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Los Fundamentos de la Mayordomía

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Hacia una Teología de:La

MayordomíaEl Diezmo yLas Ofrendas

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Por Angel M. Rodríguez

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LOS FUNDAMENTOS DE LAMAYORDOMIA

Hacia una Teología de:

La Mayordomía -- El Diezmo y -- Las Ofrendas

Publicado porDepartamento de Mayordomía

División Interamericana de los Adventistas del Séptimo DíaMiami, Florida, USA

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Escrito por Angel Manuel Rodríguez, ThDInstituto de Investigaciones BíblicasAsociación General de los Adventistas del Séptimo Día

Traducido por Azucena de TreIyer

1994 Usado con permiso del Departamento de MayordomíaAsociación General de los Adventistas del Séptimo Día12501 Old Columbia PikeSilver Spring, MD 20904, USA

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CONTENIDO

Prefacio ....................................................................................................................................... v

Hacia una Teología de la Mayordomía ................................................................................ M-1Preguntas de Discusión sobre Mayordomía .............................................................. M-22Notas ........................................................................................................................ M-23

La Mayordomía y la Teología del Diezmo ........................................................................... D-1Preguntas de Discusión sobre del Diezmo ............................................................... D-23Notas ........................................................................................................................ D-24

La Mayordomía y la Teología de las Ofrendas .................................................................... O-1Preguntas de Discusión sobre las Ofrendas .............................................................. O-28Notas ......................................................................................................................... O-29

Lista de Materiales de Mayordomía

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PREFACIO

Fue en preparación para la histórica reunión cumbre de Mayordomía y Consulta de Mayordomía, del 20 al 23 de marzo de 1994, en Cohuta Springs, Georgia, EE.UU., que se pidió al Dr. Angel Manuel Rodríguez, Director Asociado del Instituto de Investigación Bíblica de la Asociación General, preparar dos documentos --uno sobre la teología del Diezmo y el otro sobre la teología de las Ofrendas.

El Dr. Rodríguez ha estado desde hace varios años profundamente interesado en el tema de la Mayordomía, que incluye a los diezmos y a las ofrendas. A pesar de su ocupado horario, el Dr. Rodríguez, dejó de lado sus responsabilidades regulares y dedicó varias semanas a esta importante tarea de Mayordomía. Las presentaciones en Cohuta Springs fueron sobresalientes. Los administradores de la iglesia y los directores de Mayordomía escucharon con interés a este “primer intento” por presentar una teología de las diezmos y de las ofrendas.

A la clausura de esta Cima y Consulta de Mayordomía, se pidió al Dr. Rodríguez que preparase las versiones finales de los documentos citados más arriba, tan rápido como fuese posible, y también que desarrollase otro documento sobre la teología de la Mayordomía. Los líderes de la Iglesia y los directores de Mayordomía recomiendan la impresión y distribución de estos tres documentos.

Este es un breve trasfondo del desarrollo y publicación de Fundamentos de Mayordomía, que contiene los tres documentos de las presentaciones arriba mencionadas del Dr. Rodríguez.

Siendo que se está dando mayor énfasis a la Mayordomía en muchos países, es la oración del Dr. Rodríguez y del personal del Departamento de Mayordomía de la Asociación General, que la vida espiritual personal de los lectores sea enriquecida, su pensamiento estimulado, y que pueda obtener una nueva apreciación de estos temas importantes que describen la única relación entre Dios y el hombre. Al final de cada sección principal, usted encontrará preguntas a considerar que han sido designadas para dirigir los temas claves en discusiones de mayor profundidad.

Departamento de Mayordomía, Asociación General

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HACIA UNA TEOLOGIA DE LA MAYORDOMIA

I. Introducción

II. Aspectos de la naturaleza de Dios

A. Dios “era”

B. Dios es el Creador

C. Dios es amor

III. Aspectos de la naturaleza humana

A. Los seres humanos como criaturas

B. Los seres humanos son hechos a la imagen de Dios

C. Los seres humanos y el dominio sobre el mundo

IV. Caída y pecado

A. La libertad humana

B. El pecado como rebelión: Pretendiendo se dueño

C. El pecado como egoísmo y esclavitud

V. Salvación y mayordomía

A. Cristo: Imagen de Dios y mayordomo

B. Restaurando a los mayordomos

C. Restauración de la imagen de Dios

D. La mayordomía de la creación y el apocalipticismo

VI. Resumen

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HACIA UNA TEOLOGIA DE LA MAYORDOMIA

I. INTRODUCCIÓN

Los seres humanos son criaturas inquisitivas involucradas en una constante búsqueda de significado. Esta búsqueda obsesionada de significado no es simplemente un intento por entender la unidad funcional y estructural del universo, sino una inquietud angustiante por descubrir el propósito de su existencia. Muy pocas cosas tienden a estimular tanto el interés de los seres humanos, como su insaciable curiosidad por encontrar la razón de su existencia.

La teología bíblica nos informa que nuestro origen se encuentra en un acto divino de creación y que fuimos puestos en este planeta por un amante Creador. El le da pleno sentido a nuestra vida al permitirnos --entre otras-- colaborar con él en la administración del planeta. El concepto bíblico de la mayordomía es, en esencia, un intento por esclarecer el propósito de nuestra vida al proveernos un auto entendimiento basado en una relación personal con el Creador y Redentor de la raza humana.

En este documento examinaremos el significado teológico de este concepto y el lugar de ese auto entendimiento dentro de la teología bíblica. ¿Cuáles son las raíces teológicas que nutren el concepto de la mayordomía? ¿Cómo se relaciona la mayordomía con la perspectiva bíblica de Dios y de la redención a través de Cristo? Exploraremos las raíces teológicas que proveyeron el vientre en el cual se concibió y preservó esta perspectiva y entendimiento de la existencia humana.

Hay por lo menos cuatro líneas principales de análisis que deben buscarse en la investigación del fundamento teológico de la mayordomía. Ellas son: (1) la naturaleza de Dios; (2) la naturaleza de los seres humanos; (3) la caída y el pecado; y (4) la salvación. Las examinaremos brevemente desde la perspectiva de la mayordomía.

II. ASPECTOS DE LA NATURALEZA DE DIOS

La naturaleza de Dios está oculta en misterio. Tanto filósofos como teólogos han tratado de penetrar este misterio con muy poco o nada de éxito. La revelación que hizo Dios de sí mismo en las Escrituras arrojó cierta luz a nuestro entendimiento de su naturaleza, pero ésta continúa y continuará estando más allá de nuestra plena comprensión. Demos una mirada desde la perspectiva de la mayordomía, a algunos aspectos de la revelación que Dios hizo de sí mismo.

A. Dios era Cuando la Bíblica nos lleva al mismo origen y comienzo del universo, se hacen varias declaraciones teológicas implícitas o explícitas. Una de las más importantes es que Dios “era”. Esto está implícito en Génesis 1:1: “En el principio Dios creó”. El era antes de haber creado. En Juan 1:1 se establece este concepto explícitamente: “En el principio

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era la Palabra”. Antes que ninguna cosa fuese traída a la existencia, Dios ya era.Este “era” divino significa primero, que Dios es eterno. Nunca hubo un tiempo

en el cual Dios vino a la existencia. Si preguntamos qué había antes del comienzo, la respuesta que nos provee el registro bíblico es “Dios”. Si él estaba “allí” antes que ninguna otra cosa fuese traída a la existencia, entonces es imposible postular una fuente por medio de la cual Dios vino a la existencia. No hay ninguna indicación en la Escritura que nos sugiera que Dios “era” debido a que algo hizo que fuese. La Biblia no habla de un comienzo antes del comienzo. El hecho de que Dios “era” apunta a su naturaleza eterna: El siempre “fue”.

Segundo, el “era” de Dios significa que él es auto suficiente. Siendo que antes del principio no había nada sino Dios, el es, por consiguiente, suficiente en sí mismo. Nunca se necesitó una fuente de energía para alimentar al ser divino a no ser él mismo. Con respecto a Dios, la auto suficiencia significa que él existe por sí mismo. Coincidimos con quienes argumentan que Dios es existencia en sí misma. Vida no es algo que él posee, sino que lo él es.

La auto suficiencia significa que Dios es totalmente libre y autónomo. Fuera de él no hay nada ni nadie a quien Dios deba someterse. El es su propia ley. Nadie puede imponerle obligaciones ni forzarlo a actuar en determinada manera. No necesita nada de nadie pues es suficiente en sí mismo. Juan se refiere a Dios como al “Señor Dios que es, y que era, y que ha de venir” (Apoc. 1:8; cf. 1:4).

Esa característica de Dios que acabamos de describir y que lo define con relación a la creación como el que “era” constituye probablemente una de las declaraciones más profundas que encontramos en la Escritura acerca de Dios, debido a que es la única que nos lo describe en sí mismo, antes que ninguna cosa fuese traída a la existencia. Una comprensión adecuada de la mayordomía debe basarse en la convicción de que Dios es eterno y suficiente en sí mismo y que nuestra administración de lo que nos confió no tiene en absoluto el propósito de enriquecerlo. La mayordomía ofrece la oportunidad de entrar en compañerismo con este Dios misterioso que ha existido desde la eternidad.

B. Dios es el CreadorDios se nos presentó a sí mismo en las Escrituras como el Creador (Génesis 1:1).

Si sabemos que en el principio él era, se debe a que se nos informó que él era el Creador. Dios como Creador es “el concepto más fundamental que podemos tener de Dios. Esto es, la creación es esa actividad de Dios por medio de la cual definimos lo que queremos decir con la palabra ‘Dios.’”1

1. El Creador es incomparableDios como Creador significa que no hay nadie como él en el universo. El

es esencialmente diferente a su creación. Es el no tiene comienzo u origen, pero los seres creados tienen un comienzo; El auto existe, pero las criaturas tienen una existencia derivada que depende del balance ecológico apropiado, del agua, luz

1 Langdon Gilkey, Maker of Heaven and Earth (Garden City, NY: Doubleday, 1959), 83.

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solar, oxígeno, etc. Dios es enteramente autónomo, pero las criaturas dependen de él para su subsistencia. Las criaturas son finitas; sólo Dios es infinito en sí mismo.

Isaías confrontó a su pueblo con una pregunta retórica, penetrante que provino de los labios del Señor: “¿A quién me asemejaréis y me igualaréis? ¿A quién me compararéis, para que sea semejante?” (46:5). Estas preguntas se dirigen a gente tentada por la idolatría. El Señor parece estar desafiando a su pueblo: “¿Han encontrado ustedes a otro ser semejante a mí en el universo creado? Si ése es el caso, estoy listo a ser comparado con ese ser”. Entonces agrega: “acordaos de las cosas pasadas, las cosas antiguas. Yo soy Dios, y no hay otro Dios. Nada hay semejante a mí” (Isaías 46:9). De la “especie” divina hay un sólo “ejemplar”. Nadie procedente del mundo creado puede ocupar el lugar de Dios o pretender igualdad con él. El es “un Ser supremo incomparablemente único”.2

2. El Creador es transcendenteDios como Creador significa que trasciende el universo creado; no es parte

de él. Según Gén. 1, Dios creó por Su palabra. La creación mediante la palabra hablada nos señala a Dios como a un ser trascendental que media su actividad creadora mediante la palabra mientras permanece fuera de la creación. Es, por consiguiente, absurdo buscar a Dios en el mundo creado. La creación de la nada niega la validez del panteísmo. El universo creado no está permeado por lo divino. El Dios Creador no puede ser circunscrito por aquello que creó. Salomón reconoció este hecho durante la dedicación del templo. Durante su oración dijo: “Sin embargo, ¿habitará ciertamente Dios en la tierra? Los cielos, los cielos de los cielos, no te pueden contener” (1 Reyes 8:27).

3. El Creador es inmanenteDios como Creador significa que él esté dispuesto a entrar en el mundo

creado. Los eruditos han destacado que mientras Génesis 1 presenta a Dios como siendo trascendente, Génesis 2 lo presenta como inmanente. En Génesis 2 se describe a Dios como estando presente dentro de la creación, en plena interacción con Adán y Eva.

La inmanencia de Dios es indispensable para la preservación de la creación. Pues ésta depende directamente de su cuidado e interés por ella. Es, por consiguiente, indispensable para Dios permanecer dentro del mundo creado una vez que su actividad creadora se completa. El descanso divino en el séptimo día muestra precisamente lo que este hecho significa (Génesis 2:2,3).

2C. J. Labuchagne, The Incomparability of Yahweh in the Old Testament (Leiden: E. J. Brill 1966), 74. Debemos señalar que en el Antiguo Testamento “la característica dominante que hace que Yahweh sea incomparable en su intervención milagrosa en la historia como Dios redentor” (Ibid, 91). También lo es su actividad como Creador (Ibid, 108, 109; cf Isaiah 40: 18, 25).

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Génesis hace claro que la creación pertenece a la esfera del espacio y del tiempo. Dios trasciende esa esfera. Sin embargo, él elige entrar dentro de esa esfera, al mundo de sus criaturas. Para ello creó una fracción de tiempo dentro de la cual él se hace a sí mismo accesible a su creación. Por supuesto, Dios permaneció como el Ser Trascendente. Su inmanencia no niega su trascendencia. Dios condesciende a entrar dentro de su creación, haciendo claro que no iba a abandonarla.

4. El Creador es propietarioDios como Creador significa que el universo y todo lo que hay en él le

pertenece. El es el Soberano del universo, y asigna tareas específicas a todo elemento de la creación (véase Génesis 1:14, 26, 29; 2:15, 16). Su derecho como propietario del mundo se basa en su actividad creadora. El salmista escribió: “Del Eterno es la tierra y su plenitud, el mundo y los que habitan en él; porque él la fundó sobre los mares, y la afirmó sobre las aguas” (Sal 24:1-2). Dios declara: “Porque mía es toda la bestia del bosque, y los millares de animales en los collados. Conozco todas las aves de los montes, y todos los animales del campo son míos” (Sal 50:10-11). Dios no es sólo propietario de la materia de este mundo y de los seres vivientes que lo pueblan, sino que su propiedad es cósmica: “Tuyos los cielos, tuya también la tierra. El mundo y su plenitud, tú lo fundaste” (89:11). El salmista sabe que “el universo está en las manos de Yahvé. Es a él como gobernante que le pertenece el mundo”.3

El concepto de Dios como Creador es indispensable en la formulación de una teología de la mayordomía. La incomparabilidad de Dios, su singularidad, lo identifica como Aquel a quien únicamente somos responsables como mayordomos. El universo no está controlado por fuerzas opuestas a las que estamos obligados a servir. Hay solamente un Creador y exige nuestra lealtad exclusiva.

La trascendencia de Dios es un rechazo a todo intento por basar nuestra práctica de la mayordomía en ideas panteístas. El mundo natural no es una extensión o manifestación de lo divino. El panteísmo no puede proveer un fundamento teológico para la mayordomía del mundo pues las Escrituras lo rechazan como posible alternativa.

La inmanencia de Dios testifica al hecho de que la creación necesita constantemente del cuidado e interés de Dios para que funcione armoniosamente. El Creador es también el Sustentador del mundo. La presencia condescendiente de Dios en el mundo da lugar a que los seres humanos participen con él en la administración y preservación de la creación (Gén. 2:15).

El hecho de que Dios es el Dueño debiera recordarnos constantemente los límites de nuestra función en el mundo. Es este aspecto el que define, tal vez

3 Hans’Joachim Kraus, Psalms 1-59: A Commentary (Minneapolis: Augsburgh, 1988), 313.

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mejor que ningún otro, la naturaleza de un mayordomo. El mayordomo nunca es el propietario, sino administrador.

C. Dios es amorEl amor parece usarse en la Biblia para definir o describir la esencia de Dios. La

declaración de Juan, “Dios es amor” (1 Juan 4:7-8), es una de las descripciones más importantes de la naturaleza divina en la Escritura. El apóstol hizo esta aseveración en el contexto de la muerte sacrificial de Cristo. Según él, la obra de Cristo revela la misma esencia de Dios: “El es amor”. Este amor consiste en darse a sí mismo de una manera completamente desinteresada (Juan 3:16). No hay nada fuera de Dios que pueda moverlo o forzarlo a amar. Este amor “no se basa ni en una necesidad que tenga la persona amada ni en un deseo provocado por algún rasgo atractivo de lo amado”.4 Fue este entendimiento del amor de Dios que condujo a Pablo a decir: “Dios demuestra su amor hacia nosotros en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom 5:8).

Dios es amor significa que cada uno de sus actos se originan y están motivados por su amor. La elección (Deut 7:7, 8), al igual que la redención están fundamentados en su amor (Isa 43:4; 63:9). El no solamente ama a su pueblo (Deut 33:3), sino también al extranjero (10:18). La revelación del amor de Dios alcanza su más profunda dimensión de significado en la encarnación, ministerio, muerte y resurrección de Jesús. Su amor por los pecadores no está motivado por la miseria de su condición pecaminosa, sino por el hecho de que Dios es amor y es este gran hecho lo que lo mueve a amar a los pecadores a pesar de su pecado.5 A fin de que el amor de Dios pueda expresarse, se necesita otra persona. El amor ocurre entre seres que reciben, dan y responden. Esto levanta la pregunta importante acerca de la naturaleza del amor de Dios antes de la creación. El amor desinteresado es una posibilidad sólo si hay otra persona a quien pueda expresárselo. Antes de la creación, cuando Dios “era”, él estaba sólo. ¿Era entonces su amor egoísta? ¿Fue alterada la naturaleza de Dios después que creó criaturas inteligentes capaces de recibir y dar amor? Como respuesta a esas preguntas los teólogos cristianos han dado un resonante no. La Biblia habla de un sólo Dios que es amor. El amor desinteresado, por consiguiente, pertenece a la naturaleza eterna de Dios. Su naturaleza no ha experimentado cambio. El es lo que siempre ha sido: “Amor”.

Los teólogos cristianos han argüido correctamente que el amor desinteresado encontró expresión eterna dentro de Dios mismo en el misterio de la Trinidad. Las relaciones entre el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo fueron condicionadas por la esencia del amor desinteresado que era común a cada uno de ellos (Juan 14:31; 5:20).6 El amor

4J. P. Baker, “Love”, in New Dictionary of Theology, S. B. Ferguson; D. F. Wright; and J. I. Packer, eds (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1988), 399.

5Véase a Nygren, Agape and Eros (Philadelphia: Westminster, 1958), 77.

6Sobre el amor dentro de la Deidad puede consultar a H. W. Hoehner, “Love”, en Evangelical Dictionary of Theology, Walter A. Alwell, ed. (Grand Rapids; MI: Baker, 1984), 657.

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desinteresado requiere un encuentro de personas diferentes y esto es exactamente lo que encontramos en el misterio del Dios triuno. Por toda la eternidad el Padre amó al Hijo y al Espíritu, el Hijo amó al Padre y al Espíritu, y el Espíritu amó al Padre y al Hijo.7

Este mismo Dios amante trajo el universo a la existencia. Su amor eterno lo movió a crear. “La obra de la creación fue una manifestación de su amor”.8 La creación es buena porque fue traída a la existencia por un Dios de amor (Gén. 1:31). La realidad suprema es personal y desinteresada.

Un entendimiento claro del amor de Dios protege la mayordomía de caer en un estilo legalístico. Un mayordomo fiel no es alguien que busca motivar a Dios para que lo ame. El amor de Dios es eterno y define la forma natural en que Dios se siente y actúa hacia su creación. La mayordomía encuentra su fuerza y modelo motivante en el amor desinteresado y cuidadoso de Dios.

III. ASPECTOS DE LA NATURALEZA HUMANA

Probablemente sea correcto sugerir que los seres humanos son las criaturas más intrigantes y misteriosas del universo conocido. Nosotros, a diferencia de todo otro ser creado en este planeta, somos capaces de percibirnos a nosotros mismos como maravillosos y fascinantes. El misterio de nuestra presencia en el universo se vuelve totalmente impenetrable si ignoramos la información que se nos proveyó acerca de nuestro origen mediante la revelación especial de Dios en la Escritura. Debemos revisar alguna de esa información.

A. Los seres humanos son criaturasGénesis 1:27 declara: “Creó Dios al hombre... hombre y mujer los creó”. Esta es

una declaración de suprema importancia en la formulación de una antropología bíblica. Los seres humanos son seres creados; somos parte del mundo creado. Esto significa, primero, que tenemos un comienzo. No somos eternos, no pertenecemos a lo divino. Nuestro modo de existencia es esencialmente diferente a la de Dios. El siempre “era”, pero nosotros vinimos a la existencia. Nuestra función dentro del universo es la de un ser creado.

Segundo, los seres humanos son finitos. Su existencia es derivada y carece en sí misma de autosuficiencia. No podemos producir nuestra propia fuente de existencia para preservarnos a nosotros mismos. Siendo que fuimos traídos a la existencia, podemos también regresar a la nada; nuestra existencia puede llegar a un fin. Sin embargo, aunque la preservación de nuestra existencia está en última instancia más allá de nosotros mismos, se espera que trabajemos con el Creador en la preservación de nuestras vidas. Somos, por lo tanto, mayordomos de la vida.

7Esta línea de razonamiento fue originada por Agustín, véase Karl Burger, “Love”, en The New Schaff-Herzog Encyclopedia of Religious Knowledge, S. M. Jackson, ed (Grand Rapids, MI: Baker, reimpresión 1977), vol. 7, 49.

8E. G. White, Testimonies, vol. 5, 739.

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Tercero, considerar a los seres humanos como criaturas significa que existen dentro del tiempo y del espacio. Estos dos elementos están indicados en la historia de la creación. Adán y Eva fueron creados en el sexto día, durante una fracción de tiempo particular. Ellos fueron condicionados por el tiempo desde el mismo principio. Fueron traídos a la existencia dentro de un lugar en particular --esto es, en el jardín. Obviamente, el espacio es realmente el resto del mundo creado. Su hogar era la flora y la fauna. Nuestra existencia corre peligro si se arruina el espacio en donde vivimos. La mayordomía de la creación es, pues, de importancia vital.

Los seres humanos viven dentro del tiempo. Los eventos y las acciones se suceden unos a otros; lo que era pertenece al pasado, y es imposible volver a vivirlo. Sólo el presente es, y éste dura únicamente fracciones de segundos, porque se transmuta constantemente en el pasado. Tenemos siempre el futuro, lo que aún no es. Siendo que hay un tiempo futuro, los seres humanos viven en esperanza, enfrentando constantemente el desafío del desarrollo propio. El tiempo es, por lo tanto, uno de los aspectos más importantes del universo creado. El tiempo nos forma, nos cambia y modifica. La manera como lo usamos determina en gran medida quiénes llegamos a ser. La administración correcta del tiempo es indudablemente una de nuestras más serias responsabilidades. Vivir dentro del tiempo y del espacio no es una limitación sino más bien el modo de nuestra existencia y nos provee la libertad de movernos dentro de ese continuo de manera que podemos llegar a ser lo que escogemos ser.

Finalmente, ser un ser una criatura significa que no somos el resultado de fuerzas impersonales dentro del mundo creado, sino el resultado de un acto creativo de amor. Nuestra existencia es una manifestación del amor desinteresado de Dios, un acto de gracia. Fuimos creados por Dios porque en su amor vio que esto era bueno. El amor divino, la gracia y la libertad trajeron a la existencia una criatura inteligente que era parte del mundo creado y sin embargo diferente. Esta criatura era capaz de recibir y devolver amor.

B. Los seres humanos fueron hechos a la imagen de DiosLa singularidad de la raza humana se localiza en el hecho de que fuimos creados a

la imagen de Dios (Gén. 1:27). La creación de Adán y Eva no sigue el mismo patrón usado por Dios en la creación del resto del mundo. El habló y el mundo natural vino a la existencia. En este caso en particular, el hablar precede a la existencia. En el caso de Adán y Eva, la palabra hablada no está presente. La voz de Dios se dirigió a ellos sólo después de su creación (Gén. 1:29-30; 2:16). Fueron identificados por Dios como objetos de su hablar. Esto significa que los seres humanos son criaturas con quienes Dios se puede relacionar, a quienes él puede dirigirse como personas. Sólo ellos dentro del mundo creado, pueden relacionarse con Dios en términos personales. Este aspecto de la naturaleza humana hace posible que seamos compañeros con Dios en la mayordomía.

Por siglos los teólogos han discutido el significado de la imagen de Dios en los seres humanos. A pesar de que se han dado diferentes sugerencias, hoy parece haber un acuerdo general en creer que la imagen de Dios no es algo que nosotros tenemos, sino

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algo que nosotros somos.9 La imagen de Dios en nosotros no está localizada en un aspecto de nuestra personalidad, sino en la totalidad de nuestro ser. En la creación la imagen de Dios se reflejó en cada aspecto de Adán y Eva. Exploraremos algunos de esos aspectos desde el un punto de vista bíblico de la naturaleza humana.

1. Un ser físicoLo primero que notamos en cuanto a un ser humano es que es una

estructura física que puede ser percibido por los ojos y tocado por otros. Si la persona completa fue creada a la imagen de Dios, el cuerpo físico debiera también expresarlo: “En el principio, el hombre fue creado a la semejanza de Dios, no sólo en carácter, sino en forma y rasgo”.10

El mismo hecho de que Dios nos haya creado como entidades físicas indica que el cuerpo humano es bueno y esto rechaza el dualismo antropológico griego que niega el valor del cuerpo humano. La preservación del cuerpo es una responsabilidad tanto de Dios como de las personas. El proveyó todo lo que Adán y Eva necesitaban para preservar sus cuerpos en perfecta condición y les asignó una dieta específica que se esperaba que ellos consumieran (Gén. 1:29).

La mayordomía de nuestros cuerpos está basada en el hecho de que Dios nos creó como seres físicos. Nuestros cuerpos no son algo que tenemos sino algo que somos.11 Nuestro cuerpo y lo que somos son inseparables. Dios espera que los administremos para su gloria (1 Cor. 6:20).

2. Un ser espiritualLos seres humanos son más que materia pues tienen la capacidad de

escuchar a Dios y de responderle. Aparentemente, ninguna otra criatura en este planeta parece tener esa habilidad. Existe un lenguaje común entre Dios y los seres humanos que les hace posible entrar en compañerismo y establecer una relación significativa. Los seres humanos son esencialmente personas religiosas. Llegamos a entendernos a nosotros mismos particularmente en términos de nuestra relación con Dios. La primera relación que Adán y Eva establecieron fue con su Creador. Cuando Adán fue creado, Eva no estaba presente y cuando ella fue creada, él no estaba presente. La primera imagen que cada uno de ellos captó

9Para una excelente discusión sobre la doctrina bíblica del hombre y el significado de la imagen de Dios, consultar a G. C. Berkouwer, Man: The Image of God (Grand Rapids, MI: Eedermans, 1962), 67'118. Entre los estudiantes Adventistas que han abordado este tema están V. N. Olsen, Man, the Image of God (Hagerstown, MD: Review and Herald, 1988); y M. Veloso, El Hombre: Una Persona Viviente (Santiago de Chile: Editorial Universitaria, 1990), 79-89.

10E. G. White, El Conflicto de los Siglos (Mountain View, CA: Pacific Press, 1911), 644, 645.

11Véase John A. T. Robinson, The Body (London: SCM Press, 1952), 14.

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fue la del Creador. Cualquiera otra relación estuvo determinada por esa primera, y aparte de ella no hubieran podido ser capaces de entenderse a sí mismos o al resto de la creación.

Pero el encuentro entre Dios y los seres humanos no iba a quedar restringido al momento de la creación. Ellos necesitaban a Dios para su subsistencia y para la satisfacción de la necesidad de una relación personal con él. Así, el Dios trascendental decidió permanecer con ellos en tiempo y espacio. Nuestra mayordomía de la vida espiritual se origina en la disposición bondadosa de Dios de querer morar con nosotros.3. Un ser intelectual

Dios dio a Adán y Eva habilidades racionales a través de las cuales pudiesen llegar a un entendimiento más profundo de Dios, de ellos mismos y del mundo creado. Por medio de una razón completamente santificada, los seres humanos serían capacitados para controlar sus emociones y pasiones, para aprender y desarrollar toda clase de destrezas.

En el Jardín del Edén, Dios asignó a Adán una tarea que requería el uso de sus capacidades intelectuales (Gén. 2:15). Específicamente, Dios le pidió a Adán que pusiese nombres a los animales (2:19-20). En la Biblia el nombre es muy importante debido a que es un reflejo del carácter de la persona que lo lleva. El dar nombres a los animales implicaba que Adán observase y analizase su comportamiento con el propósito de darles un nombre adecuado. Este era un estudio científico de la naturaleza. El estaba explorando la creación de Dios, sistematizándola, y entendiendo su orden y armonía. Estaba poniendo al servicio de Dios y de la naturaleza, las destrezas y talentos que Dios le había dado. Es allí donde debe colocarse la base teológica para la mayordomía de nuestros talentos. Dios nos dotó con la capacidad de desarrollar destrezas y de adquirir nuevo conocimiento y estos deben ser puestos a su servicio.

