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CISA / Co mu ni ca ción e In for ma ción, SA de CVCON SE JO DE AD MI NIS TRA CIÓN: Pre si den te, Ju lio Sche rer Gar cía; Vi ce pre si den te, Vi cen te Le ñe ro; Te so re ro, En ri que Ma za

DI REC TOR: Ra fael Ro drí guez Cas ta ñe daSUB DI REC TOR DE IN FOR MA CIÓN: Salvador CorroSUB DI REC TORA DE COMERCIALIZACIÓN: María Scherer IbarraSUB DI REC TOR DE ADMINISTRACIÓN: Humberto HerreroSUB DI REC TOR DE FINANZAS: Alejandro RiveraASIS TEN TE DE LA DI REC CIÓN: Ma ría de los Án ge les Mo ra les; ayudante, Marlon MejíaASIS TEN TE DE LA SUBDI REC CIÓN DE INFORMACIÓN: Gra cie la Ze pe daCOORDINADORA DE FINANZAS DE RE DAC CIÓN: Be a triz Gon zá lezEDI CIÓN Y CORRECCIÓN: Alejandro Pérez, coordinador; Gerardo Albarrán de Alba; Cuauhtémoc Arista, Tomás Domínguez, Ser gio Lo ya, Enrique de Jesús MartínezREPORTEROS: Carlos Acosta, Mi guel Ca bil do, Jorge Carrasco, Jesusa Cervantes, Patricia Dávila, Gloria Leticia Díaz, Álvaro Delgado, José Gil Olmos, Ale jan dro Gu tié rrez, José Daniel Lizárraga, Ra úl Mon ge, Ricardo Ravelo, Ro dri go Ve ra, Rosalia Vergara, Jenaro VillamilCO RRES PON SA LES: Campeche, Rosa Santana; Co li ma: Pe dro Za mo ra; Chiapas, Isaín Mandujano; Gua na jua to: Ve ró ni ca Es pi nosa; Guerrero, Ezequiel Flores Contreras; Jalisco, Fe li pe Co bián; Michoacán, Francisco Castellanos; Nuevo León, Luciano Campos, Arturo Rodríguez; Tabasco: Ar-man do Guz mán; Tamaulipas, Ma. Gabriela Hernández

IN TER NA CIO NAL: Ho me ro Cam pa, coordinador; Corres pon sa les: Buenos Aires: Santiago Igartúa; Madrid: Alejandro Gutiérrez; Pa rís: An ne Ma rie Mer gier; Washington: J. Jesús Esquivel CUL TU RA: Ar man do Pon ce, edi tor; Ju dith Ama dor Tello, Ja vier Be tan court, Blan ca Gon zá lez Ro sas, Estela Leñero Franco, Isa bel Le ñe ro, Ro sa rio Man za nos, Samuel Máynez Champion, Jor ge Mun guía Es pi tia, Jo sé Emi lio Pa che co, Al ber to Pa re des, Eduardo Soto Millán, Ra quel Ti bol, Flo ren ce Tous saint, Rafael Vargas, Co lum ba Vér tiz de la Fuente; asistente, Niza Rivera Medina; [email protected] PECTÁCU LOS: Ro ber to Pon ce, co or di na dor. [email protected]: Alejandro Caballero, Coordinador; Raúl Ochoa, Beatriz PereyraFO TO GRAFÍA: Marco Antonio Cruz, Coordinador; Fotógrafos: Ger mán Can se co, Miguel Dimayuga, Ben ja mín Flo res, Oc ta vio Gó mez, Eduardo Miranda; ar chi vo histórico, Fran cis co Da niel; asistente, Au ro ra Tre jo; auxiliar, Violeta MeloAU XI LIAR DE RE DAC CIÓN: Á ngel Sán chez

AYU DAN TE DE RE DAC CIÓN: Da mián Ve gaANÁLI SIS: Co la bo ra do res: John Ackerman, Ariel Dorf man, Sabina Berman, Jesús Cantú,De ni se Dres ser, Miguel Ángel Granados Chapa, Marta Lamas,Pa blo La ta pí Sa rre, Car los Mon si váis, Car los Mon te ma yor, Rafael Segovia, Ja vier Si ci lia, En ri que Se mo, Er nes to Vi lla nue va, Jorge Volpi; car to nis tas: Gallut, Helguera, Hernández, Na ran jo, Ro chaCENTRO DE DOCUMENTACIÓN: Ro ge lio Flo res, co or di na dor; Juan Car los Bal ta zar, Li dia Gar cía, Leoncio RosalesCO RREC CIÓN TIPOGRÁFICA: Jor ge Gon zá lez Ra mí rez, co or di na dor; Se ra fín Dí az, Ser gio Da niel Gon zá lez, Pa tri cia Po sa dasDI SE ÑO: Ale jan dro Val dés Ku ri, co or di na dor;Fer nan do Cis ne ros Larios, An to nio Foui lloux Dá vi la, Ma nuel Foui lloux Ana ya, Ernesto García ParraCOMERCIALIZACIÓNPU BLI CI DAD: Ana María Cortés, administradora de ventas; Eva Ánge les, Ru bén Báez eje cu ti vos de cuen ta. Tel. 5636-2077 / 2091 / 2062

se ma na rio de in for ma ción y aná li sis

NARCOTRÁFICO /SINALOA

6 “Si me atrapan o me matan… nada cambia” /Julio Scherer García

12 El poder de El Mayo /Jorge Carrasco Araizaga

16 Asoma la narcopolítica /Jorge Carrasco Araizaga

NARCOTRÁFICO /DURANGO

20 La masacre de Pueblo Nuevo /Patricia Dávila

SEGURIDAD

26 Sin consenso, los acuerdos binacionales /Jesusa Cervantes

POLÍTICA /ULTRADERECHA

30 Los Tecos: aniversario de impunidad /Álvaro Delgado

TRABAJO

36 No pasará /Rosalía Vergara

CORRUPCIÓN

39 Sanción simulada /Rosalía Vergara

INTERNACIONAL /RUSIA

42 Mensajes desde el Cáucaso /Leonardo Boix

INTERNACIONAL /FOTOGRAFÍA

48 Instantáneas de la violencia /Elisa Reche

ANÁLISIS

52 Interés Público /Miguel Ángel Granados Chapa

53 Les manda decir el señor presidente /Helguera

Índice

Foto Portada: Archivo Proceso

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Una expresión de Julio Scherer García ha quedado grabada con hierro candente, entre muchas otras, en quienes colabo-ramos con él. “Si el Diablo me ofrece una entrevista, voy a los infiernos…”. En el mayor de los sigilos, bajo la exigencia de reserva absoluta que él respetó y respeta, el fundador de Proceso fue convocado a encontrarse con Ismael El Mayo Zambada. “Tenía interés en conocerlo”, le dijo el capo del cártel de Sinaloa, colega y compadre de El Chapo Guzmán. En el encuentro, que terminó en puntos suspensivos, El Mayo Zambada dejó un reto: “Me pueden agarrar en cualquier mo-mento… o nunca”.

