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Agua y Espíritu Órgano de difusión del Catecumenado de Getafe Nº 11 Diciembre 2008 Mi vida como catequista U n día, hará unos dos años, nos llamó por teléfono nuestro párroco, y vino a casa a hablarnos de que había en la parroquia un grupo de personas adultas que querían conocer a Jesucristo, o estar más cerca de Él. Algunas de esas personas querían recibir el bautismo; otras, confirmarse; y otras aún, revisar su fe, que creían algo anquilosada. Nos preguntó nuestro párroco si queríamos ser catequistas de adultos. Mi esposa y yo nos miramos y entendimos al instante que, en realidad, era el mismísimo Jesús de Nazaret quien nos estaba preguntando si queríamos ayudarle a llevar a otras personas a su presencia, a su amor ¿Cómo íbamos a decir “no” a una misión tan importante y elevada? Empezamos tímidamente nuestra andadura como catequistas. La primera gracia fue la lectura y estudio de los textos de cada catequesis, plenos de luz sobrenatural; no habríamos conocido tantas intimidades de Dios de no haber sido por la lectura de estos maravillosos textos. La otra gran gracia ha sido y es el ver el efecto de las catequesis en nuestros catecúmenos adultos: Todos afirman que no quieren perderse ni una sola de las sesiones de catequesis; que cada semana se sienten más cerca de Dios y que eso les llena el alma de gozo. Ser catequista de adultos está siendo para nosotros una de las fuentes de gracia más eficaces que conocemos. Hoy, mi esposa y yo, animamos en nuestra parroquia a dos grupos de catequesis de adultos, uno de Pre-Catecumenado y otro de Catecumenado, cada sábado y cada domingo por la tarde. Aquí podéis ver las fotos de ambos: Grupo de los sábados: Laura, Puri, Yaiza, D. Antonio, Arantza y Paz, de izqda. a dcha. (Faltan, en la foto, Isabel, Julio, Laia y Jorge) Grupo de los domingos: De pie, de izqda. a dcha.: María, Carmen, D. Antonio, Puri, Ainhoa, Isabel y Angela. Sentados, de izqda. a dcha.: Alfonso, Jorge, la Virgen y el Niño y Marta (Falta Alma en la foto) Alabado sea Dios, que nos ha permitido, a mi esposa y a mí, ser humildes trabajadores suyos en la construcción del Reino de los Cielos en la tierra. Jorge Megías y Purificación Roca. Villanueva de la Cañada Actualidad del Catecumenado Os ofrecemos en esta ocasión el testimonio de uno de los catequistas del Catecumenado.

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Agua y

EspírituÓrgano de difusión del Catecumenado de GetafeNº 11 Diciembre 2008

Mi vida como catequista

Un día, hará unos dos años, nos llamó porteléfono nuestro párroco, y vino a casa ahablarnos de que había en la parroquia un

grupo de personas adultas que querían conocer aJesucristo, o estar más cerca de Él. Algunas de esaspersonas querían recibir el bautismo; otras,confirmarse; y otras aún, revisar su fe, que creían algoanquilosada. Nos preguntó nuestro párroco siqueríamos ser catequistas de adultos. Mi esposa y yonos miramos y entendimos al instante que, enrealidad, era el mismísimo Jesús de Nazaret quien nosestaba preguntando si queríamos ayudarle a llevar aotras personas a su presencia, a su amor ¿Cómoíbamos a decir “no” a una misión tan importante yelevada?

Empezamos tímidamente nuestra andaduracomo catequistas. La primera gracia fue la lectura yestudio de los textos de cada catequesis, plenos deluz sobrenatural; no habríamos conocido tantasintimidades de Dios de no haber sido por la lectura deestos maravillosos textos. La otra gran gracia ha sidoy es el ver el efecto de las catequesis en nuestroscatecúmenos adultos: Todos afirman que no quierenperderse ni una sola de las sesiones de catequesis;que cada semana se sienten más cerca de Dios y queeso les llena el alma de gozo.

