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1 Carmencita Revisited Santiago Martín Bermúdez PERSONAJES CARMENCITA. FERMÍN DE LA ROSA, su marido. ALBERTO RUBIO, invitado de ambos. EL CHOFER/ MIGUEL. EL MAYORDOMO. EL SECRETARIO. La comedia Carmencita revisited se divide en cinco escenas. La acción tiene lugar en «Villa Carmencita», donde vive el matrimonio formado por CARMENCITA y FERMÍN DE LA ROSA, y se desarrolla entre las tres de la madrugada y las nueve de la noche de un hermoso día de primavera del año 1988. Sus personajes son seis y sólo uno de ellos es femenino. Ninguno es secundario, todos cumplen un cometido importante a lo largo de la acción. Provisionalmente podemos identificarlos así: Al final se incluye una relación de fragmentos musicales sugeridos para determinados momentos, a modo de música incidental. Ya que el texto puede parecer excesivo para una posible representación de esta comedia, el propio autor sugiere que se someta a cortes.

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  • 1Carmencita RevisitedSantiago Martn Bermdez

    PERSONAJES

    CARMENCITA.

    FERMN DE LA ROSA, su marido.

    ALBERTO RUBIO, invitado de ambos.

    EL CHOFER/ MIGUEL.

    EL MAYORDOMO.

    EL SECRETARIO.

    La comedia Carmencita revisited se divide en cincoescenas. La accin tiene lugar en Villa Carmencita,

    donde vive el matrimonio formado por CARMENCITA yFERMN DE LA ROSA, y se desarrolla entre las tres de lamadrugada y las nueve de la noche de un hermoso da de

    primavera del ao 1988. Sus personajes son seis y slo unode ellos es femenino. Ninguno es secundario, todos

    cumplen un cometido importante a lo largo de la accin.Provisionalmente podemos identificarlos as:

    Al final se incluye una relacin de fragmentos musicalessugeridos para determinados momentos, a modo de

    msica incidental.

    Ya que el texto puede parecer excesivo para una posiblerepresentacin de esta comedia, el propio autor sugiere

    que se someta a cortes.

  • 2Escena I

    Oscuro. Poco a poco se distingue la imagen de un video,que llega a hacerse ntida. Es la imagen de FERMN DE

    LA ROSA, que se vale de este medio para enviar elmensaje que ahora concluye.

    FERMN.- (...) Porque, en efecto, he odo hablar mucho deusted, y muy bien. Por eso, mi mujer y yo queremos invitarlo ala fiesta que preparamos, una fiesta que est abierta a muchos,pero que en la intimidad va a ser celebrada por unos pocos. Yentre esos pocos queremos que se encuentre usted, que conocia mi esposa hace aos, antes de partir usted al extranjero. S desobra que es un hombre muy ocupado, un profesor de mritoque representa en ese pas la fuerza de la cultura espaola. Peroquiero pedirle que haga un pequeo hueco para estar connosotros, para felicitar como merece a mi esposa, a Carmencita,nuestra Carmencita. Ella quiere que usted est aqu, en sucumpleaos. Y s que va a usar alguna frmula de las suyaspara que usted acepte. Y yo, aunque no le conozco, tambinquiero que venga. Este pas es muy distinto ya, como usted sabe.Anmese y vvalo con nosotros. Aunque slo sea por unos das.Quin sabe si la llamada dormida de su tierra no despertar enesta fiesta entraable.

    (Oscuro. Se disuelve lentamente la imagen del video. Enplena oscuridad surge, tenue, un rumor de motores de

    avin. Una sutil iluminacin y unas sombras sugieren unhombre sentado, que viaja en l. Lee una carta,

    aparentemente leda una y otra vez. Escuchamos la vozfemenina de quien la escribi.)

    CARMENCITA.- (Off.) As es, mi querido, mi queridsimoAlberto. Tal vez t seas de los que olvidan. Yo no he podidoolvidar. No debera quejarme. No tengo razones para ello.Acaso tus xitos te han hecho olvidar. Slo te pido que vengasa esta fiesta. No temas que ese pasado te vuelva a atrapar. Peropuedes revivirlo. No fue tan desagradable. Ahora todo hacambiado. Somos libres. Lstima que, por el camino, se hayanquedado algunos pedazos de nuestra alma, alguna ilusin, algnamor...

  • 3(Se disuelve la voz, aumenta el rumor de los motores. Pocodespus va desapareciendo ste y la voz regresa.)

    Cuando llegues, sea la hora que sea, quiero verte. Dar rdenesen ese sentido. Que me despierten, si es necesario.

    (Se disuelve de nuevo la voz, ahora bajo una msicafragmento y, tambin, el motor del avin. El pasajero

    sigue leyendo, leyendo... Vuelve la oscuridad y, con ella, seimpone un cambio sonoro. Muy tenuemente, antes dehacerse la luz sobre el decorado de la primera escena,

    suena de nuevo la msica, que muy poco a poco aumentade volumen, comienza a iluminarse la escena, y llega a su

    culminacin al iluminarse plenamente. Desciendeentonces, pero permanece al fondo, como una presenciaescasamente manifiesta, hasta comenzados los dilogos.

    Es el vestbulo de la gran casa de CARMENCITA yFERMN DE LA ROSA. Puerta a la calle. Escalera hacialos pisos superiores. Alguna puerta ms hacia distintas

    dependencias.

    El sonido de otro motor, ahora un automvil, se irsobreponiendo a la msica y la hace inaudible cuando el

    coche llega a la puerta de la casa. Tras detenerse, ruido depuertas, una pausa, y entra EL CHFER, con una maleta,

    que deja junto a la escalera. Enseguida, tras l, entraALBERTO, con un maletn, despacio, curioso, como si

    intentara aprenderse la casa, los cuadros, los muebles...)

    EL CHFER.- Acomdese, por favor. Enseguida aviso almayordomo.

    ALBERTO.- Le despertaremos, probablemente.

    EL CHFER.- l saba de sobra la hora de su llegada. Estpreparado para la sorpresa.

    (EL CHFER llama por un telfono. ALBERTO se sienta.)

  • 4El seor ha llegado (...) Puntual, s (...) No lo s, pero puedepreguntrselo usted mismo (...) S, le har compaa hasta quebaje (...) Dse prisa, por favor, es muy tarde (...) Ah, entonces,all usted. (Cuelga.)

    ALBERTO.- Creo que les estoy causando problemas.

    EL CHFER.- A m, no. Pero el mayordomo es muyespecial. (Desea cambiar de asunto.) Debe estar usted molido.

    ALBERTO.- Bastante. (Bosteza.) Demasiadas horas deavin.

    EL CHFER.- Tenga paciencia, entonces. El mayordomotardar un poco en bajar. Estaba en la cama.

    ALBERTO.- La verdad es que puedo acomodarme yo mismo.Vengo de un pas donde no se estilan mayordomos.

    EL CHFER.- Sera preferible que ahora no lo hiciera. Nosera un problema para usted, pero podra serlo para elmayordomo y para m mismo.

    ALBERTO.- Por qu?

    EL CHFER.- Para el mayordomo, por no estaresperndolo. Para m, por no entregarle en manos delmayordomo.

    ALBERTO.- Est bien, si no puedo irme a dormir sin verle,aprovechar el tiempo. Tengo que ver a doa Carmencita ahora.

    EL CHFER.- Cmo, a estas horas? Imposible.

    ALBERTO.- Tiene que ser posible. Ella misma me insiste enque le avise de mi llegada, sea la hora que sea.

    EL CHFER.- Y usted se lo toma al pie de la letra.

    ALBERTO.- Por qu no. Si pudiera, le enseara la carta.

    EL CHFER.- No es necesario. La creo capaz de pedirle austed que llame a las tres de la madrugada, pero qu sera denosotros si nos atreviramos a permitrselo.

    ALBERTO.- No comprendo. Est usted seguro de lo quedice?

    EL CHFER.- Claro que lo estoy.

  • 5(Pausa. ALBERTO est repentinamente sorprendido. Creereconocer al CHFER.)

    ALBERTO.- Cmo ha dicho. Por favor, quiere usted repetireso?

    EL CHFER.- Repetir el qu.

    ALBERTO.- Respndame lo mismo cuando le vuelva a hacerla pregunta. Veamos. No entiendo. Est usted seguro de lo quedice?

    EL CHFER.- Claro que lo estoy.

    ALBERTO.- Exacto. Eso es. Te he reconocido a pesar de labarba. Eres Miguel Tern.

    EL CHFER.- S, lo soy. Pero la barba no es ningn disfraz.Slo sirve para ocultar la papada. Es la edad.

    ALBERTO.- Qu sorpresa. Nunca pens que pudieraencontrarte aqu.

    EL CHFER.- Ni nadie. Pero no me quejo.

    ALBERTO.- Aparte de la barba, no has cambiado mucho. Encambio, t no me recuerdas a m.

    EL CHFER.- Pues... no, la verdad es que no...

    ALBERTO.- Cmo es posible. Soy Alberto Rubio.

    (EL CHFER contina perplejo.)

    S, hombre, soy Berto. Berto, el nio, no te acuerdas?

    EL CHFER.- (Se le hace la luz.) El nio!

    (Gran sorpresa. Regocijo de ambos. EL CHFER reruidosamente.)

    Claro! El nio! Haber empezado por ah.

  • 6(Se abrazan y se palmean con estrpito.)

    Entonces, eras t quien vena de Amrica. S, me dijeron queestabas all. Qu haces por aquella tierra?

    ALBERTO.- Enseo cosas a los gringos.

    MIGUEL.- (En adelante le llamaremos as.) No me digas.

    ALBERTO.- Ya lo ves. Caramba, no puedo creerlo. Veinteaos, por lo menos.

    MIGUEL.- Algo as. Pero t s has cambiado.

    ALBERTO.- (Decepcionado.) De veras?

    MIGUEL.- Muchsimo. Esas gafas.

    ALBERTO.- Es que soy profesor.

    MIGUEL.- T eras bastante ms joven que nosotros. Por esote llambamos el nio, supongo.

    ALBERTO.- Al principio no me gustaba nada.

    (Ren, divertidos por su encuentro inesperado.)

    MIGUEL.- Cundo te fuiste de Espaa?

    ALBERTO.- Hace mucho tiempo. En el sesenta y ocho.

    MIGUEL.- Es cierto. El estado de excepcin. Casi veinteaos. Pero has vuelto a menudo, verdad?

    ALBERTO.- No, slo un par de veces. Durante la transicin.Por ver a mi familia. Pero no vi a los amigos. No me gustabanada lo que estaba pasando. Y no he vuelto. Ahora vengo... auna fiesta de cumpleaos.

    (Ren de nuevo; se advierte que cualquier pretexto esbueno para rer.)

    Cuando me fui, t estabas...

  • 7MIGUEL.- S, en la crcel. Dur algn tiempo ms.Demasiado.

    ALBERTO.- S cundo saliste. Hablaba muy a menudo connuestro comn amigo Nacho. Fue una brutalidad. Cuando mefui, Carmencita y t...

    (Ha dicho esto con cierto temor, comprendiendo que quizha ido demasiado lejos. Pero MIGUEL responde con

    naturalidad, sin dramatismo, aunque no pretendebanalizar el asunto.)

    MIGUEL.- ...Ya habamos roto. Pero todo se habra arregladosi no me hubiera comido esos tres aos. O tal vez no. Se hubieraarreglado, pero slo para romperse definitivamente ms tarde.

    ALBERTO.- Hablas de ello como si le hubiera sucedido aotro.

    MIGUEL.- La verdad es que le sucedi a otro. T recuerdasa Miguel Tern, el lder estudiantil.

    ALBERTO.- La pesadilla del rectorado y del comisarioPiqueras. Es cierto que Piqueras te tortur?

    MIGUEL.- Eso pertenece al pasado.

    ALBERTO.- Cmo puedes hablar as.

    MIGUEL.- No pueden abrirse continuamente antiguasheridas. El pasado est muerto y las heridas se han cerrado.

    ALBERTO.- Piqueras era un franquista miserable, unverdugo.

    MIGUEL.- Como tantos, pero con ms oportunidades deejercer y con muy mala paga, me consta.

    ALBERTO.- No le estars disculpando.

    MIGUEL.- No, Alberto, no es eso. Caramba, da la impresinde que para ti no hubieran pasado esos veinte aos. Fui yo quienrecibi las caricias de Piqueras y sus chicos, no t. T pusistemucha tierra por medio. O mejor dicho, todo un ocano.

    ALBERTO.- Comprend que no haba nada que hacer aqu.Hay algo ms que me gustara preguntarte de ese sicario.

  • 8(Gesto de fastidio de MIGUEL.)

    Es cierto que Piqueras te amenazaba con la presencia deCarmencita en medio de... los interrogatorios?

