el padre federico salvador y su obra en cantoria y tierras del río almanzora
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APOYO A LA CAUSA DE BEATIFICACIÓN DEL PADRE FEDERICO SALVADOR Y RAMÓN
Texto del artículo original de Manuel Jaramillo Cervilla titulado “El P. Federico
Salvador y su obra de la Divina Infantita en Cantoria y las tierras del Río
Almanzora”, Piedra Yllora, Revista Cultural de Cantoria, número 4, Asociación
Cultural Piedra Yllora, 2009, pp. 64-73.
El Padre Federico Salvador y su obra de la
Divina Infantita en Cantoria y las tierras del
Río Almanzora
D. Manuel Jaramillo Cervilla
Doctor en Historia Contemporánea por la Universidad de Granada, catedrático numerario de Bachillerato
y miembro fundador del Centro de Estudios “Pedro Suárez” (Guadix) del que fue vicepresidente.
Dedicado a la docencia e investigación histórica, ha sido director de los Institutos de Bachillerato “Padre
Poveda” de Guadix y “Pedro Soto de Rojas” de Granada.
Autor de textos para las editoriales Anaya y Algaida, bastantes libros de historia, algunos publicados por
la BAC e innumerables artículos.
Entre sus obras, el estudio realizado sobre el misionero Federico Salvador Ramón, fundador de la
congregación de la Divina Infantita y evangelizador en por tierras de Europa, América y África…
La mayor parte de su labor de investigadora se centra en el obispado de Guadix-Baza, fruto de la cual fue
su tesis doctoral.
Manuel Jaramillo Cervilla, “EL PADRE FEDERICO SALVADOR Y SU OBRA DE LA DIVINA INFANTITA EN CANTORIA Y LAS
TIERRAS DEL RÍO ALMANZORA”, Piedra Yllora, Revista Cultural de Cantoria, número 4, Asociación Cultural Piedra
Yllora, 2009, pp. 64-73
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EL Padre FEDERICO SALVADOR Y SU OBRA DE
LA DIVINA INFANTITA EN CANTORIA Y LAS
TIERRAS DEL RÍO ALMANZORA. Esclava Y
REINA
Manuel Jaramillo Cervilla
El Padre Federico Salvador Ramón hizo de Cantoria el núcleo de las actividades
apostólicas que llevó a cabo en las tierras del valle del río Almanzora. Allí predicó
misiones y dio a conocer la devoción de la Divina Infantita, advocación nacida en México,
que él había traído a España. Y ello, por tres razones: primeramente, porque en Cantoria
residía su padre don Federico Salvador Alex con su segunda esposa doña Dolores López
Jiménez; después, porque desde esta localidad, por su situación central en el valle del
Almanzora, podía extender con facilidad su actividad misional a otros pueblos de la
comarca y, finalmente, porque en Cantoria se le quería y había ganado un gran prestigio.
Pensó, pues, fundar aquí un colegio y una escuela nocturna para obreras, de modo
que, en 1923, adquirió una casa, que sería la sede del convento-colegio de las Esclavas
de la Divina Infantita, congregación por él fundada. En este colegio se formaron varias
generaciones de niñas y es posible que algunas de ellas, hoy mujeres de avanzada edad,
conserven vivo su recuerdo.
En definitiva, en el presente artículo hablaremos del Padre Federico, de su obra
de la Divina Infantita y de sus actividades misionales en Cantoria y otros pueblos vecinos,
y también, si es posible, de los testimonios que sobre todo esto aporten algunas mujeres
y hombres de la tierra.
1. ¿QUIÉN ERA EL P. FEDERICO?
Manuel Jaramillo Cervilla, “EL PADRE FEDERICO SALVADOR Y SU OBRA DE LA DIVINA INFANTITA EN CANTORIA Y LAS
TIERRAS DEL RÍO ALMANZORA”, Piedra Yllora, Revista Cultural de Cantoria, número 4, Asociación Cultural Piedra
Yllora, 2009, pp. 64-73
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Había nacido Don Federico en Almería el día 9 de marzo de 1867, en una modesta
casa de la calle Regocijos del entonces nuevo barrio de San Sebastián, en cuya iglesia
parroquial fue bautizado. Su padre era impresor del periódico almeriense Crónica
Meridional y trabajaba como camarero en el Liceo de la ciudad; mientras que su madre,
Doña Francisca Ramón Visiedo, como era habitual en aquellos tiempos, estaba entregada
a los trabajos domésticos y a la educación de sus hijos, al propio Federico y su hermano
Francisco, que había nacido en 1872.
Pertenecía, pues, a una modesta familia trabajadora, muy piadosa y de arraigadas
costumbres cristianas. Fue su madre quien le enseñó las primeras oraciones y con ella se
habituó a rezar a los pies del altar mayor de la Virgen Nuestra Señora del Mar en la
cercana iglesia de Santo Domingo.
Si ella fue la fautora de su formación espiritual, su padre hombre abnegado y
trabajador, sería quien le inculcó su amor por el trabajo bien hecho y el ingenio para
conseguir los objetivos que se proponía.
Con semejantes padres, su infancia transcurrió feliz y niño inteligente y despierto,
realizó con gran provecho sus estudios primarios, pero terminados éstos, dadas las
limitaciones económicas familiares, además de ayudar a su padre en el Liceo, entró como
aprendiz en una tienda de quincallas, en la que recibió un maltrato, violento muchas veces,
por lo que su padre decidió sacarle de allí y que se preparara para ingresar en el cuerpo
de telégrafos. Fue cuando el profesor del que recibía clases advirtió su talento y convenció
a su padre para que ingresara en el instituto para realizar el bachillerato.
