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VALORES EN LA EDUCACIÓN José Manuel Frías Sarmiento (Coordinador) Universidad Pedagógica del Estado de Sinaloa

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VALORES EN LA EDUCACIÓN

José Manuel Frías Sarmiento

(Coordinador)

Universidad Pedagógica del Estado de Sinaloa

Secretaría de Educación Pública y Cultura del Gobierno del Estado de Sinaloa

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ÍNDICE

Prólogo José Manuel Frías Sarmiento

El docente de hoy y la enseñanza de los valores Aniseto Cárdenas Galindo Delfina Cervantes Fajardo

La ética profesional del docente: factor clave para enfrentar el futuro María Teresa Yurén Camarena

Ensayo sobre ideología, valores y educación Miguel Ángel Rosales Medrano Dina Beltrán López

La escuela decente y el valor de los profesores José Manuel León Cristerna

La ética-filosófica y la cultura consumo-hedonista Antonio Kitaoka Vizcarra

El valor de pertenecer María Madrid Zazueta

La honestidad frente a la impunidad y la corrupción en la escuela Juan Lizárraga Tisnado

Del peligro de la educación o ¿Quién enseñará a los niños Erick Z. Vargas Castro

¿Cómo se viven los valores? Omar Contreras Juárez

Valores docentes y atención de la diversidad escolar Lázaro Armenta Armenta

El desarrollo de valores en la educación básica Jesús Vidal Ponce

Los valores en los programas de estudios de educación primaria Alfredo Zañudo Mariscal

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Aproximaciones entre el discurso y la acción valoral Andrés Moisés González Loyola

Educar en valores: una grata experiencia Jesús Lamberto Martínez Aldana

Despertando los valores en los estudiantes José Antonio Chávez Espinoza

Desarrollo personal y convivencia Sara Eduviges Alcaraz Barreras

La justicia y los valores María de la Luz Murillo Muñoz

¿Cómo se viven los valores? Omar Contreras Juárez

¿Dónde se construyen los valores? Saraly Vega Duarte

Los valores en la escuela y la familia Oscar Isaac Corral Arias

Los valores sin manual, con puro corazón Miguel Chávez Pérez

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PRÓLOGO

Los valores son un tema recurrente en los ámbitos educativos. Casi todos los que nos movemos en estos escenarios, hablamos de la ausencia o de la presencia de los valores en la vida cotidiana en las escuelas. Periódicamente, aparecen programas para fortalecerlos o para inculcarlos en los niños y en los jóvenes que atendemos como profesores; atención que, casi siempre, se desarrolla de una manera inconsciente, sin reflexión filosófica, y enmarcada en una práctica inspiradora, al margen del análisis pedagógico de las actividades axiológicas que realizamos con nuestros alumnos.

En ese tenor, y en aras de abonar el terreno para que las virtudes arraiguen y hagan florecer los valores universales en las aulas y en los diversos ámbitos en los que, de alguna manera, ejercemos nuestra acción educativa, un colectivo académico de la Universidad Pedagógica del Estado Sinaloa, ha escrito ensayos y artículos en los que dan cuenta de sus reflexiones en torno a la filosofía, al origen y a la puesta en práctica de los valores en los ámbitos educativos en los que todos ellos ejercen su acción educativa, y de la cual extraen sus miradas y pensamientos axiológicos. Es un Colectivo integrado por profesores e investigadores de las tres Unidades Académicas de la UPES, y por seis académicos de otras instituciones educativas a los que se les invitó a colaborar y, con entusiasmo y alegría, escribieron su pensamiento y enriquecieron con sus textos este primer libro titulado Valores en la Educación. Un libro editado por nuestra Universidad en el marco del proyecto “Sintamos los Valores en la UPES”, y como una excelente manera de festejar su Primer Aniversario de vida.

Doctores con larga y fundamentada trayectoria, funcionarios de primer nivel, maestros reconocidos por su labor educativa y licenciados en educación, son los 21 autores de los 19 textos que integran este volumen en el que se abordan experiencias de valores, encuestas y entrevistas que nos proporcionan una visión panorámica de cómo es que suceden los valores en la cotidianeidad escolar. Con una mirada puntual y abarcadora, trece hombres y ocho mujeres exponen los orígenes y los asentamientos deontológicos de los que derivamos muchas de las actitudes que asumimos los educadores, ante la diáspora valoral que hoy nos agobia en la familia, la escuela y la sociedad, en su conjunto.

Valores en la Educación, es el título, pero también es el anhelo de quienes auspiciamos este libro: todos queremos ser parte de la realidad trasformadora que marque la diferencia entre lo que somos y lo que deseamos ser. Si generamos situaciones problemáticas, también queremos ser parte de la solución. Por eso compartimos lo que pensamos, exponemos lo que miramos, y analizamos lo que acontece en el plano de los valores que dan pie a la educación que ahora tenemos, una educación que propicia la indiferencia por los principios universales que nos proyectarían hacia los seres humanos que aspiramos llegar a ser. Una educación cuya impronta podemos revertir si nos concentramos en la aplicación inmediata y permanente de los valores que nos llevarán a vivir las cuatro virtudes esenciales inscritas en el SIVIVA. Al poner en práctica Virtudes como la Prudencia, Justicia, Templanza y Fortaleza, generaremos en los escenarios escolares los valores pertinentes para la convivencia armónica a la que toda educación debiera de aspirar. Cuatro Virtudes que

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alientan las páginas de este libro y que, con mucho calor humano, soportan el pensamiento axiológico que le dan sustento a las ideas expuestas en él.

José Manuel Frías Sarmiento

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EL DOCENTE DE HOY Y LA ENSEÑANZA DE LOS VALORES

Aniseto Cárdenas GalindoDelfina Cervantes Fajardo

“Una verdadera educación no te enseñara a competir;

te enseñara� a colaborar. No te enseñara� a pelear para llegar primero.

Te enseñara� a ser creativo, a ser cariñoso, a ser dichoso sin compararte con los demas.

Osho

En todas las épocas, las generaciones adultas han intentado hacer a su imagen y semejanza a las nuevas generaciones; es decir, a lo largo de la historia humana, las generaciones adultas han educado (o conducido e instruido) a las generaciones jóvenes. Y todo indica que nunca dejarán de hacerlo, o cuando menos de intentarlo; esto último, en razón de que, por lo regular, los resultados de una acción rara vez se corresponden plenamente con lo que se espera de la misma.

Por ello, conviene no perder de vista que las funciones de la educación moderna continúan siendo: a) la socialización de los niños y jóvenes con el propósito de adaptarlos al entorno y a la estructura social; b) la transmisión de saberes y valores social y estatalmente validados a través de la certificación correspondiente, y c) la preservación de la cohesión y de la legitimación social mediante las dos primeras.

Sin embargo, a propósito de los últimos acontecimientos con repercusiones a nivel mundial, ¿con cuáles argumentos los docentes del mundo vamos a enseñar a nuestros alumnos acerca de los valores universales del género humano, cuando los estadounidenses, por ejemplo, están dando prueba de que los valores son sólo una ilusión que no hay que tomar demasiado en serio? ¿Acaso debemos enseñar a nuestros alumnos que Estados Unidos, país autoproclamado eterno paladín de la libertad, decidió que había que destruir Irak y controlar su petróleo para que los iraquíes fueran libres? ¿Debemos decirles, además, que esto era necesario para que fuera posible establecer un régimen democrático? ¿O enseñar que los musulmanes no tienen derecho a ser distintos a los ciudadanos de los países occidentales? ¿Acaso nos atreveríamos a afirmar que los países anglosajones son poseedores de la verdad en relación con la organización que debe tener la sociedad? ¿O que Dios ayudó a los invasores y que de nada sirvió la fe de los que profesan el Islam?

Hoy los iraquíes sienten en carne propia lo que los anglosajones y sus acompañantes son capaces de hacer en nombre de la libertad: destruir, precisamente, el derecho a la libertad de ser distintos; desdeñar, por maldad o ignorancia, el proceso global que dio lugar a la diversidad étnica y cultural de nuestra especie; masacrar cruelmente a una nación para liberarla de unos demonios e imponerle otros. Si, ante esta exhibición de irracionalidad y

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barbarie, guardamos silencio por temor o complicidad, no tendremos autoridad moral para enseñar a nuestros hijos nada que tenga que ver con lo que ha dictado la racionalidad liberal de los últimos tres siglos, misma que, entre otras cosas, ha orientado a erradicar la injusticia, la corrupción, el fanatismo, la infamia y la indecencia entre los seres humanos. También dejará de tener sentido que la escuela eduque a las nuevas generaciones en valores, pues se correrá el riesgo de convertirla en espacio de simulación moral.

La educación cívica debe ser puesta de nuevo en el centro de la función social de la escuela y del quehacer docente, de tal manera que haga explícita su vocación humanista y solidaria con los mejores anhelos y esperanzas de la sociedad, pues se trata de atender el interés de la sociedad y, en particular, el de los miembros de las nuevas generaciones.

Asimismo, la educación cívica se convierte en asignatura insoslayable de la escuela contemporánea, porque tiene el potencial de propiciar conciencia crítica, solidaria y responsable entre las nuevas generaciones, soportada en principios éticos. Además, coincide con la discursividad de los organismos mundiales relacionados con la educación, los cuales convocan permanentemente al esfuerzo colectivo y al trabajo y reflexión colegiados; orientan hacia la vocación y la práctica democrática en la sociedad y ratifican su compromiso con los derechos humanos, la equidad social y de género, así como el respeto a la diversidad de credos y de etnias.

Sin duda, resulta deseable que la familia y la escuela se comprometan a mantener el poder de la razón en la construcción de un mundo mejor, y esto podría ser factible si se pone en el centro de la formación de las nuevas generaciones una conciencia ecológica y una conciencia social: la primera, deberá orientar parte de nuestros esfuerzos a la preservación de la vida en general y, la segunda, al logro de la dignidad y el bienestar del género humano.

Hoy, casi cualquier persona está en condiciones de entender que el hombre es un animal más sobre el planeta, y que no tiene ningún derecho a exterminar a las especies que le estorban, mucho menos a sus semejantes. Por el contrario, precisamente por su capacidad de raciocinio y de lenguaje, además de su manifiesta superioridad tecnológica, el hombre tiene la responsabilidad de preservar la vida y su vida sobre la tierra.

Kant, en 1784 (hace más de dos siglos), observó que el planeta que habitamos es esférico, y consideró con detenimiento las consecuencias de ese hecho banal: como todos estamos y nos movemos sobre la superficie de esa esfera, señaló Kant, no tenemos otro lugar donde ir y estamos, por lo tanto, obligados a vivir para siempre en proximidad y compañía de otros. Mantener distancia entre uno y los otros y, más aún, ampliarla es a la larga imposible: al movernos alrededor de una superficie esférica, terminaríamos por acortar la distancia que, en un principio, pretendíamos agrandar. Y por lo tanto, la unificación perfecta de la especie humana en una ciudadanía común es el destino que la naturaleza eligió para nosotros al ponernos sobre la superficie de un planeta esférico.

Tarde o temprano, advierte Kant, no habrá ni un rincón de espacio libre para aquellos de nosotros que se encuentren con que los lugares ya ocupados están demasiado colmados para brindar confort, son demasiado hostiles, incómodos, o por alguna razón poco acogedores para buscar en ellos refugio y abrigo. Y esa es la manera como la naturaleza nos

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ordena aceptar la hospitalidad (recíproca) como precepto supremo, precepto que debemos –y llegado el caso deberemos- abrazar y obedecer como modo de dar fin a la larga cadena de ensayos y errores, a las catástrofes causadas por los errores y a la devastación que las catástrofes van dejando a su paso.

Los lectores de Kant podían aprender todas estas cosas en sus libros hace más de doscientos años. El mundo, sin embargo, ni se enteró. Parece que el mundo prefiere honrar a sus filósofos con placas conmemorativas en vez de prestar atención a sus enseñanzas y seguir sus consejos.

Pues bien, en este marco de ideas, de saberes, que desde hace siglos Kant nos heredara; hoy más que nunca, el hecho educativo, el quehacer del profesional de la educación, nos convoca a una ciudadanía común, una ciudadanía única en este planeta. Nos convoca a trabajar, a formar profesionales interesados e implicados en lo local y lo global.

Es decir, formar y profesionalizar hoy día a nuestros niños, a nuestras niñas, a los jóvenes y demás profesionales; es tarea de todos y de todas, es una tarea compartida que corresponde a los que habitamos este planeta sin distingos de raza ni condición social. Una tarea que nos debe ocupar el buscar juntos el tan anhelado bien común que ha manifestado, también hace muchos años, Aristóteles. Nos debe ocupar, la búsqueda de la felicidad.

Ciertamente, muchas cosas han cambiado desde los tiempos de Aristóteles. Nuestra comprensión de los mundos de estrellas y de átomos se ha ensanchado más allá de lo que jamás podríamos creer. Los dioses de los griegos son niños indefensos comparados con la humanidad de hoy en día y con los poderes que poseemos. Y sin embargo, sobre este tema tan importante poco ha cambiado en los siglos que han transcurrido. Hoy no sabemos más acerca de la felicidad de lo que sabía Aristóteles y, respecto a saber cómo obtener esta condición tan valorada, casi podríamos decir que no hemos realizado ningún progreso.

Sin embargo, expresa Osho; es válido decir que la felicidad se da cuando encajas en tu vida, cuando encajas tan armoniosamente que hagas lo que hagas te proporciona alegría. Entonces te das cuenta de que la meditación va tras de ti. Si amas el trabajo que haces, si amas tu modo de vida, eres una persona de meditación. Entonces nada te distrae. Cuando las cosas te distraen, eso simplemente demuestra que en realidad no te interesan esas cosas.

La felicidad no tiene nada que ver con el triunfo; la felicidad no tiene nada que ver con la ambición; la felicidad no tiene nada que ver con el dinero, ni con el poder, ni con el prestigio. La felicidad está relacionada con tu consciencia, no con tu carácter.

Reflexiones finales

Es preciso señalar que los tiempos que nos toca vivir, son tiempos de cambio, de rupturas, de crisis y de apremios, aunque también de esperanzas renovadas. Empero, éstas no valen en la pasividad y sólo adquieren significación si las sociedades participan más decididamente en la construcción de su propio porvenir. El presente es de competencia por la economía y por los conocimientos. Quién mejor se desenvuelva en este periodo, tendrá mejores condiciones de preservar su identidad nacional y estatal, así como de consolidar su

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posición en el espectro político internacional. Sin embargo, el problema fundamental no está en cómo hacer que funcione mejor la sociedad en que vivimos; sino en cómo organizarla de tal manera que los valores humanos puedan tener su correspondencia con las condiciones materiales y espirituales en que se desarrollan las mayorías que siguen desposeídas.

Recuperar los valores y construir los que demandan los tiempos, exige absoluta claridad respecto a que esto puede hacerse si asumimos la tarea desde una racionalidad ética de tipo humanista. Una visión de este tipo, por ejemplo, nos indicaría que una ciencia y una industria que no estén al servicio del conjunto de la sociedad carecen de sentido ético, pues tenderían a mantener las causas fundamentales de la crisis de valores: la inhumanidad, la injusticia y la desigualdad de las relaciones sociales aún dominantes.

Mientras persista la idea de poner a la educación al servicio de la preservación del orden social, continuarán fracasando los propósitos explícitos de formar hombres buenos y virtuosos, tal como lo proponía Herbart y como lo sugieren los programas que refieren a la “educación para la paz”, entre otros no menos importantes. Este tipo de programas constituyen excelentes iniciativas; no obstante, pierden legitimidad y verosimilitud cuando los mismos que hablan de paz hacen la guerra bajo consignas como “justicia infinita” o “democracia duradera”.

En el fondo de este tipo de conflictos subyacen las intolerancias de los modernos fundamentalismos, los cuales han sido incapaces de aceptar la diversidad cultural, así como las diferencias entre los modelos éticos que rigen a las naciones contemporáneas. Por ello, carece de sentido ético combatir el fundamentalismo islámico desde el fundamentalismo neoliberal.

La evolución de los principios éticos, a lo largo de la historia de nuestra especie, ha incluido el reconocimiento de la inteligencia, la razón y la cultura como elementos distintivos de lo humano frente al resto de los animales. Preservar la vida inteligente obliga a preservar todo lo vivo, pues ése es precisamente nuestro origen, y no hay evidencia, ni méritos, ni motivos para que una eventual intervención divina salve al homo sapiens de la autodestrucción, y a toda la vida que conocemos de la destrucción provocada por el hombre.

Hoy más que nunca, comprendemos que las necesidades educativas son muchas y los retos del nuevo siglo apremian constantes respuestas, el maestro no puede quedarse con parcelas de la realidad, no puede permitirse conocer poco, saber poco, porque eso lo llevaría a enseñar poco. No puede permitirse ser rebasado por los nuevos conocimientos, hoy por hoy, es imposible conocerlo todo y saberlo todo por el constante flujo de información y por la especialización del saber que impide un conocimiento totalizante de las cosas.

Pero no se pide que el maestro sea un todólogo, simplemente lo que se busca es que se encuentre informado y que a su vez, adquiera la capacidad de contextualizar el saber, que logre ver las relaciones entre las diferentes ciencias, que consiga hacer conocimientos transversales que le permitan mostrar al alumno el nivel de relación existente entre todas las cosas, entre su ser y el cosmos, entre la verdad y el error, entre el valor y la cultura. Si logra

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hacer eso, hará posible que el alumno adquiera conocimiento, y con esto, le posibilitará la oportunidad de vivir mejor.

El mayor reto al que se enfrenta el educador hoy, es llegar a una educación que realice las condiciones que posibiliten un conocimiento pertinente, esto es, un conocimiento que permita al alumno resolver problemas, que con su uso logre satisfacer necesidades, que le permita relacionarse consigo mismo, con los demás y con el mundo que lo rodea.

El conocimiento debe de salir de los textos, tiene que transformarse en “algo” vivo, que cambia, que crece, que se desarrolla. Si permitimos que el conocimiento sea reducido a la esfera del dato, estaremos contribuyendo a alimentar el desasosiego y la desesperanza en aquellos que no logran ver un porvenir, porque no saben crear estrategias que le permitan comprender la ineludible incertidumbre.

Ante tal apremio, el compromiso y la responsabilidad que juntos, sociedad y gobierno, compartimos hoy en día, se contempla en lo que ya expresó el Secretario General de la ONU, el 26 de septiembre de 2012, al momento de lanzar la iniciativa “Educación Primero”. El Secretario señaló que esta iniciativa tiene tres prioridades: la primera, que todos los niños puedan ir a la escuela; la segunda, el mejoramiento de la calidad del aprendizaje; y la tercera, el fomento de la ciudadanía global. Ése es nuestro compromiso y nuestra responsabilidad, como bien lo dijo el secretario Ban Ki-moon: “Educación es esperanza y dignidad. Educación es crecimiento y empoderamiento. La educación es la piedra fundamental de toda sociedad y el pasaje para salir de la pobreza”.

Referencias bibliográficas

ABBAGNANO, Nicola (1982). Diccionario de filosofía. Ed. Fondo de Cultura Económica, México.

ABBAGNANO, N. y A. Visalberghi (1982). Historia de la pedagogía. Ed. Fondo de Cultura Económica, México.

BAUMAN, Zygmunt (2003). Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. Ed. Fondo de Cultura Económica, México.

DOMINGO, Mota Raúl (2008). Filosofía, complejidad y educación. Ed. Universidad Autónoma de Nuevo León, México.

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LA ÉTICA PROFESIONAL DEL DOCENTE: FACTOR CLAVE PARA ENFRENTAR EL FUTURO. 1

María Teresa Yurén CamarenaPresentación

A partir de los años 80, vivimos una forma de modernidad que ha recibido distintos nombres: segunda modernidad, posmodernidad, modernidad tardía. Para algunos, como Habermas (1982), la modernidad es un proyecto inacabado, algo que se quedó a medio camino, pero para otros, como Bauman (2000), en la modernidad podemos distinguir dos momentos que se adjetivan de acuerdo con una metáfora propia de la Física: la “modernidad sólida” y la “modernidad líquida”. Según este autor, la modernidad sólida entró en crisis cuando se empezó a fracturar el modelo fordista de industrialización, acumulación y regulación en el que el capital y el trabajo estaban fijados a un lugar e inmovilizados. En la modernidad líquida, el capital se mueve todo el tiempo, y aunque el trabajo sigue fijado como antes, el lugar al que se anclaba se encuentra en arena movediza. Cada vez menos, los trabajadores pueden soñar con una plaza segura para toda la vida.

Dicho de manera breve: mientras que en la modernidad sólida la sociedad era arraigada, estructurada por normas y ordenada por la burocracia, pero brindaba protección al individuo, en la modernidad líquida, en cambio, se han ido desmantelando las redes normativas y protectoras del individuo. La modernidad sólida era una época de compromiso mutuo, en tanto que la modernidad fluida es época de descompromiso. En ella dominan los más elusivos, los que tienen libertad para moverse a su antojo. Internet contribuye a ello pues, como hace notar Bauman (1999), mientras que emancipa a algunos de las restricciones territoriales y les confiere una inédita capacidad de actuar a distancia, quienes no acceden al ciberespacio quedan confinados, condenados a la insignificancia, y con dificultades para apropiarse de la única localidad que habitan pues ésta se mueve bajo sus pies.

Frente a estos grandes cambios, cabe preguntarse si la educación puede y debe ser como antaño, si el docente puede ser y hacer como aprendió de las generaciones anteriores; si su responsabilidad se limita a repetir un patrón aprendido como si todo fuera tan sólido como antes, o si tendrá que construir una ética que le permita seguir siendo responsable en un mundo en el que más que certezas, asideros y tierra firme donde pisar, se encuentra incertidumbre, inseguridad y un piso movedizo.

1 En este trabajo se conjugan ideas que han sido expuestas en otros trabajos, especialmente en: a) la

conferencia: “Educar en el presente para la eticidad del futuro” (Simposio sobre Eticidad y Educación, Universidad Autónoma del Estado de Morelos, 1 de junio de 2009); b) la conferencia “Educación para la democracia: del ideal a lo real y a lo posible” (Segundo seminario Internacional Reforma del Estado y ciudadanía. Universidad Autónoma de la Ciudad de México, 4 de noviembre de 2009), y c) “Ethos y autoformación en los dispositivos de formación de docentes”, en Yurén, T., Navia, C. y Saenger, C. (Coords.) Ethos y autoformación del docente. Analisis de dispositivos de formación de profesores. Barcelona: Ediciones Pomares, pp. 19-48.

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Responder a esas preguntas nos conduce irremediablemente a reflexionar sobre la manera en la que impactan en la educación y en la tarea docente las transformaciones a las que antes aludimos. A ello nos referiremos en primer término.

La educación y el quehacer docente. 2

A pesar de que las estructuras económicas, políticas y culturales se han transformado notablemente en las últimas tres décadas, puede decirse que la manera de ejercer la docencia en todos los niveles ha cambiado poco o nada. Pareciera que se mantiene incólume la idea de que el profesor es: a) el enseñante de conocimientos ciertos, seguros y duraderos; b) el socializador por excelencia que con su actividad contribuye a incorporar a los/as niños/as y jóvenes a las instituciones al tiempo que funge como depositario de los valores que se heredan a las generaciones jóvenes y como transmisor de las creencias y tradiciones que dan unidad y cohesión a la nación, y c) el forjador de personalidades firmes, con un proyecto de vida pleno de sentido. Los breves apuntes que Bauman (2007) da en torno a la educación bastan para mostrarnos la improcedencia de esa imagen y esos roles en los tiempos que corren.

El profesor como enseñante

En su papel de enseñante, el docente tiene como materia de trabajo el conocimiento formalizado bajo la forma de un saber científico que, para ser enseñado, adquiere la forma de saber académico. El profesor media entre el conocimiento y el aprendiente. Gracias a su actividad, una parte del saber científico es didactizado y puesto a disposición del educando. Sin embargo, en la era de la información y las sociedades del conocimiento los usos, el volumen y la calidad de esa materia de trabajo del profesor se ha transformado.

Como bien advierte Bauman (2007), en la modernidad sólida el conocimiento era una especie de propiedad y la educación tenía valor en la medida en que se ofreciera conocimiento duradero. Se suponía que se podía aprender todo aquello que se requería para un determinado empleo y para moverse en el propio mundo de la vida. Pero, en la modernidad líquida, el lapso de vida del saber se ha encogido y esto se ha exacerbado por la mercantilización del conocimiento y del acceso al mismo. El saber es reemplazado todo el tiempo por otras versiones nuevas y mejoradas.

A lo anterior hay que agregar que lo desconocido ha cambiado de posición: ha pasado del mundo, que era demasiado vasto y misterioso a la galaxia nebular de la imagen y el ciberespacio en donde se vuelve inasimilable. Todo está ahí, accesible y al alcance de la mano, pero ajeno, más allá de toda esperanza de ser comprendido cabalmente alguna vez. En esa masa se derrumban los mecanismos ortodoxos de ordenamiento (relevancia, utilidad, autoridad). Los contenidos parecen uniformemente descoloridos. Es difícil separar la paja del trigo, asignar importancia a las diversas porciones de información. La regla empírica es guiarnos por la relevancia momentánea del tema (Bauman, 2007).

Dados estos cambios, no queda sino admitir que resulta urgente resignificar el papel del profesor como enseñante. Ante la explosión de información, el profesor, más que un operar como un transmisor de saberes, tendría que facilitar a los educandos la adquisición de

2 En este apartado, retomo una serie de ideas expuestas en la conferencia: Educar en el presente para la eticidad del futuro (Universidad Autónoma del Estado de Morelos, 1 de junio de 2009).

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habilidades para allegarse información, seleccionarla y organizarla, auxiliándose de las tecnologías a su alcance. También tendría que contribuir a que los niños/as y jóvenes fueran capaces de distinguir la paja del trigo, es decir, el conocimiento relevante y objetivo de todo aquello que no lo es. Más aún, tendría que apoyar a sus alumnos en la tarea de procesar y elaborar conocimientos, para lo cual habría de abonar el terreno para la problematización y la crítica. Esto último no resulta sencillo pues alumnos críticos son alumnos cuestionadores, que ponen en tela de duda lo dicho. Tampoco resulta fácil abandonar la figura de poseedor de saberes ciertos y seguros para incluirse junto con los educandos en la vía de la duda, la pregunta, el problema y el proyecto.

El profesor como socializador

Si el papel del profesor como enseñante se ha de modificar, esto resulta aún más urgente por lo que se refiere a su papel como agente socializador y como transmisor de tradiciones y depositario de los valores legítimos. Jugar este papel le era posible en la modernidad sólida porque la racionalidad que se ponía en juego era instrumental: se tenía claridad sobre los fines que se presentaban con pretensión de universalidad; la incertidumbre, si la había, era sólo acerca de los medios.

En congruencia con esto, existían los aparatos de autoridad encargados de absolutizar los valores-fines y velar porque las personas no se desviaran del camino. La forma de lograrlo era el control, que implicaba los actos de vigilar y castigar, y cuyo símbolo, según aprendimos de Foucault (1993), era el panóptico. El mundo de la modernidad sólida era el mundo de los legisladores, los creadores de rutinas y los supervisores. Se tenía un proyecto explícito y se avanzaba hacia él guiados por el líder (Bauman, 2000).

En cambio, dice Bauman (2007), “en nuestro volátil mundo de cambio instantáneo y errático, las costumbres establecidas, los marcos cognitivos sólidos y las preferencias por los valores estables, aquellos objetivos últimos de la educación ortodoxa, se convierten en desventajas” (p. 37). Las metáforas que emplea Bauman (2000) para la modernidad líquida son ilustrativas del enorme contraste. Ahora, viajamos sin remedio, pero el avión va en “piloto automático” y no sabemos hacia dónde. Nos invade permanentemente un sentimiento de incertidumbre respecto de los fines, pero no podemos detenernos porque, como quien se desliza sobre una delgada capa de hielo, sabemos que es más peligroso parar y sostener nuestro cuerpo demasiado tiempo en un mismo lugar, que seguir haciendo el esfuerzo de movernos (Bauman, 2007, 36). Los valores son ahora innumerables y cambiantes. Si hay incertidumbre no es por los medios sino por los fines, son muchas cosas las que son objeto del deseo. Una consecuencia de esto es que, a diferencia de la jerarquización de valores que caracterizaba a la modernidad sólida, en la modernidad líquida todo lo que se desea fluye de la misma manera, todo parece tener el mismo valor (Bauman, 2000).

Los grandes y cohesionadores valores-fines de antaño han desaparecido, pero eso no significa la pérdida de valores, dice Bauman (2000). Por el contrario, la añoranza de los viejos fines perdidos es el signo de la sobresaturación de valores; sobre el capitalismo liviano “pende la condena de estar obsesionado por los valores” (p. 67). Pero ahora, por paradójico que parezca, lo valioso no es lo que se persigue, sino el desear permanente, la búsqueda constante y como eso que se desea es venal, entonces la búsqueda se traduce en compra. No importa ahora que el producto que se obtenga sea durable, como se procuraba

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en la modernidad sólida, pues de lo que se trata en la modernidad líquida es de aprovechar la oportunidad. Lo que mueve a la compra no es la necesidad, sino el deseo mismo. Si antes se buscaban los satisfactores de las necesidades con la mirada puesta en un ideal de plenitud, ahora lo que importa no es el satisfactor mismo sino la búsqueda incesante.

En la modernidad sólida, los que marcaban el camino hacia los grandes fines eran los líderes y autoridades, que utilizaban sin cesar los términos “nosotros” y “bien común”, y que asumían la responsabilidad de guiar a los demás. En la modernidad líquida, aunque no ha desaparecido la figura de autoridad, las autoridades son tantas que ninguna de ellas puede conservar su potestad más que momentáneamente y en ciertos aspectos. No hay líder que asuma la responsabilidad de la decisión y de sus consecuencias. Cada individuo es responsable de sí irremediablemente.

En la modernidad sólida se requería del control. La modernidad líquida es una sociedad de la seducción. Más efectivo que el legislador y el vigilante para asegurar la efectividad de la eticidad existente es la celebridad (cantante, actor, jugador de futbol, locutor de televisión, político o participante en un talk-show) quien, por más que su fama sea efímera, es observada por muchos y, desde el cuasi-etéreo espacio electrónico, dicta no sólo los cánones de la moda y de lo que es bello o feo, sino también de lo que es bueno o malo, verdadero o falso. Por ello, dice Bauman (2000) el sinóptico –es decir, el lugar desde el que unos pocos seducen a muchos-, substituye al panóptico.

Lo que todo esto tiene como efecto es la privatización de la eticidad. Ésta ya no es ni un producto de la comunidad originaria, ni el resultado del consenso racional en búsqueda de los fines del nosotros; no es un producto público, sino el resultado de deseos, ideas, opiniones, experiencias de los particulares convertidos en celebridades; instantáneos deseos y conflictos de vidas particulares que son publicitados en los medios electrónicos. Puede decirse que, a diferencia de la modernidad sólida en la que la esfera privada era invadida y colonizada por la esfera pública, ahora la vida privada invade la esfera pública.

El profesor era, en la modernidad sólida, una especie de guardián y paladín de la eticidad existente que era tan sólida como las jerarquías de valores que se transmitían, por eso no extraña su nostalgia respecto de los valores que se han perdido y su insistencia en la obediencia a un orden que considera legítimo. En la modernidad líquida, su papel habrá de cambiar: tendrá que aprender y ayudar a otros a aprender a establecer criterios para distinguir los medios de los fines, los valores venales de aquellos que dignifican. Una tarea de gran envergadura que toca al profesor es colocar a los educandos en el camino de pensar y criticar la eticidad existente para construir una mejor eticidad para el futuro. Facilitar a los educandos el uso crítico de los medios es también una tarea insoslayable, como también lo es la conformación de espacios que medien entre lo privado y lo público.

El profesor en relación con el cuidado de sí.

En la modernidad sólida se consideraba un deber cuidar la propia salud y procurar la construcción de una identidad sólida con un núcleo duro relativamente estable que configuraba el carácter. El individuo tenía un sentido de pertenencia y no había problema en aceptar las identificaciones atribuidas que configuraban identidades para otro (la nación, la comunidad, el partido). En la modernidad líquida el individuo más que cuidar su salud busca mantenerse en forma y el núcleo estable de su personalidad es más reducido.

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Adquiere formas identitarias diversas dependiendo del lugar y la circunstancia. Asume la autoidentificación como una tarea individual y acepta el estado de incompletud e indeterminación con ansiedad pero con la conciencia de que un estado de plenitud es imposible e indeseable en la medida en que le resta libertad.

En estas condiciones, resulta ilusorio pensar que la educación contribuye a la preparación para ocupar un empleo específico y sobre todo a la construcción del propio individuo como si fuera una personalidad sólida con vínculos perdurables. El individuo de la modernidad líquida difícilmente encuentra un empleo de larga duración; además elude vínculos durables que siente como restricciones a su libertad de movimiento y pérdida de posibles oportunidades. Por ello, dice Bauman (2007), los procesos educativos que se consideran exitosos en la modernidad líquida son aquellos que toman en cuenta que el individuo ha de comportarse de modo que despierte el interés por “comprar” sus servicios y productos; mostrarse jovial, abierto o curioso y dueño de aptitudes comunicativas. De lo que se trata es que se aprenda el arte de “ser uno mismo”, no ser uno más, sino tener ideas insólitas, proyectos excepcionales.

Según algunos, (Nuñez en Bauman 2007) en la modernidad líquida, la escuela y otros dispositivos productores de sentido pierden eficacia simbólica, pues si no hay identidad en sentido sólido, sino multiplicidad de identificaciones parciales, que se reemplazan, se desplazan y se articulan de manera desigual y combinada, resulta absurdo tratar de forjar un fondo común de creencias y valores que cohesione, a la vez que homologa.

Sin embargo, creemos que la escuela tiene sentido si el profesor hace propicia lo que Elliot (1997) llama la apertura a nosotros mismos, que no es sino la preocupación que tiene cada sujeto por hacerse de los recursos necesarios para manejar con creatividad y autonomía la incertidumbre y la ambivalencia que le genera lo que vive y la forma en la que lo vive. Además de forjar competencias para actuar sobre el mundo objetivo e interactuar con los otros, cada sujeto requiere competencias para actuar sobre sí mismo, resolver las crisis3 que origina la cambiante relación identidad-alteridad y oponer resistencia a la racionalidad instrumental y homogeneizante que obtura las experiencias de subjetivación. Contribuir al cuidado de sí y acompañar a los educandos en el difícil proceso de conocerse y construirse en la modernidad líquida es una tarea que demanda del profesor nuevas competencias.

En suma, en la modernidad líquida el profesor más que transmisor, adoctrinador y guía habrá de ser formador y contribuir a que cada educando se forje como sujeto cuestionador, reflexivo, crítico y autocrítico, capaz de actuar en el debate y la construcción de lo público, y de cuidar de sí.

Las tareas del docente en la educación ético-política del presente

Aprender de la modernidad líquida significa, sin duda, aceptar la importancia del individuo frente a poderes homogeneizadores, pero también prever que el individuo sólo, con sus miedos, no podrá sobrevivir en un futuro en el que los bienes serán escasos para todos. El respeto, la tolerancia y la reciprocidad, valores tan enaltecidos en la modernidad

3 Seguimos a C. Dubar (2000) quien define a las crisis identitarias como ruptura del equilibrio entre diversos componentes; como perturbación de relaciones relativamente estabilizadas entre los elementos estructurantes de la actividad de identificación. La perturbación frecuentemente tiene su origen en crisis del lazo social debidas a situaciones en las que los sujetos viven situaciones de exclusión o desventaja social.

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sólida, serán importantes pero insuficientes para forjar la eticidad del futuro. Se requerirá de la solicitud por el otro vulnerado, la solidaridad, la apertura real y amplia a la diversidad, y la aplicación de la equidad que, como decía Aristóteles (1961), es “rectificación de la ley en la parte en que ésta es deficiente por su carácter general” (p. 130).

En la educación del presente, conviene poner en duda retóricas que hablan del fin de las ideologías, de las clases y de las utopías, pues como dice Derrida (2004), hemos sido demasiado complacientes con ellas y eso nos hace olvidar las distancias, disimular las separaciones, borrar las zonas del mundo, las naciones, los grupos, y los individuos que masivamente son víctimas excluidas de los beneficios de la globalización. Hacer la crítica de esas retóricas es necesaria porque, como insiste este autor, “toda elocuencia sobre los derechos del hombre que no tiene en cuenta la desigualdad económica, es parloteo, formalismo u obscenidad” (p. 179).

También, habrá que asumir la responsabilidad que nos toca a los docentes en la ardua tarea que Bindé (2004) resume en la idea de rehabilitar el tiempo como duración. Se trata, dice, de romper con la lógica de corto tiempo que nos imponen las TIC, las finanzas y los medios, no sólo porque conlleva un borramiento de la posibilidad del proyecto colectivo y una deslegitimación de la utopía, sino porque ello implica que la humanidad de hoy se arrogue los derechos sobre la humanidad del mañana, amenazando su equilibrio y su vida. Se hace necesario romper con la tiranía de la inmediatez para sumar esfuerzos y resolver los graves problemas mundiales (como la crisis alimentaria, la pauperización de la población, la migración y el cambio climático).

Para ello se requiere considerar tres estrategias aconsejadas por Bindé (2004) en las que el docente juega un papel central. En primer lugar, hay que romper con la idea de que sólo tenemos obligaciones con sujetos iguales y presentes. Necesitamos considerar la comunidad ética de sujetos del porvenir respecto de los cuales estamos en posición asimétrica. De la solicitud hacia ellos, depende la sobrevivencia de la condición humana.

En segundo lugar, hay que reconocer y superar la miopía respecto del tiempo que predomina en esta época: por una parte, tenemos amnesia respecto del pasado y, por otra, somos incapaces de inscribirnos en un futuro con sentido. Vivimos ajustándonos y adaptándonos, sin prospectiva. La suerte de las futuras generaciones dependerá de nuestra aptitud a lograr una visión de largo plazo y decisiones presentes. Se requiere, pues, de una auténtica pre-caución (en el sentido de cuidado anticipado) y pre-ocupación (en el sentido de un hacer ya hoy lo necesario). Esto implica, además del esfuerzo de poner en cuestión la instantaneidad de la vida, el de recuperar la memoria y ver de manera crítica nuestro presente.

En tercer lugar, también se requiere una mirada distinta respecto de los valores, pues hemos de aceptar que lejos de constituir un patrimonio fijo, son una herencia que no está precedida de testamento que nos obligue a considerarlos siempre de la misma manera. Así, sin perder el lazo con las convicciones durables de la comunidad histórica habrá que atender las reevaluaciones incesantes que reclaman los cambios de época y de circunstancia con la emergencia de problemas nuevos. Más que transmitir valores fijos, habrá que transmitir el impulso de la transmisión, la capacidad de diálogo entre las culturas y las condiciones que hagan posible que los valores sean objeto de debate y acuerdos entre actores diferentes, pues ello equivale a preservar la condición humana.

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Educar para el futuro significa aceptar el presente sin reconciliarnos con él; dejar de lamentarnos por el derrumbe de los valores, como nos aconseja U. Beck (1999), y asumir que la educación puede contribuir a un ejercicio de la libertad en el que la realización personal, el goce de sí y la preocupación por los otros no se excluyen. En un mundo en el que todos nos sentimos y estamos de alguna manera desamparados, la reciprocidad es importante, pero lo es más la solicitud por el otro vulnerado, y por el que todavía no está en el mundo. El yo subordinado al nosotros a la manera de las instituciones y las organizaciones del pasado es algo que la educación actual no podría reconstruir, pero, en cambio, puede contribuir un nuevo sentido del nosotros que se genera con redes vinculantes y se funda en la promesa hecha al otro extraño y diverso. También tendrá que ser una educación que no promete puertos seguros sino prepara al individuo para tolerar la incertidumbre y moverse en ella, y para ejercer una libertad política que asuma como res-publica la vida en el Planeta, la libertad de todos y, por ende la diversidad. Siendo cautelosos a la vez con la utopía y la tradición, pero sin renunciar del todo a ellas, la educación del presente ha de tejer los lazos entre pensamiento y acción. Al docente de hoy le corresponde la tarea de facilitar la adquisición de disposiciones que hagan posibles la pre-caución (cuidado anticipado) y la pre-ocupación (acción que anticipa ciertos efectos); la posibilidad de trabajar en el presente proyectos modestos pero efectivos que, desde el ámbito local contribuyan a transformar un fragmento, aunque sea pequeño, de nuestra realidad, cuidando que esa transformación sea de largo aliento.

El docente de hoy tendría que comprometerse en una educación que haga posible una eticidad futura de clave humana, es decir, una educación para la diversidad y la solidaridad y para una ciudadanía que trabaja en la localidad inmediata pero con miras y responsabilidad planetaria. Se trata, también, de una educación que es a la vez ética y política y que se orienta a favorecer aprendizajes y competencias (como las competencias discursivas –las lógicas y las comunicativas- y las habilidades para el juicio moral y el juicio prudencial) que favorezcan el ejercicio de una democracia ampliada y de una política deliberativa que asuma el debate sobre la justicia y la equidad.

Consideramos que Siede (2007) tiene razón cuando señala que la escuela ha de funcionar como espacio en el que se construya y se ponga a debate lo público y ha de favorecer que los niños y jóvenes construyan, con autonomía, criterios para que su actuación en la vida social se caracterice por la inclusión, la solidaridad y el respeto a la diferencia.

Como bien dice este autor, la educación ético-política que se requiere para el presente con vistas al futuro demanda del docente una mirada crítica de todo autoritarismo (incluido el escolar) y un trabajo orientado a educar a sus alumnos/as en el ejercicio del poder, la lectura del presente inscrito en la historia, el cultivo de la dimensión comunitaria de la política, la apertura a la diversidad y la no reconciliación con un presente injusto e inicuo.

El profesor ha de trabajar, entonces en tres esferas: la ética, que alude a la relación con el otro; la política, que abarca las relaciones de poder que se juegan en la vida social, y la del sí mismo con sus identificaciones y sentido de pertenencia, con sus diferenciaciones y su trabajo de individualización. Entre esas esferas se da un interjuego que puede ser propiciado por determinadas experiencias educativas innovadoras.

La ética profesional.

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Las transformaciones a las que hemos aludido significan necesariamente cambios en la ética profesional. Ésta es una parte de la cultura profesional que opera como un sistema de significación formado en la interacción social (Blin, 1997) y se manifiesta como un conjunto de representaciones relativamente compartidas por quienes ejercen una misma profesión. Dichas representaciones sirven de pauta de lectura a los actores para dar sentido a sus actividades y al contexto donde actúan. En las representaciones profesionales, en general, y de manera particular en aquellas que sirven de base para construir la ética profesional, se manifiesta la manera en que los sujetos se apropian de la cultura profesional y la convierten en componente identitario.

La ética profesional abarca varias dimensiones. La primera de ellas es un conjunto de valores y pautas de valor y de códigos o prescripciones que se van transmitiendo de generación en generación y que determinan qué está permitido o prohibido, qué se considera bueno y qué debiera evitarse porque se juzga malo. Esta dimensión es la de la eticidad de la profesión que constituye la materia de las acciones éticas. A esto le llamaba Foucault (en Dreyfus y Rabinow, 1988), la sustancia ética. Una segunda dimensión es la moral, que consiste en un conjunto de procedimientos de juicio conforme a los cuales el profesional, en cada caso, toma decisiones para llevar a cabo lo que considera correcto. Estos procedimientos se hacen necesarios cuando entran en conflicto los valores que están en juego o algunas prescripciones. Esta dimensión es el elemento formal de la acción ética, es el procedimiento que llevamos a cabo interiormente para reconocer por qué debe hacerse algo, por qué algo nos parece justo. En esta dimensión entra en juego un componente identitario al que Foucault (en Dreyfus y Rabinow, 1988: 200-202) se refirió como “la clase de ser al que aspiramos cuando actuamos moralmente”. Una tercera dimensión es la de los actos del sujeto o comportamiento moral en el campo profesional. En esta dimensión entra en juego no sólo la capacidad del sujeto para auto-regularse, sino también la capacidad de agencia de los sujetos, sus habilidades para ver los medios y los fines y ponderar las condiciones en las que es posible llevar a cabo la acción.

El elemento nuclear de la ética profesional es el ethos profesional, pero éste, para conformarse y funcionar, requiere de lo que le brinda la eticidad y de los procedimientos que configuran la moralidad y, para objetivarse, requiere del comportamiento, el cual mira necesariamente hacia fines y medios.

Las disposiciones a las que aludimos se van forjando tanto en el proceso de formación, como en la práctica profesional, cuando el sujeto se enfrenta a problemas socio-morales del campo correspondiente. Por un lado, reflejan la internalización selectiva de prescripciones, códigos y pautas de valor, así como las capacidades: a) de juicio moral para ponderar, conforme a principios, los valores que están en juego en un momento dado; b) de juicio prudencial, para aplicar sensatamente los principios en situaciones específicas, y c) de auto-regulación para orientarnos a la acción. Además de estas capacidades, se requieren competencias y motivaciones para poner en acto aquello que el profesional ha juzgado como valioso, conveniente, justo o prudente; es decir, se requiere capacidad de agencia pues, sin ella, todo queda en buenas intenciones..

Si, como hemos dicho, la materia de trabajo del profesor se ha modificado, si las tareas que antes debía realizar se han transformado, si los problemas que enfrenta son distintos a los que se enfrentaban antes, resulta claro que la ética profesional ha de transformarse. Seguir actuando como si nada hubiera cambiado significa eludir esa relación con uno mismo que

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nos configura como sujetos éticos. Seguir manteniendo el mismo patrón de conducta supone que la eticidad existente no ha sido puesta en cuestión, que el ideal de ser moral no se ha actualizado, que las obligaciones y responsabilidades como profesional de la docencia en un mundo líquido se suponen las mismas que en la modernidad sólida. No revisar todos estos aspectos equivale a la renuncia como sujeto ético.

El cambio que requieren los nuevos tiempos no ha de venir de programas de la SEP, de decretos y normas o de cambios curriculares sino del convencimiento del profesor de que su ética ha de cambiar porque para seguir asumiendo con responsabilidad la delicada tarea de educar, él mismo ha de poner en tela de juicio su propia eticidad, su ideal de docencia, sus formas de autorregulación y sus procedimientos de juicio. La eticidad del futuro se construye sobre la educación del presente y ésta se construye sobre la transformación de la ética profesional del docente. Por eso, en buena medida, si esperamos un futuro más humano que el que estamos viviendo, no queda sino revisarnos a nosotros mismos y actuar ya para poner al día la ética profesional.

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ENSAYO SOBRE IDEOLOGÍA, VALORES Y EDUCACIÓN

Miguel Ángel Rosales Medrano

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Dina Beltrán López

La civilización humana inició a partir de que algunos de los miembros de esta especie fueron capaces de construir,

desde el intelecto y el lenguaje, nociones de principios destinados a explicar y justificar la vida y el orden social.

(MARM)

Presentación.

