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Un poder insólito Reivindicamos el potencial literario de la ciencia química Universidad Complutense Madrid

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Sc i · Fd I - Rev i s ta d e C i e n c i a F i cc i ó n - # 1 8 - 1 0 /2 0 1 7 - Fa cu l ta d d e I n fo rm á t i ca - U CM - I SSN 1 9 89 -8 3 63

Sci·FdI: Revista de Ciencia Ficción

de la Facultad de Informática

de la UCM

Un poder insólitoReivindicamos el potencial

literario de la ciencia químicaPo r t a d a : A i t o r A l e j a n d ro Ro d r íg u e z M o ra | h t tp : //www . u cm . e s /s c i - fd i | s c i fd i @ fd i . u cm . e s

· Corazón de melón · La invasión necesi tada ·· Políti ca ga láctica · Hastío · El hombre olvidable ·

· La gran d isciplina ausente en la li teratura de ciencia ficción ·

UniversidadComplutense

Madrid

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maquetada con

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usando Scribus

Comité EditorialRafael Caballero RoldánEnrique Eugenio Corrales MateosHéctor Cortiguera HerreraManuel Gómez LagóstenaPablo Moreno GerJavier Muñoz PérezSalvador de la Puente GonzálezFrancisco Romero CalvoFernando Rubio DiezJulio Septién del CastilloDavid Sigüenza TortosaGumersindo Villar García-Moreno

PortadaAitor Alejandro Rodríguez Mora

MaquetaciónBeatriz Alonso CarvajalesEnrique Eugenio Corrales MateosSalvador de la Puente González

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EditorialComité Editorial

Aviso Legal

Salvo cuando se especifique locontrario, todo el contenido generado por lapropia revista SCI-FDI está sujeto a la licencia“Creative Commons Reconocimiento 3.0”,con la excepción de las obras publicadascuyos autores conservan la propiedadintelectual. Por tanto, los relatos podrán estarsujetos al tipo de licencia que estimeoportuno el autor, aunque desde Sci-FdI serecomienda alguna de las licencias CreativeCommons.

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Edición on-l ine:http://www.ucm.es/sci-fdi/

Envíos, dudas o sugerencias:[email protected]

Con este número 18 de Sci-FdIalcanzamos nuestra mayoría de edad. Sí, yasabemos que algún tiquismiquis pensaráque realmente solo han pasado 8 añosdesde nuestro nacimiento en 2009, y quepor tanto seguimos en nuestra más tiernainfancia. Ahora bien, como somos nosotrosquienes escribimos el editorial, podemosdefinir nuestra edad como nos dé la gana, ydado que somos unos niños malcriados quequieren hacerse mayores, pues la definimosasí…

Para celebrar nuestra mayoría de edadcontamos con cinco relatos y un ensayo. Paraabrir el apetito, comenzamos con “Corazónde melón”, un relato que esperamos que lesguste tanto como comer un buen melón enverano. Siguiendo con los vegetales, nosencontraremos con unas curiosas formas devida en “La invasión necesitada”. Elcomportamiento de otras formas de vidaaún más curiosas todavía es analizado en“Política galáctica”. Posteriormente, el“Hastío” se abrirá paso tras el apocalipsis denuestra sociedad. Finalmente, el últimorelato trata sobre algo o alguien que está ono en algún sitio pero que a lo mejor sí o a lomejor no, o no sé qué… Bueno, mejor léanloustedes para ver si lo recuerdan mejor y noslo pueden explicar después.

Tras los relatos, concluimos el númerocon un interesante ensayo titulado “La grandisciplina ausente en la literatura de ciencia-ficción: la química”. En él se analiza la escasapresencia de la química en la literatura deciencia ficción, a diferencia de la abundanciade literatura del género que se basa en otrasdisciplinas como la física o la biología. Desdeestas líneas queremos aprovechar la ocasiónpara hacer un llamamiento a paliar estaescasez de relatos de base química.

Antes de finalizar, el equipo editorialdesea realizar una importante aclaración. Hallegado a nuestro conocimiento el rumorrecientemente propagado de que nuestra

autoproclamada mayoría de edad se debeúnicamente a nuestro interés por poderpublicar contenido pornográfico que atraigala atención de más lectores a nuestra revista.El equipo editorial y los responsables de laFacultad desean anunciar que, lógicamente,estas acusaciones son únicamentehabladurías sin fundamento. Nuestra revistase mantendrá firme en su temática deciencia ficción, aunque si recibimospornografía de origen extraterrestre notenemos claro qué tendremos que hacer…

Corazón de melón.............................................................. 5La invasión necesitada..................................................... 1 0Política galáctica.............................................................. 1 8Hastío.............................................................................. 20El hombre olvidable......................................................... 21La gran discipl ina ausenteen la ciencia ficción: la química........................................ 23

Índice

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¿Quién no ha querido alguna vez tenersuperpoderes? En las películas los superhéroestienen poderes como volar, tener supervisión,leer la mente, detener el tiempo o ser invisible.Todo ello muy útil para combatir a losmalvados de turno y salvar a la humanidad.Pero claro, esto es lo que pasa en las películas,no en el mundo real, pero… ¿qué pensarían siles digo que yo sí que he tenido unsuperpoder especial durante toda mi vida?Supongo que no me creerían, no les culpo, ylos pocos que me creyeran pensarían que soyun egoísta que no he hecho nada con mispoderes para ayudar a mis congéneres. Ahorabien, la triste verdad es que en el mundo reallos poderes no son tan magníficos como en laficción. Mi poder me ha sido útil, no lo voy anegar, pero no he encontrado ningún modode mejorar el mundo con él, y no creo quenadie hubiera podido hacer con él mucho másde lo que he hecho yo, porque mi poder esbastante curioso: hago que los melones sepanmuy (pero que muy) bien.

Sí, ya sé que suena a cachondeo, pero esla verdad. Cuando cojo un melón y lo palpo unrato, básicamente como hace todo el mundoen el mercado cuando trata de ver si el melónque se va a llevar a casa es bueno o no, elmelón adquiere un sabor exquisito. Ya ven, nopuedo volar, trepar por las paredes nimoverme como Flash, simplemente puedohacer que un tipo muy específico de comidaesté buena. Además, el efecto no espermanente, hay que comerse el melón enmenos de un día desde que lo manoseo, o delo contrario vuelve a tener un sabor tan vulgarcomo mi superpoder. Tampoco puedo aplicarmi habilidad a melones que ya esténempezados, por lo que si pido melón conjamón en un restaurante tengo que rezar paraque el melón (y el jamón) fuera bueno antesde que me lo dieran, porque no tengo formade mejorarlo.

Mis padres descubrieron mi don cuandoyo aún era un niño. La primera vez supusieron

Corazón de melónFernando Rubio

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que era una casualidad: Tenía 6 años y mepidieron que les pasara el melón para abrirlo, yempecé a palparlo como les había visto hacera ellos en el mercado, haciéndome elimportante. Se rieron mucho, como es lógico,y luego resultó que el melón estuvobuenísimo, así que, en broma, me dijeron quetenía que hacerlo igual la vez siguiente, queestaba delicioso gracias a mí. Evidentementeno lo creían, pero es lo que cualquiera diría asu hijo, y a mí me hizo ilusión. Así que cuandovolvimos a comer melón repetimos el procesoy el melón volvió a ser excepcional. Y la vezsiguiente también. Como los habían compradoen el mismo sitio, asumieron que eran buenosdesde que los compraron, que yo no teníanada que ver. Pero el proceso se siguiórepitiendo, independientemente de dóndecompraran el melón. Empezaron a hacerexperimentos, comprando melones de todotipo y haciendo todo tipo de pruebas. Así,después de unos cuantos melones, llegaron ala conclusión de que realmente tenía el poderde mejorarlos.

Como buenos padres protectores, suobsesión consistió en mantener en secreto mihabilidad. No querían que ningunaorganización gubernamental secreta meencerrara en algún laboratorio para hacer todotipo de estudios conmigo. Me engañabandándome el cambiazo con melones que yo nohabía tocado y que por tanto eran normalitos.Es más, cogían los peores melones queencontraban, de modo que no solo dejara depensar que yo los hacía buenos, sino quetambién dejaran de gustarme tanto. Así, pocoa poco, dejé la costumbre de tocar los melonesantes de abrirlos, y finalmente mis padresconsiguieron dejar de comprar melones,saliendo por completo de la dieta familiar.

Un par de años después mis padreslanzaron otro plan más sutil para protegerme:en casa empezaron a verse películas sobrepersonas especiales que eran sometidas aexperimentos salvajes para estudiarlos.Lógicamente solo veíamos películas en las quelas cosas salían bastante mal para quienestenían poderes. Vamos, que trataron de grabaren mi subconsciente un mensaje bastanteclaro.

Pero fui creciendo y, como pasa siempre,la capacidad de protección paterna se redujodrásticamente. Un día les conté a mis padres

que había comido melón en casa de un amigo,que estaba buenísimo, que deberíamoscomprar melones en casa y que no sepreocuparan por cómo elegirlos y cortarlos,que yo ya lo había hecho una vez y me habíaquedado fenomenal. Como puedenimaginarse, los pobres se quedaron blancos.Cuando salieron del estado de shock medieron largas, diciendo algo así como “Sí hijo,puede ser buena idea, ya iremos viendo cómoestán de precio cuando la temporada sea laadecuada, no ahora que ya se está acabandola temporada buena”. Eso sí, al día siguientereflexionaron y se dieron cuenta de que nopodrían protegerme si me mantenían en laignorancia, así que me dijeron que tenían algomuy importante que contarme… y así fuecomo redescubrí mi poder.

No piensen que me lo creí a la primera,pero mis padres me prepararon un buenexperimento con veinte melones de los que yoiba decidiendo si los tocaba o no, y luego elloslos abrían y yo mismo los probaba. La verdades que fue una experiencia bastantedesconcertante para mí. Tardé varios días enasumirlo, aunque debo reconocer que laayuda paterna fue fundamental, incluyendochistes tontos para aliviar un poco la tensión.Por ejemplo, mi padre decía que él ya seesperaba mi habilidad, porque cuando mimadre estaba embarazada parecía que sehabía tragado un melón, mientras que mimadre decía que era normal que tuviera podersobre los melones, porque mi padre siemprese había comportado como un melón, así queyo debía ser medio-melón. Ya saben, tonteríassimplonas pero que me ayudaban a salir de miestado de bloqueo mental.

Cuando asumí mi condición, pensé queuna habilidad así debía compartirla, pero lasadvertencias de mis padres (junto con lahipnopedia que me habían aplicado en lainfancia) tuvieron su efecto, así que aceptéque debía mantenerme en el anonimato.Además, al fin y al cabo, todos los superhéroestratan de mantener su vida privada al margende su vida de héroe, aunque sea simplementecambiando el aspecto con unas míseras gafas.Así que pensé en cómo podía ayudar a alguienteniendo en cuenta el limitado alcance de midon. Lo primero que se me ocurrió es quepodía ayudar a niños enfermos haciendo quecomieran buenos melones. Dicho y hecho, me

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colé en las cocinas de un hospital infantil paratocar los melones que tenían. Pero medescubrieron y pensaron que los quería robar.Conseguí escapar por los pelos, y decidí que elriesgo no merecía la pena.

