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A ño II ------------------------------------- 21 de F ebrero de 1895 ----------------------------------- N.° 14 AHTAHKARANñ (El Sendero) -- ------- -°-o REVISTA TEOSÓFICA MENSUAL ------- PRECIOS DE SUSCRIPCIÓN Semestre::::: ::: ::: ::: : Ptas. i‘oo Ultramar y Extranjero: año 4*00 Número suelto, 15 céntimos L a SOCIEDAD TEOSÓFICA NO ES RESPONSABLE DE LAS OPINIONES EMITIDAS EN ESTA REVISTA; SIÉNDOLO DE CADA ARTÍCULO EL FIRMANTE, Y DE LOS NO FIRMADOS LA DIRECCIÓN SATYAT NASTI PARO DHARMAH (NO HAY RELIGIÓN MÁS ELEVADA QUE LA VERDAD) '"" Redacción y Administración : CENDRA, 30 y 32 , 3 o, 1 *. — BARCELONA Se suscribe en esta Administración yen Madrid: Calle Cervantes, 6, principal, : : : y por nuestros corresponsales : : : INDIVIDUALIDAD e ahi dos palabras, empleadas indistintamente por todo el mundo, para significar una misma idea. Conviene, sin embargo, para evitar confu- siones á los que por vez primera saludan á los es- tudios teosóficos, hacer constar que, para nosotros, lejos de ser sinónimas, envuelven dos conceptos distintos. ¡Cuánta, y cuán honda diferencia los separa! Y no se diga que el valor dado por los teosofistas á los mentados términos dimana de una insignificante sutileza; nó, muy al contrario, descansa precisamente en la naturaleza misma de aquello que se pretende significar, por modo tan natural y lógico, que, una vez fijado el sentido y establecida la diferencia, la razón acepta sin re- pugnancia aquella ideológica novedad. Tampoco haremos hincapié en la nunca discutida conve- niencia de precisar—dentro del terreno filosófi- co—el valor de los términos, enfocando sobre ellos la clarísima luz de una perfecta definición. Intentarlo siquiera, sería ofender el buen sentido de nuestros lectores. Procuraremos, pues, en el curso de este trabajo, dejar bien sentado el con- cepto que una y otra palabra nos merecen. Para ello necesitamos, en primer término, dar una ojeada á la constitución septenaria del micro- cosmo—el hombre—con arreglo á las enseñanzas teosóficas. Siete son los principios ó modalidades conscientes del ser, que integran al hombre verda- dero, como habrá podido apreciar ya, con algún detalle, el habitual lector de esta Revista. Entién- dase, no obstante, que esta división en principios es tan sólo una exigencia didáctica ineludible. Cada uno de ellos no es más que la manifestación V PERSONALIDAD «Y la escoria se convertirá en oro puro, siete veces refinado, igual al Espíritu per- fecto.» (La Voie Parfaite, Ap. Vil.) —en diverso plano—(i) de las potencialidades inherentes al único principio verdadero y univer- sal, ATMA, el séptimo, que, por esta razón, no puede, en rigor lógico, considerarse humano, sino como lazo invisible, pero dolado de absoluta realidad, que liga á todas las entidades humanas, y culmina sobre ellas enviándolas su inmortal re- flejo. Esa es la única base filosófica sobre la que puede elevarse triunfante el Ideal de la Fraterni- dad Humana, que, como prima ralio, persigue la Sociedad Teosófica. Los siete principios, en otro orden de ideas, son á modo de resumen—en el hombre— de la evolución cósmica. Como es arri- ba, asi es abajo, dice un antiguo axioma herméti- co. En su marcha progresiva—dentro del ciclo de su manifestación—asciende, pues, la Humanidad por los peldaños todos de la escala septenaria que, como la de Jacob, descansa sobre la tierra y se apoya superiormente en el Luminoso Empíreo At- mico. Hechas las anteriores salvedades, pasaremos á resumir en breves términos el armonioso hepla- cordio microcósmico, utilizando para ello la pre- ciosa síntesis de A. Besant: (2) «El Sthula Shari- ra, dice, es el cuerpo físico, la forma exterior, tangible, compuesta de varios tejidos. El Linga Sharira, es el doble etéreo ó astral del cuerpo. Prana es la vitalidad, la energía integradora que coordina las moléculas físicas y astrales, y las1 2 (1) Los planos son diferenciaciones de la substancia pri- maria. (A. Besant.) (2) «Manual Teosófico,» p. 281 y 282.

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A ño II ------------------------------------- 21 d e F eb r er o d e 1 8 9 5 ----------------------------------- N.° 14

A H T A H K A R A N ñ(E l S e n d e r o )

--------- -°-o R E V I S T A T E O S Ó F I C A M E N S U A L -------—P R E C I O S D E S U S C R I P C I Ó NS e m e s t r e : : : : : : : : : : : : : : : P t a s . i ‘ o o U l t r a m a r y E x t r a n j e r o : a ñ o — 4 * 0 0

Número suelto, 15 céntimos

L a SOCIEDAD TEOSÓFICA NO ES RESPON SABLE DE LAS O PIN IO N ES EM ITIDAS EN ESTA R E V IS T A ; SIÉNDOLO DE CADA ARTÍCULO E L F IR M A N TE , Y DE LOS NO FIRM ADOS LA DIRECCIÓN