En este ensayo sostenemos que la diversidad de maneras de pensar que tienen las distintas culturas y las personas dentro de éstas, responden al modelo de pensamiento heredado y/o asumido por la respectiva sociedad y los sujetos histórico-concretos que son parte de ella. La misma propensión a insertarnos en modelos se detecta cuando intentamos comprender qué y quiénes somos, a partir de la manera que somos; cómo conocemos y validamos nuestros saberes; qué y cómo hacemos lo que hacemos; cómo y por qué expresamos interna y externamente lo que sentimos; o cuándo y en función de qué nos comportamos o actuamos en sociedad de tan diversas maneras.

La tendencia a modelizar es un rasgo estructural del género humano semejante al gregarismo, a la capacidad de lenguaje o a la prohibición del incesto. (ROSALES, 2008: 96). Ello la convierte en algo inherente a la naturaleza humana que se expresa como fuerza de la herencia y del desarrollo cultural. La razón por la que somos de esta maneras e explica por la tensión que se genera entre la necesidad de certidumbre y el temor a la incertidumbre, propia de nuestra especie. De ahí que tendamos a construir y reconstruir los modelos que requerimos para nuestra supervivencia. Así, a través de las épocas hemos creado modelos religiosos, políticos, científicos, éticos, estéticos, educativos, etc.

Los modelos éticos encierran valores, mismos que suelen recuperarse en los modelos educativos, que a su vez se articulan con la época y modelo social respectivo. Así, hablar de educación en valores obliga a tener un marco de referencia amplio y preciso a la vez, pues partiendo del principio de que la educación no es neutral (siempre se educa para algo y de determinada manera), se deduce que tampoco lo son los valores que se inculcan a través de ella. Desde esta perspectiva se comparten las siguientes reflexiones.

• Ideologías en religión y política

Al abordar el tema de las ideologías y los valores resulta ineludible referirse a la religión y a la política. Con respecto a la primera, racionalmente se puede sostener que ninguna religión entre las existentes es la verdadera, todas son válidas en mayor o menor medida, y con más o menos fieles, sin que esto sea determinante para adjudicarles su valor ético y lógico-racional. Ello en razón de que el problema de las causas primeras del universo, está muy distante del papel y la importancia que en esta cuestión pueda tener el género humano.

Al respecto, la versión materialista de la filosofía del siglo XIX, y en particular la del materialismo dialectico planteado por Marx y Engels, por regla general ha intentado apegarse a los avances de la ciencia en esta materia. Una interesante forma de abordar la

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cuestión la encontramos en el célebre intelectual mexicano José Revueltas: “La gran revolución de la naturaleza, la más alta y extraordinaria de sus transformaciones cualitativas, ocurre cuando ella misma comienza a pensarse con el hombre y es ya, a partir de entonces una naturaleza consciente” (1982: 49).

De esta manera, los dioses o modelos divinos asumidos por la humanidad sólo tienen valor histórico, pues son relativos, transitorios. También poseen valor ético, aunque sólo durante el tiempo que ejercen hegemonía o presencia importante en una realidad social históricamente determinada. En otros términos, ninguna de las religiones conocidas es capaz de abordar los asuntos de lo trascendente, a menos que acepten su historicidad.

Las religiones han constituido cuerpos de principios morales cuyo origen profundo conducía, más que a la salvación del alma, a la preservación del grupo humano. Esto se tradujo en una tendencia, presente en todos los grupos étnicos, cuyo principio básico consistía en otorgar identidad y sentido divino a la existencia de cada pueblo creyente de una religión determinada. Así se explica el surgimiento de una diversidad de mitos y preceptos morales que fueron y han sido soporte de la cosmogonía y la teología de las naciones a través de los tiempos.

Las religiones han sido los productos culturales a través de los cuales el hombre creó una gran variedad de mitos acerca de su origen y destino, lo que le ha permitido asumir y justificar sus acciones a partir de una supuesta superioridad otorgada por el dios o dioses de su Fe. Es decir, las fantasías humanas sobre su propia existencia han llevado al hombre -incluido el contemporáneo- a suponer que Dios lo escogió como el “rey de la creación” y lo dotó de inteligencia y libre albedrío para que organizara la vida en la tierra como mejor le acomodara. Sólo que en este intento se ha encontrado con semejantes que creen en otros Dioses, y que también se consideran portadores de la verdad. Éste es precisamente el fondo y origen de los llamados fundamentalismos religiosos, aunque ahora también pueden advertirse fundamentalismos de tipo político.

Respecto a la perspectiva política de las ideologías, el problema se presenta vinculado al hecho de que, por regla general, cada una de éstas suele responder a los intereses y necesidades de los núcleos dominantes en los distintos agrupamientos sociales. Así, por ejemplo, los problemas de inequidad, explotación, crueldad, marginación, represión, rebelión, injusticia, etc., que es posible percibir a lo largo de los milenios entre los poseedores y los desposeídos en su condición histórica de males de las sociedades de clases, de inicio y de fondo, no se generan en lo esencial en el campo de las ideas, sino en la estructura social y productiva asumida por los núcleos dirigentes de los pueblos y naciones.

Toda ideología se soporta en principios y valores, lo que tiende a conducirlas a la asunción de una postura ética. Aunque conviene precisar que esta última no es un asunto de individuos aislados, sino fundamentalmente de las colectividades. Cualquiera que sea su contenido, las éticas de cada época, por lo regular, se construyen a partir de las racionalidades que disputan en torno a la visión verdadera del mundo. Y estas visiones suelen responder a las necesidades de preservación del grupo o grupos humanos que las postulan.

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Uno de estos modelos éticos de gran influencia en el mundo Occidental, y más tarde a escala mundial, es la que Max Weber identifica como ética protestante, referida a aquella que fue fundamental para establecer las reglas de la economía capitalista y el tipo de organización social que derivó de ella. Para este autor un acto de economía capitalista “se apoya en la expectativa de una ganancia producto del juego de recíprocas posibilidades de cambio, en clásicas probabilidades pacíficas lucrativas” (1985: 10) El capitalismo en Occidente era desconocido en otras partes del mundo, pues se trataba “de la organización racional capitalista del trabajo básicamente libre” (Ídem: 12)

Así, las éticas o modelos éticos que circulan entre la humanidad contemporánea, responden a racionalidades políticas y culturales desde las que las naciones protagonistas se han enfrentado a lo largo de los últimos quinientos años, y que aún hoy mantienen ciertas condiciones de beligerancia; empero, en el proceso han aprendido a coexistir, lo que abre una cobertura para que en el futuro cercano hagan uso de la ciencia y de la técnica en la perspectiva de asegurar la construcción consciente y colectiva del porvenir.

Por ello, la conciencia no sólo tiene la virtud de hacerle comprender al hombre la realidad en que vive, sino que -ocasionalmente- también lo saca de ella llevándolo a los extremos del deber ser y del ideal de "perfección" social e individual; esto es, lo conduce al campo de la utopía, cuyo soporte suele ser ideológico. Las utopías con frecuencia nos hacen olvidar que el hombre antes que razón es pulsión, es decir, antes que equilibrio racional es ente pulsional, aunque queda la posibilidad de que eventualmente puede ser civilizado por los saberes y valores que logre adquirir al internalizar su herencia cultural.

• ¿Qué nos hace humanos?

Para Humberto Maturana, notable biólogo chileno, “los seres humanos somos seres culturales, no biológicos, aunque seamos biológicamente Homo sapiens sapiens. (...) lo humano surge en la historia evolutiva de los primates bípedos a que pertenecemos, con el lenguaje. Cuando esto ocurre, el vivir en el lenguaje se hace parte del fenotipo ontogénico que define nuestro linaje como linaje cultural” (1997: 280-281).

El lenguaje, entonces, es producto de la relación entre organismos y no un fenómeno del sistema nervioso, pues ocurre en el fluir de las coordinaciones conductuales entre dos o más organismos; estas coordinaciones aparecen como resultado de la convivencia. Por otra parte, el fenómeno del conocer, como el del lenguaje, no es un fenómeno neurofisiológico, sino de la relación entre el organismo y la circunstancia en la que éste conserva capacidad de organización y de adaptación.

Por ello, para Maturana “lo humano no es un fenómeno físico, es un fenómeno relacional. Es decir, históricamente lo humano se da y surge en la dinámica de relación de los seres vivos como sistemas autopoiéticos determinados estructuralmente con el origen del lenguaje. Sin embargo, aunque la existencia humana surge en una dinámica determinista, su ocurrir es un fenómeno histórico, y por lo tanto no está predeterminado” (Ídem: 200-201).

De ahí que la vida de cada organismo es una historia de interacciones recurrentes, de continuo cambio estructural con conservación de la congruencia entre el sistema y su circunstancia, en la que sistema y circunstancia cambian juntos de manera congruente hasta

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que el sistema se desintegra. De donde este científico concluye: “Los seres vivos nos morimos cuando ya no sabemos vivir” (Ídem: 207).

Lo que llamamos mundo psíquico o mental pertenece al espacio de las relaciones del organismo; por ello las categorías psíquicas como emociones, conciencia, sentimientos y memoria, pertenecen a la descripción que un observador hace de la forma en que opera el organismo, y no al sistema nervioso. De ahí que los sueños o los razonamientos silenciosos sólo sean comprensibles desde nuestra vida de relación en el lenguaje, esto a menudo nos sumerge en un espacio de creencias donde, por ejemplo, “asignamos existencia operacional independiente a fenómenos relacionales como intencionalidad o simbolización, que son secundarios al surgimiento del lenguaje y no generadores de él” (Ídem: 2003-204).

• Fundamento biológico y cultural de la moral

Lo hasta aquí señalado constituye el marco para proponer la siguiente explicación al surgimiento de la moral entre los seres humanos: el Homo sapiens sapiens es producto de una serie de mutaciones que a lo largo de millones de años se dieron en el género homo y sus ancestros. La función de estas mutaciones estuvo fundamentalmente asociada a la propensión biológica de esta especie inteligente por asegurarse condiciones de adaptación para la preservación.

La historia del género humano revela que sus desventajas físicas frente al resto de los mamíferos superiores, las compensó mediante su superioridad técnica e intelectual. En torno a la aparentemente obsesiva compulsión del homo sapiens sapiens por el dominio y utilización indiscriminada de los demás seres vivos en su beneficio, y eventualmente de sus semejantes, existe la posibilidad de que esto no responda a una cuestión genética de la especie, sino sea resultado de las implicaciones que trajo consigo la evolución y particularmente su arribo a la fase de grandes conglomerados humanos. Al respecto debe tenerse en cuenta que nuestros antecesores, durante la mayor parte de su proceso evolutivo, fueron presa de los distintos predadores y, en tiempos recientes, de agresiones por miembros de la propia especie.

Aun cuando es altamente probable que la propensión humana a destruir y autodestruirse tenga que ver con ciertos condicionamientos genéticos, también resulta plausible considerar que dicha agresividad pueda ser producto de una combinación de elementos heredados y de actitudes culturalmente adquiridas. Esto último, en razón de que la historia de los diversos grupos humanos muestra una amplia variedad de comportamientos éticos, que van desde la más conmovedora integración y respeto por el medio ambiente, la contemplación y el pacifismo más sorprendentes, hasta el guerrerismo más irracional.

Cualquiera que sea la explicación acerca de la permanente o latente agresividad del ser humano frente a sus congéneres, todo indica que la especie generó instintivamente elementos y mecanismos de protección contra los riesgos de autodestrucción, mismos que se han manifestado como reglas o principios de comportamiento moral, colectivas e individuales, tales como: la prohibición del incesto, la protección de los menores, el respeto a los mayores, la división del trabajo entre los géneros, la lealtad y defensa del grupo, entre otros.

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Por otra parte, los cambios en la biología humana resultaron fundamentales para la diferenciación física de los géneros masculino y femenino; no obstante, al correr de los milenios, estas diferencias fueron magnificadas a partir de ciertas necesidades sociales y, más tarde, por los mitos que se construyeron alrededor de ellas. Así, las necesidades emanadas de la sociedad patriarcal, que surge como producto del incremento de la capacidad productiva en los distintos grupos humanos, dieron lugar a una serie de sistemas morales que coincidieron en recluir gradualmente a la mujer en el gineceo o en las labores domésticas. Dicho en otros términos: como resultado de la aparición de la propiedad privada aparece la familia monógama, y con ella una suerte de división del trabajo familiar que asignó a la mujer la responsabilidad de cuidar a los hijos y de atender las tareas del hogar.

A partir de ese momento la identidad de género ha sido un producto más social y cultural que biológico, y más psicológico que social y cultural, aunque los cuatro elementos (lo biológico, lo social, lo cultural y lo psicológico) se convierten en factores constituyentes de dicha identidad. Lo anterior significa que la identidad de género es multicausal y multirreferencial. Pese a ello, recientemente se han presentado estudios que nos hablan de las diferencias existentes en la biología del cerebro del hombre y de la mujer.

• Origen y naturaleza de los modelos éticos.

Como se indicaba arriba, de acuerdo con Maturana el hombre se hace humano a través del lenguaje y de la adquisición de la cultura; de esta forma nuestra posibilidad de conocer tiene que ver con las disposiciones genéticas heredadas, aunque el conocimiento, propiamente, dicho lo adquirimos durante el proceso de crianza y educación. Es, precisamente, en este proceso donde las generaciones adultas transmiten a las nuevas tanto los conocimientos y habilidades como las creencias y valores indispensables para sobrevivir y preservar el modelo social heredado (Durkheim, 1990: 70).

El surgimiento y desarrollo de ciertos principios morales estuvo aparejado a la aparición de formas de convivencia social generalmente lideradas por jefes guerreros o sacerdotes. En la medida que las sociedades humanas fueron requiriendo de una organización más compleja, los primitivos depositarios de las reglas de la colectividad (el brujo, el hechicero o el chamán), gradualmente se fueron convirtiendo en sacerdotes; es decir, pasaron a constituir el clero de las primeras religiones y de las primeras sociedades teocráticas. Cuando esto ocurrió, se institucionalizaron los principios morales (Código de Hammurabi, los Diez Mandamientos, etc.), lo que implicó la aparición de modelos éticos que se convirtieron en la ética social dominante de cada cultura donde este proceso tuvo lugar.

Así puede entenderse que el “no matarás”, por ejemplo, se refería a prohibir la agresión mortal entre individuos del mismo pueblo o nación, aunque matar apareciera plenamente justificado cuando se trataba de un acto guerrero de defensa o ataque contra otras colectividades, o cuando se cumplía con la ley del talión de “ojo por ojo, diente por diente”. Esta manera de distinguir lo que resultaba aceptable en la moral de los pueblos antiguos, no ha cambiado mucho con relación a la moral de las naciones contemporáneas.

Si bien la institucionalización de los principios morales dio origen a las primeras religiones, algunas de éstas lograron desarrollarse de manera compleja y diversa, tal es el caso del

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budismo y el taoísmo, quienes mantienen importantes puntos de confluencia. En cambio, las tres grandes religiones de nuestros tiempos (cristianismo, islamismo y judaísmo) históricamente han compartido muchos de sus preceptos y mandamientos, y pese a su origen común, han asumido un nivel de dogmatismo que no ha permitido que sus principios morales y modelos éticos disminuyan los niveles de confrontación entre sus creyentes.

Los diversos modelos religiosos creados a lo largo de la historia humana, en realidad han constituido poderosos instrumentos ideológicos instituidos para el control y la justificación del orden social dominante en los distintos tipos de sociedad, de tal forma que en cada una de ellas, la moral derivada del estado de cosas imperante aparecía avalada por la divinidad respectiva, bajo la férrea y eficaz administración de la clase sacerdotal correspondiente.

En todos los grupos, tribus, pueblos y naciones el bien se ha identificado con todo aquello que favorece la preservación de la existencia de quienes lo asumen como regla de vida, y lo aceptan a sabiendas de que tendrán momentos de angustia e incertidumbre, combinados con etapas de seguridad relativa y confianza en la protección de un creador(a) durante y más allá del tramo existencial. Por otra parte, lo que históricamente ha sido identificado como el mal, en sus orígenes tuvo que ver con todo aquello que pusiera en riesgo al grupo y a cada uno de sus integrantes. Así, se considera malo todo aquello que amenace a los miembros de la colectividad, la muerte incluida, aun cuando dejar de existir fuera parte de lo que el grupo acepta de manera natural. Si esto ocurría, por ejemplo, en virtud de la agresión de otro grupo, el acto justifica una respuesta violenta que se califica como buena, de frente a la maldad de los atacantes.

En síntesis, el proceso de conformación e institucionalización de los principios morales con pretensiones universales, cobijados tanto en las religiones dominantes en cada época y región del llamado mundo civilizado como en las leyes de las naciones modernas, puede ser explicado a partir de dos elementos: desde la perspectiva de una predisposición genética de carácter biopsíquico; y desde la lógica del desarrollo cultural de nuestra especie. En ambos casos, regularmente, se manifiesta la obsesión de los seres humanos por asegurar la supervivencia de sus descendientes.

• Verdad y ciencia

El ser humano inició su desarrollo cultural, filosófico y científico cuando fue capaz de observar regularidades y frecuencias en el movimiento de la realidad material. Muchas de estas regularidades se hicieron previsibles de tal manera que se convirtieron en verdades, principios, postulados o axiomas que dieron forma y sentido a los modelos iniciales empleados por nuestra especie para conocer la realidad.

En las etapas de la historia humana donde ya están presentes las ciudades, la verdad fue objeto de disputa entre los religiosos y los filósofos, y, a partir del siglo XIV de nuestra Era, entró en este debate, al principio muy subrepticiamente, un nuevo protagonista: la ciencia. Pese a ello, la verdad no es en estricto un problema de la ciencia, sino más bien de las religiones, la política y la filosofía. A la ciencia le interesa principalmente el conocimiento obtenido o deducido mediante procedimientos rigurosos. De ahí que desde una perspectiva científica, la validez del conocimiento debe determinarse desde criterios epistemológicos, fácticos y lógico formales.

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De lo anterior se puede concluir que la verdad, en última instancia, tiende a ser una valoración subjetiva con relación a lo objetivo, a lo científico y a lo socialmente pertinente, tanto en el campo del saber riguroso como en las ideologías; ésta puede ser compartida en sus respectivos ámbitos por feligreses de alguna religión, por miembros de comunidades académicas y profesionales, por adherentes de partidos, corrientes políticas y sindicales, grupos de empresarios y funcionarios articulados e instalados en las esferas gubernamentales, entre otros.

Las verdades éticas y científicas no necesariamente tienen puntos de confluencia con las verdades políticas, pues éstas no apuntan a ser asunto sólo de individuos o de grupos de sujetos que aspiran al poder y a la riqueza, sino que responden fundamentalmente a las colectividades. Cualquiera que sea su contenido, la ética siempre se construye a partir de racionalidades que, desde distintas visiones del mundo, se orientan a la preservación del grupo o grupos humanos de que se trate, con sus correspondientes principios, normas y valores.

Un rasgo esencial de los seres humanos de nuestros días, y de la mayor parte del pasado, es la asunción de “verdades” sociales, religiosas, éticas y políticas que, por lo regular, se reducen a la preservación de mitos que satisfacen las necesidades de certidumbre de la gente, o se orientan a la construcción de nuevos modelos o propuestas de deber ser, destinados a cubrir las mismas necesidades. Así, cuando los mitos y modelos han sido adecuada y suficientemente difundidos entre la masa, logran que la necesidad de certidumbre de ésta quede eficazmente satisfecha. De manera que cuando la satisfacción de dicha necesidad se logra a través de modelos sociales, religiosos, éticos, políticos y educativos, las naciones quedan a merced de la alienación y la manipulación de sus elites, las cuales también se alienan y manipulan entre sí.

El problema de fondo en el conocimiento riguroso de lo social es determinar o clarificar si el movimiento de la sociedad obedece a leyes semejantes a las que gobiernan los fenómenos naturales, o se trata, en todos los casos, de tendencias susceptibles de ser modificadas por la praxis humana. De ahí que resulta obligado preguntarse por los límites y las posibilidades de la acción consciente de hombres y mujeres por transformar su realidad; de igual forma continúa siendo válido intentar responder a la vieja interrogante sobre la fuerza de las tendencias objetivas que apuntan a imponerse en la realidad y sobre su pretendida inmutabilidad.

Entendemos la ciencia como comprensión y explicación de la realidad moviente, y no como transformación consciente de ella, pues dar cuenta de una realidad que se modifica a sí misma a partir de la compleja interacción entre las fuerzas, tendencias y sujetos sociales es función de la ciencia, mientras que los intentos por transformarla desde proyectos previamente diseñados corresponde a la acción productiva y/o política de grupos humanos, los cuales pueden asumir un rol protagónico en los procesos de transformación de la realidad; no obstante, esto último también puede ser objeto de estudio científico. Precisamente por lo anterior, la ciencia en ningún momento puede estar al margen de la ideología; es decir, su quehacer por regla general responde a una perspectiva ético-política.

El conocimiento científico es aquel que puede ser verificado de acuerdo con los métodos de las ciencias fácticas, que puede ser demostrado desde la perspectiva lógico-formal o que

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posee capacidad comprensivo-explicativa de la realidad a partir de un modelo teórico epistemológicamente válido. Así, conocimiento verdadero es aquel cuya calidad de tal se otorga desde criterios lógico-formales y/o desde perspectivas ético-políticas, y puede referirse tanto al conocimiento científico como a saberes propios del campo axiológico. Por ello es posible hablar de verdad científica, de verdad lógica, de verdad religiosa y de verdad moral.

Sobre lo anterior, conviene apuntar la distinción que Agnes Heller establece entre verdad y conocimiento verdadero. Ésta afirma que, precisamente, la falsa identificación entre la búsqueda de una y otro, es lo que ha llevado a este último al desprestigio en las discusiones filosóficas. “La verdad –plantea la autora- no es meramente teórica. Es también práctica (moral). Sin embargo, nunca es pragmática. La verdad puede ser considerada como absoluta, como perenne y también como histórica, pero es siempre subjetiva en el sentido que tiene impacto sobre toda nuestra existencia.”La búsqueda del conocimiento verdadero, en cambio -considera Heller- “tiene una ambición distinta que es “Mantenerse fiel su ambición, a su proyecto propio, es el único requisito cuyo cumplimiento puede esperarse de las ciencias sociales, nada más. Pero esto sigue siendo aún una gran ambición, un gran proyecto.” (1989: 68)

La búsqueda ideológica, filosófica y científica más importante del ser humano siempre será aquella que pone en el centro dos interrogantes: ¿quiénes somos? y ¿cuál es el sentido de la existencia? Esta búsqueda está estrechamente relacionada con la religiosidad propia de nuestra especie y, en última instancia, se traduce en la necesidad de satisfacer la natural curiosidad humana que, en realidad, significa y/o revela la tensión siempre presente entre la necesidad de certidumbre y el miedo a la incertidumbre. Por ello, cuando el ser humano se dedica a la búsqueda de la verdad sea sacerdote, filósofo, maestro o científico, por lo regular, está en busca de certidumbres; ellos mismos, cuando enfrentan y tratan de entender la incertidumbre, cambian la perspectiva y ya no buscan la verdad sino el conocimiento.

• Inevitabilidad de las ideologías

Los niveles de racionalidad alcanzados por el género humano, por lo regular se corresponden con los niveles de desarrollo cultural alcanzados por determinadas sociedades, mismas que suelen irradiar su influencia más allá de su propia existencia histórica. De ahí que “lo natural” en la sociedad sea el predominio de determinadas maneras de producción de bienes materiales y de convivencia social, las cuales son soportadas por cuerpos de valores y de normas que nutren las ideologías y los sentidos existenciales de la sociedad de que se trate.

Todo modo de pensar (filosófico, religioso, científico, político, social, cultural, etc.) contiene ideología, pero no una sola ideología, sino diversas, tantas como naciones, pueblos, clases, sectores y grupos sociales que tengan o hayan tenido necesidad de construir una concepción del mundo y de la vida, ética y/o racionalmente fundamentada. Las ideologías en su desarrollo, difusión y aplicación llegan a la gran masa y ejercen en ella distintos grados de influencia, de tal forma que regularmente su contenido original es modificado y ajustado por los usos de la vida cotidiana. En otras palabras, las ideologías surgen de una interpretación empírica de la cotidianidad y, en ella misma, prueban su

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carácter necesario o su obsolescencia; en ambos casos pueden arraigar en sectores importantes de la población, de ahí su carácter objetivo. (Rosales, 2009: 17)

Desde esta perspectiva puede afirmarse que las situaciones de privilegio social propician elaboraciones conceptuales y enunciados éticos que justifican esa desigualdad, pero al mismo tiempo impelen a la reproducción de sus propias condiciones materiales de existencia. La primera, en sentido estricto, sería la producción de ideología, y la segunda, la producción material orientada desde esa ideología; de esta manera, ambos aspectos de la actividad social aparecen ideologizados, y confirman que todo conocimiento se produce y se reproduce desde una perspectiva ideológica.

Así, toda ideología es justificación o crítica de un determinado estado de cosas, sustentada en ciertos valores morales y principios éticos. Las ideologías no son un fenómeno exclusivo de las sociedades de explotación, por el contrario, son algo inherente a todo grupo humano. Las ideologías trascienden las sociedades de explotación, pues tienen que ver con las creencias y valores de las personas en su vida cotidiana, y se expresan en toda acción humana desarrollada en una sociedad históricamente determinada.

¿Por qué en ciertas épocas se ha creído con plena convicción, por ejemplo, en la legitimidad de la esclavitud o en el derecho divino de los reyes? La pregunta anterior relativa a realidades inconcebibles, muestra el formidable peso de la ideología en la conciencia humana. La ideología es lo que soporta y le da sentido a las formas de ser social históricamente determinadas. La ideología es inherente a la naturaleza humana, y con frecuencia se transforma en mitos de caracter religioso o civil, desde donde se justifica cualquier acción de dominio, sea este de orden ideológico, político o militar.

Al ser parte de la naturaleza humana la ideología es un fenómeno históricamente insuperable. La ideología aparece desde el momento en que surge el hombre capaz de comunicarse por medio del lenguaje, y habrá ideología mientras éste sobreviva. Es altamente probable que algún día dejen de tener influencia las ideologías vigentes, pero necesariamente serán sustituidas por otras. Ya se advierten indicios de disminución del peso de las ideologías hasta ahora dominantes, probablemente debido al impacto de la actual revolución tecnológica en la mentalidad de la población mundial; con esto se abren enormes posibilidades de desarrollo general para la humanidad, aunque también se incrementa el riesgo de alienación total. El caos incontrolable y el posible auto exterminio son un potencial destino si nuestra especie resulta incapaz de dotarse de valores idóneos para rehacer la civilización acorde con la ética que reclaman estos tiempos.

• Ética de la filosofía liberal

El liberalismo surgió como la síntesis del pensamiento que durante los siglos XVII y XVIII cuestionó las ataduras de la sociedad a la razón divina, y fundamentó el derecho del hombre a construir racionalmente su propio destino. Fue creado como el sustento filosófico e ideológico destinado a orientar la política y la economía de la naciente sociedad capitalista. Apareció también como respuesta de la sociedad industrial frente a los restos de la sociedad feudal y a todo aquello que atentara contra la libertad del individuo, la igualdad política, la democracia como principio y el “sagrado” derecho a la propiedad privada.

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Los postulados fundamentales del liberalismo pueden resumirse en los siguientes: a) libertad política, b) derecho a la propiedad, c) igualdad ante la ley, d) límites a la intervención estatal en los asuntos de particulares y e) obligación del Estado de salvaguardar los bienes, la integridad y los derechos del individuo. Estos postulados, sin duda, constituyen la gran contribución del liberalismo al pensamiento político y a la organización social de la humanidad contemporánea.

Entre los rasgos distintivos de la doctrina liberal se encuentran: 1) la promesa de una sociedad de abundancia y bienestar para todos; 2) la prioridad que otorga a la libertad y al individuo por encima de la igualdad y de la sociedad; 3) concebir a la desigualdad como diferenciación necesaria, producto de la actividad meritoria de los individuos en una sociedad libre; 4) declararse adversaria de todo proyecto de sociedad que tienda a la igualdad en detrimento de la libertad; y 5) conjugar la forma de Estado democrático con los ideales liberales, reduciendo el ejercicio de la democracia al derecho de la población a nombrar a sus gobernantes.

Conviene no perder de vista que el pensamiento liberal fue fundamentalmente desarrollado por las sociedades protestantes; no obstante, durante los últimos dos siglos también las sociedades católicas se adhirieron a alguno de los modelos estatales surgidos del liberalismo, de tal forma que a estas alturas prácticamente todos los países del mundo cristiano, y un importante número de pueblos no cristianos, han incorporado a sus cartas magnas los principios de organización social de esta doctrina civil.

Además, existen importantes diferencias de desarrollo científico, tecnológico e industrial entre las sociedades mayoritariamente protestantes y las sociedades católicas, entre éstas últimas particularmente las latinoamericanas. La distancia a favor de las primeras, sin duda puede ser explicada en parte por las diferencias entre los valores medulares que soportan a la ética protestante y a la ética católica. La primera históricamente ha puesto en el centro los valores de trabajo, ahorro, disciplina, orden, empresa, progreso y religión. La segunda, en cambio, se ha apoyado en valores como religión, fe, obediencia, tradición, resignación, sumisión y confesión.

Si en el Estado liberal el poder está en manos de individuos que establecen una relación de dominio sobre el resto de individuos que componen la sociedad, y si en la sociedad existen condiciones que posibilitan la desigualdad económica y social, resulta evidente, entonces, que el objeto fundamental de este Estado es asegurar la existencia de esa desigualdad, concediendo igualdad de derechos a los individuos desiguales para que, desde la ilusión de la igualdad política, defiendan el statu quo.

Sin la intención de ser exhaustivos con relación al modelo ético del liberalismo, se pueden destacar los siguientes elementos contenidos en la propuesta ética liberal: a. La libertad es un concepto abstracto, polémico y polisémico, que corresponde a

determinada racionalidad histórica.b. La igualdad es un concepto semejante, pero cuyo contenido histórico suele ser más

concreto y más objeto de simulación y ocultamiento.c. En la relación libertad-igualdad, en la medida que se tienda a mayor libertad tendremos

menor igualdad, y mientras más igualdad social exista menos libertad tendrán los dueños de los medios de producción.

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d. La desigualdad física y talentosa que Rousseau reconoce entre los humanos puede atenuarse mediante el contrato social. Ello pese a que en la tradición liberal se habla más de igualdad jurídico-política que de igualdad económico-social, lo cual deja pendiente el aspecto ético del problema de la desigualdad.

e. El cultivo del individualismo y del consumo a ultranza, en detrimento de una visión social cooperativa y de cuidado de la naturaleza y el medio ambiente.

• Crisis general de valores

Todos percibimos la existencia de una crisis mundial de valores que, con mayor o menor intensidad, flagela a las naciones contemporáneas con su secuela de violencia, injusticia, pobreza, enfermedades, drogadicción, destrucción ambiental, etc. La incertidumbre y la desesperanza, justificadamente, campean por el mundo. El hombre moderno, sin duda, parece necesitar de nuevo creer en algo. Esta situación no es ajena a la población de México, por el contrario, rasgos de esta crisis planetaria están particularmente presentes en nuestro país.

La crisis mundial y nacional de valores tiene como marco la creciente y abismal desigualdad tecnológica y de consumo entre las naciones, así como la desigualdad social y material existente al interior de los países y de sus centros de población, particularmente en aquellas naciones donde existen economías atrapadas por los mercados, pero sin posibilidades reales de concurrir y competir en ellos con sus productos.

En esta situación ha jugado un papel importante la revolución científico técnica que impacta las vidas de la humanidad contemporánea, pues no sólo ha mundializado la economía, sino que ha generalizado el consumo de tecnología, cuyo soporte es la ideología del consumismo como propósito de vida, con la alienación social correspondiente. Esta nueva realidad ha sido conscientemente construida y programada, aunque sus creadores aún no parecen advertir sus potenciales y devastadores efectos, y ha colocado en la cúspide del poder político y económico internacional y de las potencias industriales a los líderes de un nuevo tipo de conservadurismo.

Sin duda, una línea de reflexión sobre el consumo de drogas a nivel mundial estriba en preguntarnos: ¿de qué realidad intentan escapar los consumidores de estupefacientes al auto inducirse nocivos estados alterados de conciencia? Valdría considerar en una posible respuesta que su vida cotidiana y su futuro existencial carecen de sentido, pues los valores socialmente aceptados se contradicen entre sí y se contraponen a la realidad que viven.

Así, el problema de los valores pasa por la existencia de un desaliento generalizado respecto del presente que las actuales generaciones adultas han construido y del futuro qué están ofreciendo a las nuevas generaciones. Los altísimos niveles de enajenación a que están sujetos los niños y los jóvenes de nuestra época, pasan inadvertidos para la mayor parte de los adultos, lo que evidencia el mismo problema en ellos.

Un ejemplo ilustrativo puede ser el siguiente: pese a que ciertos sectores del mundo adulto ilustrado se han percatado de que para los niños y los jóvenes de esta época resulta alienante buena parte del entretenimiento que ofrecen los medios de difusión de imágenes e información, con su carga de mensajes donde se hace apología de la violencia y se inundan

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los espacios de información chatarra, no suelen participar o compartir las preocupaciones de los escasos núcleos de población que, desde hace décadas, han advertido sobre el fenómeno en cuestión.

Para cualquier profesional atento, los contenidos de los programas llamados de entretenimiento disminuyen ostensiblemente la capacidad de pensamiento autónomo de las nuevas generaciones, al tiempo que destruyen y/o alteran el efecto de los valores con que se les intenta formar. Alarma la capacidad de sobrevivencia y adaptación de las nuevas generaciones a los ambientes de frivolidad y estulticia social que les estamos heredando.

El resultado de esta generalizada indolencia de los funcionarios del Estado y de la mayoría de los ciudadanos, es la propensión casi enfermiza al consumismo sin control, el cual tarde o temprano impele, sobre todo a jóvenes provenientes de familias asalariadas, a delinquir para consumir. La otra parte del problema está en que en aras de preservar la libertad de empresa, nadie se ocupa en serio de parar a los mercaderes que negocian con productos cuyos contenidos son evidentemente destructores de valores.

Son muchas las atrocidades cometidas en nombre de la democracia y de la libertad, éste es el actual nivel de descomposición moral del otrora revolucionario pensamiento liberal. Lo notable de la cuestión está en que los Estados y principales beneficiarios del sistema capitalista, han convertido la defensa de la moderna democracia liberal, que en realidad es neoliberalismo, en un fundamentalismo de nuevo tipo.

• Educación, política y valores

Como se indica arriba, la educación del hombre moderno y sus familias ha girado sustancialmente en torno de los postulados filosóficos, políticos y económicos del liberalismo, algunas veces desde la utopía, tomando distancia de los principios liberales que sustentan la estructura económica y el orden social, pero siempre dentro de los límites materiales, éticos y conceptuales propios del gran periodo histórico que se abrió con el capitalismo.

Asimismo, conviene no perder de vista que las funciones de la educación moderna continúan siendo: a) la socialización de los niños y jóvenes con el propósito de adaptarlos al entorno y a la estructura social; b) la transmisión de saberes y valores social y estatalmente validados a través de la certificación correspondiente, y c) la preservación de la cohesión y de la legitimación social mediante las dos primeras.

Además, la escuela ha evolucionado de ser la institución encargada de asegurar la cohesión social -pasando por periodos de objetivos deslumbrantes como formar buenos ciudadanos, nacionalistas, patriotas, democráticos, amantes de la paz, críticos y transformadores- hasta convertirse en instrumento imprescindible de la producción, aunque sin el compromiso de los empleadores de generar los puestos de trabajo necesarios. ¿Cómo se podría explicar que en nuestro país la mayor parte de los jóvenes que delinquen se encuentran entre los 16 y 24 años de edad?

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Quizás la respuesta a la interrogante anterior, parcialmente se encuentre en el propósito empresarial y gubernamental de vincular educación y aparato productivo. Pese a la recurrencia con que este objetivo es planteado en los círculos oficiales de la mayoría de los países del mundo -cuya evidencia hoy la constituye el llamado enfoque de competencias-, la educación aparece cada vez más articulada en sus contenidos y objetivos a las posiciones conservadoras, con la eventual inclusión de algunas posiciones progresistas. La crisis mundial de valores desde hace tiempo ha generado declaraciones y, ocasionalmente, políticas, encaminadas a poner en el centro del quehacer educativo el rescate de algunos valores fundamentales de la civilización occidental, particularmente los relativos a la integración familiar.

A lo largo de su historia, en Estados Unidos los sectores conservadores han cuestionado las políticas socialdemócratas, particularmente las impulsadas por países de Europa y América Latina durante la llamada guerra fría; esto ocurrió durante las décadas de los años 50s a los 80s del siglo XX. En esta etapa, la potencia estadounidense promovió una serie de golpes de Estado en varias naciones latinoamericanas. Los ideólogos neoliberales aún insisten en descalificar esta política porque consideran escasos y contraproducentes los resultados de su aplicación en el desarrollo de los países de la región. Su preocupación pudiera ser legítima, aunque al parecer no han reparado en el empobrecimiento generalizado de la población de éstas y otras naciones, como consecuencia de haber atendido las recomendaciones de un modelo económico diseñado para incrementar la prosperidad de los empresarios.

En la misma perspectiva, se encuentra en marcha un proceso de sustitución de valores académicos y sociales, tales como: inteligencia, reflexión crítica, desarrollo intelectual, libre pensamiento, creatividad científica y estética, ciencia al servicio de la humanidad, igualdad de acceso al conocimiento, etc. por “valores” que más bien encierran actitudes y aptitudes: calidad, audacia, toma de decisiones, emprendedor, competencia profesional, creatividad tecnológica, ciencia al servicio de la industria, selección de los más aptos, eficiencia, control, jerarquía, rendimiento, etc.

De ahí la pertinencia de revisar la vigencia de los valores propios del liberalismo original, el mismo que durante las revoluciones burguesas de los siglos XVIII y XIX combatió el fanatismo y la ignorancia propiciados por la nobleza y el clero, entre estos valores destacan: libertad, justicia, igualdad, fraternidad, bondad, bien común, felicidad, honor, honradez, deber, libertad de conciencia, verdad y honestidad intelectual. Éstos han sido transmitidos a las nuevas generaciones por la escuela pública, y hoy son precisamente los que el nuevo liberalismo o neoliberalismo está empecinado en eliminar o transformar de facto en su contenido esencial.

Precisamente por lo anterior, de lo que se trata ahora es de impulsar ejercicios de reflexión colectiva sobre la situación expuesta, de tal forma que nos aboquemos a crear las condiciones necesarias para contrarrestar los efectos nocivos de la crisis de valores que se vive a nivel global. Para ello habrá que considerar el papel fundamental que en esta tarea pueden desempeñar nuestras dos principales instituciones: la familia y la escuela.

Se requieren medidas de carácter internacional, aunque cada Estado puede tomar las que considere pertinentes, tendientes a erradicar del mercado toda imagen o mensaje

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apologéticos de agresividad o crueldad entre los miembros de nuestra especie y para con el resto de los seres vivos; y sustituirlas por otras cuyo contenido oriente a una toma de conciencia planetaria, ecológica, de solidaridad sin distingos para con los pueblos y las personas, que anteponga la sobrevivencia a la autodestrucción.

• La educación y su futuro previsible

Durante milenios las mujeres y los hombres de los distintos grupos étnicos han aprendido sin preocuparse por la naturaleza de los procesos de aprendizaje. Los padres enseñaban a sus hijos, los maestros artesanos a los aprendices y el sacerdote a sus feligreses, y nadie se preocupaba por construir una teoría del aprendizaje. Simplemente se felicitaba a quien hacía bien las cosas y se reprendía al que fallaba. Empero, cuando apareció la escuela pública de masas -hace poco más de siglo y medio-, también surgió la preocupación por la enseñanza que se impartía y por los aprendizajes que los escolares debían realizar en ella.

Desde que se formalizó la educación en las escuelas, los maestros han sido conscientes de las deficiencias en los aprendizajes escolares, del desinterés de los alumnos por aprender lo que la escuela les ofrece, de los autoritarismos que han debido ser empleados para que los estudiantes aprendieran los contenidos de los planes y programas, y del desagrado con el que muchos niños y jóvenes asistían y asisten a la escuela.

Además, un interesante fenómeno hizo acto de presencia: los temas y materias que se enseñaban en las escuelas eran diferentes de lo que se aprendía en la vida cotidiana. La utilidad de la escuela, durante décadas, no aparecía evidente, excepto por los procesos de socialización y de transmisión de valores que generaba. Aparentemente, éste era, pues, el propósito y función de la escuela pública.

El papel fundamental que, junto con la familia, ha tenido la escuela en este largo periodo, ha conducido a generar interés público por mejorar las estrategias de enseñanza empleadas por los maestros. En nuestros días, por ejemplo, ya no se trata de imponer sino de estimular el aprendizaje. Cuando se aborda la problemática de la escuela, se hace considerando el componente humano: maestro, alumno, directivos y personal de apoyo técnico; de igual forma se considera el componente técnico y profesional: enseñanza, aprendizaje, material didáctico, evaluación, etc. En estas formas de abordar los problemas de la enseñanza y los aprendizajes han desempeñado un importante papel los pedagogos, psicólogos, sociólogos, filósofos y hasta historiadores. De ahí que resultara inevitable la aparición de las ciencias de la educación.

En esta posibilidad corresponde a la educación, como fenómeno social contemporáneo, proporcionar los saberes suficientes y pertinentes para que los sujetos se integren adecuadamente capacitados a la vida en sociedad, y lo hagan en posesión de los valores pertinentes para que coexistan "civilizadamente” con sus contemporáneos. Aunque, por otra parte, también resulta pertinente señalar que la educación debe entenderse como un proceso de formación que ocurre en la familia y en los distintos ámbitos del entorno social, donde los sujetos se educan a través de la influencia cotidiana del contexto de crianza. Además, se educa de manera formal e institucional en las escuelas, de manera general y diferenciada, dependiendo de las condiciones de acceso a los niveles establecidos en el sistema educativo y en los distintos tipos de centros escolares.

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Por otra parte, resulta obligado señalar algunas de las causas profundas del malestar social en México, de ellas destacamos las siguientes: estructura social que genera desigualdad; aumento constante de condiciones de pobreza y marginación social; crisis general de valores; el individualismo como modelo de vida; la propensión al consumismo; descomposición nacional y estatal del aparato de Estado; núcleos sociales operando como poderes fácticos; escape social a través de las drogas, y crisis de la institución familiar.

Es importante insistir en que debido a la presencia de una diversidad de valores en la sociedad contemporánea y sus espacios institucionales, no es posible hablar de una sola pedagogía; es decir, de una sola teoría de la educación, sino de tantas como explicaciones e interpretaciones puedan darse en torno a un fenómeno tan polémico, polisémico y complejo como lo es la educación. En todo caso, habrá que acostumbrarnos a realizar acercamientos a la problemática y a los fenómenos educativos desde distintos enfoques teórico-metodológicos, así como desde diversas posiciones ético-políticas, como ocurre en todas las disciplinas sociales que convencionalmente han logrado ser reconocidas como ciencias.

Se logre o no lo anterior, en el corto o mediano plazo, conviene a todos los profesionales de la educación y de la investigación social propiciar el debate pedagógico, cuya razón de fondo ha estado en la disputa por conducir los procesos educativos con dos orientaciones básicas enfrentadas: formar para adaptar e incorporar a la producción a un sujeto cosificado, o formar para recuperar la dimensión humana que la sociedad de clases ha extraviado.

Algunas conclusiones y propuestas.

La vida suele ser irracional en su comportamiento, aunque su surgimiento tiene sentido racional. Los más fuertes siguen alimentándose de los más débiles y éstos compensan su desventaja siendo más prolíficos que los demás. En las sociedades humanas -con las peculiaridades que les son propias- esto también ocurre, y sólo queda la esperanza de que las desigualdades físicas y talentosas entre los hombres y mujeres sean atenuadas mediante la aplicación generalizada del principio de la organización ético-racional de la estructura social, y la práctica de los valores que deriven del mismo.

Los tiempos que corren en este principio de milenio son tiempos de cambio, de rupturas, de crisis y de apremios, aunque también de esperanzas renovadas. Empero, éstas no valen en la pasividad, y sólo adquieren significación si los pueblos participan más decididamente en la construcción de su propio porvenir. Sin embargo, el problema fundamental no está en cómo hacer que funcione mejor la sociedad en que vivimos, sino en cómo organizarla de tal forma que los valores humanos puedan tener su correspondencia con las condiciones materiales y espirituales en que se desenvuelven las mayorías que continúan desposeídas.

Recuperar los valores perdidos y construir los que demandan los tiempos, exige absoluta claridad respecto de que esto puede hacerse si asumimos la tarea desde una racionalidad ética de tipo humanista. Una visión de este tipo nos indicaría, por ejemplo, que una ciencia y una industria que no estén al servicio del conjunto de la sociedad, carecen de sentido ético, pues tenderían a mantener las causas fundamentales de la crisis de valores: la inhumanidad, la injusticia y la desigualdad de las relaciones sociales aún dominantes.

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Mientras persista la idea de poner la educación al servicio de la preservación del orden social, continuarán fracasando los propósitos explícitos de formar hombres buenos y virtuosos, tal como lo proponía Herbart y como lo sugiere un programa con aprobación internacional referido a la “educación para la paz”, y otros no menos importantes. En el fondo de este tipo de conflictos subyacen las intolerancias de los modernos fundamentalismos, los cuales han sido incapaces de aceptar la diversidad cultural, así como los derechos de los desposeídos y las diferencias existentes entre los modelos éticos que rigen a las diversas naciones contemporáneas. Por ello carece de sentido ético combatir al fundamentalismo islámico desde el fundamentalismo neoliberal.

Sin duda, resulta deseable que la familia y la escuela se comprometan a mantener el poder de la razón en la construcción de un mundo mejor; y esto podría resultar factible si se pone en el centro la formación de las nuevas generaciones con una conciencia ecológica y con una conciencia social: la primera orientaría parte de nuestros esfuerzos a la preservación de la vida en general, y la segunda al logro de la dignidad y el bienestar del género humano.

La evolución de los principios éticos a lo largo de la historia de nuestra especie, ha incluido el reconocimiento de la inteligencia, la razón y la cultura como elementos distintivos de lo humano frente al resto de los animales. Preservar la vida inteligente obliga a preservar todo lo vivo, pues ese es precisamente nuestro origen, y hasta ahora no existe evidencia, ni hemos hecho méritos, para que una eventual intervención divina salve al homo sapiens sapiens de la autodestrucción, y a la vida que conocemos de los efectos de la destrucción provocada por el hombre.

Hoy casi cualquier persona está en condiciones de entender que el hombre es un animal más sobre el planeta y que no tiene ningún derecho de exterminio y mucho menos contra sus semejantes. Por el contrario, precisamente por su capacidad de raciocinio y de lenguaje, además de su manifiesta superioridad tecnológica, le corresponde la responsabilidad de preservar la vida y su vida sobre la tierra.

