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¿QUIÉN EDUCA A QUIÉN? El papel que desempeñan los agentes educativos Dr. Alejandro Mejía Pereda Introducción Con el fin de aclarar la pregunta que constituye la temática de esta conferencia, veremos lo que significa educar, cómo es posible hacerlo, si se trata de algo transitivo o reflexivo, las condiciones de la educación, para terminar identificando la labor de los agentes educativos. 1. ¿Qué es educar? Para muchos, educar consiste simplemente en transmitir conocimientos, es decir, en informar. El educador, llámese padre o maestro, vierte sobre el hijo o alumno el cúmulo de conocimientos que él mismo ha recibido. Éste es el concepto “tradicional” de la educación, ya que por tradición (del latín: tradere, entregar) entendemos el tesoro intelectual y moral que una generación entrega a la siguiente. Ahora bien, nos preguntamos: ¿Hay que informar para educar? ¿Para educar, basta informar? Podemos afirmar que en el proceso educativo es del todo necesario informar, pero que no basta. Es también necesario formar. Entre información y formación hay una dialéctica: no se informa sin formar; no se puede formar sin informar. ¿Será necesario también habilitar? Más allá del mero amaestrar y del adiestrar, la educación no puede dejar de lado el habilitar para capacitar al educando en el reino del hacer, del trabajo. Sin embargo, educar en sentido estricto va mucho más allá que capacitar para el hacer y habilitar para el trabajo. No se puede llegar a pensar la educación sin referirla al ser. ¿A qué me refiero? Los ámbitos del ser humano son variados. Uno es 1

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un documento sobre la eduacion

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¿QUIÉN EDUCA A QUIÉN?

El papel que desempeñan los agentes educativosDr. Alejandro Mejía Pereda

Introducción

Con el fin de aclarar la pregunta que constituye la temática de esta conferencia, veremos lo que significa educar, cómo es posible hacerlo, si se trata de algo transitivo o reflexivo, las condiciones de la educación, para terminar identificando la labor de los agentes educativos.

1. ¿Qué es educar?

Para muchos, educar consiste simplemente en transmitir conocimientos, es decir, en informar. El educador, llámese padre o maestro, vierte sobre el hijo o alumno el cúmulo de conocimientos que él mismo ha recibido. Éste es el concepto “tradicional” de la educación, ya que por tradición (del latín: tradere, entregar) entendemos el tesoro intelectual y moral que una generación entrega a la siguiente.

Ahora bien, nos preguntamos: ¿Hay que informar para educar? ¿Para educar, basta informar? Podemos afirmar que en el proceso educativo es del todo necesario informar, pero que no basta. Es también necesario formar. Entre información y formación hay una dialéctica: no se informa sin formar; no se puede formar sin informar.

¿Será necesario también habilitar? Más allá del mero amaestrar y del adiestrar, la educación no puede dejar de lado el habilitar para capacitar al educando en el reino del hacer, del trabajo. Sin embargo, educar en sentido estricto va mucho más allá que capacitar para el hacer y habilitar para el trabajo.

No se puede llegar a pensar la educación sin referirla al ser. ¿A qué me refiero? Los ámbitos del ser humano son variados. Uno es el hacer, otro el actuar, otros el pensar y el decidir. La raíz profunda de todos los ámbitos que vive el ser humano está en su ser. Ese ser es dinámico y crece, progresa y se plenifica. Aquí está lo fundamental de la educación, que es el proceso por el cual el hombre llega a ser lo que es, lo que está destinado a ser.

El modo característico de su ser es personal, esto es, relacional. Ser persona significa estar en relación íntima consigo mismo, con los demás, con el mundo y todo lo que esto implica. Por ser persona, el hombre vuelve sobre sí mismo, se conoce a sí mismo, se posee a sí mismo. Es sujeto y objeto al mismo tiempo, para lo cual se distancia de modo trascendente (no físico) de sí mismo y vuelve sobre sí mismo. Por eso, está presente ante sí y constituye una presencia para los demás.

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Uno de los fines de la educación es aprender a convivir. No se trata de las reglas de modales o de la sociedad, sino que es la condición de la realización personal. Para esto, el ser humano establece con los demás una comunicación que va más allá de la exterioridad y constituye una unión de interioridades con un horizonte común. Esto representa el gran reto de la sociedad, donde todos debemos contribuir al bien común y participar de él.

2. ¿Es posible educar?

La condición de realizar algo y de realizarse uno mismo como ser humano consiste en tener la capacidad, la potencialidad de lo que se busca. Aristóteles resolvió las dificultades de sus antecesores sobre el movimiento y el cambio, hablando de la potencia y del acto. Algo que está en potencia se dirige al acto. Cuando algo cambia es porque ya antes tenía la posibilidad de llegar al punto donde se encuentra.

Si la educación es un cambio, una transformación, es porque constituye un proceso que va de las posibilidades o potencias de la persona humana a su realización o acto. Esa realización no representa sólo una mejoría en un ámbito del quehacer humano, sino un crecimiento interno, una realización del ser. Esa plenificación no proviene de un solo acto, sino de avanzar por un camino (en griego: método), paso a paso, día tras día. Por eso, podemos decir –siguiendo a Tomás de Aquino- que la educación es un hábito entitativo, esto es, una repetición de actos en un sentido que afecta el ser mismo del hombre.

