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    Ms tica,ms desarrollo

    Bernardo Kliksberg

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    Bernardo Kliksberg

    Temas Grupo Editorial SRL, 2006

    Bernardo de Irigoyen 972 piso 9no

    C1072AAT - Ciudad de Buenos Aires

    Argentina

    Tel/Fax: 4307.4531 y rotativas

    www.editorialtemas.com

    Derechos reservados en idioma espaol

    Director Editorial: Jorge Scarfi

    Diseo de cubierta e interiores: Diego Barros

    Correccin: Laura G. Villaveirn Altavista

    1 edicin para Argentina, mayo de 2004

    2 edicin para Argentina, julio de 2004

    3 edicin para Argentina, octubre de 2004

    4 edicin para Argentina, febrero de 2005

    5 edicin para Argentina, octubre de 2005

    6 edicin para Argentina, junio de 2006

    1 edicin para Espaa, junio de 2006

    ISBN 987-9164-97-0

    Prohibida la reproduccin total o parcial

    por cualquier medio sin permiso escrito de la Editorial

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    A Ana, mi amor y mi pilar

    A mis padres, Clara (z'l) amor e integridad sin lmites, y Elizer escritory luchador infatigable, de quienes aprend lo principal

    A mis hijos Iosi, Esther, Rubn, Annat y Joel, mis estmulos y mi orgullo

    A mis hermanos de sangre y de vida, Lea y Naum, y sus familias

    A todos aquellos que suelen dialogar con su corazn para mejorarse,y ayudar a reparar ticamente Amrica Latina y el mundo

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    ndice

    IntroduccinSed de tica

    Primera Parte

    El impacto de la tica sobre el desarrollo

    Ms tica, ms desarrollo

    La tica cuenta

    El capital social y la cultura. Las dimensiones postergadas del desarrollo

    Segunda Parte

    Los desafos ticos de Amrica Latina

    Los nios latinoamericanos en riesgo

    Ms desigualdad, ms corrupcin

    La marginalidad rural

    Un escndalo tico. Los nios de la calle

    La pobreza en Amrica Latina. Revisando mitos sobre la poltica social

    La discriminacin de la mujer en el mundo globalizado y en Amrica

    Latina

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    Tercera Parte

    La tica en accin

    El voluntariado. El impacto social y moral de quienes ayudan a los dems

    Hacia una nueva tica empresarial

    La familia importa: el caso de las remesas migratoriasCmo poner en marcha la participacin? Algunas cuestiones estratgicas

    Cuarta Parte

    Propuestas para una economa orientada por la tica

    Hacia una nueva visin de la poltica social en la Argentina

    Se necesitan gerentes ticos. La era post Enron.

    Es posible construir una economa con rostro humano?

    Bibliografa

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    Introduccin

    Sed de tica

    Amrica Latina presenta, a inicios del siglo XXI, un cuadro extendido de loque podramos llamar pobreza paradojal. Las altas cifras de pobreza (44% depobreza, 19,4% de pobreza extrema, CEPAL 2003) no se corresponden con la pri-vilegiada dotacin de recursos naturales y ni siquiera con los niveles de Produc-to Bruto y Producto Bruto per cpita. Se trata de la paradoja de amplios nivelesde pobreza en medio de la riqueza potencial. Vase el caso de las tres principa-les economas de la regin. Brasil ocupa el puesto nmero ocho en el mundo enProducto Bruto Interno anual y el 58 en Producto Interno per cpita. Sin embargo,

    en expectativa de vida y analfabetismo su lugar es el nmero 108 y en mortali-dad infantil el 113. Mxico es la duodcima economa del mundo en ProductoBruto Interno y la 57 en Producto Interno per cpita, pero la nmero 64 en ex-pectativa de vida, la 92 en analfabetismo y la 108 en mortalidad infantil. Argen-tina es una de las mayores potencias alimentarias del planeta. Est entre los cincoprimeros pases del mundo en produccin y exportaciones de una larga serie dealimentos bsicos como la soja, el trigo, la carne y otros. En el ao 2002 expor-t alimentos que podran abastecer a 330 millones de personas. Su poblacin es

    de slo 37 millones. Sin embargo, 1 de cada 5 nios del Gran Buenos Aires tie-ne problemas de desnutricin, y la tasa es mayor an en algunas de las provin-cias pobres del norte.

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    Algo muy importante no cierra en estas economas, cuyo caso se repite en lamayor parte de la regin. As los ndices de pobreza de los pases andinos no con-dicen con datos que indican que esa regin tiene ms reservas de petrleo queEstados Unidos, 25% de los recursos de carbn del mundo y 20% de los recur-

    sos hdricos mundiales.Este cuadro de pobreza paradojal lleva a penurias de gran significacin enla vida diaria de los latinoamericanos y recae an ms fuertemente en los secto-res ms vulnerables de la poblacin. As, el 16% de los nios sufren de desnutri-cin crnica. Uno de cada tres menores de dos aos est en situacin de altoriesgo alimentario. En Mxico, 40.000 nios mueren al ao por desnutricin.Cerca del 80% de los 40 millones de indgenas del continente estn en situacinde pobreza extrema. Las tasas de escolaridad de los afroamericanos son conside-

    rablemente ms bajas que los promedios. En Brasil, mientras los blancos tienen7 aos de escolaridad, los afroamericanos slo 4, y nicamente un 2,2% de losnegros y pardos alcanzan la universidad. Los discapacitados, que se estiman en30 millones, carecen de proteccin significativa. Los adultos mayores tienen se-rios problemas de supervivencia. El 40,6% de las personas mayores de 65 aosde las reas urbanas no tienen ingresos de ninguna ndole.

    Anlisis recientes indican con nitidez que el conjunto de la situacin estfuertemente vinculada al hecho de que la regin presenta agudas desigualdades

    que la convierten en la ms inequitativa del planeta. La desigualdad aparece co-mo una razn central de la pobreza. Un informe conjunto reciente de la CEPAL, elPNUD y el IPEA del Brasil (2003) sobre el tema seala: una leve disminucin dela desigualdad contribuira mucho a reducir las privaciones extremas que se danen la regin. Enfatiza en su conclusin final: el principal obstculo que se in-terpone al xito de los esfuerzos por reducir la pobreza en Amrica Latina y elCaribe radica en que el mejor remedio para tratar la pobreza que aflige a la re-gin la reduccin de la desigualdad parece ser uno que le resulta muy difcil

    recetar. Y agrega: al parecer son muy pocas las economas de la regin que hansido capaces de lograrlo aun en pequea medida.

    Este nivel tan alto de injusticia histrica es cada vez ms resentido por la po-blacin. La encuesta LatinBarmetro indica que el 89% de los latinoamericanoscalifica como injusta o muy injusta la actual distribucin del ingreso de laregin.

    El reclamo de la gente est avanzando hacia formas de conciencia cada vezms altas. Hoy en da est crecientemente focalizado en causas estructurales de

    la pobreza, como los resultados de las polticas aplicadas en los aos noventa, suimpacto en ampliar las polarizaciones sociales, a su vez, como se ha visto en los

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    hechos, obstructoras del crecimiento y razn clave de la pobreza y las prcticascorruptas. La poblacin a travs de grandes luchas est presionando en toda la re-gin por modelos de democracia ms activos y por un Estado puesto al serviciode los grandes problemas de la poblacin, eficiente, participativo, transparente,

    que rinda cuentas y que fortalezca el desarrollo regional y municipal.La ciudadana est llegando a un nivel an ms elevado de percepcin de larealidad, que engloba muchos de los aspectos anteriores y otros. Capta que unadimensin central de toda la situacin es el vaco de tica. Ha habido una es-pecie de agujero negro respecto de la tica. Exige cuestiones muy concretas.Entre ellas, que se erradique totalmente la corrupcin en todas sus formas, perojunto a ello, que las polticas econmicas sean consistentes con los valores ticos,que estn al servicio de los ms vulnerables, que las asignaciones de recursos

    presupuestarios estn presididas por valores ticos y que cada uno de los actoresclave de la economa asuma sus responsabilidades ticas. As han surgido congran fuerza en la regin temas como las responsabilidades ticas de los polticos,la tica de los funcionarios pblicos, la responsabilidad social de la empresa pri-vada, la necesidad de apoyar a las organizaciones voluntarias, la tica en la jus-ticia y otros semejantes.

    La exigencia por volver a discutir de tica en Amrica Latina forma parte deun clamor ms amplio que se est extendiendo mundialmente. La Comisin

    Mundial sobre la Dimensin Social de la Globalizacin, integrada por prominen-tes personalidades y encabezada por el presidente de Finlandia, Tarja Jalonen, yel presidente de Tanzania, Benjamn Mkapa, termina de producir su informe fi-nal. En l (2004) destaca: la globalizacin ha tenido lugar en un vaco tico,donde el xito y los fracasos del mercado tendan a convertirse en el mximostandard de conducta.

    Hoy el reclamo por ms tica empieza a tener respuestas concretas en AmricaLatina que han despertado la esperanza colectiva. La ciudadana ha dado amplios

    mandatos de programas de cambio integral, en donde los valores ticos jueganun rol central, a nuevos lderes polticos de gran estatura que estn introducien-do una visin diferente de cmo encarar los grandes problemas colectivos y delpapel que puede desempear la tica en ellos. As entre ellos el presidente delBrasil, Luiz Incio Lula da Silva, ha enfatizado que un objetivo prioritario de sugobierno es enfrentar el hambre que hoy a afecta a ms de 40 millones de brasi-leos. Lula ha repetido que quiere transformar al hambre de una cuestin de sa-lud pblica a un problema tico. Quiere reemplazar la visin usual del hambre

    desde la perspectiva nutricional, por hacer entender a la sociedad que hay un granproblema tico en juego. Por ende, que su solucin concierne a toda la poblacin.

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    Ha establecido como uno de los programas estrella de su gestin el plan FomeZero, cuyo lema es el de la solidaridad: El Brasil que come, ayudando al Bra-sil que tiene hambre y ha llamado a una gran alianza en torno a l. En la Argen-tina, el presidente Nstor Kirchner ha dado la ms alta prioridad a la inversin

    social, destinando amplios recursos a ella, a pesar de las dificultades del pas. Altransmitir su concepcin de prioridades ha subrayado: Hay que terminar con ladiscusin bizantina de que gastos como salud son improductivos. Aplicando esamisma tica de colocar en primer lugar a la gente, ha indicado respecto de las ne-gociaciones sobre la deuda externa en su discurso de inauguracin de las sesio-nes del Congreso Nacional (marzo 2004): No pagaremos la deuda a costa delhambre y la exclusin de millones de argentinos. Ambos presidentes encabezansegn la encuesta LatinBarmetro la tabla de aprobacin pblica regional.

