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9 de enero: Un Minuto de Silencio, por Bertalicia Peralta Nueve de enero, número inicial principio germinal de independencia. Lúgubre silencio letal de palomas soltadas en el centro de la vida donde nacieron los soldados de la Patria donde murieron: quemados sus ojos acongojados por dentro ultrajados en su casta y en su sangre violados en su lengua y sus hijos acogotados, sumidos en la ira y la barbarie los militantes de la Patria nueva de la Patria sangrante de la gimiente Patria de la despedazada, dulce, buena Patria con su pecho abierto por la metralla la soberbia, la odiosa conquista del imperio de Estados Unidos por el crimen. Yo no he llorado por los muertos por las rosas que acumularon sus ojos abiertos y estrellados no he llorado aún por las manitas de las niñas morenas que colgaban gaviotas en la tarde por los patines y tambores abandonados donde comienza la frontera donde colocaron letreros en idiomas extranjeros

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9 de enero: Un Minuto de Silencio, por Bertalicia Peralta

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Nueve de enero, número inicial principio germinal de independencia. Lúgubre silencio letal de palomas soltadas en el centro de la vida donde nacieron los soldados de la Patria donde murieron: quemados sus ojos acongojados por dentro ultrajados en su casta y en su sangre violados en su lengua y sus hijos acogotados, sumidos en la ira y la barbarie los militantes de la Patria nueva de la Patria sangrante de la gimiente Patria de la despedazada, dulce, buena Patria con su pecho abierto por la metralla la soberbia, la odiosa conquista del imperio de Estados Unidos por el crimen.

Yo no he llorado por los muertos por las rosas que acumularon sus ojos abiertos y estrellados no he llorado aún por las manitas de las niñas morenas que colgaban gaviotas en la tarde por los patines y tambores abandonados donde comienza la frontera donde colocaron letreros en idiomas extranjeros

con cintas y galones y estrellas y águilas y luces de bengala y escuelas de adolescentes engreídos y altaneros a quienes cerraron el alma a quienes quitaron las tablas de los diez mandamientos quienes no tienen arcilla para hacer estatuas de borricos, pájaros o pequeños ángeles sin alas.

Compañeros: una campana para su memoria: Hay semen de mártires regado en las plazas lágrimas de madres, viudas, huérfanos acumuladas a la orilla de los templos. Hay multitud de huesos clavados en tierra y cadáveres redondos y fríos vestidos de banderas a lo largo de calles y campos.

Hay oraciones tendidas hasta el cielo con una urgente condición de reto, árboles caídos frutas doloridas y un rencor de decenios descendido en torrentadas ardientes por los ríos: un rencor absoluto y solidario un odio colectivo que vamos a llevar hacia el lugar que tiene nuestro dolor de sexo ultrajado de corazón apedreado de lengua amordazada de nidos agredidos de pezones silvestres y dulces como cuajados labios de azucenas.

Compañeros: una voz que se detenga en esta fecha en este nueve de enero amanecido en este momento extraño de la muerte en este instante supremo de la vida.

Estandartes y coronas para guardar el alma de la Patria que no puede contenerse en veinte fosas que no es capaz de convertirse en viento para viajar en rutas penetradas de cruces: quiero gritar a todos que no es posible amar a los soldados yankees que no es posible comprender palabras envueltas en duras balas ni es posible conocer a ningún John ni hablar tranquilamente a Mary Compañeros: un grueso manto repleto de flores

y verdes celajes para cerrar sus ojos para siempre. Oíd: todos los otros: testigos de esa noche de exterminio los que nos penetramos con ellos hacia las puertas de la muerte los que paseamos banderas encima de carros cargados de cadáveres los que corrimos con las venas rebosantes de rabia dolor y angustia nosotros, compañeros, que sentimos en la carne el golpe seco de las balas el último gemido de los mártires vamos a gastarnos la existencia para sembrar de mástiles la tierra.

Hablo de mástiles que tienen nombres hablo de niños con sus cantos y sus juegos partidos en mitad de la noche por los acantonados habitantes del Canal Zone. Hablo de edificios apagados y convertidos en objetos de rifa de la grotesca soldadera yankee. Hablo de labios que no llegaron a conocer otro calor que el de la pólvora. De crucifijos que se estremecieron en medio de la noche y se tiraron del miedo hacia las calles dejando las velas encendidas. Hablo de los mártires del nueve de enero. Hablo del nueve de enero. Hablo del lúgubre silencio letal de palomas asesinadas en el centro de la vida; Hablo de brazos destrozados, de vísceras arrebatadas de gendarmes apostados para matar niñitos. Hablo de este dolor augusto.

Compañeros: un minuto de silencio.

1964

 

Elegía, por Bertalicia Peralta

(Ante la agresión armada de los Estados Unidos contra nuestro territorio soberano, el 9 y 10 de enero de 1964.)

