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A MAYOR RIESGO, MAYOR GANANCIA Consejos estratégicos ¿QUÉ SE ESCONDE DETRÁS DE LA TIMIDEZ? Desinhibámonos ANÁLISIS DEL MIEDO Se puede vencer CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA

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ANÁLISIS DEL MIEDO Se puede vencer Desinhibámonos Consejos estratégicos CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA

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A MAYOR RIESGO, MAYOR GANANCIAConsejos estratégicos

¿QUÉ SE ESCONDE DETRÁS DE LA TIMIDEZ?Desinhibámonos

ANÁLISIS DEL MIEDOSe puede vencer

C A M B I A T U M U N D O C A M B I A N D O T U V I DA

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1. Jueces7

2.Jueces15:9–15

3.1Samuel17:2–11,32–51

Año 13, número 2

¿Buscas libros, compactos o videos que te comuniquen fuerzas, te motiven y te ofrezcan soluciones? Visita nuestro sitio web o ponte en contacto con cualquiera de los distribuidores que se indican a continuación.

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Director GabrielSarmientoDiseño GentianSuçiProducción SamuelKeating

©AuroraProductionAG,2011

http://es.auroraproduction.com

Espropiedad.ImpresoenTaiwánporJiYiCo.,Ltd.

Amenosqueseindiqueotracosa,losversículoscitados

provienendelaversiónReina-Valera,revisiónde1960,

©1960SociedadesBíblicasenAméricaLatina;©renovado

1988SociedadesBíblicasUnidas.Utilizadosconpermiso.

A N U E S T ROS A M IG OS

La Biblia, como la vida misma, abunda en historias de triunfo que fácilmente podrían haber devenido en desastre. Si los héroes de muchos relatos hubie-ran puesto pies en polvorosa, ¿quién se lo habría echado en cara? Moisés desafió a la potencia de su

época para liberar a su pueblo y conducirlo a la Tierra Prometida. Gedeón lideró una banda de 300 hombres contra un ejército innumerable1. Sansón, armado únicamente con una mandíbula de burro, se enfrentó en solitario a una tropa considerable2. El joven David, premunido de una simple honda, desafió y derribó al gigante Goliat, que hasta entonces tenía a todo el ejército de Israel acoquinado3.

La mayoría de nosotros, gracias a Dios, no tenemos que enfrentarnos a ejércitos ni a gigantes armados hasta los dientes. No obstante, todos abri-gamos temores de una u otra índole, inquietudes que a veces nos asaltan en tropel o se ciernen sobre nosotros como titánicos monstruos. Como los zapatos, al principio son pequeños, y van aumentando de talla conforme nos vamos haciendo mayores. ¿Y si me estrello con la bici? ¿Y si no le caigo bien al profesor? ¿Y si no me admiten en el equipo? ¿Y si me arriesgo a besarla? ¿Y si no me aceptan en ese colegio? ¿Y si pierdo mi trabajo? ¿Y si resulta ser cáncer? ¿Y si me deja el amor de mi vida?

De niños aplicábamos una estrategia muy simple: cuando nos asaltaba un temor corríamos donde nuestros padres, en cuyos brazos encontrábamos segu-ridad. En una tormenta, nos acurrucábamos en la cama con ellos. Pedíamos que nos llevaran en brazos cuando todo estaba oscuro. Nos aferrábamos a su firme mano cuando se acercaba un perro extraño. Así, poco a poco, nuestros padres nos fueron ayudando a distinguir entre los peligros reales y los imagi-narios, y nos enseñaron lo que debíamos hacer con los primeros. Lo mismo quiere hacer Dios con los temores que albergamos de adultos.

—No estás solo en esto —nos asegura en tono tranquilizante—. Toma Mi mano. Juntos sortearemos esta dificultad.

GabrielEn nombre de Conéctate

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Siempre me han gustado los gatos, y conge-nio bien con ellos. Pero con Yei-yei y Félix la cosa no fue tan fácil. Me los regaló mi nuera Toni. Ella había empezado a dar de comer a la madre, una gata asilves-trada, poco antes que sucumbiera a los peligros de la vida callejera.

El día que llegaron a mi casa hace casi un mes, Félix y Yei-yei se apresuraron a esconderse bajo las camas. Yo me tendía en el suelo y estiraba la mano para acariciarlos. Así empezó nuestra relación. Al principio, mis intentos de acercamiento los espantaban; pero después de darles de comer, cambiarles el agua, limpiarles el cajón de arena y llamarlos tiernamente por su nombre durante varios días, me tomaron confianza. Con el tiempo se me empezaron a acercar por las noches, cuando la casa está en silencio, y me dejaban hacerles mimos. Me lo tomaba como un premio cuando se frotaban contra mí y ronroneaban. Una y otra vez procuré convencerlos de que estaban seguros y de que siempre los cuidaría. Creo que al fin captaron mi mensaje.