    MIGUEL.- Eran mtodos de entonces. Cualquier cosa erabuena para obtener informacin. Y nada mejor que humillartecon lo que pudiera dolerte ms. (Ha hablado de nuevo connaturalidad. Pero es evidente que pretende cambiar deasunto.) Este tipo empieza a pasarse. Poda haber bajado ya.

    ALBERTO.- Y Carmencita?

    (MIGUEL iba a continuar con sus protestas contra elmayordomo, pero le toma de improviso la sutil

    impertinencia de ALBERTO, en la que su curiosidad deamigo desterrado puede ms que la prudencia y el pudor.

    Hay una pequea pausa que le permite a MIGUELrecomponer su habitual humor y lo moderado de su

    desilusin.)

    MIGUEL.- (Irnico.) Es la duea de esta casa.

    ALBERTO.- Eso ya lo s. Soy invitado suyo.

    MIGUEL.- Quieres averiguarlo todo demasiado deprisa. Noes posible informarse en una hora de lo que ha sucedido enveinte aos.

    ALBERTO.- Carmencita y t rompisteis.

    MIGUEL.- Digmoslo as. Cuando sal, estaba prometida conFermn.

    ALBERTO.- Fermn de la Rosa. Quin es? De dnde sali?

    MIGUEL.- No lo s. Estaba por ah.

    ALBERTO.- Era de los nuestros?

    MIGUEL.- No. Estudiaba varias carreras a la vez. No tenatiempo de otras cosas. Carmencita y l se conocieron. Y seenamoraron.

  • 9ALBERTO.- No debi de ser agradable para ti.

    MIGUEL.- (Fastidiado ante lo obvio.) No, claro que no.Pero me hice a la idea. Y cuando sal de la crcel, todosestbamos tan contentos. Y con el tiempo... heme aqu de nuevojunto a Carmencita.

    ALBERTO.- No lo entiendo. T terminaste Econmicasbrillantemente. Escribas, estabas cotizado. S que has ganadomucho dinero. Qu haces aqu... de chfer?

    MIGUEL.- Todo tiene una explicacin. Aunque prefiero tenerque darte sta.

    ALBERTO.- Como quieras. Espero que no te hayan ido mallas cosas.

    MIGUEL.- (Fastidiado.) Claro que no. (Burln, perofirme.) Es mejor ser chfer que estar lejos de Carmencita.

    (Silencio. Estupor de ALBERTO.)

    ALBERTO.- Miguel! Ests enamorado. An estsenamorado!

    MIGUEL.- Tambin t lo estabas. Todos lo estaban. Entoncesyo era el nico que mereca su amor. Luego fue Fermn.

    ALBERTO.- (Su estupor y sorpresa se convierten enrecelo.) Fermn de la Rosa. T mismo, despus de tanto tiempo.Qu me ha escrito a m, entonces?

    MIGUEL.- (Desagradablemente sorprendido.) A ti? (Perose recompone. Parece comprender. Escptico.) Ten cuidado,Berto. Ella es ms fuerte que todos nosotros juntos. No deberashaber venido.

    ALBERTO.- (Con desconfianza, como tras unarevelacin.) Que no debera...? Es a ti a quien no le gusta mipresencia aqu?

  • 10

    (MIGUEL se encoge de hombros, con divertidoescepticismo y aire burln. En ese momento irrumpe el

    mayordomo que, desde el piso de arriba, descienderuidoso y digno hacia el visitante. ALBERTO va a hablar,

    pero lo hace antes el MAYORDOMO, en un tono denotorio reproche, que se pretende desdeoso.)

    MAYORDOMO.- No va a presentarnos, Tern?

    MIGUEL.- No creo que sea necesario. (A ALBERTO.) SeorRubio, buenas noches. Le dejo en manos del mayordomo.

    MAYORDOMO.- El seor est en buenas manos.

    MIGUEL.- No voy a discutirlo. Buenas noches. (Mutis.)

    MAYORDOMO.- (Sin mostrar su enfado, con aire degran seor, mesurado y divertido.) Es un maleducado, no hayremedio. Dos impertinencias en slo unos segundos.

    (ALBERTO no sabe cmo reaccionar. Va a decir algo,pero le interrumpe el MAYORDOMO.)

    Usted es el seor Rubio. Bienvenido a la casa de la familia dela Rosa. A su servicio, el mayordomo de la misma.

    (El MAYORDOMO ha permanecido todo este tiempo en elpenltimo escaln, sin llegar a ponerse al nivel de

    ALBERTO. Ahora lo hace por fin.)

    ALBERTO.- Es un placer. Quiero decirle que lamentohaberles causado estos problemas por el horario de mi avin.

    (Le va a dar la mano. El MAYORDOMO queda muysorprendido.)

  • 11

    MAYORDOMO.- (Accede de mala gana a darle la mano.)Se ve que viene usted de un pas igualitario. Aqu, quiz lo haolvidado, no vemos bien la confraternizacin con los sirvientes.

    ALBERTO.- Quin no lo ve bien? Los seores, supongo.

    MAYORDOMO.- Sobre todo, los propios sirvientes.

    ALBERTO.- A qu lo atribuye?

    MAYORDOMO.- A las cargas sin compensacin que suelenderivarse de esa confianza, siempre desfavorable al criado. A laprdida de intimidad y de respeto, garantizadas por la distancia.A la repugnancia misma de la igualdad.

    ALBERTO.- Si sus ideas son generales, veo que eligualitarismo falangista ha sido ampliamente derrotado por lamoral aristocrtica.

    MAYORDOMO.- Felizmente. Lo malo de los falangistasera precisamente eso, un igualitarismo de nuevo rico. No seatrevieron a convertirse en seores.

    ALBERTO.- Me inclino a pensar que les hubiera resultadoimposible.

    MAYORDOMO.- Tal vez. En todo falangista haba lapretensin de ser un Napolen, pero a lo mximo que llegaronfue a la paranoia energmena de Yage.

    ALBERTO.- Creo advertir en usted un intelectual liberalantifranquista.

    MAYORDOMO.- Disculpeme el seor. Es sorprendente queen una frase tan breve haya enunciado nada menos que treserrores. Revela una rara capacidad de sntesis. No soyintelectual, no soy liberal, no soy antifranquista.

    ALBERTO.- No es antifranquista, pero no le gustan losfalangistas.

    MAYORDOMO.- Franco y los falangistas nunca se llevaronbien.

    ALBERTO.- Me va a contar ahora aquello de que Francoutiliz a los falangistas?

  • 12

    MAYORDOMO.- No, pero podra contarle que losfalangistas utilizaron a Franco, lo consiguieron durante untiempo, a costa de una debida obediencia pagada a precio nadadesdeable, y despus fueron enviados all donde estaban mso menos cuando se unieron a Franco. A la nada.

    ALBERTO.- Pero usted salva la figura de Franco.

    MAYORDOMO.- No es necesario. Se salva ella sola. Ahorason otros tiempos. Las cosas cambian, y es necesario que seaas.

    ALBERTO.- (Irnico.) No est del todo mal encontraralguien fiel a la memoria de Franco.

    MAYORDOMO.- No hay que negar el pasado, seor. Existeen el presente...

    ALBERTO.- ...Y condiciona el porvenir.

    MAYORDOMO.- En efecto, seor.

    ALBERTO.- Palabras del pasado.

    MAYORDOMO.- No son palabras de mi pasado, pero porentonces mis conversaciones con gentes ajenas a m meaportaron algn concepto til, como el de dialctica. Enaquellos das poda uno amaestrar un loro, ensearle palabrascomo sta, o como conciencia de clase, cantidad y cualidad,plusvala, agitar las contradicciones, etc., etc. y tena usted unmarxista.

    ALBERTO.- Eran los mismos tiempos en que con la palabrapatria poda hacerse de un simptico chimpanc un peligrosoperdonavidas.

    MAYORDOMO.- Con la palabra patria, s, tiene razn elseor. Es lo que ahora ocurre en Vascongadas. Slo que all, lavida no se la perdonan.

    ALBERTO.- Bueno, bueno. Las doscientas mil personas quemat Franco tras la guerra civil es un rcord difcil de igualar.

    MAYORDOMO.- Niego ese rcord. Pero puedenconseguirlo con paciencia. No les faltan oportunidades niimpunidad.

    ALBERTO.- No estoy muy informado. Vivo demasiadolejos.

  • 13

    MAYORDOMO.- En este caso se est peor informadocuanto ms cerca se vive.

    ALBERTO.- Curioso. Lo normal ha sido siempre justificarel presente a partir del pasado. Usted, en cambio, parecerpretender justificar una represin infame por los crmenes deunos trogloditas cuarenta o cincuenta aos despus.

    MAYORDOMO.- El seor me ha comprendido mal. O mehe expresado errneamente. No pretendo justificar nada.Humildemente, considero que nada es justificable. Las cosasson sostenibles o insostenibles. En un momento dado, elrgimen de Franco se hizo insostenible, y su artfice falleci.

    ALBERTO.- Lo decidi l?

    MAYORDOMO.- Es probable. Vio que era el momentooportuno. De nada valieron los intentos de algn avispadoallegado suyo por mantenerlo con vida.

    ALBERTO.- Preciosa metfora.

    MAYORDOMO.- Celebro que el seor haya advertido tanrpidamente que se trata de una metfora. Aunque le parezcamentira, hay quien se ha tomado estas palabras mas al pie de laletra. (Re.)

    ALBERTO.- Eso significa que lo hace usted por provocar.(Re.)

    MAYORDOMO.- Claro. Pero casi nunca es necesarioinsistir demasiado. (Ren ambos, muy divertidos.) El seor hasalido francamente airoso de la prueba.

    ALBERTO.- (De repente, extraado.) Le puedo pedir unprimer favor?

    MAYORDOMO.- Estoy a la disposicin del seor.

    ALBERTO.- Podra usted rerse otra vez como lo acaba dehacer?

    MAYORDOMO.- No comprendo, seor.

    ALBERTO.- Ahora le explicar. Por favor, rase usted.

    MAYORDOMO.- Lo intentar, seor. (Ensaya unascarcajadas.)

  • 14

    ALBERTO.- No, as no. Como ahora, cuando pareca que seretorca usted de la risa.

    MAYORDOMO.- Ah, ya comprendo lo que desea el seor.(Finge una risa como la de hace unos momentos, sincarcajadas, como si se deshiciera por dentro. Deja de rer,repentinamente serio de nuevo.) Est bien as, seor?

    ALBERTO.- S, gracias. Pero no caigo.

    MAYORDOMO.- Sigo sin comprender...

    ALBERTO.- No nos conocemos de antes?

    MAYORDOMO.- Es probable. He conocido mucha genteen mi vida. Me he dedicado a demasiadas cosas.

    ALBERTO.- Dira que nos conocemos, pero no recuerdo dequ.

    MAYORDOMO.- Por el momento, permtame que leacompae a su habitacin. (Observa el equipaje.) Veo que nohan subido el equipaje. Me ver obligado a hacerlo yo.

    ALBERTO.- Lo haremos ambos, no faltara ms. Pero antesme gustara dejar resuelto algo para lo que Tern me remiti austed. (Saca la carta de CARMENCITA.) En esta cartaCarmencita me insiste en que, al llegar, se le advierta de mipresencia. Deseara verla ahora mismo.

    MAYORDOMO.- Por favor... El seor ha debido interpretarerrneamente los deseos de doa Carmencita. Si el seorhubiera llegado durante el da, por supuesto que se le habraadvertido de su presencia a la seora y a don Fermn. Ellosmismos habran salido a recibirlo. Pero ahora son ms de las tresde la madrugada y los seores descansan tras una jornadaagotadora.

    ALBERTO.- Veo que me he expresado mal. Escuche, porfavor. (Lee.) Cuando llegues, sea la hora que sea, quiero verte.Dar rdenes en ese sentido. Que me despierten, si esnecesario.

    MAYORDOMO.- El seor me pone en una situacin difcil.Es mi deber que su estancia aqu sea lo ms agradable posible,pero...

    ALBERTO.- Disclpeme si insisto. Dice aqu que darardenes.

  • 15

    MAYORDOMO.- Puedo asegurarle al seor que no las hadado.

    ALBERTO.- Comprndame usted a m tambin. Yopreferira irme a la cama directamente...

    MAYORDOMO.- Hgalo, seor, es lo ms adecuado... y loms prudente.

    ALBERTO.- ...Pero la insistencia de doa Carmencita en seravisada me hacer temer que maana me reproche...

    MAYORDOMO.- En lugar del seor yo no temera nada enese sentido. Cree que la seora recuerda siquiera que ha escritoeso?

    ALBERTO.- Me temo que no est usted en condiciones decomprender el sentimiento de la seora en un escrito dirigido aalguien que la conoce desde hace ms de veinte aos...

    MAYORDOMO.- Como yo, entonces...

    ALBERTO.- Nosotros ramos amigos.

    MAYORDOMO.- Le recuerdo al seor que en cuestin de...de amistad, nadie mejor que el propio Tern.

