666, la casa endemoniada - jay anson

1093

Upload: andres-florez

Post on 12-Jan-2016

100 views

Category:

Documents


19 download

TRANSCRIPT

Page 1: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson
Page 2: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Annotation

En una casa, estilo victoriano,situada en el 666 de BremertonStreet, en Seattle, un hombre,víctima de los celos, acaba con lavida de su secretaria y su cuñado,al sentirse traicionado por ella. Lamansión, colocada en un enormeremolque, es trasladada al 666 deSubset Brook Lane, frente al hogardel matrimonio formado por Keith yJennifer Olson.

Page 3: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Mientras echa un vistazo a lanueva casa, el señor Olsonencuentra una moneda que parecehaber sido acuñada en una épocamucho más antigua. Unas figurasdibujadas sobre una cristalera,idénticas a su mujer, a David, unamigo de la pareja (del que Jenniferestuvo enamorada cuando era másjoven), y a él mismo terminan porhacerle huir de allí asustado.

Cuando Keith muestra a suamigo el nuevo hallazgo y éstesiente la moneda sobre su mano,

Page 4: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

comienza a ver una serie deimágenes terribles en la que unamujer es torturada sádicamente,introduciéndole una monedacaliente sobre la lengua. Pero lejosde amilanarse, semejanteexperiencia le impulsará ainvestigar sobre el origen de ésta yel porqué de tan espeluznantesvisiones.

Simultáneamente, Keith, quetrabaja poniendo al día casasusadas, es contratado por unmisterioso sujeto llamado Coste

Page 5: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

para que arregle los desperfectosde la mansión. A partir de estemomento, el matrimonio comenzaráa ser de testigo de una serie defenómenos extraños de difícilexplicación.

Page 6: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

666, LA CASAENDEMONIADA

En una casa, estilovictoriano, situada en el666 de BremertonStreet, en Seattle, unhombre, víctima de loscelos, acaba con la vidade su secretaria y sucuñado, al sentirsetraicionado por ella. La

Page 7: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

mansión, colocada en unenorme remolque, estrasladada al 666 deSubset Brook Lane,frente al hogar delmatrimonio formadopor Keith y JenniferOlson.

Mientras echa unvistazo a la nueva casa,el señor Olsonencuentra una monedaque parece haber sidoacuñada en una época

Page 8: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

mucho más antigua.Unas figuras dibujadassobre una cristalera,idénticas a su mujer, aDavid, un amigo de lapareja (del que Jenniferestuvo enamoradacuando era más joven),y a él mismo terminanpor hacerle huir de allíasustado.

Cuando Keithmuestra a su amigo elnuevo hallazgo y éste

Page 9: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

siente la moneda sobresu mano, comienza aver una serie deimágenes terribles en laque una mujer estorturada sádicamente,introduciéndole unamoneda caliente sobrela lengua. Pero lejos deamilanarse, semejanteexperiencia leimpulsará a investigarsobre el origen de éstay el porqué de tan

Page 10: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

espeluznantes visiones.Simultáneamente,

Keith, que trabajaponiendo al día casasusadas, es contratadopor un misterioso sujetollamado Coste para quearregle los desperfectosde la mansión. A partirde este momento, elmatrimonio comenzaráa ser de testigo de unaserie de fenómenosextraños de difícil

Page 11: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

explicación.

Traductor: Aira, CésarAutor: Jay Anson©1982, Bruguera, S.A.Colección: Cinco estrellas, 87ISBN: 9788402090393Generado con: QualityEbook

v0.37

Page 12: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

666 LA CASAENDEMONIADA

JAY ANSONEMECÉ EDITORES

Esta novela es una obra deficción. Los nombres de personajes,lugares e incidentes que aparecenen ella son producto de laimaginación del autor o se usanficticiamente. Cualquier parecidocon acontecimientos actuales olugares o personas vivas o muertas

Page 13: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

es pura coincidencia.

Título original inglés: 666

Dibujo de tapa: Paul Bacon Copyright © 1981 by estate of Jay

Anson© Emecé Editores, S.A., 1981

Alsina 2062 - Buenos Aires,

Argentina2° impresión en offset: 3.000

Page 14: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

ejemplares

Impreso en Compañía ImpresoraArgentina, S.A.,

Alsina 2061, Buenos Aires, enerode 1982.

IMPRESO EN LA ARGENTINA

—PRINTED IN ARGENTINA

Queda hecho el depósito que

previene la ley 11.723.I.S.B.N.: 950-04-0020-08483

Page 15: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

A LESIA Sucedió que un día se presentaron

los hijosde Dios delante de Yahvé, y en

medio deellos vino también Satanás a

ponerse en su presencia.Dijo Yahvé a Satanás: ¿De dónde

vienes?Satanás respondió a Yahvé y dijo:

Page 16: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Acabo dedar una vuelta por la Tierra y de

pasearme por ella.

JOB, 2, 1-2

Page 17: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

PROLOGO

LA CASA DEL CRIMEN,

CAMBIA DE UBICACIÓNESCENARIO DE LA TRAGEDIA

DE 1973.SEATTLE, 10 de septiembre de

1978.Una casa de madera, amarilla

y blanca, escenario de un brutaldoble asesinato cometido cincoaños atrás, fue colocada ayer sobreun remolque y transportada a Puget

Page 18: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Sound.Esta mañana temprano los

residentes de la costa presenciaronel momento en que la casa de dospisos era cargada sobre una barcazaa la que remolcaron mar adentro. Lamudanza se hizo poco después de lamedianoche, hora en que se podíainterrumpir el tránsito.

La casa de estilo Victoriano,en el número 666 de la calleBremerton, había estadodesocupada desde 1973, cuandoJames Beaufort cometió en su

Page 19: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

interior un doble homicidio. Labrutalidad del crimen conmovió aeste pacífico sector residencial dela ciudad. El abogado de Beaufortnegó que su cliente tuviera la fuerzafísica suficiente como paraconsumar la matanza. Perosorprendentemente, durante eljuicio, Beaufort confesó ser el autorde ambos crímenes.

El ex concejal de la ciudadatestiguó que había alquilado lacasa a Patricia Swenson, secretariade su despacho. Beaufort había

Page 20: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

solicitado a su esposa el divorciopara poder casarse con la señoritaSwenson, pero aquélla se negó aconcederlo. Poco después, Beaufortsorprendió a su cuñado, EdgarSutton, a solas con la Swenson. Enun furioso ataque de celos losasesinó a ambos.

"Creí que él le habíaaconsejado que me abandonara"atestiguó Beaufort. Desde 1974permanece en la PenitenciaríaFederal de McNeil Islandcumpliendo una condena por veinte

Page 21: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

años."La casa era un maravilloso

ejemplo de la arquitectura demediados del siglo diecinueve" dijoun representante de la inmobiliariaSpatz, que había alquiladooriginalmente la casa a Beaufort.

"Pero esos crímenes la hacenimposible de alquilar. Los clientessienten que el lugar está maldito.Asimismo, hubo un problema conlos curiosos. La gente venía en autoy se detenía frente a la casa, o sebajaba a tomar fotografías. Los

Page 22: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

posibles locatarios pensaron que notendrían privacidad."

Según la compañía Spatz, enlos últimos años se recibieronvarias ofertas de comprar la casa.

Pero todas fueron rechazadaspor el propietario, quien en losregistros impositivos figura con elnombre de Coste.

La dirección del propietariono figuraba, sólo la de la oficinaarrendataria. Pero allí nadierecordaba haberlo vistopersonalmente. Afirmaban que

Page 23: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

todas sus transacciones lasarreglaba por correo y por teléfono,y agregaron que actualmente el lotedel 666 de la calle Bremerton estáen venta.

Después de los crímenes,afirmó la policía, la casa habíasufrido algunos daños menores. Lapuerta de entrada, de cristales decolor, asi como un balcón saledizo,fueron tapiados para evitar daños.Varias veces los vecinos avistaronu n a luz roja que parpadeabaadentro y llamaron a los bomberos.

Page 24: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Pero nunca se vio humo ni dañospor el fuego.

El señor Coste no informó a lacompañía Spatz adonde seríaubicada la casa. La compañíacontratada para realizar la mudanzano hizo comentarios.

Page 25: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

1

Martes 10 de abril de 1979DIEZ DÍAS EN EL Caribe era

precisamente lo que necesitabaKeith Olson. Se había pasado lamayor parte del invierno trabajandoen la renovación de una vieja granjaen Dobbs Ferry y realmentedeseaba un respiro antes de supróxima tarea. De modo que él y suesposa Jennifer habían volado haciael sur en busca de sol y pesca de

Page 26: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

altura en la Gran Bahama.Sin embargo, Keith esperaba

ansioso volver al trabajo. En laprimavera la Carpintería Olsontenía siempre muchos pedidos. Losfríos inviernos del Valle Hudsondañaban muchos techos y desagües,que necesitaban de reparaciones. Ycon el alza tan pronunciada delcosto de la construcción, la mayoríade la gente prefería arreglar lascasas: agregar un cuarto extra ovolver habitable un desván o unsótano. En mayo y junio Keith solía

Page 27: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

tener más trabajo del que podíarealizar. ¡Si ahora su esposapudiera volver a encauzar sucarrera!

Dos años antes, Jennifer habíatrabajado como decoradora deinteriores en Manhattan. Perocuando se casó con Keith cerró sunegocio y se fue de la ciudad.Ahora ella y Keith vivían en laaldea de New Castle, al sur deOssining. Pero Jennifer habíadescubierto que no era feliz si noestaba planeando la decoración de

Page 28: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

algún cuarto en la imaginación,revolviendo muestrarios de telas ypapeles.

Al no tener nada que hacerdurante todo el día se deprimía eirritaba. De modo que desde lanavidad de 1978 había comenzadoa buscar trabajos de decoración.Incluso había puesto un aviso en elperiódico local, pero nadie la habíallamado. Aquí en Westchester alnorte, ese tipo de empleos no eratan fácil de conseguir. Y a medidaque pasaba el invierno Jennifer se

Page 29: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

había sentido cada vez másdesalentada. Pero Keith notó que elcálido sol tropical le levantaba elánimo.

El vuelo de BWIA los dejó enel Aeropuerto InternacionalKennedy poco después de lascuatro de la tarde. Keith no semolestó en buscar un changadorpara sacar las tres valijas del áreade reclamo de equipajes. Habíajugado al fútbol americano en launiversidad y, a los treinta y tresaños, mantenía el físico de un

Page 30: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

defensor, con hombros anchos yfuertes y un tórax vigoroso. Llevólas valijas hasta la calle y luegocaminó hacia el estacionamientodonde habían dejado su Datsun azulal partir. Cargó el equipaje ypartieron hacia el norte, cruzando elpuente Whitestone, por la ruta deSawmill River.

Casi habían llegado cuandoJennifer se volvió hacia él:

—¿Te molestaría si invitamosa cenar a David mañana por lanoche?

Page 31: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—¿Ya? —preguntó Keith—.¡Me da la impresión de que hemosestado alimentando a David M.Carmichael casi dos veces al mes!— En las Bahamas, él y Jenniferhabían estado demasiado quemadospor el sol como para hacer el amor;y por supuesto habían cenado afueratodas las noches. Ahora Keith teníaen perspectiva unas pocas noches asolas con ella en la casa, sincamareros ni movimiento...

—Pero no hemos visto aDavid desde marzo —le recordó

Page 32: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Jennifer.—Sí —se rió Keith—, ¡desde

el 31 de marzo! Pero por supuesto,invítalo. No me molesta. —

Aunque cuando él y Jennifereran recién casados, Keith se habíasentido muy incómodo por la cálidaamistad de su esposa con elanticuario de Manhattan.

Con su metro ochenta deestatura, David Carmichael lesacaba cinco centímetros de ventajaa Keith. Y la extraordinariaapostura de David, de tipo áspero,

Page 33: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

le había producido malestar ycelos.

David tenía cuarenta y dosaños, nueve más que Keith, docemás que Jennifer. Pero los años nohabían hecho más que aumentar subelleza masculina. El pelo gris ledaba un aire de distinción y semantenía delgado y atlético graciasa la hora diaria de tenis bajo techo.Elegante por naturaleza, usabasiempre trajes hechos a medida,corbatas de seda y zapatos caros. Yen su carácter de anticuario

Page 34: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

especializado en el siglo dieciochose sentía muy a sus anchas en elmundo rico y sofisticado en el quehabía vivido Jennifer.

Keith lo conoció en unaoportunidad en que Jennifer loarrastró a Nueva York a presenciarun remate de Parke-Bennet. En lossalones de exposición, los treshabían visto una pantalla delámpara de cristal verde. A Keith lerecordó las lámparas que colgabanen una heladería alemana enOssining; y a Jennifer parecía

Page 35: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

gustarle de veras. Le dijo que si laquería como regalo de suaniversario de bodas, el 7 da mayo,ofrecería por ella hastacuatrocientos dólares.

David y Jenniferintercambiaron una mirada extraña,pero no dijeron nada. Más tarde,Keith revisó el catálogo de ventas.Esa linda pantalla verde era unapieza firmada por Louis ComfortTiffany y su precio estimativo erade entre quince y dieciocho mildólares. De modo que para Keith el

Page 36: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

mundo del arte y las antigüedadesera un resplandeciente laberinto queDavid y su esposa conocían muybien, pero donde él no podíaseguirlos.

Poco antes de las seis Keithllegaba al 712 de Sunset BrookLane. Jennifer fue directamente a lacocina a descongelar un par dechuletas para la cena. Keith cargócon las valijas una vez más —unabajo el brazo izquierdo y una encada mano— y subió por laescalera hacia el dormitorio.

Page 37: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

"¡Qué bueno estar en casa!",pensó. Habían comprado esta viejacasa de ladrillos rojos dos añosatrás, poco antes de casarse.Jennifer vendió su departamento enel lado este de Manhattan y trasladóla mayor parte de su mobiliario aNew Castle. La combinación de losmuebles de ambos era graciosa: laspiezas de colección de Jennifer,antiguas y modernas, junto a lasmesas y sillas simples y viejas deKeith. Pero la habilidad de ella enel manejo de colores y texturas hizo

Page 38: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

que todo armonizara, sin que porello la casa se volviera tanfemenina y lujosa que Keith sesintiera incómodo en ella.

De pronto oyó la voz deJennifer proveniente de abajo, de lacocina:

—¡Keith! — llamaba—. ¡Venaquí! —Parecía preocupada.

—¡Voy! —respondió. Saliódel dormitorio y bajó corriendo,saltando de a dos escalones. Perocuando entró en la cocina noparecía haber nada malo.

Page 39: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Y bien —dijo jadeando—.¿Qué pasa?

—Mira. —Jennifer señaló laventana, encima de la pileta.

Eran dueños de media hectáreade tierra. Pero la casa les parecíamás privada aún, porque SunsetBrook Lane era una calle casiselvática. Detrás de la casa habíauna profunda depresión con unarroyo en el fondo. Y la cocinatenía una amplia vista del horizonteoeste. A Keith le gustaba cenar enla mesa de la cocina contemplando

Page 40: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

la puesta del sol. Pero, al mirar porla ventana no pudo creer a sus ojos.Del otro lado del arroyo, dondeSunset Brook Lane doblaba sobre símisma, se levantaba una casa dedos pisos. ¡No estaba allí cuando ély Jennifer se fueron de vacaciones!

—Adiós a nuestro paisaje —dijo Jennifer con tristeza. PeroKeith estaba atónito:

—¡Es imposible! —exclamó—. No existe forma de instalar unacasa así de rápido. ¡Si hace diezdías el terreno ni siquiera estaba

Page 41: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

despejado!—¿Estás seguro? —le

preguntó Jennifer. Ninguno de losdos usaba por lo común la salidaoeste a Sunset Brook Lane, salvoque tuvieran intención de tomar laruta Taconic.

—¡Claro que estoy seguro! —insistió Keith—. Pasé por allí haceexactamente dos semanas, cuandofui a Dobbs Ferry. No habíaninguna señal de basamento, niaplanadoras. Además, ese terrenoes de Clyde Ramsey. ¡Y nunca

Page 42: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

quiso construir ahí!Entrecerró los ojos para

protegerlos del resplandor delcrepúsculo. Los arces y encinas aúnno tenían hojas, y el sol poniente sedeslizaba precisamente por elhueco de la galería del frente de lacasa nueva. Parecía hallarse aescasos cien metros de distancia,sobre el borde mismo de labarranca. Y por la silueta, Keithpodía asegurar que tenía un techo enmansarda y una gran galería concolumnas a la izquierda. No vio

Page 43: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

cortinas ni persianas:evidentemente los nuevos inquilinosaún no se habían mudado.

Miró el reloj que se hallabasobre la cocina. Eran las seis ydiez. El sol se ocultaría en unosquince minutos.

—Jennifer, ¿te molestaría sisalgo a caminar y a echar un vistazoa esa casa? Simplemente no meexplico cómo la han podidolevantar en tan poco tiempo.

—Siempre que desempaquesprimero —le respondió ella—. Tus

Page 44: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

chaquetas sport se arrugarán si nolo haces.

Keith asintió y subió. La nocheanterior había caído sobre la GranBahama una serie de chaparronestropicales. Al abrir su valija, Keithcomprobó que la humedad se habíacolado al interior. Sus chaquetasestaban arrugadas, pero si erapreciso mandarlas a la tintoreríaKeith no las echaría de menos. Raravez se ponía chaqueta y corbata.

Después de colocar la valijavacía en el fondo del armario, se

Page 45: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

cambió rápidamente: eligió un parde jeans y zapatos cómodos. Comoel clima de abril era todavía frescoen New Castle buscó una gruesachaqueta acolchada que había usadocuando él y Jennifer fueron apracticar esquí en Vermont. Notenía sentido correr el riesgo depescar un resfrío cuando seacercaba la temporada de trabajo.

Cuando volvió a bajar Jenniferestaba junto a la mesada,disponiendo las chuletas sobre unaplancha. El bronceado la

Page 46: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

embellecía, y el sol le habíaaclarado el pelo castaño conreflejos color miel. El sol delatardecer ya se había desvanecidodetrás de la casa nueva, pero la luzdel oeste le brillaba en el cabellotransformándolo en un oro suave yencantador. No era la mujer máshermosa que él hubiera visto, perosin duda alguna estaba entre lasfinalistas.

Se preguntó si sería por esoque sentía tantos celos de ella. Lemolestaba un poco que Jennifer

Page 47: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

hubiera estado casada antes, a losveinticinco años. Se habíadivorciado cinco años atrás. Peroaun así, a Keith no le agradabasaberse comparado con alguien aquien no había conocido. Y nocontribuía a tranquilizarlo el hechode que uno de los amigos másíntimos de Jennifer fuera DavidCarmichael, un hombre apuesto,culto, libre y que ganaba muchísimomás dinero que Keith.

La besó y la miró a la cara unmomento. Los ojos de la muchacha

Page 48: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

tenían pequeños anillos amarillosalrededor de las pupilas, como dosminúsculos eclipses solares. Notenía que preocuparse por Jennifer,se dijo. Ella y David no eran sinoviejos amigos, que se frecuentabandesde hacía años...

—No tardaré mucho —le dijo—. Sólo quiero echarle un vistazo aesa casa antes de que oscurezca.

Jennifer le respondió con unasonrisa:

—Trata de averiguar de quienes. Quizás me den trabajo como

Page 49: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

decoradora cuando se muden.Keith abrió la puerta de la

cocina y salió. Jennifer esperó aque hubiera recorrido una buenadistancia por el sendero quellevaba hacia la barranca. Entonceslevantó el receptor del teléfono dela cocina y marcó un número deManhattan. No hubo respuesta.¿David estaría trabajando todavíaen la galería?

Reconoció el seco acentoinglés de Miss Rosewood, lasecretaria de David:

Page 50: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—David M. Carmichael;¡buenas tardes!

—Hola, habla Jennifer Olson.¿Está David ahí, por favor?

—Un momento, señora Olson.Veré si puede atenderla. —Siguióun profundo silencio. MissRosewood había retenido la línea.

Jennifer esperó. Siempreresultaba ligeramente molesto sertratada como una extraña por unamujer que la conocía desde hacíatantos años. Pero la inglesa señoritaRosewood era muy correcta y

Page 51: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

custodiaba a su patrón con unalealtad insobornable...especialmente ahora que Davidvolvía a ser libre.

—¡Jennifer! —Era la voz deDavid—. ¿Cómo estás?

—Maravillosamente, David.¿Y tú? ¿Por qué estás trabajando tantarde? ¿Llamo en mal momento?

—Al contrario —dijo Davidcon una risa. Luego bajó la voz—.Tengo conmigo a un productor deHollywood que quiere comprarle asu esposa un regalo por el décimo

Page 52: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

aniversario. Ella prefiere un par desillones de sesenta y cinco mildólares. Pero él se inclina por unescritorio Luis XVI de ochenta ycinco mil. ¡Dice que es máspráctico!

—Por tu bien, espero que élgane la discusión —le dijo Jennifer—. Pero escucha, Keith y yoacabamos de volver de la GranBahama. Quiero que me veas antesde que mi bronceado desaparezca.¿Tienes planes para cenar mañana?

David miró la agenda sobre el

Page 53: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

escritorio. El miércoles por lanoche, se suponía que debía cenarcon un alto funcionario delMetropolitan Museum. Perosiempre podía echarse atrás.

Prefería de lejos ver aJennifer... y a Keith también, porsupuesto.

—Me parece bien —dijo—.¿A qué hora me esperas?

—Oh... —Jennifer hizo unapausa—. A eso de las seis y media.

—A las seis y media entonces—dijo David. Eso significaba que

Page 54: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

tendría que salir de la galería a esode las cuatro, ir a su casa en taxi,ducharse y afeitarse...

—Perfecto —respondióJennifer—. No te retengo más. Nosveremos mañana.

—Está bien —dijo David—.Hasta mañana entonces.

—Hasta mañana —respondióJennifer.

Como siempre, David nocolgó de inmediato. Del tono de vozde Jennifer siempre esperaba unapalabra más. Por eso en todos los

Page 55: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

años que hacía que se conocían,siempre había esperado a que ellacolgara primero.

Cuando lo hizo, él colgó sureceptor y volvió al salón de lagalería. El tejano y su esposa sehabían decidido por los dossillones. Habían sido demasiadorestaurados y era por eso que Davidpedía menos por ellos.

De pronto, recordó la fechadel aniversario de bodas deJennifer: el 7 de mayo. Se preguntóqué le regalaría Keith.

Page 56: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Desde la casa de los Olson, enel 712, Sunset Brook Lane corríahacia el norte, y después hacía unacurva pronunciada y volvía hacia elsur, en una U invertida. Si Keithhubiera querido llegar a la casanueva caminando por la calledebería haber cruzado un pequeñopuente de concreto y recorrer casimedia milla. Era mucho más breveel trayecto a través de la barrancaque separaba la casa nueva de lapuerta de su cocina.

Soplaba una ligera brisa. Keith

Page 57: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

sentía la piel de la cara —tostadapor el sol apenas una semana atrás— seca y tirante. En lo másprofundo de la depresión, dondecrecían los helechos en verano, elarroyo corría sin mucha agua y casien silencio. Al parecer no habíallovido desde aquel increíblechaparrón de la noche antes de quepartieran.

Cuando cruzaba por laspiedras asomadas a la superficiedel agua, Keith se detuvo. Aquí delotro lado del arroyo, el aire parecía

Page 58: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

más oscuro. Tenía ese matizverdoso ligeramente maligno queKeith había observado confrecuencia poco antes de unatormenta eléctrica.

Miró hacia arriba. La casa sealzaba sobre él, ocultándole el sol... ¡pero el cielo atrás estababastante claro! Keith se encogió dehombros y comenzó a trepar lapendiente pronunciada. Si losnuevos vecinos tenían chicos, notardarían en hacer un sendero poraquí en poco tiempo.

Page 59: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

No tardó en llegar al otro ladode la hondonada. Frente a él sealzaba la casa de madera, en unestrecho rectángulo de tierra quehabía sido aplanado. Estaba pintadade amarillo, con los marcosblancos, y la terminación de losaleros del techo era de pizarra. Nopodía tener un gran desván, pensó,apenas un espacio angosto queatraería a ardillas y ratones.

La casa había sido colocadaen ángulos rectos a Sunset BrookLane, de modo que la puerta del

Page 60: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

frente daba al sur. Keith miró consorpresa los adornos de madera enestilo Reina Ana bajo el techo de lagalería. ¡Ya no se veía ese tipo detrabajo fino en las casas actuales!No había garaje, pero en linea rectaa la entrada habían cubierto congrava azul un ancho camino hacia lacalle.

Keith supuso que el dueño sepropondría estacionar su auto allí.Pero no había ningún auto. Ni habíapostigos ni cortinas en ninguna delas ventanas. Las molduras de las

Page 61: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

ventanas, en tablas cuidadosamenterecortadas, necesitaban sin dudaalguna una mano de pintura. Keithpudo ver abolladuras, muescas yastillas saltadas por todas partes,incluso a tres metros de altura.

Sólo entonces vio las enormeshuellas de neumáticos. Un vehículomuy pesado había dejado parchesde tierra arcillosa entre la calle y lacasa. Ahora comprendía. No habíanlevantado esa casa: la habíantraído.

Se acercó y miró la fila

Page 62: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

inferior de tablas, apoyada sobre elbasamento de concreto apenas seco.Sí, ahí estaban las marcas de lasgrúas que habían levantado a lacasa de su emplazamiento original.Quienquiera que hubiera hecho eltrabajo, sabía muy bien lo quehacía. Keith casi lamentó haberestado ausente. Le habría gustadoestar para ver cómo traían ycolocaban esa gran estructura dedos pisos.

¿Pero por qué la habían traídoaquí precisamente? Prácticamente

Page 63: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

no tendrían patio. Y a pocos metrosde la puerta de entrada el terrenocaía abruptamente hasta el arroyoen el fondo de la barranca. Despuésde darse tanto trabajo, ¿por qué eldueño había elegido un terreno tanestrecho y raro?

Rodeó la entrada para apreciarel aspecto de la casa desde la calle.Había una gran ventana salediza enel muro que daba a Sunset BrookLane. La ventana, de techo depizarra, tenía tres paneles de vidrioseparados. Cada uno de ellos era de

Page 64: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

un metro de ancho y casi dos dealto.

Aparentemente la casa habíasido orientada de modo que estelado recibiera la luz de la tarde.

Quizás al dueño también legustaba mirar las puestas del sol.

Subió los escalones de lagalería y miró los paneles a amboslados de la puerta de entrada.

Cada uno estaba compuesto depequeños vidrios hexagonalesunidos por tiras de plomo. Losvidrios eran transparentes. Pero en

Page 65: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

la parte superior e inferior de cadapanel corría una franja de cristalrojo brillante.

Sobre la puerta había unmontante semicircular, tambiéncompuesto de vidrios hexagonales.

En su parte inferior se veía ungran disco de vidrio rojo sangre.De él salían líneas de plomo, comolos rayos de un sol. Su aspecto erael de un sol poniente a punto deocultarse tras el horizonte. Y en elcentro del círculo rojo, en grandescifras negras, estaba el número de

Page 66: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

la casa: 666.Keith y Jennifer vivían en el

712. Una casa de este lado deSunset Brook Lane podía tomarcualquier número entre éste y el640, que era el número de la casade la señora Woodfield, a unostrescientos metros de distancia.Mirando con más atención, Keithadvirtió que los números estabantrazados con tiras de plomopegadas por dentro y por fuera delcristal rojo. ¿Sería por esto que lacasa había sido trasladada a este

Page 67: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

preciso lugar? ¿Para no tener quecambiar el número de la casa?

Entonces oyó un ligero clic.Frente a él la puerta del frente seabrió hacia adentro, con unmovimiento apenas perceptible. Esraro, pensó Keith. No había sentidobrisa alguna. Pero si la puerta noestaba cerrada, tenía que haberalguien adentro después de todo.Keith tendría que conocer a susnuevos vecinos tarde o temprano; yéste era un momento tan buenocomo cualquier otro.

Page 68: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Apretó el timbre, pero no oyóningún sonido adentro. Al parecertodavía no habían conectado laelectricidad. Empujó la puerta, quese abrió girando sin ruido sobre lasbisagras.

A su izquierda una empinadaescalera con una baranda anticuadallevaba al primer piso.

Enfrente, un corredor estrechoconducía al fondo de la casa.

—¡Hola! —llamó Keith. Perono hubo respuesta.

Entró a lo que debía ser la

Page 69: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

sala. Pero la planta baja estabaabsolutamente vacía, sin un solomueble. Tampoco había bombitasde luz. Algún ex inquilino muyavaro había quitado las lámparasdel techo de la sala, así como lasdel hall. La única luz era la queprovenía del exterior a través de lasventanas.

Detrás de la sala había unpequeño cuarto con una chimeneaen una pared y una puerta en la otra.Keith empujó la puerta y vio quellevaba a la cocina, sobre el

Page 70: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

contrafrente. En la cocina había unaheladera moderna y una pileta deacero inoxidable.

Volvió sobre sus pasos. Elpiso de la sala era de roble yparecía muy antiguo. Pero lasparedes —que Keith habríaesperado ver cubiertas de algúnbuen enmaderado— lucían elrevestimiento más barato. Sacudióla cabeza. Por lo visto al dueño nole importaba un comino ladecoración de sus interiores. Siquería hacer economía, al menos

Page 71: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

podía haber usado un empapeladodecente.

Sin embargo, había una partede la planta baja que sí tenía unbuen revestimiento: la escalera.

En un primer momento, Keithsupuso que las dos puertascorredizas que había bajo laescalera darían a un armario. Peroen lugar de picaportes, las puertastenían grandes argollas de hierro,gastadas y lustrosas. Tiró de ellas ylas puertas corrieron dentro delenmaderado. Detrás había un

Page 72: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

extraño cuartito hexagonal.Entró. Frente a él estaban los

tres paneles de la ventana saledizaque había visto desde afuera.

Pero quienquiera que hubieradiseñado este cuarto debió de tenerhexágonos en el cerebro. El piso,de unos tres metros y medio delado, era de mármol blanco y cremacon un dibujo de hexágonosentrelazados. El mismo dibujo serepetía en las maderas de la pared alos lados de las puertas y porencima de las ventanas. Y además

Page 73: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

estaban las ventanas mismas.Cada sección de la ventana

salediza estaba hecha de hexágonosde vidrio transparente de unosveinte centímetros de diámetro,unidos por líneas de plomo. Lamayoría de los hexágonos teníanmarcas. También éstas parecíanformar una especie de dibujo, peroera demasiado imperceptible comopara que Keith pudiera seguirlo.Esas pequeñas marcas eran casi tantransparentes como el vidriomismo. El sol ya estaba casi en el

Page 74: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

horizonte, y al brillar justo delantede la ventana creaba un resplandorque no permitía estudiarla.

Subió la escalera. La barandaera de una excelente caoba antigua,pero los peldaños no parecían nadaespecial: viejos tablones gastadoscon una rajadura aquí y allá. Arribaestaba el baño, y a la derecha uncuarto de vestir amplio o pequeñodormitorio. A la derecha —deespaldas al frente— se encontrabael dormitorio principal. Una de susparedes se hallaba cubierta con el

Page 75: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

mismo enmaderado de la escalera.Pero las otras tres tenían el mismorevestimiento barato de la sala. Porlas ventanas del dormitorio Keithvio su casa, a menos de cien metrosde distancia. Esta nueva casa estabasobre un terreno ligeramente máselevado, por lo que resultaba fácilver el interior de su propiodormitorio en el piso alto. Tendríaque recordarle a Jennifer quebajaran las persianas de noche.

Estaba a punto de bajar cuandooyó un fuerte ¡clang! a sus

Page 76: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

espaldas. Era el sonido del metalgolpeando al metal, como si alguienhubiera arrojado un picaportedentro de un balde. Keith se diovuelta. Detrás de él estaba el baño,y adentro de él una antigua bañerade hierro fundido que se alzabasobre cuatro patas en forma degarras.

Fue hasta su alto borderedondeado y miró adentro. En elfondo de la bañadera había unamoneda pardo oscura del tamaño deuna de cincuenta centavos. Era

Page 77: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

demasiado grande como para haberpasado por el desaguadero. Seinclinó y la levantó. Para susorpresa, estaba casi caliente, comosi hubiera permanecido un tiempojunto a una bombita de luz. Pero nohabía bombitas de luz en la casa...de hecho, no habían conectado laelectricidad aún.

¿De dónde había caído esamoneda? Keith miró el techoencima de la bañera, pero el yesoestaba intacto. ¿Habría estado enequilibrio sobre el borde, y habría

Page 78: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

caído por la vibración de los pasosde Keith? ¿Pero, para empezar,quién se habría tomado el trabajode colocarla en equilibrio allí?

La llevó a la ventana del bañopara mirarla a la luz del solponiente. Entonces el calor pareciódesvanecerse en la moneda. Keithno estaba del todo seguro de quehubiera estado caliente. De un ladotenía dos letras mayúsculas, S y C,y entre ambas una forma que seasemejaba vagamente a unasombrilla. Keith se preguntó si esas

Page 79: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

iniciales se referirían a SouthCarolina.

Pero pensó que más bien debíade ser extranjera. Del otro lado seveía, gastado, el perfil de unhombre de cuello largo y grueso.Alrededor había un círculo deletras pero estaban tan gastadas queKeith no pudo descifrarlas. Dehecho, la moneda no estaba en muybuen estado. Tenía ese aspectoverdoso y sucio que toma el bronceantiguo que ha estado enterrado; yel borde estaba mal dentado en

Page 80: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

varios lugares.Pero aun así, no tenía sentido

dejarla en la bañera. Keith se lametió en el bolsillo de la chaqueta.

En lo alto de la escalera, miróhacia la ventana. El sol estaba en elhorizonte. Ahora oscurecería a cadaminuto, y esta casa no tenía luzeléctrica. Ya era hora de volverantes de que Jennifer empezara apreocuparse por él.

Bajó, y al llegar al últimoescalón se quedó inmóvil. Habíadejado la puerta del frente bien

Page 81: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

abierta al entrar. Ahora estabacerrada. Y en ese preciso momentooyó un ruido bajo —un susurro, ¿oquizás un suspiro?— provenientedel cuarto a sus espaldas.

Al darse vuelta, dirigió lamirada hacia la cocina. Una luzcolor rubí se filtraba entre laspuertas corredizas. Curioso, Keithvolvió a atravesar el vestíbulo ymiró dentro del cuarto hexagonal.

El sol, enrojecido, se posabaen el horizonte. Unos minutos anteslos paneles de vidrio de esas

Page 82: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

ventanas habían sidocompletamente transparentes. Ahoraeran de un rojo resplandeciente porefecto de la coloración del sol.

Entró al cuarto y se quedóatónito. De algún modo, el cristalparecia reunir los rayos rojos delsol y amplificarlos. El piso, lasparedes, en realidad, el cuartoentero, se bañaban en un resplandorcarmesí. Keith se miró las manos, ylas vio rojas como la sangre. Suchaqueta, azul bajo la luz común,era de un morado oscuro.

Page 83: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Entonces pudo ver las figurashumanas, casi del tamaño natural,en cada una de las tres ventanas.Las marcas que había notado antesno eran simples raspaduras sinofinas líneas cuidadosamentegrabadas en el cristal. Y ahora queéstos resplandecían de rojo, eldibujo se volvía claramente visible.

La figura de la ventana de laizquierda usaba una blusa demangas largas, calzas y una raramezcla de zapatos y medias. Separecía un poco a uno de esos

Page 84: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

muñecos de bronce que había traídoJennifer de un viaje a Inglaterra.Gracioso y apuesto, miraba hacia laderecha y lucía una amplia sonrisaa la vez que extendía la manoizquierda hacia la mujerrepresentada en la ventana central.

Del mismo modo que elHombre Sonriente, ella estabavestida con ropas de la EdadMedia.

Levantaba el ruedo de la faldaavanzando —quizás bailando— endirección al Hombre Sonriente.

Page 85: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

El la alentaba a acercarse yella, con una sonrisa traviesa en loslabios, aceptaba su invitación.

Ahora Keith comprendía larazón de ser de todos esoshexágonos separados en lasventanas. Si hubiera una únicaplancha de vidrio grabado, de casidos metros por uno, en caso deromperse sería necesario que unartista grabara una ventana entera.Pero los pequeños hexágonos eranmucho más fáciles de reemplazar.Ahora, si un chico arrojaba una

Page 86: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

piedra, el dueño no tendría más quemandar hacer dos o tres hexágonoscomo máximo. ¡Muy inteligente! Yesos grabados eran auténticas obrasde arte, pensó. Lástima que no selos pudiera apreciar más que aciertas horas del día, como ésta...

Entonces sus ojos cayeronsobre la tercer ventana, la de laderecha.

El Hombre Sonriente y laDoncella Complaciente estabandibujados de perfil. Este otrohombre estaba representado de

Page 87: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

frente. Tenía la boca retorcida enuna mueca de dolor, y caían de susojos grandes lágrimas estilizadas.Obviamente, éste no era afortunadoen el amor. El Hombre Sonriente leestaba robando su esposa. Pero enlugar de hacer algo por detenerla, élse quedaba quieto y lloraba.¡Estúpido!

Había algo curiosamenteconocido en su cara. Keith seacercó. La cara del Estúpido estabadibujada entera en un solo vidrio,como si hubieran ajustado una

Page 88: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

máscara hexagonal a su cabeza.Las lágrimas eran estilizadas,

pero la cara era de un realismo casifotográfico.

Afuera, el sol desaparecía trasel horizonte. Pero la figura grabadaante los ojos de Keith parecía másclara que nunca. De prontocomprendió por qué esos rasgos leparecían tan conocidos. Eran losmismos ojos, nariz y boca que veíatodos los días en el espejo delbaño. ¡Era la propia cara de Keithmirándolo desde el vidrio

Page 89: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

hexagonal!Confuso y aterrorizado, Keith

se apartó de la ventana. Afuera, elsol había terminado de ocultarse.Caía la oscuridad. Pero loshexágonos seguían brillando, rojos,latiendo lentamente como situvieran vida propia.

Temeroso de apartar la miradade esa increíble ventana de laderecha, Keith buscó detrás de sí lasalida del vestíbulo. Pero tocómadera sólida.

¿Se habrían cerrado esas

Page 90: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

puertas corredizas, atrapándoloaquí adentro? Giró rápidamente,casi poseído por el pánico. Pero no,había tocado una de las paredes.Las dos puertas seguían abiertas, talcomo las había dejado.

Feliz y aliviado de poder salirse apresuró a hacerlo y atravesó apaso vivo el hall en dirección a lapuerta del frente. Pero al quedar ala altura de la escalera miró através de la ventana que había allado de la puerta... y faltó pocopara que perdiera el equilibrio. Una

Page 91: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

figura transparente y sin cabezaestaba de pie en la galería,impidiéndole la salida.

Comenzó a retroceder,aterrorizado, y la aparición sedesvaneció de inmediato. Keithvolvió a mirar y comprendió. Erasu propio reflejo en la ventana.

Volvió a avanzar, y la figuradecapitada reapareció. Un pasoatrás y la figura desapareció.

Miró a la derecha, donde laúltima luz del día entraba por laventana al pie de la escalera,

Page 92: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

iluminando el cuerpo de Keith perono la cabeza.

¡Había sido sólo un truco de laluz! Sintió que el pulso le volvía ala normalidad cuando abría lapuerta del frente y salía a lagalería...

Pero, ¿y la cara del Estúpidoque lloraba, allí en el cuartohexagonal? Eso no era un reflejo.

Keith estaba seguro de que lacara grabada era la suya, pero eneste preciso momento no teníaningún deseo de volver a

Page 93: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

comprobarlo.Al cerrar la puerta, Keith

sintió que el cerrojo caía en sulugar. Ahora la puerta no podríaabrirse: el picaporte no daba másde un cuarto de vuelta. Satisfecho,bajó de la galería y tomó por elsendero de la barranca.

Estaba oscureciendo de prisa,y Jennifer había encendido la luzsobre la puerta de la cocina.

De pronto, Keith tuvo laincómoda sensación de que loobservaban. Se volvió de golpe y

Page 94: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

miró las ventanas sin cortinas de lacasa. Pero no había nadie en ellas.

Cerró los dedos sobre lapesada moneda de bronce quellevaba en el bolsillo. Cuandosupiera quién era el dueño de estacasa le devolvería su moneda, juntocon una advertencia por dejarabierta la puerta. Pero mientrastanto, decidió no decirle nada aJennifer acerca de su propia caragrabada en el cristal. No hasta quetuviera otra oportunidad de miraresa ventana de día.

Page 95: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Pero sabía que no tendríatiempo de volver aquí el díasiguiente. El miércoles por lamañana, lo primero que debía hacerera visitar su oficina en Chappaquay ocuparse de las cuentas quehabrían llegado y de los llamadostelefónicos grabados en elcontestador automático. Tras locual él, Marc y Jason tenían untrabajo esperando en Peekskill. Yesa tarde Jennifer querría quevolviera temprano para lavarse,ponerse corbata, lustrarse los

Page 96: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

zapatos...Por supuesto, siempre estaba

la posibilidad de que David noestuviera libre para una invitacióntan súbita. Pero no había muchasposibilidades, pensó Keith. CuandoJennifer lo invitaba a cenar, DavidM. Carmichael siempre estabalibre.

Page 97: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

2

Miércoles 11 de abril de 1979

A LAS 18.30, en el precisomomento en que se ponía el sol,Jennifer oyó al Mercedes Benz deDavid Carmichael entrar a sucamino particular. El anticuariotenía que hacer un largo camino porla ruta de Saw Mili River hastaNew Castle, y Jennifer habíadecidido preparar una cena quefuera digna del esfuerzo. Pero sabía

Page 98: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

que David era consciente de lomucho que ella disfrutaba con susvisitas, porque él era el único lazoque tenía con la vida que habíaconocido en Nueva York.

Apenas dos años atrás Jenniferhabía llevado adelante su propiaagencia de decoración de interioresen el East Side. Le era fácilencontrar buenas reproducciones deantiguos muebles franceses. Pero detanto en tanto había un cliente lobastante rico como para permitirsela antigüedad real, no reproducida.

Page 99: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Y entonces visitaba la GaleríaDavid M. Carmichael en el EdificioFuller, 41 este de la Calle 57.

Jennifer nunca se cansaba demirar las sillas, escritorios ybronces que David lograba compraren remates, en el país y en elexterior. Al fin de cuentas, Jenniferdebió aportar a la firma de DavidM. Carmichael Inc unos buenosdoscientos mil dólares en ventas.Pero aún no había logrado tutearsecon Miss Rosewood, la secretariainglesa de David. Y a decir verdad

Page 100: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

tampoco se sentía enteramentesatisfecha de su relación con Davidmismo.

El primer matrimonio deJennifer había terminado endivorcio en 1974, el mismo año enque comenzó. Una vez superados eldolor y la desilusión, habíaconocido a muchos otros hombres,pero sus relaciones nunca duraron.

David Carmichael, doce añosmayor que ella, era el único hombreque Jennifer había conocido enNueva York que le resultara

Page 101: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

auténticamente interesante. Y él laapreciaba de verdad, Jenniferestaba segura de ello. Pero había unúnico problema: David estabacasado. Y no sólo casado sino aúnprofunda y felizmente enamorado deEleanor Carmichael, una mujerelegante de poco más de cuarentaaños. Jennifer sentía celos cada vezque veía juntos a David y suesposa.

Evidentemente, el amorromántico y duradero no era unamera ficción inventada por los

Page 102: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

redactores del Ladies HomeJournal para vender másejemplares.

No es que Jennifer viera a losCarmichael con mucha frecuencia,claro está. Eleanor y David estabancasados; Jennifer era libre otra vez.De modo que sólo veía a Davidcuando visitaba su galería. Cadaseis meses más o menos seencontraban en una fiesta o en unremate de Christie's o de ParkeBennet. Y muy de vez en cuandoalmorzaban juntos: un almuerzo

Page 103: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

dedicado exclusivamente a losnegocios, en algún muy buenrestaurante francés. Jennifercomprendió que David Carmichaelno era el tipo de hombre que engañaa su mujer, nunca. Pero eso sóloservía para que lo apreciara más.

Y entonces había conocido aKeith en una fiesta del 4 de julio, encelebración del bicentenario, enPound Ridge. Tranquilo y muyseguro de sí, Keith Olson eratotalmente diferente de los hombresque había conocido en Manhattan.

Page 104: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Se ganaba la vida como carpinteroy pintor, pero prefería trabajar encasas viejas, restaurándolas con elmayor grado de autenticidadposible. Aunque no tan apuestocomo David, era innegablementeatractivo con sus alegres ojosazules y su bigote color arena.

Tres horas después de habersido presentados, él y Jenniferseguían inmóviles conversando. Elhielo se fundía en los vasos y elloscharlaban como si se hubieranconocido años atrás.

Page 105: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Intercambiaron sus númerostelefónicos. Y después, cuando lafiesta terminó, Jennifer volvió en suauto a la ciudad.

Quizo llamar a Keith no bientraspuso la puerta de sudepartamento, pero se contuvo.Keith no era de Manhattan; podíainterpretarlo mal. Pero fue él quienla llamó a primera hora de lamañana siguiente.

Durante seis mesesmaravillosos y torturantes ella yKeith trataron de convencerse uno

Page 106: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

al otro de que sólo sentían unasimple atracción pasajera, nadaserio. Al fin se rindieron y fijaronla fecha de casamiento para el 7 demayo de 1977.

Ahora, casi dos años mástarde, seguían amándose. ¡SiJennifer no sintiera tanta nostalgiade Nueva York! Los veranos eranhermosos en New Castle... pero,¡por Dios, qué eternos resultabanlos inviernos! No había museos, nigalerías de arte, apenas unos pocosrestaurantes. Y el único cine estaba

Page 107: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

a casi ocho kilómetros de distancia.Y ella deseaba que Keith no

sintiera tantos celos cada vez queinvitaba a David Carmichael acenar: por supuesto se sentíamolesto porque Jennifer lo hubieraconocido a David tanto tiempoatrás. Pero ella comprendía que loque realmente molestaba a Keith,era que David estaba libre otra vez.

En noviembre de 1977, seismeses después que ella y Keith secasaran, David había volado aParís por un remate y estaba

Page 108: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

alojado en el Hotel Druot. YEleanor Carmichael sorprendió a unladrón que se había introducido ensu departamento de RiversideDrive.

Cuando David bajó delConcorde en el AeropuertoKennedy, un detective dehomicidios lo esperaba parallevarlo en un patrullero al HospitalPresbiteriano de Columbia. Eleanorsobrevivió casi tres días a lasheridas sufridas. La policía capturóal joven toxicómano que las había

Page 109: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

causado, y ahora cumplía unacondena de quince años en unaprisión del Estado de Nueva York.

No bien se enteró de lanoticia, Jennifer comenzó a invitar acenar a David. A medida quepasaron los meses, la conmoción yel dolor se borraron y David volvióa parecerse al que había sido antes.Pero de todos modos, no habíavuelto a casarse. A los ojos deKeith, era un hombre disponible, yuna amenaza para su felicidad. Porsupuesto, era perfectamente cortés

Page 110: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

cada vez que David venía avisitarlos. Pero Jennifer conocía lobastante a su marido como parapercibir los celos que loatormentaban.

Keith no quiso decir nada,pero esta noche Jennifer había idorealmente demasiado lejos.

Aunque sólo estaban ellos trespara cenar, había preparado sopade cebollas seguida porfiletmignon, ensalada de escarola, ydos botellas de vino francés. AKeith no le molestaba una comida

Page 111: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

sofisticada de vez en cuando, peroesto era casi embarazoso. Y comopostre Jennifer sirvió pequeñastortas de frutillas, o tartesauxfraises, como las llamó David.

Después de la cena los trestomaron café en la sala. Keithlamentaba no poder agregar grancosa a la conversación. Pero Davidy Jennifer hablaban todo el tiempode antigüedades y remates, y eradifícil intercalar una palabraapropiada.

Al fin hubo un hueco en la

Page 112: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

conversación y Keith lo aprovechó:—¿Cómo están los Fowlers?

—preguntó. Jerry y Ruth eran unapareja joven y sencilla que él yJennifer habían conocido pocodespués de casarse. Pero Jerryhabía conseguido un empleo enWall Street y se habían mudado aManhattan, donde David los veíaocasionalmente.

—¿Jerry y Ruth? —le preguntóDavid—. No los he vistoúltimamente... pero tengo entendidoque ella inició querella de divorcio.

Page 113: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—¿Los Fowlers? —exclamóJennifer—. ¡No puedo creerlo!

Keith también estabaasombrado.

—¡Vamos! Nunca vi unhombre más amante de su esposaque Jerry Fowlers. ¿Por quéhabrían de separarse? David miróel piso:

—Al parecer, ella conoció aalguien. De modo que pidió eldivorcio para poder volver acasarse.

—¿Y él acepta? —preguntó

Page 114: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Keith con voz enronquecida—. Lesaseguro que si me sucediera a mílas cosas no serían tan fáciles. ¿Porqué Jerry no mata al tipo o algo así?

—Quién sabe —dijo Davidencogiéndose de hombros—. Laúnica razón de que me hayaenterado es que en una casa deremates está catalogada lacolección de monedas de JerryFowlers. La vende para pagar lascostas.

Hubo una pausa momentánea.Keith miró a Jennifer, que

Page 115: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

tomaba su café. Si algún hombretrataba de robársela, no seimaginaba, honestamente, qué haríaél. Miró a David:

—Hablando de colecciones demonedas —le dijo—, ¿sabes algosobré monedas extranjeras?

—Coleccioné monedasfrancesas —asintió David— perome las robaron aquella vez. ¿Porqué?

—Ayer encontré una que noparece norteamericana. Mepregunto si tendrá algún valor.

Page 116: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Eso depende en gran medidade la condición en que se encuentre—respondió David—. La mayoríade las monedas realmente valiosasson las que sirvieron como pruebasde acuñación que no circularon.

—Ésta parece bastante gastada—admitió Keith—. ¿Querríasverla? Está arriba.

—Con mucho gusto —respondió el anticuario.

Keith se puso de pie de unsalto, y con el movimiento casivolcó la taza que había dejado

Page 117: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

sobre la mesa junto a su sillón.Jennifer lo miró asombrada. Nohabía estado tan animado en toda lavelada.

Keith se dirigió de prisa a laescalera y Jennifer lo oyó subirlade a dos escalones. Después loescuchó abrir la puerta del armariode su dormitorio.

—De veras —le dijo a David—, no sé qué le ha dado.

David Carmichael le sonrió,feliz de hallarse otra vez en la salade Jennifer. Nunca podría

Page 118: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

retribuirle su cortesía de invitarlo acenar tantas veces en aquellasprimeras semanas terribles despuésde la muerte de Eleanor. Pero ahora—especialmente esta noche—Jennifer parecía considerarlo conun sentimiento algo más fuerte quela mera amistad. ¿Qué sentiría ellapor él?

Su matrimonio con Keith leimpediría saberlo nunca. Pero siesa relación se interrumpiera, oKeith desapareciera...

David Carmichael tomó un

Page 119: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

sorbo de café y se obligó a nopensar más en esas cosas. No eracortés tejer fantasías románticascon la esposa de su anfitrión. YKeith Olson era evidentemente deltipo celoso, aun cuando no habíanada que pudiera despertar en élese tipo de sentimientos.

A los pocos segundos, Keithestaba de vuelta, con una monedagrande y oscura en la palma de lamano.

—La tenía en el bolsillo de michaqueta —dijo.

Page 120: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

David suspiró para sí. Nuncadebía sostenerse una moneda deotro modo que no fuera por elborde, porque el sudor ácido de losdedos podía dañar la superficiemetálica y bajar drásticamente suvalor. Pero la moneda oscura ymaltratada que traía Keith no podíaestropearse más.

—Aquí está —dijo Keithalcanzándosela a David.

—¿Dónde la encontraste? —lepreguntó Jennifer.

—En esa casa del otro lado de

Page 121: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

la barranca.—¿La encontraste ayer? — le

preguntó ella—. No me dijiste quehabías entrado.

Keith asintió con la cabeza:—La puerta se abrió frente a

mí, como si alguien me invitara aentrar. Así que supuse que habíaalguien adentro. Y, despuésencontré esta moneda en la bañera...

David tomó la moneda entre elpulgar y el índice y la sostuvo bajola lámpara que había junto a susillón. Debajo de toda esa suciedad

Page 122: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

y corrosión parecía haber bronce.Se le agrandaron los ojos.

—Dios mío —murmuró.—¿Qué sucede? —preguntó

Jennifer.—Nada —dijo David—.

Simplemente estoy estupefacto.Creo que esta moneda es romana.

—¿Quieres decir italiana? —le preguntó Keith.

—No, de Roma antigua. — Elanticuario puso la moneda enángulo contra la luz—. ¿Ven estasletras aquí sobre la cabeza? C-A-E-

Page 123: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

S-A-R. El busto debe representar auno de los emperadores romanos.

—¿Sabes a cuál? —preguntóKeith. David negó con la cabeza:

—La moneda está tan gastaday maltratada que no puedo descifrarlas otras letras. Y para ser honesto,no soy experto en monedas antiguas.—Trató una vez más de descrifrarlas letras fantasmales que rodeabanel perfil en el reverso de lamoneda. Luego se detuvo. ¿Quésignificaba esa extraña sensacióntrémula en líos dedos?

Page 124: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Keith —dijo Jenniferriéndose—. ¡Esta clase de monedasno se encuentran por ahí, enbañeras!

—Al parecer Keith la encontró—observó Daviddiplomáticamente.

—Creó que cayó de algún lado—dijo Keith—. Quiero decir,estaba a punto de bajar cuando oíque esto caía en la bañera, detrásde mí.

—Quizás alguien guardaba unacolección de monedas en el desván

Page 125: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—señaló David—. ¿No es posibleque haya caído por el techo?

—Pensé en eso —respondióKeith—. Pero no había agujeros nigrietas en el yeso por las quepudiera haber caído.

—¿Entraste así como así? —lepreguntó Jennifer—. ¿Aunque nohabía nadie en la casa?

—Pero creí que había alguien—protestó Keith. Ahora se alegrabade no haber mencionado lasventanas con su luz roja, ni elvidrio que parecía grabado con su

Page 126: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

propia cara. Todo le parecía tanabsurdo e irracional.

David daba vueltas la monedaentre el pulgar y el índice. Lasextrañas vibraciones eran másfuertes ahora... ¡mucho más fuertes!

—¿Sientes algo raro cuando latienes en la mano? —le preguntó aKeith.

—Sí —afirmó éste—. Cuandola alcé por primera vez la sentícaliente.

El anticuario sentía lapulsación que se le extendía por los

Page 127: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

dedos. No era calor. Más bien erauna incomodidad indefinible que nollegaba a ser dolor.

—David —le preguntóJennifer—, ¿viste a alguien cercade la casa nueva cuando venías estatarde?

—No vine por ese lado —respondió David—. Pero cuandovuelva puedo tomar hacia el oeste yseguir por la ruta Taconic en lugarde la Saw Mili Rivier.

Keith se puso de pie y fue a lacocina. El sol se había puesto hacía

Page 128: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

un largo rato, pero no había lucesen la casa del otro lado de labarranca. La casa del 666 de SunsetBrook Lane estaba completamente aoscuras. Al volver a la sala, vio laexpresión en el rostro de David, ycomprobó con sorpresa que tenía lapiel de un color pálido verdoso.

—¿David? —dijo Jennifer—.¿No te sientes bien?

David no estaba seguro. Lafrente se le había cubierto de sudorviscoso. Las vibraciones quepartían de la moneda se hacían más

Page 129: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

coherentes, y había algo así comoimágenes visuales que luchaban porllegar a su mente.

—No, estoy perfectamentebien —dijo tratando de devolversea sí mismo a la realidad... deignorar la visión que luchaba... no,q u e lo vencía... por hacersereconocer. Al notar la preocupaciónde Jennifer abrió la boca paratranquilizarla...

Entonces, sin pausa, Davidsintió que ya no estaba en la sala desus amigos en New Castle.

Page 130: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Oyó gritos rudos en una lenguaextraña. Y luego, como siproyectaran un film ante sus ojos,vio la moneda. Era brillante y clara,como si acabaran de acuñarla. Unapinza de hierro sostenía la monedasobre un brasero con carbonesencendidos, hasta dejarla al rojovivo. De inmediato, antes de quepudiera enfriarse, la apartaron delfuego y la metieron en la boca de lacosa sin ojos que alguna vez habíasido un hombre. Ahora sus brazos ypiernas estaban atados a un poste

Page 131: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

clavado en el suelo; y debía deestar casi muerto. Pero aún teníaaire en los pulmones como para unúltimo aullido.

Vividamente, sin error, Davidcomprendió de qué modo la viejamoneda se había estropeado ycorroído tanto. No sólo por losaños pasados bajo tierra, sino porhaberse enfriado en la sangre de unmoribundo. Como en un primerplano cinematográfico, podía ver ala moneda que se abría caminoquemando la lengua de la víctima...

Page 132: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

¡Pero no estaba en el cine!Tratando de detener la visión,

David arrojó la moneda al piso.Rodó por la alfombra y fue adetenerse, junto al zapato de Keith.Pero los dedos seguían temblándoledolorosamente. Y aún podía ver —con tanta claridad como veía aKeith y a Jennifer— a una víctimatorturada en un anfiteatro de piedra.La horrible visión estabasobreimpresa a la sala de losOlson, y no quería borrarse.

Con el primer movimiento de

Page 133: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

la náusea, David se llevó una manoa la boca. Se levantó y corrió haciael baño, inseguro sobre las piernas.

Sabía que había un baño en laplanta baja, a la derecha del estudiode Keith, pero comprendió que nollegaría a tiempo. Prefirió abrir lapuerta de enfrente y llegó a losescalones de la galería en elmomento en que subía la primeraarcada. La cena en la que tanto sehabía esmerado Jennifer sedispersó entre los rododendros.

Diez minutos después, el

Page 134: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

anticuario aún yacía en el sofá de lasala de los Olson. Keith le habíaquitado los zapatos y aflojado lacorbata; y Jennifer le había puestouna toalla húmeda en la frente. Lavisión se había desvanecido. Sesentía algo mejor.

—Aunque no nos haya caídomal a Keith y a mí —dijo Jennifer— tiene que ser algo de lo queserví en la cena. De veras, quierollamar a un médico y asegurarme...

David se sentía mortificado.Primero, se había puesto en

Page 135: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

ridículo, estropeándole la velada aJennifer. ¡Y ahora era probable queles lavaran el estómago a ella y aKeith! ¿Pero cómo podía explicarlelas imágenes vividas yaterrorizantes que habían aparecidoante sus ojos? ¿Cómo era posibleque una vieja moneda romana loafectara de ese modo?

—Estuve enfermo hasta ayer—mintió—. No se los dije porquedeseaba tanto venir a verlos, yademás no quería preocuparlos. Noes lo que cocinaste, puedes

Page 136: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

creerme.Keith y Jennifer se miraron.—¿Estás seguro de que no

quieres pasar la noche aquí? —lepreguntó Jennifer—. La cama delcuarto de huéspedes está hecha. Nosería ninguna molestia.

—Pero la galería abre a lasdiez —dijo David—. Y tengo querecoger algunas cosas de miapartamento. —No podía soportarla idea de dormir bajo el mismotecho que Jennifer. Saber queestaba a pocos pasos, abrazada a su

Page 137: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

esposo...En la entrada, Keith lo ayudó a

ponerse el impermeable, y volvió ala sala.

—Si sigues hacia el norte porSunset Brook Lane —le recordóJennifer a David— pasarás frente ala casa nueva. La entrada a la rutaTaconic está a un kilómetro másallá. Hay señales, así que no puedesperderte.

—Ya recuerdo —dijo David.Había tomado ese camino un par deveces antes. Aun así, le llevaría una

Page 138: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

hora o más llegar a su departamentoen Riverside Drive. Con el rabillodel ojo vio que Keith volvía de lasala.

—¿Habrá algún modo deaveriguar de qué emperador setrata? —decía.

El anticuario se volvía a darlela mano, pero retrocedióimperceptiblemente. Keith traía lamoneda de bronce en la manoderecha. Obviamente no lo afectabacomo a él.

—Debe de haber libros de

Page 139: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

referencia —tartamudeóretrocediendo—. Pero no sabríacuál sugerir.

¿Por qué no la llevas a algúnnumismático y le pides que laidentifique?

—No hay muchosnumismáticos en esta zona —respondió Keith—. Pero supongoque los habrá en la ciudad.

—Sí —asintió David—. Porsupuesto... Keith le tendía lamoneda.

—¿No podrías llevársela a

Page 140: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

alguno a que la vea? Si no temolesta, claro está.

David tuvo que hacer unesfuerzo de voluntad. De ningúnmodo podía dejar que Jennifernotara su vacilación y ansiedad.

—No hay problema —afirmócon una débil sonrisa—. No bienaverigüe de qué César se trata lesmandaré la moneda por CorreoCertificado.

—Oh, no hay apuro —le dijoKeith pasándole la moneda—. ¿Porqué no la guardas hasta la próxima

Page 141: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

vez que nos veamos?David la soltó velozmente en

el bolsillo de su abrigo. Esta vez lahabía tocado apenas durante unsegundo. Y aun así toda la mano lelatía dolorosamente, como si latuviera muy cerca de un fuego.