No significa nada, Patria, nuestro dolor de antes. Es ahora cuando nos duele el cuerpo y el alma y la vida. Es ahora cuando respiramos sangre por tanto tiempo contenida.

Es ahora, Patria, cuando nos abrochamos el cordón umbilical al corazón y podemos marchar contigo y podemos dolernos, hacia adentro, con dolor de Patria por tantos muertos y tantos caídos.

Tus flores, Patria, han sido agredidas. Tus flores y tus niños y tus pájaros. Trajeron armas, los invasores, Para desraizarnos a todos, Patria. Querían hundirnos y pisotearnos y reírse en nuestro dolor y nuestro amor herido de Patria Noble.

Ellos, los invasores, iban a des-sembrar nuestra Bandera con manos sucias, criminales, de apátridas habitantes de la zona.

Ellos, los invasores, querían comprar nuestras hermanas hembras, para crearnos una casta infra-humana de perversos “zonians”.

Ellos, los invasores, Patria, eran Yankees. Tenían sobre el uniforme sus letreros: “U.S Army”, Patria. Y en la frente, no tenían a Dios. ¡No! Ni en sus pisadas dejaban huellas de hombres, ni siquiera de extranjeros, Patria.

Ellos, los invasores, habíanse comido nuestra fruta y nuestra leche y se habían bebido nuestro viento y se habían acostado en nuestra tierra.

Eran incapaces de pagarnos con otra cosa que no fueran balas y ametralladoras y tanques y soldados furibundos, y bombas lacrimógenas y toletazos y empujones y discriminación y contrabando y masacre de niños y muerte.

Patria, la muerte te la enviaron. Todos los Héroes del 9 de enero. Todos los Niños y los Institutores Mártires. Todos los pedazos propios de tu entraña.

Por eso, Patria, te digo, yo aquí, frente a tus muertos de ahora: No significa nada nuestro dolor de antes. No significan los Próceres. No significan las Citas con la Patria. No significan los Tratados solapados. No significan las Operaciones Amistad. desde más allá de una electrificada cerca que habían levantado para robarnos nuestro derecho, nuestra agua, nuestro cielo, nuestras mujeres, nuestro canal, nuestra faja de Zona Canalera.

Allí, en la cinta de agua que te parte las entrañas, Patria, se descubrieron ante ti, todos tus hijos muertos.

Ni las Alianzas de Progreso, ni de ninguna especie. Nadie tiene ahora validez, Patria querida, Patria amada, Patria mártir, Patria inmolada por codicia Yankee

Patria que te desangras por tus cuatro costados Patria que te duelen las balas 30-30. Porque tus Leyes tienen huellas de metralla y te ha nacido hoy una Avenida de Mártires, y el corazón te fue bifurcado por un largo convoy de soldados armados, para detener tu furia y tu venganza.

No significa nada, Patria, nuestro dolor de antes. Ahora que te han desarrajado el pecho para sembrarte veinte muertos nuevos. Ahora que te veo doblada, llevándote tus muertos a la cara, para besarlos, Patria, sacudida la espalda por la fobia asesina de unos extranjeros rubios que nos burlan, Patria. Esos muertos que abrieron los ojos espantados y cayeron con los labios abiertos porque aún no acababan de gritar tu nombre. Esos muertos, Patria, llenas de balas las entrañas cuando se arrodillaron a buscar tus piedras para ofrendársete en Mártires.

Tu, Patria, puedes ahora galopar en busca de tus Héroes. Te nacieron mil hijos nuevos por cada racimo que cayó. Te volveremos a sembrar banderas en cada sitio donde fue ultrajada.

¡Patria, Patria, que te duelen hoy todos los dolores de tus hijos! ¡Patria, Patria que te sientes débil y pequeña para guardar tu sola tanto dolor que llevas en el alma.

No significa nada nuestro dolor de antes, Patria. Significa ahora, sólo tus Héroes y tus Mártires y tu Sangre y tus Muertos y tu corazón caliente y rojo

hirviente fuego de tu propia entraña.

Enero 14 de 1964.

Publicado en: El Panamá América, domingo 19 de enero de 1964.

 

Nueve de Enero, por José Franco

Nueve de enero. ¡Estudiante! ¡Patriota de sangre ruda! Muerte cobarde es la cruda realidad avergonzante. Violento en puño sangrante izaste tu corazón, cuando nuestro pabellón flameó en su derecho puro. tiempo que nos hizo duro, el pecho y la convicción.

