wise analizando la profundidad de la socialización del racismo

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Título original: Exploring the depths of racist socialization Autor: Tim Wise Origen: Z Magazine, Julio/Agosto 1999 Traducido por Alfred Sola y revisado por Cristina Feijóo y Lucio Salas, marzo 2000 Analizando la profundidad de la socialización del racismo Por Tim Wise De vez un cuando aprendemos una lección con facilidad. Otras veces aprendemos cosas por casualidad, o ni eso. Parece que, inevitablemente, las lecciones más importantes vienen de los sitios más inesperados y en los momentos más inoportunos. Eso es lo que ocurrió el pasado agosto cuando mi abuela paterna murió a la edad de 78 años. Aunque la muerte de un familiar puede parecer poco apropiada como punto de partida de un comentario político, en eso consiste la peculiaridad de este asunto, lo que lo hace más conmovedor y valioso. Así que dejadme hacer un pequeño prefacio a lo que intento explicar. En los últimos años he tenido la suerte de hablar sobre el racismo ante casi 60.000 personas, en 40 estados, en más de 150 campus universitarios y frente a decenas de organizaciones, sindicatos y agencias gubernamentales. Algunas audiencias responden favorablemente, otras no tanto. Pero el mensaje que transmito es siempre el mismo: esas personas que llamamos "blancos" tenemos una obligación especial de luchar contra el racismo porque es nuestro problema, porque lo hemos creado nosotros en su forma moderna, con el propósito de tener el poder sobre los recursos y las oportunidades a expensas de la gente de color. Es más, todos los blancos, independientemente de sus actitudes liberales, "tolerancia" hacia los otros, y sus antecedentes de haber votado "decentemente", tienen que afrontar las creencias internalizadas sobre la superioridad blanca que todos sufrimos. Nadie es inocente. Nadie está lejos del alcance de la socialización diaria a la que estamos todos sometidos, concretamente en lo que hace referencia a la manera en que se nos enseña a pensar sobre la gente de color en esta sociedad: sus comportamientos, estilos de vida, inteligencia, belleza, etc. Sin duda, convencer a los blancos (especialmente a esos bienamados liberales que insisten que tienen cantidad de amigos negros) de que ellos también tienen creencias racistas internalizadas, incluso las más crueles, resulta ser el trabajo más difícil para mí. No puedes demostrarlo con estadísticas, o muestreos, o señalando la gran disparidad de oportunidades que forman el telón de fondo del racismo institucionalizado en los EE.UU. Convencidos de que están libres de los prejuicios, estereotipos y comportamientos que caracterizan a los racistas "de verdad", esas personas resultan indefectiblemente ser las más resistentes al análisis expuesto hasta aquí. Con esto en mente vuelvo a mi abuela. Porque su muerte, y más precisamente, su vida, hasta el momento en que murió, nos brinda más elementos para probar la forma en que nos afecta a todos la socialización racista, que cualquier otra cosa que yo haya experimentado. Vean: Mi abuela fue una de esas buenas liberales. De hecho, en muchas formas fue más allá de ser Pàgina 1 de 4 Analizando la profundidad de la socialización del racismo

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Ttulo original: Exploring the depths of racist socialization Autor: Tim Wise Origen: Z Magazine, Julio/Agosto 1999 Traducido por Alfred Sola y revisado por Cristina Feijo y Lucio Salas, marzo 2000

Analizando la profundidad de la socializacin del racismo Por Tim Wise