Desde el principio fueron sus estudios brillantísimos hasta el punto de conseguir
culminarlos con la nota final de sobresaliente en 1885. También ganó becas para hacer
menos gravoso el esfuerzo económico familiar. Por esta fecha era un joven de 18 años,
inteligente y de buena presencia capaz de realizar cualquier carrera universitaria.
Pero, colocado en este punto, nuevamente surgieron las limitaciones económicas
familiares, por lo que buscó ayudas económicas que le llevaron a entrevistarse con el
obispo José Orberá, a resultas de la cual, sorpresivamente, despertó su vocación
sacerdotal, dejó a su novia, e ingresó en el seminario conciliar de San Indalecio.
Pero no todo fueron alegrías, el 26 de enero de 1886 moría su madre, víctima del
cólera que había contraído, como él mismo, en el verano anterior. A pesar de este duro
golpe, en el seminario, nuevamente, se suceden los sobresalientes –meritissimus– en todas
las asignaturas de los distintos cursos de la carrera eclesiástica –Plan Brunelli–, que tuvo
que cursar. Asimismo recibió menciones especiales y ganó becas que ayudaron a soportar
los gastos familiares que su estancia y la de su hermano, también seminarista ocasionaban;
y como el seminario almeriense atravesaba un momento de esplendor, adquirió una gran
formación, tanto eclesiástica como cultural y espiritual.
Es así que participaba en todos los certámenes literarios y representaciones
teatrales convocados en las principales fiestas –Santo Tomás e Inmaculada– y comenzó
a escribir sus primeras obras literarias, de modo que, en este ambiente de estudio, cultural
y espiritual, acabará forjándose un gran sacerdote.
Manuel Jaramillo Cervilla, “EL PADRE FEDERICO SALVADOR Y SU OBRA DE LA DIVINA INFANTITA EN CANTORIA Y LAS
TIERRAS DEL RÍO ALMANZORA”, Piedra Yllora, Revista Cultural de Cantoria, número 4, Asociación Cultural Piedra
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El día 20 de noviembre, cuando contaba 23 años de edad, el joven Federico fue
ordenado presbítero por el obispo Santos Zárate en la iglesia de la Virgen del Mar, la
Patrona del Almería, allí donde, de niño, había aprendido a rezar de labios de su madre.
Ya sacerdote, después de realizar efímeras suplencias en las parroquias de la Rioja,
Viator y Sagrario de Almería, fue nombrado capellán del convento de la Purísima
Concepción –vulgo Las Puras– y profesor de Matemáticas del seminario, oficio que venía
profesando desde que era seminarista, por su buena formación en esta materia. En la
quietud y ambiente de oración de este monasterio, fue donde descubrió la vocación que
iba a llenar toda su vida religiosa: la Esclavitud de la Inmaculada Concepción.
La novedad de su carisma consistía en la renuncia a su propia voluntad –
anonadamiento– a favor de los obispos y de los párrocos a cuyos servicios se sometía a
cambio de nada.
Impelido por este afán, ingresa (1895), en la asociación de los Operarios
Diocesanos fundada por el hoy beato mosén Manuel Domingo y Sol, cuya confianza gana,
hasta el punto qué le envía a Roma como vicerrector del recientemente fundado Colegio
Español de San José llamado a formar a la élite del clero español, donde permanecería
dos cursos (1896-1898).
En este privilegiado lugar complementaría su formación como sacerdote y
reafirmaría su vocación de Esclavo de la Inmaculada con la lectura de las obras del beato
Grignion de Montfort. Al mismo tiempo que realizaba sus tareas como vicerrector y
director espiritual de hecho en el colegio josefino, daba clases semanales en el Colegio
Pío Latinoamericano, lo que le permitió conocer al obispo de Chilapas que se lo lleva a
México en la Navidad de 1898con otros dos operarios diocesanos.
Ya en México, en plena dictadura de Porfirio Díaz, realizaría una triple tarea:
explicó en el colegio-seminario de San Joaquín, regentó la iglesia de San Felipe de Jesús
en la propia capital y misionó por las tierras de Chilapas (Guerrero), Ocinalá y Puebla.
Pero lo más decisivo ocurrió en 1900: por este año entra en contacto con la
devoción de la Divina Infantita a través de la señorita Rosario Arrevillaga y hasta el punto
le seduce que amolda su carisma de la Esclavitud a esta devoción y funda, con Rosario
convertida en superiora, la Congregación de Esclavas de la Divina Infantita (1901), en
sus dos ramas, masculina y femenina. Pero determinadas insidias su salida de los
Operarios Diocesanos, le obligan a regresar a España.
Inicia entonces, prevalido de una autorización del arzobispo de México, una serie
de fundaciones en Granada y en el Cabezo de 1os Gázquez de Vélez Rubio, a la vez que
redacta la Regla o Constituciones de su Congregación en Cantoria (1904).
