viel temperley, héctor - poemas con caballos (1956)

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POEMAS CON CABALLOS (1956)

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Page 1: Viel Temperley, Héctor - Poemas con caballos (1956)

POEMAS CON CABALLOS(1956)

Page 2: Viel Temperley, Héctor - Poemas con caballos (1956)

Poemas y romances(1951)

Page 3: Viel Temperley, Héctor - Poemas con caballos (1956)

El ángel de las botas

Como botas de ahogado,mis botas junto al mar se han azulado.

Mis botas sin jinetey en espuma de mar, no de caballos.

Sus puntas ya no sientenmi cuerpo en los estribos, casi alado.

Y mis piernas no surgende su cuero, tirante hacia lo alto.

Sin botas por la arena,corro hasta ellas sonriendo, y con mis manos

las alzo. Y frente al agualas afirmo de nuevo, arrodillado.

Surgiendo de mis botas,como a golpes de viento se ha formado.

Y por olerlo ruedael mar hasta mis botas, disparado.

En medio de su cuerpocrecen olas, lamiéndolo y quebrándolo.

Azul de brazo a brazo,sus pulmones son cielos destrozados.

Cintas blancas y azulesatan su pelo al sol. Y es todo blanco

desde las cortas alashasta el vientre. Mis botas más abajo.

Volteadas por el viento,mis botas caen al fin. Y arrodillado

abrazo más que viento.

Page 4: Viel Temperley, Héctor - Poemas con caballos (1956)

Abrazo al ángel que hice con mis manos.

De la niña muerta

Tenía la altura, tal vez, de mi pierna. Midiendo mi pierna me parece verla.

Cuando por las tardes jugaba en la arena, le pedía un balde por jugar con ella.

Yo jugaba al ángel, al medirla y verla, de velas azules y moños de velas.

Para el mediodía, de mí sombra cerca, jazminero bajo, al andar, era ella.

Ni la flor ni el cielo,con blancas orejas,pudieron mimarla;menos tiernos eran.

Vivió en la medida que planta la hortensia. Cojo es mi recuerdo; la llevo en la pierna.

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Del niño que aprendió a nadar

La madre y el hijo miran, desde el lado de la patria, el río que es argentino todo el ancho de una pampa. Río de escudo porteño, con velas que no alegraban.

El cuerpo como un acento, los brazos sobre las chapas de un tanque, nadan muchachos la sombra de balaustradas. La madre y el hijo miran, y los muchachos se marchan.

Le dijo al niño, el abuelo, que en el tanque se bañara. El abuelo con la madre mirando en las balaustradas. Desde ellas el cielo, oblicuo sobre el niño que ya baja.

Entra de espaldas y tiembla el agua que lo levanta. Menos pequeño, relaja piernas y vientre en el agua. Callado aprende, y a solas sabe que nada. Ya nada.

Se vuelve con humedad recta de cielo, azulada. Sobre la toalla, en un hombro, el río y las nubes carga. La madre le espera junto al abuelo, en las barrancas.

A ambos lados mandarinos,a la derecha las casas.Trae en la cintura fiebrey cicatriz heredada.Llega y les dice, despacio:Ya nado. Luego descansa.

Page 6: Viel Temperley, Héctor - Poemas con caballos (1956)

Del muchacho borracho

Por la calle del puerto da un paso, un par de pasos. Pero no huele a puerto;huele a potros y pastos.

Va con la borrachera surgiendo de sus tacos, y le crecen dos botas como en mitad del campo.

Aunque ahora no lo monta se duerme en su caballo. Cierra sobre las crinessus ojos de muchacho.

Cerca del marinero, cuando el sol le da el alto, dos alas le descubre al caballo en sus flancos.

Y por el cielo azul, volando y galopando, se va mientras vomitala ciudad hasta el campo.

