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11 CÓMO CONTAR UNA HISTORIA MUCHAS VECES CONTADA En el año 1994 fui invitado a participar en el documental artístico Fronterilandia 1 para discutir cuál había sido la importancia simbólica e histórica de Aztlan y de la migración de los mexicas, o aztecas, hasta Mexico-Tenochtitlan, para ese pueblo en el siglo xvi y cuál era su significado para el movimiento nacionalista chicano contemporáneo en Estados Unidos. La entrevista se grabó en una trajinera, en los canales de Xochimilco. Cuando terminé de exponer mis ideas respecto de los muy diferentes significados que tenía Aztlan para los antiguos mexicas y para los chi- canos de hoy, el barquero, que nos había conducido en silencio durante más de una hora y media entre los canales, se dirigió a mí de la manera más respetuosa y me preguntó de dónde era originario. Cuando le respondí que venía de la propia ciudad de México, me dijo que él había pensado que yo debía ser extranjero pues- to que había contado una versión de la historia de la migración de los aztecas que no se parecía a la que él conocía, pues había omitido mencionar que ese grupo no había venido solo de Aztlan, sino que había sido acompañado por los xochimilcas y varios otros pueblos del valle de México. Los directores del documental y yo le propusimos que contara su versión ante la cámara, pero él se rehusó porque no consideraba estar vestido adecuadamente. El comentario histórico de este barquero xochimilca me recordó que los histo- riadores profesionales no tenemos el monopolio sobre el conocimiento del pasa- do y que esto es particularmente cierto en el caso de las historias de los orígenes de los pueblos indígenas del valle de México, pues éstas no interesan únicamente a los historiadores y arqueólogos, sino que también tienen una gran importancia histórica simbólica para amplios sectores sociales, tanto en esa región como en todo nuestro país y más allá de sus fronteras. Estas historias, que fueron contadas originalmente por los propios indígenas en el periodo prehispánico, fueron puestas por escrito por historiadores indí- genas y españoles en los siglos xvi y xvii y no han dejado de ser contadas una y otra vez desde entonces, pues hasta nuestros días funcionan como relatos de 1 Estados Unidos-México, 1995. Dirigido por Jesse Lerner y Rubén Ortiz Torres.

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    cMo conTar una HisToria MucHas Veces conTada

    En el ao 1994 fui invitado a participar en el documental artstico Fronterilandia1 para discutir cul haba sido la importancia simblica e histrica de Aztlan y de la migracin de los mexicas, o aztecas, hasta Mexico-Tenochtitlan, para ese pueblo en el siglo xvi y cul era su significado para el movimiento nacionalista chicano contemporneo en Estados Unidos. La entrevista se grab en una trajinera, en los canales de Xochimilco. Cuando termin de exponer mis ideas respecto de los muy diferentes significados que tena Aztlan para los antiguos mexicas y para los chi-canos de hoy, el barquero, que nos haba conducido en silencio durante ms de una hora y media entre los canales, se dirigi a m de la manera ms respetuosa y me pregunt de dnde era originario. Cuando le respond que vena de la propia ciudad de Mxico, me dijo que l haba pensado que yo deba ser extranjero pues-to que haba contado una versin de la historia de la migracin de los aztecas que no se pareca a la que l conoca, pues haba omitido mencionar que ese grupo no haba venido solo de Aztlan, sino que haba sido acompaado por los xochimilcas y varios otros pueblos del valle de Mxico. Los directores del documental y yo le propusimos que contara su versin ante la cmara, pero l se rehus porque no consideraba estar vestido adecuadamente.

    El comentario histrico de este barquero xochimilca me record que los histo-riadores profesionales no tenemos el monopolio sobre el conocimiento del pasa-do y que esto es particularmente cierto en el caso de las historias de los orgenes de los pueblos indgenas del valle de Mxico, pues stas no interesan nicamente a los historiadores y arquelogos, sino que tambin tienen una gran importancia histrica simblica para amplios sectores sociales, tanto en esa regin como en todo nuestro pas y ms all de sus fronteras.

    Estas historias, que fueron contadas originalmente por los propios indgenas en el periodo prehispnico, fueron puestas por escrito por historiadores ind-genas y espaoles en los siglos xvi y xvii y no han dejado de ser contadas una y otra vez desde entonces, pues hasta nuestros das funcionan como relatos de

    1 Estados Unidos-Mxico, 1995. Dirigido por Jesse Lerner y Rubn Ortiz Torres.

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  • 12 Los orgenes de Los puebLos indgenas deL vaLLe de mxico

    origen de muy diversas entidades polticas. En primer lugar, estas historias fue-ron utilizadas por los propios altpetl, o ciudades-estado del valle de Mxico durante el periodo posclsico tardo para definir su identidad tnica, demostrar la legitimidad de sus gobernantes y defender sus derechos polticos y territoria-les. Durante el periodo colonial, los pueblos de indios que fueron sucesores de estos altpetl continuaron utilizando estas historias para defender su autonoma poltica y sus tierras, as como los amenazados privilegios de sus elites gobernan-tes. Igualmente, los frailes interesados por el origen de los indios recogieron y volvieron a relatar estas historias. En la actualidad, ellas se han convertido nue-vamente en una referencia importante para las comunidades originales del valle de Mxico, como los xochimilcas, los chalcas o los milpaltenses, pues son y se consideran herederas de los altpetl fundados en tiempos prehispnicos y de los pueblos coloniales.2 Fuera de estas comunidades, dichas historias han adquirido una gran importancia para la historiografa nacionalista mexicana, que conside-ra a los mexicas el origen de la identidad nacional y, por lo tanto, ha convertido a Aztlan en la cuna de la nacionalidad y ha hecho de la fundacin de Mexico-Tenochtitlan una gesta central en la conformacin de la misma. Igualmente han adqurido un gran significado simblico para los nacionalistas chicanos en Estados Unidos, que utilizan la historia de la migracin desde Aztlan, localizada segn sus versiones en el suroeste de ese pas, para demostrar que ellos, como descendientes de los mexicas, son en realidad los habitantes originarios de esas tierras, de las cuales salieron hace muchos siglos y a donde han regresado re-cientemente.

    Por ello, al contar una vez ms las historias del origen y fundacin de los alt-petl del valle de Mxico este libro no puede pretender ser sino una voz ms que se une a este amplio, y no siempre armonioso, coro de voces y versiones. Como sera imposible abarcar todas ellas, se limitar a analizar y dialogar con las his-torias que fueron escritas por los historiadores indgenas y espaoles de los siglos xvi y xvii. Estas historias, que llamaremos fuentes, suman ms de cuarenta y cuentan con gran detalle la historia de los orgenes de los altpetl de Chalco, Colhuacan, Cuauhtitlan, Mexico-Tenochtitlan, Mexico-Tlatelolco y Tetzcoco

    2 Eliana Acosta muestra cmo los pobladores de Milpa Alta, en el Distrito Federal, han revalora-do y reconstruido su historia y su origen prehispnicos en el siglo xx, complementando la historia colonial que haban utilizado anteriormente para defender sus ttulos de propiedad y su autonoma. Acosta Mrquez, Linderos, templos y santos: la conformacin de una tradicin religiosa y una identidad comunitaria en Milpa Alta durante el periodo colonial. Anaya y Lomel, eds., Aztlan: Essays on the Chicano Homeland.