    Esta obra tiene por finalidad aportar elementos que permitan enriquecer el grandebate sobre la tica que comienza a perfilarse en el continente. En ella, el autorintegra diversos trabajos que ha preparado, los cuales abordan las relaciones en-tre tica y economa desde distintos ngulos.

    En la Primera Parte se llama la atencin sobre los impactos concretos que lapresencia o ausencia de valores ticos pueden tener sobre el desarrollo. Asimismo,se trabaja en detalle sobre la idea de capital social, que ha relegitimado la incor-poracin al pensamiento sobre el desarrollo de una serie de aspectos marginados

    en el centro de los cuales esta la tica. En la Segunda Parte se incursiona sobrelos desafos ticos fundamentales que presenta la Amrica Latina de hoy en elcampo de la infancia, la desigualdad, la marginalidad rural, los nios de la calley la discriminacin de gnero, se presenta un panorama de conjunto sobre la po-breza y se revisan mitos circulantes sobre la poltica social. En la Tercera Partese muestran y analizan expresiones concretas de la tica en accin, como el vo-luntariado, la responsabilidad social empresarial, el papel de la familia, y se ela-bora sobre un gran tema para el futuro de Amrica Latina: la participacin, que

    puede ser un dinamizador del desarrollo del capital social y que es al mismotiempo una exigencia tica. Finalmente, se presentan propuestas para una econo-ma orientada por la tica.

    La discusin sobre la tica ha vuelto impulsada por la ciudadana para que-darse y expandirse despus de la preponderancia en las ltimas dcadas de unpensamiento economicista reduccionista que consideraba al tema econmico unmero tema tcnico. La realidad ha demostrado las limitaciones de ese enfoque.La falta de un debate tico permanente ha generado una anomia que ha facilita-

    do la corrupcin.

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    Por otra parte, el enfoque ortodoxo ha subestimado esta fuerza poderosa decambio y progreso que son los valores ticos. Ilustran sus posibilidades entreotras expresiones, la evidencia de que el principal flujo de capitales que recibehoy Amrica Latina son las remesas de los inmigrantes pobres a pases desarrolla-

    dos que estn movilizadas por valores familiares, y la constatacin por la CEPALde que las cifras de pobreza de la regin seran todava un 10% mayores sino fue-ra por la lucha denodada de las mujeres pobres jefas de hogar.

    El papa Juan Pablo II ha vuelto a llamar la atencin (2003) sobre la falta desustentabilidad de un modelo de desarrollo que no integre las dimensiones ticas.Dice el Papa: en el mundo de hoy no basta limitarse a la ley del mercado y suglobalizacin; hay que fomentar la solidaridad evitando los males que se derivande un capitalismo que pone al lucro por encima de la persona y la hace vctima

    de tantas injusticias. Un modelo de desarrollo que no tuviera presente y no afron-tara con decisin esas desigualdades no podra prosperar de ningn modo.En Amrica Latina, hay hoy una sed de tica. Vastos sectores confluyen en la

    necesidad de superar la escisin entre tica y economa que caracteriz las lti-mas dcadas. Una economa orientada por la tica no aparece como un simplesueo, sino como una exigencia histrica para lograr que la paradoja de la pobrezaen medio de la riqueza pueda realmente superarse y construir un desarrollo pu-jante, sustentable y equitativo. El precepto bblico que ordena hacerse responsa-

    bles los unos por los otros indica que frente a tanto sufrimiento de tantos no haylugar a ms postergaciones en este desafo decisivo.

    Bernardo Kliksberg

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    Primera Parte

    El impacto de la tica

    sobre el desarrollo

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    Ms tica, ms desarrollo

    Noruega es uno de los lderes mundiales en transparencia: all la corrupcin escasi inexistente. Sin embargo, la legislacin anticorrupcin es reducida. La causase halla en los valores sociales predominantes. Un corrupto sera duramente ex-cluido por su familia, los vecinos, los crculos sociales. Finlandia tiene la tasa depresos ms baja de Europa y, al mismo tiempo, el menor nmero de policas percpita del continente. La prevencin de la criminalidad se halla en la cultura de va-lores, en el acceso a oportunidades y en el sistema de prisiones abiertas, que efec-

    tivamente rehabilita. Suecia casi ha erradicado la discriminacin de gnero. Unaopinin pblica que considera la igualdad de gnero un punto de principio presio-na continuamente por ms avances. Canad tiene uno de los sistemas de salud demejor calidad del planeta y totalmente inclusivo. La poblacin no aceptara nadadistinto: considera el acceso a una salud de buena calidad un derecho intocable, quedebe ser priorizado siempre. Holanda, como los pases nrdicos, Canad y otros es-trados lderes en lo econmico-social, tiene altos niveles de equidad en la distribu-cin del ingreso y acceso universal a educacin y salud. En las culturas de todosestos pases predomina una actitud de rechazo a las grandes desigualdades y deapoyo a la equidad y a la igualdad de oportunidades.

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    El continente ms desigual

    En la raz de su xito est el capital social, nuevo hallazgo de las ciencias deldesarrollo. Detectado en los estudios pioneros de Putnam (1994), abarca por lo me-

    nos cuatro dimensiones: los valores ticos dominantes en una sociedad, su capaci-dad de asociatividad, el grado de confianza entre sus miembros y la conciencia c-vica. Los resultados de las mediciones economtricas son concluyentes. Cuantoms capital social, ms crecimiento econmico a largo plazo, menor criminalidad,ms salud pblica y ms gobernabilidad democrtica. La nocin no pretende su-plantar el peso en el desarrollo de los factores macroeconmicos, sino que llama laatencin sobre que deben sumarse a ellos estas dimensiones. El mero reduccionis-mo economicista es una visin estrecha y lleva a polticas ineficientes.

    El Premio Nobel de Economa Amartya Sen subraya (1997): Los valores eticosde los empresarios y los profesionales de un pas (y otros actores sociales clave)son parte de sus recursos productivos. Si son a favor de la inversin, la hones-tidad, el progreso tecnolgico, la inclusin social, sern verdaderos activos; si,en cambio, predominan la ganancia rpida y fcil, la corrupcin, la falta de es-crpulos, bloquearn el avance. La idea ha sido acogida hoy por los principalesorganismos internacionales. El Banco Mundial, el Banco Interamericano de De-sarrollo (BID) y las Naciones Unidas, entre otros, han creado reas dedicadas a

    impulsar el capital social.En una Amrica Latina y una Argentina con un enorme potencial pero ago-

    biadas por gravsimos problemas sociales, debera prestarse mucha atencin a es-tos factores. Unicef dice que mueren anualmente en la regin 500.000 nios porcausas previsibles, y ms de 95 millones son pobres. En la Argentina, casi el 75%de los nios se halla por debajo de la lnea de la pobreza, y el 46% de los jve-nes de la Capital Federal y el conurbano estn desocupados. Entre las causas deque pases potencialmente tan ricos tengan tanta pobreza se coincide hoy en des-

    tacar los dficit ticos y el hecho de que ste es el continente ms desigual de to-do el planeta, y que ello es regresivo para el progreso econmico y social.

    El capital social puede ayudar. Se expresa en formas muy concretas que es ne-cesario fortalecer y que pueden desempear un papel muy importante. Una deellas es el voluntariado. En la Argentina, sin la accin de organizaciones ejem-plares como Critas, la AMIA, la Red Solidaria y muchas otras, la pobreza seraan peor. El ejemplo de cartoneros que juntaron y entregaron 900 kilos de ali-mentos a nios tucumanos ms pobres an que ellos indica el potencial inmenso

    de la solidaridad que encarnan los voluntarios.

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    Otra materializacin del capital social es la responsabilidad social empresa-rial. En Estados Unidos es creciente la presin pblica en ese sentido, y ha sur-gido el intento de crear, junto con los indicadores de calidad usuales, un ISO decalidad social que permita a los inversores elegir empresas que la practiquen. En

    Francia, los fondos ticos se difunden crecientemente y la Asociacin Cristianatica e Inversiones pide invertir en empresas que se destaquen en valores comolos derechos humanos, el respeto y desarrollo de la persona y participacionesconstructivas en pases en desarrollo. En la Argentina hay un gran reclamo laten-te en esta direccin. Una reciente encuesta (mencionada por Tercer Sector, abril2003) detect que el 86,5% de los consumidores dicen que la responsabilidad so-cial pesa al definir sus compras; el 52,6% est dispuesto a pagar ms por el pre-cio de productos de empresas socialmente responsables y el 77%, a dejar de com-

    prar las mercaderas de las irresponsables.

    Crculos virtuosos

    Otras expresiones del capital social son el aumento de la participacin ciuda-dana y el fortalecer, como lo sugiere un estudio del Banco Mundial (Voces de lospobres, 2000), las organizaciones de los pobres, abrindoles oportunidades pro-

    ductivas y ayudndolas a capacitarse.Una combinacin entre polticas pblicas transparentes libres de toda co-

    rrupcin, con gerencia de primera calidad, que garanticen a toda la poblacin, co-mo corresponde en una sociedad democrtica, sus derechos a la alimentacin, lasalud, la educacin y el trabajo y un capital social movilizado a pleno que lascomplemente puede desencadenar crculos virtuosos en el pas y la regin.

    Puede hacerse? Los escpticos suelen afirmar que el contrato social est des-hecho en nuestras sociedades. Sin embargo, cuando se observa la imponente ex-

    plosin de conductas solidarias en la Argentina en medio del avance de la pau-perizacin en aos recientes, y el reclamo generalizado por referentes y valoresticos, puede afirmarse que lo ms importante el respeto en las bases de la so-ciedad del mandato bblico de que somos responsables los unos por los otros yde que la indiferencia frente al sufrimiento ajeno es indigna est a salvo. De-sarrollndolo es posible avanzar para construir otra calidad de sociedad.

