Ángel marcos (desiderátum) sema d'acosta

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Doble o nada [ el fracaso de las utopías ] Sema D’Acosta “La única razón de todo es el dinero. Esa es la verdad de Las Vegas.” 1 “Ella viene de una isla que quiso construir el paraíso.” 2 I En los años treinta, cuarenta y cincuenta del siglo pasado, La Habana era conocida por sus casinos. Artistas, mafiosos, políticos y contrabandistas se mezclaban en una encubierta prosperidad de vida nocturna, salsa y fuegos artificiales. Todos reían y se emborrachaban juntos. Atraídos por esa espiral de alegría, los americanos pudientes iban a Cuba a despilfarrar dinero y cerrar negocios, a beber ron y fumar puros, a disfrutar de sus playas y sus mujeres. La población bullía. Después de la Revolución de 1959, tras la llegada de los comunistas al poder y confiscarse las casas de juego, su fulgente brillo se apagó. Fue sustituida por Las Vegas. De la noche a la mañana los estadounidenses construyeron una ciudad en medio de la nada que se convirtió en el nuevo centro de peregrinación de la diversión. Una urbe inventada en el corazón desierto para satisfacer los vicios y los excesos del capitalismo. Un lugar sin historia, vacío, que es la viva imagen de lo artificioso y las ilusiones vanas. DESIDERÁTUM pretende enfrentar dos maneras contrapuestas de asumir la realidad: por un lado el concepto que representa Las Vegas, paradigma de nuestra sociedad del ocio; por otro La Habana, paraíso desdibujado que se ha convertido en un páramo de expectativas, un lugar extemporáneo que ha sido asolado por un falso sistema igualitario. Es la derrota de los anhelos frente a la cúspide de los despropósitos. La trivialidad venciendo al idealismo, los hombres vulgares anteponiéndose a los esforzados. Es lo inalcanzable de Las Vegas (un No-Lugar en ningún sitio, habitado) midiéndose con lo tangible (un Lugar concreto, en una isla, como deshabitado). 1

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Page 1: Ángel Marcos (Desiderátum) Sema D'Acosta

Doble o nada[ el fracaso de las utopías ]

Sema D’Acosta

“La única razón de todo es el dinero. Esa es la verdad de Las Vegas.”1

“Ella viene de una isla que quiso construir el paraíso.”2

I

En los años treinta, cuarenta y cincuenta del siglo pasado, La Habana era conocida por

sus casinos. Artistas, mafiosos, políticos y contrabandistas se mezclaban en una encubierta

prosperidad de vida nocturna, salsa y fuegos artificiales. Todos reían y se emborrachaban juntos.

Atraídos por esa espiral de alegría, los americanos pudientes iban a Cuba a despilfarrar dinero y

cerrar negocios, a beber ron y fumar puros, a disfrutar de sus playas y sus mujeres. La población

bullía. Después de la Revolución de 1959, tras la llegada de los comunistas al poder y

confiscarse las casas de juego, su fulgente brillo se apagó. Fue sustituida por Las Vegas. De la

noche a la mañana los estadounidenses construyeron una ciudad en medio de la nada que se

convirtió en el nuevo centro de peregrinación de la diversión. Una urbe inventada en el corazón

desierto para satisfacer los vicios y los excesos del capitalismo. Un lugar sin historia, vacío, que

es la viva imagen de lo artificioso y las ilusiones vanas.

DESIDERÁTUM pretende enfrentar dos maneras contrapuestas de asumir la realidad: por

un lado el concepto que representa Las Vegas, paradigma de nuestra sociedad del ocio; por otro

La Habana, paraíso desdibujado que se ha convertido en un páramo de expectativas, un lugar

extemporáneo que ha sido asolado por un falso sistema igualitario. Es la derrota de los anhelos

frente a la cúspide de los despropósitos. La trivialidad venciendo al idealismo, los hombres

vulgares anteponiéndose a los esforzados. Es lo inalcanzable de Las Vegas (un No-Lugar en

ningún sitio, habitado) midiéndose con lo tangible (un Lugar concreto, en una isla, como

deshabitado).