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  • 13cmo contar una historia muchas veces contada

    entre los siglos xii y xv. Como las tradiciones histricas prehispnicas que na-rraban estos procesos no son accesibles, pues no ha sobrevivido ninguna de ellas hasta nuestros das, las fuentes del periodo colonial temprano son la manera ms directa y segura que tenemos de conocer las historias del origen de los altpetl del valle de Mxico, pues podemos estar seguros de que se basaron en las tra-diciones orales y en los libros pictogrficos del periodo prehispnico. Por otro lado, todas las versiones posteriores de tales historias se basan, directa o indirec-tamente, en estas fuentes. Adems, por su riqueza de informacin y contenidos simblicos, culturales, polticos y religiosos, as como por su variedad formal y literaria, estas fuentes constituyen uno de los corpus documentales ms ricos y variados sobre la historia de cualquier cultura indgena prehispnica de Amrica.

    cuadro 1. Las fuentes histricas sobre los altpetl del valle de mxico

    Altpetl Fuentes que tratan de su historia

    chalco chimalpain, Tercera relacinchimalpain, Cuarta relacinchimalpain, Quinta relacinchimalpain, Sexta relacinchimalpain, Sptima relacinchimalpain, Octava relacinchimalpain, Memorial breve acerca de la fundacin

    de la ciudad de Culhuacanchimalpain, Historia o crnica y con su calendario mexicano de los aos

    colhuacan chimalpain, Memorial breve acerca de la fundacin de la ciudad de Culhuacan

    Origen de los mexicanosRelacin de la genealoga y linaje de los Seores que han seoreado...

    cuauhtitlan Anales de Cuauhtitlan

    mxico Anales de Gabriel de AyalaCdex mexicanusCdice AubinCdice AzcatitlanCdice BoturiniCdice mendocinoCdice telleriano remensisCdice Vaticano-Ros

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  • 14 Los orgenes de Los puebLos indgenas deL vaLLe de mxico

    Altpetl Fuentes que tratan de su historia

    hernando alvarado tezozmoc, Crnica mexicana

    hernando alvarado tezozmoc, Crnica mexicyotl

    diego durn, Historia de las Indias de Nueva Espaa

    toribio de benavente motolina, Historia de los indios de la Nueva Espaa

    Historia de los mexicanos por sus pinturas

    Historia de Tlatelolco desde los tiempos ms remotos

    gernimo de mendieta, Historia eclesistica indiana

    Historia en lengua mexicana que contiene el tiempo que pas desde...Aztlan

    bernardino de sahagn, Historia general de las cosas de la Nueva Espaa

    chimalpain, Historia o crnica mexicana

    chimalpain, Historia o crnica y con su calendario mexicano de los aos

    Histoyre du Mechique

    Leyenda de los Soles

    Mapa Sigenza

    chimalpain, Memoria de la llegada de los mexica azteca cuando vinieron

    aqu a Mxico-Tenochtitlan

    toribio de benavente motolina, Memoriales o Libro de las cosas de la Nueva

    Espaa y de los naturales de ella

    Juan de torquemada, Monarqua indiana

    Juan de tovar, Relacin del origen de los Yndios que havitan en esta Nueva

    Espaa...

    tetzcoco hernando alva ixtlilxchitl, Sumaria relacin de todas las cosas que han

    sucedido en la Nueva Espaa...

    hernando alva ixtlilxchitl, Relacin sucinta en forma de memorial de la

    historia de la Nueva Espaa...

    hernando alva ixtlilxchitl, Compendio histrico del reino de Texcoco

    hernando alva ixtlilxchitl, Historia de la nacin chichimeca

    hernando alva ixtlilxchitl, Sumaria relacin de la historia general de esta

    Nueva Espaa...

    Histoyre du Mechique

    Cdice Xlotl

    Mapa Quinatzin

    Mapa Tlotzin

    Juan bautista pomar, Relacin de la ciudad y provincia de Tezcoco

    Tira de Tepechpan

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  • 15cmo contar una historia muchas veces contada

    Desgraciadamente la riqueza y variedad de este corpus documental no ha sido plenamente reconocida y aprovechada hasta ahora debido a que casi todas las obras escritas sobre este tema se han centrado en la historia de la migracin y el origen de los mexicas y del altpetl de Mexico-Tenochtitlan y han ignora-do, o han dado mucho menor importancia, a las historias de origen y migracin de los otros pueblos del valle de Mxico, pese a que stos eran contempor-neos, vecinos, aliados y rivales de los mexicas, y pese a que sus historias eran inseparables de las suyas. Este exclusivismo mexica surgi en el propio periodo prehispnico, cuando este pueblo se convirti en el altpetl ms poderoso del valle de Mxico y comenz a contar la historia de su migracin y de su origen como una historia excepcional sin paralelos con las de sus vecinos. Continu en el periodo colonial cuando los espaoles privilegiaron la historia de los mexicas porque ste era el pueblo que haban vencido y conquistado y al que haban sustituido como poder dominante en el centro de Mxico. Ms adelan-te, el patriotismo criollo y el nacionalismo mexicano hicieron de los mexicas el origen de la identidad nacional mexicana y as fortalecieron y consagraron dicho exclusivismo.

    EL diLogo ENtrE LAs historiAs

    La mejor manera de superar finalmente este exclusivismo es partir del comenta-rio del barquero xochimilca y reconocer que las fuentes histricas que conoce-mos son versiones particulares y diferentes guardadas por los diferentes altpetl de la regin y que, como tales, constituyen un conjunto plural y muchas veces contradictorio. Para hacer justicia a tal riqueza y pluralidad, este libro no intenta-r construir una historia nica y singular, sino que presentar un coro de diferen-tes historias: las narraciones de cada altpetl sobre su propia historia y tambin las de los diversos grupos que convivan en el seno de cada altpetl.

    Este enfoque polifnico intenta reflejar la pluralidad inherente a las tradicio-nes histricas indgenas. Para explicar la diferencia entre mi versin del pasado mexica y la suya, el barquero de Xochimilco pens en primer lugar que yo deba provenir de lejos, es decir que era miembro de otro grupo humano y que por ello tena una versin distinta del pasado. Esto quiere decir que la consider en primer lugar como una verdad alternativa, perteneciente a un grupo humano distinto, y no como una versin falsa o equivocada y por eso para responder a mi versin present entonces la suya. No dudo de que l considerara que su historia

    Brading, Los orgenes del nacionalismo mexicano.

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  • 16 Los orgenes de Los puebLos indgenas deL vaLLe de mxico

    era ms verdadera que la ma, pues involucraba el origen mismo de su propio grupo, asunto sobre el cual l, por definicin, tena que saber ms que yo, pero lo importante es que no rechaz de antemano la veracidad de mi versin.

    Una manera muy similar de concebir la pluralidad de las verdades histricas se encuentra en las tradiciones histricas de los altpetl del valle de Mxico. Cada entidad poltica era duea y poseedora de la verdad sobre su propia his-toria, pero eso no invalidaba las tradiciones histricas de las entidades polti-cas vecinas, que eran verdaderas en lo que tocaba a sus historias particulares. Cuando estas diferentes verdades particulares entraban en dilogo, negociaban una verdad comn a ambas, sin que ninguna de las tradiciones subordinara o asimilara plenamente a la otra. El ejemplo ms claro de este proceder se encuen-tra en la magna obra del historiador chalca Domingo Chimalpain, quien reuni en sus libros cuatro distintas tradiciones histricas de su altpetl nativo, Chalco Amaquemecan, las de otros altpetl chalcas, como Atenco y Tlalmanalco, y tambin las de Mexico-Tenochtitlan y Colhuacan, pero nunca las confundi ni las integr en una sola narracin ni en una sola verdad, de modo que para hablar de los mexicas se refera nicamente a las fuentes de ese pueblo y para hablar de Chalco a las fuentes chalcas, sin pretender que la verdad de unas se impusiera sobre la verdad de las otras.5

    El resultado, en la obra de Chimalpain y en la interaccin entre las dife-rentes tradiciones histricas del valle de Mxico fue una polifona, donde las tradiciones histricas de cada altpetl y de los diferentes grupos que vivan dentro de cada uno convivan, se enriquecan y se contradecan sin fundirse en un discurso nico, al igual que las entidades polticas a las que pertenecan conservaban su autonoma interna y su identidad particular pese a ser parte de un sistema ms amplio de dominacin poltica y militar y de integracin econmica y cultural.

    Mi interpretacin de la pluralidad de las tradiciones histricas indgenas y el enfoque de mi obra se basa en los conceptos de dialoga y polifona defini-dos por Mijail Bajtin, en su obra Problemas de la potica de Dostoievski. Segn el crtico literario ruso, este autor del siglo xix fue el primero que escribi novelas polifnicas, pues

    5 Los procedimientos de Chimalpain, as como el funcionamiento plural de las tradiciones histricas indgenas, sern analizados con ms detalle en el segundo y el sexto captulo cuando hablemos de su historia de Chalco. Igualmente puede consultarse mi artculo: Navarrete Linares, Chimalpain y Alva Ixtlilxchitl, dos estrategias de traduccin cultural.

