representación de la memoria del conflicto armado
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Trabajo de grado para optar por el título de Comunicadora
Volver al pasado para construir el futuro: la
representación de la memoria del conflicto
armado en el grupo Mujeres Caminando por
la Verdad de la Comuna 13
Mayra Alejandra Álvarez Bedoya
Asesor temático: Gabriel Jaime Bustamante
Asesor metodológico: Carlos Augusto Giraldo
Universidad de Antioquia - Pregrado en Comunicaciones
Medellín, 2016
“Somos semilla, somos memoria; somos el sol que renace ante la
impunidad"
Mujeres Caminando por la Verdad
Tabla de contenido
Resumen ...................................................................................... 4
Introducción ................................................................................. 5
Capítulo 1
Contextualización del conflicto armado en la Comuna 13 de Medellín. Historia,
actores armados implicados, efectos causados ......................................... 8
1.1 Surgimiento del grupo Mujeres Caminando por la Verdad: una iniciativa
de la Hermana Rosa Emilia Cadavid para escuchar a las víctimas ............ 12
Capítulo 2
Mujeres productoras de sentido en el marco del conflicto armado ................ 17
2.1 Lo que significa para las mujeres hacer memoria individual y colectiva 18
2.1.1 El dolor del recuerdo ................................................... 19
2.1.2 El valor de la memoria colectiva....................................... 22
2.2 La memoria representada en el tejido, la siembra, la escritura, la
fotografía, las manualidades y los objetos .............................. 25
2.3 Lugarización de la memoria, resistencia y esperanza: el Salón
Tejiendo Memoria y La Escombrera ....................................... 33
Capítulo 3
La pertenencia al grupo como forma de resignificar las vivencias del conflicto . 39
3.1 Cuestionamientos de las mujeres al concepto de Reparación simbólica 41
Capítulo 4
Martha Jiménez, perdonar para vivir ................................................... 44
Conclusiones ............................................................................... 50
Bibliografía ................................................................................. 52
4
Resumen
El presente informe da a conocer los resultados de una investigación de tipo
exploratoria realizada en el grupo Mujeres Caminando por la Verdad de la Comuna
13 de Medellín. El estudio muestra las diferentes formas en que se representa la
memoria del conflicto armado en el grupo, como una forma de producir sentido
por medio de diferentes lenguajes y narrativas simbólicas que cumplen el papel de
comunicar algo específico en relación con su pasado. Para lograr esto, fue
necesario identificar las diferentes estrategias que establecen para hacer
memoria, como también los significados que adquiere esta última y los lenguajes
en que se materializan tanto de manera individual como colectiva; y finalmente
comprender las resignificaciones que surgen estando insertas en el grupo.
Palabras clave: Conflicto armado, Comuna 13, Mujeres Caminando por la Verdad,
Memoria, Representación simbólica, Lugarización, Reparación simbólica,
Resignificación.
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Introducción
Desde hace más de 50 años, el conflicto armado en Colombia surgió, según Jairo
Estrada (2015), como una vía de contestación al desarrollo capitalista en el país
con los regímenes de acumulación de capital, economías de extracción, la
dominación, el impulso de la propiedad privada y el libre mercado. Desde
entonces, emergieron grupos subversivos con la premisa de la lucha social y
popular como contraposición a las políticas estatales que generaban pobreza y
desigualdad social, conformándose así actores armados como las guerrillas de las
FARC, del ELN, y el EPL; y más adelante, para los años 70, los grupos paramilitares
con una política de contrainsurgencia. También, los narcotraficantes que por esa
misma época se organizaron en los llamados carteles de la droga y el Estado desde
siempre con sus estrategias de militarización para el control del conflicto social.
De esta manera, se desataron una serie de disputas por el control estatal,
territorial y económico del país. Una guerra alimentada de todas las modalidades
de violencia, a saber, la violencia directa, la estructural y la cultural, tal como las
llama Johan Galtung (2004). La primera se refiere a los comportamientos agresivos
visibles (muertos, heridos, desplazados, etc.); la segunda, a la negación de las
necesidades; y la tercera, a la legitimización de la violencia desde la educación,
el arte, la religión, etc. Afectando así gran parte del territorio nacional, tanto el
rural como en el urbano, pero que no se diferencia cuando la principal afectada
es la población civil y sus esferas políticas, morales, socioculturales, económicas y
democráticas.
Para este caso, la investigación se sitúa en la Comuna 13 de Medellín, un territorio
reconocido nacional e internacionalmente como una muestra del desarrollo de la
urbanización del conflicto armado1 desde los años 90. Una zona de la ciudad donde
se ha dado cabida a la violación de derechos humanos con desapariciones forzadas,
torturas, asesinatos, etc. por parte de diferentes grupos armados. En este
contexto, se toma como sujeto de estudio el grupo Mujeres Caminando por la
Verdad. Estas mujeres, víctimas directas e indirectas del conflicto, se organizaron
con el propósito de visibilizar, por medio de diferentes lenguajes y narrativas, su
dolor y su lucha por la defensa de los derechos humanos, el restablecimiento de
su dignidad y la reclamación de la verdad de lo sucedido con sus familiares.
Por lo tanto, el interés de la investigación giró en torno a preguntarse por la
manera en que este grupo de mujeres construye y representa su memoria del
1 Una decisión que surge cuando un grupo guerrillero se ve, se siente y se percibe a sí mismo como una entidad política
sólida, cohesionada y legítima, y con una estructura militar superior a la del contrincante. La guerra urbana es el último
escalón de la guerra de guerrillas. En ella, los combatientes luchan por ocupar las ciudades como antesala para derrocar el
gobierno o forzar un cambio constitucional. Obtenido de: http://www.atmosferapolitica.com/2012/04/11/la-urbanizacion-
del-conflicto/. Así, las milicias de la guerrilla se consolidaron en lugares como Bogotá, Medellín, Cúcuta y Cartagena, con
la premisa de llevar la guerra a las ciudades, cercándolas como punta de lanza de una ofensiva terrorista.
6
conflicto armado por medio de estrategias expresivas donde lo simbólico ocupa un
lugar privilegiado, sobre los lenguajes que utilizan y materializan, y los significados
que le son otorgados desde la producción de sentido que generan subjetiva y
colectivamente en la realidad de su vida cotidiana. En este sentido, la
comunicación es aquí entendida como una herramienta para comprender la
construcción de realidad social, la subjetividad, la interacción simbólica con los
objetos, los espacios y los recuerdos de los actores involucrados, y finalmente,
cómo esto es expresado con diferentes narrativas en el escenario público.
Desde el punto de vista teórico-metodológico, se abarcaron los conceptos de
víctima, Memoria, Reparación simbólica, Representaciones simbólicas y
Resignificación. Se partió de un enfoque cualitativo, y se tomó el interaccionismo
simbólico como una perspectiva interpretativa, según la cual la sociedad se
establece gracias a que los símbolos son los que permiten que las personas se
comuniquen entre sí, dotando de sentido las situaciones de la vida cotidiana
(Alsina, 2001). Como métodos de recolección de información se acudió a un
muestreo intencional en el que se seleccionaron algunas mujeres del grupo para
hacer el trabajo. Por otro lado, se hicieron entrevistas semi-estructuradas, se
realizó un grupo focal y se construyó la historia de vida de una de las mujeres del
grupo: Martha Jiménez. Finalmente, para el análisis de la información, se
codificaron los datos en una matriz descriptiva en la que se categorizó el contenido
recolectado, incluyendo el material audiovisual.
Este informe, Volver al pasado para construir el futuro: la representación de la
memoria del conflicto armado en el grupo Mujeres Caminando por la Verdad de la
Comuna 13, está compuesto por 4 capítulos. El primero, llamado Contextualización
del conflicto armado en la Comuna 13 de Medellín. Historia, actores armados
implicados, efectos causados, hace un recuento de la historia de la Comuna, del
surgimiento de los diferentes grupos insurgentes, y del desarrollo del conflicto
social y armado que inició desde finales de los años 90 y tuvo un desenlace en el
año 2002 con las diferentes operaciones militares llevadas a cabo por la fuerza
pública. Luego de esto, se habla del Surgimiento del grupo Mujeres Caminando por
la Verdad: una iniciativa de la Hermana Rosa Emilia Cadavid para escuchar a las
víctimas; un apartado que da cuenta del recorrido que hasta ahora ha llevado el
grupo para exigir verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición, además
del esfuerzo por contribuir a la reconstrucción del tejido social de la Comuna,
perdido a causa del conflicto.
El segundo capítulo, Mujeres productoras de sentido en el marco del conflicto
armado, presenta la forma en que las mujeres del grupo han construido una serie
de actos simbólicos y rituales en torno a su experiencia individual y colectiva con
relación a su pasado, al conflicto, a sus familiares, su entorno y sus expectativas
7
del futuro. Este apartado se subdivide en otros tres que exponen de manera más
detallada los resultados obtenidos. Así, Lo que significa para las mujeres hacer
memoria individual y colectiva, da cuenta precisamente de las diferencias que
existen entre hacer memoria de una y de otra forma, y de los procesos subjetivos
y colectivos que se llevan a cabo en cada experiencia En segunda instancia, La
memoria representada en el tejido, la siembra, la escritura, la fotografía, las
manualidades y los objetos, expone las diferentes estrategias que han surgido en
el grupo para hacer memoria. Estas también adquieren significados de diferente
índole y se representan dependiendo de la historia de cada sujeto. Lugarización
de la memoria, resistencia y esperanza: Salón Tejiendo Memoria y La Escombrera,
ofrece una mirada de las percepciones que tienen algunas mujeres del grupo
acerca de su experiencia en estos espacios; en este capítulo también se resalta la
importancia que tienen, gracias a que van más allá de ser espacios físicos que
permite el encuentro, es decir, son también un lugares donde convergen diversidad
de historias, recuerdos, angustias y expectativas.
Por su parte, el tercer capítulo, La pertenencia al grupo como forma de resignificar
las vivencias del conflicto, presenta las nuevas formas de vida que tienen las
mujeres del grupo al estar insertas en él, la importancia que representa, por un
lado, pertenecer a una colectividad que ha vivido de manera casi homogénea el
fenómeno del conflicto en diferentes esferas, y por otro, sentirse reconocidas y
apoyadas entre sí, por la comunidad y por diferentes instituciones. En esta parte
también se encuentra un subcapítulo llamado Cuestionamientos de las mujeres al
concepto de Reparación simbólica, donde se muestra lo que piensan las mujeres
de la reparación, su insatisfacción con las garantías que ofrece el gobierno
nacional, la no aceptación de su definición, y el desconocimiento cuando se le
añade el término “simbólico”.
El capítulo cuatro, titulado Martha Jiménez, perdonar para vivir narra la historia
de vida de esta mujer a quien el conflicto le arrebató tres de sus hijos. En este
apartado se habla de su infancia, sus hijos, la forma en cómo los recuerda, y la
manera en cómo su vida ha cambiado sustancialmente al acceder al perdón como
una forma de volver a vivir sin tanto dolor.
Por último, se plantean unas conclusiones generales del proceso investigativo que
exponen en gran medida, el reto que tenemos los profesionales en comunicación
para comprender los procesos de construcción de sentido y de lenguaje en
escenarios marcados por el conflicto, la desigualdad, y la falta de garantías
estatales; y la manera en como esto genera nuevas dinámicas sociales
transversalizadas por lo simbólico.
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Capítulo 1
Contextualización del conflicto armado en la Comuna 13 de Medellín. Historia,
actores armados implicados, efectos causados.
La Comuna 13 (San Javier) está compuesta por 19 barrios y queda ubicada en el
centro-occidente de la ciudad de Medellín. Limita por “el Norte con la Comuna 7
(Robledo), por el Oriente con la Comuna 12 (La América), por el Suroriente con el
Corregimiento de Altavista y por el Occidente con el Corregimiento de San
Cristóbal” (GMH, 2011, p. 53). Su población está conformada por 152.312
habitantes, de los cuales el 45,93% son hombres y el 54,07% son mujeres (SISBEN,
2010).
La historia de la Comuna 13 comienza en 1938 con las veredas de San Javier, La
Puerta, La Loma y Corazón, pertenecientes al corregimiento de La América, que
desde el año 1869, era un caserío llamado La Granja. Su poblamiento se fue
acrecentando con la llegada de campesinos provenientes de otras regiones del
occidente y suroccidente del Departamento de Antioquia, desplazados por la
violencia partidista del momento, y para los años 1950 y 1960 por la violencia
9
intraurbana de la ciudad, expandiendo los terrenos por invasión, pobreza y
exclusión en las periferias de la ciudad, sin reconocimiento legal por parte del
Estado (Giesbscuerpo, 2011).
Las condiciones socioeconómicas de la Comuna, se caracterizaron desde sus
inicios, por el desarrollo del loteo pirata donde se construyeron asentamientos en
las zonas bajas y periféricas del sector, donde se desarrollaban actividades
económicas como la agricultura y la alfarería. Sin embargo, esta zona de la ciudad
se reconoce en cierta medida por tener uno de los índices más bajos en calidad de
vida2, mayor tasa de desempleo, pobreza y violencia. Esto último, se convirtió en
una de las razones para que los grupos armados justificaran su presencia en la
Comuna para reemplazar las garantías de un Estado que ha tenido mínima
presencia allí desde los inicios de su historia.
Los actores del conflicto
El advenimiento del desarrollo económico y urbano desde 1960 en Medellín, trajo
consigo lógicas de exclusión y de redefinición territorial, y a su vez la conformación
de grupos insurgentes, unidos por la igualdad de los derechos políticos, económicos
y sociales. Debido a esto, en la Comuna 13 se organizaron milicias populares
barriales con el propósito de prestar el servicio de seguridad en la población,
aplicando la ‘justicia popular’.