Julio Scherer García

Un día de febrero recibí en Proceso un mensaje que ofrecía datos claros acerca de su veraci-dad. Anunciaba que Ismael Zambada deseaba conversar conmigo.

La nota daba cuenta del sitio, la hora y el día en que una persona me conduciría al refu-gio del capo. No agregaba una palabra.

A partir de ese día ya no me soltó el desaso-siego. Sin embargo, en momento alguno pensé en un atentado contra mi persona. Me sé vulne-

rable y así he vivido. No tengo chofer, rechazo la protección y ge-neralmente viajo solo, la suerte siempre de mi lado.

La persistente inquietud tenía que ver con el trabajo periodís-tico. Inevitablemente debería contar las circunstancias y porme-nores del viaje, pero no podría dejar indicios que llevaran a los persecutores del capo hasta su guarida. Recrearía tanto como me fuera posible la atmósfera del suceso y su verdad esencial, pero evitaría los datos que pudieran convertirme en un delator.

Me hizo bien recordar a Octavio Paz, a quien alguna vez le oí decir, enfático como era:

“Hasta el último latido del corazón, una vida puede rodar para siempre.”

● ● ●

Una mañana de sol absoluto, mi acompañante y yo abordamos un taxi del que no tuve ni la menor idea del sitio al que nos con-duciría. Tras un recorrido breve, subimos a un segundo auto-móvil, luego a un tercero y fi nalmente a un cuarto. Caminamos en seguida un rato largo hasta detenernos ante una fachada co-lor claro. Una señora nos abrió la puerta y no tuve manera de mirarla. Tan pronto corrió el cerrojo, desapareció.

La casa era de dos pisos, sólida. Por ahí había cinco cuadros, pájaros deformes en un cielo azuloso. En contraste, las paredes de las tres recámaras mostraban un frío abandono. En la sala ha-bían sido acomodados sillones y sofás para unas diez personas y la mesa del comedor preveía seis comensales.

Me asomé a la cocina y abrí el refrigerador, refulgente y va-cío. La curiosidad me llevó a buscar algún teléfono y sólo ad-vertí aparatos fijos para la comunicación interna. La recámara que me fue asignada tenía al centro una cama estrecha y un bu-

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ró de tres cajones polvosos. El colchón, sin sábana que lo cu-briera, exhibía la pobreza de un cobertor viejo. Probé el agua de la regadera, fría, y en el lavamanos vi cuatro botellas de Bo-nafont y un jabón usado.

Hambrientos, el mensajero y yo salimos a la calle para co-mer, beber lo que fuera y estirar las piernas. Caminamos sin rumbo hasta una fonda grata, la música a un razonable volu-men. Hablamos sin conversar, las frases cortadas sin alusión alguna a Zambada, al narco, la inseguridad, el ejército que pa-trullaba las zonas periféricas de la ciudad.

Volvimos a la casa desolada ya noche. Nos levantaríamos a las siete de la mañana. A las ocho del día siguiente desayunamos en un restaurante como hay muchos. Yo evitaba cualquier expre-sión que pudiera interpretarse como un signo de impaciencia o inquietud, incluso la mirada insistente a los ojos, una forma de la interrogación profunda. El tiempo se estiraba, indolente, y co-míamos con lentitud.

Las horas siguientes transcurrieron entre las cuatro pare-des ya conocidas. Yo llevaba conmigo un libro y me sumergí en la lectura, a medias. Mi acompañante parecía haber nacido para el aislamiento. Como si nada existiera a su alrededor, lle-

gué a pensar que él mismo pudiera haber desaparecido sin dar-se cuenta, sin advertirlo. Me duele escribir que no tenía más vi-da que la servidumbre, la existencia sin otro horizonte que el minuto que viene.

“Ya nos avisarán –me dijo sorpresivamente–. La llamada vendrá por el celular.”

Pasó un tiempo informe, sin manecillas. ‘Paciencia’, me decía.Salimos al fin a la oscuridad de la noche. En unas horas se cru-

zarían el ocaso y el amanecer sin luz ni sombra, quieto el mundo.

● ● ●

Viajamos en una camioneta, seguidos de otra. La segunda des-apareció de pronto y ocupó su lugar una tercera. Nos seguía, constante, a cien metros de distancia. Yo sentía la soledad y el silencio en un paisaje de planicies y montañas.

Por veredas y caminos sinuosos ascendimos una cuesta y de un instante a otro el universo entero dio un vuelco. Sobre una superficie de tierra apisonada y bajo un techo de troncos y be-jucos, habíamos llegado al refugio del capo, cotizada su cabeza en millones de dólares, famoso como el Chapo y poderoso co-mo el colombiano Escobar, en sus días de auge, zar de la droga.

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El Vicentillo. Es “mijo”... Lo lloro

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Ismael Zambada me recibió con la mano dispuesta al salu-do y unas palabras de bienvenida:

–Tenía mucho interés en conocerlo.–Muchas gracias –respondí con naturalidad.Me encontraba en una construcción rústica de dos recáma-

ras y dos baños, según pude comprobar en los minutos que me pude apartar del capo para lavarme. Al exterior había una mesa de madera tosca para seis comensales, y bajo un árbol que pa-recía un bosque, tres sillas mecedoras con una pequeña mesa al centro. Me quedó claro que el cobertizo había sido levanta-do con el propósito de que el capo y su gente pudieran abando-narlo al primer signo de alarma. Percibí un pequeño grupo de hombres juramentados.