Ser catequista de adultos está siendo paranosotros una de las fuentes de gracia más eficacesque conocemos. Hoy, mi esposa y yo, animamos ennuestra parroquia a dos grupos de catequesis deadultos, uno de Pre-Catecumenado y otro deCatecumenado, cada sábado y cada domingo por latarde. Aquí podéis ver las fotos de ambos:

Grupo de los sábados: Laura, Puri, Yaiza, D. Antonio, Arantza y Paz, de izqda. a

dcha. (Faltan, en la foto, Isabel, Julio, Laia y Jorge)

Grupo de los domingos: De pie, de izqda. a dcha.: María, Carmen, D. Antonio, Puri,

Ainhoa, Isabel y Angela. Sentados, de izqda. a dcha.: Alfonso, Jorge, la Virgen y el

Niño y Marta (Falta Alma en la foto)

Alabado sea Dios, que nos ha permitido, a miesposa y a mí, ser humildes trabajadores suyos en laconstrucción del Reino de los Cielos en la tierra.

Jorge Megías y Purificación Roca.Villanueva de la Cañada

Actualidad del CatecumenadoOs ofrecemos en esta ocasión el testimonio de uno de los catequistas del Catecumenado.

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Principios Generales y Criterios PastoralesITINERARIO CATECUMENAL II

Itinerario de fe, catequético, litúrgico y espiritual

Según decíamos en el número anterior, el Catecumenado sigue en supedagogía un itinerario paulatino de maduración de la fe, y lo hace a travésde la articulación de tres elementos inseparables: la catequesis, la liturgia y lavivencia espiritual, con la ascesis propia que comporta la conversión. Suíntima unidad emana de la comprensión profunda de los mismos.Intentemos acercarnos a ella.

La es una forma del ministerio de la Palabra. Su objetivoes transmitir la revelación de modo vivo y cercano, a la par que ordenado ysistemático, al que se inicia con asombro en el conocimiento de la BuenaNueva que es Jesucristo, a fin de poner los cimientos del edificio espiritualcristiano en su vida y conducirlo a la profesión de fe bautismal, verdaderavocación a la santidad. Por ello, lo propio de la catequesis es que nazca en lafuente de la meditación sobre el Evangelio, atenta a la luz que Cristo irradiasobre las realidades que experimenta el corazón humano en medio de las

vicisitudes de este mundo, para que el catecúmeno sepa reconocer la respuesta que Él da a todo cuanto vive yfundamente su conversión primera.

La catequesis requiere un lenguaje directo e íntimo con el que el catequista desvela la propia experiencia deencuentro con la Persona de Jesucristo, y la comunica compartiendo el lenguaje del corazón. Este es el don de lenguas quedebemos pedir al Espíritu Santo, una expresión llena de fuerza espiritual que transmita la luz y la vida de cada página delEvangelio donde se nos Revela el amor de Dios por el mundo.

Por otra parte, la formación en la fe que ofrece la catequesis está íntimamente complementada con la yaque bien cuidada, querida y explicada despierta la comprensión íntima de lo sagrado, nos permite adentrarnos en lariqueza que Dios nos regala, nos la hace perceptible; nos permite entrar en comunión universal con la Iglesia, con lacomunión de los santos; nos abre al cielo y nos sumerge en la adoración de Dios. Por ello, en el transcurso delcatecumenado están presentes distintos ritos litúrgicos y celebraciones que van poniendo de manifiesto esta progresivavinculación a Jesucristo en la comunión de la Iglesia. De hecho, este itinerario de fe culminará con la celebración de lossacramentos del Bautismo, Confirmación y Eucaristía que operarán la comunicación de la salvación que brota delmisterio pascual. La liturgia es pues un elemento muy importante, verdadero representado, puesto en escena,que tiene la grandeza de hacernos partícipes de la gracia de Dios, y de la liturgia celeste.

El encuentro verdadero con Cristo, que se produce tanto a través de la catequesis como de la liturgia, requieretambién de un verdadero que potencie la conversión a Su Amor, renunciando a lasidolatrizaciones de amores hechos a la medida de la mentalidad del mundo, pidiendo la gracia de vaciarse de su atractivoy llenarse de un corazón nuevo con un orden nuevo, el orden de la fe, la esperanza y la caridad, que tiende a complacer aDios, como único centro vital, y resolver a la luz del Evangelio y no de otros criterios, todos los conflictos y dificultades dela vida cotidiana.

