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P©ElillE<SJNI<SJJ\1 DE €11\:Rill1\:@EN1\: DIS@URS© DR. H©N©RIS @AUSA Z ENER© 2007 Excelentísimo y Magnifico Rector de la Universidad Politécnica de Cartagena, Excelentísimo Señor Presidente del Consejo Social, Ilustrísimas Autoridades Académicas, Profesores y Alumnos, Señoras y Señores. Sean mis iniciales palabras de sentido y calido agradecimiento al Rector profesor Dr. Félix Faura Matéu, al profesor Antonio Garrido, en deuda afectiva por tantas deferencias académicas, al profesor arquitecto José Calvo López por la glosa y entrañable laudatio que acabamos de escuchar. Al departamento de Arquitectura y Tecnologí,as de la Edificación, que generosamente aceptó la propuesta de este nombramien- to hacia mi persona como Doctor Honoris Causa por esta Universidad Politécnica de Cartagena. Gracias, como no, a su ilustre Claustro y a Ustedes Señoras y Señores que nos acompañan en esta solemne ceremonia. 1:--a vieja tradición universitaria, guarda con celo esta distinción para señalar, en ocasiones, la secuencia del trabajo de una vida. Doctor Honoris Causa, reza este galardón que aquí, hoy, se me otorga. Aceptarlo en sus términos mas explícitos, seria para mi una aproximación a la impostura del yo, grandioso o no, merecido o supuesto. Soy consciente que los trabajos, afanes y proyectos, que van culminando el acontecer de una vida profesional, vienen a ser como una Summa de actividades que desarrollamos, para aspirar a una cierta autonomía en la interpretación de ese océano sin limites que es, el mundo que nos rodea. Esta independencia, lleva implícita una lucha, tenaz a veces, felizmente acariciada por la belleza de la prueba, en ocasiones Vinculada a la melancolía del fracaso. De tan marcada siempre me pareció de aguda orientación en mi trabajo como arquitecto y profesor, el conocimiento o percepción de las tradiciones vernáculas, las esperanzas puestas en la razón moderna, y un cierto y controlado encuentro con la actitud romántica. Difícil terna de supuestos para la época que he vivido, donde la razón científica se amalgama con la visión pragmática en una ideología dominante bajo la razón instrumental económica. No debe extrañarles, por tanto, que me presente ante ustedes, un tanto alejado del poder del "yo hegemónico", que antes señalaba tan próximo al sentir del nuevo arquitecto posmoderno para los proyectos de la arquitectura en la ciu- dad, pues creo que el poder del "yo hegemónico", como precisaba Schopenhauer, ya no se cumple mas que en un universo de sombras y, he de confesarles, que junto a las sombras de tantas arquitecturas de quimeras que florecen en las ciudades de nuestros días, me sienta como un navegante turbado ante un mar de nieblas, pese a la luz esclarecida del viejo Mediterráneo que, aquí, en esta Universidad de Cartagena y para esta ceremonia, se traduce en elocuente y luminosa generosidad. 37

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UNI~ERSID.A.D P©ElillE<SJNI<SJJ\1 DE €11\:Rill1\:@EN1\: DIS@URS© DR. H©N©RIS @AUSA Z ENER© 2007

Excelentísimo y Magnifico Rector de la Universidad Politécnica de Cartagena, Excelentísimo Señor Presidente del Consejo Social, Ilustrísimas Autoridades Académicas, Profesores y Alumnos, Señoras y Señores.

Sean mis iniciales palabras de sentido y calido agradecimiento al Rector profesor Dr. Félix Faura Matéu, al profesor Antonio Garrido, en deuda afectiva por tantas deferencias académicas, al profesor arquitecto José Calvo López por la glosa y entrañable laudatio que acabamos de escuchar. Al departamento de Arquitectura y Tecnologí,as de la Edificación, que generosamente aceptó la propuesta de este nombramien­to hacia mi persona como Doctor Honoris Causa por esta Universidad Politécnica de Cartagena. Gracias, como no, a su ilustre Claustro y a Ustedes Señoras y Señores que nos acompañan en esta solemne ceremonia.

1:--a vieja tradición universitaria, guarda con celo esta distinción para señalar, en ocasiones, la secuencia del trabajo de una vida. Doctor Honoris Causa, reza este galardón que aquí, hoy, se me otorga.

