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42 27 de octubre de 2017 El general de ejØrcito Raœl Castro Ruz, primer secretario del Partido Comunista de Cuba y presidente de los consejos de Estado y de Ministros, encabezó la guardia de honor con la cual se inició la ceremonia de inhumación de los restos del Padre de la Patria, Carlos Manuel de CØspedes, y de la Madre de la Patria, Mariana Grajales Coello. Raœl sostiene la urna con los restos de Carlos Manuel de CØspedes, momentos antes de depositarlos en el monumento funerario que definitivamente ocuparÆn en el cementerio Santa Ifigenia. La tumba del iniciador, del hombre del 10 de octubre, como le llamara Martí. Estudios Revolución Estudios Revolución Estudios Revolución

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42 27 de octubre de 2017

El generalde ejército RaúlCastro Ruz, primersecretariodel PartidoComunista de Cubay presidentede los consejosde Estadoy de Ministros,encabezóla guardia de honorcon la cual se inicióla ceremoniade inhumaciónde los restosdel Padrede la Patria,Carlos Manuelde Céspedes,y de la Madrede la Patria,Mariana GrajalesCoello.

Raúl sostiene la urna con los restos de Carlos Manuelde Céspedes, momentos antes de depositarlosen el monumento funerario que definitivamente ocuparánen el cementerio Santa Ifigenia.

La tumba del iniciador, del hombre del 10 de octubre, comole llamara Martí.

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43Año 109/No. 22

A la izquierda, la escultura de Mariana Grajales, obra de Alberto Lescay, fundida con casquillos de proyectiles de artillería de las FuerzasArmadas Revolucionarias; a la derecha, el monumento funerario de la madre de los Maceo.

La urna y la piedra de granito donde �al decir de Eusebio Lealen su discurso en el acto político y ceremonia militar� �estála voluntad de este pueblo de continuar esta historia�.

El mausoleo al Héroe Nacional José Martí, donde descansan susrestos en una urna sobre tierras de todos los países de NuestraAmérica.

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44 27 de octubre de 2017

Junto a Raúl, la alta direccióndel país rindió el más sentido tributoeste 10 de octubre a Martí, Fidel,Céspedes y Mariana, en la necrópolissantiaguera.

Flores parala Madre de la Patria.

A nombre del pueblo cubano, el homenaje al Apóstolde la independencia.

El tributo entrañable a Fidel.

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45Año 109/No. 22

E N el último viernes de su vida, al clarear el día, Carlos Manuel de Céspedes hizo la última ano-

tación en su diario, correspondienteal 27 de febrero de 1874. Como si pre-sintiera una desgracia cercana, con-signó �para lo que pueda importarde aquí en adelante�, algunos datosde sus más crueles enemigos.

Guardó la pluma para disfrutardel frugal almuerzo, que siempretomaba a las 10 de la mañana. Esedía lo acompañó José Lacret Morlot,entonces capitán y jefe de la pre-fectura de Guaninao, a la que per-tenecía el caserío de San Lorenzo. Aese lugar lo había desterrado laCámara de Representantes de la Re-pública de Cuba en Armas, tras de-ponerlo de la presidencia en Bijagual,el 27 de octubre de 1873.

En los tres meses siguientes asu destitución, permaneció atadoal Gobierno mambí, cuyos funcio-narios no solo le despojaron de suescolta y comitiva sino que noperdieron oportunidad de vejarlo yhumillarlo. A finales de diciembrela Cámara le autorizó a perma-necer en Cambute. Pero ante elavance de los españoles, el 23 deenero de 1874 tuvo que trasladarsea Guaninao.

Aquel fatal viernes de febrero,Lacret andaba con calenturas yCarlos Manuel le aconsejó que sefuera a acostar. A Carlitos Céspedes,su hijo y luego coronel mambí, loenvió en busca de unos zapatos quehabía mandado a arreglar. Vino Pe-dro Maceo Chamorro y como siem-pre, se enfrascaron en una partidade ajedrez. Al terminar de jugarla,echó a andar por el caserío.

Nunca lo hacía solo, siempre loacompañaban Lacret, Carlitos y elayudante Pavón, todos armados, peroese día los dos primeros no estabancon él y a Pavón, el mismo Céspedes

CARLOS MANUEL DE CÉSPEDES

El último viernesdel Presidente ViejoEl último viernesdel Presidente ViejoA su paso lo saludaban con respeto, los ancianosse quitaban el sombrero, los niños que estaban aprendiendocon él a leer y escribir se le acercabanPor PEDRO ANTONIO GARCÍA

lo había enviado adonde una familiapara que la ayudara a construir unrancho.

A su paso, los vecinos lo saludabancon respeto: los ancianos se quitabanel sombrero, los niños se le acerca-ban, estaban aprendiendo con él a leery escribir, y les reciprocaba ponién-doles una mano en la cabeza. Todoslos serranos lo llamaban el PresidenteViejo. Un poeta imaginaría la escena,años después: �Ya está en un hondóny no sabe quién lo acecha [...] Conti-núa en su paseo señorial, revisandolo conversado, el amor y la Dama delajedrez�.

