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ZAPOTECOS DE LOS VALLES CENTRALES DE OAXACA

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Zapotecos de los Valles Centrales de Oaxaca. Coronel Ortiz Dolores. México. / Zapotecos del Istmo de Tehuantepec. Eliana Acosta Márquez. México : CDI, 2007.

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ZAPOTECOS DE LOS VALLES CENTRALES DE OAXACA

Templo prehispánico, lugar donde todavía suelen realizarse algunas ceremonias religiosas. Magdalena Teitipac. Fotógrafa: Dolores Coronel 0rtiz, 2004. Acervo personal.

7897079 530812

ISBN 970753081-2

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NOTA SOBRE LA AUTORA

Dolores Coronel Ortiz es candidata a doctora por el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Na-cional Autónoma de México y especialista en los temas de mercados regionales, redes de comercialización y procesos migratorios entre los zapotecos de los Valles Centrales en Oaxaca.

Fotografía 1a. de forros y portadilla: Vendedoras zapotecas, importantes proveedoras de alimentos frescos de la ciudad de Oaxaca. Fotógrafa: Dolores Coronel Ortiz, 1995. Acervo personal.

Fotografía página 5: Detalle de la fotografía en página 29.

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DOLORES CORONEL ORTIZ

ZAPOTECOS DE LOS VALLES CENTRALES

DE OAXACA

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D.R. © 2006 Dolores Coronel Ortiz

Primera edición, 2006

D.R. © 2006 Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas Av. Revolución 1279, Colonia Tlacopac, Delegación Álvaro Obregón, C.P. 01010, México, D.F.

ISBN 970-753-081-2 / Zapotecos de los Valles Centrales de Oaxaca

ISBN 970-753-006-5 / Pueblos Indígenas del México Contemporáneo

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Queda prohibida la reproducción parcial o total del contenido de la presente obra, sin contar previamente con la au-torización del titular, en términos de la Ley Federal del Derecho de Autor, y en su caso de los tratados internacionales aplicables. La persona que infrinja esta disposición se hará acreedora a las sanciones legales correspondientes.

Impreso y hecho en México

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ZAPOTECOS DE LOS VALLES CENTRALES DE OAXACA

ZAPOTECOS DE LOS VALLES CENTRALES DE OAXACA

INTRODUCCIÓN

LOS PUEBLOS ZAPOTECOS DE LOS VALLES CENTRALES DE OAXACA REPRE-SENTAN EL NÚCLEO DE UNA DE LAS CULTURAS MÁS IMPORTANTES DEL ES-TADO; son también uno de los grupos más dinámicos del país: pese a los cambios estructurales, han mostrado una gran capacidad para re-construir y reafirmar su identidad a partir de sus prácticas y habilida-des tradicionales. Aun cuando muchos pueblos de la misma región han perdido su lengua nativa, existen diversos aspectos culturales que los hacen formar parte del mismo grupo.

El idioma es el indicador más importante de la identidad de los pueblos: contiene tanto la cosmovisión de las culturas y los ritos de cada sociedad como sus conocimientos y valores. De ahí la importan-cia de su permanencia y desarrollo autónomo, ya que se trata de un patrimonio histórico-cultural de la humanidad.

De acuerdo con los datos del censo de 2000, Oaxaca es el esta-do de la república mexicana con mayor diversidad lingüística y más hablantes de lengua indígena: 1 120 312 personas hablan, al menos,

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PUEBLOS INDÍGENAS DEL MÉXICO CONTEMPORÁNEO

1 De acuerdo con los criterios que usa el INEGI, el INI y el CONAPO, estos datos incluyen a la población de cinco o más años de edad que habla lengua zapoteca (véase Serrano et al.; 2002).

una de las 15 lenguas originarias de la entidad, lo que constituye 37 por cien-to de su población total mayor de cinco años de edad. De todas, la lengua zapo-teca es la que más se habla.

dividen en zapotecos de los Valles Cen-trales, de la Sierra Norte, de la Sierra Sur y del Istmo. Además, debido al incre-mento migratorio, se localizan núcleos importantes de esta etnia en otros esta-dos de la República Mexicana, sobre to-do en Veracruz, Baja California, Sinaloa, Chiapas y Sonora, la ciudad de México, así como en Estados Unidos.

La lengua zapoteca está considerada actualmente como una de las 10 fami-lias lingüísticas que conforman el gru-po otomangue, junto con el amuzgo, el chatino, el chinanteco, el cuicateco, el mazateco, el mixteco, el otomí, el tlapa-neco y el triqui, a más de ser una de las lenguas con mayores variantes interre-gionales. Los zapotecos surgieron en los Valles Centrales, desde donde, tras su fragmentación, se expandieron hacia la Sierra Norte, la Sierra Sur y el Istmo.

En esta monografía nos referiremos al subgrupo establecido en la región po-lítica de los Valles Centrales, donde se presenta una gran diversidad ecológica y lingüística.

CARACTERÍSTICAS GEOGRÁFICAS

DEL TERRITORIO

Los zapotecos de los Valles Centrales ha-bitan en la zona centro de Oaxaca, en-tre los 16o 20’ y 17o 40’ de latitud norte, y los 95o 55’ y 97o 30’ de longitud oeste,

Los zapotecos surgieron en los Valles Centrales, desde donde, tras su fragmentación, se expandieron

hacia la Sierra Norte, la Sierra Sur y el Istmo.

El grupo etnolingüístico zapoteco ocupa el tercer lugar entre la población indígena de México, con alrededor de 407 458 hablantes distribuidos por to-do el territorio nacional (Serrano et al.; 2002). En Oaxaca, donde tradicional-mente habita, este grupo es el más nu-meroso y extendido; alcanzó una cifra de 377 936 hablantes, lo que representa 33.7 por ciento de la población indíge-na del estado (ibid.).1

Con base en las diferencias ecológi-cas de su hábitat, los zapotecos se sub-

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Pareja de zapotecos de Asunción Ocotlán. Fotógrafa: Dolores Coronel Ortiz, 2003.Acervo personal.

en una altiplanicie promedio de mil 500 metros sobre el nivel del mar. Ahí se lo-caliza la capital del estado, eje de la vida política y económica de la región, origina-da durante la etapa temprana de los cen-tros urbanos (hacia 400 a.C.), cuando se fundó Monte Albán (Whitecotton; 2004).

La zona tiene una extensión de 8 762.36 kilómetros cuadrados y repre-senta 9.2 por ciento de la superficie es-tatal. Limita al norte con las regiones de la Cañada y Sierra Norte; al oeste, con la Mixteca; al este y al sur, con la Sie-rra Sur. Se compone de siete distritos

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político-administrativos: Centro, Ejutla, Etla, Ocotlán, Tlacolula, Zaachila y Zi-matlán. Se distingue de las otras regio-nes por la dinámica interacción que existe entre la ciudad capital y las comu-nidades campesinas, gracias a la cerca-nía geográfica y a la actividad comer-cial. Sin duda, la ciudad de Oaxaca es el corazón de los Valles.

La configuración geográfica de este territorio es variada: planicies aluviales con algunos lomeríos y montañas que alcanzan alturas de 2 050 metros. Las zonas con topografías suaves se ubican en el centro y están conformadas por tres valles menores: Etla, al noroeste; Tlacoluzla, al sureste, y Zaachila-Zima-tlán-Ocotlán, al sur. Esta heterogeneidad

Poblado de San Antonino el Alto, zona serrana de los Valles Centrales.Fotógrafa: Dolores Coronel Ortiz, 2001.Acervo personal.

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condiciona la variedad de climas, desde los semicálidos subhúmedos en las pla-nicies, con temperaturas promedio de 22 oC, hasta los templados subhúme-dos en las partes altas de la sierra, con temperaturas medias anuales de 19.5 oC (INEGI; 2001). La precipitación prome-dio anual es de 727.7 milímetros en el centro de la región y la temporada de lluvias ocurre en verano. El valle más húmedo es el de Etla y el más seco, el de Tlacolula.

El río Atoyac, la vía fluvial más im-portante, atraviesa la región de norte a sur; sin embargo, su escaso caudal pre-senta un alto grado de contaminación a consecuencia de los residuos proceden-tes de la actividad agropecuaria y de los desechos que provienen de la ciudad de Oaxaca. Asimismo, cuenta con algunos otros ríos de pendientes suaves y poco caudalosos; varios son de temporal, co-mo el Jalatlaco y el Seco. Los mantos freáticos han sido utilizados desde tiem-pos prehispánicos para el sistema de rie-

go. No obstante, estos recursos son cada vez más escasos, a causa de la desmedi-da extracción del líquido para cubrir la demanda urbana, sobre todo del distrito Centro, donde se asienta la mayoría de la población de la zona.

La vegetación que predomina en es-tos valles es la xerófita (como el guamú-chil, el mezquite, las cactáceas, los aga-ves y los pastos) y algunas especies de árboles caducifolios (el fresno y el za-pote, por ejemplo). En las montañas aún quedan bosques de pinares y encinos, a pesar de que se encuentran severamen-te afectados por el proceso de defores-tación.

Éste es, pues, el entorno geográfico y ecológico donde habitan los zapotecos, quienes viven en las llanuras, laderas y montañas. Gran parte de los pueblos de las llanuras concentran sus caseríos en áreas rodeadas de terrenos agrícolas, en tanto que los de la sierra tienden a esta-blecer caseríos semidispersos debido a sus condiciones geográficas.

La vegetación que predomina en estos valles es la xerófita (como el guamúchil, el mezquite, las cactáceas, los agaves

y los pastos) y algunas especies de árboles caducifolios (el fresno y el zapote, por ejemplo).

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co, como M. Winter (1988) y J. White-cotton (2004), señalan que Monte Albán fue el sitio donde los zapotecos desarro-llaron una cultura tan compleja como la azteca y la maya.

Según estudios arqueológicos, pue-den distinguirse cinco periodos del de-sarrollo de Monte Albán. El primero de ellos —de 700 a 300 a.C.— correspon-de a Monte Albán I, que se caracterizó por el sedentarismo y el desarrollo de la agricultura. En la fase de Monte Albán

RESEÑA HISTÓRICA DE LA CULTURA

ZAPOTECA

Históricamente, los Valles Centrales han sido territorio zapoteco. Las evidencias ar-queológicas y toda la información docu-mentada dan cuenta de una gran cultura.

Se cree que las primeras tribus nó-madas que llegaron a poblar los Valles Centrales de Oaxaca datan de hace unos 10 mil años, vivían en las cuevas de las montañas y se dedicaban a la recolec-ción. Los estudiosos del pasado zapote-

Vista de Monte Albán.Fotógrafa: Dolores Coronel Ortiz, 1999.Acervo personal.

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II, los habitantes de los valles sufrieron la invasión de grupos del sur, aunque no llegaron a ser sojuzgados. Entre los años 100 y 800 d.C., Monte Albán III recibió gran influencia de Teotihuacán, princi-palmente en la cerámica, la arquitectu-ra, la escultura y la pintura de murales. A lo largo de este periodo, Monte Albán se convirtió en el centro más importan-te para los zapotecos, y se distinguió por una compleja organización social y política: el gobierno lo constituía el je-fe sacerdotal. Monte Albán III llegó a su máximo esplendor, y prueba de ello son sus templos, palacios, adoratorios, pla-zas, juegos de pelota y otras edificacio-nes más.

Monte Albán IV y V tuvieron un go-bierno de tipo militar, por lo que las guerras cobraron gran importancia; ade-más, los estados conquistadores implan-taban cargas tributarias. El apogeo de esta zona finalizó con el abandono pau-latino del lugar y el predominio de la ciudad de Zaachila (Whitecotton, 2004; Ruiz, M.,1990).

Desde el siglo XII, los mixtecos co-menzaron a invadir los Valles Centrales, y para el siglo XIV se proclamaron con-quistadores de esta región. A pesar de su decadencia, los zapotecos lograron no sólo continuar siendo independientes, sino ganar varios enfrentamientos con-

tra grupos vecinos, así como defenderse de la amenaza del dominio azteca. No fue sino hasta la época de la Conquista —primeras décadas del siglo XVI— cuan-do los zapotecos perdieron su autono-mía como grupo, al aliarse con Hernán Cortés para combatir a los aztecas.

Durante la época colonial —siglos XVI al XVIII—, la vida de los zapotecos cambió a raíz de la introducción de nuevos elementos políticos, económi-cos, sociales y culturales. Tuvieron que concentrarse en las comunidades rura-les, pasando así a formar parte del cam-pesinado al servicio de la Corona, la no-bleza y el clero. La población zapoteca sufrió una notable disminución, a con-secuencia de tres factores: 1) el despojo de sus tierras comunales, que derivó en una crisis agrícola; 2) el sometimiento a trabajos mineros insalubres, y 3) el con-tagio de las enfermedades transmitidas

Entre los años 100 y 800 d.C., Monte Albán III

recibió gran influencia de Teotihuacán, principalmente

en la cerámica, la arquitectura, la escultura

y la pintura de murales.

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por los europeos, desconocidas para los nativos. Esta situación facilitó y permitió a los conquistadores el dominio econó-mico y político de la región.

Por otra parte, los dominicos comen-zaron la evangelización en 1529. Igle-sias y conventos de la ciudad de Oaxa-ca, como la catedral y los conventos de Santo Domingo y La Soledad, fueron edificados por esta orden misionera, al igual que las iglesias de Cuilapam y Etla.

Cuando el acceso a las tierras les fue restringido a los zapotecos, éstos co-menzaron a especializarse en la elabo-ración y comercialización de artesanías, por lo que el sistema de mercados pre-hispánicos siguió vigente en el transcur-so de esta época.

La producción agrícola en los Valles Centrales de Oaxaca se basaba en pro-ductos que tradicionalmente cosecha-ban los nativos (maíz, frijol y calabaza). También se cultivaban cereales y frutos traídos por los conquistadores, como la vid y sus derivados, o el trigo y la caña

de azúcar que se comercializaban con España.

Por otra parte, la producción de gra-na de cochinilla fue una labor muy im-portante en el siglo XVIII, ya que llegó a ocupar el tercer lugar de productos de exportación de la Nueva España (White-cotton; 2004).

Los españoles introdujeron ganado vacuno y equino en los valles de Oaxa-ca, que era criado en pastizales, tanto para el consumo de los europeos como de los nobles indígenas. También traje-ron ovejas, cabras y cerdos; las ovejas fueron de gran utilidad para los indíge-nas en la producción de lana.

Por último, el desarrollo de la indus-tria en la producción de seda, añil y al-godón fue relevante en la economía de la región durante la Colonia.

Cuando se dieron los movimientos independentistas, los oaxaqueños se ha-llaban divididos: aquellos que se opo-nían al conflicto porque gozaban de los privilegios de la Corona y los que

Los españoles introdujeron ganado vacuno y equino en los valles de Oaxaca, que era criado en pastizales, tanto para

el consumo de los europeos como de los nobles indígenas. También trajeron ovejas, cabras y cerdos.

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va clase social: la burguesía nacional. Sin embargo, estas leyes afectaron tam-bién las tierras comunales indígenas. En las comunidades cercanas a la ciu-dad de Oaxaca, en Etla y, posteriormen-te, en otras comunidades de la región fueron vendidas la mayor parte de las tierras indígenas heredadas de la épo-ca colonial, que de esta manera pasa-ron a formar parte de la propiedad pri-vada. La Reforma en Oaxaca y en todo el país trajo consigo inestabilidad políti-ca y una crisis económica (Whitecotton; 2004).

El porfiriato (1870-1910) se caracte-rizó por ser una época de cierta moder-nización, que se apoyó en la entrada de capital extranjero. El auge económico de Oaxaca destacó principalmente en la agricultura, la minería y la industria, aunque no de la misma manera en to-das sus regiones. Whitecotton ha señala-do que los Valles Centrales estuvieron al margen del progreso estatal y nacional,

lo apoyaban; en este sector de la po-blación se contaban los mestizos, los indios y otras castas que sufrían discri-minación y todo tipo de injusticias. La lucha encabezada por Hidalgo, Morelos y Guerrero atacaba el poder de los crio-llos y de la Iglesia y buscaba cambiar la situación de la población india. Este ti-po de luchas por el poder entre liberales y conservadores continuaron hasta más allá de la mitad del siglo XIX.

Durante la Reforma, Benito Juárez luchó contra los conservadores para de-rogar los privilegios que tenían la Igle-sia, la nobleza y la milicia, para instau-rar un gobierno constitucionalista y por la oposición de la restauración de la monarquía bajo el dominio de Maximi-liano. Tras años de conflictos, los jua-ristas obtuvieron la victoria, lo que dio la pauta a la expedición de las Leyes de Reforma, para disponer de las riquezas acumuladas por el clero y transferir el poder político a las manos de una nue-

El porfiriato (1870-1910) se caracterizó por ser una época de cierta modernización, que se apoyó en la entrada

de capital extranjero. El auge económico de Oaxaca destacó principalmente en la agricultura, la minería y la industria,

aunque no de la misma manera en todas sus regiones.

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pues no había inversión extranjera debi-do a la falta de recursos y de una cultu-ra propia de las haciendas, desarrollada principalmente en el norte del país. Fue en el transcurso de este periodo cuando se introdujo el Ferrocarril Mexicano del Sur, y la minería tuvo gran auge en los distritos de Tlacolula y Ocotlán, lo que favoreció el desarrollo del comercio y las finanzas (Chassen; 1986).

El año de 1910 marcó una nueva eta-pa en la historia de México: la Revolu-ción, una lucha de rebelión campesina por la tierra. Los conflictos en los Valles Centrales se presentaron de manera dis-persa y duraron poco tiempo. Los más relevantes se suscitaron en Etla y en Zi-matlán, donde un grupo de rebeldes se apoderaron de la hacienda de Gertrudis

y más tarde intentaron hacer partícipes a los campesinos de las haciendas ve-cinas para levantarse en armas. Sin em-bargo, estas rebeliones fueron sofocadas sin mayor dificultad.

La lucha por la tierra en la región se inició en 1916 y la perseverancia de sus demandantes —a pesar de la renuencia de los acaparadores de grandes exten-siones de tierras inconformes con per-derlas— permitió que en 1934 obtuvie-ran 77 de las 117 dotaciones ejidales que se llevaron a cabo en el estado. De todos, los más beneficiados fueron los distritos del Centro con 24, Etla con 19 y Ocotlán con 15 dotaciones, en donde algunas de las comunidades indígenas resultaron favorecidas.

