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5 Continuidad y Cambio en el Sistema de Partidos Uruguayo Luis E. Gomílez Podemos comenzar con una pregunta preliminw jcuáles son los principales puntos de acuerdo, si es que los hay, respecto al sistema de partidos uruguayo y su situación? En cuanto a su situación, existen para estos efectos tres presuncionca importantes de amplio acuerdo 1.a primera trata con el carácter excepcional de Uruguay por lo menos según normas latinoamericanas- en lo referente a asuntos socioeconómicos. Al igual que los otros países del cono sur de América Latina, Argentina y Chile. lfruguay por lo menos desde comienx)s dc siglo ha sido y siguc sicndo relativamente próspero. Tambikn cuenta con una población homogénea, mayormente de ascendencia europea, y un desarrollo social relatwamente avanzado. En la educación, por ejemplo. cl promedio para América Latina sólo ha alcanzado recientemente los niveles mostrados por Uruguay desde comienzos de siglo. El segundo punto de consenso es que todo lo anterior corresponde a una fama más bien pasada. Ya para mediados de la década del cincuenta cl desarrollo sociocconómico uruguayo casi se había detenido, y nunca ha logrado recuperarse La diferencia de los indicadores socia& y económicos en relación a los promedios latinoamericanos se ha estado estrechando desde entonces; en lo que respecta al sistema internacional. cspccíficamente al subconjunto dc los denominados paises semiindustrializados, la pérdida de powión relativa ha sldo espectacular. El tercer punto de consenso ticnc que ver con la forma de gobierno A pesar del recicntc rcgimcn autoritario, Uruguay ha contado con una democracia verdadera por mzk tiempo que cualquier otro país latinoamericano: de 1918 a 1933. de 1942 a 1973, 1 luego desde 1985. Entre 1933 y 1941 el país vivió una “situaci&n” aulorilaria, usando cl término de Liw; no fuc realmente un rkgimen autoritario. Se realizaron eleccmncs nauonales durante ese periodo y aunque fracciones importantes de los partidos principales hicieron llamados para una abstención masiva, los ciudadanos aún contaban con opciones valiosas y la mayoría dc loa votantes no se abstuvo. El régimen militar que gobern<i al paí\ cntrc 1973 y 1984 ciertamcntc fuc autoritario. Sin embargo, todas las evidencias dlsponibles sugieren que la historia democratica uruguaya ha producido, en el contexto de una población relativamente educada. IU cultura política democrática más fuerte del Cono Sur. ) por ende, probahlcmcnk tamhi¿n dc toda América Latina. Cuando se trata de los partidos mismos. el lnl\el de consenso SC ve drástxamentc reducido. Todos los ohscrvadores concuerdan que por lo menos algunos dc los partidoa principales son muy antiguos, según normas de mcdu»n occidentales y no meramente latinoamericanas, y que por lo tanto, el sistema de partldos uruguayo es uno de los más antiguos, por no decir el más antiguo dc toda AmCrica Latina. Todos los observadores también concuerdan que en términos generales los partidos políticos uruguayos han sido 5 siguen siendo instituciones muy importantes en la wda de la nación. Autores recientes hasta han escrito acerca de lapartidocracia uruguaya’. Más allá dc cso no se puede tomar nada por sentado. i,Cuántos partidos políticos uruguayos hubo o hay? Las opiniones varían desde el bipattidlsmo hasta un sistema multipartidario extremo. iCuáles son las bases sociales dc cws partido\ tan poco definidos’? Recientemente algunos autores han criticado lo que consideran la crecicntc falta dc sensibilidad del sistema de partidos, mientras que ha) otros que sostienen que está cambiando debido precisamcntc a que SC está volviendo mlis sensible Por consiguiente. casi todo lo

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5 Continuidad y Cambio en el Sistema de Partidos Uruguayo

Luis E. Gomílez

Podemos comenzar con una pregunta preliminw jcuáles son los principales puntos de acuerdo, si es que los hay, respecto al sistema de partidos uruguayo y su situación? En cuanto a su situación, existen para estos efectos tres presuncionca importantes de amplio acuerdo 1.a primera trata con el carácter excepcional de Uruguay por lo menos según normas latinoamericanas- en lo referente a asuntos socioeconómicos. Al igual que los otros países del cono sur de América Latina, Argentina y Chile. lfruguay por lo menos desde comienx)s dc siglo ha sido y siguc sicndo relativamente próspero. Tambikn cuenta con una población homogénea, mayormente de ascendencia europea, y un desarrollo social relatwamente avanzado. En la educación, por ejemplo. cl promedio para América Latina sólo ha alcanzado recientemente los niveles mostrados por Uruguay desde comienzos de siglo.

El segundo punto de consenso es que todo lo anterior corresponde a una fama más bien pasada. Ya para mediados de la década del cincuenta cl desarrollo sociocconómico uruguayo casi se había detenido, y nunca ha logrado recuperarse La diferencia de los indicadores socia& y económicos en relación a los promedios latinoamericanos se ha estado estrechando desde entonces; en lo que respecta al sistema internacional. cspccíficamente al subconjunto dc los denominados paises semiindustrializados, la pérdida de powión relativa ha sldo espectacular.

El tercer punto de consenso ticnc que ver con la forma de gobierno A pesar del recicntc rcgimcn autoritario, Uruguay ha contado con una democracia verdadera por mzk tiempo que cualquier otro país latinoamericano: de 1918 a 1933. de 1942 a 1973, 1 luego desde 1985. Entre 1933 y 1941 el país vivió una “situaci&n” aulorilaria, usando cl término de Liw; no fuc realmente un rkgimen autoritario. Se realizaron eleccmncs nauonales durante ese periodo y aunque fracciones importantes de los partidos principales hicieron llamados para una abstención masiva, los ciudadanos aún contaban con opciones valiosas y la mayoría dc loa votantes no se abstuvo. El régimen militar que gobern<i al paí\ cntrc 1973 y 1984 ciertamcntc fuc autoritario. Sin embargo, todas las evidencias dlsponibles sugieren que la historia democratica uruguaya ha producido, en el contexto de una población relativamente educada. IU cultura política democrática más fuerte del Cono Sur. ) por ende, probahlcmcnk tamhi¿n dc toda América Latina.

Cuando se trata de los partidos mismos. el lnl\el de consenso SC ve drástxamentc reducido. Todos los ohscrvadores concuerdan que por lo menos algunos dc los partidoa principales son muy antiguos, según normas de mcdu»n occidentales y no meramente latinoamericanas, y que por lo tanto, el sistema de partldos uruguayo es uno de los más antiguos, por no decir el más antiguo dc toda AmCrica Latina. Todos los observadores también concuerdan que en términos generales los partidos políticos uruguayos han sido 5 siguen siendo instituciones muy importantes en la wda de la nación. Autores recientes hasta han escrito acerca de lapartidocracia uruguaya’.

Más allá dc cso no se puede tomar nada por sentado. i,Cuántos partidos políticos uruguayos hubo o hay? Las opiniones varían desde el bipattidlsmo hasta un sistema multipartidario extremo. iCuáles son las bases sociales dc cws partido\ tan poco definidos’? Recientemente algunos autores han criticado lo que consideran la crecicntc falta dc sensibilidad del sistema de partidos, mientras que ha) otros que sostienen que está cambiando debido precisamcntc a que SC está volviendo mlis sensible Por consiguiente. casi todo lo

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relacionado con el sistema de partidos, desde los detalles estructurales fundamentales hasta las generalidades referentes al desempcíio, ha sido 4 sigue siendo tema de debatej.

Prestando la debida atención a los temas principales de dichos dchates, describo los orígenes, el desarrollo y el estado actual del sistema de partidos uruguayo. Analizo muy brevemente los factores condicionantes que han moldeado y siguen moldeando el sistema, y expongo sobre algunas de las consecuencias para la democracia uruguaya que resultan de la naturaleza misma de los partidos y del sistema.

Mis conclusiones SC pueden resumir de la siguiente manera: En cuanto a asuntos estructurales, la democracia uruguaya nació dentro de un sistema bipartidario. Los dos partidos principales, que siguen siendo los partidos principales hoy en día, fueron fraccionados desde un comienzo. Dicho fraccionamiento no amainó. stno más bien ha seguido en aumento. Por otra parte, el bipartidismo ha sido el estado más perdurahlc del sistema hasta ahora. Este juicio histórico abarca toda la historia de la democracia uruguaya. Durante la Segunda Guerra Mundial, el sistema SC convirtió en un sistema de partido predominante (usando el término de Sartori), volviendo al bipartidismo competitivo en la decada del cincuenta. Sin embargo, alrededor de una década después volvió a cambiar: se convirtió en, y de hecho siguc siendo, un sistema dc pluralismo moderado (también término de Sartori). Por consiguiente, desde la Segunda Guerra Mundial el sistema se ha fraccionado cn forma continua.

Dichas transformaciones son merecedoras de una evaluación cuidadosa, no solamente porque son controvertidas, sino porque son intrínsecamente importantes. La cantidad de partidos relevantes en un sistema competitivo normalmcntc ticnc un significado polírico y no meramente matemático. Salvo cuando sean los factores extraideológicos los que definen las divisiones partidarias, como por ejemplo la religión en los Paises BRjos, mientras más partidos haya, probablemente más polarizado sea cl sistema. llruguay no ha sido la excepción: el cambio relativamente repentino del bipartidismo a un sistema de cuatro partidos a fines de la dkada del sesenta y comienzos de la del sctcnta fue la manifestación institucional de la creciente polarización política que terminó por derrumbar la democracia.

El sistema de partidos que construyó la democracia a comienzos de siglo contaba con sólo dos partidos fraccionados, probablcmcntc debido a un accidente histórico y a algunas regularidades comparativas que mayormente desconocemos. Por ejemplo, los partidos de notables que se convierten en verdaderos partidos de masas tienden a fraccionarse tambidn. Después de ese proceso inicial dc fundación, la historia es clara. Por una parte, el fraccionamiento de los partidos principales fue estimulado por cl reglamento muy particular de la ley electoral uruguaya; por otra parte, el bipartidismo fue mantenido por una combinación de leyes electorales y presidencialismo. Al final, la presión para modificar el bipartidismo fue suficientemente fuerte como para destruir la misma democracia.