A corta distancia del narco, los guardaespaldas iban y ve-nían, a veces los ojos en el jefe y a ratos en el panorama inmenso que se extendía a su alrededor. Todos cargaban su pistola y al-gunos, además, armas largas. Dueño de mí mismo, pero nervio-so, vi en el suelo un arma negra que brillaba intensamente ba-jo un sol vertical. Me dije, deliberadamente forzada la imagen: podría tratarse de un animal sanguinario que dormita.

–Lo esperaba para que almorzáramos juntos–, me dijo Zam-bada y señaló la silla que ocuparía, ambos de frente.

Observé de reojo a su emisario, las mandíbulas apretadas. Me pedía que no fuera a decir que ya habíamos desayunado.

Al instante fuimos servidos con vasos de jugo de naranja y vasos de leche, carne, frijoles, tostadas, quesos que se desmoro-naban entre los dedos o derretían en el paladar, café azucarado.

–Traigo conmigo una grabadora electrónica con juego para muchas horas–, aventuré con el propósito de ir creando un am-biente para la entrevista.

–Platiquemos primero.● ● ●

Le pregunté al capo por Vicente, Vicentillo.–Es mi primogénito, el primero de cinco. Le digo “Mijo”.

También es mi compadre. Zambada siguió en la reseña personal:–Tengo a mi esposa, cinco mujeres, quince nietos y un bis-

nieto. Ellas, las seis, están aquí, en los ranchos, hijas del mon-te, como yo. El monte es mi casa, mi familia, mi protección, mi tierra, el agua que bebo. La tierra siempre es buena, el cielo no.

–No le entiendo.–A veces el cielo niega la lluvia.Hubo un silencio que aproveché de la única manera que me

fue posible:–¿Y Vicente?–Por ahora no quiero hablar de él. No sé si está en Chicago

o Nueva York. Sé que estuvo en Matamoros.–He de preguntarle, soy lo que soy. A propósito de su hijo,

¿vive usted su extradición con remordimientos que lo destro-cen en su amor de padre?

–Hoy no voy a hablar de “Mijo”. Lo lloro.–¿Grabamos?Silencio.–Tengo muchas preguntas–, insistí ya debilitado.–Otro día. Tiene mi palabra.Lo observaba. Sobrepasa el 1.80 de estatura y posee un

cuerpo como una fortaleza, más allá de una barriga apenas pro-nunciada. Viste una playera y sus pantalones de mezclilla azul

mantienen la línea recta de la ropa bien planchada. Se cubre con una gorra y el bigote recortado es de los que sugieren una sutil y permanente ironía.

–He leído sus libros y usted no miente–, me dice.Detengo la mirada en el capo, los labios cerrados.–Todos mienten, hasta Proceso. Su revista es la primera, in-

forma más que todos, pero también miente.–Señáleme un caso.–Reseñó un matrimonio que no existió.–¿El del Chapo Guzmán?–Dio hasta pormenores de la boda.–Sandra Ávila cuenta de una fiesta a la que ella concurrió y

en la que estuvo presente el Chapo.–Supe de la fiesta, pero fue una excepción en la vida del Cha-

po. Si él se exhibiera o yo lo hiciera, ya nos habrían agarrado.–¿Algunas veces ha sentido cerca al ejército?–Cuatro veces. El Chapo más.–¿Qué tan cerca?–Arriba, sobre mi cabeza. Huí por el monte, del que conoz-

co los ramajes, los arroyos, las piedras, todo. A mí me agarran si me estoy quieto o me descuido, como al Chapo. Para que hoy pudiéramos reunirnos, vine de lejos. Y en cuanto terminemos, me voy.

–¿Teme que lo agarren?–Tengo pánico de que me encierren.–Si lo agarraran, ¿terminaría con su vida?–No sé si tuviera los arrestos para matarme. Quiero pensar

que sí, que me mataría.Advierto que el capo cuida las palabras. Empleó el término

arrestos, no el vocablo clásico que naturalmente habría esperado.Zambada lleva el monte en el cuerpo, pero posee su propio

encierro. Sus hijos, sus familias, sus nietos, los amigos de los hijos y los nietos, a todos les gustan las fiestas. Se reúnen con frecuencia en discos, en lugares públicos y el capo no puede acompañarlos. Me dice que para él no son los cumpleaños, las celebraciones en los santos, pasteles para los niños, la alegría de los quince años, la música, el baile.

–¿Hay en usted espacio para la tranquilidad?–Cargo miedo.–¿Todo el tiempo?–Todo.–¿Lo atraparán, finalmente?–En cualquier momento o nunca.Zambada tiene sesenta años y se inició en el narco a los die-

ciséis. Han transcurrido cuarenta y cuatro años que le dan una gran ventaja sobre sus persecutores de hoy. Sabe esconderse, sabe huir y se tiene por muy querido entre los hombres y las mu-jeres donde medio vive y medio muere a salto de mata.

–Hasta hoy no ha aparecido por ahí un traidor–, expresa de pronto para sí. Lo imagino insondable.

–¿Cómo se inició en el narco?Su respuesta me hace sonreír.–Nomás.–¿Nomás?Vuelvo a preguntar:–¿Nomás?Vuelve a responder:–Nomás.Por ahí no sigue el diálogo y me atengo a mis propias ideas:

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E n la última semana de agosto de 2007, la reportera Patricia Dávila viajó al pueblo de Ca-nelas, Durango, localizado en

el corazón de lo que se conoce como el Triángulo Dorado de la droga –en los límites de los estados de Sinaloa, Chihuahua y Durango–, para recabar información y contar los pormenores de la boda de Joaquín El Chapo Guz-mán Loera y Emma Coronel Aispuro, los cuales fueron publicados en la edi-ción 1609 de Proceso.

La ceremonia se realizó en La An-gostura, una de las localidades más alejadas de Canelas, la cabecera muni-cipal. En época de lluvias, el acceso a esa región toma tres horas y media en motoneta.

Con testimonios documentales, como el del periódico local El Correo de la Montaña, mensajes por internet de testigos y hasta versiones de auto-ridades que pidieron no ser identifica-das, Proceso dio cuenta de cómo se fue preparando la boda desde cinco

Recuerdo de una boda...

meses antes, a partir de un baile cele-brado el 6 de enero de ese año.