POBLACIÓN

Desde épocas pasadas, los Valles Cen-trales han concentrado la mayor parte de la población de la entidad. En 2000 registraron 878 132 habitantes, es decir, 25.5 por ciento de la población estatal. Sin embargo, sólo el distrito Centro reú-ne a más de 50 por ciento de los mo-radores; la ciudad de Oaxaca y su área conurbada absorben la mayor cantidad. Entre tanto, los seis distritos mantienen un rango bajo de población, pues tienen menos de 12 por ciento del total de la región (véase cuadro 1).

El año de 1910 marcó una nueva etapa en la historia

de México: la Revolución, una lucha de rebelión

campesina por la tierra. Los conflictos en los Valles Centrales se presentaron

de manera dispersa y duraron poco tiempo.

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CUADRO 1: DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN TOTAL EN LOS VALLES

CENTRALES DE OAXACADistritos Población en 2000 Porcentaje

Centro 472 624 53.8

Ejutla 44.617 5.1

Etla 102 074 11.6

Ocotlán 67.951 7.7

Tlacolula 104 486 11.9

Zaachila 33.086 3.8

Zimatlán 53 294 6.1

Total de la región 878.132 100.0

Fuente: INEGI, 2001.

Como ya se señaló, la región ha sido históricamente territorio zapoteco; sin embargo, la notable reducción de los hablantes de su lengua dado el incre-mento de hispanohablantes hace difícil catalogarla como tal. En la actualidad, los pueblos zapotecos “constituyen is-las indígenas en un mar de campesinos étnicamente descaracterizados y mesti-zos” (Barabas; 1999, p. 75). En efecto, el idioma se ha ido perdiendo y, con él, algunas costumbres propias de su cul-tura. La reducida población zapoteca convive con otros grupos étnicos del es-tado que se han incorporado en un pro-ceso migratorio desde tiempos antiguos. Tal es el caso de los mixtecos y de otras etnias que han migrado a la ciudad de Oaxaca en décadas más recientes atraí-

dos por razones de carácter laboral. Así, en 2000, la región concentró a 151 699 hablantes de lengua indígena, que re-presentan 19.4 por ciento de la pobla-ción total mayor de cinco años de edad (véase cuadro 2 en la página 17).

El idioma se ha ido perdiendo y, con él, algunas costumbres

propias de su cultura. La reducida población zapoteca convive

con otros grupos étnicos del estado que se han incorporado

en un proceso migratorio desde tiempos antiguos.

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PUEBLOS INDÍGENAS DEL MÉXICO CONTEMPORÁNEO

Abuela y nieta, relaciones de apoyo hacia los familiares de edad avanzada. Magdalena Teitipac.Fotógrafa: Dolores Coronel Ortiz, 2003.Acervo personal.

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Con base en los resultados del Cen-so General de Población y Vivienda 2000 podemos saber que los hablantes de zapoteco reúnen un total de 117 011 personas, cifra que representa 77.1 por ciento de la población indígena de la región. Se ubican preferentemente en el distrito de Tlacolula, en cuyo territorio, 62.2 por ciento de la población mayor de cinco años habla zapoteco; le sigue Ocotlán, con 32.6 por ciento, y Ejutla, con 15.6 por ciento. En tanto que los distritos de Zimatlán, Centro, Zaachila y Etla presentan menores porcentajes de hablantes de zapoteco (véase cuadro 2).

Los hablantes de zapoteco se distri-buyen en 118 municipios, de los cua-les 27 registran 70 por ciento que lo ha-blan; 13, entre 40 y 70 por ciento; uno —la ciudad de Oaxaca—, con menos de

CUADRO 2: DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN INDÍGENA Y HABLANTES DE

ZAPOTECO POR DISTRITO EN 2000

DistritoPoblación

mayor de 5 años%

Población hablantede lengua indígena

%Total de hablantes

del zapoteco%

Centro 423 286 100 43 168 10.2 24 949 5.9

Ejutla 39.173 100 6 293 16.1 6 110 15.6

Etla 90 162 100 13 241 14.7 2 130 2.4

Ocotlán 60.296 100 20 048 33.2 19 628 32.6

Tlacolula 93 335 100 59 030 63.2 58 059 62.2

Zaachila 25.399 100 2 106 8.3 997 3.9

Zimatlán 51 138 100 7 813 15.3 5 138 10.0

Total 782.789 100 151 699 19.4 117 011 14.9

Fuente: Serrano et al.; 2002.

Los hablantes de zapoteco se ubican preferentemente en el distrito de Tlacolula, en cuyo territorio, 62.2 por ciento de la población

mayor de cinco años habla zapoteco; le sigue Ocotlán, con 32.6 por ciento.

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PUEBLOS INDÍGENAS DEL MÉXICO CONTEMPORÁNEO

40 por ciento y más de 5 000 hablantes en números absolutos; dos con una im-portante presencia zapoteca, pero me-nos de 40 por ciento —Santa Lucía del Camino con 3 721 hablantes y Santa Cruz Xoxocotlán con 2 549 hablantes— y, por último, 75 municipios presentan una población dispersa donde predomi-nan los hispanohablantes, y menos de 30 por ciento de personas que hablan el zapoteco (en números absolutos oscila entre uno y menos de mil hablantes). Con base en los criterios del INI-CONA-PO (2002),2 los Valles Centrales reúnen 40 municipios eminentemente zapote-cos y tres con importante presencia de población zapoteca (Oaxaca de Juárez, Santa Lucía del Camino y Santa Cruz Xoxocotlán).

Además, en la región habitan otros grupos indígenas: destacan los mixtecos de Santiago Tlazoyaltepec, Santa María Peñoles y San Antonio Huitepec, en cu-yos municipios hay más de 64 por cien-to de hablantes de dicha lengua; el otro grupo corresponde al chinanteco de San Juan Bautista Atatlahuca, en donde 46 por ciento de su población mayor de cinco años de edad todavía habla esta lengua (Serrano et al.; 2002). Pero es en el municipio de Oaxaca de Juárez don-de se concentra la mayor diversidad ét-nica del estado. En los últimos años se han incrementado los residentes mixes, muchos de los cuales abandonan sus lo-calidades de origen debido a conflictos internos, y esto ha hecho más notoria su presencia en el distrito de Tlacolula.

GRADO DE MARGINACIÓN

En general, los pueblos indígenas de los Valles Centrales presentan una situación de altas carencias tanto de servicios bási-cos como de una educación adecuada pa-

2 Véase Serrano et. al. (2002). Las estimaciones de la población indígena que realizan estos autores están basadas en los datos del XII Censo General de Población y Vivienda 2000, INEGI.

En los últimos años se han incrementado los residentes mixes, muchos de los cuales abandonan sus localidades de origen debido a conflictos internos, y esto ha hecho más notoria

su presencia en el distrito de Tlacolula.

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ra tener oportunidad de mejores empleos y de desarrollo personal. Según la Direc-ción General de Población de Oaxaca (DI-GEPO; 2002), 54.5 por ciento de los muni-cipios indígenas de la región se ubican en el rango de muy alta marginación y 45.5 por ciento reportan alta marginación.

Respecto a los 40 municipios identifi-cados con 40 por ciento y más de ha-blantes del zapoteco, 14 (35 por ciento) son de mayor marginación, 18 (45 por ciento) presentan alto grado de margina-ción y 8 (20 por ciento) se ubican en el rango medio. En el cuadro 3 se destacan

las características de los 14 municipios zapotecos más marginados de la región, de los cuales 11 superan 60 por cien-to de hablantes de lengua indígena. En estos municipios, el monolingüismo en lengua indígena varía entre 3.1 y 31.3 por ciento. Los pueblos con mayor por-centaje de monolingües son San Pedro Quiatoni (31.3 por ciento), San Vicen-te Coatlán (28.5 por ciento), San Lucas Quiaviní (22.6 por ciento) y San Miguel Tilquiapam (20.6 por ciento), los cuales se encuentran más distanciados geográ-ficamente de la capital.

Niños de Asunción Ocotlán.Fotógrafa: Dolores Coronel Ortiz, 2003.Acervo personal.

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PUEBLOS INDÍGENAS DEL MÉXICO CONTEMPORÁNEO

CUADRO 3: CARACTERÍSTICAS DEMOGRÁFICAS Y LINGÜÍSTICAS DE LOS

MUNICIPIOS ZAPOTECOS CON MUY ALTO GRADO DE MARGINACIÓN

MunicipioPoblación

total

Población mayor de

5 años% HLI

% de mono-lingües

% de hablantes del zapoteco *

Tipo demunicipio

AsunciónOcotlán

3 655 3 290 96.4 14.1 95 A

CoatecasAltas

5 803 5 077 47.0 10.5 46 B

MagdalenaTeitipac

3 604 3 116 95.0 7.9 95 A

San DionisioOcotepec

9 788 8 602 96.2 17.8 96 A

San JerónimoTaviche

1 529 1 300 22.5 0.4 22 B

San JuanTeitipac

2 817 2 544 17.1 0.5 16 B

San LucasQuiaviní

1 941 1 717 97.8 22.6 98 A

San MiguelMixtepec

2 097 1 791 95.3 12.8 94 A

San MiguelTilquiapam

3 160 2 684 97.3 20.6 97 A

San PedroMártir

1 903 1 724 60.3 3.2 56 A

San PedroQuiatoni

9 570 8 194 99.0 31.3 99 A

San VicenteCoatlán

4 173 3 491 90.2 28.5 90 A

Santa InésYatzeche

1 177 1 044 99.6 13.2 99 A

Santa LucíaOcotlán

3 455 3 116 90.0 3.1 89 A

* Porcentaje calculado con relación a la población mayor de 5 años. Según los criterios de E. Serrano et al. (2002), la categoría A significa más de 70 por ciento de población indígena y B de 40 a 69 por ciento de población indígena.

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ZAPOTECOS DE LOS VALLES CENTRALES DE OAXACA

ACCESO A LOS SERVICIOS

COMUNICACIÓN

Por la privilegiada ubicación geográfica, la vigorosa actividad comercial, los an-tecedentes históricos y el desarrollo tu-rístico que ha alcanzado la región en las últimas décadas, la red de carreteras y el sistema de transporte se han multipli-cado. Sin embargo, los avances más im-portantes en la infraestructura de comu-nicaciones se ubican en el área cercana a la ciudad de Oaxaca, mientras que en

las localidades asentadas en la sierra si-guen predominando los caminos estre-chos y sinuosos.

Las principales vías terrestres que co-munican a los Valles Centrales con otras regiones son: a) la supercarretera Oaxa-ca-Ciudad de México; b) la carretera Pa-namericana, que recorre el estado de no-roeste a sureste y atraviesa la capital del estado y los valles de Etla y Tlacolula; c) Oaxaca-Puerto Escondido, que cruza Zimatlán; d) Oaxaca-Puerto Escondido,

Transportando la leña de los montes bajos a la cocina. Magdalena Teitipac.Fotógrafa: Dolores Coronel Ortiz, 2003.Acervo personal.

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que pasa por los distritos de Ocotlán y Ejutla; e) Oaxaca-Tuxtepec, que atra-viesa algunos poblados del distrito Cen-tro, y f) la vía rápida Oaxaca-Istmo de Tehuantepec, que cruza Tlacolula. Es-tas carreteras comunican con otras pa-vimentadas o de terracería que unen a las poblaciones con los principales cen-tros económicos. De los 2 007.40 kiló-metros de carretera con que contaba la región en 2000 (12.45 por ciento del to-tal estatal), 611.70 estaban pavimenta-dos, 1 088.60 revestidos y 307.10 eran de terracería (INEGI, 2001).

Los movimientos cotidianos entre el interior de la región y su capital —así como otras ciudades— se efectúan prin-cipalmente por el sistema de transpor-

te terrestre. Operan diversas líneas de autobuses, taxis y camionetas que tras-ladan a los pasajeros y llevan toda cla-se de carga; de este modo, llevan a la ciudad productos agropecuarios y fuer-za de trabajo. En varias comunidades cuentan con transporte comunitario, y en otras, los particulares proporcionan el servicio.

Camino para los pueblos serranos de Zimatlán.Fotógrafa: Dolores Coronel Ortz, 2001.Acervo personal.

En varias comunidades cuentan con transporte

comunitario, y en otras, los particulares proporcionan

el servicio.

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ZAPOTECOS DE LOS VALLES CENTRALES DE OAXACA

El transporte foráneo de pasajeros consta de varias líneas de autobuses que abarcan diferentes rutas y comu-nican los valles con otras regiones del país. Además, cuenta con un aeropuer-to internacional ubicado en el munici-pio de Oaxaca de Juárez, desde donde las líneas aéreas cubren las rutas entre la ciudad de Oaxaca y el Distrito Fede-ral, Tijuana, Tuxtla Gutiérrez, Huatulco, Puerto Escondido y Acapulco, así como el vuelo Los Ángeles-México-Oaxaca y el de Houston. En el distrito de Tlacolu-la se localizan tres aeródromos con pis-ta de terracería y con capacidad para avionetas únicamente.

Otros servicios de comunicación im-portantes con que cuentan los munici-pios son teléfono, correo, telégrafos y señales de radio y televisión. Disponen de comunicación satelital, lo cual les permite el acceso a Internet, pero su uso es aún incipiente.

SALUD

Como muchos otros pueblos indígenas del país, los zapotecos guardan valiosos conocimientos sobre la medicina tradi-cional: cada pueblo y cada familia tie-nen sus propias creencias y sus fórmu-las mágicas para prevenir y curar ciertos padecimientos. Para muchas personas, algunas enfermedades, como el “susto”, desaparecen solamente gracias al trata-miento de los curanderos. De acuerdo con Whitecotton (2004, pp. 294-295), el susto —común entre los zapotecos y otros grupos étnicos— es resultado de un encuentro repentino y atemorizador, ya sea con seres humanos, animales, objetos o espíritus. Agrega que se le atri-buyen una serie de síntomas como falta de atención, depresión, timidez, pérdi-da del apetito y de fuerza, sueño intran-quilo, fiebre, dolores musculares, cam-bios en la piel, náuseas, perturbaciones estomacales, vértigo, sed intensa y he-morragias rectales.

Asimismo, el uso de diversas hierbas medicinales y de técnicas empleadas en casa o recomendadas por especialistas adecuados —entre los que se cuentan curanderos, parteras, hueseros-sobado-res, adivinos y rezadores— es bastante común. Hasta años muy recientes cons-tituían la única alternativa de tratamien-to para los pueblos que se hallaban in-

El transporte foráneo de pasajeros consta de varias

líneas de autobuses que abarcan diferentes rutas

y comunican los valles con otras regiones del país.

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comunicados y carentes de servicios médicos. La construcción paulatina de los caminos ha permitido a tales pobla-ciones acceder a los centros de salud públicos y privados más cercanos, aun-que éstos, en su mayoría, se concentran en la ciudad de Oaxaca.

Fue en la segunda mitad de la déca-da de 1990 cuando los sistemas oficia-les de salud tuvieron mayor cobertura en los municipios, mediante los progra-mas de asistencia social, por ejemplo, “Progresa-Oportunidades”; sin embar-go, la atención todavía dista de ser efi-ciente. Los servicios médicos se prestan, en su mayoría, a través de la Secretaría de Salud del Estado de Oaxaca (SSO) o de Solidaridad Social del Instituto Mexi-cano del Seguro Social (IMSS). Estos or-ganismos atienden al grueso de la po-blación que no está incorporada a los otros sistemas gubernamentales de aten-ción médica y seguridad social. Una es-casa parte de la población conformada por los asegurados y pensionados, así

como por sus beneficiarios, tienen acce-so a los servicios del IMSS, del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) o de Pe-tróleos Mexicanos (PEMEX).

Para el año 2000 había 168 unida-des médicas del sector público (14.4 por ciento del total del estado) en los Valles Centrales, de las cuales 106 correspon-den a la SSO, cuyo servicio se ha exten-dido a la mayoría de los municipios; 45 unidades pertenecen al IMSS-Solidaridad y el resto lo cubren las unidades de se-guridad social (IMSS, ISSSTE y PEMEX). De éstas, 162 otorgaban consulta externa, cinco ofrecían el servicio de hospitali-zación general y sólo una brindaba hos-pitalización especializada (INEGI, 2001).

Por otra parte, también hay unidades médicas del sector privado, a las que suelen acudir los indígenas ante la pre-cariedad del servicio público, pese a ser muy costosas; muchas veces se finan-cian con las remesas de los migrantes o mediante la venta de sus parcelas y de

Fue en la segunda mitad de la década de 1990 cuando los sistemas oficiales de salud tuvieron mayor cobertura

en los municipios, mediante los programas de asistencia social, por ejemplo, “Progresa-Oportunidades”.

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la ganadería en pequeña escala. Asi-mismo, existen algunos centros de be-neficencia que proporcionan atención médica a esta población desprotegida; entre los más reconocidos en la entidad se encuentra “Manos Ayuda, A.C.”, lo-calizado en el distrito de Tlacolula.

EDUCACIÓN ESCOLARIZADA

A pesar de que todos los municipios de la región cuentan con escuelas de ense-ñanza básica, la infraestructura aún es precaria y el número de analfabetos es alto, lo cual constituye una fuerte limi-tación para el desarrollo de estos pue-blos. En 2000, la población analfabe-ta en los 43 municipios con importante presencia zapoteca reunía a 27 274 per-sonas, lo que representa 20.8 por ciento de la población total de 15 años en ade-lante. Los municipios con mayores ca-rencias educativas son Coatecas Altas, donde 54.3 por ciento de la población es analfabeta; San Miguel Tilquiapam reúne 47.1 por ciento; Santa Inés Yatze-che, 46.1 por ciento; San Miguel Mixte-pec, 45 por ciento; Magdalena Teitipac, 43.4 por ciento y San Lucas Quiaviní, que tiene 42.1 por ciento de analfabe-tos. En el resto de los municipios hay entre 8 y 40 por ciento de analfabetos. Los municipios que cuentan con meno-res porcentajes de analfabetismo son los

de San Sebastián Abasolo (8 por ciento), Santa Lucía del Camino (8.7 por cien-to) y Santo Tomás Mazaltepec (8.8 por ciento).

OTROS SERVICIOS

Si bien los servicios de agua entubada y electrificación se han incrementado de manera significativa en los últimos años, los pueblos indígenas presentan todavía un rezago considerable. En el ámbito re-gional, la electrificación ha tenido más alcance; para el año 2000, 92 por cien-to de las viviendas de los 43 municipios con importante presencia zapoteca dis-ponían de este servicio. La proporción de viviendas que no cuentan con ener-gía eléctrica se distribuía en casi todos los municipios (incluidas las localidades urbanas), lo cual se debe principalmente a lo disperso de su población. Las más grandes dificultades de acceso a la elec-trificación se reportan en los municipios

En 2000, la población analfabeta en los 43 municipios con importante presencia zapoteca reunía a 27 274

personas, lo que representa 20.8 por ciento de la población total de 15 años en adelante.

