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Étienne Gilson: un filósofo católico del siglo XX Aun hoy existen propuestas gnoseológicas deshumanizantes que nos llevan al escepticismo radical, al agnosticismo funcional, al secularismo y al relativismo en sus diversas formas, desarraigando al hombre de su identidad propia y abandonándolo al nihilismo. Estas corrientes se olvidan del ser y de su relación con el Ser, arrancándole a aquél su finalidad intrínseca, expropiándole su llamado a participar de manera plena con Aquél que lo sostiene en su perfecto acto de ser”. (Étienne Gilson) Jorge Capella Riera Introdución A lo largo de la historia del pensamiento, e s c r i b e Moya Obradors (2003), el estudio del hombre ha ocupado un lugar eminente en todas las doctrinas filosóficas, pero nunca con tanta fuerza e intensidad como en el siglo XX. Hemos asistido en los últimos cien años a una eclosión de filosofías, tales como como la marxista, existencialista, nietzscheana, freudiana u otras de semejante signo, que siempre se presentaron “ preocupadas por el hombre, hasta el punto de que todas ellas han reivindicado para sí el calificativo de humanistas, intentando hacer ver con ello que su esfuerzo e interés iban más allá de una mera consideración filosófica del problema y que por el contrario era precisamente ese rasgo el que las definía y caracterizaba. Tanto es así, que daba la impresión de que el sólo hecho de presentarse como tal, confería de modo automático una especie de garantía de calidad y eliminaba de por sí cualquier sospecha de 1

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Étienne Gilson:un filósofo católico del siglo XX

“Aun hoy existen propuestas gnoseológicas deshumanizantes que nos llevan al escepticismo radical, al agnosticismo funcional, al secularismo y al relativismo en sus diversas formas, desarraigando al hombre de su identidad propia y abandonándolo al nihilismo. Estas corrientes se olvidan del ser y de su relación con el Ser, arrancándole a aquél su finalidad intrínseca, expropiándole su llamado a participar de manera plena con Aquél que lo sostiene en su perfecto acto de ser”. (Étienne Gilson)

Jorge Capella Riera

Introdución

A lo largo de la historia del pensamiento, esc r ibe Moya Obradors (2003), el estudio del hombre ha ocupado un lugar eminente en todas las doctrinas filosóficas, pero nunca con tanta fuerza e intensidad como en el siglo XX. Hemos asistido en los últimos cien años a una eclosión de filosofías, tales como como la marxista, existencialista, nietzscheana, freudiana u otras de semejante signo, que siempre se presentaron “ preocupadas por el hombre, hasta el punto de que todas ellas han reivindicado para sí el calificativo de humanistas, intentando hacer ver con ello que su esfuerzo e interés iban más allá de una mera consideración filosófica del problema y que por el contrario era precisamente ese rasgo el que las definía y caracterizaba. Tanto es así, que daba la impresión de que el sólo hecho de presentarse como tal, confería de modo automático una especie de garantía de calidad y eliminaba de por sí cualquier sospecha de error”.

“Sin embargo la historia de tales filosofías y el resultado final de la aplicación de sus postulados, ha demostrado que la gran mayoría de estos autoproclamados humanismos ha fracasado. Nunca tanta preocupación por e l hombre como ahora y nunca tanta destrucción como ahora del verdadero concepto de hombre. Por eso precisamente urgía más que nunca buscar ese humanismo que sería una guía segura para este tercer milenio que recientemente hemos comenzado a recorrer.”

Es entonces que aparece Étienne Gilson quien, según Echauri (1978), “es una de las primeras figuras de la filosofía contemporánea, y posiblemente, el tiempo lo dirá, una de las personalidades más relevantes de toda la historia de la filosofía”.

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Fue un incansable defensor de la Filosofía Cristiana, sobre su real existencia, su historicidad, su importancia en la historia del pensamiento en general y su tarea en la filosofía, en la teología y en la Iglesia Católica. Sus extraordinarios estudios sobre el pensamiento medieval y en particular sobre la obra de Tomás de Aquino, una de las mejores aproximaciones al tema, le permitieron acometer esta tarea.

Se me podrá peguntar el porqué de mi interés por nuestro filósofo. No me resulta difícil contestar: de estudiante de la especalidad de filosofía me cuativó el trabajo de Gilson y luego en 1963 se me encomendó reemplazar al recordado Hermano Noé Zevallos en el curso de Historia de la Hilosofía en la Escuela Normal Superior La Salle de Arequipa y tuve la suerte de contar con la obras “Historia de la Filosfía” de Étienne Gilson e “Historia de la Filosofía” de Jean Jolivet que me facilitaron desarrollar el curso según lo había planificado.

El objetivo del presente artículo es exponer y valorar algunos aspectos de la contribución de nuestro filósofo a la historia de la filosofía y a la comprensión del vacío metafísico de nuestro tiempo.

Analizaremos brevemente, como lo demanda un artículo, la vida y obras de Gilson, su pensamiento y la vigencia de éste en nuestros días.

Pero antes de comenzar el trabajo me permito indicar a los lectores que:

- Gilson tiene la costumbre de insistir -en casi todas sus obras- en ciertas ideas, que algún comentarista ha tildado de obsesivas, y que yo prefiero llamarlas ideas-fuerza; ello hace que se observe una aparente reiteración.

- Hay que tener en cuenta que los estudios de nuestro filósofo han sido traducidos del francés lo que implica posibles deficiencias.

- La referencia en la biografía de connotados filósofos, teólogos y sociólogos me exige que resuma -en forma muy breve- su trayectoria mediante notas a pie de página. Tal vez algunas personas juzguen que es exagerada, por lo que pido disculpas.

- Los textos de Gilson van en letra cursiva. - En la redacción del escrito uso varios estilos pues trato de respetar el de cada uno

de los autores que cito.

Lima, enero de 2015

Vida y obras

Étienne Gilson ha sido un filósofo que tuvo una trayectoria académica en la que tuvieron que ver circunstancias muy diversas; un gran número de importantes personajes y una amplia produción literaria. Ello hace que considere que, en este primer apartado, me ocupe tanto de la vida como de las obras de este genio.

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Vida

Étienne Gilson nace en París el 13 de junio de 1884 en una familia cristiana de clase media y fue educado en escuelas cristianas, donde la fe católica recibida de sus padres se fortaleció y se unió íntimamente a la cultura de su país y de su época;

En esta ciudad recibió su primera educación en el seminario diocesano de Notre–Dame–des–Champs, y luego en el Liceo Enrique IV, donde también estudió Jacques Maritain. Fue formado desde joven en el sentido artístico, siendo la literatura, la música y las artes plásticas intereses que permanecieron en él. En ese Liceo obtuvo el bachillerato en filosofía y letras.

Después de cumplir con el servicio militar, hizo los estudios universitarios en un ambiente agnóstico como el de la Sorbona. Pero supo aprender la técnica de la investigación intelectual de sus profesores Brochard 1, Delbos 2, Lalande 3, Durkheim 4, Lévy-Bruhl 5 … sin dejarse llevar por su orientación antimetafísica y positivista

Echauri (1978) nos dice que “aunque parezca increíble, durante sus años de formación en la Sorbona, justamente en la universidad donde Santo Tomás había ejercido su magisterio doctrinal, Gilson no oyó decir nada acerca de él”.1 Victor Brochard  (1848-1907) fue un filósofo francés que después de haber realizado los estudios clásicos en el Liceo de Lille en 1868 entró en la connotada Escuela Normal Superior. Ingresó a enseñar en La Sorbona como Profesor de Historia de Filosofía Antígua. Escribió varios artículos sobre Platón en la Revista de Filosofía . Se especializó en Descartes, algunos de cuyos libros preparó varias ediciones

2 Victor Delbos (1862-1916) fue un filósofo e historiador de la filosofía católico. En 1902 se lo nombró Profesor de la Sorbona y en 1911 vino a ser miembro de la Académie des Sciences Morales et Politiques. Murió en Julio de 1916. Era gran amigo de  Maurice Blondel. Escribió sobre Spinoza,  Malebranche y Kant.

3 André Lalande (1867-1963), profesor en la Sorbona desde 1904, cultivó la teoría de la ciencia desde un positivismo racionalista. Defendió la tesis de que toda evolución es contrarrestada por una disolución igual y de sentido contrario, introduciendo una teoría no evolucionista del progreso basada en la asimilación que caracteriza la epistemología genética de Jean Piaget. Lalande se propuso colaborar en la pretendida unificación del lenguaje filosófico, proyecto próximo a las tendencias unificadoras neopositivistas. Fue uno de los impulsores de losCongresos Internacionales de Filosofía, iniciados en 1900.

4 Émile Durkheim (1858 –1917) fue un sociólogo, pedagogo y antropólogo francés. Hijo de un rabino, destacó pronto como estudiante, lo que le permitiría acceder en 1879 a la Escuela Normal Superior de París. Se licenció en filosofía en 1882. Terminados sus estudios inició su carrera docente en diversas ciudades francesas. Estableció formalmente la disciplina académica. Durante el curso 1885-1886 se trasladó a Alemania, donde conoció los métodos de la psicología experimental de Wundt. En 1896 creó la primera revista dedicada a la sociología, L'Année Sociologique. Perfeccionó el positivismo  promoviendo el realismo epistemológico y el método hipotético deductivo. Sobre el fenómeno religioso versó una de sus obras más significativas, Las formas elementales de la vida religiosa (1912), basada en diversas observaciones antropológicas sobre los aborígenes americanos y australianos. En 1902 fue nombrado profesor de la cátedra de ciencias de la educación de la Universidad de París, donde ejercería la docencia hasta su fallecimiento.

5 Lucien Lévy-Bruhl  (1857-1939) Antropólogo y filósofo francés. Sus estudios sociológicos sobre la mentalidad de los pueblos considerados primitivos han ejercido una gran influencia sobre la cultura occidental contemporánea. Siguiendo las ideas del sociólogo francés Émile Durkheim, considera la moral como la ciencia de las costumbres, basada sobre reglas de comportamiento que, en un determinado contexto social, aparecen como objetivas y necesarias, como si fuesen leyes naturales. Profesor en la Sorbona y director de la Escuela Normal Superior, ha influido profundamente en la juventud francesa. Asumió la dirección de la importante “Revue philosophique”, misión que desempeñó hasta el fin de sus días.

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Su principal interés durante los estudios universitarios fueron los filósofos modernos, y llegó al pensamiento de Santo Tomás a través de sus estudios cartesianos. Lucien Lévy–Bruhl, que como acabamos de ver fue uno de sus profesores, lo orientó a investigar las influencias del pensamiento de Descartes para su tesis doctoral, lo cual lo condujo directamente a la filosofía escolástica.

Interesado en la metafísica desde sus primeros estudios filosóficos, asistió a los cursos de Henri Bergson 6 en el Collége de France, que fueron importantes para él en la toma de distancia del positivismo de sus profesores de la Sorbona.

El mismo filósofo nos relata (1958) "Fui educado en un colegio católico francés, de donde salí, tras siete años de estudios, sin haber oído ni una sola vez, al menos en lo que recuerdo, el nombre de Santo Tomás de Aquino. Cuando me llegó la hora de estudiar filosofía, asistí a un colegio dependiente del Estado, y cuyo profesor de filosofía, un discípulo tardío de Victor Cousin 7, jamás había leído, evidentemente, ni una línea de Santo Tomás de Aquino. En la Sorbona ninguno de mis profesores conocía la doctrina tomista, y todo lo que supe de ella fue que, si hubiera alguien tan tonto como para ponerse a estudiarla, sólo hallaría en ella una expresión de esa Escolástica que, desde los tiempos de Descartes, pasó a ser mera pieza de arqueología mental".

En 1906 termina sus estudios de filosofía en La Sorbona y dos años más tarde se casa con Teresa Gilson con quien tiene 3 hijos.

Al preparar su tesis doctoral tuvo ocasión de estudiar los antecedentes de la filosofía cartesiana, y descubrió que las ideas fundamentales de Descartes derivan de nociones metafísicas propias de la escolástica, es decir, de la filosofía cristiana de la Edad Media. De ahí nació en él el deseo de estudiar a fondo la filosofía medieval, para averiguar hasta qué punto era cierto lo que en su tiempo sostenían los historiadores de la filosofía, es decir, que en la Edad Media no había habido verdadera filosofía sino sólo teología, y que la considerada historia de la filosofía daba un salto de los griegos a Descartes, padre de

6 Henri Bergson (1859 – 1941), miembro de una familia judía de origen polaco, realizó sus primeros estudios en el Liceo Condorcet sobresaliendo en las disciplinas clásicas y más aún en las matemáticas y la mecánica. Luego estudió filosofía en la École Normale Supérieure, de la que en 1898 fue Profesor. Desde 1900 hasta 1921, ostentó la cátedra de filosofía en el Colegio de Francia. En 1914 fue elegido para la Academia Francesa; de 1921 a 1926 fue presidente de la Comisión de Cooperación Intelectual de la Sociedad de Naciones. En 1927 ganó el Premio Nobel de Literatura. Llamado el filósofo de la intuición, Bergson buscó la solución a los problemas metafísicos en el análisis de los fenómenos de la conciencia. La evolución de la realidad es "ímpetu vital" (élan vital), acción que continuamente se crea y se enriquece. Dispensado de inscribirse en el registro en el que debían constar todos los judíos (era famoso y estaba muy enfermo) se presentó personalmente: «quise permanecer entre aquellos que mañana serán perseguidos». En los últimos años se sentía cada vez más cerca del catolicismo, pero evitó la conversión oficial porque, como confesó en su testamento, temía apoyar con su prestigio el antisemitismo fomentado en Europa por el nazismo. Es el filósofo francés más importante de su época.