De acuerdo con esos testimonios, la ceremonia en La Angostura se realizó el 2 de julio, aunque se había divulgado que se llevaría a cabo al día siguiente. A diferencia del tumultuoso baile del Día de Reyes, en esta ocasión sólo estuvie-ron presentes familiares de la novia y personas muy allegadas a El Chapo. Un día después de la boda, La Angostura fue ocupada por soldados.

el narcotráfico como un imán irresistible y despiadado que per-sigue el dinero, el poder, los yates, los aviones, las mujeres pro-pias y ajenas con las residencias y los edificios, las joyas co-mo cuentas de colores para jugar, el impulso brutal que lleve a la cúspide. En la capacidad del narcotráfico existe, ya sin hori-zonte y aterradora, la capacidad para triturar.

● ● ●

Zambada no objeta la persecución que el gobierno emprende para capturarlo. Está en su derecho y es su deber. Sin embargo, rechaza las acciones bárbaras del Ejército.

Los soldados, dice, rompen puertas y ventanas, penetran en la intimidad de las casas, siembran y esparcen el terror. En la guerra desatada encuentran inmediata respuesta a sus acometi-das. El resultado es el número de víctimas que crece incesante. Los capos están en la mira, aunque ya no son las figuras únicas de otros tiempos.

–¿Qué son entonces? –pregunto.

Responde Zambada con un ejemplo fantasioso:–Un día decido entregarme al gobierno para que me fusile.

Mi caso debe ser ejemplar, un escarmiento para todos. Me fu-silan y estalla la euforia. Pero al cabo de los días vamos sabien-do que nada cambió.

–¿Nada, caído el capo?–El problema del narco envuelve a millones. ¿Cómo domi-

narlos? En cuanto a los capos, encerrados, muertos o extradita-dos, sus reemplazos ya andan por ahí.

A juicio de Zambada, el gobierno llegó tarde a esta lucha y no hay quien pueda resolver en días problemas generados por años. Infiltrado el gobierno desde abajo, el tiempo hizo su “trabajo” en el corazón del sistema y la corrupción se arraigó en el país. Al presidente, además, lo engañan sus colaborado-res. Son embusteros y le informan de avances, que no se dan, en esta guerra perdida.

–¿Por qué perdida?–El narco está en la sociedad, arraigado como la corrupción.

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–Y usted, ¿qué hace ahora?–Yo me dedico a la agricultura y a la ganadería, pero si pue-

do hacer un negocio en los Estados Unidos, lo hago.

● ● ●

Yo pretendía indagar acerca de la fortuna del capo y opté por valerme de la revista Forbes para introducir el tema en la con-versación.

Lo vi a los ojos, disimulado un ánimo ansioso:–¿Sabía usted que Forbes incluye al Chapo entre los gran-

des millonarios del mundo?–Son tonterías.Tenía en los labios la pregunta que seguiría, ahora super-

flua, pero ya no pude contenerla.–¿Podría usted figurar en la lista de la revista?–Ya le dije. Son tonterías.–Es conocida su amistad con el Chapo Guzmán y no po-

dría llamar la atención que usted lo esperara fuera de la cárcel de Puente Grande el día de la evasión. ¿Podría contarme de qué manera vivió esa historia?

–El Chapo Guzmán y yo somos amigos, compadres y nos hablamos por teléfono con frecuencia. Pero esa historia no existió. Es una mentira más que me cuelgan. Como la inven-ción de que yo planeaba un atentado contra el presidente de la República. No se me ocurriría.

–Zulema Hernández, mujer del Chapo, me habló de la co-

rrupción que imperaba en Puente Grande y de qué manera esa corrupción facilitó la fuga de su amante. ¿Tiene usted noticia acerca de los acontecimientos de ese día y cómo se fueron de-sarrollando?

–Yo sé que no hubo sangre, un solo muerto. Lo demás, lo desconozco.

Inesperada su pregunta, Zambada me sorprende:–¿Usted se interesa por el Chapo?–Sí, claro.–¿Querría verlo?–Yo lo vine a ver a usted.–¿Le gustaría…?–Por supuesto.–Voy a llamarlo y a lo mejor lo ve.La conversación llega a su fin. Zambada, de pie, camina ba-

jo la plenitud del sol y nuevamente me sorprende:–¿Nos tomamos una foto?Sentí un calor interno, absolutamente explicable. La foto

probaba la veracidad del encuentro con el capo.Zambada llamó a uno de sus guardaespaldas y le pidió un

sombrero. Se lo puso, blanco, finísimo.–¿Cómo ve?–El sombrero es tan llamativo que le resta personalidad.–¿Entonces con la gorra?–Me parece.El guardaespaldas apuntó con la cámara y disparó. ●

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Jorge Carrasco Araizaga

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Aunque al hablar del cártel de Sinaloa se piensa de inme-diato en El Chapo Guzmán, es Ismael Zambada García, El Mayo, el estratega del grupo de narcotráfico que un estu-dio de inteligencia estadunidense califica como el “domi-nante” en México. Otro análisis, de autoría mexicana, no sólo se refiere a los maestros de El Mayo y a su gran capa-cidad de infiltración y corrupción en las instituciones que lo buscan, sino también a la presunta sociedad que desde hace años mantiene con uno de los precandidatos del PRI al gobierno del estado de Sinaloa, el alcalde de Culiacán con licencia Jesús Vizcarra Calderón…

En los gobiernos del PAN, el cártel de Sinaloa se ha con-solidado como la organi-zación más importante del narcotráfico en México. Los reflectores se concentran en Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, pero los alcances

del grupo delictivo no se explican sin Is-mael Zambada García, El Mayo.

A El Chapo se le caracteriza como la cabeza de la organización, y a Zambada como su socio. Pero en realidad el cártel de Sinaloa es una red con varios lideraz-gos en la que destaca El Mayo como es-tratega del grupo.

El más mediático de los líderes del cártel es El Chapo, lo que aleja la aten-ción sobre El Mayo, Ignacio Nacho Co-ronel y Juan José Esparragoza More-no El Azul, quienes por años, junto con Guzmán, han ejercido el control de esa organización.

Con ellos operan los hermanos Cáza-res Salazar, señalados como los encarga-dos de “blanquear” los recursos y entre los cuales se menciona a Blanca Margari-ta Cázares Salazar, La Emperatriz.

