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FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LAS EDUCACIÓN UNIVERSIDAD DE JAÉN Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación Trabajo Fin de Grado Análisis funcional de conductas disruptivas en el aula. Estudio de caso. Alumno/a: Alba Ruiz Criado Tutor/a: Mónica Hernández López Dpto.: Departamento de Psicología Julio, 2016

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UNIVERSIDAD DE JAÉN Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación

Trabajo Fin de Grado

Análisis funcional de conductas disruptivas en el aula. Estudio de caso.

Alumno/a: Alba Ruiz Criado Tutor/a: Mónica Hernández López Dpto.: Departamento de Psicología

Julio, 2016

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Índice

Resumen ..................................................................................................................................... 3

1.Introducción y justificación ..................................................................................................... 4

2. Método ................................................................................................................................. 10

2.1. Participantes ................................................................................................................... 10

2.2. Contexto ......................................................................................................................... 10

2.3. Materiales e instrumentos .............................................................................................. 11

2.4. Procedimiento ................................................................................................................ 11

3.Resultados ............................................................................................................................. 12

4.Discusión y conclusiones ...................................................................................................... 21

5. Referencias ........................................................................................................................... 24

Anexos ...................................................................................................................................... 26

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Resumen

En los últimos años los problemas de comportamiento se han convertido una de las

principales preocupaciones en la infancia. En algunos casos, se trata de problemas

transitorios, propios de esta etapa del desarrollo, pero en otros, incrementan su intensidad y

frecuencia pudiendo desembocar en un trastorno de conducta. En el presente trabajo se

analiza y describe la situación de un niño de 7 años que presenta una serie de conductas

disruptivas en el aula ordinaria. Además, con el propósito de descubrir aquellas variables que

mantienen las conductas inapropiadas y derivar hacia el tratamiento más adecuado, se ha

utilizado una estrategia muy utilizada para la evaluación de este tipo de problemas como es el

análisis funcional. Para realizarlo, se han recogido datos mediante observaciones directas y

sistemáticas de la conducta problema durante dos semanas.

Palabras clave: infancia, conducta disruptiva, análisis funcional, observación directa.

Abstract

In recent years behavior problems have become a main concern in childhood. In some

cases, they are temporary problems, typical of this stage of growth, but in others, increase her

intensity and frequently can lead into conduct disorder. In the present work analyzes and

describes the situation of a 7 years old child who has a series of disruptive conducts in the

ordinary classroom. In addition, with the purpose of discover those variables that support the

inappropriate conducts and derives from the most suitable treatment, it has used a strategy

very common for the evaluation of this type of problems as the functional analysis. To do this,

it has collected piece of information by means of a direct and systematics observations of the

problem behavior for two weeks.

Keywords: childhood, conduct disorder, functional analysis, direct observation.

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1. Introducción y justificación

Los problemas de conducta en la infancia, poco a poco, se han convertido en unas

de las cuestiones más relevantes y una gran fuente de preocupación para los profesores, las

familias, y en general, para la sociedad (Díaz, Jordán, Vallejo y Comeche, 2006).

Los problemas de conducta aparecen principalmente cuando los niños/as están

sometidos a cumplir normas y seguir un grado elemental de disciplina (Díaz, Jordán, Vallejo

y Comeche, 2006). Los niños/as, en algún momento de sus vidas, atraviesan etapas en las que

son frecuentes los gritos, la frustración, las pataletas, el oposicionismo, la agresividad, el

aislamiento, las conductas disruptivas, etc. Pero, esta serie de comportamientos perturbadores

no implican, necesariamente, la existencia de algún tipo de trastorno (Hernández Fernández y

De Barros Camargo, 2015).

Este trabajo fin de grado se centrará, concretamente en el análisis de la conducta

disruptiva en el aula. Capone (2007) expone que la conducta disruptiva es “un patrón de

descontrol de la conducta, observable, capaz de desorganizar tanto las actividades

interpersonales como las de grupo” (p.100). Las conductas disruptivas, al igual que otro tipo

de conductas problemáticas, en principio, no tienen por qué estar ligadas a ningún tipo de

trastorno, tal y como se ha dicho arriba, pero, repercuten de forma negativa en el ambiente

donde ocurren (Hernández Fernández y De Barros Camargo, 2015). Además, de acuerdo a lo

expuesto por Trianes (1996) citado por Hernández (2014, p.118) “la frecuencia y persistencia

de conductas desadaptativas en la infancia y adolescencia favorece la aparición y el

desarrollo de psicopatología en edades posteriores”. Por tanto, si esta conducta perturbadora

perdura o subsiste en tiempo y su frecuencia es amplia, podría derivar en algún trastorno

perturbador, del control de los impulsos o de conducta.

El DSM-V (American Psychiatric Association, 2014), la última clasificación de

trastornos mentales publicada hasta la fecha, distingue un grupo de trastornos denominado

“Trastornos perturbadores, del control de impulsos y de conducta” que abarca trastornos de

diferente índole tales como: piromanía, cleptomanía, trastorno explosivo intermitente,

trastorno negativista desafiante, trastorno de conducta, trastorno antisocial de la personalidad,

otros trastornos perturbadores, del control de impulsos y de conducta especificado y no

especificado. De estos, solo dos son considerados como propios de la infancia: el trastorno

negativista desafiante y el trastorno disocial o de conducta. Los criterios diagnósticos del

trastorno negativista desafiante aparecen expuestos en la siguiente tabla.

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Tabla 1: Criterios diagnósticos del trastorno negativista desafiante según el DSM-V

A. Un patrón de enfado/ irritabilidad, discusiones/actitud desafiante o vengativa que dura por lo menos

seis meses, que se manifiesta por lo menos con cuatro síntomas de cualquiera de las categorías siguientes y que se

exhibe durante la interacción por lo menos con un individuo que no sea un hermano.