7 Victor Cousin (1792 – 1867) fue un filósofo espiritualista y escritor francés que elaboró una síntesis del pensamiento de Descartes, Kant y la escuela escocesa y es considerado el líder de la escuela ecléctica. Enseñó en la Sorbona y en la Escuela Normal Superior. Editó las obras de Descartes, tradujo al francés a Platón y a Proclo y entre otras obras escribió Histoire de la philosophie au XVIIIe siècle , (1829), Du Vrai, du Beau et du Bien, (1853) y numerosas biografías de mujeres célebres del siglo XVII. En 1830 se hizo miembro de la Academia Francesa y en 1832 de la "Academia de Ciencias Morales y Políticas". En 1840, tomó el cargo de consejero de Estado y el de ministro de Educación.

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la filosofía moderna. Desde 1905 hasta 1930 Gilson se dedicó a estos estudios, llegando a la conclusión -actualmente aceptada por los historiadores- de que la época patrística y escolástica dio lugar a un importante y original desarrollo filosófico, produciendo nociones que a través de Descartes han influido también en la filosofía moderna y contemporánea.

Cuando relata el inicio de sus estudios escolásticos, Gilson explica así su orientación: "En cuanto vi claro que, técnicamente hablando, la metafísica de Descartes no era más que un amaño chapucero de la metafísica escolástica, decidí aprender la metafísica de aquellos que realmente la habían sabido, es decir, de aquellos escolásticos a quienes mis profesores de filosofía podían despreciar libremente, ya que no los habían leído".

Tras estudiar a Santo Tomás y a San Buenaventura, se dio cuenta de que el rico florecimiento de la filosofía escolástica había sido silenciado, y que los pensadores modernos dependían de ésta en muchos sentidos. Nuestro protagonista dedicó sus mayores esfuerzos a la comprensión de esta etapa.

Y a partir de ese momento, Gilson comenzó a convertirse en uno de los líderes indiscutidos del tomismo contemporáneo. Incluso, nos atrevemos a afirmar, que sus ideas presentan el rostro más auténtico del tomismo de Tomás de Aquino. Y es así como se inició uno de los mejores historiadores de la filosofía escolástica de nuestro tiempo.

Pero él no se queda en ser estudioso. Siente la necesidad de comunicar lo que ha hallado en sus investigaciones. Es así como en 1913 ingresa como profesor en la École pratique des Hautes-Études de París, donde también empezó a publicar la revista anual "Archivos de historia doctrinal y literaria de la Edad Media".

En 1916 da clases de filosofía medieval en la Universidad de Lille, al norte de Francia y entre 1921 y 1932 enseñó filosofía medieval en La Sorbona.

Luego pasa tres años enseñando en Gran Bretaña, Italia y Bélgica. En este último país, dicta tres importantes conferencias pronunciadas en el Instituto de estudios superiores de Bruselas, y publicadas en 1931 en la "Revue de Métaphysique et de Morale". Sus tesis ya las había puesto por escrito en las primeras ediciones de su Historia de la Filosofía, aparecidas de 1926 a 1928. 

Según Milla Toro (2007), “en 1931 la Sociedad Francesa de Filosofía promovió un primer debate sobre los estudios escolásticos en el que participó Gilson. Las conclusiones a este encuentro fueron realmente históricas y dieron lugar, a una apasionada polémica filosófica en Francia y en toda Europa”.

Más tarde, nos cuenta Zadra (2004), “en 1936 y en ese mismo contexto, tuvo lugar una Polémica sobre la Filosofía Cristiana (Cristianismo y filosofía) en la que participaron

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filósofos y teólogos de la talla de Léon Brunschvicg 8, Gabriel Marcel 9, Maurice Blondel10, Marie-Dominique Chenu 11, Jacques Maritain 12, Bréhier 13 y Martin Heidegger 14, entre otros”.

Brunschvicg y Blondel intervinieron en la polémica y Brehier fue uno de los principales ponentes disertando en contra de las posiciones de Gilson. Desde su punto de vista la religión es asumida en un nivel superior por la filosofía, y carece por tanto de sentido la idea de una filosofía específicamente religiosa.

Cabe señalar que Heidegger se opuso resueltamente al concepto mismo de filosofía cristiana, y sus argumentos han tenido y tienen aún gran influjo en el pensamiento

8 Léon Brunschvicg (1869 – 1944) fue un filósofo francés de tendencia idealista. Estudió en el Liceo Condorcet de París. Después en la École Normale Supérieure, y fue profesor en distintos Liceos de provincias. En 1909 fue nombrado profesor de filosofía en la Universidad de la Sorbona. Fue co-fundador, en el año 1893, de la Revue de métaphysique et de morale. Debido a sus orígenes judíos fue obligado por los nazis a abandonar su posición de Profesor. En ese tiempo escribió su estudio sobre Montaigne, Descartes y Pascal, que se publicó en Suiza. Murió en 1944 a los 74 años.

9 Gabriel Marcel (1889-1973) fue un dramaturgo y filósofo francés. Su padre era agnóstico. A los siete años escribió su primera obra literaria y en general tuvo buenos resultados en la escuela primaria. Cursó la secundaria en el Lycée Carnot de París. Estudió cuatro años de filosofía en la Sorbona con Delbos, Lévy-Bruhl, Jacques Maritain y Henri Bergson. Su pensamiento es calificado como existencialismo cristiano o personalismo. Tras terminar la carrera de filosofía, Marcel ejerció de profesor en diversos liceos. Al mismo tiempo se dedicó a la crítica literaria, en especial de las obras de teatro. En 1929, tras largo período de inquietud religiosa, se convirtió al catolicismo. De este período de búsqueda religiosa también surge su obra Être et avoir  publicado en 1935. Perteneció a la Société Française de Philosophie y colaboró en la Revue de Métaphysique et de Morale. En 1933 adquirió un apartamento donde se reunía con un grupo escogido de pensadores católicos con el fin de elaborar una filosofía espiritualista cristiana.

10 Maurice Blondel (1861 - 1949), filósofo francés. Descendiente de una familia profundamente católica, cursó sus primeros estudios en el Liceo y los prolongó en la Universidad, donde obtuvo la Licencia en Letras y el Bachillerato en Derecho. A los 20 años fue admitido en la École Normale Supérieure. La tesis de doctorado titulada L'Action, Essai d'une critique de la vie et d'une science de la pratique, constituye el primero y más elevado fruto de su profunda convicción cristiana que había de ser la base de toda la investigación filosófica de Blondel. Interviene en la célebre polémica desatada por Bréhier yGilson acerca de la filosofía cristiana. Su figura de pensador cristiano va colocándose progresivamente en un plano de clasicismo, en tanto que engrosa la escuadra de discípulos, diversamente fieles a su magisterio.

11 Marie-Dominique Chenu (1895 - 1990). Teólogo dominico, nacido en Francia y profesor de teología medieval. Estudió en el Collegium Internationale Pontificio Angelicum donde obtuvo su tesis titulada “De contemplatione”.  Fue «rector» de la Escuela de Teología de Le Saulchoir en Bélgica. Aplicó el análisis sociológico a la investigación en la teología y en la obra misionera de la iglesia por lo que sus libros fueron inscritos en el Index, pero más tarde lo reabilitaron. Fue uno de los fundadores de la revista reformista Concilium. Sus aportaciones teológicas influyeron de forma definitiva en el pensamiento que llevó al Concilio Vaticano II en el participó en calidad de experto. En 1930 fundó el Chenu Institut d'Etudes Médiévales de Montreal. 

12 Jacques Maritain (1882-1973) Filósofo francés cristiano. Estudió en el Liceo Enrique IV y en la Sorbona. En 1904 se casó con Raïssa Oumansoff, inmigrante judía de origen ruso, con quien compartió muchas de sus inquietudes intelectuales y obra. Tomaron cursos de Henri Bergson, quien les comunicó el "sentido del absoluto". Junto con su esposa, se convirtió al catolicismo. Se desempeñó como Profesor de Filosofía en un liceo Parisién y, desde 1914, en el Institut Catholique, dio cursos en universidades de Europa, Estados Unidos y Canadá. En 1917 recibió de la Santa Sede el título de doctor "honoris causa" en filosofía de las universidades pontificias. Durante la guerra fue presidente de la École Libre des Hautes Études Françaises de Nueva York (1943-1944), y un notable animador de la resistencia espiritual frente a las fuerzas anticristianas desatadas en Europa. De 1945 a junio de 1948 representó a su país ante el Vaticano. 13

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filosófico. Para él “la noción de filosofía cristiana constituye una contradicción, puesto que el acto filosófico primigenio que es la búsqueda del sentido del ser supone una puesta en cuestión radical que es inadmisible para la fe. Heidegger reconoce que la fe brinda una respuesta a la pregunta filosófica por el sentido del ser, pero considera que al responder se ahoga la pregunta filosófica misma, se elimina. Las sólidas certezas de la fe y el eterno e insaciable preguntar filosófico son planteados así por el pensador alemán como dos caminos posibles y mutuamente excluyentes ante la cuestión fundamental de la vida humana que es la cuestión sobre el sentido del ser . Encontramos aquí una de las más radicales formulaciones de la nefasta oposición entre fe y razón que en nuestro tiempo parece generalizarse, y que deja a tantos en la triste situación de no querer ver saciada su hambre de sentido”.

Posteriormente un gran número de filósofos de diversas líneas de pensamiento se involucrarían en la discusión, haciéndola más compleja y extensa.

Pues bien, como veremos más adelante en esta polémica es donde Étienne Gilson brilló con luz propia en extraordinarias intervenciones.

Desde entonces, se le conoció en Europa y América por su gran dominio de los autores escolásticos desde sus fuentes, y muchos convienen en llamarlo el gran medievalista del siglo XX. Fue solicitado para enseñar en diversos países, y desde el año 1926 empezaron sus viajes a Canadá y Estados Unidos. Se le invitó a fundar el Instituto de Estudios Medievales de la Universidad de Toronto, formado oficialmente en 1929. Sus estudiantes extendieron su influjo por toda América del Norte. Entre los cursos dictados en sus viajes se encuentran lecciones magistrales que luego se convertirían en algunas de sus obras de mayor relevancia en el ámbito filosófico: las " Gifford Lectures" 15 en Aberdeen (1931-32), publicadas bajo el título El espíritu de la filosofía medieval;  las " William James Lectures " 16 en Harvard (1936) publicadas como La unidad de la experiencia filosófica, en

Émile Bréhier (1876-1952). Filósofo francés e historiador de la filosofía Sus estudios se centraron en la filosofía antígua, particularmente sobre el estoicismo y Plotino, pero la obra más famosa fue Histoire de la philosophie (1926-32), que es la más importante de este género escrita en lengua francesa. Fundó la Revue d'histoire de la philosophie y, desde 1940, dirigió la Revue philosophique. Fue el sucesor de Bergson en La Sorbona en 1945.

14 Martin Heidegger (1889 – 1976). Fue un filósofo alemán de notable influencia. Estudió teología católica, ciencias naturales y filosofía en la Universidad de Friburgo y luego fue asistente de Edmund Husserl. Comenzó su actividad docente en Friburgo en 1915, para luego enseñar durante un período (1923–1928) en Marburgo. Tras sus inicios en la teología católica, desarrolló una filosofía innovadora que influyó en diversos campos. Su obra tiene dos períodos distintos: el marcado por Ser y tiempo y El estudio de la historia de la metafísica como proceso de olvido del ser. Fue criticado por su asociación con el régimen nazi.

15 Lord Adam Gifford (1820-1887), un abogado y juez de Escocia, dedicó su fortuna a organizar los cuatro “Gifford Lectureships on natural theology”  en conexión con las Universidades de Aberdeen, Glasgow, Edinburgh and St. Andrews. Estudió en la Universidad de Edimburgo y le interesaron los trabajos de Spinoza. Sin embargo pudo más su alma política y se convirtió en un miembro de Scots Law Debating Society. Era muy solicitado para dar conferencias, no tanto sobre tópicos relacionados con la jurisprudencia, sino más bien sobre metafísica y filosofía de la religión.

16 “The William James Lectures” eran una serie de conferencias que se ofrecían en la Universidad de Harvard auspiciadas por los Departamentos de Filosofía y Psicología a la que eran invitados por estos departamentos entre personajes distinguidos en las dos especialidades. Esta serie se creó en honor a William James (1842-1910), filósofo pragmatista américano y fundador de la psicología funcional y de la psicología de la religión. En 1872 inició en Harvard la profesión docente, que desempeñó a lo largo de toda su existencia. Su pensamiento se relaciona con una doctrina que él mismo llamó empirismo radical.