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LA ESCUELA DECENTE Y EL VALOR DE LOS PROFESORES

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José Manuel León Cristerna

¿Por qué el respeto hacia uno mismo es el bien primario basico?Porque sin él no tiene sentido hacer absolutamente nada.

Si no se tiene respeto hacia uno, no se tiene noción del valor ni se siente que la vida tiene sentido.

Avishai Margalit

Introducción

Los profesores y profesoras en México son seres llenos de valentía y de necesidad. Voy a hablar en primera persona con la intención de mantenerme cercano e involucrado en el tema, pues también yo estoy implicado hasta el tuétano en esta cuestión y hablar de los otros es hablar de mí mismo; la crítica es simultáneamente autocrítica. Todo el tiempo jugaré entre la objetividad y la subjetividad.

La ignorancia pedagógica es un bálsamo que insensibiliza a una gran cantidad de profesores; como diría Don Silverio, el viejo cura de mi pueblo, que a la menor provocación repetía la frase: “perdónalos señor, no saben lo que hacen”. Imposible dar un dato “duro”, una cantidad que refleje la aludida realidad, pues no he realizado ni conozco una investigación que se haya enfocado en este asunto que, seguramente, a muy pocos les parecería un problema digno de ser investigado. Es algo tan “normal” que a nadie sorprende ni motiva. Digo, en descargo, que, docente al fin, por varias décadas, he visto infinidad de casos en los que se respalda lo dicho; por supuesto, no es un dato científico que se reconozca desde la parcela positivista, puedo vivir con eso. La cantidad de profesores y profesoras que se incluyen en esa situación es tan grande, que me parece significativa. Imaginemos esto: de una planta de cincuenta profesores al menos el 50 por ciento entra en esta categoría. Me refiero no a una sino a varias escuelas, de diferentes niveles: secundaria, bachillerato y profesional. Estoy hablando no sólo del presente, sino de varias etapas que van desde los postreros años 70 del siglo pasado, hasta el mordisco que llevamos ya de la segunda década del siglo XXI. El problema es persistente, por ello interesante, pero es más interesante aún porque parece que a nadie le interesa. El tema de los valores es un buen pretexto para reflexionar sobre este asunto, que está muy relacionado con los propósitos y la calidad de la educación.

En este documento se aborda el tema de los valores en educación desde aspectos que tocan el ejercicio profesional y, en ese sentido, se expresa como se viven y como se perciben algunas acciones y actitudes cargadas de valoración. Al final, se propone, desde la perspectiva de la sociedad decente de Margalit (2010), el impulso de una escuela decente.

¿Ignorancia pedagógica?

Todo lo que no sabemos es ignorancia. Pero si a alguien se le atribuye el calificativo de ignorante, sentirá molestia y enojo, sobre todo, si se le agrega el tono peyorativo a la expresión. Aquí usamos la palabra ignorancia en el sentido de no saber algo. El sistema educativo está lleno de casos, en todos los niveles, de profesionales que no pudieron o no

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quisieron emplearse en el campo de su profesión y se convirtieron en maestros, en profesores, en docentes o catedráticos. Reitero, deliberadamente, las palabras más usuales con las que se les designa o etiqueta. Si un abogado, un sociólogo, un economista, un ingeniero, un informático o cualesquier otro profesionista, se dedica únicamente a dar clases y nunca ejerce su profesión: ¿qué es? ¿Profesionista o profesor, maestro, docente o catedrático? Para resolver esta duda, prefiero preguntar: ¿dime qué haces y te diré quién eres? Hay quienes ejercen su profesión y también imparten clases, aquí no hay duda: se cumple una doble función. Pero los que más abundan en las aulas, son los profesores que creen que son profesionistas porque tienen un título y una cédula profesional, aunque no ejerzan. En estos casos existe un problema de identidad. Piensan como profesionales, actúan como profesionales, hablan como profesionales (cada quien en su rama), pero son “profes”. Lo cual, siempre que se puede, permanece en el lado oscuro de la luna y, por ejemplo, al presentarse ante otras personas o instituciones se usa preferentemente el título profesional: ingeniero, sociólogo, economista, abogado, etcétera, o bien, el genérico “licenciado”. Ahora hasta los profesores (los que estudiaron esa carrera) son licenciados.

Cuando los problemas de identidad no trascienden el ámbito personal, no implican ningún problema, al fin y al cabo, cada quien tiene que soportar sus propios rasgos identitarios. Pero todo cambia cuando el problema de identidad repercute en los procesos educativos. Hay casos de profesionistas que al dedicarse preferentemente a la educación, decidieron también formarse como docentes y asisten a cursos, diplomados, especializaciones, licenciaturas, maestrías e, incluso, doctorados en el campo educativo, con lo cual se provoca un cambio de perfil: de profesional X a profesional de la docencia. Esto es actuar con coherencia y pertinencia porque se asume el nuevo papel con todas sus implicancias. En la mayoría de los casos ocurre lo contrario, se estacionan en la identidad profesional original, que sirve como carta de presentación, como escudo y justificación para evadir la responsabilidad que deben asumir, ahora, como profesionales de la educación.

Todo profesionista que no esté ligado a la educación tiene derecho a ignorar lo que es la pedagogía, no es su obligación, pero cualquier profesionista que se dedique, total o parcialmente, a la enseñanza, tiene la responsabilidad personal de adquirir saberes pedagógicos y didácticos. En la práctica, muchos se escudan diciendo: “Es que yo no sé eso”, “Yo soy abogado, no domino ese campo”, “Esos asuntos son para los profes, no para mí, que soy profesional”, “La pedagogía y las cuestiones didácticas no son de mi campo”, “¿Elaborar secuencias didácticas, eso no es lo mío?”. Ésas, y muchas otras frases parecidas, se consideran excusas perfectas para evadir la responsabilidad de formarse como docentes. Incluso, cuando acuden a cursos o talleres que organizan las instituciones educativas donde trabajan, su presencia es de “bulto”, van para cumplir, para descalificar la medida que los “obliga” o para firmar y que no les descuenten por inasistencia, no llevan la menor intención de aprehender. ¿Dónde se gesta este comportamiento monstruoso, deforme, del profesional/docente? Seguramente hay muchas fuentes; se puede atribuir a una ausente o débil vocación de educador, también a la falta de oportunidades laborales en los diferentes campos profesionales, lo cual conduce a la resignada frase “pues aunque sea voy a trabajar de maestro”.

No obstante, el sistema educativo en sus diferentes ámbitos, con sus criterios formales e informales para la selección del personal docente, es el mayor responsable de que este

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fenómeno esté tan extendido con su correspondiente impacto en la llamada calidad educativa. A esta situación se tiene que sumar a un número indeterminado de profesionales de la educación; es decir, los que estudiaron las licenciaturas, maestrías o doctorados en educación y que, por decisión propia, ejercen su profesión de forma superficial, sin el compromiso inherente a la deontología del educador.

Antes de continuar debo aclarar que, afortunadamente, son muchos los profesores que asumen su papel y función con ética profesional y son responsables a carta cabal; lamentablemente, se notan más las malas prácticas docentes y por los menos se generalizan las críticas.

Quienes trabajamos impartiendo clases, quienes nos dedicamos a la educación, no tenemos derecho a la ignorancia pedagógica. Durkheim (2002), en sus lecciones sobre educación moral, dedicadas a los profesores de educación básica de la Francia de fines del siglo antepasado, delimitó el campo de la pedagogía con criterios que no han perdido su vigencia. La pedagogía, dice, no es una ciencia, no es sociología, no es psicología y tampoco se puede afirmar que es el arte de enseñar. ¿Entonces qué es la pedagogía? El papel y campo de la pedagogía se establecen en la orientación. Acorde con los planteamientos de Kant sobre la educación, Durkheim atribuye a la pedagogía la función de plantear los fines, la finalidad de la educación; es decir, que la pedagogía se debe más a la teleología que al ejercicio práctico de la enseñanza. Es por eso que todo profesor, sea cual fuere su origen profesional, o sea, su formación inicial, debe estar al tanto de los fines educativos, por lo menos los que correspondan al nivel en que se desempeña. Si el docente está incorporado a la educación superior y, por tanto, adscrito a una institución que forja profesionales, es indispensable que conozca el plan de estudios de la carrera, el enfoque y modelo pedagógico en el que se sustenta. De no ser así, se convertirá literalmente en un extraño que, en lugar de contribuir, puede llegar a entorpecer el cumplimiento de los propósitos institucionales.

No se requiere hacer estudios especiales para tener las nociones básicas de pedagogía. Se requiere disposición y compromiso con la actividad que tenemos encomendada. Las dos características enunciadas, en términos de Valor, se expresan en la responsabilidad. Este valor se concreta en acciones cotidianas sencillas: conocer el plan de estudios de la carrera, conocer y manejar el perfil profesional de egreso, planear oportunamente los cursos que se imparten, relacionar los cursos impartidos con el perfil de egreso, seguir las orientaciones del modelo pedagógico asumido curricularmente, diseñar estrategias didácticas acordes con las orientaciones pedagógicas, diseñar o seleccionar recursos didácticos apropiados al curso y los lineamientos pedagógicos, mantener una actitud abierta hacia la mejora permanente del desempeño docente y evaluar los cursos, mediante procedimientos pertinentes a la práctica docente y los contenidos que se abordaron. Todo lo anterior, preferentemente, debe hacerse en colaboración con los otros docentes, mediante el trabajo colegiado en el que todos aprendemos de todos. Ésta es la tarea docente. Ejemplifiqué con el caso de la educación superior pero, con pequeñas variantes, es la misma lógica en los otros niveles educativos. Ningún docente debe ser un ignorante pedagógico y, mucho menos, fingir la ignorancia.

Ser profesor requiere mucho valor. Valor en el sentido de valentía, porque el docente se enfrenta a un grupo de niños y de padres de familia o de jóvenes adultos que quieren ser

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profesionistas; en ambos casos, su acción es pública, evidente, por tanto se expone a la crítica social inmediata o mediata. Inmediata, frente a sus alumnos y las autoridades educativas del plantel; mediata, cuando se somete a la valoración de los padres y a la valoración social. Las armas del profesor son su preparación y responsabilidad o su cinismo. Si se es un profesor debidamente capacitado, competente, su fortaleza proviene de esta cualidad; la responsabilidad es el complemento lógico. Si por el contrario, el docente no cuenta con la preparación adecuada, pero no tiene otro modus vivendi, si ya decidió vivir del trabajo como profesor y no tiene la menor intención de capacitarse para mejorar sus competencias como educador, el único recurso que le queda es el cinismo, que disfrazará convenientemente según sea la situación: puede permanecer en silencio, porque si no, todo lo que diga puede ser en su contra; puede convertirse en un docente “agresivo” contra las autoridades inmediatas, de esa manera lo tratarán con “pinzas” y no se meterán con él por ningún motivo; puede decir que sí a todas las indicaciones que le den y no cumplir con ninguna; se puede escudar en la libertad de cátedra y decir que él trabaja a su modo, con sus propios lineamientos metodológicos, aunque realmente no lo haga, o seguir la más cínica de todas: declararse completamente ignorante y, por tanto, incapacitado para cualquier tarea de mejora educativa, menos para cobrar. Para ser cínico, también se requiere mucho valor.

Además de valentía, el profesor requiere estar bien pertrechado de valores. Es un profesional que trabaja desde una plataforma de valores para promover la formación de valores en los educandos. Pero los valores no son contenidos simples; son constructos complejos que tienen una arista cognitiva, pero lo que realmente los distingue es su carga ética, que se expresa en un cuadro actitudinal; es decir, que los valores no son sólo discurso, sino comportamiento situado. Los valores son integrales. Este carácter se expresa en la unicidad de concepto y comportamiento; es decir, en la coherente correspondencia entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace.

El comportamiento situado, hace referencia a una respuesta actitudinal específica frente a una situación concreta. Las situaciones son múltiples y variadas, no obstante, la base de respuesta es única: la plataforma de valores del sujeto actuante. Esta plataforma no es estática, se actualiza permanentemente, consolidando la estructura de valores. La actualización afirma y refuerza los valores existentes, también puede modificar el sentido de los valores pre-existentes, aunque esto último requiere un acto de conciencia, que pasa por un proceso de crítica y auto-crítica que representa un punto de quiebre e inicio de una nueva tendencia subjetiva.

La incoherencia entre el discurso y la respuesta actitudinal demuestra la debilidad de la estructura de valores del sujeto actuante.

Por otra parte, el carácter complejo de la estructura de valores trasciende la esfera individual; los valores siempre son sociales aunque se expresen individualmente, de ahí deriva su complejidad, la cual implica un concepto de ser humano, un concepto de la vida humana en la tierra y su interacción con la naturaleza, un concepto de sociedad y de la interacción social, especialmente, las relaciones de poder.

Pedantería frente a pedagogía

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Savater (1997) plantea con mucha claridad la contradicción entre pedantería y pedagogía, lo cual revela con nitidez uno de los problemas que se vive con mucha frecuencia en las aulas. Dice Savater:

(…) yo creo que la principal causa de la ineficacia docente es la pedantería pedagógica. No se trata de un trastorno psicológico de unos cuantos, sino de la enfermedad laboral de la mayoría. Después de todo, la palabra “pedante” es voz italiana que quiere decir “maestro”, sin ninguna connotación peyorativa en principio, tal como la define Covarrubias en su Tesoro de la lengua o la utiliza Montaigne en el ensayo Du pédantisme (p. 121).

Después de plantear esto, Savater concluye que la pedantería “nace de la vocación de enseñar” y se le endosa como “una tentación o un eco maligno” que puede esterilizar la acción educativa. Y ése es el punto: ¿cuántos profesores caen o caemos en la pedantería?

Rasgos de la pedantería, según Savater:

Se exalta el conocimiento propio por encima de la necesidad docente. Se prefieren los ademanes intimidatorios de la sabiduría a la humildad paciente y

gradual que la transmite. Se centra en la formalidad académica y menosprecia la estimulación cordial hacia el

neófito.

Y Savater confirma:

Es pedantería el confundir, deslumbrar o inspirar reverente obsecuencia con la tarea de ilustrar, de informar o incluso de animar al aprendizaje. El pedante no abre los ojos a casi nadie, pero se los salta a unos cuantos. Todo ello, por qué no, con buena intención y siempre con autocomplaciente suficiencia (p. 122).

Como decimos coloquialmente, los pedantes juegan al “yo-yo” y presumen permanentemente. En apariencia, parece una actitud no deliberada, una especie de “forma de ser”. “Así es fulano y ni modo”, se dice con resignada aceptación. Me atrevo a sostener que en muchos casos la pedantería es deliberada, es una pantomima de autosuficiencia, que se utiliza como escudo para esconder las deficiencias docentes en un aparente dominio teórico a nivel de especialista o en un manejo didáctico pedagógico amplio y sustentado. Actualmente tenemos el uso de las TIC´s como parte de esa pedantería, pero, en épocas anteriores, la planeación por objetivos, las dinámicas grupales, el constructivismo y hasta los grupos operativos se utilizaron con ese sentido. El uso y abuso de un lenguaje “especializado” y la mención de una gran cantidad de autores, cuyas propuestas teóricas, técnicas o metodológicas “se manejan” como sustento propio, es parte de la pedantería.

Si la pedantería fuese un acto individual privado no vendría al caso este comentario, pero, en el marco de la orientación y práctica educativa, se debe mencionar su influencia nociva, porque implica a los otros, a los educandos. Las prácticas educativas, acertadas o erróneas, por ser públicas y masivas, tienen un efecto multiplicador. Si la pedagogía, en su noción más general, es la orientación hacia los cauces formativos, hacia la promoción de la sed de saber, la pedantería ocasiona efectos contrarios. Los docentes somos “pedantes” que no debemos caer en la pedantería. Para utilizar la frase de Savater, el valor de educar exige de

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los educadores el uso de valores que eliminen y disminuyan, entre otras, las actitudes de pedantería.

Valores, situación y proyecto

Los valores no son cosas, ni vivencias ni esencias, afirma Frondizi (2007); él los define como cualidad estructural, que es aquella que, con base en factores empíricamente reconocibles y sus cualidades, en una situación determinada, emerge como forma y significado reconocible como entidad polar, pues los valores tienen esta característica, siempre se puede identificar su lado positivo y negativo (p. 19). La noción de estructura de Frondizi es la siguiente:

La estructura no equivale a la suma de las partes, aunque depende de los miembros que la constituyen; tales miembros no son homogéneos. La estructura no es abstracta, como son los conceptos, sino concreta, individual. Una orquesta es un claro ejemplo de estructura. [La cualidad estructural depende] de las cualidades empíricas en que se apoya pero, al mismo tiempo, no puede reducirse a tales cualidades (p. 19).

Desde la perspectiva de Frondizi no existen valores eternos, éstos dependen siempre de una situación determinada, tienen carácter histórico y social; por supuesto, tampoco existe una entidad extra-humana de la cual emanen, ni el hombre posee una dimensión pura de la cual emerjan valores eternos impolutos y deseables. Los valores son creaciones humanas en concordancia con referentes espacio-temporales: “Ni la valoración ni las vivencias que la acompañan son fijas, sino cambiantes, y mantienen entre sí relación mutua” (p. 200).

No se pueden comprender los valores sin identificar las características de la situación en que se generan:

La situación no es un hecho accesorio o que sirve de mero fondo receptáculo a la relación del sujeto con las cualidades objetivas. Afecta a ambos miembros y, por consiguiente, al tipo de relación que mantienen. De ahí que lo ‘bueno’ puede convertirse en ´malo’ si cambia la situación… (p. 213).

Los elementos determinantes de la situación, que identifica Frondizi, son el ambiente físico, el ambiente cultural, el medio social, las necesidades y el factor espacio temporal. El ambiente físico hace referencia desde aspectos aparentemente nimios, como la temperatura, hasta casos catastróficos como la ocurrencia de un huracán o un terremoto; el cambio gradual o repentino de las condiciones físicas altera el comportamiento de los seres humanos y su escala de valores. La cultura, entendida en sentido amplio como toda la creación humana, se presenta con características específicas si la relacionamos con un tiempo, un lugar y un grupo humano específico. La cultura está en concordancia con un determinado medio social, con sus estructuras políticas, sociales y económicas; estas características locales, regionales, nacionales o de identidad grupal como la religión o las creencias políticas, las tradiciones y las costumbres, influyen en la naturaleza y significado de los valores. Frondizi afirma:

El conjunto de necesidades, expectativas, aspiraciones y posibilidades de cumplirlas, forman el cuarto factor constitutivo de la situación. Tiene un margen

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muy amplio, pues va desde la escasez de ciertos productos esenciales hasta las aspiraciones sociales y culturales de una comunidad. Este factor influye en nuestro comportamiento y condiciona nuestra escala de valores (p. 215).

El factor espaciotemporal es el quinto elemento de la situación. En la consideración de este factor se reflexiona sobre la influencia de ciertos hechos, ocurridos en un lugar y tiempo determinados, sobre la conducta moral de los sujetos. La conducta humana ha sido diferente en cada época de la historia y dentro de un momento histórico determinado. En nuestra actualidad, por ejemplo, a pesar de la sincronía que implica vivir en la misma época, la conducta humana puede variar según el lugar en que se encuentre el individuo: no es lo mismo estar en Caracas, Kiev o Siria que en Miami o la tierra caliente (literalmente) de Michoacán. “Esto se debe- diría Frondizi-, a que somos seres sociales e históricos y no individuos aislados e inmutables” (p. 219).

Las dos conclusiones importantes del planteamiento de Frondizi, para esta reflexión, son las relativas al concepto de valor y de situación. Sobre el primero afirma:

El valor es, pues, una cualidad estructural que tiene existencia y sentido en situaciones concretas. Se apoya doblemente en la realidad, pues la estructura valiosa surge de cualidades empíricas y el bien al que se incorpora se da en situaciones reales. Pero el valor no se reduce a esas cualidades ni se agota en sus realizaciones concretas, sino que deja abierta una ancha vía a la actividad creadora del hombre (p. 221).

Acerca de la situación su planteamiento es el siguiente:

Se denomina situación al complejo de factores y circunstancias físicas, sociales, culturales e históricas, sostenemos que los valores tienen existencia y sentido sólo dentro de una situación concreta y determinada (p. 220).

Si llevamos los planteamientos anteriores al campo de los valores en educación, requerimos de la idea de proyecto para dar sentido a una propuesta de desarrollo de los valores en una situación concreta. La idea de proyecto, en este contexto, hace referencia a una proposición o propuesta general que siembra las mojoneras que van a orientar un conjunto indeterminado de acciones. Aunque en términos netamente administrativos, el proyecto apunta muy estrechamente al nivel operativo, aquí se rescata la idea de proyecto en un sentido social amplio, se enfoca más a los lineamientos estratégicos que a los programáticos. Es por eso que podemos hablar del proyecto educativo de México en el primer lustro de la segunda década del siglo XXI, o del proyecto educativo de Sinaloa para esa parcela temporal.

¿Qué implica tener un proyecto educativo? Todo proyecto de esta naturaleza requiere su propio concepto; es decir, un marco filosófico social apuntalado en una concepción del ser humano, de la sociedad, del Estado- gobierno y de los ciudadanos que se requieren para dotar de cuerpo, sangre y espíritu a esta idea, que representa también, en su formulación, implícita o explícitamente, una selección de los valores que serán el factor aglutinante de esta argamasa constitutiva. Los valores, entonces, no son una especia que se puede agregar en mayor o menor cantidad para darle sabor al caldo, cuando éste está ya a punto de

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ebullición o cuando, al probarlo, nos ofende lo insípido de su consistencia; los valores son parte de la estructura proposicional del proyecto educativo.

La propuesta de moral laica, que Durkheim transmitió a los profesores de educación básica franceses a fines del siglo XIX, tenía exactamente la intención de formar valores que se distinguieran del sentido común tradicional y de la moral religiosa. Es muy conocida la idea de Durkheim acerca de la responsabilidad que debe asumir el Estado-gobierno en las tareas educativas; para garantizar la continuidad y el desarrollo de la sociedad, es necesario educar a todos los ciudadanos: se requiere promover la socialización primaria y secundaria a fin de que se formen el ser individual y el ser social. La sociedad, a través del Estado, debe formar a los ciudadanos que requiere para poder mantenerse. En sus libros, la Educación moral (2002) y Educación y sociología (1990), se detallan sus reflexiones y sugerencias. Por esta idea se ha calificado su teoría como sociocentrista, adjetivo que reduce mucho la amplitud y la intención original de su proposición. Durkheim, integrado al Estado- gobierno de su país, actúo como intelectual orgánico, diría Gramsci, al comprometerse a desarrollar un proyecto educativo que no sólo cumplía metas inmediatas, sino que establecía estructuras socioculturales de largo aliento.

Dewey, en otro espacio y casi al mismo tiempo que Durkheim, está preocupado por el desarrollo de su país, los Estados Unidos de América. Él se guió por el ideal de un país democrático; la democracia, consideraba, era el camino adecuado y necesario para poder crecer; sus reflexiones y proposiciones se enfocan a trazar lineamientos y construir los cimientos y bases educativas cuyos alcances irían mucho más lejos que el propio tiempo vital de su autor. Estas preocupaciones y proposiciones de Dewey, se perciben en gran parte de su obra pero, especialmente, en su libro Democracia y educación (2004), cuya lectura aún sigue aportando ideas, sugerencias y propuestas. Se le calificó de pragmático, tal vez por no alejarse demasiado de la realidad concreta; a la distancia espacio temporal, se ve como visionario.

En la actualidad, también hay propuestas que implican proyectos de largo alcance. Los siete saberes necesarios para la educación del futuro (1999), libro que la UNESCO pidió a Edgar Morin que escribiera, contiene, desde el enfoque del pensamiento complejo, un proyecto educativo que no es solamente para un país, tiene en perspectiva a todo el mundo, pues según su idea, la humanidad se encuentra ya en una etapa que él denomina “era planetaria”, donde los ciudadanos, por su conciencia social, son ciudadanos del mundo, ciudadanos planetarios.

En la lógica de este análisis se distinguen al menos tres niveles de proyectos educativos: los de alcance mundial o planetario, los de un país y los que corresponden a una entidad federativa. Generalmente los proyectos educativos de una entidad federativa se alinean con el proyecto educativo del país, y éste con algún proyecto o con lineamientos de carácter mundial. Una reflexión pertinente de los valores se tiene que dar en el marco de estos proyectos y no en abstracto; se discute el proyecto y su intencionalidad en términos de valores y, en ese orden de cosas, las conductas cargadas de valor de los políticos y administradores de la educación, de los profesores y el alumnado. Querer transmitir los valores como si fueran recetas de cocina que hay que seguir al pie de la letra, nos remite a la catequización, donde la repetición de una oración no implica que realmente se sienta y se

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comparta. No es lo dicho, son las acciones, son las conductas las que revelan el valor de los sujetos. ¡Por sus obras los conoceréis!

Deontología del profesor

Savater (1998), menciona la existencia de, por lo menos, dos niveles de la ética, la ética general, “ética en términos más absolutos” (p. 44) y las éticas concretas propias de las sociedades complejas. Todos manejamos los dos niveles, desde la ética general se toman un determinado conjunto de valores:

No utilizar a los demás como instrumentos, como meras herramientas para nuestros fines, sino considerarlos a sí mismos como personas que son fines también en sí mismas. Que son semejantes, que tienen sus propios objetivos y que, por consecuencia, no pueden ser simplemente manipulados en beneficio de los nuestros (p.44).

Por otra parte, para designar a las éticas concretas, que se deben a la actividad o puestos sociales que se cumplen, se utiliza la palabra deontología, que proviene “de la expresión griega taderontak, que significa lo debido, lo que corresponde a un grupo determinado” (p. 45).

La deontología no es entonces una ética global o general para todo el mundo, sino el código ético que tiene un tipo de persona determinada que hace una acción determinada, por lo que hay límites deontológicos para unas profesiones, o para unos puestos en la vida, que no corresponden en cambio a otros (p. 45).

En este orden de ideas, los profesores, como gremio, como grupo que comparte un campo profesional y las actividades que corresponden, deben reflexionar y delinear la ética de su profesión, su deontología. Existen libros y muchos comentarios acerca del “deber ser” de los profesores, pero el abordaje sistemático, no de reflexión, sino de construcción de la deontología es una asignatura pendiente. Si se visualiza a los docentes como actores fundamentales en la promoción de los valores, entonces ellos deben predicar con el ejemplo. No obstante, cada uno de los docentes se conduce de acuerdo con su libre albedrío, por lo general sin tomar la referencia de los otros, de sus pares. Sabemos que la deontología es necesaria, no para que se convierta en un código penal, sino en una orientación que establezca referentes claros sobre el comportamiento apropiado de los docentes en el campo educativo. En su vida privada, cada quien podrá determinar si se mantiene o se aleja de la conducta que le exige la profesión; lo previsible es que se mantenga la coherencia en las diferentes esferas vitales. La discusión de la deontología de los profesores sería el primer paso, muy edificante, para avanzar a otros niveles de disenso y consenso en el curso y discurso de los procesos educativos.

Por una escuela decente

La idea de una escuela decente nació de la propuesta de Avishai Margalit (2010) de una sociedad decente:

¿Qué es una sociedad decente? La respuesta que propongo es, a grandes rasgos, la siguiente: una sociedad decente es aquella cuyas instituciones no humillan a las

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personas. Y distingo entre una sociedad decente y una sociedad civilizada. Una sociedad civilizada es aquella cuyos miembros no se humillan unos a otros, mientras que una sociedad decente es aquella cuyas instituciones no humillan a las personas (p. 15).

De esta propuesta y de esta definición nace la pregunta: ¿podemos aplicar estos conceptos en el nivel microsocial, a nivel de escuela o de Universidad? En principio, se considera que no hay problema, como dice Morin: “el todo es a la parte como la parte al todo”.

Margalit formula la idea de sociedad decente como una posibilidad deseable. De la misma manera, se cree que la escuela decente es posible y se desea que haya una institución con esas características; es decir, una escuela cuyas instituciones (se plantea la idea de instituciones dentro de la institución escolar, lo cual no es descabellado) no humillen a las personas.

¿Acaso existen escuelas o universidades no decentes? Daremos por sentado que sí las hay. Para corroborar lo dicho se utilizarán los conceptos de humillación, derechos y honor que propone Margalit, “la humillación es un tipo de conducta o condición que constituye una buena razón para que una persona considere que se le ha faltado al respeto” (2010; 21).

En consecuencia, Margalit sostiene que:

Una sociedad decente es aquella que combate las condiciones que justifican que quienes forman parte de ella se consideren humillados. Una sociedad es decente si sus instituciones no actúan de manera que las personas sujetas a su autoridad crean tener razones para sentirse humilladas (2010: 22).

En las escuelas y universidades se puede y se debe hacer uso de este concepto. Las relaciones humanas positivas se beneficiarían en gran medida. En las escuelas se dan múltiples situaciones, en las cuales el trato entre las personas pude pasar de cordial a humillante en un simple cambio de forma. La sentencia que dice: “forma es contenido” aún es vigente.

Las “instituciones” en las escuelas se remiten a los aspectos normativos, a las normas escritas. Los reglamentos y los manuales de procedimientos son su medio fundamental. No obstante, la escuela en su desarrollo, establece “usos y costumbres”, que si bien no son normas estrictu sensu, muy frecuentemente encarnan rituales y formas que implican deferencia hacia el personal docente e, incluso, administrativo, que por su antigüedad en la institución, por su preparación académica, por su compromiso institucional, por sus saberes práctico-operativos o por sus obras, reciben un trato que resalta su dignidad y hace inflexión en una diferencia que, por lo general, es mínima pero muy significativa. En estas formas, en este trato de distinción se construye el respeto; obviar la forma adecuada, aceptada institucionalmente como la forma debida, conduce a la humillación.

La aplicación fría, directa y con todo el rigor que implique la observancia de una regla, es lo correcto, pero no necesariamente lo decente.

Margalit plantea dos posiciones paradigmáticas extremas: la anarquista y la estoica. Para los anarquistas, toda regla establecida, vigilada y aplicada por los que gobiernan reprime la

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autonomía e implica coerción, por tanto, atenta contra la dignidad de los gobernados; en ese sentido, toda regla es humillante (cfr. Op. cit. P. 24). En la esquina contraria, los estoicos se basan en su concepto de respeto propio; es decir, el respeto que cada quien se otorga a sí mismo. Este respeto, entendido como honor personal, no depende de otras personas, se basa en la conciencia individual de asumirse como ser humano; de ahí que los estoicos no pueden ser humillados por nadie, ni por otro individuo ni por institución alguna. Para ellos, la sociedad humillante simplemente no existe. Estos modelos son hipotéticos o, como diría, Weber, son tipos ideales, la realidad se encuentra en cualquier punto intermedio entre estos extremos; allí están la sociedad decente o la escuela decente que sugerimos.

Los derechos son otro de los elementos inherentes a la idea de sociedad decente y, por tanto, de la escuela decente que se propone. Siguiendo su modelo de formulación Margalit propone:

(…) una sociedad decente se puede definir como aquella que no transgrede los derechos de las personas que dependen de ella. La idea es que sólo una sociedad que posea un concepto del derecho puede tener las nociones de respeto hacia sí misma y de humillación que toda sociedad decente necesita. Así, la empresa de una sociedad decente sólo tiene significado si se aplica a una sociedad con una noción clara de lo que son los derechos (p. 35).

En este caso, la conciencia de la humillación pasa necesariamente por la conciencia de la violación de los derechos, lo cual implicaría el reconocimiento de derechos que salvaguardan determinados intereses. Por eso, el que no conoce sus derechos no está en condiciones de defenderlos y su ignorancia lo imposibilita para sentir humillación, lo cual no implica que ésta no exista; otros, que si son conscientes y el perpetrador de la violación de los derechos perciben la humillación claramente. El que viola los derechos de los otros intencionada y conscientemente es un indecente. El que conoce sus derechos y no los defiende es un servil e, incluso, puede llegar a sentir la humillación y tolerarla a costa de la degradación del respeto propio, el respeto hacia sí mismo.

En el mundo de las escuelas y de las universidades, el derecho de los trabajadores circula en el claroscuro de una legislación no siempre nítida y precisa. Concurren diferentes leyes y reglamentos secundarios, que pretendiendo esclarecer y puntualizar la ley, dan pie a interpretaciones diversas y frecuentemente contradictorias. A lo cual hay que agregar, las, a veces, malintencionadas e interesadas interpretaciones de la institución, o sea, de sus directivos. Cuando una ley o reglamento acepta más de una interpretación, introduce un nivel de ambigüedad que pervierte la intención original de la ley o reglamento e incrementa la incertidumbre institucional de los actores escolares. Esta situación incrementa las posibilidades de humillación de los subordinados e incrementa la posibilidad de arbitrariedad de las autoridades. Para los directivos autoritarios, la lógica del amo y el esclavo será siempre una tentación.

Otro factor de la sociedad decente que considera Margalit es el concepto de honor. El planteamiento es el siguiente: “La idea es que una sociedad decente es aquella que otorga a cada persona el honor que se le debe. (…) una sociedad decente sería, en este caso, aquella cuyas instituciones otorgan a todas las personas el honor que merecen” (p. 45). Dado que el

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concepto de honor se puede interpretar en diversas condiciones y circunstancias, el autor, después de analizarlo, hace la siguiente acotación:

“En síntesis, el concepto de honor relevante para la sociedad decente es el concepto de dignidad humana. Este es un tipo de honor que las personas deberían tener, y su violación es una razón para sentirse humillado” (p. 46).

La humillación por deshonor proviene de la violación del respeto hacia uno mismo, de la disminución de la autoestima e integridad y por ofensa a la dignidad humana (cfr. p. 47).

Sólo puede ser honorable una persona que se respete a sí misma. Todos los seres humanos son dignos de respeto sólo por el hecho de serlo. Todos respetamos a uno porque es nuestro semejante, uno es el otro que no soy yo. Pero el respeto a sí mismo es una construcción simbólica que cada sujeto se atribuye reconociéndose frente a preguntas como éstas: ¿Soy integro? ¿Soy leal? ¿Soy digno? ¿Respeto el derecho de los otros? ¿Soy honorable? ¿Soy humillante? ¿Soy servil?

¿Se puede perder el respeto a sí mismo conscientemente? Por supuesto que sí, quien incurre en esta práctica, generalmente, tiene una buena excusa o justificación. Quien está en posición de poder, generalmente, se escuda en el rol: “hago lo que hago porque ése es el papel que me toca jugar en la institución, no porque yo quiera; si fuese cosa personal no lo haría”. Desde la perspectiva del subordinado, es frecuente escuchar ideas como ésta: “Sé que están pisoteando mis derechos pero no protesto porque puede ser peor, el patrón la puede agarrar contra mí”.

Margalit presenta un ejemplo que relaciona la autoestima con el respeto hacia uno mismo; afirma que es posible tener autoestima y, al mismo tiempo, carecer de respeto propio. Se reproduce porque es un caso que se presenta mucho en el mundo escolar:

Todos conocemos personas que se valoran mucho por los logros alcanzados, pero que sin embargo están dispuestas a arrastrarse ante cualquiera que tenga poder suficiente para hacer algo por ellas. El servilismo es una forma de adulación en la que una persona lisonjea a otras para darles una falsa impresión de superioridad, favoreciendo así sus mezquinos intereses. Los serviles se humillan a sí mismos para conseguir, a costa de su propio respeto, otros beneficios que, por otra parte, podrían aumentar su autoestima (p.47).

La integridad es consustancial al respeto propio. Ser como se es, bajo criterios morales que no impliquen humillar a otros o a sí mismo, representa la integridad de la persona. Margalit lo dice así:

Una persona íntegra es alguien a quien no se puede corromper. Una sociedad humillante es la que somete a chantaje a sus miembros y les fuerza a acciones despreciables. Por ejemplo, si uno se afilia al partido sus hijos tendrán el privilegio de asistir a una “buena” escuela; sólo si uno firma una declaración contra su colega podría conservar su puesto de trabajo (p. 50).

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Existen en las escuelas muchísimos ejemplos en los cuales las personas pierden su integridad, la comprometen o sacrifican en la búsqueda de intereses inmediatos, de corto alcance pero, tal vez, de mucha significación económica a subjetiva; el juego de roles y de estatus es una moneda de cambio muy común. No hay persona corrupta sin un corruptor, que siempre es una persona con poder, en el mundo escolar son los directivos. La corrupción es doblemente humillante: se humilla tanto el corrupto como el corruptor. En la lógica de Margalit, que haya instituciones sociales que faciliten e incluso promuevan este tipo de conductas, es lo que cataloga a una sociedad (o escuela, según nuestro interés) como no decente.

Autoestima, integridad y dignidad son aspectos del respeto hacia uno mismo. Margalit establece: “la dignidad es el aspecto externo del respeto hacia uno mismo” (p.51). Desde esta perspectiva colegimos que la dignidad se nota, se ve porque la persona con dignidad lo muestra en su conducta, lo manifiesta en su forma de ser y en lo que expresa. Cuando una persona ha sido humillada, cuando su honor ha sufrido una afrenta, saca la casta y se defiende, en este acto se manifiesta el respeto hacia sí mismo. Por el contrario, dice Margalit:

Una persona digna demuestra su respeto hacia sí misma mediante acciones positivas que no responden a ninguna provocación. De esta forma, da a entender que se defenderá con uñas y dientes si alguien trata de arrebatarle su respeto hacia sí misma (p. 52).

La idea de Margalit, de promover el establecimiento de una sociedad decente, es muy sugerente porque nos plantea la necesidad de relaciones sociales y humanas que no se anclen exclusivamente en los derechos que, por una parte, no se ejercen y que, por otra, cuando se ejercen desatan procesos de humillación. Promover la sociedad decente implica un proceso de reeducación, como lo dicen algunos autores, implica un proceso en el que se desaprendan y se eliminen las instituciones que facilitan y hasta exigen la humillación y, por otro, se aprendan las nuevas formas de relacionarse y de comportarse en una sociedad decente. Podemos iniciar por las escuelas, sus dimensiones, que facilitan la relación cara a cara y sus instituciones, que no son demasiado complejas, permitiría sin duda un buen ejercicio de verdadera readaptación social. Sería todo un proceso de reeducación moral, al fin y al cabo, aprendizaje de valores. ¿Es utopía? ¡Pues sí lo es! ¿Y qué? ¿Acaso no tenemos la creatividad y la disposición para emprender una aventura tan significativa y necesaria?

Referencias

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Frondizi, Risieri. (2007) ¿Qué son los valores?. México. Editorial Fondo de Cultura Económica.

Margalit, Avishai. (2010). La sociedad decente. México. Paidós.

Morin, Edgar. (1999). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Francia. UNESCO.

Savater, Fernando. (1997). El valor de educar. Cuarta edición. España. Ariel.

Savater, Fernando. (1998). Ética, política, ciudadanía. México. Grijalbo.

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LA ÉTICA-FILOSÓFICA Y LA CULTURA CONSUMO-HEDONISTA

Antonio Kitaoka Vizcarra

Introducción

En estos momentos de violencia extrema y generalizada, se constituye en una necesidad social e individual poner en la mesa de las discusiones la irrupción de valores non gratos para los principios éticos que nos rigen en nuestro país. Que un sector de la sociedad abiertamente se manifieste a favor de las actividades ilícitas no nos está enviando un mensaje favorable de una sociedad que educa con el ejemplo. Adolescentes asesinándose entre sí, presagian un futuro indeseable para nuestra nación. Es por eso, que el tema de la ética se vuelve indispensable. Como formador de educadores, busco la manera de mostrar mis ideas con profundidad, pero también con claridad; además, es importantísimo que en mis actos se encuentre la congruencia de lo que digo. Ahora bien, en consonancia cognitiva con Gianni Vattimo, me puse a investigar el tema de la ética (ethos, carácter, manera de ser, costumbre, hábito) y, según el Diccionario Enciclopédico Quillet (1983) que me acompaña desde varias décadas, la ética es “parte de la filosofía que trata de las obligaciones morales del hombre y analiza el problema del bien y del mal” (p.199, vol.V).

Como se ve, la ética tiene sus raíces filosóficas desde donde se estudia y se prescribe teóricamente a la moral, esto es, las buenas o malas costumbres de una sociedad determinada. Vattimo (2002) encuentra el concepto de la ética muy polisémico y la manera de tratarlo para su entendimiento, también. Sin embargo, la postura pedagógica abierta, creativa y plural de este filósofo italiano, me fascinó. Él observa que es muy difícil educar en la ética o en valores mediante textos de ética filosófica o con manuales –antologías-. Propone que la formación ética puede ser fomentada, animada o inducida a través de la lectura de novelas, cuentos, fábulas o poesía. Sugiere que una ética puede ser enseñada también fuera de la ética filosófica, en la literatura, en el arte, etc.: “Es una gran experiencia ética leer a Dostoievsky, Tolstoi o Mann” (p.77). De igual manera, consideré no sólo utilizar en mi exposición el discurso científico, sino también el literario, a través de citas de renombrados escritores de novelas y poesía. Ilustré la segunda mitad de mi ensayo con diapositivas a las cuales agregué comentarios y observaciones críticas. Espero que este ensayo de género mixto, diría posmoderno, en el buen sentido estético y pedagógico, despierte motivaciones y anhelos de seguir investigando los graves problemas éticos que se viven en la actualidad.

1. De la ética rural a la ética urbana

Los problemas morales de mi época, en mi niñez, adolescencia, juventud y madurez, ubicados en el siglo pasado, no parecen ser los mismos en esta época actual del siglo XXI. Iniciando el primer año de este nuevo milenio, un 11 de septiembre, se vinieron abajo las torres de la gran seguridad; voló en pedazos la fragilidad de la sólida modernidad. El ulular

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de las sirenas anunciaba la llegada de la líquida época posmoderna. Ya Sartori (2010), Bauman (2006, 2007, 2010), Vattimo (2002), Delors (1997), Berger y Luckman (1997) y Savater (1997); autores que he escogido por su consonancia cognitiva con mi forma de pensar, se planteaban este choque complejo a nivel mundial del estado de seguridad, certeza, verdades únicas, mega narrativas ideológicas que salvarían a los pobres de este mundo de injusticias sociales; todo esto, contra el estado difuso, inseguro, incierto, de verdades y realidades múltiples, en donde los mesías y los profetas capitalistas, socialistas y los iluminados metafísicos vendrían a la baja en sus ventas de la ilusión mitificante y mitigante de las penurias de los pueblos pauperizados. Por qué les digo todo esto, pues para darle mayor significación a los que les voy a contar.

Cuando niño, mi seguridad, certezas y solidez de mis creencias y valores los obtenía de la trilogía paternal: mi padre progenitor, mi padre espiritual, el sacerdote; y, de mi segundo padre, el profesor. No había mediadores culturales virtuales porque no escuchaba la radio, ni leía los periódicos y la televisión; Internet y celulares todavía no existían ni habían sido escritos por los autores futuristas de ciencia y ficción de aquel entonces. Así es que, me comportaba de acuerdo a lo que veía, comía, oía y a lo que me ordenaban mis formadores en mi entorno inmediato. Toda esta forma de concebir y de vivir lo que yo pensaba que era bueno, debido a que las personas de mi cariño y respeto, hacían; eso para mí, era la buena moral, la buena costumbre (mores) que debía seguir.

Posteriormente, de un pueblo tranquilo y bonachón, cercano a las faldas de la Sierra Madre Occidental, pasé a un puerto bullanguero, carnavalero y con un paradisiaco malecón que abría sus enormes ventanas a un mar cuyos límites se perdían en el infinito. El despertar de la adolescencia se me vino prematuramente. Las buenas costumbres o la buena moral de mi pueblo perdieron solidez ante una moral más relajada y liberal que se vivía en ese babélico lugar en el que diferentes razas, culturas, lenguas, se cruzaban ante mí. Una cultura, una moral, una lengua, una verdad, que eran los elementos idiosincráticos de mi terruño de origen, se colapsaron y me fundí en el crisol porteño de la multidiversidad cultural. El incidente crítico en esta etapa autobiográfica, lo constituyó la migración de un espacio cultural a otro. El vivir y convivir con otros valores golpeó y contaminó mi prístina y pura moral. Aunque actuara siguiendo los preceptos éticos anteriores, ya no tenían la fuerza simbólica de imponerme una forma rígida y absoluta de pensar, sentir, actuar y soñar. Por ejemplo, la seguridad, certeza, y la confianza en mis vecinos y amigos de mi sosegado pueblo se perdieron en la inseguridad, desconfianza e incertidumbre de la inhumana indiferencia ciudadana de la cuasi megalópolis, para mí en aquel entonces, de la cual mis padres veían como causante de los más grandes males del mundo; sin embargo, a mí me atraían todas las diversiones que ofrecía la gran ciudad en donde la moral, esto es, las costumbres que eran satanizadas en mi pueblo, en esta ciudad eran alabadas. La moral cambia según el país en que te encuentras y la paremiología toma mucho sentido porque al país que fui hice lo que vi. Claro que dentro de uno hay un conflicto interior en donde se enfrenta la moral anterior con la moral actual; lo que fue bueno ayer y lo que es bueno hoy.

Toda esta narrativa intimista, subjetiva, muy propia, sirve de preámbulo para mostrarles mi reflexión adulta o ya cargada de más experiencia y conocimientos con respecto a los Problemas de la Ética Actual vista desde mi subjetividad.

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2. De la Ética Feudalista a la Ética Capitalista

Desde la reflexión axiológica autobiográfico-comparativa que estoy exponiendo donde empiezo con mi micro-cosmos, la moral de mi pueblo giraba alrededor de los preceptos religiosos dictaminados e interpretados por el exégeta católico de la parroquia. La lectura que el sacerdote hacía de la Biblia era la verdad, única ley universal para todos. Una cultura teocéntrica cubría nuestras mentes y acciones. Las dudas vulgares o las dubitaciones cartesianas no eran gratas a los delegados eclesiásticos, los cuales exigían inmediatamente eliminar esas herejías de sus pensamientos y boca sustituyéndolas por el acto de fe, ya que eran misterios insondables e incuestionables. En cambio, la cultura antropocéntrica y hedonista del jacarandoso Puerto pisoteaba al son de la tambora las disposiciones divinas y acostándose en la sábana santa de la playa, veneraba al Dios Dionisio.