Es curioso, pero en ellos me veo a mí misma, a la parte de mí que se contiene y se esconde, siempre un poco tímida y desconfiada con los extraños, algo recelosa de confiar plenamente en los demás, incluido Dios. Hace poco hice un estudio en el libro de los Salmos sobre el tema de la confianza. En un salmo tras otro, el rey David habla de sus numerosos apuros y reveses; pero tarde o temprano siempre da con la solución: confiar en el Señor. No hay motivo para preocuparse: Él lo soluciona todo.

Josie Clark es lectora de Conéctate. Ha escrito cinco artículos para la revista. Vive en EE.UU. ■

Pasa j es de los salmos so br e l a co n fianz a e n dios

• confiar en dios significa encomendarle nues-tras cargas y preocupaciones.

EchasobreelSeñortucargayÉltesostendrá;nodejaráparasiemprecaídoaljusto.Salmo 55:22 (RV 95)

• la confianza en el señor nos libra de temores.Eneldíaquetemo,yoenTiconfío.Salmo 56:3Notendrátemordemalasnoticias;sucorazónestáfirme,confiadoenelSeñor.Salmo 112:7

• la confianza en dios nos brinda máxima seguridad.

ElquehabitaalabrigodelAltísimomorarábajolasombradelOmnipotente.DiréyoalSeñor:«Esperanzamíaycastillomío;miDios,enquienconfiaré».Salmo 91:1,2

• la confianza en dios nos hace acreedores a sus bendiciones.

BienaventuradostodoslosqueenÉlconfían.Salmo 2:12¡QuégrandeesTubondad![…]LarepartesaquienesconfíanenTi.Salmo 31:19 (DHH) ■

Aprender a confiar Josie Clark

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Cuando te viene una idea novedosa, que se aparta de lo con-vencional o de lo que sueles hacer, tu primera reacción puede ser actuar con prudencia, archivar la idea o vacilar en sacar partido de la oportunidad por tratarse de algo nuevo que aún no se ha probado y presenta riesgos. Lo malo es que si tardas mucho en decidirte, la oportunidad se te puede escapar. En momentos así, vale la pena calcular los riesgos.

No es cuestión de asumir riesgos sin ningún miramiento, actitud que lo puede llevar a uno a la debacle. Asumir riesgos calculados significa sopesar las posibles ganancias y las posibles pérdidas, y tomar las deci-siones atinadas que correspondan. A veces vale la pena arriesgarse a fallar por las posibles compensaciones que se puedan obtener en caso contrario. Sin embargo, por lo general debieran ser mayores las probabilidades de un desenlace positivo que las de

1. Jeremías29:11

2.Salmo84:11;1Juan5:14,15

3.Jeremías33:3;Santiago1:5

a mayor riesgo

,

uno negativo. La clave es, en primer lugar, entender las posibilidades de acierto, y en segundo lugar, hacer todo lo posible por aumentarlas.

La estrategia militar constituye una buena analogía. En la táctica defensiva tiende a primar la pruden-cia. Pero la precaución y el instinto de conservación no pueden ser los únicos criterios por los que se mueve un ejército. De ser así, no lograría ganar ni un palmo de terreno. Para lograr el éxito hay que asumir riesgos, apartarse de la norma, hacer lo impensado y aprovechar las oportunidades.

Cuesta decidirse a hacer algo que implica alto riesgo, aun cuando existe la posibilidad de obtener a cambio grandes beneficios. En todo caso, la vida está llena de situaciones así. Presento enseguida varios puntos que conviene tener en cuenta en tales momentos.

Evalúa el factor tiempo. Pocas oportunidades duran mucho tiempo. A veces la decisión de aprovechar o dejar pasar cierta oportunidad debe

tomarse con bastante rapidez. Así y todo, no dejes que las presiones te lleven a tomar una decisión precipi-tada y desacertada.Estudia la situación. Sopesa los pros y los contras con obje-tividad y cuidado, y calcula lo mejor posible las probabilidades de éxito. Determina entonces qué puedes hacer para aumentar esas probabilidades.Aprende de los demás. Entérate de casos de otras personas que hayan tomado riesgos similares y analiza por qué triunfaron o fallaron.Incluye a Dios en el proceso decisorio. Dios puede y quiere ayudarte para que te salgan bien las cosas1, y lo hará si estás en sintonía y en sincronía con Él2. Él tiene una visión más amplia y te ayudará a ver todo más claramente si se lo pides3.No deseches el sentido común. Correr riesgos no significa echar por la borda el sentido común. Procurar ver las cosas desde la óptica de Dios tampoco implica que no debamos razonar. Dios desde luego quiere que ejercitemos nuestra fe

mayor

gananciaPeter Amsterdam

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REFLEXIONESasum ir r iesgos y suPe r ar te mo r es

Paradescubrirnuevastierras,primerohayquetenerelvalordealejarsedelacosta.André Gide (escritor, humanista y moralista francés, 1869–1951)

Arriesgarseesperdermomen-táneamenteelequilibrio.Noarriesgarseesperderseunomismo.Søren Kierkegaard (filósofo, teó-logo y escritor danés, 1813–1855)

Elmiedotienemuchaimagina-ciónypocotalento.Refrán español

Nuncaunpeligrosinotrosevence.Séneca (filósofo, político, orador y escritor romano, 4 a.C.–65)

Laseguridadesmayormenteunasuperstición.Noexisteenlanaturaleza,yporlogeneralloshijosdeloshombresnodisfru-tandeella.Evitarelpeligronoesmásseguroalargoplazoqueexponersedirectamenteaél.Lavidaesunaosadaaventuraonoesnada.Helen Keller (escritora, activista política y oradora estadounidense sordociega, 1880–1968)

Losgrandeslogrossealcanzanacostadegrandesriesgos. Herodoto (historiador griego, 490–430 a.C.)

