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RES EÑAS 215 Garrido de Villena, aunque quizás podría compaginarse su lectura con un estudio anterior de Mercedes Cobos, que no se menciona en sus páginas. JOSEPH PÉREZ repasa el problema de Felipe II y la defensa de la fe en su tiempo, mientras que FRANCISCO RUIZ RAMÓN vuelve al tema clásico de la evolución del Don Juan original al Don Juan romántico de José Zorrilla. GUILLLERMO SERES analiza los antecedentes de la Filosofía secreta de Juan Pérez de Moya desde Alfonso X el Sabio y MARIE-CLAIRE ZIMMERMANN comenta el soneto 296 de Quevedo, titulado «Compara el curso de su amor con el de un arroyo». Hay algunas erratas y ultracorrecciones leves del idioma. Si los teatreros han incurrido en algunos neologismos como didascalismo, en otro artículo aparece una voz como dissincronía y en varios casos se cuelan voces o usos no propios del castellano, como, por ejemplo, soldar una deuda (por saldarla), fallido por fallado, despido por despedida o simbólica por simbolismo, en fin, usos ocasionales que disuenan muy ligeramente en un libro bien hecho, pero que no llegan nunca a hacer difícil su lectura. En suma, a la vista de su contenido, no sólo el homenajeado puede sentirse honrado por sus discípulos y amigos, sino que el buen siglodorista también hallará en esta nueva obra una extraordinaria panoplia de hispanistas, abundantes motivos de interés, importantes actualizaciones, algún descubrimiento reseñable y bastantes pistas certeras sobre las verdaderas novedades del hispanismo áureo internacional. Héctor BRIOSO SANTOS (Universidad de Alcalá) Estudios sobre la sátira española en el Siglo de Oro. Eds. Carlos Vaíllo y Ramón Valdés, Madrid, Castalia, 2006. 256 p. (ISBN: 84-9740-200-6; Nueva Biblioteca de Erudición y Crítica, 27.) Este libro es el resultado de un coloquio celebrado en 2005, con el loable propósito, declarado por los editores, de revitalizar y sistematizar los estudios sobre un «género» tan cultivado por los escritores del Siglo de Oro, como apreciado por sus lectores. En el Prefacio Vaíllo y Valdés reclaman mayor atención para las obras satíricas —que no «menores»— en las historias de la literatura española, y justifican —por si fuera necesario hacerlo— un coloquio «de género» que unifique trabajos e intereses investigadores dispersos. En efecto, los nueve estudios que componen el libro reúnen las variadas perspectivas de especialistas en la teoría de la sátira áurea, o en los autores ya reconocidos como satíricos, o en obras concretas de indudable intención satírica. Así, las distintas contribuciones son bien representativas de los logros que la investigación de los últimos años ha aportado al conocimiento de aspectos satíricos en el diálogo renacentista, en los libros de picaros, y en las obras de Quevedo y Góngora, por citar sólo unos ejemplos. Pero, además de escritores y subgéneros que no podían faltar en una monografía de estas características, los autores nos desvelan el complejo itinerario de la sátira desde griegos y latinos, o recuperan obras olvidadas y poco difundidas. Tal variedad de enfoques hace de este libro un instrumento valioso tanto para el objetivo satírico general, como para ampliar conocimientos sobre textos minoritarios, como los Coloquios de la verdad, o raros, como la Olla podrida a la española. De tal manera que bastaría con alterar el habitual orden alfabético por apellidos de los autores para obtener un panorama muy completo de la sátira en los siglos xvi y xvn desde el punto de vista diacrónico, pero también sincrónico —con definiciones, características y hasta un corpuse incluso comparatista, porque son varios los trabajos que analizan con rigor la influencia de Persio, Juvenal, Luciano y Erasmo en nuestros escritores áureos.

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Garrido de Villena, aunque quizás podría compaginarse su lectura con un estudio anterior de Mercedes Cobos, que no se menciona en sus páginas.