Pero las insidias referidas dieron su fruto: el 21 de marzo de 1910, fue emitido por
Roma el Decreto de Suspensión de la Congregación, que supuso el desmoronamiento de
toda su obra y el inicio de una dura travesía del desierto hasta conseguir recuperarla. En
este sentido, dio una serie de respuestas de gran calado: se hizo cargo de 1a dirección del
periódico almeriense La Independencia al que remozó e hizo rentable; participó en el
Congreso Mariano de Tréveris (agosto de 1912); creó un colegio residencia de Segunda
Manuel Jaramillo Cervilla, “EL PADRE FEDERICO SALVADOR Y SU OBRA DE LA DIVINA INFANTITA EN CANTORIA Y LAS
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Enseñanza en Instinción pueblo de su padre; fundó la revista mariana Esclava y Reina,
con la pretensión de crear una gran editorial católica (15-VIII-1917), y se hizo cargo del
colegio-residencia Virgen de las Angustias de Guadix, donde además gana una canonjía
de la catedral y establece su residencia en esta ciudad, en cuya diócesis realizará una gran
labor pastoral: impartió clases en el seminario de San Torcuato; predicó sermones; dio
misiones llevó un grupo de religiosas esclavas para hacerse cargo de la residencia, cocina
del seminario y de las escuelas de las cuevas que había fundado el Padre Pedro Poveda.
Y siempre periodista, colaboró en el periódico local Patria Chica y, desaparecido
éste, fundó y dirigió el también periódico de la mitra Guadix y Baza.
Rehabilitada por Benedicto XV su congregación como «pía asociación» en 1921,
y conseguida la paz en Marruecos con el desembarco de Alhucemas, se funda en Melilla,
ayudado por su hermano Francisco, también sacerdote, un colegio-residencia con la
intención de evangelizar el alma magrebí y, desde allí, pasa a Nador (Marruecos).
Con esto, había conseguido ser misionero en tres continentes, Europa, América y
África. Pero, muerto su hermano, marcha a Granada reclamado por el cardenal Vicente
Casanova, su antiguo obispo de Almería, para misionar en la ciudad por tierras de El
Ejido, por lo que decide renunciar a la canonjía accitana el 1 de marzo de1926, para
dedicarse plenamente a su carisma de la Esclavitud.
Otra faceta en la que también distinguió el Padre Federico fue la de escritor.
Actividad que ejerció desde que fuera seminarista hasta el final de su vida. Cultivó
prácticamente todos los géneros literarios, poesía, teatro, novela, obras espirituales y
devocionales, artículos de periódicos y ponencias en congresos. Destacamos, Los
Carvajales, poema épico (1887), escrito cuando era seminarista, y el libro El culto a La
Inmaculada (1907), que constituye el soporte teológico de la devoción a la Divina
Infantita.
La llamada de México y la mejora de las relaciones de la Revolución mexicana
con la Iglesia católica, le permiten volver a América en donde reemprende la actividad
fundacional y misionera, con la mala suerte de enfermar de carbunco, extraña enfermedad
que le ocasionará la muerte en San Diego de California el 31 de marzo de 1931. Sus restos
reposan en la catedral de México y su proceso de beatificación se encuentra muy
avanzado.
2. MISIÓN EN FINES ANTES DE MARCHAR A MÉXICO
A mediados del mes de agosto de 1898, el P. Federico dio por finalizada su
estancia en Roma y regresa a España. Desembarca en Valencia y descansa en Murcia,
para reemprender su viaje camino de Almería. Pero, antes de llegar a esta ciudad, recala
en Fines, pequeño pueblo situado en el valle del río Almanzora, donde era coadjutor su
hermano Francisco. Aprovecha su estancia para predicar una memorable misión, que
Manuel Jaramillo Cervilla, “EL PADRE FEDERICO SALVADOR Y SU OBRA DE LA DIVINA INFANTITA EN CANTORIA Y LAS
TIERRAS DEL RÍO ALMANZORA”, Piedra Yllora, Revista Cultural de Cantoria, número 4, Asociación Cultural Piedra
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empezó el 21 de agosto de 1898, dando comienzo así, sin ser consciente de ello, su
actividad evangélica en las tierras de este valle.
Desde el primer momento, la pequeña y austera iglesia –de una sola nave y airosa
torre–, se llenó de fieles, que, si católicos todos, tenían muy abandonadas las prácticas
religiosas, especialmente la percepción de los sacramentos.
El calor del verano y la gran afluencia de público obligaron al Padre Federico a
realizar los actos de la tarde-noche en la plaza de la iglesia y a predicar desde el balcón
de la casa de Don Rosendo García, rico hacendado que había sido gobernador civil de
Almería.
Tal fue la expectación levantada por la misión que a ella asistieron los párrocos y
sacerdotes de los pueblos vecinos. Uno de ellos, Don Leonardo López Miras, párroco de
Cuevas de Almanzora, entusiasmado, decía que nunca había oído más elocuencia, ni más
devoción y piedad en el decir y que lloraban hasta las piedras. Por su parte, el inefable
Padre José Sirvent nos cuenta que, siendo él párroco de Fines entre 1927 a 1933, todavía
permanecía vivo el recuerdo de esta extraordinaria misión en aquellas sencillas gentes.
Testigos presenciales y oculares fueron el tío Tripiana y la tía María Jesús, viejo
matrimonio que viviría hasta el año 1942, muy amigo de la familia del Padre Federico, y
que fueron los que contaron al Padre Sirvent cómo el Padre Federico repartió lo recaudado
en la misión y dio una comida a las doce personas más pobres de la localidad.
