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1 José Luis Vallejo Marchite MIENTRAS ARDEN LOS DÍAS

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José Luis Vallejo Marchite 1 2 ARDEN LAS PALABRAS 3 4 VERA DMUHHAILO La muchacha sonríe, sus dos ojos como rosas de otoño. Ignora todavía el intenso monólogo de lluvia Nunca podré olvidarte, muchacha que, a mi lado, tímidamente duermes un sueño que no es tuyo. 5

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1

José Luis Vallejo Marchite

MIENTRAS ARDEN LOS DÍAS

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ARDEN LAS PALABRAS

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5

VERA DMUHHAILO

Nunca podré olvidarte, muchacha que, a mi lado, tímidamente duermes un sueño que no es tuyo.

Viaja en clase turista en el TALGO Alicante-Santander. Es muy rubia, ojos negros como una pesadilla. La contemplo en silencio mientras duerme. Al despertar, no sé de qué sueño, sonríe pidiéndome disculpas. Vera Dmuhhailo, se presenta con voz muy dulce. El tren gana la altura de Ávila, a su tiempo. Hoy es el día grande de Teresa, la santa. Extasiada, admira la muchacha el esplendor de las viejas murallas a la luz de un hermoso atardecer de otoño.. Le hablo muy despacio -nací en Tallinn, Estonia, dice- de la ciudad y de por qué el refrán “tierra de cantos y de santos”. Ella me mira fijamente mientras hago alusión a Teresa, Juan de la Cruz, Machado, Unamuno… El Castillo de la Mota -¡qué asombro entre dos luces!- me recuerda el quinto centenario de la muerte, en Medina, de la reina Isabel. La muchacha sonríe, sus dos ojos como rosas de otoño. Ignora todavía el intenso monólogo de lluvia

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que le espera al llegar a Santander cuando el tren se detiene. La azafata, de azul, como el perfume que hoy se ha puesto, anuncia Valladolid. El viento intensifica la sensación de frío –siete grados- con la luz más en fuga, como la vida, amigo Delibes, de quien nada conoce la muchacha. Si le nombro a Daniel el Mochuelo, me pregunta quién es. No le respondo porque estamos ya cerca de La Trapa, ámbito de oración y de trabajo. (Quedan unos minutos para que, al fin, me apee después de tantas horas de grata compañía). La muchacha no sabe de votos y promesas y no encuentra sentido al celibato, a una vida de semejante austeridad. Se admira de que yo escriba versos de amor permaneciendo célibe. En respuesta única le dedico un poema muy sencillo que agradece brindándome una sonrisa azul. Palencia está al alcance de la mano. La muchacha se queda pensativa, me besa al despedirme. Mientras le digo adiós, soy consciente de que un nuevo dolor se apeará conmigo.

15-10-04

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COINCIDENCIAS Es un mundo pequeño hecho de pocas cosas Andrés Trapiello A mis alumnos de Latín de 1º C y D

También, coincidencias, es pequeña la clase donde acabo de citar a Virgilio; pequeños son los grupos de alumnos –suman ellas diecisiete y siete ellos- que han hallado su Ítaca después de regresar, como Odiseo, de conquistar su Troya en el verano. Les arde la mirada si te hablan o les hablas, las manos siempre inquietas de esgrimir como espadas sus bolígrafos; a veces, se sonríen al mirarme como a un Paris, ya viejo, que no encuentra a Helena entre las múltiples muchachas con el ombligo al aire que se exhiben, a plena luz, por los extensos patios.

Yo les hablo a los ojos porque en ellos llevan un mar poblado de gaviotas y de hermosas canciones: en mis ojos, sólo la lluvia amarga de las lágrimas porque han perdido su fulgor. Les hablo con palabras sencillas, cada día, al comenzar la clase. Como pétalos las recogen, ahora que el otoño desconvoca a las rosas que en abril acudieron en líricos tropeles a su definitivo encuentro. Saben que lo que otoño teje son alfombras de hojas multicolores, irisado envoltorio de la caducidad, y que el amor es ave migratoria cuando no encuentra el adecuado clima. La clase, tan pequeña, da a un espacio muy abierto con árboles vetustos

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donde, a veces, el aire se columpia como un niño pequeño y donde siempre los gorriones discuten y se duermen. Hoy ha cambiado el tiempo de repente: es frío el aire que del norte llega; limpio el cielo, intensamente azul como esos ojos con que me contemplas, bellísima muchacha, mientras leo, y te sonríes porque no distingo si eres entre todas tú mi Helena. 26-10- 04

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LEYENDO “UN SUEÑO EN OTRO” (de Andrés Trapiello)

A mi amiga María José López Delgado

“Para ti y para mí la casa ya es muy grande y las tardes muy largas en invierno”. Esta evidencia es algo que acentúa la sensación de soledad, ahora que la vida requiere compañía. A nuestra edad nos sobran los espacios extensos: el amor es selectivo y sólo se derrama a la persona, al tú desposeído de adherencias porque eres sólo tú a quien interesa amar hasta la muerte. Quede ahí, en la sombra, aquello que no sea el perfumado cuerpo que sedujo antaño nuestra voluntad. Nos basta una pequeña estancia con un búcaro de rosas siempre frescas, las ventanas de par en par abiertas hacia el cielo para que las estrellas nos alumbren ahora que las noches son más largas. Olvidemos la lluvia, el viento airado, la nieve que se anuncia. Poseemos el pequeño bastión que nos defiende de ser pasto exclusivo de la muerte. 28-10-04

