adrián gorelik. la aldea en la ciudad. ecos urbanos
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La aldea en la ciudad
Ecos urbanos de un debate antropolgico
Adrin GorelikUniversidad Nacional de Quilmes / CONICET
Publicado enRevista del Museo de AntropologaN 1,Crdoba, Universidad Nacional de Crdoba, diciembre de2008, pp. 73-96.
1.Las relaciones entre antropologa y pensamiento urbano son muy anteriores a la
existencia de la antropologa urbana como subdisciplinay, en verdad, una vez que sta
surgi ya casi no continu el dilogo, porque su propia aparicin fue el resultado de un
distanciamiento crtico de la visin modernizadora-planificadora que destac en el
pensamiento urbano.
1
Son, por supuesto, muy conocidos los orgenes etnogrficos dela sociologa urbana en Chicago y el fuerte impacto de algunos de los presupuestos de
esa escuela de pensamiento en las concepciones dominantes sobre las relaciones entre
ciudad y modernidad durante buena parte del siglo XX, en especial, en las teoras de la
modernizacin discutidas en el mbito latinoamericano.2Podra decirse que la teora del
desarrollo necesitaba, por definicin, una concepcin del cambio social ycomo seal
Alejandro Blanco (2003: 691)las teoras de matriz antropolgica de Chicagoeran
entonces las que respondan ms adecuadamente a ello, especialmente, la teora del
continuo folk-urbano de Robert Redfield, uno de los autores que trataremos aqu.
Todo esto es muy conocido: no slo porque figura en los manuales de la segunda mitad
del siglo XX como un momento fundamental tanto de la sociologa como de la
antropologa, y como antecedente directo de sus respectivas subespecies urbanas, sino
tambin porque, luego de dcadas de desprestigio terico e ideolgico, ha comenzado
ya hace algn tiempo un renovado inters por estos clsicos del pensamiento social,
derivado fundamentalmente del nuevo ciclo de interrogacin sobre la modernidad que
se ha abierto en los aos ochentapese a lo cual, conviene aclarar, sigue sin haber
buenas ediciones en espaol de las obras cannicas del perodo heroico de Chicago,
1Esta situacin cambi en las ltimas dcadas, a partir de la importancia creciente que las nuevastendencias del planeamiento estratgico le han dado a la identidad cultural como reservorio de valores
para un exitoso marketing urbanoen las condiciones de la globalizacin, posicin con la que, de muydiversas maneras, algunas perspectivas antropolgicas de anlisis urbano han venido contribuyendo; hedesarrollado este aspecto en: Imaginarios urbanos e imaginacin urbana. Para un recorrido por loslugares comunes de los estudios culturales urbanos (Gorelik, 2004).2Para una lectura desde la antropologa de la Escuela de Chicago, ver Hannerz (1986), quien titula unode los captulos que dedica al anlisis de la Escuela: Etngrafos de Chicago. Sobre las relaciones
entre esa escuela de pensamiento y las teoras de la modernizacin en Amrica Latina, la referenciaclsica es el libro pionero de Juan Marsal (1967), que dedica toda su primera parte a Los modelos de loscientficos sociales norteamericanos, con un captulo sobre La antropologa y Amrica Latina.
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empezando por The City, de Robert Park, Ernst Burgess y Roderick McKenzie.3
Pero si la larga hegemona del pensamiento de Chicago en el ethos
modernizador y su especial impacto en Amrica Latina son bien conocidos, creo que no
se ha reparado con la suficiente atencin en el hecho de que prcticamente todo el
pensamiento urbano latinoamericano en el perodo que corre entre la Segunda Guerra y
los aos setentaen rigor, el nico perodo en que existi un pensamiento urbano que
podamos llamar latinoamericanose desenvolvi en el marco puesto por un debate
antropolgico suscitado en el interior de la problemtica chicaguianaes decir, las
peripecias de los procesos de adaptacin/aculturacin en un mundo en transicin. Me
refiero al debate entre el continuo folk-urbano de Redfield y la cultura de la pobreza
de Oscar Lewis. Y como el pensamiento urbano de ese perodo tuvo una
sobredeterminacin poltica y cultural evidente, dada la acuciante actualidad de las
incgnitas de todo tipo que estaba planteando la transformacin acelerada de las
ciudades del continente, al comps de un desplazamiento migratorio que estaba
invirtiendo ya definitivamente su tradicional carcter rural, revisar la conexin con
aquel debate antropolgico no supone solamente el anlisis de un caso entre otros de
circulacin de las ideas cientficas, sino la posibilidad de entrever, a travs de la
antropologa, el espectro de figuraciones dentro del cual se movi entonces el
pensamiento sobre la ciudad latinoamericana, figuraciones que se traducan tambin
en polticas muy activas en la reconfiguracin del mismo objeto que se buscaba
conocer.4
2. Robert Redfield es una figura singular dentro del nutrido contingente descholars
norteamericanos que en el ltimo siglo y medio desarrollaron su carrera (o parte de ella)
investigando en Amrica Latina. En principio, porque es una figura que trabaja en el filo
de dos pocas en relacin al inters que despertaba el subcontinente: comienza sustrabajos de investigacin en la dcada de 1920 a la bsqueda del mundo primitivo que
ya vena caracterizando la atraccin de la antropologa y la arqueologa por regiones
3Por supuesto, el inters por la Escuela de Chicago y sus principales figuras sigui vivo en muchoscentros intelectuales, no slo en los Estados Unidos, aunque los principales estudios sobre ella provienende all. Ver, por caso, el lugar que dedica a Robert Park el clsico estudio de Lewis Coser (1971), yrespecto de traducciones de The City, vale la pena sealar el caso de Italia, donde se realizaron dosediciones desde los aos sesenta, con dos estudios introductorios diferentes que muestran la necesidad delas relecturas: el ya clsico de Alessandro Pizzorno (1967) y el de Raffaele Rauty (1999).4
Las comillas de ciudad latinoamericanabuscan presentarla no como una realidad urbana, que no lo es,sino como la figura del pensamiento social que fue entre los aos 1940 y 1970; he desarrollado estacuestin en Gorelik (2005a).
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como Mxico, pero se hace una serie de preguntas que conecta claramente con las
preocupaciones de posguerra sobre el desarrollo, en las que Amrica Latina comienza a
jugar el rol inverso, de tierra de promisin para el ensayo de un cambio modernizador.5
En segundo lugar, porque, de manera tpicamente chicaguiana, su trabajo antropolgico
entabla un dilogo muy estrecho con las teoras socio-urbanas que estaban elaborndose
en ese mismo momento, y ofrece un modelode gran capacidad de sntesis y expresin
(y es probable que esta suma de caractersticas haya contribuido a darle a las posiciones
de Redfield una relevancia mayor de la que hubieran merecido por sus propiedades
intrnsecamente tericas).
Su inters por Amrica Latina, especialmente por Mxico, es, en cambio, menos
singular: pura fascinacin romntica, fogoneada en su caso por un viaje inaugural a
travs del Mxico revolucionado de la dcada del veinte, donde conoci al antroplogo
Manuel Gamio y defini su nueva vocacin.6En efecto, su dedicacin a la antropologa
surgi de la combinacin fortuita del conocimiento de Mxico y su proximidad a Robert
Park (con cuya hija se haba casado en 1920), que entonces ya era director del
Departamento de Sociologa y, apenas regres Redfield a Chicago, lo estimul a seguir
el posgrado en antropologa que se dictaba all. As que en 1926 Redfield vuelve a
Mxico pero ya como antroplogo, a realizar en Tepoztln, un poblado de larga
tradicin ubicado en la meseta central a unos 100 kilmetros al sur de la Capital, su
primer estudio etnogrfico que en 1930 se publica como Tepoztlan, a Mexican Village.7
Lo que Redfield encontr en Tepoztln fue una sociedad armnica, integrada y
estable, aunque no primitivasino folk: un grupo popular-aldeano que no estaba ya
aislado, pero que segua manteniendo una serie de caractersticas socio-culturales
especficas del mundo tradicionaltamao reducido, status fijo, centralidad de la
familia en la reproduccin cultural, organizacin sagrada de la vida, ausencia de
criterios de racionalidad instrumental, etc., etc., en un todo de acuerdo con el ncleodefinitorio del polo comunitario-tradicional que el pensamiento social europeo haba
5Slo como un ejemplo entre muchos, puede citarse a otroscholarnorteamericano, el experimentadoplanificador John Friedmann, que en 1968, cuando ya haba suficientes indicios de que ese ciclodesarrollista de la imaginacin social estaba agotndose, poda afirmar todava que el futuro de AmricaLatina es en cierta medida susceptible de elegirse deliberadamente (Friedmann, 1968: 37).6
Antes de viajar a Mxico, Robert Redfield (1897-1958) haba abandonado su prctica de la abogaca enChicago; ver: Gonzlez Ortiz y Romero Contreras (1999).7Segn Marsal (1967: 67), el libro result inaugural de los estudios de comunidad en Amrica Latina.
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organizado en oposicin al polo societario-moderno.8Es bien conocido que ese juego de
dicotomas, forjado ante el estrpito del colapso del viejo orden en la Europa de las dos
revoluciones, fue ms que unaforma mentis coyuntural, ya que constituy, en trminos
de Nisbet (1996: 19), la verdadera urdimbre de la tradicin sociolgica, hilando
nombres como los de Maine, Tnnies, Weber, Durkheim y Simmel, y que en los
Estados Unidos no slo ingres a travs de la lectura y el contacto con los autores
europeos, sino que encarn en categoras propias, muy influyentes en la formacin de la
escuela de Chicago, como los folkways de William G. Sumner, o la diferenciacin de
Charles H. Cooley entre grupos primarios y secundarios.