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que defiende la metafísica, y define al hombre como animal metafísico por naturaleza, en contra de la tesis nietzscheana compartida por el Círculo de Viena; y la inauguración de la Cátedra Cardenal Mercier 17 18 en Lovaina en 1952, que dio origen a su libro Las metamorfosis de la ciudad de Dios.

Igualmente son importantes las” William James' Lectures” que Gilson dictó en Toronto, Canadá. El libro luego es publicado bajo el nombre de "Being and some philosophers".

Pero Gilson no fue un escritor ocasional. Escribió, como veremos enseguida, a lo largo de toda su vida y de forma extraordinaria y relevante. En efecto s us trabajos sobre San Agustín, San Bernardo, San Anselmo, San Buenaventura, Duns Scoto, para citar sólo algunas de sus obras mayores, son puntos de referencia ineludibles para todo cultor de la filosofía medieval. Y no he citado deliberadamente a Santo Tomás de Aquino, porque éste ocupa un lugar de privilegio en su pensamiento. El investigar y escribir sobre el que él llama cariñosamente «mon saint Thomas d’Aquin» ha sido, como él mismo nos lo dice, «no solamente su trabajo, sino su placer».

Ahora bien, no fue nuestro filósofo un hombre ajeno a los avatares de su tiempo pues participó en la primera guerra (Batalla de Verdún19); permaneció prisionero entre 1916 y 1918; fue senador del Movimiento Republicano Popular (MRP) -de orientación demócrata cristiana-; consejero del gobierno y representante de Francia en las Naciones Unidas después de la guerra.

También fue co–director de la Fundación John M. Olin cuyo Centro para la Investigación se dedica al estudio sobre la Teoría y Práctica de la Democracia.

Ya cercano al ocaso vital fue distanciándose fuertemente de la práctica política y de su relación con algunos colegas del pensamiento religioso.

17 Desiderio José Mercier (1851- 1926) fue un sacerdote católico y académico belga. Estudió y más tarde fue elegido rector de la Universidad de Lovaina, en Bélgica. Su actitud frente a la ocupación alemana le dio prestigio internacional. Mantuvo un diálogo con el anglicanismo y organizó, junto con Lord Halifax, las Conversaciones de Malinas (1921-1926). Restauró la liturgia y trabajó para una mejor preparación cultural y espiritual del clero de su diócesis. Intentó acercar la filosofía kantiana a la tomista, intento conocido como realismo crítico. Fue creado cardenal de la Iglesia Católica el 15 de abril de 1907.

18 Para llevar a cabo la renovación filosófico-teológica marcada por la encíclica Aeterni Patris, León XIII pidió al Cardenal Dechamps que se crease la Escuela Filosófica de Lovaina, una escuela que siguiera las huellas de Santo Tomás de Aquino. Mercier se hizo cargo de esta enseñanza en el año académico 1882-83 con un curso de «alta filosofía de Santo Tomás». Organizó además coloquios, reuniones, seminarios, etc., con objeto de formar colaboradores, a fin de crear un Instituto Superior de Filosofía que fue definitivamente constituido en 1894. El mismo año se fundó la Revue Néo-scolastique de philosophie, que después pasó a ser la Revue philosophique de Louvain. Actualmente todo ello forma parte de la Cátedra Cardenal Mercier.

19 Fue una de las grandes batallas de desgaste entre alemanes y franceses, la más larga de la primera guerra mundial – diez meses – y la segunda más sangrienta – 250.000 muertos – tras Somme. . El héroe fue el mariscal Petain, después cuestionado y considerado traidor. La resistencia francesa estuvo ayudada por el ataque de los rusos en Galitzia, en el frente oriental, donde barrieron a los austríacos y obligaron a los alemanes a dividir sus fuerzas.

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En esta última faceta observo una cierta contradicción pues hay quienes consideran que durante el Concilio Vaticano II, Gilson fue un destacado referente filosófico incluso de la Escuela Romana de Teología y de los teólogos de Pío XII; y otros creen que él es reencontrado, después del Concilio, de entre los grandes desaprovechados.

De todos modos mantuvo una numerosa correspondencia con dos de las mayores celebridades de la época: Jacques Maritain y el Padre Henri de Lubac.

Gilson tuvo varios reconocimientos sobre todo en 1946 que fue elegido miembro de la Academia Francesa. Hay que señalar que perteneció al Collège de France hasta 1951 en que renuncia a su puesto para dedicarse por completo al Instituto Medieval, hasta 1968.

Tuvo que ser hospitalizado de urgencia pues presentaba una hemorragia por úlcera péptica complicada por insuficiencia hepática. Muere el 19 de septiembre de 1978 en Cravant, una localidad  comuna francesa situada en la región de Borgoña, departamento de Yonne, en el distrito de Auxerre, cantón de Vermenton, a la edad de 94 años.

Obras

Étienne Gilson, además de ser un excelente filósofo es un notable escritor. Como afirma Echauri (1978), lo es “no sólo por la elegancia de su estilo, sino también por su precisión y nitidez conceptual. La filosofía adquiere bajo su pluma el rigor de una ciencia, porque toda palabra posee allí su sentido exacto y el hilo de su discurso se puede controlar paso a paso”.

Además, “su producción escrita resulta realmente asombrosa, no sólo por su cantidad, sino sobre todo por su calidad, y es por ello que quizás sea la obra intelectual de mayor envergadura de nuestro siglo. Y decimos «intelectual» por la variedad y amplitud de su espectro temático. Pero dentro de ella estimamos que sus trabajos específicamente filosóficos son los más importantes y decisivos de nuestro tiempo por su profundidad especulativa y su solidez doctrinal”.

Sus escritos son referentes obligados para conocer la metafísica medieval y la discusión en torno a la existencia de una filosofía cristiana en la Edad Media.

Su aporte es resultado del fruto maduro de sus esfuerzos al estudio histórico del pensamiento escolástico. Sus trabajos de historia de la filosofía son abundantes y rigurosos. Tiene obras panorámicas, como La filosofía en la Edad Media y El espíritu de la filosofía medieval.  En esta obra hace ver la originalidad de la filosofía patrística y escolástica, su pluralismo de escuelas y su unidad dentro de la fe cristiana y de la teología y obras más bien monográficas que exponen el pensamiento de un autor, como su Introducción al estudio de San Agustín (1929) o sus libros La filosofía de San Buenaventura (1924) y Duns Scoto (1952).

Pero nuestro filósofo escribió y se han publicado, otras numerosas obras, algunas de las cuales están traducidas al castellano: Lingüística y filosofía; El tomismo; Pintura y realidad; El ser y los filósofos; La metamorfosis de la Ciudad de Dios; Elementos de filosofía cristiana; La unidad de la experiencia filosófica; El filósofo y la teología y Dante y

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la filosofía. Pero destacan:  El realismo metodológico, La filosofía de san Buenaventura, El ser y la esencia, El tomismo, Elementos de filosofía cristiana, entre otras.

Son importantes también, aunque en francés: La Théologie mystique de Saint Bernard; Jean Duns Scot; Études sur le rôle de la pensée médiévale dans la formation du système cartesian; Réalisme thomiste et critique de la connaissance.

Sin embargo, Gilson es sin duda uno de los principales conocedores del pensamiento de Santo Tomás, en cuyo ámbito se sitúa sobre todo su obra. La principal exposición sistemática que hace del pensamiento del Santo se encuentra en su libro El tomismo. Introducción al sistema de Santo Tomás de Aquino (1925).

Menos conocidos son sus estudios sobre otras etapas de la historia de la filosofía, como Filosofía moderna: de Descartes a Kant (1963), y Filosofía contemporánea: de Hegel al presente (1966).

En su producción Insistía en que la revelación judeo-cristiana de Dios como creador y ser en sí mismo, afectó en profundidad el carácter de la filosofía cristiana.

Crítica, polémica y pensamientoComo acabamos de ver, Étienne Gilson fue uno de los más ilustrados autores de la neoescolástica y especialista en Santo Tomás de Aquino, y que destacó como un gran polemista tal como lo demostró tanto en el Debate sobre los Estudios Escolásticos, promovido por la Sociedad Francesa de Filosofía, como en la Polémica sobre la Filosofía Cristiana organizada por la misma institución.

En esta parte del artículo voy a intentar presentar, de manera sencilla y breve, ambos aspectos de nuestro filósofo: su capacidad de crítica, de polémica, y su pensamiento.

Tal como señalé en la introducción, en este apartado el lector encontrará distintos estilos de redacción pues trato de respetar el de los autores que cito.

Crítica y Polémica

Ossandón Valdés (1982) considera que “uno de los espectáculos más bellos que el hombre puede presenciar es una polémica intelectual llevada a cabo con altura de miras por inteligencias superiores. Más aun, cuando los polemistas llaman a comparecer ante el tribunal de la razón a todos los grandes filósofos que la historia venera”.

Zadra (2004) nos dice que Gilson estudia en diversos lugares, entre ellos su obra La filosofía en la Edad Media, las profundas diferencias entre los distintos sistemas de los pensadores de dicha época: “Existen en el ámbito mismo de la escolástica unas filosofías que de ninguna manera pueden reducirse a unidad: San Buenaventura, por ejemplo, sostiene unos criterios radicalmente diversos de los de Santo Tomás en varios puntos capitales, como son la noción de ser, la idea de causa, el conocimiento racional o natural, etc. Y lo mismo dígase con referencia a los otros grandes doctores, como Anselmo de Aosta, Duns Escoto, etc.”.

Sin embargo, el espíritu común y la complementariedad que existe entre ellos, hace que

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los diversos sistemas no sean mutuamente excluyentes, como esclarece la conclusión de su “Introducción al estudio de San Agustín”: “No cabe duda alguna de que estas dos actitudes no son dogmáticamente contradictorias: San Agustín no excluye a Santo Tomás de Aquino, en el centro de toda filosofía cristiana, más bien lo prepara y lo reclama; pero no intentamos sostener que el plan de las dos exposiciones sea el mismo” .

Según Milla Toro (2007) “la crisis de la metafísica es la crisis de los metafísicos, y se debió a una confusión en la concepción del ser (y del ser, precisamente, es de lo que versa la metafísica). La pobre visión sobre el ser ha sido el lastre que ha cargado en sus aproximadamente veinticinco siglos de vida. Los grandes problemas de los metafísicos han sido el esencialismo y el existencialismo”.

No puedo analizar todas las críticas que hizo ni todas las polémicas en las que de una u otra manera Gilson intervino. Me ocuparé muy brevemente de su posición frente a Descartes/Suárez y un poco más ampliamente sobre la postura de nuestro filósofo ante pensadores de la época, con especial énfasis en los comentaristas de Santo Tomás de Aquino.

Descartes/ Suárez Baciero Ruiz (2007) afirma que “tradicionalmente se ha considerado la filosofía cartesiana como un comienzo casi absoluto en la historia de la Filosofía. Sin embargo, las conocidas hipótesis del “genio maligno” y del “Dios engañador”, parte fundamental del artificio de la “duda metódica” en las Meditaciones metafísicas, se encuentran en la Disputación metafísica de Suárez 20. Parece claro, a partir de su doctrina sobre el origen del error, que Descartes tomó directamente de Suárez ambas ficciones”.

En sus obras de comienzos de siglo, Gilson explicaba el acercamiento de Descartes hacia la escolástica en torno a la década de 1640, en razón de su afán por divulgar su “nueva” fílosofía (su nueva física en realidad), mostrando su compatibilidad esencial con la filosofía y teología “aristotélicas” dominantes, lo que entonces significaba, necesariamente, su aceptación y difusión a través de los colegios y vínculos universitarios de los jesuitas.

20 Francisco Suárez (1548-1617). Miembro de una familia hidalga, ingresó en el noviciado de la Compañía de Jesús en Salamanca en 1564 donde estudió filosofía y teología. Enseñó teología en Segovia y Ávila en 1575; en Valladolid en 1576; y desde entre 1580 y 1585 filosofía y teología en Roma, donde participó en la elaboración del Ratio studiorum. Luego se trasladó a enseñar a Alcalá de Henares, entre 1585 y 1592, donde sus primeros libros le valieron dificultades con censores dominicos. En 1593 volvió a Salamanca, para enseñar, y terminó al fin su carrera en la Universidad de Coímbra, donde entró en 1597. La jubilación le llegó en 1615; entonces fue a Lisboa, donde dos años después falleció. Fue llamado Doctor Eximius et Pius y gozó de enorme autoridad, revitalizando la ya decaída escolástica. Tanto su teología como sus posiciones jurídicas son inseparables de su sistema filosófico, expresado en sus colosales Disputaciones metafísicas (1597), en las que, siguiendo a Tomás de Aquino y a Duns Escoto, va a la vez más allá de ellos e incluso los critica en puntos centrales. Esta obra fue muy conocida incluso más allá del ámbito de las naciones católicas, y estudiadas por figuras de la talla de Descartes y Leibniz. El extraordinario alcance de su pensamiento se mantuvo vivo durante casi dos siglos en la mayoría de las universidades europeas, así como en los sistemas filosóficos de numerosos pensadores de primera línea.