Y desde algún lugar muylejano David oyó los susurros secosde un agonizante. Alzó los hombrosy trató de no pensar en el gusto abilis que le subía por la garganta.

—Buenas noches, David —sonrió Jennifer.

Page 142: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Él le estrechó la mano confirmeza. Después de sucomportamiento de quince minutosatrás, no se atrevía a besarla.

—Buenas noches. Y graciasuna vez más. —David le dedicó unaúltima sonrisa a Jennifer—. Lapróxima vez los dos tendrán quevenir a Nueva York, y la cena seráen mi casa.

David miró a Keith y Jenniferque lo despedían desde la galería.Puso en marcha el Mercedes Benz ysalió retrocediendo hasta la

Page 143: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

carretera. Giró hacia la izquierda,como le había sugerido Jennifer, yse dirigió hacia el norte hastacruzar el puente de hormigón en laparte más alta de Sunset BrookLane. No bien la casa de sus amigosquedó fuera de su vista, oculta traslos árboles, David estacionó suauto deportivo a un lado del caminoy apagó las luces. No quería que losOlson supieran que se habíadetenido. Saltó fuera del auto, searrancó el abrigo —con la monedade bronce aún en el bolsillo— y lo

Page 144: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

arrojó sobre el asiento trasero.¡Al menos ahora esa maldita

moneda no podría tocarlo nisiquiera por accidente! Antes devolver a sentarse, al volante, aspiróel frío aire primaveral. Aquí, deeste lado del puente, la atmósferaera distinta: húmeda y de algúnmodo pesada. ¿Por qué sentía comosi fuera imposible aspirarprofundamente? ¿Se debería a lahumedad que subía del arroyo?Pero era una noche sin brisa.

Volvió a instalarse en el

Page 145: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

asiento del conductor. Sentía algode frío ahora que no llevaba másque la chaqueta sport, pero lacalefacción del Mercedes yafuncionaba. Miró adelante y atrás:no se veían luces de ningún auto.Sunset Brook Lane estabatotalmente desierta. Satisfecho,David encendió el motor y avanzóhacia la ruta al tiempo que encendíalos faros.

¿Qué demonios había ocurridocuando tocó esa moneda? Davidhabía tenido objetos como ése en la

Page 146: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

mano toda la vida. Pero nunca anteshabía sentido esa vibración extraña,casi dolorosa... ¡y no hablemos dever y oír cosas inexistentes! Siacaso tenía un poder extrasensorialo algo así, ¿por qué semejantecapacidad no se había manifestadonunca antes? ¿O habría algoespecial en esa moneda que pudieradesencadenar en él una respuestatan violenta?

Miró hacia adelante, endirección a la curva donde SunsetBrook Lane se volvía hacia la

Page 147: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

izquierda. En ese momento, la vioentre los árboles: era la casa nuevade la que le habían hablado Keith yJennifer. ¡Y había una luz roja queparpadeaba en una de las ventanas!

Levantó el pie del aceleradory disminuyó la velocidad para vermejor. A su izquierda, justo frente aél, se encontraba la pequeña galeríadel contrafrente, en cuyo centroestaba la puerta trasera de la casa.Las tablas recortadas en forma deondas reflejaban el brillo de losfaros.

Page 148: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Entonces David vio el granbalcón lateral que miraba de frentea la calle. Ahí estaba otra vez esaluz roja, en el centro de uno de lospaneles de vidrio.

¿Se estaría iniciando unincendio? Frenó el Mercedes ypasó frente a este sector de la casalentamente, en primera. Echó unamirada de lado, tratando de ver quéera lo que ardía en la casa vacía.

¡Pero la casa no estaba vacía!Había una figura de pie detrás delcristal del balcón, bañada en la luz

Page 149: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

roja y mirando al automóvil.David se detuvo y miró por

sobre el hombro. Pero ahora elcuarto al que daba el balcón estabavacío. Las ventanas de la casaestaban todas oscuras, arriba yabajo. Creyó haber reconocido a lafigura de pie detrás de esos paneleshexagonales de vidrio. Pero ahoracomprendía que debía de haberloimaginado. ¡Era imposible que setratara de Jennifer Olson! Si hacíaunos momentos que la había dejadocon Keith en la puerta de su casa.

Page 150: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Era imposible que hubieraatravesado la barranca con estaoscuridad. Sólo que pensaba tantoen ella... Volvió a poner la primeray pisó el acelerador. Todavíaestaba a un kilómetro de la rutaTaconic, y a una hora de distanciade su departamento en RiversideDrive.

Page 151: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

3

Jueves 12 de abril de 1979QUIZÁS PUEDAS

ARREGLAR esa grieta del desvánantes de que vuelva a llover —dijoJennifer esa mañana, durante eldesayuno.

Keith colocó su taza de cafésobre la mesa.

—¿Grieta? —preguntó.—¿Recuerdas la tormenta tan

fuerte, antes de que nos fuéramos de

Page 152: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

vacaciones? Cuando subí al desvána buscar mi valija vi un chorrito deagua que corría por la chimenea.

Keith y sus ayudantestrabajaban en Peekskill ese jueves.Pero en lugar de comer un sandwichen la oficina como solía hacerlo,Keith volvió a almorzar a casa paraver si podía localizar la grieta.

En el camino pasó por la casadel 666. Su aspecto era exactamenteigual al del martes a la tarde. Sóloque ahora había un cartel conpintura esmaltada y clavado en el

Page 153: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

suelo frente al balcón:SE ALQUILA

Thomas GreeneInmobiliaria

555-0098Keith conocía a Tom Greene.

Cada vez que era precisorefaccionar una casa antes deponerla en venta o en alquiler, Tomrecomendaba a Keith. Pero estacasa necesitaba refacciones —especialmente adentro, con eserevestimiento horrible— y Keith sepreguntó por qué no lo habría

Page 154: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

llamado. Es cierto que había estadode vacaciones. Decidió llamar aTom cuando volviera a la oficina, ypreguntarle quién era el dueño de lacasa.

Diez minutos después estabaen el techo de su propia casa,reptando hacia la chimenea.

Oficialmente era la primavera,pero el sol seguía oculto tras lasnubes, llevándose consigo todo elcalor que pudiera haber acumuladola atmósfera. Keith lamentó nohaberse puesto guantes.

Page 155: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Pero para trepar por esas tejaspulidas los guantes eran demasiadoresbaladizos: necesitaba actuar conlas manos desnudas.

La altura le dio una visiónamplia de la casa nueya al otro ladode la barranca. Esta mañana lahabía visitado un camión de lacompañía eléctrica; evidentementerecién ahora conectaban lacorriente. Y ahora Keith vio que unfurgón de una empresa de jardineríaentraba por el camino de gravahacia la puerta del frente. Salieron

Page 156: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

dos hombres y comenzaron arastrillar el suelo alrededor de lacasa y a diseminar algo que parecíafertilizante. Quienquiera quehubiera puesto en alquiler la casa,no quería perder tiempo.

No le llevó mucho tiempoencontrar la grieta de la que sehabía quejado Jennifer. Durante elinvierno el agua se había heladobajo el desagüe metálico de lachimenea, apartándolo de losladrillos unos pocos milímetros.Pero la temperatura era demasiado

Page 157: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

baja para rellenar la grieta.Comprendió que lo ideal sería

esperar hasta la tarde, cuando el solcayera directamente sobre esesitio...

En ese momento oyó el ruidode un vehículo pesado que seacercaba por Sunset Brook Lane.

Desde su observatorio en eltecho, vio que un camión de UnitedParcel aminoraba la marcha yfrenaba frente a su casa.

Keith se frotó las manosentumecidas por el frío. La llegada

Page 158: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

del camión le daba una excusaperfecta para bajar del techo. Sedeslizó por el tejado hasta el alero,y desde allí emprendió el descensopor su escalera extensible dealuminio. Cuando estaba a metro ymedio del suelo saltó conenvidiable agilidad. Tocó tierra,con una flexión, en el cantero dondeJennifer sembraba caléndulas todaslas primaveras.

El mensajero que venía por lavereda del jardín pareció bastanteimpresionado.

Page 159: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Un paquete para el señorOlson —dijo—. Firme aquí, porfavor.

La cajita de cartón, de escasostreinta centímetros de lado, pesabanotablemente. El remitente era unafirma de Edmonds, Washington.Keith lo llevó a la cocina, dondeJennifer preparaba sandwichescalientes de queso. La joven lesirvió una taza de sopa biencaliente y comenzó a abrir la cajacon una tijera.

—¿Qué es lo que compraste?

Page 160: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—le preguntó Keith.—Duraznos en aguardiente. A

tu hermano Paul le encantaron losque le regalamos en Navidad, asíque pensé que le gustaría que se losvolvamos a regalar para sucumpleaños en julio.

Keith todavía tenía frías lasmanos, por lo que el tazón calientele producía una sensaciónagradable en los dedos. Miró por laventana de la cocina. Del otro ladode la barranca, un hombre trabajabasobre lo que pronto sería el parque

Page 161: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

de la residencia del 666 de SunsetBrook Lane.

Cuando Jennifer sacó losfrascos de duraznos de suenvoltorio y los colocó sobre lamesa, Keith tomó de la caja una delas hojas arrugadas de periódicoque habían protegido a los frascosen su viaje a través del país. Nopudo resistir a la tentación de verqué sucedía en la costa noroes-tedel Pacífico, a tres mil kilómetrosde distancia.

La página que desplegó tenía

Page 162: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

la fecha del 4 de abril. Entre losavisos de muebles y casas había untitular a dos columnas:

DOBLE HOMICIDA VUELVEPOR APELACIÓN

DESPUÉS DE CINCO AÑOS ENLA ISLA MCNEIL

Como ilustración del artículohabía una fotografía de una casa queparecía curiosamente conocida.Keith dejó el tazón de sopa en lamesa y tomó la hoja con las dosmanos, estirándola lo mejor quepudo. La fotografía no era muy

Page 163: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

clara, pero la casa parecíaexactamente igual a la que ahoratenían por vecina. Dominado por unasombro que lindaba con el estuporKeith alisó la hoja sobre la mesa.Observados con atención, losfestones de la galería eran losmismos. Las molduras anticuadasde la galería y los tejados parecíaniguales. Y si usaba un poco laimaginación, también podíapercibir los paneles de vidrio y elmontante sobre la puerta del frente.La clave habría estado en el balcón

Page 164: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

saliente, pero esta foto había sidotomada desde un ángulo en el que elcuarto hexagonal —si es que lohabía— quedaba oculto del otrolado de la casa.

Leyó el epígrafe:La casa del 666 de Bremerton

Road fotografiada después de loscrímenes.

—¡Eh, Jennifer! —dijo—.Mira esto. La muchacha puso unsandwich caliente de queso en lamesa, frente a él.

—Si puedes retirar ese

Page 165: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

diario...—¿Ves esta casa en la

fotografía? Es exactamente igual ala que tenemos del otro lado de labarranca. ¡Incluso tiene el mismonúmero!

Jennifer miró un momento lailustración, y después por laventana:

—Tendré que confiar en tupalabra. Todavía no he estado allí.

Keith sabía que a su esposa nole había agradado que el se hubieraintroducido en la casa vacía; lo

Page 166: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

consideraba un abuso de confianza.Alisó una vez más la páginaarrugada y comenzó a leer elartículo:

El asesino convicto JamesBeaufort será oído en el Tribunalde Apelaciones, confirmaron hoyfuncionarios de la PenintenciaríaFederal de la Isla McNeil. Beaufortya ha cumplido cinco años de sucondena de veinte.

En 1974 confesó haberasesinado brutalmente a EdgardSutton y Patricia Swenson en la

Page 167: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

casa que había alquilado para laseñorita Swenson. En el procesoatestiguó que la había sorprendidojunto con Sutton en la residencia deBremerton Road. Persuadido de queSutton le pedía que lo abandonara,los mató a ambos en un acceso decelos.

En una declaración dada ayera la prensa, el abogado defensor deBeaufort recordó los años deservicio de su cliente en el Concejode la Ciudad de Seattle. El abogadoafirmó que Beaufort "se ha

Page 168: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

comportado como un preso modeloy muestra todas las señales de unacompleta rehabilitación. Además,lamenta profundamente el crimenpasional que costó dos vidasinocentes hace casi seis años".

La casa del número 666 deBremerton Road permaneció vacíadurante años, pese a todos losintentos por alquilarla. Pero elpasado septiembre, la construcciónde pisos de madera, (continúa en lapágina 18)

Keith sacó todos los otros

Page 169: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

periódicos de la caja y los arrojó alsuelo. Se arrodilló sobre lasbaldosas vinílicas y comenzó adesplegar las páginas arrugadas,una por una.

—¿Keith? —le preguntóJennifer—. ¿Se puede saber quéestás haciendo?

—Es que el artículo queempecé a leer me interesa mucho —le respondió—. Y querríaterminarlo.

Al fin tuvo todas las páginasdesplegadas en el suelo de la

Page 170: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

cocina. Una por una las fuelevantando, revisando, ydevolviéndolas a la caja:historietas, deportes, hogar, peronada de página 18. Por último,volvió a tomar la página dondeestaba la fotografía y volvió aexaminarla.

Era cierto que las casas viejassolían parecerse entre sí. Pero¿cuántas veces se encontraban doscasas con los mismos aleros, lamisma decoración de madera, lamisma galería y ventanas... a cinco

Page 171: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

mil kilómetros de distancia? ¡Nopodía creerlo! ¿Era posible que lacasa del otro lado de la barrancatuviera exactamente la mismaconformación?

Tomó la tijera de trinchar deJennifer y cortó cuidadosamente elarrugado artículo a dos columnas,junto con la fotografía de la casadel número 666 de BremertonRoad. Entonces recordó el aviso dealquiler que había puesto TomGreene frente a esa casa.Seguramente Tom sabría quién era

Page 172: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

el dueño, y de dónde venía la casa.—La sopa se enfría —le dijo

Jennifer.Para complacerla Keith dio un

mordisco al sandwich de queso ytomó un par de cucharadas de lasopa tibia. Tras lo cual fue hacia elteléfono de pared de la cocina ycomenzó a marcar un número.

Poco después de la una, en elpreciso momento en que Keithllamaba a Tom Greene, DavidCarmichael salía de la oficinaprivada en la parte trasera de su

Page 173: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

galería en el número 41 este de lacalle 57.

Miss Rosewood había notadoque su patrón había venido atrabajar con un humor extraño.

Apenas si había salido una vezde atrás de su escritorio, parasaludar a un viejo cliente interesadoen una poudreuse Luis XV. Pero susonrisa era forzada, yevidentemente tenía lospensamientos en otro lado. En esemomento observó que se habíapuesto el abrigo oscuro y los

Page 174: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

guantes de piel de cerdo. Y llevabael portafolios donde guardaba fotosde piezas importantes y catálogosde los próximos remates. Por logeneral lo llevaba apretado bajo elbrazo. Pero hoy lo sostenía con lamano izquierda, bien lejos delcuerpo, como si contuviera unabomba que pudiera estallar encualquier momento.

David se dirigió a lasecretaria con la misma sonrisaforzada que le había visto al alegar:

—Miss Rosewood, no me

Page 175: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

demoraré más de una hora.—Muy bien, señor

Carmichael. Que tenga un buenalmuerzo.

Pero el anticuario no pensabaen almorzar. Salió por las brillantespuertas de bronce del EdificioFuller, y pasó frente al carrito de unvendedor de castañas asadas. Cruzóla Madison Avenue y se dirigió aloeste. En la Séptima Avenida y la56, el Sheraton de Nueva Yorkalbergaba a una convención denumismáticos. Según el diario de la

Page 176: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

mañana, más de cincuentacomerciantes desplegaban allí sustesoros. Y entre todos ellos, pensóDavid, debía de haber al menos unoque pudiera identificar la monedaromana que le había dado KeithOlson la noche anterior.

Los comerciantes habíandispuesto sus mesas en un vastosalón del subsuelo, y antes de entrarDavid tuvo que hacer fila pararegistrarse. Las puertas estabancustodiadas por un fornido policíanegro. Una vez adentro, David se

Page 177: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

abrió paso por los estrechoscorredores entre las mesascubiertas de cajas de cristal ypresididas por los comerciantes ycoleccionistas de una docena depaíses distintos.

Hacia la mitad de un pasilloDavid se detuvo frente a la mesa deun numismático de Texas.

Bajo los cristales de sus cajasde exhibición había hileras demonedas del mundo antiguo. Cadauna de las piezas estaba dispuestaen un sobre cuadrado de plástico; y

Page 178: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

David observó que muchas de ellasestaban tan usadas y corroídascomo la que le había dado Keith. Lamayoría de las monedas eran debronce o plata. Pero aquí y allá elojo captaba un resplandor de oro.Sin duda, estaba frente a quienpodía ayudarlo.

Del otro lado de la mesa, unabonita muchacha con anteojos y uncollar de flores de calabaza lesonrió al cliente alto y bien vestido:

—¿Puedo ayudarlo, señor? —le preguntó.

Page 179: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Así lo espero —respondióDavid. Sin sacarse los guantes,buscó en el portafolios y sacó lavieja moneda de bronce. Aun através del cuero del guante sentíalas desagradables vibraciones,como el movimiento de una abejaatrapada dentro de una toalla.

—Creo que esta moneda es dela Roma antigua —le dijo a lajoven—. Pero quizás usted puedadecirme exactamente suprocedencia.

Colocó la moneda sobre el

Page 180: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

escritorio de vidrio y la muchachala tomó entre el pulgar y el dedomayor. Era evidente que no parecíaafectarla; la sostenía con tantaindiferencia como si se tratara deun cospel del subterráneo.

—Mm —murmuróentrecerrando los ojos—. ¿Podríaesperarme un minuto?

—Con mucho gusto —respondió David.

Detrás de ella se sentaba unhombre gordo, de barba. Usabaanteojos y un corbatín angosto, y en

Page 181: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

ese momento hojeaba un gruesocatálogo. La joven se le acercó y lemostró la moneda. El numismáticosacó del bolsillo una lupa de joyeroy examinó la pieza con cuidado.David percibió en su rostro ungesto de sorpresa. Después estudióel reverso, dando vuelta la monedacuidadosamente. Tras lo cual lehizo un gesto a la joven y se dirigióa David, con la moneda en unamano y la lupa en la otra.

—Sí, señor —le dijo al llegara su lado. Su acento tejano era más

Page 182: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

marcado que el de la chica—. Sumoneda es un sestercio de broncedel reinado del emperador Nerón.Fue acuñada... alrededor del año 64de nuestra era.

—Me sorprende que pueda sertan preciso —señaló David.

—Bien —dijo sonriendo elhombre—, es posible serlo cuandouno ha estado veinte años en elnegocio, como los he estado yo. —De abajo de la mesa sacó unpequeño cuadrado de terciopelo ycolocó la moneda sobre él, como si

Page 183: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

se tratara de una joya rara—. ¿Veesta estructura en el reverso? Aquí—le dijo, ofreciéndole la lupa—.Por favor, mire usted mismo.

David se ajustó el cilindro deplástico negro en el ojo. Luego bajóla cabeza hasta que la monedaquedó en foco. Bajo la ampliaciónla corrosión se hacía más evidente,pero también el dibujo original.Entre las letras S y C había unobjeto erguido que, entonces podíaverlo, estaba compuesto decolumnas verticales.

Page 184: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—En el año 64 de nuestra era—le explicó el lejano—, Nerónterminó la construcción de un arcotriunfal para conmemorar suspropias victorias en Parthia. Es esearco el que aparece en el reversode su moneda. Por lo que se lapuede fechar con bastante precisiónalrededor de ese año.

Al dar vuelta la moneda,David sintió un momentáneotemblor en los dedos cubiertos porel guante. El gastado perfil del otrolado representaba a un hombre de

Page 185: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

cuello largo y grueso. La mandíbulase proyectaba hacia adelanteagresivamente.

—Siempre que trato deimaginarme a Nerón —dijo David—, pienso en Peter Ustinov en QuoVadis. El tejano barbudo soltó larisa.

—Su moneda está tan gastadaque es difícil decirlo —afirmó—,pero el auténtico Nerón se parecíamás a John Belushi.

—Esta pieza sin duda no seencuentra en buenas condiciones —

Page 186: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

admitió David—. Pero supongo quehabrá estado bajo tierra un buentiempo.

—Tiene algo más de lacorrosión normal para una monedade esta época —respondió elnumismático—. Me da la impresiónde que puede haber sufrido de algúnmodo la acción del fuego. Laaleación de cobre toma este aspectocuando se la ha calentado.

David recordó su visiónmental de la moneda calentada enun brasero de carbones al rojo

Page 187: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

vivo.—Pero eso es absurdo —

tartamudeó—. ¿Por qué habrían dequemar una moneda?

—Oh, las cosas se queman aveces —dijo el tejano—. Y a veceshay colecciones de monedas dentrode las casas. Y, por otra parte,recuerde la historia según la cualNerón tocaba el arpa mientrasRoma ardía. Quizás su sestercioquedó enterrado en las cenizas.

David se sintió aliviado al oírque había explicaciones lógicas

Page 188: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

para la exposición de la moneda alcalor. Entonces probablemente suvisión no correspondía a larealidad... quizás no era más queuna horrible fantasía.

—Pero aun así —dijo elhombre barbudo—, hay muchoscoleccionistas que desearíancompletar su colección con losdoce cesares. ¿Cuánto pide ustedpor ésta?

David Carmichael estaba en elnegocio de las antigüedades desdehacía suficiente tiempo como para

Page 189: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

reconocer el juego del numismático.¡Nunca había que hacerle una ofertaa un cliente!

Siempre había que dejarlosque ellos pusieran un precio. Por logeneral el coleccionista sinexperiencia haría mal negocio,pidiendo apenas una parte delprecio real del objeto.

—Esta moneda no es mía —leexplicó—. Le pertenece a un amigomío, que la encontró en una casavecina. Tendría que preguntarle siestá interesado en venderla.

Page 190: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

El tejano suspiró. Los clientessiempre decían que sus monedas lespertenecían a otro. Con eso ganabantiempo para pensar en la oferta... ypara conseguir otra mayor.

—Pero en caso de que eldueño esté interesado —siguióDavid— ¿puedo decirle cuánto estádispuesto a pagar usted?

—Bueno... —El tejanovacilaba—. Como usted mismo lodijo, este sestercio no está enbuenas condiciones. Veamos. —Golpeteó la mesa con sus dedos

Page 191: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

carnosos.—¿En cuánto piensa

revenderla? —le preguntó David.El numismático lo miró con ciertasorpresa. Después de todo, esteapuesto neoyorkino no era taningenuo.

—Una moneda así podríavenderla por mil dólares. Le daré asu amigo (¿o era el vecino de suamigo?) seiscientos setenta y cinco.

David no se molestó en ocultarsu estupefacción. ¿Desde cuándo seencontraban perdidas en bañeras

Page 192: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

monedas de mil dólares? Tomó elvalioso sestercio y lo devolvió a suportafolios.

El tejano le echó una miradacodiciosa. ¿Sería posible que estecliente bien vestido no quisieravender... sino comprar? A cualquiercoleccionista le agradaperfeccionar su colección; ¿por quéhabría de ser diferente con estecaballero conocedor yevidentemente adinerado?

—¿Sabe una cosa? —le dijodeteniéndolo—. Sucede que

Page 193: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

tenemos la fortuna de contar conotro ejemplar de ese mismosestercio. Quizás incluso de lamisma acuñación.

—¿De veras? —preguntóDavid.

El comerciante señaló con eldedo un punto del grueso cristal quecubría sus ejemplares. Allí,asegurado en su envoltorio deplástico transparente, había unsestercio de bronce similar, pero encondiciones mucho mejores a lasdel que había encontrado Keith. No

Page 194: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

pudo evitar preguntarse quésucedería si sostenía en la manoeste otro sestercio. ¿Lo afectaríadel mismo modo que el que tenía?

—¿Querría verlo? —lepreguntó el numismático.

—Sí, por favor —respondióDavid.

El hombre abrió la partetrasera de la caja y puso sobre elmostrador la moneda en suenvoltorio de plástico. Davidcomprobó que había dicho laverdad: Nerón se parecía realmente

Page 195: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

a John Belushi. El cuello delemperador estaba hinchado como elde un toro, y parecía como si fueraa estallar de furia. A diferencia delhallazgo sucio y pardo de Keith,este sestercio tenía un delicadocolor verdoso y estaba encondiciones tan buenas que Davidpudo leer perfectamente las letrasmayúsculas que rodeaban el perfilimperial:NEROCLAVDIVSCAESARAVGGERPM

—Como sabrá seguramente —le dijo el comerciante— los

Page 196: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

romanos escribían las palabras sinseparación, y usaban abreviaturas.Estas letras, descifradas, quierendecir Nerón Claudio, CésarAugusto, Germánico, PontíficeMáximo. Se dice —agregó— quecuando Nerón hacía torturar hasta lamuerte a algún enemigo, mandabaintroducirle una moneda como ésta,acuñada con su propia imagen, en laboca. Una especie de recuerdo parael otro mundo, para que ni siquieraallí la víctima se atreviera a volvera ofender al emperador.

Page 197: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

David palideció. Volvió a sumente la imagen que había visto enla sala de Jennifer.

—Mire el otro lado —loinvitó el tejano.

David vaciló, temeroso detocar el envoltorio de plástico, auncon los guantes. ¿Y si esta moneda,mucho mejor conservada que la deKeith, le producía una reacción másfuerte aún?

Lenta, cuidadosamente, lalevantó y la colocó sobre la palmaenguantada de la mano izquierda.

Page 198: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

En el reverso se veía conclaridad el arco triunfal de Nerón,incluso con los cuatro caballos enalto. A ambos lados del arcoestaban las letras S C.

—¿Qué significan esas letras?—preguntó.

—Senatus Consulto. Quieredecir que Nerón gobernaba con laaquiescencia del senado romano.

David esperó a quecomenzaran las vibraciones. Perono sucedió nada. Por curiosidad, sequitó el guante y colocó el

Page 199: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

envoltorio de plástico en la palmadesnuda. Pero aun así no sentíanada, nada en absoluto.

Este espléndido sestercio leproducía una loca curiosidad. ¿Porqué no sentía nada? Quizás elplástico interfería con latransmisión de la sensación. Porsupuesto, el numismático jamás lepermitiría tocar una moneda así devaliosa. Pero si la compraba podríahacer lo que quisiera con ella.

El sobrecito de plástico secerraba en una tarjeta cuadrada con

Page 200: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

el precio de la pieza que, segúnpudo ver David, estaba escrito enletras, no en números. Muchosanticuarios usaban ese tipo decódigos. Escogían una palabra ofrase de diez letras, comoCHARLESTON o ANTIQUERSO,luego le daban a la primera letra elvalor de uno, a la segunda dos, y asísucesivamente hasta la última, queequivalía a cero. De ese modo, unprecio de, por ejemplo, mildoscientos cincuenta dólares seescribía CHLN o ANQO. El cliente

Page 201: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

se veía obligado a preguntar elprecio, lo que le permitía alvendedor hacer una evaluación desus posibilidades económicas yajustar la cifra en consecuencia.

El precio de este sestercio eraOEXX, código que David noreconoció. Pero si el ejemplar deKeith, gastado y estropeado, valíamil dólares, éste, en mucho mejorestado...

—Es hermoso —dijo—. ¿Acuánto lo vende?

—Bastante barato —le dijo

Page 202: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

sonriendo el barbado numismático—: tres mil setecientos.

Ahora David trató de ocultarsu asombro. Era una buenacantidad. Pero al fin de cuentas, nopodía negarse la antigüedad de lapieza. Y siempre podría deducir lacompra como un gasto comercial...además de venderla una vez quehubiera satisfecho su curiosidad.

El numismático a duras penaspodía disimular su satisfaccióncuando David se llevó la mano albolsillo interior de su chaqueta y

Page 203: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

sacó la chequera.—Yo también soy anticuario

—le dijo David entregándole unade sus tarjetas comerciales—.

¿Sería posible que me hicieraalgún tipo de descuentoprofesional?

El tejano echó una largamirada al elegante traje de medidade David antes de explicarle que leresultaba imposible hacerlo. Diezminutos después, David volvía aledificio del número 41 este de lacalle 57, con dos sestercios de

Page 204: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

bronce en su portafolios.No bien llegara, comenzaría el

experimento.

Page 205: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

4

Jueves 12 de abril de 1979OFICINA DEL SEÑOR

Greene —dijo la secretaria cuandoKeith terminó de marcar el númerode la inmobiliaria.

—Habla Keith Olsón. Hehecho trabajos para Tom. ¿Podríahablar con él, por favor?

—Lo siento, pero el señorGreene ha salido a almorzar.¿Puede llamarlo cuando vuelva?

Page 206: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Estaré trabajando enPeekskill esta tarde —dijo Keith—.Pero Tom tiene el número de micasa.

Si puede llamarme esta nocheaquí...

—¿Puedo informarle de qué setrata?

—¡Claro que sí! —Keith mirópor la ventana de la cocina la casaque se levantaba del otro lado de labarranca—. Dígale que estoy muyinteresado en esa casa que hapuesto en alquiler en el seis sesenta

Page 207: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

y seis de Sunset Brook Lane.Después de terminar el

sandwich y la sopa besó a Jennifery volvió a su camioneta. En elcamino hacia el trabajo se detuvopara echar otra mirada a la casanueva.

Los jardineros habíanterminado su trabajo y ya habíanpartido. Toda la tierra alrededor dela casa estaba rastrillada, sembraday regada. También habían hecho uncamino de lajas entre la galería delfrente y la ruta, y a medio camino

Page 208: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

habían plantado un pino azul.Keith se desvió a un lado del

camino y bajó. Quería volver amirar esas ventanas con los vidriosgrabados, y en especial a ese panelen el que había creído ver su propiacara el martes al atardecer. Pero losjardineros habían clavado unasestacas pequeñas en el suelo a lolargo del sector donde habíansembrado césped, uniéndolas entresí con hilo blanco. De modo que laventana en cuestión quedabaseparada de la ruta por unos tres

Page 209: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

metros de suelo recién sembrado, yKeith no quiso pisarlo con suspesados zapatones.

A esa distancia las figurasgrabadas en el vidrio no sedistinguían. Keith apenas si pudoreconstruir el contorno de laDoncella Complaciente, y esogracias a que sabía dónde debíamirar. Obviamente, el grabadohabía sido realizado para que seapreciara desde adentro, como losvitrales.

Durante sus trabajos los

Page 210: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

jardineros habían cambiado delugar el cartel metálico de TomGreene, que ahora estaba casipegado a la ventana. Eso le recordóa Keith que Tom Greene solíaalmorzar prolongadamente en lahostería Millwood, al norte deChappaqua. Tom solía demorarseen la mesa durante una hora o más,charlando con otros parroquianos ocon sus amigos. Si Keith iba hastaallí antes de volver a su trabajo,probablemente lo encontraría antesde que pagara la cuenta.

Page 211: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

En el comedor WashingtonIrving de la hostería Millwood,Tom Greene estaba sentado en unreservado contra el muro, en ángulocon el bar. Una vez que terminó susandwich se reclinó consatisfacción sobre el respaldo decuero rojo de su asiento. Por locomún el sonriente corredor debienes raíces tomaba un solo tragocon el almuerzo. Pero esta vezdecidió que había algo quecelebrar. Después de todo, no todoslos días tenía los bolsillos

Page 212: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

literalmente repletos de dinero.Ahora mismo, cuando venía

hacia la hostería se había detenidoen el Banco a depositar mil dólaresen efectivo, la suma que habíarecibido de Coste por arreglarletodo el papeleo de la mudanza de sucasa de dos pisos a Sunset BrookeLane en New Castle. Ahora Costequería alquilar la casa

—Tom había recibido lallamada telefónica esta mismamañana— y deseaba que lacompañía de Tom se ocupara en

Page 213: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

exclusividad del negocio. Sí señor,sería una primavera bastanteprovechosa, después de todo.

La camarera acababa detraerle su segundo Manhattancuando vio a su amigo Keith Olsonen la puerta. El rostro sonrosado deTom se distendió en una ampliasonrisa, y sacudió la mano tratandode llamar la atención de Keith.

—¡Dios mío, sí que te hasbronceado! —exclamó cuandoKeith se sentó frente a él—.¿Adonde estuviste?

Page 214: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—En las Bahamas —dijoKeith sonriendo—. Volví el martes.

Tom Greene le señaló el vasolleno que tenía frente a sí:

—¿Quieres uno?—No, no, gracias. Debo

volver a trabajar por la tarde.—Entonces te invito con café

—dijo Tom. Volvió a alzar la manoy giró el cuello buscando a lacamarera.

La sonrisa se borró de la carade Keith. Apreciaba a este amigotan sociable y alegre, pero hoy no

Page 215: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

estaba de humor para una largacharla.

—Escucha, Tom, ¿cuál es lahistoria de esa casa que has puestoen alquiler frente a la nuestra?

La del 666 de Sunset BrookLane.

—¿Historia? —Tom Greenesonrió con afabilidad—. Lo difícilfue asegurarse de que no hubierahistoria. El dueño insistió en quehubiera la menor cantidad posiblede publicidad.

—No entiendo —dijo Keith.

Page 216: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

La camarera se acercó al reservadoy Tom Greene le señaló la taza decafé vacía frente a Keith—. ¿Quépublicidad podría haber tenido?

—¡Bueno, por Dios! —exclamó el corredor de bienesraíces—. Cuando mudas una casa,toda una casa, por lo general saleen los diarios locales. Y aquíestaba esta enorme construcción dedos pisos que subía por el Hudsonen una barcaza. Tuvieron quedesembarcarla en Ossining, ycargarla con grúas en un remolque

Page 217: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

especial, y después arrastrarla poresos caminos estrechos y curvoshasta tu calle... —Tom hizo unapausa—. ¿Cuándo dijiste quehabías vuelto de tus vacaciones?

—El martes —repitió Keith.—Una pena. ¡Te lo perdiste

todo! Esto sucedió la semanapasada.

Volvió la camarera y lessirvió sendas tazas de caféhumeante. Tom Grenne le pasó aKeith el vaso con crema.

—No, gracias —dijo Keith—.

Page 218: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Lo tomo negro.—Pues bien —siguió diciendo

Tom Greene— arreglamos todopara que la llegada fuera de noche,de modo que no hubiera curiososespiando. Hubo sólo un reporterode un diario de la zona. Trató desacar un par de fotos con flash perono creo que hayan salido.

Keith tomó un trago del caféfuerte y caliente:

—¿Pero por qué poner unacasa de ese tamaño en un terrenotan pequeño?

Page 219: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Tom Greene se encogió dehombros mientras comenzaba asaborear su bebida:

—El señor Coste quería esesitio en especial, justo enfrente detu casa.

—¿Así se llama el dueño? —preguntó Keith—. ¿Coste? TomGreene asintió.

—Pero todo ese lado de labarranca —dijo Keith—, lepertenece al viejo Clyde Ramsey.Tenía entendido que le dejaría eseterreno a la ciudad cuando muriera,

Page 220: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

para que hicieran ahí una reservapara pájaros. No puedo creer que lohaya vendido.

Tom Greene miró alrededorpara ver si alguien podía oírlos.Luego de lo cual se inclinó sobre lamesa hacia Keith:

—La única razón por la queRamsey lo vendió —dijo en unsusurro—, es porque creyó quetenía cáncer. En marzo se hizo unchequeo y las radiografías delpecho mostraron sombras detumores en los dos pulmones. ¿Y

Page 221: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

tienes una idea de lo caro que sonesos tratamientos químicos y decobalto? Ramsey necesitaba dinero,y con urgencia. Como sabrás, laregión de New Castle donde vivestiene una reglamentación por la quesólo se admite una casa por mediahectárea. De modo que cuandoCoste me llamó y me pidió que leofreciera a Clyde una ciertacantidad (¡una cantidad muygenerosa, te lo aseguro!) por esamedia hectárea que quería, Clydeaceptó la oferta el mismo día.

Page 222: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—¡Dios mío! —dijo Keithsacudiendo la cabeza.

—Pero lo bueno del asunto —sonrió Tom Greene—, es que lassiguientes radiografías de Clyde nomostraron el menor rastro decáncer. Algo debe de habermanchado las placas la primeravez.

Pero para entonces, claro está,Ramsey ya había aceptado la ofertade Coste, y Coste le había pagadoal contado. La mayor parte de sumedia hectárea está dispuesta en

Page 223: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

una franja estrecha en dirección alarroyo en lo hondo de la barranca,pero se detiene antes de él. Costefue muy preciso: no quería que supropiedad estuviera demarcada poruna corriente de agua.

—¿Te dio alguna razón? —preguntó Keith. Tom Greene negócon la cabeza, y una sombra demiedo le pasó por el rostro:

—Coste siempre parece estarapurado. Si le hago una preguntainnecesaria, no me responde.

Pero te puedo asegurar que

Page 224: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

conseguir todos esos permisos detransporte y carreteras libres de laPolicía Estatal fue una pesadilla.

Keith revolvía el café sincesar:

—¿Sabes si ese señor Costecolecciona monedas antiguas? —lepreguntó.

—No tengo la menor idea —respondió su amigo encogiéndosede hombros.

—¿Cuál es su nombre? ¿Dedónde viene? Pero Tom Greene sequedó inmóvil, con la bebida en la

Page 225: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

mano y una extraña expresiónpreocupada.

—¡Oh, vamos! —exclamóKeith—. ¿No tienes ningunainformación sobre este tipo?

—Keith, ¡nunca lo vi siquiera!—Tom Greene sacudió la cabezacon melancolía—. Todas nuestrastransacciones se han hecho porteléfono. Una vez se detuvo en laoficina a firmar unos papeles... —Evitó la mirada de Keith—. Pero yohabía salido a almorzar, y no lo vi.

Se calló. No quería mentirle a

Page 226: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

nadie y mucho menos a un viejoamigo como Keith Olson. Pero laverdad resultaba demasiadoembarazosa como para explicarla.

Hacía poco más de un mes,Coste había telefoneado para decirque quería visitar la oficina,entregar el dinero para el pago aClyde Ramsey y firmar todos lospapeles al mismo tiempo. Tom ledio las instrucciones a la secretariapara que preparase todos losdocumentos: la escritura, latransferencia formal, el registro de

Page 227: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

propiedad. Luego él mismo loscolocó en un sobre manila que dejósobre su escritorio, listo paracuando viniera el señor Coste a lamañana siguiente.

Esa tarde cerró la oficina a lasseis menos cuarto, como siempre. Oal menos creyó haberlo hecho.Porque cuando volvió a la mañanasiguiente a las nueve y cuarto,encontró la puerta del frente sinllave. No abierta de par en par,pero sí entornada; desde la callenadie podía darse cuenta de que no

Page 228: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

estaba cerrada.¿Habrían robado durante la

noche? Tom Greene corrió adentro,con la visión anticipada de laoficina en un desorden total, suescritorio abierto, los archivosesparcidos por el suelo. Pero parasu inmenso alivio, todo estaba enperfecto orden. No faltaba nada.

¡Muy por el contrario!Lo último que notó Tom

Greene fue la alteración en el sobremanila que había dejado la tardeanterior sobre el escritorio. No

Page 229: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

estaba cerrado con cinta adhesiva, yparecía un poco más grueso ypesado que antes. Cuando lo abrió,cayeron docenas de billetes decincuenta y cien dólares.

Le llevó casi quince minutoscontar todo el dinero, y despuésotros quince minutos volverlo acontar y verificar la cantidad.Estaba completo, hasta el últimodólar: lo que debía pagarse a ClydeRamsey por su media hectárea deterreno, más el dinero paracertificar el título de propiedad, y

Page 230: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

la comisión de Tom Greene.Debajo de todos esos billetesestaban los documentos que lasecretaria había preparado, cadauno de ellos con una firma elegante,aunque ilegible, en el sitioapropiado. Obviamente Coste habíaestado allí, a primera hora, y habíafirmado.

Tom Greene, que ya no estabaen su primera juventud, tenía laplena seguridad de que habíacerrado con llave la puerta la nocheanterior. Pero seguramente no lo

Page 231: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

había hecho. Tom no quiso que susecretaria pudiera pensar que seestaba poniendo senil o distraído.De modo que esa tarde le dije queel señor Coste había pasado por laoficina y firmado los documentoscuando ella había salido aalmorzar. La explicación eraaceptable, y la secretaria no la pusoen duda. Y ahora, esta mismamañana, Tom había recibido los mildólares que Coste le habíaprometido por ayudarlo a realizarla mudanza hasta Sunset Brook

Page 232: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Lane. Cuando abrió la puerta de laoficina encontró uno de sus propiossobres con membrete en medio delpiso. Adentro estaban los diezcrujientes billetes de cien dólares.Pensó que Coste debía de haberarrojado el sobre por la hendiduradel correo. ¿Pero cómo habíallegado hasta el centro de laoficina? ¿Y por qué Coste habíausado uno de los sobres de sufirma? Debió de haber tomado unocuando vino a firmar losdocumentos, el mes pasado.

Page 233: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Ahora Tom Greene miraba aKeith Olson que terminaba su café.Pensó que algo preocupabahondamente a Keith. Por lo generalse mostraba como un joven afable ydivertido. Tom nunca lo había vistotan abstraído en sus pensamientos.

—¡Pues bien! —Keith seaclaró la garganta—. Ahora que haspuesto en alquiler la casa...

Una sonrisa tímida ydesconcertada subió al rostro deTom Greene.

—¡Keith! ¿Cómo demonios te

Page 234: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

enteraste?—¡No soy ciego! —replicó

Keith—. Lo leí en el cartel dealquiler que hiciste poner frente a lacasa.

—¡Pero es imposible! —exclamó Tom Greene—. ¡Si reciénesta mañana me llamó Coste parapedirme que me ocupe del alquilerdel 666! Primero pienso sacar unaviso en el diario de mañana a latarde. Y el sábado iré hasta allí yclavaré uno de mis cartelesmetálicos en el jardín del frente.

Page 235: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Este es uno de tus cartelesmetálicos —insistió Keith—.Contra el balcón saliente, frente a lacalle. ¡He visto más de una vez tuscarteles, Tom!

El corredor terminó suManhattan, y deseó tener otro amano. Esos carteles verdes yblancos, a prueba de agua, le habíancostado bastante, por esa razón lostenía bien guardados en su oficina.

¡Y nadie más que él tenía lallave!

—¿Le habrás prestado un

Page 236: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

cartel a Coste? —insistió Keith—.¿Lo habrá hecho él mismo?

—Es posible —mintió Tom—.Simplemente no lo recuerdo. —¡Debía de estar volviéndose senil,no había otra explicación!

—¿Pero no has estado túmismo en la casa?

—Oh, sí —dijo Tom—. Fui averla la mañana después de lamudanza, cuando los contratistasestaban ajustándola sobre la nuevabase.

—Entonces habrás visto que la

Page 237: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

casa necesita reparaciones,especialmente si tu cliente quiereponerla en alquiler. Tú sabes biencómo me gusta arreglar casasviejas, Tom. ¿Por qué no mellamaste?

—No debía hacerlo —respondió el corredor, tragandosaliva con incomodidad.

—¿Qué quieres decir? —lepreguntó Keith—. ¿Acaso Coste tepidió que no me ofrecieras eltrabajo?

—¡No, no! Todo lo contrario.

Page 238: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Se dio cuenta de que Keith estabaintrigado y molesto. ¡Maldito seaCoste! pensó—. Dijo que queríaque repararan la casa,especialmente el interior. Yseguramente había oído hablar de ti,porque te mencionó.

—¿Entonces por qué no...?—Coste me pidió que no me

molestara en llamarte —le dijoTom Greene—. Porque él queríaponerse en contacto contigopersonalmente.

Cuando salió del restaurant

Page 239: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Keith ya llevaba una hora de atraso.Pero qué diablos... sus ayudantes,Marc y Jason, podrían arreglárselassin él. De modo que, en lugar dedirigirse a Peekskill, Keith fue a laBiblioteca de Chappaqua.

Se sorprendió al enterarse,leyendo un folleto editado por elEstado y cuyo título era Trasladode Edificios Históricos, de que latécnica de trasladar casas tenía porlo menos doscientos años deantigüedad. En 1838 se trasladótres metros una casa de ladrillos de

Page 240: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

cuatro pisos, en la ciudad de NuevaYork, sin dañar siquiera los espejosque colgaban en el interior. En1869 se trasladó un hotel de Bostonde seis pisos, también construido enladrillos y de cinco mil toneladasde peso.

En 1889, un tribunal dejusticia fue remolcado durantecatorce kilómetros por unalocomotora.

Y, en 1975 una catedral góticade diez mil toneladas enChecoslovaquia fue trasladada a un

Page 241: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

nuevo emplazamiento a unkilómetro del anterior. Los cerebroselectrónicos aseguraron que eledificio, que databa del siglo XIV,no perdería su línea de estabilidaden más de un vigésimo-quinto depulgada.

En comparación, trasladar unacasa victoriana de madera parecíaun juego de niños. ¿Pero alguna vezse había trasladado una casa de unextremo al otro del país? Ahora lacuriosidad de Keith era mayor quenunca.

Page 242: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Desde el miércoles habíavuelto a leer una y otra vez, elintrigante artículo que habíarecortado del periódico de Seattle.Quería saber más sobre el asesinoconvicto James Beaufort, sobre suproceso y confesión...yespecialmente sobre la casa delcrimen en el 666 de BremertonRoad.

No disponía de dinero comopara volar a Seattle. De modo quefue a la oficina de la Carpintería deObra Olson, desde donde habló por

Page 243: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

teléfono con la redacción del diarioen Seattle y obtuvo el nombre de sudirector. Tras lo cual se sentó alescritorio y escribió una cartapidiéndole que por favor revisarasu archivo y le enviara fotocopiasde todos los artículos que hubieranpublicado sobre el caso dehomicidio Swenson-Sutton.Después de recordarle al directorque el crimen había sido cometidoen algún momento de 1973, Keithagregó a su carta un billete deveinte dólares para compensar a su

Page 244: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

corresponsal por la molestia. Comoremitente, anotó la dirección de lacarpintería. Jennifer ya pensaba queestaba prestando demasiadaatención a esa casa nueva del otrolado de la barranca, que después detodo era una propiedad ajena. Y silo descubría leyendo un manojo derecortes sobre un doble asesinatoocurrido seis años atrás,probablemente pensaría que sehabía vuelto loco.

El empleado de la oficina decorreos de Chappaqua le dijo que

Page 245: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

no era necesario pagar extra por elenvío aéreo. Todos los sobresclasificados como Primera Claseiban automáticamente por avión.Pero aun así, admitió, una carta a lacosta norte del Pacífico podíatardar tres o cuatro días.

Keith no quería esperar tanto.Pagó el franqueo extra y ladespachó como Expreso aéreo.

En el camino de vuelta a lagalería de la calle 57, DavidCarmichael se detuvo a comer unalmuerzo muy liviano. Pero esa

Page 246: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

noche, cuando volvió a su casa enRiverside Drive, no tocó la cena.Deliberadamente se quedó con elestómago vacío porque sabía lo quetenía que hacer: quería realizarantes una pequeña investigación.

A las doce menos cuarto elestómago le seguía haciendo ruidos,pero ya no tenía hambre.

Supiró y cerró el volumen del a Enciclopedia del MundoAntiguo y la devolvió a labiblioteca.

Luego volvió a la sala y se

Page 247: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

sentó en el sofá. La luz de unalámpara de bronce se reflejaba enel mármol de la mesita de café quetenía frente a sí.

Casi lamentaba habercomenzado consultando laenciclopedia, porque se habíaenterado de más datos de los quequería saber sobre el reinado deNerón Claudio César DrusoGermánico.

El emperador Calígula habíasido tan brutal y cruel como Nerón,pero había gobernado apenas

Page 248: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

durante cuatro años. Nerón se habíaaferrado al trono durante catorcesangrientos años. Había torturado ymatado a cientos de personas,incluyendo miembros de su familia,y a su esposa Popea. Fue Nerónquien ordenó a sus sirvientes queencendieran el fuego que devastó laciudad durante seis días. Y no tocóel arpa mientras Roma ardía, sinoque cantó. Pero no bien se enfriaronlas cenizas, acusó a los cristianosde Roma de ser los incendiarios.Durante las persecuciones que

Page 249: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

sobrevinieron, las catacumbasdebajo del suelo romano sellenaron con cadáveres de mártires.San Pablo fue decapitado, y SanPedro crucificado cabeza abajo.Pero un hecho había quedado másgrabado que todos los demás en lamente de David: Nerón temía a losfantasmas.

Después de ordenar elasesinato de su propia madre,Agripina, el emperador afirmó quesu espíritu había vuelto ahostigarlo. Nerón llegó a pagarle a

Page 250: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

un nigromante persa para queimpidiera que el espíritu de lamujer asesinada le turbara el sueño.

¡Miedo a los fantasmas!¿Explicaría eso por qué habíancalentado un sestercio de bronce ylo habían metido en la boca de unagonizante? Pues lo que le habíadicho el numismático tejano ahoraresultaba confirmado. Según laenciclopedia, los romanos devotossiempre ponían una monedapequeña en la boca de un cadáver.De ese modo el difunto tendría con

Page 251: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

qué pagarle a Caronte, el boteroque transportaba las almas al otrolado del río Estigio, rumbo aloscuro reino de Hades. Una vez quehabían cruzado el río subterráneo,los espíritus ya nunca podían volvera molestar a los vivos.

David dirigió la mirada a lachimenea de la sala. Allí estaba elreloj del siglo XVIII que había sidoreparado después de que el asesinode Eleanor lo rompiera. Era casi lamedianoche.

Recordó que mañana lo

Page 252: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

esperaba un día muy ocupado en lagalería. Era hora de comenzar elexperimento que había estadoposponiendo toda la velada.

Se levantó y caminólentamente hacia el dormitorio. Allísobre la cómoda estaba suportafolios, con las dos antiguasmonedas romanas adentro. Devuelta en la sala, colocó elportafolios sobre la mesita de caféde mármol. Se sentó en el sofá,abrió el cierre y sacó el sesterciode tres mil setecientos dólares que

Page 253: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

había comprado ese mismo día.Con cierta aprensión abrió el

envoltorio de plástico y dejó caerla pesada moneda de bronce a lapalma de la mano. Estaba algo fría,pero eso era todo. Si existíanvibraciones, eran demasiadodébiles como para percibirlas.

Al parecer este sestercio tanbien conservado había pasado milnovecientos años sin grandesacontecimientos. No comunicabanada del horror nauseabundo quehabía experimentado al sostener el

Page 254: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

otro. Después de tenerlo en la manotres largos minutos, se convenció deque no sentiría nada especial. Enese momento el pesado relojdorado de la chimenea sonó doceveces.

David sacó un pañuelo y lustrócuidadosamente la valiosa monedahasta quitar de su superficie elmenor resto de sudor que pudieradañarla. La devolvió a suenvoltorio. Desde aquel robo dedos años atrás David nuncaguardaba objetos pequeños y

Page 255: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

valiosos en su departamento. Loprimero que haría el día siguiente ala mañana sería llevar el sestercioal Banco y guardarlo en su caja deseguridad.

También en el portafoliosestaba el viejo sestercio corroídoque le había prestado Keith. Seencontraba igualmente en unenvoltorio de plástico que le habíaregalado el numismático tejano.

Por mucho que lo atemorizaravolver a tocarlo, tenía que hacer lacomparación. Abrió el envoltorio y

Page 256: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

dejó caer la fea moneda parda en lapalma de la mano izquierda.

Casi de inmediato sintió lafuerte vibración en los dedos. Serecostó sobre el respaldo del sofá ycerró los ojos. Las imágenesvinieron todas al mismo tiempo: elcalor, la visión de la carnequemada, el grito. David quisoarrojar el sestercio lejos de él. Perohaciendo un esfuerzo supremo de lavoluntad cerró el puño sobre laardiente moneda. ¡Debía haber algomás en la historia de la moneda! Y

Page 257: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

si podía soportar lo suficiente eltormento quizás vinieran hasta élotras visiones. Y quizás entoncespodría saber cómo este sesterciohabía recorrido el camino entre laantigua Roma y una bañera en NewCastle, Estado de Nueva York. Demodo que apretó los dientes y seforzó a atravesar el remolino deterror y dolor. En ese mismomomento, las imágenes terribles desangre y muerte comenzaron adesvanecerse. ¿Qué pasaría ahora?se preguntó.

Page 258: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Apretó con más fuerza aún lavieja moneda. Y sintió de prontoque ya no estaba solo en la sala.

Aunque no había abierto losojos, sentía la presencia de alguienfrente a él, del otro lado de lamesita. En el aire mismo sentía uncambio notable. La atmósferaestaba húmeda y pesada, con undébil olor animal.

Abrupta como un relámpago,apareció la imagen de JenniferOlson bajo sus párpados cerrados.La visión duró apenas lo suficiente

Page 259: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

como para que David viera que lacara de la joven estaba bañada enluz rojiza, los ojos abiertos enexpresión de pánico, la bocainhalando con dificultad.

Espantado, abrió los ojos.Pero no había nadie en la sala.Todo seguía exactamente comoantes. No se oía más que el tic tacdel viejo reloj sobre la chimenea. Yesa presencia indefinible que habíasentido con tanta claridad se habíamarchado.

Y también había desaparecido

Page 260: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

la sensación de ardor y latido en lamano derecha. David habíaapretado el sestercio con tantafuerza que el puño estabainsensibilizado. Abrió los dedoslentamente y quedó atónitomirándose la mano. En la palmatenía aún la marca blanca, redonda,fantasmal de la moneda que habíaapretado con tanto vigor. Pero elantiguo sestercio de bronce se habíadesvanecido en el aire.

Page 261: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

5

Viernes 13 de abril de 1979MAS DE UNA HORA

después, David seguía en el sofá desu sala. Todas las luces de sudepartamento estaban encendidas.Se hallaba terriblemente cansado,pero demasiado asustado ypreocupado como para irse adormir.

La marca de la vieja monedade bronce no había tardado en

Page 262: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

borrársele de la palma de la mano.Pero la desaparición de la

moneda lo dejó en un estado detrémulo desconcierto. ¿Acasohabría abierto los dedos sin darsecuenta? Desde la muerte deEleanor, David había vivido con elpermanente terror de otra intrusiónde ladrones. Con desesperaciónquería creer que el sesterciosimplemente había caído al suelo.

De modo que lo primero quehizo fue buscar debajo del sofá yentre los almohadones. Incluso

Page 263: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

levantó la alfombra de Aubusson,para asegurarse de que la monedano hubiera rodado debajo de ella dealgún modo. Como aun así no laencontró, fue a la cocina y se sirvióun vaso de whisky para calmar losnervios. Después recorrió todos loscuartos, encendiendo las luces ycontrolando todas las ventanas,puertas y armarios deldepartamento.

La cerradura de la puerta deldepartamento estaba intacta. Sialguien hubiera tratado de forzar

Page 264: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

una ventana, habría hecho sonar laalarma que había hecho instalar. Yel corredor por el que se llegaba aldepartamento no tenía alfombra:David habría oído los pasos decualquiera que fuera o viniera, asícomo oía los pasos de sus vecinos,el señor y la señora Jacobs. Pero detodos modos había sentido esapresencia asfixiante que pareciódesvanecerse tal como habíavenido.

En general, su experienciareciente parecía algo proveniente

Page 265: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

de la Edad Media. Caminó hasta labiblioteca, pensando que alguno delos tantos libros que habíacomprado en el curso de los añospodría explicarle esto. Pero lamayoría de los libros de referenciade David se ocupaban estrictamentedel mundo real: muebles,ebanistería e historia francesa. Notenía libros que tocaran temasreligiosos o sobrenaturales.

Se sirvió otro whisky y sequedó otra media hora sentado en elsofá, pensando. Cuando el reloj

Page 266: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

marcó la una y media aún no habíadado respuesta a las preguntas quelo asaltaban. Pero dos vasos dewhisky en el estómago vacío lehabían dado algo de audacia, yhabía perdido el susto.

Al notar lo terriblementecansado que estaba se puso elpijama y se acostó.

Estuvo despierto unos diezminutos más, oyendo el ruido deltránsito por la carretera del ladooeste. Ahora la noche parecíacalma. En cierto modo era casi

Page 267: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

tranquilizante que el horrendosestercio de bronce ya no estuvieraahí para perturbarlo. Y antes de quepudiera darse cuenta, estabasoñando.

Le pareció hallarse junto a unaruta en el campo. Era de noche.Frente a él había un terrenodesnudo. Más allá, donde el nivelde la tierra bajaba, se abría unespacio vacío. Y en ese momento,para sorpresa de David, algocomenzó a asomarse en el suelorocoso.

Page 268: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

La tierra se quebraba, seapartaba y emergía un techo.¡Surgía a la superficie una casa!David miró fascinado la elevaciónde una casa de madera de dospisos, como una especie de frutoartificial, completa, con suchimenea, galería y reciente pinturaazul. Pero en lugar de tejas la casatenía escamas, como un reptil. Y enmedio de un muro, mirando aDavid, se abría el inmenso ojoprominente de un insectogigantesco.

Page 269: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Tras lo cual, comenzó a manarsangre del suelo que rodeaba labase del edificio. La tierrasangraba. Oyó el ruido de un trueno,comenzó a caer una lluvia intensa,que parecía querer lavar la sangre.La casa seguía elevandose,desgarrando el suelo, y la sangrefluía con más fuerza.

Al fin la casa alcanzó su plenaaltura, y la tierra de la que habíasalido ya no era tierra sino carnehumana. La sangre corría desde loscimientos e inundaba el camino

Page 270: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

junto al que estaba David. Trató degritar, pero no tuvo aliento parahacerlo.

Años atrás, cuando Davidtenía una pesadilla, su esposaEleanor lo oía gemir en sueños a sulado. Entonces le sacudía loshombros hasta que él se despertabay le contaba el sueño. Pero ahora,desde la muerte de su esposa,David había vivido solo en eldepartamento de Riverside Orive.No había nadie que lo despertara.

Trató de gritar otra vez, lo más

Page 271: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

alto posible. Pero la atmósfera delsueño era húmeda y pesada; nopodía llenarse los pulmones. Peoraún, parecía haber algo que leapretaba el cuello. No podía oír supropia voz. ¡Pero de pronto estuvodespierto! ¿O no? A la distancia,aún oía el eco sordo del trueno.Unos golpes fuertes sonaban a suderecha.

No, no era un sueño. Davidtocó la almohada bajo la cabeza.Los golpes venían de la pared,detrás de la cabecera de su cama.

Page 272: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Entonces se detuvieron.Se dio vuelta y miró el reloj

de la mesita de luz. Era poco másde las cuatro de la mañana delviernes. Encendió la luz, se levantóy miró por la ventana. Abajo lacalle brillaba de lluvia. Otra vez seoyó el trueno, muy lejos. El truenodel sueño había estado mucho máscerca, había sido mucho másamenazante. Debía de habersedesencadenado una rápida tormentade primavera sobre la ciudad, y esolo había despertado.

Page 273: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Sólo entonces comprendió loque significaban los golpes en lapared. Su dormitorio estabaseparado del de sus vecinos, elseñor y la señora Jacobs, por unadelgada pared. En la pesadillahabía tratado de gritar. Aun cuandono se hubiera oído, evidentementehabía gritado. ¿Por qué si no LeoJacobs habría golpeado la pared?

David fue a la cocina, sesirvió un vaso de leche y volvio ala cama. Pero no pudo volver adormirse. Se quedó despierto y

Page 274: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

preocupado. ¿Y si la pesadillavolvía a empezar? ¿Podríadespertarse con su propio grito, odespertaría antes a los vecinos?

En New Castle, Jennifer Olsonse despertó con el primer trueno.Desde niña la habían aterrorizadolos relámpagos. Y ahora, al oíracercarse la tormenta se quedódespierta, inmovilizada por elmiedo, preguntándose cuántotardaría Keith en despertarse.

Esa noche, Keith la habíallevado a la cama y habían hecho el

Page 275: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

amor hasta bastante después de lamedianoche. Keith siempre dormíacon profundidad, especialmentedespués de hacer el amor.

Ahora Jennifer se apoyó contraél. Sentía el contacto con su espaldade piel suave, cálida, musculosa.Pero no lo despertó.

De pronto, en la profundaoscuridad que precedía al albaresplandeció un súbito brillo en laventana del dormitorio. Lo siguiócasi de inmediato el estallido deltrueno. Ese rayo había caído cerca,

Page 276: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

muy cerca. Por causa de la casanueva del otro lado de la barranca,habían cerrado las persianas, demodo que Jennifer no pudo veradonde había caído el rayo. Pero nopodía soportar más la soledad.Keith seguía durmiendotranquilamente a su lado. Surespiración era lenta y profunda;estaba muy lejos del mundo.

—¡Keith! —le dijosacudiéndole el brazo—. ¡Keith,despiértate!

Olson se despertó

Page 277: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

inmediatamente, y en ese momentola lluvia comenzaba a golpear laventana del dormitorio.

—Oh, demonios... —murmuró.Hubiera debido arreglar esa grietaen la chimenea cuando tuvo laoportunidad. Ahora parecía quetendrían un verdadero aguacero, yse inundaría el desván.

Hubo otro relámpago y otroviolento trueno que estremeció laventana. Jennifer se encogió.

Keith sabía cuánto laaterrorizaban las tormentas

Page 278: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

eléctricas, de modo que la abrazó.Ella se apretó fuerte contra él,hundiéndole la cara en el hueco delcuello.

