zafra de la torre, n. hacia una metodología para el estudio del patrimonio arqueológico

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NARCISO ZAFRA DE LA TORRE

ANTICUARIA   ARQUEOLOGÍA ARTESANAL ARQUEOLOGIA PROFESIONAL

OBJETO DETRABAJO

-La  p ieza ,   e n  concreto e l  ob jeuo

aru isu ico .

-El vacitajento  como ob jeto .   -El  uerriuorio.   La   Zona Arqueológica amp l ia -

d a,   s u   p rotecc ión  t  c o t íservacion.

MEDIOSDE

TRABAJO

-Procedimientos   particularessin estandarización. -Métodos   y   técnicas es tandar izadas .-Fo rmac ion mecan ica -p rác ti ca   co n   f im o-damenuos  teór icos d iversos (his tór icos, ti-lo lógicos, art íst icos,. . . ) .

- T iuu í lac ióm ,   para le la .-ciencias   auxi l iares  adoptadas .

-Métodos y  m écn icas   estandarizadas,-Formación   teórico-práctica   histórico-arqucomógica.-‘ritulación  rea l ,

-Planificación   de l   cosue   soc iocconómico   d ela s  intervenciones.

-Ciencias  au xiliares  adaptadas.

TIPO

DE

TRABAJO

-Personal.- Intu ju ivo .

-Aucórico.-Sin metodología .-Basado  e n  l a   exper iencia   per-s o n a u p rev ia .-Progreso   incierto.

-Equipo   d e   excavadores   preparados   t rasmucha práct ica.

-Teoría   implícita.-Metodología acep tada s in   cri t ica.-Registro   po r   escue las.-Flspcc ia l izac ión crono -cut turaU

-Progreso   basado   e n la práctica.

-Aplicaciones  e s t a n c a s .

-Excavadores y prospecciones prep arados.-Protocolos  de invest igación.

-Metodo logías  razonadas:m )e   intervet,c ión (registro).D e  cont ro l de cal idad.

-Espec ia t ixac íóí t técnica,

-Análisis  y   teoría.

-Progreso   basado e n   e l   conoc imiento,-Nuevas   ap l i caciones   (urbana.   emergentes,contemporánea.. . . ) .

PRODUCTO-Objeto   clasificado   y   me rcan -

tilizado.

-El   ob je to   e n si ’ conte xto estrat igráf ico.   -lnfon,,ación histór ica.

-Propuesuas de p rotecc ión  y   conservación.

- Patr ímonio Arqueológico   ut i l i zable.

uso

SOCIAL

-Prop iedad pr ivada.

-Comercio y   co lecc ion ismo.

-Prop iedad  pubí tea .

-Uso  restr ingido.-Acunnílación mu se is t ica   y   canales   cien-tíficos d e di fusión.

-Prop iedad  pública.

-Uso antp l io .-Pro tecc ión y  conservac ión d el   Pat r imonio .-Generación   de reci trsos.-cana les c ient íf icos.

-Divulgación.

-Difusión patrimonial  (puesta e n valor).

Fig.   1. -  De scripción de la  evolución  d e lo s   e lementos   simples   de l  proceso   de trabajo e n arqueo logía.

arqueología profesional.   La   figura   1   describe  somera-mente los elementos simples   del   proceso   de   trabajoen cada una   de   las etapas   consideradas,   el   tipo deproducción generada   y  su uso común (para una  apro-ximación  al   análisis  del  proceso   de  trabajo arqueoló-gico ver Ruiz elalii   1996).

De acuerdo con esta idea   la   situación actualdel trabajo profesional podría describirse   como   unafase   en   la   que   el   objeto  de trabajo comienza   a   ser e l

territorio   y   el   patrimonio.   Los   medios   de   trabajo   sereducen   a  procedimientos heredados sin crítica que,aunque  en   revisión, son mayoritariamente  asumidosy  a una formación mecánica práctica   que  no   se  pías-ma  en  una  titulación específica.

Mientras tanto   los  planteamientos etírricula-res universitarios   se   han mantenido prácticamenteintactos, lo que   no   debe   extrañar  ya que   en   nuestropaís   la   relación emítre demandas de la sociedad  .,-   ofer-ta universitaria sólo recientemente se ha comenzadoa tener en  consideración.

En   definitiva, la  práctica arqueológica tradi-

cional   no   ha   conseguido   formalizar  un   proceso   detrabajo   técnico,   de   hecho   se   tiende a   consegumir   unmáximo de  destreza artesanal y un mínimo de ínter-

cambiabilidad.La arqueología, parafraseando a Fontana,

debe ser análisis  del   pasado y  proyecto social,   y debeserlo   desde   la   primera   paletada de tierra, desde   elprimer mapa observado,  Eso   se   consigue con las   mi-ras puestas   no   sólo en la búsqueda científica  del   pa-sado (investigación),   también   en  e l uso en común  quede esa investigación   podemos  hacer en   el   presente(protección,   conservación,   difusión,   educación,   ex-

plotación) y, corno no,  en  la  proyección  de estos usoshacia   el   futuro   (planificación,   gestión, cambio   so-cial...).   Se   consigue,  por tanto, desde un enfoque  dia-léctico   que   estudie   la   realidad   de   la   zona   arqueoló-gica desde   las   multitud de   conteNtos que   la   confor-man.

Por   ello   proponemos   la sistematización dcuna  metodología  que integre   el   estudio   de   todas   lasfacetas,   a  fin  de  perínitir al profesional no   sólo  la   in-vestigación   arqueológica.   sim io   también proponer   so-luciones   al   problema concreto   de   protección   o   dcconservación creado,  definiendo previa   y  simultánea-

mente los aspectos históricos,  patrimoniales   y  de  ges-tión.

Así   la   labor dcl  arqueólogo   sería,   en   deftni—

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HACIA UNA  M ETODOLOGÍAPARA EL   ESTUDIO  DEL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO   227

uva, tomar  los datos  del  presente, dotarlos de sentidohistórico (contextualizándolos,   interpretándolos)   ydevolverlos a   la   sociedad como parte comprensible   (ymaterial)   de   su   historia.  Nos  reservamos el papel   de

elemento catalizador  en   un   proceso   en el   que la  Ex-PLICACIÓ?-J   científica   de   la   historia debe   ser,   entreotras cosas,   el  paso previo   a   la  INWLtCACtÓN social  enla conservación d el  patrimonio histórico.

1.   FUNDAMENTOS  DE UNAPROPUESTA METODOLÓGICA

Toda  m etodología   descansa en  y   sostiene   a

una  teoría.  Por tanto,  s e  reconozca  o  no. está cargadaideológicamente. En nuestro caso l a   carga materialis-ta  del   método  es consciente   y  por coherencia   qumere-mos que sea explícita. Por ello   nos demoraremos  fi-

 jando algunos conceptos.La teoría en   tanto   que   ‘fimdamento  del   co-

nocimiento    y    lógica    de    la   justificación”   (Lakatos1989:   250).   es  decir  en tanto   que  pensamiento   delque nos servimos  para orientar la investigación  (Fon-tana  1982:   9)  está mediatizada por su ontología (na-turaleza  del conocimniento   a  adquirir) y  por su episte-mologia (naturaleza de   la   relación   del   investigadorcon ese conocimiento) (Egon  Guba, citado   en Clark

1994:  463).El materialismo histórico presenta una onto-logia materialista: se  estudia  una realidad (las  socie-dades y  sus procesos de cambio)  dependiente de  múl-tiples contextos  que  interactúan simultánea   y   sucesi-vamente (Bate   y  Nocete   1993: 9),   regida por   leyeshistóricas que no  son ni mecánicas ni biológicas  (Vi-lar 1974:   17). cuyo concepto   explicativo preferente esel grado de   desarrollo de   las   fuerzas productivas  y delas  relaciones de producciótí.   Su  epistemología   es  ob-

 jetivista   (Chalmers   1993:   170).   Marx en su   “Cont,-i - 

bución  a   la crítica  d e   la  economía político”   indicaba

que “no  e s   la  conciencia  del hombre   lo  q u e  de termni  - na   su ser ,   s ino,  por el  contrario,   es su    existencia  so - cial lo   q u e   determina   su   conciencia”   -   La  acti~’idadcientífica no  puede sustraerse a  este  axioma, quedan-do  marcada   la   relación   entre e l   investigador  y e l  co-nocimiento   que persigue por el hecho   de   que  e l   se-gundo existe   sin   el   primero,   y   el grado de  conoci-miento que   se   alcanza depende   de   las  posibilidadesfijadas por las  condiciones de cada   realidad  social.