Habló después desde el ya citado balcón-púlpito y fue tal el entusiasmo despertado
que las gentes, agradecidas, aplaudían y daban vivas y hasta «querían comérselo a besos».
El agobio fue tal, que el P. Federico se vio obligado a huir et ascondit se in domum
parentum.
3. CANTORIA, PUEBLO ESCOGIDO
Era Cantoria un pueblo rico, de pequeños y medianos propietarios agrícolas. Sus
casas, pequeñas, tenían una o dos plantas con ventanas y balcones cerrados con sencillas
rejerías. La iglesia parroquial, dedicada a San Ildefonso, fue elevada en el siglo XVIII,
seguramente, sobre otra anterior. En el siglo XIX fue reconstruida, bajo la advocación de
Nuestra Señora del Carmen. Tiene una magnífica portada muy clásica, de influencias
herrerianas, jalonada por dos altísimas y gruesas torres. Se accede a ella desde la pequeña
plaza del Ayuntamiento. Muy cerca de allí se encontraba la casa del padre de D. Federico,
que se había ido a vivir, como sabemos, a esta localidad con su segunda mujer doña
Dolores López Jiménez.
Llegó el P. Federico por primera vez a Cantoria el 18 de septiembre de 1902,
procedente de Tortosa, después de haber presentado su renuncia como sacerdote Operario
Diocesano a Don Manuel Domingo y Sol. Dada su situación central en el Valle del río
Almanzora, el Padre Federico hizo de esta localidad el núcleo de su actividad misional y
pastoral por los pueblos de la comarca. Desde allí visitaba el santuario de Nuestra Señora
Manuel Jaramillo Cervilla, “EL PADRE FEDERICO SALVADOR Y SU OBRA DE LA DIVINA INFANTITA EN CANTORIA Y LAS
TIERRAS DEL RÍO ALMANZORA”, Piedra Yllora, Revista Cultural de Cantoria, número 4, Asociación Cultural Piedra
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la Virgen del Saliente, iba al Cabezo de los Gázquez de Vélez Rubio, y predicaba
misiones, novenas, triduos y otros actos religiosos en los pueblos colindantes.
En Cantoria, el día 7 de octubre de aquel mismo año de 1902 antes de viajar a
México por segunda vez predicó una misión en la que puso tanta pasión que, en su
transcurso, no salió de la iglesia y dormía en la sacristía.
Los frutos fueron esplendidos: se confesó todo el pueblo menos un señor muy
acaudalado, que se había excusado porque debía ir a Granada. Murió de camino en el tren,
según leyenda popular.
Dos años más tarde, en la Navidad de 1904, en la tranquilidad del hogar paterno,
comenzó a redactar las primeras Constituciones de fas Esclavas, apremiado por la
necesidad que tenía de las mismas y por sugerencia del arzobispo de Sevilla Marcero
Spínola, si es que quería fundar en su diócesis, concretamente en Utrera. El gran
entusiasmo que puso en la tarea propició que, a pesar de su dificultad, avanzara
rápidamente, de modo que el 20 de diciembre pudo escribir a la Madre Rosario
Arrevillaga, su cofundadora en México «todo va saliendo más suave para las Esclavas
que para los Esclavos», en clara referencia a las Constituciones escritas para la rama
masculina de la Esclavitud en el santuario de la Virgen del Saliente en 1902, como
veremos más adelante.
Pero, al mismo tiempo que se afanaba en la redacción del articulado de los
estatutos femeninos, su incansable capacidad de trabajo le permitió diseñar un nuevo sello
en el que cambió la inscripción anterior «Esclavitud de la Divina e Inmaculada Niña» por
la de «Esclavitud de la Divina Infantita», más conforme con el mestizaje y carisma de su
Congregación. También adoptó por primera vez el sobrenombre en religión de José de la
Divina Infantita.
Aquellas Navidades de 1904, vividas familiarmente en Cantoria habían dado los
mejores frutos, de modo que satisfecho escribía el día 25 de diciembre, «la Divina
Infantita ha triunfado», y, al día siguiente, a las siete de la noche daba por terminada la
redacción de las primeras Constituciones.
También fue en Cantoria donde, el 31 de agosto de 1906, predicó la primera
novena de la Divina Infantita en España y empezó a divulgar su devoción por las tierras
colindantes.
Se encontraba tan a gusto y tenía tal fe en las gentes que, en 1923, superadas las
dificultades de su congregación, con la ayuda del alcalde Don Pedro Antonio Gea Rubí,
fundó un Colegio y una Escuela Nocturna para obreros, al mismo tiempo que pensaba
construir el gran templo, que, desde hacía mucho tiempo, deseaba levantar en España a
la Divina Infantita: «Te ruego –escribía a la M. Rosario Arrevillaga–, por cuanto en esta
fundación de Cantoria pueda ser que José de la Divina Infantita, –o sea, él mismo–,
encuentre el lugar para la Basílica de la Divina Infantita en España.
En este Colegio de Cantoria, creado con tanto amor, se aplicó la didáctica
empleada en sus homólogos mexicanos, accitanos, granadinos y almerienses de Instinción
y de El Ejido, mezcla de los métodos mexicanos y manjonianos, tan del gusto del Padre
Manuel Jaramillo Cervilla, “EL PADRE FEDERICO SALVADOR Y SU OBRA DE LA DIVINA INFANTITA EN CANTORIA Y LAS
TIERRAS DEL RÍO ALMANZORA”, Piedra Yllora, Revista Cultural de Cantoria, número 4, Asociación Cultural Piedra
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Federico, en los que se perseguía una enseñanza activa e intuitiva, integral y humanista,
que hiciera suyo el principio de enseñar deleitando y tuviera cabida el teatro.
