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Soy Normalista Mónica Olivares: DeDicación, OrgullO y aula:

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Soy NormalistaMónica Olivares: DeDicación, OrgullO y aula:

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◊soy normalista bárbara urrutia badilla

© Bárbara Urrutia Badilla 2013 © Diplomado de Diseño Editorial, U. de Chile

Este libro de terminó de realizar en agosto de 2013.isbn: 123-456-789-0123-456-7rpi: 234.564

Universidad de Chile, Escuela de Postgrado Marcoleta 84, Santiago, Chile.

Edición Bárbara Urrutia + Nicolás Rojas Inostroza

Diseño EditorialBárbara Urrutia

Impreso en Chile.

Prohibida la reproducción parcial o total de este texto sin la autorización explícita de los autores.◊

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Soy NormalistaMónica Olivares: DeDicación, orgullo y aula

Bárbara Urrutia Badilla

» E D I T O R I A L «

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S

A las de hoy, a las ayer, a las que quedaron en la memoria,

a las esforzadas, a las rebeldes, a las ordenadas.

A Mónica, a Elisabeth, a Patricia, a las que educaron y formaron

el legado del ayer que es el presente de hoy en día.

S

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�presentación | 1

Bárbara Urrutia

yo | 2Mónica Olivares

tú | 3Franz Arancibia

él | 4Rodrigo Tobar

ella | 5Mª Eugenia Provoste

nosotras | 6Adelaida Paredes

vosotras | 7Ana Mª Bustamante

ellas | 8Elisabeth Badilla

ellos | 9Familia Marini

epílogo | 10Mª Isabel Orellana

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maestra de nacimiento. Nacida en Santiago, 1948, Profesora Normalista. Ha dedicado su vida a la educación y ya pudiendo jubilar, sigue en pie

por la lucha de la educación en diversos colegios vulnerables.

• Le gusta cantar, el teatro y se considera afortunada.

Yo,Mónica Olivares

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» yo, mónica «

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Mónica Olivares

La Escuela Normal era como un hogar. Yo estaba en la Nº2. En ella postulaban muchas niñas para quedar solamente en dos cursos.

Desde el primer día te iban haciendo exámenes. Uno de los primeros era cantar. Si tu tenías buena voz, pasabas y así, muchas pruebas… hasta que al final quedaba la gente que se creía que tenía mayores condiciones porque antes se decía que “las profesoras tenían que estar preparadas para todo”. Entrábamos muy pequeñas, a los once años. Todos los días debíamos recitar con nuestras profesoras una canción que no se me olvidará nunca: “Usted va a ser profesora, usted va a ser modelo para sus niños”. Teníamos tan internalizado eso que sabíamos que íbamos a ser muy importantes en la vida de los niños y para esto teníamos que estar bien preparadas.

Cuando estábamos ya en quinto, nos decían que teníamos que saber atender un parto porque si al día nos íbamos a trabajar al campo y no había nadie más que asistiera a la mamá, nosotras debíamos saber como atenderla. A ese nivel nos preparaban para salir.

Yo me acuerdo que al haber estado estudiando, me sentía muy orgullosa de pertenecer a la Escuela Normal. Era muy linda la vida. Muy linda.

RutinaDesde las ocho teníamos clases, toda la mañana y después

íbamos al almuerzo. Ahí teníamos que llevar “servilletero” y la que no tenía el suyo tenía que conseguirse uno ya que sino, no podía entrar. Esta era la carta de presentación para

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poder almorzar como buena Normalista. Terminábamos de comer y rapidito nos íbamos a la parte de atrás de la Escuela, a unas colchonetas y ahí nos tirábamos a descansar. De repente hacíamos shows, cantábamos, jugábamos. Nos entreteníamos en forma muy sana y plena. Teníamos clases en la tarde . Recuerdo que me tocaba “Economía Doméstica”. Nos enseñaban a cocinar. Nos enseñaban a como se ponía la mesa, que es lo que teníamos que hacer, como se hacía el aseo, las minutas que teníamos que hacer, que estuvieran bien equilibradas, nos enseñaban pastelería, ¡para mí era muy entretenido todo eso!

Nos turnaban: quince niñas se quedaban en Economía y quince se iban a la sala de Puericultura, mitad y mitad. Ya en la tarde, habían más talleres, por ejemplo, coro, al cual yo pertenecía y también el taller de Artes Plásticas o Música.

Al tomar música, podías elegir piano, violín, guitarra. En el taller de Artes Plásticas, te enseñaban de todo.

A mí, toda la gente me dice que tiene la percepción que la Escuela Normal es una familia más. Y la verdad, si, es una familia más. Porque uno comparte tanto tiempo, tantas experiencias, tantos recuerdos. Estábamos mucho tiempo juntas: entrábamos a las ocho de la mañana y salíamos a las seis de la tarde, no nos aburríamos nunca.

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• Mónica y Mirna Casablanca, Escuela Italia.

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Profesores

La primaria en la Escuela Normal duraba seis años: cuatro años académicos y dos de práctica. Yo entré el año 1959 y salí en el año 1966, con dieciocho años. En mi época ya la Educación Normal era una educación más personalizada, teníamos profesores de Filosofía, de Música…nos enseñaban Literatura. Que era maravillosa. Yo me acuerdo perfectamente de esa profesora. Me quería mucho porque a mí nunca me costó escribir y ella le encanta la gente que escribía, como yo. Se llamaba Sofía Brand.

Esas son personas que me marcaron, hasta el día de hoy. La profesora de Filosofía. El profesor de Música, yo adoraba ese ramo porque teníamos coro y yo pertenecía a él. Cuando murió la Gabriela Mistral, la trasladaron y la sepultaron en El Valle y el coro de la Escuela Normal le fue a cantar. Ay, que cosas más lindas. Muy lindo.

Nuestros profesores nos mantenían derechitas. No nos pegaban ni nada, si no que eran súper estrictas.

Las escuelas anexas

Las escuelas anexas eran colegios que estaban al lado de las escuelas normales para que así, nosotras pudiésemos estar en contacto de inmediato con los niños. Yo hice mi práctica en la anexa de la Normal Nº2 y después teníamos práctica vespertina. También me acuerdo que hice una práctica en la José María Caro. Teníamos que conocer diferentes niveles sociales.

En mi primera práctica, no tuve problemas. Me costó

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mucho eso sí porque tuve que hacer una clase muy complicada para mí. Para saber que ramo te tocaba impartir, te hacían entrar muy solemnemente, a una sala con las directoras y te hacían sacar un papelito y en el escogido sacaba la clase. Y me tocó Educación Física. Y yo, era terrible para ello. Era súper tiesa, me daba susto, no me salía. Pero hice mi clase de Educación Física porque uno “la hacía o la hacía”. Lo que fuera. Me tocó también una clase de Historia y Geografía.

Después, en la José María Caro, fue divertido porque habían muchos profesores hombres, entonces estaban fascinados con que nosotras, las chiquillas fuésemos para allá. Así que no me acuerdo académicamente mucho de eso (risas). Estábamos grandes, entre comillas, porque no éramos grandes: solo teníamos 17 años.

Hubieron colegas que se recibieron y no pudieron porque no tenían la edad, tuvieron que esperar para trabajar.

La pasiónEn lo que radica el Normalismo es en la vocación, de todas

maneras. Si yo no la tuviera , no podría estar aquí.Yo pienso que el impacto ha sido tener generaciones de

niños que nunca se han olvidado quien les enseño a leer y quien los tuvo en los primeros años.

Yo siempre le digo a los niños cuando hago reunión de apoderados, les digo también a sus adultos: yo les pido, que ustedes cierren los ojos y recuerden, echen a andar su memoria y acuérdense de la maestra que les enseñó a leer.

Si esa profesora dejó huella en ustedes, quiere decir que

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ustedes estaban trabajando codo a codo con la profesora. Si no la recuerdan, quiere decir que algo pasó, que no hubo esa comunión entre alumno y profesora.

La educación ha sido algo que siempre me ha apasionado. Cuando hay cosas tan importantes que te han dejado huella tan importante en la vida, uno tiene la obligación de alguna forma, retribuirla. Yo creo que uno todos los días, cuando es profesora, todos los días en la sala de clases, con los niños, en el patio, en todos lados está retribuyendo lo que le entregaron. Porque lo que yo sé es para ellos. Sería bonito que gente se de cuenta de la huella que dejó la Escuela Normal. Yo me acuerdo de cada profesor, me acuerdo de la ropa que usaban, de todo. No se me ha olvidado nada. Y es porque eso dejó una huella en mí.

Siempre quise escribir algo relacionado con este tema. Siempre les decía a mis hijos “voy a mandar una carta al Mercurio”: algo bonito, recordando a la gente y de la huella que dejó la Escuela Normal y nunca lo hice. Bueno, ahora estamos en esto. Que bueno.

Nosotras entrábamos a primer año y nos decían todos los días que íbamos a ser profesoras. Uds. van a ser modelos, ustedes van a educar a los niños, su misión es enseñar...

Ahora, hay mucha gente que ha entrado a la Universidad por puntaje. Yo no digo que todo el mundo. Naturalmente, hay excepciones. Pero en su gran mayoría las profesoras no saben que hacer. Y les falta, les falta esa cosa de… de que no se les ocurre, no se les ocurren estrategias porque cuando un

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niño, o un curso, suponte tú, un curso difícil…. uno tiene que pensar —ya, no me resulta—se te tiene que ocurrir otra y si esa segunda no te resultó, otra. Entonces, tienes que estar todo el tiempo ideando cosas para conquistar a los chiquillos. Y ahí está la diferencia: la profesora que tiene vocación va encontrar y se a ganar el cariño, se va a validar, los niños la van a querer y van a aprender. En cambio, cuando los profesores no tienen la vocación y no tienen la capacidad de estar buscando estrategias constantemente, se dan por vencido. Bajan los brazos y tu siempre vas a escuchas, si es que yo no has escuchado que dicen “es que, ¿qué mas se le va a pedir a estos cabros? , eso dicen.

Porque la Universidad en este minuto, puede que prepare muy bien a los chiquillos pero no les hace la práctica. Las profesoras salen y pueden salir con excelentes notas pero ellas no saben, no tienen estrategias metodológicas para trabajar con los niños, no saben que hacer.

Entonces está el otro desafío que si lo podemos lograr.

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Ex alumnos

Uhhh, muy loco. El otro día me encontré con tres personas distintas, ese mismo día. En la mañana, el Director de esta escuela empezó a promover unos talleres de fútbol para niños y dijo que les iba a traer unos futbolistas para que les hablaran a los chicos. Y nosotros decíamos “que lata, cuanto tiempo van a perder”. El primero que entró ra Franz Arancibia Unger. Yo vi al chiquillo y me acordé altiro. Terminaron con los niños y cuando veníamos para acá, estaba ahí el chiquillo y yo le tiré el gorro y él se da vuelta y dice: —¡Mi profesora, mi profesora—gritaba porque era bien loquillo y poco menos que me quería tomar en brazo y él les decía a los niños —¡Si ella me enseño a leer! — y me decía —si usted está igual— y tengo, muchos, muchos niños que reaccionan así.

Tengo un alumno que se convirtió en Musulmán y me invita con pasajes y todo a que vaya a verlo. Me manda cartas que dicen “me acuerdo cuando usted nos enseñaba y yo la miraba hacia arriba y usted parece que estaba sentada más alto y realmente si, estábamos sentadas más alto porque habían tarimas en la Escuela O’Campo en la quedabas más alto.

Ahora todo eso ahora es anti-pedagógico. Porque hoy tu tienes que estar al nivel del alumno. Pero, yo encuentro que, esté uno sobre una tarima o esté abajito, si uno, se demuestra afectiva con los niños y dándoles el sentido de autoridad, con respeto y con cariño, los chiquillos lo captan altiro. Yo en el hogar jugaba a la ronda con los niños y después en clase, no por eso no me iban a hacer caso.

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21• Mónica guiando la misa, Escuela Elvira Hurtado de Matte.

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• Mónica recibiendo su diploma de profesora Normalista, 1964.

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Amor

Yo siento que mis alumnos han pasado por el aula como verdaderos hijos. El Jefe de Proyecto siempre me dice “tu que quieres a los chiquititos”… es que mi fuerte está en los chicos. No he tenido nunca mala relación con los grandes pero mi fuerte está con los bajitos porque siempre estoy jugando y les invento poesías en el minuto y les hago teatro y que se yo… me encanta hacer teatro. En todas las escuelas en las que he estado, he tenido lindos grupos de teatro. Me encanta el teatro. También hago talleres literarios. Nada de eso me aumenta el sueldo, no. Por cariño. Y eso, no se ve ahora.

Así es ahora…antes, nosotras nos quedábamos todo el día, toda la noche si era necesario. Yo me acuerdo esas cosas locas que uno hacía: me acuerdo que una vez me tocó clases de matemáticas y pinté, y pinté y pinté palitos de fósforos….para entregarles material concreto a los niños…y los palitos de fósforo no se sacaban nunca porque la pintura que yo había elegido no era la más adecuada…y sufría con ellos

Mujeres

Como era la educación Normal eran escuelas de puras niñas y de puros niños, yo no he conocido muchos profesores Normalistas hombres. La escuela que había en ese momento era la Abelardo Núñez y conocimos pocos.

Y si tu me preguntas, bien en confianza, en mi vida profesional, quienes son mejores… las mujeres. En el sentido maternal, en todo sentido.

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• Mónica en su taller de teatro, Escuela Elvira Hurtado de Matte.

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el chiquillo pelusa. Nacid0 en Santiago, 1967, futbolista profesional, delantero chileno de clubes como Deporte

Magallanes, FC St.Gallen y Universidad de Chile. Hoy director técnico.

• Le dicen "El Otto" y también el "Hijo del viento", por su rapidez.

Tú,Franz Arancibia

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Papelucho

En primer año estuve en la Escuela Elvira Hurtado: primero, segundo y tercer año. Después, tuve un lío con la directora y llegué a la Ocampo. La mejor parte de la básica fue en la Escuela Ocampo, desde cuarto hasta octavo. Ahí fue donde conocí a la señorita Mónica. ¡Un amor que nos teníamos!, yo era flaquito, a mi me decían “El Papelucho”. Mi hermana estudiaba en la Escuela Italia, al lado (somos cuatro hombres y dos mujeres) y ella es crespa, de esas crespas así como mi ídolo, Valderrama.

