enseñanzas del papa francisco no 45

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Enseñanzas del Papa Francisco No.45

Enseñanzas del Papa Francisco No.45

El 17 de febrero dijo en su homilía: “Hoy nos sentará bien pensar no si mi alma está limpia o sucia, sino pensar en lo que está en mi

corazón, lo que llevo dentro, lo que yo se que llevo pero ninguno lo sabe”.

“Decirnos la verdad a nosotros mismos, esto no es fácil porque siempre tratamos de cubrirnos cuando vemos algo que no

encaja en nosotros. ¿Qué hay en nuestro corazón? ¿Hay

amor?... ¿Hay odio?... ¿Odio a alguien? …

Yo amo a todos, excepto a éste o a ésta. Y eso es odio ¿no?”.

“¿Qué hay en mi corazón… perdón? ¿Hay una actitud de perdonar a los que me han

ofendido, o hay una actitud de venganza? Tenemos que preguntarnos qué hay dentro, porque lo que está dentro sale y hace el mal,

si es malo, y si es bueno, también sale y hace el bien.

Y es muy hermoso decirnos la verdad a nosotros mismos,

y avergonzarnos cuando estamos en una situación que no es como la que Dios quiere.”.

Jesús decía: ‘Habéis oído que fue

dicho a vuestros padres: ‘No matarás’. Pero yo os digo que

cualquiera que se enoje contra su hermano,

lo mata en su corazón’. ‘Y el que insulta a su

hermano lo mata en su corazón;

el que odia a su hermano lo mata en su

corazón; cualquier persona que

habla mal de su hermano,

lo mata en su corazón.

Quizás no nos damos cuenta, chismorreamos de éste o de aquel. Y esto

es matar al hermano... Por eso, es importante saber lo que hay dentro de

mí, lo que pasa en mi corazón. Si uno entiende a su hermano, a la gente, ama porque perdona: entiende, perdona, es

paciente”.

“Debemos pedir al Señor dos gracias: La primera,

saber lo que hay en mi corazón para no vivir engañados.

La segunda: hacer el bien que está en nuestros corazones,

y no hacer el mal que hay en nuestros corazones.

Y hablando de ‘matar’ , recordad que las palabras matan. Incluso los malos deseos

matan... Parece cómo si el pecado de calumnia, el pecado de difamación hubieran sido

eliminados del Decálogo. Y hablar mal de una persona es pecado”.

"Pidamos siempre al Señor que nos ayude a amar a los demás. Y si no puedo amar a una

persona, ¿por qué no puedo? Recemos por esta persona, para que el Señor me haga quererla. Y seguir

así, recordando que lo que ensucia nuestra vida es lo malo que sale de nuestro corazón”.

En su homilía en la casa de Santa Marta dijo:

el cristiano debe ser paciente como es paciente Dios con cada uno de sus hijos,

porque “la persona que no tiene paciencia es una persona que no crece”

y se queda en los caprichos de niño.

“La paciencia no es resignación, es otra cosa”: Pensando en la carta de Santiago donde está escrito: “alégrense profundamente cuando se vean sometidos a cualquier clase de pruebas”. Dijo: “Parece una invitación a volverse faquir”

pero no es así. La paciencia, soportar las pruebas, ‘las cosas que nosotros no queremos’,

hace madurar nuestra vida”.

“Quien no tiene paciencia quiere todo de inmediato, todo de

prisa. Quien no conoce esta

sabiduría de la paciencia es una

persona caprichosa, como los niños que son caprichosos”

y ninguna cosa les está bien.

“La persona que no tiene paciencia es una persona que no crece, que se queda en los caprichos del niño, que no sabe

tomar la vida como viene:

o esto o nada. Ésta es una de las

tentaciones: volverse

caprichosos”.

“Otra tentación de aquellos que no tienen paciencia es la omnipotencia” de querer de

inmediato una cosa, como sucedió a los fariseos que piden a Jesús un

signo del cielo: “querían un espectáculo, un milagro”.

“Confunden el modo de actuar de Dios con el modo de actuar de un brujo. Y Dios no actúa

como un brujo, Dios tiene su modo de ir adelante.