Así, sabemos que, en el mismo, se representó por vez primera el acto primero del
drama El Mundo y la Honra (1930), del que era autor el Padre Federico, que había sido
copiado en Cantoria por la Madre María de la Niña. Fue representado por jóvenes del
pueblo, posiblemente en los primeros meses de 1936. En el mismo, de acuerdo con la
función educativa del teatro y en línea con las ideas regeneracionistas de la sociedad
según los principios cristianos y la doctrina de la Iglesia, el Padre Federico plantea como
tema central la honra de la mujer casada y la limpieza del amor juvenil, que triunfan,
armados por la fe y la moral cristiana, sobre las bajas pasiones humanas y los intereses
materiales, establecidos en la sociedad moderna.
En ese mismo año de 1936, el colegio-asilo de Cantoria fue incautado por las
autoridades republicanas y después de la Guerra Civil no pudo ser abierto y acabó siendo
vendido para atender a otras necesidades de la Congregación.
Desgraciadamente, pues, la casa-colegio de Cantoria de la Divina Infantita no ha
tenido continuidad, pero, a pesar de todo, no se puede poner en duda que Cantoria fue una
localidad muy querida por el Padre Federico e íntimamente ligada a su vida y, por ende,
a la de la Congregación de las Esclavas de la Divina Infantita por él fundada.
4. EL SATUARIO DE LA VIRGEN DEL SALIENTE DE ALBOX
El Padre Federico se dirigió por primera vez a este lugar el 22 de septiembre de
1902, acompañado de su padre, desde la cercana Cantoria, donde residía.
Situado en el altísimo y áspero monte de El Roel, domina un paisaje
verdaderamente grandioso e inconmensurable, integrado por el estrecho valle de la
Rambla de El Saliente y las sierras colindantes, tras las cuales se adivina el mar. Serrano
y agreste, aislado, llama a la oración y al recogimiento, por eso fue en su origen un centro
de vida cenobítica, donde un grupo de eremitas hacía una vida religiosa sencilla y
rudimentaria.
A principios del siglo XVIII existía allí una comunidad de diez ermitaños y, entre
1712 y 1717, se construyó una ermita, precedente del templo actual, que data de 1762 y
es producto del fervor religioso y la corriente de peregrinación que a él afluyó.
Una bellísima leyenda popular explica el fenómeno: Lázaro Martas, sacerdote, a
quien siendo pastorcillo de niño se le apareció la Virgen en la falda del monte Roel, cuenta
su visión y es creído por el pueblo de Albox y especialmente por Juan de Alcaina, que
funda la capellanía de El Saliente, y por Diego Tendero, también sacerdote y párroco de
la población.
El Ayuntamiento de esta villa, entusiasmado por el milagro, comisionó a los dos
sacerdotes para que se trasladaran a Granada y encargaran allí una imagen de la Virgen,
igual a la que viera Lázaro Martos, para entronizarla en la ermita. Llegaron los viajeros
Manuel Jaramillo Cervilla, “EL PADRE FEDERICO SALVADOR Y SU OBRA DE LA DIVINA INFANTITA EN CANTORIA Y LAS
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Guadix, en donde hicieron parada y fonda, y, en esa noche, en la posada donde se
hospedan, entablan conversación con un misterioso sacerdote al que cuentan la visión de
Lázaro y el propósito del viaje. El sacerdote les dice que tiene en su casa una imagen de
la Virgen que puede corresponder a la que ellos andan buscando y deciden ir a verla. Su
sorpresa fue mayúscula cuando comprobaron que, efectivamente, la imagen que se les
mostraba era idéntica a la que se apareció a Lázaro en la falda de El Roel. Deciden
comprarla, se ponen de acuerdo en el precio y se la llevan a la posada. Cuando van a
pagar, el sacerdote dice que no es conveniente ir de noche con dinero por la calle, por lo
que acuerda volver por la mañana, pero no lo hizo. Al preguntar por él, nadie le conoce,
ni tampoco dan con la casa donde habían estado la noche anterior.
Basándose en este relato, hay quien opina que la imagen puede ser de Torcuato
Ruiz del Peral, famoso imaginero accitano del siglo XVIII. Tallada en madera de sabina,
de 58 cm de altura, está vestida de azul y sostenida por dos ángeles que la levantan sobre
un dragón vencido, con alas de murciélago y siete cabezas horripilantes.
La Virgen, cuya verdadera advocación es la de Nuestra Señora del Buen Retiro de
los Desamparados, vencedora del Demonio y del pecado, corredentora del género
humano, asciende al Cielo grávidamente. Se trata de toda una bellísima lección de
Teología mariana.
A esta leyenda se le superpone otra posterior que hace alusión a la visión que un
marinero tuvo de la Virgen cuando la impetró en medio de una gran tormenta en el mar,
que le amenazaba con perecer ahogado.
La Virgen se le apareció y salvó. Agradecido, quería levantar un templo a la
Señora y anduvo buscando su imagen por todos los monasterios del terruño hasta que la
encontró en El Saliente. Allí levantó el templo prometido, con tantas ventanas y puertas
como días tiene el año.