SATYAT NASTI PARO DHARMAH(N O HAY RELIGIÓN MÁS ELEVADA QUE LA VER DAD)

M»'""

R e d a c c i ó n y A d m i n i s t r a c i ó n : CENDRA, 3 0 y 3 2 , 3 o, 1*. — BARCELONAS e s u s c r i b e e n e s t a A d m i n i s t r a c i ó n y e n M a d r i d : C a l l e C e r v a n t e s , 6 , p r i n c i p a l , : : : y p o r n u e s t r o s c o r r e s p o n s a l e s : : :

INDIVIDUALIDAD

e ahi dos palabras, empleadas indistintamente por todo el mundo, para significar una misma

idea. Conviene, sin embargo, para evitar confu­siones á los que por vez primera saludan á los es­tudios teosóficos, hacer constar que, para nosotros, lejos de ser sinónimas, envuelven dos conceptos distintos. ¡Cuánta, y cuán honda diferencia los separa! Y no se diga que el valor dado por los teosofistas á los mentados términos dimana de una insignificante sutileza; nó, muy al contrario, descansa precisamente en la naturaleza misma de aquello que se pretende significar, por modo tan natural y lógico, que, una vez fijado el sentido y establecida la diferencia, la razón acepta sin re­pugnancia aquella ideológica novedad. Tampoco haremos hincapié en la nunca discutida conve­niencia de precisar—dentro del terreno filosófi­co—el valor de los términos, enfocando sobre ellos la clarísima luz de una perfecta definición. Intentarlo siquiera, sería ofender el buen sentido de nuestros lectores. Procuraremos, pues, en el curso de este trabajo, dejar bien sentado el con­cepto que una y otra palabra nos merecen.

Para ello necesitamos, en primer término, dar una ojeada á la constitución septenaria del micro­cosmo—el hombre—con arreglo á las enseñanzas teosóficas. Siete son los principios ó modalidades conscientes del ser, que integran al hombre verda­dero, como habrá podido apreciar ya, con algún detalle, el habitual lector de esta Revista. Entién­dase, no obstante, que esta división en principios es tan sólo una exigencia didáctica ineludible. Cada uno de ellos no es más que la manifestación

V P E R S O N A L I D A D

«Y la escoria se convertirá en oro puro, siete veces refinado, igual al Espíritu per­fecto.»

(L a Voie P a r fa ite , Ap. Vil.)

—en diverso plano—(i) de las potencialidades inherentes al único principio verdadero y univer­sal, ATMA, el séptimo, que, por esta razón, no puede, en rigor lógico, considerarse humano, sino como lazo invisible, pero dolado de absoluta realidad, que liga á todas las entidades humanas, y culmina sobre ellas enviándolas su inmortal re­flejo. Esa es la única base filosófica sobre la que puede elevarse triunfante el Ideal de la Fraterni­dad Humana, que, como prima ralio, persigue la Sociedad Teosófica. Los siete principios, en otro orden de ideas, son á modo de resumen—en el hombre— de la evolución cósmica. Como es arri­ba, asi es abajo, dice un antiguo axioma herméti­co. En su marcha progresiva—dentro del ciclo de su manifestación—asciende, pues, la Humanidad por los peldaños todos de la escala septenaria que, como la de Jacob, descansa sobre la tierra y se apoya superiormente en el Luminoso Empíreo At- mico.

Hechas las anteriores salvedades, pasaremos á resumir en breves términos el armonioso hepla- cordio microcósmico, utilizando para ello la pre­ciosa síntesis de A. Besant: (2) «El Sthula Shari- ra, dice, es el cuerpo físico, la forma exterior, tangible, compuesta de varios tejidos. El Linga Sharira, es el doble etéreo ó astral del cuerpo. Prana es la vitalidad, la energía integradora que coordina las moléculas físicas y astrales, y las 1 2

(1) Los p la n o s son diferenciaciones de la su bstan cia p ri­maria. (A. Besant.)

(2) «Manual Teosófico,» p. 281 y 282.

10 ANTHAKARANA

mantiene juntas en un organismo definido; es el aliento de vida en el organismo, la parte del Aliento Universal de Vida que se apropia el orga­nismo durante el breve tiempo de la existencia á la que damos el nombre de «vida.» Kama es el conjunto de los apetitos, pasiones y emociones que son comunes al hombre y á la bestia. Manas es el Pensador que está en nosotros; la Inteligen­cia. Buddhi es el vehículo donde mora Atma, el Espíritu, y por medio del cual únicamente puede manifestarse.»

Esta es la primera y elemental división del ser humano, que nos lleva á una segunda, que es fundamental, y de la que dimanan á su vez los verdaderos conceptos de la Individualidad y de la Personalidad. Esta segunda división, es como sigue:

n . ° —A tm a . . . .[6 .°— B u ddh i . . .\ 5 .0—M anas . . .

Principios. \4.°—K a m a . . . .13.0—P ra n a . . . .

2.°—L in ga S h a r ir a . ' 1 — Sth ula S h a r ir a

C onstituyen la Tríada inm ortal ó la Individua­lidad.

Constituyen el Cuater­nario perecedero ó la P e r so n a l id a d .

