publicación bilinguismo, alfabetización y metacognición
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NDICE
A modo de introduccin
PRIMERA PARTE: REFLEXIONES GENERALES
Cultural, discurso, realidad e identidadEscritura, cultura y pensamientoHacia uma revisin del concepto de lecturaBilingismo y diglosiaBilingismo y metacognicinV.1. De qu hablamos cuando hablamos de reflexinmetasemntica?V.2. De qu hablamos cuando hablamos de reflexinmetafonolgica?
SEGUNDA PARTE: ALFABETIZACIN INTERCULTURAL BILINGE
/ castellao
I. El pueblo tobaII. La Comunidad toba de la Travesa (Empalme Graneros, Rosario)III. Bilingismo y educacin en el camino hacia la interculturalidadIV. Algunas apreciaciones, algunos datosV. El porqu de una Alfabetizacin Intercultural BilingeVI. Propuesta de Alfabetizacin Interculural Bilinge
VI.1. En torno a la reflexin metasemntica VI.1.1. Actividades VI.1.2. Variables VI.1.3. Datos y registros VI.1.4. Hacia una interpretacin de los datos. VI.2. En torno a la reflexin metafonolgica VI.1.1. El rol de las conceptualizaciones en torno a laesctructura de la slaba en los procesos deadquisicin/construccin de la lecura y la escritura alfabticas. VI.2.2.Actividades VI.2.3. Variables VI.2.4. Datos y registros VI.2.5. Hacia una interpretacin de los datos.
BIBLIOGRAFIA
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Al respeto por la diversidad.
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nos echen una mano, sino que nosretiren la(Rigoberta Mench)
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A modo de introduccin
identidad y la queremos defender,hacerla valer y no la queremosdestruir (...) no queremos que nosaslen, ni queremos que nosincluyan, (...) los estados nacionalespractican una poltica de integrar almapuche, la integracin significaasimilacin. (...) Ac no se halogrado ninguna sntesis, ac seimpuso una cultura sobre otra. Laque se crea superior destruy a laotra que, supuestamente, erainferior, brbara, salvaje (...) Poreso no queremos que nos aslen y noqueremos integrarnos, lo quequeremos es convivir... El mapuchecree en la fuerza de la naturaleza ydel espacio y dice que l es unafuerza ms entre las que existen enel mundo, as como existe el agua yla montaa, que tienen fuerza propiade crear vida, y est el hombre quetambin tiene fuerza propia, peroninguna es ms que otra, y, se tieneque lograr entre todas esas fuerzasuna convivencia y respeto para quehaya felicidad para los hombres. Nosotros no queremos volver lahistoria atrs, queremos participardel avance de la humanidad, pero loqueremos hacer con identidadpropia. Si de momento tens queutilizar una computadora nosignifica que tengas que dejar tu
igin, tu(Jorge Nahuel,
dirigente mapuche de la Agrupacin
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Nehuen Mapu en Bruno Serafini, 1995)
La diversidad lingstico-cultural es una caracterstica inherente al hombre.
manera peculiar
y propia y es, precisamente, esta pluralidad de visiones la base esencial del
patrimonio de la humanidad. A lo largo de la(s) historia(s) no han sido
pocos los intentos por establecer una hegemona discursiva que diera por
tierra con la pluriculturalidad y el multilingismo. La dominacin, la
marginacin, el desprecio por la otredad, y hasta ciertos abordajes tericos,
han sido las herramientas ms destacadas del intento de silenciamiento
cultural sin reparar en que el conocimiento
humano, la desaparicin de cada lengua constituye la prdida irreparable
de un conocimiento cultural, cosmognico, histrico y cientfico nico, no
(Hamel, 2007: 77 - 78)
El mito de Babel y los pruebas infructuosas para imponer una lengua
universal (reedicin contempornea de la bsqueda medieval de la lengua
de Dios) reafloran con la corriente globalizadora actual y se plasman en las
polticas lingstico-educativas de la mayora de los Estados nacionales.
nos hombres (,,,) andan hablando de un idioma universal, nico para
toda nuestra especie. Son los mismos que buscan la perfeccin bajando por
la escala zoolgica, hasta sentir envidia de las hormigas y de las abejas.
Son los mismos que perdieron el anhelo de llegar a dioses y reniegan de
las inquietudes que produce la sabidura. Son los mismos que consideran
el mito de la Torre de Babel como un castigo y reniegan de la vida
ascendente. Pero yo les digo que la variedad de idiomas, con su variedad
de culturas, es el signo distintivo de nuestra especie, lo que nos hace
superiores a los animales. Ah va la demostracin: un perro de Turqua
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alla igual que un perro de Dinamarca; un caballo de las Pampas
argentinas relincha igual que un caballo de Bretaa. Y sabis por qu?
(Castelao, 1944: 43)
Como seal Ernesto Cardenal en el I Congreso de LaS LenguaS (Rosario,
Argentina, 2004) que es preferible
As, el concepto mismo de globalizacin aparece siempre asociado al de
homogenizacin y a polticas de negacin de las diferencias que ponen en
peligro no slo este patrimonio cultural de la humanidad sino la vida
misma. Innumerables guerras y genocidios se han embanderado tras los
principios de una nica cultura, estilo de vida y forma de pensamiento
como si la diversidad fuera una amenaza que debe ser combatida.
Muchos intelectuales consideran que el neoliberalismo y la corriente
globalizadora a l asociada ponen en peligro el futuro de la especie
humana (Chomsky, 2003)
articulado de la globalizacin, tiene
como motor el sistema de acumulacin capitalista que entr en una nueva
y virulenta fase de expansin donde el capital financiero se impone al
capital productivo, con su brutal generalizacin de las leyes de mercado
como valor supremo, la destruccin de los estados de bienestar y la
polarizacin social en estados desarrollados y perifricos y al interior de
(Hamel, 2007: 75)
Podriamos, entonces, postular que las
alternativas te
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econmica, cuando en realidad debe ser comprendido como el discurso
hegemnico de un modelo civilizatorio (Landner, E.)
La hum
exterminio radical de la alteridad. Bajo la forma de invasiones, imperios,
Estados nacionales y/o sistemas econmicos transnacionales, las tcnicas
de dominacin no han variado sustancialmente.
El principio rector parece ser (como claramente se expresa en las palabras
del dirigente mapuche que elegimos como epgrafe) la asimilacin forzada,
el borrado de las particularidades socio-culturales y el manejo global, por
parte de muy pocos, de las formas no slo de comercializacin sino de
simbolizacin.
As, histricamente, la imposicin de la lengua como pilar fundamental de
la constitucin de los Estados Nacionales aparece claramente asociada a la
dominacin cultural que tiene como meta primordial la generacin de
individuos y sociedades alienadas. La integracin es, por lo tanto,
asimilacin y esa asimilacin est muy lejos de favorecer la conviviencia
intercultural.
las ciencias y las artes en caso de que una sola lengua ejerza un
monopolio, tomando en cuenta la relevancia constitutiva de la diversidad y
heterogeneidad cultural para toda sociedad, (cf. Hamel 1999c, 2003b,
Durand 2001). En particular, se han criticado explcitamente los siguientes
efectos reales o potenciales de la globalizacin del ingls:
- el desplazamiento de otras lenguas internacionales de los mbitos
estratgicos de la comunicacin internacional, la diplomacia, el
comercio, la ciencia y tecnologa, lo que tiene consecuencias
negativas para el desarrollo de estas lenguas: la amenaza del
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multilingismo internacional como base de las relaciones
internacionales, la igualdad entre pueblos y la paz mundial;
- la amenaza directa de las lenguas minoritarias en riesgo de
desaparicin en pases anglfonos incluyendo las antiguas colonias
britnicas;
- la amenaza indirecta, por el reacomodo general de las lenguas en la
era de la informtica, de las lenguas minoritarias en otros espacios
lingsticos;
- el refuerzo de la dominancia socio-econmica, poltica y cultural del
mundo anglosajn debido a la economa poltica de las lenguas:
significa ahorros relevantes en el aprendizaje de lenguas extrajeras
para los pases anglosajones frente a grandes inversiones para los
dems pases;
- el diferencial de dominio lingstico entre hablantes nativos y no
nativos que incrementa las asimetras de acceso a bienes materiales
y simblicos, y de ventajas comparativas;
- los riesgos de un creciente monolingismo social en los pases
anglosajones, lo que reduce la comprensin de otras naciones y
culturas e incrementa los riesgos para la paz mundial;
- partiendo del principio que el sistema ecolgico ms diversificado es
el ms fuerte, la amenaza de romper definitivamente el equilibrio
eco-lingstico existente, lo que puede poner en riesgo el desarrollo
(Hamel, 2007: 91-92)
La globalizacin podra, por lo tanto, conceptualizarse como una
(como macrosistema totalizador) todos los aspectos culturales, ecolgicos,
demogrficos, polticos, educativos, jurdicos, simblicos, urbanos y
regionales de todas las localidades, naciones y civilizaciones en un solo
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mercado mundial, con una cultura instrumental prctica y con imaginarios
(Lpez Corts, 2007)
diversidad lingstico-cultural, pasa por superar el estigma de Babel para
que la diferencia no sea sinnimo de destruccin e incomunicacin.
generando un espacio de discusin y debate sobre las problemticas del
lenguaje y la diversidad lingstico-cultural. De este modo la, investigacin
cientfica, la labor acadmica y la praxis poltica van, para nosotros, de la
mano.
En el ao 2004 la Real Academia Espaola organiz, en la ciudad de
Rosario (Argentina), su III Congreso de la Lengua. En esa oportunidad el
escritor nicaragense Ernesto Cardenal fue invitado y debi sufrir, por
hablar en nombre de las lenguas aborgenes minorizadas, una situacin de
agresin que puso en evidencia que la RAE, como siempre lo hemos dicho,
inmutable y por eso es importante que se mantengan siempre vivas las
lenguas y proliferen y se diversifiquen y multipliquen. Esto me lo combati
ayer en el Congreso de la Real Academia de la Lengua el vicepresidente de
la lengua que era el moderador de la mesa redonda en la que yo estaba.