Del Libro: Fábulas Infantiles

 

Soberana Presencia de La Patria , por Diana Morán

Es enero en las calles donde ruedan los gritos, nueve o diez en la carne, en la súplica radial de un arroyuelo rojo para soldar los nervios, es la fecha de un pueblo que encontró su camino. Escuchen lo que digo con una brasa de odio en el pájaro dulce que habitaba mi seno, aunque la barba de Walt Whitman hable de familias de hierba y moral manzanera. La patria se fue, como siempre se ha ido, con su camisa blanca y la corbata azul de adolescencia, con el civismo juvenil de su paso y el fértil batallón de sus arterias a enarbolar el vuelo allí donde cortaron las alas tricolor de sus emblemas. Escuchen lo que digo con la capilla ardiente del rencor más viejo: Mi patria, cántaro de amor en todo idioma, que ofrece su agua buena al peregrino ha arrastrado sesenta calendarios sin derecho a la fruta, al árbol de su huerto, saqueada en la bondad de su cintura. Escuchen lo que digo: En cada sitio de mi cuerpo hay un dolor de siemprevivas para contar al mundo la parábola del buen vecino que aplastó la luz recién nacida. Muchachita de paz, exigiste la fruta, el huerto, el asta de tu nombre y el muro... el muro blanco... el muro rubio -su carta fraternal... Punta del Este- deshilvanó tu esencia, derramó su cauce, a la húmeda intemperie de gases lacrimógenos gemías, Panamá, como un maizal en llamas. ¿Quién me pide cortinas para azular la piel quemada de estas sienes que jamás pensaron en tirar un jazmín a las alondras? ¿Quién reclama la sílaba final de un corderito para ensayar un apretón de manos aquí, donde quedó sin gasa el hospital para cubrir la fuga de amapolas? Quién, quién se atreve a rezar:

Tío Sam, Santa Claus, Cuerpo de Paz -Arca de las Alianzas, Consuelo del Afliigido- el corazón agujereado cicatriza con verdes papelillos. ¿Quién me pide que sufra, que suframos de amnesia, que le demos a Fleming tres medallas y con Bogart bailemos tamborito por la amistad del tiburón y el anzuelo en las sardinas? ¡No! El sol no despierta para ustedes, usureros del aire. Ese disfraz de oveja, hermano lobo, ya no engaña el candor de las violetas. Ahora ¿cómo bautizarás esta maniobra? ¿Juegos de patos? ¿Operación amiga en Canal Zone? ¿Pildoritas Johnson para el subdesarrollo? Estos brazos que buscan una forma de niña, un latido de novio, una frente en los libros, película no son para soldados morfinómanos. La viudez de estos cuartos no se vende en coca cola. El salitre escapado de la herida en desvelo no es negocio de chicles o zapatos. Este nueve de enero no es cera de museos, no es moneda de cambio ni tiene la firma de Bunau Varilla. Yo tengo que gritar, -Oh, prendida garganta de mis muertos- yo tengo que gritar con su polen de incendio en los cuatro puntos de la rosa del aire donde soltó la UPI sus vampiros. ¿Qué palabra, qué palabra por más sucia que sea no resulta flor para escupir el rostro de búfalo en conserva? Qué adjetivo no es ángel para pintarte buitre, si por cada paloma que la mano te ofrece asesinas la mano, la sal y la paloma! No hay lago, frontera, axila que no lleve el tatuaje de tus colmillos roedores de luceros. Malditos de ayer! Asesinos de hoy! Herodes de siempre! Los huesitos de Chapultepec... los huesitos de Atitlán... Los huesitos de Hiroshima...

La carne, los huesitos de mi patria molidos con repiques de metralla. Mi cielo violado, como una niña ciega, en la torturada inocencia de su pubis, las venas sacadas de su casa joven, los hijos deshojados, lirios secos, la última estrofa del Canto a la Bandera en el frío ruiseñor de la mirada y el llanto, el llanto maternal -Oh vaso ardiente- sangriento memorial de labio en labio. Yo tengo que gritar: Mis muertos son vivas sembraduras, ataúdes que nutren la esperanza con el ritmo ascendente de la lucha. En las cuencas de Rosa revientan las espigas, en la espalda de Ascanio se arman las legiones los fémures de Alberto, Teófilo y Rogelio, son astas invencibles otra vez en el muro. Los ojos de Ricardo, los labios de Rodolfo, las células de Víctor, los dedos de Carlos, las piernas mordidas, sus núcleos morados, sustancias nacionales, patrimonio se han vuelto. La sangre de los hombres es historia viviente savia que da la muerte se incorpora soberana presencia de la patria. El gorrión machacado en la lengua de un héroe fertiliza el reposo de su hielo y hace nido en la marcha su clarín de conciencia. Escuchen lo que digo, hoy nueve de enero, a ustedes tragalunas del mundo, a ustedes que asesinan los dedos sembradores de olivo: Del hijo acribillado retoñan muchos hijos, del obrero en el polvo mil obreros regresan, del semen inmolado toda cuna germina. Las tumbas pregonan! Se desclavan las cruses! De la cal del pueblo, el pueblo resucita! Y tú, pequeña patria, gigante de esta fecha, esculpida en la roca de tus muertos para nacer definitivamente, abrirás tus alas agredidas en el dolido cofre de tus peces. Hasta el último niño en presagio de mieles ofrendará su pálpito de auroras por la libre heredad de sus estrellas

Hoy! Mañana! Siempre!