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  • 17cmo contar una historia muchas veces contada

    [...] los elementos ms dispares de las obras de Dostoievsky se distribuyen en-tre varios mundos y varias conciencias con derechos iguales, no se dan en un mismo horizonte sino en varios, completos y equitativos, y no es el material inmediato sino estos mundos, estas conciencias con sus horizontes, los que se combinan en una unidad suprema, es decir en la unidad de la novela polifnica.

    Aplicado al terreno de la historia, esto significa que mi objeto de estudio no sern los hechos realmente acontecidos, sino la representacin e interpretacin que de estos hechos hicieron las fuentes. Por ello, este libro contar en primer lugar la historia de las historias de los altpetl, es decir intentar comprender la manera en que los miembros de estas entidades polticas elaboraron estos complejos y riqusimos relatos sobre sus orgenes. Como veremos en el captulo 2, los grupos gobernantes de cada altpetl crearon lo que llamar tradiciones histricas, es decir, instituciones sociales encargadas de conservar y transmitir las historias de sus altpetl que tenan toda una serie de reglas y prcticas que determinaban quines podan conocerlas, modificarlas y transmitirlas, ante quines y en qu contextos podan ser presentadas, y qu formas literarias deban asumir estos relatos que combinaban siempre la tradicin oral con la representacin escrita, as como cules eran los mecanismos para distinguir lo verdadero de lo falso.

    Por otra parte, Bajtin seala que el carcter dialgico de la obra de Dostoievski implica que sta no se estructura como la totalidad de una conciencia que ob-jetivamente abarque las otras, sino como la total interaccin de varias, sin que entre ellas una llegue a ser el objeto de la otra. Como autor y narrador de esta obra no intentar subordinar los discursos y las verdades histricas de las fuentes a mi propio discurso y a mi propia concepcin de verdad. En vez de explicar las historias indgenas, lo que implicara reducirlas a mis propias categoras y en-tenderlas de acuerdo con mi propia concepcin de la verdad histrica, intentar comprenderlas, lo que implica reconocer su radical alteridad e intentar conocer

    Bajtin, Problemas de la potica de Dostoievski, 0. En un sentido similar, la teora constructivista de la historia propone que la historiografa no es nunca una observacin directa del pasado, sino la explicacin de observaciones del pasado. En palabras de Alfonso Mendiola: nosotros no explicamos el pasado; explicamos observaciones sobre el pasado o, ms bien, explicamos el pasado slo en la medida en que lo hemos considerado a la luz de algn tipo de descripcin o especificacin verbal. Esta posicin, que el autor llama el giro historiogrfico, implica tambin reconocer que nuestras obras de historia son igualmente obser-vaciones construidas del pasado, y que como tales no lo reflejan directamente. Mendiola, El giro historiogrfico: la observacin de observaciones del pasado, 1-1. Bajtin, Problemas de la potica, .

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  • 18 Los orgenes de Los puebLos indgenas deL vaLLe de mxico

    su punto de vista sin reducirlo al mo, aceptando que estoy lidiando con una con-ciencia independiente e irreductible, duea de su propia visin del mundo y de su propia verdad. Por ello en esta obra presentar, sumar y combinar los relatos de las fuentes histricas con el objetivo de reconstruir su polifona original y de comprender el sentido que tenan estas historias para los hombres que las produje-ron. Detrs de esta posicin hay una conviccin tica que define el propio Bajtin:

    El autor, mediante toda la estructura de la novela, no habla acerca del hroe, sino con el hroe. No puede ser de otra manera: slo una orientacin dialgica y participativa toma en serio la palabra ajena y es capaz de apreciarla como una postura que tiene un sentido, como otro punto de vista.9

    Para poder entablar este dilogo con las fuentes indgenas y espaolas, tendr que aadir mi propia voz de historiador profesional del siglo xxi a su coro de vo-ces. Por ello, utilizar las herramientas crticas desarrolladas por la historiografa moderna, as como las formas de anlisis simblico y cultural propuestas por la antropologa, la mitologa, la crtica literaria y la lingstica, pero no lo har con el fin de explicar las tradiciones histricas indgenas, o de descalificar su verdad, sino con el objetivo de negociar una verdad comn a nuestras diferentes tradi-ciones, una verdad histrica que, como el concepto de la idea en Dostoievski, puede surgir nicamente del dilogo y la interaccin:

    El pensamiento humano llega a ser pensamiento verdadero, es decir, una idea, slo en condiciones de un contacto vivo con el pensamiento ajeno encarnado en la voz ajena, es decir, en la conciencia ajena expresada por la palabra. La idea se origina y vive en el punto de contacto de estas voces-conciencias.10

    Ms ALL dE LA dicotoMA ENtrE historiA y Mito

    Una historia dialgica y polifnica como sta debe utilizar, por necesidad, una hermenutica diferente de las que se han utilizado tradicionalmente para contar y reconstruir la historia del origen de los altpetl del valle de Mxico y que pueden clasificarse a grandes rasgos en histricas y mticas.11

    9 Bajtin, Problemas de la potica, 95. Las cursivas son mas.10 Bajtin, Problemas de la potica, 125.11 Para una breve historia de estas contrastantes hermenuticas, vase mi artculo, Navarrete Lina-res, Las fuentes de tradicin indgena ms all de la dicotoma entre historia y mito.

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  • 19cmo contar una historia muchas veces contada

    Los autores que piensan que las fuentes son plenamente histricas las han utili-zado como minas de datos polticos, geogrficos, biogrficos y cronolgicos para reconstruir la verdadera historia de los altpetl. Al hacerlo han proyectado a las historias indgenas las nociones de verdad, de tiempo y de espacio, de persona-lidad y de acontecimiento propias de la historia occidental, lo que ha resultado profundamente distorsionador pues, como veremos a lo largo de esta obra, las tradiciones histricas indgenas tenan concepciones muy diferentes a las nuestras en cada uno de estos terrenos. Por esta razn, las lecturas histricas de las fuentes se han encontrado con contradicciones y problemas insalvables al tratar de esta-blecer una cronologa nica de los sucesos, al tratar de identificar a los verdade-ros personajes individuales que vivieron en una poca,12 y al tratar de distinguir los acontecimientos reales de los sobrenaturales e increbles, as como de sus arquetipos divinos y sus repeticiones rituales.1

    En contraste con esta hermenutica, considero que para intentar encontrar las verdades histricas en las tradiciones histricas indgenas es necesario tomar en cuenta su contexto cultural y comprender su funcionamiento, empezando por la manera en que construan su veracidad y su autoridad. Por ello en el captulo 2 de este libro propondr un modelo de funcionamiento de las tradiciones hist-ricas indgenas.

    Paralelamente, a partir del auge de la antropologa a fines del siglo xix, otros autores han considerado que las fuentes contienen relatos esencialmente mticos que deben ser interpretados simblicamente para descifrar sus significados im-plcitos, que son de orden religioso e ideolgico.

    Mi primera objecin a esta hermenutica se centra en el concepto mismo de mito. La distincin entre mito e historia surgi en Grecia en el siglo v a. C., con el nacimiento mismo de la historia como el relato pretendidamente verda-dero y fidedigno del pasado. En La guerra del Peloponeso Tucdides calific como mitos todos los relatos sobre el pasado transmitidos por tradicin oral, a los que consider poco confiables por venir de antao y ser inverificables por testi-gos directos, y los distingui de esta manera del discurso enteramente confiable y verificable de su historia.1

    12 Vase al respecto la discusin de Lpez Austin sobre la figura de Quetzalcatl, Hombre-Dios. Religin y poltica en el mundo nhuatl.1 Entre los grandes exponentes de esta forma de leer las fuentes en el siglo xx se cuentan Paul Kirchhoff, Wigberto Jimnez Moreno y Nigel Davies; ms recientemente una lectura histrica de las historias de migracin ha sido planteada por Michael Smith. Las mltiples obras de estos autores estn citadas en la bibliografa.1 Detienne, La invencin de la mitologa, 0-5.

