voces en las aguafuertes porteÑas de roberto arlt

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1 VOCES EN LAS AGUAFUERTES PORTEÑAS DE ROBERTO ARLT JHON FREDY MARTÍNEZ BEDOYA UNIVERSIDAD TECNOLÓGICA DE PEREIRA FACULTAD DE EDUCACIÓN ESCUELA DE ESPAÑOL Y COMUNICACIÓN LICENCIATURA EN ESPAÑOL Y LITERATURA PEREIRA 2009

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VOCES EN LAS AGUAFUERTES PORTEÑAS DE ROBERTO ARLT

JHON FREDY MARTÍNEZ BEDOYA

UNIVERSIDAD TECNOLÓGICA DE PEREIRA

FACULTAD DE EDUCACIÓN

ESCUELA DE ESPAÑOL Y COMUNICACIÓN

LICENCIATURA EN ESPAÑOL Y LITERATURA

PEREIRA

2009

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NOTA DE ACEPTACIÓN

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FIRMA DEL PRESIDENTE DEL JURADO

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FIRMA DEL JURADO

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FIRMA DEL JURADO

PEREIRA, 10 DE JUNIO DE 2009

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3

Al que puso sus ojos en mí, cuando mi ceguera era cuestión de ignorancia.

A ellas que con su amor, comprensión y paciencia son las artífices de un episodio

llamado felicidad.

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Por su amabilidad y pasión por el quehacer docente, agradezco a los profesores Rigoberto Gil, Ley Diana Muñoz, Arbey Aterhortúa y Julián Giraldo.

Por su tiempo y sus valiosas recomendaciones con respecto a mi escritura, un tanto tartamuda, un agradecimiento sincero al profesor Juan Miguel Álvarez.

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CONTENIDO

Pág

INTRODUCCIÓN 6

1. ARGENTINA: UNA HISTORIA DE SENSIBILIDADES Y PERCEPCIONES 7

1.1 CONTEXTO HISTÓRICO 7

1.2 ASPECTOS CULTURALES 15

1.3 ROBERTO ARLT: PORTEÑO Y ARGENTINO 17

1.4 CONTEXTO LITERARIO 21

2. DEL PASEANTE COMO DETECTIVE COTIDIANO 26

3. FLÂNERÍA: EL PLACER DE VAGABUNDEAR 36

4. SUB-VERSIÓN DEL CRONISTA 49

4.1 SOBRE EL TIPO DE PERIODISMO QUE HACE ARLT 49

4.2 CRONISTA Y NOVELISTA 54

4.3 SOBRE EL ENTRAMADO PARANOICO DE LOS ESCENARIOS 59

4.4 RELACIONES PORTEÑO-CIUDAD 62

5. CONCLUSIONES 67

BIBLIOGRAFÍA 69

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6

INTRODUCCIÓN

Las diferentes percepciones que se tienen de la realidad tejen una cadena

sucesiva de experiencias donde se recogen los detalles más simples y

trascendentales de lo vivencial. De esta manera, la interpretación del mundo

hecha a través de la narración, origina una serie de sensibilidades que se plasman

en lo real y cotidiano. Roberto Arlt es un escritor que se preocupó por desmenuzar

muchos de los elementos del realismo argentino, mostrando en la urbe todos los

pormenores acaecidos en la sociedad bonaerense, una vez aparecen los primeros

efectos de la Modernidad.

En el presente trabajo, la voz del narrador se destaca en la forma como captura

los escenarios urbanos y cuestiona un universo complejo de sensibilidades que

como se verá, conforman el cuerpo literario de la obra las Aguafuertes porteñas.

Para ello, ésta propuesta inicia indagando la historia del país argentino desde el

periodo de su conquista, pasando por la etapa colonial hasta llegar a su

establecimiento como república. Ésta idea no es fortuita, pues gracias a estos

aspectos, se logran articular otros de mucha relevancia que conectan e involucran

a Roberto Arlt, no sólo como escritor sino también como un ciudadano cualquiera.

La idea planteada anteriormente es el punto de origen desde el cual se

desprenden las otras propuestas que ubican a Roberto Arlt en tres categorías

diferentes, como paseante, como flâneur y como periodista. Estas categorías son

analizadas siguiendo la figura de Arlt que presta su voz para imprimirle al relato,

veracidad, movimiento y una sutil forma de percepción. Es, a grandes rasgos, lo

que hace de Roberto de Arlt un escritor inquieto, que se deslizó por las calles y

avenidas de Buenos Aires.

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7

1. ARGENTINA: UNA HISTORIA DE SENSIBILIDADES Y PERCEPCIONES

“Las relaciones entre la historia y la literatura, entre la ficción y la sociedad, son bastante

menos lineales y directas de lo que se suele creer. La literatura elabora los materiales

ideológicos y políticos de un modo casi onírico; los transforma, los disfraza, los pone

siempre en otro lugar. Son los periodistas los que en general les exigen a los escritores

que hagan el trabajo que ellos no hacen. Quieren que hablen de un modo directo y claro

de la realidad inmediata. Las relaciones de la literatura con la realidad son siempre

elípticas y cifradas”.

Ricardo Piglia

1.1 Contexto histórico

El motivo de indagar en la historia Argentina y desentrañar aquellos sucesos que

marcaron gran parte de su historia, obedece a la necesidad de establecer una

plataforma, desde la cual se desprendan los demás tópicos que implícitamente

albergan el sentido literario de Roberto Arlt. El relato pues, ambientará y conectará

el desarrollo de los conceptos.

El primer encuentro de los conquistadores con el vasto territorio del Río de la Plata

resultó ser un choque de connotaciones titánicas, pues los nativos con que se

encontraron eran pueblos aguerridos de mucho talante. Fueron cruentas las

batallas libradas desde que el primer español Juan Díaz de Solís pisó esas tierras

en el año de 1516. De allí en adelante se inició una serie de campañas

conquistadoras muy accidentadas debido a la fuerte oposición de estos

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aborígenes, postergando la fundación del primer virreinato hasta 1776 cuando se

dio la apertura oficial al comercio del puerto de Buenos Aires.

Una fuerte lucha se dio ante la invasión Inglesa en 1806, episodio en el que

Santiago de Liniers se destacó por la defensa de Buenos Aires. Ya en 1810 un

periodo nuevo inició para la Argentina con el advenimiento de la independencia,

impulsada en la revolución del 25 de mayo. Este evento alentó más tarde a un

grupo de patriotas que en resistencia total, vencieron a los españoles y

extendieron la campaña libertadora hasta Paraguay y Montevideo proclamando en

1816 con el congreso de Tucumán, la independencia de América del sur. Para

1817, el general José de San Martín había extendido su empresa libertadora

hasta Chile y Perú marcando el inicio de una soberanía territorial sin el dominio

español. De esta manera, Argentina dio otro paso en su historia, junto con un

nuevo orden político demasiado turbulento debido a las constantes diferencias

entre los Centralistas y Federalistas (clases dirigentes que siempre estarían

presentes en el panorama político del país), sus continuas divisiones al interior del

poder generaron constantes pugnas y confrontaciones durante todo el siglo XIX y

la primera mitad del siglo XX.

La premisa de los Federales se basaba en la autonomía de las provincias, de

modo que cada una conservara sus propios gobernantes y estos administraran

sus propios recursos económicos. Los Centralistas proponían crear un gobierno

de ideas liberales y económicas acorde con el modelo europeo occidental que

propendía por un gobierno nacional en el que los recursos se administraban de

forma equitativa, sistema que rompió la autonomía de las provincias

considerándolas simplemente divisiones administrativas.

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Estas diferencias se asentaron literalmente en dos territorios claves: Buenos Aires,

la urbe de momento, estaba en su mayoría a favor de las ideas centralistas,

mientras que las provincias simpatizaban con el pensamiento federal. Fue

entonces evidente la lucha de estos sectores políticos por posesionarse en la

Argentina, esto desestabilizó el gobierno tornándolo endeble puesto que no se

halló una fórmula política que lograra ser acatada por todos y que regulara las

relaciones entre los gobernantes y los gobernados. Hubo pues una tensión

constante que generó numerosos disturbios, uno de ellos el que varios

gobernadores no culminaran su periodo de gobierno. Este panorama se instaló

durante la llamada “anarquía de los años 20”, periodo denominado así por los

historiadores para describir una etapa de rebeldía frente a cualquier autoridad de

gobierno.

En 1820 también se inició un período donde las diferentes provincias buscaron

autonomía, logrando su cometido y prácticamente sentenciando la desaparición

del Virreinato del Río de la Plata. Como consecuencia de esto se crearon los

estados independientes de Bolivia, Paraguay, Uruguay y Argentina; esta última

sólo alcanzó su plena independencia hasta 1860, tras afrontar una fuerte disputa

con los estados provinciales ante su negación a la propuesta de tener un estado

mayor. Más adelante, estos estados fueron absorbidos por los centros urbanos

que lograron expandir su poder y así unificar la nación que tendría como capital la

ciudad porteña de Buenos Aires.

En los gobiernos de Domingo F. Sarmiento, Nicolás Avellaneda y Julio A. Roca,

comprendidos entre los años 1868 y 1880 (es en este último año donde se

consolida la organización del estado y se establece a Buenos Aires como capital

de la nación) se incentivó la migración, adherida a un programa socioeconómico

que buscaba integrar el país al mercado europeo. Inmediatamente, miles de

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familias acogieron la propuesta e iniciaron su correría desde Europa hacia

Argentina, de las cuales, españolas e italianas aportaron la mayoría de

inmigrantes. Después siguieron las inglesas, francesas, alemanas, rusas, sirias,

libanesas y armenias. El decreto que validó esta norma rezaba lo siguiente: “El

gobierno federal fomentará la inmigración europea; y no podrá restringir, limitar ni

gravar con impuesto alguno la entrada en el territorio argentino de los extranjeros

que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias e introducir y enseñar

las ciencias y las artes”.

Todo este fenómeno originó cambios políticos, sociales, económicos, culturales

que a la postre, convirtieron a la Argentina en el país más europeo de

Latinoamérica y porqué no, en una nación híbrida, polifacética y multicultural. El

proceso migratorio ofreció buenos incentivos a los inmigrantes, como la facilidad

para incorporarse al país, sólo que no se les garantizó la adquisición de tierras y

esto los inhabilitó para cualquier posibilidad de ser propietarios. Sin embargo, la

gran demanda de empleo acalló las restricciones y fueron muchos los extranjeros

decididos a cruzar el Atlántico y establecerse en los márgenes del Río de la Plata.

El gobierno se adelantó a los pormenores que esta convocatoria acarrearía y

elaboró un plan organizacional específicamente para los inmigrantes, que buscó

establecerlos al interior del país en el sector correspondiente a la gran pampa

argentina como plan del gobierno estatal para explotar toda la zona agrícola.

Contrario a esto, los extranjeros se establecieron en la zona del litoral y muy pocos

optaron por acogerse a la medida, siendo pequeños los grupos que se ubicaron en

el centro y el oeste del país.

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Grandes diferencias trajo la inmigración en otros sectores como el político, cultural

y social, dada la poca aceptación que tuvo por parte de los grupos más

conservadores del país conocidos como los Patricios, cosa que originó una

división en la sociedad argentina, además de la polarización que ya existía entre la

zona del litoral y el interior. En un principio, de carácter económico; luego, se

convirtió en una cuestión de tipo demográfico y social pues a medida que las

comunidades se fortalecieron y se hicieron más grandes, en la periferia

empezaron a formase grupos marginales que tomaron distancia frente al modelo

socioeconómico del país y se escindieron del régimen estatal.

Buenos Aires se transformó en una ciudad cosmopolita, haciendo gala del cambio

que propició el plan económico implantado por el gobierno y puesto en marcha,

entre otras cosas, gracias al aporte de la mano de obra extranjera que poco a

poco pasó de ser un simple grupo social a consolidarse como un factor importante

en el desarrollo socioeconómico del país. A su vez, la clase criolla se fortaleció

hasta autoproclamarse como una naciente aristocracia que gozó de los privilegios

dados por la bonanza económica inyectada en buena parte por la clase obrera

inmigrante, que en última instancia fue discriminada por estos aristócratas.

Esta situación junto con la decisión de muchos inmigrantes de establecerse

definitivamente en Argentina, especialmente en zonas urbanas, originó una

disolución social que se manifestó en un nuevo sistema de estratificación en el

que la sociedad adquirió otra fisonomía, donde los inmigrantes asumieron un

control minoritario sobre sectores urbanos de Buenos Aires. La clase no

inmigrante se vio intimidada por los extranjeros pues vio en ellos un poder capaz

de desestabilizar al gobierno, haciendo tambalear una hegemonía de muchos

años de historia.

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Como consecuencia de estos asentamientos, se incrementó el desempleo, los

salarios tendieron a la baja y nacieron otros grupos en la periferia. En este

panorama se crearon los primeros sindicatos por parte de los simpatizantes del

socialismo, fundamentalmente influenciados por extranjeros, cosa que incomodó a

los aristócratas pues afectaba su monopolio y, con él, a toda su autoridad y

privilegios. Como respuesta a esta problemática se instituyó una ley que obligaba

a salir del país a individuos que encabezaban las protestas (ciertamente, siempre

apuntaban sobre los inmigrantes) y tildados como altamente subversivos, pues

atentaban contra el bienestar de la nación fomentando disturbios e incitando a las

masas. Como resultado de estos choques, surgieron paros y huelgas a finales del

siglo XIX y se extendieron en los inicios del siglo XX.

Los extranjeros recién llegados estaban inhabilitados para comprar

propiedades, según lo establecido en el decreto 25 de la constitución, citado

anteriormente, y que fue el convenio principal dentro del acuerdo migratorio.

Sin embargo, no fue impedimento para que este grupo social que se mezcló

principalmente con la clase obrera y que representaba un porcentaje

significativo de la población se insertara dentro de la clase tradicional y se

convirtiera en el ente generador de controversias y disputas. Una lucha

constante que buscó revelarse ante las medidas del poder tradicional, por

hacer de los inmigrantes una fuente de mano de obra barata, y por demeritar

la labor de los pequeños agricultores.

Con la llegada de los inmigrantes no se puede afirmar que se inició una nueva

organización social en la Argentina pues a lo largo de su historia es evidente

todo un proceso en el establecimiento de un estado que logró evolucionar

hasta convertirse en una república. Lo que sí es claro es que no alcanzó a

establecerse de acuerdo a unas reglas y estamentos propios de un sistema

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organizado, como tampoco consiguió integrarse y formar un núcleo común por

lo menos de una forma aceptable que unificara a las partes y se dejasen a un

lado los intereses particulares, en especial los de criollos aristócratas. Algo

era claro: las ganancias generadas por el sector agropecuario no deseaban

ser compartidas, desplazando totalmente a los extranjeros y obstaculizando

cualquier intento de ser aceptados en un núcleo social legítimo.