Para los años 80s el crimen organizado fue el resultado de la consolidación del
narcotráfico en la ciudad, encabezado por los paramilitares y conformado por
estructuras de sicarios llamadas Oficinas, de las que gran participación era de
jóvenes de barrios populares como los de la Comuna 13, acosados por el desempleo
y la falta de oportunidades educativas, dando cabida a la conformación de bandas
criminales con el microtráfico. Sin embargo, la atención de las autoridades estaba
centrada en la comuna Nororiental, foco de accionar de las bandas de narcotráfico
al servicio de Pablo Escobar (GMH, 2011).
Para los años 90, en la Comuna 13 se conformaron los Comandos Armados del
Pueblo (CAP) quienes eran milicianos independientes de la misma Comuna, como
también las Milicias del Pueblo y para el Pueblo (MPP) y las Milicias Populares de
Occidente, que tenían el propósito de garantizar seguridad a los pobladores ante
las acciones criminales de bandas delincuenciales, combatir los robos, violaciones
2 Según la Encuesta de Calidad de Vida en el año 2009, la tasa de desempleo en la Comuna 13 era de 15,7%, superior a la
del municipio de Medellín (13,7%). A junio de 2010 la Comuna 13 tenía 152.312 habitantes, de los cuales el 99,9% residen
en inquilinatos o en viviendas de estrato bajo-bajo (1), bajo (2) y medio bajo (3). De los 35.823 hogares, el 55,7% no tienen
vivienda propia y el 43,53% tienen mujeres como jefe de hogar (SISBEN 2010, junio) (GMH, 201, p. 51).
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y la expansión del microtráfico, hasta llegar al punto de controlar los problemas
familiares, distribuir alimentos y promover las festividades; logrando así cierta
legitimidad por parte de la comunidad.
No obstante, el dominio miliciano en la Comuna tomó otro rumbo cuando se
incrementó el número de amenazas a líderes comunitarios, asesinatos y
desplazamientos forzados de jóvenes, mujeres y familias enteras, puesto que eran
señalados de ser delincuentes y operar por fuera de las normas sociales
establecidas por ellos, representando así, según ellos, un peligro para la
estabilidad de la Comuna. De igual forma, empezaron a extorsionar a los
habitantes, principalmente a los dueños de las tiendas y supermercados, con el fin
de contribuir a su financiamiento y sostenibilidad. Por otro lado, comenzaron a
controlar el ingreso a espacios públicos como parques, canchas, la entrada y salida
de personas no pertenecientes a la Comuna, y la restricción para el ingreso del
transporte público como los taxis (GMH, 2011).
En 1991 se establecieron las milicias América Libre del ELN y en 1994 las milicias
Bolivarianas de las FARC, como una estrategia de expansión de su accionar en el
territorio urbano, enfocada en alcanzar un aumento de su capacidad militar y
económica. Su asentamiento se fue dando “por la zona rural del corregimiento de
San Cristóbal, en los límites con la vereda La Loma y también en las Independencias I,
II y III, Nuevos Conquistadores y El Salado” (GMH, 2011, p. 65).
Para finales de los años 90, las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) tenían un
gran dominio paramilitar en varias regiones del país al mando de Carlos Castaño,
y buscaban expandirse a territorios donde tuvieran lugar las milicias y la guerrilla,
como lo eran el Oriente antioqueño, el Norte, el bajo Cauca, Chocó y en este caso,
la Comuna 13. Según testimonios de Diego Fernando Murillo Bejarano, alias Don
Berna, hubo solicitudes de comerciantes, empresarios y ciudadanos para hacer una
ofensiva al poder que tenían los grupos de las FARC, del ELN y de las milicias en la
ciudad. En consecuencia, se conformó el Bloque Metro, encabezado por alias Doble
Cero, con apoyo de las bandas criminales que estaban al mando de Pablo Escobar.
En 1998, una parte pasa a llamarse Bloque Cacique Nutibara y estuvo al mando de
Don Berna, jefe de la Oficina de Envigado que operaba como centro administrativo
de actividades del narcotráfico.
A principios del año 2000 ingresaron miembros del Bloque Metro por Belén Aguas
Frías entrando por el Barrio El Corazón; y en el 2002 integrantes del Bloque Cacique
Nutibara, dando comienzo así a una disputa por el territorio, el control social y
recursos como “el microtráfico de drogas y la extracción y venta ilegal de
11
combustible del poliducto Medellín-Cartago, que tiene un tramo que cruza por el
corregimiento de San Cristóbal” (GMH, 2011, p. 71).
Desplazamientos, muertes y desapariciones forzadas
Los picos más altos de desplazamiento se registran entre los años 2001 y 2003
con un total de 1.711 personas desplazadas.
Según el Informe del GMH (2011), el desplazamiento forzado en la Comuna 13 es
una de las más grandes secuelas que dejó el conflicto, el cual puede delimitarse
por periodos de tiempo según la magnitud y actores armados:
De 1985 al 2000.Período marcado por el dominio miliciano y por un tipo de
desplazamiento gota a gota muy poco reconocido en las cifras pero que hace
parte de la memoria de sus pobladores. Del 2001 al 2003. Época de
agudización del desplazamiento forzado intraurbano que inicia con la ofensiva del
Bloque Metro y el Bloque Cacique Nutibara y culmina con la Operación Orión, una
operación militar de retoma del territorio ordenada por el entonces presidente
Álvaro Uribe Vélez en acuerdo con el entonces alcalde de Medellín, Luis Pérez
Gutiérrez. Del 2004 al 2007. Años marcados por la continuidad en los
desplazamientos silenciosos en un nuevo contexto, el repliegue de la guerrilla y las
desmovilizaciones de los paramilitares. Del 2008 al 2010. Período en el que
emergen combos que resultan de la recomposición de actores de violencia en la
ciudad responsables de más desplazamientos forzados intraurbanos individuales y
nuevamente masivos (GMH, 2011, p. 60).
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Las modalidades de violencia variaban según grupo armado que operaba en la
Comuna. Así, se ejecutaron asesinatos selectivos, intimidación, masacres,
atentados, amenazas, órdenes de desalojo, extorsiones, detenciones arbitrarias,
violaciones y torturas. La exhibición de cuerpos asesinados en diferentes barrios,
era una de las características del accionar de los paramilitares, al igual que el
desalojo de viviendas donde según ellos, habitaban simpatizantes de las guerrillas
y las milicias.
Para hacer confrontación a esto, se ordenaron 17 operativos militares dentro de la
Política de Seguridad Democrática del entonces presidente Álvaro Uribe Vélez,
entre ellas, la Operación Otoño, Contrafuego, Mariscal, Marfil, Antorcha, Saturno,
y Orión. Por el tipo de armamento utilizado, la cantidad de militares involucrados
y los efectos causados, la Operación Mariscal y Orión son consideradas operaciones
militares sin antecedentes en las ciudades del país. En la Mariscal, ejecutada el 21
de mayo de 2002, se utilizaron ametralladoras M60 y helicópteros artillados. Esta
dejó un total de 9 civiles muertos, más de 37 heridos y 55 personas detenidas
arbitrariamente. La Orión, por su parte, es considerada la operación militar urbana
más grande del país, ejecutada entre el 16 y el 19 de octubre del año 2002 con
alrededor de 3000 militares atacando indiscriminadamente a la población civil, con
más de 150 allanamientos, 355 capturas, 38 heridos y dejando a su paso, según la
Corporación Jurídica Libertad, 650 víctimas directas, entre homicidios, torturas y
detenciones arbitrarias, además de al menos 92 casos de desaparición forzada.
Según declaraciones de algunos paramilitares como Don Berna, hubo una
connivencia con las fuerzas militares como la Policía y el Gaula para lograr la
ejecución de los operativos, donde se señala a responsables como el ex general de
la Policía, José Leonardo Gallego y el ex comandante de la IV Brigada del Ejército,
general Mario Montoya Uribe.
1.1 Surgimiento del grupo Mujeres Caminando por la Verdad: una iniciativa de
la Hermana Rosa Emilia Cadavid para escuchar a las víctimas
En medio de la zozobra y el miedo que se vivía en la Comuna 13 a raíz del conflicto,
las misioneras del convento de la Madre Laura, que está ubicado en el barrio
Belencito, asumieron el compromiso de acompañar a los más necesitados, en este
caso, a los habitantes de la Comuna. Por lo tanto, la hermana Rosa Emilia Cadavid,
que anteriormente había trabajado en zonas también marcadas por el conflicto
como el Magdalena Medio y Urabá, veía la necesidad que tenían las personas de
que las escucharan:
13
Se escondían, no sabían qué hacer, muchos huían, nadie entendía, igual nosotros
no sabíamos ni qué hacer, porque no… Pero de pronto, decidimos como abrir un
espacio aquí, y nosotros veíamos por aquí pasar la gente llorando, por acá por el
lado del convento pues pasaba mucha gente llorando y como en una situación muy
difícil, de mucha angustia, pero no decían nada. Entonces yo, me dediqué como a
estar aquí y mirar cómo podía, qué podía hacer por ellas, porque ya eran personas
que no tenían contacto con nosotros porque es que esta Comuna es muy grande, y
la desconfianza era tan horrible porque ellas no sabían cómo a quién decirle nada.
Pero yo no sé cómo, yo la verdad a veces me pongo a pensar cómo fue llegando
toda la gente...yo sé que ellas pasaban llorando por ahí, de pronto yo me acercaba
y les preguntaba pues como qué les pasa, y empezaron como a contar… Entonces
ya, como que se fueron acercando y ya uno fue como abriendo el espacio a
escucharlas. Aquí no se hizo nada raro, sólo se escuchó, se abrió este espacio, se
dispuso el espacio y se empezó como a escucharlas, entonces desde eso fueron
como regando la voz (R.E, Cadavid, entrevista personal, 6 de abril de 2016).
De esta manera, llegaban cada vez más personas, en su mayoría mujeres llenas de
temor, desconfianza y sufrimiento porque les habían desaparecido, asesinado o
metido a la cárcel a sus hijos, esposos o hermanos. Al ver que la mayoría pasaba
por la misma situación, la Hermana decidió agruparlas con el propósito de generar
confianza entre ellas mismas, lograr que expresaran sus sentimientos y se
desahogaran. Con ayuda de otras organizaciones defensoras de derechos humanos
y que hacían acompañamiento a víctimas del conflicto, se empezaron a hacer
procesos psicosociales para dar el apoyo profesional que se requería.
Por otro lado, la recuperación del tejido social fue otra propuesta que surgió con
la Hermana Rosa y con un grupo de mujeres que ya estaba consolidado. Empezaron
a convocar a líderes comunitarios, religiosos, y los rectores de los colegios aledaños
para tratar de hacer un trabajo en conjunto en la comunidad. Sin embargo, “pudo
más la guerra”, como dice la Hermana, porque se encontraban en medio de un
conflicto en el que era muy difícil desarrollar las propuestas que surgieran. Pese a
estas circunstancias, decidieron salir y hacerse escuchar:
Nosotros nos fuimos a la cancha, en ese momento había mucho desplazamiento,
entonces, nosotros, las mujeres -ya había un grupo muy conformado- dijimos:
vamos y nos metemos allá para que la gente no se siga yendo del barrio, porque si
nosotros organizamos programas culturales, deportivos, recreativos y hacemos una
olla comunitaria, volvemos a traer la comunidad, y entonces así la gente bota el
miedo y no se va, -con el acompañamiento pues de pastoral social- y organizamos
hasta viejotecas, hacíamos ollas comunitarias para que la gente recuperara el
espacio porque esto ya... usted no veía a nadie por las calles...(R.E, Cadavid,
comunicación personal, 6 de abril de 2016).
14
De otro lado, al ver que muchas de las mujeres que dependían económicamente
de sus esposos o hijos, y que los habían perdido en medio del conflicto, empezaron
a capacitarlas en diferentes oficios para impulsar el emprendimiento. De esta
manera, se buscaron alianzas con diferentes instituciones para formarlas en
panadería, floristería, zapatería; un esfuerzo que no tuvo mucho éxito porque la
competencia en el mercado era muy fuerte, siendo una barrera que les impidió
formar las microempresas que tenían pensadas.
Más adelante, con el apoyo de la
Corporación Jurídica Libertad, el
grupo de mujeres que ya estaba
conformado y que inicialmente se
llamó Mujeres Constructoras de paz,
empezaron a visibilizar las
problemáticas y la violación a los
derechos humanos que se vivían en
la Comuna 13. Así, realizaron
plantones, marchas, vigilias, y actos
simbólicos donde reclamaban la
verdad de lo ocurrido con sus
familiares. En el año 2001 se manifestaron en el barrio las Independencias ante
diversas embajadas que visitaban el sector y la Oficina del Alto Comisionado para
los derechos humanos en Colombia de las Naciones Unidas, con el fin de exigir la
no militarización del territorio. Luego de esto también realizaron un plantón en La
Alpujarra donde no fueron escuchadas. Un año después, en el 2002, en medio de
las operaciones militares, salieron a protestar con pañuelos blancos pidiendo en
cese al fuego (Kavilando, 2015).
