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Encuentros (polmicos) en el Pacfico
entre viajeros ilustrados y nativos
F E R N A N D O M O N G E
Instituto de Historia. CSIC. Madrid
RESUMEN
Este artculo aborda la peculiar naturaleza de los encuentros entre pueblos nativos
del Pacfico y exploradores ilustrados, as como el modo en que esos exploradores y los
antroplogos contemporneos los han interpretado. No obstante y a pesar de la impor
tancia que esos encuentros han tenido, el objetivo fundamental de este artculo es abor
dar cmo los antroplogos se han encontrado con el tiempo y cmo ste ha hecho
evidente el modo en el que los antroplogos hacemos nuestras interpretaciones. Una
parte importante del artculo se centra en la muerte del Capitn Cook y en la controver
sia que dicho acontecimiento provoc entre Sahlins y Obeyesekere.
Palabras clave: Mtodos antropolgicos. Historia de la antropologa. Exploraciones
ilustradas, Pueblos del Pacfico.
SUMMARY
This paper deals with explorers' encounters with natives in eighteenth century Pacific
and how these encounters where interpreted by the formers and current anthropologists'
as well. Though important as that e ncounters might ha ve bee n, this pa per is primarily
concerned with anthropologist encounters with time and how such encounters have laid
bare some of the way we do our interpretations. A big deal of the paper focuses on the
death of Captain Cook and the Sahlins / Obeyesekere controversy prompted by the
interpretation of this event.
K e y w o r d s : Anthropological Methods, History of Anthropology, Enlightenment
Explorations, Pacific Peoples.
LA
METODOLOGA
NO ES MS QUE LA
HISTORIA
DE UNA
SUPERVIVENCIA
La metodologa ha s ido para la antropologa como ios decorados que
construyen el escenario en el teatro. Se ven, pero no se t ienen en cuenta
RDTP, LVIII, 1 (2003): 263-290
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porque, s implemente, son el contexto en el que las acciones de los acto
res, personas que queremos reales , materializan una serie de comporta
mientos mediante conflictos o tramas, his torias en las que podemos ver
nos reflejados. Esta imagen de la que me valgo, que se puede encontrar
en el origen de ciertas escuelas o tendencias antropolgicas , como es el
caso de la antropologa simblica de Vctor Turner o de la sociologa de
Erving Goffman, est profundamente relacionada con el desarrollo de la
antropologa en general. En la tremenda variedad a travs de la cual he
mos navegado, tras aproximarnos o abordar brevemente dis tintas perspec
tivas metodolgicas que tienden a corresponderse con escuelas y teoras
a menudo tan diversas como sus mtodos, permanecen, en mi opinin,
algunas constantes que no voy a desglosar ahora ya que son visibles a
lo largo de las dis tintas contribuciones que componen este l ibro.
Sin embargo, hay un aspecto que s creo necesario destacar: la uni
dad de la antropologa en su diversidad se manifiesta no slo en la cons
tante tendencia a probiematizar aquello que estudiamos s ino, tambin, por
tratar de ir ms all de lo que otras humanidades y ciencias sociales tien
den a considerar en sus investigaciones. Los antroplogos somos como
esos nios que no slo se conforman con jugar con sus juguetes , s ino
que,
adems, quieren mirar en su interior sin destruirlo.
A diferencia de ciertas vis iones esencialis tas o fundamentalis tas de
nuestra disciplina, aficionadas a dejar fuera de la misma todo lo que no
se encuadra dentro del patrn clsico de la antropologa ( la que imagina
mos con el intrpido antroplogo vestido con su uniforme oficial, haciendo
trabajo de campo en exticos y lejanos terr i torios descolgados del mundo
moderno o de la his toria y, una vez retornado a nuestro mundo, redac
tando una brillante monografa que nos convierte en la voz de los nati
vos X), presentamos en estos textos un panorama complejo, controverti
do ,
sin frmulas magistrales, es decir, una perspectiva de una disciplina
que, como dira Clifford Geertz, es poco disciplinada^ Tanto es as que
hoy reconocemos a nuestro objeto de estudio como sujeto e interlocutor,
no importa su procedencia o legitimidad social. Hemos mostrado cmo
nosotros , los propios antroplogos, entramos ahora en el retrato que ela
boramos y tambin cmo esa elaboracin explcita es parte de nuestro
trabajo. De algn modo la antropologa ha pasado de ser de uno de esos
museos tradicionales, con las obras en su interior, a una suerte de Cen
tro Pompidou, un espacio de exhibicin de las artes visuales en el que
las obras de arte se encuentran tanto dentro como fuera de un edificio
dado la vuelta, es decir, que muestra en sus fachadas lo que antes se
^ Vase el captu lo de dicad o a las "disciplinas" y, en pa rticular, G eertz (1995: 96-99).
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ocultaba: sus "tripas", las conducciones del agua o el aire acondicionado,
la electricidad y todos los servicios que lo convierten en "habitable".
Los nuevos campos de la an tropologa , g racias a l desar ro l lo de
metodologas , como las que nos permiten analizar trabajos con textos o
abordar tericamente el cambio y el paso del t iempo en las sociedades y
culturas; o valemos de fuentes de informacin ms variadas o imaginati
vas a veces que el informante o el archivo, me llevan a centrar mi texto
en torno a un elemento clave de la prctica antropolgica: el problema
de la interpretacin.
La antropologa es una disciplina que, tal como indica una de las
definiciones ms convincentes que he ledo en los ltimos aos, se ocu
pa de "las relaciones [existentes] entre la sociedad y la cultura", es el
"estudio comparativo del sentido comn, tanto es sus formas culturales
com o en sus efectos sociales" (Herzfeld 2001: x). Desd e una perspe ctiva
antropolgica e l "sent ido comn" es un trmino, como d ice Michael
Herzfeld, particularmente mal denominado, ya que ni el "sentido comn"
es comn para todas las culturas, ni tiene sentido ms all de la cultura
particular en el que se desarrolla (Herzfeld 2001: 1-6). Aplicamos a lo largo
de nuestra vida cotidiana el sentido comn para comprender cmo fun
ciona, qu s ignif ica el mundo en el que vivimos, qu esperamos de l y
cmo nos s i tuamos en e l mismo, s in embargo , tan pronto como nos
embarcamos en una actividad antropolgica descubrimos que el mundo,
o mejor dicho, cmo lo percibimos y vivimos, es tan variado como arbi
trario. De hecho, su diversidad puede trazarse dentro incluso de unida
des sociales o culturales especficas.
A lo largo de los aos, la antropologa se ha ido haciendo consciente
de s misma, de su actividad y de su posicin en un mundo cada vez
ms interconectado. Los "otros" que conformaban nuestro objeto de estu
dio ya no son criaturas descolgadas de un espacio que vis itbamos los
antroplogos durante periodos bien definidos. Tampoco habitan un tiem
po sin tiempo que construimos como una ficcin etnogrfica para descri
bir los y, luego, analizarlos para ponerlos en conexin con otros pueblos
sin historia dentro de una suerte de tabla peridica de los elementos o
pueblos de inters antropolgico. El giro reflexivo en la antropologa, ha
recolocado a los antroplogos dentro de su obra, nos ha hecho reflexio
nar y reflejarnos en nuestro trabajo. La antropologa de la escritura nos
haca ver cmo nuestra actividad requera de la escritura y cmo la na
rracin era un elemento clave de nuestras estrategias diseadas para dar
verosimilitud a nuestro "yo estuve all". Nuevos medios de registro de los
"otros", como el vdeo, han desarrollado de modo explosivo subespeciali-
dades como la an tropologa v isual y han hecho ms ev idente que la
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antropologa t iene una faceta de experimentacin que tambin conviene
explorar . Los compromisos de los antroplogos con las comunidades so
bre las que investigan nos recuerdan la dimensin crtica de nuestro ejer
cicio y ponen en comunicacin a la etnografa con las nuevas escuelas
de pensamiento cultural crt ico, los estudios de gnero, postcoloniales ,
subalternos y los postmodernismos.
La historia de la antropologa se ha convertido, durante los ltimos
aos,
en una suerte de maremagnum, do nd e a vece s, es difcil percibir
la materia esencial de la que se compone la disciplina. Su actividad tra
dicional, tal como la entendemos hoy no ha perdido valor o utilidad social,
sin embargo, su actitud crtica, poco disciplinada y poco apegada a las
formas de legitimacin cientfica que la encumbran en la academia y la
permiten ofrecerse como una actividad socialmente valiosa y reconocida,
han provocado ms que una cris is de la actividad antropolgica, una
devaluacin de su d imens in pragmt ica . Resul ta en mi opin in muy
paradjica esta s ituacin en unos momentos en que ciertos conceptos
claves de la antropologa, como son la cultura, la etnicidad y los grupos
tnicos, o principios como el relativismo cultural, colonizan o se han
extendido a otras disciplinas e, incluso, en el uso popular. No quiero entrar
aqu en estas complejas y controvertidas cuestiones, lo que me preocupa,
antes de introducirnos en los terr i torios que me he propuesto explorar ,
no es ms que hacer bien vis ible el peculiar modo en que la antropolo
ga percibe sus dimensiones tericas y prcticas , ya que de hecho, y tal
como defienden muchos especialis tas^, la antropologa es una teora de
la prctica, las "respuestas" que podemos dar sobre la naturaleza del
hombre son limitadas y se cien a los temas que tratamos.