4. Un ser socialLa existencia humana carece de significado en aislamiento total. Nuestra

capacidad de socializar con otros es una manifestación del hecho de que fuimos creados a la imagen de Dios. Se ha sugerido que Génesis 1:27 señala a ese aspecto de la imagen de Dios en nosotros. “Creó Dios al hombre a su propia imagen, a imagen de Dios lo creó; macho y hembra los creó”. “Hombre” es una pluralidad de personas, una unidad formada por una mujer y un hombre. Algunos eruditos han encontrado en esta pluralidad una manifestación de la imagen de Dios. Varón y hembra son la imagen porque ellos juntos son uno.12 Una pluralidad define al “hombre” y a Dios. La idea básica es que la imagen de Dios en el hombre incluye una pluralidad que permite relaciones interhumanas de una manera “semejante” a lo que la pluralidad en Dios hace posible las relaciones intratrinitarias. Los seres humanos, como Dios, son seres de relación puesto que

12Véase K. Barth, Church Dogmatics: The doctrines of Creation, vol. 3:1 (Edinburgh: T&T Clark, 1958), 195-201.

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el verdadero amor siempre necesita otra persona para expresarse.Además de nuestra relación con Dios, una de las interacciones sociales

más importantes tiene lugar dentro de la estructura de la familia. Dios instruyó a Adán y Eva sobre esta relación fundamental, al describirles la naturaleza del matrimonio. El matrimonio tiene un propósito unitivo (Gén 2:24) y creativo (1:28). La unidad en el amor puede alcanzar su más plena dimensión dentro del matrimonio. Al mismo tiempo Dios dio a los seres humanos el privilegio de colaborar con él en la perpetuación de la raza humana. Este es el resultado de nuestra naturaleza social y, en especial, de la interacción y entrega de amor entre el hombre y la mujer. Es de esa relación familiar positiva que surge la posibilidad de desarrollar nuevas relaciones significativas con otras personas.

Como seres sociales, somos particularmente responsables por la mayordomía de nuestra influencia social en el hogar, en la iglesia y en la sociedad. Tratar a otros con respeto, consideración y amor es una prueba de la mayordomía de nuestra interacción social. Los valores y principios que surgen de nuestra entrega al Señor deben tener un impacto directo y positivo en nuestra interacción social.

C. Los seres humanos y el dominio sobre el mundoDe acuerdo a Génesis 1:28, Adán y Eva tenían que subyugar la tierra y tener

dominio sobre la fauna. Así fue definida su relación con el resto de la creación. Indudablemente en esa tarea la imagen de Dios se revelaba de una manera especial. Dios les ha dado a los seres humanos poder y autoridad: “Cada ser humano, creado a la imagen de Dios, está dotado de una facultad semejante a la del Creador: la individualidad, la facultad de pensar y hacer”.13

En el Antiguo Testamento se usa el verbo “tener dominio” para designar el poder del rey sobre sus súbditos.14 En Génesis se le otorga ese poder al ser humano pero se lo limita al mundo animal.15 Se nos encarga “regir la naturaleza como un rey benevolente, actuando como un representante de Dios sobre ella y por lo tanto, tratándola de la misma manera que la trataría el Dios que la creó”.16 El hecho de que los seres humanos fuesen vegetarianos indica que la destrucción de la vida animal no estaba contemplada en el otorgamiento del dominio sobre ella.17 Este era un dominio positivo, que tenía que ver

13E. G. White, Educación, 15.

14Véase D. Jobling, “Dominion Over Creation”, en The Interpreter’s Dictionary of the Bible: Supplementary Volume, K. Creim, ed (Nashville, TN: Abingdon, 1976), 247.

15Véase H. W. Wolff, Anthropology of the Old Testament (Philadelphia: Fortress, 1974), 163.

16G. J. Wenham, Gésis 1-15 (Waco, TX: Word, 1987), 33.

17Cf Jobling, “Dominion”, 247.

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con “lograr el bienestar de cada una de las otras criaturas y ver que se realizara a plenitud el potencial de cada una de ellas”.18

El verbo “subyugar” la tierra debiera entendérselo en el contexto de Génesis 2:5, 15, como cuidando de la tierra. La idea de usar ese poder para explotar la naturaleza está eliminada por el contexto en el cual el concepto de una creación buena debe entenderse en términos de su perfecta armonía y unidad. Los seres humanos no debían trastornar el orden establecido por Dios sino respetarlo y preservarlo.

El dominio de los seres humanos sobre la naturaleza revela una función importante de la humanidad hecha a imagen de Dios: Son representantes de Dios dentro del mundo creado. Se nos ha dicho que el hombre “fue ubicado, como el representante de Dios, sobre los órdenes inferiores de seres. Ellos no pueden entender o reconocer la soberanía de Dios. Aún así, fueron hechos capaces de amar y servir al hombre”. 19 Dios delegó a Adán y Eva, como sus representantes, la responsabilidad de administrar el resto de la creación. Los instituyó como mayordomos del mundo.20

El mandato a tener dominio sobre el mundo revela algo acerca de la naturaleza de la creación. Presupone un entendimiento no mitológico de la naturaleza. Las antiguas mitologías cuentan a menudo de árboles, ríos, animales y tierras divinos. Al ser confrontados por todos estos elementos de la naturaleza, los seres humanos no debían explorarlos, sino someterse a ellos. Tales ideas están ausentes del texto bíblico: “No hay ni tierra divina, ni bestias divinas, ni constelaciones divinas, ni ninguna otra esfera esencialmente inaccesible al hombre”.21 No hay nada superior a la humanidad en el orden creado.

El dominio humano sobre la creación implica que la naturaleza es finita y dependiente del cuidado de los seres humanos. Este elemento de dependencia parece pertenecer a la misma naturaleza de la creación. La dependencia es, por supuesto, mutua. La naturaleza depende de personas amantes para revelar su fructificación, grandeza y bondad. A la misma vez la existencia humana misma esta relacionada intrínsecamente con la naturaleza. Dios determinó que la existencia de ambos --la naturaleza y el hombre-- fuese mutuamente dependiente, aunque en última instancia ambos dependiesen de él.

Concluimos que desde la perspectiva de Dios, los seres humanos son mayordomos del mundo natural. Esto es posible debido a que no hay nada divino en la naturaleza. Este concepto tiene gran valor para todos los que se interesen en asuntos ecológicos. Nuestra preocupación para el bienestar del planeta no debe basarse en su presumida santidad, sino en el hecho de que Dios estableció personas para que fuesen mayordomos del mundo.

18W. Brueggemann, Génesis (Atlanta: John Knox, 1982), 32.

19 19E. G. White, Patriarcas y Profetas, 45.

20 20 Cf Wolff, Anthropology, 162.

21Ibid.

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IV. CAÍDA Y PECADO

A veces nos es difícil concebir, o aún imaginar, una época en la historia de este planeta cuando hubo perfecta armonía sobre la tierra. La intención divina fue que los seres humanos, unidos a Dios en un cometido indiviso, continuasen teniendo dominio sobre el planeta, explorándolo y preservándolo en toda su belleza y grandeza. Resulta claro que la mayordomía pertenece a la intención y el designio original de Dios para la misión de la raza humana sobre nuestro planeta. Esta servía para definir la responsabilidad fundamental de la familia humana hacia Dios y hacia el orden creado. Pero la intrusión del pecado trastornó el plan divino.

A. Libertad humanaEn teología cristiana, los conceptos de pecado y libertad están estrechamente

relacionados. La narración bíblica de la caída respalda esta conclusión. El relato de la creación presupone que los seres humanos fueron creados como agentes libres. En este contexto libertad significa probablemente que ellos tenían la capacidad de llegar a ser aquello que Dios se propuso que ellos fuesen. Esta era la libertad de poder auto realizarse, de llevar a cabo su potencial humana como criaturas de Dios. Por consiguiente, la libertad humana era una realidad únicamente si los seres humanos mantenían una relación armoniosa con Dios. Es a este tipo de libertad a la que se refiere Génesis 2:16-17: “Y Dios el Eterno mandó al hombre: ‘Puedes comer de todo árbol del huerto, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que comas de él, morirás’”.

Estos dos versículos definen la verdadera naturaleza de la libertad y establece sus límites. Tenemos un mandato positivo seguido por una limitación. Adán y Eva están libres de comer de todo árbol del jardín y satisfacer de esta manera su necesidad de alimento. El Señor hizo provisión para todas sus necesidades básicas, y en la medida en que se escuchase su mandato, la vida sería preservada. La prohibición, “del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás”, los puso al tanto, en cierto sentido, de la extensión de su libertad. Tenían la libertad de rechazar el compañerismo con Dios. Adán y Eva eran libres de decir “no” a Dios y a la vida que de él provenía.22

Sin esta posibilidad, Adán y Eva no hubiesen sido libres sino prisioneros en este planeta. Habían sido creados para vivir en este mundo sin ninguna alternativa o vía de escape. Dios los trajo a la existencia sin consultarlos, sin darles la libertad de decidir si querían existir. (Obviamente, tal cosa hubiera sido imposible, pues la libertad de elección

22Claus Westerman, Génesis 1-11: A Commentary (Minneapolis; Augsburgh, 1984), 224, escribe: “La prohibición que limita al hombre lo rodea de amenazas. La limitación se expresa en la ley, y aquí en la oración: ‘El día que de él comieres ciertamente morirás’. Esta no es, de hecho, una amenaza de muerte, sino más bien una clara expresión del límite que acompaña a la libertad confiada a la humanidad en el mandamiento. Al decir no a Dios -y ésto es lo que la libertad permite- sería en última instancia decir no a la vida; pues la vida viene de Dios”.

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implica existencia y conciencia). Dios simplemente los trajo a la existencia y entonces les dio la libertad de decir sí o no a Dios y a la vida. La intención real de Dios es que los seres humanos escojan la vida y el compañerismo con él. De allí el mandato negativo. Su propósito era preservar a Adán y Eva vivos al ellos elegir el don de la vida. Su libertad se vio así probada: “Podían obedecer y vivir, o desobedecer y perecer”.23 Era su responsabilidad decidir si volver a la nada o disfrutar de una vida sin fin y de libertad en armonía, obediencia, y confianza total en el Creador.

El nombre del árbol cuyo fruto Adán y Eva no debían comer es interesante: “árbol del conocimiento del bien y del mal”. Se han dado muchas sugerencias con respecto al significado de esta frase24 aunque debería interpretársela probablemente a la luz de Génesis 3:22: “Dios el Eterno dijo: ‘Ahora el hombre es como uno de nosotros, conocedor del bien y del mal’”. El conocimiento del bien y del mal es un tipo de conocimiento que pertenece exclusivamente a Dios. La frase no designa la habilidad de conocer todas las cosa porque los seres humanos nunca fueron creados con la posibilidad de llegar a ser omniscientes. Lo que la frase enfatiza es la posibilidad de que los seres humanos decidan por sí mismos lo que ellos consideren ser lo mejor para ellos.25

Pareciera ser una frase usada para expresar la idea de una autonomía moral absoluta y la capacidad de tomar decisiones creyendo que no se tiene que rendir cuentas a nadie. Dios les dijo a Adán y Eva que tener esa experiencia equivaldría a rechazarlo a él y elegir la muerte. El árbol era, por consiguiente, un símbolo de auto determinación y de independencia total que conduciría inexorablemente a la muerte, puesto que sería un rechazo del don de la vida. En esencia, ésta sería una rebelión absoluta contra Dios.

B. El pecado como rebelión: Pretendiendo se dueñoLa serpiente, al ser el animal más astuto del jardín, llegó a ser el instrumento del

mal (Gén 3:1). Esto es algo sorprendente, puesto que se trata de una de las criaturas buenas de Dios (1:31). Resulta interesante observar que durante la escena del juicio descripta en Génesis 3:9-14, Dios pidió a Adán y Eva explicar su comportamiento y dar razones del mismo pero no dirigió pregunta alguna a la serpiente. No hubo diálogo entre Dios y la serpiente debido a que no había nada que explicar; el pecado es inexplicable, irracional. El pecado puede únicamente ser condenado y eso fue exactamente lo que Dios hizo.

La serpiente, durante su conversación con Eva, la confrontó con la posibilidad de un nuevo auto entendimiento y de una nueva concepción del mundo. El mensaje fue

23E. G. White, Patriarcas y Profetas, 53.

24Sobre una discusión de las diferentes opciones véase Westermann, Génesis 1-11, 242-48.

25Victor P. Hamilton, The Book of Genesis: Chapters 1-17 (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1990), 166, escribe: “Lo que se le prohibe al hombres es el poder de decidir por sí mismo lo que le conviene y lo que no le conviene. Esta es una decisión que Dios no ha delegado a los terrenales”.

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apelante y persuasivo. La serpiente se introdujo a sí misma con una pregunta que motivó a Eva a reaccionar. Dios fue mal citado y Eva decidió defenderlo, pero en el proceso ella se volvió vulnerable. La serpiente se volvió más agresiva y abiertamente contradijo la declaración de Dios sobre el resultado de comer del árbol del conocimiento del bien y del mal (3:4-5).

Según la serpiente, la muerte no era una amenaza a la criatura debido a que la criatura no podía morir. La criatura podía sólo evolucionar y pasar de un nivel inferior de existencia a otro más elevado. Al comer del fruto del árbol, arguyó, se abrirían tanto a Eva como a su esposo nuevas perspectivas de su auto entendimiento. Ella estaría un escalón más cerca de lo divino; de hecho, sería como Dios, conociendo el bien y el mal. “Sí”, dijo la serpiente, “tú puedes tener completa determinación propia, puedes ser tu propio amo, puedes ser la fuente de tu propia vida”.

La serpiente procedió a poner en tela de juicio la bondad de Dios al sugerir que Dios estaba limitando el pleno gozo de la vida de Adán y Eva requiriéndoles depender de él. Ellos podían alcanzar esas nuevas dimensiones de existencia mediante la autonomía e independencia de Dios. Todo lo que tenían que hacer era rechazar su papel de mayordomos de Dios y llegar a ser los dueños de la vida.

Eva quería crecer, desarrollarse a sí misma, y lograr plenamente su potencial. Fue el Señor quien puso el deseo por la sabiduría en su corazón. Pero tanto ella como su esposo usaron incorrectamente su libertad y sobrepasaron sus límites. Ambos rechazaron su posición de mayordomos de Dios para transformarse en propietarios. Comieron del fruto del árbol, no porque estuviesen rechazando el don de Dios de la vida, sino porque querían apropiarse de ella y gozarla en total independencia de Dios. Fueron engañados por la serpiente porque lo que les ofreció era irreal. De hecho, ellos eligieron la muerte y no la vida. Al comer del fruto, la humanidad perdió su mayordomía del mundo.

C. El pecado como egoísmo y esclavitudLa decisión de Adán y Eva fue un acto de rebelión que acarreó desorden y

confusión en el mundo, afectando la armonía de la creación. Después de su pecado, lo primero que experimentaron fue vergüenza el uno frente al otro. Se vieron a sí mismos como extraños y, por consiguiente, su vida social no fue de ahí en más la misma. El deterioro espiritual interno se reflejó en el rechazo del otro.

Nos percatamos del otro principalmente mediante el cuerpo. La vida y la interacción social son imposibles fuera del cuerpo. El sentirse avergonzados el uno frente al otro significa que las relaciones interpersonales no son armoniosas. Adán y Eva querían plena autonomía, independencia de Dios, pero no se dieron cuenta que tal deseo los llevaría a independizarse el uno del otro. El egoísmo había nacido en sus corazones y desde entonces éste caracterizaría a la raza humana.

Es interesante que aunque reclamaron independencia de Dios, Adán y Eva debieron rendirle cuentas por sus acciones. Se escondieron del Señor debido a que se habían vuelto mayordomos infieles. El Señor los juzgó y los encontró culpables (Génesis 3:8-19). El Señor siempre considera a los seres humanos como mayordomos debido a que ése fue el cargo que les dio. Una naturaleza corrupta y egoísta no justificaría el rechazo de esa función.

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Debido a su pecado, Adán y Eva se volvieron esclavos del pecado. Pablo indicó que los seres humanos se vuelven esclavos de aquel a quien eligen obedecer (Rom 6:16). La raza humana eligió servir al pecado y fue esclavizada por él (6:17), permaneciendo bajo su poder y llevada cautiva a la ley del pecado (7:14,23). Los seres humanos no pueden someterse a la ley de Dios; es imposible para ellos agradar a Dios (Rom 8:7-8). Hay una incapacidad fundamental en ellos de servir a Dios. La naturaleza humana se corrompió en su mismo centro, acarreando con ello una hostilidad natural contra Dios (8:7), debilitándose al punto de quedar con una tendencia natural hacia el pecado. Esta naturaleza, poseída por el pecado, controló a la raza humana (8:9). Debido a la esclavitud del pecado, fue imposible para los seres humanos ser fieles mayordomos de Dios.

El pecado, como una rebelión contra Dios, no sólo trajo consigo egoísmo y esclavitud, sino que también afectó la imagen de Dios en la humanidad: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Rom 3:23). Uno de los resultados del pecado fue que nuestras naturaleza espiritual y moral se corrompió. De hecho, ningún aspecto del ser humano quedó sin ser afectado por el pecado. Aún así, la imagen no fue totalmente borrada (cf. Gén. 9:6).26 Es verdad que los seres humanos han “malogrado la imagen de Dios” en sus almas al seguir un camino de vida corrupto,27 pero “trazos” de ella aún “permanecen en cada alma”.28 La corrupción de la imagen significa también que la naturaleza misma fue “sometida a frustración..., esclavitud.., decaimiento” (Rom 8:20-21).

El papel de los seres humanos como mayordomos de Dios se vio drásticamente afectado por el pecado. El pecado, como rebelión contra Dios, caracterizó a los seres humanos que se proclamaron entonces dueños de todo y en particular de sus propias vidas, la que intentaron preservar mediante sus propios esfuerzos. De ahí que se volvieron esclavos del pecado e incapaces de ser lo que el Señor había intentado que fuesen. La restauración de los seres humanos a su estado original como mayordomos de Dios requeriría un plan que abordase los aspectos de rebelión, egoísmo, esclavitud, y la restauración de la imagen de Dios.

V. SALVACIÓN Y MAYORDOMÍA

Hemos observado que en el Antiguo Testamento la mayordomía se origina con la creación y el don de la vida. Dios trajo a la existencia una vida inteligente humana y le asignó el papel de representarlo en este mundo. La mayordomía en el Nuevo Testamento encuentra su base en el don de Dios de la salvación mediante Cristo. En ambos casos, el dador es el Señor y el que recibe y administra es el mayordomo del Señor que fue creado y recreado por y en Cristo.

26E. G. White, “E. G. White Comments: Romans”, en el SDA Bible Commentary, vol. 6, 1078.

27E. G. White, Testimonies, vol. 4, 294.

28 28E. G. White, Ministry of Healing, 163.

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A. Cristo: Imagen de Dios y mayordomo fielPara liberar al planeta del poder del pecado, Dios necesitaba un mayordomo fiel,

alguien que lo representara adecuadamente como su imagen en un mundo separado de él. Esto ocurrió en Cristo Jesús.

Varios pasajes en el Nuevo Testamento se refieren a Jesús como siendo la imagen de Dios. Uno de los más significativos está en Colosenses 1:15: “Cristo es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación”. Este pasaje alude a Génesis 2:16, en donde Adán y Eva se describen como siendo la imagen de Dios que lo representó ante el orden inferior de la creación.29 Ahora, es Cristo quien se describe como la imagen de Dios. Se usa el título “Primogénito de toda la Creación” para señalar su supremacía como representante de Dios. Enfatiza su carácter único como agente de la creación y como Señor sobre ella.30 En el contexto de Colosenses la representación de Dios en Cristo es, en verdad, una revelación de Dios a sus criaturas. Este pensamiento está claramente expresado en 2 Cor. 2:2, en donde la expresión “imagen de Dios” enfatiza la función de Cristo como el revelador de la gloria de Dios. El llevó la imagen de Dios no como algo que se le dio, sino como algo que él era en esencia. Cristo era plenamente Dios, “el resplandor de su gloria y la representación exacta de su ser, el que sostiene todas las cosas con su poderosa palabra” (Heb 1:3).

Este hombre Jesús, la imagen de Dios, es el verdadero mayordomo de Dios. Juan declara: “El Padre ama al Hijo y ha puesto todas las cosas en sus manos” (3:35). El poner todo en las manos de alguien significa darle poder y autoridad sobre todo.31 En otros lugares Jesús testificó: “Todas las cosas me han sido dadas por mi Padre” (Mat 11:27; Luc 10:22). El Padre le confió a Jesús responsabilidades que debía cumplir como fiel mayordomo e Hijo. La relación se centró en el amor mutuo. La referencia en esos pasajes es principalmente a la obra de Jesús como Salvador. Esta era la tarea más importante jamás asignada por Dios a ninguno de sus mayordomos; Dios la asignó a su propio Hijo.

Cristo, como un mayordomo de Dios, está administrando para Dios el plan de salvación. Era el plan de Dios reunir todo en y mediante Cristo. El plan fue “puesto en marcha” por Cristo mismo (Ef 1:10). “Poner en marcha” es la traducción del griego eis oikonomian = lit., “para la administración”. El término oikonomia es el vocablo griego usualmente traducido por “mayordomía, administración”. Pablo, en Efesios, parece estar sugiriendo que Cristo “es el mayordomo mediante quien Dios está efectuando su plan para el mundo --un plan que está en proceso y que culminará cuando los tiempos hayan

29Cf Peter Pokorny, Colossians: A Commentary (Peabody, MA: Hendrickson, 1991), 74.

30Véase Eduard Lohse, Colossians and Philemon (Philadelphia: Fortress, 1991), 48, 49.

31 31 Véase Rudolf Schnackenburg, The Gospel According to John, vol. 1 (New York: Seabury Press, 1968), 388.

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alcanzado su cumplimiento (lit., “en la plenitud del tiempo)”.32 Cristo, como mayordomo, está a cargo de “la casa de Dios”, la iglesia (Heb 3:6); pero está también trayendo la reconciliación al universo (Col 1:20).

Jesús se sometió a sí mismo al Padre y siguió obedientemente sus instrucciones con respecto a cómo poner en marcha el plan de salvación (cf. Juan 17:2,4). Era un fiel mayordomo que permaneció leal a Dios donde Adan y Eva fallaron. Mientras Adan y Eva buscaron independencia de Dios tratando de ser iguales a Dios, Cristo “estando en la misma naturaleza de Dios, no consideró la igualdad con Dios algo a lo cual aferrarse, sino que se anonadó a sí mismo, tomando la misma naturaleza de un siervo, y se hizo semejante a los hombres. Y al tomar la condición de hombre, se humilló a sí mismo, y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filip 2:6-8).

Cristo es un mayordomo único porque, para preservar la vida de aquellos que confiaron en él, dio su vida por ellos (Rom 5:6). Dio todo lo que tenía para preservar la raza humana, asumiendo responsabilidad por ella como mayordomo de Dios. No se esperaba esto de ningún otro mayordomo de Dios. Cuando Moisés se ofreció a sí mismo para morir en lugar de Israel, Dios rechazó su oferta (Ex 32:31, 33). Esta tarea le fue asignada en forma exclusiva al Dios-hombre, Jesucristo, el Hijo de Dios. El, quien era rico, “se hizo pobre para que vosotros fueseis enriquecidos con su pobreza” (2 Cor 8:9). En Filipenses Pablo se refiere a esa misma experiencia declarando que Cristo “se anonadó a sí mismo” (2:7). Cristo se despojó a sí mismo de su derecho a usar su divinidad y en su lugar se sometió a sí mismo a la voluntad de su Padre.33 Este era su papel en la vida y como tal cumplió su responsabilidad como mayordomo de Dios.

B. Restaurando a los mayordomosUn cristiano es una persona que ha reconocido y aceptado que Cristo es la misma

imagen de Dios y está ahora dispuesto a ser conformado a esa imagen. Pero antes que esto pudiese ocurrir, la separación causada por el pecado debía ser removida. El hombre debe ser restaurado, hacer paz con Dios, aceptar su propia función en el mundo, dejar de luchar en forma egoísta para preservarse a sí mismo, y ser redimido del poder del pecado que le imposibilita ser un fiel mayordomo de Dios. Todo esto es posible mediante Cristo quien nos reconcilió con Dios, hizo posible nuestra justificación por la fe, y nos redimió del poder del pecado.

El espíritu de rebelión que está localizado en el centro de nuestra naturaleza caída

32Arthur Patzia, Ephesians, Colossians, Philemon (Peabody, MA: Hendrickson, 1984), 155. Marcus Barth, Ephesians 1-3 (Garden City, NY: Doubleday, 1974), 76, traduce la primera parte de Efesios como “que él tendría que administrar los días del cumplimiento”. De acuerdo con él, ese verso describe a Cristo como un mayordomo de Dios (86-89).

33M. Lattke, “Kenoo make empty, destroy”, en Exegetical Dictionary of the New Testament, vol. 2, Horst Balz and Gerard Schneider, eds (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1991), 282, escribió con respecto a Cristo en 2 Cor 8:9, “que la cláusula habla acerca de la humildad que se da a sí misma y del empobrecimiento de la autonegación en la manera divina de ser”.

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puede ser vencido únicamente mediante la obra de Cristo que hizo posible nuestra reconciliación con Dios. La reconciliación es una manifestación del amor auto sacrificado de Dios (Rom 5:8-10) pues en Cristo, Dios estaba reconciliando el mundo consigo mismo (2 Cor 5:19). Esto parece querer decir que por causa de la obra de Cristo, Dios puso a un lado su ira contra nosotros como pecadores, haciendo posible nuestra reconciliación con él.34 Al tomar la iniciativa Dios reveló su amor, despojándonos de nuestro espíritu de rebelión y llamándonos a reconciliarnos con él (5:20). Esto es posible debido a que Cristo, “quien no cometió pecado, Dios lo hizo pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Cor 5:21).

En la cruz Dios mostró que no hay razón para estar en guerra con él, puesto que él siempre nos amó. La reconciliación es el reconocimiento y la aceptación de nuestro lugar en el universo y nuestro rechazo de toda idea o intento por usurpar la autoridad de Dios o derecho como propietario. Pablo introduce su discusión sobre el significado de la reconciliación en Colosenses, diciendo: “Por él fueron creadas todas las cosas, las que están en los cielos, y las que están en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados o autoridades. Todo fue creado por medio de él y para él” (1:16). Dios efectuó la creación mediante Cristo y por consiguiente, todo pertenece al Salvador. Aún más, él es el único que preserva unido el universo (1:17). Más aún, fue él quien tomó nuestro lugar, muriendo en la cruz por nuestra rebelión, haciendo posible nuestra reconciliación con Dios (2 Cor 5:14-15, 21; Ef 2:3-5). La reconciliación implica el reconocimiento de que Dios es el dueño del universo, y de nuestro papel como mayordomos del Señor. Quienes han sido reconciliados no debieran “vivir para sí, sino para aquel que murió, y resucitó por ellos” (2 Cor 5:15).

Cuando vivimos para nosotros mismos manifestamos obviamente un egoísmo que hace prácticamente imposible que seamos verdaderos mayordomos de Dios. Desde que Adán y Eva cayeron en pecado, los seres humanos han estado intentando constantemente preservar sus vidas mediante sus propios esfuerzos. Esta dimensión del pecado fue confrontada por Cristo. El egoísmo nos hace administradores inefectivos de las bendiciones de Dios debido a que no importa lo que recibamos de Dios, lo apropiamos para nosotros mismos a fin de asegurarnos que seremos capaces de disfrutar la vida en este planeta por nosotros mismos. Un egoísmo tal no se preocupa por otros porque estamos totalmente obsesionados con el pensamiento y la preocupación de nuestra propia preservación.

La solución para esta condición humana pecaminosa se encuentra en la muerte sacrificial de Cristo sobre la cruz, que hizo posible para nosotros el ser justificados por fe en él (Rom 3:21-26). La justificación significa que hemos sido absueltos en la corte divina debido a que Cristo tomó nuestro lugar, muriendo por nosotros. No debemos preocuparnos más por la preservación de nuestra vida, porque de eso se ocupa Dios. A través de Cristo Dios nos dio vida libremente como un don de gracia (5:18). Antes de venir a Cristo estábamos espiritualmente muertos en nuestros delitos y pecados (Ef 2:1).

34Véase Angel Manuel Rodríguez, “Salvation by Sacrificial Substitution”, Journal of the Adventist Theological Society, vol. 1 (1992), 65-68.

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Pero a través de Cristo Dios nos dio vida mediante la revelación de su gracia: “Porque por gracia habéis sido salvados por la fe. Y esto no proviene de vosotros, sino que es el don de Dios” (2:8).

La muerte sacrificial de Cristo mostró que el amor desinteresado de Dios derrota el mal. Cristo dio su vida para preservar nuestra vida, mostrando claramente que la vida se preserva cuando se rinde a Dios en una relación de amor y confianza (Mat 16:25). Fuera de Cristo no hay vida en nosotros (Juan 6:53; 10:10). Es únicamente mediante la justificación por la fe que tenemos vida (Rom 5:18). Por consiguiente, el centro de nuestras vidas no es más el yo sino Cristo y vivimos para él y para su gloria (Rom 6:10-11). Pablo describe en un lenguaje muy vívido el destronamiento del yo en su vida mediante la obra de Cristo en la cruz, diciendo: “Con Cristo estoy crucificado, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó, y se entregó a sí mismo por mí” (Gál 2:20).