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MI VIEJA PLUMA MONTBLANC ¿Qué historia os contaré cuando despierte? ¿Será alegre quizás, triste tal vez o tendré que dejar, como otras veces, sobre el blanco papel abandonada la pluma con que escribo desde siempre? Mi vieja pluma, una Montblanc de émbolo, es parte de mi vida, lo que la hace humanísima, nunca objeto inútil a punto del desguace. Ha vivido a mi lado mis días de fracaso, ha compartido algún pequeño triunfo y el placer de haber visto publicadas La Memoria encendida y esa joya de tristeza insondable, esperanzada, que es Oscura presencia. No preguntéis por qué, a pesar del tiempo, la sigo amando. Este maridaje pluma-poeta es siempre de por vida: sólo nos puede separar la muerte. Con mi vieja Montblanc he sorprendido el temblor de una estrella, la salmodia del cárabo en la noche, el final angustiado de un amor que se juró fidelidad eterna, cómo se ha ido gestando un desengaño, el porqué del horror de quienes sufren la injusticia del hambre y de la guerra, cómo se enciende una pasión, por qué, cuando el otoño llega, se les caen, una a una, las hojas a los árboles y son las rosas para nuestros ojos algo más que su efímera belleza. Mi pluma ha destilado amargo llanto por los que ya se han ido y ahora duermen -¡oh polvo enamorado!- un sueño eterno.

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Y está llorando lágrimas azules sobre este blanco trozo de papel donde, mientras escribo, se me escapa fugazmente la vida. 31-10-04

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ANHELO Si al menos consiguiera escribir como entonces… Hace tiempo, casi una eternidad, que los versos no brotan de mi pluma. Me asomo a la ventana cuando el día despierta y me hago la ilusión de que la luz, al entrar en mi cuarto, encontrará algo distinto de lo que acostumbra a ver cada mañana: un sillón que dormita junto al ordenador, un montón de belenes que ocupan un lugar entre los libros, el cuadro de mi madre con la mirada dulce y sosegada y un hombre, siempre solo, que reparte su tiempo entre mil cosas: leer, escuchar música, hacer un crucigrama e intentar escribir. ¿Sobre qué? ¿Cómo? Es la inútil tragedia de la que soy protagonista único. “Ten dispuesto el papel, y que la pluma esté junto al cuaderno –son palabras de Eloy Sánchez Rosillo. el poeta murciano que acudía a mis clases siendo niño- y aguarda”. Es lo que hago, Eloy. Pero si observas, no hay sobre mi mesa, ahora que el otoño nos invade, más que una rosa ajada

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“salada ya de lágrimas”, a ratos perfumada de soledad. 5-10-09

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BUGANVILLAS El sol de esta mañana luminosa de octubre –este otoño está siendo más cálido- sigue jugando con las buganvillas que tengo en mi terraza. A veces me entretengo mirando cómo extienden sus ramas florecidas por la baranda de aluminio. Luego regreso a mi trabajo, para el que ya me falta voluntad, los ojos del color violeta de sus flores. Hay un momento en que las cosas toman el color que les prestan los ojos: los bolígrafos y plumas son ramos de violetas que se alargan al infinito, y los libros, campos plantados de violetas. Al fin, todo regresa al primitivo estado. Cierro, entonces, los ojos. Y me quedo pensando en lo efímero de la belleza. Surge, como de un sueño o de la memoria, el perfil de aquel rostro lleno de luz, distinta a la de otoño, que un día ya lejano acaricié. 5-10-09

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INDECISIÓN Pensaba, esta mañana, ir a la librería de El Corte Inglés. Acaba de aparecer “Jardín perdido”, obra del salmantino Andrés Martínez Oria, sobre aquel astorgano y gran poeta Leopoldo Panero. Al fin, he decidido posponer la salida y escribir, si me asisten los dioses, lo que llaman algunos un poema. Confieso que hay poemas faltos de poesía. Nada dicen de por qué esta mañana está la luz herida, por qué el mar anda a estas horas huérfano de velas, y la playa, tan falta de ternura, es un inmenso grito de soledad. La vida “es un fulgor que cesa de repente”, pero que deja, a veces, un intenso dolor grabado a fuego en la memoria. Yo no sé cuándo, pero escribí un día, remedando a Panero: “Lo mejor de mi vida es el dolor”. E hice al mundo el regalo de mi “Oscura presencia”. A estas alturas de la vida pienso que sobra la experiencia y falta la ternura, que no es fácil adivinar por qué siguen aún brotando de mis ojos lágrimas con que riego mis poemas. 6-10-09

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TARDE DE OCTUBRE

Estos poemas los desencadenaste tú. Ángel González

Una sencilla carta es responsable del nuevo ataque de locura o algo que a la locura se asemeja. Estaba lejos de todo, incluso de mí mismo. Y yo te contesté que tanto tiempo sin sentir la llamada de la tarde me había predispuesto a estar callado hasta ignorar el silbo de los mirlos. Hoy ha llamado a mi ventana. El cielo del otoño, espejismo de otros cielos más azules, también quiere que vuelva a ser igual que entonces, cuando ardía en mi verso la llama del amor, el triste amor forjado en el dolor de “Aquel cálido invierno” o en los apasionados “Octavarios”, no exentos de sospecha. Pasan, tímidas, unas pequeñas nubes, tan despacio que tienen tiempo de cambiar de forma una vez, y otra, y otra. Y lentamente aprendo a convivir con esta luz, algo más triste, y a vivir conmigo. 6-10-09