De vez un cuando aprendemos una leccin con facilidad. Otras veces aprendemos cosas por casualidad, o ni eso. Parece que, inevitablemente, las lecciones ms importantes vienen de los sitios ms inesperados y en los momentos ms inoportunos. Eso es lo que ocurri el pasado agosto cuando mi abuela paterna muri a la edad de 78 aos. Aunque la muerte de un familiar puede parecer poco apropiada como punto de partida de un comentario poltico, en eso consiste la peculiaridad de este asunto, lo que lo hace ms conmovedor y valioso. As que dejadme hacer un pequeo prefacio a lo que intento explicar. En los ltimos aos he tenido la suerte de hablar sobre el racismo ante casi 60.000 personas, en 40 estados, en ms de 150 campus universitarios y frente a decenas de organizaciones, sindicatos y agencias gubernamentales. Algunas audiencias responden favorablemente, otras no tanto. Pero el mensaje que transmito es siempre el mismo: esas personas que llamamos "blancos" tenemos una obligacin especial de luchar contra el racismo porque es nuestro problema, porque lo hemos creado nosotros en su forma moderna, con el propsito de tener el poder sobre los recursos y las oportunidades a expensas de la gente de color. Es ms, todos los blancos, independientemente de sus actitudes liberales, "tolerancia" hacia los otros, y sus antecedentes de haber votado "decentemente", tienen que afrontar las creencias internalizadas sobre la superioridad blanca que todos sufrimos. Nadie es inocente. Nadie est lejos del alcance de la socializacin diaria a la que estamos todos sometidos, concretamente en lo que hace referencia a la manera en que se nos ensea a pensar sobre la gente de color en esta sociedad: sus comportamientos, estilos de vida, inteligencia, belleza, etc. Sin duda, convencer a los blancos (especialmente a esos bienamados liberales que insisten que tienen cantidad de amigos negros) de que ellos tambin tienen creencias racistas internalizadas, incluso las ms crueles, resulta ser el trabajo ms difcil para m. No puedes demostrarlo con estadsticas, o muestreos, o sealando la gran disparidad de oportunidades que forman el teln de fondo del racismo institucionalizado en los EE.UU. Convencidos de que estn libres de los prejuicios, estereotipos y comportamientos que caracterizan a los racistas "de verdad", esas personas resultan indefectiblemente ser las ms resistentes al anlisis expuesto hasta aqu. Con esto en mente vuelvo a mi abuela. Porque su muerte, y ms precisamente, su vida, hasta el momento en que muri, nos brinda ms elementos para probar la forma en que nos afecta a todos la socializacin racista, que cualquier otra cosa que yo haya experimentado. Vean: Mi abuela fue una de esas buenas liberales. De hecho, en muchas formas fue ms all de ser Pgina 1 de 4 Analizando la profundidad de la socializacin del racismoliberal (dado el tiempo y el lugar en el que transcurri la mayor parte de su vida). Nacida en el rea de Detroit, ella y sus padres se instalaron en el sur en los aos 20. Su padre era miembro del Ku Klux Klan. Es decir, fue miembro, hasta que un da , en 1938, su nica hija le inform que se haba enamorado de un judo y que, adems de eso, el odio de su padre a los negros era insoportable para ella. Le tendi sus ropajes y, con la aprobacin de su madre, le pregunt si los iba a quemar l o tendra que hacerlo ella misma. Ella le plant cara a pesar de lo que deba ser un miedo palpable a plantar cara a un hombre no muy amable y ciertamente capaz de violencia. Nunca volvi a asistir a una reunin del Klan, y segn todos mis informes cambi sus actitudes, sus comportamientos, y de hecho, su vida. A lo largo de su vida, mi abuela iba a plantar cara al fanatismo racista en otras ocasiones: amenazando con atropellar a un vendedor de casas que intentaba impedir que viniera gente de color a su barrio de Nashville, plantando cara siempre que oa comentarios racistas a amigos, familiares o extraos. El miedo que muchas veces paraliza a los blancos y nos hace remisos a enfrentar el racismo, descrito por James Baldwin como el miedo de ser "excluido de la mesa de bienvenida" de la sociedad blanca, fue algo que no tuvo lugar en su vida. Era una mujer de principios y, aunque no fue una activista, a su manera inspir en sus hijos y nietos un sentido del bien y del mal inquebrantable