Enfado/irritabilidad

1. A menudo pierde la calma.

2. A menudo está susceptible o se molesta con facilidad.

3. A menudo está enfadado y resentido.

Discusiones/actitud desafiante

4. Discute a menudo con la autoridad o con los adultos, en el caso de los niños y los adolescentes.

5. A menudo desafía activamente o rechaza satisfacer la petición por parte de figuras de autoridad o

normas.

6. A menudo molesta a los demás deliberadamente.

7. A menudo culpa a los demás por sus errores o su mal comportamiento.

Vengativo

8. Ha sido rencoroso o vengativo por lo menos dos veces en los últimos seis meses.

Nota: Se debe considerar la persistencia y la frecuencia de estos comportamientos para distinguir los que se

consideren dentro de los límites normales, de los sintomáticos. En los niños de menos de cinco años el

comportamiento debe aparecer casi todos los días durante un periodo de seis meses por lo menos, a menos que se

observe otra cosa (Criterio A8). En los niños de cinco años o más, el comportamiento debe aparecer por lo menos

una vez por semana durante al menos seis meses, a menos que se observe otra cosa (Criterio A8). Si bien estos

criterios de frecuencia se consideran el grado mínimo orientativo para definir los síntomas, también se debe n tener en

cuenta otros factores, por ejemplo, si la frecuencia y la intensidad de los comportamientos rebasan los límites de lo

normal para el grado de desarrollo del individuo, su sexo y su cultura.

B. Este trastorno del comportamiento va asociado a un malestar en el individuo o en otras personas de su

entorno social inmediato (es decir, familia, grupo de amigos, compañeros de trabajo), o tiene un impacto negativo en

las áreas social, educativa, profesional u otras importantes.

C. Los comportamientos no aparecen exclusivamente en el transcurso de un trastorno psicótico, un trastorno

por consumo de sustancias, un trastorno depresivo o uno bipolar. Además, no se cumplen los criterios de un trastorno

de desregulación perturbador del estado de ánimo.

Especificar la gravedad actual:

Leve: Los síntomas se limitan a un entorno (p. ej., en casa, en la escuela, en el trabajo, con los compañeros).

Moderado: Algunos síntomas aparecen en dos entornos por lo menos.

Grave: Algunos síntomas aparecen en tres o más entornos.

Por otro lado, los criterios para diagnosticar el trastorno disocial aparecen recogidos en

la tabla 2.

Tabla 2: Criterios diagnósticos de Trastorno Disocial según el DSM-V

A. Un patrón repetitivo y persistente de comportamiento en el que no se respetan los derechos básicos de

otros, las normas o reglas sociales propias de la edad, lo que se manifiesta por la presencia en los doce últimos meses

de por lo menos tres de los quince criterios siguientes en cualquier de las categorías siguientes, existiendo por lo

menos uno en los últimos seis meses:

Agresión a personas y animales

1. A menudo acosa, amenaza o intimada a otros.

2. A menudo inicia peleas.

3. Ha usado un arma que puede provocar serios daños a terceros (p. ej., un bastón, un ladrillo, una

botella rota, un cuchillo, un arma).

4. Ha ejercido la crueldad física contra personas.

5. Ha ejercido la crueldad física contra animales.

6. Ha robado enfrentándose a una víctima (p. ej., atraco, robo de un monedero, extorsión, atraco a

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mano armada).

7. Ha violado sexualmente a alguien.

Destrucción de la propiedad

8. Ha prendido fuego deliberadamente con la intención de provocar daños graves.

9. Ha destruido deliberadamente la propiedad de alguien (pero no por medio del fuego).

Engaño o robo

10. Ha invadido la casa, edificio o automóvil de alguien.

11. A menudo miente para obtener objetos o favores, o para evitar obligaciones (p. ej. “engaña” a otras

personas).

12. Ha robado objetos de valor no triviales sin enfrentarse a la víctima (p. ej., hurto en una tienda sin

violencia ni invasión; falsificación).

Incumplimiento de las normas

13. A menudo sale por la noche a pesar de la prohibición de sus padres, empezando antes de los 13

años.

14. Ha pasado una noche fuera de casa sin permiso mientras vivía con sus padres o en un hogar de

acogida, por lo menos dos veces o una vez sí estuvo ausente durante un tiempo prolongado.

15. A menudo falta en la escuela, empezando antes de los 13 años.

B. El trastorno del comportamiento provoca un malestar clínicamente significativo en las áreas social,

académica o laboral.

C. Si la edad del individuo es de 18 años o más, no se cumplen los criterios de trastorno de la personalidad

antisocial.

Especificar si:

312.81 (F91.1) Tipo de inicio infantil: Los individuos muestran por lo menos un síntoma característico del

trastorno de conducta antes de cumplir los 10 años.

312.82 (F91.2) Tipo de inicio adolescente: Los individuos no muestran ningún síntoma característico del

trastorno de conducta antes de cumplir los 10 años.

312.89 (F91.9) Tipo de inicio no especificado: Se cumplen los criterios del trastorno de conducta, pero no

existe suficiente información disponible para determinar si la aparición del primer síntoma fue anterior a los 10 año s

de edad.

Especificar si:

Con emociones prosociales limitadas: Para poder asignar este especificador, el individuo ha de haber

presentado por lo menos dos de las siguientes características de forma persistente durante doce meses por lo menos,

en diversas relaciones y situaciones. Estas características reflejan el patrón típico de relaciones interpersonales y

emocionales del individuo durante ese período, no solamente episodios ocasionales en algunas situaciones. Por lo

tanto, para evaluar los criterios de un especificador concreto, se necesitan varias fuentes de información. Además de

la comunicación del propio individuo, es necesario considerar lo que dicen otros que lo hayan conocido durante

periodos prolongados de tiempo (p. ej., padres, profesores, compañeros de trabajo, familiares, amigos).

Falta de remordimientos o culpabilidad: No se siente mal ni culpable cuando hace algo malo (no cuentan

los remordimientos que expresa solamente cuando le sorprenden o ante un castigo). El individuo muestra una falta

general de preocupación sobre las consecuencias negativas de sus acciones. Por ejemplo, el individuo no siente

remordimientos después de hacer daño a alguien ni se preocupa por las consecuencias de transgredir las reglas.