Yapos, mi mamá agarró papa, fue y me hizo la base, en mi casa. Pero en vez de ponerme los cachirulos para abajo me los puso hacia arriba, ¿cachai?

Entonces cuando me mojé el pelo en la mañana, todo bonito pos, crespito. Yo lo único que quería tener el pelo como mi hermana, como Valderrama. ¡Y se me secó el pelo! Mi mamá me sacó los cachirulos y pum pa’ arriba, y pum pa’ arriba, ¡me parecía a Don King, todos los crespos se me fueron hacia arriba y me dio no se qué.. pensaba “que hago ahora”…me dolía la guata, enfermo de la guata, los cachirulos pa’arriba y con treinta grados de calor y ya era casi final de año, tenía una angustia...

Llegué a la Escuela y no sé como me habré visto que la señorita Mónica me vio y me dijo—váyase—. Fue y le contó a mi hermana que estudiaba al lado. “Sabe que su hermano se fue”. ¿Qué le paso? preguntó mi hermana preocupada, a lo que la señorita Mónica respondió —Lo que pasa es que duele

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el estómago pero yo creo que fue ¡por esa permanente que se hizo, que le quedó pa’ arriba! (risas)—.

Me recuerdo perfectamente: iba en la Ovalle Negrete, con una parka y un gorro, transpirando helado, me sacaba el gorro, me lo volvía a poner, me sentía pésimo, quería llegar pronto a mi casa. Me tuvieron que pelar igual que los milicos, así al rape. Y yo me encontraba bonito: rubiecito, con mis crespos y hasta ahí no más quedó, con la permanente hacia arriba (risas). Nunca más dejé que mi mamá me hiciera cosas en mi pelo, ¡ni loco!.

En la Escuela Ocampo también trabajaba el Inspector Olea, que sigue ahí. Conocí a su mamá, a la señorita Silvia, a la señorita Mónica, la señorita Eliana, al Inspector de Música, a la señorita Elisabeth, ah! y a la vieja de Inglés que era media coja. Yo tengo muy lindos recuerdos, muy buenas memorias. Yo las veo en la calle y estoy seguro que los recuerdo de inmediato.

Nosotros éramos muy capos para hacer torpedos. Cada uno tenía su banca de madera entonces era papa hacer torpedos, hacer esas cruces con los perros para colgar ropa. Pero en lo más destacaba era en el fútbol. Bueno para la pelota, bueno para las selecciones en todos los colegios que estuve y casi toda mi familia hoy se dedica al fútbol. Jugamos en la U, yo jugué diecinueve años y en un once equipos distintos de Chile. Estuve en Europa jugando en el St. Gallen, en Suiza. Conocí muchos países. Eso es lo lindo que te da el fútbol. Y ahora estudié para ser Director Técnico y trabajo en cinco escuelas: Cerro Navia, Lo Prado, La Florida, San Bernardo y Quinta Normal.

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Profesora

La señorita Mónica era una excelente maestra. Yo siempre he dicho que me entregó sus mejores enseñanzas en los valores que tengo. Educarme, hablar bien, siempre decir: gracias, buenas noches, buenos días. Nunca la vi enojada, siempre hablaba contigo y si no entendías te volvía a hablar. Si había una prueba en la cual te había ido mal (porque ella sabía claramente a quien le había ido mal y quien bien), te daba la posibilidad de que si tenías buena conducta la podías repetir. Yo tengo muy buenos recuerdos de ella.

En cuarto y quinto año ella fue mi profesora general. Después hasta octavo fue la señorita Eliana. Esas dos profesoras me marcaron. Entre ellas no había rivalidad, eran muy unidas, muy yuntas. Entonces si faltaba la señorita Mónica que era nuestra profe jefa, la reemplazaba la profesora Eliana Muñoz.

Aparte de entregar valores, eran muy consecuentes con nuestros estudios. Ella también hacía clases en la Italia.

Ella físicamente era preciosa ¡linda la vieja de mierda esa, preciooosa!: rubiecita, de ojos claritos, un vozarrón, muy buena persona. Estricta. A ella no le gustaba que tú le mintieras. Era más factible decirle —Profesora, hoy no hice el trabajo, se lo puedo traer mañana?—pero cuando mentías, te rajaba. No había perdón. Siempre le gustaba ser de una sola línea.

La señorita Mónica era una madre. Nosotros llegábamos y de inmediato “Buenos días señorita Mónica Olivares” te parabas y ella nos decía —Buenos días alumnos, siéntense porfavor—

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y de inmediato “Gracias señorita Mónica Olivares” y cuando querías hablar algo levantabas la mano, súper respetuosamente. Era como una mamá para nosotros, era muy cariñosa. Es cosa de preguntarle a mi gente: a mi mamá, a mi hermana, como la queríamos, como la quiero. Tenemos como familia muy lindos recuerdos de ella y de la Escuela Ocampo. Aparte lo bonito era el grupo que teníamos: éramos cuarenta y cuatro alumnos en sala y muy organizados: “ya, hoy día te toca a ti y a ti hacer el aseo” y tu corrías las bancas, hacías el aseo y dejabas todo limpiecito para el otro día entrar a clases. Y nadie alegaba, nadie se peleaba, era otra educación.

Los valores que nos daban nuestros papás antiguamente para mí es un legado importantísimo. Siempre andábamos ligados al deporte: yo llegaba del colegio y jugaba cuatro, cinco partidos. El día sábado y domingo lo mismo. Y Mónica nos incentivaba a jugar. Ella jugaba con nosotros a los monitos, a las bolitas, al caballito de bronce: todos esos juegos los aprendí por ella y todos jugábamos a lo mismo. Pero hoy no pasa lo mismo. Hoy día vas a una escuela y por ejemplo, en Cerro Navia me ha tocado echar a cuatro niños por estar jalando cocaína. Niños de doce años. A otro lo pillamos con un revolver. Y en mi época, ¡nada!, éramos cabros más sanos que la cresta, jamás conocimos lo que era una cimarra, menos un arma. O el vocabulario actual de las profesoras de las escuelas que vamos es malísimo. Llega a ser un dialecto muy parecido al de los niños. Hablan muy mal, los gritonean.

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• Escuela Ocampo, quinto básico junto a la profesora Eliana Muñoz.Primera fila, de izq. a der. el tercero, de pelo rubio y sonriente.

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• Escuela Ocampo, paseo La Ponderosa de Colina, 1979. Segundo niño de izq. a der. con raqueta de tennis.

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El hacer

Yo actualmente trabajo en mis talleres de fútbol. Un día nos tocó ir a La Florida. Nosotros vamos a los colegios a incentivar a los niños que vayan a nuestras clínicas de fútbol para que aprendan a ser responsables, constantes. Y un día estaba saliendo de una charla en un colegio de allá (Complejo Educacional Marcela Paz) y me tocan por atrás la espalda y ¡era la señorita Mónica Olivares!, no la podía creer.

Nos encontramos en el colegio en el que ella trabaja, en la Florida. No me recuerdo el nombre pero si recuerdo las canchas. Fuimos a veintiséis colegios, todos los días a cinco colegios. Claro, cuando ella me tocó por la espalda yo salté y le dije —y usted, ¡que hace acá, hace poco la ví en la Escuela Matte de Quinta Normal como sub directora y ahora está acá como profesora!—y ahí me presentó al Director, al Rector, a la Sub-Directora y a todo el equipo. Yo la dejé arriba también poh. Ese día fuimos a hacer una charla clínica de que se trataban nuestras canchas, que es lo que hacemos. Nosotros trabajamos en Nueva O’Higgins, Nuevo Amanecer, Manutara, en cinco canchas de lunes a viernes pero yo no puedo estar todos los días, solo voy martes y jueves, porque los otros días estoy en San Bernardo, Cerro Navia, Lo Prado… y ahí está el Superman Vargas, el Leo Herrera, Fabián Guevara, el Pollo Arancibia, estoy yo…¡somos puros futbolistas!

Al principio nos costó muchísimo. Los vocabularios, los cabros choros. Entonces, ¿Qué tienes que hacer tú? Limpiar.

Tu cachai cuando los cabros tienen ganas. Por ejemplo,

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cabros que no son tan buenos para la pelota pero están siempre ahí. Cuando los cabros están educados. Tu valoras más como los cabros se comportan que como juegan. De hecho, un director técnico antiguo me dijo: yo prefiero un jugador malo pero que tenga ganas de salir adelante y todos los días. Si hay que entrar a las diez, llega a las nueve un cuarto. Todos los días. Y eso se valora más que un cabro excelente para la pelota. Margas, un ejemplo. Javier Margas fue siempre constante, constante, constante. Colo colo primero, después estuvo en un equipo Inglés, todo por su perseverencia y constancia.

Aparte, tuvo técnicos buenos, esos que te enseñan, es parecido a las señoritas de la Normal. De verdad. Entonces, como yo dijo, nosotros empezamos con pistolas, cabros chicos de trece años metidos en la cocaína, quince, dieciséis años.

Yo tengo una escuela de fútbol de mujeres en las cuales las tuve que sacar casi a todas: “que este mino es mío”, “que yo le matar tal por cual” y afuera en la calle, agarrándose con corta cartones, peleando… entonces yo veo el futuro de esas niñas y me quedo agradecido de la enseñanza antigua que me tocó tener. Es una verdadera locura.

Así que yo les digo, les advierto: más ratito, si sigues así, te voy a ver bajándote de un radio patrulla, con las manos esposadas, por violación, porque mataste a este… —Noo, si no pasa nah’ profe—mira, ya como estás hablando, ya me indica que vas por ese lado, les digo. Si tú eres flaite y hablas como flaite, te responderán como flaite. Pero si tú hablas como

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caballero —Profesor, buenos días…—es otra cosa. Pero si tú vas a hablar mal, yo prefiero que quedemos como amigos, las puertas quedan abiertas pero búscate otro deporte. O la otra: evita ese grupo de amigos. Siempre les digo a los niños: hay dos caminos: el bueno y el malo. Si sigues el camino malo, es muy fácil de entrar, de hecho, está construido el camino pero salir te va a costar mucho. En el camino bueno, te va a costar entrar pero si tomas el hilo, te vas a ir por un tubo pa’arriba. En él puedes ser futbolista, ingeniero, arquitecto, quien sabe, hasta puedes ser Presidente de la República. Acaso, cuando estés en cana, ¿esos amigos te van a ayudar a salir? No. Ahí van a buscar a otros amigos y van a hacer lo mismo que hicieron contigo. Después de la conversación, me dicen: —tiene razón profe—. Y los cabros cambian el chip. Y lo más lindo es que después llegan los apoderados y me dicen ¿profesor, qué le dijo a mi hijo? , bonito para mí.

El Bolsón

Yo era muy revoltoso. Pero éramos revoltosos sanos, no de hacer daño. Era pelusón, inquieto. Ponía atención pero era inquieto. Siempre estaba pensando en pelotas: jugaba con las medias de mi mamá, hacíamos pelotas con papeles y mi mamá alegaba: ¡Hasta cuando cabros de miéchica! ¡que lesean, todo el día inventando una pelota! Y nosotros le decíamos —algún día, vas a ver que seremos profesionales…—¡Claro si con esa pelota no llegarán a nada! decía ella. Y cuando empezamos a ser reconocidos, ella decía ¡ese es mi hijo! (risas).

El uniforme: todos con nuestras cotonas cafés, pantalones

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plomos, zapatos negros, calcetines azules, la camisa celeste, el vestón grueso de lanilla azulito y todos peinados a lo gomina. Como nosotros éramos pobres, con limón. Y de repente en el pelo nos molestaba algo y era… ¡una pepa de limón!, (risas). Bien a lo gomina, bien cortito, bien ordenadito.

Mi mami en la mañana nos tenía los zapatos lustraditos, el desayuno de la mañana y los bolsones cafés de cuero preparados, esos que te colgabas para ir a la escuela.

Encuentro

De repente nos juntamos con los cabros. La última vez, fuimos dieciocho compañeros de básica. Siempre nos juntamos cerca de la Escuela Ocampo, donde vivíamos casi todos. Esa vez iba llegando y veo a un cabro, me parecía cara conocida. Le pregunto: ¿Quién soy tú? y me contesta —el Oróstica poh— ¡años que no lo veía!, estaban todos cambiados: uno guatón, otros pelados, otros chicos. —¿No te acordai de mi Franz? Canales po—. ¡Canales weón, como estai! Ee día fue el Daniel Palma, el Maxi Donoso, el Cristian Carreño, el Rodrigo Tobar, el Reyes…

La primera junta la hicimos con la señorita Olivares y la señorita Eliana, con el Villán… ¡llegué a casa como a las cinco de la mañana! (risas).

Estuvimos toda la noche contándonos anécdotas de cuando éramos cabros, a mi me encantaba el deporte, era también de la brigada del colegio, me recuerdo con esas huinchas blancas, con la boina, yo lo pasé espectacular.

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La canchaDe repente, los apoderados de los cabros me dicen —

Profesor, ¿puede hablar con mi hijo, que siempre me trata mal?—Y tu ves al cabro entusiasmado en el deporte y ahí, lo pescai’ pal’ lao.

Aquí compadre, vamos a hablar de amigo a amigo. Mira cabro weón. Tu mamá está súper mal por tus conductas y le empiezo a hablar…y miro como va cambiando la cara del niño y pienso “bieeen, a este cabro ya le está entrando lo que le voy diciendo”.

Porque de repente tu le hablas a los niños y empiezan a mirar para los lados, cuando “ahhh, ya me está hablando este viejo…” y yo les insisto “oye, pero mírame weón, mírame”. Y ya a los tres meses, cuatro meses, llega el apoderado.

—Profesor, gracias, mi hijo: ninguna insolencia, ha subido las notas, le agradezco tanto…y me traen regalos—. Yo les digo “yo no quiero regalos. Yo no les enseño a sus hijos por interés. Aquí la cosa es muy simple. Yo soy el profesor, usted es la apoderada y el niño es el alumno. Si la cosa está cambiando como usted dice que ha cambiado, ese es mi regalo”. Y se sigue trabajando. Hay cabros que me han hecho hasta llorar. Una vez lloré, hice llorar al cabro y le di un beso a la mamá llorando y terminamos ¡los tres llorando!, entonces cumplo un rol como de papá pos.