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  • 20 Los orgenes de Los puebLos indgenas deL vaLLe de mxico

    Desde entonces, historia y mito han constituido lo que Reinhart Koselleck ha definido como conceptos contrarios asimtricos; es decir, un par de concep-tos, como civilizado-brbaro, cristiano-pagano, humano-inhumano, que derivan su significado de su contraste, pues el concepto subordinado es definido como inferior y contrapuesto al superior y se utiliza para excluir de esa clase a un grupo de personas o fenmenos.15

    De acuerdo con esta dictoma, la historia, la antropologa, o cualquier otro discurso que se pretenda cientfico y racional, califica como mtico otro discurso que, generalmente, pertenece a un grupo humano o social distinto (y frecuen-temente subordinado poltica o culturalmente al grupo al que pertenecen los practicantes del primer discurso). Al imponer esta clasificacin el discurso do-minante se reserva el monopolio de la precisin, la escritura, la razn, la verdad y la moral, y atribuye a su contraparte las caractersticas opuestas, como la va-guedad de la tradicin oral, las formas de pensamiento mtico o no racional, la falta de veracidad e incluso la inmoralidad. Marcel Detienne ha reconstruido con detalle, y agudo sentido de la irona, la historia de esta contraposicin desde los griegos hasta el siglo xx con el objetivo de demostrar que la mitologa es una invencin del discurso histrico y racional.1

    El primer estudioso en calificar como mitos las historias de origen de los alt-petl del valle de Mxico fue Eduard Seler, quien afirm que los mexicas eran un pueblo sin historia, pues carecan de escritura, y que por ello haban proyectado hacia el pasado, en Aztlan y en la migracin, la realidad que vivan en Mexico-Tenochtitlan, razn por la cual sus relatos no tenan ningn valor de verdad histrica.1 Posteriormente, una postura similar ha sido adoptada por otros his-toriadores como Michel Graulich1 o Enrique Florescano.19

    El anlisis de las historias de los altpetl como mitos implica varios procedi-mientos hermenuticos. El primero es la falsificacin. Los estudiosos parten de la premisa de que los discursos mticos son por definicin falsos, ya sea porque contienen elementos sobrenaturales o patentemente inverosmiles o porque, aun en el caso de que contengan elementos verosmiles, stos tienen un valor simb-lico y no referencial; es decir, se relacionan con creencias o arquetipos religiosos y polticos, y no con eventos acontecidos realmente en el pasado. Como esta

    15 Koselleck, Semntica histrico-poltica de los conceptos contrarios asimtricos.1 Detienne, La invencin.1 Seler, Dnde se encontraba Aztlan, la patria [original] de los aztecas?.1 Mythes et rituels du Mexique ancien prhispanique.19 Los paradigmas mesoamericanos que unificaron la reconstruccin del pasado...

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  • 21cmo contar una historia muchas veces contada

    descalificacin convierte los relatos de las fuentes en un discurso sin verdad y sin sentido aparentes, el anlisis mitolgico procede a construir una nueva verdad por medio de la reconstruccin del sentido oculto del mito. De esta manera va ms all del contenido explcito de los relatos e incluso, en ciertos casos, de la conciencia e intenciones de sus autores, para alcanzar una verdad supuestamente ms profunda, la del significado del mito en su contexto cultural o su funciona-miento como una ideologa poltica.

    Por otro lado, al asumir que los mitos son invenciones ideolgicas y no dis-cursos referenciales sobre el pasado, se hace necesario construir historias alter-nativas sobre la invencin de los discursos mticos, proponiendo por ejemplo, como lo hizo Seler, que la historia de la migracin mexica fue inventada cuan-do este pueblo ya se encontraba en Mexico-Tenochtitlan, con el fin de cumplir ciertas necesidades ideolgicas de legitimacin. Estas historias de invencin, sin embargo, suelen ser indemostrables y muestran un entendimiento exce-sivamente simplista del funcionamiento ideolgico de los discursos sobre el pasado.20

    A lo largo de este libro veremos que en el discurso histrico de las fuentes los contenidos simblicos son, sin duda, abundantes, pero que no se contraponen con la funcin referencial. Es decir, que la descripcin de un evento puede estar cargada de alusiones religiosas e ideolgicas, sin que eso implique que el evento no haya acontecido. Particularmente en los casos de rituales polticos, como los que acompaaron la partida de los pueblos de su lugar de origen, o la fundacin definitiva de sus altpetl, el contenido simblico y religioso fue inseparable de los acontecimientos en el momento mismo en que stos sucedieron.

    De manera ms general, se puede afirmar que por partir de una descalificacin del discurso que analizan y de sus portadores, estos procedimientos de falsifica-cin e interpretacin hacen virtualmente imposible establecer una relacin dia-lgica con ellos y colocan al autor moderno y su interpretacin como la nica fuente de verdad.21

    Igualmente, las interpretaciones mticas deshistorizan tanto los discursos sobre el pasado contenidos en las fuentes como a las propias sociedades indgenas. Al

    20 Sobre este tema, vase mi artculo,La migracin mexica: invencin o historia?.21 Esto no es siempre el caso, pues existen formas de anlisis mitolgico, como las de Alfredo Lpez Austin, que utilizan el anlisis simblico y de contextualizacin cultural no para construir explicaciones monolgicas, sino para intentar reconstruir la conciencia cultural ajena y entender los discursos sobre el pasado como productos de la realidad de los grupos sociales que los generaron. Lpez Austin, Los mitos del tlacuache. Caminos de la mitologa mesoamericana.

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  • 22 Los orgenes de Los puebLos indgenas deL vaLLe de mxico

    leer las narraciones histricas indgenas como repeticiones de arquetipos reli-giosos, simblicos e ideolgicos las sustraen del tiempo y del devenir histricos. Suelen ignorar de esta manera los cambios que experimentaron las sociedades indgenas y sus tradiciones histricas y la manera en que transformaron los ar-quetipos religiosos, simblicos e ideolgicos para adaptarlos a sus cambiantes circunstancias.

    LAs historiAs quE hAcEMos todos

    Ante las debilidades inherentes a estas dos hermenuticas, me parece que es ne-cesario abandonar la dicotoma entre historia y mito. Esto implica el reconoci-miento de que todos los discursos que las sociedades humanas construyen sobre su pasado combinan elementos referenciales con contenidos simblicos que se refieren a realidades del presente, a entidades sobrenaturales y creencias religio-sas y que sirven para definir identidades colectivas. Por ello, todos son objeto de distorsiones o manipulaciones polticas, religiosas e identitarias.

    Esta caracterizacin debe aplicarse, en primer lugar, a nuestra historia aca-dmica moderna pues, desde sus orgenes en el siglo xix, ha estado vinculada orgnicamente al Estado y ha generado y alimentado continuamente las histo-riografas nacionalistas que han contribuido a la consolidacin poltica e iden-titaria de los Estados-nacin contemporneos.22 Igualmente, puede aplicarse a las historias de los altpetl del valle de Mxico, que servan como herramientas ideolgicas para consolidar el poder de las elites en cada entidad poltica, as como para definir la identidad colectiva de la comunidad o grupo al que perte-necan y para defender sus derechos territoriales y polticos.

    Desde esta perspectiva, podemos comparar las historias de los altpetl nahuas del periodo posclsico tardo con otros discursos histricos que conocemos bien y que practicamos, y a veces criticamos, en nuestras sociedades contemporneas: las historias oficiales.2 Este tipo de relatos sobre el pasado se producen desde el poder, o bajo patrocinio del poder, con el fin principal de legitimarlo; igualmen-te se utilizan para definir la identidad tnica o cultural de las entidades polticas a las que pertenecen y, finalmente, dan una gran importancia a las narraciones sobre los orgenes, pues stos sirven como smbolo y garanta de la autenticidad y legitimidad de la entidad poltica y como fuente de su identidad.2

    22 Hartog, Rgimes dhistoricit-Presentisme et experiences du temps, 1-15.2 Lewis, La historia recordada, rescatada, inventada.2 Friedman, Myth, History and Political Identity, 19-19.

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  • 23cmo contar una historia muchas veces contada

    Las historias oficiales funcionan como discursos persuasivos; es decir, descri-ben el pasado con el fin de convencer a sus receptores de que acepten la verdad de sus argumentos y por ello estn sujetas a todo tipo de manipulaciones, que van desde la exageracin y embellecimiento de ciertos acontecimientos y personajes, hasta la supresin de otros, adems del uso simblico del pasado para hablar de realidades en el presente.