Por tanto, cambié de plan. Decidíhacerme voluntario en un albergue paravagabundos, donde podría tocartranquilamente los melones antes de cortarlospara repartirlos. Pero la verdad es que soloestuve un día: conseguí que estuvieranbuenísimos los melones que se comían, perola calidad excesiva de unos melones que sesuponía que eran de baja calidad llamó laatención de los encargados. Por suertesupusieron que había sido simplemente cosasdel azar que alguien les hubiera mandado uncargamento de calidad, pero me di cuenta deque si se repitiera el proceso sospecharían quehabía gato encerrado, y no quería que nadiesospechara nada. Por consiguiente, solo ibauna vez al año a algún albergue, pero sinrepetir en el mismo dos veces, de modo queno se levantaran sospechas.

Como parecía que mis intencionesaltruistas no tenían mucho recorrido, penséque al menos podía tratar de ganar dinero.Quién sabe, si me hacía millonario despuéspodría hacer donaciones altruistas si quería,así que me convencí a mí mismo de que eseera el motivo para cambiar de objetivo. Unaposible opción sería poner un restaurante,pero dado que mis habilidades como cocineroeran (y siguen siendo) muy limitadas, noparecía que pudiera tener mucho éxito unrestaurante que sirviera como único platomelón con jamón, por lo que me pareció quelo sensato sería tratar de convertirme ensuministrador de melones de algún chef dealta cocina. Pero antes de eso quería conocermejor el mercado de los melones, por lo queconvencí a mis padres para que me dejarantrabajar en un puesto de venta de sandías ymelones. Como era de esperar, les pareció unapésima idea que mis poderes pudieran estartan expuestos al trabajar cara al público, peroles convencí argumentando que así misamigos no se extrañarían cuando siempreescogiera buenos melones, porque asumiríanque lo había aprendido en mi trabajo.

Mi trabajo en el puesto duró solo un parde meses, pero me sirvió para darme cuentade que mi poder no ayudaba en

prácticamente nada a mis clientes. Me pedíanque les diera uno bueno y yo les daba unocualquiera diciéndoles que estaría buenísimosi se lo comían en el mismo día. Pero, laverdad, ¿quién se come un melón nada máscomprarlo? Algunos pocos lo hacían y despuésme decían que estuvo buenísimo, pero lamayoría lo comían dos o tres días después, porlo que mi intervención era completamenteirrelevante. Resumiendo, aunque trabajabacon melones, nadie sospechaba de mi don.Eso sí, mis amigos comenzaron a ponermemotes relacionados con mi trabajo, y el hechode llamarme Ricardo se lo puso bastante fácil:“Ricardo corazón de melón” era el máshabitual, pero cuando había chicas de pormedio me llamaban “soba-melones”. Ya seimaginarán que estos motes no eranprecisamente un imán para atraer al génerocontrario… aunque la verdad es que pocosaños después el mote me vino bien paraconocer a la que sería mi esposa, Lucía. Cosasde la vida, su comida preferida era el melón,con lo que las coñas continuas de mis amigossobre mi sabiduría melonar despertaron suinterés. Conectamos enseguida y no fuesimplemente por los melones que le regalé.Realmente estábamos hechos el uno para elotro. Era la única persona con la que me sentíacómodo para hablar de cualquier cosa y, dehecho, la única a la que he confesado mi don.Poco después de conocernos nos casamos,tuvimos dos hijos (Luis y Carla) y disfrutamosde una buena vida en familia, a pesar de misrarezas. Por suerte ninguno de mis hijosheredó mi habilidad con los melones. Tal vezles fuera mejor con las chirimoyas, quiénsabe…

Volviendo a mi plan de hacerme rico conlos melones, ofrecí mis servicios a varioscocineros. La mayoría ni me escucharon, unospocos probaron mis melones y reconocieronsu calidad, pero no les parecía un productocool. Resumiendo, los restaurantes carosignoraban el melón, y solo me hicieron casopequeños restaurantes dispuestos a ponermelón con jamón en su menú del día. Peroclaro, el menú del día no daba mucho margeneconómico. Así que, por desgracia, noconseguí hacerme rico, simplemente conseguíun trabajo que me daba algún dinerillo. Portanto, pronto abandoné el negocio e hice casoa mis padres dedicándome a la empresafamiliar, un trabajo completamente ajeno a los

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melones: la ebanistería.

No crean que abandoné mi interés pormi don. De hecho, simplemente decidí dividirmi vida entre mi trabajo y, digamos, mi hobby.Me ganaba la vida trabajando la madera, perodedicaba mi tiempo libre a mi objetivo a largoplazo, que era tratar de conseguir producir unanueva raza de melones sobre la que mispoderes tuvieran un efecto mayor, de modoque no hubiera que comerlos inmediatamentedespués de que los tocara. Es más, idealmentedeseaba producir melones que no tuviera nique tocarlos para que fueran estupendos, peroeso me parecía aún más complicado. Encualquier caso, como les decía, este era miobjetivo a largo plazo, pero decidí quenecesitaba buenas bases, por lo que empecéestudiando todo tipo de cursos tanto debiología como de botánica. Con el tiempo meconvertí en todo un experto y misexperimentos comenzaron a dar sus frutos. Micontacto con algunas plantas en losmomentos más significativos de sucrecimiento me permitió conseguir duplicar elefecto de mi toque sobre los melones, demodo que mantenían su mejor sabor durantedos días en lugar de solo uno. Fue sin duda ungran logro, pero no conseguía que esapropiedad se transmitiera a la siguientegeneración, de modo que no fuera necesariami intervención durante el proceso decrecimiento de la planta.

He dedicado toda una vida aexperimentar distintos métodos, consiguiendofinalmente que el efecto se propagueparcialmente a la siguiente generación, pero elcambio va perdiendo intensidad degeneración en generación: 2 días, día y medio,día y un cuarto y, finalmente, vuelve a un únicodía, como cualquier otro melón. Necesitoalguna idea revolucionaria para salir delatolladero, pero acabo de recibir una noticiaque no me esperaba: me han detectado unaenfermedad terminal. Me queda poco más deun año de vida, donde las etapas finales serántan dolorosas que lo más probable es que pasemis últimas semanas de vida completamentesedado, sin poder interactuar con nadie, comosi fuera un vegetal. Ya no merece la penaseguir con mis estudios. Solo me queda unúltimo recurso en el que llevo pensando desdehace algún tiempo: dejar que las semillascoman de mi cuerpo moribundo, con la

esperanza de que mi don se integre en ellasproduciendo una raza de mayor calidad. Estoyseguro de que Lucía lo entenderá y meayudará a que me entierren vivo cuando yame encuentre en estado vegetal, pero no creoque Luis y Carla lo acepten con facilidad. Encualquier caso, les debo una explicación, puesnunca han sabido de mi superpoder. En fin,dedicaré mi último año de vida a explicarlesquién es realmente su padre: el superhéroecon el superpoder más cutre que cualquierguionista hubiera podido imaginar.

Espero que este pequeño resumen de mivida que estoy escribiendo me sirva paraexplicar a mis hijos porqué he vividoobsesionado con el cultivo de melones, y paraque se lo hagan llegar a algún experto enmelones que pueda sacar mayor provecho demis estudios que yo mismo. Tal vez así puedadejar algún pequeño legado para laposteridad.

***

En memoria de Ricardo García y Lucía Pérez,

nuestros padres.

Todos debemos recordar y honrar anuestros antepasados, aquellos sin los cualesnunca habríamos llegado a existir. Nosotrosdebemos nuestra existencia al mayorsuperhéroe que ha existido en la historia,nuestro venerado Ricardo, y a la mujer quemás luchó y protegió su legado y sin la cualnunca habríamos llegado hasta nuestroestado actual, Lucía.

Con sus últimas voluntades, Ricardoentregó su último aliento de vida para quenaciera una nueva raza. Es por ello que todosdebemos conocer su historia y transmitirla anuestros descendientes, de modo que losorígenes de nuestra especie no se pierdan conel paso del tiempo. Su naturaleza excepcionalle permitió conectar a dos especiesaparentemente lejanas, aquellas conocidasantiguamente como humanos y melones. Enaquellos tiempos, la especie animal de loshumanos cultivaba melones, una especievegetal que les servía como fuente dealimentación. El gran Ricardo tenía el poder dealterar los melones, y sus trabajos permitieronacercar paulatinamente la genética dehumanos y melones, hasta que en su últimogolpe de genialidad integró a humanos ymelones en una única y nueva raza, los

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ricardianos, que nacieron de las semillasgerminadas en el propio cuerpo de Ricardo.

Los primeros ricardianos brotaron delmelonar ante la mirada estupefacta de la granLucía, quien pronto comprendió que los chicosy chicas que estaban creciendo en sus tierrasno eran realmente humanos, eran los primerosseres de una nueva especie. Ella los cuidóhasta que maduraron, pero más importantetodavía, los protegió de la humanidadmanteniendo en secreto su origen hasta quelos ricardianos pudimos expandirnos losuficiente. Todos los ahorros familiares sededicaron a comprar tierras de cultivo lo másaisladas posibles donde depositar nuestrassimientes, mientras que los ricardianostrabajaban duro para aumentar dichosahorros. Por fortuna, el aspecto externo de losricardianos es casi igual al de los humanos, porlo que resultaba muy sencillo pasardesapercibidos e incluso podían trabajar entreellos, siempre que nadie viera cómo sereproducían. Así, gracias a la generosidad deLucía y al trabajo duro y anónimo de lasprimeras generaciones de ricardianos, nuestraespecie se aposentó sobre el planeta Tierra.

Pocas generaciones después, debido alcrecimiento de nuestra población, dejó de serposible seguir viviendo en secreto ante lahumanidad. Afortunadamente ya noshabíamos asentado en colonias por todo elplaneta, por lo que nuestra supervivenciacomo especie estaba casi garantizada. Fueentonces cuando nos dimos a conocer ante lahumanidad. Los primeros acercamientosfueron muy convulsos, incluso tuvimosmuchas pérdidas de vidas debido a gruposaterrorizados de humanos que trataban deexterminarnos, pero pronto las autoridadesconsiguieron controlar la situación,comprendiendo que ambas especiespodíamos convivir en simbiosis.

Una ventaja evolutiva de los humanosera que disponían de una larga infancia en laque a pesar de ser muy vulnerables lespermitía adaptar su cerebro a entornos muydiferentes, lo que les había permitido llegar acontrolar todo el planeta que habitaban, eincluso desarrollar tecnología espacial paraenviar naves a otros planetas. Pero debido asus cortas vidas y su sistema reproductivoanimal, eran incapaces de viajar a otrossistemas solares. Por nuestra parte, nuestro

sistema reproductivo vegetal era ideal para elviaje espacial. Nuestras semillas podíanmantenerse latentes durante un centenar deaños mientras una nave nos llevaba a nuestrodestino, y después podíamos germinar en elmomento oportuno, naciendo individuos enlo que equivaldría a la adolescencia humana,que además heredaban parte de losconocimientos de sus padres. Por si fuerapoco, podíamos reproducirnos muyrápidamente, colonizando en poco tiempo unnuevo planeta.

Así pues, los ricardianos nos convertimosen los emisarios de los humanos en lasestrellas. Nos enviaron a los planetashabitables más cercanos que conocían, ynosotros les informábamos de todo lo queencontrábamos en ellos al llegar, y despuésproseguíamos poco a poco nuestro avancepor la galaxia, siempre enviando nuestrosinformes al planeta Tierra. Así, con el tiempo,hemos llegado a expandirnos por toda lagalaxia, y aunque hace millones de años queno recibimos respuesta desde la Tierra,seguimos manteniendo nuestra costumbre dehonrar a nuestros antepasados informando aaquel planeta de nuestros avances.