    (Se miran en un significativo silencio durante unosinstantes. El MAYORDOMO espera el efecto de sus

    palabras.)

    Y, sin embargo, l no se atrevi a perturbar el sueo de laseora.

    ALBERTO.- El caso de Tern es distinto, precisamente porlo contrario. Tal vez por eso me remiti a usted.

    MAYORDOMO.- Disculpe el seor que le puntualice queno debi de ser slo por eso. Tambin fue debido a la lneajerrquica del servicio en esta casa. (Espa de nuevo lareaccin de ALBERTO.) En virtud de esa jerarqua mi deber esremitirle ahora al seor secretario de don Fermn, al que serpreciso despertar. (Ante un gesto de ALBERTO.) Pero no sepreocupe, tiene un carcter muy afable. Todo lo soporta. No conmansedumbre, sino con estoicismo. Sin embargo, y por ltimavez, le advierto al seor que todo ser intil.

  • 16

    ALBERTO.- Considero que si es su deber profesionalhacerme tal advertencia, es mi deber moral agotar las instanciasnecesarias hasta que se cumpla lo que est escrito en este papel.

    MAYORDOMO.- No quiero que el seor crea que pretendoincumplir sus instrucciones. Permtame que lleve su equipajearriba... El seor debera esperar aqu. Voy a avisar al seorsecretario de don Fermn, que bajar enseguida. (Va a tomar elequipaje, pero antes saluda por ltima vez a ALBERTO.)Estamos para servirle.

    (El MAYORDOMO sube la escalera con las dos maletas deALBERTO. ALBERTO queda solo. Canturrea. Se pasea.

    Mira aqu y all. Y de repente... ya recuerda! Se detiene,lleno de estupor. Mira hacia la escalera. Va hacia ella.Cuando pisa los primeros escalones, el MAYORDOMO

    desciende ya. Mientras desciende:)

    El seor ser atendido inmediatamente por...

    ALBERTO.- (Le interrumpe. Le seala, acusador, desdeabajo.) Piqueras!

    MAYORDOMO.- (Sorprendido, sin comprender.) Paraservirle.

    ALBERTO.- No va usted a negar que es Lorenzo Piqueras.

    MAYORDOMO.- (Chusco.) Por qu lo iba a negar?

    ALBERTO.- El comisario Lorenzo Piqueras...!

    MAYORDOMO.- No s si tengo derecho a ostentar esettulo. Me encuentro en situacin de excedencia voluntaria.

    (Ha terminado de descender la escalera. Ahora estnambos al mismo nivel, de nuevo. ALBERTO, con estupor,

    se limita a mirarle.)

    Entonces tena razn el seor, me conoca usted.Desgraciadamente, siempre he sido un desmemoriado, y norecuerdo cundo tuve el honor...

  • 17

    ALBERTO.- El honor lo tuvo usted hace tiempo, yo erademasiado joven y todo fue demasiado rpido. Por entonces,Tern y yo ramos amigos, y ambos lo ramos de Carmencita.

    MAYORDOMO.- (Corrige discretamente.) De doaCarmencita... S, hace rato me hice ms o menos cargo de esaliaison... (Intenta aparentar que finge.) Pero sigo sincomprender... (Vacila, como si intentase recordar. Lo haolvidado, aunque sabe perfectamente de qu debe deconocer a ALBERTO.)

    ALBERTO.- (Reprime su indignacin con aire afectado.)Piqueras, ha odo hablar usted del trmino...

    (Lo paladea previamente, le observa fijamente, mientrasel MAYORDOMO parece ocupado en el polvo depositado

    sobre algunos objetos.)

    ...tortura?

    MAYORDOMO.- (Finge recapacitar, como si de repentehubiera perdido todo inters por la dudosa limpieza de losobjetos que observaba.) Tortura... S, seor, hay variasacepciones, y no me refiero slo a las del diccionario. Variasacepciones y tambin alguna exageracin. Es lo que nos hacepadecer, con dolor, alguien que usa de su poder conilegitimidad...

    ALBERTO.- Quiere decir con eso que la legitimidad puedehacer justo el padecimiento de la tortura?

    MAYORDOMO.- El seor ha comprendido perfectamente.Pero en lugar de hacerlo justo, prefiero decir que la legitimidadhace que el dolor sea, simplemente, legtimo, como cuando unpadre vigilante castiga sin salir a su hija porque tiene slidasrazones para temer por su honor, o cuando un marido golpea auna esposa infiel.

    ALBERTO.- Sus ejemplos son todos muy familiares...

    MAYORDOMO.- La familia es el smbolo de la sociedad.

    ALBERTO.- (Irnico.) No es la base?

    MAYORDOMO.- Tambin.

  • 18

    ALBERTO.- Supongo que no le importar que yo tenga mipropia concepcin de la tortura.

    MAYORDOMO.- No faltara ms, seor.

    ALBERTO.- Sin embargo, prefiero referirme a unaexperiencia personal. Hace veinte aos, en la Puerta del Sol...

    MAYORDOMO.- No quisiera irrumpir en la intimidad delseor.

    ALBERTO.- Demasiado tarde, Piqueras, ya irrumpi en ellahace veinte aos.

    MAYORDOMO.- Demasiado tiempo, y ya le he dicho alseor que estoy excedente. Adems, es muy tarde ya...

    ALBERTO.- Aquel da no era mucho ms pronto.

    MAYORDOMO.- Me asombra la enorme memoria delseor.

    ALBERTO.- Y a m me asombra su capacidad de olvido.

    MAYORDOMO.- No lo crea el seor. En realidad, tengouna memoria discreta. Desde luego, carezco de vivencias fuerteso de fuertes rencores, que suelen propiciar un lugar privilegiadoy siempre mvil a determinados recuerdos. (Repentinamente,esperando el efecto de sus palabras.) Pero el seorcomprender que en mi poca de la Puerta del Sol conocdemasiados delincuentes para recordar, precisamente, al seor,que quizs pas por all casualmente y sin culpa.

    ALBERTO.- No fue casualmente ni sin culpa. Usted meinterrog con gran irritacin.

    MAYORDOMO.- Irritado yo? Me sorprende. Raras veceslo he estado.

    ALBERTO.- Creo que acababa de interrogar precisamentea Tern.

    MAYORDOMO.- A Tern? Entonces, se explica. Ternsiempre me ha irritado. Ese hombre es... cmo decirlo... micastigo...

    ALBERTO.- Por entonces era usted el suyo.

  • 19

    MAYORDOMO.- Slo cuando pasaba por la Puerta del Sol.Tena otros castigos, no poda vivir sin ellos. (De repente,nuevo efecto sorpresa.) Entonces, era usted un subversivo,como Tern? Cmo pasa el tiempo.

    ALBERTO.- Qu tiene que ver ahora el tiempo.

    MAYORDOMO.- El tiempo nos uni a los tres una nochede hace veinte aos, en la Puerta del Sol. Ahora nos rene denuevo, en esta preciosa finca, para celebrar un cumpleaos.

    ALBERTO.- Es usted un cnico, Piqueras. Lo era yaentonces?

    MAYORDOMO.- S, decididamente, s que lo era. Pero elseor me debi de conocer poco. Cuntas veces fue detenido?

    ALBERTO.- Slo aquella vez.

    MAYORDOMO.- Y enseguida se fue a Estados Unidos...?

    (ALBERTO calla.)

    Si hubiera usted insistido en su actitud en favor de lademocracia...

    ALBERTO.- (Corrige, irritado.) Si yo hubiera insistido enmi actitud subversiva, le habra conocido mejor, no es eso?

    MAYORDOMO.- Permtame corregirle, seor. Lasubversin y la democracia son cosas distintas, inclusoopuestas. Pero usted abandon su dudosa causa muy pronto.Nada le retuvo aqu, ni siquiera doa Carmencita, en la flor desu juventud.

    ALBERTO.- No es agradable vivir en un pas donde tienentanto poder unos tipos como el comisario Lorenzo Piqueras.

  • 20

    MAYORDOMO.- Poder? No, no. Muchas horas de trabajo,noches en vela, incomprensin, mezquinas retribuciones... Nodebi el seor privar al pas de un cerebro privilegiado como elsuyo slo por el accidente de mi mera existencia en l. Claro, esposible que el seor comprendiera que la causa no merecademasiado esfuerzo... y al mismo tiempo los atractivosamericanos no seran desdeables. El seor ya saba ingls, a laperfeccin. Dnde lo haba estudiado? En Estados Unidos,precisamente. No era muy habitual eso en los aos sesenta. Pordesgracia, yo no poda enviar a mis hijos all. Me conformabacon Benidorm, que por entonces era ya tan insoportable comoahora, pero eso les permita chapurrear algo de ingls o francse incluso vivir alguna aventura apresurada con criaturas de suedad, de piel muy blanca y tendencia a la obesidad. El seor, lefelicito por ello, tuvo ms suerte.

    ALBERTO.- Acaba usted de hacer una crtica del seoritoespaol, pero muy poco convincente. Es una crtica falangista.

    MAYORDOMO.- El seor sabe ya que mi sensibilidad noes esa. Adems, soy ajeno a la crtica. Puedo dar pataditas, perosoy incapaz de adoptar uno de esos sistemas de patadasgeneralizadas que se conocen como actitud crtica. Intentabamatizar, con esa sutileza que el seor ha demostradocomprender en diversos momentos de esta misma velada, encuanto al poder de las personas como yo en el pas que el seorabandonaba entonces con toda comodidad... Debi de ser mso menos cuando Tern estuvo en la crcel.

    ALBERTO.- Piqueras, puedo admitir su cinismo, pero nopretenda darme lecciones ni me cuele de matute una moralinaque en usted resulta de especial mal gusto. Yo me fui de un pasdonde imperaba la brutalidad de hombres como usted, y con esoquiero decir la Espaa de Franco, de Carrero, de Alonso Vega...

    MAYORDOMO.- Puede seguir descendiendo el seor. Anle falta mucho para llegar al comisario Lorenzo Piqueras.

    ALBERTO.- Ahora regreso a una Espaa distinta, y llego auna casa donde me encuentro nada menos que con el torturadorLorenzo Piqueras.

    MAYORDOMO.- El seor acaba de hacer uso de laexageracin del concepto tortura a que me refera antes.

    ALBERTO.- Y me lo encuentro refinado, ponderado, conunos modales irreprochables, insospechados...

  • 21

    MAYORDOMO.- sa es mi autntica personalidad, aunquereconozco haber perdido los nervios, ocasionalmente, enmomentos de surmnage. No sea injusto conmigo. Siemprepractiqu y admir la buena educacin. La dureza del momento,sin embargo...

    ALBERTO.- (Finge burlona comprensin.) ...pudo llevarlea aplicar la electricidad en los interrogatorios o a asomar a losdetenidos por la ventana como si los fuera a precipitar al vaco...

    MAYORDOMO.- (Firme, pero sin salirse de sus casillas.)Me permite el seor decirle que me coloca en una difcilsituacin?

    ALBERTO.- (Se echa a rer.) Nunca tanto como usted a maquella noche. Y mucho menos de lo que supuso usted paraTern en aquellos tiempos. Recuerdo que le amenazaba contorturar tambin a Carmencita, con llevrsela lejos, parainterrogarla y seducirla...

    MAYORDOMO.- (Despectivo.) Eso se lo ha dicho Tern?

    ALBERTO.- Eso es vox populi. Lo deca la propiaCarmencita.

    MAYORDOMO.- Doa Carmencita? Permtame dudarlo.Y si es as, lo ha olvidado.

    ALBERTO.- He regresado a un pas con poca memoria, porlo que veo... Pero yo recuerdo muchas cosas. Recuerdo que austed le gustaba Carmencita. Lleg a sugerir un intercambio:Tern por una parte, ella por otra...

    MAYORDOMO.- Esa ancdota de mal gusto no es real.Alguien la obtuvo de una pera de Puccini...

    ALBERTO.- Yo s que es verdad. Y por eso comprendoahora la razn de que usted se avenga a ser mayordomo en estacasa...

    MAYORDOMO.- (Repentinamente alterado, porprimera vez en toda la noche.) Disculpeme el seor. Es muytarde para m y me veo obligado... (Huye escaleras arriba.)

    ALBERTO.- No puede usted estar lejos de Carmencita...!Est enamorado... como Tern!

  • 22

    MAYORDOMO.- (Desde las escaleras, se vuelve. Intentadominar su furia.) El seor secretario de don Fermn estar conusted en unos instantes... Buenas noches. (Sube y desaparece.)

    (A solas, ALBERTO parece contento y satisfecho porhaber desenmascarado a Piqueras. Se pasea sonriente,

    como quien ha conseguido una victoria con ciertocomponente de travesura. Por fin, desciende el secretario

    de FERMN DE LA ROSA, un hombre de bondadosaapariencia, cercano a la ancianidad.)