Y eso hacíamos con la Mónica Olivares. Los problemas que teníamos siempre se los contábamos a ella. Y ella siempre tenía un tiempo para escucharnos. Ella y la Eliana Muñoz. Yo no

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hago mucho estas cosas, de dar testimonios. Pero si se trata de la señorita Mónica, lo que ella necesite y ella sabe que es así. Ella quiere morir en un colegio, le gusta enseñar. Se nota. ¡Es que quedan muy pocas profesoras como ella! Yo voy a colegios de Lo Prado o Cerro Navia y nada que ver la enseñanza con la que teníamos.

Es increíble que tengan esta edad y siguen, siguen enseñando…que lindo es eso…ellas son las que valen, ¡las profesoras antiguas, viejas que saben po, pero de la vida, no solamente en el aula!

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el alumno regalón. Nacido en Santiago, 1967, casi profesor de Historia, hoy Masajista y emprendedor. Rodrigo fue uno de los

alumnos más pequeños que tuvo Mónica Olivares en el aula.

• Le gusta su barrio, reciclar y observar la naturaleza.

Él,Rodrigo Tobar

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Mónica

A la profe Mónica la conocí a los cinco años, ella me tomó en primero básico. Fueron cinco años hasta quinto básico. Fue harto. Ella era mi profesora Jefa. Y de quinto a octavo ya teníamos otra porque ella solo se dedicaba a la enseñanza básica.

Me acuerdo porque me acogió bastante bien y era el más chico. Entonces era su regalón. Si tu hablas con ella «Ah, Rodrigo Tobar, era mi regalón» (risas).

Yo iba en una escuela de la SIP, aquí en la José Gabriel Ocampo que ahora creo que se llama Instituto Italia. Pero tenía una onda especial como todas estas escuelas: la Olea, la Matta, todas que las están aquí en el centro. También habían en otras comunas.

Era típico eso que se daba antes que las escuelas eran “del barrio”. Tu eras vecino y compañero, te juntabas en la escuela y te juntabas afuera. Eran muy pocos los niños que vivían por ejemplo en Ñuñoa o viajaban.

Yo creo que eso fue la cola de lo último bueno de la educación pública, la que ahora se echa harto de menos. Donde tu convivías con el más pobre y el más rico del barrio a la vez pero teníamos la misma educación y la diferencia se vivía entrando a la Universidad, así se daba el tema de las lucas. No como ahora, ahora se da en kínder pos weón. Realmente se echa de menos.

Recuerdo a la profesora Mónica como una persona joven. Destacaba físicamente, porque ella era rubiecita y de ojos verdes, ella tenía rasgos más… de otra estampa.

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Ella era más estricta con los demás cabros. Conmigo, como era el más pequeño, era otro cuento, era el más chico y su regalón. Ella me acogía más, estaba al lado mío. Esa es mi sensación de ella.

Cuando salí de la escuela no la vi nunca más. Pero, años después me tocó verla y retomar el contacto por mi hermano menor. A él le tocó ir a otro colegio de la SIP, que era la Escuela Olea y ahí me la topé de nuevo, porque estaba de profesora, subdirectora, no recuerdo muy bien. Entonces mi hermano agarró el hilo de su legado, claro, eso debe haber sido como el año 1988, 1989, ahí la vi de nuevo. Años después, tenía ganas de pasarla a ver y averigüé donde estaba. Trabajaba en un colegio por allá por Carrascal. Y la fui a ver. No la veía hace mucho tiempo, desde la vez que la había visto con mi hermano, como unos ocho años después. Fue un lindo encuentro.

Leer, saber matemáticas, sumar, entre otras cosas. Vas aprendiendo cosas y recuerdas también quien te las va enseñando. Antes sucedía el hecho que más que en tu casa te enseñaran muchas cosas, eran los profesores los que te enseñaban en sí. Te educaban a ser persona. Yo creo que daban un refugio maternal por lo mismo, porque, te enseñaban y te educaban. Te enseñaban como comportarte en general y en la casa, los papás delegaban mucho ese rol a los profesores, sentían que no era su responsabilidad. Pero en ese tiempo se daba más, creo yo. Eso que en el colegio tenías que aprender todo. Tenías que aprender la vida en el colegio.

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• Rodrigo a los ocho años, Escuela Gabriel Ocampo.

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Diferencias

Hoy en día los papás están mucho más involucrados en las tareas, con los niños, la psu. Mi generación no era en donde los papás estuvieran muy metidos, o sea, te preguntaban —hiciste tu tarea? No hay hecho ná! Y ahí pah! Un pencazo y te decían ¡no hiciste tu tarea tatatá! Hace las tareas…—

Las Normalistas lo que tenían, o lo que había en esa época era otro cuento, era una actitud más recia de las profesoras, adonde los alumnos se comportaban y bastaba una sola mirada para que te quedaras callado. No teníamos esa salidas que ahora tienen los chicos, que puede ser bueno o malo, desde que prisma se mire.

Recuerdo esa típica parada de la mañana del día lunes: la bandera, todos formados, “distancia: arriba, atrás…”, entonces era bien rígida la cosa. Estábamos en plena época de dictadura. Yo entré el año 1976 hasta el 1982 y todosvivíamos ese cuento pesado, que de chico no te das cuenta pero después, ya de más grande lo vas analizando y vas viendo que movió todo eso, que era y porque eran tan así. Mi profesor de Educación Física era un ex paco y era un maldito.

Igual entiendo que era pa’ mantener a raya… es que éramos cursos de sesenta cabros chicos, sesenta y cinco a veces, entonces tenías que hacerlo de alguna forma. Y eso daba pie a respetar a tus profesores por miedo también pos, cuando erís cabro chico entendías que “ah, si no me porto bien, ahh…entonces me quedo tranquilo”. Y eso daba a que tu tuvieras una mejor educación o estabas más concentrado también.

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Yo me imagino que habían los mismos problemas que hoy: el cabro chico hiperkinético, el niño con déficit atencional pero como todos sabían que el sistema era más estricto, aprendías igual. Pero como antes estaban todos cagados de miedo…yo creo que aprendíamos un poco más (risas), ahora no están los cabros no están ni ahí.

Fue raro mi proceso de lecto-escritura. Lo que pasa es que, yo pasé a segundo al tiro, porque sabía leer cuando entré. En esa época te avanzaban si tu sabías más y…pero creo que no es bueno. A mi no me ayudó en nada, no me perjudicó pero tampoco me ayudó. Fue una cosa neutral, inherente. Y te pasaban para que no estuvieras güeveando en clases pos, si tu ya sabías leer y andabas puro jugando, entonces decían “entonces pasémoslo a segundo para que se quede en su nivel correspondiente”. Ahora no, estás sonado.

Siendo sincero para mí la básica no fueron muy lindos recuerdos… tú en la básica sufres mucho, siendo el más chico no puedo decir que fue bullyng, pero siempre tuve que estar a la defensiva…colegio de hombres… cachai? Por eso creo que los colegios solo de hombres o solo de mujeres creo que están fuera de lo normal. La normalidad es que tu compartas con otro género y de ahí te vas relacionando porque después sale de octavo y ¡no sabes como relacionarte con una cabra chica!

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» soy normalista «• Recuerdo 2ºB, año 1976, Escuela Ocampo.

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El aporte de la educación Normalista

Era una educación mucho más real. Se ve vocación en las profesoras Normalistas. Siendo duras, estrictas y todo eso, era lo que se daba y eran los tiempos también. Después salió toda esa corriente “Es que al niño no hay que hacerle esto, no hay que mirarlo feo y…¡salieron todos esos sátrapas que eran muy odiosos! (risas), que poco menos que te van a demandar si les levantabas un poco la voz. Y creo que ahí hablamos de dos extremos. También esa cuestión que pah! te coscacheaban y ¡el charchazo fuerte pos, no era muy suavecito!. Era a manopla no más (risas). Si, recuerdo que a veces los cabros se agarraban casi a combos con los profes, era otro cuento.

Yo creo que el rol Normalista como mujer se liga mucho al tema materno. La capacidad de contener, es más, el de estar pegados, como eso de ver a los niños y ver a las profesoras queriéndolos abrazar, educar, ese instinto materno que a nosotros no nos aflora, creo yo. También tuve profesores hombre re güenos. Pero creo que en esa base de básica, la mujer tiene mucho que ver. Y son casi puras mujeres. ¿Te imaginas un hombre educando?

Creo que en esos términos, una mujer está pintá pa’ eso y bueno, los Normalistas creo que tenían toda una enseñanza y la vocación creo que los ayudaba bastante. No como ahora, que es más de puntaje, lamentablemente. Y son muy pocos los que entrar con vocación a estudiar.

Ahí te das cuenta que profesora Mónica es vocación. Plena. Si está trabajando a esta altura, ella lleva, uff, harto.

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Ahora las diferencias están muy marcadas: están los colegios súper formadores que se preocupan de la personalidad del cabro chico. Que son más artísticos. Y está la otra parte más académica que te echan toda la biblioteca encima. Es que ha cambiado mucho: ahora es mercado. Nada más. Y pienso que es horrible. Y dista mucho de lo que era antes a lo que es ahora.

Elisabeth me hizo Ciencias Sociales. Ella me hizo clases a la misma altura que Mónica. Lo que pasa es que a mí siempre me gustó la Historia y yo con ella me enchufaba mucho porque me gustaba. Esto debe haber sido a los siete, ocho años. Ella era Normalista pero se notaba que andaba más en otra. Me gustaba mucho la Historia y después de cuarto, yo por ella entré a estudiar Licenciatura en Historia. Mi idea era sacar la carrera para convalidar con Ciencias Políticas, que antes no era una carrera. Estudié tres años y justo eran los tres últimos años de Dictadura en el pegadógico…y cagué. Que no se estudiaba nada, que había toma, que habían desaparecidos, otros muertos. Entonces así dije: chao, yo no puedo seguir así y me fui a Uruguay y me fui a estudiar Literatura, entre otras cosas.

Encuentro Yo soy mucho de añoranzas. El año 2008 yo estaba

convaleciente y me habían operado. Tenía bastante tiempo libre y justo sale este artefacto llamado Facebook” y me registré pensando: “ vamos a ver que es esto”.

Y típico de Facebook, empecé a investigar. ¿Estará esta persona? ¿esta otra? y así, nos fuimos conectando con la gente de básica de la Escuela Ocampo. Y se fue armando de red, hasta

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que con otro ex compañero de básica dijimos “oye podríamos hacer una reunión” y ahí empezamos a organizar la cosa.

Yo fui a su casa, vivíamos cerca y mucha gente vivía por ahí también todavía. Así nos fuimos comunicando y logramos una junta de dieciséis personas. Invitamos a la profe Mónica ya que yo tenía su teléfono (desde esa vez que la fui a ver a Carrascal) e invitamos a la profesora Eliana, quien nos guió de quinto a octavo.

Juntamos a las dos profesoras, Normalistas las dos y fueron a nuestra reunión y fue súper entretenido. Ahí uno entiende la memoria infinita que tienen ellas con cada uno de sus alumnos, que no se olvidan de nadie. Recuerdo escuchar a Mónica comentando “No, que este alumno y blah blah” cuando… ¡han pasado cuantos cabros chicos!

Fue muy entretenido vernos ya de adultos, ver como cambian las personas, fue simpático.

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• Escuela Ocampo, niños jugando en el recreo.

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su amiga. Nacida en Santiago, 1942, Profesora Normalista de la Escuela Nº2. Alumna destacada, gustosa de la Historia y el Castellano y colega de Mónica

en la Escuela Ocampo. Reconocida por el SIP, hoy en día, jubilada.

• Le gusta cuidar a sus nietos y leer novelas de Marcela Serrano.

Ella,Mª Eugenia Provoste

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En la escuela

Con Mónica estudiamos juntas en la Escuela Normal número dos de Niñas de Recoleta. Sin embargo, ahí no nos conocíamos ya que ella pertenecía a varios cursos más bajos que yo. Empecé a trabajar en la Escuela Gabriel Ocampo de la SIP y a los años después ingresó ella, tres o cuatro más tarde que yo, que es la diferencia que tenemos de habernos recibido.De repente, cuando la gente comienza a conversar y se llevan bien, tienen feeling. Así nos hicimos amigas. Ella, por la escuela, me recordaba a mí, pero yo no la recordaba a ella como estudiante. Ella decía que yo era muy seria dentro del alumnado y que se acordaba que yo era la jefa de la mesa en la cual almorzábamos, ya que comíamos en la escuela todos los días. Ella se acuerda de todo y de yo de nada. Pero de que si fui seria, lo fui. Era una persona muy dedicada a los estudios, muy aplicada, eso decían mis compañeros.

La mejor parte de nuestra amistad fue cuando trabajamos juntas. Yo me recibí en el 61’ y empecé en marzo del 62’ a trabajar en la Escuela Ocampo y dos, tres años después llegó Mónica a como profesora. Ahí también llegó Elisabeth, ya que ellas dos eran compañeras del mismo curso. Ella también fue muy buena conmigo, siempre tuvo esa alma de ayudar a los que lo necesitaban.

Lo que yo admiraba de Mónica es que ella era una artista. Cien por ciento. Ella tiene alma para eso, escribía precioso, tenía unas poesías hermosas, inventaba obras de teatro y me encantaba verla armar sus guiones en los aniversarios. Para la

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fiesta de la directora ella prepara los libretos de los niños, se los enseñaba y después se preocupaba de toda la escenografía. Era ahí donde yo trataba de cooperar, aunque fuera poquito y desde detrás de las tablas, no solo yo, sino que todas las profesoras la apoyábamos para que saliera bonito para los niños.

De todos esos grupos que ella educó tienen que haber salido artistas porque Mónica no solamente escribía bonito sino que dibujaba muy lindo, hasta hacía obras de teatro, lo que para mí es un tremendo don que ella tiene. Lo que a Mónica le hace falta es escribir un libro y no se porque no lo ha escrito. Yo estoy segura que podría.

En la Escuela Ocampo éramos colegas y ahí nos hicimos realmente amigas. Amigas de años porque en mi concepto de definir “amistad”, ella es mi amiga. No nos vemos actualmente pero nos llamamos para los cumpleaños y nos vemos una vez al año siempre. Hay tal grado de amor con ella, el cual me permite decir que yo la quiero tanto como a mis hermanas y en los momentos más difíciles de mi vida ella estuvo ahí.

Cosas que yo agradezco y nunca olvidaré fue cuando yo me separé y quedé sola. Mi hijo mayor tenía tres años y mi hijita todavía era un bebé, ahí me separé. Mónica me ubicó y hasta el día de hoy recuerdo eso y el primer par de aritos de mi niña se los regaló ella, cosa que nunca podré olvidar. Increíblemente ella no fue madrina de mis hijos pero siempre estuvo muy ligada a mi vida, a mis hijos, a todo lo que yo estaba pasando, el apoyo moral infaltable que necesitas en esas épocas difíciles.