La paciencia de Dios. También Él tiene

paciencia. Cada vez que nos

dirigimos al sacramento de la reconciliación,

¡cantamos un himno a la paciencia de

Dios! Con cuánta paciencia

el Señor nos lleva sobre su espalda,

¡con cuánta paciencia!"

"La vida cristiana debe desenvolverse sobre esta música de la paciencia, porque es

precisamente la música de nuestros padres, del pueblo de Dios, de aquellos que han

creído en la Palabra de Dios, que han seguido el mandamiento que el Señor había

dado a nuestro padre Abraham: ‘Camina delante de mí y se irreprensible’”.

“Ésta es la paciencia” que “nosotros debemos tener en las pruebas: la paciencia

de una persona adulta, la paciencia de Dios” que nos lleva sobre la

espalda. Y ésta es “la paciencia de nuestro pueblo”.

“¡Cuán paciente es nuestro pueblo! ¡Aún hoy! Cuando vamos a las parroquias y encontramos a

aquellas personas que sufren, que tienen problemas,

que tienen un hijo minusválido o tienen una enfermedad,

pero llevan adelante la vida con paciencia.

No piden signos, como aquellos del Evangelio,

que pretendían una señal. Decían: ‘¡Danos un signo!’.

No, no piden, pero saben leer los signos de los tiempos: saben que cuando el higo

florece, llega la primavera; saben distinguir aquello.

En cambio, estos impacientes del Evangelio, que querían una señal, no sabían leer los

signos de los tiempos, y por eso no reconocieron a Jesús”.

“La gente de nuestro pueblo, gente que sufre,

que sufre tantas cosas, pero que no pierde la sonrisa de la fe, que tiene la alegría de la

fe”. “Y esta gente, nuestro pueblo, en nuestras

parroquias, en nuestras instituciones –tanta gente– es

aquella que lleva adelante a la Iglesia, con su santidad,

de todos los días, de cada día.

‘Hermanos, alégrense profundamente cuando se vean sometidos a cualquier clase

de pruebas, sabiendo que la fe, al ser probada, produce la paciencia.

Y la paciencia debe ir acompañada de obras perfectas,

a fin de que ustedes lleguen a la perfección y a la madurez, sin que les falte nada’”.

Que el Señor, “nos dé a todos nosotros la paciencia,

la paciencia alegre, la paciencia del trabajo, de la paz,

nos de la paciencia de Dios, ésa que Él tiene, y nos de la paciencia de nuestro pueblo fiel,

que es tan ejemplar”.

El 18 de febrero en su homilía dijo: La tentación se manifiesta como una

atracción inocua y termina por transformarse en una jaula, de la que a menudo más que

buscar evitarla se intenta minimizar su esclavitud, sordos a la Palabra de Dios.

La verdad es que jamás es Dios quien tienta al hombre,

sino sus pasiones. La secuencia es aquella producida por las mismas pasiones las cuales,

dice el Apóstol, “conciben y generan el pecado.

Y el pecado, una vez cometido, produce la muerte”.

“la tentación, ¿de dónde viene? ¿Cómo actúa dentro de nosotros? El apóstol nos dice que no

viene de Dios, sino de nuestras pasiones, de nuestras

debilidades interiores, de las heridas que ha dejado en nosotros el pecado original: las

tentaciones vienen de allí, de estas pasiones.

Es curioso, la tentación tiene tres características:

crece, contagia y se justifica. Crece:

comienza como si nada, y crece…

El mismo Jesús decía esto, cuando habló de la

parábola del grano y de la cizaña: el grano crecía, pero también la cizaña

sembrada por el enemigo. Y la tentación crece: crece,

crece… Y si uno no la detiene,

ocupa todo”.

La tentación “busca otro para hacerse compañía, contagia”

y “en este crecer y contagiar, la tentación nos encierra en un ambiente de donde no se

puede salir con facilidad”.

“Cuando estamos tentados, no

escuchamos la Palabra de Dios: no

escuchamos. No entendemos….

la tentación nos encierra,

nos quita toda capacidad de

previsión, nos cierra todo horizonte, y así nos lleva al pecado”.