Combati lo que yo dije y dijo incluso que era bueno que muchas lenguas
desaparecieran, que afortunadamente estaban muriendo tambin las
lenguas, mu
dio por terminada la mesa redonda y no me dio tiempo a que yo
(Ernesto Cardenal, I Congreso de LaS LenguaS, Rosario,
Argentina, 2004)
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Cardenal pudo hacer esta denuncia participando del I Congreso de laS
LenguaS que desarrollamos en Rosario como contrapartida al de la RAE
entre el 15 y el 20 de noviembre de 2004. Bajo la Presidencia Honoraria del
Premio Nobel de la Paz Adolfo Prez Esquivel, con la participacin de
representantes de las Comunidades Aborgenes de Argentina (y Amrica
Latina) y de las Autonomas Histricas del Estado Espaol, y el apoyo
invalorable de figuras de la talla del escritor Ernesto Cardenal y del Premio
Nobel de Literatura Jos Saramago luchamos, oponindonos a la
hegemona de la lengua espaola, por el derecho a la autodeterminacin
lingstica de los pueblos.
En el 2007, nuevamente, un colectivo heterogneo de instituciones
acadmicas, organizaciones sociales y de derechos humanos, comunidades
aborgenes, movimientos de empresas recuperadas, de documentalistas, etc;
nos reunimos para organizar en Buenos Aires el II Congreso de laS
LenguaS (18, 19, 20 y 21 de julio) y para demostrar y, sobre todo, para
demostrarnos que las utopas pueden no ser quimeras si estamos dispuestos
a accionar para hacerlas realidad. Procurando crear un espacio para la
diversidad dimos lugar a un foro de reflexin y debate en torno de las
polticas lingsticas.
Sabemos que muchos discursos pretendidamente progresistas que abordan
de inflexin para el cambio guan las mayoras de las polticas culturales de
los Estados nacionales incrementando la desigualdad y la marginacin en la
vida cotidiana.
La intercultur
positivo; pero no les otorga ningn derecho, las coloca en situacin
estructural de inferioridad, les recuerda permanentemente que existen
lmites, que si son rebasados, pueden llegar a decisiones de prohibicin. Es
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mejor ser tolerado que prohibido, es cierto. Pero ser tolerado no es tener
derechos y libertades tan grandes como los que benefician a los miembros
de grupo dom (Wieviorka en Cisneros, 2004: 22)
Nosotros, por el contrario, consideramos que la interculturalidad es una
cuestin de todos que slo se reflejar adecuadamente en la dinmica
social, cuando podamos visualizar la diversidad lingstico-cultural como
una metfora de la pluralidad de pensamiento.
Con la participacin de unas mil personas debatimos, durante cuatro das,
en torno a aspectos cruciales de la interculturalidad como la importancia de
la lengua, el rescate de la memoria histrica y el reconocimiento de los
derechos econmicos, territoriales, sociales y culturales de los grupos
minorizados.
Estos debates se plasmaron en un documento general que se sintetiza a
continuacin:
Documento del II Congreso de laS LenguaS
Los pueblos originarios reclamamos justicia por los 514 aos de
genocidio, etnocidio y ecocidio evidenciados en el exterminio de nuestros
pueblos mediante la persecucin y muerte masiva; en la tala de nuestros
montes nativos; en la destruccin de nuestra naturaleza; en el
envenenamiento y contaminacin de nuestros ros; y en el intento de
borrado de la nuestra memoria y nuestra historia. Reclamamos, adems, el
Atendiendo a que el Estado argentino se reserva derechos sobre bienes
que, natural y jurdicamente forman parte integrante del bien principal
(como son los recursos forestales, la fauna, las aguas y sus elementos
relacionados, etc.) reclamamos un tratamiento jurdico especfico con
definiciones nuevas para las cuestiones vinculadas con los Pueblos
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Originarios. El Estado, obstinadamente, aplica un desmembramiento
jurdico de la integridad territorial indgena, que da lugar a situaciones de
extrema injusticia y plantea a los Pueblos Originarios serios problemas
para el pacfico disfrute de sus territorios y para el propio
desenvolvimiento econmico y social interfiriendo en la dinmica de los
procesos identitarios
Retomando las conclusiones obtenidas en la 4ta Reunin Internacional de
Teora Arqueolgica de Amrica del Sur (TAAS), hacemos un llamado a la
sociedad a un compromiso real y sin fronteras que se base en el respeto
pleno de la interculturalidad entendida como un ejercicio cotidiano que
atraviese nuestras vidas, festejando las diferencias y favoreciendo la
concrecin y efectivizacin de nuestros derechos.
Demandas a los Estados (Nacional, Provincial y Municipal):
Reconocer las lenguas de los Pueblos Originarios como primeras
lenguas.
Generar recursos econmicos para asegurar buenas condiciones
para que los pueblos puedan fortalecer y recupera sus lenguas.
Asegurar las condiciones y los espacios que efectivicen la
interculturalidad entre los Pueblos Originarios y el resto de la
sociedad.
Asumir la concepcin de interculturalidad como ejercicio de los
Derechos fundamentales, que incluyen el Derecho al territorio, y al
reconocimiento como pueblo con autonoma y autodeterminacin.
Garantizar las condiciones, los espacios y los recursos econmicos
para que los Pueblos Originarios recuperen y fortalezcan sus
propias instituciones (por ejemplo el Derecho al Nombre en lengua
materna)
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Promover el cumplimiento de las leyes que conforman nuestro
estatus jurdico indgena. Por ello demandamos el reconocimiento
de los territorios que tradicionalmente ocupamos, y sus recursos
naturales, como as tambin las tierras aptas y suficientes que
necesitamos para nuestra supervivencia, segn reza el art. 75 inc17
de la Constitucin Nacional. Ello implica la escrituracin de las
mismas, y la inmediata implementacin de la ley 26160 que
suspende los desalojos y releva nuestros territorios indgenas,
garantizando nuestra participacin como comunidades.
Discutir la nueva ley de radiodifusin, sancionada en democracia.
Ante las problemticas ligadas a una colonizacin cultural asociada
a una nueva ley de educacin, vemos necesaria la descolonizacin
de la formacin docente, a travs de la transformacin del sistema
educativo monocultural a un sistema intercultural. A su vez,
exigimos revisar el otorgamiento de subsidios a instituciones
privadas de educacin. Por lo tanto, demandamos la inmediata
creacin de cargos titulares de docentes de los Pueblos Originarios
idneos en el conocimiento de su cosmovisin y reconocidos por sus
comunidades.
Afirmamos que la lucha de cada Pueblo Originario es la lucha de TODAS
y TODOS. Los Pueblos Originarios hemos sido milenariamente los
Guardianes de la Tierra, del Aire, del Agua y el Fuego, todo lo que incluye
convocamos a todos los Pueblos a sumarse a nuestras luchas.
(Firmantes: Pueblo Toba-Qom : (Provincias de Chaco, Formosa y Santa
F), Pueblo Kolla (Provincia de Jujuy), Pueblo Mby-guaran (Provincia
de Misiones), Pueblo Mapuche (Provincias de Neuquen, Chubut, Ro
Negro, Buenos Aires), eblo Av-guaran (Provincia de Salta),Pueblo
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Quilme (Provincia de Tucumn), Pueblo Diaguito-calchaqu (Provincia de
Tucumn), Pueblo Wich (Provincia de Salta y Formosa), Pueblo Pilag
(Provincia de Formosa), Pueblo Mokoit-Mocov (Provincias de Santa F y
del Chaco), Pueblo Chan (Provincia de Salta), Pueblo uusavi (Mxico),
Pueblo Quechua ( Bolivia - Ecuador), Pueblo Aymara (Bolivia),
Representantes de Organizaciones de Afrodescendientes, Representantes
de Organizaciones de Colectividades Extranjeras en Argentina,
Representantes del Pas Vasco, Representantes de la Agrupacin LaS
LenguaS, Representantes del SERPAJ (Servicio de Paz y Justicia),
Representantes del Movimiento de Documentalistas, Representantes de
Universidades Nacionales y Extranjeras, Representantes del Movimiento
de Empresas Recuperadas, Adolfo Prez Esquivel (Premio Nobel de la
Paz))
Adhirindonos a estos reclamos y principios, y continuando nuestra lucha
en pro del pleno ejercicio del derecho de los pueblos a la
autodeterminacin lingstica, proponemos realizar, en este libro, un
abordaje etnolingstico del bilingismo y el conflicto diglsico
atendiendo a su incidencia en la constitucin de la identidad y en la
Educacin Intercultural Bilinge. Revisaremos concepciones tericas,
polticas lingsticas y estrategias didcticas con el fin de acercar una
propuesta de Alfabetizacin Intercultural Bilinge basada en el desarrollo
de estrategias metacognitivas diseada e implementada por nosotros en la
de la Comunidad Toba de Travesa (Rosario,
Argentina).
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PRIMERA PARTE
REFLEXIONES GENERALES
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I. Cultural, discurso, realidad e identidad
humana estn todas relacionadascon el uso de la leng (Bajtn, M.; 1952-53:245)
Quienes trabajamos en Ciencias Sociales nos encontramos generalmente
con la necesidad de definir trminos tan habituales como el concepto
mismo de cultura. En el habla cotidiana y en muchos trabajos de
investigacin, esta palabra es utilizada con una significacin ambigua. As
como adjetivo, el
a la
pera, al barroco y al Teatro Coln. Entendida de esta manera, la capacidad
con las expresiones ms alejadas de la vida cotidiana. La interaccin social,
y la mayora de nuestras prcticas vitales quedan excluidas del mbito de la
cultura. Lo pblico y lo domstico, lo sagrado y lo profano, lo artstico y lo
artesanal se erigen en dicotomas que expresan la distincin entre lo que
imaginamos culto e inculto. Heredera del enfrentamiento entre civilizacin
y barbarie, la nocin de cultura se debate entre ser una representante de
todas las manifestaciones del hombre o sucumbir a ser artfice de una
cultura podra conceptuarse como el sistema de la totalidad de relaciones
o comunicaciones establecidas entre un grupo humano y el segmento de
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realidad que aqul define de manera peculiar y propia y cuya integracin,
(Cordeu, 1969-1970: 68)
Si nos detenemos en el anlisis de esta definicin, podremos reflexionar
sobre ciertas nociones cruciales:
a) La cultura como sistema
Entender la cul
que cada uno de sus componentes, interrelacionados, se evidencia y define
en funcin de las relaciones que entabla. De este modo, todos los elementos
de una cultura son necesarios y ninguno tiene u
sino que depender de la vinculacin con los otros elementos .