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Lo más bonito es que mi hijo con la hija de Mónica empezaron a ser amiguitos desde pequeños porque siempre nos veían juntas y compartiendo.

Yo estaré eternamente agradecida de las profesoras y colegas que me ayudaron. Uno tiene que agradecerle a las personas. Y ese es el grado de amistad que tengo con Mónica además de un cariño inmenso que le tengo. Somos muy amigas.

La conexión entre nosotras de pensamiento, sus consejos. Es increíble porque ella se ve una persona tan delicada, tan fina pero tiene una fuerza increíble para los desafíos de la vida que realmente para mí es admirable. Trabajadora y perseverante, cien por ciento.

Nosotras estuvimos juntas hasta el terremoto del 85’. La Escuela Ocampo quedó muy mal, se cerró y nos repartieron. Lo bueno es que quedamos juntas unos cuatro años con la sección de niñas, estuvimos trabajando en un instituto de la SIP, llamado Claudio Matte, donde concluimos la parte de la básica que había quedado sin escuela.

Me designaron a mí como Sub-Directora de la Escuela José Alessandri y Mónica se fue conmigo de Secretaria Docente: partimos hacia allá con toda una proeza de trabajar con niños de campamento, imagínate, la escuela era como un Búnker.

Y después de ello nos separaron. Pero siempre quedó el contacto. Llamados telefónicos, todavía tengo guardados sus fax’s y unas hermosas tarjetas que me mandó para un cumpleaños, todas esas cosas que ella hacía, yo las guardaba. Siempre con una palabra precisa y levantándome el ánimo.

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• Mónica y sus obras teatrales en la Escuela Gabriel Ocampo.

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• Mauricio y Mónica hija (polera amarilla): los hijos de Mª Eugenia y Mónica.

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Mónica en el Aula

Era excelente. Porque era de ese tipo de profesoras que se involucra con el alumno, ella quería a sus niños. Y ese tipo de profesores son los que parece que no hay ahora. Yo creo que es porque a nosotras nos criaron seis años en la Escuela Normal, diariamente inculcándonos el lema “la educación es amor”, entonces salíamos con esa mentalidad Normalista de enseñar para retribuir lo que nos habían dado. A Mónica le tocaban cursos de cien niños. Cuando yo la conocí le hacía clases a los varones y era increíble porque tenía la pasta para trabajar con muchachos, dentro de su dulzura ella tiene un carácter que nadie piensa que lo tiene, ella es muy firme y es educadora de valores, por lo tanto jamás dejó pasar las cosas negativas.

Los niños se daban cuenta se eso y la respetaban muchísimo.Como colega, como compañera Mónica fue muy buena. Increíble pero cierto. Siendo una artista y yo siempre le digo “tú eres una artista por excelencia” ella era matemática. ¡Y fue una muy buena profesora de matemáticas!.

Cuando empezamos, teníamos cursos chiquititos, después la escuela fue creciendo ella enseñó Matemáticas en los cursos grandes y los chiquillos la querían harto y la respetaban. De quinto a octavo. Pero ella tenía mucho feeling con el alumnado. Siempre se notó eso. Yo saqué la mención en Historia y ella en Matemáticas.

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Legado

Ser profesora Normalista para mí y creo que para todas, fue abrirse al mundo del conocimiento, hacia el amor de educar, a enseñar a estos seres pequeñitos que te necesitaban para formarlos y por una necesidad propia de tener algo en la vida, que no se iba a lograr en otra parte.

Creo que el legado de la Escuela Normal a este país fue el amor a los niños. El amor a la entrega sin condiciones. Ese niño me necesita y yo tengo que darle lo mejor de mí.

Antes, en ese tiempo, ser profesora era una gran cosa y sobre todo, con personas de situación de escasos recursos como lo éramos nosotras. Nos criábamos con lo indispensable, con lo justo. Entonces lo que proyectaba en la Escuela Normal era poder tener una posibilidad para aprovechar la capacidad que teníamos las alumnas más aplicadas.

Entonces si tu eras estudiosa, valía la pena porque en seis años más salías con un título muy prestigioso.

La vida en la número dos

Mónica era del coro. Ella cantaba bonito, ¡esa era otra de las aptitudes que tenía! Ella es capaz de formar un coro, estoy segura. Ella perteneció al coro de la Escuela Normal con el famoso profesor Castillo, profesor de Música quien dirigía el coro. Sus alumnas del coro lo adoraban. Él ya está fallecido pero fue un gran maestro dentro del arte musical de la escuela.

Tengo un recuerdo muy especial de la profesora de Literatura, Sofía Brand. Nos hicieron hacer una vez una

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composición sobre que esperaba uno de la vida. Pienso que el amor que yo tengo hoy en día a la lectura y cultivo es por ella. Nos hacía leer mucho y nos embarcaba a descubrir si nos gustaba o no lo que leíamos, raro para esa época.

También recuerdo a la profesora de Gramática: Clarina Robledo. Yo llegué de la escuela primaria y siendo una excelente alumna tenía una ortografía horrible. Escribía malísimo y después lo descubrí, ¡porque era muy nerviosa! Con ella mejoré mi ortografía, ella me daba pautas y reglas que hasta el día de hoy yo las recuerdo y nunca las he olvidado.

Y nuestra profesora de Matemáticas que también le hizo clases a Mónica. Ella era famosísima en la Escuela Normal, famosísima: ella era la que dejaba repitiendo a todo el mundo. La Matemática en la Escuela Normal era muy difícil, en este momento no recuerdo el nombre de la profesora. Yo estaba eximida en todos los ramos menos en ese ramo. Tenía que dar siempre examen de Matemáticas. Y para mí esos días eran horribles pero me iba bien y pasaba. Pero jamás se zafé de pasar eximida, nunca.

Yo creo que le tenía terror a esa profesora. Ella era excelente profesora pero me intimidaba, aparte de ser una ciencia que no dominaba. Sin embargo, por ella le tomé amor a las Matemáticas, como muchísimas de mis compañeras. A Mónica le iba muy bien, le gustaban mucho los números.

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• Mª Eugenia y el delantal oficial de la Escuela Normal número dos.

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Clases-examen

Lo más memorable de la Escuela, que creo que Mónica ya habló de esto, eran las Clases-Examen que se asemeja hoy a cuando te titulas de la Universidad. En este caso, cuando nosotras nos íbamos a titular nos tocaba dar una clase examen. Era un sorteo. Al tener lista la práctica, nos tocaba el momento.

Entrabas a una sala, sacabas un papel. En mi caso me salió “Educación Musical” con el señor Castillo. Tu sacabas el ramo y debías hacer tu clase. Era una instancia personal.

Y a mí me tocó Música, ¡casi me morí! pero se portó bien el viejito (risas). El proceso constaba de la siguiente manera: después que tu sacabas tu tema (asignatura), ibas donde tu profesor asignado y le dices “esto es lo que quiero hacer” y él te daba las pautas de cómo el creía que lo podías estructurar. Era como un examen de grado.

Yo recuerdo que tenía que hacer que los niños interpretaran la pieza de “Pedrito y el Lobo”, hasta el día de hoy, memorable.Llevé mi pauta al señor Castillo y él me dio sus consejos, muy bien dados, muy amable y atento, por cierto conmigo. Y me fue regio en la clase… los chiquitos escucharon la música y todos acataron…de empezar cayéndome mal lo adoré(risas); después de haber sufrido tanto con él.

Era la última clase adentro de la Escuela Normal, era con la cual uno se recibía. Aparte de la clase examen, hacíamos una memoria. Para ello también como ahora, teníamos una profesora guía. Uno escogía su tema. Uno se encerrada en la biblioteca, buscaba documentos. Bien aplicadas éramos.

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Fue una pena muy grande que se hayan acabado las Escuelas Normales. Yo no supe nunca que pasó, yo creo que fue por los presupuestos fiscales.

Yo no recuerdo haber pagado nada, mi mamita tampoco podía hacerlo pero no como ahora, que te endeudas en millones. Entonces, yo pienso que fueron cambios de recursos o cambios de planes de estudio, quizás fueron temas de recursos. Aún no sé la causa.

sip (sociedad de instrucción primaria)

Me da la impresión que hubo un contacto muy directo con la primera jefatura de SIP con las Escuelas Normales. Digo esto porque la razón era que los mejores alumnos de las Normales iban a trabajar a la Sociedad. Es más, yo me recuerdo que yo salí con el primer lugar de mi curso y yo supe por ahí (porque a esa edad era un pajarito, además que tenía muy pocos contactos) que había que ir a inscribirse al Ministerio de Educación y por el buen rendimiento académico, uno podía quedar trabajando en Santiago. Porque generalmente todos los profesores recién salidos se iban a provincia, porque faltaba educación en las regiones.

Entonces yo fui, entre sin saber nada, sin saber con quien hablar y con quien dejar mis cosas y ahí dejé mis documentos. Hasta el día de hoy, no sé si funcionó, nunca supe (risas).

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El empezar

Yo estaba bien amargada, iban a empezar las clases y yo no tenía colegio donde trabajar. Cuando, un día, llega a mi casa una señora alta, preciosa, como de estas señoras distinguidas, de cuento, era una dama. ¡Y venía a buscarme!. Me contó que había ido a la Escuela Normal, le habían pasado un listado de profesoras que recién habían egresado y que esa niñita era primer lugar de su curso y estaba sin trabajo.

Imagínate, me habían ido a buscar para trabajar en la Escuela Ocampo. Y me presenté. Tenía un primer año de cien alumnos. No lo podía creer. Y yo era un pajarito, flaquita, tímida porque nunca fui de personalidad muy exuberante.

Y había que apechugar. Pero todo lo que te enseñan en la Escuela Normal frente a un grupo tan grande...¡no es nada!. Porque tú tienes que, sola, aprender a manejar a esos niños. Y a Mónica, lo mismo, así nos conocimos.

La Escuela Ocampo

Era muy maravilla. Éramos poquitos. Cuando yo ingresé era hasta quinto básico y como éramos pocas, éramos tan apegadas, tan unidas. Eran dos primeros, dos segundos, dos terceros, un cuarto y un quinto cuando yo empecé. Y después se fue agrandando. Como yo en tamaño (yo soy bajita, menudita), así a los más grandes les pedía que me ayudaran a formar al primer año para que me respetaran (risas). Buscaba siempre a los chiquillos más grandes en talla para formar a ese tremendo batallón que tenía.

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Nosotras,Adelaida Paredes

colegas y amigas. Nacida en Santiago, 1951, Recaudadora de la Escuela Elvira Hurtado de Matte, uno de los colegios de la red de la SIP. Ha trabajado toda su

vida en este recinto, por veinticuatro años. Mónica trabajó con ella cuatro años.

• Le gusta mirar desde su ventana como los niños corren. Se emociona.

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Ella

La señora Mónica es vocación pura. La conocí cuando llegó a trabajar a este colegio (Elvira Hurtado de Matte) porque ella era Sub Directora en el colegio de Renca de SIP (Jorge Alessandri) y la transladaron para acá, como en el noventa y algo, también con el cargo que tenía en la escuela anterior.

Yo recuerdo que cuando ella llegó aquí, el día que yo la conocí, yo pensé —¡Que jefa más terrible!—pensé dentro de mí. Pero con el trato fue distinto. Radicalmente distinto.

JefaturaYo siento que a pesar de haber sido mi jefa, yo la sentí como

mi amiga. Ella siempre fue bien puesta en su lugar como jefa, obviamente, porque era así tenía que ser. Pero yo creo que fue y pasó por mi vida como una guía. Obvio que hasta el día de hoy somos amigas pero aquí, aparte de ser mi jefa era mi gran amiga. Una guía y una persona importantísima.

Humana, siempre preocupada del personal. Hasta de la última persona en la escala. Pero ella siempre pendiente de que nada les faltara. Yo lo resumiría no como Sub Directora sino que Relacionadora Pública, en todo lo que eran las problemáticas del personal. Aunque casi nunca hubieron problemas con ella.

En general, cuando faltaba una profesora en el colegio ella la reemplazaba. Iba a las salas y ella la cubría. En su cargo de mayor rango, no le quedaba grande ir a las salas. No tenía problemas. Todas esas cosas yo creo que dejaron un ejemplo, un legado impagable.

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Y yo aprendí mucho con ella. La señora Mónica es como una persona especial. Cuesta encontrar personas así. Apaciguadora, conciliadora, siempre bajándole el perfil a los problemas que habían, tratando de equilibrar las cosas para que no pasaran más allá.

Es una persona que aparte de entregarse a los niños, es una persona que se entrega mucho al trabajo con adultos también. Entonces siempre estaba enseñando a los niños y a los adultos. Y ella le gusta trabajar las manualidades. Tiene unas manos espectaculares para crear y trabajar. Y no es solo para ella, sino que lo enseña. Le gustaba que los demás lo aprendieran, era altruísta.

Es sumamente humana, se puede acceder muy fácilmente a ella. Se puede conversar con ella, se pueden tratar temas profundos, se entrega a su trabajo y a su labor, entregada fielmente a sus niños, cien por ciento. Eso yo se lo puedo asegurar. Le encantaba estar con ellos, hacer obras de teatro, hacerlos participar, escucharlos, que creo que eso no se da mucho en los Directivos de los colegios.

Era muy abierta, muy transparente, no podría contar cosas malas o incorrectas de ella. Su oficina que estaba al frente, siempre abierta. Siempre dispuesta a escuchar a todo el mundo, para mí una gran y linda experiencia haber trabajado con ella. Yo diría que el cargo que tuvo ella tuvo mucha importancia. Yo se lo dije a ella una vez, yo me atrevo a pensar, que el éxito del colegio era por ella, cuando estaba aquí.

Pese a la Directora, pese a otras Sub-Directoras, al equipo

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directivo y al progreso, yo creo que el colegio en sí tenía un gran éxito (lo sigue teniendo pero ha bajado un poquito (risas)).

Su labor acá destacó, siempre luchando para que los niños salieran adelante, para que tuvieran buenos resultados. Y se lograron. Con ella. Creo que pasó por aquí y dejó un gran legado y todavía hay niños que la recuerdan.

Los niños y la escuelaLa relación de Mónica con los niños era súper buena, de

hecho a ella le gustaba trabajar con ellos en programas extra programáticos, fuera del horario de clases.