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    La tica cuenta

    Hay una sed de tica en Amrica Latina. La opinin pblica reclama en lasencuestas y por todos los canales posibles comportamientos ticos en los lderes

    de todas las reas, y que temas cruciales como el diseo de las polticas econ-micas y sociales y la asignacin de recursos sean orientados por criterios ticos.Contrariamente a ese sentir, las visiones econmicas predominantes en la regintienden a desvincular tica y economa. Sugieren que son dos mundos diferentescon sus propias leyes, y que la tica es un tema para el reino del espritu. Este ti-po de concepcin que margina los valores morales parece haber sido una de lascausas centrales del vaco tico en el que se han precipitado diversas socieda-des latinoamericanas. La idea de que los valores no importan mayormente en la

    va econmica prctica ha facilitado la instalacin de prcticas corruptas que hancausado enormes daos. El papa Juan Pablo II ha encabezado el cuestionamien-to de la supuesta dicotoma entre tica y economa. Ha sealado repetidamenteque es imprescindible volver a analizar la relacin entre ambas, y que la tica noslo no es ajena a la economa sino que debera orientarla y regularla. As, entreotros aspectos el Papa exige un cdigo tico para la globalizacin.

    Esta discusin est lejos de ser terica. Tiene sustanciales efectos prcticos.La tica incide todos los das en la economa.

    Lo que una sociedad hace respecto de los valores ticos puede tener importanciadecisiva en su economa. En contra, como en los casos de Enron, Collor de Me-llo, Fujimori, la grave crisis de corrupcin en la Argentina de los aos noventa yotros ejemplos similares, o a favor. Si una sociedad cultiva sistemticamente susvalores ticos, cosecha resultados. Noruega, por ejemplo, es el nmero uno en losltimos tres aos entre 180 pases del mundo en la tabla de Desarrollo Huma-no de la ONU. Una economa potente, con altsimo desarrollo social y sin corrup-cin. Esa sociedad trata por todos los medios de mantener muy altos estndares

    ticos. As est analizando continuamente y con autocrtica sus responsabilida-des como pas desarrollado hacia el mundo en pobreza, y su gobierno impulsauna discusin tica permanente sobre los desafos ticos de la sociedad en las es-cuelas. Los valores ticos anticorrupcin y pro igualdad, solidaridad y coopera-cin que ha puesto en marcha son esenciales en sus logros econmico-sociales.Esos valores son cultivados cuidadosamente en el sistema educativo en todos susniveles y a travs de ejemplos de los lderes.

    Es imprescindible en una Amrica Latina agobiada por grados agudos de po-breza y desigualdad (casi uno de cada dos latinoamericanos es pobre, la pobrezaes ms elevada que en 1980, la desigualdad es la mayor del planeta) recuperar la

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    estrecha relacin que debera haber entre valores ticos y comportamientos eco-nmicos. Ello significa poner en el centro de la agenda pblica temas como lacoherencia de las polticas econmicas con los valores ticos, la responsabilidadsocial de la empresa privada, la eticidad en la funcin pblica, el fortalecimien-

    to de las organizaciones voluntarias, y el desarrollo de la solidaridad en general.Todos los actores sociales deberan colaborar para que la tica volviera, tanto pa-ra erradicar la corrupcin como para motivar actitudes positivas.

    Es fundamental al respecto el papel que puede jugar la educacin en todos susmbitos y particularmente en las universidades. Las nuevas generaciones de pro-fesionales deben ser preparadas a fondo en sus responsabilidades ticas. Ello escrucial en reas decisivas para el desarrollo, como las de gerentes, contadores, eco-nomistas y otras profesiones afines. As, entre otros aspectos, los especialistas en

    ciencias gerenciales deberan ser formados para impulsar un avance en las prcti-cas de responsabilidad social empresarial, muy limitadas en las realidades latinoa-mericanas y nacional (como lo indica, entre otros, un estudio reciente de IDEA de laArgentina, Tercer Sector, junio 2003)1. Los contadores deberan velar por la pro-teccin de los intereses de la comunidad garantizando confiabilidad y transparen-cia total en la informacin tanto en el rea pblica como privada. Los economistasdeberan contribuir en la generacin de una economa que enfrente las tremendasexclusiones actuales, como la pauperizacin de los nios (60% de stos en Amri-

    ca Latina son pobres), la destruccin de familias por la pobreza y el desempleo(una de cada cinco en toda la regin), la marginacin de los jvenes (su tasa de de-socupacin duplica en la regin y en la Argentina las elevadas tasas promedio), lasque derivan de las discriminaciones de gnero, del maltrato a las edades mayores,a las minoras indgenas, a los discapacitados, y otras.

    El Premio Nobel de Economa Joseph Stiglitz (2003) formula agudas suge-rencias respecto de la necesidad de una tica para economistas. Dice que es im-prescindible que una profesin tan influyente tenga definitivamente regulaciones

    ticas, y que un cdigo de tica razonable debera incluir inicialmente por lo me-nos tres principios. Primero, no recomendar a los lderes pblicos de los pasesen desarrollo teoras no probadas por la realidad; segundo, no decirles que hayuna sola alternativa; y tercero, ser sensibles a los efectos de sus recomendacio-nes sobre los sectores desfavorecidos y transparentar los costos que van a pagardichos sectores por ellas.

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    1 El estudio realizado en doce empresas de primera lnea recoge entre las afirmaciones de los mismos entrevistados, se-gn indica la revista Tercer Sector, que no se est en presencia de un cambio de paradigma en cuanto al rol que tienen

    las empresas en el desarrollo de la sociedad y que las prcticas socialmente responsables no atienden las expectativas y

    demandas del conjunto de los actores sociales.

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    Cmo llevar a la prctica la educacin tica en estos campos donde estsiendo reclamada por las sociedades latinoamericanas? El contexto es favorablepor el avance de la democratizacin. Vase as, por ejemplo, el impresionanteapoyo (ms del 80% en las encuestas) que la opinin pblica argentina est dan-

    do a las medidas moralizantes que ha adoptado el nuevo presidente del pas, quehan hecho recobrar la confianza a la ciudadana. No se trata simplemente deagregar a las carreras una materia que habla sobre tica, sino de ir mucho msall. Transversalizar la enseanza de la tica, hacer discutir en cada una de lasasignaturas los dilemas ticos concretos vinculados con sus contenidos, que sur-gen de la realidad. Al mismo tiempo, generar ctedras especializadas en temascomo tica y economa, capital social y las nuevas ideas sobre responsabilidadsocial de la empresa privada (tema en el que la universidad latinoamericana est

    altamente atrasada). Por otra parte, sera importante acompaar la enseanza conexperiencias de campo. Una posibilidad importante al respecto es la voluntariza-cin. Los estudiantes avanzados de administracin, contadura, economa y otrasreas afines podran hacer grandes aportes como voluntarios a los programas conpoblaciones pobres orientados al desarrollo de sus capacidades productivas. Po-dran apoyarlas tcnicamente, entre otros aspectos, en elaborar proyectos, gene-rar microempresas y pequeas empresas, obtener acceso al crdito, armar moda-lidades cooperativas de accin, recuperar empresas y otros campos similares.

    Esas acciones voluntarias les permitiran hacer un til aporte y fortaleceran supotencial tico. Esas experiencias podran vincularse estrechamente con diversasmaterias y formar parte de ellas, guiadas y tutoreadas por su personal docente.

    La tica importa. Los valores ticos predominantes en una sociedad influyena diario en aspectos vitales del funcionamiento de su economa. Eludir esa rela-cin, como ha sucedido en la Amrica Latina de las ltimas dcadas, significacrear el terreno propicio para que ese vaco de discusin tica favorezca que sedesplieguen sin sancin social los valores antiticos que encabeza la corrupcin

    y continan el egosmo exacerbado, la insolidaridad y la insensibilidad frente alsufrimiento de tantos. El corrupto no slo daa por lo que roba a la sociedad, si-no por el mensaje que transmite: todo para m, no me interesan los dems, no ten-go problemas de conciencia, lo nico importante es enriquecerse. Es hora de con-testar definitivamente a ese mensaje, reivindicando los valores raigales de nues-tra cultura que vienen de los textos bblicos y de las civilizaciones originarias deAmrica Latina. Ellos proclaman que el destino del ser humano es el amor, la so-lidaridad, la paz, la superacin de todo orden de discriminaciones, el abrir a to-

    dos oportunidades para desarrollar su potencial.

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    Un incisivo periodista americano escribi, frente al caso Enron, que los altosejecutivos corrompidos conocan bien los Diez Mandamientos, pero que en rea-lidad los tomaron como las diez sugerencias. Algo parecido ha sucedido enAmrica Latina. Los valores morales fueron degradados, marginados, excluidos.

    Es hora de recuperarlos para la toma de decisiones cotidiana; son los nicos quepueden garantizar la Amrica Latina soada. La educacin en general y la uni-versidad en particular pueden jugar un papel esencial en este proceso a travs detodos sus integrantes. La urgencia es mxima. Hay demasiado agobio y exclu-sin en esta regin y en este pas, y la sed de tica aumenta a diario.

    El capital social y la cultura.

    Las dimensiones postergadas del desarrollo

    I. El nuevo debate sobre el desarrollo

    A inicios del siglo XXI la humanidad cuenta con inmensas fuerzas producti-vas. Las revoluciones tecnolgicas en curso han alterado sustancialmente sus ca-pacidades potenciales de generar bienes y servicios. Los avances simultneos encampos como la informtica, la biotecnologa, la robtica, la microelectrnica,

    las telecomunicaciones, la ciencia de los materiales y otras reas han determina-do rupturas cualitativas en las posibilidades usuales de produccin, amplindo-las extensamente, y con un horizonte de continuo crecimiento hacia adelante. Sinembargo, 1.300 millones de personas carecen de lo ms mnimo y viven en la po-breza extrema, con menos de un dlar de ingresos al da; 3.000 millones se ha-llan en la pobreza y tienen que subsistir con menos de dos dlares diarios; 1.300millones de personas carecen de agua potable; 3.000 millones no tienen instala-ciones sanitarias bsicas; y 2.000 millones no reciben electricidad.

    Alcanzar la deseada meta del desarrollo econmico y social es ms viable quenunca en trminos de tecnologas y potencial productivo pero, al mismo tiempo,el objetivo se halla muy distante de amplias poblaciones en diversos continentes,entre ellos, Amrica Latina.