“Cuando estamos tentados, solo la Palabra de Dios,

la Palabra de Jesús nos salva. Escuchar aquella Palabra que nos abre el horizonte… Él

siempre está dispuesto a enseñarnos cómo salir de la tentación.

Y Jesús es grande porque no solo nos hace salir de la tentación, sino que nos da más

confianza”.

Esta confianza, es “una fuerza grande, cuando somos tentados: el Señor nos

espera”, “se fía de nosotros tentados,

pecadores”, “abre siempre horizontes”.

Por el contario, el diablo con “la tentación, encierra, cierra, cierra”.

“Pidamos al Señor que siempre, como hizo con los discípulos, con su paciencia, cuando

somos tentados nos diga:

‘Detente, estate tranquilo. Acuérdate que hice contigo en aquel

momento, en aquel tiempo: acuérdate. Alza los ojos,

mira el horizonte, no te cierres, va adelante’.

Y esta Palabra nos salvará de caer en el pecado en el momento de la tentación”.

Resistir a la seducción de las tentaciones es

posible solamente “cuando se escucha la Palabra de

Jesús”.

 El 20 de febrero en su homilía dijo:Tantas veces”, “Jesús se dirige a

nosotros y nos pregunta: ‘¿Quién soy yo para

ti?’”

“Esta primera pregunta a Pedro ‘¿Quién es Jesús para ti?’

se entiende solo a lo largo de un camino,

después de un largo camino de gracia y de pecado, un camino de discípulo.

Jesús no dijo a Pedro y a sus Apóstoles '¡Conóceme!' dijo ‘¡Sígueme!’. Y este

seguir a Jesús nos hace conocer a Jesús. Seguir a Jesús con nuestras

virtudes, también con nuestros pecados, seguir siempre a Jesús.

No es un estudio de cosas lo que es necesario,

sino una vida de discípulo”

Es necesario, “un encuentro cotidiano con el Señor, todos los días, con nuestras victorias y

nuestras debilidades”. Pero, es también “un camino que nosotros no

podemos realizar solos”. Es necesaria la intervención del Espíritu

Santo.

“Conocer a Jesús es un don del Padre,

es Él que nos hace conocer a Jesús; es

una obra del Espíritu Santo,

que es un gran trabajador.

No es un sindicalista, es un gran trabajador y trabaja en nosotros,

siempre. Hace este trabajo de

explicar el misterio de Jesús de darnos este sentido de Cristo”.

“Miremos a Jesús, a Pedro, a los apóstoles y sintamos en nuestro corazón esta pregunta:

‘¿Para ti quien soy yo?’. Y como discípulos pidamos al Padre que nos dé el conocimiento de Cristo en el Espíritu Santo,

que nos explique este misterio”.

El 21 de febrero dijo en su homilía en la Casa Santa Marta: El mundo está lleno de

cristianos que recitan mucho las palabras del Credo y las ponen muy poco en práctica.

O de eruditos que encasillan la teología en una serie de posibilidades, sin que tal

sabiduría tenga después reflejos concretos en la vida. La afirmación del apóstol

Santiago es clara "la fe sin el fruto en la vida,

una fe que no da fruto en las obras, no es fe".

"También nosotros nos equivocamos a veces sobre esto: 'Pero yo tengo mucha fe',

escuchamos decir. 'Yo creo todo, todo...' Y quizá esta persona

que dice eso tiene una vida tibia, débil. Su fe es como una teoría,

pero no está viva en su vida”.

“El apóstol Santiago, cuando habla de fe, habla precisamente de la doctrina, de lo que es el contenido de la fe.

Pero ustedes pueden conocer todos los mandamientos, todas las profecías, todas las verdades de fe, pero si esto no se pone

en práctica, no va a las obras, no sirve.

Podemos recitar el Credo teóricamente, también sin fe, y hay

tantas personas que lo hacen así. ¡También los

demonios! Los demonios conocen

bien lo que se dice en el Credo

y saben que es verdad".

La afirmación de Santiago: "¿Tú crees que hay un solo Dios?": “Haces bien; también los

demonios lo creen y tiemblan". La diferencia es que los demonios "no tienen

fe", porque "tener fe no es tener un

conocimiento", sino "recibir el mensaje de Dios" traído por

Cristo.