También se dirigieron a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos,
buscando ser escuchadas. Luego, en el año 2006 convocaron la primera
movilización masiva en La Escombrera3, una montaña ubicada entre los límites del
barrio San Javier y el Corregimiento de San Cristóbal, que por años ha funcionado
como una cantera y depósito de escombros; para conmemorar la Operación Orión
y exigir el cierre del sector. De igual forma, solicitaron a un juez de los Estados
Unidos que reconociera sus derechos y que se juzgara al ex comandante del Bloque
3 La Escombrera es un sector ubicado en la Comuna 13, zona centro occidente de la ciudad, donde los paramilitares que
ejercían control en la zona años anteriores, enterraban a sus víctimas. Se cree que allí reposan los restos óseos de muchos
ciudadanos de la Comuna 13 y de la ciudad que sufrieron desaparición forzada. Obtenido de:
http://www.cjlibertad.org/victimas/106-victimas/1128-cidh-pondra-sus-ojos-en-la-escombrera.html Fecha de consulta:
lunes 11-04-2016
CONMEMORACIÓN 14 AÑOS OPERACIÓN MARISCAL. MAYO 21, 2016
15
Cacique Nutibara de las AUC, Diego Fernando Murillo Bejarano, alias Don Berna,
por sus crímenes en la Comuna y no solo por narcotráfico. Aunque no lo obtuvieron,
se logró que éste último reconociera la connivencia entre la fuerza pública y los
paramilitares en los operativos de 2002 y 2003, señalando la responsabilidad del
ex general Mario Montoya Uribe (Kavilando, 2015).
En 2009, un desmovilizado del Bloque Cacique Nutibara, Juan Carlos Villada alias
'Móvil 8’ confirmó en su versión libre ante Justicia y Paz, que La Escombrera era
un lugar de operaciones de los grupos paramilitares donde asesinaban y enterraban
a las personas retenidas. En el año 2012, se llevó a cabo la Comisión Internacional
de Esclarecimiento, con la presencia de cuatro comisionados internacionales y dos
nacionales, con el fin de hacer visibles los crímenes ocurridos, la ausencia de
justicia, la militarización y la permanencia de grupos paramilitares en la zona
(Kavilando, 2015).
Para el año 2013, las Mujeres Caminando por la Verdad inauguraron el Salón
Tejiendo Memoria, ubicado en el Convento de la Madre Laura en la Comuna 13. Un
espacio cedido por las Misioneras del Convento y gestionado por la Hermana Rosa.
En el mes de agosto del año 2015, después de 13 años de exigencias por parte de
las víctimas, se iniciaron las excavaciones en La Arenera, sector de La Escombrera.
Según denuncias extraoficiales de pobladores y organizaciones sociales, las cifras
de personas desaparecidas que pueden encontrarse allí son ambiguas, puesto que
son entre 90 y 300 personas.
Todo este recorrido ha sido posible, según las mujeres, gracias al acompañamiento
y apoyo de la Hermana Rosa, por quien sienten gran admiración, respeto y
agradecimiento, además de ser un referente en la Comuna por encarar la lucha
por la defensa de los derechos humanos y acompañar a los más afectados por el
conflicto.
En la actualidad el grupo está conformado por aproximadamente 180 mujeres que
tienen entre 20 y 80 años de edad, y pertenecen a los estratos 0, 1, y 2. La mayoría
residentes de los barrios de la Comuna, y su nivel de escolaridad es bajo. En su
quehacer cotidiano se dedican a ser amas de casa o a trabajar en oficios varios en
casas de familia, esto también porque son cabezas de hogar y por lo tanto deben
responsabilizarse por su sostenimiento. Un total de 18 mujeres que pertenecían al
grupo, han muerto sin saber nada de sus seres queridos.
16
MUJERES CAMINANDO POR LA VERDAD. FOTO: CUENTA LA 13
17
Capítulo 2
Mujeres productoras de sentido en el marco del conflicto armado
Este capítulo habla
principalmente de la forma
en cómo el grupo de
mujeres ha construido una
serie de rituales y
elementos simbólicos que
logran identificarlas
alrededor de una
problemática común al ser
producidos y apropiados por
ellas mismas.
Como se ha mencionado
anteriormente, el hecho de
estar atravesando por una
situación de dolor y
desasosiego, convoca a las mujeres para tener una causa común por la cual
manifestarse: exigir la verdad, la reparación, la justicia, la no repetición de los
hechos y el restablecimiento de sus derechos. Y aunque al principio era difícil que
hablaran porque se sentían perseguidas o atemorizadas por el hecho de que ya les
habían asesinado o desaparecido a algún familiar, lo fueron haciendo de otras
maneras en el salón donde se reunían, un espacio donde se permitían expresar y
desahogar sus miedos y sus dolores logrando ser escuchadas por la Hermana Rosa.
Un ejemplo de ello era llevando fotos de sus familiares. Las pegaban en la pared,
encendían una vela, rezaban, lloraban y establecían un diálogo con la persona ahí
retratada. Un ritual que a pesar de ser muy íntimo para quien lo hiciera, se fue
replicando por otras mujeres del grupo porque, según la Hermana Rosa, les servía
emocionalmente. Los rituales en este contexto son entendidos desde Roberto Da
Matta (2002) como los que:
Manifiestan valores y emociones difícilmente expresables en la cotidianidad;
dramatizan atributos sociales, narrativas que una sociedad produce sobre sí misma;
promueven identidades sociales al construir y al permitir sentir o experimentar
(más que racionalizar) una propia identidad, características o continuidad como
grupo, o el propio universo social, en todas sus contradicciones; permiten tránsitos
de elementos entre distintos niveles (de lo particular a lo universal, de lo regional
a lo nacional, de lo individual a lo colectivo, o a la inversa); sirven como medios
para tomar conciencia de algún aspecto de la realidad social, pues son un lenguaje
SALÓN TEJIENDO MEMORIA COMUNA 13
18
eficaz que hace posible cambiar el significado cotidiano de algún aspecto de la
realidad e incluso darle uno nuevo, permitiendo focalizarlo, significarlo de otra
forma, alimentando la reflexión y la creatividad (Da Matta, 2002, citado en
Maceira, 2009, p. 71).
Así, las relaciones que se establecen entre los objetos, los lugares y las personas,
no son más que un resultado de significación donde se le otorga un sentido común
por medio del lenguaje, partiendo de la subjetividad de cada experiencia,
trascendiendo de este modo, su realidad en la vida cotidiana. La manifestación de
los sentidos que tienen los rituales, se dan por medio de su materialización en unos
sistemas de símbolos que representan algo específico con relación a la memoria,
y que a su vez alcanzan a constituirse como elementos esenciales en la vida
cotidiana de quien los produce, como se muestra en el siguiente apartado.
2.1 Lo que significa para las mujeres hacer memoria individual y colectiva
La memoria constituye el eje en el que se basó esta investigación, la cual es
entendida desde Elizabeth Jelin, como un acto que “presupone tener una
experiencia pasada que se activa en el presente, por un deseo o un sufrimiento,
unidos a veces a la intención de comunicarla” (Jelin, 2002, p. 27). En este sentido,
las experiencias pasadas de las Mujeres Caminando por la Verdad, producen
modificaciones en los marcos interpretativos presentes del nivel individual y social,
permitiendo así reconstruir y reinterpretar dicho pasado adecuándose a las
expectativas del futuro por medio del lenguaje.
En esta sección, se hace hincapié
en la diferenciación existente
entre lo que significa en el grupo
hacer memoria individual y
memoria colectiva, puesto que
teóricamente se tiende a hablar en
gran medida y de manera más
generalizada de la segunda. Las
memorias narradas aquí son las de
tres mujeres pertenecientes al
grupo Mujeres Caminando por la
Verdad, con las que se tuvo un
acercamiento más profundo durante el
proceso. Ellas son Gladys Múnera, Socorro Monsalve y Martha Jiménez. Estas
mujeres son víctimas del conflicto que se vivió en la Comuna 13 entre los años
2000 y 2003, en el que como muchas de sus compañeras, asesinaron a sus familiares
SALÓN TEJIENDO MEMORIA COMUNA 13
19
y tienen otros desaparecidos sin tener el más mínimo rastro. Para ellas, el acto de
rememorar está atravesado por un proceso íntimo en el que cada una siente,
recuerda y comunica de manera particular a su familiar.
2.1.1 El dolor del recuerdo
Al iniciar el proceso, tenía una percepción de que la memoria servía de igual
manera para todas las personas como una herramienta para resistir y enfrentar en
cierta medida el dolor y la realidad por el que atravesaban. Sin embargo, al
escuchar las historias de diferentes mujeres, me di cuenta que muchas veces no
es así y que por el contrario, lo que genera los actos de memoria muchas veces es
convertirse en una ritualización del dolor en el que se revive el hecho victimizante
por el que atravesaron; como es el caso de Gladys, una mujer de 43 años y a quien
le desaparecieron su esposo en el año 2003. Para ella, crear memoria:
Significa mucho dolor, mucha nostalgia, o sea, yo lo resumo mucho en dolor, no
me gusta, no me gusta crear memoria para mí, personal….
Colectiva, pero no para mí tampoco, es decir, a mí me gusta crear memoria, o sea,
tú memoria, la de ella, la de él, pero la mía no, la mía no se toca porque no me
gusta, pero sí me gusta escuchar la de todas y opinarles a todas, y regalarles
abrazos y consentirlas sí, pero no me abracen ni me consientan porque no me gusta,
¿si me entiende? Desde mi punto personal crear memoria es crear dolor, tristeza,
nostalgia, pero todo, todo lo encierro al dolor [...] Pero igual hay días que yo estoy
triste pero no me duele, estoy triste, pero cuando yo empiezo a hablar del tema
me duele, me duele ¡mucho, mucho, mucho! […] Entonces para mí es dolor, solo
dolor, o sea hablar de crear memoria, de mi memoria, es crear dolor […]
Eso encierra para mí la desaparición de Alfonso, que es tristeza y dolor... (M.
Gladys, comunicación personal, 11 de abril de 2016).
A pesar de que ella asiste al grupo desde hace 14 años, la forma en como hace
memoria de su esposo, según ella, es al estar sola, escuchar música y llorar. No
recuerda precisamente los momentos dolorosos que vivió con él donde la
maltrataba, sino que, por el contrario, trae a su mente aquellos momentos en los
que eran felices, en los que para él ella era su reina, su vida, como ella misma lo
dice. Para este caso, es interesante situarse en la posición de Jelin en cuanto a lo
que dice sobre la activación de las memorias, porque a pesar de que es inevitable
para muchos individuos recordar momentos, personas y/o lugares de los cuales se
tienen marcados algún suceso en particular, se acude a seleccionar o activar
ciertas memorias y del mismo modo a ‘silenciar’ u olvidar otras. Esto es para
Tzvetan Todorov (2000) una memoria ejemplar, que sustrae una lección del pasado
para ser utilizada en el presente, contrario a lo que define como memoria literal
20
que se sirve del pasado para reprimir el presente, debido a “que convierte en
insuperable el viejo acontecimiento, desemboca a fin de cuentas en el
sometimiento del presente al pasado” (Todorov, 2000, p. 32).
Por otra parte, para doña
Socorro, una señora de 62
años, a quien la delincuencia
común le asesinó a un hijo y
el conflicto en la Comuna le
desapareció hace más de 13
años a Guillermo, otro de sus
hijos, el tema de la memoria
lo resumió en pocas palabras
cuando le pregunté: “¿por
qué es importante hacer
memoria? -Pues,
¿importante? ¡Ay yo no sé!,
no le veo mucho la
importancia porque tanta
tristeza…”. Cuando recuerda
a su hijo, piensa en el
momento en que lo desaparecieron, en la forma en cómo vivían en familia, cómo
era él, y lo describe como es ella misma: “él era muy apático, como yo, demasiado
repelente, él era peor que yo. Él rayaba en la repelencia”.
La incertidumbre de no saber nada de su hijo es lo que mantiene la fe y la
esperanza en doña Socorro para que esté vivo, pero que al mismo tiempo agudiza
su angustia. Ella no encuentra razón alguna para que él no la hubiese llamado
durante todo este tiempo:
Porque él no tiene por qué, en este momento, hace trece años y medio, no
haberme hecho una llamadita, a un tío que quería tanto, a una señora por allá de
una guardería que la quería mucho, donde él estuvo en la guardería, a mi hija
Carmen que nunca cambió el teléfono, y a mí. Y yo sé que él se llevó, esa cosita,
esa libretica donde tenía todos los números de teléfono (M. Socorro, comunicación
personal, 12 de abril de 2016)
La verdad solo la sabe su Dios, como ella dice, y lo que menos quiere es tener la
certeza de que no está vivo: “yo no quisiera saber si está muerto o está vivo, que
esté vivo, que esté loco, que esté como sea, pero que no… La verdad, verdad,
RECUERDOS DE GUILLERMO. SOCORRO MONSALVE
21
mala, mala ¡no! No siempre es así, pero bueno. Mi Dios sabrá cómo está” (M.
Socorro, comunicación personal, 12 de abril de 2016).
Martha Jiménez por su parte, una mujer de 74 años, y de quien se hablará más
detalladamente en el último capítulo, ha padecido los horrores del conflicto en
tres veces: le asesinaron dos hijos y le desaparecieron otro. A ella no le gusta
relatar a los demás la forma en cómo le arrebataron a sus hijos, dice que eso se lo
guarda para ella sola.
Para ella la memoria es importante porque le permite recordar cómo fueron sus
hijos, su infancia, las fechas de sus cumpleaños y las fechas especiales en las que
se reunían con toda la familia:
Para mí es importante como recordar lo que fueron mis hijos, como recordar quién
era Juan Rodrigo, quién fue Robin, quien fue Jony el desaparecido, qué será de mi
muchacho, pues, de esa parte a esta época, no sé si vive, no sé... y a veces me
pongo a recordar todo lo de ellos…
Yo lo que más recuerdo son las fechas de mis hijos, es decir, los cumpleaños.
