victor y los niños al poder

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Obra de Roger Vitrac.

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VCTOR Y LOS NIOS AL PODERDE ROGER VITRACPersonajes Vctor, nueve aos.Carlos Zaldvar, su padre.Emilia, seora de Zaldvar, su madre.Lil, la criada.Esther, seis aos.Antonio Rosales, su padre.Teresa, seora de Rosales, su madre.Mara, la criada.El Obispo.Ida, seora de Muertemarte.El doctor.DATOS: 22 de Abril de 1953. Residencia de los seores Zaldvar, en Madrid. La accin se desarrolla, casi sin interrupcin, desde las ocho de la tarde hasta la medianoche. Victor ou les enfants au pouvoir fue representada por primera vez el lunes 24 de Diciembre de 1928 en Pars, en la Comdie des Champs lyses por el Thatre Alfred Jarry. La direccin corri a cargo de Antonin Artaud. En Espaa se ha representado ya en dos ocasiones, ambas en lengua catalana. La primera fu dirigida por Jorge Vera en Barcelona en fecha no encontrada. La segunda fue dirigida por Joan Oll y presentada como Taller de Tercer Curso en la Sala Adri Gual del Institut del Teatre de Barcelana en Febrero de 1993.

PRIMERA PARTECUADRO PRIMERO.Cuarto de estar de los seores de Zaldvar.Escena I.Lil, realizando las faenas domsticas. Vctor la persigue por todas partes. VICTOR.- bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu bajo vientre, Jess LILI.- Es el fruto de tu vientre, Jess! VICTOR.-

Tal vez, pero lo encuentro menos imaginativo.

LILI.-

Basta, Vctor! Ya he odo bastantes disparates. Vas a volverme loca!

VICTOR.-

Ya lo ests.

LILI.-

Si tu madre

VICTOR.-

Qu buena es mi madre! Ja, ja, ja!

LILI.-

Digo que si tu madre te oyera

VICTOR.-

Y yo digo que es buensima. Buensima! Muy, muy, muy buena!

(Contina rindose.)

LILI.-

He dicho algo gracioso? No es para tanto

VICTOR.-

No puedo querer a mi madre?

LILI.-

Vctor!

VICTOR.-

Lil!

LILI.-

Hoy cumples nueve aos. Ya no eres un un nio.

VICTOR.-

Entonces el ao que viene ya ser todo un hombre?

LILI.-

Claro. A ver si te va entrando la sensatez.

VICTOR.-

Entonces, muy sensatamente, te llamar mi patatita.

(Lil le da una bofetada.)

Siempre y cuando accedas, mi patatita

(Le da otra bofetada.)

a hacer conmigo lo que haces con los dems!.

(Le da otra bofetada.)

LILI.-

Mocoso!

VICTOR.-

Te atreves a decir que no te has ido a la cama con mi padre alguna que otra vez!

LILI.-

Fuera de aqu si no quieres que te estrangule!

VICTOR.-

De verdad, chiquitina ma? Estrangularas a tu chiquitn?

LILI.-

Nueve aos! Caramba con los nueve aitos!

VICTOR.-

Tu tienes esta edad multiplicada por tres, Lil.

LILI.-

Cierra la boca y djame tranquila! Te lo suplico!

VICTOR.-

(Cogiendo un vaso de la mesa.). Ves este vaso, Lil?

LILI.-

S, porqu?

VICTOR.-

Se trata de un vaso de cristal de Baccarat. Eso es al menos lo que mi madre repite cuando llega alguna visita. Un vaso nico, que pertenece a un servicio nico de una coleccin nica, etc, etc En una palabra: vale un dineral. Debera haber comenzado por aqu Escchame bien: tengo nueve aos, y hasta hoy me he portado ejemplarmente. No he hecho nada de lo que se me ha prohibido. Mis padres no paran de proclamarlo a los cuatro vientos: Es un nio modlico que nos da toda clase de satisfacciones, que merece todas las recompensas, y por el que de buen grado haramos todos los sacrificios. Pero eso no es todo. Mi madre aade que dara toda su sangre por m. Hasta hoy he sido efectivamente un nio irreprochable: ni he hecho una catarata con la mano para mear como mis amigos me han recomendado

LILI.-

Oh!.

VICTOR.

ni he metido nunca un dedo en el culito a las nias

LILI.-

Cllate, monstruo!

VICTOR.-

como suele hacer mi amiguito Jaime Bordonava. Cuando cumpla nueve aos si es valiente lo confesar Pero yo quiero decirte, hoy, 22 de Abril, da de los santos Sotero y Cayo, que no esperar ni un ao ms para convertirme en un hombre. Esto quiere decir, ni ms ni menos, que estoy decidido a ser algo ya. Sencillamente.

LILI.-

Nos ha fastidiado!

VICTOR.-

S algo nuevo, algo diferente. Te lo aseguro como hay Dios!.

LILI.-

Si te oyeran!

VICTOR.-

Todava tengo en mi mano este vaso de Baccarat tan frgil tan

LILI.-

Vctor! No irs a romperlo!

VICTOR.-

Si se cayera y se rompiera, la familia Zaldvar, de la que yo soy el ltimo descendiente, perdera unas cincuenta mil pesetas.

LILI.-

No, si al final lo romper!

VICTOR.-

Tranquilzate, no lo voy a romper.

(Coloca el vaso donde estaba.)

Prefiero romper este jarrn.

(Empuja un gran jarrn de Svres que est sobre la consola. Cae y se hace aicos.)

Bien. Ya he reventado veinte mil duros de mi herencia

LILI.-

Pero ests loco! Ests loco, Vctor! Un jarrn tan bonito!

VICTOR.-

Un huevo! Querrs decir un huevo un huevo tan bonito!. No era un jarrn, sino un huevo Eso me ha dicho toda la vida mi pap. Y en el interior del huevo se supone que tambin haba un caballo, un caballito chiquitn. Pero era falso: no he visto el caballo por ningn sitio. T has visto algn caballo?

(Imitando la voz de un padre que imita la voz de un hijo.)

Qu es eso, pap?

(Imitando la respuesta del padre.)

Es un huevo de caballo, un huevo de caballo gordo, muy gordo! Anda ya!

LILI.-

Este nio no respeta nada! Cmo es posible que hayas hecho todo este destrozo a propsito!

VICTOR.-

Yo? Qu es lo que he hecho yo?

LILI.-

No hagas el asno ahora. (Imitndolo.) Yo? Qu es lo que he hecho yo?

VICTOR.-

T Querida Lil: t acabas de cargarte este gran jarrn de porcelana de Svres

LILI.-

No te fastidia! Encima tienes la osada de acusarme de lo que t y slo t acabas de hacer delante de mis narices?

VICTOR.-

S.

LILI.-

Pues ni hablar! Dir que has sido t!

VICTOR.-

No te creern

LILI.-

Que no me creern?

VICTOR.-

No.

LILI.-

Y porqu no van a creerme?

VICTOR.-

Ya lo vers

LILI.-

Quiero que me digas el porqu!

VICTOR.-

Ya lo vers

LILI.-

Pero esto es horroroso, indigno, repulsivo! Yo yo no te he hecho nunca nada, Vctor, pequeo mo. No he sido siempre amable contigo? Acaso no te he evitado?

VICTOR.-

Nunca me has evitado nada.

LILI.-

Dios del Cielo! Qu te pasa? Se puede saber qu tienes?

VICTOR.-

Que qu tengo? Tengo nueve aos. Tengo un padre, una madre, una criada Tengo un barco de guerra de juguete, con grandes velitas blancas, que cuando dispara dos caonazos, siempre dos, regresa victoriosamente al puerto de partida. Tengo para mi uso particular un cepillo de dientes con el mango rojo. El de mi padre tiene el mango azul y el de mi madre blanco. Tengo un casco de bombero con todos los accesorios: la medalla de salvamento, el cinturn plateado y el hacha reglamentaria Tengo hambre Tengo la nariz intermedia: ni grande ni pequea. Tengo unos ojos desvalidos, sin techo. Tengo las manos en los bolsillos, y no tengo ni oficio ni beneficio porque todava soy muy pequeo. Ah! Tengo una libreta de ahorros en la que mi ta Manina ingres cinco pesetas el da en que me bautizaron Entre el precio de la libreta y la pliza oficial la cosa les sali por unas siete pesetas Tuve el sarampin a los cuatro aos, la escarlatina a los seis, y una operacin de amgdalas a los ocho, y de todas estos contratiempos sal sano y salvo como una manzana. No he tenido ninguna otra enfermedad en toda mi vida. Tengo la vista muy fina y la mente muy despejada. Y gracias a todas estas buenas cualidades he visto cmo perpetrabas un acto reprobable y sin ningn motivo aparente. Mi familia te juzgar por ello.

LILI.-

(Lloriqueando.) No tienes derecho a hacerme esto, Vctor. No es justo. Si tuvieras algo de corazn confesaras la verdad. Eso es lo que hacen los nios como Dios manda.

VICTOR.-

Yo no soy un nio como Dios manda, y no voy a acusarme de nada. Has sido t la que ha roto el jarrn.

LILI.-

Muy bien, entonces. Ya lo veremos.

VICTOR.-

Me amenazas, eh? Pues atenta, Lil, que me voy a cargar otro.

LILI.-

(Llorando.) Oh, Dios mo, qu desgracia! Un nio tan dulce, tan formal! Quin le puede haber estropeado de esta forma?

VICTOR.-

No lo comprenderas. No puedes entender nada porque eres una tonta, una estpida, una chapucera y una viciosa. Cuando mi madre se entere del destrozo te lo reprochar a ti, a tus malas trazas Y sers lo suficientemente imbcil como para encima pedirle perdn

LILI.-

No entiendo nada!

VICTOR.-

Enseguida lo entenders. Mira Lil, aunque hubiera sido yo, y decidiera declararme culpable, cosa que seguramente hara de buen grado, no me creeran. Sencillamente.

LILI.-

Cmo dices?

VICTOR.-

No me creeran porque no he roto un plato en mi vida. Ni un piano, ni un bibern, ni un lapicero Nada. Tu, en cambio, ya tienes una larga lista de destrozos: el pndulo, la tetera, la botella de agua de azahar, el reloj de pared, el termmetro plateado, etctera. Aunque yo me declarara culpable oiras decir solemnemente a mi padre: Vctor, es muy bonito el gesto que has tenido con la criada, pero en lo que a usted respecta, Lil, ya puede ir haciendo las maletas y cogiendo la puerta Y no diran ni una palabra ms para no humillarte delante de los invitados. Qu quieres? Has roto el jarrn. No puedo hacer nada ms. Porque, dime, si no puedo ser culpable de nada como quieres que sea culpable de algo? Contesta.

LILI.-

Pero el jarrn est roto

VICTOR.-

Justamente. Lo has pifiado t.

