07. tema central. la crisis como método en rené zavaleta mercado. luis h. antezana j

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 ECU DOR CONSEJO EDITORIAL José Sánchez-Parga, Alberto Acosta, José Laso Ribadeneira, Simón Espinosa, Diego Cornejo Menacho, Manuel Chiriboga, Fredy Rivera Vélez, Marco Romero. Director Francisco Rhon Dávila. Director Ejecutivo del CAAP Primer Director José Sánchez Parga. 1982-1991 Editor Hernán Ibarra Crespo Asistente General: Margarita Guachamín REVISTA ESPECIALIZADA EN CIENCIAS SOCIALES Publicación periódica que aparece tres veces al año. Los artículos y estudios impresos son canalizados a través de la Dirección y de los miembros del Consejo Editorial. Las opiniones, comentarios y análisis expresados en nuestras páginas son de exclusiva responsabilidad de quien los suscribe y no, necesariamente, de ECUADOR DEBATE. © ECUADOR DEBATE. CENTRO ANDINO DE ACCION POPULAR Se autoriza la reproducción total y parcial de nuestra información, siempre y cuando se cite expresamente como fuente a ECUADOR DEBATE. SUSCRIPCIONES Valor anual, tres números: EXTERIOR: US$ 45 ECUADOR: US$ 15,50 EJEMPLAR SUELTO: EXTERIOR US$. 15 EJEMPLAR SUELTO: ECUADOR US$ 5,50 ECUADOR DEBATE Apartado Aéreo 17-15-173B, Quito-Ecuador Telf: 2522763 . Fax: (5932) 2568452 E-ma il: [email protected] Redacción: Diego Martín de Utreras 733 y Selva Alegre, Quito. PORTADA PuntoyMagenta DIAGRAMACION Martha Vinueza IMPRESION AlbazulOffset I ISSN-1012-1498 I caap

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ECUADOR

Debate

CONSEJO EDITORIALJosé Sánchez-Parga, Alberto Acosta, José Laso Ribadeneira,

Simón Espinosa, Diego Cornejo Menacho, Manuel Chiriboga,Fredy Rivera Vélez, Marco Romero.

Director: Francisco Rhon Dávila. Director Ejecutivo del CAAPPrimer Director: José Sánchez Parga. 1982-1991Editor: Hernán Ibarra Crespo

Asistente General: Margarita Guachamín

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Publicación periódica que aparece tres veces al año. Los artículos yestudios impresos son canalizados a través de la Dirección y de losmiembros del Consejo Editorial. Las opiniones, comentarios y análisisexpresados en nuestras páginas son de exclusiva responsabilidad dequien los suscribe y no, necesariamente, de ECUADOR DEBATE.© ECUADOR DEBATE. CENTRO ANDINO DE ACCION POPULARSe autoriza la reproducción total y parcial de nuestra información, siempre

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ECUADORDEBATE 77Quito-Ecuador, Agosto del 2009

PRESENTACION / 3-5

COYUNTURA

Diálogo sobre coyuntura: tensiones y conflictosen la gestión gubernamental / 7-24Conflictividad socio-política Marzo - Junio 2009 / 25-34

TEMA CENTRAL

El pensamiento crítico contra el poder de los discursos / 35-56 José Sánchez Parga

Desvanecimiento y (re) construcción del pensamiento crítico / 57-82Alejandro Moreano Sobre la reconstitución del pensamiento crítico / 83-106Franz J. Hinkelammert La crisis como método en René Zavaleta Mercado / 107-124Luis H. Antezana J.Ciudadanía y biopoder (las sugerencias de Andrés Guerrero) / 125-138Rafael Polo BonillaAgustín Cueva y la historicidad perdida / 139-148

Carlos Rojas Reyes 

DEBATE AGRARIO

Los agrocarburantes o la agroenergía / 149-172François Houtart Diversidad de las estrategias campesinas en la provincia del Azuay:un punto de vista geográfico / 173-184Nasser Rebaï 

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ANÁLISIS

Los indígenas y la Revolución Ciudadana. Rupturas y alianzasen Cotacachi y Otavalo / 185-218Rickard Lalander 

RESEÑAS

Desarrollo Rural y neoliberalismo. Ecuador desde unaperspectiva comparativa / Liisa North y John Cameron / 219-222por Manuel Chiriboga

La Revolución política durante la época de la Independencia.El Reino de Quito 1808-1822 / Jaime E. Rodríguez / 223-228por Galaxis BorjaEl cine de la marginalidad. Realismo sucioy violencia urbana / Christian León / 229-230por Galo Alfredo Torres 

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Estos asuntos sólo pueden recobrar urgenciapara nosotros si se los vuelve a contar dentrode la unidad de un gran relato colectivo; sola-mente si se los ve, aunque sea de forma dis-frazada o simbólica, compartiendo un solotema fundamental, que para el marxismo es la

lucha colectiva por arrancar al reino de laNecesidad un reino de la Libertad; sólo si selos comprende como episodios vitales de unasola trama vasta e inacabada (Frederick

 Jameson).

A contrapelo, la historia, como economía,como política y como mito, se ofrece comoalgo concentrado en la crisis (René Zavaleta

Mer cado).

Crisis, 1795, ‘mutación grave que sobrevieneen una enfermedad para mejoría o empeo-ramiento’, ‘momento decisivo en un asuntode importancia’; lat. crisis. Tom. del griegokrísis  ‘decisión’, deriv. de krinõ  ‘yo decido,separo, juzgo’ (Joan Corominas).

ara empezar, desplacemos eti-mología de “crisis” citada en elepígrafe hacia el tema que nos

ocupa. Salvo, tal vez, el sentido fuertede “separo,” los significados griegos de

esta palabra –y, por supuesto, el caste-llano de “momento decisivo en unasunto de importancia”– podría servirperfectamente para presentar la crisis

como método de conocimiento en elpensamiento de René Zavaleta Mercado(1937-1984). Desde ya, destacaría que,entre esos significados, también entraen juego algún tipo de “decisión.” ParaZavaleta Mercado (ZM), los momentosrealmente críticos en/de una sociedadsuponen no sólo una renovación de lamanera de entender la sociedad en

cuestión sino también la libre decisiónde encarar o encauzar la o las historia(s)local(es) manifiesta(s) y rearticulada(s)en ese “momento decisivo.” Al pasar,maticé el sentido de “separo” –en rigor,afín a “distingo”–porque, en la crisispolítica boliviana tratada por ZM, elconocimiento y decisión adquiridos enella implican una renovación intersub-

 jetiva que, creo, es mejor asumir comoreunión que como separación. Para el

La crisis como método en René Zavaleta Mercado

Luis H. Antezana J.

El pensamiento de René Zabaleta Mercado (1947-1984) estuvo signado siempre por la inten-ción de comprender la dinámica de las multitudes en la historia y la política bolivianas. Sus 

conceptos de abigarramiento, crisis, democracia y poder, permitieron una lectura vigorosa de la acción política popular en la historia y la escena política.

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resto, krísis y krinõ nos sirven perfecta-mente como índices camino a los alcan-ces de la crisis según Zavaleta Mercado.