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REENCUENTRO Hay que hablar, me dijiste. Y me besaste después de presentarme a tus amigas. Fue un encuentro fortuito, a media tarde. Yo apenas recordaba aquella fecha de agosto en que viniste, juvenil, sonriente, con tu polo amarillo y el pantalón azul, a visitarme. Quedan de aquel encuentro unas hermosas fotografías y un regusto amargo. Disfruta de esta tarde de amistad, te dije al despedirnos. Y te fuiste soñando en que muy pronto –el tiempo fluye- iniciarías en Madrid el curso. Yo proseguí, un tanto pensativo, el camino de siempre. De regreso a mi casa –septiembre estaba a punto de retirarse sin sus credenciales-, abrí la puerta de mi cuarto, el mismo que otra tarde de junio compartimos el día de tu cumpleaños. Eran otros tiempos. Ahora está vacío de ti. La luz no te recuerda “porque la luz ama el presente”. Se va haciendo el silencio lentamente en las ramas del viejo pino, antes tropel de alas y de discusiones; cae sobre el jardín y el ancho patio. Yo me siento, mientras la sombra avanza, cansado, triste, desilusionado, por ver que no ha llegado a su futuro un amor que ya empieza a hacerme daño. 7-10-09

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VOY A QUEDARME AQUÍ Voy a quedarme aquí. Muy pocos saben dónde caligrafío yo mis versos, cómo divido un beso en hemistiquios y deletreo la palabra amor. ¿Sabes tú, acaso, separar las sílabas de la luz que despierta en la mañana y llamas indistintamente albor, amanecer, aurora, amanecida? Dime cómo esta lluvia de septiembre puede escribir tu nombre si nos cae como pura catástrofe. Hacía muchos años que no llovía así. ¿Recuerdas aquel pino que se erguía como un atlante frente a mi ventana donde anidó la primavera antaño?

En muy pocos segundos, con la noche, se derrumbó como un oscuro sueño. Horacio me recuerda: Carpe diem. Pero miro mis manos y no encuentro pan que amasar, sólo unos pocos versos que resumen mi vida, y un dolor que debió de nacer, tal vez, conmigo. Voy a quedarme aquí, donde tú sabes, nadie más, esperando con paciencia a que me nazca ese dolor que algunos aún siguen confundiendo con la muerte. 7-10-09

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APUNTE DE MADRUGADA Ese sol que conoce nuestro diario despertar no logra romper hoy las murallas de nubes. Ha llovido apenas hace unos minutos. Sube muy lentamente un vaho de la virgen entraña de la tierra. En silencio, mis ojos recorren, una a una, las ramas fatigadas de los viejos olivos abanicados por un viento triste. Más allá, entre las viñas, un ejército de gorriones borrachos esconden su sopor bajo las alas. Sus gritos me golpean el alma, que tampoco emprende el vuelo presa de los vapores de un mosto extraño. Pasan, lentas, las nubes, pasa el tiempo. Vuelve la lluvia, evocación de otra lluvia, y me quedo con los ojos de niebla viendo caer del cielo de los árboles esos pequeños ángeles dorados en la difusa y suave luz de otoño. 8-10-09

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AQUELLA VIEJA FOTO Como nada regresa igual que fue, es fácil que no te reconozca. No conservo de ti más que unos rasgos difusos: el color de tus ojos, tu sonrisa aniñada, tus labios grosezuelos y poco más, Después de tantos años es posible que no seas aquella mujer que hacía gala de tener un cuerpo de concurso. ¡Cuántas veces hacías alusión a tus medidas! Son las de una miss, decías. Lo he visto en otras que tampoco fueron desdén para los ojos y no alteran el ritmo de la sangre si pasan a tu lado. Hoy he roto, por fin, aquella foto tuya que me hizo soñar en su momento y que guardé hace cuarenta años en las secretas páginas de una antología religiosa. Eras entonces mi mujer fetiche. Nada regresa. El tiempo nos muerde y nos desgasta. Y también “los recuerdos se desgastan y mueren”. 11-10-09

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ÚLTIMO RECUERDO Somos sin querer víctimas de un síncope mortal, igual que de un amargo desamor en pleno agosto. Estamos condenados a buscarle respuesta a nuestra desazón por aprender, no importa qué, ni dónde. Hacía un mes apenas que había regresado de Lavarone, aquella región idílica de abetos y praderas del nordeste de Italia. La suerte me brindó un pronto regreso al noroeste, ruta “de piedra enfebrecida en el violento estío”. Pensé por un momento desafiar la altura, ignorando que era mi corazón un amplio charco donde jamás podrían naufragar ya las cumbres altivas de los Alpes. “Luchamos con la altura. Nuestra hambre es celeste”. Aquella fría y húmeda mañana, a plena luz, me derribó la Muerte sin mirarme a los ojos. Durante unos segundos ascendí de su mano hacia lo ignoto. Sin saber dónde estaba, al despertar, con ojos asombrados vi de nuevo la vida en la figura de una joven mujer que me auscultaba, medía mi presión y me dejaba como único regalo de esperanza su más bella sonrisa y unos ojos azules.

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¿Qué me dices, mujer, con tus labios cuajados de intensas rosas rojas? ¡Qué fácil me resulta comprender que vivimos en el perfil de un alba y respiramos muerte! ¿De qué tierra llegaste, caminante, a esta otra tierra en que el silencio es hijo de otra lengua que obliga a hablar con monosílabos? Ya no veré, me dije, aquellos álamos enhiestos del amor ni las doradas playas de intensa luz en Alicante. ¿Con qué dolor se pagan?

Ya de regreso a este lugar del corazón, emergen los recuerdos de aquella habitación número cuatro del hospital de Cúneo, de aquellas manos delicadas, jóvenes, casi de niña, que amparaban, tímidas, mi desnudez, y ahora llenan mi pecho de melancolía. 11-10-09

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PERSISTENCIA DE LA LUZ Donde viste la luz, sigue la luz. Francisco Brines

¿Qué esperabas hallar a tu regreso? Está la casa donde siempre, entre ficus y olivos y algunos altos chopos que se van lentamente haciendo luz de otoño. Es el lugar donde soñaste, ciego, mundos distintos a la luz y donde alumbraste en su día una historia de amor en un mar pleno de espumas y veleros. Aquí viviste, aquí perdiste parte de tu gran fe en la humana palabra. Pero mira la luz con esos ojos faltos ya de costumbre: todavía el rosal tiene sus rosas, el olivo aceitunas y al fondo, en la cercana lejanía, tras las doradas nubes, sigue dejando el mar sobre la playa alguna concha envuelta en nacarada espuma. Recobra la inocencia de los tiempos antiguos: Donde viste la luz, sigue la luz. 12-10-09

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PALABRAS COMO HUELLAS De niño caminé por un sendero de polvo y barro huérfanos al huerto del abuelo. Otras veces, sobre todo en verano, discurría mi vida por las calles empolvadas del pueblo, ajeno a sol y a sombra. Era una forma cualquiera, tal vez la única forma, de sentirnos crecer. En invierno la vida discurría por otros derroteros: había que acudir diariamente a la escuela, a una hora en que éramos los dueños casi absolutos del amanecer.