—Keith —susurró—, eseúltimo rayo pareció haber caídosobre algo aquí cerca.

—Iré a ver. —Se oyeron suspasos en la alfombra. Desnudo, fuehasta la ventana y levantó laspersianas; oscura como estaba lahabitación, nadie lo vería. Miró através del vidrio queinmediatamente se empapó. Su

Page 279: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

dormitorio daba al oeste, y ésa erala dirección de donde habitualmentevenían las tormentas.

De inmediato vio caer un rayosobre la chimenea de la casa nueva.El trueno sonó menos de un segundodespués, Keith parpadeó yretrocedió con un movimientoautomático.

—Cayó sobre esa casa nueva—le dijo a Jennifer.

—¿Se incendiará? —lepreguntó la muchacha. Keith tratóde penetrar la oscuridad. A la

Page 280: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

distancia se repetían losrelámpagos, dibujando la silueta dela casa.

—No lo sé. Pero ahí no vivenadie que pueda dar parte de unincendio. Será mejor que llame a lapolicía y ellos se aseguraran de quetodo está bien.

Jennifer encendió la lámparade la mesa de luz. Con los ojosentrecerrados levantó el tubo delteléfono. La lámpara parpadeó y seoscureció, y luego volvió a brillar.

—Sé el número —le dijo

Page 281: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Keith al tiempo que se ponía unabata—. Es siete, nueve, dos... —Pero se interrumpió al ver lamirada perpleja de su esposa.Jennifer oía el receptor, sin marcarlos números.

—La línea está muerta —dijoal fin.

—A ver. —Keith dio la vueltaa la cama matrimonial y le quitó elreceptor. No se oía el tono.

Sacudió la horquilla pero aunasí no pasó nada.

—Supongo que habrán caído

Page 282: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

las líneas por esta zona —empezó adecir, cuando otro rayo cayó sobrela chimenea de la casa vecina. Unalluvia de chispas azules voló sobreel techo. El trueno explosivosucedió al instante.

Keith creía saber que los rayosno caen dos veces en el mismositio. Y sin embargo habían caídodos sobre esa chimenea en el lapsode un minuto.

Muy alto, volvieron a cruzarselos relámpagos, iluminando la casacon una siniestra luz verdosa. En

Page 283: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

ese instante de luz Keith pudo verque la chimenea parecía intacta.Pero al mismo tiempo creyó notaralgo extraño en la planta baja...

—¡Keith! —le dijo Jennifercon voz preocupada—. ¡Apártate dela ventana!

—Un momento —lerespondió. La lámpara de la mesade luz volvió a parpadear, peroKeith no lo notó. Observaba unavaga luz carmesí dentro de laventana de la sala del 666 de SunsetBrook Lane.

Page 284: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Los truenos se sucedían en loalto como los pasos de un enormegigante tras su presa. Keith vio queahora la galería del frente seiluminaba con el mismo resplandorrojizo. ¡La luz roja salía! Teníaentre un metro y un rnetro veinte dediámetro, o al menos era lo queparecía. Con toda el agua quecorría por el vidrio de la ventana,Keith no podía estar muy seguro.Entrecerró los ojos tratando de verquién llevaba la luz. En el medio dela galería el resplandor se detuvo y

Page 285: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

comenzó a latir.Una vez más, Keith tuvo la

desagradable sensación de que eraobservado. La lámpara deldormitorio dibujaría su silueta, yquienquiera que estuviese en laentrada de la casa vecina podríaverlo con toda claridad. Pero aúnasí Keith seguía esforzándose porpercibir con más claridad esaextraña luz roja...

—¡Keith! —gritó Jennifer.—Está bien, está bien. —No

bien se apartaba de la ventana, se

Page 286: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

oyó un poderoso trueno del otrolado de la casa, que literalmentesacudió las paredes.

—Dios mío —murmuró Keith—. ¡Tiene que haber caído en eltecho!

Pero Jennifer levantó lacabeza, escuchando algo. Keithtambién lo oyó.

Era el timbre de la puerta, quesonaba en el vestíbulo de la plantabaja. Y siguió sonando sininterrupciones, como si alguienestuviera apoyado en él.

Page 287: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—¿A esta hora de la noche?—dijo Jennifer en voz baja—.Debe de ser una emergencia.

Bajaron juntos. El timbreseguía sonando cuando Keith abrióde par en par la puerta del frente.

No había nadie en losescalones de la entrada. Tratandode penetrar con la vista en laoscuridad, percibió que una ramade grandes proporciones habíacaído sobre la galería del frente.

—El rayo debe de haber caídosobre el alerce —le dijo a Jennifer.

Page 288: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—¿Por eso suena el timbre?—No lo sé —admitió Keith—.

Quizás el rayo afecto de algúnmodo los cables del timbre...

—¡Mira! —exclamó Jennifer.Apoyado en los escalones de

la galería, y tocando el marco de lapuerta estaba el viejo rastrillo deKeith. La última vez que lo habíavisto había sido en octubre, cuandolo había colocado en la casilla deherramientas en el fondo del garaje.Ahora estaba mojado por la lluvia,y parado en equilibrio sobre el

Page 289: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

mango, uno de sus dientes apretabael timbre.

—¡Ahí tienes tu emergencia!—se rió Keith. Estiró la mano ylevantó el rastrillo. El timbre cesóde inmediato—. Seguramentealgunos niños —dijo— que nosquisieron jugar una broma.

—¿Con esta lluvia? —lepreguntó Jennifer. Pero Keith teníauna expresión intrigada—. ¿Quésucede? —le preguntó.

—Nada. —Keith evitaba sumirada—. Sólo me preguntaba

Page 290: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

cómo podrán haber entrado algaraje.

¿Lo cerraste con llave, no?Diez minutos después la

tormenta había pasado. La lámparadel dormitorio dejó de parpadear,de modo que, al parecer, no se ibana quedar sin electricidad como sehabían quedado sin teléfono. PeroJennifer puso una linterna y velasjunto a la cama, por si acaso. Detodos modos, faltaban menos de doshoras para el alba.

Keith apagó la luz y miró otra

Page 291: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

vez por la ventana al 666 de SunsetBrook Lane. No había nadie en lagalería. Y ninguna luz roja, fija oparpadeante, brillaba adentro,Jennifer no tardó en volver adormirse. Pero el sueño tardaba enalcanzar a Keith. No lograbaexplicarse por qué alguien se habríatomado el trabajo de sacar elrastrillo del garaje cerrado conllave, en medio de la noche, duranteuna tormenta. Pero lo que realmentelo molestaba era que había notadoque cuando levantó el rastrillo, el

Page 292: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

mango estaba húmedo. Lo cualsignificaba que había sido sacadodel garaje después que comenzara allover. Pero quienquiera quecaminara bajo la lluvia deberíahaber dejado huellas en la galería.Y excepto por las gotas quechorreaban del rastrillo, la galeríatechada estaba perfectamente seca.

Por la mañana, Keith selevantó, como siempre, unos diez oquince minutos antes que Jennifer.De ese modo podía afeitarse antesde que ella entrara a la ducha y el

Page 293: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

espejo del baño se empañara. Peroesta mañana la luz del amanecer lodespertó más temprano que nunca.Cuando se levantó el reloj marcabaapenas las 5.45 y Jennifer no sedespertó. Keith se vistió con jeans ycamisa y borceguíes y bajó solo. Enla cocina puso la cafetera acalentar. Luego salió por la puertadel frente y arrastró la rama quehabía caído en el sendero deentrada. Cuando se secara lacortaría con el serrucho para usarlacomo leña. Al levantar la vista al

Page 294: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

gran alerce que daba sombra alfrente de la casa, vio la marca delrayo. La electricidad había bajadopor el tronco haciendo hervirinstantáneamente la savia ydesprendiendo la corteza en tirasfinas. En el césped se veían variospequeños cráteres, en los sitiosdonde la corriente había seguido lasraíces del alerce antes de disiparseen el suelo.

Pensó que los rayos eran algodetestable.

De vuelta en la cocina, se

Page 295: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

preparó huevos fritos y tostadas. Elcafé ya estaba listo. Se sentó a lamesa. Del otro lado de la barranca,el sol de la mañana hacía brillar losvidrios de las ventanas de la casanueva. Keith se fijó en la chimenea.¿Cómo era posible que después dehaber caído dos rayos, esosladrillos no hubieran sufrido dañoalguno?

De acuerdo al reloj que seencontraba sobre la cocina, eran las6.05. Keith casi había terminado delavar los platos cuando sonó el

Page 296: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

teléfono.Se apresuró a responder. La

llamada podía sonar también en laextensión del dormitorio, y noquería que Jennifer se despertarademasiado temprano.

—¿Hola? —dijo.—Señor Olson. —Era una voz

profunda y resonante que Keith noreconoció.

—Sí —respondió—. SoyKeith Olson. ¿Quién habla?

—Soy Coste. —La voz teníauna inflexión extraña; ¿o se trataba

Page 297: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

más bien de una sombra de acentoextranjero?— Tengo entendido quele agrada restaurar casas viejas.

—¡Es cierto! —dijo Keith—.¿Fue Tom Greene quien merecomendó?

—No fue necesario —hubouna breve pausa—. Pero creo queusted podrá... realizar lo que quieroque se haga. Usted conoce mi casa,la que está del otro lado del arroyo,enfrente a la suya. El exteriornecesita reparaciones y pintura.

—Sí —respondió Keith—. Lo

Page 298: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

sé.—¡Sí! —repitió la voz—. Y

como usted estuvo adentro, sabráque el interior también necesitareparaciones.

Keith quedó atónito. ¿Cómosabía Coste que había entrado en lacasa? Estaba vacía cuando la visitó,de eso estaba seguro. ¿Acaso Costehabría estado afuera, espiándolopor las ventanas sin cortinas?

—En realidad —respondióKeith, confuso— entré a su casa.Pero lo hice porque la puerta del

Page 299: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

frente estaba abierta, así que supuseque había alguien adentro. Esperabaencontrarlo a usted.

—Hizo bien —dijo la voz sinexpresión.

—Y arriba, en el baño —siguió Keith— encontré esa monedaantigua. Un amigo nuestro dice quepuede ser romana. Se la llevó paraidentificarla... pero puede quedarsetranquilo porque se ladevolveremos.

Oyó una risita del otro lado dela línea.

Page 300: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—No necesita preocuparsepor eso —dijo la voz—. Perodígame. ¿Cuánto le llevará prepararlos cuartos interiores para serpintados y decorados?

—Para decirle la verdad —dijo Keith—, no presté muchaatención la primera vez que entré;pensaba en otras cosas. Tendría quemirar otra vez su casa. Y debosaber además lo que usted espera.Por ejemplo, ese revestimiento demadera está mal colocado. ¿Quiereque lo ajuste simplemente? ¿O

Page 301: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

prefiere que lo reemplace por unomás moderno del que puedancolgarse cuadros pesados o varillaspara cortinados?

—Mi casa ha sufrido ciertosdaños en el pasado —respondió lavoz con una huella de ira—.

Querría que usted la arreglasecomo si fuera suya.

—De acuerdo —respondióKeith—. ¿Pero puedo preguntarlealgo? ¿Esta casa es la misma queestaba en Seattle, Washington, en lacalle Bremerton?

Page 302: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Otra vez hubo una ligerapausa.

—Por supuesto que puedepreguntar —dijo la voz secamente—. Cuando se decida a volver ainspeccionar la casa, encontrará lallave en la galería.

Tom Greene tenía razón.Evidentemente a Coste no legustaba responder preguntas.

—¿Le parece que es buenaidea dejar la llave afuera? —le dijoKeith—. De acuerdo, aquí es muytranquilo. Pero de vez en cuando

Page 303: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

vienen barras de jovencitos de PortChester o White Plains...

La voz respondió con un tonoirritado y algo desdeñoso:

—Ellos nunca encontrarían lallave, se lo aseguro. Keithcomprendió que Coste estabaapurado por colgar, pero sucuriosidad no se había agotado.

—Anoche cayeron rayos sobrela chimenea de su casa, ¿lo sabía?¡Por lo menos dos veces!

Pero desde aquí no parece quehayan causado daño.

Page 304: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Nunca causan daño. —Erael tono de voz paciente con que unpadre le explica algo obvio a unniño.

—De acuerdo. Una cosa más—dijo Keith—. Cuando tenga listoel presupuesto del trabajo de sucasa, ¿cómo me pondré en contactocon usted? ¿Podría darme sunúmero?

—No hay un número dondepueda encontrarme.

—Entonces —dijo Keith—podríamos encontrarnos en la casa

Page 305: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

y...—Déjele el presupuesto a

Thomas Greene —lo interrumpió lavoz—. Él lo llamará con mirespuesta.

Keith estaba por decir adióscuando comprendió que Coste habíacolgado. Pero en lugar de dar tono,el receptor emitió un sonido bajo ylúgubre. Al parecer seguían losproblemas en la línea.

—¿Funciona? —dijo una vozdetrás de él. Keith se sobresaltó. Alvolverse vio a Jennifer en la puerta

Page 306: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

envuelta en su salida de baño deseda verde.

—¡Por Dios, me asustaste! —Colgó el teléfono y fue hacia lacocina—. ¿Quieres café?

—Sí, por favor. —Jenniferbostezó. Parecía aún mediodormida. Keith le alcanzó una tazacon café y le sostuvo la silla.

—¿Con quién hablabas? —lepreguntó.

—Con Coste —dijo Keith—,ya sabes, el dueño de la casa deenfrente. Quiere que le haga un

Page 307: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

presupuesto por arreglársela, pordentro y por fuera.

—¿Es una persona agradable?—No lo sé. —Keith volvió a

la pileta y comenzó a lavar losplatos que había dejado—. Nohablamos mucho.

Jennifer tomó un largo trago decafé; parecía estar despertándosepoco a poco.

—¿Coste llamó aquí?¿Cuándo?

—Hace un momento —respondió Keith—. Sonó el

Page 308: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

teléfono... hará dos o tres minutos.¿No te despertó?

—No —dijo negando con lacabeza, se apartó el largo pelocastaño de la frente—. Hace unosdiez minutos que estoy despierta. Elteléfono no sonó, o lo habría oído.

—¡Pero sí sonó aquí! —dijoKeith.

—Entonces quizás sea sólo laextensión del dormitorio la que nofunciona. A ver. —Jennifer caminóhasta el teléfono, levantó elreceptor y lo sostuvo junto al oído

Page 309: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

un momento—. Escucha —dijoalcanzándoselo a Keith. Él loapretó contra la oreja pero no oyóel tono. De hecho, no se oía ningúnsonido. La línea estaba totalmentemuerta, como lo habían notado lanoche anterior desde el aparato deldormitorio, cuando Jennifer trató dellamar a la policía.

—¡Qué raro! —dijo Keithfrunciendo el ceño—, ¡funcionabahace un instante! Llamaré a lacompañía no bien llegue a laoficina.

Page 310: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Le habría gustado detenerse enel 666 e investigar los efectos deaquellos dos rayos, pero estabademasiado apurado. Quería llegarpronto a su oficina en Peekskillpara hablar a la compañíatelefónica, ya que no le agradaba laidea de que Jennifer quedaratotalmente aislada del mundoexterno.

No había viajado más de unkilómetro cuando vio un grancamión de la compañía telefónicaestacionado, junto a un poste. En lo

Page 311: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

alto de una grúa neumática había unhombre con casco. En el suelo,atravesando la calle, había unarama aun más grande que la quehabía caído del alerce de Keith.Otro hombre de casco la cortabacon una sierra eléctrica.

Keith estacionó su camionetadetrás del vehículo de la compañíatelefónica. Al salir, vio a un hombreque se servía café de un termo trasel volante del camión.

—¿Algo anda mal? —lepreguntó Keith, gritando para que lo

Page 312: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

oyera por encima del ruido de lasierra.

—Perdón —dijo el conductorllevándose una mano a la oreja—.¿Qué dijo?

—¿Pasa algo con los cables?—repitió Keith—. Mi teléfono nofunciona.

—¡No señor, claro que nofunciona! Esa tormenta de anochetiró todos los cables abajo.

¿Adonde vive usted?—En Sunset Brook Lane —le

dijo Keith. El conductor sacudió la

Page 313: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

cabeza:—Sunset Brook Lane está

totalmente aislada. Pero a eso delas diez ya habremos conectado elteléfono.

—No entiendo —gritó Keith—, yo recibí una llamada estamañana.

—¿A qué hora? —le preguntoel hombre.

—Alrededor de las seis ymedia —respondió Keith. Viosurgir una duda en los ojos del otro.

—Pues bien, señor, no sé qué

Page 314: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

decirle. Todos los telefonos de esazona han estado descompuestosdesde las cuatro de esta mañana.

Page 315: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

6

Sábado 14 de abril de 1979POCO ANTES DE LAS 10.00

Keith terminó de serruchar la ramadel alerce que había caído sobre eljardín de entrada y él y Jennifer sesentaron a tomar un desayunotardío. La mayoría de las mañanasde los sábados Keith salía a eso delas nueve a discutir presupuestos.Casi todos sus clientes preferíanrecibir su visita cuando el dueño de

Page 316: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

casa no estuviera trabajando, demodo que pudiera hacerlepreguntas. Por lo general en esaépoca del año había tanto trabajoque Keith debía posponer algunasobras tres semanas y a veces hastaun mes. Pero durante los diez díasque él y Jennifer habían pasado devacaciones, el contestadorautomático de la oficina no habíagrabado ningún llamado. Por lotanto este sábado Keith no teníaninguna cita.

Pensó que era extraño. Él,

Page 317: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Marc y Jason hacían un trabajoexcelente. Sus precios eranrazonables. Pero los encargossimplemente no venían.

—A propósito —dijo Keithmasticando su tostada—: DavidCarmichael no te llamó, ¿no escierto?

—No sé nada de él desde quevino a cenar —respondió Jennifermirándolo. La noche anterior, y otravez esta mañana, Keith le habíaparecido sombrío y preocupado—.¿Por qué?

Page 318: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—¿Recuerdas la moneda debronce que se llevó? Me preguntosi habrá averiguado de quéemperador se trataba.

—No lo sé —dijo Jennifer—.Se lo preguntaré cuando lo vea enel remate de esta tarde.

Keith dejó la taza de café ymiró a su esposa.

—¿Qué remate?—Keith, ya te lo dije. Hay un

remate esta tarde a las dos enChristie's en Nueva York. Daviddijo que saldrían a la venta bancos

Page 319: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

y cobertores de trineo. Hablamosde eso el miércoles a la noche ypensé que sería divertido. Dijisteque no te molestaría que yo fuera.¿No te acuerdas?

—Creo que sí —gruñó Keith.David y Jennifer habían estadohablando de antigüedades yremates, y Keith no había prestadomucha atención.

—Puedes venir conmigo siquieres —agregó Jennifer.

—No — respondió él—.Tengo muchas cosas que hacer aquí.

Page 320: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Por ejemplo llevar toda esa leña algaraje.

—Volveré a eso de la seis —dijo Jennifer—. Podemos comer alas siete. O más temprano, si teacuerdas de poner la carne al hornoa las cinco.

—Sí, está bien —dijo Keithpensando en otra cosa—. Si Davidtiene la moneda con él, ¿podríastraerla a casa? Es preciso que se ladevuelva a Coste.

—¿No le has dado todavía elpresupuesto de su casa? —le

Page 321: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

preguntó Jennifer.—No —respondió Keith

mientras terminaba el café—. Esuna de las cosas que debo hacerhoy.

Pero interiormente sabía quedebía enfrentarlo: tenía miedo de loque pudiera ver en el panel derechode esa ventana salediza. Si no erasu rostro el que aparecía en esehexágono de vidrio, entonces habíadejado que su imaginación lodominase. ¿Pero y si realmenteeran sus rasgos los grabados en el

Page 322: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

vidrio? Ninguna de las dosalternativas le gustaba.

Por otra parte, no era cuestiónde despreciar el trabajo que ofreeíaCoste: la Carpintería de ObraOlson no podía permitirse ese lujo.El lunes a la mañana Marc, Jason yKeith terminarían el trabajo enPeekskill. Y después, no teníanninguna otra cosa en vista hastamayo... esto es, a menos que Costeaceptara el presupuesto de Keith yles ordenara comenzar los arreglosen el 666 de Sunset Brook Lane.

Page 323: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Irritado consigo mismo, sepuso de pie y llevó la taza a lapileta. ¿Qué era lo que lo asustaba,al fin de cuentas?

Unas pocas toneladas demadera vieja, plomería corroída yvidrios grabados. ¿Qué estabaesperando?

—Creo que iré ahora mismo aesa casa —le dijo a Jennifer. Subióa buscar su chaqueta y la libreta denotas. Cuando bajó, Jennifer seguíasentada.

—¿Te encontrarás con Coste

Page 324: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

allí? —le preguntó.—No. Pero me dijo que la

llave estaría en la galería y que nome daría trabajo encontrarla. ¿Aqué hora saldrás para Nueva York?

Jennifer echó una mirada alreloj sobre la cocina:

—Saldré para la estación deChappaqua alrededor de las once.

—Bien —dijo Keith con unasonrisa nerviosa—. Seguramenteestaré de vuelta antes.

Salió por la puerta de lacocina. Allí frente a él, a menos de

Page 325: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

cien metros, el sol matutino bañabala casa blanca y amarilla de Coste.

Una vez sola en la cocina,Jennifer volvió a mirar el reloj.Eran exactamente las 10.38. Davidle había dicho que la llamaría a lasdiez 10.30 en punto para decirledonde se encontrarían a almorzarantes del remate. ¿Por qué no lahabía llamado? David siempre sejactaba de su puntualidad. Keithpodía distraerse en su trabajo yllamarla una hora después de lopactado, ¡pero David nunca! Era

Page 326: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

muy raro en él que no llamaraexactamente a la hora en que debíahacerlo.

¿O habría dejado de funcionarotra vez el teléfono? Alzó elreceptor y escuchó el tono. Ya eranlas once menos menos veinte yDavid aún no había llamado.Tendría que vestirse ya, o perderíael tren de las once y diez enChappaqua. ¿Se habría olvidadoDavid? ¿O algo andaría mal?

Jennifer había supuesto queKeith estaría en el 666 de Sunset

Page 327: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Brook Lane desde hacía un rato.Pero, aun así, no le agradaba

la idea de que su marido pudieraentrar a la cocina mientras ellahablaba por teléfono con David.Subió, se sentó junto al teléfono deldormitorio y marcó el número de lagalería de David en la calle 57.Respondió Miss Rosewood:

—David M. Carmichael.Buenos días.

—Hola, habla Jennifer Olson.¿Podría hablar con David, porfavor?

Page 328: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Hubo un silencio de unosinstantes:

—Oh, lo siento. No, señoraOlson, el señor Carmichael no vinoesta mañana. Me telefoneó y medijo que no lo esperara. Y tengoentendido que asistirá a un remateesta tarde.

—¡Lo sé! —dijo Jennifer—.Se suponía que nos encontraríamosantes, pero no me ha llamado paraconfirmar. ¿No dejó ningún mensajepara mí?

Miss Rosewood vaciló. El

Page 329: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

señor Carmichael se había quejadopor haber dormido muy mal, y enconsecuencia quería descansardurante la mañana. ¿Pero eraposible que hubiera pasado lanoche con una joven? El señorCarmichael era viudo, después detodo, ¡y un hombre tan terriblementeatractivo! Pero la secretaria, nacidaen Inglaterra, trataba de no tejernunca especulaciones acerca de lavida privada de su patrón. Y porinocentes que fueran sus razonespara no aparecer por la galería, de

Page 330: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

cualquier modo no le incumbían ala señora Olson.

—No —dijo—, no haymensaje. No espero ver al señorCarmichael hasta el lunes. ¿Puedodecirle que la llame la semanapróxima?

—No se moleste —respondióJennifer, irritada por la tercaformalidad de Miss Rosewood—.¡Lo llamaré a su casa! —Y antes deque la secretaria pudiera protestar,colgó el teléfono.

Se sorprendió un poco de su

Page 331: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

propia rudeza. Se prometiódisculparse con Miss Rosewood lapróxima vez que hablara con ella.Volvió a levantar el receptor ymarcó el número del departamentode David en Riverside Drive.

Para llegar a la casa del 666Keith podría haber cruzado labarranca. Pero aún ansiabaposponer la inspección lo más quepudiera. De modo que tomó elcamino largo, por la loma de SunsetBrook Lane.

Los últimos días de abril eran

Page 332: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

un momento extraño del año, pensóKeith. El sol brillaba con tantafuerza como si estuvieran amediados de agosto, pero el aireaún estaba frío. Todos los árbolesmostraban las ramas desnudas. Lashojas verdes de la berza silvestreasomaban en el fondo de labarranca. Aquí y allá, algunos arcesmostraban sus primeras florcitasrojas. Por lo demás, era un mundomuerto. La casa blanca y amarillano tardó en aparecer. Keith nisiguiera se molestó en mirar la

Page 333: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

ventana salediza; vería mejor elvidrio grabado desde el cuartohexagonal.

Al entrar por el sendero delfrente Keith desenrolló su cintamétrica. Tenía que determinar lasdimensiones generales de la casapara calcular cuántos litros depintura se necesitarían para cubrirla superficie exterior.

La galería del frente —y lacasa— medía diez metros. Elcésped recién plantado aún noasomaba, y para no pisarlo Keith se

Page 334: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

deslizó con cuidado sobre las lajasal medir el costado, que teníacatorce metros desde el frente a lapared de la cocina. Por últimomidió la sombra del techo y calculóque había seis metros desde elalero hasta la base de concreto.

Hecho lo cual subió a lagalería y probó la puerta. Estababien cerrada. El pesado picaportede bronce apenas se movió bajo sumano. ¿Dónde estaba la llave que lehabía prometido Coste?

Keith buscó en todos los sitios

Page 335: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

donde la gente escondehabitualmente las llaves. Pero nohabía felpudo, ni huecos en losmarcos de las ventanas ni en lascolumnillas torneadas que sosteníanel techo de la galería. Incluso miróen el techo cuya pintura amarilla sedescascaraba, pero las llaves noestaban allí.

Pues bien, si no podíaencontrar las llaves no podríaentrar a hacer el presupuesto. Leprodujo una rara satisfaccióncomprobar que Coste, tan brusco y

Page 336: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

desdeñoso en el teléfono, habíafallado.

Tarde o temprano apareceríanotros trabajos. Mientras tanto, Keithpodría llamar a Tom Greene ydecirle que Coste debería buscar aotro...

Ya bajaba la escalera cuandoalgo metálico cayó sobre las tablasdel piso de la galería a susespaldas. Se volvió.

Allí, directamente frente a lapuerta, había un anticuado llaverode hierro.

Page 337: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Esta vez Keith sabía que nohabían caído del techo porque lohabía examinado. ¡Alguien debióarrojarlas a la galería! Corrió haciala derecha y miró el terreno delfrente y la calle. No había nadie. Ysólo se veían sus propias huellas enel suelo recién rastrillado. El otrolado de la casa —donde el terrenose inclinaba bruscamente endirección al arroyo— era el únicositio donde podía haberse ocultadoel lanzador de llaves sin que Keithlo viera. Corrió hacia allí y echó

Page 338: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

una mirada a la barranca. Perotampoco vio a nadie. Y no habíarocas o arbustos lo bastante grandescomo para ocultar a un hombre.

A Keith nunca le habíangustado mucho las bromas. Ahoraalguien jugaba con él tratando deponerlo nervioso, y eso no lecausaba gracia. Confuso e irritado,alzó la llave. Aún se la sentíaligeramente cálida. ¡Igual queaquella vieja moneda que habíaencontrado en la bañera! Metió lallave en la cerradura y abrió la

Page 339: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

puerta del frente. Entró y se dirigióde inmediato a las puertascorredizas debajo de la escalera.Esa cara grabada en la ventanaderecha era parte de todo este juegotonto, y él quería satisfacer sucuriosidad. Dentro del cuartohexagonal, el aire estaba seco yquieto. Pero cuando Keith avanzóhacia la ventana derecha donde seencontraba el hombre gimiente,sintió una brisa fría en la cara.

¡Habían quitado el vidriodonde se hallaba la cara de esa

Page 340: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

figura! Y a través de la aberturahexagonal soplaba un helado vientode abril.

Cuando Jennifer marcó elnúmero de la casa de DavidCarmichael, la línea estabaocupada.—

Probó otra vez dos minutosmás tarde. Esta vez, Davidrespondió al primer llamado.

—¿David? Habla Jennifer.—¡Jennifer! —La voz de

Carmichael, pese a su calidez, seescuchaba ronca y exhausta—.

Page 341: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Quería agradecerte otra vez la cenadel miércoles. Sólo lamento que...

—Por favor, eso no tieneimportancia —dijo ella. El relojmarcaba las once menos diez—.¿Nos encontraremos para almorzar?

—Me temo que no. He pasadopor unas molestias... —De prontoen la línea había ruidos y estática—. ¿Puedes oírme bien?

—Sí —dijo Jennifer alzandola voz—. Pero pareces cansado.¿Estás enfermo?

—En realidad no —le

Page 342: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

respondió—. Pero tengo queterminar con este problema e ir aver a un médico.

—¿Un médico? —dijoJennifer. Recordó el súbito ataquede náusea de David el miércoles—.¿No te sientes bien?

—¡Me siento perfectamente!—David soltó una risa pococonvincente—. No es nada serio enrealidad, sólo una serie de malossueños. Por cierto nada de lo quedebas preocuparte.

¿Malos sueños? Jennifer no

Page 343: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

podía creer que David le estuvieradiciendo toda la verdad.

—¿Entonces no irás al remate?—No —dijo David—. No

dormí bien anoche, y no sientoganas de ir.

En la venta de esa tarde,recordó Jennifer, había una raracómoda Luis XV que David queríacomprar a cualquier precio. Debíasentirse realmente mal para dejarpasar la oportunidad.

—Yo puedo ir a la ciudad —le sugirió—, y hacer ofertas por

Page 344: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

cualquier lote que te interese.—No, por favor. Hay otros

remates en esta temporada, ycréeme, asistiré a todos. Una vezque haya hablado con el médico nospodremos encontrar a almorzar y tecontaré todo.

Jennifer se sentía molestaporque David no hablara confranqueza en ese momento.

—¿Recuerdas esa moneda quete dio Keith? —le preguntó—.Quiere saber si la has identificado.

—Sí. Es un sestercio de

Page 345: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

bronce del reinado de Nerón. ¿EstáKeith ahí? —preguntó Davidaprensivamente.

—No —dijo Jennifer—. Salióa hacer un presupuesto. De hecho,está...

—De acuerdo —dijo Davidcon apuro—. Llevaré el sestercio lapróxima vez que nos encontremos.

—Dime la verdad —insistióJennifer—. ¿Te pasa algo?

—Sólo pesadillas —dijoDavid riéndose—. Te llamaré lasemana que viene, ¿está bien?

Page 346: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Está bien—respondió lamuchacha, convencida de que él nole decía la verdad.

—Adiós entonces.—¡Adiós! —Al colgar,

Jennifer se sentía intrigada y herida.Ella y David siempre habían sidotan francos el uno con el otro. Peroahora él parecía ocultar algo, yhabía conducido la conversación asu gusto.

¿Habría estado con una mujercuando ella llamó? Eleanor habíamuerto dos largos años atrás, al fin

Page 347: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

de cuentas, y por supuesto habríamuchas mujeres que loconsiderarían apuesto y atractivo.

A pesar de sí misma, Jenniferse sintió celosa y confusa. Amaba aKeith; nunca se había arrepentidode casarse con él. Pero aun así, sehabía habituado a pensar que Davidno quería a nadie más que a ella.

Pero tanto Jennifer como MissRosewood erraban en sussuposiciones. El anticuario estabacompletamente solo en sudepartamento de Riverside Drive.

Page 348: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Esperó a que Jennifer colgaraantes de depositar el receptor en lahorquilla. Sentía una desesperadanecesidad de hablar con ella... perono hoy, no ahora. David queríadejar la línea desocupada, por laremota posibilidad de que el doctorFuchs-Kramer volviera a llamar. Alas diez y media, cuando se suponíaque debía telefonear a Jennifer,estaba comunicándose con elHospital Lenox Hill. Durante todala mañana estuvo haciendollamados tratando de localizar a

Page 349: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

alguien que lo ayudara a detener susúbito ataque de pesadillasaterrorizantes.

El viernes a la noche, no biense durmió comenzó exactamente elmismo sueño por segunda vez.Volvió a ver la casa azul surgiendode la tierra sangrante. La tierra sehabía transformado en carnehumana. Una vez más David habíatratado de despertarse gritando... yhabía sido despertado en realidadpor los furiosos golpes que dabaLeo Jacobs en la pared.

Page 350: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Después de esta segundapesadilla fue a la sala y se mantuvodespierto durante una hora, tomandoté y hojeando un ejemplar viejo deConnaisseur para apartar el sueño.Al fin, a eso de la una, volvió a lacama. Pero dos horas más tarderepitió la pesadilla por tercera vez,incluyendo hasta el último detalle,del principio al fin.

Sin embargo, esta vez lodespertó el sonido del teléfono, quesonaba en la sala. Era Leo Jacobs, yahora el vecino de David estaba

Page 351: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

auténticamente irritado. Preguntabapor qué el señor Carmichael haciasemejante escándalo a esa hora dela noche, y amenazaba con llamar ala policía si volvía a despertarlo.Al cortar la comunicación David sesenda horriblemente embarazado.Había despertado al señor y a laseñora Jacobs tres veces en estasúltimas dos noches. Era evidente,lamentablemente, que sus gritos ens ue ñ o s no podían despertarlo.Siempre debía ser otro ruido —losgolpes de Leo Jacobs en la pared,

Page 352: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

el teléfono— el que al fin loarrancara de la pesadilla.

Con miedo de volver a lacama, David se llevó la almohada ala sala y con varias frazadasimprovisó una cama sobre laalfombra. Si gritaba aquí, al menosestaría rodeado por las paredes desu propio departamento.

Estuvo despierto hasta pasadaslas cuatro. Después se durmió y notuvo sueños. Pero cuando sedespertó en el piso, a las siete delsábado, tenía el cuello rígido y le

Page 353: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

dolía la espalda.Simplemente no podía pensar

siquiera en medio día de trabajo enla galería, por lo que habíatelefoneado a Miss Rosewood paracomunicárselo.

Cuando lo llamó Jennifer,sintió la fuerte tentación de contarletodo lo que había sucedido desdeque tocó por primera vez elsestercio de bronce en su casa deNew Castle. ¿Pero cómo explicarlela fugitiva visión que había tenidode ella? En la imaginación te vi

Page 354: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

roja y brillante, aterrorizada yjadeando. Pensé que debíassaberlo. En cuanto a esa moneda,valía mil dólares, perosimplemente se evaporó. Lo siento.Afortunadamente David habiacomprado el sestercio nuevo, máscaro. Ahora podría dárselo a Keithen reemplazo del otro. Pero aun así,¿creería Keith lo que habíasucedido con su moneda original?

¿Cómo podía explicarle aJennifer lo que él mismo nopretendía comprender? ¿Y qué

Page 355: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

decir de la pesadilla repetida?Simplemente no podía seguir así,casi sin dormir... Primero debíaconseguir que alguien le explicara aél qué sucedía; alguien que pudieradetener el flujo de sueños ytranquilizarlo, porque temía estarvolviéndose loco. Pero no quería unmédico que fuera un meropsiquiatra. Hizo una docena dellamados antes de que el doctorBlock, un buen cliente quetrabajaba en el Hospital Lenox Hill,le recomendara al doctor Stanley

Page 356: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Fuchs-Kramer, renombradopsiquiatra que además eraparapsicólogo.

Pero cuando David llamó alnúmero del doctor Fuchs-Kramer,fue un contestador automático elque grabó su llamada. Era sábado,por supuesto, y el parapsicólogo noatendía fuera de los días de semana.El doctor Fuchs-Kramer no podríaverlo hasta el lunes a la mañana,con suerte.

David debía enfrentar solo lasnoches del sábado y el domingo,

Page 357: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

con la posibilidad de que el sueñode la horrible casa azul comenzarano bien se quedase dormido.

Jennifer seguía sentada en eldormitorio cuando oyó golpearse lapuerta de la cocina.

—¡Keith! —llamó—. ¿Erestú? Pero no hubo respuesta. Ensilencio, se acercó a la escalera ymiró hacia abajo. No había nadie enla sala.

—¿Keith? —volvió a llamar.—¡Sí, soy yo! —Su voz venía

de la cocina. Cuando Jennifer bajó

Page 358: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

lo encontró sentado a la mesa dedesayuno, con su libreta y lacalculadora de bolsillo frente a él.

—Llamé a David —dijo lajoven, pero Keith se limitó a gruñiry anotó unas cifras. Jennifer sabíaque no convenía molestarlo cuandose enfrascaba en sus números.

La casa del 666 estaba peor delo que Keith había creído. Calculóque dejarla como nueva llevaría almenos dos semanas de trabajo. Ypor el revestimiento, la pintura y lamano de obra tendría que cobrar

Page 359: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

seis mil doscientos cincuentadólares. Soltó un silbido. ¡Muyalto! Revisó los números, pero eltotal seguía siendo el mismo.

Basándose en la breveconversación que habían mantenidoel viernes a la mañana, Keithsupuso que Coste era unperfeccionista, uno de esos clientescon grandes exigencias. Noaceptaría un trabajo chapucero. Porotra parte, el que Coste tuviera eldinero para trasladar a tantadistancia su casa no significaba que

Page 360: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

pudiera gastar sin freno. De modoque Keith decidió bajar quinientosdólares el precio. Aun así habríabastante dinero como para obtenercierta ganancia, siempre que Costeaprobara la cifra más baja.

Levantó el teléfono de lacocina y marcó el número de TomGreene. En ese momento vio a suesposa, de pie en el umbral de lasala.

—Hola —le dijo—. Creí queibas a la ciudad. Jennifer negó conla cabeza.

Page 361: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—David no se siente bien.Pero me pidió que te dijera que lafigura en la moneda corresponde alemperador Nerón. Un sestercio,creo que dijo que era.

—Perfecto —respondió Keith—. Sea lo que fuere, tengo quedevolvérsela a Coste. ¿Cuándo latraerá David?

—No me lo dijo.Keith estaba a punto de

preguntarle a su esposa por qué laenfermedad de David le impedía ira la ciudad. Pero en ese momento

Page 362: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

oyó que levantaban el tubo del otrolado de la línea.

—¿Tom? Hola, habla Keith.Puedes decirle a tu señor Coste queel arreglo de su casa trasplantada lesaldrá cinco mil setecientosdólares. Lo cual incluye arreglartodas las grietas y magulladuras delexterior antes de darle dos capas delátex de exteriores.

—La cantidad está bien —respondió Tom Greene. Keith miróel teléfono:

—¿No tienes que llamar a

Page 363: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Coste? ¿O acaso él sabía que iba acobrarle esa cantidad?

—No, no —dijo Tom riéndose—. Me llamó esta mañana y me dijoque pagaría hasta siete milquinientos por el arreglo. Pero nohabría aceptado una oferta demenos de cuatro mil tampoco.

Eso habría significado que noharías todo lo que cree que esnecesario.

Keith soltó un suspiro. Enlugar de rebajar quinientos dólarespodría haber subido mil y Coste lo

Page 364: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

habría aceptado sin pestañear.—Pero está apurado —agregó

Tom Greene—. ¿Podrían empezarla semana próxima?

—Por supuesto —respondióKeith—. De hecho, es probable queempecemos el lunes a la tarde.

—Perfecto —respondió elcorredor—. Coste quiere que pintesel exterior de un azul oscuro. Perodeja blancos los marcos. Y por elmomento no hagas subcontratos porla pintura del interior.

—¿Por qué no? —preguntó

Page 365: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Keith—. ¿Acaso Coste quiere elrevestimiento desnudo?

—Por el momento, sí. Una vezque alquile la casa, el inquilinopodrá elegir el color que le plazca.

—¿El inquilino? —repitióKeith subrayando el masculino—.Creo que más bien quien decideesas cosas es la señora.

—No en este caso —dijo TomGreene—. Por ley, se supone quedebo alquilar la casa a cualquiercandidato respetable que sepresente. Pero Coste me indicó con

Page 366: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

total claridad que no quiere unafamilia entera allí. Quierealquilarla a un hombre que seasoltero, divorciado o viudo.

Page 367: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

7

Lunes 16 de abril de 1979SENTADO EN EL consultorio

del doctor Fuchs-Kramer, Davidcomprendió súbitamente hasta quépunto estaba cansado.

Las noches del sábado y deldomingo había dormido en la sala,con el terror de que volviera lapesadilla, y de gritar y despertar almatrimonio Jacobs. En esemomento, después de tres noches de

Page 368: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

insomnio acostado en el piso,David estaba desesperado. Sugratitud había sido inmensa cuandoel doctor Fuchs-Kramer aceptóverlo esa misma tarde, a últimahora.

El médico tenia treinta y dosaños, un rostro rosado y redondo y,sobre la frente, comenzaban a ralearlos cabellos rubios y enrulados. Seajustó los anteojos sin montura yechó una mirada cuidadosa alapuesto y elegante paciente sentadofrente a su escritorio.

Page 369: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Durante los últimos tres añosla clínica psiquiátrica que tenían enManhattan les había permitido aldoctor Fuchs-Kramer y a suasistente el doctor Harold Werner—también psiquiatra diplomado—realizar experienciasparapsicológicas. Pero a diferenciadel Maimónides en Brooklyn, laclínica nunca publicitaba susinvestigaciones en ese campo. Y elpresupuesto de investigación delque disponía el doctor Fuchs-Kramer, ya escaso, corría peligro

Page 370: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

de ser disminuido. Pero un mecenasrico como David M. Carmichaelpodría ser la respuesta a lasplegarias del parapsicólogo.

—Pues bien, señorCarmichael. ¿Qué puedo hacer porusted?

El anticuario se aclaró lagarganta antes de hablar.

—He tenido algunasexperiencias... poco comunes,últimamente. Y esperaba que ustedpudiera ayudarme a explicarlas.¿Conoce al doctor Block, cirujano

Page 371: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

del hospital Lenox Hill?El doctor Fuchs-Kramer

asintió.—Es cliente mío; su esposa

me compró un escritorio el inviernopasado. Le dije que quería unmédico psiquiatra, quecomprendiese el trabajo de lamente. Pero asimismo un médicoque tuviera cierto conocimiento depercepción extrasensorial. Almenos, que no fuera un escéptico.

Alguien que pueda creer loque me ha estado sucediendo...

Page 372: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Exactamente ¿qué es lo queha estado sucediéndole? —preguntóel médico.

David vaciló. ¿Por dóndecomenzaría? ¡Oh, al diablo! Eldoctor Fuchs-Kramer era unexperto: qué él se las arreglara:

—Bien, el miércoles pasadofui a Westchester al norte, a cenarcon unos amigos míos...

Lo contó todo, desde elmomento en qué había tocado porprimera vez el sestercio de bronceen la sala de Jennifer. Durante todo

Page 373: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

el tiempo el doctor Fuchs-Kramerasentía y lo estimulaba a seguirhablando. David lo hizo,describiendo la presencia que habíasentido súbitamente en sudepartamento... y cómo al abrir lamano había descubierto que lamoneda ya no estaba.

—Detengámonos aquí unmomento —dijo el parapsicólogo—. Volvamos a la noche delmiércoles pasado, cuando usted viopor primera vez esa moneda. ¿Latocaron también el señor y la

Page 374: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

señora Olson?—No —dijo David—.

Jennifer no la tocó. Sólo Keith.—¿Y pareció mostrar algún

tipo de aversión o repugnancia alhacerlo?

David negó con la cabeza:—No que yo recuerde.—Y la otra moneda que usted

compró el jueves —dijo el doctorFuchs-Kramer—, ¿no le produjoninguna reacción al tocarla?

—No. —David buscó en elbolsillo superior de su chaqueta y

Page 375: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

sacó el valioso sestercio de bronce.Lo había vuelto a guardar en

su envoltorio plástico para evitarperderlo involuntariamente.

—¿Puedo ver? —El médicotomó el sobre de manos de David ymiró el sestercio. —¡Muy lindo!

¿Y la otra moneda era delmismo tipo que ésta?

—Sí —respondió David—.Sólo que estaba en condicionesmucho peores.

—De acuerdo —dijoresueltamente el doctor Fuchs-

Page 376: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Kramer—. Usted le compró estamoneda a un numismático, ¿no escierto? ¿Y dónde dijo su amigo queconsiguió la otra?

—La halló en una casa reciénconstruida en su vecindad. Keith mecontó que había oído caer algo enuna bañera vacía. Cuando miróencontró esa moneda vieja ycorroída.

—Quizás fue un aporte —dijoel doctor Fuchs-Kramer.

David creyó no haber oídobien:

Page 377: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—¿Un importe?— U n aporte. —El

parapsicólogo sonriótranquilizándolo—. Los aportes sonalgo bastante común en las casasllamadas "embrujadas", donde sedetectan fenómenos paranormales.El objeto en cuestión casi siemprees pequeño, y metálico: una llave,por ejemplo. O una moneda.Algunos testigos dicen que losaportes se materializan en el aire,cerca del techo. —El doctor Fuchs-Kramer levantó la mano

Page 378: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

demostrando la altura—. Y luego elobjeto cae lentamente hasta el piso,mucho más lento de lo que caeríacualquier objeto atraído por la leyde gravedad. A veces el recorridoes una curva o un zig zag, como siel aporte tratara de llamar laatención. Ahora bien. —El médicose inclinó hacia adelante—. Cuandosu amigo tomó por primera vez lamoneda, ¿dijo haber sentido algoespecial?

—Sí —afirmó David, y agregó—: creo que dijo que la había

Page 379: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

sentido caliente.—Es algo frecuente en los

aportes —corroboró el doctorFuchs-Kramer—. Y a vecesvuelven a desaparecer, como diceusted que sucedió con éste.

David aún no estaba seguro desi el doctor Fuchs-Kramer le creía:

—¿Pero lo que le estoycontando tiene sentido? ¿Usted loentiende?

El médico sonrió sincomprometerse:

—Digamos que su relato entra

Page 380: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

en los lineamientos de algunosinformes que he leído. Es cierto quelos detalles no parecen soñados niinventados. De todos modos, tengouna pregunta que hacerle. Las dosveces que usted sostuvo esamoneda, ¿la imagen del hombretorturado fue la única visión querecibió?

—No —respondió David—.La segunda vez que lo probé tuveuna visión nítida de Jennifer Olson.Es la esposa del hombre que hallóla moneda. Eso sucedió

Page 381: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

precisamente antes de quedesapareciera... y la misma nocheen que empezaron los sueños.

—¿Sueños? —preguntó eldoctor Fuchs-Kramer.

—Es el motivo principal de mivisita —dijo David. Le contóentonces su pesadilla repetidaacerca de la casa azul victorianaque emergía de un suelo sangrante.—Cada vez que la tuve traté degritar hasta despertarme. Pero no loconseguí.

El médico se sacó los anteojos

Page 382: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

y se frotó el rostro.—Veamos. Tuvo un sueño la

noche del jueves pasado, y dosveces la noche siguiente. ¿Quésucedió el fin de semana? ¿No tuvosueños las noches del sábado y eldomingo?

—No dormí muy bien —dijoDavid—. Si tuve sueños, no losrecuerdo.

—¿Pero la pesadilla de lacasa azul, se repitió tres vecesseguidas?

—Sí —respondió David—.

Page 383: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

¿Cree que volverá a repetirse?—No lo sé. —El doctor

Fuchs-Kramer volvió a ponerse losanteojos. —Le preguntaré algo más.

Cuando usted tuvo esapesadilla, ¿la notó de algún modomás vivida, más real, que un sueñocomún?

El anticuario asintió con lacabeza.

—Señor Carmichael... ¿haexperimentado alguna vez algo quepudiera considerarse percepciónextrasensorial? ¿Ha adivinado

Page 384: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

alguna vez quién llamaba alteléfono antes de responder? ¿Hatenido intuiciones del sitio donde sehallaba un objeto perdido, o elmomento en que llegaría alguien avisitarlo? ¿Le ha pasado algo asíalguna vez?

—No que yo recuerde —dijoDavid.

—Lo que me pregunto —siguió diciendo el médico— es sisu pesadilla repetida podría serprecognitiva, si acaso estaráprediciendo el futuro. Esa nitidez

Page 385: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

con que soñó, y la repetición, nadamenos que tres veces seguidas,sugieren que su inconsciente puedeestar tratando de advertirle acercade algo que sucederá.

—¿Advertirme? —preguntóDavid—. ¿Que una casa azulrealmente se asomará de la tierra?¡Eso es imposible!

—No para una mente quesueña —dijo el doctor Fuchs-Kramer con una sonrisa—. Elinconsciente suele comunicarse enuna especie de taquigrafía,

Page 386: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

mezclando los símbolos ycomprimiendo sus imágenes. Ahoramismo, por ejemplo, estoy haciendopruebas con un obrero de fábricaque soñó que una mano sin cuerpoentraba a su fábrica (¡entrabacaminando sobre los dedos,imagínese!) y apagaba la luzfluorescente que hay sobre la líneade montaje en la que él trabaja.¿Imposible, no es cierto? Pues bien,a la semana siguiente un hombreque trabajaba en esa línea demontaje al lado del sujeto metió la

Page 387: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

mano accidentalmente en lamáquina. Para detener elmecanismo tuvieron que cortar laenergía, con lo que se apagó la luz.Pero era demasiado tarde. Tuvieronque amputarle la mano a la altura dela muñeca.

—Dios mío —murmuróDavid.

—¿Ve? —preguntó elparapsicólogo—. El sueño delsujeto tomó dos elementos delaccidente futuro: la mano cortadadel obrero y el corte de energía, y

Page 388: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

los recombinó en una secuenciadiferente. Los sueños precognitivossuelen funcionar así. Reúnensucesos separados y los representanal mismo tiempo.

David se quedó callado,tratando de recordar la secuenciaexacta de hechos en su pesadilla.

—¿Reconoce algún detalle ensu sueño? —le preguntó el médico—. Por ejemplo, ¿ha visto algunavez una casa semejante a esa?

—Sí y no —respondió David—. Se parece a la casa nueva en

Page 389: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

New Castle, donde Keith encontróla moneda romana. Pero en la vidareal la casa está pintada deamarillo, no de azul. —Se detuvo alnotar que el médico pensaba en otracosa. —¿Cree que se trate de unsueño anticipatorio?

—Me temo que tendremos queesperar y ver —dijo sonriendo eldoctor Fuchs-Kramer. ¿Cómopodríamos asegurar que anticipó unhecho antes de que ese hecho tengalugar? Pero mientras tanto, seríaconveniente hacerle unas pruebas

Page 390: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

para medir su capacidadpsicométrica.

David mostró suincomprensión de tales términos. Elparapsicólogo volvió a sonreír.

—Se llama psicometría a lacapacidad de recibir impresionesde un objeto por el tacto. Algunossujetos lo hacen muy bien, y lasimágenes que reciben resultanválidas. Mi ayudante estárealizando una prueba de este tipoahora mismo. ¿Le gustaríaobservarla?

Page 391: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Por cierto que sí —respondió David. El doctor Fuchs-Kramer se levantó:

—Sígame.Más o menos a la misma hora

en que David Carmichael llegaba alconsultorio del doctor Fuchs-Kramer, Keith comenzó a trabajaren la casa del 666 de Sunset BrookLane.

Había pasado la mañana conMarc y Jason en Peekskill. Lasnuevas persianas que Keith mandóhacer para las ventanas de los

Page 392: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

dormitorios no eran iguales a lasviejas, ya modificadas por el sol ylas lluvias. Keith resolvió elproblema con una ligera capa depintura gris. De cualquier modo, enla temporada siguiente sería precisorenovarlas a todas, con lo que seuniformarían.

Al mediodía terminaron delimpiar. Keith cargó lasherramientas en su camioneta y lesdijos a Marc y Jason que loesperaran en el 666 de SunsetBrook Lane después de almorzar.

Page 393: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Poco antes de las dos Keithentraba con su vehículo por elsendero de grava de la nueva casa.

Había llegadodeliberadamente unos minutosadelantado para echar un vistazo ala casa antes de que aparecieran susayudantes.

En primer lugar examinó lagran ventana salediza. Aún faltabael vidrio hexagonal correspondientea la cara del hombre que lloraba, ypensó que debería cubrir el agujeroantes de que volviera a llover. Vio

Page 394: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

en el suelo, frente al balcón, unpajarito, ¿Estaría muerto, o herido?

Como temía a los piojos quesuelen transmitir los pájaros, fue ala camioneta a buscar una cucharade albañil para alzarlo. Fue yvolvió por el borde de laconstrucción: el césped reciénempezaba a brotar y no queríadañarlo con sus pisadas.

El pájaro era un gorrión. Keithlo acomodó sobre la cuchara y lomiró de cerca. No parecía habersido herido; pero algunas, plumas

Page 395: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

del cuello estaban quebradas yfuera de sitio. Cuando Keith y suhermano Paul eran chicos, el gatoque tenían solía traerles pájarosmuertos también sin marcas. Alparecer morían de miedo antes deque el gato pudiera herirlos.

Lo depositó de nuevo en elsuelo y lo movió con la cuchara. Lacabeza del pájaro muerto rodó deun modo antinatural: el cuelloestaba roto. Debía de haberchocado contra la ventana, pensóKeith.

Page 396: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Arrojó el gorrión muerto a labarranca en el mismo instante enque el coche de Marc aparecía porel otro ladc de Sunset Brook Lane.Jason venía en el asiento junto a él.Ambos carpinteros tenían poco másde veinte años. Eran muy capaces yhabían trabajado con Keith desdeantes del casamiento de éste conJennifer.

Al llegar, Marc alzó la vista ala casa y silbó:

—¡Por cierto que necesita unabuena pintura!

Page 397: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Eso vendrá después —dijoKeith. Señaló el cartel de alquilerde la oficina de Tom Greene, juntóa la ventana salediza—. El dueñoquiere alquilarla, así que habrá quearreglar primero el interior.

—¿Pero por qué están en talmal estado los tablones? —preguntó Jason.

—Porque trasladaron íntegrala casa a este sitio —dijo Keith—.¡Creo que la trajeron desde la costaoeste!

Keith aún tenía la llave que

Page 398: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

había encontrado en la galería elsábado a la mañana. Ahora abrió lapuerta principal y entró con Marc yJason a la sala vacía.

—Todo este revestimientotiene que desaparecer —dijo Keith—. Jason, a ti te gusta desnudarparedes. ¡Podrás divertirte bastanteaquí!

Una fría brisa primaveralsoplaba desde la puerta abierta.Keith fue al comedor y abrió un parde ventanas; la corriente levantaríael polvo acumulado en la casa. Le

Page 399: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

sorprendió que las ventanas sedeslizaran con tanta facilidad. Lasventanas viejas siempre erandifíciles, y después de un viaje detantos kilómetros bien podíaesperarse que una casa de maderaperdiera su escuadra, lo quesiempre endurecía puertas yventanas.

Jason se quedó en medio de lasala, mirando a una pared y a otra.

—No puedo explicármelo —dijo al fin—. ¿No usaron puntales?

—¿Qué quieres decir? —le

Page 400: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

preguntó Keith.—Una vez vi trasladar una

vieja casa de campo —dijo Jason—, en Armonk. Estabanconstruyendo una carretera, y lacasa estaba en el camino. Tuvieronque trasladarla apenas unos cienmetros por campo llano. Pero aunasí fue preciso apuntalar el interior,es decir ajustar las tablas en elinterior con clavos de cuatropuntas. ¿Dices que transportaronesta casa a través de todo el país?

—Así lo creo —dijo Keith—.

Page 401: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Estoy tratando de averiguarlo.Jason señaló el revestimiento

de madera bajo la escalera.—¿Sin apuntalamiento en el

interior? Esas maderas se habríansoltado antes de que pudieranlevantar la casa de su base original.Y mira el cielo raso: es yeso,puesto hace unos cuantos años, y notiene siquiera una grieta.

—Apuesto a que sí usaronpuntales —dijo Keith pasando lamano por uno de los paneles derevestimiento cerca de la puerta—.

Page 402: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Este revestimiento es nuevo. Losclavos están brillantes todavía. Lacuadrilla que trasladó la casa debede haber quitado el revestimientooriginal y puesto los puntales. Unavez que tuvieron la casa instaladaaquí quitaron los puntales yclavaron este revestimiento barato.

—Es posible —asintió Jason.—Pues hoy mismo sabrás si es

cierto o no —dijo Keith sonriendo—. Tenemos que volver a hacer esetrabajo, y esta vez hacerlo bien.

Jason comenzó a desprender el

Page 403: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

primer panel de revestimientomientras Marc y Keith fueron a lacamioneta. En la parte trasera habíauna carga de paneles de buenacalidad, de cuatro y ocho pulgadas,recién comprados al proveedorhabitual de Keith. Los bajaron yapilaron contra la pared junto a lapuerta del frente, uno por uno. Keithoía a Jason adentro de la casa,quitando el delgado revestimientode las paredes. De pronto losruidos cesaron y Keith oyó lospasos de Jason que venían hacia la

Page 404: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

puerta.—Eh, Keith. —Jason tenía una

mirada extraña. —Ven aquí a miraruna cosa. No vas a poder creerlo.

Keith lo siguió hasta la sala,donde Jason ya había quitado elprimer panel de revestimiento y lohabía depositado en el piso.

En cualquier otra casa dondeKeith hubiera trabajado, lostablones que formaban las paredeseran todos uniformes, por lo generalde dos por cuatro pulgadas. Peroaquí, cada pieza de madera era de

Page 405: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

tamaño diferente. Algunasmostraban huellas de un aserradodirecto; otras habían recibido suforma con hacha o escoplo. Una delas maderas aún tenía la cortezaadherida, tal como había estado enel árbol. Y casi todas las maderasque veía Keith lucían muescasinexplicables, estrías, incisiones, yextrañas manchas parduscas.

—Tienes razón —le dijo aJason—. No puedo creerlo.

—Quizás alguien armó estacasa con maderas que encontró en

Page 406: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

la playa —sugirió Marc.—No lo sé —dijo Keith—.

Gran parte de este material parecehaber sido arrancado de otrasconstrucciones. Y no parecedecolorado como lo hace el agua demar.

—Esta viga parece de pino —observó Marc—. Y está —agregótocando una plancha de granogrueso— es roble. ¿Pero quédemonios es esto?

Junto a la puerta de entradahabía una tabla gruesa y cuadrada,

Page 407: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

con la parte inferior quemada.La madera sana era oscura y

de grano muy cerrado, y tambiénella estaba cubierta, en la partecentral, por manchas de color pardoclaro.

—¿Será pino de California?¿O teca? —preguntó Keith—.Parece tropical. —¿Pero por quéalguien habría elegido esta maderaevidentemente inadecuada para laconstrucción?

—Mira aquí. —Jasonseñalaba otro tablón vertical cerca

Page 408: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

del marco de la puerta. La maderaestaba llena de agujeros de clavos.Le recordó a Keith una silla antiguaa la que Jennifer le había quitado eltapizado para restaurarlo. El marcode la silla estaba cubierto dedecenas de agujeros hechos por losclavos con que se habían sujetadolos distintos tapizados a lo largo delos años.

Por supuesto, retapizar unasilla era lo más sensato. ¿Pero concuánta frecuencia se reemplazabanlos revestimientos de una pared?

Page 409: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—¡Y mira esto! —Marcseñalaba la parte inferior de unaviga, donde se unía al piso. —¡Mira, no tiene clavos!

Keith vio que Marc estaba enlo cierto. En lugar de los habitualesclavos de seis pulgadas, esta casaestaba armada con clavijas demadera, un antiguo método deconstrucción que volvía a una casauna estructura mucho más sólida delo que hubiera sido utilizandoclavos.

—Ahora entiendo por qué

Page 410: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Coste es tan quisquilloso con estacasa —dijo Keith—. ¡Imagínate eltrabajo de barrenar todos estoshuecos y calcular el tamaño exactode las clavijas! Ahora me explicoque la casa no haya sufrido dañosdurante la mudanza.

—Aquí falta un par de clavijas—dijo Jason pasando el dedo porun agujero en el centro de una viga.Debajo había otro agujero deexactamente el mismo tamaño.

—¿Será aquí donde ajustaronlos puntales? —preguntó Keith.

Page 411: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Para comprobar su intuición cruzóel cuarto y fue a la pared queseparaba la sala del comedor. —Jason pásame la palanca.

No tardó en arrancar un buentrozo de enmaderado. Debajo habíaotra viga, a la misma altura que lade enfrente. Y en el medio tambiénhabía dos agujeros circulares.

—¿Ven? —dijo Keith—. Elpuntal pasó por estos agujeros, yatravesó toda la sala.

Jason no se mostró muyconvencido.

Page 412: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—¿Pero por qué construyeronla casa con clavijas? ¿Por qué nousaron simplemente clavos?

—No lo sé —suspiró Keith—.Pero querría que terminen de sacartodo el revestimiento antes de lanoche. Así que pónganse a trabajar.

El doctor Fuchs-Kramer llevóa David Carmichael a un cuartocerrado en el fondo de un corredor.Abrió la puerta con una llave quesacó de su chaqueta blanca,encendió la luz e invitó a David apasar.

Page 413: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

El pequeño cuarto sin ventanastenía dos sillas, una camilla y unaconsola con equipo electrónico.David reconoció las bobinas de ungrabador y un par de audífonos,entre otras cosas.