Finalmente, nuestra libertad del esclavizante poder del pecado es real debido a que Dios, en Cristo, nos redimió del pecado. Jesús declaró: “Porque el Hijo del Hombre tampoco vino para ser servido, sino para servir, y dar su vida en rescate por muchos” (Mar 10:45). El pecado nos esclavizó, nos volvió incapaces de servir a Dios y a los demás (Rom 6:6), y nos destinó a una muerte eterna (6:23). En la cruz fuimos liberados del poder del pecado y de la muerte: “Así, por cuanto los hijos participan de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por la muerte al que tenía el imperio de la muerte, a saber, al diablo. Y librar a los que por el temor de la muerte estaban por toda la vida sujetos a servidumbre” (Heb 2:14-15). Dios en Cristo pagó el precio de nuestra redención con “la sangre preciosa de Cristo, la de un cordero sin mancha ni defecto” (1 Ped 1:19).

Aquellos que creen en Cristo, le pertenecen. Pablo escribió a los Corintios: “No sois vuestros. Puesto que habéis sido comprados por precio, glorificad a Dios en vuestro cuerpo” (1 Cor 6:19-20). La redención significa que no estamos más bajo el poder del pecado debido a que nuestras vidas fueron “rescatadas” por Dios mediante Cristo. Nuestras vidas no son nuestras pero Dios nos ha dado la libertad de administrarlas correctamente para que lleguemos a ser lo que él se propuso originalmente que fuésemos, es decir, sus mayordomos. Esto es posible mediante el don del Espíritu que Dios da a quienes creen en Cristo. Ellos “no viven conforme a la naturaleza pecaminosa, sino conforme al Espíritu” (Rom 8Ñ4). Tales personas no tienen sus mentes puestas en “las cosas de la carne” (8:5), pues viven según el Espíritu (8:9).

Una teología de la mayordomía se basa no sólo en el concepto de la creación y del propósito que Dios tuvo para con nosotros, sino también en la salvación mediante Cristo que hace posible, a pesar del pecado, que lleguemos a ser lo que Dios quiso que fuésemos. A través del poder del evangelio Dios deshizo el daño causado por el pecado (Rom 1:16-17). Mediante la reconciliación en Cristo nuestra rebelión contra Dios llega a su fin y reconocemos a Dios como Creador, Sostenedor, Preservador, y Propietario del universo. Una vez más hemos encontrado nuestro propio lugar en el plan de Dios, el de un siervo de un Dios amante y no el de un propietario ilegal del mundo y de nuestras vidas. Mediante la justificación por la fe nuestra preocupación ciega por autopreservar

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nuestras vidas llega a su fin, al reconocer que en Cristo nuestras vidas han sido preservadas gratuitamente por un Dios de amor. El egoísmo expiró en la cruz por la revelación del amor de Dios que se sacrifica a sí mismo. La redención nos restauró la libertad del poder del pecado, haciendo posible mediante el poder gobernante del Espíritu, que llegásemos a ser fieles mayordomos del Señor. Alcanzamos el más alto nivel de autorealización en el servicio desinteresado a Dios y a los demás.

C. Restauración de la imagen de DiosEs a través de la obra de Cristo y del poder del Espíritu que la imagen de Dios es

restaurada en nosotros. Siempre fue el propósito de Dios que los pecadores arrepentidos “fuesen conformados a la imagen de su Hijo”, llegando a ser sus hermanos (Rom 8:29). El verbo conformar se refiere a la santificación como “una conformidad progresiva a Cristo, quien es el eikon [imagen] de Dios, y asi a una renovación progresiva del creyente a la semejanza de Dios”.35 Esto está claramente indicado en 2 Cor 3:18 en donde se nos describe como “siendo transformados a su semejanza con una gloria siempre creciente”. El nuevo yo del creyente “está siendo renovado en el conocimiento a la imagen de su Creador” (Col 3:10). La restauración plena de la imagen de Cristo en nosotros se consumará en la Segunda Venida de Cristo (1 Cor 15:49). Pero lo que es más importante para nosotros es que la imagen está siendo restablecida en nosotros ahora en Cristo, y que por consiguiente, estamos siendo restaurados a nuestra función original como mayordomos de Dios.

La responsabilidad más importante del mayordomo cristiano en el Nuevo Testamento es la “administración” correcta de la gracia de Dios, es decir la proclamación del evangelio (1 Cor 9:17; Ef 3:2, 9), o de “las cosas secretas de Dios” que se nos revelan en Cristo (1 Cor 4:1). Semejante a Cristo, participamos en la administración del plan divino de salvación (Col 1:25). Esto incluye no sólo la proclamación de las buenas nuevas, sino también el que nosotros vivamos a la altura de los requisitos santificadores que proclamamos.

Además, somos también mayordomos de los dones de Dios. En cierto sentido esto es parte de la administración de la gracia de Dios debido a que Su gracia se manifiesta dentro de la iglesia especialmente en el otorgamiento de los dones a cada creyente (1 Ped 4:10). En este contexto, la mayordomía se caracteriza por una disposición a servir a otros. Cuando Pedro extiende el llamado a la comunidad cristiana a administrar fielmente los dones que Dios da, está sugiriendo que somos mayordomos de todo lo que tenemos debido a que todo nos ha sido dado por Dios. Toda posesión cristiana debe ser administrada para la gloria de Dios. Esto incluiría todo lo que Dios nos dio en la creación incluyendo nuestros cuerpos (1 Cor 6:19-29) y recursos financieros (véase siguientes dos capítulos). El cristiano que esta persuadido de que todo fue creado y redimido por Dios mediante Cristo y, por consiguiente, que cada cosa pertenece al Señor, nunca se percibirá a sí mismo como propietario, sino siempre como mayordomo

35C. E. B. Cranfiend, The Epistle to the Romans, vol. 1 (Edinburgh: T&T Clark, 1975), 432.

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de Dios y de Cristo.

D. La mayordomía de la creación y el apocalipticismoEl énfasis del Nuevo Testamento sobre la escatología apocalíptica que anuncia la

destrucción de los malvados y la conflagración del mundo (ef 2 Ped 3:8-10), puede sugerir que nuestra responsabilidad como mayordomos de Dios no incluye una preocupación definida por el mundo natural. ¿Por qué cuidar lo que será destruido por Dios en el escatón?

Semejante conclusión sería un serio y terrible error. Debiéramos observar que el Nuevo Testamento describe a Dios como estando seriamente interesado en el mundo natural. El alimenta los pájaros del aire, que no pueden sembrar ni cosechar (Mat 6:26), cuida la vida del pajarillo (10:29), y viste la hierba del campo de hermosura (6:28-30). En ningún lugar de la Biblia se describe el mundo natural como siendo esencialmente malo. Al contrario, es bueno debido a que Dios lo trajo a la existencia. La preocupación de Dios por el mundo natural es un ejemplo para sus mayordomos. Ellos deben tratar con respeto y cuidado lo que pertenece a su Señor. Sólo los malvados destruyen la tierra, y el Señor, a su debido tiempo, los destruirá a ellos (Apoc 11:18).

La conflagración apocalíptica del mundo natural debe ser entendida como un acto de redención que conduce a la renovación de la creación y no a su extinción. Es un punto de transición de un mundo infectado por el pecado y el mal a otro liberado de todo ello. No se trata de una negación de la naturaleza sino de una reafirmación de su bondad. Se puede contrastar la experiencia de la naturaleza con la de los poderes malvados que serán totalmente destruídos, extinguidos del universo de Dios, sin ninguna posibilidad de recreación. Serán condenados como siendo esencialmente malos. No así con el mundo natural. La conflagración final es su liberación.

Pablo, en Rom 8:19-22, personifica el mundo natural e indica que, debido a su solidaridad con los seres humanos, ha sido afectado por su experiencia en dos maneras. Primero, ha sido “infectado” por el pecado que los seres humanos trajeron al mundo. Ha sido sometido a frustración pero “no por su propia elección” (v.20). En consecuencia, la naturaleza es amoral, aunque está atrapada en las secuelas del pecado humano. Se encuentra ahora en un estado de servidumbre y decaimiento (v. 19). Segundo, la naturaleza vive en la esperanza del cumplimiento de la promesa de la redención futura que será experimentada por los seres humanos en el escatón. Cristo vino trayendo libertad a todos los que creyesen en él y la naturaleza, junto con ellos, mira hacia la consumación de esa libertad. La naturaleza no aguarda expectante una participación futura en la destrucción eterna de los malvados, sino más bien “la libertad gloriosa de los hijos de Dios” (v.21). Para Pablo, la condición presente de la naturaleza es transitoria, la que tendrá un fin (histórico) “en la liberación de la creación a la libertad que aguarda a los hijos de Dios”.36

36H. Balz, “Mataiotes vanidad, negación, transitoriedad”, en Exegical Dictionary of the New Testament, vol. 2, 397. Para una discusión de la estrecha conexión entre los seres humanos y la naturaleza de acuerdo a la Biblia y su significado para la sociedad moderna, véase Frank Moore Cross, “The Redemption of Nature”, Princeton

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La esperanza apocalíptica incluye también al mundo natural. La liberación del pueblo de Dios incluye la liberación del mundo natural. Esta perspectiva positiva de la naturaleza es una fuerza motivante para el mayordomo cristiano que lo lleva a cuidar el mundo natural y a actuar con responsabilidad delante de Dios al preservarlo y protegerlo. Sus destinos están misteriosamente entretejidos.

VI. RESUMEN

Nuestra exploración del significado teológico de la mayordomía comenzó con una discusión sobre la naturaleza de Dios. Antes que cualquier cosa viniese a la existencia, Dios ya era. Esto significa que Dios es eterno y autosuficiente. Nuestra función como mayordomos no tiene el propósito de enriquecerlo o proveer para sus necesidades, puesto que Dios es autosuficiente. La mayordomía es el privilegio de ser copartícipes del misterioso y sublime Dios. Como Creador él es Unico, Incomparable, Trascendente, Inmanente y Propietario. Es a este único Dios a quien debemos rendir cuentas como mayordomos. Su trascendencia evita que la mayordomía persiva la naturaleza como siendo divina, mientras que su inmanencia muestra su preocupación por la creación y hace posible que seamos sus mayordomos. Dios el Creador es el Propietario que nos recuerda que nunca debiéramos declararnos dueños. Dios se describe también como “amor”. La mayordomía se malogra si se la entiende como el intento del mayordomo de obtener el amor de Dios. Dios nos ama porque es amor. Su amor se vuelve un modelo que debe ser seguido por el mayordomo que administra los dones de Dios.

Nuestra discusión de la naturaleza humana nos enseña que somos criaturas de Dios. En la preservación de nuestras vidas, trabajamos juntos con Dios. Somos mayordomos de nuestras vidas. Siendo que vivimos dentro del tiempo y del espacio somos también mayordomos de nuestro tiempo y de nuestro ambiente. Fuimos creados a la imagen de Dios. Esta imagen es la que somos y debe encontrar expresión en todo aspecto de nuestro ser. Somos, por consiguiente, mayordomos de nuestros cuerpos, de nuestra vida espiritual, de nuestras capacidades mentales e intelectuales, y de nuestro ser social. Al haber sido creados a la imagen de Dios, recibimos también dominio sobre la naturaleza. Fuimos hechos responsables de administrarla para el Señor como sus representantes.

La doctrina bíblica del pecado destaca el hecho de que nuestra función como mayordomos de Dios fue seriamente trastornada por el pecado. Dios envió a su Hijo a un mundo alejado de él, para que fuese el verdadero mayordomo, su “imagen” en este mundo de pecado. Cristo llegó a ser el mayordomo del plan de salvación. Para preservar la vida de aquellos que confiasen en él, dio su propia vida por ellos. Su muerte sacrificial nos reconcilió con Dios, e hizo posible que nuestra rebelión contra el Creador llegase a su fin. El Creador es una vez más reconocido como el verdadero y único Propietario del universo y de nuestras vidas. Nuestra preocupación egoísta por preservar nuestras vidas

Seminary Bulletin, vol. 10 (1989), 94-104.

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llega a su fin cuando aceptamos la muerte de Cristo como el medio de nuestra justificación. Dios en Cristo es el que preserva nuestras vidas de tal forma que podamos confiar en él y poner a un lado nuestro egoísmo. La libertad del poder esclavizante del pecado es una realidad porque en la cruz Cristo nos redimió de ese poder. Le pertenecemos por redención. Ahora, mediante el poder santificador del Espíritu podemos ser transformados a la imagen del Hijo de Dios; podemos ser reinstalados como mayordomos de Dios.

Una de nuestras responsabilidades primarias como mayordomos de Dios es la mayordomía del evangelio, el que incluye predicarlo y someter nuestras vidas a él. Pero también somos mayordomos de todos los dones de Dios. Somos en especial mayordomos de la naturaleza. La escatología apocalíptica no debiera disminuir nuestra preocupación por el mundo natural. Vivimos anticipando la consumación de nuestra libertad de la presencia del pecado y la restauración del mundo natural.

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HACIA UNA TEOLOGIA DE LA MAYORDOMIAPreguntas de Discusión sobre la mayordomía

1. ¿Cuál es su reacción general hacia el intento de establecer una “teología de la mayordomía”?

¿Está de acuerdo con las cuatro líneas principales de análisis para el fundamento teológico de la mayordomía? ¿Qué sugerencias tiene? (¡Esto es apenas un comienzo! Agradeceremos sus respuestas/reacciones/ideas).

2. ¿Qué relación tiene la expresión “Dios era” con los fundamentos bíblicos de la mayordomía?

3. Discuta las diferencias esenciales entre Dios el Creador y sus seres creados.

4. ¿Qué motivó la elección por parte de Dios de la humanidad?

5. ¿Qué características únicas poseen los humanos por el hecho de haber sido creados a la “imagen de Dios?”

6. Explique cómo las palabras “ejerzan dominio” describen el poder y la autoridad dada a los seres humanos por Dios.

7. Discuta cómo los conceptos de pecado y libertad se interconectan estrechamente en la teología y la historia sagrada.

8. Debido a la rebelión de Adán y Eva contra Dios, ¿qué características pecaminosas heredó la raza humana?

9. ¿Cuál es la relación entre la mayordomía y la doctrina de la salvación en Cristo?

10. Discuta si es una preocupación legítima de los mayordomos de Dios el interesarse en el cuidado del mundo natural.

11. ¿Se incluye el mundo natural en la esperanza apocalíptica?

12. Describa la mayordomía bíblica en sus propias palabras.

Los materiales adicionales que siguen sobre diezmar y los tópicos relacionados han sido producidos por el Departamento de Mayordomía de la Asociación General durante 1991-1994: Principios de Vida, Sistema Financiero de los Adventistas del Séptimo Día; Momentos de Diezmar; Mayordomía y Planeamiento de Estrategias.

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NOTAS

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LA MAYORDOMIA Y LA TEOLOGIADEL DIEZMO

I. Introducción

II. El diezmo en el Antiguo Testamento

A. Génesis 14: el diezmo de Abraham

B. Génesis 28:10-22: el diezmo de Jacob

C. La legislación del diezmo

1. Levítico 27:30-332. Números 18:21-323. Deuteronomio 12:6, 11, 17; 14:22-29; 26:12-15

D. Otros pasajes del Antiguo Testamento

1. 2 Crónicas 3:4-6, 122. Amós 4:43. Nehemías 10:38-39; 12:44; 35:5, 124. Malaquías 3:8-10

III. El diezmo en el Nuevo Testamento

IV. Resumen y conclusiones

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LA MAYORDOMIA Y LA TEOLOGIADEL DIEZMO

I. INTRODUCCIÓN

Este estudio examinará la evidencia bíblica que describe el sistema del diezmo, en un intento por explorar sus características esenciales y el contenido teológico. Los eruditos bíblicos han mostrado poco interés en el estudio del sistema del diezmo Israelita. La mayoría de los estudios sobre este tema se han llevado a cabo bajo preocupaciones histórico- críticas (e.g. la reconstrucción del desarrollo histórico del sistema y la datación de las diferentes fuentes) más que bajo un interés teológico.37 Nosotros vamos a abordar el texto en su forma canónica, prestando particular atención a su motivación teológica.

Es un hecho bien conocido que el diezmo no es una práctica exclusiva israelita. Los registros de la ciudad de Ugarit (Siglo 14 AC), por ejemplo indican que sus residentes pagaban el diezmo al templo, lo que era una especie de impuesto, y que el rey también recibía un impuesto real (un diezmo del pueblo.)38

Los documentos neobabilónicos del siglo 6to. A.C, revelan que el diezmo era una práctica común en Babilonia. Se daba el diezmo al templo y se esperaba que el mismo rey diezmase. Se recogía el diezmo de todos los bienes, incluyendo la cebada, los dátiles, el sésamo, el lino, el aceite, el ajo, la lana, las ropas, el ganado vacuno, las ovejas, los pájaros, y productos de plata y el oro.39 El diezmo era también conocido y practicado entre los Persas, Griegos y Romanos.40

37 Para una evaluación de esos estudios véase Menahem Herman, Tithe as a Gift: The Institution in the Pentateuch and in Light of Mauso’s Presentation Theory (San Francisco, CA: Mellen Research University Press, 1991), 7-37.

38Véase Jacob Milgrom, Numbers: The JPS Torah Commentary (New York: Jewish Publication Society, 1990), 432. Véase también Gary A. Anderson Sacrifices and Offerings in Ancient Israel (Atlanta, GA Scholars Press, 1987), 78-80. Debemos mencionar que un diezmo (impuesto) no religioso, real, era conocido en Israel (véase 1 Sam 8:10-17; Anderson, Ibid, 81, 82).

39Jacob Milgrom, Cult and Conscience (Leiden: E. J. Brill, 1876), 58. La discusión de Milgrom está basada en un estudio preparado por M. A. Dandamayev, “Charmowaja Desjatina W. Pozdnej Babilonii”, Vestnik Dreney Istorii, (1965), 14-34. Véase también M. A. Dandamayev, “State and temple in Babilonia in the First Millennium BC”, en State and Temple Economy in the Ancient Near East, E Lipinsky, ed (Leuven: Department Orientalistic, 1979), 593, 94.

40 Consultar J. A. MacCulloh, “Tithes”, Encyclopedia of Religion and Ethics, editado por James Hasting, vol. 12 (Edingburgh: T & T Clark, m.d.), 347; W. H. D. Rouse, “Tithes (Greek)”, Ibid, 350, 51; y también G. Hawthorne, “Tithe”, New International Dictionary of New Testament Theology, editado por Colin Brown, vol. 3 (Grand

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Los historiadores no conocen el origen de esta práctica tan difundida. La Biblia no lo discute, y cuando se menciona el diezmo por primera vez, parece haber sido ya una práctica común.

Sin embargo, sabemos que “el sistema del diezmo se remonta más allá de los días de Moisés... Aún tan atrás como a los días de Adán.41 El sistema, según se revela en el Antiguo Testamento, es “de origen divino”,42 fue dado por Dios al hombre. El diezmo parece estar asociado a la humanidad en su estado caído.

En lo que sigue, vamos a examinar los pasajes bíblicos que discuten el tema del diezmo o lo mencionan. Enfatizaremos las ideas teológicas que están asociadas al mismo y a su propósito. Luego integraremos las ideas y conceptos a fin de ofreser un cuadro amplio del entendimiento y la práctica bíblica del diezmo.

II. EL DIEZMO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

A. Génesis 14: El diezmo de Abraham.Génesis 14 es un capítulo único en la historia patriarcal que nos permite

familiarizarnos con un importante aspecto de la vida de Abraham como líder militar. Había entre sus siervos un grupo bien entrenado de soldados. No obstante, el propósito de Génesis 14 no es describir las habilidades de liderazgo de Abraham en tiempos de guerra, sino revelar una dimensión más importante de su carácter y de aquellos que se mencionan en el relato. A través de sus acciones y actitudes, se revelaron los propósitos y motivaciones de sus corazones, de tal forma que podemos percibir un contraste marcado entre Abraham y Melquisedec por un lado, y los reyes por el otro.

Las diferencias entre esos dos grupos se determinó por su entrega o falta de entrega al Señor Altísimo. Los que no le sirvieron al Señor se describen como codiciosos y centrados en sí mismos, como completamente poseídos y controlados por sus corazones egoístas, sin reconocer otra autoridad que la propia. No hay lugar en sus corazones para la gratitud y mucho menos para el reconocimiento de sus limitaciones como criaturas del Señor.

Abraham y Melquisedec exhiben un espíritu muy desinteresado en el relato. Ambos tienen algo importante en común: adoran al Señor Altísimo y lo reconocen como el Creador de los cielos y la tierra. Es dentro de esta posición teológica que se introduce el diezmo en la historia.

Génesis 14 trata acerca de propiedades, y de la pérdida y recuperación de bienes. Por doce años las ciudades de la llanura habían estado bajo el control político de Kedarlaomer. Su política expansionista y ansia de poder lo condujo a conquistar esas ciudades, forzando al pueblo a pagarle altos impuestos anuales. El rey se estaba enriqueciendo a sí mismo al desposeer a otros de sus bienes, y en el proceso estaba

Rapids, MI: Zondervan Publisher, 1978), 851.

41 E. G. White, SDA Bible Commentary, vol. 1, 1093 (Testimonies, vol. 3, p. 393).

42E. G. White, Testimonies, vol. 3, p. 388.

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alimentando su corazón egoísta.Después de doce años de opresión, los habitantes de las ciudades decidieron

rebelarse, pero fueron fácilmente derrotados. El rey Kedarlaomer y sus aliados los atacaron y los subyugaron, tomando alimento y bienes del rey de Sodoma y de Lot. Algunas personas, incluyendo a Lot, fueron tomados prisioneros.

Se informó a Abraham de estos eventos, y éste decidió intervenir para liberar a Lot. Atacó y derrotó a los reyes, liberando a los prisioneros, y rescatando todos los bienes que habían sido tomados de Lot y del rey de Sodoma. Mientras regresaba, los reyes de Sodoma y Salem salieron a recibirlo. Abraham dio los diezmos del botín a Melquisedec, y al rey de Sodoma todo lo que le habían sido quitado.

Se menciona aquí la práctica de diezmar de una manera casi casual, lo que sugiere que el diezmo era ya parte de la vida y experiencia religiosa de Abraham. Esta era ciertamente no la primera vez que devolvía su diezmo al siervo de Dios. A medida que leemos la historia, nos damos cuenta que se traen a colación varios elementos importantes con respecto a la práctica del diezmo.

1. El diezmo está basado en los ingresosAl haber derrotado al enemigo, los despojos de la guerra le pertenecían a

Abraham, incluyendo lo que le habían quitado a Lot, al rey de Sodoma, y aún los prisioneros. Abraham podría haber salido de esta experiencia grandemente enriquecido. Sin embargo, su decisión de ir a la guerra no había sido motivada por una preocupación egoísta sino más bien por el deseo de salvar a Lot.

El espíritu desinteresado de Abraham se manifiesta en el relato en dos formas. Primero, devolvió al rey de Sodoma lo que Kedarlaomer le había quitado. Antes de ir a la guerra, Abraham había prometido a Dios que si él tenía éxito, devolvería al rey de Sodoma todo lo que era de él pues no estaba interesado directa o indirectamente en beneficiarse personalmente de esa experiencia.

Segundo, Abraham demostró su espíritu desinteresado al dar un diezmo de todo al rey de Salem. El pasaje establece claramente que “dio el diezmo de todo” (14:20). Es realmente difícil saber lo que se incluye en esa frase. Parecería correcto, sin embargo, concluir que no diezmó los bienes del rey de Sodoma. Aparentemente nunca consideró esos bienes como suyos. Si éste fue el caso, devolvió entonces los diezmos del botín de guerra que consideró suyo. Esto constituía un nuevo ingreso para él. Obsérvese que el verbo usado es “dar” (natan). El diezmo no era suyo, y lo devolvió al Señor.

2. El recipiente del diezmo El relato revela quién debía recibir el diezmo. Melquisedec no era sólo

un rey, sino también sacerdote del Señor. El y Abraham adoraban al Señor Altísimo (identificado como Yahvé por Abraham). Había entre los Cananeos quienes adoraban al verdadero Dios, y Melquisedec era uno de ellos.

Mientras Abraham volvía victorioso del conflicto, Melquisedec salió a darle la bienvenida e hizo provisión para él. Le preparó un banquete real a

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Abraham, y lo bendijo. Melquisedec había sido elegido por Dios para cumplir la función de sacerdote y para ser el mediador de la bendición de Dios. Inmediatamente después de la bendición, Abraham le dio los diezmos. Fue en su papel de sacerdote que Melquisedec recibió los diezmos, y sobre esa misma base Abraham se los dio.

El diezmo se devuelve a un instrumento señalado por Dios para servirle tanto a él como a su pueblo. Al darle los diezmos a este sacerdote, Abraham reconoció implícitamente la santidad del diezmo. Lo devolvió a aquel a quien Dios había elegido para ser su instrumento santo. Sólo él podía manejar las cosas sagradas.

3. Base teológica para el diezmoEl relato provee algunos conceptos teológicos que arrojan alguna luz sobre

el significado del diezmo. Estos conceptos, que yacen en la base de la práctica del diezmo, sugieren que el diezmo no es un fenómeno aislado en una experiencia religiosa, sino que pertenece a una comprensión teológica particular del mundo que nos rodea y de nuestro papel dentro del mismo.

a. Dios es el CreadorEsta idea es tan importante que se menciona dos veces en el relato.

Melquisedec y Abraham se refieren a Dios como al “creador de los cielos y la tierra”. El Dios invocado en la bendición es el Creador. La palabra hebrea traducida “Creador” (qanah), proviene de una raíz que significa “adquirir, poseer”. Alguien puede poseer algo al hacerlo, crearlo, o adquirirlo. En este relato, el término qanah parece expresar las ideas de creación y posesión. Todo en los cielos y en la tierra pertenece al Señor puesto que él lo creó. El derecho de Dios como propietario se basa en su actividad creadora.

Esto sugiere que hay una sola realidad suprema y que no se espera que respondamos a diferentes poderes espirituales, sino sólo al Creador. No debemos dividir nuestra lealtad entre señores diferentes, porque hay sólo un Señor que trajo a la existencia toda cosa que existe.

Sin el concepto bíblico de creación, el diezmo carece de un significado sólido. Abraham diezmó porque su Dios era el Creador de los cielos y la tierra. Reconoció que Dios era propietario mediante la confesión de su boca (“Señor, Dios Altísimo, Creador de los cielos y la tierra” [Génesis 14:22]) y mediante sus acciones (al devolver el diezmo a Melquisedec).

b. Dios es quien bendiceComo ya lo dijéramos, Melquisedec cumplió su responsabilidad

sacerdotal al bendecir a Abraham. Teológicamente, la bendición precede al diezmo. Sin esta bendición preliminar, diezmar genuinamente es imposible. Las bendiciones de Dios son siempre una expresión de su amor

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y preocupación por nosotros. El diezmo es un reconocimiento de la bondad del Señor y, por consiguiente, siempre es una respuesta y nunca un preludio.

Abraham estaba plenamente consciente del hecho de que Aquel que lo había enriquecido era el Señor. Se había convencido personalmente su seguridad financiera no dependía del poder de nadie, sino de las bendiciones del Señor. Cuando el rey de Sodoma le dijo (en un tono casi demandante), “Dame la gente y guarda los bienes”, la reacción de Abraham no se hizo esperar. “No aceptaré nada” (véase Gén. 14:21-23). Melquisedec salió al encuentro de Abraham para compartir alimento y bendición; el rey de Sodoma vino requiriendo que por lo menos, le fuesen devueltas parte de sus propiedades. Técnicamente, los bienes del rey de Sodoma le pertenecían a Abraham. Pero Abraham le devolvió todo por dos razones. Ya hemos ya mencionado la primera: Abraham pronunció un juramento ante del Señor comprometiéndose a devolver todo lo que pertenecía al rey. En segundo lugar, Abraham no quiso que el rey dijese: “Yo enriquecí a Abraham”. De esta forma, Abraham estaba protegiendo el honor de Dios.

El patriarca sabía que su riqueza era el resultado de las bendiciones de Dios, y no estaba dispuesto a permitir que nadie debilitase o distorsionase esa convicción. Rechazó la riqueza antes que recibirla arrojando una sombra sobre la bondad de Dios. La implicación es que la preocupación primaria de Abraham no era su propio bienestar material o económico, sino su relación con el Señor. Allí se originaba su disposición a diezmar.

c. Dios preserva la vida humanaEl relato sugiere que el diezmo está motivado teológicamente. En

este caso específico, el diezmo de Abraham era “un reconocimiento de que el Dios Altísimo le había dado la victoria” (v. 20).43 El sacerdote, en la bendición, alabó a Dios por derrotar a los enemigos al entregarlos en las manos de Abraham. No se niega el papel de Abraham, pero se acredita la victoria a Dios.

El diezmo se basa no sólo en el hecho de que Dios bendijo a Abraham, sino también en que lo preservó al derrotar a los enemigos. La implicación es que la vida es tan frágil que no puede preservarse plenamente por los esfuerzos humanos. Hay fuerzas que amenazan la vida humana y sólo Dios puede en forma apropiada y efectiva derrotarlas. Esta convicción fue tan dinámica que se incorporó en el acto de Abraham al diezmar. De allí que el diezmo expresa el hecho de que la vida no es

43E. E. Carpenter, “Tithe”, International Standard Bible Encyclopedia, vol. 4 (Grand Rapids, MI: W. B. Eerdmans, 1988), 862.

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nuestra sino que pertenece siempre al Señor (no simplemente porque nos creó, sino porque nos preserva en un mundo de pecado y de muerte).

Según Génesis 14, el diezmo es un rechazo al egoísmo. Este poder esclavizante gobierna sobre todos los que no están familiarizados con el Señor, y los conduce a explotar y destruir a otros en la búsqueda de riqueza. Abraham dio el diezmo porque había rechazado el egoísmo como la fuerza dominante en su vida.