Aceptarlo en sus términos mas explícitos, seria para mi una aproximación a la impostura del yo, grandioso o no, merecido o supuesto. Soy consciente que los trabajos, afanes y proyectos, que van culminando el acontecer de una vida profesional, vienen a ser como una Summa de actividades que desarrollamos, para aspirar a una cierta autonomía en la interpretación de ese océano sin limites que es, el mundo que nos rodea.

Esta independencia, lleva implícita una lucha, tenaz a veces, felizmente acariciada por la belleza de la prueba, en ocasiones Vinculada a la melancolía del fracaso. De tan marcada dicot~mía, siempre me pareció de aguda orientación en mi trabajo como arquitecto y profesor, el conocimiento o percepción de las tradiciones vernáculas, las esperanzas puestas en la razón moderna, y un cierto y controlado encuentro con la actitud romántica.

Difícil terna de supuestos para la época que he vivido, donde la razón científica se amalgama con la visión pragmática en una ideología dominante bajo la razón instrumental económica. No debe extrañarles, por tanto, que me presente ante ustedes, un tanto alejado del poder del "yo hegemónico", que antes señalaba tan próximo al sentir del nuevo arquitecto posmoderno para los proyectos de la arquitectura en la ciu­dad, pues creo que el poder del "yo hegemónico", como precisaba Schopenhauer, ya no se cumple mas que en un universo de sombras y, he de confesarles, que junto a las sombras de tantas arquitecturas de quimeras que florecen en las ciudades de nuestros días, me sienta como un navegante turbado ante un mar de nieblas, pese a la luz esclarecida del viejo Mediterráneo que, aquí, en esta Universidad de Cartagena y para esta ceremonia, se traduce en elocuente y luminosa generosidad.

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Perrnítanrne, que en este "locus universitas" que nos encontrarnos, espacio del conocimiento para tantas voluntades pedagógicas, una breve reflexión en torno al respeto y recuperación del Patrimonio que significa la ciudad, corno lugar que edifica la cultura y, hacerlo desde los valores del proyecto de la arquitectura, precisamente en esta Universidad Politécnica donde se pueden comprobar los efectos positivos de la recuperación urbana, en el conjunto de sus propios edificios institucionales y los entornos recuperados para la ciudad de Cartagena.

A veces, beligerantes análisis critico-teóricos sobre la crisis urbana actual, nos permiten evidenciar que la solución a tales desvaríos, no pueden llegar, desde aquellas propuestas de crecimientos sin frontera, que fagotizaban y anulaban el desarrollo de toda componente ambien­tal en la ciudad industrial; ni por supuesto de los postulados radicales que proceden de los valores, crecienternente financieros y especulati­vos en esta nueva etapa de expansión urbano-metropolitana de nuestros días. Si la primer tendencia mitificaba el crecimiento urbano indis­criminado "en manchas de aceite", tal era la metáfora acuñada de la época; la deriva actual, bajo las tesis neoliberales de una planificación ambigua, trata de conformar una "posciudad sostenible" en un territorio inf orrne que podernos contemplar en las heterogéneas morfologías metropolitanas. Son ejemplos de vértigo, los grandes conjuntos metropolitanos del Pacifico o los archipiélagos inmobiliarios de las nuevas cornubaciones en las geografías asiáticas y del Oriente Medio.

Que decir, de la explosión de las infraestmcturas del transporte en los nuevos desarrollos residenciales, parques de oficinas, tecnológicos y empresariales, centros comerciales, parques temáticos y de ocio, en nuestras geografías mas próximas con actuaciones sin escrúpulos en la ocupación del territorio, alterando el paisaje, destruyendo los ecosistemas en los territorios de tangencia urbana y, deformando para siempre los testimonios edificados del patrimonio cultural preexistentes.

Un boom constmctor, invade la ciudad herida de la revolución industrial, que junto con la expansión del consumo y el efecto riqueza de la revalorización inmobiliaria, desarrolla unos modelos productivos de consumo agresivo sobre el territorio y patrimonios de la ciudad con­solidada por la historia. Los centros históricos. son adulterados, corno si se tratara de laboratorios experimentales del boom constructor, donde consagrar en transparentes probetas los nuevos espacios simbólicos del poder económico o político.