    Sin embargo, por ms manipulados y tendenciosos que sean, estos relatos tambin tienen que hacer referencia a las realidades histricas y sociales del pasado y del presente donde operan, pues su efectividad persuasiva depende de que se relacionen efectivamente con ellas y de que sean aceptados como veraces por sus receptores. Por otro lado, la coexistencia de diversas historias oficiales, pertenecientes a entidades polticas distintas, o a grupos distintos en el seno de cada entidad, acota los mrgenes de manipulacin de cada una de ellas, pues sirve de referencia inevitable al momento de comparar las diferentes versiones sobre el pasado.

    Desde esta perspectiva, al tratar con las tradiciones histricas indgenas nos encontraremos en el mundo gris de las visiones parciales, de las verdades ne-gociadas y de las manipulaciones ideolgicas: el mismo mundo en que nos movemos al contar y criticar los discursos oficiales sobre la historia de nuestras entidades polticas.

    Esta conclusin muestra que un enfoque dialgico debe evitar la idealizacin tanto como la descalificacin. Tratar al discurso de las fuentes histricas ind-genas en un plano de equidad con el de nuestras propias tradiciones histricas contemporneas implica, precisamente, someterlo a la misma crtica y distancia que solemos aplicar a ellas, desentraar su vinculacin con el poder poltico, desmenuzar sus argumentos ideolgicos, develar sus intenciones legitimadoras, definir y criticar los conceptos polticos que utiliza.

    Los coNcEptos poLticos iNdgENAs

    Para comprender ms cabalmente el funcionamiento ideolgico y legitimador de estos discursos sobre el pasado, as como la manera en que construan sus verda-des, es preciso reconstruir el significado y dinmica de los conceptos histricos clave que utilizaban como altpetl, tolteca, chichimeca y bien cultural. Analizar el significado lingstico y los cambiantes contenidos sociales, cultu-rales y polticos de estos conceptos es indispensable para comprender el tema mismo de las historias, que tratan precisamente de cmo las entidades polticas indgenas se constituyeron como altpetl a partir de la combinacin de bienes

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  • 24 Los orgenes de Los puebLos indgenas deL vaLLe de mxico

    culturales toltecas y chichimecas; tambin permitir evitar los equvocos que re-sultan de la proyeccin de nuestros propios conceptos polticos a las realidades mesoamericanas.25

    El altpetl

    El altpetl era una entidad poltica independiente, generalmente del tamao de una ciudad-Estado, es decir, estaba constituido por un centro de poblacin y sus territorios aledaos.2 En el siglo xvi existan probablemente ms de cincuenta altpetl en el valle de Mxico, de muy distinto tamao y podero, pero todos ellos poltica y tnicamente autnomos y con las caractersticas que definiremos a continuacin.2

    El trmino nhuatl altpetl significa literalmente cerro agua. Semnticamente se trata de un difrasismo que se compone de las palabras atl, agua y tepetl, cerro.2 Los difrasismos eran un recurso retrico nhuatl que conjuntaba dos trminos para hacer alusin metafrica a un mbito social o cultural.29 As por ejemplo el difrasismo el agua, la hoguera aluda a la guerra; el agua, el meta-te, a la mujer; o el ahuehuete, la ceiba, a los antepasados. En el caso de cerro agua el uso del difrasismo se generaliz tanto que se convirti en una nueva palabra singular.0 De acuerdo con la gramtica nhuatl, la fusin de atl y tepetl debera producir atepetl, pero la forma altpetl es un arcasmo que indica que esta lexicalizacin se realiz muy tempranamente y es testimonio de la antigedad de este concepto poltico en la cultura nhuatl.1

    El concepto altpetl hace alusin directa a dos elementos esenciales para cual-quier entidad poltica mesoamericana: el cerro sagrado que era considerado el

    25 Para la definicin de los conceptos histricos indgenas me he inspirado en las consideraciones metodolgicas de Koselleck, quien afirma que stos son tanto realidades lingsticas como realidades sociales e histricas, y que sirven tanto para describir la sociedad como para orientar el comporta-miento humano, por lo que su historia debe combinar el anlisis semntico con el anlisis histrico y social. Koselleck, Historia conceptual e historia social.2 Lockhart, The Nahuas after the Conquest, 1-15.2 Calnek, Patterns of Empire Formation in the Valley of Mexico, Late Postclassic Period, .2 Aunque altpetl se traduce literalmente agua cerro, en las palabras compuestas en nhuatl se colocan siempre al final, por lo que la traduccin ms correcta es cerro agua.29 Montes de Oca, Los difrasismos: una aproximacin lingstica, -9.0 Aunque en ciertas expresiones se separaban sus elementos constitutivos, como cuando se deca in imauh in intepeuh, literalmente su agua, su cerro, para decir su altpetl.1 Comunicacin personal de Mercedes Montes de Oca, 19 de agosto de 200.

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  • 25cmo contar una historia muchas veces contada

    lugar de residencia de la deidad patrona, y muchas veces de los antepasados, y el manantial, u otra fuente de agua, que permita la subsistencia fsica y agrcola de sus pobladores. Respecto a la compleja relacin entre los cerros y el agua, fray Bernardino de Sahagn explica lo siguiente en su Historia general de las cosas de la Nueva Espaa:

    Aqu, los hombres de Nueva Espaa, los antiguos hombres decan de stos [los ros], que de all vienen, que de all vienen del Tlalocan, puesto que son su propiedad, puesto que de l sale la diosa cuyo nombre es Chalchiuhtlicue, la de la falda de jade. Y decan que los cerros son slo fingidos, slo por encima son terrosos, pedregosos, que slo son como vasijas, como casas que estn re-pletas de agua. Y si en algn tiempo se quisiera destruir los cerros [pensaban que] se anegara su mundo.

    Y as nombraron a [los lugares] en donde viven los hombres, altpetl [cerro agua]. Les llamaban a stos, altpetl y a stos [los ros] atyatl, puesto que de all resbala del interior del cerro; puesto que de all viene, viene saltando Chalchiuhtlicue, la de la falda de jade.2

    Este pasaje nos da indicios respecto a la densidad cultural del concepto poltico de altpetl, pues muestra su vinculacin con los mbitos social, natural y sobre-natural.

    En el terreno social, los espaoles, en el siglo xvi comprendieron claramente las dimensiones polticas de este concepto. Por ello, fray Alonso de Molina, en su diccionario nhuatl-espaol, tradujo la palabra como pueblo, o rey. En otros documentos de la poca, altpetl era traducido comnmente como ciudad o poblado, aunque James Lockhart ha sealado atinadamente que el concepto indgena no distingua entre centros urbanos y campo y que se refera a la tota-lidad del territorio de la entidad poltica, as como a sus grupos constitutivos.

    Como indica la definicin de Molina, un altpetl consista tanto en un gober-nante como en una poblacin. El gobernante deba ser un tlatoani, debidamente coronado, y perteneciente a un linaje reconocido como legtimo por su propia po-blacin y tambin por los linajes de gobernantes que regan los altpetl vecinos.5

    2 Castillo Farreras, Estructura econmica de la sociedad mexica, 5. Molina, Vocabulario, r. Lockhart, The Nahuas after the Conquest, 19.5 La palabra tlatoani (plural tlatoque) es traducida normalmente como rey o gobernante y sig-nifica literalmente el que habla o dice algo, refirindose a la capacidad de mando de los gobernantes

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  • 26 Los orgenes de Los puebLos indgenas deL vaLLe de mxico

    Por esa razn las tradiciones histricas de cada altpetl cuentan con gran detalle el origen de su dinasta gobernante e intentan demostrar su legitimidad, general-mente resultado de la combinacin de linajes de tlatoque toltecas y chichimecas.

    Por otro lado, la poblacin de un altpetl tena una identidad tnica comn y reconocible, que la diferenciaba de las de otras entidades polticas. Esta iden-tidad, sin embargo, nunca era monoltica, pues todos los altpetl estaban inte-grados por grupos ms pequeos, que podan ser otros altpetl subordinados o grupos corporativos llamados calpulli o tlaxilacalli. Por ello, las historias de los altpetl narran con gran detalle cmo se constituy esta identidad comn, por encima de los orgenes particulares y de las diferencias entre los distintos grupos que se integraron a la entidad poltica a lo largo del tiempo.