Primitivamente el fraccionamiento contribuyó en forma positiva a la instauración de la democracia. Sin embargo, medio siglo después el creciente fraccionamiento y fragmentación, junto con el presidencialismo, produjeron un estancamiento político que duró toda una generación y que resultó ser extremadamente perjudicial para la estabilidad democrática. El punto crítico aquí cs la acción combinada de los factores, pues el efecto de la fragmentación sola es un tema intrincado. La democracia nació dentro de un sistema bipartidario, mientras que el reciente regimen autoritario nació en un contexto multipartidario. Sin embargo, queda claro que las causas del multipartidismo y del autoritarismo son las mismas. Análogamcntc, cl primero no causó el segundo.

LOS ORIGENES Y EL DESARROLLO DE LOS PARTIDOS POLíTICOS URUGUAYOS

No existe ninguna historia general y comp& de los partidos políticos uruguayos. Escasea la literatura erudita sobre los partidos; es probable que los arios antes dc la ddcada del trcinla se hayan estudiado más a fondo que el periodo despues de esa década4. Con todo, los rasgos generales son bien conocidos. El núcleo del sislcma de partidos, los partidos Blanco y

CONTINLIIDAD V CAMBIO EN EI, SISU+lA DE PARTIDOS LIRUGUAYO ll5

Colorado, data de hace 150 años, tan antiguo como el mismo psis. Aunque cwtamente en el siglo pasado no correspondían a partidos políticos en el sentido moderno de la palabra, eran. sin embargo, poderosas arganizacioncs políticas que contaban con scguidorcs masivos, y hasta ejércitos, y han sobrevivido hasta el dia de hoy.

Estos partidos “tradicionales” se desarrollaron en los años despu& de la independencia entre los seguidores de los caudillos. Una temprana guerra civil, la Guerra Grande (1839-1X51), fue decisiva: los horrores de una guerra larga y a menudo feroz sirvieron para cimentar las lealtades del pueblo. Como consccucncia. SC puede decir que los partidos uruguayos precedieron la nación-estado unificada. Por lo menos hasta el comienzo de este siglo, los partidos gozaban de una mayor lealtad por parte de una masa considerable de ciudadanos que las instituciones del Estado.

Además, algunos de los rasgos principales que caracterizaron a los partidos principales hasta después de la Segunda Guerra Mundial se îormaron durante la Guerra Grande y sus consecuencias. Los colorados se convirtieron cn la versión uruguaya de los partidos liberales latinoamericanos, siendo más cosmopolitas, urbanistas y antieclesiásticos que los Blancos, quienes se convirtieron en el partido conservador uruguayo. Cada partido recibia el apoyo de la mitad del país. Tampoco los extranjeros les cran indiferentes: los españoles solian ser blancos, y los italianos y franceses colorados. Pero las diferencias eran menores: ambos partidos representaban múltiples sectores de la sociedad uruguaya.

Estos rasgos resultan ser perdurables. Puesto que los asuntos religiosos no constituyen una fuente de conflicto en Uruguay, la única división social importante asociada con la oposición de los partidos tradicionales es la división rural-urbana. La base de los partidos ha sido multiclasista desde el comienzo y especialmente durante este siglo el espectro ideológico representado por sus seguidores ha sido relativamente amplio. Esto hace aun más borrosas las diferencias entre ellos. Por ende, la mayoría de las descripciones de los partidos enfatiza el carácter personalista de ellos y las diferencias sutiles entre un colorado y un blanco. A menudo se dice que sólo los que gozan de una partlcipaclón directa cn la cultura política uruguaya pueden apreciar dichas diferencias.

La democracia uruguaya nació alrededor del año 1918s. En algún momento antes de esa fecha, cerca del término del siglo anterior, los partidos principales se convirtieron en partidos de masas. Para el alio 19 16, el universo con derecho a sufragio comprendía cas~ una quinta parte (1X,5%) de la población entera. Debe mencionarse que a Chile, la única otra democracia sudamericana con un historial así de largo, le tomó cuarenta afios más alcanzar esa cifra6.

Desde 1918 hasta mediados de la década del sesenta, los Blancos y Colorados ganaron alrededor del YO% de los votos; varios otros partidos compartieron el resto. Después de la Segunda Guerra Mundial, los Blancos ocuparon el cargo desde 1959 hasta 1966 y los Colorados gobernaron desde esa fecha hasta el golpe mihtar de 1973. En principio, existía un sistema bipartidario, porque los dos partidos grande5 que controlaban el 90% del electorado se iban rotando en el cargo, y los partidos menores que compartían el 10% restante nunca formaron, ni tampoco fueron invitados a formar, ahanzas con el partido principal gobernante. Con todo, este cuadro histórico generalizado no es universalmente aceptado.

La primera crítica es que durante la mayor parte dc su cxistcncia los dos partidos tradicionales ocuparon posiciones muy diferentes. Según Sartori, Uruguay constituía un sistema de partido predominante dentro de un formato bipartidario’. Sostiene que los Colorados predominaron entre 1868 y 1959, y nuevamente desde 1967 en adelante. Según su definición de predominar -auténtica competencia electoral con por lo menos tres mayorías absolutas consecutivas en la Cámara Baja-- dicha declaración no es verdad por varias razones. En primer lugar, no se proporcionaron verdaderas garantías electorales sino hasta el afro 1918, así que el período entre 1868 y 1918 no entra en el debate. Por otro lado, ningún historiador uruguayo apoyaría la tesis de que si en ese entonces las elecciones hubieran sido competitivas, los Colorados habrían sido el partido predominante en el sentido de Sartori. En segundo lugar, los Colorados nunca obtuvieron “tres mayorías absolutas consecutivas” en la Cámara Baja

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entre 1918 y el golpe de 1933. Aun cuando ganaron una mayoría ahaoluta cn 1919 y 1922, la perdieron en 1925, y nunca pudieron volver a recuperarla. Lo mismo sucedió en el poderoso Senado. cn 1925 los Colorados sólo alcanzaron el 42% de los escanos, y desde esa fecha hasta 1933 siempre ganaron menos del 37”/0 de ellos. En tercer lugar, la situación autoritaria duró desde 1933 hasta 1942; los Colorados ganaron las elecciones de 1942, 1946, 1950 y 1954, pero cn 1946 no ganaron una mayoría absoluta en la Cámara Baja, En cuarto lugar, los Blancos ganaron en 1958 y 1962 y los Colorados volvieron a ganar cn 1966 y 1971, atmque en esta última elección ganaron poco más del 40% de los escahos en la Cámara Baja.

Aunque la clección de 1946 interrumpió la cadena de tres mayorías consecutivas (requerida por la definición), parece razonable considerar a los Colorados como un partido predominante desde 1942 hasta 1958’. Sin olvidar que desde 1971 en adelante Uruguay ha gozado no de un sistema bipartidario sino de un pluralismo moderado, podemos concluir que aunque es verdad que bajo regirnenes democráticos Uruguay ha contado casi siempre con un sistema hipartidario, no deja de ser verdad tambien que los Colorados fueron el partido predominante durante aproximadamente un tercio de la vida democrática del país. Por otro lado, la vida política suele continuar bajo regímenes no democráticos, y viene al caso político que desde 1868 hasta 1917, y desde 1934 hasta 1942, los Colorados controlaron el gobierno (no democrático). Especialmcntc durante el último tercio del siglo diecinueve, los Colorados no fueron un partido hegemónico (en el sentido de Sartori). En suma cl enfoque de Sartori contribuye a mejorar el entendimiento de un proceso compkjo; sin embargo, de acuerdo con su propia definición y los antecedentes disponibles el cuadro tradicional de un sistema hipartidario sigue siendo correcto para más de la mitad de la vida democrática del país’.

La segunda crítica de este enfoque tradicional tiene que ver con la estructura interna de ambos partidos. Durante todo este siglo los partidos tradicionales han sido y siguen siendo altamente fraccionados”. La mayor parte del tiempo han consistido en fracciones unidas en coaliciones más bien sucltas. A menudo la distancia ideológica entre determinadas fracciones de partidos distintos -medida en relación al continuo izquierda derecha- resultó ser menor que la que existía entre fracciones dentro del mismo partido. Pnfatkdndo esta falta de diferenciación, un observador perspicaz escribió en 1930 que los partidos “que en ellos puedan tener cabida individuos que sustentan idcas de todo orden, aún las más antagónicas entre SI (...) asi, el caso de coexistencia de dos partidos antagónicos, profesando ambos, sin embargo, exactamente los mismos ideales”, (op cit., pp. 140-141)“.

Por consiguiente, se ha dicho que este bipartidismo aparente servía como pobre disfraz para un sistema multipattidario. Lindahl presenta uno dc los argumentos más enérgicos. Escribe que durante la década de los veinte las fracciones del partido Colorado constituían partidos porque “todos tenían organizaciones partidarias independientes y porque no existía ninguna organización común y permanente para todos los partidos de los Colorados”, y que aun cuando los Colorados decían tener un programa común, “se trataba más bien de una forma de hablar”. Desde la perspectiva de principios de la década del sesenta concluye que ‘Im sistema multipartidario ha existido en Uruguay desde hace cuatro décadas”. Sartori concuerda: “El caso extremo parece ser Uruguay, cuyo sistema hipartidario (dudoso) es sólo una fachada electoral para los actores verdaderos, es decir, los lemas secundarios de los partidos Blanco y Colorado”. Diez arlos después reafirmó este enfoque: en su lista de todos los sistemas hipartidarios contemporáneos deliberadamente excluyó a Uruguay porque dicho sistema y “aun en mayor grado Colombia” son “fachadas hipartidarias que no cumplen ni con las moderadas cualidades determinativas [de un sistema hipartidarioj”‘2. Muchos intelectuales uruguayos, especialmente los de izquierda, sustentan esta visión de la estructura del sistema de partidos.

No obstante, pienso que el argumento de un “multipartidismo disfrazado” es errado. El primer argumento en su contra es la forma en que los partidos tradicionales han resistido cabalmente a todos los numerosos retadores. En el siglo diecinueve, la Unión Liberal (1855), el Partido Kadical (1873) y el Partido Constitucional (1880) fueron de corta duración. Los

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intentos en cstc siglo han durado más, pero no obstante. durante más de sesenta años terceros partidos permanecieron recluidos en la rnarginalización electoral. LI Partido Socialista (PS) nació a fines del siglo diecinueve Se dividió en 1921. el ala izquierda SC convirtió en el Partido Comunista (PC). La Umón Cívica nació en 1910; medio siglo después también se dividtó y la mayoría izquierdista se convirtió en la Democracia Cristiana (DC). Este es cl conjunto de partidos que para mediados de la década del scscnta había ganado una reprcscntación parlamentaria. Por consiguiente, ya sca cn forma aparente o real los dos partidos tradtcionales sobrevivieron exitosamente y durante mucho tiempo -medido cn relación a la vida máxima de los sistemas de partidos contemporáneos- los muchos ataques en contra de su preeminencia.