El carcter sistemtico de la cultura nos exige pensar, ya no en unidades
aisladas, autodefinibles, sino en unidades relacionales. Esto nos conduce a
descartar de plano una nocin esencialista de cultura en funcin de adoptar
una concepcin dinmica que nos permita entenderla como un proceso en
permanente desenvolvimiento. En este sentido, importantsimos han sido
los aportes de la lingstica que, partiendo de la idea de que "el punto de
vista funda el objeto" nos ha permitido concebir esta suerte de unidades
dinmicas que encuentran su realidad y funcionalidad en el sistema de
relaciones que entablan.La nocin de valor acuada por Saussure (1916) y
retomada, desde la fonologa, por Jakobson y Trubetzkoy (1939), fue
ampliamente desarrollada por Hjemslev (1946) Para l, toda unidad se
funda en la funcin que entabla.Un ejemplo claro es su concepcin del
signo. Podemos hablar de signo siempre que contemos con un contenido y
una expresin que acten como funtivos de una unidad eminentemente
relacional. La cultura toda, pueden englobarse dentro de esta concepcin de
signo y definirse por el sistema de relaciones o de funciones que conforma.
En el abordaje de una cultura nos hallamos, por lo tanto, con unidades
significativas y relaciones. Signos que son en s mismos resultado de
funciones y que se constituyen, a su vez, en funtivos de otras funciones. Se
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entabla, as, un tejido significativo que nos permite pensarla como un
sistema semitico (Lotman, 1979) La nocin, por ejemplo, de identidad ya
sea individual, social o tnica, surgir de esta red de relaciones, atendiendo
a la necesidad clasificatoria propia del ser humano.Ya en la antropologa, el
concepto de identidad ha sido abordado por diferentes autores desde la
nocin de sistema aportada por la lingstica estructural, siguiendo los
pasos del antroplogo Lvi-Strauss, quien encontr en los estudios sobre
fonologa una herramienta metodolgica adecuada para la discriminacin
de unidades y relaciones en su mbito especfico de estudio.
Lo que es importante tener en cuenta es que el conjunto de relaciones que
fundan las unidades lingsticas y que puede ser observable y clasificable
por el investigador de una manera ms a menos asptica, se complejiza
notablemente en el obordaje de una cultura cuando las relaciones que la
fundan son entabladas por individuos o grupos humanos.
b) La cultura como totalidad de relaciones o comunicaciones
Partiendo de la idea de cultura como sistema y abandonando una nocin
sustancialista de sus componentes, su estudio debe centrarse en la dinmica
de las relaciones que estos elementos entablan.
El lenguaje desempea, as, un rol fundamental en la dinmica social y en
la constitucin de la propia identidad.
discurso en el movimiento universal del cual su lugar est ya inscripto en
el momento de su nacimiento, aunque slo fuese bajo la forma de su
nombre propio" (Lacan, 1966: 181)
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De aqu que, como expresa el antroplogo francs Lvi-Strauss, " quien
dice hombre, dice lenguaje y quien dice lenguaje, dice sociedad". Hombre,
lenguaje y sociedad son trminos inseparables y recprocamente definibles.
Para Jakobson, la comunicacin se erige como elemento fundamental de la
sociedad. Retoma, en este aspecto, el pensamiento de Sapir:
"...todo modelo cultural y todo acto de comportamiento social supone una
comunicacin, sea explcita o implcita" (Sapir, 1921)
Para Lvi-Strauss (1973), la cultura presupone siempre una comunicacin y
cabra "...interpretar una sociedad en su conjunto en funcin de una teora
de la comunicacin" en la que se intercambian:
a) mensajes,
b) tiles (bienes) y servicios,
c) mujeres.
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b) y c) pueden, a su vez, ser traducidos a mensajes verbales, rescatando la
concepcin de la lengua como interpretante de la sociedad.
Es por eso que nos adherimos a la postura de Charaudeau (1988) para quien
el discurso se concibe como el conjunto de actos significativos que hablan
el mundo a travs de la instancia misma de su transmisin. Ante este
fenmeno psico-socio-cultural, el abordaje etnolingistico del entramado
discursivo constitutivo de cada cultura se nos presenta como una llave de
acceso a la compleja red significativa de la cual se genera y a la cual
explica. Desde esta perspectiva, nuestro lugar como cientistas sociales no
presupone la formulacin de verdad alguna, sino una constante
interpretacin, subjetiva e ideolgica. La lengua no resulta as un fenmeno
aislado, autosuficiente, sino como un subsistema dentro del sistema total de
la cultura (Fernndez Gizzetti, 1981) que entabla una red de relaciones
con los otros subsitemas culturales dando lugar a un complejo entramado
semitico. El sistema lingstico, en muchos aspectos privilegiado por su
amplia capacidad comunicativa y simblica, se constituye en cdigo
interpretante de la estructura psico-socio-cultural.Esto no implica, en modo
alguno, que postulemos un isomorfismo entre la estructura de la lengua y
estas estructuras (lo cual nos conducir a un nocin reduccionista), sino una
interaccin entre ellas que puede ser rastreada, pesquizada, a travs del
abordaje etnolingstico. El dato lingstico, implcito en cualquier
produccin discursiva, nos permite indagar los aspectos concientes e
inconcientes del pensamiento de una cultura, una sociedad o un individuo.
La lengua cumple con la funcin (no privativa) de significar, a partir de
las relaciones intralingsticas de los signos (Benveniste. 1974), lo que
podramos denominar los referentes psicoculturales (Fernndez Gizzetti,
1981) en un sentido amplio y los referentes socioculturales, en un sentido
ms restringido. Cuando estudiamos el fenmeno de la produccin de
discurso en un momento determinado de su desenvolvimiento histrico-
cultural, estamos indagando cmo se produce la significacin de lo real y, a
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la vez, la comunicacin de dicha significacin. Conviene aclarar en este
punto la diferencia que existe entre la nocin de significado y la de
significacin.El significado se define como la insterseccin lgica de los
usos y especifica ncleos semnticos que aseguran, merced a la relevancia
abstractiva propia de la funcin simblica de la lengua, la posibilidad de la
comunicacin (Fernndez Gizzetti, 1981) La significacin, por el
contrario, implica todas aquellas posibles variantes interpretativas que estn
sujetas a la recepcin de cada hablante concreto conforme a diversas
cuestiones tales como su propia personalidad, el contexto situacional de los
enunciados, el tipo de relacin dialogal y la red de entretejidos
significativos que efecta al decodificar un enunciado, etc. De aqu se
desprende una deduccin fundamental en los estudios en ciencias sociales:
el surgimiento del como resultante de este complejo
proceso semitico-semntico y, en consecuencia, la no universalidad del
contenido referencial, ya que, lo que en una cultura es percibido y pensado
de una manera, en otra lo es de diversa forma. La labor interpretativa de
quienes nos dedicamos al estudio en las Ciencias Sociales se complejiza
an ms si atendemos al hecho de que ninguna cultura, ninguna comunidad
y an, ningn individuo, funciona como un todo homogneo con un
discurso monolgico.Todo discurso social, cultural o individual es el
resultado del entrecruzamiento de un conjunto de voces diferentes que
responden a diversas maneras de simbolizar y comunicar. Como bien
seala Bajtn, todo discurso es polifnico y esta polifona discursiva no
tiene nada que ver con la extensin o la aparente complejidad del texto
resultante. As el abordaje de una cultura implica atender a la totalidad de
relaciones (que no son ms ni menos que comunicaciones) que su
constitucin misma presupone.
c) La cultura como dilogo entre un grupo humano y la realidad
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La cultura como fenmeno inherentemente humano instaura el mundo y lo
. Cordeu nos habla
la realidad, mientras nosotros preferimos hablar de
puesto que resulta difcil concebir un mun -
sujetos acordamos, negociamos e institucionalizamos, como seala Bruner
(1997), ciertos pensamientos y formas de vida que terminamos llamando
As, cuando Cordeu nos habla de la cultura como el resultado de un dilogo
un grupo humano y el segmento de realidad que aqul define de
manera peculiar y pr creemos que a este dilogo deben sumarse,
tambin, los otros grupos humanos con los que ste interacta.
nuestro tiempo donde es necesaria una arquitectura simblica que permita
dar un rostro concreto al diferente, al enemigo, al extranjero, a quien no
es como nosotros pero vive con nosotros, en nuestras mismas
colectividades. La intolerancia poltica contra los disidentes, considera
que con los enemigos no se dialoga sino que se les combate, se les elimina.
Frente a ellos no existe un lenguaje comn ni mucho menos un cdigo
(Cisneros, 2004: 33)
Toda cultura debe pensarse, por lo tanto, de manera dialgica (Bajtn) para
superar su conceptualizacin como to de estigmas que tiene
(Jameson, 1993: 102)
Adhirindonos a los planteos realizados desde los Estudios Culturales,
podemos decir que - la versin ms dbil y secular de eso
llamado religin- no es una substancia o un fenmeno propiamente dicho;
se trata de un espejismo objetivo que surge de una relacin entre, por lo
menos, dos grupos. Es decir que ningn grupo tiene una cultura slo por
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s mismo: la cultura es el nimbo que percibe un grupo cuando entra en
contacto con otro y lo observa. Es la objetivacin de todo lo que es ajeno y
(Jameson, 1993: 101)
principales obstculos para la constitucin democrtica de un autntico
dilogo intercultural.
debe ser anulado porque amenaza el futuro y hace peligrar la realizacin y
la identidad del grupo de pertenencia. El mecanismo e
construye la idea de que la propia identidad coincide con la totalidad del
ser. Despus se identifican los enemigos de esta identidad como los
enemigos de la totalidad. Por lo tanto, los propios enemigos se convierten,
inevitablemente, (Cisneros,
2004: 43)
d) La cultura como expresin de lo peculiar y lo propio
El concepto de cultura se vincula con el de identidad, identidad que,
necesariamente se define en oposicin a la alteridad, estableciendo grupos
de referencia y grupos de pertenencia, delimitando los mbitos de la
cultura, la anticultura y la no cultura (Lotman, 1975) Esta expresin de lo
s: lo propio) considerado como uno de los ms poderosos parmetros
identitarios.
