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OTROS POETAS MODERNISTAS

1. AMADO NERVO

KempisHa muchos años que busco el yermo, ha muchos años que vivo triste, ha muchos años que estoy enfermo, ¡y es por el libro que tú escribiste!

¡Oh Kempis, antes de leerte amaba la luz, las vegas, el mar Océano; mas tú dijiste que todo acaba, que todo muere, que todo es vano!

Antes, llevado de mis antojos, besé los labios que al beso invitan, las rubias trenzas, los grandes ojos, ¡sin acordarme que se marchitan!

Mas como afirman doctores graves, que tú, maestro, citas y nombras, que el hombre pasa como las naves, como las nubes, como las sombras...

huyo de todo terreno lazo, ningún cariño mi mente alegra, y con tu libro bajo del brazo voy recorriendo la noche negra...

¡Oh Kempis, Kempis, asceta yermo, pálido asceta, qué mal me hiciste! ¡Ha muchos años que estoy enfermo, y es por el libro que tú escribiste!

Mi secreto¿Mi secreto? ¡Es tan triste! Estoy perdido de amores por un ser desaparecido, por un alma liberta, que diez años fue mía, y que se ha ido... ¿Mi secreto? Te lo diré al oído: ¡Estoy enamorado de una muerta!

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¿Comprendes -tú que buscas los visibles transportes, las reales, las tangibles caricias de la hembra, que se plasma a todos tus deseos invencibles- ese imposible de los imposibles de adorar a un fantasma?

¡Pues tal mi vida es y tal ha sido y será! Si por mí sólo ha latido su noble corazón, hoy mudo y yerto, ¿he de mostrarme desagradecido y olvidarla, no más porque ha partido y dejarla, no más porque se ha muerto?

2. JOSÉ SANTOS CHOCANO.Blasón

Soy el cantor de América autóctono y salvaje:mi lira tiene un alma, mi canto un ideal.Mi verso no se mece colgado de un ramajecon vaivén pausado de hamaca tropical...

Cuando me siento inca, le rindo vasallajeal Sol, que me da el cetro de su poder real;cuando me siento hispano y evoco el coloniajeparecen mis estrofas trompetas de cristal.

Mi fantasía viene de un abolengo moro:los Andes son de plata, pero el león, de oro,y las dos castas fundo con épico fragor.

La sangre es española e incaico es el latido;y de no ser Poeta, quizá yo hubiera sidoun blanco aventurero o un indio emperador.

Los caballos de los conquistadores

¡Los caballos eran fuertes!¡Los caballos eran ágiles!Sus pescuezos eran finos y sus ancas

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relucientes y sus cascos musicales...

¡Los caballos eran fuertes!¡Los caballos eran ágiles!

¡No! No han sido los guerreros solamente,de corazas y penachos y tizonas y estandartes,los que hicieron la conquistade las selvas y los Andes:

Los caballos andaluces, cuyos nerviostienen chispas de la raza voladora de los árabes,estamparon sus gloriosas herradurasen los secos pedregales,en los húmedos pantanos,en los ríos resonantes,en las nieves silenciosas,en las pampas, en las sierras, en los bosques y en los valles.

¡Los caballos eran fuertes!¡Los caballos eran ágiles!

Un caballo fue el primero,en los tórridos manglares,cuando el grupo de Balboa caminabadespertando las dormidas soledades,que de pronto dio el avisodel Pacífico Océano, porque ráfagas de aireal olfato le trajeronlas salinas humedades;

y el caballo de Quesada, que en la cumbrese detuvo viendo, en lo hondo de los valles,el fuetazo de un torrentecomo el gesto de una cólera salvaje,saludo con un relinchola sabana interminable...y bajó con fácil trote,los peldaños de los Andes,cual por unas milenarias escalerasque crujían bajo el golpe de los cascos musicales...

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¡Los caballos eran fuertes!¡Los caballos eran ágiles!

