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UNIVERSIDAD DE COLIMA FACULTAD DE MEDICINA CENTRO UNIVERSITARIO DE INVESTIGACIONES BIOMÉDICAS “EFECTOS DE LA 3,4-METILENODIOXIMETANFETAMINA (ÉXTASIS) Y LA COCAÍNA SOBRE LA ACTIVIDAD LOCOMOTORA Y EL MÚSCULO ESQUELÉTICO”. Tesis para obtener el grado de Maestro en Ciencias Fisiológicas Presenta: HEBERT MONROY YARI Asesor: Dr. Miguel Huerta Viera Coasesor: Dra. Xochitl A. R. Trujillo Trujillo Colima, Colima, 2007

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UNIVERSIDAD DE COLIMA

FACULTAD DE MEDICINA

CENTRO UNIVERSITARIO DE INVESTIGACIONES BIOMÉDICAS

“EFECTOS DE LA 3,4-METILENODIOXIMETANFETAMINA

(ÉXTASIS) Y LA COCAÍNA SOBRE LA ACTIVIDAD LOCOMOTORA

Y EL MÚSCULO ESQUELÉTICO”.

Tesis para obtener el grado de Maestro en Ciencias Fisiológicas

Presenta: HEBERT MONROY YARI

Asesor: Dr. Miguel Huerta Viera

Coasesor: Dra. Xochitl A. R. Trujillo Trujillo

Colima, Colima, 2007

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DEDICATORIA

A mis padres, Aurelia Yari y Dionicio Monroy, porque con su maravilloso ejemplo y su

infinito amor, me dieron las fuerzas necesarias para luchar cada día, para llegar más lejos y para

darle más valor a aquello que nos lleva a la verdadera felicidad.

Al amor de mi vida, Elida Pilar Lujerio Rodríguez, por ser el ángel que llegó a mi corazón

para quedarse, por permitirme soñar y tener fe en el futuro, por tu enorme sacrificio, por todo

ese amor que me das sin condiciones…te amo mucho Pilita.

AGRADECIMIENTOS

A mis asesores de tesis: Dr. Miguel Huerta Viera y Dra. Xochitl A. Trujillo Trujillo por el

inmenso apoyo que nunca dudaron en ofrecerme, por abrirme las puertas de su laboratorio para

aprender de la ciencia y sobre todo de aquellos valores que nos hacen mejores seres humanos.

Por siempre, muchísimas gracias.

Al Dr. J. Clemente Vásquez Jiménez (CUIB), por todo su apoyo siempre tan amable y cálido.

Gracias por ser como es Dr. Vásquez.

A la Lic. Mary Martínez (Of. Intercambio Académico - Universidad de Colima), por su

paciencia y apoyo sincero a los estudiantes que venimos de otros países, nadie lo haría mejor

que Ud., estoy seguro de eso.

A mis mejores amigos del CUIB: José Luis Cadenas, Miguel Octavio Montoya, Luis Ignacio

Angel y Juan Carlos Muñoz, por confiar en mí, por comprenderme y por demostrarme lo

valioso que es la amistad sincera. Siempre los tendré presente.

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“Esta tesis corresponde a los estudios realizados con una beca otorgada por la Secretaría de Relaciones Exteriores del Gobierno de México”

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ÍNDICE Página

RESUMEN…………………………………………………………………………………………………...

ABSTRACT..…………………………………………………………………………………………………

I. INTRODUCCIÓN…………………………………………………………………………….

II. RESEÑA HISTÓRICA………………………………………………………………………...

1. Uso del éxtasis…………………………………………………………………..…

2. Uso del cocaína…………………………………………………………………..

III. EPIDEMIOLOGÍA DEL CONSUMO………………………………………………………..

1. Éxtasis…………………………………………………………………………….