En un nivel más profundo, la práctica de Abraham de diezmar se basó en la convicción sólida de que Dios es el Creador y Propietario de todo en el universo --el único que bendice y preserva la vida. La experiencia de Abraham deja en claro que el Señor eligió a personas específicas para mediar la transferencia del diezmo del adorador a su Dios. Un sacerdote lo recibió en este caso como también en otros casos registrados en el Antiguo Testamento. Abraham devolvió su diezmo a uno de los instrumentos designados por Dios.

B. Génesis 28:10-22: el diezmo de Jacob La segunda referencia al diezmo en la Biblia se encuentra en Génesis 28:22, en

donde leemos que Jacob salió de su hogar dirigiéndose hacia Harán para preservar su vida. Entre Beerseba y Harán tuvo una experiencia con el Señor que lo sostuvo a lo largo del resto de su vida. El Señor se apareció a Jacob en un sueño, revelándose a sí mismo como un Dios amoroso y protector, dispuesto a bendecir, guiar, y proteger al patriarca. En respuesta a esta revelación divina, Jacob hizo un voto en el que prometía devolver el diezmo de todo lo que Dios le diese. El contexto de esa promesa provee una serie de conceptos básicos y significativos que nos ayudarán a descubrir un número de ideas teológicas que se relacionan con el diezmo.

1. La Entrega de Jacob a DiosJusto antes de que Jacob prometiera diezmar dijo: “Entonces el Señor será

mi Dios” (28:21). Durante el sueño, el Señor le prometió a Jacob, movido por su gracia y amor, darle un número de cosas. El Señor se reveló a sí mismo como el Dios de Abraham e Isaac, aunque su intención real era llegar a ser también el Dios de Jacob (v. 13). Pero ahora le tocaba a Jacob tomar esa decisión, y él se decidió por el Señor.

La entrega al Señor en una relación de amor, precede al diezmar debido a que el diezmo está inseparablemente conectado con el Señor pues le pertenece. El diezmo se basa en un reconocimiento de la intervención providencial de Dios en la vida de una persona. Sin esta previa experiencia y entrega el diezmo carece de propósito, se vuelve irrelevante y pierde su sentido.

2. El interés de Dios por Jacob En el sueño, Dios se describió a sí mismo como Aquel que proveería para

las necesidades de Jacob. Las promesas específicas revelaron de una manera clara lo que el Señor iba a darle al patriarca.

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a. Descendientes (véase Gén. 28:14)Jacob viajaba sólo pero en el futuro esto cambiaría. Sus

descendientes, dijo el Señor, “serán como el polvo de la tierra”. Las promesas hechas a Abraham se cumplirían por medio él. La implicación parece ser que la procreación humana está en las manos del Señor, no bajo el control exclusivo de la ley de la reproducción humana.

b. Protección (véase Gén. 28:15)La promesa de protección implicaba que Jacob viviría en un

ambiente hostil y que no sería capaz de preservar su vida sólo. Dios le prometió lo que él necesitaba: conducción divina. Así se enfatizan los límites del poder humano y la necesidad de confiar en un poder sobrehumano. La preservación de la vida descansa en última instancia en las manos del Señor.c. Tierra (véase Gén. 28:13)

La tierra era uno de los más importantes dones que el Señor dio a su pueblo. La tierra les proveía identidad y era, en gran medida, una fuente de riqueza y seguridad financiera. Esta promesa implicaba que la tierra pertenecía al Señor, no al pueblo, y que era Dios quien proveía seguridad financiera.

d. Bienes (véase Gén. 28:20)Dios prometió a Jacob que le proveería de pan y ropa. Esto tiene

que haberle otorgado paz mental al viajero solitario. Mediante estas promesas, el Señor se reveló a Jacob como Aquel que es el mismo centro de la seguridad humana, la fuente suprema y única de bendiciones verdaderas. El posee todo y lo distribuye a cada persona según su amante voluntad. Dios es el Propietario, pero tiene una disposición natural a proveer para otros. Nótese cómo esta idea se acentúa en la manera en que se organizan las frases de la promesa: el sujeto es siempre el Señor.

“Yo te daré a ti la tierra”.“Yo seré contigo”.“Yo velaré por ti”.“Yo te volveré a traer a esta tierra”.“Yo no te abandonaré”.“Yo haré lo que prometí”.

Dios se describe a sí mismo como Aquel que poseía el poder que necesitaba Jacob para realizarse a sí mismo, y llegar a ser lo que debía ser. Este era el poder de la presencia amante de Dios en su vida. Fue entonces Jacob dijo: “De todo lo que me des, te daré a ti el diezmo” (28:22). Se dio cuenta de que todo lo que pudiese obtener en el futuro sería siempre un

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regalo de Dios. Nunca poseería ninguna cosa a no ser lo que el Señor le diese. Para él, el diezmo sería una expresión de gratitud, un reconocimiento de que no era dueño de nada.

3. Jacob hace un votoUn voto era un acto solemne por el cual uno determinaba tomar en serio a

Dios, encomendándose a su palabra. Era una manera de expresar fe en el Señor. En su voto, Jacob no negoció con Dios ni intentó sobornarlo. “El Señor le había prometido ya prosperidad, y este voto era el fruto de un corazón lleno de gratitud por la seguridad del amor y la misericordia de Dios”.44

A través del voto, Jacob se apropió de las promesas de Dios. De hecho, su “voto cuadra con las promesas”.45 Todo lo que el patriarca menciona en su voto -- el cuidado protector de Dios, el alimento y la ropa, su regreso salvo a la tierra-- Dios ya se lo había prometido. Estamos en lo cierto cuando concluimos que mediante el voto, Jacob tomó en serio a Dios, y aceptó su ofrecimiento de gracia.La promesa de diezmar es parte del voto. Pero, si el diezmo pertenece al Señor, ¿por qué entonces hacer un voto prometiendo devolvérselo? Se pueden dar varias razones:

a. Al hacer un voto, Jacob reconoció que el diezmo pertenece al Señor. De otra manera, podría haber sido tentado a considerarlo simplemente como parte de sus entradas, y devolviéndolo a Dios solamente cuando le placiese. En cierto sentido, este voto era un testimonio de la santidad del diezmo.

b. Al hacer un voto, Jacob expresó en su libre albedrío la decisión de devolver el diezmo al Señor. Dios no lo había forzado a diezmar. Los votos en la Biblia son siempre actos voluntarios que se basan en la obra del Espíritu en el corazón del individuo. El voto de Jacob significaba que había elegido voluntariamente devolver al Señor lo que era suyo.

c. Al hacer un voto, Jacob aceptaba el desafío de Dios a confiar en él o a probarlo (cf. Mal 3:10). Dios le hizo promesas específicas esperando que Jacob las aceptase y creyese. Esto requería de Jacob que entrase en una relación de confianza y de intimidad con el Señor.

Un voto es el acto más solemne por el cual una persona expresa confianza en el Señor. En cierto sentido, se trata de una fe que crece en madurez. En el caso de Jacob, el diezmo era una expresión de su entrega

44 E. G. White, Patriarchs and Prophets, 187.

45Walter Brueggemann, Génesis (Atlanta: John Knox, 1982), 248.

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de fe al Señor. Su voto deja en claro que las bendiciones de Dios preceden al diezmo y que, por consiguiente, el diezmo no es una manera de obtener el favor de Dios.

4. Jacob adoróSe menciona el diezmo en esta historia en un contexto de culto. Jacob se

confrontó con la presencia radiante de Dios y adoró. La adoración es justamente eso --una respuesta reverente a la presencia de Dios. El lugar en donde tuvo el sueño llegó a ser el lugar de adoración, una casa del Señor. El diezmo es un elemento en el acto de adoración.

Una lectura de los versículos 21 y 22 del capítulo 28, indica que el voto de Jacob incluyó tres componentes básicos: (a) entrega al Señor (“el Señor será mi Dios”); (b) adoración a Dios (el lugar llegó a ser “un centro de culto”); (c) el diezmo (basado en lo que Dios le dio). El diezmo tiene sentido sólo dentro de este fundamento teológico.

Un elemento aún más importante en este relato es el hecho de que el diezmo está precedido por una revelación de Dios quien se revela como un ser amante, siempre dispuesto a bendecir y preservar la vida de su siervo. Jacob descubrió que toda bendición espiritual y material se encuentra en el Señor, quien posee una disposición natural a bendecir abundantemente.

Según este relato, sería probablemente correcto concluir que el diezmo se basa en una ética de imitación. Dios es el Gran Dador y Jacob lo imitó cuando diezmó. En cierto sentido, esto es semejante al mandamiento del sábado. El descanso en el día de sábado se basa en el hecho de que Dios descansó en ese día. Al cumplir el mandamiento, lo imitamos.

Esta ética tales de imitación es posible únicamente después que la persona acepta a Dios como su Señor personal. Esta incluye un rendimiento completo de la vida individual y de las posesiones al Señor. El diezmo perpetúa esa experiencia en la vida de la persona. Si está presente un voto, se debe a que la relación con el Señor es formal y la entrega permanente. Como un acto de culto, el diezmo renueva nuestra disposición a rendir nuestra vida a la Fuente de todas las bendiciones, reafirmando nuestra entrega incondicional a Dios. En este sentido, el diezmo es una representación concreta de pacto.

C. La legislación del diezmoEl Señor incorporó el diezmo en la ley de la alianza israelita, haciéndolo parte de

la experiencia religiosa del pueblo como nación. Varias leyes en el Pentateuco abordan la práctica del diezmo. El intento de esas regulaciones era definir lo que debía ser diezmado, explicar el proceso que debía seguirse al diezmar, definir el uso del diezmo, y establecer la función teológica y social del diezmo. Procederemos a examinar esa legislación.

1. Levítico 27:30-33

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Levítico 27 trata con dones dedicatorios --esto es, dones prometidos al Señor mediante un voto o al consagrárselos a él. Esos dones incluyen ofrendas votivas de personas fijadas en cantidades de plata (v. 1-8); animales prometidos como ofrendas (v. 9-13); consagración de propiedad o tierra (v. 14-24); y leyes de exterminio (v. 28-29). El capítulo también incluye leyes que regulan la redención del primogénito y del diezmo (v. 26-27, 30-33).46

El capítulo tiene como propósito básico definir las principales fuentes de ingresos para los servicios del santuario y de los sacerdotes.47 Dar fondos para el santuario era una parte extremadamente importante del sistema israelita de culto debido a que por su medio el pueblo mostraba su gozo y gratitud a Dios por tenerlo morando entre ellos.

Aunque el diezmo no era una ofrenda voluntaria, se lo incluyó entre las ofrendas dedicatorias debido a que eran también una fuente de ingreso para el clero. Además, las ofrendas dedicatorias eran redimibles y, hasta cierto punto, también lo era el diezmo. Por consiguiente, era lógico incluir el diezmo en la discusión de las ofrendas dedicatorias. Esta legislación específica del diezmo establece varios hechos significativos.

a. El diezmo está basado en una convicción teológicaEl diezmo pertenece al Señor y por consiguiente es santo; no llega

a ser santo mediante un voto o un acto consagratorio. Es simplemente santo por su misma naturaleza; pertenece al Señor. Nadie sino Dios tiene derecho al mismo. Ninguno puede consagrarlo al Señor puesto que el diezmo nunca es parte de una propiedad personal.

En cierto sentido, el diezmo es semejante al sábado. Ambos son santos al Señor (Qodesh laYHWH; Ex 16:23; Lev 27:30), pues Dios los invistió con santidad. Ambos pueden ser una prueba de lealtad al Señor y al pacto debido a que el Señor los puso a nuestra disposición aunque ninguno de los dos son nuestros. Podemos desacralizarlos al usarlos en forma profana.

b. El diezmo está basado en el aumento de bienes La legislación requiere diezmar todo el producto de la tierra:

granos y frutos. También se aplica al incremento del “ganado y el rebaño” (Lev 1:10).48 Este incremento de frutos y animales es el resultado de las bendiciones de Dios a su pueblo (Lev 26:3-5). Con el diezmo Israel

46 Sobre la estructura general del capítulo consultar a G. J. Wenham, The Book of Leviticus (Grand Rapids, MI: W. B. Eerdmans, 1979), 336, 37.

47 Baruch A. Levine, Leviticus: The JPS Torah Commentary (New York: Jewish Publication Society, 1989), 192.

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reconoce que todo lo que tienen proviene del Señor y le pertenece a él. Este reconocimiento yace en el mismo corazón del pacto. El diezmo se transforma en un constante testimonio del pacto y de la lealtad del pueblo al mismo.49

c. La redención del diezmoEl diezmo de la cosecha del del campo puede redimirse mediante

un equivalente que lo substituye (probablemente en plata), más un recargo del veinte por ciento. No se redime el diezmo del ganado y del rebaño.

La redención del diezmo que se menciona aquí no debe confurdírse con la práctica errónea de retener el diezmo con la intención de traerlo más tarde y agregarle un veinte por ciento. Lo que esta legislación establece es que siendo que se paga el diezmo en especie “podría haber casos en los cuales un hombre necesitase trigo para sembrar, y podría pagar mejor en moneda que con grano de trigo. Bajo esas condiciones, podía redimir el diezmo mediante una estimación del trigo y pagar esa suma más un quinto”.50 No hay indicación en Levítico 27 de que el diezmo pueda ser retenido.

d. No se debe manipular el diezmoSe ordena a la persona a traer el diezmo al Señor. Esta legislación

rechaza todo intento de manipular el sistema en un esfuerzo por obtener alguna ganancia personal. Los israelitas no debían controlar ni influenciar bajo ningún concepto la selección del diezmo del ganado y del rebaño. Cada décimo animal que pasaba bajo la vara del pastor pertenecía al Señor. Se esperaba que la persona no mirara “si el animal es bueno o malo, ni lo cambiará” (Lev 27:33). No se debía en absoluto controlar la calidad del animal.

Levítico 27 define el diezmo como santo al Señor. También asocia el diezmo con los dones dados al santuario como fondos para el santuario y el clero. Esta es probablemente una de las razones para redimirlo; mediante su redención, se proveía al santuario con dinero en efectivo (plata). Esta legislación no establece claramente cómo debía usarse el

48 B. Beck, “Baqar”, Theological Dictionary of the Old Testament, vol. 2 (Grand Rapids MI: W. B. Eerdmans, 1975), 210.

49 Herman, Tithe, 60, enfatiza este aspecto del diezmo. Este autor va demasiado lejos cuando argumenta que “las ordenanzas del diezmo de Levítico describen una reciprocidad sistemática bajo el pacto por el que los bienes tangibles se cambian por laprotección divina” (Ibid). Con este argumento comercializa el diezmo. La razón básica que se da en Levítico para diezmar, es que el diezmo es santo. Por supuesto esto presupone las bendiciones de Dios, pero no determina ni forza a Dios a bendecir su pueblo.

50 SDA Bible Commentary, vol. 1, 818.

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diezmo en el santuario. Se pone el énfasis en la naturaleza del diezmo y en la responsabilidad de la persona de traerlo al Señor.

2. Números 18:21-32Números 18 describe la responsabilidad de los sacerdotes y levitas como

guardianes del santuario. La guardia del santuario y la ministración de las necesidades del pueblo requerían un servicio de tiempo completo. La tribu de Leví no tuvo herencia entre el resto de Israel; el Señor fue su herencia. Dios era el que proveía para sus necesidades. El principal propósito de Núm 18 es el de establecer “los medios por los cuales las órdenes del clero... deben mantenerse”.51

El Señor asignó a Aarón los dones que el pueblo traía a Dios. Estos incluían una porción de las ofrendas santísimas (v. 9-10) y santas (v. 11-19). Aarón también se beneficiaba del diezmo (v. 25-32).52 El ingreso de los levitas era el diezmo que los israelitas devolvían al Señor (v. 21-24). Se discute el diezmo aquí en el contexto del santuario y se lo vincula directamente con la obra de los sacerdotes y levitas.

a. La naturaleza del diezmoNúmeros 18 no se refiere al diezmo explícitamente como a un algo

santo al Señor. Probablemente se incluye el diezmo en la frase “las cosas santas de los israelitas” (v. 32), o tal vez se hace allí referencia en forma exclusiva al diezmo, pero esto no es muy seguro. Sin embargo, se describe el diezmo como lo que los israelitas “presentan como una ofrenda al Señor” (v. 24). El verbo traducido “presentar” (rum) significa “poner aparte, (seleccionar y) presentar”. “Una ofrenda” (terumah) parece referirse a algo que se designa (pone aparte) como una ofrenda fuera del santuario y que posteriormente se trae al santuario y se lo ofrece al Señor.53 Si esta interpretación es correcta, entonces el diezmo era una ofrenda que se ponía aparte en el hogar y más tarde se la tría al Señor al santuario.

Al describir el diezmo como una ofrenda, se está indicando su santidad. El hecho de que es una ofrenda no significa que era voluntaria; el Señor lo requería de su pueblo.54 Esta legislación no define lo que debía ser diezmado. Hay una mención incidental de “grano” y “vino” (v. 27),

51 Philip J. Budd, Numbers, 148-54.

52Véase Milgrom, Números, 148-54.

53 J. Milgrom sugiere esta interpretación en “Heave Offering”, Interpreter’s Dictionary of the Bible Supplementary Volume (Nashville, TN: Abingdon, 1976) 391.

54 Milgrom, entre otros, ha defendido la naturaleza mandatoria del diezmo en Números 18 (Numbers, 433).

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pero el texto no limita el diezmo sólo a esos ingredientes (véase v. 28-29).

b. El uso del diezmoEl diezmo pertenece al Señor pero él se lo asignó a los levitas (v.

21). Esta decisión se basaba en el hecho de que los levitas no recibieron ninguna herencia entre los israelitas y, por consiguiente, no tenían otro medio de subsistencia. Su función era ministrar en el santuario y proteger su santidad. El Señor les dio el diezmo como compensación (v. 21; heleph) o recompensa (v. 31; sakar) por su obra en el santuario.

Obsérvese que con el diezmo, los israelitas no pagaban a los levitas por sus servicios. El pueblo estaba devolviendo el diezmo al Señor en forma de ofrenda. Era el Señor quien decidía cómo usarlo y él decidió darlo a los levitas.

El significado de este procedimiento yace en el hecho de que la calidad de los servicios rendidos por los levitas a los israelitas no afectaba en ninguna manera la práctica del pueblo de diezmar. Ellos devolvían su diezmo al Señor y el Señor lo daba a los levitas. Esta idea se repite tres veces en el capítulo (v. 21, 24-25).

Este mismo enfoque se usó también con respecto al diezmo que se asignó a los sacerdotes (v. 28-29). Se ordenó a los levitas presentar un diezmo del diezmo devuelto al Señor, pero fue el Señor quien determinó como debía usárselo. El diezmo de los levitas era para el Señor, y no era un pago hecho a los sacerdotes por sus servicios: “Presentaréis un décimo del diezmo como ofrenda al Señor” (v. 25). El sostenimiento de los sacerdotes no estaban en las manos de los levitas, sino del Señor. Se seleccionaba este diezmo de la mejor porción del diezmo de los israelitas (v. 29), evitándose de esta forma todo intento de los levitas de manipular el proceso.

Según Núm. 18, el Señor asignó el diezmo a los levitas y sacerdotes como compensación por el trabajo de tiempo completo que efectuaban en el santuario a favor del pueblo de Israel. Se traía el diezmo al Señor, y no a los levitas y sacerdotes como un pago por sul ministerio. De hecho, nunca aparece el diezmo como pago por servicios recibidos.

3. Deut. 12:6, 11, 17; 14:22-29; 26:12-15Deut 12 trata de la importancia de adorar a Dios en el santuario central --

un lugar elegido por el Señor. Se esperaba que los israelitas trajesen a este santuario sus sacrificios, ofrendas y diezmos (v. 6, 11). En 12:17 encontramos instrucciones que se relacionan con el uso del diezmo que no encontramos en otra legislación. Se ordenaba a los israelitas a no comer el diezmo en sus propias ciudades sino a llevarlo al santuario central. Ellos junto a toda su familiapodían comer del diezo en la presencia del Señor (v. 18).

La legislación que se registra en 14:22-27 desarrolla aún más esas ideas.

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Deut 14 trata de “lo que se puede o no se puede comer”.55 Se menciona el diezmo del grano, del vino nuevo, y del aceite entre los alimentos que podían comerse (v. 22-23). Se requería de los israelitas que llevasen este diezmo al santuario y lo comiesen en la presencia del Señor. Si el santuario central estaba demasiado distante, se le permitía al pueblo intercambiar el diezmo por plata. Una vez que llegaban al santuario, compraban lo que quisiesen con la plata. “Tú y tu casa lo comerán allí en la presencia del Señor y se regocijarán” (v. 26). Al hacer esto, no debían ignorar a los levitas --debían compartir el alimento con ellos.

Es obvio que hay diferencias significativas entre esta legislación y las que encontramos en Levítico y Números. Las diferencias más importantes son:

a. En Deuteronomio se imponía el diezmo sólo del grano, del vino y del aceite, mientras que en la otra legislación debía diezmarse todo el producto de la tierra y el incremento del ganado y rebaño.

b. El diezmo discutido en Deuteronomio era requerido por el Señor, le pertenecía a la familia que lo traía al santuario. Levítico y Números describen un diezmo que pertenecía exclusivamente a Dios, y que Dios lo dio a los levitas y sacerdotes.

c. El diezmo en Deuteronomio era usado por los israelitas en una comida de compañerismo familiar que se comía en el santuario central. Las otras legislaciones no dan lugar a esto. Limitaban la comida del diezmo a los levitas, a los sacerdotes y a sus respectivas familias.

Parece inescapable la conclusión de que estamos tratando aquí con dos clases diferentes de diezmo. No es posible establecer un paralelo entre lo que tenemos en Deuteronomio y las legislaciónes de Levítico y Números.56 Las tradiciones rabínicas llamaban al diezmo que se registra en Levítico “el primer diezmo” y al de Deuteronomio “el segundo diezmo”.

Para complicar la situación aún más, Deut 14:18-29 y 26:12-15 mencionan un diezmo que se daba en el tercer año. Este diezmo provenía del producto de la tierra y se esperaba que se lo guardase en las ciudades. Tenía como propósito que “los levitas... y los extranjeros, los huérfanos y

55 ? Peter C. Craigie, Deuteronomy (Grand Rapids, MI: W.B. Eerdmans, 1976), 229.

56 La interpretación prevaleciente entre los eruditos que niegan la autoría Mosaica del Pentateuco es que en Deuteronomio estamos tratando con una fuente escrita después del exilio, que refleja la naturaleza y propósito del diezmo durante este período. Argumentan que la legislación que aparece en Levítico regula el uso del diezmo durante el exilio o poco antes del exilio. Véase Herman, Tithe, 7-37.

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las viudas que viviesen en sus ciudades pudiesen venir y comer y saciarse” (14:29).

¿Se trata aquí de un tercer diezmo? Algunos lo han interpretado como siendo un tercer diezmo, pero otros han argüido que esta legislación describe un uso diferente del segundo diezmo que se efectuaba cada tres años. Esta última interpretación parece correcta. Por dos años se traía el segundo diezmo al santuario y los israelitas lo comían allí. Pero “cada tercer año... este segundo diezmo se lo usaba en el hogar, al proveer para los levitas y el pobre”.57

Este segundo diezmo se basaba también en la convicción de que Dios era quien bendecía a Israel (12:6-7). Sin embargo, su propósito era enseñar reverencia al Señor (14:22) y proveer para los necesitados (26:12). Este diezmo parece haber sido un diezmo de “caridad” dentro de la teocracia israelita.

D. Otros pasajes del Antiguo TestamentoHay varios otros lugares en el Antiguo Testamento en donde se menciona el

diezmo. Los examinaremos para explorar su contribución a la naturaleza y teología del diezmo.

1. 2 Crón 31:4-6, 12: Se menciona el diezmo aquí en el contexto de una reforma religiosa que promulgó Ezequías. Bajo su liderazgo se purificó el templo y se lo rededicó (2 Crón 29), se celebró la pascua (2 Crón 30), y el rey hizo un llamado al pueblo para que hiciesen provisión para el servicio de los sacerdotes y levitas, trayendo sus primicias y diezmos al templo (2 Crón 31). Bajo Acaz -- rey de Judá que lo precedió-- se habían cerrado las puertas del templo, clausurándose así los servicios de adoración. En esa apostasía nacional el pueblo dejó de traer su diezmo al templo. Lo que 2 Crón 31 establece acerca del diezmo es breve y está en armonía con lo que encontramos en Levítico y Números.

a. Se solicitó el diezmo de todo producto de la tierra y del incremento del ganado y del rebaño (v. 5-6).

b Se describió el diezmo como “ofrenda” (terumah). Este es el mismo término que se usa en Números para referirse al diezmo y sugiere que el diezmo se debe entregar al Señor.

c. Se usó el diezmo para proveer para las necesidades de los levitas y sacerdotes con el propósito de que “se consagrasen a sí mismos a la Ley del Señor” (v. 4).

57 ? E. G. White, Patriarchs and Prophets, 530.

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d. Las bendiciones del Señor precedieron al diezmo y, por consiguiente, se reconocía que todo lo que el pueblo daba se lo había dado el Señor (v. 10).

Posiblemente el nuevo elemento en este relato con respecto al diezmo se da en su contexto. La apostasía había conducido inexorablemente al rechazo del diezmo. Acaz concluyó que quien lo bendecía no era el Señor sino los dioses de Harán (2 Crón 28:23) y, por consiguiente, él y el pueblo de Judá dejaron de dar sus diezmos al Señor.

2. Amós 4:4. Había dos centros de culto en el reino del norte --uno estaba en Betel, y el otro en Gilgal. Indudablemente, estos eran centros de idolatría, pero en sus sermones el ataque principal de Amós se dirigió contra el pecado de la religión formalista --el desempeño de actividades religiosas que no producían ningún impacto en la conducta diaria de las personas. El pueblo y sus líderes habían separado la religión de la moralidad y la justicia.

Amós describió el celo religioso del pueblo como pecaminoso, y los invitó sarcásticamente a continuar llevando a cabo sus rituales para aumentar su pecaminosidad: “Id a Betel y pecad; ir a Gilgal y pecad aún más. Traed vuestros sacrificios cada mañana, y vuestros diezmos cada tres días”.58

Amós declaró que cuanto más asistía el pueblo “a los sitios de culto y más celosos se volvían en llevar a cabo los múltiples ritos, más seguían ofendiendo y transgrediendo”.59 La religión sin ética, moralidad y justicia es un acto de rebelión contra el Señor. La “substitución de las ofrendas del culto por la justicia hacia los oprimidos” es un acto pecaminoso.60 El celo religioso no es necesariamente una manifestación de verdadera piedad.

Amós dijo que el diezmo pierde su sentido si no va a acompañado por una experiencia religiosa que tenga un impacto de envergadura en el comportamiento social de los que lo dan, y que manifieste un interés genuino por los demás. Una vida religiosa formal o legalística roba al diezmo su significado intrínseco.

3. Neh 10:38-39; 12:44; 13:5, 12. Nehemías 10:38-39 forma parte de una ceremonia de renovación del pacto. La pequeña comunidad de judíos que regresó a Jerusalén se reunió con los líderes para leer la Ley de Moisés (Neh 8),

58El tercer día mencionado en este versículo puede referirse al tercer día después que la gente llegó al centro de culto; pero esto no era necesariamente cierto. También podría ser que las prácticas del diezmo en el reino del norte diferían de las de Judá. Véase Hans Walter Wolff, Joel and Amos (Philadelphia: Fortress Press, 1977), 219.

59 Shalom M. Paul, Amos, (Minneapolis: Fortress Press, 1991), 139.

60 ? Wolff, Joel and Amos, 219.

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para confesar sus pecados (Neh 9), y renovar el pacto con el Señor (Neh 10). Se menciona el diezmo entre las estipulaciones del pacto. Durante la ceremonia, los judíos se comprometieron a traer el diezmo al Señor. Los levitas, acompañados por los sacerdotes, fueron a las ciudades a recoger el diezmo del pueblo y a llevarlo a los depósitos del templo.61

Esta legislación sigue estrechamente la instrucción que se encuentra en Números. El diezmo era para los levitas, y ellos a su vez dieron un diezmo del mismo a los sacerdotes (10:38). Se especifica que se juntaba un diezmo de la cosecha del grano (v. 39), pero esto no excluía necesariamente un diezmo del incremento del ganado y del rebaño, puesto que el pueblo quería hacer lo que “la ley requería” (12:44).

A la referencia del diezmo en 10:38-39 se sumó el compromiso del pueblo de preservar los servicios del templo: “No abandonaremos la casa de nuestro Dios” (v. 39). Al dar su diezmo, mostraron su preocupación por el templo, el lugar de habitación divina. Ellos querían continuar beneficiándose de las bendiciones del perdón de la gracia de Dios mediante el ministerio intercesor de los sacerdotes.

Más tarde, Nehemías apartó a un grupo de levitas para que se encargase de los depósitos del templo y para recoger el diezmo en las ciudades (Neh 12:44). El sistema que estableció Nehemías fue funcional y conquistó el apoyo de los judíos.