 

A los Héroes Panameños, por Elsie Alvarado de Ricord

Mártires de mi Patria, compañeros que enfrentasteis el pecho a la metralla, maduros de valor, como maduran los niños pobres, ay, desde la infancia.

En vuestras manos firmes, la bandera era una nueva llama de esperanza, del amor a la tierra y al idioma, del derecho a la paz, y sobre todo a la equidad en nuestro noble suelo.

¿Quién ha osado segar este prodigio de corazones jóvenes, colmados por más de medio siglo de injusticia, vivas antenas que captar sabían los acentos más hondos de la Patria?

¿Quién responde con pólvora a las notas de nuestro Himno Nacional, quién pudo infestar nuestra atmósfera de gases, qué soberbia ancestral mueve esas manos que destrozan así nuestra bandera?

¿Por qué regáis la muerte en nuestro suelo, desleales inquilinos zoneítas?

No descendéis de Washington, de Lincoln; vuestra mano no es mano libertaria; es la mano esclavista, que asesina, la que codicia, la que ruge armada por tierra y mar y cielo; vuestros pasos siembran la indignación en nuestro Istmo; por vuestros labios hablan solamente los Teodoros, los Truman, los MacCarthy, y vuestros corazones no conocen la esencial hermandad de los humanos.

Mártires panameños, inmolados en pleno florecer, llamas enhiestas que un vaho de impiedad ha derribado al amparo cobarde de los tanques. Mártires panameños, niños-hombres que el hogar y la escuela modelaban, frentes ya para siempre reclinadas con el gesto rendido de la muerte.

Cómo mirar con ojos apacibles el silencio cuajado en vuestros labios.

¿Quién mirará sin estremecimiento el rostro de dolor de vuestras madres? ¿Tiene la patria alguna recompensa comparable a la vida de los hijos? ¿Acaso el llanto unánime del pueblo, la protesta del mundo, el grito airado, llenarán esa ausencia, esa honda herida que nunca cicatriza: un hijo muerto, y aquel rincón del alma en que la madre sigue acunando, aunque en secreto, al hijo?...

La sangre de los héroes no es estéril: es río desbordado que fecunda con dolor, las entrañas de los pueblos. Rosa Elena Landecho - trece años- del maternal regazo desprendida, te ha acogido el regazo de la historia. José del Cid, Ricardo Villamonte, estudiantes, obreros, no habéis muerto: crecéis en la Avenida de los Mártires como banderas vivas de la patria.

Los héroes no yacen en la tumba: remueven la conciencia de los pueblos.

Panamá, enero de 1964.

Publicado en: El Panamá América, domingo 19 de enero de 1964.

 

Elegía en Carne Propia, por Moravia Ochoa López

No importa lo que otros piensen, Patria pido perdón por mi poema a Kennedy que fue un canto sincero para un hombre, para un asesinado, para uno de la terrible Hermandad del Universo: Patria, pido perdón por haber llorado por el extraño cuyos hermanos realmente fortifican el odio y han matado y han masacrado y han escupido en nuestro dolor de yodo oceánico, canal, de pecho y hombro.

Patria, pido perdón por conmoverme cuando todos quisimos conmovernos y lamentarnos. Patria, pido perdón por la hermandad de la tragedia, por la capacidad de los nervios y la sacudida. Patria, pido perdón. Ignoro a Kennedy. Lo vuelvo a su ceniza de hombre muerto aunque aún me estremezca dolorosamente. No tengo por qué llorar al extranjero que lloraron los zonians, los soldados, las gringuitas coquetas, los estados de los Grandes Estados. No tengo por qué llorar si estamos muertos también nosotros. Muertos, destrozados, gritando a cuerpo entero, a muerte intacta sin embargo los cuerpos ya caídos sin embargo las calles pisoteadas. Pueblo, no hay más dolor que verte adentro, que oírte, pueblo, amarte y contemplarte.

Toda tu rabia es justa, Patria amada. Los ciegos te han mirado. Tú te abriste como un inmenso caracol de hombres soldados y te armaste los puños que sangraban en el vientre de un alba asesinada.

Pueblo, no hay más dolor que verte adentro y cabalgar al paso de tu grito, a pie con tu bandera bajo el alma, con tu himno, Patria, bajo el labio tenso, con tu ametralladora de indefensos.

Pueblo, no hay más dolor que estar amándote, llorando en tus sentidos, en tus huesos, ver la fotografía de tus hombres, viviente, rabia sorda, arremetida, silbante, dolorosa, en las esquinas y plazas y avenidas mientras llegan los deshollinadores del martirio con su hacha de fusiles y de balas para tumbarte el árbol, la semilla con ametralladoras delirantes, con las bestias desnudas de sus almas y bombas lacrimógenas y golpes.