Un día, fascinado por la extrema belleza de la luz, por el misterio oscuro de la Muerte, dejé abierta mi vida a otras historias, a otros sueños. El mundo se me ofreció como una desconocida herencia. Aproveché febrilmente ese tiempo de anunciación, pero sufrí la herida y el dolor de sentirme de golpe un ser efímero. Tenía entonces treinta y cinco años. Dolor y herida, ¿quién precede a quién? Hay dolores que irrumpen en la vida súbitamente, heridas que la marcan para siempre y nos dejan oscuras cicatrices de las que mana un pus amarillento. Y así, vamos viviendo de dolor en dolor, sin descifrar su extraña y personal caligrafía.

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Nos sentamos en parques que no existen en donde descansar este cansancio de vivir, esta honda tristeza de ver cómo las cosas se acaban con la vida. Sólo el cielo sigue luciendo su mejor azul mientras la brisa sopla suavemente esta tarde y juega con las rosas. Todavía hay caminos que se abren puntualmente a la esperanza. 12-10-09

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ROSAS DE OTOÑO La lluvia en esta tierra se está haciendo costumbre. En esta luz ajada del turbio amanecer la lluvia ha vuelto. Escucha, con la ventana abierta, ese leve rumor que te adormece y a la vez te recuerda que estás vivo. Es el otoño de las rosas. Luego, cuando cese la lluvia y el sol bese su fino terciopelo, sal al jardín y corta sólo una. Como ella, no lo olvides, un día no serás, aunque la lluvia seguirá destemplando amaneceres como el de hoy, trece de octubre. Todo se extingue con la muerte: las rosas que hoy exhiben su belleza efímera y su gracia ante tus ojos te lo están pregonando a cada instante. .13-10-09

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DE TÚ A TÚ …Vivir quisieras con la antigua inocencia este momento. Eloy Sánchez Rosillo

Estás aquí, ni tú sabes los años, pero estás como ausente ahora que los días están huérfanos de la luz del verano. Parece que meditas, ¿en qué?, dime. De vez en cuando, vuelves la vista hacia ti mismo de manera cansada y escribes no sé qué. ¿Versos, acaso? Si te miro, me miras. Poco más. Hay un montón de libros junto a ti. En ellos, los mejores versos de los poetas -nada tuyo- que amas, que acompañan tus horas de insondable soledad. Quiero hablarte de mí, que también vivo la desubicación que tú padeces, la misma soledad, el desensueño. Los dos sabemos, hace mucho tiempo, que estamos condenados al olvido, que nos es imposible vivir ya con la antigua inocencia este momento. Si te quedas así, ensimismado, negándote a la luz que el otoño te brinda, jamás disfrutarás del canto de los pájaros que celebran la vida. 13-10-09

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RESPUESTA ¿Qué diré a quienes vengan preguntando por aquel que yo era en otro tiempo, hace ya tantos años, y en el margen de un papel escribía aquellos versos: La vida se prolonga por el gozo, ese hilo frágil que al dolor se arranca para colgarle al cielo su futuro? La vida se conforma, ya no tiene tanta sed de palabras como entonces. Ya no canta la luz en estos ojos que vigilan la herida, siempre abierta, del corazón cuando la noche avanza y entona, en el silencio, su cantiga de soledad. La vida arrastra nombres, dijo el poeta, y luego los sepulta.

Queda el recuerdo que los finge vivos. De vez en cuando fulgen como lámparas, a veces diminutas, que se apagan a los pocos instantes de encenderse: les falta el combustible del amor. Pero sé que es inútil esconderse, negarse a la certeza. Hubo días de claridad. Aquellos viejos álamos cantan aún, renuevan como entonces sus hojas cada año, y se escucha el sonido armonioso de la lluvia que nos deja, calados hasta el tuétano, al borde mismo de la claridad. Persisten las antiguas heridas y dolores, la ceniza fragante de un amor que ardió y se fue. El resto, algunas cosas que en su día escaparon de mis manos. Ése fui y éste soy. Ahora dejadme: el otoño se acerca. Y ando triste. 14-10-09

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AHORA ES VERDAD LA VIDA De pronto me despierto y es de día Claudio Rodríguez

De pronto me despierto y es de día.