Es en este punto del relato que se agrega un detalle importante: “Judá se complacía con el ministerio de los sacerdotes y levitas” (v. 44). Nótese que la

61 No sabemos el procedimiento que se seguía en la distribución de los diezmos a los levitas. Nehemías 10:37, 38 deja la impresión de que durante el período pos-exílico el único diezmo que se traía al templo era el levítico para los sacerdotes, y que el diezmo en sí se lo guardaba en los pueblos donde los levitas recidían a din de que pudieran obtener lo que necesitaran. Sin embargo, esos dos versículos no son muy claros pues parecieran estar en tensión con un par de otros pasajes en Nehemías. En 12:44 ciertas personas seleccionadas traían a los almacenes del templo “las porciones requeridas por la ley a los sacerdotes y levitas”. Estas “porciones” podrían haber incluido el diezmo, según se sugiere en 12:47. (Los israelitas “ponían aparte la porción para los otros levitas [además de las que pertenecían a los cantores y a los porteros], y los levitas también apartaban una porción para los descendientes de Aarón”). Nehemías 13:5 dice que “el diezmo del grano, de vino y del aceite, que se ordenaba dar a los levitas, a los cantores, y a los porteros; y la ofrenda de los sacerdotes”, se guardaban en los almacenes del templo. Véase también Malaquías 3:10. Es muy posible que Nehemías 10:38 esté simplemente indicando que se había instruido a los levitas a traer sus propios diezmos (el diezmo del diezmo) al templo, pero que a la gente se le permitía traer sus diezmos a un lugar central en sus propios pueblos. Los otros pasajes indicarían entonces que, en realidad, todo el diezmo iba al templo para ser guardado. Habiendo dicho eso, uno también podría pensar que algo del diezmo levítico, por ejemplo el diezmo del ganado y del rebaño y quizá de algunos productos de la tierra, se guardaba en lugares centrales por todo el país (e.g. las ciudades levíticas) para uso de los levitas cuando lo necesitasen. Quizás los diezmos que se guardaban en el templo eran los diezmos del trigo, del nuevo vino y del aceite.

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razón del pueblo para diezmar no era que estaban complacidos con el ministerio de los sacerdotes. Diezmaron debido a que, según la ley, eso era lo que el Señor esperaba de ellos. Tanto ellos como los sacerdotes y levitas estaban cumpliendo con la voluntad de Dios y el resultado fue gozo en el Señor. Por supuesto, esto no quería decir que los judíos no estaban interesados en lo que estaba sucediendo en el templo.

Después de 12 años en Jerusalén, Nehemías volvió a Persia (432 AC). Poco después de su partida, la condición espiritual del pueblo comenzó a deteriorarse. Los sacerdotes perdieron de vista su alto llamado. Eliazar, el sacerdote a cargo de los depósitos del diezmo, permitió a Tobías, un amonita, residir en uno de los depósitos continuos al templo, y de esta manera lo profanó (13:4-5). En esa época tampoco el sábado estaba siendo guardado en forma correcta (13:15); el pueblo dejó de dar el diezmo (13:10); los levitas abandonaron sus puestos en el templo y se fueron a trabajar al campo (13:10).

Nehemías volvió inesperadamente a Jerusalén y se enteró de la caída espiritual del pueblo y de sus líderes. Su primer acto fue echar a Tobías del templo y reconsagrar el lugar. Lo siguiente fue llamar a los levitas para que volviesen al templo y pidió al pueblo que trajesen sus diezmos al Señor.

La infidelidad del pueblo en traer los diezmos estabainfluenciada por lo que estaba ocurriendo en el templo bajo el liderazgo de los sacerdotes.62 El hecho de que se estaba profanando el templo y que se usaban mal las ofrendas “tendía a desalentar la liberalidad del pueblo. Habían perdido su celo y fervor, y estaban reacios en el pago de sus diezmos. La tesorería de la casa del Señor se había empobrecido”.63 Las reformas de Nehemías “inspiraron confianza al pueblo y todo Judá trajo los diezmos” al Señor.64

¿Era correcta la actitud del pueblo? ¿Se justificaba el que retuviesen el diezmo o dejasen de diezmar debido a la corrupción de los sacerdotes? Ciertamente no. Nehemías no justificó la actitud del pueblo, sino que les recordó su compromiso con el templo (10:39). Convocó a los “oficiales” o líderes del pueblo. Estos no pertenecían al sacerdocio. El término “oficiales” (seganim) designaba a los “oficiales menores, tales como líderes de las villas”.65 Al dirigirse a esos líderes que representaban al pueblo y reprenderlos, Nehemías estaba reprendiendo al pueblo por no devolver sus diezmos a la casa de Señor. El verbo hebreo traducido “reprender” es un término legal muy fuerte (rib). Significa

62 Véase H. G. M. Williamson, Ezra, Nehemiah (Waco, TX: Word Books, 1985), 387.

63 E. G. White, Prophets and Kings, 670.

64 ? Ibid.

65 ? D. J. Clines, Ezra, Nehemiah, Esther (Grand Rapids, MI: W. B. Eerdmans, 1984), 120.

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“disputar, reñir (en público, con palabras, quejas, declaraciones, reproches)”.66 El Señor esperaba que tanto los sacerdotes como el pueblo cumpliesen con sus respectivas responsabilidades.67

Este fracaso de parte de los sacerdotes y levitas tenía que ser corregido. Nehemías eligió cuatro hombres confiables para que se hiciesen cargo de los depósitos y responsables también de “distribuir la provisión a sus hermanos” (13:13). La reforma restauró la confianza del pueblo y en sus líderes.

En el libro de Nehemías se especifica que el diezmo impone una responsabilidad no sólo sobre el dador, sino también sobre el recipiente. Dios espera que los que administran el diezmo lo usen en forma adecuada. Aunque el comportamiento impropio de aquellos a quienes Dios elige para dirigir a su pueblo puede descorazonar al laicado, eso no justifica de ninguna manera el no devolver el diezmo al Señor.

4. Malaquías 3:8-10. En este pasaje bien conocido, se interpreta la negación a diezmar como una apropiación ilícita de la propiedad de Dios --un robo. Aquellos que en Israel no diezmaban o que daban un diezmo parcial (la frase “traer el diezmo entero” [v. 10] puede ser interpretada de ambas maneras), privaba a Dios de lo que era suyo.

Esta era una acusación muy seria. La apropiación indebida de lo que pertenecía al Señor era un crimen serio en Israel y por todo el antiguo Cercano Oriente. Este pasaje establece fuera de toda duda razonable que el diezmo no es parte de los ingresos de una persona. Es cierto que nos llega en forma de ingresos, pero nunca es nuestro. Considerarlo simplemente como una entrada personal para usarlo como queremos, es robar a Dios.

Hemos visto ya que Dios usaba el diezmo para proveer alimento a los sacerdotes y levitas. Lo mismo se enfatiza aquí en el ver. 10. Si el pueblo usaba incorrectamente el diezmo, los sacerdotes y levitas sufrían, pero el acto pecaminoso del pueblo era cometido contra el Señor. Era a Dios, no a los levitas, a quien se le quitaba lo que era suyo.

En un nivel más profundo, el problema se volvía aún más serio. Al no traer sus diezmos al Señor, el pueblo hacía una afirmación religiosa importante pues negaba el cuidado providencial y amoroso de Dios hacia ellos. Le quitaban el honor y la gloria que se merece como Aquel que los preserva o guarda. Malaquías cita esta falta de fe en el Señor:

“Vosotros habéis dicho: ‘Es inútil servir a Dios. ¿Qué ganamos con cumplir con sus requerimientos...”? (3:14). Acusaron a Dios de no cumplir con

66William L. Holladay, Concise Hebrew and Aramaic Lexicon of the Old Testament (Grand Rapids, MI: W. B. Eerdmans, 1971), 338.

67 ?Raymond A. Bowman escribió, “Era de suponerse que el levita tenía la obligación de servir, así como el laico la de contribuir” (“The Book of Nehemiah”, Interpreter’s Bible, vol. 3 [Nashville, TN: Abingdon Press, 1971]), 810.

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su parte en el pacto, pero el Señor respondió: “Vosotros me estáis robando”.Para las personas que no estaban plenamente consagradas al Señor

diezmar era en verdad hecho un desafío. Ellos confían sólo en ellos mismos para su propia subsistencia. En esta situación en particular, la condición financiera del pueblo era precaria y consideraban que el diezmo era innecesario. Fue a tales personas a las que el Señor dijo: “Probadme en esto” (v. 10). Este era un llamado a actuar por fe haciendo lo que debían hacer, creyendo en las bendiciones prometidas por Dios (v. 10-12). El Señor esperaba que en el proceso su fe creciese al punto de confiar completamente en él, reconociendo que su seguridad financiera se encontraba únicamente en él.

Este llamado divino a la fe carece de sentido sin una experiencia de conversión. Se introduce la invitación a dejar de robar a Dios por un llamado a la conversión: “Tornaos a mi” (v. 7). El diezmo genuino es posible sólo para quienes se vuelven al Señor con fe --confiando en él.

Para entender aún mejor la acusación de Malaquías contra los israelitas con respecto al diezmo, debemos poner el pasaje en su contexto histórico y religioso. Se cree generalmente que Malaquías profetizó durante la época de Esdras y Nehemías. Siendo que en Malaquías y en Nehemías 13, se describe la condición espiritual del pueblo y de sus líderes de la misma manera, cierto número de eruditos ha concluído que Malaquías profetizó durante la época en que Nehemías regresó a Persia (432 AC o poco después).68 Como vimos, éste era un período de gran deterioro espiritual en Jerusalén. En sus dos discursos contra el sacerdocio Malaquías describió la situación en más detalle que Nehemías. Uno de los sermones se registra en 1:6-14, y el otro en 2:1-9.

El primer ataque contra el sacerdocio se basó en su falta de respeto al Señor (1:6). Ellos le traían sacrificios contaminados, las víctimas del sacrificio tenían defecto físico (1:8) y estaban enfermos (1:13). Ni siquiera un gobernador aceptaría tales dones (v.8). Se condenó también a los sacerdotes porque consideraban su obra como siendo una carga pesada y, por consiguiente, no estaban siguiendo los procedimientos adecuados (v. 12).

El segundo pasaje amonesta a los sacerdotes a escuchar al Señor (v. 2:1). Habían dejado de instruir al pueblo en forma adecuada y habían también violado su llamado al sacerdocio (v. 2:7-8). Ellos mantenían una forma externa y corrupta de culto.

Somos tentados a preguntar: “¿Merecía tal clase de gente recibir el diezmo”? Pero el profeta no hizo esa pregunta. Dios encomendó a los sacerdotes responsabilidades específicas y ellos fueron juzgados en base a esas responsabilidades y su ejecución correcta. Se esperaba que el pueblo cumpliese con lo que el Señor les ordenara, y Dios no estuvo dispuesto a excusar la

68 Véase, entre otros, SDA Bible Commentary, vol. 4, 1121; Ralph L. Smith, Micah-Malachi (Waco, TX: Word Books, 1984), 298; Elizabeth Achtemeier, Nahum-Malachi (Atlanta: John Knox Press, 1986), 171; Pieter A. Verhoef, The Books of Haggai and Malachi (Grand Rapids, MI: W. B. Eerdmans, 1987), 158.

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violación de la ley del diezmo basándose en el fracaso del sacerdocio. Esto explica la razón por la que Malaquías fue capaz, por un lado, de condenar el pecado de los sacerdotes, y por el otro, de requerir al pueblo que trajese sus diezmos al templo.

Malaquías reafirmó lo que el resto del Antiguo Testamento enseña acerca de la naturaleza y propósito del diezmo. El diezmo pertenece al Señor. El Señor lo usaba para proveer para las necesidades de los sacerdotes y levitas, y nadie tenía derecho a quedarse con él. Retener el diezmo equivalía a robar a Dios y por lo tanto era un pecado cometido contra el Señor, no contra el templo o el sacerdocio. De ahí que el Señor requería el diezmo a pesar del deterioro espiritual de aquellos que se beneficiaban del mismo. A su debido tiempo el Señor los llamaría a rendirle cuentas.

III. EL DIEZMO EN EL NUEVO TESTAMENTO

El Nuevo Testamento tiene muy poco que decir en cuanto al diezmo, pero lo que dice es significativo para los cristianos. No hay un mandamiento explícito para diezmar en el Nuevo Testamento, pero tampoco hay un rechazo al sistema.

La discusión más larga del diezmo en el Nuevo Testamento se encuentra en Heb 7:1-10. El autor analiza el encuentro entre Abraham y Melquisedec, y establece algunos puntos teológicos significativos en su argumento. El hecho de que Abraham devolvió su diezmo a Melquisedec se presenta como clara evidencia de la superioridad del sacerdocio de Melquisedec sobre el Aarónico. El pasaje presupone que el diezmo es una práctica divinamente ordenada. No hay rechazo del diezmo, sino más bien un reconocimiento implícito de su valor y significado.

Las otras referencias al diezmo se encuentran en los evangelios. Jesús lo menciona en Luc 18:12 en el contexto de la parábola del fariseo y del recolector de impuestos. Ambos iban al templo a orar; el fariseo con un espíritu de justicia propia, el recolector de impuestos con humildad, implorando la misericordia divina. El fariseo mencionó dar un diezmo de todo lo que recibía como evidencia de su gran piedad.

Jesús condenó la justicia propia del fariseo. Cuando los actos religiosos se usan para glorificación propia, pierden su valor y se transforman en formalidades vacías. El fariseo usaba el diezmo como una forma de obtener la misericordia de Dios. Según Jesús, éste no es el propósito del diezmo. La misericordia de Dios es un don gratuito que se recibe por fe y en humildad. El fariseo usaba el diezmo incorrectamente en su experiencia religiosa.

Se menciona el diezmo también en Mat 22:23 y en su paralelo en Luc 11:42. Jesús condenó a los fariseos por ser extremadamente cuidadosos en diezmar pero negligentes en la “justicia y el amor de Dios” (11:42). O, como lo expresa Mateo, “descuidaban lo más importante de la ley --justicia, misericordia y fidelidad” (22:23). Jesús está repitiendo el mensaje de Amós: el celo religioso y la práctica de la justicia, la misericordia, y el amor deben mantenerse unidos. Entonces agregó: “Esto era necesario hacer sin dejar de hacer lo otro [diezmar]”. Jesús está aquí apoyando claramente la

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práctica del diezmo;69 aunque al aprobar el diezmo, “lo juzga insuficiente en sí mismo”.70

Jesús nunca condenó el diezmar sino su mal uso. Lo definió en calidad de lo que realmente es: una respuesta a la gracia transformadora de Dios.

Pablo no mencionó el diezmo en sus epístolas. Sin embargo, trató el tema de proveer para quienes predicasen el evangelio. “¿No sabéis que los que sirven en el templo comen del templo, y que los que sirven al altar comparten lo que se ofrece en el altar”? “Del mismo modo, el Señor mandó que los que predican el evangelio vivan del evangelio” (1 Cor 9:13).

Pablo se está refiriendo principalmente al sistema del diezmo en el Antiguo Testamento. El estableció un paralelo entre los sacerdotes y levitas y los que proclamaban el evangelio. El argumento es que a los obreros del evangelio se les debía proveer para el sostén de la misma manera que se hacía en el sistema sacerdotal. Lo que es especialmente importante es que Pablo describió esto como un mandato directo del Señor a la iglesia. El apóstol le dijo a la iglesia que con relación al diezmo (de acuerdo al Señor), “no debemos hacer menos que lo que la ley judía requiere”.71 De esta forma él respaldó implícitamente el diezmo cristiano.

Para el cristiano, el diezmo no es meramente una práctica del Antiguo Testamento con ninguna relevancia para los creyentes, sino una parte de la comprensión cristiana de la verdadera mayordomía. De hecho “la práctica del diezmo cristiano proviene de la tradición hebrea y es allí en donde descubrimos su riqueza de significado”.72

Sobre el tema del diezmo, el Nuevo Testamento muestra conformidad con el principio del Antiguo Testamento de devolver a Dios un diezmo de todo lo que ganamos y nos recuerda su propósito y significado. El Nuevo Testamento condena el diezmo cuando se lo practica como una manifestación de justicia propia, y desafía al creyente a practicar también la justicia, la misericordia y el amor. El propósito básico del diezmo sigue siendo el mismo: el Señor lo usa para proveer a las necesidades de los que dedican sus vidas a la proclamación del evangelio. El significado teológico del diezmo en el Antiguo Testamento yace en el mismo fundamento de la práctica cristiana del diezmo.

IV. RESUMEN Y CONCLUSIONES

El fundamento teológico del diezmo que provee el Antiguo Testamento lo convierte en una práctica enriquecedora para la vida del creyente. El primer elemento en este fundamento es la percepción y comprensión de Dios como Creador de los cielos y la tierra. En el contexto del diezmo, esta declaración no tiene como propósito enfatizar el

69Leiland Wilson, “The Old Testamento and Tithe”, Baker’s Dictionary of Practical Theology (Grand Rapids, MI: Baker’s Book House, 1967), 357.

70 ? Achtemeier, Malachi, 192.

71 Wilson, “tithe”, 357. Para más sobre 1 Corintios 9:13, véase el siguiente capítulo.

72 Ibid.

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poder majestuoso de Dios sino su señorío sobre todo el universo. El cosmos le pertenece a una Persona, la que lo trajo a la existencia. Toda criatura que reclama de alguna forma ser dueño está usurpando el derecho de Dios.

El segundo aspecto de la persona y obra de Dios que provee una base teológica para el diezmo se encuentra en su cuidado providencial, su conducción y amor hacia nosotros. El Creador no abandonó sus criaturas a las fuerzas del mal. En un mundo hostil de pecado y muerte, Dios continúa siendo el Propietario que resiste el mal y preserva nuestras vida. Este cuidado providencial presupone la obra de redención de Dios mediante la cual somos restaurados a un compañerismo pleno con él y con Cristo. El mal fue derrotado por Cristo y ahora podemos participar en su victoria. La vida nos fue preservada mediante el Hijo, y es también a través de él que recibimos las bendiciones de Dios y que son suplidas todas nuestras necesidades. Todo pertenece a Dios, no sólo por creación, sino también por redención. Su poder providencial continúa preservando el universo. No hay aspecto de la vida humana, ninguna necesidad que podamos tener, que Dios no pueda suplirla para nosotros.

La naturaleza del diezmo puede ser resumida en una frase: Este es santo. La santidad apunta hacia lo que es único, diferente, y que por consiguiente pertenece al Santo. No hay nadie como Dios en el universo porque él es el Creador. Siendo que el diezmo es santo, no podemos retenerlo sino que debemos devolverlo a Dios. Desde un punto de vista humano, el diezmo parece formar parte de nuestros ingresos, algo ganado por nuestro trabajo y esfuerzo. Pero la fundación teológica se vuelve aquí relevante al recordarnos que todo lo que tenemos viene del Señor. Somos responsables de administrar todos los dones que nos dio, excepto el diezmo, pues es exclusivamente suyo y debe serle devuelto. El diezmo fue investido de santidad por Dios.

El diezmo tiene varios propósitos importantes. En primer lugar, mediante el diezmo Dios le permitía a su pueblo (no sólo a los sacerdotes), manejar lo santo, lo que le pertenecía a él. En cierto sentido ésta es una democratización de una función sacerdotal. Cuando tratamos con lo santo, se nos reta a ser santos. El llamado de Dios a los creyentes se basa parcialmente en una ética de imitación. El dijo a su pueblo: “Sed santos porque yo, el Señor, soy santo” (Lev 20:26). El diezmo contribuye hacia ese objetivo glorioso debido a que en nuestro dar estamos imitando a Dios. En el proceso, el yo es subyugado y el amor de Dios llena el corazón humano.

En segundo lugar, siendo que el diezmo es santo, llega a ser una prueba de lealtad para cada persona. Es una prueba debido a que establece límites a nuestra libertad al señalarnos que dependemos de Dios. No todo aquello a lo que tenemos acceso es nuestro. Como ya indicamos, el diezmo es una prueba debido a que parece formar parte de nuestro ingreso y, por consiguiente, podemos tentarnos a quedarnos con él, violando asi su santidad. En cierto sentido el diezmo es análogo al árbol del conocimiento del bien y del mal en el Jardín del Edén. Adán y Eva tenían libre acceso a comer de todos los árboles del jardín, excepto uno. Ese árbol llegó a ser una prueba de su lealtad a Dios.

En tercer lugar, el diezmo nos recuerda nuestro pacto con el Señor, nuestra rendición total e incondicional a su amante voluntad. En la relación pactual, Dios llega a ser nuestro Dios y nosotros llegamos a ser su pueblo; lo reconocemos como nuestro

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Salvador y como el que nos bendice. En esa relación, humildemente reconocemos que todo lo que tenemos le pertenece y que suplirá nuestras necesidades espirituales y económicas. El diezmo es un símbolo o recuerdo de esa entrega total al Señor. Cuando alargamos nuestra mano y reverentemente depositamos nuestro diezmo en el plato de la ofrenda durante el servicio de culto, estamos dando al Señor una fracción de nuestra vida como prueba de nuestra total consagración a él.

Podemos fácilmente concluir que el diezmo es un testimonio de nuestra relación de confianza y amor con nuestro Señor y Salvador. Esto se deduce del hecho de que en la Biblia la gente dejó de diezmar cuando su relación con el Señor se violentó por la apostasía.

Finalmente, Dios, y no el ser humano, le asignó al diezmo un propósito adicional. Mediante el diezmo, Dios proveyó para las necesidades de aquellos a quienes llamó para ser sus ministros. Dios es el único que determina la manera en que el diezmo debe ser usado. Esto tiene implicaciones serias para quienes fielmente devuelven los diezmos al Señor. Nunca debiéramos concluir que el diezmo es un pago hecho por los servicios recibidos de un ministro. Esto abriría inmediatamente la puerta a su comercialización. Bajo tal circunstancia, la persona puede sentirse libre de usar el diezmo “para pagar” sólo a los ministros cuyos servicios eran lo que se quería o esperaba recibir. De ser así, estaríamos usando el diezmo para controlar la calidad del producto que deseamos. Esto iría contra el mismo corazón, naturaleza y propósito del diezmo. El diezmo debe devolverse siempre al Señor porque es santo y es él quien lo inviste de santidad o determina cómo debe ser usado--nunca nosotros.

Por consiguiente, no se justifica nunca el cesar de dar el diezmo por el hecho de que los ministros de Dios, ya sea en realidad o en apariencia, no cumplen adecuadamente su función. Cuando el pueblo de Dios asumió esa actitud, Dios lo reprendió fuertemente, lo acusó de robarle. Aún la retención del diezmo con el propósito de reformar la iglesia se vuelve una violación al propósito de Dios con respecto al diezmo. No es nuestra prerrogativa determinar cómo y para qué debe usárselo.

Habiendo dicho esto, debemos señalar que los ministros de Dios tienen una solemne responsabilidad como recipientes de los diezmos. El Señor espera de ellos que cumplan con sus responsabilidades de manera eficiente, proveyendo para las necesidades de la iglesia y la proclamación del evangelio. El plan de Dios para su iglesia es que tanto los miembros de la iglesia como sus ministros cumplan respectivamente sus deberes en forma adecuada. Todo debe ser hecho, en la medida posible, con el interés de mantener a todo “Judá” complacido con el ministerio de sus líderes espirituales.

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LA MAYORDOMIA Y LA TEOLOGIA DEL DIEZMO

Preguntas de Discusión sobre el diezmo en el Antiguo Testamento

1. ¿Qué analogía se puede derivar del hecho de que la bendición de Melquisedec precedió al diezmo de Abraham? (véase Gén. 14).

2. ¿Qué expresó Jacob en su voto al Señor? (véase Gén. 28:10-22).

3. ¿Cuál es el propósito de la legislación del diezmo que se expresa en Lev 27:30-33?

4. ¿Cuál es el significado del verbo rum (traducido “presentar”) en Núm 18:31-32, y dela palabra terumah (traducido “ofrenda”)?

5. Discuta las diferencias significativas entre la legislación del diezmo que se encuentra en Deuteronomio, y la legislación del diezmo que se encuentra en Levítico y Números. ¿Qué conclusión puede extraerse de estas diferencias?

6. Discuta el significado del diezmo como parte de la renovación del pacto en la época de Nehemías (véase Neh 10:38-39; 12:44; 13:5, 12).

7. ¿Qué declaraciones religiosas importantes estuvo haciendo el pueblo, según Malaquías, al no traer sus diezmos al Señor?

Preguntas de Discusión sobre el diezmo en el Nuevo Testamento

1. De la discusión más extensa acerca del diezmo en el Nuevo Testamento (Heb 7:1-10), ¿a qué conclusión se puede llegar con respecto al sacerdocio de Melquisedc?

2. Discuta el fundamento teológico del diezmo que proveen el Antiguo y Nuevo Testamentos.

3. ¿Qué propósitos espirituales importantes podemos encontrar en el sistema del diezmo?

Los materiales adicionales que siguen sobre diezmar y los tópicos relacionados, han sido producidos por el Departamento de Mayordomía de la Asociación General durante 1991-1994: Principios de Vida, Sistema Financiero de los Adventistas del Séptimo Día; Momentos de Diezmar; Mayordomía y Planeamiento de Estrategias.

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NOTAS

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LA MAYORDOMIA Y LA TEOLOGIADE LAS OFRENDAS

I. Introducción

II. Las ofrendas en el Antiguo Testamento

A. Las ofrendas de sacrificios expiatorios

B. Los sacrificios como ofrendas

1. Las ofrendas quemadas (holocaustos)2. Las ofrendas de paz

C. Otras ofrendas

D. Ofrendas especiales

III. Las ofrendas en el Nuevo Testamento

A. Jesús y las ofrendas

1. Las ofrendas y el culto2. Las ofrendas y las relaciones interpersonales3. Las ofrendas y la entrega al Señor4. Las ofrendas y la verdadera benevolencia5. Las ofrendas y el ministerio cristiano

B. Pablo y las ofrendas

1. La renuencia de Pablo al aceptar ofrendas2. Pablo como recipiente de ofrendas3. Pablo y la colecta

C. Las ofrendas en los Hechos

1. Las ofrendas por los pobres2. Ofrendas especiales

IV. Resumen y conclusiones

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LA MAYORDOMIA Y LA TEOLOGIA DE LAS OFRENDAS

I. INTRODUCCIÓN

El estudio de las religiones antiguas sugiere que en la interacción entre los seres humanos y el ser divino, la ofrenda que se llevaba a los dioses era un aspecto constitutivo de la devoción personal. A lo largo del antiguo Cercano Oriente los seres humanos llevaban diferentes tipos de ofrendas a los dioses, buscando sus bendiciones, protección, perdón y dirección. En la mayoría de los casos se visualizaban las ofrendas como medios de suplir las necesidades de los dioses con el propósito de ganar o mantener su favor.73

Esta preocupación intensa de presentar ofrendas materiales a los dioses era universal.La religión bíblica no es una excepción en esta área de práctica cultual. De

hecho, las ofrendas juegan un papel importante en los servicios del santuario del Antiguo Testamento y en el culto cristiano del Nuevo Testamento. Exploraremos en este artículo la riqueza de los materiales bíblicos sobre este tema. En algunos casos prestaremos atención a la terminología empleada para referirse a las ofrendas, pero nuestro interés principal se centrará en los tipos diferentes de ofrendas que se mencionan en la Biblia. Exploraremos las principales ideas teológicas o religiosas que se asocian a esas ofrendas con el propósito de sintetizar los elementos fundamentales de la teología y la práctica de las ofrendas en la Biblia.

II. LAS OFRENDAS EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

El Antiguo Testamento menciona ofrendas mucho más a menudo que el diezmo. En un libro que se interesa en el culto al único y verdadero Dios, las ofrendas tienen un lugar y función bien distintivo. El culto y las ofrendas son prácticamente inseparables en el Antiguo Testamento. En lo que sigue discutiremos los diferentes tipos de ofrendas que se mencionan en el Antiguo Testamento.

A. Las ofrendas de sacrificios expiatoriosLa expiación y las ofrendas sacrificiales aparecen entrelazadas en el sistema de

culto del Antiguo Testamento. Las ofrendas expiatorias por excelencia eran las ofrendas por el pecado (Lev. 4) y por la culpa (Lev. 5), llamadas “ofrendas” en Núm.. 5:9 y 18). El término hebreo que se usa allí es terûmah, un sustantivo que proviene probablemente de la raíz verbal rûm = “ser alto,” la que en una de sus formas verbales significa “donar, poner aparte.” Designa un don o una ofrenda que se pone aparte para el Señor fuera del santuario, y que luego se trae al templo y se la entrega a Dios.74

El poder expiatorio de esas ofrendas no se localizaba en la víctima sacrificial

73Sobre la religión de Babilonia véase a Helmer Ringgren, Religion of the Ancient Near East (Philadelphia: Westminster, 1973), 81, 81, 109-20; y sobre Egipto consúltese a Siegfried Morenz, Egyptian Religion (Ithaca, NY: Cornell University Press, 1973), 87, 88, 94-99.

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misma sino en Dios quien, por Su gracia, le asignaba esa función (Lev. 17:11). En otras palabras, la eficacia expiatoria se encontraba en la disposición de Dios de perdonar los pecados de Su pueblo (véase Lev. 4:26,31).