    El altpetl tena, igualmente, un territorio y un centro sagrado. Este terri-torio era la base de la existencia de la entidad poltica, pues le permita man-tener su autonoma econmica y poltica. Respecto a la primera cuestin, las historias de los altpetl cuentan cmo sus pobladores aprendieron a explotar los recursos particulares de los ecosistemas de su territorio, de acuerdo con las tradiciones toltecas y chichimecas, y de esta manera vincularon de manera irreversible su identidad tnica con l. Respecto a la segunda, narran cmo adquirieron su independencia y cmo la defendieron frente a sus vecinos y rivales, tanto por medio de enfrentamientos blicos como por medio de pactos y alianzas dinsticas.

    Sin embargo, la significacin del territorio iba ms all de estos aspectos hu-manos y materiales, pues los rituales y milagros realizados durante la fundacin del altpetl, que eran narrados detalladamente por las historias, establecan un profundo vnculo simblico y religioso entre ste y la poblacin, el gobier-no y el dios patrono de la entidad poltica. Igualmente, al relatar los sucesos que haban acontecido en diferentes puntos de dicho territorio, las tradiciones histricas indgenas convertan el paisaje en una realidad histrica, divina y humana. Los rituales y las fiestas realizados peridicamente en diversos puntos del territorio reactualizaban ese vnculo y as establecan una relacin directa con el pasado del altpetl. De esta manera construan un paisaje humanizado y ritual donde la topografa natural, los movimientos del Sol y de otros astros y las marcas humanas, como asentamientos y edificaciones rituales, constituan un conjunto lleno de significados simblicos y religiosos, inseparable de la iden-tidad del altpetl.

    y a su papel de intermediarios entre los hombres y los dioses. Sobre este trmino, vase Lpez Austin, Organizacin poltica en el altiplano central de Mxico durante el Posclsico.

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  • 27cmo contar una historia muchas veces contada

    El vnculo religioso entre el altpetl y su territorio adquira su mayor fuerza en el centro sagrado del mismo, el templo del dios patrono que se levantaba en la ciudad capital. Este templo era considerado el centro del cosmos y como tal constitua un axis-mundi, un eje csmico ritual por medio del cual los hombres podan comunicarse con otros niveles del mundo, como el cielo y el inframundo. Igualmente organizaba el territorio del altpetl en un centro y cuatro rumbos perifricos, es decir en un cosmos ordenado de acuerdo con el paradigma del quincunce, tan caro a la cosmovisin mesoamericana desde miles de aos atrs, y que siempre estuvo asociado al poder poltico y religioso.

    Otro elemento esencial de un altpetl era su dios patrono. Esta deidad parti-cular del grupo resida en el templo de la ciudad y se identificaba con el cerro sagrado del altpetl. Sin embargo, su presencia y su accin no se reducan a lo que nosotros consideramos el mbito sobrenatural. Las historias de cada alt-petl contaban que la deidad tutelar haba acompaado al pueblo desde su remoto lugar de origen y a todo lo largo de su migracin hasta el territorio donde ella misma haba decidido que habran de establecerse y fundar su entidad poltica. Ah haba protagonizado los milagros de fundacin y as haba consagrado el espacio humano, natural y sagrado del altpetl. Posteriormente el dios patrono haba continuado jugando un papel clave en la vida de la entidad poltica, dando rdenes a sus gobernantes y fuerza militar a sus ejrcitos, garantizando la ferti-lidad de sus cosechas y la continuidad de las lluvias, a cambio de las ofrendas y sacrificios que le haca su pueblo.

    Otro componente fundamental de todo altpetl era una tradicin histrica propia que narraba sus orgenes y la manera en que haba adquirido todos los otros elementos humanos, naturales y sobrenaturales que lo constituan. Cada altpetl se conceba a s mismo como una entidad poltica plenamente histrica, establecida en un lugar determinado en el espacio y en un momento particular en el tiempo, tras un largo y complejo proceso de transformaciones culturales, sociales, naturales y sobrenaturales. Como tal, era poseedor de una cuenta ca-lendrica propia y de una tradicin histrica particular que reflejaba y confirma-ba su autonoma, su identidad y su legitimidad tanto a los ojos de sus propios pobladores como ante los de sus vecinos y rivales. Por ello puede decirse que las historias no describan el altpetl desde fuera, sino que lo constituan desde adentro.

    Como podemos ver, el concepto de altpetl englobaba a la vez una realidad social concreta e identificable, lo que nosotros llamamos una entidad poltica, elementos naturales, como los cerros, manantiales y ecosistemas que constituan su territorio, y tambin elementos sobrenaturales, como su dios patrono y su

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  • 28 Los orgenes de Los puebLos indgenas deL vaLLe de mxico

    paisaje ritual. Por ello si queremos comprender ms cabalmente las historias de los orgenes de los altpetl debemos dejar de lado las distinciones que hacemos habitualmente entre cultura y naturaleza, as como entre naturaleza y sobrenatu-raleza, para intentar comprender la manera en que estos mbitos se integraban en las historias nahuas. Esta perspectiva de anlisis nos ayudar tambin a superar la dicotoma entre historia y mito que identifica a la primera con lo social y al segundo con lo sobrenatural.

    Hasta ahora he hablado del altpetl como si fuera nicamente una entidad local y autocontenida. Sin embargo, los diferentes altpetl del valle de Mxico formaban parte de un sistema ms amplio de interdependencia poltica, econ-mica y cultural. En primer lugar, para poder funcionar plenamente como tal, cada altpetl requera del reconocimiento de sus altpetl vecinos. Por otro lado, los altpetl competan entre s por el control del territorio y de los recursos rela-tivamente escasos de la regin. De igual modo intercambiaban constantemente grupos y personas, desde los humildes calpulli de campesinos que emigraban de uno a otro, hasta los miembros de sus linajes gobernantes que se casaban entre s para establecer alianzas dinsticas. Adems, comerciaban continuamente, inter-cambiando los productos de sus respectivos hbitats naturales, por ejemplo, los alimentos lacustres de Mexico-Tenochtitlan y de Xochimilco por la piedra y la madera de las regiones montaosas de Chalco, o los productos de maguey de los seoros tepanecas como Azcapotzalco y Cuauhtitlan. Al mismo tiempo, se hacan la guerra y se conquistaban, por lo que existan altpetl ms poderosos, como Azcapotzalco hasta el siglo xv, y despus Mexico y Tetzcoco, que domi-naban militar y polticamente a los ms dbiles, forzndolos a pagar tributo en bienes y servicios, aunque nunca abolan su autonoma interna ni su identidad tnica particular. Finalmente, todos los altpetl del valle de Mxico compartan elementos culturales esenciales, entre los que destacan un idioma dominante, el nhuatl, as como las identidades culturales tolteca y chichimeca y los bienes culturales que las encarnaban.

    toltecas y chichimecas

    En el siglo xvi, los pueblos del valle de Mxico y ms ampliamente los del alti-plano central compartan dos identidades culturales: la tolteca y la chichimeca.

    Los grupos toltecas se caracterizaban por habitar ciudades donde construan casas y palacios de cal y canto, por tener una forma de gobierno centralizada

    Latour, Nunca hemos sido modernos: ensayo de antropologa simtrica.

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  • 29cmo contar una historia muchas veces contada

    y altamente organizada, as como una forma de vida muy refinada. Producan adems libros pictogrficos y mapas y eran grandes artfices de la plumera, la metalurgia y otros oficios. Tambin eran hablantes de la lengua nhuatl y valora-ban mucho el uso correcto y la elegante retrica en ese idioma. Finalmente prac-ticaban la agricultura intensiva, por medio de sistemas de riego y de chinampas.

    Los toltecas habitaban generalmente las zonas lacustres y fluviales y las tierras planas, y muchas veces pantanosas, a su alrededor. El estrecho vnculo de su identidad cultural con ese medio ambiente era evidente desde su propio nombre, pues tolteca significa habitante de Tollan, y Tollan significa tular, lugar de juncias, es decir describe un entorno ecolgico acutico y pantanoso como el que exista en los lagos del valle de Mxico.