Desde los Estudios Culturales se sostiene que las negociaciones sociales
que llevan a la conformacin de grupos de pertenencia y de referencia en
relacin con las nuevas identidades fluctan entre dos polos de tensin: la
(Gramsci) y se manifiesta en un intento de apropiarse de la cultura del otro
grupo. Constituye un tributo y una forma de reconocimiento grupal que se
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los sndromes clsicos de peligro y pureza. Acta como una suerte de
defensa de las fronteras del grupo primario contra esa amenaza que se
percibe como inherente a la existencia misma del otro. Es la base
fundamental del racismo.
La larga que, como sealaba Foucault, existe
desde mucho tiempo atrs fue inscripta en los mecanismos del Estado con
la emergencia del biopoder y la determinacin de una separacin entre
unas razas, la jerarqua de las razas, la calificacin de unas razas como
buenas y otras como inferiores, ser un modo de fragmentar el campo de
lo biolgico que el poder tom a su cargo, ser una manera de producir un
desequilibrio entre grupos que constituyen la poblacin. En breve: el
racismo es un modo de establecer una censura en un mbito que se
presenta co (Foucault, 1976: 182)
ya que como seala
Umberto Eco
) tiene una doble funcin. Por
un lado, procura fragmentar, desequilibrar; y por el otro imponer el
principio que sostiene que mi vida depende de la muerte del otro.
(Foucault, 1976: 183)
La historia de la humanidad sabe, sin dudas, de esto. Como seala Ana
Arendt (1963) en muchas sociedades el mal se naturaliza y pierde la
-
25
caracterstica de constituir una t
de posibilidades no slo instrumentadas desde el aparato jurdico. Los
medios de comunicacin y el sistema educativo en general cumplen una
funcin primordial en la difusin de estas ideas.
ntolerancia cultural
genera un tipo de racismo que justifica el uso de la violencia para la
elimincin de las diferencias. Este rechazo a la diferencia da vida a la
heterofobia (hetero: diverso; fobia: miedo) como una actitud que
representa la enfermedad moral de las sociedades contemporneas. La
los distintos, los extraos, los forasteros, los que irrumpen desde el
(Cisneros,
2004: 55)
Los atravesamiento semiticos que la conformacin de nuevas identidades
genera cuestionan la validez de los paradigmas tradicionales y de las
hasta los sistemas ms rgidos poseen.
El entramado discursivo que da cuenta, an en los mbitos urbanos, de esta
pluralidad, sirve de vehculo interpretativo de una dinmica social que,
estrategias identitarias.
pueblos de ascendencia africana, el segundo afecta a los indgenas que son
-
26
percibidos socioculturalmente (e incluso geogrficamente) como ms
alejados y distintos de los gruidos dominantes (blanco, mestizo, mulato),
del los patrones dominantes del racismo cotidiano en Latinoamrica, el
(Van Dijk, 2003:
102)
e) La cultura como un proceso histrico
Cordeu introduce en su definicin un rasgo fundamental de los fenmenos
culturales: su historicidad. De esta manera, la cultura y las culturas (as
como las identidades) no constituyen algo dado, estanco y homogneo, sino
un proceso de permanente refuncionalizacin. Y esta refuncionalizacin no
depende de La Historia, sino de su historia, de la historia del grupo humano
comprometido en una determinada cultura.
Podramos decir, sin temor a equivocarnos, que en el dilogo intercultural
no hay nada ms importante y constitutivo de la identidad que la propia
lengua, lengua que, siendo un componente ms del sistema cultural de cada
pueblo o grupo, ocupa, sin embargo, un papel privilegiado por su capacidad
de simbolizar, interpretar, construir y comunicar no slo las dems
expresiones culturales sino el entramado de la dinmica social.
Si revisamos brevemente algunos postulados tetricos notaremos que, por
ejemplo, el marxismo ha hecho del lenguaje un escenario pivilegiado de
los conflictos sociales e ideolgicos y de la constitucin de las
Gramsci rescata el lugar determinante del lenguaje y la
cultura en la constitucin de hegemonas y contrahegemonas. Bajtn y
Voloshinov sealan la densidad ideolgica y dramaticidad poltica del
habla cotidiana. Es importante rescatar que para Bajtn la trama social no
-
27
es simplemente discursiva. As,
(Grner, 1998)
En los postulados Bajtinianos, la sociedad es heteroglsica y slo porque
los discursos existen bajo la hegemona de la clase dominante es que
producto de una cierta relacin de fuerzas ms que de un consenso. Es por
esto que Gramsci, Bajtn, Adorno, Benjamin, Althusser no descuidan el
anlisis de la realidad de la textualidad en vinculacin con la lucha de
clases y con la forma en que los discursos ideolgicos o culturales en
general se encarnan en instituciones, prcticas, conductas y enunciados
Es, precisamente, la tensin entre esa
-discursiva, la que constituye la escena de la lucha
por el sentido y las identidades (Grner, 1998)
El llamado Giro Lingstico propone otra versin y comienza con el auge
de la lingstica, la semitica y la filosofa del lenguaje (Sausure, Pierce,
Wittgenstein) implicando un rescate de la palabra que terminara con
postulados que sostienen la constitucin discursiva de la realidad. As Eco
nos dir que (Eco, 1997) y Lacan que " no
existe ninguna realidad prediscursiva. Cada realidad se funda y se define
en el discurso (Lacan, 1972- 1973)
sobre el carcter de constitucin discursiva y ficcional de los discursos
permiti superar el condicionamiento materialista proclamando una
ficcionalizacin del universo que elimin la diferencia entre realidad y
representacin. Algunos autores sostienen que esta actitud conduce a un
por el triunfo de la imagen de los medios de
comunicacin y el capitalismo actual y llegan a proclamar que "...la lucha
de clases, la violencia poltica y el inconsciente s existen fuera del texto:
-
28
casualmente son ellos los que constituyen esa otra escena que permite
que el texto sea, que se erija en toda su irreductible especificidad y
autonoma como sntoma de lo indecible y de lo impensable" (Grner,
1998: 47)
En el mbito de la reflexin y de la interpretacin de los fenmenos
sociales y culturales, se produce, entonces, un quiebre entre aqullos que
buscan en la "materialidad" la razn de la verdad y quienes se centran en la
"abstraccin" discursiva para entender la constitucin de la referencia.
La idea del universo como ficcin, como simulacro, se arraiga en diferentes
perspectivas tericas que, de algn modo, cambian el abordaje del ser por
el decir. Desde los Estudios Culturales, y tratando de proponer una lectura
neomarxista del fenmeno cultural que d lugar a pensar que la trama
social no es simplemente discursiva, se llega a criticar esta nocin
absolutizadora del texto, sosteniendo que se convierte en una nocin
reductiva y paralizante que termina provocando el efecto que pretenda
combatir. En una intencin conciliadora, podramos decir que muchas
veces se ha confundido la nocin de ficcin con la de mentira, ya que, el
hecho de considerar una fundacin ficcional, o si queremos, "mtica", de
nuestro universo referencial, de ningn modo significa que sta carezca de
"realidad", sino que se trata de la nica realidad posible. Todos los aos,
cuando acercamos a nuestros alumnos universitarios esta problemtica,
surge el ya clsico ejemplo de la puerta. Cuando decimos que ningn
objeto tiene existencia "per se", fuera del mbito de la cultura y que no
existe, en un sentido estricto, hasta que no es "pertinizado", no falta nunca
quien argumente que, aunque en su cultura no exista la puerta, si l va
caminando y no la abre, terminara chocndose con ella. Lo que a veces
cuesta trabajo transmitir es que no es con una puerta (objeto cultural) con lo
que el sujeto se chocara, sino con una suerte de "resistencia material" que,
en el acto mismo del choque, pasara a ser un objeto cultural cuyo
significado resulta impredecible. De la misma manera que esa resistencia
-
29
material no es, "per se", una puerta, no habra nada que, "per se", fuera la
propuesto por Grner (1998) Como respecto de la "puerta" de nuestros
alumnos, cabra preguntarse cul es el estatus "real" de las categoras de
anlisis mencionadas por Grner, si en tanto tales, ellas mismas formaran
parte de lo que Samaja (1994) entiende como la construccin del "discurso
cientfico". Estas categoras, producto de las teoras desde las cuales se
construyen, seran, para Grner, parte de ese plus que desborda el texto y
que lo justifica. La incorporacin de la dimensin histrica, el rescate de
cierta "materialidad" le permite a los Estudios Culturales suponer una
diferenciacin entre el texto y su afuera, "donde afuera no significa
necesariamente una exterioridad absoluta, sino un deslinde de los
registros, no hay ningn inconveniente en pensar la percepcin de la
realidad como constituida discursivamente" (Grner, 1998: 56) Esta
ltima concesin, sin embargo, pasa por el filtro de la percepcin,
considerando que es sta, y no "la realidad", la que se construye
discursivamente. Si hablamos del inconsciente, se nos torna evidente su
existencia discursiva, ya que podramos preguntarnos qu es lo
"inconsciente" fuera de la teora que lo sustenta, y an ms cuando, para
describirlo se dice que "se estructura como un lenguaje" (Lacan, 1966)
Muchos argirn que, si bien la categora de inconsciente podra ser de una
realidad extradiscursiva dudosa no sera el mismo caso el de la violencia
poltica y el de la lucha de clases. Si retomamos el ejemplo de la puerta,
notaremos que la acuacin de los conceptos mismos de "violencia
poltica" y "lucha de clases", no referencian hechos que "naturalmente"
puedan ser concebidos como tales, sino que implican una interpretacin
cultural, social e ideolgica (ampliamente discursiva) de fenmenos que,
como la puerta, pueden ser simbolizados (si es que son pertinizados) de
mltiples maneras. Para los Estudios Culturales (Stuart Hall) la diferencia
entre lo real y el discurso pasa por una teora que permita pensar que no
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todo lo real es articulable en el discurso. Se produce, as, una diferenciacin
(terica) entre "lo real" y "la realidad" (originariamente postulada por
Lacan) Lo que desborda el texto, y no puede ser reducido a l, aunque
dependa de l para hacerse aparente, es uno de los ejes de la obra de Zizek.