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El arma(1953)

Page 8: Viel Temperley, Héctor - Poemas con caballos (1956)

Sé que debo advertir al lector de El arma, de que esos ejercicios no están inspirados en el amor físico, y menos aún en el de sus amantes.Pero, aunque reconozca que el poema puede ser desviadamente interpretado, me niego a comprometer a mis veinte años —acusándolos de maltratar el referido asunto— en la impresión que causen sus imágenes y su simbolismo. No puedo hacerlo, porque a la edad en que escribí El arma, ya sabía que para mantener en secreto el sentido de un poema como éste, no hay mejor actitud que la de ser fiel a nuestras sensaciones. Así, llégase al punto de humanizar las palabras, de hacerlas rodar por la sangre. O sea, de vertirlas como sangre y no como lenguaje.Y ésa fue la técnica que, pese a sus alcances previstos, guió la construcción de El arma.

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1

Porque tu izquierdo corazón es seno y no puño con lanza en esta tierra, mi puño desenvaina de mi cuerpo un arma que te escuda y que te acera. Tendido en el comienzo de este cielo, ya azul para la hormiga entre la hierba, a mi alma sin reyes y sin joyas he puesto empuñadura y, descubierta, la llevo como un arma de combate:mujer enamorada, tú en mi diestra.

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Mujer enamorada, tú en mi cuerpo eres mi alma de pie, como una espada que idéntica a su vaina adolescente nada lo mismo el cielo que las aguas. Espada con latiente empuñadura, porque es de seno izquierdo sobre mi alma, mi mano quiebra y abre este muchacho, que es mi cuerpo y mi edad, para que salgas tú, mujer, en defensa de ti misma; porque mi alma eres tú, desenvainada.

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Mitad de amor, de sangre con un niño remonta a caballo sus orillasira nacer de ti; mitad de guerra,cargas entre dos caballeríasde una sola que me quiebra el cuerpo,tu vaina, que es también la mía. Forjé tu vaina desde mi garganta en un tirón de sol, bajo las cintas liquidas de la piel, de hueso en hueso, y hasta en tus propios pies, un mediodía.

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Yo mismo me remonto, me retrepo como nadando ríos verticales, asciendo desde el pie sin que mis músculos sientan más salto que el del sol y el aire, y alcanzo mis espaldas y mi rostro, paso de hierba por los pectorales, para verte de pie sobre mi frente y para descubrir que vas, amante, desde mi frente al cielo en una mano a la que es imposible desarmarle.

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5

Ahora que soy de poros sobre el pasto, y que tendido aquí en tu sombra siento que entre la hierba el cielo es todavíaazul, como es azul arriba nuestro; uno en el otro, todavía en tierra pero mojados ya por todo el cielo, el cuerpo en medio del azul, sin alas pero entre nubes, contra el sol y el viento, tú en mi mano, tú azul, tú por el aire, yo te veo, mujer, y yo me veo.

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6

Desde mis pies, mis dedos, abro un río que va de las rodillas hasta el pecho, me desato los músculos, me parto y por mis hombros salto, corro y muerdo. Tiro mi cuerpo al suelo y yo me tiro sobre mi propio cuerpo con mi cuerpo, y, adentro mío, en un instante empuño el arma que eres tú, el amante acero que, ya rota su vaina, a mí me envaine cuando muerto de amor lo lance al cielo.

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Tres ejercicios(1953)

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El cepo

Sé que a la tierra me unen dos tobillos,y sé que boca abajo, en mar o pampa,sólo los siento por la espuma, el pastoque arrojan desatados a mi espalda.Pero sé que si el cuerpo se me tiendehacia los cielos, boca arriba el almay nadada por nubes que no vuelvena cruzar otra vez por mi mirada,se resuelven en cepo mis tobillosy siento que me ahogo sin dos alas.

Page 17: Viel Temperley, Héctor - Poemas con caballos (1956)

Las espuelas

Militar igualdad de tus talones, igualdad de los míos, a la espera para saltar y caer sobre los tuyos y armarse con sus púas en mi tierra, hacen crecer tu sangre con mi sangre por tus botas de piel, que son mis piernas. Sangre que aspira el cuerpo desde el suelo y salta abierta en dos, como dos trenzas, hasta que sea mi píe vaina del tuyo y sean tus talones mis espuelas.

