vida sexual salvajes

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PROLOGO A LA PRIMERA EDICION He decidido elegir para este libro el título más claro, es decir, el más sincero, y ello no sólo para contribuir a la rehabilitación del indispen- sable término sexual, del que se abusa con tanta frecuencia, sino, en parte, con objeto de anunciar directamente lo que el lector debe es- perar encontrar en los párrafos más crudos. Para los primitivos isleños de los mares del Sur, como para nosotros, la sexualidad no es una sim- ple cuestión fisiológica, sino algo que implica amor y conquista amoro- sa, algo que llega a constituir la base de instituciones tan venerables como el matrimonio y la familia; algo que lleva inspiración al arte y es la fuente de sus magias y encantamientos. La sexualidad domina, en efecto, casi todos los aspectos de la cultura. En su sentido más amplio, que es el que asume en el título de esta obra, es más bien una fuerza sociológica y cultural que una simple relación carnal entre dos indivi- duos. Pero el estudio científico de la cuestión implica también un vivo interés por su contenido biológico. Así, el antropólogo, al dar una des- cripción del contacto directo entre dos amantes, tal como se practica en las islas de Oceanía, debe tener en cuenta la forma que le imprimen las tradiciones, la obediencia a las leyes y su conformidad con las cos- tumbres de la tribu. En antropología, los hechos esenciales de la vida deben exponerse I llana y completamente, aunque en lenguaje científico, y tal procedimien- to no encierra nada que pueda ofender ni siquiera al lector de sensibi- lidad más delicada o de mayores prejuicios; los aficionados a la porno- grafía no encontrarán en él nada que les halague, y menos aún podrá despertar una curiosidad malsana entre los jóvenes de juicio aún no maduro. Esta curiosidad se suscita no exponiendo los hechos sencilla y directamente, sino presentándolos bajo una luz oblicua y crepuscular. El lector no tardará en percatarse de que, a la larga, los indigenas tratan la sexualidad no sólo como una fuente de placer, sino como una cosa seria e incluso sagrada. Por otro lado, sus costumbres e ideas no intentan despojar la sexualidad de su poder para transformar los hechos mate- riales crudos en admirables experiencias espirituales, rodeando con una aureola de amor romántico la parte técnica de las relaciones amorosas. Las instituciones de la comunidad trobriandesa permiten a la pasión brutal purificarse y convertirse en un amor que dura tanto como la vida,

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Introducción malinowski

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  • PROLOGO A LA PRIMERA EDICION

    He decidido elegir para este libro el ttulo ms claro, es decir, el ms sincero, y ello no slo para contribuir a la rehabilitacin del indispen-sable trmino sexual, del que se abusa con tanta frecuencia, sino, en parte, con objeto de anunciar directamente lo que el lector debe es-perar encontrar en los prrafos ms crudos. Para los primitivos isleos de los mares del Sur, como para nosotros, la sexualidad no es una sim-ple cuestin fisiolgica, sino algo que implica amor y conquista amoro-sa, algo que llega a constituir la base de instituciones tan venerables como el matrimonio y la familia; algo que lleva inspiracin al arte y es la fuente de sus magias y encantamientos. La sexualidad domina, en efecto, casi todos los aspectos de la cultura. En su sentido ms amplio, que es el que asume en el ttulo de esta obra, es ms bien una fuerza sociolgica y cultural que una simple relacin carnal entre dos indivi-duos. Pero el estudio cientfico de la cuestin implica tambin un vivo inters por su contenido biolgico. As, el antroplogo, al dar una des-cripcin del contacto directo entre dos amantes, tal como se practica en las islas de Oceana, debe tener en cuenta la forma que le imprimen las tradiciones, la obediencia a las leyes y su conformidad con las cos-tumbres de la tribu.

    En antropologa, los hechos esenciales de la vida deben exponerse I llana y completamente, aunque en lenguaje cientfico, y tal procedimien-to no encierra nada que pueda ofender ni siquiera al lector de sensibi-lidad ms delicada o de mayores prejuicios; los aficionados a la porno-grafa no encontrarn en l nada que les halague, y menos an podr despertar una curiosidad malsana entre los jvenes de juicio an no maduro. Esta curiosidad se suscita no exponiendo los hechos sencilla y directamente, sino presentndolos bajo una luz oblicua y crepuscular. El lector no tardar en percatarse de que, a la larga, los indigenas tratan la sexualidad no slo como una fuente de placer, sino como una cosa seria e incluso sagrada. Por otro lado, sus costumbres e ideas no intentan despojar la sexualidad de su poder para transformar los hechos mate-riales crudos en admirables experiencias espirituales, rodeando con una aureola de amor romntico la parte tcnica de las relaciones amorosas. Las instituciones de la comunidad trobriandesa permiten a la pasin brutal purificarse y convertirse en un amor que dura tanto como la vida,

  • 46 LA VIDA SEXUAL DE lOS SALVAJES

    penetrarse de afinidades personales, fortalecerse gracias a los mltiples vnculos y afectos creados por la presencia de los hijos, las angustias y esperanzas comunes, Jlos- fines e intereses de la vida familiar.

    Tal vez en esta mezcla de lo puramente sensual con lo romntico y en las vastas e importantes consecuencias sociolgicas de lo que en un comienzo fuera slo un asunto puramente personal, en esta riqueza y multiplicidad del amor, sea donde residan su misterio filosfico, el en-canto que presenta para el poeta y el inters que ofrece para el antrop-logo. Los trobriandeses conocen tan bien como nosotros esta compleji-dad del amor, que es la que nos acerca a aquellos aspectos de su vida .;exual que, a primera vista, nos parecan demasiado primitivos y fuera de todo control.

    Ignorar esto ltimo, esquivar el estudio de las bases materiales del amor, seria hacer una obra anticientfica, que no podra sino conducir a resultados falsos. Sera cometer el pecado inexcusable de huir ante la realidad. Quien no se interese por el estudio de la sexualidad, no debe ddquirir ni leer este libro; y, en cuanto a los que aborden este tema cC"'n un espritu no cientfico, les advertimos desde ahora que no encon 4 lrarn en los captulos siguientes nada sugestivo o tentador.

    Deseo advertir que las comparaciones que he hecho aqu y all, y especialmente en los ltimos captulos, entre la vida sexual de los ind-genas y la de los europeos, no estn destinadas a constituir un paralelo sociolgico, pues para ello son demasiado superficiales. Todava merios debe verse en esas comparaciones la intencin de criticar nuestras propias debilidades o exaltar nuestras virtudes. Si hemos recurrido a ellas ha sido nicamente porque, para hacer inteligibles hechos extraos, es necesario relacionarlos con otros que nos son familiares. En sus observaciones, el antroplogo debe esforzarse por comprender al indgena a travs de su propia psicologa, y componer el cuadro de una cultura extranjera con ayuda de elementtY.5 extrados de su propia cultura y de otras prctica y tericamente conocidas por l. Toda la dificultad y todo el arte de la investigacin antropolgica consiste eh tomar como punto de partida los elementos de una cultura extranjera que nos son ms conocidos, para llegar a ordenar poco a poco, en un esquema comprensible, lo que esta cultura presenta de extrao y derente de lo que sabamos.. Desde este punto de Vlsta, el estudio de una cultura extranjera es semejante al de un idioma extranjero: comienza por una asimilacin y una traduccin en bruto, para terminar por una separacin completa del medio original y un dominio del nuevo. y, puesto que una descripcin etnogrfica ade-cuada debe reproducir en miniatura el proceso gradual, largo y penoso, del trabajo de investigacin directa, las referencias a lo familiar, los pa-ralelos entre europeos y trobriandeses, deben servir de punto de partida.

    Despus de todo, para llegar al lector debo contar con sus expe-riencias personales, adquiridas en nuestra propia sociedad, del mismo modo que no he tenido ms remedo que escribir en ingls y traducir al ingls los trminos derivados de nuestras propias condiciones de vida. Ninguno de tales procedimientos se billa exento de error; pero esto es inevitable. Bien podr un antroplogo repetirse el adagiQ traduttore tra-

    F

    PROLOGO A LA PRIMERA EDICION 47

    ditore. q~e no le servir de nada; ~ientras no pueda desterrar por un par de anos a sus pocos lectores pacIentes a los atolls coralferos de los mares del Sur y hacerles vivir all la vida de los indgenas, no le queda, ay!, otro reCurso que el de escribir libros y pronunciar conferencias sobre sus salvajes.

    Una palabra ms sobre el mtodo de presentacin. Todo hombre de ciencia riguroso no slo debe exponer lo que sabe y decir cmo ha lle-gado a saber lo que sabe, sino tambin indicar las lagunas que existan en sus conocimientos y los errores y omisiones que haya cometido en el curso de su investigacin. En otro lugar (Argonauts of the Westem Paczfc, cap. I) 'expuse largamente mis credenciales: duracin de mi permanencia en las islas, aptitudes lingsticas, mtodo de que me serv para reUDIr documen,tos e mformaci~nes. No insistir, pues, sobre ello, y, el lector encontrara en el texto (cap. IX, 9; cap. X, introduccin; ca-pltulos XII y XIII, mtroducclOnes) las observaciones adicionales que he

    J~zgado necesa~lO formular sobre las dificultades que presenta el estu-dIO de la VIda m tIma de los salva jes.