Luego de ese primer trabajo etnogrfico, Redfield se instal en el rea cultural
maya, entre la pennsula de Yucatn y Guatemala, y se propuso estudiar diversas
comunidades para desarrollar su propia tipologa dicotmica: la polaridad folk-
urbana, que plasm en el libro The Folk Culture of Yucatan, de 1941, y en un famoso
artculo, The Folk Society, de 1947. Pese a que en ambos ttulos figura
exclusivamente el polo folk del par dicotmico, esa investigacin fue uno de los
intentos ms ambiciosos por comprender el cambio social y cultural en el pasaje de la
comunidad aldeana a la sociedad urbana; como el mismo Redfield lo defini en el
prlogo a The Folk Culture of Yucatan, el intento de poner a prueba etnogrficamente
las dicotomas tericas clsicas y formular a partir de all una tipologa ajustada a ese
pasaje civilizatoriopor eso, la traduccin al castellano del libro lleva un ttulo mucho
ms coherente con el ncleo problemtico de la empresa de conocimiento redfieldiana:
Yucatn: una cultura en transicin. Redfield construy en esa investigacin el
continuo folk-urbano como en un experimento de laboratorio: seleccion cuatro
comunidades de la regin situadas en diferente posicin en la lnea imaginaria que va de
la menor a la mayor urbanidad (de una comunidad tribal en Quintana Roo a la sociedad
urbana de Mrida), organizando su anlisis como una lnea evolutiva caracterizadapor la diferente intensidad del contacto con el polo civilizador, y busc determinar los
rasgos de esas comunidades que iban siendo afectados en tal contacto. As, postul que
los pares polares aislamiento-homogeneidad / comunicacin-heterogeneidad
constituan, dentro de un conjunto de variables interdependientes, la polaridad
dominante, porque de ella dependan otras, como organizacin / desorganizacin de la
8
Sobre el hecho de que Redfield estaba predispuesto a encontrar eso que encontr, ver la respuesta que ledio a Lewis, en un reconocimiento muy original y temprano, como seala Hannerz (1986: 85), de laincidencia de la personalidad del antroplogo en su investigacin: ver Redfield (1960: 135).
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cultura; sacralidad / secularizacin; colectivismo / individualismo. Era como asistir, en
una pequea porcin del territorio americano, al cuadro vivo de la completa civilizacin
humana, ya que para Redfield (1947: 306) todos los hombres vivieron en un tiempo en
esas pequeas sociedades folk, y todos se encaminan hacia esa otra forma, tan reciente
y novedosasi se considera la larga historia del hombre sobre la tierra, que es la
sociedad urbana.
Por supuesto, como todas las crticas advirtieron en su tiempo, este extremo
moderno del continuo, la ciudad, no reciba de parte de Redfield ningn anlisis
especfico, sino que responda punto a punto a la definicin que unos aos atrs haba
estilizado Louis Wirth (1938) en uno de los textos ms famosos de Chicago: Urbanism
as a Way of Life.Cuando se revisan juntos los dos artculosel paradigma Wirth-
Redfield, como se lo consider desde entoncessorprenden bsicamente la claridad y
la elegancia con que ambos autores supieron organizar y condensar (en 24 y 16 pginas
delJournalrespectivamente) toda una tradicin de pensamiento sobre las formas
sociales opuestas del par tradicin/modernidad, siendo posiblemente quienes tuvieron
mayor capacidad para extender los puntos de vista de la sociologa urbana de Chicago,
an al riesgo de su simplificacin: si con la idea de urbanismo como forma de vida,
Wirth populariz toda la compleja visin culturalista sobre la ciudad (de Simmel a
Park), la frmula del continuo folk-urbano interesara decisivamente el enfoque
funcionalista de la planificacin para el desarrollo. Por esto mismo, sorprende tambin
que el paradigma ms influyente en el pensamiento urbano de una disciplina tan
positiva y optimista como la planificacin, estuviera sostenido en una radical
ambigedad respecto de cualquier idea de progreso implcita en esa evolucin, ya
que en ambos autores tambin sobrevivan la idealizacin del orden y la estabilidad del
polo folk y el recelo sobre su inevitable inversin en el polo urbano que caracterizaron a
toda la reflexin clsica sobre la modernidad. Cmo fue digerida esa ambigedad en elpensamiento planificador? O, mejor, qu marcas dej? Sobre esto vamos a volver.
3. En 1943, apenas dos aos despus de la publicacin de The Folk Culture of Yucatan,
Oscar Lewis, recin graduado de antroplogo en la Universidad de Columbia, decide
comenzar su carrera de investigador reestudiando la poblacin en la que Redfield
haba iniciado la suya, Tepoztln; una decisin casi esttica de rebatir el paradigma en
su mismo terreno de origen, que dio lugar a un debate clsico en etnologa interpretativa(segn la valoracin de Hannerz, 1986: 85) y convirti a Tepoztln en un santuario de la
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historia de la antropologa.9
Muy poco despus de su llegada, Lewis ya publicaba un artculo en el que
mostraba los cambios modernizadores en Tepoztln en el perodo transcurrido desde la
estada de Redfield, derivados de la urbanizacin del pasque creca imparable desde
1940, con el efecto principal de la atraccin de la ciudad capital sobre poblaciones como
la de Tepoztlny de su americanizacinalimentada no slo por la expansin
econmica y cultural norteamericana de posguerra, sino tambin por la masificacin de
la figura del brasero(Lewis, 1944); en 1951 public el estudio completo como libro:
Life in a Mexican Village: Tepoztlan Reestudied. Lewis busc all reemplazar el
formalismo de los anlisis culturales de Redfield con la inclusin de aproximaciones a
la psicologa y la historia de la comunidad (que fueron muy criticadas a la vez por su
esquematismo), con la finalidad de probar que los tepoztecos no eran la comunidad
armnica y estable que haba descripto Redfield y, especialmente, que sus cambios
culturales no provenan con exclusividad de una fuente civilizatoria externa, como se
desprenda del esquema folk-urbano, sino de heterogeneidades histrico-culturales
propias.
Pero su bsqueda de rebatir a Redfield apenas comenzaba. El paso decisivo fue
una puesta a prueba del propio continuoen una investigacin que se organiz tambin
a travs de un esquema de seguimiento del proceso de transicin, pero ya no como en
el estudio sobre Yucatn en el que Redfield haba seleccionado cuatro estadios, como
cuatro fotografas tomadas sobre la lnea imaginaria que va de lo folk a lo urbano, sino
siguiendo la dinmica del pasaje, a travs de dos familias que encarnaban, en su propia
experiencia migratoria de Tepoztln a una vecindad de la ciudad de Mxico, el
contacto aculturador.10Con los primeros resultados, Lewis (1952) public
Urbanization without Breakdown: a Case Study, un artculo en el que propuso a la
familia como unidad de anlisis antropolgico pertinente, dando toda una definicinmetodolgica respecto de las pervivencias de lo tradicional en lo moderno.
Mantenindose fiel a las modificaciones de un objeto de estudio que se desplaza, como
un documentalista que se propusiera registrar paso a paso las peripecias de una mudanza
familiar, el antroplogo llega a la ciudad o, con mayor precisin, a sus intersticios
9Sobre Oscar Lewis (1914-1970), ver el excelente nmero que le dedic la revistaAlteridades (1994),con especial nfasis en la importancia de Lewis en la consolidacin de la antropologa en Mxico.Conviene apuntar que Tepoztln es hoy conocido, ms que como un hito de la antropologa, como lugar
de peregrinacin de la New Age, en un giro muy significativo sobre el rol que la combinacin deprimitivismo social y natural pas a representar en las ltimas dcadas.10La vecindad mexicana es el equivalente del conventillo argentino y el cortiobrasileo.
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degradados, los sitios donde los migrantes deban afrontar la prueba definitiva en su
proceso de adaptacin a la vida metropolitana. El estudio muestra los primeros
resultados de un trabajo de relevamiento y anlisis de la vida de 100 familias tepoztecas
en ciudad de Mxico que rene, por primera vez en Amrica Latina, la indagacin sobre
las causas de la migracin en el punto de origen y sobre las razones de la atraccin en el
punto de llegada, y formula hiptesis sobre el impacto psico-social y cultural de la
mudanza. Y, vale la pena insistir, lo hace en el mismo momento en que la migracin
rural-urbana se est convirtiendo en la cuestin sociolgica, poltica y cultural capital en
Amrica Latina.
A partir de esa investigacin, Lewis defini la vecindadcomo el locus
privilegiado para el anlisis de la cultura migrante y ampli su espectro de casos al de
otras comunidades de origen, publicando en 1959Five Families (Mexican Case Study in
the Culture of Poverty),el libro en el que narr la experiencia de cinco familias, dos de
las tepoztecas que ya haba estudiado y otras tres provenientes de diferentes regiones
(Lewis, 1959a). Aqu present por primera vez la categora que lo hara famoso,
cultura de la pobreza, a la que dedic apenas unos prrafos en la introduccin, y,
especialmente, inici el estilo de relato que se convertira en su marca reconocible, al
que llam realismo etnogrfico (no es ficcin ni antropologa convencional): una
reconstruccin cuasi novelada de los testimonios recogidos en forma de biografa
colectiva, utilizando procedimientos caractersticos de la ficcinen este caso, el relato
de un da en la vidade cada familia. Y es significativo que Lewis inicie desde la
antropologa un movimiento simtrico al que se estaba iniciando, en esos mismos
momentos, desde la literatura hacia la non-fiction(como se recuerda, Rodolfo Walsh
public Operacin masacre en 1957, y el mismo 1959 fue el crimen que llevara a
Truman Capote a publicar, en 1966, el libro ms famoso del gnero,A sangre fra): el
antroplogo se aleja de la ciencia y los escritores de la ficcin para encontrarse en unpunto medio de difcil definicin, especialmente para los cnones de la primera.