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El polvorín

Debe saltar mi cuerpo hacia los cielos y estallar hasta ser, multiplicado, cada gota, cada hoja, cada arena; mi piel por todo el cielo y todo el campo. Después de absorber aire absorbo tierra con el pecho invertido y enterrado. Y ahora en el mar, con mi cintura en medio de un metro azul de ángel casi ahogado como un niño de su alto, aspiro el agua. Y unidos aire y tierra y agua, estallo.

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Poemas con caballos(1955)

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De viento

De Dios desde las crines a la cola, viento con espinazo los caballos. Y su espinazo rayo que me cruza el espinazo en cruz y se dispara a su origen. Caballos y jinete que convergen para entregar su médula de pampa, más allá del horizonte.

Su espinazo es costilla despedida por el pecho de Dios, rayo tendido desde las crines a las colas, hueso con tuétano de campo.

Porque el potro es agua que pialada se desploma sobre sus vasos, y agua es el jinete, Dios nos hundió en los lomos su costilla.

Costilla más allá del horizonte, y espinazo en la pampa, que osifica la horizontal del agua y me rayea la espalda hacia adelante. Con quitarle el freno de su punta y el relámpago vertebral de la plata, vuelve el hueso a ser rayo imanado por su origen.

El rayo despedido, separado de la argolla de músculos y plata que lo redujo a viento entre rodillas,todavía es caballo hasta su médula cruzada con la mía. Y es la médula de pampa desbocada al horizonte, en la cruz del caballo y su jinete.

El horizonte piala los caballos para que el agua ruede, el rayo siga. Con vertebral envión el espinazo se dispara del lomo y, todavía, es rosillo, azulejo, doradillo; caballo medular que Dios imana

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y no se entrega al invisible lazo.

Para entregarse a Dios, cruza el caballo su horizonte, y estira a través mío la punta hacia su origen. Por su punta precipita la médula de pampa, más allá de la pampa.

Y siempre en pampa,porque lo imana dios galopa el rayo, y rueda sólo en Dios con su jinete.

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De agua

Potro que Dios líquidamente cría, sobrepasa el nivel del espinazo con sus crines y cola, pero lo aísla la pampa sin declives.

Siempre sobrela misma paralela al horizonte, si se derrama nuevamente al vaso el galope del potro no es galope.

Y para que no vierta sobre cabos que le inundan el pecho, desbordado por las crines al cielo, ni la sombra del domador lo abarca.

Con aperode sol que lo rayea y evapora, remontado de sus pampeanos huesos el galope del potro es su galope.

Su galope de agua, ya sin sombra que la anochezca, oculte del espacio, hacia su doma en Dios y no en la pampa. De agua alineada por el mediodía, curvada por el potro de la lluvia:crines desembocadas en sus crines para que no se incendie todavía.

Sin esqueleto que jamás galopa la pampa aunque galope, otro infinitoremonta el agua, pero evaporada. Y ya empinada por la rienda ígnea se oscurece recién con el jinete. El jinete llamea en vez del potro, nada las efusiones de sus puntas.

Por una línea de cruzados potros de fuego y lluvia, sobre el cielo arde y nada el domador. Pampa radiosa no aísla su galope como pampahorizontal. Declive es, pero enciende

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al potro por los vasos, ni llovidos ni sombreados, hasta su superficie.

Incendia hasta la lluvia que crinea en sus líquidas crines. Llamaradas afluyen al caudal que fue su pecho, ya no cabos de agua, y, todavía, su doma es sólo en Dios. Para su sombra, crines y cola ardidas y un jinete que nada sol.

La pampa con sus huesos.

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De fuego

Ya desnudo de crines y de cola, más que crines y cola haces de viento, el esqueleto del caballo es ángel sin alas en la pampa.

Desenvueltodel viento que lo aislaba, desgastado por el aire del cielo su espinazo, roza el aire su médula de fuego.

Roza el aire su médula, y su médula, que es de potro si hay luz en sus extremos, dos llamas de su fuego enardecido por el aire alza al aire. Sobre el pecho se despliega el incendio de su punta, y sobre el anca el de su cola. Crines y cola iluminándolo de nuevo.