Las ofrendas sacrificiales expiatorias parecieran haber tenido una función limitada. De hecho, su única función era señalar a Dios como el único que podía expiar el pecado. El Antiguo Testamento mismo testifica sobre la ineficacia de las ofrendas expiatorias para otorgar perdón, y al mismo tiempo identifica el único medio efectivo de la expiación. David reconoció que su pecado no podía ser removido mediante las ofrendas sacrificiales (Sal. 51:16). Su única esperanza era consistía en descansar en la compasión y el “amor misericordioso” de Dios (v. 1-2). Con relación a la redención de la vida humana, ningún sacrificio de animales es suficientemente costoso para lograrla: “Ninguno de ellos podrá en manera alguna redimir al hermano, ni dar a Dios su rescate. Porque la redención de su vida es de gran precio, y no bastará para que viva para siempre, y nunca vea la sepultura” (Sal. 49:7-9).

Es imposible para los seres humanos traer una ofrenda al Señor que sea suficientemente costosa como para rescatarse a sí mismos. Dios es el único que podía proveer esa ofrenda, y lo hizo. Isaías previó la obra futura del Mesías quien, aunque rechazado por su pueblo, era la ofrenda expiatoria que Dios proveyó para la redención de los mortales. El Señor hizo “su vida una ofrenda por la culpa” (Isa. 53:10); él llevó el pecado de muchos y fue contado con los transgresores (v. 12) para declararlos justos (v.11).

Lo que ninguna ofrenda humana podía cumplir, la ofrenda divina lo logró. Este tema se desarrolla mucho más en el Nuevo Testamento, donde se nos informa la imposibilidad de la sangre de las víctimas de sacrificios de quitar el pecado de los adoradores (Heb. 10:4). Sólo mediante la sangre de Cristo es esto posible (10:14). Pablo afirma que Dios “lo presentó como un sacrificio de expiación, mediante la fe en su sangre” (Rom. 3:25). Cristo mismo interpretó su misión como la de quien da “su vida como rescate por muchos” (Mar. 10:45).

La importancia de esta comprensión de las ofrendas expiatorias es fundamental para una teología bíblica de las ofrendas. En primer lugar, se describe a Dios aquí como dispuesto a dar, como un “ofrendante”. Esto provee una plataforma teológica para la dadivosidad de los seres humanos. La dadivosidad humana debe seguir el modelo de la dadivosidad divina. Comparado con cuánto Dios da, su pueblo le da muy poco.75 Es

74Esto es sugerido por Jacob Milgrom, Leviticus 1-16 (New York: Doubleday, 1991), 474. Para una discusión de la etimología del sustantivo véase a Gary A Anderson, Sacrifices and Offerings in Ancient Israel (Atlanta, GA: Scholars Press, 1987), 137-44.

75Esta es la conclusión a la que llega C J Labuschahne después de estudiar el uso del verbo hebreo nathan = “dar”, en el Antiguo Testamento, y notar cuán a menudo Dios aparece como sujeto y los seres humanos como predicado, y cuán raramente se dice que los seres humanos dan algo a Dios. Véase su artículo “Ntn,” en Theologisches Handworterbuch zum Alten Testament, editado por E Jenni y C Westermann (München: Chr Kaiser Verlag, 1971-76), vol 2, 138-141 [Desde aquí en adelante cuotado como THAT]).

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importante que entendamos que si Dios espera que le traigamos una ofrenda es porque él mismo dio una ofrenda a favor nuestro.

En segundo lugar, ninguna de nuestras ofrendas tiene una función expiatoria. No poseemos cosa alguna que podamos traer a Dios a fin de hacernos aceptables delante de él, y no necesitamos hacer tal cosa porque Dios proveyó la única ofrenda a través de la cual se ha logrado la expiación. Nuestras ofrendas nunca deben ser intento nuestro por ganar la simpatía, el amor o el perdón de Dios. Esa es la función exclusiva e indisputable de la ofrenda de Dios en Cristo por nosotros. Nuestra motivación para dar nunca debiera ser el acumular meritorios delante del Señor. De hecho, lo que hace aceptable nuestras ofrendas es la ofrenda sacrificial del Hijo de Dios que santifica nuestro dar.

B. Los sacrificios como ofrendasAparte de las ofrendas por el pecado y la culpa, hay otras ofrendas sacrificiales

que, además de la función expiatoria, tienen también otros propósitos teológicos y religiosos. Dos de ellas son de interés especial para nuestro estudio, a saber las ofrendas quemadas (holocausto: Lev. 1) y de paz (Lev. 3). Trataremos aquí únicamente el aspecto no expiatorio de esas ofrendas.

1. Las ofrendas quemadas (holocaustos: Lev. 1:3-17)Ninguna parte de esta ofrenda se daba al sacerdote o al que la traía para

ofrecerla; la víctima sacrificial se quemaba enteramente sobre el altar, en una entrega total al Señor (Lev. 1:9). Los eruditos han detectado en este sacrificio una expresión ritual de disposición de los adoradores a entregar o reconsagrar sus vidas enteras a Dios. El, como su Señor, tenía derecho total sobre ellos, y esta ofrenda era un acto simbólico de una entrega completa a Dios.76

En hebreo se hace referencia a la ofrenda quemada como siendo un qurban = “ofrenda”, del verbo qarah = “venir cerca”, “acercarse”. Este es un término genérico que se usaba para designar los sacrificios y ofrendas que los israelitas traían al Señor (véase Lev. 22:18; Núm. 7:3, 12-17; 15:4; 31:50). Podía traducirse como “ lo que se trae cerca, se presenta, se ofrece”.77 Una ofrenda es, por consiguiente, algo que se transfiere de muestra esfera a la del Señor; al traerla cerca de él llega a ser suya.

De interés particular para nosotros es el hecho de que se aceptaban diferentes animales como víctimas sacrificiales para el holocausto. Se enumeraban los animales en base a su valor financiero. El de más valor se menciona primero, un becerro, al que seguían la oveja y el macho cabrío (véase Lev. 1:3,10). Aún los pájaros, una paloma, o una tórtola se podían ofrecer (v. 14).

Aquí podemos hacer dos comentarios. En primer lugar, una ofrenda es algo costoso para el adorador; se priva de un animal costoso y útil al darlo al

76 Véase John E Hartley, Leviticus (Dallas, TX: Word, 1992), 24: y A Noordtzij, Leviticus (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1982) 30-31.

77Milgrom, Leviticus, 145.

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Señor.78 David entendió este principio y rechazó la idea de dar al Señor una víctima que no fuese suya (2 Sam. 24:24). En segundo lugar, Dios no espera que todos dén la misma cantidad. Al nombrar las víctimas sacrificiales desde los más costosos a los menos costosos, se da a entender que cada cual podía traer algo al Señor. El Señor esperaba que algunos trajesen un becerro y otros una oveja o un macho cabrío, según su condición financiera. El más pobre podía traer un pájaro (véase Lev. 5:7; 12:8).79 La implicación teológica es que Dios considera especialmente la disposición interior del dador, y que el deseo de adorarlo es más importante que el valor monetario de la ofrenda.80 La experiencia interna de uno se expresaría al traer al Señor lo mejor que puede ofrecer.

Además de la función expiatoria de este sacrificio, se dan otras dos razones para traerlo al Señor. Lev. 22:17-20 describe una ofrenda votiva y una voluntaria. La ofrenda votiva se traía al cumplirse un voto. Una persona presentaba una petición al Señor y solemnemente prometía dar una ofrenda votiva después de recibir respuesta a la oración.81 La ocasión en que se traía esta ofrenda era gozo y la persona expresaba su gratitud al Señor por haber respondido a sus oraciones (véase Sal. 61:8; Nah. 1:15).82 El holocausto podía también ser voluntario. Era traído al Señor “por devoción, no por obligación o debido a una promesa”;83 era una expresión de amor a Dios.

Basados en los comentarios anteriores, podemos concluir que una ofrenda es una expresión tangible de la entrega plena de una persona al Señor, traída con gratitud y amor. Debía traérsela al centro de culto y ser entregada a los que Dios designó para recibirla. Se esperaba que se trajese la mejor que se podía ofrecer según los recursos financieros de cada cual.

2. Las ofrendas de paz (Lev. 3:1-17)La ofrenda de paz se distinguía del holocausto en varias formas. La

víctima sacrificial podía ser una hembra del ganado o del rebaño. Las hembras

78Véase G J Wenham, The Book of Leviticus (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1979), 51.

79Véase Noordtzij, Leviticus, 40.

80Compare G A F Knight, Leviticus (Philadelphia: Westminster, 1981), 17.

81Véase T W Cartledge, “Vow”, en The International Standard Bible Encyclopedia (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1986), Vol. 4, 998 (de aquí en adelante cuotado como ISBE).

82Véase Leonard H Coppes, “Nâdar make a vow”, en Theological Word Book of the Old Testament, editado por R Laird Harris (Chicago, IL: Moody, 1980), Vol. 2, 1309 (de aquí en adelante será citado como TWOT).

83Roland de Vaux, Ancient Israel: Religious Institutions (New York: McGraw-Hill, 1961), vol. 2, 417.

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eran más caras. Se devolvía la mayor parte de la carne de la víctima al adorador para que la comiese en compañía de su familia y amigos (Lev. 7:11-21). Cuando se traía el holocausto, la persona no se beneficiaba materialmente, pero en el caso de la ofrenda de paz sí se beneficiaba. Esto permitía que un grupo de personas viniese juntos a adorar a Dios.

Hay tres tipos de ofrendas de paz: la votiva, la voluntaria, y la de gratitud (Lev. 7:12,16). Todos ellas eran en verdad ofrendas voluntarias. Podían traerse para cumplir un voto o como un acto de devoción personal a Dios, semejante al holocausto. El elemento nuevo es el aspecto de gratitud. El hebreo tôdah = “gratitud” se usa en la Biblia para expresar las ideas de alabanza, gratitud y confesión.84 Se presentaba la ofrenda después de experimentar liberación de algún peligro. Era el “resultado de un deseo espontáneo de expresar públicamente gratitud personal por las bendiciones que se habían disfrutado ya ”.85 La ocasión debía ser gozosa (Deut. 27:7; Sal. 95:2).86

Se introducen aquí un par de elementos nuevos que esclarecen el significado de las ofrendas en el Antiguo Testamento. En primer lugar, esta ofrenda podía ser de beneficio para los que la ofrecían. Como observamos, se devolvía la mayor parte al dador para facilitar la adoración colectiva con los miembros de la familia y los amigos. Todos comparten o participan de la ofrenda que uno de ellos traía. En segundo lugar, la ofrenda podía ser un vehículo para expresar gratitud y alabanza a Dios por sus bendiciones y por su poder liberador del mal. Era en esencia una expresión de gratitud al Dios de la alianza.

C. Otras ofrendasVarias otras ofrendas se mencionan en el Antiguo Testamento. La “ofrenda de

cereal” se la llama en hebreo minchah y significa “un don, tributo”. En Levítico, éste es un término técnico que se usaba para designar una ofrenda cereal hecha de harina fina cocinada o cruda y mezclada en aceite (Lev. 2:1-10). Se la traía al Señor, pero él le daba la mayor parte al sacerdote oficiante.

El término minchah en el Antiguo Testamento designa un regalo hecho a un superior que era reconocido como señor o gobernante de la persona que traía el regalo (véase Jueces 3:15; 2 Sam. 8:2,6). Al traer a Dios un minchah = “ofrenda de cereal”, los israelitas declaraban en lenguaje ritual que Yahvé era el Señor del pacto y ellos sus súbditos.87 El hecho de que se trataba de una ofrenda de grano puede sugerir que se

84Véase G Mayer, “Ydh”, en Theological Dictionary of the Old Testament, vol. 5, editado por G J Botterweck y Helmer Ringgren (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1974), 428 (de aquí en adelante será citado como TDOT).

85Noordtzij, Leviticus, 83

86Véase Ralph H Alexander, “Yâdâh confess, praise, give thanks,” TWOT, vol. 1, 365.

87Wenham, Leviticus, 69.

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reconocían que los frutos de la tierra eran resultado de las bendiciones del Señor.88

Nótese, sin embargo, que lo que se traía no era el grano sino la harina. Mediante su trabajo el israelita transformaba el grano en harina. Dios y los seres humanos trabajaban juntos, y al traer esta ofrenda se reconocía no sólo la obra de Dios a favor de ellos sino que a la misma vez le consagraban trabajo al Señor.89

A los israleitas se requería traer al Señor las primicias o primeros frutos de la tierra (Lev. 23:9-11; Núm. 18:12-13; Deut. 18:4; 26:1-11). Esta ofrenda era esencialmente una ofrenda de gratitud al Señor usada para el sostén del sacerdocio (Deut. 18:3-5).90 El hecho de que se la llamaba primicias sugiere que era lo mejor de la cosecha (Núm. 18:12; Exo. 23:19). También indica que Dios estaba primero en la vida del adorador. Los israelitas no daban de lo que les sobraba.91 Antes que comenzaran a disfrutar de la cosecha separaban las primicias para el Señor (Lev. 23:14).92

Esta ofrenda era un reconocimiento del hecho de que la fertilidad de la tierra estaba en las manos del Señor y que él era “la fuente de la generosidad”93 y el propietario de la tierra (Deut. 26:10).94 El énfasis teológico de esta ofrenda está puesto en la bondad del Señor que prometió la tierra y sus frutos al pueblo, y cumplió sus promesas (Deut. 26:3, 8-10).95 Alegremente celebraban los israelitas la fidelidad de Dios que se manifestaba en el don de la tierra y en la bendición de la cosecha (Lev. 23:11).96 En este contexto es de especial importancia una referencia a la redención de Egipto, porque ésta

88 Hartley, Leviticus, 30, después de notar que la porción de esta ofrenda quemada en el altar es llamado “memorial”, sugiere que el término “da a entender la idea de que la pesona que da esta ofrenda está recordando la gracia de Dios al darle su comida diaria”.

89Véase Knight, Leviticus, 18; y R K Harrison, Leviticus (Downers Grove, IL: InterVarsit Press, 1980), 50.

90Véase Richard O Rigsby, “First Fruits,” en Anchor Bible Dictionary, vol. 2, editado por David N Freedman (New York: Doubleday, 1992), 797 (de aquí en adelante será citado como ABD).

91Roland B Allen, “Numbers,” en The Expositor’s Bible Commentary, vol. 2, editado por Frank E Gaebelein (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1990), escribe: “Aquí es donde solemos fayar. A menudo nos encontramos dando de lo que nos sobra. Cuando nada sobra, no le damos nada al Señor. Otros encuentran que cuando dan a Dios lo primero y lo mejor, les queda un sobrante” (853).

92En Núm. 15:18-21 se menciona una ofrenda de la primera porción de la masa.

93Baruch A Levine, Number 1-20, (New York:Doubleday, 1993), 446

94Noordtzij, Leviticus,233.

95 ?Véase J A Thompson, Deuteronomy (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1974), 254.

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precedió el regalo de la tierra que Dios le dará al pueblo, y fue el fundamento sobre el cual se basaron las ofrendas que el pueblo traía a Dios (Deut. 26:8-10).

La ocasión cuando se traía esta ofrenda al templo se caracterizaba por el gozo (Deut. 26:11). Era una experiencia colectiva de gozo en la que el pueblo, los levitas, y los extranjeros que moraban entre ellos estaban involucrados celebrando el hecho de Dios les dio todos esos dones. Esta ofrenda era la expresión exterior de una fe profunda en el Señor y de sentimientos de gratitud.97

Se requería también una ofrenda de los despojos de la guerra (Núm. 31:29,41,52). Se usan varios términos para designar esta ofrenda. Se la llama mekes = “obligaciones cúlticas o impuesto” (. 28,37, 41), terûmah = “don” (v. 29,52), y qorban = “lo que se trae cerca” (v. 50). Al compartir los despojos de la guerra con los sacerdotes y levitas, los israelitas reconocían que era Dios quien les había dado la victoria sobre sus enemigos. Por consiguiente, la ofrenda era una expresión de gratitud por la victoria.98

Las tres ofrendas que hemos discutido en esta sección refuerzan lo que ya habíamos encontrado con respecto al contexto y significado de las ofrendas en la Biblia, y agregan algunos elementos nuevos. Adoración, gozo, gratitud, y agradecimiento caracterizan a todas las ofrendas, aunque algunas fuesen requeridas. Se reconoce a Dios como el único que bendice y protege a su pueblo, las obras de ellos y a la tierra. Mediante estas ofrendas se alaba a Dios como al Señor de Israel a quien se le debe traer lo primero y mejor de la cosecha. Se lo proclamaba como propietario de la tierra que cumplía las promesas que había hecho a su pueblo al bendecirlos con la tierra y la cosecha.

D. Ofrendas especialesUna ofrenda especial era una que se traía al Señor con un propósito específico. El

mejor ejemplo de este tipo de ofrenda en el Antiguo Testamento es la que se recogió para edificar el tabernáculo. El Señor la requirió de cada uno (Exo. 25:2), y aún así, debía ser una ofrenda voluntaria (36:3). La dávida debía expresar la gratitud interior en la que el centro de la personalidad del individuo estaba involucrado. Sólo aquellos cuyos “corazones eran impulsados” (nadab = “urgir, dar voluntariamente”) a dar debían traer esa ofrenda (Exo. 25:2; 35:5). Se expresa también la disposición interna en la frase “cuyos corazones se levantaron” (Exo. 25:21) o “cuyo espíritu se movió” (v. 29). La petición del Señor debía encontrar una respuesta positiva en el corazón del pueblo, y la

96Véase Peter C Craigie, The Book of Deuteronomy, (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1976), 320.

97Aquí se debería hacer mención de la ley de los primogénitos de seres humanos y animales, según la cual todo primogénito pertenece al Señor (Exo. 22:29,30). Esta no era una ofrenda sino un requerimiento legal del Señor (Lev. 27:26). El primogénito pertenecía al Señor y al devolvérselo los israelitas recordaban su redención de Egipto y su elección como primogénito de Dios (Núm. 3:13; 34:20; Lev. 27:26,27). Consúltese a M Tsevat, “Bechôr”, TDOT, vol. 2,126.

98Véase Philip J. Budd, Numbers, (Waco, TX: Word, 1984), 332,33.

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encontró. En consecuencia, trajeron como ofrenda oro, plata, bronce, piedras preciosas, hilo, lino fino, pieles de animales, madera, aceite de olivo y especias (Exo. 25:2-7). Cada uno, hombres y mujeres, trajeron algo de sus posesiones (Exo. 35:5); de hecho, trajeron más de lo que se necesitaba (Exo. 36:6-7). Esta ofrenda especial se llama terumah, un don dedicado a Dios y traído luego al Señor. Se llevaban todas las ofrendas a un lugar central y se las entregaba a Moisés quien debía distribuirlas y administrarlas para el proyecto anunciado.

Cuando el primer grupo de exiliados estuvo listo para regresar a Jerusalén en el 539 AC, sus vecinos les proveyeron dones, ofrendas voluntarias, para que se usasen en la reconstrucción del templo (Esd. 1:6). En el 457 AC, Esdras volvió con otro grupo de cautivos. Esta vez el rey, sus consejeros y oficiales, y los judíos dieron una donación (terûmah = “ofrenda”) para sostener los servicios del templo (8:25). Esdras guardó registro cuidadoso de esta ofrenda (8:26-30).

Cuando el templo necesitase reparaciones, se recogía del pueblo una ofrenda con ese propósito. En 2 Crón. 24:6,9 se llama mas’eth a una ofrenda tal. Este substantivo se deriva del verbo nasa’ que significa “levantar, llevar”, sugiriendo que el sustantivo designa una ofrenda como “algo que se lleva a alguien,” en este caso al Señor.99 En la época del rey Joas, cuando el templo estaba siendo reparado, se colocó un cofre fuera del templo para recoger esta ofrenda. La Biblia declara que el pueblo traía gozosamente esta ofrenda voluntaria (2 Crón. 24:10).100

El Señor requirió una ofrenda especial durante la dedicación del altar y del santuario (Núm. 7). Cada tribu enviaba sus ofrendas (qorban, v. 3) a través de sus representantes. Estas consistían en sacrificios de animales, utensilios de oro y plata, harina e incienso, todo lo cual era necesario para comenzar los servicios del santuario.101

Los israelitas eran responsables de proveer suficientes recursos para que se efectuaran los servicios del santuario, y cumplieron esa responsabilidad por medio de sus ofrendas.

Tres veces al año los israelitas peregrinaban a Jerusalén para celebrar las fiestas de los Panes Azimos, de las Semanas y de los Tabernáculos (Deut. 16:16). En cada una de esas ocaciones se esperaba que trajesen al Señor una ofrenda llamada mattanah = “un don”, del verbo natan = “dar”, que designa entre otras cosas un obsequio dado por un padre a su hijo (véase Gén. 25:6) y el regalo del sacerdocio a Aarón (Núm. 18:7; compárese v. 6 y 29). Era muy a menudo un obsequio motivado por una disposición buena y bondadosa de una persona hacia otra (compárese Est. 9:22).

En el contexto de estas tres ofrendas Deut. 16:16-17 hace varias declaraciones importantes. La primera: “Ninguna persona aparecerá delante del Señor con las manos vacías” (v. 16). Las ofrendas ocupan un lugar en el culto colectivo. Cuando el pueblo venía delante de Dios debía traer algo como testimonio de la recepción de sus

99 ?Walter C Kaiserm “Nâsâ”, TWOT, vol. 2, 602.

100Esta ofrenda puede haber sido instituida por Moisés. Véase 2 Crón. 24:9 y Exo. 30:11-16; 38:25,26; cf. Neh. 10:32.

101Véase Levine, Numbers, 247, 256.

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bendiciones. Estas debían ser ofrendas voluntarias (v. 10), que expresasen el gozo por el cuidado y la protección divinas. El segundo principio: “Cada uno ofrecerá su don en proporción a la bendición que el Eterno tu Dios le haya dado” (v. 17). Una traducción literal de la última parte de esta frase sería: “como la bendición del Señor tu Dios que él te dio”. La cantidad de la ofrenda diferiría de persona a persona debido a que se basaría en el principio de la proporcionalidad--la cantidad reflejaba cuánto el Señor había bendecido a la persona. El tercer elemento: “. . .que él te dio” (véase v. 17), indica que la dávida divina está primero y hace posible la dávida humana. El texto implica que Dios da sus bendiciones a cada uno y que cuando una persona viene delante de él, siempre tendrá una razon y algo que dar al Señor (compárese Eze. 46:5, 11).

Es interesante notar que las ofrendas especiales que acabamos de discutir, así como las otras ofrendas, eran requeridas por Dios, y no obstante, debían ser expresiones voluntarias de gozo y gratitud. Pareciera como si Dios estuviese usando el sistema de ofrendas para enseñar a los israelitas cómo expresarle gozo, gratitud, y muchos otros sentimientos de devoción. Sorprendentemente, el Señor interpretó la negligencia en traerle ofrendas como un acto de robo (Mal. 3:6-8). Esto se debió probablemente al principio de que si Dios bendecía al pueblo, él tenía derecho a un don de gratitud por el cual el pueblo lo reconociese como su Señor. De esta manera los protegía de caer en el pecado odioso de la idolatría. El privarlo de las ofrendas sería equivalente a rechazar su señorío sobe ellos, y atribuir las bendiciones recibidas a algún otro poder. Aquellos para quienes Yahvé era el único Dios estaban dispuestos sencillamente a traerle sus ofrendas. Una ofrenda presupone un entrega total y personal fuerte. Debiera por consiguiente, no sorprendernos encontrar una conexión entre una reforma espiritual y el incremento de las ofrendas (2 Crón. 31:1, 10-14).

El Antiguo Testamento señala hacia una época en la que los reyes y los poderosos traerían sus dones u ofrendas al Señor (véase Sal. 68:29; 76:11; Isa. 18:7). El término hebreo de esta ofrenda es shay = “regalo, presente”, y designa una ofrenda dada por el poderoso y rico a Aquel que se identifica como Señor universal y victorioso en la guerra.102

Las ofrendas especiales que hemos discutido parecen enfatizar de una manera especial la importancia de la disposición interior de la persona que le impulsa a dar una ofrenda voluntaria. Esta disposición, acompañada de sentimientos de gozo, gratitud, agredecimiento y adoración, toma un cuerpo visible en la ofrenda que se le entrega al Señor. En este acto se reconoce y proclama a Dios como Señor de las vidas de quienes lo adoran y como el Propietario de la tierra y de sus frutos. David resumió bien este concepto cuando escribió: “Porque, ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer de nuestra voluntad cosas semejantes, siendo todo tuyo? Lo que hemos recibido de tu mano, eso te damos” (1 Crón. 29:14).103

102Véase Anderson, Sacrifices, 34-35.

103Sobre la función del segundo diezmo como medio de ayuda a los pobres dentro de la teocracia israelita, véase nuestro trabajo “La Mayordomía y la Teología del Diezmo”.

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III. LAS OFRENDAS EN EL NUEVO TESTAMENTO

Hay muy pocas referencias a ofrendas en el Nuevo Testamento, aunque se usa extensamente el verbo “dar” (dídomi). Lo que es particularmente impresionante es que alrededor del 25 por ciento de las veces en que se usa el verbo didomi, Dios es el sujeto.104 El nos da nuestro pan cotidiano (Luc. 11:3), la lluvia, la cosecha, el alimento (Hech 14:17), la vida y todo lo que necesitamos (Hech. 17:25. Nos da arrepentimiento (Hech. 11:18), victoria (1 Cor. 15:57), gracia (1 Ped. 5:5), amor (1 Juan 3:1), sabiduría (Sant.1:5), el Espíritu Santo (Juan 3:34; Hech. 5:32), los dones espirituales (1 Cor. 12:7-10), una herencia (Hech. 20:32), el reino (Luc. 12:32), y la vida eterna (1 Juan 5:4). De una manera muy especial y única Dios dio su Hijo (Juan 3:16), el Pan de Vida (6:32), quien a su vez dio su propia vida en rescate (Mat. 20:28; 1Tim. 2:6), al entregarse a sí mismo “por nuestros pecados” (Gál. 1:4).

El Nuevo Testamento describe a Dios y a Cristo como los Grandes Dadores que enriquecen a los seres humanos mediante su bondadosa gracia. Debido a eso Cristo puede desafiar sus seguidores a dar libremente debido a que ellos recibieron libremente (Mat. 10:8). El propósito de la dadivosidad cristiana no es suplir las necesidades de Dios puesto que Dios no necesita nada (Hech. 17:25). Nuestro don nos hace más semejantes a nuestro Señor.

A. Jesús y las ofrendasJesús instruyó a sus seguidores con respecto a la naturaleza y espíritu del

verdadero dador. Los evangelios proveen varios incidentes en la vida de Cristo donde este tema importante es discutido. Los hemos agrupado aquí bajo diferentes subtítulos.

1. Ofrendas y la grandeza de JesúsCuando Cristo nació, un grupo inesperado de personas le trajo una

ofrenda. Ciertos extranjeros vinieron del oriente para verlo y le dieron dones de oro, incienso y mirra (Mat. 2:1-11). Estos “hombres sabios” pertenecían a una clase oriental de gente bien educada, rica y de influencia llamados mágoi = “magos”. En general se los conocía como expertos en astrología y en la interpretación de sueños.105 Mateo entendió que eran hombres instruidos quienes podían identificar las señales del nacimiento de Jesús y al haberlo hecho, salieron a buscarlo.106 Habían entrado en contacto con las Escrituras hebreas y creían en las profecías mesiánicas que allí se encontraban (véase Núm. 24:17).

104Véase W Popkes, “Didômi give”, en Exegical Dictionary of the Old Testament, vol. 1, editado por Horst Balz y Gerhard Schnider (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1990), 321 (de aquí en adelante será citado como EDNT ).

105Véase W W Buehler, “Wise Men (NT)”, ISBE, vol. 4, 1084.

106Véase H Balz, “Magos”, EDNT vol. 2, 371.

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Los magos no vinieron a Jesús con las manos vacías, sino que trajeron con ellos dones para el nuevo rey. El término doron = “regalo, ofrenda”, es el equivalente griego del término hebreo qorban, que en el Antiguo Testamento se refiere a los dones y ofrendas sacrificiales (véase Heb. 5:1). En este caso en particular los tres reyes trajeron ofrendas para honrar al Niño. Habían venido, según su propias palabras, “para adorarlo” (Mat. 2:2). El acto de adoración podía ser entendido como “significando homenaje y sumisión” al rey mesiánico.107 Pero en el contexto de Mateo “Jesús es la manifestación de la presencia de Dios (Mat. 1:23), el Hijo de Dios (2:15) en un sentido único, y así alguien que puede ser adorado”.108

En este pasaje, se asocia la ofrenda o don costoso con los conceptos de adoración, homenaje y sumisión. Tales dones son expresiones tangibles de esos sentimientos y actitudes. Mediante sus ofrendas los magos estaban reconociendo la grandeza y superioridad de este gran Rey de Israel.

2. Las ofrendas y las relaciones interpersonalesJesús, así como los profetas del Antiguo Testamento, no separó la

devoción religiosa que se expresa mediante las ofrendas de la ética correcta en la interacción social. Una ofrenda reflejaba no sólo un estado de paz con Dios sino también con la comunidad de la cual uno forma parte. El vivir en armonía con otros era casi un prerequisito al dar una ofrenda. Esto parece ser lo que Jesús tenía en mente al decir: “Por tanto, si al llevar tu ofrenda al altar, te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar, y ve a reconciliarte primero con tu hermano. Entonces vuelve y ofrece tu ofrenda” (Mat. 5:23-24). Una ofrenda pierde su valor como una expresión de amor y gratitud a Dios si proviene de un corazón en guerra con otros. Las dimensiones verticales y horizontales de nuestra experiencia religiosa si intersectan en el acto de adoración mediante la ofrenda.