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de la sierra como San Pedro Quiatoni, donde 37.8 por ciento de las viviendas no cuentan todavía con el servicio; San Miguel Mixtepec presenta 36.2 por cien-to y San Antonino el Alto, 25.6 por cien-to (Serrano et al.; 2002).

El suministro de agua entubada cu-bre 64 por ciento de las viviendas en aquellos municipios con importante pre-sencia zapoteca. Así, 36 por ciento de las viviendas que aún no disponen de él se distribuyen en todos los municipios:

en Santa Lucía Ocotlán, San Juan Gue-lavía y San Pedro Mártir prácticamente no lo tienen; en San Jerónimo Taviche,

Escuela de los niños jornaleros migrantes. Asunción Ocotlán.Fotógrafa: Dolores Coronel Ortiz, 2003.Acervo personal.

El abastecimiento de agua para las viviendas en donde

no existe la red de entubación se obtiene

principalmente de los pozos.

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Santiago Matatlán, Santo Tomás Jalieza, Santa Ana Zegache y Santa Ana del Va-lle menos de 31 por ciento disponen del líquido; y, en el resto de los municipios, arriba de 40 por ciento de las vivien-das sí cuentan con este servicio. Desta-ca Santo Domingo Albarradas, con 98.9 por ciento de viviendas con agua pota-ble (Serrano et al.; 2002).

El abastecimiento de agua para las viviendas en donde no existe la red de entubación se obtiene principalmen-te de los pozos. En algunas localida-des, como San Pedro Mártir, Santa Lu-cía Ocotlán y Santa Ana Zegache, casi todas las casas cuentan con pozos, pues hay mayor precipitación pluvial que en otras localidades. Sin embargo, estos po-zos “se caracterizan por el alto conteni-do de minerales y por una ausencia no-table de tratamiento, por lo que su uso doméstico afecta a la salud” (González; 1995). Además, la carencia de servicios sanitarios y drenaje afectan la calidad del agua que de allí se extrae.

LA POBLACIÓN ECONÓMICAMENTE

ACTIVA

En 25 de los 43 municipios zapotecos, el sector primario absorbe más de 50 por ciento de su población económica-mente activa, la cual se dedica princi-palmente a la agricultura y la ganadería. En el otro extremo se hallan los 18 mu-nicipios restantes, en donde la partici-pación de los pobladores se concentra en los sectores terciario y secundario, ligados al desarrollo urbano y turístico. Así pues, la población total dedicada a las actividades terciarias (comercio, transporte, gobierno y otros servicios) alcanzó el mayor porcentaje (42.6 por ciento); enseguida están las actividades secundarias (construcción, industria ma-nufacturera, electricidad, agua, minería, extracción de petróleo y gas) con 28.8 por ciento y, luego, el sector primario con 28.6 por ciento (Serrano et al.; 2002).

La gran concentración de las activida-des terciarias y secundarias se ubica en el distrito Centro: integra 70.3 por ciento

En 25 de los 43 municipios zapotecos, el sector primario absorbe más de 50 por ciento de su población económicamente

activa, la cual se dedica principalmente a la agricultura y la ganadería.

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de su población en las actividades ter-ciarias y 26.4 por ciento en actividades secundarias. De entre ellas, las más im-portantes son los servicios, el comercio, la industria de la transformación, el go-bierno y la construcción (ibid.).

También es interesante observar có-mo los pueblos zapotecos de Tlacolula aumentaron su participación en el sec-tor secundario y terciario, a los cuales se integra más de 50 por ciento de la población indígena del distrito. Des-tacan los municipios que han desarro-llado la actividad artesanal, como San Pablo Villa de Mitla, Santa Ana del Va-lle y Teotitlán del Valle, que concen-tran entre 54.5 y 71.1 por ciento de su población en la producción de tejidos. Asimismo, en el distrito de Ocotlán so-bresalen Santo Tomás Jalieza, cuya po-blación dedicada a las actividades ar-tesanales y servicios alcanza 64.2 por ciento; en San Antonino Castillo Velas-co, alrededor de la mitad de la pobla-ción se dedica al comercio y al traba-jo artesanal; y en Santa Lucía Ocotlán 50.6 por ciento de la población se de-dica al trabajo de la construcción y los servicios (ibid.).

En los municipios de Coatecas Altas, San Vicente Coatlán del distrito de Ejutla y Santo Tomás Mazaltepec, Etla, cons-tituyen entre 55.3 y 56.2 por ciento los

pobladores dedicados a las actividades agropecuarias, lo cual revela también una importante tendencia hacia el sec-tor secundario y terciario.

ACTIVIDADES

La economía de los zapotecos de los Valles Centrales se caracteriza por una compleja mezcla de producción domés-tica para el autoconsumo y para el inter-cambio comercial, en la que se incluye la participación agropecuaria y la labor artesanal. No obstante, aun cuando se combinen estas dos formas de produc-ción con el trabajo asalariado y el pe-queño comercio, la calidad de vida en la mayoría de los hogares sigue siendo precaria (Cook y Binford; 1995, p. 29).

ASPECTOS DE AGRICULTURA Y GANADERÍA

La región en su conjunto tiene una am-plia zona de suelos aluviales, disfruta de un clima templado y además está arti-culada a un sistema de mercados que

En San Antonio Castillo Velasco, alrededor de la mitad

de la población se dedica al comercio y al

trabajo artesanal.

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Niños paleteros de Magdalena Teitipac, trabajo infantil que aporta ingresos al núcleo familiar.Fotógrafa: Dolores Coronel Ortiz, 2003.Acervo personal.

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opera en varios lugares. Sin embargo, los campesinos enfrentan el problema del minifundio y de una agricultura de subsistencia.

La posesión y la conciencia territo-rial les dan un fuerte sentido de identi-dad a los pueblos indígenas de Oaxa-ca; ambas constituyen un ámbito físico y social de organización, reproducción y supervivencia (Reina; 2004, p. 63).

Entre las localidades zapotecas, las tierras de propiedad comunal prevale-

cen sobre la ejidal y la pequeña pro-piedad. Además, hay otras formas de acceso al uso de la tierra a través de la mediería, el empeño y el arrendamiento. La mayor parte de la superficie agrícola es de temporal, sujeta al régimen de llu-vias y, en menor proporción, están los terrenos de riego. Los suelos más pobres se encuentran en el distrito de Tlacolu-la, donde se asienta el mayor número de localidades indígenas de la región. Ade-más, gran parte de las unidades familia-

Combinación de cultivos en zonas de temporal. Magdalena Teitipac.Fotógrafa: Dolores Coronel Ortiz, 2003.Acervo personal.

Los suelos más pobres se encuentran en el distrito de Tlacolula, donde se asienta el mayor número de localidades

indígenas de la región.

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res tienen muy poca tierra y presentan una fuerte fragmentación.

El estudio elaborado por Martha Rees (2001) en la región nos muestra parte de esa realidad que viven los campesinos: el promedio de tierras que manejan las familias zapotecas en Asunción Ocotlán es de 0.53 hectáreas; en San Agustín Ya-tareni, 0.71; en San Antonino el Alto, 1.30; en Magdalena Teitipac, 1.60; en San Bartolomé Quialana, 2.03, y en Mag-dalena Ocotlán, 3.11 hectáreas. Los pro-

blemas de acceso a la tierra son mayo-res en Asunción Ocotlán: el total de las tierras agrícolas son de pequeña propie-dad y se encuentran verdaderamente fragmentadas. En San Agustín Yatareni, Santa Lucía del Camino, así como en los pueblos aledaños a la ciudad de Oaxaca la superficie agrícola es cada vez menor por efecto del crecimiento urbano.

Los sistemas de cultivo difieren de acuerdo con la geografía: tanto en las llanuras como en los suelos de poca

Uso de la yunta y las llanuras. San Pedro Mártir Ocotlán.Fotógrafa: Dolores Coronel 0rtiz, 1991.Acervo personal.

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inclinación, el empleo del arado y la yunta es común; además, se combi-na con el uso del tractor; en las laderas empinadas, en cambio, se utilizan ins-trumentos muy rudimentarios, como la coa, la azada y el machete. El cultivo principal continúa siendo el maíz, pe-ro suele alternarse con el del frijol y la calabaza. Aunque el uso de fertilizan-tes químicos se ha generalizado entre los pueblos de la región, la producción es baja, ya que el promedio es menor a 500 kilogramos de maíz por hectárea, como lo muestran los trabajos de Ali-cia Barabas (1999) y Martha Rees (2001) para la región. Barabas señala que en

1995, el promedio de maíz por hectárea fue de 470 kilogramos y Rees reportó un promedio total de 303 kilogramos ha-cia 1997. Es importante señalar que la producción varía entre una zona y otra, pues está determinada por varios facto-res naturales y tecnológicos.

Ante la escasez de tierras agrícolas, los zapotecos han ideado una serie de estrategias acordes con las condiciones ecológicas y su ubicación geográfica. Las localidades favorecidas con la hu-medad de los suelos, con disponibilidad de riego y con buena comunicación te-rrestre manejan el sistema de policulti-vo, en el cual combinan la producción para el autoconsumo (maíz, frijol, cala-baza, garbanzo, forraje) con los cultivos destinados al mercado regional. En este sentido destacan las comunidades hortí-colas, como San Antonino Castillo Ve-lasco, San Pedro Mártir, Santiago Após-tol, San Jerónimo Tlacochahuaya, San

Productora de hortalizas enrollando el perejil para el mercado. San Antonio el Alto, Ocotlán, Oaxaca.Fotógrafa: Dolores Coronel Ortiz, 1995.Acervo personal.

Ante la escasez de tierras agrícolas, los zapotecos han

ideado una serie de estrategias acordes con

las condiciones ecológicas y su ubicación geográfica.

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Sebastián Abasolo, San Francisco Lachi-goló, entre otras. Dichas comunidades intensificaron su producción agrícola y sus relaciones con el sistema de merca-do regional desde hace mucho tiempo. Sin embargo, los suelos donde aún con-servan cierta humedad son sometidos a periodos intensos de producción, lo que ha generado que el terreno se erosione y disminuyan los nutrientes. En otras loca-lidades, como las del distrito de Tlaco-lula, donde los terrenos son áridos, se alternan los cultivos básicos con la pro-ducción del maguey para la elabora-ción de mezcal. En años más recientes, el maguey se ha difundido hacia otras áreas de los valles, gracias al incremen-to de la producción en la industria mez-

calera, favorecida por una creciente de-manda comercial.

En cuanto a la ganadería, los zapo-tecos tienden a comprar y criar unos cuantos animales como forma frecuente de inversión. La cría de ganado bovino, caprino, porcino y aves de corral en pe-queña escala son comunes entre las fa-milias y, aun cuando no proporcionan beneficios sustanciales de capital, sí re-presentan una forma de ahorro. El cui-dado del ganado varía entre los pueblos de las llanuras y los de la sierra. Los pri-meros acostumbran tenerlos en el solar de la casa, así como alimentarlos allí mismo o en los escasos agostaderos; en tanto que los serranos los sacan a pastar cotidianamente.

Trabajo familiar agrícola. San Antonio el Alto, Ocotlán, Oaxaca.Fotógrafa: Dolores Coronel Ortiz, 1995.Acervo personal.

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LA VESTIMENTA

La transformación de la vestimenta ha sido más rápida entre los hombres que entre las mujeres. La indumentaria mas-culina más antigua y similar que aún usan algunos ancianos se compone de un calzón de manta, una camisa de mangas largas del mismo tipo de tela o de otro material, una faja de lana o algo-dón, huaraches y sombrero. La mayoría de los hombres usan ropa y calzado in-dustrializados que adquieren en la mis-

ma región o que los migrantes llevan, mientras que entre los jóvenes se ha di-fundido el uso de pantalón de mezclilla, playera y tenis; incluso es frecuente que porten gorra con visera.

El atuendo de las mujeres tiende a ser más conservador que el de los hom-bres, pero el diseño varía de una loca-lidad a otra. Entre las prendas más co-munes están la falda, la blusa bordada o el vestido de una sola pieza, todos con-feccionados con telas industrializadas

Venta de ganado en el mercado de Tlacolula. Tlacolula, Oaxaca.Fotógrafa: Dolores Coronel Ortiz, 1994.Acervo personal.

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de colores diversos. Para salir a la calle, para ir a fiestas o para resguardarse del sol, usan rebozo, ya sea de seda o de al-godón. En varios pueblos se sigue utili-zando una faja ancha de color rojo que detiene la falda. El vestido de las muje-res jóvenes y niñas reproduce el de las adultas, aunque éstas tienden a usar ro-pa más moderna. El uso de pantalones

en las mujeres ha cobrado importancia en ciertas localidades donde la migra-ción se ha difundido, como puede ob-servarse entre las jornaleras de Asun-ción Ocotlán.

LAS ARTESANÍAS

La elaboración de diversos objetos ar-tesanales muestra sin lugar a dudas la gran creatividad de los pueblos zapote-cos y, junto con la agricultura, constitu-ye la actividad primordial y el motor del intercambio. La producción está presen-te en todas las localidades zapotecas, sólo que algunas participan más en el mercado que otras.

Dentro de una gama de artesanías elaboradas en los Valles Centrales, varias se producen en los pueblos zapotecos, sobre todo en los distritos de Tlacolu-la y Ocotlán. De hecho, algunas se re-montan al periodo prehispánico; otras, en cambio, son resultado de la deman-da del mercado turístico. Se elaboran

Artesanos vendiendo sus cestos en el mercado de Ocotlán. Asunción Ocotlán.Fotógrafa: Dolores Coronel Ortiz, 2003.Acervo personal.

Dentro de una gama de artesanías elaboradas en los Valles Centrales, varias se producen en los pueblos

zapotecos, sobre todo en los distritos de Tlacolula y Ocotlán.

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tejidos en telares de pedal, lanzadera y de cintura; tejidos de palma; tejidos de ixtle; bordados; cestería de carrizo; talla-dos de madera; alfarería; trabajo de pie-dra (metales, molcajetes), cerería, hua-raches, mezcal, ladrillo, entre otros. Los diferentes ramos de producción artesa-

nal se caracterizan por tener diferentes tecnologías, mercados, fuentes de mate-ria prima y división del trabajo por sexo o edad (Cook y Binford; 1995 p. 105). La producción de las diversas artesanías está determinada por la demanda de los mercados regional y externo que inciden en la paulatina transformación de los sis-temas de trabajo tradicionales.

Destacan las localidades textile-ras, como Teotitlán del Valle y Santa Ana del Valle, en las cuales se elaboran —en telares de pedal— tapetes, cobijas y jorongos con hilo de lana, al natural y teñidos con tintes naturales o artificia-les. En San Pablo Villa de Mitla y Santo Tomás Jalieza se fabrican manteles, ser-villetas, tapetes, rebozos, vestidos, hui-piles, blusas, bolsas, fajas (enredos), cin-turones, entre otros, elaborados con hilo de algodón, lana y estambre. En estos municipios, la actividad artesanal está más o menos generalizada entre sus po-bladores. En San Pedro Mártir y San An-tonino Castillo Velasco se confeccionan vestidos y blusas bordados con hilo de

Artesana bordando una blusa como la que lleva puesta para el mercado turístico. San Pedro Mártir, Ocotlán.Fotógrafa: Dolores Coronel Ortiz, 1991.Acervo personal.

En San Pablo Villa de Mitla y Santo Tomás Jalieza se fabrican manteles, servilletas, tapetes, rebozos, vestidos, huipiles, blusas, bolsas, fajas (enredos) y cinturones, entre otros.

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seda y algodón, aunque la producción tiende a disminuir. En el barrio de Xo-chimilco, de la ciudad de Oaxaca, se producen manteles con hilo de algo-dón, los cuales se fabrican en telares de pedal y lanzaderas. La mayor parte de la producción de estas localidades está orientada al mercado turístico tanto na-cional como internacional.

Están también las localidades pro-ductoras de cerámica, entre las cuales destacan el barro negro de San Barto-lo Coyotepec, los diversos tonos y dise-ños de loza de Santa María Atzompa y el barro rojo de San Marcos Tlapazola, Tlacolula (ollas, cazuelas, comales, en-tre otros). Los objetos artesanales de los dos primeros pueblos tienen una mayor demanda turística, en tanto San Marcos Tlapazola abastece al mercado local.

La industria mezcalera derivada del maguey es muy importante para su eco-nomía. El principal centro de produc-ción se localiza en Santiago Matatlán y Tlacolula de Matamoros, donde se con-centran las destilerías; los pueblos que los rodean son los principales proveedo-res de materia prima. Otros pueblos za-potecos de Ocotlán, como San Baltasar Chichicapan, tienen menor importancia productiva.

Por otra parte, la mayoría de las uni-dades de producción familiar también

cuentan con un alto grado de inciden-cia en el mercado regional, pero se en-cuentran menos favorecidas económi-camente. Entre ellas están las tejedoras de ixtle y de palma localizadas en Santo Domingo Albarradas y San Lorenzo Al-barradas; o las familias dedicadas a la talla de madera en Santa Cecilia Jalie-za. Asimismo, hay otras que se dedican a elaborar la cestería que se distribuye en diversos puntos de la región. No obs-tante, algunas localidades tienen mayor popularidad regional, como los munici-pios de Santa Cruz Papalutla y Tlacolula de Matamoros, en los que se producen cestos, baúles, chiquihuites (canastos),

Venta de alfarería en el mercado de Ocotlán. Oaxaca.Fotógrafa: Dolores Coronel Ortiz, 2003.Acervo personal.

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lámparas, cortinas, tortilleros. En algu-nos municipios como en Asunción Oco-tlán, San Pedro Mártir, Magdalena Tei-tipac y Santa Cecilia Jalieza sobreviven algunas cuantas familias productoras de cestos y chiquihuites, cuyas mercancías se limitan al mercado local.

El otro ramo de la producción arte-sanal de importancia considerable para la población zapoteca es la fabricación de ladrillo, sobre todo en los municipios de Santa Lucía del Camino y San Agus-tín Yatareni; si bien estos pueblos ya no

son predominantemente indígenas, la industria del ladrillo sigue siendo una importante fuerza de trabajo asalariada entre los zapotecos.

En general, la mayoría de las unida-des de producción artesanal se caracte-riza por la falta de recursos financieros y la baja tecnificación. Además, la pro-ducción está inmersa en una cadena de intermediarios que controla los precios y restringe los ingresos de los artesanos, lo que contribuye a que éstos vivan en condiciones de pobreza.

Horno de ladrillos. San Agustín Yatareni.Fotógrafa: Dolores Coronel Ortiz, 2003.Acervo personal.