La realidad, que se asocia a lo imaginario, es aquello que constituye para el
sujeto una totalidad de sentidos sin fisuras, es un "cierto anudamiento de lo
Imaginario a lo Simblico que permite que la experiencia compartida de la
realidad deje lugar para la singularidad de la imagen, vuelta sobre s
misma" (Grner, 1998: 49) Lo Simblico se monta sobre ese Imaginario
para cuestionarlo desde adentro. Lo Imaginario apuntara a la
universalidad. Lo Simblico repone la singularidad que muestra las
fracturas, la falta en ese sueo de plenitud. De algn modo se vincula con
el fantasma de la castracin. Lo Real en su nexo con lo Simblico,
desborda el discurso pero se hace aparente en l. La Realidad basa sus
races en lo Imaginario. De este dilogo, entre Imaginario y Simblico
surge la "nostalgia" de la totalidad, base de la globalizacin posmoderna.
De aqu que las clasificaciones cult
dialgicas. En muchos trabajos acadmicos se habla
que, creemos, encubren una dicotoma que, aunque ms sofisticada que la
misma ideologa: presuponer la existencia de una cultura prestigiosa en
oposicin a otras nico o
poderoso de la ciencia o de la cultura dominante designa e instaura al otro
en el lugar de la desventaja. Entendiendo la cultura como un dilogo
descubriremos que alguna responsabilidad tenemos para que, en el marco
de las negociaciones interculturales, haya tantos y tan variados grupos
apartados del mbito del poder y del saber. Surge, as, un nuevo concepto
necesariamente vinculado con la definicin de cultura: el estereotipo. Toda
-
31
cultura es una abstraccin colectiva que, como ya hemos sealado, a partir
de la imbricacin de lo simblico en lo imaginario (Lacan), permite que un
individuo particular, nico e irrepetible, pueda sentirse parte de una unidad
mayor trans-individual y plural.
que Barthes llama la nusea de las mitologas: es la abstraccin en
virtud de la cual mi individualidad se alegoriza y se transforma en una
(Jameson, 1993:106)
Llegamos, as, al planteo de una antinomia muy comn en los estudios
sociolgicos o antropolgicos y en la dinmica social misma. Si en el
mbito
marginacin, no sabemos cul es el beneficio de tal propuesta. Como
tambin se plantea a partir de los Estudios Culturales
los grupos son siempre estereotipadas en la medida en que implican
abstracciones colectivas del otro grupo, ms all de cun adocenadas,
respetuosas o liberalmente censuradas sean. Lo que es polticamente
correcto hacer bajo estas circunstancias es permitir que el otro grupo
construya la imagen propia que prefiera para, en adelante, funcionar con
(Jameson, 993: 105 - 106)
estigmas que permiten
atributos fsicos, sociales o culturales. Los elementos caractersticos de los
produce una identidad social basada en un descrdito proveniente de los
integrantes de las diferentes categoras sociales, as como en sus supuestos
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32
defectos, fallas o desventajas. El estigma es un atributo profundamente
(Cisneros, 2004: 78)
Remitindonos a los planteos baj
(Gramsci) de la ciencia obliga, muchas veces, a ciertos grupos a la
que responde a la determinacin de un discurso percibido como
poderoso, dominante y monoltico. La funcin de los investigadores (y de
la propia sociedad) sera evidenciar las fracturas, las grietas, la polifona
(que se pretenden negar) propias de todas las sociedades con el fin de
equiparar las fuerzas en la negociacin de sentidos caracterstica del
entramado cultural.
Construir una identidad dialgica no implica subordinarse al discurso del
poder, sino interactuar con ste, haciendo poderoso el propio discurso.
Como en toda situacin comunicativa que rescate como tal la
intersubjetividad esencial del lenguaje, este dilogo fundador implica la
presuposicin de mente y cultura en el otro (como en nosotros mismos)
para permitir su constitucin como sujeto cultural. Slo en este autntico
dilogo, podr advenir el sujeto, propietario de su cultura y su discurso, un
sujeto que negocia sentidos con otro, que se compromete en esta
transaccin. As, yo y t conforman una dada indispensable y fundante no
slo
(Bruner, 1982).
Dueos de un discurso y una mirada construidos como poderosos,
ejercemos, generalmente, nuestra hegemona, adoptando una actitud
paternalista respecto de las culturas
mximo sentido democrtico de justicia es proponer para ellas una
integracin a nuestros propios parmetros culturales, de tal modo que
, como ya hemos sealado, una
-
33
su aceptacin para poder gozar de los beneficios de nuestra sociedad. Si los
rasgos culturales resultan la frontera que aleja al individuo de un adecuado
desenvolvimiento social, no hay dilogo posible. Lo que debemos
comprender es que as como nosotros definimos a los otros con nuestra
mirada, tambin somos definidos por ellos. Nuestra cultura se enriquecer
cuando ms rica veamos a la cultura del otro. De este modo, sera
de un grupo como subconjunto desaventajado de otro, propone la
convivencia equitativa de dos elementos necesarios para el funcionamiento
del sistema.
La unidad formada por esta combinacin o articulacin es siempre,
necesariamente, una estructura compleja: una estructura en la que las
cosas estn relacionadas tanto por sus diferencias como por sus
similitudes. Ello hace necesario que se exhiban los mecanismos que
conectan los rasgos dismiles, ya que no hay una correspondencia
(Stuart
Hall, citado por Jameson, 1993: 99)
Esto, creemos, es lo que nos reclama el miembro de la agrupacin neuquina
Nehuen Map, cuando dice que no queremos que nos aslen y no
queremos integrarnos, lo que queremos es convivir Debemos,
claramente, favorecer la revisin crtica de nuestras propias estrategias
identitarias y de nuestras formas de vincularnos con los otros. De nada
sirve enunciarnos como democrticos si esgrimimos la intolerancia y
fomentamos la marginacin.
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tal vez un da podamos hablar del genocidio tnico como cosa del
pasado pero el genocidio cultural sigue activo cada vez que tratamos de
imponer mejores formas de vida y nos felicitamos cuando pueblos altivos e
independientes van sucumbiendo, en el mejor de los casos, a las buenas
intenciones de hacerlos lo ms parecidos posible a nosotros y en, el peor
(Romano,
2007: 190)
El abordaje etnolingistico tiene, creemos, mucho que decir para
vehiculizar un adecuado dilogo intercultural. Como se sabe, en relacin
con la cultura, cada lengua construye su universo referencial especfico.
Esto se debe a que, como muy bien lo seal Saussure (1916) en los
comienzos de la lingstica moderna, las lenguas no son nomenclaturas.
Las diferentes lenguas
para expresar una realidad nica y universal que pre-existe. Cada cultura
define su propia realidad de una manera peculiar y toda instancia discursiva
implica, como ya hemos sealado, no un hablar del mundo sino
el creemos, puede ser pesquisado
mediante el abordaje etnolingstico.
La lengua en tanto sistema comunicativo y simblico da cohesin a la
cultura, estructura el pensamiento, interpreta la dinmica social
(Benveniste) y mediatiza la percepcin (Vygotski; Luria) Por esto, para
Bajtn el discurso no es un registro totalmente autnomo: es un aspecto
emergente de una complejidad multifactica de relaciones sociales y de
poder; un escenario inconciente de la trama social; una forma compleja de
existencia, y los textos y signos que los han constituido, siguen
conservando la huella de esta construccin histrica permanente. En un
-
35
estado sincrnico dado, el locutor de una lengua se encuentra, pues,
confrontado a ese doble producto histrico de los mundos representados y
de los textos ya existentes. Y la continuacin de la negociacin de las
significaciones de los signos (de sus pretensiones de validez designativa),
en la cual se persigue la construccin de los conocimientos de los mundos,
se opera no solamente en la confrontacin con las represtaciones
vehiculadas por los textos de los contemporneos, sino tambin, y sobre
todo, en la confrontacin con las representaciones que los textos de las
generaciones anteriores han ido configurando. As pues, las producciones
verbales de un individuo se efectan necesariamente en la interaccin con
la intertextualidad, en sus dimensiones sociales sincrnicas, y en sus
dimensiones histricas en tanto que huellas de las construcciones
(Bronckart,
2004: 28 y 29)
Atendiendo a esto, podemos decir que a
travs de los enunciados concretos que lo realizan, as como la vida
(Bajtn, 1952-53:248) y
que
correas de transmisin entre la historia de la sociedad y la historia de la
(Bajtn, 1952-53:251)
De aqu la importancia de los gneros discursivos que
nuestro discurso casi de la misma manera en que lo organizan las formas
(Bajtn, 1952-53:265) Esto permite sostener que
tuviramos que irlos creando cada vez dentro del proceso discursivo,
libremente y por primera vez cada enunciado, la comunicacin discursiva
habra sido casi (Bajtn, 1952-53:265)
-
36
-histricamente
para realizar finalidades de una accin comunicativa; as pues, en
trminos marxistas, constituyen herramientas, incluso mega-herramientas
que median la actividad de los humanos en el mundo. En el transcurso del
proceso de adopcin-adaptacin de los gneros, el agente, y ms
particularmente el agente que aprende, les aplica esquemas de utilizacin
parte el agente
calcula la adecuacin del gnero a su situacin de accin, pero al mismo
tiempo (o en reciprocidad), el conocimiento de los gneros define el
de los gneros constituye un mecanismo fundamental de la socializacin,
de la insercin prctica en las actividades comunicativas humanas. Y la
persona humana se configura en ese proceso general de apropiacin de los
(Bronckart, 2004:65)
Esta apropiacin discursiva que no se da en forma aislada sino en la
interaccin socio-cultural implica un permanente juego dialgico entre lo
propio y lo ajeno:
desarrolla en una constante interaccin con los enunciados individuales
ajenos. Esta experiencia puede ser caracterizada, en cierta medida, como
proceso de asimilacin (ms o menos creativa) de palabras ajenas (y no de
palabras de la lengua). Nuestro discurso, o sea, todos nuestros enunciados
(incluyendo obras literarias), estn llenos de palabras ajenas de diferente
concientizacin y de manifestacin. Las palabras ajenas aportan su propia
expresividad, su tono apreciativo que se asimila, se elabora, se reacenta
(Bajtn, 1952-53:276)
-
37
En esta instancia intersubjetiva, los gneros actan como canales
expresivos fundamentales que vehiculizan y posibilitan la comunicacin.