    La aldea global en que se ha convertido el planeta, en donde las interrelacio-nes entre los pases y los mercados se multiplican continuamente, parece caracte-rizarse por una explosin de complejidad, direcciones contradictorias de evoluciny altas dosis de incertidumbre. Exploradores de las fronteras de las nuevas realida-

    des, como Ylia Prygogine (1988), Premio Nobel de Qumica, han sealado que lamayor parte de las estructuras de la realidad actual son estructuras disipativas de

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    final abierto; es difcil predecir en qu sentido evolucionarn, y las lgicas tradi-cionales son impotentes para explicar su curso. Edgar Morn (1991) resalta que enlugar del fin de la historia, vaticinado por algunos que alegaron que al desapare-cer el mundo bipolar la historia sera previsible y hasta aburrida, lo que tenemos

    ante nuestros ojos es que de aqu en adelante el futuro se llama incertidumbre.La historia en curso est marcada por severas contradicciones. As, por ejemplo, almismo tiempo que el conocimiento tecnolgico disponible ha multiplicado las ca-pacidades de dominar la naturaleza, el ser humano est creando desequilibrios eco-lgicos de gran magnitud, que ponen en peligro aspectos bsicos del ecosistema ysu propia supervivencia. Mientras que las capacidades productivas han llevado laproduccin mundial a ms de 25 trillones de dlares, las polarizaciones sociales sehan incrementando fuertemente y, segn los informes de las Naciones Unidas

    (1998), 358 personas son poseedoras de una riqueza acumulada superior a la del45% de la poblacin mundial. Las disparidades alcanzan los aspectos ms elemen-tales de la vida cotidiana. Los acelerados progresos en medicina han permitido unaextensin considerable en la esperanza de vida pero, mientras en las 26 nacionesms ricas sta alcanzaba, en 1997, a 78 aos de edad, en los 46 pases ms pobresera, en el mismo perodo, de 53 aos.

    La idea del progreso indefinido est siendo suplantada por visiones queasignan un papel mayor a las complejidades, las contradicciones y las incerti-

    dumbres y buscan soluciones a partir de integrarlas a las perspectivas de an-lisis de la realidad.2

    En este marco general hay un nuevo debate en activa ebullicin en el campodel desarrollo. En la bsqueda de caminos ms efectivos, en un mundo en el quela vida cotidiana de amplios sectores est agobiada por carencias agudas y don-de se estima que una tercera parte de la poblacin activa mundial se halla afec-tada por serios problemas de desocupacin y subocupacin, el debate est revi-sando supuestos no convalidados por los hechos y abrindose hacia variables a

    las que se asignaba escaso peso en las ltimas dcadas.Hay una revalorizacin en el nuevo cuestionamiento de aspectos no incluidos en

    el pensamiento econmico convencional. Se ha instalado una potente rea de anli-sis en vertiginoso crecimiento que gira en derredor de la idea de capital social.Uno de los focos de esa rea, a su vez con su propia especificidad, es el reexamende las relaciones entre cultura y desarrollo. Lourdes Arizpe (1998) seala: La cul-

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    2 Morn (1991) resalta las dificultades para tener una visin clara de hacia adnde avanza la historia: Estamos en lo des-conocido, ms an, en lo inominado. Nuestro conocimiento de tiempos actuales se manifiesta solamente en el prefijo sin

    forma pos (posindustrial, posmoderno, posestructuralista), o en el prefijo negativo anti (antitotalitario). No podemos

    dar un rostro a nuestro futuro, ni siquiera a nuestro presente.

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    tura ha pasado a ser el ltimo aspecto inexplorado de los esfuerzos que se desplie-gan internacionalmente, para fomentar el desarrollo econmico. Enrique V. Igle-sias (1997) subraya que se abre en este reexamen de las relaciones entre cultura ydesarrollo un vasto campo de gran potencial. Resalta: Hay mltiples aspectos en la

    cultura de cada pueblo que pueden favorecer a su desarrollo econmico y social; espreciso descubrirlos, potenciarlos y apoyarse en ellos y hacer esto con seriedad sig-nifica replantear la agenda del desarrollo de una manera que a la postre resultar mseficaz, porque tomar en cuenta potencialidades de la realidad que son de su esen-cia y, que hasta ahora, han sido generalmente ignoradas.

    Ubicado en este contexto bullente en reclamos por rediscutir la visin con-vencional del desarrollo e integrar nuevas dimensiones, este trabajo procura po-ner en foco un tema relevante del nuevo debate: las posibilidades del capital so-

    cial y de la cultura de aportar al desarrollo econmico y social. Particularmente,el trabajo se centra en sus posibles contribuciones a Amrica Latina, una regincon graves problemas de pobreza (afecta a vastos sectores de la poblacin) y deiniquidad (es considerado el continente ms desigual del planeta). Seguramente,la integracin de estos planos har mucho ms compleja an la bsqueda de es-trategias y diseos adecuados. Pero sa es la idea. Las polticas basadas en dise-os que marginan aspectos como los mencionados han demostrado muy profun-das limitaciones.

    El trabajo apunta a cumplir su propsito a travs de varios momentos sucesi-vos de anlisis. En primer lugar, se presentan aspectos de la crisis del pensamien-to econmico convencional. La nueva atencin prestada al capital social y a lacultura se inscribe en esa crisis. En segundo trmino, se explora la idea de capi-tal social. El nfasis se pone, en este caso, no en la discusin terica, sino en supresencia concreta en realidades actuales. En tercer trmino, con apoyo en los de-sarrollos anteriores, se pasa a observar el capital social en accin en realidadeslatinoamericanas. Se indaga, a travs de experiencias concretas de la regin, c-

    mo el capital social y la cultura constituyen potentes instrumentos de construc-cin histrica. Por ltimo, se formulan algunas reflexiones sobre posibles apor-tes de la cultura al desarrollo latinoamericano.

    II. La crisis del pensamiento econmico convencional

    Se hallan en plena actividad, actualmente, diversas lneas de discusin sobre

    los supuestos econmicos que han orientado el desarrollo en las ltimas dcadas.El debate en curso no aparece como una polmica hacia el interior de la acade-

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    mia, en donde diversas escuelas de pensamiento o personalidades defienden de-terminados enfoques surgidos de su propia especulacin. Est fuertemente influi-do por las dificultades del pensamiento convencional en la realidad. Lo han di-namizado y urgido procesos como los severos problemas experimentados por las

    economas del sudeste asitico, las graves crisis observables en economas entransicin, como la rusa, las inestabilidades pronunciadas en los mercados finan-cieros internacionales, los desajustes y las polarizaciones sociales en regiones co-mo Amrica Latina y otros. Aparece, gracias a los importantes avances en la me-dicin de los fenmenos econmicos y sociales, como un debate en donde la es-peculacin infinita a partir de las propias premisas caracterstica de dcadasanteriores es reemplazada por anlisis que arrancan de la vasta evidencia em-prica que est generando el instrumental cuantitativo y estadstico.

    Un primer aspecto de la crisis en curso es el llamado, cada vez ms amplio, arespetar la complejidad de la realidad. Se previene contra la soberbia epistemo-lgica con que el pensamiento econmica convencional trabaj mltiples pro-blemas, pretendiendo capturarlos y resolverlos a partir de marcos de referenciabasados en grupos de variables limitadas, de ndole casi exclusivamente econ-mico, que no dejaban espacio a variables de otras procedencias. Joseph Stiglitz(abril de 1998) expresa Un principio del consenso emergente es que un mayorgrado de humildad es necesario. Aboga por un nuevo consenso, post Washington,

    ante las dificultades surgidas en la realidad. Seala a Amrica Latina como unode los casos que evidencian las dificultades. Afirma: Yo argumentara que la ex-periencia latinoamericana sugiere que deberamos reexaminar, rehacer y ampliarlos conocimientos acerca de la economa de desarrollo que se toman como ver-dad, mientras planificamos la prxima serie de reformas.

    Otro aspecto sobresaliente de la nueva discusin sobre el desarrollo es la ape-lacin, cada vez ms generalizada, a superar los enfoques reduccionistas y bus-car, para captar la complejidad, perspectivas integradoras de variables mltiples.

    Enrique V. Iglesias (1997) advierte: El desarrollo slo puede encararse en for-ma integral; los enfoques monistas sencillamente no funcionan. Joseph Stiglitz(octubre de 1998) destaca que se ha visto el desarrollo como un problema tc-nico que requiere soluciones tcnicas y esa visin ha chocado con la realidadque va mucho ms all de ella. Seala: Un evento definidor ha sido que muchospases han seguido los dictados de liberalizacin, estabilizacin y privatizacin,las premisas centrales del llamado Consenso de Washington y, sin embargo, nohan crecido. Las soluciones tcnicas no son evidentemente suficientes.

    Un tema para resaltar de la discusin abierta es el nfasis en no confundir losmedios con los fines, desvo en el que se sugiere, se ha cado con frecuencia. Los

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    objetivos finales del desarrollo tienen que ver con la ampliacin de las oportuni-dades reales de los seres humanos de desenvolver sus potencialidades. Una so-ciedad progresa efectivamente cuando los indicadores claves, como los aos quela gente vive, la calidad de su vida y el desarrollo de su potencial, avanzan. Las

    metas tcnicas son absolutamente respetables y relevantes, pero contituyen me-dios al servicio de esos objetivos finalistas. Si se produce la sustitucin silencio-sa de los fines reales por los medios, se puede perder de vista el horizonte haciael cual se debera avanzar y equivocar los mtodos para medir el avance. La ele-vacin del Producto Bruto per cpita, por ejemplo, aparece en la nueva perspec-tiva como un objetivo importante y deseable, pero sin dejar de tener en cuenta enningn caso que es un medio al servicio de fines mayores, como los ndices denutricin, salud, educacin, libertad y otros. Sus mediciones no reflejan por tan-

    to, necesariamente, lo que est sucediendo en relacin con dichas metas. AmartyaSen (1998) analiza detalladamente esta visin general en el caso de los recursoshumanos. Seala que constituye un progreso considerable el nuevo nfasis pues-to en ellos, pero que debe entenderse que el ser humano no es slo un medio deldesarrollo sino su fin ltimo. Esa visin no debe olvidarse. Subraya: Si en lti-ma instancia considersemos al desarrollo como la ampliacin de la capacidad dela poblacin para realizar actividades elegidas libremente y valoradas, sera deltodo inapropiado ensalzar a los seres humanos como instrumentos del desarro-

    llo econmico. Hay una gran diferencia entre los medios y los fines.Stiglitz (octubre de 1998) enfatiza que la confusin medios-fines ha sido fre-

    cuente en la aplicacin del Consenso de Washington: Se ha tomado la privati-zacin y la liberalizacin comercial como fines en s mismos ms que como me-dios para alcanzar un crecimiento sostenible, equitativo y democrtico. Se ha fo-calizado demasiado en la estabilidad de los precios, ms que en el crecimiento yla estabilidad de la produccin. Se ha fallado en reconocer que el fortalecimien-to de las instituciones financieras es tan importante para la estabilidad econmi-

    ca como controlar el dficit presupuestario y aumentar la oferta de dinero. Se hacentrado en la privatizacin, pero se ha puesto demasiado poca atencin en la in-fraestructura institucional, que es necesaria para hacer que los mercados funcio-nen y, especialmente, en la importancia de la competicin.