En todo este ciclo de su debate con Redfield, Lewis busc probar, bsicamente,
que el proceso de urbanizacin social no es ni unitario ni universal, sino que depende de
las condiciones de partidahistricas, econmicas, sociales y culturalesde cada grupo
migrante (cfr. Lewis, 1952: 39-41). Y en trminos ms especficos, que no haba podido
reconocer en la ciudad casi ninguno de los factores clsicos del enfoque Simmel-
Wirth-Redfield (como l mismo lo llama): ni anonimato personal, ni aislamientoindividual, ni desorganizacin social, ms bien lo contrario, ya que verific la
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reproduccin de los lazos fuertes de la familia ampliada y el espritu comunitario que se
extiende a todos los que comparten la misma procedencia; tampoco secularizacin, ya
que la vida religiosa sigui siendo vigorosa en la ciudady an ms, por la mejor
organizacin que ofrece all la Iglesia catlica; ni abandono de rasgos culturales
elementales, como son la alimentacin o las prcticas de curacin tradicionales. En su
sntesis crtica a aquel paradigma, finalmente, sostuvo que no haba llegado a encontrar
evidencias experimentales u otras vlidas que indiquen que la exposicin de un gran
nmero de personas por este slo hecho las lleve a la ansiedad o a la tensin nerviosa o
que la existencia de las relaciones secundarias disminuya la fuerza e importancia de las
relaciones primarias(Lewis, 1965: 497). Es decir, la ciudad no es slo ese mundo
heterogneo e impersonal que recibe al migrante como un mero individuo que debe
adaptarse a condiciones completamente ajenas a su experiencia, ya que el fenmeno
migratorio ha formado en ella pequeas comunidades tal su definicin de vecindad
que actan en forma cohesiva y amortiguan el impacto de la mudanza al recrear, en el
nuevo medio urbano, un universo cultural completamente semejante al de la
procedencia.11
Es sencillo comprender que estos argumentos importaban muy directamente
cuestiones candentes del debate latinoamericano: cmo comprender a los migrantes?,
qu hacer con ellos?, cmo integrarlos al proceso de modernizacin que la ciudad
debera encarnar frente a su origen rural? Y, especialmente, qu hacer con sus lugares
de residencia idiosincrticos, que ya no eran tanto las vecindades, sinolas villas miseria,
las favelas, las barriadas, las poblaciones callampa, esos campamentos provisorios cuya
proliferacin morbosa le estaba dando su marca definitiva a la ciudad
latinoamericana?12En la segunda mitad de la dcada de 1950 este tipo de preguntas
comenzaba a organizar la agenda de problemas de las nacientes ciencias sociales en el
continente, en dilogo directo con las teoras norteamericanas y con la produccin de losinvestigadores de ese origen en la regin. En 1959, el ao de publicacin deFive
Families, Lewis present su trabajo sobre la cultura de la vecindad (una especie de
compendio de sus conclusiones respecto del hbitat de la cultura de la pobreza en la
11La vecindad acta como un amortiguador para los migrantes rurales que llegan a la ciudad, debido a lasemejanza entre su cultura y la de las comunidades rurales(Lewis, 1959b: 19).12Como se sabe, las diversas denominaciones indican los modos en que en diferentes paseslatinoamericanos se nombra un fenmeno que, ms all de lgicas variaciones, puede resumirse delsiguiente modo: barrios originados en una invasin ilegal de terrenos vacantesde propiedad estatal o
privadaen las periferiasexternas o internasde la ciudad, sobre los cuales se montan, sin ningn tipode infraestructura de partida, conjuntos apiados de viviendas construidas con materiales inicialmenteprecarios (cartn y chapa) que con el tiempo se van consolidando.
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ciudad de Mxico) en el Seminario sobre problemas de urbanizacin en Amrica
Latina, organizado en Santiago de Chilepor CEPAL y UNESCO, en el que se
relataron los resultados de los primeros estudios sociolgicos sistemticos realizados en
poblaciones urbanas marginales con intencin comparativa, los que con el patrocinio de
UNESCO y la gua de Philip Hauser llevaron adelante Jos Matos Mar en Lima,
Andrew Pearse en Ro de Janeiro y Gino Germani en Buenos Aires (cfr. Hauser, 1967).
4. Pero antes de abordar este contacto entre el debate antropolgico y los estudios
sociales latinoamericanos, conviene puntualizar un par de cuestiones sobre el debate
mismo. Se mencion al inicio que deba considerrselo como interno a la problemtica
chicaguiana, y esto es importante aclararlo porque en las lecturas que recibi ya entrada
la dcada de 1960, se produjo un deslizamiento de sentido por el cual las crticas de
Lewis al modelo folk-urbano quedaron fijadas sin ms como desmentidos radicales del
conjunto de supuestos de la socio-antropologa urbana de Chicago. Sin embargo, en los
textos de Lewis de este primer perodo es muy evidente que toda la argumentacin de la
cultura de la pobreza est orientada a ofrecer herramientas para favorecer una buena
asimilacin de los migrantes; es decir que, paradjicamente, Lewis radicaliza a su
manera la idea de continuo, como bien seala su frmula urbanization without
breakdown. Porque si bien se ocupa de mostrar que ni el extremo folk es como lo
tipologiza Redfield, ni el extremo urbano como lo hace Wirth (al menos no en la ciudad
latinoamericana, ya que lo que cuestiona Lewis de las definiciones simmel-wirthianas
sobre la cultura urbana es suvoluntad universalista, no su capacidad de caracterizar
acertadamente a la ciudad altamente industrializada de Europa o Norteamrica), en
ningn momento se aparta de la problemtica misma de la transicin. Los objetivos
reformistas de Chicago de comprender las leyes del cambio social para favorecer la
mejor integracin de lo tradicional en lo moderno, no estn puestos nunca en duda; entodo caso, lo que Lewis le seala a los tericos y, muy especialmente, a los
planificadores funcionalistas es que para cumplir adecuadamente con ellos se debe
tomar en cuenta muy en serio el camino que los propios migrantes muestran en su
laboriosa empresa de integracin a la vida urbana, una especie de ajuste funcional al
nuevo medio, en el que la eficacia est dada por el uso acertado de los propios recursos
culturales tradicionales, que no deben ser tomados entonces como rmoras que
dificultan la aculturacin. sta, en definitiva, entendida como prdida de la propiacultura, no sera ni necesaria ni conveniente para garantizar una adaptacin exitosa a la
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realidad de la ciudad latinoamericana.
Por otra parte, una lectura actual de las posiciones de Lewis permite comprender
hasta qu punto sintonizaban bien con buena parte de las posiciones originarias de
Chicago, las de Robert Park, en quien la ambigedad respecto del proceso de
civilizacin est todava ms claramente presente que en las estilizaciones de Wirth y
Redfield y, especialmente, que en sus usos funcionalistas. Como sealaron ya hace
tiempo Morton y Luca White en un libro clsico,El intelectual contra la ciudad, Park
pensaba que los inmigrantes recientemente llegados, quienes mantenan sus sencillos
hbitos aldeanos con organizaciones religiosas y de ayuda mutua, haban conseguido
resistir mejor el impacto del nuevo medio ambiente(White, 1967: 159). Visto desde
este ngulo, el debate entre Lewis y Redfield se desplaza: no es slo sobre cmo
mejorar la adaptacin, sino sobre qu rol tienen los otros, los aldeanos, en la cultura
urbana. La respuesta de Park al respecto no habra dejado lugar a dudas: un rol
moralizador.
En el texto fundacional de la temtica urbana en Chicago, La ciudad.
Sugerencias para la investigacin del comportamiento humano en el medio urbano, el
artculo de Park de 1915 que luego abri The City(1925), ya se usaba la definicin de
sociedad primitiva de Sumnerpara caracterizar el funcionamiento de los grupos
primarios que persistan dentro de la gran ciudad, en ese caso, las redes caudillescas de
la poltica municipal que forman un nosotros, mientras el resto de la ciudad es slo el
mundo exterior, que no es tan animado ni tan humano como los miembros del
nosotros.13Pero si en este ejemplo la corrupcin de esas redes polticas orientaba
negativamente el juicio sobre tal pervivencia de naturaleza completamente feudal, en
un artculo de 1925, que tambin integr The City, Park va a plantear a la comunidad de
inmigrantes como un modelo para la sociedad urbana norteamericana, en la bsqueda
de alentar un nuevo espritu aldeano.14Ya que, como sostiene en La ciudad comolaboratorio social de 1929, el problema social de la metrpoli es el de lograr en la
libertad de la ciudad, un orden social y un control social equivalentes a eso que crece de
forma natural en la familia, en el clan y en la tribu(Park, 1999: 115). En esta
reivindicacin del rol preservador de los grupos primarios dentro de la ciudad,
13Cito de la versin en espaol del artculo, de acuerdo a la seleccin que realiz Emilio Martnez (conun muy buen estudio preliminar): Park (1999: 76).14
Este artculo tambin se reproduce en la seleccin de Emilio Martnez como La organizacin de lacomunidad y el temperamento romntico(1925) (Park, 1999: 101-112), pero la expresin citada nocorresponde a esa traduccin, sino a la del libro de los White (1967: 160).
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articulada con una definicin reformista del cambio social que les abre posibilidades de
adaptacin, se ve la preponderancia de la matriz durkheimianael intento de mostrar
que la sociedad moderna slo podr afianzarse si se apoya en aspectos sensibles de la
sociedad tradicional, no en su negacin completay la doble diferencia que establece el
pensamiento de Chicago frente a otras influencias muy importantes: por una parte,
frente a la posicin ms radicalmente modernista de Simmel; por la otra, frente al
darwinismo conservador de una figura como Sumner.15No es difcil entender que las
aportaciones de Lewis pudieran ser ledas en el andarivel de ese mismo equilibrio
reformista respecto del rol de la comunidad en la sociedad.
5.El debate latinoamericano interpret con sus propias claves esa tradicin reformista y
los textos de Lewis ingresaron en los aos cincuenta en todo caso como un correctivo
para pensar los procesos de transicin locales o, mejor, como una primera traduccin: la
importancia que se le daba en Chicago a la aldea, el ghetto o el barrio, en Lewis
apareca ya bajo una forma tpicamente latinoamericana, la vecindad, desde la que
resultaba muy fcil hacer el pasaje a ese otro dispositivo urbano en el que iba a tomar
forma la otredad aldeanaen las ciudades latinoamericanas contemporneas hasta
mimetizarse con ella: la villa miseria.
Es ilustrativo, en este sentido, el estado del debate latinoamericano sobre esa
cuestin crucial. La villa miseria era el diafragma delicado que materializaba el
momento ms dramtico de la transicin, donde la cualidad temporal que pareca dar
cuenta acabada de la percepcin terica sobre ella, quedaba fijada en espacios
inaceptables para la percepcin tanto poltica como urbana. El seminario de 1959 en
Santiago nos ofrece un buen panorama del estado de la investigacin sobre esos temas,
que muy poco tiempo atrs haban comenzado a recibir la atencin analtica de las
nacientes ciencias sociales. Es importante detenerse en esa fuente, producida en elmomento de apogeo del debate Redfield/Lewis, porque se trata de un tema que
rpidamente iba a entrar en un ciclo de enormes mutaciones, tanto en la opinin
cientfica como poltica. Como anticipamos, los casos que recibieron una atencin
sistemtica en el seminario de 1959 fueron tres: Lima, Ro de Janeiro y Buenos Aires,
15
En su captulo sobre la nocin de comunidad,Nisbet (1966, I: 118) ha sealado ese aspecto de lacomprensin durkheimiana. Emilio Martnez (1999: 22) argumenta acerca de las diferencias entre eldarwinismo reformista de Chicago y el darwinismo social de Sumner.