La etnografa no es ms que una prctica antropolgica que nos per
mite abordar un tema de estudio, relacionarnos con seres humanos y dar
un sentido a las formas culturales y reglas o prcticas sociales en las que
viven. Con la etnografa presentamos otras comunidades, que pueden ser
la nuestra, a otras personas; mostramos el "sentido comn" que habita
sus vidas y aprendemos sobre nosotros mismos. Todas las transformacio
nes a las que me he referido hasta ahora se traducen en una etnografa
que no representa a las comunidades en un espacio s in t iempo, la cultu
ra est viva y es dinmica, es rechazada y modificada, tanto por aquellos
^ Si bien un o de los antroplogos qu e defiende con m s vigor esta idea es M ichael
Herzfeld, no es difcil encontrar otros que, de modo implcito e explcito, coinciden
en este punto. De hecho, la insistencia en el trabajo de campo como elemento clave
no slo de nuestra disciplina sino, tambin, como estadio fundamental de la forma
cin del antroplogo.
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que la viven, como por otros que no pertenecen a la misma. Es obvio
que se abren ante nosotros mltiples alternativas de trabajo, tantas , al
menos, como modos de exponer los resultados de nuestra actividad. Ahora
bien , en los pasos que nos l levan de la an tropologa a la prct ica
etnogrfica, en el mismo centro de nuestro modus operandi se encuentra,
como ya haba mencionado, la interpretacin de aquello con lo que nos
relacionamos, del problema que enfrentamos.
Durante los ltimos aos la etnografa, la antropologa en suma, ha
ampliado mucho, no slo los mbitos en los que trabaja, s ino, tambin,
las fuentes de las que extrae su informacin y trata de establecer su rela
cin con ese "otro" ya no tan dis tante. Hoy numerosos antroplogos tra
bajamos no slo con personas vivas s ino con archivos, monumentos o, in
cluso, con comunidades ciberespaciales. Los archivos no son slo el espacio
de los etnohistoriadores^ en el sentido clsico del trmino, son tambin uno
de los lugares gracias a los cuales podemos desarrollar una antropologa
histrica o, incluso, antropologa social o cultural en general
A mediados de los aos ochenta numerosos antroplogos, hasta en
tonces anclados en una prctica que tena como base el trabajo de cam
po clsico, es decir, que se caracterizaba por una estancia ms o menos
prolongada en un lugar extico, comenzaron a interesarse por y percibir
una serie de dimensiones nuevas en su actividad. Las sociedades, las
culturas que estudiaban no eran mundos prs tinos, separados de otros
grupos y anclados en un tiempo mtico: muchos de ellos se haban cons
ti tuido en naciones y reclamaban una vis in propia y nueva de s mis
mos. Dentro de nuestros pases los grupos exticos, es decir marginados
y minoritarios , reciban una atencin renovada; surgan, de hecho, nuevas
reas etnogrficas como la mediterrnea y nuevos campos de estudio. No
voy a entrar en las razones de estos cambios que ya he esbozado en los
prrafos anteriores, ni a centrar en estos aos unas transformaciones que
han tenido lugar a lo largo de, al menos, cuarenta aos. En la dcada de
1980 la antropologa no slo descubra, sino que reivindicaba, tambin,
el archivo y los textos escritos como uno de nuestros nuevos lugares de
trabajo de campo. Tras esta reivindicacin "jurisdiccional" subyaca una
necesidad analt ica y terica elemental: integrar en nuestro mbito de
anlisis el tiempo. Los nativos, es decir, aquellos que
es tudibamos , que
no slo eran indios o pueblos del mediterrneo, eran tambin habitantes
de las ciudades, inmigrantes, gente, en suma, con historia. En 1982, apa-
^ Vase a es t e respe c to un i n t e resan t e nm ero es pec i a l ded i cad o a la e tnohi s tor i a
de la revista Desaca tos. Re vista de Antropologa Social, 7 : "E tnohi s tor i a" (Otoo 2001) .
Mxico D. F . : C i esas .
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recia uno de los grandes manifiestos de la antropologa histrica: Europa
y los pueblos sin historia, escrito por Eric
Wolf.
En esta sntesis de la his
toria de la expansin occidental durante los ltimos quinientos aos, se
analizaba cmo los pueblos que encontraron los europeos desde media
dos del siglo XV no slo tenan una larga e interesante historia propia,
s ino cmo fueron transformados tras su inclusin en lo que voy a deno
minar, s in demasiada precis in, ese nuevo s is tema mundo. Ms all de la
particular perspectiva terica y analtica del autor, Eric
Wolf,
nos ofreca
una s ntesis general y abra nuevas dimensiones a un debate en el que la
voz propia de los otros iba adquiriendo un cada vez mayor peso espec
fico.
Pero, cmo se produca el contacto?, cmo se integraban las histo
rias de unos y otros bajo el dominio colonial occidental?, todos los "na
tivos" tienen historia?, existe un tipo de historia nico? o, por el contra
rio,
cada pueblo t iene un modo de perc ib i r su h is tor ia . No es tamos
confundiendo historia con la simple memoria oral del pasado, o con la
pura y dura mitologa? Cuntas historias distintas puede tener un solo
pueblo? Los problemas que generaban a los antroplogos esas miradas al
pasado eran mltiples y no surgan slo como consecuencia de las modi
ficaciones que imponan los textos escritos a nuestra tarea etnogrfica sino,
sobre todo , por la ex is tencia de una ser ie de problemas ter icos y
metodolgicos de mucho mayor calado, ya que describir a los otros no
se limitaba a reivindicar el consabido "yo estuve all" y esto es lo que vi.
EL PACFICO
Por paradjico que pueda parecer, el Pacfico, uno de los lugares ms
prominentes para la antropologa, cuna del trabajo de campo clsico, de
las monografas de socieda
des y cu l turas descolgadas
del espacio y del tiempo fue
tambin una de las primeras
reas del mundo en las que
se comenz a reconocer la
d imens in h is tr ica de los
pueblos s in his toria. Quiero
presentar dos casos de estu
dio de un Pacfico y una an-
FIGURA l.-C oo k Strait. Entrada d e ^ r l o t t e 7 tropologa renovada gracias a
Nueva Zelanda. un a de las po lm ica s m s
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sonadas e importantes de los aos ochenta y noventa, y que se centr
en una verdadera batalla entre su "instigador", Marshall Sahlins y su mxi
m o, aunque no nico, contrincante, Gananath Obeyesekere^.
Marshall Sahlins^ es, sin lugar a dudas, uno de los antroplogos ms
inquietos del panorama internacional^. Experto en las culturas aborgenes
del Pacf ico, revolucion las perspectivas que tenamos sobre la econo
ma de las sociedades de, como l las denomina, la "edad de la piedra".
En su libro Economa de la edad de piedra defiende no slo la afluencia
econmica de sociedades cazadoras y recolectoras s ino, sobre todo y lo
que es ms importante desde una perspectiva general, que la economa
"es una categora de la cultura ms que del comportamiento, de la mis
ma clase que la poltica y la religin ms que la racionalidad o la pru
dencia: no son las actividades de servicios necesarios que requieren los
individuos, sino los procesos de la vida material de las sociedades" (Sahlins
1974:
xii) . Desde posiciones tericas que le convierten en uno de los l
deres de la escuela de pensamiento terico del evolucionismo culturaF,
Sahlins avanzar a lo largo de su carrera tesis que, progresivamente, van
incluyendo dentro del dominio de la cultura otras facetas de la actividad
humana. As, entrar durante la dcada de los setenta del siglo XX en
dos polmicas de notable impacto con Marvin Harris , primero, en la que
^ La polmica, que se ha centrado fundamentalmente entre Sahlins y Obeyesekere,
ha tenido otros muchos participantes y comentaristas. Este trabajo se centra funda
mentalmente en la "segunda fase", la que protagonizaron Sahlins y Obeyesekere y,
dentro de la misma, en aquellos aspectos de una dimensin ms general y orientada
al problema de la interpretacin. Los hitos bsicos en torno a los que se centra la
polmica son: Sahlins (1985, 1988, 1989, 1995, 1997) y Obeyesekere (1992, 1997). Para
tener una perspectiva general, en las que se incluyen textos de Sahlins, Kane y
Obeyesekere, vase el artculo de Robert Borofsky (1997).
^ Otra perspectiva de la evolucin del pensam iento d e Sahlins con respec to a la
cultura es la de Adam Kuper (1999: 159-200). Tal como sintetiza este autor, Sahlins
convierte a la historia en cultura y le preocupa, a diferencia de otros comentaristas
sobre la polmica, la dimensin terica de la cultura en su concepcin del anlisis de
los procesos histricos, por ello, centra su inters en un texto de Sahlins con ms
desarrollo terico sobre los aspectos que le preocupan: Historical Metaphors and
Mythical Realities: Structure in the Early History of the Sandwich Island Kingdom,
(Sahlins 1981). Aborda tambin de modo explcito la polmica de Sahlins con
Obeyesekere (Kuper 1999: 190-200).