Mª Fernanda Lacilla Ramas, M Id.

catequesis

liturgia

ejercicio espiritual ascético

No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con unaPersona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva. En su Evangelio, Juan había expresado esteacontecimiento con las siguientes palabras: «Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que todos los que creen enél tengan vida eterna» (cf. 3, 16) (Deus Caritas est,1)

“La experiencia de este amor real y personal, pone al hombre ante la verdad de su propio ser, de su vocación verdadera,del más profundo deseo de su alma. El hombre percibe este amor como el mayor bien para él y la voluntad le impele a adherirsea Cristo, su bien, a seguirle y compartir con Él los misterios de su vida” (Principios Generales y Criterios Pastorales, pg.26).

mysterium

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Diálogos sobre la FeAdoración y Evangelización (II)

En el último número trazamos ya el contenido de esteapartado que trata de abrir un diálogo sobre la naturaleza de la fe ysu transmisión, es decir sobre los fundamentos de la acciónevangelizadora de la Iglesia.

Defendía yo que, aunque la evangelización es una acciónespecífica y es diversa de la adoración, el acto mismo de la adoraciónse convierte en el primer acto evangelizador. No sólo porque toda lavida de la Iglesia y también su acción evangelizadora naciese de suadoración a Dios o porque condujese a él. También porque laadoración de la Iglesia constituye en sí misma la palabra máselocuente con la que ella dice al mundo quién es el Dios al que adora.Y es la invitación más pertinaz y a la vez más respetuosa con la que laIglesia invita a los hombres a unirse a ella en la fe, en la esperanza y elamor, que son los elementos propios de la verdadera adoración.

Para mostrar la verdad de esta afirmación habíamosempezado a describir dos características de la adoración cristiana.Las dos fueron puestas de manifiesto por Benedicto XVI cuandohabló de las formas griega y latina en que encontramos esta palabra:proskynesis, es decir, reconocimiento, sometimiento; y ad-oratio, esdecir, beso, abrazo, amor.

El hombre que adora reconoce en sí mismo y en las cosas delmundo una verdad que él no puede fabricar y que señala a Dioscomo el origen y el fundamento de todo. Deja atrás la pretensión decrear o de fabricar él mismo la verdad, el bien o la belleza y, muy alcontrario, la reconoce como dada por Dios en el ser mismo deluniverso y del hombre. En este sentido adorar significa reconocerque el ser, en su origen y en su actualidad, en su presente, depende entodo de Dios, como de su centro y fundamento. Adorar es asíreconocer y someter la propia voluntad a este orden. Nada delhombre y de su esfuerzo o de su trabajo es definitivo, Dios es loúnico necesario.

Hablamos más extensamentesobre esta característica de la adoracióncristiana en el número anterior. Ytambién allí enunciamos la segundacaracterística en la que ahora hemos decentrarnos: la comunión. La adoracióncristiana conduce el hombre hasta Diosy lo sumerge en el ser mismo de DiosUno y Trino, en la novedad eterna delamor de Dios.

P o d r í a p a r e c e r q u e e lreconocimiento de Dios como origen yfundamento del ser y de su bondad, desu santidad y de su belleza, no hace sinoresaltar la diferencia y la distancia entreDios y su criatura. Y que la adoración, enlo que tiene de sometimiento a la verdadúltima de todo, no hace sino aceptar estadistancia.

Pero, ¿qué dice Dios de sí mismo?En la cumbre de la revelación que Dios

hace de sí a lo largo de la historia, san Juan puede concluir: “Dios esamor” (1Jn4,8). No es una mera definición. San Juan puede concluircon esta afirmación sobre el ser de Dios, porque Dios no se hamostrado sólo como la verdad, sino como una verdad que escomunicada al mundo en el acto mismo de la creación y como unaverdad que se entrega personalmente al hombre, por su encarnación,en el misterio de su vida entregada que se consuma en la cruz. Nosólo es Verdad, sino Palabra y Palabra que se ha hecho carne y se haofrecido y entregado. La Verdad podría quizá brillar inaccesible a losmás pequeños, pero como Palabra es comunicación de sí. Sóloporque la Verdad es también Palabra, comunicación de sí, puededonarse hasta el fin, haciéndose carne y entregándose comoalimento a los más pequeños. Así, los que se hacen humildes, aladorar la Verdad, encuentran que desaparece la separación entre ellosy la Verdad, porque la Verdad es también Palabra que les ha hablado,que les ha llamado, que ha iniciado con ellos un diálogo de amor,que se les ha entregado y se ha puesto en sus manos.