JOSEPH P É R E Z repasa el problema de Felipe II y la defensa de la fe en su tiempo, mientras que FRANCISCO R U I Z RAMÓN vuelve al tema clásico de la evolución del Don Juan original al Don Juan romántico de José Zorrilla. GUILLLERMO SERES analiza los antecedentes de la Filosofía secreta de Juan Pérez de Moya desde Alfonso X el Sabio y M A R I E - C L A I R E ZIMMERMANN comenta el soneto n° 296 de Quevedo, titulado «Compara el curso de su amor con el de un arroyo».

Hay algunas erratas y ultracorrecciones leves del idioma. Si los teatreros han incurrido en algunos neologismos como didascalismo, en otro artículo aparece una voz como dissincronía y en varios casos se cuelan voces o usos no propios del castellano, como, por ejemplo, soldar una deuda (por saldarla), fallido por fallado, despido por despedida o simbólica por simbolismo, en fin, usos ocasionales que disuenan muy ligeramente en un libro bien hecho, pero que no llegan nunca a hacer difícil su lectura.

En suma, a la vista de su contenido, no sólo el homenajeado puede sentirse honrado por sus discípulos y amigos, sino que el buen siglodorista también hallará en esta nueva obra una extraordinaria panoplia de hispanistas, abundantes motivos de interés, importantes actualizaciones, algún descubrimiento reseñable y bastantes pistas certeras sobre las verdaderas novedades del hispanismo áureo internacional.

Héctor BRIOSO SANTOS (Universidad de Alcalá)

Estudios sobre la sátira española en el Siglo de Oro. Eds. Carlos Vaíllo y Ramón Valdés, Madrid, Castalia, 2006 . 256 p.

(ISBN: 84-9740-200-6; Nueva Biblioteca de Erudición y Crítica, 27.)

Este libro es el resultado de un coloquio celebrado en 2005 , con el loable propósito, declarado por los editores, de revitalizar y sistematizar los estudios sobre un «género» tan cultivado por los escritores del Siglo de Oro, como apreciado por sus lectores. En el Prefacio Vaíllo y Valdés reclaman mayor atención para las obras satíricas —que no «menores»— en las historias de la literatura española, y justifican —por si fuera necesario hacerlo— un coloquio «de género» que unifique trabajos e intereses investigadores dispersos. En efecto, los nueve estudios que componen el libro reúnen las variadas perspectivas de especialistas en la teoría de la sátira áurea, o en los autores ya reconocidos como satíricos, o en obras concretas de indudable intención satírica. Así, las distintas contribuciones son bien representativas de los logros que la investigación de los últimos años ha aportado al conocimiento de aspectos satíricos en el diálogo renacentista, en los libros de picaros, y en las obras de Quevedo y Góngora, por citar sólo unos ejemplos. Pero, además de escritores y subgéneros que no podían faltar en una monografía de estas características, los autores nos desvelan el complejo itinerario de la sátira desde griegos y latinos, o recuperan obras olvidadas y poco difundidas. Tal variedad de enfoques hace de este libro un instrumento valioso tanto para el objetivo satírico general, como para ampliar conocimientos sobre textos minoritarios, como los Coloquios de la verdad, o raros, como la Olla podrida a la española. De tal manera que bastaría con alterar el habitual orden alfabético por apellidos de los autores para obtener un panorama muy completo de la sátira en los siglos xvi y xvn desde el punto de vista diacrónico, pero también sincrónico —con definiciones, características y hasta un corpus— e incluso comparatista, porque son varios los trabajos que analizan con rigor la influencia de Persio, Juvenal, Luciano y Erasmo en nuestros escritores áureos.

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Tras el Prólogo aludido, el libro se abre con un brillante estudio de Mercedes BLANCO sobre el Góngora satírico: «Fragmentos de un discurso satírico en la obra de Góngora». Partiendo de la evolución del modelo «horaciano-ariostesco», se señala cómo Góngora, «el poeta satírico más apreciado en su tiempo», contribuyó a inventar una nueva forma de sátira. Ésta se expresa en los romances con estribillo, las letrillas, las décimas y los sonetos, es aparentemente más sincera que la clásica, y posee un calado social muy hondo, pese a su aspecto chistoso. Por medio de tres apartados bien documentados —«la sátira como maledicencia», «un arte epigramático», y una «crisis irrisoria», en denominación de Gracián—, se demuestra la radical novedad de la sátira gongorina, que escapa de los imprecisos límites entre lo burlesco y lo satírico; y también su complejidad, que hace dudar entre una interpretación que privilegie el juego de ingenio o el propósito político y moral.