Otro aspecto de este vínculo entre las ofrendas y cómo nos relacionamos con otros aparece en la crítica de Jesús a la práctica judía del Corbán (Mar. 7:10-12). Una persona podía consagrar al Señor sus posesiones haciéndolas inaccesibles a cualquier otro miembro de la familia. Al argüir que sería una violación del voto usar los recurzos para aliviar las necesidades de la familia se estaba en realidad descuidando a los padres,109 y violando uno de los mandamientos. El principio ejemplificado aquí parece ser el de la responsabilidad

107Donald A Hagner, Matthew 1-13 (Dallas, TX: Word, 1993), 28.

108Ibid, 28. Véase Ulrich Luz, Matthew 1-7: A Continental Commentary (Minneapolis: Fortress Press, 1989), 137.

109Véase C Brown, “Korban”, en The New International Dictionary of New Testament Theology, vol. 2, editado por Colin Brown (Grand Rapids, MI: Zondervan 1976), 43 (de aquí en adelante será citado como NIDNTT).

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del mayordomo de proveer para las necesidades de sus padres. En otras palabras, debiéramos equilibrar nuestra dádiva a Dios con nuestra responsabilidad para con nuestras familias, puesto que el cuidado de ellos y el suplir sus necesidades son parte de nuestra experiencia cristiana.

3. Ofrendas y entrega al SeñorEl dar una ofrenda a Dios no es en forma automática, un reflejo de nuestra

entrega indivisa al Señor. La viuda pobre trajo una ofrenda voluntaria al templo posiblemente como una expresión de gratitud y amor a Dios (Luc. 21:1-4). El rico también trajo ofrendas voluntarias. Jesús comparó y evaluó su dádiva y consideró la ofrenda de la viuda como una verdadera ofrenda. Sus ojos percibieron que el rico daba “de lo que le sobraba; pero la viuda dio de lo que ella ni siquiera tenía”.110 Ambos dieron para el sostén de los servicios del templo, pero para el rico, una ofrenda tal era una formalidad religiosa que podía satisfacerla con un mínimo, una muestra, no de lo que podía dar, sino de lo que estaba dispuesto a dar. No era una expresión genuina de entrega personal a Dios.

Esto reafirma un principio que se encuentra en el Antiguo Testamento y en otros lugares del Nuevo Testamento: no es la cantidad dada sino la calidad del entrega al Señor lo que hace aceptable la ofrenda delante de Dios. La viuda quería dar una ofrenda y trajo lo único que tenía, dos monedas de poco valor, confiando que Dios proveería para ella. Su dádiva se basaba en una decisión; de hecho, se basaba en una lucha de fe en la que prevalecieron su gratitud y amor por Dios. Esta fe provenía de las profundidades de su ser. Para el rico, el dar no tenía ningún significado profundo, y era una experiencia trivial, una formalidad en la cual la fe en Dios estaba inactiva.

4. Las ofrendas y la verdadera benevolenciaLo que acabamos de decir sugiere que la verdadera benevolencia es más

que compartir o dar. Tiene que ver con la condición interior de la persona, la fuerza espiritual de su amor a Dios. Este entendimiento excluye el egoísmo del acto de dar. El buscar reconocimiento propio mediante nuestras ofrendas es totalmente incompatible con la verdadera benevolencia. Jesús declaró claramente que debemos dar sin esperar recompensa alguna de otros y que, por consiguiente, nuestra dávida debe ser silenciosa y secreta (Mat. :1-4). El nos prohíbe llamar la atención a nuestra benevolencia111 puesto que es una “transacción” privada entre el individuo y Dios. Jesús rechaza el egoísmo como motivación para dar porque corrompe la ofrenda. La benevolencia no se realiza ante otros; tiene lugar “delante de Dios quien... la hará pública, la recompensará, y castigará las obras secretas en el juicio final”.112 La dádiva debe provenir de un corazón que está dispuesto a dar y debe llegar a ser una respuesta natural de amor a Dios y fe en él

110John Nolland, Luke 18:35-24:53 (Dallas, TX: Word, 1993) 979,

111Véase Robert H Mounce, Matthew (Peabody, MA: Hendrickson, 1985), 53.

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(Luc 6:30). No es menos que una expresión de negación propia hecha por el amor al Reino de Dios.113 Cuando se da una ofrenda con este espíritu, se transforma en un reflejo, en la esfera humana, de la dadivosidad inconmensurable de Dios (véase Mat 10:8; 8:4).

5. Las ofrendas y el ministerio cristianoJesús dijo a los discípulos que es una responsabilidad de la comunidad de

los creyentes proveer para sus necesidades: “el obrero es digno de su alimento” (Mat 10:10). El término traducido “obrero” es ergátes, que se usa en el griego secular para designar a una persona que trabaja por pago.114 En algunos casos se usa en el Nuevo Testamento para referirse a los apóstoles y maestros (véase 2 Tim 2:15). Digno parece reforzar la idea de que la persona debía recibir un pago apropiado.115 Mateo llama el pago trophé (literalmente “alimento”), que en este contexto podría traducirse como “sostén”116 o “salario”. El pasaje paralelo en Luc 10:7 usa la palabra misthos = “salario, pago”. Es de esta declaración de Jesús que la iglesia deriva su autoridad para apoyar el ministerio evangélico mediante las ofrendas de los miembros de iglesia.

Las enseñanzas de Jesús sobre las ofrendas ponen el énfasis principal en la motivación para dar. El culto ofrece la oportunidad de dar ofrendas de homenaje y sumisión, a través de las cuales se reconoce el Señorío de Cristo. Nuestro dar es, por consiguiente, una expresión de nuestra entrega plena a Jesús basada en fe y confianza en él, en una decisión del corazón y no en una formalidad. Cuando damos no estamos motivados por un deseo de reconocimiento propio puesto que el egoísmo y la ofrenda aceptable son incompatibles. Nuestros dones y ofrendas debieran provenir de un corazón lleno de gratitud y amor cuya principal preocupación es la promoción del reino de Dios. Tales personas están en paz con los demás y proveen para las necesidades de sus familias. Las ofrendas deben usarse en la iglesia para promover su misión.

B. Pablo y las ofrendasEn el Nuevo Testamento Pablo, más que ningún otro escritor, es el que discute la

112Luz, Matthew, 357, 58.

113Véase E. Earle Ellis, The Gospel of Luke (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1966), 115; y Norval Geldenu}huys, Commentary on the Gospel of Luke (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1951), 212.

114R. Heiligenthal, “Ergátés”, EDNT vol. 2, 49.

115Véase P. Trummer, “Axios”, EDNT vol. 1, 113.

116Este es el significado que aparece en los documentos griegos; véase James Hope Moulton y George Milligan, The Vocabulary of the New Testament (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1930), 643.

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teología de las ofrendas. Lo hace en tres contextos principales. El primero es el que tiene que ver con su reticencia personal en aceptar ofrendas. En el segundo revela su reacción a las ofrendas que le enviaron y que él ni pidió ni esperaba. Y el tercero tiene que ver con los pasajes relativos a la colecta para los pobres de Jerusalén.

1. La renuencia de Pablo para aceptar ofrendasPablo rechazó su derecho al soporte financiero de su ministerio de parte de

los miembros de iglesia. Escribiendo a los tesalonicenses enfatizó el hecho de que él trabajaba para ganarse el sustento y no aceptaba ofrendas de ellos. Declaró específicamente: hicimos esta obra día y noche “no porque no tuviésemos derecho” de tal ayuda, “sino para daros un ejemplo que imitar” (2 Tes 3:9). Pablo justifica su decisión en el deseo de establecer un ejemplo para los que no están dispuestos a trabajar para ganar su sostén.117 Otra razón que lo llevó a buscar su propio sostén financiero fue para demostrar que no era avaricioso (1 Tes 2:6-9; compárese con Hech 20: 33-35).118 A veces Pablo sentía que el aceptar dinero podía volverse un obstáculo en la predicación del evangelio, lo que da a entender, probablemente, que no quería dar la impresión de que se estaba aprovechando de la iglesia (véase 2 Cor 11:9; 12:14-18).119

Sin embargo, Pablo sabía que tenía derecho al soporte financiero de la iglesia (2 Tes 3:9). En 1 Tes 2:6 dice a la iglesia: “Como apóstoles de Cristo podríamos haberos sido una carga”. Defiende este derecho en términos enfáticamente en 1 Cor 9:1-18. Arguye que como apóstol tiene los mismos derechos que tienen los apóstoles, derechos que los corintios han reconocido en el caso de otros apóstoles.120 El emplea varias ilustraciones basadas en el sentido

117Ernest Best, The First and Second Epistles to the Thessalonians (New York: Harper and Row, 1972), p. 337, quien argumenta que Pablo no está aquí justificando su renuncia al pago como misionero sino la necesidad que tienen los miembros de iglesia de trabajo manual. Si él, que como misionero tenía derecho al mantenimiento económico, había decidido trabajar en otro oficio para vivir, los tesalonisenses que no tienen derecho a ser sotenidos por la iglesia necesitan con mucha más razón trabajar.

118Véase David J. Williams, 1ra y 2da Tesalonicenses (Peabody, MA: Hendrickson, 1992). El escribe: “Es probable que muchos supiesen que Pablo había recibido ofrendas de Filipos. Eso puede haber llevado a algunos a concluir que ahora había venido a Tesalónica con la esperanza de recibir más ofrendas (cf. Fil 4:15 pp)... Pablo presenta a Dios como testigo... de que la codicia no tiene ninguna parte en su servicio misionero”.

119 J. M. Evert, “Financial Support”, en Dictionary of Paul and His Letters, editado por Gerald F. Hawthorne y Ralph Martin (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1993), 296 considera varias razones por las que Pablo rechazó la manutención (de aquí en adelante será citado como DPL).

120Véase Hans Conzelmann, 1ra Corintios, (Philadelphia: Fortress Press, 1975), 152.

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común para justificar su derecho apostólico para el sostén de las iglesias: el servicio militar de sostén propio es prácticamente inimaginable; un granjero tiene la libertad de comer de las uvas que plantó; y un pastor tiene el derecho de beneficiarse de la leche de su rebaño (v. 7).

Pablo apela también a la autoridad del Antiguo Testamento citando Deut 25:4 y concluyendo que “si nosotros sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa que cosechemos de vosotros lo material? Si otros tienen este derecho entre vosotros, ¿no lo tenemos aún más nosotros”? (1 Cor 9:11-12). A esto agrega un argumento que toma de los servicios del santuario: Los levitas eran sostenidos por el diezmo, y los sacerdotes por el diezmo del diezmo y ciertas partes de las ofrendas de sacrificios que se llevaban al altar (v. 13). Pablo usa la ley del Antiguo Testamento acerca del diezmo como modelo de dadivosidad cristiana.121 Según Pablo, la regulación del Antiguo Testamento contaba con el apoyo de Jesús mismo: “De la misma manera, el Señor ha ordenado que los que predican el evangelio vivan del evangelio 2 (v. 14). La frase “de la misma manera” establece que la regla del Antiguo Testamento es válida no sólo para los judíos sino también para los cristianos.122 El Señor mandó a la iglesia aplicar la misma regla para sostener el ministerio de la iglesia. El verbo “mandar” es una traducción de diatásso que significa “ordenar”, “proclamar un edicto””.123

Designa una declaración oficial y normativa, en este caso del Señor.El rechazo de Pablo en aceptar ofrendas no era un rechazo de la práctica

bíblica que el Señor apoyó y que había llegado a ser una práctica aceptada en la iglesia para el sostén del ministerio evangélico (véase 1 Ped 5:2). Pablo estaba simplemente usando su libertad para proclamar el evangelio sin ocasionarle gastos a los corintios a fin de proteger la integridad de su ministerio apostólico.

2. Pablo como recipiente de las ofrendasNo todas las iglesias gentiles aceptaron la decisión de Pablo de trabajar en

la proclamación del evangelio sin recibir pago. A pesar de su reticencia, las iglesias en Macedonia lo apoyaron mientras estaba en Corinto (2 Cor 11:9). Es en Filip 4:10-19 que Pablo analiza el impacto y significado de la generosidad de los macedonios.

Mientras estaba en prisión Pablo recibió la visita de Epafrodito, un mensajero de las iglesias de Macedonia quien trajera con él una ofrenda de las iglesias para Pablo. En la epístola a los filipenses, Pablo discute el significado de esta ofrenda y establece varias cosas importantes. Primero, la ofrenda de

121Véase nuestro trabajo, “La mayordomía y la teología del diezmo”.

122Con Conzelmann, 1ra Corintios, 157.

123Véase Gerard Delling, “Diatásso”, en Theological Dictionary of the New Testamento, vol. 8, editado por Gerard Kittle y Gerard Friedrich (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1972), 34, 35 (de aquí en adelante será citado como TDNT).

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Macedonia era una expresión de preocupación o interés por Pablo como predicador del evangelio (Filip 4:10). El verbo froneo que se traduce “estar preocupado” es difícil de traducir en castellano. Combina las ideas de pensar y simpatizar y designa un vínculo emocional124 que une el intelecto y la voluntad.125

No significa simplemente pensar acerca de alguien sino estar sinceramente interesado y dispuesto a hacer algo por esa persona. Este tipo de preocupación busca la oportunidad para expresarse en forma tangible. La ofrenda de los macedonios no era el resultado de un arranque emocional, sino que se basaba en un análisis racional, en el reconocimiento de una necesidad real de alguien a quien se estaba unido emocional y espiritualmente, y con cuya misión podían identificarse. Ellos se preocupaban por Pablo en pensamiento y acción, y la ofrenda era la prueba de esta profunda preocupación.126 Esto sugeriría que la ofrenda debía ser la expresión de una preocupación seria y de interés en el bienestar de la iglesia y en el cumplimiento de su misión.

Segundo, mediante esta ofrenda los macedonios participaron de las aflicciones de Pablo (Filip 4:14). Las aflicciones son las pruebas que Pablo experimentaba en la predicación del evangelio. El verbo sunkoinoneo esta relacionado con el sustantivo koinonía = “compañerismo, participación”, y significa “Participar, compartir con alguien”. La idea básica del verbo y el sustantivo es “tener algo en común con alguien”, haciendo posible que ambos tengan comunión y compañerismo.127 Los macedonios participaban en las pruebas de Pablo, haciéndolas suyas, y privándose a sí mismos de algo para dar una ofrenda. Pablo participó del bienestar de ellos al recibir sus ofrendas. De esta forma se unieron en propósito y experiencia. Las ofrendas llegaron a ser un enlace de simpatía y amor entre los creyentes. El ministerio de Pablo llegó a ser el ministerio de ellos también.128 Los macedonios se volvieron copartícipes de Pablo en “su encarcelamiento y sufrimiento, aunque estaban a muchas millas de él. En su genuino y profundo sentido de preocupación que se expresaba en una acción constructiva en favor del apóstol, y por consiguiente, en favor del evangelio, habían tomado sobre sí algo de su carga”.129

Tercero, se acreditó la ofrenda de los macedonios a la cuenta de ellos (Filip 4:17). Es significativo notar que para Pablo, el valor de esta ofrenda no se

124Véase Gerar F. Hawthorne, Philippians (Waco, TX: Word), 22.

125Véase J. Goetzmann, “Phronesis”, NIDNTT, vol. 2, 617.

126Véase Georg Bertram, “Phren”, TDNT, vol. 9, 233.

127Véase P. T. O’Brien, “Fellowship, Communion, Sharing”, DPL, 293.

128Ibid, 294.

129Hawthorne, Phillippians, 202.

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encontraba en el hecho de que suplía una necesidad que él tenía, sino más bien en el beneficio que contenía para los macedonios mismos.130 El crédito, provecho, fruto, en la cuenta de ellos estaba creciendo, incrementándose. Pablo estáusando terminología comercial para describir la bendición espiritual que recibían quienes daban. La inversión material produce grandes dividendos espirituales en las vidas de los dadores.131

Cuarto, el don que dieron los macedonios a Pablo era un don aceptable al Señor (Filp 4:18). El verdadero recipiente de esta ofrenda era Dios, no Pablo. Pablo expresa esta idea al referirse a la ofrenda en el lenguaje del sacrificio: es un incienso fragante, un sacrificio aceptable y agradable a Dios. La ofrenda ha sido removida, por así decirlo, de la esfera de la benevolencia secular a una interpretación de significado espiritual pues ésta no sólo los une a Pablo sino que también sirve para fortalecer la relación de los creyentes con Dios. Aquí se establece un principio importante: “lo que se haga por el siervo se hace en realidad para el señor; lo que se da a un hijo de Dios se lo da en realidad a Dios mismo” (compárese Mat 10:40-42).132 El sostén del ministerio evangélico y de la misión de la iglesia mediante las ofrendas es siempre una experiencia espiritual.

Quinto, la ofrenda de los macedonios testifica que Dios suple las necesidades del dador (Filip 4:19). Las iglesias en Macedonia no eran ricas en posesiones materiales (2 Cor 8:2); aún así, dieron. Filip 4:19 parece ser tanto una oración como una declaración, una expresión de confianza en el cuidado de Dios por su pueblo.133 Aquellos que dan ofrendas no se preocupan demasiado por sus propias necesidades, porque el amor de Dios es suficientemente poderoso para sostenerlos. Al referirse a Dios como el dador, Pablo está indicando que es ahí donde debe localizarse la verdadera motivación para la dadivosidad humana. Dios provee para las necesidades de los macedonios y luego los usa para suplir las necesidades de Pablo.

Pablo aceptó con renuencia esta ofrenda y procedió a informar a los macedonios que la había recibido: “He recibido pleno pago y aún más” (v. 18). Usa aquí otro término del mundo de las transacciones de negocios. El verbo apecho = “he recibido” significa “he recibido en pleno”, y funciona como un recibo. En la época del Nuevo Testamento este verbo se escribía sobre un recibo para indicar que se había pagado en su totalidad la cantidad indicada.134 Aquí, en el v. 18, “Pablo presenta lo que equivale a un recibo por la ofrenda que la iglesia

130Véase F. F. Bruce, Phillippians (Peabody, MA: Hendrickson, 1983), 154.

131Hawthorne, Phillippians, 206.

132Ibid, 206, 07.

133Con Ralph P. Martin, Phillippians (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1976), 168.

134Véase Moulton and Milligan, Greek, 57, 58.

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de Filipos le envió”.135 Esto implica que los que dan una ofrenda debieran ser informados de que ésta fue recibida, registrada, y que fue usada con el fin indicado. Surge aquí el elemento de responsabilidad de parte de los que reciben las ofrendas. Ellos deben dar cuentas por el dinero que se les confía.

La ofrenda de los macedonios era una manifestación de un verdadero interés por Pablo y su ministerio apostólico. Fue este interés por él lo que los unió a Pablo en sus pruebas y en el cumplimiento de su misión y el que también enriqueció sus vidas espirituales porque la ofrenda era principalmente para Dios y no para Pablo. Su dádiva fue precedida por la dádiva de Dios y preocupación por ellos. Pablo guardó registros adecuados de su ofrenda y les envió un recibo.

3. Pablo y la colecta: una ofrenda especialLa teología de Pablo acerca de las ofrendas aflora de manera particular en

su discusión e interpretación de la colecta que juntó entre las iglesias gentiles para la iglesia de Jerusalén.136 Esta ofrenda especial fue tan importante que la menciona en varias de sus epístolas (Rom 15:25-28; 1 Cor 16:1-4; y 2 Cor 8-9). Para esclarecer su significado y relevancia teológica, examinaremos los conceptos y principios que Pablo vinculó a esta ofrenda.

a. Motivación para dar Además de la necesidad obvia de la iglesia de Jerusalén, Pablo

hace una serie de declaraciones que parecen proveer una motivación teológica para participar en la colecta.

(1) El don de la gracia de Dios En 2 Cor 8:1 Pablo le señala a los corintios la gracia que

Dios diera a las iglesias de Macedonia y que las llevó a contribuir en la colecta. Esto podría interpretárselo como significando que la gracia de Dios obró en ellos creando una disposición a dar,137 o que la gracia salvífica de Dios llegó a las iglesias como un don mediante la proclamación del evangelio. En este último caso, el hecho de que Dios dio a su Hijo como un acto de gracia para la salvación de los macedonios, motivó la dádiva.138 Pero ambas ideas concuerdan con el contexto. Los macedonios dieron una

135A. Horstmann, “Apecho”; EDNT, vol. 1, 121.

136Para un resumen de la discusión entre los especialistas sobre los detalles históricos y teológicos vinculados con la colección, referimos al lector a S. McKnight, “Collection for the Saints”, DPL, 143-147. Ofrece una importante información bibliográfica.

137Véase Victor P. Furnish, 2da Corintios (New York: Doubleday, 1984), 399, 413.

138Véase Hans Dieter Betz, 2da Corintios 8-9 (Philadelphia: Fortress, 1985), 42.

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ofrenda porque la gracia de Dios se manifestó en Cristo como un don de salvación y esa misma gracia estaba obrando en sus corazones.139

(2) El ejemplo de CristoEn 2 Cor 8:9 Pablo sintetiza el contenido de un mensaje

que desarrolló en Filip 2:6-11: “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor de vosotros se hizo pobre, siendo rico; para que vosotros fueseis enriquecidos con su pobreza”. La disposición de Cristo de entregar todo por la iglesia fue una revelación sublime de amor que debía motivar a los corintios a dar una ofrenda para los pobres de Jerusalén.140

(3) Las bendiciones de DiosPablo les recuerda a los corintios que la abundante gracia

de Dios puede proveer para ellos lo que necesitan a fin de capacitarlos para dar (2 Cor 9:8-11). Nótese que la dádiva divina se origina en la gracia de Dios y no es una reacción de Dios ante la ofrenda de los corintios; Dios no está endeudado con ellos.141 Sus bendiciones son actos de gracia para los corintios que les provee a ellos la oportunidad de compartir lo que ya recibieron gratuitamente del Señor.

La bendición divina, dice Pablo, resulta en autarkeia = “abundacia”: Dios proveerá a todas vuestras necesidades (v. 8).142

Pablo asocia la abundancia con la riqueza económica. Pero esta abundancia es para él un don de Dios y no, como se ha creído en algunas escuelas contemporáneas de filosofía, el resultado de una disciplina personal estricta e independiente de Dios y que se basa en un intento por vivir en armonía con la razón.143 En Filip. 4:12-13 él afirma una independencia de circunstancias externas , es decir una auto suficiencia basada en su confianza o dependencia en el poder fortalecedor de Dios.144 Pablo entiende también suficiencia propia como ser capacitado por Dios “para relacionarse

139Véase Ralph P. Martin, 2da Corintios (Waco, TX: Word, 1986), 252, 53.

140Betz, 2da Corintios, 61.

141Con Furnish, 2da Corintios, 447.

142 ?Betz, 2da Corintios, 110.

143Véase Furnish, 2da Corintios, 448; G. Kittel, “Autarkei”, TDNT vol. 1, 466; B. Siede, “Arkeo”, NIDNTT vol. 3, 727.

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en forma más efectivamente con otra gente, no para separarse de los demás”,145 ayudándoles cuando lo necesiten. Pablo parece considerar la suficiencia propia financiera como alcanzable, porque la riqueza y la gracia de Dios no se excluyen necesariamente. Según él “la riqueza debiera vérsela como un don de la beneficencia de Dios más que como el resultado de un logro puramente humano”.146 La ofrenda de los corintios debía estar motivada por la convicción de que es Dios quien les provee lo necesario para que lo compartan con otros. De esta manera, se alienta a los corintios a vencer el egoísmo.

b. Planificación La participación en la colecta no era un acto accidental sino bien

planeado. Pablo menciona al menos tres elementos importantes en la organización de la ofrenda.

(1) Basada en los ingresos personalesPablo no requiere una cantidad específica de dinero de cada

miembro de iglesia sino que establece un principio bíblico que debía ser usado por todos al decidir cuánto dar: “según vuestros medios” (2 Cor 8:11). El criterio a usarse se basa en lo que la persona tiene (v. 12), esto es, de acuerdo a como el Señor lo prosperó (1 Cor 16:2). Esta decisión es obviamente un privada y personal.

(2) Separarla en el hogarLa idea de separa en el hogar la cantidad que debe

ofrecerse es sugerida en 1 Cor 16:2: “Cada primer día de la semana cada uno de vosotros debe poner aparte una suma de dinero...” La frase “cada uno de vosotros” podría traducírsela “cada uno de vosotros por sí mismo”, y sugiere algo hecho en privado en el hogar. Determinar y poner aparte la ofrenda era un asunto de familia.147 En el Antiguo Testamento, se ponían las ofrendas aparte o se las consagraban en el hogar y más tarde se las llevaba al

144P. T. O’Brian, “Mysticism”, DPL, 625.

145Furnish, 2da Corintios, 448.

146Betz, 2da Corintios, 110.

147William F. Ore y James A. Walther, 1ra Corintios (New York: Doubleday, 1976), 356, sugieren que la ofrenda era proporcional y sustancial y que separarla era una actividad de la familia.

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templo. Esto es lo que Pablo parece estar sugiriendo.

(3) Dar la a instrumentos nombradosPablo estaba consciente de cuán importante era para los

miembros de iglesia saber y estar seguros de que la colecta sería manejada en forma adecuada. Un error accidental en el manejo de las ofrendas dañaría su reputación como líder espiritual, y daría crédito a las acusaciones que los falsos apóstoles levantaban contra él. Por consiguiente, envió a Corintio a Tito, su delegado apostólico, acompañado por dos hermanos que eran bien respetados en las iglesias, para recoger las ofrendas (2 Cor 8:17-23; 8:3). Uno de los hermanos fue elegido o nombrado por las iglesias para acompañar a Tito. Representaba a otras iglesias que participaban en la colecta (8:19). La palabra griega cheirotonein = “elegir”, significa originalmente “elegir por una muestra de manos”, y sugiere cómo fue elegida esa persona.148 El segundo hermano puede haber sido elegido por Pablo o por las iglesias (véase v. 22). Esta persona había sido probada y demostrado ser confiable.

Fue a estas tres personas confiables y bien calificadas, que se dieron las ofrendas. Ellos representaban al apóstol y a las iglesias, lo que sugería que no se estaba dando la ofrenda a Pablo sino a la iglesia.

La ofrenda global sería llevada a Jerusalén por personas aprobadas por la iglesia, personas a quienes Pablo daría cartas de presentación (1 Cor 16:3). Todo esto fue hecho para evitar cualquier critica y para hacer lo que era correcto no simplemente delante del Señor, sino también ante los ojos del pueblo (2 Cor 8:20-21).

La logística de la colecta tuvo varios propósitos. Los miembros de la iglesia conocían a quién debían dar la ofrenda. Además, los que la recogían debían estar dispuestos a rendir cuentas por la tarea asignada. Pablo fue cuidadoso en hacer claro que la ofrenda no debía ser usada incorrectamente o dedicada a un fin diferente al asignado. El como líder de iglesia era responsable por la colecta.

c. Actitud hacia dádivaLa colecta fue una ofrenda voluntaria, pero Pablo esperaba que

fuese dada con el espíritu adecuado. El hizo un esfuerzo especial para clarificar el significado y la importancia de esta ofrenda.

148Véase Furnish, 2da Corintios, 422; y Betz, 2da Corintios, 74, 75.

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(1) Dar es un privilegioAparentemente Pablo no pidió a los macedonios que

participasen en la colecta porque eran pobres. No obstante, para sorpresa de Pablo, ellos rogaron e insistieron en “el privilegio de compartir en el servicio de los santos” (2 Cor 8:4). El término griego traducido “privilegio” es charis, que se traduce usualmente por “gracia”, y que aquí significa “ación de gracia”, esto es hacer algo que es considerado un privilegio.149 Para el cristiano es un privilegio poder realizar una acción de gracia hacia otros. Los macedonios habían recibido la gracia de Dios (2 Cor 8:1), y ahora consideraban un privilegio permitir que la gracia se manifestase mediante ellos ayudando a otros.

(2) Dando voluntariamenteLos macedonios dieron sus ofrendas “sobre sus fuerzas” (2

Cor 8:3). Pablo no les pidió dar; ellos dieron de su propia iniciativa. El término griego authaíretos=, traducido “sobre sus fuerzas”, significa “espontáneamente”. La ofrenda se basaba en una decisión voluntaria del corazón (2 Cor 9:7). Dar de corazón significa que no se da la ofrenda renuentemente o bajo compulsión. El término lupe = “tristeza”, usado en 2 Cor 9:7, se lo traduce en el Nuevo Testamento por “herida, dolor”. Aquí se refiere a los que consideran el dar como doloroso para ellos, pero que no se atreven a decir que no. Dan de mala gana. El término anágke = “por necesidad”, significa actuar bajo el control o influencia de alguien o algo y no de nuestra propia voluntad. Niega el elemento de libertad en el sujeto de la acción. La compulsión podría ser el resultado de la presión del grupo o del líder, haciendo sentir a la persona que no tiene otra alternativa excepto la de dar. Pablo contrasta el dar de mala gana o bajo compulsión con la actitud de gozo que debiera caracterizar al dador (2 Cor 9:7). Es esta disposición interior positiva y no la cantidad dada la que hace la ofrenda aceptable delante de Dios (2 Cor 8:12).