1

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Las comparaciones entre ambas ciudades son inacabables, cada una se sitúa en un

extremo. Sólo las vincula un hecho anecdótico, un pequeño detalle que acaba siendo crucial en el

éxito de Las Vegas: el juego. La estrella de La Habana se apaga para que comience a relumbrar

Las Vegas. Si Cuba no hubiese cambiado drásticamente de sistema político, a lo mejor la ciudad

norteamericana no hubiese tomado tanto protagonismo. O sí pero de otra manera. Las luces se

apagan en el Caribe para ir a encenderse al desierto. Hasta hoy. Cuando en ‘El Padrino’3 Michael

Corleone (Al Pacino) toma el mando de la familia y se convierte en el nuevo Don, traslada su

residencia a Reno para volcarse en intentar controlar el entretenimiento, sabe que ese será el

negocio más rentable de Estados Unidos en las décadas sucesivas. En el mismo momento en que

los barbudos llegan a La Habana, él está allí cerrando un trato fundamental. Es la Nochevieja de

1958 y asiste a la fiesta que Batista da en su palacio presidencial. Todo se viene abajo con el

alzamiento revolucionario. Desbaratada la opción cubana, Michael se pliega sobre Las Vegas, se

refugia en Nevada…y se convierte en el mafioso más poderoso de Norteamérica. Es idolatrado y

temido a partes iguales. Su padre dominó Nueva York; su pujanza se va a extender a lo largo y

ancho del país.

La Habana languidece asolada por las miserias de un idealismo mal conducido. Muerta,

apagada. Esperando. Paradójicamente la ciudad viva (que es pura alma) se muere consumida por

el tiempo detenido. “El sacrificio era la escena cotidiana, como la nada. Morir y vivir: el mismo

verbo, como por ejemplo reír. Sólo que se reía para no morir a causa del exceso de vida

obligatoria”. 4 Mientras tanto, la ciudad mortecina (des-almada) se aviva por el tránsito infinito

que la nutre. Las Vegas nunca para, su identidad está en el cambio, en los anuncios luminosos,

bajo las sonrisas fingidas, tras el azar, en lo efímero. Por el contrario La Habana respira esa nada

cotidiana, claustrofóbica y rasgable, que retrata Zoé Valdés. Una nulidad palpitante, pesada,

densa. Polos opuestos que son la consecuencia final, la última etapa, de dos sistemas vitales

irreconciliables y llevados al paroxismo.

Dos mundos sumarios, determinantes en la pulsión del siglo XX, que paradójicamente

han acabado significando el vacío, la derrota de las motivaciones, la victoria del ocio sobre el

trabajo. Sendas vías muertas hacia ningún sitio. Un desiderátum que no es más que un sinsentido

que ejemplifica el fracaso de la ilusión y la deshumanización del hombre.

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Primero, el sociólogo Daniel Bell anunció el fin de las ideologías.5 Advertía que el

agotamiento de las ideas nos llevaba por la senda del pragmatismo político. Los resultados

empezaban a ser más importantes que los pensamientos. Y eran sobre todo las nuevas

derivaciones económicas en materia de crecimiento y bienestar social las que implantaban su

supremacía. Luego Francis Fukuyama proclamó el fin de la historia.6 Literalmente. Para el

politólogo la caída de la URSS significaba (y demostraba de facto) que la luchas doctrinales

definitivamente habían concluido en este epílogo finisecular. La única opción factible que les

quedaba a las sociedades desarrolladas era el liberalismo político, el marxismo-leninismo había

naufragado en sus pretensiones. Tras la Guerra Fría, el neoliberalismo económico se acabó

imponiendo a las utopías sociales, convirtiendo las democracias libres de hoy en adaptaciones

acomodaticias, estructuras estables y seguras que se sustentan en un manejable estado de confort.

Arredradas las motivaciones por el pensamiento único (los idearios ya no son necesarios, dispone

la economía) vivimos remolcados en comunidades ociosas que desechan el esfuerzo y batallan,

reivindicando con despotismo, más tiempo libre. Ahí está el peligro, ése es el problema. El

tiempo de ocio no sólo ha sustituido al tiempo de trabajo, sino que también se ha impuesto al

tiempo de la familia, al de las relaciones sociales, al de la inteligencia y al de la cultura. Nos

dejamos llevar hacia no sabemos dónde. “Los jugadores no tienen ninguna oportunidad” dice la

voz en off del protagonista de ‘Casino’7 en la película de Martin Scorsese. Efectivamente eso es

lo que ocurre. Los ciudadanos no tenemos ninguna oportunidad, estamos atrapados entre

gobiernos, bancos y grandes multinacionales. A expensas de su demagogia y felicidad engañosa.