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Descartes estudió en La Fléche, de acuerdo con los estudios más recientes, desde la Pascua de 1607 hasta Septiembre de 1615, es decir, ocho años y medio (entre los once y los diecinueve años), recibiendo una educación típicamente jesuítica, con sus ejercicios espirituales anuales previos a cada curso, sus ejercicios de piedad, prédicas, estudio de las lenguas clásicas, de la filosofía escolástica, los clásicos griegos y latinos y la doctrina cristiana, sin descuidar el ejercicio físico.

Por lo demás, Descartes nunca dejó de mostrar admiración y reconocimiento hacia sus antiguos profesores de Filosofía

Ahora bien, si en esos cursos se seguía la filosofía de Aristóteles, a través de los comentarios de los autores jesuitas, con todo, y de acuerdo con Gilson, eran sobre todo dichos manuales y comentarios, y no los textos mismos del Estagirita, los que se manejaban habitualmente. Con razón concluye que la escolástica aristotélico-jesuítica debió moldear la mente de Descartes de un modo difícil de exagerar.

Comentadores de la obra de Santo Tomás

En cuanto a la relación del pensamiento de Santo Tomás con el de sus comentadores, Zadra sostiene que Gilson afirma decididamente su conclusión: “el único tomismo auténtico es el que se encuentra en los textos de Santo Tomás de Aquino. La forma de ser un genuino tomista es filosofar en el modo en que él mismo lo hizo”. Tras estudiar el pensamiento que exponen los clásicos comentadores de Santo Tomás y contrastarlo con las fuentes, sostiene que no hay una coincidencia en los principios fundamentales, en particular en la comprensión del primer principio del pensamiento, que es el ser.

En efecto, para nuestro protagonista, la piedra de toque de la fidelidad al pensamiento de Santo Tomás es compartir su noción de esse, que acentúa la existencia. Sobre este punto, que es el elemento central de su comprensión del Aquinate, nos detendremos en adelante. Pero hay que notar que la radicalidad con la que defiende este punto lo lleva a hacer juicios muy duros sobre los representantes del tomismo. En este sentido se ha dicho que “Gilson no reconoce más que un solo y único criterio de tomismo: la comprensión existencial del ser. Es preciso, entonces, para las otras formas de “tomismo”, de suyo incompatibles con la enseñanza del Maestro, hablar de pseudotomistas” .

Aunque la dura crítica de Gilson a los comentadores de Santo Tomás es amplia, uno de sus blancos principales es el Cardenal Tomás de Vío. 21

Según Serge-Thomas Bonino, O.P., quien reseña el anticayetanismo de Gilson, “los

21 Tomás Cayetano o Tomás de Vio (1469 -1534) En 1484 entró al monasterio dominico de Gaeta –de donde le viene el apodo de Cayetano– donde tomó el nombre de Tomás. Siguió sus estudios de teología y filosofía en Nápoles, Bolonia y Padua. Luego fue profesor de teología en las universidades de París y Roma. Desde 1508 hasta 1518 fue maestro general de la Orden. Promovió eficazmente el movimiento de reforma de su institución. Impulsó el estudio de la verdad sagrada. Pidió insistentemente al papa julio II la convocatoria de un concilio ecuménico, el 18°, V de Letrán (1512-17). En 1517 el papa León X lo elevó al cardenalato y lo nombró arzobispo de Palermo. En 1518 fue hecho arzobispo de Gaeta. En 1517 fue enviado a Alemania donde buscó frenar la naciente Reforma Protestante de Martín Lutero sin conseguirlo; y ayudó al Papa a redactar la bula Exsurge Domine, dirigida a evitar el crecimiento de la reforma luterana. En 1527 fue hecho prisionero durante el Saqueo de Roma ordenado por Carlos V para castigar a Clemente VII por la traición a la palabra dada. Fue liberado. En 1534 pronunció la sentencia definitiva sobre la validez del matrimonio de Enrique VIII y Catalina de Aragón y ese mismo año falleció. Sus obras son numerosas destacando entre los escritos teológicos el comentario a la Suma de Santo Tomás.

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principales errores que señala son tres: el esencialismo que implica un desconocimiento de la noción de esse como acto, la demasía aristotélica que lo lleva a plantear más coincidencias de Santo Tomás con Aristóteles que las reales, y el filosofismo, un ejercicio de la racionalidad filosófica separada de la fe, que el Aquinate no planteó, porque según la noción de filosofía cristiana expuesta por Gilson, él siempre hacía filosofía en el marco de un horizonte teológico”.

Según el filósofo francés, tanto Suárez, a pesar de su profesión de fidelidad a Santo Tomás, como los neo-escolásticos jesuitas, como también los comentaristas dominicos, caen en una serie de errores semejantes. Sin embargo, es bastante positivo con respecto a Domingo Báñez 22, en quien encuentra una confirmación de sus propias críticas a los comentadores que no consideran el esse como acto, el principio primero del pensamiento de Santo Tomás. Bonino observa que “el gran mérito de Báñez, a los ojos de Gilson, es haber mantenido o reencontrado la interpretación existencial del acto de ser... Báñez es, para nuestro filósofo, el que ha sabido desvelar y estigmatizar las deformaciones que Cayetano hacía sufrir al pensamiento del Maestro, en su contenido y también en su espíritu”.

Es mucho más crítico con Maréchal 23, quien intenta combinar el pensamiento del Aquinate con el de Kant. Según Gilson, Maréchal “nunca entendió ni a Kant ni a Santo Tomás, al procurar asumir el punto de partida y el método trascendental kantiano para llegar al realismo tomista, lo cual es incompatible por principio. Una vez que se parte del idealismo, encerrándose en la subjetividad y perdiendo contacto con lo real, no habrá forma de edificar el propio camino a la realidad objetiva. Kant fue consecuente con su punto de partida al declarar imposible el conocimiento del noúmeno, de la cosa en sí misma”.

De lo dicho puede quedar la sensación de que Gilson, al descalificar a los comentadores, se constituye en el único juez de la recta comprensión del tomismo. De hecho el Bonino considera que hay algo de esto, sosteniendo que la falla en el análisis historiográfico de Gilson es “la reducción de los criterios de fidelidad a Santo Tomás a la única comprensión del “esse”. En este sentido sería injusto plantear ese criterio como exclusivo y juzgar a

22 Domingo Báñez (1528 - 1604). En 1542 va a Salamanca donde estudia Artes. En 1543 profesa votos religiosos y toma el hábito de Santo Domingo en el convento de San Esteban de esa ciudad, centro de gran prestigio por la presencia de Francisco de Vitoria y Domingo de Soto, entre otros. Estudia teología entre los años 1548 y 1552 con Melchor Cano y Pedro de Sotomayor. Entre 1555 y 1561 es profesor de Teología. Luego es destinado a Ávila donde conocerá a Teresa de Jesús, a la que ayuda y asesora en sus proyectos reformadores. En 1573 es nombrado rector del Colegio de San Gregorio de Valladolid. Por dos veces tiene que enfrentarse a la inquisición sin ser sancionado. Fue un gran comentarista de Aristóteles y de Santo Tomás. Sobre éste escribió cinco tomos. En 1580, gana la cátedra de prima de Teología, la más prestigiosa de la Universidad de Salamanca, que profesará hasta 1599 en que se jubiló retirándose a Medina del Campo, donde murió en 1604.

23 Joseph Maréchal (1878-1944). Es uno de los más originales e influyentes pensadores neoescolásticos. Entró muy joven a la Compañía de Jesús. Estudió filosofía, teología y ciencias naturales y obtuvo un doctorado en ciencias naturales en la Universidad de Lovaina en 1905. Pasó un tiempo en Alemania estudiando psicología experimental y psicoterapia. Durante la primera guerra mundial tuvo que trasladarse a Inglaterra. Enseñó en Lovaina a sus compañeros de Orden desde 1919 hasta 1935. En esta época dejó de escribir decepcionado por la forma en que se lo interpretaba. Sin embargo ha sido ampliamente conocido por su intento de incorporar lo esencial de la problemática kantiana al pensamiento escolástico.

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todos los tomistas en función de un único elemento.

Pero más allá de la valoración que se haga de cada uno de los juicios históricos de Gilson, el centro de su acertada propuesta es la de ir a las fuentes para dejar que el Aquinate sea su propio intérprete, que en lugar de juzgar a Santo Tomás por sus comentadores, se juzgue a los comentadores por Santo Tomás.

Zadra (2004) cree que “quizá Gilson no midió el alcance de la encendida discusión que surgiría acerca de la validez del concepto mismo de filosofía cristiana, en la que de manera inmediata se involucraron, como hemos visto, él mismo, Bréhier, quien aducía que el cristianismo, en realidad, no era una doctrina especulativa, sino únicamente una predicación que exigía un carácter moral o práctico, y Heidegger que se opuso resueltamente al concepto mismo de filosofía cristiana, y sus argumentos han tenido y tienen aún gran influjo en el pensamiento filosófico”.

“En ese momento las relaciones entre razón y fe estaban siendo abordadas de una manera poco orgánica, aun por quienes procuraban mostrar que entre ellas no había oposición, como el propio Étienne Gilson”.

Los tiempos han ido cambiando y ya no existen las mismas limitaciones que en los de nuestro protagonista, pues para responder al reclamo mutuo entre fe y razón el francés carecía de la cuestión antropológica —no tenida tanto en cuenta como en nuestros días-; pero aun así su aporte ha sido en muchos casos más que aclaratorio. 

La misma Zadra nos dice que “esta discusión ha ido situándose en una perspectiva más antropológica, lo cual ha favorecido la comprensión del problema, donde la necesaria distinción entre fe y razón, entre disciplina filosófica y teológica, no tiene por qué llevar a una separación, pues forman parte del único impulso del ser humano hacia la verdad, como se puede ver en la encíclica Fides et ratio de S.S. Juan Pablo II”.

El desarrollo de estos temas se encuentra principalmente en sus libros El espíritu de la filosofía medieval y en La filosofía en la Edad Media. Resalto que el ser historiador de Gilson se basa en una clara conciencia metafísica, que considero la base de su pensamiento claro y brillante.

Pensamiento

Echauri (1990 ) sostiene, con mucho criterio, que Étienne Gilson “es conocido como uno de los más grandes medievalistas de nuestros días. Gracias a su esfuerzo, la Edad Media ha recobrado la vida, luego de varios siglos de olvido o menosprecio”. Es por ello que he considerado pertinente comenzar el pensamiento de nuestro filósofo con una breve referencia textual a su comprensión de la filosofía de ese período de la historia.

Le seguirá luego el análisis de algunos aspectos del tomismo según nuestro filósofo, con los que el Aquinate trata con éxito de afrontar los graves problemas que planteó la filosofía medieval.

Además abordo El humanismo de Santo Tomás de Aquino, Filosofía Cristiana, La inmortalidad del alma humana en Cayetano, La inteligencia en los cristianos y La Filosofía

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de San Buenaventura.

La Filosofia Medieval

Étienne Gilson sostiene que “hay dos concepciones diferentes en la Filosofía medieval. En primer lugar en sentido amplio. Corresponde desde el siglo I hasta el siglo XV. En segundo lugar, en sentido estricto, el más técnico, que hace una división: desde el siglo I al siglo IV, la Historia de la Filosofía Patrística, y desde el siglo VI al siglo XV la medieval. La razón es que la problemática, mejor dicho la forma de enfrentarse a ella, es muy diferente en ambas: en el imperio romano y en las invasiones. Desde el punto de vista geográfico, en sentido amplio es el ámbito del imperio romano, y luego Europa en sentido muy amplio. Desde el punto de vista lingüístico las lenguas empleadas son el griego, el latín, el árabe y el hebreo. Más en concreto, en la Filosofía Patrística el latín y el griego son las lenguas y el ámbito geográfico es el imperio romano. Y en la Historia de la Filosofía estrictamente medieval es Europa y las lenguas son el latín, el árabe y el hebreo, no el griego. El tema central, el problema general a los quince siglos, es el de la relación entre Filosofía y Religión, ya sea Filosofía y Religión cristiana, islámica o judía. La relación entre la Filosofía y la Religión no es algo propio y original de ambientes cristianos, se encuentra ya en Grecia, al enfrentarse el pensamiento filosófico con las creencias religiosas tradicionales del pueblo griego. Uno es el caso de  Anaxágoras condenado por impietas y también tenemos a Sócrates, a Epicuro”.