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ZAPOTECOS DE LOS VALLES CENTRALES DE OAXACA

EL SISTEMA DE MERCADO

Las comunidades zapotecas están es-trechamente relacionadas en un amplio sistema de relaciones de mercado. Des-de siglos atrás, los mercados-plaza de la entidad oaxaqueña —específicamente de los Valles Centrales— constituyen los ámbitos físicos y sociales de intercambio de los pueblos indígenas. En medio de las profundas transformaciones estructu-rales, estos mercados tradicionales per-sisten y reproducen antiguas relaciones sociales de la cultura zapoteca. En ellos se hace patente tanto la enorme diversi-dad productiva como cierta especializa-ción agrícola de diferentes ecosistemas. Así, el mercado-plaza es un lugar donde suelen asistir vendedores y comprado-res que muestran una compleja división regional del trabajo, y una unificación con grupos de pueblos en mecanismos

de interacción y comunicación, lo que a la vez regula la producción (Diskin; 1990, p. 262).

El sistema regional de mercados-pla-za en los Valles Centrales se extiende más allá de este territorio, se organiza en función de una periodización sema-nal y muestra cierta jerarquía. El mer-cado primario lo constituye el merca-do-plaza de la ciudad de Oaxaca que se “pone” en sábado, es el más concurrido y representa el eje del sistema de merca-dos. Los mercados secundarios operan

Productores zapotecos en la central de abasto. Ciudad de Oaxaca.Fotógrafa: Dolores Coronel Ortiz, 1995.Acervo personal.

Las comunidades zapotecas están estrechamente relacionadas

en un amplio sistema de relaciones de mercado.

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en las cabeceras distritales y, de ellos, Tlacolula (domingo) y Ocotlán (viernes) son los más animados; también están los de Etla (miércoles), Zaachila (jueves), Zi-matlán (miércoles) y Ejutla (jueves). To-dos conforman los centros de intercam-bio más inmediatos de las comunidades periféricas que acuden semanalmente a efectuar sus transacciones comerciales. También están los mercados-plaza me-nos concurridos, como Ayoquezco, At-zompa, San Antonino Castillo Velasco, San Pedro Apóstol, San Pablo Huixte-pec, Mitla, Teotitlán del Valle y Tlaco-chahuaya (Diskin y Cook; 1975).

Al tiempo que concentra gran varie-dad de productos, el sistema de merca-dos articula distintas etnias de la zona y agentes del comercio que le dan mo-vimiento. La posición geográfica y la red de comunicación terrestre contribu-yen significativamente a la integración comercial de varias culturas. De allí que el mercado de la capital oaxaqueña sea el más concurrido y diverso, además de

que funciona para todo el estado. En Tlacolula se puede apreciar la presencia de vendedores o compradores mixes, zapotecos de la Sierra Norte y del Istmo, captados por medio de las dos rutas de comunicación que atraviesan dicho dis-trito: una hacia el Istmo de Tehuantepec y otra rumbo a la Sierra Norte.

Además de los mercados semanarios, cada cabecera distrital y varios pueblos

Regateo, actividad de las mujeres. Ciudad de Oaxaca.Fotógrafa: Dolores Coronel Ortiz, 1993.Acervo personal.

También están los mercados-plaza menos concurridos, como Ayoquezco, Atzompa, San Antonino Castillo Velasco, San Pedro

Apóstol, San Pablo Huixtepec, Mitla, Teotitlán del Valle y Tlacochahuaya.

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cuentan con mercados permanentes en-cargados del abasto cotidiano, donde el flujo comercial se incrementa en los días de plaza. La central de abastos de la ciudad de Oaxaca es el mercado más complejo de la entidad, que a diario cap-ta y distribuye una gran diversidad de productos. En él se comercializa casi toda la producción agrícola y artesanal de la región, al tiempo que surte a otros mercados periféricos. Por otra parte, es-tán los mercados céntricos de la capi-

tal del estado que mantienen la tradi-ción comercial. La actividad comercial se intensifica notoriamente en las tem-poradas de fiesta, como Semana Santa, Muertos y Navidad (Coronel; 1997).

Hay diferentes tipos de vendedores que operan en los comercios, desde pe-queños hasta mayoristas, gran parte de los cuales son intermediarios. Este gru-po incluye a los comerciantes en gran escala que llegan de otros lugares co-mo Puebla, Distrito Federal y Veracruz.

Productores e intermediarios de legumbres en la central de abasto. Ciudad de Oaxaca.Fotógrafa: Dolores Coronel Ortiz, 1995.Acervo personal.

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Casi todos los vendedores indígenas son minoristas.

La tradición indígena en el abaste-cimiento de productos para el merca-do céntrico es ya muy añeja y lo mismo ocurre con otros mercados periféricos. Las localidades de los alrededores tie-nen mercancías especiales para comer-cializar. Un producto agrícola básico en la dieta y elaborado particularmen-te por manos de mujeres es la tortilla, la cual se comercializa diariamente en todos los centros urbanos. Un número significativo de mujeres zapotecas de San Agustín Yatareni, San Andrés Hua-yapam, San Felipe del Agua, Magdalena Teitipac, San Bartolomé Quialana, San-tiago Apóstol, entre otros, abastece de

tortillas (“blandas y tlayudas”) a los mer-cados distritales y restaurantes

Los mercados son los lugares idóneos para conocer y disfrutar la gastronomía local. En ellos se venden los diferentes tipos de panes, chocolate y atoles; los ricos y variados moles (negro, “colora-dito”, “amarillito”, verde); tamales en-vueltos en hojas de plátano o de maíz; “higadito”; enchiladas; empanadas; las populares tlayudas elaboradas con que-sillo de Etla, chorizo, tasajo o carne en-chilada; chapulines; verduras como el “chepil” o guías de calabaza; bebidas refrescantes, como el tejate, que se pre-para con cacao y maíz molido.

Por otra parte, la mano de obra den-tro de los mercados suele ser indígena;

Vendedoras de legumbres en la central de abasto. Ciudad de Oaxaca.Fotógrafa: Dolores Coronel 0rtiz, 1995.Acervo personal.

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destacan los hombres de Magdalena Teitipac y de San Bartolomé Quiala-na, quienes desde hace mucho tiempo se emplean como cargadores o estiba-dores, y trabajan principalmente en la compleja central de abastos.

Desde esta perspectiva, el sistema de plaza, junto con los mercados per-manentes, es indispensable en la vida

económica de los pueblos zapotecos y contribuye a mantener su identidad. Aunque también estos mercados intro-ducen productos modernos que inciden en los cambios culturales, hasta ahora las comunidades indígenas han sabido cómo adoptarlos para defender su he-rencia cultural y ponerse a la altura de los nuevos tiempos.

Elaboración de las tlayudas, un ingreso para la subsistencia. Magdalena Teitipac.Fotógrafa: Dolores Coronel Ortiz, 2003.Acervo personal.

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MIGRACIÓN

En las últimas décadas, la migración indígena en general ha variado debi-do a los cambios socioeconómicos y a la demanda de trabajadores en las zo-nas prósperas del país y del extranjero. Hasta principios de la década de 1970, los movimientos migratorios más impor-tantes —destacaban la población mix-teca y zapoteca— se dirigían a la Ciu-dad de México y a las zonas cafetaleras del sureste del país, para emplearse en actividades de construcción y en fin-cas algodoneras o cañeras (Costa, Pa-paloapan, Chiapas y Veracruz). Si bien un cierto número de campesinos de la entidad participó en el Programa Brace-ro, la mayoría de ellos ya no migró, una vez que el programa terminó en 1965. El fin de éste coincidió con el principio de un activo reclutamiento de oaxaque-ños por parte de las agroindustrias situa-das en el noroeste de México, las cua-les empezaron a extender la producción de verduras frescas para exportar a Es-tados Unidos (Zabin; 1992). Así, en los años setenta, la migración indígena se acentuaba hacia esa región del noroeste y comenzaron a aparecer comunidades satélite de trabajadores agrícolas oaxa-queños asentados en San Quintín y En-senada, Baja California (Kearney, 1986; Zabin, 1992). Estos asentamientos sirvie-

ron de plataforma de lanzamiento para la corriente migratoria indocumentada que empezó a cruzar la frontera a fina-les de la década de 1970, en busca de trabajo en la agricultura de los estados de California, Oregon y Washington.

Desde principios de la década de 1980, los puntos de origen y destinos migratorios se han diversificado cada vez más. Las crisis recurrentes de la eco-nomía mexicana a lo largo de 1980 y 1990 incrementaron el flujo migratorio internacional, que aún sigue. Muchos hogares han adoptado la migración, temporal o establecida, como estrategia de supervivencia.

De acuerdo con datos del INEGI y el CONAPO, actualmente el estado de Oaxaca se ubica en el cuarto lugar na-cional con saldo neto migratorio nega-tivo (–19.38). En el interior del estado sobresale la región de la Mixteca, con 20.6 por ciento de sus municipios con-siderados de muy alta intensidad migra-

Desde principios de la década de 1980, los puntos

de origen y destinos migratorios se han

diversificado cada vez más.

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toria; le siguen los Valles Centrales con 19.85 por ciento de sus municipios en esta condición, la Sierra Norte con 19.1 por ciento y la Costa con sólo cuatro por ciento (DIGEPO, 2002). Estas regiones son las que mayor mano de obra expulsan hacia las zonas donde pueden desempe-ñar alguna actividad económica que les retribuya los ingresos necesarios para vivir; persiste la salida de la población indígena hacia el noroeste del país y a Estados Unidos, en donde se emplean principalmente como jornaleros agríco-las o en distintos tipos de servicios urba-nos. Cada vez son más las mujeres y las familias completas que migran fuera del estado o del país, aunque la migración de la población masculina sigue siendo mayoritaria.

ta, San Miguel de Horcasitas y San Luis Río Colorado, Sonora, y Distrito Federal.

La mayoría de estos trabajadores in-dígenas ocupan los escalones más bajos del mercado laboral, perciben los sala-rios peor remunerados y están dispues-tos a aceptar trabajos en condiciones deplorables. Su etnicidad diferenciada, en conjunto con su situación de indocu-mentados, los hace sumamente vulne-rables a tratos discriminatorios y abusos en sus derechos humanos y laborales (Sarmiento; 1992). La misma vulnerabi-lidad de los indígenas oaxaqueños les ha permitido generar redes sociales de apoyo en los lugares receptores, a través de las cuales también les resulta posible mantener vínculos con su comunidad

El censo de 2000 registró poblacio-nes importantes de zapotecos en Ensena-da y Playa del Rosario, Baja California; Guasave y Navolato, Sinaloa; Agua Prie-

Una parte importante de las remesas de los migrantes en Estados Unidos se destinan a la construcción de sus viviendas. Asunción Ocotlán.Fotógrafa: Dolores Coronel Ortiz, 2003.Acervo personal.

La vulnerabilidad de los indígenas oaxaqueños

les ha permitido generar redes sociales de apoyo

en los lugares receptores.

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Familia de jornaleros que migran al noroeste del país. Asunción Ocotlán.Fotógrafa: Dolores Coronel Ortiz, 2003.Acervo personal.

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de origen (Krissman, 1994; Anguiano, 1990; Varese, 2000).

A pesar de que el fenómeno se ha generalizado, éste se presenta de for-ma heterogénea: hay diversos grados de transformación como distintos gra-dos de intensidad migratoria. Entre los pueblos zapotecos de los Valles Centra-les hay tendencias diferentes en cuanto a los destinos migratorios y a los tipos de actividades en que se emplean, si-tuación que se relaciona con las histo-rias locales de migración y con las redes sociales.

Por una parte, están los jornaleros agrícolas que trabajan actualmente en el noroeste del país o en Estados Unidos, y cuyas trayectorias migratorias se vincu-lan con los campos agrícolas de las zo-nas productivas del mismo estado y de Veracruz y Chiapas; entre los munici-pios que sobresalen se cuentan Coate-

cas Altas, Ejutla, Asunción Ocotlán, San Pedro Mártir, Santiago Apóstol Ocotlán, San Antonino el Alto, San Miguel Mixte-pec y Zimatlán.

Las familias más pobres de estos pue-blos migran temporalmente a los cam-pos agrícolas de Baja California, Sinaloa y Sonora, ya sea mediante contratistas, o bien, por su cuenta. Por lo general tie-nen un bajo promedio de escolaridad, que muy excepcionalmente alcanza el tercer grado de educación primaria.

En Estados Unidos, las áreas geográ-ficas receptoras son muy diversas: Cali-fornia, Oregon, Washington, Arizona, Texas, Florida, Georgia, Carolina del Norte y del Sur, Chicago, Nueva York, Illinois, Iowa, entre otras.

Por otra parte, varios pueblos de Tlacolula y del distrito Centro tienden a trabajar en el sector de servicios de los centros urbanos, especialmente en Cali-fornia y Nueva York; entre esos pueblos están San Lucas Quiaviní, San Bartolo-mé Quialana, Magdalena Teitipac, San-ta Ana del Valle, Teotitlán del Valle y San Agustín Yatareni.

Diversos estudiosos, entre los que se cuentan Hulshof, 1990; Stephen, 1990; Kearney, 2000; Sánchez, 2000, y Rees, 2000, han mostrado que los emigran-tes oaxaqueños, entre ellos los zapote-cos, mantienen y recrean esa identidad

Entre los pueblos zapotecos de los Valles Centrales

hay tendencias diferentes en cuanto a los destinos migratorios y a los tipos

de actividades en que se emplean.

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a través de los diferentes vínculos con la comunidad de origen. Las relaciones comunitarias de los emigrantes se esta-blecen principalmente con su partici-pación política y religiosa. Estos apoyos tienen sus raíces en las tradiciones cul-turales y continúan siendo un recurso permanente para la creación y el funcio-namiento de redes de apoyo que abren el camino para el nuevo migrante (Hul-shof; 1990). Así, hoy en día, muchas fa-milias se mantienen en contacto con sus parientes en Estados Unidos.

Los dólares que envían los migran-tes, producto de su trabajo, son las di-visas que hacen posible cumplir con las mayordomías, los cargos y la guelaguet-za, pagar los gastos de las bodas y los bautizos y seguir cultivando la tierra.

LA ORGANIZACIÓN SOCIAL,

POLÍTICA Y RELIGIOSA

Muchas de las prácticas políticas y re-ligiosas de los pueblos indígenas tie-nen sus orígenes en la Colonia; luego se adaptaron elementos de la herencia cultural indígena. Cada tradición local realizó durante siglos su propio proce-so de producción de significados que produjo peculiares logros culturales (Ba-rabas; 1999). En este contexto, el siste-ma de cargos, el tequio y la guelaguetza son instituciones tradicionales y meca-nismos que organizan la vida interna de las diversas comunidades oaxaque-ñas. Aunque estas prácticas se expresan de una manera muy variada entre una comunidad y otra, el sistema de cargos y el tequio interactúan con el ayunta-

El tequio en la reparación del camino. Sierra de Zimatlán.Fotógrafa: Dolores Coronel Ortiz, 1999.Acervo personal.

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miento y con la Iglesia católica, princi-palmente.

Las comunidades se organizan en función de las categorías político-admi-nistrativas que ocupan. Así, el munici-pio se compone de una cabecera y una serie de localidades o unidades admi-nistrativas menores llamadas agencias y rancherías (aunque varios de los muni-cipios de los valles conforman sólo una unidad administrativa), cuyo gobier-no local lo constituye el ayuntamiento. Los principales funcionarios son el pre-sidente municipal, el síndico, el tesore-ro, el alcalde y de tres a cuatro regido-res. Además, sirven al ayuntamiento el secretario, los suplentes, oficiales de po-licía y auxiliares. Este órgano entre sus funciones tiene la de realizar las tareas administrativas, cuidar el orden, impar-tir justicia, mejorar los servicios y orga-nizar las fiestas.

También están las autoridades agra-rias que representa el grupo del comisa-riado de bienes comunales o el del co-misariado ejidal. Existen, además, otros grupos de comités que fueron surgien-do como resultado de la introducción de los servicios locales y de programas asistenciales de los gobiernos estatal y federal.

La organización municipal —al igual que la de las agencias y autoridades

agrarias— se encuentra principalmente sustentada en una serie de cargos jerar-quizados, a los que cada hombre de la comunidad está obligado a prestar ser-vicio pasando de un escalón a otro. Al llegar al estatus de principal, ya no in-terviene como dirigente, pero ocupa una posición de honor y con frecuen-cia aparece presidiendo las ceremonias (Diskin; 1976, p. 269).

Por otra parte, se halla la organiza-ción religiosa que tiene sus orígenes en la época de la Colonia. Según Whitecotton (2004, p. 276):

Reunión de mujeres; obsérvese el tipo de vestimenta que distingue a estas mujeres de otros pueblos. El rebozo es una prenda común. Magdalena Teitipac.Fotógrafa: Dolores Coronel Ortiz, 2003.Acervo personal.

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En el pasado, el desempeño de cargos

específicos de mayordomo era un re-

quisito previo a la ocupación de car-

gos municipales específicos. En la ac-

tualidad, la situación es muy variable;

en algunas comunidades el sistema de

mayordomía funciona en un nivel com-

pletamente diferente del sistema de

cargos; en otras, ha desaparecido por

completo; en otras, los dos sistemas si-

guen vinculados.

De una u otra forma, las comunida-des de los valles cuentan con responsa-bles de cargos religiosos, pues todos los

municipios tienen sus respectivas iglesias católicas y celebran a su santo patrono. Los mayordomos se hacen cargo de to-dos los gastos de las fiestas: los alimen-tos, las bebidas, la música, la misa, las velas, las flores, los cohetes. Por lo regu-lar, el financiamiento corre a cargo de los migrantes del grupo doméstico. En las comunidades donde no hay mayordomos o comisiones especiales, el ayuntamiento es quien se encarga de organizar el feste-jo del santo patrono con las cuotas de di-nero que aporta cada familia.

Cada pueblo tiene una serie de fes-tejos, pero es la del santo patrono la

Preparación de la ermita para festejar a San Pascual Bailón en San Antonino el Alto.Fotógrafa: Dolores Coronel Ortiz, 2004.Acervo personal.

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de mayor importancia. Es la ocasión de máximo júbilo religioso en el que la gente celebra el aniversario de su san-to con abundante comida, repiques de campanas, música, baile, juegos depor-tivos, fuegos artificiales, juegos mecáni-cos y jaripeo.

tales como los partidos políticos o los movimientos migratorios.