Nuestro sistema reproductivo vegetalcombinado con nuestro sistema nerviosoanimal nos ha hecho únicos, y nos hemosconvertido en la especie dominante de lagalaxia, pero añoramos volver a contactar conlos humanos, quienes seguramente seextinguieron en su planeta natal, pero cuyodestino final nunca descubriremos, puesprometimos no volver a visitarlo nunca. Quiénsabe, quizá cuando su sol esté a punto dedestruir la Tierra volverán a contactar connosotros para pedirnos ayuda. ¡Ojalá sea así!Salvarles de la extinción sería la forma másgrandiosa de darles las gracias por todo lo quenos han dado y, sobre todo, de honrar al granRicardo salvando a su especie.

Te adoramos Ricardo.

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Se creía, por las pistas aportadas, que lashabían traído a la Tierra por el hecho de que enun principio fuese en este planeta donde conmayor fuerza y esplendor se habían asentadosus predecesoras. Era bien aceptado que loshumanos no habíamos sabido mantener elequilibrio, y agonizábamos junto con todas lasespecies a las que lentamente y a lo largo de losaños nos habíamos encargado de destruir.

Los “alienígenas” pertenecían a unacivilización tipo III, según Kardashov. Esto es,sabían gestionar sus equilibrios, y por algunarazón inexplicable (paternalista habíansugerido algunas mentes preclaras), habíantomado la determinación de intervenir en laevolución de una civilización que,aparentemente, estaba condenada a su propiaautodestrucción.

La mera intervención de estos sereshabía generado no pocos recelos ydesconfianzas: si bien los alienígenas teníanaspecto sospechosamente humanoide(¿Cómo era eso posible? ¿Trataban demimetizar con nosotros por algún mecanismoindeterminado? ¿Procedíamos acaso de unmismo antecesor común? ¿Era posible quesolo hubiera un camino óptimo para laevolución?), se dejaban ver en escasasocasiones, y solo podía encontrárseles cuandoellos así lo deseaban.

Y sin embargo, su mensaje había sidotajante: “La introducción de estos nuevos seresmejorados concluirá con la salvación delplaneta Tierra como ecosistema viviente.” Loshumanos aún no nos habíamos recuperado dela sorpresa y el asombro por toda esta novedadde interferencia alienígena. Pero habíamosalcanzado un nivel de civilización suficientecomo para aceptar la posibilidad de caducidadque el planeta se acercaba a alcanzar sicontinuábamos con la política vital destructivaque habíamos llevado durante años, como parano aceptar la ayuda. Vamos, que no teníamosnada que perder.

Lo que los visitantes habían traído como

La invasión necesitadaAna Belén Sánchez

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presente superaba nuestras más profundasconvicciones. Aquel laureado científico, Pokorof,era el que había encontrado la definición másacertada: “Son vegetales con consciencia.”

Los alienígenas pastoreaban el desarrolloy supervivencia de aquellos nuevosorganismos, que arraigaban en aquel planetadestruido con una facilidad y resistencia quesus predecesores autóctonos habían sidoincapaces de asimilar después de que loshumanos modificaran el entorno. Eso nosignificaba que las plantas terrícolas hubierandesaparecido de la faz de la tierra. Convivíancon sus compañeras de otro mundo en unequilibrio difícil de explicar, y además loshumanos se habían ocupado de preservarlasmediante cultivos de conservación, reservasvegetales, semilleros e invernaderos.

Pokorof era un botánico que habíadedicado gran parte de su tiempo y susrecursos a investigar y trabajar sobre aquellosnuevos vegetales. Era de mediana edad,considerando la larga vida humana, y dedicabagran parte de su escaso tiempo libre en cultivarsu cuerpo y su espíritu. Aunque la rumorologíale otorgaba actividades de tiempo libre mástórridas y oscuras. Bien formado, no muy alto,pelo corto y ralo en el frontal, con faccionesduras y afiladas, y ojos agudos y penetrantes.Hacía tiempo que las expectativas que lahumanidad le daba habían superado susméritos. Trabajaba con un equipo científico enel que podían encontrarse varias especialidades:biólogos, ingenieros moleculares, genetistas,químicos, zoólogos, paleontólogos y geólogos.

Dentro de la variedad, se distinguían dosgrupos: las cabezas pensantes, aquellosexpertos asentados que ya no necesitabandemostrar nada; cuyo trabajo consistía en larecopilación, clasificación y exposición de lainformación, y las cabezas rodantes,denominados así por la alta rotación depersonal, que solían caracterizarse por tratarsede personas muy jóvenes y dispuestas, y porllevar la mayor parte de la carga del trabajo. Coneste equipo, Pokorof había llegado a laconclusión que lo llevaría a la fama y a ladiscordia. Mejorados es la palabra clave: “Losvegetales alienígenas presentan modificacionesgenéticas que habían sido introducidaspremeditadamente.”

Los detractores de Pokorof argumentaban

que esa conclusión solo era válida si secomparaba el ADN alienígena con el ADNterráqueo. “Pero… ¿por qué no compararlo?”,respondía Pokorof. “Al fin y al cabo ambos ADNscodifican información para generar y mantenerseres que son capaces de sobrevivir en elmismo entorno, el entorno característico de laTierra.”

El nuevo tema de estudio de Pokorofversaba sobre la temporalidad y estacionalidadde las plantas alienígenas. A pesar de que en laTierra existía una gran variedad de plantas cuyatemporalidad variaba desde unos pocos díashasta cientos de años, los organismos noterrestres presentaban sin excepción unaacusada temporalidad, del rango de meses.

Sin Tao, un integrante cabeza rodante delequipo de Pokorof, le estaba preguntando auna de las plantas, un espécimen de hojas deun verde muy oscuro, con cinco lóbuloscerrados y tallo trepador, una planta muy cínica,el porqué de esta temporalidad. Era uncerebrito procedente de Singapur, una ciudadque siempre se había adelantado a su tiempo,de tez morena y cara redondeada; tenía comoventaja en un mundo dominado poroccidentales que sus rasgos no eranprofundamente asiáticos. Había llegado al ICS(International Conciliatory State) hacía algunosaños y sus pretensiones pasaban porestablecerse en él de forma definitiva.

—Vamos plantita —alentaba a lahiedra—, dime cómo funcionas.

Pasó cuidadosamente el bisturí con unaprecisión ejercitada a lo largo de uno de losvasos conductores de la hoja. La hoja se plególigeramente y lentamente sobre sí misma. SinTao procedió a cortar un pequeño cuadrado demuestra y colocarlo sobre el porta.

Enfrente de él, una despampanante rubiaperfectamente maquillada lo observaba yrealizaba anotaciones. Era una cabeza rodanteque ostentaba el record de permanencia en lainstitución y ya era más o menos aceptado quesu ambición la mantendría allí más tiempo. Leíaen alto unas fotocopias mientras apoyaba suespalda en una mesa de experimentación:

“Podría afirmarse que las plantasalienígenas con innovaciones genéticas (PAIG,en adelante) poseen un arcaico y frágil sistemanervioso, basado en una comunicaciónquímica, a diferencia de la mayoría de los

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animales terrestres cuya transmisión nerviosase basa en impulsos eléctricos. Es por tanto unatrasmisión bastante más lenta. Las imágenesmicroscópicas (véase Imagen 2) sugieren laexistencia de unos tubículos que discurrenparalelos a los vasos conductores, por los quepodrían circular los mediadores químicos quetransmiten la información. Aunque no se haencontrado un centro coordinador propiamentedicho, si se han encontrado a nivel microscópiconódulos cada cierta distancia capilar (véaseImagen 3) que podrían corresponder apequeños centros procesadores de información.”

—Y aquí es cuando cito a Pokorof —seinterrumpió la rubia. Echó un largo trago de subotella de agua, de diseño poco convencional,antes de desechar el envase.

—Impresionante —dijo Sin Tao dis-traídamente mientras miraba por elmicroscopio—. ¿Crees que sienten dolor?

—No. No hay evidencia de sensores—aseveró la rubia—. ¿Crees que será este eltrabajo que me dará el puesto de investigadorconsolidado?

Sin Tao despegó la vista del microscopio ymiró a su compañera. Se llamaba Annette, erabastante y cuidadosamente hermosa, cuerpoesbelto y airoso, y además poseía un cerebroprivilegiado. Había llegado a ICS de algún lugardel Norte de Europa, y se había casado conexitoso y perfecto hombre de negocios. Teníandos perfectas hijas rubias, de perfectasfacciones, de dientes blanquísimos y enormes ydulces ojos azules. Eran ambas clavadas a sumadre. En las reuniones sociales extraacadémicas, de gran importancia para recabarfondos, era esta familia un recurso ideal.

—Es posible.

Annette sonrió complacida.

—Gracias, Tao. —Agarró otra botella deagua de envase de diseño y salió por la puertacon paso resuelto, meneando su larga yhermosa melena rubia.

Sin Tao quedó solo en el laboratorio. Seacercó al ventanal, donde crecían losespecímenes de experimentación. Pasó sumano por una de las estrechas y aceradas hojasamarillentas de una planta parecida a unbambú, y apoyó su cabeza pensativo en elcristal, recibiendo junto con las plantas la luzfiltrada del sol. Sin Tao quería establecerse.

Annette le daba cierta envidia. Si él tuviera unafamilia, su status mejoraría. Como Annette.Había salido con varias chicas, todas ellasbuenas reproductoras. Pero ninguna le habíaconvencido todavía: las chicas de ICS eranbastante controladoras, todas tenían el impulsode marcarle pautas de comportamiento. Sintióun extraño calor en su dedo. Observó a laplanta. La hoja envolvía ligeramente su dedo.La planta parecía dirigir sus hojas y susmovimientos hacia él. Las hojas avanzabanacariciando su mano. Sin Tao se dejaba hacer.De pronto una paz le invadió, su ansiedaddesapareció y una perspectiva nueva, como siél fuera otra persona distinta apareció en sumente. Pensó en lo que había hecho y se sintióorgulloso de sus logros. Sonrió. Realmente notenía tanta importancia, ya encontraría a lachica apropiada. Fue a buscar agua para elbambú.

***

La nueva observaba por el amplioventanal al pequeño Capreolus rumiar sudesayuno con parsimonia. A los herbívoros, lasplantas extraterrestres parecían gustarles tantocomo las terráqueas. Algunos años atrás, Ilorajamás se habría preguntado qué sentiría unaplanta mientras la devoraban; ahora tenía quereplantearse su visión vegetal y había dejado decomer vegetales frescos, a excepción de lasfrutas, claro.

Era una mujer tipo, de origen étnicovariado: tez morena aunque no muy oscura,ojos intensamente negros y pelo oscuro yenredado. Era la última incorporación y a ella sele había asignado la tarea de la guarda ymantenimiento de los herbívoros. Estaba bajoel pupilaje de Annette. Esto significaba quedebía obedecer todas las ordenes que Annettele diera y que incluían el trasporte de café elabastecimiento de agua de diseño.

Annette entró resuelta, sonriente y con sumaquillaje bien cimentado.

—¿Qué tal van los herbívoros, Ilora?

—No hay cambios aparentes —informóIlora—. Cérvidos, roedores, equinos, bóvidos,caprinos y demás. No hay indicios de que ladieta extraterrestre afecte a su comportamientoni a su salud —Ilora permaneció pensativa—.Tampoco hay reportes de que la fauna salvajehaya sido afectada de alguna forma en susrespectivos ecosistemas. Ni para los carnívoros.