    El etngrafo y el antroplogo competentes y experimentados (nicos que se mtere.san por el margen de exactitud, la metodologa de la prue-ba y las posIbles lagunas en la mformacin) podrn ver fcilmente, por los d,atos presentados . en este libro, ~undo la documentacin es frgil y cuando es shda. SI enuncIo una sImple proposicin sin apoyarla en observaCIOnes personales, sm aducir hechos, significa que me he limitado a fiarme de lo que me decan mis informadores indgenas. Esta es, na-turalmente, la parte menos slida de mis materiales.

    Me doy perfecta cuenta de que mis conocimientos en cuestiones de obstetricia y en aquellas otras relativas a la conducta de la mujer du-rante el embarazo y el parto son un poco deficientes. Tampoco han sido e~tudiadas ~on rigor la conducta del padre durante el parto y la psicolo-gJa masculIna, tal como se mamfiesta en esta ocasin. Algunos otros puntos de menor importancia han sido tratados de una manera que dir claramente, al especialista, no slo cu~do la informacin es incompleta,

    s~no tamblen la onentaclOn que deberan seguir las investigaciones ulte-nores para subsanar las lagunas. Pero en lo que concierne a los puntos de ImportancIa capItal, estoy convencido de haberlos escrutado hasta el fondo.

    Una laguna, lamentable, pero dificil mente remediable, consiste en el escaso nmero de ilustraciones relacionadas directamente con la vida ertica. Pero como esta evoluciona en una sombra profunda, 10 mismo en el sentido literal que en el figurado, las fotografas s6lo habran po-dldo ser obtenidas gracias a . "poses" artificiales y simuladas, y no tengo para qu decIr que una pasIn (o sentimiento) artificial y simulada ca-rece de valor.

    En otro lugar (Argonauts of the Western Pacific) hice el recuento de las numerosas deudas que haba contrado en el curso de mis inves-tigaciones; pero me complazco en mencionar aqu muy particularmente los se,:,icios que debo a mi amigo BilIy Hancock, negociante en perlas de las Islas Trobriand, muerto misteriosamente mientras yo escriba este

  • 48 LA V/l)A SEXUAL DE LOS SALVAJES

    libro. Hancock se hallaba enfermo, y esperaba en Samarai, factora eu-ropea situada al este de la Nueva Guinea, el barco que deba llevarlo al Sur. Una tarde desapareci, sin que despus lo haya Visto nunca nadie ni se haya vuelto a or hablar de l. No solam~nte era un exc

  • 50 LA VIDA SEXUAL DE LOS SALVAJES

    puritanismo anglosajn, para el cual toda costumbre sexual no familiar es chocante o repugnante. "Obsceno" es la palabra que se usa comn-mente, dejando a la' imaginacin del lector el cuidado de adivinar su significacin. El comportamiento sexual de los salvajes, en la mayora de sus manifestaciones, pareci inexpresable. La subincisin uretral prac-ticada por ciertas tribus australianas fue calificada misteriosamente de "rito terrible". Una mutilacin anloga de la nariz o de la oreja, o prac-ticada un poco ms arriba o ms abajo, no hubiese parecido "terrible"; pero practicada en ese lugar especial tena forzosamente que resultar una prctica vergonzosa y tremenda.

    Desde comienzos del siglo xx tendemos hacia una actitud ms tran-quila. Estamos aprendiendo a considerar menos solemnemente nuestros propios tabes sexuales. Al mismo tiempo introd].lcimos. un espritu ms cientfico en el estudio de los pocos pueblos que an no sufrieron la in-fluencia de nuestra civilizacin y a los que consideramos, no ya con admiracin o desprecio, sino como pueblos susceptibles de suministrar-nos datos preciosos sobre los aspectos poco familiares de la comn na-turaleza humana. La Cambridge Expedition a los Estrechos de Torres, con sus observadores cientficamente entrenados y todos los resultados que, gracias a esta expedicin, se han obtenido en el curso de observa-ciones ulteriores en otras partes del mundo, hechas por trabajadores tan distinguidos como Rivers y Seligman, puede ser considerada como un punto de partida. Pero todava continuaba faltndonos un cuadro de la vida sexual de los pueblos an no corrompidos. Algunos exploradores, como Roth en Queensland, han anotado cierto nmero de hechos ' obje- tivos precisos. relacionados con la vida sexual, y, ms recientemente, Felix Bryk, en su Neger-Eros, ha publicado un precioso estudio sobre la vida ertica en el Alrica ecuatorial, pero no es fcil encontrar una pintura realmente amplia.

    Para trazar un 'cuadro sem~jante se necesita un conjunto de cuali-dades que se encuentra raramente; no solo una preparacin cientfica, sino tambin la familiaridad con ciertas ideas nuevas y fecundas, que no siempre son consideradas como cientficas, aunque hayan venido a en-riquecer el dominio de la antropologa, y un conocimiento vasto e n-timo del pueblo que se quiere estudiar y de su lengua, pues no slo entre los civilizados se revela la vida sexual tmida y reservadamente. Se precisa, por ltimo, y no es esta cualidad la menos importante, que el explorador se halle completamente libre de las tradiciones del purita-nismo anglosajn, por muy estimables que stas sean cuando estn en su lugar, y libre de las desdichadas reacciones que es capaz de provo-car la rebelin contra esas tradicciones.

    Todas estas cualidades se encuentran asociadas por modo raro en el doctor MAUNOWSKI: preparacin cientfica, inteligencia sensible, pacien-cia en la observacin, curiosidad . simptica. Conocido por las numerosas monografas que ha publicado sobre diversos aspectos sociolgicos de la cultura salvaje, basadas en su mayora sobre las investigaciones llevadas a cabo entre los trobriandeses, cerca de la costa oriental de Nueva Gui-nea, entre los que viviera durante dos aos, su obra Argonauts 01 the

    PREFACIO 51

    Westem Pacific ---que contiene un anlisis original y completo del Kula, sistema de intercambio comercial peculiar de los trobriandeses--- est reconocida como un brillante modelo de investigacin etnogrfica y, como ha dicho sir James Frazer en su prlogo, el mtodo del doctor MALINOWSKI se halla caracterizado por la atencin que presta a la com-plejidad de la naturaleza humana. Una institucin que, a primera vista, parece ser puramente econmica, se revela entre sus manos de inves-tigador, ~o como una cosa meramente comercial, sino como algo rela-cionado a la vez con la magia y fuente de satisfacciones afectivas y es-tticas para los que de ella se sirven.

    Como he dicho antes, slo hoy se han hecho posibles las investigacio-nes en el campo sexual. Y esto se explica en parte por el hecho de que nuestros tabes sexuales hayan perdido parte de su rigor. Hasta hoy no ha sido posible formular directamente estas cuestiones que, segn Ba-con, constituyen la mitad del conocimiento. Hace un cuarto de siglo el estudio de la sexualidad se reduca al de las aberraciones extravagantes o a una simple rapsodia sentimental. Hoy ha llegado a ser - segn el aspecto que se considere- ya una provincia de la historia natural, que debe ser estudiada con el espritu propio del naturalista, ya un dominio de la dinmica psicolgica, ~ el que entran en juego fuerzas cuya huella se puede seguir frecuentemente por debajo de la superficie y que adop-tan aspectos extraos e influyen hasta en aquellas formas de actividad que parecen ms alejadas de la sexualidad. En este terreno, el genio de Freud ---que algunos acusan de cie~tas exageraciones--- ha dado el im-pulso al estudio del instinto sexual y de sus posibles manifestaciones hasta en los mitos y costumbres de los salvajes. El doctor MAUNOWSKI se halla perfectamente enterado de todas estas ideas nuevas. En un momento dad estuvo a punto de hacerse ms freudiano de lo que fue realmente. Pero no es freudiano ni antifreudiano; reconoce el valor fe-cundador de las ideas de Freud y se halla dispuesto a utilizarlas cuando le parecen susceptibles de elucidar los fenmenos que estudia. Estos fe-nmenos son estudiados por l con su amplitud caracterstica, Sin ol-vidar la tcnica precisa del arte. ertico entre los trobriandeses, estudia a fondo toda su vida sexual, en sus manifestaciones estticas, afectivas, familiares y sociales. Ha indicado el camino que otros investigadores se sentirn estimulados a seguir. Pero en este dominio no todos los llama-dos son elegidos. La combinacin especial de las cualidades necesarias se encuentra muy raramente, y las ocasiones de estudio disminuyen de ao en ao. Ciertamente, puedo afirmar que lA vida sexual de los salva-jes del n%este de la Melanesia ser una obra clsica, cuyo valor slo podr crecer con el tiempo.