La práctica tradicional más fortalecida en las comunidades zapotecas es la gue-laguetza; ésta es una institución tradicio-nal fundamentada en el principio de re-ciprocidad: un acuerdo de ayuda mutua que se usa en el intercambio general de trabajo y en las actividades rituales. En la actualidad, adquiere mayor relevancia en las actividades rituales que en el trabajo agrícola, particularmente en las fiestas de mayordomía, ceremonias de matrimonio y celebraciones de cumpleaños. Para ta-les ocasiones, el patrocinador puede so-licitar “donaciones” de guelaguetza que

Fiesta del cerro, ceremonia que se ha rescatado en algunas localidades. San Pedro Mártir.Fotógrafa: Dolores Coronel Ortiz, 1995.Acervo personal.

Parte del servicio obligatorio es el tequio; éste consiste en la contribución del trabajo que hace cada jefe o jefa de la casa para efectuar las obras de bene-ficio comunal, como la construcción de un centro de salud, una escuela, cami-nos, pozos. Sin embargo, esta práctica, al igual que el sistema de cargos, es más relevante en algunas comunidades que en otras; aun en ciertas comunidades eminentemente zapotecas hay un debi-litamiento de dichas prácticas derivado de la intervención de agentes externos

Trabajo comunitario, limpia del solar para iniciar la construcción del centro de salud.San Pedro Mártir.Fotógrafa: Dolores Coronel Ortiz, 1990.Acervo personal.

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lo ayuden a cumplir con sus obligacio-nes de una forma socialmente aceptable. Estas donaciones, como cualquier prés-tamo, son registradas y evaluadas por la familia anfitriona, así como por cada uno de los contribuyentes, de modo que si en algún momento son requeridas, deberán retribuirse con una donación de igual va-lor (Whitecotton; 2004, p. 268).

El uso de la guelaguetza en los ritua-les tiene mayor resplandor en las comu-nidades con mayores recursos, deriva-dos de las remesas de los migrantes o de las actividades comerciales exitosas (agricultura comercial o artesanía). Las bodas son las celebraciones donde se hace más palpable la distribución de la riqueza entre las familias.

Desfile de la dote para los novios. Asunción Ocotlán.Fotógrafa: Dolores Coronel Ortiz, 2003.Acervo personal.

El uso de la guelaguetza en los rituales tiene mayor resplandor en las comunidades con mayores recursos, derivados de las remesas de los migrantes o de las actividades

comerciales exitosas (agricultura comercial o artesanía).

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ZAPOTECOS DE LOS VALLES CENTRALES DE OAXACA

CARACTERÍSTICAS DE LA POBLACIÓN EN HOGARES ZAPOTECOS DE VALLES CENTRALES, MÉXICO, 20011

Notas1 Se refiere a la población en hogares en donde el jefe, el cónyuge o algún ascendiente declaró ser hablante de lengua

zapoteca de municipios de Valles Centrales de Oaxaca.2 Incluye hablantes de zapoteco y de otras lenguas indígenas de 5 años y más.3 La diferencia entre la población ocupada y la población sin ingresos está distribuida en otros rangos de ingresos.

Fuente: Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas / Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, “Sistema de Indicadores sobre la Población Indígena de México”, 2002, con base en XII Censo General de Población y Vivienda, Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, 2000.

Total % Hombres Mujeres

Población en hogares 182 032 85 496 96 536

Población de 0 a 4 años 17 765 9.8 8 887 8 878

Población de 5 a 14 años 43 688 24.0 21 900 21 788

Población de 15 a 24 años 36 826 20.2 16 575 20 251

Población de 25 a 44 años 43 671 24.0 19 355 24 316

Población de 45 a 64 años 26 092 14.3 12 054 14 038

Población de 65 y más años 13 376 7.3 6 427 6 949

Población de edad no especificada 614 0.3 298 316

Población de 5 años y más hablante de lengua indígena2

112 568 61.8 52 447 60 121

Población de 15 años y más 119 965 54 411 65 554

Sin instrucción escolarizada 23 951 20.0 7 608 16 343

Con algún grado de primaria 60 382 50.3 28 218 32 164

Con posprimaria 33 956 28.3 17 851 16 105

No especificado 1 676 1.4 734 942

Población ocupada 61 089 41 738 19 351

Ocupados en el sector primario 20 041 32.8 18 365 1 676

Ocupados en el sector secundario 17 427 28.5 11 833 5 594

Ocupados en el sector terciario 22 373 36.6 10 791 11 582

Ocupados en sector no especificado 1 248 2 749 499

Ocupados sin ingresos3 18 342 30.0 14 466 3 876

Viviendas habitadas 37 977

Con agua entubada 28 224 74.3

Con drenaje 14 069 37.0

Con electricidad 34 876 91.8

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Zapotecos de los Valles Centrales de Oaxaca, de Dolores Coronel Ortiz, se terminó de imprimir en diciembre de 2006 en los talleres de Impresora y Encuadernadora Progreso, S.A. de C.V., San Lorenzo 244, Col. Paraje San Juan, Deleg. Iztapalapa, C.P. 09830, México, D.F. El tiraje fue de 6 000 ejemplares.

Las tareas de digitalización y retoque de imágenes, composición tipográfica, diagramación y cuidado de edición estuvieron a cargo de la Coordinación Editorial de la CDI.

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Mujeres desfilando durante la celebración de una calenda.Juchitán de Zaragoza, Oaxaca.Fotógrafa: Carla Torres, 1982. Fototeca Nacho López, cdi.

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Nota sobre la autora

Eliana Acosta Márquez es historiadora por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México y candidata a maestra en antropología social por la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Ha realizado estudios sobre migración e historia colonial y contemporánea entre los zapotecos del Istmo de Tehuantepec.

Fotografía 1a. de forros y portadilla: Mujer con indumentaria tradicional en un ámbito festivo. Istmo de Tehuantepec, Oaxaca.Fotógrafo: Nacho López, ca. 1980. Fototeca Nacho López, cdi.

Fotografía página 5: Detalle de la fotografía en pág. 21.

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Eliana Acosta Márquez

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D.R. © 2007 Eliana Acosta Márquez

Primera edición, 2007

D.R. © 2007 Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas Av. México Coyoacán 343, Col. Xoco, Delegación Benito Juárez, C.P. 03330, México, D.F.

ISBN 978-970-753-093-5 / Zapotecos del Istmo de Tehuantepec

ISBN 978-970-753-006-5 / Pueblos Indígenas del México Contemporáneo

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Queda prohibida la reproducción parcial o total del contenido de la presente obra, sin contar previamente con la autorización del titular, en términos de la Ley Federal del Derecho de Autor y, en su caso, de los tratados in-ternacionales aplicables. La persona que infrinja esta disposición se hará acreedora a las sanciones legales cor-respondientes.

Impreso y hecho en México

CDI

972.004

C65

ZAPOTECOS

ISTMO

Acosta Márquez, ElianaZapotecos del Istmo de Tehuantepec / Eliana Acosta Márquez. -- México : CDI, 2007.55 p. : fots., tablas. – (Pueblos Indígenas del México Contemporáneo)Incluye bibliografíaISBN 978-970-753-093-5

1. INDIOS DE OAXACA – ZAPOTECOS 2. INDIOS DEL ISTMO DE TEHUANTEPEC, OAXACA –ZAPOTECOS 3. ZAPOTECOS (DEL ISTMO DE TEHUANTEPEC) - HISTORIA 4. ZAPOTECOS (DELISTMO DE TEHUANTEPEC) – UBICACIÓN GEOGRÁFICA 5. ZAPOTECOS (DEL ISTMO DETEHUANTEPEC) – DESARROLLO SOCIOECONÓMICO 6. IDENTIDAD ÉTNICA – ZAPOTECOS (DELISTMO DE TEHUANTEPEC) 7. COMERCIO INDÍGENA – ISTMO DE TEHUANTEPEC 8. ZAPOTECOS(DEL ISTMO DE TEHUANTEPEC) – VIDA SOCIAL Y COSTUMBRES 9. ZAPOTECOS (DEL ISTMO DETEHUANTEPEC) – ORGANIZACIÓN SOCIAL 10. ZAPOTECOS (DEL ISTMO DE TEHUANTEPEC) -RITOS Y CEREMONIAS 11. ZAPOTECOS (DEL ISTMO DE TEHUANTEPEC) – POLÍTICA Y GOBIERNOI. t. II. Ser.

Catalogación en la fuente: GYVA

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Zapotecos del Istmo de Tehuantepec

Los bInnIZá: eL “puebLo que provIene de Las nubes”

la leyeNda más aNtigua de la tradicióN zapoteca del istmo de tehuaNtepec cueNta la historia de los aNtepasados, los binni-gulaza. Los “padres de la raza”, como también se les conoce, fue-ron elegidos por los dioses y eran unos hombres gigantes: nacieron de las nubes o descendieron de las raíces de los árboles, y además de ser guerreros y sabios, tenían la capacidad de convertirse en animales. Se dice que los binnigulaza no fueron derrotados por los españoles, pues, al son de la música y al ritmo de la danza, se dispersaron y se lleva-ron con ellos la tradición. El escritor zapoteco Andrés Henestrosa des-cribe que los binnizá, como se autodenominan los actuales zapotecos, “…cayeron a la tierra en forma de pájaros, de una nube: sabían cantos melodiosos y en las plumas trajeron pintados todos los colores del tró-pico” (2003, p. 30).

Los binnizá, la “gente que provino de las nubes”, actualmente con-forman el pueblo indígena mayoritario del Istmo de Tehuantepec, y, como macroetnia, constituye el primer grupo del estado de Oaxaca y

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el tercero del país, después de los na-huas y los mayas.1

En el año 2000 se registraron 545 581 zapotecos en nuestro país, de los cuales cerca de 75 por ciento se concentraban

en el estado de Oaxaca; de igual forma un número significativo de población se localiza en Veracruz, Chiapas, Estado de México y Distrito Federal (Serrano, 2002; pp. 74, 100).

Los istmeños son un subgrupo de los cuatro que constituyen una de las princi-pales macroetnias de México, junto con los zapotecos originarios de los Valles Centrales, la Sierra Norte y la Sierra Sur. En el Istmo, donde la población total se calcula en 546 288 y más de 50 por ciento se cataloga como población ori-ginaria, 7 de cada 10 hablantes de una lengua indígena se desenvuelven en za-poteco. Así, en el Istmo de Tehuantepec cerca de 114 633 son representantes de la “gente de la palabra verdadera”, co-mo también se designa a los zapotecos2 (Millán; 2006b).

Si bien desde la etnografía y la his-toria es posible concebir a los zapote-cos como un grupo etnolingüístico, los binnizá integran una entidad diferen-ciada, configurada por la región del Ist-mo; además tienen una historia, una tra-

1 Para fines de este trabajo, se retoman plantea-mientos de Alicia M. Barabas y Miguel A. Barto-lomé, quienes definieron como macroetnia a los grupos con cientos de miles de hablantes de un idioma, compuestos por subgrupos y comunidades. Véase Barabas, Alicia M., y Miguel A. Bartolomé (1999).

Mujer y niña conversando en didxazá.Istmo de Tehuantepec, Oaxaca. Fotógrafo: Nacho López, ca. 1980.Fototeca Nacho López, cdi.

2 El término zapoteco proviene de la palabra ná-huatl zapotecatl, que se traduce como “pueblo del zapote”. Este término, usado por los mexicas para referirse a la “gente de la palabra verdadera”, fue retomado por los españoles, se castellanizó en zapoteco o zapoteca, y se generalizó como denominación propia de este grupo.

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dición y un estilo cultural propios. Se distinguen de los zapotecos de otras re-giones y cuentan con una variante lin-güística: el didxazá, término que alude a su origen mítico y que se traduce co-mo “palabra de las nubes”.3

Aunque hay fuentes que registran la presencia de los zapotecos en el istmo oaxaqueño desde los años 700 y 800 d.C, no fue sino hasta el Posclásico (ca. 1400) cuando su presencia predominó, al grado de que desde entonces hasta la fecha han integrado el grupo hegemóni-co en una región multiétnica que se ha distinguido por su ubicación estratégica.

Justamente, el Istmo de Tehuante-pec destaca por estar en la parte más es-trecha del territorio del país y por con-tar con múltiples recursos naturales, lo

cual, en distintas épocas, ha motivado a cristalizar proyectos para construir vías de comunicación y planes de explota-ción del entorno que comprende esta zona.4 Por sus caminos terrestres y flu-viales, desde la época prehispánica fue lugar de tránsito. Durante la Colonia también se distinguió por ser un puente comercial, con rutas que iban a Vera-cruz, Chiapas, Campeche, Guatemala o La Habana. Desde entonces se formula-ron planes para conectar el Océano Atlán-tico con el Pacífico, pero no fue sino hasta finales del siglo xix cuando éstos se vieron concretados con la construc-ción del ferrocarril que conectó Coatza-coalcos con Salina Cruz, y más tarde, ya a mediados del siglo xx, con la carretera Panamericana y la Transístmica.

3 El didxazá es una de las tres variantes lingüísticas que se han clasificado del zapoteco en el Istmo, la cual se concentra en la zona de los Llanos; las otras dos se hallan en el área montañosa de la región: la de Petapas-Guevea y la de Lachiguiri. El didxazá es la variante predominante y es escaso el grado de inteligibilidad entre ésta y las otras.

4 El Istmo de Tehuantepec abarca una franja de 100 kilómetros, aproximadamente. Limita al norte con el Golfo de México, al sur con el Océano Pacífico, al este con Chiapas y al oeste con la Sierra de Oaxaca y la Sierra Madre del Sur. Como región geográfica abarca los estados de Oaxaca, Veracruz, Tabasco y Chiapas.

El Istmo de Tehuantepec destaca por contar con múltiples recursos naturales, lo cual ha motivado proyectos para construir

vías de comunicación y planes de explotación del entorno.

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Junto con la construcción de vías de comunicación, múltiples proyectos, en-tre los que sobresalen la modernización agrícola, la industria petrolera y algu-nas tentativas de desarrollo —como el Megaproyecto del Istmo y el Plan Pue-bla Panamá— han configurado al istmo oaxaqueño y han marcado la historia de los zapotecos y de los otros pueblos ori-ginarios de la región (mixes, huaves, zo-ques y chontales).

La región está conformada por el dis-trito de Juchitán y el de Tehuantepec, el

primero con 22 municipios y el segundo con 19. Ambos presentan tres zonas geo-gráficas y económicas diferenciadas: la de la planicie, donde se concentra la po-blación zapoteca, orientada al comercio y a la producción agrícola y ganadera; área beneficiada por la infraestructura y las vías de comunicación. Después está la zona montañosa, donde coexisten za-potecos, chontales, mixes y zoques; se distingue por la producción de café y maderas, así como por la falta de cami-nos y servicios. Por último, está la zona

Palacio municipal de Juchitán. Juchitán de Zaragoza, Oaxaca. Fotógrafa: Carla Torres, 1992.Fototeca Nacho López, cdi.

Palacio municipal de Juchitán. Juchitán de Zaragosa, Oaxaca. Fotógrafo: Carlos Torres, 1992.Fototeca Nacho López.

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de las lagunas interiores (lugar habitado por los huaves, pueblo dedicado pre-dominantemente a la pesca), y que pre-senta los mayores niveles de margina-ción del Istmo (Miano; 2002, p. 30). Los zapotecos se encuentran prácticamen-te en la mayoría de los municipios (en 36 de 41), y en 29 constituyen el ma-yor número de población indígena. Más de 70 por ciento se concentra en siete municipios: Juchitán, San Blas Atempa,

Puente de Juchitán, ejemplo del desarrollo urbano de la ciudad. Juchitán de Zaragoza, Oaxaca.Fotógrafa: Carla Torres, 1992.Fototeca Nacho López, cdi.

Junto con la construcción de vías de comunicación, múltiples

proyectos han configurado al istmo oaxaqueño y han marcado la historia de los zapotecos

así como de los demás pueblos originarios de la región.

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Unión Hidalgo, Asunción Ixtaltepec, Ciudad Ixtepec, Santa María Xadaní y Santo Domingo Tehuantepec. Sólo en Juchitán se ubica más de 40 por ciento de la población, y, junto con Tehuante-pec y Ciudad Ixtepec, históricamente ha dado forma a los centros económicos de los binnizá.

En el marco de la diversidad de los pueblos indígenas del país, los asenta-mientos zapotecos se distinguen por-

que, en su mayoría, no están compues-tos por áreas rurales; de hecho, 60 por ciento de la población se localiza en zo-nas urbanas y ha conformado ciudades indígenas con un notable poder político y económico. Tehuantepec destaca por haber sido, durante la época colonial, el centro poblacional más importante de la región, y Juchitán, por contar, hoy en día, con el principal polo comercial del istmo oaxaqueño.

Mujeres, niñas y niños en una festividad. Istmo de Tehuantepec, Oaxaca. Fotógrafo: Nacho López, ca. 1980.Fototeca Nacho López, cdi.

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En definitiva, los zapotecos del Istmo de Tehuantepec se han distinguido por su hegemonía, su superioridad demográ-fica y por contar con mejores condicio-nes socioeconómicas si se las compara con las de otros pueblos originarios de la región. El Estado ha impulsado su cul-tura y, en realidad, ha sido instituido co-mo modelo representativo de la región.

ConfIguraCIón hIsTórICa

de Los ZapoTeCos

Los binnizá se han constituido como grupo a partir de la conjunción de una estructura de dominio y un estilo cultu-ral. Su capacidad de negociación, la au-tonomía política y la paradójica dispo-sición al contacto cultural, dado su arraigo en la tradición, han conformado su particularidad histórica en el panora-ma indígena del país. Desde la época prehispánica se erigieron como el grupo predominante del Istmo de Tehuante-

pec; en el periodo novohispano se con-virtieron en el centro de articulación de las políticas del régimen colonial, y, du-rante los siglos xix y xx, fueron protago-nistas de las vicisitudes de la moderni-zación y de la construcción de México como un Estado-Nación.

La configuración histórica de los za-potecos se dio en un principio por su arribo al istmo oaxaqueño. Hacia el año 1400 d.C., como parte de la expansión del Señorío de Zaachila, provenientes de los Valles Centrales, los zapotecos se asentaron en la zona más rica y estraté-gica del Istmo, desplazando a los mixes hacia el norte y replegando a los huaves a los litorales, al sur de la región.

El hijo del señor de Zaachila, Cosijo-pi, quien fundara el Señorío de Tehuan-tepec, coronó una alianza entre zapo-tecos y mexicas al casarse con la hija del tlatoani Ahuizotl. Con este pacto y tras el sometimiento de diferentes pue-

Desde la época colonial, los binnizá se erigieron como el grupo predominante del Istmo de Tehuantepec;

en el periodo novohispano se convirtieron en el centro de articulación de las políticas del régimen colonial,

y durante los siglos xix y xx protagonizaron las vicisitudes del México independiente.