Estas dos culturas, dos morales, las del pueblo y las de la ciudad; me sirven para ilustrar la analogía, advirtiendo de la gran distancia histórica, entre la ética católica-feudal y la protestante-capitalista. Max Weber (1988) nos habla de la ética protestante ligada al espíritu capitalista desde su cultura alemana. Ofrezco una breve explicación mediante un marxismo didáctico, esto es, no complejo ni dialéctico, sino más bien, ilustrativo para mostrar sintéticamente, la transición de una ética católica a una ética protestante. Si una sociedad cambia la forma de vida, también cambia su forma de pensar, de sentir y de actuar; claro, esto es un proceso lento, múltiple y complejo: Si la formación económico-social del feudalismo, en donde primó la ética católica, cambió por procesos socioeconómicos y culturales a una formación capitalista, entonces, por ende, modificó su superestructura jurídico-política e ideológica, y su ética, de la que estamos hablando. A partir de esa evolución transicional, ahora sí, la exégesis protestante de la Biblia católica se resemantizó a partir de los intereses y necesidades de una nueva clase burguesa que ponía en tela de juicio la prohibición de obtener riqueza material en vez de la espiritual; así como el rechazar la obligación de soportar el matrimonio de por vida. Gracias a esto último, el rey Enrique VIII pudo casarse las veces que quiso sin tener que esperar al juicio eclesiástico de que la muerte los separe; derivado de esto, se le facilitó decirle adiós a Catalina y, vengan cinco mujeres más. También se justificó la usura, el enriquecimiento, y, de esa manera, un rico podrá entrar al cielo antes que lo hagan el camello y la aguja; esta época deja claro que “al empresario burgués no sólo le estaba permitido el afán de lucro, sino que debía guiarse por él, (…) siempre y cuando no se saliera de los límites de la corrección formal, se comportara con irreprochable ética, y el uso de sus riquezas no fuese indecoroso” (Weber, 1988, p.109).

3. La ética posmoderna: individualista, posdeóntica y hedonista

Según Lipovetsky (En Bauman, 2006, p.8), ideólogo de la liberación posmoderna, nos encontramos en la era del vacío, de lo efímero, de lo light, en donde nada es seguro, cierto o absoluto. No se valoran el respeto a los deberes religiosos, institucionales o familiares; vivimos en una etapa posdeóntica, en que las tradiciones culturales del amor y respeto a los ancianos, padres, profesores, sacerdotes, gobernantes, se están diluyendo. Una nueva forma de pensar, una nueva moral, que ha dejado de creer en las promesas mesiánicas y ha abandonado los deberes infinitos, divinos, patrios, se extiende por todo el orbe atropellando con su individualismo, su falta de conciencia social, su hedonismo y ambición personales, a todo aquel que se le pone en su camino de una manera totalmente deshumanizada. En esta

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época actual, “se ha deslegitimado la idea de autosacrificio, no se está dispuesto a alcanzar ni ideales o valores morales; los políticos se han convertido en pragmáticos. Vivimos en la era del individualismo más puro, en la búsqueda de la buena vida”. (Bauman, 2006, pp. 8-9).

De la moralidad que era vivida tan fuertemente en el pasado siglo XX, hoy la vemos reducida a su máxima expresión, a una moral minimalista, a punto de extinción. El mercado de valores universales está a la baja; la honradez, el respeto y la justicia se están devaluando y confundiendo. Se ve como natural o familiar el ostentamiento de riqueza ilícita que se toma como ideal por nuestras juventudes, la prepotencia y el rompimiento de normas morales y jurídicas queda impune, la descarga de una andanada de balas a los enemigos sin importar que al lado se encuentre gente inocente, nos muestra la brutalidad perversa del proceder infrahumano de un gran sector de nuestra sociedad.

Este gran malestar o esta epidemia que tiende a transformarse en una pandemia social necesitan del rescate del valor de volver a ser uno mismo, en el sentido más humano del término. Hemos estado viendo lo que los “administradores del dominio simbólico de las masas”, diría Giovanni Sartori (2006), quieren que veamos. Desean convertirnos en objetos alienados que respondamos a sus intereses comerciales; no obstante, es hora de voltearnos a ver a nosotros mismos, de lo contrario, seguiremos perdidos en las bajas pasiones de la vanidad, la lujuria, la avaricia, la pereza, y continuar siendo dominado por extraños. El poeta mexicano Octavio Paz (1998) coincide con Bauman (2010) acerca del tema del consumismo que aliena al hombre y lo aleja de los valores que lo hacen ser humano y no un objeto uniformizado del mercado neoliberal de mercancías.

El mercado ha minado todas las antiguas creencias, pero en su lugar no ha instalado sino una sola pasión: la de comprar cosas y consumir este o aquel objeto. Nuestro hedonismo no es una filosofía del placer sino una abdicación del albedrío…el hedonismo no es el pecado de las democracias modernas: su pecado es su conformismo, la vulgaridad de sus pasiones, la uniformidad de sus gustos, ideas y convicciones (Paz, 1998, p.132).

No podemos echarle la culpa al milenario mal, ni decir que la especie humana nace con el pecado de los genes del mal; ni los genes ni los astros, ni el universo son culpables. El mal se construye en la inconsciencia de los hombres, hay que hacer consciente lo inconsciente. Este ensayo tiene esa pretensión. Hemos familiarizado lo que no es familiar. Vemos como ético, lo no ético. Por lo tanto, mi mirada sociológica y filosófica tiene como finalidad ética, hacer visible lo invisible, porque el grave problema es que en esta civilización enferma no sólo hay explotación y miseria, sino que hay una correlativa miseria espiritual. “¡Ésta es la gran obscenidad! ¿Cómo vamos a poder educar si en esta confusión, ya no se sabe si la gente es conocida por héroe o por criminal?” (Sabato, 2001, p. 110).

4. La sociedad archipiélago es cautiva de los delincuentes

Una sociedad aterrorizada es presa fácil de los malhechores. Pierde la capacidad de organizarse y autodefenderse. Por lo tanto, queda a merced de los criminales, pero, también, presa de sus miedos. Lo que aflora no es la necesidad de ayudarse colectivamente, sino protegerse con una actitud pragmática e individualista; esto es, de que se muera mi

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comunidad a que me muera yo, que se muera primero mi comunidad; sí, pero, después o quizás antes del después, tarde que temprano, te caerán a ti y a todos. A los criminales les conviene esa “moral individualista y egocéntrica” que nos divide y nos aísla, dejándonos indefensos en los islotes desguarnecidos de nuestros miedos.

En vez de una autodefensa cívica en colectivo, el mensaje individualista del pánico ciudadano se refleja en la venta de casas en cotos protegidos, los cuales están proliferando en demasía. La gente, ante la inseguridad, busca la protección en estos lugares habitacionales; sin embargo, si la ciudadanía no se une en la autodefensa de su propia comunidad, terminará no sólo enclaustrándose en estos cotos residenciales; sino que la creciente y expansiva delincuencia hará que, dentro del coto, recelé de sus vecinos y haga de su casa un mini-coto o pequeños cotos feudales recluidos en sí mismos; finalmente, nuestras sociedades permanecerán internadas dentro de un fastidioso cotorreo demencial.

5. La encrucijada de la ética actual

“Ama a tu prójimo como a ti mismo”, este mandamiento es analizado por Zygmunt Bauman (2010) con respecto a la ética del individuo en la aldea global. Como vimos en la vida en los Cotos habitacionales, la inseguridad, la desconfianza, la impunidad, la injusticia, el miedo al otro, ha hecho de esta máxima religiosa un absurdo por su dificultad en cumplirlo; ya que sólo puedo amar al prójimo que es próximo a mí, que su moral, su ética es semejante a la mía; a los demás, lo dudo, más cuando se burla de mí o me intimida. De aquí, que como dice Freud (en Bauman, 2010): “Qué sentido tiene un precepto enunciado con tanta solemnidad si ni siquiera se puede recomendar su cumplimiento como algo razonable” (p.52). Por supuesto que este mandamiento contiene la clave fundamental de la convivencia humana, porque cuando muere un ser humano también muere dentro de uno mismo esta parte esencial de la vida planetaria. Sin embargo, el paso de la conciencia individual a la social; y luego a la conciencia planetaria es enorme.

Ahora bien, como decía al principio de este escrito, si la moral empieza en casa, entonces, la formación que nos dieron nuestros padres y personas cercanas a nosotros ¿nos preparó realmente para la vida en este mundo donde los valores son múltiples y variados? No es fácil la respuesta, debido a que en este mundo hipermoderno, los valores inculcados por la familia se enfrentan a los valores consumistas del mundo global. Si nosotros, nuestros hijos, nietos y generaciones venideras, quedamos atrapados en una ética individualista, hedonista y del consumo de la cual no podemos salir porque hemos aceptado este infierno ego-maníaco; y por ende, formamos parte de él; consecuentemente, no veremos más allá de las respuestas que este infierno nos dé. En esta posmodernidad líquida, asumimos una postura ético-ideológica e inmediatamente, de acuerdo a nuestro pragmatismo individualista y volátil, nos vamos a otra. Nos parecemos a la Chimoltrufia de El Chavo del 8 en que, así como decimos una cosa, decimos otra. Es demasiado el cinismo político o la desvergüenza moral con la que actuamos. El mundo se ha convertido en una fábula en donde no hay hechos sólo interpretaciones irresponsables, tendenciosas y no muy éticas. Como dice Ernesto Sabato (2001): “Hoy todas las interpretaciones son válidas y las palabras sirven más para descargarnos de nuestros actos que para responder por ellos” (p.51). De aquí que somos esclavos de nuestras bajas pasiones, de nuestros oscuros intereses individualistas, influidos por la homogeneización tecnocratizada del mundo globalizado que nos dicta una sola manera legitimada de pensar, sentir y actuar; pero si abrimos nuestra mente a las

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inmensas posibilidades de descubrir otras formas de vivir en la aldea global en que nos encontramos y nos atrevemos a construirlas por nosotros mismos, otro sería nuestro destino en este mundo tan alienado y arbitrario. De acuerdo con Zygmunt Bauman, “éstas sólo se nos pueden ocurrir si antes creemos que el mundo que nos rodea no nos viene ‘dado’ sin más y para siempre, sino que es posible cambiarlo y que nosotros mismos podemos cambiarnos si nos aplicamos a la labor de cambiar el mundo” (Bauman, 2010, p.176).

6. Los retos de la educación en el mundo globalizado. La inequidad educativa

El modelo educativo en ese país está a punto de convulsionarse. La economía, la política y la cultura están siendo infiltradas por el nefasto espíritu neoliberal y la ética deshumanizada. El mercado globalizado está convirtiendo a los valores fundamentales de la humanidad en valores de cambio, mercantiles. Lo que antes se consideraba éticamente sagrado o valioso, hoy se ve como redituable o útil. La mano negra del Rey Midas está convirtiendo en oropel todo lo que toca. En este modelo consumista neoliberal, la educación se ha vuelto un productivo negocio. Los jóvenes se han dado cuenta de esto, sus manifestaciones exigiendo una educación de calidad y equidad están enviando señales de alerta, pues han visto cancelado sus sueños de obtener un futuro mejor, se percataron de que, cada vez más, se les está marginando de las posibilidades de acceder a niveles educativos superiores por la ambiciosa elevación de los costos escolares. La pirámide social, en donde se ubican en la cúspide sólo a los privilegiados y en la ancha base a la enorme clase baja, se ve reproducida en la pirámide escolar: la escuela sigue favoreciendo a los favorecidos y desfavoreciendo a los desfavorecidos.

Toda esta problemática económica, sociocultural y política se expone a continuación mediante imágenes que muestran las diversas maneras de expresarse una cultura hedonista y consumista. El papel de todo ciudadano, en este caso del docente, será el de contribuir a la trasmutación de los valores que se han señalado arriba y que reclaman una acción y postura ético-filosóficas cuyo objetivo sea la develación de los mecanismos de mistificación y alienación que ocultan las perversas intenciones de convertir en objeto de consumo y explotación a los seres humanos.

7. REFLEXIONES CRÍTICAS DE LA CULTURA GLOBALIZADA A TRAVÉS DEL ANÁLISIS DE IMÁGENES

7.1. Mundo consumista y cultura hedonista

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7.2.La multidiversidad y sus enemigos: la Misoginia, la homofobia y el fundamentalismo

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BIBLIOGRAFÍA

Bauman, Z. (2006). Ética Posmoderna. (2ª. ed.). México: Siglo XXI.---------------. (2010). Mundo Consumo. México: Paidós.Berger, P.L., Luckmann, T. (1997). Modernidad, pluralismo y crisis de sentido. México:

Paidós.Paz, O. (1995). Itinerario. México: Fondo de Cultura Económica.Sabato, E. (2001). La resistencia. México: Seix Barral.Sartori, G. (2006). Homo Videns. La sociedad teledirigida. México: Punto de lectura.Vattimo, G. (2002). Tecnica ed esistenza. Una mappa filosófica del novecento. Milano,

Italia: Bruno Mondadori.Weber, M. (1988). La ética protestante. (7ª. ed.). México: Premià.

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EL VALOR DE PERTENECER

María Madrid Zazueta

“Para pensar lo universal hay que enraizarse en lo particular, pero sólo entra en lo particular quien sabe buscar lo universal”

Carlos Díaz

En el momento presente se viven diversas circunstancias en las esferas sociales, políticas, económicas y formativas que justifican el auge que se impulsa, desde instituciones públicas y privadas, para trabajar en conjunto con la sociedad en rescatar, y de ser necesario reestructurar, los valores bajo los cuales se están rigiendo las nuevas generaciones.

Sin embargo, cada ámbito amplia la gama de valores bajo los cuales se rigen, por ello se hace necesario delimitar aquellos valores que más convergen en armonía con todas las interacciones sociales dentro y fuera de los distintos ámbitos. Además, hay valores que a la vez se definen como virtudes, y viceversa. Por ejemplo, la justicia es al mismo tiempo una virtud y un valor.

Partiendo del planteamiento de Aristóteles, acerca de que las virtudes son los grupos cardinales que rigen la conducta moral, se define a los valores como las formas en las que se manifiestan dichas virtudes a través de las acciones que se realizan. Dice Aristóteles, que es en el acto donde se práctica la moral, no en la teoría. Lo cual no me ayuda a precisar la cantidad de conceptos que definen todas las acciones a la que se les denominan valores.

Así que, en honor a la verdad, no tengo claridad de si el sentido de pertenencia sea un valor o sólo una necesidad emocional de sentirte parte de algo. De todas las cualidades, virtudes y valores existentes de las que tengo razón, me parece que sentirse parte de un entorno es una de las necesidades más importantes que los seres humanos debemos cubrir. Porque le da sentido al ser…, que no puede llamarse tal si no es ubicado en un contexto, en virtud de otros que también son seres.

A la luz de las definiciones en torno a lo que significa el sentido de pertenencia, encuentro que los valores como el respeto y la honestidad, así como la justicia, son esenciales para que éste se desarrolle. Puesto que el sentido de pertenecer a algo nace de ser aceptado; es decir, respetado en su esencia, en lo que le da identidad y, al mismo tiempo, lo lleva a ser alguien valioso, también, para su entorno. Algunos autores dicen que el sentido de pertenencia vuelve valioso aquello de lo que te sientes parte, le da sentido a la existencia y se vuelve una razón para vivir. Incluso defender, y morir, por la permanencia de aquello que atesoras.

Si alguien se siente respetado, entonces siente que lo que recibe es justo. Pues la justicia conlleva dar a cada quien lo que le corresponde. Mientras que estos dos valores le dan sentido a la honestidad. No se puede respetar a nadie, si se le niega la verdad, o si se rebasan los límites de lo que es lo propio y lo que es lo ajeno. Y a quien se le niega la verdad tampoco se siente respetado. Es parecido a un ciclo que alguien tiene que empezar o re-empezar.

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Este texto habla más del sentido de pertenencia por ser un tema que recobra significado personal. Recién lo descubro en mí, y esto me lleva a pensar que todos lo necesitamos. Nos guste o no la idea. Nos creamos los seres más cosmopolitas o más ermitaños del mundo. Pero no trataré de convencerlos de esto; sino, como siempre, expresaré cómo percibo su ausencia y por ende sus implicaciones. Si con ello se suscita alguna reflexión, es mera coincidencia.

Por eso tiene sentido que recuerde que hoy, al despertar de ese letargo llamado sueño, al abrir mis ojos descubro que soñé un lugar, y a un chiquillo que identifico como un ex alumno, soñé hasta a la directora. Revivo todo el proceso de interacciones que en un tiempo tuvimos en común. Pero, simplemente, ya no pertenezco allí. Sea cual sea la situación, no es más mi asunto. Es un sueño y, sin embargo, son personas reales. Es un lugar real. Todo en él me es familiar porque existe. Existió para mí. Alguna vez, por un tiempo, por algunas circunstancias fue parte de mi mundo.

Y pienso ¿siento nostalgia? Tengo que recordar que renunciar a este lugar de trabajo no fue una decisión arbitraria, ni mucho menos impulsiva. Más bien fue una reflexión fermentada a la sazón de varios años, varias instituciones y escuelas, acontecimientos, desconciertos, logros y fracasos. Dudas y certezas. Así que fue bajo la luz de una conciencia lúcida, y agotada, la que me llevó a romper con lo que he dejado de creer, con lo que, evidentemente, ya no tiene que ver conmigo.

No siento nostalgia. No extraño lo que he dejado. No importa si era un empleo con ciertas garantías, sueldo fijo, vacaciones pagadas… sólo era un empleo. A pesar de las implicaciones de ser desempleada, lo más difícil de transcender y sobrellevar, es el rompimiento con las personas que se quedan atrás. Lo difícil es mirar al futuro y sentir la incertidumbre de toparme con ellas. Cosa que, evidentemente, no he aprendido a superar. Es el ser humano quien sigue siendo el motivo de mis duelos más profundos y las alegrías más remotas. Al que más extraño en todos los rumbos. Son mis amigos y mis hermanos a los que siempre quisiera encontrar sea cual sea el camino a seguir.

Sin embargo, a veces son inevitables las rupturas sociales. Romper relaciones afectivas que son afectadas por nuestras más contundentes decisiones de cambio. Pese a todo sé que existen otros grupos, otras personas en el mundo a las que -“sí pertenezco o soy parte junto con ellos de algo en lo que sí creo”. La familia, la vecindad, una religión, una causa, el planeta en el que nos tocó vivir. Algo debe ser mi hogar.

Gran parte de mi vida la he pasado en escuelas, en espacios educativos de los que he formado parte, pero he descubierto, no sin cierto dolor, que todo ello tan sólo representa un mundito dentro de uno más grande que a la vez pertenece a otro más grande. Del cual también he sentido que renuncio unas veces, porque otras me he sentido expulsada. Como muchos poetas, filósofos, hombres de ciencia y hasta hombres de fe, lo han expuesto.

Ha pasado por mi cabeza, como lo he escuchado decir a cada vez más compañeros y amigos, la necesidad de dejar esta ciudad. Dejar a las personas con las que ya no es posible entenderse. Las situaciones que incomodan o que laceran el alma. Dejar esta ciudad con su lucrativo auge económico. Su ruido. Sus noches sin dormir. Dejar atrás los trabajos que no tienen sentido más allá de ser una pieza, una herramienta de trabajo. O los otros, en los que

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se considera a las personas un servidor público, como lo es la docencia, con menos, infinitamente, menos sueldo y prestaciones que muchos que se han enriquecido en puestos públicos “sin mover un solo dedo”.

Más allá de las instituciones educativas y el impulso de escalar puestos magisteriales, o tener influencia política, son los procesos de formación en las interacciones humanas los que me importan. No mengua con la experiencia, sino que se adhiere más a mí ese impulso de ser parte de lo que forma a los demás. Por eso soñé a este chico que extraño. Porque además, al formar a otros, también me sigo desarrollando yo misma. Ése es mi mundo. De ese mundo sí siento nostalgia. A ese mundo me gustaría pertenecer.

De allí surge este texto. De la necesidad de hablar del sentido de pertenencia y de lo que atenta a este sentido. Este escrito se empezó a formar en uno de los extraordinarios momentos que el ser desempleada me da el lujo de tener. Estaba lavando los platos que usé en el desayuno, mientras tarareaba “…Te quise amar. Y tu amor no era fuego, no era lumbre, las distancias apartan las ciudades. Las ciudades destruyen las costumbres…”, cuando se acompañó mi canto con una detonación de lo que debe ser una R-15 o un arma de ese tipo que se han vuelto parte de los “sonidos naturales” de este pequeño gran mundo mío.

Mientras escuchaba la ráfaga, pensé que no hay duda, hasta este momento, mi casa es Culiacán. Pertenezco a este mundo. Lo cual no significa que aquí quiero seguir. Y esta reflexión viene al caso ante las discusiones entre familiares, entre compañeros de trabajo y de clase, entre vecinos y conocidos, incluso, con los amigos, paisanos o no. Los sinaloenses fuimos noticia mundial, por el asunto de que un grupo de la población marchó a favor de un delincuente, con el que visiblemente gran parte de la entidad ha mostrado simpatía. El punto a debatir entre nosotros mismos y con el mundo es ¿Qué representa para nosotros los sinaloenses, ser parte o no de estas marchas? ¿Por qué?

Esta cavilación también parte de las noticias en diferentes espacios que muestran a personas en manifestaciones diferentes. Por un lado, éstas a favor de un delincuente. Por otro lado, las que se manifiestan para exigir la destitución de personajes que ocupan puestos públicos. Y esas son las que laceran todavía más. Estos movimientos sociales se están dando no sólo a escala nacional sino a nivel internacional. Ello sin dejar de lado que nunca antes, en este país, me enteré de como un representante nacional ha sido tan desprestigiado por su propio pueblo. Que la gente está tan visiblemente manifestándose. Que nunca antes las naciones habían quitado a gobernantes de sus puestos por la presión de la masa social. Como está sucediendo en este siglo en naciones de los diferentes continentes.

Este texto, también tiene que ver con conocer el extraño mundo que he tenido la oportunidad de contemplar de aquellos maestros en el arte de no ser parte de nada, de no tener una nómina quincenal, un lugar en las interminables filas del Seguro Social, no aspiran a prestaciones del Infonavit, ni a vacaciones pagadas. Ni sueldo, ni casa, ni trabajo “seguro”. ¿Por qué esta gente ha decidido renunciar? Me consta que son personas de elevada capacidad en diferentes áreas: sociales, artísticas, científicas, culinarias, docentes, filosóficas. ¿Por qué ante sus evidentes atributos están fuera de las instituciones? La mayoría por irrevocable decisión propia. ¿Pero por qué?

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Por mi formación profesional, dentro y fuera de instituciones públicas y privadas, a lo largo de casi dos décadas, me doy cuenta que ser parte del sistema educativo implica participar en procesos formativos en los que no se trata de ponerse de uno u otro lado en estos debates. No, ante aquellos individuos a los que ayudo a formar. Se trata de reflexionar en conjunto, y en lo personal, el por qué de la gente de decidir o no a formar parte de algo o apoyar una causa, por más descabellada o arriesgada que sea, cuando está en su poder tal oportunidad.

Las nuevas generaciones son diferentes a las de antaño en esta carencia de sentido de pertenencia. Desde finales de los años 60’s, se han manifestado más que nunca a escala mundial. Como un mismo movimiento que ha llevado un largo y tortuoso proceso. Pero ha permanecido. Las represiones sólo han servido para que busquen nuevas formas de manifestar las inconformidades. Lo que ha desencadenado ver al sistema autoritario con desconfianza y no sin una sensación de creciente repugnancia.

Ni las autoridades gubernamentales, desde sus puestos de mando, están logrando usar su poder como antaño en las sociedades modernas; ni tampoco en los centros formativos logran implementar los sentimientos nacionalistas para despertar el anhelo de pertenencia a una patria que, cada vez, les queda más chica. Al contrario, son estas mismas instancias políticas a quien más recelo se le tiene. Se aprecia en las manifestaciones más fuertes que se están dando en países donde son, de nuevo, los jóvenes quienes se rebelan contra las imposiciones de políticos y sus prácticas que han hartado a la sociedad con sus corrupciones, que desembocan en sentimientos de injusticias y desigualdades sociales. Como bien puede verse en las recientes manifestaciones de Ucrania y Venezuela. La anhelada y utópica democracia suele quedar, según voz de mismos jóvenes, como la ramera al servicio de cierto sector del sistema político- económico.

Por otro lado, las instituciones religiosas han perdido su importante papel formativo y, en cierto grado, de patriarcado. Las masas sociales se manifiestan en libre oposición a todo pensamiento de pertenencia a dogmas en los que han dejado de creer. A lo mucho, son las instituciones religiosas las que, para su propia sobrevivencia, han tenido que reestructurar y hacer más flexibles sus estructuras y dogmas, para ajustarse a los cambiantes dilemas morales de estas nuevas generaciones e intentar contener entre sus adeptos a una, cada vez más, menguante población.

Los dogmas religiosos, como toda acción o discurso moralizante, han perdido su papel como guía en la conciencia de las nuevas generaciones quienes han adoptado, en el mejor y remoto caso, el uso de un servicio religioso local. Eso, si así resulta conveniente para cumplir con cierto protocolo de acuerdo al nivel o estatus social al que pertenezca. Aspecto que, cada vez, se difumina más en vista de las crecientes uniones matrimoniales fuera de toda instancia civil y religiosa.

Nuevas formas de trabajo han surgido. Dejando de lado las empresas ilegales, aunque lucrativas, están aquellas corporaciones formales y perseguidas por los deseosos de hacerse ricos en menos tiempo y que consisten en sistemas de inversiones a corto o mediano plazo. Como las bolsas de valores donde la gente cada vez es más rica con dinero que ni siquiera se necesita tocar. Donde el respeto a los objetos o patrimonios ecológicos, históricos, ambientales y sociales, suele ser efímero porque todo depende de los estándares que dicten

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lo que se esté vendiendo en el momento. Así que un requisito indispensable es no tener apego a nada ni a nadie. No, si quiere tener mayor poder y control sobre otros. Sobre todo, lo que genere más valor comercial, que es el valor que parece regir la vida de millones de personas en la actualidad.

Ahora mismo, ni los lazos familiares pueden contener los reclamos de l@s jóvenes hacia el derecho de su independencia. Muchos padres se sienten incapaces de heredar a sus descendientes, más allá de los recursos que les permitan seguir su propio camino. Lo que incluye apegarse a sus propios dogmas, mantenerse en trabajos que ellos mismos decidan tener. Incluso, muchas de las veces, tomar decisiones que, por desgracia en una considerable cantidad de jóvenes, han repercutido en consecuencias que han atentado contra su propia dignidad cuando no contra su vida. Con todo, se defiende más que nunca el derecho hasta el extremo de que cada quién es dueño de su vida. En el peor de los casos, de su muerte.

Pero todo esto, no hace sino acrecentar más la necesidad de un sentido de pertenencia. Los hombres modernos, son los de mentes autodenominadas, libres de la enajenación política, religiosa, comercial y, por lo tanto, los que parecen ser más sensibles. Son éstos los que participan a favor del medio ambiente, la conservación de especies y apoyan el respeto a la vida. A veces, hasta influyen en los procesos políticos para salvar la vida de personajes que se hacen noticia mundial. Sin embargo, estos mismos hombres y mujeres que hacen alusión de pertenecer al mundo, de ser ciudadanos universales, entre dejan ver en su visión de respeto a la libertad un sentido de negación al compromiso y a la responsabilidad, más allá del que les permita mantener su individualidad.

Y las personas que no encajamos en estos estándares cada vez más globales ¿Dónde vamos a parar? ¿Dónde va a parar esta falta de pertenencia o apego a lo que antaño se consideraba lo más valioso de la existencia: la familia? ¿Qué papel le toca desempeñar a la escuela? ¿Realmente le toca a la escuela hacerlo? ¿Por qué?

Antes de cerrar este texto, me di a la tarea de revisar un correo que el compañero en la UPES, Juan Pablo González Renaux, nos hizo el favor de enviarnos sobre un material del español Carlos Díaz. Por ello, aunque en un principio no lo consideré necesario, ahora sí cobra sentido retomar de este mismo autor aspectos que parecen responder a estas interrogantes.

Citando a Andrés Majón, Carlos Díaz plantea que para educar hay que amar. Y educar es penetrar en la entrañas de la otra persona. Para eso se debe de dar un clima de confianza y respeto. Volvemos a lo mismo que se está perdiendo y es preciso rescatar. Pero no el respeto sólo a los jóvenes, sino a las propias figuras de autoridad, refiriéndome aquí no sólo a los maestros en los que se centra Díaz, sino a los propios padres. Para esto, como lo dice de nuevo el autor, es vital recuperar “las relaciones genuinas entre la gente”. Entre padres e hijos, maestros y alumnos. ¡Y por qué no entre autoridades y población!

Afirma Díaz que “se desampara un niño cuando no se esta con él”. Y esta necesidad no sólo corresponde a los maestros satisfacer. Los hijos, en primer lugar, requieren sentirse parte de una familia. Si el hogar no se vuelve su primer lugar de apego, si no le da sentido de pertenencia ¿Acaso algo lo hará después? Bien dice el compañero Mariano Lizárraga

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Brito, que “las casas de hoy se convirtieron en los dormitorios de las familias”. Y esto da lugar a privar a los miembros de rutinas y espacios de interacción. ¿No es esto ya desamparar a un niño de un derecho primordial?

Díaz manifiesta que “Cuando el respeto desaparece, la enseñanza empeora”. Y esto cobra sentido no sólo en las escuelas. Si no hay respeto entre los miembros de una familia, no hay confianza. Y la falta de confianza cierra la posibilidad de tener esperanza. La esperanza es vital para darle sentido a la vida. Amar a la vida es el sentimiento que nos ayuda a querer preservarla.

El respeto a la vida. A la vida de nuestros alumnos y nuestros hijos, nos hace sentir la necesidad de asumir “la responsabilidad por el otro” como dice el autor. Si no nos mueve a ello educar. Entonces no tiene ningún sentido ni ser padres ni ser educadores. En tal caso, ¿Educadores de qué seríamos? Por ello, reconsidero lo que Díaz asume como consecuencia de educar: “Si decides llevar cuenta de tu valía personal, incluye en ella a tus profesores. Mucho de ellos, de lo bueno de ellos y de lo malo de ellos, hay en ti”. En ti, en mí, en todos. Y eso heredaremos a las nuevas generaciones, lo mejor y lo peor de nosotros mismos.

Díaz manifiesta que las profesiones que impactan a la sociedad siguen siendo: las religiosas, la docencia y la medicina. Porque en ellas hay un trato directo con las personas. Trabajas con toda la esencia de tu ser y del otro. Si se ha perdido la fe en estas instancias es, precisamente, porque se ha perdido el respeto ante la corrupción que se ha desbordado en todos los ámbitos de la sociedad pero, sobre todo, en estas instancias. Hago propias las palabras del autor cuando señala “Mas quien no es necio demuestra tener valor y no precio”.

Si algo da más sentido a nuestra propia necesidad de sentirnos pertenecer a algo, es hacia aquello que podemos respetar. Porque dentro de nuestro parámetro siempre seguimos a lo que admiramos. Por desgracia, la mayoría, sino es que todos, descubrimos que ser honorables, respetuosos y justos, no nos ha llevado, aparentemente, a granjearnos la simpatía y reconocimiento de las élites a las que nos gustaría pertenecer. Pero, también es cierto, que dichas élites tienen una jerarquía que no es la vida misma, sólo creen serlo. La realidad sigue siendo que nosotros, seamos adultos, jóvenes o niños, sentimos, dentro de nosotros mismos, que hay una vida que realmente lo es donde quisiéramos estar con aquellos a los que amamos. Y eso se llama Sentido de Pertenencia.

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LA HONESTIDAD FRENTE A LA IMPUNIDADY LA CORRUPCIÓN EN LA ESCUELA

Juan Lizárraga Tisnado

EN BUSCA DE LA HONESTIDAD

De cuando en cuando, a la biblioteca de la Unidad Mazatlán de la Universidad Pedagógica del Estado de Sinaloa, llegan usuarios solicitando temas que hace 17 años me parecían rarísimos, como etnografía, constructivismo, etc.4 "Hay que buscar. Paciencia", les digo. Y, sí, en la mayoría de los casos, el usuario sale loco de contento con su cargamento bibliográfico, como el jibarito del “Lamento borincano”.

Hace poco más de quince años, un alumno de primaria y su mamá, llegaron como perdidos a la biblioteca y el muchacho me preguntó si tenía algo sobre la honestidad, porque su profesor (supongo que de civismo) le pidió que escribiera tres páginas sobre el tema (¡tres páginas!). Así, de pronto, no se me vino a la memoria ningún libro que tratara directamente sobre la honestidad... luego pensé, si convive uno con la honestidad y si uno es... bueno... Paciencia. ¡Vamos a buscar!

Un diccionario... pero trae muy poco; ni para un cuarto de página. Busco en los libros sobre valores... sobre ética... Nada de honestidad. Consulto a los maestros asesores que llegaban y ¡no tenían referencia de libro alguno que tratara de la honestidad!

¡Ah! Por ahí andan varios folletos (31 cuadernos) del Instituto Federal Electoral que hablan de los valores, casualmente el número uno se titula "Principios y valores en la democracia".(Woldenberg Salazar, 1997) ¡Lo tengo! Los valores de la democracia son: libertad, responsabilidad, igualdad, tolerancia, justicia, pluralismo, participación..., quizá responsabilidad y justicia se acercan a la honestidad, pero en la explicación sobre esos valores no consideran a la honestidad. En el folleto se habla también de otros valores: solidaridad, diálogo, acuerdo, legalidad, respeto. ¡Nada de honestidad! Con razón los políticos son como son.

Me daba por derrotado y, con pena les digo, al muchacho y a su mamá, que aquí, en la biblioteca, no hay nada de honestidad. Les informé que existe un libro de Oscar Wilde titulado "La importancia de llamarse Ernesto"; que yo había escuchado que el libro en realidad debía traducirse como "La importancia de ser honesto", pero deshonestamente tergiversaron la traducción. "Consigan el libro" —les recomendé—, pero al buscar en la obra de Oscar Wilde descubrí que ésta (soy honesto si reconozco que apenas la leí) en inglés realmente se titula "The importance of being earnest" (Wilde, 1994), que en español significaría "La importancia de ser serio (o formal o franco)" y ni siquiera una sola vez, ni

4 Entré a trabajar en la biblioteca en el año 1996, donde permanecí hasta el 2000 y retorno a ella en este 2014.

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en español ni en inglés (lo sé gracias a la magia de internet), se menciona la palabra honestidad.

Se despiden los solicitantes de honestidad y me dejan intrigado.

¿Honestidad, honestidad, honestidad? ¡Así se llama la calle trasera de mi domicilio! ¡Honestidad! La tengo a mis espaldas, porque vivo por la calle Autodeterminación, ¡paralela a la Honestidad!, entre Democracia e Independencia en la colonia Puesta del Sol, que originalmente se debió llamar "Genaro Estrada", pero como nos ganó otra colonia con el nombre, pues...

Me quedé con el desaliento y con la sola definición que saqué de entre los 11 tomos gigantescos de la Gran Enciclopedia Larousse, que define a la honestidad como "cualidad de lo honesto", y a lo honesto de las siguientes cuatro maneras:

1. Conforme a lo que exige el pudor y la decencia o que no se opone a las buenas costumbres;

2. Honrado, incapaz de robar, estafar o defraudar; 3. Escrupuloso en el cumplimiento de deberes profesionales, y 4. Razonable, moderado.

Me dolió el corazón con tal violencia que varios días me quedé, como Julio Jaramillo, preguntándome: ¿Dónde estás honestidad..., no te veo?, ¿Dónde estás honestidad..., no te hallo? Y buscaba y rebuscaba en los libros de ética y de moral sin encontrar nada.

Por esos días visitó la biblioteca el profesor Jorge Domínguez (qepd) elogiando un libro de reciente adquisición: "Educación en valores. Metodología e innovación educativa" que María Nieves Pereida de Gómez (2000) escribió en septiembre de 1997. Se lo llevó por un día para una pequeña consulta y dice el profesor Domínguez que lo leyó de un "acostón" por la noche. Es un libro bien realizado, con reflexiones, tablas y ejercicios sobre los valores.

Pues el citado libro trae un esquema axiológico en el que se tipifican los valores (físicos, intelectuales, estéticos, ¡éticos! y afectivo-sociales) y se señalan indicadores o actitudes para ubicarlos. Enlista 11 valores éticos y ¡ahí está la honestidad! entre la bondad, la verdad, la prudencia, la justicia, la trascendencia, la gratuidad, el respeto a las leyes justas, la productividad, la conciencia moral madura, la tolerancia ante los distintos códigos morales, el conocimiento de los grandes componentes de la moral, la dignidad y el valor de la persona humana y el criterio moral.

¡La honestidad encabeza la lista de los valores éticos! Y se le es fiel cuando: a) Se actúa con verdad en cualquier situación; b) Se tiene dignidad y moderación en las palabras y en las acciones; c) Se guarda respeto y responsabilidad ante la propiedad personal y comunitaria, y d) Se tiene cuidado de las cosas que han sido encomendadas o prestadas.(Pereira de Gómez, 2000, pág. 120)

¡Honestidad! ¡Al fin te encontré! Pero, ¿de dónde surgiste?, ¿dónde ubicarte?

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LA HONESTIDAD, VALOR DE LAS VIRTUDES JUSTICIA Y TEMPLANZA

Como todo valor, la honestidad debe ser un principio que oriente nuestro comportamiento para realizarnos como persona. Su práctica debe producirnos satisfacción y plenitud, independientemente de que estemos rodeados por su antónimo, la deshonestidad.

En la filosofía occidental, Sócrates fue quien dedicó mayor esfuerzo al análisis del significado de la honestidad, la cual es, entonces, un valor ético que encontramos en las cuatro virtudes cardinales (prudencia, justicia, templanza y fortaleza), esbozadas primero por Platón, “perfeccionadas” por Aristóteles y retomadas luego por Tomás de Aquino. A la honestidad se le ubica en la justicia por aquello de dar a cada quien lo que se debe y por su relación con las intenciones, y en la templanza,  porque pone límite a los deseos y los placeres, pero, hay que recalcarlo, está presente en todas las virtudes.

La anterior es la perspectiva de los valores del realismo filosófico, en la cual se fundamenta el “Programa SIVIVA. En Sinaloa se viven los valores”. El gobierno del Estado de Sinaloa, a través de la Secretaría de Educación Pública y Cultura, trata de que se practiquen los valores en el ámbito escolar mediante este proyecto. A la fecha se han realizado dos congresos internacionales en Mazatlán sobre el tema, mediante un diplomado, diseñado por Juan Carlos López Gracia, se intenta certificar en valores a casi dos mil escuelas en el estado para aterrizar estos valores, y bajo varios programas y proyectos se trabaja en distintos niveles del sistema educativo.

En el programa se señala que hay diversas interpretaciones y errores conceptuales a la hora de definir a la honestidad, tanto en el ámbito académico como en el social, y se olvida que los valores tienen jerarquías y categorías. No son iguales. Es a través de la virtud que se les ordena y jerarquiza. SIVIVA adoptó las virtudes cardinales (prudencia, fortaleza, templanza y justicia) postuladas, como se señaló antes, por Aristóteles y enriquecidas por Santo Tomás. Estas virtudes las señala el Acuerdo número 592,5 el Plan Estatal de Desarrollo y el Programa Sectorial 2011-2016 Educación, como una derivación de lo estipulado por al artículo tercero constitucional relativo a la convivencia social. (SEPYC,2012).

Para determinar los valores que más deben promoverse en la entidad y las acciones para fortalecerlos, la SEPYC aplicó un cuestionario en 14 instituciones de educación media superior y superior. Los resultados enlistan a los siguientes valores: respeto, honestidad, solidaridad, tolerancia, responsabilidad, igualdad, justicia, equidad, amor, humildad y democracia. (SEPYC, 2012, pág. 38).

Como se ve, la honestidad se ubica en el segundo lugar, después del respeto. En un folleto difundido en la comunidad escolar, al valor honestidad lo ubican en la virtud justicia, la cual se conceptúa como “Dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece”, “lo que debe hacerse de acuerdo con el derecho y la razón”, señala el libro y explica que la educación en

5 Se alude a “El compromiso social por la calidad de la educación”, suscrito entre las autoridades federales y locales el 8 de agosto de 2002: “formar ciudadanos que aprecien y practiquen los derechos humanos, la paz, la responsabilidad, el respeto, la justicia, la honestidad y la legalidad”. (SEP, 2011, págs. 8-9).

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valores está concentrada en la asignatura “Formación Cívica y Ética” del campo de formación “Desarrollo Personal y para la Convivencia” (SEPYC, 2012). En la Universidad Pedagógica del Estado de Sinaloa se elaboró un proyecto titulado “Sintamos los valores en la UPES”, para trabajar con los valores respeto y honestidad.

La definición de honestidad puede ser, sencillamente, armonizar las palabras con los hechos, tener identidad y coherencia para estar orgulloso de sí mismo, o aceptar las definiciones de la Gran Enciclopedia Larousse, expuestas antes. Lo difícil es ser honesto. La corrupción y la impunidad son dos de los principales obstáculos a los que nos enfrentamos al momento de ejercitar la honestidad.

HONESTIDAD, CORRUPCIÓN E IMPUNIDAD

La corrupción y la impunidad son parte de los grandes problemas sociales de la humanidad. Para desconsuelo de la honestidad, la corrupción y la impunidad van siempre de la mano. Se nada en el mar de la corrupción sin ningún freno porque nadie es castigado por ello y, luego, esa impunidad alimenta a la corrupción. En el mundo —mayormente en México— ambas libran una permanente contienda contra la honestidad, una guerra en la cual se gana y se pierde en un círculo difícil de romper, en el que la honestidad es sometida, vulnerada, pulverizada por la corrupción y la impunidad, y a la vez, la honestidad es la mejor arma para combatirlas.

En este accionar entre honestidad, corrupción e impunidad, parece que damos vuelta en los círculos de Prometeo y de Sísifo, el primero, dios griego tramposo que engañó a Zeus, el amo y señor del Olimpo, quien movió influencias para castigarlo por traidor y por querer engañar a la muerte, por lo cual fue encadenado a una alta montaña donde, cada jornada, una águila hambrienta le devoraría el hígado, órgano que, por ser Prometeo inmortal, le crecía de nuevo, así que cada noche volvía el cruel depredador a comérselo, con lo cual el sufrimiento era inimaginable y eterno; al segundo, Sísifo, condenado por mentiroso, se le impuso una tarea que no le permitiese ni un minuto de descanso: empujar montaña arriba una enorme piedra, que siempre se le escapa de las manos al llegar cerca de la cima y así, perpetuamente, desciende por la ladera para retomar la piedra y recomenzar su tarea sin fin y sin objetivo.

En el rastreo de la temática por la red, tuvimos la fortuna de encontramos con Rosa María Torres del Castillo, quien asegura que tan corrupto es el político que encubre los malos manejos de sus coidearios,6 como la madre de familia que encubre las trampas escolares de sus hijos. De lo anterior se deduce que lo que ocurre en la sociedad, se refleja, se reproduce fatalmente, entre los sujetos que interaccionan en el ambiente escolar: padres de familia, alumnos, maestros, funcionarios educativos, personal administrativo y de todo tipo.

Torres del Castillo afirma con una claridad hiriente que “la corrupción evoca mañas, manejos dolosos, fraude, engaño, estafa, soborno, tráfico de influencias, cohecho, mentira, plagio, eva-sión, robo, malversación, abuso de poder, falta de ética y de moral. Si bien mal generalizado en nuestros días, la corrupción tiene larga trayectoria en el mundo. Si bien tema de adultos, la corrupción no es una práctica que se improvisa en la vida adulta, sino una aptitud que se

6 Persona que comparte la filosofía o la ideología del sujeto, miembro de una misma organización política o corriente ideológica. http://www.palabrita.net/coideario.

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cultiva desde la infancia. El aparato escolar, sutil y abiertamente, cotidiana e imperceptible-mente, con la complicidad de autoridades, profesores y padres de familia, promueve entre los niños valores y comportamientos que le hacen el juego a la corrupción". (1992).

"Nuestros corruptos adultos —añade— empiezan siendo corruptos niños, apropiándose del trabajo ajeno, mintiendo al profesor, copiando en la prueba, delatando por lo bajo al compañero, fabricando artimañas para el examen, engañando a los padres, cepillando al rector, adulando a la maestra: todas ellas son cosas que entonces se creen pequeñas e irrelevantes, pero que tienen poderosas repercusiones en la vida". (Torres del Castillo, 1992).

Luisa Pernalete lo explica así: “La impunidad en la escuela trae como consecuencia el enseñoramiento del que transgrede, la desmoralización del que cumple y el sentimiento de impotencia del ofendido, si fuera el caso”. http://convivenciapacifica.gumilla.org/hagamos-las-paces-gestion-para-la-paz-escolar/

Una muestra clara, pero que parece imperceptible de deshonestidad e impunidad, la encontramos en nuestra relación con las normas, en la sociedad y en la escuela: antes que a las normas, se prefiere la adhesión al grupo, como una secuela de la adhesión a la pandilla en el barrio, a los familiares en el hogar y en el peor de los casos se considera honesta esta adhesión en lugar del respeto a la norma.

De las normas para la convivencia social pacífica trata el artículo 3° de la Constitución, fracción II, inciso c). La educación en México, dice: “Contribuirá a la mejor convivencia humana, a fin de fortalecer el aprecio y respeto por la diversidad cultural, la dignidad de la persona, la integridad de la familia, la convicción del interés general de la sociedad, los ideales de fraternidad e igualdad de derechos de todos, evitando los privilegios de razas, de religión, de grupos, de sexos o de individuos”. Ha de resaltarse que las normas no fueron consensuadas. Ni siquiera son comprendidas o, al menos, conocidas por todos los actores de la comunidad y es más fácil transgredir una norma a la que no se le encuentra el sentido.

Para Elizondo es preciso "profundizar más en las escalas de valores vigentes en las escuelas mexicanas, donde —recordémoslo— existe (o más propiamente, persiste) un estatus donde las nociones de valor de maestros y alumnos inciden en la interpretación de la normatividad, distorsionan su percepción de la ley y le dan formas muy particulares a las relaciones que establecen entre sí, en tanto sujetos y actores del proceso de enseñanza aprendizaje. Uno de tales valores indica, por ejemplo, la preeminencia de la honestidad concebida como una forma de respeto al grupo y no a la norma". (Elizondo, Rodríguez McKeon, & Gómez Montero, 2010, pág. 118).

Explican los autores que mientras para los estudiantes de Estados Unidos la noción de honestidad hace referencia prioritariamente a la normatividad, para los jóvenes mexicanos dicha noción se relacionaba con el grupo. (Elizondo, Rodríguez Mc Keon, & GómezMontero, 2010, pág. 119). Esta aseveración trae a la memoria una anécdota que gusta narrar Melvin Cantarell Gamboa, estimado filósofo, maestro y periodista, autor de un libro sobre deontología: Los mexicanos en Estados Unidos tienen distintas conductas. Un niño que viajaba en un autotransporte por territorio norteamericano, al terminarse su refresco

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embotellado preguntó a su madre si ya podía arrojar el envase por la ventanilla, ante lo cual la madre lo desautorizó categórica. Tan pronto el vehículo pasó la frontera al lado mexicano, le dijo con presteza: "ahora sí, puedes tirar el envase".

Se transgreden las normas, se transgreden los acuerdos de convivencia sin que haya sanción alguna. Por corrupción, la honestidad se sacrifica en aras del beneficio personal o del grupo; gracias a la impunidad, se deja constancia de que se pueden violar las leyes y traicionar los compromisos sin que ocurra nada.