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constituyendo una de las secciones principales del seminario.16
El relator del caso de Lima fue Jos Matos Mar, antroplogo social del Instituto
de Etnologa de la Universidad de San Marcos, que present los estudios sobre las
barriadas que vena realizando junto al gegrafo britnico John P. Cole, iniciados en
1955 por encargo de la UNESCO.17Matos Mar formaba parte del crculo reformista de
una figura muy particular de la poltica peruana del perodo, el arquitecto Fernando
Belande Terry, quien ya haba impulsado como diputado la creacin de la Corporacin
Nacional de la Vivienda en 1945, a lo que le sigui una serie de iniciativas
institucionales muy caractersticas del ethos planificador de la poca (Instituto Nacional
de Urbanismo, Oficina Nacional de Planeamiento y Urbanismo) que fueron amojonando
su llegada a la presidencia de la nacin en 1963 con el partido Accin Popular,
encarnando de un modo ciertamente emblemtico la centralidad que en esos aos
asumieron los problemas del desarrollo urbano en la agenda poltica de los pases
latinoamericanos.18
En su estudio de 1959, Matos Mar presentaba las barriadas no como un
problema de vivienda que era el modo en que lo vena abordando el pensamiento
urbano modernista dominado por la ideologa arquitectnica, sino como un reflejo del
desequilibrio en las estructuras econmicas y sociales nacionales que estaba
produciendo la vertiginosa migracin de la poblacin ruralmayoritariamente de la
regin andina, a travs de un proceso escalonado que finalmente conduca a Lima. Por
esa razn, entre 1940 y 1957 la poblacin limea se haba triplicado (llegando a
1.370.000 habitantes), concentrando el 50% de la poblacin urbana nacional y
configurando uno de los casos extremos de un fenmeno tpicamente latinoamericano:
la alta primacaurbanala segunda ciudad del pas, Arequipa, no llegaba al 10% de la
poblacin limea (117.000 habitantes) (Matos Mar, 1967: 193). Pero el fenmeno ms
16Las tres ponencias integran la parte VI. Migracin y urbanizacin (Hauser, 1967). Cabe sealar quela ponencia de Oscar Lewis (1959b) no fue reproducida en el libro, pero se la puede ver mencionada en elAnexo III. Lista de los documentos presentados al Seminario.17Matos Mar naci en la regin serrana de Ayacucho, muy prxima a Lima, en 1921 y estudihumanidades en la Universidad de San Marcos, Lima, y luego en la cole Practique des Hautes tudes dela Universidad de Pars (1953-1954), de donde regres a Per para doctorarse en antropologa en laUniversidad de San Marcos en 1958. A partir de su trabajo sobre las barriadas de Lima comenz una seriede estudios comparativos en Per y Amrica del Sur, posiblemente los de mayor exhaustividad de laregin para el perodo: ver Matos Mar (1968). En 1964 cre el Instituto de Estudios Peruanos, que dirigihasta 1984; entre esa fecha y 1989 fue asesor del gobierno aprista de Alan Garca, a cuyo trmino seradic en Mxico, como miembro del Instituto Panamericano de Historia y Geografa. 18
Matos Mar integr el grupo Espacio, la formacin arquitectnico-cultural modernizadora liderada porBelande, y fue miembro fundador del partido Accin Popular (entrevista realizada a Matos Mar enciudad de Mxico, el 27 de septiembre de 2004). Sobre Belande Terry, cfr. Zapata (1995).
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notable radicaba en que buena parte de ese crecimiento se produca en las barriadas
limeas, cuya poblacin tambin ya haba superado a la de Arequipa, en un ritmo
mucho ms elevado que el ya elevado de la propia capital.19
El estudio de Matos Mar mostraba cmo la falta de desarrollo y oportunidades
en el interior estaba acompaando un proceso de urbanizacin cultural de todo el pas,
en el que sobresalan los efectos dislocadores de unos medios de comunicacin y un
sistema educativo de concepcin unitaria sobre una poblacin culturalmente
heterognea, de modo que los estmulos que creaban en su extensin nacional slo
podan encontrar efectiva respuesta en la capital. Con un resultado doble: la emergencia
de una clase mestiza nacional, con valores y modalidades propias de formas de vida
urbana, y el surgimiento en la ciudad de ncleos importantes de cultura rural con
patrones tradicionales, especialmente de matriz indgena serrana, que sufren desajustes
mentales, sociales y econmicos que atentan contra su buena adaptacin(Matos Mar,
1967: 196).
Pero si esos trminos parecen reproducir la concepcin funcionalista de la
desorganizacin social en el continuo folk-urbano, rpidamente Matos Mar se ocupa
de describir, en trminos completamente anlogos a los de la correccin lewisiana del
paradigma, los recursos culturales y las tramas organizacionales de los grupos migrantes
que funcionan como mecanismos de compensacin, el principal de ellos, como en el
caso de la vecindadmexicana, la familia. As, las barriadas repiten en su estructura
tradicionales sistemas comunitarios de organizacin cooperativista en los que, por
ejemplo, se eligen autoridades por un sistema de representacin familiar, que si parece
tradicional, Matos Mar sugiere que es, en verdad, con su carcter electivo y pblico,
mucho ms democrtico que el sistema de designacin directa de las autoridades
municipales usual en Per, caracterizados por un conjunto de hbitos, desde los
patrones habitacionales hasta la medicina, la alimentacin y el sistema de creenciasmgicorreligiosas, por no mencionar la propia lengua extranjera, constituyendo una
intrusin popular-tradicional-aldeana en la vida metropolitana. Podra decirse que en
Matos Mar conviven la preocupacin por mostrar la integracin efectiva de la poblacin
de las barriadas a la vida econmica de la ciudad (contra los tradicionales estigmas de
19Slo para notar la intensidad de la dinmica que intentaba captar Matos Mar, apuntemos que si en 1957las barriadas representaban el 10% de la poblacin limea, muy pocos aos despus, en 1961, frente a un
crecimiento de Lima del 40%, sus barriadas se haban triplicado, llegando a representar, con 480.000habitantes, casi la tercera parte del total de la poblacin capitalinadatos tomados de un estudio de 1963del mismo Matos Mar (1968: 165).
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marginalidad, muestra que casi el 60% de los pobladores de las barriadas son obreros y
que casi el 90% trabaja fuera del barrio) y la sensibilidad por identificar, en su
aislamiento cultural, la importancia de los roles amortiguadores de una identidad
indgena-comunitaria desdeada por la cultura criolla dominante.
El caso de Ro de Janeiro fue presentado por Andrew Pearse, un antroplogo y
socilogo ingls que, como experto de la UNESCO con sede en el Centro Brasileiro de
Pesquisas Educacionais (CBPE), haba realizado entre 1956 y 1957 un estudio sobre la
integracin de la poblacin favelada a travs de la escuela (Pearse, 1958).20En su relato
en el Seminario, Pearse dio definiciones generales sobre la favela bastante coincidentes
con las de Matos Mar sobre las barriadas: la consider una consecuencia de las
desigualdades en la estructura socioeconmica del Brasil, un dispositivo urbano que
desempea una funcin inevitable y esencial en la relacin entre el sector urbano rico e
industrial y el sector rural pobre y agrcola, que se encuentran separados por una
excepcional laguna econmica(Pearse, 1967: 220). Adems de su estudio cualitativo,
se apoy en anlisis censales que indicaban que la poblacin favelada ya alcanzaba en
1957 un 30% de la poblacin de Ro (650.000 sobre 2 millones de habitantes), cifra que
coincida con la que circulaba desde aos atrs en la opinin pblica, pero que haba
sido desmentida por los primeros censos especficos de 1948 y 1950, que daban una
poblacin favelada menor al 10%.21
La polmica cuantitativa, habitual en estos temas controvertidos y de difcil
mensura (no slo por las condiciones de implantacin de los asentamientos, sino porque
la propia definicin de lo que deba o no ser considerado una favela en trminos
censales estaba en discusin), en el caso de Ro es tambin un indicio de la existencia
20El CBPE fue creado por Ansio Teixeira, figura central en la reforma educativa brasilea. Luego de sutrabajo en Ro, Pearse llegara a tener una dilatada trayectoria en Amrica Latina como experto de
Naciones Unidas, algunos de cuyos hitos fueron: la colaboracin con el socilogo colombiano OrlandoFals Borda para la creacin del Departamento de Sociologa de la Universidad Nacional de Colombia,donde comenz un trabajo de investigacin participante en reas rurales, convirtindose en una referenciaen el tema de la participacin campesina; la integracin del organismo estatal chileno encargado de lareforma agraria durante la presidencia de Frei Montalva; la investigacin en Bolivia sobre temas deeducacin campesina, completando una experiencia sobre la que public su principal libro: The Latin
American Peasant(Pearse, 1975). Ver: Nacif Xavier (2000) y Segura Escobar y Camacho Guizado(1999).21Ver Valladares (2005: 63-73), que analiza los datos del primer censo oficial especfico, el
Recenseamento das Favelas do Riorealizado por la Prefectura entre 1947 y 1948, y del primer censogeneral que abord las favelas como un sector diferenciado de la ciudad, elRecenseamento Geralde 1950del Instituto Brasileiro de Geografa e Estatstica, para remarcar que en las cifras elevadas haba unafuerte mitologa. No hemos podido verificar si las cifras que da Pearse, extradas de un estudio de 1957
del Instituto de Pesquisas e Estudos do Mercado, son confiables y reflejan el crecimiento en los siete aostranscurridos (recordemos que, de acuerdo a los estudios de Matos Mar, las barriadas de Lima setriplicaron en apenas cuatro aos) o fueron luego desmentidas por un censo posterior.
