita en torno a la imposibilidad de fundar una república con base en la tradición de la sociedad
comercial. Devastada por la guerra, Colombia no es una sociedad de propietarios, como confirma el
Libertador:
Tenemos dos millones y medio de habitantes derramados en un dilatado desierto. Una parte es salvaje, otra esclava, los más son enemigos entre sí y todos viciados por la superstición y el despotismo 112
110 Bolívar, carta a Antonio Nariño desde Barinas, 21-4-1821, en: Carrera Damas, Simón Bolívar Fundamental, op.cit, v.I, p.187 111 Bolívar, 1819, “Discurso ante el Congreso Constituyente de Angostura”, en Grases, Pedro (comp.): Pensamiento político de la emancipación venezolana. Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1988, p.228 112 Carta de Bolívar a Santander (Ibarra, 23-12-1822), en: Carrera Damas, Simón Bolívar Fundamental, op.cit,, p.232-234.
En la república a la manera de Bolívar, se parte de la premisa de que la “sociedad” no ha
degenerado en corrupta, porque siempre ha existido en el vicio, nunca fue virtuosa. Aún así, la
república puede ser creada y permanecer con arreglo al poder perpetuo de una dominación benéfica, que
la hace inextinguible. Por ende, se realizaría el valor sustantivo postulado por Bolívar: la república
permanece.
3- La antinomia de una combinación imposible
Quiero situar ahora la relevancia de los modos en que es perceptible la tensión entre las
perspectivas antigua y moderna de pensar la libertad. Y voy a partir de lo siguiente: el discurso que
eleva Benjamin Constant ante el Ateneo de París en 1819 no es una exquisita especulación filosófica.
Es el resultado de una tragedia real derivada de la pretensión del pensamiento republicano del siglo
XVIII de imponer principios y prácticas políticas que para los antiguos significaban libertad, pero
que para los modernos encarnan la insoportable sumisión y esclavitud del individuo respecto a la
comunidad política.
Como bien apunta Pasquale Pasquino, para gozar de la libertad de los antiguos es necesaria la
ausencia de un sentimiento de independencia individual113. Esa discusión es categórica en la Francia a
la cual se dirige Constant. La Francia que padeció lo que Francisco Javier Yanes denomina el
patriotismo bastardo, que se erige como “sofisma peligroso” “para cohonestar medidas”, que atenta
contra los derechos en nombre de “un bien público imaginario”114, y que finalmente fue expresivo
especial pero no exclusivamente en el Régimen del Terror, culminando con otro episodio anticívico:
el 18 de Brumario que inaugura los excesos bonapartistas. Tal debate es sustantivo en la América
Hispánica, en el padecimiento del proyecto ilustrado de unos pocos, portadores de la voluntad
política de construir repúblicas sobre principios liberales-modernos y republicanos-clásicos, es decir,
sobre la base de la antinomia.
En la unión colombiana (y en atención a las ideas de Bolívar) son confusamente simultáneas las
siguientes concepciones sobre los siguientes principios políticos:
La virtud, en el republicanismo clásico, remite a la disposición moral de renunciar a sí mismo
para darse a la república, sacrificio que deja de ser oneroso por efecto de la pasión “cívica” necesaria:
113 Pasquino, Pasquale: “Emmanuel Sieyès, Benjamin Constant et le ‘gouvernement des modernes’. Contribution a l’histoire du concept de répresentation politique”. París, Revue Française de Science Politique. Volumen 37, Número 2, 1987. 114 Yanes, Francisco Javier, Manual Político del Venezolano. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1839/1959, p.175-186.
el amor por la república115. La virtud conduce a realizar acciones excelentes por hábito involuntario,
sin que medie la razón, orientadas al logro de la utilidad pública. Para los modernos, lo sustantivo
está en alcanzar esa utilidad. No se exige que ello sea movido por una moral cívica rigurosa, sino
incluso puede darse a través de la mediación del interés egoísta116.
Para Colombia, Bolívar aspira una virtud a la manera de los antiguos, que conjugue tanto la
virilidad heroica del guerrero como también el amor benéfico por la república, los magistrados y las
leyes, requerido para que el orden pueda efectivamente emanar de la sociedad y no del poder. Ante
su lectura sobre la realidad, Bolívar reitera que en Colombia sólo es perceptible la virtud épica de los
hombres que participaron en la guerra, pero que la virtud necesaria para los tiempos de paz no se ve
instalada en ningún habitante. En suma, la única moral íntegra posible es la que procede de él como
proveedor de virtud suprema. Sobre aquella virtud inacabada, dice el prócer:
la mayor parte de (los hombres de armas) no tienen otro mérito personal sino es aquel valor brutal y enteramente material que ha sido tan útil a la República, pero que en el día, con la paz, resulta un obstáculo al orden y a la tranquilidad. Pero fue un mal necesario 117
Para los clásicos, la república es una comunidad moral. El hombre no existe excepto a través de
su condición ciudadana, y está sometido a la soberanía sin límites que esa comunidad ejerce sobre él.
El liberalismo concibe la república como una sociedad política de hombres libres, en la cual, como
observa Constant, una parte de la vida humana “es, por naturaleza, individual e independiente y
queda al margen de toda competencia social (...) Si la sociedad franquea esa línea, se hace tan
culpable como el déspota cuyo único título es la espada exterminadora”118. La concepción de Bolívar
apunta hacia la complicada paradoja de evocar la comunidad moral de los antiguos pero con la
directriz de la virtud de un solo sujeto político, es decir él.
La idea de pacto del republicanismo clásico es expuesta por Rousseau como “la enajenación
total de cada asociado con todos sus derechos realizada a favor del común”; “lo que el hombre
115 Sobre este punto profundiza Luís Castro Leiva, “Las suertes de la virtud en la república”, en Sed buenos ciudadanos. Caracas, Alfadil Ediciones y IUSI Santa Rosa de Lima, 1999, pp.36-41, 50-56. 116 Botana remite a la influencia en este pensamiento de las ideas expuestas por Adam Smith en La riqueza de las naciones. Apunta Botana: “No es la benevolencia del hombre la que genera el bien, sino la consideración de su propio interés. No es invocable el sentimiento humanitario sino el egoísmo; no hablamos de necesidades comunes, sino de ventajas particulares”. (Botana, La tradición republicana, op.cit, p.55) Sobre la reconfiguración de la ética en la construcción política moderna desarrollada por Smith, ver el análisis de Capriles, Colette: La figura del espectador imparcial en la Teoría de los Sentimientos Morales de Adam Smith. Caracas, 2000 (Biblioteca de la Universidad Simón Bolívar), mimeo. 117 Bolívar, 9-5-1828, en Perú Delacroix, Diario de Bucaramanga, op.cit, p.63. 118 Constant, Benjamín: Principios de política. Madrid, Aguilar, 1815/1970, p.9.
pierde es su libertad natural”; lo que obtiene a cambio, una “mejor forma” de libertad, bajo la
supremacía de la voluntad general, de la que forma parte indivisible119.
La idea de pacto de los modernos corresponde al argumento desarrollado por John Locke: el
hombre no enajena su libertad natural; sólo renuncia a parte de ella a fin de crear el estado civil que
mejora el estado de naturaleza, y disfrutar pacíficamente de su vida, propiedad y libertad civil120. Esa
libertad es, para Constant, “el triunfo de la individualidad sobre la autoridad y sobre las masas que
reclaman el derecho de esclavizar la minoría a la mayoría”121.
A pesar de la resonancia sustantiva de Rousseau en Bolívar, el Libertador confiesa el valor de la
libertad civil de los modernos. Lo hace ante el constituyente de Angostura: “la libertad civil, la más
preciosa, la más justa, la más necesaria, en una palabra, la única libertad, pues sin ella las demás son
nulas”122. Y ante el constituyente de Bolivia (cito): “La libertad civil es la verdadera libertad; las demás
son nominales, o de poca influencia con respecto a los ciudadanos”123.
En la práctica, una de las más laberínticas preocupaciones del Libertador es la supuesta
incapacidad de aquellos hombres para identificar el bien, como revela el siguiente pasaje discursivo
de Bolívar. Dice:
A pesar de que Sucre y Salom son los dos mejores hombres del mundo, no dejan de tener enemigos en Quito, porque estos indios son más malos que todos los demás, y los blancos peores que los caraqueños, lo que no es poco decir 124
Si los “ciudadanos” no conocen su interés (en este caso, el ser guiados por “los dos mejores
hombres del mundo”), pues no tienen capacidad de pactar: no sabrían a qué renunciar, qué ventaja
obtener de ello, y menos cómo reverenciar el pacto. De modo que la república no se constituye con
base en una voluntad contractualista de todos. Es impuesta y conservada por uno... la libertad
política se suprime porque dislocaría esa creación política, que además, Bolívar quiere, necesita
mostrar como efecto del pacto supuestamente instituido por el pueblo. Avanza en este intento a
través de la retórica.
119 Rousseau, Du contrat social, op.cit. Libro I, cap. VI y VIII. 120 Ver Locke, Ensayo sobre el Gobierno Civil, op.cit, pp.53ss. 121 Citado por Rey, Juan Carlos: Liberalismo y democracia, por Benjamin Constant. Caracas, Cuadernos del Instituto de Estudios Políticos, Universidad Central de Venezuela, 1963, p.25. 122 Bolívar, 1819, en Grases, Pensamiento político de la emancipación venezolana, op.cit, p.230. 123 Bolívar, 1826, “Mensaje al Congreso de Bolivia al ofrecer su proyecto de Constitución”, en Grases, Pensamiento político de la emancipación venezolana., op.cit, p.369. 124 Carta de Bolívar a Santander, Guayaquil, 30-5-1823, en Carrera Damas, Simón Bolívar Fundamental, op.cit, v.I, p.246
Y sobre la voluntad general republicana clásica, Rousseau enfatiza su condición de indivisible,
inalienable, única conductora de las fuerzas del Estado. Entre los modernos no existe idea de
voluntad general, sino de pluralidad de la voluntad en el cuerpo cívico. El Estado adquiere
coherencia a través de la constitución, para articular una forma de voluntad unitaria de esa sociedad
política, en términos jurídico-políticos. En su mirada sobre Colombia, Bolívar constata que lo más
cercano a la voluntad general es el caos:
(en América) la libertad (es) anarquía; y la vida un tormento (...) Los tumultos populares, los alzamientos de la fuerza armada, nos obligarán al fin á detestar los mismos principios constitutivos de la vida política 125
Por tanto, el deber del republicano más virtuoso es encarnar el discurso de la voluntad general,
por el bien común. Castro Leiva teoriza en este sentido que “toda voluntad particular (de la razón
ilustrada) puede pretender, con o sin fundamento, representar una voluntad general”126.
4- Entre republicanismo y liberalismo: elementos de oscilación política
Con la cuarta y última lámina quiero destacar los modos en que la propuesta constitucional de
Bolívar gravita entre principios republicanos y liberales conflictivos entre sí.
Con el Poder Moral que propone Bolívar en 1819 la pretensión política apunta a
constitucionalizar la regulación pública sobre lo privado. Si su objeto es “construir a hombres
pervertidos por las ilusiones del error y por incentivos nocivos”127, forzosamente debe penetrar aquel
ámbito que para los modernos es sagrado y se reserva a la independencia moral del individuo, sobre
la cual la comunidad política no debe tener jurisdicción. Pero Bolívar lo justifica:
Yo tengo muy poca confianza en la moral de nuestros conciudadanos, ya que sin moral republicana no puede haber gobierno libre. (...)si Vd. quiere República de Colombia, es preciso que quiera también que haya virtud política. (...) Si hay alguna violencia justa, es aquella que se emplea en hacer a los hombres buenos y, por consiguiente, felices 128
125 En: “Una mirada sobre la América Española”, en Blanco, José Félix y Azpúrua, Ramón: Documentos para la historia de la vida pública del Libertador. Caracas, Presidencia de la República, 1875/1978, v.13, p.496-497. 126 Castro Leiva, La Gran Colombia: una ilusión ilustrada, op.cit, p.26-27. 127 Bolívar, 1819, en Grases, Pensamiento político de la emancipación venezolana, op.cit, p.53. 128 Carta a Guillermo White (26-5-1820), en Grases, Pensamiento político de la emancipación venezolana, op.cit, p. 235.
Bolívar pretende cultivar la moral a través de los guardianes de las costumbres, y “dirigir la
opinión moral de toda la república”129. Esta institución apoyaría el propósito de hacer la república
“una e indivisible”, que reclama uniformidad en las opiniones, intereses y sentimientos de sus
ciudadanos. Para los modernos esta propuesta aplasta la diversidad que fundamenta a la libertad
como valor sustantivo en la política. Pero si se respeta ese principio de libertad, las ideas de los
modernos no le ofrecen a Bolívar una opción para instalar virtud en hombres viciados por el error.
En la práctica sobreviene el desencanto del héroe: la sociedad se resiste al bien que Bolívar se
esfuerza en procurarle.
En el diseño constitucional de Benjamin Constant, el senado hereditario es el poder
representativo de la continuidad y un cuerpo intermedio que tiene sentido en la monarquía
constitucional: hace que el rey no gobierne con la espada en la mano, ya que existe una clase
interesada en defenderlo.
El senado hereditario que formula Bolívar en Angostura perfila la moderación tanto de la
democracia como de la autoridad pública. En esa tónica sería un cuerpo neutro, como el planteado
por Constant. Pero, a la par de retribuir con el fasto la virtud viril de los generales de la república que
lo integrarían, el ascendiente de Bolívar sobre estos senadores transforma la función política de este
poder en la legitimación de una autoridad ilimitada.
Las dos instituciones constitucionales en las que se observa mayor preeminencia de un
principio liberal coherente, son la presidencia vitalicia y el poder electoral que el Libertador desarrolla
en la constitución de Bolivia. El Poder Neutral de Constant otorga una esfera de seguridad para el
despliegue pacífico del disenso propio de una sociedad liberal. Bolívar lo versiona en la presidencia
vitalicia, como poder ejecutivo que no ejecuta nada porque es pasivo y carece de atribuciones, pero
que encarna la simbolización de la estabilidad y permanencia de la república.
En el segundo caso, Constant diseña el Poder Municipal para moderar la relativa indiferencia
del ciudadano individualista respecto a su república. Al separar las autoridades locales del Poder
Ejecutivo y constituirlas en un nuevo poder, se otorga importancia política a las localidades, fuente
generadora del orgullo cívico más próximo, a partir del cual es posible construir lo que Constant
denomina un patriotismo pacífico y perdurable. Esta ventaja conduce a Bolívar a versionar ese Poder
Municipal en el Poder Electoral boliviano, de manera de moderar el republicanismo hasta entonces
obstinado en la organización centralista, y configurar lo que el Libertador expone como “un nuevo
129 Artículo 1 de la Cámara Moral.
género de federalismo”, como vía para realizar ese “patriotismo pacífico y perdurable”, y finalmente
derivar en la permanencia de la república.
Por último, la constitución para Bolívar representa la posibilidad de textualizar, como dice
Castro Leiva, la existencia de la república y las prácticas republicanas que virtuosamente deben
ejecutar sus miembros. Es decir, eternizar, a través del texto constitucional, la imposición de un
proyecto político que surge de la voluntad de uno o unos pocos. Aquí hay una intención normativa
que rebasa el ámbito de lo jurídico-político y se extiende hacia el ámbito de la moral. En perspectiva
liberal, la constitución no aspira a tanto, sólo a otorgar garantías y seguridad en el goce de la libertad
civil. Ahora bien, Bolívar percibe las constituciones colombianas, especialmente la de Cúcuta, como
la creación de “estos hombres alucinados por su propio interés”130, que le atan las manos en su
propósito de realizar la utilidad pública suprema. Por tanto, el voluntarismo benefactor del ciudadano
más virtuoso necesita la abolición del orden constitucional vigente para instituir uno propio, que
legitime su poder omnímodo salvador de la república. Como ocurre con la suma potestad que se
arroga en 1828, lo hace “por mandato del pueblo” y por el bien común.
La escolástica tiene resonancia en Bolívar. En palabras de Tomás de Aquino, la prudencia de
ese extraordinario individuo dotado de la razón correcta consiste en hacer las cosas que deben ser
hechas. Pero el fracaso de este proyecto en la unión colombiana, que desembocó en la pérdida de la
república, revela la futilidad de esa tercera especie de república articulada por Bolívar: se sacrifica la
libertad en nombre de la nada, porque el orden político no logra mantenerse por la virtud suprema
del gobernante. Como dice Constant, en su crítica a la llamada dictadura impuesta por Bolívar en el
28, “si un pueblo no es lo bastante instruido como para ser libre, no será la tiranía la que le traerá la
libertad”131.
130 Carta de Bolívar a Santander, Rosario, 30-5-1820, en Cartas Santander-Bolívar, Bogotá, Presidencia de la República, 1988, v.2. 131 Constant, 1-1-1829, en Filippi, Alberto: “Legitimidad, instituciones jurídico-políticas y formas de gobierno en la polémica entre monárquicos y republicanos de Gran Colombia y de Francia (1828-1831)”, en Filippi, Alberto (ed.): Bolívar y Europa en las crónicas, el pensamiento político y la historiografía. Caracas, Presidencia de la República, 1988, vol. 1, p.315.
Los Gobernadores de Venezuela y su acceso al cargo
(1674-1700)
Ángel Sanz Tapia Profesor Titular de Historia de América
Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Valladolid (España)
Resumen: Entre 1674 y 1700 la Corona española adoptó el sistema del “beneficio” para efectuar los nombramientos de cargos políticos de Indias (gobernadores, corregidores y alcaldes mayores), que consistía en recibir de los aspirantes a funcionarios una cantidad de dinero como donativo para sufragar las graves y urgentes necesidades de la real Hacienda. Tal práctica afectó en el último cuarto del siglo XVII a las dos terceras partes de las provisiones para oficios políticos americanos, y supuso unos ingresos al Erario real superior a los 4 millones de pesos. Este artículo analiza, dentro del estudio general de toda la América española, los nombramientos de gobierno de los territorios venezolanos por designación regia en esa época, complementando el tema con las correspondientes referencias de los personajes que resultaron provistos. Palabras claves: Venezuela, colonial, gobierno, venta de cargos, beneficio. Abstracts: Between 1674 and 1700 the Spanish crown used to appoint the persons in charge of political offices in Latin America (governors, “corregidores” and “alcaldes mayores”) through the system known as “beneficio”. By virtue of the “beneficio” the applicants for the offices provided an amount of money as a gift, with which urgent financial needs were met. During the said period two thirds of those political offices in the Indies were appointed according to this system, in which way the Royal Treasury’s revenues reached more than 4 million “pesos”. This paper focuses on the royal appointed offices for Venezuela during the mentioned years and at the same time offers some references to the persons named for those offices. Key words: Venezuela, colonial, government, selling of offices, “beneficio”.
Dentro del tema general de la venta de oficios en Hispanoamérica, el nombramiento de
cargos políticos por dinero o por méritos entre 1670 y 1750 es objeto preferencial de nuestro estudio
en los últimos años. Diversos avances se han publicado en actas de Congresos y revistas
especializadas, así como dos informes generales, uno sobre el último cuarto del siglo XVII132 y otro
que estudia la primera mitad del XVIII133, además de trabajos sobre los provistos nativos de
132 Sanz Tapia, Ángel: “Provisión y beneficio de cargos políticos en Hispanoamérica (1674-1700)”, Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas, (Colonia, Alemania), nº 37, 2000, pp. 23-47, puesto al día como Cargos políticos beneficiados en Hispanoamérica bajo Carlos II en Gutiérrez Escudero, Antonio (Editor): Ciencia, Economía y Política en Hispanoamérica Colonial, Sevilla, EEHA, 2000, pp. 161-180. 133 Sanz Tapia, Ángel: “Aproximación al beneficio de cargos políticos americanos en la primera mitad del siglo XVIII”, Revista Complutense de Historia de América, (Madrid), nº 24, 1998, pp. 147-176.
determinadas regiones españolas134. El presente estudio analiza los oficios políticos del territorio
venezolano a fines del reinado de Carlos II, cuyas provisiones se obtuvieron por méritos, dinero u
otras fórmulas, incluyendo también los nombramientos habidos en Mérida con La Grita y
Maracaibo, gobernación que entonces pertenecía a la audiencia de Nueva Granada, y así mismo
Trinidad con Guayana.
Introducción
Previamente es preciso definir algunos conceptos del marco referencial de oficios y
protagonistas. Los cargos analizados son solamente los gobiernos porque el ámbito venezolano no
contaba entonces con ningún otro tipo de oficio político con jurisdicción, es decir, carecía de
corregidores, alcaldes mayores y presidentes de audiencia. Se excluyen también las magistraturas
audienciales (sólo con función judicial) y los oficiales reales de Hacienda (con tareas fiscales y sin
competencia de justicia)135. Tampoco constan aquí los nombramientos hechos por virreyes u otras
autoridades indianas, sino nada más las provisiones por designación real, es decir, efectuadas por la
Cámara de Indias con la aprobación del monarca, y durante la etapa de 1674 a 1700, que fue todo el
tiempo de la venta de estos cargos bajo los Austrias, ya que la práctica comenzó en ese primer año
1674.
En términos jurídicos la negociación por dinero de un nombramiento para un cargo que
llevaba anexo algún tipo de justicia no se denomina “venta” sino “beneficio”. Así pues, beneficio es la
provisión de un cargo que conlleva potestad judicial mediante la entrega de un dinero, donado o
prestado, a la real Hacienda, de modo que la transacción se justifica como un servicio económico
hecho al Rey136. Es radicalmente distinto de la venta porque estos oficios políticos no se otorgaban
en propiedad y eran temporales, de duración entre 3 y 8 años, según los casos. No obstante, con
cierta frecuencia los documentos contemporáneos utilizan de modo indiferenciado ambos términos,
134 Tales son: Sanz Tapia, Ángel: “Vascos en el beneficio de cargos americanos (1680-1700)”, en Euskal Herría y el Nuevo Mundo, Vitoria, 1996, pp. 115-133; “Aragoneses en cargos políticos americanos (1682-1698)”, en La Corona de Aragón y el Nuevo Mundo: Del Mediterráneo a las Indias, Zaragoza, 1998, pp. 665-684; “Canarios en cargos políticos americanos (1670-1700)”, en XIII Coloquio de Historia Canario Americana y VIII Congreso Internacional de Historia de América de la Asociación Española de Americanistas, Las Palmas, 2000, pp. 2558-2574 [edición en CD]; “Extremeños en cargos políticos americanos”, en Actas del IX Congreso Internacional de Hª de América (AEA), Mérida, 2002, tomo I, pp. 113-120, y finalmente: “Andaluces en cargos políticos hispanoamericanos (1674-1700)”, en Actas del X Congreso Internacional de Historia de América de la AEA., Sevilla, España, 2002. [En prensa]. 135 La venta de cargos de justicia está tratada por Burkholder, Mark A. y Chandler, D. S.: De la impotencia a la autoridad. La Corona española y las Audiencias en América (1687-1808), México, FCE, 1984; para los oficios fiscales hay datos en Sanz Tapia, Ángel: “La venta de oficios de Hacienda en la Audiencia de Quito (1650-1700)”, Revista de Indias, (Madrid), vol. LXIII, nº 229, 2003, pp. 633-648. 136 El concepto jurídico de “beneficio” en Muro Romero, Fernando: “El “beneficio” de oficios públicos con jurisdicción en Indias. Notas sobre sus orígenes”, Anuario de Estudios Americanos, (Sevilla), XXXV, 1978, pp. 1-67, y también en Yali Román, Alberto: “Sobre Alcaldías Mayores y Corregimientos”, Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas, (Colonia), nº 9, 1972, pp. 1-39.
beneficio y venta, incluyendo también los cargos de Justicia y Hacienda, porque en definitiva el
hecho cierto era adquirir un cargo público entregando un dinero a la Corona, aspecto idéntico para
ambas gestiones.
El sistema del beneficio en Hispanoamérica culminó el proceso de enajenación de cargos
estatales indianos iniciado por Felipe II con las ventas de oficios menores, continuado en el XVII
con los puestos de Hacienda y rematado con los cargos de gobierno y justicia negociados el último
cuarto del siglo. La cumbre se alcanzó en 1687, cuando las gravísimas necesidades estatales
justificaron el beneficio de 84 oficios indianos (recaudando 348.900 pesos), aunque ya 13 años antes
el propio Consejo de Indias venía utilizando esta práctica.
En efecto, el negocio afectó a los cargos habituales de provisión regia y también a los
designados tradicionalmente por las autoridades americanas porque en 1678 se quitó a virreyes y
presidentes audienciales la facultad de cubrir determinados corregimientos y alcaldías mayores. Y
aunque tal prohibición se derogó en 1680, la agobiante necesidad de dinero de la Corona obligó
enseguida al beneficio intensivo sobre los cargos de Indias, de tal modo que, buscando la máxima
rentabilidad, se negociaron también las plazas "futuras", es decir, los turnos subsiguientes, y así a
veces hubo cargos provistos sin posible ejercicio hasta pasados 15 años o más.