Dalaimpresióndequeadquiri-mossabiduríamásfácilmentearaízdenuestrosfracasosquearaízdenuestroséxitos.Siempresuponemosqueelfracasoeslaantítesisdeléxito,peronoesasí.Eléxitoengeneralseencuentradetrásdelfracaso.Leo Buscaglia (escritor y conferencista motivacional estadounidense, 1924–1998)

Elconsejodelostemoresseescuchaantesdetomarunaimportantedecisiónbélica.¡Eseeselmomentodeprestaroídoatodoslosmiedosimaginables!Unavezquesehanjuntadotodoslosdatosytemoresysehatomadounadecisión,¡eshoradedesoírtodoslostemoresypasaralaacción!George Patton (general estado-unidense, 1885–1945)

Sololosquesearriesganairdemasiadolejosdescubrenhastadóndepuedenllegar.T. S. Eliot (poeta, dramaturgo y crítico literario anglo-estadouni-dense, 1888–1965) ■

a mayor riesgo

,

en Él, y a veces obra de formas misteriosas; pero también nos dio raciocinio y espera que hagamos uso de esa facultad.No vaciles en actuar. No puedes permitirte ser impulsivo; pero tampoco debes esperar a que todo esté perfecto y exento de ries-gos. Debes estar preparado para intervenir cuando el momento lo pida y aprovechar la oportunidad.

Si se te llega a presentar una oportunidad espléndida que te viene de perilla, ten la certeza de que Dios la planeó y la dispuso. En ese caso, correr un riesgo calculado puede conducirte al éxito.

Peter A mster da m y su esposa, M a r í a Fonta i ne, dir igen el mov imiento cr isti a no L a Fa mili a Inter naciona l. ■

ganancia

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Existe la creencia generalizada de que nacemos con solo tres miedos: el miedo a los ruidos fuertes, el miedo a caer y el miedo al abandono. Según algunos psicólogos venimos pro-gramados con esos tres temores; todos los demás son adquiridos. El miedo a las arañas, a la oscuridad, a los dentistas y demás azares se integran a nuestra psiquis a través de experiencias que vivimos o información que vamos juntando.

El miedo es una respuesta vital ante el peligro. Si al caminar de noche por una calle oscura y desconocida el pulso se te acelera, tu respiración se vuelve más superficial y sientes un hormigueo en la nuca, es porque el cerebro está indicándole al cuerpo que podrías estar en peligro. Entonces decides tomar una calle bien iluminada, o entrar en una tienda y llamar a alguien para que te recoja.

Los temores generalmente se dividen en dos catego-rías: los legítimos —que nos advierten de una amenaza real, ya sea física o emocional— y los infundados, que se originan en la imaginación y tienen escaso o ningún fundamento en la realidad. El problema es que al cerebro le cuesta distinguir entre ellos; de ahí que con frecuencia reaccione de la misma manera ante ambos: con un aumento de la actividad en la amígdala cerebral1, que desencadena una reacción que según los casos puede ser huir o presentar batalla.

Un método que emplean los terapeutas para ayudar a una persona a superar un temor es la exposición controlada a lo que causa esa reacción de miedo, tal

1. Seconsideraqueeslaregióndelcerebrodondesealmacenan

lasreaccionesemocionales.

2.V.Jeremías29:11;Romanos8:28

3.www.mywonderstudio.com

como la altura o las arañas. Cuando lo que se teme no se materializa —es decir, cuando la consecuen-cia temida deja de ocurrir reiteradamente—, la mente se reprograma para no reaccionar con miedo ante la presunta amenaza.

Otros temores son más difíciles de superar, ya que no están vinculados a una situación o un agente físico. Son más bien internos y están asociados con la preocupación y la inseguridad. Generalmente da buenos resultados analizarlos, para distinguir entre las situaciones reales y las percepciones erróneas. Claro que no hay ayuda más eficaz que la que nos puede proporcionar Dios, la mayor fuente de comprensión, consuelo y alivio frente a tales temores. Cuando tenemos la certeza de que Él se preocupa por nuestro bienestar, que está con nosotros en todo momento, que ha planeado nuestro futuro y nos promete que al final todo redundará en nuestro bien2, cambia el cariz de la situación y los temores se disipan.