^ Adam Kuper (1999) traza en u n captulo el mod o e n el qu e M arshall Sahlins se
ha relacionado y concebido la cultura. Contiene, por supuesto, una seccin importan
te en el mismo, dedicada a la polmica entre este antroplogo y Obeyesekere.
^ Alum nos de Leslie White y Julin S teward, son "com pae ros" del crcu lo figuras
como Marvin Harris, Sidney Mintz, Roy Rappaport, Elman Service y Eric Wolf (vase
Kuper 1999: 159 y ss.).
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ataca su explicacin exclusivamente materialis ta y econmica de cualquier
fenmeno cultural, y, con Edward O. Wilson^, despus, ante la defensa
que hace ste de la raz e importancia de la dimensin biolgica en el
desarrollo y caractersticas de la cultura humana. En ambas subyaca un
mismo tema: la importancia de la cultura y de su poder s imblico como
eje ordenador que confiere sentido al mundo que habitamos y al orden
social en el que nos reproducimos.
En su opinin, y este es el prembulo de su "retorno" al Pacfico como
rea de estudio: "El gran desafo para [el desarrollo] de una antropologa
his trica no es s implemente cmo la cultura ordena los acontecimientos,
sino cmo, en ese proceso, la cultura se reordena a s misma. Cmo es
posible que la reproduccin de la estructura se convierta en su transfor
macin?" (Sahlins 1981: 8) . O dicho d e un m od o m s cercano a la prc
tica y las investigaciones de caso, cmo combinar la descripcin y an
lisis histricos con los de la antropologa? De qu modo podemos mezclar
diacrona con s incrona, la memoria escrita con la oral, los dibujos
neoclsicos de los aborgenes que se realizaron en el siglo XVIII con sus
manifestaciones artsticas, el poder colonizador con la marginalizacin y
transformacin de los colonizados?
Para un experto en el Pacfico, la entrada de los occidentales en la
historia y vidas de las sociedades insulares, los primeros encuentros entre
los expedicionarios i lustrados, vanguardia no slo de la modernidad y la
dominacin colonial sino, tambin de la descripcin etnogrfica bajo unos
postulados muy cercanos a los clsicos de la antropologa ofrecan, sin
lugar a dudas un mbito extraordinario de estudio. Y entre todos esos
encuentros , pocos exploradores , por no decir ninguno, destacaban ms
que el Capitn Cook. Hijo de granjeros de tierra adentro, en la frontera
con Escocia, James Cook es uno de esos escasos ejemplos de ascenso
social, gracias a sus dotes marineras y como explorador dentro de las
escalas de la Armada britnica. Cook, tal como dice un breve resumen
de sus contribuciones a los descubrimientos del Pacfico:
des cub ri Hawai^, la Isla de N avidad, N ueva Caled onia, las islas
Cook, Gilbert, parte de las Tuamotus, Fiji, y las islas Tonga.
^ La obra qu e genera la enrgica reaccin de Sahlins no es otra que:Sociobiology:
The New Synthesis de Edward O. Wilson (1975).
^ Algunos autores espa oles sostienen que estas islas ya haban sido descubiertas,
o avistadas, y nombradas por varios exploradores espaoles desde el ao 1529 (Landn
1984:
75). Segn esta misma aente, se las llam islas de los Amigos (no confundirlas
con las de Tonga) o de los Jardines, e individualmente como La Mesa, Los Majos
(quizs Monjes) y La Desgraciada.
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rede scub ri las M arquesas, las Solomn, y la isla de Pascua^.
pro b la inexistencia del gran contin ente austral [Terra Australis
Incgnita].
prob qu e N ueva G uinea y Australia no eran pa rte de la misma
masa terrestre.
demostr que Nueva Zelanda no era parte del gran continente austral
y que se compona de dos is las principales .
descubri la dieta q ue prevena el escorbuto^^
desc ubri el Antartico (Craig 1978: 33).
Sin duda alguna, las tres
expediciones de Cook alre
dedor del mundo y su s is te
mtica exploracin del Pac
fico,
sus mtodos de relacin
con los nativos, la actividad
cientfica de algunos de los
que le acompaaron, los ar
tis tas que por primera vez
retrataron la naturaleza, los
paisajes y las culturas del
Pacfico estn en el origen,
no slo de la segunda era
de expansiones coloniales occidentales y britnicas en esas aguas, que hasta
entonces nicamente haban s ido surcadas por naves espaolas desde el
siglo XVI^^ y holandesas durante el siglo XVII, sino tambin de la imagen
FIGURA 2.Camino a Milford Sound.
Ro hacia Te Anan. Nueva Zelanda.
Uno de los problemas q ue se encon traron los exploradores ocenicos a ntes de
que se desarrollara el reloj nutico y un mtodo de medicin preciso de la longitud
en alta mar, era la "prdida" de las islas descubiertas. Un pequeo error en la longi
tud la deslocalizaba o poda confundirla con otras. El caso de la isla de Pascua es
uno de los ms destacados, ya que, supuestamente descubierta por el piloto Juan
Fernndez en la segunda mitad del siglo XVI, fue redescubierta por el holands Jacobo
Roggeween (en 1722, durante la fiesta de la Pascua o Resurreccin) y finalmente si
tuada con precisin en un plano por James Cook (a pesar del reconocimiento, unos
pocos aos antes, de Felipe Gonzlez). Para la localizacin de las islas del Pacfico,
sus nombres y expediciones espaolas vase Landn (1984).
" Tras el retorno a Inglaterra de la segunda expedicin (1772-1775) sin haber
perdido ni un solo marinero por escorbuto recibi la mayor distincin britnica a los
logros intelectuales, la Copley Gold Medal, y fue nombrado miembro de la Royal
Society, Post Captain de la Armada y recibido por el rey (vase Beaglehole 1974).
^ Tanto es as que el Pacfico se d eno mi n M ar Espaol.
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que todava hoy tenemos de un ocano que ocupa 166 millones de km^,
cubre una tercera parte de la t ierra y contiene aproximadamente la mitad
del agua del mundo.
El Pacf ico que conocemos, sobre todo aquellos que no proceden de
l o lo han visitado, es, ms que un lugar en s mismo, un paisaje cons
truido a lo largo de ms de dos siglos por sus visitantes y colonizadores,
elaborado por la ciencia y el arte, por la literatura y la msica. Si parti
mos de las primeras expediciones que divulgan sus exploraciones, gra
cias a una literatura de narraciones de viajes algunas de ellas ilustra
das de gran tirada y evidente valor estratgico, el Pacfico que podemos
conocer es el producto de una li teratura con un toque pico o moral muy
caracterstico de la novela del siglo XIX. Pero, a diferencia de sta, ms
soterrado e inconsciente, teniendo en cuenta ms bien la tendencia tan
caracterstica de la primera antropologa profesional y universitaria, del
moralismo y relativismo cultural comprometido con las culturas ajenas. Y
ser ste un campo donde se manifestar cierta dosis de etnocentrismo
combinado con posturas ticas personales y obsesiones intelectuales .
"En el lado netamente artstico de la literatura encontramos un ante
cedente aparentemente claro de la etnografa polinesia, cuya buscada ve
ros imil i tud e tnogrf ica enmascara e l p redominante in ters de Hermn
Melville como explorador de los reinos de la oscuridad, dentro de la mente
humana, ms que de las doradas is las donde discurri el crucial t iempo
de su juventud", tal como indica en su introduccin, George Woodcok
(1983:
7) , a la novela de Hermn Melv i l le (1983) Typee. A Peep at
Polynesian Life, En la vertiente ms decididamente cientf ica y tcnica,
cuando menos en lo r e f e r en te a s u fo rma , podemos ub ica r a lo s
antroplogos cognitivos, mientras que en distancias intermedias entre ambos
extremos, exis te un gran volumen de obras que pueden ser consideradas
el negativo de la novela, en tanto en cuanto la pretendida verosimilitud
de lo narrado por el novelis ta es un efecto que permite acentuar lo
emotivo y la cercana del lector con respecto a los problemas morales y
de los seres humanos (bsicamente occidentales) , frente al tono positivis
ta y emprico basado en la meticulosa y prolongada visin de la realidad
del antroplogo, en la que el autor introduce ocasionalmente notas per
sonales de mayor nivel de l ir ismo, cuyo efecto es empatizar con el mun
do descrito y analizado, con los problemas del trabajo de campo o am
bos .
Dentro de esta lt ima alternativa podemos considerar el conocido y
ms clsico de los estudios sobre Tikopia de Raymond Fir th,
We, the
Tikopia (Firth 1983, primera ed. 1936)" (Monge 1992: 101-102)^^
He introducido en la cita algunas modificaciones de estilo.
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ENCUENTROS (POLMICOS) EN EL PACFICO.. .