Patria, te veo sangrar de arriba a abajo y me ciñen tus brazos descubiertos. Te vestiste de espinas y hoy te duelen, los murciélagos zonians que acunaste, los vampiros, las bases en tu cuerpo, la corona, las llagas, tus pequeños, soldados que cruzaron las fronteras al cruzar obligados a la muerte.

Toda tu rabia es justa, Patria amada. Toda tu rabia huele a aguas oceánicas, a vientos del Canal, a agua del Puente, a tierra y viento del Ancón; a NUESTRA.

Yo te pido perdón, Patria adorada, Patria que siente en llanto humedecerse, Patria de mis cholitos y trigueños, Patria de mis llorados muertos desconocidos, Patria de Fran Ramiro revolucionario, Patria de Marco Pueblo y Polidoro, Patria que tienes una avenida llamada Kennedy, Patria de tantos niños combatientes, Patria del Instituto, Patria Amada.

10 de Enero de 1964.

Publicado en: La Estrella de Panamá, domingo 12 de enero de 1964.

 

Canto a una patria ensangrentada, por Belisario Rodríguez Camarena

Quiero un pintor que pinte mi tragedia. Quiero un poeta que cante mis dolores. Quiero un actor que interprete el llanto acongojado de mi patria adolorida. Quiero un Guardia Nacional que defienda mi bandera, y que si vea un soldado extranjero en uniforme pisoteando nuestro suelo, sepa que su deber es darle muerte. No quiero ver un Guardia Nacional protegiendo propiedades extranjeras. No quiero propiedades extranjeras en mi suelo! Quiero un paño blanco, tinto en sangre, para limpiar mis lágrimas… Quiero llorar por ser tan débil e impotente al enfrentarme a un asesino armado. Pero quiero el coraje de enfrentarme con los dientes hasta dejarlo exánime sabiendo que no hará jamás un daño. No quiero mi bandera junto a otra que esclaviza sus colores. No quiero ver dos banderas, donde sólo debe estar la mía sonriendo a la brisa de sus mares! No quiero Zona, ni canal que nos divida, ni quiero depender de sus entradas. Tampoco quiero un “dólar”, ya estoy viejo y quiero depender de mi moneda para morir en paz. Quiero vivir de mis sembrados y morir en la montaña poniendo mi bandera en cada palo, jurada y vengada de todos los ultrajes. Repito que no quiero una patria compartida. La patria es una sola, indivisible. Su soberanía no tiene por qué ser discutible. Quiero a cada panameño convertido en estudiante, marchando por las calles, cargando su bandera, armado con sus piedras, muriendo como hombres en las laderas de sus cerros. Y quiero un Gobierno que marche junto al pueblo, que se nutra en su dolor y viva su coraje…!

Publicado en: La Hora, miércoles 15 de enero de 1964.

Columna: Mirador Interior, a cargo de Belisario Rodríguez Camarena.

 

El día que mataron su mirada, por José Antonio Córdova

Víctor Manuel Iglesias Mártir despedazado.

El día que mataron su mirada. Y su aliento de luz y de alegría. Los Yankees disparaban en el Istmo con odio y saña masacrando obreros; sencillos escolares y sus textos de lágrimas.

Víctor Manuel Iglesias con vísceras dispuestas; ocasional tu muerte masacrada; patriota sin tu rostro de pueblo jubiloso.

Ayer me conducías con tu patín de asientos al hogar, al descanso después de la jornada y agarrabas tus libros como buen ciudadano. Oh Mártir de colegios arrollados. Hoy no tienes nariz ni rostro ni mandíbula; los Yankees te apuntaron con metrallas antiaéreas para apagar tu fe tu canto libertario.

Mil calibres cincuenta mil calibres de odio. Mil calibres felones mil calibres de pólvora.

Yo no voy a llorar. Moriste como Patria. Como hombre como pueblo y como Sindicato. Se murió tu sonrisa. Se murió tu camisa. (Maldito O’Meara Yankee) Sediento General de los vientres humanos. General Asesino. General Mata Niños. Oh General O’Meara bebed el recipiente. Una taza de sangre del pueblo panameño. Un sancocho de sesos triturados. Te condecora el Senado y el Pentágono. General O’Meara General del Infierno.

Víctor Manuel hermano y compañero no hagamos caso de tu cara desintegrada. Estás eterno en el canto del pueblo.

Publicado en: La Hora, jueves 16 de enero de 1964.

 

Aquí caímos, por José Antonio Córdova

Adelante sencillo compañero te protegen cincuenta megatones.