Aunque este último extremo no se haya cumplido, el pueblo lo relaciona con el
monasterio actual, cuya traza de cruz latina tiene una hermosa cúpula sobre pechinas en
el crucero y consta de una cabecera trebolada con tres capillas, la mayor de las cuales
alberga el Camarín de la Virgen de El Saliente, que preside el templo.
Este lugar, por su excepcional situación geográfica y sus connotaciones marianas,
no es de extrañar que fuera tan del gusto del Padre Federico.
Allí, en su austera hospedería, en el silencio del ambiente, rezando a los pies del
camarín que guardaba a la Señora, meditando en las crujías de su bello claustro y
paseando por los alrededores con la mirada puesta en el grandioso paisaje, encontró el
recogimiento preciso para realizar un fervoroso retiro espiritual, concentrarse y redactar
la Regla o Constituciones de los Esclavos de la Divina Infantita.
Fueron cuatro días completos los que pasó en aquel «bendito desierto», los
habidos entre el 23 y el 26 de septiembre.
No serían los últimos. El 27 de septiembre, tras decir misa de la Inmaculada,
regresaría a Cantoria. Había querido requebrar a la Virgen, y con su ayuda, pudo redactar
Manuel Jaramillo Cervilla, “EL PADRE FEDERICO SALVADOR Y SU OBRA DE LA DIVINA INFANTITA EN CANTORIA Y LAS
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las Constituciones a satisfacción: «Estos cuatro días no han sido perdidos, ya te llevaré el
fruto que recogí a los pies de nuestra reina».
Por sus connotaciones marianas y características tan especiales, el Padre Federico
visitó con frecuencia este lugar y pensó durante algún tiempo construir aquí el gran
templo que para la Divina Infantita deseaba levantar en España. Las dificultades legales
y lo arraigado de la devoción a la Virgen de El Saliente en las gentes de la comarca, le
hicieron desistir del empeño.
5. SACERDOTES DE LA TIERRA SEGUIDORES DE LA ESCLAVITUD
La labor evangelizadora desplegada en los pueblos del valle del río Almanzora y
la comarca vecina de los Vélez, a través de misiones, novenas, triduos y otros actos
religiosos, dio como esplendoroso fruto que fueran estas tierras las que proporcionaran
los primeros sacerdotes y niños para la causa de la Esclavitud de la Divina Infantita.
Uno de los primeros fue el párroco de Cantoria Francisco Soler Clemente, amigo
del Padre Federico, que además de facilitarle la labor evangélica y misional desplegada
en su parroquia, que ya hemos comentado, ofició la misa de la celebración de la fiesta de
la Divina Infantita, el 7 de septiembre de 1905, en la iglesia del convento de San Bernardo
de Granada, cuyas religiosas habían accedido a su celebración.
Era la primera vez que se celebraba en España y, a pesar de encontrarse en la
Carrera del Darro, un poco alejado del centro de la ciudad, y ser una devoción
desconocida, la asistencia de sacerdotes y fieles fue abundante y la ceremonia, que
presidía un cuadro de la Divina Infantita, resultó muy solemne. Asimismo, fue también
muy decisiva la ayuda prestada al Padre Federico por este sacerdote para que el secretario
del arzobispado Ramón Moreno, amigo de ambos, facilitara los trámites para la creación
en Granada de un seminario de esclavos de la Divina Infantita y una casa de novicias.
Otro sacerdote que ayudó grandemente al Padre Federico en sus trabajos fue Pío
Navarro, el párroco de Vélez Rubio. Auspiciado por el mismo, creó en marzo de 1906, la
Asociación de Esclavas Seglares y una escuela dominical para criadas, a lo que se añadiría
un ropero.
También se crearía una Asociación para hombres seglares que fundaría un
Montepío, para lo que disponía de la apreciable cifra de 10.000 pesetas.
Tan animado estaba el Padre Federico que comenzó a redactar un reglamento de
esclavos seglares.
Don Pío escribió también una carta de recomendación para el comisario general
de los franciscanos de España, para que abogara en Roma a favor de la aprobación de las
Constituciones de los Esclavos. Por esta razón pudo albergarse en la casa de esta orden
situada muy cerca de la iglesia de los Santos Cuarenta, donde pudo hacer amistad con el
Padre Panadero y el Padre Marcelo Martín Plaza, que tanto le ayudaron en sus gestiones
cerca de la Curia romana.
Manuel Jaramillo Cervilla, “EL PADRE FEDERICO SALVADOR Y SU OBRA DE LA DIVINA INFANTITA EN CANTORIA Y LAS
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Pero, con todo, el primer fruto de la labor del Padre Federico no llegó hasta el día
23 de mayo de 1906, cuando el Padre Patrocinio Motos viajó a Granada para ponerse
enteramente a su disposición como esclavo. Era compañero suyo del seminario y
coadjutor de la parroquia de Vélez Blanco y había decidido seguirle después de oírle
predicar en el cercano pueblo de Vélez Rubio, donde estaba dando unos ejercicios
espirituales desde el 12 al 21 de febrero de 1906.