En el Evangelio se encuentran dos signos reveladores de quien "sabe lo que se debe creer

pero no tiene fe". El primer signo, es la "casuística" representada

por aquellos que preguntaban a Jesús si era lícito pagar las tasas

o cuál de los siete hermanos del marido debía casarse con la mujer que había quedado viuda.

El segundo signo es "la ideología".

"Los cristianos que piensan la fe como un

sistema de ideas, ideológico: también

en el tiempo de Jesús los había.

El apóstol Juan dice de ellos que son el

anticristo, los ideólogos de la fe,

de cualquier signo que sean. ‘En aquel

tiempo había gnósticos,

pero había muchos...

Y así, estos que caen en la casuística o estos que caen en la ideología son

cristianos que conocen la doctrina pero sin fe, como los demonios.

Con la diferencia que ellos tiemblan, estos no: viven tranquilos’”.

“Por otro lado, en el Evangelio hay también ejemplos de personas que no conocen la doctrina pero tienen mucha fe. Como el

episodio de la Cananea, que con su fe llora la sanación de la hija

víctima de una posesión, y la Samaritana que abre su corazón porque

"ha encontrado no verdades abstractas" sino a "Jesucristo".

Así como también el ciego curado por Jesús y que por esto es interrogado por fariseos

y doctores de la ley hasta que se arrodilla con sencillez y adora a quien lo ha sanado. Tres

personas "que demuestran como fe y testimonio son

indisolubles".

"la fe lleva siempre al testimonio. La fe es un encuentro con Jesucristo, con Dios, y de allí

nace y te lleva al testimonio. Y esto que el apóstol quiere decir: una fe sin

obras, una fe que no te implique, que no te lleve al

testimonio, no es fe. Son palabras y nada más que

palabras".

El 23 de febrero dijo: El Espíritu Santo vivifica la Iglesia y el alma,

“con su fuerza creadora y renovadora, el Espíritu sostiene siempre la esperanza del Pueblo de Dios en camino a lo largo de la

historia, y sostiene siempre, como Paráclito, el testimonio de los cristianos”.

En la Primera Lectura de hoy “ha resonado el llamamiento del Señor a su pueblo: ‘Sean

santos, porque yo, su Señor Dios, soy santo’. Y Jesús, en el

Evangelio, replica: ‘Sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto’.

Estas palabras nos interpelan a todos nosotros,

discípulos del Señor…”

“Imitar la santidad y la perfección de Dios

puede parecer una meta inalcanzable. Sin

embargo, la Primera Lectura

y el Evangelio sugieren ejemplos concretos de

cómo el comportamiento de

Dios puede convertirse en la regla de nuestras

acciones. Pero recordemos,

todos nosotros recordemos, que,

sin el Espíritu Santo, nuestro esfuerzo sería

vano”.

La santidad cristiana, “no es en primer término un logro nuestro, sino fruto de la docilidad – querida y cultivada – al Espíritu del Dios, tres veces Santo”.

“El Levítico dice: ‘No odiarás de corazón a tu hermano... No te vengarás, ni guardarás rencor... sino que amarás a tu prójimo…'. Estas actitudes nacen de la santidad de Dios. Nosotros, sin embargo, somos tan

diferentes, tan egoístas y orgullosos...; pero la bondad y la belleza de Dios nos atraen, y el Espíritu Santo nos puede purificar, nos

puede transformar, nos puede modelar día a día”.

“Jesús nos habla en el Evangelio de la santidad,

y nos explica la nueva ley, la suya. Lo hace mediante algunas antítesis entre la justicia imperfecta de los escribas y

los fariseos y la más alta justicia del Reino de

Dios”.

“La primera antítesis se refiere a la venganza. ‘Han oído que se les dijo: ‘Ojo por ojo, diente

por diente’. Pues yo les digo: …si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra’. No sólo no se ha de devolver al otro el mal que nos ha hecho, sino que debemos de esforzarnos por hacer el bien con largueza”.