LA HONESTIDAD EN LA ESCUELA,EL SER Y EL QUÉ HACER

¿Es factible la educación en valores en la escuela? Por supuesto y hay que pugnar por ello.

Pero no es tan sencillo. Los valores se viven, sí, más la práctica y el ejemplo tienen su fundamento teórico y deben ser producto de programas bienintencionados.

El Centro Estatal de Investigación y Desarrollo Educativo de Sinaloa (CEIDES) sostiene que la crisis de valores es una realidad que se percibe en todos los estratos y tipos de sociedad, ya sean éstas de carácter local, estatal, regional, nacional o mundial, por lo que es necesario reforzar la práctica de los valores dentro del ambiente escolar. (SEPyC, 1999).

Existen voces, como la de Silvia Schmelkes, que sostienen que la escuela debe proponer explícitamente la educación en valores, "de no hacerlo —afirma— simplemente se simula una falsa neutralidad. La simulación, estaremos de acuerdo todos, es antítesis de calidad educativa, porque es antítesis de la búsqueda continua de la verdad". (2004, pág. 50).

Por su lado, Teresa Yurén Camarena opina que la educación conforme a valores no debe concebirse como una “disciplina” pedagógica o como una “asignatura” más, sino como parte esencial de un proceso educativo complejo y cómo una tarea propia de todo educador que asume su quehacer de cara al futuro. Sostiene, entonces, que no existe educación valiosa si no es educación conforme a valores. (1995, pág. 247)

La problemática es compleja y la propuesta debe ser integral, es decir, debe implicar los valores cívicos, éticos y morales. Respecto a los “Valores nacionales”, Pablo Latapí explica, en la presentación del libro de Ana Hirsch Adler (1999), que la autora los entiende como aquéllos que el Estado transmite y pretende inculcar a través de sus mensajes, tales como los símbolos patrios, los rituales cívicos, la historia oficial con sus héroes y antihéroes; su discurso, en suma, que conlleva una idea de nación. Este conjunto de valores compite con los de otras instancias sociales; en tiempos de crisis estos valores se debilitan y su agente fundamental, el Estado, pierde credibilidad; las personas y grupos se vuelven hacia la familia, las tradiciones y otras instituciones en busca de referentes. (Hirsch Adler,1999, pág. ii).

Para Ana Hirsch Adler, los valores constituyen un ingrediente ineludible de la cultura. "Conocerlos nos permitirá, entre otras cosas, diseñar más adecuadamente los planes, programas y textos del sistema educativo nacional, aprovechar mejor los medios de comunicación colectiva, tomar decisiones más adecuadas con respecto a las estrategias de

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desarrollo social, buscar mejores opciones para la participación cívica y política y entender los problemas y disputas que hoy nos aquejan. Nos permitiría comprender, por fin, que no basta con transmitirlos, sino que para todos nosotros, es imprescindible reflexionarlos y tomar conciencia de ellos". (1999, pág. 208).

La educación no puede reducirse al aprendizaje de conocimientos y saberes instrumentales únicamente orientados por criterios de competitividad, enfatiza Miguel Martínez (2000) y agrega que hoy no es suficiente el contrato a través del cual el profesorado está obligado laboralmente y, a la vez, se protege de aquello que pueda lesionar sus derechos. "Es necesario avanzar hacia un nuevo modelo de relación que incorpore elementos éticos y morales y que denominamos por ello contrato moral". (Martínez Martín, 2000, pág. 9).

Mientras lo anterior es tema de la reforma educativa en México, el cuadro de corrupción e impunidad subsiste en el sistema educativo mexicano y en el de varios países latinoamericanos. Lo dibujó muy bien Rosa María Torres (1992) a principio de los noventa y coincidimos con ella en que tan corrupto es el funcionario público que vende favores y cargos, como el profesor que vende calificaciones y pases de materia, semestre y año, y el padre o madre de familia que se prestan a ello. Tan corrupto es el intelectual que plagia una obra ajena, como el niño o niña que copia la tarea del compañero y la presenta como propia.

Es irresistible la tentación de anotar textualmente la relación que nos ofrece Rosa María Torres de acciones en la escuela que se convierten en la semilla futura de la corrupción y la impunidad en perjuicio de la honestidad y que nos recuerdan los círculos de Prometeo y Sísifo:

> Se manda a hacer un trabajo en grupo. Sólo uno hace el trabajo, los otros ponen el nombre. Toda la clase sabe quién trabajó y quién no. A menudo, los padres y el profesor también. Pero nadie dice ni hace nada. Semilla para el futuro aprovechador del trabajo ajeno, para el explotador, el cínico y el oportunista.

> El que copia puede sacar igual y hasta mejor nota que el que hace solo y con sus propias ideas. Ambos aprenden que el esfuerzo, la originalidad, el propio criterio, no valen nada. Semilla para el futuro plagiador, para el futuro vividor a costa de las ideas de otros.

> El alumno que confiesa que no hizo el deber saca cero y es sancionado. El que no lo hizo, pero lo copió de otro a último momento, no tiene problema. Así aprenden niños y niñas que ser honesto es ser pendejo, que la verdad y la franqueza son motivo de castigo, mientras que la mentira y el engaño dan rédito. Semilla para el futuro engañador, falsificador, defraudador.

> Una mala calificación puede mejorarse o un aviso de pérdida de año remediarse milagrosamente con una llamada, un regalo, un favor, una lisonja. Los niños portan el regalo, perciben la sonrisa e intuyen el pacto consumado en la libreta de calificaciones. Semilla para el futuro sobornador, comprador y vendedor de favores, traficador de in-fluencias, abusador del poder.

> El que delata al compañero que llegó tarde, lanzó el avión, dijo una mala palabra o no trajo el libro, recibe felicitaciones y recompensas, y hasta es puesto como ejemplo frente a los demás. Así se desestimulan los valores de la cooperación, la lealtad, la solidaridad. Semilla para el futuro delator, para el futuro traidor, para el que trepa a fuerza de servilismo y mecanismos clientelares.

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> Son bien vistos los niños y los padres que no reclaman, que no dicen lo que piensan, que callan. Son mal vistos los que opinan, discrepan, proponen, participan con iniciativas propias. Así se aprende que es mejor ser pasivo, conformista, acrítico, indolente. Semilla para el futuro hipócrita, para el futuro adulador y mojigato, para el que hace del quedar bien con los demás el trampolín de su ascenso y bienestar personal.

> Alumnos con estrella (dinero, papás en algún buen puesto, blanquitos, con padrinos) gozan de preferencias, a la vista de todos. Amistades y palancas consiguen cupos que no habían, tratos especiales, favores. Semilla para el futuro arribista a cualquier costo, para el que, a su vez, cuando llegue arriba, usará su cuota de poder para ubicar a amigos, conocidos y familiares. (Torres del Castillo, 1992).7

La lista de actos que atentan contra la honestidad es enorme. Aquí —a la carta y sin viñetas, para ahorrar espacio— la que nos ofrece Antonio Ramírez Días, en Facebook, que es lo mismo decir Juan Pueblo:

Solicitar lo que no me corresponde, pedir apoyo para ingresar cuando no he pasado el examen, presentar documentos falsos para obtener una plaza, solicitar constancias de lo que no consta pero que de todos modos se obtiene, no comprobar los documentos que se reciben, pasar sobre los derechos de los demás, contratar o influir para que contraten a mis hijos, esposo, esposa, hermano, practicar el nepotismo, pues; amenazar a los compañeros para que voten a favor, permitir que no se apliquen las leyes y reglamentos, dar mordidas, aprobar lo que dice la autoridad por el solo hecho de decirlo a fin de que me mantenga en el empleo para el cual no estoy capacitado, firmar recibos de lo que no se recibió, extender constancias de estudios y de trabajos que no se realizaron, pedir cuotas y no dar recibos, cobrar dos o más veces por un servicio, negar un servicio para favorecer a mis amigos, no atender las peticiones, no contestar oficios, repartirse las plazas entre sí y entre los amigos, porque si se hacen boletines es un proceso muy lento, no protestar ante las injusticias en el servicio, no trabajar y seguir cobrando, cobrar más de lo permitido por la ley, hay quienes cobran en la SEP 60, 80 y hasta 100 horas, pero nadie sabe nadie supo, ni el que hace los cheques ni el que los paga, vender plazas, heredar plazas, esconder plazas para que no salgan a concurso, solicitar pase automático y plaza también, no estudiar y exigir altas calificaciones, dejar tareas que sabes que no se harán, poner calificaciones que no se han obtenido pero que me aportarán regalos, sonrisas y otras cosas más sustanciales, acosar a los alumnos, acosar a los profesores, tener doble plaza de tiempo completo contra la normatividad, sin cubrir el perfil y sin cumplir en ninguna de las dos, pérdida del mobiliario y equipo, bienes de activo fijo, sustraídos muchas veces por el propio personal...y muchos etcétera si el lector agrega los que no se han incluido.

Reflexión y propuesta

7 Rosa María Torres del Castillo: Originaria de Ecuador, pedagoga, lingüista, periodista educativa, activista social. Investigadora y asesora en temas de educación, cultura escrita y aprendizaje a lo largo de la vida. Ex-Ministra de Educación y Cultura. Coordinadora del Pronunciamiento Latinoamericano por la Educación para Todos.

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Para allanar el camino a la honestidad es necesario erradicar los principales obstáculos que le representan la impunidad y la corrupción. El correctivo es más honestidad. Solamente intensificar las acciones honestas permitirá romper el círculo de Prometeo y de Sísifo.

La escuela —junto o no a la familia y la sociedad—, debe fertilizar su campo y abonarlo con honestidad para que, como producto de la semilla que cultiva en su tierra, nazcan y crezcan ciudadanos comprometidos con la sociedad, en la convivencia pacífica y en el respeto a los valores nacionales y democráticos.

Basta ya de sembrar las semillas de la impunidad y la corrupción que sólo arrojan como fruto al aprovechador del trabajo ajeno, al explotador, al cínico y al oportunista; al plagiador, al vividor a costa de las ideas de otros; al engañador, falsificador, defraudador; al sobornador, comprador y vendedor de favores, al traficante de influencias, al abusador del poder; al delator, traidor, al que trepa a fuerza de servilismo y mecanismos clientelares; al hipócrita, adulador y mojigato, al que hace del quedar bien con los demás el trampolín de su ascenso y bienestar personal; al arribista a cualquier costo, el que, a su vez, cuando llegue arriba, usará su cuota de poder para ubicar a amigos, conocidos y familiares.

A nivel nacional, bueno es asomarse a las propuestas hechas por Pablo Latapí en 2001, consistentes en seis puntos, tres de los cuales están directamente relacionados con los valores:

Exigir en toda escuela lo que llamamos “la normalidad mínima”, que significa simplemente que la escuela funcione como debe: que los maestros asistan todos los días y sean puntuales, que dediquen el tiempo debido a la enseñanza efectiva y cubran enteramente el programa; que el director desempeñe bien sus funciones y los padres de familia las suyas; que las instalaciones materiales sean adecuadas, etcétera. En muchísimas escuelas esta normatividad elemental está lejos de cumplirse.

Combatir en el sistema educativo la simulación en todas sus formas, lo que tiene que ver tanto con las evaluaciones fraudulentas como con las complicidades de algunos supervisores, los favores y sobreprotecciones del SNTE a sus miembros y otras perversiones que atentan de muchas maneras contra el derecho de los alumnos a aprender.

Revisar con honestidad los criterios y mecanismos de la Carrera Magisterial con objeto de que garanticen la calidad de los profesores y los motiven a mejorar sus capacidades profesionales. (Latapí, 2001).

A estas alturas, no es suficiente la “normalidad mínima” propuesta por Latapí. Se requiere que en cada estado del país, en cada municipio, en la escuela de las zonas más apartadas, en todos los niveles educativos, se trabaje en el combate a la corrupción y a la impunidad, bajo la bandera de la honestidad.

En lo que respecta al ámbito local, deben ampliarse e intensificarse las acciones del programa “SIVIVA. En Sinaloa se viven los valores”, que tiene como objetivo, justamente, organizar y desarrollar acciones de formación en valores en los centros educativos de todos los niveles y modalidades en la entidad.

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El reto es gigantesco para los sujetos interactuantes en el sistema educativo mexicano, como lo es para nuestro país, todo, el problema de la impunidad y la corrupción. Pero exigir educación de calidad sin acciones que inciten a la honestidad que haga frente a estos nefastos fenómenos, es vivir en la condena perpetua de Prometeo y de Sísifo.

REFERENCIAS

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Latapí, P. (Diciembre 9 de 2001). "El examen de la OCDE: seria llamada de atención. PROCESO.

Martínez Martín, M. (2000). El contrato moral del profesorado. Condiciones para una nueva escuela. México: Secretaría de Educación Pública. Biblioteca para la actualización del maestro.

Pereira de Gómez, M. N. (2000). Educación en valores. Metodología e innovación educativa. México: Trillas.

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Torres del Castillo, R. M. (13 de 02 de 1992). La corrupción en la escuela. Obtenido de Aula adentro: http://otra-educacion.blogspot.mx/2010/09/corrupcion-en-la-escuela.html

Wilde, O. (1994). The importance of being earnest. London: Penguin Popular Classics.

Woldenberg Salazar, J. L. (1997). Principios y valores en la democracia. México: Instituto Federal Electoral. Cuadernos de divulgación de la cultura democrática.

Yurén Camarena, M. T. (1995). Eticidad, valores sociales y educación. México: UPN.

DEL PELIGRO DE LA EDUCACIÓN O ¿QUIÉN ENSEÑARÁ A LOS NIÑOS?

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Erick Z. Vargas Castro

Poca gratitud se tiene por el maestro cuando se continúa siendo siempre alumno.

Nietzsche

¿Quién “educa” a las nuevas generaciones al día de hoy? La televisión por cable, las telenovelas, las revistas de espectáculos, la Internet, las Redes Sociales, los amigos, la Escuela, los padres, los abuelos, los compañeros de aula, la sirvienta, los profesores, la nana, el cine, los celulares, las aplicaciones para interface, el futbol, el béisbol, la novia, el novio; o todos ellos.

Todavía a mediados del siglo XX, cuando la Internet (y su inconmensurable carretera de la información), las video-conferencias, los teléfonos celulares, el Iphone, Ipad y toda esta gama de gadgets que antes pertenecían al entramado de novelas propias de ciencia ficción o espías internacionales (véase James Bond); la educación de los hijos recaía indisolublemente en el núcleo familiar, liderada por las figuras de sus progenitores, quienes padeciendo más dudas que certezas desde su incipiente paternidad, “educaban” a sus retoños bajo los ideales imperantes de la época; pero siempre anhelando que llegaran a convertirse en hijos respetuosos, buenos ciudadanos y alumnos sobresalientes; eso sí bajo la imperecedera sentencia de que si no se aplicaban o fallaban en alguna encomienda, los cintarazos harían acto de presencia (cuenta la leyenda que al aplicar esta faena, como por arte de magia se cubría el déficit socio-familiar), situación que fue reproducida durante décadas para “ajustar” la conducta del hijo con la validación que proveía la siempre atinada frase de “me va a doler más a mí que a ti”.

En la actualidad, estas y otras viejas costumbre han sido arrastradas por el cambio en los paradigmas culturales. Como si fuera un “segundo renacimiento”, hemos atestiguado la aparición de una vorágine de cambios tecnológicos y científicos, la evolución acaecida en los anquilosados roles sociales que debían cumplir hombres y mujeres; existiendo para éstas últimas una mayor inserción en espacios laborales, políticos o empresariales; así como la diáspora mutación de la “familia” remitida de núcleo elemental de la sociedad, en otros tiempos inamovible, hacia axiomas mucho más heterogéneos. No obstante, el ingreso a esta nueva era ha impactado sensiblemente a sus principales agentes educadores, es decir, Familia y Escuela. Para el primero, significó el despojo de la rectoría en el control de la información que se proveía a los hijos, reservado stricto sensu a los padres de familia, quienes la dosificaban según sus intereses, prejuicios o principios. En contraste, ahora los hijos comparten este etéreo poder debido a la creciente apertura en el acceso a la información cuyo ingreso fue permitido, curiosamente, por los mismos progenitores.

Esta nueva “emancipación filial” que viven los niños y adolescentes “conectados” a las tecnologías de la información, tiene por supuesto sus riesgos y efectos negativos, toda vez que ante la ausencia de los adultos encargados de su potestad -sean quien fueren- al tener que salir a ganarse el pan de cada día y dejar a sus vástagos en manos de la abuelita (o la divina providencia en el peor de los casos), se verán en medio de una sempiterna soledad que les permite gozar de una autonomía sin reservas durante el tiempo que transcurra hasta su regreso. Tiempo en el que contarán como mejor amigo, confidente, fuente de consulta, consejero, doctor corazón, anexas y conexas, a los dispositivos móviles o fijos,

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conformando una nueva forma de relacionarse con el mundo exterior (literal) que simplifica y amplifica esta “interacción virtual” en la ya famosa Internet, donde no existe alguna limitante de tiempo o espacio, ni el reconocimiento de fronteras. En la última década, han sido las redes sociales su espacio sincrónico natural por excelencia, teniendo como consigna extraoficial y permanente “subir” o publicar” todos y cada uno de los aspectos de la vida (efímeros o relevantes) de cualquier persona, mismos que, cosa curiosa, al obtener el mayor número de comentarios alcanzan la validación y pueden ser admitidos como evidencia del paso por este espacio intangible, mientras se comparten cualquier cantidad (y calidad) de información.

Los efectos resentidos en el seno familiar (sea lo que signifique hoy día), cuando se hace presente la “resaca paternal” en los adultos al caer en cuenta del vacío de cariño y compañía que padecen sus hijos, les pueden orillar a tratar de llenar esos “vacíos” con dinero, compras, paseos o cualquier bien material que les permitan serenar su alma ante la emergencia de un sentimiento de culpa y al mismo tiempo racionalizar su rol de padre responsable. Sin embargo, esta actitud puede derivar, consciente o inconscientemente, en un ejemplo de vida para los hijos, en tanto la necesidad de obtener dinero para sufragar dichas necesidades les fomente un tipo de valores y principios tergiversados, donde la asunción de “felicidad” se relacione con la cantidad de dinero que se puedan agenciar como si fuera el fin último de nuestra existencia, cumpliéndose el vaticinio de una de las máximas del sistema capitalista: “lo importante no es lo que necesitas, sino lo que puedes comprar” (Marx señalaría sonriendo: “se los dije”), por lo que, en el peor de los escenarios, desarrollarían una necesidad casi obsesiva por llegar a ser una persona rica y poderosa sin que importe mucho qué se tenga que hacer o a quién se tenga que pisotear.

En este sentido, dicho riesgo encuentra su génesis en la conversión de una sociedad insaciable que ha adoptado “estándares frívolos”, muy alejados a los del “México real”, que miden el éxito o la felicidad idealizada por muchos medios de comunicación, quienes ya no enfatizan los valores que antaño promovían el esfuerzo, el trabajo honrado, el respeto a los demás, la sana convivencia, la nobleza, etc., por considerarlos -desde una visión mercadotécnica- tópicos para viejitos aburridos; en contraparte, se publicitan programas que incluyen contenidos donde se burlan de las leyes, hay escenas de sexo explícito, actos de corrupción, vidas opulentas, residencias palaciegas, belleza y juventud; todo suministrado bajo el permanente mensaje de que “mientras más tienes más vales”. En el caso específico de la sociedad sinaloense, se suma un fenómeno suigéneris que ha promovido la adopción de una falsa “identidad regional”, alimentada por la fantasía apológica de una narco-cultura exaltada en películas y narco-corridos, donde se enaltece la delincuencia, la violencia desmedida, el menosprecio por la vida humana y el enriquecimiento vertiginoso, aún a costa de la vida de seres inocentes.

Así pues, el modelo a seguir exige tener un “camionetón” del año, ropa de marca, joyas exuberantes, acompañarse siempre de unas plebonas (o plebones según los gustos), beber wiski o coñac y tener celulares con tecnología de punta, para ser visto por los demás como alguien exitoso; todo lo cual ha envilecido a gran parte de la población en el estado, principalmente adolescentes, quienes, deslumbrados por el espejismo de los lujos y placeres desmedidos, no reflexionan las verdaderas consecuencias que acarrea este tipo de vida o simplemente le dan poca importancia a la estela de muerte, adicción, prostitución y

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violencia que muchos han sufrido en carne propia durante los últimos años, ya que a ellos no les ha pasado nada.

Por otro lado, en la Escuela, como agente formativo, el impacto se incrusta en su destitución del monopolio para el acceso y manipulación del conocimiento formal que privilegiaba a sus diferentes niveles, sistemas y subsistemas la prerrogativa de moldear las mentes de los alumnos para hacer prevalecer el modelo de sociedad a la que servía. El desmoronamiento de estas exenciones, no requirió de una reforma o contrarreforma Luterana, sino que sucumbió, de igual forma, al paso progresivo que nos enfiló hacia la sociedad de la información, cuya joya de la corona, punta de lanza y mayor oponente de los profesores en sus clases, reside en el pequeño y aparentemente inofensivo teléfono celular, suministrado una vez más por los padres de familia, el cual con sólo tener una conexión a Internet les genera la sensación de tener al mundo en la palma de su mano.

Ahora bien, sin ser fatalista, pero si realista, al encontrarse estos dos agentes en el mismo escenario y converger las problemáticas señaladas, percibimos, quienes estamos dentro del ámbito educativo, un abandono de los valores que en otros tiempos formaban parte de la vida de los alumnos; siendo manifestado en el trato que algunos hijos le otorgan a sus padres sin que medie el respeto y, por el contrario, les profieren cualquier cantidad de insultos e improperios como reclamo si no les dieron lo que ellos querían en el momento y el lugar que se les antojó. Así que las madres (en mayor cantidad) o padres de familia, teniendo en la Escuela y en los profesores a los naturales e históricos aliados “educadores”, llegan a visitar a la maestra(o) para quejarse que sus retoños no le hacen caso y (aprovechando la visita) solicitarles algún consejo sobre cómo hacerle para controlar a sus propios hijos, dado que se han convertido en “pequeños dictadores”, a pesar de los pocos años que pueden contar en su vida; condición que podrá emerger plenamente durante la jornada escolar y evidenciar los problemas que tengan para aceptar la autoridad, al no reconocer límites a sus deseos y un voraz consumismo enmarcado por una actitud altanera y retadora hacia cualquier figura adulta, llámese papás, abuelos, tíos, profesores, policías, panaderos, encargada de tiendita o hasta la que vende ceviches en el centro.

A pesar de la re-evolución social, educativa y familiar que se ha comentado, puede afirmarse que continua aceptándose, por un gran número de personas, el propósito de la Escuela como ente formador y socializador de las generaciones más jóvenes; de ahí que sigan enviando a sus hijos con la idea de que se los van a “educar”, acreditando el arraigo que mantiene en el imaginario colectivo, el objetivo elemental que debe cumplir. Los profesores, por su parte, al verse en desventaja por la creciente expansión de la tecnología y haber perdido su hegemonía como “templos del saber ambulantes”, han visto incrementarse el nivel de dificultad en sus labores, debido a la posibilidad de confrontar alumnos que han pasado horas y horas navegando en el ciber espacio, revisando, procesando y aprehendiendo cuanta información esté a su alcance -verdadera o falsa, valiosa o pura basura-, asumiendo una actitud de “perdonavidas”, dándole más crédito a las opiniones de sus amigos, sin contar con el apoyo de los padres y una apatía por seguir los estudios como impulsores de la vida dada su afición al dinero fácil, lo cual pone en jaque su ejercicio al sentirse en desventaja formativa e intelectual. Todos estos argumentos, permiten cuestionarnos lo que podría vislumbrarse si este tipo de alumnos al paso del tiempo, habiendo rebasado la formación escolar básica y media, llegarán a insertarse en la

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formación inicial docente o inclusive transformarse en profesores titulares de grupo en la educación primaria.

Es decir, los alumnos formados en dichos espacios de libre albedrío (nativos de la tecnología), con “educación” dentro y fuera del seno familiar y escolar, habiendo interiorizado “valores” deformados, creyendo conocerlo todo y menospreciando a quienes no saben ni manipular un procesador de textos (migrantes de la tecnología); pueden estar hoy día engrosando las filas de profesores frente a grupo o, por lo menos, permanecer en la etapa formativa de la formación inicial, lo cual es una probabilidad que se apuntala con el recorrer del tiempo y la renovación de las plantas docentes. La pregunta que quedaría en el aire sería si estos “nuevos” profesores acarrearán dichas particularidades a su práctica en el aula, las cuales derivarían en una variable distinta del perfil de ingreso-egreso en la trayectoria docente, además de factor crítico para su formación al combinarse con reformas educativas de corto plazo, formación inicial limitada o una responsabilidad profesional inmersa en la opacidad.

¿Nuevos? docentes

Podemos suponer que el estereotipo del profesor viejito, con lentes, pelo cano, utilizando libros que parecen competirle en edad, lleno de polvo de gis y un saber desbordante, ha dejado de ser una impronta de la profesión docente en la actualidad, siendo relegada a simples añoranzas melancólicas. En su lugar encontramos a un número creciente de profesores(as) que podrían perderse en un grupo de bachillerato, apareciendo con rostros juveniles, cabelleras peinadas al último grito de la moda, sin rastros de canas y utilizando lo mas “in” de la tecnología. Si ubicamos a esta camada de docentes como “productos” del nuevo ciber-espacio-formativo cuando fueron hijos de “familia”, algunos de ellos, muy posiblemente, habrían puesto en tela de juicio el saber y la capacidad de los docentes, burlándose de alguno de ellos, menospreciando la utilidad de los contenidos escolares o haciéndole difícil la vida sólo para pasar el rato. Por supuesto que no queremos decir con esto que no existan toda una pléyade de alumnos responsables, a quienes su aprendizaje les importó lo suficiente como para aprovechar cada una de las horas, asignaturas y contenidos escolares para llegar a ser personas de bien, teniendo, por consiguiente, en gran estima a muchos de sus profesores.

¿Qué es lo que puede pasar por la mente de un “nuevo” profesor con un sistema de creencias conformado en ese mundo material?, un escenario sumamente peligroso sería que mantuviera los falsos ideales que interiorizó cuando niño o adolescente, siguiendo con la utilización de un lenguaje vulgar, “tirando barrio”, presumiendo joyas, justificando y hasta “marchando” a favor del crimen organizado, dado que, al haber terminado como un “malandrín” frustrado, no le importaría ser un mal docente y peor ejemplo con su comportamiento, motivando la imitación de su “estilo de vida”; más aún si fue obligado a cursar la Normal sólo por presiones familiares, escondiendo un permanente rencor y fracaso por tener que checar una tarjeta, sentirse asalariado o empleado de gobierno que tiene que aprender a dar clases, asistir a talleres o cursos insufribles e inútiles y, además, lidiar con niños indisciplinados que nunca le agradecen nada, teniendo que aguantarlos todos los días de la semana sin que le importe si aprenden, siguen igual o peor de ignorantes, ya que en su ideal de vida debería seguir disfrutando de lo lindo, saliendo de fiesta, jugando arrancones, gastando dinero, bebiendo hasta quedar inconsciente,

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enamorando mujeres u hombres según sea el caso, en fin, todo lo que “aprendió” por lo que valía la pena vivir.

O, por el contrario, cabría la posibilidad de estar ante un docente quien, entendiendo su compromiso social y los riesgos que se derivan de vivir bajo una violencia desenfrenada, cayera en cuenta que todo lo escuchado y observado, en el transcurso de su vida, no es para nada lo que quisiera para sus alumnos e inclusive para sus propios hijos, por lo que daría un giro copernicano dejando atrás los falsos modelos con los que creció hasta la edad adulta y, en su lugar, aplicaría todo su esfuerzo en combatir los antivalores que se sigue reproduciendo y apropiando de la niñez sinaloense. Llegando, inclusive, a hacer un examen de conciencia, mediante un profundo ejercicio de introspección que toque las fibras más sensibles de su ser, al experimentar y entender las mismas incertidumbres, presiones, dudas o frustraciones que sus anteriores profesores confrontaron y así le sea revelado, en un momento de “iluminación vocacional”, el enorme compromiso que carga sobre su espalda, por la vital responsabilidad de su labor como docente para la educación de sus alumnos; quienes, tal vez sin saberlo, tengan en su persona un paladín del conocimiento, un último héroe que les salve de un destino funesto que, de pronto, pareciera irremediable; aún cuando descubra el abandono del que puede ser objeto al ser denostado su trabajo y profesión por la sociedad, los padres de familia, otros profesores, así como por sus propios estudiantes quienes, como si fuera justicia poética o divina, le harán pagar todas y cada una de las que le hizo a sus profesores en su trayectoria escolar hasta antes de abrazar la noble profesión; pero, a pesar de todo, esto tendrá el valor y la fortaleza suficiente para levantarse, una y otra vez, sin que su espíritu se vea desgastado, dejando la vida en cada lección.

Todo educamos

Podemos pensar que no estamos tan mal como parece, podemos cerrar los ojos y negar lo que se presenta a diario en cada rincón del estado donde vivimos, podemos seguir sin hacer nada, ya que nunca se va a acabar la corrupción, la delincuencia, la maldad; o, en su lugar, podemos decidirnos a corregir el rumbo, cambiando primero nosotros mismos en nuestro comportamiento personal, familiar, profesional, académico y después, con este mismo ímpetu y esfuerzo, provocar que las cosas cambien para bien de los demás, fomentando valores de honradez, responsabilidad, perseverancia, puntualidad, tolerancia, respeto, etc., predicando, así, con el ejemplo y enseñando a las generaciones que nos siguen la diferencia entre el bien y el mal; asimismo, en el caso de quienes tengan la grandísima oportunidad de pisar un salón como profesores, requieren analizar las incesantes “realidades” en las que interactúa la sociedad y se aloja la Escuela, obligándose a meditar que estarán ante el umbral de una vida profesional que les apremiará para tomar la decisión del tipo de docente que quieran llegar a ser, dado el momento histórico en el que viven, logrando configurarse en uno que, al enfocar la mirada hacia el camino por recorrer, no se amedrenten si arrecia la tormenta y, cuando emerjan nuevos problemas, como sucede en cada generación, al levantar la sociedad su voz exigiendo ¿Quién enseñará a los niños?, no duden en pronunciar prestos, con orgullo y resolución ¡Aquí está un profesor!

VALORES DOCENTES Y ATENCIÓN DE LA DIVERSIDAD ESCOLAR

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Lázaro Armenta Armenta

Hablar de valores no es un asunto menor, es esculcar en una montaña de teorías, fundamentos, ensayos, filosofías, prácticas, políticas, reglas, derechos, normatividades, relaciones humanas, concepciones, culturas, sociologías, antropologías, psicologías…. etc. Adentrarnos a estos terrenos axiológicos conlleva a reflexionar sobre la esencia del ser humano. De acuerdo con Cristóbal Holzapfel, “Los que nos distingue, nos determina y nos define a los humanos, es que tenemos una relación con el ser o, como dice Heidegger, que “nos va” el ser. Por de pronto, nos va el ser de distintas cosas, fenómenos, situaciones, sucesos, eventos, y demás; y este irnos el ser supone a la vez que nos incumbe, nos importa, nos preocupa”8.

En el presente ensayo se hacen algunas reflexiones en torno al docente, como sujeto formado profesionalmente para ser quien dirija en la escuela el desarrollo de competencias para la vida de niños y jóvenes que ingresan con diversas creencias, actitudes y niveles o grados de responsabilidad personal, capacidades intelectuales, físicas, y cada uno de éstos de un ambiente familiar cuyas características ideológicas y culturales son muy específicas.

Situar los valores en la escuela, para el caso que en este texto incumbe: el docente como un profesional formado sea maestro o autoridad escolar, permite hacer algunas reflexiones en torno al asunto de los valores del docente como un profesional y su relación con la atención de la diversidad de educandos, no desde las concepciones y construcciones de autores de gran calado, sino desde un punto de vista sencillo, la experiencia que sitúa al sujeto en un ambiente o cultura llena de consideraciones relativas al deber ser, al sujeto bueno, al que no altera las relaciones humanas, al profesional en relación al niño que aprende, al adulto que actúa, a la sociedad que concibe al profesionalismo, al maestro que respeta e interviene adecuadamente. Al “yo” único y que internaliza las relaciones humanas y al deber hacer las cosas buenas y no las malas. A la dignidad humana del hombre o mujer. Y el entendido de que ser maestro tiene un sentido lógico ese “nos va” la intención, la atención y el respeto a la diversidad de alumnos que requieren de una educación con equidad.

Aún desde esta postura sencilla, es necesario fundamentar teóricamente, para ello se retoma la reflexión de María Teresa Yurén Camarena sobre la concepción de lo que es valioso, a lo que se refiriere de la siguiente manera:

“Son valiosos los objetos materiales, las acciones e interacciones, las formas de integración social, las regulaciones sociales, las ideas, los sentimientos, las actitudes, las cosmovisiones, los saberes, las costumbres, las estructuras de la personalidad en tanto que: a) favorecen la realización de la libertad de todos y cada uno de los seres humanos, y por ende, la revocación de toda forma de dominación; b) contribuyen a elevar el nivel de conciencia y autoconciencia de los sujetos; c) hacen propicia la interacción humanizada de las personas entre sí y su relación con la naturaleza; d) facilitan la objetivación del ser humano y su conformación como sujeto; e) favorecen la síntesis del particular (la persona

8 Ser-humano (Cartografía antropológica). Cristóbal Holzapfel, pág. 9. En http://cristobalholzapfel.cl/libros/SER-HUMANO.pdf

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total) con el universal (el género humano). Además, puesto que la condición ultima para la satisfacción de estas condiciones radicales es la autoconservación, es valioso también aquello que satisface necesidades existenciales, esto es, que contribuye a mantener la vida de la especie humana en particular y la vida en el planeta, en general”9.

Situar esta concepción dentro del ámbito escolar, lleva a considerar a la escuela como un espacio donde las relaciones que se generan involucran considerablemente a un heterogéneo grupo o sistema donde coinciden sujetos (alumnos, padres de familia, docentes y otros agentes) de diferentes contextos o distintas condiciones sociales. En este microsistema convergen creencias y principios nunca homogenizados aún en un espacio con marcos normativos, reglas de operación y formación regulada e implementada en planes y programas de estudio regulados por el Estado.

El Plan de Estudios 2011, propone doce principios pedagógicos que lo sustentan y los antepone como condiciones esenciales para la implementación del currículo, la transformación de la práctica docente, el logro de aprendizajes y la mejora de la calidad educativa. De éstos retomamos dos, con relevancia para fomentar la valoración de la diversidad y la cultura de inclusión, como condiciones para el enriquecimiento social y cultural: el principio 1.8. Favorecer la inclusión para atender a la diversidad y 1.9. Incorporar temas de relevancia social.

El primero, 1.8), hace hincapié de que la educación es un derecho fundamental y una estrategia para ampliar las oportunidades, instrumentar las relaciones interculturales, reducir las desigualdades entre grupos sociales, cerrar brechas e impulsar la equidad. Al docente le delega la responsabilidad de promover entre los estudiantes el reconocimiento de la pluralidad social, lingüística y cultural como una característica del país y del mundo en el que viven, y fomentar que la escuela se convierta en un espacio donde la diversidad pueda apreciarse y practicarse como un aspecto de la vida cotidiana y de enriquecimiento para todos. A su vez menciona que a Educación Básica le corresponde crear escenarios basados en los derechos humanos y el respeto a la dignidad humana, en los que cualquier estudiante, independientemente de sus condiciones, se desarrolle intelectual, social, emocional y físicamente. Invitando al docente a desarrollar empatía hacia las formas culturales y necesidades del alumnado que pueden ser distintas a sus concepciones.

En el principio 1.9 Incorporar temas de relevancia social. Derivados de los retos de una sociedad que cambia constantemente y requiere que todos sus integrantes actúen con responsabilidad ante el medio natural y social, la vida y la salud, y la diversidad social, cultural y lingüística. Estos temas favorecen aprendizajes relacionados con valores y actitudes sin dejar de lado conocimientos y habilidades, y se refieren a la atención a la diversidad, la equidad de género, la educación para la salud, la educación sexual, la educación ambiental para la sustentabilidad, la educación financiera, la educación del consumidor, la prevención de la violencia escolar –bullying–, la educación para la paz y los derechos humanos, la educación vial, y la educación en valores y ciudadanía10.

9 (1996) Educación centrada en valores y dignidad humana. María Teresa Yuren Camarena. ISSN 0212-5374. Pág. 217. http://e-spacio.uned.es/fez/eserv.php?pid=bibliuned:20513&dsID=educacion_centrada.pdf10 Plan de estudios 2011. Educación Básica. SEP.

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Como podemos apreciar, el Sistema Educativo propone para Educación Básica algunos referentes para trabajar en valores. No es sólo reforzar la parte del contenido como formación del alumno, sino aquello que es parte fundamental y complemento para el desarrollo de competencias en éstos, y que el docente, como principal agente formativo en la escuela, genere las condiciones para ello; además, tiene en su quehacer metodológico y actitudinal licencia para fomentar, ejercer y motivar a las mejores relaciones y formación en valores: responsabilidades, respeto, tolerancia y otros relacionados con el amor, la paz, la humildad, la libertad, la puntualidad, la sencillez, la tolerancia social, y el trabajo.

Sabemos que la enseñanza en la escuela está fundamentada en actos o cosas buenas para el educando, que le permitirán transitar por dificultades, resolver problemas, buscar solución o alternativas para ser competente en la vida. Nunca intentar y menos en una escuela, formar alumnos malos, que no funcionen en otros ámbitos o carentes de aprendizajes para continuar su vida académica, social o laboral. He aquí un asunto de valores, ética y moral. Conceptos éstos, que no intentaremos definir, pues no es la intención, puesto que al hablar de valores, intrínsecamente aparecen la ética y la moral, la cívica y otros en relación.

Los principios éticos en el profesional docente y la construcción de persona generada en su desarrollo familiar, cultural e ideológico otorgan la convicción del actuar del profesorado para con sus discípulos. En este sentido la educación formal, la que se da en la escuela no es pura, está influenciada de la educación no formal y de la informal. Igual la formación del docente y su formación profesional tienen influencia de lo no formal e informal.

La educación como un medio para el logro del desarrollo del hombre y la mujer, busca influir en su mejora personal y social acorde a lo considerado institucionalmente, presupone patrones, objetivos y fines, además de valores, es decir, fines y valores definidos. Cuando hablamos de educar en la diversidad, no es sólo atender en la escuela a todo el alumnado, independientemente de su condición; en estos asuntos, las creencias y juicios de cada docente o autoridad entran en juego. Por ello, el profesionalismo o situar a la profesión docente como tal, no deberían de requerir que recibiera indicaciones para que actuara en consecuencia de una buena intervención académica, en tanto se supone que es una cuestión adherida a su función o labor docente, (pregunta: ¿entonces por qué emergen programas de atención a migrantes, personas con discapacidad, aptitudes sobresalientes, y otros grupos en desventaja relativos a la realidad social y cultural de México?).

Dice Fernando Savater que

“a diferencia de otros seres, vivos o inanimados, los hombres podemos inventar y elegir en parte nuestra forma de vida. Podemos optar por lo que nos parece bueno, es decir, conveniente para nosotros, frente a lo que nos parece malo e inconveniente. Y como podemos inventar y elegir, podemos equivocarnos, que es algo que a los castores, las abejas y las termitas no suele pasarles. De modo que parece prudente fijarnos bien en lo que hacemos y procurar adquirir un cierto saber vivir que nos permita acertar. A ese saber vivir, o arte de vivir si prefieres, es a lo que llaman ética”. 11

11 Pag. 7. Ética para Amador. Fernando Savater. http://www.escatep.ipn.mx/Documents/ClubLectura/Frente%20al%20espejo/%C3%89TICA%20PARA%20AMADOR.pdf

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Respecto a la concepción de lo bueno y lo malo que es un asunto ético, el ser humano ha sido sumergido históricamente entre lo que debe y no debe hacer. Entonces, aquí entran asuntos de la conciencia, Paul Ricoeur centra su análisis especialmente en el concepto de ‘mancha’, “aludiendo con éste a que el mal, al manifestarse y hacerse visible, se presenta como una mancha, es decir, una suciedad o impureza, ocurriendo ello en cualquiera de los dos momentos de la externalidad. Por la contraparte, el bien se presenta como pureza, como lo inmaculado, diáfano, impoluto, cristalino12” en este sentido, los parámetros morales y éticos está en lo puro y lo impuro.

Ser un humano integro, situado, consciente en valores, es un elemento que favorece la condición de vida. En este sentido, ser humano es preocuparnos de vivir en una condición fundamentada en las buenas relaciones y hábitos congruentes, desarrollando y fomentando en nuestros sucesores conocimientos relativos al tipo de sujetos de futuro que la sociedad necesita. La familia, la escuela, la iglesia y dentro de estos ámbitos, los actos, programas institucionales y doctrinas tienen un lugar especifico en la formación de valores; sin embargo, los asuntos de la moral están presentes, pues entra lo que debemos hacer o podemos evitar para mantener nuestra condición de estabilidad.

Es sorprendente como la evolución de la raza humana va concibiéndose y como ciertas creencias y comportamientos van evolucionando. Actualmente se intenta hablar de valores modificados o violentados como si éstos cambiaran, mutaran o se reconstruyeran. O de culturas con sus subculturas y hasta contraculturas como algo dividido en un solo espacio geográfico. La humanidad entendida como organización o sistema complejo, desde sus formas de vida y oportunidades básicas de subsistencia, enriquece las investigaciones que sobre ella se hacen, situadas en un bagaje amplio y concreto, donde las situaciones variadas alrededor del concepto valor están en constante cambio. Ello es lo que hace enmarañado el tema cuando pretendemos abordarlo aun delimitando desde una concepción y narrativa simplista.

Los valores no cambian, no se modifican, pero sí las conductas, las actitudes y comportamientos. El hombre es bueno por naturaleza, diría Juan Jacobo Rousseau en el Emilio, ¿realmente será bueno o podría ser malo por naturaleza? La construcción de un sujeto se sitúa en sus relaciones interpersonales, en este sentido nada da la seguridad de la formación de sujetos buenos o sujetos malos. Pinocho fue creado por un hombre bueno, su conciencia, Pepe el Grillo, siempre estaba al pendiente de su buen comportamiento; sin embargo, el honrado Juan (el zorro) y Gedeón (el gato) hacen lo imposible por timarlo, y Polilla, su amigo en la isla de los juegos, éste ultimo el clásico conocedor de mundo que incita a pinocho a las malas conductas. Éste es un cuento donde otros personajes forman parte de la construcción del sujeto, llegando al final con la formación de un Pinocho que, viviendo una serie de dificultades, termina siendo un niño de carne y hueso luego, de haber rescatado a su padre Geppetto del interior de una ballena. Constituyéndose así al ser humano.

El pasaje de la persona para llegar a constituirse como ser humano debe cumplir una serie de características, la formación que va recibiendo puede marcar sus acciones en relación con los contextos donde se desarrolla. Las condiciones en que se desenvuelve dicho sujeto

12 Ibid. Pág. 51

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pueden, mas no es una formula, originar que una persona adquiera ciertas características y formas de expresar o manifestarse ante los demás. La formación del sujeto, como la formación profesional basada en valores no es pura ni clara, en ésta tienen que ver aspectos como el origen cultural, las creencias, la economía, la educación, el apego a una religión, etc.

Aunque la escuela fundamente en gran medida su actuar basado en valores, tampoco le es ajena la formación inicial del sujeto, pues cada alumno o alumna que ingresa llega con ciertas características personales, modelada en gran medida por la familia y su comunidad inmediata. En este sentido, podemos decir que la escuela es un contexto donde interactúa una diversidad de alumnos y profesores tanto en creencias personales y religiosas, capacidades intelectuales, condiciones y capacidades físicas, situaciones emocionales, condiciones económicas, étnicas, y otras tantas numerables una a una.

Alumnado y docentes son diversos, igual cada sujeto que interactúa con ellos. No obstante, es esta diversidad lo que caracteriza a la humanidad. Pero cada sujeto es un ser, cuyas especificidades se relacionan como lo hemos comentado con su pasado reciente y sus relaciones. En este sentido la enseñanza que da un maestro, va cargada de valores independientemente del curriculum, pues éste manifiesta actitudes y conductas observables en la escuela como en la comunidad cercana, donde su figura ocupa un lugar fundamental en la sociedad, y es ejemplo para sus discípulos y demás.

Desde la figura situada en el más alto mando de una institución de cualquier índole hasta la de más bajo perfil, hablando específicamente de aquellas relacionadas con autoridades que, forzosamente, se formaron en instituciones escolarizadas, hace suponer que vivieron la formación en valores en su diversidad, y que se han constituido como seres humanos hechos: sin embargo, esto conlleva a discutir el porqué se tiene que trabajar continuamente para la inclusión de grupos sociales, personas en específico en distintas condiciones físicas, sociales e intelectuales, entre otras muchas. Si los valores son universales, entonces…¿quién rechaza a los grupos migrantes, a las personas con discapacidad, a los que viven en pobreza, a las mujeres u hombres vulnerables, a los alumnos en condiciones de desventaja, y demás?

En el caso específico de los docentes y de las escuelas, entendiendo que no solamente laboran profesores, se tiende a denigrar la condición de algunos sujetos. La palabra Educar, en ocasiones, no es entendida en la dimensión que toma el concepto en el ámbito escolar. Y se deja de lado la intervención consciente de la escuela en relación de quien lo requiere. Es aquí donde el asumir nuestra responsabilidad y compromiso social toma auge y donde, realmente, se manifiesta el ser.

Suponemos que la escuela tendría que generar las condiciones para que la diversidad sea atendida sin restricciones, sin embargo, tienen que emerger programas destinados a favorecer a esta población, lo que no garantiza en mucho o queda como paliativo y sólo, en algunos casos, como experiencias exitosas.

Actualmente, las políticas invitan a las escuelas a ser inclusivas y equitativas, entendiendo la Inclusión como

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El conjunto de acciones encaminadas a incorporar al sistema educativo nacional a niñas, niños y jóvenes que, por alguna otra causa de índole social, cultural, de desigualdad de género y/o económica, no tienen acceso al sistema educativo y/o se encuentran en riesgo de exclusión de los servicios educativos. Es un proceso de abordaje y respuesta a la diversidad de las necesidades de todo el alumnado a través de la creciente participación en el aprendizaje, las culturas y las comunidades, y de la reducción de la exclusión dentro y desde la educación; y por Equidad, la igualdad de oportunidades para incorporarse y permanecer en el sistema educativo nacional. Hace referencia al tratamiento igual, en cuanto al acceso, permanencia y éxito en el sistema educativo para todos y todas, sin distinción de género, etnia, religión o condición social, económica o política13.