Nosotros, los que vivimos en la posciudad, somos habitantes de un planeta renovado, con sus dramas y sus ensoñadas conquistas, cami­namos corno Ulises en busca de ilusiones dormidas o prerrogativas sedimentadas en las noches de la historia, para habitar la ciudad bella que imaginarnos. En este caminar por lo urbano, nadie duda hoy, que en los itinerarios de la gran ciudad, albergan múltiples alfabetos originales, positivas conquistas de bienestar, que constituyen los territorios innovadores y activos de "la metrópoli que va".

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Como nómadas telemáticos recorremos los recientes caminos de la posciudad, donde se nos registra a unos por nacimiento, algunos por decreto y, casi todos terminamos como destino. Ante este nuevo paisaje urbano y desde estos lugares del conocimiento se hace necesario pro­yectos que permitan desarrollar modelos de urbanización, acordes con la naturaleza tecno-científica de nuestra época, palabras limpias, que puedan esclarecer la dinámica constructora-reestructuradora, que planifican y controlan los epicentros destructores de la posciudad y, volun­tad política de buen oficio, para comprender y racionalizar tal desmesura.

El proyecto moderno de la arquitectura en los territorios del patrimonio histórico.

La urbanística y la arquitectura han estado empeñadas durante el siglo XX en los problemas de crecimiento debidos sin duda a la expan­sión de la ciudad industrial, que acometía sus primeras conquistas espaciales alrededor del te1ritorio de lo construido. Las propuestas globa­les de la planificación de la ciudad nacían en los supuestos de la ciencia urbana, y aquellos acontecimientos puntuales de la construcción de nuevos edificios o la consolidación de grandes monumentos del legado histórico, los acometía la arquitectura desde la visión de sus trazas restauradoras. Economía y sociología completaban los indicadores requeridos para atender la fractura del esquema urbano motivado por la inserción de los nuevos conglomerados industriales. La ciencia urbana en sus preliminares, será la encargada de los grandes discursos en torno al encuentro con la ciudad existente y, lo hacía mediante la implantación de inéditos contenedores industriales de atractivos emblemas tec­nológicos. La ciudad industrial llegó con el tiempo a desarrollar una deculturización tecnocrática y tal proceso, a invadir y comercializar los territorios propios del proyecto de la arquitectura para con la ciudad moderna. Este proceso, superado el siglo XX, trató de recuperar a la arquitectura como valencia estética, entendiendo esta orientación como un vector específico de lo arquitectónico, pero en la construcción de la nueva ciudad tal recorrido por los reductos autónomos del proyecto de la arquitectura en la ciudad, llego a oscurecer en parte, la sensibili­dad del arquitecto para captar la nueva percepción del espacio y del tiempo que encerraba la deriva industrial. De manera que el proyecto arquitectónico se presentaba frente a la cultura de la técnica, con una multitud de limitaciones, desde los cometidos de su artisticidad y, más aún desde la específica autonomía de lo arquitectónico.

Los acontecimientos que surgieron sobre la ciudad después de los años 1960, eran de una dimensión diferente, se trataba de fenómenos de descentralización productiva, de la propuesta de nuevas localizaciones para nuevos centros industriales, sin duda agresivos y, en ocasio­nes, demoledores hacia el medio ambiente; de la ocupación del territorio por el crecimiento indiscriminado de la industrialización difusa, o bien de catálogos estereotipados de construcciones que pudieran albergar las nuevas técnicas productivas. Un auténtico programa de coloni­zación depredadora de los territorios limítrofes y de ocupación de espacios centrales de la ciudad, inmolados en aras de los nuevos requeri­mientos tecnológicos-industriales.

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El proyecto de la arquitectura con intención restauradora en la geografía consolidada de la ciudad, tendía o pretendía, no sólo, recuperar el viejo concepto del "monumento" y su entorno histórico, sino atender también al nuevo programa de usos que cambia la escala de sus con­tenidos espaciales. ¿Cómo reciclar los vacíos de los abandonados conjuntos monumentales o los espacios obsoletos que genera el desaITollo industrial y, adquieren un plusvalor creciente?; ¿Cómo integrar, los viejos sistemas monumentales-históricos con los nuevos catálogos tecno­lógicos?; ¿De qué manera tratar la nueva estructura del paisaje artificial, en un proyecto tan reducido como es el protocolo del arquitecto, limitado en muchas de sus propuestas a consideraciones formales, compositivos o de consolidación, sin conocer los procesos implícitos, que suscitan los programas de los nuevos contenedores mercantiles o políticos?. Un cúmulo de interrogantes aun sin respuesta, a pesar de las pro­vocadoras secuencias espaciales de la arquitectura posmoderna.