Para liberarnos de ambos tipos de miedo, Dios nos ofrece una íntima conexión con Él. Esa conexión la establecemos a través de la oración y la fortalecemos mediante la lectura y el estudio de la Palabra de Dios, creyendo las promesas que nos hace y aplicándolas a nuestra vida cotidiana. Cuanto más aprendemos a confiar y a depender de Dios, más puede ayudarnos a superar nuestros miedos.

Tomoko Matsuok a es autor a de contenido de My Wonder Studio3, un sitio web cristiano orientado a la for mación de la niñez. Vive en Chiba ( Japón). ■

Tomoko Matsuoka

ANÁLISIS DEL MIEDO

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▶ Dios es nuestro mejor amparo contra el temor y contra todo lo que nos causa miedo

Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar. Salmo 46:1,2

Por cuanto en Mí ha puesto su amor, Yo también lo libraré; le pondré en alto, por cuanto ha conocido Mi nombre. Me invocará, y Yo le responderé; con él estaré Yo en la angustia; lo libraré y le glorificaré. Salmo 91:14,15

Torre fuerte es el nombre del Señor; a Él correrá el justo, y será levantado. Proverbios 18:10

Yo el Señor soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: «No temas, Yo te ayudo». Isaías 41:13

No temas […]. Cuando cruces las aguas, Yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te cubrirán sus aguas; cuando camines por el fuego, no te quemarás ni te abrasarán las llamas. Salmo 43:1,2 (NVI)

▶ Dios cambia el temor en pazVuelve ahora en amistad con Dios y tendrás paz.

Job 22:21 (RVR 95)Cuando te acuestes, no tendrás temor, sino que te

acostarás, y tu sueño será grato. Proverbios 3:24

LECTURAS ENRIQUECEDORAS

Liberación del temorSamuel Keating

No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús. Filipenses 4:6,7 (NVI)

No nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. 2 Timoteo 1:7

▶ Con Dios a nuestro lado, no tenemos nada que temer

El Señor es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? El Señor es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme? Salmo 27:1

En el día que temo, yo en Ti confío. En Dios he confiado; no temeré; ¿qué puede hacerme el hombre? Salmo 56:3,4

Aun si voy por valles tenebrosos, no temo peligro alguno, porque Tú estás a mi lado. Salmo 23:4 (NVI)

Este es el Dios de mi salvación, en Él confío y nada temo. Isaías 12:2 (N–C)

Sa muel K eating es coor dinador de producción de Conéctate . Vive en Milán (Italia). ■

ANÁLISIS DEL MIEDO

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Adaptación de un artículo de Juan Weaver

Había una vez una niña que se pasaba los días ensimis-mada junto a una charca, contemplando un sapo que se colocaba siempre sobre un nenúfar. La niñita sabía que el sapo era seguramente un príncipe. Y el sapo, que en verdad lo era, sabía que bastaba con que la niña le diera un besito en la nariz para romper el hechizo que años atrás le había pro-ferido una bruja malvada. La niña, sin embargo, era tan tímida que no se atrevía a conversar con el batracio; y este tampoco tenía el valor para decirle que se moría de ganas de que ella lo besara en la nariz. Los días pasaron. La niñita se quedó sentada contemplando el sapo, y colorín colorado, el cuento se ha acabado.

Lo peor de este cuento es que se hace realidad todos los días. Piensa en todos los hermosos idilios que nunca llegan a florecer, en los romeos que nunca conocen a sus julietas, porque ambos son tan tímidos que no se atreven a dar el primer paso. Piensa además en todos los carusos, mozarts y rembrandts que nunca se dieron a conocer, que se cohibieron y no mostraron sus obras, tantos genios que nunca osaron expresarse.

Algunas personas por naturaleza son extrovertidas y habladoras,

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mientras que otras tienden a ser más introvertidas, reservadas y reticentes. De todas maneras, la mayoría de los que sufren de fobia social o ansiedad social —términos que hoy se emplean para describir lo que antes se calificaba simplemente de timidez— no quieren en realidad ser así. Les gustaría ser capaces de relacionarse más libremente con los demás, pero les cuesta una enormi-dad deshacerse de las murallas que los aprisionan.

La timidez suele ser una mezcla de temor y vergüenza. Muchas veces nos cohibimos porque nos preocupa la opinión de los demás o la evaluación negativa que puedan hacer de noso-tros, sobre todo si ya nos hemos visto expuestos a opiniones semejantes o si tenemos ese concepto de nosotros mismos. Quizá nos consideramos muy altos o muy bajos, muy gordos o muy flacos, feos o qué sé yo.

Eso le pasaba a Cass Daley, una joven que deseaba ser cantante pero vivía acomplejada porque tenía la boca grande y los dientes salidos. Las primeras veces que actuó en público en clubes nocturnos intentó escon-der los dientes estirando el labio superior. Acabó haciendo el ridículo.

Cierta noche un hombre la oyó cantar y reconoció en ella un talento

excepcional. Así que le dijo la verdad sin la menor vacilación.

—Mira— le comentó con toda franqueza—, presencié tu actuación y sé qué es lo que tratas de ocultar. Te dan vergüenza tus dientes.