Lo anterior, en una suerte de ver al ser humano como un profesional o no, el concebir al otro como un sujeto que requiere de educación u formación con equidad, sin ver diferencias pero sí requerimientos específicos, lleva a rechazar políticas educativas que generan presupuestos económicos destinados a la inclusión de personas que las propias instituciones oficiales han excluido históricamente. No es una crítica al sistema, pero sí al juego al cual entran las instituciones en un afán de favorecer la eliminación o minimización de barreras culturales, que si analizamos quien excluye y es inequitativo con dichos grupos es el propio Estado.

Cerrando, más que la búsqueda o promulgación de leyes, programas y acuerdos, lo que definiría una intervención eficiente o al menos sustentada desde una formación profesional en cuanto a lo educativo sería una formación teórica y práctica en educación (inclusiva14), donde el plan curricular de las escuelas formadoras de docentes incluyera de forma explícita la atención de dichos grupos considerados como vulnerables, y no como algo que se propone de forma oficial a la escuela, donde hay responsables de aplicar los presupuestos destinados asesorando y dando seguimiento. Esto lleva a concebir la intervención educativa como algo relativo a la especialización, lo que no es conveniente cuando hablamos de inclusión educativa y atención a la diversidad en una misma escuela.

En tanto que lo que se requiere es de docentes cuya intervención educativa favorezca a todos en la misma aula, en la escuela y comunidad, desarrollando acciones fundamentadas en prioridades detectadas en cuanto a la necesidad específica de aprendizaje y participación de todo el alumnado, desde el de mayores capacidades hasta aquel que enfrenta serias barreras educativas o sociales. Es decir, que la escuela, al momento de centrar su intervención en la diversidad del alumnado, debe asumir las diferencias y particularidades de éstos como un referente que habrá de desarrollarse, lo que no deja de ser una cuestión de actitudes y valores éticos de la vida práctica del profesorado.

Finalmente, a los maestros que asumen ese “no va” el ser, son particularmente a los que les preocupa su “yo” y el de sus beneficiarios, les importa, les incumbe el buen desarrollo, la buena formación, las buenas actitudes, las buenas prácticas, los aprendizajes favorables, independientemente de la condición del otro, la vida en valores; maestros que asumen su ética de ser docente y en ello se “les va” la profesión.

13 ACUERDO número 711 por el que se emiten las Reglas de Operación del Programa para la Inclusión y la Equidad Educativa. 14 La palabra inclusiva resulta desde la visión personal como algo de más al hablar de educación.

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EL DESARROLLO DE VALORES EN LA EDUCACIÓN BÁSICA: ALCANCES Y PROSPECTIVAS

Jesús Vidal Ponce

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Aspectos preliminares

La temática de los valores ha sido siempre motivo de análisis, refiere Adela Cortina “el mundo de los valores no sólo es espinoso, sino también muy variado”. De acuerdo con Frondizi, la disciplina que los estudia –la axiología- ensaya sus primeros pasos en el siglo XIX, no obstante, también fueron motivo de inspiración desde los planteamientos filosóficos de Platón. En el devenir histórico, los escenarios para su abordaje pueden ser disimiles, lo cierto es que en esta sociedad globalizada su inclusión en el actuar del ser humano se torna urgente, el desarrollo económico, científico y tecnológico, generalmente, no van acompañados de un la integración de una sociedad justa equitativa, democrática, de convivencia y vivencia plena de valores.

Al ámbito educativo, le corresponde asumir un compromiso importante. Su papel resulta incuestionable, de ahí que los elementos aquí proyectados intentan convertirse en un aporte más para la reflexión y búsqueda de alternativas ante las problemáticas que, día a día, aquejan nuestra sociedad.

El papel de la educación en la actualidad

Coexistimos en un mundo complejo, que se caracteriza por una heterogeneidad de cambios, que exigen a los sistemas educativos el impulso de modelos vanguardistas en sus políticas, que den cuenta de los avances, necesidades y demandas del nuevo milenio; sistemas que deberán recuperar la conciencia y el compromiso social de una transformación plena del ser humano. Se reconoce que, en el siglo XXI, el conocimiento y las capacidades del ciudadano constituyen el motor que impulsa el desarrollo de las naciones y el bienestar del planeta. No obstante, paralelo a esa perspectiva, diariamente se experimentan diversas problemáticas producto, quizás, de la misma evolución, entre éstas; el deterioro del medio ambiente, la manifestación de la violencia en formas muy variadas que trastocan la convivencia y la seguridad de las personas, la trasgresión a los derechos humanos, la inequidad de género, el menoscabo de aspectos valorales que van en detrimento de la construcción de una sociedad más respetuosa, tolerante, humana.

Ante esa complejidad social, los sistemas educativos, se han planteado, al menos como decreto, un ideal de individuo íntegro, capaz de implicarse activa y asertivamente en el mundo que le toca vivir, que desarrolle actitudes, valores y nuevas formas de interacción. Así, las funciones de la educación para el siglo XXI sitúan, como uno de sus ejes esenciales, el fomento de los valores y las actitudes, en aras de hacer posible una convivencia más justa y democrática. Estos postulados paulatinamente se han centrado en el diseño de planes y programas de estudio, libros de texto y en la necesaria formación docente, aunque en la práctica persisten dificultades, esta visión se relativiza, excluyendo su concreción. Aspecto que se abordará posteriormente.

En función de las exigencias sociales, la educación se constituye como un pilar importante que puede favorecer la cooperación, el respeto, la igualdad y solidaridad, como elementos que propician la construcción de una sociedad más participativa, democrática, de coexistencia pacífica, utilizando para este fin y como una herramienta fundamental el desarrollo del potencial humano. Sus fines deberán tener como ideal la formación de

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individuos competentes, personal y profesionalmente, que puedan actuar éticamente en todos los ámbitos en que se desenvuelven. Concierne a la escuela responder a este desafío, como lo sugiere el Programa Nacional Escuela Segura (2009:9), “configurando una experiencia formativa y un espacio de aprendizaje social en el que se prevengan y atiendan los riesgos y problemas; se dote a las nuevas generaciones de herramientas para aprender a vivir, a ser, a aprender y a convivir en un entorno complejo”.

Educación y valores: un breve marco referencial

Los estudios sobre la importancia de la formación valoral y sus implicaciones, han sido objeto de explicación y análisis de tendencias psicológicas, filosóficas, sociales, ideológicas, culturales, incluso de políticas públicas.

Organismos internacionales como la ONU, UNESCO, OEI, ORELAC, (UNESCO, 2008) entre otros, han efectuado foros de análisis, de los que han derivado diagnósticos acerca de realidades que se presentan respecto a la convivencia e interacción solidaria entre los individuos en la sociedad. Los resultados han sido desalentadores, los índices de violencia y el deterioro del medio ambiente van en aumento, aspectos que posiblemente estén en relación con la diversidad de situaciones conflictivas que mundialmente se viven.

Una de las medidas adoptada por casi todos los países miembros de la ONU, para contribuir a la creación de una perspectiva donde los individuos interaccionen en un ambiente de no violencia, ha sido plantear programas que propicien, fomenten y fortalezcan una educación sustentada en los valores universales. Para su concreción los sistemas educativos han tenido que realizar reformas curriculares o, bien, incluir esta perspectiva en sus programas. Así, la educación, elemento indispensable para el progreso del ser humano, se convierte en instrumento clave para la toma de conciencia sobre el ejercicio de los derechos y responsabilidades de los ciudadanos (UNESCO/OREALC: 2008; 14).

Delors (1996; 93) afirma que la formación de los individuos implica favorecer el desarrollo de los cuatro pilares del conocimiento (aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos, aprender a ser), aspectos que le llevarán a descubrir, despertar e incrementar sus posibilidades creativas, las cuales suponen trascender la visión puramente instrumental de la educación y considerar su función en toda su plenitud, esto es, la realización de la persona que, toda ella, aprende a ser. Estos elementos otorgan a las futuras generaciones herramientas para entender, rescatar, valorar y actuar acertadamente en esta sociedad cambiante.

Pertinencia de la formación de valores en educación

Diversos autores explican la pertinencia de la inclusión de los valores en la educación (González,1991; Trilla,1997; Schmelkes,1997; Bolívar,1999; Buxarrais, Martínez y Puig,1997:) todos coinciden en señalar que éste es un tema de importancia creciente no sólo en México, sino en muchos países del mundo. En una idea similar, Schmelkes (2004) refiere que la formación en valores debe buscar que cada persona construya de manera

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autónoma su propio esquema valoral, pero habiendo pasado por un proceso reflexivo, dialógico de descubrimiento de los valores universales y habiéndolos complementado desde su cultura y personalidad, con intención de que forjen su proyecto de vida particular. En este sentido, como se ha expresado, los sistemas educativos deben asumir su compromiso ineludible; la educación básica: forja los cimientos.

Pascual (1998), considera que es necesario pensar en nuevos modelos educativos, donde los valores de la persona y de la comunidad sean finalidades y objetivos realmente alcanzables; sistemas que tengan en cuenta los valores que se generan en la misma organización escolar; que establezcan principios metodológicos coherentes con las disposiciones, habilidades y actitudes que se desean conseguir; y que en la formación de maestros se atiendan los aspectos de desarrollo de la personalidad. Existe un verdadero reto al respecto, la educación no deberá centrarse en la mera transmisión de contenidos declarativos, en verdades acabadas, en el plano discursivo; se requiere del desarrollo de juicios críticos donde maestros y alumnos participen, se involucren en el diálogo, en la participación democrática.

El desarrollo moral y la formación en valoresEl desarrollo moral constituye uno de los aspectos en los que se reflexiona poco cuando en la práctica educativa se “trabaja” la formación en valores. En lo general, los programas y la intervención pedagógica atienden de manera parcializada el fomento de valores (o de “un valor”).

Como ya se reconoce, Kolhberg hace una contribución especial en este sentido; explicar cómo evoluciona el juicio moral en los individuos, entendido éste como un proceso que permite reflexionar sobre los propios valores y ordenarlos en una jerarquía lógica, que además, no se limita a algunos momentos de la vida, sino que es parte activa del proceso de pensamiento, que posibilita dar sentido a cada vivencia y conflicto que se presentan en la vida diaria. Este autor estableció la existencia de seis estadios progresivos de juicio moral. No obstante, es importante reflexionar que su aprendizaje no se favorece con el solo crecimiento de los individuos o el paso por las etapas. Su adecuado desarrollo implica la movilización de competencias psicosociales; afectivas, lingüísticas, cognitivas, comunicativas, las cuales se dan en interacciones e intervenciones especificas.

Estos referentes deben constituirse como el elemento medular para quienes pretenden trabajar la formación de valores en la educación básica. Es necesario, reconocer que existen aspectos previos que deben favorecerse, tales como la participación social y asunción de roles, sólo así la persona puede desarrollar la capacidad de asumirse y situarse en la perspectiva del otro. Pasar de la moral heterónoma a la autónoma.

A la escuela le corresponde esta formación; reconocer que el desarrollo moral del niño no se facilita en el decálogo o adoctrinamiento mecánico, que requiere de un proceso educativo sistematizado, sustentado, fortalecido en la experiencia práctica cotidiana, en el aula, la escuela y familia; de esta manera, se favorece el desarrollo de habilidades sociales proactivas y la capacidad para reflexionar y actuar asertivamente. Sólo así puede decirse que existe un desarrollo armónico de las facultades del ser humano, argumentar que los fines de la educación se han concretado.

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La inclusión de la formación valoral en el currículum de la educación básica en México

En nuestro país, la tendencia hacia la formación en valores, adquiere relevancia especial en la década de los noventa. En 1999, se incorporó en educación secundaria la asignatura de formación cívica y ética (Latapí, 2004), sustituyendo la asignatura académica de civismo. Los nuevos planes y programas se empezaron a aplicar en el ciclo escolar 1999-2000 (DOF, 1999) y las reformas curriculares posteriores la incluyen como elemento explícito de sus fundamentos (Programa de Educación Preescolar 2004, Plan de Estudios 2009, Educación Primaria).

El Plan de Estudios 2011 de Educación Básica, incorpora en sus principios pedagógicos el aprendizaje colaborativo, la inclusión a la diversidad y los temas de relevancia social que sustentan la importancia de actuar con responsabilidad ante el medio natural y social, la vida y la salud, la diversidad social, cultural y lingüística. Estos elementos, dentro de otros, reflejan la preocupación del sistema educativo por atender las necesidades locales y nacionales, dar cuenta de los requerimientos que la sociedad demanda a los individuos.

La inclusión de los temas de relevancia social forman “parte de más de un espacio curricular y contribuyen a la formación crítica, responsable y participativa de los estudiantes en la sociedad. Favorecen aprendizajes relacionados con valores y actitudes sin dejar de lado conocimientos y habilidades, y se refieren a la atención a la diversidad, la equidad de género, la educación para la salud, la educación sexual, la educación ambiental para la sustentabilidad, la educación financiera, la educación del consumidor, la prevención de la violencia escolar –bullying–, la educación para la paz y los derechos humanos, la educación vial, y la educación en valores y ciudadanía”. (SEP, Plan de Estudios 2011. Educación Básica; 37).

El mapa curricular de la Educación Básica se organiza en cuatro campos de formación: Lenguaje y comunicación, Pensamiento matemático, Exploración y comprensión del mundo natural y social, y Desarrollo personal y para la convivencia. Horizontalmente plantean la secuencia y gradualidad de las asignaturas que forman parte de Básica, y de manera vertical, los periodos escolares, que indican la gradualidad de los estándares curriculares de Español, Matemáticas, Ciencias, Segunda Lengua: Inglés, y Habilidades Digitales.

El campo formativo que se corresponde con la formación de valores es Desarrollo personal y para la convivencia, cuya finalidad es el desarrollo del juicio crítico a favor de la democracia, libertad, paz, respeto a las personas, la legalidad y a los derechos humanos. También implica el manejo armónico de las relaciones personales y afectivas, que posibilitan el desarrollo de la identidad personal y la construcción de su identidad y conciencia social. Este campo es genérico, para todos los niveles educativos, (preescolar, primaria y secundaria), así cada nivel, de acuerdo a los aprendizajes esperados que debe concretar, asumirá las especificidades respecto a la dosificación de contenidos, imprimiendo estilos de intervención diferenciados que podrán dar o no, cuenta de ese ideal.

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De los planteamientos teóricos a las propuestas prácticas

Indiscutiblemente el Plan y Programas de Estudio 2011, incluye propósitos y temáticas que se dirigen al fomento de valores. No obstante, en el quehacer diario, existen aspectos que dificultan su concreción, producto quizás, de la falta de referentes y/o formación de los maestros, de la opacidad con que se actúa, o las exigencias que plantea el currículum hacia el logro de competencias y habilidades cognitivas. Las experiencias escolares cotidianas, sugieren la necesidad de repensar esa intervención, de modificar el “camino”. Por tanto, el cambio tiene que seguir orientándose hacia la complementariedad y trabajo con ambos elementos (cognitivo y valoral) en la práctica cotidiana.

Finalmente, el trayecto bosquejado hasta este momento permite dilucidar algunas consideraciones, a título de propuestas, que pueden considerarse como parte del hacer cotidiano de quien aspire trabajar una educación en valores.

La educación en valores debe procurar, como refiere Martínez, “un deuteroaprendizaje, un aprender a aprender…propiciar condiciones que favorezcan el aprendizaje en valores y no tan sólo enseñar valores” (2000; 41). Un programa de valores, debe coincidir con los fines de la educación y el papel de la escuela, orientar su formación en una perspectiva que rescate el enfoque humanista y el desarrollo de habilidades sociales, que potencie el desarrollo del juicio moral paralelamente con el aspecto cognitivo, que favorezca el contacto directo y vivencial con las realidades sociales y ambientales para que trasciendan los escenarios escolares, en este sentido, contribuir al desarrollo de un individuo pleno e íntegro. Que maestros y educandos asuman con conciencia crítica la realidad que viven y requieren transformar. Que la escuela se convierta en un espacio democrático y socializador. Que el docente y la escuela vivan los valores. Que la educación privilegie la formación de sus individuos en el compromiso y la responsabilidad que históricamente les toca vivir en esta sociedad cambiante.

Si cada docente, de acuerdo a su formación, experiencias e interacciones, imprime un estilo particular a su práctica, es importante se le involucre en un proceso de autorrevisión permanente para que incorpore los cambios e innovaciones necesarias en su quehacer educativo. Por tanto, será importante favorecer el desarrollo de sus competencias personales y profesionales, en el sentido que plantea Perrenoud (2004:121-123), para que contribuyan a redefinir su profesionalidad “no sólo para el futuro sino para el presente”, que generen las condiciones de un trabajo escolar productivo, que promuevan un modelo escolar donde los alumnos puedan aplicarlo aquí y ahora. Hacer posible estas competencias, implica brindarles herramientas para el manejo de la perspectiva valoral, sus conceptualizaciones, estrategias de trabajo, entre otras: “proveer de condiciones, generar climas y ayudar, como el andamio lo hace al que trabaja y construye, a recrear valores, …orientar para que el que aprende sea capaz no sólo de encontrar su lugar en el mundo sino además ser autor y, sobre todo, sueño de sus actos” (Martínez; 200:49)

Referencias bibliográficas:

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Buxarrais Ma., Martínez M., Puig J., Trilla J. (1997) La educación moral en primaria y en secundaria. Una experiencia española. México. SEP. Biblioteca del Normalista.

Cortina Adela” Valores morales y comportamiento social” En: Siglo XX: Mirando hacia atrás para ver hacia adelante. García de Cortázar (Coord.) (2001) Edit, FAES Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales España. Fundación Dialnet

Delors Jacques, Coord. (1996) La educación encierra un tesoro. México. Frondizi Risieri (1958) “¿Qué son los valores? Ed. Fondo de Cultura Económica.

Tercera Edición 2005. Martínez, M. Miquel. (2000). El contrato moral del profesorado. México. Biblioteca

para la actualización del maestro. Perrenoud P. (2007). Diez nuevas competencias para enseñar. Barcelona. Editorial

Grao. Plan Estatal de Desarrollo 2011-2016. Gobierno del Estado de Sinaloa Pascal V. Antonia. “La educación en valores desde la perspectiva del cambio”, en:

Clarificación de valores y desarrollo humano. Madrid, Narcea. 1998 Schmelkes, Sylvia. 2004 La formación de Valores en la educación básica. México.

SEP. Biblioteca para la Actualización del Maestro. Schmelkes, Sylvia (1997). La escuela y la formación valoral autónoma. México.

Castellanos editores. SEP. Plan de Estudios 2011. (2011) Educación Básica. México SEP. (2009). Programa Escuela Segura (P.E.S.). México UNESCO/ORELAC. (2008) Educar en cultura de paz. Chile.

LOS VALORES EN LOS PROGRAMAS DE ESTUDIOS DE EDUCACIÓN PRIMARIA

Alfredo Zañudo Mariscal

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Actualmente, se escucha entre algunos docente de primaria, la frase de que hay crisis de valores, que éstos se han ido perdiendo. Sin embargo, esta frase invita a la siguiente reflexión. ¿Se han perdido por qué? ¿Qué no se especifican los valores de manera explícita e implícita en los programas de estudios? ¿Acaso no existe una asignatura en la que especifique la enseñanza de éstos (si es que se pueden enseñar) o, bien, se puedan practicar los valores mediante la guía de un documento oficial? ¿O a través del ejemplo?

Las reflexiones anteriores, invitan a realizar hacer un análisis de la asignatura de Formación Cívica y Ética que contienen los programas de educación primaria, porque, en algunos de los propósitos para el estudio en esta materia, se especifica con claridad que se pretende que los alumnos se asuman como sujetos dignos, capaces de desarrollarse plenamente mediante el disfrute y cuidado de su persona, de tomar decisiones responsables y autónomas para orientar la realización de su proyecto de vida y su actuación como sujetos de derechos y deberes que participan en el mejoramiento de la sociedad.

El logro de este propósito dentro de la práctica docente implica: Que maestras y maestros comprendan y reconozcan que todas las acciones realizadas dentro del aula, (y también fuera de ella), permitan a los alumnos crecer como personas a través del ejercicio docente, ya que si se analizan los valores, desde el punto de vista filosófico, toda persona es digna, por el sólo hecho de existir, es decir por su propia naturaleza.

En otro de los propósitos se menciona que es necesario reconocer la importancia de que los alumnos ejerzan su libertad y tomen decisiones con responsabilidad, ante los diferentes sucesos que se le presenten en su vida cotidiana. Además de regular su conducta de manera autónoma para favorecer su actuación apegada a principios éticos, el respeto a los derechos humanos y los valores democráticos.

Si se toma de referencia que la Ética es la ciencia que estudia la moral, pues entonces es necesario enseñar y practicar en la escuela primaria con los distintos tipos de valores, sobre todo los éticos o morales, los cuales se refieren a la persona en su globalidad y en su unidad. Es decir, apuntan a la dignidad del ser humano, a su realización plena como tal y a sus derechos fundamentales.

Asimismo, el programa de Formación Cívica y Ética de educación primaria contiene un enfoque didáctico al cual lo orientan los siguientes principios:

El trabajo en torno a valores inscritos en el marco constitucional. Esto indica que la orientación ética del programa tiene como referencia los principios del Artículo Tercero Constitucional, que plantea que los alumnos sean capaces de lograr la convivencia armónica con sus semejantes y obtener una educación integral, producto de lo que aprende en la escuela y en la familia.

Otro de los principios es la formación de la personalidad moral como un proceso dinámico de interrelación entre el individuo y la sociedad.

En este sentido, desde la Educación Básica se pretende contribuir al proceso de desarrollo moral de los alumnos, estimulando el examen crítico de los principios y valores en la organización social y la manera en que se asumen en la actuación cotidiana. Pero, para ello,

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es necesario relacionar las experiencias escolares con los contenidos de la asignatura de Formación Cívica y Ética. Por otra parte, el enfoque también se orienta bajo el principio de la construcción de valores dentro de un ambiente de aprendizaje basado en la comunicación y el diálogo.

Por lo tanto, si se asume que el papel de la escuela es impulsar en los alumnos su desarrollo como personas, pues es necesario realizar reflexiones de las circunstancias que se les presentan en las aulas diariamente y que a los alumnos les plantean conflictos de valores. Es en esta parte, donde se pueden emplear, por ejemplo, los dilemas morales o juicios dilemáticos, de acuerdo a la teoría de la moral que plantea Lawrence Kohlberg.

Otro elemento de la estructura del programa de Formación Cívica y Ética son los ejes formativos. Uno de ellos se titula la Formación Ética. Este eje tiene la intención de que los alumnos aprecien y asuman un conjunto de valores y normas que conforman un orden social incluyente. Por lo tanto, se orienta al desarrollo de la autonomía ética, entendida como la capacidad de las personas para elegir libremente entre diversas opciones de valor, considerando como referencia central los derechos humanos y los valores que permitan el respeto irrestricto de la dignidad humana, la preservación del ambiente y el enriquecimiento de las formas de convivencia

Los ejes formativos de la asignatura de Formación Cívica y Ética, favorecen el desarrollo gradual y sistemático de ocho competencias cívicas y éticas durante los seis grados de educación primaria. Algunas de ella son las siguientes:

Conocimiento y cuidado de sí mismo. Mediante el desarrollo de esta competencia se pretende que los alumnos identifiquen sus características físicas, emocionales y cognitivas, para que comprendan que cada persona singular e irrepetible, por lo cual es necesario el cuidado de su salud y de su integridad personal.

A través de la competencia de Autorregulación y ejercicio responsable de la libertad. Se espera que el alumnado pueda discernir los intereses y motivaciones personales respecto de los demás, así como el análisis de conflictos entre valores.

La competencia de Respeto y valoración de la diversidad. Se refiere a las facultades cognitivas y sociales que el alumnado debe desarrollar para reconocer la igualdad de las personas en dignidad y derechos, así como a respetar y valorar sus diferencias en su forma de ser, actuar, pensar, sentir, creer, vivir y convivir.

El Sentido de pertenencia a la comunidad, la nación y la humanidad, consiste en la posibilidad de que los alumnos se identifiquen y enorgullezcan de los vínculos de pertenencia a los diferentes grupos de los que forman parte, y que sirva de referente en la construcción de su identidad personal.

La competencia de Manejo y resolución de conflictos, se refiere a la facultad para resolver conflictos cotidianos sin usar la violencia, privilegiando el diálogo, la cooperación, la negociación y la mediación en un marco de respeto a la legalidad.

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Si bien es cierto que en la mayoría de las competencias descritas no se mencionan explícitamente los valores, sí están presentes de manera implícita ya que el actuar de los alumnos de manera positiva, en la escuela, el hogar y en la sociedad dará cuenta de que sí están siendo educados con valores.

¿Pero, qué son las competencias? Son las que movilizan y dirigen todos los componentes, conocimientos, habilidades, actitudes y valores hacia la consecución de objetivos concretos. Por ejemplo, un objetivo de la asignatura de español, es que el alumnado reconozca la importancia del lenguaje como medio que permite construir conocimientos y desarrollar los valores culturales. Por lo tanto, el desarrollo de cualquier competencia se manifiesta cuando el alumno pone en juego lo aprendido en la escuela o en la familia. Es decir se manifiesta en la práctica.

Asimismo, el programa de Formación Cívica y Ética está estructurado por otro apartado llamado organización de los aprendizajes, el cual es el punto de partida para los maestros, porque toman de base éste para planificar la acción docente, mediante una secuencia de actividades, que tienen como objetivo principal el logro de los aprendizajes esperados y contenidos de este programa para alcanzar, a lo largo de la educación primaria, el desarrollo de las competencias mencionadas anteriormente. Ahora bien, ¿cuál es el rol que juega el docente en cuanto a la práctica de estos valores? De acuerdo con Frondizi, el valor es una cualidad estructural que tiene existencia y sentido en situaciones concretas. Por lo tanto, si los valores tienen relación con todo lo que es bueno, con la propiedad de las cosas o con los seres humanos, entonces las y los docentes tenemos que aportar con nuestros ejemplos para lograr, aparte de la educación integral de los educandos, su felicidad completa.

No nada más se trata de lograr que los alumnos obtengan aprendizajes a través del conocimiento científico, porque esto significa estudiar las cosas por sus causas próximas; lo ideal es estudiar las cosas o sucesos por sus causas últimas, desde el punto de vista de la filosofía.

Sabemos que en la escuela primaria se implementan varias estrategias didácticas para el desarrollo de los valores. Una de ellas, por ejemplo, es la lectura del valor de la semana, en la que algunos alumnos, durante el homenaje escolar, leen el concepto del valor respeto, por ejemplo, y, posteriormente, leen alguna historia relacionada con éste.

¿Pero cómo se van a desarrollar estos valores cuando algunos maestros, en su práctica docentes, no respetan a sus alumnos? En este sentido, se requiere predicar con el ejemplo, con acciones que nos hagan crecer como educandos y que los alumnos perciban que reciben un tarto igualitario por parte de los maestros.

Asimismo, existen programas que apoyan los contenidos del programa de estudios relacionados con valores. Tenemos el programa SIVIVA (Sinaloa Vive los Valores), el cual brinda bastante información sobre el origen de los valores y hace una clasificación de éstos,

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basada en las cuatro virtudes cardinales. Asimismo, sugiere algunas estrategias didácticas que los maestros pueden aplicar durante el ciclo escolar. Por ejemplo:

Establecer Lunes Cívicos con Valores.

Con esta actividad se pretende que las y los docentes integren a sus actividades, informes de los comportamientos de los alumnos que se registren en la semana, en donde se distingan los pertinentes a los valores de respeto a la legalidad o normatividad de la escuela, honestidad, responsabilidad, justicia y compañerismo, entre otros.

Elaborar Cuadros de Honor.

Generalmente los cuadros de honor que promueven algunas escuelas de primaria, dan a conocer a los alumnos que han destacado académicamente. Sin embargo, en los cuadros de honor también es necesario destacar a los alumnos que se distinguen por su conducta cívica y ética en el ámbito escolar, familiar y social.

Realizar festejos escolares con valores

Los días festivos oficiales, deberán ser momentos propicios para destacar la participación de la comunidad escolar, donde se demuestren acciones relevantes en el campo de los valores.

Y todavía, para comprobar si se están practicando los valores en la educación básica, la SEPyC lanzó una convocatoria sobre experiencias exitosas en la práctica de los valores, con lo cual se pretende socializar estas experiencias mediante el diseño, aplicación y ejecución de un proyecto, elaborado por las escuelas, en las que den a conocer en diferentes etapas cómo se está ejecutando.

Claro que para ello, los planteles educativos deben presentar evidencias de lo que se ha realizado, porque, mediante éstas, pueden obtener el primer lugar, lo cual les permitirá dar a conocer su experiencia en el Tercer Congreso Internacional en Valores que se realizará en la ciudad de Mazatlán, durante el mes de octubre del presente año.

APROXIMACIONES ENTRE EL DISCURSOY LA ACCIÓN VALORAL

Expresiones de los docentes, estudiantes y padres de familia respecto a la practica de valores en 6º grado de educación primaria

Andrés Moisés González Loyola

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Introducción

Los resultados de la entrevista diagnóstica estructurada que a continuación se exponen, forman parte de un trabajo de investigación más amplio cuyo propósito consistió en detectar los valores presentes en las exposiciones orales y las actuaciones de los profesores de 6º grado de educación primaria. Los entrevistados laboraron en una escuela pública urbana y otra del medio rural, ubicadas en el municipio de Culiacán, Sinaloa. Los indicadores de la entrevista aludieron a sus interacciones en los procesos de la enseñanza y el aprendizaje escolares cotidianos. Con el fin de garantizar el anonimato y confidencialidad, se reservan los datos de identificación de los participantes.

En este trabajo heurístico se entrevistó a los profesores de 6º grado de las escuelas A y B, dos en total, también se eligió entrevistar a informantes clave: dos estudiantes de alto rendimiento, dos de bajo rendimiento y dos no polarizados en cada grupo escolar observado. La muestra se constituyó por seis estudiantes de la escuela A; tres hombres y tres mujeres y seis educandos de la escuela B, también tres hombres y tres mujeres; en total, participaron 12 estudiantes diferenciados según sexo, rendimiento escolar y contexto urbano y rural. Complementariamente, se entrevistó a un padre de familia y 11 madres de familia de los estudiantes seleccionados en ambos contextos. Todos ellos aceptaron participar de manera voluntaria en las entrevistas diagnósticas realizadas en cada contexto escolar.

Los resultados de la investigación de campo fueron realizados años atrás, sin embargo, por la vigencia del referente empírico, se abre la posibilidad de dar continuidad a los hallazgos que se exponen, actualizando la información y ampliando nuevas líneas de investigación en el campo de la educación en valores.

Temas a explorar durante la entrevista

A todos los participantes se les interrogó acerca de los siguientes puntos básicos: 1. Definición de valor, 2. Funciones de los valores, 3. Valores prioritarios en la practica pedagógica del docente, 4. Actividades realizadas por el docente para fomentar valores, 5. Actividades que realiza el docente y/o el padre de familia para fomentar el respeto y la responsabilidad, 6. Aspectos que se toman en cuenta para saber si hay o no presencia de valores en los estudiantes, 7. Valores que deben adquirirse en 6º grado de educación primaria, 8. Formas adecuadas para fomentar valores, 9. Argumentación de las formas adecuadas para fomentar valores, 10. Actividades que realizan el docente y/o el padre de familia para fortalecer la disciplina en los estudiantes, 11. Apoyo que otorgan los padres de familia en el fortalecimiento de valores en sus hijos, 12. Elaboración del reglamento escolar, 13. Reglas principales que incluye el reglamento escolar, 14. Propósito de los homenajes escolares, 15. Conductas mas castigadas en la escuela, 16. Formas de castigo presente en la escuela, y 17. Comentarios de los participantes.

Respuestas frecuentes de los participantes

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A continuación, se concentran de manera general los hallazgos presentes en las respuestas dadas por cada tipo de informante clave, se exponen ordenados de manera resumida y jerárquica por su frecuencia de aparición.

En referencia a la definición de valores, los docentes dicen que son actitudes que forman hábitos y costumbres y que nos ayudan a ser mejores; los estudiantes señalan que son derechos que todos los seres humanos tenemos, así como el tener respeto a las personas mayores; los padres de familia los ubican en el ámbito de los derechos, el respeto y la responsabilidad que nos hacen mejores personas.

En relación a la funcionalidad de los valores, los docentes la sitúan para servir de ejemplo y comportarse correctamente a fin de mejorar las relaciones consigo mismo y con los demás; los estudiantes dicen que sirven para ayudar a otros, respetarlos, ser buenos y ser mejores, además de actuar con honestidad al no tomar lo que no les pertenece; los padres de familia enuncian que sirven para salir adelante, respetar a todos, ser personas de bien y ayudar a los demás.

Los valores prioritarios en la practica pedagógica del docente, desde su punto de vista son: respeto, responsabilidad, disciplina y cooperación; los estudiantes afirman: respeto a sí mismo y a los demás, responsabilidad y confianza; los padres de familia dicen: respetar a las demás personas y a ellos mismos, tener tolerancia, disciplina, honestidad, aprendizaje y buen comportamiento.

Las actividades que realiza el docente para fomentar valores son dar clases de valores, platicar con los estudiantes, buscar la integración de ellos como grupo y aprovechar las situaciones cotidianas para valorar la actuación correcta en cada caso; los estudiantes dicen que el maestro platica con ellos, los aconseja, les dice que respeten a las personas, les lee párrafos y les pide que se aprendan algunos valores; los padres de familia creen que el maestro platica con sus estudiantes, les dice que respeten a las personas y que se porten bien, que sean limpios y que cumplan con las tareas.

Las actividades que realiza el docente y/o los padres de familia para fomentar el respeto son, desde la versión del mismo docente: promover la igualdad entre todos los estudiantes respetando a los compañeros de clase y diciéndoles que todos tenemos derecho a ser respetados; los estudiantes afirman que su maestro les dice que respeten a sus mayores y que todas las personas deben ser respetadas por igual; los padres de familia afirman que les piden a sus hijos que respeten a las personas mayores, que no sean groseros, que saluden y contesten de buen modo.

En relación con las actividades que realizan el docente y/o los padres de familia para fomentar la responsabilidad son, desde la perspectiva del docente: hacer entender a los estudiantes que todos tenemos derechos y obligaciones, enfatizan el cumplimiento de tareas y otorgan puntos extra para motivar a los más cumplidos; los estudiantes afirman que su maestro les dice que cuiden sus pertenencias, que cumplan con sus tareas, y que a veces, los castiga dejándolos sin recreo cuando no cumplen; los padres de familia afirman que les piden a sus hijos que sean ordenados con sus cosas y las recojan cuando las tiran, les exigen el cumplimiento de tareas y les dan consejos al platicar con ellos.

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Los aspectos que se toman en cuenta para saber si hay o no presencia de valores en los estudiantes, desde la percepción de los docentes son: las actitudes y comportamientos que muestran con sus compañeros de clase; los estudiantes señalan que su maestro se fija en las actitudes que muestran con sus compañeros, en el cumplimiento de las tareas, y sobre todo la atención y el comportamiento que muestran durante las clases; los padres de familia, para saber si sus hijos aprenden valores, se fijan en su comportamiento al ser respetuosos con las personas, al no ser groseros y ser honestos al devolver el dinero sobrante cuando los mandan a la tienda.

Desde la versión de los docentes, con respecto a los valores que deben adquirirse en 6º grado de educación primaria, priorizan el respeto y la responsabilidad, en menor frecuencia la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la tolerancia y la honestidad; los estudiantes otorgan prioridad al respeto a los mayores y a la responsabilidad en sus deberes, la amabilidad con los demás y la tolerancia; los padres de familia también enfatizan el respeto a las demás personas, la responsabilidad, la disciplina, el aprendizaje de la lectura y la escritura y la honestidad.

Las formas adecuadas para fomentar valores, dicen los docentes que son practicándolos en el aula mediante el trabajo en equipos y en la resolución de conflictos; los estudiantes afirman que platicando con ellos, haciendo reflexiones acerca del comportamiento inadecuado y el adecuado y, mediante la lectura y el estudio de libros de valores; los padres de familia dicen que mediante el buen ejemplo, platicando con ellos acerca de lo que está bien y está mal hecho, y dándose a respetar con ellos.

Los docentes argumentan las formas adecuadas para fomentar valores diciendo que al practicar los valores se adquieren hábitos y que mediante el trabajo en grupo se originan situaciones propicias para fomentar los valores humanos; los estudiantes dicen que cuando les explican con claridad las cosas que están bien y las que están mal ellos las aprenden y las evitan, además cuando les platican con un lenguaje claro ellos entienden que son los valores; los padres de familia dicen que siendo respetuosos a ellos también los respetarán, sirviendo de buenos ejemplos y que mediante castigos y golpes no se logra nada bueno.

La actividades que realiza el docente y/o el padre de familia para fortalecer la disciplina en los estudiantes son, desde la expresión del docente, planificando las actividades de la clase y fomentando el cumplimiento del reglamento escolar, además, haciendo conciencia acerca de los derechos y las obligaciones; los estudiantes enfatizan en que sus maestros los amenazan y/o castigan dejándolos sin recreo, bajándoles puntos en los exámenes, regañándolos o expulsándolos por tres días cuando no actúan con la disciplina que su maestro les pide; los padres de familia dicen que platican con ellos dándoles consejos para que cumplan con sus deberes, en otras ocasiones les piden que sean ordenados con sus cosas y cuando no hacen caso los castigan prohibiéndoles la televisión y portándose rígidos con ellos.

El apoyo que otorgan los padres de familia en el fortalecimiento de valores en sus hijos, desde la mirada del docente es poco el apoyo, argumentan que los padres de familia trabajan, cuando más apoyan lo hacen platicando con sus hijos y aconsejándolos; los

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estudiantes dicen que sus papás platican con ellos, los aconsejan y les piden que sean respetuosos con las personas mayores, además de que les ponen a leer libros y si no las estudian los castigan, por su parte, los padres de familia dicen que los docentes no les piden apoyo para fomentar valores en sus hijos, sólo para ayudarlos en el cumplimiento de las tareas escolares, para ello, afirman que platican con sus hijos, les inculcan el respeto, el estudio, el buen comportamiento y el ser atentos con las demás personas.

Con respecto a la elaboración del reglamento escolar, los docentes afirman que los estudiantes participaron activamente para elaborar el reglamento; los estudiantes de la escuela A niegan haber participado en la elaboración del reglamento escolar argumentando que lo elaboraron los niños de la tarde, el docente lo retomó para que todos lo obedecieran, en el caso de la escuela B, los estudiantes señalan que no tiene reglamento en el grupo; los padres de familia expresan opiniones diferentes, en la escuela A afirman que sí hay reglamento, una mayoría de padres de familia dicen que sí hay reglamente en el grupo, otra parte dicen que no se cumple al 100%, y otra parte más dicen que hay reglas a cumplir en la escuela y en los grupos, que al inicio del ciclo escolar les dieron a firmar una hoja con el reglamento, que lo elaboraron entre padres, maestros y alumnos, en la escuela B por mayoría dicen que no hay reglamento aunque sí conocen alguna reglas básicas a cumplir en la institución.

Las reglas principales que incluye el reglamento escolar, según los docentes son: traer el uniforme, la puntualidad, conservar limpia y en buen estado la escuela, respetar a los compañeros, ser disciplinado y cumplir con las tareas escolares; los estudiantes dicen que las reglas son no pelear, no platicar en clase, no brincarse la barda escapándose de la escuela, traer el uniforme, no comprar fuera de la escuela ni tirar basura; los padres de familia aceptan que hay reglas en la escuela, por ejemplo, traer el uniforme, respetar a las maestras, no decir groserías, no tirar basura, no llevar juguetes ni navajas a la escuela, ser aseados y cumplidos con los trabajos.

El propósito de los homenajes escolares, a decir de los docentes consiste en inculcar valores y amor a la patria; los estudiantes dicen que los homenajes se hacen para respetar a la bandera y a los símbolos patrios, y festejar las fechas conmemorativas; los padres de familia dicen que los homenajes sirven para rendir honores y respeto a la bandera nacional.

Con relación a las conductas mas castigadas en la escuela, los maestros dicen que son la indisciplina y las que están en contra del reglamento escolar; los estudiantes expresan que pelear, decir groserías, escaparse de la escuela y faltar el respeto a los maestros; los padres de familia dicen que más se castiga pelear, ser groseros, salirse del salón y portarse con indisciplina.

En referencia a las formas de castigo presentes en la escuela, los docentes expresan que a los estudiantes que infrinjan el reglamento se les orienta, se les hace un reporte y se involucra al padre de familia para que apoye en mejorar la conducta de su hijo; los estudiantes señalan que cuando se portan mal los dejan sin recreo, los ponen parados en la pared, los corren de la escuela, los ponen a juntar basura en la escuela, los regañan, no los dejan salir a educación física y los mandan a la dirección; los padres de familia dicen que

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cuando sus hijos se portan mal en la escuela los mandan llamar para platicar con ellos o para castigarlos, éstos dicen que no les dan domingo, ni los dejan salir a jugar.

Otros comentarios que hacen los estudiantes inciden en solicitar mesabancos, biblioteca, computadora, más árboles en la escuela y que los maestros no sean tan enojones; los padres de familia piden que el director de la escuela A sea más estricto con los estudiantes y los docentes en cuanto al cumplimiento del reglamento escolar, los padres de familia de la escuela B solicitan mayor vigilancia, que los maestros pongan mano dura con los estudiantes, necesitan maestros de apoyo y que el director y los docentes aclaren las entradas y salidas de dinero en la escuela. Por su parte, los docentes entrevistados se reservaron sus comentarios al ser entrevistados.

Reflexiones finales

Se observa en la triangulación de respuestas dadas por los participantes algunas diferencias en términos contradictorios, por ejemplo, mientras que los docentes dicen que para fortalecer la disciplina en el aula planifican las actividades de la clase y fomentan el cumplimiento del reglamento escolar, los estudiantes enfatizan que sus maestros los disciplinan con amenazas y/o castigos dejándolos sin recreo, bajándoles puntos en los exámenes, regañándolos o expulsándolos por tres días cuando no actúan con la disciplina que su maestro les pide.

Con relación al reglamento escolar, los docentes afirman que los estudiantes participaron activamente para elaborar el reglamento; los estudiantes de la escuela A, por su parte, niegan haber participado en proponer el reglamento escolar argumentando que lo elaboraron los niños de la tarde y el docente lo retomó para que todos lo obedecieran, en el caso de la escuela B, los estudiantes señalan que no tienen reglamento en el grupo. Otra contradicción se observa en las formas de castigo presentes en la escuela, mientras los docentes expresan que a los estudiantes que infrinjan el reglamento se les orienta, se les hace un reporte y se involucra al padre de familia para que apoye en mejorar la conducta de su hijo, los estudiantes señalan que cuando se portan mal en la escuela, sus maestros los dejan sin recreo, los ponen parados en la pared, los corren de la escuela, les mandan a juntar basura en el patio del plantel, los regañan, no los dejan salir a educación física y los envían a la dirección.

Los docentes dicen que para fomentar valores al dar clases lo hacen platicando con los estudiantes, buscando la integración de ellos como grupo y aprovechando las situaciones cotidianas para valorar la actuación correcta en cada caso; incluso, los mismos estudiantes aceptan que sus maestros platican con ellos, los aconsejan, les dicen que respeten a las personas, les leen párrafos y les piden que se aprendan algunos valores. Sin embargo, durante las observaciones etnográficas realizadas en clase se detectaron con mayor frecuencia gritos, llamados de atención, ciertas burlas e ironías, y más que trabajos cooperativos, exaltación de esfuerzos individuales con los caballitos de batalla. También se reconoce que en otras observaciones de clase se detectaron espacios de reflexión acerca del comportamiento de algunos estudiantes, aquí, ciertamente los docentes platicaron con el grupo en términos de aconsejarlos y sugerirles mejores formas de conducta. Hasta aquí es

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fácil observar diferencias importantes entre el discurso y la acción de los docentes en términos del fortalecimiento de valores en los estudiantes.

Heurísticamente en el ámbito de la formación, inculcación, transmisión y actuación valoral, resulta interesante continuar haciendo triangulaciones entre el discurso de diferentes actores educativos y la acción de los mismos, esto al observar sus desempeños cotidianos en diversos contextos, indudablemente que en muchos casos es posible encontrarnos con la deseabilidad social en las expresiones de ciertos participantes, es decir, con la tendencia a responder dando una imagen demasiado favorable de sí mismos o de una necesidad pensada y sentida de aprobación social.

EDUCAR EN VALORES: UNA GRATA EXPERIENCIA

Jesús Lamberto Martínez Aldana

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La educación en valores es imprescindible en toda la sociedad y en todos los niveles educativos, ya que es el eje principal para el saber ser y para estar inserto en la comunidad. Los valores los adquiere la persona desde los primeros años de vida en la familia y después se confirman en la escuela. Desde la edad temprana se tienen que ir asimilando los lineamientos morales trazados en la sociedad.

El proceso de formación valoral de la persona no se limita a ninguna de las etapas de la vida, ni tampoco en las etapas del nivel superior de la educación, la persona siempre está en este proceso. Los valores son principios con alto grado de relatividad y jerarquización, que se fundamentan en convicciones profundas y en creencias que involucran nuestros sentimientos y emociones, son resultado del pensamiento más elevado de la humanidad a través de la historia; son determinantes en la formación del individuo,

Para quien llega a la etapa profesional, puede significar la última posibilidad formal para reflexionar y afianzar los principios éticos en el desempeño de sus tareas como profesionistas y ciudadanos, porque los valores son la expresión más excelsa del humanismo. En la Constitución Política de nuestro país, están declarados en las garantías individuales.

Para el caso de los que ejercemos la docencia, los valores son imprescindibles en la formación de los educandos, sin ellos sería imposible desarrollar la vida académica. Para que los asimilen los estudiantes en su formación, se requiere de la aplicación de diferentes estrategias y actividades para introyectarlos a los sujetos en formación, para que se les permita abordar circunstancias difíciles de la vida comunitaria. Por esto es que me permito comentar una serie de actividades que se llevaron a cabo con los estudiantes, para involucrarlos en su enseñanza y que no quedaran nada más en lo teórico, como ocurre en la mayoría de los casos, que nada más se invocan de mero dicho, o se decretan de manera simbólica, colgando en las paredes el nombre de los valores para cada día de la semana, o se escriben en los pizarrones o diapositivas con la tecnología. A continuación, enumero una serie de actividades que se realizaron con los estudiantes de la Licenciatura en Educación Primaria de la Escuela Normal de Sinaloa, para que vivenciaran los valores y con ello superar la forma tradicional de enseñarlos.

1. Primero, para poner en práctica el ejercicio de la democracia, se les consultó si estaban de acuerdo en hacer la actividad, a lo que todos estuvieron de acuerdo.

2. Posteriormente, se les aplicaron los instrumentos para saber cuáles eran los valores más importantes para los estudiantes.

3. Se recogieron los resultados, se contaron y resultó que el respeto, la responsabilidad y la tolerancia son los más importantes para ejercer la docencia, aunque la democracia resultó ser de las de menor importancia.

4. Se les solicitó que fueran congruentes con su significado, porque el asunto de los valores, no es decirlos, sino vivirlos.