Cada uno con su propia estructura, estos personajes han hecho de la orga-nización “la más formidable y dominan-te en México”, traficando drogas desde América del Sur hacia América del Nor-te, y armas a México, según un análisis de la firma privada de inteligencia es-tadunidense Stratfor, elaborado en di-ciembre pasado.

A diferencia de El Chapo, que se ha enfrascado en costosas batallas perso-nales con los Carrillo y los Beltrán –an-tiguos aliados del cártel, principalmen-te en Sinaloa y Chihuahua–, El Mayo se mantiene como pieza clave en la ope-ración del grupo, por su capacidad de penetración institucional –incluido el Ejército–, sus cuantiosas actividades financieras y su aptitud logística para mover droga, dinero y armas.

La Procuraduría General de la Repú-blica (PGR) ha documentado en diver-sas averiguaciones previas esas activi-

Territorio del cártel de Sinaloa

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dades atribuidas a El Mayo. La justicia estadunidense también. Desde 2003, es-tá acusado en la Corte federal para el distrito de Columbia, en Washington, de conspirar con el fin de importar y dis-tribuir en Estados Unidos “cinco kilos o más” de cocaína.

Junto con él fueron acusados por el Departamento de Justicia estadunidense su hijo Vicente Zambada Niebla, El Ni-ño o El Mayito, y Javier Torres, El JT. Su hijo y su operador ya fueron extraditados a Estados Unidos, en febrero de 2010 y

“era el prestanombres de El Mayo en va-rios ranchos ganaderos, entre ellos Los Mezquites y Potrero del Aguaje, así co-mo el motel Monteverde”, al sur de Cu-liacán, entre otros negocios, según un reporte de los servicios de inteligencia mexicanos.

Pocas semanas después del decomi-so, El Mayo tuvo otro revés. La detención de su hermano Jesús Zambada García, a quien se conocía como El Rey Zambada. Capturado en la Ciudad de México, en octubre de 2008, El Rey tenía el control del Aeropuerto Internacional de la Ciu-dad de México. De esa manera, Ismael Zambada aseguraba la importación de cocaína y de precursores químicos para producir metanfetaminas.

Maestros y socios

El Mayo Zambada, de 60 años, fue ini-ciado en el narcotráfico por José Inés Calderón Quintero, quien entre los años setenta y los ochenta fue uno de los prin-cipales jefes del narcotráfico en Sinaloa y en el país, dice el mencionado reporte de los servicios de inteligencia mexica-nos, que aborda las actividades empre-sariales y políticas del precandidato del PRI al gobierno del estado, Jesús Vizca-rra Calderón.

En la investigación sobre el alcalde de Culiacán con licencia se asegura tam-bién que, desde los ochenta, El Mayo ha sido socio de Vizcarra Calderón, quien

en noviembre de 2006, respectivamente. Como parte de las investigaciones,

en 2007 el Departamento del Tesoro de Estados Unidos congeló y confiscó los bienes de su familia. Entre ellos los de Zambada Niebla, de 35 años.

De acuerdo con Stratfor, el grupo de El Mayo “experimentó un retroce-so cuando su hijo (…) fue detenido en la Ciudad de México. Zambada Niebla era clave en el lavado de dinero y en las fi-nanzas de la organización, además de que tuvo un importante rol logístico cuando era necesario. Su ausencia, sin embargo,

no parece haber afecta-do significativamente las operaciones” del propio Ismael Zambada García.

La capacidad de ope-ración de Ismael se man-tiene a pesar de otros golpes recibidos, co-mo el decomiso, en sep-tiembre de 2008, de 26 millones de dólares en una residencia de Cu-liacán, donde operaban los hermanos Jesús Al-fredo y José Lamberto Verdugo Calderón.

José Lamberto, muerto por el Ejérci-to en enero de 2009,

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busca el gobierno de Sinaloa para el pe-riodo 2011-2016.

En esa época, Ismael Zambada aprendió a operar en el narcotráfico no sólo por las enseñanzas de Calderón Quintero, sino también de narcotrafi-cantes como Rafael Caro Quintero, Bal-tasar Díaz Vega, Ernesto Fonseca Carri-llo Don Neto y Manuel Salcido Uzueta El Cochiloco.

Nacido en El Álamo, población del municipio Salvador Alvarado, Zamba-da García creció después a la sombra de Vicente Carrillo Fuentes, El Señor de los Cielos, muerto en una cirugía plástica en 1997.

En 2001, El Mayo fue uno de los que protegió a El Chapo cuando se fugó del penal de máxima seguridad de Puente Grande, en febrero de ese año, a la lle-gada de Vicente Fox a la Presidencia de la República.

De su capacidad para corromper au-toridades civiles y militares hay dos re-ferentes: la infiltración del Centro de Inteligencia Antinarcóticos (Cian) del Ejército, en 2002, y la Operación Lim-pieza de la PGR, dada a conocer en no-viembre de 2008.

No ha sido la de 2002 la única vez en que Zambada ha infiltrado al Ejército. En junio de 2009, la PGR informó del arrai-go de nueve militares que la Secretaría de la Defensa Nacional entregó al Ministe-rio Público Federal por su presunta rela-ción con El Mayo.

En el caso de la Operación Limpie-za, se demostró que El Mayo y los Bel-trán Leyva, entonces aliados, penetraron esa institución y la Secretaría de Seguri-dad Pública (SSP).

La PGR investigó a dos hombres cer-canos del titular de la SSP, Genaro Gar-cía Luna, por sus presuntas relaciones con Ismael Zambada: Luis Cárdenas Pa-lomino, brazo derecho de García Luna, y Gerardo Garay Cadena, excomisiona-do de la entonces Policía Federal Pre-ventiva, hoy Policía Federal.

Según las investigaciones, El Mayo pagaba a más de 35 agentes del Ministe-rio Público Federal entre 350 y 400 mil dólares para que lo mantuvieran infor-mado sobre las acciones de la PGR con-tra su organización y cualquiera de sus miembros.

Los elementos de las dependencias infiltradas acabaron también dividi-dos con las pugnas al interior del cár-tel, iniciadas en 2004, cuando El Chapo Guzmán ordenó el asesinato de Rodol-fo Carrillo Fuentes, y agudizadas en 2008, cuando los hermanos Beltrán Le-

yva acusaron a Guzmán Loera de ha-ber entregado a su hermano Alfredo, El Mochomo.