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blos de la zona, logró controlar las rutas comerciales que iban al Golfo y a Cen-troamérica, y asegurar así la hegemonía zapoteca en el Istmo de Tehuantepec. En poco tiempo, los zapotecos conso-lidaron un poder central e integraron asentamientos zoques, mixes, chontales y huaves, y con ello se apropiaron de

los principales recursos de la zona mon-tañosa, de la planicie y del área costera.

Con la irrupción española, aunque se redujo el control de los zapotecos en el Istmo, desarrollaron estrategias pa-ra compartir el poder con los conquis-tadores y afianzar su predominio en la región. En un principio, gran parte de

Vías ferroviarias que por décadas conectaron al puerto de Coatzacoalcos, Veracruz, con Salina Cruz, Oaxaca.Istmo de Tehuantepec, Oaxaca.Fotógrafa:Carla Torres, 1992.Fototeca Nacho López, cdi.

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la población quedó circunscrita al Mar-quesado del Valle, pero pronto estuvie-ron bajo la jurisdicción de la Corona. Al igual que en la época prehispánica, durante la Colonia, Tehuantepec fue el centro político de la región; en ese lugar residían las autoridades, se concentra-ban los tributos recaudados y desde ahí los dominicos evangelizaban a los pue-blos indígenas.

El Istmo continuó siendo un lugar estratégico gracias a sus rutas comer-

Ejemplo de una zona agrícola del Istmo de Tehuantepec, Oaxaca. Fotógrafa: Carla Torres, 1992.Fototeca Nacho López, cdi.

Con la irrupción española, los zapotecos desarrollaron

estrategias para afianzar un predominio en la región.

En un principio quedaron en su mayoría circunscritos

al marquesado del Valle, y luego directamente

a la Corona.

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ciales, recursos naturales y actividades productivas. De gran importancia pa-ra los zapotecos fue mantener una lógi-ca económica y comercial a la par de la española. En efecto, los españoles for-talecieron un poder económico con el establecimiento de haciendas, y, sobre todo, a partir de la producción ganadera y del control de la sal y la grana cochi-nilla. Sin embargo, los zapotecos no só-lo participaron en la venta de estos pro-ductos, los más codiciados y cotizados de la región, sino que también mantu-vieron un circuito comercial al margen de los españoles que involucraba a los huaves, chontales, mixes y zoques (Co-ronado; 2004, pp. 72-73)

Precisamente, la primera rebelión zapoteca, en 1660, estalló como res-puesta a los abusos de las autoridades en la recaudación de tributos y la explo-tación laboral. Como trasfondo estuvo el intento de los españoles de obstaculi-zar el comercio paralelo que habían lo-grado articular los binnizá. La rebelión

se expandió a toda la región y a lo lar-go de un año la población zapoteca se autogobernó. Medio siglo después, en 1715, desconocieron una vez más a las autoridades; los españoles, en lugar de reprimir, prefirieron negociar y conce-der más derechos a la población zapo-teca (ibid., p. 75).

Aunque el régimen colonial legó una región donde los zapotecos fueron favo-recidos, durante el siglo xix vivieron las contradicciones de la modernización y participaron en las luchas intestinas de la joven nación.

Durante este periodo destaca la cons-trucción del ferrocarril, pues repercutió, entre otras cosas, en la conformación de un nuevo escenario económico y social. La conexión, a través de las vías ferro-viarias, del puerto de Coatzacoalcos y el de Salina Cruz intensificó y expandió el comercio zapoteco y motivó la intro-ducción de nuevas modalidades eco-nómicas, como fueron las plantaciones agrocomerciales. Desde entonces, el Ist-

La primera rebelión zapoteca, en 1660, estalló como consecuencia de los abusos de las autoridades en la

recaudación tributaria y la explotación laboral. En 1715 hubo otra insurrección, pero esta vez los españoles prefirieron

negociar y conceder más derechos.

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mo de Tehuantepec ha permanecido es-trechamente integrado al capital nacio-nal y extranjero.

Este nuevo escenario económico dio pie a un notable incremento demográ-fico; en tres décadas se duplicó prácti-camente la población —de cerca de 50 mil a más de 100 mil—, y a la par se di-

versificaron los oficios y las actividades productivas. Las poblaciones zapotecas no dejaron de ser predominantemente agrícolas; sin embargo, en lugares co-mo Juchitán, Ixtepec y Tehuantepec, además de los de campesinos y comer-ciantes, había muchos más oficios: car-pinteros, alfareros, albañiles, médicos,

Cultivo de melón, el cual constituye uno de los productos agrocomerciales de la región. Tehuantepec, Oaxaca.Fotógrafa: Carla Torres, 1992.Fototeca Nacho López, cdi.

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sastres, soldados, empleados públicos, profesores, abogados, plateros, herre-ros, zapateros y barberos (Reina, 1995, p. 39; Coronado, 2003, p. 82).

La modernización del Istmo de Te-huantepec durante el siglo xix inten-sificó las diferencias socioeconómicas entre los binnizá y las diferentes pobla-ciones. Hubo sectores sociales —como la élite comercial zapoteca y los centros económicos, como Juchitán— que se fa-vorecieron por la nueva lógica moneta-ria; otros, en cambio, quedaron al mar-gen y fueron perjudicados en sus formas tradicionales de subsistencia.

Desde los inicios de la nueva Repú-blica, el contexto político nacional tam-bién trastocó a los zapotecos. Muestra de ello es la rebelión dirigida por Che Gorio Gómez en la década de 1830, motivada por la usurpación de terri-torio a favor de extranjeros y de gente proveniente de otras partes de la región

y del país, y sobre todo, por el despojo de las salinas al volverse monopolio de un particular. Las mismas demandas de esta rebelión (tierras, salinas y autono-mía) se observan en la década de 1880 con la movilización de Mexu Chele en contra de Porfirio Díaz. Igualmente, los binnizá se involucraron en la lucha en-tre conservadores y liberales, lucha que se tiñó de disputas internas cuando Te-huantepec tomó partido por los prime-ros y Juchitán por los segundos (Bara-bas; 1999, pp. 97-98).

En contraste, la historia de los zapo-tecos en el siglo xx está marcada por los proyectos de modernización agrícola y el desarrollo de la industria petrolera. Los binnizá tuvieron que adaptarse a las políticas del Estado posrevolucionario, que diseñó para el Istmo de Tehuante-pec un polo de desarrollo industrial en el territorio del sur de Veracruz y un po-lo agrocomercial en el lado oaxaqueño.

Las tres primeras décadas fueron es-pecialmente críticas, en principio por los rezagos de las políticas porfiristas, que favorecieron la privatización y el acaparamiento de tierras. Existen dos factores más: por un lado, los resabios de la Revolución, expresada en el Istmo sobre todo en la rebelión Chegomista, en la que brotaron reclamos agrarios y conflictos de linderos entre los pueblos.

Los binnizá tuvieron que adaptarse a las políticas del Estado

posrevolucionario, que diseñó para el lado oaxaqueño del Istmo

un polo de desarrollo agrocomercial.

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Tehuanas en procesión religiosa. Istmo de Tehuantepec, Oaxaca. Fotógrafo: Nacho López, 1979.Acervo personal.

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5 Arturo Warman, en el texto Los campesinos, hijos predilectos del régimen, da cuenta del conjunto de fracasos de la presa y del distrito de riego. Este pro-yecto de modernización, que fuera una de las prin-cipales promesas de desarrollo en la región y una de las más esperadas demandas entre los campesinos, dio lugar a una de las mayores crisis del Istmo.

Y por el otro lado está el declive eco-nómico por la apertura del Canal de Pa-namá, que afectó considerablemente el carácter comercial del puerto de Salina Cruz y del ferrocarril transístmico.

Una de las consecuencias más no-tables de lo anterior es la migración de grandes contingentes de población a la zona petrolera del sur de Veracruz, y, vinculado a ello, el decrecimiento de la población en los municipios zapotecos en 24 por ciento (Reina; 1994, pp. 128-129). La industria petrolera se convirtió en la fuente de empleo más importante de la región, y los zapotecos, en una de las principales fuerzas de trabajo. Los binnizá llegaron a representar 70 por ciento de la población indígena que la-boraba en Petróleos Mexicanos (pemex), y en el sur de Veracruz se concentró 25 por ciento del total de zapotecos del Ist-mo (Acosta; 2005, p. 2).

En el istmo oaxaqueño, en cambio, la política del Estado posrevoluciona-

rio no impactó considerablemente hasta que, en la década de los sesenta, diseñó un programa de modernización agríco-la a partir de la construcción de la Presa Benito Juárez y del Distrito de Riego Nú-mero 19. El Estado pretendió dotar a los campesinos de un sistema que posibili-tara el aumento y la comercialización de los cultivos y superar así la agricultu-ra tradicional y de temporal. El resultado fue que un gran número de campesinos se quedaron sin tierra y no gozaron de los beneficios del distrito de riego, que se concentró en muy contadas propieda-des. Además, se desplazaron los produc-tos agrícolas tradicionales (maíz, frijol) en beneficio de los nuevos (arroz, caña de azúcar), los cuales no prosperaron.5

La construcción de la refinería de Salina Cruz en la década de los setenta tampoco contribuyó a superar la crisis que dejaron los proyectos de moderni-zación agrícola. En el transcurso de es-tos años, la concentración de las tierras fértiles en pequeños propietarios, auna-da a la escasez de empleo y la falta de

En los años sesenta, la concentración de las tierras fértiles en pocas manos,

la escasez de empleo y la falta de actividades productivas fomentaron

la migración y el empleo informal.

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desarrollo de actividades productivas, agudizó la tendencia de los zapotecos a migrar y a emplearse en ocupaciones informales. En medio de este contex-to, una de las respuestas más contun-dentes fue la formación, en 1974, de la Coalición Obrero Campesino Estudiantil del Istmo (cocei), que no sólo reivindicó el derecho sobre la tierra, sino también la autonomía política y la identidad zapotecas.

Comercio en uno de los centros urbanos. Istmo de Tehuantepec, Oaxaca.Fotógrafa: Carla Torres, 1992.Fototeca Nacho López, cdi.

En la actualidad, desde distintas po-siciones políticas y frentes ideológicos, los binnizá reclaman un desarrollo re-gional que supere la crisis agrícola y la falta de empleo, y logre potenciar tan-to la ubicación estratégica de la región como sus recursos humanos y natura-les. Para el Estado, la solución está en el Megaproyecto del Istmo y en el Plan Puebla Panamá, a los cuales, a pesar de haber sido apoyados por muchos

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zapotecos, otros se han opuesto y están construyendo otras alternativas.6

eL enTramado de una regIón:

predomInIo ZapoTeCo

en eL IsTmo de TehuanTepeC

La configuración y el entramado del Ist-mo de Tehuantepec como región se ha dado en gran medida a partir de la cen-tralidad y el predominio de los zapote-cos, y hoy en día no ha dejado de ser notable la hegemonía de los binnizá, so-bre todo en relación con los otros pue-blos originarios.

Cada municipio y cada comunidad tienen sus propias dinámicas, a pesar de que se encuentran y articulan en las ciu-dades zapotecas. Salina Cruz y Matías

Mujeres portando la indumentaria tradicional, una de las expresiones del estilo cultural zapoteco. Juchitán de Zaragoza, Oaxaca.Fotógrafa: Carla Torres, 1992.Fototeca Nacho López, cdi.

6 El Programa de Desarrollo Integral del Istmo de Tehuantepec, mejor conocido como Megaproyecto del Istmo, se diseñó durante el gobierno de Er-nesto Zedillo (1996-2000). Entre los aspectos que contempla este proyecto se encuentran la moder-nización de la infraestructura de comunicaciones portuaria, urbana y de complejos petroquímicos, así como la introducción de plantaciones agroco-merciales y maquiladoras, la creación de granjas camaronícolas y la ampliación de zonas turísticas. En tanto, el Plan Puebla Panamá se creó a inicios del sexenio de Vicente Fox (2000), con la finalidad de integrar a nueve estados del sureste de México y a los siete países de Centroamérica con la lógica de la economía globalizada y capitalista.

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Zapotecos bailando. Istmo de Tehuantepec, Oaxaca. Fotógrafo: Nacho López, ca. 1980.Fototeca Nacho López, cdi.

Romero comprenden importantes polos económicos; no obstante, Tehuantepec, Ixtepec y, en mayor medida, Juchitán, constituyen los centros comerciales de la región. Indígenas y mestizos concurren a estas ciudades para comprar y vender, y tener acceso a ciertos bienes y servicios. A Juchitán acuden desde las mujeres huaves para ofrecer camarón hasta los

ganaderos del istmo oaxaqueño y vera-cruzano para vender sus productos.

Por esa razón se afirma que tal centra-lidad comercial ha conformado una “es-tructura dual” constituida por dos eco-nomías con orientaciones distintas: una encaminada a la subsistencia y otra, a la acumulación de capital. La segunda se concentra en las ciudades y es controla-

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da en gran parte por los binnizá, quie-nes han propiciado que las actividades productivas locales sean una extensión del comercio zapoteca. Hasta hace po-co, las mujeres zapotecas eran las inter-mediarias del comercio de camarón que producían los huaves y por mucho tiem-po proveyeron a mixes y zoques de mer-cancías industrializadas a cambio de sus productos locales (Millán; 2006a).

En definitiva, la hegemonía zapoteca ha estado aparejada a relaciones interét-nicas desiguales, que se han reflejado no sólo en el ámbito económico, sino también en el político y cultural. Los centros zapotecos han concentrado los recursos públicos y, por tanto, los ser-vicios y la infraestructura. Por eso no es de extrañar que localidades mixes, zo-ques, huaves o chontales presenten los mayores grados de marginación, mien-tras que los municipios donde se con-

centran los binnizá cuentan con más ventajas productivas y están mejor co-municados.

De especial relevancia en este proce-so ha sido lo que se ha denominado la “zapotequización” del Istmo de Tehuan-tepec, término que se ha utilizado para explicar la conformación de una cultura regional de estilo zapoteca (Reina, 1995, p. 44; Barabas, 1999, pp. 101-102). Así pues, en contraste con otras regiones in-dígenas, en el siglo xix, durante la lle-gada de población de distintas regio-nes de México y diferentes países —en el contexto de la construcción del ferro-carril transístmico—, los mestizos y los extranjeros no se erigieron como gru-pos dominantes, sino que se adaptaron y mezclaron, y los zapotecos se consoli-daron como la oligarquía regional.

Si en el siglo xix los mestizos y extran-jeros se “zapotequizaron”, una centuria después no sólo tomó forma “una cultu-ra regional de fisonomía zapoteca”, sino que también se volvió modelo para los otros pueblos originarios del Istmo (Ba-rabas; 1999, pp. 101-102). Por ejemplo, las mujeres huaves dejaron de portar su indumentaria tradicional y adoptaron la de las zapotecas, en tanto que los mixes en sus fiestas incorporaron las “velas”, forma festiva que es, por excelencia, de los binnizá.

Las localidades mixes, zoques, huaves y chontales son las más

marginadas, mientras que los municipios de los binnizá

gozan de ventajas productivas y mejores comunicaciones.

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Tehuana. Istmo de Tehuantepec, Oaxaca.Fotógrafo: Nacho López, ca. 1980.Fototeca Nacho López, cdi.

ConTrasTes IdenTITarIos

y soCIoeConómICos

Es indudable la hegemonía de los binni-zá en el Istmo de Tehuantepec; sin em-bargo, no dejan de ser patentes los con-trastes y las contradicciones dentro de la población zapoteca. Entre los sectores sociales y los municipios se marcan las diferencias en las condiciones de vida y en los índices de marginación. Igual-mente son significativas las disputas po-líticas, sobre todo en relación con pro-blemas de linderos y con discrepancias partidarias, y a pesar de que hay un esti-lo cultural regional, las diferencias entre los zapotecos son notables.

Muestra de las contradicciones so-cioeconómicas es la migración de los que van a la zona petrolera del sur de Veracruz. El temprano proceso de mo-dernización y urbanización de los za-potecos generó una acentuada desigual-dad entre los municipios y las clases sociales. En principio, quienes no se in-tegraron al nuevo escenario económi-co buscaron en la industria petrolera las posibilidades que no encontraban en su lugar de origen. Si bien los migrantes aprovecharon la coyuntura del desarro-llo de la creciente industria y construye-ron las condiciones para una migración exitosa, generalmente se aventuraron aquellos que quedaron al margen de los

proyectos de modernización orquesta-dos por el Estado (Acosta; 2005, p. 41).

Otro caso, como se mencionó, son las disputas por los linderos: represen-tan uno de los conflictos más antiguos y de mayor lucha intercomunitaria entre

En el siglo xix, los mestizos y extranjeros no se erigieron en grupos dominantes, sino que se “zapotequizaron”.

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Tehuantepec, uno de los centros político-económicos de la región, Oaxaca.Fotógrafa: Carla Torres, 1992.Fototeca Nacho López, cdi.

los binnizá. Por ejemplo, desde el siglo xviii, los espinaleños y los juchitecos se han enfrentado por la definición de lí-mites y por la dotación de tierras.7

Los espinaleños en distintas épocas e instancias legales han abogado a favor de la solicitud de tierras y la ampliación de su jurisdicción. Fue ya en el siglo xx cuando los espinaleños —población pre-dominantemente campesina hasta la dé-cada de los sesenta— se vieron en la necesidad de arrendar tierras a los ju-chitecos; y finalmente, cuando se lega-lizó su derecho sobre la tierra, se dio un proceso de acaparamiento entre los mismos espinaleños (Coronado; 2004, pp. 247-266).

7 El Espinal es un municipio que colinda al este con Juchitán, pertenecientes ambos al distrito del mismo nombre. Tiene sus orígenes en el siglo xvii, tiempo en que se fundó la Hacienda de Santa Cruz con población española, mestiza, mulata y zapote-ca. En la actualidad es una población con cerca de 7 700 habitantes, que se distingue por mantener una arraigada identidad zapoteca y por contar con altos niveles de vida y de escolaridad.

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Las disputas intercomunitarias se han expresado especialmente en diferencias, e incluso, en oposiciones identitarias. En principio, los zapotecos se han dis-tinguido por el municipio de origen, de manera que es clara la distinción entre los juchitecos, tehuanos, ixtepecanos, ixtaltepecanos, chihuitecos y espinale-ños. Existe la noción de “nosotros” co-mo comunidad zapoteca, la cual se ha fundamentado tanto en una tradición como en una forma de ser compartida en el ámbito regional; sin embargo, es-tán los “otros/nosotros”, que da cuenta de la diferencia y las disputas entre las comunidades zapotecas del Istmo.