Cass se ruborizó, pero el hombre no se detuvo:

—Y ¿qué? ¿Acaso es un delito tener los dientes salidos? No los ocultes. ¡Exhíbelos! Al público le gustará ver que no te dan vergüenza. Además, esos dientes que pretendes ocultar podrían labrar tu fortuna.

Cass Daley siguió su consejo. A partir de entonces dejó de cohibirse. Abría bien la boca y cantaba con tanta pasión y deleite que llegó a ser una exitosa cantante, actriz y comediante.

¿Cómo podemos, entonces, supe-rar la vergüenza y la timidez? Por una parte, olvidándonos de nosotros mismos, como hizo Cass Daley. Cuando dejamos de preocuparnos por cumplir todas las expectativas que pensamos que la gente tiene de nosotros y nos sentimos satisfechos con las características que Dios nos dio, ya no nos inquietan tanto las opiniones ajenas.

A nadie le gusta toparse con una mirada fría de rechazo. Pero si te pasas la vida rehuyendo el rechazo,

no llegarás muy lejos ni lograrás mucho. Aventúrate. Quien no se arriesga no pasa la mar.

El célebre escritor y dramaturgo George Bernard Shaw es otra per-sona que superó la timidez y llegó a ser uno de los oradores más directos e ingeniosos de su época. Cuando le preguntaron cómo había conseguido vencer el apocamiento, respondió:

—Del mismo modo que aprendí a patinar: haciendo el ridículo una y otra vez hasta que me acostumbré.

De joven, era uno de los hombres más tímidos de Londres. Con frecuencia se pasaba 20 minutos subiendo y bajando por la calle antes de armarse de coraje para llamar a la puerta de la casa de una familia que no conocía bien.

—¡Pocos hombres —confesó— han sufrido más de timidez y pura cobardía, o se han avergonzado más de ello que yo!

Finalmente dio con un método para superar sus inhibiciones y su vergüenza. Se decidió a convertir su punto flaco en su mayor baza. Ingresó en una sociedad de debates. Asistía a toda reunión en la que hubiera una discusión pública y se obligaba a ponerse en pie y parti-cipar. Con la práctica, su oratoria mejoró, hasta que terminó siendo

«Mi primer idioma fue el de la timidez. Aprendí a lidiar con ella al verme lanzado inexorablemente al centro del escenario.» Al Pacino (actor y director de cine y teatro estadounidense, 1940– )

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uno de los oradores más brillantes y seguros de sí mismos de principios del siglo xx.

Cass Daley y George Bernard Shaw tenían por lo menos dos cosas en común: determinación y un plan concreto, elementos clave de cualquier método de autoayuda; pero hay algo más, un catalizador capaz de facilitar y agilizar expo-nencialmente el proceso. El Espíritu de Dios en nosotros «puede hacer muchísimo más que todo lo que podamos imaginarnos o pedir»1. La ayuda divina es ampliamente superior a la mera autoayuda.

Lo anterior se aplica a la timidez, pero también a cualquier otra característica. Si hay un aspecto de tu personalidad que deseas cambiar para bien, ten la certeza de que Dios desea ayudarte2. Algunas transfor-maciones son instantáneas; otras, más graduales. Somos hechura Suya, sí; pero cada uno de nosotros sigue siendo una obra en curso.

Por lo que respecta a la timidez, cuanto más consciente estés de la amorosa presencia de Dios en tu

vida, más seguridad te inspirará ese amor, menos pensarás en ti mismo y más a gusto te sentirás en ambientes sociales. Imagínate que tienes un balde de agua enlodada, turbia, y lo pones debajo de un chorro de agua limpia. Al rato el agua clara despla-zará a la turbia, y casi toda acabará estando limpia. En nuestro caso, la fuente de agua limpia son los ratos provechosos que pasamos con Dios en oración meditativa, o leyendo la Biblia y otros textos que nos acercan a Él. La Escritura promete: «Acercaos a Dios, y Él se acercará a vosotros»3. Cada vez que haces un esfuerzo por acercarte a Dios, Su Espíritu te toca y te transforma un poco más. ■

e l de be r de co ntr ibuirErin FalconerSuperarlatimidezno esalgoquedebamoshacerexclusivamenteenbeneficiopropio,sinoqueenciertamedida esunacontribuciónalasociedad. Cuandotenemosunpen-samientoouna idea que mereceatención, nuestrosilencionosolonosperjudicaanosotrosmismos, sinoquevaendetrimentotambiéndela gentequenosrodea.

Losdemásnosnecesitan.Puedenbeneficiarsedenuestra inteligencia ypers-picacia.Necesitannuestraayuda pararesolverlosproble-mas. Ocultándonosdetrásde latimidezlimitamoslaayudaquepodríamosbrindaranuestrosamigos,familiares ycolegas4.■

1. Efesios3:20(NVI)

2.V.1Juan5:14,15

3.Santiago4:8

4.Fuente:www.pickthebrain.com/blog/overcoming-shyness

«Fui el ser humano más tímido que haya sido concebido; pero dentro de mí había una leona que se negaba a callarse.» Ingrid Bergman (actriz sueca, 1915–1982)

¿Te gustaría sentir como nunca la amorosa y transformadora presencia de Dios? Empieza por invitar a Su Hijo Jesús a formar parte de tu vida mediante esta sencilla oración:

Jesús, creo en Ti y te ruego que te hagas parte de mi vida. Amén.