El Mayo tomó partido por El Chapo y ahora también está metido en la con-frontación con las dos familias para ex-pulsarlas de Sinaloa. A pesar de sus fun-ciones de estratega, también cuenta con un fuerte brazo operativo. Sus hombres más conocidos por su capacidad de vio-lencia son El Chino Ántrax, El Macho

Prieto y El Ondiado. En las canciones de los jefes de sicarios de El Mayo se re-fieren a Ismael Zambada como El Padri-no, Su Majestad o El M y La Z.

Los hombres de Zambada actúan ahora junto a sicarios del cártel del Gol-fo y de La Familia michoacana, organi-zaciones con las que El Chapo y El Ma-yo se han aliado en su confrontación con los Carrillo Fuentes, los Beltrán Leyva y Los Zetas. ●

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NA RC O T RÁ F I C O /S I N A L O A

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CULIACÁN, SIN.- Empresario antes que político, el precan-didato del PRI al gobierno de Sinaloa, Jesús Vizcarra Calde-rón, está en la mira de los servi-cios de inteligencia del gobier-no federal desde hace varios

años. El motivo: los negocios que presunta-mente ha realizado durante más de dos dé-cadas con uno de los barones sinaloenses de la droga, Ismael El Mayo Zambada.

Alcalde de Culiacán con licencia, ChuyVizcarra, como se le conoce en el estado, no sólo ha acumulado poder económico: en menos de una década ha dispuesto del suficiente capital político para ser diputa-do federal y presidente municipal. Hoy as-pira a ocupar el palacio del gobierno de Si-naloa a partir de 2011.

Claro candidato de su socio, el go-bernador Jesús Aguilar Padilla, Vizcarra cuenta también con el respaldo del gober-nador del Estado de México, Enrique Pe-ña Nieto; la jefa del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), El-ba Esther Gordillo, y la clase empresarial del estado, en especial de miembros de las influyentes familias Coppel y Ley.

Relaciones comprometedoras

La publicación, en diciembre pasado, de una fotografía de los años ochenta en la que aparece en un oficio religioso junto a varios narcotraficantes, entre ellos su pri-mo lejano José Inés Calderón Quintero yEl Mayo Zambada, es apenas una muestra de la información que los servicios de in-teligencia del gobierno federal han reco-lectado sobre el aspirante a gobernador en las elecciones del 4 de julio próximo.

Su origen y crecimiento como empre-sario está en el centro de las investigacio-

la narcopolíticaJorge Carrasco Araizaga

Eduardo Miranda

AAsomasoma

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nes. La historia que Chuy Vizcarra cuenta de sí mismo como comerciante desde ni-ño en la escuela y en el mercado munici-pal Garmendia es muy distinta de lo que registra su ficha elaborada por el Cen-tro de Investigación y Seguridad Nacio-nal (Cisen).

La fortuna de Vizcarra se originó y de-sarrolló en su empresa emblema, el Gru-po Viz/Sukarne, dedicado a la producción, comercialización y exportación de carne, con ventas superiores a los 11 mil millo-nes de pesos al 30 de septiembre de 2009, de acuerdo con su información corporativa.

Según la investigación federal, la com-pañía empezó a operar a mediados de los ochenta, aunque desde la década anterior Vizcarra se dedicaba a la compra y venta de ganado como una de sus primeras ac-tividades para “blanquear los cuantiosos recursos” ilegales de Calderón Quintero, quien “entre 1976 y 1988 se convirtió en uno de los narcotraficantes más fuertes de Sinaloa y del país”.

Si de un lado tenía a Vizcarra para lavar dinero, dice el documento del Cisen, del otro Calderón Quintero formó a importan-tes operadores: apadrinó en el narcotráfico a El Mayo Zambada y operó con su sobri-no, Rafael Caro Quintero, Ernesto Fonse-ca Carrillo (Don Neto), Baltasar Díaz Ve-ga y Manuel Salcido Uzueta El Cochiloco. De todos ellos, el único activo es El Mayo, convertido en uno de los principales narco-traficantes del país.

El reporte establece vínculos familia-res entre Calderón Quintero y Chuy Viz-carra: eran primos lejanos. El narcotra-ficante, abatido en 1988 por la entonces Policía Judicial Federal (PJF), era hijo de Inés Calderón Godoy, primo de la madre del candidato a gobernador, María del Ro-sario Calderón López.

Inés y María del Rosario Calderón na-cieron en Tamazula, Durango, en el llama-do Triángulo Dorado de la droga en Méxi-co, formado entre Sinaloa, Durango y Chihuahua. Debido a su condición preca-ria, la madre del ahora candidato y su es-poso, José Isabel Vizcarra Rodríguez, que tuvieron 10 hijos, emigraron a Culiacán. El padre se dedicó a vender gallinas hasta que entraron en contacto con Inés Calde-

rón Godoy, quien se dedicaba al narcotrá-fico junto con su hijo José Inés.

Empleados de Calderón Quintero, los Vizcarra se iniciaron en la compra de ga-nado en distintas partes del estado para los ranchos El Ensueño y San Francisco, pro-piedad del narcotraficante. Más tarde, en 1984, crearon la empresa Alimentos Ba-lanceados Inekal.

Ese mismo año, el negocio le fue de-comisado a Calderón Quintero y utilizado como pensión de vehículos blindados bajo la custodia del Servicio de Administración y Enajenación de Bienes (SAE).

Hace un año, en enero de 2009, un co-mando armado robó 10 de esas unidades en un hecho que removió la alegada relación del entonces presidente municipal con el narcotraficante y que se interpretó como el inicio de la “guerra sucia” contra Vizcarra de cara a la elección gubernamental.

De acuerdo con el informe del Ci-sen, Chuy Vizcarra y su padre constitu-yeron Grupo Viz con dinero de Calderón Quintero. En 1985, cuando tenía 25 años, el ahora aspirante al gobierno asumió la dirección del grupo. “Fue en esa época cuando Jesús Vizcarra conoció a El Ma-yo, con quien estableció una relación de negocios y de amistad, que perdura has-ta la fecha”.