    SECRETARIO.- (Desconcertado al verle solo.) SeorRubio...

    ALBERTO.- Encantado de conocerle, caballero...

    SECRETARIO.- (Desolado.) Le han dejado solo... Pero sidije que...

    ALBERTO.- No se preocupe, por favor. Piqueras y yo somosviejos conocidos. Hay confianza.

    SECRETARIO.- (Benvolo.) Imagino a lo que se refiere.Quiere usted decir que le conoci... en aquellos tiempos...Lamento que le hayan dejado solo. Le ruego que acepte nuestrasdisculpas.

    ALBERTO.- Ya le digo que no me importa, se lo aseguro.Para m era preferible. No hablemos ms del asunto. Soy yoquien tiene que disculparse por haberle despertado a estas horas.

    SECRETARIO.- No. No es culpa suya haber llegado demadrugada.

    ALBERTO.- Le agradezco su comprensin. Es usted miltima carta. La seora ha insistido en que quera verme encuanto llegara.

    SECRETARIO.- Claro. Dentro de unas pocas horas podrverla.

    ALBERTO.- Carmencita me ha escrito que no espere esashoras. Tengo que verla ahora mismo.

    SECRETARIO.- Seor Rubio, eso no es posible. Creo queno necesito explicarle por qu.

  • 23

    ALBERTO.- Si le insisto es porque tengo razones poderosasy porque la propia Carmencita me lo ordena.

    SECRETARIO.- No me interprete mal. No dudo de susrazones, no dudo de su razn. Pero hay otras razones, no digoque superiores, pero s distintas, que son imperativas para m.

    (ALBERTO queda sorprendido al or estas palabras. Mirafijo al SECRETARIO que advierte, nervioso, el cambio de

    ALBERTO.)

    Creame que lamento todo esto. Es mi obligacin darle la mscordial y entraable bienvenida a esta casa en nombre de lamaravillosa pareja formada por don Fermn y doa Carmencitade la Rosa. Su estancia aqu ser atendida como merece y notendr queja alguna del servicio que...

    (Ante la insistente mirada de ALBERTO, el SECRETARIOse siente cada vez ms inseguro.)

    Maana ser la gran fiesta de cumpleaos de doa Carmencita,una fiesta a la que nos uniremos todos los que trabajamos enesta casa y a la que acudirn ilustres personalidades del pas ydel extranjero...

    (Ante el persistente silencio de ALBERTO.)

    Seor Rubio... le sucede a usted algo?

    (Se miran, el SECRETARIO con perplejidad, ALBERTOindagando al mismo tiempo dentro de s.)

  • 24

    ALBERTO.- (Hace memoria, no sin dificultad.) Todas lasescuelas tienen sus razones. No hay que dudar de cada razn.Sin embargo, en todo momento se imponen razones concretasque acaso no sean superiores al conjunto de aqullas o de cadauna en particular, pero que resultan imperativas en un momentodeterminado.

    SECRETARIO.- (Sorprendido.) Caramba...!

    ALBERTO.- Ms o menos as empezaba usted su famosodiscurso, profesor. Fue un caso sonoro de irona. Pareca que ibaa justificar la poltica econmica del gobierno. Habra razonesconcretas que se imponan a las razones acadmicas, a lasrazones de los sabios. Fue un ejercicio de retrica moderna, muysutil, que finalmente demostr lo contrario de lo que esperabael ministro tecncrata all presente.

    SECRETARIO.- Tiene usted buena memoria. Estaba ustedall?

    ALBERTO.- No, por desgracia. Pero circularon copiasclandestinas del discurso.

    SECRETARIO.- Es cierto. Vi algunas. Contenan errores,incluso cosas que yo no haba dicho.

    ALBERTO.- No importa. Aquello le convirti a usted en unhroe nacional.

    SECRETARIO.- Y poco despus en un cesante.

    ALBERTO.- S, tambin lo recuerdo. Fue la seal de larevuelta estudiantil.

    SECRETARIO.- No exactamente. Todo sucedi al mismotiempo. Aprovecharon que me puse al lado de los estudiantespara abrirme expediente. Pero no fui el nico, como usted sabe.Aquella primavera fuimos expulsados de la universidad unoscuantos catedrticos.

    ALBERTO.- No muchos. Otros supieron refugiarse en unasupuesta libertad de ctedra.

    SECRETARIO.- Cmo dice usted?

    ALBERTO.- Nada, nada... Slo repeta las palabras de unode sus colegas expulsados. Lo le en un artculo de la poca finaldel franquismo. Aunque he estado lejos, no he dejado deconsultar la prensa de mi lejano pueblo.

  • 25

    SECRETARIO.- Es cierto, es cierto... El colega se excediun poco.

    ALBERTO.- A juzgar por ciertos resultados, se excedi... Otir donde no era. En fin, otros nos hemos refugiado en elextranjero, como me acaba de recordar un antiguo miembro dela polica poltica.

    SECRETARIO.- Pero usted tena que ser muy jovenentonces.

    ALBERTO.- An estudiaba bachillerato.

    SECRETARIO.- Y ya frecuentaba los medios demcratas.

    ALBERTO.- Frecuentaba los medios subversivos.

    SECRETARIO.- Entonces ambas cosas eran lo mismo.

    ALBERTO.- Hay quien cree que subversin y democraciason cosas diferentes, acaso opuestas.

    SECRETARIO.- Puedo comprender las razones de los queas opinan, pero en ocasiones se imponen razones concretas ypoderosas que...

    (Se detiene, algo avergonzado. Slo entonces se da cuentaALBERTO de lo que empezaba el SECRETARIO a repetir,y re. El SECRETARIO, tras un momento de perplejidad,

    se une a la risa de ALBERTO. Riendo an.)

    Le ruego que me disculpe... Los viejos tenemos a veces unoslatiguillos incorregibles.

    ALBERTO.- Lo comprendo, profesor. Aquello fue unautntico momento de gloria. No voy a reprocharle que utiliceel material de un xito que fue tan til a la causa, que tan caropag despus... y que es todo suyo.

    SECRETARIO.- Sin falsa modestia, le dir que reconozcoque aquello fue un bombazo. Quin me lo iba a decir. Perosiempre he lamentado haber alcanzado notoriedad de esamanera. Hubiera preferido alcanzarla con los libros que heescrito.

  • 26

    ALBERTO.- Como usted sabe, los libros de un universitarioserio no sirven para alcanzar notoriedad. Y menos los de teoraeconmica. Slo en Amrica surgen de vez en cuandobest-sellers universitarios. Pero no me diga que le hubieragustado la fama de un Macluhan o de un Samuelson.

    SECRETARIO.- Por qu no. Se lo confieso con sinceridad,y creo que lo mismo le sucede a mis colegas, aunque ellos looculten con pdica discrecin. Algunos daran varios aos de suvida por tener un xito popular a la francesa. Sin embargo, ellosy sus discpulos echan pestes de la vida acadmica en Francia.En esto no encontrar usted cambios. Los espaoles siguenintentando parecerse a Francia, siguen sin conseguirlo e intentarmojarle la oreja en charlas de caf.

    ALBERTO.- A los espaoles siempre les ha molestado elchauvinismo francs. Ese chauvinismo es un tpico, pero esautntico.

    SECRETARIO.- Molestado... No es ese el conceptocorrecto, en mi opinin. El francs es profundamente chauvin,es cierto. Pero el espaol est profundamente acomplejado. Poreso la relacin entre ambos es siempre... tan emotiva.

    ALBERTO.- Segn eso, sus colegas se comportan comofranceses vergonzantes.

    SECRETARIO.- No slo mis colegas. Y le digo que en estono encontrar cambios. Algunos se han hecho ms anglfilos,o ms germanfilos, para compensar. Como si una cosaexcluyera la otra. En economa, en cambio, somos ahoramanchesterianos.

    ALBERTO.- O ms bien de la Escuela de Chicago.

    SECRETARIO.- Pero una vez ms hemos hecho, con ciertoretraso, lo que haban previsto los franceses. En los aos setentaFrancia mantuvo vivo un reducto ultra liberal. Es cierto quenuestro liberalismo sigue ms el modelo chileno. Pero, despusde todo, la victoria es innegable.

    ALBERTO.- Lo que, segn sospecho, no parece hacerle austed mucha gracia. Le recuerdo como un keynesianoconvencido. Muchos han cambiado. Por qu no usted?

    SECRETARIO.- No lo s. Lo mismo que Galbraith. O talvez porque an no he perdido la inocencia.

    ALBERTO.- La inocencia...?

  • 27

    SECRETARIO.- No me haga caso. Yo tambin citaba ahoraun artculo, la antigua profesin de fe conversa de un colegacuya edad est ms o menos a mitad de camino entre la de ustedy la ma.

    ALBERTO.- No lo recuerdo. No siempre me llegaba laprensa, y muy a menudo no tena ningn nimo para consultarla.

    SECRETARIO.- No tiene importancia. Nuestras polmicas,cada vez ms raras, y nuestros soliloquios, cada vez menosinocentes, son plticas de familia de las que nadie hace caso.

    ALBERTO.- Esa cita s la reconozco. Es del Tenorio.

    SECRETARIO.- Por cierto, sabe usted que ya no se haceel Tenorio?

    ALBERTO.- No me diga. Si se haca todos los aos.

    SECRETARIO.- Ahora ya no. Raras veces. Una tradicinperdida.

    ALBERTO.- Por qu?

    SECRETARIO.- No s. Tal vez porque hemos perdido lainocencia. (Ren ambos.) En fin, seor Rubio, creo que le estoyentreteniendo. Ha hecho un largo viaje y querr descansar.

    ALBERTO.- Soy yo quien debe pedir disculpas, profesor.

    SECRETARIO.- No hay disculpas que valgan. Leacompaar a su habitacin. Por aqu. (Le indica la escalera.)Es muy tarde ya. Pero podr dormir lo suficiente y asistir aldespertar de doa Carmencita.

    ALBERTO.- Cmo...?

    SECRETARIO.- No se lo haban dicho?

    ALBERTO.- No comprendo.

    SECRETARIO.- Es muy sencillo, seor Rubio. Comoantiguo amigo y compaero de la seora de la casa, ausentedurante tantos aos, se le invita al despertar de doaCarmencita.

    ALBERTO.- Es decir, que no puedo hacerla despertar ahora,pero...

  • 28

    SECRETARIO.- ...Pero s puede asistir al momento en queella crea conveniente despertarse.

    ALBERTO.- Eso me recuerda una ceremonia antigua...

    SECRETARIO.- En este caso es ms ntima y msexcepcional. Adems, se trata de asistir a su despertar en sentidoestricto. Deber esperar en silencio hasta que despierte, y esopuede significar mucho tiempo. (Arrobado.) Pero le aseguroque merece la pena.

    ALBERTO.- No es preciso que me lo asegure. Pero essorprendente... No supone una clara invasin de la intimidadde la seora?

    SECRETARIO.- En esta casa las intimidades se entreveranocasionalmente. Tal vez tenga ocasin de comprobarlo.

    ALBERTO.- Le confieso que no me seduce la idea de una redde intimidades, ni siquiera ocasional. No les resulta a ustedesmolesto?

    SECRETARIO.- No, en absoluto. Quizs sea difcil decomprender para alguien que viene de fuera, de fuera de estacasa, quiero decir, pero la verdad es que esas pequeasintimidades compartidas son el secreto de la armona y elequilibrio que reina en su interior.

    ALBERTO.- Armona y equilibrio en una casa dondeconviven usted y Tern nada menos que con el comisarioPiqueras? Me atrevo a dudarlo.

    SECRETARIO.- Aunque no pueda vencer su escepticismo,seor Rubio, s puedo recordarle que la armona no se da slo enel unsono, o en lo simultneo. Eso sera, en cualquier caso, unaarmona simple, mondica. La armona compleja se da graciasa la expresin adecuada de varias voces. La de Tern y la mason muy diferentes, aunque usted, provisionalmente, lasidentifique ahora.

    ALBERTO.- En ese discurso musical la voz de Piqueras tieneque ser disonante, profesor.

    SECRETARIO.- No lo crea. Es una voz ms, como lo es ladel propio don Fermn, una voz sta, no necesito decrselo,fundamental.

    ALBERTO.- Y la de Carmencita?

  • 29

    SECRETARIO.- Ella es la meloda que logra darconsistencia al discurso de todos nosotros. Ella consiguesiempre el descanso tonal. Pero, en fin, lo mejor ser que seretire usted. Convirtase despus en un testigo imparcial antesde volver a ese hermoso pas al que, me temo, pertenece ustedya ms que al nuestro.

    ALBERTO.- (Sigue dndole vueltas al asunto.) Profesor,me choca demasiado que esto se haya convertido en el mejor delos mundos posibles. No sobrevendr el terremoto de Lisboaen medio de tanto optimismo?