Al Padre Patrocinio se le sumaron rápidamente otros dos sacerdotes, el Padre
Nadal Albarrán y el Padre Miguel Fernández Martínez. Después de un tiempo de vida en
común en Granada, el Padre Federico decidió mandar a dos de ellos con unos niños
aspirantes a esclavos, a México para que continuaran formándose con la Madre Rosario
Arrevillaga en el espíritu de la Esclavitud de la Divina Infantita.
Había pensado en los padres Patrocinio y Miguel, pero la tardanza en conseguir
el permiso del prelado de este último, hizo que al final se decidiera por enviar al Padre
Nadal con el Padre Patrocino, que embarcaron para México el 15 de agosto de 1906 con
cuatro niños.
Con el Padre Patrocinio, el otro sacerdote de importancia que siguió al Padre
Federico como esclavo, fue el Padre Manuel Campillo Giménez.
Coadjutor de los Gázquez, aldea de Vélez Rubio, cedió a la Esclavitud el cortijo
de su propiedad situado en el lugar llamado El Cabezo de los Gázquez, para que en él se
edificara un gran seminario de novicios, futuros sacerdotes esclavos de la Divina Infantita.
De la importancia de esta obra y de su devenir escribí un artículo en la Revista Velezana
del año 2008.
El Padre Manuel Campillo viajó también a México y siempre fue un gran
colaborador del Padre Federico. Contó, además, con su confianza, por lo que dirigió
espiritualmente a la comunidad de esclavas y dio ejercicios, retiros y otras actividades.
Hizo frente a los enemigos de la comunidad y a algunas dificultades, como las derivadas
por la obstinación del arzobispo de México Próspero María de Alarcón por no dejarle
como capellán –con el Padre Patrocinio–, del templo de la Divina Infantita de México
Distrito Federal y hacerle abandonar el país.
Sin embargo, tras el decreto de 1910 en que se reprobaba a la congregación,
regresó a España para incardinarse de nuevo en su diócesis almeriense.
No obstante, el obispo Vicente Casanova, que había encomendado al Padre
Federico la dirección del periódico almeriense La Independencia, consintió que
continuara adjunto a la redacción del mismo y sólo la marcha de aquél de Almería, en
1917, como canónigo de la catedral de Guadix, hizo que tomara un rumbo propio.
Pero aun así, siempre fue esclavo de corazón, como demuestra que presentara en
1918 una comunicación en el Primer Congreso Mariano Montfortiano de Barcelona, bajo
el título de La Santa Esclavitud en el Nuevo Testamento, especialmente en las palabras
de Nuestra Señora, que en realidad había sido escrita por el propio Padre Federico.
Manuel Jaramillo Cervilla, “EL PADRE FEDERICO SALVADOR Y SU OBRA DE LA DIVINA INFANTITA EN CANTORIA Y LAS
TIERRAS DEL RÍO ALMANZORA”, Piedra Yllora, Revista Cultural de Cantoria, número 4, Asociación Cultural Piedra
Yllora, 2009, pp. 64-73
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6. TESTIMONIOS
Para completar mi artículo he creído conveniente, a modo de apéndice, incluir
algunos testimonios acerca del Padre Federico y del Colegio de la Divina Infantita por él
fundado en Cantoria.
El hecho de tratarse de relatos escritos por personas que no fueron testigos
oculares de los hechos, no les resta valor histórico alguno, por ser recogidos a través de
los testimonios dados por gentes que tuvieron conocimiento directo del Padre Federico y
de su obra.
Sin tales testimonios, los detalles relatados referidos a la vida doméstica e íntima
del Padre Federico y al colegio de la Divina Infantita, hubieran quedado inéditos,
escondidos, y su conocimiento no hubiera llegado a nosotros. De ahí el interesante valor
histórico que encierran, tanto para el historiador como para todo amante del conocimiento
de la vida cultural, religiosa, política y social de Cantoria y pueblos de estas comarcas.
A. Testimonio de la Madre Felicidad
Soy la Madre Felicidad M. P. y tengo 78 años de edad. Soy una hermana de la Congregación
de Esclavas de la Inmaculada Niña.
Me gustaría poder contar alguna experiencia de Cantoria, pero lo poco que conozco fue
por ir a pedir en los años 1960-1970 para un internado que teníamos en un cortijo grande
de Almería con niñas muy pobres, que nadie pagaba nada por ellas y se sostenían con la
caridad de las buenas personas de Cantoria y de otros pueblos de la Provincia, pedíamos
de puerta en puerta. Este fue el motivo por qué conocí Cantoria.
Yo sabía que en este pueblo había estado N. P. F. [Nuestro Padre Fundador] y que había
tenido un colegio. Nos hospedábamos en casa de la familia Gea, que en su tiempo estuvo
hospedado también N. P. F.
Esta familia lo admiraba y lo querían mucho.
En esa época quedaba de esta familia sólo tres hijos, Lola, Encarna y un hijo sacerdote,
esclavo de la Divina Infantita, que murió en Melilla.
Ellos nos contaban maravillas del Padre Federico Salvador, ponderaban su forma de
trabajar en el colegio de Cantaría con la juventud, se daba a todos, especialmente a los más
necesitados. Nos mostraron una mesa donde el Padre Federico compartía su comida desde
su mismo plato y cuchara con un pobre inválido que recogía de la calle.
¡Qué caridad tan extraordinaria tenía para todos!
Todas las personas que lo conocían hablaban muy bien de él y lo quería todo el pueblo.