Esto ocurrió en el año de 1880, sin embargo, a pesar de las trabas impuestas

por la clase dominante, Argentina ya considerado un país de inmigrantes,

experimentó un cambio social apresurado cargado de factores culturales que

colocó poco a poco a los extranjeros como variables de peso al interior del

sistema estatal argentino. Precisamente, se ha afirmado que en este año

Argentina dejó su periodo épico y se adentró en los albores de la modernidad,

es decir, que quedaron atrás las guerras y levantamientos de caudillos,

dándole paso al nacimiento de los primeros partidos políticos. Fue en el inicio

de esta década, al mando del general Julio A. Roca como presidente, donde

un grupo de hombres se destacó en la política, en la educación y en la

literatura, aspectos que estuvieron muy influenciados por raíces europeas,

pero sin dejar de lado la idiosincrasia argentina.

1890 fue un año difícil para la economía argentina. Resultado de una naciente

burguesía agraria que se apoderó del mercado económico. Las notorias

diferencias de grandes terratenientes con productores medianos y pequeños

fueron las que generaron una profunda crisis, unida al polémico gobierno de

Miguel Juárez Celman que había sucedido al general Roca en la presidencia.

Las críticas sobre este gobierno apuntaron hacia la mala administración de

tierras y del dinero público. En 1891, se dio un golpe de estado para

derrocarlo, que fracasó pero que se concretó años más tarde.

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Esta sublevación tuvo objetivos claramente políticos que propendieron por

acabar con un gobierno fraudulento y corrupto, así se obligó al estado a

respetar lo establecido en la constitución, como también a tener un control

trasparente de las rentas, vigilar que las tierras fueran cedidas legalmente y a

ejercer un control minucioso en el sistema electoral donde se garantizaba una

participación objetiva y transparente. Todo esto no se concretó dada la

derrota. Sin embargo, lo que sí se logró fue la abolición de un estado

aparentemente rebelde para conformar uno conservador basado en acuerdos

con las organizaciones existentes. Cambio que se evidenció con el giro que

dio la reforma económica y que modificó por completo el sistema

agropecuario, mientras que en el panorama político hizo su aparición el

partido de la Unión Cívica Radical, convirtiéndose en el primer partido de la

historia argentina.

Buenos Aires era un espacio dividido, más cuando existieron zonas

claramente demarcadas. Bien lo explica David Rock: “al norte vivían los

pudientes, la gente de bien, en una zona que se extendía desde las

mansiones del Barrio Norte y Palermo hacia el centro de la ciudad a través de

Belgrano y las quintas suburbanas de Vicente López, Olivos y San Isidro en la

provincia de Buenos Aires. En el centro y el oeste de la ciudad estaban los

barrios de clase media. El sur, los barrios de Nueva Pompeya, Barracas,

Avellaneda y la Boca eran los de clase obrera y las zonas fabriles”.1

Para 1914, la clase media de Buenos Aires era en su mayoría de origen

inmigrante, los sectores bajos correspondían a pequeños grupos que se

empleaban en las fábricas y otros poseían tiendas. Un porcentaje de ellos era

1 ROCK, David. Historia de la Ciudad Argentina: la colonización española hasta Raul Alfonsin.Madrid : Editorial Alianza, 1983. p. 123.

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nacido en el extranjero. Además, en la ciudad existieron otros subgrupos

conformados por panaderos, sastres, zapateros, carpinteros. En el sector alto de

la clase media se encontraban aquellas personas que laboraban en los despachos

públicos, que tenían ya una profesión y que se diferenciaba de los sectores bajos

dada su mayoría en cuanto a su ascendencia argentina de primera generación

hijos de inmigrantes.

El comercio fue la fuente principal de las clases dominantes antes de que

Argentina se abriera al cambio socioeconómico y recibiera a los inmigrantes.

La posesión de la tierra se convirtió en la forma preferida por los poderosos

para detentar más poder y riqueza. De esta manera, la provincia de Buenos

Aires se volvió un centro estratégico para los terratenientes y un lugar para

que la élite social la convirtiera en epicentro de sus transacciones.

Tras los años que precedieron a la Primera Guerra Mundial, la crisis tocó tanto a

Europa como a Estados Unidos, teniendo que hacer ajustes a su economía para

evitar un colapso a gran escala. Sin embargo, esto no fue posible y como

consecuencia los países latinoamericanos que en su mayoría dependían de

capital extranjero sufrieron también los efectos colaterales de la crisis económica,

lo que llevó a cada nación a hacer un ajuste interior que involucró directa o

indirectamente al sistema sociopolítico y socioeconómico.

1.2 Aspectos culturales

La sociedad argentina cambió tras los conflictos y los enfrentamientos civiles,

creció gracias a la migración y se modernizó. Con una política de

alfabetización promocionada por los organismos liberales, se originó una

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tradición literaria nutrida por las grandes librerías porteñas del momento como

Joly, Espiasse, Jacobsen, Moen y Brédhal, llamó también la atención un

público que no cesa de leer los folletines de la Patria Argentina y los

cuadernillos editados por Tomassi, Rolleri y Matea. Con la revolución

industrial, las imprentas gauchas se perfeccionaron, apareció entonces

Jacobo Peuser como primer editor con la obra “Descripción amena de la

República Argentina” del autor Estalisnao Cevallos, trabajo que hizo en su

taller junto con las primeras fototipias y fotocromías conocidas en el país

argentino.2

En lo que concierne al campo periodístico, aparecieron La Prensa, La

Libertad, El Porteño, El Siglo, La Tribuna Nacional, La Ilustración Argentina

entre otros. Las revistas literarias y los magazines que surgieron en 1890,

acapararon la atención de los lectores que pertenecían en su mayoría a la

clase media, aspecto que marcó la pauta en todo el desarrollo cultural de la

sociedad porteña. La mayoría de los escritores de la época utilizó el

periodismo y los magazines para difundir sus trabajos y darse a conocer. La

literatura se enmarcó dentro de lo autóctono porteño con notorios matices

europeos (principalmente franceses) sin tener en cuenta el trabajo literario

que se hacía en la provincias. La poesía es de corte lírico con exponentes

como Leopoldo Díaz y la narración oscila entre lo social y costumbrista a

cargo de personajes como Miguel Cané, Julián Martel, Eugenio Cambaceres,

Francisco Sicardi, etc.

La educación y la inmigración fueron generadores de cambios políticos,

socioeconómicos y culturales. Es gracias a la literatura y a la prensa que se

2 Tomado de: htpp// www.monografias.com/trabajos/hisotiraarg/historiaarg.s.html (Citado 15/02/2009)

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expresaron diferentes puntos de vista respecto al modo de entender e

interpretar los cambios sufridos en la sociedad, por esta razón los escritores

marcaron un papel importante, ya que ejercieron su labor mostrando una

visión crítica de lo público y político que ocurría en el campo social. La prensa

y la escuela, fueron utilizadas por la clase tradicional y criolla como

mecanismos para condicionar la participación del pueblo, dado que estos eran

los propietarios de los grandes diarios y así influían directamente sobre la

escolarización nacional.

1.3 Roberto Arlt: porteño y argentino

El diario La Patria perteneció a la Liga Patriótica Argentina, una organización

paramilitar, católica y ultraderechista, fundada por Manuel Carlés. En este

diario se inició en el periodismo Roberto Godofredo Cristophersen Arlt, hijo de

Karl Arlt, un alemán y de Ekatherine Iobstraibitzer, nacida en Trieste, Italia. Su

nacimiento ocurrió el 7 de abril de 1900, sin embargo fue registrado hasta el

día 26 de ese mismo mes. Su infancia y adolescencia transcurrieron en el

barrio porteño de Flores, un barrio como muchos otros donde la población en

su mayoría era inmigrante, su vida estuvo mediada por diferentes

ocupaciones y actividades, como ayudante de librería, peón en una fábrica de

ladrillos, aprendiz de hojalatero, entre otras, esto antes de dedicarse por

completo al trabajo literario. Para el final de su infancia y el comienzo de su

adolescencia, Arlt comenzó a frecuentar la biblioteca anarquista de su barrio,

allí lee por primera vez a varios autores ácratas y se deleita con la colección

de la editorial Sempere que viene directamente desde Valencia. Demuestra

también su inclinación por la literatura bandoleresca, influencia vista más

tarde en sus obras.

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Su labor como periodista buscó solventar su precaria situación económica. En

1918 publicó su primer cuento, Jehová y para el año de 1926, se consolidó

con la publicación de su novela El Juguete Rabioso, obra enriquecida con

aportes autobiográficos, sacando a la luz una Buenos Aires desconocida para

muchos. En 1925 trabajó para la revista Proa, un año después con la revista

de humor Don Goyo dirigida por su amigo Conrado Nalé Roxlo. En 1927 inició

trabajando para Crítica, un diario de masas que dirige Natalio Botana, allí Arlt

se encargó de una columna policíaca.

Un año después, exactamente en mayo de 1928, ingresó al diario El Mundo

que para entonces presidía Alberto Haynes, diario donde trabajó hasta su

muerte y en el que publicó varios de sus cuentos bajo la antología El

Jorobadito. En este diario comenzó a escribir una serie de relatos a manera

de crónicas que más tarde llamó las Aguafuertes Porteñas y que salieron

publicadas en 1933. Esta serie de artículos periodísticos recopilados entre

1928 y 1933, llamaron la atención por el humor y la ironía con que estaban

escritos y donde se recreaban los pormenores de la sociedad porteña presa

de los cambios socioeconómicos originados por la modernidad.

Como porteño, Roberto Arlt instituyó una manera particular de percibir a

Buenos Aires, una ciudad en transición dentro de la historia moderna, un ente

social y subjetivo donde convivían el gesto cotidiano, la historia y la política.

Precisamente Arlt atrapó con su lente a personajes y situaciones de la

cotidianidad, un retrato sobre el vagabundo, sobre la calle, sobre la

idiosincrasia, todo esto inmerso en un discurso controversial e irónico.

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La Buenos Aires de Arlt se abrió paso entre los prototipos de la ciudad

moderna transformada por la industrialización, al respecto dice José Luis

Romero en su libro Latinoamérica: Las ciudades y la Ideas: “las ciudades

donde más claramente se pudo advertir la prosperidad y la transformación,

tanto de la sociedad y de sus costumbres como de la fisonomía edilicia,

fueron las capitales que eran, al mismo tiempo, puertos: Rio de Janeiro,

Montevideo, Buenos Aires, Panamá, La Habana, San Juan de Puerto Rico,

todos puertos marítimos en directo contacto con el exterior, cuya intensa

actividad económica se desarrollaba junto a las que eran propias de una

capital política y administrativa”.3 Buenos Aires para 1895 contaba con

677.000 habitantes y ya en 1930 lograba alcanzar los dos millones,

crecimiento en el que insidia la cuota migratoria.

La ciudad dio un giro y en su seno surgió un caos social, panorama que José

Luis Romero constata cuando menciona en su libro “El crecimiento

considerable de los mendigos, la organización más sutil y organizada de la

delincuencia que buscaba llegar a niveles más altos y alcanzar connivencias

internacionales, la proliferación del tráfico de drogas y la trata de blancas,

cada uno de estos factores se asentaban en las grandes ciudades donde la

mala vida tomaba un aire más áspero y cruel, y con el que se incrementaba la

miseria urbana”.4

Arlt hizo la lectura de una sociedad que se inscribió en la urbe moderna,

después de que fue sometida a grandes cambios. En 1880 cuando Buenos

Aires empezó a convertirse en una comunidad diversa donde se

incrementaron las actividades y el trabajo, la estructura social cambió 3

ROMERO, José Luis. Latinoamérica: las ciudades y las ideas, Medellín: Universidad de Antioquia,

1999. p. 142.4 Ibid.,p. 144.

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radicalmente y las costumbres se modificaron junto con la forma de pensar de

los grupos sociales existentes, causando fuertes conflictos que incitaron los

posteriores golpes de estado, uno de estos sería el de 1930 con Arlt como

testigo.

Roberto Arlt construyó su trabajo literario siendo un ciudadano de clase

media. La obra las Aguafuertes Porteñas se encuentra atravesada por

eventos que vale la pena resaltar como son la Revolución Rusa, la Primera

Guerra Mundial y el golpe militar en Argentina bajo la presidencia de Hipólito

Yrigoyen. En los dos primeros hechos el país no se involucró directamente,

sin embargo sus consecuencias se evidenciaron en los cambios de tipo

artístico y filosófico, mientras que con el golpe de estado se agudizó la crisis

que dejaría al descubierto un frágil sistema socioeconómico, mucho más,

cuando este sistema dependía directamente de capital extranjero y de sus

inversiones.

Los personajes e historias de las Aguafuertes Porteñas están en la escena de

la ciudad moderna, en palabras de la escritora Beatriz Sarlo: “en un espacio

modelado por la pobreza migratoria, el bajo fondo y la tecnología…con

materiales surgidos del paisaje casi futurista de la ciudad moderna”.5

Puede resaltarse la importancia que tuvieron los hechos políticos, civiles y

militares en la década de 1920, como también, la crisis económica de la década

de 1930. Estos aspectos afectaron a Argentina y permearon la visión narrativa de

Arlt como sujeto activo al interior de la sociedad bonaerense. Su país entonces,

5 SARLO, Beatriz. “Arlt: ciudad real, ciudad imaginaria, ciudad reformada”. Buenos Aires: punto de vista, 1992. p. 34.

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comparte las mismas dificultades de las naciones europeas y del gran país del

norte, Estados Unidos. En este contexto, la Argentina que imagina y narra Arlt, se

encuentra comprimida en la ciudad que retrata en sus Aguafuertes Porteñas,

mostrando nuevas maneras de percibir una realidad histórica, como también una

nueva forma de plasmar la vivencia social. Así sus crónicas, terminan siendo un

registro vivo de la cotidianidad, describiendo de forma anecdótica y subterránea la

vida del individuo que se difumina entre la realidad y el ensueño.

1.4 Contexto Literario

Finalizando el siglo XIX e iniciando el siglo XX, Argentina como el resto de

América, estaba influenciada por el modernismo. Los procesos políticos y la

transformación que sufrió la economía, produjeron un cambio significativo en la

escena literaria donde el artista abandonó poco a poco la imagen romántica del

literato-político (afirmación acuñada en el romanticismo) y nació un nuevo escritor,

más maduro y con nuevos valores literarios tanto en la poesía como en la prosa,

renovando de esta manera la lengua literaria americana, partiendo de nuevas

tendencias estéticas.