Patrimonio arquitectónico y reconversión de los estereotipos industriales.

Superada como digo, la mitad del siglo XX el proyecto de la arquitectura que opera en la ciudad se va a caracterizar por la heterogenei­dad, dispersión y pragmatismo, postulados que mas tarde asumiría el paisaje de la arquitectura en su condición posmoderna, modos y mane­ras de proyectar, junto a la necesidad de replantear para el proyecto de lo arquitectónico un pensamiento analítico-conceptual de la nueva rea­lidad edificada, producida y consumida en las turbulencias de una segunda naturaleza de matriz tecno-industrial. La coherencia que el Movimiento Moderno en Arquitectura (M.M.A.) asignaba a las relaciones forma-función, o la valencia estética que recogía la dualidad espa­cio-símbolo respondía a una concepción distinta de estos postulados de la razón instrumental posmoderna. La prodigalidad de las tipologías incoherentes de la vivienda, la necesidad de contraITestar el relato de los "itinerarios perversos" de los proyectos mediáticos que vienen dise­ñados por la mercantilización de los estereotipos y formas de vida, a través del arte de masas y su soporte publicitario, son muestras mas que evidentes de esta polisemia de imágenes que señalo. De manera que la respuesta del proyecto coherente, no podía llegar desde los relicarios tipológicos ya enmohecidos del "integrismo racionalista" de las décadas finales del siglo XX, lamentablemente renovadas en nuestros días en festivas y gratuitas recuperaciones fol-clóricas en algunos edificios institucionales de las comunidades autónomas del país, que tratan de for­malizar en versiones melodramáticas el "genio del lugar", la tradición de lo nuevo, o las versiones recicladas de la memoria posmoderna.

No existe un modelo arquitectónico moderno que se pueda codificar en ley, una heterogeneidad de estilos, de elementos simbólicos, de espacios y formas dispares y contradictorias, afloran en la construcción de la ciudad que pertenecen tanto a la tradición como a la moderni­dad, conforman el conglomerado con el que se enfrenta el proyecto de la arquitectura hoy y, no sólo por lo que se refiere a su cometido con las respuestas que ha de dar en relación con el patrimonio arquitectónico construido, sino para cualquier propuesta ex-novo que pretenda aten­der a las demandas de una sociedad globalizada, donde han hecho crisis lo.s ideales de progreso y libertad que con tanta exaltación procla­maba el amanecer del siglo XX.

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Esto se hace patente en el anacrónico eclecticismo, que exhibe sin pudor la posciudad, en esa colección de respuestas arquitectónicas que se pueden contemplar en los proyectos de muchos de nuestros "glorificados epígonos" fin de siglo XX. Sus edificios y megaproyectos pare­cen respuestas limitadas a la capacidad de expresión y difusión de los media, incongruentes en determinados tramos con la realidad de la cri­sis del espacio moderno. Para salvar tan significativa metástasis espacial como la que sufre la nueva condición metropolitana, un indiscrimi­nado proceso constructor coloniza los centros históricos o la periferia preindustrial y desan-olla una morfología urbana, inducida por un capi­talismo globalizado que vanaliza estas formas de expresión del espacio, con un poder destructor, secundado por un poderoso pensamiento mercantil.

No resulta ocioso, pensar que el espacio donde nos va a tocar vivir en el futuro más inmediato, será en el de una arquitectura ya cons­truida, en un paisaje de monumentos y desolados archipiélagos de arcilla enmohecida, donde la restitución histórica y la reconversión de los estereotipos industriales será la materia prima para la concepción de nuevos proyectos en el entorno telemático que vivimos. La opción al parecer se manifiesta elocuente: Reconstruir la arquitectura desde el proyecto de aproximaciones sucesivas, de restituciones espaciales terri­toriales con nuevos enfoques teóricos y metodológicos, de modificaciones simples y polivalentes, modificaciones en los dominios de las for­mas de propiedad, en sus funciones, usos y contenidos.