Como ve, yo no conocí a nadie de la comunidad, se veía el colegio en ruinas y se percibía
la buena imagen que dejaron, en este pueblo, tanto el Padre Federico como la comunidad
que permaneció allí.
Manuel Jaramillo Cervilla, “EL PADRE FEDERICO SALVADOR Y SU OBRA DE LA DIVINA INFANTITA EN CANTORIA Y LAS
TIERRAS DEL RÍO ALMANZORA”, Piedra Yllora, Revista Cultural de Cantoria, número 4, Asociación Cultural Piedra
Yllora, 2009, pp. 64-73
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B. Testimonios de Pedro José Carballés Gea.
Primero
Según noticias que tengo de mis familiares, le cuento un poco de lo que sé.
El Padre Federico era una persona con una preocupación muy grande, que era las niñas
huérfanas y su cultura, por lo que se dedicó principalmente a acoger este tipo de niñas y
darle una educación.
Tenemos el ejemplo en una niña que se trajo de Marruecos a Cantoria llamada
familiarmente María La Mora y que llevada sus apellidos, Salvador.
También se preocupaba por la enseñanza de las niñas que había en el pueblo, dando en el
convento él y sus monjitas clases tanto de cultura como de bordado, cocina, etc.
Con mi abuelo Pedro Antonio Gea Rubí, mantenía una relación muy estrecha, ya que mi
abuelo le donó parte del edificio del convento, y, todos los años le regalaba para el sustento
de las monjitas y niñas huérfanas que en el vivían, dos cerdos, aceite, harina, patatas, etc.
Era tan grande la relación existente entre los dos, que el Padre Federico, cada vez que iba
por el pueblo, se quedaba a comer y dormir en casa de mi abuelo; se consideraban como
familia, hasta tal punto que uno de los once hijos que tuvo mi abuelo, llevaba el nombre
de Federico en su honor.
Era tal la sencillez y humildad de este hombre, que no podía ver un pobre sin ropa y como
llevaba sotana, se quitaba sus pantalones, sus camisas y se las daba a quien las necesitaba.
Como consecuencia de esa humildad y de la fe que derrochaba, dos hijos (Joaquín y
Eduardo), se hicieron sacerdotes, y una hija (Paquita) se hizo monja.
Al cerrarse el convento, las monjitas, en agradecimiento a todo lo que había hecho mi
familia por ellas, le regalaron la imagen de la Virgen Niña, y hoy la conservamos sus
herederos.
Segundo
Como me han pedido que les cuente un poco de la vida de mi abuelo, les resumo un poco
su vida.
Pedro Antonio Gea Rubí, era una persona que nació en Cantoria, el día dos de Octubre
de 1.864, hijo, como la mayoría de su época, de agricultores.
Tuvo una vida dedicada casi por completo a su familia, y ayudar a los demás. Se casó con
Francisca Mesas García y tuvieron once hijos, de los cuales cuatro murieron al nacer o
siendo muy niños.
De los otros siete que le sobrevivieron, una hija, Paquita, se hizo monja de la divina
Infantita, un hijo, Joaquín, se hizo sacerdote, cantando misa en Cantoria el 7 de Junio
de 1.929, y que posteriormente, en el año 39 murió a causa de una infección provocada
Manuel Jaramillo Cervilla, “EL PADRE FEDERICO SALVADOR Y SU OBRA DE LA DIVINA INFANTITA EN CANTORIA Y LAS
TIERRAS DEL RÍO ALMANZORA”, Piedra Yllora, Revista Cultural de Cantoria, número 4, Asociación Cultural Piedra
Yllora, 2009, pp. 64-73
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por un cirujano que en Melilla, donde estaba de sacerdote en el convento de la Divina
Infantita, que lo operó de ulcera de estómago, y, al enterarse que era sacerdote, le dejó
unas tijeras dentro del estómago; otro de los hijos que tuvo, Eduardo, también quería
seguir el camino de sus otros dos hermanos, se hizo seminarista, y murió realizando la
carrera en el seminario de Almería.
Los otros cuatro hijos, Federo, Severo, Dolores y Encarna, cogieron caminos diferentes a
sus hermanos casándose tres de ellos y quedando soltera Encarna.
Durante un tiempo fue alcalde de Cantoria, siendo tal su bondad, que incluso tuvo que
vender un terreno para poder pagar las facturas del ayuntamiento tales como la del reloj
de la iglesia que hoy día escuchamos o la de los obreros que estuvieron haciendo el
lavadero que había en el pueblo hoy día desaparecido y que se encontraba donde hoy está
urgencias.
Como buen cantoriano era amante de las conocidas carretillas de San Antón, y un año, al
pasar la procesión por medio de las hogueras, unos sin nombre, le cortaron la cabeza al
santo, cayendo esta al fuego, y, para que no se quemara, mi abuelo se metió en el fuego, la
cogió y se la llevó para restaurar el santo; él se quemó, pero decía que era más
importante salvar San Antón que las quemaduras producidas.
Como comenté en el escrito del Padre Federico, mi abuelo donó parte del convento que
hubo en Cantoria de la Divina Infantita, y que, según parece se va a utilizar ahora para
hacer una residencia de ancianos, seguro que él estaría orgulloso de que se realizara esa
obra en lo que un día fue suyo.
Murió a los 76 años de edad, después de pasar por el trance de ver morir a su mujer y sus
tres hijos mayores.
¡QUE PENA NO HABERLO CONOCIDO!
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