Más que crines y cola, alas del potro. Pero de sol creciente, no de viento que se deshace contra la tormenta y desnuda de luz al esqueleto. Llamas que desde el lomo hasta los vasos bañan los huesos y, con honda seda, hacen todo de piel su nuevo cuerpo.

Nuevo cuerpo del potro, seda ardiente que enfurecida mana de su tuétano, ahonda sus ondas desdobladas y hacesólo de piel sus ancas, su hondo pecho. Sol sobre la osamenta, alas flamígeras que el viento excita cuando, ya extendidas, levantan al caballo hacia los cielos.

Levantan al caballo, y el caballo dilata en las tormentas el espejo profundo de su pecho. Y hasta el agua de la lluvia resbala por su incendio. Pero ya sobre Dios, aunque el espacio irrita más y más sus llamaradas,

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desecha sus banderas y flameos.

Desecha sus banderas y desecha sus crines y su cola y sus ondeos, porque al aire de Dios más se enarbola la espuma desgastada de los huesos. Y ya sólo de espuma, nuevamente el esqueleto del caballo es ángel sin alas. Pero ahora sobre el cielo.

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Elegía argentina

Para mi madre

Los caballos se bañan en el río y yo me baño en el río con los caballos. Sus crines y sus colasson de agua sobre el agua, como fuentes que fluyen desde Ja arena al aire. Y yo me baño en el río pero bebo las crines y las colas de los caballos.

El agua rueda desde Diosy se desliza por sus ancasy se bifurca en mis caderas.Más que el río y la lluvia,sus crines me humedecenel pelo.

Es una tarde de verano,de un día que no existe,y en un país que no se tiende,ya,a la sombra de sus caballadas.

Esta tarde, Dios habla en los saltos del ríopara nombrarme caballos que todavía yo recuerdo.Caballos que la lluvia volvió de lluvia y que se fueron tormentosos,hasta que el sol los evaporó. Y recuerdo el caballoque murió con un ojo estallado por su dueño, cuando mi madre era muchachay los carreros la saludaban con el mismo silencio que las dos torres de nuestra casa.

Y recuerdo otros caballosque galopé en el sury que montaba en pelo

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por una laguna de sal,contra el viento que olía a mar, hasta que la lluvialo lavaba en la arena.Y recuerdo caballos que fueron de mi tatarabueloy que eran iguales a los míos,iguales a todas las caballeríastormentosas por estas tierras.

Son los mismos caballos que se bañan en el río y que Dios llama por sus pelajes con palabras que suenan como los nombres de los ángeles. Porque el pelaje de los caballos tiene nombres angelicales y la palabra azulejo traspasa todos los cielos.

Dios les habla y me habla con las mismas palabras cuando el ruido del agua es el silencio de todos los campos.Los nombra y me nombra en un país que no se tiende, ya, a la sombra de sus caballadas. Y es una tarde de verano, de un día que no existe o que existió sólo en la pampa. Pero montado en los caballos siento mi cuerpo contra el río, nado entre crines y galopo a Dios y mis ojos se hunden profundizados en su pecho.

Dios juega con los caballos en sus manos, palmotea y sonríe a los más humildes, a los más castigados; al que conoció mi madre cuando era muchacha, muerto con un ojo menos y que bajaba hasta el río sin descubrir la razón de sus heridas, y a todos los que rodaron cuando los hombres afirmaban que el cielo era para los hombres, que las tierras eran para los hombresy que las tardes no eran como yeguas tendidas entre ángeles.

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Yo entonces no conocíael cielo de los caballos,pero rezaba por ellos todas las noches,y era un niño que rezaba por los caballos de Dios,y era un niño al que Diosperdonaba sus insolencias porque rezaba por los caballos y lloraba por ellosy les prometía un dios omnipotente, que los convertiría en ángeles aunque los hombres se negaran.

Un Dios con el que soñaba mi madre cuando era muchachay ya me descubría descalzo por la arena. Cuando los carreros eran silenciosos como las torres de nuestra casa y los jazmines eran argentinos porque eran nuestros, dando la vuelta al patio hasta la noche, en que la patria era en el cielo.