2. Cocaína…………………………………………………………………………...

IV. ASPECTOS QUÍMICOS………………………………………………………………….......

1. Éxtasis……………………………………………………………………………

2. Cocaína…………………………………………………………………………...

V. FARMACOCINÉTICA……………………………………………………………………….

1. Éxtasis……………………………………………………………………………

2. Cocaína…………………………………………………………………………..

VI. PRINCIPALES MANIFESTACIONES CLÍNICAS………………………………………....

1. Manifestaciones comunes por “Éxtasis” y cocaína…………………………………

2. Manifestaciones clínicas específicas……………………………………………..

A. Éxtasis………………………………………………………………….

B. Cocaína……………………………………………………………….…

VII. PRINCIPALES ACCIONES FARMACOLÓGICAS DE LA MDMA Y LA COCAINA

EN EL SISTEMA NERVIOSO………………………………………………………………

1. Neurotransmisores monoaminérgicos y otros………………………………..........

2. Hipertermia y estrés oxidativo.................................................................................

3. Otras acciones importantes de la MDMA…………………………………............

4. Otras acciones importantes de la cocaína...............................................................

A. Acción sobre canales iónicos..…………………….................................

B. Mecanismos de la adicción………………………………………………

VIII. ACCIÓN FARMACOLÓGICA DE MDMA Y COCAÍNA EN EL CONTROL MOTOR…………..

IX. ACCIÓNES DE MDMA Y COCAÍNA EN LA UNIÓN NEUROMUSCULAR…………………….

X. EFECTOS DIRECTOS DE MDMA Y COCAÍNA SOBRE EL MÚSCULO ESQUELÉTICO……..…

XI. CONCLUSIONES Y PERSPECTIVAS…………….……………………………………................

BIBLIOGRAFÍA…………………………………………………………………………………..

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ÍNDICE DE TABLAS Y FIGURAS Página

FIGURA 1. Estructura química de MDMA y drogas relacionadas……………………………………….

FIGURA 2. Estructura química de la ecgonina y la cocaína……………………………………………………

FIGURA 3. Proceso simplificado de la producción de cocaína………………………………………………..

FIGURA 4. Principales vías metabólicas de la MDMA en el hígado humano…………………………………

TABLA 1. Parámetros farmacocinéticos de la MDMA y sus metabolitos……………………………………..

FIGURA 5. Metabolismo de la cocaína y formación del metabolito cocaetileno………………………………

FIGURA 6. Niveles plasmáticos de cocaína………………..…………………………………………………

TABLA 2. Afinidades y velocidad de transporte máximo para MDMA y monoaminas………………………

FIGURA 7. Circuitos cerebrales de recompensa de los mamíferos……………………………………………

FIGURA 8. Principales sistemas de receptores afectados por MDMA………………………………………..

FIGURA 9. Efecto de MDA en la degeneración aguda de axones serotoninérgicos…………………………

FIGURA 10. Efectos de MDMA y MDA en axones de 5-HT en corteza frontal de rata………………………

FIGURA 11. Regulación central de la temperatura en mamíferos……………………………………………

FIGURA 12. Circuitería neural involucrada en el desarrollo y expresión de la adicción…………………….

FIGURA 13. Mecanismos que regulan la transmisión glutamatérgica en el NA……………………………..

FIGURA 14. Actividad locomotora inducida por cocaína repetida en ratas………………………………….

FIGURA 15. Efectos de cocaína en la locomoción en ratas con alta y baja respuesta a cocaína…………….

FIGURA 16. Actividad locomotora en ratas después de recibir MDA, MDEA y MDMA…………………….

TABLA 3. Actividad locomotora inducida por MDA, MDEA, MDMA y un antagonista α2A……………….

FIGURA 17. Efecto de inhibir la kinasa MAP/ERK en la locomoción inducida por anfetamina y cocaína…..

FIGURA 18. Unión neuromuscular y acoplamiento excitación-contracción…………………………..…….

FIGURA 19. Estructura del receptor nicotínico muscular…………………………………………….……..

FIGURA 20. Efecto agonista de la MDMA en receptores nicotínicos…………………………………………

FIGURA 21. Respuestas a carbamoilcolina en ausencia y presencia de cocaína……………………………

FIGURA 22. Efecto de MDMA en la T del músculo esquelético……………………………………………

FIGURA 23. Efectos in-vivo de la MDMA sobre el ATP intracelular……………………………………….

FIGURA 24. Correlación entre los niveles de T4, UCP3 e hipertermia inducida por MDMA………………

TABLA 4. Fibras musculares con alteración tras administración de MDMA y ejercicio…………………….

FIGURA 25. Variación de la T corporal en ratones que reciben MDMA con y sin ejercicio…………….….