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—Bien. —Annette se sentó en elordenador y abrió algunos programasestadísticos. Fijó su atención algunos minutosen la pantalla antes de volver a prestar atencióna Ilora. —Selecciona algunos especímenes decada familia, sacrifícalos y hazles la necropsia.

Ilora asintió sin palabras. Abrió la bocapara responder, pero no dijo nada. Tomó aire ylo intento de nuevo. Nada.

—¿Hay algún problema? —La voz deAnnette salió de sus espaldas sin ni siquieragirarse para mirar a Ilora. No esperó la respuestay le dio un largo trago a su botella de diseñoantes de arrojarla a la basura. Ilora siguió sutrayectoria.

—No… ninguno, solo que pensaba queya llevo tres meses aquí y me preguntabacuándo podré retomar mis estudios sobre lacapacidad de estas plantas para comunicarse.

Annette se volvió y miró seriamente aIlora. Tardó unos segundos eternos encontestar, y trato de expresarse con cuidado.

—Ilora… aquí los chicos como vosotrosvienen a hacerse mayores. Esta es unainstitución puntera, con trabajos vanguardistas.Hay áreas, aún no investigadas, que merecenmucha más atención, mayor prioridad queese… ese en el que trabajabas. Debes avanzar.

Annette miró a Ilora con miradacondescendiente y le dedicó una sonrisa quequería decir “no pasa nada, cualquiera tiene untropezón.”

—¿Quieres agua? —ofreció Annette,mostrando su nueva botella. Era su forma debuscar concordia. —Es de mineralización débil.Hidratarse ayuda a mantener la belleza.

—No, gracias Annette —Ilora sonriódébilmente—. Voy a seleccionar a los animales.

Ilora no fue directamente al hábitat, sinoque fue a visitar Sin Tao. Necesitaba otro tipo decontacto humano que no fuera el de su jefa,necesitaba que alguien la entendiera. No teníaclaro que Sin Tao fuera el contacto humano quenecesitaba, pero de todo el grupo, era el quemás se acercaba. Entró en el laboratorio concierta confianza y se sentó esperandopacientemente que Sin Tao terminase su tareacon el microscopio, anotando todo lo queobservaba. Por fin Sin Tao se dignó a mirar a sucompañera. Los ojos de esta brillaban. Una idea

fugaz pasó por la mente de Sin Tao: una mujerhermosa, exótica, sus curvas mostraban sucapacidad reproductiva, una mente plástica. Loúnico que no convencía a Sin Tao era algoinstintivo y educativo: su impureza étnica. Peropensándolo mejor, racional y científicamentelas mezcolanzas genéticas constituían losmejores especímenes, los que aportabanmejoras a la especie. La sonrió de una maneramuy franca.

—¡Hola Ilora! ¿Por qué me traes esa carade susto?

—No sé cómo soportáis a esa Barbie. Esde ese tipo de personas que a pesar de ver consus propios ojos como los caprichos yprivilegios han acabado con los recursos de laTierra, continúan utilizando envasesdesechables.

—¿Hablas de Annette?

—¿Conoces a otra Barbie?

—Vaya, sí que estás enfadada. ¿Qué te hahecho ahora? ¿Te ha hecho planchar sus batas?

Ilora suspiró.

—Creo que las plantas nuevas puedencomunicarse con nosotros.

Sin Tao miró a Ilora sin saber qué decir.Echó hacía atrás la espalda y adoptó unapostura de escucha.

—Tú ya me entiendes, de una formaprimitiva, ya sabes. Creo que puedentransmitirnos mensajes, mensajes simples, ycreo que pueden entender los nuestros.

—Es posible, Ilora —concedió Sin Tao—.Es lo que decía Pokorof.

—¿Y por qué ya no trabajamos en esecampo?

Sin Tao se encogió de hombros.

—¿Te apetece tomar luego un café,cuando salgamos?

***

La lluvia caía suavemente aquella nochesobre el parabrisas del coche, mientras Pokorofrepartía su atención entre la carretera y lospechos generosos de su última adquisición. Erauna morena no muy alta, de ojos grandes ycastaños, y cara ovalada y pequeña. Unajovencita ataviada para la conquista. Charlabananimosamente con el fondo del leve zumbido

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del motor eléctrico de aquel pequeñotodoterreno con interiores diseñados paracierto lujo y confort.

—… no me puedo creer que no te hayasenterado por los medios —decía Pokorof concierto aire festivo—. El incremento de oxígenoha sido muy bajo, solo un 0,03 por ciento. Perolo más significativo ha sido la disminución dedióxido de nitrógeno y de carbono, anhídridocarbónico y de los sulfuros, que estaban muyaltos. ¡Una disminución de hasta un diez porciento! ¡Y eso en apenas cinco años desde lallegada de las plantas!

—Bueno sí, claro, ya sabía que el aireestaba mejor —se defendió la morena.

—Claro que sí —sonrió Pokorof,aprovechando otra mirada de soslayo al pechode la morena.

Pokorof sabía explotar su don con esetipo de mujeres, a las que les encantabanaquellos hombres que parecían saber muchascosas y que, a la vez que las ilustraban, no lastrataban como si ellas fueran idiotas. Lasdeslumbraba a la vez que las hacía sentircómodas. Solía encontrarlas en los jardinesprivados de la Mansión Vegas. Era este unrecinto donde se organizaban fiestas exclusivaspara la gente joven y guapa, o bien adinerada, obien ambas. Era un secreto a voces que enaquellas reuniones se propiciaban encuentrossexuales de diversa naturaleza. Pokorof, unhombre que no aparentaba su edad, bastanteatractivo, que había cuidado con esmero sucuerpo y su mente, era bien recibido entre lapléyade de jovencitos, satisfacía con gusto susinstintos de cazador y colmaba sus deseos desentirse admirado y de superar a otros machosmás jóvenes.

Era evidente que, a diferencia de Sin Tao, aPokorof no le preocupaban demasiado losconvencionalismos sociales, aunque muchos nodudaban en señalarle que eso sería su final. Ysin embargo, más tarde, cuando el glamourhabía desaparecido, se sentía culpable de tantafrivolidad. Suspiraba en su soledad. Por elmomento, solo estaba a gusto con aquellaforma de vida.

El todoterreno eléctrico encaró la cuestaque daba a la sencilla casa de Pokorof. Seguíamanteniendo una jovial charla con la morena,en donde básicamente solo hablaba él y ella lerespondía con una melódica risa y un

movimiento nervioso de melena. Aparcaron enel garaje. Pokorof apretó el botón queconstituía la llave del coche, y que en el garajevenía a significar parada y abastecimiento pormedio de conexión a la red eléctrica medianteun enchufe automático. Tomó a la morena de lacintura y la condujo hasta las escaleras quedaban a la casa. Ella no opuso resistencia y porel contrario, pegó su cuerpo más a él.

—La casa no es gran cosa. Muchospiensan que los científicos tenemos sueldosastronómicos, pero no es verdad. —Pokorofempezaba a dejar su mano libre para explorarsin que encontrara muchos impedimentos—.Vamos, ven, lo prometido es deuda.

La morena se abstuvo de hacercomentarios demasiado explícitos. Encontróque los monosílabos de mediana sorpresa y lassonrisas dentudas eran bastante paracomplacer a su acompañante.

—El invernadero está por aquí.

Pokorof guió a su acompañante hasta elinvernadero. El edificio de cristal se veía limpio ycuidado. Su planta ocupaba casi lo mismo quela de la casa y tenía bastante altura. Pokorofaccionó el interruptor eléctrico y una luzartificial muy brillante inundó el ambiente deuna forma consecuente y agradable. En elinterior del invernadero había una granvariedad de plantas, verdor que casi alcanzabael techo, hojas grandes y turgentes, pequeñosarbolitos y tupidos arbustos. Todos biencuidados y esplendorosos. El invernadero lucíauna armonía inexplicable.

—¡Vaya! —exclamó la muchacha—. Veoque te llevas el trabajo a casa.

—¡No creas! —rió Pokorof, capcioso—.Tengo bastante ayuda. Pero lo que tienes quever está por aquí. Ven, acompáñame.

La guió por pequeños senderos de suelometálico que separaban el mundo vegetal delhumano, hasta un pequeño habitáculo delinvernadero. Lo que la chica vio entonces laasombró e impresionó hasta el extremo: anteellos se abría una humilde planta arbustiva dehojas grandes lanceoladas y sobresaliendoentre ellas, múltiples flores, enormes ypreciosas, de una combinación colorida casiimposible: morados, azules y rosas pálidos serepartían en los cuatro grandes pétalos, dosgrandes y dos pequeños, en forma de lengua.

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Del centro de la extraña flor salía un tubículoalargado, de color azul intenso, recubierto defina pelusilla, suave al tacto y olortremendamente agradable. Pokorof observó ala chica.

—Esto es algo que poca gente ha visto—dijo—. Todo parecía indicar que las plantasalienígenas se reproducían de una maneraextraña, sin flores. Pero mira esto, parece que síson capaces de florecer —Pokorof observaba elefecto de sus palabras en la chica—. Y estoocurre aquí por primera vez, para tus ojos.

Era mentira. Al cabo de cuatro años de noobservar ningún tipo de flor alienígena, hacíaun mes se habían recabado informes yelaborado artículos sobre la presencia de floressimilares en algunas zonas tropicales. Estaplanta era una adquisición exclusiva con finesde investigación científica.

La muchacha acariciaba las sumidadesfloridas, una tras otra, con ganas de llevarse unapara sí, pero sin atreverse a hacerlo. Estabahipnotizada.

—Desde el momento en que te vicomprendí que una belleza insólita como túdebía conocer otras formas de belleza insólita,que solo dos formas así pueden comprenderse.

El tono con el que Pokorof enunció estafrase, el contexto, la predisposición de la chica yel alcohol hicieron que el efecto del golpe fuerainmediato. La muchacha volvió su cara haciaPokorof con los ojos brillantes y los labiosligeramente entreabiertos. Pokorof nodesaprovecho la ocasión y se lanzó sobre ella,dando rienda suelta a todo su deseo.

Después del sexo, Pokorof durmió aquellanoche como un bendito. Su despertar alamanecer fue distinto. Como siempre que sedespertaba con un bulto a su lado al que noestaba acostumbrado, sintió una inquietudinicial, que después se disipó con el recuerdo.Se removió desperezándose. Había estado bien,pero era hora de continuar con sus asuntos. Lachica morena se volteó despierta para saludar asu compañero.

—Buenos días —Dijo con una sonrisaperezosa. Tenía los cercos de los ojos negrosdebidos al maquillaje corrido.

Pokorof le devolvió una sonrisa indolente.

—Buenos días —y procedió a levantarse

animado—, ¿tienes hambre? No tengo muchacomida, pero hay una cafetería aquí cercadonde hacen unas tortitas de lujo.

La verdad es que las tortitas le dabanigual. Normalmente mantenía sus liguesdurante un par de semanas. Le gustabaprolongar la sensación eufórica de la conquistay lucir su triunfo. Pero esta vez, lo único quequería era que la chica desapareciera para queél pudiera continuar con su vida. Y pensó quepara empezar tenía que sacarla de su casa. Unaamarga sensación de culpabilidad se le asentóen el estómago.