RDTP,
LVII I, 1 , 20 03 273
El Pacfico es tambin uno de esos lugares de nuestra niez, de islas
desiertas y "Robinsones Crusoes", de aventuras y libertad, de culturas no
menos seductoras que sus habitantes . Ese escenario de nuestra infancia,
forjado a partir de novelas y pelculas, terreno de luchas morales entre el
bien y el mal, no est, sin embargo, tan lejos de la literatura cientfica
ilustrada. Los mismos nombres de las is las reflejan nuestras percepcio
nes: las positivas, como las islas de los Amigos (Tonga), las de la Socie
dad, la nueva Citerea (Tahiti), Solomon o de la sabidura; las negativas
como las de los Ladrones; las religiosas. Pascua o Navidad, o las de ho
menaje, Cook, Marquesas, Sandwich (Hawai). En el Pacfico no slo se
desarroll la ciencia: la medicin de la longitud, la prueba de dietas
antiescorbticas, la investigacin naturalista o el descubrimento de la teo
ra de la evolucin, s ino que se buscaron continentes nacidos de la cien
cia o imaginacin clsica, como la Terra Australis Inc gnita y pasos
geoestratgicos vitales , como el del noroeste, que habran de reducir las
dis tancias de la navegacin entre este ocano y Europa. De hecho, dos
de las expediciones de Cook y de las polmicas ms agrias del explora
dor estn fundamentalmente motivadas por estos sueos. Por ello, cuan
do nos aproximamos a estos textos hay que tener en cuenta el contexto
en el que nacieron, ya que el Pacfico de los polinesios del siglo XVIII
que tratamos de recuperar puede estar profundamente modificado por la
percepcin de nues t ros ances t ros . Slo podemos saber de ese mundo
interpretando, y es esa interpretacin la que nos lleva al primer caso que
quiero tratar aqu: cmo entender la muerte del capitn Cook en su ter
cera expedicin a manos de los nativos en Hawai, y qu podemos apren
der de ella.
L A M U E R T E D E C O O K
Cuando Cook y sus hombres descubrieron el archipilago de Hawai
en su tercera expedicin (llld-llSOy (18 de enero de 1778) no se po -
" Exploraro n las islas y recalaron en W aimea, isla d e Kauai, hasta el 2 de febrero
de 1778. Tras su vuelta de la Costa Noroeste de Amrica y de las islas Aleutianas,
retornaron a las islas Hawai para invernar. Llegaron al archipilago el 26 de noviem
bre de 1778 y navegaron entre las islas durante dos meses, hasta que los barcos
recalaron en la baha de Kealakekua el 17 de enero de 1779, permaneciendo all hasta
el 4 de febrero. Pese a recibir una excelente despedida, su permanencia ya era exce
sivamente prolongada. Desgraciadamente, menos de seis das despus, ante la ruptura
de uno de los mstiles del "Resolution" por culpa de una tormenta, Cook decidi
retomar a la misma baha para repararlo. El escenario que iba a llevar a la muerte de
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RDTP,
LVIII,
1,
2003 FERNANDO MONGE
dan esperar mejores augurios: la privilegiada posicin de stas islas en
el Pacfico las convertan en la mejor base desde la que partir en busca
de un paso martimo por el norte que uniera por una ruta ms breve a
la metrpoli britnica con el Pacfico. Los nativos no podan ser ms
hospitalarios ya que, como el propio Sahlins relata a partir de distintos
diarios de la expedicin:
Fue
la
bienvenida
ms
generosa
que se
haya brindado nunca
a
ningn viaje
eu
ropeo de descubrimiento en este ocano. "Anclados en 17brazas de arenane
gra", dice el diario de navegacinde un guardamarina, enmediode una canti
dad innumerable
de
canoas, ocupadas
por
personas
que
cantaban
y se
regocija
ban todo
el
tiempo" (Riou, Diario
de
navegacin:
17 de
enero
de
1779). Cantaban
Nuncaentodasuvida haba vistoelcapitn Cook tantos polinesios reunidos como
haba all,en la baha de Kealakekua. Ademsde las incontables canoas, haba
polinesios subindose
al
Resolution
y al
Discovery,bordeando
las
playas
y na
dando en el agua "como cardmenes de peces". Tal vez haba 10.000, o el
quntuple depersonas que normalmente vivan all.Y no sevea una sola arma
con ellos, observ Cook.
En
cambio,
las
canoas estaban cargadas
de
cerdos,
ba
tatas, frutos delrboldel pan,caade azcar: todolo queproduca la isla. Tam
bin las mujeres "parecan notablemente ansiosas por relacionarse con nuestra
gente" (Ellis, 1782,
1:
86).
Un
sacerdote subi
a
bordo
y
envolvi
al
capitn Cook
en eldecorado de tela de tapa roja perteneciente a la imagende un templo, lue
go hizolaofertade un cerdo sacrificatorio. Entierra,el sacerdote condujo alGran
Navegante
de la
mano hasta
el
templo
de
Hikiau. Cuando
oa el
grito
del
heraldo
"Oh Lono",
a su
paso
la
gente hua
a sus
casas
y se
prosternaba
con la
cara con
tra el suelo. Lonoes el dios asociadocon el crecimiento natural y la reproduc
cin humana
que
regresa tod os
los
aos
a las
islas
con las
fecundantes lluvias
del
invierno;es adems un antiguorey queviene en buscade su novia sagrada.En
enero de 1779, en el templo se honr a Cookcon losritos de bienvenida habi-
tualmente celebrados para Lono (Sahlins 1988: 105-06).
Cook, al integrarse y seguir el juego de la ceremonia del Makahiki,
se haba convertido en la imagen de Lono y, una vez ms, el explora
dor, en su afn por conocer ms a fondo y directamente las culturas que
visitaba, no dudaba en participar y ser testigo de cuanta ceremonia o ac
tividad tuviera lugar en tierra. En Hawai, la experiencia de los viajeros,
pese a los conflictos ocasionales con los nativos (surgidos de los cons
tantes robos a los que estaban expuestos los expedicionarios por parte
de stos), no pudo ser ms placentera. Como en cualquier otra escala,
llevaron a cabo sus actividades habituales: tareas de aprovisionamiento,
aguada y reparaciones que deban emprender en tierra, localizacin
su comandante ya estaba listo, pues ni los nativos estaban dispuestos a recibir con
los brazos abiertos
a los
expedicionarios,
ni
Cook pareca tener
el
talante dialogante
y diplomtico habitual.
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ENCUENTROS (POLMICOS) EN ELPA CFICO...
RDTP,
LVIII, 1, 2 0 0 3 275
astronmica de las islas y elaboracin de cartas nuticas y mapas, inves
tigacin de las caractersticas naturales de la isla as como de los habitan
tes que residen en ella, entablar una buena relacin con los mismos. Cook,
no slo era un experto explorador, un consumado cartgrafo y un buen
lder, segn se observa en sus diarios y mapas y en los de sus compae
ros,
sino que adems mostr una capacidad de descripcin de las cultu
ras y una perspicacia extraordinaria. Sin duda, su firmeza y dotes diplo
mticas le ayudaron en el empeo.
Tras su estancia en la baha continuaron navegando hacia el norte,
pero la fatalidad quiso que el mstil de una sus naves, el Resolution, se
rompiera^^ y Cook decidi retornar al mismo lugar en el que tan buen
trato haban recibido. Qu haba pasado durante la ausencia de los ex
pedicionarios para que fueran recibidos primero con sorpresa, y luego de
tan malos modos? Cules son los acontecimientos y las razones que lle
varon a un enfrentamiento con los nativos que acab con las vidas de
Cook, varios nativos y expedicionarios?
Segn Marshall Sahlins:
La muerte deCooka manosde los hawaianos slo unas semanas despus[de su
llegada] podra describirse como
una
secuela ritual:
la
metfora histrica
de una
realidad mtica. Los mitosno eran slo hawaianos.[...] Undomingo tempranopor
la maana, el 14 de febrero de 1779,el capitn Cook baj a tierracon unaparti
da de marineros para tomaral rey hawaiano Kalaniopu'u como rehn hastaque
le devolviesen
el
bote
del
Discovety,
robado
la
noche anterior
en una
audaz
maniobra;
de lo
cual,
sin
embargo,
el
viejo
y
amistoso gobernante
era
inocente.
Enelmomento decisivo, CookyKalaniopu'u,elDiosy elRey,se enfrentarn como
adversarios csmicos. Permtaseme una lectura antropolgica de los textos hist
ricos.
Pues
en
todas
las
confusas narraciones tolstoianas
de la
refriega
[...] la
ni
ca certidumbre recurrente es
una
estructura dram tica con las propiedades
de una
transformacin ritual.En el trayecto hacia el interiorde la isla para encontraral
rey y deall haciael mar con su rehn real, Cook sufre unam etamorfosis:de ser
objeto de veneracin a objetivo de la hostilidad. Cuando baj a tierra, la gente
comn
se
dispers como
de
costumbre ante
su
presencia
y se
prostern
con la
cara contra el suelo; pero alfinal, lmismofue precipitadocon la cara contrael
aguapor el armade un jefe, unpual de hierro comercial, siendo arrolladopor
una multitud triunfante, que pareca querer aumentar suspropios honores por la
parte
que
pudiera reclamar
de su
muerte: "arrebatndose
los
puales unos
a
otros",
dice
el
informe
del
seor Burney
en la
ansiedad
por
participar
en su
matanza"
(Diario: 14 de febrero de 1779).En la inversin ritual final, el cuerpo de Cook
sera ofrecido en sacrificio por el rey hawaiano (Sahlins 1988: 106).