FIGURA 26. Lesiones morfológicas musculares por la MDMA y el ejercicio…………………………………

FIGURA 27. Lesiones morfológicas musculares por la MDMA y el ejercicio.…………………………..…

FIGURA 28. Efectos de cocaína sobre la contractura muscular en humanos…………………………………..

FIGURA 29. Curvas dosis-respuesta para contracturas modificadas por MDMA y SCh……………………

FIGURA 30. Liberación de calcio desde vesículas de RS, estimulación de MDMA………………………..

FIGURA 31. Actividad de lidocaína en canales de Na+ de músculo cardíaco y esquelético…………………

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RESUMEN

La MDMA (3,4 metilenodioximetanfetamina) o “éxtasis”, y la cocaína son drogas

psicoestimulantes, ampliamente consumidas en casi todo el mundo y con un gran potencial

nocivo tanto agudo como crónico a nivel del sistema nervioso central y de diversos órganos y

sistemas periféricos, incluyendo el sistema muscular esquelético. Varios factores influyen en

las manifestaciones y el daño inducido por estas drogas, por ejemplo su estereoisomería, la

forma de administración, los niveles circulantes en sangre tanto de la droga como de sus

metabolitos activos, el tiempo de consumo, la edad y sexo del usuario, la actividad física

simultánea, el uso de otras drogas, la temperatura ambiental, entre otros.

La acción central de MDMA y cocaína sobre el funcionamiento de los sistemas

serotoninérgico y dopaminérgico se asocia de forma importante a una hiperactividad motora,

lo que aunado a las particulares acciones de estas drogas en la unión neuromuscular y en el

músculo esquelético, pueden participar de un efecto hipertérmico con repercusiones graves a

nivel muscular, cerebral, y sistémico. Aunque este efecto hipertérmico, y un estrés oxidativo

asociado, son ahora conocidos como eventos cruciales de la toxicidad de ambas drogas, queda

aun mucho por investigar y definir sobre la acción de estas drogas, principalmente en

humanos.

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ABSTRACT

MDMA (3,4 methylenedioxymetamphetamine), also called “éxtasis”, and cocaine are

psychostimulants drugs, being widely consumed almost all over the world, and having a

enormous acute and chronic injurious potential at the central nervous system and others organs

and peripheral systems, including the skeletal muscular system. Several factors exert influence

on the manifestations and the damage induced by these drugs, for instance: their

stereoisomery, the form of administration, circulating sanguineous levels of the drug and their

active drug metabolites, duration of the consumption, users’s age and sex, simultaneous

physical activity, use of another drugs and the environmental temperature.

Central actions of MDMA and cocaine on the serotoninergic and dopaminergic systems

functioning are importantly associated to a motor hyperactivity, which when combined to

particular actions of these drugs at the neuromuscular junction and in the skeletal muscle can

take part of a thermal effect with serious consequences at muscular, cerebral and systemic

levels. In spite of which thermal effect and the associated oxidative stress are known as being

crucial events of toxicity from both drugs, there are still much to investigate and to define

about the actions of these drugs, mainly in humans.

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I. INTRODUCCIÓN

El consumo de la droga sintética 3,4-metilendioximetanfetamina (MDMA), “éxtasis”, y de

la cocaína (alcaloide derivado de la planta de coca) representa en la actualidad un problema de

salud pública muy grande y complejo en todo el mundo, que últimamente ha cobrado mayor

relevancia en latinoamérica. Según diversos estudios epidemiológicos, ambas son las drogas

ilegales más extensamente consumidas por poblaciones jóvenes, siendo sólamente superadas

en algunas regiones por la marihuana. La Cuarta Encuesta Nacional realizada en México el

año 2002 con la población general de 12 a 65 años de edad indica que la prevalencia de

consumo, alguna vez en la vida, de cocaína fue de 1.23 %; mientras que la prevalencia del

consumo de estimulantes tipo anfetamina fue de 0.08% (CICAD, 2004). La trascendencia del

consumo de estas drogas va más allá de los graves efectos tóxicos a corto y largo plazo en el

organismo humano, puesto que esencialmente compromete a una población joven y representa

una consecuencia y una causa también del complejo de problemas sociales culturales y

económicos que afectan a nuestro mundo actual.