—O a lo mejor podríamos quedarnos enla cama un rato más —dijo la morena,destapando sus atributos y contoneándoselasciva sobre la cama. Pero los restos de sumaquillaje le quitaban encanto.

—Uy, no creo que nos dé tiempo. Hoytengo el día muy atareado —Fue la excusa másrápida que encontró Pokorof.

La chica lo miró asombrada unossegundos, con los ojos muy abiertos, comotratando de decidir si de verdad le estabadiciendo que la rechazaba. Insistió en suscontoneos.

—Pero si hoy es domingo. No creo quehaya nada que no pueda esperar hasta el lunes.

—Perdona, pero te digo que tengotrabajo. ¿Acaso crees que llevo una vidadisoluta? Todo lo que poseo lo he conseguidocon mucho esfuerzo y trabajo.

La chica parpadeó confusa. El tono conque Pokorof había pronunciado esta últimafrase resultaba algo amenazador. Una vagasospecha comenzó a iniciarse en su mente.¿Estaba tratando con la misma persona queayer mismo era tan simpática y atenta?

—No pretendía insinuar nada —dijo porfin—, es solo que no estoy acostumbrada atratar con gente que trabaja en domingo.

El corazón de Pokorof se ablandó un pocopor el peso de la culpabilidad. Aún así, queríaque el rito de despedida terminase ya. Suspirópesadamente.

—¿Vamos a esa cafetería?

Durante el desayuno Pokorof se mostrócallado y reservado, mientras que para la chica,ya arreglada y dispuesta para la sociedad, eraevidente que debía frenar su entusiasmo. Ella

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esperaba algo más que un encuentro de unasola noche, pero Pokorof le daba poco dondeagarrarse. La tensión se estiró tanto, que acabórompiéndose. La cosa acabó mal. Más gritos,reproches y lágrimas por parte de ella. Se fue dela cafetería y Pokorof supo que no volvería averla.

El camino de vuelta a casa fue penoso yangustioso. Esta chica no era peor que otras.Todas solían resultarle… simples. Las tolerababien durante un tiempo. Pero ahora sentía queesa tolerancia iba disminuyendo. Lo primeroque hizo al llegar a casa, fue sacar su esterilla ymeditar. Le gustaba hacerlo en el invernadero,en aquel habitáculo con suelo de linóleo dondeahora se situaban las flores. Comenzó por unasposturas de yoga. Respiración… concentración…respiración… percepción del mundo que lorodeaba… búsqueda de la conexión con él ydesconexión de los fantasmas que acechabansu mente.

Y cuando consiguió vaciar su mente, unavoz clara surgió en su oído: “El secreto está enprocurar no dañar a nadie. Ni siquiera a timismo.”

Pokorof abrió los ojos con brusquedad,casi asustado al comprobar que allí no habíanadie. Imposible en domingo. Su cuerpopermaneció inmovilizado mientras sus ojosbuscaban una respuesta plausible. Allí no habíanadie. ¿Estaría volviéndose loco? ¿La culpa letrastornaba? Miró al arbusto floreado, la joya dela corona. Algunas de sus flores se cerraban, sereplegaban sobre sí mismas; otras en cambio seabrían, algunas hojas se movían hacía el sol yotras se retorcían hacía el suelo. La planta seestaba moviendo visiblemente.

***

En los últimos centenares de años lahumanidad había conseguido tales avancesque, valorados por un ente objetivo, resultabanbastante asombrosos. Más que nada, por lavelocidad a la que se habían alcanzado. Y sinembargo, cambiar la mentalidad de lahumanidad resultaba más lento y complejo quecualquier avance en el desarrollo de lacivilización. La mentalidad humana era comoun barco que navegaba en un amplio mar, y alque se le había advertido que para susupervivencia debía cambiar el rumbo de formaradical e ir en dirección opuesta. Un barcoenorme no puede girar 180 grados sin más:

debe primero reducir su velocidad y, a menorvelocidad, trazar un amplio círculo en el marpara alcanzar el rumbo deseado.

Así, la política ecológica y de equilibrio dela Tierra debía cambiar su rumbo radicalmente.Pero los humanos apenas habían comenzado agirar. Habían conseguido disminuir un tanto laemisión de gases nocivos, pero no conseguíanhacerse aún con la génesis y gestión de losresiduos: los humanos no eran capaces derenunciar a, o mejor dicho, de reinventar susprivilegios y comodidades.

Las causas eran variadas, y todos éramosculpables. Para una civilización más avanzadacuya intención era ayudar, debía de ser muydesalentador ver que la humanidad seesforzaba muy poco por proteger su propiomundo.

Dado que Pokorof, ya considerado unexcéntrico por entonces y perdiendo cada vezmás respetabilidad, no encontró apoyo entre suscolegas de cierto status, buscó a Annette pararealizar los trabajos que él quería retomar. Eranaquellos trabajos que tanto habían impresionadoa Ilora en su juventud, que Pokorof había iniciadotiempo atrás y que trataban sobre la capacidadcomunicativa/perceptiva de las plantasalienígenas.

Les llevó algunos meses ponerse enmarcha: recopilar bibliografía, diseñar ex-perimentos y recabar opiniones. Tambiénalgún tiempo más para que los esfuerzos deAnnette resultaran algo productivos.

Durante ese tiempo, las plantasalienígenas comenzaron a mostrar patentesseñales de capacidad de florecer. El mundoentero se había llenado de color con lapresencia de estas flores y este misterioconstituía para los científicos unaesperanzadora e interesante nueva vía deinvestigación. La moda era cultivar estas floresentre los laboratorios de fisiología vegetal máspunteros. Annette bufaba de rabia al no formarparte de esa competencia entre gruposinvestigadores. ¡Cómo estaban desperdiciandoaquellos equipos de laboratorio tan costosos!Ilora en cambio, estaba exultante. Aquelflorecimiento parecía haber llenado de positivafelicidad al mundo entero. Rodeada de todasaquellas hermosas circunstancias concurrentes,en su trabajo con sus expectativas colmadas yen su vida con Sin Tao concediéndole el menor

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de sus deseos, su sangre llena de serotonina yfeniletilamina, se dejaba llevar por la situación,consciente que en algún momento, tendría queacabar.

Sin Tao y ella habían establecido unrégimen de experimentos por los que sometíana diversos especímenes de plantas a diversassituaciones: estrés, oscilaciones térmicas, ruido,pero sobre todo efectos de la presencia deanimales en las plantas, y no al revés. Losresultados eran cuidadosamente anotados parasu posterior análisis, y con gran deleite paraIlora y Sin Tao, ya que los resultados eranindicativos de una posible consciencia vegetal.Ilora había tomado por costumbre hablar a lasplantas todos los días, y su sensación subjetivaera que estas le respondían, tanto con sutilesmovimientos como con mensajes subliminales.Tendría que pensar en algún tipo deexperimento que pudiera probar que lasplantas tenían sentimientos.

***

Un día de principios de primavera, segúniba entrando la noche en cada región, todas lasflores alienígenas del mundo comenzaron amarchitarse y a caer. En el plazo de un día, todasaquellas flores habían desaparecido de la Tierra.A este invierno floral siguió un marchitamientode la planta en sí: comenzaron las plantas aadquirir paulatinamente un color amarillento, adoblarse sus hojas sobre sí para caer más tarde,y los tallos perdieron su posición erecta. Lasplantas alienígenas morían lentamente.

Para algunos, entre los que seencontraban Pokorof y los miembros másentusiastas de su equipo, aquello fue unauténtico drama. De nada sirvieron todos losesfuerzos por lograr recuperar la vitalidad de lasplantas: ni más sol, ni más calor, ni aguafrecuente, ni vitaminas y nutrientes, lograronhacer revivir a aquellas plantitas. Morían sindolor y sin pena, todas a la vez, como si aquellofuera una etapa sin más. Incluso las plantasjóvenes se apagaban y no había plantas nuevaspara reemplazarlas.

Un mes después de aquel día deprincipios de primavera, no quedaba ni una solaplanta alienígena en la Tierra. Meses después,empezó a observarse que las plantas terrícolascomenzaban a recuperar sus territorios, sintanta fuerza como las otras, pero de formacontinua.

Y un día, los alienígenas sorprendieron almundo con un comunicado. Pokorof, Annette,Sin Tao e Ilora sintonizaban la interfaz delcomunicado alienígena en el equipo decomunicación común.

“A veces los dones que se nos ofrecen son

algo pasajero que hay que saber compartir, pero

que quien los recibe también debe saber apreciar

y aprovechar. Después de largos debates, hemos

concluido que aún no estáis preparados para

entender determinados axiomas. Pero lo estaréis,

todo es evolución. No penséis que os

abandonamos. Las oportunidades únicas no

existen. Estaremos poraquí.”

El alienígena, de forma humanoide perocuyos caracteres faciales, si es que los tenía,ocultaba tras una especie de máscara flexible,meneó la cabeza en un gesto típicamentehumano. Era evidente que todo su aspecto,morfología y movimientos estaban pensadospara no intimidarnos.

“Pero hay cosas que solo se pueden

aprenderporuno mismo.”

Muchos decían que la Tierra nuncamoriría. En todo caso, seríamos nosotros losque pereceríamos. Con una longevidadestimada por delante de unos cinco milmillones de años, habría tiempo de generarmuchas formas de vida.

Ilora cerró los ojos, suspiró y tragó suslágrimas. El futuro era incierto. Siempre lo fue.Lo único que sabía, que había aprendido de lasplantas, es que todo es etéreo y perecedero.Pasara lo que pasara, siempre había que seguiradelante.

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El pequeño Muddy alternaba suluminiscencia entre el ámbar y el violáceo, enclaro gesto compungido. Temía que su padrele reprendiera por hacerle unas preguntas tansencillas aunque sabía que su progenitordisfrutaba de ponerlo entre sus cilios, acunarloen su vacuola y adoctrinarle pacientementesobre las cuestiones que le planteaban en laescuela.

Mientras este se recostaba en su piedrafavorita, absorbiendo su calor ydesparramando su cuerpo por encima de lamisma, observó a su pequeño deambular deforma dubitativa y tímida delante de él.

—¿Qué me quieres preguntar Muddy?—Y el niño levantando el tentáculo en el queestaba situado su ojo respondió:

—Es sobre la historia galáctica de losprimates de la antigua tierra. Hay algunascosas que no comprendo… no me parecen…lógicas.

—Ja, ja, ja —rio su padre—. No tienespor qué avergonzarte pequeño Muddy, nuncafueron una raza lógica del todo. No teavergüences por ello. Es normal que noentiendas sus bárbaras costumbres. ¡Pregunta!¡No te cortes! —Y estirando parte de su blandaestructura corporal engulló a su retoño por unlado de su cuerpo y lo sacó por otro,sentándolo en su regazo.

—Pues verás papá, da la impresión deque sus líderes eran menos inteligentes que elresto de ciudadanos que los elegían. Lo de lademocracia era una idea muy avanzada parasus pobres intelectos… pero la forma en laque la llevaron a cabo no me cuadra. Loshombres más poderosos de la tierra parecíanestar MUY por debajo de los estándares deinteligencia medios. —Su progenitorsonriendo de forma comprensiva respondió:

—¿Crees que realmente gobernabanellos o los poderes ocultos y asesores queestaban detrás de los mismos? —A lo que elhijo quedó pensativo.