Si La Habana, tal como es ahora, no tiene escapatoria, Las Vegas, en su fantasmal

euforia, es una huída hacia el extravío. Ya no queda nada contra lo que luchar, las opciones se

han convertido en pasadizos hacia la comodidad. Lo que queremos es, llanamente, vivir bien. Sin

más. Nosotros. Nos da igual cómo vivan los demás. Si antes nos alienaban con el trabajo, ahora

nos alienan con el ocio. Es a partir de él como nos manipulan. Ya no existen lugares de reflexión,

ni de debate. Sólo, y cada vez más, lugares de consumo. Los ciudadanos, simples espectadores

pasivos, nos hemos convertido en consumidores. De exposiciones, de moda o de videojuegos, da

igual. El sistema nos hace pensar que podemos elegir y nos absorbe con su capacidad omnímoda.

Ni el capitalismo -en su voraz privacidad-, ni el comunismo -en su pertinaz y acaparador empeño

público-, conceden alternativas a los sueños, que se pierden como agujas en un pajar, entre

cartillas de racionamiento por el haz y centros comerciales por el envés.

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II

Al modo en que se mezclan e hibridan los metales en una aleación, las fotografías de

Ángel Marcos (Medina del Campo, Valladolid, 1955) reúnen todo el poder de lo icónico, lo

denotativo y lo simbólico. La desnudez de sus imágenes, directas y francas, nos hacen

reflexionar sobre los menesteres (ora carencias, ora necesidades) del mundo globalizado que

cohabitamos. ‘Las fotografías suministran evidencias’8 -comenta Susan Sontag-“el registro de la

cámara incrimina”9 continúa diciendo. Esta convicción, aparentemente manifiesta e inapelable, la

reafirma Roland Barthes por vía de la certidumbre: “la esencia de la fotografía consiste en

ratificar lo que ella misma representa”.10 Aun entendiendo este nivel documental (de

constatación) que se ajusta a lo visible, existe un trasfondo latente, como un piélago de

insinuaciones, incorporado más allá de esta primera percepción aproximativa. En su serie

Alrededor del sueño (2001) el artista vallisoletano indaga en la periferia de lo establecido -y aun

admirado-, buscando fallas por las que colarse para desmontar con dudas lo aceptado,

convirtiendo Manhattan, ónfalo emblemático de nuestro universo actual, en la plasmación del

deseo sublimado. “El trabajo de Ángel Marcos explora así un territorio fronterizo, limítrofe: un

no-lugar, la zona porosa de una permanente transición posible –pero permanente y

desigualmente dificultada. Un lugar de transición pero también un lugar de corte, de interrupción

y rechazo. El lugar en el que los sueños se proyectan y se cortan, se definen y al mismo tiempo

son vueltos imposibles, irrealizables – o cuando menos extremadamente problemáticos.” 11

Ya José Luis Brea apuntó la alegorización dicotómica en la obra de Marcos, una

disyuntiva que enfrenta lo imaginado con lo real (territorialidad explícita y a la vez metafórica)

que incide no sobre las apariencias, sino sobre sus ocultamientos. “No interesa mostrar lo que

comparece, sino lo que se esconde bajo ello.”12 No hay pretensiones documentales en sus

imágenes, sino críticas, estableciéndose a raíz de estos trabajos una topografía del fracaso, de la

miseria, que rodea como cinturón silenciado este gran teatro del éxito, esta nueva geografía

promisoria.13

Partiendo de Nueva York, sus series posteriores -menos narrativas y escenográficas que

las iniciales pero conservando su inquietud por lo social y el apego por el extrañamiento-, le han

llevado por ciudades como La Habana, Pekín o Las Vegas; sitios en expectativas, zonas de

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cambio o en proceso de transición -algunas veces hacia la emergencia, otras hacia la

incertidumbre-, que contraponiéndose al discurso racialmente urbano de los retratistas modernos

de la metrópoli, obcecados en lo arquitectónico, se adentra en aspectos más profundos que tienen

que ver con las personas, sus modos de vivir y el futuro que les depara. Su mirada rehuye el

tópico, rehusa lo superfluo y avanza en pos del paisaje transformado por la pregnancia del anhelo