Al fin de estas palabras se detiene la pluma. Se terminó el poema. Un solo verso. Basta con leerlo, y volverlo a leer, cuantas veces mejor. Hay pocos que como Claudio Rodríguez han logrado esa síntesis de la excelencia. El sueño, imagen de la muerte, no nos deja jugar con la ternura, sólo con el dolor, que adensa la ceguera y aplaza el gozo de la luz. Terminada la noche con su sonrisa ajada de pesadilla, vuelvo, de pronto, a estar despierto, y la piedad del día me devuelve a los ojos el perdido memorial de blancura. Es de día. En el aire se adensan los olores húmedos de la hierba recién cortada. Otoño, tan pródigo en sus dones, me ha dejado en las manos un racimo de uvas, un cuenco de castañas y una roja granada. Ahora es verdad la vida. 15-10-09

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CUANDO CAE LA NOCHE Porque no hay soledad que tú no puebles. José Antonio Muñoz Rojas

Porque no hay soledad que tú no puebles. Estas palabras me recuerdan, ahora que ha muerto José Antonio Muñoz Rojas, su libro de poemas, que leí hace unos años, pocos. Era un libro pequeño, de Pre-Textos, con el título en rojo en la portada. En el centro, un árbol era el símbolo exacto, en el inmenso espacio en cartoné de la cubierta, de la más absoluta soledad. En La voz que me llama los poemas son breves y muy densos. Aún recuerdo un par de versos que aprendí, en su día, de memoria: No hay llave que se pierda ni palabra perdida. Sin embargo, es Las cosas del campo, con su prosa poética, el libro que me deja henchidos los sentidos, justo ahora que a los días de otoño se les nota el cansancio y se abren en el alma las heridas del tiempo. Cuando cae la noche y la luz no es compañía, ni el cielo, antes azul, misericordia, la soledad se instala en lo más hondo de ti mismo. La sientes cómo forma parte de ti, esclavo de sus torpes mutaciones. La noche es, cuando menos, como una canción rota que no quieres guardar en la memoria. Y por eso, porfías sin descanso por la luz. 15-10-09

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ESTE CIELO DE OTOÑO

Este cielo de otoño… No acierto a describirlo. Es tanto el cansancio mental que invade hasta mi pluma. Mira cómo se adensan, negras, las nubes. Pronto volverá a descargar sobre esta tierra, con sed de siglos, un diluvio; otro, porque ha estado lloviendo hasta hace unos instantes. Nadie recuerda otoño tan lluvioso. Al fondo, en la ciudad, los edificios son espectros surgidos de la noche. ¿Qué debo hacer si hasta mi pluma es víctima de tan grave indolencia? Incluso el viento sopla indolente. A veces, como ahora, guardo silencio y pienso en ti, mi dulce amiga sin nombre, a quien amé en mis versos. Te quisiera sin nombre, te escribí. Tan sin nombre que ya me fuera igual llamarte viento, primavera o puro sueño. Por eso, amiga, todavía no sé cómo te llamas. Si te busco, porque te necesito, pregunto dónde estas.Y tú respondes, luciendo en tu sonrisa su clamorosa luz: Amor, cerca de ti.

Sigue lloviendo. Temo que esta lluvia me borre la memoria de aquel primer amor. 16-10-09

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PRIMEROS SÍNTOMAS DE FRÍO Hoy han bajado las temperaturas. Hace frío. Hay mañanas en que es arduo trabajo despertar, abandonar el lecho por la única razón de hacer pedazos ese milagro que es la madrugada. No es la luz la que nos necesita. Somos nosotros sus mendigos ciegos. Este frío de octubre ha sorprendido a todos. El verano se estaba prolongando en las camisas de manga corta y en las escotadas y transparentes blusas de las muchachas, en su risas cómplices a la sombra furtiva de los árboles. Esta mañana visten prendas de abrigo. Hasta el amor se enfría si se siente desnudo. Hoy el sol, perezoso, no ha acudido a la cita con su puntual exactitud. Las diez. Un ligero vislumbre de cielo azul. Y nubes aborrascadas que de nuevo llegan del mar y engullen, inmisericordes, ese ámbito pequeño de esperanza. He sorprendido el vuelo extemporáneo de algunas golondrinas. Y me digo, pensativo: Si a ellas les engañó la luz, ¿por qué no ha de engañarme a mí la vida? 16-10-09

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DENIA A mis amigos Ángel y Mari Carmen

Me emociona su mar. El tiempo se detiene, se eterniza en sus aguas, igual que en el recuerdo. He regresado a Denia. Hay deseos que actúan en nosotros de manera acuciante cuando se heredan las ausencias. Impelen como un viento sobre las velas blancas de un velero en alta mar que ansía llegar a puerto. Denia es, sobre todo, el puerto de quienes como yo estamos de paso; y un mar con sus pequeñas barcas de pesca y una antigua lonja. He regresado a Denia después de algunos años. Fue en diciembre, un veintiséis lluvioso y frío. Vivo aquella fecha como algo íntimo. Yo bien pude escribir este verso de García Montero, que siento como mío: Vente conmigo al frío del invierno. En Denia, toda mar y toda playa, aquella tarde fue una fina lluvia que nos iba calando lentamente como un cansancio sin paraguas. Hoy luce el sol. Me he sentado, esta mañana fatigada en oro, con mis amigos Mari Carmen y Ángel en la calle a tomar una cerveza. Había que hacer tiempo antes de regresar al Mercado Central. Está de allí tan cerca como el pequeño espacio que separa a dos que están a punto de abrazarse.

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Los avizores ojos de mi amiga habían encontrado el precio justo entre los puestos de marisco. Luego, sin prisas ya, acudimos a la cita que marca el apetito de las dos. Todavía tuvimos nuestro tiempo, después de la comida, de ir callejeando hasta la parte más antigua del puerto, de comprar bisutería china, y de ver restaurantes vacíos, tiendas huérfanas con sus telas mecidas por el viento: un mundo de nostalgia que se aviva en otoño. A las cinco ha salido un barco hacia las Islas. Saldrá otro a las ocho, dice una voz. Nosotros a esa hora estaremos de nuevo en Alicante. Acabado, el verano se ha llevado en su huida aquello que dio vida a la ciudad: turistas, barcos, música, restaurantes… y playas. Hay en las calles una sensación de vacío que no sé si responde a la realidad o es que en el otoño se confunden gentío y soledad. Cuando cae la tarde, admiro a contraluz desde Las Rotas el Mongó con su espléndido turbante de nubes, centinela eterno de estas aguas donde me siento libre. 18-11-09