(Pausa.)

Claro que tambin podra decirles que ha sido el caballo

LILI.-

El caballo?

VICTOR.-

S, el famoso caballito que estaba supuestamente dentro de las tripas del jarrn, digo del huevo Si tuviera tres aos eso es lo que dira y me servira de excusa. Pero tengo nueve y soy terriblemente inteligente!.

LILI.-

Mierda! Ahora me arrepiento de no haberlo roto de verdad!

VICTOR.-

Soy terriblemente inteligente!

(Se acerca a Lil imitando la voz de su padre.)

No llore, Lil. No llore, nia ma.

LILI.-

A qu juegas ahora?

VICTOR.-

Se lo ruego, Lil, no llore. La seora quiere ponerle de patitas en la calle, pero en esta casa el que manda soy yo. Y ya sabe, Lil, lo mucho que la estimo Interceder por usted y obtendr el perdn de mi esposa Palabra de honor.

(La abraza.)

La salvar. Tenga fe en m y espreme en su habitacin al amanecer: le llevar la buena nueva y todo quedar olvidado. Eh, pollito luminoso? Pastora de las estrellas! Rosa de David! Turris ebrnea!

(Se separa de un salto y comienza a gritar con todas sus fuerzas agitando los brazos.)

Ora pro nobis! Ora pro nobis! Ora pro nobis!

(Vctor re estruendosamente. Lil habla para s misma completamente enrabietada.)

LILI.-

Ah, no! No, y no! Me ir yo, me ir yo! Me voy ahora mismo Este nio se ha vuelto loco

VICTOR.-

Ya no existen nios en el mundo. Nunca los ha habido.

LILI.

Qu asco de casa! Qu indecencia! Por eso, me voy. Ahora soy yo la que se quiere marchar. Me quiero ir y me voy. Y eso que slo tiene nueve aos!

VICTOR.-

Tranquilzate, bobita. (Conciliador.) Sabes que siempre cumplo todo lo que prometo, y ahora prometo no molestarte ms. Palabra. Qudate.

LILI.-

No.

VICTOR.-

Te quedars (Volviendo al juego de antes.) Usted se quedar, estimada Lil. Imagen del cielo. Cabello de gatita. Cola de todas las lunas Debe quedarse, Lil.

LILI.-

Est bien, me quedar! Pero te vas a acordar de m, nio mimado!

VICTOR.-

(Dndole un beso muy afectuoso.). Yo no te deseo nada malo, Lil No te mortificar nunca ms, palabra de honor. Es que soy terriblemente inteligente, sencillamente Lstima que t hayas sido la primera en sufrirlo!

(Lil sale llorando.)

Escena II

Vctor.

(Se sienta con la cabeza entre las manos y durante un rato se queda pensativo.)

VICTOR.-

Terriblemente inteligente.

(Pausa.)

Esta noche se me ha aparecido en sueos mi to el Procurador en Cortes, el domador de osos en sus ratos libres. Estaba bajo el sauce del jardn, blanco como el mrmol y sosteniendo entre las manos un fusil igualmente blanco. Yo me acercaba a la distancia de su mano. Qu mana la suya de tocarme la frente y decir: Este chico se me parece! Este chico es un Zaldvar de arriba a abajo! De repente, he visto entre las nubes el trazo de un relmpago El ao pasado, un dieciocho de julio, nos cogi en mitad de la tormenta. Los caballos se encabritaban delante de las banderas del Palacio del Pardo.. Todo el mundo estaba alegre. Mi padre sostena las bridas y llevaba unos guantes negros. Anoche, en medio de la lluvia, percib tambin la fugaz silueta de un rayo rosceo Era como el perfil que en los mapas dibujan las playas del Cantbrico Mientras tanto, el Procurador atizaba a los osos y me testimoniaba su afecto dicindome: Vctor, eres terriblemente

(Entra Esther.)

Escena III.

Vctor, Esther.

ESTHER.-

Hola Vctor. Felicidades.

(Le da un beso.)

VICTOR.-

Ah, eres t, Esther! Hola. (Pausa.). Gracias.

ESTHER.-

De nada.

VICTOR.-

De nada? Entonces, porqu me deseas felicidades?

ESTHER.-

Se dice de nada para quedar bien.

VICTOR.-

En mi casa dicen no hay de qu

ESTHER.-

Es demasiado largo

VICTOR.-

Mira, Esther, no te preocupes por m. Djame tranquilo. Cuida de tus muecas. Domestica y acaricia a tus gatitos, ama a tu prjimo como a ti misma y s una nia obediente y dcil mientras esperas el momento de ser una buena esposa y una buena madre.

ESTHER.-

Eres malo! Ya no me quieres!

VICTOR.-

No lo entiendes. No lo entenderas. Eres como Lil. Mira, hace un momento la criada ha roto este cacharro y seguramente la pondrn por eso de patitas en la calle. Por si fuera poco est empeada en acusarme a m.

ESTHER.-

Y no has sido t?

VICTOR.-

Si hubiera sido, no andara presumiendo

ESTHER.-

Claro. (Pausa.) Pobre Lil.

VICTOR.-

Djalo. Tengo una historia todava ms bonita que contarte.

ESTHER.-

Oh, s, cuntamela, venga!

VICTOR.-

Conoces a Pepe Peinado? S, chica, aquel que va siempre corriendo de un lado para otro, que lleva una fusta de domador en la mano y que tiene una coleccin de serpientes Sabes quin digo? Pues anoche nos escapamos juntos.

ESTHER.-

Anoche? Te escapaste sin Lil?

VICTOR.-

Lil tambin vino, pero nos la quitamos de encima a pedradas. No se chivar de nada por la cuenta que le trae. Estuvo esperndonos en casa de su hermana, mientras nosotros nos colamos en la funcin del circo Atlas.

ESTHER.-

Oh, Vctor, qu suerte que tienes!

VICTOR.-

Fue maravilloso

(Mientras habla imita a los comediantes.)

Vimos un teln rojo lleno de mariposas. Tambin haba un hombre con la cara llena de plumas, que rodaba a los pies de una mujer montada a caballo y que llevaba un crucifijo enorme

ESTHER.-

De verdad?

VICTOR.-

Y el hombre cantaba:

Tus muslos como la tarde

van de la luz a la sombra.

Los azabaches recnditos

oscurecen tus magnolias.

Vengo a consumir tu boca

y a arrastrarte del cabello

en madrugada de conchas.

ESTHER.-

Qu bonito!

VICTOR.-

S, seorita Rosales, muy bonito. Pero esto todava no es nada Despus de la funcin, Pepe y yo nos fuimos por detrs del barracn y levantamos la lona

ESTHER.-

S? Y qu visteis?

VICTOR.-

El hombre de la cara llena de plumas estaba tirado boca arriba y se beba el pis de una cabra

ESTHER.-

Oh! Y la mujer?

VICTOR.-

La mujer se estaba comiendo un currusco de pan.

(Largo silencio.)

ESTHER.-

Escucha, Vctor, yo tambin tengo que contarte una historia.

VICTOR.-

Se me hace la boca agua. Cuenta, cuenta!

ESTHER.-

Se trata de tu padre y de mi madre.

VICTOR.-

Vaya, vaya! Fjate. La seora Rosales. Demonio de Teresa! Ji, ji, ji!

ESTHER.-

Si te res no te la cuento.

VICTOR.-

Es que me hace tanta gracia Tienes idea de lo que acabas de insinuar?

ESTHER.-

Insinuar?

VICTOR.-

(Para s.) Es un ngel esta nia

ESTHER.-

Gracias. (Le da un beso.) Te lo voy a contar. Estaba en el saln, sentada en la falda de mam y tena en las manos unos pendientes. Me acababan de hacer estos agujeritos de las orejas, sabes?. (Se los ensea.) Yo quera encender un candelabro para ponrmelos porque no se vea nada, pero mi mam no quera encender ninguna luz en el saln. De pronto llaman a la puerta. Mam se levanta como una bala y me tira al suelo con los pendientes y todo Es que no has odo la puerta, idiota? Y encima me atiza una torta. La idiota era yo, claro.

VICTOR.-

Se quit los anillos para pegarte la bofetada?

ESTHER.

Qu va! Mira, tengo la mejilla colorada todava. Pero bueno, a lo que vamos, abre la puerta y Quin crees que era?

VICTOR.-

Mi padre.

ESTHER.-

Justo.

VICTOR.-

Vete a dormir, me dice mi madre.

ESTHER.-

No tengo sueo, le contesto. Oye, es que siempre que viene alguien: a la cama!

VICTOR.-

Y suele ir mucha gente a tu casa?

ESTHER.-

No, slo tu padre de vez en cuando.

VICTOR.-

Mi padre Est todava de buen ver, eh!

ESTHER.-

De buen ver? Bah! (Le imita.) Siempre tan afeitado!

VICTOR.-

Querrs decir tan desnudo, no?

ESTHER.-

Oh, no! Solamente lleva desnuda la cara, y las manos.

VICTOR.-

Mira que eres inocente! Contina, venga

ESTHER.-

Como siempre, me dan un libro para que me entretenga. Hola Carlos Hola Teresa. Dnde esta nuestro Antonio? Papa estaba durmiendo. Se sientan en el sof, y fjate las cosas que oigo. Tu padre: resa, resa, resa Mi madre: Carlos, yo me adoro, o te adoro, o algo por el estilo. Tu padre: hay un baista mudo, resa, mudo Mi madre: Ms. ms, ms, dame ms Tu padre: He perdido la cabeza Mi madre: Colorines en el horizonte Mi madre: Me gusta tu pulpo, tu gran pulpo rosa En esto del pulpo no estoy muy segura, y de lo dems, regular

VICTOR.-

Eso es todo?

ESTHER.-

No. De pronto mi madre se echa a llorar y tu padre sale pegando un portazo.

VICTOR.-

Y?

ESTHER.-

Entonces se presenta mi pap en camisn de dormir. Comienza a dar vueltas por el saln diciendo: No me encuentro nada bien, nada, pero nada bien No paraba de decir que no se encontraba bien Yo tampoco, Antonio le dice mi madre. Mam se arrodilla a sus pies llorando. Y l va y se pone a gritar, como hace muy frecuentemente desde hace unos das: Nadie tiene, ha tenido o tendr nunca tus cojonazos, Palafox!L Como el mdico le ha recomendado a mi mam que nadie le lleve la contraria, todos nos fuimos a dormir y hasta el da siguiente.

VICTOR.-

(Levantndose, afectado por un extrao delirio). Qu destino el nuestro! El destino es tan frgil como un barco a la deriva. en mitad de la tormenta del martillo, del cepillo, del membrillo, del soplillo, del calor, del valor, del sabor, del amor. A pesar de tododel amor. Y mi padre pisoteando siempre la angustia, la locura y la soledad de algunas mujeres, prisioneras en sus pisos, esclavas de s mismas

(Declamando.)