Así mismo, es cierto que hubo reiteradas denuncias de corrupción pero el interés económico
salió triunfante sobre todo a partir de 1685, cuando el marqués de los Vélez fue al tiempo presidente
de los Consejos de Indias y Hacienda, porque entonces también se negociaron otras mercedes como
Títulos de Nobleza, Hidalguías, Hábitos de Ordenes Militares e incluso Mayorazgos.
El proceso de beneficio de un cargo comenzaba por dirigir al Rey un memorial con la
petición y la oferta económica, que era recibido por el Consejo de Indias, cuya Cámara decidía la
demanda. Era habitual que el interesado contactara previamente con alguien influyente, en persona o
mediante un agente, que hacía de intermediario y valedor, gestionaba el asunto y percibía su comisión
particular. Aprobado el nombramiento, era preciso pagar en Tesorería real la cantidad acordada
como condición indispensable para recibir el título correspondiente.
Para esta investigación la documentación consultada consistió en diversas relaciones de
cargos provistos y beneficiados, localizadas en los Archivos Generales de Simancas (Valladolid,
España) y de Indias (Sevilla, España), junto a los títulos de nombramiento correspondientes a los
provistos, además de una amplia bibliografía, necesario de todo punto para completar y corroborar
las referencias anteriores y para identificar a los personajes en su origen geográfico y categoría
social137.
I.- Oficios provistos y oficios beneficiados:
Los siguientes datos actualizan nuestros trabajos publicados anteriormente. Englobando
presidencias audienciales, gobiernos, corregimientos y alcaldías mayores, el número de oficios
provistos desde el Consejo de Indias alcanzó la cifra de 243, con un total de 1.024 provisiones
realizadas contabilizando también las "futuras". El número de personas provistas fue de 875,
cantidad no coincidente con la cuantía anterior porque con frecuencia un mismo individuo obtuvo
dos o más nombramientos138.
También ciertos provistos pasaron el cargo a otras personas, normalmente con permiso de la
Corona explícito en el nombramiento, pero hubo situaciones de reventa a terceros, que por
prohibidas fueron castigadas al verse el fraude. No obstante, tampoco se ocuparon todas las
provisiones pues durante la larga espera, a veces años, hubo diversos fallecimientos y renuncias139, de
modo que se conocen 303 casos donde no se ejerció el oficio, que suponen el 30 % de los
nombramientos.
Del total de 1.024 provisiones, 222 fueron exclusivamente beneficiadas, es decir, obtenidas sólo
por entrega de dinero donado o prestado y sin ninguna referencia a los méritos o servicios del
solicitante; en cambio, otras 434 también se beneficiaron aunque hubo valoración conjunta de otros
servicios. En otros 298 casos se proveyó el oficio con el único criterio de los méritos y servicios del
interesado. Hubo asimismo 45 ocasiones en que el cargo se subrogó en un suplente expresado en el
título, y otros 16 nombramientos lo fueron como retribución por servicio extraordinario, debidamente
explícito. Finalmente, en 9 casos se ignora el modo de acceso a la provisión.
En porcentajes, las cuantías son:
- Provisiones sólo Beneficiadas: 21,7 %.
- Provisiones por Beneficio y Servicios: 42,4 %.
137 Documentos principales: En Archivo General de Simancas, Dirección General del Tesoro, Inventario 13, leg. 10, (en adelante AGS, DGT, In-13, leg. 10), Relación de los cargos beneficiados en Hispanoamérica...; Relación de las Presidencias, Gobiernos, Corregimientos y Alcaldías Mayores que ha provehido S.M. en los Reynos y Provincias del Perú..., y Relación de las Alcaldías Mayores, Corregimientos y otros cargos que por lo pasado han sido de la provisión de los virreyes de Nueva España; en Archivo General de Indias (Sevilla), Relación de los empleos existentes y beneficiados en Indias desde 1644 a 1745, Contaduría, 235. Todos los datos que siguen son de elaboración propia a partir de estos documentos. 138 Beneficiar dos o más cargos era habitualmente el modo de asegurarse el ejercicio pues alguno de ellos solía ser una futura de dudosa posesión. No obstante, hubo también quienes adquirieron varios cargos con el exclusivo fin de negociarlos, como sucedió sobre todo con el muy conocido agente Diego de Villatoro. 139 Se han localizado 74 casos en que el provisto murió sin tomar posesión, que suponen el 7,2 % de todas las provisiones. Además, en otras 228 ocasiones no se ocupó el cargo, por razones diversas, de las que en 105 casos fue anulación del nombramiento, ya en 1701, a raíz de un decreto de Felipe V.
- Provisiones por Servicios: 29,1 %
- Provisiones Subrogadas: 4,4 %
- Provisiones Compensadas: 1,6 %
- No consta: 0,9 %
Simplificando cifras, resulta un 64 % de cargos beneficiados, un 29 % conseguidos por
méritos personales (incluyendo compensados), un 4,5 % de subrogaciones, es decir, sustituciones
legales, y el 1 % escaso restante no localizado aún. En consecuencia, el 64 por ciento de los
nombramientos beneficiados frente al 29 % de los ameritados supone que 2 de cada de 3 cargos
políticos fueron concedidos por dinero, evidencia significativa del auge del sistema en el reinado de
Carlos II.
En cuanto a las cuantías del beneficio en las distintas audiencias americanas, he aquí su
número de provisiones junto a las beneficiadas y su porcentaje sobre el total anterior (cuadro 1):
Totales Con
beneficio
% ben.
CHARCAS 120 72 60
GUADALAJAR
A
57 42 73,7
GUATEMALA 96 60 62,5
LIMA 214 124 58
MANILA 6 3 50
MÉXICO 304 230 75,6
PANAMÁ 13 5 38,4
QUITO 66 45 68,1
BOGOTÁ 80 43 53,7
SANTIAGO
CHILE
19 9 47,3
SANTO
DOMINGO
49 23 46,9
Totales 1.024 666 65
El mayor porcentaje se alcanzó en México y Guadalajara (3/4 partes) seguidas de Quito,
todas tres superando la media del 65 %. Más de la mitad de las provisiones por beneficio tuvieron
Charcas, Guatemala, Lima y Bogotá, en tanto Manila alcanzó ese 50 por ciento, quedando por debajo
Santo Domingo y Santiago de Chile con menor proporción (en torno al 47 %), y finalmente Panamá,
con sólo un 38,4 %. Resulta destacable que la audiencia de Santo Domingo, donde se integraban las
principales gobernaciones venezolanas, tuviera más provisiones que otros distritos aunque menos
beneficiadas, explicable por las condiciones especiales de su ámbito jurisdiccional, como se expondrá
más adelante.
En la representación gráfica I se aprecian estas diferencias:
Provisiones por audiencias
120
57
96
214
6
304
13
6680
19
4972
4260
124
3
230
5
45 43
923
0
50
100
150
200
250
300
350
Cha
rcas
Gu
ada
laja
ra
Gu
ate
mala
Lim
a
Ma
nila
Mé
xic
o
Pa
na
má
Qu
ito
Bo
go
tá
Sa
ntia
go
Ch
ile
Sa
nto
Dom
ingo
Totales Beneficiadas
En el plano económico, los ingresos de la real Hacienda por los 666 nombramientos
beneficiados sumaron 4.011.543 pesos en total, aunque algunas cantidades sólo fueron donadas
parcialmente quedando el resto como préstamo; por lo general las cuantías más altas fueron
prestadas enteramente. No obstante, después del nombramiento legal ciertos oficios fueron
renegociados de modo extraoficial, fuera del control de la Hacienda, mediante cesiones y reventas
prohibidas.
II.- Cargos provistos en Venezuela:
A finales del siglo XVII los territorios venezolanos estaban incorporados mayoritariamente al
distrito de la audiencia de Santo Domingo, que englobaba entre 1674 y 1700 las gobernaciones de
Caracas, Cumaná e isla Margarita, además del gobierno conjunto de Mérida, La Grita y Maracaibo,
dependiente entonces de Santa Fe de Bogotá140. Incluimos aquí también Trinidad con Guayana,
asimismo entonces bajo la audiencia santafereña, como otros territorios que fueron parte de
Venezuela aunque ya en el XVIII, con el objetivo de ampliar la visión del tema en cuanto a la
provisión y venta de estos oficios. En total, dentro del ámbito de Venezuela analizaremos estos cinco
gobiernos, como únicos cargos de carácter político, pues no había todavía presidencia audiencial ni
140 Como una mínima referencia sobre los distritos audienciales: Malagón Barceló, Javier: El Distrito de la Audiencia de Santo Domingo, Santiago de los Caballeros, República Dominicana, 1977; Morón, Guillermo: Historia de Venezuela. Tomos II y III. La estructura provincial, Caracas, 1971, y Ortiz, Sergio Elías: Nuevo Reino de Granada. Real Audiencia y Presidentes, tomo 3 (1654-1719), vol. III - 3 de la Historia Extensa de Colombia, Bogotá, 1966.
tampoco se erigieron corregimientos ni alcaldías mayores, las otras dos fórmulas de gobierno local,
omnipresentes en los restantes territorios de las Indias españolas.
Los rasgos principales del gobernador de la época pueden sintetizarse así: Dentro de las
circunscripciones políticas, las gobernaciones tenían su autoridad propia y su individualidad. Cada
gobernador mantenía la independencia política aunque sometido al gobierno superior (virrey o
presidente audiencial), que no le privaba de ejercer sus funciones exclusivas, ni de relacionarse
directamente con España sin intermediar dichas autoridades, si bien éstas podían imponerle
actuaciones concretas en casos especiales.
Los gobernadores eran funcionarios con cargo temporal, por lo general cinco años, sueldo
fijo y poderes limitados, nombrados por el monarca entre los candidatos propuestos por la Cámara
de Indias. Hasta 1674 los nombramientos habían recaído generalmente en personas con servicios
militares o administrativos y rara vez en letrados o eclesiásticos, pero desde entonces el sistema del
beneficio dio entrada a gentes de muy diversa procedencia. Frente a la gran mayoría de peninsulares
ya desde entonces aumentaron los criollos en este puesto y en otros de ámbito más local.
Su función propia era el gobierno político, que comprendía fundar poblaciones, conceder
tierras y encomiendas, nombrar funcionarios subordinados, construir obras públicas, desarrollar
funciones de policía y resolver los variados problemas de la administración. Sin embargo, su
actividad era restringida por una prohibición tajante: hacer gastos sin autorización de España.
Intervenía en temas de comercio, precios y abastos, aunque también estos competían a los cabildos.
Los gobernadores entendían en materias de justicia y guerra pues tenían los cargos de justicia
mayor y capitán general. En Hacienda eran los oficiales reales quienes intervenían en exclusiva,
autorizando los gastos especiales y contando con el gobernador sólo para la junta semanal de
asesoramiento. En la ciudad el gobernador presidía el cabildo y confirmaba la validez de las
elecciones concejiles. En materia religiosa informaba sobre la creación de iglesias, conventos y
hospitales, cargos eclesiásticos vacantes, y cuidaba de la Iglesia y de la Inquisición.
Nombraba subalternos: era habitual un teniente general como sustituto por ausencia o
fallecimiento; tenientes de gobernador en poblaciones dependientes y administradores en las
reducciones y pueblos indígenas. Designaba alguaciles y escribanos y suplía interinamente la vacante
de los oficiales reales de Hacienda hasta la llegada del titular. Si el cargo de gobernador quedaba libre
le ocupaba el teniente de gobernador en tanto las autoridades indianas superiores (virrey o
presidente) designasen interino y mientras venía el nombrado por el rey, pero a veces los alcaldes
ordinarios desempeñaron esta suplencia.
Su actuación podía ser apelada ante la Audiencia del distrito, salvo en materias de gracia y
provisiones de oficios y encomiendas, cuyo tribunal podía darle órdenes, como también el virrey.
Finalmente estaba el juicio de residencia que rendía al acabar su mandato, aunque a fines del XVII se
demoraba en exceso y había muchos casos aún sin resolver141.
La provisión de los gobiernos venezolanos en España a partir de 1674 fue así:
- Caracas142: Asumía la capitanía general de la región, conocida entonces como Venezuela.
Contó desde 1675 con 7 provistos, de los cuales 4 fueron nombrados por beneficio y 1 por
subrogación. La alta cuantía recaudada (157.000 pesos) indica muy buena valoración y por ello
grandes posibilidades de compensación económica, con seguridad por vías extralegales como el
comercio ilícito, que era la acusación más frecuente en los juicios de residencia de gobernadores y
demás autoridades. El salario anual osciló entre 2.000 y 2.400 pesos.
- Cumaná143: También con capitanía general anexa. Desde 1677 tuvo un alto ingreso (43.500
pesos) por 5 ocasiones de nombramiento beneficiado, dato bien ilustrativo de gran estima entre sus
aspirantes por las buenas perspectivas de rescatar el dinero desembolsado. Según testimonios
frecuentes, el contrabando era la actividad más rentable de la gobernación, y no era extraño que las
mismas autoridades participaran en ella. Salario anual de 2.000 ducados.
- Isla Margarita144: Sólo título de gobernador. Nada más se han localizado tres casos de
provisión real del cargo, pues esta etapa fue muy conflictiva y casi constantemente tuvo que
intervenir la audiencia de Santo Domingo, con el consiguiente nombramiento de gobernadores
interinos. Salario anual de 1.500 ducados. Las tres provisiones se dieron por servicios.
- Mérida, La Grita y Maracaibo145: Peculiar caso de un gobierno formado por tres localidades
que además se hallaban muy distantes e incluidas en el distrito santafereño. Sus 7 provisiones fueron:
4 por servicios y 3 por beneficio, alcanzando éste los 24.000 pesos, lo que supone una media alta.
Salario al año de 2.000 ducados.
141 Sanz Tapia, Ángel: “El Gobierno de las Indias”, en La Formación de las Sociedades Iberoamericanas (1568-1700), tomo XXVII de la Historia de España Menéndez Pida, Madrid, Espasa Calpe, 1999, pp. 469-499. 142 Para el marco histórico vid. Morón: Historia de Venezuela, op. cit., Tomos II y III: [ 9 }, y también Vaccari San Miguel, Leticia: Sobre gobernadores y residencias en la provincia de Venezuela (siglos XVI, XVII y XVIII), Caracas, 1992. Los datos cuantitativos son elaboración del autor en todos los casos.
143 Morón: Historia de Venezuela, op. cit., Tomo II: [ 9 ]. 144 Morón: Historia de Venezuela, op. cit., Tomo II. [ 9 ], p. 40 y sgts. Martínez Mendoza, Jerónimo: “Gobernantes de la isla Margarita durante el periodo hispánico”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, (Caracas), nº 204, (1968), pp. 485-495. 145 Morón: Historia de Venezuela, op. cit., Tomo II: [ 9 ]. Martínez Mendoza, Jerónimo: “Los gobernadores españoles de la antigua provincia de Mérida y Maracaibo. Nómina y cronología”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, (Caracas), nº 163, (1958), pp. 370-373.
- Trinidad y Guayana146: Gobierno también dependiente de la audiencia de Santa Fe de
Bogotá, tuvo 8 designaciones a partir de 1675, si bien sólo 3 beneficiadas (con un total de 9.000
pesos) y las 5 restantes dadas por servicios. Salario anual de 3.000 ducados.
Fueron 5 gobiernos, que recibieron 30 nombramientos para otros tantos personajes
provistos, con un porcentaje que ligeramente inferior al 3 % de todas las provisiones. Por concepto
de beneficio la real Hacienda recabó 233.500 pesos, cuantía equivalente al 5,8 % del total general, que
ascendió a 4.011.543 pesos. Por el modo de acceso, las 30 provisiones se repartieron así:
- Méritos y servicios: 12, que hacen el 40 %.
- Sólo beneficio: 6, es decir, el 20 %.
- Servicios y beneficio conjuntos: 11, esto es, el 36,7 %.
- Por subrogación: 1, que supone el 3,3 %,
En resumen: 17 casos de beneficio frente a 12 por méritos más 1 subrogación suponen que
dos de cada tres cargos se otorgaron por dinero, coincidiendo así con la tónica general. Matizando
los porcentajes resulta una proporción ligeramente menor al promedio general de los 1.024
nombramientos, esto es, el 56,7 % frente al 65 % del total, es decir, hubo algunos casos más de
provisiones por méritos. La explicación podría estar en que las gobernaciones venezolanas requerían
personas de categoría sobre todo militar, capaces de defenderse de ataques extranjeros, corsarios o
piratas, tan frecuentes en el ámbito caribeño durante los últimos años. A este respecto es bien
expresivo que 25 de los 29 provistos (uno ejerció dos cargos) fueran militares, es decir, la casi
totalidad, pero conviene tener en cuenta que en ocasiones los nombramientos de gobierno más
necesarios o convenientes eran marginados en función del interés económico para la Hacienda
estatal, que en estos años sufrió un gravísimo déficit crónico.
El gráfico II expresa los diversos modos de nombramiento:
12
6
11
1
0
5
10
15
Ser. SyB Ben. Sub.
Modo de acceso
146 Morón: Historia de Venezuela, op. cit., Tomo II: [ 9 ]. Morales Padrón, Francisco: “Trinidad en el siglo XVII”, Anuario de Estudios Americanos, (Sevilla), XVII, (1960).
Sobre la recaudación destinada a la real Hacienda, la cantidad reunida por empleos solo
beneficiados alcanzó los 96.000 pesos mientras que el monto resultante de los cargos que reunieron
méritos y dinero fueron 137.500 pesos.
El cuadro 2 presenta el reparto de lugares y provisiones:
Pesos BEN SYB SER SBR TO
T
Caracas 157.000 2 4 0 1 7
Cumaná 43.500 3 2 0 0 5
Isla Margarita 0 0 0 3 0 3
Mérida, Grita y
Maracaibo
24.000 1 2 4 0 7
Trinidad y Guayana 9.000 0 3 5 0 8
Totales 233.500 6 11 12 1 30
El gobierno más valorado fue Caracas, que juntó 157.000 pesos, elevada cuantía, muy por
encima incluso de la propia presidencia de Santo Domingo (tan sólo 32.000), seguido a mucha
distancia por Cumaná. En ambos casos cabe sospechar que el desembolso efectuado se explicaba por
la esperanza de una fácil recuperación a través de ganancias no precisamente legales, es decir, por el
intenso y continuado contrabando existente en las dos zonas. Por otra parte, los 24.000 pesos de
beneficio abonados por Mérida y anexos también era una cuantía considerable, sobre todo porque se
consiguió en sólo tres nombramientos.
Distinto era el caso de Trinidad, cuyas necesidades defensivas es seguro que influyeron en las
cinco provisiones por méritos. Y muy similar sucedió con el gobierno de Margarita, cuyos 3
nombramientos sin aporte económico parecen reflejar la preocupación por un gobierno eficaz en
manos de personas capacitadas frente al riesgo derivado de conceder el cargo a gentes más
adineradas que competentes. Pese a ello, dos de los provistos fueron depuestos durante su ejercicio y
encarcelados bajo acusaciones varias, testimoniando el grave conflicto presente en la isla en esta
época.
En cuanto a la distribución de los nombramientos por años, la representación gráfica III
muestra ese reparto junto con las cantidades abonadas por el donativo “gracioso” hecho a la Corona:
Provisiones y pesos por años
0
1
2
3
4
1674
1676
1678
1680
1682
1684
1686
1688
1690
1692
1694
1696
1698
1700
0
10000
20000
30000
40000
50000
Prov. Pesos
La línea sigue unos parámetros similares a la distribución general de los 1.024
nombramientos: una tercera parte se hizo antes de 1686 y las otras dos después, coincidiendo esta
última etapa con el auge del sistema, cuyo desarrollo máximo sucedió a partir de entonces, merced al
interés del marqués de Los Vélez, Fernando Joaquín Fajardo, presidente del Consejo de Indias y
responsable también de la Hacienda estatal. Durante su mandato (1685-1693) se inició también la
aplicación del beneficio a los cargos estrictamente judiciales de Indias, es decir, las magistraturas
audienciales, de modo que ya no quedó plaza de funcionariado que no estuviera expuesta a una
negociación económica para su provisión.
En cuanto a las cantidades anuales recaudadas, destacan las altas cifras de 1675, 1677, 1682 y
sobre todo 1683 (con 44.000 pesos, la mayor cuantía), todos años previos al periodo de auge, hecho
que también coincide con las pautas generales, pues en este tiempo, aunque fueron menos los cargos
beneficiados, sin embargo los donativos eran crecidos porque la posibilidad de obtener buenas
rentabilidades del cargo resultaban muy atrayentes, hecho que fue decayendo paulatinamente según el
mercado se iba saturando y las “futuras” provisiones obligaban a una espera excesiva para tomar
posesión. Tal situación explica que los oficios dados los últimos años ofrecieran escaso dinero o
carecieran totalmente de beneficio, como ocurrió en 1699. Por el contrario, el fuerte desembolso
(37.500 pesos) correspondiente a 1690 encaja perfectamente en la dinámica de ese periodo.
III.- Notas sobre los provistos
Saber quiénes eran estos personajes, no solamente los beneficiados sino todos en general,
resulta muy importante en el plano histórico pues conformaban el cuadro completo de las
autoridades indianas a escala local y regional, nombrados directamente por la Corona española
durante el último cuarto del siglo XVII. Además, identificar este funcionariado supone un paso
adelante en el estudio del desarrollo del criollismo hispanoamericano por tratarse de la élite política
(presidentes, gobernadores, alcaldes mayores y corregidores) que dirigió la América hispana entre
1674 y 1700.
Así pues, los aspectos personales de los provistos, como oficio, fortuna, categoría, posición
social, parentesco, vinculaciones de grupo, etc. lo mismo que su origen peninsular o americano, lugar
de residencia o pervivencia en Indias son importantes referencias para el conocimiento de este grupo
y sus actividades en Indias. Obviamente, estas reflexiones son válidas y perfectamente aplicables a las
autoridades que ejercieron su mando en tierras venezolanas.
Sin embargo, identificar a los 875 protagonistas del estudio general no ha sido tarea fácil
porque sus datos personales rara vez figuran en las provisiones147, de modo que tal carencia de
información básica se ha suplido mediante extensas consultas bibliográficas y documentales.
Los provistos están localizados por su origen americano o español, si bien en ocasiones no es
posible precisar el lugar de nacimiento ni siquiera la región o la audiencia indiana. Hay todavía 152
personajes sin referencias más concretas, lo que supone un 14,8 %, pese a lo cual el porcentaje
restante resulta suficientemente válido y expresivo para efectuar ciertas deducciones sobre la
composición del grupo. De esos 152 provistos no bien localizados, 129 son españoles y 23 criollos,
de modo que tal identificación permite todavía una valoración sensible del resultado general148.
De los 875 provistos, la clasificación por lugar de nacimiento da por resultado 716 españoles
(peninsulares y canarios), cuantía que hace un 81,9 % del total general, y 159 criollos, que son el 18,1
% restante, por lo cual, en términos proporcionales, los españoles superan más de 4 veces el número
de los criollos.
En cuanto a la consecución del cargo, el cuadro 3 define las cuantías:
BEN SYB SER SUB COM DES Total Españoles 192 342 258 34 12 9 847 Criollos 29 93 40 11 4 0 177 Totales 221 435 298 45 16 9 1024
147 Las Relaciones habitualmente sólo indican el beneficio, servicios y fecha del título, omitiéndose otros aspectos importantes; los títulos incluyen a veces referencias del agente, fecha del decreto de concesión (anterior a la del título), duración, nombre del anterior titular y ciertas notas personales, generalmente muy difusas, acerca de su dedicación y calidad social, como grado militar, estudios, pertenencia a Orden militar, filiación con algún alto personaje, residencia o vecindad en España o en Indias, y poco más. 148 Para su localización se ha consultado gran número de fuentes bibliográficas y documentales: Principalmente las obras de Vignau, V. y F.R. De Uhagon: Índice de pruebas de los Caballeros ... de Santiago, Madrid, 1901, y Vignau, V. y F.R. De Uhagon: Índice...de los Caballeros de Calatrava, Alcántara y Montesa, Madrid, 1903, y Lohmann Villena, Guillermo: Los americanos en las Órdenes Nobiliarias, Madrid, 1947, 2 vols. junto a otras investigaciones relativas tanto a comunidades autónomas como a individuos particulares. Las referencias documentales remiten al AGIndias en diversas secciones, principalmente Contratación e Indiferente, y al AGSimancas, en DGT, Inv. 24. El Catálogo de Pasajeros a Indias apenas aporta información pues los funcionarios estudiados figuraban en la categoría de provistos y no tenían que especificar entonces su naturaleza.
Confrontando las categorías principales, los casos de beneficio suman en total 656 frente a
los 298 nombramientos por méritos. En porcentajes resultan:
- Españoles: 847 nombramientos repartidos así: Con beneficio un 63 %; por servicios el 30,5
%; subrogados el 3,9 %; compensados el 1,4 %; desconocidos, 1 %.