Aunque con ciertas acciones biológicas similares en el organismo vivo, tanto el “éxtasis”

como la cocaína tienen algunas diferencias importantes en sus efectos sobre la función

motora y el músculo esquelético, que se relacionan a manifestaciones severas en el tejido

muscular y a repercusiones en todo el organismo; algunas veces incluso con consecuencias

fatales. La investigación científica desde hace muchos años ha buscado descubrir e interpretar

los fenómenos biológicos involucrados en el consumo del “éxtasis” y de la cocaína; se han

estudiado desde aspectos puramente clínicos y epidemiológicos hasta propuestas de

mecanismos moleculares que explican las alteraciones fisiológicas y estructurales a nivel

celular. Sin embargo aun permanecen muchas cosas por conocerse sobre ambas drogas,

principalmente en lo concerniente a los efectos sobre el músculo esquelético.

La presente revisión se basa en el conocimiento científico actual relacionado a los efectos

de la MDMA y la cocaína sobre la actividad locomotora y el músculo esquelético. Se

pretende integrar y analizar comparativamente la información recopilada para comprender

como actúan en el ser humano dos drogas de diferente origen y carácter químico-

farmacológico pero con semejanzas clínicas y fisiopatológicas que nos están permitiendo

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entender mejor la fisiología normal humana y descubrir nuevas posibilidades de tratamiento

para la población afectada por su consumo habitual, muchas veces concomitante.

METODOLOGÍA Y RECURSOS BIBLIOGRÁFICOS.

Si bien, esta tesis, bajo un carácter descriptivo monográfico, delimita su campo de estudio

a la acción farmacológica de la MDMA y la cocaína sobre la actividad locomotora y el

músculo esquelético, se ha considerado necesario incluir una primera parte que aborda

aspectos generales de ambas drogas, con el propósito de resaltar la importancia de la

investigación en esta área; asimismo, se especifican algunas propiedades químicas,

farmacocinéticas y clínicas de ambas drogas, que son importantes para lograr una mejor

comprensión acerca de sus mecanismos farmacológicos conocidos. Se destacan las acciones

neuronales de la MDMA y la cocaína por su utilidad para explicar las acciones motoras y por

su influencia en los órganos efectores de dicha acción, es decir los músculos.

Se ha realizado una revisión de la literatura científica actualizada, que aborda los

diferentes tópicos incluidos en la tesis, principalmente en relación a la acción farmacológica

de la MDMA y la cocaína. Los textos seleccionados corresponden en su mayoría a

publicaciones recientes de revistas científicas, bajo la consideración de ser reportadas por

autores que se encuentran indexados en la base de datos de la National Center for Biotechnology Information - U.S.A. (NCBI), obtenida a través del servidor de Internet:

PubMed (www.pubmed.gov). Adicionalmente, se han considerado algunos datos provenientes

de documentos institucionales o gubernamentales tanto de México como de otras partes del

mundo, asi como de notas periodísticas y de Internet -referidas con pie de página- en relación

a la tendencia epidemiológica actual y el entorno social que caracteriza el consumo de tales

drogas. De esta forma, se pretende dar un primer paso hacia futuras investigaciones que

aporten nuevos conocimientos sobre los mecanismos de acción básicos y otros aspectos

biológicos involucrados en este problema tan grave que aqueja a nuestra sociedad actual.

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II. RESEÑA HISTÓRICA

1. USO DEL “ÉXTASIS”.

La 3,4-metilendioximetanfetamina (MDMA) es una droga de origen sintético. En 1912 la

compañía Merck (Alemania), diseñó y elaboró por primera vez la MDMA presumiblemente

buscando nuevos fármacos anorexígenos y al no encontrarle una aplicación médica concreta

abandonó su investigación (Saiz y cols., 2003).

El químico Alexander Shulgin, en el año 1965, resintetizó la MDMA, y la difundió entre

personas cercanas a él, siendo una de ellas el psicólogo Leo Zoff, quien decide presentarla con

fines psicoterapéuticos bajo el nombre de “Adam” (tabletas de 75 -175 mg) y así fue utilizada

por varios profesionales en Estados Unidos en el periodo comprendido entre 1970 y 1985. No

obstante, es hasta 1978 cuando Shulgin y su colaborador David Nichols publican el primer

informe sobre los efectos psicoactivos de la MDMA en el hombre, no considerando aun los

efectos tóxicos o adictivos graves de la misma (Green, 2003; Saiz y cols., 2003).