Porque Dios es amor, comunicación y don de sí, la adoracióncristiana no se resuelve en la confirmación de la distancia y de ladiferencia entre Dios y el hombre. Esta distancia ha sido salvada porel amor de Dios, que le ha hecho condescendiente. Así que cuando laIglesia adora no sólo descubre al que es la verdad del universo y delmismo hombre, reconociéndolo como el único fundamento ysometiéndose a él como al Bien definitivo. Hace algo más: respondeal amor de aquel que siendo la Verdad y la Palabra, “habiendo amadoa los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”. Y así,el reconocimiento y el sometimiento se une al amor, al afecto, yconcluye en un vínculo de amor mutuo, en relación, en comunión.La Iglesia se arrodilla ante Dios, pero también lo besa.

La liturgia nos introduce en las dos características de laadoración que van siempre de la mano:el “doblar la rodilla” ante la presencia deDios, como ocurre en la consagración dela eucaristía, ayuda a expresarcorporalmente el reconocimiento y elsometimiento del hombre ante Dios.Pero también el “beso”, con el que eldiácono o el sacerdote besa el Evangeliotras haber sido pronunciado, o el gestomismo con el que los fieles acercan suboca para recibir la eucaristía, ayudan aexpresar un movimiento del hombreque dirige su corazón hacia Dios y loencuentra, porque Dios se ha acercado asu pequeñez. De hecho, si uno lo piensa,el beso al Evangelio, es el beso a laPalabra de Dios pronunciada,comunicada. El beso es respuesta alamor condescendiente de aquel quecomunica su propio ser por medio de laPalabra. Y al acercar la boca para recibirla Eucaristía no hacemos sino acoger

La Iglesia se arrodilla ante

Dios, pero también lo besa

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aquella misma palabra que nos ha entregado su cuerpo comoalimento verdadero.

Pero ahora debemos añadir unmatiz a estas dos características de laadoración cristiana: el reconocimiento y elamor: ni uno ni otro nos alejan de laposición inicial que como hombrestenemos ante Dios. Ni lo uno ni lo otronos hace poseedores de Dios, dueñossuyos. No reconocemos a Dios comoreconocemos una evidencia, que una vez reconocida ya poseemos. ADios nunca lo poseemos. Su verdad no se impone a nuestrainteligencia, su bondad no se impone a nuestra voluntad, sino que lallaman para que el reconocimiento y el amor, propio de laadoración, sea siempre un acto libre, no sometimiento forzado de lainteligencia o la voluntad. Por eso la fe, que va más allá de lo que ve,es la forma propia del reconocimiento de la verdad de Dios yacompaña siempre al amor. La fe siempre es respuesta a la verdad quese manifiesta y, a la vez, es siempre búsqueda, impulso y movimientodel espíritu que va más allá de los signos y se dirige, a través de lossignos y señales, a Dios mismo.

Reconocer y amar a través de la fe, no poseyendo la verdad nila persona misma de aquel a quien se dirige nuestro amor, hacen quenosotros nunca seamos el centro: el centro siempre es Dios. Él essiempre el único necesario. Y, mientras que eso es así, ni nuestroreconocimiento de la verdad, ni nuestro amor a Dios, nos separan delos hombres que buscan el sujeto verdadero de su amor. La ley de la fenos hace mantenernos junto a los hombres. Ellos buscan y nosotrostambién buscamos aunque ya hallamos sido encontrados. Por eso,en el reconocimiento de la verdad y en el sometimiento a ella, en elamor que se dirige a Dios, los hombres pueden percibir unmovimiento que no es ajeno ni extraño a su búsqueda.

Por un lado, la adoración cristiana señala a los hombres aAquel que es la verdad y al origen y fin del amor perfecto y eterno.Por otro lado, lo hace sin que los que adoran se separaren de la propiacondición creada. Así el lenguaje de la adoración cristiana, que nobusca sino expresar el reconocimiento de la primacía de Dios y delamor a él, se convierte en el primer acto evangelizador, en el lenguajemás expresivo e inteligible para aquellos que no conocen a Dios y lobuscan.

