tortura, horror y nación

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libro de fotografia recreando y debatiendo las practicas históricas de tortura del estado colombiano

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POR:ESTEBAN SUÁREZ

TORTURA HORROR Y NACIÓN

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SOBRE EL FOTÓGRAFO: Esteban Suárez es sociólogo y candidato a la maestría en historia de la Universidad Nacional de Colombia. La narrativa de sus imágenes esta anclada a la articulación de su reflexión sobre la hegemonía cultural y política que constituye una aprensión sobre la realidad a las sociedades. Lo normal y anormal es parte de este juego, en el caso colombiano ocurre con la tragedia de sustentar el orden social, el estado y el poder desde la violencia.

Las siguientes fotografías son parte de un trabajo recién iniciado sobre la violencia y los crímenes de estado como cimientos del poder . No solo las victimas ponen a latir nuestro corazón, la idea de normalizar el asesinato, la desaparición y la tortura como actos planificados , obliga al uso de lo excesivo, de lo contrastante y lo inmoral como forma de realzar ,a través de la estetica ,la vista sobre la realidad y la historia.

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La tortura en Colombia reapareció en el siglo XX al hacerse instrumento de la guerra fría. No fue por tanto un proceso de mera condición nacional, en el conjunto del continente pulularon al interior de las Fuerzas Militares doctrinas que instigaban a la lucha contra la subversión por todos los medios, incluyendo entre ellos la nociva practica de argüir el control pleno sobre los cuerpos de los enemigos, por lo tanto de su dolor y de su vida. Bajo los nombres de Escuela de las Américas, Doctrina de seguridad nacional, doctrina de guerra de baja de intensidad, entre otros terroríficos eufemismos desde Estados Unidos se crearon generaciones completas de militares, policías y agentes de servicios de inteligencia latinoamericanos expertos en la tortura: en planificar el dolor para provocar la delación, para extender el miedo sobre miles de rebeldes y proteger los ordenes –no en pocas veces autoritarios o dictatoriales – a sangre, fuego y sufrimiento. Colombia recepciono el legado de la tortura continental bajo la escusa de la lucha contra la insurgencia urbana, militantes del M-19 y centenas de activistas sociales sin vinculación organización armada alguna sufrieron el horror de la adaptación de los métodos de tortura al estilo nacional. Fue de esta manera el estatuto de seguridad del presidente Julio Cesar Turbay quien preconizo la legalización del oprobio de la tortura como táctica de guerra.

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El siglo XXI no ha traído el fin de la violencia corporal planificada , “Según cifras de la Coalición Colombiana contra la Tortura, entre 2001 y 2009 por lo menos 1834 personas fueron víctimas de tortura. De ellas, 422 quedaron con vida, 1148 fueron asesinadas y 264 fueron víctimas de tortura psicológica. Por cada 100 hombres víctimas de tortura, se presentan 15 casos contra mujeres. En el 90.59% de los casos está comprometida la responsabilidad del Estado por perpetración directa, o por omisión o aquiescencia al accionar de los grupos paramilitares, y el 9.41% se atribuye a grupos rebeldes6. El temor y el alto riesgo de retaliación hacen que solo una pequeña parte de los casos sean denunciados”. Aunque la legislación reconozca la tortura como delito y exista una tipificación legal frente a ello (artículo 178 ley 599 de 2000) el estado no ha ratificado el Protocolo Facultativo a la Convención contra la Tortura del 2003 de las Organización de las Naciones Unidas. La razones están determinadas por la configuración de estas prácticas como delitos de lesa humanidad, violatorias del Derecho Internacional Humanitario, que de ser aceptadas a través de acuerdos internacionales en el bloque constitucionalidad colombiano abrirían un nuevo inmenso y doloroso capitulo judicial de crímenes de estado.

La tortura por su peso y condición no es una practica cualquiera, nuestra intención semántica y narrativa esta basada en esta idea fuerza, tres condiciones tendríamos que mencionar como impulso de esta puesta en escena: Primero: la tortura implica desarrollar una tecnología del dolor, es decir unas herramientas y procedimientos planificados para causar sufrimieto cercano a la muerte, con el f inn de lograr resultados de carácter político y militar. Imaginen ustedes inventar o usar instrumentos como las picanas eléctricas que descargan altos voltajes en rincones anatómicos

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destinados al sufrimiento, ó implementar la asfixia y el ahogo. ¡Hay que destinar los instrumentos para el terror, hay que estar entrenado para poder causarlo! ¡hay que deshumanizarse para ejecutarlo! Segundo: ha sido el estado colombiano el gran orquestador de la tortura como instrumento de guerra, aunque los paramilitares y las insurgencias lo han usado, la aplicación metódica de la vejación violenta es impronta de las fuerzas armadas. La destinación de lugares específicos como centros de tortura: la IV brigada del ejecito en Medellín, las caballerizas de la escuela de caballería en el norte de Bogotá e incluso sitios como bodegas ocupadas por miembros de organismos como el extinto B12 y el batallón Charry Solano lo evidencian. Se trata de la implementación de una política planificada a nivel nacional y orquestada por las fuerzas del orden a nivel regional, un claro antecedente de las ejecuciones extrajudiciales mal llamadas falsos positivos, se trata de un grito cínico ¡para defender el orden la legalidad es un obstáculo! ¡para defender el orden toda la violencia, planificada y oscura! Tercero: el torturador siente placer mientras la victima es deshumanizada. Existen placeres llenos de terror, quien infringe tortura en nuestro país es normalmente un miembro de la fuerza publica que aprende a

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gozar con el dolor del otro, siente gratificada su profesión en la pulsión de dolor salvaje y la destrucción del otro. A su vez el humano, el opositor o opositora política deja de ser, en la mirada del operador de la violencia directa y el justificador estatal de la misma, un humano,es un ser otro, carente de humanidad a veces cosificado o animalizado para permitir la operación sicológica de justificar el trauma. En síntesis este otro no es un humano porque es un terrorista un subversivo, alguien que el estado lee como un desecho social.

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Sebastian Solano: asistente de iluminación

La fotografía como proceso artistico es una creación colectiva. Agradecer

al equipo de trabajo es parte del audaz camino de reconocer las

razones que nos motivan a desnudar la vida en fotogramas.

Gracias por permitir la denuncia del cinismo y por compartir el pesimismo de la voluntad.

Javier Pérez: modelo y asistente de fotografía Cristian Cartagena: modelo Tomas Cala: asistente fotografía

Jorge Rodriguez: asistente iluminación

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