La   metododogía   por su   parte pretende serobservacional   e   interpretadora   e  intenta aunar  los  dos

modos  de adquisición   de  conocimiento con que  con-tamos: pensar   y observar  (Chalmers  1993:   160).   Bá-sicamente  consiste   en   “un   diálogo   entre   concepto   y 

dato empírico,   conducido   po ¡   hipótesis   suces ivas;  

por   un    lado,   e   investigación   empírica,   por   otro” (Thomson 1981:   67)’.

Ésto es válido  como  fundamento general dela   investigación   histórica   materialista,   pero  sabemos

que  la  arqueología posee entidad propia   y  personali-dad  diferenciada  dentro   de   los   estudios   históricos,¿cómo encaja en este esquema general?

Ya hemos  dicho que para   nosotros   la   teoríade   la   arqueología  es  teoria de  l a   historia2.   Por consi-guiente e s  en  e l  objeto   formal de  estudio y   en  las  téc-nicas donde debebuscarse l a  distinción.

1.1.   El objeto de estudio

Los   arqueólogos,   como e l   resto  de  los histo-riadores, los antropólogos   o   los   geógrafos.   solemos

trabajar,   reconociéndolo   o   no. con   un   gran  sistemacambiante:   la  sociedad en su medio ambiente.  Lo  queexplica que nuestros campos   de   investigación esténcada día  mas   interconectados.   y en   muchos  sentidosyuxtapuestos3.

El   patrimonio   arqueológico   es   simultánea-mente patrimonio histórico   y  patrimonio ambiental.La  comunión   entre recursos históricos y   ambientalesdimana  d el   marco donde  s e   presentan:   el territorio,que lejos de  ser una categoría abstracta aparece comoun   fragmento  real del   espacio-tiempo   históricamenteproducido por la sociedad.  Tenemos que extraer de larealidad fisica actual (la única que podemos analizar)la   información necesaria para reconstruir   (interpre-tar.   reconocer)   los   territorios anteriores,   las   socieda-des que  los conformaron y sus trayectorias históricas.

La   especifmcidad   de   la   arqueología   radicapor  ello  en el papel que en su análisis  juega e l   con-cepto de espacio.

Dc veinte años a  esta parte se  ha aceptado,   yde algún modo s e   ha   comprendido,   que   el   territoriono   es   sólo   el   marco  donde   se   desarrollan los hechoshistóricos a estudiar:   el   territorio es e l  hecho  históri-

co  a  estudiar4.   Esto no   quiere decir que sea   el   únicoámbito de estudio pero sí  l a base de  todos los demás.Hay que insistir   en   que   la   materialidad del

objeto  de estudio   y   el   tiempo en que   se   manifiesta(siempre hoy)   impone   la  necesidad de tener en  cuen-ta aspectos como   la   protección,   la   conservación  y  ladifusión consustanciales   y  legitimadores  d e la  prácti-ca arqueológica finisecular.   Cuando   Carandini(1984: 81) acuñó   el   término  “historia-a,nbiente”   pa-ra diferenciar   el   punto de vista   arqueológico   de loque  denominaba “visión   tipográfica”  o  “gutembe rio - no”   de  l a   historia,   no   analizó   suis   implicaciones:   la

arqueología   investiga   las  propiedades materiales  delPRESENTE para descubrir   las  propiedades   materiales ysociales del pasado.

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228   NARCISO ZAFRA   DE  LA   TORRE

Pruieba de  ello   es   la competencia directa quelos restos   arqtmeológicos establecen con otras  realiza-ciones de   nuestra sociedad (crecimiento de  las  ciuda-des, reordenaciones   territoriales, tareas agrícolas.  ar-

queotráfmco.  etc.).   competencia que  amargamente de-nunciaba ese autor en  e l  mismo   texto   y que   raramnen-te se da en  los estudios históricos no   arqueológicos5.

Pese   a   guie   en determinadas  reacciones   con-sers’acionislas. que lodos hemos  experimentado   y  guíepueden  rastrearse en   la   literatura  arqueológica  desdesus inicios, subyace una aprehensión intuitiva  de  estaidea.   merece   la   petía   detenerse a explicarla dada susignificación en  el   posterior desarrollo de este trabajoy   en  l a   redefiniciótí inconsciente del  propio  conceptode arqueología.

Benedetto Croce  escribió   que toda   la  histo-

ria   es   historia contemporánea porque   “po-  remotos q u e nos    parezcan   los  acontecimientos,   la  histoia  s e 

refiere   e n   realidad  a   las   neces idades   presentes   y   a las   situaciones  presentes  e n   q u e  vibran dichos  acon - tecin¡ientos”   (Carr   1993: 29).   Gramsci   afirmaba   quelo que  l e   atraja de   la   historia   era   “que   se   ocupa   d e 

los   hombres   vivos”   (Fontana   1982:   235).   Ambasideas   Formuladas   casi   desde   las   antípodas   ideológi-cas,   de  algún   modo   ilustran nuestro intento  de   expli-car  el   espacio de   la  literatura arqueológica en  l a   bis-toriografma.

La picola   no   es   una máquina del   tiempo,   la

realidad  arqueológica   se   manifiesta en   el presemíte.Debemos   acostuníbrarmios   a entender que   toda   evi-dencia   material   (sea   paleolítica   o   decimonónica) esuna manifestación   ACTUAL del  periodo  que investiga-mos.   Esa  contemporaneidad radical,   esa   “rabiosa   ac-tualidad” de   nuestro objeto  de estudio e s   lo que dotaa   la   arqueología de su dimensión mas  especíFica, dis-tinguiéndola como decíamos del  resto de las cienciashistóricas0,

En este sentido e l  aforismo idealista de  Cro-ce aplicado a nuestra  disciplina  (toda   la   arqueologíaes   arqueología contemporánea)   se   toma materialista,va que   la  contemporaneidad no  viene dada por   la   in-terpretación   personal que  e l   arqueólogo haga   HOYdel  dato   o d el   hecho,  sino porque el   dato, el   hecho ensí.  es contemporáneo (tan contemporáneo como   la   in-terpretación).

U.   La forma de  estudio

Popper   diferenciaba dos   tipos  de teorías  dclconocimiento,  las  pasivas, que  entendían  e l   conoci-miento   corno   la   impronta de la naturaleza   en   utna

mente “inerte”   e   inocente  (v.g.   el  empirismo clásico),y   las   activas,   que   sostienen   que   la única manera   decomprender la   naturaleza   es   interpretándola com í um í a

mente teorizante   (v.g.   el   materialismo)   (Latatos1989:   32).

La   arqueología  forzosamemite debe alinearseen  este segundo   tipo porque.  en   tanto  que  historia, nopuede utilizar   la   lógica   imíductiva   de   los   empiristas

como   base   probatoria   de   las   teorías que   formula:   la“verdad” en  arqueologia   m í o  puede ser probada  por   laexperiencia, puesto   guíe   el   conocimiento   histórico  noes  experimental.

Ésto no   quiere decir quíe   cl   método   sea  me-nos válido   que  el utilizado  por   las  ciencias “duras”  ofísicas,   es  distinto,   y no   por ello   debemos  encastillar-tíos  en  posiciones  descriptivas o   retirarnos   a   las   trin-cheras   de  la narrativa.   Sencillamente s e  constata queel  análisis histórico   no  puede basarse en resultadosobtenidos   en   pruebas   de   laboratorio   estrictamente

controladas.Lo  que no   significa   gu íe   la   interpretación enarqueología  esté a   merced de   cualqumier tipo de  elucu-bración.   y  mucho menos   que   todas   las   interpretacio-nes   tengan   la misma validez,   cosa  que tácitamentepropugnan   los   idealistas   y   expresamente   los   anar-qu m ista s   metodológicos   (Feyerabetd   &   Cía.).   Nadieniega   que   existen hechos   que   podemos   considerar“verdaderos”, Hechos,   no   proposiciones.   Pero,  y   aquí seguimos a   Wittgenstein   (1985:   201>,   “los   hechos 

pertenecen   al problema,   no   a la  solución”,   y   el  pro-blema sólo e s   el  inicio de la   investigación.