Insensible, carente de empatía: No tiene en cuenta ni le preocupan los sentimientos de los demás. Este

individuo se describe como frío e indiferente. La persona parece más preocupada por los efectos de sus actos sobre sí

mismo que sobre los demás, incluso cuando provocan daños apreciables a terceros.

Despreocupado por su rendimiento: No muestra preocupación respecto a un rendimiento deficitario o

problemático en la escuela, en el trabajo o en otras actividades importantes. El individuo no realiza el esfuerzo

necesario para alcanzar un buen rendimiento, incluso cuando las expectativas son claras, y suele culpar a los demás

de su rendimiento deficitario.

Afecto superficial o deficiente: No expresa sentimientos ni muestra emociones con los demás, salvo de una

forma que parece poco sentida, poco sincera o superficial (p. ej., con acciones que contradicen la emoción expresada;

puede “conectar” o “desconectar” las emociones rápidamente) o cuando recurre a expresiones emocionales para

obtener beneficios (p. ej., expresa emociones para manipular o intimidar a otros).

Especificar la gravedad actual:

Leve: Existen pocos o ningún problema de conducta aparte de los necesarios para establecer el diagnóstico,

y los problemas de conducta provocan un daño relativamente menor a los demás (p.j.,mentiras, absent ismo escolar,

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regresar tarde por la noche sin permiso, incumplir alguna otra regla).

Moderado: El número de problemas de conducta y el efecto sobre los demás son de gravedad intermedia

entre los que se especifican en “leve” y en “grave” (p.ej.,robo sin enfrentamiento con la víctima, vandalismo).

Grave: Existen muchos problemas de conducta además de los necesarios para establecer el diagnóstico, o

dichos problemas provocan un daño considerable a los demás (p.ej., violación sexual, crueldad física, uso de normas,

robo con enfrentamiento con la víctima, atraco e invasión).

Estos dos trastornos (trastorno disocial y el trastorno negativista desafiante),

anteriormente, en el DSM-IV estaban reunidos junto con el trastorno por déficit de atención

con hiperactividad bajo el epígrafe “Trastornos por déficit de atención y comportamiento

perturbador”. Pero, tras la actualización, el DSM - V separa el trastorno por déficit de

atención e hiperactividad (TDAH) de los trastornos de conducta perturbadora (TND Y TD)

(Alonso, 2014).

Aunque estos trastornos propios de la infancia, aparentemente, se encuentran

separados; guardan una relación recíproca, de modo que la mayoría de sujetos diagnosticados

de TDAH (alrededor de 75%) presentan asociado algún otro trastorno, siendo el trastorno

negativista desafiante uno de los más frecuentes (De la Peña Overa y Palacios Cruz, 2011).

Así, podría hablarse de cierta comorbilidad entre el TND y el TD con el TDAH. Se estima

que entre el 15-60% de niños/as y adolescentes diagnosticados de TDAH presentan TND o

TD, y viceversa, entre el 70- 80 % de los niños/as y adolescentes diagnosticados de TND o

TD cumplen los criterios propios del TDAH (De la Peña Overa y Palacios Cruz, 2011).

De cara tanto al diagnóstico como a la intervención, es relevante diferenciar aquel

alumno/a que manifiesta conductas adecuadas para su edad, aquel que presenta conducta

negativa pero puntual de aquel que presenta una conducta persistente propia de un tipo de

trastorno de conducta perturbador (Hernández Fernández y De Barros Camargo, 2015). La

diferencia radica principalmente en la gravedad y frecuencia de las conductas inapropiadas, su

intensidad, las repercusiones que tienen dichas conductas en las relaciones y en contexto en el

que se desarrollan (Hernández Fernández y De Barros Camargo, 2015).

Para afrontar estos problemas, sería fundamental: 1) detectar a los niños/as con

problemas de conducta tempranamente; 2) intervenir de forma temprana antes de que

empeore la situación y sea complicado tratar el problema (Luengo Martín, 2014).

Por suerte, hoy día disponemos de un gran número de tratamientos conductuales para

intervenir frente a los diferentes trastornos y/o problemas del comportamiento (Carrillo,

Morinho y Caballo, 2003). Muchos de ellos se han desarrollado en el ámbito del análisis de

conducta, que apela al papel de las variables contextuales en el origen y mantenimiento de

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estos problemas. Así pues, de cara a intervenir sobre los comportamientos disruptivos y

perturbadores no bastaría con determinar las características del propio comportamiento si no

que sería necesario descubrir y desgranar las variables que determinan las conductas

problemáticas con la finalidad de proponer la intervención más eficaz. Un método muy usado

en lo últimos años para detectar y determinar las características del problema es la evaluación

funcional de la conducta (Reep y Horner, 2000). Una evaluación funcional o conductual

implica: recoger y analizar datos con el objetivo de definir la conducta problemática,

identificar las posibles causas de la misma, además de, escoger las técnicas o estrategias de

intervención más adecuadas, y por último, una evaluación de los resultados (Martin y Pear,

2008).

El primer paso para llevar a cabo una evaluación, según lo dicho antes, es la recogida

de datos, que se puede realizar a través de distintas técnicas: entrevistas con personas cercanas

al alumno/a, cuestionarios, información de otros especialistas acerca del individuo,

observación directa, recreación de la situación, etc. (Martin y Pear, 2008). De todas ellas, la

observación directa es la más usada en el ámbito del análisis de conducta. La observación

permite recoger información sobre el comportamiento en el momento en el que se está

produciendo. También permite obtener información de las variables antecedentes y

consecuentes, pero tiene la principal limitación de ser una técnica costosa en tiempo y

esfuerzo para el observador (Martin y Pear, 2008).