El futuro del proyecto será en parte el de una arquitectura complementaria, que aborde la periferia inacabada y maltrecha, y que pueda restituir la destrucción de los vacíos centrales colonizados por la economía del lucro, paradigma, sin duda, del fundamentalismo mercantil. Tal advertencia reclama no solo el cambio de la moral política sobre la construcción de la ciudad, sino la innovación creadora en los arcaicos y precarios "gremios profesionales", en los que aun perviven el positivismo formal de la modernidad y posmodernidad, según el cual, la ima­gen y su carga semántica pretende superar y suprimir los viejos arcanos de la objetividad espacial de la construcción de la arquitectura, oasis donde a veces se encuentran muy identificados los arquitectos; cambio también, en los enfoques teórico-prácticos del proyecto y la com­prensión de los fenómenos de reproducción e intercambio social en unas sociedades de interrelación global.

No se trata por tanto de reducir el proyecto de la arquitectura a una cuestión de signos, ni de tener que aceptar el maniqueísmo moderno de dualidades estilísticas exclusivas: abstracción (versus) (v), realismo, arcaísmo (v) modernidad, fascinación por la historia (v) religiones posmodernas, jóvenes-viejos (v) neo-geos, hiper-realismo cientifista (v) producción de estereotipos.

El debate de ideas que se postula acerca de la modernidad del nuevo proyecto de la arquitectura en relación con el patrimonio arquitec­tónico construido, reclama el principio del acto de proyectar, que debe participar conjuntamente de las disciplinas de la percepción, las téc­nicas innovadoras de la representación gráfica y sus nuevos soportes compositivos, sin olvidar los plurales y enriquecedores cambios estéti­cos de la cultura contemporánea. Al mismo tiempo, esta modalidad de proyecto deberá estar atenta con una actitud crítica, a las desviaciones

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que lleva implícito la formulación de los estereotipos propios de la cultura secundaria, que con tanta voracidad y eficacia fagocita los merca­dos de la información técnico-mediática.

Proyecto moderno y propuestas restauradoras

Después del desarrollo de las tesis de la modernidad en arquitectura se plantea, por lo que se refiere a las intervenciones en el patrimonio constrnido, una tensión dialéctica como ya he señalado, entre "protección del monumento y presentación de lo moderno", ambos postulados se dividen, y en ocasiones se presentan como antagónicos, proteger los lugares de la historia y desarrollar las tesis de las vanguardias, no pare­cían compatibles para algunos de los pioneros teóricos de la modernidad. El proyecto moderno se llego a contemplar como una globalidad autónoma, lo moderno, entendido como el postulado que ha de regular lo específico de la arquitectura sin el menor apoyo de la historia y sus recursos estilísticos, autonomía por tanto del objeto arquitectónico como elemento absoluto que ha de ordenar la ciudad. Pronto acontecerá, que esta mirada negadora de lo histórico hará inviable la aplicación de los logros y conquistas que había conseguido con dificultades el pro­yecto moderno en las intervenciones sobre la ciudad histórica, relegando sus conjuntos, centros y monumentos, a marginales trabajos de con­solidación y excluyendo el patrimonio arquitectónico como espacio habitable en los nuevos territorios de la cultura industrial y tecno-cientí­fica. De la ciudad entendida como una megamaquina donde reina la técnica como principio regulador, sin olvidar que la primera función de la ciudad es la de transformar el poder en forma, la energía en cultura, la materia muerta en símbolos vivientes del arte, como Lewis Murford contemplaba la metrópoli de la civilización técnica.

Abandonar y excluir la memoria de la historia, fue actitud beligerante en la mirada de las vanguardias, que entendían el espacio de la ciu­dad como un sistema de fricciones y diferencias de los nuevos usos, donde estas referencias históricas eran incompatibles con las áreas con­solidadas. No obstante, estas tensiones provocadas por la radical escenografía que postulaban los ideales de lo moderno se irán diluyendo con el tiempo. A partir de 1980, el proyecto de la arquitectura que interviene en los desarrollos urbanos y en los centros consolidados por la his­toria de la ciudad, va a ver.se influenciado por una.serie de movimientos de índole diversa, que sin duda afectarán al modo de entender y encau­zar el proyecto de la arquitectura en operaciones de cirugía urbana y, en la construcción de grandes edificios administrativos, culturales, macroproyectos para los transnacionales o los nuevos edificios simbólicos del poder económico y políticos. Estas megamaquinas caracteri­zadas por su carácter comunicativo y lúdico, vienen a ser como profecías tecnológicas, arquitecturas herméticas que nos ayudan a soportar la acumulativa enajenación urbana.