    A partir de estas percepciones sobre la estrechez del enfoque meramente tc-nico y la necesidad de delimitar fines y medios, se plantean visiones ampliatoriasde los objetivos que debera perseguir el desarrollo. Junto con el crecimiento eco-nmico surge el requerimiento de lograr el desarrollo social, propiciar la equidad,

    fortalecer la democracia y preservar los equilibrios medioambientales. El Con-senso de los presidentes de Amrica en Santiago (1998) reflej este orden de

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    preocupaciones con la inclusin, en su plan de accin, de puntos que exceden losabordajes convencionales como, entre otros, el nfasis en la promocin de la edu-cacin, la preservacin y profundizacin de la democracia, la justicia y los dere-chos humanos, la lucha contra la pobreza y la discriminacin, el fortalecimiento

    de los mercados financieros y la cooperacin regional en asuntos ambientales.Se resalta en las crticas al pensamiento econmico convencional cmo las li-mitaciones de su marco de anlisis han creado serias insuficiencias de operacin.Variables excluidas o marginadas como, entre otras, las polticas y las institucio-nales tienen alto peso en la realidad y van a incidir fuertemente creando escena-rios no previstos. Quejarse de ellas como intrusos indeseables no conduce aningn camino til. Pareciera que lo que corresponde no es reclamarle a la reali-dad, sino revisar el esquema conceptual con el que se est analizando para dar-

    les su debido lugar.Alessina y Peroti (1994), entre otros, plantean la necesidad de ingresar en unexamen en profundidad de las intersecciones entre poltica y economa. Desta-can: la economa sola no puede explicar integralmente la enorme variabili-dad entre los pases en el crecimiento y ms generalmente los resultados econ-micos y las alternativas de poltica. Las elecciones de polticas econmicas noson hechas por planificadores sociales que viven slo entre documentos acad-micos. Ms bien, la poltica econmica es el resultado de luchas polticas dentro

    de estructuras institucionales.Sen analiza, al respecto, cmo las realidades polticas son determinantes en

    las hambrunas masivas que han afligido a amplios grupos humanos en el sigloXX. Segn sus investigaciones (1981), las hambrunas no tienen que ver necesa-riamente con escaseces de recursos alimenticios. Se vinculan ms con factorescomo las disparidades de precios relativos, los bajos salarios y las maniobras es-peculativas. El cuadro de condiciones polticas pesa fuertemente al respecto.Despus de examinar las correlaciones entre hambrunas masivas y tipo de rgi-

    men poltico, determina (1998): Ningn pas dotado de un sistema de eleccio-nes multipartidistas, con partidos de oposicin capaces de expresarse como tales,de una prensa capacitada para informar y poner en tela de juicio la poltica gu-bernamental sin temor a ser censurada, ha sido escenario de hambrunas realmen-te importantes. En esos pases funcionan poderosos incentivos polticos paraque se tomen decisiones que eviten la hambruna. En cambio, observa que lashambrunas de mayores proporciones han tenido lugar en territorios colonizadosy gobernados por autoridades imperialistas extranjeras, dictaduras militares de

    corte moderno, bajo el control de potentados autoritarios, o regmenes de parti-do nico donde no se tolera la disidencia poltica.

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    Las instituciones cuentan es el ttulo de un trabajo del Banco Mundial so-bre la materia (1998). En l desarrolla en detalle la visin de que todo el tema delas instituciones debe ser incorporado en el anlisis de las realidades econmicasy el diseo de polticas. Entiende, como tales, al conjunto de reglas formales e

    informales y sus mecanismos de ejecucin que inciden sobre el comportamientode los individuos y las organizaciones de una sociedad. Entre las formales se ha-llan las constituciones, leyes, regulaciones, contratos, etctera. Entre las informa-les estn la tica, la confianza, los preceptos religiosos y otros cdigos implci-tos. Una de las debilidades del Consenso de Washington habra sido, segn elBanco Mundial, la no inclusin de ellas entre las polticas que recomienda. Se-ala al respecto: Con una sola excepcin (la proteccin de los derechos de pro-piedad), las prescripciones de poltica del Consenso de Washington ignoran el rol

    potencial que los cambios en las instituciones pueden jugar en acelerar el desa-rrollo econmico y social. Un amplio nmero de investigaciones recientes dacuenta de correlaciones estadsticas significativas entre buen funcionamiento deinstituciones bsicas, como los mecanismos anticorrupcin, la calidad de las ins-tituciones pblicas, la credibilidad y otras, y los avances en crecimiento, desarro-llo social y equidad.

    En las reformulaciones en curso del pensamiento econmico convencional haingresado, como un tema central, el del capital humano. Mejorar el perfil de la po-

    blacin de un pas es un fin en s mismo, como resaltaba Sen. Al mismo tiempo,constituye una va fundamental para alcanzar productividad, progreso tecnolgico ycompetitividad en los escenarios econmicos de fin de siglo. En ellos el papel delcapital humano en la produccin es decisivo. En estructuras productivas, cada vezms basadas en conocimiento, como las presentes y prospectivas, los niveles de ca-lificacin promedio de una sociedad van a ser determinantes en sus posibilidades degenerar, absorber y difundir tecnologas avanzadas. La educacin hace una diferen-cia crucial segn las mediciones disponibles, tanto para la vida de las personas co-

    mo para el desenvolvimiento de las familias, la productividad de las empresas y losresultados econmicos macro de un pas. Es, como se la ha denominado, una estra-tegia ganadora con beneficios para todos. La nutricin y la salud son desde ya,condiciones de base para el desenvolvimiento del capital humano.

    En este cuadro de conjunto, donde las dificultades de la realidad han impulsa-do una crisis y un proceso de reenfoque profundo del pensamiento econmico, seinscribe la integracin activa de los anlisis del capital social y de la cultura. Unaola de investigaciones de los ltimos aos indica, con datos de campo a su favor,

    cmo diversos componentes no visibles del funcionamiento cotidiano de una so-ciedad, que tienen que ver con la situacin de su tejido social bsico, inciden silen-

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    ciosamente en las posibilidades de crecimiento y desarrollo. Denominados capitalsocial, los exploraremos en la seccin siguiente. Empiezan a influir en el diseo depolticas en algunos pases avanzados, han comenzado a formar parte de la elabo-racin de los proyectos de desarrollo, e instituciones de cooperacin internacional

    estn incluyendo los progresos en capital social en los criterios de medicin delgrado de xito de los proyectos. Dasgupta y Serageldin (2001) plantean: Es dif-cil pensar de una nocin acadmica que haya entrado ms rpidamente al vocabu-lario del discurso social que la idea de capital social y la describen como unaconcepcin organizadora en las ciencias sociales.

    En el centro del capital social se hallan mltiples elementos del campo de lacultura. Como lo seala Arizpe (1997), tienen todo orden de implicancias prcti-cas y han sido marginados por el pensamiento convencional. Destaca: La teora

    y la poltica del desarrollo deben incorporar los conceptos de cooperacin, con-fianza, etnicidad, identidad, comunidad y amistad, ya que estos elementos cons-tituyen el tejido social en que se basan la poltica y la economa. En muchos lu-gares, el enfoque limitado del mercado basado en la competencia y la utilidad es-t alterando el delicado equilibrio de estos factores y, por lo tanto, agravando lastensiones culturales y el sentimiento de incertidumbre.

    El capital social y la cultura han comenzado a instalarse en el centro del de-bate sobre el desarrollo, no como adiciones complementarias a un modelo de al-

    to vigor que se perfecciona un poco ms con ellas. Todo el modelo est sufrien-do severas dificultades por sus distancias con los hechos y las crticas proceden-tes de diversos orgenes se encaminan de un modo u otro a recuperar la reali-dad con miras a producir, en definitiva, polticas con mejores chances respectode las metas finales. En ese encuadre, el ingreso en debate de esos elementos for-ma parte del esfuerzo por darle realidad a toda la reflexin sobre el desarrollo.

    El replanteo del modelo no se est haciendo solamente a travs de la inclu-sin de diversas variables ausentes. Se cuestiona un aspecto subyacente ms pro-

    fundo: la lgica de las interrelaciones. Una parte significativa del nuevo debateest concentrada en el anlisis de cmo se han subestimado los encadenamientosrecprocos entre las diversas dimensiones y cmo ello ha generado errores deconsideracin en la preparacin de polticas. Alessina y Peroti (1994), por ejem-plo, subrayan sobre una interrelacin clave: la desigualdad en los ingresos esun determinando importante de la inestabilidad poltica. Los pases con un ingre-so ms desigualmente distribuido son polticamente ms inestables. A su vez, lainestabilidad poltica tiene efectos adversos sobre el crecimiento.

    Las reas econmica, poltica y social estn inextricablemente ligadas. Lo quesuceda en cada una de ellas va a condicionar severamente las otras. La visin pura-

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    mente economicista del desarrollo puede tropezar, en cualquier momento, con blo-queos muy serios que surgen de las otras reas y as se ha dado en la realidad.