    Hasta ahora no he hablado de esta obra sino en su relacin con la ciencia. Pero creo, realmente, que ofrece un inters mucho ms vasto. Es, pues, interesante no slo para quienes se ocupan de los orgenes y las formas exticas de la vida social, sino tambin para los que se pre-ocupan por ' el presente y el futuro de las formas de la vida social en su propio pas. . Es un hecho perfectamente establecido, pero que escapa frecuente-

  • 52 LA VIDA SEXUAL DE lOS SALVAJES

    mente a nuestra atencin, el que el tipo y el nivel de la evolucin no siempre presentan un paralelismo riguroso. Lejos de nosotros la idea de situar al negro en el pice de la evolucin humana; pero, bajo ciertos aspectos, el negro est fsicamente ms evolucionado que el blanco. O, para tomar un ejemplo ms general, hace tiempo que est demostrado que las extremidades anteriores del caballo han alcanzado un mayor gra-do de evolucin que las de otros animales que ocupan un rango ms elevado en la escala zoolgica.

    As, tambin, desde el punto de vista fsico, acostumbramos a con-siderar la civilizacin de la antigedad clsica superior en varios aspec-tos a la nuestra, que, en otros aspectos, se halla mucho ms evolucio-nada.

    En la vida sexual nos encontramos con un impulso .que, desde el co-mienzo, ofrece un profundo inters para la Humanidad. Podra decirse 'que presenta un dominio susceptible de ser cultivado hasta por pueblos cuyo nivel cultural, considerado desde varios puntos de vista importan-tes, distara de ser elevado. Todava podra irse ms lejos afirmando que la atencin demasiado grande concedida a otros dominios de la civili-zacin es perjudicial a la cultura sexual; y, como es sabido, una mara-villosa expansin de las artes mecnicas y una actividad intelectual ex-traordinaria pueden coexistir con una cultura basada en convenciones y rutinas apenas discutibles. Se puede ser sensible a todo cuanto se realiza en las artes humanas ms complejas y demostrar al mismo tiempo una absoluta carencia de sensibilidad con respecto a las artes fundamentales. El caso contrario es igualmente posible. .

    As, pues, el cuadro que nos ofrece el doctor MALINOWSK! en su li-bro, quiz nos enriquezca, no solo con una contribucin nica a los es-tudios antropolgicos, sino con sugestiones tiles para la vida civilizada y susceptibles de facilitar sus esfuerzos hacia el logro de una reforma social. Los insulares trobriandeses forman una pequea comunidad, cuya vida se desarrolla en un espacio limitado ; no ' ofrecen sino una de las variantes de la vida salvaje; pero eSta variante bien pudiera ser real-mente tpica. Al estudiarla, no solo observamos que en este dominio el hombre salvaje se asemeja mucho al hombre civilizado, cuyos vicios y virtudes posee bajo formas diferentes; adems vemos que, en algunos respectos, el salvaje ha alcanzado en su vida sexual un grado de afina-miento superior al del hombre civilizado. Las comparaciones que po-demos hacer gracias a esta obra nos suministran sugestiones suficientes hasta para hacer un estudio crtico de nuestra propia vida sexual.

    HA VELOCK ELLIS

    LA VIDA SEXUAL DE LOS SALVAJES

  • CAPITULO I

    LAS RELACIONES ENTRE AMBOS SEXOS EN LA VIDA PRIMITIVA

    El tema del presente estudio ser: "El hombre y la mujer en las islas Trobriand; sus relaciones amorosas, conyugales y sociales."

    La fase ms dramtica e intensa en las relaciones entre hombre y mujer. aqueIla en que se aman, se unen y procrean, debe ocupar el pesto preponderante en toda consideracin del problema sexual. Para el ser humano normal y corriente, sea cual sea el tipo de sociedad en que le encontremos, la atr-atcin en l ejercida por el otro sexo y los episodios pasionales y sentimentales que aqulla traer consigo son siem pre los acontecimientos ms significativos de su existencia, los ms pro-fundamente asociados con su felicidad ntima y el sentido y deleite de la vida. As, para el socilogo que estudia un tipo particular de sociedad, habrn de tener una importancia cardinal aquellas costumbres, ideas e instituciones que giran en torno de la vida ertica del individuo, pues si desea mantenerse a tono con su tema y situarlo en una perspectiva na-tural y correcta, tendr que seguir en sus investigaciones el rumbo se-alado por los valores e intereses de la vida individual. Lo que consti-tuye para el individuo la felicidad suprema debe ser un factor funda-mental en el estudio cientfico de la sociedad humana.

    Pero la fase ertica, no obstante ser la ms importante, es slo una de las muchas en que los dos sexos se encuentran y entran en relacio-nes. No podr, pues, ser estudiada fuera de su propia contextura, esto es, sin relacionarla con la condicin legal del hombre y la mujer, sus relaciones domsticas y la distribucin de sus funciones econmicas. La manera de cortejar, el amor y la unin de hombre y mujer en una so-ciedad determinada, se hallan influenciados en cada uno de sus detalles por la manera que tengan los dos sexos de conducirse mutuamente, tanto en pblico como en privado, por su situacin en las leyes y costumbres de la tribu, por el modo de participar en los juegos y diversiones, por la parte que cada uno toma en el trabajo cotidiano.

    La historia de la vida ertica de un pueblo forzosamente tendr que comenzar con el estudio de las relaciones infantiles y juveniles, para acabar con la fase ulterior de la unin permanente y el matrimonio. Mas tampoco podr concluir la narracin en este punto, ya que la ciencia no puede reivindicar los privilegios de la ficcin. El modo en que hom-bres y mujeres conciertan su vida comn y la de sus hi jos influye sobre

  • 56 LAS RELACIONES ENTRE AMBOS SEXOS EN LA VIDA PR IMITIVA [Cap. 1

    su manera de hacer el amor, y ninguna de las dos fases ser cahalmen-te comprendida sin el conocimiento de la otra. . ,

    Este libro trata de las relaciones sexuales entre los mdgenas de las islas Trobriand, archipilago de coral situado al nordeste. de Nueva Gui-nea. Estos indgenas pertenecen a la raza papuomelanesl3, y en su as pecto fsico, dotes intelectuales y organizacin social combinan la ma-yora de las caractersticas ocen~cas con ciert.os. ~asglos de la poblacin papa de Nueva Guinea, algo mas tarda y pnmltIva .

    l. Los principios del derecho materno

    En las islas Trohriand nos encontramos con una sociedad matrilineal, en la que descendencia, parentesco y todas las relaciones sociales. slo alcanzan reconocimiento legal a travs de la madre, y en la que tIenen las mujeres una considerable participacin en la vida de la trib~, hasta el punto de tener un papel dominante en las actlVldades econmicas, ce-remoniales y mgicas, hecho que influencia profundamente todas las costumbres de la vida ertica, as como la institucin del matrimonIo. Convendr considerar primero, pues, las relaciones sexuales en su as-pecto ms amplio, comenzando con una ojeada a ~quellas costumbres y leyes de la tribu que sirven de base a la mstltUClOn del derecho mater-no as como las diversas concepciones e ideas que arrojan alguna luz sobre l; tras lo cual, un breve esbozo de cada uno de los principales sectores de la vida indgena -domstico, econmiCO, legal, ceremomal y mgico- contribuir a mostrar las respectivas esferas de la actividad ' viril y femenina.

    La idea de que es nica y exclusivamente la madre la que form~ el cuerpo del hijo, no tomando el hombre la menor parte en su co~StItucin, es el factor ms importante en el sistema legal de los trobnande-ses. Sus ideas sobre el proceso de la procreacin, unidas a ciertas creen-cias mitolgicas y ;nimistas, afirman, sin la menor duda ni restriccin, que el hijo es de la misma ,sustancia que la ,madre,'y que entre el padre y el hijo no hay el menor Vinculo de umn flslca (ve~se el cap. VII).

    Que la madre contribuye en todo a la constItuclOn del nuevo ser que ha de dar a luz es un hecho aceptado como indudable por los indgenas y expresado con fuerza por ellos. "La madre alimenta al hijo mientras lo lleva en su cuerpo. Luego, cuando sale de l, lo alimenta con su leche." "La madre hace al hijo con su sangre." "Hermanos y hermanas son de la misma carne, pues provienen de la misma madre." Estas y otras expresiones semejantes describen su actitud con respecto a este hecho, principio fundamental de ~u concepci~ del parentesco. .

    Esta actitud se encuentra Igualmente Imphclta, y con mayor reheve

    1 Para el estudio general del Massim Septentrional, del que los trobriandeses constituyen slo un sector, vase el t!3-tado c1si~o del profesor C. G. SELlG MAN: Melanesians of British New Gumea \Cambndge, 1910), que nos muestra tambin la relacin de los trobriandeses con !as dems razas y culturas de Nueva Guinea y sus contornos. Una breve exposicin de la c';lI~ra trobriandesa se encontrar tambin en mis Argonauts of the Westem Pacrfzc (George Routledge and Saos).