Un brazo de la noche

entra por mi ventana.

Un gran brazo moreno

con pulseras de agua.

Sobre un cristal azul

jugaba al ro mi alma.

Los instantes heridos

por el reloj pasaban.

(Como presentando enfticamente a los personajes de una tragedia.) Aqu estn: El Nio Terrible, el Padre Indigno, la Madre Sacrificada, la Mujer Adltera, el Cornudo, el viejo general Palafox! Viva la golondrina, el pavo, el rayo, el pjaro del paraso, la cacata, la salamandra y la garza real!

(Cambia de tono cuando repara en Esther, que desde hace un rato sigue la escena con la boca abierta y los ojos como naranjas.)

Viva Antonio!

ESTHER.-

Viva pap!. (Se pone a llorar.)

VICTOR.-

As, eso est mejor!

ESTHER.-

(Gritando.) Me das miedo, Vctor!

(Se echa a llorar de una forma rotunda. Entran Carlos y Emilia Zaldvar y Teresa Rosales.)

Escena IV.

Vctor, Esther, Carlos Zaldvar, Emilia Zaldvar, Teresa Rosales.

EMILIA.-

(Entrando.) Carlos!

CARLOS.-

Presente!

EMILIA.-

(Sealando los pedazos del jarrn.) El jarrn de Svres!

CARLOS Y TERESA.-

(Al mismo tiempo.) Oh!

CARLOS.-

Vctor! Quin lo ha roto?

EMILIA.-

No hace falta preguntarlo Esto ya es el colmo. Dnde est Lil?

CARLOS.-

Ha sido ella?

VICTOR.-

No. Lo ha roto Esther.

TERESA.-

Has sido t, Esther?

VICTOR.-

No ve cmo llora?

(Entra Lil disponiendo el servicio.)

Escena V

Los mismos y Lil.

VICTOR.-

(A Lil.) Creen que t has roto el jarrn. D la verdad. Has sido t?

LILI.-

No.

VICTOR.-

Lo ha roto Esther. He cometido la imprudencia de decirle que era un huevo de caballo y, aprovechando el instante en que me he vuelto de espaldas, lo ha roto para ver nacer al caballito.

EMILIA.-

(A Carlos.) Idiota! Ves lo que provocan tus ridculos cuentos?

CARLOS.-

Pero, si Vctor no ha sido

EMILIA.-

Vctor, est claro! Vctor! Crees que a su edad puede entender tus estpidas ocurrencias?

(Lil sale.)

Escena VI

Los mismos menos Lil.

TERESA.-

Ven aqu, Esther.

(Esther no se mueve.)

No me has odo, Esther? He dicho que vengas aqu! Quieres que vaya yo? Toma!

(Le pega con las dos manos.)

VICTOR.-

Perdn, seora Rosales Antes de pegarle se ha quitado esta vez los anillos?

CARLOS.-

Vctor! Cmo te atreves a meterte?

EMILIA.-

(A Teresa.) El pobrecillo teme que le haya hecho usted dao a la nena con sus brillantes

TERESA.-

(Sofocada.) Y tiene razn. Pero es que esta criatura a veces se pone tan insoportable que merece un buen escarmiento. El jarrn era un modelo nico y deba de valer una fortuna, verdad, estimada amiga?

CARLOS.-

No se inquiete, Teresa. Soy el nico culpable de este estropicio.

VICTOR.-

Sin duda estos jarrones son ms frgiles que sus joyas y sus anillos. Verdad?

TERESA.-

(Enrojeciendo.) Nunca he golpeado a mi hija con los anillos puestos, que yo recuerde.

EMILIA.-

Pero de donde saca este nio toda esta retahla de impertinencias? Le aplaudo su respuesta, Teresa. Yo tambin opino que es preciso tener mano dura con los nios

VICTOR.-

Crame, seora, Esther est hoy bastante castigada ya. Y puesto que es mi cumpleaos, me creo en el derecho de poder suplicarle que la perdone por esta vez.

CARLOS.-

Bravo, Vctor! Muy bien dicho. Teresa, dale un beso a tu hija y no se hable ms.

EMILIA.-

Ven, hijo mo. Ven, Vctor. Te acabas de ganar una peseta.

TERESA.-

(En voz baja a Esther.) Y ahora, me dirs porqu has hecho eso?

ESTHER.-

Porque Vctor cumple hoy nueve aos.

TERESA.-

Ah, s? Pues toma! (Le pega.)

TODOS.-

Oh!

TERESA.-

Perdname, Vctor, majo. Por esta tarde es la ltima vez, pero es que no me he podido aguantar

(Esther no dice nada. Vctor se rene con ella en el rincn donde est y los dos parecen discutir en voz baja.)

CARLOS.-

Venga, hablemos de otra cosa. No estropeemos con llantos y palabras altisonantes una fiesta tan sealada. Por cierto, cmo es que Antonio y el Seor Obispo todava no han llegado?

TERESA.-

Mi marido se ha empeado en venir, aunque yo hubiera preferido que se quedara en casa.

EMILIA.-

No diga eso, Teresa. Nos hubiera sabido muy mal. Y Vctor se habra llevado una gran desilusin. Ya sabe que lo adora.

TERESA.-

ltimamente mi marido no est muy divertido que digamos

EMILIA.-

Ah, no?

CARLOS.-

No, querida. Antonio no se encuentra nada bien. Est

TERESA.-

Est loco!

EMILIA.-

Loco?

TERESA.-

Rematadamente.

EMILIA.-

Pero Eso es terrible!

CARLOS.-

Como bien sabes, Antonio ha padecido siempre crisis nerviosas. Hasta ahora eran espordicas, pero han terminado siendo cada vez ms frecuentes. Teresa ya no puede ms.

TERESA.-

Es verdad. (Solloza.)

EMILIA.-

(Tratando de darle nimos.) Venga, Teresa, mujer, valor. No hay que desesperase. De golpe y porrazo no se pierde la razn

VICTOR.-

(Que escuchaba.) Eso, de golpe y porrazo me suena

(Todos se vuelven a mirarle.)

De golpe y porrazo Un buen da l levanta al ejrcito como quien eleva un ramo de flores. Apunta de cualquier manera. Las mujeres ms bellas del mundo estn prisioneras debajo de sus bordados empapados de sangre, y los ros se agitan como si fueran serpientes embrujadas. El hombre, rodeado de una plana mayor de fieras, acaudilla una gran ciudad. Los soldados se aferran marcialmente a su lado. Entonces cambian la luz y la tonalidad de las flores Los rebaos se desperdigan Los bosques se abren Diez millones de manos se acoplan con los pjaros Cada trayectoria es un arco de violn Cada mueble una msica De golpe y porrazo! Pero l manda! Es el jefe!

(Todos miran a Vctor desconcertados.)

CARLOS.-

Vctor! Qu te pasa? Qu tienes?

VICTOR.-

Estoy inspirado!

EMILIA.-

Vctor! Nunca te haba visto as! No te encuentras bien? Contstame. Quieres algo? Toma: un terrn de azcar con una gota de agua del Carmen. Te sentar bien.

VICTOR.-

(Rindose a carcajadas.) Pero, qu os pasa? Hablbais de Antonio, no? Vendr aunque no se encuentre bien, ya lo veris. Fijaos cmo es mi madre: en cuanto oye hablar de enfermedades se imagina que todo el mundo est malo.

CARLOS.-

Basta de gaitas! Me vas a explicar ahora mismo lo qu has querido decir con toda esa catarata de palabras absurdas!

VICTOR.-

No hay nada que explicar, papi. Me haca el loco. No es para tanto!

CARLOS.-

Es una falta de delicadeza y de respeto a Teresa, y quiero que te disculpes.

ESTHER.-

Yo le prohbo que se disculpe ante mi madre

TODOS.-

Eh?

ESTHER.-

S, se lo prohbo.

CARLOS.-

Y porqu, seorita, si hace el favor de decrmelo?

ESTHER.-

No s por qu, pero no quiero que se disculpe. A m nadie me ha pedido que lo hiciese por haber roto el jarrn.

TERESA.-

Est bien. De acuerdo. Vctor no se disculpar. Pero por lo menos nos podra explicar qu ha querido decir con ese delirante discurso del que ninguno hemos entendido ni una palabra.

VICTOR.-

No lo adivinan?

TODOS.-

Palabra de honor que no. Cmo podramos adivinarlo?

VICTOR.-

Est bien. Estas palabras no eran sino elementos en desorden de mi prxima redaccin para la clase de Literatura. Sencillamente.

(Se hace un silencio. Pronto todos comienzan a rer forzadamente.)

CARLOS.-

Ah, criatura del demonio! Eres todo un hombrecito, eh! En fin, de vez en cuando hay que pasarle por alto alguna que otra Ya lo deca su maestro: Este chico, si nadie lo para, llegar lejos, cranme, llegar muy lejos. Es terriblemente inteligente Lo oye, Teresa? Terriblemente!

TERESA.-

Ya lo he odo. S! Es terrible!

(Bruscamente irrumpe Antonio Rosales.)

Escena VII

Los mismos y Antonio Rosales.

ANTONIO.-

Buenas noches a todos! Dnde est el afortunado? Ajaj aqu lo tenemos. Cada da ests ms alto, chaval. Cuntos aos tienes? Nueve aos y ya mides un metro ochenta. Cunto pesas? No te pesas nunca? Haces mal: quien se mide con frecuencia, se conoce bien; el que quiere conocerse bien debe saber cunto pesa. Qu chico ms encantador tienes, Carlos! Es el retrato en vida de Morenito de las Camas, s, el pincha-ranas ese. Sienta bien rerse un poco de vez en cuando! Y usted, Emilia, siempre tan triste? Qu desgracia! No tenemos nada que hacer en esta vida. No somos nada! Coo, ahora nos dedicamos a romper la vajilla en los ratos libres! Bravo, Carlos! Vivan los martillos! A m me caen ms simpticos los serruchos, son ms melodiosos. Cuestin de gustos, verdad? Buenas noches, Teresa. (Le da un beso) No me das un beso? Jams me da un beso Pero yo no me doy por vencido. Once mil fusiles, trescientos caones y una salva de jura de bandera! Qu vida sta! Y aqu tenemos a nuestra pequea cantinera. Saludo militar. Viva el Cnsul Primero!

(Le da un beso a su hija.)

Escuchadme ahora. Estoy muy contento de veros a todos con tan buen aspecto. Especialmente a Carlos. Carlos, amigo mo, se nota que est usted enamorado. Qu puetas! S Emilia, qu puetas! No son cumplidos! Y es que mi Teresa es de lo que no hay Querida, mustrales cmo me enciendes la hoguera Ensales el juego que haces con las manos, luego con los tobillos, cmo pones los ojos en blanco, cmo balanceas ese cuerpazo y, al final, la gloria divina! Al final siempre, la Paz de Dios Agrupaos, honradas mujeres, y no dejis los laureles y las palmas del triunfo slo a los hombres

CARLOS.-

Ejem Antonio, estimado amigo, seguro que le ira bien una copita de champagne.