Cuando a Juan Rodrigo me lo arrebataron, que estábamos así sentados en mi
cumpleaños, un 18 de agosto, me lo sacaron de la casa, eso se llenó de hombres
miedosos, horribles, todos tapados… Recuerdo mucho esa fecha porque imagínese,
yo estaba cumpliendo años cuando me lo sacaron. Los cumpleaños de Robin, que
era un muchacho que era feliz cumpliendo años […] Jony tenía como 15 años
cuando se desapareció, de Jony recuerdo mucho, le encantaba salir a mercar
conmigo […] feliz comprando mecatos pa' traerle a sus hermanos (J. Martha,
comunicación personal, 19 de abril de 2016).
Las secuelas que dejó el conflicto en su vida, además del dolor por perder a sus
hijos, se vieron reflejadas físicamente cuando perdió su voz durante los tres años
posteriores a los hechos. A pesar de eso, después de muchos años de no hablar, de
no salir, de no relacionarse con nadie que no fuera su familia, ella dice que siente
tranquila, que es capaz de hablar con más tranquilidad de sus hijos, y que el estar
en el grupo ha hecho que todo sea más llevadero; este último se abordará con más
claridad en el siguiente capítulo que habla de las resignificaciones de las vivencias
del conflicto.
Diferentes formas de narrar los recuerdos se evidencian con estas historias y con
muchas otras que también fueron escuchadas durante el proceso. Al estar inserta
en un escenario común de construcción social, la subjetividad de las experiencias
pasa a convertirse en intersubjetiva cuando se integra en actos comunicativos que
las mujeres utilizan y comparten, teniendo como función reintegrar los elementos
22
comunes para reparar o establecer nuevas relaciones con su pasado desde lo
simbólico.
2.1.2 El valor de la memoria colectiva
Como se evidenció anteriormente, el sentido de la memoria individual parte de las
subjetividades y experiencias de cada persona con relación a su manera de sentir,
pensar y recordar. No obstante, al situarla en un espacio común donde convergen
más subjetividades, la cotidianidad se comparte con otros, puesto que “el otro se
me aparece en un presente vívido que ambos compartimos […]. Mi “aquí y ahora”
y el suyo gravitan continuamente uno sobre otro […]. El resultado es un
intercambio continuo entre mi expresividad y la suya” (Berger y Luckmann, 2001,
p. 46).
En el grupo de mujeres la
memoria se vuelve colectiva
en la medida en la que se
crean objetivaciones
comunes y las acciones se
institucionalizan al ser
producto del contexto
histórico violento en el que
se produjo, y al mismo
tiempo, la memoria
colectiva es direccionada
para cumplir un objetivo
determinado. En el proceso de
creación de memoria colectiva hay un giro en la significación que se le da, puesto
que se convierte en un medio por el cual expresar y poner en un escenario común
la experiencia propia. De este modo, el universo simbólico también es
representado de otras maneras, desde las objetivaciones lingüísticas (discursos),
hasta simbolizar y hacer presentes abstracciones complejas de la experiencia por
medio de objetos físicos o artificiales, como lo expresa la Hermana Rosa:
Nos dimos cuenta que el antes, les ha ayudado mucho en el tema, todo lo que tiene
que ver con el tema de memoria, porque aunque no querían hablar de esos temas
porque eso es muy normal que las víctimas no quieran recordar lo doloroso que ha
sido, eso fue fuerte en ellas, ellas siempre en las reuniones ellas estaban hablando:
es que nosotros vivíamos así, es que mi hijo era así...El ejercicio de memoria, nos
dimos cuenta que les ayudaba a aminorar como más el sufrimiento, porque ellas al
CONMEMORACIÓN 14 AÑOS OPERACIÓN MARISCAL. MAYO 21, 2016
23
principio no querían hablar de nada de eso, unas, y otras empezaron a hablar y nos
dimos cuenta que esas que empezaban a hablar, ya eran capaces como de hablar
un poco más tranquilas, que al principio estaban hablando de los que les pasó, de
sus familiares...Eso es desde ellas, ellas mismas -dice uno- van dando puntadas,
porque entonces ya en el grupo van resultando cosas que les puede servir a ellas
mismas, entonces eso se fortalece (R.E, Cadavid, comunicación personal, 6 de abril
de 2016).
El encuentro y los actos de memoria colectiva
están mediados por rituales que simbolizan el
momento mismo y le otorgan identidad al grupo
como tal. El conjunto de actos que se realizan
en los diferentes espacios donde se reúnen, por
mencionar, las marchas, los plantones que
convocan en diferentes partes de la ciudad y en
La Escombrera, para conmemorar alguna fecha
específica como las de las operaciones
militares, para visibilizar a la ciudadanía la
violación de los derechos humanos, o como
forma de reclamar al Estado sus garantías
institucionales; están integrados a una serie de
simbología y ornamentos como forma de
identificación colectiva. Las siluetas de color
negro que representan a cada una de las
personas desaparecidas o asesinadas, que a su
vez están marcadas con el nombre y alguna
frase o leyenda alusiva a ellos, están presentes
en la mayoría de estos actos, al igual las
fotografías colgadas en el cuello de cada una
de las mujeres. Las plantas y las flores son otros
símbolos a los que acuden como representación
de esperanza y vida.
De este modo, los objetos que producen, y los
discursos que expresan son portadores de una
dimensión simbólica, donde el sentido
codificado se convierte en uno de los bienes comunes del grupo (Maceira, 2009),
SALÓN TEJIENDO MEMORIA COMUNA 13
24
como se muestra en el siguiente pronunciamiento emitido en la ceremonia de
premiación del Día Nacional de los Derechos Humanos4:
En este camino de búsqueda de nuestros familiares detenidos desaparecidos y de
lucha por esclarecer los crímenes cometidos contra la humanidad en la Comuna 13
de Medellín, hemos aprendido, desde el dolor, que defender los derechos humanos
en Colombia es un compromiso para proteger la vida ante la adversidad y una
apuesta por conseguir un país con justicia social. Vencimos años de miedo,
estigmatización y revictimización dejando huellas de resistencia por nuestros seres
queridos asesinados y desaparecidos que aún viven en nuestra memoria. Hoy somos
Mujeres Caminando por la Verdad. […] Hoy seguimos exigiendo que se esclarezcan
los hechos, que se cuente la verdad sobre el conflicto social y armado del país y
que el Estado reconozca su responsabilidad. La Escombrera de la Comuna 13 es
sólo un ejemplo de violación sistemática a los derechos humanos cuyos máximos
responsables no han sido juzgados. Este camino, también es una apuesta por la
paz. Una paz que promueva la reconciliación nacional sin olvido y con garantías de
no repetición (Mujeres Caminando por la Verdad, 2015).
La codificación compartida de los actos permite que las experiencias se integren
como una forma “de aportar una redención colectiva e individual, además de dar
fortaleza y capacidad de recuperación. Parece ser cierto, en todo caso, que ignorar
el pasado sólo agrava el problema y que las personas pueden reinventarse después
de la narración” (Blair, 2002, p. 16).
Según lo narrado por las mujeres, la importancia de hacer memoria colectiva
radica no sólo en el hecho de ser reconocidas como un grupo que ha luchado
durante más de 14 años por exigir al Estado la verdad de los hechos ocurridos en
el conflicto, sino también porque encuentran la posibilidad de reconocerse a sí
mismas, de ser escuchadas, de escuchar a otras dentro de una problemática
similar. Para Gladys por ejemplo, aunque en el apartado anterior se muestra el
rechazo y el dolor que le genera crear su memoria, en este caso, construir memoria
de manera colectiva cobra otro sentido para ella:
Yo no hablé, yo nunca hablé como te digo, pero marqué mi grupo y conozco la
historia de cada una de ese grupo […] Entonces sí, es como enmarcar memoria,
como bueno, en tal parte de tal tendido, cuando íbamos en este tendido, a Rubiela
le pasó esto y esto, y cuando ya íbamos finalizando le mataron el hijo...
Bueno, es muy bueno, a mí me gusta mucho ir cuando son reuniones para crear
memoria, me gusta, me gusta ir porque ahí vuelvo y retomo, como por decir algo
4 El 9 de septiembre del 2015, Día Nacional de los Derechos Humanos, en el Centro Nacional de Memoria y
Reconciliación en Bogotá, Mujeres Caminando por la Verdad fueron las ganadoras del Premio Nacional a la
Defensa de los Derechos Humanos en Colombia, en la categoría ‘Experiencia colectiva del año’.
25
a Rubiela, qué ha pasado con Rubiela este tiempo que mirá que le mataron un hijo
en el 2011, entonces ella ha sido muy remarcada por la violencia, entonces me
gusta mucho como en qué pasos va ella, esa parte. Les pregunta uno cómo van...
Me parece muy lindo el de crear memoria haciendo la misa cada mes a partir de la
inauguración del Salón...Primero era los jueves, los primeros jueves de cada mes
era la misa, entonces era una consagración, era un ritual, hacíamos ritual con las
velas […] Una parte muy importante de crear memoria, cuando nosotros estamos,
es el almuerzo... Sí, porque en el almuerzo nos reunimos todas, nos juntamos todas
pues las que estamos… Sí, cuando era en La Escombrera, es muy bueno porque en
la hora del almuerzo siempre estamos mirando como qué tanto avanzaste, qué
tanto has avanzado, cuáles son las cosas valiosas de Mayra, de Rubiela que es mi
referente siempre, siempre Rubiela está presente en todo lo que yo voy a decir, y
cómo he avanzado yo, siempre en el almuerzo hablamos como de eso. La oración,
en la oración siempre estamos poniendo las personas que no están, nuestros
desaparecidos (M. Gladys, comunicación personal, 11 de abril de 2016).
La legitimización de una narrativa de la memoria implica un proceso en el cual se
genera identificación y por lo tanto se le incorpora como propia por parte de las
diferentes integrantes del grupo. Esto hace también que los contenidos sobre la
memoria signifiquen lo mismo para todos los agentes sociales que participan de su
construcción. Además, el universo simbólico de la memoria permite ordenar y por
ende ubicar los acontecimientos colectivos en una unidad que incluya al pasado,
el presente y el futuro, ya que la memoria individual es socializada en la colectiva,
y es proyectada también para acciones venideras.
En ese sentido, las memorias individuales se enmarcan socialmente en un contexto
colectivo en el que los códigos culturales son compartidos de acuerdo a las marcas
que dejaron los acontecimientos pasados en relación con el conflicto armado. Por
lo tanto, dichos códigos posibilitan situar en diferentes escenarios los recuerdos
comunes, como lo afirma Jelin al decir que “la experiencia y la memoria
individuales no existen en sí, sino que se manifiestan y se tornan colectivas en el
acto de compartir. O sea, la experiencia individual construye comunidad en el acto
narrativo compartido, en el narrar y el escuchar” (Jelin, 2002, p. 27).
2.2 La memoria representada en el tejido, la siembra, la escritura, la
fotografía, las manualidades y los objetos
26
Como se ha dicho a lo
largo de este trabajo,
la memoria tanto
individual como
colectiva, alcanza su
materialización por
medio de diferentes
lenguajes que son
expuestos en
diferentes escenarios,
tanto públicos como
privados, pero que no se
diferencian cuando hacen, según Berger y Luckmann (2001), “más real” la
subjetividad al recuperar los símbolos de la memoria y presentarlos en la
interacción social.
En ese sentido, los sistemas de representación de la memoria del conflicto armado
en el grupo de Mujeres son construidos por unos códigos que permiten definir qué
lenguaje usar para expresar tal o cual idea. Los códigos son los que fijan la relación
entre los conceptos y los signos, estos últimos entendidos como las palabras, los
sonidos o las imágenes que portan algún sentido y que cumplen la tarea de
representar las definiciones y pensamientos que construimos individual o
socialmente. En consecuencia, es el lenguaje el que le da sentido a lo que se quiere
representar, bien sea objetos materiales y tangibles, como también abstractos que
no podemos ver ni tocar, puesto que “representar algo es describirlo o dibujarlo,
llamarlo a la mente mediante una descripción, o retrato, o imaginación; poner una
semejanza de ello delante de nuestra mente o de los sentidos” (Hall, 1997, p. 3).
Es gracias al lenguaje que podemos referenciar al mundo según las convenciones
culturales que creamos, puesto que “los actores sociales son los que usan los
sistemas conceptuales de su cultura y los sistemas lingüísticos y los demás sistemas
representacionales para construir sentido, para hacer del mundo algo significativo,
y para comunicarse con otros, con sentido, sobre ese mundo” (Hall, 1997, p. 10).
En el grupo de Mujeres, los sistemas de representación son producidos también de
acuerdo a la forma de construir memoria, es decir, de manera individual como
colectiva.
SALÓN TEJIENDO MEMORIA COMUNA 13
27
Una de las estrategias para hacer memoria colectiva en el grupo es tejiendo. Su
objetivo principal es reconstruir los acontecimientos pasados por medio de relatos
que van surgiendo en la medida en que se tejen, por ejemplo, colchas de retazos,
donde las mujeres narran sucesos relacionados no sólo con las vivencias del
conflicto, sino también con sus familiares. El hecho de tejer va más allá del acto
mismo porque tiene un trasfondo significativo que permite una narración subjetiva
que se añade a otra al insertarla en el mismo
tejido. Según la Hermana Rosa, ellas no
quieren recordarlos muertos, por el
contrario, siempre están hablando de cómo
era, qué les gustaba, las fechas especiales y
demás. Aunque revivir esos momentos
despierta todo tipo de sentimientos: desde
la nostalgia hasta el resentimiento, porque
como se ha reiterado, la memoria siempre
va a estar transversalizada por la
experiencia subjetiva y de eso depende el
trámite que se le dé, la narración en todas
sus esferas posibilita en sí misma una
tramitación del duelo5 y aceptación de la
realidad, como también el fortalecimiento del diálogo y la integración al poner en
común sus historias de vida.