Marco Antonio CORONEL analiza las «Estructuras satíricas en los relatos picarescos», a partir de las relaciones sátira-novela en cuanto al ridendo dicere verum horaciano. Desde la conocida y discutida influencia de La Celestina en el Lazarillo, se relaciona la esencia joco-seria de la sátira, la mixtura de la tragicomedia en La Celestina, y la dramaticidad propia del diálogo, tanto teatral como satírico, en su doble vertiente erasmista-lucianesca. A partir de estos presupuestos, se pasa revista a la «sátira picaresca» desde planteamientos muy amplios: huellas de la sátira clásica (viaje, sueños, banquete, prosímetro), vínculos con obras de «literatura didáctica», o con los libros de caballería y la obra cervantina. El autor concluye que la novela picaresca hereda varias «estructuras» —de la sátira clásica, de la medieval y de la erasmiana renacentista— que se sustancian en ciertos «esquemas arguméntales» y «temas» expresados en forma jocosa y con finalidad correctora. La narración testimonial del picaro reelabora todo ello en clave paródica, y lo dota de la necesaria y trascendente función simbólica.

Henry ETTINGHAUSEN estudia «La sátira antijudía de Quevedo» desde su profundo conoci­miento de la obra del autor, tanto en verso como en prosa. Su argumentación se basa preferen­temente en la Execración contra los judíos, El Buscón, algunos cuadros de La Fortuna con seso y la hora de todos, y los Sueños. Ettinghausen adelanta que la sátira de Quevedo contra los judíos es puramente destructiva y fruto de la xenofobia del autor, y divide su análisis en dos partes: la primera dedicada a la caracterización de los judíos como «ingratos deicidas», y la segunda, más extensa, a la violenta caricatura de los mismos por ser usureros, avaros, sucios, y demás vituperios, incluido el insulto personal. El estudio permite apreciar la riqueza de las metáforas quevedianas, la amplitud de su particular bestiario de capacidad descalificadora y «potencia vitriólica»; pero, al mismo tiempo, sitúa la aversión de Quevedo en el contexto de su tiempo y de la coyuntura económica olivarista. Por último, plantea la pregunta, debatida en los últimos años por la crítica, de si puede hablarse o no de «antisemitismo», y de si la exclusión xenófoba de los judíos puede extenderse a otros pueblos también vituperados por el autor, en razón de su condición de enemigos o amenazas para el pueblo cristiano y la Monarquía Hispánica.

Jorge GARCÍA L Ó P E Z , en «Justo Lipsio y la República literaria», analiza muy minuciosamente las críticas contra la obra de Lipsio que se hallan en la primera versión (1617-1620?) de la República literaria, un somnium en la línea de la prosa culta de fines del siglo xvi y principios del xvn. En este sentido, el artículo se ocupa no sólo de las sátiras que aparecen en la República..., sino de las notables y ya conocidas diferencias entre las dos redacciones, e incluso de la atribución de la primera a Diego de Saavedra Fajardo, «que debe ser puesta seriamente en cuarentena». En el anónimo autor de la primera redacción, que pudo haber coincidido con Saavedra en su juventud, se aprecia cosmopolitismo, una compleja y vasta visión de la cultura europea, una llamativa curiosidad por las corrientes de la filosofía de su tiempo, pero también una finura crítica contra el humanismo de fines del siglo xvi y contra el estoicismo tardío. Comparando la primera redacción con la de veinte años después, se percibe en aquella una «pasmosa ausencia de complejos» que se reflejan, por ejemplo, en la crítica del Erasmo humanista, o la burla de la obra de Lipsio, y el

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ataque a su estoicismo cristiano. A todo ello debe sumarse que el anónimo autor no es partidario del estilo lacónico que Justo Lipsio encarnaba y Erycius Puteanus defendía, y que tanto se asemeja al estilo de Saavedra en sus obras de paternidad reconocida.