- Criollos: 177 provisiones del modo siguiente: Con beneficio un 69 %; por servicios un
22,6%; subrogados el 6,2 %, y compensados el 2,2 %.
Resulta evidente la práctica del sistema por una gran mayoría de provistos de ambos lados del
Atlántico, aún cuando la proporción sea mas alta en los criollos, pues de cuatro nombramientos, tres
lo fueron con dinero y sólo uno por méritos, en tanto que entre los peninsulares el porcentaje es más
bajo: de cada tres, dos serían beneficiados.
En cuanto a los provistos en las gobernaciones venezolanas, hubo 29 personas distintas para
ocupar 30 puestos, pues Gaspar Mateo de Acosta repitió mandato dentro del territorio aunque en
dos cargos diferentes (Cumaná y Mérida). Nacidos en España eran 26, y solamente había 3 naturales
de Indias.
a) Españoles:
Los 26 españoles tenían la siguiente procedencia regional: 8 vascos, 5 canarios, 5 andaluces, 3
madrileños, 1 castellano-leonés, 1 castellano-manchego, 1 navarro y 2 españoles sin ubicación
regional. Estaban destinados a ocupar 27 gobiernos, de los cuales 16 eran beneficiados y habían
supuesto un gasto de 233.500 pesos para sus titulares. Se habían valorado servicios exclusivos 9
veces, solamente beneficio otras 6, dinero y méritos conjuntos otras 11, además de 1 subrogación.
Acerca de su categoría social, los datos disponibles permiten incluir en este apartado, como
cargo más relevante, la presencia de 11 titulados con grado militar (cinco maestres de campo, cinco
capitanes y un coronel), de los cuales cinco habían desarrollado su carrera exclusiva o principalmente
en tierras americanas; 5 integrantes de la Armadas hispanas (un general, dos maestres de campo y dos
capitanes, repartidos así: tres en la Armada del Mar Océano, uno en la de Barlovento y otro en la
Carrera de Indias).
También estaban 3 funcionarios de real Hacienda (un juez contador de la Casa de la
Contratación sevillana, un contador de Cumaná y un tesorero de Cartagena de Indias), 2 funcionarios
políticos (un gobernador interino de la isla Margarita y un teniente de gobernador de Coro), 2
comerciantes andaluces, un procurador de Caracas, un noble de título (el marqués de Casal de los
Griegos) y otro provisto sin datos conocidos.
Hay pues una mayoría de provistos con dedicación específica a la milicia (diez y seis) aunque
en realidad 23 contaban con graduación militar, si bien siete de ellos se han incluido en otros grupos
sociales; el funcionariado ya con experiencia sumaba cinco integrantes; y los restantes grupos cuentan
con representantes minoritarios. También es importante destacar que once gobernadores electos eran
caballeros de Órdenes militares: siete de Santiago, tres de Calatrava y uno de la Orden portuguesa de
Avís.
Estos fueron los españoles nombrados. Pero ¿cuántos y quiénes llegaron a tomar posesión de
sus cargos? Se han localizado 19 casos de ejercicio, aunque no todos cumplieron el tiempo estipulado
pues hubo 2 fallecimientos durante el mandato, en un caso fue depuesto el titular por acusaciones
varias (principalmente practicar el contrabando), y en otro hubo renuncia al oficio por enfermedad
mental. El porcentaje de ocupación de estos gobiernos venezolanos alcanzó el 70,3 %, índice
coincidente con la media general de todo el estudio, establecida en el 70 %.
Los ocho nombramientos restantes no se ejercieron por razones varias: En tres ocasiones el
titular falleció antes de entrar al cargo; en dos renunció al mismo prefiriendo otro más idóneo; en
otros dos más se trataba de provisiones “futuras” (es decir, de no inmediata ocupación sino después
de uno o más titulares previos) que fueron anuladas en 1701 por Felipe V bajo el pretexto de haber
sido conseguidas por dinero, y el caso restante fue subrogado por su titular en otro suplente, que
ejercería en su propio nombre, es decir, fue reemplazado por este último con un nuevo título.
b) Criollos:
Los tres criollos tenían por lugar de nacimiento: Uno la isla Margarita, otro posiblemente
Maracaibo y el tercero Lima. El primero ocupó el gobierno de su patria chica, pese a estar
estrictamente prohibido que un funcionario estatal ejerciera en su lugar de origen, entre 1681 y 1683,
y obtuvo el cargo exclusivamente por servicios. El segundo, nativo maracucho, intentó idéntica
suerte que el antes citado pero no llegó a tomar posesión de Mérida con La Grita y Maracaibo al
haberse anulado el nombramiento por un real decreto de Felipe V de 1701, que pretendió poner
orden en la desaforada sucesión de futuras concedidas en los últimos años de su antecesor; también
fue nombramiento valorado por servicios. Y finalmente el criollo limeño ejerció en isla Margarita
entre 1677 y 1683, aunque de modo discontinuo porque fue retirado del cargo y luego repuesto, pese
a que lo había conseguido por sus servicios no pecuniarios.
Los tres protagonistas eran militares de carrera (un maestre de campo y dos capitanes, de
infantería y de caballos corazas) con diversas experiencias indianas en Trinidad, Guayana, Chile,
Nueva España y Filipinas, además del propio ámbito venezolano. En dos casos no terminaron su
tiempo de mandato al ser depuestos por enfrentamientos con otra autoridades del lugar, y el restante
no llegó a tomar posesión al haberse anulado la futura del cargo.
IV. Análisis de las provisiones y sus ocupantes
En breve síntesis he aquí la ocupación de las gobernaciones149:
Caracas: Los donativos por beneficio alcanzaron 157.000 pesos, cantidad muy elevada que
indicaba grandes posibilidades de recuperación, evidentemente por vías extralegales. Los
protagonistas nombrados por la Corona desde 1675 a 1700 fueron:
- Francisco de Alberro y Belzu: Elegido el 19-6-1675 por sus servicios y 28.000 pesos, el
título está fechado el siguiente 11 de agosto, y le señalaba un salario anual de 650.000 maravedíes.
Tomó posesión en 13-7-1677 y cumplió mandato en 1682. Había dejado sus anteriores cargos de
juez de la Casa de la Contratación y contador y veedor de Artillería para que la Cámara de Indias los
pudiera ofrecer en beneficio. Español de Fuenterrabía (Guipúzcoa), y caballero de Santiago en 1666.
Casado con María de Cangas150.
- Diego de Melo Maldonado: Su título en 6-2-1682 le supuso un desembolso de 32.000 pesos,
bien que la mitad fuera como préstamo. Gobernó entre 1682 y 1688. Murió en 1689 en el viaje de La
Guaira a La Habana para retornar a España. Era sevillano y caballero de Calatrava en 1682151.
- Diego Jiménez de Enciso y González: Mediante la gestión del agente Diego de Villatoro fue
titulado en 6-9-1683 previo el abono de 36.000 pesos (12.000 de donativo y 24.000 prestados).
Comenzó su gobierno en 19 de marzo de 1688 y ejerció hasta 1692, cuando fue depuesto,
sucediéndole interinamente Diego Bravo de Anaya (1692-93). Sevillano, tenía el título de marqués de
Casal de los Griegos (1628) y el hábito de caballero de Santiago desde 1674152.
- Esteban de Alfaro: También utilizó los servicios del agente Villatoro para su provisión
como gobernador (11-5-1690), por la que abonó 30.000 pesos (aunque en préstamo) y se valoraron
sus méritos. No obstante, no ejerció alegando enfermedad y así subrogó el cargo en el siguiente. Era
maestre de campo y natural de Álava, con muchos años de servicio en la Armada del Mar Océano y
la Carrera de Indias, maestre, dueño de navíos y prioste de la cofradía que organizaron los vascos en
Cádiz, intitulada del Santísimo Cristo de la Humildad y Paciencia 153.
149 Para referencias biográficas de estos personajes vid. como obra general el muy interesante Diccionario de Historia de Venezuela, patrocinado por la Fundación Polar, editado en Caracas, 1988, 3 tomos. 150 AGS, DGT, In-24, 170-396 e In-1º, 23-97. Fundación Polar: Diccionario, [ 18 }, t. I, pp. 86-87; Morón: Historia de Venezuela…: [ 9 ]; Llavador Mira, José: La gobernación de Venezuela en el siglo XVII, Caracas, 1969, p. 190; Vaccari: Sobre gobernadores...: [ 11 ], pp. 87-88. Vignau y Uhagón: Caballeros de Santiago: [ 17 ], p. 10. 151 AGS, DGT, In-1º, 25-156. Fundación Polar: Diccionario: [ 18 }, t. II, pp. 882-883; Morón: Historia de Venezuela: [ 9 ]; VACCARI: Sobre gobernadores: [ 11 ], pp. 88-89 y 195; Vignau y Uhagón: Caballeros de Calatrava: [ 17 ]. 152 AGI, Contaduría, 235, Relación. Fundación Polar: Diccionario: [ 18 }, t. II, p. 606; Morón: Historia de Venezuela: [ 9 ]; VACCARI: Sobre gobernadores: [ 11 ], pp. 89-90. 153 AGS, DGT, In-13, 10-34. Morón: Historia de Venezuela: [ 9 ]; Llavador: La gobernación de Venezuela...: [ 18 ], pp. 206-211; Garmendia Arruebarrena, José: Cádiz, los vascos y la Carrera de Indias, San Sebastián, 1990, p. 169.
- Francisco de [Aranaz} Berroterán: Nombrado en 7-4-1692 y con título en 9 de junio
siguiente, por subrogación de Alfaro. Se ignora si hubo gestión dineraria por medio aunque parece
lógico que así fuera pues la sustitución legal no evitaba sin embargo los posibles negocios de reventa
a espaldas de la real Hacienda. Inició el mandato el 23 de diciembre de 1693 y le concluyó en 1699.
Fue a Tierra Firme en 1684 por maestre de navío, y también era maestre de campo y caballero de
Santiago en 1692. Se hizo con el título de marqués del Valle de Santiago en 1703. Era natural de Irún,
en Guipúzcoa154.
- Nicolás Eugenio de Ponte y Hoyo: Nombramiento y título en 26-10-1692 y 28-11-1692.
Por sus servicios y 16.000 pesos fue elegido gobernador con el grado de maestre de campo, y ejerció
entre el 9 de abril de 1699 y 1704, cuando cesó por enfermedad mental y fue sustituido por los
alcaldes del cabildo caraqueño y luego otra vez por Berroterán. Tenía servicios anteriores en
Portobelo y Panamá, y era de origen canario, oriundo de Garachico (Tenerife), y caballero de
Calatrava en 1693155.
- Diego Crispín de la Retana Muñoz: Elegido el 20-12-1697 y titulado el 1-8-1698, con grado
de maestre de campo, por servicios y 15.000 pesos de beneficio. No obstante, la futura fue anulada
por el decreto de 1701, aunque se le compensó con el gobierno de Chucuito en 1702. Era
veinticuatro (regidor) del ayuntamiento de Sevilla y cargador de Indias. Sevillano y Caballero de
Santiago en 1698156.
Cumaná: Gobierno con 43.500 pesos de recaudación por beneficio en sus cinco provisiones,
igualmente indicativo de muy buena estimación para sus pretendientes merced a la rentabilidad del
abundante contrabando, en el cual intervenían las propias autoridades. Sus titulares fueron:
- Francisco de Vivero Galindo: Su título fechado en 9-5-1677 le costó la suma de 16.000
pesos, repartidos así: 6.000 de donativo, otros 6.000 de préstamo y los 4.000 restantes como
condonación de una deuda que con él tenía la Real Hacienda. Gobernó en dos tiempos: Primero
entre octubre de 1678 y diciembre de 1680, cuando fue suspendido y reemplazado temporalmente
por Juan de Padilla Guardiola como interino, y después entre abril de 1683 y agosto de 1686.
También benefició el gobierno del Tercio de la Armada de Barlovento en 4.000 pesos, aunque no lo
llegó a ejercer. Sirvió en el ejército de Extremadura y en las armadas del Mar Océano y de
154 AGS, DGT, In-13, 10-34, y AGI, Contratación, 5790, L.3, f.190v.-200v. Fundación Polar: Diccionario: [ 18 }, t. I, p. 352; Morón: Historia de Venezuela: [ 9 ]; VACCARI: Sobre gobernadores: [ 11 ], pp. 91-92; Llavador: La gobernación de Venezuela: [ 18 ], pp. 211-217. 155 AGS, DGT, In-13, 10-34. Fundación Polar: Diccionario: [ 18 }, t. 3, p. 216; Borges, Analola: “Presencia de "isleños" en el cargo de Gobernador y Capitán General de Venezuela (1699-1721)”, Anuario de Estudios Atlánticos, (Madrid-Las Palmas), nº 7, (1961), pp. 225-227; Vaccari: Sobre gobernadores: [ 11 ], pp. 118; Llavador: La gobernación de Venezuela...: [ 19 ], pp. 218-224.
156 AGS, DGT, In-24, 173-68. Morón: Historia de Venezuela: [ 9 ]; Llavador: La gobernación de Venezuela...: [ 18 ], p. 224.
Barlovento. General de esta última en julio de 1691, y anteriormente nombrado gobernador de la isla
Margarita. Era español, posiblemente sevillano, y pasó a su puesto con su mujer y criados. Casó con
María Francisca Gordón y Terreros157.
- Gaspar Mateo de Acosta: Obtuvo el título en 6-9-1683, gestionado por el agente de
negocios Diego de Villatoro y mediante el abono de 8.000 pesos (6.000 de donativo y 2.000
prestados). Su gobierno se extendió entre los años 1686 a 1693, con grado militar de maestre de
campo, avenido justificado servicios en Cuba, Santo Domingo y Cumaná. Era español, natural de
Santa Cruz de la Palma, en Tenerife, y murió en La Habana en 1706158.
- Juan de Vargas Cabrera: Asimismo con intervención de Villatoro, su título (29-1-1686)
supuso el gasto de 6.000 pesos (4.000 donados y el resto en préstamo), aunque no llegó a tomar
posesión por fallecimiento. Sus servicios militares se mencionan en Canarias y en Píritu. Era hijo de
Juan Cabrera de Vargas Machuca, abogado de los Reales Consejos, y natural de La Laguna, en
Tenerife (Canarias). Casó con las tinerfeñas Gracia Lercaro Justiniano y Margarita Ponce de León y
Scholl159.
- Gaspar del Hoyo Solórzano: El 9 de junio de 1688 obtuvo el título mediante abono de
6.000 pesos, y su mandato se desarrolló entre el 5 de diciembre de 1693 y 1696. Su grado militar era
capitán, había nacido en Garachico (Tenerife) y tenía la cruz de caballero de Calatrava desde 1690.
Casó con Jacinta Sotomayor Topete160.
- José Ramírez de Arellano: Con título de fecha 9-8-1690 por sus servicios y 7.500 pesos,
gobernó desde noviembre de 1696 a 1703, cuando falleció. Capitán, sargento mayor y regidor
perpetuo de Barquisimeto, actuó de procurador general de la provincia de Caracas. Era español,
oriundo de Villaescusa de Haro, provincia de Cuenca, en la región de La Mancha161. Luego fue
gobernador de Nueva Vizcaya, en la Nueva España, y murió siendo castellano de San Juan de Ulúa,
Veracruz en 1711. Isla Margarita: Nombramientos desde Madrid solamente fueron tres, pues la
agitada vida política de la isla y los enfrentamientos entre sus autoridades determinó que tuviera que
intervenir la audiencia de Santo Domingo para restablecer el orden. De entre los gobernadores
157 AGS, DGT, In-24, 170-105, y AGI, Indiferente, 121. Fundación Polar: Diccionario: [ 18 }, t. III, pp. 439-440 [por Rivero y Galindo}; Morón: Historia de Venezuela: [ 9 ], t. II, pp. 389-390. 158 AGI, Contaduría, 235, Relación. Fundación Polar: Diccionario: [ 18 }, t. I, pp. 26-27; Martínez Mendoza: “Gobernantes de isla Margarita”: [ 13 }, p. 377; Morón: Historia de Venezuela: [ 9 ], II, p. 391 y III, pp. 419-420. 159AGI, Contaduría, 235, Relación. Fernández, David W.: “Juan de Vargas y Cabrera”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, (Caracas), nº 264, (1983), pp. 1071-1074. 160 AGI, Contaduría, 235, Relación. Morón, Historia de Venezuela: [ 9 ], II, p. 392. Vignau y Uhagón: Caballeros de Calatrava: [ 17 ]. 161 AGI, Contaduría, 235, Relación, e Indiferente, 132. Fundación Polar: Diccionario: [ 18 }, t. III, pp. 292-293; Morón: Historia de Venezuela: [ 9 ], II, p. 392.
interinos designados temporalmente destaca Leoz y Echalaz que ocupó el cargo entre 1691 y 1699.
Las tres provisiones reales se otorgaron por méritos y servicios.
- Juan Muñoz de Gadea: Con título en 25-11-1676, obtenido por servicios, tomó posesión el
19 de junio de 1677. Sin embargo, por su enfrentamiento con Juan Fermín de Huidobro, encargado
de las defensas de la isla y futuro gobernador, en 1681 fue detenido y separado del cargo, aunque
retornó en 1683 pero por poco tiempo. Nuevamente encarcelado hasta 1698, en que se le hizo el
juicio de residencia. Con una amplia carrera militar: Ejército de Chile, teniente de corregidor en
Colchaguas, Nueva España, Campeche y Filipinas. Capitán de caballos corazas, era criollo y nacido
en Lima162.
- Juan Fermín de Huidobro: Titulado el 6 de abril de 1680 también por méritos y haberse
encargado de construir un castillo, tomó posesión el 17 de mayo de 1681 y ejerció hasta el 19 de
septiembre de 1683, en que fue destituido y acabó preso en Santo Domingo. Era maestre de campo,
criollo de la misma isla Margarita, con servicios militares en Trinidad y Guayana163.
- Diego de Suinaga y Orbea: Nombrado en 2-2-1698 y titulado en 3-7-1698, también por
servicios. Gobernó entre el 3 de marzo de 1699 y 1706, pues desde 1691 estuvo de interino Pedro de
Leoz y Echalaz. Era español, vasco, capitán, con servicios de 12 años en la Armada de Indias y
anteriormente contador de Real Hacienda de Cumaná164.
Mérida, La Grita y Maracaibo: Original ámbito gubernativo que englobaba tres localidades y
sus espacios respectivos bajo un único mando político, que en esta época se hallaba integrado en la
jurisdicción audiencial de Santa Fe de Bogotá. Contó con siete provisiones repartidas entre 4 por
servicios y 3 por beneficio, alcanzando éste los 24.000 pesos, que suponen una media alta. Salario al
año de 2.000 ducados. Sus titulares a partir de 1677 fueron:
- Antonio de Vergara Azcárate: Con la ayuda de Diego de Villatoro logró el título el 15 de
septiembre de 1677 por servicios y 10.000 pesos (4.000 donados y 6.000 prestados). Cumplió su
mandato entre 1681 y 1687. Era tesorero de la Casa de la Moneda de Santa Fe de Bogotá, y había
sido contador de Hacienda en Antioquia, gobernador interino de Cartagena en 1675 y alcalde y
162 AGS, DGT, In-24, 170-428 y AGI, Indiferente, 124. Fundación Polar: Diccionario: [ 18 }, t. II, pp. 1039-1040; Morón: Historia de Venezuela: [ 9 ], t. II, p. 40; Heredia Herrera, Antonia: “Las fortificaciones de la isla Margarita en los siglos XVI, XVII y XVII”, Anuario de Estudios Americanos, (Sevilla), XV, (1958). 163 AGS, DGT, In-1º, 27-175. Fundación Polar: Diccionario: [ 18 }, t. II, p. 157; Morón: Historia de Venezuela: [9], t. II, p. 41. 164 AGI, Contratación, 5459. Fundación Polar: Diccionario: [ 18 }, t. III, 654; Morón: Historia de Venezuela: [ 9 ], II, p. 41; Martínez Mendoza: “Gobernantes de … Margarita: [ 13 }, p. 491.
regidor de Bogotá. Bajo su mandato Maracaibo se convirtió en la capital de la gobernación. Maestre
de campo y caballero de Santiago en 1650, era oriundo de Cádiz165.
- José Cerdeño y Monzón: Nombrado el 30 de abril de 1686 y titulado el 18 de mayo
siguiente, fueron sus servicios la razón de su elección. Gobernó entre 1687 y 1694. Contaba entonces
con 28 años de servicios militares en Milán, Armada del Mar Océano, Cataluña, Cerdeña y Flandes.
Madrileño de origen, era maestre de campo y caballero de Santiago en 1680166.
- Gaspar Mateo de Acosta: Su título fue obtenido por servicios en 7 de agosto de 1689 y su
mandato transcurrió entre el 8 de octubre de 1694 y 1703. Antes prestó servicios en Cuba y Santo
Domingo, y había sido gobernador de Cumaná. Maestre de campo, era natural de Santa Cruz de la
Palma, en Tenerife167.
- José de Anieto: Con la gestión del agente Juan Sáenz de Viteri fue designado para el cargo el
10 de junio de 1691 y titulado el 28 de julio siguiente mediante el aporte de 8.000 pesos a la Real
Hacienda (6.000 donados y 2.000 en préstamo). No tomó posesión por fallecimiento. Había sido
teniente de gobernador en Coro en 1688 pero por circunstancias que no conocemos hubo de huir y
fue encarcelado en 1689. Con grado militar de capitán, había nacido en de San Vicente de Sodupe
(Vizcaya), y se cruzó de caballero santiaguista en 1691168.
- Pedro Rodríguez Cubero: Con la intervención de Hipólito Enríquez de Guzmán como
agente negociador, fue designado para el oficio el 3 de julio de 1693 y titulado el 14 de septiembre
siguiente, teniendo en cuenta sus servicios y 6.000 pesos de beneficio, de ellos 2.000 prestados.
Capitán español con 16 años en la Armada del Mar Océano, ejercía de castellano del Morro de La
Habana. Pero no llegó a ocupar el cargo porque poco tiempo antes se le había concedido el título de
gobernador de Nuevo México (24-6-1692), que optó por servir a partir de abril de 1697169.
- José López de Carvajal: 29 de diciembre de1699 y 18 de febrero de 1700 fueron las fechas
de designación y título, conseguido sólo por méritos. No llegó a tomar posesión porque su futura fue
anulada por el decreto de 1701, y en compensación recibió el gobierno de Antioquia ya en 1704. De
origen español (posiblemente catalán) tenía 23 años de servicios en el ejército de Cataluña, la Armada
del Mar Océano, además de varios viajes a Indias170.
165 AGS, DGT, In-24, 170-201, y AGI, Indiferente, 129. Fundación Polar: Diccionario: [ 18 }, t. III, pp. 878-879; Martínez Mendoza: “Los gobernadores españoles...”: [14 ], p. 377; Ortiz: Nuevo Reino de Granada: [ 9 ], III-3, p. 369. 166 AGI, Contratación, 5448. Fundación Polar: Diccionario: [ 18 }, t. I, pp. 658-659; Martínez Mendoza: “Los gobernadores españoles: [14 ], p. 377. 167 AGS, DGT, In-13, 10-183 y AGI, Indiferente, 145. Fundación Polar: Diccionario: [ 18 }, t. I, pp. 26-27; Martínez Mendoza: “Los gobernadores españoles”: [ 14 ], p. 377; Morón: Historia de Venezuela: [ 9 ], II, p. 391 y III, pp. 419-420.
168 AGI, Contaduría, 235 y Santo Domingo, 23. Morón: Historia de Venezuela: [ 9 ], III, p. 421. 169 AGI, Contaduría, 235 y AGS, DGT, In-24, 172-335. Morón: Ibidem. 170 AGI, Contratación, 235, e Indiferente, 139. Morón, Historia de Venezuela: [ 9 ], III, pp. 421-422, añade dos gobernadores más: Pedro de Zozaya y Pedro de Leoz y Echalaz, siguiendo a Ernesto Schäfer, El Consejo Real y Supremo de
- Bartolomé Sánchez Manchego: Nombrado días antes que López de Carvajal (19-12-1699)
sin embargo obtuvo el título meses después (23-08-1700) y también sólo por servicios. No llegó a
ejercer por la misma razón que el anterior, anulación del nombramiento en 1701, pero recibió fue
compensado con el corregimiento peruano de Arequipa en 1704. Parece tratarse de un criollo nativo
de Maracaibo, que había hecho allí toda su carrera militar y que servía entonces como capitán del
presidio con el grado de maestre de campo. Había colaborado con gobernadores precedentes
(Cerdeño y Acosta) y combatido contra indios y franceses en Río Hacha y cabo de la Vela. El general
de la flota de Nueva España le nombró en 1695 gentilhombre de pliego, es decir, encargado de
informar al Rey de la feliz llegada de la flota a España, actividad premial que pudo facilitarle el título
de gobernador171.