Y aquel otro, de ancho tórax,que la testa pone en altocual queriendo ser más grande,en que Hernán Cortés un díacaballero sobre estribos rutilantes,desde México hasta Hondurasmide leguas y semanas entre rocas y boscajes,es más digno de los laurosque los potros que galopanen los cánticos triunfalescon que Píndaro celebralas olímpicas disputasentre el vuelo de los carros y la fuga de los aires

Y es más digno todavíade las odas inmortalesel caballo con que Soto, diestramente,y tejiendo las cabriolas como él sabe,causa asombro, pone espanto, roba fuerzas,y entre el coro de los indios,sin que nadie haga un gesto de reproche,llega al trono de Atahualpa y salpica con espumaslas insignias imperiales.

¡Los caballos eran fuertes!¡Los caballos eran ágiles!

El caballo del beduinoque se traga soledades.El caballo milagroso de San Jorge,que tritura con sus cascos los dragones infernales.El de César en las Galias.El de Aníbal en los Alpes.El Centauro de las clásicas leyendas,mitad potro, mitad hombre,que galopa sin cansarse,y que sueña sin dormirse,y que flecha los luceros,y que corre como el aire,

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todos tienen menos alma, menos fuerza, menos sangre,que los épicos caballos andalucesen las tierras de la Atlántida salvaje,soportando las fatigas,las espuelas y las hambres,bajo el peso de las férreas armaduras,cual desfile de heroísmos,coronados entre el fleco de los anchos estandartescon la gloria de Babieca y el dolor de Rocinante.

En mitad de los fragores del combate,los caballos con sus pechos arrollabana los indios, y seguían adelante.Y, así, a veces, a los gritos de "¡Santiago!",entre el humo y e fulgor de los metales,se veía que pasaba, como un sueño,el caballo del apóstol a galope por los aires

¡Los caballos eran fuertes!¡Los caballos eran ágiles!

Se diría una epopeyade caballos singularesque a manera de hipogrifos desoladoso cual río que se cuelga de los Andes,llegan todos sudorosos, empolvados, jadeantes,de unas tierras nunca vistas,a otras tierras conquistables.Y de súbito, espantados por un cuernoque se hincha con soplido de huracanes,dan nerviosos un soplido tan profundo,que parece que quisiera perpetuarse.Y en las pampas y confinesven las tristes lejaníasy remontan las edadesy se sienten atraídospor los nuevos horizontes:Se aglomeran, piafan, soplan, y se pierden al escape.

Detrás de ellos, una nube,que es la nube de la gloria,se levanta por los aires.

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¡Los caballos eran fuertes!¡Los caballos eran ágiles!

POST MODERNISMO

1. GABRIELA MISTRAL

Del nicho helado en que los hombres te pusieron…

Del nicho helado en que los hombres te pusieron, te bajaré a la tierra humilde y soleada. Que he de dormirme en ella los hombres no supieron, y que hemos de soñar sobre la misma almohada.

Te acostaré en la tierra soleada con una dulcedumbre de madre para el hijo dormido, y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna al recibir tu cuerpo de niño dolorido.

Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas, y en la azulada y leve polvareda de luna, los despojos livianos irán quedando presos.

Me alejaré cantando mis venganzas hermosas, ¡porque a ese hondor recóndito la mano de ninguna bajará a disputarme tu puñado de huesos!

Desolación

La bruma espesa, eterna, para que olvide dónde me ha arrojado la mar en su ola de salmuera. La tierra a la que vine no tiene primavera: tiene su noche larga que cual madre me esconde.

El viento hace a mi casa su ronda de sollozos y de alarido, y quiebra, como un cristal, mi grito. Y en la llanura blanca, de horizonte infinito, miro morir intensos ocasos dolorosos.

¿A quién podrá llamar la que hasta aquí ha venido si más lejos que ella sólo fueron los muertos?