Asunción RALLO, en «La sátira lucianesca. El Crótalon entre los lucianistas italianos y la sátira erasmista», muestra un rico ejemplo de imitación compuesta, y de las dos vías de penetración del lucianismo en España: la erasmiana y la italiana. El estudio comienza por consideraciones generales sobre la sátira menipea y sus más reconocidos autores y recursos (personificación alegórica, sueño, viaje alegórico), para centrarse a continuación en el Canto XVIII del Crótalon, que «contrahace las Historias Verdaderas de Luciano». En dicho episodio confluyen distintos recursos propios de la sátira, como el viaje fantástico, la narración autobiográfica en boca de personajes alegóricos, y la prosopopeya de virtudes y vicios. Pero, además, en él se refunde la citada obra de Luciano y el Philalite, de Mafeo Vegio, un diálogo que sólo aparece en la traducción italiana de las obras de Luciano, de Nicoló de Lonigo, reeditada hasta 1543 . El comentario del fragmento revela la técnica de imitación del autor del Crótalon y la transformación de la sátira lucianesca, enriquecida con la mordacidad de Erasmo y con las «deleitables fábulas» del lucianismo italiano.

Lía SCHWARTZ estudia en su artículo «Las diatribas satíricas de Persio y Juvenal en las sátiras en verso de Quevedo», con el fin de «recontextualizar históricamente» las relaciones de las sátiras de Quevedo con sus autores preferidos, esos doctos amigos difuntos a los que alude en el soneto Retirado en la paz de estos desiertos. Desde su doble conocimiento, de la sátira en el Siglo de Oro y de la obra de Quevedo, Schwartz se refiere a la empatia o identificación del autor con los clásicos, y plantea desde esa perspectiva su fructífero diálogo con los dos satíricos. Tras unas páginas dedicadas a cómo el género satírico era preferido por los humanistas —Pontano, Erasmo, Lipsio— y cómo la satura romana, a su vez, asimilaba y hacía suyos los modelos griegos, se analiza la lectura que hace Quevedo de Persio y Juvenal, y en menor medida de Horacio y Marcial. Las abundantes citas de Juvenal —«mi Juvenal», dice Quevedo— no se reflejan en la dispositio de los poemas, sino en la inventio y la elocutio, porque nuestro autor lo admiraba, igual que a Persio, por su función ética. Ambos transmitían verdades estoicas que servían, incorporadas al imaginario de la época, como motivos o tipos de poemas morales y satíricos. De ahí que su reelaboración creadora por parte de Quevedo interese más que un mero estudio de fuentes o influencias, y que dicha transformación se interprete ahora en relación con la revitalización continua de los clásicos, y enriquezca y diversifique la recepción de la obra de Quevedo.

Carlos V A Í L L O , con «La sátira de un expatriado español: la Olla podrida (1655) , de Marcos Fernández», rescata un texto tan raro como jugoso, del que, además, está preparando una edición. El artículo se remonta a las escasísimas menciones del texto y de su autor, siempre dependiendo del Doctor Carlos García, maliciosamente retratado en la Olla..., también expatriado y profesor de español en Francia. Se da noticia de los ejemplares conocidos de la obra, y de los escasos datos biográficos de su autor —algunos de ellos enigmáticos o equívocos— cuya vida transcurre entre Francia y los Países Bajos, en un momento tan intenso como la firma de los Tratados de Westfalia. Tanto la posibilidad de que conociera allí a Saavedra Fajardo —autor de las Locuras de Europa, diálogo de política internacional que transcurre en Münster— como el pie de imprenta falso —Amberes por Amsterdam— como la curiosa lista de los «alumnos» de Marcos Fernández, bastarían para atraer la atención hacia un texto que es indudablemente satírico, como revela la segunda parte del artículo: empezando por el título; continuando por el primero de los siete capítulos, dedicado al Congreso de Münster, que tanto recuerda a la Satyre Ménipée francesa (1594-1595) , de decisivo papel contra los Estados Generales; y siguiendo por la sátira de estados y oficios, por la alternancia de burlas y veras, y por los ecos o citas de autores con los que Fernández comparte recursos hiperbólicos y caricaturescos, como Rabelais, Quevedo, y hasta los aspectos más «bufonescos» del Quijote.