Los tres principios superiores (subjetivos) por su misma esencia son inmortales, y constituyen la Individualidad humana — la mónada,— la tri­nidad en el hombre, aquello que permanece como invariable á través de todas las formas variables (cuerpos) como un hilo espiritual é individual in­visible—Sulratma (1)—en el cual están ensartadas á modo de cuentas de un collar, las diversas per­sonalidades terrestres; aquello que es causa de to­das esas mismas Jormas porque las individualiza, merced á su elemento manásico, el Pensador.

Los cuatro principios inferiores integran el Cua­ternario, la Personalidad, y son las cuatro pare­des del edificio donde mora esclavizada la Indivi­dualidad, ó sea el verdadero Yo, el Yo inmortal, durante el período de cada encarnación. El Cua­ternario es l a -(- de materia en donde la Tríada espiritual es crucificado á diario por los peca­dos de los hombres. La Personalidad es el traje que viste, el papel que desempeña, ese inmortal actor—la Individualidad—cada vez que desciende á los infernos de los planos objetivos; cada vez que el hijo de Dios toma carne entre los hijos de los hombres.

A poco que se medite, saltará á la vista la in­mensa importancia de ambos conceptos—Perso­nalidad é Individualidad—cuya necesidad lógica es indiscutible. ¿Quién, que haya entrado en las profundidades, insondables muchas veces, de su

(1) Voz sánscrita que significa alm a-h ilo .

propio sér, y analizado en lo posible los impulsos y tendencias que nos mueven á obrar en la vida diaria, no habrá descubierto en sí mismo algo que es Superior y Divino al lado de otro algo que es inferior y Diabólico: una cosa verdaderamente humana y otra verdaderamente animal? ¿El sacri­ficio en pro de los demás hombres, realizado por un Nirmanakaya como Jesucristo ó Buddha, por ejemplo, es comparable, acaso, al acto realizado por el que priva de la vida á sus semejantes ó atenta á su honra ó á su bienestar? El hombre es una mezcla de Lu\ y Tinieblas, y la proporción en que estos componentes entran á formar parte de su sér, marca el grado, el nivel, de su evolu­ción. De lo dicho se infiere que el problema de la vida no es otro que transformar en oro potable la vil escoria de nuestra personalidad, tan grosera como necesaria para que la M ónada adquiera ex­periencias en los planos objetivos descendiendo al Antro de Mithra del Cuaternario para leer en sus paredes anfractuosas aquellas lecciones que única­mente allí puede aprender: esto es, aprendiendo por medio del d o l o r lo evanescentes que son é ilusorios todos los deseos, verdaderas cadenas Kár- micas que cual otro Prometeo, la mantiene suje­ta á la dura roca de las experiencias ó encarnacio­nes; redimir, en suma, lo animal, que está en el hombre, sublimándolo, por decirlo así, y hacién­dole digno de sentarse algún día á la diestra de su Eterno Padre, el Espíritu, Atma, por media­ción de Manas, el Cristo de todos los misticos.

Pero ¿dónde está el nexo que une la Individua­lidad á la Personalidad? ¿Dónde el mediador que las pone en comunicación? Dejemos otra vez la palaba á A. Besant: «El lazo entre la Tríada in­mortal y el Cuaternario perecedero, es Manas, que es dual durante la vida terrestre ó la encar­nación, y funciona como Manas Superior y Ma­nas Inferior. El Manas Superior envía un Rayo, que es el Manas Inferior, el cual funciona en y por medio del cerebro humano, como conciencia cerebral, como inteligencia razonadora. Este (el Manas Inferior) se enlaza con Kama, la naturale­za pasional, de modo que las pasiones y emocio­nes se convierten en una parte de la Mente, como lo define la psicología moderna; y así tenemos formado el lazo entre la naturaleza superior y la inferior del hombre, perteneciendo este Rama- Manas á lo superior por sus elementos manásicos, y á lo inferior por los Kámicos...»

Manas, al enviar su Rayo al Cuaternario, trans­forma la bestia en hombre y la dota de concien­cia, la individualiza; es más, le infunde en aspi­ración innata que existe en el corazón de todos los hombres, el ansia viva de la Inmortalidad. El Pen-

ANTAHK.ARANA 11

sador es el verdadero Yo, el que jamás desapare­ce, el que á través del ciclo de necesidad, permane­ce idéntico á sí mismo. Por su unión con Bud- dhi — especie de lente biconvexa — recibe, como Manas Taijasi, la Luz Atmica, y con ella forma laTri-Unidad Divina en el hombre; por su co­mercio con Kama y los demás principios inferio­res, recoge la experiencia sublimada de los planos objetivos, suministrando al Cuaternario el elemen­to individuali^ador por excelencia, el que despierta la conciencia del Yo y produce la ilusión de la sepa- ratividad, como dice A. Besant. Manas forma, por virtud de su Rayo, el puente entre la Perso­nalidad y la Individualidad entre lo Divino-hu­mano y lo animal.

Con lo expuesto, juzgamos que el lector tendrá idea suficientemente clara de la dualidad y trini­dad humanas, como aspectos de un todo que fun­ciona periódica y alternativamente en el espacio y tiempo objetivos, como personalidad, y en lo absoluto-eterno, como ens subjetivo esencial ó Individualidad.