PABLO NERUDA. AQUÍ CAIMOS

Aquí caímos cuando el pecho no era más que el asombro de usarlo como escudo acribillado. Y las bombas lacrimógenas asfixiaban a los recién nacidos. Aquí caímos cuando los estudiantes heridos eran pateados por la soldadesca Yankee Y se regocijaba Wall Street Y se deleitaba el Ku-Klux-Klan Y un raro placer azotaba a Harry S. Truman porque se acordaba de Nagasaki y de Hiroshima. Óyeme esta profecía, Yankees los grandes Imperios desaparecen. Hay un enorme hacha proletaria para cada tentáculo imperialista. No te queremos Yankee Eres la pus de la civilización. Eres estiércol y nada más. No nos engañas Yankee El mundo conoce tu genocidio El mundo sabe que en Panamá Los niños mueren porque tienen su Bandera. Sé que la piedra es roja Sé que la sangre es roja Sé que la sangre agonizaba por las calles. Sé que la Aurora es roja. Aquí caímos cuando la barbarie de Hiroshima parecía olvidada Y estar herido era el privilegio de ser un Patriota con vida.

Publicado en: La Hora, viernes 17 de enero de 1964.

 

Poema de los mástiles eternos, por Daniel Blanco

(A mis dos hijos Panameños)

(A las generaciones venideras en Panamá)

Oídme mucho, muchachos, esta historia, de candela y de grandeza nacional; el relato sin igual de un montón de niños machos, convertidos por la muerte en mil penachos que flamean sobre el cielo panameño de la Zona del Canal.

Sed panameños como ellos, con alma y con sentimientos, que en los terribles momentos de ultrajes al pendón patrio, el que muere, sube al atrio convertido en monumento.

Sed istmeños con orgullo indoblegable y al foráneo displicente que os hable de la gloria que la historia de su patria encierra, respondedle que en la vuestra, la más noble de la tierra, desgarrada en un “Pro Mundi Beneficio” sin más armas que la unión y sin pensar ni en muertos ni en perjuicios por honor se declaró la guerra a un ejército flamante, omnipotente y campeón.

Contestad que, porque en vuestro propio suelo no dejaban colocar vuestra bandera un día, trepidaron rojas llamas hasta el cielo en sangre panameña que por las calles corría a tórrido rodar de luto y duelo, en ríos de dolor, mas de hidalguía.

Decid que en Panamá se vio que no se acalla la honra nacional con la metralla y que, si hay quien quiera disparar nutridamente para negarle sitio a la bandera, es un hecho

que un valiente, un panameño cualquiera, buscará los perdigones con el pecho, mientras otro, junto a él, su turno espera…

Decid que se vio claro en aquel nueve de enero que vuestras almas abiertas al ciudadano extranjero con su confiada tendencia a la hostilidad, jamás pueden ser mengua de vuestra independencia ni escarnio para la esencia de la nacionalidad… Que si sabéis noblemente compartir vuestros mendrugos o ceder grandiosamente aún a costa de la merma de naturales riquezas, ni sois material de yugos, ni doblegáis las cabezas…

Y decid que la conducta panameña es espartana si se intenta olvidar que es soberana la tierra comprendida desde Chiriquí al Darién; que ello no admite debate y que al invasor que trate -sea uno o sean cien, o ejército de millones- le sería insuficiente un firmamento de cañones para instalar con paz sus sórdidas legiones mientras el ultimo patriota alentase todavía…

y decid, hijos míos panameños, con altivo honor, que tomáis de enero nueve el ejemplo y el valor porque sabéis que, si en aquel ocaso salió de la bandera panameña al paso la fuerza colosal de los avernos, despedazando estudiantes y ametrallando el Ideal, resultó que, contrariando a los Infiernos, le nacieron a la Patria diez y siete mástiles eternos con banderas irrompibles sobre el cielo del Canal!

Enero 11, 1964.

Publicado en: La Estrella de Panamá, jueves 16 de enero de 1964.

 

A los Héroes Panameños, por Elsie Alvarado de Ricord

Mártires de mi Patria, compañeros que enfrentasteis el pecho a la metralla, maduros de valor, como maduran los niños pobres, ay, desde la infancia.

En vuestras manos firmes, la bandera era una nueva llama de esperanza, del amor a la tierra y al idioma, del derecho a la paz, y sobre todo a la equidad en nuestro noble suelo.

¿Quién ha osado segar este prodigio de corazones jóvenes, colmados por más de medio siglo de injusticia, vivas antenas que captar sabían los acentos más hondos de la Patria?

¿Quién responde con pólvora a las notas de nuestro Himno Nacional, quién pudo infestar nuestra atmósfera de gases, qué soberbia ancestral mueve esas manos que destrozan así nuestra bandera?

¿Por qué regáis la muerte en nuestro suelo, desleales inquilinos zoneítas?

No descendéis de Washington, de Lincoln; vuestra mano no es mano libertaria; es la mano esclavista, que asesina, la que codicia, la que ruge armada por tierra y mar y cielo; vuestros pasos siembran la indignación en nuestro Istmo; por vuestros labios hablan solamente los Teodoros, los Truman, los MacCarthy, y vuestros corazones no conocen la esencial hermandad de los humanos.