Entró en uno de los bohíos, adondepor costumbre iba al mediodía. Unamujer negra, sonriente, llenó de caféuna tacita, hecha de un fruto yairreconocible. En esos momentos,guiados por un traidor, unapatrulla de seis soldadosespañoles y un oficial avan-zaba por la manigua, des-brozando monte. Entretanto,al bohío entró una muchacha,de tez trigueña y pelo ne-gro, quien silenciosamentese sentó en un taburete. Ellaya llevaba en su vientre unvástago suyo, pero nadieaún lo sospechaba.

Dicen que una niña avistóla llegada del enemigo. Cés-pedes trató de escapar porel camino del barranco, conlos españoles detrás. Corríacon dificultad y tenía proble-mas en la visión. Dos veces sedetuvo para disparar contrasus perseguidores, quienesle dieron alcance. El Héroedel 10 de octubre trató dedisparar nuevamente; sinembargo, uno de aquellos hi-zo fuego primero.

Rodó cuatro metros ba-rranco abajo. Ya lo había

advertido tiempo atrás: �Nunca vivome tomarán prisionero�. Su ropaquedó hecha añicos, dejó en la ásperacuesta pedazos de piel, cabellos y casitodo el traje. Para extraerlo delprecipicio lo arrastraron por los pies,lo que desgarró más su cuerpoinerte.

Si con la caída en combate de Ig-nacio Agramonte, en 1873, la Revolu-ción Cubana había perdido al Hom-bre de la unidad, quien podía unir atodos los patriotas de la época, con lamuerte de Céspedes se perdió al

Céspedes, según el pintor EstebanValderrama.

Lugar donde cayó Céspedes, cercano al caseríode San Lorenzo, tal como se conservaba a iniciosdel siglo XX.

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último líder con capacidad de salvarla Revolución. La Cámara fue res-ponsabilizada, por su torpe y malsanaactitud, de la desaparición del Hé-roe; cundieron la desconfianza y laanimadversión entre las filas mam-bisas. Luego vinieron los sucesos deLaguna de Varona, las indisciplinasvillareñas, el Motín de Santa Rita,el Zanjón.

Según Ángel Navarro Villar, untestigo presencial, el cadáver del Pa-dre de la Patria fue trasladado pormar a Santiago de Cuba. Conducidoal Hospital Civil, entonces en Hospi-tal y Padre Pico, lo expusieron a lacuriosidad pública en una casa con-tigua, conocida como La Inten-dencia, sobre una mesa ordinaria depino. A media tarde lo sepultaron en

una fosa común del CementerioSanta Ifigenia, ubicada en el tramoG, hilera primera frente al panteónde los mártires de la expedición delVirginius.

Tres patriotas junto con el ce-lador de la necrópolis, José CaridadDíaz, el negro libre Prudencio Se-rrano y dos sepultureros se jura-mentaron para preservar susrestos, señalizando bien el lugar.Cinco años después, se procedió auna exhumación clandestina enmedio de la noche. Su nueva tumbasería la fosa 103 del tramo B frente alas oficinas del celador. Hasta el 7de diciembre de 1910, en que fueroncolocados en un mausoleo erigidoen el camposanto.

Fuentes consultadasLos libros En busca de San Lorenzo, deGerardo Castellanos; Efemérides de laRevolución Cubana, de Enrique Ubieta;Facetas de nuestra historia, de HortensiaPichardo; y El Diario Perdido de Céspedes,de Eusebio Leal.

Sitio dondese ubicaba la fosa

común en la quese efectuó el primer

enterramientode Céspedes,

en la necrópolisSanta Ifigenia.

V IVÍA en una casa de la calle de la Iglesia número 34, en Kingston, Jamaica, acompañada por su

hijo Marcos y la familia de este. Comorelataría José Martí, aún tenía �ma-nos de niña para acariciar a quien lehabla de la patria. Ya se le van los ojospor el mundo, como buscando otro, ytodavía le centellean, como cuandovenía el español, al oír contar un lancebueno de sus hijos��.

Para el Apóstol, en la patria queella no vio libre, dar con el relato desu vida era como añadir una páginanueva a la epopeya. Refería cómo�estuvo ella de pie, en la guerraentera, rodeada de sus hijos�, mien-tras �animaba a sus compañeros a

MARIANA GRAJALES

Tras casi 30 años de yacer en un rincón extranjero,los restos de la madre de los Maceo reposaron al finen suelo cubano

Por PEDRO ANTONIO GARCÍA

pelear, y luego, cubanos o españoles,curaba a los heridos� y �si algunotemblaba, cuando iba a venirle defrente el enemigo, ([la veía]) con supañuelo a la cabeza y se le acababael temblor�.