    Hay en curso, en ese marco, una reevaluacin integral de las relaciones entrecrecimiento econmico y desarrollo social. En la visin convencional se supona

    que, al alcanzar tasas significativas de crecimiento econmico, ste se derrama-ra hacia los sectores ms desfavorecidos y los sacara de la pobreza. El creci-miento sera, al mismo tiempo, desarrollo social. Las experiencias concretas hanindicado que las relaciones entre desarrollo econmico y desarrollo social son decarcter mucho ms complejo. El seguimiento de la experiencia de numerosospases, efectuado por las Naciones Unidas a travs de sus informes de Desarro-llo Humano, no encuentra corroboracin para los supuestos del llamado modelode derrame. No basta con el crecimiento para solucionar la pobreza. Al ser abso-

    lutamente imprescindible, ste puede quedar estacionado en ciertos sectores dela sociedad y no llegar a los estratos sumergidos. Pueden incluso darse tasas sig-nificativas de crecimiento y, al mismo tiempo, continuar en vigencia agudas ca-rencias para amplios sectores de la poblacin. James Migdley (1995) seala queesa forma de crecimiento ha caracterizado a muchas naciones desarrolladas y endesarrollo en los ltimos aos y la denomina desarrollo distorsionado. El cre-cimiento, constata, no ha sido acompaado en ellas por un mejor acceso a pro-teccin de salud, educacin, servicios pblicos y otros factores que contribuyen

    al bienestar social. Se plantea entonces que, junto a los esfuerzos que es desde yanecesario realizar por el crecimiento, deben practicarse activas polticas de desa-rrollo social y propiciarse la equidad. Formarn parte de dichas polticas inver-siones mantenidas en el tiempo y considerables en educacin y salud, ex-tensin de los servicios de agua potable, instalaciones sanitarias y energa elc-trica, proteccin a la familia y otras. Para que el crecimiento signifique bienestarcolectivo, debe haber simultneamente desarrollo social.

    El anlisis de las interrelaciones entre ambos est yendo, incluso, ms lejos.

    Se resalta que son interdependientes. James Wolfensohn (1996), presidente delBanco Mundial, ha planteado al respecto: Sin desarrollo social paralelo no ha-br desarrollo econmico satisfactorio.

    Efectivamente, el desarrollo social fortalece el capital humano, potencia elcapital social y genera estabilidad poltica, bases esenciales para un crecimientosano y sostenido. Alain Touraine (1997) sugiere que es necesario pasar a otra ma-nera de razonar el tema: Queda as planteado el principio central de una nuevapoltica social: en vez de compensar los efectos de la lgica econmica, sta de-

    be concebirse como condicin indispensable del desarrollo econmico.

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    La visin que aparece es la de que no es viable el desarrollo social sin creci-miento econmico, pero ste, a su vez, no tendr carcter sustentable si no estapoyado en un intenso crecimiento social.

    Otro eje analizado son las relaciones entre grado de democracia y desarrollo

    social. Wickrane y Mulford (1996), entre otros, han examinado las correlacionesestadsticas respectivas. Sus datos indican que cuando aumenta la participacindemocrtica y se dispersa el poder poltico entre el conjunto de la poblacin, me-joran los indicadores de desarrollo social. Los gobiernos tienden a responder mscercanamente a las necesidades de la mayora de la poblacin.

    Mediante la suma de factores, Wolfensohn (1998) sugiere la imprescindibili-dad de sobrepasar los enfoques unilaterales: Debemos ir ms all de la estabili-zacin financiera. Debemos abordar los problemas del crecimiento con equidad

    a largo plazo, base de la prosperidad y el progreso humano. Debemos prestarespecial atencin a los cambios institucionales y estructurales necesarios para larecuperacin econmica y el desarrollo sostenible. Debemos ocuparnos de losproblemas sociales.

    Debemos hacer todo eso. Porque si no tenemos la capacidad de hacer frente alas emergencias sociales, si no contamos con planes a ms largo plazo para estable-cer instituciones slidas, si no logramos una mayor equidad y justicia social, no ha-br estabilidad poltica. Y sin estabilidad poltica, por muchos recursos que consiga-

    mos acumular para programas econmicos, no habr estabilidad financiera.Como se observa, en la imagen transmitida, la estabilidad financiera no es po-

    sible sin estabilidad poltica. Ella, a su vez, est muy ligada a los grados de equi-dad y justicia social. El frente por abordar es muy amplio. Es necesario atacar almismo tiempo que los problemas econmicos y financieros, los sociales y avan-zar en las transformaciones institucionales.

    El capital social y la cultura son componentes clave de estas interacciones.Las personas, las familias, los grupos constituyen capital social y cultura por

    esencia. Son portadores de actitudes de cooperacin, valores, tradiciones, visio-nes de la realidad, que son su identidad misma. Si ello es ignorado, salteado, de-teriorado, se inutilizarn importantes capacidades aplicables al desarrollo y sedesatarn poderosas resistencias. Si, por el contrario, se reconoce, explora, valo-ra y potencia su aporte, puede ser muy relevante y propiciar crculos virtuososcon las otras dimensiones del desarrollo.

    La crisis de la reflexin convencional sobre el desarrollo en marcha estabriendo, entre otras, la oportunidad de cruzar activamente capital social, cultu-

    ra y desarrollo. Hasta hace poco, la corriente principal de trabajo sobre desarro-llo prestaba limitada atencin a lo que suceda en dichos campos. A su vez, en

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    ellos, muchas indagaciones se realizaban al margen de posibles conexiones conel proceso de desarrollo. La crisis, que busca ampliar el marco de comprensinpara poder superar la estrechez evidenciada por el marco usual, crea un vasto es-pacio para vencer los aislamientos. En la seccin siguiente se intenta avanzar en

    esa direccin, explorando algunas de las mltiples interrelaciones posibles.

    III. Capital social, cultura y desarrollo

    Segn el anlisis del Banco Mundial, hay cuatro formas bsicas de capital: elnatural, constituido por la dotacin de recursos naturales con que cuenta un pas;el construido, generado por el ser humano que incluye diversas formas de capi-

    tal (infraestructura, bienes de capital, financiero, comercial, etctera); el capitalhumano, determinado por los grados de nutricin, salud y educacin de su pobla-cin; y el capital social, descubrimiento reciente de las ciencias del desarrollo.Algunos estudios adjudican a las dos ltimas formas de capital un porcentaje ma-yoritario del desarrollo econmico de las naciones a fines del siglo XX. Indicanque all hay claves decisivas del progreso tecnolgico: la competitividad, el cre-cimiento sostenido, el buen gobierno y la estabilidad democrtica.

    Qu es, en definitiva, el capital social? El campo no tiene una definicin con-

    sensualmente aceptada. De reciente exploracin, se halla, en realidad, en plena de-limitacin de su identidad, de aquello que es y de aquello que no es. Sin embargo,a pesar de las considerables imprecisiones, existe la impresin cada vez ms gene-ralizada de que, al percibirlo e investigarlo, las disciplinas del desarrollo estn in-corporando al conocimiento y la accin un amplsimo nmero de variables que jue-gan roles importantes en l y que estaban fuera del encuadre convencional.

    Robert Putnam (1994), precursor de los anlisis del capital social, consideraen su difundido estudio sobre las disimilitudes entre Italia del Norte e Italia del

    Sur que, fundamentalmente, lo conforman: el grado de confianza existente entrelos actores sociales de una sociedad, las normas de comportamiento cvico prac-ticadas y el nivel de asociatividad que la caracteriza. Estos elementos son eviden-ciadores de la riqueza y fortaleza del tejido social interno de una sociedad. Laconfianza, por ejemplo, acta como un ahorrador de conflictos potencialesporque limita el pleitismo. Las actitudes positivas en materia de comporta-miento cvico, que van desde cuidar los espacios pblicos hasta el pago de losimpuestos, contribuyen al bienestar general. La existencia de altos niveles de

    asociacionismo indica que es una sociedad con capacidades para actuar coope-rativamente, armar redes, concertaciones, sinergias de todo orden a su interior.

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    Este conjunto de factores tendra, segn las observaciones de Putnam, mayorpresencia y profundidad en la Italia del Norte en relacin con la Italia del Sur yhabran jugado un papel definitorio en la superioridad que la primera haba evi-denciado en materia de performance econmica, calidad de gobierno, estabilidad

    poltica y otras reas.Entre los factores en los que se expresa la densidad del capital social se hallanlas estructuras sociales ms horizontales, el nmero de asociaciones culturales, losndices de participacin ciudadana y los de lectura de diarios. Putnam realiza todotipo de constataciones de cmo variables de esta ndole inciden en los desempeoseconmicos y polticos. Llega a conclusiones tan sugerentes como, entre muchasotras, la siguiente: Cuanto ms participan los ciudadanos en clubes deportivos ycoros, ms rpido es el gobierno en reembolsar los reclamos de salud.

    Est indicando con ello que, cuanto ms denso es el tejido social, mayor serla participacin y la presin ciudadana por un funcionamiento eficiente de losservicios bsicos.

    Para enfatizar la importancia de una sociedad civil activa, en un trabajo de(1995) Putnam seala; Los investigadores en campos como educacin, pobrezaurbana, desempleo, la prevencin del crimen y el abuso de drogas, e incluso lasalud, han descubierto que es ms posible obtener resultados exitosos en comu-nidades civilmente comprometidas.

    Para otro de los precursores, James Coleman (1990), el capital social se pre-senta tanto en el plano individual como en el colectivo. En el primero, tiene quever con el grado de integracin social de un individuo, su red de contactos socia-les; implica relaciones, expectativas de reciprocidad, comportamientos confia-bles. Mejora la efectividad privada. Pero tambin es un bien colectivo. Por ejem-plo, si todos en un vecindario siguen normas tcitas de cuidar por el otro y de no-agresin, los nios podrn caminar hacia la escuela con seguridad y el capital so-cial estar produciendo orden pblico.

    En un trabajo pionero que sent un hito en este campo, Coleman (1988) ana-liz las relaciones entre el capital social y el capital humano expresado por losniveles educativos, en el mbito familiar. Las familias tienen lo que llam un ca-pital social interno, que es el grado de relacin entre padres e hijos; la actitud ac-tiva de los padres de seguir y apoyar los estudios de los hijos y estimularlos con-tinuamente. Midi las relaciones entre ndices de desercin escolar y ese capitalsocial interno. Descubri que son estrechas. Si los padres tienen un elevado gra-do de profesionalidad y educacin, pero el capital social interno de la familia es

    bajo, porque no se ocupan de los hijos (por estar absorbidos por sus profesionesu otros factores), su capital humano no es accesible a los hijos, no les sirve y su

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    desercin aumenta. Si el capital social interno es alto, los hijos aprovechan el ca-pital humano de los padres, ste se transforma en capital humano de los hijos, ysu desercin es menor. Cita como ejemplo casi mximo el caso de las familiasasiticas en Estados Unidos que en su primera poca, cuando enviaban los hijos

    a comenzar la escuela, acostumbraban comprar dos juegos de todos los libros pa-ra poder apoyar directamente el estudio de los nios.Encontr otras correlaciones significativas entre capital social y desercin es-

    colar. Las relaciones de las familias con amigos, que a su vez pueden ser tilespara los hijos en sus estudios, los rodean de afecto y les pueden proporcionar va-liosos contactos las llam capital social externo. Comprob que cuando las fami-lias se van de una ciudad a otra, como sucede con frecuencia en Estados Unidos,ese capital social externo desaparece y ese es uno de los factores que resiente el

    rendimiento de los hijos en la escuela, por lo tanto la desercin sube. Si en la nue-va ciudad los hijos van a escuelas religiosas, la desercin es menor. La razn so-ciolgica es que en ellas a los padres les es ms fcil reconstruir capital social ex-terno que en las escuelas comunes. Encuentran con ms facilidad afinidades conotros padres del mismo grupo religioso.