en este sentido. Ella es en mucho responsable de lo que soy y de lo que hago ahora. Pero basta de elogios. Mi intencin aqu no es amontonar alabanzas a la muerta. Porque hay otra parte de esta historia que es menos gratificante y, sin embargo, ms instructiva e importante que todo lo dicho hasta aqu. Es la parte referida a la muerte de mi abuela. Hace unos aos se evidenci que Maw Maw, como la conocamos, estaba desarrollando la enfermedad de Alzheimer a un ritmo bastante rpido. Cualquiera que haya visto a un ser querido sufrir esta enfermedad sabe qu difcil es observar el deterioro que tiene lugar. Primero se olvidan los recuerdos. Luego los nombres. Luego las caras. Luego viene el terror y el miedo de sentirse abandonada. Finalmente, una regresin a un estadio de desarrollo virtualmente infantil, incluso con el chuparse el dedo tan caracterstico de los bebs. Convierte a sus vctimas en incapaces de razonar y de tener pensamientos comprensibles. La parte consciente de la mente pierde su energa, y ah est el objetivo de mi historia. Vean: resistir el peso de la propia socializacin requiere del pensamiento consciente. Requiere la existencia de la capacidad de elegir. Cerca del fin de la vida de mi abuela, cuando su cuerpo y su mente empezaron a decaer a un ritmo frentico, esta conciencia (la sanidad mental que la haba llevado a luchar contra las presiones para aceptar el racismo) empez a desvanecerse Al desarrollarse este proceso, que culminara en el rea mental de una residencia de ancianos, algo sorprendente y molesto ocurri. Empez a referirse a sus enfermeras, mayoritariamente negras, con ese trmino tan comn que forma la base del pensamiento racial blanco en los EE.UU., aqul del que Malcolm X dijo que era la primera palabra que aprendan los recin llegados a este pas: "nigger". Una palabra que nunca hubiera utilizado en su pensamiento consciente pero que permaneca almacenada en su subconsciente a pesar de sus mejores intenciones y de su firme compromiso de luchar contra el racismo. Una palabra que la hubiera puesto enferma slo de pensarla. Una palabra que la pona violenta si la oa. Una palabra que, si la hubiera utilizado alguna vez, bueno, la hubiera convertido en otra persona. Pero ah estaba, tan desagradable, amarga y fcilmente expresada como incluso su padre no lo hubiera hecho nunca. Piensen cuidadosamente en lo que estoy diciendo, y por qu es importante. Aqu estaba una mujer que ya no poda reconocer a sus hijos; una mujer que no tena ni idea de quin haba sido su marido; ni idea de dnde estaba, cmo se llamaba, en qu ao viva, y que, sin embargo, saba lo que le haban enseado a una edad muy temprana de cmo llamar a la gente negra. En cuanto no fue capaz de resistir a este demonio, escondido como una bomba de relojera en los confines de su memoria, Pgina 2 de 4 Analizando la profundidad de la socializacin del racismoste se recompuso y explot con rabia. Por Dios, no saba ni cmo comer. No poda ir al bao ella sola. No poda reconocer un vaso de agua como tal. Pero poda reconocer a un "nigger". Amrica se haba encargado de eso, y ninguna enfermedad le iba a quitar ese recuerdo. De hecho, fue una de la ltimas palabras que pudo decir, antes de dejar de hablar del todo. Por favor, comprendan mi punto de vista: dada la vida de esta mujer, y las circunstancias que rodearon su lento fallecimiento, que utilizara una palabra como "nigger" no dice nada sobre ella. Pero dice mucho sobre su pas. Sobre las semillas de maldad plantadas profundamente en cada uno de nosotros por nuestra cultura; semillas que -mientras tenemos control de nuestros pensamientos y actos- podemos decidir no regar. Pero tambin semillas que dejan latentes retoos de su propia voluntad. Dice mucho del trabajo que deben hacer los blancos, individual y colectivamente, para superar lo que siempre ha estado por debajo de la superficie; para superar la tendencia a aprovecharse de los beneficios de ser blanco, de