Una vez recogidos los datos, es necesario precisar las variables pertinentes que

guardan relación o determinan esas conductas problemáticas con el objetivo de diseñar un

tratamiento eficaz. Una de las estrategias que permiten identificar estas relaciones entre las

variables y el comportamiento objeto de estudio es el análisis funcional. Haynes y O´Brien

(1990) citado por (Carrillo, Morinho y Caballo, 2003) definen el análisis funcional como “la

identificación de relaciones relevantes, controlables, causales y funcionales aplicables a un

conjunto específico de comportamientos meta para un cliente individual” (p.337). En cambio,

otros autores exponen que no se trata solamente de un análisis individual. Por ello, Gresswell

y Hollin (1992) citado por Carrillo, Morinho y Caballo (2003) distinguen entre análisis

funcional idiográfico (el análisis individual de un individuo en particular, como es el caso de

este trabajo) y nomotético (centrado en realizar un análisis funcional de una categoría

diagnóstica de forma objetiva).

Podríamos decir que el propósito del análisis funcional no son las conductas que

lleva a cabo un sujeto, ni tampoco el contexto donde se desarrollan, ni los antecedentes y las

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consecuencias, sino la interrelación y las secuencias encadenadas entre todas ellas (López y

Costa, 2012). Así pues, a la hora de llevar a cabo un análisis funcional es necesario

seleccionar aquellas variables que hallen alguna relación causal con la conducta perturbadora.

No se trata de describir y observar todos los comportamientos, sino prestar atención,

solamente, a aquellos comportamientos más frecuentes y pertinentes para observar (Carrillo,

Morinho y Caballo, 2003).

Además, el análisis permite identificar posibles refuerzos que pueden haber

contribuido a mantener ciertas conductas inadecuadas (Carrillo, Morinho y Caballo, 2003).

Así, se puede proponer una intervención ajustada a las características de una situación y, si es

posible, implantarla y observar si existen resultados satisfactorios.

El presente trabajo tiene como objetivo el estudio de un caso de conductas disruptivas

que presenta un alumno en el aula ordinaria mediante el análisis de las condiciones

antecedentes y las consecuencias que mantienen dicha conducta a fin de proponer la

intervención educativa más adecuada de acuerdo a las características observadas.

La elección del tema surge tras mi experiencia en el prácticum en varios centros

educativos. Durante mi formación en la Universidad como futura docente he realizado dos

prácticum: uno en tercer curso (Prácticum I) y otro en el último año de carrera, cuarto curso

(Prácticum II). En el prácticum I tuve la oportunidad de impartir clase en numerosas

ocasiones a un grupo de primero de educación primaria, donde pude observar conductas

inapropiadas e inadecuadas del alumnado, además de las repercusiones en la marcha de clase,

y, en general, en el ambiente escolar. Durante las prácticas de cuarto curso del grado de

magisterio en educación primaria y cursando la mención de educación especial, he tenido la

suerte de trabajar con alumnado que requiere unas necesidades educativas especiales,

específicas y propias a sus características personales. Normalmente, permanecía e impartía

clase en el aula de pedagogía terapéutica, excepto una hora diaria que asistía al aula de

primero de Educación Primaria a observar a un niño y ayudar a la maestra. Este alumno

presentaba algunas características que los demás no mostraban: se levantaba muchas veces de

la silla, golpeaba la mesa y levantaba la voz, entre otras conductas negativas que perturbaban

el proceso de enseñanza-aprendizaje de sus compañeros y las explicaciones de la maestros/as.

Por este motivo decidí acercarme a la situación de este alumno y observar su

comportamiento. Mi objetivo era conocer mejor los comportamientos perturbadores que

presentaba, recoger datos de frecuencia así como de las variables relevantes, y analizarlos

para dar razón de los factores que pueden incidir en este tipo de conductas y provocar su

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persistencia en el tiempo. Mi propósito último era encontrar la mejor manera de atajar estos

comportamientos para conseguir una mejor integración del niño en el aula.

2. Método

2.1. Participantes

En este estudio ha participado un alumno de primer curso de Educación Primaria de un

colegio de Jaén. Se trata de un niño de 7 años que presentaba una serie de conductas

disruptivas no solo en el colegio sino también en casa. Desde sus inicios en el colegio, a los

tres años, había sido derivado y había trabajado con el equipo de orientación por presentar

conductas disruptivas en el aula. Además, los orientadores habían trabajado con él otros

aspectos tales como la atención, las habilidades sociales y refuerzo de todo lo trabajado en

clase. También, había recibido un seguimiento por dificultades debidas a la conducta

disruptiva y desafiante con la familia, principalmente, con su madre.

Igualmente, han colaborado dos maestras que trabajan habitualmente con este alumno

y han sido observadas con relación a los antecedentes y a sus reacciones cuando aparecía la

conducta disruptiva. Ambas son licenciadas en magisterio de Educación Primaria y son

tutoras de una clase de primer ciclo de Educación Primaria. Una de ellas es tutora del niño

que participa en el estudio e imparte la mayoría de las asignaturas. La otra maestra solo

imparte la asignatura de ciencias naturales a la clase a la que asiste el alumno.

2.2. Contexto

La institución escolar donde se ha llevado a cabo el estudio se encuentra situada en el

sur de la ciudad de Jaén. Se trata de un colegio concertado y confesional que acoge alrededor

de 1500 alumnos/as e integra los niveles educativos de Educación Infantil, Educación

Primaria, Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato.

Todas las observaciones se realizaron en el aula ordinaria. Esta aula consta de 25

pupitres organizados en grupos de cuatro, excepto un grupo que está formado por cinco

pupitres. También, cuenta con una mesa y silla para el profesor, dos armarios en los laterales

y cuatro mesas al fondo de la clase donde se encuentran las manualidades. Además, la clase

cuenta con una estantería con libros de lectura, una pizarra, una pizarra digital, un cañón y un

ordenador.