discurso en formas genricas y al or el
discurso ajeno, adivinamos su gnero desde las primeras palabras,
calculamos su aproximado volumen (o la extensin aproximada de la
totalidad discursiva), su determinada composicin, prevemos su final, o
sea que desde el principio percibimos la totalidad discursiva que
(Bajtn, 1952-
53:265)
El dilogo constitutivo de todo acto comunicativo conlleva, en el proceso
un destinatario. Esto
convierte a todo enunciado en un gesto argumentativo que se estructura y
fundamenta en la contra-argumentacin que presupone y que est
por la comunidad de esfera de la comunicacin discursiva. Todo
enunciado debe ser analizado, desde un principio, como respuesta a los
(Bajtn, 1952-53:278) Estos
fundamental de toda expresin discursiva que se estructura siempre no slo
en dilogo con el pasado
la comunicacin discursiva. Cuando el enunciado est en la etapa de
creacin por el hablante, estos ltimos, por supuesto, an no existen. Pero
el enunciado se construye desde el principio tomando en cuenta las
posibles reacciones de respuestas para las cuales precisamente se
construye. El papel de los otros, como ya sabemos, es sumamente
importante. Ya hemos dicho que estos otros, para los cuales mi
pensamiento se vuelve tal por primera vez (y por lo mismo) no son oyentes
pasivos sino activos participantes de la comunicacin discursiva. El
-
38
hablante espera desde el principio su contestacin y su comprensin
activa. (Bajtn,
1952-53:281-282)
El dialogismos propio de la comunicacin que se refleja en la constitucin
misma de lo gneros discursivos puede ser pensado para entender a toda
cultura como una intercultural y a la identidad como el resultante de un
proceso dinmico y transaccional (Bruner, 1982) La determinacin de la
propia identidad y de la alteridad se vincula con la apropiacin que el
individuo o el grupo humano hace de la capacidad clasificatoria, capacidad
que no pocas veces se desvincula de la circulacin del poder. La nocin de
identidad surge, de esta manera, de mecanismos que ponen en juego
procesos de aceptacin y de rechazo, de inclusin y de exclusin, y de
apropiacin de la palabra. En trminos sociolgicos, me identifico con un
grupo en la medida en que me incluyo en l y acepto y asumo sus
estrategias de interaccin comunicativa y simblica, y en la medida en que
-
como sujeto social y con mi propio imaginario acerca de cmo creo que el
otro me ve. Esta cuestin que, indudablemente se relaciona con la
definicin discursiva de lo standard y lo marginal en el seno de una
sociedad, es fundamental tambin en el plano cultural para la conformacin
de las llamadas "identidades tnicas".
Amrica Latina (...) Frente al dilema de promover una asimilacin cultural
o preservacin originaria de la cultura indgena, los autores optaron por
el mximo rendimiento de las partes en contacto cultural, evitando en lo
-
39
posible la deculturacin y la prdida de los valores etnoculturales. (...)
(Hamel, y otros, 2004, pg. 104)
-
40
II. Escritura, cultura y pensamiento
varios lugares de nuestrocontinente, se produjeron tentativas,incluso hechas por los mismosindgenas, de crear escriturasalfabticas a imitacin de la nuestrapara escribir sus idiomas. Y conmayor xito, escrituras silbicaspara lo mismo entre las cualesdescuella luminosamente lainventada en 1821 por el indgenacheroqu, Seuuoyah, que es una delas ms perfectas del mundo, ya quese puede aprendera escribir conella en dos das y que es usada hoypor su pueblo. Es de hacer notarque ese indgena era analfabetocuando invent la escritura y lo hizocon el slo conocimiento de que los
(Ibarra Grasso, 1967:489)
Cuando Ibarra Grasso nos dice que el indgena cheroqu era
(lo cual no quiere decir que era grafo),
seala que lo hizo con conocimiento de que los blancos escriban.
En este podemos leer mucho saber asociado al
reconocimiento de la inscripcin simblica de la escritura como tal y a la
asignacin de una verdadera funcionalidad, bases imprescindibles para su
desarrollo. Al decir que el cheroqu no estaba alfabetizado, pero no era
grafo, queremos sealar que lo que no tena an era un sistema alfabtico,
lo cual no implica, de ningn modo, decir que no poseyera algn otro
sistema de escritura.
-
41
Segn la UNESCO en su Delimitaciones del campo problemtico de la
educacin bilinge La mayora de los cuatrocientos grupos aborgenes
de Amrica Latina todava no poseen escritura y, por lo tanto, carecen de
alfabeto."
Una perspectiva muy difundida en antropologa y en etnolingstica es la
clasificacin de los pueblos y las culturas en funcin de la posesin de un
o, en su versin revisada, aparentemente menos etnocntrica, de tradicin
oral / de tradicin escrita. Esta clasificacin ha llevado a sostener la
existencia de diferentes organizaciones sociales y cognitivas y condujo, a la
primitivo o pre-lgico, concreto, sujeto a lo situa
esta manera, una relacin entre escritura, cultura y pensamiento que resulta,
en muchos casos, difcil de desentraar a tal punto que, como seala
Cardona emos preguntarnos si el tipo de escritura usado por una
sociedad [ o su ausencia] est influido por la cultura de la sociedad
(1981: 185)
Antes de intentar dar respuesta a este interrogante, convendra especificar
qu entendemos por escritura y cules son las caractersticas que convierten
a un grupo de notaciones en un sistema de escritura. Por un lado tenemos
como obvio, a los fines de aproximar una definicin, que el concepto de
escritura se opone al de oralidad, atendiendo, como mnimo, a su carcter
de marca (comunicativa y simblica) que requiere algn tipo de soporte
material no fontico. Este carcter opositivo, que permite por s mismo el
advenimiento de un sistema, conduce a pensar que, as como existen
diferencias entre uno y otro trmino de la relacin, deben existir
similitudes. Durante mucho tiempo, se indag la relacin entre oralidad y
escritura, considerando a sta ltima como una mera transcripcin de la
oralidad que tena por objeto reproducir todo lo que poda ser hablado con
el fin de conservarlo ms all de los lmites de la memoria. Entendido de
-
42
esta manera, el sistema alfabtico se ubica en la cspide de los sistemas de
escritura, convirtindose en paradigma, cuando no en sinnimo del
concepto mismo de escritura. Desde este punto de vista, es evidente que,
podramos sostener sin equivocarnos que son numerosas las culturas que
no han gozado ni gozan de esta forma de comunicacin. En tales casos, si
bien podemos aseverar que no existe una forma de escritura alfabtica, no
podemos expresar con la misma certeza la ausencia total de escritura.
culturas carentes de un sistema escriturario del tipo occidental (salvo la
presencia siempre inevitable y anecdtica del chino o de alguna otra cultura
tiene una serie de acepciones que nos conducen a reflexin. Entre ellas
idicaremos como signficaciones posibles: dibujar, registrar, grabar, realizar
trazos significativos. En tal sentido, no creemos que sean numerosas, por
no decir nulas, las culturas que puedan ser calificadas de este modo:
rara y expre
responden ms a una distincin cmoda con fines didcticos o a una
divisin etnocntrica entre alfabetizados y no alfabetizados, que no es una
verdadera distincin an (Cardona, 1981:130)
La confusin proviene de analogar grafa con letra, de donde salen
clasificaciones como: letrados / no letrados, que, de ningn modo, deben
ser tomadas como sinnimos de con o sin escritura, ya que, sin profundizar
xcluye de su seno a
numerosas culturas y sistemas de escritura, ampliamente reconocidos en la
actualidad.
Atendiendo a que intentamos despojar aqu a la definicin de escritura de
su vinculacin exclusiva con la letra, a la vez que incorporamos el carcter
-
43
ms amplio y plural de la grafa, es que creemos que debemos
interrogarnos acerca de cul es la especificidad de la escritura. Toda
ser consideradas como escritura. En este sentido cabra sealar que
estamos, intencionalmente, dejando de lado la concepcin mucho ms
amplia de escritura y lectura aportada por la semitica. Como decamos,
durante mucho tiempo se consider que la meta de la escritura era la
transcripcin de la totalidad de la oralidad:
afa en el sentido de una escritura real... no consiste slo en
imgenes, en representaciones de cosas, sino en la representacin de un
enunciado, de palabras que alguien dice o que se supone que dice (... ) La
irrupcin decisiva y nica en los nuevos mundos del saber no se logr
dentro de la conciencia humana al inventarse la simple marca semitica,
sino al concebirse un sistema codificado de signos visibles por medio del
cual un escritor poda determinar las palabras exactas que el lector
generara a partir del texto. Esto es lo que hoy en da llamamos escritura
en una acepcin ms estricta (...) Las muescas en las varas y otras aides-
mmoire conducen a la escritura, pero no reesctructuran el mundo vital
(Ong, 1982: 86 - 87)
Ong manifiesta aqu un criterio alfabticocntrico a partir del cual la
escritura parece tener esa capacidad de reflejar fielmente la oralidad y,
asegurar, de algn modo, que el lector entienda exactamente lo que el
escritor quiso comunicar. Obviamente, si pensamos en que todo texto surge
como evento de lectura y depende de la interpretacin que su lector le
otorgue, tendramos que concluir que ni siquiera el tan mentado y halagado
sistema alfabtico es capaz de representar ese anhelado todo de la oralidad.
En tal sentido, tanto las irnicamente citadas ,
tendran el mismo status que la .
