que es innovacion y que no
Post on 14-Dec-2015
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Tendemos a asociar la innovación con productos y tecnología y,
efectivamente, ese es uno de los campos en el que las nuevas
soluciones saltan más a la vista. Pero la innovación va mucho más allá.
Se puede innovar en procesos y operaciones, en modelos de negocio y
hasta en estrategia. De hecho, la primera empresa española que
apareció en el ranking de las 50 más innovadoras del mundo elaborado
por BCG/Businessweek, fue Inditex. Y no por su tecnología –que
también- sino por su capacidad para cambiar con notable éxito la
manera de diseñar, fabricar, distribuir y vender en un sector tan
maduro como el del textil y de la moda. Entonces, ¿a qué nos referimos
cuando hablamos de innovación?
Quizás sea más fácil empezar diciendo qué no es innovar: no es
inventar algo nuevo, algo que no ha existido nunca antes. Eso es
descubrir o inventar y, aunque también es un proceso que da como
resultado algo desconocido hasta la fecha, no responde al concepto de
innovación tal y como lo entendemos actualmente. Tampoco es hacer
investigación pura, que transforma dinero en conocimiento, sin que
todavía sepamos para qué podría servir hasta que se desarrolle.
Innovar es dar respuesta a un problema u oportunidad con elementos
que ya existen y que, articulados de forma diferente, aportan algo con
más valor para el cliente (externo o interno) y cuesta menos. De forma
inversa al caso de la investigación pura, la innovación es un proceso
que transforma conocimiento en dinero.
Visto así se comprende mejor que la innovación no está limitada a
productos y servicios sino que es extrapolable a cualquier ámbito en el
que, en base a la experiencia y los conocimientos acumulados en la
organización, logremos dar más por el mismo precio o lo mismo, pero
mucho más barato. Idealmente, innovar es encontrar la manera de
servir a nuestro cliente algo que le satisfaga más y a un coste inferior.
La segunda forma de definir la innovación, como proceso que logra
transformar conocimiento en dinero, nos pone en la pista de dónde
están sus fuentes: en las personas que, en base a su experiencia,
pueden aportar ideas para atender una demanda del mercado, crear
una nueva o resolver de forma más eficiente problemas a los que
venimos dando soluciones más caras o complejas. Para hacerlo ¿quién
mejor que aquellos que están más cerca de el problema?, aquellos que
viven día a día la forma de hacer de la empresa y que disponen del know
how y del espíritu crítico para estar permanentemente buscando una
alternativa mejor. La innovación es, por tanto, un esfuerzo que implica
a todas las personas de la organización.
La innovación no es algo desconocido para las empresas. Desde
siempre se ha innovado, si bien ha venido siendo una actividad
restringida a departamentos especializados y que dejaba fuera al resto
de la organización. También es verdad que se ha hecho a impulsos,
bien porque apretaba la necesidad o cuando se daban un conjunto de
circunstancias favorables.
Actualmente las empresas han descubierto el valor la innovación en
todas sus áreas y, de igual forma que hace 20 años se descubrió el
potencial de la calidad extendida al conjunto de la organización y se
institucionalizó la cultura de calidad total, hoy las empresas tratan de
institucionalizar los procesos para innovar, promoviendo su cultura a
todos los niveles de la compañía. No en vano empieza a ser frecuente
encontrar la innovación en la lista de competencias generales de
muchas empresas, tal y como se requiere la capacidad de trabajar en
equipo o estar orientado al cliente para todas las personas que trabajan
en ellas.
Vemos pues que hay dos vías para implantar la innovación en las
empresas: una, a través de la puesta en marcha de sistemas de gestión
de la I+D+i para la recogida y selección de ideas que puedan dar lugar
a futuros proyectos de innovación y, dos, mediante los programas de
desarrollo de la competencia promovidos por los departamentos de
RR.HH. que aportan a la plantilla las capacidades creativas necesarias
para generar ideas innovadoras. Ambas vías confluyen y se
complementan, pues de nada sirve disponer de un sistema de gestión
de la innovación si no se favorece la generación de ideas que lo
alimenten, ni sería útil fomentar la aparición de ideas sin un sistema
que permita gestionarlas adecuadamente.
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