(aspiraciones, deseos, ilusiones…) sin eludir evidenciar los conflictos que en el curso de estos

reajustes será inevitable que se produzcan.14 Prever (en la acepción literal del término, ver con

anticipación) es una de las grandes virtudes de Marcos. No llega con antelación, llega en el

momento exacto, durante el tránsito nodal previo a la dilucidación. Justo antes que cayeran las

Torres Gemelas, él estuvo allí. Justo antes que se fuera Fidel Castro del gobierno cubano, él

estuvo allí. Justo antes de los Juegos Olímpicos de China, él estuvo allí. Pura intuición cartesiana

capaz de alumbrar un camino.

Es oportuno reseñar, dada la paradoja intrínseca que encubre la denominación del

proyecto, el doble significado de la acepción desiderátum en castellano, un cultismo que ha

perdurado poco evolucionado del latín. Por un lado se entiende como una aspiración o deseo que

todavía no se ha cumplido; por otro se interpreta como el no va más, lo mejor que puede existir o

imaginarse. Inicialmente, lo bueno que está por venir; después, la cumbre de lo soñado. Es

desencantador constatar que tanto el comunismo como el capitalismo son dos doctrinas fallidas,

cada una con dispar suerte. El comunismo porque su naturaleza decimonónica, obrera y

contraburguesa, es una idealidad fuera de época que en la praxis se ha visto superada por su

propia dimensión. Puede funcionar en corporaciones pequeñas y durante un tiempo limitado,

pero no en grandes poblaciones, mucho menos en países, y a largo plazo. El capitalismo porque

aparentemente nos permite esperanzarnos a gran escala (eso es exactamente lo que representa El

sueño americano, curiosamente arquetipo del enriquecimiento, la suposición de poder alcanzar

con esfuerzo y convicción cualquier meta), una ilusión falaz como muchos mitos occidentales

alimentados por la fantasía o la necesidad. Ni todos somos iguales ni tenemos las mismas

oportunidades ni nos desenvolvemos en circunstancias semejantes.

Recurriendo a dos trabajos de Ángel Marcos -En Cuba (2004) y Un coup de dés (2008)-,

la idea es sintetizar de modo desdibujado y poco circunscrito, lo que representa el trance exánime

que hoy por hoy obstruye al capitalismo y relega al comunismo, dos estructuras capaces de

propiciar durante el siglo pasado un orden mundial tenso -pero equilibrado- al mismo tiempo que

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sostenían, rivalizando vis a vis, una alternativa necesaria. Aunque sólo fuese para comparar y

poder diferenciar (los opuestos no se entienden el uno sin el otro; la razón de ser de ambos está

en la alteridad). Sin execrar ni condenar, lo que se plantea a través de las imágenes es una

reflexión profunda en torno a la contemporaneidad y el epílogo de las ideologías, un periodo de

finitud que carece de motivaciones de pensamiento y actitudes críticas.

Una tirada de dados nunca abolirá el azar (un coup de dés jamais n’abolira le hasard)15

dice el conocido poema de Stéphane Mallarmé. Por mucho que nos empeñemos, el determinismo

no existe. Nadie decide, no podemos controlar los accidentes vitales que fijan nuestro camino. Ni

en la salud, ni en el amor. Ni en la suerte, ni en la desgracia. Los versos, que se esparcen

derramando las estrofas de un lado a otro de las páginas sin orden aparente, son una oda

filosófica a la casualidad. Incluso lo causal es imprevisible. De nuevo el juego, crónica marcial

sobre la que se bate el destino de Las Vegas, un puntal sobre el que asienta Ángel Marcos su eje

invisible.