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La clase de la que forma parte el niño que ha participado en este estudio tiene 25

alumnos/as, 13 niñas y 12 niños, con edades comprendidas entre los seis y los siete años. La

organización del alumnado está orientada a promover el aprendizaje cooperativo. Es por ello

que los alumnos y alumnas se encuentran organizados en cinco grupos de cuatro alumnos/as y

un grupo formado por cinco niños/as. Estos grupos rotan y cambian, tanto de alumnos/as

como de lugar, pasadas dos semanas. Durante las dos semanas de observación, el alumno que

ha participado en este estudio ha formado parte de un grupo de cuatro, junto con tres niñas

más. Este grupo estaba situado en la parte delantera y adyacente a la mesa de la maestra.

2.3. Materiales e instrumentos

Para esta investigación se ha utilizado como instrumento una hoja de registro. Esta

hoja se ha elaborado a partir de las observaciones asistemáticas realizadas a priori y ha

permitido el registro de la frecuencia de cada una de las conductas perturbadoras, los hechos

antecedentes y consecuentes de las mismas durante un periodo de tiempo previamente

establecido (ver anexo 1).

2.4. Procedimiento

Antes de comenzar con el trabajo, el primer paso fue pedir autorización al tutor de mis

prácticas para poder llevar a cabo el estudio de caso en el colegio. Posteriormente, a través de

una tutoría, el propio tutor informó a los padres de los objetivos del trabajo, destinado a

completar mi formación en la universidad y realizar mi TFG. Se les solicitó autorización para

poder llevar a cabo las observaciones y utilizar los datos en el presente trabajo, siempre

preservando el anonimato del alumno y su familia. Los padres accedieron y otorgaron el

permiso verbalmente.

La primera fase del trabajo consistió en la realización de una observación asistemática,

con el objetivo de obtener información general, e identificar las conductas problema y los

hechos antecedentes y consecuentes que serían incluidos posteriormente en la hoja de

registro. Esta observación se mantuvo a lo largo de una semana.

La observación tuvo lugar dentro del aula ordinaria en presencia de la maestra que

impartía su clase. Mientras la maestra impartía su clase yo observaba al niño de forma muy

cautelosa con el propósito de que el alumno no fuese consciente de que estaba siendo

observado. Además, procuraba observar de lejos, incluso, a veces caminaba por el aula o me

situaba en lugares donde el niño no pudiera percibir mi presencia. Estas observaciones se

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realizaron en la semana del 28 de Marzo al 1 de Abril entre el lunes y el viernes, alternando el

horario. De esta forma, cada día se observaba a una hora diferente.

Tras realizar la observación asistemática, se analizaron los datos referidos a las

conductas problema del alumno, antecedentes y consecuentes. Se seleccionaron las conductas

disruptivas más frecuentes: gritar, golpear y levantarse de la silla. Así mismo, se eligieron los

hechos antecedentes y consecuentes que, a priori, estaban más relacionados con la conducta

problema.

Una vez seleccionadas las categorías, se elaboró una hoja de registro para observar las

conductas pertinentes de forma más detallada, realizando esta vez una observación

sistemática. En el registro se recogía el día de la semana en el que se realizaba la observación

y la hora. También se incluía un espacio para anotar los antecedentes, los consecuentes

observados, así como la conducta perturbadora de entre las categorías seleccionadas

previamente. Igualmente, se incluía un apartado de observaciones, en el que se anotaba, si se

consideraba conveniente y útil de cara a la evaluación, aquellos aspectos peculiares que no

podían ser registrados en otros apartados de la tabla, como por ejemplo el tiempo destinado a

cada una de las asignaturas impartidas y el tiempo dedicado a las actividades llevadas a cabo

por el alumno y la maestra. En la parte inferior de la hoja se incluía una leyenda con los

códigos de cada una de las categorías a observar (las diferentes conductas, así como, la

antecedentes y consecuentes de las mismas).

La observación sistemática se realizó entre el 11 y el 22 de Abril. La primera semana

se observó en la franja horaria 10:00-11:00 horas y la segunda en la 11:30-12:30 horas. Por lo

demás, la observación se realizó de forma similar a lo comentado arriba.

3.Resultados

Tras observar durante dos semanas las conductas disruptivas (gritar, golpear,

levantarse de la silla) que presentaba el alumno, se puede apreciar que, en general, las tres

conductas disruptivas presentan una frecuencia mayor después del recreo que antes del recreo.

Existe una diferencia de aproximadamente el doble entre las frecuencias acumuladas de

después del recreo con respecto a las de antes del recreo.

Además, independientemente del horario y semana de observación, la conducta de

gritar es la más frecuente con respecto a las demás conductas estudiadas, levantarse de la silla

y golpear (ver figura 1).

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Figura 1: Frecuencia acumulada de cada una de las conductas disruptivas observadas

antes del recreo y después del recreo.

En cuanto a la observación realizada la primera semana, que tuvo lugar antes del

recreo (10:00-11:00 horas) se observa cierta homogeneidad en cuanto a las frecuencias de

cada una de las conductas observadas entre el lunes y el jueves (véase en la figura 2). Sin

embargo, el viernes aumenta considerablemente la frecuencia de las conductas de gritar y

levantarse de la silla, manteniéndose la conducta de golpear en valores más similares al resto

de la semana.

No obstante, con relación a la observación realizada la segunda semana después del

recreo (ver figura 3) existen frecuencias dispares e irregulares en cuanto a la conducta de

gritar entre los diferentes días. En cambio, las frecuencias de las conductas golpear y

levantarse de la silla más o menos se mantienen y no varían mucho de un día a otro. En esta

segunda semana de observación el jueves es el día que se observan mayores frecuencias de

cada una de las conductas disruptivas, en particular en las conductas de gritar y levantarse de

la silla.

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0

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Antes del recreo (1º semana de observación) Después del recreo (2º semana de

observación

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Figura 2: Frecuencia absoluta de cada una de las conductas disruptivas observadas de

lunes a viernes antes del recreo (10:00-11:00 horas).

Figura 3: Frecuencia absoluta de cada una de las conductas disruptivas observadas de

lunes a viernes después del recreo (11:30-12:30 horas).