    Seco 11 LOS PR INCIPIOS DEL DERECHO MATERNO 57

    an, en las reglas relativas a la descendencia, herencia, sucesin en la jerarqua, atribucin del ttulo de jefe, oficios heredtarios y magia; en toda regla, en suma, concerniente a la transmisin por parentesco. En una sociedad matrilineal el padre transmite la posicin social a los hijos de su hermana, y esta concepcin exclusivamente matriarcal del paren-tesco desempea un papel de gran importancia en las restricciones y re-glamentaciones a que est sometido el matrimonio y en los tabes que recaen sobre las relaciones sexuales. Con una intensidad particularmen-te dramtica manifiestan su accin estas ideas sobre el parentesco en el momento de la muerte, pues las reglas sociales que presiden las exequias, las lamentaciones y el luto, as como ciertas complicadsimas ceremonias que acompaan a la distribucin de alimentos, se basan sobre el princi-pio de que los individuos unidos por lazos de parentesco materno for-man un grupo estrechamente cerrado, cuyos miembros se hallan ligados entre s por una identidad de sentimientos e intereses, y hechos de la misma carne. Y de este grupo se encuentran rigurosamente excluidos, por considerar que no tienen ningn inters natural en tomar parte en el duelo, aun aquellos individuos unidos a l por matrimonio o rela-ciones de padre a hi jo (vase ~I cap. VI, 2-4).

    Estos indgenas poseen una institucin matrimonial bien establecida, pese a la ignorancia en que se hallan de la parte que corresponde al hombre en la procreacin de los hijos. Al mismo tiempo, el trmino "padre" tiene, para el trobriands, una ' significacin clara, aunque ex-clusivamente social: la del hombre casado con la madre, viviendo en la misma casa que ella y formando parte de la familia. En todas las dis-cusiones sobre el parentesco, el padre me ha' sido descrito expresamente como un tomakava, un "extranjero", o, ms correctamente, un "foras-tero". Este trmino es frecuentemente empleado por los indgenas en la conversacin siempre que quieren establecer alguna cuestin de he-rencia, justificar una lnea de conducta o rebajar la posicin del padre en cualquier querella.

    Ser preciso, pues, que el lector se percate bien de que el trmino "padre", tal como aqu se emplea, no debe tomarse con las diversas im-plicaciones legales, morales y biolgicas que para nosotros tiene, sino en un sentido completamente especfico y propio de la sociedad de que nos ocupamos. Tal vez hubiese sido mejor, para evitar toda posibilidad de error, emplear, en lugar de la palabra "padre", el trmino indgena tama, y hablar en vez de paternidad de "relacin tamd'; pero esto no hubiese sido cmodo en la prctica. Por tanto, cada vez que el lector encuentre la palabra "padre" en estas pginas, deber no olvidar que no se emplea en el sentido que le dan los diccionarios europeos, sino de acuerdo con los hechos de la vida indgena. Aadir que la misma regla se aplica a todos los trminos que traen consigo especiales impli-caciones sociolgicas; es decir, a todos los trminos que expresan re-laciones, tales como "matrimonio", "divorcio", "esponsales", Hamor", "noviazgo", etc.

    Qu significa para el indgena la palabra tama (padre)? "El esposo de mi madre", tal ser la primera respuesta que os d un informador ,

  • 58 LAS RELACIONES ENTRE AMBOS SEXOS EN LA VIDA PRIMITIVA (Cap. 1

    inteligente. Y agregar que tama es el hombre en cuya. sociedad creci, gozando de su cario y proteccIn; pues, sIendo el matnmOnIO patnl.ocal en las islas Trobriad, es decir, emigrando la mujer a la comumdad del pueblo de su marido y yendo a babitar en su casa, el padre es para sus hijos un compaero de todos los instantes, que toma parte activa en los cuidados que se les prodigan, siente por ellos un afecto profundo, que manifiesta con signos visibles y, adems'l ~articipa en su. ed.u~aci?!l' En la palabra tama (padre), considerando umcamente su sl~mIcaclOn emocional, se encuentran, pues, condensadas numerosas experIencias de la primera infancia, y expresado el sentimiento tpico de afecto reC-proco que existe entre un nio o una nia y un hombre maduro, lleno de ternura y perteneciente a la misma familia, en tanto que, en su sen tido social, esta palabra indica al individuo masculino en relaciones n-timas con la madre, y jefe de la casa.

    Hasta aqu tama no se diferencia esencialmente de lo que nosotros entendemos por "padre". Pero, a medida que el hiJo crece y cO~I11enza a interesarse en cosas sin relacin directa con la casa y sus propias nece sidades inmediatas, surgen ciertas complicaciones, y la palabra tama ad-quiere a sus ojos otro sentido. Se ente;a de. que no forma parte del mismo clan que , su tama, que su apelaclOn totemlca es ~Istmta de la de su tama e idntica a la de su madre. Se entera, ademas, de que toda suerte de deberes, restricciones e intereses concernientes a su orgullo personal lo unen a su madre y lo separan de su padre. Otro hombre aparece en su horizonte, al que el nio llama kadagu ("el hermano de mi madre"). Este hombre puede habitar en la misma localidad o en otro pueblo, y el nio aprende que el lugar en donde reside su kada ("el h:r-mano de la madre") es tambin su "propio pueblo", el pueblo del runo, que es all donde se encuentra su propiedad y de all de donde derivan sus derechos de ciudadana, que es all donde le espera su carrera fu-tura y donde enontrar sus aliados y asociados naturales. En el ' pueblo en que naci pueden hasta llamarle "forastero" (tomakava), en tanto que en "su propio" pueblo, es decir, en aquel en que resIde el hermano de su madre es su padre quien es un forastero, mientras l es un CIU-dadano natu;al. Igualmente comprueba que, a medida que crece, el her-mano de la madre adquiere una autoridad cada vez mayor sobre l, re-clamando sus servicios, ayudndole en ciertas cosas, concedindole o negndole el permiso para realizar ciertos actos, en tanto que la auto-ridad del padre se borra cada vez ms y sus consejos van perdiendo importancia.

    De este modo la vida de un trobriands se desenvuelve bajo una influencia doble dualidad que 'sera un error considerar solamente como un juego superficial de la costumbre .. Esta. doble influencia e~ha pro-fundas races en la existencia de cada mdivlduo, provoca extranas com-plicaciones de usos, crea frecuentes tensiones y dificultades y no pocas veces suscita una violenta solucin de continuidad en la vida de la tribu. Pues esta doble influencia del amor paterno y del principio matrilineal, que se ejerce tan profundamente sobre el. conjunto de ins~ituciones, as como sobre las ideas y sentImIentos socIales de los mdlgenas, no se

    Seco 2) UNA ALDEA EN LAS ISLAS TROBRIANO 59

    manifiesta siempre en la vida real de una manera perfectamente equi librada ' .

    Nos ha parecido necesario insisti r sobre las relaciones que existen entre un trobriands, por una parte, y su padre, su madre y el hermano de su madre, por otra, pues tales relaciones forman el ncleo central del complejo sistema del derecho materno o matrilineal, y el sistema rige toda la vida sqs:ial de estos indgenas. Adems, esta cuestin se relaciona de una manera muy especial COn el tema principal de este libro: el amor, el matrimonio y el parentesco son tres aspectos del mis-mo tema, tres fases que se presentan por turno al anlisis sociolgico.

    2. Una aldea en las islas Trobriand

    En las pagInas precedentes hemos dado una definicin sociolgica de la paternidad, de las relaciones con el hermano de la madre y de la naturaleza del vnculo existente entre la madre y el hijo, vnculo fun-dado sobre los hechos biolgicos de la gestacin y la unin psicolgica estrechsin;a que de ellos. s,\ deriva. La mejor manera de facilitar la comprenSlOn de esta deftnlCldn abstracta consiste en describir las ma-nifestaciones de estas relaciones en la vida concreta de una comunidad trobriandesa y en mostrar cmo reaccionan unas sobre las otras. Esto es lo que vamos a hacer, y ello nos permitir presentar incidentalmente a algunas personalidades que habrn de figurar en las ltimas secciones de nuestro relato.

    La aldea Omarakana es, en cierto sentido, la capital de Kiriwin principal distrito de estas islas. Es la residencia del jefe principal, cuy; nombre, prestIgIO y fama se exlIenden por todo el archipilago, aunque su poder no alcance ms all de la provincia de Kiriwina ' . La aldea se halla situada e? una llanura frtil y lisa de la parte norte de Boyowa (mapa, fIg. 2), ISla de coral grande y plana. Un camino llano, 'partiendo de las lagunas de la costa occidental, lleva a Omarakana a travs de extensiones ~ontonas. cubiertas de malezas e interrumpidas aqu y all por bosqueclllos tab o un gran jardn plantado de vides, que se enros-can en torno de largas prtigas, y semejante, cuando est en pleno desarrollo, a un exuberante planto de lpulo. Se atraviesan varias al-deas; el suelo se hace ms frtil y los poblados ms densos y prxi-mos a med,da que se aproxIma uno a la larga fila de prominencias de coral que se levantan sobre la costa oriental, separando el mar de las llanuras del interior.

    Un ancho grupo de rboles aparece a cierta distancia: son rboles frutales, palmeras y la parte todava virgen e intacta de la selva que forman un cinturn en torno de la aldea Omarakana. Atravesam~s el huerto y nos encontramos frente a una doble hilera de casas construidas

    ! Vase mi libro Crinze and .Custom in Savage Society, Kegan Paul, 1926. - Para ms d~talles ,concermentes a este eminente personaje y a los deberes

    y de!echos. del efe, vease C. G. SELIGMAN, op. cit., caps. XLIX y LI. Vase rambln nus Argonauts of Western Pacific, passim, y "Baloma, Spirits oC thc Dead", Journ. R. Anthrop. Inst., 1916 .