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PASEANDO POR MURCIA Un viaje en tren es siempre una aventura que acaba en la estación donde te apeas. Murcia. Estación del Carmen. La mañana luminosa de otoño me recuerda que hubo un tiempo anterior en que las lluvias cubrían las distancias, que la ausencia nos hizo asiduos huéspedes, clientes de la noche. Por eso, esta mañana he recorrido las antiguas calles del barrio, la pequeña plaza con sus tinajas de agua que nos dicen que el tiempo pasa y que no vuelve. Antes me he detenido frente al ordenado Jardín, ya antiguo, de Floridablanca con sus vetustos árboles que exhiben sus enormes raíces y la estatua sedente del poeta Pedro Jara Carrillo. He cruzado, emocionado, el Puente de la Virgen de los Peligros. Fiel a la costumbre, he cerrado los ojos, y mis labios han musitado una plegaria. Luego, he recordado con nostalgia aquellos años de juventud con la ciudad volcada hacia la huerta, tan ajena al ajetreo propio de este tiempo. Por fin, me he adentrado entre el gentío, admirador ocioso de la Plaza Belluga y catedral. Y he seguido pensando en lo que fueron, en su día, las calles Trapería y Platería, ahora semidesiertas, con sus voces, a plena luz, cansadas, interminable coloquio en los crepúsculos de entonces.

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Todo lo muda el tiempo. De los nombres y rostros que me fueron familiares, de aquellas fechas… se encargó la vida de reducirlos al silencio. Nadie se ha detenido para preguntarme si soy, tal vez, aquel hermano Eugenio que le dio clase. El sol de mediodía sigue encharcado entre las aguas ocres del río, sin las claras alamedas donde soñé de joven y escribí mi primer libro: “Adelantado otoño”. Yo no sé si esta luz me pertenece.

Aquí pasé mi juventud: trece años de alegría y dolor, en que la vida alcanzó a ser hermosa. Todavía escucho aquella música de los amaneceres. Aquel cielo sigue siendo mi cielo, y mi luz, aquella luz… Y sigo respirando el más puro azahar de los recuerdos. ¿Hasta cuándo? No sé. Hoy he sentido que “algo vivo de aquel tiempo regresa” a estos versos. Ahora, cuando la luz decrece con la tarde, me pregunto por qué se han detenido el tren y el tiempo en la estación de Murcia. 22-10-09

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AQUELLOS DÍAS ¿Qué será, me pregunto, de las bellas muchachas y amadas compañeras de la universidad? Algunas siguen vivas en mi memoria; otras se esfumaron como el humo: el silencio ahogó sus claras voces y convirtió la mía en más opaca, ¿Qué ha sido de sus vidas? ¿Seguirán resonando en sus oídos los versos horacianos que aprendimos entonces de memoria: Graecia capta ferum victorem cepit et artes intulit agresti Latio o, ajenas al manido Carpe diem, sufren porque de aquellos días únicos de juventud les queda sólo un sueño con su terca carcoma? Nada regresa. Pero nada muere del todo, porque el tiempo es pura eternidad en el recuerdo. Os fuisteis hace nada. Y estoy triste por las cosas que, a veces, nos depara la vida. Aún recuerdo que he sorbido las lágrimas de unas y he sorprendido indicios de dolor en sus palabras: algo muy querido les arrancó la muerte. De otras he vivido su alegría no falta de un asomo de tristeza. Así teje la vida nuestros días. Han pasado los años. Y hoy volvemos, puntuales, como Ulises, a nuestra amada Ítaca Porque Ítaca no existe -escribí en su momento-

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si se regresa tarde y allí nadie te espera. 20-10-09

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VIAJE HACIA EL INVIERNO Yo no sé si el otoño, como dice el poeta, entonces era en primavera. Ahora lo es en verano si excluimos las ráfagas de lluvia y este viento que todo lo desnuda. Hasta el cielo está hoy de un azul limpio. ¿No lo oyes cómo silba, cómo te llama, cómo te golpea, cómo ríe, burlón, en tu ventana? Mira los chopos. El viento, enloquecido, se columpia en sus ramas. Un pasatiempo sádico del que forman hoy parte irremediablemente. Cuando caiga la tarde, se calmará y dejará en el alma un poso de nostalgia. 22-10-09

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MIRADAS A María Giner

La luz llega del mar y despierta en tus ojos. Me miras. Yo te miro: tus pupilas, un mar de luz azul. 23-10-09

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MEDITACIÓN EN VOZ ALTA El tiempo se parece a una rosa cortada. Felipe Benítez Reyes

La vida de las rosas es su hermosura efímera. Ya Valverde nos dice: “Todas llevan un poco de mi vida al marcharse” Hoy has cortado las primeras rosas, regalo de la primavera. Las has puesto en un búcaro tratando de alargarles la agonía. Pero ellas te han dejado en el alma, al rozarte con sus alas, su amarga sensación de finitud. Cuando llegue el invierno y el viento te destroce los rosales, sabrás por qué la vida y la belleza caminan de la mano hacia su fin y te dejan, en medio de la noche, ansioso, suspirando por la luz. 24-10.09

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MIENTRAS ARDEN LOS DÍAS Mientras arden los días. Así he titulado este conjunto de poemas. Unos los escribí hace ya años, cuando en mi pecho ardía la luz de la ilusión; otros son fruto de la angustia, mar insondable que a veces nos arrastra hasta sumirnos en su oscura noche y nos convierte en víctimas conscientes “del miedo de sabernos solitarios”. ¡Qué difícil salir de ese gran laberinto de sombras! La mañana me ha dejado el regalo prodigioso de la luz, que dibuja la gracia de las cosas y las hace tangibles y reales. Está todo al alcance: cielo, rosa… Y esta nueva alegría que se asoma con la primera luz al corazón. 26-10-09