Por lo que respecta a los estímulos antecedentes correspondientes a la asignatura

impartida, se ha calculado la tasa de frecuencia para una hora. Esta tasa de frecuencia se ha

calculado debido a que no todas las asignaturas han sido impartidas durante el mismo tiempo.

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1

3

1

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Lunes Martes Miércoles Jueves Viernes

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Día de la semana

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Lunes Martes Miércoles Jueves Viernes

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Día de la semana

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Así, en esta primera semana de observación, los alumnos/as recibieron tres horas de lengua y

dos de matemáticas. De esta forma, y mediante el uso de la expresión: frecuencia/tiempo en

horas en las que se imparte de cada una de las asignaturas, se muestra que en la asignatura de

lengua se observa mayor tasa de conductas disruptivas siendo casi insignificante en

matemáticas (ver figura 4).

En cuanto a la segunda semana, también se ha calculado la tasa de frecuencia debido a

que las asignaturas tampoco se han impartido con la misma duración. En esta semana, las

asignaturas de matemáticas, ciencias naturales y religión se impartieron durante una hora y la

asignatura de lengua durante dos horas.

Así, se observa que las tasas son elevadas en las asignaturas de lengua y religión. En

ciencias naturales y matemáticas las conductas disruptivas se dan con una tasa menor (ver

figura 5).

Figura 4: Tasa de cada una de las conductas disruptivas observadas según la

asignatura impartida antes del recreo (10:00-11:00 horas).

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Lengua Matemáticas

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Asignaturas

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Figura 5: Tasa de cada una de las conductas disruptivas observadas según la

asignatura impartida después del recreo (11:30-12:30 horas).

También, con relación al tipo de actividad que realizan los niños/as y lo que hace la

maestra se ha calculado la tasa de frecuencia para una hora. La primera semana, el tiempo

dedicado por la maestra a explicar mientras el alumnado escuchaba sentado en sus pupitres

fue de una hora y 15 minutos, el tiempo en el que la maestra observaba y el alumnado

trabajaba fue de dos horas y 30 minutos y el dedicado por la maestra a corregir mientras el

alumnado trabajaba fue de una hora y 15 minutos. Así, empleando la fórmula

frecuencia/tiempo de actividad, se ha calculado la tasa. Y, podemos observar que antes del

recreo la tasa de conductas disruptivas es mayor cuando “la maestra corrige y el alumnado

trabaja”. Aunque la tasa de frecuencia de la conducta de gritar está algo más estable, aunque

principalmente ocurre cuando “la maestra observa y trabaja” y “cuando la maestra corrige y el

alumnado trabaja” (ver figura 6).

Después del recreo, las tasas de frecuencia para una hora se han calculado de forma

similar a lo anterior. Aunque, en este caso el tiempo dedicado para cada una de las actividades

ha variado. La maestra dedicó 50 minutos a explicar mientras el alumnado escuchaba sentado

en sus pupitres, tres horas a observar mientras el alumnado trabajaba y una hora y 10 minutos

a corregir mientras el alumnado trabajaba.

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3

2

3,5

6

2 2

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3

1 1

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Lengua Religión Ciencias Naturales Matemáticas

Tas

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Asignaturas

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De esta forma, se aprecia que, por lo general, siguen una distribución parecida a las

observaciones de arriba. Las conductas disruptivas ocurren principalmente cuando “la maestra

corrige y el alumnado trabaja”. Aunque, la conducta de golpear ocurre más o menos de forma

homogénea cuando “la maestra corrige y el alumnado trabaja” y “cuando la maestra observa y

el alumnado trabaja”. También, se aprecia que tanto antes como después del recreo las tasas

de conducta son menores “cuando la maestra explica y el alumnado escucha sentado en sus

pupitres” (ver figura 7).

Figura 6: Tasa de cada una de las conductas disruptivas observadas con respecto a la

actividad llevada a cabo por la maestra y el alumnado antes del recreo (10:00-11:00 horas).

3,2

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0

4,8

0,8

3,6

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3

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La maestra explica y el

alumnado escucha

La maestra observa y el

alumnado trabaja

La maestra corrige y el

alumnado trabaja

Tas

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Antecedentes

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La maestra regaña diciendo

"ni una vez más"

La maestra ignora al alumno La maestra manda al niño al

rincón

Fre

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Consecuentes

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Figura 7: Tasa de cada una de las conductas disruptivas observadas con respecto a la

actividad llevada a cabo por la maestra y el alumnado después del recreo (11:30-12:30 horas).

En cuanto a las consecuencias, podemos observar que tras la ocurrencia de las

conductas disruptivas, tanto antes como después del recreo, la maestra la mayoría de las veces

ignora y en ocasiones presta atención al alumno para regañar diciendo “ni una vez más”. Sin

embargo, antes del recreo nunca manda al niño al rincón. En cambio, después del recreo (ver

figura 9) la maestra manda al rincón al alumno 2 veces de las 24 veces que grita en toda la

semana.

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7,7

3,6

4,75,1

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0

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La maestra explica y el

alumnado escucha

La maestra observa y el

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Antecedentes

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Figura 8: Frecuencia absoluta de cada una de las conductas disruptivas observadas con

respecto a los consecuentes inmediatos antes del recreo (10:00-11:00 horas).

Figura 9: Frecuencia absoluta de cada una de las conductas disruptivas observadas con

respecto a los consecuentes inmediatos después del recreo (11:30-12:30 horas).

Una vez llevada a cabo la observación y analizados los datos, es relevante

considerar un análisis funcional que permita explicar el comportamiento del niño.

Las conductas problema observadas han sido las siguientes: gritar, golpear la mesa,

y levantarse de la silla. Estas conductas tienen lugar en el aula ordinaria y, de acuerdo a los

antecedentes observados aparecen, principalmente, cuando la maestra corrige las actividades

y alumnado trabaja en silencio, a veces cuando la maestra observa o supervisa al alumnado

mientras éste realiza las actividades encomendadas, y muy raramente cuando la maestra

explica y el alumnado escucha sentado en su pupitre. También, son más frecuentes en las

asignaturas de lengua y religión, y, casi insignificantes en la asignatura de matemáticas. Y,

aunque estas conductas perturbadoras ocurren tanto antes como después del recreo, se ha

observado que ocurren con una frecuencia muy superior en la hora posterior del recreo (11:30

a 12:30 horas).