Mártires panameños, inmolados en pleno florecer, llamas enhiestas que un vaho de impiedad ha derribado al amparo cobarde de los tanques. Mártires panameños, niños-hombres que el hogar y la escuela modelaban, frentes ya para siempre reclinadas con el gesto rendido de la muerte.

Cómo mirar con ojos apacibles el silencio cuajado en vuestros labios.

¿Quién mirará sin estremecimiento el rostro de dolor de vuestras madres? ¿Tiene la patria alguna recompensa comparable a la vida de los hijos? ¿Acaso el llanto unánime del pueblo, la protesta del mundo, el grito airado, llenarán esa ausencia, esa honda herida que nunca cicatriza: un hijo muerto, y aquel rincón del alma en que la madre sigue acunando, aunque en secreto, al hijo?...

La sangre de los héroes no es estéril: es río desbordado que fecunda con dolor, las entrañas de los pueblos. Rosa Elena Landecho - trece años- del maternal regazo desprendida, te ha acogido el regazo de la historia. José del Cid, Ricardo Villamonte, estudiantes, obreros, no habéis muerto: crecéis en la Avenida de los Mártires como banderas vivas de la patria.

Los héroes no yacen en la tumba: remueven la conciencia de los pueblos.

Panamá, enero de 1964.

Publicado en: El Panamá América, domingo 19 de enero de 1964.

 

Mi Patria se encuentra triste, por Domitilo A. Dupuy

Mi patria se encuentra triste está llorando en silencio la pérdida irremediable de sus muy queridos hijos;

Mi patria se encuentra triste por lo que el gringo le hizo.

Le destrozó su bandera ultrajando su hidalguía manchó de sangre su suelo;

Mi patria se encuentra triste y espera venganza un día.

Esa sangre derramada por jóvenes estudiantes que solamente deseaban hacer valer sus derechos Mi patria se encuentra triste y el gringo es culpable de esto.

Pobre mi patria querida, ella siempre tan alegre hoy se le ve entristecida, pues el gringo despiadado le ha asesinado a sus hijos arrancándole con ellos parte de su propia vida. Mi patria se encuentra triste pero sigue siendo altiva.

Sentido y patriótico lamento rendido a la Patria por Domitilo A. Dupuy. Cabo 1765 de la Sección del Tránsito de la Guardia Nacional en Colón.

Publicado en: La Hora, jueves 23 de enero de 1964.

Publicado en la columna Puntos de Vista, por Alberto Barrera.

 

El dolor de la Patria, por Isidro Mendoza

(Un Poema de Isidro Mendoza dedicado a los mártires del 10 de enero de 1964).

Mi patria viste de luto y se deshace en lamentos… Se ha sumido en las tinieblas de un abismo tormentoso que la absorbe sin remedio en mares de sufrimiento.

Mi patria viste de luto… Mi patria se anega en llanto… Llanto cruel y lacerante cuando en sus ojos no hay lágrimas porque se han vertido todas desde el dolor de su alma…

Mi patria llora a sus hijos que cayeron inmolados. A sus puntales gloriosos… a sus retoños tronchados… Y sintió morir mil veces. Y se sintió avergonzada. Porque en sus entrañas puras y en sus riberas sagradas se cobijaban los Zonians traidores y desalmados!...

Mi patria se ha salpicado de sangre. De sangre amada… Sangre que regó cobarde el fusil y la metralla cuando la furia y soberbia se envenenaban las almas… Un hijo que fenecía… Cien madres que sollozaban. Una niñez inocente que de sangre se empapaba mientras mi patria querida mil veces agonizaba!

Qué delito cometían?... De qué abuso era acusada toda esa gente inocente? Si no más pedían honrar a la enseña de la patria. Y lo pedían con justicia! Sólo justicia clamaban!... Sin sospechar que la Muerte, de Yanki se disfrazaba!

Hoy las calles de mi patria se han cubierto de crespones. Las campanas doblan tenues y en silencio sus dolores. El viento su etéreo soplo convierte en dolosa queja. El cielo cubre su dombo radiante de negras sedas negras como las entrañas que hoy escupen vil traiciones!

Están de duelo profundo las escuelas de mi patria… Sus aulas yacen muy tristes sintiendo que algo les falta… Una voz en sus pasillos… Una risa en sus ventanas… Un uniforme vibrante y unas ligeras pisadas que para siempre se alejan.. que para siempre se apartan...

Hay un dolor en la calle que brota crudo y reseco. Un dolor que se agiganta y nos desgarra por dentro como un dardo calcinante que se nos clava en el pecho!.. Por eso hay queja en el viento. Y por eso las campanas con dolor doblan por muerto oscureciendo su pena para callar su lamento.