^ Losproblemas que tuvieron con los barcos antes de partir y el mal estado de
los mismos es una de las caractersticas ms llamativas de la organizacin de esta
tercera expedicin
de
Cook. Vase, Beaglehole
(1967 y
1974).
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27 6 RDW, LVIII, 1, 200 3 FERNANDO MONGE
Para aquellos de nosotros , tanto his toriadores como antroplogos, que
nos hemos dedicado a investigar y conocer ms a fondo el Pacfico, la
muerte de Cook es un acontecimiento particularmente amargo. Para un
lector de los diarios de Cook, su muerte es un final que no slo genera
tristeza, sino tambin perplejidad. A pesar de los malos presagios y di
mensiones coloniales de la actividad de Cook, sus textos ofrecen a los
lectores una mina de informacin, unos acontecimientos y una perspecti
va del Pacfico en esa etapa del siglo XVIII absolutamente inigualable.
Pese a los muchos aspectos negativos que se desprenden de sus explo
raciones no es difcil entusiasmarse con sus logros, agradecer sus descrip
ciones que le muestran como un vis itante amable y emptico con el mundo
que se encuentra. Sin embargo, no debera sorprendemos tanto su muer
te ;
de hecho, no es ms que un accidente fortuito, al menos, eso nos
dice nuestro "sentido comn". No obstante, nos preguntamos cmo fue
posible que le pasara esto a Cook? Del mismo modo que en los Estados
Unidos la repeticin incansable de las imgenes del asesinato de John F.
Kennedy es acompaada por la pregunta de Quin asesin al presiden
te?,
nosotros nos preguntamos releyendo el f inal de Cook por qu? qu
pas realmente?
Nadie, hasta la publicacin de las interpretaciones de Sahlins, se ha
ba atrevido a sugerir siquiera una explicacin que combinara a visitantes
y visitados, que tratara de integrar los universos culturales y, esto es ms
sorprendente todava, la interseccin de las his torias de ambos pueblos
en el momento del contacto^^. Es interesante destacar que el libro
Islas
de Historia, que gener el es tall ido de la gran polmica que habra de
durar ms de diez aos (de 1985 a 1997, aproximadamente) , contena
mucho ms que la descripcin e interpretacin de la muerte del capitn
Cook. De hecho, el texto no es ms que la recopilacin de una serie de
artculos y conferencias que desarrollan sus ideas sobre la interrelacin
entre la historia y la antropologa, a los que aade una introduccin donde
expone su perspectiva:
La historia [volvemos a las propias palabras de Sahlins] es ordenada por la cultu
ra, de diferentes maneras en diferentes sociedades, de acuerdo con esquemas
^ Sahlins, desde hace varios aos vena aproxim ndose a una interpretacin tan
sorprendente como integradora. La primera versin de la muerte de Cook aparece en
1978 con el ttulo "The apotheosis of Captain Cook" en la revista Kroeber Anthropolo-
gical Society Papers
53-54: 1-31. Un ao ms tarde, con el mismo ttulo en francs, se
publica en Lafonction symboliqie, Michel Izard y Fierre Smith (eds.). Pars: Gallimard:
306-43. Segn manifiesta el propio Sahlins, el texto donde aborda con mayor detalle
la estancia de Cook en Hawai y su asociacin con Lono es: "Captain Cook at Hawaii",
Journal of the Polynesian Society 98 (1989): 371-425.
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ENCUENTROS (POLMICOS)
EN EL
PACFICO... RDTP, LVIII,
1,
2 0 0 3
277
significativosde lascosas.Locontrario tam bin es cierto:los esquemas culturales
son ordenadospor la historia, puestoque enmayoro menor grado los significa
do s
se
revalorizan
a
medida
que van
realizndose
en la
prctica.
La
sntesis
de
estos contrariosse desarrollaen la actividad creativade los sujetos histricos,los
individuosen cuestin. Pues,por unaparte,lagente organiza susproyectosy da
significacin
a sus
objetos
a
partir
de los
conocimientos existentes sobre
el
orden
cultural.En esamedida, la cultura se reproduce histricamenteen la accin. [...].
Por otra parte, entonces, como las circunstancias contingentes de la accin no
tienen
por qu
coincidir
con la
significacin
que
algn grupo podra asignarles,
los individuos reexaminan creativamente sus sistemas convencionales. Y en esa
medida, la cultura se ve histricamente alterada en la accin. Podemos hablar
incluso
de
"transformacin estructural", puesto
que la
alteracin
de
algunos signi
ficados modifica
las
relaciones posicionales entre
las
categoras culturales, produ
ciendo porconsiguiente un "cambio del sistema" (Sahlins 1988:9).
A Sahlins lo que ms le preocupaba, como indica ms adelante en el
texto, es la cuestin de la existencia dual y la interaccin del orden
cultural instituido en la sociedad y el vivido por los individuos: la estmc-
tura segn la convencin y segn la accin, como potencia y como acto.
Las personas, en sus proyectos prcticos y dentro de su organizacin social,
estructurados por los significados admitidos de las personas y las cosas,
someten esas categoras culturales a riesgos empricos. En la medida en
que lo simblico es, de este modo, lo pragmtico, el sistema es una sn
tesis en el tiempo de la reproduccin y la variacin (Sahlins 1988: 10).
Nuestra vida diaria, la historia, pone en peligro el mundo cultural y so
cial en el que vivimos. El tiempo vuelve frgil las estructuras en las que
nos reproducimos e intentamos reproducir. Desde esta perspectiva, el paso
de Cook de ser un dios a una vctima de sacrificios es muy pequeo y
puede interpretarse desde una suerte de lgica coyuntural: El rey de Hawai,
sin saber con claridad si era un rehn, acompaaba a Cook.
Hasta ese momento nada haba despertado lassospechas del rey y tambinre
cin ahora, relata Phillips, "empezamos asospecharque noestaban tanbien dis
puestos hacia nosotros".
La
transicin llega repentinamente,
en el
momento
en
que se haceque el reyperciba a Cook comosu enemigo mortal. Estaes la crisis
estructural, cuando todas
las
relaciones comienzan
a
cambiar
sus
signos.
En
con
secuencia,
los
intercambios materiales transmiten ahora cierta ambigedad, como
esos sacrificios maores que contaminan a losdiosesen el acto de apaciguarlos.
Un anciano ofrece un coco, cantando con tanta persistencia que el exasperado
Cook
no
puede hacerlo callar una splica pidiendo
que
libere
al
rey?
El
teniente
Phillips pen sque un ingeniosos sacerdote bribn"lohaca para distraerlaaten
cin del hechode que sus compatriotas, reunidos en un nmerode dos o tres
mil,
se
estaban armando para defender
a su rey. Ms o
menos
por
esta poca
llega
la
noticia
de que un
importante jefe
ha
sido muerto
por los
britnicos
que
se hallaban bloqueando el extremosur de la baha. El rey sigue sentado en el
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suelo "con las ms fuertes seales de terror en su expresin" (Cook y King, 1784,
3:
44), pero pronto desaparece de la escena. Los acontecimientos se han desbor
dado escapando al poder de control de todos. "Los nativos" estn manifestando
esa disposicin que los ingleses llaman "insolencia". El homenaje final a Cook es
presentado en proyectiles que incluyen piedras y palos entre los trozos de frutos
del rbol del pan y cocos. Al responder cada bando violentamente a las amena
zas que perciben del otro, pronto llega el "impacto fatal" (Sahlins 1988: 107).
Para entender la muerte de Cook tenemos que entender la muerte de
Lono. La excepcionalidad de este acontecimiento, la muerte de Cook a
manos de los nativos, se inscribe en un acontecimiento recurrente, una
ceremonia anual, que se representa colectivamente. Ese acto individual y
contingente se convierte en algo his trico cuando adquiere un valor es
pecf ico dentro de un proyecto cultural. Desde esta perspectiva Cook es
ms que un individuo, ya que tiene una lgica y su accin un significa
do dado dentro de una dimensin cultural especf ica. En los casos de en
cuentro que me ocupan, que son los mismos que generaron la polmica
entre Cook y Obeyesekere, hablamos de dos s is temas culturales en con
tacto, de las acciones de los individuos y de una comunicacin con s ig
nif icados divergentes para cada una de las partes que se encuentran.
El paso de Cook de la vida a la muerte es slo un ejemplo que nos
muestra un modo de entender la his toria del contacto entre los occiden
tales y los nativos, entre la expansin colonial occidental y las "islas sin
tiempo". Sin duda, el debate que suscit la interpretacin sobre la muer
te de Cook ha sido objeto de inters preferente para aquellos antroplogos
e historiadores dedicados al Pacfico o a la historia de la expansin colo
nial, s in embargo, la atencin y el nmero de personas que han partici
pado en l excede en gran medida a los especialis tas del rea. De he
cho, el propio Obeyesekere, el otro polo de la polmica, no es un experto
en la zona.
Antes de entrar de l leno en las rplicas que sufri Sahlins quiero
destacar dos aspectos profundamente interrelacionados y que, en mi opi
nin, son claves dentro del debate: las dimensiones tericas y metodol
gicas que los l levan a chocar frontalmente pese a que, como pretendo
mostrar al f inal, no estn tan alejados el uno del otro como pueda pare
cer a primera vista. La controversia^^ surge inicialmente en torno a dos
cuestiones. Por una parte, algunos expertos dudan de lo vinculantes que
pueden ser las estructuras culturales hawaianas a la hora de determinar
^ La mejor sntesis que , en mi opinin, se ha publicado sobre este deb ate es la
de otro antroplogo especialista en el rea; se trata de la ya mencionada de Robert
Borofsky (1997).