En lo que sigue, he de ocuparme desólo un acápite del ensayo “Las masasen noviembre” (1983) de ZM, el relativoa ‘la crisis como método ’ para el cono-cimiento de una sociedad abigarrada.“Las masas en noviembre” es, dicho seade partida, uno de los ensayos más den-sos de ZM y no siempre es posible ais-

lar una determinada propuesta –la delconocimiento crítico, en este caso– delapretado conjunto de conceptos y argu-mentos que la entornan. Entre otros, porejemplo, este ensayo conjuga variosotros convergentes como “Forma clase yforma multitud en el proletariado mine-ro en Bolivia” o “Cuatro conceptos de lademocracia” (cf. infra) y supone líneas

tendidas de y hacia su Work in progress,Lo nacional-popular en Bolivia (1986,edición póstuma). Con todo, salvo losimprescindibles, intentaré no forzartodas las islas de este archipiélago; peroantes, un ejemplo de la mencionadadensidad. A primera vista, su tema másevidente es el de la democracia enBolivia y su caso el de la defensa popu-

lar del proceso democrático en noviem-bre de 1979; pero, en manos del “últi-mo Zavaleta,”1 ese tema y ese caso nopueden evitar un muy complejo recorri-

do –tanto factual como conceptual–para capturar sus alcances. Al presentartema y caso, por ejemplo, señala –yadvierte– ZM:

Intentaremos […] un razonamientoacerca de la crisis de fines de 1979 enBolivia, que es en verdad el tema centralpor cuanto se refiere a un momento cru-cial de la autodeterminación nacional-popular; acerca de la crisis misma comonúcleo preeminente del conocimientode una sociedad atrasada; de la hege-monía no socialista o hegemonía pobrede la clase obrera; de la transformacióndel instinto clásico de la autodetermi-nación en democracia representativaconvertida en ambición de masa; en fin,de las dificultades de la representaciónde la democracia en una formación abi-garrada, de las etapas dentro del estadonacionalista revolucionario o de 1952 yde la inserción de lo que hemos llama-do mediación prebendal en el procesode constitución de un estado nacional.Es necesario todo esto todavía para con-tradecir la reaccionaria teoría que aspi-ra a segregar países inteligibles y paísesno inteligibles”.2

Como señalé, no trataré de explici-tar todo ese complejo conceptual y fac-tual, y, nos limitaremos, reitero, a “lacrisis como método,” pero conviene noperder de vista el más amplio horizonte

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1 En la cronología del pensamiento de ZM, recordemos, hay, por lo menos, tres matices sucesivos quepodemos indicar por medio de sus libros más conocidos: el teórico de “la formación de la conciencianacional” (en grueso, 1956-1969), el marxista de “el poder dual” (en torno a 1970-1979) y el crítico de“lo nacional-popular” (en torno a 1980-1983). A éste se lo denomina “el último Zavaleta” y es el que

más explícitamente propone una perspectiva crítica para conocer una sociedad abigarrada. Además,Mauricio Gil nos recomendaría no olvidar al “joven Zavaleta,” previo a sus reflexiones sobre 1952 (cf.

2000: 93-97).2 René Zavaleta Mercado, “Las masas en noviembre,” Bolivia Hoy , Siglo XXI, México, 1983, pp.12-13

(cursivas del autor).

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que persigue ZM: el de demostrar lainteligibilidad de un país supuestamen-te no inteligible. La crisis política comométodo de conocimiento social es unode los instrumentos que permitiría dichainteligibilidad.

En “Las masas en noviembre,” el tra-tamiento del proceso democrático enBolivia tiene, por lo menos, dos alcan-ces. Por un lado, se trata de entender loque sucedió en Bolivia en torno anoviembre de 1979 y la defensa civil dela democracia, y, por otro, también setrata de proponer un aparato teóricocapaz de tratar esas circunstancias –yotras análogas. Si algo caracteriza alpensamiento de ZM es precisamenteese permanente ir y venir del objeto deestudio al aparato teórico que lo trata.Nótese –y ya vamos entrando en mate-

ria– que, aunque aprovecha (“secues-tra”) otros aportes conceptuales, no setrata de la aplicación deductiva de unadeterminada propuesta teórica, tampo-co se trata de una generalización induc-tiva porque sólo le ocupa un caso, el dela recuperación de la democracia enBolivia en noviembre de 1979. Con Ch.S. Peirce, diría que la suya es una pro-

puesta abductiva, de esas que tratandoun caso particular o excepcionalmenteirreductible propone una nueva pers-pectiva teórica.3 Desde ya, en lo quenos ocupa, ZM suscribiría esta posibili-dad epistemológica ya que, para él:

El conocimiento crítico […] es una con-secuencia de la manera en la que suce-

den las cosas. Esto debería ocurrir siem-pre; la naturaleza de la materia deberíadeterminar la índole de su conocimien-to. La manera de la sociedad define lalínea de su conocimiento.”[Y, comosubrayando el tipo de sociedad que leinteresa, añade:] “Entretanto, la preten-sión de una gramática universal aplica-ble a formaciones diversas suele no sermás que una dogmatización. Cada

sociedad produce un conocimiento (yuna técnica) que se refiere a sí misma”.4

Por deformación profesional, cuan-do leo lo de una dogmática (imposible)“gramática universal” para entender las“formaciones diversas,” tiendo a pensaren el segundo Wittgenstein y su pro-puesta de entender cada “juego de len-

guaje” según sus propias reglas para,así, a la larga, poder pensar mejor –estoúltimo sólo quiere ser una analogía por-que, bueno, si la asumimos literal uoperativamente, quizá nos perderíamosen el análisis de lo diverso contenido enla diversidad. Por otra parte, como selee en la cita, supongo que queda clarala directa relación que, según ZM, exis-tiría entre el objeto de estudio y el cono-cimiento ahí implicado. Ahora bien, esaintimidad no es simplemente refleja,como en la tradición empirista o positi-vista, aquella en la que los hechos suce-den y el pensamiento no tiene másremedio que seguirlos o, como se dice,

ECUADOR DEBATE / TEMA CENTRAL 109

3 Sobre la abducción distinta de tanto la deducción como la inducción, cf. la clara y sencilla explicaciónde Umberto Eco, “La abducción en Uqbar”, en: De los espejos y otros ensayos , Editorial Lumen, BuenosAires, 1988, pp. 173-184.

4 René Zavaleta Mercado, “Las masas en noviembre”, p. 19.

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“obedecerlos.” Esa tradicional imagenespecular –arraigada en la representa-ción de las ciencias naturales– suponeun acaecer material ajeno a las inter-venciones humanas, o sea, tiene enmente el acaecer material gobernadopor las llamadas “leyes naturales” (o“científicas”). Cuando ZM intima elobjeto de estudio y su conocimiento noes tan mecánico, supone una interven-ción humana capaz de alterar loshechos sociales, de tal manera que nosólo se trataría de “descubrir” lo sucedi-do sino de acompañar la producciónsocial de los hechos y conocimientosafines, acordes, por supuesto, a la socie-dad objeto de estudio. En su ensayo“Cuatro conceptos de la democracia,”ZM propone una fórmula que, creo,explica muy bien esa posibilidad huma-

na de intervenir en los hechos sociales;al respecto dice: “No se necesita repe-tirlo: el hombre no acepta la proposi-ción de lo externo o sea su inercia sino cuando ha interv enido en ello ”.5 Aquí,ZM tiene en mente los actos de autode-terminación de las masas que, precisa-mente, reconoce en la crisis política quetrata en “Las masas en noviembre” (cf.

infr a). Por último, como ya menciona-mos, también queda claro que las posi-bles deducciones, desde una cualquiera“gramática universal,” no son aplicableso se demuestran insuficientes en el caso

de las “formaciones diversas.” Ergo , anteun objeto de estudio particularmenteesquivo, la necesidad de encontrar oproponer sus correspondientes concep-tos es todo un desafío no sólo al inte-lecto, diría, sino a la imaginación teóri-ca.6 Y, ahora bien, antes de una crisis,¿qué es esto de “formaciones diversas”?