Encima de la consola habíauna pequeña pantalla de televisión.El doctor Fuchs-Kramer se adelantóa encenderla.

Cuando aparecieron lasprimeras imágenes, en blanco ynegro, David vio a un médico conuna chaqueta blanca, más o menos

Page 414: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

de la misma edad que el doctorFuchs-Kramer. Estaba sentado auna mesa frente a una mujer decabello gris que sostenía en la manoizquierda un anticuado reloj de orode bolsillo y se cubría los ojos conla mano derecha.

—Se trata de un experimentoque mi ayudante está realizandoahora mismo —explicó elparapsicólogo—. La mujer es EnidSchwartz, con un registro bastantebueno en psicometría. Enid nos hapermitido que grabemos en

Page 415: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

videotape las sesiones; éste es unmonitor de circuito cerrado.

Se inclinó sobre un botón yalzó el volumen para que Davidpudiera oír lo que decían.

—Una chica y un muchacho...—susurraba Enid Schwartz. Vaciló,como si no diera con las palabrasapropiadas. El médico morenosentado frente a ella escribió algoen su cuaderno, pero no dijo nada.

—Cada vez que viene Enid —explicó el doctor Fuchs-Kramer—le entrego para la experiencia tres o

Page 416: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

cuatro objetos diferentes que pidoprestados a enfermeras y médicosde la clínica. Ahora, por ejemplo,el reloj que sostiene en la mano esmío. Lo heredé de mi abuelomaterno. Pero Enid no lo sabe, y nisiquiera lo sabe mi ayudante. Deese modo, si sus impresiones notienen sentido, la telepatía debe serdescartada.

—Sí —asintió Enid Schwartz—, ¡una chica y un muchacho! Lachica es mayor. Quizás más altatambién, y tiene cabello... dorado.

Page 417: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

¡Dorado!—¡Sidney Golden! —le

susurró el doctor. Fuchs-Kramer aDavid—. Así se llamaba mi abuelo.

En la pantalla del monitorEnid Schwartz alzó la manoderecha, como si tocara unacabellera invisible.

—El muchacho tiene cabelloenrulado —dijo—, igual que suhermana. Pero oscuro. Tiene el pelooscuro. Le gusta nadar... ¡Ah! Loveo saltar al agua... no, caer. ¡Y noes verano! El agua está fría.

Page 418: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Enid Schwartz siguióhablando, pero el doctor Fuchs-Kramer se levantó y apagó elsonido.

David lo miró sorprendido: elparapsicólogo estaba evidentementeturbado.

—Mi abuelo tuvo dos hijos —dijo con voz débil—. Mi madre queera la mayor, y mi tío.

David lo interrogó conauténtico interés:

—¿Su tío tenía cabello oscuroy enrulado?

Page 419: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Así me han dicho —respondió el doctor Fuchs-Kramer—. Nunca lo conocí. Se ahogó en elEast River un año antes de que yonaciera, en invierno.

—Dios mío —dijo David—.¿De modo que ella obtuvo toda esainformación de su reloj?

—Al parecer, sí —dijo elmédico—. Enid dice que los hechostrágicos son los que percibe conmás facilidad, porque generanemociones negativas más fuertes. Ysegún Enid el dolor y el terror

Page 420: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

dejan huellas que la alegría, lafelicidad y el amor nunca puedenborrar.

Los dos hombres miraron a laahora silenciosa pantalla detelevisión, donde Enid Schwartzdevolvía el reloj de oro a la mesa.

—Era su última prueba de hoy—dijo el doctor Fuchs-Kramer—.Ya terminan. —Apagó el monitor, yvolviéndose hacia David lepreguntó: —¿Querría conocerla?

David y el parapsicólogollegaron a la puerta del cuarto de

Page 421: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

pruebas en el mismo momento enque el ayudante del doctor Fuchs-Kramer abría la puerta. EnidSchwartz —una mujer delicada, conaire de pájaro y luminosos ojososcuros— parecía más pequeña ymayor que en el monitor detelevisión. Le dio la mano a David,mucho más alto que ella, y lededicó una encantadora sonrisa.

—Querríamos acompañarhasta abajo a la señora Schwartz —le dijo el doctor Fuchs-Kramer aDavid—. ¿Le importaría esperarme

Page 422: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

en mi consultorio?—En absoluto —respondió

David.Los dos médicos acompañaron

a Enid Schwartz al ascensor. En elmomento en que el doctor Fuchs-Kramer oprimía el botón paradescender, sintió que la mujer leapretaba el brazo.

—¡Oh Dios! —susurraba EnidSchwartz—, ¡oh Dios! Se abrieronlas puertas del ascensor, pero eldoctor Fuchs-Kramer las volvió acerrar.

Page 423: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Enid, ¿qué sucede?.—¡Volví a verlo! —exclamó

Enid Schwartz—. Ese caballero tanmaravillosamente apuesto decabello gris. ¡Olvidé su nombre!

—Carmichael —apuntó deinmediato el médico.

—¡Sí, el señor Carmichael! —Enid Schwartz cerró los ojos. —Eneste preciso momento, mientrasesperábamos al ascensor, lo volví aver todo. Algo va a sucederle a esecaballero muy pronto.

Esto era totalmente insólito,

Page 424: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

pensó el doctor, Fuchs-Kramer.Enid Schwartz solía recibirimpresiones del pasado. Muy raravez afirmaba tener visiones delfuturo.

—No sé exactamente qué —siguió diciendo la mujer—. Perosiento miedo. ¡Un miedo terrible! Yveo oscuridad que se despliegasobre el señor Carmichael, comouna ola de tinta negra. En medio detoda esa oscuridad hay una luz roja.No sé qué puede significar. Pero lovi todo no bien le toqué la mano.

Page 425: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

De vuelta en el consultorio deldoctor Fuchs-Kramer, David sesentó a esperar el regreso delparapsicólogo. Obviamente elmédico no estaba muy interesado ensu historia sobre el antiguosestercio. ¿Por qué habría deinteresarse cuando tenía a una mujerauténticamente dotada como EnidSchwartz para realizar susexperimentos? ¡Si el sestercio debronce no se hubiera desvanecido!A David le habría gustado muchosaber qué impresiones recibía de él

Page 426: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

la señora Schwartz.Pero si la moneda se había

ido, la casa amarilla y blanca frentea lo de Keith y Jennifer seguía allí.Quizás David pudiera obtener unclavo o un trozo de metal del bañodonde había aparecido la moneda.Y si pudiera aprender a realizar"psicometrías", si lograra hacerlola mitad de bien que Enid Schwartz,entonces quizás lograra encontraralgunas respuestas.

Cinco minutos después,cuando el doctor Fuchs-Kramer

Page 427: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

apareció, David ya se habíadecidido.

—Doctor, espero noretenerlo...

—No, no —dijo sonriendo elparapsicólogo—. Vi a todos mispacientes del día. Ahora que Enidse fue, no tengo más que unosinformes que completar. El resto dela tarde lo tengo libre.

—Si tiene tiempo —dijoDavid—, me gustaría aceptar suofrecimiento.

—¿Ofrecimiento? —dijo el

Page 428: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

doctor Fuchs-Kramer—. Norecuerdo... David sonrió:

—Querría probar micapacidad psicométrica.

Page 429: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

8

Lunes 16 de abril de 1979—¿SEÑOR CARMICHAEL?

—dijo el doctor Fuchs-Kramer. Elanticuario ahogó otro bostezo y lomiró.

—La psicometría suele exigiralgo de práctica. No es probableque un sujeto potencial obtengaresultados desde el comienzo. Y sise siente fatigado, aunque sea poco,no creo que sea el mejor momento

Page 430: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

para...—Por favor —dijo David—.

La primera vez que tuve en lasmanos esa moneda, en New Castle,era después de cenar. La segundavez, en mi departamento, habíapasado la medianoche. El cansanciono parece interferir con misimpresiones. Quizás incluso lasfacilita.

—Es posible —repitió elmédico—. ¿Pero usted nunca antesrecibió impresiones de ningún otroobjeto? ¿Sólo cuando sostuvo esa

Page 431: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

vieja moneda?—Así es —admitió David.El doctor Fuchs-Kramer se

quitó los anteojos y los limpió conun pañuelo. El parapsicólogo habíanotado que, por alguna razón que sele escapaba, las mujeres solían sermejores que los hombres enpsicometría. Pero quizás este señorCarmichael podía llegar acontribuir al programa deinvestigación de la clínica. Y si elhombre quería perder su tiempo, eldoctor Fuchs-Kramer no tenía

Page 432: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

inconvenientes en "probar" sucapacidad en psicometría, y almismo tiempo leer esos informesque tenía pendientes.

—¡Le diré lo que haremos! —le dijo a David—. Le daré uno delos objetos de prueba con los quetrabajó Enid esta tarde. Veremosqué imágenes capta. Después,cuando haya esperado todo loconveniente (digamos media hora ocuarenta y cinco minutos) podremoscontrolar sus impresiones con lasde ella.

Page 433: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Me parece perfecto —dijoDavid con aspecto ansioso.

—Bien —respondió el doctorFuchs-Kramer—. Supongo quequerrá encontrarse en un cuarto asolas, para pensar sininterferencias.

El parapsicólogo llevó a suvisitante por el corredor otra vezhasta el cuarto donde estaba elmonitor de televisión.

—Puede tenderse en esacamilla, si quiere —dijo el doctorFuchs-Kramer—. Póngase esos

Page 434: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

audífonos y oirá una grabación quelo ayudará a relajarse.

En la consola electrónicahabía un aparato de medir lapresión sanguínea y una serie deelectrodos para las ondascerebrales, pero el médico no teníaintención de usarlos. Por lo que a élconcernía, la prueba era apenas unsimulacro para satisfacer a undonante potencial a su programa deinvestigación en fenómenosextrasensoriales.

—¿Va a grabarme en

Page 435: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

videotape? —preguntó David.—No lo hacemos con los

principiantes —respondió el doctorFuchs-Kramer—. Pero de todosmodos me gustaría grabar el sonido.Aquí hay un micrófono, de modoque puede dictar cualquierimpresión que reciba del objeto deprueba. Y aquí hay un timbre quesuena en mi consultorio.

Apriételo y vendré.—¿Va a cerrar con llave la

puerta, entonces? —preguntóDavid.

Page 436: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—No —dijo sonriendo eldoctor Fuchs-Kramer—. No sepreocupe, nadie vendrá aentrometerse.

Ahora iré a buscar el objeto deprueba.

Una vez solo en el cuarto,David se quitó la chaqueta y lacolgó de un perchero clavado en lapuerta. Luego se aflojó la corbata ydesprendió el primer botón de lacamisa. Se tendió en la camilla. Unmomento después volvía elparapsicólogo y le alcanzó a David

Page 437: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

los audífonos. Eran grandes, suavesy acolchados, del tipo de los queusaba Eleanor cuando queríaescuchar la Obertura 1812 sinmolestar al señor y la señoraJacobs.

—La cinta que he preparado—dijo el médico— lo pondrá dehumor relajado y contemplativo. Lapondré en marcha desde miconsultorio. Aquí tiene el objeto dela prueba.

David estiró la manoizquierda. El doctor Fuchs-Kramer

Page 438: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

le entregó un pequeño medallónhexagonal de plata pulida, con unaletra J grabada en medio.

—Cerraré la puerta cuandosalga,—dijo el parapsicólogo—. Lacinta comenzará a correr no bienllegue a mi consultorio. Perotómese su tiempo.

David miró el medallón deplata.

—¿Pertenece a una mujer cuyonombre comienza con J?

El doctor Fuchs-Kramersonrió:

Page 439: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

— Q u i z á s usted puedadecírmelo. ¿Prefiere la luzencendida o apagada?

La luz fluorescente del techoparecía un poco demasiado cruda.

—Creo que será mejorapagarla —dijo David. Elparapsicólogo tocó el interruptor yquedó dibujado en silueta sobre laluz del corredor.

—Una pregunta más —dijoDavid ahogando un bostezo—.Supongamos que no recibo ningúntipo de imagen. ¿Tendré más

Page 440: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

probabilidades de recibirimpresiones si pruebo con estemismo objeto mañana?

—¡Probablemente no! —dijoel doctor Fuchs-Kramer—. Unestímulo nuevo siempre pareceafectar al sujeto con más fuerza.Una vez que el sujeto se familiarizacon el estímulo, la respuesta seembota.

—Pero la segunda vez quesostuve ese sestercio —dijo David—, las imágenes fueron tan vividascomo la primera vez. ¿Cómo

Page 441: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

explica eso?—No trato de explicar nada

aún —respondió el médico—. Sólole digo esto: si se prolongan laspruebas psicométricas con unmismo objeto, lo más probable esque las propias vibraciones delsujeto dominen al objeto. Entoncesse reciben indistintamenteinformaciones de uno mismo tantocomo del dueño del objeto. Demodo que no se encarnicedemasiado con un solo objeto enuna prueba psicométrica.

Page 442: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—De acuerdo —dijo David—. Estoy listo.

—Muy bien —respondió elparapsicólogo—. Recuerdellamarme con el timbre cuando createner algo.

Cuando salió y cerró, lahabitación quedó a oscuras exceptopor una línea de luz del corredorque se filtraba por debajo de lapuerta. David se puso en la cabezalos suaves y pesados audífonos.

Una vez más lamentó no tenerel viejo sestercio de bronce para

Page 443: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

trabajar con él. Pero creía saberpor qué la moneda se habíadesvanecido en su mano. La habíautilizado conscientemente paralograr más información. De hecho,se estaba acercando, incluso habíarecibido una visión de JenniferOlson. Quizás alguien —o algo—no quería que él se enterase de nadamás. Era una teoría demasiado pocoracional como para contársela aldoctor Fuchs-Kramer, pero ¿seríaposible que el dueño de la monedahubiera venido a llevársela?

Page 444: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

De pronto David oyó la vozsuave del doctor Fuchs-Kramer enuna grabación.

—...Imagínese que estárecostado en la hierba suave de unacolina. Brilla el sol, el aire es tibio.

Y encima de usted hay nubesque flotan en el claro cielo azul...

David bostezó. No sentía nadaen absoluto del pequeño medallónde plata que sostenía en la manoizquierda. Lo dio vuelta entre losdedos. Tenía seis lados, comoaquellos paneles de vidrio de la

Page 445: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

ventana salediza de la casa nuevade Sunset Brook Lane. El medallóntenía una J. ¿Sería la inicial deJennifer?

La voz del doctor Fuchs-Kramer zumbaba en los auriculares.David se sentía cada vez másrelajado. Cerró la mano alrededordel medallón de plata, con laesperanza de que le transmitiríaalguna vibración, alguna impresión,algo... No había transcurrido unminuto cuando ya estabaprofundamente dormido.

Page 446: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

A las cinco de la tarde Jasonhabía quitado todo el revestimiento,excepción hecha de una estrechafranja en el hall de entrada quecubría la parte trasera de lachimenea. Habían clavado ya cuatropaneles del revestimiento nuevo,pero no tenía mucho sentido medir ycortar otro más antes de la hora deirse. A las cinco terminaba lajornada.

Puesto que volverían a lamañana siguiente dejaron todas lasherramientas adentro. Después de

Page 447: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

cerrar con llave la puerta del frenteKeith se dirigió a la oficina deChappaqua para revisar el correodel día. Esperaba una respuesta deldirector del periódico de Seattle.Había despachado por correoexpreso su carta el jueves. Hoy eralunes, pero aun así existía laposibilidad de recibir un paquetede artículos sobre la casa delcrimen en el número 666 deBremerton Road.

Pero cuando abrió la puertadel frente de la oficina, encontró

Page 448: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

que sólo habían pasado por laranura del correo tres papeles: unacuenta de uno de sus proveedores,un folleto sobre restauración decasas viejas, al que estabasuscripto, y una carta de la cámarade comercio de New Castle. Nadaen absoluto de Seattle.

Probablemente era demasiadopronto para esperar una respuesta,pero de todos modos Keith sepreguntó si el director no habríasalido de vacaciones. ¿O algúnchico habría abierto la carta para

Page 449: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

robarse los veinte dólares?Disgustado, puso en marcha elgrabador del contestadorautomático.

—Hola, Keith —dijo una vozde hombre que le resultabaconocida. Era Tom Greene—. Elseñor Coste me pidió que te dijeraque tu primer pago, los dos mildólares para cuando comenzaras eltrabajo, ¿recuerdas?, los recibirásel miércoles. Eso es todo. No esnecesario que me llames.

¡Adiós!

Page 450: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Keith siguió escuchando, peroel resto de la cinta estaba enblanco. ¡La llamada de Tom Greenehabía sido la única del día!¿Adonde estaban todos los otrostrabajos que debería recibir, ahoraque estaban en primavera? Nuncahabía encontrado un vacíosemejante, ni siquiera en lo peordel invierno.

Estaba llenando un chequepara pagar la cuenta de suproveedor cuando sonó el teléfono.Esto era más normal, pensó.

Page 451: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Desconectó el contestadorautomático y levantó el receptor.

—Hola. Habla Keith Olson.—Bueno, ¡al fin! —dijo una

voz de mujer—. Habla MadgeSackett. —Keith conocía a laseñora Sackett; le había instaladouna galería cerrada el veranoanterior—. ¡Lo he llamado una yotra vez, y nunca lo encontraba!

—Acabo de volver de misvacaciones —dijo Keith—. Peroeste número tiene un contestadorautomático. Si hubiera dejado un

Page 452: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

mensaje...—Es que no pude dejar

mensaje —respondió la señoraSackett—. Llamé por lo menos unadocena de veces. Y el teléfonosimplemente llamaba y llamaba.

—¿De veras? —preguntóKeith asombrado—. ¿Cuándo llamópor última vez?

—Esta mañana —dijo MadgeSackett.

Keith pensó que no teníasentido. El contestador habíagrabado el mensaje de Tom Greene.

Page 453: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

¿Por qué no el de ella?—Necesito un enrejado nuevo

para mi galería —siguió diciendola mujer—. Pero lo necesito rápido,a tiempo para que mis clemátidesempiecen a trepar por él.

Keith hizo unos cálculosrápidos en la mente. Por un trabajoasí, difícilmente podría cobrar másde cincuenta dólares.

—Puedo hacerle un enrejadono bien termine con el trabajo quetengo entre manos. Quizás puedapasar mañana por su casa y darle un

Page 454: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

presupuesto.Después de cortar, Keith se

quedó mirando el teléfono. Auncuando hubiera estadodescompuesto, eso no explicaba porqué no recibía nuevos trabajos.Porque en la guía telefónica, acontinuación del número de laCarpintería de Obra Olson figurabael número de su casa. Y

Jennifer nunca dejaba de tomarnota de cualquier llamado. ¿Seríaposible que ambos teléfonoshubieran tenido problemas al

Page 455: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

mismo tiempo?Pues bien, fuera cual fuere la

causa, los clientes simplemente nollamaban. Esa era la razón principalpor la que Keith había podidocomenzar de inmediato el trabajode la casa de Coste, y también erala razón por la que necesitaba deveras los dos mil dólares deladelanto de Coste.

Mientras cerraba la puerta dela oficina, al salir, Keith Olsonsintió una vaga sensación depánico. El negocio de la

Page 456: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

construcción no era como venderenciclopedias, no se podía ir decasa en casa ofreciendo susservicios. Marc y Jason no teníanmotivos de preocupación, porquelos carpinteros con experienciasiempre conseguían empleo. Pero sino conseguía más trabajo pronto,Keith no veía cómo podría enfrentarlos próximos meses.

Eran las cinco de la tarde.Recién entonces el doctor Fuchs-Kramer se molestó en mirar su relojpulsera. El señor Carmichael había

Page 457: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

estado experimentando con lamedalla de plata de Joan Horowitzdurante más de una hora, y aún nohabía tocado el timbre indicandoque estaba en condiciones dehablar. El parapsicólogo sonrió.¡No sería la primera vez que sugrabación relajante había dormido aun sujeto! ¡Probablemente deberíair y despertar al señor Carmichael!

En ese momento oyó el roncoaullido terrorífico que provenía delcuartito en el fondo del corredor.

En el sueño, David volvía a

Page 458: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

ver la casa azul: sólo que esta vezno había sangre que manara de loscimientos. De hecho, había un lindocésped verde que rodeaba lagalería. Era de día. El sol brillabaen el cielo. Y aun así la casa enteraestaba envuelta en sombras, comosi irradiase oscuridad del mismomodo que una lámpara irradia luz.

Y entonces, mientras lamiraba, la casa comenzó adeshacerse. Era como unaexplosión en cámara lenta. Una vezque la destrucción terminó, las

Page 459: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

vigas y tablones se reacomodaronen patíbulos, horcas y postes detormento. Una de las tablas sevolvió el costado de una guillotina.

Una viga era una cruz en la quehabían clavado a un hombre cabezaabajo. David vio gente decapitada,empalada y quemada viva. Cadaastilla de madera de esa casa azulfiguraba en el instrumento de torturao ejecución de un ser humano. Unatabla manchada y carbonizada sedeslizó erguida como si caminarahasta un sitio del suelo donde se

Page 460: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

clavó... y apareció atado a ella elmismo hombre horriblementemutilado, que David había visto ensu visión despierto. El sestercio alrojo vivo aún brillaba en su boca.David trató de correr, pero los piesno le obedecían. Se le acercaba unaaraña de bronce brillante, como laque tenía en la sala de sudepartamento. De ella colgaba unatela blanca enrollada que formabaun nudo corredizo de horca. El nudose balanceó en el aire hastaacomodársele en el cuello. Sintió

Page 461: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

que la tela se le cerraba sobre lagarganta. Trató de gritar pero elnudo se apretaba cada vez más...¡No podía emitir el menor sonido!

El doctor Fuchs-Kramer abriócon violencia la puerta y encendióla luz. En la camilla yacía DavidCarmichael, el rostro violeta y lamano derecha clavada en el cuello.

El médico no tardó en ver lacausa. Durante el sueño, el hombrehabía dado un tirón de su corbata,ajustándola tanto que ahora teníaproblemas para respirar.

Page 462: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

El parapsicólogo se aproximórápidamente a la camilla y aflojó elnudo. David gimió y aspiróprofundamente. El médico losacudió hasta despertarlo. David sesentó frotándose el cuello.

—Lo siento —murmuró—.Tuve otra pesadilla. ¿Hice algúnruido?

—Sí —dijo el doctor Fuchs-Kramer—. ¿Pero tuvo suerte con elobjeto de prueba? ¿Recibió algunaimpresión del medallón de plataque le di?

Page 463: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—No creo... —David no teníanada en la mano izquierda. Elpequeño medallón no estaba en lacamilla. Se inclinó a ver si habíacaído al suelo. Pero no, tampocoestaba allí.

—¿Qué hizo con él? —lepreguntó el doctor Fuchs-Kramer.

—Nada. Recuerdo que lo teníaen la mano cuando empecé a oír suvoz por los audífonos.

Después debo de habermedormido... —David se encogió dehombros, mirando con desconcierto

Page 464: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

el pequeño cuarto.El médico se mordió los

labios con irritación. Le habíaprometido a Joan Horowitz que ledevolvería su medallón no bienEnid Schwartz hubiera hecho laprueba con él.

—¿No es posible que lo hayametido en un bolsillo?

Obediente, David se puso depie y dio vuelta los bolsillos delpantalón. Todo lo que encontrófueron unas monedas.

El doctor Fuchs-Kramer vio

Page 465: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

que la chaqueta de David se habíacaído de la percha en la puerta.

Cuando el parapsicólogo larecogió del piso, cayó del bolsillointerno el envoltorio de plástico dela moneda antigua. Adentro estabael sestercio y junto a él elmedalloncito de Joan Horowitz.

El médico sacudió la cabeza.Este hombre había parecidobastante normal cuando llegó, peroahora mostraba síntomas de extrematensión. La pesadilla era unadramatización inconsciente de algún

Page 466: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

problema al que no podía hacerfrente en su vida diurna. Ademáshabía impulsos autodestructivos,como indicaba el gesto de quererestrangularse con la corbata. ¡Yademás de todo esto, eracleptómano! Este último hechoproyectaba una nueva luz sobre losacontecimientos de los queCarmichael le había hablado.

—Señor Carmichael... —Eldoctor Fuchs-Kramer se aclaró lagarganta—. Volvamos a miconsultorio, por favor. Quiero

Page 467: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

hablar con usted.A David le mortificaba la idea

de que el doctor sospechase que eraun ladrón. Pero se obligó a mirarloa los ojos y escuchar suexplicación. De acuerdo con él,todas las extrañas experiencias delas que David había hablado noeran más que alucinaciones,meramente imaginarias. Perocuando el parapsicólogo dejó dehablar, David seguía intrigado.Había un detalle que simplementeno encajaba...

Page 468: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—¿Por qué tuve esa reaccióntan violenta cuando me dieron aquelsestercio en New Castle?

—¡Bien! —dijo el doctorFuchs-Kramer—. Obviamente esamoneda le traía alguna asociacióndesagradable. Después de todo,¿quién se la entregó? El esposo dela mujer que lo invitó a cenar.

Ahora bien (no responda aesto si no quiere), ¿se siente atraídopor esta mujer, esta señora Olson?David quedó en silencio unmomento.

Page 469: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Sí —dijo al fin.—¿Fuertemente atraído?David asintió.—¿Y usted es casado?—No —respondió David—.

Mi esposa murió hace dos años.—De acuerdo —respondió el

doctor Fuchs-Kramer—. ¡Entoncestodo tiene sentido! Esa primeramoneda, usted la recibió de manosdel esposo de una mujer que loatrae sexualmente. Ahora, señorCarmichael, honestamente, ¿no hafantaseado con la idea de lo que

Page 470: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

pasaría si el esposo de la señoraOlson saliera de escena?

El anticuario volvió a asentir,de un modo casi imperceptible.

—Bien, y no se trata de unaidea muy tranquilizante, ¿no esverdad? De modo que se sienteculpable. Y porque se sienteculpable, decide castigarse a ustedmismo. Todas esas visiones detortura y muerte... posiblementeusted proyectaba en la moneda todoel deseo, inaceptable por violento,que le cruzaba por la mente.

Page 471: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—¿Deseo, violencia? —preguntó David—. Realmente nopuedo creerlo.

—Oh, no quiero decir quenada de esto sea consciente —respondió el parapsicólogo—. Loimportante es que el esposo le diola moneda para que la identificase.Usted con mucho gusto le haría unfavor a ella, ¿pero a él? De modoque al día siguiente usted compróuna moneda idéntica, salvo que enmucho mejores condiciones. Ahorabien, ¿eso no le parece algo

Page 472: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

competitivo? Y de inmediato, paraeliminar la competencia, usted seapresuró a perder la monedaoriginal que él le dio.

—No la perdí — respondióDavid con cierta irritación—.Simplemente...

—¿Se desvaneció en el aire?—preguntó sonriendo el doctorFuchs-Kramer—. SeñorCarmichael, hasta una mente lúcidapuede hacer trampas. Quizás ustedse levantó del sofá en sudepartamento, tiró la moneda,

Page 473: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

volvió y se olvidó de haberlohecho. ¡Amnesia selectiva! Sucedetodo el tiempo.

—Pero estaba aquellapresencia que sentí... —suspiróDavid—. Si la moneda fue unaporte, como usted dijo, ¿no esposible que se haya desvanecidorealmente?

El parapsicólogo respiróprofundamente. La gente se resistíaa admitir una falla y soñaba conacontecimientos sobrenaturalespara evadir la responsabilidad. Yo

Page 474: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

no fui, doctor. No soy responsable:¡el Diablo me hizo hacerlo!

—Digamos que desapareció,en efecto, de su mano cerrada —dijo con amabilidad—. Permítameque le cuente una historia verídica.Una vez mi ayudante y yoinvestigamos una casa donde loscuadros saltaban solos de lasparedes. Cuando subimos, nossiguieron por la escalera los pasospesados de un ser invisible. En lacocina, se materializabanpiedrecitas en el aire y caían sobre

Page 475: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

las ollas. ¡Fenómenos típicos depoltergeist, todo de primer orden!¿Y sabe cuál fue la causasubyacente que descubrimos?

David sacudió la cabeza.—En esa casa vivía una

muchachita de doce años queentraba en la pubertad. Odiaba a sunuevo padrastro, y odiaba a sumadre por haber vuelto a casarse. Ycuando la pequeña se fue devacaciones a un campamento, losfenómenos, simplementedesaparecieron, así de simple.

Page 476: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—¿Quiere decir que la chicaestaba simulando los fenómenos?—preguntó David.

—¡Oh, no! —El doctor Fuchs-Kramer entrelazó los dedos e hizosonar los nudillos—. Esosfenómenos eran totalmenteauténticos. Pero la combinación decelos y los nacientes sentimientossexuales eran demasiado para quela niña mantuviera el control. Porcierto proceso que aún nocomprendemos, sus tensionesemocionales se exteriorizaron y

Page 477: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

causaron las levitaciones ypsicokinesis. En otras palabras,cuando hay fenómenosextrasensoriales espontáneos, suelehaber un individuo con emocionesen conflicto muy cerca. ¿Entiende loque quiero decir?

—Sí —dijo David.—No quiero decir que usted

no haya experimentado hechosparanormales genuinos, aun cuandola explicación por la amnesia que lehe sugerido me parece másplausible. Pero de cualquier modo,

Page 478: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

la causa en su raíz esprobablemente la misma: tensiónsexual, y quizás tambiénagotamiento. Supongo que suprofesión también puede llegar aser insoportable.

—Es cierto —admitió David—, los remates por ejemplo, suelenponerme tenso, sobre todo si hayvarios coleccionistas japonesesofertando por la misma pieza queyo quiero comprar. Y nunca tengola seguridad de que dispongo delmaterial suficiente como para

Page 479: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

mantener en funcionamiento lagalería.

El doctor Fuchs-Kramergolpeó el escritorio con la punta delos dedos:

—Tengo entendido que lamayoría de las galerías de artecierran en julio y agosto. ¿Por quéno sale de la ciudad y alquila unacasa por el verano? Estoy seguro deque puede permitírselo... y a largoplazo estoy seguro de que le saldríamás barato que comenzar unaterapia con cualquier profesional

Page 480: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

que pueda recomendarle.Media hora después, David

estaba de vuelta en su departamentode Riverside Drive. No podíaimaginarse cómo se habíaestrangulado a sí mismo con lacorbata. Y no tenía la menor ideade cómo ese medallón de platapudo llegar al interior delenvoltorio plástico de la moneda, ysobre todo considerando que eldoctor Fuchs-Kramer tuvo que abrirel cierre antes de poder sacarlo.

Pero ¿si el parapsicólogo

Page 481: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

tuviera razón? Hasta el momento,David no podía verificar ninguna desus visiones y pesadillas. Seguíasoñando con esa casa como si fueraazul, cuando sabía perfectamenteque en la vida real era amarilla. Yla amnesia selectiva era, sin dudaalguna, una explicación másrazonable que una vieja moneda debronce que aparecía y desaparecíasola. Y sin duda le vendría bien unlargo descanso: no se había tomadovacaciones desde antes de la muertede Eleanor.

Page 482: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Había ocultado el costososestercio de bronce en el cajónsuperior de su escritorio. Pero enrealidad no era un sitio seguro parauna moneda tan valiosa. Daviddecidió que sería mejordevolvérsela a Keith Olson antes deque le sucediera algo a éstatambién.

Fue al teléfono. Ahora quehabía encontrado la razón másprobable para sus pesadillas, noquería que Jennifer siguierapreocupándose innecesariamente.

Page 483: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Esta era su oportunidad: ledevolvería a Keith la moneda y lavería a ella por última vez antes desalir de vacaciones.

En New Castle, Jennifer Olsonrespondió al teléfono a la segundallamada. Y David advirtió laalegría de la joven al oírlo.

Page 484: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

9

Miércoles 18 de abril de 1979

—¿OTRA VEZ? —Keith miróa su esposa sentada al otro lado dela mesa del desayuno—. ¡Pero siDavid vino a cenar la semanapasada!

Jennifer había pospuestodeliberadamente decirle a Keithque había invitado a David a cenarel viernes, con la esperanza deencontrarlo de mejor humor.

Page 485: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—David saldrá de vacacionestodo el verano —le explicó conpaciencia—. Y quería devolverteesa moneda para que puedasdársela de una vez al señor Coste.

—Perfecto —dijo Keith—.¿Pero por qué siempre tenemos quealimentarlo a el? Quiero decir,después de todas las veces que hascocinado para él, ¿por qué Davidnunca nos invita a nosotros?

—En realidad, nos invitó avisitarlo en Nueva York el viernes—respondió Jennifer—. Pero sé

Page 486: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

que no te gusta Manhattan por lolargo del viaje, y lo caro que es. ADavid le encantaría llevarnos a unrestaurante de veras bueno pero nolo disfrutarías porque estaríasdemasiado preocupado por elprecio del menú. ¡Es por eso que lesugerí que viniera él aquí!

Keith debió admitir queJennifer tenía razón. Nunca le habíagustado mucho salir a cenar.

Como se levantaba a las seistodos los días de semana, ytrabajaba hasta las cinco o seis de

Page 487: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

la tarde, prefería una cena tranquilaen casa. Y estaba seguro de quecuando Jennifer consiguiera al finalgún trabajo de decoración,también ella preferiría quedarse encasa por las noches. Pero lo que enrealidad lo irritaba era que Jenniferhubiera esperado dos días paradecirle que David Carmichaelvendría a cenar. Su enojo le hizodejar la casa antes de lo habitual.

Cuando estacionó sucamioneta en el sendero de entradadel 666 de Sunset Brook Lane,

Page 488: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Keith vio que algo andaba mal en elpino azul que los jardineros habíanplantado a un lado de la galería.Tenía casi dos metros de alto y unfollaje espeso. Pero del lado quemiraba a la casa las agujasempezaban a marchitarse.

Cuándo miró la ventanasalediza, tuvo un movimiento desorpresa. Por segunda vez esasemana, había un pájaro muertosobre el césped incipiente, bajo lasventanas.

El lunes había sido un gorrión.

Page 489: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Hoy era un petirrojo. Igual que elprimero, éste yacía sobre su ladoizquierdo, con la cabeza reclinadaen un ángulo no natural. Keith habíaoído hablar de pájaros que seestrellaban contra ventanales. Peroesta ventana, con sus hexágonos devidrio enmarcados por tiras deplomo, era muy visible. Una,vezmás sacó su cuchara de albañil ycon ella levantó el ave y la tiró a labarranca.

Subió a la galería, abrió lapuerta del frente y miró adentro con

Page 490: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

un sentimiento genuino desatisfacción. La sala tenía unaspecto tres veces mejor al dellunes por la tarde. Sólo quedabauna franja estrecha de revestimientoque reemplazar: ese sector verticalque cubría la parte trasera de lachimenea del comedor. Keith pensóque probablemente podrían cubrirlocon varias tiras y recortes derevestimiento. Por eso le habíadicho a Jason que no tocara esepedazo hasta haber terminado detrabajar en el dormitorio y en el

Page 491: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

cuarto de vestir de arriba.Cuando llegaron Marc y Jason,

subieron al primer piso y trabajaronallí el resto de la mañana,midiendo, cortando y colocando elnuevo revestimiento en eldormitorio. El trabajo marchórápido, más de lo que Keith sehabía imaginado, porque ya habíanterminado con toda una pared.

Cuando al fin Keith pensó enmirar su reloj pulsera, eran lasdoce. Se sacudió el polvo de yesode los pantalones y se dirigió a la

Page 492: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

escalera:—Los veré a eso de la una y

media —les dijo a sus compañerospor sobre el hombro—. Pueden irseya si quieren.

—¿Vas a tu casa a almorzar?—le preguntó Marc.

—No —dijo Keith. Ladiscusión de la mañana con Jenniferseguía fresca en su mente—. Quieroir a la oficina de Chappaqua. Esposible que hayan llamado y esperoalgo por correo.

Marc y Jason habían dejado

Page 493: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

sus almuerzos en la heladera de lacocina. Cuando bajaron, Keith ya sehabía marchado en su camioneta.Jason se detuvo y miró la delgadafranja de revestimiento detrás de lachimenea.

—No hay nada más queladrillos detrás de eso —señalóMarc riéndose. Desde hacía dosdías Jason no dejaba de mostrarlelas variedades nuevas de maderaque descubría en las paredes.

—Bueno —dijo Jason—, estotendremos que sacarlo tarde o

Page 494: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

temprano...Mientras él iba en busca de

una palanca, Marc salió con susandwich a la galería. Había mástemperatura y humedad de lashabituales en abril, y en el oesteaparecían nubes densas. Al parecer,habría tormenta más tarde.

—Eh, Marc —llamó Jasondesde adentro—. ¿Me prestas lalinterna?

Marc volvió adentro y halló aJason de pie en el vestíbulo. Habíasoltado la franja restante de

Page 495: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

revestimiento y miraba fijo losladrillos de la chimenea.

—¿Qué pasa ahora? —lepreguntó Marc.

—No lo sé —dijo Jason—.Hay algo aquí, al lado de lachimenea.

Marc sacó la linterna de sucaja de herramientas. Jason la tomó,la encendió y dirigió el haz de luz ala cavidad oscura que corría juntoal tiro de la chimenea. Contra losladrillos rojizos había una columnade metal negro de unos quince

Page 496: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

centímetros de ancho. Teníamuescas y marcas de martillo, comosi hubiera sido forjada. Marcsupuso que se trataría de un simplecaño de desagüe, pero cuandoJason la iluminó pudo ver unasraras letras mayúsculas grabadasprofundamente en el metal. Por logeneral las inscripciones en elhierro de fundición se hacían enalto y no en bajo relieve.

—¿Qué es eso? —preguntóJason—. ¿Parte de la cañería?

—Lo dudo —dijo Marc—.

Page 497: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Todos los tubos de desagüe estánen la parte trasera de la casa.Quizás sea un respiradero que salgapor el techo.

—¿Querrías echar un vistazo?—sugirió Jason.

—Sí, pero Keith se llevó lacamioneta, y la escalera extensibleestaba en la camioneta.

—No necesitamos escalera —sonrió Jason—. ¿Tienes ese cablede remolque en el auto?

Afuera, Jason desenrolló unosquince metros de cuerda de su caja

Page 498: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

de herramientas. Ató uno de losextremos a una piedra y la lanzó porsobre el techo al otro lado de lacasa. Después, atando el otroextremo al cable de Marc, usó lacuerda para hacer pasar el cablesobre el techo.

Por último ató el extremo delcable a la columna esquinera de lagalería con un nudo doble para queno se soltara, y dio la vuelta a lacasa. El otro extremo del cable deMarc colgaba junto a la ventanasalediza.

Page 499: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—¿Estás seguro de que es unabuena idea? —le preguntó Marc—.Si trepas por aquí dejarás lashuellas de los zapatos en las tablas.

—De cualquier manera habráque pintar todo el exterior —dijoJason con un encogimiento dehombros—. ¿Qué pueden hacerleunas pocas manchas más?

Tiró del cable hastaasegurarse de que estaba tenso.Entonces se afirmó y comenzó atrepar.

Los pies le resbalaban sobre

Page 500: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

las tablas, y oyó el crujido de lavieja madera bajo su peso. Por uninstante creyó ver un movimientodentro del cuarto con la ventanasalediza. Pero no era más que sureflejo en el vidrio. A mediocamino de la pared, pisó el techo dela ventana salediza y una teja sequebró en dos y cayó al suelo. Enfin, el dueño nunca se enteraría. Apartir de ahí, fue fácil seguirsubiendo hasta el borde del techoen mansarda.

Jason se detuvo un momento y

Page 501: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

miró alrededor. El sol primaveralbrillaba en el claro cielo azul.

Pero una amenazante nubeoscura subía por el oeste.Lentamente se puso de pie en elborde del techo y miró hacia laparte más alta. En ese momento,súbitamente, el aire se heló.

¿Seria una nube que tapaba alsol? Jason apenas pudo ver lachimenea de ladrillos y la extrañaforma negra a su lado, cuando elcable repentinamente se aflojó ensus manos.

Page 502: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

No bien abrió la puerta de suoficina, Keith miró las cartas quehabían caído por la abertura para elcorreo. Según Tom Greene, elprimer pago de dos mil dólaresdebía llegar hoy, miércoles. Perono estaba allí y Keith se sintiórealmente mortificado.Probablemente no debería habercomenzado el trabajo en la casa del666 de Sunset Brook Lane hastarecibir el cheque de Coste. Peroentre la pila de cartas, bajo uncatálogo de materiales de

Page 503: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

construcción había un gruesoenvoltorio con varias estampillasde un dólar, y con matasellos deSeattle.

Keith lo abrió. Había una cartadel director del periódico deSeattle y abajo, enganchadas a unclip de papel, mas de una docena defotocopias de artículos sobre JamesBeaufort, con sus titulares,fotografías, y todo lo que podíadesear.

El primer artículo estabafechado el 22 de octubre de 1973:

Page 504: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

SE ENCUENTRAN DOS

CADÁVERESEN UNA CASA DE BREMERTON

ROADKeith echó una mirada a otro:LA ESPOSA ACUSA AL

CONCEJALDE LA CIUDAD POR EL DOBLE

ASESINATO¡La policía ya sospechaba

algo! Junto a la historia había unafotografía de James Beaufort, queacababa de ser detenido. Por cierto,

Page 505: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

no tenía el aspecto de un asesinoconvencional, pensó Keith.

Sintió deseos de leer todos losartículos, del primero al último,pero antes estaban los negocios.Coste no había pagado los dos mildólares y Keith quería enviarle porcorreo a Tom Greene, esta mismatarde, un recordatorio.

Sacó de su cajón del escritorioun sobre con el membrete de laCarpintería de Obra Olson impresoen el ángulo superior izquierdo. Lopuso en la máquina de escribir y no

Page 506: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

había terminado de escribir ladirección de Tom Greene cuandosonó el teléfono, sobresaltándolo.

Desconectó el contestadorautomático y levantó el auricular:

—Hola —dijo—, habla KeithOlson.

—¡Keith! —Era Marc—.Tienes que venir de inmediato.¡Jason se cayó del techo!

—¡Del techo! —exclamóKeith—. ¿Qué estaba haciendo enel techo?

—Buscaba la salida de un

Page 507: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

caño de hierro que hay junto a lachimenea. Lo encontramos dentrode la pared.

Keith recordó que la casa del666 todavía no tenía teléfono.

—Marc, ¿de dónde me hablas?—¡De tu casa! Tu esposa

acaba de llamar a la ambulancia, yyo volveré con Jason ahora mismo.

—¿Está mal? —preguntóKeith.

—No lo sé —respondió Marc—. Está inconsciente, y no meatreví a moverlo.

Page 508: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—De acuerdo —dijo Keith—.Vuelve con él. ¡Estaré allí lo antesposible!

En el camino de vuelta a NewCastle, Keith vio subir por el oesteuna nube oscura de forma maligna.Por la estática que oía en la radio,supuso que se acercaba unatormenta eléctrica. ¡Un tiempo raro,por ser abril!

En el 666 de Sunset BrookLane había una ambulancia québloqueaba la entrada de vehículos.

Keith estacionó a un lado del

Page 509: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

camino. Marc y un enfermero decasaca blanca estaban en la galería.Y sentado en los escalones, sehallaba Jason.

No parecía estar malherido. Almenos Keith no veía sangre.Cuando lo vio, Jason le dedicó unasonrisa y trató de ponerse de pie. Elenfermero le puso una mano en elhombro: 65

—Quédese quieto —le dijo.—¿Qué demonios te pasó? —

le preguntó Keith.—Encontramos este... este

Page 510: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

enorme... tubo, supongo que es untubo —respondió Jason—. Al ladode la chimenea... Marc te lomostrará. Quisimos ver si teníasalida por el techo. Trae tu escalerade aluminio de la camioneta, así....

—¿Quieres decir que trepasteal techo? —preguntó Keith.

Jason asintió con la cabeza.—Estaba tratando de pararme

en el borde del techo, cuando sentíque la soga cedía y caí de espaldas.Es todo lo que recuerdo. Cuandovolví en mí, Marc había

Page 511: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

desaparecido. Así que me levanté yentré. Estaba terminando mialmuerzo cuando llegó laambulancia.

—Es posible que tenga unalesión interna —dijo el enfermero—. No debe comer nada hasta quele tomen una radiografía.

—Pero me sientoperfectamente —protestó Jason.

—Haz lo que dice —le pidióKeith—. Mi seguro cubre todo, asíque no te preocupes. Te veré en elhospital en media hora.

Page 512: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Con un aspecto tan saludablecomo el que tenía siempre, Jasonsubió sin ayuda a la parte trasera dela ambulancia. No bien semarcharon, Keith se volvió haciaMarc:

—Muéstrame dónde cayó.Marc lo condujo hasta un sitio

en el césped junto a la ventanasalediza, donde estaba la cuerdaapilada.

—La tierra aquí debe de serbastante blanda. ¡Gracias a Dios!

Keith tomó la cuerda y la

Page 513: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

examinó. El doble nudo en uno desus extremos estaba intacto. Keithtrató de deshacerlo pero no le fueposible. Jason, más corpulento queél, lo había ajustado demasiado.

—La cuerda no se rompió —dijo Keith—. Debe de habersedeslizado. ¿Adonde la ató Jason?

Marc le mostró la columna dela galería del frente. La presión dela cuerda había hecho saltar algo dela pintura blanca. Keith dio unfuerte golpe a la columna para versi se abría por alguna grieta, pero

Page 514: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

era sólida.—Es imposible que el nudo se

haya deslizado de aquí —exclamó—. ¿Estás seguro de que es aquíadonde lo ató Jason?

—Claro que estoy seguro —dijo Marc—. ¿No ves que aquí lacuerda hizo saltar la pintura?

Keith estaba totalmentedesconcertado.

—¿Dónde está ese tubo delque habló?

De vuelta adentro de la casa,Marc levantó la linterna del sitio

Page 515: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

donde la había dejado Jason ydirigió el haz de luz a la cavidadjunto a la chimenea.

—¿Qué dirías tú que es? —lepreguntó a Keith.

—No tengo la menor idea. —Con la palanca de Jason, Keith dioun golpe a la columna de metaloscuro—. Parece metal sólido. ¡No,de ningún modo es un tubo deventilación! ¿Y qué son esas letras?

Marc se encogió de hombros.—¿Será el nombre de la

fundición?

Page 516: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Las letras eran todasmayúsculas. Subían por un lado dela columna y bajaban por el otro.

Keith trató de leerlas pero nohabía espacios entre las palabras.En ese momento Marc movió lalinterna y Keith vio algo másextraño aún. Las letras que subíanpor la columna parecían haberestado rellenas con oro. Se volvióhacia Marc:

—De acuerdo. Ahora sí sientocuriosidad. ¿Me ayudas a traer laescalera?

Page 517: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Hacia el oeste, la tormentaparecía haberse desencadenadosobre el Hudson. No parecíaacercarse. Marc y Keith trajeron laescalera de aluminio y laacomodaron junto a la ventanasalediza, apoyando el extremosuperior contra el techo a unos ochometros de altura. Al pisar el primerescalón, Keith sintió que la escalerase hundía ligeramente en el suelo.Si la tierra no hubiera estado tanblanda, si Jason no hubiera caídobien... Keith no quería pensarlo.

Page 518: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Probó la estabilidad de la escaleray comenzó a subir.

Cuando estaba por la mitad,una ráfaga de aire frío lo sacudió.Keith miró alrededor: la direccióndel viento había cambiado, y ahorala tormenta se acercaba rápido.

—Está bien —le gritó a Marc—, doy un vistazo y bajo enseguida.

Subió velozmente, pasó porencima del alero, trepó por sobrelas tejas grises hexagonales deltecho, y una vez arriba se encontróen un espacio nivelado. Recién

Page 519: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

entonces Keith vio lo que estababuscando, a cinco o seis metros deél.

Contra los ladrillos de lachimenea surgían las tres puntas deun enorme tridente. Nacían de unmango metálico grueso como elbrazo de Keith. Las grandes puntastenían rastros de corrosión, yparecían haber recibido su forma afuerza de pesados golpes demartillo.

Debía de ser hierro moldeado,pensó, un hierro prácticamente

Page 520: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

inmune al aire y la corrosión. Y siese mango era el mismo que secontinuaba en la planta baja, esoexplicaba por qué la chimenea nohabía sido destruida por los rayosde la última tormenta. Estegigantesco tridente debía actuarcomo pararrayos, llevando laelectricidad directamente al suelodebajo de la base.

De hecho con este elementooculto en la chimenea, la casa del666 probablemente atraería a losrayos.

Page 521: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Hubo otra ráfaga de vientohelado y húmedo, se oyó rugir altrueno, pero aun así Keith se inclinópara ver mejor. Las hojas achatadasdel tridente estaban dispuestasparalelas a la chimenea, de modoque era imposible verlas a menosque uno se subiera al techo...

De pronto, Keith sintió que sele paraban los pelos de la nuca.Frente a él, vio que las puntas deltridente irradiaban un resplandorazulado. Y entonces comprendió loque estaba a punto de suceder.

Page 522: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—¡Marc! —gritó—. ¡Sostén laescalera! —Estiró una piernabuscando el escalón más alto...

Pero ya era tarde. El aireencima de su cabeza se rasgó conun resplandor más brillante que elsol. El rayo golpeó las puntas deltridente, y una brillante serpiente deluz corrió hacia la escalera.

Keith sintió la electricidad quepasaba por el aluminio, bajo sumano. Todo fue tan rápido queapenas si tuvo tiempo dereaccionar. Bajó a toda prisa y al

Page 523: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

tocar el suelo se le doblaron laspiernas y quedó sentado en el suelo.

Marc lo ayudó a llegar a lagalería. Empezó a caer una lluvialigera. A Keith le resonaba en eloído el estruendo del trueno. Peroya hacía cálculos. Si ese pararrayoscorría junto a la chimenea hasta elsuelo, debía tener al menos diezmetros de longitud. Y Keith nohabía observado soldaduras: alparecer era una pieza única dehierro. En cuanto a esas letras,debieron de ser grabadas en el

Page 524: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

metal al encontrarse éste al rojovivo, usando de una fuerza casiinimaginable...

—¿Estás bien? —le preguntóMarc—. Tienes la cara blancacomo un papel.

—Estoy vivo —dijo Keith—.Subamos.

—¿Qué hay arriba? —preguntó Marc.

—Si esa columna de hierrohace todo el camino hasta abajojunto a la chimenea, entonces debepasar por la pared del dormitorio

Page 525: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

principal.Marc lo pensó un momento.—¿Quieres decir que pasa por

debajo del revestimiento?—Sí —respondió Keith—.

Veamos si podemos levantarlo unpoco sin hacer mucho daño.

Pero cuando Keith presionólos paneles del dormitorio para verdónde estaban las junturas, toda lapared tembló.

—Todo el sector está flojo —dijo Marc—. Quizás si sacamos lamoldura superior...

Page 526: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—¡No, espera! —dijo Keith—. Presiona el panel y levántalo.

Como lo suponía, un panelentero, de un metro de ancho, sedeslizó hacia arriba desde elzócalo. Entre los dos lo levantarony lo apoyaron contra la pared a unlado. Detrás estaba el tiro de lachimenea y la columna de hierro.Keith se mantuvo a una distanciasegura, por si acaso el tridente deltecho atraía otro rayo. Pero aun asípudo ver que ambos lados de lacolumna estaban grabados con más

Page 527: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

letras. Cerca del cielo raso una delas series de letras parecíaterminar.

—¿Quieres que vuelva acolocar el panel? —preguntó Marc.

Keith negó con la cabeza:—Déjalo afuera. Quiero

esperar a que pase la tormenta, ycopiar esas letras, las de aquí y lasde abajo. Quizás alguien puedadecirme qué significan. —Escuchóla lluvia que caía suavemente sobrela ventana del dormitorio. Ya no seoían truenos. Ahora era un

Page 528: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

chaparrón común. Ese rayo nohabía sido más que un gesto deirritación... ¿O una advertencia?

Marc señaló otros paneles delviejo revestimiento:

—¿Estos también estaránsueltos?

—No lo sé —dijo Keith—.Veamos.

Juntos presionaron el panelsiguiente de hexágonos entrelazadosy lo levantaron del zócalo.

Detrás había gruesos tablonesde cuatro pulgadas, unidos con

Page 529: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

ganchos de hierro. Y cada uno teníados agujeros en los extremos.

—Mira —dijo Marc—. Conesto habrán reforzado la casacuando la trasladaron. Keith asintió.

—Y mira aquí.Cada tablón estaba marcado

con un número, de modo quecualquiera podría darse cuenta dedónde iba. Una vez quitado elrevestimiento un hombre,trabajando solo, podía dejar lista lacasa para un traslado en un día odos.

Page 530: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

¿Pero por qué se molestabaCoste en dejar allí esos tablones?¿Acaso tendría planeada una nuevamudanza?

Cuando Keith volvió a su casaa la tarde, Jennifer lo esperaba enla puerta.

—¿Cómo está Jason? —lepreguntó.

—Bien, gracias a Dios. Lasradiografías mostraron que no tienehuesos rotos ni lesiones internas. Loque sí tiene son unos moretonesincreíbles, pero también los

Page 531: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

tendrías tú si hubieras caído de untecho. El médico dijo que no teníasentido mantenerlo en observación,así que se fue a su casa.Probablemente vuelva a trabajarmañana.

Keith se sacó la chaqueta y lacolgó en el placard del vestíbulo.Del bolsillo de la camisa sacó eltrozo de papel donde había copiadolas letras de la columna metálica.Quizás debiera guardarlo en algúnlugar seguro.

—¿Pero cómo estás tú? —

Page 532: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Jennifer lo miraba de un modoextraño—. Pareces agotado. ¿Algoanda mal?

Keith estuvo a punto decontarle su accidente con el rayo,pero lo pensó mejor. No era elmomento de empezar a explicarletodas las cosas extrañas que habíanotado en el 666 de Sunset BrookLane. Al mismo tiempo, Keithlamentaba no haber confiado en suesposa desde el comienzo. Ahoracada nuevo detalle de la casaparecía separarlos un poco más.

Page 533: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—No, nada anda mal —dijoKeith.

Durante toda la cena estuvocallado y sombrío. Jennifer queríasaber más sobre el accidente deJason, pero su marido parecíadecididamente opuesto a hablarsobre el tema.

—La cuerda se soltó —dijo,sin dar más explicaciones.

De modo que Jennifer no lepreguntó nada más. Se quedósentada frente a él, tratando deadivinar qué le molestaba. Años

Page 534: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

atrás, al conocerlo, Keith le habíaparecido tan claro y alegre.

Ahora, no sólo traía laspreocupaciones del trabajo a casa,sino que ni siquiera queríacompartirlas con ella. Parte delproblema, pensó Jennifer, era queKeith siempre había sido unsolitario. No estaba habituado afranquearse con la gente; manteníademasiadas cosas encerradas.

La única persona en la querealmente confiaba era su hermanomayor, Paul, pero no se habían

Page 535: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

visto desde que Paul los visitó enNavidad...

En el casamiento de Keith yJennifer, el Reverendo Paul Olsonhabía sido a la vez ministro ypadrino; y además había atado unaristra de latas vacías al paragolpestrasero de la camioneta de Keith.Pero desde hacía tiempo lo veíanmuy poco. El año pasado había sidonombrado Rector Asistente de laIglesia Episcopal de All Souls enGlastonbury, Connecticut. Paulhabía prometido venir a visitarlos

Page 536: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

en algún momento de la primavera.¿Por qué no lo hacía ahora, cuandolas flores estaban a punto de abrirsey Keith necesitaba tanto de alguiencon quien hablar?

—¿Querido? —dijo Jennifer—. ¿Te gustaría que invitásemos atu hermano Paul a pasar un par dedías con nosotros la semana queviene?

—Buena idea —suspiró Keith—. ¿Piensas escribirle? Si lo haces,quiero mandarle algo.

Subió al dormitorio y volvió

Page 537: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

con un trozo de papel, en el quehabía copiado una curiosa serie deletras mayúsculas:

ECCEINMANVTVAES...— ¿De qué se trata? —

preguntó Jennifer.—Es lo que quiero saber —

dijo Keith—. Lo copié de un cañode hierro que hay en la casa deCoste. Si Paul sigue con sus cursosdel seminario debe conocer a algúnprofesor que sepa en qué idiomaestá, y lo que significa.

Cuando terminaron de cenar,

Page 538: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Keith la ayudó a levantar la mesa.Después de lo cual fue a encerrarsea su estudio, diciendo que debíatrabajar en el diseño del enrejadonuevo para la señora Sackett.

En la cocina, Jennifer se sentófrente al bloc de papel de cartasazul que le había regalado Keithpara su cumpleaños.

Miércoles 18 de abrilQuerido Paul:Cuesta creer que no te

veamos desde el invierno.

Page 539: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Siempre dijiste que tegustaría conocer esta zona enprimavera. Pues bien, ahora quelos rododendros de nuestro jardínestán a punto de florecer, nospreguntamos si querrías venir acenar y quedarte a pasar la noche.

Volvimos el 10 de lasBahamas, pero algunas presionesrecientes y otras cosas han dejadoun tanto decaído a Keith. Nuestroaniversario de bodas es el 7 demayo, pero sé que le encantaríaverte antes, y desahogarse contigo

Page 540: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

de sus problemas. En tanto, Keithte pide que le muestres este papela alguien del seminario que puedadecirle qué significan laspalabras. Es algo que encontró enuna casa en la que trabaja, unavecina a la nuestra, del otro ladode la barranca. Sé que los fines desemana no puedes viajar, por losservicios religiosos. Perocualquier día de la semanapróxima, o la siguiente, nosvendría perfecto. Avísanos antes.

Salió por la puerta del frente y

Page 541: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

metió la carta en el buzón. Habíaotra carta allí, un sobre de laCarpintería de Obra Olson, dirigidoa Tom Greene. Pero no teníaestampillas.

Jennifer sacó la carta y fue alestudio de Keith, que estabainclinado sobre la mesa, trabajandocon el dibujo del enrejado de laseñora Sackett.

—Keith —le dijo—. Tienesque ponerle estampillas a las cartassi quieres que lleguen.

—¿Eh? —Keith levantó la

Page 542: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

cabeza—. No mandé ninguna carta.—¿Cómo no? ¿Y esto? —le

dijo ella dándole el sobre.—¡Te aseguro que no lo puse

yo en el buzón! —exclamó Keith.Dio vuelta el sobre en la mano.

Era el mismo que había escritoesa tarde, poco antes de que lollamara Marc, y lo había dejado enla máquina de escribir allí en laoficina de Chappaqua. Y lo quehubiera adentro era bastante grueso;el sobre había sido cerrado concinta adhesiva de celofán.

Page 543: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Intrigado, rasgó el sobre. Unfajo de dinero cayó al suelo.

Jennifer lo ayudó a levantarlos billetes y a contarlos. Habíaveinte billetes nuevos y crujientesde cien dólares, lo que sumaba dosmil dólares: la suma exacta que ledebía Coste por haber comenzadoel trabajo en el 666 de SunsetBrook Lane.

Page 544: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

10

Miércoles 18 de abril al viernes 20

de abril de 1979AHORA QUE LO pensaba,

Keith recordaba claramente habercerrado con llave la puerta de laoficina la tarde del miércoles. Perodespués de todo, había estadoapurado. Con la preocupación porJason, podía no haberse dadocuenta de que el cerrojo no estabacorrido del todo. Coste debió ir a

Page 545: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

pagarle, encontró la puerta abierta,y usó el primer sobre que encontró.

Pero aun así, había unproblema: no se podía cerrar lapuerta desde afuera sin usar lallave. De modo que subió a lacamioneta y volvió a Chappaqua acerrarla.

Cuando llegó, la puerta de laCarpintería de Obra Olson estabaperfectamente cerrada. Adentro nofaltaba nada, salvo, por supuesto, elsobre que Keith había dejado en lamáquina de escribir.

Page 546: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

¿Acaso Coste habría usado unaganzúa? Lo que más molestaba aKeith era que sobre el escritorioestaban todos esos artículosfotocopiados del periódico deSeattle. Los había dejado a la vista,sin pensar siquiera en guardarlos.Era imposible que Coste no loshubiera visto.

¿Qué pensaría el dueño de lacasa del 666 de Sunset Brook Lanede esta curiosidad de Keith,especialmente después de habersetomado tanto trabajo para evitar la

Page 547: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

publicidad? Al diablo, pensó Keith,estaban en un país libre. Si queríainvestigar la historia de las casas enlas que trabajaba, era cosa suya.

El jueves a la mañana, loprimero que hizo Keith fue llamar aun negocio de llaves y cerraduras yle pidió al dueño que fuera a suoficina. Lo observó trabajarinstalando una cerradura nueva, ydespués abrir un segundo agujero,más arriba, para colocar un cerrojo.

—¿Es posible que alguienabra la puerta en estas condiciones?

Page 548: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—le preguntó Keith.—Señor —respondió el

hombre—, no hay cerradurainviolable. Pero con estos doscierres al mejor ladrón le llevaráquince o veinte minutos de trabajoabrirla. —Señaló las barras debronce del cerrojo, que aún tenía enla caja—. El ladrón corriente, delos que merodean por aquí, notendrá el tiempo ni la pacienciapara hacerlo. ¿Y por qué semolestaría con su puerta, cuandofácilmente puede arrancar un panel

Page 549: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

en la puerta de aquel almacén yentrar sin problemas?