utilizar los privilegios, entre ellos, y no el menor, el de sentirse superior a los dems, no por lo que son o lo que hacen sino por lo que t no eres: en este caso, no ser un "nigger". En muchos aspectos eso es lo que ha significado ser blanco, y todo lo que necesitaban que fuera los descendientes de europeos. Ser blanco significaba que al menos estabas por encima de ellos. Si no tenas donde caerte muerto, al menos tenas eso. Llamar a otro hombre o a otra mujer "nigger", y tratarlos del modo que se le ensea a uno que debe tratar a tales intocables, es ni ms ni menos que afirmar un derecho a la propiedad. Es agregar valor a lo que DuBois llamaba "el salario psicolgico" de ser blanco. Cuando mi abuela era fuerte y llena de vida, no tuvo necesidad de aprovecharse de esas ventajas y de hecho intent a menudo resistirse a ello con fuerza. Pero en la enfermedad y la confusin result ser lo nico que le quedaba a su mente cada vez ms enferma (y apel a ello a la hora de la verdad). Quizs es por esto por lo que estoy tan harto de or a blancos intentando venderme motos como "No tengo ni un slo hueso racista en mi cuerpo", o "Yo no tengo en cuenta el color". Vean: Maw Maw tambin poda haberlo dicho. Y ella habra tenido la intencin de que as fuera. Y hubiera estado equivocada. El hecho es que "nigger" es todava la primera palabra en la mente de la mayora de los blancos cuando ven en las noticias de la tele a un hombre negro llevado hacia a la crcel. La primera cosa que pensamos cuando vemos a Mike Tyson, Louis Farrakhan o O.J.Simpson (como en "ese 'nigger' asesino"). Creis que exagero? Venid a tomaros una copa conmigo en cualquier bar cuando salga por la tele un negro que no sea Oprah Winfrey, Michael Jordan o Colin Powell. Tomad un taxi conmigo en cualquier lugar de este pas, y si el conductor es blanco (de hecho, si es cualquier cosa menos negro) y el viaje dura ms de quince minutos, ved cunto tarda en salir de su boca esa palabra, o su equivalente moderno codificado, cuando se enteran de lo que hago. Preguntadme lo que gritaban los blancos a los estudiantes negros que ocuparon la cancha de baloncesto en un partido entre Rutgers y la Universidad de Massachussets hace unos aos para protestar contra los comentarios racistas del presidente de Rutgers. Los fans, que segundos antes haban estado aplaudiendo a rabiar a los jugadores negros, pudieron, y as lo hicieron, cambiar el chip en cuanto recordaron las lneas raciales que jalonan la hermandad de los juegos universitarios. Y despus de eso, que me cuenten otra vez lo de ser ciego a los colores. Id a Roxbury, o al este de Los Angeles, o al barrio marginal de Desire en New Orleans, o a cualquier avenida Martin Luther King en cualquier ciudad de Norteamrica, y ved qu difcil es encontrar melanina. Ciego a los colores, y una mierda. Bueno, una vez hayamos acabado de sentirnos mal por haber sido estafados como todos con el condicionamiento racista, aprendamos a perdonarnos. Nuestro culpa no tiene valor, aunque s tiene un sentido. Tiene muchos sentidos: significa que no es probable que vayamos a hacer nada constructivo para acabar con el sistema que nos envolvi, nos enga y nos rob parte de nuestra humanidad. Lo que necesitan y merecen esas mujeres de la residencia de mi abuela, mucho ms que una disculpa lacrimosa de los avergonzados miembros de la familia, es, para m, decir lo que estoy Pgina 3 de 4 Analizando la profundidad de la socializacin del racismodiciendo en este mismo momento, y dar a todos el coraje de ser lo suficientemente valientes para decir lo mismo: que acabemos con este asqueroso sistema de castas raciales. Que dediquemos cada da a resistir las tentaciones de las ventajas, que al fin y al cabo debilitan las comunidades de las que todos dependemos. Esas enfermeras saban, y yo tambin, por qu mi abuela ya no poda luchar ms. Para el resto de nosotros, no hay excusas parecidas.

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