Trinidad y Guayana: También la gobernación englobaba dos ámbitos dispares aunque
próximos pero dependientes de una autoridad tan lejana como la audiencia de Bogotá. De sus 8
designaciones a partir de 1675 solamente 3 fueron beneficiadas, aportando a la Hacienda un ingreso
total de 9.000 pesos. Sus titulares:
- Tiburcio de Axpe y Zúñiga: Con título en 14-10-1675 por servicios y 2.000 pesos, ofreció
también fortificar el puerto de la Guayana y la entrada del río y fundar dos pueblos de 50 familias
cada uno “a vista de la ciudad y sujetos a la doctrina”. Llevaba 12 años de servicios en la región
guayanesa, y era hermano de José, que le precedió en el cargo en 1664. Natural de Madrid, tenía
grado de capitán y ejerció el oficio entre 1677 y 1682. Casado con Francisca de Torres, murió en
1690 con el cargo de alguacil mayor de la Casa de la Contratación172.
- Diego Suárez Ponce de León: Designación como gobernador el 12 de febrero de 1682, su
título está fechado el 29 de abril siguiente, y fue dado por servicios. Su etapa de mando estuvo entre
1682 y 1688. Era natural de las islas Canarias, poseía el grado de coronel y había servido en este
archipiélago, luego 27 años en Flandes y después en el ejército de Navarra173.
- Sebastián de Roteta: Con título en 20 de julio de 1684, habiéndose valorado sus méritos y
abonado 4.000 pesos (la mitad prestados). Pudo gobernar entre 1688 y 1691, sólo tres años por
hallarse en Indias en el momento del nombramiento. Era vasco guipuzcoano, capitán y regidor
las Indias, tomo II, Sevilla, 1947 [Reedición en 2003 por la Junta de Castilla y León en colaboración con Marcial Pons], p. 537, pero como fueron gobernadores interinos, sin referencia en las Relaciones consultadas ni en Títulos de Indias, se omite su inclusión. 171 Título en AGI, Contaduría 235. Relación de méritos 1698: AGI, Indiferente, 134: Se cita en ella que el mismo año 1699 había quedado segundo para el corregimiento de Chumbivilcas y tercero para la alcaldía mayor de Xonotla y Tetela en Nueva España, según estimación de la Cámara de Indias. 172 AGS, DGT, In-24, 170-274, y AGI, Contaduría, 235. Fundación Polar, Diccionario: [ 18 }, t. I, p. 269; Morón: Historia de Venezuela: [ 9 ], II, p. 161. 173 AGS, DGT, In-1º, 25-204r. y AGI, Indiferente, 132. Morón: Ibidem.
perpetuo de Veracruz en 1676, y prestó servicios en la Armada del Mar Océano, Europa y diversas
partes de las Indias, siempre dentro de la infantería de Marina174.
- Francisco de Meneses y Silva: Su título en 8 de septiembre de 1689 fue conseguido
exclusivamente por méritos. Gobernó entre el 28 de agosto de 1691 y 1697. Madrileño y maestre de
campo, era caballero de la Orden portuguesa de Avís. Sirvió en las milicias de Caracas, donde murió
en 1706, habiendo casado con la caraqueña Francisca Rengifo y Vázquez Pimentel175.
- Antonio de Larrea: Titulado el 2 de mayo de 1693 por sus servicios, no llegó a tomar
posesión porque se le encargó una misión militar en Santo Domingo. Contaba con servicios en los
ejércitos de Europa y luego pasó a Indias para expulsar a los franceses de Santo Domingo, donde
estaba en 1693. Era español, vasco, y tuvo el grado de capitán de caballería176.
- Pedro de la Guerra y de la Vega: Título en 31 de diciembre de 1694, por servicios y 3.000
pesos mediante gestión del agente Juan Sáenz de Viteri. Murió sin tomar posesión. Era español y
parece que estuvo en Venezuela entre 1685 y 1689177.
- José de Leoz y Echalaz: Elegido el 6 de febrero de 1697 y titulado el 11 de mayo siguiente
solamente por sus servicios. Entró a ejercer el cargo en fecha desconocida de 1699 pero su mandato
fue muy corto pues murió a manos de los indios el 1º de diciembre del mismo año. Español, natural
de Muruzábal (Navarra), era maestre de campo y había ejercido como gobernador interino de la isla
Margarita entre 1691 y 1698. Fue nombrado para gobernador de Mérida en 1700 sin conocerse su
fallecimiento178.
- Francisco Ruiz de Aguirre: Titulado en 22 de diciembre de 1699 por sus 27 años de
servicios en Flandes. Gobernó entre 1700 y 1703, cuando falleció en el oficio. Era español natural de
Gueto (Álava) y tenía el grado militar de capitán179.
Hasta aquí esta aproximación a un aspecto no bien conocido de los gobernantes de
Venezuela en el último cuarto del siglo XVII, cuyo mayor interés radica en la práctica del sistema del
beneficio para conseguir el cargo, referido no solamente al territorio venezolano sino a todas las
Indias españolas de la época. Las conclusiones ya están explícitas en los apartados correspondientes:
Una mayoría de los oficios fueron obtenidos por dinero, siendo especialmente destacables las altas
174 AGI, Contaduría, 235; Indiferente, 130, y Contratación, 5795. Fundación Polar: Diccionario: [ 18 }, t. III, p. 482. 175 AGS, DGT, In-13, 10-175. Fundación Polar: Diccionario: [ 18 }, t. II, p. 896; Morón: Historia de Venezuela: [ 9 ], II, p. 162. Lohmann: Americanos...: [ 17 ], II, p. 359. 176 AGI, Contratación, 5795, L.2, f. 363v – 369v. 177 AGI, Contaduría, 235, Relación. 178 AGS, DGT, In-13, 10-175. Fundación Polar: Diccionario: [ 18 }, t. II, p. 674; Morón: Historia de Venezuela: [ 9 ], II, p. 163; Morales Padrón: “Trinidad en el siglo XVII”: [ 15 }. 179 AGS, DGT, In-13, 10-175. Morón: Historia de Venezuela: [ 9 ], II, p. 163.
cantidades que se entregaron por el gobierno caraqueño, prueba bien expresiva de su esperada
rentabilidad para recuperar tales inversiones. También casi todos sus protagonistas gozaban de un
grado militar, aún estando repartidos en diferentes dedicaciones dentro de la sociedad colonial
española o americana.
Por último, cabe señalar un hecho importante: 16 de los 26 españoles provistos se integraron
definitivamente en la vida americana, bien porque algunos ya residían en Indias y habían formado
familia, bien porque otros lo hicieron tras su ocupación del cargo, quedándose a vivir en la tierra,
falleciendo en ella y dejando allí sus descendientes. Este alto porcentaje resulta bien expresivo del
proceso de criollización del mundo indiano americano y en concreto de los territorios de la futura
Venezuela.
Bolívar y la historiografía eclesiástica, o cómo un discurso histórico se convierte en un discurso pastoral.
Tomás Straka
Instituto de Investigaciones Históricas
Universidad Católica Andrés Bello Venezuela
Resumen: La historia como herramienta de debates más amplios –doctrinales, políticos, filosóficos- es el tema del presente trabajo. El Culto a los Héroes y, dentro del mismo, su expresión máxima, el culto a Bolívar, ofrecen reiteradamente una demostración de esto en todos los ámbitos de las sociedades latinoamericanas. La forma en que Bolívar fue asumido por la historiografía eclesiástica venezolana es un ejemplo claro, y es la instancia a través de la cual ensayaremos nuestro análisis. Cómo se convirtió en herramienta de legitimación para aspiraciones concretas del clero (por ejemplo, la derogación del patronato eclesiástico), tratando de hacerlo un católico ejemplar, o exponiendo –cosa común en la relación de los venezolanos con su Libertador- sólo aquello que les convenía silenciando otras cosas; y cómo ello generó toda una tradición poco a poco transferida a sus argumentos básicos, a sus discursos pastorales, es el recorrido que se propone para identificar los numerosos vasos comunicantes entre historia, política e ideología. Palabras claves: Historiografía venezolana – Historiografía eclesiástica, Venezuela- Culto al Héroe- Culto a Bolívar- Simón Bolívar, historiografía de – Historia de la Iglesia, Hispanoamérica.
Abstract: This work examines how history can be used as instrument to larger doctrinal, political, and philosophical debates. The “Cult of Heroes” –as most exemplified by the cult of Simón Bolívar- repeatedly demonstrates its far- far reaching impact on all spheres of Latin American societies. The way in which the Venezuelan ecclesiastical historiography has described Bolívar evidences this phenomenon. This essay explores how Bolívar ultimately became a tool to legitimize concrete, clerical aspirations, such as the repeal of the ecclesiastical patronage. Two strategies were critical to achieve this development: presenting Bolívar as an exemplary Catholic and highlighting certain characteristics of his personality that favoured clerical goals while ignoring unfavourable traits. In addition, this essay considers how these processes generated a tradition that slowly became entailed whit the clergy’s primary arguments and whit pastoral speeches. Keywords: Venezuelan historiography –Ecclesiastical historiography, Venezuela – Cult of the Heroes- Cult of Simón Bolívar – Simón Bolívar, historiography of – Church history, Spanish America.
A Pedro Leturia, S.J. (1891-1955), in memoriam
Introducción
El presente es un estudio historiográfico. En cuanto tal, se inscribe en lo que ya se va
prefigurando como una especie de subgénero en sí mismo: el estudio del culto al héroe. Es decir, el
estudio de esas figuras arquetípicas de la historia en las que las sociedades proyectan sus mayores
ideales y temores, y que, por lo tanto, nos encierran claves esenciales para su comprensión. Visto en
este sentido, el análisis historiográfico va más allá de la configuración de la historia de una disciplina
(en este caso la historia de la historia) para entrar en la dialéctica de sus discursos con la historia de las
ideas y de las mentalidades en cuyo marco se inscriben, bien respondiendo a ellas, o bien
promoviendo su ruptura.
En Venezuela culto al héroe casi significa de automático Culto a Bolívar. Se trata de una
revisión importante de nuestra conciencia como nación iniciada por Germán Carrera Damas en
estudio célebre180 que, no obstante poner al descubierto muchos de sus abusos, debe tratarse con el
cuidado del caso, ya que el término ha adquirido una connotación más o menos peyorativa, y puede
fomentar el desconocimiento de lo que de positivo e inspirador hay, también, en la glorificación
nacional a nuestro Libertador Simón Bolívar.
Estudiaremos, pues, el culto a Bolívar. Pero la forma a través de la cual lo intentaremos será
por una vía hasta el momento poco transitada: la historia eclesiástica. Diversos motivos –y no todos
extra-eclesiales- han generado importantes suspicacias, cuando no prejuicios, sobre la pertinencia de
su análisis por quienes no se ocupan directamente de lo religioso. Las páginas que siguen esperan
desmentirlos. Se tratará de demostrar que si bien hay excesos (el eclesiocentrismo desaforado de algunos
autores, la pretensión teológica o teologizante de otros, el carácter de sermón o la aspiración
hagiográfica de otros más) que razonablemente ahuyentan a muchos potenciales investigadores de
sus libros, leída con la calma y el sentido crítico que merece, demuestra ser una de las mejores
perspectivas para entender la realidad latinoamericana. Sus testimonios son los de hombres
generalmente bien preparados, con una relación excepcional con la sociedad y sus distintos poderes
(políticos, culturales, económicos), que asumen el reto de pastorear al resto de sus coetáneos y que,
por tanto, los estudian con una precisión notable. Su historiografía, en consecuencia, se convierte en
una magnífica caja de resonancia de toda esa sociedad. Ver a la una, entonces, es ver a la otra. Y
además verla a través del mejor de sus lentes: el de su conciencia.
La forma en que Bolívar pasó a ser incorporado a la historiografía eclesiástica en plena
sintonía con lo que pasaba en el resto de la sociedad venezolana, lo prueba plenamente. Cómo se
180 Carrera Damas, Germán:Culto a Bolívar. Esbozo para un estudio de la historia de las ideas en Venezuela, Caracas, Alfadil Ediciones, 2003 (5ta ed.).
convirtió en el gran pábulo de legitimación de las aspiraciones más caras (por ejemplo, derogar el
patronato eclesiástico), de quienes la escribieron (mayoritariamente sacerdotes) tratando de hacerlo
un católico ejemplar; cómo ello generó toda una tradición poco a poco transferida a sus argumentos
básicos, a sus discursos pastorales, resulta un ejemplo extraordinario de los numerosos vasos
comunicantes entre historia, política e ideología. Y no pocas veces, la manipulación también.
De tal modo que se hará un recorrido por las sucesivas imágenes que adquirió su figura a lo
largo de siglo y medio de historiografía eclesiástica; y por, en cada caso, su relación con los grandes
problemas del momento y la manera en que adquiría los tintes de las respectivas coyunturas; pero al
mismo tiempo cómo eso generó aportes significativos que nos abren planos normalmente
desatendidos por los laicos en el Libertador. Así, el estudio también se propone rescatar la figura del
Padre Pedro Leturia, a quien está dedicado. Se trata no sólo del gran renovador de la historia
eclesiástica, a la que le dio un rigor, sobre todo en lo tocante al respaldo documental y a la
identificación de problemas nodales, que no tuvo antes de él; sino que además sus innumerables
aportes lo hacen uno de los historiadores fundamentales de Latinoamérica. Su desconocimiento es
una injusticia, y pesa proporcionalmente en el desconocimiento de la realidad que muchos
historiadores que la estudian, pero que no lo han leído, consecuentemente han de tener.
I.- Planteamiento, o de cómo el Libertador cayó en los conflictos Iglesia-Estado
El 6 de marzo de 1964, Marcos Falcón Briceño, Canciller de la República, y Monseñor Luigi
Dadaglio, Nuncio de la Santa Sede en Caracas, firmaron un convenio que puso fin a la última de las
instituciones coloniales de Venezuela: el Patronato Eclesiástico.
Contrariamente a lo que había pasado con el resto del funcionamiento institucional de la
república, que después de siglo y medio de vida independiente había logrado dotarse de una
codificación propia que cuando no rompía radicalmente con la colonial, la mutaba en grados
sustanciales, el modelo que por casi cinco siglos reguló las relaciones entre los poderes temporales y
eternos en el país, hubo de esperar hasta entonces para ser modificado. El Patronato ya había sido un
elemento esencial en los grandes enfrentamientos que el Estado y la Iglesia periódicamente
escenificaron desde su definitiva instrumentación en 1578 con la llamada Cédula Magna. Durante el
régimen hispánico, sin embargo, estos enfrentamientos nunca se refirieron a lo sustancial del
problema: se trataron, casi siempre, de episodios en los que no se puso en entredicho el fondo
doctrinal del sistema, sino la lectura que cada uno de los bandos le daba a la amplitud de sus
atribuciones. Y aunque el regalismo borbónico terminó de apretar sus tuercas, esta situación no vino
a hacerse insostenible hasta la Emancipación. Un vistazo, por lo tanto, a lo que pasó entonces es
fundamental para plantear el problema que trataremos en las siguientes páginas.
Una vez independiente de España y ya separado de Colombia, en 1834 el Estado
Venezolano mantuvo el control estatal (de eso se trataba: de ser patrono) sobre la Iglesia, alegando que
el derecho de patronato, junto a tantos otros que fueron del Rey en estas provincias, pasaba a su
jurisdicción. Así se funda un paradójico estatus de unidad entre un Estado profesamente liberal (y
que prontamente se declarará no confesional) y una Iglesia que a lo largo de todo ese período
condenaría a ese liberalismo como pecaminoso, sin reconocerle, a esta sazón, legitimidad alguna al
patronato republicano: el regio era producto de una donación papal para favorecer la evangelización
de las Indias (donación, por cierto, interpretada con extrema laxitud por Felipe II), que en ningún
caso, a la luz de los sagrados cánones ni de ningún otro principio eclesial, era extensible a una
porción del reino separada de la monarquía. Un matrimonio construido sobre esas bases no podía
marchar bien, obviamente. El Presidente, que a veces era un hombre como Antonio Guzmán
Blanco, en función de tal patronato ocupaba un lugar determinado en las estructuras eclesiásticas y
así lo hacía en los ritos y ceremonias. El Congreso (que normalmente era un apéndice de sus
designios presidenciales) nombraba las autoridades religiosas (dejadas sólo a confirmación papal),
regulaba el funcionamiento de la Iglesia, establecía sus circunscripciones y hasta sufragaba sus gastos.
Es mucho, obviamente, lo que se ha escrito del tema. De hecho, en un primer momento,
cuando las relaciones con el Estado y sus políticas más o menos secularizadoras eran el principal
problema del clero, prácticamente eclipsó a todos los demás temas posibles de la historiografía
eclesiástica181. Un simple vistazo a la misma demuestra hasta qué punto sacudió la consciencia
eclesiástica; cómo una y otra vez denunciaban sus representantes la ilegitimidad del patonato
republicano; cómo para sus efectos el ensayo de Concordato de 1862 que firmó la Santa Sede con
José Antonio Páez pero que no fue ratificado por la Asamblea Constituyente del año siguiente, en
manos de los federales triunfantes en su revolución, siempre mantuvo vigencia; cómo, por ello, toda
esa tutela estatal a la que estaba sometida la Iglesia era para su conciencia una situación de hecho,
francamente ilegal; cómo sus resultados prácticos eran interpretados en las sacristías como simples
actos de despotismo.
181 Fue el P. Pedro de Leturia, S.J., del que ya se hablará, el primero en calibrar la importancia del estudio del patronato para la comprensión de las convulsionadas relaciones entre Iglesia y Estado en las repúblicas hispanoamericanas. Su obra, Relaciones entre la Santa Sede e Hispanoamérica (Roma/Caracas, 1959), recoge sus clásicos y enjundiosos estudios sobre el tema. Véase también: Rodríguez Iturbe, José: Iglesia y Estado en Venezuela (1824-1964), Caracas, UCV, 1968; González Oropeza, Hermann: Iglesia y Estado en Venezuela, Caracas, UCAB, 1997, y La liberación de la Iglesia venezolana del patronato, Caracas, Ediciones Paulinas, 1988; Quintero, José Humberto: El convenio con la Santa Sede, Caracas, Editorial Arte, 1976; Oliva Sala, Ramón: El patronato, el concordato, el convenio con la Santa Sede, Caracas, Trípode, 1989; Pellín, Jesús María: Disquisitio juridico-critica relationarum actualium inter Ecclesium et Statum Venezuelensem, Romae, Offcum Libros Catholici, 1958; y Sánchez Espejo, Carlos: El Patronato en Venezuela Caracas, s/n, 1955.
Y si se quiere calibrar hasta dónde llegaron los desencuentros con la elite política y liberal,
basta leer el correlato a las quejas eclesiales hecho por éstas, la misma historia pero en la versión del
bando contrario. Para ellos no había lugar a discusión: la soberanía del Estado no podía estar
interferida por el poder de un monarca europeo (el Papa); en consecuencia la nación debía
administrar, hasta el extremo en que esto fuera posible manteniéndose dentro del catolicismo, su
culto. Repetimos: hasta donde fuera posible, porque ello hizo bordear no pocas veces el cisma (la
más grave en 1876, cuando el decreto estaba casi listo), aunque la catolicidad de la abrumadora
mayoría del pueblo y, también, de parte de la misma elite liberal (que a pesar de serlo, solía ir a misa),
no permitió que se llegara a mayores, manteniéndose en un punto intermedio: el Congreso nombra
las autoridades y la Santa Sede las ratifica; el presidente ejerce de Patrono pero el clero puertas
adentro hace más o menos lo que quiere; y los feligreses, sin importarle el Syllabus ni otros
documentos papales que expresamente condenan el liberalismo y algunas formas de modernidad, son
liberales, leen a Darwin y participan en la eucaristía, sin grandes remordimientos. Los obispos, a su
vez, deben jurar la constitución y las leyes (a las que por liberales solían oponerse), y cuando no lo
hacían, los resultados eran elocuentes: ahí está, por ejemplo, la expulsión de Ramón Ignacio Méndez,
arzobispo de Caracas, Mariano de Talavera, obispo de Trícala y Vicario de Guayana, y Bunaventura
Arias, obispo de Mérida, en 1830 por no jurar una constitución que no poniendo al catolicismo
como Religión de Estado ni pidiendo expresamente que el presidente sea católico, sí declaraba al
Estado y su Jefe como Patronos de la Iglesia (podía, entonces, un protestante llegar a presidente y así
ser patrono de la Iglesia). Ahí está, también, la tragedia del Arzobispo Silvestre Guevara y Lira en
1872, que por oponerse a celebrar un Te Deum a Guzmán Blanco (y por otras cosas que no siempre
se dicen: había sido un prominente miembro del gabinete conservador), es desterrado y al final debe
renunciar a su silla episcopal. Ahí, la expulsión del anciano Juan Hilario Bosset, que muere camino al
exilio, viejo y enfermo cuando iba en una silla de manos por los desfiladeros andinos hacia Colombia.
O la de Mons. Salvador Montes de Oca por oponerse al divorcio en 1930, que de tal forma le toca el
ánimo que lo abandona todo, se va a un convento en Italia y allí vive la gloria del martirio: es fusilado
por los nazis en 1944. Los altares, según parece, aguardan por él.
Por eso cuando se suscribe el Acuerdo entre el Estado y la Santa Sede, los sectores clericales
lo proclamarán como la “liberación” de la Iglesia. El acuerdo, si bien le otorga la autonomía, se cuida
por definir ciertos lineamientos muy claros para salvaguardar la soberanía (v.g. no permitir obispos
extranjeros ni diócesis con sedes fuera del territorio nacional), pero mantiene algunas de las
preeminencias (no todo era malo) que disfrutaba la Iglesia unida con el Estado, como esa reconocer
al catolicismo como la religión de la mayor parte de los venezolanos, con los algunos privilegios que
de eso se emanan, por ejemplo la subvención oficial al culto. Desde 1964 y hasta los enfrentamientos
que estallan con el gobierno de Hugo Chávez (1999), la Iglesia vivirá sus mejores relaciones con el
Estado desde los días coloniales.
El nuevo orden (modus vivendi se estiló decir entonces) fue, obviamente, quitándole vigencia al
debate sobre el patronato. Incluso en términos historiográficos: los problemas que animaron a la
escuela de historiadores de la Iglesia establecida por el Padre Leturia, ya no existían. Pero quedaron
sus libros y la doctrina que elaboraron. Ella nos dice una gran cantidad de cosas no sólo sobre lo que
el patronato representaba en las relaciones Iglesia-Estado, sino también sobre la sociedad que les
sirvió de entorno. Por ejemplo nos dice mucho sobre sus mecanismos de aprehensión y utilización
del pasado como pábulo de validación. A eso es a lo que vamos.
Acá, como en tantas otras cosas en Venezuela, la figura del Libertador, sacada
permanentemente a colación, es un ejemplo contundente de ello. Tanto que, por igual, podemos
estudiar a través de esta historiografía lo que ha sido llamado el culto a Bolívar182, como rasgo esencial
de nuestra memoria nacional y sus aplicaciones políticas; como el periplo de las angustias (un
verdadero Gólgota, por cierto) de nuestros eclesiásticos, que buscaron desesperadamente amparo
bajo su sombra. Lo cual encierra muchas cosas más sobre el sentido real del pensamiento
venezolano, las imágenes y pulsaciones que lo animan: por ejemplo si aceptamos, siguiendo a Luis
Castro Leiva, que la base de nuestro ethos republicano es una combinación original, ingeniosa, del
catolicismo y ese conjunto de ideas cívicas que nosotros encerramos, descubrimos y no pocas veces
atribuimos al bolivarianismo183, el particular bolivarianismo de los eclesiásticos (muy pronto
convertido literalmente en una especie de teología) tiene una importancia mucho mayor a la
imaginada en la conformación de las ideas, los imaginarios y las sociabilidades venezolanas.
La forma en que un debate jurídico y doctrinal, que en apariencia poco tiene que ver con la
vida y obra del Libertador, se proyectó en la historiografía, sobre todo en la eclesiástica y, luego, de
retorno, trajo sus conclusiones para ser incorporadas a una doctrina siempre tan, digamos, doctrinaria
como la de la Iglesia Católica, a objeto de favorecer los argumentos de los dos bandos, es un
fenómeno que requiere atención. Veamos: cuando se firma el acuerdo, el episcopado publica una
Carta Pastoral Colectiva el 19 de marzo de 1964, en la que leemos:
182 Veánse Carrera Damas, Germán: El culto a Bolívar..., op. cit.; Castro Leiva, Luis: De la patria boba a la teología bolivariana, Caracas, Monte Ávila Editores, 1991; Napoleón Franceschi, El culto a los héroes y la formación de la nación venezolana, Caracas, s/n, 1999; y Pino Iturrieta, Elías: El divino Bolívar. Ensayo sobre una religión republicana, Madrid, Catarata, 2003. 183 Véase Castro Leiva, Luis:“Las suertes de la virtud en la República”, en Sed buenos ciudadanos, Caracas, Alfadil/IUSI, 1999, pp. 34-64.