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ENCUENTROS (POLMICOS) EN EL PACFICO.. . RDTP, LVIII , 1 , 200 3 279
el comportamiento de los nativos (Dening 1982); por otro, las divergen
cias se centran en el anlisis que se ha hecho de los datos histricos
(Friedman 1985; Bergendorff, Hasager y Henriques 1988). Estas primeras
rplicas, que son contestadas por Sahlins en su libro Islas de Historia y
en artculos de revis tas dedicadas al rea, mantienen el debate dentro de
un nivel local o de rea, pese al calado de las crticas.
En 1992, un antroplogo de Sri Lanka y profesor en la Universidad
de Princeton publica un libro:
La apoteosis del Capitn Cook. Construc
cin de mitos europeos en el Pacfico. La polmica entra en una nueva
fase, desde haca aos no se lea en el mundo acadmico un ataque ms
devastador y s is temtico a los planteamientos de un antroplogo de re
conocido prestigio. Este libro, que fue objeto de al menos 29 reseas en
el mundo acadmico anglosajona^, en general muy positivas, y dos pre-
mios^^,
traslad la polmica a una escala distinta. Se converta ahora en
un choque entre dos personalidades de la disciplina, una confrontacin
personal muy dura y con argumentos de mayor profundidad que los que
hasta el momento se haban manifestado. Obeyesekere se senta enorme
mente irr i tado por el modo en que Sahlins interpretaba el comportamien
to de los hawaianos, le pareca tan imperialis ta como el propio Cook.
Senta una profunda ira por el modo en que Sahlins haba proyectado un
mito europeo sobre unos "salvajes" atrapados por la lgica de los mitos
y no, como Obeyesekere defiende, por un sentido prctico y una vis in
objetiva del mundo como los que los textos hacen exhibir a los explora
dores .
Para Obeyesekere eran los europeos los que haban creado el mito de
Cook, un Cook que fue confundido, segn los visitantes y no los nativos,
con el dios Lono, cuyos r i tuales supuestamente se l levaban a cabo en esa
poca del ao. Son los occidentales los que han creado esa imagen de
ellos mismos y contina afirmando al considerar que son los nativos
los que nos perciben como dioses , no slo les enajenamos su voz, s ino
que los reducimos a criaturas s in sentido pragmtico. Los hawaianos son,
al igual que cualquier otro pueblo de la tierra, capaces de aplicar lo que
Obeyesekere l lama "raciocinio prctico" (practical racionality)^^. El autor
se senta furioso, no slo por razones intelectuales , como nativo de Sri
^ Recojo esta informacin del a rtculo de Borofsky (1997: 256).
^ Uno d e ellos el prem io Louis Gottschalk de la American Society for Eigh teenth-
Century Studies (Borofsky 1997: 256).
^^ l mismo lo define com o: "[...] el proceso por el cual los seres h uma nos eva
lan de modo reflexivo las implicaciones de un problema con criterios prcticos"
(Obeyesekere 1992: 19).
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LVIII, 1, 2003 FERNANDO MONGE
Lanka saba que sus compatriotas nunca haban considerado a los coloni
zadores como dioses o semidioses , que no eran esclavos de los mitos , que
la antropologa no tena que hacerle el juego al colonialismo. Ya estaba
bien de considerar a los nativos, a los no occidentales, como criaturas de
otro mundo. Obeyesekere en su l ibro les defenda como iguales a los oc
cidentales, movidos por los mismos hilos, pragmatismo y racionalidad. Su
reaccin, tal como muestran las reseas y premios que recibi, no poda
haber s ido mejor acogida por la academia.
El gigante Sahlins y su modelo de integrar his toria y antropologa,
pareca, s i nos l imitamos al texto de Obeyesekere, muerto. La progresin
terica de Sahlins a la que aludamos antes, su obsesin por subordinar
a la cultura cualquier otra dimensin de la actividad humana, en el caso
de la historia, le llevaba a defender una posicin tan absurda como im
perialis ta y etnocntrica. Vivimos una nueva era y debemos desembara
zarnos de esos viejos resabios interpretativos. Sin embargo, la polmica
no iba a morir as, unos aos despus, en 1995, Sahlins publica la con
testacin a la apoteosis: C mo piensan los nativos, por ejem plo, sobre el
capitn Cook. Estaban en juego cuestiones centrales en antropologa te
nemos los antroplogos derecho a hablar de los otros? qu ocurre cuan
do las interpretaciones de unos y otros son divergentes?
Las cargas de profundidad que Obeyesekere lanzaba a los planteamien
tos tericos de Sahlins ponan en cuestin todo un modo de hacer antro
pologa e historia. Los nativos, las clases subalternas, los oprimidos, no
podan ser interpretados desde una prctica antropolgica como la que
propone Sahlins:
Una de mis suposiciones bsicas [dice Obeyesekere] es que hacer mitos, mitologizar,
eso que los expertos asumen como una actividad fundamentalmente existente en
sociedades no occidentales, es una realidad muy comn en el pensamiento euro
peo.
Un mito, en el sentido poco preciso y convencional del trmino, es general
mente una historia sagrada sobre dioses y ancestros fundadores, o historias sobre
hroes ancestrales (leyendas). De acuerdo con la primera definicin no hay mu
chos mitos en el pensamiento europeo. Existen, sin embargo, muchos mitos so
bre hroes ancestrales, entre los cuales Cook puede encajar con facilidad. Pero
yo creo que ambas nociones tienen que extenderse para comprender la construc
cin de mitos en la cultura occidental.
Los mitos en su sentido clsico de historias
sagradas pueden estar pasados de moda , pero los modelos mticos no. Aplico el
concepto de modelo mtico de dos modos: primero, u n mito importante o para
digmtico puede servir como un modelo para otros tipos de construccin mtica.
Segundo, y ms importante, un modelo mtico se refiere a una serie de ideas
subyacentes (una estructura mtica o grupo de mitemas) emplead os en distintas
fofmas narrativas mayores. Estos [bloques de] series de ideas son "estructuras de
larga duracin" que se adjuntan a formas narrativas mayores tales como la fic
cin, historia o biografas. Las condiciones histricas juegan, obviamente, un pa-
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ENCUENTROS (POLMICOS) EN EL PACFICO... RDTP, LVIII , 1 , 200 3 281
pe a la hora de resucitar un modelo mtico enterrado en una tradicin; y las
condiciones polticas y sociales pueden promover un modelo mtico particular,
convirtindolo en dominante, o ayudar a inventar un nuevo modelo mtico, basa
do en los antiguos que ya no son adecuados a los tiempos que corren. As pue
den surgir modelos mticos en distintos contextos, suplementando mitos reales de
hroes ancestrales que tambin han sido creados. stos ltimos mitos no son
historias sagradas en el sentido literal del trmino, sino que tienen un poder simi
lar y son exactamente isomrficos con historias (leyendas) sobre los ancestros.
As los varios mitos sobre Cook -por ejemplo, el "humanista" expresa la idea
del explorador apropiado a la propia percepcin que la civilizacin tiene de s
misma y contrasta con mitos anteriores, tales como los de un Corts, un Pizarro,
o un Drake, que ya no son relevantes para una edad ms liberal e "iluminada".
La persona viva se subsume totalmente en el mito y, de hecho, es irrelevante si
exceptuamos las notas a pie de pgina (Obeyesekere 1992: 10-11)^^
Toda la humanidad, insis te Obeyesekere, acta de un modo racional y
prctico, por ello ataca al relativismo culturaP^ que extraa a los nativos, que
les convierte en "otros", que los somete, en ltima instancia, a postulados
analticos que los esclavizan a la costumbre y lo que es peor, a los mitos.
A la etnografa de Obeyesekere no le preocupa mantener un cierto
tipo de esencialismo, el que procede de reconocer la comn humanidad
de todos los seres humanos, por ello le importa ms el modo de pensar
que los modos de pensamiento:
No soy partidario de eliminar las diferencias; sino de difuminarlas, viendo las si
militudes estructurales y de otros tipos bajo las diferencias substantivas, y, cuan
do esas diferencias existen, intentar entenderlas tericamente aunque no en los
trminos de una teora que aisla las culturas como especies. Para mudar a la an
tropologa a los inciertos territorios liminares del futuro uno debe descongelar el
mundo de los nativos y abrirlo a los mltiples universos que contiene. Al mismo
tiempo uno debe abrir el mundo encajonado de los tericos de la etnografa que
dibujarn crculos de tiza en torno a las islas de historia y, de modo no pretendi
do , haciendo exticas sus culturas, ignorando el sufrimiento humano y el dolor,
as como obviando la lucha poltica, la colonizacin, o la conquista sobre la que
los activistas miran hacia el pasado con furia (Obeyesekere en Borofsky 1997: 272).
^^ El subrayado es mo.