“ … No obstante, ha sido en ambientes hebraicos, cristianos e islámicos en donde esta relación adquiere su máxima precisión o concreción. Y esto porque estas tres religiones tienen como base y fundamento la revelación. De tal forma que la manera de plantear el problema, de plantear la relación es diferente en Grecia y los pueblos antiguos. La religión natural (griega, latina…) son manifestaciones más o menos conscientes de la búsqueda de Dios, brota del corazón del hombre. El hombre se capta como un enigma, y no cesa de interrogarse sobre la causa de esa inquietud, de ese desajustamiento, y para responder unas veces surge la Religión y otras la Filosofía. En Grecia la Filosofía y la mitología es igual pero en categorías diferentes. Esto se encuentra en Grecia. En otro tipo de religión, que es revelada, su punto de partida es Dios, no el hombre. Dios busca al hombre, no el hombre a Dios. Hombre es el punto de llegada de la religión. Dios se ofrece al hombre, se manifiesta, se revela para resolver los problemas del hombre. Por eso a Dios se le acoge, no se le posee. Y el acoger es un acto libre, puedo darle la mano o no a Dios.” 

“De ahí la importancia de la Palabra. En la Biblia tenemos “Escucha Israel”. Tenemos así que como segundo tema está la gracia. El problema planteado es entre el dar y el recibir (o acoger), o el hablar y el escuchar. Es el tema clave en la Biblia y el Corán. Tanto esta revelación por parte de Dios como este acogimiento plantea problemas de suma gravedad e importancia. Estas tres religiones, y más en el cristianismo, son de comunicación entre Dios y el hombre …”

“Al leer las obras de  Aristóteles se descubre un sentido nuevo en la investigación de la naturaleza. Hasta entonces la naturaleza o las cosas en sí eran consideradas, estudiadas a la luz de la Creación como criaturas y por ello como signos o palabras de Dios. Por esto la naturaleza se estudia de forma simbólica. Todo en función de una Metafísica de la relación. Pero la Metafísica de Aristóteles es una Metafísica de substancia, que las cosas tienen sentido en sí mismas, y hay que estudiarlas en sí y desde sí, sin referencia a Dios. Ese es el primer choque. En segundo lugar, las obras de  Aristóteles,  sobre todo la

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logica nova,  descubre el poder de la razón como medio de conocimiento (es la Lógica de la demostración, la Lógica científica). Por ello hay que estudiar las cosas no desde la Fe sino racionalmente. En tercer lugar, al estudiar sobre todo la Física y Parva naturalia  se comienza a estudiar a partir de la experiencia concreta de los seres de la naturaleza. Por ello ya no se estudia a la luz de los libros sino la naturaleza en sí, y por ello el método tiene que ser diferente (antes era hermenéutica, se estudia lo que otros han dicho), ahora se experimenta. En cuarto lugar, se identifica la Razón con la racionabilidad, o en otros términos, se identifica la Razón con la Ciencia de  Aristóteles.”

“En el siglo XIIIXV la cuestión es todavía más grave y profunda, parte el problema de la teoría del conocimiento. La base de ese conocimiento son los primeros principios, son universales, permanentes, y recibimos todo conocimiento por los sentidos luego la naturaleza tiene que ser universal, eterna, inmutable… para dar esos primeros principios. ¿Cómo compaginar todo eso con la Creación? ¿Nacemos con los primeros principios o son adquiridos? Si son adquiridos la naturaleza es eterna, si nacemos Dios los ha puesto. Hasta el siglo XIX sigue esta cuestión.”

“El segundo problema es el de la providencia divina. Aristóteles  parte del acto puro, y ese acto puro es Dios, pero no puede actuar como causa eficiente porque estaría sometida a ella y Dios no está sometido. ¿Se admite la providencia? Si Dios es acto puro y no hay providencia, y si hay providencia Dios no es perfección. Hay un choque entre Fe y Razón, pero entendiendo razón en el sentido de Aristóteles.”

“El tercer problema es el de la libertad. En toda la Biblia el hombre es libre, responsable porque es dueño de sus actos. Pero el hombre es un ser más de la naturaleza según Aristóteles, y por ello está sometido a las leyes de la naturaleza. La libertad no es posible si pertenece al mundo, o la libertad es extramundana. ¿Desde Aristóteles es admisible la libertad?”

“El cuarto problema es el de la inmortalidad del alma. Para Aristóteles el alma es la forma de la materia (hilemorfismo); es cierto que no es tan claro en su libro tercero de De anima. El alma no tiene existencia propia según los libros primero y segundo. ¿Pensamos con nuestro cuerpo? Si no lo hacemos entonces el alma es inmaterial y por ello inmortal.”

“El quinto problema es el de la ética o lógica de la voluntad, o de las leyes de la voluntad. Pero son las de la naturaleza. Llaman ley natural. La ética cristiana tiene una ley divina, ¿cómo introducir qué relación existe entre la ley divina y la ley natural.”

“Son problemas graves y entonces se puede caer en el fideísmo (creer sin razón alguna) o en el racionalismo estricto (la separación de la vida cristiana y la vida humana) o en el dualismo o esquizofrenia en la vida.”

La Metafísica

A Étienne Gilson se debe sin duda el “descubrimiento” de la auténtica metafísica tomista y es gracias a esta metafísica que Santo Tomás aparece como un pensador totalmente original en la filosofía medieval, cristiana y árabe. Milla Toro (2007) dice que “el desarrollo de la metafísica fue un tema central para Gilson”. Parece que sus investigaciones, al respecto, pueden considerarse como definitivas.

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Es por ello que he decidido iniciar este el análisis del pensamiento del Aquinate con la metafísica, tal como nos la plantea Gilson.

El ser, este principio fundamental accesible a toda mente humana, nos dice Zadra , “está sin embargo puesto entre paréntesis en la reflexión filosófica actual. Si bien todo filósofo debiera siempre poner como lo primero en su mente lo que es primero en la realidad, y lo que es primero en la realidad es el ser, no siempre esta verdad de sentido común es asumida por la reflexión filosófica. Gilson identifica como raíz de esto el olvido, diciendo que “las condiciones caóticas de la filosofía contemporánea, con su correspondiente desbarajuste moral, social, político y pedagógico, no se deben a falta de perspicacia filosófica por parte de los pensadores modernos, sino que se origina, sencillamente, en el hecho de que hemos errado el camino, por habernos olvidado de ciertos principios fundamentales que, por ser verdaderos, son los únicos en que puede basarse, lo mismo ahora que en tiempos de Platón, todo saber filosófico digno de tal nombre” .

Es interesante encontrar en los diagnósticos que hizo nuestro filósofo en su momento, incluso no teniendo a la vista sus últimos alcances, algunos problemas que aquejan hoy a la filosofía, que no son tan nuevos como podría pensarse. Por ejemplo, cuando habla del antiguo problema del escepticismo, considerado como una “célebre forma de desesperación metafísica”, lo caricaturiza con agudeza: “La única posición dogmática todavía mantenida en tales círculos filosóficos es que, si un filósofo se siente razonablemente seguro de estar en lo cierto, entonces es seguro que se equivoca”.

En efecto, la experiencia de encuentro con el ser, la experiencia de que la totalidad de lo real es, si bien causó el asombro de los primeros filósofos, no fue puesta en duda por ellos. Como primer principio, es una realidad tan fundamental que no cabe definirla ni justificarla, y aun así no parece ser comúnmente aceptada como tal en nuestro tiempo. Como afirma el Papa Juan Pablo II, “la filosofía moderna ha dejado de orientar su investigación sobre el ser, lo cual ha llevado a minusvalorar los recursos cognoscitivos del ser humano, su posibilidad de alcanzar un conocimiento seguro acerca del ser, en síntesis, a una crisis de la verdad. Una cultura de la “tolerancia”, de lo “políticamente correcto” , donde todo es aceptado mientras no se afirme con certeza, es una de las manifestaciones actuales de este escepticismo, hoy popular en muchos ámbitos filosóficos a pesar de que constituye la antítesis de la filosofía misma”.

Para responder al escepticismo, la ruta de nuestro autor es clara: “El escepticismo es una enfermedad filosófica... para la cual no hay más remedio que volver a la ciencia del ente en cuanto ente: la metafísica... Según Milla Toro, Gilson afirmaba que “todos los fracasos de la metafísica debieran ser atribuidos, no a la metafísica, sino más bien a los errores cometidos repetidamente por los metafísicos en lo que se refiere al primer principio del conocimiento humano, esto es, al ente”. Nuestro protagonista tiene, pues, la idea de que la crisis de la metafísica es más bien una crisis de los metafísicos.

Hay una responsabilidad filosófica que no está siendo asumida. ¿Por qué? Podríamos extraer alguna luz sobre esto de un texto en que nuestro filósofo afirma “que el fallo no reside necesariamente en la naturaleza de la mente humana, y que el ente mismo podría ser parcialmente responsable de la dificultad. Puede muy bien haber algo en su misma naturaleza que invita a los filósofos a comportarse como si el miedo al ente fuese el inicio de la sabiduría”. Salvando la ironía, y sin culpar al ente de la ceguera de los filósofos, en el fondo contiene una verdad: el ser es misterioso, lo cual significa que su profundidad, aun manifestándose al entendimiento y siendo cognoscible, desafía los más finos

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esfuerzos de la razón humana, que no lo agota aunque permanece abierta sin embargo a la búsqueda de su mayor comprensión.

Es evidente que Gilson es profundo, pues el tema de la metafísica es extenso y se puede hablar mucho sobre él. A pesar de que aún no alcanza a cubrir las exigencias que el mundo moderno plantea, es indudable que en nuestros días asistimos a un resurgimiento de la metafísica. Aun así, todavía subsiste un grupo de pensadores que plantea su decadencia y su innecesariedad en la filosofía. “Aun hoy existen propuestas gnoseológicas deshumanizantes que nos llevan al escepticismo radical, al agnosticismo funcional, al secularismo y al relativismo en sus diversas formas, desarraigando al hombre de su identidad propia y abandonándolo al nihilismo. Estas corrientes se olvidan del ser y de su relación con el Ser, arrancándole a aquél su finalidad intrínseca, expropiándole su llamado a participar de manera plena con Aquel que lo sostiene en su perfecto acto de ser”.

Veamos ahora dos aspectos esenciales de esta metafísica tomista desde la perspectiva gilsoniana: el redescubrimiento del “Actus Essendi” y el realismo metódico

Actus essendi:

Gilson nos ofrece su metafísica del esse ut actus essendi, o metafísica existencial, que, basada en las enseñanzas de Santo Tomás de Aquino, se fija en el acto de ser, destacando su relevancia como principio primero del conocimiento».

El ser no es un concepto general, predicable de toda realidad, ni mero accidente que distingue lo real de lo pensado, sino algo más radical, intrínseco a los entes reales, que les hace “ser”. La esencia determina, limita el acto de ser, y hace ser al ente esto o lo otro, pero “son” en virtud del acto de ser. Esto implica la distinción real de los entes creados de esencia y acto de ser, no como dos cosas separadas, sino como co-principios del ente: todos los entes son, pero no infinitamente, sino que son algo determinado.

Esto lleva a la consideración de Dios como “Ipsum esse subsistens”: no hay distinción entre esencia y acto de ser. Dios es el Ser, en plena conformidad con la afirmación del libro del Éxodo: “Yo soy el que soy” (Ex.3,14)

Gilson pone de manifiesto, señala Zadra, que “en la metafísica de Santo Tomás la existencia está incluida en el concepto de ser. Según él, Santo Tomás incluso destaca la primacía de la existencia sobre la esencia, como lo que hace actual a la forma y la esencia, haciendo que el ente exista efectivamente. Tomar en serio la existencia, e incluso conferirle una primacía, no lo hace sin embargo caer en el error de suprimir la esencia. El tomismo sería en realidad una síntesis metafísica que incluye esencia y existencia”.

Poner la mirada en la existencia lleva también a Gilson a resaltar, como lo hizo el Doctor Angélico, el papel activo que juega cada ente, participando a su modo de la causalidad divina: “La existencia puede llevar a cabo esas operaciones. Puesto que ser es ser acto, es también capaz de actuar... Si, pues, Dios los ha hecho parecerse a sí mismo dándoles la existencia, consecuentemente, los ha hecho parecerse a sí mismo dándoles el poder de ejercer, de suyo, acciones causales. Ésta es la razón por la que aunque ningún ente finito puede crear la existencia, todos ellos pueden al menos comunicarla” .

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Realismo metódico.

Respecto a la existencia llegó un momento en que se creyó que los neo-tomistas habían decidido hacer las paces con el odiado idealismo y crear una filosofía nueva que superase la antigua oposición. Pero he aquí que Etienne Gilson se enfrenta impetuosamente a esta posibilidad con sus obras “Le Realisme Metodique” y “Realisme Tomiste el Critique de la Connaissance”.

Por supuesto que hay muchos escolásticos que no siguen a Gilson; sin embargo, su obra frenó una actitud que había conquistado a autores tan rigurosamente tomistas, como Jolivet 24.

Por razones de espacio no puedo analizar en detalle este problema. Me tendré que contentar con sintetizar los puntos más saltantes del realismo crítico y metódico.

La posición del autor francés, según Ossandón Valdés (1982), -a quien voy a seguir básicamente en esta parte- se puede condensar en los siguientes puntos:

- El idealismo y el realismo.- La evidencia- La historia de la filosofía- El cristianismo.