EMILIA.-

S, eso una copita de champagne

TERESA.-

(Muy molesta.) Te ruego que te calles y que te sientes. Te estn oyendo los nios.

(Se deja caer en un asiento.)

VICTOR.-

Seor Rosales, seor Rosales!

ANTONIO.-

Eh, qu? Quin me llama?

EMILIA.-

Es mi hijo quien est llamndole a gritos

ANTONIO.-

Vctor, ven aqu, pequeo! Dime qu quieres.

VICTOR.-

(Despus de un silencio.) Quiero que me hables de Palafox!.

TODOS.-

Oh, Vctor!

ANTONIO.-

(Declamando una leccin como aprendida de memoria.) PALAFOX y Melci, Jos rebolledo de. (1776-1847). Duque de Zaragoza, Capitn general de Aragn. Tom parte en la guerra contra Francia en 1794. Resisti las sucesivas embestidas del ejrcito napolenico en 1808 y 1809, insuflando en la poblacin zaragozana grandes dosis de entusiasmo y de coraje. Con sus soflamas mantuvo hasta el ltimo momento la esperanza de que la resistencia heroica y la victoria final sobre los franceses eran posibles. Por todo ello ha sido considerado siempre como un ejemplo de la tenacidad y las virtudes aragonesas. Se le atribuye esta contestacin al enviado del francs Moncey que le propona la capitulacin: Despus de muerto hablaremos de eso.

Algunos estudiosos opinan, por el contrario, que su capacidad de analizar militarmente la situacin fue nula, sobrevalorando los medios de que dispona y la capacidad de resistencia de los suyos, y que, por tanto, su entusiasmo y su liderazgo fueron los involuntarios causantes de la casi completa destruccin de la ciudad y la muerte de miles de hombres, mujeres y nios Tras el desastre estuvo recluido en la prisin militar de Vincennes, al Este de Pars, hasta 1814.

(Se echa a llorar amargamente.)

TERESA.-

Todo esto es vergonzoso, vergonzoso, vergonzoso!

(Se tapa la cara con las manos.)

CARLOS.-

Oh, no, Teresa, no es verdad! No te preocupes, resulta hasta divertido Quiero decir que

EMILIA.-

Carlos, ya est bien!

VICTOR.-

Gracias. Ha sido muy bonito.

CARLOS.-

Basta, Vctor! Lo has hecho a propsito!

(Lo coge aparte.)

El seor Rosales est enfermo. Deberas compadecerte de su mujer y de su hija.

VICTOR.-

Pero si Esther me haba asegurado que el general Palafox era su personaje favorito! Pensaba que le alegrara si le peda que me hablase de l

TERESA.-

(Que lo ha odo todo.) Ven aqu, Esther! (Le pega. Acercndose a Emilia.) Le pido perdn, Emilia. Debera de haberlo previsto.

EMILIA.-

Qu le vamos a hacer, querida Teresa. A la mayora de las familias les atraviesa un clavo el corazn y tanto mi marido como yo estamos contentos de poder compartir el suyo.

TERESA.-

(Abrazndola.) Querida, querida amiga

ANTONIO.-

(Muy natural.) Les ruego que me excusen. No me encontraba bien hace un momento He abusado de su amable hospitalidad Estoy muy arrepentido.

CARLOS.-

Venga, venga, Antonio, amigo mo. Vamos a imaginar que estbamos durmiendo y que lo sucedido hace un rato lo hemos soado Est ya ms tranquilo?

ANTONIO.-

Por completo.

CARLOS.-

Perfecto. Aqu no ha pasado nada.

ESTHER.-

Viva pap!

ANTONIO.-

(Ponindose de rodillas y dndole un beso.) Y Viva Vctor! Vivan los nueve aos de Vctor!

ESTHER.-

Viva Vctor!

(Entra el Obispo.)

Escena VIII.

Los mismos y el Seor Obispo.

CARLOS.-

Aqu est el Seor Obispo!

OBISPO.-

(Saludando.) Seora Seora Buenas noches, Carlos, buenas noches, seor Rosales. No paras de crecer, eh Vctor? Creciendo siempre en tamao y sabidura, eh?

VICTOR.-

Por desgracia, Seor Obispo.

OBISPO.-

Por desgracia? Porqu por desgracia?

VICTOR.-

Es una manera de hablar.

ESTHER.-

Como cuando se contesta no hay de qu.

OBISPO.-

(Desconcertado.) Caramba qu nios tan espabilados! Cunto mides ahora?

VICTOR-

Un metro y ochenta y un centmetros, Seor Obispo

OBISPO.-

Un soldado de caballera! De ti haremos un buen soldado espaol!

VICTOR.-

Muy amable, Seor Obispo.

OBISPO.-

Yo? Va, va. Yo soy un Pta. Ja, ja,ja!

ESTHER.-

No es verdad No es un puta. Una puta es

TERESA.-

Silencio o te!

OBISPO.-

(Cortndole.) Ah, la nena guapa! Buenas noches, Esther. As que t no quieres que yo sea un puta? Bien, qu quieres entonces que sea?

ESTHER.-

Un cardenal.

(Malestar. Pausa.)

VICTOR.-

Esccheme, Seor Obispo

EMILIA.-

Te prohibo estas familiaridades con nuestros invitados.

OBISPO-

Djelo, seora, no se preocupe. Dime, qu quieres, Vctor, majo?

VICTOR.-

Usted conoci personalmente a Palafox?

TODOS.-

(Excepto Antonio, que no ha odo las palabras de Vctor.) Oh, oh, oh!

TERESA.-

(Cogiendo aparte a Vctor.) Te lo ruego, Vctor, procura no comentar nada ms de la guerra de la Independencia. Crees que eso nos hace gracia? Mi pobre marido est muy enfermo y no se le puede hablar de este tema porque entonces se manifiestan sus crisis nerviosas. No lo hars ms, eh, me lo prometes? Me lo juras?

EMILIA.-

(Llegando de improviso.) Todava la est mareando? No le haga caso, Teresa. Los nios a estas edades se ponen muy impertinentes. Venga, a la mesa, Vctor!. A cenar!

(Se apagan las luces. Cuando vuelven ya estn en los postres.)

OBISPO.-

(Levantando su copa.) Brindo por tus nueve aos, Vctor.

TODOS.-

Por los nueve aos de Vctor!

VICTOR.-

Brindo por mi querida madre, por mi adorado padre, brindo por usted, seora Rosales, brindo por el Seor Obispo y por Don Antonio Rosales. Brindo por su hija Esther, y brindo por Lil, que es la fiel y cumplidora sirvienta que tenemos en esta casa.

TODOS.-

Muy bien! (Brindan.)

CARLOS.-

Y ahora, Vctor, rectanos algo!.

VICTOR.-

Pero si yo no s nada

EMILIA.-

Venga, no te hagas de rogar. No seas tan tmido Supongo que el seor y la seora Rosales no te imponen tanto respeto como para

VICTOR.-

No son ellos Es por el Obispo.

OBISPO-

Cmo puedes decir eso, Vctor! Venga, rectanos una poesa. Alguna te sabrs, qu diantre! Todos nos sabemos una por lo menos.

EMILIA.-

Venga Vctor! No saben ustedes lo bien qu recita este nio.

VICTOR.-

(Acercndose.) Est bien. Lo hago por usted, Seor Obispo. Por usted, por Antonio y por Espaa!

Viva Espaa!, mi patria esclarecida,

Madre sin igual,

compendio del honor.

Viva Espaa!, solar de noble vida,

regio pedestal

de Cristo Redentor.

Fuiste de glorias florido pensil:

hoy reverdecen a un impulso juvenil.

Veinte naciones coronan tu sien:

Arriba Espaa! Raza invicta es tu sostn.

ANTONIO.-

(Levantndose bruscamente.) Pido la palabra!

VICTOR.-

Tuya es, Antonio.

TERESA.-

Antonio, sintate que te conozco

TODOS.-

Djelo, Teresa deje que tambin se divierta.

CARLOS.-

Vctor, te tomas demasiadas confianzas

VICTOR.-

Habla, Antonio. Atencin! Silencio en el campo de batalla!

(Callan todos, progresivamente incmodos y espantados, ante el cariz que va tomando la intervencin de Antonio.)

ANTONIO.-

Cuando el enemigo cay en masa sobre vosotros, obedecisteis mis rdenes e incluso os sobrepasasteis. Os lanzasteis contra ellos, y, secundados por la valiente caballera, hicisteis pedazos a estos famosos guerreros del Norte que os esperaban con pi firme. Sus disparos no os asustan, y menos todava sus bayonetas. Vuestras espadas les dieron rplica, y nuestra invencible ciudad tiene la satisfaccin de verse rodeada de incontables cadveres de los bandidos que la asedian. Son el clarn, y, en el acto, el filo de vuestras espadas envi sus arrogantes cabezas rodando por el suelo, vencidos por vuestro valor y vuestro patriotismo

(Se calla en seco. Silencio angustioso.)

VICTOR.-

Y qu hizo entonces Palafox?

TODOS.-

Oh, oh, oh!

ANTONIO.-

(Mirando a Carlos directamente a los ojos.) Carlos, conoces la historia del general Palafox?

CARLOS.-

No, bueno, lejanamente

TERESA.-

Ya la has contado antes, querido.

ANTONIO.-

(Empuando un cuchillo y golpeando en la mesa.) Qu son cien caones contra nosotros? Ya estamos acostumbrados a ellos y nos hallamos decididos a seguir el ejemplo de nuestros antepasados, los numantinos, y a sepultarnos bajo las cenizas y las ruinas de la ciudad. Verdad? Vamos a morir! Pero vyase, seor cura Aqu slo mando yo Soldados: Soy un cornudo! Un cornudo! Y ahora, apuntad, directo al corazn, directo al corazn de este cornudo

(Se deprime profundamente.)

TERESA.-

Ya os lo haba advertido (Llora.) Desde hace unas cuantas semanas tiene esta misma mana. Es horrible.

(Silencio angustioso. Nadie mueve ni un dedo. Teresa y Carlos se miran atemorizados. Lil se ha quedado petrificada en el umbral de la puerta, y Esther se suena los mocos en un rincn. Vctor se acerca a Antonio.)

VICTOR.-

Antonio: en nombre del pueblo espaol yo te nombro caballero de la Orden de Isabel la Catlica!

(Le abraza. Antonio parece recuperase de su abatimiento.)