El segundo argumento tiene que ver con la ideologia. Las fracciones dentro de un mismo partido sustentan ideologías muy diferentes, mientras que los partidos mismos muestran solo diferencias leves; por lo tanto, se dice, a la verdad son dos coaliciones de partidos. Sin embargo, eso no es necesariamente ctcrto. Por una parte, el argumento es contraproducente. Si es cierto, ipor qué no tenemos las coaliciones “correctas”, es decir coaliciones compuestas por partidos con pocas difcrcncias ideológicas, en vez de las “incorrectas” que de hecho ocurren? Por otra parte, se puede esperar que la siluación observada sea dada cuando dos partidos “captatodos” (en el sentido de Kirchhcimcr) compitan el uno contra el otro. Sin embargo, hace mucho tiempo que se ha establecido la idea de los dos partidos tradicionales como partidos captatodos, aun cuando no se haya reconocido explícitamente. Los primeros observadores, como Luis Melián Lafinur y Ariosto González, declaran que los partidos carecen de principios y tienen pocas diferencias ideológicas, o que buscan maximizar los votos sin ningún apego a una ideología; ambos escritores lamentan, así como lo hizo tambien Kirchheimer, esta desideologización de la política. Martínez Lamas hace hincapié en lo mismo’3.

En tercer lugar, cl argumento orgánico a favor de la tesis multipartidaria no es convincente. Aun cuando Lindahl estuviera en lo cierto respecto a la organización de los partidos tradicionales, no obstante existía un vínculo importante entre las fracciones: el proceso que dctcrminó cuales fracclones se presentarian juntas bajo la misma etiqueta partidaria. Normalmente, quien dirigía todo este proceso era la fracción o coalición de fracciones que presumiblemente controlaba la mayoría de Io\ votos dc cada partido. No se trataba de un proceso arbitrario, porque la tradición lijaba límnes en cuanto a los resultados posibles y las minorías normalmente gozaban de considerable influencia. Los límites eran reales: por lo menos desde el nacimiento de la poliarquia cn 1918, las fracciones podían aparecer o desaparecer, y hasta podían retirarse del partido; pero una fracción de un partido tradicional nunca se convirtió en una fracción del otro partido tradicional. El resultado de este proceso era significativo por dos razones. el llegar « no a un acuerdo a veces resultaba decisivo para ganar o perder las elecciones; además. cl acuerdo mismo obviamente era crucial para designar a los candidatos de cada partido. Precisamente es la propuesta de candidaturas la que ha cmcrgido como “la funcn5n más importante del partido captatodo actual”; incluso puede detinir a los partidos politicos’4. Después de la clccción, las lineas partidarias eran relevantes para los candidatos que sí fueron elegidos. En una situación normal, no existía ninguna alianza interpartidaria entre las fracciones para el manejo de la gestión gubernamental ordinaria. Los ministros pertenecían al partido gobernante y normalmente a diferentes fracciones dentro del partido. Por consiguicntc. los tipos de límites definidos por las fracciones y los partidos eran diferentes. Es cierto que no existía mucha disciplina parlamentaria. No obstante, “a diferencia de Colombia, donde facciones disidentes de ambos partidos principales a menudo formaban una alianza legislativa para oponerse a las facciones que apoyaban al régimen, no existian tales dwisiones permanentes en el Congreso uruguayo. Al votar, los miembros individuales podían cruzar las líneas partidarias, igual como lo hacen en muchos países, pero se trataba de un proceso ad hoc”” Bajo circunstancias excepcionales (el golpe de 1933 y nucvamcnte antes del golpe de 1973) si aparecieron alianzas que cruzaban

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las líneas partidarias; a mi parcccr, se tratan de excepciones que confirman la regla porque indican el nivel de presión necesario para romper si~tcmáticamente las lineas partidarias. En síntesis, los vínculos entre fracciones no constituyen una organización estahlc y formal. Con todo, parece completamente inconcchihlc considerar la contmuidad histórica de dichos vínculos simplemente como una serie de coaliciones entre partidos menores. Sugieren que los partidos tradicionales efectivamente han sido partidos, pero con una estructura especialmente relajada16.

En cuarto lugar, la visión tanto presente corno pasada dc los mismos uruguayos en cuanto a sus partidos principales también sirve para sustentar esta última sugerencia. Lindahl estuvo consciente de este hecho: “Para un uruguayo”, escribió, “es natural pensar en los distintos partidos tradicionales como facciones del Partido Colorado y del Partido Nacional [Blanco]“. Sin embargo. desecha la idea: “Esto se debe a la preponderancia del lenguaje sohrc el pensamiento”“. No obstante, el hecho dc que durante varias generaciones votantes y políticos los consideraban partidos, sustenta enormemente la conclusión de que efectivamente eran y siguen siendo partidos.

Por último, el mismo Lindahl concedió: “Casi todos los extranjeros que escriben sobre Uruguay han considerado el Partido Colorado y el Partido Nacional Blanco como partidos unidos compuestos por varias facciones. Especialmente desde 1919, dicha percepción es obviamente incorrecta...Esto se puede entender en los observadores norteamericanos, tan acostumbrados a la organización rudimentaria de los partidos norteamericanos y la escasa unanimidad respecto a cuestiones políticas en el congreso”“. La última frase me parece reveladora. El argumento para negar el carácter de partido a los partidos tradicionales se ha confundido con problemas de definición. Según Lindahl, ciertos tipos de partidos captatodos simplemente no son partidos. Como lo señaló Real de Azúa, “parece obvio, para abreviar, que quienes denunctan la inexistencia de partidos cn cl Uruguay están apelando a un tipo cuya falta de vigencia se percibe, no sólo en casi todas las naciones latinoamericanas, con la probable excepción de Chile y Venezuela, sino en sociedades de tan antiguo sistema partidario como los Estados Unidos” (op cit., p. 86)19.

Según Sartori, entre las naciones ricas, además de los Estados Unidos, Italia y Japón exhiben una “posición inusual y bastante extrema en cuanto al desempeño fracciona1 y faccional”. Tanto la Democracia Cristiana italiana corno el Partido Liberal japonés se han descrito como federaciones o coaliciones de subpartidos La opinión de Sartori respecto a la Democracia Cristiana italiana impresiona a cualquier estudiante de los partidos uruguayos debido a los obvios paralelismos, especialmente con respecto al Partido Colorado2’. Desde una perspectiva comparativa, si consideramos esos partidos. así como tamhikn los Partidos Demócrata y Republicano de los Estados Unidos, como parttdos genuinos, no existe ninguna razón fundamental clara para negar dicha condición a los Blancos y Colorados. A fin de cuentas, corno escribió Sartori respecto al caso uruguayo: “la cuestión es si los partidos [uruguayos] son unidades signiftcantes”2’. He intentado demostrar que efectivamente lo son.

El hecho de que originalmente existían solamente dos partidos probablemente se debe a un accidente histórico, aunque la situación qukás favorecía una dicotomía del conflicto político. No existían divisiones culturales ni ttnicas de consideración, y los dos partidos bastaban para reflejar una simple lógica de “en el poder” y “fuera del poder”, de gobierno y oposición, tanto a nivel nacional como quizás más significativamcntc a nivel regiona122.

Cualquiera que sea cl caso, los acontecimientos más Importantes del siglo diecinueve luego de las guerras de independencia en la cuenca del Rio de la Plata estuvieron ligados directamente con los partidos uruguayos y consistieron en dos bandas opuestas. Oribe y los Blancos SC unieron con Juan Manuel de Rosas en contra de Urquiza, los brasilefios y los Colorados. Más adelante, los paraguayos se unieron a los Blancos en los acontecimientos que condujeron, después que los Colorados nuevamente con la ayuda de los brasileños hubieran derrotado a los Blancos, a la Guerra de la Triple Aliancd (Argentina. Brasil y un Uruguay

CONTINUIDAD Y CAMBIO EN I:I, SIWEMA DE PARTIDOS URUGUAYO IIY

liderado por los Colorados en contra de Paraguay), que terminó por destruir- completamente a Paraguay.

Los factores político-institucionalca probablemente también contribuyeron al bipartidismo. Durante cl siglo diecinueve no se respetaba ni el espíritu ni la letra dc la ley, pero es probable que las disposiciones de la Conutitnción dc 1830. donde el $;n”ador se quedaba con todo, hayan contribuido al incremento de la lógica bipolar de conflictos

Pueslo que en términos comparativos el fraccionamiento parece ser esencial para el proceso mediante el cual los partidos de notablcb adquieren electorados masivos y se convierten en partidos captatodos -que es precisamente el caso uruguayo-, estas consideraciones explican el estado en el que se encontraba el sistema dc partidos cuando Uruguay se convirtió en una poliarquía alrededor del alio 1918. No obstante, dichas consideraciones no explican por quC el bipartidismo y un alto grado de fraccionamiento siguieron siendo rasgos estables del sistema durante los primeros cincuenta años dc la democracia uruguaya, especialmente dentro del mundo más bien volátil de los sistemas de partidos y la política latinoamericana.

La particular combinación uruguaya de presidencialismo y leyes clcctorales creó una dinámica que, a mi juicio, fortaleció considerahlemcntc el bipartidismo. Las cuatro características principales de las leyes eiectoralcs son la representación proporcional (RP) en la elección de ambas Cámaras, en vigor para la Cámara Baja desde 1918; listas cerradas c inflexibles, siempre; doble voto simultáneo (DVS) desdr 1910; y la elección directa y pluralidad simple para determinar el partido que gana la presidencia (desde 1918). Dcsdc 1934 ha estado en existencia una quinta característica: todas las elecciones SC celebran juntas, cada cuatro aAos antes de 1966 y cada cinco años dcsdc cntonccs.

El DVS significa que los votantes votdn al mismo tiempo para un partido y para un conjunto especifico de candidatos dentro del partido, y tienen que seleccionar listas, que no pueden ser modificadas, de entre las presentadas por las fracciones competidoras dentro de cada partido. Una vez escogido el partido, cuentan con tantas opciones como listas presentadas por el partido. Una consecuencia obvia de votar por un solo partido es que no se permiten votos cruzados. El partido que ohtenga una pluralidad de votos es el ganador; el que obtenga una pluralidad dentro de ese partido sc convierte en Presidente. Por último, desde 1934 todas las elecciones se celebran al mismo tiempo. Dicha simultaneidad obviamente refuerza los efectos de la prohibición de votos cruzados.