Pero antes de seguir adelante, permítaseme reiterar ahora con Viau Mollinedo (2012), que Gilson afirma que el “único tomista auténtico es el que se encuentra en los textos de Santo Tomás de Aquino. La forma de ser un genuino tomista es filosofar en el modo en que él mismo lo hizo. El toque de fidelidad al pensamiento de Santo Tomás es compartir su noción del Esse que acentúa la existencia. Gilson no reconoce más que un solo y único criterio de tomismo: la comprensión existencial del ser”.

Realismo - idealismo

Para Ossandón Valdés, “una doctrina es idealista en la medida en que, ora con relación nosotros, ora en sí, convierte al conocer en condición del ser”. El realismo será, naturalmente, todo lo contrario, es decir, “una doctrina según la cual el ser es independiente del conocimiento actual que de él puedan adquirir los sujetos cognoscentes”.

“Este planteamiento motivará una serie de tesis contradictorias que ilustran sobremanera la incompatibilidad que deseamos destacar. Así, para el idealista, todo comienza con la duda; mientras que para el realista todo comienza con las cosas

24 Régis Jolivet (1891- 1966) Fue un sacerdote y filósofo católico francés, de la corriente neotomista. En 1920 obtuvo la licenciatura en Letras y enseguida el doctorado en filosofía escolástica. Se desempeñó como Profesor de Filosofía Tomista. En 1932 fundó la Escuela de Filosofía en la Universidad Católica de Lyon, universidad de la que fue decano de la Facultad de Filosofía. Teorizó un espiritualismo de fondo tomistico, integrato con doctrina de la tradición agustiniana y con temas del pensamiento contemporáneo. En 1961 el gobierno francés le concedió el título de Caballero de la Legión de Honor.

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reales. El mismo sujeto cognoscente es alcanzado, en el idealismo, como un objeto de conocimiento; mientras que el realismo lo considera como un sujeto distinto del conocimiento mismo. El realista otorgará la supremacía absoluta a la metafísica y la pondrá en el corazón de su filosofía; en cambio el idealista la hace desaparecer y da la supremacía a la crítica”.

La evidencia.

Ciertamente no es el sentido o el intelecto quien propiamente conoce, sino el hombre; de modo que la evidencia que buscamos no está en aquéllos sino en éste.

Con Gilson podemos preguntarnos: ¿cómo saber que una cosa existe? Percibiéndola. La expresión “veo un hombre” expresa maravillosamente la unidad del ser humano: ven los ojos y la inteligencia sabe que se trata de un hombre. El uso popular une los dos actos y los da en una sola expresión como si fuesen uno solo, y tiene razón pues es el hombre quien percibe justamente tanto por sus sentidos como por su inteligencia. Los primeros nos presentan el ente real y concreto, la segunda capta las esencias o aspectos inteligibles que lo explican.

La historia.

En “La Unidad de la Experiencia Filosófica” nuestro autor hace el balance de los últimos ocho siglos de pensamiento europeo que podemos condensar así: “La función propia de las escuelas filosóficas es precisamente revelar las consecuencias de los principios que los mismos que han puesto los principios no han percibido, o que habiéndolos percibido, creyeron poder dispensarse de aceptarlos”.

En otras palabras, la historia es para el estudioso de la filosofía lo que el laboratorio para el científico, es decir, el lugar donde podrá apreciar todas las consecuencias que se siguen de determinados principios y verdades filosóficas.

El cristianismo.

“Todo pensador medieval, todo pensador cristiano es realista al menos por vocación”.

La razón de esta sorprendente tesis de nuestro autor podemos encontrarla en la verdad básica del cristianismo: “siendo el mundo cristiano creación de Dios, no del hombre, la filosofía cristiana enfoca espontáneamente los problemas desde el punto de vista del objeto”.

Sin embargo, un cristiano deberá mantener siempre la existencia al menos de dos seres completamente diferentes: Dios y el hombre.

Para finalizar esta tema diré que Gilson nos da una regla de oro para sanar del virus idealista y de muy fácil aplicación: “El primer paso en el camino del realismo es darse cuenta de que siempre se ha sido realista; el segundo, comprender que por más que se haga para pensar de otro modo, jamás se conseguirá; el tercero, comprobar que

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los que pretenden pensar de otra manera piensan como realistas tan pronto como olvidan que están representando un papel. Si entonces se preguntan por qué, la conversión está casi terminada”.

El humanismo de Santo Tomás de Aquino

Moya Obradors (2003) nos informa que “Étienne Gilson, en el V Congreso Internacional de Filosofía que tuvo lugar en Nápoles en el año 1929, recordó con claridad las bases del humanismo del Aquinate, justamente en un momento histórico vital para Europa, en el que estaban en pleno auge las pretensiones de las diversas doctrinas filosóficas. Es la época de entreguerras, con una intelectualidad empeñada en superar el fracaso que para la humanidad supuso la Gran Guerra, dispuesta a que nunca se volviera a repetir tamaño desastre, pero buscando muchas veces dicha superación en filosofías igualmente cuestionables”.

“El humanismo de Santo Tomás depende en mucho del humanismo trazado ya desde Aristóteles como conquista del pensamiento griego. El hombre está revestido de una naturaleza que por ser racional está capacitada para llevar a cabo la mayor y más alta de las misiones de las que se asignan a los seres que pueblan y componen la naturaleza toda: la de ser racional, la de poder acceder a las cosas intelectuales siendo él mismo parte de esa naturaleza material, la de la posesión del pensamiento puro que de alguna manera inmortaliza al hombre. Aristóteles, -lo recuerda bien Santo Tomás-, busca el Fin último de la naturaleza humana y lo encuentra en cierto modo fuera de esa misma naturaleza. En efecto, el hombre puede llegar a captar en las cosas materiales, puramente sensibles y a las que llega por la pura sensibilidad, algo que específicamente le sobrepasa: aquello de intelectual que hay en ellas mismas. Es algo misterioso que no se podría explicar sin hablar al mismo tiempo de la naturaleza espiritual del hombre. Y por eso mismo, cuando Aristóteles quiere concretar ese Fin último, no tiene más remedio que admitir que sería la contemplación de las cosas divinas (eso mismo hace al hombre de algún modo divino), pero dicho esto tampoco puede evitar constatar que esto supera al hombre en cuanto hombre. Por eso Gilson señala que Aristóteles tendrá que matizar diciendo “…hasta dónde puede llegar en cuanto hombre”.

Es como una esperanza en la bienaventuranza perfecta, pero sin llegar a poseerla nunca, dado que el objeto queda muy por encima de la propia naturaleza humana. Aristóteles supo captar este problema sin poder darle solución, y el mismo Santo Tomás supo también integrarlo en la verdadera Sabiduría cristiana. Precisamente la síntesis de razón y revelación, fundará las bases para ese nuevo Humanismo del que el Aquinate será digno representante.

Hay una diferencia notable entre lo que podemos saber y lo que necesitaríamos saber para ser perfectamente felices. Esta diferencia, que Aristóteles y el pensamiento griego en general no sabe o no puede explicar, la explica Santo Tomás acudiendo a la promesa evangélica. El filósofo francés lo expone con claridad: “Es aquí donde el hombre tiene que hacer su elección: resignarse con Aristóteles a que el Bien Supremo del hombre permanezca irremediablemente fuera de las esperanzas del hombre: es el humanismo griego de la pura razón; o bien escuchar la promesa del Evangelio, hacer este acto de fe en que la distancia que soportamos no es infranqueable, que nuestro deseo de conocer las causas y la causa de las causas no es vano y este es el

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humanismo cristiano de la razón, que una esperanza -de la que la razón no es su origen- lleva a afirmarse íntegramente a sí misma, en una reivindicación incondicional de sus exigencias más altas. Este es también el humanismo de Santo Tomás de Aquino”.

“El pensamiento griego encuentra su plena satisfacción y cumplimiento en el pensamiento cristiano, superando la decepción inicial de una naturaleza que se encontraba incapacitada para llegar a sus más altas cimas, y que desde la Edad Media es considerada como capaz de recibir mucho más de lo que se podría dar a sí misma. Lo que enaltece al hombre cristiano es precisamente su sobrenaturaleza, que lejos de impedir que su naturaleza obre según sus propias reglas, la eleva por encima de sí misma y le concede un nuevo impulso. La naturaleza humana, elevada por la gracia, supera todas las barreras que la naturaleza tomada en sí misma pueda presentar. De esta forma, el humanismo helénico se convierte en humanismo cristiano.”

Filosofia Cristiana

Zadra (2004) considera que la noción de filosofía cristiana es el marco de los estudios de Gilson sobre el pensamiento medieval. “El filósofo, en sus “Gifford Lectures”, ha hecho un análisis de aquello que tenían en común los filósofos escolásticos, aquello que constituye “el espíritu de la filosofía medieval”: la manera de hacer filosofía, integrando las luces provenientes de la razón humana y de la revelación divina. La filosofía cristiana se define en función de su relación con los datos provenientes de la revelación. ¿En qué consiste esa forma de pensamiento filosófico?” “Para que una filosofía cristiana merezca verdaderamente ese título, es menester que lo sobrenatural descienda, a título de elemento constitutivo, no en su textura, lo que sería contradictorio, sino en la obra de su constitución. Llamo, pues, filosofía cristiana a toda filosofía que, aun cuando haga la distinción formal de los dos órdenes, considere la revelación cristiana como un auxiliar indispensable de la razón”. A partir de la constatación histórica de esta forma de hacer filosofía, busca describirla y defender su validez y actualidad .

Viau Mollinedo (2012) sostiene que “en las teologías de la Patrística y Escolástica, Gilson encuentra una filosofía que, iluminada por la fe, utilizaba la razón para indagar sobre las verdades naturales y los misterios cristianos. Tras este encuentro con la filosofía medieval, nuestro filósofo, como hemos visto, se convierte en la máxima autoridad en la historia de la filosofía medieval de su tiempo. Presenta sobre todo a Santo Tomás, poniéndolo en diálogo con la filosofía moderna”.

“La filosofía cristiana es el uso que el cristianismo hace de la especulación filosófica en su esfuerzo por conquistar la inteligencia de su fe, tanto en las materias accesibles a la razón natural, como en aquéllas que la exceden. La filosofía cristiana resulta del esfuerzo de la verdad creída por transformarse en verdad sabida. En su labor teológica, los Padres y los Escolásticos, en particular Santo Tomás de Aquino, han realizado un trabajo filosófico racional que estando al servicio de la teología, amplió los conocimientos naturales sobre Dios, el mundo y el hombre”.

Posteriormente un gran número de filósofos de diversas líneas de pensamiento se involucrarían en la discusión haciéndola mas compleja y extensa. Entre el fideísmo y el racionalismo existe una amplia gama de tendencias que ha ido planteándose en la

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búsqueda de una auténtica integridad. Con el tiempo se ha llegado a un mayor esclarecimiento de los términos, a fin de superar soluciones unilaterales y caminar hacia una síntesis mas profunda en la explicación de las relaciones entre fe y razón.Esta discusión se ha situado en una perspectiva mas antropológica, lo cual ha favorecido la comprensión del problema, donde la necesaria distinción entre fe y razón, entre disciplina filosófica y teológica no tiene por qué llevar a una separación pues forman parte del único impulso del ser humano hacia la verdad.

La inmortalidad del alma humana en Cayetano

Como sostiene Muñoz (2013), “no deja de sorprender que Cayetano, el comentador clásico de Santo Tomás, haya llegado a la conclusión de que no es racionalmente posible demostrar la inmortalidad del alma humana, y de que de la cuestión sólo

pueda darse rationes probabiles. Varios estudiosos han tratado de esclarecer las causas por las cuales el Cardenal llegó a semejante conclusión. Entre estos se encuentra Étienne Gilson, para quien el principal motivo de dicha desviación doctrinal respecto del Aquinate se debería a sus distintas metafísicas y, en concreto, a la radical diferencia en la concepción de esse que formulan ambos frailes dominicos”.

Además de la propuesta del medievalista francés, han surgido otras que han dejado de poner atención en la noción de actus essendi para centrarse en distintas explicaciones que podrían manifestar el viraje en la mente de Tomás de Vio, a saber: el empeoramiento de su salud, sus duras polémicas con diversos adversarios, su excesiva literalidad en la lectura de algunos libros de las Sagradas Escrituras, etc.”En este sentido, la explicación filosófica de Gilson podría haber sido superada por otras de índole más personal y psicológica que aclararían hasta cierto punto la postura cayetana.

Ahora bien, vamos a intentar precisar que la posición gilsoniana sigue siendo válida, no solo porque creemos que es la explicación racional más firme y comprobable a través de los mismos textos de Cayetano, sino porque a partir de dicha interpretación se iluminan diversos puntos controvertidos de la doctrina de Tomás de Vio que de otro modo quedarían oscuros o incomprendidos.