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¡Tan sólo ellos contemplan un mar callado y yerto crecer entre sus brazos y los brazos queridos!

Los barcos cuyas velas blanquean en el puerto vienen de tierras donde no están los que no son míos; sus hombres de ojos claros no conocen mis ríos y traen frutos pálidos, sin la luz de mis huertos.

Y la interrogación que sube a mi garganta al mirarlos pasar, me desciende, vencida: hablan extrañas lenguas y no la conmovida lengua que en tierras de oro mi pobre madre canta.

Miro bajar la nieve como el polvo en la huesa; miro crecer la niebla como el agonizante, y por no enloquecer no encuentro los instantes, porque la noche larga ahora tan solo empieza.

Miro el llano extasiado y recojo su duelo, que viene para ver los paisajes mortales. La nieve es el semblante que asoma a mis cristales: ¡siempre será su albura bajando de los cielos!

Siempre ella, silenciosa, como la gran mirada de Dios sobre mí; siempre su azahar sobre mi casa; siempre, como el destino que ni mengua ni pasa, descenderá a cubrirme, terrible y extasiada.

ManitasManitas de los niños, manitas pedigüeñas, de los valles del mundo sois dueñas.

Manitas de los niños que al granado se tienden, por vosotros las frutas se encienden.

Y los panales llenos de su carga se ofenden. ¡Y los hombres que pasan

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no entienden!

Manitas blancas, hechas como de suave harina, la espiga por tocaros se inclina.

Manitas extendidas, piñón, caracolitos, bendito quien os colme, ¡bendito!

Benditos los que oyendo que parecéis un grito, os devuelvan al mundo: ¡benditos!

2. ALFONSINA STORNI

Tu me quieres blanca

Tú me quieres alba,Me quieres de espumas,Me quieres de nácar.Que sea azucenaSobre todas, casta.De perfume tenue.Corola cerrada

Ni un rayo de lunaFiltrado me haya.Ni una margaritaSe diga mi hermana.Tú me quieres nívea,Tú me quieres blanca,Tú me quieres alba.

Tú que hubiste todasLas copas a mano,De frutos y mielesLos labios morados.Tú que en el banquete

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Cubierto de pámpanosDejaste las carnesFestejando a Baco.Tú que en los jardinesNegros del EngañoVestido de rojoCorriste al Estrago.

Tú que el esqueletoConservas intactoNo sé todavíaPor cuáles milagros,Me pretendes blanca(Dios te lo perdone),Me pretendes casta(Dios te lo perdone),¡Me pretendes alba!

Huye hacia los bosques,Vete a la montaña;Límpiate la boca;Vive en las cabañas;Toca con las manosLa tierra mojada;Alimenta el cuerpoCon raíz amarga;Bebe de las rocas;Duerme sobre escarcha;Renueva tejidosCon salitre y agua;Habla con los pájarosY lévate al alba.Y cuando las carnesTe sean tornadas,Y cuando hayas puestoEn ellas el almaQue por las alcobasSe quedó enredada,Entonces, buen hombre,Preténdeme blanca,Preténdeme nívea,Preténdeme casta.

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Voy a dormir

Dientes de flores, cofia de rocío, manos de hierbas, tú, nodriza fina, tenme prestas las sábanas terrosas y el edredón de musgos escardados.

Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame. Ponme una lámpara a la cabecera; una constelación; la que te guste; todas son buenas; bájala un poquito.

Déjame sola: oyes romper los brotes... te acuna un pie celeste desde arriba y un pájaro te traza unos compases

para que olvides... Gracias. Ah, un encargo: si él llama nuevamente por teléfono le dices que no insista, que he salido...

3. JUANA DE IBARBOUROULA HORA

Tómame ahora que aún es tempranoy que llevo dalias nuevas en la mano.

Tómame ahora que aun es sombríaesta taciturna cabellera mía.

Ahora que tengo la carne olorosay los ojos limpios y la piel de rosa.