La Iglesia, cuando adora a Dios, si adora de veras, con estadoble característica que hemos intentado describir, proyecta unaimagen bien definida: se muestra a los pies de quien es solo Dios, y ala vez como quién se refugia en su pecho. Ella ni es la Verdad, niposee la Verdad. Ella es sierva de la verdad y, postrada a sus pies, laseñala a quien busca la verdad de su propia vida. Refugiada en elpecho de su Señor, la Iglesia da respuesta a quien busca respuesta almisterio de su propio corazón.

Así postrada a los pies de su Señor, muestra que ella noidolatra una verdad que surge del propio genio o de la propiaproducción intelectual, que ella no obedece al ídolo de su propiaeficacia, de su propio trabajo, de su poder o su fuerza. Ella no sirve a

la obra de sus manos, sino que reconoce la verdad y recibe la vida.Haciendo esto, presta al hombre de todos los tiempos y, sobre todo,

al hombre de hoy el mayor de losservicios: descubre la mentira de que éles un ser autónomo, solitario, que ha defabricarse y asegurarse su propia vida,que pueda crearse a sí mismo. La grantentación del hombre de hoy es la dedarse su propia verdad, hacerse a símismo la medida de todas las cosas y

someter con este ídolo a los otros a esclavitud violenta. Por eso esvital para la Iglesia no decaer en su sentido de verdad. Ella necesitareconocer siempre y hacer brillar la verdad de Dios, conforme a loque él mismo ha manifestado de sí, frente a todo tipo deinvenciones. En el servicio a la verdad de Dios, la verdad que Dios hamanifestado de sí mismo, la Iglesia realiza el primer gestoevangelizador: señala el camino de la conversión, de vuelta haciaDios.

La sumisión a la verdad, que no se fabrica, sino que sólo serecibe y se reconoce, de la que no puede adueñarse y, por lo tanto, nose puede manipular, implica también el martirio: la aceptación de laviolencia y de la muerte de aquellos que no pueden soportar a quienseñala el camino contrario de la obediencia a la verdad. Laobediencia a la verdad implica siempre el martirio. Y justamenteporque el mártir no afirma la verdad que él posee y que, en últimotérmino podría identificar consigo mismo, sino aquella verdad quereconoce y que ama más que a sí mismo, puede entregar su vida poresta verdad perdonando. Y el perdón se convierte así para susverdugos en nueva llamada del amor de Dios.

La obediencia de Cristo a su Padre es el camino contrario alemprendido por Adán. En el camino del Hijo hecho hombre aparecedesde el principio hasta el final la tentación de Adán, desde lastentaciones del desierto hasta la cruz: “Si eres el Hijo de Dios, baja dela Cruz”. Pero la respuesta de Cristo es la contraria a la de Adán:“Adorarás al Señor, tu Dios”. Es la verdad que se expresa en suobediencia hasta la muerte. La obediencia a Dios, la adoración desólo Dios, se convierte en Cristo en el perdón de Dios al hombre, enel testimonio del amor de Dios, en el acto verdaderamenteevangelizador: “Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todoshacia mí”.

En la cruz y en la resurrección Cristo se ha convertido en lacabeza de un pueblo que adora a Dios y que invita, con el perdón delmismo Dios, al universo entero a unirse en su acto de adoracióneterna. Si en el número anterior decíamos que la cruz es la expresiónde la justicia de la creación, el sometimiento de todo al único que esprincipio de todo; ahora tenemos que decir que Cristo que se levantadel sepulcro en la mañana de la resurrección y clama por su Padre:“Oh Dios, tu eres mi Dios, por ti madrugo”, elevándose hasta él, yllevando consigo la humanidad asumida en la encarnación,perfeccionada en la obediencia, convirtiéndose en el primogénito deentre los muertos, es la expresión de la unión a la que tiende y alcanzala adoración cristiana.

Enrique Santayana

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La Iglesia es sierva de la verdad:postrada a sus pies, la señala a quienbusca la verdad de su propia vida.

Refugiada en su pecho, da respuesta aquien busca la respuesta al misterio de