    SECRETARIO.- Por desgracia, seor Rubio, no es ste unmundo feliz. He hablado de armona, pero en esta casa, no fuerade ella. Tenemos muchos enemigos. Por ejemplo, el conocidocaso de Iaki Harri.

    ALBERTO.- Iaki Harri? Quin es...?

    SECRETARIO.- (Con suavidad.) Un delincuente. Bueno,disculpeme si le parezco exagerado. Tengo entendido que Harriha conseguido convencer a algunos paisanos suyos y a algndespistado nostlgico de que en realidad es un idealista. Asalta,extorsiona, asesina... Su verdadero objetivo es... (Silenciograve. Mira a ALBERTO. Contina con cierto temblor.) ...esasesinar a doa Carmencita. (Parece horrorizado por la idea.)

    ALBERTO.- Profesor, qu est usted diciendo...!

    SECRETARIO.- La verdad, amigo Rubio, la horribleverdad. Pero no lo conseguir. Nuestras medidas de seguridadson demasiado para l. Lo ha intentado varias veces, siempre sinxito, y eso que en ocasiones se ha acercado bastante...

    ALBERTO.- Pero es inaudito! Matar a Carmencita! Cmopuede tener alguien una idea as en la cabeza?

    SECRETARIO.- Ya lo ve usted. Esto le demostrar que noestamos en el mejor de los mundos. Pero Harri pretendesumirnos en el peor de ellos, (Muy compungido.) un mundo sindoa Carmencita.

    ALBERTO.- Y por qu, Dios mo, por qu!

    SECRETARIO.- Hay explicaciones, pero nadie conoce laverdad. El resentimiento tiene razones que la razn desconoce.

  • 30

    ALBERTO.- Por favor, profesor, djese de su teora de lasrazones y dgame... dgame que han hecho ustedes para atrapara ese Harri... Y la polica?

    SECRETARIO.- Han cado cmplices de su banda, perosabemos poco sobre este turbio asunto. Slo conocemos su odio.Tambin conocemos explicaciones del mismo, pero sonpueriles, no son razn suficiente. Tiene que haber algo ms...

    ALBERTO.- Despecho, tal vez?

    SECRETARIO.- En l, el despecho forma parte de un turbioresentimiento, de un odio a la vida y la belleza representadospor doa Carmencita.

    ALBERTO.- Hay que hacer algo para acabar con l!

    SECRETARIO.- Claro, pero ni siquiera sabemos quin es.Sospechamos que se trata de varias personas, por eso es tanubicuo. Goza de complicidades ajenas y aprovecha la toleranciaactual para burlar a sus perseguidores.

    ALBERTO.- Y en una de esas, cae Carmencita... No quieropensarlo!

    SECRETARIO.- Le vuelvo a asegurar que por eso no hayque preocuparse. Pudo suceder hace tiempo, pero ya no. Hemosaprendido mucho. Usted mismo habr podido advertir eldispositivo de seguridad al entrar en la finca. O tal vez no, porla oscuridad de la noche. No podemos estar tranquilos, desdeluego que no, pero la seguridad de la seora es absoluta.

    (Un silencio. Ambos se miran. El gesto de ALBERTO tienealgo de ausencia, como si an ponderase las indeseablesconsecuencias de un xito de Harri. El SECRETARIO

    espa solcito cualquier duda de ALBERTO paradesmentirla, aclararla, para tranquilizarlo...)

    ALBERTO.- (Reacciona.) Profesor, esto me aturde ms quetodo un viaje transocenico.

    SECRETARIO.- Lo lamento. Ser mejor que descanseusted. Es demasiado tarde...

    ALBERTO.- ...Y tendr que madrugar si quiero asistir aldespertar de Carmencita.

  • 31

    SECRETARIO.- Tanto como madrugar, no, la verdad. Creoque podr reponerse un poco antes de que sea solicitada supresencia.

    ALBERTO.- No importa. En cualquier caso, no tengo laintencin de dormir demasiado. No sera lo adecuado paracambiar el ritmo del sueo al horario de aqu. Podradespertarme alguien para ver en primer lugar a don Fermn, sies que l se levanta antes que la seora?

    SECRETARIO.- As lo haremos. Tal vez pueda usted verleantes de que comience su despacho. Aunque es sbado, tieneprevista una jornada agotadora.

    ALBERTO.- Se lo agradezco.

    SECRETARIO.- Ah, se me olvidaba... Le ruego que nocomente ni con el chfer ni con el mayordomo que usted asistiral despertar de doa Carmencita. Lo aconsejan as algunasrazones que...

    ALBERTO.- Oh, lo comprendo, lo comprendo. Guardarsilencio.

    SECRETARIO.- (Le muestra la escalera.) Por aqu, seorRubio.

    (ALBERTO comienza a subir la escalera, pero esinterrumpido por el SECRETARIO, que an est abajo.)

    Me sorprende usted, de todas formas.

    ALBERTO.- (Se vuelve.) Por qu?

    SECRETARIO.- No me ha preguntado qu hago aqu.

    ALBERTO.- Debera hacerlo?

    SECRETARIO.- Tal vez no, por una encomiable discrecin.Pero yo, en su lugar, estara tentado de hacerlo.

  • 32

    ALBERTO.- Don Luis de Avellaneda y Gracia, marqus deOnrubia, catedrtico de Teora Econmica de la UniversidadComplutense de Madrid, autor de una obra escasa y exquisita,entre la que destaca Planificacin supranacional: un futuroinsoslayable, grandsimo rebelde de la segn usted despreciablearistocracia espaola, en los aos cincuenta, enfrentado alrgimen de Franco, en su versin religioso-financiera de losaos sesenta, expulsado de la Universidad, participante deplataformas, juntas, mesas, al parecer con alguna fortunapersonal que le permite independencia y sosiego... Propuestopara el Nobel de Economa en los ltimos aos de Franco, yantes de la imprevisible e inusitada conversin de muchos desus discpulos al liberalismo extremo de la segundainternacional... En efecto. Cualquiera debera preguntarse quhace un hombre as como secretario de quien que podra ser suhijo o su discpulo.

    SECRETARIO.- As es, don Fermn fue discpulo mo.

    ALBERTO.- Cualquiera se lo preguntara. Pero yo nonecesito preguntrmelo. Conozco la respuesta.

    SECRETARIO.- (Otra vez con suavidad.) Puedoasegurarle que no me tienta el poder. Hace tiempo que renuncia su culto, mucho antes de que esta generacin soara siquieracon acceder a l.

    ALBERTO.- S que no es por eso. Ya le digo que s por quest usted aqu.

    SECRETARIO.- Por qu lo sabe?

    ALBERTO.- Porque antes que a usted he visto a Tern y aPiqueras.

    (Silencio.)

    SECRETARIO.- Claro... No se le ha escapado que... (Sedetiene. Le seala a ALBERTO el resto de los escalones.)Creo que podemos subir...

    ALBERTO.- Gracias, profesor. (Se vuelve y va a subir.)

    SECRETARIO.- (Repentinamente.) Y usted, por qu estaqu?

  • 2 2.1 Obertura Bodas de Fgaro, de Mozart, comienzo.

    33

    ALBERTO.- (Se ha detenido. Se vuelve con cuidado, conun gesto que parece invitar a que no se comente lo queparece obvio.) ...Me han invitado...

    SECRETARIO.- (Insistente.) S, s. Pero por qu havenido usted hasta aqu...?

    (Se miran. Entre ellos hay un desnivel de escalones.ALBERTO sonre con resignada dulzura. Los dos hombres

    parecen congelados, mirndose. Antes de hacerse eloscuro, comienza el intermedio musical que sirve de

    transicin a la Escena II, fragmento 2.11. Entonces se hacela oscuridad sobre ambos personajes y contina la msica

    como nica presencia. Oscuro.)

    Escena II

    A teln bajado, escuchamos un breve dilogo -voces enoff- de ALBERTO y MIGUEL. Este ltimo se ha encargado

    de despertar a su viejo amigo. Se oye en primer lugar elsonido de un telfono. Tras unos cuantos timbrazos,

    responde ALBERTO.

    ALBERTO.- (Off. Voz de quien se acaba de despertar y noha descansado ni mucho menos lo suficiente.) S... diga...

    MIGUEL.- (Off.) Buenos das. Son las ocho.

    ALBERTO.- Quin es?

    MIGUEL.- Prefieres seguir en la cama?

    ALBERTO.- Eres Miguel...?

  • 1 1.1 Nocturno en la bemol mayor, de Miquel Capllonch.

    34

    MIGUEL.- El mismo. El secretario de don Fermn estabaempeado en despertarte l, te lo haba prometido as, segnparece. Pero le he insistido tanto que no ha tenido ms remedioque permitirse esa pequea transgresin del protocolo por dosantiguos amigos.

    ALBERTO.- (Bostezo.) Eso est bien. Te agradezco eldetalle. Me preparo enseguida.

    MIGUEL.- Si no tardas mucho en asearte, te esperar paradesayunar juntos.

    ALBERTO.- Bajo en quince minutos.

    MIGUEL.- Es un desayuno magnfico. Lo he preparado yomismo. No tardes.

    (Sonido de colgar el telfono. De nuevo la msicapianstica del comienzo -fragmento 1.12-, que permanecelo suficiente como para producir la ilusin de un breve

    lapso de tiempo. El teln se levanta sobre una dobleescena: una pequea sala donde desayunan ALBERTO y

    MIGUEL y un despacho contiguo que tiene varias puertasde acceso.)

    Tiene gracia. As que el mayordomo te dijo que aqu habajerarquas. Pobre hombre, si eso le hace ilusin...

    ALBERTO.- Por qu le llamas el mayordomo? Temolesta llamarle Piqueras?

    MIGUEL.- Eso le molesta sobre todo a l. A m no meimporta que me llamen Tern.

    ALBERTO.- Por qu evitis los nombres?

    MIGUEL.- Por su exceso de carga afectiva.

    ALBERTO.- Borris as el pasado?

    MIGUEL.- Es as es como escribimos el presente.

  • 35

    ALBERTO.- Es sorprendente. No acabo de creerlo. Cmoes posible que estis en esta casa, en puestos subalternos, trespersonas como vosotros?

    MIGUEL.- Conoces la respuesta.

    ALBERTO.- La conozco. Anoche lo comprend en tresocasiones, secuencialmente. Pero, como dira el profesor, sonrazones que no acaban de parecerme razn suficiente.

    MIGUEL.- Eso es, tal vez, porque an no has visto aCarmencita.

    ALBERTO.- Carmencita era adorable, pero ahora debe detener ya sus buenos cuarenta aos.

    MIGUEL.- Desde esta noche, cuarenta y uno. Te vas a llevaruna buena sorpresa, Berto.

    ALBERTO.- Por qu...?

    MIGUEL.- Ya s que no puedo pretender que te vayas sinverla, aunque te digo sinceramente que sera lo mejor para ti.Pero s te aconsejo que no prolongues tu estancia aqu.Celebralo, hazle un regalito, y vete maana antes de que sedespierte.

    ALBERTO.- No exageres... Qu es lo que me voy aencontrar?

    MIGUEL.- No adelantemos acontecimientos.

    ALBERTO.- (Con cierta ansiedad.) Ha envejecido...mucho?

    MIGUEL.- No. Precisamente es todo lo contrario. Mrame am. O mrate t mismo. O esa ruina con verrugas en que se haconvertido el mayordomo, por no hablar del vejestorio delprofesor. Por ella no ha pasado el tiempo. Debe de tener unpacto con el diablo. O es ella el mismsimo diablo, cuandoquiere serlo. Pero tambin es una diosa.

    ALBERTO.- Y Fermn?

    MIGUEL.- (Como en broma.) Fermn es quien aprovecha laluz que ella irradia.

    ALBERTO.- Ests loco por ella.

    MIGUEL.- Hay demasiadas cosas que t no sabes.

  • 36

    ALBERTO.- No tienes por qu avergonzarte.

    MIGUEL.- Eres t quien no tiene por qu avergonzarme.

    ALBERTO.- No era mi intencin. Desde cundo el amoravergenza?

    MIGUEL.- Desde siempre. El amor es como la desnudez.Slo podemos exhibirlo entre quienes se encuentran en lamisma situacin. Pero es algo tan privado, tan frgil, que lodefendemos en ese mbito protector que llamamos intimidad.Hablo del amor, no de las parejas. Las parejas prefierenpresumir de cosas falsas, de felicidad, de bienestar, antes que deamor, algo tan verdadero y tan ntimo que no resiste las miradasajenas.

    (Continan el desayuno en silencio.)

    ALBERTO.- Hablas de una manera... Me pregunto ahora ququeda de aquella confianza mutua entre t, Carmencita y yo, yotras tres o cuatro personas realmente unidas.