    Las fuentes histricas indgenas y espaolas describen con gran detalle las riquezas y esplendor de la ciudad de Tollan, donde se originaron los toltecas y su tradicin cultural y donde se fundaron las dinastas de tlatoque que eran here-deras y continuadoras de esa tradicin. Las descripciones de esta gran urbe y de la vida tolteca son claramente idealizadas, pues describen templos construidos enteramente de piedras y metales preciosos, cuentan que las mazorcas eran tan grandes que apenas podan ser abrazadas por una persona y que el algodn creca ya teido. Diversos investigadores han propuesto que Tollan era en realidad un arquetipo de la ciudad tolteca ideal y que existieron muchas ciudades terrestres que lo imitaron y buscaron identificarse con l.

    Los pueblos toltecas que vivan en el valle de Mxico, como los colhuas, los chalcas y los tlacochcalcas, se proclamaban herederos directos de los habitantes de esta original y gloriosa Tollan, pues sus gobernantes pertenecan al linaje fundado por el gobernante-dios Ce catl Topiltzin Quetzalcatl en esa ciudad, y porque los bienes culturales toltecas que posean les haban sido heredados por aquellos primeros toltecas.

    Los chichimecas, en contraste con los toltecas, habitaban en cuevas y en po-blados dispersos cuyos edificios estaban construidos con materiales perecederos como paja y cuero y vestan nicamente las pieles de los animales que captura-ban. Para subsistir se dedicaban fundamentalmente a la caza y la recoleccin. Su cultura material era rstica, pues se reduca a una serie de implementos bsicos como el arco y la flecha y una red llamada chitatli, donde cargaban sus escasas posesiones. Aunque las fuentes afirman que tenan reyes y gobernantes, descri-

    Sahagn, The Florentine Codex, v. , 1. Lpez Austin y Lpez Lujn, Mito y realidad de Zuyu: Serpiente emplumada y las transformaciones mesoamericanas del Clsico al Posclsico.

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  • 30 Los orgenes de Los puebLos indgenas deL vaLLe de mxico

    ben su forma de organizacin social como mucho ms sencilla y menos regimen-tada que la de los toltecas. Tambin afirman que su vida religiosa se centraba en el culto al Sol, as como en rituales de cacera y en el sacrificio de animales. En general, las fuentes del valle de Mxico coinciden en que los chichimecas habla-ban otom, o lenguas emparentadas con ese idioma.

    Esta descripcin de la rstica vida chichimeca es tan idealizada como la de la civilizada vida tolteca. Como veremos en el captulo 5, las propias fuentes nos proporcionan indicios de que los chichimecas del valle de Mxico no eran en realidad cazadores-recolectores, sino que practicaban una agricultura itinerante y poco intensiva, centrada en la roza y la quema.

    Existen diversas etimologas para la palabra chichimeca, pero ninguna es ente-ramente convincente. Una la asocia con chichi, perro, y mecatl, linaje o descen-dencia, lo que significara gente del linaje del perro. Otra lectura asocia chichi con mamar pecho o con chupar sangre. Otra ms la asocia con las guilas.9

    En el valle de Mxico los chichimecas se identificaban claramente con las zonas de pie de monte y las agrestes serranas que rodeaban los grandes lagos, pues su forma de vida, que combinaba la prctica de la agricultura de roza y quema con la caza y la recoleccin de plantas silvestres, era idnea para esos ecosistemas.

    Desde el siglo xvi hasta la fecha, los autores occidentales han interpretado es-tos conceptos complementarios como si fueran equivalentes a nuestras propias categoras de civilizados y brbaros. Esto los ha llevado a sobrevalorar la tradicin tolteca, a la que consideran una cultura ms avanzada y superior, y a subestimar la chichimeca por atrasada e inferior.

    A partir de esta identificacin y de una lectura excesivamente literal de las fuen-tes, particularmente de aquellas provenientes de Tetzcoco, se ha planteado que los pueblos del valle de Mxico practicaban originalmente la primitiva o brbara forma de vida chichimeca, pero que adoptaron la civilizada forma de vida tolteca gracias a su contacto con los pueblos toltecas de la zona. Los autores espaoles del periodo colonial, como Torquemada y Clavijero, consideraron esta transfor-macin como el paso de la barbarie chichimeca a la civilizacin y polica tolteca. En el siglo xx Paul Kirchhoff realiz una lectura antropolgica de este proceso y lo interpret como un caso de evolucin cultural.0 Esta interpretacin

    9 Reyes Garca y Gemes, La zona del altiplano central en el Posclsico: la etapa chichimeca, 21-22.0 Kirchhoff, Civilizing the Chichimecs: A Chapter in the Culture History of Ancient Mexico. Sus ideas fueron retomadas y desarrolladas por Miguel Len-Portilla en su artculo El proceso de aculturacin de los chichimecas de Xlotl.

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  • 31cmo contar una historia muchas veces contada

    ha sido aceptada generalmente por los autores que tratan de la historia de los pue-blos del valle de Mxico e incluso algunos han llegado a celebrar la milagrosa transformacin de los mexicas de una banda itinerante de cazadores-recolectores chichimecas a una poderosa civilizacin tolteca en menos de dos siglos.1

    Sin embargo, esta interpretacin no es correcta porque parte de nuestra concep-cin de la existencia de una contraposicin insalvable entre barbarie y civilizacin, y de la necesaria superacin de la primera por la segunda, y por ello nos impide reconocer que las fuentes afirman explcitamente que todos los altpetl del valle de Mxico combinaron elementos culturales chichimecas y elementos culturales toltecas para crear una identidad hbrida y complementaria. As, los grupos ms chichimecas, como los seguidores de Xlotl que se establecieron en Tenayocan, Azcapotzalco y Tetzoco, se mezclaron con los colhuas y los chalcas y recibieron de ellos muchos bienes culturales toltecas de modo que toltequizaron su cultura, su identidad y su organizacin social y poltica. Pero al mismo tiempo, los altpetl ms toltecas, como Colhuacan y Chalco, recibieron a grupos de chichimecas y sus bienes culturales de modo que chichimequizaron sus culturas. Este proceso de intercambio cultural se dio de manera simultnea y paralela entre los diferentes altpetl del valle de Mxico, de modo que podemos plantear que fue resultado de las presiones competitivas que existan entre ellos, as como de las cambiantes definiciones de legitimidad poltica y de identidad cultural que iban construyendo.

    Este intercambio fue posible porque desde la perspectiva indgena las identi-dades toltecas y chichimecas no eran concebidas como incompatibles, ni se con-sideraba que una fuera superior, o ms deseable, que la otra. Por el contrario, para funcionar plenamente como tal todo altpetl requera de ambas. Esto es particularmente evidente en el terreno ecolgico y productivo, en el cual el m-bito tolteca de las lagunas y la agricultura intensiva produca maz y otras plantas cultivadas que deban ser complementados por los productos del mbito chi-chimeca de los cerros, como madera, piedra, carne y pieles de animales, especies vegetales silvestres o maz tierno. Por ello, el territorio de casi todos los altpetl del valle de Mxico abarcaba ambos mbitos ecolgicos y culturales, y su iden-tidad era a la vez chichimeca y tolteca. De modo similar, a un nivel simblico y cultural, las virtudes toltecas, como la civilizacin, el conocimiento, la habilidad artstica, el buen hablar, deban ser complementadas por las virtudes chichime-cas, como la fuerza fsica, la valenta y la capacidad cinegtica y guerrera.2

    1 Duverger, Lorigine des aztques.2 Graulich ha sealado el gran valor que tenan en los relatos nahuas las caractersticas chichime-cas en contraposicin con las toltecas. Graulich, Aspects mythiques des peregrinations mexicas.

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  • 32 Los orgenes de Los puebLos indgenas deL vaLLe de mxico

    En suma, en el valle de Mxico no existi una transformacin evolutiva de los chichimecas en toltecas, sino un proceso de adicin y combinacin de estas dos identidades. Esto no debe sorprendernos, pues es caracterstico de la lgica cul-tural mesoamericana, donde el dualismo era fundamental y los trminos opues-tos, como cielo-tierra, fro-caliente, o masculino-femenino, no se conceban como incompatibles sino como complementarios y mutuamente necesarios. Esta lgica que Barbara Tedlock ha llamado dualismo complementario permi-te sumar e incorporar identidades diferentes en un proceso de enriquecimiento que se contrapone a la lgica occidental del dualismo analtico, en el que un trmino definido como superior debe imponerse o sustituir al otro.