Acortando caminos, una “formacióndiversa” es una “formación social abiga-rrada” –como Bolivia:

Si se dice que Bolivia es una formaciónsocial abigarrada es porque en ella nosólo se han superpuesto las épocaseconómicas (las de uso taxonómicocomún) sin combinarse demasiado,como si el feudalismo perteneciera auna cultura y el capitalismo a otra yocurrieran sin embargo en el mismoescenario o como si hubiera un país en

el feudalismo y otro en el capitalismo,superpuestos y no combinados sino enpoco. Tenemos, por ejemplo, un estrato,el neurálgico, que es el que proviene dela construcción de la agricultura andinao sea de la formación del espacio; tene-mos por otra parte (aun si dejamos delado la forma mitimae7) el que resultadel epicentro potosino, que es el mayorcaso de descampesinización colonial;

verdaderas densidades temporales mez-cladas no obstante no sólo entre sí delmodo más variado, sino que tambiéncon el particularismo de cada regiónporque aquí cada valle es una patria, esun compuesto en el que cada pueblo

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5 René Zabaleta Mercado, “Cuatro conceptos de la democracia,” El estado en América Latina, Colección“Obras completas”, Los Amigos del Libro, La Paz-Cochabamba, 1990, p. 86 (cursivas mías).

6 Luis Tapia Mealla ha explicitado como ZM ha enfrentado este desafío en su propia obra; al respecto,cf. su libro La producción del conocimiento local. Historia y política en la obra de René Zavaleta(2002)y su ensayo “La producción teórica para pensar América Latina” (2006).

7 “Desplazamiento forzoso de poblaciones que hacían los incas con fines de dispersión cultural e impo-sición lingüística o quechuización forzosa” (nota de ZM).

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viste, canta, come y produce de unmodo particular y hablan lenguas y

acentos diferentes sin que unos y otrospuedan llamarse por un instante lalengua universal de todos.8

Como es fácil ver, esta descripción–llamémosla así– supone criterios con-ceptuales que, aunque sean del “usotaxonómico común,” aluden a una pers-pectiva teórica –como, por ejemplo, el

concepto de “modo de producción”marxista, aquí también entendido como“época económica”; también, menosevidente quizá, ahí está la noción de“estrato neurálgico” que supone lanoción zavaletiana de “momento cons-titutivo” (cf. infra). Destaco esto paraseñalar, una vez más, la manera comoen ZM los hechos y los conceptos quelos tratan siempre andan –tratan deandar– juntos, sobre todo, cuando elobjeto de estudio se resiste a las reduc-ciones taxonómicas de “uso común.”

Después de presentar una formaciónsocial abigarrada, ZM se pregunta: “Enmedio tal cosa, ¿quién podría atreversea sostener que esa formación tan hete-rogénea pudiera concluir en el ejerciciode una cuantificación verificable del

poder?”. Y añade, “De tal manera deque no hay duda de que no es sólo laescasez de estadísticas confiables lo quedificulta el análisis de Bolivia sino lapropia falta de unidad convencional delobjeto a estudiar”.9 Ahora bien, eseesquivo objeto de estudio puede serconocido, analizado, en una crisis polí-tica. Creo que ZM insistiría que sólo así 

y ahí se lo puede conocer y, siguiendosu propuesta, tornar así inteligible lo nointeligible. Más aún, en este caso, eseconocimiento crítico también seríaempírico-cotejable, es decir, el ejerciciodel poder vigente sería susceptible deuna cuantificación socialmente verifica-ble (cf. infra).

Desde ya, no se trata de una cual-quier crisis. A lo largo del texto,Zavaleta repasa golpes de estado y vera-

nos democráticos sucedidos en Boliviaque, pese a las apariencias, no son cri-sis políticas que permitirían conoceresta sociedad porque, en el fondo, nosuponen una decisiva intervenciónsocial (cf.: 13-16). En su caminar, eserepaso diseña las condiciones que debetener una crisis política para producirconocimiento, y, ahí, sobresale la con-

 junción de los fragmentos diversos yhasta ajenos característicos de una for-mación social abigarrada. Junto a laGuerra del Chaco (1932-1935) y laRevolución de 1952, entre los másinmediatos, ZM reconoce en la crisispolítica de noviembre de 1979 uno deesos momentos, donde, como él diría,lo diverso adquiere una nueva “inter-subjetividad.” Antes de examinar –un

poco– los alcances cognoscitivos de esacrisis, recordemos algunos hechos afi-nes a noviembre de 1979.

Poco antes de su fin, la dictaduramilitar encabezada por Hugo BánzerSuárez (1971-1978) fue matizada porun conflictivo período de transiciónhacia la democracia: amago de aperturademocrática con restricciones políticas

ECUADOR DEBATE / TEMA CENTRAL 111

8 René Zabaleta Mercado, “Las masas en noviembre”, p. 17.9 Ibid, p. 17.

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(1977), huelga de hambre de las muje-res mineras contra las restricciones polí-ticas (12.1977-01.1978), éxito de lahuelga y elecciones anuladas por fraude(1978); poco después: golpe de estado ygobierno del general Juan Pereda Asbún(07-11.1978), también interrumpido,seguido por el interinado militar delgeneral David Padilla Arancibia(11.1978-08.1979). En enero de 1979,bajo el gobierno de Padilla Arancibia, se

realizaron otras (“nuevas”) eleccionesgenerales. Los resultados no fueron pro-blematizados y, esta vez, el fraude nofue objeto de las escaramuzas postelec-torales. Como ningún partido político–y su consecuente candidato presiden-cial– había logrado la necesaria mayoríaabsoluta en las urnas (50% +1), elCongreso debía elegir al presidente dela República. El Congreso fue instaura-do en agosto de 1979. Después devarios días de debates y reiteradas vota-ciones, debido al bloqueo mutuo entrelos partidos en liza y como solución decompromiso, el senador Walter Gue-vara Arze, presidente del Congreso, fuenombrado presidente interino de laRepública con la tarea primordial deconvocar a nuevas elecciones. En no-

viembre ese mismo año, el coronelAlberto Natusch Busch encabeza ungolpe de estado que derroca a GuevaraArze. Su argumento: prevenir un inmi-nente y radical golpe de estado en mar-cha que intentaba restaurar la previaforma de dictadura militar; NatuschBusch proponía fortalecer el (débil)gobierno de Guevara Arze para asegurar

la continuidad democrática en el país.En efecto, el gobierno de Guevara Arzeera muy débil: debía gobernar práctica-mente sin ningún apoyo parlamentario,

enfrentar una crisis económica y prepa-rar el terreno para nuevas elecciones.Como posible medida preventiva, elgolpe de Natush Busch contaba conexplícito apoyo partidario –del Movi-miento Nacionalista Revolucionario,notablemente; partido, por otra parte,involucrado en la previa y empantanadacontienda electoral. Pero, la sociedadcivil no quiso saber nada del golpe y susargumentos; desde el primer hasta el