^ "La doctrina del relativismo cultural aisla al otro com o una espe cie y a cent a
nuestra predileccin por hacer extica la otra cultura. Esto no significa que los
etngrafos, no deban documentar las prcticas que son diferentes de las suyas, sa es
precisamente su tarea; sino que deben hacerlas inteligibles mediante mecanismos que
son comunes a todos los seres humanos. El principio hermenutico de convertir a lo
familiar en extrao y lo extrao en familiar podra ser otro modo de abordar esta
cuestin. No es una paradoja, creo, reclamar que las diferencias culturales pueden
coexistir con semejanzas familiares y similitudes estructurales. Es el relativismo cultu
ral lo que inhibe su reconocimiento" (Obeyesekere en Borofsky 1997: 272).
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RDTP,
LVIII, 1, 200 3 FERNANDO MONGE
Obeyesekere s iente ira por el modo en el que Sahlins interpreta el
comportamiento de los nativos a partir de los diarios de Cook y otras
informaciones exis tentes , fundamentalmente escritas por occidentales . Su
cuidado metodolgico no se preocupa tanto, a diferencia de su contrin
cante, por establecer el contexto concreto en el que se producen y escri
ben los textos , que generalmente no se redactaban a bordo o en las horas
inmediatas posteriores a los sucesos que tan vividamente describen, s ino
por ciertos postulados ideolgicos que anulan la comn humanidad de
los nativos. Ni s iquiera la sorprendente homogeneidad en cuanto a la
organizacin de los contenidos, a los estilos descriptivos^^, son objeto de
anlisis por parte de los antroplogos^^. Obeyesekere tiende a limitar su
anlisis a las evidencias del texto ya que da por supuesta la trama narra
tiva en la que se engarza. Acontecimiento o evidencia tras evidencia, su
preocupacin es mostrar que exis ten interpretaciones y explicaciones al
ternativas a las que da Sahlins, sin embargo, y sta es en mi opinin la
mxima debilidad de su libro, es incapaz de constmir una visin alterna
tiva coherente e integrada.
No obstante, tras la exhibicin analt ica, las elogiosas reseas que
aplauden una antropologa polt icamente correcta, surgida de la ira que
sienten los que han sufrido la colonizacin occidental no hay un argu
mento alternativo. Su heroica resistencia a los planteamientos de Sahlins
no nos ofrece, para aquellos que trabajamos con ese tipo de fuentes en
el Pacfico, una verdadera objecin de conjunto. De hecho, tras las dife
rencias que muestran ambos autores , a pesar del durs imo lenguaje que
emplean uno contra el otro, sus posiciones no son tan incompatibles . Sin
duda la imagen his trica que se ha construido de Cook tiene mucho de
modelo mtico, pero elimina ese hecho que los hawaianos, s in perder
de vis ta su perspectiva prctica que reclama Obeyesekere, consideraran a
Cook una encarnacin del dios de la fertilidad Lono? no es posible que
una parte de esa sociedad lo considerara un dios , otra un potencial alia
do contra otros grupos rivales de esa u otras islas del archipilago y otros,
s implemente, una amenaza? qu tipo de juego de intereses y funciones
locales reforzaba Cook con su aventurado comportamiento?
^ Por ejemplo, en esta p oca los diarios son una descripcin e n la que predomi
na de un modo decisivo lo visual y desaparecen los olores, las sensaciones, los te
mores o las euforias, los acontecimientos humanos de la rutina de la vida cotidiana.
^^
He abordado este tema de un modo ms exhaustivo en mi libro: En la Costa de
la Niebla: El paisaje y el discurso etnogrfico ilustrado de la expedicin Malaspina en
el Pacfico (Monge 2002).
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BEBIENDO KAVA EN VAVA'U, TONGA^^
Cambiemos ahora de escenario, abandonemos el teatro de un drama
para trasladarnos a uno de esos enclaves del Pacfico que han alimenta
do nuestra visin de un paraso en la tierra. Cook las llam islas de los
Amigos, pues sus habitantes pronto destacaron por exhibir esa cualidad^*^.
Hoy esas is las se conocen con el nombre de Tonga y es una de las pocas
unidades polt icas precoloniales que han sabido y podido trazar su pro
p io curso y permanecido independientes . De hecho, Tonga es una mo
narqua constitucional polinesia con un perfil fuertemente cristiano en el
que los estamentos y el parentesco s iguen estructurando la sociedad, donde
la tierra no se puede comprar, ya que la asigna en parcelas el rey a sus
subditos y no es posible que los extranjeros la posean.
En las islas de los Amigos^' ' , Cook se comport de un modo semejan
te a como lo hizo en sus otras escalas ocenicas (incluidas entre ellas, la
infausta Hawai). Aunque se ha querido justificar la muerte de Cook en
Hawai como una consecuencia de su cambio de carcter , se mantiene
que ,
a lo largo de tercer viaje pas de ser un personaje tolerante, diplo
mtico e interesado por las culturas ajenas, a un capitn colrico e impa
ciente. Lo cierto es que Cook, a pesar de sus contadas explosiones tem
peramentales (que no son otras , insis to, que las que generalmente podemos
ver a travs de sus propios diarios) , no encaja muy bien en un caso de
doble personalidad, a pesar de lo que defiende Obeyesekere, en una suerte
de Dr. Jekill y Mr. Hide, de un Prspero y un Kurtz.
^ Este epgrafe se basa e n un te xto pro pio i ndito a nterior: "D rinking Kava with
'Vavao' Islanders: The Malaspina Expedition in the Tongan Islands (1793)", presenta
do en el XVIIIth International Congress of History of Science, Hamburgo y Munich, 1-
9 agosto de 1989.
^ Las islas de los A migos, junto con T ahiti y las islas de la Socie dad, son los
enclaves que han sustentado la imagen occidental del paraso polinesio, un lugar de
vida fcil, sensual, de clima ideal y paisajes deslumbrantes. De todas esas islas, es
Tahiti, la que sirve de inspiracin a los paisajes que mejor reflejan esa imagen idflica.
Aquellos que quieran tener una perspectiva ms actual, menos idealizada, pueden leer
el libro de viajes The Happy Isles of Oceania: Paddling the Pacific (Theroux 1992).
^' ' Las naves de las distintas expediciones de Cook permanecieron en las islas,
durante el segundo viaje en dos ocasiones, entre el 2 y el 8 de octubre de 1773
visit 'Eua (Middelburg) y Tongatapu (Amsterdam), y el 26 y el 29 de junio de 1774,
Nomuka (Rotterdam); durante la tercera expedicin naveg y explor distintas islas
de Tonga de un modo sorprendente en l, pues apenas recal en las mismas entre el
28 de abril y el 17 de julio de 1777; la expedicin Malaspina, que recal en Vavao
(Vava') en el archipilago ms septentrional de Tonga, permaneci en la isla desde
el 20 de mayo al 1 de junio de 1793-
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RDTP,
LVIII, 1, 2003 FERNANDO MONGE
En Tonga los expedicionarios sufran robos por parte de los nativos como
en cualquier otra isla, y del mismo modo trataban de contrarrestarlos con
las ayudas de los jefes , quienes de modo paradjico no slo imponan el
orden y castigaban, sino que eran, adems, los que en ltima instancia iban
a recibir esos objetos robados por sus subditos. Si la autoridad del jefe no
se impona, los visitantes secuestraban a los jefes y forzaban la devolucin
de lo robado a cambio de la liberacin de su lder.
Del mismo modo que en Hawai, en Tonga llevaron a cabo sus rutinas
de mantenimiento: aguada, repostar con alimentos frescos mediante el co
mercio con los naturales, reparar los desperfectos de los buques, lavar la
ropa y descansar; en cuanto a la actividad cientfica, se ocupaban de esta
blecer la latitud y longitud de las islas fijndolas con mediciones astronmicas
(para lo que tenan que levantar un observatorio en tierra); trazar cartas
nuticas y levantar planos; herborizar, capturar especies vivas y llevar a cabo
descripciones geolgicas; examinar las cualidades y costumbres de los na
turales y establecer buenas relaciones con ellos. Su guin de actividades se
repite en cada una de sus recaladas y, del mismo modo, as se refleja en
sus diarios. De hecho, las propias monografas sobre los lugares visitados,
sus descripciones de las sociedades y culturas sobre las que investigan se
asemejan en su estructura y obedecen a un patrn explicativo idntico.
Al igual que en Hawai, aunque con diferentes resultados, Cook trat
de establecer buenas relaciones con los nativos y participar en cuanta
ceremonia le fue posible. Tanto es as que es el primer explorador que
nos describe el HnasP. A pesar de no comprender la mayor parte de su
significado, su meticulosa descripcin es sorprendentemente r ica en deta
lles. Sin duda ste es uno de los fragmentos de sus diarios que le han
proporcionado mayor reputacin como gran explorador y "etngrafo". No
obstante sus mritos, hoy sabemos gracias a otras fuentes de viajeros y a
la propia memoria oral bien recogida en la actualidad en los archivos del
Palacio Real de Nuku'alofa (la capital de Tonga), que Cook arriesg su
vida varias veces al violentar insistentemente los tabes o prohibiciones
que deban seguir durante la celebracin de los r i tuales . Cmo debemos
interpretar su comportamiento? bajo qu esquema explicativo ubicaramos
su muerte si se hubiera producido en la isla de los Amigos? con qu
trama de anlisis terico, la de Sahlins o la de Obeyesekere, nos sentira
mos ms cmodos? o lo que es ms importante cmo podramos cons
truir argumentos consis tentes ms que aspirar a verdades inmutables?