Ahora bien, ¿la acción educativa proviene de uno mismo o de los demás? ¿Cada uno se educa o es educado por otros? Contemplando el panorama educativo podemos hablar del mayor y del menor, para significar el educador y el educando. Así parece que la acción educativa es transitiva. Sin embargo, el mayor nunca puede enseñar los fundamentos de toda educación. Nadie enseña a otro lo que es la verdad, lo que es el valor, lo que es la belleza y lo que es la unidad. Estos aspectos del ser –que los escolásticos llamaban los “trascendentales”– se viven y se captan antes que cualquier concepto y que cualquier valor. Así, el niño sabe lo que es la verdad, antes de que cualquier mayor le indique que algo es verdad; sabe lo que es el bien, antes de que un mayor le hable de él; capta la belleza antes de saber su nombre; vive su unidad como ley fundamental de su ser.

Esto que parece teórico, tiene las consecuencias prácticas más increíbles. Toda acción educativa de un mayor debe basarse en lo que se da en el menor. Sin las posibilidades ni las vivencias del menor, todo discurso del mayor resulta necio. Por eso, el maestro (si quiere ser también educador) ha de proponer la verdad, no imponerla, y lo ha de hacer de tal modo, que el alumno lo capte como crecimiento de su ser, como realización de sus posibilidades, y sienta el valor de adelantar en conocimiento, habilidades, destrezas, decisiones y virtudes.

De lo anterior, podemos inferir que es posible hablar de la educación como una acción transitiva, pero poniendo varias condiciones de posibilidad, como el hecho de que

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ningún mayor ha de creerse poseedor de toda la verdad ni de todo valor, sino que su acción se basa precisamente en el menor ya vive la verdad y el valor en ciernes y tiene la posibilidad de progresar en ese camino de realización humana.

Otra consideración que creo importante es que verdad, bien, belleza y unidad son bipolares. Esto es, pueden tener sus contrarios: error, mal, fealdad y disgregación. Lo que llamamos acción educativa debe ser en el terreno de lo positivo, de modo que cualquier acción de signo negativo es una anti-educación, es una perversión, es una decadencia.

3. Los agentes educativos

¿Cuáles son los ámbitos en donde se desarrolla el ser humano en el camino de su realización? El primero en tiempo, importancia y trascendencia es la familia: madre, padre, hermanos, parientes. En su seno el bebé se alimenta no sólo de la leche materna sino del lenguaje materno y de todo lo que significa el desarrollo del lenguaje en cuanto a conformación sináptica del cerebro y de toda la psicología del niño. Allí también aprende las costumbres, desarrolla las habilidades y aprende a comportarse como humano.

Como círculo más amplio de influencia está la comunidad en donde se desarrolla el niño y el joven, y más tarde el adulto y el anciano. Esto comprende la calle, la ciudad, el mundo entero. A esto hemos de añadir los medios masivos con su enorme influencia –positiva y negativa– sobre la persona y sobre la comunidad. Allí esta la televisión que penetra los hogares, la radio que domina muchos espacios, los periódicos y las revistas.

La escuela se muestra como un lugar privilegiado de acción educativa. Pero hay que insistir que no es el único espacio ni está separado de la influencia de los demás agentes. ¿Qué es lo propio de la escuela en el proceso educativo? ¿Qué hace la escuela que no hace ningún otro de los agentes educativos? La escuela sistematiza la información, los conocimientos, las reflexiones, la investigación, los hallazgos, el saber en general de los alumnos, y los conduce metódicamente hacia la verdad y la virtud.

Hasta ahora hemos visto que el mayor influye en el menor y lo educa. Pero antes de seguir conviene recordar que nadie influye positivamente en otra persona si ésta se niega. La educación no se impone ni se inculca; se propone, se invita, se sugiere, se estimula. Claro que puede haber momentos en que parezca que el menor (el educando) rechace momentanea y pasajeramente la acción del mayor, como sucede a veces en los castigos. Pero si el rechazo es constante y fundamental, no se puede educar a nadie, porque es preciso contar con su acción. En resumen, el primer agente educativo de la persona humana es ella misma.

Hemos llamado mayor al educador y menor al educando. Ahora nos preguntamos: ¿El menor influye en el mayor? ¿El hijo educa a sus padres y el alumno a sus maestros? Aunque de modo distinto de cómo el mayor influye en el menor, éste hace que el mayor

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cambie y se modifique. Por ejemplo, unos padres sin hijos cambian cuando tienen el fruto de su amor. Simplemente por venir al mundo y estar allí, el hijo transforma la vida de sus padres y les impone más responsabilidades.

Demos un rotundo no al reduccionismo educativo: no sólo los padres educan a sus hijos y los maestros a los alumnos. En definitiva, ¿quién educa a quién?

4. Conclusiones

Todos nos educamos mutuamente, todos influimos en los demás y recibimos su influencia, todos somos modificados por otros e influimos en otros. Sólo que hay que precisar que llamamos acción educativa a la que nos conduce a nuestra realización y colabora positivamente en nuestra existencia. De modo que una influencia contraria debe llamarse deseducación, impedimento o perversión.

También hay que recordar que las influencias son distintas según la proximidad entre los humanos. De modo que la familia es, no sólo la célula de la sociedad, sino el ámbito desde donde se desencadena el proceso educativo global de la persona humana. Muy importante es el desarrollo del lenguaje materno, la paciencia con que la madre enseña su idioma al bebé. También resulta fundamental la vivencia familiar global, la relación con el padre, con los hermanos y con la parentela.

Por último, menciono la influencia decisiva de la escuela como la sistematizadora de las experiencias, de los saberes y de los aprendizajes. Es en el aula donde comienza esa labor de relación, cotejo, comparación de saberes y valores que se van convirtiendo en el núcleo del ser humano. Esto es fundamental en el camino del hombre hacia su realización típicamente humana.

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