Expresión de las oposiciones identi-tarias entre los binnizá la constituye la añeja rivalidad entre juchitecos y tehua-nos, ya sea con el tamiz de liberales y conservadores o de priistas y coceístas. Lo son también las representaciones y los estereotipos en torno a las valora-ciones positivas o negativas de los di-

ferentes tipos de zapotecos. Los juchi-tecos se consideran “robaganados” o “revoltosos”, pero también “valientes” o “unidos”; en tanto, los tehuanos, si bien pueden calificarse de “traidores” o “presumidos”, se tienen por “amables” o “conservadores de la tradición”. Mien-tras que a los espinaleños se les suele dar el nombre de “codos” o “cometri-pas”, no obstante, se les ve como “aho-rradores” o “preparados”.

Las valoraciones referidas dan cuenta de contextos distintos entre los munici-pios zapotecos. Juchitán se ha destacado por estar constituido por gente aguerri-da y no someterse al Estado; por lo que no es casual que en esta ciudad se ha-ya fundado la cocei, uno de los movi-mientos políticos de izquierda más ra-dicales de la región. Tehuantepec se ha distinguido por colaborar con las instan-cias gubernamentales y por ser el prin-cipal bastión del Partido Revolucionario Institucional en el Istmo; también se le

Expresión de las oposiciones identitarias entre los binnizá la constituye la añeja rivalidad entre juchitecos y tehuanos,

ya sea con el tamiz de liberales y conservadores o de priistas y coceístas. Lo son también las representaciones

y los estereotipos en torno a las valoraciones positivas o negativas de los diferentes tipos de zapotecos.

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ha reconocido por contar con las tradi-ciones zapotecas más antiguas y menos transformadas. El Espinal se ha diferen-ciado por gozar de las mejores condi-ciones socioeconómicas de la región y por tener un alto grado de escolaridad y un gran número de profesionistas.

Las diferencias identitarias se suman a las distinciones socioeconómicas en-tre los municipios. Por ejemplo, en Ju-

chitán, las actividades productivas han girado en torno al comercio, y en es-ta ciudad se ha desarrollado una im-portante economía de servicios que ha atraído a un significativo número de po-blación migrante proveniente de otras partes de la región y de diferentes esta-dos. En contraste, en Chihuitán, toda-vía hace dos décadas la agricultura era la base de su sustento, y hoy en día de-

Actividad comercial en la ciudad de Juchitán. Juchitán de Zaragoza, Oaxaca.Fotógrafa: Carla Torres, 1992.Fototeca Nacho López, cdi.

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pende en gran parte de las remesas que proporcionan los migrantes. Ahora que el sistema tradicional de subsistencia no da siquiera para el autoconsumo y no se han generado otras posibilidades econó-micas, la migración pasó de ser un me-dio de autorregulación socioeconómica a una franca expulsión demográfica.

Hasta los años sesenta, los municipios zapotecos fueron predominantemente agrícolas y pesqueros, con una enor-me actividad comercial. Esta dinámica se sustentaba en una estructura ocupa-cional por géneros, en la que el hombre se dedicaba a la producción agrícola o pesquera y la mujer, a la preparación y venta de los productos del campo y del mar que le eran proporcionados por sus compañeros.

Aunque sigue siendo vigente esta for-ma de economía tradicional —como en ciertos sectores de Juchitán o de Santa María Xadaní—, ésta se ha visto trasto-cada por la crisis agrícola, pero, sobre todo, porque los hombres han tenido que emplearse en servicios o en la re-ducida industria de la región, mientras que otros han terminado por migrar. En municipios como El Espinal o San Pedro Comitancillo, además de la migración, una salida a la crisis del campo fue la profesionalización, así que se convirtie-ron en los principales proveedores de

profesores de enseñanza básica y media superior del Istmo.

Por más que los zapotecos se adap-ten a nuevos escenarios económicos, las fuentes de empleo son limitadas en la re-gión, excepto la creciente economía de servicios en las ciudades y la escasa in-dustria, representada básicamente por la refinería de Salina Cruz y la cementera situada en el municipio del Barrio de la Soledad.

Así pues, los binnizá cuentan con mejores condiciones de vida en compa-ración con los pueblos indígenas de la región; sin embargo, las diferencias so-cioeconómicas —vinculadas a los pro-yectos de modernización y crisis agríco-la— son considerables y se expresan en diferentes grados de marginación.

Hay ciertos municipios como El Es-pinal, que está clasificado como de muy baja marginación, ya que más de 90 por ciento de su población cuenta con todos

El municipio de El Espinal se ha diferenciado por gozar de las mejores condiciones

socieconómicas de la región y por tener un alto grado de escolaridad y un gran número de profesionistas.

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Hombre desgranando maíz, cultivo tradicional de los zapotecos. Asunción Ixtaltepec, Oaxaca. Fotógrafa: Carla Torres, 1992.Fototeca Nacho López, cdi.

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los servicios, además de presentar un al-to grado de escolaridad y de ingresos. Sin embargo, en otros, como San Blas Atempa y Santa María Xadaní, más de 40 por ciento de la población es anal-fabeta, en tanto que en Santiago Lao-llaga nadie tiene acceso a los servicios

de salud (Dirección General de Pobla-ción de Oaxaca, 2000, pp. 85-89; Mi-llán, 2006b).

Las diferencias en las condiciones de vida y los contrastes identitarios dan cuenta de que los binnizá, aunque for-men parte de un grupo delimitado histó-

Mujeres desfilando durante la celebración de una calenda.Juchitán de Zaragoza, Oaxaca. Fotógrafa: Carla Torres, 1992.Fototeca Nacho López, cdi.

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Altar zapoteco: una de las manifestaciones del estilo cultural de la región. Juchitán de Zaragoza, Oaxaca. Fotógrafa: Carla Torres, 1992.Fototeca Nacho López, cdi.

rica, regional y culturalmente, no consti-tuyen un pueblo homogéneo, ya que en el interior se marcan dichas diferencias. Hay un centro constituido por las ciuda-des zapotecas —Tehuantepec, Juchitán e Ixtepec— y un conjunto de municipios

y localidades que, como los huaves, zo-ques, mixes o chontales, giran en torno a él. El desarrollo de las ciudades y de ciertos sectores de la población zapote-ca se ha dado, en mayor o menor medi-da, en detrimento de los otros binnizá y pueblos originarios de la región.

deL ToTopo a La sandunga

o Las CLaves deL esTILo

CuLTuraL ZapoTeCo

La etnografía y la historia en torno a los zapotecos han puesto especial atención a lo que conforma el estilo cultural de

No se advierte la particularidad de los zapotecos si no se repara

en el conjunto de prácticas, símbolos y valores que los distinguen de otros

pueblos y de la sociedad nacional.

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los binnizá, debido a sus múltiples im-plicaciones. No se advierte la particula-ridad de los zapotecos si no se repara en el conjunto de prácticas, símbolos y va-lores que han dado forma a una mane-ra de ser que los distingue de los otros pueblos indígenas y de la sociedad na-cional.

Lo que en la literatura se conoce co-mo “estilo étnico” o “estilo cultural” zapoteco es el resultado de la configu-

Expresiones de la fiesta en las calles de Juchitán. Juchitán de Zaragoza, Oaxaca. Fotógrafa: Carla Torres, 1992.Fototeca Nacho López, cdi.

ración histórica y de la fusión de ele-mentos de distintas tradiciones. Si bien se puede constatar el origen prehispáni-co o colonial de ciertos componentes, es en el siglo xix cuando adquiere el ca-rácter que hoy en día encontramos. En efecto, en el contexto de la construcción del ferrocarril transístmico y, en particu-lar, a partir de la prosperidad económi-ca y el contacto con otras culturas, se define la tradición y se fija el estilo que

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Mujeres en procesión con flores. Istmo de Tehuantepec, Oaxaca. Fotógrafo: Nacho López, ca. 1980.Fototeca Nacho López, cdi.

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se expresa en la lengua, la gastronomía, las fiestas, la música y la indumentaria (Peterson, 1990, p. 72; Cabrera, 2001, pp. 125-126).

El didxazá, que se habla en la zona de los Llanos, al igual que el zapoteco de Petapas-Guevea y el de Lachiguiri en el área montañosa del Istmo, expre-san una de las claves fundamentales del estilo cultural zapoteco. La lengua de la “gente de las nubes” condensa un saber y una tradición que se viven en la co-tidianidad y en las festividades, y a pe-sar de ser pocos los monolingües de la región, no sólo es alto el porcentaje de hablantes, sino también es grande el or-gullo étnico al respecto. Además del uso habitual de la lengua, ante la sociedad mestiza y los otros pueblos indígenas, hablar zapoteco es sinónimo de distin-ción y prestigio, sobre todo de quienes hablan el didxazá.8

Otro de los elementos más represen-tativos es la comida zapoteca, que es impensable sin las mujeres (muchas de ellas comerciantes). Las “tecas”, quienes

sin excepción llevan indumentaria re-gional y se desenvuelven en zapoteco, se distinguen por preparar las “delicias istmeñas” siguiendo la tradición. Pro-veen a propios y a extraños de totopos, camarón, queso fresco, tlayudas, igua-na, pescado seco, chocolate, tamales de elote, quesadillas de arroz, entre otros tantos productos que se han vuelto dis-tintivos de la región e incluso del estado de Oaxaca.

Las claves del estilo cultural zapote-co son parte de la vida cotidiana; se res-pira en los mercados y se saborea en la mesa, aunque su espacio privilegiado es el ámbito festivo. En las fiestas “la pala-bra de las nubes” se vuelve canto y poe-sía, se escucha La Llorona y La Petenera, y no falta La Sandunga: el “himno de los zapotecos”. Mientras las mujeres bailan sones, los hombres, alrededor, hacen

8 El nombre zapoteco designa a un grupo indígena, que desde la etnografía se ha considerado una macroetnia, pero, más que referirse a variantes lingüísticas, corresponde a un conjunto de lenguas relacionadas entre sí. Se distinguen por lo menos 10 lenguas zapotecas, que forman parte del grupo zapotecano de la familia lingüística otomange.

La lengua de la “gente de las nubes” condensa un saber

y una tradición que se viven en la cotidianidad y en las festividades.

Hablar zapoteco es sinónimo de distinción y prestigio, sobre todo

entre hablantes de didxazá.

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despliegue de su ingenio en el lengua-je. Las mujeres sobresalen por sus trajes de tehuanas; además, compiten por lle-var la enagua y el huipil más elaborados y costosos y por estar mayormente ata-viadas en oro.

Más allá del totopo, la sandunga o el traje de tehuana, está la organización comunitaria. El despliegue del estilo cultural zapoteco no se explica sin los lazos de parentesco y las alianzas en-tre grupos que se ponen en juego en las mayordomías. En estas agrupaciones se articulan el trabajo y la cooperación económica, producto de las relaciones de reciprocidad y obligatoriedad, que hacen posible la celebración de la fiesta y la reproducción de la comunidad.

Los zapotecos se distinguen por con-tar con prácticas y categorías que expre-san la solidaridad comunitaria dentro y fuera del ámbito festivo, como xendxaa o “cooperación o apoyo en dinero”; gu-na o “dádiva en especie en ocasión de alguna celebración”; tequio o “trabajo obligatorio o comunal”; gurendaracanee o “ayuda mutua para construir una casa o para cooperar en una fiesta” (Matus; 1997, p. 18). Estas prácticas y catego-rías dan forma al sentido de comunidad y crean relaciones de interdependencia que pueden abarcar distintos ámbitos, desde el familiar hasta el regional.

Es posible que en la organización ceremonial y en la fiesta se reafirmen los vínculos dentro de una familia o de un barrio, pero también puede ser moti-vo de lo contrario. En una sociedad con marcadas distinciones socioeconómicas y contrastes identitarios, el ámbito festi-vo no deja de ser un espacio en el cual se reproducen las diferencias. Así pues, se encuentran las “velas” en honor del santo patrono que reúne a distintos sec-tores sociales, al tiempo que existen otras de carácter exclusivo que convo-can sólo a ciertas familias.

Desde este punto de vista, se ha re-saltado la relación entre adscripción so-cial y estilo; en otras palabras, el estilo no es más que la expresión de una situa-ción social. Por más que los zapotecos del Istmo cuenten con valores y símbo-los compartidos que han contribuido a

Más allá del totopo, la sandunga o el traje

de tehuana se encuentra la organización comunitaria:

lazos de parentesco y alianzas que se ponen en juego en las mayordomías.

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Mujeres en camión durante la celebración de calendas. Juchitán de Zaragoza, Oaxaca. Fotógrafa: Carla Torres, 1992.Fototeca Nacho López, cdi.

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Las flores como una de las principales manifestaciones festivas. Istmo de Tehuantepec, Oaxaca. Fotógrafo: Nacho López, ca. 1980.Fototeca Nacho López, cdi.

la noción de una comunidad regional, las diferencias sociales han hecho del estilo zapoteco un privilegio de las clases medias y altas (Peterson; 1990, p. 77).

Si la hegemonía de los binnizá ha es-tado asociada al control y manipulación del estilo cultural zapoteco, y si el des-pliegue de este recurso requiere de redes sociales y disponibilidad económica, no

es de extrañar que la burguesía local sea la principal beneficiaria. La profusión de las velas—contar con las mejores ban-das o los trajes más suntuosos, por ejem-plo— se traduce en ascensos políticos o en concesiones económicas.

A pesar de que las clases medias y altas se han apropiado del estilo zapote-co, las clases bajas también han luchado

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Mujeres preparando alimentos para una festividad. Istmo de Tehuantepec, Oaxaca. Fotógrafo: Nacho López, ca. 1980.Fototeca Nacho López, cdi.

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por sus derechos no sólo al vivir la tra-dición día a día, sino también al reivin-dicar la identidad étnica en agrupacio-nes políticas como la cocei. Además, es importante no perder de vista que tanto en el contexto regional como en el de la nación, el estilo zapoteco ha favore-cido la disposición de una relativa au-tonomía política y su predominio en el Istmo de Tehuantepec.

Las veLas: expresIón de La fIesTa

y La organIZaCIón CeremonIaL

Los zapotecos consideran las velas co-mo una de las tradiciones más arraiga-das, y los antropólogos las catalogan como una de las instituciones centrales de la cultura binnizá. Constituyen las fiestas principales y se celebran en toda la región, no sólo entre zapotecos, sino también en los otros pueblos indígenas y grupos mestizos.

Las velas se hacen en honor de los santos patronos de apellidos, grupos u

oficios y lugares; se ha destacado su ori-gen prehispánico, en particular la rela-ción con el culto a los ancestros. Igual-mente, se ha considerado el trasfondo agrícola, ya que su celebración corres-ponde al inicio del cultivo de maíz y la entrada de las primeras lluvias.

En Juchitán se cuenta con unas 24 ve-las, que van desde las dos velas dedica das a San Vicente, santo patrono de la ciudad, hasta las que honran apellidos, como la de los Pineda y los López. En el Espinal, las principales velas se vinculan a los barrios; en mayo, cada barrio del municipio hace gala de su vela distinti-va, la de San Lucas, San Juan, San Mar-cos y San Mateo.

“Mayo es el mes de las velas”, dicen; no obstante, también se llevan a cabo en otros meses del año, especialmente en los días de los santos patronos. Lo que es un hecho es que cuentan con ciertos pasos rituales que presentan po-cas variaciones.

Los zapotecos consideran las velas como una de las tradiciones más arraigadas, y los antropólogos las catalogan como una

de la instituciones centrales de la cultura binnizá. Constituyen las fiestas principales y se celebran en toda la región.

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Si ejemplificamos de manera sucin-ta y nos centramos en las velas en honor a los santos como una de las celebra-ciones más significativas y representati-vas entre los binnizá, encontraremos un presunto modelo constituido por fases bien definidas.

Las calles se visten de fiesta con la calenda y “la regada de frutas”. Gene-

ralmente se inaugura la celebración dos días antes de la fiesta grande con la ca-lenda, que consiste en un recorrido por las principales calles de la ciudad, reco-rrido que va de la casa de los mayordo-mos o el salón de eventos a la iglesia. En el camino de ida y vuelta destaca la presencia de las mujeres vestidas con el traje regional y sus medallones de oro;

Encargados de la fiesta adornando un altar. Istmo de Tehuantepec, Oaxaca. Fotógrafo: Nacho López, ca. 1980.Fototeca Nacho López, cdi.

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no faltan las bandas de música tocando sones istmeños, la quema de cohetes y toritos, los estandartes y las flores.

La regada de frutas se efectúa al si-guiente día; así como con la calenda, los zapotecos toman las calles, con la diferencia de que este día las mujeres dan obsequios: “riegan” frutas, dulces y juguetes a los participantes que siguen los carros alegóricos. Al final del reco-rrido se entrega a los santos patronos las ofrendas, formadas por flores y velas.

El día principal se abre en la madru-gada con las mañanitas dedicadas al santo, a las 12 del día se celebra la mi-sa y posteriormente se hace la procesión de la iglesia a la casa del mayordomo o al salón de actos. Durante la fiesta, ante el santo patrono, cargueros, autoridades, familiares, amigos y demás invitados, se hace la entrega formal de la mayor-domía, que se representa con una vela adornada de flores. Al día siguiente, la bebida y la comida circulan sin límite y

Celebración con velas. Istmo de Tehuantepec, Oaxaca. Fotógrafo: Nacho López, ca. 1980.Fototeca Nacho López. cdi.

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los zapotecos, en especial las mujeres, bailan al ritmo de los sones istmeños.

La celebración culmina con el lava-do de olla, momento en que se comparte el recalentado y la bebida con la gente más cercana. En realidad es una prolon-gación de la fiesta y la puesta en marcha del apoyo de familiares y amigos —de la “ayuda mutua” o “mano vuelta”—, que se expresa precisamente en la entrega de limosnas y el lavado de ollas.

La organización de las velas es res-ponsabilidad de sociedades, conocidas como “sociedades de la vela”. En Juchi-tán, por ejemplo, se conforma por una mesa directiva, cuyos cargos principa-les son un presidente, un secretario, un tesorero y cinco vocales. Completan las sociedades las mayordomías, compues-tas por un hombre y una mujer —que no necesariamente son esposos—, y en ellas recaen los principales gastos de la fiesta.

Mujeres bailando. Juchitán de Zaragoza, Oaxaca. Fotógrafa: Carla Torres, 1992.Fototeca Nacho López, cdi.

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el cargo de xuaana, término que se tra-duce como “el que tiene el poder en la mano”, “el que manda”, “el que mue-ve el mundo” o “el dueño de las cos-tumbres”. Los xuaanas son la autoridad

Mujeres juchitecas. Juchitán de Zaragoza, Oaxaca. Fotógrafa: Carla Torres, 1992.Fototeca Nacho López, cdi.