5. Posteriormente, se hizo la toma de lista, se les pidió que permanecieran callados y atentos durante el desarrollo de la clase, ya que, por ser una modalidad escolarizada, su asistencia es obligatoria y se tiene que registrar en las listas.

6. Después se les explicó que con este gesto de poner atención a las sugerencias hechas, se estaban viviendo los valores que ellos habían contestado en el

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instrumento; porque el respeto se manifestaba con no hacer ruido para que se escuchara la toma de lista, a la vez se daba la responsabilidad porque habían tomado la decisión consciente de aceptar las consecuencias que se impusieran en el aula, y, por último, la tolerancia que se lograba con la capacidad de saber escuchar y aceptar lo pactado; todo esto era con el único fin de lograr el mejor aprovechamiento de los propósitos del curso. Esta actividad fue exitosa.

Con esta acción se dejaron ver como se viven los valores, haciendo hincapié del significado que tienen para su formación, así como otros para el desarrollo de cualquier actividad. Después se les pidió que plantearan alguna otra situación que tuviera que ver con el proceso de su formación, ya fuera en el aula o en su vida cotidiana; la mayoría planteó el problema de la limpieza del aula, porque en repetidas veces se encontraba sucia en la mañana y no había quien hiciera el aseo, ya fuera porque faltaba algún intendente o se desatendía de su responsabilidad; esto se daba debido a que, en la tarde anterior, los estudiantes de la Licenciatura de Preescolar y Secundaria del turno vespertino, hacían fiestas para festejar el aniversario de alguien; se planteó la discusión y se propusieron algunas acciones, para conservar las aulas limpias y superar este problema. Se organizaron para que dos personas por semana, vigilaran que diario estuviera el aula limpia y así cumplir con el acuerdo del grupo que era muy elemental:

no tirar basura en el piso, y colocarla dentro del cesto.

Se les explicó que esta actividad era muy importante, porque cumplía con algunos contenidos establecidos en las asignaturas de ciencias naturales, en lo referente al tema de la contaminación y, también, con los valores como el respeto, la responsabilidad, la tolerancia y la democracia, que habían sido consideradas en el instrumento aplicado, y tenían que ver con la formación ética y cívica. A esta actividad se denominó “conserva limpia tu aula” y se aplicó durante un semestre a dos grupos de primer grado que atendía.

Durante ese período cada semana los responsables de cada grupo, que eran dos, informaban de la situación de la limpieza y fue muy halagadora la actividad, porque durante las semanas del referido período, la constante fue la limpieza porque el grupo ayudó mucho al acatar los acuerdos tomados por ellos; aunque, algunas veces, los responsables tuvieron que llamar la atención a algunos compañeros por sus actitudes, el grupo de manera democrática acordó imponer multas a quienes no cumplieran con los acuerdos establecidos, y llegaron a multar con $ 5.00 a los que violaron los acuerdos, tenían que acatarlos, porque era el consenso de todos. Así que cuando amanecía el aula sucia, entre todos la limpiaban y no se atenían a que hubiera o no intendente.

Para darle más sustento al tema de la educación en valores, se hizo otra actividad que fue el acopio de ropa nueva y usada, juguetes, víveres y material escolar, como un gesto de apoyo para los niños y las familias de los contextos más desprotegidos y con mayores problemas económicos de las escuelas primarias. La respuesta fue sorprendente, ya que los estudiantes con gran entusiasmo apoyaron esta acción, hubo gran acopio de todo lo que se propuso, que hasta ni cabía en el espacio para embodegar que asignó la escuela. Mientras nos organizábamos con los representantes del grupo y maestros para llevarlos en un camión a los lugares más vulnerables que ocupaban de este apoyo, con este gesto se ponía en práctica

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el valor de la solidaridad, que aunque no apareció en los resultados del diagnostico, es un valor preceptuado en el Art. 3° constitucional como solidaridad internacional, aunque esta solidaridad fue institucional.

Ambas actividades se desarrollaron en el período de un semestre, y fueron muy plausibles por sus excelentes resultados, fue una gran experiencia y una de las mejores que he vivido como docente, ya que pocas veces enseñamos el tema de los valores a como se requiere, de manera involucrada para que se garantice el resultado real del proceso de enseñanza aprendizaje, ya que para apropiarnos de los valores, tenemos que practicarlos constantemente hasta convertirlos en hábito para después desarrollar esa actitud. Lo importante fue que se dio inicio a lo que comúnmente no se hace.

Con base en esta experiencia, estamos conscientes de que este tema requiere de actividades continuas y sistemáticas, porque existen muchos problemas que se viven diariamente en el aula como son: ausencia de disciplina, colaboración, orden, atención, amabilidad hacia las personas, respeto, diálogo, desconfianza, gratitud, convivencia; y otras muy marcadas como la intolerancia, la indiferencia, el individualismo, la falta de solidaridad, la irreflexión, entre otras. Con las actividades realizadas, se hizo conciencia en los alumnos de la importancia que tienen los valores en la educación, porque si nos involucramos con ellos, los practicamos y los vivimos continuamente, serviremos mejor a la humanidad. Las actividades desarrolladas dan fe y manifiestan la presencia de la enseñanza en los valores.

La temática sobre la educación en valores, en las instituciones formadoras de docentes no es muy socorrida, por ejemplo, en los documentos recepcionales de la Licenciatura de Educación Primaria de la ENS, de tres generaciones que egresaron en los ciclos 2003, 2004 y 2005; respecto al tema de los valores, se encontró que de 346 documentos recepcionales de las tres generaciones, solamente 19 se referían a los valores, y 11 en lo específico hacían alusión al respeto, esto equivale al 5.5% del total. Esto revela que el tema de los valores, es de los que menos se trabaja, aunque las asignaturas de formación cívica y ética en las Escuelas Normales y primarias, son prometedoras para los futuros ciudadanos, lo que obliga a que el maestro amplíe la cultura escolar más allá del espacio áulico e impulsar la formación de los estudiantes con una conciencia ciudadana, haciendo análisis de situaciones críticas donde los estudiantes tengan que reflexionar.

La actuación del profesor es muy importante para crear las condiciones que promuevan el desarrollo moral, hay que admitir su relevancia pero no hay que olvidar que cada persona tiene sus propios modos de pensar, según su etapa y las circunstancias en que se encuentre, por lo que cada quien los ha de aprender por sí misma. Para ello se hace necesario que el profesor le ayude haciendo preguntas, por ejemplo: ¿Qué crees que debe hacerse en relación con la limpieza? Para justificar racionalmente su elección, los estudiantes tendrán que destacar las razones que hay detrás de sus opiniones, ¿Por qué piensas que deben mantenerse limpias tus aulas? Es importante que las preguntas se resuelvan primero de manera individual y después hacer la discusión grupal, debe generar más interrogantes para motivar el debate y para mantenerlo, tiene que animar a los alumnos a que interaccionen, por ejemplo, preguntando ¿Estás de acuerdo con lo que dice tu compañero o tu compañera? Ya que es frecuente que los estudiantes ante estas situaciones permanezcan callados ya sea por timidez, indecisión o indiferencia, el profesor debe evitar que participen sólo unos

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cuantos, debe motivar a que participen cuando menos la mayoría, claro que debe actuar con buen tacto para saber si debe insistir o no en determinados momentos y con determinados alumnos, debe estar atento en que no decaiga la motivación para discutir y evitar que haya desviaciones en el tema, además de no contaminar con sus intervenciones y decanten el ambiente. De tal manera que con esta estrategia de respeto y moderación, se permite que los alumnos se familiaricen con este método, lo valioso de esta actividad es dejar que los alumnos lleguen solos a conclusiones porque participan entre iguales. El profesor debe someterse a la crítica de los alumnos, su opción serán las razones que lo justifiquen y esto dará libertad de pensar y opinar con libertad con respecto al tema en cuestión, dice (Cantillo, J. 1995: 38) que “nunca podremos olvidar que educar para la libertad no es educar en el relativismo del todo vale, sino enseñar a distinguir entre lo valioso y lo deseable”.

La educación en valores, exige respetar la diversidad de las características de los alumnos de manera efectiva y lograr que desarrollen al máximo sus capacidades; se hace necesario que los profesores diversifiquen los métodos de trabajo para adecuar la práctica educativa.

Cabe mencionar que el profesor, al educar en valores, requiere de alta capacidad para introyectarlos y resignificarlos en el estudiante, para que lleve una secuencia lógica de los objetivos o propósitos de las distintas asignaturas, también requiere que se establezca un clima de confianza y relación que favorezca la autoestima, el respeto, la disciplina y la creatividad para que el educando sienta placer por el autoestudio, mejore la comunicación con sus compañeros y, a la vez, sienta compromiso por las reglas acordadas en el grupo, para favorecer la disciplina y el ambiente de trabajo.

La educación en valores hace que el individuo se comporte como persona, que sepa jerarquizar las cosas, dándole preponderancia al valor que sea más importante; por esta razón, los valores son relativos, así, de esta manera, se promueven el respeto de sí mismo y de la colectividad, de la libertad, de la justicia y de la democracia, entre otros.

Los auténticos valores que se ejercen con libertad, ayudan a aceptar y estimar tal como somos; es fundamental que la escuela se interese y se ocupe de la educación moral de los estudiantes, debido al distanciamiento que cada día aumenta entre padres e hijos, por razones de trabajo o problemas sociales. El estudio de los valores en la escuela corresponde al campo de la identidad ética, y los docentes de todos los niveles debemos destacarlos tanto en lo social como en lo personal, debido a que es una condición social y de justicia para la persona que se vincula y trasciende en la sociedad.

Desde hace algún tiempo se ha estado abordando el problema de los valores con mayor o menor éxito, dependiendo fundamentalmente del maestro, la familia y la escuela, según sea la situación. Con la educación en valores, el estudiante logrará mejorar sus aprendizajes e incrementará sus conocimientos, que se traducirán en mejores divisas que lo llevarán a escalar a mayor nivel y encumbrarlo en los triunfos de la vida.

Se hace importante conocer las circunstancias en que viven los sujetos en la sociedad, para conocer sus distintas problemáticas personales, emocionales, políticas, económicas, democráticas o liberales, entre otras; ya que durante los últimos tres siglos, la ciencia ha

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impuesto a las personas de la sociedad moderna capitalista cierta visión de la realidad; en su intento por superar el pensamiento dogmático al negar la superstición y sofistería, también le ha negado al individuo su espiritualidad, llegando al grado de que hoy es un instrumento, un robot-hombre- a quien se le induce o enajena para que responda de tal o cual manera. La pedagogía del siglo XX no fue suficientemente moral para consigo mismo, para formar un hombre que viera por él y su entorno, que le tuviera amor a su vida, al prójimo y a la naturaleza; sino fue todo lo contrario, lo proyectó a un proceso de autodestrucción realizando una gran depredación generalizada de los recursos naturales, -plantas y animales- que ha extinguido del planeta en gran proporción, por su ignorancia y por su irresponsabilidad.

La educación actual se ha desviado del sentido del ser y de la vida, y se ha orientado a otros modelos o tradiciones distintas que tienen más que ver con el fortalecimiento del sistema económico, político y social que ha puesto a las clases sociales a un nivel tan polar, que se dejan ver las contradicciones más antagónicas del sistema en todo el entorno global; causando gran desequilibrio emocional a todas las personas. El comportamiento de las nuevas generaciones es diferente a las anteriores, ya que necesitan tener un mayor dominio de habilidades, capacidades, competencias, conocimientos y actitudes; para poder competir con los requerimientos que exige la planta productiva de la sociedad actual, y si no se les relega; quienes no soportan esta situación, pueden incurrir en conductas funestas que alteren el orden social como el suicidio o el homicidio.

Los padres de familia de antes no estaban sujetos a las exigencias de la modernidad, convivían más con sus hijos, ahora existe la posibilidad de que trabajen los dos, de tal manera que la familia que antes vivía en la zona rural, que producía para el autoconsumo, ahora vive en la zona urbana y tienen que viajar largas distancias para llegar a los centros de trabajo, esto los mantiene por más tiempo fuera de casa, por lo que el ambiente social se ha complicado mucho. La escuela, de manera emergente, asume esa función de potestad que los padres de hoy, por vivir en grandes urbes, no pueden cumplir.

La educación es un medio que tiene el poder de reducir la pobreza y la desgracia, prevenir la delincuencia juvenil y promover el bienestar del individuo, el uso inteligente del sufragio, mejorar la riqueza y la estabilidad del estado; por eso se considera un antídoto contra los males de la mente humana y es una aliada para el logro de todas las causas justas; además, es un espacio para promover los valores nacionales, la identidad cultural, la justicia y una conciencia igualitaria y participativa; aunque esto último, se ha dejado un poco de lado, al no impulsar una cultura democrática abierta a todas las corrientes del pensamiento, porque la modernidad impulsa más al individuo a través de la mercadotecnia, al consumo de lo material que la inculcación de lo espiritual. Por la función tan noble que cumple la escuela moderna, es inadmisible que se dé la imposición de cualquier opinión, por más racional que sea, porque la conduciría a su desvirtualización e ineficacia, además de la manipulación que se ejerce sobre las personas.

La educación se considera niveladora de las diferencias sociales, por lo que el estado y otras instituciones deben atender e impulsar las demandas sociales que beneficien a la mayoría de la sociedad, dotando a las instituciones de la tecnología adecuada para difundir, promover y preservar los valores de nuestra cultura, y aspirar a que la educación llegue

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hasta los últimos rincones, convirtiéndose en un medio de superación. En México, la educación básica se ha convertido tanto en un derecho, como una obligación

Todos los implicados en la educación, maestros y padres de familia, debemos participar en forma efectiva y coherente, porque tenemos el compromiso de educar, y ese hecho reclama el ineludible conocimiento mutuo de padres y maestros. Es necesario plantear determinados objetivos, aunque sean mínimos, sobre ideales educativos y valores; sólo así conseguiremos, además de enseñar y educar, a guiar a la construcción de una personalidad humana sólida, dice (Gómez, María Teresa. 2006: 21) que “es imposible educar sin principios educativos y sin valores. Es impensable la existencia de la educación si no se basa en principios, si no se respetan los valores que den sentido a las ideas del hombre, del mundo, de la vida y del sentido de la historia”. Sin embargo, la ignorancia, la pobreza, la falta de oportunidades y la corrupción, no han hecho posible concretar el esfuerzo realizado durante varias décadas por mejorar la educación.

Lograr este reto no es nada fácil, presenta ciertas dificultades para alcanzar sus propósitos, hay cierta resistencia para enfrentar y vencer las prácticas culturales enraizadas en nuestra cotidianidad. Para modificar y cambiar dichas prácticas, se tiene que enfrentar a instituciones, personas, valores y normas. Si queremos que la humanidad avance con audacia para elevarla a un nivel distinto del que le ha impuesto el imperio, tiene que impulsar profundamente la educación en valores.

BIBLIOGRAFÍA

Cantillo Carmona, José y otros. (1995). Los dilemas morales: un método para la educación en valores. Valencia: Editorial Nau Ilibres.

Gómez, María Teresa (2006). La educación en valores. España: Grao

Constitución de los Estados Unidos Mexicanos

DESPERTANDO LOS VALORES EN LOS ESTUDIANTES

José Antonio Chávez Espinoza

En la actualidad, en una era donde se percibe una pérdida de valores al interior de las sociedades de manera considerable en comparación a décadas anteriores, sumado a la tecnificada forma de proceder de las generaciones actuales producto del acelerado

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desarrollo tecnológico, es preciso que las instituciones, principalmente educativas, retomen el camino y se conduzcan en buscar estrategias que permitan dignificar las relaciones sociales, en todos los sentidos, siendo un camino viable para ello el fomento de los valores universales. Pudiera parecer infinitamente pequeño para un profesor dedicar unos minutos a reflexionar en clase con sus estudiantes sobre este tema, pero ése puede ser el punto de partida para, poco a poco, sembrar en ellos una pequeña noción de la importancia de vivir compartiendo con nuestros semejantes la sonrisa pérdida.

De manera reciente, algunos organismos a nivel internacional se han ocupado por orientar a las instituciones, principalmente educativas, sobre los aspectos importantes que se deben contemplar para sumar hacia el desarrollo, la armonía y una buena convivencia entre las comunidades. Tal es el caso del Proyecto Tuning (2014), impulsado y coordinado por académicos de diversas regiones de Europa, pero focalizado en la construcción de un Espacio de Educación Superior en América Latina a través de la convergencia curricular. Dentro de los objetivos de este proyecto están la reforma curricular hacia un enfoque por competencias, desarrollar perfiles de egreso de profesionistas con bases en las nuevas demandas y necesidades sociales aumentando las oportunidades de empleo, así como la búsqueda de la innovación y mejoras metodológicas en los procesos de enseñanza aprendizaje. Pero, para el tema que nos ocupa, el Proyecto Tuning desarrolla dos perspectivas de competencias para trabajar de manera colaborativa: la primera, una lista de competencias genéricas consensadas entre académicos, estudiantes y demás actores de la educación; y, la segunda, el desarrollo de competencias específicas dirigidas a diversas áreas, donde podemos encontrar a la educación y la promoción de la competencia número 15: Educación en valores, en formación ciudadana y democracia (Tuning, 2014).

¿Pero cómo aterrizar esto en los estudiantes? ¿Cómo despertar en ellos el amor al prójimo, la convivencia en armonía y el fomento de los valores perdidos?

Les comparto una experiencia que, como asesor del grupo 402 de la Licenciatura en Intervención Educativa (LIE), tuve la oportunidad de vivir a finales de mayo del 2013. Durante ese semestre se me asignó el curso La Tecnología y las Necesidades Educativas Específicas, un seminario tipo taller que, dentro de sus temas, contempla el desarrollo de saberes y habilidades en los estudiantes en su experiencia directa con el entorno, “esto implica el desarrollo de actividades prácticas dentro y fuera de la escuela como centros de rehabilitación, hospitales, casas-habitación, empresas, calles, entre otros lugares.” (UPN, 2012; 3).

Al inicio del semestre, al darme cuenta de los temas y las actividades propuestas a desarrollar, propuse a los estudiantes del grupo 402 la posibilidad de asistir a un Centro de Rehabilitación Infantil Teletón (CRIT) con la idea de conocer la infraestructura con que cuentan, instalaciones, ambiente y forma de operar. La idea propuesta fue unánime y eufóricamente aceptada por parte de los estudiantes, quienes de inmediato empezaron a hacer planes. Para ello planeamos el viaje a la ciudad de Guadalajara y asistir al CRIT Occidente, con el cual se empezó a hacer comunicación para la posibilidad de que nos atendieran. Teníamos suficiente tiempo, ya que apenas era el inicio del mes de febrero y podíamos programar actividades para obtener fondos y estar listos para finales del mes de mayo. El transcurso de los meses fue de trabajo, preparación, actividades por parte del grupo, y contacto con el personal que nos atendería.

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Por fin llegó el día jueves 30 de mayo del 2013. La cita para estar listos fue a las 6:00 a.m. en el lugar donde nos recogería el autobús. Todavía no eran las seis de la mañana y ya empezaban a llegar emocionados cada uno de los estudiantes; los padres y familiares de ellos se acercaban para desear un buen y feliz viaje. Al estar todo listo, salimos con destino a la ciudad de Guadalajara. El grupo 402 siempre se caracterizó por su fraternidad, amistad y por la armonía, lo cual salió a relucir en las primeras horas de viaje. Todos compartían sus alimentos, cantaban, reían y disfrutaban emocionados el viaje de estudios. 13 horas de viaje bastaron para arribar a nuestro destino, llegar al hotel reservado y descansar para al día siguiente asistir al CRIT Occidente.

El día viernes 31 de mayo, en punto de las 7:30 a.m., nos dispusimos a desayunar para estar listos y salir hacia el centro de rehabilitación cuyas instalaciones estaban un poco retiradas del lugar donde nos hospedamos. Alrededor de las 10:00 a.m., después de un viaje por avenidas y calles de la ciudad, vimos a lo lejos el edificio que alberga tan noble labor. Conforme nos acercamos la emoción crecía entre los estudiantes. Al llegar vimos lo imponente de las instalaciones, modernas con grandes áreas verdes y construidas en una colina que le daban realce y elegancia. Ingresamos a la recepción del lugar y de inmediato fuimos atendidos por la persona que estaría a cargo de mostrarnos y orientarnos en nuestra visita.

La sola experiencia de estar en un lugar de esa jerarquía ya era parte del aprendizaje, despertando en los estudiantes valores como el amor, justicia y respeto hacia las decenas de personas que se encontraban en el lugar. En la recepción del CRIT se nos explicaron las reglas de la visita, las formas de proceder, los tiempos y cómo deberíamos comportarnos. Como era un grupo numeroso, se nos dividió en dos partes para no interferir en alguna actividad durante el recorrido y se apreciara de la mejor manera cada una de las explicaciones que se nos darían. Llegó el momento y pudimos ingresar a las primeras áreas acompañados de una persona, quién amablemente explicaba la función del departamento en el que nos encontrábamos. Algo muy grato fue percibir la buena vibra y el ánimo de todas las personas con las que nos encontrábamos, tanto pacientes, padres de familia y personal de asistencia del CRIT. Fue una muestra de plena armonía y amor que permeó en cada uno de nosotros, despertando esos valores que deben caracterizar en todo momento a nuestra raza humana. Fue un recorrido lleno de emociones, de aprendizaje, de satisfacción y de crecimiento profesional y personal, un momento inolvidable.

Terminado el recorrido se nos concentró en un pequeño auditorio donde se dio una plática de orientación, de intercambio de experiencias, explicación de cómo operan y deben conducirse quienes deseen ingresar como pacientes al CRIT. Se proyectó un video de un caso muy especial de un pequeño que había tenido un problema al sufrir un accidente, la historia conmovió a todos. Al final de la plática, el grupo se organizó para hacer una donación que pudiera aportar un apoyo para alguien que lo necesitara, para algún equipo o atención en alguna discapacidad, que tiempo después se nos comunicó que la beneficiada de la donación hecha por los estudiantes fue una personita llamada Cindy, de la cercana ciudad de Juan José Ríos, parte que corresponde al municipio de Ahome, Sinaloa. Terminada la gratificante charla nos despedimos de nuestra guía y antes de salir de las instalaciones del CRIT ingresamos a un área donde se puede adquirir algún recuerdo de nuestra visita al lugar.

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¿Por qué hago toda esta remembranza? La respuesta es sencilla: en cada uno de los momentos que se vivieron al interior del CRIT, en el viaje hacia Guadalajara, en la estancia en el hotel, y en cada momento se vivió un clima de hermandad entre el grupo, destacando el despertar de valores que el momento y la experiencia vivida hicieron florecer. Considero que para cada uno de los estudiantes es fundamental vivir estas experiencias, interactuar con el entorno, con las realidades, y eso va formando y transformando conciencias, muestra de ello son las reflexiones que, en el informe que se les pidió sobre el aprendizaje adquirido en el viaje de estudios, los estudiantes me hicieron llegar mensajes como estos:

La experiencia vivida en la visita al CRIT Guadalajara en lo personal fue maravillosa, sorprendida con las instalaciones, la coordinación del lugar. En el recorrido conocimos todas las salas de terapia, así como sitios destinados para la recreación y otras actividades que llevan a la mejoría de los menores que sufren alguna discapacidad. Fue una experiencia inolvidable y hermosa, mirar a esos niños con todo el entusiasmo y las ganas de seguir, son admirables y todo un ejemplo a seguir.AleydaLermaArenivaz.

El viaje de estudio fue de gran ayuda para todos, nos formó una idea y un modo de vivir la realidad que existe fuera de nuestra ciudad, amplió nuestros horizontes para trascender y ayudar a mas personas, la necesidad hoy en día es comprendida por pocas organizaciones, el apoyo debe ser mutuo para todos en común, no sólo en un órgano tan grande como Teletón, también en todas esa pequeñas organizaciones que ponen su propia iniciativa para dar apoyo ayudando a quien sea o a lo que sea, en tanto de mi parte el hambre de apoyar y aportar una mejor manera de pensar sigue presente y lo seguira estando, trascender es la idea y ayudar la meta y este viaje es un pilar mas en mi formación.Juan Ángel Espinoza Castro.

La experiencia que vivimos en el CRIT fue lo mejor, ya que nos dimos cuenta que hay muchas personas discapacitadas y no se limitan para tener una vida “normal”. En lo personal a mí me motivó para seguir adelante y no rendirme nunca.Leonor Bañuelos Martínez.

En nuestras vidas conocíamos lo que era un CRIT, un lugar donde ayudaban a niños con diferentes discapacidades, algunos mirabamos los programas en la televisión, así año tras año sin causar algo extraordinario en nosotros. Nuestro profesor organizó un viaje a la ciudad de Guadalajara con la intención de observar la infraestructura y alta tecnología que en ese lugar utilizan. Como alumnos nos emocionamos en ir a conocer ese lugar. Ariana Martínez Sánchez, Yuliana Gil Pérez, Román Aguilar Zamora y Jassely Arzate Quintero.

Como interventores educativos, creemos sumamente importante el apoyo de cada persona en este país, para la inclusión y la mejora de estos niños con discapacidad, consideramos que cada pequeño o adolescente merece tener una buena calidad de

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vida. De igual manera fomentar a las personas para que ayuden y aporten cada año, mucho o poco es de ayuda.Jael Barroso Murillo, Betsy Ramírez Armenta y Alejandra Ávila Ramírez.

A mí, en lo personal, me dejó mucha enseñanza y reflexión de como a veces nos quejamos por cosas tan pequeñas o decimos que no podemos hacer las cosas, actuamos con flojera o coraje y personas que muchas veces no tienen nada o, simplemente, les falta una parte del cuerpo no los detiene nada. También estos viajes fomentan el convivio en compañerismo en el grupo, pues se sintió mas unido pues el motivo del viaje avivó el sentimiento de cambio y apoyo entre nosotros.Lizeth Ortíz Borboa

El Teletón es una fundación con bastantes valores y logré valorar lo que tengo ya que hay muchos niños que, aparte de su discapacidad, tienen pobreza extrema y aún así sus familias hacen todo el esfuerzo para llevarlos a sus terapias y darles la ayuda necesaria. La experiencia que viví en la ciudad de Guadalajara en el CRIT fue algo con mucho aprendizaje, ya que nos explicaron a detalle en lo que consta el Teletón y, a pesar de que fue poco el tiempo, creo que a todos nos sirvió de igual manera ya que nos concientizaron de como las niños con discapacidad tienen la misma oportunidad de integrarse tanto a su familia, escuela y laboralmente.Paloma López Estrada

Teletón es un proyecto de unidad nacional, el cual a través de los valores como amor, generosidad y solidaridad ha logrado convocar a todo México con el firme propósito de fomentar una mejor calidad de vida para los niños y jóvenes con discapacidad. Teletón representa la oportunidad de renovar la confianza en las personas y en las instituciones, simboliza la unión y el compromiso de diferentes sectores de la sociedad en torno a esta causa social.Wendy Vargas Gaxiola y Lisbia Parra Castro

Respecto a la labor, muchos de ellos lo hacen sólo por ayudar al prójimo sin recibir nada a cambio, sólo la sonrisa de un niño o un gracias que es el regalo mas bonito y la recompensa mas grande que te pueden dar. Esas niñas que nos presentaron para finalizar, a mí me dejaron una gran lección, que a pesar de la discapacidad que se tiene físicamente no es ningún impedimento realizar las cosas que te propones en la vida, sino todo lo contrario eso no importa porque a pesar de como estés, ellas salen adelante y nos demostraron que todo se puede a pesar de adversidades y de los obstaculos que te presenta la vida. Fue una experiencia muy importante para nuestra formación profesional y algo muy bien que te hara crecer como persona y sobre todo algo que jamas vas a olvidar.Yennifer Gallegos Romo

Al final de todo, nuestra guía nos dejó tarea: divulgar lo que mas nos gustó; descubrir la necesidad y ayudar; un compromiso de decisiones en lo personal; un aplauso a todos y tener siempre presente que sí se puede, no decir no quiero, decir siempre voy a lograrlo.Magda Hernández Valdez y Gladys Verduzco López

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Todo esto nos deja una gran enseñanza y nos hace ser mejor personas, unas personas mas sensibles y aprendemos a aceptar a toda persona sin importar la enfermedad que la persona presente, nos damos cuenta de que todos somos iguales y que, con un poco de ayuda y esfuerzo, podemos cambiar la vida de algún niño que tiene tanto tiempo deseando mejorar su vida.Jessica Borboa Castro

¡La mayor experiencia de nuestra carrera hasta el momento!Sindy Magaña, Norma Rodríguez, Karime Cantú, Lluvia Bedolla, Kenia Fuentes, Laura López, Edwin Márquez, Iris Parra, Sonia Díaz, Javel Torres, Paola Urías, Lidia Douriet, Verónica Velarde.

ReferenciasGobierno del Estado de Sinaloa, Secretaría de Educación Pública y Cultura, Sistema DIF

Sinaloa. (2012). Programa En Sinaloa se viven los valores. Pp. 1-77. Recuperado a partir de http://cieva.sepyc.gob.mx/2014/media/Libro_SIVIVA.pdf

Tuning. (2014). Innovación Educativa y Social. Tuning América Latina 2011-2013. Recuperado a partir de http://www.tuningal.org/

UPN. (2012). Programa Indicativo LIE. La Tecnología y las Necesidades Educativas Específicas. Pp. 1-5.

DESARROLLO PERSONAL Y CONVIVENCIA

Sara Eduviges Alcaraz Barreras

Respaldado en los planteamientos del Artículo Tercero Constitucional, la Ley General de Educación y el Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018, el Objetivo Uno del Plan Sectorial de Educación, plantea asegurar la calidad de los aprendizajes en la educación básica y la formación integral de todos los grupos de la población.

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La descripción de dicho objetivo señala que, más allá de su tarea en la preparación académica de sus alumnos, los profesores son ejemplo y guía para la formación en valores y en derechos humanos, por tanto, les corresponde hacer efectivos los planteamientos curriculares que, respecto de la temática, establece el plan y los programas de estudio vigentes.

En ese sentido, le corresponde al profesor contribuir en la formación de sus alumnos para que se desarrollen como personas y como seres sociales.

Los aspectos a trabajar en la educación básica se puntualizan en el campo de formación “Desarrollo Personal y para la Convivencia”, el cual incluye las asignaturas de formación cívica y ética, educación física y educación artística, con cuyo tratamiento o estudio, se le abona a la socio-afectividad y al hecho de aprender a ser y a vivir.

Dicho campo de formación permite el desarrollo de la conciencia de sí (autoconocimiento), la convivencia (valores universales), y el sentido de pertenencia.

Asimismo, el plan de estudios recomienda el establecimiento de ambientes propicios para el aprendizaje regidos por los principios y valores de la democracia y los derechos humanos. En dicho ambiente, el alumno se reconoce como sujeto de derechos y como partícipe de manera individual y colectiva en la solución de problemas, el mejoramiento del entorno y las normas de convivencia.

Se recomienda al profesor trabajar para lograr una convivencia escolar sana, en donde las relaciones interpersonales, entre los integrantes de la comunidad educativa, favorecen el clima escolar propicio para que el aprendizaje tenga lugar. Por ello se le sugiere involucrar a los alumnos en dilemas y conflictos cognitivos, éticos y afectivos para integrar el cuerpo, la razón y la sensibilidad. Se propone, también, valorar el consenso y el disenso, promoviendo el auto cuidado y la responsabilidad hacia los demás.

Así, de manera transversal, se demanda trabajar la integralidad, el carácter significativo y vivencial, práctico y transformador; poner énfasis en la persona, en el aprendizaje grupal y cooperativo, en el juego como medio educativo y en el autocuidado y la promoción de estilos de vida saludables.

Bajo este fundamento legal y pedagógico, la escuela se propone explícitamente la formación valoral y asume que, si no forma en valores, descuida su función socializadora.En ese sentido, una escuela que asume el reto de la formación valoral:

1. Reconoce que la formación en valores no puede logarse de manera prescriptiva, ya que implica el desarrollo de sujetos autónomos, capaces de constituir sus propias estructuras de valores y sus propios criterios para juzgar sus actos y los de los demás.

2. Entiende a la formación valoral como la que promueve el desarrollo de la capacidad de formar juicios morales y de actuar en consecuencia, y no como un adoctrinamiento o transmisión de valores.

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3. Asume a la formación valoral como un objetivo, porque trabaja para lograr una educación de calidad.

4. Sabe que una educación de calidad no es posible si no incluye la formación valoral.5. Tiene en cuenta que el desarrollo moral, requiere del desarrollo cognitivo y, si la

escuela no es capaz de ofrecer los requerimientos de desarrollo intelectual, no se puede esperar el desarrollo deseado en el ámbito valoral.

6. Está consciente de que formar seres humanos con juicio autónomo y criterios propios de congruencia supone prácticas continuamente problematizadoras, que propicien la reflexión individual y el diálogo colectivo, orientadas a comprender e, incluso, a resolver problemas.

7. Inculca la conciencia sobre la problemática de su medio inmediato y mediato.8. Se preocupa por toda la comunidad educativa. 9. Abre múltiples oportunidades de ponerse en el lugar del otro para juzgar desde

perspectivas muy diferentes. 10. Lucha contra toda forma de simulación. 11. Supone que la forma como se organiza y el tipo de relaciones que propicia y que

sanciona, son consecuentes con lo que se desea lograr en el ámbito de los valores.12. Reconoce que para poder formar en valores, debe cumplir con dos condiciones:

primera, que los profesores se formen en valores y, segunda, que la estructura escolar y la vida cotidiana de la escuela se conviertan en fuentes de formación en valores.

13. Acepta y pone en práctica la sugerencia de Reimer (1983)…. “Favorecer el juicio cognitivo como condición para el juicio moral”.

14. Involucra a los padres y madres, a las familias de sus estudiantes.15. Utiliza como estrategias didácticas al planteamiento certero de dilemas morales; el

asumir roles; concesión de la presencia de programas psicológicos, el establecimiento de una comunidad justa para dialogar y discutir sobre los problemas.

Ante tales compromisos, la educación valoral es una preocupación porque no es tarea sencilla, dado que la mejor manera de educar en valores es explicitar los propios y vivirlos en forma cotidiana. Así, cada uno de los integrantes de la comunidad educativa, a través de sus propios actos, pone su granito de arena para que en ese espacio se aprenda a valorar el más grande regalo que tiene el ser humano… la vida.

Por ello, le corresponde al personal docente, directivo y de apoyo a la educación ayudar a los estudiantes para que:

a. Aprendan a tomar decisiones satisfactorias y efectivas; b. Desarrollen los principios morales que sustentarán sus decisiones y acciones; c. Resuelvan conflictos morales;d. Tengan responsabilidad social al tener conciencia de las consecuencias de sus actos; e. Sean congruentes entre lo que valoran y la forma cómo actúan; f. Participen en una sociedad democrática;g. Valoren el pluralismo; h. Sean respetuosos y acepten a los otros; i. Sean equitativos y justos.

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Además, la escuela debe poner en práctica acciones que permitan generar el clima propicio para la formación valoral. Por lo tanto, la escuela se obliga a:

- Ser una escuela afectuosa, cálida y respetuosa.- Estimular virtudes y progresos. - Ser reflexiva.- Promover la autoevaluación y el diálogo sobre el mundo, la vida, los seres humanos

y sus actos,- Ser una escuela con oferta de oportunidades para poder elegir.- Promover el desarrollo integral de sus estudiantes.- Ser una escuela de calidad, equitativa y justa. - Consolidarse como escuela incluyente dado que es condición para la democracia y

la justicia.- Fortalecer a la comunidad escolar.- Ser solidaria.- Inculcar el amor a la vida.- Promover el cuidado del medio ambiente.- Observar el respeto, la solidaridad, la democracia, la justicia, la templanza, la

humildad, la estabilidad, la paciencia, la bondad, la compasión y, los otros adornos que embellecen a las personas y las hacen grandes.

Una escuela que forma en valores, debe ser una escuela amorosa y promotora de la fe en sí mismos y en los demás.

La escuela que forma en valores, lleva a sus alumnos a que abran las puertas de su corazón para que razonen de acuerdo a la naturaleza inteligente y sabia que llevan dentro, en la idea de que vigilen sus pasos.

La escuela que forma en valores, produce individuos virtuosos y felices porque los sienta sobre las bases del amor, y baña sus corazones con las cascadas de aguas cristalinas que brotan de los manantiales en los que se convierten los integrantes de la comunidad educativa, quienes, en un acto de fe, riegan el árbol de la vida de cada uno de los estudiantes, convencidos de la pelea que deben darle a los antivalores y a la indiferencia.

La escuela que forma en valores, es una escuela en donde se disfruta la estancia en ella y se es feliz. Es una escuela inundada por la alegría y la armonía, es una escuela en donde el frío del invierno y el calor del verano, se disipan con el abrazo fraterno, la mano amiga y el consuelo de la sabiduría y el buen juicio.

Bibliografía

Hernández Trillo, Rubén. Ensayo Pedagógico. Conoce tu maldad eterna. Servicios Editoriales Once Ríos. México, 2011.

Schmelkes, Silvia. La formación en valores en la educación básica. SEP. México, 2004.

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Plan y Programas de Estudio 2011. SEP. 2011.Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018.Plan Sectorial de Educación 2013-2018.

LA JUSTICIA Y SUS VALORES

María De La Luz Murillo Muñoz

INTRODUCCIÓN

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Al tratar a las personas conforme a su naturaleza, y a las cosas conceptualizarlas como tales, es necesario volver al análisis de dichos enunciados. ¿Qué significa tratar a las personas conforme a su naturaleza? Al trasladarnos a la sociedad actual. ¿Qué sucede?

Nos encontramos con una realidad donde predomina el brindar valor a lo útil; es decir se le da mucho valor a las cosas materiales; hay personas preocupadas por tener, tener en el sentido de poseer los carros más caros y casas lujosas. Se quiere tener y conseguir lo material, a veces a como dé lugar, sin detenerse a pensar en las formas bajo las cuales se llegan a adquirir dichos objetos.

Dice Fromm que “El modo de existencia de tener no se establece mediante un proceso vivo, productivo entre el sujeto y el objeto; hace que el objeto y el sujeto sean cosas” (1978; 84). El sujeto ahora ya no se conceptualiza como tal, sino que lo que posee, o sea sus propiedades, constituyen la identidad, por lo tanto “se es un objeto.”

Es triste notar que el panorama anterior se propaga cada vez más en el actuar de los humanos, cual si se tratara de una epidemia; ahora el actuar de forma no alienada, utilizando la razón, es vista cada vez con más rareza o excepción. “La actividad no alienada consiste en dar a luz algo, en producir algo y permanecer vinculado con lo que se produce” (Savater, 1978: 94). Ser alienado a las prácticas, se muestra en nuestra sociedad como algo muy normal.

El hombre se visualiza como un hombre pasivo, incompleto, dependiente y sometido. En la actividad productiva, como sinónimo de actividad no alienada, las personas productivas animan lo que tocan, dan vida a las personas y cosas, donde la codicia, el poder, el dinero, pasan a otro nivel de interés.

Desafortunadamente, el ser ahora se materializa y cada vez son más las personas que se ocupan por tener para sí mismos; por ejemplo, cuidar su exterior. Es decir, predomina la frase de “como te ven te tratan”, se valora la forma como te vistes, cómo es tu apariencia física, y, por ello, hay personas que asisten a los gimnasios, toman medicamentos, se someten a cirugías, todo con la intención de obtener cuerpos esculturales que proyecten una apariencia “deseable a la vista”. Identifican su imagen física como su carta de presentación.

Estamos, pues, en una sociedad que se preocupa y ocupa por el goce, y vive en el placer de todo tipo. Una sociedad con personas a las que sólo interesa el yo, en donde los demás están pero no interesan, donde la necesidad del poder, de adquirir es lo más importante. La frase “eres lo que tienes”, adquiere fuerza para utilizar la diferencia en cuestiones materiales para discriminar y menospreciar a las personas, así como realizar actividades ilícitas para lograr la satisfacción del tener. ¿Qué sucede, entonces, con la naturaleza humana? ¿Qué pasa con esa capacidad de raciocinio que permite la diferencia del resto de los seres vivos?

NATURALEZA HUMANA

Ceder la razón a la naturaleza humana, es tener la certeza de que sólo el hombre puede transmitir características adquiridas; es comprender significados, y dicha adquisición de

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conceptos y significados es posible a través de la educación, ya que ni las plantas ni los animales son capaces de lograrlo.

Porque educar es creer en la perfectibilidad humana, en la capacidad innata de aprender y en el deseo de saber que la anima, en que hay cosas (símbolos, técnicas, valores, memorias, hechos…) que pueden ser sabidos y que merecen ser, en que los hombres podemos mejorarnos unos a otros por medio del conocimiento. (Savater, 1997; 8)

Son los humanos, los únicos seres a quienes se les atribuye dicha característica: la razón. Son seres capaces de gobernar sus actos, de decidir a voluntad si quiere o no quiere hacer las cosas, de moldearse poco a poco y procurar la perfectibilidad a través del uso del pensamiento. A diferencia del resto de los seres vivos, el ser humano, además de presentar las dimensiones de éstos (crecer, nutrirse, reproducirse y utilizar la dimensión sensitiva que caracteriza a los animales), es el único ser que presenta una dimensión que ni las plantas ni los animales las podrían tener: la racional.

Es el único que puede razonar, lo cual le conviene para alcanzar su meta y lograr el motivo que lo hace estar en la tierra: ser feliz. ¿Cómo lograr la felicidad? ¿Serán las formas de vida actual las que le conduzcan a la felicidad?

JUSTICIA: VIRTUD DE LAS RELACIONES HUMANAS.

Desde la época de Aristóteles se menciona que en la lucha del ser humano por alcanzar la felicidad, aparecen tres formas de ver la vida: la placentera, la política y la vida contemplativa.

Vida placentera”, es decir, un primer estadio en que la capacidad de percepción de la realidad está basada en los sentidos y su estrecha relación en término de la adaptación del hombre mediante la información que le aportan los cinco sentidos para adaptarse el medio ambiente (Aristóteles, 1981; 14).

Lo ideal sería lograr el punto medio, porque las personas que brindan prioridad a una vida basada en el placer a través de los sentidos, confunden la felicidad con el placer.

La segunda forma de ver la vida, según Aristóteles, es la del hombre común, la de la “vida política”, poniendo en marcha la recta razón: poniendo en marcha al cuerpo, las emociones y la mente. Era la vida política la que preparaba para dirigir a los hombres a la vida armónica y feliz.

Siguiendo con las ideas del mismo filósofo, se menciona a la vida contemplativa, como la forma de vida que lleva a la verdadera felicidad, la que lleva a la autentica vida filosófica, la de los verdaderos santos religiosos. Se entiende que la vida virtuosa, es de unos cuantos, sin embargo, tampoco se trata ser santos, ni de ir al extremo que es dejarse llevar por la vida placentera; se trata, más bien, de ser felices, de lograr el equilibrio o el punto medio, como lo menciona el autor. ¿Cómo hacerlo? ¿Por qué es más fácil adquirir los vicios que las virtudes?

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Las virtudes que adquirimos por medio de la práctica son, por ejemplo, las que adquirimos cuando aprendemos y dominamos un determinado acto, ya que hay cosas que tenemos que aprender antes de poder realizarlas, (….) nosotros nos volvemos hombres justos si realizamos acciones justas, somos hombres sobrios si realizamos acciones sobrias. (Aristóteles, 1981,32).

Una virtud implica decisión, constancia, perseverancia, un acto voluntario; los vicios, no, éstos no requieren el menor esfuerzo y suponen placer a sí mismo. ¿Cómo se entiende la virtud justicia? “Es la virtud perfecta, pero no absolutamente, sino con relación al otro. Y, por esto, la justicia nos parece a menudo ser la mejor de las virtudes; y ni la estrella de la tarde ni el lucero del alba son tan maravillosos (…) en la justicia está toda virtud en compendio. (Aristóteles, 1981,59).

Es entonces la virtud de las interacciones, de las relaciones humanas que permiten conocer y reconocer al otro, permiten “ponerse en los zapatos del otro”. Dejar de pensar únicamente en el bienestar propio y comprender al otro; a dicha virtud la regula la voluntad, que es el querer hacer las cosas, decidirse. Aristóteles, (1981) menciona que la virtud justicia “es perfecta, porque el que la posee puede practicar la virtud con relación a otro, y no sólo para sí mismo, porque muchos pueden practicar la virtud en sus propios asuntos, pero no en sus relaciones con el otro” .

Es entonces dejar de lado los egoísmos, la discriminación, el desinterés y la apatía para pensar y tomar en cuenta a los demás como seres únicos y pensantes. La justicia como virtud, comprende algunos valores que se refieren a las interacciones con los demás, por ejemplo: la solidaridad, el respeto y la honestidad. Mismos que, al desarrollarlos, permiten un ambiente de armonía, de sana convivencia con los otros.

VALOR RESPETO Y HONESTIDAD

El primer paso sería, reconocer nuestro motivo de estar, es recuperar el ser a través de los valores. ¿Qué es un valor? ¿Cuál es la diferencia entre un valor y una virtud?

La diferencia entre una virtud y el valor, la dictamina precisamente la práctica, la frecuencia, o el hábito que caracteriza a la virtud; por otro lado, el valor se conceptualiza como lo más óptimo, considerado como mejor opción ¿Qué se entiende por valor? Los valores emanan del deseo del ser, de las posibilidades o potencialidades más propias del ser humano, aquellas que lo realizan en su propia “humanidad”, en su propio ser” (González y Landa, 2006, 37).

Las realidades presentes en el mundo se interpretan asignándoles una preferencia y significado; entonces, el valor se refiere a la elección de lo bueno, de lo mejor, de lo conveniente. Y lo conveniente hace alusión a lo inútil, y no a lo útil o material; es decir, se centra en el ser, no en el tener.

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Valor, es lo que te hace más y mejor persona de acuerdo a la naturaleza humana. Valor viene de la verdad, de lo correcto. Los valores no están a discusión, no son negociables: o sea, que decir algo con mayor frecuencia, avalado por una gran cantidad de personas, no significa que sea verdad. El valor implica un juicio, sostenido por la racionalidad. Los valores son pautas y guías de nuestra conducta. ¿Qué se entiende entonces por el valor Respeto?

Ser respetuoso es una actitud, una forma de ser solidarios con los demás, es plasmar la estima, generosidad y sinceridad de lo mejor de la persona, para enriquecer al yo de los demás. Para ello será necesario que en primer lugar, la persona se respete a sí mismo para poder, en segundo lugar, demostrarlo y aplicarlo a los demás.” (Romero, 1997; 111).

Respeto, sería ver con ojos de igual forma al otro, encontrando la dignidad propia en la del otro.

Por otro lado, Fromm, (2000) argumenta que:

“Respeto no significa temor y sumisa reverencia; denota, de acuerdo con la raíz de la palabra (respicere = mirar), la capacidad de ver a una persona tal cual es, tener conciencia de su individualidad…el respeto implica la ausencia de explotación” (p.23).

Anteriormente, se confundía el respeto con el temor. A los adultos se les tenía respeto, ahora sabemos que se trataba más bien de miedo o temor.