último día y pese a los actos represivos,la sociedad en pleno se opuso pacíficapero frontalmente al golpe (huelgageneral obrera, bloqueo campesino decaminos, resistencia urbana). A la larga,Natusch Busch se vio obligado a pasarencerrado en el Palacio Quemado de lasede de gobierno (La Paz) durante losefímeros 16 días (01-l6.11.1979) queduró su arbitrario mandato. Después delgolpe fallido, Lidia Gueiler de Tejada,presidenta de la Cámara de Diputados y,por tanto, nueva presidenta del Con-greso, heredaría la Presidencia y lasinterrumpidas tareas encargadas aGuevara Arze. En las elecciones de1980, otra vez, ningún candidato obtu-vo la suficiente mayoría absoluta; pero,antes de que el nuevo Congreso elija al

futuro presidente, el general Luis GarcíaMeza protagonizó un (nuevo) golpe deestado e instauró uno de los gobiernos(07.1980-08.1981) más cruentos de lasúltimas décadas.

“Las masas en noviembre” llega atratar el gobierno de García Meza, perosu núcleo está volcado, como adelanta-mos y como indica el título, hacia la

resistencia popular ante el golpe deNatusch Busch en noviembre de 1979.En píldora, se trata de saber cómo “[l]ademocracia, en cualquier forma, se

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convierte en una bandera de las masas,de las masas que se habían educado enel vilipendio de ella”.10 ¿Cómo es posi-ble, se puede uno preguntar, que lademocracia representativa, instrumentode la burguesía y del coloniaje que lasustenta local e internacionalmente,pueda convertirse en “bandera de lasmasas” bolivianas? Un “clásico” sóloconstataría una contradicción insupera-ble o, quizá, repasaría las posibilidades

de algún tipo de “poder dual.” De parti-da, ZM advierte que para entender esetipo de hechos inéditos, es necesariodejar a un lado presupuestos previos,aunque no les falten motivos, porque,como dice, “el rencor sirve de poco”;“[e]n realidad, no sirve de nada, o sea:el rencor no conoce aunque él mismosea legítimo” 11. La crisis política que

ZM tiene en mente obliga, pues, arepensar lo supuestamente conocido yno ignorar lo que sucede. En noviembrede 1979, suceden muchas cosas: elEstado del 52, verticalmente prebenda-lizado desde –sobre todo– 1964, tocasus límites institucionales, ideológicos yeconómicos, la clase obrera se ve obli-gada a salir de su “soledad corporativa,”el movimiento campesino e indígena,

liderado por la reciente ConfederaciónSindical Única de Trabajadores Cam-pesinos de Bolivia (CSUTCB) y el kata-rismo, también quería “poner su coloren ésta que se dice es la fiesta de todoslos colores” (ZM) y, en todo ello, lademocracia representativa se reclamabacomo una válida (auténtica) cuantifica-

ción del poder social. Creo que los dosúltimos aspectos son los neurálgicos,porque se manifiestan y asumen demanera prácticamente inédita; así lostrata, y, además los articula con los otrosfactores en juego durante esa coyuntura.Como ya indicamos, en una formaciónabigarrada, ese tipo de articulación sólose podría producir y reconocer en unaexcepcional crisis política. Subraya ZM:

La historia, como economía, comopolítica y como mito se ofrece comoalgo concentrado en la crisis. Es en lacrisis que es algo actual porque la crisises un resultado y no una preparación.La crisis es la forma de la unidad patéti-ca de lo diverso así como el mercado esla concurrencia rutinaria de lo diverso.El tiempo mismo de los factores (y laprincipal diferencia entre un modo de

producción y otro es la calidad del tiem-po humano) no actúa de un modo con-tinuo y confluyente sino en su mani-festación crítica. La producción comu-naria o parcelaria en la Bolivia alta, porejemplo, es distinta en su premisa tem-poral agrícola a la oriental no sólo por elnúmero de cosechas y las consecuen-cias organizativas del trabajo, sino tam-bién a la minera que ya es la supedi-tación o subsunción formal en acción.El único tiempo común a todas estas for-mas es la crisis que las cubre o sea lapolítica.12

Nótese, dicho sea de paso, la ima-gen que ZM utiliza para indicar elalcance de una crisis política: es untiempo común que “cubre” los diversos

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10 Ibid, p. 44.11 Ibid, p. 11.12 Ibid, pp. 18-19.

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tiempos implícitos en los diversosmodos de producción presentes pero noarticulados en una sociedad abigarrada.Aquí, “cubrir” –abarcar, cobijar– impli-ca una manifestación “superficial” de lono evidente o, si se prefiere, de lo des-conocido o escondido; en otras pala-bras, lo paradigmático se torna sintag-mático. Volvamos a noviembre de 1979.

Aunque todos los factores mencio-nados –Estado del 52, clase obrera,

campesinado indígena, movilizaciónurbana, defensa de la democracia repre-sentativa–se implican mutuamente, ais-lemos los relativamente “inéditos”: ladefensa popular de la democraciarepresentativa –que, a su manera, invo-lucra a todos los protagonistas– y ahí, enparticular, la decisiva participacióncampesina e indígena. Para ZM, esta

defensa de la democracia representativa–convertida en “bandera de los educa-dos en vilipendiarla”– supone un(nuevo) conocimiento social, que, depronto, hasta reconoce (acepta, asume)el poder de autodeterminación de lasmasas manifiesto (cuantificado) en losresultados electorales de los partidos enliza. Esa defensa popular no implica un

mero recurso táctico sino un razonadoreconocimiento de los alcances de laintersubjetividad social constituida ymanifiesta durante la crisis. En un paísdonde “los pueblos miran como sulibertad a lo que suele no ser sino unadisputa entre las estirpes de sus amos”13, esa apropiación popular de la demo-cracia representativa implica, sin duda,

un salto cualitativo en la manera deentender, asumir y encauzar los proce-sos históricos que caracterizaron a unasociedad como la boliviana. Se diríaque, en noviembre de 1979, la acciónde las masas decide  que el camino aseguir es el de la democracia represen-tativa, no como táctica, reitero, sinocomo conocimiento de la realidadlocal. En breve, dicho sea zavaletiana-mente, las masas aceptan esta democra-

cia representativa porque han interveni-do en su producción.

Desde ya, aquí, las masas no son las“clases” o, como en el nacionalismorevolucionario (NR), el “pueblo.” Lasmasas son la multitud o, más precisa-mente, la “forma multitud” (ZM). Menosontológico que Paolo Virno, para quienla multitud es Una antes de diversificar-

se en los múltiples sujetos posibles en elpost-fordismo,14 ZM caracteriza a laforma multitud como una intersubjetivi-dad, en el sentido pragmático de JürgenHabermas, construida históricamenteen las experiencias sociales de autode-terminación (vía una “acumulación enel seno de la clase” o “acumulación enel seno de la multitud”), siempre, según

los avatares de la historia local. Porquesupone un reconocimiento social(común) de la capacidad de autodeter-minación, ZM califica de “nacionaliza-dora” a ese tipo de intersubjetividad crí-tica. En ZM, la autodeterminación y laintersubjetividad siempre van juntas, labúsqueda de una implica el encuentro ola producción de la otra. Aunque la

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13 Ibid, p. 50.14 Paolo Virno, Gramática de la multitud, Editorial Malatesta, La Paz, 2004.