  • 60 LAS RELACIONES ENTRE AMBOS SEXOS EN LA V IDA PRIMITI VA [Cap. 1

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  • 62 LAS RELACIONES ENTRE AMBOS SEXOS EN LA VIDA PRIMITIVA (Cap. I

    en dos anillos concntricos, sobre un vasto espacio abierto (vanse fi-gura I y foto 1). Entre el anillo interior y el exterior se encuentra una calle circular, que rodea -la aldea, y pasando por esta calle se ven grupos de gentes sentadas ante sus cabaas (vase foto 4). El anillo exterior se halla formado por casas de vivienda, el interior por cabaas que sirven de graneros, en los que se conserva de cosecha a cosecha el taytu, va-riedad de ame que forma la base de la alimentacin indgena. Inme-diatamente, nos sorprende la perfeccin, mejor calidad de la construc-cin y superior belleza y decoracin que dstinguen los graneros de las casas de vivienda (vase foto 31). Hallndonos en la vasta plaza central, podemos admirar la hilera circular de graneros que tenemos ante nos-otros, pues stos, lo mismo que las casas de vivienda, miran hacia la plaza central. En Omarakana, un hermoso granero, perteneciente al jefe, se halla situado en mitad de esta plaza. Un poco ms cerca del anIllo, pero siempre en la plaza, se encuentra otro vasto edificio: la casa de vivienda del jefe (vanse fots. I y 2).

    La singular disposicin simtrica de la aldea es de gran importan-cia, pues representa un esquema sociolgico definido. La plaza interior es la escena de la vida y las festividades pblicas. Parte de esta plaza se halla ocupada por el antiguo cementrio de los aldeanos, y en uno de sus extremos se encuentra el terreno de danza, en el que se des arrollan todas las solemnidades, ceremoniales y festivales. Las casas que rodean este terreno, es decir, las que forman parte del anillo interior constituido por los graneros, participan de su carcter casi sagrado, y son objeto de numerosos tabes. La calle que separa las dos hileras de 'casas es el teatro de la vida domstica y de los acontecimientos cotidianos (vanse fots. 4 y 39). Puede decirse, sin exageracin, que la plaza central constituye la parte masculina de la aldea, en tanto que la calle pertenece a las mujeres. .

    y ahora entramos en relaciones preliminares con algunos de los ms importantes habitantes de Omarakana, comenzando por To'uluwa, su jefe actual (vanse fots. 2 y 41). To'uluwa y los miembros de su familia no slo son los personajes ms importantes de la comunidad, sino que ocupan ms de la mitad de la aldea. Como veremos ms adelante (ca-ptulo V, 4), los jefes de los trobriandeses gozan del privilegig de la poli-gamia. To'uluwa, que habita la gran casa situada en medio de la aldea, tiene un gran nmero de mujeres, que ocupan toda una fila de cabaas (A-B en el plano, fig. 1). Sus parientes maternos, que pertenecen a su familia y al subcln llamado Tabalu, ocupan por s solos una parte es pecial de la aldea (A-C). La tercera seccin de sta (B-C) se ha\la ocu-pada por plebeyos que no son ni. hijos ni parientes del jefe.

    La comunidad h\lase, pues, dividida en tres partes. La primera la componen el jefe y sus parientes maternos, los Tabalu, que reivindican la propiedad de la aldea y se consideran dueos de su suelo Y. nicos beneficiarios de los privilegios que se desprenden de esta posesIn. La segunda parte la componen los plebeyos o pecheros, los que, .a su v~z, se dviden en dos grupos: los que .reclaman derechos de cJUdadanla, basados en razones mitolgicas (estos derechos son visiblemente infe-

    Se~. 2] UNA ALDEA EN lAS ISlAS TROBRIAND 63

    riores a los de los miembros del subcln del jefe, y los demandantes, que slo ha~lJtan la aldea e~ calidad de vasallos o servidores del jefe), y los extranjeros, cuyos servICIOS forman parte de la herencia recada en el jefe, y que slo viven en la aldea a este ttulo y en virtud de este der~cho. La ~ercera parte de la comunidad, finalmente, la componen las' mUjeres del Jefe y de sus descendentes.

    En razn al matrimonio patrilocal, estas mujeres deben residr en la !ldea de_ sus espos.~s, y, como es natural, guardan consigo a sus hijos mas pequenos. Los hIJOS adultos no estn autorizados para residr en la aldea, sino en gracia a la influencia personal de su padre. Esta influen-cIa contrarresta la ley de la tribu, segn la cual cada hombre debe resi-dr en su propia .aldea, es decir, en la de su madre. El jefe se siente sIempre ms unido a sus hijos que a sus parientes maternos. Prefiere sIempre su sociedad, y como todo padre tpico trobriands, abraza, sen-tImentalmente .al. menos, su cau~ en toda dsputa, y procura siempre dotarlos de prIvIlegIOS y benefICIOS hasta donde le sea posible. Seme-

    Jant~ estado de. cosas no co~viene, naturalmente, a los sucesores legales del Jefe, es de:lr, a sus panentes maternos, a los hijos de Su hermana; y con frecuencIa se producen en~re las dos facciones una tensin consi-derable y no pocas d.scofdias. "-- i

    Un estado de tensIn de este gnero haba producido recientemente un levantamIento VIOlento, que sacud la sosegada vida de Omarakana Y. comprometi por muchos aos su armona interior '. Desde haca tlem!,o vena .existiendo un desacuerdo entre Namwana Guya'u, hijo predilecto del Jefe, y Mltakata, su sobrino y tercero en la sucesin legal. Namwana Guya'u era el hombre ms influyente de la aldea despus del Jefe, su padre;, To'uluwa lo autoriz para ejercer un poder considera-ble, y le ,do mas de lo debIdo en su parte de riquezas y privilegios.

    Un dla, seIs meses despus de mi \legada a Omarakana, la quere\la adqum . caracteres agudos: Namwana Guya'u, el hijo del jefe, acus a su enemIgo Mlt~~ata, sobrmo y uno de los herederos, de adulterio con su esposa, y hablendolo \levado ante el tribunal del Residerte blanco, lo hlz? condenar a un mes de prisin. La noticia de este arresto \leg des-pues de la puesta d~l sol a la aldea desde la residencia gubernamental, SItuada a algunas ~I\las de all, y provoc el pnico. El jefe mismo se encerr en su cabana ~er;;onal! \leno de malos presentimientos respecto a .su faVOrito, que habla mfllgdo tan grave ultraje a las leyes y senti-mIentos de la tribu. Los panentes del heredero de la jefatura hervan de clera y de indignacin contenidas. llegada la noche, los abatidos aldea-nos c~,"aron silenciosamente, cad~ familia aparte. En la plaza central no se v~la a nadIe. Namwana Guya u no estaba visible. El jefe, To'uluwa,

    contlDuaba~ encerrado en su cabaa, y la mayora de sus mujeres e hijos se manteman a puerta cerrada. De repente, una fuerte voz rompi el SIlencIO de la aldea. Bagido'u, presunto heredero y hermano mayor del

    ~ E! siguiente relato ha sido publicado ya (en Crime and Custom, pgs. 101 y .Sl~ulenles). Como era la reproduccin poco menos que exacta de la redaccin ongmal, tal como. figuraba en mis notas de campaa, prefiero publicarlo una vez ms en la .mIsma forma, apenas con algunas modificaciones verbales.

  • 64 LAS RELACIONES ENTRE AMBOS 5EX05 EN LA VIDA PRIMITIVA [Cap. 1

    prisionero, en pie delante de su choza, grit6, dirigindose a los que ha-han ofendido a su, familia:

    "Namwana Guya'u; t eres causa de disturhio. Nosotros, el Tabalu de Omarakana te hemos autorizado para residir aqu, para vivir entre nos-otros. En Omarakana tenas tantos alimentos como queras. Has com~. do de nuestra comida. Tenas tu parte de los cerdos que nos eran tral-dos en tributo, y de la carne. Has navegado en nuest~as canoas. Has construido una cabaa sobre nuestro suelo. Y he aqu, sm embargo, que ahora nos causas dao. Has dicho mentiras. Mitakata est preso. No queremos que contines residiendo aqu. La aldea es nuestra; t aqu eres un extranjero. iVete! Te arrojamos! Te arrojamos de Omara-kana!"