Calderón Quintero murió acribillado en su casa, en el fraccionamiento Las Quintas, durante un enfrentamiento con la PJF –hoy

El Cisen ha dado seguimiento a las empresas del pre-candidato priista al gobierno de Sinaloa, Jesús Vizca-rra Calderón, y lo vincula con algunos de los princi-pales capos de la droga desde hace más de 20 años. Identificado con Enrique Peña Nieto y Elba Esther Gordillo, paradójicamente su carrera política ha sido cobijada por Vicente Fox y el exsecretario de Agri-cultura Javier Usabiaga. Ahora defiende la guerra de Felipe Calderón y avala la militarización del combate al crimen organizado, pero aclara que no mete las manos por nadie que no sea él mismo.

Vizcarra con Zambada, Calderón, Quintana y Díaz

NARCOTRÁFICO /SINALOA

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Policía Federal Ministerial–, en un ope-rativo que estuvo a cargo del comandante Guillermo González Calderoni.

Para los servicios de inteligencia, el ase-sinato de Calderón Quintero favoreció a Je-sús Vizcarra y su familia: se quedaron “con los recursos que ese narcotraficante les ha-bía facilitado para la creación del Grupo Viz y de otras empresas, así como otras inver-siones financieras y negocios que los Vizca-rra le manejaban a su pariente”.

A finales de los ochenta, tras la muer-te de su supuesto mentor, El Mayo se asoció con Vizcarra en el Grupo Viz y en otros ne-gocios ganaderos y agrícolas, “inyectando fuertes sumas de dinero que propiciaron un repunte notable de este grupo empresarial”, y compraron ranchos ganaderos en Sinaloa, Michoacán y Veracruz.

Las inversiones de El Mayo se le adju-dican a su prestanombres José Lamberto Verdugo Calderón, muerto por el Ejérci-to en enero de 2009 en la comunidad de El Carrizalejo, en el municipio de Culiacán.

La información también relaciona a Vizcarra con Gonzalo Araujo Payán, El Chalo, quien fue uno de los jefes de sica-rios de El Mayo y de Joaquín El Chapo Guzmán. Araujo, asesinado en su casa en octubre de 2006, en el fraccionamiento In-fonavit Humaya de esta capital, fue uno de los encargados de la protección de Vizcarra y su familia.

Las otras empresas de Vizcarra son Agrofinanciera y Agrovizion Integradora, dedicada a la producción, comercialización y exportación de productos agrícolas. Ade-más, “tiene fuertes inversiones financieras y en el negocio inmobiliario”.

La narcopolítica

Grupo Viz, la empresa insignia de Jesús Vizcarra, ha estado siempre en la polé-mica. El periódico El Noroeste dio a co-

“¿Cómo cree usted, señor gobernador, que los sinaloenses lo vamos a perpetuar a usted en la persona del popular narcotra-ficante y lavadinero Jesús Vizcarra Calde-rón? No, señor, sería hundirnos en la deso-lación. No podemos en Sinaloa continuar con el proceso de narcotización de la polí-tica y, con ello, con la desintegración de la sociedad. Sería poner un AK-47 entre ceja y ceja a cada sinaloense. Sería vejarnos la dignidad”. A pesar de eso, Vizcarra arrasó en los comicios con 153 mil de los 221 mil votos emitidos.

Su exsocio, Enrique Coppel, es ahora uno de los promotores de su candidatura al gobierno. El 16 de marzo pasado firmó un desplegado de la comunidad empresa-rial sinaloense que no sólo salió en defen-sa del alcalde con licencia, sino que lo res-paldó para sustituir a Aguilar Padilla.

“Jesús Vizcarra se ha distinguido co-mo empresario exitoso, destacando ade-más su larga trayectoria como dirigente empresarial local y nacional, así como en el ámbito de la asistencia social y en el servicio público”, dice el desplegado que se publicó en medios de circulación na-cional y que fue firmado también, entre otros, por Juan Manuel Ley López, em-presario departamental.

Con una argumentación similar sobre el crecimiento de su empresa y sus tareas de dirigente empresarial y de asistencia so-cial, Vizcarra ha respondido a las acusacio-nes. Pero nada ha explicado sobre el surgi-miento y desarrollo de su empresa entre los años ochenta.

Incluso tardó más de un mes en respon-der acerca de la fotografía publicada en el periódico Reforma de la Ciudad de México en la que aparece junto a El Mayo, Inés Cal-derón Godoy, Bernardo Quintana y Javier Díaz, hijo de Baltasar Díaz, uno de los nar-cotraficantes señalados en el informe.

En una carta pública dada a conocer el 22 de enero de este año, además de recor-

Ger

mán

Can

seco

nocer que, además de él, los socios mayoritarios de la em-presa son su esposa Alma An-gelina Avendaño, su mamá y sus hermanos Fernando y Luis Armando, quienes hacia 2005 poseían 51% de las acciones.

Como socios minorita-rios tiene al gobernador Jesús

Aguilar Padilla; su espo-sa Juliana Rosalía Cama-cho Rojas, y su hijo Jesús Aguilar Camacho. Tam-bién están Óscar Lara Aré-chiga, actual diputado fe-deral del PRI por Culiacán. Vizcarra Calderón y Lara Aréchiga fueron empleados de Aguilar Padilla, el prime-ro como secretario de De-sarrollo Económico y el se-gundo como secretario de Finanzas y Administración.

Otro socio minoritario de grupo Viz es Benjamín Sepúlveda Lugo, tesorero del ayuntamiento de Culiacán durante la presi-dencia municipal de Vizcarra. Según el re-porte del Cisen, el empresario Enrique Co-ppel Luken también fue socio de la empresa y después vendió sus acciones a Vizcarra.

Los nombres de los socios aparecen en el acta de la asamblea extraordinaria del Grupo Viz del 25 de abril de 2005, que és-te entregó a la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) en 2007, cuando anunció que co-tizaría en el mercado bursátil para conver-tirse en una empresa pública. Finalmente, Vizcarra no dio ese paso, según la infor-mación de la BMV.

Ese mismo año, en pleno proceso elec-toral para la alcaldía de Culiacán, desde las computadoras de funcionarios de dele-gaciones federales en Sinaloa se hizo cir-cular un correo electrónico para rechazar a Vizcarra por sus supuestas relaciones con el narcotráfico.

Cubierta legal

Peña. Apoyo político

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dar que ha sido dirigente empresarial esta-tal y nacional, y que ha presidido el Con-sejo Nacional Agropecuario, se menciona su paso por la Cámara de Diputados entre 2003 y 2005.