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construcción de esa intersubjetividadpodría remontarse a “la apropiación delhábitat o el papel mercantil de Potosí odel convulso destino vivido a lo largo yancho del tiempo”,15 (:18), ZM privile-gia dos momentos relativamente recien-tes –lo mencionamos–para indicar susmomentos claves: la Guerra del Chaco(1932-1935) y la Revolución Naciona-lista de 1952.

En lo que a la Guerra del Chaco se

refiere, por connotación, podríamosdestacar el ejemplo que escoge paracaracterizar, precisamente, “el principiode la intersubjetividad”; evocando unade las batallas de esa guerra (la deNanawa), ZM dice: “La crisis por tantono sólo revela lo que hay de nacional enBolivia sino que es en sí misma un actonacionalizador: los tiempos diversos se

alteran con su irrupción. Tú pertenecesa un modo de producción y yo a otropero ni tú ni yo somos los mismos des-pués de la batalla de Nanawa; Nanawaes lo que hay de común entre tú y yo.Tal es el principio de la intersubjetivi-dad” (:19).16 Esa intersubjetividadpodría representarse con la imagen dedos conjuntos distintos que van hacia la

crisis y ahí encuentran o generan sucampo de intersección. Cada conjuntono necesariamente cambia las caracte-rísticas que lo distinguen, pero, ahora,comparte u ocupa un nuevo espacio

político. Una nota más al respecto: paraZM, esa intersubjetividad no es arbitra-ria, no cae del cielo; como dice, “[e]lproblema radica en esto, en que la inter-subjetividad existe antes de las premisasmateriales (supuestas premisas) de laintersubjetividad”.17 Esa intersubjetivi-dad formal previa a las “supuestas pre-misas” materiales, es como una reformaintelectual que, si las condiciones lopermiten, puede llegar a concretizarse.

En ZM, la clásica oposición entre“forma” y “materia” no restringe el atri-buto de existencia a la sola materia,también las formas tienen su forma–valga la redundancia– de existir.18

Volviendo a los conjuntos menciona-dos, añadiríamos, entonces, que éstosno sólo van hacia sino que “buscan” laintersección común porque “saben”

que así lograrían grados crecientes deautodeterminación, esta vez, necesaria-mente compartida.

Por su parte, la Revolución de 1952es considerada como el momento en elque las masas bolivianas, lideradas porel proletariado minero, alcanzan su másalto grado de autodeterminación: “Lahistoria del estado de 1952 es la historiade las mutilaciones a la autodetermina-ción popular aunque es verdad que elmomento más alto de toda la autodeter-minación del país es el momento cons-titutivo del estado de 1952”.19 Poco a

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15 René Zabaleta, “Las masas en noviembre”, p. 18.16 Ibid, p. 19.

17 Ibid, p. 18.18 Ante simplificaciones semejantes, se suele señalar que, aunque “la palabra ‘perro’ no muerde,” no porello es válido negar la existencia de dicha palabra: su audición o su lectura es tan “material” como lapercepción de cosas y hechos.

19 René Zabaleta, “Las masas en noviembre”, p. 43.

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poco, en la medida que cede su poderal Estado del 52, cada vez más restringi-do a su aparato represivo, la autodeter-minación popular alcanzada en abril de1952 perderá su papel protagónico ydeberá limitarse a crecientes esfuerzosde resistencia y oposición. Ahí, el prole-tariado minero que, en su momento,habría sido la “síntesis connotativa”20

de la sociedad civil, se verá corporativa-mente cada vez más aislado aunque, al

mismo tiempo, en complicidad con laresistencia obrera, civil y política haciala(s) dictadura(s) militar(es), irradiará suadquirido grado de autodeterminación–también grado de conocimiento de esacapacidad– hacia la multitud. ZM,dicho sea de paso, ha escrito el ensayo“Forma clase y forma multitud en el pro-letariado minero en Bolivia” (1983b)

para precisamente entender cómo unproletariado tan “pequeño” como elminero en Bolivia podía tener tanamplios efectos en su sociedad: por irra-diación hacia la multitud. En “Las masasen noviembre” resume apretadamenteesa propuesta cuando la utiliza parasubrayar la importancia de la claseobrera en la historia reciente de Bolivia.

Aunque la clase obrera posee e irradiasu “propia democracia interior de laclase como condición de toda la lógicademocrática en general” (: 43),21 alempezar la apertura democrática,habría que destacar la huelga de ham-bre de las mujeres mineras (12.1977-01.1978) como la puerta –valga la ima-

gen– por la que el movimiento obrerosale al encuentro de la “nueva” multituddemocrático representativa. Recla-mando el derecho de los parientes pre-sos y exiliados políticos para poder par-ticipar en el nuevo proceso democráti-co, la huelga de hambre de las mujeresmineras se transformó en una casi totalhuelga nacional que, finalmente, logrósu cometido, ampliando así, para todala ciudadanía, el derecho a participar en

dicho proceso.22 Con éste y otroshechos convergentes, empieza el arrai-go de la democracia representativa en lamultitud y, consecuentemente, abre yreformula –concretiza históricamente–la previa tradición obrera. Durante laapertura democrática y, notablemente,en noviembre de 1979, la clase obrerase articula con un actor hasta entonces

prácticamente ajeno a una debida parti-cipación en cualquiera de las formas dela “democracia criolla”: el movimientocampesino indígena, que será un prota-gonista fundamental en la nueva inter-subjetividad.

Aunque asume la histórica articula-ción indígena, – recordando, por ejem-plo, la decisiva “apropiación [origina-

ria] del hábitat ” o sus luchas por la auto-determinación, tales como la rebeliónde Túpac Katari (1780-1781) o la parti-cipación de Zárate Willka en la escenapolítica durante la Guerra Federal de1899–, ZM se ocupa, por un lado, demarcar las distancias existentes entreobreros y campesinos después de 1952,

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20 Sobre los alcances del concepto político de “síntesis connotativa,” Ibid, pp. 11-12.21 Ibid, p. 43.22 Sobre la huelga de hambre de las mujeres mineras, sus avatares y alcances, cf . Jean Pierre Lavaud, La

dictature empêc hée (1999).

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y otro, más problemático, de motivar elpor qué de su participación en un pro-ceso democrático marcadamente repre-sentativo, más allá de la tradicionaldemocracia comunitaria arraigada,“desde siempre,” digamos, en su vidacotidiana. En el primer caso, la distanciaentre obreros campesinos estuvo marca-da, primero, por el apoyo sindical cam-pesino al Estado del 52 después de laReforma Agraria (1953), y, segundo, más

notablemente, debido al “pacto militarcampesino” ejercido desde 1964(gobierno del general Barrientos, 1964-1965 y 1966-1969) hasta fines delgobierno de Banzer (1978); tanto que,cuando a principios de los 1970, duran-te el gobierno del general Juan JoséTorres (1970-1971), la AsambleaPopular, liderada por los mineros y la

Central Obrera Bolivia, se instala y ejer-ce como un Congreso alternativoen/ante el Estado vigente, los represen-tantes del sindicalismo campesino fue-ron excluidos de dicha Asamblea, preci-samente, por haber suscrito y ejercido el“pacto militar campesino.” En breve,después de 1952, obreros y campesinosrecorrieron caminos no sólo distintossino hasta antagónicos; pero, se articu-lan en noviembre de 1979. Para seguirlas huellas del movimiento campesino,ZM vuelve a tratar la democracia, pero,desde otra de sus facetas.