Además de las colchas de retazos, la construcción de las mochilas es otra muestra
de tejido. Estas contienen, por un lado, el logosímbolo que las identifica como
grupo y que a su vez está compuesto por una huella que representa el pie que no
se cansa de caminar para llegar a la verdad; y por el otro, una silla vacía que
representa la ausencia del familiar desaparecido o asesinado.
5 El trabajo del duelo implica un proceso intrapsíquico, consecutivo a la pérdida de un objeto de fijación, y por
medio del cual el sujeto logra desprenderse progresivamente de dicho objeto (Laplanche y Pontalis, 1981,
citados en Jelin, 2002, p. 15).
SALÓN TEJIENDO MEMORIA COMUNA 13
28
Por otra parte, las jornadas de siembra son actos de memoria en el que las mujeres
del grupo siembran las plantas de su preferencia y rememoran a sus familiares. El
9 de octubre del 2015, durante
las excavaciones que se
llevaban a cabo en La
Escombrera, se realizó una
jornada de siembra colectiva
con la iniciativa de Agroarte6,
el Comité de Memoria de la
Comuna 13 y el grupo de
Mujeres Caminando por la
Verdad. Vasijas, macetas,
rosas, conchas, hortensias,
palmas, cidrones, rudas, brevos, aves del
paraíso y otras especies de plantas, fueron las acompañantes del día. El sembrar,
como el tejer, adquiere diferentes significados por parte de las mujeres.
Para Gladys, esa jornada de siembra estuvo atravesada por mucho llanto al
recordar a su esposo. Ella representó por medio de unas plantas, quién era ella,
Alfonso su esposo, y las personas que generaron obstáculos entre los dos. También,
el estado ideal en el que le gustaría vivir: en familia, unidos:
Como a mí solo me gustaban las matas
verdes -no sé si a él alguna vez le
gustaron las florecitas y los colores-,
pero él se antojó de vivir mi vida,
entonces teníamos sólo matas verdes,
y a él le encantaba el dólar, entonces
sembré un dólar y sembré una
millonaria. Las dos, y en el medio le
puse una sinvergüenza. Pero esta
sinvergüenza era porque: Alfonso es
el dólar, ella es todas las mujeres que
vivieron en la vida de él, y estaba yo,
al otro lado...Dice: cómo olvidar a
alguien que te dio tanto para recordar; y
puse dos delfines, yo me identifico mucho con el delfín rosado, entonces puse el
rosado y puse el azul. Con la sembrada de la mata de Alfonso y yo, yo le puse:
Alfonso y Gladys y en los lados puse los hijos, el nombre de los hijos (M. Gladys,
comunicación personal, 11 de abril de 2016).
6 Agroarte es una iniciativa de jóvenes que fusiona elementos de siembra, cultivo, creación y música hip hop
en espacios de la ciudad de Medellín.
JORNADA DE SIEMBRA. FOTO: MUSEO CASA DE LA MEMORIA
JORNADA DE SIEMBRA. FOTO: GLADYS MÚNERA
29
Por el contrario, doña Socorro hizo alusión a su hijo en la siembra de las plantas
sólo marcando la matera con su nombre: Guillermo Jiménez. Al momento de
preguntarle que si la mata que sembró -un cidrón-, tenía algún significado con su
hijo, ella dijo que no, que había sembrado esa específicamente porque la aliviaba
de una enfermedad que padece. Distinto a lo que significó para doña Martha,
puesto que eso para ella fue como revivir el momento en el que se llevaron a su
hijo Jony, pero tiene un gran valor porque representa la presencia de su hijo:
Yo cuando cogí esa mata ese día estaba mi hija y le dije: esta mata es como si yo
estuviera desenterrando a Jony, ella me dijo: ¡eso es un imposible! Y yo le dije:
por eso... La voy a cuidar mucho y si hay oportunidad […] me la llevo pa' la casa,
es como si yo hubiera encontrado a mi hijo y lo tuviera en mi casa (J. Martha,
comunicación personal, 19 de abril de 2016).
También, porque establece un tipo de diálogo en el que ella se pregunta lo
siguiente: yo le digo: ay, si me pudieras contar dónde está mi hijo, ¡qué dicha!
Cómo está: si es vivo o es muerto, que tan bueno... […] Las mías estaban ¡muy
muy florecidas, muuuy! Dije yo: ay esas matas qué será lo que me quieren decir
¿será que Jony vive así de contento donde esté?...
En otros casos,
muchas de las
mujeres
pintaron las
materas con los
colores y los
escudos de los
equipos de
fútbol que más les gustaban principalmente a sus hijos, como lo hizo Maria Teresa
Gómez, que pintó de color verde la maceta porque le recuerda el amor que tenía
su hijo Hermey por el Atlético Nacional, y quien fue desaparecido en el año 2002.
Maria Gloria Holguín por su parte, sembró una rosa en honor a su hijo Carlos,
también desaparecido el mismo año. Ella eligió esta planta porque al ser resistente
al verano, se siente identificada por la resistencia que ella misma ha tenido
durante todos estos años buscando la verdad. Amparo Cano también sembró unas
rosas, pero recordando a su esposo Hernando y a su hijo Adonis, los dos
desaparecidos en el 2002 y 2006 respectivamente. Las rosas son muy significativas
para ella porque recuerda que en las fechas especiales su esposo siempre le
regalaba rosas, además porque para ella, al igual que para su compañera Luz Elena
Galeano, significa verlas crecer como la esperanza que tienen para encontrar a sus
seres queridos.
MATERA DE LA JORNADA DE SIEMBRA. SALÓN TEJIENDO MEMORIA COMUNA 13
30
Como se plasma también en las bitácoras
que son unos cuadernos donde cada una
tiene la posibilidad de escribir lo que
desee. En muchos de los relatos se
escriben mensajes dirigidos a los
familiares que ya no están, donde le
expresan la tristeza y el dolor que sienten
por su ausencia. También, les cuentan
cosas por las que han pasado, logros que
han obtenido, y proyectos que tienen
para el futuro. En otras ocasiones,
escriben la forma en cómo se imaginan su
vida si ellos estuvieran presentes, como
es el caso de muchos de los hijos que no
alcanzaron a conocer a sus padres o
madres. En el proceso de la escritura se
establece también un ritual íntimo en el que recuerdan, lloran o hasta ríen
recordando todo tipo de momentos que compartieron con esa persona.
La fotografía por su parte, aunque es el elemento que se tiende a usar de manera
más generalizada en los contextos donde se hace memoria histórica, también tiene
particularidades. Por un lado, según las narraciones de algunas mujeres, el hecho
de poner a su familiar en un espacio determinado sin tener la mínima certeza de
saber dónde está, resulta contradictorio; pero por el otro, representa también la
presencia de un cuerpo a pesar de su ausencia. Un cuerpo al que le hablan, le
rezan, lo describen y lo presentan; como me ocurrió con Bertha, Aura, Rubiela y
Alba.
En diferentes momentos de mis visitas al Salón Tejiendo Memoria, cuando establecí
relación con algunas de las mujeres que asistían, ellas me decían frases como
“venga le muestro a mi hijo”, donde me invitaban a conocer a sus hijos a través
de las fotografías que escogieron para dejarlas colgadas en una de las paredes del
Salón. En algunos de los momentos, me explicaban el porqué de esa foto, me
describían la fechas y los detalles de cómo fueron asesinados o desaparecidos, pero
también me contaban las actividades o los deportes que más les gustaba hacer, los
años que tendría si estuvieran vivos, y la relación que tenían con ellas.
BITÁCORA. SALÓN TEJIENDO MEMORIA COMUNA 13
31
Para el caso de las manualidades y
los objetos, las mujeres acuden a
diferentes tipos de materiales con
los cuales pueden detallar aspectos
relacionados con su familiar, es
decir, en algunos casos representan
el cuerpo de su hijo bien sea con
cintas, plastilina, botones o
dibujados en papel; en otros, lo
que hacen es exhibir en este caso,
en el Salón, objetos como prendas
de vestir, zapatos, accesorios,
llaveros, lociones, documentos, o
juguetes de su familiar ausente.
Todo lo anterior muestra la manera en como el lenguaje o los lenguajes, cumplen
funciones performativas de la memoria en tanto esta es narrada, y comunica a
otros la relación con el pasado recordado, en la que se emiten imágenes, gestos,
objetos, emociones que más allá de su funcionalidad adquieren un valor simbólico.
En ese sentido, el lenguaje para representar la memoria “hace presentes" no solo
a los semejantes que están físicamente ausentes en ese momento, sino también a
los del pasado recordado o reconstruido, como también a otros proyectados hacia
el futuro como figuras imaginarias” (Berger y Luckmann, 2001, p. 56).
Dicho de otro modo, el semiólogo Louis Marin plantea el concepto de
representación desde el siguiente interrogante, que resuelve también de la
siguiente manera:
¿Qué es re-presentar, si no presentar de nuevo (en la modalidad del tiempo) o en
lugar de… (En la del espacio)? El prefijo re- importa al término el valor de la
sustitución. Algo que estaba presente y ya no lo está ahora se representa. En vez
de algo que está presente en otra parte, tenemos presente, aquí, algo dado. En el
lugar de la representación, por tanto, hay un ausente en el tiempo o el espacio o,
mejor, otro, y un mismo de ese otro lo sustituye en su lugar (Marin, 2009, pp. 136-
137).
SALÓN TEJIENDO MEMORIA COMUNA 13
32
De tal manera, se entiende que la
representación permite llenar de sentido una
nueva realidad a través de las interpretaciones
dadas a un suceso ocurrido en el pasado; y es
por medio de diferentes narrativas y lenguajes
donde se dota de significado la vida de las
personas, además que se convierte en una
forma de comunicación al permitir dar cuenta
de la construcción de dicha realidad a otros
actores sociales, gracias a que construimos una
cultura compartida de sentidos en cuanto
interpretamos el mundo de manera
aproximadamente igual.
ALEXANDER GÓEZ, HIJO DE BERTHA GÓEZ.
33
2.3 Lugarización de la memoria, resistencia y esperanza: el Salón Tejiendo
Memoria y La Escombrera
Hablar de lugares de memoria implica hablar
de una nueva territorialidad, puesto que
están atravesados por una construcción social
donde los sujetos le otorgan significados
relacionados con alguna experiencia
específica, y donde establecen también
ciertas prácticas simbólicas con relación a su
memoria.
En este caso, el Salón Tejiendo Memoria y La
Escombrera son los lugares de encuentro en
los que se reune el grupo de mujeres para
realizar diferentes actividades. El estar
presente en esos espacios, también tiene
diferentes significados para cada una. Por un
lado, a algunas les gusta ir, estar allá; otras
por el contrario sienten mucha trsisteza y
dolor.
Como se dijo anteriormente, el Salón
Tejiendo Memoria es un espacio que está
unicado en el barrio Belencito de la Comuna 13 contiguo al convento de la Madre
Laura, y el cual fue cedido por las misioneras Lauritas. A pesar de que este fue
inaugurado en el año 2013, la Hermana Rosa resalta la importancia que adquirido
el Salón para la comunidad y mucho más para las mujeres desde que se reunen allí
hace más de 13 años:
Este espacio es como propiedad de ellas, esto aquí es como donde ellas descargan
toda su problemática. Entonces por ejemplo -dicen ellas mismas- encuentran como
esa tranquilidad, esa paz donde pueden venir a contar su dolor, su tristeza, y
encuentran siempre como este lugar agradable, entonces ellas lo han hecho muy
acogedor, y lo han hecho muy agradable.
Ese Salón para ellas es importantísimo, eso es un salón de mucho respeto para
ellas, inclusive al principio como empezaron a ponerle la velita al hijo, a ponerle
la florecita, y venir ya con más detalles. Entonces me parece que eso es un, un
símbolo muy importante para ellas, un sitio de respeto (R.E, Cadavid,
comunicación personal, 6 de abril de 2016).
SALÓN TEJIENDO MEMORIA COMUNA 13
34
La nueva configuración de estos
espacios se da a partir de la
articulación de prácticas cotidianas
que le imprimen una carga simbólica
definida por quienes asisten a ellos,
y por lo tanto se establecen nuevas
relaciones entre sujeto y espacio.
Los actos de memoria individual y
colectiva se materializan también
en estos escenarios comunes que
tienen como fin determinado
rememorar/conmemorar/denunciar
los acontecimientos de violencia por
los que atravesó en este caso, la
Comuna 13 (Fabri, 2010). Dentro del
Salón, como se ha descrito en los
capítulos anteriores, se encuentran
desde fotografías hasta cartas y objetos de las personas desaparecidas o
asesinadas, pero también se hace un acompañamiento psicosocial por parte de
profesionales en el área, se realizan actividades de memoria, talleres de
alfabetización como el de “Leer y escribir para vivir y soñar”, dictado a mujeres
con niveles de escolaridad bajo con el objetivo no sólo de enseñarles aspectos
básicos de lecto-escritura, sino también para que asuman una posición política y
de identidad al aprender a escribir su nombre y reconocer el de sus compañeras.