“El Pensamiento de Bolívar
Una especie a veces aducida contra cualquiera modificación a la ley de patronato, es la de que ella proviene del Libertador y que, por tanto, ha de conservarse intocada, como homenaje a su gloriosa memoria. Para deshacer tal especie, bastaría sencillamente ver el simple texto de esa ley, a cuyo calce aparece íntegro el nombre del Magistrado que la promulgó: no es Simón Bolívar el que firma el “Ejecútese”. Para ese tiempo, éste se hallaba a mil leguas de distancia de Bogota, en la campaña del Perú. Pero hay un argumento de mayor fuerza aun, pues demuestra que esa ley no respondía al pensamiento del Libertador. El 13 de julio de 1824, desde Su Cuartel General de Huánuco, él dirigió una carta, por órgano de su Ministro General, al Vicario Apostólico enviado por la Santa Sede a Chile, en la que, después de los saludos protocolarios y de significar el anhelo de entrar en relaciones con el Romano Pontífice, expresa que “considerando los derechos del Santuario, al paso que esta comprometido en cimentar la independencia de la Nación y asegurar su libertad bajo las formas que ella misma se ha decretado, desea vivamente que su régimen se determine conforme a los cánones, y que se arregle un concordato sobre todos aquellos puntos que podrían causar alteración entre ambas potestades, por no reconocerse otra base, respecto de ellos, que la de un convenio explícito”184. Apenas quince días después de la fecha de esta carta, o sea el 28 del mismo mes y año, el Encargado del Poder Ejecutivo de Colombia promulgaba en Bogotá la ley de patronato, la cual estaba en abierta oposición con el pensamiento y el deseo acabado de expresar por el Libertador, pues unilateralmente pretendía regular en la República aquellos puntos que –según lo afirma la carta citada– requerían un convenio explícito con la Silla Apostólica. No ha de suscitar extrañeza que el Libertador pensara así en 1824, si se atiende al siguiente precedente: en 1820 se le propuso un proyecto de decreto, por el que se atribuía a la República el derecho de patronato, proyecto que él se apresuró a enviar al Deán y Capítulo de Bogotá, con el propósito de que, "examinado con la madurez, imparcialidad y rectitud que el bien de la Iglesia y del Estado exigen" le informaran si podía o no dictarlo, pues "sentía inquietudes y temores al tocar los privilegios de la Iglesia". El 4 de julio de ese año, el Capitulo bogotano expresó al Libertador la necesidad que había de recurrir a la Silla Apostólica para que la Nación pudiera legítimamente disfrutar del patronato. Y aquel decreto se quedó por siempre en mero proyecto”185
Ni tiene cabida la sospecha de que al menos en privado Bolívar hubiera inspirado o insinuado a los legisladores la ley en referencia. Aparte de lo gratuito de tal suposición, no respaldada en documento alguno, y sin hacer hincapié en la enorme distancia que por entonces lo separaba de Bogotá y en las innumerables ocupaciones de la campaña en que se hallaba comprometido, es suficiente advertir que no le era adicta la mayoría del Congreso de 1824, como lo prueba el hecho de haber sido esa misma Asamblea la que, movida por naciente hostilidad contra él, dictó - el día mismo en que el Vicepresidente granadino ponía el “Ejecútese” a la del patronato - la ley que dejaba al Libertador de las facultades extraordinarias y lo privaba del mando directo del Ejercito
184 Lecuna: Cartas del Libertador, Vol. IV, pág. 114, Ed. de 1929. (Cita en el documento original) 185 Rivas, Raimundo: Escritos de D. Pedro Fernández Madrid, Tomo 1, Bogotá, Editorial Bogotá, 1932. (Cita en el documento original).
colombiano, en los momentos menos oportunos, o sea, cuando estaban ya para decidirse definitivamente la libertad y la independencia de nuestra América186. 187
Dos problemas historiográficos, fundamentales para la comprensión del pensamiento
venezolano –y de su culto a Bolívar sobre todo- traslucen estos párrafos: (a) la figura de Bolívar
como mecanismo de legitimidad; ello, claro, en expresión propia, ajustada a la realidad venezolana,
de un problema más amplio que es el de la historia en sí, usada como medio de legitimación política e
ideológica: los defensores del patronato alegaban que si algo lo hacía justo era, nada menos, su origen
bolivariano; los del concordato, por el contrario, se empeñan en desmentirlos no en la esencia de su
argumento (si Bolívar es quién o no, para ser traído a colación en un conflicto, en apariencia, muy
posterior a él) sino en las ideas que supuestamente pudo tener al respecto. Se le mantiene, pues,
como baremo para determinar lo correcto o lo incorrecto; y en lo que es una de las formas
tradicionales de manipulación de su memoria, cada bando, le cita documentos distintos, donde se
pescan frases que, descontextualizadas, pueden serles útiles. Nótese como casi imperceptiblemente,
en la Pastoral anterior el Episcopado deja escurrir una sugerencia muy filosa para el imaginario
venezolano: no sólo que el patronato, da a entender, no fue cosa de Bolívar, sino que además, y para
colmo, ¡lo fue de Santander! Y ser de Santander es lo peor que pueda decirse de algo en una cierta
visión venezolana de la historia.
Es ante ese tipo de cosas que debemos afinar la lectura. Ella ha de llevarnos al punto (b) las
formas agresivas o sutiles con las que se manipula (incluso en la acepción prístina del término, de
pasar por las manos) los documentos bolivarianos en una historiografía cuyos objetivos suelen estar
más allá de lo historiográfico, como ostensiblemente es en este caso. Determinar, por lo tanto, la
forma en que esta versión de la historia se construyó, pasarla por el tamiz crítico con una relectura de
sus fuentes primarias (fundamentalmente cartas y proclamas del Libertador) y su cotejo con las
interpretaciones presentadas; así como con la contextualización de sus autores, no sólo nos permitirá
otras posibilidades de análisis potencialmente menos sesgadas; sino que nos permitirá tomar una
muestra muy representativa de lo que es el culto bolivariano, sus multidimensionales imbricaciones
en la sociedad venezolana y su proyección como un problema historiográfico y cultural de gran
escala: tan grande que no excluye ni a las cosas de Dios. Un aporte a este esfuerzo esperan ser las
siguientes páginas.
186 Vicente Lecuna: Crónica Razonada de Las Guerras de Bolívar. Tomo III, Nueva York, The Colonial Press, 1950, pág. 436. (Cita en el documento original) 187 “Carta Pastoral Colectiva del Episcopado con motivo de la firma del convenio entre la Santa Sede y el Estado Venezolano”, Caracas, 19 de marzo de 1964. En: Porras, Baltazar (Comp.): Compañeros de camino. Cartas, instrucciones y mensajes. Conferencia Episcopal Venezolana, Vol. I., Caracas, Trípode, 2000, pp. 116-117.
II- De cómo el Libertador terminó en Romanista El gran renovador de la historia eclesiástica en América Latina fue, sin lugar a dudas, el Padre
Pedro Leturia, S.J. (1891-1955). Prácticamente todo cuanto se ha escrito en historia eclesiástica
latinoamericana (en particular sobre esto de Bolívar y el Patronato) después de él, o bien sigue
francamente los caminos que trazó, o bien si no lo hace, al menos usa los documentos que sacó a luz.
No en vano estas páginas aspiran a ser, también, un homenaje a su memoria. Un homenaje, eso sí,
que se ciñe a lo que consideramos lo mejor de ella: su sentido crítico de la historia.
Nacido en Guipúzcoa e incorporado desde muy joven a la Compañía de Jesús, en 1914 fue
enviado como maestrillo al colegio de San Bartolomé de Bogotá. Aquél viaje fue un verdadero
encuentro con el destino. Y no sólo con el de sacerdote jesuita. Sino con lo que será su primer pero
muy vivencial encuentro con la realidad americana. Heredero de los grandes misioneros y teólogos
jesuitas que en la colonia ensayaron la utopía en el Nuevo Mundo, el suyo sería, a partir de entonces,
uno de los más prolongados, acuciosos y serios procesos de reflexión sobre Nuestra América que se
hicieron desde la Iglesia en su tiempo.
Terminada su formación sacerdotal, los superiores escogen a Leturia para que prosiga
estudios de historia - dictaba la cátedra de Historia Eclesiástica en el Colegio Máximo de Oña- hasta
obtener el doctorado en la Universidad de Munich. A la hora de escoger un tema de tesis, su
experiencia colombiana fue fundamental: el gran problema de la crisis en que entró la Iglesia en las
nuevas repúblicas una vez demolido el régimen colonial, se convirtió, como es natural, en el motivo
de su indagación. Entendió que sólo estudiando las raíces del problema desde el final del patronazgo
colonial y el inicio de las nuevas relaciones entre la Iglesia y los estados salidos del colapso español,
se comprendería la situación de permanente conflicto entre ambos. De eso modo en 1926 defiende
summa cum laude una tesis que abría un camino novedoso para la historiografía americanista: Der
Heilege Sthul und das sapanische Patronat in Amerika.
En cuanto reflexión teórica, este aporte encerraba una intuición que no será hasta mucho más
tarde que otros compartirían: en aquellos tiempos, cuando muchos proclamaban el hiato con la
colonia, él decía que el problema del Estado con la Iglesia no era un signo de modernidad, o no sólo
eso, sino tan sólo un episodio de un fenómeno esencialmente colonial. Ahora bien, en cuanto al tema
hay que admitir que no era, no podía ser, ni mucho menos, neutral: hay que leerla como el esfuerzo de
un sacerdote altamente formado (un jesuita, pues) por dar respuestas al problema fundamental que la
Iglesia en Latinoamérica. Sus superiores toman nota de los resultados: se le dedica a la investigación
histórica de la Compañía de Jesús. Dirigió la Monumenta historica S.I., luego se le puso al frente de la
revista Archivum historicum Societatis Iesu y al final se dedicó a fundar y organizar nada menos que la
Facultad de Historia Eclesiástica de la Universidad Gregoriana de Roma, de la que llegó a ser
decano188. Y es ahí, en Roma, donde parecía tan separado de la historia americana, que se encontró
más cerca de ella que nunca. En los distintos archivos eclesiásticos, en particular los del Vaticano,
casi inexplorados hasta entonces, halló un montón de testimonios vírgenes sobre nuestra historia. A
partir de entonces fueron más de treinta años de constante trabajo. Redactó monografías, dictó
conferencias, cursos, seminarios, supervisó tesis, sacó a la luz infinidad de documentos. Buena parte
de sus múltiples estudios quedaron dispersos o inéditos al momento de su repentina muerte, pero ya
eran lo suficientemente conocidos como para haberlo convertido en toda una autoridad en la
disciplina. Tanto que casi inmediatamente fueron compilados en tres volúmenes bajo el título de
Relaciones entre la Santa Sede e Hispanoamérica. 1493-1835, editados al alimón en Roma y Caracas por la
Universidad Gregoriana y por la Sociedad Bolivariana de Venezuela en 1959.
Es acá donde algo debe llamarnos la atención: a primera vista tal vez sorprenda el hecho de
que esta edición fuera sufragada en parte por la Sociedad Bolivariana: ¿a cuenta de qué? ¿Qué tanto
pudo encontrar Leturia en los archivos del Vaticano sobre Bolívar como para merecer semejante
erogación? Evidentemente, hubo de encontrar bastante. Tanto que gracias a él, el Libertador pasó a
ser (también) un gran protagonista de la historia eclesiástica de América Latina. Leturia demostró lo
que en Venezuela, aunque sin su soporte documental, ya había sido atisbado por muchos (recuérdese
que dos de los más importantes historiadores eclesiásticos de Venezuela, monseñores Mariano de
Talavera y Garcés [1777-1861] y Nicolás Eugenio Navarro [1867-1960], prelados in partibus infidelium
de Trícala y Carpathos respectivamente, fueron a su vez grandes bolivarianos, el segundo incluso con
aportes historiográficos muy importantes al respecto189): Leturia, como se decía, demostró que el
Alfarero de repúblicas no podía sino serlo también de la fe de sus ciudadanos, sobre todo cuando esas
repúblicas se erigían sobre un orden anterior definido por su catolicidad. Rankeano como por estilo y
espíritu historiográfico podemos decir que era, su enfoque se distanció en algo sustancial de las
preocupaciones de, por ejemplo, Navarro: el problema de si Bolívar fue o no un devoto piadoso, que
tanto preocupó a cierta historiografía eclesiástica venezolana, lo pasa por alto, para detenerse en sus
actuaciones como hombre de Estado. En este sentido, la correspondencia del Libertador con los
papas Pío VII y León XII, su esfuerzo por el reconocimiento, directo o solapado, de Colombia por el
188 Para esta semblanza hemos seguido a Pedro Pablo Bartola: Supieron ser S.J. (Aportes biográficos), Caracas, s/n, 1983, pp. 42 y ss. ; así como la “Introducción” que P. Joseph Grisar, S.J., hizo a sus Relaciones entre la Santa Sede e Hispanoamérica, Tomo I, Caracas/Roma: APUD/Sociedad Bolivariana, 1959, pp. XXXVII-LIII 189 Fue Mons. Nicolás Eugenio Navarro quien editó el famoso Diario de Bucaramanga y quien descubrió el destinatario de la “Carta de Jamaica”. Véase su introducción al Diario..., que aparece en casi todas sus ediciones (la primera, Caracas, Tipografía Americana, 1935), y El destinatario de la Carta de Jamaica: en torno a un luminoso hallazgo documental, Caracas, 1956 (2ª ed.).
Vaticano, así como su trabajo por la dotación de los obispados vacantes en la nueva república, no
sólo abrieron una dimensión nueva para los estudios bolivarianos, sino que en particular lo hicieron
para los de la Iglesia.
Con ello Leturia marcaba todo un hito. Dándole apoyo documental y solvencia teórica y
metodológica a eso que pudiéramos llamar el “bolivarianismo católico tradicional”, lo puso en otro
nivel. El bolivarianismo eclesiástico anterior respondía a la tradición oratoria venezolana del siglo
XIX, con la que una sociedad singularmente capaz de pronunciar y oír discursos, además de
mayoritariamente analfabeta (es decir, que necesitaba más una historia para oír, que para leer), fue
configurando y difundiendo su consciencia histórica. En los actos de fin de curso de los colegios, en
las ceremonias patrias de toda índole, los eventos académicos, las manifestaciones políticas y,
obviamente, las religiosas, sermones, conferencias, arengas y discursos inflamaron la imaginación
histórica de todo un país. Además, en el caso de lo que decía la Iglesia había un antecedente
glorioso: también respondían desde su especificidad eclesiástica a otra tradición larga y más general:
la de la predicación sagrada. No en vano Fenelón, pero sobre todo Bossuet, serán confesos maestros
de los oradores venezolanos decimonónicos. Lo fueron de los laicos, ¡qué decir de los sagrados!
Desde las famosas oraciones pronunciadas por Mariano de Talavera en la catedral de Bogotá
a raíz del primer lustro de la batalla de Boyacá y del triunfo de la guerra en el Perú, el 7 de agosto de
1824 y el 24 de junio de 1825 respectivamente190, surge toda una homilética que a lo largo de los
siglos XIX y XX se manifestará como el correlato teológico de la Historia Patria o, mejor: como una
suerte de historia sagrada de la patria. Para estos discursos, como para toda Historia Patria, el objetivo
–aún muy importante entonces para hombres como Talavera- de justificar la emancipación, de
insuflar de patriotismo a la nueva nación, de extraer ejemplos edificantes para su educación moral,
cívica y, en este caso, también cristiana, era central. Su diferencia específica con el resto de la Historia
Patria es que lo hacían demostrando (o al menos intentándolo) el sentido trascendente de todo el
proceso; estableciendo que todo el movimiento respondió a un plan divino, que la mano de la
Providencia aparece una y otra vez para definir la suerte de la guerra. Que Simón Bolívar es nuestro
Simón Macabeo (la imagen es usada constantemente), el ungido, el elegido para la gran obra de la
redención de un continente, para llevar a su pueblo más allá del Sinaí del régimen colonial, para
establecer con sus ideas las tablas de nuestra Ley, para abrirse paso ante el Mar Rojo de las
adversidades.
190 Mariano de Talavera, “Oración por el quinto aniversario de la batalla de Boyacá” y “Oración por los triunfos del Perú”, en: Blanco y Azpúrua: Documentos para la historia de la vida pública del Libertador, Caracas, Ediciones de la Presidencia de la República, 1977, t. X, pp. 748-760 y 18-29, respectivamente.
Entender la magnitud de este esfuerzo requiere un mínimo de contextualización. Es
necesario entender, por ejemplo, que la Iglesia como institución se mantuvo mayoritariamente a
favor del Rey durante la guerra de Independencia, que desde encíclicas papales hasta pastorales y
sermones repitió una y otra vez que la república era la Diablocracia, que Bolívar era ateo, que la
matanza de los misioneros en Caruachi demostraba la participación directa de Satanás en la
revolución191. Ello hizo urgente un desmentido por parte del clero patriota. Primero, aún dentro el
debate ideológico que acompañó a la guerra de independencia, para demostrar que ésta no era
anticristiana. Luego, cuando ya la república estaba constituida y el enfrentamiento pasó a ser con los
políticos liberales, para demostrar que la Iglesia, como ellos constantemente señalaban o daban a
entender, no era enemiga natural de la patria. Talavera, Carlos Borges, José Humberto Quintero
fueron los grandes maestros de este género de “oratoria sagrada y patriota”. Un compendio
importante de sus textos, así como de los de muchos de sus numerosos compañeros de camino, fue
compilado por Baltazar Porras en La Iglesia ante la gloria del Libertador. Homenaje del Clero de Venezuela en
el Bicentenario del nacimiento del Padre de la Patria192; Agustín Moreno, por su parte, hizo un interesante
análisis teológico e historiográfico sobre esta homelítica, que arroja datos esclarecedores193.
Uno de sus componentes básicos, obviamente, fue la demostración del catolicismo de
Bolívar. No resulta un dato desdeñable que en la medida en que fue cambiando la idea de lo que
debe ser un católico piadoso, periplo que en el siglo XX va del integrismo a la Teología de la
Liberación, también fue cambiando el signo de esa piedad aducida en el Libertador. Ello en un
primer momento tenía un sentido teológico elemental: el elegido lo menos que debe tener es la gracia
de la Fe. Pero cuando la oratoria perdió vigencia hasta caer en franco desprestigio, la explicación de
esta fe se fue ajustando a un discurso pretendidamente más, digamos, científico. Es allí donde entra
Leturia en las décadas de 1920 a 1950. Una sociedad con otra sensibilidad y educación, un clero cada
vez mejor formado, junto a las condiciones generales de un país en trance de modernización,
permitió y a la vez obligó la redacción de una historiografía eclesiástica teórica y metodológica más
solvente, donde el esfuerzo pasó de los sermones a los estudios. Y en los sermones que quedaron, se
asumió la renovación teológica según la cual las cosas naturales no requieren, inicialmente, una
191 Hemos estudiado con detenimiento el punto en nuestro trabajo; ver Straka, Tomás: La voz de los vencidos. Ideas del partido realista de Caracas, 1810-1821, Caracas, UCV, 2000. Véase, además, Pérez Vila, Manuel: “El clero en la independencia de Venezuela”, en Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Tomo XL, No. 157, enero-marzo de 1957, pp. 29-38; De Francesco Mur, Mireya: “El bajo clero durante la guerra de Independencia venezolana (1811-1821). Análisis de sus ideas y participación a favor de la causa patriota”, en: AAVV, Fe y cultura en Venezuela. Memorias de las II Jornadas de Historia y Religión, Caracas, UCAB-IUPMA, 2002, pp. 191-208; y Suriá,, Jaime: Iglesia y Estado (1810-1821), Caracas, Comisión Nacional Cuatricentenario de la fundación de Caracas, 1967. 192 Caracas, Ediciones de la presidencia de la República, 1986. 193 Moreno, Agustín de Jesús: “El culto a Bolívar en la homilética católica del siglo XIX”, en AAVV, Primeras jornadas de historia y religión. Homenaje al Padre Hermann González Oropeza, S.J., Caracas, UCAB/IUPMA, 2001, pp. 119-146.
explicación sobrenatural. Incluso para ver en ellas la huella de Dios. Mientras Leturia inicia su
revolución en Roma, en Venezuela la bisagra entre la vieja homilética y la nueva historia fue, sin lugar
a dudas, José Humberto Quintero (1902-1984).
Último de los grandes oradores sagrados tuvo el mérito de ser, también, el primer cardenal de
Venezuela. Artífice del Convenio con la Santa Sede y líder indiscutido de la Iglesia desde mediados
del siglo XX hasta su muerte, letrado y pintor, miembro de las academias de la Lengua y de la
Historia, “su palabra no es sonido cualquiera para las ovejas”194. A raíz del centenario de la muerte
del Libertador pronuncia una celebérrima oración fúnebre en la catedral de Mérida: “Bolívar,
magistrado católico”. Es el inicio de una de las prédicas bolivarianas más sistemáticas y encendidas
de su época. En esta oración el aún joven sacerdote no renuncia, ni remotamente, a las explicaciones
providenciales de los prodigios del Libertador. Es todavía capaz de esas cosas que hicieron
inconfundible su pluma:
Y mientras Doña María Concepción explica [las oraciones], Simoncito –de pie ante las rodillas maternas- clava sus miradas sobre una joya que orna el pecho de ella: una cruz formada por piedras preciosas (...) Una como arcana atracción ejerce sobre el alma del pequeñuelo aquella cruz en que preciosamente se combinan tres colores: el amarillo claro del topacio, el azul celeste del zafiro y el rojo purpúreo del rubí, entre los cuales esplenden con primor siete chispas de diamante como una diminuta constelación de minúsculas estrellas... Es que Simón Bolívar niño ve por primera vez, sobre el pecho palpitante de la madre, la futura bandera de la Patria estrechamente unida a la ignominia gloriosa de la cruz...195. Cincuenta años después, cuando son ciento cincuenta los que cumple de muerto el
Libertador, en la catedral de Caracas pronuncia otra oración: “Bolívar, el hombre de un destino
providencial”. Este texto es más notable. Primero, la fecha en la que fue pronunciado, logró
granjearle una sorpresa mayor: para 1980 el ya anciano prelado hablaba como un hombre de otro
tiempo. Segundo, acaso esa misma libertad que da la senectud le permitió confesar algunas
convicciones más polémicas, incluso espectaculares. Impreca, por ejemplo, que “puesta la mano en el
pecho, hemos de confesar que Venezuela, al declarar en 1830 al Congreso de la Nueva Granada que
no entraría en trato alguno con ella mientras permaneciera en el territorio de Colombia Bolívar, lo
que equivalía a exigir su destierro, lamentablemente desconoció en él su carácter de elegido
divino.”196 El pecado de Venezuela, llama a esto. “Escribí –continúa Su Eminencia- en una de mis
Cartas Pastorales que, entre los atributos divinos, está la justicia, la cual premia lo bueno y castiga lo
194 Pino Iturrieta: El divino Bolívar…, op. cit., p. 155. 195 Quintero, J.H.: Bolívar (homenaje en el sesquicentenario de su muerte), Caracas, Editorial Arte, 1976, p. 31. 196 Ibidem, p. 21.
malo. Si para las personas individualmente esos castigos o premios tendrán perfecto cumplimiento al
trasponer las puertas del sepulcro, como lo enseñó el Divino Maestro en la parábola del rico
Eupolón y del pobre Lázaro, en cambio para las Naciones esos premios y castigos han de realizarse
en este mundo (...)Uno de los medios habituales de la Providencia divina para penar los delitos
colectivos ha sido privar a los pueblos ora de libertad, ora de paz”197. Y bueno, “desde 1830, en que
se perpetró la iniquidad, nuestra historia nacional durante todo el siglo pasado, se puede sintetizar y
resumir en guerras civiles y en largas tiranías.” Gracias al cielo, ya parecía bastante la expiación, pues
terminadas las guerras civiles en 1903 y llegada definitivamente la democracia en 1958, las
circunstancias de 1980 (¡eran los días de la Gran Venezuela y el petróleo a 36 USA$ el barril!) “nos
permiten pensar que la bondad divina ha dispuesto poner ya término a la larga y merecida sanción
por aquél pecado público de la Patria.”198 Amén.