Cualquiera que sea la importancia de los otros cargos elegidos, el más importante dentro de un sistema de este tipo es la presidencia. Por lo tanto. la atención se concentra sobre la carrera por la presidencia, la que se decide por una plurahdad o mayoría relativa de votos; por ende, corresponde la famosa “ley” de Duverger. según fue planteada en forma modilicada por Sartori24. Las elecciones simultáneas bloquean el efecto central dc la RP sobre el sistema de partidos, pues la prohibicihn sobre votos cruzados Impuesta por el DVS asegura que la regia de pluralidad en la carrera principal -la presidencia- domina la lógica electoral. De hecho. la sola simultaneidad de elecciones presidenciales y legislativas, sin la prohibición sobre votos cruzados, parece ser suficiente para producir cl mismo resultado: la mayoría de los sistemas presidenciales con elecciones presidenciales y legislatwas simultáneas también son sistemas bipartidarios25. Los votantes están bien enterados de estas consideraciones. En Uruguay, la idea y la frase voto úril es un dicho trillado. y ohviarncntc encwra el núcleo de este razonamiento2’.

La conclusi6n de que la estabilidad del bipartidismo uruguayo resulta de la acción combinada del marco institucional y de las leyes electorales concuerda con la idea más generalizada de que el sistema constitucional moldea concluyentemente el sistema de partidos. También concuerda con la vieja tesis: que el sistema de partidos de lo;,Eslados Unidos ch el resultado de los sistemas electorales y constitucionales norteamericanos

Por último, también debe advertirse que no todas las caracteristicas de las leyes electorales uruguayas involucradas en resguardar el bipartidismo jugaron el mismo papel. Una

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de ellas actu6 cn forma “positiva”: la regla de pluralidad en la carrera presidencial constituyó el elemento activo que impulsaba un formato bipartidario. Por otro lado. el DVS y la simultaneidad de todas las elecciones actuaron “negativamente”. anulando los efectos finales de la RP sobre el sistema de partidos.

Ahora podemos tratar con cl fraccronamien/o de los partidos principales. Lo que dcbcmos explicar en este contexto no es solamente la cslahilidad de una determinada condición, sino su increíble crecimiento. SI la cantidad de listas competidoras dc los dos partidos principales constituye un indicador rudimentario pero razonable del fraccionamiento, entonces los datos demuestran la enorme expansión de este fenómeno después de la reequilibración democrática a partir de 1942. El número promedio de listas cn todo el país para la Cámara Baja entre 1925 y 193 1 t” ue 143. Desde 1946 hasta 1971, siete elecciones. la cantidad de listas se incrementó de una eleccii~n a otra. El número promedio de listas presentadas por los dos partidos principales en esas siete elecciones fue 3 14, más que el doble de la cifras de preguerra. Para 1971 había 590 listas. En 1946, un ciudadano de Montcvidco específicamente tenía que escoger 1 de un total de 36 listas para la Cámara Baja, y en 1971 1 de un total dc 108. Estas cifras sólo consideran los partidos tradicionales’8.

¿Cómo se puede explicar esto? Para comenzar. el DVS convierte a Uruguay cn miembro de la familia de sistemas electorales que permiten la votación preferencial intrapartidaría, aunque el DVS en sí no ha sido nada común fuera del psis. En todos esos sistemas, “aun si la cohesión es el estado ‘natural’ de un partido político, de todos modos la votación preferencial intrapartidaria crea un incentivo poderoso para la desunión”29. Los candidatos no pueden depender exclusivamente de sus partidos: deben diferenciarse de otros competldores dentro de sus propios partidos. Deben desarrollar sus propias bases organizativas. Por lo tanto, si llegan a tcncr kito. controlarán recursos independicntcs del partido mismo, y tambikn habrán adquirido sus propias obligaciones y deudas. Este tipo dc heterogeneidad obviamente afecta la cohesión interna. Además dc estas consideraclones teórus, “existen abundan& evidencias de que la votación preferencial SC asocia con la desunión intrapartidarta”“.

Más aún, la versión uruguaya de la votación preferencial intrapartidaria es bastante extrema. La competencia no cs cntrc individuos, sino entre equipos estructurados, ya que listas completas compiten contra otras listas completas En otras palabras, no se trata de que los políticos puedan o no constituir fracciones; más bien, las fracciones son los únicos equipos que pueden competir en la carrera. El DVS proporciona el estimulo y es reforzado por la RP. la que asegura que para seguir en la carrera no es necesario salir primero; un éxito electoral moderado basta para proporcionar cargos importantes a los mkimos líderes dc la fracción o subfracción, y éstos a la vez pueden “chorrearlos” a los socios menores3’. Como consecuencia, este sistema crea desafios nuevos y con~tanlcs para los líderes establecIdos quienes, si tienen un éxito moderado, se convierten en los líderes de nuevas fracciones o subfracciones. En términos de organización, cl punto crucIa es que el sistema permite que el aspirante a lider salte un paso en la jerarquía del partido. creando una candidatura, o conjunto de candidaturas, paralela y competidora. Dentro de ciertos IimItes, los principales líderes del partido no pueden oponerse a esta situación. Sacan poco provecho si intentan “disciplinar” a los aspirantes a líder. Si niegan a la nueva fracción o subfracción el uso del nombre y de los Gmholos del partido, arriesgarán la pérdida de votos que en vista de la competencia podría ser concluyente. De esto se desprende que a la larga la tendencia esperada es de un creciente número de candidatos.

Por lo tanto, como hemos visto, las leyes electoralca cn sí no dctcrminaron la cantidad de partidos rclcvantcs existentes en liruguay en el momento de nacer la democracia; sin embargo, en los próximos cincuenta arios jugaron un papel central para mantenerlo asi. No obstante, las leyes electorales por si solas no fueron sulicientes: fuc más bien la acción simultánea de las leyes electorales y otro factor instnucional. cl presidencialismo, la que condujo al desarrollo partidario. Por otro lado, las leyes electorales por si solas explican la

sobrevivencia inicial y luego el incremento sobresahente del fraccionamiento de los artidos Pz

principales desde el nacimiento de la democracia hasta lincs de la década del cincuenta ¿Cuálrs fueron las consccucncias para la dcrnocracia uruguaya de dichas caracteristicas

del sistema de partidos? Poco o nada se puede decir acerca del bipartidismo. ya que pcrdnró en forma constante durante los cincuenta años después del nacinuento de la democracia. De más interés es el fraccionamiento de los partidos que tuvo determinadas consecuencias en las ctapas iniciales de la consolidación democrática y otras muy diferentes más adclantc. Dejando la segunda etapa para ser considerada posteriormente. ahora podemos esbozar el papel que jugó el fraccionamiento en la primera ctapa.

Puesto que la fuerza electoral de los partidos pruwpales era muy pareja durante la década del veinte, la teoría de coaliciones sugiere -y el registro histórico lo confirma- que las negociaciones intrapartidarias proporcionarian a las minorías dentro de los partidos una influencia negociadora mucho mayor que su peso electoral. Las minorías no buscaban cl premio mayor; las mayorías deseaban ese premio, y tuvieron que pagar por ello. No existía ninguna máquina partidaria que subyugara a las mmorias; cl acceso a posiciones de liderargo era, por lo menos en términos relativos, extremadamente competitivo, y el prwo de entrada concluyente se pagaba en votos. La resultantr democratización de los partidos gobernantes obviamente fue positiva para la consolidación dc la democracia.

Sin embargo, el DVS y el fraccionamiento hicieron mas que simplemente democratizar los parridos. Al hacer que las minorías dentro del partido gobernante se interesaran de manera vital cn prácticas clectorales limpias -porque su poder consistía en los votos-y cn t¿rminos más generales, al fortalecer los procedimientos democráticos Justos, proporcmnaron un estimulo poderoso a la política democrática. En particular. es muy evidente su contribución a la temprana (según estándares latinoamericanos) eliminauún dc Ioh freudcs electorale? en un amplio dcrccho electoral. La dinámlca del DVS huo que todos. salvo la mayoría dentro del partido ganador que siempre era una minoría a nivel nacional. se interesaran directamente en la pureza del sufragio. Ditkilmentc SC puede sobrccstimar la importancia de este tipo de mecanismo autosostenido en la temprana consolidación de la democracia.

ESTANFLACIÓN Y POLARIZACIÓN POLíTICA

Mucho antes del golpe de 1973, la economía dc Uruguay chtaba estancada. la inflación crecía y el malestar social y político se incrementaba lenta y constantemente. El producto interno bruto promedio per cápita disminuyó constantemente entre 1951-55 y 1966-68. SI al primer período, el más alto nivel histórico hasta esa [ccha. sc asigna una base dc 100, entonces el PIB cayó a 89,7 durante el segundo período, regresando asi a los niveles de postguerra. La formación bruta interna de capital tijo “durante el período 1955-66 representaba el 12,9X del PIB, y en 1967 rcprcscntó cl 1 l,4% El significado dc cstas cifl-aa sc cnticndc mejor si se comparan con las tasas comparatwas de las economías de mercado europeas. En 1960. dichas cconomias invirtieron en promedio un 20% de sus productos mtefnos’.‘i. En consecuencia. los salarios reales de los trabajadores urbanos ha.jaron. aunqur más lentamente que el PIH. En tkninos reales, los salarios en las industrias manufactureras alcanzaron su punto más alto cn el periodo 1955-59, pero para 1970-72 habían caido a los ntveles de antes de 1950 La situación de los salarios rurales y de las jubilaciones era aun peor. En sintcsis, se había llegado al límite del proceso de industrialización que buscaba sustituir a las importaciones.

Estos acontecimientos tuvieron profundas consecuencias políticas. La prnnera fue el ya mencionado fin del papel predominante del Partido Colorado en las elecciones naclonales de 19%. En 1962, los Blancos volvieron a ganar. pero en esta ocasión el ganador fue otra fracción competidora, distinta a los ganadores de IY5X. Los Blancos no aprovecharon las dos oportunidades que los votan& Ics dieron y cn 1966 loa Colorados volvieron al poder. En 1966, los votantes tambien aceptaron retornar al presidencialismo pleno y a mandatos de cmco años. El comportamiento electoral de los uruguayos obwamente reflejaba una creciente impaciencia con la crisis; los Cuadros N” 5.1 y N” 5 2 muestran claramente hasta qué punto el

122 LUIS E. GONZALEZ

año 1958 constituyó un viraje decisivo del predominio dc lo\ Colorados a un bipartidismo competitivoî4.