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CANSANCIO El aroma y la flor se corresponden como la alegría y la pena o la luz y la sombra. Es un día radiante, pero no sé por qué estoy triste esta tarde. Mi corazón no canta. Hora de mi paseo crepuscular. Camino sin demasiada prisa por una ancha avenida donde la voz no suena en la seca hendidura del alma. Algunas veces paro por redimirme del dolor de la artrosis y contemplar el tren, puro silbido y ráfaga, que llega de Madrid o de Valencia. El cielo ha empezado a dejar de ser piadoso. Lucen las primeras farolas, se incendian los anuncios y los escaparates. Sólo el agua sonámbula del corazón no encuentra camino hacia la luz. Terminado el paseo, me he sentado, tranquilo, a escribir. A lo lejos, el pétreo castillo -¡qué luz!- de Santa Bárbara se yergue hasta chocar contra un cielo de ébano. Después de tanta luz la noche consolida

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sus ofertas de sueño y silencio absoluto y nos deja sin señas de identidad, a solas. De pronto, me he sentido transido de cansancio. 27-10-09

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HASTA EL ÚLTIMO INSTANTE

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1 Me pregunto qué hacemos sin memoria. Qué otro sueño cobija nuestro sueño. 1-3-05

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2 Sigo abrazado a ti para huir de la muerte. Hace ya mucho tiempo que me ronda, siempre en silencio, lúcida, con la insistencia de una enamorada. 1-3-05

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3 Si es verdad que la vida se consuela del entusiasmo de la juventud, ¿qué haces ahí mirando, los ojos enturbiados de soledad, esa quemada luz del atardecer? 4-3-05

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4 Detenerse. Escuchar lo que te dice el viento, sentir en lo más hondo de ti mismo el sosiego, cómo el ansia es un pájaro que no ha emprendido el vuelo. 10-4-05

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5 Si me fuera posible, volarían mis besos a dormir en tus labios. 11-4-05

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6 Manos-alba tus manos. Cobíjame en su luz. 11-4-05

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7 He sorprendido, al sol de mediodía, “estelas de navíos en tus labios”. Y palabras en forma de gaviotas, donde se yergue, altivo, el mar cuando sobre el añil la tarde se derrama, volando sin memoria. Ahora me pregunto en qué labios se perderán, cuando la noche sea, como un oscuro mosto tus palabras. 18-4-05

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8 Creía ya olvidados mis Cuadernos del aire. Hace muy pocos días, en “La Voz que me llama” he leído que el aire es compasión y que sin ella apenas se respira. De espaldas a mí mismo he recordado aquel lluvioso amanecer de otoño en La Coruña. Y he vuelto a respirar. 28-4-05

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9 Hoy me preguntas qué nos ha dejado abril. Una ramita que no termina de brotar, algún olivo en plena floración, la ternura en los nidos, tus ojos y mis ojos en alerta máxima, nuestras manos humildes con que apresar, cuando posible sea, la belleza. Y esta canción de amor. 28-4-05

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10 Así tu voz como la lluvia vertical que cae, mansa, sobre mi piel, en las horas sin luz. Yo la oigo cantar, siempre en silencio: es mi palabra pura disonancia si se despierta, súbita, en mis labios. Y escojo esa manera de ser que siempre duele más que tu voz cayendo sobre mi corazón como canción oscura. 5-5-05

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11 Es mi oficio dedicar unas horas, cada día, a desandar el tiempo, a recobrar aquello que perdura: una sonrisa, un gesto, una mirada, la ternura del tacto bajo la lluvia gris, aspirar el perfume que emana de tu cuerpo y esperar a que te hagas memoria entre mis manos. 15-6-05

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12 No puedo recobrar aquellos pétalos que a mi vida se le han ido cayendo, otoño tras otoño. Unos se consumieron dejando estelas de humo en la memoria; otros, sencillamente, los anegó la lluvia, ya muy próximo el invierno; otros, en fin, se han ido confundiendo con el afán diario y las preguntas que requeman el alma. Por ejemplo: ¿Cómo suena la voz de Dios cuando Dios habla? ¿Qué significa para ti la muerte ahora que la niebla va cubriendo los caminos seguros y no encuentras la senda de regreso hacia ti mismo? 21-1-06

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13 Me llegará la muerte y me hallará cansado ANDRÉS TRAPIELLO

Me llegará la muerte y me hallará cansado, contemplando la mar, el viejo pino constelado de sueños; escuchando a los mirlos discutir, a su modo, sobre aquello que es mío: este trozo de sombra o de tristeza que no encuentra su sitio fuera de mí; sorbiendo muy lentamente el vino que la vida me brinda a cada instante como don exclusivo. No cerraré los ojos, abriré los oídos: quiero estar, cuando llegue, sobre aviso, -no me importan ni el día ni la hora-, el pequeño candil con su pabilo en llama viva ardiendo en su rincón, y discretísimo, perfumado, el silencio. Sólo el amor como único testigo 21-1-06

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14 Si cuando yo no esté E. SÁNCHEZ ROSILLO MI EPITAFIO Este poema, núcleo de este libro, aunque escrito para mí,

lo dediqué a la memoria de José Ibáñez, fallecido a las 12 de esta mañana, primer día de primavera.

Si cuando yo no esté alguien por mí pregunta, respondedle: Se fue una hermosa mañana, acompañado del canto de los pájaros, de una lluvia muy fina, sin perder la sonrisa.

