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Homilía en la Plaza Plebiscito ¡Queridos napolitanos, ábranse a la esperanza! ¡Y no se dejen robar la esperanza! No cedan a las lisonjas de ganancias fáciles o rentas deshonestas. Esto es pan para hoy y hambre para mañana. ¡No trae nada! Reaccionen con firmeza a las organizaciones que explotan y corrompen a los jóvenes, a los pobres y a los débiles, con el cínico comercio de la droga y otros crímenes ¡No se dejen robar la esperanza! ¡No dejen que su juventud sea explotada por esta gente! ¡Que la corrupción y la delincuencia no desfiguren el rostro de esta bella ciudad! Aún más ¡que no desfiguren la alegría de su corazón napolitano! A los criminales y a todos sus cómplices, hoy yo, humildemente como hermano les repito: ¡conviértanse al amor y a la justicia! ¡Déjense encontrar por la misericordia de Dios! ¡Sean conscientes de que Jesús los está buscando para abrazarlos, para besarlos, para amarlos más! Con la gracia de Dios, que perdona todo, es posible volver a una vida honesta. Se lo pido con las lágrimas de las madres de Nápoles, mezcladas con las de María, la Madre celestial invocada en Piedigrotta y en tantas iglesias de Nápoles. Que estas lágrimas ablanden la dureza de los corazones y reconduzcan a todos por el camino del bien. Hoy comienza la primavera y la primavera trae esperanza: tiempo de esperanza. Y el hoy de Nápoles es tiempo de rescate para Nápoles: éste es mi deseo y mi ruego para una ciudad que tiene en sí tantas potencialidades espirituales, culturales y humanas. Y, sobre todo, tanta capacidad de amar. Las autoridades, las instituciones, las diversas realidades sociales y los ciudadanos, todos juntos y concordes, puedan construir un futuro mejor. Y el futuro de Nápoles no es el de replegarse resignada sobre sí misma, sin abrirse con confianza al mundo. Esta ciudad puede encontrar en la misericordia de Cristo, que hace nuevas todas las cosas, la fuerza para ir adelante con esperanza, la fuerza de tantas existencias, tantas familias y comunidades. Esperar ya es resistir al mal. Esperar es mirar el mundo con la mirada y el corazón de Dios. Esperar es apostar sobre la misericordia de Dios, que es Padre y perdona siempre todo. Dios, fuente de nuestra alegría y razón de nuestra esperanza, vive en nuestras ciudades. ¡Dios vive en Nápoles! Que su gracia y su bendición sostenga el camino de ustedes en la fe, en la caridad y en la esperanza,

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Page 1:  · Web viewReaccionen con firmeza a las organizaciones que explotan y corrompen a los jóvenes, a los pobres y a los débiles, con el cínico comercio de la droga y otros crímenes

Homilía en la Plaza Plebiscito

¡Queridos napolitanos, ábranse a la esperanza! ¡Y no se dejen robar la esperanza! No cedan a las lisonjas de ganancias fáciles o rentas deshonestas. Esto es pan para hoy y hambre para mañana. ¡No trae nada! Reaccionen con firmeza a las organizaciones que explotan y corrompen a los jóvenes, a los pobres y a los débiles, con el cínico comercio de la droga y otros crímenes ¡No se dejen robar la esperanza! ¡No dejen que su juventud sea explotada por esta gente! ¡Que la corrupción y la delincuencia no desfiguren el rostro de esta bella ciudad! Aún más ¡que no desfiguren la alegría de su corazón napolitano!

A los criminales y a todos sus cómplices, hoy yo, humildemente como hermano les repito: ¡conviértanse al amor y a la justicia!

¡Déjense encontrar por la misericordia de Dios! ¡Sean conscientes de que Jesús los está buscando para abrazarlos, para besarlos, para amarlos más! Con la gracia de Dios, que perdona todo, es posible volver a una vida honesta. Se lo pido con las lágrimas de las madres de Nápoles, mezcladas con las de María, la Madre celestial invocada en Piedigrotta y en tantas iglesias de Nápoles. Que estas lágrimas ablanden la dureza de los corazones y reconduzcan a todos por el camino del bien. Hoy comienza la primavera y la primavera trae esperanza: tiempo de esperanza. Y el hoy de Nápoles es tiempo de rescate para Nápoles: éste es mi deseo y mi ruego para una ciudad que tiene en sí tantas potencialidades espirituales, culturales y humanas. Y, sobre todo, tanta capacidad de amar. Las autoridades, las instituciones, las diversas realidades sociales y los ciudadanos, todos juntos y concordes, puedan construir un futuro mejor. Y el futuro de Nápoles no es el de replegarse resignada sobre sí misma, sin abrirse con confianza al mundo. Esta ciudad puede encontrar en la misericordia de Cristo, que hace nuevas todas las cosas, la fuerza para ir adelante con esperanza, la fuerza de tantas existencias, tantas familias y comunidades. Esperar ya es resistir al mal. Esperar es mirar el mundo con la mirada y el corazón de Dios. Esperar es apostar sobre la misericordia de Dios, que es Padre y perdona siempre todo.

Dios, fuente de nuestra alegría y razón de nuestra esperanza, vive en nuestras ciudades. ¡Dios vive en Nápoles! Que su gracia y su bendición sostenga el camino de ustedes en la fe, en la caridad y en la esperanza, los propósitos de bien y de rescate moral y social de ustedes. Hemos proclamado todos juntos a

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Jesús como Señor. Volvamos a hacerlo al final otra vez. ¡Jesús es el Señor! Todos, tres veces: ¡Jesús es el Señor!

¡Y que la Virgen los acompañe!