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Ramón V A L D É S , en su artículo titulado «Rasgos distintivos y corpus de la sátira menipea española en su Siglo de Oro», declara su pretensión de aportar la voz de un hispanista a la teoría de un género estudiado, sobre todo, por la crítica anglosajona, y recuperado para la investigación y la historia literaria desde la obra de Bajtín: un intento tan ambicioso como necesario, por la brillantez y abundancia de la sátira menipea áurea. Empieza por señalar una serie de textos y autores de distintas épocas y procedencias, desde Menipo y Varrón, a Cervantes, Gracián, Forner o Swift. A esa enumeración le sigue la constatación de algunos hitos imprescindibles para la comprensión del género, como la publicación del Somnium (1581) , de Justo Lipsio, y del tratado de Isaac Casaubon De Satyrica Graecorum... (1605), que marca la teoría del género y un canon de autores y modelos. A continuación el autor analiza los pasos de la crítica en el siglo xx: N. Frye, E.P. Korkowski, y Bajtín, y sus respectivas definiciones de la sátira menipea, no siempre coincidentes, que provocaron la «reacción de la filología clásica y neolatina», especialmente Relihan y De Smet, que sostienen criterios diferentes sobre la mezcla de prosa y verso, el carácter misceláneo de la menipea, y el canon de autores representativos. Tan completa exposición se cierra con unas conclusiones prudentes sobre un género abierto, pero con tradición literaria, conclusiones que pretenden alertar sobre los dos polos de una definición, entre el «cajón de sastre» y los planteamientos restrictivos. Y esto da lugar a lo que el autor llama unas «modestas propuestas» para aplicar a las obras que configuran la sátira menipea en el Siglo de Oro: diálogos, sueños, viajes fantásticos..., pero también, en las propuestas que suenan más abiertas e innovadoras, a otras que reflejan lo cambiante de un género capaz de acoger vejámenes y otras producciones académicas, entremeses, y alguna «novela bizantina», como El Criticón.

Ana VÍAN HERRERO, en su extenso estudio sobre «Sátira lucianesca y avisos a la Corona en el Perú colonial: el bárbaro y el conquistador en los Coloquios de la verdad de Pedro de Quiroga (c. 1569)», analiza las resonancias de Luciano de Samósata en este texto de Quiroga del que anuncia una edición ya en prensa. Pero, además, sugiere otra serie de cuestiones relacionadas con la acepción quinientista de la sátira —término que aparece en la epístola inicial de los Coloquios— y también con la literatura de avisos, con las crónicas de Indias, con las relaciones y memoriales, y, naturalmente, con el diálogo, forma por la que se decantó Quiroga, y cuyo contacto con las anteriores explican la riqueza del texto. Tras una introducción dedicada a los paratextos —epístola y argumento— el artículo muestra cómo Luciano, cuyas obras pudo conocer Quiroga en traducciones o a través de Las Casas, se convirtió en fuente de inspiración por cuatro vías: por historiador, por autor de diálogos, por etnógrafo y por su «subjetivismo filosófico», procedente del escepticismo y el pirronismo que conoció y que supo transmitir a las literaturas modernas. Cada una de las facetas debió de interesar a Quiroga, pero la autora prima entre ellas al Luciano de los diálogos etnográficos y filosóficos, sobre culturas exóticas. A esos textos de Luciano puede atribuirse el relativismo testimonial de Quiroga, y el perspectivismo de un autor que se oculta tras los planteamientos de sus personajes, indios o españoles, sin tomar partido sobre cuál era la verdad.

Como anunciábamos al principio, éste es un libro útil por su enfoque, por la excelente bibliografía que todos los colaboradores aportan al género que estudian, y hasta por su presentación, que se cierra con resúmenes en español e inglés de cada uno de los capítulos. Alguna pequeña errata, o la cita de alguna obra en ediciones antiguas ya superadas no empañan el valor de esta monografía, que demuestra el interés actual por la sátira. Baste para confirmarlo la reciente edición crítica de la Satyre Ménipée, a cargo de Martial Martin, que tanto ilumina uno de los textos más sabrosos de la sátira europea en el siglo xvi. Felicitémonos por ello.

M a Soledad ARREDONDO Universidad Complutense