Está de duelo profundo nuestra tierra masacrada. Y en todos los corazones hay una patria ultrajada. Mas aunque el Yanki no quiera flameará nuestra bandera, gritando que es Soberana, allí, en esa faja istmeña aunque se derrame toda nuestra sangre panameña!

10 de enero de 1964 Año de la Soberanía Panameña.

Publicado en: La Hora, sábado 18 de enero de 1964.

 

Trágica Evocación, por Benjamín Acevedo Ríos

Versos dedicados a los hombres que cayeron bajo el plomo traicionero que vomitaban las siniestras armas de las repudiables tropas, del mil veces odiado, general O’ Meara.

Tras la inmensa serranía muere el sol aquella tarde, mientras el “yanqui” cobarde desangra la Patria mía, mas la juventud bravía y de heroico corazón al ver a la Patria herida, luchando, ofrenda su vida A LAS FALDAS DEL ANCON.

Mirad al noble estudiante que portando su Bandera combate la torpe fiera gritando siempre, ¡adelante! Pude verle a cada instante enarbolar el pendón, fue así como una ocasión bajo la tarde serena, vi caer a Arosemena A LAS FALDAS DEL ANCON.

Nace la aurora ese día teñida de sangre istmeña sangre que moja mi enseña buscando Soberanía. El pueblo con valentía y con santa indignación encara la situación dispuesto a sacrificarse, A LAS FALDAS DEL ANCON.

Sobre tu sangre caliente que hoy fertiliza mi suelo, crecerá el más caro anhelo de una juventud valiente.

Y el hombre justo y consciente de nuestra amada Nación te cantará una canción de Soberanía total, en la Zona del Canal A LAS FALDAS DEL ANCON.

“Yanqui”, palabra maldita, sinónimo de amargura, de dolor y desventura y de tristeza inaudita. Vete, gringo, a donde habita tu raza de destrucción. Tú significas traición de los principios humanos; no mates más mis hermanos A LAS FALDAS DEL ANCON.

Por Benjamín Acevedo Ríos (Minsito Acevedo)

Panamá, 13 de Enero de 1964.

Publicado en: El Día, lunes 20 de enero de 1964. En la Columna Mayín, a cargo de Mayín Correa.

 

Una Niña Asesinada, por Soldadito - seudónimo

Dedico este poema al pueblo panameño víctima del “buen vecino” y sus mártires héroes que luchan por su emancipación.

SOLDADITO.

Ya pasó a otro mundo una niña asesinada que sin despedirse de su madre ni su patria porque la atravesó de repente una bala por la espalda.

Ya pasó a otro mundo una niña asesinada y más allá en el cielo un grupo de niños ensangrentados le preguntó: “Oye paisanita: tú de qué año eres? “Soy del 8 de enero de 1964 “Y esta vez quien ha sido? y otro grupo de jóvenes ensangrentados extrajo de la espalda y exhibiendo en las manos los metales ensangrentados que con letras así rezan “made in U.S.A. Y usted? “Somos de 1925, 1947, 1959…

Ya pasó a otro mundo una niña asesinada dejando su familia desolada y la patria ultrajada la tierra humeante de bombas, calles mojadas de sangre y la bandera enlutada!

Ya pasó a otro mundo una niña asesinada con la angustia solloza por los atropellos,

estrangulamientos, y huella extraña, que mancha y ensangra a la tierra de URRACA!

Publicado en: El Día, miércoles 22 de enero de 1964.

 

Patria y Soberanía, por Aníbal Quintero Villarreal

Con la tinta del dolor Mojo mi pluma hoy herida, Por la actitud asumida Del Yanqui Cruel y Traidor.

Ante nación poderosa doblegan soberanía, para saciarse en la mía débil, pero valerosa; esa actitud bochornosa del gringo, cruel y traidor, que con eterno dolor se grabará en la memoria, y yo escribiré a la historia Con la tinta del dolor.

Ante el poder de las armas de cobardes asesinos, cayeron débiles niños ofrendando así sus almas, jamás volverá la calma que soldadesca engreída rompió tronchando las vidas implantando así el terror, para cantar mi dolor Mojo mi pluma, hoy herida.

Vidas que han sido inmoladas de la patria, ante su altar, las tendremos que vengar aunque es dura, la jornada; y esas armas disparadas por las tropas atrevidas han abierto cruel herida que no llegará a sanar, y nos hace protestar Por la actitud asumida.

Unámonos como hermanos, sepamos decir presente,

probemos al Continente que es PANAMA SOBERANO; si el gobierno americano hace alarde de valor, por qué tiembla de temor ante otra nación potente? protestamos para siempre Del gringo cruel y traidor.

“ANIQUINVILLA”

A. Quintero V.

Publicado en: El Día, jueves 30 de enero de 1964. En la columna A mi modo de ver… a cargo de G.R.V.

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