Una voz modernista con mucha importancia en la Argentina, surgió en la figura de

Leopoldo Lugones (1868-1938) poeta que con su pluma buscó adentrarse en la

polémica sociedad burguesa. Además de poeta fue un historiador que simpatizaba

con el anarquismo, entre sus relatos se encuentran títulos como: la guerra gaucha,

el imperio jesuítico, el payador y la grande Argentina, siendo este último, un escrito

que pesaría en la realidad política bajo el gobierno de José Félix Uriburu. Su

primer libro poético se llamó Las montañas de oro, luego vendría Los Crepúsculos

del jardín, El solterón, Lunario sentimental y El romancero, entre sus más

importantes escritos poéticos.

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La poesía de Lugones estuvo también ligada con la vida urbana, retratando la

cotidianidad de Buenos Aires. Durante los primeros treinta años del siglo XX,

Lugones marcó una pauta como escritor dramático escindido entre la literatura y la

acción política. De otro lado, Ricardo Güiraldes y Macedonio Fernández se

destacaron como grandes exponentes de la novela argentina, la obra Don

Segundo Sombra escrita por Güiraldes, es un hito dentro de la literatura argentina

y latinoamericana, pues fue aplaudida desde su comienzo y en 1927, recibiría el

Premio Nacional de Literatura. Otra figura contemporánea dentro de este círculo

literario que no puede omitirse, es la del poeta Oliverio Girondo, muy famoso por

su escrito veinte poemas para ser leídos en un tranvía y por su “manifiesto” de

Martín Fierro.

La generación que precede a Lugones, se desvinculó de este panorama y se hizo

más literario, evocando intimidad y una vida común, en un país que pasó de la

oligarquía liberal a la política democrática del radicalismo encarnada en Hipólito

Yrigoyen. Como exponentes sobresalen: Baldomero Fernández Moreno, Enrique

Banchs (quien se acerca más al modernismo) y Alfosina Storni. Hacia 1925, se

levantó una nueva generación de poetas en la escena literaria argentina bajo el

sello de la vanguardia, prueba de esto se encuentra en la revista Martín Fierro,

que surgió de la tradición inmediata de Lugones y Güiraldes. Son escritores

jóvenes deslindados en dos grupos: los de Florida, muy aristocráticos y

estetizantes y los de Boedo, simpatizantes de la izquierda e inclinados hacia una

literatura de compromiso social, estos recogen el legado literario de Ricardo

Güiraldes y Macedonio Fernández.

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Boedo y Florida fueron dos grupos antagónicos que recibieron sus nombres de

dos calles muy representativas de Buenos Aires, con características sociales muy

marcadas, tal designación se debió según la tradición, a los sitios donde cada

grupo efectuó sus reuniones. Además de lo que se ha dicho antes sobre estos

grupos, Jorge Schwartz explica un poco su prontuario: “Boedo representa el sector

urbano vinculado con la periferia y el proletario y asocia los escritores con

preocupaciones literarias socializantes. A este grupo sólo le interesa la obra de

arte por su contenido, ignorando toda preocupación de orden formal. En

contraposición, Florida, la calle central más importante de la Buenos Aires de

entonces, está situada en la parte elegante y comercial de la ciudad. Los

escritores de Florida, de acentuado cosmopolitismo, tiene el propósito de

incorporar al panorama cultural argentino los nuevos valores estéticos de la

vanguardia europea, tanto en la literatura como en las artes plásticas, la música y

la arquitectura”.6

Estos jóvenes escritores se alimentaron del aire costumbrista con el que Güiraldes

permeó su obra Don Segundo Sombra, unida a la estilización artística del relato,

esto como la principal influencia. Por su parte, Fernández con su esencia

filosófica, se convirtió en un tipo de Sócrates porteño que construye su relato con

humor y misterio, una prosa particular que influiría en el exponente martinfierrista

mas reconocido y con mayor reputación internacional, Jorge Luis Borges.

En la generación de Martín Fierro, los poetas fueron su baluarte. Se pueden citar

nombres como: Eduardo González Lanuza, Leopoldo Marechal, Francisco Luis

Bernárdez y Ricardo Molinari. Sin embargo el narrador que se destacó y que

militaba en el grupo de Boedo, es el autor de las Aguafuertes Porteñas, Roberto

6 SCHWARTZ, Jorge. Las Vanguardias Latinoamericanas. México: Fondo de Cultura Económica, 2002. p. 577.

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Arlt, que como se ha dicho, ambientó su obra en los sectores marginales de

Buenos Aires siendo fiel a una literatura de compromiso social.

Si bien se han mencionado autores de gran importancia en la literatura argentina,

con un legado significativo para las generaciones posteriores (vinculando al propio

Roberto Arlt), aparece un interesante trabajo de investigación bajo el sello de la

autora María Gabriela Mizraje, en donde hace un estudio minucioso sobre la obra

del autor uruguayo-argentino Juan José de Soiza Reilly, sobre quien dice: “su tono

inconfundible y subrayado, si tenía un sello de espontaneidad, era el carácter ágil

de su pensamiento y no el de la irrupción momentánea de una oralidad abierta,

porque Soiza Reilly escribía como hablaba (o mejor, hablaba como escribía)”.7 De

esta afirmación nace una peculiar similitud que remite instantáneamente a la

personalidad que Arlt diseminada entre sus escritos, a lo que se suma también el

oficio de periodista y narrador que Soiza Reilly ejerció durante la primera mitad del

siglo XX.

Tales rasgos compartidos, suscitan varios interrogantes sobre el génesis narrativo

de ambos escritores, sobre todo cuando sus obras exploran los mismos avatares

de una ciudad como Buenos Aires que reúne a personajes de la marginalidad:

locos, prostitutas, desempleados, vagabundos, inmigrantes, todos inmersos en

una realidad que captura el relato. Pues bien, es el mismo Arlt que en una de sus

Aguafuertes titulada “este es Soiza Reilly”, le otorgó a éste, un aporte valioso que

marcó su estilo narrativo:

El muchacho mal vestido pasa. Lleva en sí una emoción tremenda. Va a hablar con el autor de El alma de los perros, de figuras y hombres de Italia y Francia. Soiza Reilly es, en esa época, famoso entre los muchachos que escriben. Sus crónicas (…) han hecho temblar el alma de

7 MIZRAJE, María Gabriela. Juan José de Soiza Reilly, la ciudad de los locos y otros textos.Buenos Aires: Adriana Hidalgo editora, 2006. p. 9.

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los poetas de pantalón corto y de los reformadores del mundo que aun no tienen libreta de enrolamiento. El que escribe estas líneas, quiero decir, el muchacho mal vestido, entra emocionado a la biblioteca escritorio, donde la criada lo hace sentar. No es para menos. “Va a leerle un escrito al gran Soiza Reilly.8

Soiza Reilly se encuentra pues, como un antecedente literario de gran peso sobre

lo que Roberto Arlt heredaría después. Sus estilos estuvieron marcados por el

ejercicio periodístico, de modo que su formación escritural apuntaba a inmiscuirse

al interior de la sociedad, estableciendo relaciones mediáticas entre la realidad y

la ficción dentro de un cuadro de costumbres sustentado con el periodismo y la

literatura.

8 Esta aguafuerte dice la autora Mizraje, fue publicada el 31 de mayo de 1930 en el diario El Mundo de Buenos Aires, como una mención especial que Roberto Arlt dedicaba a Soiza Reilly.

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2. DEL PASEANTE COMO DETECTIVE COTIDIANO

“…la voz de la tierra la que alumbre el camino. Los que trabajaron contemplando pampa inmensa y asfalto porteño deben ser los que muestren el alma de su país”.

Joaquín Roy

Buenos Aires despierta sensaciones diferentes en escritores como Julio Cortázar y

Jorge Luis Borges. En el universo narrativo de Roberto Arlt, esta ciudad se aloja

en un conjunto de experiencias motivadas en las improntas urbanas que brotan en

las calles y en el interior del hombre. Cada una de estas experiencias alimenta su

trabajo literario en las Aguafuertes Porteñas y perfilan la visión con la cual

construye los escenarios de esa superficie que resulta impenetrable para muchos.

Evocar cada una de esas sensaciones, despierta un interés que va más allá de la

mera contemplación, pues se rompe con el simple hecho de observar para

detenerse a indagar sobre lo que esconden las huellas urbanas, dándole un nuevo

sentido a la experiencia de pasear por la ciudad. Es, entonces, cuando aparece

una figura que puede representar la realidad cotidiana y pensar la ciudad, de tal

modo que el paseo signifique una forma simbólica de conocimiento. Esta figura es

indiscutiblemente el paseante9.

Hablar del paseante, es vincular directamente el universo íntimo del escritor con la

visión urbana. De este modo cobra sentido cuando la ciudad se ve como un

cuerpo vivo, compuesto por un sistema arterial que conecta de forma tangible sus

calles. En Guía del Paseante, Rigoberto Gil Montoya describe esta experiencia:

9 En el libro Walter Benjamin: Pensador de la Ciudad, escrito por Alberto Verón Ospina, se puede encontrar esta definición de la categoría Paseante.

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Me gusta la ciudad como cuerpo y respiración. Sé que cada ámbito urbano presume su propio tejido y quizá su nombre condicione lo que sospechamos de éste y lo que de él tememos y amamos. Esta su topografía, su clima, el carácter de sus gentes. También está la fachada de sus hoteles, el azul del cielo, el nombre de sus avenidas, las diagonales de los drogos y alucinados, el cauce de un río que arrastra la miseria.10

Existe algo particular en el paseante y en su hábito de caminar, que lo ubica

dentro de un tipo de experiencia racional como ya se afirmó antes y que

convierte al paseo en algo simbólico ligado al conocimiento, donde se

aprovecha el despliegue de los sentidos a medida que el cuerpo se desplaza

por la ciudad. En Arlt su experiencia sensorial se encuentra en una voz íntima,

intuitiva y reflexiva que teje un mundo complejo con las líneas discretas que

recorren Buenos Aires, su paseo por ella es un acto cotidiano y al hacerlo, se

desliza sobre un plano autoconsciente en el cual los recorridos hechos son

una forma catártica que liberan su espíritu de lo normal y ordinario. Al

respecto, hay algo implícito en ésta aguafuerte: “la ciudad desaparece. Parece

mentira, pero la ciudad desaparece para convertirse en un emporio infernal.

Las tiendas, los letreros luminosos, las casas quintas, todas esas apariencias

bonitas y regaladoras de los sentidos, se desvanecen para dejar flotando en

el aire agriado las nervaduras del dolor universal. Y del espectador se

ahuyenta el afán de viajar”.11

Este paseante se alberga en una Buenos Aires que cambia y se aleja de la figura

física para tomar una connotación más alegórica, ubicándose en espacios donde

las palabras y los gestos adquieren lenguajes simbólicos bajo los cuales Arlt

despliega toda una cosmovisión nutrida de reflexión y asombro, convirtiéndolo en

10 GIL MONTOYA, Rigoberto. Guía del paseante. Manizales: Gobernación de Caldas, 2005. p. 8. 11 ARLT, Roberto. Aguafuertes Porteñas. Buenos Aires: Losada S.A., 1958. p. 94.

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un paseante sin mesura, algo gótico y melancólico que retrata la realidad oculta y

escindida bajo las capas de sus calles:

Claro está que nuestra ciudad no es de las más apropiadas para el atorrantismo sentimental, pero ¡que se le va a hacer! Para un ciego, de esos ciegos que tienen las orejas y los ojos bien abiertos inútilmente, nada hay para ver en Buenos Aires, pero, en cambio, ¡que grandes, que llenas de novedades están las calles de la ciudad para un soñador irónico y un poco despierto! ¡Cuántos dramas escondidos en las siniestras casas de departamentos! ¡Cuántas canalladas en otras caras! Porque hay semblantes que son como el mapa del infierno humano.12

Pasear por la ciudad, se convierte en una forma cotidiana de “autoconciencia”. En

su recorrido, el paseante libera las fuerzas de la ciudad, que permanecen

reducidas a la cáscara de un uso exclusivamente económico y en donde lo que

menos importa es la ruta como tal sino el punto de llegada. Por ello, la

interpretación que ofrece Benjamin sobre el paseo, se vale de las miradas que

emancipan lo oculto13 y que potencian una relación más integral con la polis

contemporánea.14

El relato arltiano en las aguafuertes evidencia una conciencia polémica encarnada

en un porteño que se propone desentramar a partir de su mirada, todas esas

experiencias que nutren la superficie urbana y que componen ese cuerpo

desmembrado llamado ciudad, que debido a los cambios sociales originados por

la modernidad, tornan sus experiencias con un tinte melancólico, nostálgico y

oscuro, muy evidentes en la percepción de los espacios urbanos:

12 ibid.,p.92 13 Cuando se refiere a lo oculto, en palabras de Verón Ospina, se está haciendo referencia a aquellas fuerzas de la historia que subyacen bajo el magma de la normalidad, donde lo inconsciente, lo reprimido, lo oculto espera su momento de emergencia. 14 VERÓN, Alberto. Walter Benjamin: Pensador de la Ciudad. Pereira: Universidad Tecnológica de Pereira, 2005.

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El sábado inglés es un día sin color y sin sabor; un día que “no corta ni pincha” en la rutina de las gentes. Un día híbrido, sin carácter, sin gestos.