Antes de irse, el cerrajero lemostró a Keith cómo funcionabanlas nuevas llaves. Keith no tuvotiempo de leer los artículosfotocopiados, de modo que losguardó en el cajón superior delescritorio antes de volver al 666 deSunset Brook Lane.

Ese jueves Jason no parecíadolorido ni molesto. Pero sí parecíacambiado, más calmo, casi tímido,como si esa caída lo hubiera

Page 550: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

privado de su audaciacaracterística. El viernes usaron elpegamento especial para llenar lasaberturas entre los paneles derevestimiento. Jason trabajó conmás cuidado que nunca, aplicandoel pegamento con tanta minucia queKeith no podía ver siquiera dóndeestaban las junturas.

A las tres de la tarde delviernes habían hecho todo lo quetenían que hacer en el interior de lacasa. Una vez que Tom Greeneencontrara un inquilino, Keith

Page 551: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

subcontrataría a alguien que pintarael interior. De modo que a las tres ycuarto despidió a sus empleados.

—El lunes traigan la ropa parapintar —les recordó—. Ya sabenque empezaremos el exterior.

David no vendría a cenar hastalas 6.30 . De modo que en lugar devolver a casa, Keith fue a la oficinade Chappaqua. Para su tranquilidad,había dos pedidos de presupuestoen el contestador automático delteléfono. ¡Ahora las cosas volvían ala normalidad! Después de hacer

Page 552: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

los llamados correspondientes, aúntenía tiempo de sobra para leer contodo cuidado esos artículos delperiódico de Seattle.

Eran las 4.00 en punto cuandoKeith abrió el cajón superior delescritorio.

Por lo que veía, la pila defotocopias estaba exactamente talcomo la había dejado el miércolesa la tarde, ordenadacronológicamente, con el primerartículo arriba. Ese primer artículo,titulado SE ENCUENTRAN DOS

Page 553: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

CADÁVERES EN UNA CASA DEBREMERTON ROAD, estabaacompañado por una fotografía dela casa. Pero la máquina copiadorahabía sacado la ilustración muyoscura y borrosa. ¿Había unaventana salediza a la izquierda dela galería? Si la había, estabaoculta por una especie de arbusto.

"Oh, está bien", suspiró Keith."Probablemente habría más fotos."

A las 4.35 había leído casitodos los artículos. De lo que pudoreconstruir, dedujo esta historia: los

Page 554: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

dos cadáveres habían sidodescubiertos en las primeras horasde la mañana del 21 de octubre de1973. Un coche policial en susrondas habituales había visto unCadillac estacionado durante horasfrente al 666 de Bremerton Road.Cuando el patrullero informó porradio del número de la patente, leinformaron que ese auto estabaregistrado a nombre de EdgarSutton, de Tacoma.

Una hora más tarde, el autoseguía allí, y el oficial de policía

Page 555: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

notó que la puerta del frente de lacasa estaba medio abierta. Decidióinvestigar. Adentro, en un "pequeñocuarto de la planta baja", seencontraba Patty Lee Swenson, dediecinueve años, su cadáver tiradocontra una pared. Tenía el cuelloroto, la tráquea quebrada y unafractura de cráneo.

Del otro lado del cuarto estabaEdgar Sutton, de cuarenta y ochoaños, que murió camino delhospital. Aunque las heridas deSutton eran graves, el médico

Page 556: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

forense determinó que habríasobrevivido si hubiera quedadotendido en el piso. Pero habíaestado sentado contra la pared.

Inconscientemente, se habíaahogado en su propia sangre.

La brutalidad de las heridashizo que los detectives de ladivisión Homicidios pensaran en ungrupo de asesinos. Una semana mástarde, la señora Eunice SuttonBeaufort, de cuarenta y un años, sepresentó en la estación de policíade Tacoma. Pidió protección

Page 557: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

policial afirmando que su marido,miembro del Concejo de la Ciudadde Seattle, había perdido la razón.Su informe le dio a la policía laprimera pista segura del caso, asícomo también el motivo plausiblepara los crímenes.

James Beaufort, de cuarenta ytres años, había contratado a PattyLee Swenson como secretariainmediatamente después de que éstaterminó sus estudios secundarios.No tardó en iniciar una relaciónamorosa con la muchacha, y la

Page 558: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

había ayudado a encontrar esa casade dos pisos en Bremerton Roaddonde él la visitaba regularmente,al menos tres veces por semana.

La señora Beaufort se habíaenterado de esto, pero supuso queno duraría mucho tiempo. Sumarido en cambio le pidió eldivorcio para casarse con la joven,a lo que la señora Beaufort se negórotundamente. Al día siguientetelefoneó a su hermano Edgar,abogado de Tacoma, y le pidió quetratara de convencer a la señorita

Page 559: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Swenson.Al día siguiente después de

salir de su trabajo, Sutton se dirigióal 666 de Bremerton Road enSeattle. Mientras trataba deconvencer a Patty Lee Swenson dela conveniencia de romper surelación, entró inesperadamenteJames Beaufort.

Según la señora Beaufort, sumarido le había confesado elcrimen. Pero dado que una esposano podía presentar testimoniocontra su cónyuge, el de la señora

Page 560: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Beaufort no era válido ante elTribunal. La acusación del fiscaldel distrito debió basarseexclusivamente en pruebas circuns-tanciales. No obstante, cuandoBeaufort fue llamado a dartestimonio durante el juicio,sorprendió a los presentes con unaconfesión espontánea de su doblecrimen.

De acuerdo con Beaufort, seenfureció al encontrar a su cuñado asolas con Patty, y lo golpeó sinpoder contenerse. Cuando la

Page 561: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

señorita Swenson trató dedetenerlo, la golpeó a ella también.

Los detalles de su sorpresivaconfesión coincidían con el informedel forense, salvo por unadiscrepancia crucial. Beaufortafirmó que cuando dejó la casaSutton yacía acostado en el piso.

Pero los policías habíanencontrado a Sutton sentado contrauna pared del cuarto. De todosmodos, el jurado deliberó duranteapenas cinco horas y dictaminó laculpabilidad de Beaufort.

Page 562: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Keith estaba casi seguro deque la casa del número 666 deBremerton Road era la misma queahora estaba en el 666 de SunsetBrook Lane. Pero para sufrustración, las descripcionesperiodísticas de la casa eran de unavaguedad exasperante. Y ese diariode Seattle publicó siempre lamisma foto de la casa. Un granarbusto ocultaba por completo laventana salediza, si es que habíaventana salediza.

Seis semanas después del

Page 563: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

veredicto del jurado, el juez dictópara Beaufort una sentencia dereclusión de veinte años a perpetua.Dos años después, el periódicoinformaba que Beaufort había sidodistinguido como prisioneromodelo en la Isla McNeil. Elanteúltimo artículo había aparecidoel 10 de septiembre de 1978:

LA CASA DEL CRIMEN,CAMBIA DE UBICACIÓN

ESCENARIO DE LA TRAGEDIADE 1973.

¡Ahora sí aparecía algo

Page 564: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

interesante! En un artículo sobre lacasa seguramente aparecería elnombre del propietario. Y si elpropietario era Coste, Keith sabría,de una vez por todas, si se tratabade la misma que ahora era vecinasuya.

¡Pero la parte inferior de lafotocopia había sido rasgada! Laúltima frase completa decía:

"Según la Compañía Spatz, enlos últimos años se recibieronvarias ofertas para comprar lacasa". Lo que seguía del papel no

Page 565: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

parecía haber sido arrancado de untirón. Más bien parecía como si lohubieran roto de a trozos diminutos,uno por vez.

—¡Maldito sea! —dijo Keithen voz alta. Pensó que debían dehaber sido ratones. ¿Pero un ratónno habría dejado pedazos por ahí?Salvo que se hubiera llevado todoel papel para un nido o algo así.Todos los inviernos Keith dejabauna trampera preparada bajo elarchivo, y veneno detrás delradiador, por si acaso. Se levantó

Page 566: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

de su asiento y fue a ver. La trampaseguía al acecho. Y el veneno nohabía sido tocado.

De vuelta al escritorio, mirólos otros artículos que había leído.¿En qué cuarto de aquella casahabía cometido los crímenesBeaufort? Ese "pequeño cuarto dela planta baja" donde fueronhallados los cadáveres, ¿sería elcuarto hexagonal bajo la escalera?Patty Lee Swenson había vividobastante tiempo en esa casa.¿Habría visto las ventanas con sus

Page 567: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

grabados enrojecidas por el solponiente? ¿Habría conocido, ella oBeaufort, a un hombre llamadoCoste?

Ahora, años después, losreporteros que habían escrito estosartículos habrían cambiado detrabajo y los detectives de ladivisión Homicidios no recordaríannada. Pero al pensarlo, Keithcomprendió que había una personaque sin duda alguna recordaría elcaso con todo detalle. Y lo mejorera que Keith sabía perfectamente

Page 568: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

dónde hallarlo. Volvió a sumáquina de escribir y redactó deprisa una carta al interno JamesBeaufort de la PenitenciaríaFederal de la Isla McNeil.

Entró a la Oficina de Correosde Chappaqua a las cinco menoscinco, poco antes de que cerraran.Y cuando llegó a su casa a las cincoy cuarto aún tenía tiempo de sobrapara ducharse y vestirse antes deque llegara David Carmichael a lasseis y media.

Jennifer había planeado la

Page 569: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

cena de esta noche pensando enKeith: él estaría contento de comerlo que era habitual en su mesa losdías de semana, carne y papas. Perocuando se sentaron a la mesa,advirtió hasta qué punto la hacíafeliz la presencia de David. Paraempezar, David no estaba sombrío.No se sentaba a cenar conproblemas de molduras orevestimientos o cualquier otra cosaasí en la cabeza.

Además, vio que David teníabuen apetito. Cualesquiera que

Page 570: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

hubieran sido los problemasrecientes del anticuario, su visita almédico le había hecho muy bien.Parecía más relajado esta noche,como si se hubiera quitado deencima alguna pesadaresponsabilidad. Jennifer sepreguntó si podría lograr que Keithvisitara al mismo médico y quizásque tomara los mismos remedios.

En el camino hacia la casa deKeith y Jennifer, Daviddeliberadamente había pasado porla casa del número 666 de Sunset

Page 571: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Brook Lane. Sin duda alguna era lamisma casa que había visto en suspesadillas: los marcos de madera,el techo de tejas, la disposición delas ventanas, todo era idéntico.Pero la casa de sus sueños erasiempre azul. Y la de la realidadera decididamente amarilla...

David no quería hablar de lavisita, tan horriblementeembarazosa, al doctor Fuchs-Kramer, y mucho menos de laaterrorizante pesadilla que habíatenido en la camilla de la clínica.

Page 572: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

La noche del lunes, y la del martes,el sueño se había repetido en todoslos detalles. De modo que ya habíavisto tres veces a la extraña casaazul deshacerse y rearmarse eninstrumentos de tortura y muerte.Por lo tanto, cuando Keith comenzóa describir su trabajo en el interiorde la casa, David aguzó los oídos.¿Sería posible que esa casaestuviera hecha de raras maderas dediferentes tamaños y formas? Si eraasí, Keith lo tendría que habernotado.

Page 573: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Esas paredes que estánreemplazando —dijo Davidsimulando poco interés— ¿quétienen debajo?

—Nada —dijo Keith tragandoun bocado de papas—. Quierodecir, clavamos el revestimientocontra las tablas verticales queforman las paredes.

—¿Qué aspecto tienen esastablas? —insistió David. Keithmiró fijamente al invitado. ¿Cómoera posible que David Carmichaelse hubiera enterado de la increíble

Page 574: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

reunión de maderas diversas dentrode los muros de la casa del 666?

Por un instante, estuvo tentadode decirle todo a David. Perodespués vio a su esposa, sentadadel otro lado de la mesa. Jenniferno sabía nada sobre las maderasextrañas en las paredes, ni sobre elpararrayos de nueve metros delargo, ni sobre el rayo que le habíacaído tan cerca. No.

Si ahora se confesaba a David,Jennifer sabría cuánto le habíaestado ocultando.

Page 575: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Bueno, la mayoría de lasvigas verticales son de dospulgadas por cuatro, y van de labase de la casa hasta los aleros.Antiguamente se usaba unenlistonado, es decir tablillas finasde madera, y sobre él yeso. Perohoy el revestimiento preparado esmás práctico y fácil de colocar.

—Sí —dijo David—, pero...—Vaciló. No quería tener querelatar su pesadilla con todos esosdetalles violentos y horripilantes.Al menos no frente a Jennifer.

Page 576: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

De modo que cambió de tema.Después de la cena, los tres

fueron a la sala con sus tazas decafé. David buscó en el bolsillo yle tendió a Keith el sestercio debronce que había comprado en laciudad.

—Espera un minuto —dijoKeith dando vuelta el envoltorioplástico entre los dedos—. Esta noes la moneda que te di.

—No es exactamente la misma—respondió David— Pero es lamisma variedad.

Page 577: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—¿Qué pasó con la otra? —preguntó Keith. David tomó unlargo trago de café.

—La perdí —dijotranquilamente—. La última vez quevi a esa moneda fue en la sala de midepartamento. Pero por más quehice, no pude volver a encontrarla.

Keith examinó el sesterciobajo la luz de la lámpara.

—Escucha —dijo—, ésta estáen mucho mejor estado que la que tedi.

—Vale lo mismo o más que la

Page 578: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

otra —dijo David después de uncarraspeo—. Cuando la devuelvas,estoy seguro de que no tendrásproblemas con tu señor Coste.

Hubo una pausa momentánea.Los dos querían decirle algo alotro. Pero ninguno de los dos sabíacómo, o por dónde comenzar.

—Jennifer me dijo quesaldrías durante el verano —dijoKeith al fin. David asintió:

—He estado trabajandodemasiado últimamente, he tenidomalos sueños, esa clase de cosas.

Page 579: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

De modo que un médico me sugirióque me tome libre el verano.Supuse que sería demasiado tardepara alquilar una casa en la playa.Pero de todos modos me anoté en lalista de espera de una agencia dealquileres de Long Island. Yprecisamente esta tarde mellamaron para decirme que habíahabido una cancelación enAmangasett. De modo que mecorresponde a mi.

—Felicitaciones —dijo Keithcon un vago sentimiento de celos.

Page 580: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

El y Jennifer apenas si habíanlogrado reunir el dinero para unasvacaciones de diez días en lasBahamas. Y aquí estaba DavidCarmichael, dispuesto a pasarsetres largos meses en la playa. Perode algún modo sentía que elanticuario tenía un problemapersonal de cierta importancia.

—Hay un inconveniente sinembargo —dijo David—. Debopagarle a la agencia un depósito deochocientos dólares en efectivo. Sino lo hago mañana a las diez de la

Page 581: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

mañana me eliminarán y lealquilarán la casa al que me siga enla lista.

—¿No es demasiado dinero?—preguntó Jennifer.

—No por tratarse de una casaen la playa —suspiró David—. Sellegan a pagar alquileres cuatroveces más altos.

—Sería lindo tener una casaasí —dijo Keith con nostalgia.

Jennifer miró a su esposo.Casi podía ver cómo tomaba formael sueño en la mente de Keith:

Page 582: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

trasladar su negocio de carpinteríaa algún pueblo soleado en la orilladel mar. Pero seguiría siendo unsueño, eso Jennifer lo sabía. Keithno era una personalidad flexiblecomo David.

Estaba demasiadoacostumbrado a New Castle comopara poder ser feliz en cualquierotra parte.

—¡Bien! —David miró sureloj. —Si quiero estar enAmangasett a las diez, tendré quesalir muy temprano. De modo que

Page 583: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

será mejor que me vaya, aunque lolamento...

En la puerta, cuando Jenniferdespidió a David con un beso,Keith no se sintió molesto. DavidCarmichael en realidad no era malapersona, y hubo momentos esanoche, en que Keith se habíasorprendido a sí mismo consentimientos de auténtica amistadhacia él. Al despedirse le apretó lamano con calor:

—Cuídate.—Nos veremos en septiembre,

Page 584: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

supongo —dijo David sonriendo.Keith lo miró desde la puerta

del frente mientras David ponía enmarcha el Mercedes, retrocedíahasta la calle y tomaba rumbo alnorte, en dirección al cruce deSunset Brook Lane y la RutaTaconic.

De pronto sintió en la espaldala mano de Jennifer. Se dio vuelta yle dio un súbito abrazo de oso quela hizo reír. Quizás fuera sólo laprimavera en el aire, ¡pero quémaravilloso era comprender cuánto

Page 585: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

amaba a esta mujer!—Tengo que lavar los platos

—protestó Jennifer mientras Keithle besaba el cuello.

—Puedes lavarlos mañana —dijo él—. ¡Y yo te ayudaré!

Al pasar el puente de concretoen lo alto de Sunset Brook Lane,David vio la luna que subía en eleste. La había visto antes, desde laventana de la sala de Jennifer.Ahora estaba más alta, por encimade la copa de los árboles.

Adelante aparecía la silueta

Page 586: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

oscura de la casa del número 666.La luna proyectaba la sombra de losárboles sobre la calle. Pero lasombra de la casa parecía muchomás oscura, casi sólida ytridimensional.

Por un instante, David sintió elimpulso de frenar el auto, dar lavuelta y tomar por el otro camino,antes que pasar por sobre esasombra que oscurecía el caminodelante de él. ¡Oh, vamos! se dijo.¡Desde que tenía ocho años le habíaperdido el miedo a la oscuridad! Y

Page 587: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

éste era el camino más rápido parallegar a la ruta.

Al entrar en la sombra de lacasa, David sintió un pequeñodesnivel. ¿Habría algo en la ruta?

De pronto los faros seoscurecieron, y casi de inmediatose apagaron del todo. Al mismotiempo se apagaban las luces rojasdel tablero.

David llevó el pie derecho alfreno, pero el auto ya estabadeteniéndose por sí solo. ¿Por quéel motor se había parado de ese

Page 588: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

modo? Con el impulso que llevabasacó el vehículo del camino y loestacionó a un lado, sobre la tierra.

Accionó el freno de mano ymiró alrededor. Volvía a iluminarlola luna y había dejado unos treintametros atrás a la casa nueva.¿Adonde encontraría un mecánico aesta hora de la noche?

Entonces vio que las luces deltablero habían vuelto a encenderse.Al menos la batería no estaba deltodo muerta. Quizás se trataba delmotor, que se hallaba frío. David

Page 589: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

probó de ponerlo en marcha. Parasu alivio, funcionó de inmediato,sin el menor tropiezo.

Las luces del tablerovolvieron a apagarse. David seaseguró de que el cambió estuvieraen punto muerto, y apretó elacelerador. El motor respondióperfectamente, sin vacilaciones.

Estaba por arrancar cuandovio una luz roja, por el espejoretrovisor esta vez.

La miró, parpadeando por lasorpresa. Una luz roja, brillante,

Page 590: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

había aparecido detrás de laventana salediza de la casa.Después se fue apagandolentamente, hasta desaparecer.

¿La habrían visto Keit yJennifer también? No, imposible,porque su casa estaba del otro ladode la barranca... Entonces Davidvio que la luz roja comenzaba abrillar a través de los paneles quehabía a ambos lados de la puerta deentrada. Se volvió en el asientopara mirar mejor. La puerta delfrente se abrió.

Page 591: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Una brillante luz carmesí sederramó por la galería, hacia elMercedes. El motor del auto volvióa apagarse y las luces rojas deltablero brillaron. Pero David, quemiraba por encima del hombro, nolo notó.

Abrió la boca en unaexpresión de estupor. De pie en lapuerta del frente, envuelta en eseresplandor rojo sangre, había unafigura desnuda. David la reconocióde inmediato.

Y eso fue lo último que pudo

Page 592: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

recordar.

Page 593: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

11

Sábado 21 de abril de 1979CUANDO KEITH BAJO, en

pijama y bata, Jennifer ya seencontraba vestida. Estaba sentadaa la mesa de la cocina, con una tazade café junto a ella, anotando algoen una hoja de papel.

Habían hecho el amor dosveces la noche anterior. Después delo cual Keith había dormidoprofundamente y sin soñar. Ahora

Page 594: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

miró el reloj sobre la cocina. Erancasi las 8.45.

—Me dormí —dijo con unbostezo.

—Has estado trabajandomucho —respondió Jennifer sinmirarlo—. Hoy es sábado. Puedespermitirte una hora más de sueño.

—No, no puedo —replicóKeith. Se sirvió una taza de café delrecipiente que había sobre lacocina. —Debo hacer un par depresupuestos por la mañana.Empiezan a venir nuevos trabajos.

Page 595: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Me alegro —dijo Jennifer.Keith se sentó a la mesa y se

frotó los ojos.—¿Qué estás haciendo?—Redacto un nuevo aviso

para el diario, ofreciéndome comodecoradora de interiores. —Tachóuna palabra y la volvió a escribir—. El último aviso que puse nosirvió de nada. Llevaré este nuevo ylo haré publicar durante unasemana.

Keith se levantó y metió unarebanada de pan en la tostadora.

Page 596: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Después miró por la ventana.Soltó una exclamación de

sorpresa.Jennifer levanto la cabeza del

papel:—¿Qué sucede?—Hay un auto al borde del

camino, frente al 666.—Observaba el reflejo del sol

matutino en el parabrisas del auto,pero los árboles de la barranca, queempezaban a cubrirse de hojas, leimpedían verlo con claridad.

—¿Será el señor Coste? —

Page 597: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

preguntó Jennifer.—O algún posible inquilino

que mandó Tom Greene.Keith tomó con precaución un

sorbo del café caliente.—Supongo que Tom tiene una

llave de la casa. Debe de haber másde una.

—Si es Coste —dijo Jennifer—, podrás darle la moneda romanaque David te devolvió anoche.

—Si es Coste —replicó Keith— no será la última vez que venga.—Volvió a mirar el reloj de la

Page 598: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

cocina—. Además, no tengo muchotiempo. Me esperan en Pound Ridgea las nueve y media en punto.

Keith estaba todavía en laducha cuando Jennifer salió delgaraje en el Datsun azul. Adentroquedaba la gran camioneta con elcartel de la CARPINTERÍA DEOBRA OLSON pintado a uncostado. Era una cálida yperfumada mañana de abril. Yapronto Keith debería sacar losprotectores de nieve de lasventanas.

Page 599: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Tomó hacia la derecha porSunset Brook Lane, en dirección ala oficina del periódico deOssining. Al acercarse al frente dela casa nueva vio el Mercedes-Benzverde estacionado en el sendero deentrada. Y al pasar por allí observóel número de la patente: ¡era el autode David!

Hizo inmediatamente unavuelta en U y estacionó su Datsunjunto al Mercedes. No había nadieal volante. ¿Pero qué podría estarhaciendo David en la casa nueva?

Page 600: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

¿No se suponía que esa mañanadebía estar en aquella inmobiliariaen Long Island?

Bajó del auto y subió losescalones de la galería. Pero lapuerta del frente estaba biencerrada.

Intrigada, volvió a mirar elMercedes en la entrada. Sóloentonces vio una figura de cabellosplateados recostada en los asientosdelanteros.

Cando abrió la puerta del ladodel conductor, David no se movió.

Page 601: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Debió de haber estado sentado alvolante y caer hacia la derecha.Todavía tenía puesto elimpermeable que llevaba la nocheanterior y se cubría la cabeza conun brazo como si quisieraprotegerse.

Jennifer le miró el rostro,sobre el que la luz de la mañanahacía resaltar la incipiente barbagris. ¿Qué le habría pasado?

—¡David! —gritó, tirándolede la manga del piloto—, ¡David!¿Me oyes?

Page 602: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

No se movió, y Jennifer debiócontrolar un sentimiento de pánico.Entonces vio que David inhalabalenta y profundamente.

—¿David? —repitió.David abrió los ojos, e

inmediatamente volvió a cerrarlos.La luz del sol entraba directamentepor el parabrisas. Poco a poco sesentó, moviendo la lengua en laboca. ¿Adonde estaba?

—¿Estás bien?Volvió a abrir los ojos y vio a

Jennifer inclinada sobre la puerta

Page 603: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

del auto.—¿Por qué estacionaste aquí?

—le preguntaba—. ¿No fuiste a tucasa anoche?

—¿A casa? —preguntó David.Automáticamente se palpó el pecho:la billetera seguía en su lugar, lomismo que la libreta de cheques.Las llaves del auto estaban en susitio. Mirió a Jennifer con totaldesconcierto. —Recuerdo que toméen esta dirección, para tomar la rutaTaconic, ya sabes. —Se pasó lamano por la barbilla—. Había luna

Page 604: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

llena. Todas esas sombras quecruzaban el camino...

Y después había estado lacasa, y luego esa luz roja. Davidsentía cómo los detalles se leescapaban. ¡Pero Jennifer seguíaallí! Entonces... ¿habría sido realtodo aquello? Vaciló y miró aJennifer con más atención. Estabavestida ahora, y llevaba el largocabello castaño atado atrás.

No era así como se le aparecióla noche anterior. Cuando laenvolvía ese resplandor rojo había

Page 605: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

tenido el cabello suelto, desplegadosobre los suaves hombrosdesnudos...

No, pensó David, debió dehaber sido un sueño. ¡Pero almenos, y para cambiar, un sueñoagradable!

—¿Estás seguro de que tesientes bien? —repitió ella.

David salió del auto. Despuésde una noche en esa posiciónanormal, la espalda debería haberledolido terriblemente. Pero en lugarde los dolores y la rigidez que

Page 606: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

podían esperarse, sentía el cuerpoentero relajado y renovado.

Sonriéndole a Jennifer, sedesperezó y aspiró profundamenteel aire estimulante de la mañana.

Clavado en el césped reciente,junto a la escalera de la galería,había un cartel metálico verde yblanco que decía:

SE ALQUILAThomas Greene,

Inmobiliaria555-0098

Qué gracioso, pensó

Page 607: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Carmichael. Había visto ese cartella noche anterior. Pero entoncesestaba clavado junto a la ventanasalediza, no aquí junto a la galería.

—¿Qué pasará conAmangasett? —le preguntó Jennifer.

La miró parpadeando:—Perdón. ¿Qué dijiste?—¿No debías ir allí esta

mañana a pagar el depósito por lacasa en la playa?

David recordó. Al mirar sureloj pulsera, vio que el puño de sucamisa francesa estaba manchado

Page 608: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

con puntos de sangre.—¡David! ¿Qué te hiciste en la

muñeca?En la base del pulgar de la

mano izquierda había una herida: lamarca de un profundo pinchazo.Pero ya no sangraba y tampoco leardía.

—No lo sé —dijo David. Elreloj marcaba las 2.25. ¡No podíaandar bien! Se lo llevó al oído y nooyó el tictac. —¿Qué hora es? —lepregunto a Jennifer.

—Alrededor de las 9.15.

Page 609: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

David había dejadoochocientos dólares en efectivo ensu departamento de RiversideDrive.

Lo que significaba que tendríaque ir hasta allí a recogerlos yluego encaminarse a Long Island.

¡Nunca podría hacerlo atiempo!

Una vez más el cartel dealquiler junto a la escalera de lagalería le atrajo la mirada.

Jennifer se preguntaba siDavid habría sufrido otra pérdida

Page 610: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

de conocimiento antes de ésta.¿Sería ése el verdadero

problema por el que había ido a veral médico? ¿Y cómo había podidoherirse la muñeca de ese modo? Lerogó que fuera a su casa y tomaracafé con tostadas, pero David dijoque no quería causarle ningúnproblema. Jennifer conocía la razónverdadera de su rechazo: no queríatener que explicarle a Keith queJennifer lo había encontradodormido en su auto. David yaestaba bastante turbado.

Page 611: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Volvió al Mercedes y el motorse encendió de inmediato. Jennifersacó su Datsun y le permitió salir aSunset Brook Lane. David la saludócon la mano y enfiló en dirección ala ruta Taconic.

A las diez y media Jennifervolvió de la oficina del diario deOssining. En el anotador que habíajunto al teléfono de la cocina Keithle había dejado una nota diciéndoleque no volvería a casa hasta la una,o más tarde.

Jennifer se preparó mas café y

Page 612: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

miró la casa amarilla y blanca quese levantaba del otro lado de labarranca. David le había dicho unavez que tardaba una hora enrecorrer el camino entre NewCastle y Riverside Drive. Miró elreloj de pared de la cocina: erancasi las diez y treinta y siete ya, yDavid se había marchado hacía másde una hora.

Fue al teléfono y marcó elnúmero de David. Oyó sonar elteléfono una y otra vez. Después deocho llamadas, aún no había

Page 613: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

respuesta.¿Se habría encontrado con un

tránsito muy pesado? Quizás Davidse había detenido a tomar undesayuno en el camino... ¿O habríavuelto a perder la conciencia? Paraasegurarse de que no había marcadomal el número, colgó y volvió amarcar.

Esta vez, el teléfono fuelevantado al primer llamado.

—¡Sí, señora Olson! —dijouna voz profunda que no reconoció.

Por un segundo quedó

Page 614: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

desconcertada. ¿La habría llamadoalguien en el preciso momento enque levantaba el receptor paramarcar? Había una curiosa estáticaen la línea.

—Hola —dijo al fin—.¿Quién habla, por favor?

—Alguien que no se sientemuy feliz de que usted lo interrumpa—respondió la voz conimpaciencia.

—¿Qué quiere decir? —preguntó Jennifer—. ¿Está el señorCarmichael ahí?

Page 615: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—No ha llegado aún —respondió al momento la voz—.Pero lo hará en cualquier momento.

Jennifer percibió el ligeroacento extranjero. Trató deimaginarse a quién podríapertenecer esa voz resonante eirritable.

—Ya veo. ¿Podría decirle queme llame no bien llegue?

—No, no lo haré.Jennifer sintió una súbita

llamarada de ira.—Escuche —dijo—, ¡basta de

Page 616: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

bromas! O me dice quién es y quéestá haciendo en el departamento deDavid, o llamo a la policía deNueva York.

Hubo una risa seca ydesdeñosa del otro lado de la línea:

—Señora Olson, la policía yaestá sobre aviso.

La comunicación se cortó.Fuera quien fuese, le había colgado.Jennifer apretó la horquilla y lasoltó. Pero en lugar del tono queesperaba, oyó el sonido de unteléfono que sonaba. Y casi de

Page 617: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

inmediato respondían.—¿Sí? —dijo otra voz.

Jennifer reconoció el tononeoyorquino; era alguien distintodel que había respondido antes.

—Hola —dijo con vacilación—. ¿Con quién hablo, por favor?

—Teniente DiMiglio —fue larespuesta—. Departamento depolicía de Nueva York.

En la ruta Taconic había muypoco tránsito hacia el sur. Pasandoel puente George Washington, losmanzanos que se alineaban en la

Page 618: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

orilla del Hudson estaban casi apunto de florecer. David dejó elMercedes en el sitio que lecorrespondía en el estacionamientoy caminó hacia su departamento.Necesitaba con urgencia unaafeitada, y tenía la ropa arrugadapor haber dormido con ella.Primero que nada una duchacaliente y después un desayuno,pensó. Después bajaría a latintorería y dejaría estas prendaspara lavar y planchar. De vueltacompraría un diario en el kiosco y

Page 619: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

comenzaría a buscar de nuevo casasde playa para alquilar.

La fachada del edificio deRiverside Drive seguía en sombras.Recién a la tarde, cuando el solestuviera al oeste, entraría la luzpor las ventanas del dormitorio. Lesonrió a Raúl, el portero, y tomó elascensor.

Cuando llegó a su piso, buscólas llaves en el bolsillo. Pero nobien abrió la puerta del ascensor sesorprendió al ver a un policía deuniforme hablando con Carl

Page 620: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Mullins, el administrador deledificio. Además de ellos dos habíaotro hombre de civil, y Davidadivinó que era un detective.

Al oír la puerta del ascensor,Carl Mullins interrumpió suconversación con el oficial depolicía y se volvió.

—¡Oh, señor Carmichael! —exclamó—. ¡Es usted!

—Por supuesto que soy yo,Carl. —Cualquiera que fuese elproblema que había llevado a lapolicía a su piso, tarde o temprano

Page 621: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

se enteraría por boca de Raúl.Trató de llegar a la puerta de sudepartamento, pero el oficial depolicía se lo impidió.

—Un momento, señor...David vio que la puerta de su

departamento estaba abierta de paren par. Desde donde estaba apenassi podía ver el ángulo de laalfombra de la sala.

—Lo siento, señor Carmichael—dijo el administrador—. Pero suvecino, el señor Jacobs, se quejabadel ruido que venía de su

Page 622: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

departamento...—Oh, eso fue la noche

anterior —señaló David.—No, no —dijo Carl Mullins

—. ¡Esta mañana! Pero cuando yosubí, los ruidos se habíaninterrumpido. De modo que mepermití usar la llave maestra, sólopara asegurarme...

—Señor Carmichael —lointerrumpió el oficial de policía—.¿Cuándo salió usted del edificio?

—Ayer a la tarde —respondióDavid—. A eso de las cinco y

Page 623: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

cuarto. —¿Pero acaso el policíacreería que había dormido en suauto? ¡Quizás querrían llamar aJennifer para confirmar!

—Puede pasar —dijo eldetective—. Sólo que no debe tocarnada. —David notó que el policíade civil masticaba goma de mascar—. A propósito, recibió un llamadohace cinco minutos. Una mujer. Noquiso dejar su nombre.

—¿Oyó? —dijo el de uniforme—. Vamos, puede pasar.

Al entrar a la sala, David miró

Page 624: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

alrededor con incredulidad. ¡Lacasa era un caos! Sus sillones LuisXV estaban apilados patas arriba enun rincón. Los libros de los estantesa los lados de la chimenea estabandispersos por toda la sala. Todoslos cuadros se hallaban en el sueloy habían usado el atizador de lachimenea para hacer grandesagujeros en el cielo raso y en lasparedes.

Este desorden le resultaba muyfamiliar. Para la policía, no podíatratarse de otra cosa que de un

Page 625: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

maniático que simplemente habíadestrozado la casa en un rapto devandalismo insensato.

Pero David, para su espanto,tenía otra explicación.

Vio un resplandor queprovenía del dormitorio. Miró porla puerta abierta. Era un fotógrafode la policía. El policía de civilestuvo de pronto al lado de David:

—Soy el teniente DiMiglio —dijo—. Usted tuvo problemas aquí,¿no es cierto? Hace unos dos años.

—Mi esposa, Eleanor —

Page 626: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

respondió David.—La esposa del señor fue

asesinada —le explicó el detectiveal oficial de uniforme.

David asintió, casi sin poderhablar. Casi dos años atrás, elhombre que sorprendió a EleanorCarmichael buscaba dinero y joyasde las que pudiera apoderarse confacilidad. No comprendió que elamoblamiento del departamentovalía una fortuna. De modo que albuscar la colección de monedas deDavid y los anillos y el collar

Page 627: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

antiguos que David le habíacomprado a Eleanor en París, elasesino ocasionó daños por valorde miles de dólares. Pero Davidpuso todo en manos de hábilesrestauradores y logró reproducirfielmente el aspecto deldepartamento tal como se lo veíaantes de que su esposa muriera.

Ahora, David no podía creerlo que veía. Todos y cada uno delos detalles de la intrusión originalhabían sido meticulosamenterecreados, hasta el reloj del siglo

Page 628: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

XVIII de la chimenea que seencontraba en el piso, destrozado.Incluso los fragmentos rotos estabandispersos en la misma posición quehabían tenido el 11 de noviembrede 1977.

—El hombre que mató a miesposa —tartamudeó David—, hasalido...

—No —dijo el tenienteDiMiglio sacudiendo la cabeza—.Ese chico sigue tras las rejas y tienepara varios años más. Locomprobamos no bien nos

Page 629: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

enteramos de este problema.—¿Carl? —David se volvió

hacia el administrador del edificio.—Este departamento está protegidopor un sistema de alarmas. ¿Nofuncionaron?

—Sí funcionaron, cuando abrícon mi llave maestra —dijo Carlcon una sonrisa—. Funcionaperfectamente. Pero, en el momentoen que debió sonar no lo hizo.

—Sabemos que el robo no fueel motivo —dijo el tenienteDiMiglio.

Page 630: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

David se volvió hacia él:—¿Qué quiere decir?—Venga. Le mostraré.Condujo a David hasta el

dormitorio. Una vez más, el colchónhabía sido sacado de la cama.

Las cortinas estabanarrancadas de sus varillas,exactamente como habían estadoaquella horrible tarde de otoño en1977. El detective señaló lacómoda del dormitorio:

—¿Ve eso?El viernes a la tarde, David

Page 631: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

había ido al Banco y cambiado uncheque de ochocientos dólares, eldinero que necesitaba para laprimera semana de alquiler de lacasa de Amangasett. En lugar dellevar el dinero consigo a NewCastle, había dejado los billetes enel primer cajón de la cómoda.

Ahora los billetes se hallabandispuestos en abanico sobre elmueble. Estaba la suma completa,salvo que doscientos cincuentadólares habían sido separados delresto. Pero excepción hecha de ese

Page 632: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

dinero, el cuarto tenía exactamenteel mismo aspecto que el día en queDavid había entrado a él diecisietemeses antes.

Se sentó y cerró los ojos. Porun segundo se preguntó si no estaríasoñando otra vez. ¿Toda estaespantosa coincidencia no seríasólo una terrible pesadilla? Perono, esto era real. Esta vez nisiquiera con un grito podríadespertarse.

Entonces David recordó.Había un detalle del ataque original

Page 633: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

que ningún vándalo podríareproducir. Y si eso faltaba...David se puso de pie y se dirigió ala cocina.

—Señor Carmichael. —Elteniente DiMiglio se le acercó y letocó el brazo. Pero David siguióadelante con decisión. El 11 denoviembre de 1977 el ladrón habíaarrinconado a Eleanor en la cocina.El esmalte blanco de la heladera sehabía cubierto de sangre. Aúnahora, David recordaba la formaexacta de esa horrible mancha en

Page 634: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

diagonal. Era el tipo de detalle queel familiar de una víctima jamásolvida, pero que nadie puedereproducir exactamente.

El teniente DiMigliocomprendió por qué el señorCarmichael se dirigía a la cocina.De acuerdo, pensó. Veamos cómoreacciona.

David dio un paso en el pisocuadriculado blanco y negro de lacocina y contuvo la respiración.Sobre la puerta de la heladeracorría la misma mancha rojiza

Page 635: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

diagonal que recordaba tan bien.Salvo que ahora había unadiferencia: ¡La sangre estabafresca!

El policía de civil lo viovolver tambaleándose de la cocina,con el rostro blanco. Su aspecto leindicó al teniente DiMiglio que noestaba fingiendo. Realmente sehabía sorprendido al ver la sangresobre la heladera.

Pero también había notado esecorte profundo que tenía DavidCarmichael en la muñeca izquierda

Page 636: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

y se preguntaba...David se dirigió al baño,

pensando que no tardaría envomitar. Pero tenía el estómagovacío.

Se sentó en el borde frío de labañera. Durante el ataque originalel baño no había sufrido daños, yahora tampoco. Era como unaminúscula célula a prueba detormentos, intacta a pesar deltornado que había destrozado elresto del departamento. Ahora sesentía un poco mejor. Aquí adentro,

Page 637: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

casi pudo creer que nada de esohabía sucedido, y que Eleanorseguía viva.

El corte en la muñecaizquierda comenzó a latirle y adoler. Se levantó y abrió el botiquínque había encima de la pileta.Buscó el papel de apositos. Detrásdel espejo de la izquierda estaba elfrasco de calmantes que su médicole había prescripto en noviembre de1977. David decidió que leconvendría tomar uno ahora. Abrióel agua fría y buscó el vaso que

Page 638: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

estaba tras el espejo derecho.Para su sorpresa, el vaso

estaba lleno de un liquidoanaranjado oscuro que rebalsó y lemojó la mano. Era caliente y teníael olor penetrante y ácido de laorina animal, ¡de orina animalreciente! Conteniendo la náusea,David lo volcó en la pileta y abriómás la canilla para lavar el vaso.

Entonces vio la forma oscura yredonda en el fondo del vaso. Ladejó caer en una mano. Casi deinmediato, sintió las conocidas

Page 639: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

vibraciones. Era el corroídosestercio de bronce que se habíadesvanecido una semana antes.

David comenzó a sentir unafuria inmensa contra quienquieraque hubiese hecho todo esto.

¡Pensar que este... este alguienpodía moverse a su antojo,arruinando cosas bellas!...

—¿Señor Carmichael?Por el espejo del botiquín,

David vio a Carl Mullins queestaba a sus espaldas.

—Señor Carmichael,

Page 640: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

realmente no puedo comprendertodo esto. Raúl asegura que nianoche ni esta mañana entró nadieque él no conociera. Sólo nuestrosvecinos. Ninguna de sus ventanasfue violentada y los policías dicenque no se forzó la cerradura de lapuerta. De modo que lo que quierodecir es... bien, que no es justo parael señor y la señora Jacobs...

David se metió el sestercio enel bolsillo y se volvió hacia eladministrador:

—¡Oh, vamos, Carl! ¿Piensa

Page 641: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

acaso que yo destrocé la casa, yosolo?

El administrador habló con unsusurro:

—No estoy diciendo eso,señor Carmichael. Pero usted sabeque ha habido quejas. El señorJacobs dice, que lo oyó, hace un parde noches, gritando a todo volumen.¡Y ahora esto! —Carl hizo un gestodesesperado en dirección a la sala—. Este es un edificio tranquilo yrespetable. Es posible que no lequieran renovar el contrato, y...

Page 642: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

En el vestíbulo, se oyó sonarel teléfono. El detective lo contestó,y escuchó durante un momento:

—¡Señor Carmichael, es parausted!

David pasó junto a CarlMullins. El teniente le había dichoque había llamado una mujer.

¿Quién podría ser, MissRosewood, o Jennifer?

Tomó el auricular que letendía el detective y se lo llevó a laoreja:

—Hola.

Page 643: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Señor Carmichael —dijouna voz de hombre desconocida.

—Soy yo —respondió elanticuario.

—Me llamo Tom Greene.¿Cómo le va? Escuche, soy unagente de una inmobiliaria aquí enChappaqua...

¿Inmobiliaria? David echó unamirada a su devastada sala. Pordondequiera que mirase, veíadolorosos recuerdos de la muertede Eleanor, y de la soledad, delmiedo y de la frustración que lo

Page 644: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

habían acompañado desde entonces.¡No había nada que pensar! Erapreciso que se mudara lo antesposible de este departamento.

—Tengo entendido que ustedse interesa en la casa de dos pisosque tengo en alquiler —dijo elhombre.

—Si —dijo David, con lacabeza dándole vueltas— Sí, estoyinteresado en alquilar una casa porel verano...

—Bien, excelente —respondióel hombre del otro lado de la línea

Page 645: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—. Mi cliente, el propietario, mellamó esta mañana y me dijo queusted es el inquilino que habíaestado buscando. Hará ladecoración del interior según susindicaciones. ¿Y sabe qué más medijo?

—No —dijo David—. ¿Qué ledijo?

—Está dispuesto a alquilarlela casa del seis seis seis de SunsetBrook Lane por sólo doscientoscincuenta dólares mensuales.

Page 646: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

12

Sábado 21 de abril al jueves 26 de

abril de 1979INMEDIATAMENTE

DESPUÉS de cenar la noche delsábado Keith fue al frente de lacasa y miró en el buzón. Ahora quehabía completado el interior del666 de Sunset Brook Lane, Coste ledebía otros dos mil dólares. Y sillegaba a aparecer otro sobre llenode dinero en el buzón, quería

Page 647: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

hallarlo antes de que lo hicieraJennifer.

El domingo a la noche loencontró: otro sobre con membretede la Carpintería Olson.

Obviamente Coste habíatomado más de uno cuando seintrodujo la vez anterior. CuandoKeith lo abrió, había otros veintebilletes de cien dólares.

¿Pero en qué momento Costehabía podido dejar allí el dinero?El domingo a la tarde estuvo muycaluroso y Jennifer dejó abierta la

Page 648: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

puerta del frente. Keith no escuchóa ningún auto que se detuviera enSunset Brook Lane. ¿Usaría Costeuna bicicleta? ¿O habría venidocaminando?

El lunes, Keith estabadesayunándose en la cocina, con laropa de trabajo manchada depintura azul, cuando sonó elteléfono y contestó Jennifer. EraDavid, para decirle que habíaalquilado la casa nueva al otro ladode la barranca, de mayo a agosto.¿Estaría interesada Jennifer en

Page 649: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

decorársela? Y una vez que hubieraelegido los colores yrevestimientos, ¿podría hacer Keithla pintura y el empapelado, orecomendar a alguien para que lohiciera?

Keith quedó completamenteasombrado. ¿Acaso David nopensaba alquilar una casa de playaen Long Island?

Llamó a Tom Greene, quien leaseguró que ese David Carmichaelrealmente había firmado contratopor la casa del 666 de Sunset Brook

Page 650: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Lane.El anticuario era una persona

bastante agradable, pero Keith nose sentía demasiado feliz ante laperspectiva de tenerlo como vecinodurante cuatro meses. Por otraparte, podía notar la felicidad deJennifer al disponer de toda unacasa vacía para decorar. MientrasKeith, Marc y Jason pintaban elexterior, Jennifer pasó toda la tardedel lunes dentro de la casa,midiendo los cuartos y tomandonotas hasta que se puso el sol y ya

Page 651: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

no pudo ver más. A la noche,resplandecía de felicidad, como nola había visto desde hacía meses.Jennifer estaba especialmenteencantada con el cuartito hexagonalcon su piso de mármol dibujado.Keith quería preguntarle si habíavisto los ventanales rojos con el solponiente. Pero ¿y si no los habíavisto? Supuso que sería mejor nodecir nada.

El martes por la mañana, a las9.00 Jennifer fue a la estación deChappaqua y pasó todo el día en

Page 652: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Nueva York. Volvió a la noche conpesados libros que eran muestrariosde empapelados. Dijo que ella yDavid habían recorrido todos losnegocios de decoración de laTercera Avenida. A Keith no leagradaba pensar que su esposapasaba tanto tiempo a solas conDavid, pero se consolaba pensandoque era algo que no duraría. Elmiércoles por la mañana volvió airse, y a la noche volvió tancansada que Keith debió cocinar lacena para ambos.

Page 653: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Le aseguró que contrataríapara pintar y empapelar a unosconocidos suyos, los hermanosStaub, que harían un buen trabajo.De hecho, Keith tenía cierto apuropor terminar de una vez con eltrabajo de la casa del 666 de SunsetBrook Lane. Pero ahora, con sumujer y David en el asunto, seguiríaoyendo hablar de la casa durantetodo el verano.

El jueves a la mañanatemprano, un camión dejó una grancaja pesada dirigida a Jennifer.

Page 654: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—¡Oh, Dios mío! —exclamó—. Es el papel para el dormitoriode David.

¿Papel? pensó Keith. Lapintura común habría sido más fácily menos cara.

—David quiere mudarse elviernes, si es posible —dijo ella—.Así que si tus hombres puedenempezar ya mismo...

Keith no había supuesto queDavid le daría apenas veinticuatrohoras de plazo. Peroafortunadamente Fred y Werner

Page 655: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Staub pudieron reacomodar suagenda y empezar a empapelar esamisma tarde.

Cuando los hermanosalemanes llegaron al 666 de SunsetBrook Lane, Keith y sus ayudantesestaban dando la segunda mano depintura azul a las tablas delexterior. Si no se nublaba,terminarían este mismo día, calculóKeith. A las doce y media Keithvolvió a su casa y telefoneó a TomGreene.

—Estamos por empezar a

Page 656: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

pintar los marcos. ¿Le quierespreguntar a Coste si preferiría untono marfil en lugar del blanco puroque hay ahora? Creo que el marfilquedará mejor contra el azul, y nose estropeará tan pronto.

Cuando terminaba de almorzarllamó Tom Greene para decirle queCoste había dado su aprobación.Keith cruzó la barranca y encontró alos hermanos Staub que entraban enla casa la caja de papeles. Fred yWerner, ambos de alrededor decincuenta años, habían nacido en

Page 657: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Bremen, y mantenían su acentoalemán. Fred el mayor, era untrabajador excelente pero tambiénun terrible entrometido, que nodejaba de hacer preguntas sobre laspersonas para quienes trabajaba.

Keith trepó a la escalera ysiguió pintando. Pero no habíanpasado cinco minutos cuando yaFred estaba de vuelta afuera, al piede la escalera:

—¿Por qué debemos empezarpor el dormitorio? —le gritó.

—Porque el hombre que

Page 658: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

alquila la casa quiere mudarse elviernes a la mañana —le respondióKeith—. Y quiere que estéterminado el dormitorio para poderdormir en él.

—¡Oh! —dijo Fred—. Pero nocreo que le guste ese empapelado.

—No me importa si le gusta ono —gruñó Keith—. Es problemade él. El tuyo es tener ese cuartoempapelado para esta tarde.

Fred se encogió de hombros yvolvió a la casa.

Pasó una hora. A eso de las

Page 659: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

dos y media entró Jason para usarel baño. Cuando salió, fue hasta laescalera de Keith.

—¿Viste el papel que estápegando Fred en el dormitorio? —le preguntó.

—No —dijo Keith. Jenniferhabía querido enseñarle algunas delas muestras, pero él había perdidointerés muy pronto.

—¿Estás seguro de que es elpapel que eligió la señora Olson?—le dijo Jason— A mí me parecedemasiado fantástico.

Page 660: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—De acuerdo —dijo Keith—.Le echaré un vistazo.

Cuando subió al primer piso,no podía creer a sus ojos. Fred yWerner ya habían cubierto la mitaddel dormitorio con un papelmulticolor, en el que aparecíanpeonías y faisanes chinos sobrefondo dorado. Jennifer le habíadicho que cuantos más colorestuviera un papel, más veces debíaser impreso, y más costaba.

—Fred —dijo—. Tiene quehaber algún error. Nadie usaría un

Page 661: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

empapelado tan lujoso para unacasa que alquila sólo durante elverano.

El alemán se limitó aencogerse de hombros.

—Es el único papel que habíaen la caja. Keith miró la boleta deentrega, pero sólo había números declave y no descripción del papel.

—Suspendan todo —dijo—.Quiero hablar con mi mujer.

—¿Señor Olson? —le dijoWerner Staub—. Si no está seguroacerca del papel, ¿podemos

Page 662: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

empezar a pintar el tocador...?—¡Esperen aquí! — gritó

Keith—. No hagan nada más hastaque esté seguro de que no hayningún error.

Tomó un rollo de papel de lacaja y bajó corriendo la escalera.Werner Staub miró a su hermano yse encogió de hombros. Luego seacercó a la ventana y miró a Keithque bajaba la barranca en direccióna su casa. La señora Olson era ladecoradora de esta casa y, por loque él podía ver, la señora Olson y

Page 663: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

su esposo no se llevaban muy bien.Pero, cualquiera que fuese suproblema, lo más sensato seríamantenerse al margen.

Jennifer estaba sentada en laalfombra beige pálido de la sala,examinando muestras de telas,cuando oyó el portazo en la cocina.La sorprendió que Keith viniera acasa tan temprano. Por lo generaltrabajaba sin interrupción hasta lascinco.

Keith entró a la sala y tiró elrollo de papel con peonías y

Page 664: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

faisanes a la alfombra, frente aJennifer.

—¡Mira esto! —le dijoempujándolo hacia ella con el pie—. ¡No puede ser éste el papel queelegiste para el dormitorio!

—Sí que lo es —dijo Jennifer—. Y David lo aprobó, es el que élprefiere.

—Pero eres tú la que decorala casa —protestó Keith—. SiDavid quería empapelado, ¿nopodrías haberlo convencido de queno era apropiado?

Page 665: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Jennifer lo miró sorprendida:—¿Por qué?—¡Por qué! Porque el

empapelado cuesta mucho más quela pintura. ¡Y él no piensa mudarsedefinitivamente aquí! Cuando Davidse vaya, en septiembre, no podráarrancar este papel y llevárseloconsigo.

—Exacto —asintió Jennifer—.No está del todo seguro de que seaése el empapelado que quiere parasu cuarto en Nueva York. De modoque usaremos esta casa para probar

Page 666: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

ideas para su departamento.Además, Coste paga la pintura, elempapelado y las alfombras.

—¿Pero no podrías haberinducido a David a probar con algomás barato —dijo Keith—, yahorrarle unos dólares a Coste?

—¡No! —dijo Jennifer confirmeza—. Todo lo que he elegidopara la planta alta está basado enesa combinación de verde y dorado,hasta el dosel de la cama.

—¿Dosel? —exclamó Keith—. ¿Qué se cree David que es esta

Page 667: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

casa, el palacio de Buckingham?Jennifer volvió a mirar las

muestras de telas que habíadesplegado en la alfombra:

—Debes recordar que Davidse gana la vida vendiendo mueblesfranceses antiguos. Y por lo generalesos muebles son bastante lujosos.De modo que se ha acostumbrado avivir con más elegancia de la quenos gustaría a ti o a mí.

—¿Quieres decir quedecorarán toda la casa con eselujo? —le preguntó.

Page 668: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Ésa es la idea —dijoJennifer sin alzar la voz—. Ahoramismo, por ejemplo, estoy tratandode decidir qué tipo de telaconvendría mejor para tapizar lassillas del comedor, suponiendo quenos decidamos por un azulWedgewood para las paredes...

Keith se sintió descorazonado.Sin decirle una palabra, David yJennifer estaban creando un mundopropio, del cual él se sentíaexcluido.

—Simplemente no puedo ver a

Page 669: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

la gente malgastando dinero —dijo.—No lo estamos malgastando

— insistió Jennifer—. En el otoñoDavid se llevará las sillastapizadas. Y Coste se quedará conel empapelado, las cortinas yalfombras para quienquiera quealquile la casa después.

—Sabes una cosa —dijo Keith—, si realmente te gusta ese tipo depapel, ¿por qué no lo usas paranuestro dormitorio? Yo podríaregalártelo para nuestroaniversario.

Page 670: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Jennifer se rió y negó con lacabeza:

—No se puede decorar así unsolo cuarto. No haría juego con elresto de la casa.

De modo que era todo o nada,pensó Keith.

—Está bien —dijo, alicaído.Recogió el rollo de papel, y vio quelo había manchado con la pinturaazul que tenía en las manos. —Serámejor que vuelva al trabajo.

A cinco mil kilómetros dedistancia, eran las doce y cuarto,

Page 671: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

hora del Pacífico. El censor decorrespondencia de la PenitenciaríaFederal de la Isla McNeil miró lospapeles acumulados en su escritoriodel edificio de la administración.Probablemente tendría tiempo deleer y aprobar una carta más antesde la hora del almuerzo.

La carta que debía leer ahoraera larga, escrita en cuatro hojas depapel. Cuando el censor miró elnombre del preso en el sobre sincerrar, se sintió ligeramentesorprendido: ese hombre, Beaufort,

Page 672: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

nunca había sido muy aficionado aescribir cartas.

En los años 1974 y 1975,cuando los crímenes de BremertonRoad conmovían todavía la opiniónpública, llegaban hasta cincuentacartas semanales dirigidas a JamesBeaufort. ¡Era casi como un club deadmiradores! Un sujeto queafirmaba ser estudiante de karate lepreguntaba cómo había matadoexactamente a Patty Lee Swenson.Al menos una docena de mujeres leescribieron a Beaufort solicitándole

Page 673: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

en matrimonio no bien su esposa lehubiera concedido el divorcio.

El censor, claro está, seaseguraba de que Beaufort norecibiera ninguna de esas cartas.Según las reglas, un preso casadono debía recibir correo de mujeres.Y por otra parte no tenía sentidodarle instrucciones a un probablepsicópata para que matara aalguien. De modo que la mayoría delas cartas dirigidas al ex concejalde la ciudad terminaban en el cestode papeles de la oficina de

Page 674: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

administración.Actualmente, Beaufort apenas

si recibía cartas. Era por eso que elcensor recordaba la que habíallegado de un tal Olson, en la costaeste, pidiéndole una descripción dela casa de Bremerton Road dondeBeaufort había cometido loscrímenes. Sus preguntas parecíanbastante inocentes, por lo queBeaufort pudo recibir la carta deOlson sin demora.

Y aquí estaba la respuesta delpreso. Por ser un hombre que en su

Page 675: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

vida pública había dictado todassus cartas, Beaufort tenía una letrabastante buena. El censor destapósu lapicera de pluma ancha:cualquier frase de la carta deBeaufort que debiera ser suprimida,la tinta negra de esta lapicera latacharía, volviendo ilegible loescrito de ambos lados. El censorse echó atrás en su silla y comenzóa leer.

25 de abril de 1979

Querido Señor Olson:

Page 676: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Gracias por su carta del once

de abril. Sinceramente espero queno piense en comprar o alquilar lacasa de Bremerton Road. Creo quemis razones para decir eso severán con mayor claridad amedida que responda a suspreguntas.

Cuando mi secretaria PattyLee Swenson y yo comenzamos acomprender la naturaleza de lossentimientos que nos unían, ellavivía en casa de sus padres. Le

Page 677: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

sugerí que buscara undepartamento para ella, y leprometí aumentarle el salario deacuerdo con el alquiler.

Esa misma semana mecomunicó que una inmobiliaria lahabía llamado, sin que mediaraninguna recomendación, parahablarle de una casa victorianacerca del límite con el distrito deColumbia. Había supuesto que unacasa entera era más de lo quenecesitaba, pero el alquilermensual era tan increíblemente

Page 678: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

bajo que ella podría permitírseloaun con su sueldo actual. De modoque lo que dijeron los periódicos,en el sentido de que yo le alquiléuna casa, no es estrictamentecierto. No me sentía del todo felizal ver que ella rechazaba miayuda, pero no tuve objeciones depeso. Se mudó unas tres semanasmás tarde.

La casa parecía mucho másvieja que las demás del vecindario.Un vecino le dijo a Patty que todala casa había sido trasladada a

Page 679: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

ese sitio, entera, unos seis mesesantes de que ella se mudara. Perono tengo la menor idea del sitiodel que provenía.

Era un edificio de madera,pintado de amarillo y blanco, conuna amplia galería al frente ypaneles de cristal coloreado aambos lados de la puerta. He vistocasas así en San Francisco.

Había un macizo de lilasplantado a la izquierda de lagalería, pero se fue marchitandodel lado de la casa hasta que al fin

Page 680: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

la mitad del arbusto quedó seca.Entrando por la puerta del frente,la escalera estaba a la izquierda.Había un living a la derecha yjunto a ella una sala de estar conchimenea. La cocina se hallaba alfondo, en el extremo de un largocorredor. En el piso alto seencontraban el baño y los dosdormitorios contiguos. El másgrande tenía toda una paredcubierta de madera.

En el lado oeste de la casahabía un pequeño cuarto

Page 681: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

hexagonal con una gran ventanasalediza. Se entraba a él por mediode puertas corredizas bajo laescalera. Las ventanas eran dealrededor de un metro cincuentade alto, hechas de vidrioshexagonales de unos quincecentímetros de diámetro.

La casa estaba amuebladacuando Patty la alquiló. Yo solíavisitarla allí tres o cuatro vecespor semana. De vez en cuandosolíamos encender un fuego deleña en la sala de estar.

Page 682: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Poco después de la mudanza,Patty empezó a cambiar. Empezó aacusarme de no tener el valor dedivorciarme de mi esposa. Siemprehablaba de lo mucho que deseabacasarse, hasta que empecé apensar que podría decirle sí alprimer hombre que estuviera encondiciones legales de ofrecerlematrimonio. Dado que tenía todaesa casa para ella sola, empecé apreguntarme si no vería a otroshombres. Y tuve pesadillas que serepetían, en las que me

Page 683: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

abandonaba. En esos sueños laveía en la ventana salediza de lacasa de Bremerton Road, hablandocon un hombre cuyo rostro nopodía ver. Tuve este mismo sueñouna y otra vez.

Pude comprobar que Patty nose sentía contenta de tener quequedarse en casa todas las noches.De modo que una tarde despuésdel trabajo la llevé conmigo acenar a Tacoma, donde supuse queno habría muchas oportunidadesde encontrarnos con conocidos.

Page 684: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Aquí debo decirle que micuñado, Edgar Sutton, vivía ytrabajaba en Tacoma. Edgar eraesa clase de hombre estirado,pomposo y arrogante que sólo unabogado puede llegar a ser.

Siempre me reprochaba porhaber entrado en el gobierno de laciudad, cuando, según él, podríahaber ganado mucho másdedicándome al ejercicio de laabogacía.

Desde su divorcio, en 1970,Edgar se había considerado a sí

Page 685: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

mismo una especie de Don Juan.Pero a mí siempre me

resultaba más gracioso queirritante.

Sea como fuere, Patty y yocenábamos en una mesa discretade un restaurante en Tacomacuando Edgar y una mujer a la queyo nunca había visto entraron y sesentaron en la mesa contigua.

Edgar se tomó el trabajo deno reconocerme, lo que significabaque comprendía perfectamente loque estaba sucediendo. Desde ese

Page 686: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

momento tuve motivos paraesperar que tarde o temprano lecontaría a Eunice que me habíavisto con Patty. Mi esposa nuncase había merecido una crueldad yyo jamás quise herirla. Teníamosdos hijos, ambos en universidadesdel Este, que no sabían nada deesto. Patty y yo hablamos delproblema en el camino de regresoa Seattle. Ambos estuvimos deacuerdo en que lo más convenientesería que yo hiciera el primermovimiento. Supuse que Eunice me

Page 687: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

concedería el divorcio cuandocomprendiera qué sentimientos meunían con Patty. Dos noches mástarde, le dije todo a Eunice. Perolo tomó realmente muy mal.