Como detalló en su ensayo “Cuatroconceptos de democracia” (1982; cf.,en apretado resumen, 1983: 42), unacondición para la construcción de la

democracia representativa es la forma-ción y existencia del individuo comosujeto, ciudadano y, de ahí, como votocuantificable. Con la Reforma Agrariade 1953, los campesinos, desde enton-ces propietarios de sus parcelas, habríanaccedido a esa posibilidad, es decir, a lade convertirse en sujetos-ciudadanos.Complementariamente, la Revoluciónde 1952 había decretado el VotoUniversal, ejercido por primera vez en

las elecciones de 1956 –voto que, desdelos orígenes de la República, era cualifi-cado para sólo alfabetos y propietarios.Además, algo muy significativo paraZM, con la Reforma Agraria el campesi-nado no sólo se habría convertido enpropietario y productor independientesino, sobre todo, se habría apropiadodel mercado relativo, con la consecuen-

te organización social y económica queimplica dicha apropiación. Ahí, estaríael germen que, después de todo tipo deavatares –como la organización del sin-dicalismo campesino que, luego, permi-tiría el “pacto militar campesino”–,haría posible el entronque con el movi-miento obrero en noviembre de 1979.Si la “memoria larga” –como diría SilviaRivera Cusicanqui– del movimientocampesino e indígena en Bolivia acu-mula, desde tiempos coloniales, variasmuestras de sus capacidades de autode-terminación –y de intentos fallidos(reprimidos) para ejercer ese poder–, apartir de 1952, la “memoria corta”habría incorporado el élan democráticoen su intersubjetividad originaria.23

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23 Silvia Rivera Cusicanqui, Oprimidos pero no vencidos. Luchas del campesinado aymara y qhechwa,

1900-1980 , Ediciones Yachaywasi-Aruwiyiri, La Paz, 2003, 2ª. Ed.

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Como resume ZM: “La sayaña es el requisito de la independencia personal.El voto verificable es el resultado diferi-do del derecho perfecto sobre la parce-la, su posesión real y la consagracióndel hombre en estado de organización.El yeoman destruye al fellah; el yeomanes la escuela del citoyen”.24 Habría querecordar que, a partir de 1974, despuésde las “masacres de Tolata y Epizana” enel Departamento de Cochabamba, el

sindicalismo campesino se independizadel Estado militarizado, creando su pro-pia Confederación Sindical Única deTrabajadores Campesinos de Boliviaque, luego, deviene parte orgánica de laCentral Obrera Boliviana. En suma y entorno a noviembre de 1979, se podríadecir que si, por un lado, el movimien-to obrero se ve entonces “obligado” a

incorporar la voluntad democráticorepresentativa en su seno corporativo,por el otro, el movimiento campesino eindígena encuentra ahí la posibilidad demanifestar su relativamente recienteadquisición. Así, la antes vilipendiadademocracia representativa sería como lacondición coyuntural que no sólo esuna “alianza” sino una nueva intersub-

 jetividad social. Desde ya, como todaintersubjetividad, ésta implica un nuevoconocimiento social –hay que destacar-lo– de las capacidades de los actoresinvolucrados; capacidades de autode-terminación que, además, a partir deentonces serían cuantificables.

Esto de posibles capacidades “cuan-tificables” es lo que, por otra parte,

mejor explica las posibilidades de auto-determinación social logradas –o,mejor, evidenciadas–en noviembre de1979. Recordemos que el conocimientocuantitativo de una sociedad diversa(“la verificación cuantificable delpoder”) es poco o nada confiable puesahí, como en el caso boliviano, no sóloentra en juego “la falta de unidad con-vencional del objeto estudiado” sinotambién “la escasez de estadísticas con-

fiables” (cf. supra). Además, “[n]o sepuede llevar cuentas allá donde loshombres no se consideran iguales unosde otros, o sea, donde no prima es pre-

 juicio capitalista de la igualdad sino elprejuicio precapitalista de la desigual-dad”).25 Sin embargo, esta crisis políticaen particular rendiría inteligible la for-mación social sociedad abigarrada boli-

viana, por un lado, y, por otro, dados lostérminos del problema, debería rendirverificable el poder (o poderes) en liza oejercicio. Porque se trata de la produc-ción de una nueva intersubjetividad, lademocracia representativa haría posibleesa cuantificación o, mejor dicho, laapropiación multitudinaria del prejuiciodemocrático –manifiesta durante la cri-

sis– se acumula en el seno de la multi-tud y, por tanto, a través de los partidosinvolucrados en las contiendas electora-les, se podría cuantificar el grado de esaapropiación y su consecuente acumula-ción multitudinaria. Parte ahora de loslogros de clase y multitud en Bolivia, lademocracia representativa no es sólouna forma de gobierno sino, en rigor, un

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24 René Zabaleta, “Las masas en noviembre”, p. 40.25 Ibid, p. 15.

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paso más–ahora cuantificable–en unproceso de autodeterminación social;subraya ZM:

La integración de la democracia repre-sentativa a este brillantísimo acervo dela memoria de clase es quizá el mayorlogro de la república. De la mismamanera en el que el mero movimientosocial sumado al sindicalismo en suforma espontaneísta (esto es una ide-ología, no sólo lo espontáneo) y pri-

maria eran suficientes para la acumu-lación en 1952, ahora en 1978, la formapartidaria adquiría una relativa vali-dación. [Aquí viene su ya mencionadapropuesta:] La democracia, en cualquierforma, se convierte en una bandera delas masas, de masas que se habían edu-cado en el vilipendio de ella.26

O sea, la resistencia popular en

noviembre de 1979, defiende comosuya la democracia representativa ejerci-da en las elecciones de 1978. A la larga,la suma de la fórmula “un ciudadano, unvoto” –donde había que destacar lapalabra “ciudadano”– podría cuantificarel grado de democratización social y,también, el grado de autodeterminaciónde las masas. En el límite de esa posibi-

lidad está lo que ZM denomina la (direc-ta) “democracia de masas,” o sea, aque-lla en la que “los pueblos […] no fundansu mito en el orden” sino “en las masasy su autodeterminación”; autodetermi-

nación que implica el ejercicio delpoder, por un lado, pero, sobre todo, “lafundación de la libertad, es decir, laimplantación de la autodeterminacióncomo una costumbre cotidiana,” donde“la masa enseña el aspecto crítico de supropia grandeza”.27 La coyuntura de1979 y sus resultados no implican nece-sariamente esa directa “democracia demasas,” notablemente, porque ahí sigueel Estado –todavía informe, amorfo– y su

administración subordinada a la repre-sentación lograda por los partidos políti-cos en liza; pero, aunque enmascarado,por principio, el Estado estaría ahoramás cuantitativamente determinado porlos actos de autodeterminación popula-res que por las decisiones verticales delas dictaduras o las ya obsoletas estirpesde los amos.