La   investigación   histórico-arqueológica  mí -nimamente seria plantea hipótesis de trabajo  extraí -das del   estudio de datos y  tesis anteriores para  selec-cionar   la búsqueda   de   nuevos   dalos   que   permitanavanzar teorias   que   prueben   las   proposiciones.   Esteciclo   responde   al   eliché clásico  de  lo que  debe ser e l“método científico”  que desde Newton  s e  describe co-mo un   proceso   recurrelUe   de análisis-síntesis, quegrosso   ¡nodo”   se  revela inductivo en  l a   ida  y deduc-

tivo en   la vuelta.De alguna manera   toda   construcción  teórica

ambiciosa,  sea funcionalista.  estnícturalista.   materia-lista o  híbrida participa de este cliclié,   y responde, enlo sustantivo (existencia   de  tín   núcleo   fmrníe  de  ideas

potenciación   de   la   heutrística  defensiva),   al   esque-ma  de   Programa de Investigación   Científica  enuncía-do  por Lakatos (1989:   pos-sim).  Por desgracia  s e  que-dan  en  el  esquema.va que con   frecuencia  e l   desarro-llo teórico queda lastrado por una gran carga  intuiti-va, inercial y  dogmática que tiende a anular   la  plani-fícación   y  desdibuja   los objetivos.

Eso  explica que pese a que oculta una grancapacidad de   formulación   de   leves   y   un   potencial

predictivo considerable,   el   90%  de   la   investigaciónarqueológica no   ha salido d el  empirismo  más  pedes-tre,  caracterizado por   la   ausencia de   deducciones,   de

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NARCISO ZAFRA DE LA TORRE

DOCUMENTO   PRACTICA ARQUEO LÓGICA  NORMALIZADACIENTIFICO   prospecciones, excavaciones,   docuimentacioties,

alimenta 

DOCUMENTOTÉCNICO

ARQUEOLOGíA APLICADAzonifacaciones.  cartas   de  riesgo, inventarios,  estudios de  impacto,

alimenta 

DOCUMENTO

LEGAL

INSTRUMENTOS  Dli  PROTECCIÓNURBANISTICOS

Nornias subsidiarias,Planes  especiales,

Planes  generales,

PATRIMONflLES

Catalogaciones, Servidumbresarqueológicas,   .,.

AMBIENTALES

Declaraciones de  impacto am-biental,

alimenta 

RENTABILIZACIÓNSOCIOCULTURAL

PROGRAMAS DE INTERVENCIÓN, CONSERVACIÓN USO Y GESTIÓN

Fig.  2.- Arqueo log ía en  acc ión.

depende cada vez más  de  las  necesidades de  la  inves-tigación aplicada, sino   también   porque su   proyec-ción, ensimismada, pocas veces  supera   los   límites  delos campus.  Por supuesto también  debe pasarse la  ho-

 ja de  lo que podriamos  llamar,  por contraste, arqueo-logia   “bastarda”’  que  ha   dominado   la  práctica tota-lidad de  las   intervenciones de   urgencia  durante la  úl-tima década y   que no  ha   sabido dar respuesta   a nin-

guna de las  tres facetas d el   problema,   ni a   la  históri-ca ni a la patrimonial ni a  l a   profesional,  revelándosede  paso igualmente   impermeable   a la contrastacióncientífica y a l  uso social.

Esto demuestra que   el   conjunto   de   instru-mentos   legales,   técnicos  y  cientificos con que  conta-mos para  realizar nuestro trabajo s e   encuentra sin je-rarquizar ni  sistematizar en   una metodologia  útil,   in-dicio  por otro   lado  de que  los objetivos   que se   persi-guen tampoco están   bién   definidos,   aunque  en  abs-tracto todos  podríamos eon~’enir en   que se   limitariana  conocer,   proteger  y conservar   la base material   de

nuestra historia.Vamos   a   explicar como  entendemos que de-

ben disponerse las   funciones de   cada componente delconjunto para   rentabilizar los   esfuerzos  investigado-res y económicos.

2.1.   El  concepto

El   mareo   legal   en   el   que   desempeñamosnuestra tarea es amplio   ¡e l   ordenamiento internacio-nal,   la   Constitución,   la   Ley  de  Patrimonio   Histórico

Español,   el   Texto  Refundido  de   la   Ley  dc   Suelo, lasLeyes   Autonómicas   de   Patrimonio Histórico,   las  Le-yes   de Medioambiente.   los   reglamentos que desarro-llan estos   textos yel   planeamiento urbanístico]  y pro-

porciona   instrumentos de   protección   derivados   entres vias:   la   patrimonial   (declaraciones   de   BIC,   deServidumbre arqueológica, catalogaciones),   la   urba-nistica (Planes  Especiales. Planes  Generales de Orde-nación,   Normas   Subsidiarias.   etc.)   y la   medioam-

biental (Declaraciones   de   impacto   ambiental,  califi-caciones  ambientales, etc.).

Las tres vías expresadas requieren documen-

tos técnicos en  los  que apoyar  sus  argumentos preser-vadores  (inventarios,  cartas  de  riesgo,   zonificaciones.estudios de   impacto,   etc.).  que  a su vez   se  nutren d ela información científica aportada por  l a  práctica  ar-queológica (prospecciones,  sondeos, excavaciones ex-tensivas,   documentaciones   gráfucas,   delimitaciones,etc.)   tanto  recogida  en   investigaciones  previas,   comorealizadas ex   proFeso.   La   fig.   2  pretende ilustrar  estemareo de  relaciones.

Básicamente estos  documentos deben   identi-ficar, delimitar   y jimstificar   las   zonas   arqueológicas,definir   s i m   valor de  conservación,   prever   los   efectos

perniciosos de   la   futura ordenación, prevenir  los   im-pactos   y.   dependiendo   de su   carácter,   aportar   pro-puestas   legales,   criterios   y  procedimientos   de   inter-vención,   posibilidades   de   musealización,   estímaemo-nes económicas.  etc.

La   práctica   habitual   se   viene   preocupandopor   las   tareas   de   identificación  y   delimitación,   paralas   que   estamos   más   o   menos   entrenados   y   el   restoqueda   a   merced   de   la   improvisación   y   el   ingenio,convirtiendo en “jazz-session”   lo que  debía   ser sinfo-ulía,   La  manifiesta descounpensación que   ésto   suponeno   sólo   difleulta   la   operatividad,   sino  que socava   lamisma credibilidad de los estudios.

Los  documentos para ser útiles   sólo puedenelaborarse desde la   perspectiva   de   los   estudios   inte-

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HACIA UNA METODOLOGíA  PARA  EL ESTUDIO  DEL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO   231

grados (planes   especiales,  planes generales   de   orde-nación, evaluaciones de   impacto   ambiental,   progra-mas de   catalogación,   programas   de   conservación,proyectos de investigación territorial, etc.) que,   según

su   capacidad   y   alcance, deberían ser diseñados deacuerdo con las  directrices establecidas por los  planesgenerales de  intervención, los estudios  de ordenacióndel   territorio  o   los  programas preventivos de  investi-gación.

El  modelo  general de organización  d el  estu-dio podria ser   el   reflejado en   la   figura   3.   Convieneexplicar que aunque lo que denominamos documentocientífico y   documento   técnico   se   tratan  por  separa-do,  se   integran en  un   proceso de   trabajo donde sus lí -mites no están definidos, pese a   ello  optamos  por   ladiferenciación para clarificar los términos.