Se comprende ahora porque la Teosofía, con rigorismo lógico, separa en el hombre—sin divi­dirlos—lo transitorio de lo permanente: la Per­sonalidad y la Individualidad. Y no se diga que otras escuelas afirman lo mismo, aunque em­pleando otros términos. El concepto del Alma— que confunden lastimosamente con el E s p ír it u — no es el de la Tríada inmortal, lo mismo que el del Cuerpo no es el del Cuartenario perecedero. Basta fijarse un poco en lo que llevamos dicho para que salte á la vista la profunda diferencia, el abismo que media entre el criterium teosófico y el de las escuelas espiritualistas occidentales. Así que, tanto por la índole de este trabajo, como para ceñirnos á los límites del mismo, y evitar posibles confusiones, dejaremos para otra ocasión el ocuparnos en tan importante asunto.

Para terminar, trasladaremos aquí el párrafo final de un artículo de A. Arnould (i) intitulado como éste, y que condensa en breves palabras el fin ético ó moral que se desprende de la funda­mental división que sustentamos; dice así: «La

( i ) Núm ero de Noviembre de 1892 d e Le L otu s B leu.

Teosofía, esa Ciencia del Absoluto, no se preocupa más que de lo imperecedero. Y el que sepa com­prender la Teosojía, que quiera llegar á ser un teósofo, debe destruir en si mismo, cuanto le sea posible, su personalidad, no sólo porque es ocioso adherirse á las cosas transitorias y perder el tiem­po amándolas, sino también porque \a personali­dad es aquello que nos separa de los demás hom­bres, y porque la verdad, como la dicha, se halla en la fusión con los demás.»

¡Cuán sabia, cuán profunda y útil enseñanza encierran estos conceptos, que pregonan muy alto el más genuino de los ideales teosóficos! Sí: el Materialismo, de igual modo que el Positivis­mo de nuestros tiempos, no ha podido sacar aún su deforme y pesada cabeza por encima de la per­sonalidad; el espiritualismo, en todos sus mati­ces, no ha salido todavía, en Occidente, de su cri­sálida psíquica, confundiendo el alma—que es con­dicionalmente inmortal—con el ESPIRITU, impe­recedero por su misma esencia. La Sabiduría Religión viene, pues, oportunamente á restablecer el equilibrio filosófico de los factores humanos y cósmicos perturbado gravemente, dando al Cuerpo lo que es del cuerpo, al alma lo que es del alma, y al Espíritu lo que es suyo de toda eternidad. Derrama sobre el hombre, como sér uno y trino, la radiante luz de sus enseñanzas, luz que disipa las sombras de Avidya perennes ocultadoras del Sendero de perfección, y le dice: la Personalidad es el reducto donde se atrincheran los sentimien­tos egoístas, destrúyela; la Individualidad, el Del­ta esculpido en el pedestal triangular situado en el centro de la bóveda de nueve Arcos, el Ara Santa del Altruismo, desde la que asciende á lo alto constantemente el perfume de todo lo que es generoso, grande, inmortal, D iv in o ! Redime con lo Divino que en tí existe, á lo animal, y alcan­zarás la plenitud de lo humano; destruye lo tran­sitorio con lo eterno, y realizarás lo Absoluto; busca en las profundidades de tu sér el Pan y el Vino del místico festín, con los que comulga cuan­to es manifestado, hasta que llegue el gran Día — sea con nosotros — en que todo comulgue en el Absoluto Sér, al término de la séptima eterni­dad...! J o sé P la n a .

Barcelona y Febrero 17 de i8g5.

12 ANTAHKARANA

B H A G ñ V f í D G Í T Á(E l C anto d e l Señor)

D iá lo g o s e n t r e I^ r ish n a y f í r j u n a , p r ín c ip e d e la In d ia

I n t r o d u c c ió n

(C ontinuación)

Bajo el punto de vista de la ética, el Bhagavad G íta en nada cede á los códigos morales de los demás países. La abnegación, el altruismo, la ca­ridad, el olvido de las ofensas, la mansedumbre, la templanza, la pureza, la compasión para todos los seres vivientes, son laudables virtudes cuya necesidad se encarece en este poema, como otros tantos escalones que conducen á la meta del pro­greso humano; en cambio, el autor se muestra implacable contra la hipocresía, la soberbia, la vanidad, la cólera, el egoísmo, la ignorancia, la ambición, la concupiscencia, el mal ejemplo y todos los demás vicios y pasiones que degradan la condición del hombre.

En una palabra: tan pura y tan sublime es la moral encerrada en las páginas del Bhagavad G íta, que algunos misioneros cristianos han pre­tendido reconocer en él la influencia del cristia­nismo; influencia que pudiera admitirse hasta cierto punto, si dicho poema no fuese muy ante­rior á la era cristiana.

Sin embargo, á nadie debe maravillar el que se encuentren ciertas semejanzas, ciertos puntos de contacto entre el poema en cuestión y la Biblia, puesto que las Escrituras sagradas de casi todos los países, ocultan en el fondo una misma Verdad, si bien revestida con un ropaje distinto en cada una de éllas, amoldado á las circunstancias de lu­gar y tiempo, como lo demuestran palpablemente los modernos estudios de Teología comparada; teniendo el Bhagavad G íta la gran ventaja de ser quizás el único libro místico que no ha pasado por el lecho de Procusto de las conveniencias hu­manas, pues se halla exento de mutilaciones, y no ha sido desfigurado en lo más mínimo por medio de interpolaciones y enmiendas. Tan gran­de es el respeto con que se ha mirado siempre á este libro, que — según dice un erudito escritor— «nadie, hasta hoy, ha añadido á dicho libro ni ha suprimido de él una sola sentencia, una palabra, una letra, ni una coma siquiera».