Dado el período que le ocupa, conel golpe de García Mesa (1980) comoúltima referencia, ZM no quiere extra-polar y deja en suspenso el posiblealcance de esa democratización: no hayaún manera de saber, dice, “si lo que seprepara en Bolivia es un pacto demo-crático o una revolución social” pero,insiste en que “[l]a forma igualdad pre-cede a la condición igualdad. Es su pre-

clusión. En otros términos, el amor porformas determinadas es ya el anunciode la existencia subterránea de losacontecimientos sociales”. Ese “amor”formal por la democracia y su prejuicio

ECUADOR DEBATE / TEMA CENTRAL 119

26 Ibid, pp. 43-44.27 René Zabaleta Mercado, “Cuatro conceptos de la democracia”, pp. 86-87. Dicho sea de paso, aunque

ciertamente la valora pues, mal que bien, supone el ejercicio del grado de libertad social vigente enuna sociedad, ZM subraya que la democracia de masas “no conlleva una tendencia progresista en sí misma” y, como ejemplo, recuerda la voluntad social de Alemania que llevaría al nazismo. La direc-ción, progresista o reaccionaria, de una democracia de masas depende de las historias locales en juego(Ibid, pp. 87-88).

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igualitario es el que, precisamente, sehabría revelado en la crisis de noviem-bre de 1979. ZM siempre insiste en quealgún tipo de reforma intelectual –lossuele llamar nuevos, otros “prejuicios”–precede o acompaña los acontecimien-tos sociales, pero, claro, nada ciertopodemos saber acerca de ellos si no semanifiestan en una crisis política, esdecir, cuando los “prejuicios” se trans-forman activamente –performativamen-

te– en “juicios” que, a la vez, son“hechos.” La pareja potencia/acto–alguna vez utilizada por ZM–tambiénsirve para pensar ese salto, siempre ycuando el acto sea uno de autodetermi-nación social. Como moraleja, sepodría agregar que, con el correr deltiempo se verá si la autodeterminaciónde la multitud alcanzada en esa crisis setraduce (o no) en una “mayoría [popu-lar] de “efecto estatal” (ZM: 45).

Desde la “revolución einsteniana”vis-á-vis  la física newtoniana, es fre-cuente, no sólo en la epistemología sinoen el pensamiento analítico o teórico engeneral, reconocer una progresión nolineal sino discontinua en los procesosdiacrónicos; las falsificaciones dePopper, las rupturas epistemológicas de

Bachelard, los cambios paradigmáticosde Khun, las epistemes de Foucault, lavida y muerte de las metáforas de Rortyo las revoluciones “no soñadas” deMires,” entre tantos otros, han frecuen-tado esa perspectiva que suele asociarsecon el llamado pensamiento de la AltaModernidad. Algo parecido sucede conla crisis zavaletiana, que marca el paso

de una articulación social a otra, de unaintersubjetividad a otra; pero, en estecaso, más que sólo contrastar una arti-culación con otra, se diría que ZM se

interesa por el momento en el que suce-de la transición. Por supuesto, le intere-sa el agua, digámoslo á la René Thom, ysu transformación en vapor, pero, sobretodo, le interesa el “momento o saltocatastrófico” (“crítico”) en el que el pri-mer término se convierte en el segundo.Puesto que él denomina “asunción sin-tética” al conocimiento producido en lacrisis (cf. supra) se podría pensar en unmomento crítico “dialéctico,” pero, en

rigor, los elementos que convergen ennoviembre de 1979 –obreros e indíge-nas, digamos– más que opuestos son, enrigor, simplemente distintos, pues, enúltima instancia, no han recorrido unamisma historia, han recorrido, en rigor,historias diferentes inmersas en una for-mación social abigarrada. En todo caso,lo que le interesa es discernir la cuali-

dad de la transformación. Dicho sea depaso, siempre que ZM trata o indica losprocesos históricos utiliza la noción de“momento constitutivo” o “estrato neu-rálgico” (cf. supra, la presentación deuna sociedad abigarrada) que re-trazalas historias como series continuas, escierto, pero marcadas por articulacionesproducidas, precisamente, en sus

momentos críticos o, en sus términos,“momentos constitutivos.” Esos momen-tos constitutivos implican otras tantascrisis productoras de (nuevas) intersub-

 jetividades. También es cierto que suexamen de la crisis es analítico, por unlado, pero, por otro, no deja de ser tam-bién histórico. Su análisis re-traza la his-toria de los elementos que intervienenen la crisis para así, si sucede, entender

el por qué de su convergencia. Debidoa ese recorrido, es tentador utilizar elcriterio subrayado por Perry Anderson

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para caracterizar el aporte de Frederick Jameson a la comprensión de la posmo-dernidad, aporte propuesto en su The Political Unconscious (1981), en el cualse considera al marxismo más como unrelato que, simplemente, una analítica,es decir, un relato sobre los avatares dela libertad humana y social.28No quierodetallar las posibilidades de esta postu-ra narrativa pero es sugerente evocarlaal releer “Las masas en noviembre”

donde ZM, sin duda, no sólo analiza loacaecido sino también nos cuenta cómosucedieron los hechos hasta llegar anoviembre de 1979, indicando, aquí yallá, hasta sus más lejanos “estratos neu-rálgicos.”

El momento crítico, obviamente, sereconoce por el antes y el después.Pero, ¿cuáles serían los índices de la

diferencia? Por lo expuesto, podríamosreconocer dos. En primer lugar, el tipo ogrado de intersubjetividad vigente antesy después de la crisis. Por lo adelantado,desde ya, no se trataría de un simplepacto o alianza –subordinado a los finesde las partes ya en ejercicio – sino de unconocimiento social compartido. En lanueva intersubjetividad, se diría, los aje-

nos conocen más y mejor de las posibi-lidades políticas de y para la sociedadque, por cosas de la(s) historia(s), com-parten; más aún, en el caso de noviem-bre de 1979, uno de los actores (el cam-pesinado indígena) “surge,” sumamenteactivo, en el nuevo y ahora común hori-zonte político. En segundo lugar, otroíndice sería el grado o tipo de autode-terminación logrado por los ajenos.

Habría que subrayar que ese grado otipo de autodeterminación sólo es váli-do –también medible– para el “nuevo”actor intersubjetivo; caso contrario, sicada uno por su lado gana más(¿poder?) en la coyuntura, estaríamosvolviendo al tema de las alianzas o pac-tos de actores en ejercicio , tipo los pac-tos por una x o z “gobernabilidad.”También, habría que subrayar que lasnuevas capacidades de autodetermina-

ción social –pese a la palabra “capaci-dades”– no son una mera posibilidad,porque la crisis, precisamente, hademostrado –de hecho, en acto, in situ –sus alcances. Otra cosa será que, con elcorrer del tiempo y sus avatares, esegrado de autodeterminación, por ejem-plo, disminuya hasta la “soledad clasis-ta,” como sucedió, según ZM, con el

grado de autodeterminación logradopor los obreros en 1952(cf .: 49) –oaumente (?) o cambie en otro tipo (pos-terior) de intersubjetividad. Dados estosíndices, en ZM, es imposible separarlos,es decir, el conocimiento y la autodeter-minación se implican mutuamente. Sediría que, para él, una sociedad seconoce más y mejor (“a sí misma”) en lamedida en que más y mejor ejerce susposibilidades de autodeterminación.Producir conocimiento (social) implicaejercer libertad (social). El desafío delinvestigador, dicho sea de paso, seríareconocer la producción social, por unlado, y, por otro, proponer los concep-tos que permitan entenderla. Dada laperspectiva epistemológica de ZM, esaque intima la relación entre el objeto de

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28 Perry Anderson, Los orígenes de la posmodernidad , Editorial Anagrama, Barcelona, 2000, pp.75-76 ysupra, epígrafe.