Le gustaba mucho trabajar con los niños a través de sus talleres de teatro. Ella escribía las obras, ojo, que ella las escribía o las modificaba, incluso, hasta las presentaba. Hacía montajes espectacularmente lindos, me acuerdo de “La Pérgola de las Flores”, un trabajo de chino pero salió excelente. Todos trabajando.

Ella se preocupaba de: diseñar los trajes, enseñarle a los chiquillos, ir a ensayar con ellos, estar dirigiéndolos, mandaba a hacer los trajes y todas esas cosas las hacíamos juntas, nos preocupábamos harto de eso. De hecho, hubo una obra en la cual ella participó, ella empezó a narrar su obra y se vistió con un traje que ella se diseñó y mandó a hacer. Increíble. Hacíamos eventos para la Fiesta de la chilenidad, en la cual nos poníamos a vender cosas (risas). Esas actividades eran espectaculares, lo pasábamos chancho. Eran eventos a los cuales ella nunca decía que no. Yo encontraba espectacular

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esas cosas porque ¡nadie se atreve a hacer eso!, es decir, yo la ayudaba muchísimo en todo lo que hacía pero ¡yo jamás me atrevería a pararme en los escenarios!

Yo creo que ella es una artista frustrada. Pienso que su otro yo quería ser artista a lo mejor. Es lo que pienso. Pero de todas maneras se entregó a eso. Ella siempre lograba cosas lindas. No le gustan las cosas a medias. A ella le gustan las cosas bien hechas. Y no es chiste, ella siempre fue así. Si se presenta algo, se presenta como corresponde. Y exigente pero salían cosas muy acabadas.

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• Mónica participando junto con los niños en el taller de teatro.

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Directiva Ella era coordinadora del Centro de Padres de la escuela,

por lo tanto estaba en todos los eventos. Los papás se llevaban muy bien con la señora Mónica. Se lograban muchas cosas buenas cuando ella ejerció esa labor, se concretaban finalmente. En apoyo a los niños o a una familia que lo necesitara: se reunían fondos o se compraban las parkas, los lentes, los zapatos u otra cosa que se necesitara.

Hay muchos apoderados que aún se acuerdan de ella…El señor Marini. Él llegó siendo apoderado. Entonces cuando hubieron elecciones, él salió elegido. Presidente del Centro de Padres de esta escuela por muchos años. Un personaje bien importante de este colegio. Muy comprometido.

Mi personalidadA quienes le pregunte aquí, yo voy al choque, yo peleo. Pero

ella siempre me decía —Adelaida, baje, baje…tranquila—.Entonces era muy sano estar con ella. Obviamente ella me enseño a dominar el tema de mi carácter porque yo, como le decía, soy al choque. Entonces yo siento que siempre estuvo bajando el nivel de mi genio. Pero yo creo que mientras ella estuvo aquí logramos algo. Ella se fue y bueno…(risas). Fue lindo trabajar con ella, para mi por lo menos. Y creo que para todas las personas que trabajaron con ella sienten lo mismo.

Yo cuando ella se fue yo sufrí mucho, muchísimo. Ella se fue y me llevaron una gran parte de mí de mi vida acá en el colegio. La extraño aún mucho. Ella se fue en el año 2004 y aún siento su partida. Todavía la siento.

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Natalia Aravena

Ella es la Natalia. La Natalia Aravena. De hecho, cuando la señora Mónica me ve, siempre se acuerda de ella.

Ella siempre me motivó a inscribirme en talleres de teatro, siempre me dijo que buscara en mí el teatro, la danza. Si había una actividad en el colegio que involucraba estos temas, me metía, siempre se preocupó en ese ámbito por mis intereses. Procuró que yo estuviera inserta en todas las actividades artísticas.

En cuarto, quinto año ella dirigía el taller de teatro y participé en dos obras que era “La niña de fósforos”, que se trataba sobre una niña huérfana y participé en una obra de la Chilenidad que era para el aniversario del colegio, en donde hice de chilena.

Y la señorita Mónica, con su prima o sobrina, me consiguieron el vestuario. Ella siempre se preocupó de mí. Andaba preocupada de los objetos, de todo lo que la obra pos.

Era bacán, siempre estaba ahí. Era buena onda, no era de esas típicas profesoras que te dejaban ahí, ella siempre estuvo más allá.

Yo nunca la vi como profesora o como de esas sub directoras que te retan, yo siempre pude confiar en ella, como una amiga.

Nos repartíamos los papeles y ella nos los enseñaba. Un mes antes de la obra, todos estábamos ensayando, encargándonos de todo. Yo siempre recuerdo, aparte de su papel de dirección, ella siempre nos iba a ayudar. Éramos como quince en el grupo, doce. Hubo un tiempo éramos veinte. La generación de cuarto medio alcanzó los veinte y tantos.

El taller de Teatro quedó ahí, con ella. Que bonito que se acuerde de mí la señorita Mónica.

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Ella era acogedora, cariñosa, tierna, alegre, empática, responsable. Ahora que me acordé, una anécdota, yo siempre tuve pánico escénico y recuerdo que estaba muy nerviosa en una obra.

Ahí les dije que no, que no podía salir y no quería. Me achunché demasiado. Y ahí ella me dijo —Vamos, tu puedes. Yo confío en ti—. Y que te lo diga una profesora importante como lo era la señorita Mónica fue súper potente para mí. Desde que me lo dijo alguien como ella, si.

Me recuerdo que el año antepasado había un taller de folklore y yo no me quise meter, porque no tenía tiempo o las ganas, no quería. Y me acuerdo que ella me pasó a ver y la señorita Mónica me dice —Natita, inscríbase que esto es lo suyo—. Y ahí yo me inscribí y en gran parte porque ella lo me dijo. Y me encantó.

Cuando ella se fué, sentí su partida. No hay un profe o director que haga eso. Los murales de afuera que los hacía ella, los pintaba, los arreglaba, era motivante llegar en la mañana.

Llegábamos en la mañana y todos —¡Uuuh, se cambió el mural!—y todo gracias a la señorita pos. Movía la escuela. Yo ahora no sigo en ningún taller pero si viene ella (risas).

Creo que todas las personas que hemos pasado por su vida tenemos la misma sensación. Sin yo haber conversado con Natalia, ella dijo casi lo mismo que yo. Eso habla de una persona totalmente consecuente y perseverante. Creo que coincidimos en varias cosas. A mi me emociona ella, me emociona la entrega de ella hacia los niños. Y bueno me emociona porque yo la extraño mucho, ella lo sabe. Cuando ella se fue de acá, la Sociedad (SIP) ya le había hecho el

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papelito de jubilación, digamos que “ya tenía que partir”. Estaba lista, según ellos “por la edad”.

Por eso la quiero y la admiro. Porque siguió haciendo clases y ella no va a estar nunca tranquila en su casa sabiendo que hay niños que necesitan aprender de ella. Yo creo que ella morirá con las botas puestas. Ella no va a quedarse tranquila y sé que no estará en su casa, sabiendo que podría tranquilamente estarlo, haciendo su taller de manualidades, que es lo que le encanta. Pero sin embargo, está en pie entregando sus conocimientos. Y eso en ella va a durar siempre.

No se irá fácilmente a su casa. Eso lo tengo por seguro. Bueno y de ahí, la misma SIP le propuso irse al Hogar español, en metro Alcántara. Se fue de directora del colegio de la escuela de niños porque también tienen un hogar de acogida de ancianos.

Estuvo ahí dos años con ellos pero sin embargo lo cerraron por problemas mayores, no por malos resultados: ella obtuvo excelentes resultados cuando estuvo allá. Subió todos los niveles durante su permanencia.

Y después, de ahí, ella pensó que se iba a ir para su casa. Pero, tampoco le resultó (risas). ¡Se la volvieron a llevar para otro lado! Y así sigue…así que, le queda para harto rato.

la educación y la sip Yo creo que la Sociedad de Instrucción Primaria, como es

antigua, solo empezó a contratar a profesionales Normalistas porque quizás no había otra alternativa, pienso yo. Pero hoy,

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por mi experiencia en la SIP, yo creo que se dieron cuenta que ellas daban más de lo que se solicitaba, tenían mayor disposición, entrega.

Ahí va el nexo. Obviamente, ya no existen profesoras Normalistas. Y si existen, ya no tienen trabajo. Porque están ya están jubiladas o son muy mayores.

Pero creo que el fin de la SIP era tener profesoras Normalistas por la entrega de ellas. El estado actual de la red de colegios de la SIP hoy es distinta: yo he visto pasar muchas generaciones por este colegio, porque ha sido mi lugar de trabajo siempre, no he salido de aquí, llevo veinticuatro años acá. Y creo que la magia se ha ido perdiendo un poco, yo creo que ya que no existe lo que realmente era la entrega, lo que quería la SIP. Ya que esa magia de las profesoras Normalistas no existe. Eran otras generaciones, otras entregas. Quizás eran otros jóvenes, otros alumnos, quizás pensaban distinto.

Era otra generación en torno a niños, jóvenes pero también a educadores. Es muy marcada la diferencia de los profesores y se nota. O a lo mejor yo la noto. Yo creo que el camino de enseñanza que era antes se ha perdido, en torno al profesorado. Yo creo que el mismo sistema en sí, la reforma educacional ha hecho un cambio drástico. Que ya no es lo mismo, porque hay que navegar para un mismo lado pero cuesta, cuesta. Porque yo creo que a la SIP igual les ha costado muchísimo tener que “modernizar” la educación porque sino, nos quedamos pegados en el pasado, pero a mi eso si me gustaba más (risas).

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Normalistas

El legado para mi es la entrega total de la educación hacia niños. Su vocación como educadores. Hoy día al profesorado les falta eso. Es que las Normalistas eran así, porque sin vocación, no las dejaban entrar, el sistema era muy exigente para estar ahí. Algunas entraban porque la mamá y el papá tenían influencias pero en el camino encontraban todas su vocación de entrega. Por creo que las Normalistas hacen faltan actualmente. O el sistema. O el método. Y hoy se ha perdido.

Yo creo que faltan personas adultas que hagan esas cosas con los jóvenes y a lo mejor tendríamos menos problemas con los jóvenes actuales. Yo siento que el profesorado nuevo no es cálido: no hay entrega, no hay acogida.

Y a lo mejor eso falta para los jóvenes actuales. Profesoras Normalistas como ella faltan. Hablar de ella me engrandece. Yo aprendí muchas cosas buenas de ella. Fue un gran apoyo en mi vida.

Yo creo que nadie que hable de la señora Mónica, va a tener feos recuerdos. A lo mejor, como toda persona, su carácter no era el ideal pero yo creo que nadie lo tiene si es humano. Hoy en día nos llamamos por teléfono y nos juntamos, una vez por mes. Nos juntamos todavía a tomarnos un pisco sour, obviamente afuera, en su casa o en la mía (risas).

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95• Mónica en la escuela Elvira Hurtado de Matte.

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Vosotras,Ana María Bustamante

las de la normal privada. Nacida en Santiago, 1941, profesora Normalista Teresiana. Trabajó en la Escuela Ocampo y se la conocía por su sobrenombre y su

buen carácter. Hoy operada del estómago y dueña de casa. Cuida a su marido

• Le dicen "la gorda" y le gusta viajar. Sobretodo a usa, donde su familia.

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Cuando yo llegué a la Escuela Ocampo venía de una escuela Normal pagada, la Santa Teresa. Entonces, la impresión fue que yo llegaba patudamente con una actitud de “potito parado” entonces, ellas me aterrizaron. Yo el primer tiempo me sentí un poco sola, como que no encajaba en ese grupo que ya estaba armado.

Los primeros años la sufrí harto porque no me encontraba ahí. Yo soy una persona muy afectiva y yo sentía que ellas ya tenían su equipo, su grupo. Entonces, me costó un poquito entrar. Además yo venía con toda la efervescencia de la juventud, usaba minifaldas: era bien rebelde. Entonces yo quería hacer lo mismo que ellas hacían y por supuesto que me costó si ellas ya tenían bastante experiencia. Hasta que finalmente, nos complementamos.

Cuando yo llegué no encajaba. Me veían como más “cuica” por decirlo. Por ser creo una Escuela Normal pagada.

Yo la conocí cuando estaba ya con sus hijos, ella me conoció soltera. Después yo me casé, tuve hijos…bueno y la desgracia del terremoto que nos separó. Eso fue devastador.

Recuerdo las muchas veces que la Mónica me decía —ya gorda, tu eres mi musa inspiradora— y ella se sentaba a escribir y con un pucho. Ella terminaba de redactar y cualquier cosa que necesitase, ahí estaba yo. Éramos muy colegas. No existía la competencia para nosotras, al contrario. Siempre existió la lealtad, el cariño, la fraternidad, éramos muy amigas.

Siempre era yo quien ponía la sal: era revoltosa, buena pal’ chiste, siempre tenía esa picardía. Mónica era más seria

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y estricta pero buena gente. Con los niños era corazón de abuelita. Los niños la querían harto. Era enérgica, muy buena profesora, excelente. Los niños la veían muy cercana, súper cercana, ¡en ese tiempo!. Yo era más pesada, más bruja, más castigona.Claro, yo llegué castigando porque todos castigaban poh. A veces se me pasaba un poquito la mano pero la Mónica no, siempre muy cercana a los chiquillos.

Porque es difícil llevar la teoría a la práctica, ciento cinco niños en un curso, entonces era: disciplina, disciplina y disciplina. Y coscachear y con el reglazo y con toda la cuestión .

Yo le pedía siempre le pedía ayuda, ella me iba a ver a mis chiquillos para saber como estaban, si había que hacer algo manual… ya que yo era torpe con las manos,entonces si había que hacer algo relacionado con el arte, era ella.

Si había que hacer un discurso o algo, la Mónica hacía unas fiestas maravillosas. Unas alegorías, cantatas. Ella escribía y un profesor le ponía la música. La Mónica participó en un festival de Molina, en la Escuela Ocampo. Estaban mis hijos pequeñitos, entonces nos hospedamos en un hotel en Curicó: mi maridos, mis dos hijos, yo y la Mónica y su familia, con los niños, la Norma también, el Ruperto Fonfach que puso la música….y partimos para allá pué.

Siempre ella con su creatividad, la parte plástica para hacer manualidades, es una artista, en todo sentido de la palabra.

La Mónica es una mujer completa: la parte plástica, práctica y teórica. Ella escribe cosas muy bonitas.