    Otro precursor, Pierre Bourdieu (1980), defini el capital social como la su-ma de recursos, reales y virtuales, que acumula un individuo o un grupo debidoa la posesin de relaciones menos institucionalizadas o una red permanente de

    conocimiento y reconocimientos mutuos.Diferentes analistas actuales de esta vieja-nueva forma de capital ponen el n-

    fasis en diversos aspectos. Entre otros, para Kenneth Newton (1997) el capitalsocial puede ser visto como un fenmeno subjetivo, compuesto por valores y ac-titudes que influencian sobre cmo las personas se relacionan entre s. Incluyeconfianza, normas de reciprocidad, actitudes y valores que favorecen la supera-cin de relaciones conflictivas y competitivas para conformar vnculos de coo-peracin y ayuda mutua. Stephan Baas (1997) dice que el capital social tiene que

    ver con cohesin social, con identificacin con las formas de gobierno, con ex-presiones culturales y comportamientos sociales que hacen a la sociedad ms co-hesiva y ms que una suma de individuos. Considera que los arreglos institucio-nales horizontales tienen un impacto positivo en la generacin de redes de con-fianza, buen gobierno y equidad social. El capital social juega un papel impor-tante en estimular la solidaridad y en superar las fallas del mercado a travs deacciones colectivas y el uso comunitario de recursos. James Joseph (1998) lo per-cibe como un vasto conjunto de ideas, ideales, instituciones y arreglos sociales,

    mediante los cuales las personas encuentran su voz y movilizan sus energas par-

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    ticulares para causas pblicas. Bullen y Onyx (1998) lo ven como redes socialesbasadas en principios de confianza, reciprocidad y normas de accin.

    En visin crtica, Levi (1996) destaca la importancia de los hallazgos de Putnam,pero acenta que es necesario dar ms nfasis a las vas por las que el Estado

    puede favorecer la creacin de capital social. Considera que el foco que ponePutnam en asociaciones civiles, lejos del Estado, deriva de su perspectiva romnti-ca de la comunidad y del capital social. Ese romanticismo restringira la identifica-cin de mecanismos alternativos para la creacin y uso del capital social y limitaralas conceptualizaciones tericas. Wall, Ferrazi y Schryer (1998) entienden que lateora del capital social necesita mayores refinamientos antes de que pueda serconsiderada una generalizacin medible. Serageldin (1998) resalta que, mientrashay consenso en que el capital social es relevante para el desarrollo, no hay

    acuerdo entre los investigadores y prcticos acerca de los modos particulares enque aporta al desarrollo, en cmo puede ser generado y utilizado y cmo puedeser operacionalizado y estudiado empricamente.

    Mientras prosigue la discusin epistemolgica y metodolgica totalmente le-gtima, dado que los estudios sistemticos sobre el tema recin se iniciaron unpoco ms de una dcada atrs y ste es de una enorme complejidad, el capital so-cial sigue dando muestras de su presencia y accin efectiva. En ello queremosconcentrarnos.

    Una amplia lnea de investigaciones enfocadas a registrarlo en accin estarrojando continuamente nuevas evidencias sobre su peso en el desarrollo. Entreellas, Knack y Keefer (1996) midieron economtricamente las correlaciones en-tre confianza y normas de cooperacin cvica y crecimiento econmico, en unamplio grupo de pases, y encontraron que las primeras presentan un fuerte im-pacto sobre el segundo. Asimismo, su estudio indica que el capital social integra-do por esos dos componentes es mayor en sociedades menos polarizadas encuanto a desigualdad y diferencias tnicas.

    Narayan y Pritchet (1997) realizaron un estudio muy sugerente sobre el gra-do de asociatividad y el rendimiento econmico en hogares rurales de Tanzania.Detectaron que aun en esos contextos de elevada pobreza, las familias con ma-yores niveles de ingresos (medidos por los gastos) eran las que tenan un ms al-to grado de participacin en organizaciones colectivas. El capital social que acu-mulaban a travs de esa participacin los favoreca individualmente y creaba be-neficios colectivos por diversas vas. Entre ellas: sus prcticas agrcolas eran mejores que las de los hogares que no tenan par-

    ticipacin; derivaban de ella informacin que llevaba a que utilizaran msagroqumicos, fertilizantes y semillas mejoradas;

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    tenan mejor conocimiento del mercado; estaban dispuestos a tomar ms riesgos porque se sentan ms protegidos por

    formar parte de una red social; influan en el mejoramiento de los servicios pblicos; as participaban ms en

    la escuela; cooperaban ms en lo relacionado con el municipio.

    Sealan los investigadores en sus conclusiones: Los canales identificadospor los que el capital social incrementaba los ingresos y la solidez economtricade la magnitud de los efectos del capital social sugieren que ste es capital y nomeramente un bien de consumo.

    La Porta, Lpez de Silanes, Shleifer y Vishny (1997) trataron de convalidar

    las tesis de Putnam en una muestra amplia de pases. Sus anlisis estadsticosarrojan significativas correlaciones entre el grado de confianza existente en unasociedad y factores como la eficiencia judicial, la ausencia de corrupcin, la ca-lidad de la burocracia y el cumplimiento con los impuestos. Consideran: Los re-sultados de Putnam para Italia aparecen confirmados en el nivel internacional.

    Narayan y Cassidy (2001) indagaron a comunidades en Ghana y Uganda yconcluyeron: Las cantidades variables de capital social podran explicar demanera parcial las diferencias econmicas entre las comunidades analizadas.

    y sealan como resultado de sus investigaciones: Encontramos evidencia querespalda la importancia del capital social en el bienestar de la sociedad. El op-timismo, la satisfaccin con la vida, las percepciones de las instituciones de go-bierno y el compromiso poltico provienen, en gran parte, de las dimensionesfundamentales del capital social. La confianza, el compromiso social, el traba-jo voluntario, etctera parecen tener influencia positiva o negativa sobre acti-tudes y comportamientos.

    Teachman, Paasch y Carver (1997) trataron de medir cmo el capital social in-

    fluye en el rendimiento educativo de los nios. Utilizaron tres indicadores: la din-mica de la familia, los lazos con la comunidad y el nmero de veces que un nioha cambiado de colegio. Encontraron fuerte correlacin con un indicador clave derendimiento: la probabilidad de desercin. Su hiptesis es que el capital social ha-ce ms productivos, por ejemplo, el capital humano y el capital financiero.

    La influencia positiva de un componente central del capital social, la familia,en numerosos aspectos ha sido verificada por diversas investigaciones recientes.Cuanto mayor es la solidez de ese capital social bsico, mejores los resultados y al

    revs. Una amplia investigacin sobre 60.000 nios en Estados Unidos. (Wilson,1994) indica que los nios que vivan con un solo progenitor eran dos veces ms

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    propensos a ser expulsados o suspendidos en la escuela, a sufrir problemas emo-cionales o de comportamiento y a tener dificultades con los compaeros. Tambineran mucho ms proclives a presentar una conducta antisocial. Katzman (1997) se-ala que estudios en el Uruguay muestran que los nios concebidos fuera del ma-

    trimonio indican una tasa de mortalidad infantil mucho mayor que el resto y los queno conviven con ambos padres biolgicos exhiben mayores daos en distintas di-mensiones del desarrollo psicomotriz. En una investigacin en un medio totalmen-te diferente, Suecia, con mucho mejores condiciones econmicas, se observa que,se mantiene el peso diferencial de las familias estables en el rendimiento del nio.Jonsson y Gahler (1997) demuestran que los nios que vienen de familias divor-ciadas presentan menor rendimiento educativo. Hay una prdida de recursos en re-lacin con aquellos con los que cuenta el nio en los hogares estables.

    Sanders y Nee (1996) analizan la familia como capital social en el caso de losinmigrantes en Estados Unidos. Sus estudios indican que el espacio familiar creacondiciones que hacen factible una estrategia clave de supervivencia, entre losinmigrantes: el autoempleo. La familia minimiza los costos de produccin, tran-saccin e informacin asociados con aqul. Facilita la aparicin de empresasoperadas familiarmente. Hagan, MacMillan y Wheaton (1996) sealan que en lasmigraciones, incluso hacia el interior de un pas, hay prdidas de capital social yque ellas son menores en familias con padres involucrados con los nios y ma-

    dres protectoras y mayores si se trata de padres y madres que no se dedican in-tensamente a sus hijos.

    Recientes estudios sobre las remesas migratorias de los migrantes latinoame-ricanos hacia sus familias en sus pases de origen demuestran la gran importan-cia de la familia en esta corriente de capitales que se ha convertido en la mayorque recibe la regin (ver en la Tercera Parte: La familia importa: el caso de lasremesas migratorias).

