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TP Garcilaso de la Vega Literatura Española Siglo de Oro Sebastián Faya
SONETO XIII
A Dafne ya los brazos le crecían,y en luengos ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se tornabanlos cabellos que al oro escurecían.
De áspera corteza se cubríanlos tiernos miembros, que aún bullendo estaban:
los blancos pies en tierra se hincaban,y en torcidas raíces se volvían.
Aquel que fue la causa de tal daño,a fuerza de llorar, crecer hacía
el árbol que con lágrimas regaba.
¡Oh miserable estado! ¡oh mal tamaño!¡Que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón porque lloraba!
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TP Garcilaso de la Vega Literatura Española Siglo de Oro Sebastián Faya
Análisis del soneto XIII
En cuanto a los aspectos formales, se trata de un soneto de versos endecasílabos
con rima consonante ABBA en los cuartetos y CDE en los tercetos.
Esta obra pertenece al período de madurez alcanzado por el autor tras su
destierro a una isla del Danubio y su posterior estadía en Nápoles. Da cuenta de esto, la
estructura y métrica italianizante mencionada al inicio de este análisis, la importancia
que adquiere el mundo mitológico clásico en el poema, la influencia y “mímesis” de un
autor latino como Ovidio, el desarrollo sensorial y la presencia de un retrato que
describe de manera idealizada a la amada que refleja los ideales estéticos renacentistas y
el petrarquismo que recorre su obra.
El tema del soneto es el intenso sufrimiento causado por un amor imposible y
está planteado por el mito de Dafne y Apolo. En Las Metamorfosis, Ovidio relata cómo
tras una disputa Apolo, dios de la razón, la belleza y la armonía, entre muchos otros
atributos, es herido por Eros, dios del amor, con una flecha de oro que le despierta un
apasionado amor por la ninfa Dafne. A la vez, ésta, ejemplo de castidad, pureza y
hermosura, recibe también un flechazo pero, en este caso, no es oro sino plomo el metal
que la atraviesa y el sentimiento que se despierta en ella por Apolo no es amor sino
aborrecimiento. Tras esto se inicia una persecución entre amador y amada y justo en el
momento en el que el dios estaba a punto de atraparla, la ninfa imploró ayuda a su padre
Peneo. Este dios fluvial, para impedir su captura, la transformó en un árbol de laurel.
Como Apolo ya no podía tomarla por esposa juró que la amaría eternamente como su
árbol.
La transformación que afecta las leyes de la naturaleza de Dafne expone los
efectos paradójicos del amor. Dafne, metamorfoseada en laurel, crece con las lágrimas
que el sufrimiento de Apolo le brinda y al crecer se aleja aún más de éste ocasionando
un mayor sufrimiento que se traduce en cuanto más amor mayor distancia. Por esto, la
figura retórica que remata el soneto es la paradoja, donde el “yo poético”, que presencia
la transformación de Dafne en los cuartetos, se funde con los sentimientos del dios.
Los cuartetos describen la metamorfosis de Dafne, para marcar este proceso de
transformación, el autor utiliza hipérboles un poco más fuerte que las usuales en su obra
como si fueran un símil de las contorsiones sufridas por la ninfa. Por otro lado, la
descripción del proceso presenta una estructura en forma de quiasmo: mientras en el
primer cuarteto los versos externos 1 – 4 describen las partes aún humanas (brazos,
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cabellos) y los internos 2 – 3 las partes casi vegetales (luengos ramos, verdes hojas); en
el segundo cuarteto, el orden se invierte quedando en los versos exteriores 5 – 8 las
partes naturales (áspera corteza, torcidas raíces) y por dentro, versos 6 – 7, las últimas
formas humanas (miembros tiernos, pies blancos).
La amada es retratada por medio del recurso de una metonimia que ilustran los
ideales estéticos renacentistas: cabello que oscurece al oro, pies blancos. Estas
referencias sobre la amada abren el juego hacia un análisis del simbolismo que tienen la
luz y el oro y su vinculación con el elemento fuego. En primera instancia, la luz de la
blancura de la piel y el oro de los cabellos tienen significados positivos dado que la
ninfa, como criatura agreste, representa a ser feliz sin posibilidades de separarse de
armonía de las leyes naturales. Pero al ser el objeto de amor de Apolo, podría simbolizar
un efecto negativo del fuego capaz llevar a la aniquilación del amante. Esta última
posibilidad estaría reforzada por un aspecto negativo del otro elemento que atraviesa la
obra de Garcilaso: el agua. En este caso, en forma de lágrimas producto de un llorar que
se eterniza en los tiempos imperfectos utilizados en la recreación de este mito.
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