2.2.   El documento científico

D’Alembert   fiel  a Bacon   y  a  l a   fiebre clasifi-cadora de  l a   Ilustración, dividía  la   “ciencia humana”de acuerdo con las   tres potencias d el  alma:  memona-Historia,   imaginación-Poesía   y   razón-Filosofia.   E lalejamiento de la historia   de  todo lo que   fuera juicioe inspiración la relegaba a la descripción de pasadosinamovibles, compuestos   por hechos   que   según   seachacaran a   Dios,   a la naturaleza   o   a los  hombres,

encajarian  en  los  dominios  de   la  Historia   Sagrada, dela   Historia   Natural  o   de   la   Historia  Civil.   La   labordel   historiador consistía   en   la obtención y ordenaciónde datos   y   en ningún caso llevaba  aparejada la  inter-pretación   o la critica. El descubrimiento era   el   fin   dela  investigación   (la regla IV de  Newton establece  quedescubrir es probar).

Esta concepción prendió en   la   arqueologíacon más fuerza que en ninguna otra forma   de   hacerhistoria.  Los  historicistas y empiristas mantuvieron  y

mantienen firmes sus bases descriptivas y  clasificato-rias. Cualquier iniciativa innovadora ha contado   con

su   animadversión   incondicional.   Basta   recordar   laopinión de D.   Martiniano Martínez y  Ramírez.  profe-sor  de  Bosch  Gimpera. que  ya   opinaba   a   finales   delsiglo XIX que la prehistórica (en sus   inicios   clara-mente evolucionista)   era   “una   ciencia   tendenciosa inventada  por   los herejes  para comb atir   la religión” 

(Cortadella  1991:   161).Afortunadamente   desde   entonces,   al   igual

que  en  el resto  de  las   ciencias, la metodología  ha ex-perimentado múltiples cambios.   En   numestro país,   hoypor   hoy,   relegada un tanto   la   obsesión   taxonómica,

las mayores inquietudes revisionistas afectan a  l a   fa-se   de   obtención  y   observación   de   los   datos.   con   lasinterpretaciones   de   los   procesos de   formación   ytransformación de los depósitos  y  los modelos de   re-

gistro como principales preocupaciones.El  propósito es  conseguir un  mayor volumen

de   datos   e   información y unificar   las   observaciones(la mirada)  de los arqueólogos”.

Estos esfuerzos con ser necesarios   no   son,como   algunos pretenden,   la   panacea.  No  hay que ol-vidar que lo que   se   observa, el modo en  que  s e  orde-na  y  los fundamentos de las   explicaciones dependende la   teoría histórica de la que s e parte.  P .  Vilar ya  loadvirtió: no   se  encuentra más  que loque  s e busca.

Por eso,  aún pretendiendo concentrar   el   es-fuerzo  en  las   aplicaciones técnicas, la  coherencia  deldiscurso obliga   a   avanzar algunas ideas sobre   la or-ganización   y enfoque  de la   investigación   arqueológi-ca “pura”.

Cuando en  páginas anteriores definimos   los

fundamentos   de   nuestra propuesta indicábamos quela   metodología   arqueológica intenta aunar   los   dosmodos  de apropiación  de   conocimiento:   pensar y   ob-servar, pero   ésto   ¿cómo   se   concreta?   Iraida Vargas(1990:   24   y   ss.) establece  en  l a   investigación  arqueo-lógica una diferenciación  entre lo que  se   podría  de-nominar   instancias ideológicas   e instancias   metodo-lógicas.   Las   primeras   rigen   el   proceso   de   conoci-miento y se fijan, por un lado, en  una teoría sustanti-va  que entiende de los   procesos  de  conformación   ycambio de   la   sociedad;  por otro, en  una teoría   de   la

observación  que   explica   los  procesos de formación   ydesarrollo de  los contextos   arqueológicos   (de éstas yanos  hemos   ocupado al  tratar   los   fundamentos   de   lapropuesta y no   reiteraremos nuestra posición).  

Las segundas establecen la forma en   que   seaccede   al conocimiento. Vargas, siguiendo a   Bate,reconoce  tres instancias  m etodológicas  en   la   investi-gación arqueológica:

1 .   Obtenciónv observación  de  los datos.2. Ordenación de la in.forniacmon.3.  Generalización-Particularización.

Entendemos que   este   esquema   no   fija   una

pauta en la que cada   fase   del  proceso precede  siem-pre en e l  tiempo a  otra,   sólo señala la   manera  en quese   estructura  d e  modo general un proceso  de trabajoprofusamente imbricado   y   cíclico.   Por   ello   compar-tiendo   este  modelo,  proponemos  una pauta de   inves-tigación  que pretende   ser reflejo  práctico  del   mismo(ver fug.   3) :

1 .   Coyuntura  de   intervención.   Planteamiento   delproblema histórico, metodológico o patrimonial.2.   Selección   de   las   manifestaciones empíricas ainvestigar (qué estudiar).

3.   Selección   de   la forma de estudio   (métodos  y

técnicas).4.  Diseño del proyecto.5.   Recopilación   y   estudio de   la   documentación

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NARCISO ZAFRA DE LA TORRE

4 - 

Lrrlrbi

232

PROPIJESnS bOAE   P*OtSTS   O!   MOC*C~CLES Oet.

PtSMSAUIENrO O   MJ!VAS   PROYCTOAPÉJO*tO#CE   INflRVÉCIG¡SSLEOISLACIOÑ

Hg. 3.- N lod&o genera l dcl docurnenuo  cieuiuífico.

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HACIA UNA METODOLOGÍA PARA   EL ESTUDIO DEL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO   233

disponible.   Bibliografía, estudios   arqueológicosprevios.  amatecedentes  administrativos,  etc.   Primernivel  de hipótesis.6.   Estudio d el  territorio a documentar. Orografía,

suelos,   vías de comunicación   y   cuantos   compo-nentes d el  paisaje contribuyan a predecir los  tiposde poblamiento localizables.‘ 7 .   Prospección arqueológica   superficial,   para  de-terminar los  límites y el potencial de  las  zonasar-queológicas.  La elección  del  método   prospectivo   a

aplicar dependerá de   las   particularidades d el   te-rritorio  vías   e~’idencias disponibles,  pero en todocaso   será   sistemática   y  no   discriminatoria  ni  es-pacial ni cronológicamente.8.  Ordenación crono-espacial de  los   datos   e   inter-pretación histórica (segundo  nivel  de   hipótesis).9.  Selección   razonada  de  las  zonas donde  realizarla   excavación arqueológica,   atendiendo   a   necesi-dades   de   conservación.   investigación,   proteccióno.  en su caso,  corrección de impactos.10 .  Ordenación crono-espacial de  los datos.  inter-pretación   del   proceso   deposicional   y   postdeposi-cional.11 .   Generalización,  particularización:   interpreta-ción histórica12 .   Informe   con   las  conclusiones históricas, losvalores patrimoniales y   la propuesta   de   criterios

de conservación.13 .   Publicación   y   cualquier   otra vía   de  difusiónde los resultados.

En   la   fig.   3   se   representa   esta   paula   de   in-vestigación integrada en un  modelo   más   amplio   deorganización del  estudio arqueológico,   requerido  porel documento   técnico.

2.3.   El   docu m ento   técnico

El documento técnico   es   una aplicaciónpráctica   del   científico,   pero  no   es   sólo   eso.  Éste,   deacuerdo con lo expuesto más   arriba. s e   puede clasifi-car atendiendo a la   legislación   en  que se apoya del  si-guiente modo:

-   Vía   patrimonial:   programas dc   catalogación,programas de   conservación.   programas   de   difr-sion..•  Vía   ambiental: evaluaciones de   impacto  ambien-tal, calificaciones ambientales..- Via  urbanística: planes geneníles  de  ordenación.planes   especiales   de   protección, planes   de   refor-ma,   normas subsidiarias, delimitaciones de   suelo

urbano, estudios de  detalle. - -

Los   documentos   contemplan,   requieren   y

generan un  determinado tipo de   in.for¡nación,  que va-ria de acuerdo con las  exigencias de cada  administra-

ción. pero que en general tienden   a   ser   totalizadores.Lo  que  sigue   se  ajusta a lo que exige   la   ComunidadAutónoma  de Andalucía:

•  C omitemplan:•   Identificación

•  DescripciónJustificación

-  Delimitación-  Propiedad

Definición de alteraciones•  Propuesta   legal  o calificación

Instrucciones particulares.  muedidas  preven-tivas.   medidas  correctoras y.   en   s i m   caso,   propues-tas  de  intervención

-   Intervenciones en  conservación (en su  ca-

so)•   Requieren:El documento   científico ya   descrito,  un aná-

lisis  de   la   situación  legal  y un  estudio d el  proyec-to agresivo (en su caso) (ver fig.   3)• ~‘Generan:

-  inventarios (bases de datos)Catalogaciones (con   o   sin instrucciones

particulares)•   articulado en  planeamiento- articulado en declaraciones de   impacto  am-

biental

‘programas  de conservación•   planes de uso y gestiónComo este trabajo sólo pretende  apuntar  a

grandes  rasgos   la   línea metodológica  propuesta no   sedesarrollarámi los  contenidos  de  los  documentos men-cionados   e m a   la   clasificación anterior, pero si seránabordados algunos aspectos   que   son fundamentalespara cualquiera   de   las   aplicaciones prácticas   de   losestudios   arqueológicos:   las   catalogaciones   (instru-mento   de   protección   básico),   los   programas   de   con-servación   y los  programas de d ifusión.