-
44
De concepciones similares a la de Ong, surge la idea de analogar la
escritura a las lenguas, infiriendo una estructura isomrfica entre ambas
que es la base de la mayora de las definiciones que suelen encontrarse y
que llevan, adems, implcita, la concepcin de evolucin hacia este tipo de
relacin ideal, sin tener en cuenta que:
gica y semiolgica - es decir, laica- puesto
que la esfera de la escritura es la produccin y el uso de sistemas grficos
con fines comunicativos (tambin) no tiene sentido hablar de formas
menos o ms evolucionada por cuanto cada sociedad habr de exhibir
aquellos tipos de escritura que les sean connaturales y necesarios o bien
adoptar elementos exteriores por efecto de presiones e impulsos de
aculturacin, y en este caso, los integrar en los otros sistemas simblicos
. (Cardona, 1981: 24)
De aqu podemos inferir que la escritura y las lenguas tienen en comn su
carcter simblico y comunicativo y que, si bien existe entre ellas una
importante relacin, ambas conservan una cierta autonoma. De esta
manera, la escritura no puede ser definida, como ya dijimos, como la
transcripcin de la oralidad, porque en muchos casos observamos que
cuenta con una dinmica y funcionalidad que le son propias. En este
sentido, creemos que tambin debe desecharse, a la hora de intentar
restringir el campo de la escritura, el criterio de doble articulacin, tan
especfico de las lenguas, que en el plano de la escritura permitira incluir
slo los sistemas alfabticos. Esta postura errnea se ve claramente en la
definicin que Lon Vandermeersch (1986) hace de la escritura, tratando
de determinar la especificidad de la ideografa china:
orales, emitidos por la palabra. Entre los signos grficos de la escritura y
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45
los signos orales hablados rige una correspondencia biunvoca que
permite, por un lado, representar por la escritura - escribir- cualquier
discurso generado por la palabra, y, por el otro, encontrar de idntica
manera, el discurso hablado en su representacin escrita - leer-.
Establecer esta correspondencia equivale a codificar los signos orales, tal
como estn organizados en la lengua hablada, en un sistema de signos
escritos - grafas -elaborados con ese fin (...) La incapacidad de llegar a
un anlisis bastante exacto de la articulacin de la palabra fue durante
mucho tiempo el primer obstculo para la elaboracin de una verdadera
escritura, como lo atestigua, en las culturas de lengua no escrita el empleo
de sistemas de signos, grficos o no grficos (formados por ramas partidas
de determinada manera, por piedras de determinado color, etc.) ,
diseados, a menudo, con mucha inteligencia para registrar mensajes en
un sustrato relativamente permanente pero inarticulado desde el punto de
(Vandermeersch , 1986:45)
Ms all de
lo son, podemos decir que las exigencias que este autor pretende para la
escritura, no slo dejan fuera de su alcance a un gran nmero de sistemas
ampliamente reconocidos, sino que, en muchos casos, podramos dudar
acerca de que si las escrituras alfabticas responde plenamente a esta
definicin. El paralelismo tan estrecho entre lengua y escritura, basado en
i
discurso, puede jaquear las pretensiones de los sistemas de escritura ms
itura
una forma de transcribir la oralidad que permite codificar los signos orales
. En este isomorfismo
estructural se lee una idealizacin de la escritura que difcilmente encuentra
un parmetro de realizacin concreta. En lo que respecta a este paralelismo
vuelve a plantearse la cuestin de la doble articulacin de las lenguas que
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se erige como parmetro valorativo de los sistemas de escritura que, segn
el autor, deben u hacia la nica forma de escritura posible que
es la alfabtica. Como ya hemos sealado, someter a los sistemas de
escritura al concepto de doble articulacin, entendido como mecanismo
anlogo al lingstico, nos conduce a dejar de lado un gran nmero de
sistemas que, si bien presentan como tales algn grado o modo de
articulacin, no desarrollan una dinmica equivalente a la establecida entre
monemas (primer articulacin) y fonemas (segunda articulacin) Esta
caracterstica que se evidencia en los sistemas alfabticos, dando lugar al
hecho de que a partir de un nmero limitado de elementos se pueden
escribir todo lo conocido y lo por conocer, no se evidencia en
determinados sistemas de escritura en donde la necesidad de incorporar
una nueva expresin lleva, en muchos casos, a la incorporacin de un
nuevo grafo, mecanismo que parecera proyectarse en forma ilimitada.
Desde nuestro punto de vista, la especificidad de la escritura radica en
erigirse en sistema de marcas (en el sentido griego de grafo o grafas y
no en el estrictamente lingstico de grafemas) que, en tanto productos del
psiquismo humano de ndole cultural, con una intencin comunicativa y
simblica, representan algo diferente de s, ms all del alcance, la forma y
el soporte material no fontico que adopten. En este sentido, podramos
pensar en la no existencia de culturas grafas, pero s en la existencia de
culturas no letradas en el sentido tradicional de letra y de sistema alfabtico
de escritura. Esta definicin que hoy proponemos nos permite, en un primer
momento, diferenciar (para tranquilizar el espritu de muchos
investigadores) cualquier tipo de marca (accidental, tal vez) de las marcas
de la escritura por su carcter sistemtico especfico. Cuando hablamos de
sistema pensamos en unidades interrelacionadas que se fundan en las
oposiciones que entablan. La nocin de oposicin est ntimamente ligada a
la de sistema y se constituye en la base estructurante de cualquier cdigo.
El carcter sistemtico es independiente del nmero de unidades y de
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combinaciones o relaciones que lo constituyen, de lo cual se deduce que en
la oposicin de dos elementos, debemos presuponer ya la existencia de un
sistema. Este postulado se ahonda si consideramos, como Jakobson, que la
oposicin binaria, como primera estructura lgica de conocimiento,
precede a la formulacin de identidades cuyo fundamento debe asociarse
siempre a lo opositivo y, por ende, a lo sistemtico.
combinacin no puede considerarse pertinente para definir un sistema
grfico. El criterio que considera escritura aquello que est en
correspondencia biunvoca con la lengua es un despropsito en trminos
semiolgicos: si la escritura y la lengua son dos sistemas semiticos,
siempre ser posible codificar completamente el primero en el segundo,
porque la lengua es el ms vigoroso de los sistemas semiticos, en tanto
que lo inverso no es posible: la lengua nunca puede ser completamente
codificada en otro sistema, y la escritura no es una excepcin.
La diferencia entre el alfabeto (que permite un nmero elevado de
combinaciones) y un sistema que consista, por ejemplo, slo en signos para
designar mercancas o en nombres de lugares, est dentro del nmero de
las posibilidades admitidas, pero no hace intrnsecamente diferentes a los
(Cardona, 1981: 29)
En tanto sistema semitico, definimos las marcas de la escritura como
signos, productos del psiquismo humano con una intencin representativa
de algo distinto de s mismos. As como las letras pueden estar (o no) en
un sistema alfabtico representando un fonema (unidad psquica abstracta
independiente de la materialidad del sonido), tambin los pictogramas
tienen como referencia a entidades psquicas a las cuales, de algn modo,
exterior al sujeto (individual o socioculturalmente considerado), sino una
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marca, un registro de orden cognitivo que lo inscribe, como tal, en el
proceso mismo de escritura.
Cuando decimos, ,
rescatamos el carcter variado de las marcas e intentamos superar la
analoga con el fonema que el trmino grafema presupone y que parece
conducirnos a pensar siempre en sistemas de escritura alfabticos. Los
grafos, grafas o marcas, si bien deben conservar su valor distintivo, pueden
ser de cualquier ndole y realizarse sobre diferentes soportes materiales
r
1981).
Como podemos advertir, la escritura representa un fenmeno complejo
cuyo estudio no debe quedar fuera del mbito de la etnolingstica si
entendemos a esta disciplina como la ciencia que teniendo como objeto el
estudio del lenguaje, las lenguas naturales, su adquisicin y sus
actualizaciones concretas, desde una perspectiva interdisciplinaria, permite
un abordaje psico-socio-cultural de los fenmenos de simbolizacin y
comunicacin. En cuanto producto de la capacidad humana de crear
sistemas simblicos y comunicativos, la escritura debe ser abordada por la
etnolingstica pero no con el fin de traspolar los criterios empleados para
el anlisis de las lenguas naturales, sino con el objetivo de dar cuenta de su
propia dinmica y funcionamiento. En este sentido, es importante rescatar y
jerarquizar las diferentes prcticas escriturarias (no slo aqullas que
mostraban una relacin ms estrecha con la oralidad) y revisar crticamente
las teoras acerca de la vinculacin entre escritura, pensamiento y cultura.
Como ya hemos dicho, el poseer un sistema de escritura, generalmente
ligado a un concepto alfabetocntrico, condujo a diversas clasificaciones
de las culturas que, a partir de la definicin que hoy hemos propuesto de
escritura, deberan ser cuestionados. El hecho de tomar al sistema
alfabtico como parmetro y cumbre de la forma de simbolizar en la
escritura implica una postura claramente etnocntrica. Este etnocentrismo
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tal vez pueda deberse al hecho de que la escritura alfabtica como sistema
es compartido por diversas lenguas, por lo cual podramos pensarlo como
un macro sistema que da cuenta de una macro cultura. Parecera que en
esto, Grecia, influida por los fenicios, contina teniendo el peso de Cuna de
nuestra cultura Occidental. Sin embargo, la adquisicin del sistema
alfabtico no implica la exclusin de otros sistemas escriturarios.
Adoptar esta nueva concepcin de escritura nos ha llevado a revisar, en el
plano de la investigacin, muchos de los postulados que solamos sostener.
Desde hace varios aos estamos estudiando en diferentes escuelas los
obstculos que se presentan a los nios en los procesos de adquisicin de
la escritura y de la lectura. En numerosas ocasiones nos hemos encontrado
con nios que manifestaban serias dificultades para acceder a estos
conocimientos y construir un sistema alfabtico de escritura. En su
momento, asociamos estos obstculos con la adquisicin de la escritura,
como cdigo comunicativo y simblico, sin advertir, quizs, que lo que se
estaba planteando era una dificultad o resistencia a adquirir un determinado
parmetro de escritura (el alfabtico) Tambin durante esta primera etapa, y
tratando de dar respuesta a este fenmeno, indagamos la incidencia de la no
alfabetizacin de los padres en la resistencia manifiesta en los nios,
partiendo de la premisa , que hoy consideramos errada, de que situados,
quizs en el marco de la oralidad, los padres no lograban transmitir la
inscripcin simblica y funcionalidad de la lectura y de la escritura. Hoy
nos preguntamos, en qu tipo de lectura y escritura estbamos pensando y
debemos reconocer que en nosotros subyaca una concepcin muy
restringida de la escritura.