La serie de imágenes que nos incumbe, Un coup de dés, son fotografías silentes que se

agazapan en la amplitud espuria de la roadtown, una ciudad de ida y vuelta que se salvaguarda

tras el cartón-piedra. Del lugar público y compartido -recordemos su trabajo Plaza Mayor,

espacio y representación (2005)- que intentaba captar corazón y alma de villas históricas,

núcleos orgánicos tallados por el pulso del tiempo, escenarios de la vida urbana (proporcionada y

antropocéntrica), pasa a retratar la magnitud, desproporcionada, de una ciudad desmedida

concebida para impresionar y no para ser habitada. De hecho, tan consciente es de su condición

volátil que posee siete de los diez hoteles más grandes de la tierra. Las Vegas es una invención,

la invención más inverosímil del siglo XX. En ella se recrea París, Venecia, Luxor, Nueva

York….Es una Disneylandia para mayores con licencia para falsear la realidad. “Por la noche, el

Strip16 de Las Vegas (…) es un espacio amorfo y un conjunto de imágenes simbólicas que

destacan sobre la oscuridad. (…) De día, es un lugar diferente, ya no es bizantino. Son visibles

las formas de los edificios que siguen resultando secundarias ante el impacto visual y el

contenido simbólico de los anuncios. El espacio de la ramificación urbana no está cerrado ni

dirigido como en las ciudades tradicionales. Al contrario, es abierto e indeterminado.”17 La

ciudad europea es comunitaria y nuclear, gira sobre sí misma, tiene un epicentro definido (el

ágora, el foro, la plaza). La ciudad norteamericana, creada ex novo ecléctica y mimética, no tiene

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escala, tiene ritmo. Trepida al son de las luces y los reclamos. Detrás de los brillos de neón, sólo

hay nebulosas. Cebos incandescentes para turistas despreocupados.

“Todo el que llega a este no man’s land comprende que está ante algo único que es, al

mismo tiempo, una alegoría de lo que está sucediendo en el mundo entero.”18 Los visitantes, por

millones, repiten como teleñecos su vals del entretenimiento. Sonrientes, narcotizados por el

delirio. La mirada del fotógrafo busca en rededor. No se asienta ni se deja seducir por los cantos

de sirenas. Merodea, observa desde la distancia. Como comenta Fernando Castro Flórez, prefiere

deambular por las aceras y apartarse del bullicio para conseguir contemplar todo ese espectáculo

como un paisaje del desconcierto.19 En la periferia, en el terreno liminar entre el desierto de

Mojave y los barrios suburbanos, ahí encuentra Marcos los resquicios donde la escenografía se

convierte en ruinas. Por ejemplo, en un cementerio de letreros abandonados, un lugar donde las

palabras arrumbadas (inevitablemente hay que aludir a los wordpieces de Jack Pierson o algunos

cuadros textuales de Ed Ruscha) transmiten ese apocado sentimiento de pérdida que nos habla de

las aspiraciones y frustraciones del ser humano. Un afecto melancólico, lánguido y apagado, que

tiene que ver con el show que se acaba o la decadencia de Hollywood; grupos de letras

sugerentes que manifiestan el desastre inherente que conlleva la búsqueda constante del

glamour.20

III

Hay un subcontinente propio e interesante en los rótulos y carteles que se incluyen en las

fotografías de Ángel Marcos (y esto es algo que he hablado con Alberto Martín) que de manera

ulterior comunican más allá de las imágenes. Hay muchas fotografías de fotografías, un

metalenguaje que apoya también en inscripciones o frases complementarias. Eslóganes políticos

en Cuba, anuncios diversos alrededor de Manhattan y grafías desarraigadas en Las Vegas.

Distintivamente, también encontramos en Walker Evans esta querencia por los epígrafes y la

recontextualización. Constantemente. En una de sus fotos más afamadas dos trabajadores cargan

en un camión un inmenso letrero que pone DAMAGED, una articulación muy inteligente entre

forma y concepto porque lo que llevan a reparar precisamente es un cartel que anuncia una

avería. Para Marcos, al igual que ocurriera con Evans, el espacio urbano es un teatro de signos

que envuelve al sujeto.21 Lo real se convierte en lenguaje y luego en atributo. O viceversa.