Aquí nuevamente las subjetividades son las que subyacen en dichas relaciones. Por
ejemplo, la relación que tiene Gladys con el Salón la describe de la siguiente
manera:
A mí me afecta demasiado, demasiado entrar allá. Tanto, que yo no entro, yo no
entro. ¿Por qué? Porque independientemente de lo que Alfonso fue, hay un
sentimiento, o sea, fue la única persona que yo amé. Entonces entrar allá, y verlo
allá, yo no sé, yo creo que usted no lo conoce... Pues, yo lo saqué de allá, yo le
dije a Dahiana que se robara la foto de allá, que no me gustaba que me lo tuviera
allá… ¿Por qué? Porque es que hay una cantidad, y todas llegan y entran y ¡les da
alegría ver esa persona allá! ¡No!, a mí me afecta total, total Mayra (llanto) A mí
no me gusta para nada, nada de lo hay allá, ¡para nada, para nada! Me afecta, me
duele, me da rabia, me da rabia... O sea, es como que yo entro a este salón y es
recordar mi pasado, y es ¿qué pasó con Alfonso? que yo no lo sé, que él no tiene
por qué estar allá, ¿si me entiende? Para mí, es renegar, es un reniego total, ¿por
qué lo voy a poner yo allá si yo ni siquiera sé dónde está? ¿Qué pasó, qué pasó?...
(M. Gladys, comunicación personal, 11 de abril de 2016).
SALÓN TEJIENDO MEMORIA COMUNA 13
35
Una misma sensación es la que siente doña Zoila, porque a pesar de que a su hija
la asesinaron en el municipio de Ciudad Bolivar, ella dice que siente mucha tristeza
cuando entra y ve los recuerdos materializados en fotos, prendas de vestir como
“camisas, cachuchas, sombreros, zapatos…”, y siente el mismo dolor que sienten
otras madres que atravesaron por lo mismo. Doña Alba también relata que a ella
la sacan de ahí llorando, debido a que tantos recuerdos juntos le generan mucha
nostalgia. Sin embargo, otras mujeres como doña Socorro sienten todo lo
contrario, como se muestra en sus relatos: Yo quisiera venirme y quedarme ahí,
tirada en esa piensa, yo quisiera vivir acá, ¡con eso le digo todo! A mí me gustaría
no estar de allí pa' cá, sino ¡sieeempre, siempre! (M. Socorro, comunicación
personal, 12 de abril de 2016). Doña Martha siente lo mismo, y lo dice de la
siguiente manera:
Encuentro alegría, dicha, se me olvidan mis problemas, encuentro con quién
hablar, encuentro con quien reírme el ratico así sea de pequeñeces, de bobadas,
[…] Entonces no, ya me fui integrando, ya me fui entrando, ya, yo ya no veo la hora
de estar aquí. Yo me amaño mucho aquí, las quiero mucho, […] me río, funciono,
charlo, en el momento de las reuniones digo: yo no sé de qué se va a tratar y yo
no sé si yo también seré invitada, pero yo voy a ir (risas)
Y las reuniones que hay aquí, yo trato de no faltar… (J. Martha, comunicación
personal, 19 de abril de 2016).
La diferentes
interacciones que se
dan con el espacio
pretenden “dar
respuesta acerca de
cómo ese espacio es
vivido y apropiado, en
su vínculo con la propia
experiencia del sujeto,
tanto práctica y
material como mental y
simbólica” (Fabri,
2010, p. 104). Del
mismo modo, estos
lugares se convierten en
bienes comunes al ser producto de una construcción común de significados, como
lo es también La Escombrera, denominada como una de las fosas comunes más
grande del mundo. Un sitio ubicado en la parte alta de la Comuna 13, utilizado
como vertedero de escombros. Como se dijo en el primer capítulo, donde los
paramilitares del Bloque Cacique Nutibara, comandado por alias “Don Berna”,
ESCOMBRERA COMUNA 13. FOTO: GABRIEL BUSTAMANTE
36
ejercían control en la zona años anteriores y masacraban, asesinaban y enterraban
a sus víctimas. No obstante, donde también tuvo participación las fuerzas militares
por su asocio con dichos grupos durante las operaciones ejecutadas desde el año
2002, principalmente en la Operación Orión.
Después de muchas exigencias por parte de las víctimas y de organizaciones como
la Corporación Jurídica Libertad, el Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado
(MOVICE) y la Fundación Obra Social Madre Laura (FOSML), se empezaron las
excavaciones de mayor magnitud conocida en una zona urbana, debido a que está
compuesta por 23.000 metros cúbicos de tierra, equivalentes a una dimensión de
13 pisos de un edificio. Además, las declaraciones de exparamilitares
desmovilizados fueron claves para que la Fiscalía accediera a establecer un bloque
de búsqueda que permitiera ubicar sitios estratégicos donde, según los victimarios,
yacen los restos óseos de las víctimas.
Desde el proceso de
búsqueda y exhumación de
cuerpos, Mujeres Caminando
por la Verdad ha hecho
presencia en el sitio. Por lo
que propusieron la creación
de un campamento en el que
se reúnen. Allí, reciben
apoyo psicosocial individual
y colectivo, se realizan
también talleres de
memoria, y el
acompañamiento por parte de las
madrinas7 a las mujeres familiares de los desaparecidos.
Como el Salón de memoria, este sitio adquiere nuevas significaciones desde que
tienen presencia las mujeres del grupo. Se reconoce como un espacio de lucha y
resistencia por el recorrido que han tenido para buscar la verdad. Aquí, la
fisionomía del espacio es modificada para ser un espacio “dónde visibilizar a su ser
7 La propuesta de conformar un grupo de madrinas surge de la iniciativa planteada por las mujeres
pertenecientes a MCV, que han sufrido otros hechos victimizantes diferentes a la desaparición forzada, como
forma de apoyo a sus compañeras durante el proceso que estas afrontarán durante las excavaciones. Obtenido
de:http://www.corporacionavre.org/wp-content/uploads/2015/07/Plan-de-acompa%C3%B1amiento-
psicosocial-escombrera.pdf
ESCOMBRERA COMUNA 13. FOTO: CORPORACIÓN JURÍDICA LIBERTAD
37
querido en medio de la
ausencia física de los
cuerpos” (Torres, 2015,
p.12). La resignificación
entonces, se da por medio de
nuevas prácticas y símbolos
que se establecen allí, como
lo son las vigilias, las marchas
en silencio, los rituales con
velas, agua, incienso, flores y
demás; y por supuesto, las
siluetas negras. Los lenguajes
de y en los lugares de
memoria son los que permiten
repensar los usos de los espacios que han operado con otras funciones en contextos
anteriores, dándole un giro a la configuración del sentido de pertenencia por tener
ya, otra valorización “donde la rememoración activa nuevos procesos de
subjetivación y de representaciones ante el proceso de recuperación de los lugares
de la memoria” (Fabri, 2010, p. 110).
Diferentes perspectivas se conocen también en las narraciones de las mujeres
cuando hablan de este sitio. Doña Socorro cuando ve por ejemplo a los negritos,
como les llama ella a las siluetas, siente ‘un vacío en la boca del estómago’ muy
grande porque según declaraciones de uno de los exparamilitares, Guillermo, su
hijo, está enterrado allá. En el caso de Gladys pasa algo similar: yo no bajaba a la
Escombrera porque a mí me afecta estar en el terreno, no me desmayé porque yo
no sé, pero me cogió la tembladera, de sentirme que estaba pisando personas, o
sea, yo me sentí muy mal (M. Gladys, comunicación personal, 11 de abril de 2016).
Por el lado de doña Martha, la situación es distinta porque ella siente algo
contrario:
Allá en la escombrera me encantaba ir, ¡me encantaba! […] ¿Por qué me gustaba
ir allá? A pesar de que uno de pronto sentía, que de pronto su duelo podía estar
allá donde estaban esas retroexcavadoras, escarbando esa tierra, yo decía: ¡ay que
tan bueno que yo encontrara si quiera una uñita de Jony!, eso me daría más
descanso...Yo descansaba mucho allá porque pensaba que me lo iba a encontrar,
cuando ya nos dieron permiso de ir hasta allá, de hacer el recorrido, yo me sentía
feliz, sentía felicidad porque yo decía: aquí de pronto puede estar mi hijo, y de
pronto él puede sentir -la bobada de una- de pronto puede sentir alegría porque
MAQUETA DE LA ESCOMBRERA. SALÓN TEJIENDO MEMORIA COMUNA 13
38
yo estoy aquí, que vengo a visitarlo... (J. Martha, comunicación personal, 19 de
abril de 2016).
Vemos entonces cómo se da una reapropiación de los espacios tanto individual como colectivamente, la cual les permite a las mujeres configurar sus experiencias pasadas de dolor y violencia, en expectativas hacia el futuro en búsqueda de la verdad. Es en estos espacios y no en otros, donde se da también una producción
de sentido, donde: El apego al lugar se expresa en su significación a través del lenguaje de la vida cotidiana, a través de la fusión conceptual del contexto geográfico y la experiencia, y este lenguaje y su contenido simbólico son el fundamento de la constitución del lugar (…). La experiencia humana siempre
está arraigada a un lugar” (Entrikin, 1988, citado en Fabri, 2010, p. 110).
MAQUETA DE LA ESCOMBRERA. SALÓN TEJIENDO MEMORIA COMUNA 13
39
Capítulo 3
La pertenencia al grupo como forma de resignificar las vivencias del conflicto
En los capítulos anteriores se pudo conocer a grandes rasgos la historia de la
Comuna 13, del surgimiento del grupo de Mujeres Caminando por la Verdad, las
estrategias que tienen para hacer memoria, las expresiones que utilizan y los
significados que adquieren desde la subjetividad y la colectividad. Este capítulo se
centra principalmente en exponer brevemente algunos de los relatos de las
mujeres, en los que cuentan la manera en que sus vidas han cambiado desde que
hacen parte del grupo.
En este contexto, es importante definir el concepto de resignificación desde
Nelson Valencia, el cual se refiere “a la creación de una nueva perspectiva y
manera de concebir e interpretar el pasado desde la situación que se vive en la
actualidad y los marcos que la acompañan” (Valencia, 2013, p. 45). De este modo,
se vuelven a significar situaciones, personas, lugares, objetos desde la perspectiva
del presente. Según este autor, la resignificación se cumple cuando existen nuevos
mensajes y contenidos y esto permite que se transformen las representaciones
existentes y se generen
nuevos sentidos de las
cosas. De esta manera, se
reivindican y se recrean las
significaciones tanto en el
plano individual como en el
colectivo, dando lugar a la
redefinición de una
situación y por lo tanto, se
establece una nueva
realidad (Valencia, 2013).
Eso es lo que sucede en algunas de las mujeres, puesto que no sólo resignifican las
experiencias del conflicto, sino también la forma en que socializan y se insertan
en el escenario colectivo. Doña Martha por ejemplo, dice que su vida no hubiera
sido la misma si no hiciera parte del grupo, puesto que es gracias a eso que
aprendió no sólo a abrazar, sino también a hablar más de sus hijos, y hasta a
expresarse mejor:
Aprendí a saludar, aprendí a abrazar que no lo hacía, aprendí como, como a estar
entre la gente, porque yo no sabía ni eso, yo no sabía sino que tenía que trabajar
pa' los hijos que tenía y que tenía que saber de las necesidades de ellos, yo no
sabía de más y vivía muy cansada.
CONMEMORACIÓN 14 AÑOS OPERACIÓN MARISCAL. MAYO 21, 2016
40
...Yo no podía hablar, porque a mí se me salían las lágrimas y no, no, y yo me
quedaba callada porque es que yo no podía hablar. Aquí he aprendido a que sí
puedo hablar, a que me dan como la fortaleza, de yo poder decir mis cosas…
-¿Qué sería de la vida de Doña Martha, si no hubiese llegado al Salón?
-¡Ay no! Sería...Yo me pongo a pensar en mi otra vida […] Yo digo: ¡Ay Neni!, (su
hija) ¿yo qué hiciera hoy por hoy? una vieja amargada, una vieja pendeja, metida
en esta casa, sin conocer a nadie, sin conocer nada de nadie… ¡No! ¡Muy horrible!
Yo sí fui una vieja muy boba, muy pendeja, pero gracias mija por haberme llevado
allá, -y la abrazo-. No hubiera aprendido a abrazar… -Mamá, y no hubiera
cambiado, y qué tan horrible pa' mí con una vieja amargada como estaba usted- Y
sí, mucho. Yo le digo: sí mija, ¡mucho, mucho! No, pero gracias a mi Dios conocí a
la Hermana Rosa, que me ha ayudado tanto, Adriana que ha sido otra que se ha
sentado conmigo o se sentaba en otra época, como a ayudarme a salir del paso…
(J. Martha, comunicación personal, 19 de abril de 2016).
Por otro lado, doña Socorro se define como una persona muy arrogante que era la
“dueña del no”. Dice esto porque para ella, antes de entrar al grupo, era muy
difícil hablar y relacionarse con otras personas, además porque sentía inseguridad
y dudaba de sus habilidades al decir cosas como “yo no sabía que sabía, yo no sabía
que era capaz”. Según ella, su vida ha cambiado notablemente, incluso es una de
las líderes del grupo en el componente de impulso de memoria, en el que se
definen las actividades
de memoria para
replicarlas a las otras
mujeres del grupo. El
sentirse motivada para
participar de los
eventos, ser líder y
estudiar, no es más que
el reflejo de lo que ha
significado para ella
hacer parte del grupo
desde hace 6 años.