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una imagen

Yo creo que la Escuela Ocampo fue lo que fue por nosotros, por nuestro equipo. Por ejemplo, la Mercedes Mondaca. Yo no trabajé con ella porque ella se fue de Directora donde estaba Mónica, en la Elvira Hurtado. Ella era un baluarte. Un pilar súper fuerte de la Escuela Ocampo. Entonces todas las chiquillas siguieron el ejemplo de la Mercedes, digo yo. Entonces, quienes nos íbamos incorporando, íbamos teniendo la tutoría, ¿por qué?, porque uno tenía que ser humilde, no creérselas todas porque era un error. Después me tocó a mí, después de ocho años y como directora, hacer tutorías a nivel de profesores y a nivel de alumno. Si llegaba un niñito nuevo, bueno y a nivel profesores también lo hice, uno veía sus fallas, sus debilidades y yo buscaba un tutor o una tutora. Entonces les decía “tu la vas a acompañar, tu la vas a guiar, tu aquí, tu allá”…Y eso creo que nos hizo firmes. Y quien iba llegando se tenía que integrar si o si, como equipo a las tutorías. Había calidez, compromiso, familia…

A la Mónica yo le decía “patita de canario”: flaquita, menudita, crespita y frágil. Sin embargo, firme, enérgica, servicial. La Mónica, la Ely, la María Eugenia y la Elsa Brown eran súper unidas y se ayudaban harto. Bueno, en el caso de la Ely era la mamá. Tenía unos cursos maravillosos, buenísimos, una mamá súper comprometida, los niños la querían mucho, los padres igual. Estricta y profesional cien por ciento. Lo mismo la María Eugenia. No si era esa Escuela la que tenía esa identidad. Y era todo bien, siempre ser las mejores.

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Hubo un momento en la cual éramos dos escuelas: la Italia y la Ocampo. Nosotras trabajábamos con los niños en la Ocampo. Éramos chiquititos, una familia, súper unidos, en cambio la Italia tenía cierta rivalidad con nosotros. Yo creo que era por el equipo: nosotros éramos menos, éramos súper unidos y allá habían más grupos. Eran más. Entonces había gente que no nos pasaba mucho. Pero igual nos hacíamos valer. Igual. Así que, como dice el dicho “donde fueres, has lo que vieres”.

Bueno, yo ya venía con eso de la Escuela Normal, de la formación de trabajar en equipo. Todos comprometidos, los niños, los apoderados. Entonces todo ese aprendizaje lo íbamos colocando en lo que hacíamos.

Trabajamos un tiempo en la Escuela Italia. Yo trabajaba más de cincuenta horas. Entonces cuando mi hijo mayor pasó a quinto básico, yo renuncié a esa media jornada y me quede con una jornada completa. Ahí, pasé donde las niñitas y Mónica pasó conmigo. Ella hacía matemáticas y hacía historia. Con las chiquillas nos llevábamos súper bien y con las niñas creamos lazos muy firmes: la Lía, la Goldsmith…entonces donde nos fuéramos como grupo había buen ambiente, para mí eso es lo más rescatable. No había envidia, había humildad, había unidad, yo creo que es lo fundamental. Cuando un equipo está cohesionado, cuando tiene las metas claras, los objetivos claros tu puedes hacer todo lo que te propongas. Y las cosas salían, por un tubo. Porque había voluntad, había…bueno, son los desafíos que nos poníamos

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también. La Mónica hacía unas fiestas maravillosas en el colegio. Involucraba a los dos colegios: a la Escuela Ocampo y a la Escuela Italia. Ponte tú nosotros celebrábamos el santo de nuestra directora, la señora Silvia. Eso era, uff, con bombos y platillos. Entonces ella creaba un cuento y escogía la música, armaba los bailes. Decía —ya, este curso hace esto, esto otro— y ella era la coordinadora general de todo. Era todo de su autoría. Y buscaba gente que realmente estuviese con ella, que la amparábamos, la acompañáramos, súper bien.

Yo estuve quince años en la escuela Ocampo. Y de ahí, nos separaron. Hasta el 87’ y ahí va trabajamos en forma separada. Nos mantuvimos en contacto porque la sociedad siempre acostumbra a reunir los colegios, antes para el día del maestro nos juntaban o en el verano habían cursos de perfeccionamiento, ahí también nos juntábamos. Después Mónica, dentro de la SIP llegó a ser sub directora de la Escuela Elvira Hurtado de Matte, en Quinta Normal y también habían instancias donde se reunían los equipos directivos. Yo terminé siendo directora del Presidente Alessandri, de Independencia.

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la gorda

Entrábamos a la una y salíamos a las seis y media de la tarde. Nosotras también entrábamos a la una. Ahí viene mi apodo, “la gorda”, es que ahí empecé a engordar. Porque resulta de que yo en la Normal era súper movida: deportista a mil. Yo estudiaba en Tomás Moro con Isabel La Católica y yo vivía en Quinta Normal. El pique era caminar desde Manquehue con Isabel La Católica hasta Tomás Moro, que son como nueve cuadras, todos los días. En la tarde, salíamos a las cinco y cuarto y de ahí jugábamos hasta las siete Basketball.

Entonces cuando yo empecé a trabajar, me dieron el título y me licencié, un veintiuno de diciembre. A los tres días me llega un radiograma de Chillán. Que me fuera para allá con casa, con garantías, unos bonos: todo pagado.

Y mi papá, súper machista, que ¡como se te ocurre, la niña que aquí y acá! y fue hablar con la señora Silvia Quintana que era la sub directora y ella era, la esposa de un amigo de mi papá de la Municipalidad de Santiago. Entonces la señora Silvia dijo —Noo, como la Anita se va a ir para allá, que se presente a la Sociedad de Instrucción Primaria—. La SIP era una asociación muy bien vista, eran las Escuelas Matte. Yapos, fui a hablar con la señora Silvia y yo empecé a trabajar un cuatro de marzo del año sesenta y nueve pero previo a eso, recuerdo que nos juntamos en la Escuela Arriarán en avenida Matta con San Diego todas las profesoras nuevas. Entonces estaban todas las directoras y elegían quien se iba a la escuela. La señora Manuela Pión me eligió y se fuí para allá.

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Nunca olvidaré ese momento: llegué con un vestido blanco, de lunares azules, con un corbatín azul con una minifalda. Entonces, ¡para esos tiempos!, horror. Y me dieron el horario. Desde una de la tarde. Y que hacía yo: dormía hasta las once de la mañana, me duchaba y partía al colegio. Tomaba la micro en la esquina de la casa, llegaba y me bajaba en la puerta del colegio. Volvía del colegio y me bajaba a una cuadra de mi casa. Esa era todo el ejercicio que hacía antes, en comparación no era nada. Y, no almorzaba, no me daba el tiempo, no me lo hacia. Entonces, a media tarde, bebida y sándwich, sabiendo que eso no es un almuerzo. Antes yo no comía eso, no lo conocía. Con la Cecilia Zamanillo, cuando nos hicimos más amigas, nos íbamos a comer al matadero. Ahí comíamos cazuela de vacuno, de chancho, pescado frito…el primer año que trabajé yo subí doce kilos pero lo pasé espectacular, sin embargo dejé mi vida de deportista y empecé a engordar, engordar y bueno.

Después llegó una señora después que nos hacía almuerzo. Comida casera, nos daba los chicharrones en marraqueta calentito y ahí con la Mónica íbamos. Le abríamos la olla, íbamos a cucharear, lo pasábamos chancho.

Cuando yo quedé esperando a mi primer hijo, mi antojo era limón con sal. Y la señora Graciela que me pelaba los limones y les ponía sal adentro y me los dejaba en los bolsillos de mi delantal. Era una vida súper exigente pero muy buena.

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la fuerza de la unión

Cuando fue el golpe militar, el once de septiembre de mil novecientos setenta y tres, yo tenía que ir a trabajar. —Yo tengo que ir a trabajar, ¡mis niños me están esperando— decía yo y mi familia me alegaba ¡como se te ocurre si está todo el país parado! Y yo, mis niños, mi colegio…era tanto el amor y todas iguales. Y sacábamos buenos chiquillos, excelentes. Claro que, todos de esos buenos también hubo malandras pero casi nadie era así.

Entre los cursos habían rivalidades porque eran A y B. Cuando yo llegué, nosotros nosotros con Mónica tomamos los primeros años, yo tomé el A y ella el B. Y terminamos con ella hasta octavo. Los ocho años, siendo profesoras jefe, años seguidos. Y los chiquillos nuestros, eran súper amigos, como nos veían que nosotros éramos amigas y aunque se daba en el colegio que siempre debía existir esa rivalidad, los cabros nuestros eran amigos. Yo creo que les impregnamos esa amistad, esa tranquilidad, compañerismo.

Recuerdo que el hecho de trabajar juntas nos hizo tener muchas anécdotas. Recuerdo una, en donde no teníamos los libros al día y llegaba el inspector y nos decía —Mira…— ¡siempre estábamos atrasadas!, una escribía en una hoja y una escribía en la otra y a veces, ¡hacíamos puras tonteras y nos matábamos de la risa!, era muy grato estar con ella.

Cuando yo dejé de trabajar en la sociedad, la Mónica se fue a trabajar a un colegio en Alcántara, al Hogar Español y a mí me habían ofrecido ese colegio, que era más chiquitito…y dijo

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no, quiero descansar. El último año que yo dejé de trabajar tenía mil ciento setenta hombres. Treinta y dos cursos: de pre-kinder a cuarto medio, cuando era directora.

Pero éramos súper unidas, esa cosa es impagable…yo ahora estoy en mi casa pero igual echo de menos el trabajo.

ellos

Franz Arancibia, si ¡si lo recuerod! Era picaíto. Picaíto pero, ¡güeno pa la pelota como él solo! Chuteaba tapas, manzanas, gomas de borrar, todo lo que se podía lo chuteaban. Colegio de puros hombres, pero buen cabro, súper buen cabro.

El Franz, imagínate, estaban con el colegio al lado. Y de ahí los sacó la mamá y después estaban en la Escuela Ocampo que estaba allá en Nataniel, ¡todos los días esa señora se pegaba el pique con los cabros!, porque a su hermanita la dejó en la Italia y los niños, uno quedó con la Mónica, el otro quedó, el Leíto, quedó con la Margarita Arancibia.

Rodrigo Tobar, ¡claro que me recuerdo de él! Eran dos hermanos y los papás eran separados y los veía otra persona, Marta creo que se llamaba. Pero era solitario, él siempre estaba al lado de Mónica, era su regalón.

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transcendencia

Antes de mi cumpleaños me llegó un mail de Graciela, que era, mi sub directora y me contó que Mónica le había pedido mi teléfono y mi correo. Y se lo mandó. Quería hablar con “su gorda”. El año pasado también me encontré con la María Eugenia, ya que somos vecinas… pero ¡somos muy ingratas! Porque, a pesar de todo lo que pasó, no nos seguimos viendo.

Ahora la Mónica estuvo de cumpleaños el catorce…(de junio). Y dije —la voy a llamar, la voy a llamar…— y ese día tuve un día de locos, de locos y…no la llamé pos. Ese día me pasaron puras leseras. Dije, ya…y hasta hoy, siempre en mi mente, ahí tengo su mail ¡le voy a poner un mail!, he estado todos estos días. Y si yo veo a la Mónica en dos minutos más es como si la hubiese visto ayer. ¿Entiendes? La distancia, la lejanía, los años sin comunicarnos, no es un tema para nosotras.

Nunca peleamos pero un día me dijo —Gorda, nosotros nos queremos tanto y hay una cosa que nunca te he dicho. Que pensamos distinto en materia política—. Para mí ese no es tema, yo soy súper tolerante, así que le dije “eso no vale para mí, que no te importe nunca”, eran tiempos álgidos del gobierno militar. Yo soy de derecha.

Esa fue una conversación a la pasada pero no menos importante. Fue un acto de sinceridad tremendo. Siempre estuvimos juntas y cada vez que nos encontramos nos acordamos que nuestros tiempos, ella me escribe cosas preciosas y yo también, trataba, trataba, trataba, pero en realidad no me resultaba (risas).

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Cuando me retiré de la Sociedad, Mónica seguía en la Institución. En esa ceremonia, en donde estaban todos los altos mandos, estaban las directoras, subdirectoras, todos los colegios… en ese momento nos retiramos dos directoras, entonces, aprovecharon de entregarnos un galvano, la señora Patricia, toda la gente Matte, que fue la última vez que estábamos todas juntas ahí yo hablé. Di las gracias y dije que realmente quienes habían formado parte de mi vida profesional, una de las más importantes había sido la Mónica Olivares. Imagínate, después de cuarenta y dos años, o sea, siempre hay reconocer.

Ella dejó huellas grandes. Dejó identidad. El amor por los niños, el compromiso, el sacarlos adelante como sea, enseñarles a ser buenas personas, ver las dificultades de cada uno y encausarlos, orientarlos, el amor como profesora, como formadora, como educadora, como mamá. Siempre maternal, muy querida por todos.

Yo te puedo decir que la Mónica se muere en la casa. Bueno, ella puede hacer muchas cosas: se puede dedicar a las flores, a escribir, a decorar…

Nuestras vivencias fueron maravillosas. La vida de nosotras es para escribir un libro y mucho más. De verdad. Mira, las poesías, ella podría hacer poesías para niños. Por ejemplo, en la mañanas, todas decíamos —Ya Mónica, has tu el diario mural—una creatividad…ella era una artista en potencia. Mil por ciento.

O recuerdo —Mónica hay que escribir sobre la

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Colihuai…— se inspiraba, se inspiraba…pero maravillosas sus composiciones. O “los niños de mi patria”, va caminando un niño y no se qué…unas canciones que inventaba que se llegaban a parar los pelos. Las poesías, los discursos: Mónica haciendo discursos, genial.

Yo no sé como le queda cuerda a Mónica, realmente no sé. Pero bueno, ella es así.

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Ellas,Elisabeth Badilla

las de la normal número dos. Nacida en 1946, Elisabeth Badilla es dueña del restorant italiano "Da Noi", ubicado en Ñuñoa. Tiene dos nietas en Bulgaria y pasa la

mayoría de su tiempo planeando sus viajes para ir a verlas. Su amor es Juan.

• Le gustan los niños y la decoración. Sus nietas se llaman Sofía y Magdalena.

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Yo tenía trece años cuando entré a la Escuela Normal, Avenida Recoleta, número quinientos.