Decidle cuánto amé calladamente, por qué dejé al abrigo de ojos de Dios toda mi vida, cómo se fue extinguiendo entre mis labios, muy lentamente, el don de la palabra. Decidle que yo tuve por costumbre ser fiel a mis promesas; que, a veces, por fatiga me despojé de mi íntima ternura, pero que en la secreta fragua del corazón sólo forjé las armas del perdón y la paz. Decidle que una música divina acarició mis penas, que nada se me dio sin esfuerzo en la vida, don gratuito. Y que no siempre es fácil ver la luz. 20-1-06

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TRADUCCIÓN AL FRANCÉS Si lorsque je ne serai plus quelqu’un s’intéresse à moi, répondez-lui: il est parti un beau matin, accompagné du chant des oiseaux, d’une pluie très fine, sans perdre le sourire. Dites-lui combien j’e aimé en silence, pourquoi j’ai laissé à l’abri des yeux de Dieu toute ma vie, comment s’est éteint dans mes lèvres, très lentement, le don de la parole. Dites-lui que j’ai eu l’habitude d’être fidèle à mes promesses ; que, parfois, par la fatigue je me suis dépouillé de ma tendresse intime, mais que dans la forge secrète du cœur j’ai forgé les armes du pardon et la paix. Dites-lui qu’une musique divin caressa mes peines, que rien m’a été donné sans effort dans la vie, don gratuit. Et que ce n’est pas toujours facile de voir la lumière. (Traducción al francés de Felipe Pérez)

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15 Tengo la boca amarga de ir sorbiendo lentamente el licor que me dejaste anoche en la mesilla. Leí, después, al despertar, tu nota: Acuñaré esa herida de tus labios en mis labios, a punto de amapolas; después me iré con mi desesperanza: “El sino del amor no es otro que la muerte”. Amanecí sin ti. Pero ella estaba, extasiada de sed, loca de celos, con una oscura herida entre los labios. 23-3-06

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16 El sonoro cortejo de la muerte cruza la tarde. Son rosa los almendros dándome adioses. Pronto alumbrará cenizas el amor al amparo de los cipreses varoniles. Decidme cómo he de hacer y qué para que vuelva a ser reconocido por la tierra cuando regrese a su piadoso útero definitivamente. Yo ya no tengo nombre porque el nombre es bautismo de lo que nace, como hoy la primavera. 24-3-06

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17 ¿No era la voz del trigo su locura? Luis Rosales

Ahora es primavera. Gritándolo, hasta luego se saludan los labios, cantándolo los pájaros. ¿Adónde, Abril, sin ti? El alma, ensimismada, se detiene en tus prados y se olvida del tiempo fugitivo que, como brasa fría, la rodea. Dame tu mano, Abril, ahora que en mis ojos “hay nidos que no cantan” y no es la voz del trigo mi locura, sino esta soledad que me acompaña como un dolor ocioso hasta la muerte. 24-3-06

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18 Nómbrame y viviremos ANTONIO GALA

Tú me sigues hablando de vacío: vacío el tiempo, vacía la palabra, el aire sin ventura y vuelo. Ni tu voz me despierta de mi vacío sueño. Y es todo este morir, este estarse muriendo sin palabras, sin nombres, sin antes ni después. ¿Por qué no cantan los pájaros si ya la primavera se ha hecho nido en las ramas? ¿Qué hacemos frente a frente cuando el llanto ni asoma a nuestros ojos? Tal vez morir no sea más que dejarnos de nombrar. 5-4-06

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19 Queda una leve luz entre las hojas en este lento atardecer de abril. Quiere alumbrar la rosa tan dulcemente tímida que acaba de brotar. ¡Qué pujanza de vida para tan breve instante! Así como la rosa mi soledad conoce los rigores oscuros de la luz. 6-4-06

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TROVAS

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TROVA DEL DESAMOR Se me fue el corazón Sánchez Bautista

Se me fue el corazón tras un amor que nunca me había dicho NO. Estaba el agua azul del mar herida de velas blancas. Era aquel cielo del estrenado agosto cántico y vuelo. Calló la tarde. Y callaron sus labios. Y calló el aire. Yo me quedé callado para siempre de cuanto amé. 6-9-08

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TROVA ELEGÍACA El salinerito a la más bonita de las salineras prendas le pedía. Sus ojos, sus labios brillaban, reían, pero nunca daba respuesta la niña. El salinerito por ella moría y se le iba haciendo más honda la herida. Cuando dijo sí la salinerita, al salinerito muerto lo traían. 7-9-08

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TROVA DE LA ESPERA A orillas de la ría mi niña estaba. Vigilantes, sus ojos miraban y miraban. Mujer, ¿a quién esperas, le pregunté? Callaba. A orillas de la ría, junto a mi barca, la veía de noche y al despuntar el alba. A orillas de la ría… En sus ojos, mezcladas, la sombra de una duda y una luz de esperanza. 8-9-08

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TROVA MARISCADORA A mi sobrina Mariví, mariscadora de lunas y novia de la marea.

De la entraña de la ría está subiendo la niebla. La niña mariscadora con paso firme se aleja. ¿Dónde vas, madrugadora? La niña, sonrisa abierta, no responde y va dejando profunda huella en la arena. Si no la brisa marina, aires de mayo la queman a esta niña, ojos de miel y piel tabaco y almendra.

De la entraña de la ría está subiendo la niebla, y una canción rumorosa de la creciente marea. ¿Adónde se fue mi niña, que es ya tarde y no regresa? 22-9-08

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TROVA DE LA NOSTALGIA Corazón, ahora no ruiseñoreas.. Fco. Sánchez Bautista

Corazón, ahora no ruiseñoreas y eras ayer canto jubiloso y fiesta. Dime por quién sufres en cuanto alborea, qué perdida gracia tu sueño desvela. Si me hablas, es siempre de amarguras viejas, nunca de alegrías ni de primaveras.

Pobre corazón, donde no aletea la ilusión de antaño que vivir te hiciera. En ti se ha instalado de manera artera junto a la añoranza de amor, la tristeza. Corazón, no sufras, porque en la ribera los álamos cantan y ruiseñorean. 29-9-09

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