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estudio y la teoría que lo piensa, esclaro que la propuesta teórica debe tam-bién enfrentar una propuesta de nove-dad, caso contrario, valga la aparenteparadoja, no habría “nuevos” hechosque tratar.

En todo esto, la democracia repre-sentativa parece funcionar –valga laanalogía– como un campo magnéticodonde no sólo convergen las historiaspresentes en la crisis sino, notablemen-

te, los protagonistas de esas historiasasumen para sí la forma que los atrae, esdecir, en este caso, la antes vilipendiadademocracia representativa que se con-vierte en la “bandera de las masas.”Aunque quizá no es coherente con elresto de este trabajo –y, menos, con elperíodo tratado por ZM–, no puedo evi-tar destacar el peso de ese arraigo en la

sociedad boliviana, desde entonceshasta nuestros días. Por lo visto, no setrató de una táctica o concesión coyun-tural y, a la larga, el golpe de GarcíaMesa, por ejemplo, no alteró los logrosde 1978 y 1979 y la forma democrático-representativa siguió con el impulsoadquirido, zigzagueando a veces, escierto, pero siempre de acuerdo al

campo adquirido o asumido. Señalo esacontinuidad para evitar una lecturadirectamente contextual. En general, lascondiciones políticas institucionalestienden a tratarse como contextos, porejemplo, el período dictatorial que pre-cede a la apertura democrática o, luego,la defensa y recuperación de la demo-cracia, como si, dicho sea en otras pala-bras, el Estado –la forma o instituciones

del Estado– fuera el contexto de lasociedad. Aunque –cuando motivada–ese tipo de reducciones metonímicas

(parte/todo, continente/contenido) sueleser útil para entender alguna que otrarelación entre hechos, no sirve paraentender la asunción masiva de lademocracia representativa tratada en“Las masas en noviembre,” como si lamultitud (contenido) se apropiara delcontinente (Estado) que la contextuali-za. La razón es sencilla: en ese momen-to, no había “Estado democrático ” delque fuera posible apropiarse, el Estado

vigente era, aunque decadente, el pre-bendal fruto de 1952 y extremado porlas sucesivas dictaduras. La democraciarepresentativa era sólo una forma alter-nativa de intersubjetividad, un prejuicioen camino a convertirse, gracias a la cri-sis, en juicio. En tal caso, parece másapropiado asumir que, en la crisis, lamultitud produce  el nuevo (posible)

convenio social democrático-represen-tativo, donde, si se quiere, “el contenidoreformula el continente,” dicho sea retó-ricamente. ZM insistiría en que, para él,el Estado es –debería ser– la manifesta-ción de la sociedad; añadiría que, parano desaparecer, el Estado no puede sinomanifestarla parcialmente, en sus pala-bras, “debe enmascararla.” Dicho

enmascaramiento es extremo en lassociedades abigarradas porque, en elfondo, salvo en los momentos críticos,tales sociedades no se conocen sinofragmentariamente. El conocimiento crí-tico de la sociedad, entonces, no sóloproduce un nuevo conocimiento, unanueva intersubjetividad sino, también,desenmascara –sea parcialmente, segúnlas coyunturas– las instituciones que

manifiestan a la sociedad, tal el Estado.En esa posible ecuación, el Estado sereformula en grados de autodetermina-

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ción social en la medida que la socie-dad en cuestión más y mejor se conocea sí misma.

A lo largo de su argumento, es claroque ZM reconoce varios momentos crí-ticos en la historia social boliviana, talesla apropiación de la naturaleza o la cen-tralidad potosina, la Guerra del Chaco ola Revolución de 1952, o sea, momen-tos de “síntesis cognitiva” y reconoci-miento intersubjetivo de las capacida-

des sociales de autodeterminación;pero, la asunción popular de la demo-cracia representativa en noviembre de1979 poseería un plus no tan evidenteen los otros momentos críticos. Ese plus ,en esa diferencia, sería el posible cono-cimiento cuantitativo implícito en unademocracia representativa. ZM no igno-ra su horizonte de visibilidad, es decir,

el modo de producción capitalistadonde aunque prime “el prejuicio capi-talista de la igualdad” ésta no necesaria-mente se realiza. De hecho, lo que ZMdestaca es algo más inmediato, es loque denomina una “mayoría [popular]de efecto estatal,” medible en los resul-tados electorales. Por un lado, se trataríade una lectura verificable del poder deautodeterminación alcanzado por lasmasas quienes podrían valga el condi-cional– decidir quién gobierna, es decir,quién manda. Por otro lado, quizá tanimportante, también se trataría de medirel grado de ciudadanía (soberanía indi-vidual) alcanzado por las masas en lasociedad boliviana. Los datos empírico-cotejables que ZM valora son evidente-mente políticos. Al mismo tiempo no

parece necesario asumir que otros datosestadísticos o denotativos podrían odeberían subordinarse o reducirse aéstos, en otras palabras, la asunciónsocial de la democracia representativano necesariamente implica un saltocualitativo en otros mecanismos deconocimiento o cuantificación social;ciertamente, sería arbitrario asumir queel nuevo conocimiento social alcanza-do y producido por la nueva intersubje-

tividad implique, a su vez, un directosalto cualitativo en las ciencias socialeso en la objetividad de los medios decomunicación social. Al respecto, meparece apropiada una reciente observa-ción de Antonio Mitre en su libroNosotros que nos queremos tanto ; des-tacando las limitaciones aún vigentespara conocer apropiadamente en

Bolivia, donde todavía prima la “urdim-bre de ‘pueblo chico’” (”no he vistonada,” “así me han dicho”); en una fór-mula muy sugerente, dice Mitre: “Hoylo más difícil en Bolivia es conocer laverdad de los hechos, tener acceso ainformación confiable, saber cual lamagnitud de los arcani imperi . Y comopara salir del aprieto poco ayuda la

prensa militante igualmente engancha-da a la cuerda de los chismes, vamosrebotando de los poderes mediúnicos[su neologismo] a los poderes mediáti-cos”.29 Pero, en lo político, si la historiade la autodeterminación nacional es laque está en juego, la democracia repre-sentativa sería también un instrumentocapaz de indicar nacional y distrital-mente los alcances verificables de la

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29 Antonio Mitre, Nosotros que nos queremos tanto. Estado, modernización y separatismo: una interpre-

tación del proceso boliviano , El País, Santa Cruz de la Sierra, 2008, p. 81.

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autodeterminación social. En suma,para René Zavaleta Mercado, la inteligi-bilidad de una sociedad no suponenecesariamente una especie de “revolu-ción científica,” sino, lo más cerca posi-ble del objeto de estudio, supone el cre-ciente conocimiento empírico cotejablede las libertades ciudadanas existentes ylos grados de autodeterminación alcan-zados por sus masas en dicha sociedad,aquí, Bolivia.

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