Es día en que prosperan las reyertas conyugales y en el cual las borracheras son más lúgubres que un “de profundis” en el crepúsculo de un día nublado. Un día de tumba pesa sobre la ciudad […] ya teníamos de sobra con los domingos. Sin plata, sin tener a donde ir y sin ganas de ir a ninguna parte, ¿Para qué queríamos el domingo? El domingo era una institución sin la cual vivía muy cómodamente la humanidad.15

Entre la dualidad de lo perceptible y lo oculto, se construye la lectura de los

espacios urbanos que nacen y desembocan en la imaginación del paseante. Esta

lectura encuentra en el lenguaje una visión de mundo, por eso las expresiones

lunfardas que Arlt utiliza en muchas de sus aguafuertes, se convierten en agentes

portadores de una idiosincrasia, con la cual Arlt da cuenta de una intimidad que

también se esconde en los espacios urbanos que comienzan a ser absorbidos por

la Modernidad:

En mi patria se nota una curiosa evolución. Allí, hoy nadie defiende a la academia ni a su gramática. El idioma, en la Argentina, atraviesa por momentos críticos… la moda del “gauchesco” pasó, pero ahora se cierne otra amenaza, está en formación el “lunfardo”, léxico de origen espurio que se ha introducido en muchas capas sociales pero que sólo ha encontrado cultivadores en los barrios excéntricos de la capital argentina […] Un pueblo impone su arte, su industria, su comercio y su idioma por prepotencia. Nada más. Usted ve lo que pasa con Estados Unidos. Nos mandan sus artículos con leyendas en inglés, y muchos términos ingleses no son familiares. En el Brasil, muchos términos argentinos (lunfardos) son populares. ¿Por qué? Por prepotencia. Por superioridad.16

El transitar la ciudad como un individuo cualesquiera es algo que en Arlt se

subvierte por completo, teniendo en cuenta que su ciudad se aleja de la visión

materializada y se torna más soñada y visionaria dentro de lo que es inadvertido:

“Esta nueva sensibilidad de la diferencia, como modo de sentir y ver la ciudad,

15 ARLT. Op. cit., p. 45. 16 Ibid., p. 142.

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confiere a lo singular un lugar privilegiado, el placer de mirar diferente va

acompañado de la puesta en relieve de la brevedad y la rareza como virtud, se

trata de una mirada particularizante”.17 Esta experiencia crea una nueva

cartografía de Buenos Aires hecha por los trazos del paseante, que como

observador y porteño encuentra nuevos significados en lo que percibe, tomando la

esencia histórica para recordar su existencia y siendo conciente de un nuevo

régimen social al cual fue introducido como parte del cambio, de una nueva era. El

paseante para Benjamin sugiere una estrategia interpretativa móvil y aleatoria la

cual ofrece una evidencia de las relaciones entre el capitalismo, cultura y arte

dicho por Verón Ospina. La gran Calle Corrientes, un reflejo de ir y venir de

personas y de mercancías, famosa en toda Buenos Aires, es ejemplo de estas

relaciones:

Y es inútil que traten de reformarla. Que traten de adecentarla. Calle porteña de todo corazón, está impregnada tan profundamente de ese espíritu “nuestro” que aunque le poden las casas hasta los cimientos y el echen creolina hasta la napa de agua, la calle seguirá siendo la misma…, la recta donde es bonita la vagancia y donde hasta el más inofensivo infeliz se da aires de perdonavidas y de calavera jubilado.

Es inútil que la decoren mueblerías y tiendas. Es inútil que la seriedad trate de imponerse a su alegría profunda y multicolor. Es inútil. Por cada edificio que tiran a bajo, por cada flamante rascacielo que levantan, hay una garganta femenina que canta en voz baja:

Corrientes… tres, cuatro, ocho…

Segundo piso ascensor…18

La ciudad, entonces, despierta una preocupación, un celo por conservar un estilo

tradicional, por mantener un arraigo y un legado. Esto era una visión que estaba

muy ligada a las clases medias que conformaban todos los individuos comunes y

conservadores en aras de preservar su estirpe y su abolengo, en pocas palabras, 17 Tomado de: www.concienciaactiva.org/concienciactiva21/conciencia13/1305.pdf (citado 12/11/2008) 18

ARLT. Op. Cit., p. 150.

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se negaban a aceptar la irrupción de nuevos esquemas y nuevas cosmovisiones

adquiridas con el empuje socioeconómico de la nación. Sin embargo, lo que

significaba para Arlt era más que un simple hecho de aislamiento social, en este

caso era un índice muy particular que se evidencia en el rostro oculto de la ciudad

contagiado de modernidad y que se niega a instalarse en el olvido: “La verdadera

calle corrientes comienza para nosotros en callao y termina en esmeralda. Es el

cogollo porteño, el corazón de la urbe. La verdadera calle. La calle en la que

sueñan los porteños que se encuentran en provincias. La calle que arranca un

suspiro en los desterrados de la ciudad. La calle que se quiere, que se quiere de

verdad […]”.19

Resulta claro para Arlt que su ciudad se ha transformado, el rostro de sus calles

dejó atrás la apariencia conservadora, sencilla y lenta para convertirse en foco de

multitudes, tal como se ve en la cinta “tiempos modernos” de Charles Chaplin, en

la que se muestran las congestiones de los centros urbanos y cosmopolitas. La

década de 1930, muestra una ciudad en expansión, edificios en demolición que se

encuentran al lado del esplendor y el bullicio. De allí nace una dualidad: miseria y

esplendor. El paseante asume otra conciencia, su agudeza lo lleva a emprender

una cruzada por los rincones olvidados de su ciudad que han quedado

almacenados en la memoria urbana. Es un proceso lento por el que cada

escenario se desvanece. La expedición se adentra por los escenarios marginales

que se originaron debido a los grandes cambios sociales que alcanzaron a infectar

al hombre mismo:

Quedan pocas casas antiguas por Rivadavia, en Flores. Entre Lautaro y Membrillar se pueden contar cinco edificios. Pintados de rojo, de celeste o amarillo. En Lautaro se distinguía, hasta hace un año, un mirador de vidrios multicolores completamente rotos. Al lado estaba un molino rojo, un sentimental molino rojo tapizado de hiedra.

19 Ibid., p. 124.

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La gente vivía otra vida más interesante que la actual. Quiero decir con ello que eran menos egoístas, menos cínicos, menos implacables […] ¡también la gente está como para el romanticismo! Allí, la vara de la tierra cuesta cien pesos. Antes costaba cinco y se vivía más feliz. Pero nos queda el orgullo de haber progresado, eso sí, pero la felicidad no existe. Se la llevó el diablo.20

Cuando el paseante se da a la tarea de explorar la ciudad, todo lo que es un

potencial símbolo donde se encierran experiencias cotidianas, merece una

atención suspicaz que capte esas atmósferas inadvertidas. Dicho esto, en las

Aguafuertes el tranvía, el ómnibus y el tren adquieren una mención especial en la

narración dada la inspiración que ofrece al paseante y que se suma del simple

medio de transporte a los grandes medios masivos de comunicación. Con el

tranvía y el tren, la vía férrea establece una estructuración del espacio, esto es en

urbano y suburbano, aspectos que denotan nuevos cambios:

El adoquinado es una especie de salvación para esta gente. Es la civilización, el progreso, acercando la ciudad a la pampa disfrazada de ciudad, que es nuestra urbe. El adoquinado es la esperanza de línea de tranvía o de ómnibus, es la valorización del terreno y la casita, el adoquinado es la obligación próxima de la vereda de mosaicos, del cerco con sesenta centímetros de tapia en mampostería, el adoquinado implica el frente revocado, la aparición de comercios…21

El tranvía da al paseante un espacio para la contemplación y para darse a la tarea

de indagar sobre las conductas, porque los individuos esconden singulares

historias que se hacen públicas a medida que sus conversaciones o gestos

rompen la intimidad, alimentando así el ocio del paseante:

Iba sentado en el tranvía cuando al volver la vista tropecé con una pareja constituida por un robusto bizco, con lentes de armadura de carey y una moza rubiona, cara de pseudo estrella cinematográfica (hay que ver la de

20 Ibid., p. 14. 21 Ibid., p. 82.

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pseudo estrellas que han salido en estos tiempos de perdición). La moza tenia uno de esos ojazos que dicen “me gustan todos, todos, menos el que llevo al lado”. El bizco rubio la trabajaba de conversación. Era el novio, se veía a la legua, la moza rubiona escuchaba semiaburrida y mi bizco dale que dale. Yo pensaba de paso: “Te adornará la frente, querido bizco” y no podía menos de acusarme de mal pensado, porque…aunque díganme ustedes…debe haber millares de cristianos con los ojos derechos para ir a elegir uno cuyo ojo está clavado en un vórtice de la órbita.22

El tranvía da lugar a la subjetividad. Entre los individuos que lo concurren hay una

interioridad escondida, una serie de sentimientos y emociones que encuentran un

espacio especial que no excluye, y que ofrece al paseante la comodidad para

soñar y emitir libremente sus apreciaciones acerca de las profundidades y

trivialidades de la moral humana. Este escenario hace parte de la periferia que Arlt

acostumbraba a concurrir, los sigue guiándose por las huellas que registran su

lectura. Cada huella constituye los signos que evidencian el paso del cambio

moderno en donde la diversidad es una constante que engalana cada escenario.

La experiencia racional del paseante puede verse entonces, como un vínculo entre

el individuo y su entorno que profundiza en su pensamiento, muy disiente en su

manera de sentir, de percibir, de aprehender y por qué no, de soñar eso que es

objeto de análisis, contemplación y reflexión: la ciudad. Es así como se rompe con

la simplicidad de la monotonía cotidiana, para permitir que la ciudad penetre hasta

lo más íntimo del ser:

Lo he visto muchas veces, y siempre me ha causado la misma y dolorosa impresión.

Caminaba yo un sábado por una acera en la sombra, por la calle Alsina –la calle mas lúgubre de Buenos Aires- cuando por la vereda opuesta, por la vereda del sol, vi a un empleado de espaldas encorvadas, que caminaba despacio, llevando de la mano a una criatura de tres años… el hombre caminaba despacio. Triste. Aburrido. Yo vi en él el producto de

22 Ibid., p. 35.

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veinte años de garita con catorce horas de trabajo y un sueldo de hambre…23

El ser al que se hace referencia, dista de lo metafísico y psicológico, es

simplemente la mirada inquieta del paseante que deambula por la gran urbe. Sin

embargo, lo que atañe al ser está relacionado con la conducta moral y social del

hombre, más cuando en la sociedad aparecen nuevos estilos de vida como

consecuencia de la expansión económica y cultural. Anteriormente, el hombre

conservador y tradicional que antes se movía de manera más colectiva ante su

sociedad, sufre las consecuencias del capitalismo que lo torna más individual y

con la necesidad de preservar una identidad.24 Así, cuando se recuerda el mundo

de Dostoievski que es profundamente personalista según Bajtín, y donde todo

pensamiento lo percibe y representa como posición de una individualidad25,

puede entenderse al hombre que ha sido desplazado. Lo personal en Arlt es

evidente en su modo de demostrar inconformidad con su sociedad, la misma

lectura de la ciudad hecha desde la periferia da cuenta de ello, como también su

sello particular para develar una realidad que para algunos es irrevelable. Esta

realidad es interpretada por el paseante y puesta a prueba entre los rostros de la

escena porteña:

Todos los días, a las cinco de la tarde, tropiezo con muchachas que vienen de buscar costura.

Flacas, angustiosas, sufridas. El polvo de arroz no alcanza a cubrir las gargantas donde se marcan los tendones; y todas caminan con el cuerpo inclinado a un costado: la costumbre de llevar el atado siempre del brazo opuesto. Y los bultos son macizos, pesados: dan la sensación de contener plomo: de tal manera tensionan la mano […]

23 Ibid., p. 46. 24 Son los cambios sociales los que corroboran este tipo de afirmaciones, y donde el individuo debe amoldarse a nuevo estilo de vida para incorporarse a la escena urbana. 25 BAJTÍN, Mijaíl. Problemas de la poética de Dostoievski. México: Fondo de Cultura Económica, 1986. p. 19.

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Digo que estas muchachas me dan lastima. Un buen día se ponen de novias, y no por eso dejan de trabajar, sino que el novio (también un muchacho que la yuga todo el día) cae a la noche a la casa a hacerle el amor […] El casamiento no es un cambio de vida para la mujer de nuestro ambiente pobre, no; al contrario, es un aumento de trabajo, y a la semana de casados se puede ver a estas mujercitas sobre la maquina.26

Los individuos están conectados con la ciudad. Su visión de mundo es

trastocada debido a la metamorfosis que ha sufrido la sociedad, de allí que el

paseante nutra sus impresiones con las lecturas que hace de los personajes y

los espacios, con lo que puede concluirse que Roberto Arlt pone en contexto e

interpreta todas esas experiencias “como un modo de acceder a lo que

irrumpe en la historia, y en este caso con las masas”27 y una vez más la

experiencia de pasear es un modo de conocimiento directo ejercido por el

pueblo, palabras de Benjamin que agrupan muy bien la intención narrativa de

Arlt y la vivencia de un porteño, testigo de una realidad: “Más que un espacio

habitado, la ciudad es hoy un símbolo, presencia viva de una estética que

nombra en la ficción los signos de las complejidades culturales. En ella hace

presencia el fabulador citadino, conectado con la maraña urbana, testigo y

autor de un mundo que se mueve y que se perfila tan extraño e interesante

como la misma realidad virtual generada desde los medio electrónicos”.28

26 ARLT. Op. Cit., p. 48. 27 Palabras de Jesús Martín Barbero, citadas por Verón Ospina en: VERÓN. Op. Cit., p.65. 28 GIL MONTOYA, Rigoberto. Guía del paseante. Manizales: Gobernación de Caldas, 2005. p. 23

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3. FLÂNERÍA: EL PLACER DE VAGABUNDEAR

“Pero el vagabundo profesional, el vagabundo nato, ese que hace del banco del

parque el centro de su universo, no es siempre un vulgar dormilón inactivo o un

miserable vencido por la vida; no, es un rebelde sublime o mejor, un

desadaptado sublime, dentro de esta civilización en que impera un sentido vil de

actividad locomotriz. Ese hombre es con frecuencia un hombre fuerte, de amplia

frente iluminada por la inteligencia, de ojo taciturno y soñador, de boca plegada

por un gesto de desdén; su aspecto revela más vigor y más poder que el de

muchos de esos que han logrado triunfar económicamente en el mundo.”

Luis Tejada

Por espacios íntimos que se despliegan a través de las arterias de una ciudad

que se perfila hacia la modernidad, Arlt penetra en un universo que lee a través de

su recorrido por la urbe en una época donde los espacios urbanos se fragmentan

para sumergir la ciudad en la fantasía y el ensueño, como única forma de retratar

lo cotidiano. Por esta razón la ciudad adquiere una tonalidad que emerge desde su

interior y se materializa en lo marginal y subterráneo. Es pues Buenos Aires, como

una metáfora que ostenta el título de aguafuerte sobre la cual se plasman con

leves pincelazos, las historias que Arlt encuentra a su paso.

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La figura del flâneur29 fue presentada por Baudelaire y luego rescatada por Walter

Benjamin. Sin duda, es una de las expresiones más radicales del ambiente

metropolitano del siglo XIX. Este personaje se dice que deambulaba por bulevares

y galerías sin mayor derrotero que su afán voyerista, encontrando regocijo y placer

en el simple hecho de deambular sin propósito. Ciudadano, espectador y lector al

mismo tiempo del ambiente urbano, el flâneur encarnaba nuevos modos de

percepción, imaginarios y prácticas estéticas. Para Benjamin, el rasgo distintivo

del flâneur residía precisamente en su negativa de hacerse parte de la multitud.