Al día siguiente en el trabajome sentí cada vez más deprimido ydesdichado. Patty me habíallamado para decirme que sehallaba en cama con gripe. Demodo que antes de ir a casa a vera mi esposa, decidí pasar por el666 de Bremerton Road y visitar aPatty, para ver como se

Page 688: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

encontraba y ayudarme aconvencerme de que estabahaciendo lo correcto.

Puede imaginarse misorpresa al ver el Cadillac de micuñado estacionado frente a lacasa.

Al entrar con mi llave, oí lavoz de Edgar proveniente delcuartito bajo la escalera. Estabatratando de convencer a Patty deque me dejara, pero se calló al oírmis pisadas. A Patty le gustabamirar el crepúsculo a través de los

Page 689: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

ventanales de ese cuarto, y debióde estar allí al llegar Edgar.Cuando entré por las puertascorredizas, la luz del sol ponientecasi me cegó.

Debí mencionar antes que enlas tardes de sol esas ventanasrecibían la luz de tal modo quetodo el cuarto se inundaba de rojo,algo sumamente hermoso porcierto. Asimismo, las ventanasestaban grabadas con muchadelicadeza, con dos figuras dehombres y una de mujer. Patty me

Page 690: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

había dicho que la figura de laderecha se parecía a mí. Nuncapude comprobarlo con la luzcomún, pero una tarde, cuando elsol se ponía, me llevó allí y me lomostró. Tenía razón: el parecidoera increíble.

Esa tarde, Patty tenía puestauna bata. Estaba con gripe, comome había dicho, y probablementehabía dormido todo el día. Pero nobien la vi tuve la idea de que ella yEdgar habían estado juntos en lacama. Cuando le dije de mal modo

Page 691: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

que se marchara, Edgar comenzó asermonearme acerca de miresponsabilidad como hombrecasado.

Patty se levantó y le tocó unbrazo. Ahora comprendo quetrataba de interrumpirlo, pero enese momento el gesto me parecióíntimo, casi obsceno. Luego Edgarcomenzó a reprenderme por lo queconsideraba una traición a laconfianza de que yo eradepositario como miembro delconcejo de la ciudad; entonces

Page 692: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

perdí la calma y le di un puñetazo.El golpe fue mucho más

violento de lo que había pensado.Probablemente le quebré la nariz.

Cuando levantó los puñospara defenderse me regocijé,porque eso me daba una excusapara volver a golpearlo, y seguíhaciéndolo mientras él resistió.Cayó al suelo y seguí pegándole,esperando que admitiera que serendía. Entonces sentí las manosde Patty en los hombros, tratandode apartarme. Me enfureció que

Page 693: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

después de todo lo que habíahecho por ella, se atreviera aponerme una mano encima. Demodo que me volví y le pegué en lacara lo más fuerte que pude. Esegolpe la despidió hasta el otrolado del cuarto. No recuerdo laque sucedió después, hasta quevolví a mirar a esa ventana de laderecha. Podría jurar que erarealmente mi rostro el que estabadibujado en ella.

El censor decidió eliminar esaúltima frase. Sonaba como si

Page 694: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Beaufort pensara pedir un nuevojuicio, usando la demencia comodefensa. Ahora, casi seis añosdespués de los crímenes, sería casiimposible probar nada de un modoni de otro. Ya bajaba la lapiceracuando sus ojos saltaron al párrafosiguiente.

Usted se preguntará por quéconfesé un crimen en primergrado, cuando pude acusarme decrimen pasional e incluso dehomicidio en defensa propia. Pero

Page 695: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

el hecho es que realmentepremedité la muerte de Edgar.

Empezaba a comprender quePatty estaba muerta. Comencé atener noción de la cosa terribleque había hecho. ¡Pero lo querealmente me enloquecía erapensar que si Edgar no se hubieraentrometido, nada de esto habríapasado!

Ahora la luz roja del cuartose apagaba rápidamente, y notéque Edgar sangraba profusamentepor la nariz. De modo que antes de

Page 696: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

salir del cuarto lo levanté del sitiodonde había caído y lo senté en unrincón del cuarto. Como estabainconsciente, supe queprobablemente se ahogaría en supropia sangre. Pero quería que lohiciera. Por eso lo dejé allí.

Más tarde, cuando volví a ami departamento, penséseriamente en volver a ayudar aEdgar.

¿Pero qué sucedería si algunode los vecinos ya había llamado ala policía? No podía pensar

Page 697: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

siquiera en entrar allí en medio depolicías. Entonces pensé endetenerme y telefonear a unaambulancia, pero temí que mehicieran identificar. No quería queme pusieran esposas y me llevarana la comisaría como a un criminalcomún; aún ahora queríamantener la dignidad de miposición como concejal de laciudad. Pero si hubieratelefoneado quizás Edgar estaríavivo hoy. No lo sé.

Es por eso que me confesé

Page 698: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

culpable ante el tribunal. Y quiseser castigado, no sólo por habermatado a Patty, sino por haberdudado de ella. Y es por eso que leaconsejo que no compre ni alquilela casa en la que ella vivió (loúltimo que supe de la casa es queseguía en alquiler). No es que lacasa esté maldita ni nada de eso,aunque Patty me habló de un parde accidentes extraños, como unaantigua moneda romana queapareció de la nada en medio desu cama.

Page 699: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Ahora comprendo más bienque la casa actúa como unaespecie de amplificadorpsicológico.

Fue la casa la que puso en lacabeza de Patty preocupaciones ydudas que ella no habría sentidode otro modo. Y llevó mis peoresimpulsos y sospechas a un puntomás allá de toda proporción.

Como quizás usted ya sepa,rechacé hace poco una oferta delibertad condicional. No quierovolver a vivir afuera, porque sólo

Page 700: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

podría recordar la vida que Pattyy yo podríamos haber vividojuntos, y el daño y dolor queprovocaron mis acciones. Un añodespués de mi encarcelamiento leconcedí el divorcio a mi esposa.Luego, un año más tarde, mi hijomayor se suicidó. Ya no conozco elparadero de mi hijo menor; perotengo entendido que ha cambiadosu nombre. De modo que elresultado han sido tres muertos, yotras tres vidas arruinadas,incluyendo la mía.

Page 701: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Quizás un juez pueda pasareso por alto, pero yo no puedo.

Sinceramente,James BeaufortBien, bien, pensó el censor.¡Con esa amplia confesión de

premeditación quedaba excluidacualquier posibilidad de argumentardemencia! Beaufort ni siquieraaludía a que la oferta de libertadbajo palabra le había sido hecha envirtud de su estado de profundadepresión, ni a que sus vecinos de

Page 702: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

celda se quejaban de sus quejas yaullidos durante el sueño, nimencionaba las tres veces en quelos guardias debieron llevarlo a laenfermería donde se le lavó elestómago o se le vendaron lasmuñecas.

No, no había nada aquí quepudiera desacreditar a lapenitenciaría o a su administración.¡Y

además, era hora de almorzar!El censor metió la carta en el

sobre que Beaufort había dirigido

Page 703: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

al señor Keith Olson del 712 deSunset Brook Lane, New Castle,Nueva York. La cerró y selló elreverso Indicando que el contenidohabía sido leído y aprobado.Finalmente, sumido en suscavilaciones, la colocó junto a lasotras cartas que esa tarde irían atierra firme para ser despachadas.

Page 704: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

13

Viernes 27 de abril de 1979MÁS DE UNA HORA

después de la fijada con loshombres de la empresa de mudanza,David Carmichael seguíaesperándolos frente al edificio deRiverside Drive donde estaba sudepartamento.

Miró su reloj pulsera, quehabía vuelto a marcharperfectamente. Eran casi las 10.15.

Page 705: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

¿Debería volver a telefonear a lacompañía? Pero David no queríaregresar a subir a su departamentohasta que no estuviera totalmentevaciado y redecorado.

El sábado anterior, Davidhabía esperado hasta que la policíase marchó. Luego metió algo deropa y elementos de toilette en unavalija, y se registró en el HotelCarlyle, en la Madison Avenue. Eldomingo le envió por correo a TomGreene su cheque por el primer mesde alquiler de la casa del 666 de

Page 706: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Sunset Brook Lane. Y el lunesllamó a Jennifer Olson paraofrecerle el trabajo de decorar esacasa, así como el departamento deRiverside Drive.

Cuando David volviera aNueva York en septiembre, esedepartamento tendría un interiortotalmente renovado, tan alegre ycolorido como pudiera hacerloJennifer. Los únicos muebles quellevaba a New Castle eran los queno habían sufrido daños: la camamatrimonial con dosel, la cómoda y

Page 707: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

la mesita china de la sala. Cuandolas otras antigüedades volvieran delrestaurador, las vendería todas enun remate. Mientras tanto, Jenniferlo ayudaría a probar nuevascortinas, alfombras y empapeladosen la casa del número 666 deSunset Brook Lane.

Supuso que el camión de lamudanza vendría del sur. Entrecerrólos ojos y miró a lo lejos porRiverside Drive. Pero todo lo quepudo ver fueron taxis y cochesparticulares.

Page 708: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

De pronto vio un camiónpintado de color brillante quedoblaba la esquina a dos cuadras dedistancia.

En la estación de policía delLado Oeste al norte, el detective enropas de civil levantó el auriculardel teléfono que estaba sonando.

—Teniente DiMiglio. —Escuchó durante un momento,masticando pensativamente—. Sí.Tipo A, Negativo. ¡Gracias!

Después de colgar buscó sobreel escritorio el viejo archivo del

Page 709: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

asesinato de Eleanor Carmichael.Entre las hojas de papel secas yquebradizas encontró la página quebuscaba: los resultados del examendel médico forense.

El teniente DiMiglio teníarazón: el tipo de sangre de EleanorCarmichael había sido O positivo.Pero según el laboratorio, lamancha que había aparecido elsábado anterior sobre la heladerade David M. Carmichael había sidotipo de Tipo A, Negativo.

El policía había visto el corte

Page 710: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

profundo en la muñeca del señorCarmichael.

Siguió revisando el archivohasta dar con la página dondeestaban los datos del marido deEleanor Carmichael. Por supuesto,el tipo de sangre de David M.Carmichael era A, Negativo.

Al fin de cuentas, no se habíatratado de una intrusión auténtica.La alarma no había sonado hastaque llegó el administrador con lallave maestra. El teniente DiMigliohabía oído hablar de chiflados que

Page 711: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

reproducían las circunstancias delas violaciones y asaltos que habíansufrido. Una forma extraña deduelo, decían los psicólogos. Perosi David M. Carmichael queríadestrozar su propio departamento,no era un verdadero crimen, almenos nada que el código penal dela ciudad reprimiera.

De modo que el tenienteDiMiglio supuso —incorrectamente— que no volvería a oír hablar deDavid M. Carmichael.

Al mediodía, Jennifer estaba

Page 712: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

en la cocina de su casa preparandosandwiches. En cualquier momentoKeith cruzaría la barranca que losseparaba del 666 de Sunset BrookLane. Por lo general él sepreparaba su propio almuerzo conpan negro, carne ahumada y queso.Pero hoy Jennifer queríasorprenderlo con un sandwich dejamón. Keith era loco por el jamón.Quizás eso ayudara a disipar su malhumor reciente. Y Jennifer ya habíaprobado con todos los métodosposibles.

Page 713: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Era obvio que no loentusiasmaba la idea de que Davidse mudara a la vecindad, perodesde la discusión sobre elempapelado del dormitorio deDavid, Keith se había mostradodistante y formal. Jennifer sabía queeso era una señal de peligro.Cuando Keith estaba apenasirritado, maldecía y se quejaba y selo demostraba con claridad. Pero sialgo lo molestaba realmente,simplemente se retraía y a Jenniferle era imposible aproximarse.

Page 714: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Jennifer estaba disponiendolas tajadas de jamón sobre el pande centeno cuando oyó al furgón delcorreo que se detenía. Salió por lapuerta del frente a recoger lascartas. Al volver a la cocinaencontró a Keith de pie junto a lamesa. Pudo sentir el olor a pinturaque irradiaba su ropa.

—¡Hola, ya viniste! —le dijotratando de sonreír. Pero el rostrode Keith siguió sombrío:

—¿Hay carta de Paul? —lepreguntó. Jennifer pasó las cuentas

Page 715: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

y folletos de propaganda, buscandoun membrete de la Iglesia AllSoul's.

—Me temo que no —dijo.—¡Maldición! —Keith fue a la

heladera y sacó una lata de cerveza—. ¿Recuerdas el trozo de papelque te pedí que le enviaras?

Ella asintió:—¿El que tenía las letras

mayúsculas?—Exacto. ¿Lo incluíste en la

carta, no?—¡Por supuesto! —dijo

Page 716: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Jennifer.—Empiezo a desear que no lo

hubieras hecho. —Tomó un largotrago de cerveza—. No guardé unduplicado. Debí haber hechofotocopiar esa hoja, por si tu cartase perdía en el correo.

Después de una levevacilación, Jennifer le dijo:

—Quizás le llevó un tiempoaveriguar el significado.

—Alguien en el seminariodebería poder decirle en quéidioma está. —Keith se dirigió al

Page 717: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

teléfono—. Creo que voy a llamarloa Paul ahora mismo.

—¿No quieres comer primero?—le pregungó Jennifer—. Te estabapreparando un sandwich.

Keith miró las tajadas dejamón en la mesada y se volvióhacia ella.

—En realidad no tengo muchahambre. No debiste darte tantotrabajo.

Jennifer volvió a la mesada ycomenzó a poner mostaza sobre lasrebanadas de pan. Keith se volvió

Page 718: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

hacia ella, con el auricular delteléfono en la mano.

—¿No te molesta que lo llamea Paul ahora, no? —le preguntó.

—¿Por qué habría demolestarme? —respondió ella—.¡Es tu hermano!

—Bueno, pero fuiste tú quienlo invitó. —Keith terminó demarcar el número— No quiero quePaul piense que lo estamospresionando para que venga.

Se quedó mirando a la pared,esperando la comunicación.

Page 719: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Jennifer dio un mordisco alsandwich y volvió a sentarse.Tampoco ella tenía hambre.

Keith seguía inmóvil con elauricular en la mano. Jennifer oía elllamado al otro lado de la línea, sinrespuesta. Se le llenaron los ojos delágrimas. ¿Sería así todo el restodel verano, Keith erraría como unfantasma por la casa, ignorándola?No pudo evitar pensar en lo cálidoy amable que había sido Daviddurante esos dos días tancansadores en que habían visitado

Page 720: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

las casas de decoración de laTercera Avenida.

Keith golpeó la horquilla delteléfono y volvió a marcar. Comono quería que la viera llorar,Jennifer salió corriendo de lacocina y subió las escaleras rumboa su dormitorio. Conteniendo larespiración para que Keith no oyerasus sollozos, lo oyó hablar porteléfono.

—Sí, habla su hermano. KeithOlson. Mi esposa le mandó unacarta y quiero asegurarme de que la

Page 721: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

haya recibido...¡Ni siquiera había advertido

que ella ya no estaba!En Glastonbury, Connecticut,

poco antes del mediodía, elsargento Philip Riley estacionó elpatrullero frente a la IglesiaEpiscopal de All Souls.

El policía, un hombre robustoy pesado, era metodista, y nuncahabía entrado antes a una iglesiaepiscopal. Recorrió el corredorestrecho con piso de madera de larectoría, al final del cual había una

Page 722: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

placa que decía PAUL OLSON,RECTOR ASISTENTE. Golpeó yoyó una voz que lo invitaba a pasar.Era la misma voz que había habladopor teléfono esa misma mañana.

Paul Olson no esperaba alsargento Riley hasta más tarde. Allevantarse para saludar al policía,cubrió con una revista la carta deJennifer. Había recibido esacuriosa carta de su cuñada lasemana pasada y, desde entonceshabía estado luchando pordescifrarla.

Page 723: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Al darle la mano al oficial,Paul no pudo evitar notar el objetoque sostenía su visitante en la manoizquierda. El policía colocó elresplandeciente cáliz de plata en elsecante verde del escritorio, entreambos.

—¿Y bien? —preguntó—.¿Les pertenece a ustedes?

—Estoy casi seguro de que asíes —dijo el rector asistente. Tendióuna mano hacia el cáliz, perovaciló:— ¿Ya han buscado lashuellas digitales?

Page 724: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

El sargento Riley sonrió. ¿Nolo había visto el sacerdote traer elcáliz con las manos?

—Encontramos un par dehuellas —respondió—. Peroborrosas.

—Por favor, siéntese —dijoPaul.

El corpulento sargento Rileyse dejó caer en la silla que estabajunto al escritorio del rectorasistente. Paul volvió el cáliz delrevés y examinó la base. Allí estabael sello del platero de Wellingford,

Page 725: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Connecticut, al que la iglesia lehabía encargado todos sus objetoslitúrgicos.

—Sí —asintió al fin—. Esnuestro.

Paul enderezó el cáliz, vio quela copa no tenía marcas oraspaduras. La pieza seguía en tanbuenas condiciones como el día enque había desaparecido. Peroentonces Paul notó el extrañoreflejo del interior. El fondo estabacubierto de una sustancia de colorpardo oscuro.

Page 726: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Hablando de huellasdigitales —dijo el sargento Riley—. Nos gustaría hablar con todaslas personas que tienen accesoregular a la sacristía. Porquetenemos una idea bastanteaproximada de quién robó su cáliz.

—Yo también —dijotristemente Paul—. Yo sé quién lotomó.

El oficial se irguió en la silla:—¿Entonces por qué no nos

dijo cuando informó sobre la falta?—Porque entonces no lo sabía

Page 727: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—respondió el rector asistente—.El miércoles pasado vino una mujerjoven a la rectoría y me contó loque había pasado con nuestro cáliz.Pero aún ahora, no tengo ningunaprueba.

El sargento Riley miró a Paula los ojos:

—¿Le importaría ponerme altanto, reverendo?

—De acuerdo —dijo PaulOlson tras una leve vacilación—.Pero no quiero hacer mención denombres.

Page 728: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

El policía lo miró desde elotro lado del escritorio, sin decirnada.

—En pocas palabras —dijoPaul—. Esta joven es una estudiantede nuestra universidad y los padresson miembros de nuestracongregación. Me dijo que nuestrocáliz fue usado en un ritual satánicola noche del sábado pasado.

El sargento Riley no movió tansiquiera una pestaña.

—¿Y cómo se enteró ella?—¡Porque estuvo presente!

Page 729: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Fue una ofrenda de sangre, unsacrificio animal. Pero su novio (omejor dicho el joven que era sunovio) le dijo que el cáliz queusaban era "genuino", es decir uncáliz consagrado en una iglesia. Demodo que esta semana, cuando suspadres comentaron que faltabanuestro cáliz, sumó dos más dos yvino a verme. Pero no recordabaexactamente el sitio donde se habíallevado a cabo el rito. Era en algúnsitio del campo. De modo que nopodía hacer gran cosa para

Page 730: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

recuperar el cáliz.—Pudo habernos comunicado

lo que ella le dijo —respondió elsargento—. Y si presenta cargos,puede impedir que vuelva asuceder.

Paul veía los restos de lasangre seca en el fondo del cáliz.Obviamente, habría que limpiarlo yvolverlo a consagrar.

—Tendrá que preguntarle alrector —dijo al fin—. Llevar estascosas a los Tribunales no hace másque darles publicidad. Les da ideas

Page 731: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

a personas que nunca habríansoñado con ellas.

Paul Olson se sentía triste ydescorazonado. No podíarecuperarse de la sorpresa que lehabía producido enterarse de que elorganizador de la misa negra eraLawrence Fisher, miembro de laHermandad del Altar de All Souls.¿Qué cosa no había sabido darle elcristianismo a ese hombre? Y hastael sábado pasado Cindy Trumbulllo había acompañado a esasceremonias.

Page 732: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

¿Qué podía llevar a jóvenescomo Lawrence y Cindy a salir a lamedianoche a invocar al enemigode Dios?

Volvió a mirar al oficial depolicía:

—¿Podría mostrarme el sitiodonde encontraron el cáliz?

—Claro —asintió el sargentoRiley—. Si dispone de una mediahora.

Al subir al patrullero, Pauloyó que el teléfono en su oficinaempezaba a sonar. Pero no quería

Page 733: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

hacer esperar al sargento Riley. Elsecretario del rector lo respondería,y si era algo importante volverían allamar.

Unos diez kilómetros más alládel límite de la ciudad deGlastonbury, el sargento de policíaestacionó el patrullero al costadodel camino. Paul bajó y siguió aloficial a un prado desierto.

Los tallos de las varas de SanJosé del año pasado asomaban porentre la hierba nueva.

Frente a una vieja pared de

Page 734: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

piedra, la hierba estaba cortada alras. Habían trazado en el suelo, concal, un gran hexágono de unos seismetros de lado. En el centroaproximado de esa figura seencontraba un rastrillo con elmango profundamente clavado entierra. Sus puntas negras y afi-ladasseñalaban el cielo despejado.

Cerca del rastrillo, reclinadasobre su lado derecho, había unagran ave blanca. Evidentementeestaba muerta desde hacía variosdías, pues ahora era apenas un

Page 735: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

montón de plumas enredadas.Junto al ave se hallaba una

roca grande y plana, cubierta demusgo: una especie primitiva dealtar.

—Ahí es donde estaba su cáliz—dijo el sargento Riley tocando lapiedra con el pie. Paul vio quesobre la piedra había una manchaoscura y seca. En la hierba cercanase veían gruesos círculos de cera,que eran velas que habían ardidohasta el fin.

A la luz del día, pensó Paul,

Page 736: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

todo esto parecía engañosamentetranquilo. En los árboles cercanoscantaban los pájaros, y un pequeñoavión atravesaba el cielo encima deellos. La pradera estaba vacía. Peroel sábado a la noche, LawrenceFisher y Cindy Trumbull habíanestado aquí. ¿Y cuántos más?

—Reverendo —dijo elsargento Riley—, ¿qué sentido tieneese rastrillo? ¿Y para qué querríaFisher su cáliz? Quiero decir, ¿tienealgún sentido todo esto? ¿O es unamera broma? —El policía sonrió

Page 737: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

forzadamente—. Siempre que no lemoleste hablar sobre el tema.

Paul trató de recordar losdetalles del relato que le habíahecho Cindy el miércoles. Habíasido miembro de ese culto hasta elsábado anterior, cuandoexperimentó algo que la asustó másde lo que podía soportar y le dijo aLawrence que no quería volver averlo nunca más.

—Bien —comenzó Paul—, encuanto al rastrillo, es una parodiade la cruz en los altares. Las puntas

Page 738: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

señalan al cielo como un desafío, oun insulto. Como usted sabrá, estosrastrillos se usan en el campo pararemover el abono. Aquí significaque Dios es algo tan despreciablecomo el abono. —Señaló el altar, yluego una abertura en el bordesuperior de la pared de piedra—.Dios le ordenó a Moisés que losaltares se construyeran con piedrasen bruto. Los satanistas, enconsecuencia, usan una piedra quearrancan de un muro. Todo es alrevés, se da cuenta. —Empujó al

Page 739: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

ave muerta con la punta del zapato.Por el pico, supo que era el patodel que le había hablado Cindy—.Este pato era el compañero dealgún niño. La idea básica es causarla mayor cantidad posible de pena ymiedo, o cualquier otra emociónnegativa. El pato fue sacrificadocon un cuchillo de madera. Lasprimeras gotas de sangre sederramaron sobre el altar de piedracomo tributo al Demonio,considerado por los satanistascomo el auténtico señor de la

Page 740: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Tierra. El resto de la sangre fue aparar al cáliz; no la sangre deCristo, la sangre de un pato. Ydespués... bien, los participantesconsumaron su propia versión de lacomunión...

E inmediatamente después deeso, recordó Paul, vino lo quedecidió a la chica Trumbull a noasistir a ningún otro ritual.

Cindy siempre se habíaaburrido ligeramente en lasceremonias, y los sacrificios leparecían crueles y sin sentido.

Page 741: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Nunca aceptó ser ella la que mataraal animal sacrificado cada semana.El sábado pasado, sin embargo,Lawrence Fisher había traído dosjaulas, una con un conejo blanco, yotra con el pato blanco. Cindy lepreguntó por qué había traído unanimal de más, pero Lawrence selimitó a sonreír:

—Damon me dijo que lohiciera —le señaló.

El pato fue sacrificado con uncuchillo de madera, como siempre.Pero en el momento en que

Page 742: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Lawrence comenzó a recoger lasangre en el cáliz robado, Cindysintió que una presencia entraba alhexágono. El aire se volvió humedode pronto, y la llama de las velasdisminuyó. Asustada se acercó a lajaula donde estaba el conejoblanco. Al parecer los demás sehabían olvidado de él, lo quealegraba a Cindy, que amaba a losconejos. Metió la mano entre losbarrotes para acariciar la tiernapiel blanca del animalito. Y en eseinstante sintió un olor ácido, a fiera.

Page 743: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

La presencia estaba junto a ellaahora, burlona, inteligente einfinitamente poderosa.

Algo invisible se apoderó desu brazo, llenándoselo de unaenergía pasmosa. El conejo chillóy, a la luz trémula de las velasCindy vio la causa. Con un solotoque de su mano, le habíaarrancado un trozo de piel alconejo.

La presencia pareciódesvanecerse y, con ella la energíaque le había infundido. Sollozando

Page 744: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

de miedo, Cindy mató al conejopara evitar que sufriera más. Peropara Lawrence Fisher, toda laexperiencia había sido una especiede alto honor:

—¿No comprendes? —lepreguntó—. ¡El deseo saciado tevuelve más fuerte!

Pero Cindy no queríacomprender. Rompió su noviazgocon Lawrence esa misma noche,jurando que nunca más volvería apresenciar un ritual...

—Parece saber bastante sobre

Page 745: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

esos satanistas —dijo el sargentoRiley—. Supongo que no hablarápor experiencia propia.

—No, no —se apresuró adecir Paul—. La joven que vino averme me contó todo esto...

—¿Se refiere a CindyTrumbull? Paul miró al oficial:

—¡Sargento, le pedí que nomencionáramos nombres! ¿Deacuerdo?

—¡De acuerdo! —suspiró eloficial—. Pero estamos casiseguros de que es el novio de Cindy

Page 746: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

quien está detrás de todo esto.Hasta ahora no pudimos acusar aFisher de nada que no fueraviolación de propiedad y crueldadcon animales. Mire, ese rastrillo noes robado. Lo compró en elalmacén de herramientas y lo pusoen la cuenta de sus padres. Perorobar el cáliz de su iglesia... eso síes algo de lo que podría acusárselo,y según el valor de esa pieza...

El rector asistente se inclinósobre el altar de piedra manchadode sangre.

Page 747: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Ayúdeme con esto, porfavor —pidió.

El sargento Riley tomó el otrolado de la piedra y ayudó a Paul areponerla en su lugar en la pared.Después Paul se dirigió al rastrilloy lo tomó por el mango, debajo delos dientes. Ahora observó quehabía palabras grabadas en lamadera. LO QUE EL HIERROAPRISIONA, decía del ladoderecho. Y del lado izquierdo: ELORO LO LIBERARÁ.

—¿Qué quiere hacer con eso?

Page 748: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—le preguntó el oficial. Paulsonrió:

—Nuestro jardinero en laiglesia podría encontrarle algúnbuen uso. —Pero aunque tiró contodas sus fuerzas, el rastrillo, bienhundido, no se movió.

Frunciendo el ceño, Paul lotomó con más vigor y lo movióhacia adelante y atrás. Lenta ypesadamente el rastrillo comenzó aaflojarse. Pero Paul debió trabajardurante otros cinco minutos antes depoder soltarlo.

Page 749: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

El sargento Riley vio el gestode incredulidad en el rostro delrector asistente. El suelo de esteprado era una arcilla densa, repletade piedrecillas. Y aun así el mangosin afilar del rastrillo había sidointroducido unos cuarentacentímetros en la tierra.

David Carmichael llegó aNew Castle pasada la una delmediodía, minutos antes de que lohiciera el camión de mudanzas. Enla curva al oeste de Sunset BrookLane vio aparecer frente a él la

Page 750: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

casa del número 666.El sábado anterior, la casa

victoriana de dos pisos había sidode un amarillo pálido. Ahora estabarecién pintada de azul oscuro, conmarcos blancos: exactamente elmismo color que tenía la casa desus pesadillas.

Para que el camión demudanzas pudiera entrar hasta lacasa, David estacionó su Mercedesen la calle, frente a la ventanasalediza. Salió del auto y quedópetrificado de asombro. La ventana

Page 751: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

salediza, con sus vidrioshexagonales, le devolvía fijamentesu reflejo. A ambos lados del cual,las tablas azules parecían filas yfilas de escamas. ¡Todo le resultabahorriblemente conocido!

Cruzó Sunset Brook Lane ymiró a la casa desde allí. En esepreciso lugar, comprendió, habíaestado durante su primera serie depesadillas. El espacio vacío junto ala casa existía realmente: era labarranca que la separaba de la casade Keith y Jennifer. De modo que,

Page 752: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

al fin de cuentas, gran parte delsueño había sido una anticipaciónde la realidad.

Con el corazón latiéndole deprisa, David sacó sus dos valijasdel auto y las llevó a la galería delfrente de la casa. Aquí era dondehabía comenzado la segunda seriede pesadillas: con Davidrecorriendo lo que ahora veía queera un sendero de grava.

Una escalera de maderamanchada de pintura estabaapoyada contra el techo de la

Page 753: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

galería. Del camino provenía unasuave brisa. La pintura marfil de losmarcos de la galería, fresca aún,brillaba bajo el sol de la mañana.David subió los peldaños. Alcolocar las valijas frente a lapuerta, vio dos hombres de medianaedad que pintaban el comedor.

Lo saludaron, y David lessonrió.

Durante la semana anterior, sehabía reprochado por haberalquilado esta casa sin siquieradarle una mirada al interior. Pero

Page 754: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

ahora, al subir las valijas al pisoalto, sintió que sus reservasdesaparecían. ¡Qué techosmaravillosamente altos! Y eldormitorio, con su empapelado defaisanes y peonías, eraabsolutamente hermoso. Se habíasentido algo culpable al elegir undibujo tan extravagante. Pero segúnTom Greene, Coste se sentía felizde pagar por empapelado y pinturade la mejor calidad. ¡Y el efectociertamente que valía la pena! Aunsin muebles, el dormitorio era

Page 755: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

espléndido, algo proveniente delsiglo pasado.

Miró por las ventanas. Allíestaba la casa de Keith y Jennifer,al otro lado de la barranca, a menosde cien metros de distancia.Intrigado, David volvió a mirar.¡Esa vista le resultaba conocida! Ytambién creía recordar elenmaderado hexagonal de la pared.Por supuesto, Jennifer le habíamostrado un esbozo del plano de lacasa, y habían pasado dos díasenteros hablando sobre la

Page 756: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

decoración. Pero el conocimientode David era más profundo.

Dejó las valijas en un rincóndel dormitorio y volvió a bajar. Talcomo lo esperaba, bajo la escalera,había dos puertas corredizas. Davidtomó los picaportes de hierro, tiróde ellos y las pesadas puertasrodaron silenciosamente en susrieles, introduciéndose en elenmaderado.

Al entrar al cuartito hexagonal,sintió una onda de energía que lerecorría el cuerpo. Aspiró

Page 757: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

profundamente, sonriendo. ¿Demodo que así era como actuaba elaire de campo sobre el organismo?El sol recién empezaba a asomarpor ese lado de la casa, y a iluminarlos paneles hexagonales de vidrio.Jennifer había llamado "jardín deinvierno" a este cuarto, pero ahoraque David lo veía, comprendió queno le gustaría verlo lleno deplantas. Le gustaba así, vacío ysimétrico, tal como estaba. Las tresventanas se encontraban orientadashacia las colinas del oeste del Valle

Page 758: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

del Hudson. David se quedómirando el horizonte distante, hastaque lo arrancaron de su ensoñaciónunos pasos en la escalera, sobre sucabeza. Por la ventana de laizquierda vio que el camión demudanzas había entrado por elsendero, dando marcha atrás. Alsalir del cuarto hexagonal encontróa uno de los hombres de lacompañía de mudanzas, que entrabapor la puerta del frente.

—Señor —le dijo el hombre—, tenemos todas esas cajas que

Page 759: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

dicen "ropa". Pero no habrá lugaren el vestidor para todas.

—No me sorprende —dijoDavid sonriendo—. ¿Por qué nodejan el resto aquí abajo, en lacocina?

—¿Y qué le parece en esecuartito? —sugirió el hombre.

—¡No! —gritó David—.Dejen este cuarto como está.

—¡Está bien, señor, está bien!—El hombre retrocedió, asombradopor la vehemencia de David—.

Pondremos las cajas en la

Page 760: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

cocina.Keith se sintió amargamente

disgustado porque su hermano Paulhubiera salido de la rectoría apenasun minuto antes de que él llamara.Después de colgar, había pasadounos quince minutos disculpándosecon Jennifer, a quien encontróllorando en el dormitorio. Tras locual los dos se sentaron y comieronen silencio y sin alegría lossandwiches de jamón. Se habíasentido muy feliz de escapar de esacocina donde se encontraba

Page 761: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

incómodo y culpable y podervolver al trabajo.

Cuando cruzó la barranca, loshombres encargados de la mudanzallevaban una cama desarmada haciala casa. Keith tenía curiosidad porver las cosas que había traídoDavid. Cuando él y Paul eranchicos, todo el barrio iba aobservar cuando una familia nuevase mudaba. Por los muebles y cosasque se descargaban podíaadivinarse el carácter de la familia,cuántos hijos tenían... Y como Keith

Page 762: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

nunca había visto el departamentode David en Riverside Drive, sentíacuriosidad por ver qué mueblestraería para hacer juego con esesuntuoso empapelado deldormitorio.

Cuando entró por la puerta delfrente, vio a David en el vestíbulo.Tenía los zapatos lustrados, lospantalones recién planchados, yhabía un pañuelo de seda en elbolsillo superior de su chaquetasport. Keith se adelantó con lamano extendida, después de

Page 763: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

habérsela secado en el pantalón detrabajo. Pero David ignoró su gesto.

—Keith, ven aquí, por favor.Quiero que veas algo. "¿Qué lepasaría?", se preguntó Keith. Sinuna palabra más, David lo condujohasta el cuarto hexagonal.

—¿Ves eso? —Davidseñalaba la ventana derecha delbalcón—. ¿Cómo se rompió esevidrio?

El rostro del hombre quelloraba faltaba aún. Keith habíacubierto el agujero con un trozo de

Page 764: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

plástico transparente, aseguradocon cinta adhesiva.

—No sé cómo sucedió —respondió Keith—. La ventanaestaba entera cuando la vi porprimera vez.

—Entonces debió hacerloalguno de tus hombres —respondióDavid secamente.

—No —dijo Keith—. Esepanel faltaba cuando vine a hacer elpresupuesto, antes de queempezáramos a trabajar.

—¿Y bien? —preguntó David

Page 765: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

con el ceño fruncido—. ¿Por qué nolo has arreglado comocorresponde?

—¡Porque no soy vidriero! Yni Marc ni Jason tienen lasherramientes necesarias parareparar vidrios. ¿Qué importanciatiene? ¡De todos modos no vivirásmucho tiempo aquí!

—La importancia —replicóDavid—, es que esta casa ya hasufrido bastante daño por causa deldescuido y la estupidez. ¿No vesacaso la increíble cantidad de

Page 766: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

trabajo que ha sido necesaria paracrear esas ventanas? Y dile a tugente que en adelante se mantengafuera de esta habitación.

¿Entendido?—Entendido —dijo Keith

fríamente—. Por mi parte nisiquiera me acercaré a este cuarto,porque el lunes comenzaré otrotrabajo en Pound Ridge.

Salió y David fue tras él.—Si quieres que reemplacen

ese vidrio, habla con tu casero.—¿Con Tom Greene? —

Page 767: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

preguntó David.—No —dijo Keith—. Tom

Greene no es más que el agente. Merefiero a Coste. Él es el dueño.

David siguió a Keith hasta lagalería.

—Keith, perdona. No sé tansiquiera por qué me enojé tanto...

—¡Y yo tampoco! —estallóKeith—. No fuiste tú el que trabajóaquí durante dos semanas, clavandomaderas y subiendo escaleras.Estuviste sentado en Nueva York,sin levantar un dedo.

Page 768: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Comenzó a bajar lospeldaños de la galería.

—¡Keith, espera! —lo llamóDavid—. ¿Recuerdas el sestercioque te di? La moneda brillante en elenvoltorio de plástico.

Keith se detuvo y se volvió.—¿Qué pasa con esa moneda?—¿Se la devolviste a Coste?

Keith negó con la cabeza:—Nunca lo he visto a Coste.

Se la di a Tom Greene. —¡Pero esque encontré el original! —dijoDavid—.

Page 769: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Si pudieras decírselo aTom, querría hacer el cambio...Keith lo miró:

—Te diré lo que harás. Hazque te instalen un teléfono. Levantael auricular. Busca el número deTom Greene en la guía. ¡Y haz esamaldita llamada tú mismo!

—Escucha... —empezó David.—No, escucha tú — gritó

Keith—. No soy tu criado, soy unvecino. No me gusta que me denórdenes. ¿Y cuándo piensas pagarlea Jennifer el dinero que le debes?

Page 770: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Las cuentas por la pintura yel empapelado las dirigieron a TomGreene... —tartamudeó David.

—¡Al diablo! —dijo Keith—.Si tienes el dinero para alquilaresta casa, bien podrías pagar esasmalditas cuentas y no hacer esperara mi esposa por el dinero.

—Pero Jennifer me dijo...—Yo te lo digo —gritó Keith,

tan fuerte que los hombres delcamión de mudanzas volvieron lascabezas—. Jennifer es mi esposa...¡y no lo olvides!

Page 771: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

14

Sábado 28 de abril al lunes 30 de

abril de 1979EL FIN DE SEMANA pasó

sin novedades. De vez en cuandoJennifer miraba por la ventana a lacasa del otro lado de la barranca, el666 de Sunset Brook Lane. PeroDavid Carmichael no aparecíadonde pudiera verlo.

El sábado a la tarde, Jenniferfue en su auto a un vivero y le

Page 772: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

compró a David un regalo paraalegrar su casa: dos pequeñashigueras en macetas de terracota,para el jardín de inviernohexagonal. Cuando entró por elsendero de grava del 666 de SunsetBrook Lane, el Mercedes de Davidno estaba. De modo que se llevó lashigueras a su casa y las puso en unrincón de la cocina. EvidentementeDavid había salido de compras,porque esa misma noche lo vio mo-viéndose en su cocina muyiluminada, preparándose la cena.

Page 773: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

El domingo por la tarde, ella yKeith fueron al cine en Ossining.Cuando volvieron a casa, habíaempezado súbitamente a hacercalor. Del oeste llegaba una densaniebla que iba cubriendo labarranca entre las dos casas.

Al crepúsculo, la niebla eratan densa que Jennifer ya no pudodistinguir la casa del otro lado de labarranca. Por lo que podía ver,David no había encendido la luzeléctrica. Era como si la casa nuncahubiera estado allí. Por unas horas

Page 774: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

al menos, ella y Keith volvían atener a Sunset Brook Lane toda paraellos. Keith parecía regocijarse poreste clima neblinoso e íntimo. Paraalivio de Jennifer, volvía aparecerse al Keith alegre de antes.

Para la cena del domingopreparó una omelette española yuna ensalada variada. Keith abrióuna botella de vino blanco quehabía estado guardando para unaocasión especial. Las tensiones dela semana pasada parecíansuperadas al fin. Después de la

Page 775: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

cena fueron por toda la casaadelantando los relojes una hora.Era el último domingo de abril, y entodo el país se pasaba al nuevohorario destinado a ahorrar energía.Después de lo cual Keith la llevó aldormitorio e hicieron el amor. Fueespecialmente tierno y considerado.Más tarde, cuando su maridoroncaba tranquilamente a su lado,Jennifer cayó en un sueño profundo.Cuando se despertó, el lunes por lamañana, el reloj marcaba las seis ycuarto de la nueva hora. Keith se

Page 776: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

había despertado casi una horaantes y ya estaba vestido para irse atrabajar. Dio la vuelta a la cama yle sonrió:

—Trabajaremos en PoundRidge al menos hasta el jueves —ledijo—. Si me necesitas, te dejaré elnúmero de teléfono en el anotadorde la cocina.

Jennifer estiró las piernas bajolas frazadas cálidas.

—¿No vendrás a almorzarentonces?

—No —dijo Keith y volvió a

Page 777: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

sonreír—. Pero me hice unsandwich con el jamón que sobró, yme lo llevo. —Se inclinó sobre ellay la besó en la frente—. Nosveremos a la noche.

—Adiós, querido —murmuróJennifer. Poco después, oyó elmotor de la camioneta que seencendía, y ésta después salía a lacalle. Tras lo cual todo volvió aquedar en silencio.

Jennifer durmió una hora más.Cuando al fin se levantó y abrió laspersianas, se sorprendió al ver que

Page 778: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

el viento seguía trayendo niebla deloeste y ahora parecía más densaque el día anterior.

Sin molestarse en ponerse elcamisón, Jennifer se echó encima labata de seda verde y bajó a lacocina. Cuando el café y lastostadas estuvieron listos se sentó ala mesa. Afuera soplaba una brisamuy suave, y la densa niebla de labarranca se colaba por lasventanas. Se vio totalmente aislada,horriblemente sola. Ajustándose labata con más fuerza, se sintió algo

Page 779: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

triste porque Keith no volveríahasta la noche. Pero en realidad, sedijo, no había por qué preocuparse.New Castle no era como el ladooeste de Manhattan, donde losladrones habían entrado dos vecesal departamento de David en menosde dos años. Aquí se vivía una vidacampesina, tranquila y segura. Nisiquiera se veían muchos extraños,salvo en otoño, cuando los turistasde fin de semana venían a la ciudada ver las coloridas hojas de losárboles, y cuando los cazadores de

Page 780: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

ciervos, con sus chaquetas y gorrosrojos, se dirigían hacia los bosques.

Iba por la segunda taza decafé, y pensaba qué le compraría aKeith para su aniversario de bodas,cuando sonó el timbre de la puerta.Miró el reloj de la cocina: todavíano eran las 8.00; demasiadotemprano para el cartero. Alisandola bata, atravesó de prisa la sala. Eltimbre volvió a sonar, con másexigencia.

Echó una mirada por laventana de la sala. Aquí, al este de

Page 781: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

la casa, la niebla parecía menosdensa. Podía ver perfectamente laentrada. Pero no había ningún autoestacionado en el sendero, ni en lacalle. La puerta del frente era deroble sólido, sin vidrios quepudiera romper un ladrón paraintroducirse. Keith no se habíamolestado en instalar una mirilla,de modo que ahora, Jennifer nopodía ver quién era la personaparada frente a la puerta tocando eltimbre.

Con precaución corrió la traba

Page 782: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

de la puerta y la abrió muy poco.Era David, con un buzo gris yzapatillas. Por un segundo nisiquiera lo reconoció; nunca anteshabía visto a David sin chaqueta ycorbata. Ahora respirabaruidosamente, y su rostro sonrienteirradiaba energía. Un rizo plateadole había caído sobre la frente.Jennifer pensó que era casiincreíblemente apuesto.

—¡No sabía que hicierasaerobismo!

—No solía hacerlo —dijo él

Page 783: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

riéndose—, pero aquí no abundanlas canchas de tenis. Así que todaslas mañanas corro un kilómetro másallá de tu casa y vuelvo.

—No te había visto pasar —dijo Jennifer—. Me temo que nonos levantamos tan temprano.

—¡Oh, siempre estánlevantados! —sonrió David— Perocuando veo la camioneta de Keithtodavía adentro, doy un ampliorodeo.

—Está muy húmedo afuera —dijo ella—. ¿No quieres entrar un

Page 784: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

minuto?—¡Con mucho gusto!En el vestíbulo, David se

detuvo para sacarse las zapatillasembarradas. Al inclinarse Jennifervio que el buzo se le pegaba a laespalda y a las piernas;probablemente no llevaba nadadebajo, así como ella misma estabadesnuda debajo de su bata de seda.

Descalzo, David cruzó laalfombra de la sala. Una vez en lacocina, Jennifer le dio una tostadacaliente y le sirvió una taza de café.

Page 785: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Se sentía ligeramente incómoda.Por primera vez en más de dos añosdesayunaba con un hombre que noera Keith.

Llevó su taza al otro lado de lamesa y se sentó.

—¿Por qué te estás levantandotan temprano? —preguntó.

—Es muy simple —respondióDavid sonriendo—. No hay cortinasen el dormitorio, así que medespierta el sol. Y al hacerejercicios tengo sueño temprano.Después de todo, no se puede hacer

Page 786: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

gran cosa aquí por las noches.—No —asintió Jennifer—,

realmente no hay mucho que hacer.—Al hablar, pensaba que realmenteera un hombre apuesto—. ¿La pasasbien, entonces?

—Oh, es un paraíso —sonrióDavid—. Nada más que correr,leer, comer y dormir. Lo único quedeseo es que lleguen las sillas y elsofá que encargaste.

Jennifer sonrió disculpándose:—Los pedidos especiales

siempre tardan unas semanas. Pero

Page 787: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

la sala estará terminada a fines demayo. David se inclinó sobre lamesa y le tomó la mano:

—La planta alta quedómaravillosa —le dijo—. ¿Noquieres venir a verla?

Su contacto la sorprendió, yapartó la mano. Sólo un cuartoestaba totalmente amueblado en lacasa. De modo que cuando Daviddecía "la planta alta", no podíareferirse más que al dormitorio.

—Bien —dijo—, quizás estatarde.

Page 788: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—¿Por qué no ahora? —lepreguntó David.

—Porque ni siquiera estoyvestida —dijo Jennifer riéndose.Nerviosamente se apartó el pelo dela cara. David le sonreía:

—Yo tampoco estoy vestidoen realidad. Además, hay una nieblaespesa esta mañana. Nadie te vería.

¿Estaría bromeando? sepreguntó Jennifer. No eran susmodales, en absoluto. Al fijarsemejor, vio que David apenas sihabía probado su tostada. Ni había

Page 789: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

bebido el café. Se limitaba amirarla, con una sonrisa traviesa.

El cabello volvió a caerlesobre la cara a Jennifer, y lo echóhacia atrás.

—Lo siento —dijosonrojándose—. Debí ofrecertecrema. ¿No...?

—No, gracias —respondió—.Me gusta negro, como a ti. —Volvió a sonreírse—. Acerca de tuvisita a mi planta alta, ¿no vienes?

—No en pantuflas —dijoJennifer. Podía imaginarse a Keith

Page 790: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

volviendo a recoger algo que habíaolvidado, mientras ella se paseabaen bata por Sunset Brook Lane—.Es posible que a ti te gustelevantarte al amanecer, pero yo nisiquiera puedo ver antes de las9.00.

David miró el reloj sobre lacocina y sonrió:

—De acuerdo entonces. Enexactamente una hora y cincominutos...

—¡No! — exclamó Jennifer—.Tengo que darme una ducha y hacer

Page 791: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

compras. Después quiero ir aMamaroneck y ver cuándo podránenviarte esas cortinas para tudormitorio...

David la miró hasta que ellasoltó la risa.

—Hablando en serio —dijo él—. ¿A qué hora te espero?

Jennifer miró la niebla quepasaba frente a la ventana:

—¿Te viene bien a eso de las3.00 o las 4.00? David asintió:

—Creo que encontraré unhueco en la agenda. Jennifer miró

Page 792: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

incrédula la sonrisa feliz y galantede su amigo. Nunca había vistoantes este aspecto de lapersonalidad de David, y no sabíabien qué actitud tomar.

—Hay algo más que necesitatu casa, aparte de las cortinas —comentó para cambiar de tema—.

¿Ves esas higueras? Lascompré para que las pongas en eljardín de invierno.

—Gracias —dijo David—.Pero me gusta ese cuartito tal comoestá. No querría transformarlo en

Page 793: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

una jungla.—Yo tampoco —respondió

ella—. Apenas dos árboles enmacetas, uno a cada lado de laentrada.

—Cruzando la cocina, alzóuna de las higueras—. No sonpesadas. Si te las llevas ahora, iré averlas esta tarde.

Lo acompañó hasta la puerta,donde David se volvió a poner suszapatillas. Luego tomó una higueraen cada mano y se inclinó haciaella, besándola en la boca:

Page 794: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—¡Hasta luego! —le dijoalegremente.

Jennifer cerró la puerta conllave y volvió a la cocina a lavarlas tazas. No quería que Keith lasviese y empezara a hacerlepreguntas.

De pronto, se sobresaltó al vera David por la ventana de la cocina.Él le sonrió y pasó rumbo a labarranca, con las dos macetas enbrazos. Jennifer lo miródesaparecer en la niebla espesa. Elsendero que usaba Keith por la

Page 795: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

barranca era apenas una huellasinuosa entre los árboles. Y sinembargo David la habíadescubierto a los dos días demudarse.

El sábado y domingo, Keith noquiso molestar a su hermanopensando que estaría ocupado conlos servicios religiosos. Pero ellunes a la mañana empezó apreocuparse de nuevo. ¿Se habríaperdido la carta que envió Jennifer?De modo que cuando Marc y Jasonfueron a almorzar, a las doce y

Page 796: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

media, Keith le preguntó a la dueñade la casa de Pound Ridge si podíausar su teléfono.

—Quiero hablar a largadistancia, con Connecticut —explicó—. Pero lo haré cargar a lacuenta de mi número de la oficina.

—No hay problema —dijo lamujer—. Puede usar la extensióndel cuarto de mi hija. Este año estáinterna en un colegio.

Keith se sentó en una camallena de animales de juguete y alzóel auricular de la mano de plástico

Page 797: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

del ratón Mickey.En Glastonbury, el reverendo

Paul Olson estaba sentado en suoficina de la rectoría. Una vez más,trataba de reunir los minúsculostrocitos de papel azul que tenía enel escritorio. El timbre del teléfonoquebró su concentración.

—Rectoría de All Souls —dijo—. Habla Paul Olson.

—Hola, reverendo —dijo lavoz del otro lado de la línea.

—¡Keith! —se rió Paul—.¿Cómo estás? Precisamente en este

Page 798: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

momento estaba trabajando con lacarta que me envió Jennifer.

—Me alegro —respondió suhermano—. Acerca de eso tellamaba. ¿Alguien en el seminariosabe en qué idioma está lainscripción?

Paul miró las docenas depapelitos azules que tenía en elescritorio:

—La carta de Jennifer está eninglés —dijo—. ¡Al menos esodescubrí!

—Espera un segundo —

Page 799: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

respondió Keith—. Me refiero altrozo de papel que le pedí que teenviara junto con la carta.

—¡Oh, eso! —Paul abrió uncajón del escritorio y sacó un papeldoblado—. ¿Te refieres a lainscripción que comienza conHominibus Deus?

—Supongo que es ésa —respondió Keith—. ¿Está toda enmayúsculas?

—Así es —dijo el hermano—.Pero no sé suficiente latín comopara traducirla. ¿Quieres que se la

Page 800: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

muestre a alguien del seminario?—¡Por supuesto que sí! —dijo

Keith—. ¿No te lo decía Jennifer enla carta?

—¡Es posible que lo diga! —se rió Paul. Aunque en realidad nole había encontrado mucha gracia ala broma de su cuñada—. Perotodavía no la he armado toda.Dime, Keith, ¿desde cuándo sededica a enviar rompecabezas?

Keith vaciló:—No sé a qué te refieres.—¡A su carta! —respondió

Page 801: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Paul—. Reconocí de inmediato suletra en el sobre, y además ladirección, 712, Sunset Brook Lane.Pero la carta estaba cortada enpedacitos increíblemente pequeños.¿No te la mostró?

—No —dijo Keith, másintrigado que él—. Sólo mepreguntó si estaba de acuerdo enque te invitara a pasar un día o dosen New Castle.

—Cuando abrí la carta —siguió diciendo Paul—, el papelcon tu inscripción latina estaba

Page 802: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

plegado y tenía adentro la pila depapelitos azules. He reunido lamayoría, pero algunas partes de lacarta parecen faltar. No hay nadaacerca de una invitación, aunque megustaría mucho ir a verlos.

Keith no podía imaginarse porqué habría hecho Jennifer algo así.

—De todos modos —dijo—esperamos que puedas venir acenar, mañana a la noche, o quizásel miércoles, y te quedes a pasar lanoche.

—Lamento que no me lo hayas

Page 803: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

dicho antes. —Keith notó la penaque traslucía la voz de su hermano—. Pero ahora ya me comprometípara una boda mañana a la noche. Yel miércoles a la noche tengo quevisitar pacientes en el hospital.¿Podría ser la semana próxima, o lasiguiente?

—Bien, nuestro aniversario debodas es el 7 de mayo, y cae unlunes. Pero ven cuando quieras.

¿Y podrías hacer que metraduzcan esa inscripción latina?

—¡No hay problema! —dijo

Page 804: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Paul—. El profesor WhitneySinclair da un curso sobre historiade la Iglesia primitiva. Sabe latín aldedillo. Si le muestro este papelmañana a la mañana, probablementepueda traducirlo de inmediato. ¿Aqué hora puedo llamarte?

—¿Mañana? A las doce ymedia —dijo Keith—. Si me vas allamar iré a casa a la hora delalmuerzo.

—¡Bien! —dijo Paul—. Paraentonces habré revisado mi agenday sabré cuándo podré ir a visitarlos.

Page 805: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

De vuelta del negocio de telasde Mamaroneck, Jennifer se detuvoa hacer compras. Cuando al finllegó al 666 de Sunset Brook Laneya eran más de las cinco. Pero, conel nuevo horario, el sol estaba altotodavía, y parecía más temprano.

David vino a recibirla a lapuerta con su libreta de cheques enla mano.

—Dime —le dijo—. ¿Cuántote debo por la pintura y elempapelado?

—Nada —respondió Jennifer

Page 806: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—. Le mandé las cuentas a TomGreene. Él, o Coste, supongo, mepagan y yo a mi vez les pago a losproveedores. Así es como undecorador de interiores consiguesus comisiones.

—Pero Keith me dijo...—Por favor —respondió

Jennifer riéndose—. Keith noentiende cómo funciona estenegocio.

David mostraba una ansiedadcasi pueril por mostrarle lo bienque había quedado su dormitorio.

Page 807: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Ella estuvo de acuerdo en que eraprecioso, y después volvió abajo.No había un solo mueble en toda laplanta baja. Pero David habíaextendido una pequeña alfombraoriental en el suelo de maderasdesnudas del comedor. Hizo sentara Jennifer sobre la alfombra, fue ala cocina y volvió con dos copas yuna botella abierta de vino blanco.

Era como un picnic sincomida, pensó Jennifer. Y elcomedor sería realmentesensacional. Los hermanos Staub ya

Page 808: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

habían pintado las paredes de unceleste oscuro. Y esa mismasemana terminarían los bordesornamentales, que eran blancos. Elefecto final haría pensar enWedgewood, ¡y con sólo dos capasde pintura!

David brindó con ella. El vinoera mucho mejor que el que habíantomado con Keith la noche anterior.Al mirar a David, pensó que elalejamiento de la ciudad le habíahecho mucho bien.

Parecía años más joven, y aun

Page 809: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

más extraordinariamente apuesto.El tiempo pasó de prisa.

Hablaron de departamentos deNueva York que ella habíadecorado, de coleccionistas ymuseos que le habían compradoantigüedades a David. Antes de quese dieran cuenta, la botella de vinoestaba vacía. Afuera, el sol bajabacada vez más.

Cuando Jennifer miró su reloj,vio que eran casi las seis. Con elhorario anterior, Keith solía volverdel trabajo a las cinco y media. Y

Page 810: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

después de todo un día de trabajoen Pound Ridge, querría comertemprano.

—Tengo que ir a preparar lacena —dijo levantándose.

—¿Ya? —le preguntó David—. ¿No puedes esperar hasta lassiete y media? A esa hora se poneel sol.

Jennifer negó con la cabeza,preguntándose qué tendría deimportante la puesta de sol.

—Keith volverá en cualquiermomento, y no quiero que me

Page 811: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

encuentre aquí. Ya está bastanteceloso.

—Pero es que no creerás loque sucede en las ventanas deljardín de invierno hasta que lo veas—dijo David—. Se iluminan con unresplandor rojo vivo. Y hay figurasgrabadas en el vidrio que parecendifundir una luz propia —Hizo unapausa y le sonrió a Jennifer—.¿Estás segura de que no quieresquedarte?

—No puedo. —Jennifer estabade pie, con la copa vacía en la

Page 812: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

mano—. ¿Pusiste esas higueras enel jardín de invierno? Muéstrame.

David la condujo al vestíbulo.Las puertas corredizas debajo de laescalera estaban abiertas, y se hizoa un lado para que Jennifer entraraprimero.

El sol daba en los cristales,por lo que ella tuvo que levantaruna mano y protegerse los ojos delresplandor. David había colocadolos dos arbolitos a ambos lados delas ventanas. Unas pocas de lashojas rozaban los vidrios

Page 813: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

hexagonales.—Tenías razón —dijo Jennifer

—. Dos plantas son suficientes.Pero no te olvides de regarlas.

—No me olvidaré —dijoDavid—. Cuando el sol da en lasventanas hace mucho calor aquíadentro, salvo que deje las puertasabiertas.

Jennifer aspiró profundamente.Las dos higueras le daban un aromafresco, terrestre, al aire. Y habíaalgo deliciosamente privado en estecuartito hexagonal. Ella y David

Page 814: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

podían cerrar las puertas y quedarsolos. Nadie, ni siquiera Keith queconocía tan bien la casa,sospecharía dónde estaban...

Miró a David y vio que la luzsolar, al rodearle la cabeza, levolvía dorado el cabello. Peroentonces recordó: ¿qué hora era?Volvió a mirar su reloj pulsera.Eran las seis y cuarto. ¿Cómo habíapasado tanto tiempo?

—Tengo que irme a casa —repitió. Pero no quería marcharse.

David se hizo a un lado para

Page 815: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

que saliera al vestíbulo.—Realmente quiero

agradecerte todo el trabajo que teestás tomando —le dijo apretándoleuna mano. Jennifer se volvió amirarlo:

—Vendré mañana para vercómo van las cosas. O bien puedesvenir a tomar café conmigo, cuandotermines de correr.

—¿Por qué no hacemos ambascosas? —preguntó David.

Jennifer se obligó a sí misma adirigirse a la puerta.

Page 816: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Gracias por el vino —dijo,tratando de mantener el tono de vozlo más indiferente posible—. Y quepases una buena noche en tu casanueva.

Una vez en la galería, seinclinó para que él la besara. Perocuando él estaba a punto deabrazarla Jennifer se esquivó y bajóde prisa los peldaños.

Mientras subía a su Datsun enel sendero de grava, Davidpermaneció en la puerta,sonriéndole. Jennifer comprendió

Page 817: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

que había esquivado su abrazo sólopor miedo a que Keith los vieradesde el otro lado de la barranca.Se sintió excitada y aterrorizada almismo tiempo.

Al dar la curva por SunsetBrook Lane, vio que la entrada desu casa seguía vacía. Keith no habíavuelto aún. En el momento en queabría la puerta del frente oyó elteléfono que sonaba en la cocina.Corrió a través de la sala pararesponderlo.

—¿Hola? —dijo.

Page 818: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Al fin —dijo la voz deKeith—. ¿Dónde diablos estabas?

—Estaba en lo de David, aquíal lado.

—¿Toda la tarde? —preguntóKeith con irritación—. Te hellamado desde las tres.

—No —respondió Jennifer—.Fui a lo de David hace... unosveinte minutos. Antes estuve enMamaroneck, y en elsupermercado...

—Está bien, está bien —dijoKeith—. Pero dime una cosa. ¿Por

Page 819: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

qué cortaste la carta a Paul?—¿Por qué hice qué? —

preguntó Jennifer. Escuchó conestupor mientras Keith le contaba suconversación con Paul horas antes.

—...Y dice que el sobre seguíacerrado cuando le llegó. Se pasótoda la semana tratando de armarlo.¿Era necesario que fueras tanbromista?

—¡Keith, yo no hice eso! —dijo Jennifer con indignación—. Ypor lo que me dices, la nota que túme pediste que le mandara seguía

Page 820: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

entera. Quizás tú abriste la cartacon vapor, y después la volviste apegar.

Por un momento, Keith quedósin palabras.

—¿Por qué haría yo una cosatan estúpida?

—¡No me lo preguntes! —lerespondió al instante Jennifer—.Quizás al fin de cuentas no queríasque nos visitara tu hermano. ¡Oquizás fue tu señor Coste, que tedeja el dinero en el buzón! ¿Por quéno le preguntas a él?

Page 821: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Hubo una pausa antes de queKeith volviera a hablar.

—Escucha, te llamé paradecirte que estoy atrasado. Llegaréa casa quizás dentro de media hora,a eso de las siete. Tengo que pasarpor la oficina...

—Si piensas que yo rompí esacarta a Paul —lo interrumpióJennifer—, ¡estás loco!

—Escucha —respondió Keithcon indignación—. Te estoyllamando desde un teléfono privadoy no quiero ocupar demasiado

Page 822: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

tiempo la línea. Hablaremos de estocuando vuelva a casa, ¿de 104acuerdo?