Gladys por su parte, ha
aprendido a tener una visión distinta de la realidad violenta por la que han
atravesado, por lo que se proyecta positivamente hacia el futuro:
Yo no me quiero quedar ahí, que yo siempre quiero avanzar, entonces yo no me
veo, como estaba, no, yo no me veo, me veo como estoy ahora, y a dónde quiero
llegar... Entonces así me pongo en todos lados, siempre, o sea, no quiero saber de
REALIZACIÓN PENDÓN EN HONOR A LAS MUJERES DEL GRUPO QUE MURIERON ESPERANDO LA VERDAD
MARTHA JIMÉNEZ Y SOCORRO MONSALVE
41
mi pasado, ¡no! quiero avanzar... […] Sabemos que ellos no están, pero que como
ellos son los seres queridos de nosotros, sienten, y que están sintiendo la tristeza
que nosotros vivimos… Yo les dije: es que hay que avanzar, es que yo sé que allá
en La Escombrera, allá abajo deben de estar nuestros dolientes, pero hay que
seguir, qué tal nosotros seguir llorando todo el tiempo. Entonces, muy bueno el
encuentro, me encanta, a mí me encanta mucho
[…] porque se hablan, o sea, vienen niñas nuevas, vienen señoras nuevas, entonces
es eso, entonces uno como que se relaciona, lo van conociendo a uno y uno va
conociendo a las otras (M. Gladys, comunicación personal, 11 de abril de 2016).
De esta manera, se es consciente de que el pasado “no puede ser cambiado. El
futuro, por el contrario, es abierto, incierto, indeterminado. Lo que puede cambiar
es el sentido de ese pasado, sujeto a reinterpretaciones ancladas a la
intencionalidad y en las expectativas hacia ese futuro” (Jelin, 2002, p. 39). La
importancia de pertenecer a un grupo, radica en la posibilidad de que por medio
del diálogo y la interacción social, surjan espacios de participación donde se
comparten nuevas experiencias a raíz de vivencias comunes ya pasadas, siendo un
medio por el cual vehiculizar de alguna manera el dolor, en función de hacerlo
constructivo.
3.1 Cuestionamientos de las mujeres al concepto de Reparación simbólica
Para entender el tema de Reparación, es necesario remitirse a los escenarios de la Segunda Guerra Mundial8, donde surgieron las medidas de reparación por parte de organismos internacionales. Estas medidas tienen el deber de reconocer las violaciones de derechos humanos por parte de actores armados al margen de la ley, y del Estado mismo por irresponsabilidades de acción u omisión de su deber. Por el lado de América Latina, la Justicia Transicional9 surge de la necesidad de hacer frente a los abusos represivos de las diferentes dictaduras establecidas en el siglo XX, donde se produjeron crímenes como desapariciones forzadas, torturas, masacres y ejecuciones extrajudiciales. En Colombia, esta medida surge en el año 2005 con la Ley 975 de 2005 (Ley de Justicia y Paz) que en el año 2011 pasa a ser la Ley 1448 (Ley de Víctimas y Restitución de Tierras). Con este deber
8 Los Juicios de Núremberg en Alemania (1945-1946), en la fase de la posguerra después de 1945, y paralelo
a esto los Juicios de Tokio por parte del Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano Oriente. 9 El Centro Internacional para la Justicia Transicional ha definido la justicia transicional como el conjunto de
medidas judiciales y políticas que diversos países han utilizado como reparación por las violaciones masivas de
derechos humanos. Entre ellas figuran las acciones penales, las comisiones de la verdad, los programas de
reparación y diversas reformas institucionales. De este modo, la justicia transicional no es una forma especial
de justicia, sino una justicia adaptada a sociedades que se transforman a sí mismas después de un periodo de
violaciones generalizados a los derechos humanos. Unidad para la Atención y Reparación Integral de las
Víctimas (2011). Guía de Medidas de Satisfacción. Bogotá.
42
constitucional en Colombia se garantiza a las víctimas la restitución, la indemnización, la rehabilitación, la satisfacción y las garantías de no repetición. Por lo tanto, se creó la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR), en aras de garantizar su participación en procesos judiciales, y dentro del marco de esta comisión se crea el Grupo de Memoria Histórica (GMH). Dentro de las medidas de Satisfacción está la Reparación Simbólica, entendida como:
Toda prestación realizada a favor de las víctimas o de la comunidad en general que tienda a asegurar la preservación de la memoria histórica, la no repetición de los hechos victimizantes, la aceptación pública de los hechos, la solicitud de perdón público y el restablecimiento de la dignidad de las víctimas (Ministerio de Justicia y Derecho, 2012).
Dicha reparación, según el psicoanalista Jean Laplanche, es “simbólica” porque representa lo que se ha perdido, es decir, no puede cubrir la integralidad de los perjuicios sufridos por la víctima, sino que se reconstruye otra cosa, algo nuevo (Guilis, 2011). Por otro lado, para Fernando Orjuela, integrante de la mesa de Reparación Simbólica de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR), la Reparación Simbólica se aplica en el plano individual y colectivo de las víctimas. En los dos, se entiende como la representación física o inmaterial que da cuenta de una realidad (personal o conjunta) reconocida, la cual puede preservarse en escenarios públicos o privados (Orjuela, 2009). Para Orjuela la Reparación Simbólica exige que se cuente con la víctima a la hora de definir cuáles son los símbolos que van a representar la memoria, pues si se construye sin tener en cuenta a las víctimas, esto las convierte nuevamente en víctimas. Es decir:
A partir de las víctimas, y desde ellas, se construyen sus símbolos; con libertad, sin imposición de valores intelectuales, políticos, artísticos, religiosos, o los que sean. Símbolos, en fin, dignificantes, representativos y soberanos. Entonces, estos símbolos reinventan la verdad (como síntesis), lo representado (como alegoría), a sus fuentes (víctimas no neutralizadas, el dolor y el victimario) y a su público (como traductores de una conexión inédita). De esta forma, el símbolo de la reparación está en la estación de muchos recorridos y no en una meta (Orjuela, 2009, p. 8).
Este autor hace una diferencia entre lo que son los símbolos y los adornos, debido a que un símbolo “es la representación de algo legítimo y muy importante para una persona o una comunidad. Lo que cuenta no es la magnitud del símbolo, sino la significación que se le da, mientras el adorno es un distractor, algo cosmético, inocuo” (Orjuela, citado en Hechos del Callejón 2008, p. 17). En tal sentido, la apropiación de esas significaciones por parte de las víctimas, es lo que se define como Reparación Simbólica. Como se ve, desde la institucionalidad se tiene muy bien definido el concepto, sin embargo, desde las víctimas no se tiene muy claro. Es decir, a pesar de que constantemente realizan actividades con relación a la memoria histórica, muchas
43
veces apoyadas por instituciones como el Museo Casa de la Memoria de Medellín, no se tiene conocimiento que esto hace parte de dicha reparación. Esto, porque el tema de la reparación en sí mismo lo relacionan directamente con el de la indemnización, puesto que durante la realización de las entrevistas y el grupo focal, era notable el desconocimiento del término Reparación Simbólica. En los dos casos (por vía administrativa y por la simbólica), las mujeres cuestionan el concepto por todo lo que implica, como se muestra con doña Martha cuando responde:
Yo digo: pero reparación ¿qué es? […] Yo de reparación no entiendo, ¿por qué no entiendo? Porque la reparación de mis hijos, a mí nadie, nadie, nadie me los va a reparar, ni nadie me va a volver a decir: vea Martha, aquí está Jony, aquí está Juan Rodrigo y aquí está Robin, ¡qué dicha! Eso llamaría yo reparación. -Alguien le dice-: -Va a decir que a usted le estorba la plata- y le dije: no, la plata es el mejor artículo que hay en la vida, pero no pa' compararlo con el dolor que uno tiene... ¿Con esta plata usted va a reparar esto que perdió?... (Niega con la cabeza) su dolor sigue igual, ¡su dolor está ahí!... A mí mis hijos no ve los va a reparar nada, ni nadie, el único sería Dios pero él no está interesado en eso […] Yo oigo eso y como que no, no me gusta, entonces yo por eso he dicho, no entiendo la reparación qué es... (J. Martha, comunicación personal, 19 de abril de 2016).
Para doña Socorro, el dolor por no saber nada de su hijo, no es reparable “ni por
todo el oro del mundo”. “A mí ya me llamaron allá (Unidad de Víctimas) que sí,
que ya me incluyeron, que tranquila, que vea, que tal cosa... ¡Noooo!...A la tal
reparación...”. Lo único que la repararía a ella es saber algo de Juan Guillermo:
Jum, quién va a reparar todo… ¿Reparar? Yo quisiera que la reparación mía fuera
que alguien me dijera -así fuera eso, noliase'-: "su hijo está loco en un manicomio"
(M. Socorro, comunicación personal, 12 de abril de 2016). Por otro lado, al
momento de preguntarle a Gladys sobre lo relacionado con la reparación, ella
respondió de la siguiente manera:
Yo quería llegar con Alfonso sana, que me dijeran la verdad que yo estuviese sana,
¿por qué? Porque yo ya perdoné a las personas que le hicieron lo que le hicieron,
simplemente quiero saber la verdad y que me digan dónde está enterrado para yo
saber, y para yo darle tranquilidad a mis hijos y mi tranquilidad, pero que yo esté
sana, o sea, que no me duela como me duele ahora, para el futuro yo quiero estar
sana (M. Gladys, comunicación personal, 11 de abril de 2016).
Resulta contradictorio entonces hablar de reparación sin tener en cuenta qué es
lo que se espera de esta por parte de las víctimas, las directamente afectadas. En
ese sentido, la dimensión subjetiva pierde relevancia en la medida en que se
establezcan definiciones generalizadoras donde se intenten abarcar problemáticas
que no trascienden a lo estructural, es decir, que se quedan sólo en cifras.
44
Capítulo 4
Martha Jiménez, perdonar para vivir10
“Le pedí a mi Dios que me ayudara a contar mis cosas como a manera de chiste.
Esa sería una forma de hacer historia”.
Martha Rosa Jiménez Atehortúa, entrevista, abril 19 de 2016
Esta mujer de 74 años, ha caminado desde comienzos de los años 1970 por los
siguientes barrios de la Comuna 13: El Corazón, El Salado, la Independencia,
Eduardo Santos, Villa Laura y Belencito. Va y viene por ellos, a pie o en bus,
lentamente, con la mirada al frente y sin miedo, con el corazón en la mano, para
comprar los ingredientes frescos con los que fabrica con amor los pasteles y las
empanadas que Joanna, su hija, vende en la Plaza Minorista todos los días, con
una finalidad vital, necesaria: comer dignamente, y pagar el arriendo y los
servicios públicos.
Como buena poeta, doña Martha, ha encontrado un refugio para biografiarse y
recitar sus versos de resistencia: el Salón Tejiendo Memoria. La memoria –para la
biografiada–, es “importante para recordar lo que fueron los hijos”, dónde y cómo
10 Esta historia de vida fue construida en conjunto con Frankly Alberto Suárez, un voluntario del Salón Tejiendo
Memoria. Este lidera el taller de lecto-escritura llamado “Leer y escribir para vivir y soñar”, en el cual algunas
mujeres del grupo asisten para aprender conceptos básicos sobre cómo leer y escribir.
RECUERDOS DE JONY. MARTHA JIMÉNEZ
45
estarán, porque ellos, desafortunadamente, están lejos, a Robinson y a Juan
Rodrigo, por ejemplo, los ausentaron del viaje de la “vida”. Los dos fueron
asesinados sin razón alguna, que ella sepa. A Juan Rodrigo se lo arrebataron un 18
de agosto, la fecha en que ella cumple años. Después de eso emprendió su
búsqueda por varios sitios de la ciudad porque ya sabía cuál había sido su “suerte”.
A ellos dos sí los pudo enterrar, pero de Jony, que tenía 15 años y a quien se
llevaron no sabemos para qué y para dónde, no se sabe nada. A él le encantaba
“jugar con barquitos de papel” cuando era pequeño, ella se los fabricaba y pasaban
el tiempo entre risas.
A este salón, como ya se ha dicho, recinto creado para la liberación psico–
terapéutica, la historia, el amor y la defensa de los Derechos Humanos, asisten
diariamente, desde hace alrededor de 14 años, muchas otras mujeres en búsqueda
de ayuda para sus almas. Ellas siempre encuentran allá las siguientes fortalezas:
buena charla, risas, y un camino para seguir adelante. Doña Martha asiste allí
desde hace 4 años. “En ese espacio –afirmó– me siento bastante cómoda y alegre
porque comparto con otras señoras sus diálogos, sus sueños y, además, aprendo a
tejer y a resistir a través de la memoria”.
Una muchacha de corazón grande
Martha Rosa Jiménez Atehortúa, se llama y se canta, orgullosamente. Su sonrisa
nos sirvió para entender que estamos vivos. Amena es su charla. Profundos sus
recuerdos. Ella reside en la Comuna Trece desde 1970 con su familia, y ha visto
cómo ha crecido entre los sueños y la guerra esta porción de eternidad y de
subsistencia vinculada a la capital del departamento de Antioquia, sector Centro
Occidental de Medellín, donde las historias de vida esperan ser relatadas y
transformadas radicalmente por la paz y la tranquilidad.
Ella vivió hasta los 19 años con su familia, integrada por Luis Eduardo Jiménez, su
padre, Celia Rosa Atehortúa, su mamá, y sus cinco hermanas: Ana, Rosa, Norela,
Hilda y Dora. Todas amas de casa. Su madre, a la que asistió hasta el día de su
muerte, murió hace poco casi centenaria: a los 97 años de edad. Ella siempre
estuvo atenta y pendiente de sus hijas hasta el último momento. Las “muchachas”,
como les llama doña Marta a sus “hermanitas”, actualmente, viven muy unidas, se
cuentan muchas cosas, “cosas de mujeres”, dice, y comparten casi todo en la vida,
pese a que ellas residen en el barrio La Milagrosa de Medellín.