ANTONIO.-

Eres muy amable, Vctor. Tambin te quiero mucho. Esa poesa me ha llegado al corazn como no te puedes ni imaginar Por cierto, de quin es?

VICTOR.-

De Vctor Ruiz del Manzano. La he recitado porque se llama Vctor como yo.

ANTONIO.-

(Ponindolos a todos por testigos.) No es encantador? Esther, porqu lloras, hija ma? Tu madre te ha negado algo, estoy seguro. Teresa, hoy no contrares en nada a la nia. Concdele todo lo que te pida. Estamos en un da especial. Ahora mi nena nos va a contar cualquier cosa Verdad que s, Esther? Es tu turno.

ESTHER.-

Como quieras, pap. Si os callis empiezo. (Mientras canta, toca palmas rtmicamente.)

En la calle, lle, lle,

veinticuatro, tro, tro

una vieja, ja, ja

mata un gato, to, to,

con la punta, ta, ta,

del zapato, to, to.

Pobre vieja, ja, ja,

pobre gato, to, to,

pobre punta, ta, ta

del zapato, to, to.

EMILIA.-

Delicioso! Dale las gracias a tu amiguita, Vctor.

VICTOR.-

Estoy deslumbrado, Esther. Te doy un beso con todo mi corazn.

OBISPO.-

Caramba! Qu bien lo ha hecho la nena! (Canta.) En la calle, lle, lle veinticuatro, tro, tro!

CARLOS.-

Despus de este derroche de facultades fsicas no pretender hacernos creer por ms tiempo que est usted enfermo de asma, eh, Seor Obispo? (Todos ren.)

OBISPO.-

(Sealando a Esther y Vctor que se han quedado abrazados.) Bonita pareja hacen estos nios! Formidables los dos. Apuesto a que los casaris el da de maana.

TERESA.-

(Lanzando un grito desgarrador.) Ah, no!

EMILIA.-

Y porqu no, Teresa? Nuestro Vctor y vuestra Esther! No es mala idea. Tenemos mucho tiempo para pensarlo, es verdad, pero mrenlos tan juntitos, Nuestras familias unidas! Estoy segura de que Antonio tambin opina como yo

CARLOS.-

Por Dios, Emilia, tenemos toda la vida por delante

ANTONIO.-

No tanto, no tanto. Si por m fuera los casara aqu, ahora mismo Venga, yo os caso! Estoy seguro de que ya habis jugado alguna vez a paps y mms A que si? Venga, veris lo que nos vamos a divertir

OBISPO.-

Genial idea! Vctor, t eres el pap. Esther, t la mam No hace falta decir que la mujer es siempre la que empieza Animo, nios!

(Largo silencio durante el que Vctor y Esther hablan en voz baja. Ambos se disponen a representar la escena amorosa que la nia presenci anteriormente entre Carlos y Teresa.)

ESTHER.-

Risset, risset, risset.

VICTOR.-

Resa, resa, resa.

ESTHER.-

Carlos, yo me adoro en todo.

VICTOR.-

Hay un baista mudo.

ESTHER.-

Y si Antonio de golpe! As, as!Ms, ms!

VICTOR.-

He perdido la cabeza.

ESTHER.-

Colorines en el horizonte.

VICTOR.-

Me gusta mucho este pulpo, tu gran pulpo rosa.

(Esther hace como que llora. Vctor se marcha dando un enorme portazo e inmediatamente vuelve a entrar gritando:)

VICTOR.-

Nadie tiene, ha tenido o tendr nunca tus cojonazos, Palafox!

(Los dos se echan a rer. Todos estn aterrorizados excepto Antonio que, como si nada sucediera, canturrea ausente la cancin de Esther.)

ANTONIO.-

Pobre vieja, ja, ja,

pobre gato, to, to,

pobre punta, ta, ta

(Finalmente se calla y se deja caer en una butaca cubrindose el rostro con las manos.)

EMILIA.-

No he entendido nada de toda esta escenita

CARLOS.-

Quisiera que Vctor me dijera Vctor!

VICTOR.-

(Desafiante.) Pap?

CARLOS.-

No, nada Ms tarde hablaremos t y yo.

ANTONIO.-

(Acercndose.) Teresa antes tena razn. No me encuentro muy bien. Me voy a casa. Hagan ustedes el favor de excusarme.

TERESA.-

Eso es, perdnennos Esther, vmonos! Coge tu chaqueta y los guantes

ANTONIO.-

No. Me ir slo. Os prohbo que me acompais. Os lo prohbo!. Lo habis entendido bien? Buenas noches a todos.

(Sale canturreando.)

En la calle, lle, lle,

veinticuatro, tro, tro

(Malestar prolongado.)

Escena IX

Los mismos, menos Antonio.

OBISPO.-

Estbamos tan contentos y mirad ahora qu panorama!. Al final, todos llorando! Tan majas como son estas criaturitas! Venga, que no decaiga la fiesta!.

EMILIA.-

Tiene razn. Tome una copa de champagne.

OBISPO.-

No faltaba ms. Y que todos hagan como yo. Carlos, la ltima copa!

CARLOS.-

Muy bien. (Beben.)

OBISPO.-

Vctor, ven aqu a mi lado, Quiero hacerte algn regalo. Nueve aos no se cumplen todos los das! Qu es lo que de verdad, de verdad, te gustara que hiciera por ti? Dmelo.

VICTOR.-

Me lo conceder seguro? Sea lo que sea?

OBISPO.-

Pometido. Palabra de sacerdote espaol.

VICTOR.-

Bueno, puesme gustara jugar a los caballitos con usted!.

OBISPO.-

Y qu es eso de los caballitos?

VICTOR.-

S, como Felipe II Usted se pone a cuatro patas, yo me subo y venga!, comenzamos a dar vueltas alrededor de la mesa por ejemplo. Vueltas y ms vueltas Y no puede pararse hasta que yo se lo mande. Y nadie puede interrumpirnos tampoco. Los embajadores del Rey de Francia pueden esperar!

ESTHER.-

S, s, si! Muy bien! Muy bien!

CARLOS.-

Vctor! Eso es una ofensa, un despropsito No lo permitir de ninguna manera.

VICTOR.-

Me lo ha prometido. Me ha dado su palabra de sacerdote espaol.

EMILIA.-

Es intolerable! Vctor, pide otra cosa, anda. Cmo son estos nios!

OBISPO.-

Pero si es muy bonito eso que me pide. No te negar este favor, querido Vctor. A cabalgar!

(Canturrea feliz.)

Cantad valientes, hijos de Artajona,

cantad a la Virgen de Jerusaln!

Y en el pecho, una medalla,

y en el corazn, La F, La F, La F!

CARLOS.-

Te lo prohbo por ltima vez.

VICTOR.-

Su palabra de sacerdote

OBISPO.-

Carlos, esto es cosa ma. Le he dado mi palabra a tu hijo el da de su cumpleaos y la voy a mantener de muy buen grado. Incluso estoy orgulloso de poderle inculcar al nio el amor a las armas. Venga, querida Emilia, Vctor tiene ya altura de soldado de caballera a los nueve aos, no lo olvides.

VICTOR.-

(Gritando al Obispo que se ha puesto a cuatro patas.) Tita, tita, tita, tita!

(El Obispo se acerca a Vctor. Este le agarra por el cinturn como si fuesen las bridas. El Obispo encantado con el juego, imita un caballo. Relincha, cocea, se encabrita, etc. Asistimos a una especie de doma ecuestre.)

VICTOR.-

Atrs, atrs! Aqu, aqu!

(Le pone un terrn de azcar en la palma de la mano. El caballo se calma.)

Arre, arre!

(Todos estn turbados, excepto Esther que re como una boba.)

Poco a poco, poco a poco. Ya! Al trote!

(Espolea al caballo con la mano.)

Al galope, al galope, al galope!

(Le clava la espuela. El Seor Obispo relincha entusiasmado. Salen Vctor, El obispo, Esther y Emilia.)

Escena X

Teresa y Carlos.

TERESA.-

Qu nios stos! Y t, como si oyeras llover!

CARLOS.-

Venga, hablemos deprisa! Alguien nos ha descubierto.

TERESA.-

Ha sido Esther, est claro.

CARLOS.-

Estas criaturas nos traicionan de manera inconsciente Cmo hay que entender si no esa escena entre ellos?

TERESA.-

No hay ninguna duda.

CARLOS.-

Qu nos va a pasar, Teresa? Hasta dnde puede llegar todo esto? Y Antonio?

TERESA.-

Mi marido est loco.

CARLOS.-

Como una cabra.

TERESA.-

Y t tambin. Y yo. Y el Obispo, y Emilia, y tu hijo Todos, todos estamos locos. No puedo ms. Ni puedo volver a mi casa, ni me puedo quedar aqu. Lo nico que s es que te adoro!

(Cae en sus brazos.)

CARLOS.-

Resa, resa, resa!

TERESA.-

Carlos!, Qu felicidad! Qu desgracia!

CARLOS.-

S fuerte, te lo ruego, y tranquilzate, Resa

TERESA.-

Oh, s! Hay una razn para justificar todo este sufrimiento. Esta

(Le besa prolongadamente en la boca).

CARLOS.-

(Escapndose.) Dejmoslo ahora. Perdname, Teresona ma Tengamos un poco de paciencia, te lo suplico

(Entra Vctor de puntillas. Se oculta detrs de una palmera.)

Escena XI

Los mismos y Vctor, oculto.

TERESA.-

No acabo de atar los cabos

CARLOS.-

Hemos sido demasiado imprudentes! Son unas criaturas que no entienden nada, pero miran, repiten y nos imitan como los monos!

TERESA.-

En cuanto a Esther espera a que volvamos a casa Se va a acordar de esa escenita de teatro la muy desvergonzada! Ya le dar yo monsergas! Y el Obispo quera casar a los cros! Para morirse de vergenza!

CARLOS.-

Es verdad. Sera enojoso.

TERESA.-

Enojoso! Tienes unas palabras! Sera un incesto como una catedral, hablando en plata! Cada vez que me acuerdo de

(Se echa a rer.)

esa manera de imitarnos al hablar: Djale ir, este pulpo rosa

CARLOS.-

Por ltima vez, Teresa, clmate. Ests muy excitada con todo este lo. Estas imitaciones, estas escenitas, por muy ingenuas que sean, nos ponen en evidencia y pueden llegar a destruirnos

TERESA.-

(Llevndolo al divn.) Ya es demasiado tarde. (Le besa apasionadamente.)

CARLOS.-

Oh, Dios mo! Tienes razn, lagartona!. Dime al odo todas las marranadas que quieras pero te advierto que puedes despertar el len que hay en mi interior Auuuggg!

(Se lanza sobre ella.)

