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Domingo VII del Tiempo Ordinario Nº 252 - DOMINGO VII DEL TIEMPO ORDINARIO - Ciclo A - 19 de febrero de 2017 Amad a vuestros enemigos Lev 19,1-2.17-18 · Sal 102 · 1Cor 3,16-23 · Mt 5,38-48 1. Lo católico en Dios. Si Dios es el amor, no puede odiar nada de lo que él ha creado; eso es lo que dice ya el libro de la Sabiduría (Sb 1,6.13-15). Su amor no se deja desconcertar por el odio, la aversión y la indiferencia del hombre; Dios derrama su gracia sobre buenos y malos, ya aparezca esta gracia ante los hombres como sol o como lluvia. Tolera que se le acuse, que se le insulte o que se le niegue sin más. Pero no lo tolera en virtud de una indiferencia sublime, pues la adhesión o la aversión humanas le afectan hasta lo más profundo. Cuando un hombre rechaza seriamente el amor de Dios, no es Dios el que le condena sino que es el propio hombre el que se condena a sí mismo, porque no quiere conocer y practicar lo que Dios es: el amor. La justicia de Dios no es la del "ojo por ojo y diente por diente"; más bien hay que decir que cuando el hombre no supera la justicia penal de este mundo (que es necesaria), ni comprende a Dios ni quiere estar a su lado. Dios nunca ama parcialmente, sino totalmente. Esto es lo que significa la palabra «católico». 2. Lo católico en Jesucristo. Jesús es el Hijo único de Dios que nos revela «lo que ha visto y oído» junto al Padre (Jn 3,32): que Dios no ama parcialmente, ni es justo sólo a medias, ni responde a la agresión de los pecadores privándoles de su amor. El manifiesta esto humanamente no respondiendo a la violencia con más violencia, sino ofreciendo, en la pasión, la otra mejilla, caminando dos millas con los pecadores, e incluso todo el camino. Se deja quitar por los soldados no sólo el manto, sino también la túnica. Contra él se desencadena toda la violencia del pecado precisamente «porque pretendía ser Hijo de Dios» (Jan 19,7). Pero su no-violencia tiene mayor proyección que toda la violencia del mundo. Sería un error querer convertir la actitud de Jesús en un programa político, porque está claro (incluso para él) que el orden público no puede renunciar al poder penal (Jesús habla incluso de este poder en sus parábolas, por ejemplo: Mt 12,29; Lc 14,31; Mt 22,7.13, etc.). Cristo representa, en este mundo de violencia, una forma divina de no-violencia que él ha declarado bienaventurada para sus seguidores (Mt 5,5) y a la práctica de la cual les invita encarecidamente aquí. 3. Lo católico de la alianza. El Antiguo Testamento conocía el amor primariamente para los miembros de la propia tribu (primera lectura, vv. 17-18): ellos eran entonces «el prójimo». Pero para Cristo todo hombre por el que él ha vivido y sufrido se convierte en «prójimo». Por eso los cristianos, a ejemplo de Cristo, tienen que superar también la solidaridad humana limitada y amar a los «publicanos» y a los «paganos». Pablo muestra (en la segunda lectura) la forma de la catolicidad de la alianza. La sabiduría cristiana comprende que no debe ser parcial ni partidista, porque, en virtud de la catolicidad de la redención, toda la humanidad, incluso el mundo entero, pertenece al cristiano, pero en la medida en que éste ha hecho suya la catolicidad de Cristo, que revela a su vez la del Padre. «Todo es vuestro, vosotros de Cristo y Cristo de Dios». La verdadera forma de la catolicidad del cristiano no consiste tanto en un dejar-hacer exterior cuanto en una actitud interior: «Amad a vuestros enemigos, rezad por los que os persiguen y calumnian. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo». (H. U. von Balthasar)