El creciente malestar social se vio reflejado en el crecimiento de los sindicatos. Para mediados de la dtkada del sesenta, se fundó la Convención Nacional dc Trabajadores (CNT), la primera federación nacional de sindicatos. Los smdicatos, fundados, consolidados y liderados por la kquierda. sirvieron naturalmente como aparatos políticos de socialización de este últnno grupo. Inevitablemente. su creciente importancia tambiEn SC vio reflejada cn términos electorales. Ciertamente no era coincidencia que para IY66 los comunistas se habían convertido en un partido relevante, en el sentido de Sartori. aunque la mayoría de los contemportieos no se percataron del cambio. Sc prcscntaron bajo una etiqueta partidaria cuidadosamente seleccionada: FIDEL (Frente Izquierda de Liberación, asociándose obviamente con Fidel Castro y la Revolución Cubana), y obtuvieron el 6% del voto nacional. Los comunistas también contaban con las organizaciones sociales más fuertes de la izquierda, y para efectos prácticos controlaban los sindicatos.

Las respuestas a la crisis a nivel de masas no fueron las únicas respuestas significativas. Dcsdc comicrvos dc la década del sesenta un grupo pequeno y radical de militantes izquierdistas desarrolló un movimiento de guerrilla urbana: los Tupamaros. Sus ideas evidenciaban una profunda influencia de la Kevolución Cubana y especialmente del guevarismo: sus teorías se acercaban al enfoquej0qusra de Kégis Dehray (según se explica en Radution rn the Revolution~). El grupo fue siempre pcqucño hasta su dcrrota final, pero el impacto que tuvo sobre la política uruguaya fue desproporcionalmente grande por dos razones. En primer lugar. la policía no podía contenerlos, así que sus acciones parecían poner en peligro la “seguridad del Estado” y el orden existcntc. Naturalmente, esto llevó a la participación de los militares en el esfuerzo antiguerrilla. En segundo lugar, representaban una alternativa izquierdista a la izquierda oficial y tuvieron éxito en reclutar jóvenes educados de las orbes. Por lo tanto, la atracción centrífuga que cjercicron sobre la izquierda entera contrlbuy0 aún más a la polarización política. Los comunistas afirmaron repetidamente que sólo estaban cn desacuerdo con los Tupamaros en cuanto a la forma de proceder. Algunos grupos más pequetlos usaban un lenguaje tan radical que no quedaba claro en qué se diferenciaban de los Tupamaros. Acontecimientos posteriores comprobaron que dc hecho uno de estos grupos (cl 26 de Marzo) constituia efectivamente el brazo oficial de la guerrilla. Las acciones de estos grupos servían para vincular a la guerrilla con la izquierda oficial, por lo menos simbólicamente. Los líderes de la izquierda oficial no quisieron o no osaron cortar esos VilllXlO~.

Las acciones armadas de los guerrilleros generaron una reacción clásica de la derecha, la que incluyó comandos de vigilantes estrechamente ligados a las fuerzas de seguridad, y por consiguiente. un espiral clásico de violencia. El momento deciwo vino en 1968 cuando el gobierno de los Colorados estimó que el imperio de la Icy ya no bastaba para mantener el orden público, o por lo menos para mantener su propia versión del orden pílblico. El gobierno perdió credibilidad por su manejo inconstitucional dc las medidas prontas de seguridad y de la represión polltica, incluyendo la muerte de civiles dcaarmados en protestas callejeras. Retrospectivamente, es fácil apreciar que estas políticas tuvieron Cxito cn cuanto a destruir a las guerrillas izquierdistas; sin embargo, generaron consecuencias pollticas extremadamente antidemocráticas. No obstante, al mismo tiempo muchos demócratas sinceros, especialmente del lado conservador, sintieron que no les quedaba otra opci<in que apoyar al gobierno cn sus acciones.

A partir de 1968, sólo tomó cinco años para que la democracia se desmoronara por completo. aunque es difícil determinar el momento exacto en que termin6 la democracia. Las elecciones nacionales de 1971 fueron ganadas, en una contienda reìlida en medio de acusaciones de fraude, por cl ala conservadora del Partido Colorado35. El punto importante aquí dice relación con los cambios en el sistema dc partidoa que be hicieron evidentes en las elecciones. El desarrollo de coaliciones entre los partidos chicos dc la izquierda había

Cuadro IV 5.1 Porcentaje de votos obtenido por partido en las elecciones presidenciales, Uruguay, 1942-1989

,942 1946 ,950 /9j4 ,958 1962 1966 ,9-, 1984 1989

Partidos wadlcionales “relevantes” Partido Colorado’ Partido Blancob

Subtotal Panidos “no r&vant& Unión Civica/Democracia clisuanad Partido Socdista (y abado+ Partido Comunista (y aliados)

Subtotal’ Panidos “relevantes” de la izquierda Nuevo Espacio” Frente Amplioh

Subtotal

57.2 34.5 91.1

4.3 1.5 2.5 83

47,8 52.6 50,6 40.3 44,5 41,s 38.5 38,9 49.7 4b,5 89,6 91,l 89,5 90.0 91,o

5.4 -

W 10.4

4,4 5,O 3.7 3J 2,1 3.3 3.5 2,3 2,3 2.2 2.7 3.5 8.8 ,0,5 10.0 9,O

- - - - - - - - - -

49.4 40,9 41,2 30,3 40,4 40.2 35,o 38,9 89,8 81,l 76,2 69,2

3,O 0,9 5.7

10.1

- -

- - - -

- Oc5 2,5 ‘X6

528 10.4 9,O 12,5 10.8 21,2 18,3 21.3 30,2

TOTAL 100.0 100,o 99,9 , OO,0 99,4 99.4 99.4 1 OO,0 lOO,O 1 OO,0 N (mllloner) 0.6 0.6 0.8 0,9 1,O 12 12 1,7 1.9 2,0

FUENTES: Para ,942 a 1971 los YIS tomos titulados I:irc~ione< W-V~KW, recop,lados por Jubo T. Fabregat y pobbcados por la lcgslatera uruguaya, para ,984 a ,989 ,,~d,cu<,<>re., hú\ico, de, ,,n,gm VO, 4. <‘u,,wu rocredod~vpoiilm (Montevideo CLAEH, ,991)

ROTA: El Cuadro está canstrwdo para reflejar la IenninoloSia de Gioianni Salron usada en Pun,u ondPwr,v S~.slrnts. A ~~,,>rwork/orAn~l~.s,., (New Yo& Cambridge Unwers~ty Press, ,9X), sec. 5.2, pags 12 1.123. Sartori define los partidos “relevantes’ como aquellos que ayudan a determinar la coalición ,,ue gobernar8 o que afectan las tácticas de la competencia partldana

a En ,958 ,,n pequeiio grupo de Colorados votó fuera del lema, obteniendo el 2% de la totalidad de los votos b Entre ,942 y ,954 cl PartIdo Blanco vo,O bqo lemas separados. El ala ,ikral, Panido Nacional Independiente, rehusó m,w con el ala mayoritaria Hemsla hasfa ,958 La participaaón

electoral del PN, disminuyó continuamente, del 10% en 1942 al 3% en ,954 Esta linea ind,ca su participación eledora, combmx,a. c Los partidos muy pequeños no se enumeran en forma separada. d La Union Cuica se convire en el PartIdo Demócrata Cristiana en 1962 En ,966, un pequeao grupa separatista votó fuera de, ,wa de los democratactistmnos. e un 1966, antiguos aludos de los sociabsras votaron fuera de, lema del Partrdo Soe~aiista. f Aunque la mayoria de ,os observadores no se percataron del camho, para ,966 los comumstar ya se habían convertido en un part,do relevante en el sentido de Stiori Además de,

incremento en la parnapacxín elecroral, el Pando Comunata se apoderá del liderazgo de los smdicatos. g En 1958, ,962 y ,966 el subtotal de pandos no relevantes supera la suma de los partidos enumerados en el cuadro porque o+~oos parfidos no enumerados aquí obhlvieron algunos fotos. b En 1971 y 1984 el Nuevo Espacio (la abarza de 105 democratacnrbanos y el Panido por el Gobxmo del Pueblo, antigua Lista 99 de, gn~po separatista del Partido Colorado) votó junto

con el Frente Amplio bajo el mismo lema; en ,989 votó bajo su propio lema.

m

124 LUIS E. GONZALEZ

Cuadro N’5.2 Porcentaje promedio de los votos obtenldos por partido en las elecciones presidenciales. Uruguay, 1942-I 989

Ptitidoî tradwionales ‘televantes” Partido Colorado Panido Dlmco

Subtotal Pamdos “‘relev.wteî” de la izquierda Todos los partidos ““0 relevantes”

52.1 44.7 37,5 8,4 45,5 38.0

00.5 OO.2 75,5 .- .- 23.2

‘),5 9.8 1.2

‘TOTAL 100 100 99,9

comenzado a comienzos de los años sesenta, y culminó en 1971 con la creación del Frente Amplio. El Frente se parecía a la Ilnidad Popular chilena pero abarcaba una sección aún mas amplia del continuo izquierda-derecha. Sc juntaron la Democracia Cristiana, dos fracciones que se habían separado de los partidos tradicionales, y todos los partidos y grupos oficiales a su izquierda, incluyendo los socialistas y los comunistas. Por razones obvias, los I‘upamaros no pertenecían formalmente a la coalición, pero el brazo oficial de la guerrilla sí lo hacía. En 1971 el Frente obtuvo el 18% del voto nacional, obtemendo más votos que uno de los partidos principales en la ciudad de Montevideo, que rcprcscnta cerca de IU notad del electorado, y también obtuvo el control de los sindicatos.

El efecto sobre el sistema de partidos del progreso lento y relativamente tímido de los comunistas en 1966 es discutible. Sin embargo, tal no cra el caso en 1971: según las “reglas de tonteo” de Sartori, o casi cualquier otro criterio significativo, el bipartidismo uruguayo estaba acabado. Superficialmente por lo menos, el nuevo sistema de partidos que emergió como consecuencia de las elecciones de 1966 yio de 1971 -subordinado a si se define o no a 1966 como el año decisive contaba con tres partidos relevantes. En vista de sus fuerzas electorales en 1971, tiene sentido, como han afirmado algunos observadores, rcfcrirsc a oo sistema de dos partidos y medio.