    Los bienes culturales

    Los intercambios culturales e identitarios entre los toltecas y los chichimecas se dieron por medio de los siguientes mecanismos: la llegada e incorporacin de grupos portadores de alguna de las dos identidades, como los inmigrantes mexicas y colhuas de tradicin tolteca que se instalaron en Tetzcoco, o los inmi-grantes chichimecas que poblaron Chalco; la realizacin de pactos matrimoniales entre dinastas de tlatoque toltecas y chichimecas, y el intercambio de bienes culturales toltecas y chichimecas.

    Aunque el concepto de bienes culturales no existe explcitamente en las fuentes, lo he reconstruido a partir del anlisis de la naturaleza y la lgica de los intercambios culturales e identitarios entre toltecas y chichimecas. De acuerdo con mi reconstruccin, los bienes culturales consistan en costumbres, rituales, tecnologas y prcticas culturales que pertenecan a un grupo particular y tam-bin en los derechos polticos, dinsticos y religiosos necesarios para emplearlos. Entre los bienes culturales toltecas se contaban la agricultura en general as como la agricultura intensiva basada en la irrigacin y las chinampas; la escritu-ra y la elaboracin de libros pictogrficos, mapas y catastros; el sacrificio humano y ciertas formas de culto a los dioses; los oficios suntuarios como el trabajo de la pluma o los metales, as como la vida en ciudades y las formas de gobierno que emulaban la vida en Tollan. Los bienes culturales chichimecas eran, entre otros, las distintas formas de cacera y de recoleccin, la valenta en la guerra y el m-petu conquistador, los rituales de flechamiento, el sacrificio animal y el culto al Sol, la utilizacin de ropas de piel y la vida en cuevas.

    Lpez Austin, Los mitos del tlacuache. Caminos de la mitologa mesoamericana. B. Tedlock, Time and the Highland Maya, .

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  • 33cmo contar una historia muchas veces contada

    Los bienes culturales son realidades multidimensionales que no deben re-ducirse nicamente a los elementos tecnolgicos que los componen, como tendemos a hacer a partir de nuestras propias concepciones del progreso mate-rial. Por ejemplo, cuando las fuentes nos dicen que los chalcas ensearon a los acolhuas de Tetzcoco y Coatlichan a plantar el maz, este intercambio no debe interpretarse nicamente, como ha sido hasta la fecha, como una transferen-cia tecnolgica que permiti a stos aprender a cultivar, sino tambin como la transferencia de un derecho poltico y religioso a practicar cierto tipo de agri-cultura, as como, probablemente, de ciertas semillas sagradas que constituiran el corazn del maz de los acolhuas y de ciertos rituales que deban acompa-ar su utilizacin; otra dimensin de esta transferencia fue el establecimiento de una relacin de alianza dinstica y de intercambio recproco entre estas dos entidades polticas.5

    Por ello, los bienes culturales, al igual que el altpetl y las identidades cultura-les tolteca y chichimeca, combinaban elementos polticos, religiosos, culturales y naturales. Por medio de su intercambio, los altpetl del valle de Mxico cons-truyeron una compleja red de alianzas dinsticas y polticas que fueron la base del sistema poltico-econmico que los integr.

    LAs ForMAs dE LA historiA

    A lo largo de este libro veremos cmo las historias de origen de los altpetl del valle de Mxico utilizan estos conceptos fundamentales y los despliegan en el tiempo y en el espacio, modificndolos y combinndolos. Puede decirse que estos conceptos no funcionan como los arquetipos rgidos e inmutables propios del mito, sino como instrumentos polticos y culturales que se adap-tan a las cambiantes realidades y necesidades de los grupos humanos que los utilizan. Por ello, entender la especificidad y la historicidad de los conceptos polticos que articulan las historias indgenas nos permitir reconocer ms cabalmente la historicidad de estos relatos y dialogar con ellos de una manera ms compleja.

    De esta manera podremos comprender las formas en que las tradiciones hist-ricas indgenas articulaban el tiempo de modo tal que su pasado adquira sentido y defina la identidad de los grupos humanos en el presente y as les permita actuar en l con una expectativa hacia su futuro. Esta relacin particular entre pasado, presente y futuro se puede analizar a partir del concepto de rgimen

    5 Esta interpretacin ser desarrollada en el quinto captulo.

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  • 34 Los orgenes de Los puebLos indgenas deL vaLLe de mxico

    de historicidad, desarrollado por Franois Hartog con base en las reflexiones de Claude Lvi-Strauss, Marshall Sahlins y Koselleck.

    En el rgimen de historicidad de los pueblos nahuas del periodo posclsico, el altpetl era el centro del devenir histrico y temporal, pues su conformacin y transformaciones en el tiempo servan para articular el pasado con el presente, mientras su continuidad orientaba las acciones de sus miembros hacia el futu-ro. Por ello los actores histricos, desde el dios patrono hasta los gobernantes, pasando por el conjunto del pueblo, adquiran significacin en la historia nica-mente en cuanto contribuan a la formacin, transformacin y continuacin de la entidad poltica.

    Igualmente, los eventos que se registraban en la historia eran aquellos que afectaban al altpetl, a su organizacin y gobierno, a su identidad, a su territorio y a su autonoma poltica. Estos eventos podan ser polticos, como el ascenso de un gobernante al trono o el establecimiento de un pacto dinstico; rituales, como la realizacin de una fiesta de atadura de aos al fin de un periodo de 52 aos; sociales, como la adopcin de un bien cultural tolteca o chichimeca; sobrenatu-rales, como la manifestacin de un dios, e incluso naturales, como la ausencia o presencia de lluvia, pero todos importaban en cuanto afectaban a la entidad poltica y se vinculaban con su destino.

    A mayor profundidad, la historia del altpetl configuraba el tiempo mismo, pues cada pueblo tena una cuenta propia de los aos que se haba iniciado en el momento del comienzo de su migracin al salir de Chicomztoc, haba conti-nuado ininterrumpidamente hasta el presente y, en teora, habra de seguir hacia el futuro, mientras sobreviviera el altpetl. El altpetl configuraba tambin el espacio donde se desarrollaba la historia, tanto antes de la fundacin, cuando la bsqueda de un lugar dnde establecerse haba sido el principal objetivo de los pueblos en migracin, como despus de sta, cuando el templo de la entidad po-ltica se haba convertido en el centro csmico alrededor del cual se articulaban los cuatro rumbos del universo.

    Por otra parte, el altpetl se relacionaba con otros niveles y realidades en el cosmos, tanto pasados como presentes. En primer lugar, la historia del altpetl, su surgimiento, sus transformaciones y su eventual, e inevitable, destruccin, reproducan y se hacan eco de la historia csmica en la que el mundo haba sido creado y destruido varias veces. Adems, como entidad poltica, el altpetl se

    Hartog, Rgimes dhistoricit-Presentisme et experiences du temps. En su anlisis de las historias mexicas Elizabeth Boone ha llegado a conclusiones muy similares, Stories in Red and Black, 19.

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    LILIResaltar

  • 35cmo contar una historia muchas veces contada

    organizaba a partir del modelo tolteca, y de esta manera se conceba como una repeticin, o encarnacin, de la arquetpica ciudad de Tollan. Tambin su dios patrono se relacionaba con los otros dioses patronos y con las dems deidades en un complejo juego de correspondencias en que las jerarquas entre las entida-des polticas humanas reflejaban, y determinaban, las jerarquas entre las enti-dades divinas. Finalmente, el altpetl no era slo una entidad social, sino tambin un territorio ritualizado y humanizado, un cerro y una fuente de agua, un ecosis-tema explotado por el grupo de acuerdo con su identidad cultural, y su existencia y continuidad eran evidentes en ese paisaje transformado por el hombre.

    A lo largo de las siguientes pginas veremos cmo funcionaba este rgimen de historicidad y cmo los altpetl del valle de Mxico se constituyeron en el tiempo y en el espacio, a la vez que construyeron unas elaboradas tradiciones histricas para narrar su origen y su devenir.

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