Existen autores, como Schmitz, que -siguiendo la línea de Gilson-, aseguran que: […] “si el llamado “escepticismo” de los libros sapienciales afectó a Cayetano, ésta fue, sin embargo, una actitud que estaba firmemente arraigada ya durante los días de sus estudios filosóficos y teológicos, una actitud que lo hizo propenso a leer aquellos libros con una mirada casi despectiva hacia la capacidad de la razón humana”.

Gilson aseveró que uno de los problemas centrales de Tomás de Vio era su filosofismo, es decir, la tentación de un ejercicio de la racionalidad filosófica concretamente

separada del intellectus fidei. Al respecto sostiene Bonino: “Cayetano abriría así el campo de la idea, particularmente nefasta a los ojos del medievalista, de una filosofía sagrada desarraigada de su lugar natural, que es la teología. Esta separación condena ineluctablemente a descuidar la fecundación de la metafísica por la fe, y hace ininteligible la novedad metafísica tomasiana, puesto que, precisamente, no ha sido posible sino bajo la influencia de la fe”.

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La inteligencia en los cristianos

Para este tema empleo unos pocos párrafos del mismo Étienne Gilson.

“El destino del hombre según el Cristianismo, es aprehender la verdad aquí abajo, por medio de la inteligencia, aunque sea de modo oscuro y parcial, mientras espera verla en su completo esplendor. Verdaderamente, lejos de despreciar el conocimiento, lo acaricia: “intellectum valde ama”.”

“San Agustín decía “ama a la inteligencia y ámala mucho” Existe un amor de la inteligencia que consiste en dirigirla hacia las cosas visibles y pasajeras: este amor pertenece al mundo. Pero hay otro que consiste en encaminarla hacia lo invisible y eterno: éste pertenece a los cristianos. Es por lo tanto el nuestro; y si lo preferimos al primero, es porque no nos niega nada de lo que el primero nos daría, y aún nos inunda con todo lo que el otro es incapaz de darnos.”

“Por la Encarnación Dios se hizo hombre; es decir las dos naturalezas, divina y humana, se encontraron unidas en la persona de Cristo. Lo que no es tan bien conocido para aquéllos que se adhieren a este misterio por la fe, es la sorprendente transformación que él introdujo en toda naturaleza y por lo tanto en la manera en que debemos concebirla desde entonces. Mejor sería decir transformaciones sorprendentes, pues este misterio incluye en sí tantos otros, que nadie podría agotar sus consecuencias.”

“La inteligencia del cristiano, en oposición a una que no conoce a Jesucristo, sabe que ha caído y que ha sido redimida, que es incapaz, por lo tanto, de alcanzar su pleno retorno sin la gracia, y en este sentido, así como la realeza de Cristo domina el orden de la naturaleza y de la sociedad, así domina el orden de la inteligencia. Quizá nosotros, católicos, lo tenemos demasiado olvidado, quizá incluso nunca lo hemos entendido, y si alguna vez ha existido una época que necesite entenderlo, es sin duda la nuestra.”

“¿Qué nos enseña, en efecto, este misterio con respecto a los límites y naturaleza de la inteligencia?”

“Al igual que la naturaleza coronada por ella, la inteligencia es buena; pero esto sólo es así si en ella y por ella toda la naturaleza mira hacia su fin, que es conformarse a Dios.”

“Pero al tomarse a sí misma como su propio fin, la inteligencia se ha apartado de Dios apartando consigo la naturaleza, y sólo la gracia puede ayudar a ambas a volver a lo que es realmente su fin, puesto que es su origen. El «mundo» es precisamente esta negativa, que separa a la naturaleza de Dios, a participar en la gracia, y la inteligencia pertenece al mundo en cuanto se une con él rechazando la gracia. La inteligencia que acepta la gracia es la del cristiano. Y es al abandono precisamente de este estado cristiano de la inteligencia, a lo que el mundo, por el odio que siente hacia el, nos empuja a que le acompañemos.”

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La Filosofía de San Buenaventura

Nuevamente hilvano este tema usando citas entresacadas del texto del mismo nombre de Gilson.

“La decisión inicial por la que una filosofía como la de San Buenaventura se coloca entre la fe y la teología, delimita rigurosamente el campo de investigaciones que le es accesible. En una doctrina como la de San Alberto Magno o de Santo Tomás, el teólogo puede legítimamente, y hasta debe efectuar una selección de los problemas filosóficos cuya solución venga a incorporarse al edificio que él construye; pero dicha elección ha de efectuarla a título de teólogo. Si razona como filósofo todos los problemas le parecerán legítimos e interesantes, por lo menos en la medida en que satisfagan las exigencias de su razón.”

“Con San Buenaventura ocurre todo lo contrario: una vez sentada su definición, la filosofía no puede perder de vista los tesoros de las verdades garantizadas por una autoridad divina y guardadas en el depósito de la fe; se encuentra por tanto orientada desde sus primeros pasos en una dirección que ya conoce, que acepta declaradamente, y hacia la cual se dirige deliberadamente.”

“Hay tres problemas metafísicos, y no debe haber más de tres: la creación, el ejemplarismo y el retorno a Dios por modo de iluminación. En esto está toda la metafísica, y el filósofo que los haya resuelto será por ello mismo un gran metafísico.”

“Delimitadas de esta forma las fronteras de la filosofía cristiana, podemos señalar ya su centro: porque si es verdad que estos tres sean los solos problemas verdaderamente filosóficos, uno de ellos lo es eminentemente, tanto que se le puede considerar como el problema metafísico por excelencia. Sea Dios mirado como causa eficiente, o ejemplar o final de las cosas, siempre será El mismo el objeto último de nuestro estudio. El metafísico partirá, pues, de las cosas particulares, y en sus principios constitutivos se fundará para elevarse hasta la sustancia universal e increada, hasta el Ser que es principio de todas las cosas, el medio y el fin. Sin embargo una cosa habrá que el metafísico no sabrá realizar, y es descubrir cuál sea la naturaleza propia de esta causa primera; será incapaz de elevarse por solos los recursos de la razón natural hasta el conocimiento del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y no podrá por lo mismo elegir la Trinidad como centro de perspectiva, debiendo por tanto ceder su puesto al teólogo.”

“Ahora bien, es un hecho bien notable el que en este punto central de la metafísica esté totalmente ausente Aristóteles; es más, se ha excluido voluntariamente. Entregado a las ciencias de las cosas consideradas en sí mismas, este hombre extraordinario en quien se encarna la razón natural en su estado puro, no puede obrar de otra manera, tiene que negar las ideas. Y así le vemos combatir con todas sus energías una verdad que ni siquiera debía tomarse la molestia de descubrir, pues ya su maestro Platón la había descubierto.”

“La tendencia fundamental de San Buenaventura es exactamente inversa a la de Santo Tomás. Los filósofos que citara constantemente no son los que exaltan la creatura, confundiéndola con el ser divino; sino los que perjudican a la inmensidad de Dios,

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atribuyendo una independencia y suficiencia excesivas a la creatura. Allí, pues, donde Santo Tomás se muestra sobre todo preocupado de colocar a la creatura en su propio ser para eximirla de pretender el ser divino, muéstrase sobre todo preocupado San Buenaventura en esclarecer los lazos de parentesco y dependencia que unen la creatura con su creador, para impedir a la naturaleza atribuirse una completa suficiencia y constituirse como un fin en sí.”

“San Buenaventura sigue a San Agustín y nos conduce ante este universo de símbolos transparentes cuya exuberante floración nunca había sido alcanzada ni lo será después sobrepasada.” 

VigenciaEchauri (1978), en su artículo “Étienne Gilson: un maestro del pensamiento”, dice que “un largo contacto con su obra nos ha convencido que Etienne Gilson es un filósofo de primera línea y un auténtico maestro, porque enseña, porque uno siente espontáneamente, al leer sus escritos, que se aprende realmente”.

Para su época y para la actualidad Gilson fue y es un espíritu verdaderamente universal, porque ha abordado los más diversos temas de la historia de la cultura, mostrando al respecto una solvencia y una erudición poco comunes.

Es por eso que su sola producción fillosófica y literaria -en general- constituten un verdadero legado y una prueba evidente de la vigencia de su pensamiento.

Sinembargo me ha parecido conveniente señalar a continuación los que, a mi juicio, son signos incuestionables de esa vigencia.

El arteBasta con recorrer las diversas obras de Gilson sobre Les idées et les lettres, L’ecole des muses, Dante et la philosophie, Héloïse et Abélard, Dante et Béatrice, para advertir que nuestro filósofo es, a la vez, un ilustre humanista, amante no sólo de las ideas, sino también de las letras y de todas las creaciones espirituales del hombre. Al respecto, en uno de sus últimos artículos, Gilson ponía de relieve la supremacía de la contemplación frente a la acción, y ante el predominio creciente de esta última, depositaba su esperanza en el cultivo por parte del hombre de lo que éste posee de más humano: «Es más bien en la experiencia de la actividad espiritual en todas sus formas, que yo pondré mi esperanza, pues ella es una fuente de alegrías incesantemente renovada y al alcance de todos» O bastaría tan sólo aludir a sus trabajos sobre filosofía del arte, tales como Pintura y realidad, Matieres et formes, Introduction aux arts du beau, para apreciar la diversidad de sus intereses intelectuales. En este último terreno, Gilson ha afirmado, que la finalidad del arte consiste exclusivamente en engendrar belleza y que, por tal motivo, el arte no nos hace conocer nada, ni es un lenguaje, estrictamente hablando.

La pintura moderna hace ver muy bien cómo el arte puede crear belleza, sin que exista tema o asunto, lo cual no significa tampoco que el arte deba ser informe, o sea carecer totalmente de inteligibilidad. Pero la belleza de una obra pictórica no depende de su tema, sino de la forma plástica interior o forma germinal, que el artista quiere plasmar. La pintura podrá, en consecuencia, ser representativa, como en el Renacimiento, o no

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serlo, como ocurre en nuestros días, pero en ambos casos su belleza deriva de la idea germinal, que el artista trata de expresar:

«Representativa o no, una pintura es una verdadera obra de arte en la medida en que abstrae todos los elementos no compatibles o no requeridos para la incorporación en una materia de la forma germinal concebida por el pintor».

Regreso al cristianismo

En el Humanismo de Santo Tomás de Aquino, según Etienne Gilson, Moya Obradors (1986) dice que nuestro filósofo “reivindica para la Edad Media y por ende para el cristianismo el mérito de haber constatado el valor incomparable del hombre; un hombre tal, que el mismo Dios se encarna y se inmola para salvarlo.” “Es el hombre, unidad indivisible de cuerpo y alma, que no puede salvarse sin el Cristianismo, pero sin el cual el Cristianismo no habría tenido nada que salvar; y que se salva asegurando por una vida humana perfecta, la realización integral de su destino divino”.

“Hay que volver pues, sigue Moya Obradors, al humanismo de Santo Tomás, al humanismo cristiano en su plena integridad, al hombre destinado por Dios a ser su amigo y su contertulio. Sólo en esta perspectiva se podría hablar de un Humanismo del tercer milenio en el que quedaran para siempre enterradas las aspiraciones meramente humanas de un humanismo sin Dios o al margen de Dios. O dicho de otro modo, un humanismo que huyera de esos humanismos de consenso, tan de moda en nuestros días, cuyas bases más firmes consistirían en una serie de verdades aceptadas por todos, con el objetivo de no herir sensibilidades, con un equivocado respeto por las opiniones diversas que termina convirtiéndose en una aceptación del error y de la mentira. Tampoco podría consistir en una especie de humanismo solidario que buscara lo que hay de común en el hombre y que por eso mismo se convirtiera en un humanismo de mínimos”.

Quizá sea la hora de hablar de un humanismo de máximos. Elevar el horizonte chato y feo en que el mundo que se ha olvidado de Dios ha querido sumergirse, para llegar al hombre que se sabe plenamente realizado porque se sabe amado por Dios y se sabe hermano de los demás hombres, creados a imagen y semejanza de un Creador que es al mismo tiempo Padre. Que se enorgullece de todo ello y que por eso mismo no tiene vergüenza alguna en proponerlo como meta. Para ello, la vuelta a Santo Tomás de Aquino y los valores evangélicos: “la afirmación filosófica de la grandeza original del hombre y la grandeza del hombre creado por Dios a su imagen y semejanza, con una posibilidad siempre abierta para su desarrollo… según la cual, las promesas de futuro hechas al hombre por el filósofo no corren ningún riesgo al no ser desaconsejadas nunca por el teólogo”.

Ética de los estudios superioresEn “Ética de los estudios superiores” Gilson plantea su particular visión sobre la relevancia de los valores morales respecto al conocimiento. Su objetivo principal es desmentir las erradas definiciones de erudito con el fin de hacer entender a sus lectores que cualquier persona puede alcanzar la erudición tras aplicar sus valores morales en su vida intelectual. Para lograr su objetivo, presenta varios argumentos valorizando todas aquellas acciones moralmente correctas a nivel educativo y desvalorizando acciones como el plagio.

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El autor considera que todas las carreras universitarias tienen como objetivo en común que sus alumnos alcancen la erudición. También expone que para lograr la erudición es necesaria la humildad y que todo docente y alumnos tengan la capacidad de aprender a transmitir y crear conocimiento.