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En 1933, el fotógrafo americano Walker Evans recibe el encargo de ilustrar The

Crime of Cuba, un libro escrito por el periodista Carleton Beals que delataba la pobreza extrema

que padecía una parte de la población de la isla bajo la dictadura de Gerardo Machado. La idea

del editor era que Evans pusiera imágenes a esta denuncia política, que planteara un

fotodocumental sobre la indigencia y la opresión. Evans se niega a hacer periodismo

propagandístico, reivindicando su autonomía, e impone sus propias condiciones. Cuando viaja

hasta La Habana, lo hace sin una finalidad predeterminada, dispuesto a explorar sus rincones y a

conocer a sus gentes. Aunque sólo tenía previsto quedarse dos semanas, seducido por el

exotismo tropical y lo argumentos infalibles de Hemingway, “su compañero de bebida,”22 decide

alargar su estancia sin fecha fija de salida. Deambula sin rumbo recogiendo rincones, retratando

tipos sociales y símbolos urbanos. Tal como hacía Atget en París. Le interesa el trasiego, la

multitud, la suite rítmica que mueve la ciudad. Le fascina el sujeto y le fascina el entorno en el

que se mueve. “Antes de abandonar Cuba, Evans realiza tres fotografías sobre la brutalidad de la

represión de Machado –ajusticiados y torturados-, la clase de material que le demandaba Beals.

La particularidad es que estas imágenes no son realizadas directamente por Evans dentro de la

supuesta transparencia fotográfica, sino que las toma de la prensa, como un signo urbano más,

integrado dentro del discurso fotográfico.”23

Trasponiendo las distancias y las circunstancias, motivaciones semejantes empujan a Ángel

Marcos por las calles de la ciudad caribeña. Después de todo, La Habana no ha cambiado tanto

en el último medio siglo. Su serie En Cuba nos muestra los rescoldos de una metrópoli que tuvo

que ser deslumbrante en su pujanza. “Contrariamente a las utopías urbanas de los gobiernos

socialistas de ciertos países de Europa Central y del Este, Castro en La Habana no ha intentado

hacer tabla rasa del patrimonio arquitectónico, como en Bratislava o en Bucarest. Todo, por el

contrario, ha sido conservado tal cual, o más bien abandonado tal cual. Lo que se ha construido

es un discurso basado en una ideología omnipresente. Al peso de lo ya edificado, se ha añadido

el choque de las fórmulas y los eslóganes.”24 Un lugar detenido, que no es capaz de

avanzar.”Ángel Marcos pone en evidencia la insularidad singular de una Cuba fuera de tiempo,

pero hoy también fuera de la Historia. Es en esta confrontación muda donde reside el interés de

este trabajo. La verdadera vida parece haber abandonado estas calles y estas casas”25 comenta

Jean-Luc Monterosso. Y desde dentro, masticando a desgana ese tiempo detenido, Yocandra, la

protagonista de ‘La Nada cotidiana’, no para de darle vueltas a eso. ¿Por qué habrá que pensar

tanto y tanto en los días que pasan?26 delibera sumida en la resignación, monótona y tintineante,

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que sacude la espera de los habaneros todas las mañanas. Sueños que no se alumbran, que se

eternizan para convertirse en pesadillas inocuas y permitidas. A fin de cuentas, la misma desazón

encubierta que planea sobre Las Vegas. “Mientras los rótulos de persuasión continúan con su

cacofonía gangosa, los turistas, al pairo del espectáculo, completan un sueño que, es en verdad,

una pesadilla camuflada.”27

La intención de unir estos dos grupos de imágenes, Un coup de dés y En Cuba, es crear

significados subyacentes que realcen la fuerza que desprende cada serie de manera autónoma. Al

enfrentarlas de modo tan directo, se legitima un lenguaje paralelo que enriquece sus valores

icónicos y simbólicos, forzando al espectador a pensar no sólo en lo que ve, sino también, y

sobre todo, en lo que no ve. Así, las fotos se cargan de nuevos sentidos, algo que sólo ocurre con

las buenas obras porque no se resienten con el paso del tiempo ni se achican en las

confrontaciones. Las piezas que son arte de verdad, crecen al cambiarlas de contexto: adquieren

nuevas nociones veladas o resaltan aspectos que permanecían en un segundo plano.

Este proyecto no procura moraleja ninguna ni aspira a dilucidar ningún camino. Nos habla de

personas y del modo en que las personas construyen su vida en sociedad. No es pesimista, es

realista, enfrenta dos ideas en una dialéctica provechosa (según Hegel y Marx la lucha de

contrarios, por la cual surge el progreso, hace avanzar la Historia). Estancados en un intersticio

hacia no sabemos dónde, esperamos, sin ser conscientes, una nueva etapa. No llegamos a

vislumbrar cómo será, pero lo que sí es evidente es que estamos ante el final de algo, que nos

hallamos en un período flamígero. A lo mejor, el fracaso de las utopías (ni comunismo ni

capitalismo han colmada las necesidades del hombre moderno) es una ventura consustancial al

ser humano y nada tiene que ver ni con los designios ideológicos ni con los sistemas políticos.