Ahí nos conocimos. Teníamos un grupo de estudios y de amigas y ella siempre estaba ahí: estaba la Vicky, la Silvana, la Clara, la Mónica y yo. Siempre estuvimos juntas.

Yo tenía trece porque me quedé un año fuera. No quedé la primera vez que postulé a la Normal, quedé la segunda vez. Entonces por eso entré con más edad y ahí la conocí. Nos conocíamos hasta los pololos: nuestros primeros amores y estábamos enamoradas hasta las patas. Teníamos quince años, éramos lolitas.

Nosotras nos titulamos el veintiuno de agosto. Y fue a mitad de año porque faltaban profesores. Entonces nos titularon antes y nos mandaron a trabajar.

Y la Maru, mi hermana, como había ingresado antes, entró a trabajar en la Escuela Italia porque la visitadora social de la Escuela Normal, la señorita Elsa Franco era amiga de la directora de la escuela. Entonces, la señorita Manuela siempre la llamaba para pedirle profesores y ahí entró la Mónica, la Elsa Brown y yo, que éramos del mismo curso. Entramos las tres a trabajar en la Escuela Ocampo, con los varones. Entonces de ahí, toda la vida, la conozco de siempre.

Trabajamos hasta el terremoto del 85’ y después nos trasladaron a la Escuela Olea. Y yo no sé cuantos años trabajamos ahí y a la Mónica el director la hizo postular para sub dirección de otra escuela de la Sociedad, que fue la Elvira Hurtado y ella se fue para allá. Y yo, quedé como sub

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directora en la Escuela Hermanos Matte. Éramos adolescentes, cabras chicas, copiábamos (risas). Era

terrible porque teníamos a los chiquillos al frente, del Liceo Valentín Letelier que estaba frente a la Normal

Entonces los chiquillos cruzaban a la escuela a vitrinear a las niñas de la Normal. Y hubieron varias que se hicieron amigas de los chiquillos, algunas pololearon pero en nuestro caso, no nos importaba mucho, estábamos en otra.

Hacíamos fiestas, malones en esa época. Íbamos todas las chiquillas del curso pero yo me venía cuando las demás venían llegando. Era jodida mi mami pos.

Incluso cuando hicimos el viaje final del curso, las chiquillas fueron a Quintero y yo no pude ir, no me dieron permiso. No participé mucho en esa época.

El examen-gradoPrimero teníamos que hacer prácticas. Empezábamos

a hacer una en quinto año y en todos los ramos, había que dar examen. Pero uno se podía eximir y si tenías buenas notas podías. Yo creo que tenía dislexia, cosa que antes no se conocía porque siempre daba examen en inglés y en francés. Me costaba mucho, después supe que mi hijo era disléxico y ahí entendí varias cosas.

En ese entonces teníamos matemáticas, castellano, inglés, francés, educación física, sociología, filosofía, puericultura, economía doméstica. Y después de cursar todas esas asignaturas, cuando estábamos en quinto y sexto, hacíamos las “técnicas de”.

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Por ejemplo, estudiábamos matemáticas de primero a cuarto y después, de quinto y sexto entrábamos a la técnica de matemáticas, técnica de castellano, técnica de puericultura, técnica de esto y técnica de lo otro. Era una instancia en donde te enseñaban como tenías que dictar las asignaturas. Primero había que tener conocimiento, dominio de los contenidos y después estudiábamos con herramientas pedagógicas para que nosotras enseñáramos de la mejor forma lo que sabíamos. Y para eso nos daban técnicas, por eso el nombre del ramo.

Cuando terminabas tu práctica, la evaluaban. Empezábamos observando clases. Después teníamos que hacer una clase, en el curso que estabas. La profesora del curso era la que te guiaba en la escuela donde uno iba y teníamos otra profe guía en la Normal.

Después, terminadas las prácticas en las distintas asignaturas y en los distintos cursos, (porque se va desde primero a sexto año…. así era en esos años), viene lo final que es el examen-grado. Que es el examen de práctica.

Y ahí, te ponen los papelitos y te eligen. Yo no me acuerdo lo que me tocó, como sería lo nerviosa que estaba (risas).

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Empezares

Con la Mónica, entramos juntas a la Escuela Ocampo. Fueron tiempos preciosos , tengo lindos recuerdos de la escuela, primero que nada por las profesoras que ya estaban y que trabajan en la escuela, ninguna de ellas era egoísta, ni nada de eso. Y nosotras, el grupo que entramos, imagínate: solo con dieciocho años, a punto de cumplir los diecinueve, la Mónica, la Elsa, todas éramos de la misma época, unos pollitos y nos aceptaron muy bien.

Había una profesora espectacular, la Mercedes Mondaca que era como la agüela de todos nosotros, muy buena, una persona excelente y era pedagoga cien por ciento.

Era estricta, pesada con los niños, terrible pero terrible es decir poco. Pero ella tenía la paciencia de enseñarnos. Yo le preguntaba todo a la Mercedes, todo. Habíamos estudiado en la Normal, técnica de Puericultura, técnica de Castellano, técnica de lo otro: no me sirvió nada. Nada de la teoría me sirvió al llegar a la escuela.

Porque el método de las Escuelas Matte era psico-fonético. Se usaba el Silabario “El ojo”, que hoy está renovado y que Mónica trabajó mucho , pero no era el método que nos habían enseñado a nosotros, de lecto-escritura. Y cada silabario tiene un método de lectura diferente para aprender y a la vez, para nosotras enseñar.

El método era psico-fonético y tenía toda su historia. Pero lo que más enfatizaba la Mercedes es que a los niños teníamos que enseñarles lúdicamente.

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En la Normal también nos habían dicho eso pero tú lo escuchas, en la Universidad o donde sea, no es lo mismo que cuando tu te ves enfrentada a la realidad. Mi primer curso fue un cuarto año, yo tenía dieciocho años y ellos tenían nueve años menos, ¡imagínate, nada de diferencia con los niños! Mi segundo curso, fue de ciento cinco alumnos. Imagínate la locura.

Y ahora que los veo: son abuelos, están viejos igual que yo (risas). Yo lo pienso y ¡casi me muero porque para mí eran mis niñitos! y ellos me ven a mí y casi no se pueden convencer que tengamos casi la misma edad y claro, si nos titulábamos muy pequeñas y los niños entraban ¡a los cinco años!

Jonathan Varas

Anécdotas. Hay taaaantas. Hay una dolorosa, que no es anécdota. Se me murió un niño en las vacaciones de primer año. En las vacaciones de verano. Jonathan Varas. Era un chico súper inteligente, era mi segundo curso. Él era un niño vivaz como esos niños que tu sabes que son fuera de serie, en donde yo le estaba enseñando y yo sabía que él estaba aprendiendo de forma inmediata y aportaba, era sociable… los compañeros lo querían mucho, yo también. Él aprendió a leer como a fines de mayo, leyó y escribió a fines de mes. La mamá trabajaba en Burger, cerquita del colegio y era hijo único, lo iba a buscar, a dejar.

Era regalón mío, era como pollito, de esos niños que se te acercan, te hacen cariños o te llevan un dulce, rico el chiquillo.

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Yo estaba en el pizarrón escribiendo algo y él saltaba altiro diciéndome lo que significaba: no me alcanzaba a dar vuelta cuando él ya tenía las respuestas.

Terminó diciembre, sacó el primer puesto, primer lugar de aplicaciones. Y un día estoy en mi casa, contesto y era la mamá de Jonathan, llorando, para decirme que el niño había fallecido. —¡Pero como!—fue lo primero que dije. Bueno y ahí me contó que el niño había ido al sur con la familia materna, el niño se subió mal a un caballo y se mató. Y eso a mí me marcó. Me hizo ver la vida de otra manera como profesora, yo quedé media rallada. Después del funeral, la señora fue a la casa, me llevó una foto de Jonathan, que aún la tengo guardada y el dolor que sentí fue espantoso, no sé si pueda explicarlo, porque te identificas con la madre y como profesora es difícil de aceptar.

Después, cuando llegamos a segundo año, yo estaba haciendo clases o en el pizarrón o interactuando con los niños y sentía la voz de Jonathan, era como si él estuviera ahí, respondiéndome, como si fuese ayer, ya que era un niño que nunca pasaba desapercibido. Entonces fue un ser súper especial y esa cuestión a mí me dejó mal. Pero en general, yo me quedo tranquila porque con él y con los chiquillos ¡lo pasábamos tan bien!, se fue bien querido por todos.

Entre las buenas cosas me acuerdo que yo hacía “minutos de show”, antes de clases, nos reíamos mucho con los niños. Ellos salían, contaban chistes, imitaban al Pato Donald, el que quería: yo les dejaba unos minutos al inicio de clases para

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que ellos hicieran lo que quisieran. Podían hacer shows pero ordenadamente y ellos sabían y se preparaban para mostrar sus cosas, a mí me encantaba verlos.

Porque empiezas a verlos libres desde chiquititos y te das cuentas cuales son, mas o menos las vocaciones que ellos van teniendo. Rodrigo Morales, que tenía un tic en la cabeza. Nunca me olvidaré, lo que yo les decía a los niños y porque nunca le hicieron burla: “ustedes no pueden burlarse de su compañero porque yo misma cuando tengan cualquier problema, con un pie, con una mano o con cualquier cosa le voy a pedir a él que les haga burla a ustedes para que vean que lo se siente”. Y todos me miraban, con unos ojos grandes, sorprendidos. Así que él súper integrado. El Rodrigo siempre quería participar en los actos, salía en todos los que había.

Unidad en el aula

Yo era la presidenta de curso, estaba en el centro de alumnas de la Escuela. Participábamos con las otras presidentas de las Escuelas Normales y teníamos una federación. En ese tiempo estábamos siempre preocupadas de los problemas que surgían, por ejemplo, en un tiempo, la profesora de matemáticas renunció. Estuvimos casi un año sin tener ese ramo y eso para nosotras fue un problema, a nadie le producía risa porque no teníamos clases, nos preocupaba salir con una formación inconclusa.

Entonces en un consejo de curso me plantearon a mí la inquietud y en el consejo general de todas las presidentas de

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curso, expliqué el problema. Insistí que debía de solucionarse, que no podíamos no tener matemáticas y que las perjudicadas éramos nosotras. Entonces ahí, se juntaron todas y fue la presidenta general del centro de alumnas a hablar con la directora. No lo arreglaron.

Ahí, nos juntamos con los presidentes de las escuelas de varones y empezamos a movernos para agilizar el tema porque era tema del Ministerio de Educación, ya no era que la directora no quisiera nombrar a nadie.

Para conseguir estufas, para que les dieran once a las niñas que estaban en el coro y las que nos quedábamos haciendo actividades extraprogramáticas. Siempre había una niña que quedaba embarazaba y, habitualmente no la dejaban terminar de estudiar. Entonces nosotras no estábamos de acuerdo: si quedó embarazada tiene que seguir estudiando. Nosotros tuvimos a una compañera que cuando nos titulamos tenía ocho meses y medio, tenía su guatita formadita, la Mireya. Bueno y pedimos, como centro de alumnas que se quedara, y yo como presidenta hablé con la directora y nada, ningún problema, —que termine no más— dijo ella. Fundamentalmente era eso, esa era la finalidad del centro de alumnas de la Escuela Normal.

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Ya bastaCon Mónica nos hicimos amigas en la Normal. Ella es

muy directa, podría decir que a veces llegaba a ser pesada de lo sincera que es pero eso se agradece. Como te decía, andábamos siempre las seis para todos lados, el grupo andaba junto: la Mónica, la Mery Ponce, la Silvia Román, la Clara Becerra, la Isabel Riquelme y yo, la Elisabeth Badilla (risas). Mónica ama a sus hijos, los quiere, los adora pero ella lo sabe y yo se lo he dicho: por el amor al aula no estuvo presente en varias ocasiones. Pero hay algo que yo no puedo no decir de mi amiga: cuando hay dificultades, ella siempre está presente, como toda mamá. Pero en el día a día, en el cual estás siempre, creo que, a veces se lo perdió. Sin embargo estuvo rodeada de personas que la ayudaron y amaron a sus hijos. Ella era una mujer muy independiente.

Hicimos una promesa, saliendo de la Normal, cuando empezamos a trabajar juntas. A los dieciocho. Que cuando nos viéramos que estábamos “peinando la muñeca” teníamos la obligación de decirnos “Mónica, Elisabeth, ya basta”.

Fue un día conversando, no se quien lo planteó. Y yo, toda la vida lo he tenido presente. Estábamos insertas en un mundo de profesores y veíamos que habían colegas que ya estaban de muchos años, que tendrían ya que estar jubiladas y no lo hacian y andaban ¡haciendo puras tonteras pos! Con los niños, con el colegio y con todo el mundo entonces era como ¡que lata! ¡como uno va a llegar a esa etapa de poder descansar y no aprovecharlo! Y es dañiño,

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porque molestas a tu grupo de iguales y dañas a los niños y apoderados. Y eso es lo que nosotras no queríamos. Yo no quería eso para ella y ella no quería eso para mí. No me parece que siga trabajando pero lo entiendo, por su vocación. La otra vez conversábamos eso. Yo le dije —Mónica, prométeme que el próximo año no vas a trabajar, acuérdate de lo que conversamos— y ella me dijo “Si Ely, to prometo, blah blah blah” y me lo prometió. Y no cumplió. Porque como ella es tan artista, hace ¡cosas maravillosas! Muy bonitas. Entonces yo le proponía que se pusiera con su hija, la Monina, con un taller en barrio Italia, en Ñuñoa.

Lo conversamos justo cuando ella sabía que el Hogar Español se cerraba, entonces le dije —Mónica, ahora es el minuto. Búsquense un lugar, por acá mismo, pónganse a preparar material, tener un stock para vender y se quedan ahí, les irá regio—Bueno, de hecho, ella ayuda mucho a su hija, le da ideas, y siempre ha sido así. Ellas están en conexión. Pero parece que aún no ha sido su minuto. Y si me preguntas, no la entiendo, no tanto (risas).

A Mónica le gusta mucho la pedagogía y está haciendo mucho por eso, mucho por los niños, mucho por todo. Y esta edad puedes hacer mismo pero a menor escala. Tu puedes trabajar en la comuna en la cual tu vives, un día por semana, dos días por semana, hacer un apostolado.

Pero yo creo que hoy, la parte educacional de Mónica conlleva cosas más profundas de cuales hoy ella debería estar liberada: jefes encima, tener apoderados, responsabilidades,

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horarios pesados y una carga llena, que a esta edad ya no tiene porque cargarlas. Esa es mi opinión como amiga, liberarse, bueno ella sabe todo esto, lo hemos conversado.