No era un mero peatón sino un peatón heroico. El flâneur, entonces, se resiste a la

alienación en las multitudes que lo rodean. Al respecto, dice Pablo Allard: “Para el

flâneur la ciudad no era un hogar sino una vitrina con continuos y cambiantes

puntos de fuga, observando y registrando en passant, no una imagen de ciudad,

sino más bien un atisbo. El flâneur como lector y traductor del paisaje urbano es

reemplazado con la llegada de la imagen animada. Si para el flâneur la ciudad era

campo y escena de su juego, esta dimensión desaparece al ser reemplazada por

el zapping. Una nueva forma de flanerie, que ya no requiere que entremos en la

ciudad, sino que prescinde de ésta. La ciudad ya no es campo, sólo escena.”30

29 El término flâneur, empleado en francés, según Rodrigo Arriagada Zubieta, hace

referencia a una figura de la vida cotidiana, un fisgón cuya actividad es solo concebible bajo circunstancias específicas en términos de desarrollo urbano, que son propias a la forma de vida occidental. En efecto, la irrupción del flâneur se manifiesta como correlato de los adelantos técnicos iniciados en Londres y posteriormente introducidos en el París de la segunda mitad del siglo XIX, que permiten que las relaciones de los hombres en las grandes ciudades se distingan por una preponderancia expresa de la actividad de los ojos. Con la aparición de los distintos medios de transporte, resulta un imperativo el hecho de tener que mirar al otro, y en ese sentido todo hombre deviene objeto de misterio y de elucubración por parte de sus símiles. El invento del lujo industrial específico que permite la irrupción del flâneur es la aparición de los pasajes.

30 Este concepto se estudia a fondo en el trabajo de Pablo Allard titulado “La ciudad como campo y escenario”. Véase en: htpp://www.scielo.cl/scielo.php (Citado 28/05/09)

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Walter Benjamin postula un tipo de microsistemas conceptuales y poéticos, que

según Verón Ospina, muestran cómo la ciudad está mediada por una especie de

filósofo-paseante para quien la urbe resulta ser un texto, y un texto visual que

aplica para esta tesis. En este sentido la dimensión del personaje literario (flâneur)

cambia a una categoría filosófica en la que manifiesta fugacidad, movilidad y una

temporalidad de la vivencia moderna, rasgo típico de un flâneur impuesto por

Baudelaire y es este tipo de experiencia la que captura esta aguafuerte:

[…] No hay nada más llamativo en el cubo negro de la noche que ese rectángulo de luz amarilla, situado en una altura, entre el prodigio de las chimeneas bizcas y las nubes y las nubes que van pasando por encima de la ciudad, barridas como por un viento de maleficio.

En el cubo negro de la noche, la ventana iluminada, como un ojo, vigila las azoteas y hace levantar la cabeza de los trasnochadores que de pronto se quedan mirando aquello con una curiosidad más poderosa que el cansancio.31

Para el flâneur la ciudad es un texto visual. Es evidente en un escritor como

Roberto Arlt, entre otras cosas, porque sus ojos vagabundos capturan con nitidez

las simplicidades que ahondan el vacío de la cotidianidad. Estos vacíos que se

exacerban cuando la sociedad moderna colma los espacios urbanos de miseria y

desgracia, son personificados en el vago, el desempleado, el delincuente, el

hampón. Estas personalidades eran las que subvertían el auge progresista de la

nación. En ellos el ocio se convertía lentamente en una forma de vida que cobraba

fuerza en los suburbios. Tenía razón Julio Cortázar cuando decía que Artl era uno

de los videntes mayores de la realidad argentina, sobre todo cuando la indiferencia

condicionaba las relaciones urbanas y sólo sujetos como él retrataban la hostilidad

de la gran urbe.32

31 ARLT, Roberto. Aguafuertes Porteñas. Buenos Aires: Losada S.A., 1958. p. 73. 32 ROY, Joaquín. Julio Cortázar ante su sociedad. Barcelona: Provenza, 1980. p. 43.

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39

El vagabundo o flâneur es ante todo un cuenta cuentos que construye mundo y

ciudad. Mas no es suficiente el contarla, pues como se verá más adelante, para

lograr una experiencia consciente dentro de ella, deben también interpretarse sus

signos y sus símbolos, lo que significa una lectura más avanzada.

El perro callejero, el maniquí, el cubo de la basura, pero más que esto, la vitrina es

símbolo e imán de las miradas, este objeto tan común en la urbe es

importantísimo en el hecho mismo del mirar, pues éste requiere a nivel simbólico,

el Döpplenager de lo mirado y éste a la vez se vierte en símbolo, suma de la

temporalidad. La vitrina es la representación simbólica donde se vierte un tanto del

neurotísmo y la saña humana e incluso la frustración de sí-visto vs lo no-

comprado. Es por tanto un importante símbolo urbano que está al servicio de

vagabundos, en el buen sentido, despertando los deseos de todos los fisgones

que ven ante sus ojos la posibilidad de adquisición de objetos de su interés, tales

como libros, CD’S o prendas de vestir. Estas últimas exhibidas en cuerpos

voluptuosos hechos de plástico. Aparece de nuevo el maniquí, para mucho

estereotipo ideal del cuerpo al interior de una vitrina. También hay de las que

despiertan el apetito, algunas de las cuales llevan espejos adentro y dan vuelta

lentamente para que pueda verse desde todas las perspectivas visuales, como

una torta de chocolate con fresas puesta en un punto de venta. Recorriendo la

calle Talcahuano, Arlt se detiene a contemplar una vitrina que exhibe un objeto

bien particular:

Esta mañana pasando por la calle Talcahuano, tras del polvoriento vidrio de una ventana, lúgubre y color de sebo, vi colgada de un alambre y por el pulso, una muñeca, tenía pelo de barba de choclo, y ojos bizcos. Tan siniestra era la catadura de la tal muñeca que me detuve un momento a contemplarla.

Y me detuve a contemplarla, porque allí, situada tras del vidrio, y colgada de esa mala manera, parecía la muestra de algún ladrón de niños o de una comadrona […)] Pero más detenido aún, por el atractivo que el

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40

ambiguo pelele ejercía sobre mi imaginación, llegue a levantar la vista, y entonces leí en el frente del ventanal, este letrero:

‘Se refeccionan muñecas. Precios módicos’.33

El flâneur para Baudelaire, ratifica su contenido social puesto que se distingue del

simple mirón, así toma distancia de la multitud y establece una medida de su

autoconciencia. Es decir, mientras todos están en el seno de la masa y se

preocupan por su propio beneficio sin percatarse que existe otro a su lado, el

flâneur permanece dueño de su tiempo y de sí mismo, preocupándose por lo que

le rodea, convirtiendo todo de esta manera en un texto de observación. Al ser

dueño de su tiempo, el flâneur justifica su ociosidad, satisfaciendo su necesidad

de contemplación y aprehensión de la ciudad. A partir de la reflexión que hace

Benjamin sobre la importancia del flâneur, es esencial nombrar ese factor

determinante que se origina con su mirada, pues es con ella que da testimonio de

una época específica, proveyendo de alguna forma la oportunidad de ser dueño

de su tiempo en la medida que se concientiza de él. Roberto Arlt consigue definir

esa Buenos Aires envuelta en una atmósfera de ensueño por cuenta de la

Modernidad. Mediante sus pensamientos crea un escenario universal que

simplifica en el rostro de las calles. Más que una contemplación, un flâneur como

Arlt usa la imaginación para describir los efectos de la Modernidad. La conciencia

social que mueve la mirada del flâneur busca devolverle la identidad a esa masa

citadina y, a partir de este acto, mantener despierta la propia experiencia de sí

mismo. Al respecto, puede verse cómo Baudelaire se dedicó a leer esos signos

dispersos sobre los cuales se detiene su mirada (vestimenta, rostro, gestualidad) y

en virtud de ellos, especular una identidad que devuelve el objeto de

contemplación al mundo de los seres pertenecientes a una sociedad.

33 Ibid., p. 9.

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41

Cuando Arlt nace, el gran cambio social y cultural producto del mundo

industrializado, se ha insertado en la visión de ciudad, resultado de esto son los

diferentes movimientos artísticos, políticos y culturales que encontraron su

verdadera manifestación en las grandes metrópolis. Una de las características

modernas está en el marco de la transformación estructural y arquitectónica de la

ciudad, Arlt intenta recordar esa identidad que tiempo atrás caracterizaba a estas

edificaciones:

Hoy callejeando por Flores, entre dos chalets de estilo colonial, tras de una tapia, en un terreno profundo, erizado de cinacinas, he visto un molino de viento desmochado […]

Me acuerdo de la quinta de los Naón. Me acuerdo del último Naón, un mocito compadre y muy bueno, que siempre iba a caballo. ¿Qué se ha hecho del hombre y del caballo? ¿Y de la quinta? Sí; de la quinta me acuerdo perfectamente. Era enorme, llena de paraísos, y por un costado tocaba a la calle Avellaneda y por el otro a Méndez de los Andes. Actualmente allí son todas casas de apartamentos, o “casitas ideales para novios.

¿Y la manzana situada entre Yerbal, Bacanay, Bogotá y Beltrán?

Aquello era un bosque de eucaliptos. Como ciertos parajes de Ramos Mejía; aunque también Ramos Mejía se está infectando de modernismo.34

Debido a esta transformación se olvida aquello que era parte esencial de la

cotidianeidad. Todos esos espacios vitales donde antes se levantaban

poderosas herramientas en los vastos campos de trabajo ubicados en las

afueras de la ciudad, fueron abandonados y entraron a ser parte imborrable

del recuerdo y refugio para el hombre desplazado. El abandono genera

consigo un cuadro sombrío en el que se dibujan los cuerpos de estas

estructuras, que lentamente son absorbidas por las telarañas y la maleza, al

mismo tiempo que las nuevas edificaciones se alzan imponentes con el brillo

de la nueva era:

34 Ibid., p. 12.

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42

Pero el espectáculo que más llama la atención al entrar en la isla, a pocos metros del puente del Riachuelo, es una guardia de veinte gigantes de acero, muertos, amenazando el cielo con los brazos enredados de cadenas, abandonados quizá hasta la oxidación. Son veinte grúas que hace algunos años trabajaban frente a la costa de la capital.

Un día, resultó que el frigorífico hizo nuevas instalaciones que las convirtieron en superfluas, y desde entonces no han vuelto a moverse sus poderosos brazos de acero, cosidos por largas filas de remache […] En los carriles, las ruedas parecen petrificadas sobre sus ejes, bajo las bóvedas de sus cuerpos piramidales han construido refugios los desocupados y los vagos, y secándose al sol, colgadas de sogas, se mueven las ropas recientemente lavadas.35

La Modernidad trajo consigo una época de bonanza y progreso que impulsó el

desarrollo urbano. No obstante, como dice José Luis Romero36, la demanda

del trabajo urbano con buenos salarios, desató la imaginación de muchos

desocupados rurales, cosa que empezó a crear una bola de nieve, con

consecuencias lamentables, pues al mismo tiempo que crecía la economía, el

desempleo y la miseria urbana aumentaban porque la demanda de trabajo

superaba siempre a la oferta. La ciudad había empezado a ser atractiva

debido al salto que estaba dando con la industrialización. Arlt encuentra en

una de sus correrías, una escena bastante llamativa que corrobora lo citado

anteriormente, y con la cual se aprecia el cuestionable panorama donde los

más afectados por el desempleo resultan ser personas muy jóvenes. Dice en

esta aguafuerte:

La interminable lista de “empleados ofrecidos” que se lee por las mañanas en los diarios es la mejor prueba de la trágica situación por la que pasan millares y millares de personas en nuestra ciudad. Y se pasan éstas los años buscando trabajo, gastan capitales en tranvías y estampillas ofreciéndose, y nada […] El hombre que busca trabajo es frecuentemente un individuo que oscila entre los dieciocho y veinticuatro

35 Ibid., p. 33. 36 Romero, José Luis. “Latinoamérica: las ciudades y las ideas”. En: Las ciudades masificadas. Medellín. 1999. p. 387.

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años. No sirve para nada. No ha aprendido nada. No conoce ningún oficio. Su única y meritoria aspiración es ser empleado.37

El efecto de la modernidad sobre las ciudades, en palabras de Verón

Ospina38, comenzó a partir del registro que de la ciudad hicieron los poetas,

los cronistas, los narradores, como también los registros de los medios de

comunicación, las construcciones arquitectónicas y de los nuevos materiales

introducidos por la ingeniería39. Es pues un poeta como Baudelaire (referente

constante de Benjamin), el encargado de transmitir una sensibilidad social

capaz de estremecer al hombre moderno, y que deposita alguna resonancia

en el espíritu literario de Arlt:

¿Usted no se ha fijado en las ventanas iluminadas a las tres de la mañana? Vea, allí tiene argumento para una nota curiosa […] Y de inmediato se internó en los recovecos de una historia que no hubiera despreciado Villiers de Isle Adam o Barbey de Aurevilly o el barbudo de Horacio Quiroga. Una historia magnífica relacionada con una ventana iluminada a las tres de la mañana.

¿Qué es lo que ocurre allí? ¿Cuántos crímenes se hubieran evitado si en ese momento en que la ventana se ilumina, hubiera subido a espiar un hombre? ¿Quiénes están allí adentro? ¿Jugadores, ladrones, suicidas, enfermos? ¿Nace o muere alguien en ese lugar?40

Con la Modernidad las ciudades se masificaron, como también se masificaron

las funciones que requería la sociedad, es decir, las necesidades básicas

como la atención médica, la asistencia social y la educación debieron ser

reestructuradas ante un mundo en acelerado crecimiento. Esto dio un giro

inesperado en lo que antes se consideraba exclusivo de la élite y que poco a

37 ARLT. Op. cit., p. 167. 38 VERÓN, Alberto. Walter Benjamin: pensador de la ciudad. Pereira: Universidad Tecnológica de Pereira, 2005. 39 Esta afirmación hecha por el autor, tiene su origen en la cita de HABERMAS, Jurgen. Walter Bejamin. En: Perfiles filosófico-políticos. Madrid: Taurus, 2000, p.234. 40 ARLT. Op. cit., p. 72.

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poco fue extendiéndose hasta alcanzar las demás clases sociales en las

grandes metrópolis.

Walter Benjamin explica que la Modernidad es un fenómeno que seduce y

arrastra al flâneur, siendo conciente del costo vital que trae el advenimiento de

la masificación y a pesar de esto le resulta irresistible dejarse llevar por la

corriente que perfila la naciente sociedad industrializada.41 Se dice, pues, que

el callejear, el vagabundear son las acciones de un cuerpo cumplidas fuera

de la disciplina productiva de un sujeto no definido por el sentido del trabajo, y

a su vez este se conecta con un lugar íntimamente ligado al ocio. Al respecto,

Arlt dice:

La tarde de ayer lunes fue espléndida. Sobre todo para la gente que nada tenía que hacer. Y más aún para los tomadores de sol consuetudinarios[…]

¿Por qué las ciencias naturales poseen tanta aceptación entre sujetos que tienen catadura de vagos? ¿Por qué la gente bien vestida no se dedica, con tanto frenesí, a un estudio semejante, saludable para el cuerpo y para el espíritu? Porque esto es indiscutible: el estudio de la botánica engorda. No he visto un bebedor de sol que no tenga la piel lustrosa, y un cuerpazo bien nutrido y mejor descansado.42

Hay una mirada vagabunda en esta aguafuerte que da cuenta del ocio y del vacío

que trasmite la ciudad, como también de esas disciplinas que han hecho del

tiempo y la observación su objeto de análisis y estudio. En este caso, Arlt

encuentra en la gente que merodea el jardín botánico, una alianza con la vagancia

en la él como flâneur interpreta las miradas y los gestos en un acto de

contemplación y gozo.