En esa época, sus lealtades estaban di-vididas entre el PRI y el foxismo. Vizca-rra apostó por la jefa del SNTE cuando el entonces presidente del PRI, Roberto Ma-drazo, disputaba el control de los votos del partido en la Cámara de Diputados con la entonces secretaria general y coordinadora de la bancada priista, Elba Esther Gordillo.

Identificado claramente como uno de los diputados elbistas, el empresario y po-lítico sinaloense apoyó la reforma fiscal de Vicente Fox. El respaldo no fue gra-tuito: Vizcarra fue nombrado presidente de la Comisión de Recursos Hidráulicos con el apoyo del PAN. Incluso, el propio Fox y su secretario de Agricultura, Javier Usabiaga –productor agropecuario y aho-ra diputado federal por Guanajuato– pro-movieron su llegada a San Lázaro, con el aval de Juan Millán Lizárraga, entonces gobernador de Sinaloa.

El apoyo de Millán fue circunstan-cial. Ahora impulsor de Mario López Val-dez como principal contrincante de Vizca-rra en las elecciones para gobernador, el exgobernador reveló que Usabiaga y Fox le hicieron saber su interés en que Vizca-rra llegara a la Cámara de Diputados, se-gún publicó el periódico El Noroeste en noviembre de 2009.

Millán justificó el apoyo que le dio a Vizcarra porque Usabiaga y Fox le dijeron que eran “muy amigos” del político ahora bajo sospecha. De paso, comenta, le dije-ron que los diputados panistas garantiza-ban la presidencia de la Comisión de Re-cursos Hidráulicos para Vizcarra.

Un año antes de que acabara la LIX Le-gislatura federal, Vizcarra abandonó la Cá-mara de Diputados para irse al gobierno de Jesús Aguilar Padilla. De ahí saltó a la al-

caldía y ahora busca el gobierno del estado.

Deslinde

Chuy Vizcarra vive otra paradoja como priista que sale en defensa del gobierno del PAN. Ante las acusaciones en su contra, se cobija en la administración de Felipe Calde-rón, que se ha dedicado a recabar informa-ción sobre sus actividades empresariales y sus supuestos vínculos con el narcotráfico.

Vizcarra aboga abiertamente por “la estrategia” antinarco del gobierno federal en Sinaloa y rechaza las severas críticas del diputado del PAN Manuel Clouthier, quien en entrevista con Proceso (1737) acusó a Calderón de haber sido omiso y negligen-te para enfrentar el narcotráfico en Sinaloa, lo que consolidó al estado como modelo de “narcopolítica” en México.

En entrevista con Proceso, realizada en marzo pasado en Culiacán unos días antes de su registro como precandidato del PRI, Vizcarra negó que exista “narcopolí-tica” en Sinaloa: “No, definitivamente eso no es así. Aquí hay que ver quién tiene res-ponsabilidad y a quién hay que exigirle”.

–¿Se equivoca entonces el diputado Clouthier?

–Depende de qué sea. A quién y qué le reclama.

–Le reclama a Calderón no actuar en Sinaloa.

–Yo creo que el presidente está hacien-do un esfuerzo muy importante a nivel na-cional. Ningún presidente en los últimos sexenios se había decidido a entrar. Podrá haber muchas opiniones, pero él ha estado trabajando mucho para enfrentar a la de-lincuencia. El Ejército ha estado trabajan-do intensamente. La Policía Federal tam-bién. Un problema de décadas no se va a resolver en un año.

–Pero en el caso del operativo en Sina-loa ya son casi tres años y la violencia se ha incrementado. Por eso se habla de un fracaso de la “estrategia”.

–Yo no lo mediría así. Si la pregunta es si ha habido más muertos, sí. Si la pregunta es si está incidiendo en mermar las fuerzas de la gente que está en el narcotráfico, yo creo que sí ha ayudado la estrategia federal.

Sinaloa padece desde finales del año pasado una oleada de violencia por las disputas entre los exsocios de la llamada Federación sinaloense encabezada por El Mayo y El Chapo, quienes buscan expul-sar del estado a las organizaciones de los Carrillo Fuentes y los Beltrán Leyva. Es-te enfrentamiento ha causado 600 muer-tes tan sólo entre enero y marzo pasados.

“Lo único que sé sobre eso es lo que leo en los diarios”, dice Vizcarra, quien recha-za cualquier relación con El Mayo, su ale-gado socio: “Aquí, la mayoría de los sina-loenses pudo haber conocido a gente en la escuela, el deporte o en la colonia, que pu-

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dieron haber tomado el mal camino. Lo que respondí, respondo y responderé es que ja-más he cometido hecho ilícito alguno.”

–Pero usted estuvo en aquella re-unión con él y otras personas acusadas de narcotráfico.

–Pude haber estado. Pero desde que te-nía ocho años de edad estoy trabajando. Y no en el lugar que estoy. Mi empresa no nació en el nivel que está. Pude haber es-tado en algunos lugares donde pudo haber estado gente que pudo tener un diferente comportamiento. Pero yo jamás he tenido contacto con ese tipo de actividades ni ten-go ni tendré, ni con gente que se dedica a actividades ilegales.

–¿Nunca ha estado en contacto con es-tos grupos?

–Yo jamás he tenido nada que ver en nada ilegal en mi vida. De eso puede estar seguro todo el mundo.

–¿Que opina de El Chapo?–Yo respeto a las demás personas. Esa

es mi premisa. Podemos no estar de acuer-do en muchas cosas, con las actividades ilegales; pero entiendo las circunstancias que puede tener cada persona y en cada tiempo. Yo no voy a estar a favor de la ile-galidad, jamás; pero entiendo circunstan-cias y respeto a la gente.

–¿El narcotráfico ya es una forma de ser en Sinaloa?

–Hoy tiene una enorme influencia en algunos círculos.

–Productivos, sociales…–Sí, en algunos de ellos.–¿Políticos?–Creo que no. Creo que no. Sin embar-

go… yo creo que no. Sinceramente, esa cir-cunstancia pienso que no se ha dado en Si-naloa… Sin embargo, yo sólo metería las manos por mí, indudablemente.

Aguilar Padilla. Socio del Grupo Viz

Gordillo. Impulsora de Chuy

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