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ms temprana de estudios sobre el tema: posiblemente porque se trataba de un
fenmeno de ms larga data, ya que las primeras ocupaciones ilegales de morros en Ro
de Janeiro se haban realizado a finales del siglo XIX, tanto el debate poltico-social
como los trabajos de relevamiento e investigacin de las favelas haban desarrollado en
Brasil un campo de reflexin especfica ms denso y variado.22
De hecho, Pearse estaba en contacto en el CBPE con Luiz Costa Pintos, una de
las principales figuras en la renovacin de las ciencias sociales en Brasil, que haba
dedicado a la favela uno de los captulos de su libro de 1953 O negro no Rio de Janeiro,
resultado de una investigacin sobre las relaciones raciales tambin financiado por la
UNESCO.23Y casi en el mismo momento en que Pearse haca su trabajo de campo, se
estaba llevando adelante un estudio integral de las favelas de Ro a cargo de la
Sociedade de Analise Grfica e Mecanogrfica Aplicada aos Complexos Sociais
(SAGMACS), el equipo tcnico formado una dcada atrs en San Pablo por Louis-
Joseph Lebret, el sacerdote francs que haba creado en Bretaa el movimiento
conomie et Humanisme, referente internacional de los movimientos de renovacin
catlica en la posguerra, con especial nfasis en la planificacin humanista.24Y este es
un caso especialmente representativo tanto de la pluralidad de los abordajes cientficos
que en Brasil ya generaba la cuestin de la favela, como de sus enormes repercusiones
polticas y culturales: SAGMACS haba sido convocada a Ro de Janeiro por el obispo
22Esto no significa que en las otras ciudades latinoamericanas no hubieran surgido asentamientos ilegalesy precarios desde muy temprano, incluso desde la Colonia; ya en tiempos contemporneos, es habitualque todos los estudios sobre la villa miseriaen Buenos Aires, por ejemplo, comiencen remitiendo albarrio de las latas que se desarroll en la Quema de basuras de San Cristbal Sur desde finales del sigloXIX, o a la Villa desocupacin que surgi en Retiro con la crisis del ao 1930, pero son siempreantecedentes, que no tuvieron ni continuidad fsica ni institucional ni social. Por el contrario, la favela(nombre que, como se sabe, remite al morro de favella de la batalla de Canudos, utilizado por losveteranos que, de regreso en Ro y ante la indiferencia del poder pblico por su situacin de miseria, seinstalaron en el morro de Providencia en 1897, rebautizndolo, y que a partir de la dcada de 1910
comenz a usarse como un nombre genrico para todas las otras ocupaciones ilegales de morros inclusoanteriores) le dio a ese tipo de asentamientos en Ro una imagen de estabilidad y continuidad que seimpuso en la opinin pblica a pesar de su crecimiento cuantitativo y cualitativo a partir de los aos 1940,como en el resto de la ciudades latinoamericanas; por eso, uno de los tpicos de los estudios sobre lafavela en este perodo fue demostrar, contra el sentido comn, que su poblacin ya no era ms latradicional.23Para Valladares (2005: 79), el captulo de Costa Pinto es la primera produccin sociolgica que abordala favela. Cabe recordar, respecto de la presencia de la UNESCO en todas estas iniciativas, que sertambin esta institucin la que, muy poco tiempo despus, le dar a Costa Pintos los recursos para crearen Ro de Janeiro el Centro Latino Americano de Pesquisas em Cincias Sociais (CLAPS), primer centroregional de investigaciones sociolgicas; ver Miceli (1989).24Sobre el padre Lebret, ver Lamparelli (1994), que muestra queconomie et Humanismehizo en Brasilla experiencia que le permiti producir una teora y una prctica para el mundo subdesarrollado. Vale la
pena sealar que uno de los miembros deconomie et Humanismefue el economista espacial FranoisPerroux, que cre la influyente teora de los polos de desarrollo. Sobre el estudio de las favelas deSAGMACS, ver Valladares (2005: 86 y ss).
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Helder Cmara, que en 1955 haba impulsado la Cruzada So Sebastioa favor de una
accin integral para la urbanizacin de la favelaequipamiento, infraestructura y
vivienda por sistemas de autoayuda, radicalizando su defensa como comunidad frente
a las campaas polticas que pedan su erradicacin.25
Retomando la presentacin de Pearse, sta tambin coincide con la de Matos
Mar en definir a la favela como una intrusin de viviendas de tipo rural en el sistema
urbano de vida(Pearse, 1967: 220). Pero esa separacin ambiental (reflejo de la
separacin radical en los patrones socio-econmicos de la poblacin campesina) no
encuentra en la favela el correlato dual que, en trminos socio-culturales, parece
caracterizar a la barriada limea por la proveniencia indgena de su poblacin. Porque si
bien es cierto que, para Pearse, los habitantes de la favela son ajenos a la experiencia
urbana y encuentran grandes dificultades para integrarse a ella, tambin es indudable
que los ve como parte de una cultura moderna popular-nacional mucho ms integrada
que en Per.
As seala, por una parte, las caractersticas tradicionales de la poblacin
favelada que explican su desorganizacin a travs de ndices caractersticos de la
indagacin funcionalista: la baja sindicalizacin, las dificultades para incorporar los
hbitos laborales de las grandes empresas, el bajo sentimiento de barrio, el bajo nivel
de asociacionismo como contratara de un fuerte familiarismoaunque subraya la
paradoja de que la familia nuclear migrante es ms moderna que la familia ampliada
todava habitual tanto en las clases altas rurales como urbanasque se extiende en la
trama de los grupos de parentela, formando una cadena migratoria en movimiento
constante hacia la ciudad(Pearse, 1967: 224). Pero, por la otra parte, aparece claro en
su texto que los favelados encuentran una integracin principal a travs de la cultura de
masas a la que ya pertenecen (el futbol, la quiniela, la radio), al punto de que es ese
contraste entre ciertos hbitos tradicionales y la forma de vida urbana moderna lo quele permite a Pearse explicar el populismo brasileo como un reemplazo de la vieja
dependencia personal del mundo rural por nuevos tipos de proteccin estatal en el
contexto de una cultura masiva del bienestar, una caracterstica poltica que est muy
lejos de circunscribirse a la favela.
A diferencia de la combinacin limea entre integracin funcional y separacin
25
Sobre la Cruzada So Sebastio, ver Valladares (2005: 74 y ss.), que se refiere a embates de la derechacomo la Batalla de Ro, emprendida en 1948 por el entonces periodista Carlos Lacerda para laerradicacin de las favelas.
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cultural, Pearse est menos interesado en probar las formas de integracin econmica
que en analizar la plasticidad de la adaptacin socio-cultural a una tradicin poltica de
populismo. La favela no es para l tanto una puerta de entrada a la ciudad, como el
sitio marginado desde el cual el migrante se ve obligado a adaptarse a ella, configurando
una nueva forma moderna de la desventaja socio-econmica. Y en este sentido sus
hiptesis son bastante coincidentes con las que estaba elaborando contemporneamente
el estudio de la SAGMACS, que si bien defiende la favela como comunidad, no lo hace
en funcin de alguna esencia cultural de origen ni de un carcter presuntamente
marginal a la sociedad urbana, sino de sus logros en establecerse en un medio adverso.26
El caso de Buenos Aires, por su parte, fue relatado en el seminario de Santiago
de Chile por Gino Germani, a quien el encargo de la UNESCO lo haba llevado a
realizar su primera incursin en temas urbanos que fue, al mismo tiempo, el primer
estudio sobre la ciudad con los instrumentos de la sociologa cientfica un doble
bautismo para una articulacin clsica.27Germani eligi para hacerlo la Isla Maciel, un
fragmento tradicional del rea industrial de Avellaneda, porque el Departamento de
Extensin de la Universidad de Buenos Aires haba instalado all un centro de accin
social que necesitaba una encuesta y que, a su vez, serva al equipo de socilogos como
carta de presentacin ante habitantes especialmente recelosos frente a las instituciones
pblicas desde la cada del gobierno del presidente Pern.28Pero, adems, el sector
26Cfr. Valladares (2005), que por esta razn ve en SAGMACS un avance frente a las posicionesmarginalistas,aunque disentimos con ella cuando coloca en esas posiciones al trabajo de Pearse: verValladares (1987). En apoyo a nuestra interpretacin, sin embargo, cabe destacar que los Leeds,seguramente los principales referentes en la discusin contra el marginalismo, en 1967 encontraban en eltrabajo de Pearse una primera refutacin de nociones como marginalidad y aislamiento; ver Leeds yLeeds (1972: 105).27La figura de Germani (1911-1979), de indiscutible centralidad en la tradicin sociolgica argentina, enlos ltimos aos ha sido objeto de atencin renovada; destacamos el libro de Blanco (2006), que lomuestra como una figura culturalmente mucho ms compleja que la del difusor de la sociologa
funcionalista en que haba quedado estigmatizado. Todava resta realizar, sin embargo, un anlisis del rolde Germani en el desarrollo de los estudios urbanos en la Argentina y, sobre todo, la importancia y losefectos de la aproximacin urbana en la propia trayectoria de Germani. Slo como una breve introduccina la cuestin, vale la pena sealar algunos hitos principales en esa aproximacin: a propsito del encargode UNESCO, Germani realiz, adems del primer trabajo de campo en los estudios urbanos, un primerabordaje general sobre el tema, que presenta tambin en Santiago en 1959 pero no se reproduce en el librode Hauser (Germani, s/f). En esos aos finales de la dcada de 1950 encar tambin el primer estudiosistemtico del Gran Buenos Aires, con la colaboracin del arquitecto Jorge Goldenberg. Y a travs deHauser y la UNESCO volvi a ser convocado para la redaccin del captulo Migracin e integracincultural (que en ingls tiene la sugestiva traduccin: Migration and Acculturation) (Germani, 1972),texto que republic levemente modificado en su Sociologa de la modernizacin(Germani, 1971), dondese integra con otros tres captulos sobre el tema (ms de la mitad del libro). Finalmente, su compilacinde 1974, Urbanizzazione e modernizzazione, a la que nos referimos en el final del artculo.28
As lo indica el propio Germani (1967: 233-234). Cabe aclarar, para quienes no conocen Buenos Aires,que la Isla Maciel est en el borde exterior sur de la ciudad de Buenos Aires y que no es propiamente unaisla, ya que el arroyo que antiguamente la separaba de Avellaneda ha sido dragado. Y cabe sealar
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ofreca una posibilidad en completa sintona con nuestro problema: la existencia en el
rea circunscripta de la Isla de un continuo de urbanizacin, desde un sector de villa
miseria reciente, hasta un sector popular de edificacin regular y asentamiento arraigado
en la zona, lo que llev a Germani a organizar su investigacin a travs de cinco grupos
poblacionales de estudio que (como las cuatro comunidades yucatecas de Redfield, pero
en una geografa mucho ms concentrada) le permitan analizar diferentes estadios de la
transicin folk-urbana: una especie de progresin desde las familias inmigradas ms
homogneas en cuanto a origen de sus miembros y carcter reciente de su inmigracin,
hasta las familias totalmente nativas(Germani, 1967: 235).