En general, con respecto a las consecuencias inmediatas aplicadas a las conductas

problema que manifiesta el alumno, en la mayoría de los casos, vemos que es ignorado por

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2

6

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3

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2

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La maestra regaña diciendo

"ni una vez más"

La maestra ignora al alumno La maestra manda al niño al

rincón

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Consecuentes

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parte de la maestra que imparte su clase. Sin embargo, también es elevada la frecuencia de

regañar diciendo “ni una vez más”. Mandar al niño al rincón es una consecuencia que se

aplica raramente. Por lo que he podido observar, la secuencia sería más o menos la siguiente.

Las maestras, en un principio, tratan de ignorar varias veces las conductas de este alumno,

pero la persistencia de estas conductas en el tiempo suele llevarles a regañar al niño y/o

mandarlo al rincón.

De esta forma, podríamos hipotetizar que las consecuencias inmediatas a la conducta

problema funcionan como un reforzamiento intermitente, puesto que el niño a base de insistir

consigue, en ocasiones, llamar la atención de sus maestras. Cada vez que la maestra regaña o

manda al rincón al alumno, inconscientemente, estaría prestando atención y reforzando de

forma involuntaria e inadvertida la conducta perturbadora.

Este refuerzo intermitente podría estar contribuyendo a empeorar el problema, ya que

se refuerzan conductas que sería necesario extinguir, y el hecho de que el reforzamiento no

sea continuo, estaría haciendo que dichas conductas se hagan más resistentes a la extinción.

La persistencia de las conductas disruptivas en el aula perjudica el ambiente escolar y el

aprendizaje de los demás alumnos/as.

En definitiva, las conductas problema podrían ser producidas por su interacción con el

ambiente en el aula, es decir, metodología que usa la maestra, asignatura impartida, actividad

que lleva a cabo la maestra y el resto de alumnado, etc. y, mantenida por los refuerzos

involuntarios e incorrectos por parte del profesorado tras la ocurrencia de cada conducta.

Partiendo de la hipótesis de que estos refuerzos inapropiados provocan la persistencia

de las conductas problema sería interesante llevar a cabo una pequeña intervención que

promoviera la extinción de las mismas. Para ello habría que solicitar a la maestra que ignorara

o no reforzara cada una de las conductas inadecuadas que realiza el niño, con el objetivo de

eliminar la conducta. Esto debería complementarse con el reforzamiento de aquellas

conductas que son adecuadas u opuestas a la conducta disruptiva.

Otro punto sobre el que convendría poner atención es sobre las habilidades

prerrequisitas del niño en aquella asignatura en la que las conductas disruptivas se producen

con una tasa mayor, que no es otra que la asignatura de lengua. También en este caso se

propondría primero una evaluación exhaustiva para ver si el alumno cuenta con las

habilidades necesarias para hacer los ejercicios solo. Y si se observara que no cuenta con

ellas, recomendaríamos a la maestra realizar una adaptación para este niño que incluyera el

refuerzo de las habilidades más básicas. Además, también sería necesario valorar si la

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metodología usada por la maestra es la más apropiada ya que podría estar relacionada con el

comportamiento del niño y considerar si existe otra forma más apropiada de gestionar la

actividad en el aula, es decir, organizar el orden de las asignaturas de otra forma y reflexionar

acerca de la actividad que realiza la maestra y el alumnado, y si es necesario estructurar la

clase de otra manera de modo que cuando la maestra corrige el alumnado lleve a cabo otro

tipo de actividad que no perturbe el ambiente en el aula.

4.Discusión y conclusiones

Como se ha podido observar, una forma útil para detectar los posibles refuerzos que

pueden haber contribuido a mantener las conductas inapropiadas es llevar a cabo un análisis

funcional. Analizar las relaciones funcionales entre antecedentes, conducta y consecuentes

que pueden estar manteniendo la conducta sirve para proponer la intervención más adecuada

con respecto a las conductas que se desea corregir, centrando la atención a aquellas

situaciones que llevan aparejada una ocurrencia mayor de las conductas disruptivas.

Este análisis exige, previamente, la recogida de datos e información acerca del

problema a estudiar. Existe un gran número de estrategias para recabar información. La

observación directa es uno de los métodos y técnicas más usuales en el ámbito educativo

(Aragón Jiménez, 2010). Por ello, en el estudio de este caso, se ha optado por llevar a cabo

una observación directa en el aula ordinaria donde se encontraba el alumno.

Con el propósito de recabar más información se consideró observar durante dos

semanas. La primera semana en la hora anterior al recreo (10:00-11:00 horas) y la segunda

semana en la hora inmediatamente posterior al recreo (11:30-12:30 horas). Sin embargo, esta

forma de programar las observaciones podría suponer un problema a la hora de analizar los

datos e interpretar las posibles variables relacionadas funcionalmente con la aparición de las

conductas disruptivas. Es decir, al observar las conductas disruptivas en diferentes semanas y

a distintos horarios es imposible aislar el efecto de cada una de estas variables. Las conductas

disruptivas podrían estar producidas por múltiples factores que afectan al niño (i.e. semana de

altibajos, discusión con los padres…) o por factores motivacionales relacionados con el

horario (i.e. cansancio) y sería complicado determinar cuál de estos factores tiene más efecto

sobre la conducta. Lo más correcto hubiese sido alternar las franjas horarias, de forma que en

una misma semana hubiera habido observaciones antes y después del recreo. Futuras

observaciones deberían cuidar este aspecto.

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Otra limitación de este trabajo es haber contado con un solo observador, que ha

llevado a cabo todas las observaciones programadas. Este hecho podría restar fiabilidad a los

datos recogidos. Si se hubiera podido contar con otro observador en cada una de las

observaciones, que hubiera observado la misma situación de forma simultánea, utilizando el

mismo registro de observación, de forma individual y sin interactuar con el otro observador,

se podría haber calculado la confiabilidad entre observadores, la forma más habitual de

asegurar la fiabilidad de los datos recogidos.