    Estas palabras fueron pronunciadas con una voz recia, penetrante, que la emoci6n haca temblar. Cada una de estas breves frases, seguida de una pausa, fue lanzada como un proyectil a travs del espacio vaco, en direcci6n a la cabaa en que Namwana Guya'u se hallaba sentado y pensativo. Luego, la hermana menor de Mitakata se levant6 y habl6, y despus de ella le toc6 el turno a un mozo, uno de sus sobrinos ?,a~ernos. Pronunciaron poco ms o menos las mismas palabras . de Bagdo u,. re-pitiendo a manera de estribillo la f6rmula de despedida o expulsl6n: yaba. Estos discursos fueron acogIdos con un silencIO profund~. En la aldea reinaba una quietud absoluta. Pero, antes de que termmase la noche Namwana Guya'u parti6 de Omarakana para siempre. Fue a es-

    tablec~rse a algunas millas de all, en su "propia aldea", Osapola, de donde era originaria su madre. Esta y su hermana se entregaron du-rante semanas a gemidos y lamentaciones, como si llorasen a un muer-to. El jefe permaneci6 tres dias en su cabaa, y cuando sali6 de ella pareca envejecido y destrozado por el dolor. Todo" su mters personal y todo su cario se hallaban concentrados en su hiJO favonto, pero no poda ayudarle n nada. Sus parientes haba~ obrado de una manera es-trictamente conforme a sus derechos y, segun las leyes de la tnbu, l no poda separar su ~ausa de la de ellos. Ningn poder po~a m0d!,-ficar el decreto de destierro. Una vez pronunciadas las palabras Vete 1 , bukula, " Te arrojamos 1", kayabaim, el hombre deba partir. Estas pa-labras, que rafa vez son pronunciadas con una intenci6B seria, poseen una fuerza irresistible y un poder casi ritual cuando son expresadas por ciudadanos contra un residente extranjero. Un hombre que tratase de desafiar el tremendo ultraje que implican, y se empeara en quedarse a pesar de ellas, quedara deshonrado para siempre. En realidad, el tro-briands no concihe nada que no est en relacl6n directa con una eXI-gencia ritual.

    El resentimiento del jefe contra sus parientes fue profundo y ~uradero. Al comienzo, no quiso dirigirles la palabra. Durante un ano o ms ninguno se atrevi6 a pedirle que 10 llevase consigo en sus expe-

    dici~nes martimas no obstante tener derecho todos a este privilegio. Dos aos ms tard~, en 1917, cuando regres a las islas Trobriand, Nam-wana Guya'u continuaba residiendo en la otra aldea, apartado de sus parientes paternos. Esto no le impeda visitar con frecuencia Omarakana

    Seco 21 UNA ALDEA EN LAS ISLAS TROBR IAND 65

    para asistir a su padre, sobre todo cuando To'uluwa se ausentaba. Su madre muri al ao siguiente de su expulsi6n. Como narraban los ind-genas: "Gema y gema. rechazaba los alimentos y muri6." Las rela-ciones entre los dos principales enemigos quedaron completamente ro-tas, y Mltakata, el joven jefe que haba sido arrestado repudi a su muj~r, que perteneca. al mismo subc\n de Namwana Guya'u, 10 cual abno una profunda gneta en toda la vida social de Kiriwina.

    Este incidente es uno de los ms dramticos a que asist en las islas Trobriand. Lo he descrito hasta el fin porque ofrece una notable ilustra-ci6n de la naturaleza del derecho materno, de la fuerza de la ley de la tribu y de las pasiones que se manifiestan en contra y a pesar de ella. Mues!ra Igualmente el profundo afecto persQnal que siente un padre por sus hiJOS, la tendenCia que 10 impulsa a usar toda su influencia personal para asegurarles una situacin preponderante en la aldea, la oposicin que sus esfuerzos en este sentido provoca por parte de sus parientes maternos y las tensiones y rupturas que resultan de todo ello. En con-diciones normales, en una comunidad ms pequea, donde las partes ad-

    ver~as son ~s humildes y menos importantes, una tensin semejante hubiese termmado, despus de la( muerte del padre, con la devolucin a sus parientes maternos de todos\ los bienes y privilegios que hubiesen recibido de l sus hijos durante su vida. Sea como sea, este doble juego del afecto paterno y de la autoridad matrilineal implica no pocos moti-vos de descontento y de conflictos y mtodos de arreglo sumamente complicados, pudiendo decirse que el hi jo del jefe y su sobrino materno estn predestinados a ser enemigos.

    En el curso de nuestro relato volveremos sohre este tema. Al hablar del consentimiento para el matrimonio tendremos ocasin de mostrar la importancia de la autoridad paterna y en qu consisten las funciones de los parientes en la lnea materna. La costumbre de los matrimonios entre primos constituye un medio de conciliacin tradicional entre los dos principios opuestos. Es imposible comprender los tabes sexuales y las prohibicIOnes del mcesto I,;uent!as no se haya entendido bien la signifi-cacin de los prmClplOS discutidos en esta seccin.

    H~sta ahora hemos conocido a To'uluwa, a Kadamwasila, su esposa favonta, muerta a consecuencia de la tragedia de la aldea; a su hijo Namwana Guya'u, y al enemigo de ste, Mitakata, hijo de la hermana del i,efe; y todava tendremos ocasin de encontrar a los mismos per-sonaJes, ya que se cuentan entre mis mejores informadores. Conoceremos tambin. a otros hijos del jefe y de su esposa favorita y a algunos de sus panentes maternos de ambos sexos. Seguiremos a algunos de ellos en sus asuntos amorosos y en sus gestiones matrimoniales; tendremos que mezclarnos en sus escndalos domsticos y proyectar un inters in-

    d,s~reto sobre su vida nti~a, pues todos ellos fueron durante un largo penado objeto de observaCiones etnogrficas, y debo un gran nmero de mis materiales a sus confidencias, y muy especialmente a su mutua maledicencia.

    Aportar, igualmente, muchos ejemplos tomados de otras comuni-dades, y haremos frecuentes visitas a las aldeas de las lagunas de la

    MALINOWSKI.-5

  • 66 LAS RELACIONES ENTRE AMBOS SEXOS EN LA VI DA PR IMITI VA [Cap. 1

    costa occidental, a ciertas localidades de la parte meridional de la isla y a algunas de las islas ms pequeas del mismo archipilago, vecinas a las Trobriand. Las condiciones que prevalecen en todas estas otras ca munidades son ms uniformes y democrticas, lo que da a su vida sexual un carcter ligeramente distinto.

    '3. La vida de familia Al entrar en la aldea tuvimos que atravesar la calle que Corre entre

    las dos filas concntricas de casas '. Es all donde se desarrolla normal-mente la vida cotidiana de hi .comunidad, y es all donde debemos volver si queremos examinar de cerca los grupos de gentes sentadas delante de sus viviendas (vase foto 4). Por regla general, se observa que cada grupo se halla compuesto exclusivamente por una sola . familia, marido, mujer e hijos, que descansan o realizan una actividad domstica que vara segn las horas del da. Si es por la maana, los veremos comer apresuradamente un frugal almuerzo, despus del cual el hombre y la mujer se dedicarn a preparar, con ayuda de los hijos mayores, los uten silios para los trabajos del da, en tanto que el pequeuelo permanecer acostado, a cierta distancia, sobre un petate. Luego, durante las horas frescas que preceden al calor meridiano, cada familia se ir probable-mente a su trabajo, dejando la aldea casi desierta. El hombre, acompa-ado de otros aldeanos, se entregar a la pesca o a la caza, se ocupar en la construccin de una canoa o buscar un tronco de rbol. La mujer recoger conchas o frutos silvestres. 0, bien, el hombre y la mujer tra-bajarn en los huertos o harn visitas. Frecuentemente el hombre se' entrega a trabajos ms duros que la mujer ; pero cuando regresan a la aldea en las horas clidas de la tarde el hombre descansa, mientras la mujer se dedica a los trabajos domsticos. Hacia la noche, cuando el sol poniente proyecta sombras ms largas, que procuran un poco de fresco, comienza 1a vida social en la aldea. Se ve entonces al grupo fa-miliar delante de su cabaa: la mujer prepara la cena y los nios jue-gan, en tanto que el marido distrae al ms pequeuelo de su prole. Es el momento en que los vecinos se llaman unos a otros y se charla de grupo a grupo.

    Lo que sorprende inmediatamente al visitante que sabe observar es la franqueza y el tono amistoso de las conversaciones, el sentimiento manifiesto de igualdad, la solicitud del padre en los asuntos domsti-cos, sobre todo con los nios. La mujer interviene libremente en bromas y conversaciones; realiza su trabajo con toda independencia. no como esclava o sirviente, sino como quien administra su departamento de una manera autnoma. Cuando necesita Su ayuda, da rdenes a su ma-rido. Una observacin atenta, sostenida da tras da, confirma esta pri-mera impresin. La administracin domstica tpica reposa entre los tro-hriandeses sobre los principios de. la igualdad y la independencia de las funciones; el hombre es considerado como el amo, puesto que se halla

    1 Se puede formar una buena idea de la "calle" examinando la fotogra~ fa 12, en donde, a derecha e izquierda, se ven dos casas de vivienda detrs de los graneros de ame. que se hallan en medio.

    Seco 3] LA VIDA DE FAM IL IA 67

    en .su p,:"opia aldea y la casa le pertenece ; pero, en otros aspectos, la mUjer ejerce una mfluencla considerable. Ella y sus parientes contri-buyen en gran parte a asegurar el aprovisionamiento familiar; ciertos ob-Jetos de la casa le pertenecen por derecho propio, y es ella, con su. hermano, el Jefe legal de la familia.