    Kawachi, Kennedy y Lochner (1997) dan cuenta de datos muy sugerentes sobre

    la relacin entre capital social, equidad y salud pblica. El conocido estudio de Ala-meda County (Estados Unidos), confirmado despus en investigaciones epidemio-lgicas en diferentes comunidades, detect que las personas con menos contactossociales tienen peores probabilidades en trminos de esperanza de vida, que aque-llos con contactos ms extensivos. La cohesin social de una comunidad, que faci-lita los contactos interpersonales es, afirman los autores, un factor fundamental desalud pblica. Miden estadsticamente las correlaciones entre capital social repre-sentado por confianza y mortalidad en 39 estados de Estados Unidos. Cuanto me-

    nor es el grado de confianza entre los ciudadanos, mayor es la tasa de mortalidadpromedio. La misma correlacin se obtiene al relacionar la tasa de participacin en

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    asociaciones voluntarias con mortalidad. Cuanto ms baja es la primera, crece la se-gunda. Los investigadores introducen en el anlisis el grado de desigualdad econ-mica. Cuanto ms alto demuestran, menor es la confianza que unos ciudada-nos tienen en otros. El modelo estadstico que utilizan les permite afirmar que, por

    cada punto de aumento en la desigualdad en la distribucin de los ingresos, la tasade mortalidad sube dos o tres puntos con respecto a lo que debiera ser. Ilustran suanlisis con diversas cifras comparadas. Estados Unidos, a pesar de tener un ingre-so per cpita de los ms altos del mundo ($ 24.680 en 1993), la esperanza de vida(76,1 en 1993) es inferior a la de pases con menor ingreso, como Holanda ($ 17.340,esperanza de vida 77,5), Israel ($ 15.130, esperanza de vida 76,6) y Espaa ($13.660, esperanza de vida 77,7). Una distribucin ms igualitaria de los ingresoscrea mayor armona y cohesin social y mejora la salud pblica. Las sociedades con

    mayor esperanza de vida mundial, como Suecia (78,3) y Japn (79,6), se caracteri-zan por poseer muy altos niveles de equidad.La desigualdad, concluyen los investigadores, hace disminuir el capital social

    y ello afecta fuertemente la salud de la poblacin.El capital social, al margen de las especulaciones y las bsquedas de precisin

    metodolgicas, desde ya vlidas y necesarias, est operando en la realidad a diarioy tiene gran peso en el proceso de desarrollo. Puede aparecer a travs de las expre-siones ms variadas. Por ejemplo, como destaca Stiglitz (octubre, 1998), son estra-

    tgicas para el desarrollo econmico las capacidades existentes en una sociedad pa-ra resolver disputas, impulsar consensos, concertar al Estado y al sector privado.Hirschman (1986), pioneramente, plantea al respecto un punto que merece toda laatencin. Indica que se trata de la nica forma de capital que no disminuye o se ago-ta con su uso, sino que, por el contrario, la hace crecer. Seala: El amor o el civis-mo no son recursos limitados o fijos, como pueden ser otros factores de produccin;son recursos cuya disponibilidad, lejos de disminuir, aumenta con su empleo.

    El capital social puede, asimismo, ser reducido o destruido. Moser (1998) ad-

    vierte sobre la vulnerabilidad de la poblacin pobre, en ese aspecto, frente a lascrisis econmicas. Resalta: Mientras que los hogares con suficientes recursosmantienen relaciones recprocas, aquellos que enfrentan la crisis se retiran de ta-les relaciones ante su imposibilidad de cumplir sus obligaciones. Fuentes (1998)analiza cmo en Chiapas, Mxico, las poblaciones campesinas desplazadas, alverse obligadas a migrar, se descapitalizaron severamente en trminos de capitalsocial, dado que se destruyeron sus vnculos e inserciones bsicas. Puede, asimis-mo, como lo sealan varios estudios, haber formas de capital social negativo, co-

    mo las organizaciones criminales, pero ellas no invalidan las inmensas potencia-lidades del capital social positivo.

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    Por otra parte, el capital social negativo tiene una diferencia marcada en opi-nin del autor, respecto del positivo. Carece de la dimensin decisiva de este l-timo, los valores ticos positivos. Ello hace que su capital social sea muy frgil.Por ejemplo, en el caso de un grupo mafioso, su carecer inmoral crear las con-

    diciones para que, en cualquier momento, intenten sobreponerse unos a otros, odestruirse para apoderarse del botn, lo que pulverizara la confianza personal yla asociatividad construidas.

    La cultura cruza todas las dimensiones del capital social de una sociedad. Lacultura subyace tras los componentes bsicos considerados capital social, comola confianza, el comportamiento cvico, el grado de asociacionismo. Como lo ca-racteriza el informe de la Comisin Mundial de Cultura y Desarrollo de la Unes-co (1996): La cultura es maneras de vivir juntos... moldea nuestro pensamiento,

    nuestra imagen y nuestro comportamiento. La cultura engloba valores, percep-ciones, imgenes, formas de expresin y de comunicacin y muchsimos otrosaspectos que definen la identidad de las personas y de las naciones.

    Las interrelaciones entre cultura y desarrollo son de todo orden y asombra laescasa atencin que se les ha prestado. Aparecen potenciadas al revalorizarse to-dos estos elementos silenciosos e invisibles, pero claramente operantes, que in-volucra la idea de capital social.

    Entre otros aspectos, los valores de que es portadora una sociedad van a inci-

    dir fuertemente sobre los esfuerzos de desarrollo.Los valores predominantes en el sistema educativo en los medios de difusin

    masiva y en otros mbitos influyentes en la formacin de aqullos, pueden esti-mular u obstruir la conformacin de capital social que, a su vez, como se ha vis-to, tiene efectos de primer orden sobre el desarrollo. Como lo subraya Chang(1997): Los valores ponen las bases de la preocupacin del uno por el otro msall del solo bienestar personal. Juegan un rol crtico en determinar si avanzarnlas redes, las normas y la confianza. Valores que tienen sus races en la cultura

    y son fortalecidos o dificultados por sta, como el grado de solidaridad, altruis-mo, respeto, tolerancia, son esenciales para un desarrollo sostenido.

    La cultura incide marcadamente sobre el estilo de vida de los diversos grupossociales. Un significativo estudio realizado en Holanda (Rupp, 1997) trat de de-terminar diferencias en estilo de vida entre hogares obreros de un mismo nivelsocioeconmico, que se diferenciaban netamente en un aspecto: algunos de ellosenviaban a sus nios a escuelas con un fuerte nfasis en lo cultural y otros a es-cuelas inclinadas hacia lo econmico. Los comportamientos que surgieron eran

    muy distintos. Los padres culturalmente orientados utilizaban ms tiempo y ener-ga en formas de arte sencillas como cantar, ejecutar instrumentos musicales y

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    leer un libro cada mes. Incluan el gusto por formas simples del arte y la bsque-da de una vida saludable, natural y no complicada. Los padres con orientacinhacia lo econmico se centraban en logros de esa clase, bienes materiales y enaspectos como la apariencia externa. Con similares trabajos y niveles de ingre-

    sos, la actitud cultural era la variable bsica que estaba impulsando comporta-mientos muy diversos.En la lucha contra la pobreza la cultura aparece como un elemento clave. Co-

    mo agudamente lo destaca la Unesco, en el informe mencionado (1997): Paralos pobres, los valores propios son frecuentemente lo nico que pueden afirmar.Los grupos desfavorecidos tienen valores que les dan identidad. Su irrespeto, omarginacin, pueden ser totalmente lesivos a su identidad y bloquear las mejo-res propuestas productivas. Por el contrario, su potenciacin y afirmacin pue-

    den desencadenar enormes potenciales de energa creativa.La cultura es, asimismo, un factor decisivo de cohesin social. En ella, laspersonas pueden reconocerse mutuamente, cultivarse, crecer en conjunto y desa-rrollar la autoestima colectiva. Como seala al respecto Stiglitz (octubre, 1998),preservar los valores culturales tiene gran importancia para el desarrollo, porcuanto sirve como una fuerza cohesiva en una poca en que muchas otras se es-tn debilitando.

    Capital social y cultura pueden ser palancas formidables de desarrollo si se

    crean las condiciones adecuadas. Su desconocimiento o destruccin, por el contra-rio, pueden crear obstculos enormes en el camino hacia el desarrollo. Sin embar-go, podra preguntarse: lograr esa potenciacin no pertenecer al reino de las gran-des utopas, de un porvenir todava ajeno a las posibilidades actuales de las so-ciedades? En la seccin siguiente del trabajo se intenta demostrar que ello no esas, que hay experiencias concretas que han logrado movilizarlos en escala con-siderable al servicio del desarrollo y que debe prestrseles la mxima atencinpara extraer enseanzas al respecto.

    IV. Experiencias latinoamericanas de movilizacin del capital social

    Qu sucede cuando se realiza un trabajo sostenido de largo plazo de movili-zacin de aspectos clave del capital social de una comunidad? Cules son lasrespuestas observables? Qu oportunidades nuevas y qu dificultades aparecen?Es posible obtener indicios significativos al respecto, revisando experiencias ac-

    tualmente en curso. Existe una amplsima gama de ellas en el nivel internacio-nal. Algunas han obtenido celebridad mundial, como la del Grameen Bank de

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    Bangla Desh, dedicado a apoyar financieramente a campesinos pobres, que halogrado sorprendentes resultados apoyndose en elementos que tienen que vercon el grado de asociatividad, la confianza mutua y otras dimensiones del capi-tal social. Nos concentraremos en nuestro trabajo en experiencias de Amrica La-

    tina, que son indicativas del potencial latente en la regin en esta materia y pue-den arrojar enseanzas tiles para formular polticas de desarrollo social en ellas.Hemos escogido tres casos que han obtenido resultados de alta relevancia, queson reconocidos en sus pases y en el nivel internacional, como prcticas socia-les de gran xito y que son continuamente analizados y visitados para buscar po-sibilidades de replicarlos, total o parcialmente.

    Villa El Salvador, Per:

    de los arenales a una experiencia social de avanzada

    En 1971, varios centenares de personas pobres realizaron una invasin de tie-rras pblicas en las afueras de Lima. Se les sumaron miles de habitantes de tugu-rios de esa ciudad. El gobierno intervino para expulsarlos y finalmente accedi aque se radicaran en un vasto arenal ubicado a 19 km de Lima. Esos 50.000 pobres,que carecan de recursos de toda ndole, fundaron all Villa El Salvador (VES). Seles fueron agregando muchas ms personas y su poblacin actual se estima en

    cerca de 300.000 habitantes. La experiencia que desarrollaron es consideradamuy particular en mltiples aspectos. El plano urbanstico trazado diferencia a VESnetamente de otras barriadas de pobres. El diseo es el de 1.300 manzanas, queconfiguran 110 grupos residenciales. En lugar de haber un solo centro, en dondefuncionan los edificios pblicos bsicos, el esquema es totalmente descentraliza-do. Cada grupo residencial tiene su propio centro, en donde se instalaron localescomunales y espacios para el deporte, las actividades culturales y el encuentrosocial. Ell