VICTOR.-

(Saliendo de su escondite.) Demasiado tarde! Usted seora, con la ligereza de un bordado de fina seda, y t, mi padre, t y tu debilidad de bien! Todas las noches una tierna estrella asoma en el cielo azul de mi dormitorio! Ms tarde el silencio slo es interrumpido por el rum-rum de la mquina de coser de mi madre, y un camisn de dormir humedecido por sus lgrimas aguarda el regreso del marido ausente. Seora, yo la llamo mam en mis sueos y, algunas veces, me cubro el rostro con una mscara, penetro en su casa, le apunto con un revlver y le obligo a leer en voz alta un pasaje de la Iliada. Este:

Ten piedad de m en memoria de tu padre, puesto que soy ahora ms digno de compasin que l. Porque me he propuesto hacer algo que ningn hombre ha osado hacer antes sobre la faz de la tierra: besar la mano de aquel que mat a mi propio hijo

(Se pone de rodillas y besa las manos de Teresa.)

CARLOS.-

Otra vez su puetera redaccin para clase de Literatura! Es increble! Todo esto no tiene ni pies ni cabeza! Se puede saber qu estn haciendo el Obispo y tu madre? Porqu no ests con Esther?

VICTOR.-

Acabo de encerrar al Obispo en la cuadra, mi madre est guardando la ropa, que es lo que le corresponde, y en cuanto a Esther, acab de rerse hace un rato.

TERESA.-

No me dirs que este nio no lo hace a propsito

CARLOS.-

Vctor, escchame atentamente. (Le pega.) Es mi primera bofetada. Has esperado nueve aos para recibirla y yo para drtela. Que te sirva de leccin.

VICTOR.-

Pasen de m esta clase de lecciones!

(Recibe otra bofetada.)

TERESA.-

Djale, no le pegues ms.

VICTOR.-

Gracias por su ayuda, seora! Presiento que esta noche Esther ser la que pague los platos rotos

(Entra Esther.)

Escena XII

Los mismos y Esther.

VICTOR.-

Has acabado ya de rerte?

ESTHER.-

S. Qu gracia me ha hecho verte encima del Obispo!

(Entran el Obispo y Emilia.)

Escena XIII

Los mismos, el Obispo y Emilia.

OBISPO.-

Qu cosas tan curiosas!. Antonio, que es el hombre ms pacfico del mundo, se comporta con la brutalidad de un pual en las manos de un mameluco. En cambio yo, que he nacido para la guerra y que en tiempos fu capelln castrense, soy ms blandengue y estoy ms flccido que una bandera en una tarde primaveral sin la menor brizna de viento

CARLOS.-

Utiliza usted cada metfora!

OBISPO.-

Va, no es para tanto! Una vez ms he dicho lo contrario de lo que pienso. Siempre digo lo contrario de lo que pienso Supongo que usted es suficientemente inteligente como para darse cuenta, querido Carlos.

CARLOS.-

(Para s.) Pues no me est llamando imbcil ahora ste cura

VICTOR.-

Sera usted completamente idiota si creyera que mi padre es inteligente

OBISPO.-

Ja, ja, ja! As las cosas, Vctor, t eres el ms perfecto de los cretinos.

VICTOR.-

Despus de usted, Seor Obispo!

CARLOS.-

Se acab Vctor, da las buenas noches y vete a dormir.

VICTOR.-

Con quin me voy a dormir?

CARLOS.-

(Exasperado.) Cmo que con quin? Con quin? Qu s yo! Con Esther, con tu madre, si quieres! Es el colmo!

TODOS.-

Oh!

CARLOS.-

Es verdad, diantre! Esto ya es insoportable! El uno dice lo contrario de lo que piensa y el otro no para de hacer el mico! Y Vctor, que slo tiene nueve aos, me pregunta que con quin se va a ir a la cama Le contesto que con Esther, o con su madre, como le podra haber dicho que con el Papa de Roma Es inaudito! Nos estamos volviendo locos! Venga, votacin popular y democrtica! Con quin quieren ustedes que se meta en la cama mi hijo de nueve aos?

(Entra la criada.)

VICTOR.-

Con Lil.

(Lil deja la bandeja y desaparece. Largo silencio. Malestar general.)

EMILIA.-

Me voy a ruborizar, Vctor.

ESTHER.-

Yo s que quiero irme a la cama contigo

CARLOS.-

La que faltaba! Y usted, Seor Obispo, tambin se quiere acostar con alguien?

OBISPO-

Si digo que s, me creeran; y si digo que no, creeran que pienso lo contrario. Ja,ja, ja!

VICTOR.-

Es el colmo de la depravacin!

TODOS.-

Eh, qu?

VICTOR.-

No, nada. Hablaba conmigo mismo Me deca, sencillamente, que soy un cerdo. Sencillamente. Estamos celebrando que he cumplido nueve aos; todos nos reunimos aqu, desbordantes de alegra para festejar un acontecimiento tan gozoso, y hago llorar a mi madre, saco de quicio al mejor de los padres, martirizo a la seora Rosales, provoco el delirium tremens de su desdichado marido, me ro en sus narices del glorioso ejrcito espaol y de la Santa Madre Iglesia y le encul a la criada no se qu vergonzosos favores de alcoba. Y por si esto fuera poco, mezclo a la pobrecita Esther en toda esta mierda. Ah, qu soy, yo al fin y al cabo! Qu transformacin se ha producido en m? Mi nombre sigue siendo Vctor? Estoy irremisiblemente condenado a la insoportable y vergonzosa existencia de un hijo prdigo? Decidme si es que soy acaso la viva encarnacin del vicio y los remordimientos Y si fuera as, os digo solemnemente: antes la muerte que la ignominia! Cmplase el trgico destino de un hijo prdigo!

(Se coge la cabeza con las manos.)

Abrid todas las puertas! Dejadme partir! Y no os olvidis de sacrificar un ternero cuando llegue mi veinticinco aniversario!

OBISPO.-

Ah, Carlos!, esto ha sido casi una confesin Yo dira que esta criatura est poseda por el demonio. Qu piensa hacer usted de l cuando sea mayor?

CARLOS.-

Quiero que sea Comisario de Polica verdad, Vctor?

VICTOR.-

No, es intil.

TERESA.-

Pues d lo que quieres ser, majo. No conviene nunca contrariar la vocacin de los hijos.

VICTOR.-

Quiero llegar lejos dentro de la especie carnvora. En concreto, no me desagrada la idea de ser un hijo prdigo. Sencillamente.

EMILIA.-

(Que se ha levantado.) Este nio a veces me da miedo Dice unas cosas

CARLOS.-

Venga ya, no le hagis caso que nos quiere montar otro numerito de los suyos!. Que se vaya a la cama

ESTHER.-

No, no se ir a la cama. Hoy cumple nueve aos y debe quedarse hasta que se acabe la fiesta. Qudate, Vctor.

CARLOS.-

No conseguiremos nunca nada de este granuja. Lo he visto bien claro esta tarde; no haremos nada con l. O tal vez s. Haremos un delincuente, una asesino, un vicioso Terminar sus das en el patbulo.

EMILIA.-

Tiene razn el Seor Obispo: estamos exagerando. Ests exagerando! Al patbulo! No, si cuando te pones! Primero te imaginas a tu hijo al frente de una Comisara y poco despus bajo la guillotina Ven, sintate en mis rodillas, Vctor. Tu padre es un estpido que acabar desorientndote. Un nio como ste que se lleva todos los premios en el colegio Lo que ocurre es que ests celoso de Vctor. S, celoso! Porque nunca conseguiste salir de los ltimos puestos de la clase! Y qu has hecho despus? Qu has conseguido ser en la vida? De qu te ha servido pegar cuatro tiros en la guerra si no has conseguido ni colocarte de conserje en el Ministerio de la Gobernacin?. Si no hubiera sido por los enchufes y las recomendaciones de tu hermano el falangista no tendras ahora ni siquiera esta miserable colocacin en la Tabacalera con la que ganas cuatro cuartos que, dicho sea de paso, nos seran totalmente insuficientes si no fuera por el dinero de mi dote Crees acaso que sin mi patrimonio podramos mantener esta casa, este tren de vida en el que, por supuesto, incluyo tus muchos vicios de aristcrata arruinado?Y t te encuentras con capacidad moral para aconsejar a tu hijo, eh? No me hagas rer!

(Se pone a llorar.)

CARLOS.-

En el nombre de Dios, murete, murete aqu mismo, pero deja de llorar de una puetera vez!

VICTOR.-

Re, mamata, re hasta que revientes de risa.

CARLOS.-

(Cogiendo un jarrn y rompindolo.) Coo! Ya estoy ms tranquilo.

(Inesperadamente se pone a bailar.)

As se me calman los nervios Con todo este maremagnum casi me vuelvo como Antonio. Un poco ms y le habra asesinado, Seor Obispo. S, de buen grado, le tomara por el general Palafox y

TERESA.-

Oh! Por favor, Carlos Mi marido no se merece este tipo de burlas

CARLOS.-

Tu eh? Oh, perdn, Teresa! Comprende que es exasperante pasarse as toda la nochecita Quiero que se produzca un milagro! No podemos separarnos, no podemos irnos a dormir, no podemos dejar a esta criatura sla. Tan pronto como cierre la puerta del dormitorio nos har una escena. Pero bueno, todava le espera un mal trago cuando regrese a su casa. Tal vez Antonio no se haya recuperado del todo y Si usted lo desea, Esther podra quedarse con nosotros esta noche

(De pronto aparece una dama bellsima con un vestido de noche. Estupefaccin general.)

VICTOR.-

(Gritando.) El milagro que queras, pap! (Salta del regazo de su madre)

Escena XIV

Los mismos y Lili.

(Todos se quedan petrificados. Lil se dirige al pblico.)

LILI.-

Los nueve aos de Vctor haban revolucionado todo en esta casa. Algo pasaba. Algo terrible, sin duda. Vctor no era el mismo. Deca cosas que nadie comprenda y provocaba la ira de todos, especialmente la de su padre. Los locos parecan estarlo ms a cada momento y los cuerdos enloquecan confundidos y malhumorados. Lo que otros aos haba sido una fiesta alegre y feliz en la que se reunan amigos y familiares, tena toda el aspecto de acabar en una gran desgracia. Lo del jarrn finalmente iba a resultar una ancdota sin importancia ante los acontecimientos que se estaban viviendo en casa de los seoritos. Y de pronto, sin que nadie supiera ni cmo ni porqu, lleg aquella seora envuelta en un manto de oscuridad y de misterio, llenando an ms la atmsfera de una inquietud indefinible y que nos conduca inapelablemente hacia el precipicio. Vemoslo.

Escena XV

Los mismos e Ida Muertemarte.

(Cuando sale Lil los personajes vuelven a activarse normalmente.)

IDA DE MUERTEMARTE.-

No me reconoces?

EMILIA.-

No

IDA.-

Mrame bien.