Sin duda alguna, es un texto argumentativo debido a que Gilson pretende modificar o corregir el errado concepto que se ha generalizado de la palabra erudito. Se observa con muchas claridad las intenciones del autor al decir: “ahora bien, éste es precisamente el error que quiero remover de vuestras cabezas”.

Con el fin de lograr su cometido, Gilson emplea una variedad de estrategias de las cuales se resalta el uso de las definiciones, reformulaciones y ejemplificaciones. Todas estas estrategias pueden llegar a haceser efectivas si se tiene como objetivo cambiar el punto de vista de determinado número de lectores sobre un tema específico. Esto se debe a que las definiciones ayudan a aclarar conceptos que pueden ser desconocidos para el lector, por ejemplo: “un verdadero erudito es un hombre cuya vida intelectual es parte de su vida moral”; “honradez moral es, en el fondo un respeto escrupuloso de las reglas de la justicia”.

La honradez intelectualSuárez Verdaguer (2003) nos cuenta que “debió ser hacia el final de la década de los veinte que Etienne Gilson pronunció, en la Universidad de Harvard, una conferencia dirigida a los postgraduados en Artes y Ciencias. Versó sobre la Ética de los Estudios Superiores, y en el curso de la exposición habló de la honradez intelectual” diciendo que no era otra cosa sino «un respeto escrupuloso por la verdad». La mentira y el error están en desacuerdo con la realidad”.

“Es muy probable que los postgraduados en Ciencias asimilaran más fácilmente que los de Letras esta afirmación. Para los cultivadores de las ciencias de la Naturaleza (físicos, químicos, biólogos, astrónomos, botánicos, etc.) esta definición de la honradez intelectual se les debe aparecer casi como evidente.”

“Supongo que no es tan fácil para los hombres de letras filósofos, historiadores, periodistas, escritores, economistas, sociólogos, etc. este «escrupuloso respeto a la verdad», probablemente porque en este campo la verdad no es comprobable de modo tan evidente como sucede en las ciencias de la Naturaleza.”

“Salvo en algún caso muy especial, difícilmente podrán influir en el trabajo de un hombre de ciencia los intereses del partido a que pertenece, sus ideas políticas, el afán de éxito o de originalidad: ninguno de estos factores puede empañar la pureza de la verdad que resulta de un experimento cien veces repetido y comprobado”.

“Hay una notable diferencia entre los que hacen afirmaciones porque tienen argumentos ciertos y aquellos que no tienen otros argumentos que sus propias afirmaciones. Llama la atención ver el cuidado que ponía Tomás de Aquino en examinar las opiniones ajenas para incorporar lo que de verdadero encontrara en ellas, al tiempo que rechazaba con argumentos lo que era falso. … Pues no es lo mismo exponer lo que después de un paciente trabajo y un examen detenido hemos hallado como cierto, que afirmar sin argumentos, como si fuera una verdad comprobada, lo que tan sólo es una opinión

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todavía no fundada.”

“Lo que no es verdadero no es real. La mentira y el error (más aún la primera que el segundo), por estar en desacuerdo con la realidad, con lo que es, acaban provocando daños a la corta o a la larga. Y cuando un mundo se construye contra la realidad, sin tener en cuenta el ser de las cosas, ese mundo está abocado a la ruina, y mientras ésta llega va arruinando a los hombres.”

“Quizá lo que nos falta para ser intelectualmente honrados, para respetar la verdad dondequiera que la encontremos, es tan sólo valor moral. No tener miedo a las consecuencias, no querer convertir la historia, el periódico, las ideas, las estadísticas, la filosofía, en herramientas para edificar tal o cual modelo de sociedad que se piensa va a resolverlo todo. Basta sólo el valor moral (¡si lo tuviéramos...!) que Solzhenitsyn 25 pedía a la juventud de su patria cuando, preguntado por la revista Time en 1974 cómo creía él que podrían ayudarle en su empeño los jóvenes, replicó: «Con acciones físicas no. Tan sólo negándose a mentir, no participando personalmente en la mentira. Que cada uno deje de colaborar con la mentira en todos los sitios donde la vea, le obliguen a decirla, escribirla, citarla o firmarla, o sólo a votarla o leerla». Claro que esto no es una idea nueva: es lo que manda el octavo Mandamiento de la Ley de Dios.”

Pienso que, teniendo en cuenta que la Universidad tiene como objeto el cultivo y la enseñanza de las ciencias, y que todas las ciencias decía Cicerón «tienen por objeto el hallazgo de la verdad», quizá el mayor servicio que hoy podrían prestar nuestras universidades, ya que la masificación está haciendo prácticamente imposible tanto cultivar las ciencias como enseñarlas, acaso fuera el hacer de sus alumnos hombres intelectualmente honrados. O lo que es lo mismo: hombres que profesaran un tan escrupuloso respeto a la verdad que no se dejaran torcer por ideologías ni por intereses. Y como la verdad hace libre al hombre, acertó E. Gilson cuando a sus oyentes de Harvard les dio este consejo: «estad siempre prestos a ceder ante la verdad, resueltos a adheriros a ella; y ella os ahorrará la pesadumbre de ceder ante cualquier otra persona o cosa».

Historia y metafísica hoyLa influencia del pensamiento de Santo Tomás, apunta Zadra, “ha tenido momentos especialmente fuertes. Uno de ellos, que suele llamarse la segunda escolástica, se produjo en el tiempo del Concilio de Trento, en el cual las obras del Santo fueron intensamente estudiadas y comentadas, dando origen a múltiples desarrollos filosóficos y teológicos”.25 Aleksandr Isáyevich Solzhenitsyn (1918 – 2008) fue u n escritor e historiador ruso. Estudió ciencias en Rostov, se graduó en 1941 y en 1942 y fue enviado al frente. En 1945, detenido por «delitos de opinión», fue internado hasta 1956 en un campo de trabajo, donde vivió gran parte de la experiencia relatada en  Archipiélago Gulag, su obra más conocida.. Rehabilitado, volvió a tener graves problemas a partir de 1967. En 1969 fue expulsado de la Unión de Escritores Soviéticos pues según él la ideología debía ser el cristianismo ortodoxo. Pese al Premio Nobel de Literatura, concedido en 1970 y que declinó ir a recibir, su situación se agravó hasta el punto de que, en 1974, fue expulsado de la URSS. Tras veinte años de exilio en Estados Unidos con su esposa e hijos, volvió a Rusia. En 2006 fue galardonado con el Premio Estatal de la Federación Rusa para la actividad humanística. Murió el 3 de agosto de 2008 a consecuencia de un paro cardíaco en su residencia de Moscú, En total su obra se compone de diez volúmenes.

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“Al final del siglo XIX y durante el siglo XX se dio un movimiento análogo, siendo Gilson uno de sus representantes. Llamado comúnmente neo-tomismo, este movimiento recibirá un impulso en la carta encíclica Aeterni Patris (1879) del Papa León XIII. Este documento, así como los pensadores católicos que se vieron inspirados por él, no buscaban propiciar un regreso al pensamiento del siglo XIII, ignorando la filosofía contemporánea; se trató más bien de revalorizar el pensamiento de los maestros de la escolástica, en particular la doctrina del Doctor Angélico, impulsar su estudio desde las fuentes, y aportar en el esclarecimiento de la relación entre filosofía y teología, a fin de ofrecer a los católicos los recursos necesarios para integrar los mejores aportes de la cultura y el pensamiento filosófico de su tiempo a la luz de la fe cristiana.”

En el amplio espectro del neo-tomismo, se cuentan desde autores que buscan recoger y seguir el sistema de Santo Tomás, hasta aquéllos que lo toman como un punto de partida para hacer una confrontación con la problemática moderna del pensamiento.

Milla Toro (2007) considera que Gilson “consiguió un logro importantísimo en su investigación de la historia de la filosofía: dio a conocer cómo fue el verdadero pensamiento de la Edad Media, rompiendo así con el lastre que aún nuestro tiempo arrastra desde el siglo XV, de que aquélla fue una época oscura y de ignorancia. Su estudio historiográfico aportó al redescubrimiento de la grandeza de la escolástica y le devolvió la importancia a la filosofía medieval, es decir, a la filosofía cristiana”.

Zafra y Milla Toro coinciden sosteniendo que nuestro filósofo “abrió indudablemente muchas puertas para la historia de la filosofía y para la metafísica. Aunque no en todos los casos sus conclusiones hayan de ser seguidas, muchos han encontrado un camino abierto gracias a su notable esfuerzo de investigación y reflexión, que da muestras de un admirable rigor y fineza de análisis. De hecho Gilson ha realizado un decisivo aporte a la recuperación de la memoria histórica del pensamiento cristiano, tan olvidada y silenciada en la modernidad, especialmente a partir de la Ilustración”. El Papa Pablo VI resalta esto en la carta que escribe al filósofo, cuando afirma que ha "introducido a nuestros contemporáneos a las frecuentemente olvidadas o rechazadas riquezas de la filosofía medieval".

Es interesante también la forma en que Gilson enfoca los estudios históricos, en estrecha relación con la filosofía sistemática, y en especial con la metafísica. Busca beber de las fuentes históricas para recoger todo aquello que permita al pensamiento ser siempre más acorde con lo real. Dialoga con todo aquel que tenga verdad. Esto es especialmente importante considerando que vivimos en un tiempo en el que la crisis de la verdad desfigura los estudios históricos, en particular cuando se trata de la historia del pensamiento. Cuando la posibilidad del conocimiento de la verdad está puesta seriamente en cuestión, la filosofía pierde el contacto con lo real y se reduce a discurso. 

Por otra parte, Gilson aporta un desarrollo metafísico que ha sido recogido de las enseñanzas del Doctor Angélico, analizado y propuesto para nuestro tiempo, como valora también S.S. Pablo VI: "Usted ha vuelto a poner a la luz una fuente de sabiduría de la cual nuestra sociedad orientada técnicamente debiera sacar gran provecho, puesto que suele estar fascinada con el "tener", pero es con frecuencia ciega al sentido del "ser" y sus raíces metafísicas" . No podemos dejar de agradecer esto como un significativo aporte en el esclarecimiento de los primeros principios rectores del entendimiento humano, abonando a una perspectiva realista. La contribución de Gilson a la recuperación del sentido del ser tiene en la actualidad una gran importancia por la crisis de fundamentos

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que atraviesa nuestra cultura, y tiene una serie de implicancias antropológicas que probablemente ni siquiera él tuvo a la vista”.

Nuestra humanidad es el primer misterio que somos llamados a profundizar. Con todo, en el camino de la humana búsqueda, permanece siempre presente la posibilidad de cerrarse ante el ser, la opción por el no ser. Hoy en día esta opción parece ejercer una extraña fascinación en una gran cantidad de personas con la popularización del nihilismo, y expresarse en múltiples expresiones de la cultura de muerte.

La cerrazón al ser en general es, pues, en el fondo, cerrazón a la propia vocación humana, que es el corazón de toda la naturaleza creada. El don de la existencia, que todos reciben gratuitamente, remite también a la fuente y origen de todo lo que es, a Dios, quien es fuente del don singular de la vida humana y de su sentido. Dios sostiene nuestra existencia en el ser y nos invita a la participación de su Ser y de su Amor.

Cabe finalmente señalar que el pensamiento de Étienne Gilson sigue estudiándose y profundizándose gracias a instituciones tales como:

Sociedad Internacional Étienne Gilson publica Studia Gilsoniana, una revista internacional de filosofía focalizada en el pensamiento filosófico de Étienne Gilson y la filosofía clásica. Se publica virtualmente y en papel. Será trimestral a partir del 2015.

Esta sociedad está afiliada a Holy Apostles College & Seminary, USA, y a International Cooperation con una cátedra de Filosofía de la Cultura y el Arte en la Universidad Juan Pablo II de Lublin, Polonia.

Se ofrecen actividades permanentes sobre Gilson en la North American Étienne Gilson Society y en The Christian Philosophy of St. Thomas Aquinas, University of Notre Dame, Indiana,

Conviene recordar, la fundación y dirección, que ejerció junto con el P . G. Théry de los riquísimos Archives d’histoire doctrinale et littéraire du Moyen áge, como también del Institut of Mediaeval Studies de la Universidad de Toronto, uno de los centros más importantes para el estudio del pensamiento medieval”.

Y concluyo el artículo citando nuevamente a Echauri (1978) “Mucho le debemos a nuestro querido maestro y sólo deseamos con estas líneas expresar nuestro reconocimiento a quien nos orientó, desde la primera hora, por el mundo del pensamiento. Pero quisiéramos también, fervientemente, que sus escritos sean más leídos, más estudiados, más meditados, con la convicción de que quienes así lo hagan serán tan gratificados como nosotros mismos lo hemos sido. Nuestro tiempo, tan menesteroso de sabiduría, tiene felizmente, al alcance de su mano, una obra tan rica y tan excepcional como la de Etienne Gilson para dejarse guiar por ella y nutrirse con su sustancia”.

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