^ nasi es una ceremonia en la que los primeros frutos del ao se ofrecen al rey
sagrado o Tii'i Tonga como parte de un ritual poltico-religioso que involucra a toda
la nacin (Bott y Tavi 1982: 173).
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Sin duda a los jefes de Tonga no les import mostrar aspectos prohi
bidos de su ritual a un extrao "que pasaba por all" y con el que ha
ban entablado una fructfera relacin comercial y de amistad. Con reti
cencia, y cierta tolerancia, le permitan asistir a sus ceremonias siempre y
cuando se quitara la camisa y soltara el pelo. De hecho la ruptura de la
etiqueta por parte de Cook en el r i tual que presenci se uni a la ano
mala que supona que los nativos celebraran este Hnasino para con me
morar la llegada de la estacin de la cosecha sino para conceder al hijo
del rey sagrado o Tu'i Tonga (ante la insistente presin de la mujer de
ste) algunos de los rasgos y privilegios del propio rey (algo absoluta
mente sin precedentes en su historia)^^.
No voy a entrar ahora en un anlis is detallado de esos encuentros
his tricos en Tonga entre Cook y, ms tarde, otros "exploradores-obser
vadores" como Malaspina. Gracias a esos documentos, los de otros ex
ploradores y, sobre todo, la memoria oral, hoy recogida en el archivo
real ar r iba mencionado, podemos recomponer la compleja d inmica y
posibles interpretaciones que los comportamientos y acontecimientos de
los encuentros tuvieron en su da. Tal y como hemos vis to en la polmi
ca explicacin de la muerte de Cook, esta relacin entre exploradores y
tonganos es un caso de estudio particularmente r ico para poner a prueba
los procedimientos interpretativos que ha desarrollado la prctica terica
de la antropologa.
Cook, como muestra su diario, no era un antroplogo avant la letre,
sus indudables dotes descriptivas, su perspicacia y las circunstancias que
vivi le convierten en uno de los mayores exploradores del siglo XVIII.
Puso "en orden" y dio una primera imagen^ del conjunto del Pacfico sur,
acabando con la fantasa del continente austral (que en modo alguno poda
ser Australia). Desde la perspectiva actual, uno de los mritos ms sobre-
^ En realidad Cook asiste, como ya he ind icado, a un ritual anm alo q ue tiene
consecuencias en el desarrollo y estabilidad poltica de la isla. En este caso es testi
go , sin saberlo, de un cambio histrico sin precedentes dentro de Tonga. Vase Bott
y Tavi (1982).
^ Aunque al referirme a la imagen haca alusin a mucho ms que a su represen
tacin grfica. Son textos absolutamente claves para aquellos interesados por estas
cuestiones los trabajos de Smith (1985 y 1992). La obra grfica completa de las expe
diciones de Cook fue publicada por Smith y Joppien (1985-88) en tres volmenes.
Para aquellos interesados por la misma en la expedicin Malaspina, vase Sotos Se
rrano (1982). Del Diario General de la expedicin hay dos ediciones: Palau, Saiz y
Zabala (1984), y la edicin crtica, en varios tomos, cuya editora general es Mara
Dolores Higueras. El tomo de mayor inters para los antroplogos, junto con los dia
rios, es el que edit Pimentel (1993).
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LVIII, 1, 200 3 FERNANDO MONGE
salientes de sus escritos radica en su capacidad de describir y transmitir
informacin sobre lo que no saba. Su esti lo ayudaba considerablemente
en su narracin, pues no era hombre aficionado a las largas elucubraciones
filosficas que caracterizan la prosa culta de los hombres de la Ilustracin.
En Tonga, por ejemplo, una de las "piedras de toque" para la inclu
sin o la obtencin de informacin ms delicada sobre la organizacin
social y sus valores pasa por la participacin en la ceremonia de la be
bida del kava en un crculo ritual, que manifiesta el rango de sus parti
cipantes , los incluye en la comunidad y permite poner al da el entrama
do de r e l ac iones s oc ia l e s que s u s t en ta l a comun idad , a s como ,
simplemente, participar socialmente en la misma. Ese conocimiento ms
profundo de la sociedad visitada pasaba por la ingestin del kava, una
bebida de efectos hipnticos, que se produca masticando la raz del Piper
Mesthicum y mezclndola lu ego con agua . Los explo radore s , al ver su
preparacin, evitaron su ingestin, excepto algunos como Cook, que, en
contadas ocasiones, cuando no tenan ms remedio y s in l legar a partici
par plenamente en l , l legaban a probarlo.
Un anlis is pormenorizado de este acontecimiento, enmarcado en su
visita, nos permitira, como en el caso de la muerte de Cook, profundizar
y elaborar una antropologa his trica de los encuentros en los que ha
bramos de tratar de integrar y abarcar ambos universos culturales , ahora
en contacto, y la naturaleza de sus relaciones en la gnesis de nuevos
universos de significado cultural.
Los encuentros, su anlisis e interpretacin son, sin duda alguna, y
como he pre tendido mos trar en la encendida polmica en tre Cook y
Obeyesekere, un campo de investigacin particularmente fructfero que nos
exige un gran cuidado metodolgico. De hecho, teora y metodologa viajan
juntas en la prctica antropolgica. No es acaso el Pacfico, tal como he
intentado mostrar a lo largo de estas pginas, un espacio tan "real" como
inventado?
A VUELTAS CON LA INTERPRETACIN
Tal como afirma Borofsky, "la incertidumbre a la hora de analizar el
pasado no impide nuestros anlis is , solamente encuadra cmo lo hace
mos" (1997: 277). Podemos valorar las evidencias que uno y otro, Sahlins
y Obeyesekere, aportan en su sonada polmica, extraer conclusiones al
ternativas o conceder mayor acierto a uno y otro. Como ya he mostrado,
una lectura cuidadosa de los postulados bsicos de uno y otro hace dif
cil entender las razones tericas y ticas que les enfrentaron de un modo
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EN EL
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tan enconado. Tras este pe-
riplo por el Pacfico, llegan
las grandes preguntas: Pode
mos los antroplogos hablar
sobre el otro ? En realidad,
ambos creen en esa posibi
lidad. El problema, una vez
ms,
radica en la interpreta
cin, del mismo modo que
Cook pudo ser interpretado
por los hawaianos como un
dios, Obeyesekere adjudica a
Sahlins el papel de opresor
e imperialista.
Para el primero es posible hablar sobre los otros si somos capaces
de constmir un argumento bien razonado, que se apoye bien en buenos
razonamientos y las evidencias (Obeyesekere en Borofsky 1997: 69); mien
tras que para Sahlins:
FIGURA 3.Milford Sound. Pico
y
comienzo
del fiordo. Nueva Zelanda.
una comprensin intercultural
no
descansa simplemente sobre
una
biologa
co
mn, una fisiologa de la percepcin que no permita a los antroplogos y sus
interlocutores estar de acuerdo sobre los referentes empricos de su charlaque,
de otra manera sera distinta. Algunas veces
es al
contrario:
la
posibilidad
de
la antropologa consiste
en
operaciones simblicas mutuas
y
comunicables,
del
tipo
que
puede hace lgica
e
intelectualmente incomunicable
lo que es
emp
ricamente increble. 'Este pan es el cuerpo de Cristo.' 'La patata dulce es el
cuerpo de Lono,' [...]. La cuestin no es simplemente percepcin sino juicio:
qu
es lo que hay, y
cmo esta relacionado
con qu
otras cosas? (Sahlins
en
Borofsky
1997: 274).
Le preocupan las relaciones significativas, las afirmaciones con senti
do y no simplemente las sensaciones perceptivas.
En suma, para Obeyesekere las nuevas fronteras de la antropologa
descansan en el conocimiento de las otras epistemologas, en el desarro
llo de una epistemologa transcultural; para Sahlins, sin embargo, son:
las relaciones fundamentales de la sociedad [las que] estn presentes en el
microcosmos
del
intercambio simblico.
Si la
afirmacin
de un yo es una
rei
vindicacin depoder, la reversibilidad del"yo"y tu esalternativamente compe
ticin o reciprocidad cuando el reconocimiento mutuo de la persona es el ger
m en
de la
sociabilidad.
Los
principios elementales
de la
sociedad humana
son
intrnsecos
a las
estructuras
del
discurso simblico.
La
antropologa
es un
intento
de superar los lmites parroquiales tradicionalesdedichos discursos.Por lotanto,
critica a los antroplogos y susconceptos de cultura tanto como desees por su
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etnocentrismo e imperialismo, siempre existirn relaciones humanas contradicto
riasen su proyecto (Sahlins enBorofsky
1997: 276).
Por
eso,
la interpretacin, que es un mecanismo donde los procesos
simblicos se explotan s is temticamente, no slo es un e lemento necesa
rio para
la
antropologa, s ino, tambin,
y
sobre todo, central
en
nuestra
actividad como seres humanos y antroplogos.
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