Ahora que calza mi planta ligrala sandalia viva de la primavera.

Ahora que mis labios repica la risacomo una campana sacudida a prisa.

Después..., ¡ah, yo séque ya nada de eso más tarde tendré!

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Que entonces inútil será tu deseo,como ofrenda puesta sobre un mausoleo.

¡Tómame ahora que aún es tempranoy que tengo rica de nardos la mano!

Hoy, y no más tarde. Antes que anochezcay se vuelva mustia la corola fresca.

Hoy, y no mañana. ¡Oh amante! ¿no vesque la enredadera crecerá ciprés?

El dulce milagro

¿Qué es esto? ¡Prodigio! Mis manos florecen.Rosas, rosas, rosas a mis dedos crecen.Mi amante besome las manos, y en ellas,¡oh gracia! brotaron rosas como estrellas.

Y voy por la senda voceando el encantoy de dicha alterno sonrisa con llantoy bajo el milagro de mi encantamientose aroman de rosas las alas del viento.

Y murmura al verme la gente que pasa:"¿No veis que está loca? Tornadla a su casa.¡Dice que en las manos le han nacido rosasy las va agitando como mariposas!"

¡Ah, pobre la gente que nunca comprendeun milagro de éstos y que sólo entiendeQue no nacen rosas más que en los rosalesy que no hay más trigo que el de los trigales!

Que requiere líneas y color y forma,y que sólo admite realidad por norma.Que cuando uno dice: "Voy con la dulzura",de inmediato buscan a la criatura.

Que me digan loca, que en celda me encierrenque con siete llaves la puerta me cierren,que junto a la puerta pongan un lebrel,

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carcelero rudo carcelero fiel.

Cantaré lo mismo: "Mis manos florecen.Rosas, rosas, rosas a mis dedos crecen".¡Y toda mi celda tendrá la fragancia de un inmenso ramo de rosas de Francia!

RAIZ SALVAJE

Me ha quedado clavada en los ojosla visión de ese carro de trigoque cruzó rechinante y pesadosembrando de espigas el recto camino.

¡No pretendas ahora que ría!¡Tú no sabes en qué hondos recuerdosestoy abstraída!

Desde el fondo del alma me subeun sabor de pitanga a los labios.Tiene aún mi epidermis morenano sé qué fragancias de trigo emparvado.

¡Ay, quisiera llevarte conmigoa dormir una noche en el campoy en tus brazos pasar hasta el díabajo el techo alocado de un árbol!

Soy la misma muchacha salvajeque hace años trajiste a tu lado.

VANGUARDISMO1. CÉSAR VALLEJO

Los Heraldos NegrosHay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé! Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma... ¡Yo no sé!

Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras

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en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas; o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma de alguna fe adorable que el Destino blasfema. Esos golpes sangrientos son las crepitaciones de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como cuando por sobre el hombro nos llama una palmada; vuelve los ojos locos, y todo lo vivido se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!

EspergesiaYo nací un día que Dios estuvo enfermo.

Todos saben que vivo, que soy malo; y no saben del diciembre de ese enero. Pues yo nací un día que Dios estuvo enfermo.

Hay un vacío en mi aire metafísico que nadie ha de palpar: el claustro de un silencio que habló a flor de fuego.

Yo nací un día que Dios estuvo enfermo.

Hermano, escucha, escucha... Bueno. Y que no me vaya sin llevar diciembres, sin dejar eneros. Pues yo nací un día que Dios estuvo enfermo.

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Todos saben que vivo, que mastico... y no saben por qué en mi verso chirrían, oscuro sinsabor de ferétro, luyidos vientos desenroscados de la Esfinge preguntona del Desierto.

Todos saben... Y no saben que la Luz es tísica, y la Sombra gorda... Y no saben que el misterio sintetiza... que él es la joroba musical y triste que a distancia denuncia el paso meridiano de las lindes a las Lindes.