    En cierto modo, la divisin de funciones en el interior de la casa se halla perfectamente defi.nida. La mujer debe cocer los alimentos, que son muy sencIllos y no eXigen gran preparacin. La comida principal se hace a la puesta del sol, y se compone de ame, taro' y otros tubrcu-los, asados sobre las brasas o, menos ' frecuentemente cocidos en un pucherito o entre _la tie~ra.; de cuando en cuando s~ agrega carne o pescado. A la manana sigUIente se comen las sobras en fro; a veces no regularmente, se hace a medioda otra ligera colacin, compuesta d~ frutas y marISCos.

    . En ciertas circunstancias es el hombre quien prepara y cuece los ahmentos: en un viaje, en una travesa por mar, en la caza o en la pes~a, en todas las ocasiones, en suma, en que no le acompaa . una mUJer. En otras, cuando, por ejemplo, se cuecen en grandes recipientes de barro las tortas de taro o de sag, la tradicin exige que los hombres ayu~en a las mUjeres (fot. 5). Pero;-::dentro de los lmites de la aldea y de la Vida cotl,dlana normal, el hombre no se ocupa nunca de la cocina. El cocmar esta conSIderado como una ocupacin vergonzosa para l. "Eres un hombre-cocinera" (tokakabwasi yoku), se le dira burlonamente. El temor de merecer este epteto, de ser escarnecido o deshonrado (kakayu-wa) es :xtremo. Los salvajes expenmentan este temor y esta vergenza caracteflsttca SIempre que. hacen algo indebido, o, lo que es peor, cuan-do hacen cosas que constItuyen los atributos intrnsecos del otro sexo o de otra clase social (vase cap. XIII, 1-4).

    . Existe un cierto nmero de ocupaciones que la costumbre de la tribu aSIgna estrIctamente a un solo sexo. En este respecto, la manera de transportar las cargas constituye un ejemplo notable. La mujer debe llevar las cargas sobre la cabeza, entre otras, la cesta en forma de cam-pana, recipiente especialmente femenino, en tanto que los hombres deben Hevarlas sobre los hombros. (fots. 6, 7 Y 28). Slo con verdadera apren-Sin y un profundo sentimiento de vergenza, considerara un hombre la perspectIva de transportar cualquier cosa de una manera propia del sexo o~uesto, y p;>r nada del mundo colocara una carga sobre su ca-beza,. nI aun tratandose de un~ broma. El aprovisionamiento de agua constituye una ocupacIn ex~lus!Vamente femenina. Las vasijas del agua se haHan confiadas a la VIgilancia de la mujer. Estas vasijas estn he-chas con la corteza de los cocos maduros y tapadas Con una hoja de pahnera retorcida. Por la maana, o poco antes de la puesta del sol, la

    m~Jer va a Henarlas al pozo, distante a veces una media milla. All se reunen, descansan y charlan las mujeres, llenan por turno sus recipien-tes, los lavan, los colocan en cestas o sobre grandes bandejas de madera y, en el momento de partir, las riegan con un ltimo chorro de agua, a

    1 Nom~re que dan los indgenas de las Islas del Sur a la raz tuberosa de la Colocasza sculenta y la Colocasia macrorhiza. usada como alimento. (N. dt! l T.)

  • 68 LAS RELAC IONES ENTRE AMBOS SEXOS EN LA VIDA PRIMITIVA [Cap. 1

    fin de darles una sugestiva apariencia de frescura. El pozo es el club de las mujeres y el centro de sus murmuraciones, y, como tal, juega un papel importante, iues en una aldea t robriandesa existe una opinin pblica especficamente femenina y un punto de vista netamente feme-nino: las mujeres tienen all secretos que los bombres deben ignorar, del mismo modo que stos tienen secretos en que las mujeres no deben ser iniciadas.

    Ya hemos dicho que el marido comparte con la mujer los cuidados que se prestan a los hijos. Acaricia y pasea al nio, lo limpia y lo baa y le da el pur de sustancias vegetales, que el pequeo recibe casi desde el primer da de su nacimiento adems de la leche materna. Llevar al hijo en brazos o tenerlo sobre las rodillas, acto que los indgenas ex-presan con la palabra kopo'j, constituyen, en efecto, papel y deber es-peciales del padre (tama).

    De los hijos de mujeres no casadas, hijos que, segn la expresin indgena, "no tienen tama" (es decir, como debe recordarse, cuyas ma-dres no tienen marido), se dice que son "desgraciados" o "tristes", por-que "no tienen a nadie para cuidarlos y quererlos" (gala taytala bikopo'j). Por otra parte, si preguntis por qu los hijos tienen deberes para con su padre, quien, despus de todo, no es para eIlos ms que un "extran-jera", se os responder, invariablemente: "Por los cuidados que les prest (pela kopo'j), porque sus manos fueron manchadas por los excre-mentos y la orina del nio" (vase cap. VII).

    El padre cumple sus deberes con una ternura ingenua y natural: pasea al pequeo durante horas, mirndole con ojos llenos de amor y-de orgullo, de ms amor y orgullo que el que manifiestan muchos padres europeos. Todo elogio dirigido al nio le emociona directamente, y no se cansa de contar y exhibir las virtudes y los hechos de la progenie de su esposa. Realmente, cuando se observa una familia indgena en su casa o se la encuentra en un camino, se tiene inmediatamente la im-presin de que existe entre sus miembros una unin estrecha e ntima (vanse fots. 7 y 26). Y este afecto mutuo, cmo hemos podido obser-varlo nosotros mismos, no disminuye con los aos. Es as como des-cubrimos en la intimidad de la vida domstica otro aspecto de la lucha interesante y complicada entre la paternidad social y emocwnal, por una parte, y el derecho maternal, legal y explcitamente reconocido, por otra.

    Debe observarse que todava no hemos penetrado en el interior de un hogar, pues durante el buen tiempo las escenas de la vida familiar se desarrollan ante la casa. Los indlgenas no se retiran a ella sino cuan-do hace fro o llueve, o, de noche, para asuntos ntimos. Durante las veladas de la estacin fra, cuando el aire es hmedo y sopla el viento, las calles de la aldea quedan desiertas, a travs de las pequeas hendi-duras de los muros se ven oscilar luces tenues, y llega del interior un rumor de voces empeadas en una conversacin animada. All, en un angosto espacio lleno de humo, las gentes se hallan sentadas en el suelo, en torno del fuego, o reposan sobre literas cubiertas con esterillas.

    Las casas estn construidas sobre el mismo suelo y sus pisos son de tierra apisonada. En el diagrama de la pgina 69 se ven los principales

    Seco 3] LA VIDA DE FAM ILIA 69

    Banco

    Banco

    Puerta interior Estantes

    Estantes ------------

    Antecmara

    1-------------- ------Estantes

    - . -.

    Puerta

    Plano de una vivienda.

  • 70 LAS RELACIONES ENTRE AMBOS s.EXOS EN LA VIDA PRIMITIVA [Cap. 1

    elementos de su composicin, que es sencillsima: el hogar, formado por una hilera circular de pedruscos, con tres grandes pIedras que SIrven de sostn al puchero; las -camas, tarimas de madera colocadas una e~cIma de otra y fijas en el muro posterior y uno de los laterales hacIendo frente al hogar (vase foto 8), y uno o dos anaqueles para las redes, l~lS recipientes de cocina, las faldas de mujer de tejido vegetal y otros obJe-tos de uso domstico. La vivienda personal del Jefe se halla constru:da sobre el mismo modelo que las casas corrientes, pero en m~~or tamaDO. Los graneros en que se conserva el ame son de con~trucc~on un poco diferente y ms complicada, y se levantan a alguna dIstanCIa del suelo.

    En un matrimonio tpico, el da normal transcurre en estrecha .Inti-midad familiar: todos los miembros de la casa duermen en la mIsma cabaa, comen en comn y permanecen juntos durante la mayor parte de sus trabajos y ocios.

    4. La di"isin de la propiedad y los deberes entre los sexos Los miembros de una casa se hallan ligados tambin por la comu

    nidad de los intereses econmicos. Este punto exige una exposicin de-tallada, pues la cuestin es importante Y. complicada. En lo que c?n. cierne, en primer lugar, al derecho de p~opIedad, subrayo ,que la !'Os~sIn personal es, para el indgena, de gran ImportanCIa. El tlt~lo toh ( pro pietario" o "amo", usado como prefijo de ~os objetos po~eldos) ~le~e .un valor considerable en s mismo, pues confIere una espeCIe de dlStl?,cln incluso en aquellos casos en que. no se refiere al d:recho de propIedad' exclusiva. Este trmino y la nOCIn de propIedad tIenen, ;n cad~ caso particular, un sentido bien definido, pero las relaCIOnes va~lan segun los objetos, y es imposible resumirlas en una sola frmula aphcable a todos los casos l.