    MIGUEL.- Esa intimidad, deberas de saberlo, no sobrevivea la primera juventud. Y no se reanuda como si tal cosa despusde una pausa de veinte aos. De todas formas, no pretendoocultar nada. Estoy dispuesto a contarte lo que haga falta. Paraqu crees que he querido desayunar contigo?

    ALBERTO.- Lo dices en un tono que me recuerda aquellapoca en que no haba comprendido la polmica ruso-china yme empeaba en considerar tan comunistas a los unos como alos otros. Me llevaba ms de una reconvencin tuya.

    MIGUEL.- Bah. Coqueteabas con los chinos sin saberrealmente lo que significaba aquello.

    ALBERTO.- Y ahora crees que no s lo que hago al volveraqu, al aceptar esta invitacin de cumpleaos.

    MIGUEL.- Puedes tener datos errneos.

    ALBERTO.- (Re.) Miguel, siempre sers el mismo. Eras ellder porque nos hacas comprender que t volvas cuandonosotros bamos. Tus mtodos no han cambiado.

  • 37

    MIGUEL.- Por tu bien, espero que tampoco t hayascambiado. Cuando me dijeron que te habas ido, tema que tehubieras largado a la China, ahto de Bettleheim. Pero fuisteprudente. Tu corazn estaba en la China de Mao, pero tu destinote aguardaba en la Amrica de Nixon y la guerra del Vietnam.

    ALBERTO.- Qu tiene que ver...?

    MIGUEL.- Tiene que ver. Espero, simplemente, que seasprudente otra vez. Lo deseo por tu bien y confo en ello porque,en tu caso, el corazn no sola tener razones que la razndesconociera.

    ALBERTO.- Eso parece una variante de las teoras delprofesor.

    MIGUEL.- Slo parafraseaba a Pascal. Viv un ao enClermont-Ferrand. Fue despus de irte a Amrica. Pars yLondres por vocacin. Clermont por necesidad. All est Pascalen cada esquina.

    ALBERTO.- Qu es eso de que fuiste a Clermont pornecesidad?

    MIGUEL.- Viva all un to mo, hermano de mi madre, unrepublicano exiliado en pleno Macizo Central. Me vino muybien entre mi trabajo poltico con los comunistas espaoles dePars y los platos que fregu en Londres. Mi to me permiticomer y dormir sin sobresaltos durante un ao. Gracias a l medoctor en Pars.

    ALBERTO.- Y en Londres...?

    MIGUEL.- Estuve a punto. En Cambridge, de veras. Almenos aprend suficiente ingls para entrar en contacto con labibliografa ms insospechada. Ya lo ves, yo tambin tuve queirme. En el fondo, lo que sucede es que t lo comprendiste derepente, y lo hiciste porque pudiste hacerlo. Yo tard ms, delmismo modo que ha habido otros que no lo comprendieronnunca.

    ALBERTO.- Y despus vinieron los xitos...

    MIGUEL.- Tanto como xitos... Un escndalo por negarmela ctedra, escndalo que se olvid, y yo sigo sin ctedra. No lolamento. Gan mucho dinero despus.

    ALBERTO.- Me enter de que te habas convertido en uneconomista cotizado.

  • 38

    MIGUEL.- En un cotizado escritor en materias econmicas.Y consejero de esto y lo otro. Pero en poltica todo fue mal...

    ALBERTO.- Jugaste en el equipo perdedor.

    MIGUEL.- Era el nico equipo que haba entonces.

    ALBERTO.- Y ahora, qu queda de todo aquello?

    MIGUEL.- Queda... Queda, por lo pronto, Carmencita, quesiempre estuvo ah. Quedan recuerdos, ahora irnicos, de mietapa en el partido, en Madrid y en Pars.

    ALBERTO.- Recuerdos irnicos...?

    MIGUEL.- S. No te acuerdas del respeto hacia la claseobrera? Resulta irnico que ahora haya desaparecido eserespeto, que incluso la despreciemos todos. S, todos, esa es laverdad. En Pars la cosa se complicaba. Haba un gran respetohacia el tercer mundo, muchos de cuyos representantesorientales, negros o rabes vivan all. Ese respeto de algunosera simultneo al racismo de muchos. Nosotros nos sentamosdeudores de aquellos rabes, de aquellos negros. Haba algunos,muy despabilados, que se las arreglaban para sacar provecho denuestro sentido de culpa europeo. No eran, ni mucho menos, losms desfavorecidos, pero eso les serva para todo, desde laobtencin de prstamos sin devolucin hasta el arreglohiginico de su vida sentimental con jovencitas fascinadas porel auge de las civilizaciones perifricas. A veces te sorprendasdisculpndote de ser blanco. Mientras, ignorbamos a los querealmente lo pasaban mal, que seguan pudrindose en Pars,explotados, despreciados, y sin una mala caricia de mujer. Yahas visto qu qued de todo aquello. Ah tienes los pases quetanto prometan. Y todava hay quienes siguen buscando laetapa superior del imperialismo, la etapa superior delcolonialismo, la etapa superior de la etapa superior... Tardamosmucho en darnos cuenta de que no hay ms cera que la que arde.

    ALBERTO.- En Amrica las cosas no son tan distintas. Yollegu en pleno auge de los black panters, cuando Berkeleyestaba an calentito, cuando la gente quemaba las cartillas dereclutamiento. Se acabaron pronto los black panters, por lafuerza o por la disuasin; no qued nada del movimientoestudiantil, al contrario, la universidad es una fbrica dewinners, para los que todo es dinero, o de losers, para los quetodo es desesperacin. Y la guerra de Vietnam alcanz unosextremos inimaginables antes. No tardaron en darle el premioNobel de la paz a uno de sus artfices.

  • 39

    MIGUEL.- Hay quien dice que se lo dieron por el xito delgolpe de estado en Chile un mes antes. Pero, ya ves, lo de Chile,precisamente, fue el principio del fin. Entonces no podamosdarnos cuenta. Ahora todo queda demasiado lejos. Prefiero norecordar estas cosas. Hace mucho que no hablo de ellas, y veoque me voy a cabrear. Prefiero hablar de ti, cuntame qu lesenseas a los yanquis.

    ALBERTO.- Nada importante. Literatura espaola. Historiasocial y econmica de Espaa. Bobadas.

    MIGUEL.- Es lo que te ha interesado siempre. Pero hicistebien en irte a Amrica a ensear eso. Slo a ellos puedeinteresarles. La literatura la suprimirn de la enseanzacualquier da.

    ALBERTO.- A ti te gustaba. Siempre estbamos discutiendode todo eso. Bueno, no discutamos... Aceptbamos tu preclaraopinin.

    MIGUEL.- En cuestiones de historia, s, pero la literaturanunca ha sido mi fuerte.

    ALBERTO.- Cmo que no. An recuerdo tus teoras sobre elpapel de los escritores y los intelectuales en la huelga general...

    MIGUEL.- Pero eso es otra cosa. El papel de los escritores...Qu cosas decamos en aquellos tiempos. No me des detalles delo que deca, me voy a ruborizar.

    (Se oye un timbre estridente. MIGUEL se levanta con granimpulso.)

    A formar!

  • 3 2.2 Carmen, de Bizet. Comienzo del acto IV, la feria.

    40

    (Pasa inmediatamente al despacho contiguo y allmanipula unos mandos. Surge una animada msica,fragmento 2. 23. Regresa en busca de la bandeja del

    desayuno y, cuando va a desaparecer por la izquierda, sesiente observado por ALBERTO. Vuelve entonces a su

    tono de siempre.)

    Sabes? A esta pequea familia a veces le gusta parecerse a ungran ejrcito.

    (Sale rpidamente por la izquierda. Vemos aparecer en eldespacho de FERMN DE LA ROSA, al SECRETARIO y al

    MAYORDOMO, que forman en revista militar.Permanecen en silencio, en posicin descanso. A la

    izquierda, en la cmara contigua, ALBERTO no los ve;slo repasa sonriente las imgenes de hace un momento yconcluye su desayuno. Durante la escena siguiente, en la

    que ALBERTO aguarda, esta parte del escenariopermanecer oscura. Aparece MIGUEL en el despacho, yacon chaqueta abotonada, y se coloca junto a los otros dos,

    tambin en silencio. Todos ellos esperan la llegada deFERMN, que aparece inmediatamente antes de queconcluya la segunda exposicin completa del tema

    musical. La msica, segn lo previsto en este pequeo ynada solemne ceremonial, se diluir poco a poco. El

    propio TERN, en un momento dado, desconectar elaparato.)

    FERMN.- Buenos das, caballeros.

    LOS OTROS.- Buenos das, don Fermn.

    FERMN.- Descansen.

    (As lo hacen, pero es tomado todo como una broma, unchiste privado que sin duda se repite desde hace tiempo.)

    FERMN.- Novedades graves.

  • 41

    SECRETARIO.- Ninguna, seor.

    FERMN.- Novedades desagradables.

    SECRETARIO.- Ninguna, seor.

    FERMN.- Otras novedades.

    SECRETARIO.- Una, seor. Segn lo previsto, nuestroinvitado ha llegado esta madrugada. Exactamente, a las trestreinta.

    MAYORDOMO.- Y se entrevist, sucesivamente, connosotros tres.

    FERMN.- Por qu razn?

    MAYORDOMO.- Tena la pretensin...

    MIGUEL.- Por favor, por favor, estamos haciendo esperar alseor Rubio.

    FERMN.- Es cierto. Ms tarde veremos eso, Piqueras.

    MIGUEL.- Si el seor desea conocer las cosas con exactitud,consltenos tambin al secretario y a m.

    FERMN.- Desde luego, Tern, me hago cargo. Ahora megustara que hicieran ustedes pasar a nuestro invitado. Aunqueno s si ser adecuado hacerle salir poco despus cuandodespachemos los asuntos. Qu opina usted, marqus?

    SECRETARIO.- Si he de serle sincero, seor, acariciaba yauna idea. El seor Rubio viene de Estados Unidos, un pas que,nos pongamos como nos pongamos, es una gran potenciaindustrial y de servicios...

    MIGUEL.- ...y militar...

    SECRETARIO.- ...Y militar. Una gran potencia que se basa,sobre todo, en la eficiencia de sus directivos. Si admitiramosal seor Rubio en nuestro despacho de hoy podra darse cuentade hasta qu punto han cambiado las cosas en nuestro pas, conqu celeridad y eficacia se resuelven ahora los asuntos, cmo loque antes pareca y era inerte es ahora de un inauditodinamismo...

    MAYORDOMO.- (Interrumpe al SECRETARIO, sedirige a FERMN.) Permtame el seor que desaconseje larealizacin de esa idea.

  • 42

    SECRETARIO.- (Que lo esperaba.) Por qu razn?

    MAYORDOMO.- Cmo quiere que nos respeten en elextranjero si invitamos a los dems a que acudan al despachoprivado de nuestros asuntos? Ni que furamos las Cortes.

    SECRETARIO.- Hoy no vamos a tratar ms que asuntos deintendencia general. Y el seor Rubio no es un extranjero, sinoun compatriota que est lejos desde hace largo tiempo.

    MAYORDOMO.- Insisto en que lo consideroinconveniente. Cmo vamos a tratar delante del seor Rubio delas retribuciones del cocinero, el permiso por maternidad de ladoncella, el plus solicitado por los jardineros y, lo que es peor,la redaccin de aquel conflictivo punto en el convenio laboraldel Ministerio del que don Fermn es dignsimo subsecretario?

    MIGUEL.- (Se dirige a ambos, pero espa el efecto de suspalabras sobre FERMN.) Seores, les recuerdo que el seorRubio est esperando.

    MAYORDOMO.- Tern, puedo citarle personas que hanesperado a don Fermn durante horas. Que yo sepa, el seorRubio desayuna en estos momentos al otro lado de la puerta.

    MIGUEL.- Cmo lo ha sabido? Ha puesto micrfonos o yaha instalado un circuito cerrado de televisin? Comprendo quea su avanzada edad no se pueden abandonar ciertas costumbres,pero le aconsejara que se armara del suficiente pudor comopara no hacerlas demasiado ostensibles.

    MAYORDOMO.- Me aconseja usted pudor a m, usted, quealent anoche al seor Rubio a abrir la puerta del dormitorio dedoa Carmencita.

    MIGUEL.- Miente usted con el mismo estilo de siempre, elque va desde el referndum de 1966 hasta el espritu del doce defebrero.

    MAYORDOMO.- Me encierra usted en muy estrechoslmites. Yo empec a trabajar mucho antes. Por fortuna, no soyhijo de seorito.

    MIGUEL.- Es decir, que al menos sospecha usted de quin eshijo.

    MAYORDOMO.- (Se contiene.) No bromee con cosaspeligrosas.

  • 43

    SECRETARIO.- (Alarmado, les interrumpe.) Seores, lesrecuerdo que el seor Rubio est esperando.

    MIGUEL.- Marqus, creo que es evidente que el mayordomointenta que don Fermn, involuntariamente, ofenda al invitado.