Yo nací un día que Dios estuvo enfermo, grave.

Piedra Blanca Sobre Piedra NegraMe moriré en París con aguacero, un día del cual tengo ya el recuerdo. Me moriré en París y no me corrotal vez un jueves, como es hoy, de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso estos versos, los húmeros me he puesto a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto, con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto, le pegaban todos sin que él les haga nada; le daban duro con un palo y duro

también con una soga; son testigos los días jueves y los huesos húmeros, la soledad, la lluvia, los caminos...

MasaAl fin de la batalla, y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre

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y le dijo: «¡No mueras, te amo tanto!» Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Se le acercaron dos y repitiéronle: «¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!» Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil, clamando «¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!» Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Le rodearon millones de individuos, con un ruego común: «¡Quédate hermano!» Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Entonces todos los hombres de la tierra le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado; incorporóse lentamente, abrazó al primer hombre; echóse a andar...

2. PABLO NERUDAPoema 20 Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.»

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos. La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería. Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

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Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca. Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos, Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

Galope muertoComo cenizas, como mares poblándose,en la sumergida lentitud, en lo informe,o como se oyen desde el alto de los caminoscruzar las campanadas en cruz,teniendo ese sonido ya aparte del metal,confuso, pesando, haciéndose polvoen el mismo molino de las formas demasiado lejos,o recordadas o no vistas,y el perfume de las ciruelas que rodando a tierrase pudren en el tiempo, infinitamente verdes.

Aquello todo tan rápido, tan viviente,inmóvil sin embargo, como polea loca en sí misma,

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esas ruedas de los motores, en fin.Existiendo como las puntadas secas en las costuras del árbol,callado, por alrededor, de tal modo,mezclando todos los limbos de sus colas.Es que de dónde, por dónde, en qué orilla?

El rodeo constante, incierto, tan mudo,como las lilas alrededor del convento,o la llegada de la muerte a la lengua del bueyque cae a tumbos, guardabajo, y cuyos cuernos quieren sonar.

Por eso, en lo inmóvil, deteniéndose, percibir,entonces, como aleteo inmenso, encima,como abejas muertas o números,ay, lo que mi corazón pálido no puede abarcar,en multitudes, en lágrimas saliendo apenas,y esfuerzos humanos, tormentas,acciones negras descubiertas de repentecomo hielos, desorden vasto,oceánico, para mí que entro cantandocomo una espada entre los indefensos.

Ahora bien, de qué está hecho ese surgir de palomasque hay entre la noche y el tiempo, como una barranca húmeda?

Ese sonido ya tan largoque cae listando de piedras los caminos,más bien, cuando sólo una horacrece de improviso, extendiéndose sin tregua.

Adentro del anillo del veranouna vez los grandes zapallos escuchan,estirando sus plantas conmovedoras,de eso, de lo que solicitándose mucho,de lo lleno, obscuros de pesadas gotas.

IIILos Conquistadores

Ccollanan Pachacutec! Ricuy

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anceacunac yahuarniy richacaucuta! TÚPAC AMARU I

I

Vienen por las Islas (1493)

LOS carniceros desolaron las islas. Guanahaní fue la primera en esta historia de martirios. Los hijos de la arcilla vieron rota su sonrisa, golpeada su frágil estatura de venados, y aun en la muerte no entendían. Fueron amarrados y heridos, fueron quemados y abrasados,fueron mordidos y enterrados. Y cuando el tiempo dio su vuelta de vals bailando en las palmeras, el salón verde estaba vacío.

Sólo quedaban huesos rígidamente colocados en forma de cruz, para mayor gloria de Dios y de los hombres.

De las gredas mayorales y el ramaje de Sotavento hasta las agrupadas coralinas fue cortando el cuchillo de Narváez. Aquí la cruz, aquí el rosario, aquí la Virgen del Garrote. La alhaja de Colón, Cuba fosfórica, recibió el estandarte y las rodillas en su arena mojada.