He dicho, hace poco, que el Bhagavad G íta es

anterior á la era cristiana. En efecto: aunque exis­ten grandes divergencias por parte de los orien­talistas, acerca de la época en que fué escrito, no obstante, parece probado, por datos históricos, que este poema tiene una antigüedad bastante más respetable que el cristianismo. Telang sos­tiene con gran copia de argumentos que el Bha­gavad G íta fué compuesto unos cuatro siglos, por lo menos, antes de J. C.; César Cantú opina que se le puede atribuir quizás una antigüedad de mil años antes de la era vulgar; según Dumeril, este poema cuenta unos dos mil años de existencia; varios orientalistas pretenden que data de doce ó quince siglos antes de J. C., y los dos célebres in- dianistas Colebrooke y Wílson opinan muy fun­dadamente que este poema es anterior á la época de Ciro el Grande (Véase: H. P. Blavatsky , Isis unveiled, n, 428 y 429).

Sin duda habrá extrañado al lector que, tratán­dose de un poema tan importante como el Bha­gavad G íta, no se haya hecho todavía mención de su autor. Esta es otra cuestión que todavía está por resolver. Según se dice, este libro fué escrito por Vyása, pero desconocemos por completo quien fué este personaje y la época en que floreció. Por otra parte, á lo que parece, Vyása no es ningún nombre propio, puesto que es una voz sánscrita que significa «el que desarrolla ó amplifica», ó sea un intérprete ó revelador, razón por la cual dicho término se ha aplicado á numerosos Guras (maes­tros) eminentes, siendo uno de ellos el compila­dor ú ordenador de los Vedas (Veda-Vyása). Los Pavanas hacen mención de 28 Vyásas, pero posi­tivamente se cuentan muchos más. (H. P. B la - vatsky; Theosophical Glossaty).

Para facilitar la comprensión del texto del Bha­gavad G íta, es indispensable presentar aquí, aún cuando no sea más que á grandes rasgos, el argu­mento del Mahábhárata, puesto que, como he di-

A N T A » KA R A N A 'i

cho anteriormente, aquel poema es un episodio que figura en el libro 6.* ó Bhishina Parran de esta grandiosa epopeya.

El asunto de la obra entera son los hechos que tuvieron lugar entre dos ramas rivales de uoa misma tribu las cuales, aunque descendían de un solo antecesor, Kurú, hicieron armas entre ellas para lograr l« soberanía de Hastinápura (il, que se supone ser la moderna Delhi. La mas an­tigua de dichas ramas conservaba el nontbtc ge­nérico de toda la tr ibu, A'hiií. mientras que la más joven era designada con el nombre de Pandara. nombre derivado de Randú, padre de los cinco principales jefes de la misma.

Acerca del nombre A'iriii— dice J. Cockburn Thomson — ev muy poco lo que sabemos, pero este poco es suficiente para probar su grande im­portancia. No venios medio de hacerlo deriva' de ninguna raía sánscrita, ni tiene, como muchos otros nombres indos, trazas de explicar ¡as pecu- . aridades de U persona ó personas que designa. De ahí que. bajo toda probabilidad, pueda consi­derarse como un nombre de una antigüedad re­mota, traído por la raía ana desde los primeros * empos de su residencia en el Asia central (z>. En

r La lengua sánscrita dicho término tiene cuatro acepciones distintas: es el nombre de la región .-ptenUtonal, ó del mundo, que, confor­

me han descrito los geógrafos, está .situada entre > cadena mas srpicntrional de montañas nevadas

y el mar polar. Es también el nombre del mas septentrional de los nueve rarshas <3) del mundo .'nocido. Entre la di Unida genealogía de la tribu

urna, es conocido como el nombre de un anti­cuo rey, al cual se atribuye la fundación de la tribu. Finalmente, designa una tribu anana de "estante importancia para perturbar todoel norte de la India con sus revoluciones, y para hacer de ' ü Iva tallas el lema del poema épico más colosal 4e la antigüedad.

Teniendo en cuenta lodos estos datos — añade el citado autor,—nos sentimos inclinados á sacar ia conclusión de que el nombre referido era ori- . nanamente el de una raza habitante en el Asia * **

<'ij «La ciudad da lo s «l«f*nle> »• i l La o p in ión Jal m en cion ad o au lor ea, i m i m odo de

**r, bástam e prob ab le, por Cuanto en la len gu a p en a eviste i palabra K u ru i, q u e s ign ifica e l Sol; y c o m o , por otra

parte, los ri«ale» Je loa K n rú a era n los Pandavas, cu y o sombre deriva de /*e«aJ il. q u e sign ifica ael pal id o» (la m oa), d e a b i q u e 00 sin fu n J em en to , se puedan sim b o liza r con esto* dos nom bres lea Joa d in astías sotar y lun ar respecti­vam ente.