Elías Pino Iturrieta ha analizado este texto199. Más allá de su amago teológico, de su pátina
sepia de fotografía vieja y de lo que nos dice de la inmensa carga religiosa que siempre hay en el
Culto a Bolívar, se diferencia, al igual que el de 1930, en algo sustancial, inusitadamente moderno
pese al sabor arcaico, de lo que se decía en los púlpitos durante el siglo XIX, de lo que decían un
Carlos Borges o un Obispo de Trícala: para sostener sus argumentos, en ambos casos se respalda en
documentos o en hechos documentados. Los episodios (ya hablaremos de ellos) que señala a esta
sazón son todos producto del esfuerzo por hacer una historia documental del Libertador que en
Venezuela llevan adelante un Vicente Lecuna y un mismo Monseñor Navarro, y en Europa
historiadores como el P. Leturia. Por eso es que Quintero resulta a la vez el último representante del
viejo catolicismo bolivariano, teológico y homilético, completamente inoculado de Bossuet; y del
nuevo, historiográfico.
Un año después de su oración emeritense, en 1931, el Padre Leturia publica un libro en
Caracas que correrá con relativa suerte, pero que no es incorporado a sus Relaciones...: Bolívar y León
XII200. En cuanto a sus aportes documentales, es una obra emblemática del nuevo tratamiento que se
le da al Libertador en la historia eclesiástica. En cuanto a sus objetivos, también. Pero su dedicatoria
es un manifiesto colosal: “Al Romanismo del Libertador”201. Romanismo tiene dos acepciones. Una,
peyorativa, fue acuñada por algunas iglesias protestantes para referirse a la doctrina de la Iglesia
Católica (y sobre todo a sus excesos). La segunda, dentro del catolicismo, se refiere al proceso de
197 Idem 198 Ibidem, p. 22. 199 Pino Iturrieta: El divino Bolívar…, op. cit., pp. 155-161. 200 Caracas: Parra León Hermanos Editores, 1931. 201 Ibídem, p. I.
centralización que se desarrolla a partir del Concilio Vaticano I (1869-70), el reforzamiento del
Syllabus (1864) en una doctrina tan severa que hoy la teología católica la conoce como integrismo, la
infalibilidad papal y, finalmente, la promulgación del Código de Derecho Canónico (1917), que lo
que tiene de modernizador (se trata de un código a la napoleónica) está más en su celo centralizador
que en sus tesis (es hijo directo de la reacción integrista).
Ante los inmensos reveses que tiene la Iglesia frente a la modernidad y las medidas
desacralizadoras en todo el mundo, llegando a su culmen con la absorción de los territorios
pontificios por el Reino de Italia, el papado responde reconcentrándose en torno a sí, para tener
todo, como en la famosa frase, atado y bien atado. Obviamente, no todos aceptaron de buena gana este
afianzamiento del control de Roma sobre las iglesias locales, en muchos casos dominadas, como en
el de Venezuela con el patronato, por gobiernos eclesiásticos y civiles del lugar. “Romanistas”,
entonces, también pasaron a ser quienes se hicieron más intensamente papistas, si se nos permite
otro refrán: casi que más papistas que el Papa. Y “romanista”, asegura el P. Leturia, era el
Libertador... Así a la lista de un “Bolívar agrarista”, un “Bolívar positivista”, un “Bolívar ecologista”,
hay que sumar el “Bolívar romanista”....
Claro, Leturia era un hombre demasiado sólido como para no delimitar el romanismo del
Libertador dentro de los contornos que la evidencia documental permitía: “...no trato [en éste libro]
del catolicismo y las creencias personales de éste, sino de su acción diplomática como Libertador y
organizador de Naciones americanas (...) El problema interesantísimo y trascendente de cómo fraguó
y se desenvolvió la personalidad religiosa del vasco caraqueño es de los que encadenan al literato, al
psicólogo, al filósofo y, consiguientemente, al historiador; pero se presenta a mis ojos tan complejo y
profundo, que creería comprometerla firmeza de hechos obvios e incontrovertibles, si hiciera
depender de su solución previa la exposición de la acción diplomática.” Por eso no hablará de “las
creencias personales de Bolívar ni de sus teorías abstractas sobre Religión y Estatismo, tal como se
reflejan en la Constitución de Bolivia y en algunas otras declaraciones y cartas suyas.”202 Es el
imperativo rankeano: wie es eigentlich gewesen. Las cosas tal como son. Apegado como estaba a los
documentos, por ejemplo, Leturia no pudo negar la adscripción del Libertador al patronato; no
obstante, por las mismas razones documentales, el deseo constante de acercamiento con la Santa
Sede que manifestó (y ejecutó) en su vida, le permitió terminar el libro nada menos que con un
discurso del Cardenal Eugenio Pacelli, el futuro y muy controvertido Pío XII: “Como de Roma
recibió [Bolívar] las primeras inspiraciones de la misión civil que le cupo cumplir, así, al querer dar
fundamento estable a su obra, volvió nuevamente a Roma –a ‘aquella Roma donde Cristo es
202 Leturia, Bolívar y León XII, Caracas, Parra León Hermanos, 1931, pp. 9, 10 y 13.
romano’- mostrándose solícito de conservar a sus conciudadanos el patrimonio de la heredada
fe...”203 ¿Romanista Bolívar? Habría que ver, al fin y al cabo el romanismo no existía mientras vivía.
Pero Pacelli sí lo era, y mucho: se trata de uno de los redactores del Código Canónico, y ya entonces
uno de los grandes papables en San Pedro...
Ahora bien, en Roma era naturalmente mucho más importante que en Caracas demostrar que
el Libertador fue cuando menos un proto-romanista. Acá un sacerdote no hubiera sabido bien si eso
era una credencial tan buena como en el Vaticano. Del vasco caraqueño el jesuita vasco (que vaya que
no perdía tiempo para deslizar sus precisiones y afecciones nacionales) escribía en Roma. Más cerca
de la línea de fuego, Monseñor Navarro, aunque igual de celoso en cuanto el culto al documento,
precisaba de mayores contundencias. De algo que le quitara, en vez de dárselos, alegatos a los
liberales y anticlericales, y eso del supuesto romanismo del Libertador podría surtir un efecto más
que contraproducente. Él, sin rodeos, decidió demostrar que el Libertador era piadoso. Mientras en
La masonería y la independencia. A propósito de unos “reparillos”204, asume el reto ideológico de dejar al
descubierto que la influencia masónica no fue, ni mucho menos, tan grande como normalmente se le
atribuía en la gestación y difusión de las ideas independentistas (él, en rigor, no le atribuye ninguna205,
lo que también es exagerado), en su célebre La cristiana muerte del Libertador206, con una profusa
colección documental dibujó, primero, el deseo de Bolívar de morir en la paz de Dios según el
testimonio de quienes presenciaron sus últimos días (su testamento también entra acá a colación207)
y, segundo, su fe a través de los documentos en los que habla de ella. Navarro era un historiador
203 Ibidem., p. 125. 204 Navarro, Nicolás E.: La masonería y la independencia. A propósito de unos “reparillos”, Caracas, Editorial Sur-América, 1928. 205 El tema de la importancia de la masonería en la independencia de América Latina, es uno de esos casos en los que de forma más clara, lo político y lo historiográfico se entrelazan. Más allá de la impronta de la Logia Lautaro y de la acción propagandística que desde ella hizo Francisco de Miranda, o del hecho de que después de la Independencia buena parte de sus líderes se hayan manifestados francmasones, quienes primeros lanzaron la especie de que a ella se debió la revolución, fueron precisamente los mismos sacerdotes que la adversaron, con su tesis de la “conspiración masónica”. Una suerte de efecto boomerang tuvo esto: cuando la revolución es triunfante y el liberalismo inicia sus escaramuzas con la Iglesia, los masones asumirán con orgullo este rol protagónico. Tanto, que hombres como Navarro se sintieron en la obligación de desmentirlos. La crítica reciente ha ido poniendo las cosas en su lugar y, en alguna medida, reivindicando a Navarro. Eloy Reverón ha publicado dos extraordinarios textos al respecto: “Mito y realidad en la historiografía Masónica (1808-1830)”, en Anuario de Estudios Bolivarianos, Instituto de Investigaciones Históricas-Bolivarium, Universidad Simón Bolívar, No. 4, 1995; y El fantasma de Bolívar en la masonería venezolana, Caracas, Instituto Venezolano de Estudios Masónicos, 2001. 206 Navarro,Nicolás E.: La cristiana muerte del Libertador, Caracas, Imprenta Nacional, 1955. 207 “En el nombre de Dios Todopoderoso, Amén. Yo Simón Bolívar, Libertador de la República de Colombia, natural de la ciudad de Caracas en el departamento de Venezuela (...) creyendo y confesando como firmemente creo y confieso el alto y soberano misterio de la Beatísima y Santísima Trinidad, Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas y un solo Dios verdadero; y en todos los demás misterios que cree, predica y enseña nuestra Santa Madre Iglesia, Católica, Apostólica, Romana, bajo cuya fe y creencia he vivido y protesto vivir hasta la muerte como católico fiel cristiano (...) Primeramente encomiendo mi alma a Dios Nuestro Señor que de la nada la crió, y el cuerpo a la tierra de que fue formado...” en Simón Bolívar, Escritos fundamentales, Caracas, Monte Ávila Editores, 1988, p. 210. Este texto aparece en las estampas que la religiosidad popular le ha creado, con fines devocionales. Recuérdese que en las prácticas espiritistas, sobre todo las del culto a María Lionza, su ánima, así como las de los otros Libertadores, está entre las más poderosas. Sobre el tema: Salas, Yolanda (y otros): Bolívar y la historia en la conciencia popular, Caracas, Instituto de Altos Estudios de América Latina-Instituto de Investigaciones Históricas-Bolivarium, Universidad Simón Bolívar, 1987.
serio, con –insistimos- un gran apego documental. Sus conclusiones se muestran solventes. Tal vez
esa “guirnalda tejida con sus propios testimonios para perpetuar nuestro homenaje a la mentalidad
católica y a la íntima religiosidad del Libertador”208 que aseguró encontrar en sus documentos, escapa
de nuestra capacidad de interpretación209, pero lleva, sin duda, el sentido de lo que, con lenguaje más
adusto e igual rigor documental, aunque limitándose a aspectos más observables, hizo Leturia:
Bolívar un adalid de la catolicidad. Navarro quiso hacerlo desde la fe. Leturia, doctor en Munich, le
deja la ponderación de su fe a Dios; lo de él: wie es eigentlich gewesen.
III- De cómo reconocer a un Magistrado Católico.
La lección metodológica de Leturia sentó las bases de casi todos los análisis posteriores: como en el aserto evangélico, con esto del Libertador “Magistrado Católico”, ahora sólo por sus actos lo conoceréis. Por sus actos públicos, claro está.
Es, digamos en clave positivista, la superación de la especulación más o menos teológica anterior. Y corresponde así, para el capítulo eclesiástico, a la renovación global que vive la historiografía venezolana de entonces, replanteando (aunque aún no rompiendo) la historia patria, épica, literaria, tradicional, con una aguda crítica documental: son los años, por ejemplo, de un Caracciolo Parra-Pérez. Pocos hombres en el concierto de quienes escribían sobre Venezuela en esos años se le equiparan tanto como Leturia. Pero eso nos obliga, al mismo tiempo y llevando agua a su propio molino leturiano, a otra cosa: a cotejarlo con base en los documentos que empleó, incluso aquellos que él mismo rescató.
Para la tesis del magistrado romanista (“católico” en términos del Cardenal Quintero), Leturia se basa en algunos testimonios documentales sin cuya lectura este análisis historiográfico sería, cuando menos, muy parcial. Como en toda heurística, Leturia dejó por fuera tantas cosas como las que metió. Arranquemos, entonces, por uno que deliberadamente reconoció. Leturia señala al proyecto de Constitución de Bolivia como uno de los documentos fundamentales para entender las ideas abstractas del Libertador en materia religiosa, esa religiosidad íntima que aborda Navarro; y precisamente por eso lo pasa de largo: según él, no hace grandes aportes para comprender su acción diplomática frente a la Santa Sede... Es cierto, pero sólo en la medida en que lo veamos nada más que como un proyecto, como algo que al final no pasó de las intenciones. Nosotros opinamos lo contrario. Si lo releemos en la clave en que Bolívar le dio a sus textos, como “mis pensamientos escritos, mi alma pintada en el papel”210, encontramos, obviamente, otra cosa. Sobre todo cuando, según veremos, al cambiar el signo del pensamiento eclesiástico, será precisamente en él donde más se detuvieron los religiosos al verlo como uno de los grandes antecedentes del Vaticano II. Es notable como eso que pareció disgustarle a Leturia por poco apegado a la doctrina, cuarenta años después les gustará tanto a sus alumnos por aparecer, precisamente, como lo más cercano a la doctrina, a su nueva doctrina de entonces: en efecto cada generación escribe su historia.
Vamos al documento. Primero que nada, ¿qué documento refleja mejor la acción de Bolívar como estadista que éste, destinado a proponerle a un Congreso Constituyente de una república que lleva su nombre un modelo de organización política? Así las cosas, desde la esfera de la historia de las
208 Navarro: op. cit., p. 97. 209 Pero no de la de Monseñor Pío Bello, quien retomó este empeño en una monografía documentadísima: “Bolívar y la Iglesia”, Anuario de Estudios Bolivarianos, No. 1, 1990, Caracas, Instituto de Investigaciones Históricas-Bolivarium, Universidad Simón Bolívar, pp. 19-44. 210 Carta a Simón Rodríguez, Pativilca, 19 de enero de 1824, en: Simón Bolívar, Escritos fundamentales, op. cit., p. 180.
ideas es muy, pero muy importante. Bolívar, dándole como le da a la religión en cuanto práctica, y a la Iglesia en cuanto institución, un espacio importantísimo en la nueva república, lo hace en términos tales que, de haber sido aplicados, las relaciones con el Vaticano se hubieran visto seriamente afectadas. Baste pensar como aquellos que sí se llevaron a la práctica, aunque sea parcialmente, como el patronato, generaron los líos que generaron: ¡qué sería de lo planteado en Bolivia!. Mientras el Vaticano defendía entonces (y defenderá por mucho tiempo más) una alta injerencia de la Iglesia en la vida social, teniendo a la Restauración211 de la cristiandad como proyecto, Bolívar restringe la religión a la consciencia; y mientras el romanismo posterior propugnaba un fuerte control de la administración romana sobre las iglesias locales, el Libertador lleva a tal punto el patronato que deja francamente a los poderes públicos de la república el nombramiento de las jerarquías y, al pueblo, ¡el de sus pastores!212
De ese modo, como con tantos republicanos católicos de su época, propone modificaciones, generalmente democratizadoras, muy hondas. No es, así las cosas, aventurado afirmar que eran aquellos hombres unos reformadores, en el sentido prístino de la palabra de que querían cambiar la Iglesia; pero reformadores, eso sí, al estilo tridentino y con el espíritu de un Erasmo, sin intenciones reales de separarse del tronco común romano. Reformadores, pues, con el deseo –acaso en muchos impuesto por las circunstancias- de hacer la reforma desde adentro. En la Constitución de Bolivia no nombra expresamente al patronato, pero lo da de por contado: su proyecto unía tan fuertemente la Iglesia al Estado, y la sometía tan estrictamente a sus leyes civiles, que yendo más allá de todo lo que fue el regalismo borbónico, que ya es decir bastante, parecían más bien influenciado por formas más novedosas y radicales de galicanismo213, ese punto medio entre la Iglesia nacional y a la vez católica (universal), desarrollado en Francia214. Propuso el Libertador:
...Ningún objeto es más importante a un ciudadano que la elección de sus legisladores, magistrados, jueces y pastores. Los Colegios Electorales de cada provincia representan las necesidades y los intereses de ellas y sirven para quejarse de las infracciones de las leyes, y de los abusos de los magistrados. Me atrevería a decir con alguna exactitud que esta representación participa de los derechos de que gozan los gobiernos particulares de los estados federados. De ese modo se ha propuesto un nuevo peso a la balanza contra el Ejecutivo, y el gobierno ha adquirido más garantías, más popularidad, y nuevos títulos, para que sobresalga entre los más democráticos.215
211 Para estudiar ésta y otras categorías, así como para la historia del pensamiento católico, véase: Vilanova, Evangelista: Historia de la teología cristiana, Barcelona, Editorial Harder, 1992, tres tomos. 212 En el Art. 82 del proyecto constitucional de Bolivia se concede al Presidente el derecho de “presentar al gobierno eclesiástico uno de la terna de candidatos propuestos por el cuerpo electoral para curas y vicarios de las provincias”. Gutiérrez, Alberto ( SJ): La Iglesia que entendió el Libertador Simón Bolívar, Caracas, UCAB, 1981, p. 205. 213 “En el parágrafo 10° se consigna, a nivel constitucional, la funesta costumbre aprendida del Patronato, de los usos y costumbres de la iglesia galicana, de Napoleón y de tantos que había querido sojuzgar a la Iglesia, de impedir a la Santa Sede la libre comunicación con las Iglesias de los diversos países y con sus fieles”, Idem. Por galicanismo se conoce en la historia eclesiástica a la tendencia surgida en Francia bajo Luis XIV de someter la Iglesia firmemente a los poderes temporales. Aunque surgido en el siglo XIV como un esfuerzo de la sociedad civil frente a los poderes del clero (galicanismo real, si éste se expresa por el Rey, o parlamentario), será bajo el regalismo borbónico que adquiere plena forma. El llamado Galicanismo episcopal establece que el Papa no tienen más atribuciones que las dadas por el Concilio de Constanza. No puede, entonces, destituir reyes. Bossuet fue de los grandes ideólogos de este movimiento. 214 Sobre el tema, ver Equipo de Reflexión Teológica, Pensamiento teológico en Venezuela: II Durante la Emancipación (Bolívar-Roscio), Curso Cristianismo Hoy No. 14, Caracas, Centro Gumilla, 1981; Gutiérrez, Alberto (SJ): La Iglesia que entendió el Libertador Simón Bolívar, Caracas, UCAB, 1981; Ugalde, Luis (SJ): El pensamiento teológico de Juan Germán Roscio, Caracas, La Casa de Bello, 1992; y Virtuoso, José (SJ): La crisis de la Catolicidad en los inicios republicanos de Venezuela (1810-1813), Caracas, UCAB, 2001. 215 “Mensaje del Libertador al Congreso Constituyente de Bolivia, fechado en Lima el 25 de mayo de 1826”, en Escritos fundamentales, op. cit., p. 109.
No se detiene en ello, pero, insistamos, ¿qué clase de Iglesia hubiera resultado de esa práctica democrática de elegir a los pastores en los Colegios electorales ante los cuales poner quejas por su actuación? ¿Dónde quedaban allí los sagrados cánones? Por mucho que la tradición heredada del regalismo tenía a aquella sociedad acostumbrada a grados sorprendentes de intromisión estatal, tales elecciones hubieran sido un verdadero terremoto para las jerarquías, tan importantes en el catolicismo, y en rigor el funcionamiento de la Iglesia: aquello hubiera representado algún tipo de campaña electoral en cuyas propuestas, cuando menos, se hubiera manifestado no poco de libre examen. Por si esto no bastase, al poder legislativo le atribuye los siguientes deberes:
Los senadores forman los códigos y reglamentos eclesiásticos, y velan sobre los tribunales y el culto. Toca al senado escoger los prefectos, los jueces del distrito, gobernadores, corregidores, y todos los subalternos del departamento de justicia. Propone a la cámara de censores los miembros del tribunal supremo, los arzobispos, obispos, dignidades y canónigos. Es del resorte del senado, cuanto pertenece a la religión y a las leyes.216
Obviamente, un control tan severo sobre la Iglesia sólo era explicable en la media en que
reconocía su poder y la importancia de la religión en la sociedad. En este punto, sin embargo, las
tesis del Libertador son más bien ilustradas: “La religión, afirma, es la ley de la conciencia”217. El
Estado no debe tener religión oficial, ésta es fundamental para los ciudadanos, pero en el control de
su fuero interno:
¡Legisladores! Haré mención de un artículo que, según mi conciencia, he debido omitir. En una constitución política no debe prescribirse una profesión religiosa: porque según las mejores doctrinas sobre las leyes fundamentales, éstas son las garantías de los derechos políticos y civiles, y como la religión no toca ninguno de esos derechos, ella es de naturaleza indefinible en el orden social, y pertenece a la moral intelectual. La religión gobierna al hombre en la casa, en el gabinete, dentro de sí mismo: sólo ella tiene derecho de examinar la conciencia íntima. Las leyes, por el contrario, miran la superficie de las cosas: no gobiernan sino fuera de la casa del ciudadano. Aplicando estas consideraciones, ¿podrá un estado regir la conciencia de los súbditos, velar sobre el cumplimiento de las leyes religiosas, y dar el premio o el castigo, cuando los tribunales están en el cielo, y cuando Dios es el juez? La inquisición solamente será capaz de reemplazarlas en este mundo. ¿Volverá la inquisición a sus teas incendiarias? La religión es la ley de la conciencia. Toda ley sobre ella la anula porque imponiendo la necesidad del deber, quita el mérito a la fe, que es la base de la religión. Los preceptos y los dogmas sagrados son útiles, luminosos y de evidencia metafísica; todos debemos profesarlos, mas este deber es moral, no político.218
Toda una clase de tolerancia liberal. Cuatro años antes, en otro documento que después será muy
celebrado por los teólogos de la Liberación, se expresó en igual sentido. Efectivamente, encargado
216 Ibídem, p. 110. 217 Ibidem, p. 119. 218 Ibidem, pp. 118-119.
en buena medida del cuidado de sus sobrinos, huérfanos desde la muerte en naufragio de su
hermano mayor Juan Vicente en 1810, para 1822 envió al mayor de éstos, Fernando, a estudiar a
Estados Unidos. Primero lo hará en el colegio Germantown, en Filadelfia, y luego en la
Universidad de Jefferson, en Charlotsville, Virginia. Con ocasión de ello, escribe uno de sus textos
más notables sobre educación y, de hecho, el único que escribió en específico sobre pedagogía:
“Método que se debe seguir en la educación de mi sobrino Fernando Bolívar”219.
Se trata de un programa que todavía no deja de sorprendernos a quienes hemos estudiado
educación por su inusitada modernidad –recuérdese que son días en los que Pesatalozzi apenas
está empezando a ser conocido- y por lo acertado de sus preceptos, algunos de los cuales (como
por ejemplo el método prospectivo en la enseñanza de la historia) aún son considerados
heterodoxos. Pero a nosotros, en este momento, lo que nos interesa un aspecto concreto: el de la
educación moral: “la moral en máximas religiosas –dice el Libertador- y en la práctica
conservadora de la salud y de la vida, es una enseñanza que ningún maestro puede descuidar.”220
No es aventurado, por tanto, afirmar que con éstas, las ideas religiosas del Libertador llegaron a su
punto más acabado. Antes, cuando la suerte de la guerra le fue más bien adversa y la Iglesia
actuaba, en conjunto, a favor del Rey, sus testimonios son más bien anticlericales, aunque no
tanto en contra del catolicismo en sí como del uso que le daban la mayoría de sus sacerdotes: “La
influencia eclesiástica tuvo, dice en el Manifiesto de Cartagena, después del terremoto, una parte muy
importante en la sublevación de los lugares y ciudades subalternas; y en la introducción de
enemigos al país; abusando sacrílegamente de la santidad de su ministerio en favor de los
promotores de la guerra civil”221. Es tan cuidadoso de reconocer la santidad del sacerdocio que a
su uso para fines non sanctos lo llama sacrilegio. En vano: la prensa realista lo acusará de ateo y en
219 Bolívar: Escritos fundamentales, op. cit., pp. 171-173 220 Ibidem, p. 173 221 “Memoria dirigida a los ciudadanos de la Nueva Granada por un caraqueño” (Conocido como “Manifiesto de Cartagena”), Cartagena de Indias, 15 de diciembre de 1812, en Bolívar: Escritos fundamentales, op. cit., p. 8
1814 es excomulgado –en rigor no se llegó a tanto, pero así quedó en la memoria de muchos222- por
los gobernadores del Arzobispado de Bogotá. En 1815, tal vez por estar escribiéndole a un inglés,
hace algo que aún es audacia en Nuestra América: en la “Carta de Jamaica” define como fanatismo
la fe de los mexicanos por la Virgen de Guadalupe, ¿o de qué otra forma se puede leer aquello de
que “felizmente los directores de la independencia de México se han aprovechado del fanatismo
con el mejor acierto, proclamando a la famosa Virgen de Guadalupe, por reina de los
patriotas”223?