(3) Dar generosamenteLas bendiciones abundantes de Dios debieran impulsar a

los cristianos a dar generosamente (2 Cor 9:11, 13). El término griego aplotes = “generosidad” es significativo pero difícil de rendirlo en castellano. La traducción común es “simplicidad, sinceridad”.

Es difícil traducir el término porque contiene una

149Con Martin, 2da Corintios, 254.

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variedad de significados que se expresan en castellano en maneras diferentes. En 2 Cor 8:2, se usa el término para describir a los macedonios como gente de “simplicidad, sinceridad, rectitud, franqueza”, tanto como “generosidad y liberalidad”. Juntos estos términos expresan el ideal antiguo de la vida simple. Según esta idea cultural, se esperaba que la gente que vivía una vida simple mostrase generosidad en su vida y en su hospitalidad.150

Para Pablo, la vida simple y generosa del cristiano es una imitación de la actitud de su Señor (2 Cor 8:9). Esta generosidad se expresa a veces al dar más de lo que uno es capaz de dar (8:3), pero Pablo espera que los corintios den sólo de acuerdo a sus medios. Aún así, debían tratar de sobresalir en su generosidad, abundando en la gracia de dar (8:7).

(4) Dar y auto darsePablo fue impresionado por la participación inesperada de

los macedonios en la colecta y lo atribuyó a la disposición desinteresada que les caracterizaba y al hecho de que “se dieron a sí mismos primeramente al Señor y entonces a nosotros” (2 Cor 8:5). Toda ofrenda es, en cierto sentido, la ofrenda de la persona en una consagración a Dios y al servicio de su iglesia (“a nosotros”). De allí que una ofrenda es la expresión tangible, la “encarnación”, de una disposición del corazón, de nuestra disposición a rendir y consagrar nuestras vidas al Señor.

d. Propósito de la colectaEl primer propósito, y el más obvio, de la colecta era el de suplir

las necesidades materiales de la iglesia de Jerusalén (Rom 15:26; 2 Cor 9:12). Pero éste no era un simple acto de benevolencia social. Pablo se refiere a la colecta como “un servicio” (leitourgia), y aunque el término se usa en la literatura griega para designar un servicio llevado a cabo a expensas de uno mismo, en un sentido no religioso, el contexto de 2 Cor 9:12 muestra que Pablo lo usó en sentido religioso, significando “servicio, culto”. La ofrenda que se daba para suplir las necesidades de la iglesia de Jerusalén era un acto de adoración al Señor.151

El segundo propósito de la colecta era el de fortalecer la unidad de la iglesia y dar expresión a esa unidad en forma objetiva. Era “una expresión tangible de la unidad de los judíos con los gentiles”.152 Los

150Betz, 2da Corintios, 44, 45.

151Véase H. Balz, “Leitourgía”, EDNT vol. 2, 34, 49.

152Everts, “Financial”, 299.

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judíos compartieron sus bendiciones espirituales con los gentiles, y ahora los gentiles compartían sus bendiciones materiales con los judíos (Rom 15:27). Había sólo una iglesia, la universal, que se caracterizaba por un espíritu de verdadero compañerismo en Cristo. Pablo percibió que era necesario para la iglesia mundial expresar su unidad en mensaje y misión, y encontró en esta ofrenda un canal por el cual esta unidad podía lograrse. Las bendiciones materiales y espirituales de las iglesias pertenecían, por así decirlo, a la Iglesia de Cristo.

El tercer propósito de la colecta era el de promover igualdad financiera (2 Cor 8:13-15). Esta es la igualdad que se produce por el “equilibrio entre la escasez y la abundancia que debe existir entre las iglesias”.153 El concepto subyacente es el de asociación o compañerismo, koinonia, sugerido en Hech 2:44-45.154 Es importante observar que Pablo basa su argumento en un pasaje del Antiguo Testamento: “El que juntó mucho, no tuvo de más; y el que poco no tuvo de menos” (2 Cor 8:15; vea Ex 16:18). El llamado a la igualdad se basa en la comprensión de que es Dios quien provee lo necesario. Al compartir sus bendiciones, los creyentes trabajan con Dios en la creación de la igualdad financiera de la iglesia. Los que tenían mucho debían compartir con aquellos que tenían menos “para que haya igualdad” (2 Cor 8:14). La distribución equitativa de la riqueza puede ser imposible en el mundo, pero debe ser una realidad dentro de la iglesia.

El cuarto propósito de la colecta era el de expresar el amor cristiano. La participación en la colecta era una prueba de la sinceridad del amor de los corintios (2 Cor 8:8; compárese con el v. 24). Esto está estrechamente relacionado con la unidad de la iglesia debido a que el amor une a la iglesia con Cristo. La ofrenda le da la oportunidad al amor de ir más allá de la esfera de un concepto o idea, a la arena de la conducta cristiana como principio activo. Los corintios habían prometido participar en la colecta, pero no habían cumplido con su promesa. Ahora Pablo los desafía a demostrar su amor en acción (2 Cor 9:1-5).

El quinto propósito de la colecta era el de alabar a Dios. Pablo dijo que la ofrenda estaba “abundando en muchas expresiones de gracias a Dio” (2 Cor 9:12).155 Siendo que bendeciría a los creyentes en Jerusalén, la ofrenda era motivo de alabanza a Dios (v. 13). El propósito primordial de toda ofrenda debiera ser glorificar a Dios porque por medio de nuestras ofrendas confesamos que Dios es quien proveyó los medios y creó la

153T. Holtz, “Isos”, EDNT vol. 2, 202.

154Furnish, 2da Corintios, 419.

155Véase Martin, 2da Corintios, 293.

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disposición a dar en el corazón humano. La generosidad redundará en actos de agradecimiento a Dios (v. 11).

Pablo motivó a los corintios a dar ofrendas al recordarles la gracia de Dios, la que recibieron gratuitamente, señalándoles el sacrificio de Cristo, y asegurándoles el constante amor de Dios que se manifiesta en las bendiciones que recibían cada día. Para Pablo, dar era un privilegio porque la gracia de Dios estaba usando a los que daban. Esto quiere decir que una ofrenda debe ser dada de corazón y constituirse en una experiencia gozosa. Debe ser generosa y de una manera muy especial, debe ser un acto de auto entrega. Una ofrenda, según Pablo, era un medio de suplir las necesidades de la iglesia, pero también contribuía a la unidad de la iglesia y a la igualdad financiera. Mediante la colecta, se expresaba el amor cristiano y se alababa a Dios. La ofrenda Debía basarse en la situación financiera de la familia, separarse en casa, para luego darse en el momento señalado a los instrumentos designados por la iglesia. Se esperaba un manejo adecuado de los fondos de aquellos que dirigían la colecta.

C. Ofrendas en HechosEl libro de los Hechos menciona algunos problemas financieros que debió

confrontar la iglesia apostólica a medida que se desarrollaba y crecía hasta ser un movimiento mundial. Aunque los Hechos no dicen mucho acerca de las ofrendas, sería útil para nuestro propósito, examinar los pasajes pertinentes. Esos pasajes muestran un interés particular en las ofrendas a favor de los pobres en la iglesia.

1. Ofrendas para los pobresSegún Hech 2:44 los miembros de la iglesia apostólica tenían “todas las

cosas en común”, esto es, sus posesiones estaban al servicio de la iglesia y de su misión. Esto no debe entenderse como que debían vender todo lo que tenían y darlo a la iglesia. Lo que se dice es que a medida que surgían necesidades ellos vendían algunas de sus propiedades para proveer para las necesidades de los demás (Hech 4:34-35).156 Por consiguiente, esta práctica no era un rechazo al derecho a propiedad privada sino más bien su reconocimiento balanceado por la disposición a servir a otros.157 Esto era necesario porque en esa época un número de nuevos conversos eran pobres. Esta práctica era probablemente una continuación de la vida comunitaria fraternal de Jesús y sus discípulos (compárese Luc 8:3; Juan 12:4-6; 13:6-9).158

Hay dos ejemplos específicos que ilustran la práctica que se seguía la

156Véase David J. Williams, Hechos (Peabody, MA: Hendrickson, 1985), 93, 94.

157Véase French L. Arrington, The Acts of the Apostles (Peabody, MA: Hendrickson, 1988), 54.

158F. G. Untergassmair, “Koinos common”, EDNT vol. 2, 302.

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iglesia. Bernabé tenía una propiedad y decidió venderla y traer el dinero a la iglesia para proveer para las necesidades de los pobres (Hech 4:36-37). Vendió la propiedad y trajo el dinero a los discípulos. El segundo ejemplo es el de Ananías y Safira (5:1-11). Hicieron una promesa similar, pero después de vender la propiedad decidieron retener secretamente una parte del dinero. No obstante, querían dar la impresión de que estaban trayendo a los apóstoles la cantidad completa.

La experiencia de Ananías y Safira revela varios aspectos importantes acerca de este tipo de ofrenda. En primer lugar, la donación no era un simple acto de benevolencia social, sino una ofrenda que se traía al Señor. Quien finalmente recibía la ofrenda era el Espíritu Santo. Esto explica la razón por la que Pedro les dijo: “Habéis mentido al Espíritu Santo” (Hech 5:3). En segundo lugar, la ofrenda era voluntaria; de ninguna manera se forzaba a alguien a vender una propiedad. Aparentemente, después de vender la propiedad, Ananías y Safira podían ser honestos con los apóstoles quedarse con el dinero (Hech 5:4).159 En tercer lugar, una vez más somos testigos del hecho de que la motivación es de valor primario en la ofrenda. En el caso de Ananías y Safira, la determinación que habían hecho con respecto a su propiedad, estaba motivada “por el deseo de ganar la reputación de ser generosos, y no por una preocupación genuina por los necesitados que había entre ellos”.160 Su egoísmo, que se manifestaba en una preocupación ingobernable por mantener su seguridad financiera, los condujo a violar un compromiso hecho con Señor. Esta pareja rechazó el Espíritu Santo, quien guía a los creyentes y a la iglesia, y a su vez el Espíritu los rechazó a ellos también. Finalmente, este incidente muestra que es correcto e importante hacer promesas al Señor, pero es igualmente importante cumplir tales promesas.

El procedimiento seguido en la colecta y distribución o uso de la ofrenda era simple. Los creyentes decidían por sí mismos vender una parte de la propiedad y prometían dar todo el dinero, o tal vez una parte del mismo a la iglesia. Se daba el dinero a los apóstoles, quienes se hacían responsables por administrarlo (Hech 4:37). Este puede haber sido el sistema que la iglesia estableció y que los creyentes siguieron.

A medida que la iglesia crecía, era más evidente que los apóstoles no podían manejar las finanzas de la iglesia y al mismo tiempo proclamar el evangelio a tiempo completo. Pronto descubrieron que era imposible hacer bien ambas cosas. El problema se agudizó cuando un grupo se quejó de que algunas viudas estaban siendo descuidadas en la distribución del pan (Hech 6:1-6). Esto los llevó a una revisión de los procesos administrativos, de tal forma que los apóstoles se reunieron con los discípulos de la iglesia (miembros de iglesia) y juntos aprobaron un nuevo plan. Como resultado, se eligieron siete hombres que

159Véase Williams, Hechos, 97.

160Arrington, Hechos, 57.

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se encargasen de la distribución del pan. En el proceso de selección buscaron personas que estuviesen “llenas del Espíritu y de sabiduría” (Hech 6:3). En otras palabras, se requirieron dos calificaciones importantes. En primer lugar, eran líderes espirituales consagrados al Señor y poseídos por el Espíritu; y en segundo lugar, se esperaba de ellos que tuviesen algún conocimiento sobre asuntos administrativos, particularmente en el manejo de los fondos.161 La combinación de estos dos elementos muestra que la administración de las finanzas de la iglesia no tiene que ver con una teneduría de libros de índole secular, sino que es un asunto profundo y esencialmente espiritual.

En el fundamento de la ofrenda que estamos considerando se encuentran algunos conceptos teológicos importantes. Siendo que se han discutido la mayoría de esos conceptos en el contexto de otras ofrendas, las mencionaremos aquí sólo en forma breve. La ofrenda reflejaba una abundancia de la gracia de Dios en los corazones de los creyentes pues se la vincula con la declaración de que todos los creyentes “disfrutaban de abundante gracia” (Hech 4:32). El evangelio modificó radicalmente su concepto de la mayordomía. Ellos sabían quién era el verdadero Propietario. Finalmente, así como ocurrió con la colecta paulina, la ofrenda era un testimonio de la unidad de la iglesia; todos eran “de un mismo corazón y pensar” (Hech 4:32). Tenían un Señor, una fe, un bautismo, y un Dios (compárese Efe 4:4-5) --eran unos en Cristo, lo que se demostraba “en su prontitud para satisfacer las necesidades de los demás”.162 Se expresa la unidad espiritual en manifestaciones tangibles de amor, y en este caso en particular la ofrenda cumplía con ese papel.

2. Ofrendas especialesHech 11:27-30 refiere una ofrenda especial que envió la iglesia de

Antioquía a Jerusalén. Esta era otra ofrenda voluntaria. El profeta Agabo predijo la venida de una hambruna severa en el imperio romano, y esto impulsó a la iglesia “a proveer ayuda para los hermanos que vivían en Judea” (Hech 11:29). Este era un fondo especial que debía usarse en la emergencia inminente. Cada uno dio lo que podía dar, y se entregó la ofrenda a Bernabé y a Pablo para que la llevasen a la iglesia de Jerusalén. La ofrenda “estuvo motivada por el amor de Cristo, expresaba la solidaridad del compañerismo cristiano, y mostraba que Dios había recibido a los gentiles en la iglesia. La congregación en Antioquía no se consideró a sí misma como una entidad aislada de la iglesia madre en Jerusalén. Se consideró natural enviar ayuda a otra parte del cuerpo que estaba teniendo dificultades”.163 Esta ofrenda parece haberle provisto a Pablo un antecedente y modelo teológico para su colecta posterior a favor de la iglesia de Jerusalén.

161Con Williams, Hechos, 118.

162Ibid, 92.

163Arrington, Hechos, 121.

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Hechos nos dicen que los miembros de la iglesia ponían sus posesiones al servicio de la iglesia. Esto se basaba en el entendimiento de que Dios era el real dueño de lo que tenían. Su disposición a dar era el resultado de la obra de la gracia de Dios en sus corazones. Aquellos cuyas ofrendas estaban motivadas por el egoísmo, eran rechazados. Se daba la ofrenda a Dios, aunque era recibida por instrumentos humanos, los apóstoles. Se ponía la administración de los fondos en las manos de personas capaces que conocían cómo manejar el dinero, y eran a su vez gigantes espirituales en la iglesia.

IV. RESUMEN Y CONCLUSIONES

Hemos examinado una buena cantidad de material bíblico sobre el tema de las ofrendas y es tiempo ahora de que sinteticemos nuestras conclusiones. Prácticamente cada pasaje que estudiamos tiene algo que contribuir a una mejor comprensión del significado de las ofrendas. En la mayoría de los casos detectamos un número de temas subyacentes que aparecen bastante a menudo en la discusión.

El fundamento teológico de la práctica de traer ofrendas al Señor parece estar formado por tres conceptos teológicos principales que se encuentran interrelacionados. El primero es soteriológico, es decir, la disposición una constante y amante de Dios de por salvar a los seres humanos del poder del pecado. La salvación es una revelación de la gracia de Dios y nos llega como un don inmerecido que debe aceptarse por la fe en Cristo. La revelación que Dios hizo de sí mismo dejó en claro que él es el Más Grande Dador del universo. En el Antiguo Testamento la disposición de Dios para salvar se manifestó de una manera particular en el Éxodo cuando el Señor redimió a su pueblo del poder esclavizante de Egipto. En el Nuevo Testamento, la salvación de Dios alcanzó su suprema manifestación en el don de su Hijo como el único medio de salvación. El Padre y el Hijo pusieron la gracia al alcance de todos los que por fe en Cristo aceptasen ese don. Dios proveyó la ofrenda que ninguna otra persona podía proveer. La dádiva humana es un pálido reflejo de la dádiva divina.

El segundo elemento en el fundamento teológico es la fidelidad de Dios a sus promesas, la constancia de su palabra. En el Ser Divino no hay inconsistencia ni en palabra ni en hechos. El prometió morar con los seres humanos, proveyéndoles de identidad y supliendo sus necesidades, y cumplió con sus promesas. El Señor es confiable y responsable. Sus criaturas pueden esperar y confiar en él. Hay una constancia en el carácter divino que lo hace digno nuestra confianza. El es fiel a sí mismo, a su propio carácter.

El tercer elemento en el fundamento teológico es el Señorío de Dios. El Dios que nos salvó libremente y que es fiel a sus promesas es también nuestro Señor. Entró en una relación de pacto con nosotros al aceptarnos como pueblo suyo, y nosotros le aceptamos como el Señor del pacto. Su Señorío no se restringe a la esfera espiritual, sino que incluye de una manera más concreta el reconocimiento de que todo lo que tenemos es suyo porque él nos lo dio. El Señorío divino significa que él es el Dueño, pero que está

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dispuesto a dar en forma natural de lo que es suyo a su pueblo. Por consiguiente, lo que su pueblo posee le llega como un don o bendición del Señor del pacto.

Además de otros elementos, los tres fundamentos teológicos que hemos discutido proveen para nosotros la motivación para dar. Los seres humanos son llamados e impulsados a dar porque la gracia de Dios se reveló en el don gratuito de la salvación mediante Cristo. El cristiano posee el ejemplo sublime de Dios y de su Hijo como modelos de benevolencia. Nuestra dádiva debe ser moldeada por el dar divino. Creados a la imagen de Dios, los seres humanos deben imitar la disposición divina a dar. Siendo que Dios da libremente, los seres humanos debieran dar libremente también.

Los cristianos están motivados a dar porque Dios, quien guarda sus promesas, está constantemente bendiciendo y protegiendo a su pueblo. Esas bendiciones nos llegan en diferentes maneras, pero Dios está siempre bendiciéndonos. Dios, por consiguiente, no es una persona que dio en el pasado y que ahora no da más. Es a través de su dar providencial que está preservando su creación. El hecho de que está constantemente dando nos provee un modelo y una razón para dar a los seres humanos. De allí que nadie debiera venir a adorarlo con las manos vacías.

El reconocimiento del Señorío de Dios debiera ser un factor motivante para que demos. Probablemente, los que se perciben a sí mismos como dueños no darán por amor. El reconocimiento del hecho de que hay un Señor que gobierna el universo y es dueño de lo que hay en él, yace en la base de la benevolencia. Dios quiere usarnos en la administración y distribución adecuada de sus bienes. Bajo este trasfondo teológico, no podemos vernos sino como mayordomos suyos que gozosamente usan lo que él les dio para promover su plan.

Otra motivación para dar se encuentra en el reconocimiento de que Dios está obrando la salvación de la humanidad a través de su iglesia. Trajo la iglesia y el ministerio evangélico a la existencia para continuar revelando su gloria al mundo. Los miembros de la iglesia apostólica encontraron su más grande gozo en la promoción de la causa de Dios mediante sus ofrendas. Nada era más importante para los creyentes que la proclamación del evangelio, y consideraban un privilegio ser instrumentos de Dios en esa tarea. Contarle a otros que Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo era tan significativo para ellos que a veces algunos cristianos dieron ofrendas que iban más allá de sus recursos.

En síntesis, podemos decir que el amor a Dios es lo que motiva a los cristianos a dar ofrendas, un amor desinteresado cuyo foco de atención es Dios y los seres humanos. El dar motivados por una sed de reconocimiento propio está fuera de lugar en la vida cristiana. Jesús instó a los creyentes a dar calladamente, en forma silenciosa, esperando su recompensa de Dios. El egoísmo mancha la ofrenda y la vuelve inaceptable para Dios. Tampoco debía darse una ofrenda para obtener o ganar simpatía, amor o reconocimiento delante de Dios. Es sólo por medio de la ofrenda sacrificial de Cristo que somos aceptados por Dios.

Este último comentario nos conduce lógicamente a una definición de lo que es una ofrenda aceptable. Aparecen varios elementos en la Biblia que nos ayudan a definir este término. En primer lugar, una ofrenda aceptable es una expresión de nuestra auto

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entrega a Dios. En nuestras dádivas, debiéramos darnos a Dios, renovando nuestra entrega a él. Una ofrenda es una experiencia profundamente religiosa porque revela una vida enteramente entregada al Señor.

En segundo lugar, una ofrenda aceptable testifica que Dios está primero en la vida del creyente. Siendo que Dios ha sido reconocido como Señor, se le lleva el mejor y más costoso don de acuerdo a los recursos de la persona. La ofrenda llega a ser un acto de homenaje y sumisión a Aquel que nos redimió y que es ahora nuestro Señor. Al poner aparte la ofrenda antes de usarla o invertirla en otra cosa, estamos diciendo al Señor y a nosotros mismos: “Señor, tú eres el primero en nuestras vidas”.

En tercer lugar, una ofrenda aceptable expresa fe en el cuidado providencial de Dios por nosotros. Tal ofrenda proviene de un corazón que confía en un Dios personal que suple nuestras verdaderas necesidades. Cuando se da una ofrenda de lo que sobra, tiende a volverse una formalidad, un acto ritual carente de devoción. La fe en Dios está siempre buscando la manera de expresarse, de volverse significativa. Nuestras ofrendas nos proveen un canal por medio del cual podemos expresar nuestra fe en un contexto de adoración.

En cuarto lugar, una ofrenda aceptable es la manifestación visible, el cuerpo que toma, la gratitud, el agradecimiento, el gozo y el amor del adorador. Estas son todas respuestas de la experiencia del amor redentivo y providencial de Dios. En el pensamiento bíblico el ser interior revela su naturaleza y propósito mediante acciones. Las respuestas positivas al amor de Dios se expresan de diferentes maneras en las vidas de los creyentes. Una de ellas es una ofrenda tangible que va acompañada de una confesión de reconocimiento al Señor por su bondad. Una ofrenda es la forma concreta que toman nuestros sentimientos y actitudes interiores hacia el amor de Dios en el acto de adoración.

En quinto lugar, una ofrenda aceptable es voluntaria. No debe traérsela al Señor bajo compulsión o renuentemente, sino voluntariamente. El hecho de que el Señor espera y requiere de nosotros que demos ofrendas no debiera hacernos concluir de que ésta es otra carga para el creyente. Dios quiere que experimentemos el gozo de dar que enriquece nuestras vidas.

En sexto lugar, una ofrenda aceptable refleja nuestra entrega al mensaje y la misión de la iglesia. Siendo que creemos que Dios está usando a su iglesia para proclamar el evangelio y preparar el mundo para la Segunda Venida de Cristo, debiéramos estar dispuestos a poner nuestros recursos al servicio del plan de Dios para la humanidad. Esto quiere decir que al dar nuestras ofrendas a la iglesia estamos de hecho dándolas a Dios para promover y desarrollar el último aspecto del plan de salvación. No puede encontrarse sobre la tierra una causa más grande a la cual podamos consagrar los recursos que hemos recibido del Señor.

En séptimo lugar, una ofrenda aceptable proviene de un corazón que está en paz con Dios y con los demás. El acto de adoración presupone que la religión y la ética no deben ser compartamentalizadas o separadas la una de la otra. El tratar a otros bondadosamente es un deber tan religioso como traer una ofrenda a Dios. Revelamos en forma particular nuestro interés por otros al proveer para las necesidades de nuestros

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familiares. El celo por Dios y su causa nunca debieran conducir a los cristianos a dar ofrendas al Señor que resulten en el descuido de las necesidades de sus familias. El hacer provisión para nuestras familias forma parte también de nuestro deber cristiano.

Finalmente, una ofrenda aceptable, aunque espontánea, es al mismo tiempo sistemática. Se espera que planeemos nuestra dádiva de acuerdo a nuestros ingresos. La cantidad a ser dada debe ser separada en el hogar, con la familia, y entonces traída a la iglesia para darla al Señor. Esto nos protege de dar únicamente motivados por las emociones.

Nuestro último punto nos lleva a pensar en la logística seguida en el sistema bíblico de ofrendas. La Biblia provee cierta orientacion con relación a la recolección y manejo de las ofrendas. Mencionamos ya que la cantidad se basa en las bendiciones recibidas del Señor y que debe ser puesta aparte en el hogar. Además, Dios y la iglesia señalaron instrumentos específicos (personas) para recibir las ofrendas. estas debían ser entregadas sólo a personas reconocidas por la comunidad de creyentes como siendo dignas de recibirlas y de administrarlas. El lugar para traerlas era el templo o iglesia en donde se juntaba el pueblo para adorar colectivamente al Señor. Hay evidencia que indica que se guardaban registros adecuados y que se usaban las ofrendas para propósitos asignados.

En segundo lugar, las ofrendas tenían el propósito de fortalecer la unidad de la iglesia. Mediante sus ofrendas, los creyentes mostraban tener un mismo espíritu, mensaje y propósito. Al apoyar de un proyecto local, la iglesia mundial encontró la oportunidad de expresar su unidad. Las cargas y pruebas de una congregación llegaron a ser la carga de toda la iglesia. Los creyentes a través del mundo se identificaron con las necesidades y pruebas de los que trabajaban en lugares específicos.

En tercer lugar, las ofrendas tenían por objeto crear igualdad financiera en la iglesia. Los que tenían mucho compartían con los que tenían poco. Las bendiciones de Dios pueden diferir de persona a persona, pero él espera que aquellos que han recibido mucho lo asistan en crear una distribución equilibrada de la riqueza. Tal igualdad tomará en consideración tanto las necesidades locales como las mundiales.

En cuarto lugar, las ofrendas tenían el propósito de motivar al pueblo a alabar a Dios. Mediante nuestras ofrendas se nutre el espíritu de gratitud dentro de la comunidad de los creyentes, y se alaba a Dios por la benevolencia de sus instrumentos. Las ofrendas debieran estimular a otros a alabar a Dios quien por su gracia creó un espíritu de liberalidad en los corazones de los dadores.

Deberíamos dar una breve mirada al sistema de ofrendas desde la perspectiva divina. ¿Qué es lo que Dios estaba tratando de lograr en el creyente mediante el requerimiento de las ofrendas? Hay un gran beneficio espiritual para los que traen sus ofrendas al Señor. La Biblia sugiere que Dios usaba el sistema de ofrendas para enseñar a su pueblo cómo expresarle su amor y gratitud. El que nos llamó para amarle tanto a él como a nuestros semejantes, estableció, entre otros medios, el sistema de ofrendas como un vehículo por el cual actualizamos ese amor. De esta manera se vence el egoísmo en nuestras vidas.

Otra razón por la que Dios requirió las ofrendas fue para guardar a su pueblo de la

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idolatría. Las ofrendas les recordaban que Yahvé era el verdadero Propietario de todo y quien los bendecía. La tierra no pertenecía a Baal ni era Baal quien la hacía fructífera; era el Señor Yahvé. Se rechazaba la idolatría cada vez que se traía una ofrenda al Señor.

Finalmente, Dios requería ofrendas de su pueblo para fortalecer su relación con él. Este es en cierto sentido el otro lado del punto previo. Cada ofrenda le daba al pueblo de Dios la oportunidad de reconsagrarse a su Señor. Así se renovaba la relación que se había establecido con él mediante su glorioso acto de redención, y los lazos de amor se fortalecían en un acto de devoción personal.

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LA MAYORDOMIA Y LA TEOLOGIA DE LAS OFRENDAS

Preguntas de Discusión sobre las ofrendas en el Antiguo Testamento

1. Discuta el propósito verdadero de las “ofrendas expiatorias”.

2. ¿Qué lecciones podemos extraer del hecho de que los animales que se usaban como “ofrendas son mensionados de acuerdo a su valor financiero?

3. ¿Qué se expresaba al presentar una “ofrenda de cereal?”

4. ¿Qué principios divinos se extraen de las ofrendas de las primicias de la tierra?

5. ¿Qué tres principios se ilustraban en la “ofrenda especial” que se requería a los israelitas traer tres veces al año?

Preguntas de Discusión sobre las ofrendas en el Nuevo Testamento

1. Discuta las implicaciones de la declaración: “El buscar reconocimiento propio mediante nuestras ofrendas es totalmente incompatible con la verdadera benevolencia”.

2. ¿Qué había detrás de la decisión de Pablo de renunciar a su derecho al sostén financiero para su ministerio?

3. Discuta Fil. 4:10-19. A pesar de la reticencia de Pablo, ¿por qué insistieron las iglesias de Macedonia en sostener su ministerio?

4. Haga una lista de los principios espirituales de la teología de Pablo sobre las ofrendas, según se menciona en Rom 15:25-28; 1 Cor 16:1-4; y en 2 Cor 8 y 9.

5. ¿Qué lecciones se pueden aprender de la insistencia de Pablo en relación con personas bien calificadas y confiables para llevar las ofrendas de los corintios a Jerusalén?

6. ¿Qué percepción tenían los miembros de iglesia de sus propiedades personales de acuerdo a Hechos 4:32?

7. ¿Cuáles son los tres conceptos teológicos principales que proveen el fundamento para el sistema bíblico de ofrendasr?

8. Defina una “ofrenda aceptable a Dios.”

9. ¿Qué propósitos específicos menciona la Biblia para traer una ofrenda al Señor?

Los materiales adicionales que siguen sobre diezmar y los tópicos relacionados han sido producidos por el Departamento de Mayordomía de la Asociación General durante 1991-1994: Principios de Vida, Sistema Financiero de los Adventistas del Séptimo Día; Momentos de Diezmar; Mayordomía y Planeación Estratégica.

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NOTAS

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