2.31.   CatalogaciónEl   catálogo,   como   parte fundamental   de

cualquier esfuerzo planificador,   es  una herramienta,un  medio   no un   fin.   La metodología   de catalogaciónexplícita   las   bases   teóricas   que   la   hacen  necesaria   ycómo llevarla a   la   práctica.   Sea  cual sea  s u  ambición,para   ser operativa   necesita   contener   registros   clara-mente definidos  en el   espacio,  con cautelas   perfecta-mente marcadas.  Lo  que requiere criterios de delimi-tación de   la  Zona Arqueológica ysu entorno.

Ruiz y  otros (1996)  plantean que  el   asenta-

miento es impemisable  sin su territorio,   cosa histórica-mente correcta,   pero   ¿cómo se   plasma  eso  sobre car-to gra f’m a’?.  ¿con polígonos Thiessen?, ¿con inferenciasde   límites   de   área   de   captación  de   recursos?   o   ¿con

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234   NARCISO ZAFRA DE   LA TORRE

gigantescos territorios políticos? Por un   lado,   la   teo-ria nos impulsa a   considerar l a   Zona   Arqueológicacomo   un  territorio amplio (asentamiento.  necrópolis,área de captación de recursos, zona   de   influencia

económica, zona   de   influencia  política, etc.)   it  porotro,   la   realidad de   la   propiedad de   la   tierra, sus con-dicionamientos legales   y   sobre   todo   su   gestión (elcontrol) acotísejan restringir las   áreas de   protección   a

los   espacios arqueológicos   de   hábitat   y   sus entornosinmediatos.

Este dilema  no  presenta soltíciones de  carác-ter gemíeral . cada caso requiere un estudio pormenori-zado.   y  l a  adopción de  determinados criterios (histó-ricos,   paisajísticos,   geomorfológicos,   hidrográficos.catastrales,   etc.)   dependerá   de   las   características  es-pecíficas de cada zona  arqueológica.

Sin   embargo desde nuestra   perspectiva   esobligado   comenzar   a proponer zonas arqueológicasque, a   la  manera  de  los  espacios naturales p rotegidos,abarquen porciones  del  paisaje   históricamente cohe-sionadas   y engloben   redes   de  asentamientos (territo-rios   locales o  territorios políticos) que permitan inter-pretaciones internas   (Ruiz   et alii   1996).   Lo  que supo-ne  incluir elementos del paisaje agrario que han  per-manecido hasta ahora   ajenos   a   cualquier valoraciónhistórica  y  que, para ser coherentes con   la definicióndel   patrimonio arqueológico   de   la   legislación  vigen-

te,  deben ser protegidos   con  e l  objeto  de  asegurar suconservación para  el  uso público   (Zafra  et allí   1995).Carandini  (1984:   139)   comentaba,   con cuer-

ta   grandilocuencia, que  el  patrimonio se  entiende de-masiado a menudo como  un conjunto de “bienes”  ol-vidando que es  “nuestra   matriz,   por lo  tanto   la  pro -  pia   nación”.   Buena   parte dc   la   imagen disgregadoraque  é l   constata  cabe   achacarla a  l a   noción  aislacio-nista   de   las   zonas   arqueológicas   en los inventarios.El   abandono  de esa catalogación “insular” puedeayudar a desbaratar el   sustrato   idealista  que   subyaceen su concepción.

Como norma de aplicación práctica  convie-nc   tener en cuenta que la   protección   a aplicar debeser gradual,   no   se  pueden imponer   las   mismas   res-tricciones   de   uso o   aprovechamiento  a   la   zona   ar-queológica  propiamente dicha que   a   su entorno   o   a

los elementos emergentes que a   los  soterrados.   En to-do   caso   las   cautelas deben ser fundamentadas,   cohe-rentes,   aplicables  y con visión de  futuro,   lo  que exigeun conocimiento aquilatado   de  las  afecciones reales opotenciales de los   usos   establecidos   y   los   previstos.Tampoco í’iene mal   un  ejercicio de  mod estia.   el  reco-nocimiento   de  las   limitaciones del   método contribuyea  evitar conflictos futuros,   el   ajuste de  los límites delas  áreas de protección   se  basará en   las  evidencias   y

también en  las  posibilidades estimadas.

2.3,2,   Programas de  ConservacionLas  zonas arqueológicas son   recursos  cultu-

rales   m i o   renovables:   su utilización   implica  en buenamedida su destrucción. Nuestra mecánica de  obten-

ción   de   datos   es   muy   rígida   y   supone   en   todo casouna perturbación   de   las   manifestaciones   del  procesoque  s e   intenta explicar (Vargas   1990:   25).   Como   esnatural   el   nivel  de   agotamiento del   recurso dependede   la  entidad de la actuación y  de   su futuro previsto,no   es   lo   mismo  un   sondeo estratigráfico de compro-bación cronológica  que una excavación total por   im-perativos urbanísticos.

De   cualquier modo el   juego   limpio implicala   conservación de   lo investigado  para permitir en e lfuturo su reinterpretación   y   la   contrastación   de   losresuiltados. Esta es  una preocupación presente  en bas-

tantes  “escuelas” y   se  ha aceptado la   conveniencia deacotar reservas en   los   asentamientos,   para   permitirestudios   futuros.  Sin embargo sólo   en   contadas oca-siones   las   áreas   sobre   las  que   se   actúa directamentes o m í  tratadas con tanta  deferencia.

Las   intervenciones   en   conservación  presen-tan una escala  dependiente d el   fin  que se  persiga, queva  desde e l  vallado del  lugar hasta su   musealización,pasando  por  el  cubrimiento,   la   consolidación.   la res-tauración.   etc.  La decisión  o   la  propuesta sobre   el   ti-po   aplicable   a cada elemento   está   en  función   de   los

criterios de estimación del  valorde conservación.Los   estudios   de   economía   de   los   recursosambientales admiten   para éstos   la   existencia  de   trestipos de valor,   el   de   existencia, el   de opción   y e l   deuso (en realidad tres estados  del  valor  de  uso).  El pa-trimonio   arqueológico   en   su calidad   de   recurso   am-biental participa de   esta   clasificación   con   algunasmatizaciones. Siguiendo a   Carlos Romero (1994:   50)podemos  definir   el  primero como   el   activo  que  no   seha utiliLado  ni s e  piensa utilizar pero cuya existenciareporta un   beneficio. Por  ejemplo   muy pocos españo-les  podremos entrar en la  cueva  de Altamira,  pero e l

conocimiento de  que su conservación está aseguradaes  un í’alor  a l  que no   estamos  dispuestos a   renunciar.El  valor de  opción   se   define como   un   activo  que noes  utilizado pero e s   susceptible  de  serlo,  por ejemploaún   no   hemos  podido visitar   Atapuerca,   pero   tene-mos previsto  hacerlo algún día. El valor  de   uso e s   eldel  activo utilizado,   v.g.   la Plaza de Armas de PuenteTablas zona arqueológica que “títilizamos”  con  regu-laridad’2.