Al poner en marcha lacamioneta para ir a Chappaqua,Keith pensó que esto era justo loque necesitaba. ¡Otra pelea conJennifer!

Le dolían los hombros porhaber estado trabajando todo el díacon las vigas de un cielo raso, ynecesitaba una ducha caliente. Perono pudo resistir a la tentación depasar por la oficina para ver si el

Page 823: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

correo le había traído cartas.Habían transcurrido dos

semanas desde el día en que habíadespachado la carta a JamesBeaufort, y desde el jueves por latarde no iba a la oficina. SiBeaufort le había escrito, su cartahabía tenido todo el fin de semanapara llegar.

Abrió los dos cerrojosindependientes de la puerta de laCarpintería de Obra Olson. En elpiso estaban los sobres que elcartero había arrojado por la

Page 824: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

abertura del correo el viernes, elsábado y el lunes a la mañana. Elprimero que vio fue uno con unaescritura que no reconocía. En elrincón izquierdo estaba elremitente: la Penitenciaría Federalde la Isla McNeil.

Cuando alzó la carta, sintió uncrujido suave, no el ruido de papelque podría esperar. Se apresuró asentarse en su escritorio y encendióla lámpara.

El sobre estaba lleno, en formairregular, como una pequeña

Page 825: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

almohada. Lo abrió, y cayeroncientos de trozos de papel.

Tomó uno con la punta de losdedos, y leyó parte de una palabraescrita con bolígrafo.

Quienquiera que hubiesedesgarrado la carta de Jennifer aPaul, evidentemente había hecho lomismo con la respuesta de Beaufort.Quizás fue tu señor Coste, habíadicho Jennifer, ¿por qué no lepreguntas a él?

Keith volvió a mirar el sobrevacío. En el reverso había una

Page 826: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

estampilla roja pegada por algúnfuncionario de la penitenciaría, enla que decía que la carta había sidoleída y aprobada. Keith levantó unángulo de la estampilla y vio quetenía su goma original. Quienquieraque hubiera abierto la carta convapor, sin duda alguna había hechoun buen trabajo.

Pero obviamente la carta nohabía sido violada mientras estabaen manos del correo. Coste —si esque era Coste— tendría que haberesperado hasta que la carta fuera

Page 827: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

entregada.¡De modo que los dos cerrojos

nuevos de la puerta de la oficina nohabían servido de nada!

Page 828: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

15

Martes 1 de mayo de 1979DESDE QUE SE HABÍA

mudado a la casa del 666 de SunsetBrook Lane, David Carmichael sehabía estado acostando antes de las10.00 de la noche. Y luego, por loque recordaba al menos, habíadormido sin interrupciones hasta elamanecer. Pero ahora, a las 3.00 dela madrugada del martes, seencontró de pronto totalmente

Page 829: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

despierto.¿Por qué tenía una sed tan

terrible? Recordó las albóndigas yespaguetis que había preparadopara la cena. Y había agregadopimienta negra y orégano a la salsade tomate comprada.

Hizo a un lado las sábanas y sedirigió al baño, que estaba del otrolado de la escalera.

Encendió la luz y bebió deprisa dos vasos de agua, tras lo cualvolvió a apagar la luz. Al salir delbaño se detuvo, para permitir que

Page 830: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

los ojos volvieran a acostumbrarsea la oscuridad, y entonces vio untenue resplandor rojizo del otrolado de la ventana que había sobrela escalera.

¿Serían las luces de la Ciudadde Nueva York reflejadas en lasnubes? Pero Manhattan estaba acincuenta kilómetros al sur, y estelado de la casa daba al oeste. Concuriosidad, se acercó a la ventana.

Para su horror, vio que unabrillante luz roja salía por laventana salediza de la planta baja.

Page 831: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Desde donde estaba, no podíaver el interior. Pero si el jardín deinvierno estaba en llamas, el fuegono tardaría en hacer presa de laescalera, ¡y él quedaría atrapadoarriba!

¡Gracias a Dios que no habiatraído más que unos pocos mueblesde Nueva York! Bajó a los saltos laescalera, esperando a cadamomento quemarse los piesdescalzos. Pero toda la planta bajaestaba a oscuras. David se detuvoal pie de la escalera y miró con

Page 832: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

aprensión alrededor.Recordaba claramente que

había regado las higueras antes deacostarse, y había dejado laspuertas del jardín de invierno bienabiertas. Si ese cuarto estaba enllamas, entonces la luz deberíareflejarse en el vestíbulo. Pero todose encontraba a oscuras. Escuchó, yno oyó ningún chasquido de llamas.Tampoco sentía el menor olor ahumo. Volviéndose, espió por laventana que se hallaba a un lado dela escalera.

Page 833: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Para su sorpresa, seguíasaliendo esa luz rojiza del cuartohexagonal. Era una radiación firmee inmóvil, como la que desprendenlos carbones encendidos en unachimenea.

En ese momento vio a unpájaro que venía volando desde unárbol en el otro lado de la calle.

David no sabía qué pájarosería: en la ciudad los únicos queveía eran gorriones y palomas. ¿Sehabría sentido atraído por la luzroja? David recordó haber leído

Page 834: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

que en primavera y otoño seapagaban los faros poderosos deledificio Empire State para que noatrajera a las aves migratorias.

El pajarito voló en línea rectahacia las ventanas. A últimomomento soltó un chillido asustadoy giró. David pensó que habríavisto su reflejo en el vidrio. Peroantes de llegar a la calle el pájarovolvió a girar y se dirigió hacia lacasa, con la luz roja reflejándose enlas alas. Avanzó y retrocedió una yotra vez, como si estuviera atrapado

Page 835: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

en una jaula invisible. De pronto,súbitamente, plegó las alas y cayóal pie de la ventana salediza.

David trató de ver qué le habíasucedido. Pero en ese momento elresplandor rojo del cuartohexagonal se apagó completamente.

Volvió a subir las escaleras,se puso un par de pantuflas y salió ainvestigar. La noche estabanotablemente fría y el rocío de lahierba le mojaba los bajos delpijama. Pero podía ver con todaclaridad, ya que la luz del piso alto,

Page 836: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

que había dejado encendida, seproyectaba por la ventana.

Se detuvo frente a la ventanasalediza y miró a través de lospaneles hexagonales. El jardín deinvierno estaba vacío ycompletamente oscuro. Peroentrecerrando los ojos pudo ver quelas puertas corredizas estaban biencerradas. Y él estaba seguro dehaberlas dejado abiertas al irse adormir.

Miró al suelo y vio al pájaro,que yacía sobre su lado izquierdo

Page 837: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

en el césped. Lo alzódelicadamente. Tenía las alasapretadas contra el cuerpo y unagota de sangre en el ángulo delpico. Y se lo notaba frío. PeroDavid lo había visto volar apenasunos segundos antes. ¿Cómo podíahaber perdido todo su calor tanrápido? Llevó el pájaro a la cocinay lo arrojó al tacho de basura. Selavó las manos en la pileta. Ydespués, con las luces prendidas, sedirigió al cuarto hexagonal. Estabaa punto de aferrar las argollas de

Page 838: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

hierro para abrir las puertascorredizas, cuando vio que su manohabía pasado a través de unadelgada raya de luz roja.

Con curiosidad, movió lamano para apreciar mejor eseresplandor carmesí. La luz proveníade una mínima separación entre lasdos puertas corredizas.

David acercó un ojo a laabertura y miró. El piso de mármoldel jardín de invierno reflejaba unintenso resplandor rojo. Movió lacabeza tratando de ver de dónde

Page 839: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

provenía la luz. Pero la figuraresplandeciente en el centro delcuarto le bloqueaba la visión.

Entonces comprendió: ¡estabasoñando otra vez! Este era el SueñoBueno, el que lo hacía gritar deplacer y no de miedo. El sueño quesiempre parecía olvidar no bien sedespertaba por la mañana.

Buscó ansiosamente lasargollas de hierro. Pero antes deque las tocara las puertas temblarony comenzaron a abrirse solas.David sintió que el delicioso calor

Page 840: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

rojo le bañaba el rostro. Era suavecomo siempre. Y podía mirar alcentro mismo de la luz sin cerrarlos ojos.

Las puertas corrieron sobresus rieles. David vio cómo elresplandor seguía condensándose,tomando una forma conocida.

—Jennifer —exclamó con unasonrisa.

Durante el almuerzo esamañana, el recuerdo de la discusiónde la noche seguía flotando en elaire entre Keith y Jennifer. Keith no

Page 841: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

se sentía muy comunicativo. Aunasí, sentía que debía hablarle a suesposa acerca de la cartadestrozada que había abierto en suoficina el día anterior.

¡Pero se sentía irritado alcomprender que alguien le abría suscartas! Y lo peor era saber queCoste (o quienquiera que fuese elresponsable) no había sido detenidopor dos cerrojos. ¿Qué podíaimpedir que esta persona entrara asu casa en medio de la noche?

—Debo ir a Nueva York esta

Page 842: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

mañana —anunció Jenniferabruptamente—, a elegir un espejopara el departamento de David.

—Oh —dijo Keith. Mordióotra tostada—. ¿Irá David contigo?

—No es necesario —respondió ella—. Sé exactamente loque quiere.

En el camino al trabajo, Keithvolvió a detenerse en Chappaqua.Había pensado que sería imposibleque le revisaran las cartas si lasrecogía directamente del correo.

Varias personas esperaban

Page 843: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

antes que él, por lo que tuvo tiempopara contemplar las fotografías decriminales buscados, en una pizarracon cristales. El empleado gordo decabello blanco que estaba detrásdel mostrador tenía un gran bigote yel bolsillo de la camisa lleno debolígrafos.

—Querría alquilar una casillade correo —le dijo Keith.

El empleado se limitó a negarcon la cabeza.

—Las únicas que quedan sonlas casillas grandes para paquetes.

Page 844: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—¿Quiere decir que todas lascasillas chicas están ocupadas? —le preguntó Keith.

—Exactamente —dijo elempleado—. Hay muchos chicossuscriptos a revistas que sus mamasno querrían ver en la casa. —Leguiñó un ojo antes de continuar—.Y muchas esposas que necesitancasillas para recibir cartas secretas.

Keith dejó de trabajartemprano esa mañana. Partió dePound Ridge a las once y media,con la intención de estar en su casa

Page 845: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

a tiempo para el llamado de suhermano. En el camino se detuvo enel 666 para ver cómo marchaba lapintura. El coche de los hermanosStaub estaba en el sendero deentrada. Pero el Mercedes verde deDavid Carmichael no se veía.

Adentro, Werner y Fred Staubdaban una segunda mano de pinturaazul-gris al vestíbulo. Las puertascorredizas bajo la escalera estabanabiertas. Keith vio las dos higuerasenanas que le había regaladoJennifer a David. No parecían muy

Page 846: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

lozanas.—¿Adonde fue el señor

Carmichael? —le preguntó aWerner Staub.

—Salió a eso de las nueve dela mañana —respondió el pintor—.Dijo que iba a Nueva York.

Pero no dijo a qué horaregresaría.

En la cocina de su casa, Keithse preparó un sandwich. Pero enrealidad no tenía hambre. ¿Por quéhabía ido David a Nueva York en elmismo momento en que Jennifer

Page 847: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

decidía hacerlo? Por un momentosintió la tentación de ir aChappaqua a ver si el Datsun de suesposa estaba realmenteestacionado en la estación. Pero esono probaría nada. Podía haberseencontrado con David en NuevaYork. Si él la recogía en suMercedes, podían ir a cualquierparte.

Comprendió que no teníamotivos para sospechar nada deeso. Jennifer nunca le había mentidoantes, ¿por qué no le creería ahora?

Page 848: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Si David había decidido ir a laciudad, probablemente no era másque una coincidencia...

¡Pero últimamente habíahabido demasiadas coincidencias!Con impaciencia, miró el relojsobre la cocina. Eran casi las docey cuarenta y cinco, y ya deberíaestar en camino a su trabajo enPound Ridge. ¿Le habría pasadoalgo a Paul?

Keith se levantó, tiró la latavacía de cerveza y miró por laventana. Del otro lado de la

Page 849: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

barranca, el auto de los hermanosStaub seguía siendo el único de laentrada. Y los alerces del arroyo seestaban cubriendo precipitadamentede hojas. Muy pronto, Keith nopodría ver la casa de DavidCarmichael.

De pronto sonó el teléfono y seapresuró a contestarlo.

—¡Hola, Keith! —Era Paul—.Quise llamarte antes, pero elprofesor Sinclair realmente tuvoque trabajar duro. Según él, aquíhay dos inscripciones diferentes.

Page 850: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Era lógico, pensó Keith. Habíauna serie de letras diferentes a cadalado de la columna de hierro.Suponiendo que eran mitades deuna sola frase, Keith las habíacopiado todas seguidas.

—¿Te dijo lo que significan?—le preguntó Keith.

—Claro que sí, y te diré quequedó sumamente impresionado.Quiere saber dónde las encontraste.

—Es fácil —dijo Keith—, lascopié de un pararrayos.

—¡Oh, vamos! —exclamó

Page 851: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Paul—. Aquí también tenemospararrayos, en el techo de larectoría.

No se pueden escribir frasestan largas en un trozo de metal detreinta centímetros de largo.

—Este pararrayos —dijoKeith—, mide más de diez metros.Asoma junto a la chimenea de lacasa nueva que tenemos aquíenfrente. Pero la mitad de las letrasestán ocultas bajo el enmaderadodel vestíbulo, así que no puedoinvitar a tu profesor a que venga a

Page 852: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

mirarlo. ¿Pero qué dice lainscripción?

—De acuerdo —Paul respiróprofundamente—. La primera esuna cita de la traducción llamadaVulgata de la Biblia. Como sabrás,el Antiguo Testamento se escribióoriginalmente en hebreo.

San Jerónimo lo tradujo allatín a fin del siglo IV. En el librode Job, Dios le da permiso a Satánpara infligir toda clase de males aJob, pero no para matarlo. Esa es tuprimera inscripción: capítulo dos,

Page 853: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

versículo seis: Ecce, in manu tuaest verum, tamem animan illusservía. "Aquí está, en tu mano, perono le quites la vida".

—Ya veo —dijo Keith—. ¿Yla otra?

—Sinclair dice que se trata delatín de la más primitiva eracristiana, cuando el idioma erahablado realmente en las calles y nousado exclusivamente con fineslitúrgicos. No está seguro de siproviene de uno de los primerosPadres de la Iglesia, o quizás de

Page 854: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

uno de los Evangelios Apócrifos...Keith se rió con impaciencia:—¿Pero qué es lo que dice?Antes de hablar, Paul se aclaró

la garganta:—Hominibus deus vitam

donavit, ergo donam jactare potesthomo solus. Lo que significa:

"Dios dio la vida a loshombres; por lo tanto sólo unhombre puede quitar ese don". Enotras palabras, la vida humana estan sagrada que el diablo no puedeatentar contra ella. Sólo los seres

Page 855: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

humanos, que recibieron la vida demanos de Dios, tienen el poder dedestruirla, por medio del asesinatoo del suicidio. De modo que no esSatán quien mata a la gente, sino lagente misma.

—Vaya —dijo Keith—. Esafrase no habla explícitamente deSatanás, ¿no es cierto?

—No —dijo Paul riéndose—.Sucede que he pensado bastante enel diablo últimamente. Tuvimos quevolver a consagrar nuestro cáliz,que había sido robado por una secta

Page 856: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

satánica para sus rituales.—¡Dios mío! —exclamó Keith

—. ¿Cuándo sucedió eso?—Lo robaron el viernes

pasado. Pero en cierto modo nosresarcimos. Nuestro jardinero estárealmente feliz con el rastrillo queusaron en la ceremonia...

—¿Un rastrillo? —preguntóKeith. Recordó la noche de latormenta, cuando el rastrillo delgaraje había sido apoyado contra eltimbre.

—Sí —dijo Paul—. Lo habían

Page 857: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

clavado en tierra con las puntashacia arriba y había palabrasgrabadas en el mango.

—¡Espera un minuto! —exclamó Keith—. ¿Cómo estabangrabadas esas palabras?

—Supongo que con uncortaplumas.

—No, te preguntaba cómoestaban dispuestas las letras.¿Subían por un lado del mango ybajaban por el otro?

—Exacto —replicó Paul—.¿Cómo lo sabías?

Page 858: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Porque el pararrayos delque te hablé tenía las inscripcionesgrabadas en el mango de la mismaforma. —Keith vaciló—. Escucha,Paul, sé que esta llamada la pagastú. ¿Pero puedes disponer de unosminutos extras?

—Por supuesto. —El rectorasistente sintió la preocupación enla voz de su hermano—. ¿Qué pasa?

¡Qué alivio tremendo poderhablar al fin con alguien! Keithacercó una silla y le contó a Paulacerca de la tarde en que había

Page 859: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

visto su propio rostro en la ventanade la casa del 666 de Sunset BrookLane. Le habló del sestercio debronce y de la noche de tormenta enque había visto la extraña luz rojaen la galería de la casa vacía.Habló también de lo que habíaleído en el periódico de Seattle, delrobo de los sobres de su oficina y,por último, de la carta destrozadade James Beaufort que habíaabierto el día anterior.

—Pues bien —concluyó—,Dilo. ¡Creerás que estoy loco!

Page 860: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Por supuesto que no —dijoPaul. Había sentido la ansiedad y laconvicción de Keith. —¡Claro quete creo!

Algo turbado ahora, Keithmiró el reloj sobre la cocina.

—Oye, hace casi media horaque estamos hablando. ¡PeroJennifer de veras te invitó! Y sabescómo me gustaría verte. ¿Nopodrías venir la próxima semana?Por favor.

—¿Qué hay de malo con estejueves? —preguntó Paul—. Pasado

Page 861: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

mañana.—Pero creí que estabas

ocupado esta semana —dijo Keith.—Eres mi único hermano —

dijo Paul riéndose—. De algúnmodo me arreglaré.

—¡Bien! —dijo Keith con unasonrisa—. Podemos invitar a cenara David Carmichael también.

Es un anticuario que estáviviendo en esa casa del otro ladode la barranca.

—¿No ha notado nada extrañoél? —le preguntó Paul.

Page 862: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—No nos tratamos mucho —admitió Keith—. Pero es posible.Pero te veremos el jueves a lanoche entonces. ¿A eso de las siete?

—Si Dios quiere —dijo Paul—. Cuídate, Keith.

—¡Y tú también! —lerespondió Keith—. Adiós.

En la rectoría de All Souls,Paul Olson colgó el teléfono y miróel caos de papelitos azules quecubrían el escritorio. Lo que lehabía citado Keith parecíaimposiblemente extraño. Pero Paul

Page 863: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

sabía que su hermano mayor erademasiado práctico y realista comopara dejar que su imaginación seapoderara de él. Y ahora Paulestaba realmente preocupado porKeith y Jennifer, porque algunosdetalles del relato de Keithparecían concordar con lo que lehabía contado Cindy Trumbull.

Según Cindy, los satanistashacían siempre las cosasexactamente al revés. El lema de laIglesia Católica Romana era Exoriente lux: del este, la luz. Las

Page 864: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

iglesias siempre se orientaban demodo que la grey mirara hacia eleste. Y la mañana de Pascua, loscristianos de todo el mundocelebraban un servicio a la salidadel sol...

La pandilla de LawrenceFisher, por otra parte, no celebrabala salida sino la puesta del sol.

Para un Sabbath preferían unanoche de completa oscuridad,cuando no había luna ni brillaba enel cielo ninguna de las luces delSeñor. Y Paul pensó en ese extraño

Page 865: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

cuartito hexagonal donde Keithhabía visto las ventanasresplandeciendo de un rojo sangre;¡qué interesante que esas ventanasdieran al oeste! En esa direcciónmoría el sol, y también podía verseantes el cuerno creciente de la LunaNueva.

¿Pero qué significaban laspalabras grabadas en el mango deese rastrillo? ¿Y qué sentido teníanlas inscripciones latinas que lehabía traducido esa mañanaWhitney Sinclair?

Page 866: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Paul Olson buscó en suescritorio la libreta de direccionesdonde tenía los números telefónicosde todos los miembros de laCongregación del Altar. Ahoracomprendía lo que tenia que hacer,antes de ir a cenar con Keith yJennifer el jueves.

Era el momento indicado paramantener una charla con LawrenceFisher.

Page 867: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

16

Miércoles 2 de mayo de 1979

EL TRÁNSITO QUE salía dela ciudad era liviano, por lo que alas 8.15 David Carmichael yaconducía su Mercedes por elsendero de grava de la casa del 666de Sunset Brook Lane.

Dos días antes se habíadesnudado frente al espejo decuerpo entero de la puerta de sucuarto de vestir. Y decidió que su

Page 868: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

ausencia de las canchas de tenishabía durado demasiado.Necesitaba con urgencia algunosejercicios que le endurecieran elestómago y afirmaran los músculosde los hombros. Pero no habíamuchas canchas de tenis aquí en elnorte de Westchester, lo quenecesitaba en realidad era unaparato de gimnasia.

El lunes por la mañana llegó elcamión de la compañía telefónica ainstalarle el teléfono.

Inmediatamente después David

Page 869: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

llamó a un cerrajero que vino ycambió las cerraduras e instaló unacadena de seguridad en la puerta dela cocina.

Ahora, al fin, David se sintióperfectamente seguro en su nuevacasa. Mientras esperaba la visita deJennifer, comenzó a llamar a lasproveedurías deportivas quefiguraban en las páginas amarillasde la guía. Pero ninguna vendíaaparatos de remar. Después de unadocena de llamadas infructuosas,David se rindió y decidió ir a la

Page 870: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

ciudad al día siguiente.El martes a la mañana

encontró el aparato que buscaba enun negocio de equipos gimnásticosen la calle 48 oeste de Manhattan.Le costó varios cientos de dólares,pero después de todo estabapagando miles para que Jenniferpudiera ver sus ideas transformadasen realidad en la casa del 666 deSunset Brook Lane. ¿Y qué sentidotenía ese gasto mayor si descuidabasu apariencia personal?

Ató el aparato al

Page 871: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

portaequipajes del Mercedes y sedirigió al 41 este de la calle 57. Ledijo a Miss Rosewood queplaneaba cerrar durante todo elverano, pero que le pagaría susalario hasta que la galeríareabriese en septiembre. Pasó elresto de la tarde revisando cuentasy correspondencia que se habíaacumulado. No podía dejar depensar en lo que estaría haciendo enestos momentos Jennifer Olson, allíen Sunset Brook Lane.

David no quería volver a New

Page 872: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Castle de noche. Aún recordaba lanoche del viernes, cuando habíaperdido la conciencia al partir de lacasa de Keith y de Jennifer. Demodo que, después de una cenaliviana, pasó la noche en el HotelCarlyle y se levantó a las seis ymedia de la mañana siguiente. Pocoantes de las ocho entraba en el áreaurbana de New Castle.

Transportó el aparato de remaral piso alto y lo acomodó en elcuarto de vestir, donde lo tendría amano. Y después de un buen

Page 873: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

ejercicio, la bañera estaba a pocospasos.

Todo lo que tenía que hacerahora, pensó, era ser paciente.Había visto la camioneta de Keithpartir por las mañanas y volver denoche, y sabía cuántas horas vacíaspasaba Jennifer sola. Era sólo unacuestión de tiempo que empezara apasarlas en la cama con él.

Estaba a punto de ponerse elbuzo para correr sus tres kilómetroscotidianos cuando recordó lashigueras que le había regalado

Page 874: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Jennifer. Posiblemente necesitabanagua.

Las puertas corredizas delcuarto hexagonal se hallaban bienabiertas, tal como las había dejadoel martes por la mañana. ¡Peroambos arbolitos estaban secos! Lashojas, frescas y carnosas dos díasatrás, ahora colgaban marchitas delas ramas.

David no logró comprenderlo.La tierra de las macetas estabahúmeda. Por cierto este cuarto secalentaba mucho cuando las puertas

Page 875: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

se encontraban cerradas, perohabían estado abiertas desde quesalió para Nueva York.

¿Cómo era posible que ambosárboles se hubieran estropeadotanto en apenas veinticuatro horas?

David llevó una de lashigueras al Mercedes. La última vezque había ido de compras aMillwood había visto una florista.Probablemente podría decirle cuálera el problema.

El interior del local le hizopensar en un velatorio: el mismo

Page 876: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

olor a flores, la misma iluminacióndifusa. La mujer baja y fornida quese hallaba detrás del mostradormiró la maceta:

—Ficus benjamina —dictaminó—. Déjeme mirarla unpoco. —Tomó la maceta y sedirigió a la parte trasera delnegocio.

Volvió apenas un minutodespués, con la higuera en una manoy la maceta, todavía llena de tierrahúmeda, en la otra.

—¿Tiene ratones en su casa?

Page 877: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—le preguntó.—Quizás —dijo David

encogiéndose de hombros—. Enrealidad no lo sé. Hace muy pocoque me mudé.

—Podrían ser ratones —dijola mujer—. ¿Ve esto?

Le tendió las raíces húmedasde la planta. David vio que pordebajo del nivel de la tierra lasraíces estaban completamentepeladas.

—Algo debe de habersecolado en la maceta —declaró la

Page 878: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

mujer—. Un árbol no puedesobrevivir sin corteza en las raíces,sabe.

—¿Pero no puede hacersenada? —preguntó David—. Si laplanto en una tierra especial o algoasí, ¿no volverá a crecer?

La mujer frunció el ceño:—Con las Ficus se pueden

plantar trozos de raíz en arena,cubierta con un plástico. Pero nofuncionará en este caso.

—¿Por qué no? —preguntóDavid.

Page 879: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Porque hay que hacerlo controzos de raíz de una planta viva. Yeste arbolito suyo ha estado muertodesde hace... por lo menos unasemana.

Cuando volvió al 666 deSunset Brook Lane, David tiró laotra higuera muerta a la barranca.

¿Pero cómo le explicaría aJennifer? Después del almuerzo,probó el aparato de remar. Alprincipio era fácil, pero tras cincominutos empezó a sentir la tensiónen la espalda y los hombros. Cinco

Page 880: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

minutos más y abandonó,transpirado y exhausto. Lástima queesta casa no tuviera un sauna, comosu club de tenis en la ciudad.

Estaba a punto de meterse enla bañera cuando recordó el modoen que el sol poniente daba en laventana salediza de su jardín deinvierno. Si cerraba las puertascorredizas, ¿se calentaría elcuartito? Ya no estaban las higueraspara impedírselo. ¡Valía la penaprobar!

Con una toalla a la cintura,

Page 881: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

bajó al cuarto hexagonal. Alprincipio se sentía expuesto frente aesos grandes ventanales. Perodebajo de cada ventana había unossesenta centímetros de enmaderado.Cuando David se sentó en el sueloquedó completamente oculto decualquier automóvil que pasara porSunset Brook Lane.

El piso de mármol ya estabacaliente por acción del sol. Unaligera brisa hinchaba el plásticoque Keith había pegado en lugar delhexágono faltante. En pocos minutos

Page 882: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

David sintió cómo crecía el caloren el cuarto. Sintió el relajamientode los músculos. Adormecido,cerró los ojos al resplandor y lepareció perder toda noción deltiempo.

De pronto se encontró bañadoen una brillante luz roja. Según sureloj pulsera eran las 7.30.

¿Se habría dormido? Se apoyóen una rodilla y miró las ventanas.

El sol se ocultaba tras elhorizonte. Las tres ventanasresplandecían de luz roja, tal como

Page 883: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

David las había visto antes. Peroahora notó algo más: ¡la luz en elcuarto parecía latir realmente!

Volvió a ver que cada una delas ventanas tenía grabada unafigura diferente. Un hombresonriente, una mujer sonriente y unsujeto con un parche de plástico enel sitio donde debía estar su cara.

En ese momento oyó elteléfono que sonaba en la plantaalta. El sonido le llegaba algoahogado por las puertas corredizascerradas. ¿Sería Jennifer? Volvió a

Page 884: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

rodearse la cintura con la toalla yabrió las puertas y corrió arriba.Levantó el auricular al cuartotimbrazo.

—¡Hola! —dijo jadeante.—Buenas tardes, señor

Carmichael —dijo una vozprofunda y resonante—. HablaCoste. ¿Está disfrutando de susvacaciones?

—¡Oh, sí! —dijo David, felizde poder hablar al fin con el dueñode casa—. Sí, sólo que espero queel empapelado del dormitorio no le

Page 885: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

haya parecido demasiado caro.—Le aseguro que no.David frunció el ceño. ¿Cómo

sabía Coste el preció del papel?Seguramente había venido un día deausencia de David, antes de quecambiara las cerraduras...

—Ahora bien —siguió la voz—. Usted le dijo a Thomas Greeneque tiene mi sestercio. No queríaque se perdiera.

—Puedo devolvérselo encualquier momento —dijo David.

—Bueno —dijo la voz— Pero

Page 886: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

¡tenga cuidado! Ha habido variosrobos en esta zona. Un ladrón queentra en las casas mientras la genteduerme y se lleva objetos de valor.Y lo que no puede robar lo daña odestruye...

Pasaron por la mente de Davidalgunas desagradables imágenes desu departamento de RiversideDrive.

—Ponga mi moneda en unlugar muy seguro, señorCarmichael. Lo visitaré mañana alas 8.30.

Page 887: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Esa misma tarde, mástemprano, Jennifer oyó el sonidodel teléfono en la cocina. Creyendoque podía ser David, corrió arribaa responder. Pero era Keith, que lallamaba desde Pound Ridge.

—Mañana —le recordó—tendrás que cocinar para Paul yDavid. ¿No quieres salir a cenarafuera esta noche?

Keith hizo reservas en unrestaurante en la costa del Hudson,al norte de Ossining. Llegaron a lassiete y media, cuando el sol aún se

Page 888: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

reflejaba en el agua. El restauranteen sí era una mansión del siglopasado con techos altos y unachimenea en cada habitación. Sumesa estaba junto a la ventana, yKeith pidió una botella de vinotinto.

Jennifer tenía toda clase derazones para sentirse feliz. Elmartes, en Nueva York, habíaencontrado el espejo perfecto parael departamento de David. Y estasemana su nuevo aviso clasificadole había aportado tres clientes. Esta

Page 889: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

era una suave, mágica nocheprimaveral. Las costillas decordero estaban deliciosas, y Keithmostraba otra vez su maravillosobuen humor...

¿Entonces por qué se sentíaterriblemente incómoda?

Parte de la razón, lo sabía,tenía que ver con DavidCarmichael. Cuando él le habíapedido que decorase la casa del666 de Sunset Brook Lane, Jenniferse había sentido llena deentusiasmo, y se dispuso a diseñar

Page 890: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

interiores cuyas fotografíasmerecieran aparecer en elArchitectural Digest.

Pero ahora empezaba apreguntarse si Keith no habríatenido razón. Quizás sí era underroche inútil. Porque dentro deunos pocos meses la casa del otrolado de la barranca volvería a estarvacía, y David regresaría otra vez aManhattan.

Pero lo que más le molestabaera la fuerte atracción que existíaentre ella y David. En la época en

Page 891: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

que se veían apenas una vez al mes,como máximo, había sido fácildisfrazar su afecto de simpleamistad. Pero ahora, con Keithausente durante casi todo el día yDavid a menos de cien metros de lapuerta de su cocina...

Jennifer Olson tomó un tragode vino y miró a su esposo. Keithestaba muy buen mozo; se habíarecortado el bigote antes de salirpara el restaurante. Peroúltimamente parecía beber más delo habitual; y no se sorprendió

Page 892: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

cuando lo oyó pedir una segundabotella de vino tinto para terminarlas chuletas.

Al fin la comida pasó. Keithcalculó la propina y le sostuvo elabrigo, tras lo cual salieron alestacionamiento asfaltado. EnManhattan, a Jennifer siempre lehabía gustado mirar vidrieras devuelta a su departamento. Aquí,todo lo que le esperaba eran seiskilómetros de sinuoso camino decampo.

No habló durante el trayecto.

Page 893: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Keith podía ser tanmaravillosamente gentil y alegrecuando quería. ¡Pero Davidsiempre era agradable! Sería tanfácil iniciar una relación amorosacon él; simplemente dejarse ir,dejar que las cosas sucedieran.¿Pero cómo reaccionaría Keith sillegase a sospechar una cosa así?

Cuando entraron en SunsetBrook Lane, Jennifer miró endirección a la barranca. Allíestaban las luces de su casa,visibles a través del follaje.

Page 894: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Pasaron frente a la casa nueva. ElMercedes verde de David estabaestacionado en la entrada, pero lacasa se encontraba totalmente aoscuras.

Al pasar, Jennifer creyó ver unresplandor rojizo en una de lasventanas del piso bajo. Pero cuandovolvió a mirar ya no vio.Probablemente las luces traserasdel Datsun se habían reflejado enlos vidrios...

—Son recién las nueve ymedia —le dijo Keith—. ¿Crees

Page 895: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

que le pasará algo a la electricidadde David?

—No lo creo —respondió—.David se acuesta muy temprano.

Keith no habló hasta quecruzaron el delgado puente deconcreto en el punto más alto de lacalle.

—No lo sabía —dijo—.¿Cómo te enteraste tú?

—Me lo dijo él. El lunes a lamañana había salido a correr y sedetuvo en casa a tomar una taza decafé.

Page 896: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Oh —dijo Keith—. Graciaspor contármelo.

Mientras estacionaba elDatsun en el garaje, Jennifer abrióla puerta del frente y subió. Seestaba poniendo su bata de sedaverde cuando de pronto se apagaronlas luces del cuarto de vestir.Sorprendida, se volvió. Keithestaba en el umbral del dormitorio,su silueta dibujada por la luz delcorredor.

Jennifer encontraba muyromántico hacer el amor a la luz de

Page 897: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

las velas. Pero a Keith ledisgustaba tener que limpiar lasmanchas de cera de la mesa de luz.De modo que después del primeraño de matrimonio llegaron a unacuerdo. Si Jennifer quería unailuminación romántica, Keithencendería la bombita de sesentavatios del corredor y dejaría lapuerta entornada.

Pero a ella siempre leagradaba el modo lento y suave conque él le hacía el amor. Ahora ladesvistió en el mayor silencio y

Page 898: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

dejó su bata y ropa interior biencolgada en la silla del cuarto devestir. La alzó en brazos y la llevóal dormitorio, donde la depositó enlas sábanas que ella habíacambiado esa misma mañana. Laventana del dormitorio estabaapenas entreabierta. Jennifer oyó elmurmullo del arroyo que corría porel fondo de la barranca. Keith labesó y se estiró a su lado en lacama. En el momento en que laabrazaba, oyeron un grito queresonó largamente en el aire de la

Page 899: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

noche.Keith se apartó de ella y se

sentó:—¿Qué demonios es eso?—¿Será una zarigüeya? —dijo

Jennifer. Pero volvió a oírlo: era unlargo chillido de dolor y miedo.

—¡No es un animal! —dijoKeith. Y entonces Jennifercomprendió que el sonido proveníadel otro lado de la barranca, del666 de Sunset Brook Lane.

En el sueño, David se sintióconfundido y aterrorizado. Lo que

Page 900: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

había empezado como el sueñobueno se transformaba en lahorrible pesadilla.

Como siempre, se encontrófrente al cuarto hexagonal. Laspuertas se abrían y adentro,esperándolo, estaba Jennifer, con sulargo cabello castaño sobre loshombros, y el cuerpo desnudobrillando bajo la hermosa luz rojo-sangre.

Así empezaba siempre elsueño bueno. Mientras ella loabrazaba, David oyó golpes en la

Page 901: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

puerta del frente de la casa. Unavez, dos, un total de seis golpes.Tras lo cual escuchó fuertes pisadasque atravesaban el vestíbulo. Davidvio que era Keith Olson. PeroJennifer lo abrazaba con demasiadafuerza. No podía volverse.

De pronto sintió los brazos deKeith que le apretaban el pechoapartándolo de Jennifer. Pero noeran las manos de Keith. Los dedoseran azules y estaban cubiertos deescamas, como la piel de unlagarto. Los músculos del antebrazo

Page 902: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

eran gruesos e increíblementepoderosos. Y las largas uñas durasle desgarraban la piel del pecho,arrancándole sangre.

Trató de respirar, pero los dosbrazos se cerraban más y más, en unabrazo de oso. Trató de hablar perono pudo, de gritar, y tampoco loconsiguió. Sintió cómo las costillasle estallaban bajo la presión brutal.Trató otra vez de gritar, pero suspulmones parecían vacíos. El aireapenas produjo un susurro inútil através de su garganta. No pudo

Page 903: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

formar un mínimo sonido. Ymientras tanto el dolor se hacíacada vez mayor.

Entonces alguien lo sacudiópor el hombro izquierdo. De prontoDavid comprendió que estabatendido de espaldas. Una manofuerte lo sacudía, y alguien legolpeaba el rostro.

—Despiértate —decía una vozprofunda—. ¡Despiértate, malditoseas!

David abrió los ojos.. Frente aél había un disco resplandeciente

Page 904: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

de luz, tan brillante que lo cegó. Enese momento el disco se adelgazó ycayó hacia un costado. Y Davidreconoció a la figura oscurainclinada sobre él. ¡Era Keith! ¡Estono era un sueño, era real!

David tiró un golpe, presa delpánico. Pero Keith reaccionóinstantáneamente, apretando lamuñeca derecha de David. Levantóla linterna como un garrote,dispuesto a descargarlo sobre lacabeza de David.

—¡No! —jadeó David, con el

Page 905: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

corazón golpeándole—. ¡No lohagas!

—¿Qué pasa contigo? —lepreguntó Keith soltándole el brazo—. ¿Qué diablos es lo que pasacontigo?

—Estaba soñando —exclamóDavid—. ¡No hay problemas!

Keith se enderezó, al tiempoque se apartaba de la cama. —Sivuelves a tirarme otro golpe, tequebraré un brazo.

David se sentó en la cama ymiró alrededor. En el sueño había

Page 906: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

hecho a un lado sábanas y frazadas.¡Y hacía mucho frío! Miró a Keith,cuya silueta se dibujaba sobre la luzdel cuarto de vestir. En el sueño,tenía puesta ropa de trabajo. Ahorallevaba pantalones grises y unachaqueta sport, sin camisa.

—Hice todo el camino en laoscuridad hasta aquí —dijo Keith—, porque te oí gritar. ¡Y ahoratratas de golpearme!

—Tenía una pesadilla —repitió David—. Tú aparecías enella, tú y... —Se detuvo. Era mejor

Page 907: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

no mencionar a Jennifer. ¡Keith yaestaba bastante furioso!

—¿Tienes pesadillas confrecuencia? —preguntó Keith.

—Sí... desde hace un tiempo—respondió David.

—¿Y qué sucede entonces? —siguió interrogando Keith—.¿Sigues gritando hasta que alguienviene y te despierta?

David asintió. Desnudoexcepto por sus shorts de boxeador,se puso de pie y buscó la bata en lasilla más cercana.

Page 908: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Bien —dijo Keith—.Haznos un favor, ¿quieres? Deja tusmalditas ventanas bien cerradas. Deese modo, si empiezas a gritar enmedio de la noche, no nosdespertarás.

Pero ahora David recordaba...la noche era muy fría. Y antes deirse a dormir había cerrado las tresventanas del dormitorio. Pero Keithtenía razón. Las ventanas estabantotalmente abiertas, las tres.

Keith se volvió y salió alcuarto de vestir.

Page 909: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Lo siento muchísimo —dijoDavid siguiéndolo al tiempo que seajustaba el cinturón de su batablanca—. Te acompañaré abajo.

—Conozco el camino —dijoKeith—. No olvides que fui yo elque instalé los revestimientos deesta casa.

—Lo siento de veras —volvióa decir.

—¡Yo también! —respondióKeith.

David se quedó allí, descalzo,oyendo cómo Keith bajaba la

Page 910: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

escalera. Un momento despuésescuchó el portazo en el frente.Desde las ventanas abiertas deldormitorio observó las luces de lacasa de Keith y Jennifer a través delos árboles. Luego vio el rayo de lalinterna de Keith que se-guía elsendero de la barranca.

David cerró con violencia lasventanas. Entonces recordó otracosa. Antes de irse a la cama, habíacerrado con llave las puertas delfrente y de atrás. Y los cerrojosestaban recién cambiados.

Page 911: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

¿Cómo habría logrado entrarKeith?

Pensó que lo mejor sería bajary averiguarlo. Tomó la linterna quetenía sobre la cómoda.

Debajo de ella, en el primercajón, había escondido el sesterciode bronce de Coste. Ahora, paraasegurarse, antes de ir abajo, abrióel cajón y metió la mano bajo unapila de medias limpias, buscando elenvoltorio cuadrado de plástico.

¡No estaba!Supuso que podía haberse

Page 912: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

deslizado hasta la parte trasera delcajón. Lo sacó enteramente y lovació sobre la cama. Había unadocena de pares de medias... peroninguna moneda.

Estaba seguro de que habíadejado allí el sestercio. Perotambién recordaba haber cerradolas ventanas del dormitorio y laspuertas de abajo con llave. ¿Leestaría fallando la memoria?

Sacó todos los otros cajonesde la cómoda, uno por uno, y vaciólos contenidos en la cama.

Page 913: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Pero el sestercio no aparecía.¿No lo había prevenido Costeacerca de los ladrones? Y Costevendría mañana a las ocho y mediade la noche. Si la moneda corroídano había aparecido para entonces,¿qué le diría?

A las diez y media David sepuso un par de pantuflas y bajó arevisar la puerta del frente.

Estaba abierta, por supuesto.Hizo girar la llave en la cerradurahasta oír cómo caía el cerrojo.

Después se dirigió a la cocina.

Page 914: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

La puerta trasera tambiénestaba abierta. Y la cadena deseguridad colgaba sobre la pared.

Obviamente la puerta habíasido abierta desde adentro. ¿Quédemonios estaba pasando?

Demasiado preocupado comopara volver a dormirse, David sequedó allí de pie y trató de pensardónde podría estar el sestercio. Através de la ventana vio apagarselas luces del piso alto de la casa deKeith y Jennifer, una tras otra, hastaque la casa quedó a oscuras.

Page 915: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Tuvo que admitir que seríamás fácil buscar la moneda a la luzdel día. De modo que, después deapagar la luz de la cocina, volvió asubir. Se aseguró de que lasventanas del dormitorio quedarancerradas con traba, para que nopudieran volver a abrirse. Despuéssacó toda la ropa que habíaarrojado sobre la cama, se metióbajo las frazadas y apagó la luz.

Pero no tenía sueño. Antessiempre las pesadillas habíanvenido en series de tres. ¿Volvería

Page 916: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

a soñar, dos veces más, que Keithle estrujaba las costillas no bien sedurmiese?

En ese momento oyó un ruidopeculiar, como si estuvieranraspando algo, en el piso bajo.

Se sentó en la cama, en laoscuridad, escuchando yconteniendo el aliento. Ahí estabaotra vez: un ruido áspero, como demetal raspando vidrio. En NuevaYork, sabía que los ladrones solíancortar los vidrios para entrar a unedificio. Y esta casa tenía al menos

Page 917: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

una docena de ventanas en la plantabaja.

Volvió a ponerse la bata,empuñó la linterna y bajó en puntasde pie sin encender la luz. El ruidointermitente provenía del jardín deinvierno.

¿Pero por qué alguienintentaría entrar a través de eseenrejado de tiras de plomo? En lasala había ventanas mucho másfáciles de violar.

No bien llegó a la puerta bajola escalera, los ruidos se detuvieron

Page 918: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

súbitamente. Encendió la linterna.Pero el cuarto hexagonal estabavacío. Dirigió él haz de luz hacialas ventanas. No había nadie afueratampoco.

¿Entonces de dónde habríanprovenido esos ruidos? David bajóel haz de la linterna y recorrió elpiso de mármol. En un rincón habíaun trozo arrugado de plásticotransparente.

Cuando se inclinó a recogerlo,la cinta adhesiva de los bordes sele pegó en los dedos. Era el parche

Page 919: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

hexagonal que Keith había usadopara cubrir el agujero de la ventanade la derecha.

David dirigió hacía allí lalinterna, y la luz se reflejó en unmetal nuevo. Una soldadurarecientemente hecha brillaba sobreel vijo plomo oscuro que servía desostén al hexágono misteriosamentedesaparecido.

¡El vidrio fallante había sidoreemplazado!

Page 920: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

17

Jueves 3 de mayo de 1979—HOLA, REVERENDO —

dijo el joven al entrar a la oficinade Paul Olson en la rectoría de laIglesia Episcopal de All Souls.

El reloj en la pared de laoficina marcaba las 5.40 de latarde. Al saludar a su visitante, Paulrecordó que lo esperaban en la casade Keith y Jennifer a las siete. Eltrayecto de Glastonbury a New

Page 921: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Castle le insumiría al menos unahora. Pero Lawrence Fisher nopodría haber venido antes.

Trabajaba de 9.00 a 5.00 enuna compañía de seguros, empleoque había conseguido después de sugraduación el año pasado.

Se sentó en la misma silla quehabía ocupado el sargento Rileydos días antes. El joven agente deseguros tenía sólo veintitrés años,pero parecía mayor. Alto y delgado,siempre llevaba trajes con chaleco.

Ahora le sonrió al rector

Page 922: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

asistente:—Usted quería preguntarme

por qué robé el cáliz —dijotranquilamente— ¿No es cierto?

Paul se sintió desconcertadopor la tranquilidad de Lawrence.

—Sí —dijo al fin—. Megustaría saber por qué lo tomaste.

—Lo necesitábamos para unaceremonia —respondió Lawrence.

—¿Pero por qué? —preguntóPaul—. ¿Acaso tu banda, o como lallames, no puede comprar suspropios utensilios?

Page 923: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—La llamaremos banda —respondió el joven—. Naturalmentetenemos nuestro propio cáliz, queusamos en la mayoría de losSabaths, ¡Pero el sábado pasado ledábamos la Bienvenida alArcángel! Y para su Bienvenida, elArcángel exige un cáliz consagradorobado de una iglesia cristiana.

—¿Una Bienvenida alArcángel? —preguntó Paul—. ¿Quéquieres decir?

—Si usted recuerda el Librode Job —dijo Lawrence—, el

Page 924: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Arcángel Satán declara que siempreestá viniendo y partiendo de laTierra. Recientemente, variosmiembros de la banda hemossoñado que el Arcángel seacercaba, para establecer una nuevaresidencia. Sentimos su presenciacon más fuerza que antes. De modoque correspondía una Bienvenida.

—Bien —dijo Paul—.Suponiendo que tu Satán exigiera uncáliz consagrado, ¿por qué no vinoél en persona a buscarlo? Si es tanpoderoso, ¿por qué los necesitó a

Page 925: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

ustedes para consumar el robo?—Al Arcángel le provocaría

una indecible tortura tocarcualquier objeto perteneciente a unministro de Dios —dijo Lawrence.

—¿A menos que haya sidorobado? —preguntó Paul. Lawrenceasintió, con toda seriedad.

—Sí. O a menos que elsacerdote lo entreguepersonalmente, o por su propialibre voluntad. — Lawrence sonrióligeramente—. Pero hay unalamentable escasez de sacerdotes

Page 926: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

ordenados que obedezcan alArcángel.

Paul aún no podía creer queeste mismo joven cortés y depalabras medidas hubiera servidoen la Congregación del Altar hastael año pasado, sin faltar un solodomingo.

—De acuerdo —dijo—.Realizaron esta ceremonia debienvenida. ¿El invitado de honorapareció?

—¡Todos sentimos su poder!—Lawrence sonrió como un

Page 927: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

feligrés devoto que acabara detomar la comunión—. Después dellenar el cáliz tomé con una mano elrastrillo y clavé el mango tanprofundamente en la tierra quedespués no pudimos sacarlo. Perono fui yo quien lo hizo, no fue mipropia fuerza física. Fue elArcángel mismo, usando mismúsculos, actuando a través de mí.

Paul trató de ocultar suincredulidad.

—¿Pero no vieron nada, no escierto? El joven negó tristemente

Page 928: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

con la cabeza.—El Arcángel se muestra muy

rara vez, sólo cuando quiere exigirobediencia. Sólo unas pocaspersonas vivas lo han visto enforma genuina.

—Pues bien, Lawrence. —Elrector asistente se cruzó de brazos—. ¿Volverá a suceder lo mismootra vez? Lawrence sonriódivertido:

—¿Volverá a reunirse labanda el sábado? Por supuesto.¿Otra ofrenda de sangre?

Page 929: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Naturalmente. ¿Pero volveré arobarle su cáliz? ¡Por cierto que no!Le diré una cosa, cuando lo robétuve que traicionar la confianza queusted había depositado en mipersona. Asimismo, me comprometía hacer que usted se enterara de queyo lo había robado; de que yo era elresponsable. Mi traición, y miaceptación de las consecuencias,son signos de la importancia quedamos a la Bienvenida. Pero si lovuelvo a robar, ¿qué confianzaestaré traicionando? Robar dos

Page 930: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

veces el mismo cáliz sería comoservir sobras a un invitado dehonor, según sus palabras.

— ¿T ú quisiste que yo meenterara? —repitió Paul—.¿Entonces fuiste tú...?

—¿El que le pidió a Cindy queviniera a contárselo?

Lawrence negó con la cabeza.—No, Cindy vino a verlo por

su propia iniciativa. Pero ella sólole contó lo que sabe. Esa es otrarazón por la que vine a verlo,reverendo, para contarle lo que

Page 931: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Cindy nunca podría haberentendido.

—Lawrence se estirócómodamente en la silla—. Así quepor favor pregúnteme todo lo quedesee.

Paul estaba demasiado irritadocomo para detenerse en la actitudsoberbia del joven.

—De acuerdo. Aquí hay algoque me intriga. Ese rastrillo queusaron en la ceremonia. En elmango dice "Lo que aprisiona elhierro, lo liberará el oro". ¿Qué

Page 932: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

significa? ¿Y qué significa elrastrillo mismo?

—Vayamos por partes —dijoLawrence sonriendo—. Según laleyenda, el Arcángel forjó uninmenso tridente y lo apuntó alcielo, como un recordatorio del díaen que finalmente volverá areclamar su trono celestial. En ellado derecho del tridente estampóla Ley de Hierro que le impuso elcielo, y sobre la izquierda escribióla Ley de Oro que usa paraconsumar sus deseos de cualquier

Page 933: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

forma.Paul sacudió la cabeza en su

estupor:—¿Qué es una Ley de Hierro?—Leyes de Hierro —dijo

Lawrence— son las prohibicionesimpuestas por el hombre o Dios:leyes y restricciones que nosimpiden hacer lo que queremos.Nuestra banda tiene una Ley deHierro de Silencio, por ejemplo. Siqueremos hacer algo, no debemosdiluir la determinación hablando deello anticipadamente. ¡Y no

Page 934: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

podemos jactarnos de haberlohecho después tampoco!

En el mejor de los casos,provocaríamos envidia. En el peor,llamarían a la policía.

—Si están sujetos a una reglade silencio —dijo Paul—, ¿por quéestás sentado aquí, contándometodo esto?

—¡Porque quiero hacerlo! —exclamó Lawrence alegremente—.Y porque hay Leyes de Oro asícomo Leyes de Hierro.

Paul volvió a sacudir la

Page 935: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

cabeza:—No comprendo.—Pero es que ahí está la clave

de las frases que usted leyó en elrastrillo: por cada Ley de Hierroque nos constriñe hay una Ley deOro que nos libera. Y la más fuertees la Ley de Oro del DeseoConsumado.

Paul recordó lo que Lawrencele había dicho a Cindy Trumbullcuando ella mató al conejo.

—Los deseos consumados nosvuelven más fuertes. ¿Es eso?

Page 936: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Lawrence asintió conentusiasmo:

—En realidad habría quedecir: "Los deseos se consuman ennosotros, que somos los másfuertes". Al satisfacer un deseo unopuede dedicar toda su energía a lameta siguiente, ¡y esoautomáticamente lo hace más fuerte!Y al consumar nuestros deseos nosvolvemos más poderosos, siempremás poderosos, con cada Sabath.

—¿Pero eso qué tiene que vercon la Regla de Hierro?

Page 937: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Porque cada seguidor delArcángel —dijo Lawrence mástranquilo— decide aceptar todaslas consecuencias de sus acciones.Todos lo prometemos al ingresar ala banda, y es un buen incentivo. Siusted ha aceptado el dolor delInfierno, es preciso volverse lobastante fuerte como parasoportarlo. Pero — continuóLawrence— una vez que uno es lobastante fuerte, no hay ley divina nihumana a la que haya que obedecer.Es por eso que adoramos al

Page 938: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Arcángel, por supuesto, paraobtener lo que deseamos aquí en laTierra. Y en tanto seamos lobastante fuertes como para soportarlas consecuencias, podemos hacerexactamente lo que nos plazca.

—¿De veras? —Paul miró alos ojos de su visitante—. ¿Y quésucede si les place cometer unasesinato? Lawrecen evitó sus ojos.

—Digamos que yo quisieramatar... por ejemplo, a una jovenque traicionó a nuestra bandahablando sin permiso con un

Page 939: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

extraño...—¿Te refieres a Cindy? —le

preguntó Paul irritado.Pero Lawrence Fisher levantó

una mano:—¡Por favor! No terminé de

responder a su pregunta anterior. Siyo cometiera un asesinato, tendríaque admitirlo. Tendría que ser lobastante astuto como para idear unadefensa eficaz en el juicio y lobastante fuerte como para escapar ala venganza de su familia. ¡Perotodavía no soy lo bastante astuto ni

Page 940: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

fuerte! Por eso no planeo matar anadie aún.

—¿Aún? — preguntó Paul—.O sea que por el momento tecontentas con matar patos yconejos.

—¡Pero no tienen alma! —dijoLawrence—. Uno de los mayoressantos cristianos lo puso en claro, yquiénes somos nosotros paracontradecirlo. Además, ¿acaso Diosmismo no aceptaba sacrificiosanimales de los antiguos hebreos?Reverendo, todo lo que nosotros

Page 941: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

creemos está escrito en la Biblia.—¿Pero qué sentido tiene? —

preguntó Paul—. ¿Qué bien puedehacerles el sufrimiento de unanimal?

—Debe comprenderlo —dijoLawrence—. Desde el momento desu caída del cielo, el Arcángel haexistido en un estado de tormento yde dolor. Por eso es que cuanto másdolor y miedo creen nuestrosrituales, más bienvenido se siente.Cuando más se aproxima al suyo eltormento de una criatura, más le

Page 942: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

complace. Idealmente —agregóLawrence— el trono terrestre delArcángel debería estar construidoenteramente de madera que se hayamanchado con la sangre demoribundos. En la Edad Media serumoreó que ese trono realmenteexistía. Pero nadie, que yo sepa, loha visto.

Con una hora extra de luzdiurna, a Keith no le molestabatrabajar hasta tarde en refaccionesal aire libre, como la que tenía enPound Ridge. Pero esperaba a las

Page 943: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

7.00 a su hermano Paul, por lo queesa tarde interrumpió su trabajo alas 6.00 en punto. De ese modotendría una hora para volver a NewCastle, ducharse y afeitarse.

Silbaba al subir a sucamioneta y encender el motor. Lomejor de este nuevo horario era queel sol seguía alto cuando se dejabade trabajar. No lo encandilaba en elcamino de regreso a casa.

Al sur de Mount Kisco, elcamino pasaba bajo un viejo puentede ferrocarril construido en la

Page 944: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

década del treinta. Era una tardedespejada de primavera, con unaspocas nubes deshilachadas en elcielo. Faltaba más de una hora parael crepúsculo. Y sin embargo lassombras bajo ese puente parecíanexcesivamente oscuras. De hecho,el aire allí parecía estar lleno de unhumo gris.

Por una precaución instintiva,Keith levantó el pie del aceleradoral entrar al túnel. No había humo,porque lo habría olido; más bienhabía un aroma a musgo, a

Page 945: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

humedad, un olor que a Keith leresultaba extrañamente conocido.

Fue en la mitad misma deltúnel oscuro que se encendió la luzroja en el tablero. Keith sintió fallarel motor.

Sorprendido, pasó a segundavelocidad y trató de acelerar. Perola maniobra no dio resultado.

Dejó seguir el vehículo, ya conel motor apagado, hasta salir deltúnel y lo estacionó a un lado de laruta.

Justo hoy, que venía su

Page 946: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

hermano a cenar, tenía quesucederle esto. Salió y levantó elcapot.

Cuando probó la batería,saltaron chispas, lo que indicabaque estaba cargada. Tampocoparecía funcionar nada mal en elcarburador, el encendido o lasbujías.

Tras veinte minutos de trabajo,se rindió. El sol había bajado tantoque ya no veía lo que hacía.

La camioneta estaba llena decientos de dólares en herramientas

Page 947: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

y equipo. No podía dejarlaestacionada a un costado delcamino. Tendría que llamar a unagrúa. Pero la mayoría de lasestaciones de servicio ya habríancerrado a esta hora.

Sacó las llaves, cerró todaslas puertas y comenzó a caminarpor donde había venido. Habíapasado por un restaurante a unkilómetro o dos de distancia, y allíseguramente tendrían un teléfono.

En la rectoría de la IglesiaEpiscopal de All Souls, Paul Olson

Page 948: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

echó otra mirada a su reloj depared. Ya eran las 6.25: para llegara casa de Keith y Jennifer a lassiete debía haberse puesto encamino hacía media hora. Pero apesar de sí mismo, se sentíafascinado por su conversación conLawrence Fisher.

—Lo que usted puede habervisto en el cine no tiene nada quever con la realidad —le decíaLawrence—. Las bandas nuncasecuestran personas parasacrificarlas ritualmente. Si el

Page 949: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Arcángel quiere un sacrificiohumano, siempre selecciona élmismo a la víctima, así como alsacrificador que realizará elcrimen. Según la tradición, elsacrificador recibe una monedaacuñada por el emperador Neróncomo pago por sus molestias: lamisma moneda con que se hapagado a todos los sacrificadores alo largo de los siglos.

Los ojos de Paul se abrieronmás. Keith le había dicho algoacerca de una antigua moneda

Page 950: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

romana.—¿Por qué Nerón? —

preguntó.—¡Porque Nerón fue el mayor

de todos los sacrificadores! Fue élquien mató a San Pedro y a SanPablo, por órdenes del Arcángel.Pero por lo general la única víctimaque acepta el Arcángel es el amigoo amante del sacrificador —Lawrence volvió a sonreír—. Espor eso que los miembros de labanda no nos preocupamos muchoporque llegue a elegirnos como

Page 951: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

asesinos: en realidad no queremostanto a nadie.

Paul se preguntó si CindyTrumbull habría amado a LawrenceFisher. Había sido su novia durantecasi un año, y su madre estabasegura de que los jóvenes secomprometerían. Por suerte laseñora Trumbull no sabía cómohabían pasado las noches de lossábados...

—En cuanto a Cindy —dijoLawrence, como si leyera lospensamientos de Paul—, quebró la

Page 952: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Ley de Hierro al hablar con ustedsin permiso de la banda. Enconsecuencia, deberá afrontar lasconsecuencias. Nosotros nosponemos en manos del Arcángel.Satán tiene poder sobre toda estaTierra: sobre nuestras fortunas,nuestros empleos, nuestrasposesiones, hasta sobre nuestrasalud.

Lo único que el Arcángel nopuede hacer es quitar una vida. Ésaes la Ley de Hierro que dictó Diosen el libro de Job: "Está en tus

Page 953: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

manos, pero no le quites la vida".Paul recordó el versículo de la

Vulgata que Keith había copiado deun "pararrayos" en la casa vecina...y se le heló la sangre en las venas.

Lawrence sonreía:—Pero la Ley de Oro es la que

nos permite ir más allá de la Ley deHierro. Y el Arcángel tiene una Leyde Oro.

—¿Y cuál es la Ley de oro delAr... quiero decir de Satán? —tartamudeó Paul—. ¿La Ley de losDeseos Consumados? El joven negó

Page 954: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

tristemente con la cabeza:—Sus fuerzas aún no son lo

bastante numerosas como paradesafiar a los cielos. Algún día loserán. Pero ahora, el Arcángelemplea una Ley de Oro más común.¿No le resulta obvio?

Paul miró el reloj de paredcon impaciencia. Eran casi las sietemenos cuarto.

—¿No lee los diarios? —lepreguntó Lawrence—. La gentemata todo el tiempo a sus seresqueridos. Es que aunque el

Page 955: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Arcángel no puede quitar la vida,puede persuadir a algún serhumano, un sacrificador, a que lohaga por él.

Dios les dio a los hombres eldon de la vida. Esa era la otrainscripción que había copiadoKeith de la columna de hierro. Porlo tanto, sólo el hombre puedequitarla. Se levantó, con los oídoszumbando.

—Lawrence, tendré queinterrumpir esta charla. Me esperana cenar en Westchester Country y...

Page 956: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Está bien —dijo Lawrenceponiéndose de pie—. Pero recuerdeesto, reverendo: si quiere unirse anosotros el próximo sábado, noscomplacerá mucho.

Paul lo miró con incredulidad.¿Sería por esto que Lawrence habíamostrado tanto interés en hablarlesobre el culto satánico?

El joven sonreía.—Sentí su curiosidad desde el

principio. Los otros miembros de labanda me comisionaron parahablarle. Pensamos que usted, un

Page 957: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

sacerdote ordenado, sería unmiembro valiosísimo para nuestroculto.