En el barrio La Milagrosa vivió grandes épocas con sus hermanas y sus vecinos.
Aunque, confiesa doña Martha, que su padre, don Eduardo Jiménez, se pasaba de
copas y reincidía en las lides de la “sinvergüenzada”, al extremo de que su mamá
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tuvo que levantarlas a todas ellas, echándose toda la responsabilidad del hogar y
de la educación. Él toda la vida se desempeñó como zapatero. Sus gratos
recuerdos, sus memorias todas, alternan una voz suave que nos contó que
valerosamente, hace algunos meses, vio morir a su madre. Su última mirada le
indicó que había que seguir adelante, con fuerza.
De niña, confesó doña Marta entre tinto y carcajadas, fue extremadamente
traviesa entre mangas y calles que apenas comenzaban a pavimentarse. La calle
de La Milagrosa, era una servidumbre grande bastante empedrada donde, a los 12
o 13 años, asistió después de clase para meterse en unos atanores que había
ubicado allá la administración municipal con el objetivo de extender el sistema de
alcantarillado del barrio. Después de un rato de estar “metida en esos atanores”,
algo tan simple casi se convierte en tragedia, porque no encontró la salida y estuvo
a punto de morir asfixiada. Otras veces, nuestra “brincona”, como se recuerda, se
escapaba de casa para montar largas horas en “unos caballos” que andaban libres
por el sector. Por esta razón, se ganó muchísimas “pelas” de doña Celia Rosa, su
mamá.
Más allá de los castigos de doña Celia, siempre recuerda su presencia y su autoridad
con amor. Desde niña ella fue una de sus grandes amigas y doña Marta, atenta a
sus indicaciones maternas, constantemente le ayudó en las labores que su mamá
abanderó para levantar a la familia: trabajando en el costurero que tenían ambas
en común en la casa para vivir, para encontrar un lugar en el mundo.
Doña Martha, estudió hasta el grado cuarto de la educación básica primaria, en el
Colegio del Corazón de Jesús ubicado en el barrio Buenos Aires, Medellín, y
regentado por monjas. En esa institución aprendió nociones generales que le han
servido en la vida práctica como leer, escribir y contar. Tuvo que abandonar los
estudios por asuntos relacionados con la economía –precaria entonces en una
familia que apenas comenzaba a levantarse–, y para ayudar en los oficios
cotidianos del hogar.
Su otra familia
José Ediel González Peña, anotó doña Marta, dedicó parte de su vida a la
gastronomía de alto nivel, es decir, de gourmet, en Medellín, donde tuvo mucho
reconocimiento entre los comensales de la alta sociedad. En la consolidación de
ese proceso como chef, actuó, además, como cocinero del Hotel Intercontinental
de la misma ciudad. Él, fue su compañero sentimental, nunca se casaron, pero si
tienen en común un recuerdo inolvidable, al menos para ella, sus siete hijos, que
se bautizaron: Eliana María, Carlos Andrés, Robinsón Giovanni, Juan Rodrigo,
Joanna (vive con ella y le ayuda con el negocio familiar), Jony y José Ediel. Con
otra pareja, procreó a José Oswaldo Grajales, el mayor de todos.
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Con José Ediel, doña Marta vivió varios años en Rionegro, Antioquia. Pese a la
alcurnia de él, debida a su oficio prestigioso y rentable, nunca se entendieron
plenamente, y como su papá, don Eduardo, el cónyuge es una figura marginal que
se resbala entre los recuerdos e, inclusive, tenía las mismas prácticas
desenfrenadas y los mismos apegos paternos por la sinvergüenzada, las “otras”
mujeres y el alcohol. En fin, pronto terminó esta relación y ella regresó a Medellín
para continuar educando a sus hijos. Y nunca volvió a saber nada de la vida de ese
hombre.
Hasta hoy, afirma doña Marta, siempre ha estado pendiente de sus hijos. Nunca
terminará de levantarlos, aunque siente arrepentimiento por todo el tiempo que
perdió trabajando sin poder compartir tanto tiempo con ellos cuando eran
pequeños, y sin embargo, continúan siendo sus niños y sus niñas. Desde que eran
pequeños hizo hasta lo imposible para verlos crecer, trabajando diariamente en
casas de familias pudientes haciendo el aseo. La mayoría de los hogares donde
laboró están ubicados en los barrios Santa Mónica y La América. Dejó este oficio a
finales de 2015 porque estaba sufriendo de “vértigo”. “Siempre he sido una mujer
independiente” que ahora vive de las fritangas porque no le “gusta pedirle nada a
nadie”.
Todos los 8 hijos de doña Marta se levantaron en la Comuna Trece, sector al que
arribaron siendo aún infantes, de la mano de su mamá. Y han trabajado siempre
en oficios varios. Rápidamente, integraron las actividades básicas de la primaria y
la secundaria en el Colegio El Corazón. Tuvo la fortuna de observarlos crecer,
confiesa, y de luchar por su bienestar. Y de educarlos en la realidad de unos barrios
–las Independencias, Villa Laura y El Salado– que como ellos, también soñaban
pacíficamente.
Recuerdos de la vieja Comuna Trece
El barrio “cuando yo llegué a vivir en él era muy tranquilo y pasivo”, anota el brillo
de los ojos de doña Marta, que, afortunadamente quedó tallado en la memoria de
los nuestros, y en la grabadora. Al llegar a la historia del viejo barrio donde crió a
sus hijos, liberó la voz, habló con orgullo de los bellos momentos que se fueron, o
que se los quitaron las realidades sociales que hasta hoy confluyen en la Comuna
Trece. Allá llegó tras el paso lento de otras familias que tenían como ella una
finalidad: vivir en paz.
–Y, doña Marta, cómo eran las fuentes de agua cuando usted llegó a vivir a la
Comuna, preguntamos.
–Bastante limpias, afirmó. Había muchas acequias y arroyos desde donde nosotros
llevábamos el agua hacia las casas para hacer los oficios. Con el tiempo, los vecinos
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hicieron un “tanque grande” para recogerla. Era simple “el asunto”: cada familia
a través de mangueras largas señaladas y amarradas con trapos de colores llenaba
cocinaba, y trapeaba, y regaba las matas, y se bañaba. “Los trapitos” distinguían
a los dueños de las mangueritas, es decir, el blanco era de la familia tal, el verde
era de los Álvarez, el azul de los Restrepos, el rojo pertenecía a nosotros. En fin
(J. Martha, comunicación personal, 19 de abril de 2016).
El mercado lo hacían los fines de semana y, según las necesidades que se iban
presentando durante su intermedio en el barrio Belencito. Se comían alimentos
tradicionales de Antioquia, lo que se come ahora, anotó: frijoles, sancocho, arroz
y buena carne. Existió en ese sector una tienda famosa donde los vecinos
conseguían de todo a todas horas llamada “Aquí estoy”, propiedad de un señor que
se llamaba Arturo. Uno de los fundadores de la Comuna Trece.
Había mucho respeto, afecto y cordialidad entre todos los vecinos, según doña
Marta. Desde los años setenta del siglo XX hasta mediados de los ochenta cuando
empezó la intranquilidad que hasta hoy tira y afloja. Sin embargo, las familias
características de la zona, los Vélez, los Álvarez y la nuestra siempre compartieron
todo lo que teníamos en casa: una papa, el arroz, una silla, las ollas, las verduras,
cualquier cosa que sirviera para ayudar a los conocidos.
–Doña Marta, preguntamos, cómo celebraban las Navidades y los Años Nuevos en el
barrio.
–La Navidad “era lo más espectacular del mundo entero”, dijo extasiada. Como en
el resto del año “todos compartían todo con todos”. Y siempre, los veinticuatros,
sobraban los buñuelos, la natilla y las fritangas. Las misas de esas fechas y, en
general las del año entero, las escuchábamos en la iglesia del barrio El Corazón.
Pero las de diciembre eran más exclusivas. Más elegantes. Especial atención se
ponía al “Niño Jesús” de cerámica que escondíamos cada año. Aquel que lo
encontrara, por supuesto, era premiado con un regalo que recibía después de la
última Novena y del último villancico. Los hombres no abusaban del trago en esa
época. Eran muy juiciosos (J. Martha, comunicación personal, 19 de abril de 2016).
Tanto en Navidades como en las Semanas Santas en la iglesia de El Corazón no
“cabía la gente”, dijo sinceramente. A la semana mayor se le hacían eventos
memorables y especiales en la Comuna, ambientados por un sacerdote que
enviaban de la curia de Medellín para que dirigiera las actividades religiosas.
Siempre en ambas celebraciones había mucha comida –carne sudada con papas
hacíamos nosotros en casa–. Nunca hubo ningún problema con los vecinos. Incluso,
los mayores quemaban pólvora y nunca nadie se accidentó. Pero esa navidad no
volvió a ser la misma desde que sus hijos ya no están:
Yo sí con la navidad yo sí no pude. Yo navidad nunca más volví a hacer en mi casa,
porque yo por esta época ya empezaba a ir recogiendo, ir viendo qué les iba a
hacer, cómo les iba ayudar, como nunca tuve árbol de navidad, entonces
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buscábamos la chamicita, pa' envolverle el algodón, y ver qué se le iba a poner a
la chamiza.. (J. Martha, comunicación personal, 19 de abril de 2016).
Para ella el perdón es lo único que le ha permitido volver a vivir, no como antes,
pero sí para tener una nueva vida, sin rencores, sin presiones en su pecho, como
ella dice:
Siento como un descanso, siento como alegría, y he dejado muchas cosas pues,
como tanto resentimiento, tanto odio que uno va como guardando, como
acumulando, como rabia por cosas quee... que en este momento ya no tienen
sentido, entonces yo por qué tengo que vivir tan apegada a quien fue, ¿por qué?...
Ya que sea lo que Dios quiera, y eso me ayudó mucho…Y he cambiado, sí, mucho,
ya yo no siento rabia ni siento rencores por nada ni por nadie, ni me apego a
bobadas. Yo ahora vivo muy feliz, por lo menos no aborrezco a nadie, ni estoy
criticando a nadie, me siento muy tranquila, como esa, como esa morriñita que yo
mantenía aquí (en el pecho), como esa rabia menudita […] no, yo no tengo nada
de eso. Entonces mija, ir sacando mucha cosita que uno guarda, ya uno está muy
viejo, no tiene sentido... (J. Martha, comunicación personal, 19 de abril de 2016).
La palabra “paz” cierra la Historia de Vida de doña Marta Rosa Jiménez Atehortúa.
Calla la grabadora. Y cesa la prosa en torno a su memoria liberadora.
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Conclusiones Como se dijo al inicio de este escrito, la investigación se situó desde un paradigma interpretativo con el fin de conocer la realidad social del sujeto de estudio desde su propia perspectiva. En ese sentido, se acudió y se dio prioridad a plasmar las narraciones de las mujeres participantes, puesto que “para comprender algo humano, personal o colectivo, es preciso contar una historia” (Bolívar, 2002, p. 2). Así, desde que el investigador se centre en la acción del sujeto “en sus contextos particulares con sus determinaciones históricas, sus singularidades culturales, sus diferencias y las distintas maneras de vivir y pensar sobre los grandes y los pequeños acontecimientos y situaciones por las que han cruzado sus historias personales” (Latorre, 2010, p. 18).
Desde el punto de vista comunicativo, entender una situación relacionada con el conflicto armado, como es el caso de la memoria histórica, situarse desde la representación fue pertinente para este estudio, gracias a que logró dar cuenta de la relación existente entre lenguaje, memoria, colectividad y subjetividad. Esto último, es finalmente lo que transversaliza todos los procesos que se llevan a cabo con relación a la memoria, como se vio, los actos simbólicos, conmemoración de fechas especiales, celebración de rituales, exposición de fotografías, objetos, dibujos, escritos, y demás. Con esto, se tiene entonces que el hecho de representar las experiencias del
pasado relacionadas con familiares o momentos específicos por medio de sistemas
simbólicos, le permite al grupo Mujeres Caminando por la Verdad visibilizar de
manera individual y colectiva la construcción de sus subjetividades, donde uno de
los principales efectos de la integración entre memoria y representación en
general, es lograr que “el ausente, fuera aquí y ahora el mismo; no presencia, sino
efecto de presencia. No se trata, es cierto, del mismo, pero todo sucede como si
lo fuera y, a menudo, como si fuera más que el mismo” (Marin, 2009, p. 137).
También, comprender que la interacción simbólica con objetos, espacios y
personas dota de significado la vida cotidiana de las mujeres del grupo, porque
materializa las concepciones que se tienen de su propia realidad, donde gracias al
lenguaje, sus códigos y sus signos se intenta dar una suerte de resignificación y
explicación de la memoria.
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Es así como este trabajo, Volver al pasado para construir el futuro: la
representación de la memoria del conflicto armado en la Comuna 13, realizado
desde una perspetiva de la comunicación, permite reconocer y visualizar nuevas
dinámicas sociales desde la producción de sentido en escenarios marcados por el
conflicto como en el grupo de Mujeres Caminando por Verdad de la Comuna 13.
REALIZACIÓN PENDÓN EN HONOR A LAS MUJERES DEL GRUPO QUE MURIERON ESPERANDO LA VERDAD. DE IZQUIERDA A DERECHA: MARTHA JIMÉNEZ,
MAYRA ÁLVAREZ, JANETH MONSALVE, CARMEN MONSALVE
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