Estas   posibilidades de  utilización están  pre-seíítes como  referencia base a la   hora de  decidir sobrelo que se  debe o  no   se  debe conservar (léase donde   se

debe o   no   invertir), pero  para   ganar  operatividad esconveniente definir algunos criterios concretos  onen-tativos.  advirtiendo que adquieren sentido pleno con-

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HACIA UNAMETODOLOGÍA PARA ELESTUDIO DEL  PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO   235

siderados   en   estudios de ámbito macro-territorial   yque  no pretenden agotar las posibilidades:

DívERsínan.   Variabilidad de   un  conjunto   deasentamhenLos.   vg.   Territorio   bien   definido donde

hay un asentamiento de cada época  adquiriendo cadauno   un   valor   de   conjunto   como fase   de   un   procesohistórico   (estratigrafías   horizontales), o   ten-itoriobien definido donde  se  articula un   patrón productivocompleto  (mina-metalurgia, elaboración-consumo...).

RAREZA. Presencia escasa  en el  ámbito consi-derado o en  la  banda cronológica  a  l a  que se adscribe(santuario, palacio,  mina, ciudad.  etc.).

SINQuLA.p.n»n.   Caso   único en  el ámbito   deestudio   o   en la región.   que atañe a condiciones   deconservación, valor científico,  tipo de zona arqueoló-gica...   y  no   sólo a cronologias.

FRAGILIDAD. Grado de sensibilidad a  las  alte-raciones,  que depende de  l a   superficilidad de los res-tos, del  tipo de éstos y  de la intervención propuesta.

INTEGRIDAn   Grado   de   interconexión de   losrestos   (mayor en recintos amurallados, estrncturasaisladas,   cuevas. -3 .

REPRESENTATIVIDAD.   Valor   simbólico,  emble-mático  o   significativo.   Grado  de   relación   del   patri-monio recuperado   con   sus   receplores   previstos,   de-pendiendo  éste   de   la   capacacidad  del   bien  patrimo-nial  para hacerse reconocer sin   intermediarios.

EJEKWLAPJfl~D.  Posibilidad   de   “efecto   domi-nó”  por agravios  comparativos una vez permitida   laalteración. Requiere   conocer los  planes previstos   pa-ra el territorio donde se  enmarca el   estudio.

COM PLEJuDA D.   Dificultad de   comprensaon,con  e l   conocimiento actual, del  mareo histórico en elque  s e   encuadra la   zona arqueológica.

TITuLARIn’®. Pertenencia   de  l a   zona arqueo-lógica a las   administraciones públicas.

EYCECTATIVAS   DE   liso.   Posibilidad   potencialde inversiones en   la  zona con  fines culturales.

Como se  decía  esta relación   es  útil a   la  hora

de proponer  o  decidir sobre   qué  s e   interviene.   La  in-tervención   en   sí   reclama un programa   interdiscipli-nar que con   criterios  convergentes sirva a   objetivosculturales y  socio-económicos.   En jerga de  economis-tas,   se   trataría   de una   decisión  multicriterio basadaen una programación multiobjetivo.

Estos   programas   por   requerir   una ampliacarga   de   estudios   previos   (arqueológica.   medioam-biental.   arquitectónica,   de   factores de  deterioro...)   searticulan   en   diversos proyectos   de   investigación   yejecución,  que desarrollan el conjunto  de actuaciones

decididas,   organizadas   y   lascadas en la  programa-ción, que  e s   la  que cohesiona y   dota  de  coherencia alas   interpretaciones que   se   pretenden   trasladar   a   lasociedad.

23.3.   DifusiónUna cínica teoría mus’   extendida entre infor-

madores  y   periodistas   establece   que   si   un   aconteci-miento   no   es   percibido  no   existe.   Esto es  especial-

mente cierto en  arqueología, porque l a protección  delpatrimonio se   percibe   como   un   freno,   una   traba al“desarrollo”   y   la difusión en   su  más  amplio sentido(divulgación,   publicidad,   publicación,   enseñanza,puesta en valor,   etc.) se   encarga   de   poner   de   manu-fiesto  su capacidad de  generación de recursos   (cultu-rales  y sociocconómicos>.   Es  por  ello   el   eslabón   quelegitima y  justifica  ante la   sociedad las   inversiones ylos esfuerzos.

“La   d,ji¡sión   es   u na  gestión   cultural   inedia- dora   entre   el   patrimonio   y la  sociedad’   (Mart ín1991).   El  objetivo   de   la  difusión   es   promover en   la

comunidad la  asunción de   la  memoria común y la ac-tualización de la   propia identidad cultural a   través dela   conservación   y   uso   del   patrimonio arqueológico(Zafra e t  alii   1995).

Raza,   lengua.   religión   y   gestas guerrerasconforman  los   códigos   tradicionales de   identidad  na-cional. Junto a ellos e l   territorio e s   contemplado co-mo una plasmación ideal   en  el   tiempo y  el  espacio deesos   valores   “eternos”:   la   patria   o   patria  chica   quedota   a   sus habitantes de   las   caraetemisticas que   losadornan. La tierra, confundida con el Estado,   es   un

organismo ~‘ivo aunque  inmóvil   (inamovible),   quealumbra, alimenta y educa   a   sus moradores.Numancia,  Sagunto,   Itálica no  son zonas ar-

queológicas,   son   banderas,   representaciones   de   laidea de  grandeza moral o  riqueza material que se  es-pera de  los “españoles”   de  todas las  épocas.   Son  san-tuarios aislados  animados por e l  “espíritu del  pueblo”(Volkgeist)   hegeliano, ajeno a   las   manifestacionesmateriales de  los avatares sociocconómicos.

En  estas   interpretaciones de  base filológica,el  paisaje desempeña una función   emocional,   que alser una categoria   históricamemite   inexplicable   no   se

comicreta  en una   superficie  determinada. Ésto signifi-ca que cualquier tierra por muy “cuna  de   los valoreseternos”   que sea,  no   tiene que  ser   conservada en suaspeeto real,  fisico.   porque esos  valores le son inma-nentes.

Para el arqueólogo la   realidad física explica-da   (el   territorio   historiado)   se   afirma   como   vínculode  l a   comunidad.  Se persigue que  l a  comprensión   delo “material” explique  e l  proceso histórico  comparti-do.   Este  enfoquc de  l a  difusión,  al ser más  inmediatoy más  comprometido  con el  patrimonio que  la   noción

idealista de   “espíritu   del   pueblo”,   se   revela   más  útilpara  protegerlo y   de  paso  ayuda a fomentar  una acti-tud conservacionista identificando paisaje con  patri-monio   histórico,   y   comunicando,   por   medio   de   la

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236   NARCISO ZAFRA DE   LA TORRE

producción científica, a   la   historia  níaterial con  la so-ciedad.

Esa   comunicación   requmiere   estímulos,   me-dios y   perceptores.   La   selección  de unos u   otros  obe-

dece   a   los objetivos que  se  persiguen   que. como  siem-pre,  no  son neutros.El   hecho   de   que realidades  como   el   Jorvik

Viking  Centre,   cuyo  estimulo   es   económico,   su  me-dio   la   reconstrucción espectacular   y   los   perceptoreslos  turistas;   o   los  BAR..   cuyo  estímulo es  académi-co, su  medio  la publicación especializada   y   los  per-ceptores   la   comunidad científica,  s e  alejen de nuestroideal   de  difusión  no   quiere decir que   sean   innecesa-nos,  sencillamente no   son suficientes.

La  inversión  en  patrimonio histórico y   espe-cialmente en patrimonio arqueológico  para   justificar-

se  debe perseguir   como   objetivo   la   recuperación   dezonas deprimidas   y   la   poteneiacióui   de   recursos   in-frautili-zados.   apostando   por   provectos   estables quegeneren   puestos  de   trabajo.  a   la  vez que  revalorizanla   forma de   vida tradicional y  l a   miaturaleza inmedia-ta con la   idea de   afianzar la   propia identidad culturalal tiempo que se  procura riqueza.