Era muy del espíritu ilustrado considerar fanatismo o estado primitivo a ciertas manifestaciones
externas de la fe católica. Y esto era sólo el principio. En 1816, ya dentro de las políticas
restauracionisnas y legitimistas del Congreso de Viena, Pío VII fulmina a la revolución americana
en la encíclica “Etsi longissimo”224: los católicos, ordena, no se pueden alzar contra su Rey por la
Gracia de Dios. Aunque el espaldarazo al realismo es tremendo, nadie le hace caso y por eso en la
Carta Pastoral que a la sazón publica el Padre Manuel Vicente Maya, gobernador del arzobispado
de Caracas, el 12 de octubre de 1818, la queja es mayúscula: lo que nos vendrá, amenaza, por
incrédulos es tal que la Oración de Habacuc se quedará pequeña225. Aún, sin embargo, no se
llegaba al paroxismo. Éste llega durante la liberación de Guayana. Si bien el Libertador no tiene
222 Monseñor Navarro estudió con detenimiento el punto, como es de esperarse. En los apéndices al Diario de Bucaramanga de Luis Perú de Lacroix, donde se recogen los mejores testimonios sobre el hecho, presenta el edicto que el 3 de diciembre de 1814 promulgan los gobernadores del arzobispado de Bogotá, Juan Bautista Pey de Andrade y José Domingo Duquesne, según el cual, en vista del avance patriota sobre la ciudad, declaran que “entiendan la obligación que tienen de creer a sus pastores, a quienes ha colocado Dios en su Iglesia para que aprendan de ellos la doctrina de la verdad, y no se dejen engañar de algunos otros que, por sus particulares intereses y fines y por la corrupción de corazón, están envueltos en las mismas causas y se hacen cómplices de los mismos delitos y de la excomunión, dándoles favor, auxilio, ayuda o cualquiera cooperación para el logro de sus intentos” (en Perú De Lacroix: El diario de Bucaramanga, Caracas, Corporación Marca, s/f, p. 203). A renglón seguido presenta Navarro la carta que, ya en posesión de Bogotá, le envía el Libertador a los prelados el 5 de diciembre, más bien respetuosa: “Tal es la pastoral que UU.SS. como Gobernadores del Arzobispado dirigieron a estos diocesanos en tres del corriente. Denigróse en ella mi carácter, y se me pintó impío e irreligioso: se me excomulgó, y se incluyó en la excomunión a toda mi tropa (...) El honor del Gobierno a que pertenezco, y el sentimiento de lo que debo a mí mismo y a mis valientes soldados, exigen una reparación.” (pp. 205-206). La obtuvo, largamente: en edicto del 16 del mismo mes, recogen sus palabras, proclaman haber descubierto a un buen hombre en Bolívar, derogan entonces el anterior y ordenan un Te Deum en acción de gracias por sus victorias... 223 “Carta de Jamaica. Kingston, 6 de septiembre de 1815”, en Bolívar: Escritos fundamentales, op. cit., p. 50 224 Vid: Leturia: Relaciones..., op. cit., t. II, pp. 95-116. 225 “Carta pastoral del Vicario General del Arzobispado de Caracas Manuel Vicente Maya, 12 de octubre de 1818”, en González, Hermann: Iglesia y Estado en Venezuela, op. cit., pp. 109-114.
participación en la masacre de los cuarenta capuchinos en Caruachi, que tan fuerte impacto
propagandístico tiene para los realistas, todo indica que aprueba la destrucción de su orden
misional. Al mismo tiempo, los sacerdotes patriotas, que no son pocos, se congregan en
Angostura y están a punto de hacer su propia Iglesia católica separada del Patronato Español: la
medida es considerada cismática y no llega a concretarse226.
La calma llegará después de Boyacá y Carabobo. Ya en el gobierno, el Libertador cambia. Como
cambia también lo que quedaba de la Iglesia. El reto de construir la institucionalidad republicana y
de darle solidez, los reencuentra a ambos. Los “cismáticos” de Angostura se convierten ahora en
la jerarquía, mientras los sacerdotes que no huyen poco a poco se van amoldando al nuevo orden
de cosas. Había a un mismo tiempo que reconstruir la Iglesia como parte de la reconstrucción
global de la sociedad diezmada. El Libertador lo entiende plenamente. Así, dirige su acción en dos
direcciones: rearmar una jerarquía, rota por las disensiones de una gran cantidad de sacerdotes,
sobre todo obispos, españoles o americanos realistas, así como por las leyes que eliminaron la
mayor parte de los conventos y las misiones (no en vano en 1828, sopesando lo que esto implicó
para la sociedad decreta la restitución de ambos, sin éxito227), sustituyéndolos por otros prelados,
afectos a la causa. Se trataba de una tarea vital: primero, la fe abrumadoramente católica de los
ciudadanos, así como la pervivencia en la mentalidad y la sociabilidad de la catolicidad anterior,
hacían imposible que las repúblicas marcharan sin Iglesia. Segundo, la prédica de más de una
década insistiendo sobre el carácter pecaminoso de la revolución había hecho mella en la
conciencia de vastos sectores de la población, realista hasta después de su derrota militar: pastores
patriotas, con nuevas ideas en los púlpitos eran, entonces, urgentes. De allí la absoluta necesidad
presente en el proyecto de constitución boliviana de dejar en manos del nuevo ejecutivo su
nombramiento. Es dentro de este marco que se inscribió el esfuerzo de hombres de Dios (y de la
226 Para el “pecado de la revolución” y la Iglesia realista, véase Straka: La voz de los vencidos, op. cit., pp. 84-100 y 139-162 . 227 Véase: González, Hermánn: Iglesia y Estado en Venezuela, op. cit., pp. 177-239.
Patria: la unidad de ambas entidades no tardó en llegar) como la del Obispo de Trícala, de la que
ya hablamos, y todo ese bolivarianismo católico tradicional.
Pero había otra cosa, no menos importante. Tal es el segundo punto al que vamos. En cuanto la
república de Colombia, en 1824, se declara heredera del patronato español, una de las raíces
fundamentales de sociedad, la Iglesia, rompía así con uno de sus últimos vínculos orgánicos con la
de la Madre Patria. Era, pues, parte de todo el proceso de liberación, y no la menos significativa.
La república ahora nombraría a sus pastores. Tal vez no de una forma tan radical como lo soñó
Bolívar, pero sí bastante más cerca a ello que de lo que hubiera deseado Roma: el artículo 4º de la
Ley de Patronato, por ejemplo, establece que el Congreso nombraría los obispos y arzobispos,
definiría las diócesis, daría (o no) el permiso para establecer monasterios, permitir (o no) la
aplicación de las bulas; por el Art. 16 los prelados nombrados por el Congreso debían jurar la
constitución; y sólo entonces, por el Art. 17, sería su nombramiento elevado ante a Su Santidad
para que les diera su fiat228.
Detengámonos en esto: tal fiat no era cualquier cosa. Tenía el doble filo de la llamada “trampa de
la moneda” que se le hizo a Cristo: ¿se la das a Dios o al César? Pero, ¿César no es Dios? Nos
explicamos: implicaba nada menos que el reconocimiento por parte del Papa del hecho palmario
de que la república existía y funcionaba. En aquellos días de la Santa Alianza, eso era nada menos
que el reconocimiento de uno de los monarcas europeos más importantes a la república neonata.
Sin negar todo lo que de piedad pudiera haber en su ofensiva diplomática hacia el Vaticano, eso
sólo hubiera bastado para que Bolívar no escatimara esfuerzos para que Su Santidad le
preconizara prelados para las sillas vacantes de Colombia. Era un esfuerzo nodal para la
legitimación del Estado, para su reconocimiento internacional e, incluso, interno: un Papa
nombrando obispos republicanos no sólo le daba su fiat a ellos, sino en buena medida a toda la
228 “Ley de 28 de julio de 1824, que declara a la República en el ejercicio del derecho de patronato”, en González: Iglesia y Estado en Venezuela, op. cit., pp. 130 y ss.
república. No en vano cuando al final lo logra, en 1827, aquello fue celebrado como un éxito
diplomático tan colosal, que Leturia lo llama “el Ayacucho de Europa”229. Éxito, sin embargo,
que hay que contextualizar para entender lo que vendría: estuvo entre los últimos de su vida. Tal
vez marcaba el hito para la siguiente etapa, la final. Y ello es lo que termina de cerrar el círculo de
sus relaciones con la Iglesia, para sembrarla de algunos de los elementos esenciales que
alimentarán su memoria.
Tal vez no imaginó el Libertador en medio de la celebración que con tal bendición pontificia se
estaba ganado a quienes serían sus último aliados. En efecto, fueron precisamente esos prelados
recién preconizados quienes más apoyo le darían cuando el resto de las fuerzas vivas de aquella
sociedad viró en su contra. Bolívar, así, el anticlerical de 1812, 1815, ahora habría de gobernar con
la curia de Bogotá. Es “El Magistrado Católico” que evoca el Cardenal Quintero, como quien
evoca la imagen de ese San Carlomagno, alguna vez impulsado por nacionalistas franceses. Es ése el
Bolívar siempre traído a colación por los sacerdotes en los debates ideológicos contra el patronato
y los liberales: en un acto común con su memoria, se le retrataba sólo en un episodio y de él se
esperaba desprender todo lo demás. Por algo Leturia, hombre práctico y rankeano, obvia el
proyecto de constitución de Bolivia. Lo de él son los hechos: “En los críticos momentos de la
Convención de Ocaña, del atentado del 25 de septiembre y de las rebeliones de Obando y
Córdoba, no tuvo Bolívar partidarios más leales de su política y más adictos a su persona que los
antiguos y nuevos Obispos.”230 Por ejemplo Ramón Ignacio Méndez (1773-1839), sacerdote
patriota desde la primera hora, firmante del Acta de Independencia y Arzobispo de Caracas recién
preconizado, es quien quiebra algunas de las lanzas más tenaces en su defensa. El 6 de noviembre
de 1828 publica nada menos que una carta pastoral condenando el atentado septembrista. Tres
meses antes, el 16 de septiembre, le envía una carta a Su Santidad con una proposición, si se
229 Leturia: Bolívar y León XII..., op. cit., p. 113. 230 Ibidem, p. 117.
permite el término, insólita: para defender la dictadura y, con ella, el proyecto bolivariano, le pide
a Su Santidad que no le conceda el Patronato a la República, pero sí a la persona del Libertador mientras
conserve el mando. O sea, unir al Libertador y la Iglesia, como antes lo estaba al Rey. Vale la pena
citarlo extensamente:
La República debe ser ahora gobernada con un nuevo Régimen, porque, suspendidas las Cámaras que destruyeron los derechos de la Iglesia, los pueblos han dado el poder supremo por tiempo indefinido a Simón de Bolívar. De aquí mi esperanza que todo mejore. Le estoy unido con íntima amistad, y él me ha prometido con repetidas protestas mirar por el bien de la Religión y de la Moral, y me ha pedido en cartas familiares que le proponga cuanto me parezca ser útil a la Iglesia. Aprovechando ocasión tan favorable, he descrito al Jefe Supremo, con vivos colores, las injusticias que afean la Ley del Patronato, y le he asegurado la gloria inmortal que se ganará si llega a derogar ley tan oprobiosa y usurpadora. Si llega a hacerlo confío que las demás Repúblicas de América imitarán el ejemplo de tan grande y famoso varón. Si en tales circunstancias se dignase Vuestra Santidad oír mi voz, añadiría que conviene para el bien de la Iglesia investir al mismo Simón Bolívar por todo el tiempo de su gobierno del derecho del Patronato, con tal de que él (como se lo he aconsejado) dirija a la Sede Apostólica sus preces de súplicas y devuelva de buen grado a la Iglesia su inmunidad y libertad. Pero no creo que por todo esto se le haya de conceder el Patronato con aquella amplitud que tenía antes (bajo España) tanto de hecho como de derecho. Por razón de la distancia de estas tierras y por otras causas bien patentes me parece se le han de reconocer, fuera de los honores propios de Patrono, tan sólo los siguientes derechos: que presente los Obispos a la Sede Apostólica; que presente al Obispo para las dignidades canonicales y prebendas eclesiásticas al que prefiera, entre los tres que le proponga el mismo Obispo, excepción hecha de los canonicatos de oficio o de oposición, en los que no puede presentar sino al que el Obispo y el Cabildo hayan puesto en el primer lugar; finalmente, que en cuanto a los beneficios parroquiales, quede su colación en manos del Obispo en la forma prescrita por el Concilio Tridentino, reconociendo, sin embargo, al gobierno civil el derecho de rechazar, cuando haya causa racional para ello, al que le sea enemigo o sospechoso. También ha de quedar en manos del Ordinario el nombrar los administradores de los bienes de la fábrica de la Iglesia y examinar sus cuentas. 231
231 Carta de Mons. Ramón Ignacio Méndez a Su Santidad, Caracas, 16 de septiembre de 1828 en Boletín de la Academia Nacional de la Historia, No. 140, octubre-noviembre 1952, p. 377. La carta se conoce como “Elogio del Libertador” por Ramón Ignacio Méndez. El P. Leturia, fue el que la tituló así, acaso –y aunque sea por esta sola vez- un poco arbitrariamente. El título responde, tal vez, a una de esas concesiones a las demandas de su tiempo, que hasta un historiador de su calibre hace alguna vez. En 1952, estando de visita en Venezuela, fue a la Academia Nacional de la Historia, donde dictó una breve charla y tuvo la extrema gentileza de donar el documento, hasta entonces inédito en los archivos vaticanos. Cuando se publica en el Boletín se le coloca este título. Con ello se pretendió engalanar con un ribete bolivariano (que, es verdad, tiene, sobradamente) a un documento que es de por sí muy valioso, incluso más allá de su relación con Bolívar. Según Leturia: “Os traigo (...) una carta interesante (que yo sepa, hasta hoy inédita y desconocida), en la que el primer Arzobispo republicano de Caracas y prócer de la Independencia, el Dr. Ramón Ignacio Méndez, hizo al Papa León XII uno de los más expresivos elogios que llegaron a Roma del Libertador Bolívar” (p. 375). También aparece en Leturia, Relaciones..., op. cit., pp. 471-476.
A este apoyo el Libertador supo corresponder: “Las leyes que el Libertador dio estos dos últimos
años contra la enseñanza impía en la Universidad [prohibición de Bentham], contra el libertinaje
de la prensa, contra las Sociedades secretas, a favor de las órdenes religiosas y las Misiones de
infieles, de los estudios eclesiásticos y enseñanza del latín, del establecimiento de capellanes en el
Ejército...”232, demuestran los virajes fundamentales de su política religiosa final. Ya antes, con
motivo de la preconización de los arzobispos de Bogotá, Fernando Caicedo, y Caracas, Ramón
Ignacio Méndez; y de los obispos de Santa Marta, José María Estevez; Antioquia, Mariano
Garnica; y Guayana, Mariano de Talavera; el Libertador Presidente les ofrece un banquete –al que
no puede asistir Méndez- con la presencia de las más altas autoridades de Colombia y del cuerpo
diplomático. De todos los brindis que se dieron en el mismo, el del Libertador ha pasado a la
historia. Recogido inicialmente en la Gaceta de Colombia, según nos informa Leturia233, es
reproducido después por diferentes autores: Manuel Groot, Historia eclesiástica y civil de Nueva
Granada escrita con documentos auténticos (Bogotá, 1870) y J.D. Monsalve, El ideal político del Libertador
Simón Bolívar (Madrid, 1917). Hay, no obstante, algunas discrepancias en torno a su fecha.
Nosotros seguimos a Leturia234, quien a su vez siguió a Blanco y Azpurua. Blanco dejó sentado el
28 de octubre como la fecha del brindis.
La causa más grande nos reúne en este día, el bien de la Iglesia y el bien de Colombia. Una cadena más sólida y más brillante que los astros del firmamento nos liga nuevamente con la Iglesia de Roma, que es la fuente del cielo. Los descendientes de San Pedro han sido siempre nuestros Padres, pero la guerra nos había dejado huérfanos, como el cordero que bala en vano por la madre que ha perdido. La madre tierna lo ha buscado y lo ha vuelto al redil: ella nos ha dado Pastores dignos de la Iglesia y dignos de la República. Estos ilustres Príncipes y Padres de la grey de Colombia son nuestros vínculos sagrados con el cielo y con la tierra. Serán ellos nuestros maestros y modelos de la
232 Leturia: Bolívar y León XII...., p. 118. 233 Leturia: Ibidem, p. 113.
234 Leturia: Ibidem.., p. 114.
Religión y de las virtudes políticas. La unión del incensario con la espada de la Ley es la verdadera arca de la Alianza. ¡Señores! yo brindo por los santos aliados de la patria, los Ilmos. Arzobispos de Bogotá y Caracas, Obispos de Santa Marta, Antioquia y Guayana. 235
Véase: La unión del incensario con la espada de la Ley es la verdadera arca de la Alianza. Se trata de
una de las frases más reveladoras del Libertador sobre su idea de lo que debían ser las relaciones
entre Iglesia y Estado. Pero igual de significativa es esta otra frase: Los descendientes de San Pedro han sido
siempre nuestros Padres. Tal adscripción al catolicismo, contundente, papista, le ha valido ser colocada
en una lápida de mármol en la Esquina de la Torre, de la catedral de Caracas. Poco después, el 7 de
noviembre, le envía esta carta a Su Santidad:
Reciba, pues, Vuestra Santidad, la expresión de nuestra gratitud; y del pueblo de esta república las más sinceras protestas de su adhesión y respeto a la Silla Apostólica y a la cabeza visible de la Iglesia Militante. Quedan aún vacantes en Colombia algunos obispados. Para los de Quito y Guayana hemos ya propuesto a Vuestra Santidad los eclesiásticos que, por sus virtudes, saber y méritos, hemos creído dignos de ocuparlos. Uno y otro, pero principalmente el obispado de Guayana, por su larga vacante, por haberse concluido las misiones, por la absoluta falta de ministros del santuario, y porque no hay a quien encargar del gobierno de la diócesis, exigen una pronta provisión. Rogamos a Vuestra Santidad se digne hacerla, para la salud de aquellos fieles y satisfacción de esta república. Muy pronto dirigiremos a Vuestra Santidad nuestras preces y las propuestas correspondientes para los demás obispados.
Conforme a la disciplina que ha regido a estas iglesias desde que se fundaron, y con el fin de protegerlas más eficazmente, el gobierno de Colombia se declaró en ejercicio del derecho de patronato que habían usado los reyes de España. Este acto lo sugirieron la necesidad de las mismas iglesias en que había peligro de que faltase la jurisdicción eclesiástica por falta de prebendados, el mejor cumplimiento de los cánones, que no permiten largos internatos en los beneficios, y el bien de la República que, defendida por el gobierno con todo su poder, no sería atacada. Tenemos la mayor confianza de que Vuestra Santidad le prestará su ratificación, atendidas tan justas razones. A virtud del patronato se han llenado las numerosas vacantes que había en las catedrales, se han provisto en propietarios, y con arreglo a las disposiciones canónicas, los beneficios que tienen cura de almas, y la Religión se conserva pura y como la recibimos de nuestros padres, por el cuidado, por la vigilancia y protección del gobierno. Vuestra Santidad debe siempre contar con ella y con nuestra decidida voluntad de sostener el Catolicismo en esta república.236
235 Documentos para la historia de la vida pública del Libertador, op. cit., t. XI, p. 618.
236 Cartas del Libertador. Tomo VI. Caracas, Banco de Venezuela-Fundación Vicente Lecuna. 1968.
La preconización, entendida como el doble reconocimiento de la república y el patronato, fue
el resultado de más de un quinquenio de negociaciones diplomáticas ante la Santa Sede237. Fernando
VII estaba negado a cualquier tipo de transigencia en este punto, pero León XII debía enfrentarse al
hecho consumado de la Independencia y al peligro de que en el seno de la Iglesia se diera un cisma.
Eso le hizo recapacitar las posturas legitimistas de su antecesor. Muy hábiles, del mismo modo,
fueron al respecto el Libertador y sus diplomáticos238. Su primer paso fue tratar de ganarse a los
obispos realistas, para impedir que se marcharan. El caso más célebre fue el de Rafael Lasso de La
Vega (1764-1831), obispo de Mérida de Maracaibo y después de Quito, que de ultra realista, pasó a
negociador de la república ante el Vaticano239. A Monseñor Salvador Jiménez de Enciso, Obispo de
Popayán, también realista le escribió en 1822: “Sepa V.S.I., que una separación tan violenta de este
hemisferio [había expresado su deseo de irse a España], no puede sino disminuir la universalidad de
la Iglesia Romana, y que la responsabilidad de esta terrible separación, recaerá muy particularmente
sobre aquéllos que, pudiendo mantener la unidad de la Iglesia Romana, hayan contribuido con su
conducta negativa a acelerar del mayor de los males”240. Aquella advertencia no sólo hizo cambiar de
parecer a Monseñor Jiménez de Enciso, sino que además se la hizo saber León XII, quien tomó
buena nota de ella, allanando el camino para el reconocimiento tácito de Colombia que implicaba la
preconización de sus obispos. Fernando VII rompió a la sazón relaciones con el Vaticano, pero el
temor de un cisma pudo más en el ánimo del Romano Pontífice. Además, éste se aprovechó también
de las ambiciones de otras potencias por el mercado iberoamericano, y de momento se alió con
Francia y Rusia; a su vez, ya Gran Bretaña había dado también su reconocimiento tácito a las nuevas
repúblicas. El mismísimo Metternich, a su vez, se encargaría de zurcir rápidamente esta pequeña
237 Un complemento importante a los estudios de Leturia, Filippi, Alberto: Bolívar y le Santa Sede, Caracas, Editorial Arte, 1996. 238 Desde 1820, con las misiones de Fernando de Peñalver y José María Vergara, Colombia fue intentando un acercamiento a la Santa Sede. En igual situación estaban otras repúblicas. Chile será la que tendrá más éxito: obtuvo el envío nada menos que de un delegado apostólico, Mons. Juan Muzi. El Libertador entendió rápidamente lo que esto representaba y el 13 de julio de 1824 le envió una comunicación cuyo rescate se lo debemos a una copia que el mismo Bolívar tuvo el tino de enviarle a Lasso de La Vega, entonces su mejor negociador ante el Vaticano: “S.E. el Libertador encargado del alto mando de la República del Perú y de transmitir a Vuestra Señoría Ilustrísima los votos de su más distinguida consideración y respeto, como a representante del Vicario de Jesucristo en uno de los Estados independientes de Sud-América; manifestando al mismo tiempo a V.S. Ilma. los ardientes deseos de entrar en relaciones con la Cabeza de la Iglesia, por demandarlas urgentemente la salud espiritual de estos pueblos (...) desea vivamente que su régimen espiritual se determine conforme a los cánones, y que se arregle un Concordato sobre todos aquellos puntos que podrían causar alteraciones entre ambas potestades...” en Silva, Antonio Ramón: Documentos para la historia de la Diócesis de Mérida, Mérida (Venezuela), Imprenta Diocesana, 1922, pp. 97-98. El nombramiento del concordato en este solo documento le valió numerosos debates cuando fue sacado a luz en 1922... ¡al fin parecía Bolívar efectivamente romanista! Mons. Silva llama a todo ese aparte de su obra “Proyecto de Concordato”. Es un punto que amerita más estudio. 239 Para un seguimiento de su importante labor diplomática véase la compilación de Mons. Antonio Ramón Silva: Documentos para la historia de la Diócesis de Mérida op. cit., en su tomo VI . Véase, también: Leturia: Relaciones..., op. cit., t. II, pp. 167 y ss. 240 Leturia : op. cit., p. 24.
ruptura vaticano-española en su sistema de equilibrios. De tal manera que esta preconización vino a
ser, efectivamente, el triunfo definitivo de la diplomacia patriota en Europa; su “Ayacucho”
diplomático. Fernando VII no pudo más que aceptar el hecho.
Ahora bien, hecho todo este largo excursus documental, ¿qué podemos concluir? En 1982, en
el marco de las preparaciones para el Bicentenario del Natalicio del Libertador, el P. Jesús Cirilo
Salazar obtuvo el segundo puesto del Premio Trípode (otorgado por la editorial de textos religiosos
del mismo nombre) por una obra que gozaría de verdadera suerte: Bolívar: ¿cristiano fiel o estratega
político? Tuvo cuatro ediciones ese mismo año, según se desprende del pie de página del ejemplar que
consultamos (pudo, entonces, haber tenido más)241. Ante un tiraje así, pocas pruebas serían más
contundentes para demostrar hasta qué punto el tema seguía (y sigue) interesando a los
venezolanos242. Después de recorrer una vez más por las cartas familiares y fundamentalmente por
los episodios acá citados, las conclusiones a las que llega Salazar no son, ni pueden ser definitivas; él
afirma que “creemos que Bolívar ciertamente fue un individuo que poco a poco iría descubriendo su
verdadera fe hasta convertirse en un fiel cristiano”243. En rigor, los documentos (sobre todo los
familiares) no dan para más. Mons. Pío Bello cuando vuelve sobre el tema ocho años después,
concluye igualmente: “Contradice los datos históricos quien proponga al Libertador como incrédulo
o irreligioso. No intento, desde luego, proponerlo como un modelo de vivencia y práctica cristiana,
pero creo haber demostrado que en el curso de su vida mantuvo la fe cristiana y la adhesión a la
Iglesia Católica que heredó de su tradición social y familiar...”244 El P. Alberto Gutiérrez, SJ, por su
parte, y siguiendo más de cerca la tradición leturiana, afirma que, viéndolo desde su momento,
“Bolívar al ponerse en contacto con la Santa Sede por medios diplomáticos y eclesiásticos, dio una
muestra de catolicidad y de romanidad sin parangón en la época.”245 Ciertamente; ¿pero lo hizo por
convicción o por conveniencia? Citemos, otra vez, a Salazar: “ ‘El que se encuentre libre de pecados
que lance la primera piedra’, decía el Señor.”246
IV- De cómo las conclusiones nos llevan a Vaticano II.