Política galácticaJuan Ramón Segura

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—A estos gobernantes o líderes—prosiguió el padre— se les convencía enocasiones de que lo estaban haciendo bien eincluso se les premiaba por ello, mientras losque estaban a sus espaldas manejaban lasituación siempre en su propio beneficio. ¿Yasabes cómo terminó la antigua tierra verdad?—El niño volvió a oscilar de luminiscencia(intentando ocultar su desconocimiento) y elcomprensivo padre elevó su cristalvisualizador por los aires—. ¡Mira! Esos trozosde roca flotando alrededor de esa estrellagigante es lo que queda de su planeta. —YMuddy soltó una burbuja, expresandosorpresa.

—¿Cómo no se dieron cuenta de que suslíderes eran meras marionetas y los estabanengañando?

—Hay varias teorías sobre eso: unosdicen que gracias a lo que llaman dinero sesilenciaban muchos comentarios, otros quehubo algunas “trampas” en la forma en las queeran seleccionados estos líderes y (con la queestoy más de acuerdo) es que la mayoría de lapoblación que los elegía también tenía uncociente intelectual muy bajo y, por tanto,eran fáciles de manipular. La bajada del niveleducativo por parte de los que realmentemanejaban la política influyó para que la masano tuviera la cultura suficiente para discernirqué votar.

—Y... ¿por qué no llegaron a adoptar unsistema como el nuestro, basado en unordenador que seleccione al más cualificado yhonrado para gobernar durante un tiempo?

—Pues porque no tuvieron tiempo paraque el desarrollo tecnológico les brindara unaoportunidad como esa. Yo siempre tuve laesperanza de que evolucionaran, se fusionarancon sus máquinas o se dieran cuenta de queestaban destruyendo su propio planeta conesas emisiones tóxicas de sus fábricas. Incluso,cuando cambió el clima, sus líderescontinuaron enriqueciéndose a costa deacabar con la atmósfera. Fue una pena. Medivertían esos primates. Eran tan…raros ygraciosos.

—Por eso salvamos a algunos y losmetimos en nuestro zoo. —Fue entoncescuando Muddy comenzó a parpadear deemoción.

—¿De verdad que quedan humanos?

¿Humanos vivos?... y… y… ¿puedo verlos,papá?

—Ja, ja, ja —rio de nuevo suprogenitor—. ¡Claro que sí! —Volvió a elevar elcristal y de este salió un holograma quepresentaba a varios cuerpos de la especiehomínida tendidos en unas camillas,conectados por cables, llevando extrañoscascos.

—Papá —dijo Muddy decepcionado—,¿no se mueven, ni hacen nada?

—No Muddy, los mantenemos en unasimulación viviendo vidas de sus congéneresuna y otra vez; hasta que ellos mismosencuentren una solución y sepan coexistir consu entorno. Si los dejáramos en un hábitatadecuado para ellos, al cabo de los siglos, sudesmedido egoísmo y estupidez acabaríandestruyéndolos de nuevo. Sin embargo, yo nopierdo la esperanza. El Consejo dice que es ungasto innecesario y que esa especie nodebería de continuar existiendo pero creo quetendríamos que darles una últimaoportunidad. ¿No lo crees pequeño Muddy?

—¡Claro que sí, papá!

—A ti también te gustan, ¿no?

—Sí papá… es que…. ¡son tan raros! —Yambos intercambiaron un metabolito en señalde amor.

Reproducido bajo copyright:

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2020

Todo este hastío comenzó con lamordedura de una ardilla. El pobreexcursionista no le dio importancia, se curó laherida y siguió con su paseo. Quién le iba adecir que esa decisión iba a causar estecataclismo mundial…

En las primeras fases del nuevo virusRS1H0 (Rabid Squirrel 1-Hiker 0), éstepermaneció completamente asintomático,contagiándose de forma aérea, y viajando agran velocidad por todo el mundo. Pasado unmes, se desató el Apocalipsis: las personasinfectadas se volvieron violentas. Sentían unasganas irrefrenables de morder al resto de sereshumanos. Con la confusión inicial, era fácil queun zombie los pillara por sorpresa y losdesgarrara la yugular, dejándolos muertossobre el pavimento.

Una vez que una persona pasaba a la fasezombie de la enfermedad, ya no era contagiosa.No se sabe por qué algunas personas eraninmunes y otros no, pero tras un tiempo nadiemás fue infectado. La población terminó tanmermada que sólo quedamos un tercio devivos, y otro tercio de zombies que no han sidoeliminados por el ejército o los gruposvecinales.

Después de dos años, los que seguimosen este mundo luchamos por seguir connuestras vidas intentando que los zombies nonos den mucho la lata. Ya nos conocemos muybien, demasiado. Y es que son unas auténticas“moscas cojoneras” que están dando día ynoche la murga.

Hay un zombie al que mi hijo llamaFrankie porque ya tiene un color muy verdoso,como Frankenstein, que siempre anda por elbarrio. Algunas noches le da por ponerse agruñir y dar vueltas debajo de nuestra ventanay no para… No hay quien duerma. ¿Quién selevanta a las 5 de la mañana para ir a trabajar aldía siguiente? El otro día pillé a Carlos, mi hijo,tirándole un filete de ternera por la ventana y lecastigué. ¿Cómo vamos a librarnos de Frankie ysus noches en vela si le alimenta? Un zombie noes un perro. Tampoco puedo culpar a Carlos, ya

que no queda ni un solo animal que se puedatener como mascota porque los zombies se hancomido todo lo que anduviera suelto y fuerasusceptible de ser alimento: perros, gatos,pájaros, peces…

Con la disminución de la población, lostípicos atascos habían terminado. ¡Qué relaxllegar al trabajo de un tirón! Pero nos durópoco. Los zombies van andando sin control portodas partes en busca de comida, y a veces semeten por la carretera. Siempre hay zombiesatropellados tirados por la calzada a los que hayque andar esquivando para no destrozar losbajos del coche, o zombies que deambulan y selanzan contra el parabrisas, a los que no haymás remedio que atropellar. Con tantos partescada vez tengo que pagar más por mi seguro aterceros (ya desistí de tenerlo a todo riesgo).

Es un tostón tener que llevar siempre unbate de béisbol o un instrumento contundentecon el que defenderte si algún zombie te atacacuando vas andando. Pesan muchísimo yademás tienes una mano ocupada. No hayquien salga a dar un paseo relajado: se oye sugruñido característico (anda que intentandisimular), miras a tu alrededor y ves un zombieque va despacito, despacito hacia donde túestás, pensando que vas a ser parte de sualmuerzo. Coges el bate, te preparas… Y ¡hala!Otro zombie espachurrado más. Me dan penalos que trabajan en la patrulla de limpieza: noparan de higienizar y desinfectar zonas, porquelos zombies lo dejan todo perdido depodredumbre y pus.

En resumen, ésta es nuestra vida. Dicenque el ser humano es muy versátil, porquelogra adaptarse a todas las circunstancias…¡Qué remedio! Tengo la esperanza de quellegará un momento en el que logremoslibrarnos de los zombies que quedan ypodamos vivir nuestra estresante existencia desiempre con su agobiante operación bikini, susmolestos móviles, y sus incómodos númerosrojos. Justo igual que antes de que ocurrieraeste tedioso desastre mundial.

HastíoBelén Fernández Crespo

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La enfermera recogió el bebé que sehabía acabado de encontrar en la sala departos, pero lo olvidó en la sala de neonatos.Otra enfermera, que se disponía a darbiberones allí, no esperaba a ese otro bebé,pero lo alimentó como a los demás y se olvidóinmediatamente del tema, y así un día trasotro. Cuando pasaron los días y fue obvio queel niño ya no era un recién nacido, una doctoraque lo encontró lo llevó a pediatría parapreguntar por él, pero lo olvidó allí. Al verlollorar, la recepcionista de pediatría sepreguntó qué madre habría olvidado allí a subebé. Entonces lo alimentó, pero pocodespués se olvidó de él, hasta que volvió averlo un rato después y volvió a preguntarsequé madre habría olvidado allí un niño.

Y así se crió el niño en la sala de esperade pediatría, entre la recepcionista que loalimentaba y lo olvidaba a cada rato, y lospadres de los demás niños, que le hacíanmonerías preguntándose indignados cómo sumadre podría haberse alejado de un niño tanpequeño, aunque fuera sólo por un momento,hasta que poco después lo olvidaban. Tratadopor cientos de padres diferentes que loolvidaban inmediatamente después, aprendióa andar. Aprender a hablar le costó más, puesnadie parecía recordar cualquier cosa queintentase decir al cabo de un minuto. Comosus balbuceos no tenían ningún efecto a largoplazo, su interés por aprender a hablardisminuyó.

El niño recorría el hospital a su antojo,pues la gente no se preguntaba durantedemasiado rato por qué había un niñocorreteando solo, ya que se olvidaban prontodel tema. Robaba comida de la cafetería delhospital. Cuando era muy pequeño, loscocineros transigían entre sonrisas,inconscientes de que aquel niño hacía lomismo todos los días varias veces al día.Cuando ya era más mayor, comenzaron aecharle reprimendas, pero jamás como si leconsiderasen reincidente, pues nunca lo

El hombre olvidableIsmael Rodríguez Laguna

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recordaban.

La escasa capacidad de comunicaciónoral del niño no incluía el don de laconversación, pues al cabo de un minutonadie recordaba nada que hubiera dicho. A suvez, era un niño consentido, pues sabía que,por grave que fuera lo que hiciera, por fuerteque le gritasen tras hacer una trastada, seolvidarían de él en apenas un minuto. La genterara vez se atrevía a azotar a un niñodesconocido, y en ningún caso recibía castigosa largo plazo.

El niño consentido aprendió a tomarpara sí mismo lo que le viniera en gana.Robaba objetos y los escondía en el sótano delhospital, detrás de un montón de cajas quenadie recogía nunca. Al llegar a laadolescencia, empezó a manosear a otraschicas, y luego fue a más. Nunca recordaban asu agresor. Nunca la policía se fijaba en éldurante más de un minuto. Aún así, al chico nole gustaba que los agentes merodeasenmucho por allí, así que cada cierto tiempodecidía portarse mejor.

En cualquier caso, con el tiempo lasautoridades acabaron cerrando el hospital,incapaces de entender por qué, tras cambiar alequipo directivo varias veces, los actos devandalismo, robos y asaltos sexuales seseguían sucediendo sin control. Con el cierredel hospital, el chico se fue de él.

El chico llegó a tener una comprensióntotal del lenguaje, aunque las motivaciones deaquellos que lograban ser recordados a vecesse le escapasen. Había considerado sucapacidad de ser olvidado como un don, unabendición. Pero un día se fijó en una chica, enuna determinada, y por primera vez en su vidale frustró no poder ser recordado. Se habíaenamorado. Sabía que podría tenerla cuandoquisiera pero, por algún motivo, no queríatenerla así. Comprendió por primera vez, oquizás le importó por primera vez, que susactos hacían sufrir a otros.

Trató varias veces de presentarse anteella, pero era obviamente en vano. Noimportaba lo bien o mal que lo hiciera,siempre que se presentaba ante ella lo hacíapor primera vez, y al cabo de un minuto nadade lo que hubiera hecho importaba.

El chico comenzó a mandarle cartas deamor anónimas. Ella era capaz de recordar

todas las cartas recibidas durante meses, yllegó a sentir curiosidad por el pretendientemisterioso que las mandaba, queaparentemente sabía tanto de ella aunque ellano pudiera recordar a nadie que pudiera sabertanto. Ella se emocionaba cada vez que él sepresentaba ante ella como el autor de lascartas, y por un breve instante, surgía unachispa de ella hacia él, una chispa que unminuto después desaparecía, como siempre,cuando era incapaz de recordarle, como todoel mundo.