EMILIA.-

Se encuentra usted en casa de la seora Zaldvar.

IDA.-

Me llamo Ida. T no eres Emilia?

EMILIA.-

He conocido tres Idas en mi vida. La primera

IDA.-

Yo soy la ltima, estoy segura. Me llamo Ida de Muertemarte.

EMILIA.-

Ida Muertemarte!

IDA.-

Yo tena siete aos

EMILIA.-

Yo tena

IDA.-

Tu tenas trece.

EMILIA.-

Oh, sintate! Disclpanos No poda ni imaginarme Cmo podra haberte reconocido?

IDA.-

Sin embargo yo te he reconocido enseguida.

EMILIA.-

Ha pasado tanto tiempo! Pero. Oh, perdona! Te presentar a nuestros invitados. El Obispo de nuestra Dicesis, la seora Rosales, su hija Esther, mi marido, Carlos Zaldvar y mi hijo Vctor. Sintate, por favor.

(Ida se sienta. Gran silencio.)

IDA.-

No te parece extrao encontrarnos de esta manera?

EMILIA.-

Encontrarnos dices? Si vienes a mi casa lo natural es que me encuentres

IDA.-

Es que no vena a tu casa.

EMILIA.-

Cmo dices?

IDA.-

No. Yo buscaba la casa de la seora Zaldvar.

EMILIA.-

Y no soy acaso la seora Zaldvar?

IDA.-

Tal vez s puesto que me lo dices. Pero no vena a verte a ti.

(Todos se miran intrigados.)

EMILIA.-

Quieres decirme que esperabas encontrar a la niita que conociste? No sabas que estaba casada

IDA.-

No, no lo saba. Ya te digo que no era a ti a quien vena a ver. La seora Zaldvar es amiga ma desde hace slo diez aos. Hace un tiempo se cas con el seor Zaldvar y se fueron a vivir a la Gran Va, pero recientemente se mudaron a la calle del Alfrez Provisional.

CARLOS.-

Seora, usted se encuentra justamente en la calle del Alfrez Provisional

IDA.-

Enseguida lo entendern. Yo saba, porque ellos me lo haban informado por escrito, que vivan efectivamente en la calle Alfrez Provisional. Pero un da distradamente quem su carta y como no recordaba el nmero de la calle pregunt al primer tendero que encontr por casualidad. El fue quien me mand hasta aqu. Y ahora resulta que encuentro a Emilia, mi vieja amiga de hace veinte aos, en lugar de la seora Zaldvar, mi amiga ntima de la actualidad.

EMILIA.-

Es extraordinario! Mira por donde resulta que viven dos seoras Zaldvar en la misma calle!

IDA.-

S. Y que entre ellas no se conocen. Hasta puede que vivan la una frente a la otra

OBISPO.-

Qu curioso, qu extrao y qu coincidencia!

CARLOS.-

Ya lo ve, seora. Si un autor dramtico hubiera utilizado todo este lo como argumento de una de sus piezas teatrales le habramos acusado inmediatamente de inverosmil y de absurdo.

VICTOR.-

O le ensalzaramos diciendo que se adelant a su tiempo

IDA.-

Y tendramos razn tal vez en ambos casos. Sin embargo, no se trata de ninguna ficcin, sino de la pura realidad.

EMILIA.-

Por curiosidad, a qu tendero le has preguntado el nmero de nuestra casa?

IDA.-

Al que tiene una frutera en la esquina de la plaza de Espartero.

EMILIA.-

Habrase visto! Esto ya es demasiado! No hace ni tres das que estuve comprando en esa tienda un par de melones

TERESA.-

Es prodigioso!

IDA.-

S que lo es

(Un silencio.)

(Se le escapa un pedo. Estupefaccin y angustia general. Todos creen haber oido mal. Ida enrojece hasta la punta de los cabellos. Esther no puede reprimir una carcajada. Su madre la atrae haca s y le obliga a callarse. Vctor decide mantenerse en un segundo plano.)

OBISPO.-

(Rompiendo el hielo.) Seora, este este ruidito ha sido una broma, verdad?

IDA.-

No, seor. Se trata de una enfermedad (Ida, avergonzada, se oculta la cara con las manos.) Qu trastorno! Qu vergenza!

EMILIA.-

Querida amiga, Ida, querida, qu te pasa? Qu tienes? No eres feliz? Casi no te reconozcohemos estado separadas tanto tiempo!

IDA.-

No puedo! No puedo ms!

(Se echa otro pedo. Se repite la situacin anterior.)

Perdn, perdn, excsenme, seores! Es cruel, no puedo contenerme de ninguna manera. Padezco una terrible enfermedad. No s cmo podra explicarles Cualquier cosa, una emocin, un susto y pum! A cualquier hora del da o de la noche. De la misma forma que me era imposible pensar que iba encontrarte, tampoco puedo hacer nada contra esta maldicin Ya puedo esforzarme al mximo que cuando menos lo espero pum!

(Un pedo prolongadsimo.)

He decidido matarme si esto se prolonga ms tiempo. S, me matar.

(Otro pedo.)

OBISPO.-

(Aparte.) Qu historia!

(Estallan carcajadas generales.)

IDA.-

Ranse, ranse! Ya s que es imposible evitarlo Ranse, que no me voy a enfadar Ustedes y yo evitaremos as una situacin incmoda y nos iremos tranquilizando. Estoy acostumbrada a este tipo de reacciones. Ante mi triste realidad slo existe un antdoto: reir y rer sin parar

(Todos ren con todas sus fuerzas. Mientras tanto, Ida sigue tirndose pedos y tapndose la cara con las manos. Todos parecen presos de un inesperado ataque de optimismo que les hace bailar y bailar.)

FIN DE LA PRIMERA PARTE

SEGUNDA PARTE

CUADRO PRIMERO.

Cuarto de estar de los seores de Zaldvar.

Escena I

Los mismos de la escena anterior.

(Continan bailando hasta que extenuados dejan de hacerlo.)

IDA.-

A pesar de esto soy guapa, me siento querida y tengo una inmensa fortuna. Poseo quince casas en Madrid, un castillo en la ra de Vigo, una gran finca en Talavera de la Reina. Tengo cuatro automviles, un yate, brillantes, perlas, hijos Y el famoso banquero Teodoro Muertemarte es mi marido

(Se echa un nuevo pedo. Las risas son cada vez ms espaciadas. Ida esconde la cara entre sus manos. Largo silencio.)

(Levantndose.) Una vez ms les pido mil excusas. Y ahora, si no les importa, preferira marcharme

VICTOR.-

No, no! No se vaya, seora

EMILIA.-

No te vayas an, querida. Qudate un ratito ms con nosotros. Estamos celebrando que mi hijo Vctor cumple nueve aos. Todas las tiendas y todos los portales estn cerrados a estas horas y no vas a poder seguir buscando esa direccin. As que no te vayas todava

(Ida vuelve a sentarse.)

IDA.-

S que soy un estorbo. Ustedes estaban aqu tan felices y de pronto he aparecido como una intrusa. Qu irrupcin ms triste y lastimosa la ma!

CARLOS.-

Todo lo contrario, seora. Justo antes de que usted entrara por la puerta nos invada a todos una especie de trastorno mental. Comprubelo usted misma: jarrones rotos, muebles volcados por aqu y por all, desorden Estbamos a punto de asesinarnos unos a otros.

OBISPO.-

Perdone que insista En relacin a su , en fin, su enfermedad est en nuestras manos hacer alguna cosa? (Ida se echa otro pedo.)

IDA.-

S que pueden. No recordrmela por lo menos.

(Silencio.)

Sera lgico que les contara mi vida, de la A a la Z. T conoces la A, ustedes conocen la Z

VICTOR.-

No. Nosotros conocemos slo la P.

(Inquietud general.)

Su palidez, su pena, sus perlas, sus prpados, sus pelos, sus privilegios Conocemos sus piernas, sus pasos, sus pisadas. Usted misma favorece las combinaciones. En un mundo ms avanzado la llamaramos Musgo de platino Oh, musa catalizadora! Qu importan estas expansiones sulfurosas si de esta forma mueren las pasiones destructivas y algunos carbonos perniciosos desaparecen de la faz de la tierra? Usted apareci entre nosotros como una joya se precipita en el mercurio Compadezco a quien haya de pagar las consecuencias fatales, el culpable de los platos rotos!

IDA.-

Qu ha querido decir?

CARLOS.-

No lo escuche, seora. Ni l mismo lo sabe. Debera abofetearle.

OBISPO.-

Abofetelo entonces de una vez!

(El padre levanta la mano y la mantiene suspendida un instante en el aire. Al poco se arrepiente y deja caer el brazo.)

VICTOR.-

Me permite decirle, Seor Obispo, que su aliento apesta por las maanas a caf con leche mezclado con ajos y cebollas?

OBISPO-

Seora, su hijo no tiene remedio.

VICTOR.-

Mam, ests embarazada de un nio muerto!.

EMILIA.-

Vctor!, quieres decir que estoy mal del estmago?

CARLOS.-

Necesito comprender lo que est pasando aqu.

VICTOR.-

Es ms importante saber escuchar, pap.

IDA.-

Vctor, ven y sintate en mis rodillas. Ven tu tambin, Esther.

(Vctor se sienta en la falda de Ida.)

ESTHER.-

No, yo no voy, tengo miedo de esta seora. Me da miedo esta marrana que no hace ms que tirarse pedos todo el rato. Yo me voy.

(Sale corriendo hacia el jardn.)

TERESA.-

Me las pagar, espantanios!

(Sale. Se la oye gritar en el jardn.)

Esther!, Esther!

CARLOS.-

Yo tambin voy. Esta criatura es capaz de caerse a la piscina.

EMILIA.-

Dios del cielo, la nia en peligro de muerte!

(Sale corriendo. El Obispo la sigue riendo sonoramente y golpendose los muslos con las manos.)

Escena II

Vctor, Ida.

IDA.-

He hecho algo mal?

VICTOR.-

Esa nia tiene a quien parecerse. Su padre est loco.

IDA.-

Ah!

(Pausa.)

VICTOR.-

Estoy muy cmodo en sus rodillas.

IDA.-

Sintate mejor, si quieres.

VICTOR.-

He dicho en las rodillas, pero en realidad estoy sentado sobre sus muslos

IDA.-

Es verdad! Muchas veces empleamos expresiones inexactas, imprecisas.

(Pausa.)

Y t cumples hoy nueve aos? Solamente nueve?

VICTOR.-

No estoy seguro. Nadie me inici en la nocin de edad hasta los cuatro. Han sido precisos cuatro aos ms para darme cuenta de que el da veintids de Abril retorna peridicamente. Tambin es posible que todo esto sea falso y que tenga ahora ciento cinco aos

IDA.-

Qu dices?

VICTOR.-

Digo que es posible que tenga ciento cinco aos.