A pesar de todo ello, la observación sistemática y el análisis funcional realizado con

los datos recogidos ha permitido detectar una serie de variables, antecedentes y consecuentes,

que hipotetizamos están relacionadas funcionalmente con las conductas disruptivas. Futuras

investigaciones deberían poner a prueba estas hipótesis, modificando aquellas variables

relacionadas con las conductas disruptivas. A modo de ejemplo, se podía comprobar si otro

tipo de reacción del profesorado ante las conductas disruptivas del alumno, en ese caso, no

prestar atención a las conductas disruptivas favorece de forma positiva, y, si premiar

conductas totalmente opuestas a las que se desean extinguir contribuye a aumentar conductas

deseables. Del mismo modo, se podría probar otro tipo de gestión en el aula, es decir, adaptar

la metodología, organización del alumnado y el orden de las asignaturas, incluso gestionar

aquellas actividades realizadas por el profesorado donde existe mayor ocurrencia de conducta

disruptiva, como por ejemplo, mientras la maestra corrige que el alumno realice actividades

atractivas, y así, prevenir la aparición de las conductas problemáticas.

Al margen de esto considero que los maestros/as son un modelo a seguir, sobre todo,

en los primeros años escolares. No solo a la hora de enseñar, sino también a la hora de

inculcar valores, promover comportamientos apropiados, y reaccionar ante determinadas

conductas, etc. Aunque no existe una forma única y mejor de actuar, los diversos modos o

estilos de actuar por parte del profesorado (estricto, autoritario, tolerante...) pueden persuadir

o fomentar las conductas disruptivas en el aula (Latorre y Teruel Romero, 2009). Por tanto, el

docente debe ser muy consciente y predictivo a la hora de comportarse y debe crear un

ambiente favorable a la hora de imponer la disciplina. También ha de tener especial cuidado

al reaccionar ante las conductas disruptivas o el comportamiento inadecuado del alumno/a, ya

que el docente podría estar influyendo de forma inconsciente en la aparición y persistencia de

conductas inapropiadas, tal y como se ha indicado arriba.

Otro factor a tener en cuenta por parte de los docentes, es la metodología utilizada en

las clases. A la hora de captar la atención e inducir interés por aprender en el alumnado

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existen metodologías que son más favorables para un grupo-clase determinado y para un

alumno/a en particular. Si una metodología es ineficaz podría provocar una actitud negativa

y/o de aburrimiento por parte de los alumnos/as, lo que podría contribuir a crear un mal

ambiente y contribuir a la aparición de conductas disruptivas en el aula. A veces, los

maestros/as no usan la metodología más apropiada para las características del alumnado al

que se enfrenta a la hora de impartir clase. Por este motivo, considero de suma importancia

conocer las características del alumnado y plantear una metodología ajustada a las mismas.

Otro hecho de relevancia que podría influir en la actuación del maestro/a, es contar

con alumnos/as que presenten un diagnóstico psicológico, ya sea un trastorno perturbador, del

control de impulsos y de conducta, o de otro tipo. La presencia de un alumno/a con

diagnóstico podría suponer para el profesorado una liberación de responsabilidad que le

llevara a ignorar los problemas que puede presentar un alumno/a o a asumir que no es posible

intervenir sobre ellos desde su función docente. En algunas ocasiones, en lugar de intervenir

ante el problema que se presenta, se excluye al alumno/a del proceso de enseña-aprendizaje.

En el caso del alumno sobre el que hemos realizado este TFG, habría que decir que si bien no

había sido diagnosticado, las maestras que trabajaban con él eran conocedoras de que había

estado siendo atendido por sus conductas disruptivas desde su entrada al colegio. No sabemos

la influencia que esto ha podido tener en la evolución del problema.

En esta misma línea, se podría pensar que es imposible enseñar o corregir en medida

de lo posible ciertas conductas que perturban el orden de la clase. Sin embargo, a la luz de la

literatura que he manejado para realizar el presente trabajo y las observaciones y el análisis

funcional realizado, pienso que estas actitudes afectan a los problemas del alumnado y con el

paso del tiempo podrían contribuir a agravar el problema y, a su vez, a hacerlo más

persistente. Lo más apropiado sería que el docente actuase con competencia profesional en

todo momento, siendo consciente de su responsabilidad en el aula, trabaje con alumnos/as que

han sido diagnosticados o con alumnos/as, que sin haberlo sido, presentan problemas en el

aula. Además, debería estar dispuesto a normalizar la situación, y no achacar todo a las

dificultades o problemas de comportamiento que presenta el niño/a, sino que ha de valorar las

necesidades educativas especiales que presenta el alumno/a y promover las medidas o

alternativas adecuadas donde éste pueda destacar positivamente, con el objetivo de fomentar

en todo momento la educación inclusiva.

En definitiva, la disrupción ha de ser abordada lo antes posible para que no

desemboque en problemas de mayor gravedad como puede ser un trastorno perturbador, de

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control de impulsos, y de conducta. Por ello, es relevante que los profesionales implicados en

la educación del alumno/a identifiquen de forma temprana los problemas de comportamiento

que puedan presentar y evalúen, usando las estrategias más convenientes a cada caso, para

descubrir las variables que producen y mantienen la conducta problema. También, en base a

esa evaluación deben proponer el tratamiento más eficaz y actuar de forma consciente y

adecuada en todo momento.

5. Referencias

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disruptivas. Información psicológica, 95, 62-74.

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Hernández Fernandez, A., y De Barros Camargo, C. (2015). Trastorno por déficit de atención

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25

De Barros Camargo, Fundamentos para una Educación inclusiva (págs. 144-152).

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Hernández, P. L.(2014). Un caso de comportamiento disruptivo. Revista de Psicología

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Anexos

Anexo 1. Hoja de registro