La segunda antítesis, “refiere a los enemigos:

‘Han oído que se dijo: ‘Amarás a tu prójimo y

aborrecerás a tu enemigo’. Yo, en cambio,

les digo: ‘Amen a sus enemigos y recen por los

que los persiguen’. A quien quiere seguirlo, Jesús le pide amar a los que no lo merecen, sin esperar recompensa, para colmar los vacíos de amor que hay en los

corazones, en las relaciones humanas, en

las familias, en las comunidades, en el

mundo”.

Jesús no ha venido para enseñarnos los buenos modales,

las formas de cortesía. Para esto no era necesario que bajara del cielo y muriera en la

cruz. Cristo vino para salvarnos, para mostrarnos el camino, el único camino para salir de las arenas movedizas del pecado, y

este camino es la misericordia”.

“Este camino que Él ha hecho y que cada día hace con nosotros.

Ser santos no es un lujo, es necesario para la salvación del mundo. Es esto lo que el Señor

nos pide a nosotros”.

“amemos a quienes nos contrarían; bendigamos a quien habla mal de nosotros; saludemos con una sonrisa al que tal vez no lo merece; no pretendamos hacernos valer,

contrapongamos más bien la mansedumbre a la prepotencia; olvidemos las humillaciones

recibidas”.

“Dejémonos guiar siempre por el Espíritu de Cristo,

que se sacrificó a sí mismo en la cruz, para que podamos ser ‘cauces’ por los que

fluye su caridad…”.

“El Espíritu Santo nos habla hoy por las palabras de san Pablo: ‘Son templo de Dios...;

En este templo, que somos nosotros, se celebra una liturgia existencial: la de la

bondad, del perdón, del servicio; en una palabra, la liturgia del amor”.

“este templo nuestro resulta como profanado si descuidamos los deberes para con el

prójimo. Cuando en nuestro corazón hay cabida para el

más pequeño de nuestros hermanos, es el mismo Dios quien encuentra puesto”.

“Cuando a ese hermano se le deja fuera, el que no es bien recibido es Dios mismo. Un corazón vacío de amor es como una iglesia

desconsagrada, sustraída al servicio divino y destinada a otra cosa”.

El 20 de febrero dijo: “existe la tiranía de una lógica económica que

excluye y a veces mata, y de la que muchas personas hoy en día son víctimas, comenzando

por las personas mayores”. Esta cultura del “residuo”, hace que a los

excluidos ya no se les explote, sino que pasen a ser desechos, “sobras”.

“La salud no determina el valor de la persona. La salud no es una garantía de felicidad: ésta, de hecho, puede abundar incluso en presencia de problemas de salud... Por lo tanto, la falta de salud y la discapacidad no son una buena razón para excluir, o peor aún, para quitar de

en medio a una persona”

La privación más grave que las personas mayores sufren no es el debilitamiento del cuerpo y la discapacidad que puedan tener, sino el abandono, la exclusión y la privación

de amor”.

“La familia enseña a no caer en el individualismo

y a equilibrar el yo con el nosotros. Ahí es donde el ‘cuidar’ se convierte en la base de la existencia humana y en una actitud moral

que promover, a través de los valores de compromiso y solidaridad”.

Una sociedad es realmente acogedora frente a la vida cuando reconoce que ésta es valiosa,

incluso en la vejez, en la discapacidad, en la enfermedad grave e

incluso cuando se está apagando;

Cuando enseña que la llamada a la realización humana no excluye el sufrimiento, sino que,

enseña que la persona que está enferma y que sufre es un regalo para toda la comunidad, una presencia que llama a la solidaridad

y la responsabilidad”, este es el “Evangelio de la Vida”,

trabajo “a menudo cansado porque implica ir a contra corriente pero siempre precioso”

En twitter dijo:Queridos hermanos enfermos,

no pierdan la esperanza, ni siquiera en los momentos de mayor dificultad. Cristo

está a su lado.

Señor Jesús, que seamos capaces de amar como

tú.

¡No perdamos nunca la esperanza! Dios nos ama siempre, incluso con

nuestros errores y nuestros pecados.

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Que Dios te llene de bendiciones. Y que permanezcamos unidos en el

amor a Jesús.

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