    (El MAYORDOMO se vuelve hacia una ventana. Intentadarse importancia ante FERMN, pero ste se ha retiradoa su asiento, francamente divertido ante una escena quetambin debe de serle muy familiar. El SECRETARIO

    mira al MAYORDOMO, que se ha vuelto de espaldas, y aFERMN, que les contempla como espectador de una

    comedia.)

    SECRETARIO.- Usted cree? Por favor, cmo puede pensareso del mayordomo. Es una persona muy correcta que seraincapaz de ir en contra de lo dispuesto por el seor...

    (Mira a FERMN, pero no encuentra ningn apoyo en l,sino una sonrisa divertida y benevolente. Siguen

    hablando, en alto, como si estuvieran solos.)

    MIGUEL.- El seor no ha dispuesto nada en concreto. La leygeneral de esta casa en cuanto a invitados es tratarlos concorreccin segn las costumbres de la hospitalidad. Pero elseor Rubio es otra clase de invitado.

    SECRETARIO.- Entonces, no hay ningn problema. Elseor le dar esas rdenes, sin duda.

    MIGUEL.- Usted cree?

    SECRETARIO.- (Turbado, mira a FERMN, que siguesonriendo como espectador.) Estoy... estoy convencido de ello.Yo mismo se lo dir.

    MIGUEL.- Quin le dice a usted que el seor no har casode la... digamos de la corazonada del mayordomo, que desde elprimer momento ha juzgado mal al seor Rubio?

    SECRETARIO.- El seor hacer caso al mayordomo? Porqu razn habra de hacerlo?

  • 44

    MIGUEL.- Por qu no? Es un fiel servidor de esta casa y deesta familia. Todos somos iguales, viva la democracia, no eraeso lo que queramos?

    (Risa incontenible, pero breve, de FERMN, que sereprime y sigue observando. MIGUEL, impasible,

    contina su perorata.)

    Creo que es deber de usted informar debidamente a don Fermn.Ya sabe usted que Rubio, doa Carmencita y yo fuimos muybuenos amigos hace ms de veinte aos, en la poca de laclandestinidad...

    (Nueva risa incontenible de FERMN, y repeticin delmismo juego.)

    Hace tanto tiempo que algunos han olvidado todo.

    MAYORDOMO.- (Se vuelve hacia ambos.) Seores, lesrecuerdo que el seor Rubio est esperando.

    MIGUEL.- Le preocupa mucho?

    MAYORDOMO.- El seor Rubio no figura entre mispreocupaciones ms graves.

    MIGUEL.- Tiene usted preocupaciones graves?

    MAYORDOMO.- A eso slo responder en presencia de miabogado.

    MIGUEL.- poca feliz sta en la que cualquier tipo dedelincuente tiene derecho a abogado.

    MAYORDOMO.- Triste poca sta en que los deslenguadosacaparan la palabra.

    FERMN.- (Interviene por fin, despus de su racionadadiversin matinal, y acaso tambin para evitar malesmayores.) Seores, les recuerdo que el seor Rubio estesperando.

  • 45

    (Pequea pausa. Los contendientes se recuperan.)

    MAYORDOMO.- Tiene razn don Fermn.

    SECRETARIO.- Como siempre, es don Fermn quien dicela palabra justa para llegar a la conciliacin.

    FERMN.- Le agradezco ese elogio, marqus. Pero usted sabemuy bien que la conciliacin no es posible sin el concurso delos conciliados. (Espera de ellos una decisin.) Ustedes dirn.

    SECRETARIO.- Seores, en mi opinin la cosa est clara.Ya que no hay ningn asunto delicado que tratar en el despachode hoy, el seor Rubio podra presenciar parte de nuestro trabajodiario. La cuestin es si estamos en contra o a favor de supresencia.

    FERMN.- As es, caballeros. Por lo tanto, no queda ms queadoptar esa decisin por mayora. Veamos. Votos a favor de lapresencia del seor Rubio en el despacho de asuntos que va aempezar inmediatamente.

    (Los otros tres levantan la mano.)

    MIGUEL.- (Al ver que el MAYORDOMO levanta lamano.) Ah, vaya! Cre que no era usted partidario de quepasara Rubio.

    MAYORDOMO.- Me disgusta mucho perder una votacin.

    MIGUEL.- (Burln.) Ni que se presentara candidato...

    MAYORDOMO.- Detesto encontrarme en el bandoperdedor. Votar en contra sera prestarme al apao. Ustedes sonmayora.

    FERMN.- Yo podra votar en contra.

    MAYORDOMO.- El seor Rubio es su invitado. No votarcontra l. Fermn, no sera contra l, sino contra su presenciaaqu.

    MAYORDOMO.- Presencia que yo no voy a discutir,puesto que he votado a favor.

  • 46

    SECRETARIO.- En cualquier caso, don Fermn, tal vezsera adecuado que nosotros tres saliramos un momentomientras usted saluda a su invitado.

    FERMN.- S, es lo mejor. Pueden salir por esta otra puerta.Hgale pasar usted mismo, marqus.

    SECRETARIO.- Disculpe, don Fermn. Le sugiero que seausted quien vaya a recibirlo.

    MIGUEL.- (Para s.) Sera un detalle.

    FERMN.- (Burln.) Y por qu habra de hacerlo?

    SECRETARIO.- Comprndame... Quiero decir que... es suinvitado.

    FERMN.- Y eso qu importa. Hay ciertas formas que espreciso conservar. No le parece, Tern?

    MIGUEL.- Claro, don Fermn. Hasta dnde podramosllegar, si no...?

    FERMN.- No se burle, Tern, o soy capaz de replantear lavotacin de nuevo y unirme a Piqueras.

    (Re, muy animado. Los otros, tras reaccionar, se unen enun coro de risas de lo ms diverso.)

    MIGUEL.- Por m no hay inconveniente, don Fermn. Por mpodemos votar cuantas veces disponga. (Con intencin.) Nuncase sabe cundo una nueva votacin puede apearnos de nuestrailusoria seguridad.

    SECRETARIO.- Tal vez podra introducirle Tern, en raznde aquella vieja amistad.

    FERMN.- No me perdonara defraudarle a usted, marqus.Yo mismo le recibir. (Con cierto enfado.) Ha sido usted,Piqueras, quien ha estado a punto de sacar las cosas de quicio.

    MAYORDOMO.- (Desagradablemente sorprendido.)Yo, don Fermn...?

  • 47

    FERMN.- No hablemos ms del asunto, maldita sea, o elseor Rubio se va a pudrir ah. Est bien hacer esperar aadministrados, sobre todo cuando vienen a pedir algo, pero eneste caso se trata de un amigo de la casa que se encuentra en elextranjero haciendo patria. No se hable ms. Seores, esperenfuera, les llamar enseguida.

    (An no repuestos del sbito cambio de humor deFERMN, se retiran los otros tres, sin saber si decir algo ohacer alguna seal de asentimiento. A solas, FERMN serecompone mnimamente y va a la puerta tras la que se

    encuentra RUBIO. Se ilumina entonces la cmaracontigua y vemos a ALBERTO con visibles muestras de

    impaciencia. FERMN tras abrir la puerta.)

    Amigo Rubio... Le ruego disculpe este retraso, ajeno porcompleto a m.

    ALBERTO.- Fermn... No se preocupe... (Va a darle lamano, pero ante los brazos abiertos de FERMN se dejaabrazar.)

    FERMN.- No sabe cunto me ha hablado Carmencita deusted.

    ALBERTO.- Es un placer estar aqu.

    FERMN.- Le importa si nos tuteamos?

    ALBERTO.- Por favor, eso es obligatorio en este pas, y msen una vieja amistad.

    FERMN.- Me honra incorporarme a esa amistad.

    ALBERTO.- Despus de tantos aos de ausencia, no s si soyyo quien debe hablar de incorporarse.

    FERMN.- Tengo entendido que no has venido a menudo aEspaa desde hace veinte aos. (Le invita a tomar asiento enun cmodo sof separado de la mesa de despacho.)

    ALBERTO.- No tena nimos. Desconfiaba de lo que estabasucediendo.

  • 48

    FERMN.- Ah, s, la transicin. Pero eso es ya historia. Hubouna lgica resistencia por parte de los franquistas, que fuepermitida por la lenidad de los gobiernos de derecha. Unaridcula maniobra: o nosotros o el fascismo. Y, claro, la genteacab diciendo que ninguno de los dos. A continuacin, searregl todo.

    ALBERTO.- Todo?

    FERMN.- Por lo menos, lo fundamental. El sistema estconsolidado, eso es indiscutible. No s cmo se vern las cosasde Espaa a tanta distancia.

    ALBERTO.- La mayor parte de las veces no se ven. Ycuando se ven, se ven muy pequeas.

    FERMN.- Es cierto que en Estados Unidos la gente no sabednde est Espaa?

    ALBERTO.- Estados Unidos est lleno de analfabetos. Notanto como Espaa, pero s como cualquier otro pas europeo.

    FERMN.- No pretendo atacar a ese maravilloso pueblo. Talvez sea lgico pertenecer al pas ms poderoso del mundo yolvidarte de estudiar la geografa del resto del planeta.

    ALBERTO.- Si no estoy mal informado, t tienes ya unaconsiderable experiencia americana.

    FERMN.- S, estudi all algn tiempo. Lo mo es laeconoma. Ciencias empresariales, organizacin, informtica.Estudi en Inglaterra y en Estados Unidos.

    ALBERTO.- Y cmo va la economa aqu.

    FERMN.- Demasiado bien para lo que nos toca lidiar. Lagente no hace ms que gastar. Este pueblo desconoce el ahorro.No es que crea que el ahorro sea una virtud. Es una necesidad,sobre todo en una economa con tales presiones inflacionarias.Pero la gente, ala, a gastar, a vivir, que son dos das. Y lainflacin devora las rentas inmediatamente. No hay manera dehacer carrera de nuestros compatriotas. Si quieres que gastenmenos, ya sabes lo que hay que hacer.

    ALBERTO.- No lo s. Qu hay que hacer.

  • 49

    FERMN.- Pues poner ms impuestos a las rentas de trabajo.Tomar medidas de poltica monetaria. Dar instrucciones a lapatronal para que se ajuste a una razonable moderacin salarial.La gente a veces no comprende estas medidas. Para nosotros esdoloroso tener que ponerlas en prctica, pero no hay otraalternativa. Todo el que sepa algo de economa tiene que admitirque es lo nico que se puede hacer.

    ALBERTO.- He ledo un peridico de ayer que se refera alparo que hay en estos momentos. Parece que es uno de losgrandes problemas.

    FERMN.- El paro es un problema, s. Ha sido la herencia dela nefasta poltica de la derecha. Pero en los ltimos aos se hamoderado mucho el paro. Lamentablemente, los sindicatos nocolaboran en la nueva creacin de empleo.

    ALBERTO.- Sus dirigentes no deben saber gran cosa deeconoma.

    FERMN.- No te burles. La verdad es esa, no saben nada.Adems, hay mucho corporativismo por medio. Hay sectoresautnticamente privilegiados: los empleados de banca, losfuncionarios, los obreros especializados. En cambio, otros semueren de hambre. Hay grupos que nunca encuentran untrabajo, como los jvenes.

    ALBERTO.- No es posible a corto plazo el pleno empleo?

    FERMN.- (Re y menea la cabeza.) Alberto, por favor. Quterminologa la tuya. El tnel del tiempo. Te acabo de decir quenuestros males parten de la inmoderacin de los salarios. Yencima quieres que haya lo que los keynesianos llamaban plenoempleo. Venga, venga.

    ALBERTO.- Entonces, no es bueno que descienda eldesempleo.

    FERMN.- No es bueno que descienda de una vez. Todo tieneque ir poco a poco. Si no, como siempre, los ms perjudicadossern precisamente los que tienen un trabajo, porque notardaran en perderlo.

    ALBERTO.- Entonces, el pleno empleo no es ya un objetivo.

    FERMN.- Digamos que los objetivos son ms amplios.Empleo, s, pero no cualquier empleo. No un empleo que debaser destruido maana. No un empleo que no arregle nada, quesea nueva fuente de inflacin estructural.

  • 50

    ALBERTO.- El objetivo cul es, entonces.

    FERMN.- Una economa sana, ni ms ni menos.Competitiva. Abierta. De punta. Mecanizada.

    ALBERTO.- Y los parados?

    FERMN.- En este momento los parados cumplen unafuncin desagradable, pero necesaria para el definitivorelanzamiento, la verdadera modernizacin de las estructurasproductivas.

    ALBERTO.- No creo que eso les consuele gran cosa.Reciben algn subsidio por ello?

    FERMN.- Est el subsidio de paro, que no llega a todos,claro est... Nuestro sistema no puede permitrselo. Est laeconoma sumergida. Est el mantenimiento del parado envirtud de la solidaridad familiar...