El proyecto arquitectónico que aborda una determinada intervención en el conjunto patrimonial deberá aceptar que el edificio, conjunto o monumento tiene una microhistoria, un pe1fil biográfico a considerar en todo el itinerario de su intervención, junto a esta historia general existe una axiología del monumento o conjunto, es decir, posee un valor cultural definido y preciso, y por ultimo se ve inscrito en un territo­rio, en un paisaje que posee unos limites. Biografía, valor cultural y limites de actuación, representan una teoría de valores a tener en consi­deración en los análisis de los proyectos de actuación restauradora.

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Entre estos parámetros que inciden en la formalización del "proyecto restaurador", podríamos reseñar los siguientes:

- Movilidad y comunicación. Desarrollo de una crítica-económico-financiera hacia a la ciudad consolidada y la centralidad donde residen la mayor concentración de monumentos y conjuntos obsoletos, frente a las nuevas condiciones de movilidad y comunicación que requieren actuaciones de ocupación y trazados viarios traumáticos. El proyecto arquitectónico viene respondiendo con respuestas fundamentalmente mecánicas, vaciar los edificios, introducir los nuevos usos y, mantener la imagen estilística. Son proyectos y restituciones en el patrimonio arquitectónico cuyo protagonismo consagra lo que podríamos denominar, el diseño de la "alegoría de fachadas".

- Modelo urbano global. Las propuestas que se llevan a cabo en los años 1980-1990 y décadas posteriores se orientan hacia un modelo de proyecto urbano global, modelo en cierto sentido desgajado de los postulados planificadores que esgrimía el "Estilo Internacional" y que dará paso a otros modos de reconversión en la posciudad, como el reconocimiento de lo diverso y heterogéneo en la composición del "proyecto posmoderno", que se caracteriza por una metodología optimista, recreada en imágenes de la ciencia-ficción en un universo globalizado, fren­te a la rígida y excluyente doctrina racionalista de la función o bien las tendencias de la forma híbrida, como la planta de-construida, cam­biante en su composición, tecnológicamente abierta, ligada a las tesis de la reconversión programada por los operadores económicos y, acep­tando los principios del boom constructor, que encierra el falso pluralismo de estilos, y la incoherencia simbólica de sus fachadas que, a veces, florece en las extravagantes arquitecturas de las periféricas colmenas de adosados metropolitanos.

- Memoria histórica y mirada mercantil. "La explosión de la memoria", es un acontecer que invade los requisitos, teóricos y prácticos por los que discurre hoy la secuencia del proyecto de la arquitectura en la ciudad consolidada. Este recurso de "recuperación simbólica" de la memo­ria, se presenta como una deriva compositiva que trata de equilibrar la erosión y deterioro producido en los lugares de la ciudad por la colo­nización mercantil. en áreas ya urbanizadas donde quedan patentes la hegemonía financiera sobre lo que debía ser el proyecto político de la posciudad, se trata por tanto de encontrar nuevos vacíos en los espacios centrales, donde construir los modelos espaciales de la metrópoli con­temporánea.

Si los años de la década de los 1920, pretendían abolir cualquier rasgo marcado por la historia, en la década de 1990 se ofrece una mar­cada tendencia hacia el reciclaje; reciclar el acontecer histórico del espacio, sus imágenes y formas parece ser fundamento en estos proyectos restauradores. La negación de la identidad en la posciudad, reclama la necesidad de prolongar la historia individual en el diálogo fetichista con el monume!lto o el recinto histórico. Su contemplación parece que, solo es posible a través de la mirada posesiva de las cosas.

- Los estilos sin estilo. El agobio del reciclaje, un concepto que parece convertirse en una de las sintonías de la cultura contemporánea del consumo, ante la necesidad de innovar nuevos modelos en los escenarios de la posciudad. El último proyecto de la arquitectura, tratará de

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romper la uniforme apariencia de los edificios y con la única finalidad de aumentar el volumen construido de los mismos, destruyendo la mor­fología de la ciudad antigua, pero reparcelando el territorio patrimonial como lma nueva geografía especulativa. Cuando el estilo se desva­nece en un modelo de incrementar beneficios privados, la arquitectura, se retira de su papel como proceso urbanizador.