41 Verón. Op. cit., p. 64. 42 ARLT. Op. cit., p. 57.

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Cuando se piensa en este tipo de vagabundo, nace la imagen del paseante

letrado, el que descubre las historias detrás de los rostros humanos, las tragedias

y el desencanto, para esta clase de sujeto todo rostro tiene una historia qué

contar. Este paseante podría incluso ser una especie de Raskolnicov sucio, y

desarreglado, pero al fin y al cabo culto, y no porque sea un don o un privilegio,

sino porque piensa a medida que se pasea sobre el espacio y sabe descubrir en

ellos las expresiones de diversas ideologías, puestas en paredes, publicidad,

edificaciones, percibidas en olores y en luces de colores. Este sujeto letrado

puede pasar lo visto no sólo por el tamiz de la oralidad sino de la palabra escrita,

lo que pasa a constituir un salto heurístico. Al escribir la experiencia, la ciudad se

convierte en un campo minado de símbolos por interpretar y de historias por

descubrir. Ya no es solamente una ciudad contada sino narrada. De ahí la

importancia de las crónicas que dan cuenta de la vida urbana, pues éste género

de escritura retrata las personas y los hechos relacionados con el lugar en donde

ocurren, en este caso: la ciudad. “La experiencia de pasear por la ciudad es una

forma cotidiana de autoconciencia.”43 De ahí que no todos sean descubridores de

ésta, aunque encontremos en las calles también a los indiferentes que no les

interesa el recorrido, sino el punto de llegada; los distraídos expuestos a pequeños

accidentes, pues las alcantarillas destapadas y los excrementos en mitad de los

andenes están a la orden del día para castigar a los que viven en las nubes y no

en la ciudad, son ellos paseantes que arrastrados por el azar descubren sus

peligros. Es por esta razón que “esa conciencia sobre espacio urbano deja huellas

en la memoria.”44

El lado benigno, mísero o siniestro de la ciudad tiene que ver con la visión que de

ésta se tenga, por cuanto su valor, alto o bajo, será siempre relativo. La soberbia

43

Verón Ospina Alberto. Walter Benjamin: pensador de la ciudad. Universidad tecnológica de Pereira 2005. Pág. 6244

Op. Cit. Pág. 63

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de un edificio público con sus mendigos cercanos, el sitio de las frituras, los perros

copulando en el espacio abierto de cualquier calle o el show de los payasos

callejeros en la plaza, son todos motivos para contar una historia, que puede ser,

alegre, burlona, triste, o lamentable. Los ojos son el tamiz del cuenta-cuentos, de

quien forma para sí una ciudad construida con sus miradas y caminatas, con su

propia experiencia. De esta manera, ésta se convierte en texto, susceptible de

varias lecturas. Aún para quien su sentido de la vista no funciona adecuadamente,

la ciudad es leída e interpretada en los sonidos que emite, lo que será una lectura

mucho más limitada. Aun así hay quienes teniendo ojos no logran ver nada y por

tanto no participan de ninguna de las experiencias que ofrece la ciudad. Dice el

dicho popular que no hay peor ciego que el que no quiere ver y en este caso

aplica.

“Entre el cielo y el mar vagabundear” dice una canción del cantautor español Joan

Manuel Serrat. Vagabundear es la contraposición del encarcelamiento corporal,

pues éste encerramiento constituye la negación de la experiencia urbana, el

desconocimiento del macro-cuerpo. A la vez, el vagabundear es una experiencia

simbólica y corporal. Mientras el cuerpo vagabundea va asimilando la experiencia

por medio de la percepción, de ahí la importancia del acto de vagabundear para

conocer la ciudad. De la escritura, las fotos, las pinturas y las canciones se

compone la memoria de la ciudad, porque una urbe cambia constantemente y lo

hace durante muchas veces en su historia, su transformación, así sea en el

aspecto más superficial seguirá siendo un hecho, aunque en algunas se conserve

el legado histórico plasmado en renegridas murallas. Entre otras expresiones

simbólicas relacionadas con deambular se encuentran: el desterrado, el peregrino,

el juglar, los perros, los mendigos, los bardos y bufones, así como los gitanos y

ciertas cortesanas; también los desplazados. Los anteriores son ejemplos de otras

expresiones simbólicas del movimiento, de la aventura y del desplazamiento.

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Se ha planteado como un recurrente cuestionamiento de la sociología si es la

civilización quien ha formado al hombre o el hombre a la civilización. Pregunta que

podría responderse en un único sentido e incluso en ambos. Es decir, que no

puede pensarse al uno sin el otro, de ahí que la vida en la urbe sea uno de los

objetos de estudio que más posibilidades ofrece, porque constantemente los

espacios son sometidos a transformaciones al igual que sus paseantes.

No sólo la escritura da cuenta de la experiencia del paseante atento, pues

encontramos también a los vagabundos artistas, que pintan en paisaje urbano, los

que hacen música y cantan historias que escuchan en las calles y sobre todo los

que diseñan las nuevas edificaciones en los centros principales de la urbe. Para el

flâneur la ciudad debería ser también un objeto de estudio que aporte al archivo de

sus experiencias conscientes, y por ende del alcance de su entendimiento de la

vida social. No es fortuito en este caso lo que Baudelaire expresó en el pintor de la

vida moderna: “De este modo va, corre, busca. ¿Qué busca? Sin duda, este

hombre, tal como lo he pintado, este solitario dotado de una imaginación activa,

viajando siempre a través del gran desierto de hombres, tiene un fin más elevado

que el de un simple paseante, un fin más general, otro que el placer fugitivo de la

circunstancia. Busca algo que se nos permitirá llamar la modernidad; pues no

surge mejor palabra para expresar la idea en cuestión. Se trata, para él, de

separar de la moda lo que puede contener de poético en lo histórico, de extraer lo

eterno de lo transitorio […] La modernidad es lo transitorio, lo fugitivo, lo

contingente, la mitad del arte, cuya otra mitad es lo eterno y lo inmutable”.45

Las particularidades del flâneur abarcan más esferas de lo que se ha visto hasta el

momento. Sin embargo, lo que se puede aseverar como una constante en todo el

45 BAUDELAIRE, Charles. El Pintor de la vida Moderna. Navarra: Salvat Editores, S.A, 1970.

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despliegue de sus virtudes, es su capacidad para dejar volar su imaginación y así

acceder a lo oculto atrapando el detalle, dado que su grado de percepción

trasciende las esferas de la ensoñación y se materializa para exponer una verdad

social. Arlt escribe: “comienzo por declarar que creo que para vagabundear se

necesitan excepcionales condiciones de soñador”46, así captura bajo su lente toda

esa gama insospechada de manifestaciones urbanas de la periferia, la estructura

inculta del sistema, los espacios discontinuos que dan sobresaltos sobre las

imágenes y los rostros urbanos:

!Cuántas historias crueles en los semblantes de ciertas mujeres que pasan! ¡Cuánta canallada en otras caras! Porque hay semblantes que son como el mapa del infierno humano […] tontos que son un poema de imbecilidad. Granujas que merecían una estatua por buscavidas. Asaltantes que meditan sus trapacerías detrás del cristal turbio, siempre turbio, de una lechería.

El profeta, ante este espectáculo, se indigna. El sociólogo construye indigestas teorías. El papanatas no ve nada y el vagabundo se regocija”47

El hecho de vagabundear es en sí una experiencia heurística por cuanto es una

experiencia que vuelca los sentidos al conocimiento de la ciudad. Es un salto

cualitativo en tanto que se filtra en los hechos sucesivos de mirar y contar. Por

esto para el flâneur de Baudelaire, dice Arriagada Zubieta, no importa tanto estar

en el lugar para captar lo que es propiamente fáctico en tanto realidad viva del ser

humano, como sí lo es, el conocimiento que pueda tener sobre el hombre y sobre

las conductas que lo determinan como ser social apriorísticamente, en relación a

los signos sobre los cuales una personalidad se construye.48

46 ARLT. Op. cit., p. 92. 47

Op. Cit. Pág. 93.. 48 Véase en: htpp//: www.memoriachilena.cl/archivos2/ (Citado 18/03/09)

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4. SUB-VERSIÓN DEL CRONISTA

A través del tiempo, los tres genios, los tres grandes de las letras, parecen juntarse en el

mismo gesto –uno sobre un hecho real- , en la misma cólera, en la misma indignación y la

misma condena; el uno contra un crimen horrendo; la venganza de una ciudad, y en ella

de la humanidad; los otros contra el crimen de la ingratitud, de los egoísmos, de la dureza

que se oculta en los palacios, bajo los trajes y las joyas, los halagos aparentes y las

sonrisas –la podredumbre de las almas- y los tres parecen unidos, en su grito, en otro

grito semejante, aquel que parece resonar en el dedo de Dios, terrible, acusador e

implacable, en los cielos tempestuosos de Miguel Ángel.

Sebastián Juan Arbó

4.1 Sobre el tipo de periodismo que hace Arlt

Las Aguafuertes Porteñas fueron publicadas periódicamente en el diario El Mundo

en un lapso de cinco años (1928-1933). En esta época los llamados folletines eran

la expresión límite y el modelo de una escritura financiada. Al respecto, Ricardo

Piglia explica: “El texto mismo es un mercado donde el relato circula y en cada

entrega crece el interés. Este aplazamiento, que decide a la vez el estilo y la

técnica, se funda en el suspenso, crédito que hace de la anécdota la mercancía

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siempre postergada que el lector recién logra tener al final. Economía literaria que

convierte el lector en un cliente endeudado; se vive la ilusión de que una cierta

necesidad enlaza al texto y su lectura.”49

Para hablar del origen del folletín, es necesario remontarse al siglo XIX cuando la

denominada novela realista era el fenómeno literario más importante. Esta novela

expresaba el espíritu nada romántico de la burguesía ascendente, clase imbuida

por la ideología del utilitarismo económico y por el culto a la descripción positivista

de la sociedad, como lo afirma Albert Chillón.50 Esta novela –continua Chillón- fue

la forma de la mimesis literaria en que la nueva clase dominante –a punto de ser

hegemónica- proyectó su visión o concepción de mundo. Los cosmos que erigían

los nuevos novelistas proporcionaban a los públicos burgueses una

representación de la realidad que ellos mismos protagonizaban y construían

material y culturalmente. Bajo esta atmósfera, puede mencionarse a un escritor

como Stendhal, quien representó esa realidad social en su obra Rojo y Negro y de

paso dejando un principio irrelevante al manifestar que la novela, es como un

espejo que el escritor pasea a lo largo del camino, registrando sus accidentes y

sinuosidades. Honore de Balzac fue otro escritor con un espíritu parecido, que se

encargó de mostrar las intimidades de la sociedad francesa.

Con la novela realista, aparece otro factor importante que vincularía a esta con las

primeras formas del periodismo popular, estableciendo de paso, los precedentes

del periodismo de masas. De esta manera, la conexión entre literatura y prensa,

recordando las palabras de Arnold Hauser, produciría un efecto tan revolucionario

como la aplicación del vapor a los usos industriales: toda la producción literaria

49 PIGLIA, Ricardo. Literatura y Propiedad en la obra de Roberto Arlt, Citado por MIGNOLO, Walter En: dispositio, revista hispánica de semiótica literaria, 1976, vol. 1 no. 2. 50 CHILLÓN, Alberto. Literatura y Periodismo: una tradición de relaciones promiscuas. Barcelona: universidad autónoma de Barcelona, 1999. p. 89.

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cambia su carácter.51 Así entonces, dice Chillón que para atraer más lectores, los

diarios bajaron su precio y comenzaron a publicar junto con sus noticias, relatos

de viajes, historias de escándalos e informaciones de sucesos. Sin embargo, lo

que significó más ganancias y cautivó a los lectores fueron las llamadas novelas

de folletín. Esta novela se caracterizaba por sus temas y su estilo narrativo,

pensando en un público más abierto, por eso los temas tratados eran los que

suscitaban intrigas, preferiblemente en la sociedad de la época. Son los periódicos

los encargados de popularizar las novelas y fue gracias a este medio que autores

de la talla de Dickens, Hugo y Balzac se dieron a conocer, con lo que se

reafirmaría todavía más el vínculo entre literatura y periodismo.

Ya conociendo estos antecedentes, se sabe que el folletín fue el punto de partida

para muchos de los grandes escritores argentinos, contemporáneos a Roberto

Arlt. Él mismo se dio a conocer precisamente por este medio de publicación, que

estaba auspiciado por los principales diarios de la época. En el diario El Mundo,

sus aguafuertes fueron bien aceptadas por el público porteño, ganando

popularidad a medida que aparecían nuevas historias. Su labor como periodista

estuvo ligada a los relatos que construía con un estilo personal, una prosa

ingeniosa y desprolija. Arlt trabajó con la hipocresía de la sociedad, con la ética de

las familias de clase media, cuyo núcleo oculto era el dinero y la posición. Las

Aguafuertes porteñas son un registro de lo periférico en la Buenos Aires de la

década de 1930, que ya presentaba problemas similares a los actuales como

desempleo, delincuencia, congestiones en el centro de la ciudad, síntomas de la

modernidad.

51 Arnold Hauser. Historia social de la literatura y el arte. Citado por CHILLÓN, Alberto. Literatura y Periodismo: una tradición de relaciones promiscuas. Barcelona: universidad autónoma de Barcelona, 1999. p. 90.

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La mezcla del género periodístico y el folletín son la columna vertebral de la obra

en cuestión. Arlt se desempeñó como redactor del diario El Mundo donde escribió

sus crónicas por un periodo de casi cinco años y donde también aprovechó para

construir sus novelas. Del periodismo recogió toda esa capacidad descriptiva,

mientras que del folletín se armó para llegar de modo concreto y directo a lo que

quería trasmitir. Al igual que en sus novelas, a su papel de periodista le imprimió

todo su inconformismo con un tono irónico y humorístico que cuestionaba a la

sociedad porteña, convirtiéndose en la fuente de su entramado periodístico.