IDA.-

Los humanos no viven tanto. Tendras que haberte muerto ya.

VICTOR.-

Mi muerte tampoco probara nada. Se muere a todas las edades. Por otra parte s que voy a morir enseguida por distraer las dudas, o para darme a m mismo la razn, o por simple delicadeza Quin lo sabe.

IDA.-

Sintate un poco ms arriba. Te ests resbalando.

VICTOR.-

Es verdad, tiene razn.

(Pausa.)

IDA.-

Es mejor que me vaya, no me encuentro demasiado bien. T sabrs excusarme ante los dems.

VICTOR.-

Qudese slo un poquito ms. Si se acercan les oiremos llegar, y entonces se marchar, si as lo desea.

IDA.-

De acuerdo.

(Pausa. Vctor le besa en el cuello repetida y lentamente.)

VICTOR.-

Dgame una cosa antes de que llegue Esther.

IDA.-

Qu cosa es esa?.

VICTOR.-

Estoy enamorado

IDA.-

Cmo dices?

VICTOR.-

Que amo

IDA.-

Eso es imposible!

VICTOR.-

Ms que imposible, inconfesable Yo se lo cuento porque se va usted a marchar y no la volver a ver nunca ms. Pero le juro que es verdad: estoy enamorado.

IDA.-

Si t no puedes!

VICTOR.-

No, no puedo hacer el amor. Por eso, antes de separarse de m, dgame qu es, cmo es. Lo s todo menos eso. Y no querra morirme sin saberlo.

IDA.-

De quin ests enamorado?

VICTOR.-

No pienso decrselo. Seora, dgame: cmo lo hace usted?.

IDA.-

Yo? no lo s.

VICTOR.-

Cmo que no lo sabe? Claro que lo sabe. Dgamelo

(Ida vacila. Finalmente se inclina y le habla al odo durante un buen rato. Mientras habla se escucha una msica bellsima que impide al pblico or sus palabras.)

VICTOR.-

Gracias, seora, muchas gracias. Pero todo lo que me ha dicho es mentira. A pesar de ello, hgame otro favor. El ltimo.

IDA.-

Como t quieras

VICTOR.-

(Sin poder contener la risa.) Querra que me dedicara un pedo!.

(Ida da un grito y se marcha velozmente. Aparece de nuevo y, desde la puerta, grita:)

IDA.-

Monstruo! Monstruo! Presntate maana de mi parte en los Grandes Almacenes y all dejar preparada para ti una pequea escopeta de juguete con balas de verdad!

(Desaparece. Entran el Obispo, Carlos llevando a Esther cogida por los hombros, Teresa, que llora amargamente, y Emilia. Colocan en silencio a la nia en el sof. Lleva el vestido rasgado y los brazos llenos de pequeas heridas y araazos. Babea.)

Escena III

Vctor, el Obispo, Carlos, Esther, Teresa, Emilia.

VICTOR.-

La seora Muertemarte me ha pedido que la excusis.

TERESA.-

Ah, ya se ha marchado! Me alegro. Mira cmo ha dejado a Esther.

VICTOR.-

Est muerta, pobrecita.

CARLOS.-

Fuera de aqu! Qu coo va a estar muerta! Simplemente ha tenido un ataque.

EMILIA.-

La cosa no parece ms grave.

OBISPO.-

Mirad, ya resucita! As, as, poco a poco

TERESA.-

Esther, hija ma!

ESTHER.-

Mam, mam!

CARLOS.-

Mojadle la cara con un poquito de agua.

EMILIA.-

Y ntenle vinagre en las muecas.

TERESA.-

Saca la lengua, hija ma. Saca la lengua.

OBISPO.-

Desabrchenle el vestido para que pueda respirar mejor.

CARLOS.-

Venga, eso es Ya vuelve en s, ya vuelve en s

(Entra Lil.)

Escena IV

Los mismos y Lil.

LILI.-

Qu le ha pasado? Pobrecilla!

EMILIA.-

Nada importante. Ha tenido un pequeo desmayo.

LILI.-

Me permiten?

(Abofetea a la nia un par de veces. Esther se incorpora de golpe.)

Ya est.

VICTOR.-

Pobre Esther! Todo el mundo emplea con ella el mismo remedio

ESTHER.-

(Volviendo en s.) Y la seora que se tiraba los pedos?

EMILIA.-

No tengas miedo, mi reina. No tengas ningn miedo. Vctor la ha matado.

ESTHER.-

Vctor? De verdad?

VICTOR.-

La he cogido por la cintura, me he comido sus orejas, la he estrellado contra el suelo, le he echado sus diamantes a los cerdos y, despus de darle unos cuantos palos en el culo, la he ahogado en el lavabo.

(Todos ren la ocurrencia de Vctor.)

ESTHER.-

Muy bien! Muy bien, Vctor! Qu pena haber estado dormida! Cmo me habra gustado verlo! Sobre todo, eso que le has hecho en las orejas Ests seguro de que est bien muerta?

VICTOR.-

Te lo juro. Ha lanzado una especie de grito y ha liberado por fin su alma.

ESTHER.-

Slo el alma?

OBISPO.-

Esta nia es insaciable! Oye, rica, esa seora no poda de ninguna manera liberarnos Gibraltar.

(Entra Antonio muy excitado. Lil sale.)

Escena V

Vctor, el Obispo, Carlos, Esther, Teresa, Emilia y Antonio que lleva una escopeta.

ANTONIO.-

Vaya! An estis aqu! Coged todo lo que habis trado y vmonos al campo

CARLOS.-

Cmo dices?

ANTONIO.-

A ti no te digo nada. Manos arriba! Eres un cerdo, un deshecho humano, una mierda Y no me pidas explicaciones o sers t el que me las tendrs que dar a m. Cabronazo!

CARLOS.-

Antonio!

ANTONIO.-

No hay Antonio que valga! Si vuelves a decir una palabra te meto dos tiros! Me oyes? Dos tiros entre los morros!

CARLOS.-

Pero ests delirando!

ANTONIO.-

S, deliro. Estoy loco. Y qu pasa? (A Teresa.) T y la nia ya estis volvindoos para casa Adis a todos. Tenis suerte de que no os haga papilla.

(Arrastra a su mujer y a su hija hasta la puerta. Todos estn horrorizados. Se produce una pausa tenssima. Antonio vuelve a entrar sbitamente pegndole un gran susto a Carlos que se haba acercado a la puerta, seguido de Teresa y Esther.)

ANTONIO.-

(A Carlos.) Bjate los pantalones! Venga! Y las manos arribita!

(Vuelve a marcharse. Todos permanecen inmviles. Irrumpe nuevamente.)

(A Carlos.) Coo! No habis descubierto que era una broma! Lo he hecho bien, eh? A que soy un actor cojonudo?

CARLOS.-

Ah, era era unabroma? Vaya, vaya, amigo mo. Vaya con tus bromas. Siempre sers el mismo.

ANTONIO.-

Soy un actor extraordinario! Confesad que os habis cagado patas abajo! En la calle, lle, lle, veinticuatro, tro, tro!

TODOS.-

-Ah, y tanto! Todava no me he repuesto. -Caramba con Antonio -Qu bien lo ha hecho!. -Hay que estar siempre en guardia con este hombre. -Qu hora es? -Es tarde. Tenemos tiempo -Ahora s. Tenemos que ir pensando en volver a casa. -Entonces, adis. Buenas noches. -Un abrazo. Mua, mua. Que lo pase usted bien, Seor Obispo. -Adis, adis. -Adis, gracias por todo. -Adis, buenas noches. -Qu pillo eres, Antonio!.

ESTHER.-

(Saliendo la ltima.) Lo que te has perdido, pap! Ha venido una seora que se tiraba pedos y ms pedos Vctor la ha matado y se ha comido sus orejas

(El Obispo, Teresa, Antonio y Esther acaban de salir.)

Escena VI

Vctor, Emilia, Carlos.

EMILIA.-

Vctor, ha llegado la hora de ajustarte las cuentas.

VICTOR.-

Ah, no! Basta! Por esta noche ya es suficiente. Maana ser otro da

EMILIA.-

De acuerdo, maana. Esta noche no quiero que me digis nada ms.

VICTOR.-

Adis, pap. Adis, mam. Buenas noches. (Sale.)

CARLOS.-

Este nio va a acabar con nosotros!

(Oscuro)

CUADRO SEGUNDO.

Dormitorio de los seores de Zaldvar.

Escena I

Estamos en el dormitorio del matrimonio Zaldvar. Emilia y Carlos intentan intilmente dormir. Ms tarde Lil.)

EMILIA.-

(Gritando sobresaltada.) Carlos!

CARLOS.-

Qu?

EMILIA.-

Has cerrado la puerta?

CARLOS.-

S.

(La criada entra con una linterna en la mano.)

LILI.-

Ha gritado la seora?

EMILIA.-

No, creo que no

LILI.-

Me haba parecido que gritaba. Necesitan algo los seores?

CARLOS.-

Ha cerrado usted la puerta?

LILI.-

Qu puerta?

CARLOS.-

Vamos, vyase a dormir Qu puerta va a ser! Es usted imbcil!

LILI.-

La seora no debera permitir que el seor me trate de esta manera.

EMILIA.-

Vyase a la cama, Lil. Buenas noches.

LILI.-

Dios mo, qu casa!

CARLOS.-

Cmo dice?

LILI.-

Digo que la puerta est cerrada, pero no s cul de ellas. (Sale.)

Escena II

Carlos, Emilia.

EMILIA.-

Otra que tal baila!

(Largo silencio. Ambos parecen haberse adormecido.)

CARLOS.-

(Incorporndose de pronto.) No puedo dormir! As de fcil!

(Comienza a vestirse hablando entre dientes. Paulatinamente se va excitando hasta que termina hablando a voces y separando mucho las slabas.)

NO PUEDO DORMIR! NO PUEDO DORMIR! NO PUEDO YO NO PUEDO DORMIR! Dormir? No puedo, no puedo y no puedo. (Para s) Basta!. (Respondindose.) De acuerdo. Basta. Pero yo no puedo dormir.

EMILIA.-

Has acabado ya?

CARLOS.-

Duendecillo, responde a la seora. Yo he prometido no hablarle en toda la noche.

EMILIA.-

Ah, s? Pues entonces yo har lo mismo.

(Se pone a gritar con todas sus fuerzas.)

Dios te salve Mara, llena eres de gracia, el Seor es contigo, etctera!

(De golpe y porrazo interrumpe sus oraciones y se abraza a la almohada llorando estrepitosamente.)

CARLOS.-

Llora, Emilia, eso te calmar. Llora, llora.

(Se acerca y le acaricia los cabellos. Cuando Emilia se ha calmado repentinamente le dice:)

Pues s! Teresa es mi amante!.

EMILIA.-