AUTORITARISMO Y RESTAURACIÓN DEMOCRÁTICA

Los primeros aiios del régimen autoritario (1973 a 1975) se pueden describir como una dictadura de comisario en su sentido clásico. Tanto el gobierno como la oposiuón percibían al régimen como una solución de emergencia cuyo objetivo no era impulsar cambios significativos en el marco institucional de la Constitución política. Según Zelmar Michelini, lídcr del antiguo Grupo Colorado Lista 99 y cofundador del Frente Amplio, inicialmente los militares pensaban que su gobierno no duraría más allá de 1977. Fue sólo en 1975, dos años despu& del golpe, que se empezó a cuestionar esa ideai”.

La decisión de consolidar cl r¿gimen formó parte de una estrategia más amplia que dominó la segunda fase del rkgimen militar. desde 1976 hasta 1980. 1.a meta principal llegó a ser la construcción de un nuevo orden político, algo parecido ala democradura (en términos de Schmitter); aumentó nuevamente la represión politica, probablemente para limpiar el camino

CONTINUIDAD Y CAMBIO EN EL SISTEMA DE PAK’I II)OS LIKUGUAYO 125

para el futuro regimcn. Un informe emitido por una comisión de la Cámara de Diputados en 1985, dcspues de la restauración de la democracia, afirmó que la mayoría de los secuestros políticos donde estaban implicados los militares y cuyas víctimas seguían desaparecidas se produjeron entre 1975 y 197837.

A pesar de estos datos sombrios, el régimen proyectado era realmente híbrido: los militares tendrían control final sobre un gobierno que cn otros aspectos se parecería mucho al antiguo régimen democrático, incluyendo un papel explíctto para los partidos políticos. La actitud dc los militares hacia la democracia, o hacia algunos aspectos de la democracia, era realmente ambivala. Buscaban el consentimiento del pueblo para fundar su democradura: se debía completar y legitimizar el proyecto a traves de un plebiscito. No se trataba de simplemente rendir un homenaje verbal a la idea de una contestación popular, como se puede apreciar al comparar los plebiscitos casi contemporáneos de Chile y Uruguay. En ambos países hubo un “fraude estructural”, en el sentido de que las campañas que precedieron los plebiscitos fueron muy sesgadas: tanto en los plebiscitos chilenos de 1978 y 1980 como en el uruguayo de 1980 la voz y las acciones de la oposición fueron restringidas en forma parecida. Sin embargo, cn Chile los militares se prepararon para cometer, y de hecho cometieron, un fraude directo: los votos no se contaron honestamente’“. En contraste, los militares uruguayos simplemente reconocieron su derrota. Esto dio comienzo a la transición uruguaya hacia la restauración de la democracia (entre 1980 y 1985), la tercera y última etapa del régimen militar.

Los partidos políticos uruguayos jugaron un papel importante en esa derrota. En primer lugar, todos los líderes de consideración tomaron partido en el asunto. Una mayoría de los lideres políticos se había opuesto al régimen desde el comienzo; dicha oposición creció y se volvió más explícita cuando se hizo evidente que el regimen ya no se consideraba transitorio y de emergencia.

La línea divisoria entre los que apoyaban y los que se oponían al régimen cruzaba los partidos, salvo la izquierda que fue unánime en su oposición al régimen. Aunque divididos internamente, los Blancos y los Colorados no actuaron de la misma forma en relación al régimen. El golpe fuc liderado, al menos nominalmente, por un presidente elegido de entre la mayoría ohtenida por el partido Colorado, y el apoyo civil más significativo provenía del miembro del Partido Colorado y antiguo Presidente Jorge Pacheco Areco, y de sus seguidores. Algunos colorados notorios trabajaron por el gobterno militar asumiendo cargos más bien técnicos. Según los resultados de la elección de 1971, las fracciones mas a la derecha de ambos partidos principales -la mayoría del Partido Colorado (los pachequistas) y la minoría del Partido Blanco-- apoyaron el golpe y más adelante el proyecto constitucional de los militares. La mayoría del Partido Blanco (los wtlsonistas. llamados así por su líder, Wilson Ferreira) y la minoría del Partido Colorado formaron cl núcleo de oposición al régimen.

Los Blancos constituian la oposición a los militares más grande y más radical. Ferreira llevó a cabo una campana internacional infattgable en contra del régimen, ayudado -fuera del país- por la Izquierda, algo que los militares consideraban especialmente inaceptable. Por lo tanto, gracias en parte a sus propios esfuerzos y en parte a la represión de la izquierda3’, la mayoría del Partido Blanco aparecia crectentemente como el núcleo “duro” de la oposición. En consecuencia, el mismo régimen -probablemente los seguidores informales, y no el liderazgo formal- reaccionó. Aunque nadie de la oposición disfrutó de una cxistcncia tranquila, los únicos líderes políticos de los partidos tradicionales que efectivamente perdieron la vida por la violencia política fueron líderes del Partido Blanco.

Los votos a favor del régimen en el plebiscito de 1980 alcanzaron el 43% de los votos válidos; esto solo superó en seis puntos porcentuales el 37% alcanzado por las fuerzas políticas a favor del regimen en las elecciones nacionales de 1971. Si tomamos en cuenta lo que he denominado fraude estructural, el resultado no fue muy impresionante y tampoco auguraba un buen futuro para las fuerzas polfttcas que apoyaban al régimen. Es más, en ese tiempo la derrota del gobierno fue asombrosa. Desde el punto de vista militar, los plebiscitos chilenos

126 LUISE.GONZALEZ

habían sido exitosos, y en un contexto más amplio no existían antecedentes comparativos respecto a una derrota gubernamental en condiciones fucrtcmcnte autoritarias4’. Sin embargo, diez años más tarde la dimensión electoral de las revoluciones en Europa Oriental, y otras situaciones en América Latina, nos han hecho más conocedores de este tipo de acontecimiento. Pero en ese tiempo la mayoría de los observadorcs, tanto uruguayos corno extranjeros, pensaba hasta el tina1 que los militares ganarían, en último caso mediante fraude directo si fuera necesario.

Después de la derrota transcurrió casi un año p mucho suspenso antes de que los militares impulsaran un plan alternativo. El nuevo cronograma presumía una reorganización de los partidos políticos -salvo los de la izquierda- mediante una votación popular directa en 1982, y luego elecciones nacionales en 1984 A pesar de los dramáticos acontecimientos políticos en los próximos tres anos, el plan funcionó hasta el tina1 y culminó con la restauración de la democracia en 1985.

Las elecciones internas dentro de los partidos oficiales (Blancos, Colorados y la pequena IJnión Cívica) en 1982 constituyeron una derrota política aún más aplastante para los militares. Aunque no era obligatorio votar, corno lo es en las elecciones nacionales normales, la concurrencia fue relativamente alta: 60% del universo electoral inscrito. Los líderes de la oposición obtuvieron el 76% de los votos del Partido Blanco y el 70% de los del Partido Colorado. El Frente Amplio hizo un llamado para votar cn blanco, pero con malos resultados, En definitiva, las fracciones que apoyaban al régimen ~610 obtuvieron el 23% dc los votos. Por lo tanto, el resultado principal de las elecciones “internas” fue que despues de la legitimidad misma del régimen la oposición civil se convirtió en su único interlocutor válido.

Largas y diflciles negociaciones entre los militares y la fortalecida oposición civil culminaron con el denominado Acuerdo del Club Naval, que abrió el camino para las elecciones nacionales de noviembre de 198441. El acuerdo definió un caso de reforma pactada (en los términos de Linz), mezclado con lo que Stepan denominó un “escape” para los militares como institución. En verdad, el acuerdo fue una negociación; no fue algo impuesto, en un sentido signilicativo de la palabra, sobre una de las partes. Todos los actores principales obtuvieron algo y concedieron algo. Los militares concedieron casi todo, excepto que el líder de los Blancos. Wilson Ferreira, no podía presentarse corno candidato a la presidencia y que los líderes civiles no podían reemplazar a discreción a los mkximos líderes militares.

El Acuerdo del Club Naval fue notable también en virtud del papel que jugaron los partidos. Los Blancos fueron especialmente intransigentes con respecto a las proscripciones, Los militares, quienes habían tomado un curso intensivo sobre la politica cn 1980 y 1982, y los Colorados entendian que solos no podian negociar un acuerdo (porque los Colorados no constituían una mayoría nacional); sin embargo, el único otro socio disponible era la izquierda. Los militares sacaron las conclusiones correspondientes y actuaron conforme. Modificaron su antigua postura, permitiendo que la izquierda tomara parte en las conversaciones, y el resultado final fue el Acuerdo del Club Naval. Los Blancos no participaron, pero frente al hecho consumado, de malas ganas accedieron parttcipar en las elecciones. Por primera vez se decidió un pacto de gran importancia nacional sin la participación de uno de los partidos tradicionales. Esto reflejaba, por supuesto, las nuevas realidades que emergían despues de las elecciones de 1971, pero es irónico que se requirió de los militares para reconocer esas nuevas relaciones políticas.

Las elecciones nacionales de 1984 no fueron abiertas para cualquier candidato. Existía una prohibición impidiendo que Wilson Ferreira, el miembro más connotado de la oposición civil, se presentara corno candidato a la presidencia. ‘Tampoco pudo hacer campaña para su partido, pues fue encarcelado hasta despues de las elecciones. mientras que otro proscripto famoso, el recientemente liberado líder del Frente Amplio, Líber Seregni, trabajó duro para su coalición. No obstante, todos aceptaron los resultados de las elecciones, ganadas por los Colorados, aunque probablemente por razones diferentes. Todos estaban convencidos tambien de que, a pesar de las limitaciones de su origen, el nuevo gobierno era realmente democrático

CONTINUIDAD Y CAMBIO EN EI. SISTEMA DE PAKI’IDOS UKUWJAYO 127

Cuadro N” 5.3 Escaños senatoriales ohtcnidos por partido. Uruguay, 1942-1989

y que habían terminado las proscripciones. Las primeras acciones del nuevo gobierno ---especialmente la amnistía para los prisioneros políticos y los guerrilleros- sirvieron para demostrar que realmente estaba al mando.