Es notorio que Germani presenta sus resultados sobre el fondo implcito del
paradigma Wirth-Redfield, con un tipo de argumentacin que busca verificar en qu se
cumple y en qu no el continuo transicional, para hacer los ajustes empricos adecuados
al caso de Buenos Aires. As, ve cumplirse casi redfieldianamente un proceso en el cual
la mayor integracin supone transformaciones progresivas en los cinco grupos hacia las
pautas del matrimonio legal, una menor cantidad de hijos, relaciones familiares ms
abiertas e igualitarias, un mayor grado de asociacionismo, un mayor nivel ocupacional
(sobre una base de plena ocupacin, la progresin va de las actividades de servicio a las
industriales), un mayor nivel educativo.29Tambin es sensible a esa preocupacin
tpicamente chicaguiana, que es descubrir que el barrio tiende a heredar
transformadas y dentro del cuadro de la metrpoliparte de las funciones de las
pequeas comunidades de la sociedad tradicional, manteniendo incluso ciertos
sentimientos de identificacin y pertenencia que son bastante perceptibles en la zona
urbanizada de la isla(Germani, 1967: 253). Y, ya en completa sintona con el ajuste
lewisiano, tiene que reconocer que le resulta muy difcil la utilizacin de la dicotoma
clsica de organizacin/desorganizacin atribuida al mundo tradicional y al moderno
respectivamente. Ya que as como, por una parte, no es posible encontrar en el origen delos grupos migrantes una diferencia sustancial en cuanto a la estabilidad o cohesin
familiar y comunitarialo que indica una gran homogeneidad de partida en las pautas
socio-culturales de migrantes y nativos de la ciudad, debido a la temprana extensin
tambin, que junto con la encuesta de Germani, el Departamento de Extensin de la UBA llevabaadelante en la Isla Maciel un proyecto experimental de pabellones de vivienda dirigido por el arquitectoWladimiro Acosta, una de las figuras principales de la renovacin arquitectnica desde la dcada de 1930.29No puedo dejar de anotar, como detalle curioso que marca las transformaciones espectaculares que
sufri la Argentina desde aquellos aos, que Germani encuentra que todas las familias de la muestra leenal menos un diario, y que el 50%, repartido por igual en los cinco grupos, leen dos o ms, algoseguramente imposible de verificar hoy en sectores de clase media alta.
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nacional de los rasgos caractersticos de una sociedad altamente urbanizada (y debido
tambin a que, por esa misma causa, slo muy pocos migrantes llegan directamente de
reas rurales, siendo lo normal un proceso de migracin escalonado desde ciudades
pequeas a medianas que conduce finalmente a Buenos Aires), por otra parte, son
mayores los rasgos de desorganizacin en los sitios de partida de la poblacin popular
no urbana que en la propia ciudad, con lo cual el proceso de urbanizacin produce a la
vezy algo paradjicamenteorganizacin y desorganizacin(Germani, 1967: 242).
Es decir que Germani encuentra en el proceso migratorio de Buenos Aires un continuo
muy acortado, lo que supone reconocer que ni el polo folk ni el urbano pueden
identificarse con la claridad de las tipologas clsicas.
Analizando de conjunto los tres relatos, es fcil ver que comparten la
preocupacin por demostrar la integracin socio-econmica en las actividades urbanas
de las poblaciones estigmatizadas como marginales(como se seala conclusivamente
en uno de los captulos programticos del libro de la UNESCO: los migrantes no
constituyen un grupo que se distinga claramente de las clases urbanas inferiores en
general), asumiendo una especie de dualismo atenuadoo reformista, en el que se
intenta precisar las desventajas diversas de partida de los grupos migrantes (ms
sociales, o econmicas, o culturales, segn el caso), bajo un prisma que valora la
integracin a los sectores modernos identificados con la cultura urbana.30Es notable que
los tres forman parte de un primer estadio de revisin de las nociones ms crasamente
funcionalistas, ante la evidencia de que algunos de sus postulados tericos condenaban
la realidad de la urbanizacin latinoamericana al lugar de la patologa. En el caso de las
migraciones, esto se verifica en la continua advertencia sobre los lmites de nociones
como sobreurbanizacin o de la misma dicotoma tradicional/moderno; no porque
estos analistas no participaran de la visin crtica sobre los procesos que conducan a
esos fenmenos (como el desfasaje entre las tasas de urbanizacin y las deindustrializacin, o el peso de las migraciones en la extensin de un sector de servicios
de bajsimostandard), sino porque advertan que, colocados en aquellos moldes
tericos, esas nociones terminaban caracterizando a la ciudad latinoamericana como
mera desviacin de la norma dictada por la modernizacin occidental.
Finalmente, los tres anlisis de Lima, Ro y Buenos Aires podran leerse de
corrido tambin como una ejemplificacin de los diferentes momentos del continuo
30Ver el documento de la Direccin de Asuntos Sociales de las Naciones Unidas, Algunasconsecuencias polticas de la urbanizacin (Hauser, 1967: 357).
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folk-urbano en una escala continental, desde la mayor contraposicin entre migrantes
rurales y habitantes urbanos en Lima, hasta la mayor cercana entre los dos polos en
Buenos Aires, como las estaciones progresivas de un nico estudio de transicin de lo
tradicional a lo moderno, suficientemente poroso como para incorporar en variadas
proporciones los ingredientes diversos de un funcionalismo laRefield o un
culturalismo laLewis.31Es claro que el main streamde las nacientes ciencias sociales
en la regin se mova, en 1959, dentro de la nocin de continuo, viendo en ella un
instrumento pasible de ajustes que permitiran incorporar la peculiaridad
latinoamericana de sociedades en trnsito a diversas formas de integracin urbana, tanto
porque cada una parta de polos tradicionales completamente diversos, como porque la
propia consistencia moderna del polo urbano deba entenderse idiosincrsicamente en
cada caso.
6. Dualismo y marginalidadson palabras que, como se sabe, en 1959 estaban a las
puertas de una transformacin vertiginosa, como objetos de polmicas intenssimas a la
luz de las cuales todava hoy se sigue juzgando aquella produccin anterior. Por eso es
importante detenerse un poco ms ante la frontera que en estos temas nos pone la
dcada de 1960, para analizar los correlatos operativos de aquellas posiciones sobre el
continuo transicional en las ideas sobre vivienda social. Porque, dnde encontrar ms
claramente delineadas lasposiciones sobre el rol de los aldeanos en la ciudad, que en
los debates sobre cmo deberan ser sus casas y sus barrios?
Es notorio que, en los aos cincuenta, la vieja cuestin de la vivienda haba
vuelto a convertirse en un gran disparador de la imaginacin social y poltica en la
regin, produciendo un terreno aparentemente comn para las indagaciones de la
antropologa y la sociologa y las de la arquitectura; aunque sta poda, en verdad,
reclamar una notable precedencia frente a las ciencias sociales, ya que haca por lomenos tres dcadas que haba activado su revolucin modernista gracias a una reflexin
original sobre la vivienda masiva, asentada para mediados de siglo en una respuesta
formal y tipolgica, la unidad de habitacin.De hecho, desde los aos cuarenta haba
comenzado la construccin, en diversos pases de la regin, de una serie de grandes
conjuntos habitacionales que ponan en juego los criterios ms avanzados de la
arquitectura internacional para la vivienda social, consolidando la alianza entre estado y
31Precisamente as, como estaciones de un continuo rural-urbano, fueron explicadas las presentaciones de1959 sobre Lima, Ro y Buenos Aires por Forni (1969).
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arquitectura moderna por medio de la cual se vena produciendo, desde la dcada de
1930, una radical transformacin territorial en Amrica Latina (Gorelik, 2005b).
Conjuntos como El Silencio (1941) o la urbanizacin 23 de Enero (1954), ambos de
Carlos Ral Villanueva en Caracas; obras como Pedregulho (1950), de Affonso Reidy
en Ro de Janeiro, o las Superquadras concebidas por Lucio Costa para Brasilia
(1957); los multifamiliares Miguel Alemn (1947) y Presidente Jurez (1950),
ambos de Mario Pani en Mxico; entre muchos otros ejemplos, fueron apenas los hitos
arquitectnicos detrs de cuya enorme visibilidad se encolumn una vastsima
produccin llevada adelante por instituciones pblicas como el Banco Obrero de
Venezuela, el Departamento de Habitao Popular de la Prefectura de Ro y los
Institutos de Aposedantorias e Penses en Brasil, la Caja de Habitacin Popular y la
Corporacin de la Vivienda en Chile, la Secretara de Vivienda de la Municipalidad de
la Ciudad de Buenos Aires y el Banco Hipotecario Nacional en la Argentina, etc., etc.32
As se despleg sobre las principales ciudades del continente una mirada de marcas
materiales del comn impulso modernizador que inspiraba a los cuerpos tcnicos
estatales, ms all de las notorias divergencias polticas e ideolgicas entre los diversos
gobiernos. Fueron, por supuesto, emblemas difusores de representaciones polticas
dentro de una tradicin estatal de utilizacin grandilocuente de la obra pblica con fines
propagandsticos, pero tambin la seal de madurez de la experimentacin
arquitectnica local y, especialmente, la orgullosa forma en que Amrica Latina
celebraba sus potenciales atributos para resolver sus conflictos sociales a partir de un
salto adelante sobre su propia modernidad.
Es sabido que este modelo habitacional tambin reconoce un originario aliento
comunitarista, reactivo a la disolucin metropolitana de los lazos sociales primarios.
Pero su idea de comunidad era mucho ms un proyecto de organizacin colectiva
adecuada a los nuevos tiempos, que una puesta en valor de especificidades culturalesque debieran preservarse o siquiera aprovecharse en su capacidad amortiguadora. En
este sentido, la idea de unidad de habitacin encuentra analogas en el universalismo
de la nocin de continuofolk-urbano, proponindose como instrumento capaz de
reparar las aristas ms conflictivas de la vida metropolitana: es la respuesta modernista
32Nabil Bonduki (1999) ha sealado para el caso del Brasil que la historiografa de la arquitectura hareparado siempre exclusivamente en los grandes hitos arquitectnicos, descuidando la enorme produccininstitucional de vivienda social entre las dcadas de 1930 y 1950. En nuestro pas, el anlisis de la
produccin en vivienda social ha desarrollado una vasta aunque muy desigual bibliografa; sobre los aostreinta y cuarenta, ver el excelente libro de Anahi Ballent (2006). Para una visin panormica de estetema en Amrica Latina, ver Ruiz Blanco (2003).