    ALBERTO.- Y, supongo, como en Estados Unidos, medianteel trmite de la delincuencia, la prostitucin, la vida marginada.Lo que llambamos en tiempos conducta desviada despus deleer quince minutos una recensin sobre Thomas Merton.

    FERMN.- La delincuencia es inevitable. Y, estadsticamente,aqu es mucho menor que en otros pases.

    ALBERTO.- Bueno. Entonces, el paro ya no es unadisfuncin, sino un objetivo a mantener.

    FERMN.- (Re.) El paro, un objetivo a mantener. Tienegracia. Y para qu querramos mantenerlo.

    ALBERTO.- No s. Tal vez por aquello del ejrcito dereserva.

    FERMN.- (Re an ms.) Ahora te comprendo. Rubio, eresun cachondo mental. Empiezas con palabros keynesianos yahora te pones marxista. Me gusta tu sentido del humor. Esomerece que nos tomemos un caf. (Se levanta. Llama por untimbre al exterior. Por el telfono.) Que pase el mayordomo.(Cuelga y vuelve con ALBERTO.) Ya conoces a todos, no?

    ALBERTO.- S, al marqus, es decir, al profesor, y tambina Miguel y a... a Piqueras.

    FERMN.- Un tipo con muchos humos, no crees? Pero yo stratarlo.

  • 51

    (Dos golpecitos en la puerta y entra el MAYORDOMO.)

    MAYORDOMO.- Seor de la Rosa.

    FERMN.- No hay ninguna llamada telefnica. Qu significaeso?

    MAYORDOMO.- Cmo... Bueno, sigue desconectada lalnea. Las llamadas se reciben en la secretara y se registran deacuerdo con sus instrucciones.

    FERMN.- Cuntas llamadas ha habido hoy?

    MAYORDOMO.- No lo s, seor de la Rosa. El seorsecretario debe de saberlo.

    FERMN.- Y usted, por qu no lo sabe?

    MAYORDOMO.- Que por qu... Bueno, no es cometidomo.

    FERMN.- Sabe usted perfectamente que s es cometido suyo.As que cllese y diga que me pasen las llamadas importantes.Eso s, slo las importantes.

    MAYORDOMO.- Enseguida, seor...

    FERMN.- Y vuelva usted inmediatamente.

    (Completamente desconcertado, sale el MAYORDOMO.)

    En el fondo, les encanta que se les trate as. Es la psicologa delfascismo. Has ledo a Erich Fromm?

    ALBERTO.- Erich Fromm... Eso s que me parece un viajepor el tnel del tiempo. Cuando yo era joven se lea mucho unode sus libros ms insoportables.

    FERMN.- Qu te ha parecido. se era Piqueras. Habrs vistolo fcil que es ponerle en su sitio.

    ALBERTO.- Por m puedes continuar. No te ha salido mal,pero quizs vendra bien un toque de virtuosismo.

  • 52

    FERMN.- Ser a peticin. Lo malo es que en estos casos unotiene la tentacin de pasarse.

    ALBERTO.- Virtuosismo, s. Exceso, no.

    FERMN.- (Re con ganas.) Eres un cachondo, Alberto.Virtuosismo, s. Excesos, no. Parece un slogan de manifestacinde parados, o de pensionistas... Pensiones, s. Miseria, no.

    ALBERTO.- (Re.) Eso gritan los pensionistas?

    FERMN.- (Se desternilla.) S, eso gritan. Qu pena que novivas aqu. Nos bamos a rer mucho.

    ALBERTO.- No creas. All tambin te puedes rer de lo lindopor menos de nada. No todos los pases tienen como presidentedurante ocho aos a un oligofrnico. Y, adems, elegido porsufragio universal.

    FERMN.- (Re an ms.) ...Un oligofrnico... Sufragiouniversal... (A estas alturas, ya llora de risa.)

    (Entra de nuevo el MAYORDOMO, que queda perplejoante las risas de ambos. Se queda parado, casi en posicinde firmes, en espera de nuevas instrucciones. ALBERTO leve y su risa se congela en el acto. FERMN sigue an unos

    segundos, pero al advertir el silencio de ALBERTO, sevuelve y ve con desagrado al MAYORDOMO. Adopta pose

    de patrn severo con sirviente estpido.)

    Se puede saber qu hace usted ah parado? Y el caf?

    MAYORDOMO.- El caf? Qu caf?

    FERMN.- Le hemos pedido caf, no me diga que no.

    MAYORDOMO.- No, seor... Me orden el seor que dierainstrucciones sobre las llamadas que se recibieran y...

    FERMN.- Y le pedimos unos cafs. Yo quiero un caf conleche. Y t, Alberto?

    ALBERTO.- Tambin, tambin...

    FERMN.- Ya lo sabe, no necesito repetrselo.

    MAYORDOMO.- (Con estupor.) Debo traerlos yo...?

    FERMN.- Claro, quin, sino no...

  • 53

    MAYORDOMO.- Llamar a la camarera.

    FERMN.- Nada de camareras. Hoy es sbado y convienedarle un poco de asueto a las clases trabajadoras. (Se quedamirando al MAYORDOMO, intenta dominar su risa, pero alfinal cede ante la gracia que le hace lo que acaba de decir. Sevuelve a ALBERTO.) Me ro, pero es la pura verdad. Esconveniente, no?

    ALBERTO.- Claro. No hay que agitar las contradicciones enla base.

    FERMN.- (Ahora tiene que acudir al sof para no caersede la risa.) Las contradicciones... La base... Eres un cachondo,un cachondo, Alberto.

    (En su risa, se vuelve y ve parado al MAYORDOMO. Dejade rer y va a espetarle algo desagradable, pero el

    MAYORDOMO ya ha tenido tiempo de hacerse unacomposicin de lugar, ha comprendido que es uno de losshow favoritos de su seor y contraataca como puede. De

    momento, se adelanta con impertinencia.)

    MAYORDOMO.- Deseaba algo ms el seor?

    FERMN.- Deseaba que ya estuviera aqu el caf.

    MAYORDOMO.- El seor sabr disculpar esta acumulacinde torpezas en una sola maana.

    FERMN.- No s si sabr. No s si tengo que saberlo.

    MAYORDOMO.- Le sugiero al seor que me d orden desalir para traer esos cafs que los seores esperan.

    FERMN.- Y yo le sugiero a usted que deje de sugerirmecosas. Tengo ya mi propio departamento de sugeridores...

    (Se detiene, tambin esto le hace una gracia tremenda. Vaa rer y el MAYORDOMO le interrumpe con nueva y sutil

    impertinencia.)

    MAYORDOMO.- Si el seor me disculpa...

  • 54

    FERMN.- (Congelada su risa.) El seor no se disculpa a smismo por aguantarle a usted, Piqueras.

    MAYORDOMO.- El seor est de muy buen humor estamaana.

    FERMN.- Fuera de mi vista, mayordomo impertinente.Traiga el caf de una vez, a ver si puedo pensar con calma qufrmula de despedido le convendra mejor.

    MAYORDOMO.- (Le suena a conocido todo ello.) Conpermiso, seor. (Mutis.)

    FERMN.- Te das cuenta. Es un tiparraco. No s cmo loaguanto.

    ALBERTO.- Para ser un profesional, tarda mucho en advertirque le estn torturando.

    FERMN.- Alberto, no sigas, que esta maana ya he tenidouna buena racin de risa. Qu hago, le despido, o no?

    ALBERTO.- No lo hars. Parece un pariente digno yarruinado que comprende las debilidades de su primo rico ycaprichoso que le mantiene.

    FERMN.- Qu... (Lo rumia y re de nuevo.) Dignidad,ste... No. Es lo que es y se nota. Por lo menos, yo se lo noto.

    ALBERTO.- Pero le mantienes ah.

    FERMN.- Es una vieja historia... y forma parte de ella. EstCarmencita por medio. Qu quieres que haga. Y aunque tesorprendas, te dir que es muy til.

    ALBERTO.- Prefiero no hablar ms de ese tipo. Y te adviertoque no me fo de lo que puedan contener los cafs que traiga.

    FERMN.- (Re.) Otra de las tuyas. Sabes? Podemosobligarle a que los pruebe antes de tomarlos nosotros. Qugolpe, no crees?

    ALBERTO.- Para l sera una amplia victoria moral. Sabraas que hemos estado hablando de l todo este tiempo.

    FERMN.- Qu pena. Sera una broma cruel. Hay un acuerdotcito en no recordarle el pasado de manera explcita. Pero aveces lo hago mediante sugerencias. Es un curioso deporte deesta casa. Todos se recuerdan cosas de manera ms o menosindirecta. Es francamente divertido. Lo pasamos muy bien.

  • 55

    ALBERTO.- Y de ti no recuerdan nada?

    FERMN.- Nada pueden recordar de m. En ese pasado enque todos estaban revueltos, yo no exista. Quiero decir queexista en otra parte. Mi pasado es mo. En cambio, el de cadauno de ellos es de todos los dems.

    ALBERTO.- Tambin el de Carmencita es de todos losdems?

    FERMN.- No necesitars estar mucho tiempo aqu para dartecuenta de que el pasado de todos ellos es el de Carmencita, enla medida en que ella lo quiere as. Pero que el pasado deCarmencita no les pertenece. Carmencita es bella, grcil,espiritual. No tiene pasado. Slo tiene presente.

    (Suena un timbre.)

    Ya empezamos. (Toma el auricular.) S...

    (Silencio.)

    A estas horas? (...) S, casi las nueve y media, por eso digo.Est bien, marqus, pngame usted...

    (Silencio. Tapa el auricular. Le informa a ALBERTO.)

    Es el ministro.

    (Gesto de ALBERTO, como impresionado.)

    Buenos das, preciosa. Qu tiene tu seorito para m? (...)Claro, por supuesto, Carmencita est feliz. An duerme.Pobrecita, le espera un da muy duro. Los cumpleaos son as,sobre todo si son tan sonados. Viene gente de todas partes. (...)Est bien, ponme con l.

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    (Silencio, algo ms prolongado. El seor ministro se haceesperar. Ante la primera palabra que pronuncia el

    excelentsimo personaje al otro lado del hilo, FERMNreacciona casi con un taconazo.)

    Buenos das, ministro (...) S, ministro (...) No, ninguna novedaden ese sentido.

    (ALBERTO se ha levantado, y hace un gesto significativode irse a retirar, por discrecin. FERMN le ha hecho otro

    para que se quede, que no importa. En realidad, vadedicarle la faena a su nuevo amigo.)

    El texto del proyecto estar dispuesto el mircoles, a ms tardar.El contrato, una semana ms tarde. La rueda de prensa ser elmismo da. Contamos con la presencia de Juan Riquelme. (...)S, ministro, te tienes que acordar de l. Es del sindicato, ysiempre ha estado dispuesto a oponerse a la ejecutiva. De losantiguos, es el nico con el que podemos contar. Por lo menos,es el nico que no me mira con odio cuando le llamocompaero. (Se re de su propia gracia, pero algo le debenreprochar al otro lado.) Nada, ministro, cosas mas. Es que mero mucho con los del sindicato. (...) Pues no te lo aconsejo,ministro. Eso es malo para la salud. Yo prefiero rerme. (...)Que para qu? Bueno, pues Riquelme puede estar all ydeclarar que el proyecto es esplndido, que va a suponer tantosy tantos puestos de trabajo, que los obreros estn deenhorabuena.

    Todo eso. (...) No seas modesto, ministro. Se te habra ocurridotambin a ti si no fuera porque ests en un punto ms elevado depensamiento. Estas cosas de andar por casa las tiene que pensaralguien. Y aqu estoy yo para eso. (...) No, no soy yo el modestoahora. Me encanta mi trabajo, hasta lo encuentro divertido. (...)Hoy, s, tengo un da muy movido. Lamento que no vayas aestar con nosotros. Carmencita lo lamenta an ms que yo. (...)(Re, algo histrico, en falsete, reaccin lgica ante un rasgode humor que viene directamente del poder, del queFERMN, aparentemente, ocupa un escaln inmediatamenteinferior.) Ministro, a tus rdenes. Estar toda la maanadespachando. (...) Como ordenes. (...) Buenos das, buenos das.(Cuelga.) No me dejan tranquilo.

    ALBERTO.- Qu vida tan esclava.

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    FERMN.- Hombre, tanto como esclava. Los esclavos sonotros.

    ALBERTO.- Tambin es verdad. Pero no todo el mundo sabereconocerlo como t. Entonces, a ti te gusta mandar.

    FERMN.- Gustarme? No! Me encanta...

    (Re secundado por ALBERTO.)

    ALBERTO.- Qu tiene eso de mandar.

    FERMN.- No me digas que no lo sabes.

    ALBERTO.- No lo s.

    FERMN.- S lo sabes. Todo el mundo ha mandado algunavez. Es maravilloso dar una orden y que se cumpla, que hayagente para cu