nada. estación de francia “la sangre, después del viaje largo i cansado, me empezaba a circular...

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NADA

Estación de Francia

“La sangre, después del viaje largo i cansado, me empezaba a circular en las piernas entumecidas y con una sonrisa de asombro miraba la gran Estación de Francia y los grupos que se formaban entre las personas que estaban aguardando el expreso y los que llegábamos con tres horas de retraso.” (Pág. 71 – CAP. I)

El mercado del Borne

La Universidad

“Cuando volví a reanudar las clases en la Universidad me parecía fermentar interiormente de impresiones acumuladas.” (Pág. 110 – CAP. V)

La calle de Aribau: casa de Andrea

“Enfilamos la calle de Aribau, donde vivían mis parientes, con sus plátanos llenos aquel octubre de espeso verdor y su silencio vívido de la respiración de mil almas detrás de los balcones apagados.” (Pág. 72 – CAP. I)

Vía Layetana

“Me detuve en medio de la Vía Layetana y miré hacia el alto edificio en cuyo último piso vivía mi amiga.” (Pág. 153 – CAP. X)

Plaza Urquinaona

“La misma Vía Layetana, con su suave declive desde la plaza de Urquinaona, donde el cielo se deslustraba con el color rojo de la luz artificial, hasta el gran edificio de Correos y el puerto, bañados en sombras, argentados por la luz estelar sobre las llamas blancas de los faroles, aumentaba mi perplejidad.” (Pág. 154 – CAP. X)

La Catedral

“Un atardecer oí en los alrededores de la Catedral el lento caer de unas campanadas que hacían la ciudad mas antigua.” (Pág. 297 – CAP. XXIV)

“Cruzamos las Ramblas, conmovidas de animación y de luces y subimos por la calle de Pelayo hasta la Plaza de la Universidad.” (Pág. 157 – CAP. X)

Montjuich

“Me preguntó que si prefería ir al Puerto o al Parque de Montjuich.” (Pág. 177 – CAP. XII)

Calle Cortes

“Caminamos por la calle de Cortes hacia los jardines de la Exposición. Una vez allí me empecé a distraer porque la tarde estaba azul u resplandecía en las cúpulas del palacio y en las blancas cascadas de las fuentes.” (Pág. 177 – CAP. XII)

La avenida de Miramar

“Fuimos hacia Miramar y nos acodamos en la terraza del Restaurante para ver el Mediterráneo, que en el crepúsculo tenia reflejos de color de vino.” (Pág.- 178 – CAP. XII)

La Catedral Santa Maria del Mar

La Catedral Santa Maria del Mar

“Santa Maria del Mar apareció a mis ojos adornada de un singular encanto, con sus peculiares torres y su pequeña plaza, amazacotada de casas viejas, enfrente.” (Pág. 186 – CAP. XIII)

La calle Montcada

“Luego me guió hasta la calle de Montcada, donde tenia su estudio Guixols.” (Pág. 186 – CAP. XIII)

El Tibidabo

“Desde el Tibidabo, detrás de Barcelona, se veía el mar. Los pinos corrían en una manada espesa y fragante montaña abajo, extendiéndose en grandes bosques hasta que la ciudad empezaba.” (Pág. 194 – CAP. XIV)

El Mercado de San José

“Cruzamos, atravesando en parte, el mercado de San José. Allí nuestros pasos resonaban bajo el alto techo.” (Pág. 203 – CAP. XV)

Calles Tallers y Pelayo y Ronda de

San Antonio

“Juan cruzó la plaza y se quedó parado enfrente de la esquina donde

desemboca la Ronda de San Antonio y donde comienza, oscura, la calle de

Tallers. Un río de luces corría calle Pelayo abajo.” (Pág. 202 – CAP. XV)

Calle Conde Asalto

“Juan entró por la calle del Conde del Asalto, hormigueante de gente y de luz a aquella hora

Barrio Chino

“Me di cuenta de que esto era el principio del Barrio Chino. “El brillo del diablo”, de que me había hablado Angustias aparecía empobrecido y chillón, en una gran abundancia de carteles con retratos de bailarinas y bailadores.” (Pág. 204 – CAP. XV)

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