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tomada por un importante sector de las vanguardias histricasal diagnstico
simmeliano; una respuesta que opta por radicalizar las lecciones contemporneas de la
metrpolila concentracin y la densidadpero como camino ms adecuado para la
restauracin, en un plano superior, de las formas comunitarias que ella ha dislocado. De
hecho, la tira de viviendas flotando sobre sus columnas en una cultivada extensin
verde no es simplemente el resultado de una combinacin de motivos higinicos (contra
el hacinamiento de la ciudad especulativa) y tcnicos (la utilizacin industrial de los
nuevos materiales, el hormign armado, el acero y el vidrio) para responder con
racionalidad y eficiencia a las nuevas demandas masivas de habitacin; es la bsqueda
de recuperacin de la doble armona perdida en la metrpoli moderna, hacia adentro en
la comunidad (y por eso cada unidad se piensa como un nuevo falansterio con
servicios comunes para las necesidades sociales y culturales de la vecindad) y hacia
afuera en la naturaleza. Y si pudiera ser criticable la poca atencin que en el proyecto de
estas viviendas se le prestaba a las condiciones de vida efectivas de los grupos a los que
estaban dirigidas, debe comprenderse que esta arquitectura buscaba modificar los
hbitos y las relaciones con la ciudad de toda la poblacin, no slo de sus segmentos
ms necesitados: en verdad, esa necesidad era pensada como virtud, ya que en la
vivienda social se esperaba que germinara una transformacin vanguardista del conjunto
de la vida metropolitana. Para la arquitectura modernista, todos los habitantes
metropolitanos, migrantes o noy no hay que olvidarse de que, como seal Raymond
Williams (1997), la respuesta cultural de la vanguardia a la metrpoli tambin puede
explicarse en el origen aldeano de buena parte de los artistasque reaccionaban con
fascinacin y extraamiento ante la gran ciudad, son seres alienados que podrn
reencontrarse en las nuevas comunidades que los grandes conjuntos habitacionales les
ofrecen.
Pero esta nocin modernista-voluntarista de comunidad debi enfrentar unaalternativa que se iba a traducir, en los aos cincuenta, en una poltica panamericanista
de vivienda social bien diferente: la poltica de apoyo econmico y tcnico a la
autoconstruccin, confirmatoria de las tradiciones y costumbres de la vida local,
como sostena en 1953 una comisin ad hocde la Unin Panamericana (1954: 16). El
modelo de la construccin con esfuerzo propio y ayuda mutuaparta de un
diagnstico econmicoes imposible resolver el impresionante dficit de vivienda con
los escasos recursos de los estados de la regin (un promedio del 80% de la poblacinurbana latinoamericana viva en condiciones inaceptables de precariedad habitacional,
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segn ese informe), pero lo combinaba con una visin ideolgico-cultural dominante
en las instituciones panamericanas que traducan, as, el consenso tcnico
norteamericano, tanto sobre el problema de la vivienda en sel ideal anglosajn de
suburbanizacin residencial como alternativa a la concentracin metropolitana, como
respecto de la poblacin carenciada de los pases subdesarrolladosa la que los hbitos
del trabajo colectivo serviran como refuerzo de los lazos comunitarios debilitados por
el asistencialismo estatal y la desmoralizacin provocada por las condiciones miserables
de su vida en la ciudad.
La experiencia que serva de modelo para el desarrollo de esta posicin era la
que se vena llevando adelante en Puerto Rico donde, por su estatuto colonial, los
tcnicos norteamericanos pudieron realizar sin obstculos un experimento radical de
reorganizacin territorial, desarrollo agrcola e industrial, programas de vivienda y
modernizacin de las infraestructuras sanitarias, escolares, viales y tursticas, de
notables efectos en la redistribucin social, en un todo de acuerdo con esa combinacin
de tecnocracia y reformismo populista que supuso el clima ideolgico delNew Deal.
As, la isla se convirti en un campo de prctica avanzada de la planificacin
norteamericana (all se concibi el comprehensive planning, dominante en las siguientes
dcadas) y, al mismo tiempo, en un microcosmos ideal de acuerdo a la expresin de
Harvey Perloff (1950: 24)para experimentar con los problemas y aspiraciones [] de
las regiones superpobladas y subdesarrolladas.33El proceso haba comenzado en 1941
con la gobernacin de Rexford Tugwellquien haba sido subsecretario de Agricultura
de Roosevelt y jefe de laResettlement Administration, la agencia federal encargada de
afrontar la escasez de alojamientos urbanos y rurales durante la crisisy continu luego
de 1946 con las gobernaciones del Partido Popular Democrtico de Muoz Marn y la
Bootstrap Operation.34
En la cuestin de la vivienda, el modelo portorriqueose resuma en unanovedosa poltica de rehabilitacin de arrabalesa travs del Programa de Tierras y
Servicios Pblicosmediante la cual el gobierno saneaba las tierras e instalaba los
servicios y las familias se construan las viviendas de acuerdo a planos-tipo muy
sencillos, con posibilidad de crecimiento futuro; un sistema que daba resultados mucho
33Perloff se fogue como planificador en una estada en Puerto Rico en los aos cuarenta, luego de locual form parte del equipo con el que Rexford Tugwellltimo gobernador colonial de la islaorganiza su regreso en los Estados Unidos el posgrado en planificacin de la Universidad de Chicago, puntal de
la renovacin de ese campo de estudios en los aos cincuenta y sesenta.34Un relato apologtico sobre la planificacin en Puerto Rico, realizado por uno de sus protagonistas, enPic (1962); un anlisis crtico de laBootstrap Operation, en Pantojas-Garca (1990).
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ms rpidos y menos conflictivos que las polticas de erradicacin y reemplazo por
grandes conjuntos habitacionales. Estas fueron las bases que tom la Unin
Panamericana, que haba organizado en 1949 su Seccin de Vivienda y Planificacin
para canalizar los fondos otorgados por el Punto IV uno de los puntos programticos
del discurso de asuncin del presidente Truman en ese mismo ao, que instaur como
poltica de estado la asistencia tcnica a los pases subdesarrollados. Francis Violich, un
planificador californiano que en la Unin Panamericana estaba comenzando una larga
carrera de especializacin en la regin, haba confeccionado el proyecto de la Seccin
Vivienda a partir de una estada de estudio en Caracas, de la que extrajo un anlisis muy
crtico de la va latinoamericanapara la vivienda social: los grandes conjuntos
habitacionales de iniciativa pblica eran inadecuados, insuficientes y nunca llegaban a
la poblacin realmente necesitada, lo que terminaba resultando funcional al crecimiento
descontrolado de los barrios de invasin.35La direccin de la Seccin qued a cargo de
Anatole Solow, quien impuls la creacin, en 1951, del Centro Interamericano de
Vivienda (CINVA) en Bogot, cumpliendo uno de los principales postulados del
Congreso Panamericano de Vivienda Popular que se haba celebrado en Buenos Aires
en 1939, donde funcionarios y expertos de toda la regin haban sealado la necesidad
de un centro de formacin tcnica y experimentacin (Solow y Masis, 1950). Y el
CINVA funcion como una caja de resonancia de la planificacin portorriquea,
llegando a ser en las siguientes dcadas un ncleo de adiestramiento masivo para la
puesta en prctica de los programas de asistencia tcnica en proyectos de vivienda
econmica por ayuda mutua con financiamiento norteamericano, y de difusin de la
manualstica correspondiente (Rivera Pez, 2002).
Hacia 1959, cuando se realiza la conferencia de Santiago de Chile, es posible
reconocer una distribucin geogrfica bastante ntida de ambos modelos en el mapa
latinoamericano, con dominio de la poltica de grandes conjuntos habitacionales enMxico y Sudamrica y de la poltica de la ayuda mutua en Colombia y los pases
centroamericanosdonde el CINVA y, ms en general, las instituciones panamericanas
tenan una presencia muy activa, aunque esto deba ser matizado por el hecho de que
35Francis Violich (1911-2005) fue una figura decisiva en la expansin de la planificacin manieranorteamericana por Amrica Latina, tanto por su propia obra como autor y consultor, especialmente enVenezuela, como por la cantidad de planificadores que, a instancias suyas, hicieron los estudios de
posgrado en la Universidad de California en Berkeley, el posgrado en planificacin que ms alumnos
latinoamericanos recibi desde comienzos de los aos 1950 y hasta mediados de la dcada de 1960,cuando aparecieron los primeros cursos en instituciones acadmicas de la regin. Ver el interesantsimoreportaje que le realiz a Violich Juan Jos Martn Frechilla (2004).
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todos los pases que tenan en marcha acuerdos de asistencia tcnica con los Estados
Unidos implementaban en proporciones variadas programas de micro-emprendimientos
de vivienda urbana y rural (Chile, Per y Brasil, claramente), as como los pases que
seguan la va panamericana no dejaron por eso de realizar unidades de habitacin
paradigmticamente modernistas (como muestran las contrataciones de Jos Luis Sert,
uno de los principales vanguardistas-expertos, para la realizacin de urbanizaciones
en Bogot y Puerto Rico, entre muchos ejemplos) (ver Liernur, 2004). Pero las
relaciones entre ambas vas, latinoamericana y panamericana, ms all del
pragmatismo de los gobiernos cuando hay programas de asistencia tcnica y,
especialmente, financiera en juego, eran a la vez tensas e intrincadas. Porque si las
instituciones panamericanas y el intento de Estados Unidos de convertir la experiencia
portorriquea en un modelo para todo el continente generaban enormes resistencias en
los equipos tcnicos y polticos locales,36al mismo tiempo, sus propuestas de ayuda
mutua y autoconstruccin asistida sintonizaban con las posiciones ms radicalmente
comunitaristas y ms prximas a la militancia social en las propias poblaciones, como
muestran las iniciativas mencionadas de urbanizacin de las favelas, llevadas adelante
por sectores de la Iglesia.