—¡No tengo el menor interésen unirme a tu banda de fanáticos!—le gritó Paul—. ¡Y no meconseguirán, nunca! —Abrióviolentamente la puerta de suoficina—. En cuanto a tupertenencia a la Congregación delAltar, quiero tu renuncia mañanamismo. Ahora sal de esta rectoría.

Lawrence salió al corredor,pero esperó mientras Paul cerraba

Page 958: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

la puerta de la oficina.—¿No está enojado, no? —le

preguntó—. Damon me dijo que eraimportante demorarlo durante unoscuarenta minutos.

Paul se precipitó hacia lapuerta. Su Chevy Vega blancoestaba en el estacionamiento de laiglesia, listo para correr.

—¿Quién es ese Damon? —preguntó.

—Todos los miembros de labanda tenemos una voz interior quenos dice lo que sucederá, y lo que

Page 959: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

quiere el Arcángel que hagamos. —El joven apresuró el paso paramantenerse al lado del rectorasistente.— Mi voz interior sellama a sí misma Damon.

Paul se detuvo y se volvióhacia Lawrence:

—¡De acuerdo! Si esa vozinterior sabe lo que sucederá,pregúntale esto: ¿a quién invitó acenar mi hermano esta noche,además de mí?

—No debería burlarse de mí—dijo Lawrence. Siguió a Paul en

Page 960: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

silencio y sólo habló al llegar alestacionamiento—. ¡Usted pasará elresto de la noche con un policía!

Paul se detuvo junto a su Vegablanco. Ya había cargado su bolsaen el asiento trasero.

—El otro invitado es unanticuario —se rió—. No unpolicía. Puedes decirle a tu amigoDamon que no es infalible.

Por primera vez desde que loconocía, Paul vio una chispa de iraen el rostro aniñado de LawrenceFisher:

Page 961: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Si no le gustó nuestraprofecía, reverendo —dijo—, aquítiene otra: cuando vea a su hermanoesta noche, nunca olvidará elespectáculo en el resto de su vida.

En el curso de los años, Keithdebía de haber pasado cientos deveces frente a la Taberna Thatcher.Pero nunca había entrado. Cuandoal fin llegó a su puerta, eran lassiete pasadas.

Adentro había unos pocoshombres mayores sentadosalrededor del bar. Keith le pidió al

Page 962: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

cantinero un dólar en cambio y sedirigió a la cabina telefónica que sehallaba en un rincón.

Después de revisar un rato laspáginas amarillas de la guía,manchadas y desgajadas, localizóun servicio de grúas que estabaabierto toda la noche y que no sehallaba muy lejos, a tres kilómetroshacia el norte, en dirección a MountKisco.

Marcó el número y le pidió alconductor de la grúa que lorecogiera en el estacionamiento de

Page 963: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Thatcher. Tras lo cual colgó,introdujo otra moneda en la ranura yllamó a Jennifer.

—¿Adonde estás? —lepreguntó ella, en tono preocupado—. ¡Son casi las 7.15!

—¡Ya lo sé! —dijo Keithmirando su reloj pulsera—. Lacamioneta se descompuso cuandoiba para casa. Estoy aquí en laTaberna Thatcher, al otro lado delas vías del ferrocarril.

—¿Quieres que vaya arecogerte?

Page 964: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Ojalá pudieras —suspiróKeith—, pero tengo que esperar ala grúa. Hubo una pausa.

—¿A qué hora piensas quellegarás? Keith volvió a mirar sureloj:

—A las ocho, a las 8.30. Enrealidad no sé. ¿Puedo saludar aPaul?

—Paul no ha llegado aún.Hace un momento llamó desde unagasolinera en la ruta Merritt y dijoque llegaría unos cuarenta y cincominutos tarde.

Page 965: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—De acuerdo —dijo Keith—.Cuando llegue dale un trago y dileque llegaré lo antes posible.

Puedes decirle lo mismo aDavid.

Jennifer vaciló:—No invité a David —dijo al

fin—. No conoce a tu hermano Paul.Y tú actúas como si yo lo estuvierainvitando con demasiadafrecuencia.

—Pues justo esta noche escuando quiero que David venga acenar —gruñó Keith—. Quiero que

Page 966: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Paul le haga algunas preguntassobre esa casa que está alquilando.—De pronto vio un relámpago deluz amarilla por la ventana de lataberna. Una grúa, con una luzgiratoria sobre la cabina, entraba alestacionamiento.

—Y qué interés puede tenerPaul en esa casa? —le preguntabaJennifer—. ¿Hay algo malo, que nome has dicho?

—Escucha —dijo Keith—. Teestoy hablando desde un teléfonopúblico, y la grúa ya llegó.

Page 967: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Cuanto más pronto salga antesllegaré a casa. Por favor, llama aDavid y pídele que venga. ¿Deacuerdo?

—De acuerdo —dijo Jennifer.—¡Y no le digas que Paul es

sacerdote! Hay gente que se ponenerviosa con los clérigos. Sólo dileque vendrá mi hermano a cenar.

—¿Pero cómo harás paravenir?

—Tendrás que ir a buscarme—suspiró Keith—. Te llamaré nobien lleguemos al garaje.

Page 968: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Cuando cortó la comunicacióncon Keith, Jennifer volvió alevantar el receptor y marcó elnúmero de David. Pero no huborespuesta: el teléfono sonó una yotra vez.

Después del sexto timbrazo,cortó. Si no estaba en casa, lascosas se simplificaban. Queríamantener lo más alejados que fueraposible a David y a Keith. ¡Ydecididamente no quería que Paullos viera a David y a ella juntos!David podría ocultar sus

Page 969: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

verdaderos sentimientos frente aKeith, pero el hermano de éste eraun sacerdote, y un juez demasiadobueno de la naturaleza humana.

Cruzó la cocina y espió por laventana. A través de los árbolespudo divisar el Mercedes verde deDavid estacionado, en el senderode grava del 666 de Sunset BrookLane. ¡Entonces sí estaba en casa!¿Estaría bañándose? Pero suteléfono se hallaba en el cuarto devestir, a unos pasos. Y le habíadicho que corría a la mañana, no al

Page 970: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

crepúsculo...Recordó entonces aquella

mañana de sábado, dos semanasatrás, cuando había encontrado aDavid desmoronado en el asientode su auto. Ahora estaba solo en esacasa. ¿Y si había sufrido otrapérdida de conocimiento y habíacaído por la escalera? Quizás no leera posible llegar al teléfono.

Tuvo el impulso súbito de irallí y asegurarse de que estaba bien.Si estaba corriendo, probablementelo encontraría en la calle. Además,

Page 971: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

ya se había propuesto hablar conDavid a solas, cara a cara. Lo quedebía explicarle no era la clase decosas que pueden decirse porteléfono. Y ahora que Paul llegaríatarde, y Keith iba rumbo a algúngaraje, quizás era el momento másseguro para nacerlo.

Jennifer esperaba a Paul a las7.00, de modo que ya estaba vestidapara la cena. Por un momento pensóen cambiarse los zapatos. Pero noestaría más de un par de minutos enla casa del 666. Si Keith pensaba

Page 972: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

llamarla desde el garaje, eso ledaba la perfecta excusa para volverde inmediato, ¡y Keith nunca losabría!

La grúa atravesó el puente delferrocarril y se estacionó a un ladodel camino, delante de lacamioneta.

—¡Al fin! —Keith abrió lapuerta y bajó—. ¿Puedo ayudarlo aenganchar las cadenas deremolque?

—No se apure tanto —dijo elconductor—. Primero querría

Page 973: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

echarle una mirada al motor.—¡Pero ya lo hice! —protestó

Keith—. Simplemente no funciona,por más que uno le haga.

Llevémoslo a su garaje, y miesposa irá a buscarme. ¡Tenemosinvitados a cenar!

—Señor —dijo el conductor—, si puedo poner en marcha sucamioneta, usted podrá llegar antesa su casa. Y le costará muchomenos. ¿Me permite la llave?

Keith le tendió la llave con sucadena y miró al hombre que se

Page 974: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

acomodaba tras el volante delvehículo de la Carpintería de ObraOlson. De pronto, el motor de lacamioneta comenzó a funcionar.

Kieth miró atónito alconductor:

—¿Cómo demonios hizo eso?—le preguntó.

—Simplemente hice girar lallave. ¿Por qué no prueba de seguirrumbo a su casa? Yo iré atrás, porsi algo anda mal.

Jennifer sacó el Datsun delgaraje y decidió dejar las puertas

Page 975: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

abiertas. De ese modo, después querecogiera a Keith, volvería aguardarlo directamente.

El reloj del tablero marcabalas 6.27. En cualquier momento sepondría el sol. Pero dentro de diezminutos, probablemente menos,habría terminado con David yestaría de vuelta en la cocina,esperando el llamado de Keith delgaraje.

La noche anterior, recordabaJennifer, su esposo había mostradoun carácter tan maravillosamente

Page 976: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

tierno y romántico. Después lapesadilla de David lo habíaarruinado todo.

Cuando Keith volvió a casa alfin, estaba demasiado irritado comopara hacer el amor. Jennifer sehabía dormido, pero varias vecesdurante la noche se habíadespertado por causa de losmovimientos incesantes de Keith.

A la mañana, cuando Keith semarchó a Pound Ridge, Jennifer sesirvió más café y se quedó en lacocina, pensando. David siempre le

Page 977: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

había parecido alegre y confiado.Pero ahora Jennifer comprendía quedebía de estar terriblementeafectado por la muerte de Eleanor.David había llevado luto por elladurante casi dos años. Ahora estabasaliendo de eso, y era natural quecomenzara a sentirse interesadootra vez en mujeres. Y era másnatural aún que pensara en ella, aquien había conocido desde hacíatanto tiempo.

Pero aquella descomposturasúbita la noche que vino a cenar

Page 978: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

con ellos, el problema misteriosopor el que tuvo que ver a unmédico, la pérdida de conciencia lanoche de aquel viernes, ¡y ahora esapesadilla de la que le había habladoKeith la noche anterior! Todoindicaba que David Carmichael eraun hombre con serios problemas.¿Tenía la fuerza suficiente comopara dominar la tensión y elsentimiento de culpa que leproducía una relación amorosa conella?

Jennifer comprendió asimismo

Page 979: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

que no era justa con Keith. Elmalhumor de su esposo habíacomenzado en realidad la tarde enque volvieron de las Bahamas yencontraron la casa de Coste al otrolado de la barranca. Y por supuestoque en estos últimos días se habíasentido celoso.

¿Pero cómo podría ser de otromodo, con David pasando susvacaciones prácticamente en elpatio trasero de ellos? Sin embargoKeith había hecho a un lado sussentimientos y la había dejado

Page 980: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

decorar la casa y el departamentode David. Obviamente la idea no leagradaba, pero nunca se habíaquejado porque sabía cuántosignificaba para ella. Y porque laquería tanto...

Jennifer ya se habíadivorciado una vez, y no queríavolver a pasar por esa experiencia.Su matrimonio con Keith merecíamás oportunidades de las que lehabía estado dando, sin presionesexternas y sin competencia.

Al dirigir el Datsun por Sunset

Page 981: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Brook Lane, Jennifer soltó unprofundo suspiro. Ensayabamentalmente lo que tendría quedecir. Estacionó junto al Mercedesde David en el sendero de grava. Alotro lado del camino, el sol casillegaba al horizonte. Cuando subiólos peldaños de la galería, vio quela puerta del frente estabaentornada. La empujó hacia adentro,sin que las bisagras hicieran elmenor ruido.

La sala se encontrabacompletamente vacía, tal como la

Page 982: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

había visto el lunes por la tarde. Elsol, muy bajo en el oeste, brillaba através de la ventana que había juntoa la escalera. Jennifer cerró lapuerta tras ella y miró hacia arriba.Desde el baño no venía sonido deagua corriendo. Y no se oía ningúnmovimiento.

—¿David? —llamó, sinobtener respuesta. ¿Estaría en lacocina? Caminó por el corredor, yoyó el eco de sus propios pasos enla sala vacía.

Unos momentos antes, David

Page 983: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

había oído el sonido del teléfonoque sonaba arriba. Dios mío, pensó,¡probablemente era Coste! Abriólas pesadas puertas corredizas ysubió de prisa la escalera. Peroantes de llegar al teléfono éste dejóde sonar. Levantó el auricular ysólo oyó el tono.

¿Qué haría? Esa mañana habíabuscado por toda la casa, sinencontrar el sestercio de bronce.

Y ahora Coste vendría, enmenos de una hora. Y por supuestoquerría guardarse el sestercio por

Page 984: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

el que David había pagado tres milsetecientos dólares.

Se ajustó la toalla a la cintura(siempre estaba aflojándose) ybajó. De vuelta en el jardín deinvierno hexagonal, cerró laspuertas corredizas tras de sí. El solya casi se ponía, pero el calor quehacía allí adentro seguía siendofuerte y relajador.

Quizás si lo pensaba conbastante concentración podríarecordar qué había sucedido conesa moneda de bronce. ¿Se la

Page 985: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

habrían robado? La noche anteriorDavid había descubierto que laspuertas de la planta baja estabanabiertas, y todas las ventanas deldormitorio también. Pero las únicaspersonas que habían estado dentroeran los hermanos Staub... y Keith,por supuesto. Y no habían robadonada más. Sólo el sestercio...

De pronto oyó, a través de laspuertas cerradas, que alguienentraba por la puerta del frente. Yluego la voz de Jennifer que lollamaba. ¿Sería una alucinación?

Page 986: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Abrió los ojos y vio las ventanasque frente a él se inundaban de laconocida luz roja.

La figura en la ventana de laderecha había vuelto a tener rostro,pero sus rasgos aún no eran claros.Tardaría un minuto o dos envolverse realmente visible elgrabado, cuando el color rojo delvidrio se hiciera más vivo.

Entonces oyó los pasos deJennifer en el vestíbulo. Recordó loque le había dicho el doctor Fuchs-Kramer acerca de sueños

Page 987: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

precognitivos: que sus detallessolían mezclarse, en una suerte detaquigrafía. Pues bien, ahora elcuarto estaba bañado en luz roja. Yaquí estaba Jennifer, que venía a suencuentro. Ahora, claro está, eraDavid quien no tenía ropa encima.El buen sueño había sido al revés,¿pero cuánta exactitud podíaexigírsele a un sueño precognitivo?Se puso de pie y se volvió a ajustarla toalla a la cintura:

—¡Jennifer! —llamó—. ¡Aquíestoy!

Page 988: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Cuando Keith llegó frente a sucasa, hizo una señal con la manodirigida a la grúa que venía atrás.Por el espejo retrovisor vio que lagrúa daba una vuelta y volvía endirección a Mount Kisco.

Estacionó su camioneta en unrincón para darle bastante lugar alautomóvil de su hermano.

Entonces vio que la puerta delgaraje estaba abierta. El auto deJennifer no se encontraba. Pensóque podría haber precisado algo delalmacén.

Page 989: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Cuando entraba, observó quehabía un sobre en el buzón. Nohabía ni estampilla ni direcciónescrita. ¿Sería algo más de Coste?se preguntó. Pero no le debíadinero.

Intrigado, dio vuelta el sobre.Allí había un membrete impresocon letras en relieve:

DAVID M. CARMICHAEL1411 RIVERSIDE ORIVE

NEW YORK, NEW YORK 10025Lo abrió. El sobre estaba lleno

Page 990: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

de billetes nuevos de cien dólares.Entonces recordó: por supuesto,David le debía a Jennifer dineropor el trabajo que le estabahaciendo.

Pero entre los billetes había untrozo rasgado de papel azul. Keithreconoció de inmediato el color delpapel de cartas que le habíaregalado a su esposa para sucumpleaños. En ese trocito estabasu firma: Con amor, Jennifer.

¿Le habría estado escribiendocartas de amor a David? ¿O este

Page 991: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

trozo rasgado era parte de la cartaque Jennifer le había mandado aPaul? Eso explicaría muchas cosas.

Quienquiera que hubieseviolado las cerraduras de la oficinaen Chappaqua y le hubiera abiertoel correo debía tenernecesariamente mucho tiempo libre,y ser lo bastante rico como pagarsus deudas con billetes de ciendólares. No, no era Coste quienhabía destrozado la invitación deJennifer y la carta de Beaufort.¡Había sido David M. Carmichael!

Page 992: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Keith volvió a sorprenderse aldescubrir que la puerta del frente noestaba cerrada con llave.

Irritado, se dirigió a la cocina.¿Le habría dejado al menos unaviso en el anotador del teléfono?

¡No, no lo había hecho! En esemomento vio una chispa de luz rojaa través de la ventana de la cocina.

Era el sol poniente que sereflejaba en el techo de un Datsunazul estacionado junto al Mercedesverde de David en la entrada del666 de Sunset Brook Lane. Keith

Page 993: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

miró a través de las ramas de losalerces. Los árboles se cubríanrápidamente de hojas, pero aun asípodía reconocer sin dudas elautomóvil de Jennifer.

¿Qué demonios estabahaciendo allí, cuando esperaban aPaul en cualquier momento? ¿Y porqué no había notado el sobre queDavid había metido en el buzón?¿Qué demonios pasaba entre esosdos? Keith salió por la puerta de lacocina, a la que cerró de un golpe, yse dirigió al sendero de la barranca

Page 994: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

¡Ya era hora de terminar con estatontería de una vez por todas!

Page 995: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

18

Jueves 3 de mayo de 1979ERAN EXACTAMENTE LAS

7.43 cuando Paul Olson introdujosu automóvil por el sendero de lacasa de Keith y Jennifer. Habíahecho todo el trayecto por la rutaMerrit a más velocidad de lapermitida, y no había dejado depensar en los detalles que le habíacontado Lawrence Fisher.

Estaba auténticamente

Page 996: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

preocupado por su hermano y sucuñada, y se había alegrado deencontrar a Jennifer en casa cuandollamó por teléfono. Pero ahora, alentrar a Sunset Brook Lane, nohabía visto ninguna construcciónnueva. ¿Dónde estaba esa casa de laque le había hablado Keith?

Había sido un día largo ycansador, y Paul no veía la hora desentarse y descansar. Estacionójunto a la camioneta a cuyos ladosestaba pintado el cartel de laCarpintería de Obra Olson. El

Page 997: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

motor de la camioneta aún hacíapequeños ruidos, al terminar deenfriarse. Evidentemente Keithacababa de llegar. Pero entoncesPaul vio el garaje vacío y la puertalevantada. Lo que significaba queJennifer había salido por algúnmotivo.

Fue con su bolso hasta lagalería y tocó el timbre. Lo oyósonar, pero nadie vino a la puerta.El sol se había puesto unos minutosantes, pero no había lucesencendidas en la casa. ¿No lo

Page 998: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

esperarían? Intentó golpear lapuerta, pero notó que estabaabierta. La empujó y entró.

—¿Keith? —llamó. No huborespuesta—. ¡Jennifer! —Alparecer los dos habían salido.

Una vez en la cocina, Paulabrió el bolso y sacó la botella devino tinto que había comprado parala cena. Quizás fuera una buenaidea abrirla para que el vino seoxigenara. Estaba revisando loscajones, buscando un descorchador,cuando vio una enorme sombra que

Page 999: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

caía sobre la ventana.¡Esa era la casa que Keith le

había descripto! Recordaba bienque no estaba allí en su últimavisita, para Navidad. Y había dosautos extranjeros estacionados a laizquierda de la galería de entrada.Paul pensó en lo que le habíacontado su hermano durante su largacharla telefónica del martes a latarde. Pero todo eso parecíaincreíble. En el crepúsculo, la casaparecía hermosa y acogedora. Aloccidente el cielo estaba cubierto

Page 1000: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

de nubes rojas. ¿Sería cierto quejunto a la chimenea asomaban losdientes de un tridente de diezmetros de altura? ¿Y era posibleque en el mango estuvieran escritasla Ley de Hierro y la Ley de Oro?

Sintió urgencia por ir hasta esacasa y mirarla mejor. Pero el sol yase había puesto, y oscurecía.Además, el inquilino de esa casa —no recordaba el nombre—probablemente se estaría vistiendopara la cena. No le gustaría ver aPaul espiando.

Page 1001: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Cuando terminó de descorcharel vino, se sintió incómodo. Teníala sensación indefinible de que algoandaba mal, terriblemente yespantosamente mal. ¿Pero quépodía hacer? Sin duda alguna Keithy Jennifer volverían en cualquiermomento. Si no, ¿por qué habríandejado abierta la puerta del frente?

Para calmarse volvió a la salay tomó un ejemplar delArchitectural Digest de la mesita.Se sentó en un cómodo sillón verdey amarillo ubicado frente a la

Page 1002: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

puerta, y encendió la lámpara quetenía atrás.

Echó una mirada por laventana, al camino. El auto de sucuñada no se veía por ningunaparte.

Bajó los ojos y abrió larevista.

¿Por qué se sentía tan súbita yabsolutamente exhausto?

Las puertas del jardín deinvierno eran más pesadas de loqué recordaba Jennifer. Debióforcejear con ambas manos para

Page 1003: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

abrirlas y, una vez adentro, la luzcarmesí la dejó sin aliento.

Tardó un instante en ver aDavid, que no llevaba encima másque una toalla ajustada a la cintura.Estaba de pie junto a una de lasparedes, como si supiera que ellavendría. ¿Por qué no estabavestido?

—¡Bien, hola! —exclamó élcon una amplia sonrisa.

—Hola... —respondióJennifer. El cuerpo de David eraesbelto, con músculos

Page 1004: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

hermosamente proporcionados.Claro es que corría por las mañanasy practicaba tenis en un club de laciudad...

Se forzó a apartar la mirada.Del otro lado de las ventanas, elmundo entero parecía inundado desangre.

—Estás hermosa —dijoDavid. Jennifer no supo bien quéresponder:

—Keith no sabe que vine —comenzó, con torpeza—. Queríaque te invitara a cenar esta noche,

Page 1005: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

para que conozcas a su hermanoPaul. Pero no quiero...

Abruptamente, se olvidó de loque estaba a punto de decir. El aireallí adentro era muy cálido, ypesado, como si estuviera a puntode solidificarse sobre ella.

—¿Qué es lo que no quieres?—preguntó David.

Jennifer vio como brillaba laluz roja sobre los músculos de susbrazos. Volvió a obligarse a símisma a mirar en otra dirección.¿Dónde estaban las higueras que le

Page 1006: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

había regalado?—Quiero que comprendas una

cosa —le dijo—. Te considero unmuy buen amigo...

—¡Espero que no cambies deidea! —respondió David sonriendo.

Fue entonces que Jennifer notólas figuras, de tamaño casi natural,grabadas en las tres ventanas. En laizquierda había un hombre, en lacentral una mujer y en la derechaotro hombre.

Aun desde donde estaba,Jennifer veía que la cara de la

Page 1007: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

figura de la derecha no secorrespondía con el cuerpo.

—¿Quieres más vino? —lepreguntó David—. Noté que tegustó la botella que tomamos ellunes.

Tengo un cajón entero.—No —respondió Jennifer—.

Yo... —¿Por qué le resultaba tandifícil concentrarse?— Lo quequiero decirte —tartamudeó—, esque realmente no puedo seguir conla decoración de tu departamento enRiverside Drive. ¡A Keith no le

Page 1008: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

agrada que haya trabajado aquí enesta casa!

No quiero ir a Nueva York yestar a solas contigo, día tras día.Porque él se molesta, y...

—Buena idea —dijo David.Dio un paso hacia ella—. ¿Para quéhacer sospechar a tu marido, si noes necesario?

—Hay varios excelentesdecoradores que conozco, y puedorecomendarte... —El calor lamareaba, y sintió la transpiraciónque le cubría la frente—. Por favor,

Page 1009: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

no lo tomes a mal —dijo—.Pero tengo que pedirte un

favor muy grande.—¿Sí? —Ahora estaba a su

lado, resplandeciente de luz roja.Jennifer sentía su mirada clavada enella, astuta y alerta.

—Sé los gastos que has tenidopara decorar esta casa —dijo—.Pero las cosas no van bien, contigotan cerca. No es justo para Keith.Siente unos celos tan terribles de ti,porque nosotros dos nosconocíamos ya cuando yo vivía en

Page 1010: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

la ciudad. Y ahora con tu mudanzaaquí por todo el verano... y lo deanoche, cuando gritaste en sueños...

Ella se atrevió a mirarlofugazmente. David seguíasonriendo, y tenía una miradaextraña, soñadora. ¿No prestaríaatención a lo que le estabadiciendo?

—¡Oh, olvídate de Keith! —murmuró David—. ¿Qué dices tú,Jennifer? ¿Qué es lo que tú quieres?

Al mirarlo, Jennifer sintió ensu interior una temible llamarada de

Page 1011: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

deseo.—David —dijo—, ¡quiero que

te vayas! —Retrocedió y pudo verla sorpresa y el dolor reflejados enlos ojos de David—. En serio, debede haber muchas otras casas dondepuedas pasar el verano... —Pero nopudo seguir hablando.

Oyeron unos pasos pesadosque subían los peldaños de lagalería, y estuvo casi segura de queeran los pasos de Keith. Si entrabaal jardín de invierno y veía a Davidmedio desnudo como estaba, no

Page 1012: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

habría explicación que lo dejarasatisfecho.

David abría la boca parahablarle. Pero sin esperar unsegundo más Jennifer se volvió ysalió del cuarto. Llegó al vestíbuloen el preciso momento en que seabría la puerta.

—¡Keith!—exclamó. Despuésdel calor seco del jardín deinvierno, la atmósfera de la sala leparecía muy fría. Siguió avanzandohacia su esposo, con una sonrisa.

—¿Qué demonios estás

Page 1013: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

haciendo aquí? —le preguntó él.—Hablaba con David —

respondió de inmediato—. Lolamenta, pero no podrá asistir a lacena esta noche.

—¿Tuviste que venir hastaaquí para preguntarle? —Keith nosonreía.

—Lo llamé por teléfono —protestó Jennifer—. Lo dejé sonar ysonar pero no contestaban. Temíaque pudiera haberle sucedido algo,así que... —Sentía la transpiraciónque le mojaba la blusa—.

Page 1014: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

¿Cómo pudiste venir delgaraje?

Keith miró en dirección a laescalera, ignorando su pregunta:

—¿Adonde está David?¡Tenía que sacar a Keith de

aquí! En su desesperación, miró porla ventana de la sala a su casa alotro lado de la barranca. En laentrada estaba la camioneta deKeith... ¡y a su lado el Chevy Vegade Paul!

—Mira —exclamó señalandola ventana—. Llegó tu hermano.

Page 1015: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

¿Por qué no vamos a casa y...?Pero Keith la hizo a un lado y

se dirigió al vestíbulo. CuandoJennifer se volvió, vio la luz rojaque salía de la puerta corrediza.

—¡Keith! —llamó corriendotras él—. Paul nos espera. ¡Vamosa casa, por favor!

La luz enrojeció el rostro deKeith cuando pisó el umbral entrelas puertas corredizas. Ahí sedetuvo. Desde atrás, Jennifer vio aDavid de pie en medio del cuarto.Se ajustaba la toalla a la cintura.

Page 1016: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Vio la sorpresa reflejada en elrostro de su esposo. David levantóla vista lentamente y lo miró.

—No te alteres —le dijo conuna sonrisa amarga—. Es evidenteque tu esposa te prefiere a ti al finde cuentas.

Keith echó atrás un brazo ydescargó un golpe sobre elestómago de David. Jennifer oyó elimpacto. Pero David no reaccionó.Se quedó inmóvil, mirando a Keithcon una expresión de estupor.

—¡No me duele! —dijo con

Page 1017: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

una extraña sonrisa.—Keith... —dijo Jennifer.

Vio, horrorizada, cómo Keith seacercaba y descargaba dos golpesmuy violentos contra el rostro deDavid, arrojándolo sobre la paredde la izquierda. Vio cómo la cabezade David golpeaba contra lasmaderas. ¡No intentaba siquieradefenderse! La luz roja del cuartocasi disimulaba la sangre que lecorría de la boca.

—¡Keith! —repitió. Tenía quedetenerlo antes de que David

Page 1018: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

resultara seriamente herido. PeroKeith la ignoró, y volvió a levantarel puño.

Entonces vio el pequeñoobjeto redondo que caía desde eltecho sobre la cabeza de Keith. Conun movimiento en arco, demasiadolento para una caída, se posó en elpiso de mármol con un sonido duroy metálico.

Soprendido, Keith lo miró. Lamoneda rodó por el piso y golpeócontra el enmarcado debajo de lasventanas.

Page 1019: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Sin hacer caso de Keith, Davidse inclinó y la alzó. Cuando seenderezó, Jennifer vio que tenía losojos oscuros y furiosos.

—¿La tenías en el bolsillo, noes cierto? —preguntó—. Entrasteaquí anoche y me la robaste de lacómoda.

—No —dijo Keith sacudiendola cabeza. Se quedó donde estaba,con los brazos levantados.

Jennifer parpadeó: no podíacreer en lo que veía. De pronto laluz roja pareció fluir de las tres

Page 1020: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

ventanas y condensarse alrededorde David. Cerró la mano izquierdasobre la moneda. Sus rasgos setransformaron precipitadamente enuna máscara de furia fría. EntoncesKeith dio un paso adelante y le tiróotro puñezato.

Jennifer nunca había visto anadie moverse con tal velocidad.David detuvo el golpe de Keith conuna mano y antes de que suoponente pudiera retirar el brazo letomó la muñeca. Hubo un extrañoruido y Keith retrocedió, con la

Page 1021: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

mano en un ángulo raro. ¡David lehabía roto los huesos!

—¡Keith! — gritó Jennifer. Suesposo retrocedía hacia la puerta,pero David se le adelantó,cerrándole el camino.

—¡Cobarde! —susurró. —¡Ven aquí! Pero Keith negó con lacabeza.

—¡Ven aquí! — Con unmovimiento increíblemente veloz,David lo tomó por el cuello,obligándolo a arrodillarse en elpiso de mármol.

Page 1022: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Keith se defendía con su manosana, pero David no parecía sentirlos golpes. Lentamente llevó la otramano a la nuca de Keith.

Jennifer oyó el gemido de suesposo: un sonido agudo,aterrorizado. Sin pensarlo, searrojó sobre David, golpeándolopara que soltara a su presa.

Lentamente, David se volvió amirarla, y no parpadeó a pesar delos golpes que Jennifer descargabasobre su rostro. Por un instante ellapudo verle los ojos. Había en su

Page 1023: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

mirada un odio más amargo del quehubiera visto nunca. Y entoncessintió algo... una nube roja. Él lahabía golpeado en el pecho, sobreel plexo solar.

La fuerza del golpe la mandóal otro lado del cuarto. Se golpeó lacabeza contra las maderas quehabía bajo la ventana de la derecha.Y cuando trató de respirar, un dolorinsólito le estalló en el pecho.

Jennifer había perdido larespiración en otras oportunidades,pero esto era infinitamente peor.

Page 1024: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

¿Le habría roto las costillas?Lentamente se puso de pietomándose de la ventana, y miró através del vidrio rojo. El sol habíadesaparecido por completo. ¡Perolos cristales hexagonales brillabancon más fuerza que nunca! Aquellaluz roja, comprendió ahora, no laproducía la puesta del sol.

¡Eran las ventanas mismas! Yahora sí pudo reconocer el rostrode la figura en la ventana derecha...

Un retrato inconfundible deDavid Carmichael, con cabello

Page 1025: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

plateado, la miraba desde el panelhexagonal.

Podía sostenerse en pie. Perola respiración le provocaba undolor tan terrible que sintió que lasrodillas se le doblaban. Keithestaba tendido en el piso. David sehallaba acuclillado junto a él,dándole la espalda a Jennifer, dequien parecía haberse olvidado. YKeith no gritaba más.

¿Qué le había hecho David?Entonces recordó haber visto

el automóvil de Paul al otro lado de

Page 1026: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

la barranca. La puerta del frenteestaba abierta, de modo que habríaentrado. Y en el cuarto de vestir deDavid había un teléfono. Si sólopudiera salir de este cuarto rojo sinque David la viera...

Pero el menor intento derespirar era muy doloroso. Jennifercomprendió que se desvanecería sitrataba de ir caminando. De modoque se arrastró de rodillas hacia laspuertas corredizas.

—¡NO! ¡DETÉNLA! —La vozprofunda surgía exactamente de

Page 1027: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

arriba de la cabeza de Jennifer. —¡NO DEBE SALIR DE ESTECUARTO!

¿Quién había hablado? Miróhacia arriba.

La luz del cuarto latía, como sifuera un gigantesco corazón. YDavid estaba de pie junto a ella. Latoalla había resbalado de su cintura.Estaba desnudo.

—¿Jennifer? —dijo. Tenía unamueca de miedo y preocupación,exactamente igual a la de su retratograbado en la ventana—. No quise

Page 1028: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

lastimarte —le dijo extendiéndoleun brazo.

Ella evitó su contacto, yentonces él volvió a golpearla,ciego. Todo se volvía rojo, lasmanos de Jennifer, el piso, el airemismo. Pero a muy escasa distanciaestaba el vestíbulo, recién pintadodel azul que ella había elegido paraque hiciera juego con el comedor.Estiró las manos.

Ya estaba en el umbral. Davidse le acercó hasta tocarla con laspiernas desnudas. Tomó las

Page 1029: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

argollas de hierro de las puertascorredizas y las cerró con toda lafuerza que tenía.

Paul Olson se despertó con unsobresalto. Por un instante no supoadonde se encontraba.

Entonces sintió la revista aúnabierta sobre las piernas, tal comoestaba antes de dormirse.

Pero la oscuridad era casitotal en la sala de Keith y Jennifer.Se puso de pie y buscó elinterruptor en la pared.

Al tocarlo, la sala brilló,

Page 1030: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

enteramente iluminada. ¿Pero y lalámpara que había encendido paraleer? ¿Se habría quemado labombita?

Apretó el botón de su relojpulsera digital: ¡las 8.14! Habíaestado dormido durante casi mediahora! ¿Y Keith y Jennifer todavía nohabían vuelto?

Quizás habían tenido unaccidente. Pero por otra parte,estaba el anticuario al que habíainvitado Keith. Debería haberllegado hacía rato. ¿O la invitación

Page 1031: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

sería para la nueva casa, y en esecaso lo esperarían allí?

¡Por supuesto! Había visto dosautos frente a esa casa. Pero en esecaso, ¿cómo era posible que Keith yJennifer no hubieran visto su autoaquí y no hubieran tenido la idea dellamarlo?

Salió por la puerta del frente yla cerró, asegurándose de que elcerrojo caía en su lugar. Pero antesde volver a subir a su auto, vaciló.Paul creía en la vida eterna, en lamisericordia infinita de Dios. Pero

Page 1032: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

tenía que admitir que ahora estabamás que preocupado: estabaasustado.

La Navidad anterior, junto consus duraznos en aguardiente,Jennifer le había regalado unasimple cruz de plata con una cadenatambién de plata. Paul siempre lallevaba colgada al cuello, perodebajo de la camisa, en parteporque era un regalo personal, y enparte porque... en fin, no queríatener un aspecto demasiadoclerical. Pero ahora tiró de la

Page 1033: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

cadena y dejó colgar la cruz a lavista.

Cuando entró al sendero de lacasa nueva, sus faros brillaronsobre lo que podía ser el automóvilde Jennifer, estacionado junto a unMercedes verde. Estacionó detrás ybajó. Al otro lado de la barranca,vio la luz que había dejadoencendida en la cocina de Jennifer.

Frente a él tenía una casavictoriana de dos pisos, la mismaen la que había trabajado suhermano. Había luces en el piso

Page 1034: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

alto. Pero la planta baja estaba aoscuras, salvo por una pequeña luzque brillaba en la parte trasera.

La puerta del frente seencontraba abierta de par en par.Aun así, golpeó antes de pasar. Nohubo respuesta. A su izquierda unaescalera conducía al piso alto.Adelante, al fondo de un estrechocorredor, había luz en lo queparecía ser la cocina. Pero la salafrente a Paul estaba completamentedesprovista de mobiliario. Flotabaen el aire un olor limpio y fresco a

Page 1035: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

pintura.¿No se habría mudado todavía

David M. Carmichael?En ese momento oyó un

gemido sofocado. Con los oídosbien atentos, entró a la sala. Másallá había un cuarto oscuro,posiblemente un comedor, y era deallí de donde venían los gemidos.

Vio que había un hombreacurrucado en un rincón, cerca de lapequeña chimenea. Estaba descalzoy llevaba una bata de toalla. Nopareció notar siquiera la presencia

Page 1036: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

de Paul.—¿Qué sucede? —le preguntó

Paul suavemente—. ¿Qué pasa?Sorprendido, el hombre miró a

Paul.—¿Es usted el señor Coste?

—le preguntó, parpadeando en lapenumbra—. Por favor, tome su...

—No —dijo el rector asistente—. Soy Paul Olson, el hermano deKeith.

El hombre se puso de pie,rígido, como si los movimientos leprodujeran dolor:

Page 1037: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Encantado de conocerlo,señor Olson —dijo estrechándolela mano—. Soy David Carmichael.

—Luego miró hacia la puertadel frente. Paul notó que apretabaalgo en la mano izquierda—. —¿Podría decirme qué hora es?

Paul apretó el botón de sureloj digital. Los números rojosbrillaron instantáneamente:

—Las 8.21.—Gracias —suspiró

Carmichael—. Estoy seguro de queno tardará.

Page 1038: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Paul no sabía de qué hablaba.—¿Se refiere a Keith?Pero Carmichael negó con la

cabeza. Estaba distraído, con lamente en otra parte.

—Afuera está el auto deJennifer —dijo Paul—. ¿Podríadecirme adonde está?

Carmichael lo miró extrañadoy luego apartó la vista.

—Jennifer no quiere hablarme—susurró—. Algo le pasa.

Paul contuvo el aliento. Comosacerdote, había oído más de una

Page 1039: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

vez esas voces vacías y sinentonación a la cabecera deagonizantes en los hospitales. Elhombre que tenía ante sí no estabameramente distraído: estaba enestado de shock.

Carmichael salió del comedorarrastrando los pies, hacia elpasillo, y Paul lo siguió. Cuandoentraron en la cocina iluminada,Paul vio que el puño izquierdo deCarmichael estaba cortado ehinchado. Tenía sangre en el labioinferior y el rostro mojado por las

Page 1040: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

lágrimas. Le habían aparecidomoretones en la mejilla y en lamandíbula. ¿Qué habría sucedidoaquí?

—Ella está ahí. —DavidCarmichael levantó la manoizquierda, siempre cerrada sobrealgún objeto, y señaló una puertaabierta bajo la escalera.

Paul reconoció al instante losojos grandes y atemorizados deJennifer. Estaba en el suelo entrelas puertas corredizas. Yacía sobreel lado izquierdo, con las rodillas

Page 1041: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

levantadas, casi tocándole el pecho,como si se retorciera de dolor.

Paul buscó automáticamente uninterruptor de luz, pero comprendióque no lo había. De cualquiermodo, bastaba con la luzproveniente de la cocina en elextremo del corredor.

—¿Jennifer? —dijoarrodillándose junto a ella. Perovio que sus ojos eran inexpresivos,que no veían nada. De la nariz y deloído derecho le había corrido unhilillo de sangre. Paul le tomó la

Page 1042: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

muñeca, pero sintió que la carneestaba fría e inerte. No había pulso.

Levantó la cabeza. En elmismo cuarto, cerca de lasventanas, yacía un hombre con ropade trabajo; boca arriba. En el suelo,junto a él, había una toalla cubiertade manchas oscuras. El hombre noparecía respirar. Y sobre su rostrohabía algo oscuro y blando.

Paul le buscaba el pulsocuando descubrió la fractura. Elhueso quebrado, de un blancofantasmal y ligeramente húmedo,

Page 1043: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

asomaba de la piel rota. Paul seestremeció y estiró una mano haciala cosa extraña que le cubría elrostro a ese hombre. Era algohúmedo, pegajoso, frío... y sujeto ala frente.

—¡Oh, no! —murmuró. Todoel cuero cabelludo del hombrehabía sido arrancado desde la nucay arrojado sobre el rostro. CuandoPaul lo levantó, reconoció losrasgos del muerto. ¡Era Keith!

El rector asistente se levantólentamente, luchando contra la

Page 1044: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

náusea y el pánico. En momentos decrisis, cuando un sacerdote debíaproporcionar fuerza y cordura aquienes lo rodeaban, Paul habíaaprendido a pensar con lógica yfríamente. Eso era lo que debíahacer ahora. Después tendríatiempo de asimilar la sorpresa y eldolor. Pero aún no. Porque detrásde él, en el vestíbulo, vestido conaquella bata de toalla blanca, habíaun demente que acababa de asesinara dos personas.

Paul cerró los puños y se

Page 1045: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

volvió. Pero David Carmichaelseguía de pie en el comedor,mirando con ansiedad la puerta delfrente.

Paul aspiró profundamente ycomenzó a pensar. Carmichael nohabía mencionado a Keith.

Pero parecía preocupado porJennifer. Quizás ésa era la clavepara dominarlo.

Al salir del cuarto hexagonal,se las arregló para simular unasonrisa:

—Creo que Jennifer está bien

Page 1046: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—dijo suavemente. Carmichael lomiró. Parecía perdido, perotambién desconfiado.

—De todos modos, creo quenecesitará un médico —dijo Paul—. ¿Hay un teléfono en la casa?

Carmichael asintió. ¡Sé cortés!se dijo Paul. ¡Muy, muy cortés!

—Si me muestra dónde está elteléfono, llamaré a un médico paraJennifer. ¿De acuerdo?

Carmichael subió las escalerasguiándolo. Al subir, Paul notó lashuellas de sangre de pies descalzos

Page 1047: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

que se hacían más débiles a cadaescalón. Carmichael debió de subirinmediatamente después de lamatanza.

Una vez arriba, Carmichaelgiró hacia la derecha y llevó a Paula un cuarto de vestir. En un rincónhabía un gran aparato para haceralgún tipo de ejercicios. Del otrolado, sobre una elegante mesitaoriental se veía un teléfono blanco yjunto a él una Guía Telefónica de lazona Westchester-Putnam.

—El médico querrá

Page 1048: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

examinarle esos moretones —ledijo a Carmichael—. ¿No quiererecostarse hasta que llegue?

Carmichael asintió sincomprender y se dirigió aldormitorio.

Paul se arrodilló y tomó laguía. Las manos le empezaban atemblar, pero el número quebuscaba estaba en el reverso de latapa. Disco, y afortunadamenterespondieron al primer llamado.

—Policía de Chappaqua —dijo la voz—. Sargento Mclntyre.

Page 1049: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Buenas noches, doctor. —Paul mantuvo un tono de voz neutroy controlado—. Habla el reverendoPaul Olson; soy sacerdoteepiscopal. Hemos tenido un ligeroaccidente aquí, con dos personas. Yestoy seguro de que mi amigo leagradecerá si puede venir.

Hubo una pausa de un segundo,y Paul oyó el chasquido queindicaba que comenzaban a grabarla conversación.

—¿Hay alguien presente? —preguntó el policía—.¿Puede

Page 1050: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

hablar?Paul echó una mirada al

dormitorio. Carmichael estabasentado en el borde de la cama,mirándolo.

—Nb creo que sea lo másindicado, doctor —respondió Paul—. Pero quizás pueda hacer unavisita. Estamos en... lo lamento, nosé el número de la casa. Pero es enSunset Brook Lane. La casa nueva,la primera después de la curvapasando la casa de Olson en elsetecientos doce.

Page 1051: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—De acuerdo —dijo el oficial—. ¡Es el seis sesenta y seis!Enviaremos una patrulla deinmediato.

—Por favor, dígale alconductor de la ambulancia que nouse luces ni sirena —dijo Paul—.Sería conveniente no excitar más alpaciente.

—Entiendo —respondió elsargento—. ¡Aguante firme,reverendo!

—Gracias, doctor —respondió Paul y devolvió el

Page 1052: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

receptor a la horquilla. En esemomento se sobresaltó: Carmichaelestaba junto a él. Pero parecíaapagado y exhausto, más aún queantes.

Ahora parecía un ancianoarrebujado en una bata blanca.

—El médico ya viene —sonrió Paul—. ¿Por qué no vuelveal dormitorio y espera allí?

—¡Pero Coste vendrá a las8.30! —Dijo Carmichael—. Tengoesta moneda para darle. ¿Se ladaría usted cuando llegue?

Page 1053: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—¿Qué le dé qué? —preguntóPaul.

Lenta, dolorosamente,Carmichael abrió los dedos de lamano izquierda. En la palma habíauna horrible moneda de cobre. A sualrededor, la carne de la manoestaba quemada e inflamada.

Cuando Paul levantó la pesadamoneda, una delgada capa de pielsalió con ella.

—Duele —dijo Carmichael.Ahora el metal estaba lo

bastante frío como para tocarlo sin

Page 1054: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

daño. Pero en el momento en que lohabía tomado Carmichael debió deestar al rojo vivo. ¿Cómo eraposible que no lo hubiera soltadode inmediato?

—El médico le pondrá algo enesa mano —dijo Paul—. Se sentirámejor. Pero por favor, descanse unpoco. ¿De acuerdo?

Carmichael volvió aldormitorio y Paul se metió laextraña moneda en el bolsillo.Hacia la mitad de la escalera sedetuvo a escuchar: esta vez no se

Page 1055: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

oían pasos, de modo queCarmichael se había quedado en eldormitorio.

Abrió la puerta del frente ysalió a la galería. Aspiróprofundamente el frío aire de lanoche.

Hasta ahora no se veía a nadiepor Sunset Brook Lane. Pero lapolicía llegaría en cualquiermomento. Ese primer patrullerollamaría a los refuerzos: detectivesde homicidios, fotógrafos de lapolicía, médicos. Toda la casa

Page 1056: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

sería acordonada; habríaembotellamientos en Sunset BrookLane. Paul y David Carmichael —yeste Coste, si es que aparecía—serían conducidos a la estación depolicía para ser interrogados.

Apretó el botón de su relojdigital. Eran las 8.30 en punto.Tendría suerte si la policía lodejaba marcharse antes de las 3.00de la mañana. De modo que siquería rezar, a solas por unosminutos más, sería mejor que lohiciera rápido. Volvió a entrar a la

Page 1057: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

casa y fue al cuartito bajo laescalera.

Entonces, deliberadamente,dio la espalda a las puertascorredizas. Quería recordar a Keithy Jennifer tal como los había vistoen la Navidad pasada: sonrientes,sanos, llenos de amor. Cerró losojos y comenzó a recitar el SalmoVeintitrés.

Me hizo yacer en verdespraderas le recordaba los doscadáveres yacentes en el piso demármol detrás de él. Pero siguió

Page 1058: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

adelante: Aunque camine por elvalle de la sombra de la muerte,yo...

De pronto sintió que no estabasolo, que alguien lo miraba. Abriólos ojos. Una luz roja provenía delcuarto a sus espaldas, proyectandosu sombra en la pared. ¿Sería elpatrullero de la policía, en SunsetBrook Lane? Pero la luz no brillabacomo podía hacerlo la de unpatrullero.

Era una irradiación firme einmóvil, y Paul comprendió que se

Page 1059: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

hacia más y más brillante.Se volvió y vio que la intensa

luz roja provenía del interior delcuarto hexagonal.

Entrecerrando los ojos, Paulvio los cuerpos de Keith y Jenniferen el piso, así como la enormeforma que se condensaba en el aireencima de ellos.

Vio con espanto que la figuracolosal seguía tomando forma antesus ojos. El torso parecía humano,¡pero el resto! Parecía ser en partecabra, en parte reptil. Era tan

Page 1060: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

enorme que debió encogerse sobresus patas deformes. Y aun así, loshombros casi tocaban el cielo raso.

Lentamente hizo girar suenorme cabeza y lo miró. Sus ojos—vivaces, inteligentes—, estabanseparados por más de treintacentímetros. Los cuernos retorcidossobre las cejas formaban unacorona.

Estiró un brazo hacia Paul.Luego lo que debían de ser suslabios se estiraron y pronunció sunombre.

Page 1061: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Paul — dijo—. Ven aquí.Paul se encogió contra la

pared, y no se atrevió a moverse.—¡Ven aquí! — le ordenó—.

¡Y dame mi sestercio!

Page 1062: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

EPÍLOGO

Viernes 14 de septiembre de

1979DESDE EL 4 DE MAYO, el

teniente Francis DiMiglio habíaseguido el caso de los asesinatosOlson por los periódicos.

Desde el primer momento, elanticuario había sido el únicosospechoso en el doble homicidio.

La noche de su arresto DavidM. Carmichael había hecho una

Page 1063: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

vaga e inconexa confesión, y habíaadmitido ante los investigadoresque era posible que hubiera matadoa dos personas. Según se viodespués, David M. Carmichaeltenía razón.

Aun cuando Carmichael lonegó, el teniente DiMiglio supusoque él y la esposa de Olsondebieron de haberse acostadojuntos. Aparentemente ella habíadeseado romper esa relación, y élsimplemente no pudo aceptarlo.Según el Oficial Médico del

Page 1064: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Condado de Westchester, le habíafracturado el esternón, más un parde costillas. La señora Olson habíasufrido una herida en el pulmón ydebió sentir grandes dolores. Peropodría haber sobrevivido a estasheridas sin problema... siempre queCarmichael no le hubiera fracturadoel cráneo entre las dos pesadaspuertas corredizas. Para esemomento, por supuesto, el esposode la mujer ya estaba muerto.

Carmichael le había roto elcuello y después le había arrancado

Page 1065: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

todo el cuero cabelludo.Paul Olson, el hermano de la

víctima, era un sacerdote o ministroo algo así. Fue él quien llamó a lapolicía en primer lugar. Laconmoción que le produjo encontrara su hermano y a su cuñadaasesinados fue, evidentemente, másde lo que pudo soportar. Cuandollegó el primer patrullero, apenasseis minutos después de su llamada,lo encontraron encerrado en el bañodel piso alto, completamentehistérico. Cuando un policía trató

Page 1066: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

de tranquilizarlo, Olson lo golpeó.Tuvieron que encerrarlo y

darle sedantes. Ni siquiera pudoasistir al funeral el lunes 7 de mayo,fecha en que el matrimonio muertohabría celebrado su segundoaniversario de bodas.

Por lo que había podidoenterarse el teniente DiMiglio,había algunos huecos en la historiade Paul Olson. Sin duda alguna,había algo que se guardaba; algo delo que no quería hablar. Pero quedóen claro que él y David M.

Page 1067: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Carmichael no se habían vistonunca hasta la noche de la matanza.De modo que no se pudo acusar aPaul Olson de encubrimiento.

Acusado en sendos casos dehomicidio, Carmichael pasó lanoche del 3 de mayo en la prisiónde White Plains. A la tardesiguiente salió en libertad medianteel pago de una fianza de doscientosmil dólares y se le permitióregresar a su departamento enRiverside Drive.

El teniente DiMiglio no había

Page 1068: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

previsto, por supuesto, nada deesto. Pero tampoco estabasorprendido. Había visto con suspropios ojos el destrozo queCarmichael había hecho en supropio departamento. Alguien debióde haber pensado qué pasaría sitoda esa furia se dirigía hacia elexterior, hacia otro ser humano.Pero eso, en opinión de FrancisDiMiglio, era problema de laAcademia de Policía. Los policíaseran entrenados para averiguar loque había pasado, no lo que estaba

Page 1069: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

por pasar.Después, vino la ola de

publicidad. Cada vez que alguienrico y elegante era arrestado porasesinato, los periódicos agotabansus ediciones. Y el elegante localde venta de antigüedades deCarmichael, que de todos modos sedisponía a cerrar durante todo elverano, se había visto in-vadido.Sus puertas eran franqueadas a cadamomento por gente que buscabaemociones fuertes y trataba de ver,siquiera por un instante, a

Page 1070: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Carmichael en persona. Los clienteshabituales, en cambio, se quedaronen sus casas: ¿a quién le interesacomprar muebles a un hombre quepuede retorcerle el cuello?

Ahora venía el juicio. Elabogado de Carmichael presentóuna defensa basada en la demencia.

Demente momentáneo, pensóel teniente DiMiglio. DavidCarmichael podía haber estado muyloco a su modo. Peroinmediatamente después del arresto,había vuelto a tomar contacto con la

Page 1071: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

realidad, al menos lo suficientecomo para llorar a la mujer quehabía matado.

Algún día, cuando tuvieratiempo, el detective se sentaría consu hija Angela y le preguntaría quéera lo que hacía que la gente fueratan poco razonable. Y para entoncesquizás Angela tuviera algunasrespuestas. Porque la semanasiguiente Angela DiMiglio entraríaen la escuela para graduados deNew Haven, donde obtendría sutítulo superior de psicología.

Page 1072: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Enviar a Angela a launiversidad durante todos estosaños con el salario de detective nohabía sido fácil. Pero FrancisDiMiglio nunca le había regateadoun centavo. Su hija se graduó conlas mejores calificaciones de suclase, y nunca les dio a sus padresel menor motivo para preocuparsepor ella.

Pero los dormitorios de launiversidad eran sólo paraestudiantes que no hubieran pasadola graduación. De modo que Angela

Page 1073: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

tuvo que alquilar una casa fuera delcampus. Después de varios viajes aNew Haven durante el verano,encontró otras dos estudiantesgraduadas que buscaban una tercerapara compartir los gastos de unalquiler. Al teniente DiMiglio esearreglo no le gustaba en absoluto.Sabía que las casas no ofrecen elmejor nivel de seguridad. De modoque él mismo visitó a un cerrajerode Canal Street y compró un cerrojoespecial, una gruesa cadena deseguridad, y una mirilla. Angela

Page 1074: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

prometió que las haría instalar en sudepartamento no bien se mudase.

Esa mañana del viernes 14 desetiembre, el teniente DiMiglioayudó a su hija a cargar en el cochede la familia sus ropas y libros.Disfrutó el viaje por la ruta deNueva Inglaterra. En su carácter demiembro efectivo de la policía delEstado, Francis DiMiglio podíaconducir a la velocidad quequisiera. Le gustaba ver la cara queponían los policías de Connecticutcuando les mostraba su estrella de

Page 1075: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

oficial junto con la licencia deconductor.

Estacionó el viejo automóvilfrente al edificio de departamentosdonde viviría Angela, en la esquinade la calle Stiles y la AvenidaHamden. Por el espejo retrovisorpodía ver las torres góticas de labiblioteca de la Universidad, a unkilómetro al este. Desde aquí, elterreno caía hacia el oeste. Laavenida Hamden debió de ser enotros tiempos un barrio residencial.Pero ahora las viejas casas eran

Page 1076: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

derribadas o divididas para quesirvieran como departamentos paraestudiantes u oficinas de launiversidad. Era el paraíso de unainmobiliaria.

Francis DiMiglio ayudó a suhija a llevar sus valijas al piso altodonde se encontraba eldepartamento de dos dormitoriosque compartiría con CindyTrumbull, una estudiante de arteescénico. Pero cuando el tenienteDiMiglio entró, Cindy estababañándose... y al parecer había un

Page 1077: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

muchacho en la bañera con ella.Esa era otra cosa que no le

gustaba a Francis DiMiglio. Estachica, Cindy Trumbull, tenía unnovio que alquilaba un cuarto en elmismo edificio, o al menos así sesuponía. Pero Angela le había dichoa su madre la verdad. Cindy y sunovio vivían juntos y dormían en lamisma cama.

El teniente DiMiglio se sentíaenfermo de sólo pensarlo. Si unjoven pretendía establecer esa clasede relación con su Angela, le

Page 1078: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

rompería los huesos. Pero Angelale había hecho jurar a su madre queguardaría el secreto, por lo queFrancis DiMiglio no podía decirnada a su hija sin traicionar a lamadre.

Como Cindy Trumbull seguíamojada y sin vestir, Angela tuvoque ocuparse de cargar el resto desus cosas. Su padre sacó todo delcoche y subió por las escaleras.Tras lo cual volvió a la calle.

Se sentó tras el volante y sacóel periódico que traía de la ciudad.

Page 1079: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Con el trabajo de ayudar a Angelano había tenido tiempo para leerlo.

ENCUENTRAN MUERTOAL SUPUESTO ASESINO.

SE CREE QUE ES SUICIDIOSeptiembre 13. David M.

Carmichael, acusado del asesinatode un matrimonio de Westchester,fue hallado muerto ayer en sudepartamento de Riverside Drive.La policía encontró el cadávercolgado de una araña de bronce enla sala. Un vocero de la oficina delforense dijo que evidentemente la

Page 1080: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

muerte había tenido lugar variosdías atrás.

Carmichael, un conocidoanticuario que vivía solo, estaba apunto de enfrentar a un jurado poruna acusación de asesinato ensegundo grado.

Era coherente, pensó elteniente DiMiglio. Muéstrale a unvagabundo del Bronx un techo queno gotee y canillas que funcionen ycreerá estar en el Waldorf. Perotoma a un tipo rico como David M.Carmichael, habituado a muebles

Page 1081: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

caros y a departamentos de tresdormitorios.

Amenázalo con una celda conun retrete sin puerta en un rincón yuna litera metálica que todavía noes una antigüedad. Algo dentro deél se marchita y muere.

Y nadie había investigado lastendencias autodestructivas deCarmichel. En el falso robo queinvestigó DiMiglio, Carmichaeldebió herirse profundamente en lamuñeca y después dejar correr lasangre sobre la heladera. Cuando lo

Page 1082: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

arrestó la policía de Chappaqua, leencontraron una quemadura detercer grado, al parecer infligidapor él mismo con algún objetodesconocido, en la palma de sumano izquierda.

Pero aunque lo hubieranpensado, ¿qué podrían haber hecho?¿Poner un guardia en eldepartamento del acusado paraasegurarse de que no hiciera unacuerda con sus sábanas y se colgarade la araña de la sala? Si eldepartamento de Carmichael no

Page 1083: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

hubiera tenido esos techos tan altos,el anticuario probablementeseguiría vivo.

El teniente DiMiglio plegó elperiódico y lo tiró al asientotrasero. ¿Qué demonios entreteníatanto a Angela? Estaba apurado porvolver a la ciudad. Con el rabillodel ojo vio abrirse la puerta delfrente. Y su hija apareció en lagalería.

Salió del coche. El dueño dela casa, quienquiera que fuese,había tratado de plantar césped en

Page 1084: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

la estrecha franja de tierra entre lagalería y la vereda. Pero el céspedestaba perdiendo la batalla.

—¿Ya tienes todo? —lepreguntó. Angela asintió:

—Es precioso, papá —dijosonriendo—. Deberías haber vistoel cuarto de Cindy. Tiene unempapelado hermoso, en estilochino, con faisanes y peoníasamarillas. Y mi cuarto está reciénpintado y al lado del baño.

—¿Ese baño enfrente de laescalera? —preguntó su padre.

Page 1085: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

—Sí —dijo Angela—. Elúnico problema de la casa es quehay un solo baño ¡y no tiene ducha!

Lo único que hay es una viejabañera con patas en forma degarras. ¿Pero viste ese enmaderadohermoso bajo la escalera?

El teniente DiMiglio seencogió de hombros. Dejaba que suesposa se preocupara por ladecoración y cosas por el estilo.

—En la parte trasera de lacasa —siguió diciendo Angela—,hay una cocina grande que todos

Page 1086: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

podemos usar.—¿Todos? — preguntó el

detective—. ¿Cuánta gente vive enel edificio?

—Bueno, está Cindy y... laotra chica y yo. Y los dosmuchachos que viven en la plantabaja.

Somos cinco. Oh, y antes dellegar a la cocina hay un cuartitoantiguo con ventanas coloreadas.

Cuando el sol se pone, diceCindy que las ventanas reflejan elcrepúsculo y el vidrio brilla, de

Page 1087: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

color rojo. Una vez que me hayainstalado, ¿vendrán a verlo mamá ytú?

—Claro, ¡siempre que puedassacar a Cindy de la bañera! Peroquizás te den mucho trabajo. Lomejor será que estudies.

El teniente DiMiglio le dio unlargo y estrecho abrazo a su hija.

—Dile a mamá que la llamaréesta noche, ¿de acuerdo?

—Hazlo, querida. Buenasuerte.

Unas pocas hojas muertas

Page 1088: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

soplaban por la calle cuando elteniente DiMiglio subió a su auto.

Puso en marcha el motor, peroel semáforo de la calle Stiles seguíaen rojo. Con impaciencia, buscó enel bolsillo de su chaqueta el cambioque necesitaba para el peaje.

¿Qué demonios era esto queencontró entre sus monedas? Elteniente DiMiglio lo miró consorpresa. Era una moneda grande,del tamaño de una medalla de SanCristóbal, pero oscura y corroída.¿Se la habría metido Angela en el

Page 1089: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

bolsillo como una especie debroma?

El detective sintió una extrañavibración en los dedos. Pero en esemomento las luces pasaban alverde. Francis DiMiglio se metió lapesada moneda en el bolsillo delpantalón. La estudiaría con másatención cuando llegara a la ciudad.

Al acelerar, miró por el espejoretrovisor.

Angela DiMiglio seguía allí,saludándolo desde la galería de lacasa número 666 de la Avenida

Page 1090: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Hamden.

Page 1091: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

Índice666, LA CASAENDEMONIADA 6

666 LA CASAENDEMONIADA 12

PROLOGO 171 252 973 1514 2055 261

Page 1092: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

6 3157 3678 4299 48410 54411 59312 64613 70414 77115 82816 86717 92018 995

Page 1093: 666, La Casa Endemoniada - Jay Anson

EPÍLOGO 1062