■ ]> V ir a t s u s s i ó n de tierra t itea d a en tre las granjea cord illeras del ( lo b o

central, más allá del Himalayn, raza que emigró juntamente con otras hacia el N. O. de la penín­sula. formando todas ellas el gran pueblo que crt coii|unto te I amó Ario, ó el noble, para distin­guirse de los aborígenes á quienes él subyugó y cuvo territorio ocupó eventualmenre

Durante U época en que se desarrollaba la es­cena del Mahabháuin. la tribu referida habitaba la llanura del Doab, y su región particular, em­plazada citire lo» ríos Jumna y Sursuti, era deno­minada Kutuksheira, ó llanura Je les Kurú*, lu­gar santificado por los actos piadosos del antece­sor de las dos ramas rivales.

La capital de este país era Hastinápura, donde reinó, en una época que no podemos precisar con evaciitud, un rey llamado Vichitravirya. Este rey era hijo de Shárttanu y Satynvnrl; Dhishma y Krithna Dwaipayana, llamado el I'vj.m , eran her­manastros suyos, siendo, el primero, hijo de su padre, y el último, de su madre. Casóse con dos iietmanas, Amtv» y A ntbahka, pero habiendo muerto muy poco tiempo después de su matri­monio. no dejó sucesión Su hermano, el Vvása, instigado por divina compasión, se casó con la viuda, engendrando dos hijos, Dhritarlshira y Pandu, los cuales, después de la muerte de su padre, fueron educados por su tío Bhhhma. quien, durante la minoridad de ellos, tuvo á su cargo el gobierno de Hastinápura

Dhnioiáshtra, que era el primogénito, se casó Con tiándliárl, hija de Súbala, rey de Gándhára, lo cual dió á luz una masa informe que partici­paba de la naturaleza de la piedra y de U carne, y que lué animada por virtud de un procedimien­to mágico, saliendo de ella un centenar de hijoa, el mayor de los cuales se llamaba Duryodhana. Pandó, que era el menor de los dos hermanos, tomó primeramente por esposa á Pritha ó Kuntl, hiia de Shura, y más tarde á Madri, de las cuales nacieron los cinco principes pandavas, pero, como quiera que, un día, mientras estaba cazando, el padre mortal ó putativo de estos principes fuese blanco de las vivas imprecaciones de un venado pata que no tuviera sucesión en toda su vida, por razón de haber matado involuntariamente i un brahmán, los cinco Randava* de que se ha hecho mención, fueron engendrados mística mente por diversas divinidades. Asi pues, Yudhishthira, Rhl- m# y Arjuua eran hijos de Prllha por parte de Dharma, V’ayu e indra respectivamente, mien­tras que Nakuta era hijo de Madri por parte de Nasaiya el mayor, y Sahadeva lo era por parte de Darsa

Este relato tiene todas las apariencias de una ficción inventada para atribuir un origen divino

•4 ANTA HK. A RANA

á los cinco héroes del poema; pero, sea de el«o lo que fuere, Duryodliaua y sus noventa y nueve hermanos eran los jefes de la rama Kurú. la más antigua de la tribu, y los cinco príncipes panda-

vas lo eran de la rama Pandava, ó sea la más joven.

El siguiente cuadro sinóptico hará m á s com­prensible esta confusa genealogía.

Shia taao t S a ty a ra tl

Vichitravyria(U s ó c o n U s herm anas A m t'i v A m balika, m u ­r ien d o lu ego s in su ce ­

sión .

D w aipayana, el V yásaH erm anastro de V ich itra v y n a por p an e de m adre. C asó co n la v iu d a de au h erm an astro , y tu v o d os

h ijo s.

B hishm aH erm anastro tam bién d e V ichitravyria por

■parte d e padre

IDhrítaráahtra

El m ayor d e lo s d o s herm anos;

era c ieg o de n a c i­m ien to

G&ndharl

DuryodhanaEl m ayor de lo s h ijos d e Dhrita r ish trá , lo s c u a le s fueron un c en ­tenar d e h e r m a n o s , 6 sean los

p rín cip es K U R Ü S

K u n l ló P ii th a

4 - P a o d ú +I F.l herm a |

n o m en or

M adrl

Y u d h iah th ira N aku la B hlm a S ahadevaA r j u n a

E stos c in co p erson ales fu eron e n -

Sen d rad os m ísticam ente por van os •o sea , y son io s c in co princip es

P A N D A V A S

Dhritaráshtra era ciego de nacimiento, y siendo esta circunstancia, según la ley brahmánica, un obstáculo para gobernar, se vio aquél obligado á renunciar la corona a favor de Pandó, su herma­no menor, designando, para sucederlecn el trono, á Yudbishthira, ó sea el primogénito entre los príncipes pandavas.

Estos cinco principes, cuya educación lué muy esmerada, no tardaron en distinguirse por su tas­to saber y por sus brillantes hechos de armas, siendo tan grande el renombre que adquirieron, que llegó á excitar los celos y la envidia de Du- rvodhana. el mayor de los numerosos hijos del rey ciego. A consecuencia de esto, Duryodhana, después de haber intentado en vano destruir á sus primos incendiando las viviendas que ellos ocu­paban, apeló al engaAo y á la astucia meditando un plan para deshacerse de sus rivales. A este ñn, se concertó con un hábil jugador de dados llama­do Sakuni, para sacar partido de la afición que Yudhishthira tenía al juego, de manera que, obli­gándole á arriesgar su reino, lo perdiese.