Los cuestionamientos acerca de su narrativa son eje de numerosos estudios, y

algunos de estos tratan de vincular su membrecía al grupo de Boedo para

justificar la tendencia social de sus relatos, legado literario que presumen es

influenciado por este grupo; contrariamente al grupo de Florida que es

contemporáneo del otro círculo literario mencionado antes, atribuyen la

particularidad estética de la obra literaria. A esta afirmación, llama la atención el

comentario que hace Fernando Sorrentino: “me cuesta aceptar la incompatibilidad

generada en esta tesis porque creo que nadie puede ser absolutamente estético ni

absolutamente social […] hay un hecho más decisivo que tiende a invalidar o

hacer irrelevante su acción, y es que las obras literarias jamás se han originado en

sociedades colectivas sino que siempre han sido fruto exclusivo de la creación

individual”.52 Es entonces en medio de esta polémica, cuando emerge un

paralelismo que es imposible no mencionar: Jorge Luis Borges y Roberto Arlt son

contemporáneos, el primero exponente de una estética esplendorosa, el segundo,

exponente de una identidad porteña que se asomaba por todos los rincones de la

ciudad; no obstante, su relación estuvo meramente supeditada a la lectura mutua

de algunos de sus trabajos, siendo Ricardo Piglia el encargado de contar estos

detalles.

52 Véase en : www.pagina12.com.ar/2000/suple/libros/00-04/00-04-02/nota.htm (citado 19/03/09)

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Como buen paseante, Arlt reconstruyó el escenario de la noticia, la ciudad o

paisaje donde ocurrieron hechos que llamaron su atención. Dramatizó el cuadro

poniendo en movimiento a los personajes del relato, históricos o imaginarios;

inventó situaciones y diálogos, monólogos. Arlt trascendió siempre el mero valor

informativo de la noticia y buscó desentrañar los entretelones de la misma, las

motivaciones ocultas que perseguían los actores.

En el texto periodístico de Roberto Arlt se funden dos principios, con los que se

incursiona en un nivel profundo del hecho narrado: el relato de la vida de los

vecinos, de los hombres de la cuadra, y la narración de sucesos noticiosos

provenientes de centros de poder y demás lugares productores de noticias. Esta

idea es importante, en virtud de poder perfilar el trabajo que hace Arlt como

periodista en sus aguafuertes, donde la voz del escritor imprime drama y

verosimilitud a su creación, mucho más cuando se sabe que el autor se movía

entre la novela y el periodismo.

En su oficio de periodista, Arlt comunica a sus lectores el placer de viajar, de

conocer, de plasmar en sus escritos lo que piensa y lo que siente respecto a

temas diversos. En este caso, un aprendiz de trombón contiguo a su domicilio, es

el personaje que origina esta aguafuerte:

Es inútil. En todas las cosas hay que poseer experiencia. Yo creía que tener por vecino a un señor que se dedica al estudio de la música en el broncíneo cuerpo de un trombón, era un sacrificio superior a la más cariñosa resignación humana; pero ahora he comprendido que no; que el estudio del trombón no irrita los nervios ni ensordece como a primera vista, y colocándose desde un lugar absolutamente teórico, se pudiera creer.

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Creo que todo aquel que se dedica al estudio de la música trombonífera, es un animal inmensamente triste. Lo digo basándome en conjeturas acústicas.53

Algo que llama mucho la atención en esta crónica, tiene que ver con el motivo que

la inspira, pues surge como algo imprevisto, fruto de cavilaciones en el afán por

construir una nota:

Lo que me hace pensar que todo lo que pueda escribirse respecto al tocador de trombón es macaneo puro, macaneo que llega a las excelsitudes. […]veo que estoy macaneando, y en grande… y todo porque debo escribir esta nota en veinticinco minutos, pues tengo que tomar el subte e ir a la Yemen. ¿No es trágico esto de tenerse que escribir una nota en veinticinco minutos? Por más que hago resonar las teclas, no cubro el tiempo necesario para terminar el artículo […]54

Con este tipo de textos, Arlt además de establecer una interacción con sus

lectores, suscita nuevas sensaciones con un grado de intensidad, de intimidad y

con un conocimiento elaborado de las situaciones y personajes típicos entre los

que se cuela el autor. Su relato como puede verse, se mezcla entre la descripción

objetiva del hecho o personaje y la voz autónoma del escritor:

Porque, ¿qué belleza podría haber en una mujer anciana si no fuera esa de los ojos que, cuando están fijos en el hijo, se animan en un fulgor de juventud reflexiva y terriblemente amorosa? Mirada que va ahondándose en la pequeña conciencia y adivinando todo lo que allí ocurre […]

Salvo excepciones, el hombre todavía no se ha acostumbrado a ver en la madre sino una mujer vieja y afeada por el tiempo. Es necesario que esta visión desaparezca, que la madre ocupe en el lugar del mundo un puesto más hermoso, más fraternal y dulce.

Yo no sé. Hay momentos en que me digo que esto debe fatalmente ocurrir, que hasta ahora hemos estado viviendo todos como enceguecidos, que hemos pasado junto a las cosas más bellas de la

53 ARLT, Roberto. Aguafuertes Porteñas. Buenos Aires: Losada S.A., 1958. p. 70. 54Ibid., p. 71.

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tierra con una especie de indiferencia de protohombres, y que todavía faltan muchos altares en el templo de la vida.55

4.2 Cronista y novelista

La crónica encuentra en el cuadro de costumbres francés e inglés, su principal

antecedente, según Susana Rotker. Como principales exponentes

hispanoamericanos sobresalen Ricardo Palma (peruano) y Mariano José de Larra

(español). Otro antecedente mencionado por Rotker, tiene que ver con la crónica

periodística francesa que a mediados del siglo XIX comienza a destacarse gracias

a la buena acogida por parte del público parisino. En Latinoamérica, Manuel

Gutiérrez Nájera y José Martí aparecen como los precursores de este género,

destacándose el primero por su estilo ligero, mientras que el segundo es

recordado por su estilo ameno y variado, explicado de la siguiente manera:

“saltaba de los consejos de dormir con gorra a la porcelana adecuada para un

buen juego de té, pasaba por la guerras, los detalles de la política internacional, la

educación, la arquitectura, la moda y muy especialmente los adelantos de la

ciencia y los grandes valores literarios. Nunca dejaba de reflexionar sobre la ética

y la condición humana a través de imágenes muy cuidadas, de información

exhaustiva, de gracia narrativa y de un aliento donde hasta las minuciosas tendían

a armar un conjunto armónico y muy trascendente.”56

El trabajo de Martí muestra también su interés por el detalle, sin dejar pasar nada

por alto, su mirada de cronista le daba sentido a la cultura y al hombre de la

ciudad. Curiosamente Arlt retoma esto último como se aprecia en sus Aguafuertes

porteñas al poner en escena al porteño frente a su ciudad Buenos aires. Arlt con

su estilo, expone a este hombre común inmerso en sus miserias pero también en 55 Ibid., p. 148. 56 ROTKER, Susana. La Invención de la Crónica. México: fondo de cultura económica, 2005. p. 124.

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sus alegrías, a pesar de que ha sido relegado, es en esencia, lo que vivifica las

calles, y aún, los rincones de la ciudad metrópoli.

Salta a la vista una relación inmanente e indisoluble entre dos cuerpos visibles y

latentes: literatura y ciudad, precisamente estos cuerpos son los que armonizan el

concepto de dicotomía para encajar la obra Arlt. Puede verse como su naturaleza

un tanto quijotesca, alberga a un vivaz porteño y un feroz paseante, dicho de esta

manera para aludir a la obra de Cervantes, pues en una aguafuerte hay un aire

que envuelve el relato, evocando una aventura del famoso caballero:

Hoy, callejeando por Flores, entre dos chalets de estilo colonial, tras de una tapia, en un terreno profundo, erizado de cinacinas, he visto un molino de viento desmochado. Uno de esos molinos de viento antiguos, de recia armazón de hierro oxidada profundamente. Algunas paletas torcidas colgaban del engranaje negro, allá arriba, como la cabeza de un decapitado; y me quede pensando tristemente en que bonito debió haber sido todo eso hace algunos años, cuando el agua se recogía del pozo. ¡Cuántos han pasado desde entonces!.57

Los trazos de la ciudad porteña que Arlt imagina y narra, nacen con los

elementos literarios que permiten transgredir y subvertir el plano real, en este

caso la realidad social muestra una urbe en pleno desarrollo, donde sus calles

reflejan el asentamiento de la modernidad; los cuadros de edificios

abandonados y en demolición apabullados por el esplendor de las luces que

envuelven la ciudad son síntomas claros de crecientes dualidades, entre ellas

la miseria y el lujo que catalizan efectos colaterales como la delincuencia, el

robo, el desempleo, la vagancia. Los personajes arltianos se conectan con

base a estas dualidades en que se debate la conciencia humana, pues sus

rasgos psicológicos denotan el desasosiego, la melancolía, la tristeza que

desconectan cada vez al individuo de la sociedad. Un rasgo psicológico que

57 ARLT. Op. cit., p. 12.

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muestra una ruta de escape de la miseria y la humillación, se encuentra en

Silvio Aster, personaje de la novela el Juguete Rabioso:

Avizorábamos continuamente las cosas ajenas. En las manos teníamos una prontitud fabulosa, en la pupila la presteza de una ave de rapiña. Sin apresurarnos y con la rapidez con que cae un gerifalte sobre cándida paloma, caíamos nosotros sobre los que no nos pertenecía. Si entrabamos en un café y en una mesa había un cubierto olvidado o una azucarera y el camero se distraía, hurtábamos ambas; y ya en los mostradores de cocina o en cualquier otro recoveco, encontrábamos lo que creíamos necesario para nuestro común beneficio.

No perdonábamos taza ni plato, cuchillos ni bolas de billar, y bien claro recuerdo que una noche de lluvia, en un café muy concurrido, Enrique se llevó un gabán y otra noche yo un bastón con un puño de oro58

Silvio Aster es el clásico sujeto del arrabal que junto con otros personajes

creados por Arlt, subsisten gracias a esos contrastes súbitos que se

despliegan en las relaciones interpersonales y en su contacto con lo urbano,

son pues unos contactos extremos que no se pueden superar recurriendo a

estados ideológicos, todo tiende a desplegarse por los callejones de la

imaginación.

Explorando el mundo arltiano, puede verse una cualidad extremista, dado

que no existe un punto de regreso, al respecto dice Beatriz Sarlo: “ningún

personaje de Arlt puede regresar a ninguna parte: el deambular, la huida, el

suicidio son los únicos cambios posibles”. Las palabras de Sarlo remiten a un

personaje como Erdosain en la novela Los lanzallamas, su perfil se teje en la

problemática social, sumergida en un caos latente donde no hay algo que

realmente valga la pena, de existir algo que mereciera la atención, se

encontraría en el centro de la condición humana, lejos de toda realidad social.

58 ARLT, Roberto. El juguete rabioso. Tomado de www.planetalibro.com.ar

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Llama la atención la exclamación que utiliza Erdosain en uno de sus diálogos

cuando dice: “ojalá revienten todos y me dejen tranquilo”, está afirmando

quizás su deseo de salir de una situación realmente complicada mientras que

el resto del mundo se destruya en pedazos.

.

Analizando a personajes como Erdosain, persiste algo característico que se

nota en una actitud muy racional, sobre todo cuando la violencia se convierte

en una forma de política, exorcizada a través del delirio. Al respecto, dice

Rigoberto Gil apoyado en un postulado de Beatriz Sarlo: "en la ciudad de Arlt

pervive un delirio gótico. Y agregaría: lo gótico no solo esta en la construcción

de los ambientes, en la recreación de los entramados urbanos, sino también

en la construcción de metáforas que revelan el conflicto interior humano

[…]”59. La única forma que los individuos marginales se acercan a saborear, o

por lo menos fantasear con la riqueza, es recurriendo al delito que se

convierte en otro de los síntomas del capitalismo.

El destino de los individuos que estaban inmersos en el mundo marginal,

todos aquellos sumidos en el abandono, ligados al hampa, a la prostitución, al

tráfico ilegal, estaría en los rincones del anonimato, mucho más cuando la

masificación de la ciudad se daba a pasos agigantados. En esta realidad no

hay espacio alguno para el sentimentalismo, pues en Arlt la miseria y el

sufrimiento son inherentes al populacho, sus personajes con una remarcada

humildad están lejos de idealizar un mundo, pero sin llegar a degradarlo:

El astrólogo dijo:

59 GIL MONTOYA, Rigoberto. Arlt y Piglia conspiradores literarios. Pereira: Instituto de Cultura de Pereira, 2005. p. 31.

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Sí, llegará un momento en el que la humanidad escéptica, enloquecida por los placeres, blasfema de impotencia, se pondrá tan furiosa que será necesario matarla como a un perro rabioso…

¿Qué es lo que usted dice?...

Será la poda del árbol humano… una vendimia que solo ellos, lo millonarios, con la ciencia a su servicio, podrán realizar. Los dioses, asqueados de la realidad, perdida toda ilusión en la ciencia como factor espantoso, distribuirán las pestes fulminantes…60

En palabras de varios investigadores que se han dedicado al estudio de Arlt,

siempre va a ser tema de debate la escena con que inicia la novela Los siete

locos, todo porque se muestra claramente cómo Erdosain es sorprendido en

el momento que hurta una suma de dinero de la empresa donde él trabaja.

Inmediatamente emprende la huida y en su correría, es inevitable pasar por

alto la ciudad que dibuja el autor y que muestra claramente la mutación

alucinante que ha sufrido como consecuencia de la modernidad. Los cambios

son muy disientes y se centran básicamente en los contrastes donde

prácticamente se rompe el cuadro costumbrista y se posesiona la gran urbe,

muy vistosa por sus calles y su arquitectura; no obstante la imagen también

se detiene en la proliferación de los espacios subnormales contaminados con

los rezagos de la migración, la delincuencia y los oficinistas agolpados en las

aceras. En una de sus Aguafuertes también recrea esta impresión de su

ciudad:

La calle Corrientes tiene una serie de aspectos a los más opuestos y que no se justifica en una calle. Así, desde Río de Janeiro a Medrano, ofrece su primer aspecto. Es la calle de las queserías, los depósitos de cafeína y las fabricas de molinos. Es curiosísimo. En un trecho de diez cuadras se cuentan numerosas fábricas de aparatos de viento.

De Medrano a Pueyrredón la calle ya pierde personalidad. Se disuelve está en los innumerables comercios que la ornamentan con sus entoldados. Se convierte en una calle vulgar, sin características. Es el

60 ARLT, Roberto. Los siete locos. Barcelona: Brugera,1980.p.75.

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triunfo de la pobretería […] De Pueyrredon a Callao ocurre el milagro. La calle se transfigura. Se manifiesta con toda su personalidad.61

4.3 Sobre el entramado paranoico de los escenarios

Arlt establece una peculiar forma de deslizar su mirada como una onda

expansiva a lo largo y ancho de la periferia, se mueve como un fantasma en

medio de un bosque oscuro, plagado de criaturas olvidadas e impersonales.