Harta de que durante años su misteriosopretendiente epistolar no se le declarase enpersona, un día la chica se echó un novio.Cegado por los celos y la rabia, el chico mató asu novio en un callejón oscuro. Había pegadoa la gente antes, pero nunca había matado.Dolido consigo mismo y contra el mundo,después violó a la chica, a su gran amor. Pocodespués pensó en suicidarse, pero finalmenteno lo hizo.

La chica se quedó embarazada y, poralgún motivo, decidió que tendría el bebé. Elchico la observaba cada día.

Cierto día, la chica rompió aguas y entróen el paritorio. Salió del paritorio sola, sin unbebé en sus brazos. El chico se preguntó sihabría habido alguna complicación, si habríaabortado. El chico descubrió que la chicatampoco sabía qué había pasado ahí dentro, nitampoco lo sabía la ginecóloga que habíaasistido en el parto, ni las enfermeras.

El chico buscó a su posible hijo o hija enel hospital, pero no encontró nada.

Años después, oyó a los cocineros deaquel hospital decir que les estabadesapareciendo comida, y el chico sonrió.

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La gran disciplinaausente en la literatura

de ciencia ficción: la químicaR. Campoamor Stursberg

Es incuestionable que, al margen de las leyesfísicas cuyos efectos todo el mundoexperimenta en su quehacer diario, aunquesea de manera subliminal e inconsciente, laquímica juega un papel igualmente central yrelevante, que determina el desarrollo ocolapso económico e industrial de losdiferentes países, así como marca el bienestaro la miseria material de la población. Desdelas industrias textil y alimenticia, pasando porlos fertilizantes usados en la agricultura, lapetroquímica, la metalurgia, los polímeros yotros materiales sintéticos, hasta loscosméticos, perfumes y fármacos,prácticamente cualquier sustancia quemanipulamos diariamente está íntimamenteligada a la química. El llamado progreso, almargen de otras innovaciones sociales, sebasa fundamentalmente en la eclosióndecimonónica de la industria química, contodas las connotaciones negativas que dichodesarrollo nos ha legado, de las cuales lamás importante es la contaminaciónmedioambiental, un problema probablementeirresoluble debido a sus laberínticasimplicaciones políticas y financieras, así comoa las contradicciones éticas tan característicasdel antropocentrismo. Todo ello convierte a laquímica en una disciplina ambivalente,fascinante para unos y minusvalorada eincluso despreciada por otros, aunqueindispensable para la subsistencia de todos, obien, en un contexto más frívolo, para lafabricación, mantenimiento y desarrollo dedispositivos de distracción masiva publicitadoscomo irrenunciables para la realizaciónpersonal. Ante esta indispensabilidad de laquímica en la sociedad contemporánea,resulta chocante, o cuanto menos llamativo,que la representación de esta ciencia en laliteratura de ciencia-ficción sea, al menosdesde el punto de vista formal, sumamente

escasa.1

Así como las ciencias físicas han sido, desde elcomienzo, la ciencia por excelencia del género,barriendo el espectro desde el esperpentoaventurero-circense de las operetas espacialesdel tipo Skylark o Triplanetario de E. E.“Doc” Smith (incidentalmente, un ingenieroquímico), pasando por las acertadas aunqueasépticas y efímeras alusiones de una mayoríade autores, hasta llegar a las minuciosas yen ocasiones exquisitamente precisasdescripciones de autores como G. Benford(Cronopaisaje), A. C. Clarke (Las fuentes del

paraíso), H. Clement (Misión de gravedad), R. L.Forward (El mundo de Roche), H. W. Franke(Zona Cero) o C. Sagan (Contacto), por citarsólo unos pocos, la química, con toda susramificaciones en las demás disciplinas y sucasi inagotable potencial de combinaciones,ha constituido, por causas no del todo claras oconvincentes, la gran cenicienta del género, ytan sólo encontramos de ella trazas dispersasen uno u otro relato o novela, si exceptuamosla bioquímica y las químicas medioambiental yplanetaria, donde nos topamos con obras muynotables que las presentan con un lujo dedetalles, coherencia y credibilidad científicassumamente inusuales. Como representantesde esta tendencia, que mezcla la ficciónpropiamente dicha con los recientes avancestécnicos y científicos en el momento de serescritos, destacamos The Greening of Mars deM. Allaby y J. Lovelock, La amenaza de

Andrómeda de M. Chrichton, así como laimpresionante y químicamente precisa trilogíade Marte rojo, Marte verde y Marte azul de K.Stanley Robinson.

Habrá indudablemente quién discrepe de estaopinión, observando que, si bien la química nofigura como exponente central de laargumentación, sí lo hace uno de sus múltiples

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tentáculos interdisciplinarios, la farmacología,un elemento omnipresente en la obra dediversos autores, con Philip K. Dick y suspseudo-realidades simultáneamente coexistentesplenas de ambigüedad, crisis existencial ydelirios místicos a la cabeza (Ubik, Una mirada

a la oscuridad, Valis, La transmigración de

Timothy Archer). Existen en este sentido variosprecedentes, uno debido al siempre innovadorH. G. Wells (El nuevo acelerador), en el que unadroga milagrosa tiene la notable propiedad deralentizar el tiempo del observador, de modoque éste puede, vulnerando todas las leyes dela urbanidad y decencia, perpetrar todo tipode tropelías y crímenes sin que pueda serapenas atisbado por sus atónitosconciudadanos. Otros muchos relatos, más omenos célebres, hacen alusión directa adrogas o fármacos en torno a los cuales, o másprecisamente, a sus consecuencias, se muevela trama (El hombre invisible de H. G. Wells; Unmundo feliz de A. Huxley; No hay lugar en la

Tierra de L. H. Charbonneau; Congreso de

futurología de S. Lem; etc.), perogeneralmente, en estas obras los autores secentran principalmente en el aspectosociológico o psiquiátrico de la cuestión, sinproporcionar sustanciosos detalles como laestructura, sintetización y metabolismo dedichos fármacos, que pasan a un planosecundario. El trasfondo de muchas de estahistorias es una reflexión sobre el usoindebido de los descubrimientos científicos,preocupación legítima que se convirtió en unacertidumbre a partir de 1914, fecha en la quela ciencia se transforma de una gratificanteactividad intelectual y experimental en buscade las claves del universo que nos rodea enuna potencialmente peligrosa disciplina alservicio de políticas irreflexivas cuya máximaaspiración es sustentar y extender el malestarde una mayoría en beneficio de unos pocos.Este pesimismo anticientífico se verá reflejadodespués de 1945 en obras que denuncianexplícitamente el mal uso de la ciencia (Nivel 7de M. Roshwald; Cántico por Leibowitz de W. M.Miller).

Al margen de los casos anteriores, unestereotipo bastante extendido del químico enla ciencia-ficción se refiere a la figura trágico-cómica del voluble sabio incomprendido,desquiciado, resentido, obnubilado porfantasías megalómanas o simplementemalévolo que puebla multitud de relatos, sin

incorporar habitualmente dato suplementarioalguno como la especialidad concreta delprotagonista y/o antagonista, y la relación deésta con el síndrome que padece. Unaexcepción muy significativa a esta regla vienedada por la figura de Laszlo Jamf,maquiavélico inventor del “Imipolex G” en lacríptica y fundamentalmente pesimista novelaEl arco iris de gravedad de T. Pynchon. Elcompuesto macrocíclico “Imipolex G” esdescrito con gran lujo de detalles, incluyendosu génesis y diversas extrapolacionesrealizadas a partir de propiedades yaconocidas de los llamados catenanos, siendola predicción más interesante la relativa a laposibilidad de alterar sus propiedades comorespuesta a estímulos eléctricos, es decir, aactuar como un diodo molecular, unacaracterística cuya posibilidad teórica real fueformulada por Aviram y Ratner en 1974. Eneste contexto, no debemos olvidar la extrañanovela Krakatit de Karel Čapek, cuyo títulohace referencia al explosivo altamenteinestable inventado por el químico Prokop,protagonista de la historia. No obstante, pesea las prometedoras insinuaciones sobre lacomposición del “krakatit” que se hacen en lasprimeras páginas, el centro de atención sedesvía pronto hacia la mezquina personalidadde Prokop, y el mensaje del libro quedareducido a lo que algunos han calificado comouna tenebrosa premonición de los efectos delas armas atómicas.

En una vertiente más próxima al temaprincipal que nos ocupa, las formas de vidabasadas en el silicio (u otro elemento másexótico) tienen una numerosa representaciónen las obras de ciencia-ficción, aunque amenudo los autores se limitan a indicar que elente invasor o invadido está basado encompuestos “orgánicos” de silicio, evitando,deliberada o inconscientemente, cualquierprecisión adicional sobre su estructuramolecular.2 Con el fin de exponer algunoscasos donde los autores abordan el tema deinteligencias extraterrestres de formacientíficamente respetable, recordamos elsuperorganismo gaseoso de La nube negra,una novela sumamente elaborada en la que F.Hoyle anticipa, de alguna forma, su teoríasobre la panspermia, o la no menosimpactante Schild’s Ladder de G. Egan, dondese plantean formas de vida basadas en efectostopológicos del espacio cuantizado. La novela

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Solaris de S. Lem, por su parte, constituye uncaso especial y difícilmente clasificable, con ladescripción de una inteligencia oceánica tanincompresible y ajena a cualquier concepciónde vida orgánica, que los seres descritos enEdén se antojan casi familiares.

Pese a la potencial apetencia de describir vidaorgánica basada en el silicio, comoextrapolación de la tabla periódica deMendeléiev, la química de este elemento es,analíticamente, mucho menos flexible yversátil que la del carbono, y la anheladasimilitud química queda decepcionada por lasnotorias y significativas diferenciasconcernientes a la estabilidad de suscompuestos y su alta reactividad con el agua,aunque reemplazando ésta por un solventecomo el sulfuro de hidrógeno constituye unaalternativa que ha sido propuesta como laadecuada en condiciones atmosféricasadversas.3 Volviendo al silicio, el problemafundamental que éste presenta es lainestabilidad de los enlaces dobles (o másraramente triples), y si bien estos se hansintetizado en laboratorio, requieren unaconservación en nitrógeno líquido a -200 ºC,que no proporciona muchas expectativas decombinaciones orgánicas en condicionesambientales no extremas. Otra obstrucciónque se plantea a la verosimilitud deorganismos de este tipo se debe a lascaracterísticas de los enlaces simplesaltamente estables silicio-oxígeno, queimplicarían, extrapolando el proceso usual delas reacciones metabólicas por el que lascélulas reducen el oxígeno, que un organismobasado en el silicio expelería dióxido de silicio,lo que, en esencia, corresponde a la exóticacostumbre de expulsar arena, una interesantealternativa que no parece que haya sidoempleada frecuentemente por los autores,pese a que el concepto ya fue considerado en1934 por Stanley G. Weinbaum en su célebrerelato Una odisea marciana con las llamativas“exoneraciones de ladrillos”. Una extrapolaciónmás compleja de esta síntesis se encuentra enEl cristal malva del ingeniero químico A. A.Meerov, interesante novela de 1965 en la queel autor especula sobre las posibilidades deorganismos artificiales basados en el silicio,entre cuyas características más notablesdestacamos su capacidad de reproducirse yevolucionar, siendo el críptico mineral colormalva el catalizador de todo el proceso. Una

cierta analogía más moderna puedeencontrarse en los “keracks” de R. L. Forward(Camelot 30K), que expulsan pastillas de uraniocon un caparazón de boro, otra extravagantecostumbre que finalmente desencadenarála destrucción de estos pequeños eindustriosos seres. Aunque dichos ejemplosson meramente imaginarios, no está enabsoluto descartado que, en algún lugarlejano, existan formas de vida específicamenteadaptadas a su entorno, que con todaprobabilidad sean completamente hostiles a lavida basada en el carbono. No debemosolvidar que un factor importante que se añadea nuestra ignorancia es el chauvinismo“biológico”, fortalecido por la tradición culturaly nuestra natural indisposición para asumirque no somos el clímax en la evolución delUniverso.4