- La historia como plusvalía. La tendencia dominante a considerar el conjunto o monumento como un valor económico, los valores que adquieren los "inmuebles históricos", los recintos patrimoniales y conjuntos en las cotizaciones de la "renta de situación" en los espacios cen­trales, orientan los presupuestos del proyecto, no hacia los fundamentos del arte urbano, sino según la dinámica de especulación de los mer­cados, económicos, culturales, políticos ... La demanda y protección de un determinado conjunto monumental por parte del poder de los indi­viduos, no representa nada frente a la determinación de un grupo de presión económica, las veleidades de un alcalde o el programa de "ani­mación cultural" de un grupo político. Modernizar, no es aparentar o simular el aspecto de lo nuevo, sino fijar en las coordenadas arquitec­tónicas en el espacio de los viejos edificios, un implante regenerador, que permita la transformación del edificio recuperado la adecuación futura de los nuevos contenidos y usos.

Valor cultural y límites de actuación en los procesos restauradores.

Junto a estas precisiones conceptuales, me permitiría anotar, algunos apostrofes que acompañaran el devenir del proyecto de la arquitec­tura de nuestro tiempo. Caracterizada,esta época, en lo que al proyecto se refiere, por una sobredosis de información en los proyectos de inter­vención, a veces, se sobrevive entre las tinieblas históricas de una información aleatoria o el desarrollo de ejercicios de fruición compositiva, en los que el arquitecto se transforma en protagonista de la obra; tal cúmulo de acontecimientos anula la originalidad que nos puede trans­mitir la especialidad de su tiempo; tantas veces anónima y que en ocasiones puede hasta llegar a desvirtuar su materialidad arquitectónica. Esta actitud plantea la necesidad ante el proyecto de intervención de considerar una toma de conciencia crítica-historiográfica, que amplíe los campos de formación y colaboración del arquitecto con otras disciplinas afines, una valoración científica y técnica que sitúe la intervención en la escala real de la protección del patrimonio, pues en la actualidad la pérdida de la totalidad y la exacerbación del análisis de documen­tos, a veces, convierte al arquitecto en un calígrafo incapaz de organizar y resolver el proceso constructivo, compositivo y formal de un espa­cio. Asistimos a una práctica en la concepción del proyecto de restauración o consolidación donde por lo general no se interroga al monu­mento, al edificio, al sentido biográfico del conjunto, y apenas se escucha el discurso constructivo y arquitectónico de sus espacios.

El proyecto último del arquitecto.

El artista moderno, ha hecho patente en alguna de sus obras que una gran parte del "objeto representado" como obra de arte, en realidad no lo fuera, a pesar de que las condiciones externas lo transformaran en un objeto artístico. Sobre el fondo de esta filosofía epigonal tan mani-

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fiesta desde la década de los años 1980, el proyecto de los arquitectos en los espacios de la posciudad aparece en el contexto de una expresi­vidad compositiva que algunos críticos han denominado como "un materialismo vergonzoso", tratando de evidenciar en sus espacios y cons­trucciones el protagonismo de lo ambiguo o de hacer elocuente, que las relaciones entre el hombre y las cosas se soportan por la tensión de lo neutro; aquello que no es ni una cosa ni otra, pero que supera los límites de sus cualificaciones ya sean estas objetos o formas, sentimien­tos o razones. Esta ambigüedad controlada desde la forma arquitectónica, que se construye en la posciudad, no se rige por sus condiciones intrínsecas, sino por una ley de mercado que diluye en principio, tanto la norma ética y los valores, como los espacios y las formas. El pro­yecto de la arquitectura, se adultera ya en las geometrías del plano, donde se dibuja bajo la novedad del canon que construye, esa taimada pero controlada "neutralidad ambigua" de la espacialidad metropolitana.

Neutralidad ambigua de la forma, que alberga en su vaguedad atributos idealizados y permite edificar de modo efímero el espacio, de componer los objetos más insólitos de la realidad ambiental, de manera que las "empresas de arquitectura", devienen creadores alucinados de sus propios proyectos y reviwals. Las explicaciones epigonales que tratan de paliar el discurso de la crisis y su fin, apresuran a refugiarse en la escatología de lo neutro, en los laberintos de la ambigüedad, con el fin de mitigar los espejismos que reflejan las frágiles construcciones del azar, donde la arquitectura se trastoca en una suerte de estrategia abstracta del edificar, en el discurso nihilista que arropa y justifica tan­tas veladuras e imposturas del último proyecto arquitectónico, que merecería ser reconocido como una religión al uso de los arquitectos· y constructores de la nueva metrópoli.