Es, sin dramatismos, el destino de la Humanidad -estigma inevitable de todas las civilizaciones-,

alcanzar un cenit ahíto para luego volver a empezar.

Pendiente (si tuviera que hacer otro texto de Ángel Marcos)::

-Hablar de la calidad de los paisajes que huyen de lo anecdótico evitando los personajes

poderosos y ceñidos a un tiempo-espacio.

- Hablar del poder de los letreros (tanto en Cuba como en Las Vegas que cada uno a su

manera (consignas políticas, carteles publicitarios) adocentan y aborregan.

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Page 10: Ángel Marcos (Desiderátum) Sema D'Acosta

NOTAS:

1: Palabras que dice la voz en off de Sam Rothstein (Robert de Niro) al inicio de ‘Casino’

(Martin Scorsese, 1995)

2: Primera (y última) frase del libro de Zoé Valdés ‘La nada cotidiana’, pg 13. Quinteto. Barcelona, 2002.

3: ‘El Padrino’, saga de tres películas dirigidas por Francis Ford Coppola (1972, 1975, 1990) basada en una exitosa

novela de Mario Puzo. Algunos las consideran de los mejores filmes de todos los tiempos.

4: Valdés, Z. ‘La nada cotidiana’, pg. 14. Quinteto. Barcelona, 2002.

5: En 1960 el sociólogo estadounidense Daniel Bell publicó un libró, que tuvo una importante repercusión,

llamado ‘El fin de las ideologías.’

6: ‘El fin de la Historia y el último hombre’ es un libro escrito por el politólogo norteamericano Francis Fukuyama

en 1992.

7: ‘Casino’ (Martin Scorsese). EEUU. 1995.

8: Sontag, S. ‘Sobre la fotografía’, pg 15. Editorial Edhasa. Barcelona, 1996.

9: Sontag, S. Op. Cit., pg 15

10: Barthes, R. ‘La cámara lúcida’, pg.149. Paidos comunicación. Barcelona, 2002.

11: Brea, J. L. ‘Sueño y trabajo’ del catálogo de Ángel Marcos Alrededor del sueño. 2002.

12: Brea, J. L. Op. Cit.

13: Brea, J. L. Op. Cit.

14: Brea, J. L. Op. Cit.

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Page 11: Ángel Marcos (Desiderátum) Sema D'Acosta

15: El poema completo se puede descargar en pdf (tanto en francés como en español) de la revista digital de

literatura y traducción www.saltana.org (Nº 1, Vol. 1). Traducción de Francisco Castaño.

16: El Strip de Las Vegas es la arteria más importante que cruza la ciudad. Mide unos seis kilómetros y medio de

largo. Es junto con la Quinta Avenida de Nueva York y Hollywood Boulevard en Los Ángeles una de las tres

avenidas más conocidas de Estados Unidos.

17: Brown, D. S; Izenour, S; Ventur, R. ‘Aprendiendo de Las Vegas’, pg.146. Editorial Gustavo Gili. Barcelona,

2006.

18: Castro Florez, F. ‘No más juego’. Catálogo exposición de Ángel Marcos Un coup de dés. Galería Soledad

Lorenzo. Madrid. 2008.

19: Castro Florez, F. Op. Cit.

20: Esta frase corresponde a Jack Pierson: my work documents the disaster inherent in the search for glamour.

‘Desire, Despair’. Editorial Rizzoli. Nueva York, 2006.

21: González, Ch. ‘Walker Evans y la invención del estilo documental’. Catálogo Walker Evans. Fundación

MAPFRE. Madrid, 2009.

22: González, Ch. Op. Cit.

23: González, Ch. Op. Cit.

24: Monterosso, J-L. ‘Un apóstrofe mudo’. Catálogo En Cuba. Maison Européenne de la Photographie. 2006.

25: Monterosso, J-L. Op. Cit.

26: Valdés, Z. ‘La nada cotidiana’, pg. 31. Quinteto. Barcelona, 2002.

27: Castro Florez, F. Op. Cit.

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