Las elecciones nacionales dc 1984 mostraron que, al menos a nivel de partido, el regimen militar había congelado la situación política que resultó de las elecciones de 197 1. el índice de Pedersen de la volatilidad electoral neta entre 1971 y 1984 fue S-2, muy por debajo del promedio uruguayo entre 1942 y 1984 que fue 7,l. Ese efecto congelador también se aprecia claramente en la composición de la nueva legislatura42. El triunfo de los Colorados restauró el statu que anterior. En esta ocasión, el Frente obtuvo el 21% del voto nacional y consolidó su segunda posición en la ciudad de Montevideo. Seguía siendo el “medio”, aunque un poco crecido, del nuevo sistema de dos y medio partidos,

Se aprecian mayores detalles al examinar el interior de los partidos. En primer lugar, la derrota de los militares y de sus amigos políticos fue aún mayor que en 1980 y 1982. Dentro de los Blancos, prkticamente desaparecieron; no fueron capaces de sacar elegido ni a un solo candidato. Dentro de los Colorados obtuvieron menos de un cuarto de los votos del partido. En general, el 43% dc los votos sufragados a favor de los militares en 1980, que en 1982 había caído a un 23%, en 1984 ~610 alcanzó el 11%. Los Colorados ganaron una clcccibn básicamente antimilitar porque obtuvieron los votos pro mililarcs; de otro modo, los Blancos habrían ganado. Parte de la explicación de este resultado algo sorprendente se encuentra en las tácticas electorales exitosas de los Colorados. Las elecciones comprobaron que el pueblo quería echar a los militares, pero no a cualquier precio: también quería tener paz. Interpretando correctamente este estado de ánimo, los líderes exitosos de los Colorados establecieron como tema de su camparla el lema: el cambio de par. Fue el eje mismo de su éxito. Los Blancos no pedían guerra, pero su oposición radical a los militares antes de las elecciones, el knfasis que ponian en la justicia y la situación compleja que rcaultaha del encarcelamiento de su líder principal, hicieron que muchos dudaran si una wctoria de los Blancos traeria paz.

En segundo lugar, &uál es el verdadero estado del “medio” del Fistema de dos partidos y medio’! En verdad, los sistemas de partidos son entidades extrañas. Los partidos no necesariamente forman parte de ellos (cuando no son relevantes), y grupos extrapartidarios a veces si lo forman (coaliciones de partidos suficientemente cercanos como para actuar en conjunto); el lenguaje que usamos no esclarece el asunto. Aunque ayuda, dicho lenguaje no es arbitrario. Los conceptos centrales tienen un significado definido; no todo es aceptable. Hemos considerado extensamente por qué los partidos principales efectivamente han sido

128 LUIS E GONZALEZ

partidos; pero esto no implica que todo grupo que compita electoralmente corno un solo lema desde un punto de vista legal sea un partido o deba ser considerado corno tal. No podemos aceptar a una coalición mucho más amplia que la Unidad Popular chilena corno un actor par.trcular y relevante en el sistema de partidos. Afortunadamente, las elecciones de 1984 tambien proporcionaron, en cierto sentido básicamcntc por primera vez, la oportunidad de estudiar varios aspectos del sistema de partidos en base a encuestas de opinión pública fiables.

Por lo menos desde 1984 los uruguayos, al igual que los chilenos y en contraste con los argentinos y brasilenos, han usado cxtcnsamcnte la dimensión izquierda derecha para describir la composición política del pr~is~~. Se sitúan a sí mismos y a otros objetos de importancia en el panorama político en el continuo izquierda derecha, igual como lo hacen los pueblos europeos. Dicho continuo aparece empíricamente corno una dimensión ordenadora del espacio político, puesto que se encuentra asociado con casi todas las opiniones y actitudes políticas. El análisis de los pcrlilcs ideológicos de los votantes arrojó cuatro resultados principales.

En primer lugar, comprobando el análisis anterior, loa dos partidos tradicionales si aparecieron como partidos: los Colorados como un partido de centro inclinándose ala derecha, y los Blancos a su izquierda, corno un partido de centro.

En segundo lugar, los votantes del Frente Amplio pertenecían claramente a dos grupos diferentes, uno de centro-izquierda y el otro de izquierda. El grupo de centro-izquierda incluía a los democratacristianos y la antigua fracción de los Colorados, Lista 99; el grupo de izquierda incluía a los socialistas y a los comunistas y sus respectivos aliados menores, marxistas independientes y antiguos grupos pro guerrilla.

En tercer lugar, el sistema de partidos contaba con cuatro actores relevantes; en términos de Sartori, correspondia a un sistema dc pluralismo moderado. Dos consistian en los antiguos partidos principales, y los otros dos en las mitades del Frente Amplio. Dicha conclusión se vio respaldada por un estudio independiente de la autoidentificaci6n ideológica de las elites políticas. La representación de las dos mitades del Frente Amplio como actores diferentes resultó ser muy consistente con otras diferencias halladas en las bases sociales de sus respectivos electorados y. además, en sus estructuras orgánicas44.

En cuarto lugar, el sistema de partidos ya no evidenciaba la baja polarización que presumiblemente había evidenciado en el pasado, especialmente ai SC compara con datos europeos. Teniendo en cuenta tanto la distancia, definida directamente corno la polarización de un sistema, corno la superposición de los dos actores más extremos, los sistemas que estudiaron Sani y Sartori en base a datos de mediados de la década del setenta podrían clasificarse en dos grupos de baja y alta polarización respectivamente45. La polarización en el primer grupo varió entre 027 y 0,32, mientras que la superposición varió entre 056 y 0,45; en cl segundo grupo (de alta polarización) las distancias variaron cntrc 0,44 y 0,64 y las superposiciones entre 0,15 y 0,06. El sistema uruguayo, con una polarización de 0,42 y una superposición de 0,17, se acercaba bastante al grupo de alta polarización, especialmente a la España después de Franco: 0,47 y 0,15 respectivamente Por consiguiente, cl sistema dc partidos uruguayo se había convertido en un sistema de relatrvamente alta polarización; “relativamente” indica que, dentro de los sistemas de alta polarizacrón, era el menos polarizado.

Esto correspondía a una visión bastante nueva del srstema de partidos uruguayo: pluralismo moderado y una polarización relativamente alta. Sin perjuicio de las apariencias. no existe ninguna contradicción real entre dichos atributos: el primero dice relación simplemente con el número de actores relevantes y el segundo con la distancia ideológica entre los dos actores mas extremos. Las dos condiciones tienden a estar ligadas (mientras m&s alta sea una, más alta será la otra), pero no existe ninguna correlación exacta. Según Sartori, el límite (en términos de partidos relevantes) más allá del cual sólo es probable que exista una alta polarización, es cinco (o seis) partidos En consccucncia, LJruguay era un caso marginal, pues en términos de fragmentación (cuatro actores rclcventcs) JC encontraba cerca del límite, mientras que en términos de ideología (polarización) también se encontraba cerca del limite (el sistema menos polarizado de los que estudiaron Sam y Sartorr)

CONTINUIDAD Y CAMBIO EN EL SISTEMA DE PARTIDOS URUGUAYO 129

Este tipo de sistema de partidos hacia imposible gobernar, porque el gobierno no tenia nmguna esperanza de ganar su propia mqoria parlamenkria; en 1971 eslo ya era verdad. El Presidente Sanguinetli buscti un gobierno de unidad nacional. y no lo consiguió. Tuvo que conformarse con un gobierno de entonación. Incluyó a dos ministros del partido Blanco, pero sus cargos eran “técnicos” y no imponían ninguna obligación política a los Blancos. Los mismos ministros ciertamente no eran políticos: uno fuc Enrique Iglesias, famoso por su trabajo cn la CEPAL y luego Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, qmen asumió como encargado de relaciones exteriores.

El primer gobierno de la restauración democrhtica tuvo logros mixtos. Sus Cxitos principales correspondieron básicamente a asuntos políticos: consolidó la democracia y resolvió el problema especialmente dificil de las violaciones a los derechos humanos durante el gobierno militar. Casi hubo un consenso nacional cn cuanto a la consoiidaci6n de la democracia, y hubo al menos una mayoria colorado-blanco con respecto a las violaciones a los derechos humanos. La solución a este último problema, una amnistía, fue terminante: después de un referéndum nacional a comienzos de 1989, todos los partidos concordaron que el tema estaba c~rrad«~~. En términos socioeconómicos, los logros del Presidente Sanguinetti fueron bastante buenos en comparación con los de Alfonsín en la Argentina y Sarney en Brasil, pero no satisficieron las expectativas de los wtantes. Los ingresos reales aumentaron y la inflación disminuyó al comienzo de su mandato. pero la coyuntura empeoró hacia cl Final. Sanguinetti terminó su mandato con una inflación anual que se acercaba al lOO%, mejor que la Argentina y Brasil, pero muy distante de ser una situación ideal.

AI acercarse el tiempo dc las elecciones, el ánimo de la población era de desencanto. Dicho desencanto se debía en parte a las altas expectativas que tenían respecto a la nueva democracia, pero también reflejaba condiciones uruguayas más objetivas y específicas. Como sahcn muy bien los uruguayos, la economía, en términos comparativos. básicamente se había estancado desde mediados de la decada del cincuenta. Para fines de 1988, sólo el 13% de los montevideanos pensaba que la coyuntura del psis estaba mejorando; el 55% creia que estaba estancada, y el 3 1% que eslaba en decadencia. La mayoría de los votantes en ambos partidos principales pensaba que el país estaba estancado. Para 1989, el porcent+je de aprobación del mandato del Presidente y su popularidad personal. que habian estado en declinación desde 1986, habían caido por debajo del 20%47.

Los acontecimientos de 1989, año de elecciones, confirman todos los puntos principales del análisis anterior. A comienzos de 1989, el Frente Ampho se derrumbó debido a desacuerdos internos; el ala izquierda retuvo el nombre de Frente Amplio, y el ala moderada tomó del nombre de Nuevo Espacio. Esta división y los mismos resultados electorales (refiérase al Cuadro N” 5.3) confirman que el sistema de partidos se había convertido en uno de “pluralismo moderado”, con cuatro actores relevantes. A pesar de la división, el nuevo Frente recibió el mismo porcentaje de los votos que su antecesor en 1984, el cual fue suficiente en esta oportunidad debido a la mayor fragmentación del electorado- para ganar una pluralidad en la ciudad capital de Montevideo. En conjunto, las dos mitades de la izquierda obtuvieron el 30 por ciento del sufragio nacional, y el 48 por ciento del sufragro en Montevideo. En cuanto a la presidencia, las elecciones no arrojaron ninguna sorpresa. Los Colorados, frente al desencanto de los votantes, sufrieron el mismo destino que Suárez en España, Alfonsín en la Argentina y Sarney en Brasil El candidato dc los Blancos, Lacalle, obtuvo una amplia mayoría, aunque los Blancos obtuvieron menos votos que los Colorados en l9844x.