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Te toca hacer un brindis en la boda de tu mejor amigo, o pronunciar un discurso de aceptación de un premio que has ganado, o convencer a un grupo de colegas de la necesidad de emprender un nuevo proyecto... Por dentro sientes que te estás muriendo, pero es un compromiso al que no te puedes negar.

No eres el único. El miedo a hablar en público —conocido como glosofobia— es de lo más común. Como con cualquier tipo de miedo, la mejor manera de superar la glosofobia es atacarla de raíz.

Temor n.º 1: No voy a saber qué decir.

¿Te resulta difícil hablar de tu equipo deportivo favorito o de un libro o película que te encantaron? Seguramente no. Tienes muy claro lo que piensas y por qué. Sumérgete en el tema que tienes que abordar hasta encontrar al menos un punto del que puedas hablar con pasión, y parte de esa base.

“Suelen hacer falta tres semanas para preparar un buen discurso improvisado.” Mark Twain, escritor y humo-rista estadounidense (1835–1910)

GLOSOFOBIAYushi Jai

Temor n.º 2: ¿Qué pen-sará la gente de mí?

Es propio de la naturaleza humana tender al egocentrismo. Aunque eso puede parecer negativo, es un hecho que juega a favor del orador aprensivo, por dos razones. Primero, porque la mayoría de la gente está más centrada en sus propios defectos y fallos que en los tuyos. En segundo lugar, el público espera sacar algún provecho de lo que tú dices, y por tanto desea que tengas éxito. Por eso, actúa con naturalidad, sé espontáneo.

Temor n.º 3: Me voy a poner tan nervioso que todos se darán cuenta.

Una excelente táctica para distender tanto a los oyentes como a ti mismo es comenzar con una anécdota o relato que venga al caso y que puedas narrar con comodidad. Un poco de humor, con buen criterio, también ayuda.

Temor n.º 4: Me quedaré en blanco.

El contar con unas notas que hayas releído varias veces disminuye las probabilidades de olvidar lo que tenías pensado decir. Resalta los

puntos clave; te ayudará a retomar rápidamente el hilo si te pierdes.

Temor n.º 5: No lograré captar el interés de los oyentes.

En esta era en que realizamos múltiples tareas a la vez y sufrimos una sobredosis de información, los lapsos de atención son cada vez más cortos. Por eso conviene ser conciso. Las anécdotas breves resultan atractivas, y el humor puede servir para llenar una pausa. Da unas pocas cifras o datos precisos para respaldar tus argumentos, pero no tantos que agoten y confundan al oyente. Los medios visuales facilitan la presentación rápida y clara de los temas. Precisamente para ayudar al presentador se crearon programas como PowerPoint. «Una imagen vale más que mil palabras».

“Acuérdate de parar de hablar antes que tu auditorio deje de escuchar.” Dorothy Sarnoff, cantante de ópera y consultora de imagen estadounidense (1914–2008)

Yushi Jai es docente. Vive en Japón y está afiliado a La Fa milia Inter nacional. ■

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Las letras de algunas canciones me han causado honda impresión. Por ejemplo. la de la canción Love the One You're With, de Stephen Stills. El estribillo dice: «Si no puedes estar con la persona que amas, ama a quien tienes a tu lado».

Corría el año 1974. Mi novio y yo nos habíamos separado, y yo estaba con el corazón des-trozado. Me pasé varias semanas titubeando entre procurar evitarlo y tratar de llamar su atención. Asistir al mismo colegio que él era una tortura. En aquel tiempo esa canción me ayudó a no encerrarme en mi mundo, a proyectarme hacia los demás. Media vida más tarde tuvo el mismo efecto. 

Me encontraba en un autobús cuando una joven madre con una niña de dos o tres años de edad se sentó justo delante de mí. Lo primero que noté fue que las dos estaban bien vestidas y peinadas. Seguidamente deduje que debían de ser extranjeras. Las observé un rato tratando de

Ama a quien tienes a tu ladoAnna Perlini

determinar de dónde eran. Aunque la niña jugaba feliz con un juguete, el rostro de la madre denotaba fatiga y preocupaciones.

Mientras las miraba, no podía dejar de pensar en mis cua-tro nietas, que viven al otro lado del mundo. Aunque puedo chatear con ellas por Internet y ver con regu-laridad sus últimas fotos, echo de menos sostenerlas en mis brazos.

—Esos aros son muy lindos —le dije a la niña señalando sus pendien-tes de oro.

Los ojos de la madre se ilumi-naron, y al instante se produjo una conexión entre ella y yo.