El respeto, como parte importante del amor, debe existir en la humanidad, junto con otros valores como la responsabilidad; es estar listo y atento a responder, es el cuidado, el conocimiento de la persona y el elemento dar, no en relación a lo material; sino, más bien, tratar a la otra persona como un dador y que ambos tengan la satisfacción; es un poder que produce amor.

El respeto fomenta la armonía y la felicidad, es valorar al otro sin creerse superior, es escuchar a los demás apoyando al que está en situación desfavorable, es evitar las actitudes egoístas, las relaciones deshumanizantes y los malos modos.

Relacionado con lo anterior, cabe mencionar que Decir la verdad, incluye el respeto al otro y a sí mismo, Decir la verdad, hace libres a las personas y muestra una mejor relación con los demás.

La honestidad es una cualidad de calidad humana que consiste en comportarse y expresarse con coherencia y sinceridad (decir la verdad), de acuerdo con los valores de verdad y justicia. Se trata de vivir de acuerdo a como se piensa y se siente. En su sentido más evidente, la honestidad puede entenderse como el simple respeto a la verdad en relación con el mundo, los hechos y las personas; en otros sentidos, la honestidad también implica la relación entre el sujeto y los demás, y del sujeto consigo mismo. (Morrillas García, 2011).

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Desde el punto de vista personal, ambos valores están estrechamente relacionados; una persona al ser respetuosa, actuaría también de forma honesta, si considera al otro desde la verdad y sinceridad.

CONCLUSIÓN

Para lograr la felicidad en las relaciones con los demás, habrá que actuar conforme a la virtud de la justicia, lo cual implica incluir a los demás, tomarlos en cuenta. Así mismo, se debe de considerar al respeto y a la honestidad como parte importante de dicha virtud, por tratarse de valores que se interesan por esas interacciones con los demás.

Actualmente, la convivencia, las relaciones e interacciones con los demás, se presentan muy distantes y, en algunos casos, cuesta mucho trabajo establecer relaciones solidarias, respetuosas y honestas. Predomina, por diversas circunstancias, el individualismo y, por ende, la poca aceptación a los demás. Cuesta trabajo reconocer las cualidades de los demás. Reconocer al otro como alguien importante, que piensa y actúa diferente a uno mismo y que habrá que reconocerle sus méritos, sus acciones.

En otros casos, dichas convivencias se basan de acuerdo con la utilidad o beneficios que le puede acarrear dicha “convivencia”, olvidándose del respeto que se merece por el sólo hecho de ser, lo cual acarrea problemas de convivencia.

El no reconocimiento a los demás y la deshonestidad, muestran una sociedad apática e indiferente a lo que sucede a nuestro alrededor. Las evidencias son la problemáticas que afectan a las nuevas generaciones, mismas que son cada vez más preocupantes; puesto que se presentan casos en el ámbito social, escolar, familiar que denotan una falta de conocimiento de la justicia como la madre de las virtudes. Una virtud que es muy importante, ya que es la que determina la relaciones entre los seres humanos.

Por eso concluyo con la advertencia de que debemos de brindarle un mayor peso a dicha la Justicia y a todos los valores que representa, principalmente, el Respeto y la Honestidad.

BIBLIOGRAFÍA

ARISTÓTELES (1981). Ética Nicomáquea, Editorial Porrúa. México, DF.

FROMM, Erich (1978). ¿Tener o ser?, Fondo de la cultura económica. México D.F

GONZÁLEZ, Juliana y Landa Josu (2006). Los valores humanos en México. Editorial Siglo XXI, México D.F.

ROMERO, Eduardo (1997). Valores para vivir. Editorial Ces, Alcalá, Madrid.

SAVATER Fernando (1997). El valor de educar. Editorial Ariel, S. A. Córcega, Barcelona.

Páginas electrónicas

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MORRILLAS García, Laura (2011), Honestidad radical. (Extraído el 24 de marzo de 2014). (https://n-1.cc/file/download/1058927

¿CÓMO SE VIVEN LOS VALORES?

Omar Contreras Juárez

En las diversas épocas de la historia, los valores han sido una guía para generar las normas de convivencia y bienestar social, siendo promovidos, inicialmente, en el seno familiar y escolar.

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La palabra Valor, según la Real Sociedad de la Lengua Española, proviene del latín valor-oris, y se refiere a las cualidades y virtudes que poseen las personas para favorecer al bienestar en común. Dicho de esta forma, los valores son, por mucho, los pilares de la convivencia en sociedad, ellos garantizan la razón y la armonía en las diversas instituciones.

Los valores se adquieren a temprana edad y se van fortaleciendo conjuntamente con el desarrollo personal. Existen valores que son destacados desde el núcleo familiar los cuales son el punto de partida, posteriormente, cuando se accede a una institución educativa, éstos se acrecientan y se desarrollan de forma sistemática y convencional.

En los contextos recientes, la sociedad se encuentra situada en una lucha envolvente de inventos, modas y tendencias que sitúan a los individuos en un afán por consumir, imitar y demostrar orgullo al emplear diversas formas para dialogar de las maneras menos convencionales. En este punto, los medios han tenido gran relevancia para llegar a la difusión de esta escasez cultural y, definitivamente, incidir en una desvalorización social en general.

La falta de valores trae consigo la aparición de anti-valores, la mayoría de las personas están conscientes de la gravedad del problema, los maestros en sus aulas a menudo viven la realidad de los daños que ocasionan este déficit en la formación de valores; son comunes las peleas entre alumnos en las escuelas, el uso de drogas, el hostigamiento personal e, incluso, amenazas a los docentes como forma de chantaje para mejorar sus situación académica.

Estos anti-valores son cultivados a diario por diversos medios, que hasta resulta normal que los niños y jóvenes se formen en ellos, ya que cuando acceden a un medio fundamental de diversión como lo es la televisión, tienen una puerta para aprender antivalores como la violencia, la infidelidad, el adulterio, la irresponsabilidad y diversas formas de manifestarse irrespetuosamente.

No ha pasado mucho tiempo desde cuando en los programas de televisión, las palabras con un lenguaje no admisible eran sustituidas por un sonido o timbre; lo que en la actualidad sería un problema pues, debido a la gran cantidad de palabras altisonantes, se quedarían por grandes lapsos sin diálogo y se formaría una especie de sinfonía musical.

Otro medio que también impacta de forma negativa en la formación de los valores es el Internet. Ahí no existe censura y cualquier persona puede acceder a contenidos inapropiados y a la promoción de un sinnúmero de anti-valores. En este recurso se encuentran las famosas redes sociales que han cubierto en forma prolongada el pasatiempo favorito de los jóvenes y no tan jóvenes. Estas redes han logrado que la mayoría de los jóvenes lleven una vida sedentaria pues, aunque suene contradictorio, socializan pero, a la vez, llevan una vida sedentaria ya que permanecen aislados en sus cuartos sin necesidad de salir a realizar actividades al aire libre y, en conjunto, se encuentran conectados ciertamente, pero sólo a través de la tecnología.

Asimismo, mediante las redes sociales se incita a la realización de diversas acciones que pasan a hacer anti-valores, como el ir a realizar, pintas a monumentos históricos, llevar a cabo marchas con violencias, etc. Con lo anterior, no es que se satanice a los medios

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influyentes como la televisión o el Internet, pero si es claro que su uso no está siendo el adecuado y que no ha servido para difundir y fortalecer los buenos valores.

Los jóvenes también han dejado de lado el valor de la salud, con mucha frecuencia buscan adicciones que los llevan a dañar su cuerpo, los tatuajes y las perforaciones son vistos como un símbolo y una propia identidad, sin saber, a veces, de las consecuencias médicas a las que conllevan. En este mismo sentido, al parecer, existe una carrera por ver quien se desgasta la salud más cada día, entre ellos se presumen los números de cajetillas fumadas, las noches de desvelo o amanecidas, las horas sin consumir alimentos, las bebidas alcohólicas ingeridas etc.

Es posible que en alguna parte de nuestra historia se haya confundido la libertad con el libertinaje, existe la tendencia de que todas las personas quieren hacer lo que quieran; ello se ve reflejado en los números de divorcios que se han llevado a cabo en los últimos años , donde, según cifras del INEGI, al 2011 se registraron 91 mil 285 divorcios y, en 2010, fueron 86 mil 042 y en 2009 la cifra se ubicó en 84 mil 30.

Sin lugar a dudas, estamos ante una de las etapas de la sociedad más críticas, en la que, cada vez más, se agudiza esta deficiencia general de valores, donde el monstruo tiende a generar muchas cabezas que desencadenan la decadencia en cada acto y evento deplorable en la sociedad.

¿Pero qué hacer? ¿Cómo solucionar este problema?

Afortunadamente, las buenas costumbres nunca han dejado de existir, pero es una responsabilidad compartida el mantenerlas vigentes y acrecentarlas; corresponde, entonces, a todos el emprender esta lucha por fomentar los valores, maestros, padres de familia, autoridades y sociedad en general.

El primer paso para fomentar el valor debe de ser reconociendo la parte que nos corresponde a cada quien. A los padres les pertenece la responsabilidad de estar al pendiente de las actividades que realizan sus hijos, de ver su círculo social; es decir, estar al tanto de con quien se relacionan, ya sea presencial o virtualmente. De igual forma, a ellos les compete revisar el contenido de lo que miran en la televisión y checar las páginas a las que acceden. A la escuela corresponde moldear y suscitar el aprecio por las buenas costumbres y las normas de convivencia, promoviendo la concientización de los alumnos; tomando en cuenta que los valores no son aprendizajes esperados que se tengan que aprender, ni son sólo un relleno dentro del encuadre curricular. Los valores se tienen que sentir. Los valores se tienen que vivir.

Es la propia conciencia la que, finalmente, lleva a una persona a dar valor a las cosas vivenciales que se le presentan de manera individual y como parte de un grupo. No existe un manual que haga sentir como necesidad el apoyar a un compañero en la escuela, el ayudar a levantarse a una persona que tropieza, el cooperar voluntariamente para la operación de un indigente, el mostrar el cariño a sus abuelos, el cantar una canción de cuna a un hijo. Por ello, es importante propiciar en las nuevas generaciones la virtud para identificar las acciones que están bien y las que están mal, para llevar a cabo un ejercicio objetivo de conciencia que conlleve a sentir el valor para vivirlo.

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Una de las estrategias más significativas para promover los valores es, sin duda alguna, el predicar con el ejemplo; a través de esta técnica se logra concientizar y valorizar las acciones a terceros: los maestros en las aulas no pueden pedir que sus alumnos muestren virtudes y cualidades que ellos tampoco han demostrado para con sus alumnos; al igual que los padres de familia deben de formar a sus hijos en valores partiendo de su propio proceder.

Finalmente, a las autoridades les correspondería el diseñar proyectos y políticas innovadoras, en las que sean tomados en cuenta valores como el respeto por la diversidad cultural y el uso de las buenas costumbres, para una socialización armónica que promueva una calidad de vida decorosa.

¿DÓNDE SE CONSTRUYEN LOS VALORES?

Saraly Vega Duarte

En los últimos días, en la Universidad en la que trabajo, he escuchado constantemente hablar de valores y observo carteles con definiciones del valor de la honestidad, el valor del respeto, el valor de la justicia como virtud universal. Al paso de los días, el tema de “valores” se ha vuelto importante para directores, administrativos y para los alumnos que

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no dejan de expresar su inquietud y su deseo por formar parte de tan apreciable búsqueda, conocimiento y práctica de valores.

Pero, en realidad, sabemos ¿en dónde se construyen, o de dónde nacen los valores? Considero que es importante empezar por conocer su origen, para dar continuidad a lo que hoy está en boca de todos los académicos y administradores de la Universidad Pedagógica del Estado de Sinaloa (UPES) y, más aún, en muchas escuelas sinaloenses con el programa implementado por la SEPyC: “En Sinaloa se Viven los Valores” (SIVIVA).

Para poner en práctica los valores con las personas que nos rodean, es necesario iniciar con uno mismo, ¿cómo hablar de respeto, si no soy capaz de respetarme a mí mismo? Para esto es necesario definir qué es el respeto, saber poner límites, aceptar la forma en que cada individuo ha decidido vivir sin criticar ni juzgar; pues sólo cada persona conoce sus motivos, conscientes e inconscientes, para escribir su propio guión de vida. Por lo tanto, es necesario respetarme a mí mismo como persona con potencialidades, con capacidades, con las ventajas y los límites del cuerpo y la mente; con nuestros sentimientos, deseos, actitudes y acciones; con mi trabajo, mi familia, mi profesión. Si soy capaz de poner límites y respetarme, en esta medida, podré respetar a los demás y, por consecuencia, los demás se dirigirán a mí con respeto. Hay un dicho muy común que se expresa de la siguiente manera: “A cómo me tratas te trato”; sin embargo, emocional y psicológicamente, el dicho debería expresarse así: “A cómo me trato a mí mismo, seré tratado por los demás”; o, bien, “Cómo quieras ser visto ante los ojos de otras personas, voltea a verte a ti mismo”.

Los valores nacen de la necesidad emocional y psicológica del ser humano de poner límites, de reprimir pulsiones agresivas y destructivas que le permitan al individuo estar en una sociedad civilizada donde se necesitan límites, reglas, tolerancia a la frustración, juicio, regulación y control de instintos y afectos, para que, de esta manera, podamos convivir de manera armónica y civilizada entre los seres humanos, permitiéndonos ser parte de una cultura. A esto le podemos llamar razonamiento, y esto es lo que nos hace diferentes de los seres no razonables. El razonamiento se organiza emocionalmente como consecuencia de la influencia del medio ambiente, y tiene la capacidad para evaluar y comprender la realidad, permitiéndole al sujeto superar las amenazas internas y externas, internalizando las reglas sociales.

Uno puede dudar de que sea posible en general, o de que lo sea ahora, en el estado actual de nuestro dominio sobre la naturaleza, establecer semejantes normas culturales; puede preguntar de dónde vendrían esos conductores superiores, serenos y abnegados que actuarían como educadores de las generaciones futuras, y espantarse ante el enorme gasto de compulsión inevitable hasta el momento en que se alcanzaran tales propósitos. No es posible poner en entredicho la grandiosidad de ese plan, su gravitación para el futuro de la cultura humana. Tiene una base cierta en la intelección psicológica de que el ser humano está dotado de las más diversas disposiciones pulsionales, cuya orientación definitiva es señalada por las vivencias de la primera infancia. Los límites de la educabilidad del ser humano son por eso, también, los de la eficacia de un cambio cultural así concebido. (Freud, 1927; 8).

Ahora bien, junto con el razonamiento existe otra instancia formadora de los valores, dicha instancia es la moral, que se guía por el principio del deber, y su función es regular las

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pulsiones que pondrían en peligro la estabilidad en la sociedad. Y, por lo tanto, es el reflejo de los padres y producto de la socialización, así como vehículo de la tradición cultural.

Freud menciona que la moral es esencialmente una formación de reacción contra la maldad inherente al hombre; razona que el hombre tuvo que desarrollar normas éticas a fin de hacer posible la vida en la sociedad.

Ya mencioné de dónde nace la necesidad de formar valores; ahora bien, ¿dónde se construyen? También comentamos que forman parte del razonamiento y de la moral por la necesidad de estar en una cultura civilizada, formar una familia y educar a los hijos, etc. Estos valores se construyen y desarrollan en el núcleo familiar por medio de los procesos de identificación emocional de los hijos hacia los padres. Los padres, emocionalmente, constituyen en los hijos el amor propio, la autoestima, la conciencia moral, la culpa, el sentirse orgulloso de sí mismo y los valores.

González Núñez (2008), define la identificación como el proceso que utiliza el yo (razonamiento) para poner en sí mismo aspectos que desea de un objeto externo. Es un fenómeno que permite que el sujeto tenga la posibilidad de relacionarse con el medio externo. En este sentido, se refiere al grado o satisfacción de tener uno mismo las características del otro; además de permitir el desarrollo del yo como ser individualizado, permite la comunicación con los demás.

En este sentido, el niño se identifica con los padres durante los primeros años de vida, por considerarlos superiores y porque son fuente de expectativas y deseos del niño. Los padres son el ejemplo a seguir, si ellos se respetan como pareja, en la familia y, posteriormente, en el mundo que los rodean, transmiten tolerancia, solidaridad, sinceridad, confianza, los hijos se identifican con aspectos positivos y quieren empezar a actuar como lo hacen los padres.

El proceso de identificación de los infantes con los padres inicia alrededor de los 03 y 06 años, edad en la que desean parecerse al papá o a la mamá, y empiezan por imitar conductas, actitudes y actúan las actividades que la madre o el padre realizan; por ejemplo, cuando la mamá está cocinando, la niña se interesa en apoyarla, si la madre no lo permite la niña se siente rechazada; en cambio, si acepta y brinda ese espacio le da la oportunidad de identificarse con ella, siente que sus intereses y deseos son respetados. De ahí viene el gusto de los hijos de ayudar y de apoyar. Y es importante que así sea, dejarles que ellos decidan y no porque los padres imponen u obligan alguna actividad.

Por lo tanto, es importante que los padres sean congruentes y realistas en la educación emocional que se les brinda a los hijos, que envíen mensajes claros, que pongan limites y reglas dentro del alcance de los niños, que éstas sean justas, y explicar cuáles acciones llevan a dicha regla, que respeten su juego, su espacio, su desarrollo, sus emociones y sentimientos; brindarles la oportunidad de ser escuchados, y transmitirles seguridad, de desarrollar lazos afectivos de ternura y amor estables con los hijos para que tengan confianza en sí mismo. Pero sin que se conviertan en niños temerosos o conformistas, ni transformarse los padres en exigentes y quisquillosos.

En este sentido, el niño internaliza emocionalmente afectos positivos de los padres que le permiten sentirse seguro en el mundo que lo rodea y confiar en sí mismo; y así va desarrollando los valores consigo mismo y, por ende, con las demás personas.

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Mencionamos al núcleo familiar como la principal base constructora de la formación de valores; en segundo lugar, se encuentra la escuela como una instancia importante que permite el fortalecimiento y la práctica de valores que se han vivenciado en la familia. La escuela juega un papel imprescindible para la incorporación de un nuevo ser humano a la civilización.

La escuela es una institución que propicia frustraciones positivas; ¿Por qué frustraciones? porque nos impone (obliga) a seguir reglas, obedecer, tolerar, respetar, seguir cierta normatividad, ser puntuales, aprender a controlar impulsos, etc.; pero es positiva porque cumple un proceso de socialización imprescindible, e impulsa a formar al ser humano para promover un mundo más civilizado, crítico con los defectos del presente y comprometido con el proceso moral de las estructuras y actitudes sociales.

De ahí deriva que los roles o papeles que juegan los docentes, pedagogos, educadores y directores de escuelas, es para los alumnos un papel subliminal, ya que, simbólicamente, se vuelven modelos de identificación a seguir para los alumnos. F. Dolto, decía que el respeto al niño sólo es posible si existe una colaboración entre el adulto y él. Esta concepción implica una responsabilización recíproca, así como una experiencia basada en la vivencia, el ejemplo dado por el adulto. “Lo importante de la educación no es en absoluto el “porqué” sino el “cómo”. (Dolto, 1973; 100).

Por lo tanto, quiere decir que la función del educador, docente, pedagogo, no es sólo conducir al niño, sino enseñarle a conducirse, cómo ser honesto, cómo ser justo, cómo ser respetuoso, cómo ser responsable etc.; y conducirlo, sí, a una civilización, pero a una civilización genuinamente humana, donde se les permita expresarse y ser escuchado, donde tengan el permiso de crear sus propios juicios.

Como conclusión, podemos consignar que los valores nacen por la necesidad del hombre de poner límites a los impulsos agresivos del ser humano, en un afán de vivir en armonía y de ser personas genuinamente humanas, con la finalidad de pertenecer a un mundo civilizado. Así, la familia construye los cimientos para que los hijos adquieran las base que les lleven a formar y a pertenecer a una sociedad civilizada; de igual manera, la escuela se convierte en un lugar en el que se construyen distintas formas de interacción social, de relación con el conocimiento y la realidad, y en el que el maestro se considera capaz de ser agente de su propia transformación; pero, también, con su autonomía y capacidad de creación, forma parte de la transformación de los alumnos.

LOS VALORES EN LA ESCUELA Y LA FAMILIA

Oscar Isaac Corral Arias

-Presentación

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Problemas sociales de toda índole: corrupción, narcotráfico, analfabetismo, deserción escolar, desintegración familiar, contaminación, drogadicción, impunidad, extorsión entre muchos otros, nos obligan a hacer una retrospección sobre lo que está pasando en nuestros lugares de convivencia diaria: casa, comunidad y escuela.

Vivimos en una época marcada por una creciente globalización económica y tecnológica, ello implica, entre otras cosas; una dependencia cada vez mayor de unos pueblos a otros, así como la influencia de unas culturas y otras, y un flujo de interacciones más activas y dinámicas.

Estas interacciones culturales no resultan equitativas y homogéneas sino al contrario; tienden a ser desiguales y heterogéneas. Desiguales porque a raíz de los avances tecnológicos y la dependencia económica, el contacto entre diferentes pueblos supone una influencia que no necesariamente implica cambios con la misma importancia para ambos. En especial, aquellos países llamados desarrollados o de primer mundo. Éstos suelen verse como modelos a seguir para naciones pequeñas y con ritmos de crecimiento menores. Y heterogéneas en virtud de que cada pueblo retoma de otro, ciertos elementos que no son los mismos: mientras que para uno, el consumo es la palanca del desarrollo; para otro, el modelo a seguir es el trabajo basado en la moral o, bien, en ciertos códigos de ética.

Los problemas citados al inicio del texto, no toleran explicaciones llanas y simplistas. Todo lo contrario. Sus causas residen en procesos complejos y en múltiples factores que resultan imposibles de enumerar en el texto actual. No obstante, hay un tema obligado a revisar cuando hablamos de éstos y otros tantos problemas que nos aquejan día a día, tanto a nivel internacional como a nivel local, me refiero a los valores.

La reflexión que nos acompaña no tiene su origen en las modas pasajeras que exaltan los valores como la redención y cura de todos los males; sino, más bien, se apega a una visión transversal que implica entender a los valores como parte inherente de toda actividad humana.

Este texto propone traer a la reflexión a la escuela, vista como medio para la formación de valores con cierto propósito. Ya nos resulta demasiado complicado delimitar cuál o cuáles son las finalidades que busca la escuela primaria, por las grandes expectativas que la sociedad le ha conferido y que, a su vez, la escuela ha asumido. Pero de lo que no hay duda, es que esas finalidades conllevan a una práctica de valores.

VALORES y ESCUELA

Hay muchas cuestiones que salen al paso cuando reflexionamos sobre el papel de los valores en la escuela, tanto en su pedagogía como en su práctica. Del mismo modo, no son pocos los problemas que se derivan de las dos situaciones anteriores. Lo que queda claro, como señala Schmelkes, es que la escuela por su carácter sistemático y deliberado en la enseñanza; es un sitio privilegiado para la formación de valores (2004, 8), de allí que deba asumir su responsabilidad al respecto.

Los valores no se crean en la escuela

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Si pretendemos asumir la responsabilidad de la formación y práctica de valores para con los alumnos, debemos entender bien qué son los valores. Desde luego, el concepto alude a múltiples significados que van desde lo material hasta lo moral. Risieri Frondizi precisa que el valor como tal no existe por sí sólo, sino éste necesita de un depositario (1995,12), es decir, puede ser un objeto, una persona o bien, un hecho.

En la dimensión en la que nos abocaremos principalmente es esta última, a la de los hechos. El juicio y reflexión de lo que se hace y la toma de decisiones que conlleva cuando éstas se hacen con base en los valores más elementales o, bien, aquellos considerados como universales. En esta idea, es importante señalar que, dado el carácter transversal de los valores, no podemos concebirlos como productos de manufactura escolar. Si bien, Frondizi señala que éstos no existen por sí mismos, es posible reconocer su presencia en varios ámbitos de la vida de los individuos, y por ende, de los estudiantes.

Por otra parte, la escuela no permanece haciendo las veces de un espectador, sino más bien refuerza ciertos valores, impone otros e, incluso, relega algunos. Es importante reconocer, por su parte, que los valores ya vienen acompañados con los estudiantes de forma inherente. Todos los estudiantes practican valores, algunos con mayor grado que otros, pero en ningún caso se puede hablar de estudiantes carentes de valores. Acaso muchos de ellos encuentran dificultad en la adaptación de ciertas normas que exigen la práctica de determinados valores dentro de la escuela. Por ejemplo, el respeto hacia las democracias cuando se toman decisiones dentro del grupo que, a su vez, demanda equidad, igualdad y tolerancia.

Las familias como institución formadora

Si la escuela asume el papel de formar valores, no puede negar y, mucho menos, desconocer el vínculo indisociable que representa la comunidad y el hogar. En estos lugares, especialmente en el hogar, es donde existe un intercambio afectivo y solidario entre los individuos que conforman el seno familiar. Aquí es donde los alumnos forman nociones sobre los valores. Desde luego, las condiciones en las que se desenvuelve cada familia son muy particulares, eso supone que los valores que se ponderan entre una y otra familia son diferentes.

Las situaciones por las que cada familia establece determinado esquema valoral, son muchas. Algunas, son los niveles socio-económicos, la escolaridad de las personas que integran la familia, el tipo –nuclear o mono parental-, las costumbres, el lugar donde se vive, entre otros. En este sentido, con dicha argamasa de factores, entre los cuales existen muchos más, se moldean los valores que los alumnos manifiestan desde antes de ingresar a la educación formal, a lo largo de su tránsito por la escuela y hasta su egreso.

Chapela define las funciones que tiene la familia, señala que “A través de la familia, las sociedades transmiten sus valores y costumbres a los hijos. La lengua, el modo de vestir, la manera de celebrar los nacimientos o de enterrar a los muertos, las estrategias para el trabajo y la producción, la manera de pensar y de analizar la historia” (1999: 41-49). Pero, sobre todo, sentencia la autora, una función vital es la socialización.

Como señalábamos anteriormente, los cambios a niveles micro y macro sociales, económicos, políticos, tecnológicos, entre otros, influyen en la función que tiene la familia.

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En suma, resulta complicado, y hasta errático, sostener que la familia ha venido cumpliendo su rol de la misma forma a través de los años y que lo seguirá haciendo así en el futuro. La familia como institución, busca adaptarse a los retos que implica vivir en una sociedad donde los cambios son vertiginosos, donde los modelos de vida se globalizan y los límites culturales son más difíciles de reconocer, con todo y eso, la familia forja valores. Algunos ceden terreno a otros y también existen aquellos que permanecen por su fuerte arraigo. En este sentido, los esquemas y jerarquías que forja y establece la familia varían constantemente.

Para algunos autores, la familia atraviesa por una crisis. Los cambios y procesos de adaptación anteriormente descritos, suponen la causa por la cual actualmente existen infinidad de problemas sociales. Sin embargo, para Ortega y Mínguez, esto se debe a una visión fatalista que se tiene sobre el concepto de familia. Ellos refieren que la familia, a partir de los siglos XX y XXI, que son los siglos donde los cambios empiezan a cobrar mayor vertiginosidad, tienden a un proceso de adaptación dinámico. Los autores señalan que ya no podemos hablar de “la familia”, entendida como un concepto único, sino que debemos hablar de familias. De tal forma, que la noción de familia se pluraliza y se torna mucho más compleja que antes.

En su artículo titulado Familia y transmisión de valores, Ortega y Mínguez son enfáticos cuando analizan las responsabilidades que la familia moderna ha desplazado hacía la educación escolar. Arguyen que las familias han delegado su papel socializador y formador de valores a la escuela, y que ésta a su vez no ha podido cumplir con las nuevas exigencias (2003:39). Muchas de ellas necesitan de manera indispensable la participación familiar para su tratamiento, como la violencia por ejemplo. Es difícil concebir una solución viable donde no involucre a la familia.

La escuela y el desarrollo de los valores

Ante un panorama social trastocado en sus más elementales valores por diversas causas, la escuela tiene ante sí un reto enorme. Por un lado, la sociedad le ha conferido esa responsabilidad, acaso porque las familias –si bien no han renunciado a su obligación- sí han actuado con más laxitud en cuanto a sus deberes con los niños en la formación de valores, y por otro, la incorporación de una enseñanza planificada y sistemática apegada al desarrollo de valores.

Por su parte, Schmelkes (2004:34-35) ofrece por lo menos tres razones que justifican la necesidad del abordaje de los valores en la escuela. En primer lugar, numerosas investigaciones indican que la escuela ayuda al desarrollo de los valores en los individuos, ya que éstos no se logran de forma aislada; escuela y familia son indisociables. En segundo término, Schmelkes habla de una falsa neutralidad si se propone el desarrollo de los valores a partir del currículum oculto; según la autora, esto debe ser explícito y claro, pues de otra manera no se pueden evaluar ni rendir cuentas. Y, por último, se resalta la congruencia entre la enseñanza de valores y la exigencia de su presencia en otras instituciones y procesos sociales.

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En el caso de nuestro país, y más particularmente en la educación básica, los planes de estudio vigentes hacen explícita la intención de desarrollar ciertos valores. En el caso de educación primaria y secundaria, la asignatura de Formación Cívica y Ética pone de relieve dichos valores. Entre los propósitos para educación básica, se pueden leer valores como: dignidad, responsabilidad, autonomía, libertad, igualdad y solidaridad (SEP, 2011:165). Con respecto a los propósitos de educación primaria, se leen prácticamente los mismos valores, ambos, apegados a una visión de la democracia como una forma de vida.

En cuanto al enfoque didáctico, la asignatura de Formación Cívica y Ética privilegia el desarrollo de valores: inscritos en un marco constitucional, formando la personalidad moral, fortaleciendo una cultura de prevención, el aula y la escuela vistas como sitios de aprendizaje de la democracia y la construcción de valores a partir la comunicación, el diálogo y la reflexión. También el plan de estudios señala el carácter transversal de la enseñanza de la educación cívica y ética, por lo que su enseñanza, en lo que respecta a la educación primaria, se organiza en ámbitos.

Cuadro 1. Ámbitos que se proponen para favorecer la Formación Cívica y Ética en el Plan de estudios 2011

• El aula

Temáticas o elementos a estimular Toma de decisiones Formulación de juicios éticos El análisis La compresión crítica El diálogo

• El trabajo

transversal.

• Educación ambiental para la sustentabilidad.• Educación para la paz y los derechos humanos.• Educación intercultural. • Perspectiva de género.• Educación para la salud.• Educación sexual.• Consumo ético.• Educación económica y financiera.• Educación vial.• Transparencia y rendición de cuentas. • Cultura de la prevención. Uso racional y ético de la tecnología.

• El ambiente escolar.

• El respeto a la dignidad de las personas.• La resolución de conflictos y la negociación de

intereses personales y comunitarios. • La equidad y la inclusión. • La participación.• La existencia de normas claras y construidas de

manera democrática.• La vida • Cuidado de sí mismo, identidad y expectativas

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cotidiana del

alumnado.

personales y familiares. • Derechos y responsabilidades en el hogar, en la

comunidad y en el país.• Respeto y valoración de la diversidad, participación

y resolución de conflictos.• Los alumnos, la familia y los medios de

comunicación.

En el cuadro 1 se puede observar una lista extensa de elementos o contenidos temáticos propuestos por el plan de estudios y que la escuela pretende desarrollar. Siguiendo el análisis que hacen Ortega y Mínguez sobre la familia, observamos que dentro de la lista aparecen temas que la escuela asume como responsabilidad educativa pero que también, más que la escuela, la familia juega un papel determinante. Encontramos el diálogo, la cultura de la prevención, consumo ético, el respeto a la dignidad de las personas, la resolución de conflictos y la negociación de intereses personales y comunitarios, derechos y responsabilidades en el hogar, en la comunidad y en el país.

Si bien, la selección anterior se presta a debate y está lejos de ser última y determinante, es importante señalar que todos estos temas o elementos se apegan más a la formación desde casa (familiar) que desde la escuela, no obstante, esto no quiere decir que ésta niegue el acompañamiento a los alumnos en este renglón.

Lo cierto es que, hacer explícitas dichas finalidades tanto en el nivel primario como en el básico, según la propuesta de Schmelkes, es hacer, si bien, la educación más integral y holística; también más prolija y extensa. Los objetivos para la educación en valores, por lo menos en el currículum se antojan amplios, ambiciosos y algunos hasta pretenciosos. La escuela primaria al fijar metas complejas en cuanto al desarrollo de valores tiende, por una parte, a la incertidumbre sobre sí efectivamente cumple o no un objetivo; dado sus acotaciones poco claras y la dificultad para evaluar aspectos subjetivos como los valores: y,

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por la otra parte, al retomar responsabilidades que conciernen a la familia como institución, la escuela asume los costos sociales; es decir, acaso la imposibilidad de resolver ciertos problemas sociales alude a la eficacia de la educación que se brinda en los planteles.

En esta tesitura, la educación que se imparte en nuestro país parte de grandes expectativas plasmadas tanto en los planes de estudio como en la sociedad misma. Los valores, por su parte, se encuentran en un estado crítico, dado los serios problemas que se sufren tanto a nivel nacional como en el estatal y local. Sin embargo, poco se ha reparado en la figura del docente, finalmente él es el responsable de llevar a la práctica las propuestas, y así cumplir con las funciones que le ha delegado la sociedad en su conjunto.

El docente y sus (anti) valores

El docente del siglo XXI en nuestro país ya no es aquel maestro abnegado, sacrificado, aquel apóstol de la educación, con una vocación inquebrantable y un profundo compromiso con la comunidad en la que se encontraba establecido. Si bien, el análisis sobre el alto status social del que gozaba el maestro de nuestro país a mediados del siglo XX, es extenso, algunos historiadores centran sus observaciones en la verdadera vocación por servir de los profesores rurales, quienes acudían, se establecían y contribuían al progreso de la comunidad sin importar su ubicación geográfica, gran parte de estos maestros impulsados por el espíritu revolucionario (Mejía Zúñiga, 1981: 202). Mientras, en otro plano, el análisis se centra en el auge corporativo como mecanismo de control político, ubicando al maestro como pieza clave del sostenimiento del partido oficial y, en congruencia, un discurso edificante y enaltecedor por parte del gobierno.

Hoy día, el prestigio de la figura del docente es endeble. Muchos son los factores que han contribuido a esta percepción del magisterio. De lo que no hay duda es que este cambio se deba a un hecho fortuito, nada más alejado de la realidad. En cuanto a los valores, el profesor de antaño se caracterizaba por su imposición a la disciplina, respeto, orden, esfuerzo y constancia. A las malas conductas y actitudes consideradas como faltas de respeto, la sanción era clara: castigos psicológicos o físicos. Así pues, el docente no encontraba su labor abrumada por currículos extensos y plagados de amplios propósitos, sino su labor se centraba en el desarrollo de las comunidades en planos económicos, sociales y culturales.

En contraste, el docente de hoy día no puede ignorar la globalización de las formas de vida, y, con ello, el predominio de unos valores por otros. El docente, antes que docente es persona, y en ello media gran parte de su actuación como profesional. Los valores que el profesor promueve tanto consciente como inconscientemente están influidos, como se señaló al principio del texto, por muchos factores. Edgar Morín citado por Lipovetsky señala “la cultura de masas (…) ha funcionado como agente acelerador del debilitamiento de los valores tradicionales y rigoristas (…) ha exaltado la vida del ocio, la felicidad y el bienestar individuales, ha promovido una ética lúdica y consumista de la vida” (2012: 252). En ese sentido, el docente visto como individuo trae consigo una serie de valores que llevará y desembocará en la práctica con los estudiantes.

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Los profesores del siglo XXI se encuentran en un momento crucial, las expectativas sobre su función son muy altas. Se espera que el docente, por su cuenta, forme a los futuros ciudadanos, que contribuya a la creación de una conciencia ecológica, que reduzca los niveles de obesidad a partir de una educación para el cuidado personal, que forje demócratas, agentes de cambio social y demás. Ahora bien, para desarrollar valores, debe haber congruencia entre los valores que se promueven y los que se practican. El verbalismo didáctico para la enseñanza de valores es obsoleto. La conceptualización de los valores debe ir a la par de su práctica en la vida escolar y comunitaria, en situaciones concretas. El docente actual es fácilmente envuelto en los mecanismos que evalúan su desempeño y que éstos, a su vez, no garantizan una evaluación real de la apropiación de los valores por parte de los alumnos. ¿Acaso se puede medir el aprendizaje de valores con exámenes de opción múltiple?

Hoy día no se puede encasillar al docente en un estereotipo. Los hay muchos y diferentes. Desde los que tienen un alto sentido de compromiso por su profesión, hasta los más laxos en sus prácticas. No obstante, hay prácticas que parecen una constante, por ejemplo, la comunidad como proyecto del docente está lejos de ser aquella de mitad del siglo XX. Gran parte de los docentes de hoy ven a las comunidades rurales como lugares de paso; y sin embargo, exigen compromiso a sus alumnos con sus labores escolares. Habría que realizar investigaciones más amplias para ver los efectos de este tipo de acciones, sin duda su repercusión en el aprendizaje es más directa de lo que se podría imaginar. Por otro lado, los docentes tenemos la responsabilidad de desarrollar la democracia como forma de vida, pero en la práctica el sentido es contrario. Señala Schmelkes “La escuela en América Latina todavía es autoritaria; en su forma de comportarse cotidianamente, educa en la obediencia ciega, en la disciplina a ultranza, en la rigidez y en el autoritarismo.” (2004: 26). Este par de situaciones son tan sólo unos ejemplos de la falta de congruencia que imposibilita una verdadera enseñanza de valores en la escuela.

La autocrítica constante, la detección de puntos débiles y la planificación-ejecución de diversas acciones para atajar esas debilidades, es lo que hará transitar hacia una mejor enseñanza de valores. Es necesario reconocer que el problema de los valores es complejo, y que el docente debe hacer ejercicios de retrospección profundos, reflexionar sobre su práctica y ofrecer lo que se tiene, ser congruente con que enseña.

En años recientes, organismos públicos y privados han puesto los ojos en la función del docente. Los valores han cobrado una relevancia inusitada. Especialmente las empresas, la iglesia y el estado han hecho campañas fuertes de valores. En su mira se encuentran la escuela primaria, los niños y sus maestros. Nuestro país se encuentra en el subdesarrollo con miras hacía el desarrollo; esto significa, entre otras cosas, que nuestra economía busca depender menos de las actividades económicas derivadas de la extracción de materias primas y centrarse más en la distribución de bienes y servicios. Como es sabido, las grandes economías están basadas en las actividades económicas de este tipo, sin embargo, dichas actividades demandan competencias para la convivencia, ciertos valores y códigos de ética. ¿A quién le gustaría ser tratado de una forma poco cortés en su viaje de vacaciones?

Precisamente Delors, en el informe de la UNESCO (1994), señala como uno de los pilares de la educación el aprender a vivir, que implica un ejercicio constante de entendimiento del

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otro, una serie de actitudes de comprensión y respeto a la diversidad; en suma, un ejercicio permeado de los valores universales. Las empresas son conscientes, ellas se benefician con una población honesta, responsable, comprometida, plural y pacífica. Por otro lado, el estado de derecho se fortalece cuando la práctica se apega a valores como respeto, justicia, equidad, responsabilidad, entre otros. La escuela, por su parte, no debe pensarse como un ente pequeño e intrascendente a las grandes aspiraciones que se proponen desde diversos ámbitos. En el cumplimiento de grandes objetivos deben fortalecerse las relaciones locales e inmediatas, aquí es donde la escuela, familia y comunidad deben intervenir en el desarrollo de los valores considerados más elementales, aquellos que permiten bienestar, paz y armonía.

El crecimiento de nuestras sociedades en esta época de lo efímero, de lo vertiginoso, inestable e imprevisible, debe ser armónico. Si bien, en esta era se pondera un individualismo implacable, la necesidad por encontrarnos con el otro, con su forma de pensar y de ver el mundo, es mayúscula. Estamos aún lejos de erradicar las guerras, de acabar con las desigualdades sociales, de promover estilos de vidas sustentables con el ambiente. Sin embargo, se tiene que reconocer que la práctica de acciones tendientes a resolver dichos problemas debe ir acompañada de actitudes. No se entienden soluciones a los grandes problemas sociales sin una actuación bajo un marco valoral, al contrario, cualquier solución que no se apegue a estos principios universales caerá en el grave riesgo de ser corrupta, intrascendente e infructuosa. La esperanza de una vida en la cual los valores rijan nuestras relaciones, no recae sólo en la escuela, ni sólo en la familia, recae en cada uno de nosotros y todos juntos a la vez; en actuaciones individuales y colectivas, momentos pequeños y grandes, en el aula, en la comunidad.

Los valores deben permear todos los rincones de nuestra vida, en todo ámbito y en todo momento, en la medida que la enseñanza de valores dé lugar al aprendizaje de valores, estaremos más cerca de hacer frente a los grandes problemas sociales.

BibliografíaChapela, M. (1999). Cuadernos de población. México: CONAPO.

Frondizi, R. (1995). ¿Qué son los valores? México: Fondo de Cultura Económica.

Lipovetsky, G. (2012). El imperio de lo efímero. Barcelona: Anagrama.

Mejía Zúñiga, R. (1981). La escuela que surge de la revolución. En F. Solana, R. Cardiel, & R. Bolaños, Historia de la educación pública en México (págs. 183-233). México: SEP.

Ortega, P., & Ramón, M. (2003). Familia y transmisión de valores. Teoría educativa, 33-56.

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Schmelkes, S. (2004). La formación de valores en educación basica. México, D.F.: SEP.

SEP. (2011). Planes y programas 2011. México: SEP.

LOS VALORES SIN MANUAL, CON PURO CORAZÓN

Miguel Chávez Pérez

Cuando hablamos de valores, nos referimos a un bien o a un atributo que nos distingue del otro. En este sentido, pensamos que la persona que tiene más valores, vale más en medida que lo va incrementando; es decir, una persona con valores es valiosa. Pues bien, un deseo permanente del individuo es acumular valor, ya sea material, espiritual o humano. Pero cuando alguien adquiere valores, ¿cómo se mide, con referencia de los que no los tienen? ¿O es, acaso, posible no contar con valores? ¿Los valores se pierden? ¿Cómo es que se pierden? ¿Cómo se identifica a alguien valioso?

Si bien existen los valores universales, lo cierto es que cada sociedad define y establece sus propios valores; es decir, valora la actitud del individuo de acuerdo a su parámetro de convivencia socialmente aceptada. Esto nos lleva a pensar que los valores no representan sólo concepto, sino que conllevan una actitud social definida que es compartida por la mayoría del grupo social al que pertenece.

Mucho se escucha que las nuevas generaciones han perdido los valores, principalmente, los de respeto, justicia, solidaridad, y otros que evidencian una ruptura con el modelo social de la generación adulta. La historia social indica que la generación adulta educa a los jóvenes y éstos presentan resistencia al modelo educativo impuesto por los adultos.

La verdad es que cada grupo social jerarquiza y resignifica su esquema valoral, de acuerdo con los intereses sociales más significativos. Entonces, cuando hablamos de que alguien no tiene valores, seguramente nos referimos a que su actitud no es aceptada socialmente en el grupo que lo valora.

Estaríamos un poco de acuerdo en que todo individuo cuenta con actitudes sociales, aceptadas o no por los otros o por quienes determinan el patrón cultural y social del grupo. ¿Entonces el que roba, asesina, miente, extorsiona, etc., no cuenta con valores? ¿Si en su grupo delictivo es solidario, respetuoso y amable con sus superiores y compañeros delincuentes, en dónde está el valor? ¿Será que tiene que ver con el significado social asignado en el para qué de las actitudes del individuo?

El concepto de valor en ocasiones se presenta polisémico en razón de las diversas miradas que lo pueden representar; sin embargo, existe un marco del cual no se puede salir que es el social. Y no puede salirse porque requerimos de la presencia del otro para manifestar valores. Un individuo sólo, aislado no evidencia valores, no los requiere para su existencia, toda vez que se presenta único. José

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Saramago, en su libro Ensayo sobre la ceguera relata la condición del hombre que no ve, que sabe que están y existen los otros, pero como no se ven, se desata la condición humana de adaptarse a la nueva situación y reglas de convivencia social.

El sistema educativo nacional pondera la formación por sobre la información. Es, pues, su misión educar más que informar sobre contenidos educativos; sin embargo, se presenta la paradoja de que se evalúa al estudiante más por sus saberes académicos que por sus actitudes en el aula y en la escuela. En este caso, nos encontramos con alumnos que saben de teorías educativas y de estrategias didácticas, pero no evidencian una formación valoral que exige el curriculum. Esta situación se presenta por los indicadores establecidos en el ejercicio docente: asistencias (más del 80%), controles de lectura y ensayo o examen. La pregunta sería ¿Cómo definir con ello los valores o actitudes socialmente aceptadas por el sistema educativo? ¿Cuáles son los valores que debe tener o impulsar el nuevo educador?

Si la escuela actual se limita al conocimiento del contenido educativo, y no diseña ni aplica instrumentos metodológicos que registren las actitudes de los estudiantes respecto a la práctica de valores, no podrá tener una acción formativa integral del alumno. De ninguna manera se pretende que la escuela deje la atención del conocimiento disciplinar, se propone incluir en sus preocupaciones la formación valoral de los alumnos, toda vez que serán los ciudadanos que habrán de validar la actitud social más adecuada a nuestras necesidades como entidad y país.

México vive en estos momentos una de las más grandes crisis en valores que marca su historia, si bien somos una sociedad con un historial de violencia (Independencia, Revolución Mexicana, movimientos armados, etc,) lo cierto es que ese historial se presentó con una razón o un ideal, contando con el aval de sectores que integran nuestra sociedad, según el caso. Actualmente, la juventud no cuenta con íconos que resalten los valores que nuestro país requiere; el poco respeto a la vida, la adicción a las drogas, la dependencia del alcohol, la acumulación de bienes materiales y de poder, han hecho de nuestra cultura una cultura del espectaculo, de la apariencia más que la esencia del individuo. Nuestros jóvenes están indefensos ante el ataque brutal de la mercadotecnia que los abruma con los modelos sociales que presenta, y que saben que la escuela y sus expectativas de movilidad social nunca les cumplirán. Mucho se ha dicho que el Estado debe de regular la publicidad que se ofrece a la ciudadanía, para que en ella no resalte la apoteosis del tener para valer más. Nada se ha logrado, los intereses económicos superan las intenciones del estado.

Para cerrar esta reflexión sobre los valores, quiero manifestar que para que la educación cumpla su cometido de ser el pilar del desarrollo de la sociedad y del individuo, es necesario resignificar el actuar de los agentes del sistema educativo (profesores, alumnos, padres de familia y autoridades educativas y Estatales), apegándose a lo que marcan la Constitución y las Leyes de Educación, que establecen que el papel formativo de la educación y la escuela, debe ser garante en el impulso de los valores como una estrategia de convivencia armónica entre los colectivos escolares y sociales.

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