El   medio   para   conseguirlo es   la   zona   ar-qucológica   entendida como   el   foco   desde   el   que   seirradia   toda   la   información.   De   nuevo   la   programa-ción es   esencial.   El diseño  de directrices  y la  organi-

zación   de   las  escalas  de intervención son la garantíade   la   eficacia.   Xavier  Balívé (1993:   120)  precisa quelos planes d e uso y  gestión   de  los conjuntos o  parquesarqueológicos. lo que denomina planificación  estraté-gica,  deben tener como mcta  su rentabilización  cultu-ral,   socio-económica   y   (en lo  posible)’3   financiera.Compartimos esta idea  y  aíiadimos que  e s   extensibleal   resto   de   la  escala de   actuaciones,  desde la simplepublicidad hasta la difusión científica pasando por ladivulgación   más  convencional, en  l a   creencia de   q u m ela  utilidad es e l   referente apropiado para orientarlas.

La  pretensión e s   recuperar el  patrimonio pa-

ra   L o s   herederos   de   las  comunidades que lo  genera-ron, contribuyendo a   la   autovaloración   social   delmismo   a   través de   dos mecanismos diferentes:   la par-ticipación en   la   reconstníeción de   s u l  historia   y e l  re-conocimiento   y   preservación   de un   conjunto   patrí -monial ignorado (Zafra  et  alii   1995). Lo  que aparejael   establecimiento de  un  diálogo   con  e l   receptor ten-diendo   a   procurar una participación  activa.  Esto difí -cilmente lo puede   realizar e l  profesional en solitariodado   su   limitado campo   de   acción   (divulgación ~producción científica) pero s i   la   administración y   los

equipos   de  investigación debidamente financiados.

Junto   a   ésto   las  nuevas tecnologías permitenaplicaciones casi infinitas.  videos.   equipos   multime-dia, realidad virtual, red Internet... abren  posibilida-

des inmensas en   la   forma   de   ofrecer   y acceder   a   lainformacióny  deben utilizarse en la  medida  en quese   ajusten   a   los   fines   q u m e   se   persiguen.   pero nuncasuplantándolos.   En   ocasiones   el   deslumbramienloante l a   tecnologia hace  olvidar  que esuna  herraunien-la   de  trabajo no e l  producto  del  ulismo.

3.   LA ARQUEOLOGÍASOCIALMENTE  ÚTIL

“El   conocimiento   inútil”   e s   el   significativotitulo  con el   que  iP.  Revel (1993:   479)  agmpaba  unavoluminosa serie de   reflexiones en   torno   a   la   pregun-ta   de   si   el  constante aumento de los conocimientos   deque  disponemos   nos   conduce   a   tomar  mejores   deci-

siones.   E l   título   expresa   con   largueza su   opiniómí   alrespecto.   Esta  obra,   aparte de   contener  un   feroz ata-que al papel de la   ideología  en la práctica   científicaq u m e   no   comprendemos   m i i  compartimos. pemíite   si-tuar  en uit   marco  socio-cumílural   amplio e l   sentido  denuiestro   epígrafe,  haciéndonos ~‘erque   esta preocupa-cióul  por la, en su terminología.  “inserción   de   los  co-

nocunienlos  e n   la  accion’’   n o   es   exclusiva   d e  una   d is —

ftmnción   de   la  praxis arqueológica,   sino que  abarca   elextenso campo  de  las  ciencias sociales y   físicas.

Los   historiadores   s ’   sociólogos   del   conocí -níiento (Medina  y Sanínartin   199<):   114-122) han  re-

prochado   a   la   filosofía  de   la  ciencia  su desinterés porlo  que denominan   “aspectos externos”   de   la   investi-gación científica. Entendiendo   que  el   olvido  del  con-texto   social  es   el  molde   para  ulla   coartada que   legiti-m ita  cualquier práctica   ciemítílica  en  aras  del  progreso.E l   hecho de   no considerar el  costo  ambiental o   socialde  l a  investigación   exculpa  a   los científicos.  volcandolas   responsabilidades en   los   industriales   y   técnicosque  aplican sus descubrimiemítos.

En  arqueología   también   hay un   “aspecto ex-lerno” y un reparto  de  roles  en   el  baile  de  culpas.   Sin

eunbargo.  y  pese  a ser deteruninante   en tas   condicio-nes  de  trabajo de  cualquier   estudio,  el   contexto  histó-rico en  e l  que se  desarrollan   las   intervenciones pocasveces  es   tenido  en  cucuila   a   la   hora   de   planificarías.al   menos conscientemente.

Pero   inconsciencia   no   es   sinónimo de   ilio-cencia.   El arqueólogo   m i o  puede pretender que ante  l aperspectiva  de   destrucciómí   de  una zona   arqueológicas i m   planteamiento sea   pomíderado.   O lo   que   es   igual,íío   podemos   medir con   la   misma   vara   el   perjuiciocausado   a   su protección/conservación   y   el   beneficioquíe   puede   suponer   s u  d esaparición.   Sin embargo   es

evidente que en cuestiones como  ésta,   que   afectaíí   ala   organi7.aeión   de   la   sociedad   o  a su modo de vida.míadie  puede opinar   en   exclusiva.   Pese   a   ello   tende-

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HACIA UNA  METODOLOGÍA PARA   EL  ESTUDIO DEL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO   237

mos a  considerarnos los  actores,   los  espectadores.   laobra   y   el   teatro,   por   lo   que la   mayoría  de   las   vecesperdemos crédito y   público.

Con e l  tiempo (a l a   fuerza ahorcan>   llegare-

mos   a  aceptar que   los   ~‘aloresde   las  ciencias estánmediatizados por otros valores sociales como   la  justi-cia,   la   calidad de   ~‘idao e l  bienestar general, que  si-túan en   u m n  plano político su desarrollo (Santesmasesy Borillo   1994:  682). Conviene  en este  punto no  con-fundir  los   papeles:   la   ciencia   no  puede crear fines:   a

lo sumo puede facilitar,  como  dijo Einstein,   los  me-dios con que   alcanzarlos. Corresponde   a   la   política(no   sólo   a   los  políticos) fijar   las   metas, sin que  esosuponga   para   los profesionales   una “dejación  de fun-ciones” (la política   la   hacemos todos).  Conviene   in-cluir aquí   la   opinión-de   Sánchez Albornoz   (1978:114) para quien la política  debería ser l a  “C iencia   de 

aplicación   d e   la Historia”   con  lo  que  s e   cerraria uncírculo de mutuas dependencias.

Los  planes,   programas  y  proyectos arqueoló-gicos   se  deben pensar   y   diseñar  para   atender   las  ne-cesidades de  nuestra sociedad a través  no  sólo del co-nocimiento   del  pasado sino también  de   su conserva-ción  y uso.   La  arqueología   genera (debe  generar)  do-cumentación cientifica,  patrimonio histórico  y. en   lamedida de  lo posible, recursos.

Se   facilitaría esta tarea   si   conseguimos   ha-

cer comprender e l  carácter  bifronte de la   protección

del  patrimonio arqueológico:   se  protege e l  pasado entanto   que  patrimonio histórico   y   el   futuro   en   tantoque patrimonio ambiental.

Es   indiscutible que  el   interés por la   protec-

ción   de   las   zonas arqueológicas   no ha   alcanzado  elnivel   de   implicación   social   que  l a   conservación me-dioambiental. sin embargo  no   debemos   alentar   ani-madversiones contra   los  linces  o   los pinsapos   por  serpreferidos   a   los  fondos d e   cabaña   o   al   “opus  spica-

tunz En   el   fondo   es   un problema ético.   La  con-

servación  del  medio  ambiente comienza a   establecer-se   como   un  valor dominante   en  nuestra sociedad   y

cualquiera que lo pone  en peligro  es  inmediatamentereprobado   (no   sabemos   si   como  exponente  anacróni-co de  una moral  vencida, como   defendía Nietzsche,   osencillamente como  un   ser antisocial  insensible  a  lasinquietudes  de su tiempo).

Como diariamente nos demuestra la  televi-sión e l interés de   la  ciudadanía e s  dirigible,  por tantoes factible conquistar  un   puesto en ese código  de va-lores, esta proptmesta quiere ser una contribución a talesfuerzo.

De  nosotros depende.