Pronto me enteré de que había llegado a Italia unos meses antes por invitación de sus familiares y que su marido todavía se encontraba en su país a la espera de novedades sobre un posible empleo para él. Mientras tanto, ella también había estado buscando trabajo, aunque no se había concretado nada. Era difícil encontrar un puesto de trabajo estable con una niña pequeña y sin tener a nadie que pudiera cuidar de ella durante la jornada laboral. La madre apenas

tenía 20 años, la misma edad que yo cuando tuve mi primer hijo.

El autobús se detuvo en mi paradero, que resultó ser también el suyo. Yo necesitaba llegar a la estación de tren, pero no conocía muy bien esa parte de la ciudad. Mi nueva amiga se ofreció a mostrarme el camino; se lo acepté con gratitud. Mientras caminábamos charlamos un poco más. Le hablé de mi vida, mis hijos y mis nietas. Me miró comprensivamente cuando le dije que no los había visto en mucho tiempo. Entonces la niña me dirigió una sonrisa, como diciendo, «Aquí estoy yo».

Me acordé de las dificultades que yo misma tuve cuando era una madre joven e inexperta y traté de animar a aquella chica. Le aseguré que los sacrificios que estaba haciendo para que su familia tuviera una buena situación valdrían la pena. También le conté mis expe-riencias recientes como voluntaria y le expliqué que cuando entrego mi tiempo y energías a quienes lo necesitan, no me angustio tanto por las cosas que me faltan en la vida.1. Mateo22:39

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El mayor de ellos es el AMOR1 Corintios 13 en boca de una madreSi vivo en una casa de impecable belleza, con todo en perfecto orden, y no

tengo amor, soy un ama de casa, pero no he formado un hogar.Si vivo para encerar, lustrar y cuidar los elementos decorativos, pero no

tengo amor, mis hijos aprenderán a ser limpios por fuera en lugar de puros por dentro.

El amor deja el polvo para ir a buscar la risa de un niño.El amor sonríe ante las pequeñas marcas de dedos en la ventana reluciente.El amor limpia las lágrimas antes de limpiar la leche que se ha derramado.El amor levanta al niño antes de recoger los juguetes caídos.El amor se hace presente en las dificultades.El amor reprende, reprueba y se muestra sensible.El amor gatea con el bebito de meses, camina con el niño de dos años,

corre con el de seis y se hace a un lado para dejar que el mayorcito se encamine hacia la adultez.

El amor es la llave que abre el mensaje de la salvación ante el corazón del niño.

Antes de tener hijos, me gloriaba en la perfección de mi casa.Ahora me glorío en la perfección divina de mis hijos.Como madre, hay muchas cosas que debo enseñar a mis hijos, pero la

mayor de ellas es el amor.Anónimo ■

En aquel momento me vino a la memoria esa vieja canción. Esta vez no se me aplicaba porque hubiera sufrido la pérdida de un novio, sino por mi intenso deseo de estar más con mis hijos y mis nietas. «Si no puedes estar con la persona que amas, ama a quien tienes a tu lado».

Al despedirnos, le puse un poco de dinero en la mano. No tenía mucho, pero sabía que incluso un poco la ayudaría, dada su difícil situación. Aunque no me lo había pedido, sentí la necesidad de manifestarle a ella y a su hija el mismo amor e interés que les habría mostrado a mis propias hijas y nietas de haber estado con ellas en el autobús aquel día.

Jesús nos enseñó: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo»1. Creo que de haber ampliado el concepto, Jesús habría dicho tam-bién: «Amarás a los demás tanto como amas a tus propios hijos».

A nna Per lini vive en Croacia y está afiliada a La Fa milia Inter nacional. ■

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¿Quién no se preocupa a veces? Nos preocupamos de lo que va a suceder en el mundo. Nos preocupamos de que no vamos a dar la talla en el colegio o en el trabajo. Nos preocu-pamos de que no vamos a poder hacer frente a nuestros compromisos económicos. Nos preocupamos ante la eventualidad de perder a nuestros seres queridos. Nos preocupamos por nuestro futuro. Nos preocupa-mos de un mar de cosas.

La mayoría de nuestras preocupa-ciones se encuadran en dos grandes categorías: remordimientos por nuestros fracasos o por situaciones que terminaron mal, y temor ante lo que nos pueda deparar el futuro.

¿Cómo podemos evitar que esas inquietudes nos afecten? Una respuesta muy gráfica se halla en los buques transatlánticos. Están construidos de tal forma que, en caso

1. Romanos8:28(BibliaDidáctica)

2.Salmo56:3

RESPUESTAS A TUS INTERROGANTES

Píldoras para la preocupación

de incendio o de que se produzca una brecha grande en el casco, se cierran unas compuertas herméticas e incom-bustibles con el objeto de aislar el compartimiento averiado y posibilitar que la nave se mantenga a flote.

De igual modo debiera suceder con la nave de nuestra vida. Para sacar el máximo provecho del pre-sente y prepararnos adecuadamente para el futuro, debemos aprender a aislarnos de las preocupaciones del ayer —con su cuota de errores y fracasos—, así como de nuestros abultados temores acerca del mañana. De lo contrario, nuestras preocupaciones pueden inundarnos y hundirnos.