7. Puede parecer paradjico, por cierto, en relacin con las imgenes establecidas de las
relaciones entre los pases latinoamericanos y los Estados Unidos en el perodo, lo que
surge de esta somera revisin de las polticas de vivienda: las instituciones oficiales y
los funcionarios de los pases latinoamericanos parecen poco remisos a aceptar la
ingerencia norteamericana, mientras que las agrupaciones de base parecen confluir de
hecho con ella. Y en el reverso de esta paradoja, lo que la historia de la planificacin
nos muestra es algo no siempre fcil de advertir en las historias de las ciencias sociales:
el reformismo populista y basista (tambin, desde ya, pleno de paternalismo ysalvacionismo liberal, por usar los trminos de Miceli, 1990: 28), muchas veces con
visos de radicalismo, que los tcnicos norteamericanos dedicados a la cooperacin con
Amrica Latina transportaron directamente de la experiencia delNew Deal, que parece
haber migrado en bloque al sur ante las poco propicias condiciones que Norteamrica le
36Con su aguda sensibilidad para las razones latinoamericanas, Albert Hirschmann explicaba laresistencia a aceptar el modelo portorriqueo recordndole a sus interlocutores norteamericanos que
nunca podr demostrarse, de manera irrefutable, que ese desarrollo econmico no se ha comprado alprecio de una cantidad de independencia que otros pases no estn dispuestos a pagar; ver Abrazoversus coexistencia (1960), en Hirschmann (1973: 168).
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ofreca al progresismo en los aos cincuenta.
Ahora bien, de la heterognea confluencia de intereses en el terreno de la
participacin popular, donde lo ms unificador parece ser el rechazo a las imgenes
monumentalista del estado y universalista de la sociedad que los conjuntos
habitacionales portaban, en los aos sesenta va a ir emergiendo una posicin ms
drstica, que va a ver en la autoconstruccin popular y la consolidacin de sus ncleos
de residencia una verdadera alternativa a los dilemas de la modernidad urbana
latinoamericana (y, ms en general, tercermundista). As como el paradigma
modernista significaba la disolucin de todo resabio de aldea tradicional en la ciudad,
para reorganizar el conjunto metropolitano como una articulacin novedosa de
comunidades funcionales abstractas, y el paradigma comunitarista supona la radicacin
consolidada de la aldeay su integracin a la ciudad como parte con iguales derechos,
as las nuevas posiciones van a ir ms all, proponiendo a la aldea como clula
regeneradora de los males de la sociedad moderna, retomando casi literalmente la
funcin moralizadora que le atribua Robert Park.
El campo de la arquitectura estaba bien abonado para que esa respuesta
germinara, atravesado por la oleada de rebelin de posguerra contra la burocratizacin y
mercantilizacin del funcionalismo de las vanguardias modernistas en el nuevo mundo
construido por la expansin capitalista. Una reaccin en muchos sentidos
antropolgica contra el mundo moderno, que poda manifestarse en la reivindicacin
romntica de la arquitectura vernculacomo la que llevaban adelante Bernard
Rudofsky con su clebre muestra Arquitectura sin arquitectos, o Aldo Van Eyck con
su serie de publicaciones sobre la construccin popular en el Sahara, o en las nuevas
aproximaciones a los problemas metropolitanos que buscaban mostrarle a los
planificadores las dimensiones ocultas por utilizar la frmula con que Edward Hall
titulaba sus estudios de antropologa espacialde la vida urbana como experienciasimblica y cultural.37
Por supuesto, este debate tambin incidi en la arquitectura de los grandes
conjuntos habitacionales, a travs de investigaciones tipolgicas que en los aos sesenta
37Sobre Rudofsky y Van Eyck, vanse los artculos publicados en el nmero de la revistaBlock dedicadoal Tercer Mundo (del cual ya se ha citado un artculo de Liernur): Scott (2004) y Strauven (2004).Loslibros de Edward Hall (1951; 1972) circularon en los aos 1950 y 1960 como parte de un conjunto de
bsquedas de ampliacin de la experiencia urbana, entre las que podramos citar, desde disciplinas y
universos ideolgicos muy diferentes, las investigaciones en diseo urbano de Kevin Lynch (1984) y lasaproximaciones poltico-artsticas de laInternacional Situacionistaen Pars (cfr. Sadler, 1998), en todoslos casos, buscando refutar la reduccin funcionalista de la ciudad a manos del modernismo.
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intentaron incorporar elementos de la cultura del habitar de los sectores populares a los
que tericamente se dirigan (patios, terrazas, variedad volumtrica). Pero su expresin
ms sintomtica en lo que hace a la vivienda social en Amrica Latinacomo parte de
un problema comn a todo el mundo subdesarrolladose encuentra en las experiencias
de autoconstruccin, tal cual fueron elaboradas por el arquitecto ingls John Turner
durante varias estadas en Lima.
Turner haba llegado a Per en 1957 invitado por Eduardo Neira, a quien haba
conocido en una reunin del Congreso Internacional de Arquitectos Modernos (CIAM)
en Venecia en 1950 y con el que luego estableci relaciones ms firmes durante los
estudios de posgrado que realiz en Liverpool.38Segn el relato de Turner, cuando
Neira lo convoc a integrarse a la Oficina de Asistencia Tcnica a las Urbanizaciones
Populares que haba creado en 1955 en Arequipa, le dio como nica bibliografa los
manuales portorriqueos de autoconstruccin comunitaria por esfuerzo propio, que se
convirtieron en su primer contacto con el tema y en su exclusiva gua cuando tuvieron
que enfrentar las consecuencias del terremoto de 1958, que dej sin vivienda a
prcticamente el 50% de la poblacin arequipea (Chvez, 2000). A partir de entonces,
Turner se convirti en una especie de etngrafo de la construccin popular, en trabajos
de campo en las barriadas limeas realizados en dilogo con el antroplogo
norteamericano William Mangin, y en un propagandista internacional de la alternativa
participativa para la vivienda social.39
38Eduardo Neira Alva (1924-2005) es una figura muy representativa de los rumbos que comenzaban atomar los arquitectos comprometidos en Amrica Latina. Era concuado de Jos Matos Mar (lo queejemplifica de paso los crculos sociales estrechos dentro de los que estas transformaciones intelectualesse procesaban en nuestras ciudades letradas) ytambin integraba las huestes modernistas del grupoEspacio (de all su presencia en la reunin CIAM de Venecia), la plataforma de lanzamiento,como yase mencion, de la carrera poltica de Fernando Belande Terry, a quien Neira tambin acompa en lacreacin del partido Accin Popular. Realiz un posgrado en diseo urbano en Liverpool y a su regreso a
Lima en 1953 hizo su primera transicin de arquitecto modernista a funcionario en temas urbanos,incorporndose como Jefe del Departamento de Urbanismo del Ministerio de Fomento y Obras Pblicasen el gobierno del general Odraese ejemplo de populismo autoritario y desarrollismo muy tpico del
perodo, cargo que mantuvo hasta 1959, es decir, durante el gobierno centrista de Manuel Prado, en elque tambin integr la Comisin para la Reforma Agraria y la Vivienda (1956-57), mostrando laubicuidad de los cuadros tcnicos de Belande (que haba perdido las elecciones presidenciales en 1956).En 1961, Neira fue a dictar clases a Caracas, haciendo su segunda transicin de funcionario de urbanismoa experto en planificacin latinoamericana. Venezuela estaba atravesando un proceso de reorganizacindesarrollista de su sistema nacional de planificacin y Neira decidi radicarse, formando parte del equipode creacin del Centro de Estudios del Desarrollo (CENDES), uno de los primeros centros deinvestigacin y formacin en temas de planificacin urbana y territorial de Amrica Latina, junto aleconomista chileno Jorge Ahumada, que acababa de dejar CEPAL; all, Neira dirigi los CuadernosdelCENDES hasta que se fue a realizar un estudio de planificacin regional en Bahia contratado por el
Banco Mundial, haciendo su tercera y ltima transicin a consultor internacional.39Las posiciones de Turner obtuvieron repercusin internacional en 1963, al preparar el nmero especialde la revista britnicaArchitectural Design: Dwelling resources in Latin America (Turner, 1963). Ha
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El razonamiento parta de bases estrictamente pragmticas y utilitarias, en el
sentido de que desencializaba la vivienda de los pobres mostrando que se trataba para
ellos de un arma de supervivencia, y su hbitat, de un medio de vida eficiente en la
economa urbana, ms que de un problema cultural. Pero rpidamente se pasaba a una
idealizacin de la vida en las barriadas (que tenan un nivel ms elevado que
numerosos distritos de Lima que se haban desarrollado legalmente) y, especialmente,
de sus habitantes, que eran mucho ms libres que los pobres de la sociedades ricas.40Y
si pareca evidente que tenan objetivos conformistas, de acomodacin instrumental a la
sociedad establecida, al mismo tiempo, como afirmaba Mangin en 1963, la
imposibilidad de que en el Per se produjesen los cambios acelerados que se
necesitaban para satisfacer esas ambiciones reformistas de progreso social, los llevaran
a la frustracin, convirtindolos en actores objetivos del cambio: Es posible que
cuando los nios [los hijos de la primera generacin de ocupantes ilegales] comprendan
este hecho, hagan realidad la actual profeca paranoica de muchos peruanos de clase
media y alta que consideran a la poblacin de las barriadas como rebelde y
revolucionaria(Mangin, 1969: 21).
Durante los aos sesenta y los primeros setenta no quedaba margen de duda
acerca de que se haba tratado de una profeca autocumplida, y estas posiciones a favor
de la vivienda social participativa formaron claramente parte del amplio lote de
perspectivas de izquierda, al comps de una fortsima oleada de movilizaciones
populares urbanas que instal a los aldeanos, por primera vez, en un lugar
destacadsimo de la escena poltica de la ciudad. Gobiernos de muy diferente signo
tuvieron que aceptar la realidad y el derecho de las invasiones y establecer polticas para
su consolidacin, y el pensamiento social se lanz a diversas operaciones tericas para
incorporar estas luchas por el consumo en un lugar destacado de la agenda de
investigacin (buena parte del debate sobre la urbanizacin dependiente y las teorasde la marginalidad se explica en la fuerza con que haban irrumpido los nuevos
sujetos sociales definiendo una supuesta va latinoamericana a la revolucin).
publicado innumerables libros difundiendo sus experiencias, comoHousing by People(Turner, 1976). Ensu artculo ms conocido, Mangi