Se ha advertido que en Tehuantepec es donde mejor se ha conservado el ori-gen de la organización ceremonial, y es posible reconstruir su trasfondo prehis-pánico y colonial. En esta ciudad existe

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máxima de cada barrio y son conside-rados dueños de la costumbre; llevan el seguimiento del ciclo festivo, desde bautizos hasta las fiestas patronales. Se ha señalado que en el Lienzo de Gue-vea, una de las principales fuentes his-tóricas de los zapotecos, los xuaanas están registrados como militares en el Consejo de Cosijopi, señor de Tehuan-tepec (Munch; 1999, pp. 117-146).

Otros cargos de la festividad, además de los principales, mayordomos, capita-nes y padrinos, son el de gus­s­ana, “orga-nizador de las fiestas”, que funge como anfitrión, y el de chagola, “casamente-ro”, quien es el animador oficial de la celebración. La mayoría de los cargos cuenta con su parte masculina y femeni-na. Así como el gussana, también se tie-ne a la gus­aana gola, “la gran anfitrio-na”, cargo privativo de las mujeres que es de los más valorados, y clave en la organización de las velas (ibid.).

faCeTas y represenTaCIones

de Los bInnIZá

Los binnizá han motivado la creación de uno de los imaginarios más represen-tativos de México en lo que se refie-re a la etnicidad; es decir, lo que en otro tiempo se conoció como folclor indígena. Por propios y extraños se ha construido una imagen de lo zapoteco, que se expresa en los relatos de viaje-ros, en la literatura, en la pintura, en la fotografía y en el cine (Cabrera; 2001, pp. 2-11).

Artistas e intelectuales, tanto nativos como extranjeros, han disertado sobre el “ser zapoteco” y han recreado los ras-gos distintivos de su identidad. Así, en-contramos a un Andrés Henestrosa, que lleva la tradición oral a la literatura aca-démica, o a un Francisco Toledo, que plasma el colorido del Istmo en sus lien-zos; o también a una Frida Kahlo, que se apropia del traje de tehuana, o a un

Otros cargos de la festividad, además de los principales, mayordomos, capitanes y padrinos, son el de gussana,

“organizador de las fiestas”, que funge como anfitrión, y el de chagola, “casamentero”, quien es el animador oficial

de la celebración. La mayoría de los cargos cuenta con su parte masculina y femenina.

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Mujeres comerciantes. Juchitán de Zaragoza, Oaxaca.Fotógrafa: Carla Torres. 1992.Fototeca Nacho López, cdi.

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Manuel Álvarez Bravo, que capta la dis-tinción de la mujer zapoteca.

Los viajeros fueron de los primeros en construir una imagen, muchas veces idílica, del Istmo de Tehuantepec y de los binnizá. Destaca Charles Brasseur por ofrecer un panorama del Istmo en la segunda mitad del siglo xix, que hoy en día es fuente obligada para el estudio de los zapotecos. Este viajero registra espe-cialmente la riqueza natural de la región y los cambios traídos por el ferrocarril; da cuenta, por ejemplo, del proceso de mestizaje de los zapotecos a partir de la presencia de población extranjera. Rela-ta también la práctica de sacrificios en cuevas y la creencia en el nahualismo; como tantos otros, deja ver su asombro por la libertad y el poder de las mujeres, y “cierto misterio que atrapa” (Brasseur; 1981, pp. 144,173-174).

En efecto, la mujer binnizá ha dado lugar a una prodigalidad única del ima-ginario étnico. La imagen de la tehua-na ha inspirado a pintores, músicos y

poetas, quienes han creado un icono en torno a su belleza, fuerza y sensualidad (Cabrera; 2001, p. 107).

Se ha construido un inagotable dis-curso sobre el protagonismo de la mu-jer en la sociedad zapoteca. No sólo se ha reconocido su preponderancia en el comercio y en el ámbito festivo, sino in-cluso se ha hablado del “matriarcado zapoteca” y de la libertad sexual entre las binnizá, que han sido descartados por la etnografía, pero siguen siendo motivación para los buscadores de exo-tismo (Miano; 1992, pp. 15-16, 72-73).

Algo semejante sucede con la ima-gen del muxe, “un hombre-mujer”, que da cuenta de la homosexualidad mascu-lina en las comunidades zapotecas del Istmo. Se tienen datos del “hombre amu-jerado” desde la época colonial, y en la actualidad es parte de la “composición genérica de la sociedad”.

Entre los zapotecos, el afeminamien-to y el transvestismo son permitidos; el muxe es particularmente valorado y

Como tantos otros viajeros que crearon una imagen, a veces idílica, del Istmo de Tehuantepec, Charles Brasseur

deja ver su asombro por la libertad y el poder de las mujeres, así como por “cierto misterio que atrapa”.

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tiene un lugar en el ámbito doméstico y comunitario. Son famosas las velas ju-chitecas de los muxe, la “Vela de las Auténticas Intrépidas Buscadoras de Pe-ligro” y la “Vela Baila Conmigo”, que son de las más esperadas por los tecos y constituyen una de las principales atrac-ciones para los turistas. En el discur-

so antropológico, la imagen del muxe ha dado pie a discusiones en torno a la construcción de los géneros, y en comu-nidades gays­, en el contexto nacional, se ha erigido en símbolo (ibid., pp. 16-17, 149-150).

Cabe hacer notar la existencia de una “alta cultura” zapoteca, que está

Mujeres en un puesto de flores. Juchitán de Zaragoza, Oaxaca.Fotógrafa: Carla Torres, 1992.Fototeca Nacho López, cdi.

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compuesta por intelectuales y artistas de reciente incorporación al ámbito acadé-mico o que se halla dentro del circuito artístico nacional.

En los años veinte se formó la pri-mera agrupación de escritores juchite-cos; la integraron estudiantes radicados en la ciudad de México; la Sociedad de Estudiantes Juchitecos publicó un perió-dico mensual, La Raza y más tarde, El Zapoteco. Una década después se fun-dó la Academia de la Lengua Zapoteca y la Sociedad Nueva de Estudiantes Ju-chitecos, que dieron a conocer la revis-ta Neza (camino). De esta generación, que tuvo su mayor impacto en la prime-ra mitad del siglo xx, destacan Andrés Henestrosa, Gabriel López Chiñas y Wilfrido C. Cruz, quienes buscaron di-lucidar el “ser zapoteco” retomando la tradición oral y la riqueza del didxazá, “la lengua de las nubes”.

En la segunda mitad del siglo xx des-taca el movimiento cultural vinculado a la cocei, que tiene su mejor expresión en la creación, en 1972, de la Casa de la Cultura en la ciudad de Juchitán. La Lidxi Guendabiaani o “casa de la inteli-gencia” ha reunido a artistas, políticos y periodistas comprometidos con la tradi-ción binnizá y con la democratización de la cultura. De este movimiento resal-ta la labor del pintor Francisco Toledo, del poeta Macario Matus y del investi-gador Víctor de la Cruz.

Los intelectuales y artistas binnizá han recreado la tradición zapoteca al integrarse a las instituciones mestizas y la han llevado más allá de las fronteras del istmo y del país. Se han servido de su estilo cultural para distinguirse y ser parte de la sociedad nacional.

una ConsTruCCIón deL poder

desde La eTnICIdad

La suma de prácticas políticas y repre-sentaciones étnicas ha distinguido la for-mación del poder entre los zapotecos. Los discursos en torno a la identidad y el uso de la tradición han acompañado a movimientos políticos de posiciones ideológicas divergentes en distintos mo-mentos de su historia.

Tanto priistias como coceístas apelan a la “raza zapoteca” y al orgullo étnico

Los intelectuales y artistas binnizá han recreado

la tradición zapoteca al integrarse a las instituciones

mestizas y la han llevado más allá de las fronteras

del país.

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Zapoteco trabajando la tierra. Asunción Ixtaltepec, Oaxaca.Fotógrafa: Carla Torres, 1992.Fototeca Nacho López, cdi.

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e incorporan elementos característicos de las velas en sus campañas y mítines. De igual forma, los zapotecos en el si-glo xix mantuvieron su predominio fren-te a los extranjeros al zapotequizarlos, y en el siglo xx lograron controlar el sin-dicato petrolero al hacer uso de su esti-lo cultural.

No se puede explicar esta construc-ción del poder desde la etnicidad en-tre los binnizá, si no se alude a su tra-dición de lucha y a su participación en movimientos políticos que han marcado lo que ahora es México. En efecto, los zapotecos se han destacado por no so-meterse, ya sea a los mexicas en la épo-ca prehispánica, a los españoles durante la época colonial o a los mestizos y ex-tranjeros en el siglo xix.

No sólo han conservado una relativa independencia frente a los grupos hege-mónicos en turno, sino que también han sostenido y reproducido su predomi-nio en el Istmo de Tehuantepec. Habrá quienes aludan a su “espíritu de autode-

terminación” o “tradición guerrera”; lo cierto es que ya sea mediante la partici-pación en las disputas que han marcado la nación —como la Guerra de Reforma o la Revolución— o interviniendo en los partidos políticos que actualmente se disputan el poder, han luchado por su privilegio y autonomía (Campbell, 1989, p. 249; Reina, 1995, p. 41).

Hoy en día, los binnizá se hallan in-tegrados al sistema de partidos, de tal forma que el poder de los municipios se disputa principalmente entre priistas y perredistas. Si bien las organizaciones tradicionales —como el consejo de an-cianos— han perdido vigencia, las ma-yordomías no han dejado de estar articu-ladas al poder político. La influencia y el prestigio de los políticos se adquie-ren en la organización ceremonial y se afirman en el ámbito festivo. Más aún, su legitimidad depende de la manipula-ción del estilo cultural y la apropiación de la identidad zapoteca.

Son especialmente representativos de este proceso la conformación de La Coalición Obrero Campesino Estudian-til del Istmo (cocei) y el control de los binnizá del sindicato petrolero. La con-solidación de ambos movimientos fue posible, en gran medida, gracias al arrai-go en la tradición y al uso de la organi-zación comunitaria.

Los zapotecos se han distinguido por no someterse,

ni a los mexicas, ni a los españoles, tampoco

a mestizos o extranjeros.

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La cocei se formó en Juchitán hacia el año 1974 por iniciativa de estudiantes —hijos de campesinos ideológicamen-te influidos por el movimiento del 68—, bajo tres principios fundamentales: la lucha por la tierra, la autonomía políti-ca y la reivindicación étnica. En alianza con otros sectores de la población za-poteca sobre todo campesinos, se vol-

vió un movimiento político de alcance regional que integró a huaves, mixes y chontales.

En un principio la cocei, sustentada en un discurso radical de izquierda, tu-vo como prioridad recuperar las terrenos comunales en el contexto de la expro-piación y el acaparamiento de terrenos durante los proyectos de modernización

Ganadería, una de las actividades económicas que más ha trastocado el Istmo de Tehuantepec. Tehuantepec, Oaxaca.Fotógrafa: Carla Torres, 1992.Fototeca Nacho López, cdi.

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del campo que impulsaba el Estado. No obstante, después concentró su lucha en la arena electoral al disputar el control político de los gobiernos municipales. En 1981, por primera vez ganó las elec-ciones en Juchitán; durante dos años mantuvo el poder hasta que fue desco-nocida por el Congreso local. La cocei recuperó el control político a finales de la década de los ochenta y lo mantuvo durante los años noventa en alianza con el Partido de la Revolución Democráti-ca (prd). En la actualidad, aunque sigue teniendo presencia —sobre todo en Ju-chitán— su poder se ha reducido con-siderablemente (Coronado; 2004, pp. 202-214).

En amplios sectores de la población zapoteca, la influencia de la cocei se dio, en gran medida, a partir de la apro-piación de luchas independentistas pa-sadas y de la promoción de la lengua y las costumbres de los binnizá. Los co-ceístas hicieron de la cultura e identidad zapotecas una prioridad de su proyecto político; en efecto, no fueron los prime-ros en hacer uso de la tradición; sin em-bargo, la impulsaron como nunca antes. Se sirvieron del tequio y de las redes co-munitarias, y su práctica política no se diferenció mucho de la organización ce-remonial y las fiestas zapotecas. Coceís-tas y simpatizantes del movimiento con-

juntaron política y tradición en las artes, especialmente en la literatura y la plás-tica, y de ahí surgieron múltiples orga-nizaciones afines (Campbell; 1989, pp. 252-253).

La experiencia zapoteca en la indus-tria petrolera del sur de Veracruz es otro caso de la construcción cultural del po-der desde la etnicidad; en particular, la hegemonía de los binnizá en el sindica-to petrolero deja ver el binomio entre el estilo cultural y la estructura de dominio zapoteca (Acosta; 2005, pp. 21-25).

Por un lado, los zapotecos migrantes operaron mecanismos de alianza y apo-yo mutuo entre familiares, compadres y paisanos, que posibilitaron el control de la agrupación. Por otro lado, se sirvie-ron de sus tradiciones e identidad regio-nal para fortalecer la unidad entre ellos y consolidar de esta manera un frente común ante las distintas fuerzas del sin-dicato. Comunicarse en didxazá, formar mayordomías de carácter regional y ha-cer las velas a la usanza del Istmo afir-mó el sentido de comunidad entre los zapotecos y consolidó una base política con tintes étnicos.

Los binnizá pudieron colocarse en la industria petrolera por haber sido de los primeros grupos en emplearse; de modo que desde muy temprano —principios del siglo XX— inauguraron una tradición

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Comercio, una de las actividades económicas tradicionales de la región. Tehuantepec, Oaxaca. Fotógrafa: Carla Torres, 1992.Fototeca Nacho López, cdi.

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laboral que se prolonga hasta nuestros días. Participaron en las primeras luchas sindicales y tejieron relaciones con los lí-deres hasta llegar a controlar el sindicato.

El predominio zapoteco no se redujo al sindicato petrolero: trascendió a los go-biernos municipales. Generalmente, des-pués del cargo de dirección en la sección del sindicato, los zapotecos continúan su carrera política, si no dentro de la estruc-tura político-administrativa del sindicato en los ámbitos regional y nacional, sí en las diputaciones locales y federales y en los gobiernos municipales y estatales.

Al igual que en el istmo oaxaqueño, en el veracruzano también se dio un pro-ceso de zapotequización, con la diferen-cia de que impusieron su hegemonía fuera de los asentamientos tradicionales zapotecos, en un contexto inédito con-formado por la industria petrolera. Los binnizá lograron implantar su propio tiempo, espacio y relaciones a partir de las fiestas, la organización ceremonial y la constitución de barrios zapotecos, y su impronta fue tal que contribuyeron a la reconfiguración del sur de Veracruz. En este sentido, su presencia en la zona petrolera, más que resultado de un pro-ceso migratorio, responde a una suerte de expansión de su territorio.

El movimiento político de la cocei y el control del sindicato petrolero de

Petróleos Mexicanos (pemex), además de expresar una construcción del poder desde la etnicidad, dan cuenta de una de las particularidades culturales más significativas de los binnizá: la apertura al contacto y la articulación entre tradi-ción y modernidad.

En la conjunción de una estructura de dominio y un estilo cultural, los za-potecos, a la vez que se han integrado a las instituciones y dinámicas naciona-les y mestizas, han recreado la tradición binnizá y han reproducido su hegemo-nía dentro y fuera del istmo oaxaqueño, y en el camino, han zapotequizado a otros grupos y culturas.

Aunque los zapotecos, en diferen-tes épocas y contextos, han impuesto su predominio en el Istmo de Tehuan-tepec, en la actualidad se enfrentan a viejos y nuevos desafíos. Frente a una política de Estado que pretende mo-dernizar la región a partir de una ló-gica global y capitalista, con planes como el Megaproyecto del Istmo y el Plan Puebla Panamá, los binnizá se ha-llan frente a una disyuntiva. Se enfren-tan al dilema de adaptarse a los planes del Gobierno Estatal y Federal o crear otras opciones y ser protagonistas del desarrollo regional que demandan los zapotecos y los demás pueblos origi-narios del Istmo de Tehuantepec.

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características de la poblacióN eN hogares zapotecos del istmo de tehuaNtepec, 20001

notas1 Se refiere a la población en hogares en donde el jefe, el cónyuge o algún ascendiente declaró ser hablante de lengua

didxazá.2 Incluye hablantes de didxazá y de otras lenguas indígenas de 5 años y más.3 La diferencia entre la población ocupada y la población sin ingresos está distribuida en otros rangos de ingresos.

fuente: Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas / Programa de las Naciones Unidas para el Desa-

rrollo, “Sistema Nacional de Indicadores sobre la Población Indígena de México”, 2002, con base en XII Censo General de Población y Vivienda, Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, 2000.

Total % hombres mujeres

población en hogares 185 814 90 280 95 534

Población de 0 a 4 años 1� ��� �.� � �30 � ���

Población de � a 14 años 42 ��� 22.� 21 443 21 143

Población de 1� a 24 años 3� 33� 1�.0 1� 0�1 1� 2��

Población de 2� a 44 años 4� ��0 2�.1 21 ��� 24 ��1

Población de 4� a �4 años 2� 2�� 1�.� 14 133 1� 142

Población de �� y más años 13 ��2 �.4 � �04 � 0��

Población de edad no especificada ��� 0.3 330 2��

población de 5 años y más hablante de lengua indígena2

116 010 56 045 59 965

población de 15 años y más 124 943 59 577 65 366

Sin instrucción escolarizada 2� 0�� 22.� � 4�3 1� �0�

Con algún grado de primaria �0 4�� 40.4 24 34� 2� 1�1

Con posprimaria 4� 132 3�.1 24 14� 1� ���

No especificado 1 2�� 1.0 ��3 ��2

población ocupada 65 868 43 508 22 360

Ocupados en el sector primario 1� 30� 2�.� 1� ��4 1 �13

Ocupados en el sector secundario 1� ��4 2�.2 11 ��2 � ��2

Ocupados en el sector terciario 2� ��� 42.3 14 24� 13 �0�

Ocupados en sector no especificado 1 140 1.� ��3 4��

Ocupados sin ingresos3 13 3�� 20.3 � ��0 3 �1�

viviendas habitadas 41 683

Con agua entubada 3� 0�� �1.3

Con drenaje 31 ��� ��.�

Con electricidad 3� �32 �3.2

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Zapotecos del Ismo de Tehuantepec, de Eliana Acosta Márquez, se terminó de imprimir en diciembre de 2007 en los talleres de Impresora y Encuadernadora Progreso, S.A. de C.V., San Lorenzo 244, Col. Paraje San Juan, Deleg. Iztapalapa, C.P. 09830, México, D.F. El tiraje fue de 6 000 ejemplares.Las tareas de digitalización y retoque de imágenes, compos ic ión t ipográf ica , diagramación y cuidado de edición estuvieron a cargo de la Coordinación Editorial de la cdi.

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