Esa figura del bosque alude al sitio preferido por él para plasmar sus historias

y es el arrabal. Es en él donde estas criaturas olvidadas personificadas por el

criollo, cobran vida dando libertad a su espíritu, imprimiendo mucho de su

esencia en los diferentes barrios porteños que se nombran: Flores, Caballito,

Villa Crespo, Floresta entre otros:

Encanto mafioso, dulzura mistonga, ilusión bartieri !qué sé yo que tienen todos estos barrios!; estos barrios porteños, largos, todos cortados con la misma tijera, todos semejantes con sus casitas atorrantas, sus jardines con la palmera al centro y unos yuyos semiflorecidos que aroman como si la noche reventara por ellos el apasionamiento que encierran las almas de la ciudad ; almas que solo saben el ritmo del tango y del ‘te quiero’. Fulería poética, eso y algo más.

[…] Esto es el barrio porteño, barrio profundamente nuestro; barrio que todos, reos o inteligentes llevamos metido en el tuétano como una brujería de encanto que no muere, que no morirá jamás.62

En cada personaje y en cada lugar se esconde mucho de la identidad porteña,

teniendo en cuenta también al sujeto que ha dejado su patria y se ha

establecido en Buenos Aires pues hay que reconocer la importancia del

fenómeno migratorio que ocasionó una gran fusión de la sociedad porteña.

Este individuo hace parte de la periferia y al igual que el criollo, lucha por

hacerse a una identidad lejos de su tierra natal. Este inmigrante muy prolífico

61 ARLT. Op. cit., p. 149. 62 Ibid., p. 65.

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en su país, continúa siéndolo fuera de él y de paso tornando la sociedad

tradicional porteña más compleja dado que se incrementaba el número de

familias establecidas en las zonas más pobres de la ciudad y en los sitios

marginales. Cada una de estas familias con una afinidad común, conformaba

un grupo especial conocido como gueto y esto llamaba la atención de la

sociedad tradicional que veía en estos subgrupos parte de sus experiencias

atravesadas por la miseria aún viva en su memoria. Con respecto a esta

afirmación Rigoberto Gil dice que “estas familias eran sobrevivientes de una

catástrofe que se hacía más grande con el transcurso de los días”.63 Ya

habiendo hecho mención del inmigrante y del sujeto criollo, es interesante

cómo este último hace gala de su agudeza para sortear con hipocresía e

ironía su condición social, aspecto que hace parte de las aguafuertes pues la

clase media es un constante telón hecho de apariencias.

Da bronca, en verdad. No he conocido sinvergüenza, malandrín, estafador, pillete, mediocre, imbécil matriculado, ladrón, vivillo, olfa de los jefes, holgazán ni tahúr; no he conocido miserable pretencioso, arruinado con apellidos de aristócrata, ordenanza con humos de patrón, y patrón con sustancia de ordenanza, que no proclamara al cuarto de hora de conversar, con ínfulas de soltera cuando alguien duda de su doncellez:

-Yo me crié en cuna de oro.

¡Mal rayo lo parta! ¿Cuándo, cómo y dónde? ¿Qué cuna de oro?

¡Qué cosa bárbara! Usted entra a averiguar dónde y en que consistía la cuna de oro, y lo que de primera intención descubre es que la tal cuna de oro, apenas si fue de madera roñosa64

Claramente con este tipo de personajes, lo que Arlt está mostrando es la

nueva fisonomía de la ciudad donde se evidencia un sector altamente

próspero hacia el norte y contrariamente, el sur decae poco a poco. La

63 GIL MONTOYA, Rigoberto. Arlt y Piglia conspiradores literarios. Pereira: Instituto de Cultura de Pereira, 2005. p. 29. 64 Ibid., p. 98.

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sociedad muestra una clase media conformada por aquellos que diariamente

buscan escalar un peldaño más para acceder a los sectores privilegiados. No

obstante, la hibridación causada por la fusión de los diferentes estilos de vida,

originaron un collage social donde no existía una armonía propiamente. Al

interior de este cuadro se encontraban los criollos, los inmigrantes que habían

adquirido un capital después de su llegada y como lo muestra Arlt, esos

individuos pretendían hacerse pasar por grandes personalidades envueltos

en un mundo apariencia.

Recordando lo ocurrido en la sociedad bonaerense, la masificación originó

una experiencia dolorosa en las clases medias, sobre todo por la irrupción de

las masas que penetró el interior de ese grupo conservador caracterizado por

una celosa privacidad y que ahora estaba expuesto a un estilo de vida más

colectivo, lo cual fue un gran agravio para ellos, pues se sentían vulnerables

al exponer su dignidad. Fue un proceso de cambio donde los distintos estratos

de la sociedad, padecieron las mismas ambivalencias y en algunos aspectos

de su estilo de vida, encontraron similitudes, sin embargo siempre cada grupo

optó por tener una independencia y mantener una diversidad en cuanto a sus

vivencias. Toda esta yuxtaposición en el campo urbano fue lo que produjo que

las clases populares fueran absorbidas por los grupos inmigrantes.

4.4 Relaciones porteño-ciudad

La narrativa de Arlt está permeada por un carácter didacta y autodidacta,

haciendo de su estilo una extensión de individualidad expuesta con un

realismo que atrapa la problemática social argentina de los años veinte y

treinta:

Me escribe un lector:

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Le ruego me conteste, muy seriamente, de qué forma debe vivir uno para ser feliz’

Estimado señor: si yo pudiera contestarle, seria o humorísticamente, de qué modo debe vivirse para ser feliz, en vez de estar pergeñando notas, sería, quizá, el hombre más rico de la tierra, vendiendo, únicamente a diez centavos, la forma para ser dichoso. Ya ve qué disparate me pregunta.

Creo que hay una forma de vivir en relación con los semejantes y consigo mismo, que si no concede la felicidad, le proporciona al individuo que la practica una especie de poder mágico de dominio sobre sus semejantes: es la sinceridad.65

Con esta aguafuerte, es notable la referencia que hace en primera persona,

entablando un diálogo directo con el lector, un individuo del común

preocupado por conocer su posición ante una cuestión de tipo moral en

conflicto con la naturaleza humana, a lo que Arlt responde al mejor estilo de

de Don Juan Manuel en El conde Lucanor: “Con su deseo de que los hombres

acometiesen en este mundo tales obras que les fuesen provechosas para

alcanzar honra, hacienda y la grandeza de sus estados y estuviesen así más

cerca del camino de la salvación de sus almas. Y puso en él los ejemplos más

provechosos acerca de cosas acaecidas para que todos puedan hacer lo

que aquí se dice”.66

Esta cualidad didáctica y autodidacta se aloja en el tejido intimo de su trabajo

periodístico y novelístico que defendía con entereza sin importar las

recriminaciones que recibía de los que criticaban su estilo, esto según él, le

permitía liberarse de cualquier influencia impuesta por la tradición literaria, y

con más fuerza se atrevía a lanzar sus certeras apreciaciones para dar más

credibilidad a sus denuncias que contextualizaron el realismo social

65 ARLT. Op. cit., p. 138. 66 JUAN MANUEL, Don. El Conde Lucanor. México, Porrua S.A., 2002.

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tornándolo controversial e innegable, y por otro lado, su original lente con el

que focaliza toda esa diseminación de Buenos Aires donde quedan atrapados

todos esos personajes polifacéticos bajo la aguda percepción arltiana: “El

siniestro Mirón es un pajarraco que existe en todos los barrios de nuestra

ciudad. El siniestro Mirón es el hombre que no ha llegado a ser absolutamente

nada en la vida. Persiste como un fenómeno que se mantiene de modos

absurdos y diversos”67

A la par de su aguda percepción, su sutileza con el tacto lo lleva a palpar la

Buenos Aires de los años veinte y treinta; este tacto logra contener las

imágenes discontinuas de la ciudad moderna donde circulan todos esos

complejos esquemas humanos en el marco de una sociedad contingente que

al mismo tiempo que absorbe los individuos también los rechaza. Los sectores

ilustrados acaparaban la escena cultural porteña, como también su

empecinada necesidad de entablar vínculos con las clases sociales muy

prósperas económicamente. Es pues el barrio que tipifica Arlt como ese

pequeño infierno incrustado en la burguesía en el que logra atrapar una

fotografía inédita que trasciende el espacio-tiempo de una eterna disyunción

entre el hombre y la maquina, entendiéndose esta última, como una alegoría

de la revolución industrial para referirse a la sociedad.

La revolución industrial introdujo otro concepto de la modernidad, en el

sentido de las experiencias sociales que se originaron en esa etapa de la

historia, mientras que la modernización influyó en numerosos procesos que se

evidenciaron indiscutiblemente en la transformación del campo social, político

y económico de los estados. Precisamente Arlt captó estos fenómenos con su

lente: 67 ARLT. Op. cit., p. 52.

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El adoquinado es una especie de salvación para esta gente. Es la civilización, el progreso, acercando la ciudad a la pampa disfrazada de ciudad, que es nuestra urbe. El adoquinado es la esperanza de línea en el tranvía o de ómnibus, es la valorización del terreno y la casita, el adoquinado es la obligación próxima de la vereda de mosaicos, del cerco con setenta centímetros de tapia en mampostería, el adoquinado implica el frente revocado, la parición de comercios…el adoquinado para la costra suburbana es la mar en coche…ni más ni menos… como suena…la mar en coche68

El texto que construye Arlt establece un lenguaje que comunica a través de

las imágenes, toda la paranoia generada por la cultura moderna y registra con

palabras la confusión y la problemática porteña, pero ¿en qué reside lo

moderno en Arlt? En palabras del escritor Ricardo Piglia: lo que se puede ver

es que Arlt toma un distanciamiento de la concepción literaria argentina

acerca del estilo, esta autonomía es lo que lo hace particular, visto como una

reacción ante el impacto migratorio (originado por los procesos sociales),

aspecto que resulta ofensivo para la clase tradicional pues destruye una

identidad criolla junto con sus valores. Según entonces este planteamiento de

Piglia, es claro que Arlt se hace un lugar en lo moderno a raíz de su

preocupación por preservar la pureza de la lengua tradicional:

Escribo en un ‘idioma’ que no es propiamente castellano, sino porteño. Sigo toda una tradición. Fray Mocho, Féliz Lima, Last Reason… y es acaso por exaltar el habla del pueblo ágil, pintoresca y variable, que interesa a todas las sensibilidades. Este léxico que yo llamo idioma, primará en nuestra literatura a pesar de la indignación de los puristas, a quienes no leen ni leerá nadie. No olvidemos que las canciones en argot parisién por François Villon, un gran poeta que murió ahorcado por dar clásico golpe de furca a sus semejantes, son eternas…69

También su autonomía está impresa en la conciencia subjetiva de cada uno

de los personajes, como también en el entramado ficticio de sus novelas. Hay

68 Ibid., p. 82. 69 Ibid., p. 169.

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una apreciación clara sobre permanecer en la periferia, sin dar crédito a las

críticas de sus detractores, hace a un lado todo esto y establece su propio

código narrativo que a pesar de nutrirse de la realidad, la encara con un estilo

trasgresor y discontinuo.

Aunque el tipo de periodismo que hace Arlt dista de lo que realmente es el

periodismo literario como tal, sus relatos destellan un leve toque que reúne

algunas de las fuerzas esenciales de los periodistas literarios. El periodismo

literario maneja reglas muy autónomas, que le permiten adentrarse en temas más

complejos y difíciles a diferencia del periodismo normal, por esto, gracias a la

versatilidad que maneja, puede encontrarse un elemento catalizador que encierra

toda la narración arltiana y con la cual se dibujan y se desdibujan las aguafuertes,

este elemento se encuentra en la voz del escritor, como si su voz saliera a la

superficie para contar que había un autor escribiendo. Arlt asume un papel

preponderante al involucrarse en sus narraciones, participando en mayor o menor

grado, y esto le imprime al relato mucho de su personalidad y es algo que se

evidencia en las aguafuertes.

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5. CONCLUSIONES

La tesis central propuesta en este trabajo encontró un factor relevante en todo el

recorrido narrativo de las Aguafuertes Porteñas de Roberto Arlt, que muestra su

mayor particularidad, en la forma como este camufla su voz para poner en escena

al individuo y su entorno, en este caso al porteño y su Buenos Aires. Esta voz se

consolida como una visión íntima por parte del autor, capaz de establecer su

forma de percibir y aprehender la urbe. Su voz pues, como dice Norman Sims: “le

permite al escritor oponer un mundo a otro, jugar con la ironía, asumir una postura,

decir cosas que no se propone decir, implicar cosas no dichas”.70

Buenos Aires como se evidenció, se perfilaba como la ciudad prototipo de la

modernización, es en ella que surgieron las diferentes situaciones que terminaron

conformando los espacios marginales a los que Arlt les imprimió su voz, cada uno

retratando una conmoción social que se incrustaba en el interior del mundo

porteño, tras él, muchos de sus personajes matizaron pensamientos con tinte

ideológico y estético que le daban una nueva perspectiva a la cotidianidad,

recalcando que ninguna actividad en la ciudad puede escapar de la transformación

social en esta parte de la historia.

70SIMS, Norman. Los periodistas literarios. Bogotá: El Áncora Editores, 1996. p. 28.

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Hay una mirada profunda de un realismo social, pues con claridad todo lo

referente a las cuestiones sociales se describe de modo directo con total

pragmatismo para unificar una conciencia global, es decir que gracias a como se

retrata todas las incidencias que giran en torno a los fenómenos tecnológicos, es

fácil entender su influencia al interior de la realidad porteña. En las Aguafuertes

Arlt a manera de viaje, focaliza Buenos Aires como una tierra fronteriza y

misteriosa, por esto Jens Andermann opina que “la literatura de Arlt presenta una

yuxtaposición continua de miradas y territorios: la visión etnográfica y naturalista

del viajero-explorador que se vuelca hacia la sociedad, versus la del flâneur

urbano quien avanza en aeroplanos, buques a vapor, automóviles y ferrocarriles,

hacia la frontera, o hacia las ruinas que quedan de ella”.71

Como porteño, Arlt ubica su ciudad en los avatares de una sociedad problema y

conflictiva, algo que en el pensamiento social se origina como fruto de la

modernidad que transformó una ciudad, sobre todo cuando ésta se convirtió en el

ideal de un desarrollo económico y demográfico, como lo fue la Argentina. En las

Aguafuertes esta realidad se proyecta bajo manifiestos que están comprimidos en

un universo dividido entre lo metropolitano y periférico. Desde allí surge un nuevo

pensamiento, una nueva estética que se configura con las miradas del individuo

que vive y aprehende el mundo moderno.

71ANDERMANN, Jens. Mapas de poder, una arqueología literaria del espacio

argentino. Rosario: Beatriz Viterbo, 2000. p. 141.

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