Jaén,  noviembre de  1995

NOTAS

Es  cieno   q u e   e l   p e s o   de   cada   término de l  binomio   influye  decisiva-mente   e n  e l  grado   de  fiabilidad  d e   los   resu l tados  y   con r recueneia  s eha  reprochado   a   los estudiosos   q u e  asumen   expresamente   u na   ideolo-

gía   (Reve l   1993: pa ss in m )  y   sobre   u o d o a   lo s  marx is tas,   su   “ligereza”e n  e l   trauamienuo  de   lo s   datos   si   e s t os   no comulgan   co n   lo s   plantea-

miemos   u e ó m - ie o s ,   E s u a   crí t ica,  n o  d el   todo  inmerec ida .  no  e s achacab lea   la   ca l idad   científica  de   la   metodología s ino   a   la   anchura  d e   l langade l  cód igo  deon tológico del  invest igador .

2   Esto  e s   válido e n e l  n ive l de  e xplicación d e la   formación y desarro l lo

de la sociedad.  Junto a  és te   existe   e l d e   ucorización   sobre   la  lbrniaeióny desarro l lo  de   lo s  contextos   a rqueo lóg i cos ,  exclusivo de  nuest ra  dis-

cipln>a.

‘comenta  N’oeeue(1992:  392)   q u e   hemos   caído   e n la   t rampa de pe n-

sa r  geográf icamente   la   historia   e n   ve z   de   pensar  h is tór icamente   lageogra f ia . ésto demues t r a e l  escaso éxiuo d e   la propues ta   de  (Zarandiní(1984: 49)  gu íe   e n   1975   pedía   la   “asralixación” de   la   historia y   la  re-valorización   d e   la   geografia   h istór ica,   e n   l inea   co n   lo s   e s t ud ios quedesde lo s   a ñ o s   30 desarro l laba   Pierre   Vilar.

‘nensión   te;npo>-al   [también]  s e   expresa   e n  asociaciones   espacia - 

le s”.

Es ta   consta tac ión   también contribuye a   explicar  la te ra lmente   lo si

-guiente :1 .   La dist inta   significación  d e u n  ob je to   si   ha  sido   locali-

zado   a  f inales   de l   NIN o a   f inales   de l   >C < .   Po rqu e u na   ve z   ex-humado paradój icamente   lo   devo lvemos   a l   pasado, pero   no   a   Supasado,  sino   a   t ina detenninada   visión   de l   pasado   q u e   depende,entre   otros   l ’actores.   de l   momen to   e n  q u e   s e   invest igó , prue ba dela ident idad   entre sopor te e   in formaeton,

2.   La   obsolescencia   cas i   inmedia ta   de   la s   expos ic iones,nu se ism ie as. q u e   obf lgan  a   la  re n ,o d  e lac ión constanle,  E l   pasadoe s múltiple   d inámico po rque  la   historia s iempre s e   escr ibe e n  e lftítu ro .

3.   E l   concepto   de   patrimonio  h istór ico ,   producto   de  nues-tra  época,   q u e   implica  t ina herencia,  osca  a lgo  q u e   hoyno s  per-

tenece p or   decis ión   o   imprevis ión de nues tros mayores .

S i b ie í i   aceptamos   q u e e l  sopor te  de la  información d e   la  historia  ba-s a d a   e n  las fuentes  (pa l imseptos.   pergaminos .  epigrafia. etc . ) s e   mani-f iesta   e n   e l   pre se n te   no   podemos   de j a r de  notar   q u e   la   informaciónm i s m a   s e   gencró  en un  momen to  hís tonco  anter ior . E l sopor te y la   in-

En  é l   se   loca l izan   con   los   espacios ,  l os   t i empos que   le precedieron.C o m o   b ien   d ice I ra ida   Va rgas   (1990:  3 4 >   “En   arqueología  ladi- 

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238   NARCISO ZAFRA DE LA TORRE

l ’ormac ión son  d iacrónicos.  E n  a rqueo log ia en   la inmensa   mayoría d eocasiones   e l   sopor te   y   la  información   son la   m i s m a   c os a , y   po r   ellosíneronícos  y contemporáneos de l  a rque ó logo .   Lo s  mater ia les   arqueo-lógicos   se   concib ieron   como   p roductos   o   herramientas,   no   como   In-

formación  h istór ica.   D e   es te   carác ter  s e   le s   dota   después.   e n  e l   mo-mento   e n   q u e s on   desenterrados.

Has- q u e   dec i r   e n  nuest ra   defensa que una   gran   par te d e   la  bibliogra-fin   solo   “ticha   i tems   a rqueológ icos,   dando cuenta   de l   ‘descubri-miento”  o   “salvamento” d e es te   o   a q u e l  e lemento,  s i tuándose   ruera  depro~eetos   de  invest igac ión   co n   ob je t ivos   definidos.   En   e s e   contextodificilmente   s e   puede p re tender   hacer   c ienc ia  y   la s   criticas n o  s e  pue-d e n   ceba r   e n   la   ausencia   de   paradi~na cientitico   sino   e n  l a   ca l idadde l   registro  y   e n  l a utilidad soc ia l   de l   t raba jo .

• Otra cosa   e s   e l u so   q u e   la   instancia   decisora haga  de   la   información.qu e   no   s iempre   e s   p resumib le .   ya   q u e   e n  dema s iados   casos   d e pe nde

más   de la   opinión  d e  quién mane ja   lo s   hilos. q u e   de   la l ínea   politicapreseleccionada  como y a  ob se rva ra  Ca rand ini (1984:   128) .

E l   ep i te to descr ibe   u n a   práct ica   marcada   po r e l reto  personal   y l a   in-

genu idad.   Un   e j emp lo   a jeno   a   la  a rqu eo log ia   q u e   tipilica   es te   co m-portaní iento   e s   la   repuesta   de   Sir   E d m u n   Hillary  a   la   p regunta   dep o r q u é subió  a l E ve re ts: Po rque   es tá   ahí.   Es   la qu intaesencia   de l  retodeportivo.  As im ismo   descr ibe la  morada   y e l   esp i r i tu de   qu ienes   sos-t ienen   todavia   q u e   la s   aguas  s e   apar tan an te pa lab ras   como   cul tura.patrimonio   o   invest igac ión, o lv idando   lo s   ~aloresdominantes   e n  l a

sociedad  occ identa l  finisecular

E l  adjeti’o  pretende   definir  la s  condic iones  de t rabajo   y lo s   objeti-

vo s   de la s   excavac iones  de urgencia, marcadas   po r  l as  ex igencias   ur-banis t i cas .   la   p remura   y   la   pa rquedad   de   lo s   resultados históricos.Alude   tantién a   q u e   la   manija  concep tua l  y   metodológ ica   qu e  s c   le

ntribu”e. no t iene   padres reconocidos   y  a   la   v e z   ilustra   la   considera-ción soc ia l  de s u s   pract icantes   e n  compa rac ión  c on   los del   grupo  ante-

nor.

Para   ello   la s ap l icac iones   infonnáticas s e   están   revelando   de  granayuda.   Existen y a   p rogran í as como  Archaeol)ala  o   e l  s is tema   de   In-formación Arqueológica d e   la  Un ive rs idad de Granada   que , sob re   labase d e u n   Sis tema d e  Información   Geográf ica.   intentan sisteníat izartodo e l  proceso d e  ob tenc ión  de da tos.

~Es t e e s qu i e m a   t iene   e n   cuenta la   utilidad   po tencia l   o   activa d e u n

modo gene ra l   pero   adm i te o t ras l ec tu ras . Po r   e jemplo   t ina ver t ientecientilica: la   zona   a rqueológ ica   e n  proceso d e  invest igac ión   (valor   deuso).   potenc ia lmente estud iab le   (valor   de opc ión)   o   11 0   in~estigable,po r  n o  interesar o   po r inasequib le   pero   pro tegida   y conservada   (valor

de existencia).

3   E l   paréntesis   e s   nuest ro.   No   s e   puede   esperar s i emp re   rentabi l idad

econótnicn de  l as  invers iones cu l tura les,   a l   fin  y a l  cal~ so n  u n  sena-

cio  público.

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