Invitado el principe pandava a jugar, aceptó la partida, y en medio de la embriaguez produci­da por el juego, arriesgó su reino, sus posesiones privadas, y por ñn su misma mujer Draupad!, perdiendo sucesivamente todas las apuestas; á consecuencia de lo cual, la infeliz Draupadi fue separada de su esposo y (rauda ignominiosamen­te como una esclava.

Sin embargo, no era posible retirar la palabra empeñada Duryodhana debía ocupar el trono durante doce años, y los cinco príncipes panda- vas, durante este largo periodo de tiempo, fueron condenados al destierro, marchando errantes y sufriendo toda clase de privaciones.

Una vez hubo expirado este plazo, dichos prin­cipes hicieron valer sus derechos á la corona, mas el pérfido Duryodhana rechazó tenazmente sus legítimas pretensiones. En vi>ta de semejante usurpación, los pandavas resolvieron conquistar su reino por medio de la fuerza, y á este fin re­unieron en torno suyo á sus aliados y amigos, formando con el apoyo de varios reyes vecinos un podetoso ejército, con el cual se dispusie­ron á atacar i su injusto opresor, quien, por su parte, se apresuró también á reunir todas sus fuerzas.

Dhritaráshtra, el rey ciego, llevado de un exce­so de amor paternal, tuvo la debilidad de condes­cender con las exigencias de su hijo, aprobando las injusticias y odiosas maquinaciones tramadas pop él. El gran sabio Vvása y otro* hombres pia­dosos trataron de despenar la conciencia del rey, mas todo fué en vano. Entonces. Vyása le pre­guntó si deseaba gozar del don de la vista con el objeto de darse cuenta de la terrible matanza que debía tener lugar por culpa de sus hijos, pero Dhritaráshtra rehusó tamaflo beneficio, manifes­tando que le bastaba con enterarse de los aconte-

ANTAHKARANA • 5

cimientos por medio de Sanjaya, el conductor de su carro.

Asi las covas, los dos ejércitos enemigos se pu­sieron en marcha, encomiándose en KurukNhetra, ó sagrada llanura de los Kurús. Bhima, segundo hijo de Pandú, y famoso por su fuerza y valor, tenia á su mando las huestes de los Pandavas, mientras que Bnishma, hermanastro de Vichi- travirya y tío segundo de los Kurús y Pandavas, figuraba i la cabeza del ejército contrallo.

En este punto empieza la escena de nuestro poema, la cual tiene siempre lugar en el campo de batalla. A fin de que el lector conozca los nom­bres de los piincipales campeones de ambos ejér­citos, snpónesc que Durvodhana se acerca á Dre­na, su preceptor militar, quien los va nombrando uno por uno, dándole además diferentes detalles de la escena.

De pronto. Bhishma. el anciano caudillo de ios Kurús, da la señal de combate, haciendo sonar fuertemente su caracol marino, y todos sus parti­darios secundan la orden de su jefe. A esta señal responde Arjuna, el tercero de los príncipes pan­davas, que se halla «n un carro de guerra junta­mente con el dios Knshna revestido de una forma humana, este divino personaje, compadecido de dicho principe por la inicua é injusta persecución que estaba sufriendo, había trabado con ¿I una

F R A C m

Mi destino es alcanzar el mayor grado de per­fección posible. Debo tender á adquirir una na­turaleza humana superior, y hacer todos los es­fuerzos posibles para que otros la adquieran con­migo; importa á mi felicidad que los demás se eleven á los mismos pensamientos que yo, ¿ fin de que su entendimiento y su» deseos estén Je acuerdo con los mios. Ahora bien, la primera condición para alcanzar esta perfección, es cono­cerla, comprenderla. Es necesario, pues, ante todo, buscar ei medio de curar el entendimiento y fortificarle contra el error; aspiro i que dirija aquél todas las ciencias á un solo fin, á un fin único, al de conducirnos á la suprema perfección de la naturaleza humana. S p i noza .

amistad intima, hasta el punto de desempeñar en honor suyo el papel de tula (guia ó conductor).

Empieza entonces la batalla con una lluvia de flechas por ambas p.n tes, y Arjuna, dándose cuen­ta de su situación, suplica á Knshna que guie el carro hacia el espacio que separa á los dos ejérci­tos, á fin de poder examinar mejor las filas ene­migas. El dios ejecuta sus órdenes, y le va seña­lando en medio de aquellas filas los numerososparien te» y a lleg ad o s d e su am ig o .

Estremécese de horror Arjuna ante la idea de cometer un fratricidio dando muerte á sus pa­rientes más cercano», y presa de dolor y desalien­to, arroja su arco y sus flechas, declarando que se dejará matar sin resistencia antes que hacer armas contra aquellos por cuyas venas corre su misma sangre.

Contéstale Krishna intentando persuadirle de que está en un error al adoptar semejante resolu­ción, y exponiéndole ios admirables argumentos que constituyen las doctrinas didáctica» y filosó­fica» de este poema. Eacúchalc Arpiña con sumi­sión, con deferencia y lleno de un estupor pro­fundo, y por fin, sobreponiéndose á si mismo, toma una parte activa en el combate, y los vale­rosos principes pandavas recobran sus dominios después de vencer y exterminar á sus infamesopresores..................................................................