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Page 1: 252 - Domingo VII del Tiempo Ordinario (A) · Domingo VII del Tiempo Ordinario Nº 252 - DOMINGO VII DEL TIEMPO ORDINARIO - Ciclo A - 19 de febrero de 2017 Amad a vuestros enemigos

Domingo VII del Tiempo Ordinario

Nº 252 - DOMINGO VII  DEL TIEMPO ORDINARIO - Ciclo A - 19 de febrero de 2017 Amad a vuestros enemigos

Lev 19,1-2.17-18 · Sal 102 · 1Cor 3,16-23 · Mt 5,38-48

1. Lo católico en Dios.

Si Dios es el amor, no puede odiar nada de lo que él ha creado; eso es lo que dice ya el libro de la Sabiduría (Sb 1,6.13-15). Su amor no se deja desconcertar por el odio, la aversión y la indiferencia del hombre; Dios derrama su gracia sobre buenos y malos, ya aparezca esta gracia ante los hombres como sol o como lluvia. Tolera que se le acuse, que se le insulte o que se le niegue sin más. Pero no lo tolera en virtud de una indiferencia sublime, pues la adhesión o la aversión humanas le afectan hasta lo más profundo. Cuando un hombre rechaza seriamente el amor de Dios, no es Dios el que le condena sino que es el propio hombre el que se condena a sí mismo, porque no quiere conocer y practicar lo que Dios es: el amor. La justicia de Dios no es la del "ojo por ojo y diente por diente"; más bien hay que decir que cuando el hombre no supera la justicia penal de este mundo (que es necesaria), ni comprende a Dios ni quiere estar a su lado. Dios nunca ama parcialmente, sino totalmente. Esto es lo que significa la palabra «católico».

2. Lo católico en Jesucristo.

Jesús es el Hijo único de Dios que nos revela «lo que ha visto y oído» junto al Padre (Jn 3,32): que Dios no ama parcialmente, ni es justo sólo a medias, ni responde a la agresión de los pecadores privándoles de su amor. El manifiesta esto humanamente no respondiendo a la violencia con más violencia, sino ofreciendo, en la pasión, la otra mejilla, caminando dos millas con los pecadores, e incluso todo el camino. Se deja quitar por los soldados no sólo el manto, sino también la túnica. Contra él se desencadena toda la violencia del pecado precisamente «porque pretendía ser Hijo de Dios» (Jan 19,7). Pero su no-violencia tiene mayor proyección que toda la violencia del mundo. Sería un error querer convertir la actitud de Jesús en un programa político, porque está claro (incluso para él) que el orden público no puede renunciar al poder penal (Jesús habla incluso de este poder en sus parábolas, por ejemplo: Mt 12,29; Lc 14,31; Mt 22,7.13, etc.). Cristo representa, en este mundo de violencia, una forma divina de no-violencia que él ha declarado bienaventurada para sus seguidores (Mt 5,5) y a la práctica de la cual les invita encarecidamente aquí.

3. Lo católico de la alianza.

El Antiguo Testamento conocía el amor primariamente para los miembros de la propia tribu (primera lectura, vv. 17-18): ellos eran entonces «el prójimo». Pero para Cristo todo hombre por el que él ha vivido y sufrido se convierte en «prójimo». Por eso los cristianos, a ejemplo de Cristo, tienen que superar también la solidaridad humana limitada y amar a los «publicanos» y a los «paganos». Pablo muestra (en la segunda lectura) la forma de la catolicidad de la alianza. La sabiduría cristiana comprende que no debe ser parcial ni partidista, porque, en virtud de la catolicidad de la redención, toda la humanidad, incluso el mundo entero, pertenece al cristiano, pero en la medida en que éste ha hecho suya la catolicidad de Cristo, que revela a su vez la del Padre. «Todo es vuestro, vosotros de Cristo y Cristo de Dios». La verdadera forma de la catolicidad del cristiano no consiste tanto en un dejar-hacer exterior cuanto en una actitud interior: «Amad a vuestros enemigos, rezad por los que os persiguen y calumnian. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo».