Una situacin similar se nos plante hace ya muchos aos al iniciar nuestro
trabajando en la Escuela 1344 de la Comunidad Toba de Rosario. Partimos,
dificultades en la adquisicin de este tipo de cdigo se fundaban
en esta caracterstica. Del trabajo concreto con los alumnos, padres,
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ervaba una homogeneidad que,
como suponen algunos tericos, pudiera justificar estrategias diferenciadas
para la adquisicin de estos conocimientos. Un aspecto que result central
en nuestro trabajo fue indagar la inscripcin simblica y funcionalidad
asignadas a la lectura y a la escritura y en esta indagacin logramos advertir
que, lo que en muchos casos considerbamos como ausencia de estos
aspectos, en realidad implicaba una falta respecto del sistema alfabtico
que no impeda la formulacin de hiptesis respecto de otros sistemas
escriturarios como el pictogrfico y el ideogrfico. El concepto de la
interpretadas, nunca se encontraba ausente, aunque, de hecho, no se
reconocieran la inscripcin simblica y funcionalidad de la escritura
alfabtica. Lo que queremos decir es que, de algn modo, la capacidad de
reconocer e interpretar cdigos comunicativos y simblicos, dependiente de
la capacidad humana del lenguaje, siempre se halla presente en un sentido
mucho ms amplio que el de la interpretacin de cdigos alfabticos y
deber ser parametrizado segn las caracterstica adoptadas por cada
sociedad o cada cultura, segn la forma de escritura standarizada.
Estas cuestiones deben ser tenidas en cuenta en la escuela en relacin con
la habilitacin simblica y la funcionalidad de la lectura y de la escritura,
funcionalidad e inscripcin que no estn vedadas, de ante mano, a los
culturas de
respecto de los sistemas alfabticos, para quienes pertenecen a un cultura
Prueba de ello es la presencia de obstculos en este proceso de adquisicin
en nios provenientes de hogares alfabetizados y la existencia de
implicado la construccin de un conocimiento. La escritura, entendida
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como un conocimiento, debe estar siempre al servicio de la comunicacin
y encontrar un lugar de inscripcin y funcionalidad en la sociedad que la
posee. De manera contraria, se convierte en el simple aprendizaje de una
tcnica muchas veces vaca de sentido.
En nuestro trabajo concreto con nios del Ciclo Inicial y del Primer Ciclo
de varias escuelas, hemos observado una gran capacidad para interpretar
sistemas de escritura de tipo pictogrfico, ideogrfico o logogrfico.
Contrariamente a lo que sostiene Ong (1982), no podemos decir que el
hipotetizar sobre estos sistemas no alfabticos, impida o disminuya la
capacidad cognitiva de los sujetos para adjudicar a las grafas una
correlacin con el discurso oral. De hecho, los nios observan dibujos que
provocan en ellos interpretaciones orales en las que se manifiesta
generalmente (salvo que el investigador lo induzca y fuerce la situacin) la
construccin de un esquema narrativo mnimo. Muy a pesar de lo que se
cree, en nuestra vida de relacin nos vemos obligados permanentemente a
realizar una lectura pictogrfica de numerosos grafos que, de esta manera,
se manifiestan con mayor eficacia y rapidez. As nos basta con observar
una calavera cruzada por dos tibias para saber que se trata de una sustancia
txica que no debe ingerirse. La adquisicin de estos semantismo, que
tambin es social, no deja de tener funcionalidad en nuestra cultura, pese al
desarrollo de un sistema alfabtico de escritura. Muy por el contrario, se
hace cada da ms necesario y til si pensamos en la compleja capacidad
de lectura que exige, por ejemplo, una pantalla de una computadora. El
principio de linealidad y orientacin convencional de la lectura y escritura
alfabtica de poco nos sirve en este caso, en el que debemos recurrir a esta
capacidad mayor de interpretacin de diferentes cdigos escriturarios que
nos permite escapar del mbito restringido de la parametrizacin alfabtica.
Sorprende observar cmo los nios, de quienes sus maestros muchas veces
dicen que no saben leer ni escribir, son capaces de manejarse con absoluta
soltura y solvencia frente a una computadora y operar, an ms
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exitosamente que los adultos, mbitos de trabajo como Windows que
exigen una lectura simultnea de conos en diferentes niveles. An situados
en el mbito de los sitemas alfabticos y en relacin directa con su tan
mentada viculacin con la oralidad, en lo que hace a su carcter
doblemente articulado, podemos sostener que las estrategias mentales que
se ponen en juego en la produccin e interpretacin de enunciados escritos
no siempre responden a esta caracterstica considera muchas veces como
esencial. Lo que queremos sealar es que, en numerosas oportunidades, la
interptretacin y produccin de determinada escritura alfabtica no
responde al rticulacin, sino que el
enunciado es concebido en bloque, casi a la manera de un ideograma,
dando lugar a un acceso directo de la configuracin grfica a la
representacin visual del lxico en la memoria. Este aspecto, bastante
caracterstico de las escrituras y lecturas de los nios en el Ciclo Inicial y
Primer Ciclo de escolaridad trae aparejado una cuestin que, vinculada con
la problemtica ortogrfica, se actualiza en todos los niveles de escritura en
sistemas considerados como alfabticos. La inadecuacin entre sistema
fonolgico y alfabetos hace que la pretendida relacin biunvoca entre
escritura y oralidad pierda valor, provocando que, en muchas lenguas,
como el ingls y el francs (indiscutiblemente alfabticas), no se pueda
sostener tal tipo de correlacin. Esto nos conduce a pensar que la dinmica
de adquisicin de la escritura en estas lenguas no se diferencia, en gran
n
se realiza en bloque, buscando una asociacin directa con el lxico mental.
Sin ir ms lejos, ste es uno de los motivos por el cual no slo los nios
ingleses presentan una adquisicin tarda de la escritura alfabtica,
ue tambin en
nuestro sistema de escritura esta caracterstica tiene importantes
de relacin entre escritura y oralidad
que parecen encarnar los sistemas alfabticos de escritura (entendidos
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como transcripcin literal de la oralidad) es uno de los principales
obstculos para la adquiscin de estos sistemas en los que, como vemos,
entran en juego estrategias culturales y mentales diferentes que hacen de la
escritura un complejo cdigo simblico con leyes y dinmica propias,
aunque de hecho est ntimamente relacionado con la lengua.
Estas falaces concepciones acerca de la relacin entre escritura y oralidad
guan muchas de las caracterizaciones de los pueblos y sus culturas, y la
planificacin e implementacin de propuestas educativas fundadas en la
alfab
Podramos decir que
(Rosas, 1996: 5) y que negarle a un pueblo la posesin de
un sistema de escritura es negarle, adems, una historia o al menos el
si no
estuvieran atravesados por esta mirada estigmatizante que los aleja del
instaura (Lacan) no fuera suficientemente significativa.
La mayora de las propuestas destinadas a la implementacin de la
Educacin Bilinge para las comunidades aborgenes americanas pretenden
de escrituras propias de cada grupo (no alfabticas) sino que se niega toda
si los destinatarios no hubieran vivido en contacto con los
extrao autmata de laboratorio que nada tiene que ver con la vida
cotidiana de seres que da a da luchan por sobrevivir en una sociedad
hostil. Pensar que estos grupos, en permanente contacto con la sociedad
globalizada, no estn atravesados por la escritura es partir de una falacia
fundante que terminar desvirtuando toda conclusin o posible propuesta
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de trabajo. Dar la espalda a la realidad y a la idea de concebir a la
identidad como un proceso, lleva a muchos antroplogos y etnolingistas a
apropiarse de decisiones ajenas y a asumir roles paternalistas que nadie les
ha conferido. De este modo se desconoce la dinmica de los fenmenos
Situada en este lugar de importancia y entendida como un proceso de
alfabtico de escritura parece ser el nico gesto de solidaridad que la
sociedad global est dispuesta a realizar en favor de la articulacin de estos
tratando de imponer una forma de comunicacin para la cual no se ha
logrado una real inscripcin simblica ni se le ha asignado una autntica
funcionalidad. De este modo se garantiza el fracaso de una empresa que
termina liberando a la sociedad global y al aparato gubernamental de toda
responsabilidad sobre el proceso de educacin formal de estos pueblos
que, en nuestro pas, no slo es un derecho sino una obligacin.
De todos modos y como sealan Messineo Gerzenstein (2002)
pueblos indgenas de Sudamrica, incentivados por el avance de
programas de educacin bilinge intercultural estn intentando escribir su
El problema es que
en esta tarea se encuentran, frecuentemente, no slo con los obstculos que
implica la adopcin de esta nueva forma de comunicacin sino con la mala
a las necesidades y dinmica propia de la cultura en cuestin, generando en
estos grupos la sensacin de que las caractersticas especficas de su lengua
y su cultura son las principales causas de las dificultades que se
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manifiestan. As no se echa sobre este proceso una mirada equivalente a la
haciendo que se le exijan a la escritura en lengua verncula, para su
consolidacin, principios a los que no podran someterse ninguno de los
Hay variedades lingsticas que gozan de un prestigio mayor que otras a
los ojos de quien las habla y sobre todo de quien no las habla, y lo mismo
podemos decir de la escritura: la historia de la difusin de la escritura es
tambin la historia de jerarquas de prestigio. (Cardona, 1981:111)
ario social de
los grupos aborgenes sino en las teoras y las prcticas implementadas por
muchos investigadores que pretenden trasladar las caractersticas de un
sistema de escritura a otro y que llegan hasta a confundir el verdadero
propsito de la escritura como sistema comunicativo y simblico.
Ms all de la representacin ortogrfica de los sonidos y de la manera
en cmo deben escribirse las palabras, la escritura de las lenguas
indgenas plantea tambin un interesante desafo en la transcripcin de los
discursos orales. El inters por captar la riqueza comunicativa y expresiva
de las conversaciones y discursos de las culturas indgenas se remonta a la
poca de Boas y Malinowski quienes consideraban que mostrar las fuentes
lingsticas de sus investigaciones etnogrficas, es decir, los relatos orales
de los informantes, era la tarea ms importante de los antroplogos.
Actualmente, las nuevas generaciones de antroplogos lingistas han
retornado a la preocupacin tradicional de registrar por escrito textos en
lenguas indgenas y han producido un considerable refinamiento que
incluye transcripciones detalladas y completas de la produccin discursi
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