    Es notable quer a pesar de la ntima relacin que guarda co~ I~ vIda de familia, los utensilios domsticos y muchos obJetos. moblhanos de la cabaa no sean bienes comunales. Mando y mUjer tienen cad~ uno derechos individuales de propiedad sobre ciertos objetos. La mUjer es propietaria de sus faldas de tejido vegetal, de las q~e, generaln;ente, tlene en su guardarropa de doce a veinte, que usa segun las ?c~s!Ones. Par.a procurarse estas faldas, la mujer slo cuenta con su pro~!O celo ~ habI-lidad, de tal modo que, en cuestin de vestuario, la mUjer d~ .Kinwma slo depende de s misma. Los recipientes para el agua, los utIles para la confeccin de vestidos y muchos artculos de adorno personal, ~on, igualmente, de su propiedad exclusiva. El hombre posee sus herramIen-tas, hachas y azuelas, redes, lan~s, adornos para las danz~s y el tamb~r, as como los objetos de gran valor, llamados por los mdgenas vaygu a, consistentes en collares, cinturones, brazaletes hechos con conchas ma-rinas y grandes hojas de hacha pulimentadas. .

    La propiedad particular no es en estos casos ~na SImple !,alabra, carente de significacin prctica. El marido y la mUjer pueden disponer,

    1 Vanse Argonauts of the Western Pacific. cap. VI y passim.

    Seco 4] LA OIVISION DE !-A PROPIEDAD Y LOS DEBERES ENTRE LOS SEXOS 71

    y disponen, a su antojo de cada uno de los artculos de su propiedad particular, y, despus de la muerte de uno de ellos, los objetos que le pertenecan pasan, no al cnyuge superviviente, sino a una clase es pecial de herederos, entre los que se reparten. Cuando estalla una querella domstica, el marido puede destruir algunos de los objetos pertenecien-tes a la mujer, rompiendo, por ejemplo, las vasijas del agua o desgarran do sus faldas; lo mismo que la mujer puede destruir el tambor o el es-cudo de danza del marido. El hombre se halla obligado tambin a re-parar los objetos de su propiedad particular y a cuidar de su buen estado, de tal suerte que la mujer no debe considerarse como una ama de casa en el sentido europeo de la palabra.

    Los bienes inmuebles, huertas, rboles, tasas, as como las embarca-ciones, constituyen la propiedad casi exclusiva del hombre; otro tanto puede decirse del ganado, compuesto principalmente de celOS. Volve-remos sobre este tema al hablar de la posicin social de la ujer, pues el derecho de propiedad sobre los objetos de esta categora e halla en razn directa del grado de poder.

    Pasando de los derechos econmicos a los deberes, consi eraremos primero la divisin del trabajo entre los ~exos. Para los trabajbs duros, tales como la horticultura, la pesca y el transporte de grandes c~rgas, la especializacin es muy clara. La pesca y la caza -esta ltima tiene, por otra parte, escasa importancia en las islas Trobriand- se hallan reser vadas al hombre, en tanto que slo las mujeres se ocupan de recoger conchas. La horticultura, trabajo el ms penoso, ya que hay que cortar las malezas, construir empalizadas, remover los pesados soportes del a-me y plantar los tubrculos, se halla asegurada nicamente por el hom-bre. El descargar es un trabajo especialmente femenino, mientras los trabajos de orden intermedio son realizados ya por el hombre, ya por la mujer. Los hombres cuidan de los cocoteros, arecas y rboles fruta les, en tanto que son principalmente las mujeres quienes vigilan y cui-dan a los cerdos.

    Todas las expediciones martimas son llevadas a cabo por los hom-bres, y la construccin de canoas es ocupacin exclusiva de ellos. La mayor parte del comercio se halla atendida por los hombres, sobre todo en lo concerniente al importante intercambio de alimentos vegetales por pescado, realizado entre los habitantes del interior y los aldeanos de la costa. En la construccin de las casas, los hombres edifican la armadu-ra, mientras las mujeres se encargan de la techumbre. Los dos sexos se reparten el transporte de cargas, llevando los hombres las ms pesadas, en tanto que las mujeres atienden a su parte haciendo viajes ms fre-cuentes. Y ya hemos visto que existe para cada sexo una manera carac terstica de llevar la carga.

    Respecto a los trabajos menos importantes, tales como la confec cin de objetos pequeos, petates, brazaletes y cinturones, son de in cumbencia femenina. No hay para qu decir que son ellas, y slo ellas, quienes confeccionan sus vestidos personales, del mismo modo que slo a los hombres incumbe la carga de confeccionar el vestido masculino, poco complicado, pero hecho con gran cuidado: la hoja pbica. Son

  • 72 LAS RELACIONES ENTRE AMBOS SEXOS EN LA VIDA PRIMITIVA [Cap. I

    los hombres los que traba ian la madtra, aun para la confeccin de aquellos objetos de uso exclusivamente femenino, y ellos quienes fa-brican los giros de piedra caliza para el betel que mascan, y, en otro tiempo, ellos eran los que pulan y afilaban todos los tiles de piedr.

    Esta especializacin de los trabajos segn los sexos imprime, en cier-tas estaciones, un aspecto caracterstico y pintoresco a la vida de la aldea.

    Al aproximarse la poca de la recoleccin, comienzan a confeccio narse los nuevos trajes de variados colores, que se llevarn cuando est recogida la cosecha y durante las festividades subsiguientes. Se lleva entonces a la aldea gran cantidad de hojas de banano y pandano, que se blanquean y endurecen al fuego. De noche, toda la aldea aparece iluminada con el resplandor de estos fuegos; junto a cada hoguera, dos mujeres, una frente a otra, se ocupan en pasar la hoja por delante de la llama (vase foto 9). Las charlas sostenidas en alta voz y los cantos ani-man el trabajo; la perspectiva de los regocijos prximos mantiene con-tento a todo el mundo. Una vez a punto los materiales, hay que cor-tarlos, ajustarlos y teirlos. Esta ltima operacin se realiza con ayuda de dos races extradas de la selva: la una da un color prpura oscuro; la otra, un rojo brillante. Los tintes se mezclan en grandes recipientes hechos con enormes conchas marinas; despus de sumergir en ellos las hojas, se ponen a secar en grandes manojos, suspendidos en la plaza central, y toda la aldea se anima con sus vivos colores (vase foto 10). Un trabajo muy complejo de ajuste de las piezas da por resultado una deslumbrante "creacin": el amarillo dorado del pandano, la coloracin . verde tierna o castaa de las hojas de banano, el carmes y la prpura de las superficies teidas, 10T1:'an una armona de color realmente bella junto a la piel suave y morena de las mujeres.

    Ciertas manipulaciones son ejecutadas a la vez por hombres y mu-jeres. Ambos sexos, por ejemplo, toman parte en el meticuloso trabajo que exige la preparacin de ciertos adornos hechos con conchas ' . Las redes y los recipientes para el agua son fabricados indistintamente por uno 11 otro sexo.

    Hemos visto, pues, que no son las mujeres las que soportan el peso de todos los trabajos duros. Por el contrario, es el homl:!re quien se encarga de las faenas ms penosas en las huertas y de los trabajos ms montonos. Por otra parte, las mujeres tienen un campo de actividad econmica propia; este campo es considerable, y es en l donde se afirman su estado legal y su importancia.

    1 Vase Argonauts 01 the Wesum Pacilic. cap. XV.

    CAPITULO 11

    EL ESTADO LEGAL DE LA MUJER EN LA SOCIEDAD INDIGENA

    Las ideas de los indgenas respecto al parentesco y la descendencia, con su afirmacin de . que la procreacin es obra exclusiva d"'-..@ madre, la posIcIn de la mUjer en el hogar y la parte considerable que toma en la vida econmica, nos muestran que la mujer representa en la co-munidad un papel muy influyente, y que el lugar que en ella ocupa \OS de una importancia incontestable. Ahora debemos considerar su estado legal y su posicin en la tribu, o, dicho de otro modo, su jerarqua, su . poder, su independencia social del hombre.

    En la primera seccin del captulo anterior estudiamos las ideas de los indgenas con respecto al parentesco, basadas sobre el principio ma-trilineal de que todo desciende de la madre. Mostramos, igualmente, que la verdadera tutela de la familia no est encomendada a la mujer mis-ma, sino a su hermano. Todo esto puede resumirse diciendo que, en cada generacin, es la mujer la que contina la rlescendencia y el hom-bre el que la representa; en otras palabras: el poder y las funciones inherentes a una familia se hallan representados por los hombres de una generacin, aunque hayan sido transmitidos por las mujeres.

    I 1. Privilegios y deberes inherelltes al ranga

    Examinemos algunas de las consecuencias de este principio. Para la perpetuacin y mantenimiento de la familia, el hombre y la mujer son igualmente indispensables, lo que hace que los indgenas atribuyan a ambos sexos un valor y una importancia iguales. Si tenemos una discu-sipn genealgica con un indgena, veremos que siempre considerar la qiestin de la continuidad del linaje en relacin al nmero de mujeres vivas. Individuos pertenecientes a un subcln de alta categora, los Ta-balu de Omarakana, por ejemplo, con los que tuve ocasin de conver-sar sobre su composicin etnogrfica, me dijeron lo mucho que les com-placera el poder declarar que las mujeres del subcln eran numerosas en Omarakana, pues ste sera un hecho favorable e importante. Des-graciadamente slo eran dos, en tanto que los hombres eran ms nu-merosos. Hecho lamentable, decan ellos; pero agregaban en seguida que, en cambio, haba ms mujeres que hombres en el linaje ms joven de Olivilevi, aldea situada en la parte Sur de la isla y administrada tam-