El primer tio del nuevo mandato fue difícil. Al igual que Sanguinetti, Lacallc intcnló formar un gobierno de coalición. ‘También fracasó. Obtuvo la misma cooperación que Sanguinetti: un acuerdo vago que no generaba obligaciones políticas y con ministros del Partido Colorado en el gabinete que no eran politices. En esta ocasión, dicho acuerdo impreciso se denominó la coincidencia nacional.

Desde un comienzo, el gobierno nacional no fue capaz de controlar la inflación --eI aumento en los precios del petróleo no ayud& y hubo una leve reducción en los ingresos

130 LUIS E. GONLALEZ

Cuadro N” 5.4 Escaiíos en la Cámara obtenidos por partido, Uruguay, 1942-1989

Partid” Colorado Partido Blanco Un%, Ci”d Democracia Cristmna Partido Socialista (y aliados) Parhdo Comumata (y aliados) Nuevu Espilcio Frente knplia

TOTAL ESCAÑOS

58 47 53 51 40 44 50 41 41 30 34 4” 38 38 5, 47 41 40 35 39

4 5 4 5 3 3 3 ~ Pd -

122332----

2 5 22235--p 8 13 9

10 8 21 99 99 99 99 99 99 99 99 99 99

FUENTES: Las mimas que el Cuadio N” 5 1 NOTA: Véase los Cuadros N” 5.1 y N” 5 3 ta En 1984, la Umún Cívica, separada de la Democracia Cristuna, obtuvu dos escaños en la Cámara Baja (que no se

mwstran en el Cuadro).

reales. En seis meses, la popularidad del Presidente Lacalle cayó a plomo, alcanzando el nivel más bajo de Sanguinetti al final de su mandato dc cinco años. En contraste, el intendente socialista de Montevideo, Taba& Vázquez, retuvo un alto nivel de popularidad a pesar de los incrementos reales significativos en los impuestos municipales49.

UN SISTEMA DE PARTIDOS EN EVOLUCIÓN

Si el análisis anterior es básicamente correcto, se desprenden algunas conclusiones. La primera conclusión más importante y obvia es que el principal impulsor de la transformación del sistema de partidos ha sido el descontento de los votantes con respecto a la situación existente.

Debido en parte a accidentes históricos, los Colorados se habían convertido en el partido predominante para fines de la Segunda Guerra Mundial. Retuvieron ese papel sin mayores esfuerzos siempre que las cosas andaban bien, es decir, durante el ápice del proceso de industrialización para sustituir a las importaciones y, más adelante, durante la bonanza que experimentaron algunas exportaciones uruguayas a raíz de la Guerra de Corea (refiérase al Cuadro No 5.1). Cuando empezaron a surgir las complicaciones, la gente empezó a buscar alternativas. Durante los próximos diez afios, entre 1958 y 1971, la búsqueda se limitb a los antiguos partidos principales y tradicionales y sus facciones. En el Cuadro N” 5.2 se muestra que la participación electoral de los otros partidos es constante. Al enfocar los resultados a más largo plazo de los dos períodos (Cuadro N” 5.4), se aprecia que el voto de los otros partidos no cambia desde los tiempos del predominio de los Colorados hasta los tiempos del verdadero bipartidismo. La diferencia significativa entre los dos pcriodos tiene que ver con la participación electoral relativa de los dos partidos principales: evoluciona desde una ventaja grande y persistente de los Colorados durante el primer período a una paridad media en el segundo.

Durante todo este período, la búsqueda de soluciones políncas para el callejón sin salida del desarrollo uruguayo se vio limitada exclusivamente a los partidos tradicionales, debido mayormente a factores politicoestructurales, es decir, a las ya descritas combinaciones de regimen electoral y cuasipresidencialismo. El marco institucional existente “canalizó”, por decirlo así. las preferencias de los votantes. Puesto que la cxpcriencia dictaminaba que votar por un partido que no fuera uno de los dos partidos principales no producia ningún cambio a corto plazo, votar de esa forma era una sella1 de desesperación o simplemente una inversión a largo plazo. Significaba que ninguna de las opciones disponibles realmente importaba. La

CONTINUIDAD Y CAMBIO EN EL SISTEMA DE PARTIDOS URUGUAYO 131 ---

fuerte identificación partidaria de los uruguayos, la que desde el punto de vista de los partidos principales constituía un capital político que se iha acumulando durante los buenos tiempos. contribuyó a su capacidad para “canalizar” las preferencias de los votantes a corto y mediano plazo.

Para parafrasear a Hirschman, podemos decir que las “empresas” afligidas --los partidos tradicionales- no fueron capaces de beneficiarse del tiempo adicional que les fue concedido por la lealtad de sus consumidores. Los diferentes gobiernos de este período no pudieron revertir la situación, debido a que muchos de los problemas eran de verdad intratables, en parte quiz&s debido a la mala sucrtc y porque cl fraccionamiento de los partidos principales dificultó aún más cualquier acción eficaz. Incluso durante el período de verdadero bipartidismo, la existencia de varios partidos menore, que .juntos acumulaban cerca del 10 por ciento de los votos significó que las mayorías parlamentarias eran esquivas para los partidos ganadores.

Después de largos afíos de opciones políticas “restringidas”. la impaciencia, la renovación generacional, la cabal agravación de la coyuntura socioeconómica, las influencias ideológicas externas y la creciente violencia política interna se combmaron para derrumbar el efecto “canalizador” que tanto favorecía a los partidos principks. Pero para ese entonces la acumulación de presiones sociales cra tan grande que peligraba la misma democracia. No conocemos la polarización del sistema de partidos cuando se efectuaron las elecciones de 1971, pero una estimación bien fundada (y conservadora) es 0,5 1, ciertamente mucho más alta que la polarización observada despuks de la restauración de la democracia en 198450.

Basicamente, el regimen militar congeló el sistema de partidos, pero sólo a nivel de parkfos. La interacción de las acciones de los líderes políticos y las preferencias de la pohlaci6n, con tres elecciones de importancia crítica en un periodo dc sólo cuatro afios (1980, 1982 y 1984), modificó concluyentemente el panorama político. La mayoría del Partido Colorado de antes del golpe se convirtió en la minoría indiscutida dentro del partido. Las fracciones pro régimen del Partido Blanco fueron aniquiladas, lo que sirvió para estabilizar los cambios que hablan comenzado antes de la elección de 1971 y empujar a los Blancos hacia la izquierda de los Colorados. De esa manera, los Colorados contaban con un electorado cautivo en el lado derecho del espectro politice, lo que ayuda a explicar por qué se ganó la elección antimilitares de 1984 en base a votos pro militares.

La situación política generada por la elección de 1984 no fue capaz de resistir el descontento general, y en 1989 esto ocasionó un cambio de liderazgo de nn partido tradicional al otro. Desde la perspectiva de los partidos principales. la situación aparenta igual que hace treinta tios: la mayoría del electorado nuevamente contió en ellos. Sin embargo, la analogía es dudosa. Por una parte, la mayoria que vota dentro de los partidos tradicionales disminuye rápidamente (Cuadro N’> 5.2). Por otra parle, si cl fraccionamiento de 1958-1966 dificultó las cosas y la fragmentación hizo muy tenues las mayorías parlamentarlas, hoy en día la creciente fragmentación garantiza que ningún partido puede obtener una mayoria por sí solo; el fraccionamiento acentúa el problema. Las únicas noticias bucnas para los partidos principales es que las cosas no han escapado completamente fuera de control: la polarización y superposición observadas en las elecciones de 1989 fueron 0,44 y 0,24 respectivamente, básicamente iguales que en l984j’.

Los políticos uruguayos están aprendiendo por experiencia que cucsla mucho gestionar una coalición en un sistema presidencial con una tradición de gobiernos partidarios. TamhiCn se están dando cuenta que al menos a corto plazo es poco probahlc que un partido ohtcnga por sí solo una mayoría parlamentaria. En consecuencia, están emergiendo dos estrategias conducentes a una posible reforma. Por una parte, existen aquellos que privileglan un cambio hacia un sistema parlamentario, para fomentar las coaliciones y la formación de gobiernos con mayorías reales. Por otra parte, existen aquellos que fomentan cambios institucionales que generen, dentro de ciertos limites, una mayoria parlamentaria para el partido ganador. Esto último significaría un principio de representación mayoritaria; en todo caso, requrriria cl abandono de una proporcionalidad rigurosa5*.

132 LUIS E. GONZALEZ

Las reformas institucionales no son garantía de soluciones; sin embargo, las disposiciones actuales parecen aun menos alentadoras. len~endo en cuenta las tendencias analizadas arriba y presumiendo que no habrá ninguna revisión instituuonal, el sistema de partidos seguirá evolucionando. El marco institucional actual privilegia un retorno gradual al bipartidismo, pero esto no es nada seguro. Aun cuando suceda, tomará tiempo. Puede ser que aumente la fragmentación del sistema de partidos antes que se produzca una disminución. Sea cual sca cl caso, la transformacibn gradual del sistema dc partidos tornará bastante tiempo antes de producir un ganador capacitado para realmente gobernar dentro del marco institucional actual. Pero ese desenlace es dudoso. Mientras tanto, el país podría llegar a ser literalmente ingobernable y la polarización podría volver a crecer, con consecuencias inciertas para la democracia. Dadas las alternativas. una reforma institucional podría ser la opción más atrayente.

De ser así, Lcuál reforma? Hemos visto que el aistcma de partidos uruguayo ha llegado a tener una polarización relativamente alta. En este tipo de sistema, una reforma que permite que una pluralidad moderada gobierne sola, podría fácilmente terminar por crear una situación de tipo Allende o incluso peor: una situaci6n donde una pluralidad en uno de los extremos del espectro se sienta con el derecho de implementar políticas vehementemente opuestas por la mayoría. En ese caso, la democracia probablemente peligre más que en la configuración institucional actual. Permanece la opción de un verdadero sistema parlamentario. Por supuesto, dicho sistema no podrá garantizar que los uruguayos linalmente solucionen sus problemas, pero al menos los peligros que podría acarrear parecieran ser bastante menores que los de las alternativas.