El último proyecto de las "empresas de arquitectura" en la posciudad, no ha podido abandonar, lo mismo que el urbanismo, la lógica de la producción posindustrial y las enseñanzas de la mitología del crecimiento sin limites, hoy bajo el apostrofe neoliberal del proyecto "soste­nible", este proyecto desea eludir la cuestión, de saber para quien y con que fin operan estos malabarismos espaciales. El fundamento del des­arrollo industrial, tanto para la ciudad como para su arquitectura, fue concebido como una abstracción, el edificio como un objeto solitario independiente del lugar, indiferente al sitio. Su finalidad era la de concebir objetos manipulables y reproducibles a escala universal, una sutil mezcla de fruición estética e "imaginación" para construir el soporte de imágenes intrascendentes que patrimonializan hoy los espacios de la posciudad como una nueva ciudad-museo, donde puedan sobrevivir las reliquias de la historia y las trazas de la arqueología industrial, siem­pre que el espacio genere plusvalía.

Mito y ciencia están más o menos de acuerdo hoy, en entender que la operación de invención del mundo consiste, por el momento, en aceptar que las cosas viven en el cambio. La uniformidad y la equivalencia en la que se debate el acontecer de lo urbano no tienen porque ser, renuncia,a una nueva relación con la utopía en el contexto de la comunicación moderna y con los componentes principales de la condi­ción metropolitana actual: movilidad y anonimato.

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Las cosas se salvan y se redimen, usando la máxima transformación, no solo de la imagen del edificio en su redundancia formal, sino en el modo de entender el espacio de la arquitectura en las transformaciones tecno-científicas actuales. La posciudad se ha convertido en un terri­torio con un panorama recubierto con "azogues" de grandeza y caducidad y, la arquitectura de sus edificios en una secuencia de transparen­cias sin emoción. El proyecto del arquitecto debería indagar de nuevo, en los entornos del siempre renovador espíritu utópico; que arcaico debe sonar, tan recurrente tópico a los cínicos de la posmodernidad. "Abrir la calle al ser, sugería Heidegger, y que construya el espacio de su propia posibilidad".

Disculpen lo reiterativo de mis palabras. La puesta en forma del proyecto arquitectónico en general y de modo mas preciso el proyecto restaurador deberíamos entenderlo, no solo como la traslación de una forma mimetizada, sino la re-presentación de un pensamiento elabora­do sobre el habitar los espacios de las mutaciones tecno-científicas de las sociedades de nuestro tiempo. Todo proyecto y el de la mirada res­taurada también, es la visión subjetivada de un cosmos. Proyectar sobre los espacios de la historia es un peregrinaje por lo pensado, pensar en el proyecto es discernir sobre la materia edificada. Por eso los documentos del proyecto se presentan ante el arquitecto como el recorrido que ha de realizar por un auténtico laberinto, tránsito entre la ficción, que acude por lo general a la alegoría, y la construcción, realidad de la técnica que no puede eludir la materia.

Ante el acontecer generalizado del proyecto de la arquitectura, hoy, en la posciudad, me encuentro como en los límites de una geografía desconocida, entre la resignación asumida y las sensaciones de un entusiasmo indeciso. Estas palabras, que aquí, he comentado me agradaría pudieran quedar como relatos, como un collage de preguntas, que los vientos de la vida, ya han cubierto con las brisas de poniente. Lo demás son recuerdos a favor de esa "arquitectura beligerante", a la que el mercado del espacio, nunca llegará a destruir, recuerdos que su amable y generosa benevolencia me han hecho rememorar y compartir. En una Universidad joven, como la Politécnica de Cartagena creo que la pala­bra no debe eludir el "diagnostico de la época", desproteger a las razones de la inteligencia y, como tercer desafío, edificar un lugar que no destruya los vínculos con el pasado.

La arquitectura de la ciudad, viene a ser como las metáforas de la materia, también, realidad ciencia y mito, como nos revela siempre la historia, o si prefieren, como una ventana permanentemente abierta a la utopía.

Espero y deseo, que ustedes lo vean, y a ser posible conmigo.

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