¿Has observado que los males que nunca suceden son los que más nos quitan el sueño? Cierto empresario se preparó lo que llamó una gráfica de preocupaciones, en la que anotaba todos sus temores. Descubrió que el 40% tenía ínfimas probabilidades de hacerse realidad; que el 30%

correspondía a decisiones del pasado que no podía alterar; que el 12% tenía que ver con críticas sobre su persona; y que el 10% eran inquie-tudes infundadas sobre su salud. Concluyó que apenas el 8% de sus preocupaciones estaban justificadas.

Preocuparse es como mecerse en una silla: entretiene, pero no lleva a ninguna parte.

Los cristianos en realidad no tenemos motivos para temer o preocuparnos, pues sabemos que «todo contribuye al bien de los que aman a Dios»1. El famoso predicador Dwight Moody (1837–1899) solía decir: «Se puede viajar al Cielo en primera o en segunda clase. “En el día que temo, yo en Ti confío”2 es como un boleto de segunda. En cambio, el de primera viene descrito en Isaías 12:2: “Confiaré en Él y no temeré”. ¿Por qué no adquirir, enton-ces, un pasaje de primera clase?» ■

A veces me siento agobiado por las preocupaciones. ¿Qué puedo hacer para dejar de inquietarme tanto?

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Tener miedo es como estar atrapado en una pequeña habitación oscura. La oscuridad puede ser tan densa que a veces uno llega a sentirse oprimido. Aunque extiendes las manos y palpas, no encuentras la salida. Sin embargo, todo cambia cuando das con el interruptor de la luz y la enciendes. Hasta una tenue luz te permite orientarte y ver la salida.

En momentos de temor y des-asosiego no es aconsejable hacer de cuenta que el miedo va a desaparecer si lo ignoras. Es preciso repelerlo. Tienes que encontrar la salida.

Practica este ejercicio la próxima vez que te sientas atrapado por el miedo o las preocupaciones. Hacen falta cuatro cosas: una habitación que puedas oscurecer, una vela o lámpara, un medio para encenderla y una Biblia.

Ve a esa habitación en un momento en que sepas que no ten-drás interrupciones. Enciende la luz

1. Salmo91:1,2

2.Salmo23:4

3.Salmo27:1

VENCER LA OSCURIDADejercicio espiritualAbi May

y cierra las cortinas o las persianas. Tómate unos minutos para leer y pensar sobre lo que dice la Biblia acerca de nuestros temores y preocu-paciones. Por ejemplo: «El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo al Señor: “Esperanza mía y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré”»1. «Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno»2. «El Señor es mi luz y mi salvación [...]. El Señor es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?»3

Ahora apaga la luz y exprésale a Dios lo que te molesta. Menciona todos los detalles que quieras; Él tiene una paciencia infinita. Y no te preocupes de que no te vaya a entender. Por muy infundados que

sean tus temores, en ese momento para ti son muy reales, y Él lo sabe.

Acto seguido enciende la vela o la lámpara. Esa luz representa la presencia de Dios y Su poder. Ya no estás recluido en un cuarto oscuro a solas con tus temores. Él está contigo, y Su luz ha vencido la oscuridad.

Agradécele que esté presente y que siempre te acompañe, en toda circunstancia. Al salir de la habi-tación, apaga la luz o la vela. No la necesitarás una vez que estés a la luz del día o en la casa iluminada. Pero no olvides la experiencia. La próxima vez que sientas que el miedo te ace-cha, recuerda este ejercicio. Enciende esa luz o vela en tu pensamiento y evoca Su presencia infalible y reconfortante. Llénate de paz.

A bi M ay es docente, escr itor a y r edactor a de Conéctate . Vive en la Gr an Br etaña. ■

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Sigo con la mirada al gorrión mientras revolotea buscando alimento y dónde anidar. Yo lo conduzco a un lugar de reposo, y él confía en Mí. No se preocupa por lo que no tiene. Se dedica a lo suyo y confía en que Yo proveeré para sus necesidades. Aunque los gorriones son pequeños y numerosos, Yo los conozco a todos y velo por ellos. Me acuerdo y cuido de cada uno.

Tú tienes para Mí mucho más valor que todos los gorriones juntos. Si me preocupo tanto de esos pajaritos que parecen insignificantes, ¿no me preocuparé también de ti?

Conozco tus cuitas y entiendo tus temores. Estoy para infundirte fe y responder a tus oraciones. Pero es preciso que confíes en Mí como hace el gorrioncito. A él no lo ves aleteando frenéticamente, sumido en el pánico. Vive tranquilo y en paz, sabiendo que no le quito los ojos de encima y que lo cuidaré como cuido de todos los Míos.

Tengo también la mirada puesta en ti, y estoy siempre listo para prestarte asistencia. Así que confía en Mí, ¿de acuerdo? Que sea Yo quien se preocupe.

DE JESÚS, CON CARIÑO

Piensa en el gorrión...