(H. U. von Balthasar)

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Conviene no olvidar el nombre que Cristo da a su pueblo y con qué título denomina a su grey. Lo llama ovejas, para que la inocencia cristiana se adecue a las ovejas; lo llama corderos, para que la simplicidad de la mente imite la natural simplicidad de los corderos. ¿Por qué el lobo se cubre con piel de oveja?, ¿por qué infama al rebaño de Cristo quien se finge cristiano?

Ampararse con el nombre de Cristo y no seguir las huellas de Cristo, ¿qué otra cosa es sino traicionar el nombre de Dios, desertar del camino de la salvación? Sobre todo cuando el mismo Cristo enseña y declara que entra en la vida quien guarda los mandamientos y llama prudente a quien escucha sus palabras y las pone en práctica; más aún, califica de doctor eminente en el reino de los cielos a quien enseñe y cumpla lo que enseña: pues sólo entonces aprovechará al predicador lo que recta y útilmente hubiere predicado, si él mismo pone por obra lo que oralmente ha enseñado. Y ¿hay algo sobre lo que el Señor haya insistido tanto a sus discípulos, algo, entre sus saludables avisos y celestiales preceptos, cuya guarda y custodia haya inculcado tanto como que nos amemos mutuamente también nosotros con el mismo amor con que él mismo amó a sus discípulos? Y ¿cómo va a conservar la paz y la caridad del Señor quien, a causa de los celos, no consigue ser ni pacífico ni amable? Por eso, el mismo apóstol Pablo, después de enumerar los méritos de la paz y de la caridad, después de enseñar yafirmar rotundamente que de nada le aprovecharía ni la fe ni las limosnas ni siquiera los sufrimientos típicos del confesor o del mártir, de no mantener íntegras e invioladas las exigencias del amor, añadió lo siguiente: El amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia, enseñando de este modo y demostrando que sólo puede mantener la caridad el que es comprensivo, servicial e invulnerable a los celos y al rencor. Asimismo, cuando, en otro pasaje, exhorta al hombre ya plenificado por el Espíritu Santo y convertido en hijo de Dios por el nacimiento celeste, a no buscar más que las realidades espirituales y divinas, agrega y dice: Y yo, hermanos, no pude hablaros como a hombres de espíritu, sino como a gente débil, como a cristianos todavía en la infancia. Y todavía seguís los bajos instintos. Mientras haya entre vosotros envidiasy contiendas, es que os guían los bajos instintos y que procedéis como gente cualquiera. Por otra parte, no podemos ser portadores de la imagen del hombre celestial si no nos asemejamos a Cristo desde los comienzos de nuestra vida espiritual. Lo cual implica dejar de ser lo que habías sido y comenzar a ser lo que no eras, para que en ti brille la filiación divina, para que tu conducta deifica corresponda a tu calidad de hijo de Dios, para que en tu modo de vivir digno y encomiable sea Dios glorificado. Es Dios mismo quien nos exhorta y nos estimula a ello, prometiendo reciprocidad a quienes glorifican a Dios. Dice en efecto: Porque yo honro a los que me honran y serán humillados los que me desprecian. Para formarnos y prepararnos a esta glorificación, el Señor e Hijo de Dios –apuntando a su semejanza con Dios Padre– nos dice en su evangelio: Habéis oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo». Yo, en cambio, os digo: «Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo».

SAN CIPRIANO DE CARTAGO, Tratado sobre los celos y la envidia, 12-13.15

Domingo VII del Tiempo Ordinario (A)

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MONICIÓN DE ENTRADA

Bienvenidos, hermanos, a la celebración de la Eucaristía. Hoy, en el quinto domingo del tiempo ordinario, concluimos la lectura del capítulo 5º de San Mateo, que hemos estado leyendo estos últimos domingos. Es el capítulo en el que Jesús lleva a cumplimiento la ley antigua, y va todavía más allá, al hacernos hoy esta invitación: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”. Esa es la medida: no el cumplimiento de la ley, sino el amor. Que la Eucaristía que hoy celebramos encienda en nosotros el deseo de vivir de esa manera.