Yo pienso que ella morirá haciendo cosas preciosas y que las podría hacer hasta con su mismo nieto. Si le gusta el servicio social podría ir a hogares de acogida de niños, a las Aldeas S.O.S, a llevarles un poquitito de lo que ella tiene porque es creativa, es artista y ama lo que hace. Por último enseñarles artes, manualidades. Sería un tremendo valor para esta sociedad.

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Ellos,Familia Marini

una generación. Don Boris Marini es de oficio Martillero Público y ha dedicado su vida a "Remates Marini".Sus hijos, Ángelo y Coni estudiaron en la Escuela Elvira

Hurtado de Matte, siendo su padre ex Presidente del Centro de Alumnos.

• Ángelo y Coni comparten el gusto porla música. A Boris le gusta jugar al golf.

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Boris: Ángelo cuando estudió con la Coni en el colegio Elvira Hurtado de Matte, todavía cuando tenía solo básica. Entonces se tuvieron que ir para postular a colegios que impartieran enseñanza media. Ángelo postuló y quedó en el Instituto Nacional, ya egresado, y la Coni, ahora está terminando en el colegio Compañía María.

De todas maneras influyó mucho el cambio de casa (Las Condes), porque en ese entonces vivíamos en Quinta Normal y yo actualmente sigo teniendo mis negocios allá, muy cerca de la escuela, como a cuatro cuadras, al lado.

Ángelo: Si no mal recuerdo, a mí la señora Mónica no me hizo clases como profesora, la recuerdo más como docente administrativa, era sub directora. Siempre estaba más en terreno que la Sra. Margarita, que era la directora. Ella era el nexo entre alumnos y padres con la administración y la señora Margarita mantuvo una distancia la cual no tuvo la señora Mónica con nosotros.

Coni: Creo también que estuvo de inspectora un tiempo. Así como dice Ángelo, ella era la que estaba siempre, se paseaba, saludaba y sobretodo con nosotros que nos tenía una especie de “cariño especial” en donde fuimos súper cercanos.

Yo estuve en su taller de teatro del colegio y era una de las más chiquititas que estaba, era como la guagua de ahí. Entonces desde ese punto y a lo largo de toda la básica se creó un lazo y recuerdo que ella era súper artística, súper creativa y me fui dando cuenta que me gustaba el teatro, el arte y que en realidad era lo mío. Fue ella quien me empezó a guiar por

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ese camino, por decirlo de alguna forma. Ella actuaba con nosotros, era súper activa, no era como los típicos profes que te mandan y te dicen “haga esto, haga esto otro”. Ella estaba con nosotros, nos hacía ejemplos, participaba. Hice con ella “La Pérgola de las Flores”. Además hice una obra de mimos que no recuerdo su nombre porque creo que ella la inventó y hartas más.

En la Pérgola, yo era una de las floristas. Yo recuerdo que a último momento, una de las niñas que tenía que actuar de señora cuica, no recuerdo el papel pero si me acuerdo de la niña, la Claudia Toro, faltó, el mismo día de la obra. Entonces ahí la señora Mónica me pidió que la reemplazara y recuerdo que no me sabía nada, ensayé un rato, un par de líneas e igual estaba nerviosa pero ella me calmaba, diciéndome —no, si tu lo haces bien, tranquila…—¡y salió! y salió muy bien, fue un gran trabajo en equipo. Recuerdo la ropa (risas) ya que la niña que faltó era mucho más grande y yo era una enana. Pero al final salió súper bonito.

Ahora estoy en cuarto medio e igual no tengo claro lo que voy a estudiar. Sin embargo, me gusta mucho el área artística. Ahí me abrí al mundo del teatro, de la música. Si bien en este colegio hay un taller de teatro, de hecho me metí, no encontré lo mismo de lo que fue en la Matte. Era distinto. Yo creo que ahí había un ambiente familiar y una cercanía entre todos que no se dio más para mi. Acá, en mi actual colegio, éramos súper pocas personas y el profesor de teatro era famoso, un actor de televisión, pero no

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es lo mismo. No son personas tan cercanas a uno, entonces me desmotivé y lo dejé de lado. Simplemente no logré encontrar lo mismo que allá (Elvira Hurtado de Matte). Hasta el último momento estuve participando en el taller de teatro, hasta que me tuve que cambiar de colegio.

A: Yo no participé en el taller de teatro pero si me acuerdo de ella. Me fuí con doce años del colegio, era bien observador y un poco agrandado en la forma de ver el mundo. Entonces yo me acuerdo de ella como una persona muy íntegra, que tenía muy bien equilibrado, primero; el tema de las normas éticas y morales y de hecho hasta cuando yo me fui, el colegio era muy reconocido por eso, porque todos hacíamos el bien, no se veía lo que pasaba en otros colegios, nadie fumaba ni cosas así. Pero por otro lado, tenía muy desarrollado, como dice la Coni, el sentido de tratar a los alumnos de una manera muy personalizada. Éramos regalones. Yo no sé si era solo con nosotros pero en general era todo muy humano, muy cercano. Ella era la encargada de hacer esa conexión de que no se sintieran los estamentos separados.

C: Yo creo que influyó la cercanía de mi papá o porque yo estuve en Teatro pero yo siempre que pasaba, ella iba a saludarme y se podía conversar con ella, cosa que con otros profes que incluso tenían un rol más bajo que ella no se podía. Con ella si. Había como esa confianza y ese cariño que nos tenía que nos hacía contar con ella. A mi siempre me andaba peinando los rulitos, porque mi pelo es igual al de ella, entonces andaba preocupada, siempre.

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A: Yo tampoco recuerdo el puntapié inicial pero yo creo que se dio porque yo era muy destacado académicamente, siempre en el colegio era yo quien sacaba los máximos puntajes y además, ella tenía una relación cercana con mi papá y ya mi hermano mayor había pasado por el colegio.

Entonces siempre nos tuvo un cariño especial. Por eso yo recuerdo algo muy personalizado hacia nosotros pero yo creo que con los demás también ya que ella era la encargada de las relaciones humanas en el colegio, así lo veía yo.

B: Yo estuve seis años en el Centro General de Padres y Apoderados. Dentro de esos periodos, porque la directiva se elegía cada dos años, a mí siempre me eligieron y gustoso lo hacía. Estuve como vice-presidente, como director, siempre trabajando en representación de todos los padres y nos tocó hacer tareas muy bonitas en el colegio. A mí me tocó ver el antes y después porque antes de la llegada de este equipo donde entró la señorita Mónica, había otro equipo más antiguo en donde yo también participé con mi hijo mayor.

Y él participo en ese “régimen” por decirlo de un modo, en donde todo era muy militar, muy restringido pero muy poco abierto a la comunidad y a la parte artística en general, de todo tipo: no había folklore, obras de teatro, talleres. Nunca se había desarrollado eso en el colegio. En cambio, cuando llegó este equipo nuevo, con la venida de la señorita Mónica, cambió todo eso porque el colegio conjunto con la nuestra llegada también, fue produciendo una transformación y se llegó a un equilibrio que yo lo defino como algo “mágico”,

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porque al llegar a ese colegio, uno respiraba algo especial: cordialidad, amabilidad, desde el Mario, el auxiliar hasta la señora Margarita, la directora, conjunto con gente que yo quiero mucho de ahí y no las veo desde hace muchos años. Se logró un fin común con toda esta gente que llevó a estos profesionales y nos hicieron participar a todos nosotros, motivando a toda la comunidad y se empezaron a hacer unas fiestas anuales, por ejemplo, de celebración de Fiestas Patrias, o las celebraciones del día de la Mamá o inventábamos hitos como el día de la comidas típicas y hacíamos stands, cosa que nunca antes habíamos vivido y donde la señorita Mónica estaba presente en todo.

Yo la recuerdo siempre en las pizarras, ella poniendo mensajes hermosos, haciendo dibujos.

A: Pintando…C: Dibujando… A: Pizarras con tiza. C: Si, con tizas de colores. A: Con letra manuscrita muy perfecta. Y flores. Yo recuerdo

que en los primeros años que yo estuve en las salas todavía habías salas que habían pizarras que eran a tiza, no a plumón. Y también en la entrada había una pizarra más grande que era para tiza también y que ella ocupaba para poner mensajes de bienvenida.

Me acuerdo una letra preciosa y además con unos arreglos florales pero todo dibujado a tiza. Con distintos colores, todo a mano. Su arte lo llevaba muy a terreno.

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B: Era algo que afloraba en ella. Era tan mágico, a simple piel que se transmitía. Se produjo un ambiente increíble. Imagínate que salían conversaciones a partir de las Fiestas Patrias, festividades que casi siempre están relacionadas al consumo, al exceso. Bueno y nosotros, pensando, ¿y qué pasa con la gente que quiere celebrar el dieciocho en familia y no tiene un lugar? ¿Por qué no lo celebran acá nos nosotros? Hagamos algo a nivel colegio. Y salían estas ideas y se canalizaban bien y Mónica ocupando un lugar destacado. Una persona tan especial, tiene un carisma y una grandeza tan noble, sin esperar nada. Eso es gratificante.

B: Son personas de esta formación que ya no se da. A: De hecho, la escuela cambió mucho. Después de que se fue ella y la señora Margarita, la línea educacional cambió demasiado. Pasó de ser una escuela antigua y buena, a un liceo más. Te lo digo porque yo tengo amigos y ex compañeros que han salido hace poco y la cosa cambió mucho por la partida de ellas. Fundamentalmente el prestigio que tenía el colegio en la comuna por parte de todo el barrio.

Ese es el término que buscaba…Las Normalistas, eso que hoy no se da. Hoy en día Mónica está enfrentando un desafío tremendo. Está en uno de los colegios más vulnerables de Santiago, con más de cuarenta puntos más abajo que un colegio promedio simce, con una proyección de diez años de recuperación. Y ella está ahí con la señora Margarita y con alguien más, son tres. Las tres van a levantar este colegio, con muy bajos recursos. ¡Y mire los desafíos que está enfrentando!

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Si es una persona tan grande siendo que podría estar en su casa descansando. Fíjese que uno pocas veces, como ser humano, tiende a reconocer en grande a alguien cuando lo tiene al frente. Generalmente cuando uno no lo tiene o lo tiene lejos, uno se da cuenta de todos esos momentos, en mi caso que fueron años, periodos tan especiales que vivimos dentro de este colegio y de acuerdo a la opinión de mi hijo, Ángelo, que ya no es lo que era en su momento. Y pensando en la señora Mónica realmente uno tiene pocas posibilidades de encontrarse con gente de esa talla, de esa nobleza. Yo tuve la suerte y gracias a Dios y mis hijos también, ya que ambos tienen influencia de ella en sus vidas.

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C: Yo creo que el legado que me dejó la escuela en general y sobretodo ella, fue descubrir desde pequeña mi lado artístico. Yo creo que sin esas herramientas que me dio ella hoy habría dejado de lado eso. Y la música es algo que me llena junto con mi hermano. Tenemos una banda y creo realmente que cada día vamos mejor. Y hoy, estando en otro colegio que es súper bueno académicamente, valóricamente, es católico y todo, eso ya no lo pude encontrar, nunca. Fue ahí y yo creo que en pocos lados está eso que una vez encontramos.

A: Yo creo que el colegio y quizás no tan directamente la señorita Mónica pero sé que detrás del colegio estaba ella, fue el tema de lo humano, de la entrega sin recompensa. Lo moral, lo ético ya que los valores que entregaba el colegio eran muy buenos. Y de hecho, a mi me costó mucho acostumbrarme los dos primeros años, cuando me cambié al Instituto Nacional, en el séptimo y en octavo, yo iba en un colegio con tremendas libertades en donde nadie se preocupaba por nadie, donde como la dice la gente afuera y es verdad, donde hacen máquinas y yo estaba acostumbrado a un trato distinto, como el de la señora Mónica, entre otros profesores que me acuerdo: algo mucho más íntimo, más individualizado, más cercano, más personal. También los cursos eran más chicos, eran máximo de treinta y cinco personas y yo llegué a un curso de cincuenta y todo era frío: hasta la temperatura del colegio.Pero yo pienso que eso me dejó hasta el día de hoy, con la educación de mis padres, todo

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eso hizo un conjunto en donde hoy me considero una persona muy recta, muy veraz y con mis valores muy marcados: no me gusta mentir, no me hacerle el mal a nadie, mi gran legado.

B: Nosotros vivíamos a cuatro cuadras del colegio. Desde la avenida Carrascal hacia el poniente. Estábamos muy cerca, por diversas razones, uno aspira a algo mejor y nos venimos a vivir acá. Pero yo sigo muy ligado a la comuna porque trabajo ahí, nací ahí. Yo soy martillero judicial. Nosotros tenemos una empresa de remates. Una casa de remates, que es conocida y nos va bien. Yo aquí donde vivo, no me conoce nadie pero en Quinta Normal me conocen todos (risas).

Yo estoy siempre vinculado con la señora Mónica. Ella está de cumpleaños el catorce de junio y todos los años no la he dejado de llamar. Y bueno, ella siempre se alegra y también podemos saber de nuestras vidas. En el último llamado me contó en la labor actual en la cual estaba. Y cuando la gente es transparente y buena aparecen las cosas justo cuando se necesitan. El rompecabezas se arma.

Así como a mis hijos les entregó mucho, a mí ella me hizo sentir una persona tan especial, me hacía sentir bien por el trato que le daba a la gente. Claro que mis hijos se sentían más regalones y quizás claro que había algo de eso pero yo la veía así con toda la gente, no solo con nosotros. Manteniendo un equilibrio que es tan difícil en donde por un lado va la rectitud y por otro lado va el cariño, la enseñanza. Y siempre tratando de plasmar en tantos jóvenes, desarrollar la parte artística. Y eso a ella le brotaba y le florecí, porque va con ella.

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A:. Esa era la cuota que ponía ella, porque lo artístico va muy desarrollado con lo valórico y a través de eso ella nos lo inculcaba en la enseñanza. Ese era su rol: hacer más conscientes a los padres, alumnos, profesores. Y eso, lamentablemente con el cambio de equipo no se transformó en un hábito. Es por eso que se puede deducir que realmente eso iba ligado a ella. Como persona, ya que sin ella no se mantuvo. Ella fue la activista y eso se va moviendo con ella, definitivamente, en todo lo que hizo.

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