241 Caracas, Edición, Ediciones Trípode, 1982 (4ª ed.). 242 Todavía en 1999 el Consejo Nacional de la Cultura, ente gubernamental, junto a la Fundación Hermano María, editó el texto de Alfonso de Jesús Alfonzo Vaz titulado Bolívar Católico. Se trata de un conjunto de documentos y citas extractadas de otros tantos, para demostrar la religiosidad del Libertador. Más allá del mérito del texto, no es poco revelador que sus prólogos hayan sido hechos por el principal historiador bolivariano vivo (escribimos en 2004) del país, J.L. Salcedo-Bastardo, y por el Cardenal Ignacio Antonio Velasco. 243 Salazar: Bolívar. ¿cristiano fiel o estratega político?, op. cit., p. 185-186. 244 Bello: “Bolívar y la Iglesia”, op. cit., p. 44. 245 Gutiérrez : La Iglesia que entendió el Libertador Simón Bolívar, op. cit, p. 274. 246 Salazar: Bolívar. ¿cristiano fiel o estratega político?, op. cit, p. 186.
En 1981 el Centro Gumilla, un instituto de investigaciones sociales que anima la Compañía
de Jesús en Caracas y que ha logrado una notable influencia a través de sus prestigiosas publicaciones
(la revista Sic y su colección de cuadernos de divulgación masiva “Curso de formación
sociopolítica”), editó cuatro cuadernos que plantearon, por primera vez (al menos del modo en que
lo hicieron), un tema en el que aún queda mucha tela por cortar: la historia del pensamiento teológico
venezolano, capítulo esencial en la historia de nuestras ideas, insólitamente descuidado hasta el
momento. Así, un intitulado Equipo de Reflexión Teológica entregó entre los números 11 y 14 del
“Curso de cristianismo hoy” (otra colección, ya desaparecida), una panorámica general, esquemática,
literalmente básica, pero fundamental por ser prácticamente la única que hay, de los principales
personajes y episodios de la teología venezolana.
El No. 12 se refiere al pensamiento teológico durante la Independencia centrado en dos de
sus ideólogos fundamentales, Juan Germán Roscio y, obviamente, Simón Bolívar. Jesuitas y lectores
de Leturia, plantean las cosas justo en el punto que éste evitó:
Hablar del cristianismo de Bolívar no sería ante todo –como lo viene haciendo pertinazmente cierto pensamiento eclesiástico- reivindicar para el héroe el carácter de protector e hijo fiel de la Iglesia. Si queremos medir su cristianismo no con los criterios de la Restauración eclesiástica sino con los del propio Bolívar –más afines por lo demás, en cierto modo, al espíritu del Vaticano II-, tendríamos que referirnos a la dimensión religiosa de su obra. Porque para él el título de Libertador y la tarea que implica son verdaderamente sagrados. Él es consciente de su rango mesiánico. Y en este sentido se experimenta como instrumento de la Providencia. Aunque eso no impidió para él recaer en la esfera incontrolable de lo mítico. Es la esfera de la acción humana la que en algunas ocasiones históricas se adensa tanto que se torna luminosa. Pero sin perder su índole. Y esa índole es la política.247
Se mantiene la lección leturiana en cuanto mantenerse en la órbita de su acción pública, pero
se abandona el sentido de lo que se quiere hallar en ella: nada más lejos que un Bolívar romanista. No
es ya la Restauración lo que animaba a aquellos jóvenes teólogos: es la promesa de la Nueva
Cristiandad de Vaticano II. “Porque Bolívar –insisten- se propone conseguir políticamente lo que
pretende la religión. Para eso necesita sacralizar la política, privatizar la religión y reducir la práctica
religiosa organizada a una institución ciudadana y por lo tanto bajo el control del Estado, dado su
carácter general y público.”248 En consecuencia van a buscar las claves de su pensamiento
precisamente donde Leturia lo desaconsejaba: en el proyecto constitucional de Bolivia.
247 Equipo de Reflexión Teológica, Pensamiento teológico en Venezuela: II Durante la Emancipación (Bolívar-Roscio), op. cit., p. 2. 248 Idem.
El concepto de religión que aparece en los escritos de Bolívar tiene por sujeto al individuo en su más recóndita intimidad: la religión acontece en el ámbito invisible de la conciencia como un proceso trascendente y por lo tanto incontrolable por las leyes humanas (...) En esta concepción Bolívar se muestra tributario de la Ilustración y seguidor casi literal de la confesión roussoniana del presbítero saboyano...249
En fin, “la institución eclesiástica perdía [en su concepto] su puesto protagónico en la
realización histórica y ese puesto era restituido a la voluntad general de los pueblos, a los
ciudadanos”; de ese modo “la personas pasan a ser los protagonistas” y, para probar ello
“analizaremos como ejemplo la justificación que da Bolívar de la omisión del artículo sobre la
confesionalidad del Estado”, en el discurso de Bolivia250. Otros dos jesuitas, Alberto Gutiérrez y Pío
Bello, en sus obras ya citadas, van aún más allá. Los dos hacen sendas comparaciones entre los
contenidos del discurso al Congreso Constituyente de Bolivia y los documentos fundamentales
emanados del Concilio Vaticano II: Dignatis Huamanae, Gaudium et Spes y Lumen Gentium251.
Demuestran la notable coincidencia entre las tesis del Libertador y las postconciliares: la religión no
se debe proscribir políticamente, gobierna la conciencia, su profesión es moralmente necesaria, es
fundamentalmente una relación con Dios y otros aspectos que ya se han señalado.
Esto es tan significativo, tan revelador de las vicisitudes de los discursos históricos a través de
su propia historia, de las mutaciones que sufren en la dialéctica que experimentan con las grandes
preocupaciones de su momento, que este epílogo del debate en Vaticano II nos termina de
configurar algunas conclusiones que, si no definitivas, al menos nos trazan un camino:
1. Es notable como eso que pareció disgustarle a Leturia por poco apegado a la doctrina, es lo que
cuarenta años después les gusta a sus alumnos por aparecer, precisamente, como lo más cercano
a la doctrina, bien que en su nueva acepción de entonces. Decir en 1930 que Bolívar era
romanista, tiene en cuanto su significado de buen cristiano-católico, de precursor de los últimos
adelantos de la teología, el mismo sentido que decir en 1980 que era, y en realidad siempre fue,
en esencia un postconciliar.
2. Aunque la sucesión de los enfoques con los que la Iglesia interpretó la obra del Libertador, y que
van desde ese bolivarianismo teológico del siglo XIX, correlato de la Historia Patria en el intento
de justificar la Independencia en clave épica y confesional, hasta la reinterpretación crítica del
Equipo de Reflexión Teológica, pasando por la renovación del P. Leturia y de Mons. Navarro;
249 Ibidem, p. 7. 250 Idem 251 Gutiérrez: La Iglesia que entendió el Libertador Simón Bolívar, op. cit., pp. 209-216; y Bello, “Bolívar y la Iglesia”, op. cit.. 38-41.
aunque esa sucesión, como se decía, acusa una sistemática depuración metodológica en los
análisis y sobre todo en el respaldo documental, las angustias que en cada etapa identificamos
demuestran cómo la historia tiende a ser pábulo de legitimación, cómo su eje –sobre todo si
seguimos a Carr y la entendemos como interpretación- es el presente; y cómo, en Venezuela, el gran
mecanismo de ello es el llamado Culto a Bolívar.
3. Bolívar en cada momento logra ser calzado en los criterios que el clero maneja como los
adecuados para definir al buen hijo de la Iglesia. Eso debe llamar la atención. No ponemos, con
esto, en duda las evidencias que, como se espera haber demostrado, son abundantes y
contundentes en cuanto a su respeto a la Iglesia e, incluso, su “romanidad” (Gutiérrez dixit). No
podemos adentrarnos en los intríngulis de su conciencia, pero sí podemos cotejarlo con la
mentalidad de la época y sobre todo, de sus compañeros de lucha: un Bolívar con un catolicismo
heterodoxo, deseoso de reformas importantes, defensor del Patronato y del reconocimiento
vaticano por razones de efecto político claramente identificables (pero no obligantes: la historia
subsiguiente de América Latina demostró que ese no era el único camino a seguir), consciente en
términos ilustrados de la importancia de la religión para la moral, pero de la necesidad de la
tolerancia en la vida civil, al tiempo que razonablemente católico en las prácticas personales,
aparece en los documentos.
4. Lo anterior, sin embargo, no aminora la importancia del hecho de que esta historia haya sido
apropiada por un debate jurídico y político (las relaciones Iglesia-Estado), para irla convirtiendo
en sustrato doctrinal de cada una de las partes. Que Bolívar fue un Elegido, que fue un
Romanista, que quiso un Concordato, etc., como verificación de la justeza de las aspiraciones
eclesiásticas, nos dice mucho de la impronta que su culto tiene en las ideas, valoraciones y
sociablidades de los venezolanos.
5. La Pastoral del 19 de marzo de 1964 encierra, por lo tanto, un valor extremo: demuestra cómo
una tradición historiográfica, aprehendida (y aprendida) por quienes fueron sus receptores pasa a
formar parte de su forma de entender el mundo y, así, en la base desde la cual elaboran sus
argumentos y doctrinas. Que un discurso histórico pase a ser uno pastoral (es decir, de guía de la
grey) es la prueba contundente de que la historia es tanto un arma de futuro, como una reflexión
del pasado. Y aveces más lo primero.
6. Por último, valgan estas páginas de homenaje a P. Pedro Leturia, SJ, (1891-1955). Si bien hemos
sido críticos con algunas de sus tesis, como nos corresponde, si hemos de respetar sus lecciones
de honestidad y análisis, no podemos soslayar su rol de gran reformador de la historia
eclesiástica, de aquél que la llevó a ella a la rigurosidad científica tal como se la entendía entonces;
del que descubrió un montón de documentos e identificó un conjunto de problemas sin los
cuales nuestra comprensión actual, no sólo de la Iglesia, sino de todas las sociedades de Nuestra
América no sería la misma. Porque ese es, al mismo tiempo, el otro gran aporte de Leturia: la
demostración palmaria de que la historia eclesiástica no es un capítulo aislado y sin interés para el
resto del colectivo, sino que es el reflejo de ese colectivo en las reflexiones de sus pastores (o de
quienes intentaron serlo). El Padre Leturia es, en este sentido y sin lugar a dudas, uno de los
grandes historiadores de América Latina.
Anuario de Estudios Bolivarianos Año X, número 11, 2004
1
CANJE
BRASIL
Populaçao et familia (Universidade de Sao Paulo)
Episteme
(Universidad Federal do Rio Grande do Sul)
Boletim informativo do
laboratorio de ensino de historia (Universidad Estadual
de Londrina)
COLOMBIA
Desarrollo Indoamericano (Universidad
Simón Bolívar)
Historia Caribe (Universidad del Atlántico)
COSTA RICA
Repertorio Americano (Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional)
ESPAÑA
Anuario de Estudios Americanos
(Consejo Superior de Investigaciones Científicas)
Boletín Americanista
(Universitat de Barcelona)
Boletín Informativo Cultural (Asociación Cultural
Cristóbal Colón)
Cuadernos Hispanoamericanos (Agencia Española de
Cooperación Internacional)
Debate y perspectiva (Fundación MAPFRE-
Tavera)
Obradoiro de Historia Moderna (Universidad de Santiago
de Compostela)
Reina Católica (Instituto de Historia Eclesiástica Isabel La
Católica)
Revista Complutense de Historia de América
(Facultad de Geografía e Historia de la Universidad
Complutense)
Tiempos de América (Centro de Investigaciones
de América Latina, Universitat de Jaume I
ESTADOS UNIDOS
Colonial Latin American Historical Review (CLAHR),
(University of New Mexico)
New Mexico Historical Review
(University of New Mexico)
Pacific Historical Review
(University of California)
The Journal of American History
(Organization of American Historian)
The Public Historian
(University of California)
FRANCIA
Cahiers des Amérique Latine Institut d’Hautes Études de
l’Amérique Latine, París III)
L’ordinaire latinoaméricain
(Université de Toulouse-Le Mirail)
ITALIA
Quaderni Ibero-americani (Associazione Studi Iberici
di Torino)
MÉXICO
América Latina en la Historia Económica
(Instituto Dr. José María LuisMora)
Boletín de Antropología
Americana (Instituto Panamericano de
Geografía e Historia)
Estudios de Historia Novohispana
(Universidad Nacional Autónoma de México)
Histórias
(Instituto Nacional de Antropología e Historia)
Historia Mexicana
(El Colegio de México)
Revista Geográfica (Instituto Panamericano de
Geografía e Historia)
Revista de Historia de América (Instituto Panamericano de
Geografía e Historia)
Revista de la Universidad del Valle de Atemajac
(Universidad del Valle de Atemajac)
Secuencia
(Instituto de Investigaciones Dr. José
María Luis Mora)
Canje
2
Sólo Historia (Instituto Nacional de
Estudios Históricos de la Revolución Mexicana)
PANAMÁ
Lotería (Lotería Nacional de
Beneficencia de Panamá)
PERÚ
Histórica (Pontificia Universidda
Catolica del Perú)
PUERTO RICO
Cultura (Instituto de Cultura
Puertorriqueña)
El Cuervo (Centro de Investigaciones
Históricas de la Universidad de Puerto
Rico)
Horizontes (Pontificia Universidad
Católica de Puerto Rico)
Op. Cit. (Centro de Investigaciones
Históricas de la Universidad de Puerto
Rico)
VENEZUELA
Anuario del Instituto de Estudios Hispanoamericanos (Universidad Central de
Venezuela)
Argos (División de Ciencias
Sociales de la Universidad Simón Bolívar)
Ateneo. Revista de Literatura
(Ateneo de Los Teques)
Boletín de la Academia Nacional de la Historia
(Academia Nacional de la Historia)
Boletín del Archivo
Arquidiocesano de Mérida (Arquidiócesis de Mérida)
Boletín del Archivo General de
la Nación (Archivo Nacional de la
Nación)
Boletín del Archivo Histórico (Universidad de Los
Andes)
Boletín del Archivo Histórico de Miraflores
(Archivo Histórico de Miraflores)
Boletín CIHEV
(Centro de Investigaciones de Historia Eclesiástica de Venezuela, Universidad de
Santa Rosa)
Cuadernos Latinoamericanos (Centro Experimental de
Estudios Latinoamericanos Universidad del Zulia)
Montalban
(Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Católica
Andrés Bello)
Mundo Nuevo (Instituto de Altos
Estudios de América Latina, Universidad
Simón Bolívar)
Paramillo (Universidad Católica del
Táchira)
Presente y Pasado. Revista de Historia
(Escuela de Historia de la Universidad de los Andes)
Politeia
(Instituto de Estudios Políticos, Facultad de Ciencias Jurídicas y
Políticas de la Universidad Central de Venezuela)
Revista de Ciencias Sociales de
la Región Centro-occidental (Fundación Buría y Centro
de Investigaciones Históricas de América
Latina y el Caribe)
Revista Nacional de Cultura (CONAC-Fundación La
Casa de Bello
Segmentos. Revista de Historia, Cultura e Ideas
(Centro de Investigaciones y Estudios Históricos de la Facultad de Ciencias de la Educación, Universidad de
Carabobo)
Tiempo y Espacio (Centro de Investigaciones Históricas Mario Briceño
Iragorry, Universidad Pedagógica Expeimental
Libertador)
1
Anuario de Estudios Bolivarianos Año X, número 11, 2004
Historia y Sociedad. Medellín, Universidad Nacional de Colombia, No. 8/ Marzo 2002.
Título apropiado para una publicación periódica que se relaciona con dos
disciplinas vinculadas con el cambio y la permanencia. Suficientemente genérico como para
albergar una gama temática que atrapa al interesado en el cambio social y sus múltiples
expresiones. Para los más inclinados por la sociología y antropología, esta revista contiene
trabajos de gran interés tales como “La violencia en el Perú: un esbozo interdisciplinario de
interpretación” (H.C.F. Mansilla). En este trabajo se procura una explicación al fenómeno de
la violencia en aquel país tomando en cuenta la dimensión social, psicológica y la cultura
autoritaria. Las variables a partir de las cuáles se realiza el enfoque, muestran la pertinencia
del análisis interdisciplinario, sobre todo cuando la complejidad de los fenómenos
estudiados representa un reto insalvable para estudios unilaterales.
La confluencia de enfoques y perspectivas diversas parece ser el signo
característico de esta revista con oscilaciones entre los estudios de marcado signo
sociológico y los trabajos propiamente historiográficos. Pero en ambos, se produce el
encuentro de perspectivas que se entrecruzan aportando riqueza y diversidad conceptual.
Podría citarse como un ejemplo de esta amplitud temática, el trabajo biográfico en
homenaje a Pierre Bourdieu (Fabián Sanabria S.), figura insigne de la sociología
contemporánea, quien muriera en París a comienzos del 2002. En un balance general y a
vuelo rasante, puede decirse que el tipo de Historiografía a que nos remite esta revista,
presenta a la Historia como gran receptáculo de los diversos aportes originados en otras
áreas del conocimiento de la sociedad, fundamentalmente de la sociología y antropología.
Otros artículos demuestran lo arriba señalado: Vagos, enfermos y valetudinarios. Bogotá:
1830-1860 de Estela Restrepo Zea. También Una peligrosa tentación. La controversia religiosa
sobre el chocolate en la España de los siglos XVI al XIX de M. Mercé Gras Casanovas, además
de Rumores, cartas y caminos en la sociedad colonial por Orián Jiménez Meneses, Fronteras de la
legalidad: bucaneros en el siglo XVII, de Ángel Pérez Mejía y Reacomodaciones étnicas en la
colonia temprana en el norte de Argentina y el sur de Bolivia por Carlos E. Zanolli. Nos
preguntamos si hay otro modo de producir una historiografía de interés, que abra nuevos
horizontes y nos permita precisar la unidad dentro de la diversidad.
Reseñas 2
De gran interés, en virtud de nuestras propias búsquedas, nos ha resultado el trabajo
de Anthony McFarlane titulado La construcción del orden político: la “Primera República” en la
Nueva Granada, 1810-1815. Ya encaminados hacia los 200 años de la Independencia
Hispanoamericana, el trabajo reabre espacios para la vieja controversia en torno a los
momentos fundacionales de la República neogranadina. Pero son muchos los aspectos
comunes de aquel proceso con lo ocurrido en tierras venezolanas, con lo cual se
multiplica el interés que suscita el trabajo de McFarlane. Una visión de conjunto se impone
para dar respuestas que no se podrían exponer bajo los encasillamientos localistas o bajo
la visión micro de la historia. ¿De que otro modo entender el efecto “dominó” iniciado
con la invasión de Napoleón a España y sus repercusiones en América?
Los sucesos españoles de 1808 se vinculan directamente con los
acontecimientos americanos de 1809 y 1810. Las derrotas sucesivas que los franceses
iban propinando a los peninsulares alentaron la posibilidad real de un cambio de
gobierno. Las Juntas que reconocían los derechos de Fernando II, a la vez exponían la
idea de un retorno de la soberanía a manos del pueblo. Las condiciones parecían ideales
para echar a andar un proceso fundacional que bien podría iniciarse con la destitución de
los funcionarios coloniales más prominentes aunque “en algunos casos, funcionarios
españoles expresaron lealtad a la junta y fueron incluidos como funcionarios de los nuevos
gobiernos autónomos” ( p. 53). Lo cual no habrá de durar por mucho tiempo. El desorden
civil se hará presente cuando el derrocamiento de las autoridades antes legítimas se
consumaba.
Parece quedar claro que, la transición inicial desde el control colonial hacia el
poder de las Juntas parece haber tenido poca resistencia y pocos traumas. Para el autor,
los promotores de las nuevas repúblicas se sirvieron durante 1810 “de prácticas españolas
que, al ser familiares, gozaron de mayor legitimidad y lealtad que una serie de instituciones
totalmente nuevas”. Esta transición suave, habría de tener en la debilidad del ejército otra
condición que le resultaba favorable. Tanto en la Nueva Granada como en La Capitanía
General de Venezuela, la mayoría de las provincias carecían de guarniciones y ello facilitó
la remoción inicial de los funcionarios desprovistos de apoyo militar.
Cuando aparece el debate entre federalistas y centralistas, se abre paso con fuerza
inusitada, la capacidad legitimadora del municipalismo y cantonalismo que aún
reclamaban su espacio como expresión del poder del pueblo. Pero no hay unidad de
criterios acerca del rumbo a tomar por los distintos pueblos y provincias. Por el contrario,
las divisiones y confrontaciones entre localidades abre el paso a la anarquía que bien
3
Anuario de Estudios Bolivarianos Año X, número 11, 2004
pronto ampliará el camino para la insatisfacción del pueblo y creará las condiciones
sociales requeridas para el advenimiento de la restauración. Ya Para 1815, la mayoría de
los pueblos estaban retornando al control peninsular. La Patria Boba había sucumbido
víctima de su propia impericia.
Ezio Serrano Páez Jefe del Instituto de Investigaciones Históricas-Bolivarium Universidad Simón Bolívar
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Anuario de Estudios BolivarianosAño X, número 11, 2004
Julián Marías, Cervantes, clave española, Alianza Editorial, Madrid, 1990.
Historia = literatura: un libro para entender bien a Cervantes
La cultura occidental sigue siendo una fragua de especialidades. El habitante de las
megalópolis asume este condicionamiento, se encierra en su propia burbuja y olvida interactuar
con su entorno, pues éste lo agrede. Entre las graves consecuencias se cuenta el olvido de la
historia y el desdén por la literatura, arrasadas ambas por la avalancha informática y el huracán
de los medios radioeléctricos. Pero acaba de caer en nuestras manos un libro para recuperar
gran parte de nuestra memoria perdida, aquella que proviene de España, gracias y a pesar de la
misma España; un libro para entender, precisamente, el nexo indisoluble entre historia y
literatura. Se trata de Cervantes, clave española, de Julián Marías. Escrito a principios de los años
90, resume buena parte del medio siglo dedicado por el autor al estudio de la obra completa de
Miguel de Cervantes. Con todo y el peso que esta reseña pretende conferirle, el librito no pasa
de 260 páginas. Sin embargo, Marías habla como lo que es: un erudito lleno de amor por su
tierra mundial –España fue una nación multicontinental en la época de Cervantes–, y para
estudiarla se ha obligado a repasar tanto anales como novelas, documentos y poesía épica, es
decir, ha adoptado el papel de filólogo, al cual añade su sabiduría como filósofo consagrado.
Sólo así puede asentar afirmaciones tan tajantes como “Una vez dado Cervantes es imposible
entender España sin él”, sentencia tan concluyente como para aumentarla de inmediato: “Una
vez existente –Cervantes– resulta que no sólo la literatura española, sino la realidad entera de
España nos aparece condicionada por él”. Inmersos en su lectura, no nos queda otro camino
que dejarnos atrapar por la comprensión de ese sentimiento de orfandad típico del
hispanoamericano, aun contando con el descomunal legado espiritual de la Madre Patria.
Marías le pone las palabras exactas al problema: “La vida en España ha sido constitutiva
inseguridad … Inseguridad y pobreza van a ser ingredientes de la perspectiva española ante la
vida”. Se refiere, también y por supuesto, a la herencia del período hispánico en América. ¿Qué
pueblo del continente no se siente inseguro hoy en día? Y la pobreza ¿será una mancha tan
estructural como para contar con ella toda la vida? Las certezas así enunciadas vienen
respaldadas por conclusiones indestructibles: Castilla no era una región, era una actitud;
Reseñas 2
Cervantes no acabó de encajar en el marco de su época; en el Quijote se reabsorbe la
circunstancia de Cervantes; que la Corona española subordinara los intereses nacionales a los
del catolicismo, arriesgando la desmembración de la monarquía por evitar la de la cristiandad,
¿no fue una forma extrema de quijotismo? Todos estos planteamientos se solidifican en plena
conmemoración del 4° Centenario del Quijote, cuando la Hija-Patria, la América Latina
descarriada, parece insistir en ponerse la camisa de fuerza de la inseguridad y la pobreza
apuntadas por Julián Marías. Acaso también nos ha faltado, como dice él de España, la
compañía de Sancho, un Sancho interior. Si Cervantes y el Quijote se leyeran propiamente,
quizá nuestra inseguridad tendería a desaparecer, aunque sólo fuera en sueños. Quien se aliente
a emprender esa quijotada, que lea el libro de Julián Marías.
Gerardo Vivas Pineda Departamento de Ciencias Sociales Universidad Simón Bolívar