En el indiferente rincón extranjeromurió la viejecita gloriosa el 27 denoviembre de 1893, a los 78 años (yno a los 85 como se ha escrito erró-neamente). En el periódico que éldirigía escribió Martí: �Los cubanostodos �dice una carta a Patria� acu-dieron al entierro, porque no haycorazón de Cuba que deje de sentirtodo lo que debe a esa viejita querida,a esa viejita que le acariciaba a ustedlas manos con tanta ternura�.

Transcurrió el tiempo. Cesó la do-minación española, se proclamó larepública neocolonial y, a casi tres

décadas de su fallecimiento, los restosde Mariana continuaban en tierraextraña.

Un grupo de santiagueros, quecontra viento y marea trataban demantener vivas las tradiciones pa-trias, comenzó a demandar que lascenizas de la mujer paradigmática,como madre, esposa y patriota, re-tornaran a Cuba. El concejal José C.Palomino recogió la idea de esosbuenos cubanos y presentó un pro-yecto a la Cámara Municipal el 14 demarzo de 1923, para organizar eltraslado de los restos de la madreheroica a su tierra natal.

Ni la presidencia de la Repúblicani la Gobernación provincial en uninicio acogieron con entusiasmo laidea, lo que no desanimó al grupo depatriotas. Se creó una comisión,

Regreso a CubaRegreso a Cuba

Mariana, la madre de la estirpe heroica.

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integrada por Palomino, DomingaMaceo, único vástago vivo de Maria-na, y otros descendientes de losMaceo, junto con Juan Sánchez Sil-veira, César Cruz Bustillo, el his-toriador Longino Alonso y José Gua-dalupe Castellanos, entre otros.

El clamor popular presionó alGobierno, este puso el guardacostaBaire a disposición de los comisio-nados. El 18 de abril la nave partió deCuba y al amanecer siguiente entróen Port Royal, Jamaica.

Tres días después, en el Cemente-rio Católico Romano de San Andrés,se realizaron los trámites de rigor.Valiosa fue la ayuda del sepultureroCecil Philips, quien no solo habíaintervenido en la primera inhu-mación de Mariana sino tambiénen la de un nieto de ella, fallecido enJamaica.

Trasladados los restos al consula-do cubano en Kingston, cientos de per-sonas �según crónicas de la época�,se reunieron ante la sede diplomáticay acompañaron al cortejo fúnebredesde ese lugar hasta el Baire. Labandera inglesa fue colocada a me-dia asta y soldados de la corona lerindieron honores, marchando enformación detrás de la urna.

Pero todavía les faltaba a nuestroscompatriotas otro momento emocio-nante, pues al zarpar el barco, losrelojes señalaban las 4:00 p.m. del 22de abril de 1923; al decir de un testigo,�toda la muchedumbre allí congre-gada nos despedía pronunciando envoz alta: Viva Maceo�.

De regreso a Cuba, al cruzar elguardacosta Baire la punta denomi-nada �de Moriente�, una fuerte einesperada tempestad azotó el buquedesde las ocho de la mañana, ya 23de abril, hasta la madrugada del

siguiente día. Según testimonios delos comisionados, solo gracias a lapericia y profesionalidad de EnriqueFerrer, comandante de la nave, quienpersonalmente empuñó el timón de laembarcación, no hubo que lamentaruna horrible tragedia. El propio Fe-rrer declararía después que era laprimera vez en su larga carrera de 26años de servicios en el mar, que sehabía visto en tan inminente peligro.

A pesar del escabroso recorrido,la nave con su preciosa carga arribóal puerto santiaguero el mismo 23 deabril. La sede del Ayuntamiento setransformó en capilla ardiente y ala tarde siguiente se colocaron lascenizas de la madre heroica en el

Cementerio Santa Ifigenia. Presi-dieron el cortejo fúnebre los genera-les mambises Vicente Miniet y Sal-vador Hernández Ríos, junto con elcoronel Federico Pérez Carbó, entreotros altos oficiales del EjércitoLibertador.

A nombre de los veteranos de nues-tras gestas independentistas usó dela palabra el coronel Miguel Balanzo.El doctor Max Henríquez Ureña, emi-nente intelectual dominicano exi-liado en Cuba, quien ejercía entoncescomo profesor de la Escuela Normalpara Maestros de Oriente y había sidoelecto concejal del municipio por elpueblo, también pronunció un nota-ble discurso.

Henríquez Ureña afirmó: �Maria-na Grajales no solo es grande porhaber engendrado en su seno 11 pala-dines gallardos de la libertad, sinoque lo es por la pujanza indómita desu espíritu, ese alto espíritu que ellasupo trasmitir, con la resolución es-partana del sacrificio, a aquellos quefueron carne de su carne y sangrede su sangre�.

Fuentes consultadasObras Completas de José Martí. El libroMariana Grajales. Historia de una fami-lia mambisa, de Nydia Sarabia. Textosaparecidos en la revista Luz de Orien-te, marzo de 1923.

Dominga Maceo(sentada), juntocon otrosdescendientes.

El cañonero Baire trasladó los restos de Mariana desde Jamaica en 1923.

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