Los casos anteriormente expuestos y descritosse refieren tan sólo a una explotación ínfimade las posibilidades que ofrece la química,donde dicha subexplotación en la ciencia-ficción puede deberse, entre otros factores, asu menor grado de espectacularidadcomparada con los efectos gravitatorios, lasexplosiones estelares, las radiacionesionizantes o los estragos causados pormicroorganismos, virus y otros seres por elestilo, por citar exclusivamente algunos de losrecursos científicos más empleados. Aunqueproporcionalmente escasos, los relatos ynovelas construidos en torno a un elemento ocompuesto químico existen, con mayor omenor grado de precisión científica, si bien nosuelen tener la misma repercusión ni ejercen lamisma atracción en el lector que losdesarrollados en torno a alguna de lasposibilidades anteriormente enumeradas. Valela pena, en este sentido, poner de manifiestounos pocos ejemplos ilustrativos.

En Omnilingual de H. Beam Piper, la tablaperiódica de Mendeléiev resulta ser la claveque permite, al estilo de la piedra Rosetta,descifrar la lengua de una extintacivilización marciana, si bien la explotacióndel sistema periódico es meramentetestimonial. Refiriéndonos a elementosconcretos, en El Elemento 79, F. Hoyle presentauna parodia acerca de las consecuenciaseconómicas del descubrimiento de un nuevoelemento, que, aunque no nombradoexplícitamente, todos sabemos que

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corresponde al oro, por lo que no es difícilespecular sobre la repercusión que tendría unmal uso o una total devaluación del mismo.Por otra parte, el relato El devorador de calcio,de H. W. Franke, está dedicado a un enteextraterrestre con el deplorable hábito deabsorber el calcio del ambiente, lo que deparaalgunas sorpresas desagradables a latripulación espacial que se topa con él.Lamentablemente, no se explicita elmecanismo por el cual el citado ente extrae elcalcio, lo que resta credibilidad al asunto. Estemismo elemento es protagonista de otrahistoria, científicamente más sólida, titulada La

activación del calcio, del mismo autor. En unplano más ambicioso, la combinación de losprocesos químicos y el inextinguible anhelo devisualizar el pasado nos proporciona en El

secreto heleno y La sombra del pasado, ambosde I. A. Efremov, una cierta reflexión sobre lalimitación de nuestro conocimiento, y ladesazón que produce no poder reproducir ycomprender plenamente aquello que nosprecedió histórica- y geológicamente. Un raroejemplo de forma de vida cristalográfica lohallamos en el relato La segunda expedición al

planeta extraño de V. I. Savchenko, en el quelos descubridores deben desarrollar sutilesdotes diplomáticas para ser capaces deestablecer contacto con tan extrañasinteligencias. Finalmente, en la novela Jirones

de oscuridad en la aguja del tiempo, de E. I.Parnov y M. T. Yemtsev, los autores divaganacerca de las desconcertantes propiedades deun mineral hallado en un planeta llamadoAnisatella, entre las cuales destacan sutendencia a sufrir un colapso gravitatorio al serbombardeado mediante un haz de neutrinos,así como su irritante obstinación a reaccionarde cualquier otro modo.

Al margen de las novelas y relatos, en unextremo opuesto se sitúan los textosparódicos o satíricos que imitan co-municaciones o artículos científicos, y en los sepresentan, bajo el auspicio de la seriedad ypomposidad académicas, conclusionesabsurdas, disonantes o netamente ridículas,pero tan cuidadosamente elaboradas,camufladas ingeniosamente con argumentos ydesarrollos científicamente válidos, que elfraude no es inmediatamente detectable porel lector no íntimamente familiarizado con lamateria subyacente.5 Un ejemplo de este tipode chanza puede encontrarse en el artículo

Temporal Chirality de M. J. S. Dewar,presentado en las famosas conferenciasBürgenstock de estereoquímica en 1973.6 Lascontribuciones de esta índole más popularesson probablemente los cuatro artículos sobrela tiotimolina resublimada de I. Asimov,sustancia notable por su propiedad dedisolverse 1.12 segundos antes de que se leañada agua, lo que proporciona,combinándola en las llamadas “bateríastelecrónicas”, la posibilidad científicamenteindecorosa de anticipar los resultados de lascarreras hípicas y lucrarse mediante lasapuestas. Otras propiedades de este fabulosocompuesto han sido estudiadas por diversosautores (Progress Report de J. H. Pomeroy), asícomo las sustancias neutralizadoras, represen-tadas por la controvertida Antitiotimolina de T.H. Barr. De cuando en cuando, y emulando laestela de las comunicaciones satíricas deBürgenstock, aparecen propuestas deaplicación de la tiotimolina en contextosserios. Una de los más recientes es la de utilizarla tiotimolina para la depuración deordenadores.

Llegados a este punto, merece la pena rescatardel olvido un antecedente poco conocido (almenos en el ámbito literario) de este tipo desátiras científicas, un caso históricamenterelevante que ilustra que las versionesparódicas de las doctas disertacionescientíficas no son una invención reciente. En1886, varios miembros de la SociedadAlemana de Química, editores de laimportante revista “Berichte der DeutschenChemischen Gesellschaft”,7 entre los que seencontraba el célebre A. Kekulé, publicaron unvolumen fuera de serie de la citada revistatitulado “Berichte der Durstigen ChemischenGesellschaft”.8 Entre las variopintascomunicaciones que contiene esta colección,debemos destacar la contribución de un talFindig, que propone la famosa representacióngráfica de la molécula de benceno en términosdel “macacus cinocephalus” para una mejorvisualización de los enlaces carbono-carbono.Aunque la autoría real de esta nota sedesconoce, existen muchos indicios queapuntan al propio Kekulé como inventor deesta ingeniosa interpretación.

En definitiva, las conclusiones de Stocker, Willisy los demás colaboradores de la compilaciónChemistry and Science Fiction sobre el papel

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secundario de la química en la ciencia-ficciónpueden por tanto considerarse acertadas, almenos si se interpretan dentro de ciertosmárgenes geográficos. Como en la mayoría deestudios generales sobre la ciencia-ficción, lasobras aparecidas en el bloque oriental siemprehan estado subrepresentadas, salvo autorespuntuales muy conocidos como los hermanosStrugatzki, S. Lem, I. A. Efremov, A. P.Kazantsev, A. N. Tolstoi o V. Obruchev, aunquela lista de obras y escritores meritorios seamucho más larga. Las antologías yrecopilaciones aparecidas en Europa y losEEUU no constituyen, en este aspecto, másque un botón de muestra de la diversidad dela literatura aparecida al otro lado del telón deacero o en Asia. Es precisamente en laliteratura soviética de ciencia-ficción donde, araíz de circunstancias políticas y socialesdistintas a la cultura anglosajona,encontramos muchos ejemplos de autores conun pasado científico y académico que, encierto momento de su existencia, se vuelcanen la literatura de ficción científica paraexpresar sus inquietudes internas oaventurarse en temáticas prohibidas, con el finde tratar de burlar la opresiva maquinariaideológica. Destacamos entre estos científicos-escritores a G. S. Al’tov, N. M. Amosov, D. A.Bilenkin, A. P. Dneprov, V. V. Grigór’ev, O. N.Lariónova y A. I. Shalímov. Que una mayoría deestos autores, pese a su innegable calidadcientífica y literaria, sea poco conocida enoccidente, constituye un empobrecimiento delpanorama de la ciencia ficción, analizadodesde una perspectiva global. Pero un debatepormenorizado sobre esta cuestión nosdesviaría del tema, por lo que es convenienteaplazarlo para otra ocasión.

Dejando de lado digresiones, la gran preguntaque se plantea es: ¿Cómo debieraestructurarse una trama estrictamente químicaen torno a la cual construir un relato deciencia-ficción? Sin pretensión alguna de estaren posesión de una respuesta, nosaventuramos meramente a proponer algunamodesta idea, a partir de la cual quizá puedahilvanarse una historia. Consideremos porejemplo los elementos superpesadospertenecientes a la llamada “isla de laestabilidad” propuesta por G. T. Seaborg, másconcretamente, el elemento con númeroatómico 126 y con 184 neutrones, que figuraentre los favoritos para exhibir las propiedades

de estabilidad entre los superactínidos, almenos en el plano teórico. Partiendo de suscaracterísticas teóricas calculadas, unainteligente especulación acerca de laspropiedades de este elemento, bien en estadopuro o como óxido en un desconocido mineral(extraterrestre), podría constituir el núcleo deun relato. Una posibilidad es el hallazgo deeste elemento durante una operación deminería en asteroides, con la correspondientediscusión acerca de su origen o mecanismo desíntesis, así como el interrogante relativo a suscreadores. Otra opción es el descubrimientode aplicaciones de este elemento en el diseñoy construcción de nuevos y altamenteeficientes generadores termoeléctricos en laexploración espacial, y su empleo en algunaimportante misión en la que, inevitablemente,surge algún imprevisto que plantee unenigma. Legamos al lector el ejercicio deproponer alternativas adicionales, entre lamiríada de posibilidades que se plantean en elestudio de los elementos quizá aún pordescubrir. Quién sabe, lo que hoy es meraconjetura puede que pronto se convierta enuna sólida certidumbre que dilate nuestroshorizontes científicos y tecnológicos.Entretanto, solamente nos queda imaginar.

_____________

1 No tratamos aquí su impacto en mediosaudiovisuales, que puede analizarse en la obrade Stocker citada al final.

2 El artículo de Raulin proporciona algunassugerencias interesantes sobre las plausiblesbiologías extraterrestres.

3 Véanse las referencias del artículo de Raulin.

4 F. J. Dyson desarrolla una interesante reflexiónal respecto en el ensayo “Is Life Analog orDigital?”Edge vol. 82 (2001).

5 No deben confundirse los artículos paródicoscon otros que, pese a títulos o contenidosaparentemente ridículos, corresponden ainvestigaciones reales. Tómese como ejemploel artículo de J. Morales et al. citado al final.

6 La original idea de incluir en el programaformal una comunicación de este tipo,costumbre propia de esta conferencia,suponemos que servía asimismo al propósitode sondear el grado de atención de laaudiencia.

7 Esta revista fue fusionada con otras hace

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varios años, formando actualmente parte delEuropean Journal ofInorganic Chemistry.

8 “Informes de la Sedienta Sociedad deQuímica”. El texto escaneado del fascículooriginal está a disposición pública en el enlacehttps://archive.org/details/BerichteDerDurstigenChemischenGesellschaft. Es no obstantedecepcionante que dicha parodia no haya sidojamás traducida a otro idioma.

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