ACTO PENITENCIAL (Fórmula 3ª)

— Tú, que por medio del amor nos haces santo como Tú mismo eres santo: Señor, ten piedad. R. Señor, ten piedad.

— Tú, que en la humildad de la cruz nos haces a todos hermanos: Cristo, ten piedad. R. Cristo, ten piedad.

— Tú, que en el Espíritu haces de nosotros Templo santo de Dios: Señor, ten piedad. R. Señor, ten piedad.

MONICIÓN A LAS LECTURAS

La Palabra de este domingo, que vamos a escuchar ahora, es la respuesta concreta de Cristo ante tantas actitudes de odio y división que se manifiestan tantas veces en la humanidad y en nosotros. Heridos por luchas y discordias, Él nos llama a la reconciliación y al perdón, para convertirnos en Templo santo de Dios en el mundo mediante la fuerza del Espíritu.

ORACIÓN DE LOS FIELES

Hermanos: con el corazón libre de todo mal y rencor, elevamos nuestra oración a Dios, que hace salir el sol sobre buenos y malos, y hace llover sobre justos y sobre injustos, sin diferencia alguna de personas. Oremos juntos y digamos: Escúchanos, Señor, y haznos santos.

Domingo VII del Tiempo Ordinario (A)

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Domingo VII del Tiempo Ordinario (A)

Lector:

• Haz perfecta en la caridad a tu Iglesia, oh Padre: que esté disponible para acoger a todos, viviendo siempre el camino de las bienaventuranzas y dando testimonio de tu amor de modo auténtico. Oremos.

• Inspira en el corazón de los responsables de las naciones el deseo de una paz duradera, para que encuentren formas de diálogo que permitan la reconciliación y la convivencia fraterna entre todos los pueblos. Oremos.

• Reúne en el único cuerpo de Cristo a quienes pertenecen a las diversas confesiones cristianas. Ilumínales con el don de tu Espíritu, para que sepan buscar, con humildad y paciencia, lo que alimenta la comunión entre los hijos del mismo Padre. Oremos.

• Bendice y fortifica con tu gracia a los hermanos que, en el silencio, responden cada día al mal con el bien, a las ofensas con el perdón, a la violencia con la mansedumbre. Haz que todos nosotros podamos imitarles, poniendo en práctica lo que hoy hemos escuchado. Oremos.

• Concédenos gozar el misterio de amor que hoy celebramos en esta Eucaristía, la gracia de la sabiduría divina que nos permite vivir la ley del amor total y gratuito, transformando todo nuestro ser en sacrificio de alabanza agradable a ti. Oremos.

Sacerdote:

Tú eres santo, Señor Dios nuestro, y fuente de toda santidad: acoge las oraciones que con un corazón humilde y confiado te hemos elevado. Haznos solidarios con los otros y disponibles hacia aquellos que hacen el bien en tu nombre, para reconocer tu presencia en el templo vivo de la humanidad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

MONICIÓN AL PADRENUESTRO

La llamada de Jesús en el evangelio a ser perfectos como el Padre nos hace sentir pobres ante Él. Pero la oración del Señor nos conforta y nos fortalece. Por eso, con la sabiduría del Espíritu, decimos: Padre nuestro…

ORIENTACIONES PARA LA CELEBRACIÓN

• Ornamentos de color verde. • Se dice “Gloria”. Se dice “Credo”. • Se utiliza uno de los prefacios dominicales. De manera excepcional, dada la temática de

las lecturas de hoy, sugerimos utilizar la Plegaria Eucarística para la Reconciliación II (con su propio prefacio).

• En la Plegaria Eucarística se puede decir el embolismo propio del domingo. • No se permiten las misas de difuntos, excepto la misa exequial.

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