, Continuará)

E N T O S

El deber supone la libertad y aspira ¿ Dios.Ibid.

¿Han considerado bien mis fáciles jueces si acaso el panteísmo que condenan no lo llevan secreto dentro de sí con todo el siglo presente re­ligioso. político, social y hasta literario; no siendo quizás el enemigo que se representan donde quie­ra. sino'la propia común sombra proyectada á su alrededor? J. Sauz d e l Rio.

Ante estas crisis seculares que conmueven cielo y tierra, sólo resta al hombre la confianza en su conciencia y en su destino, guiado por más sabia mano que la de los consejos y fines terrenos. - lam.

I N T E R E S A N T E . — Participamos á nuestros lectores que hemos trasladado la Redacción y Administración de esta Revista á la calle de la C e n d r a , n ú m s . 3 0 y 3 3 , 3 .* - 1 .*

ANTA HKARANAjó

♦-------- O B J E T O S DE LA S O C I E D A D T E O S Ó F I C A -------♦i.a Form ar el núcleo de una Fraternidad ( :rm ersal de la H um anidad, sin distinción de nua. creencia, sexo,

casia ó coloi.a.* Fom entar el estudio de las Religiones. L itera tu ras y Ciencias de los Arios y de otros pueblos orientales. 3.* Investigar las teses mexpücadas de la N aturaleza, > tos poderes psíquicos latentes en el hom bre. Sólo una

pane de los miembros de la S o c i e d a d se dedica á c ite objeto.

Á lo» que d t K « perienrtrr a * S o c ie d a d , tu» se le» p recom í p o r su* opimune» rtligosa i ni rotiii.a» pero en camino ** exige a 1 ¡a promeas snir» de tu admitido , da r«petar las creencia» de los demai miembro»

P A R A IN FO R M E S SE D IR IGIRA N — En /a Indi*: flcrtram Keightlev, Esqr Ad»ar (Madras).— £«1 América: William Q. Judae. Esqr P. O. Box, 3ÓN7, Nueva Y ork . — En Europa: <1. R. 3 . Mead. Esqr. 19. A vtnue Road. Regents P a r í . London N. W — En México: Mrs. Ju an a A. de Marshall. Apartado 139. M éxico— I. E. Calleja. Salina». *7 ' .. Veracrus — En Isa Indiaa Occidentale t C ontad. K. Siollmeyer. Esqr ’i[Trinidad!. — En España: Madrid. Redacción Soyhta . Revista Teosófica. S J u a n . 3 y 5, p ia l., Barcelona D José Plana y D orca, Cen- dra, 30 y t a , t* . i.*. Valencia, D. Bernarda de T oledo . Pintor L ó p e z .? ; Coruña. f). Florencio Pul. Ordenes; Alicante. Manuel T e ro l. Progreso. 6; Tenerife, Mis* J Forssm ann. Lomo de losG uirres, P u c ito d e la C m z, ---------------------------------- G lbraliar, Mrs, T e r r e l l . I.ondon House — " - ■ -------------- ------------- ------------- ------------- -------------

RIMAS 0 SOCIEDADES LOCALES: Sección India, 167 Ramas; .Americana. 67 Id . A ustra lian a .) Id: Campea. 7 6 Id. y CentresR evistas Teosóílcas - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -S O P 1I I A , R e v itU t T eu * ó A c« m en n u n l Se suscribe en U Adm iniviracutn, San Juan. 3 y.A p n l. d w itH i, m t u c r lo a i---------------- — — calle de A rituu. II*», i . ’. I.*, y en las principa «» . oreru» de F.tpsóa » «i ruranicro.P r e c i o i 4* i u i c r t p e i 4 n España y Portugal, uii «A** | k »eu» o; mi» m a m peseta» 3 rt. Kairanjero. un año poetas 10Thm T h e u t u p h M Publicas» m entalm ente en Adyar i lnd>« >,

Director , H S Oleo « — S u u n p c iá a en Europa, i 'tbta «aierl L a c l f t r PcbL.« -’-n i to n u a . M ud a por A t n i m y G

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tin / . m i / c d . vi que lumen», la estrella maivMta. y era ca nombre CréMitoo e« lo» tiempo» o iu t n » . lk > * io por uno de lo» Papa* A J q cim tu a u x ic-on m u i uai carne*:» ataca» al «pfeirote de i sala 1: O rno bar c r tio « loe Cirios. ¡Oh. Locifrr. H ijo de i< ma­ñana' De aquí N ih M lo n t Lucifer como el iiiu lo de »u demonio del orgullo, y <1 nombre del puro y pitido heraldo Je la lur del día se ha Fecho odioso oara *s>s oídos Cristiano». Y o . J t s u t . soy la r ttp ia n 4 ta tn ie . la t t t r t l la matarme < L *tlftr

VcaM a. Pedro I. 19. y Apocalipstt XXII. 16

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P o r la » P u e r t e a d e O ro Publicad» ca lo» $ prl- mero» n.iniei ■» de lo» «.»<» J« >1 TtotOficoi P u s V

Primera aeiie «la lo» K e iu d lo e T eoaO ficos • 1Segunda id , Id . -d . • 1II. P . B la v a t e k y o la T a o eo D a jr eu a e n e m lt io o ■ tb LuaXJaee B e o t e r to a d e l C r iea ia a lem o . RingaunU ■ Vt>

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