En la primera mitad de la década de los ochenta la MDMA se convirtió en la droga

psicoestimulante de moda en EEUU, logrando seducir a todo tipo de gente principalmente

estudiantes jóvenes (Saiz y cols., 2003). No obstante, ante los datos referidos por la Organización

Mundial de la Salud (OMS) en 1984, poniendo de manifiesto que la MDMA estaba dotada de

un alto potencial de abuso, y observándose que carecía de uso médico conocido e incumplía

las normas de seguridad exigidas por la Food and Drug Administration (FDA), se decide

prohibir su uso y distribución. Esto generó una gran polémica que llevó a avances y retrocesos

hasta que el 1 de julio de 1985, la DEA, basándose sobre todo en un estudio realizado por

Charles Schuster y publicado en la revista Science, donde manifestaba que la MDMA era

capaz de producir lesión cerebral en ratas, anuncia la inclusión del “éxtasis” en la Lista I de la

Comprehensive Substances Act, quedando prohibido su consumo con fines terapéuticos o

recreativos y su tráfico se convierte en ilegal. Esto fue ratificado en abril del 1986 en acuerdo

con una reunión de expertos, celebrada en Ginebra, que decidió convertir la MDMA en una

droga ilegal en todo el mundo (Farre y cols., 2003; Saiz y cols., 2003).

Actualmente, muchos laboratorios clandestinos sintetizan la droga en todos los

continentes, pero la mayor producción se realiza en algunos países de Europa como Holanda y

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Alemania. El costo en EEUU y los países latinoamericanos varía desde 7 a 50 dólares por

píldora – según el grado de pureza principalmente, en Europa se reportan precios más bajos.

El consumo de “éxtasis” involucra especialmente a adolescentes y adultos jóvenes, muchos de

ellos provenientes de escuelas y universidades. Es comúnmente usada en fiestas

multitudinarias que se celebran en espacios cerrados, en las que predomina un tipo de música

fuerte y repetitiva (“música electrónica”) y donde se baila toda la noche; estas fiestas son

conocidas como “raves” (Saiz y cols., 2003).

2. USO DE LA COCAÍNA.

La coca (Erythroxylon coca) es una planta originaria de Sudamérica, que crece a manera

de arbusto en un ambiente tropical, entre los 500 y 2000 metros sobre el nivel del mar y que

hoy es también cultivada en lugares tan distantes como Java y Ceilán. La hoja de coca

contiene hasta 17 alcaloides distintos de los cuales el más conocido y estudiado es la cocaína (Roldán y Habal, 2004; Alcaraz y Suazo, 2005).

El uso de la coca como planta medicinal y en rituales religiosos data de varios miles de

años en las culturas preinca e inca. Los conquistadores españoles, hicieron uso de ella para

explotar a los indígenas, logrando que pudieran soportar las duras condiciones de trabajo a las

que eran sometidos. Los mismos españoles se aficionaron rápidamente a los efectos eufóricos

de la planta llevando su consumo hacia España (Pascual, 2001; Castaño y cols., 2000).

Pero fué hasta el año 1859 que el científico alemán de la Universidad de Gotinga, Albert

Niemann, aisló el alcaloide principal de la coca: la cocaína. Desde entonces, la cocaína se

empezó a comercializár asegurándose que el consumo moderado era, no solamente inocuo,

sino además conveniente para la salud. Angelo Mariani, un químico francés, en 1863,

embotelló y vendió el “Vino Mariani”, elaborado a base de cocaína, con la indicación de

prevención y tratamiento de diversas enfermedades; este fue alabado y defendido por

personalidades como Thomas A. Edison y el Papa León XIII (Pascual, 2001). No obstante el

caso más famoso es el de Sigmund Freud quien publicó en 1884 una monografía denominada

“Uber Coca”, en la que valoraba de forma positiva el uso de la cocaína para el tratamiento de

enfermedades como la depresión, el nerviosismo, la adicción a la morfina, el alcoholismo, los

trastornos digestivos, e incluso el asma; esto le valió muchas críticas de parte de otros

investigadores como Erlenmeyer, quien negaba la utilidad terapéutica de la cocaína y advertía

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sobre sus consecuencias negativas (Caballero, 2005). Poco tiempo después, Freud, a partir de un

experimento negativo con uno de sus pacientes, escribió un artículo titulado «Notas sobre el

ansia y el miedo a la cocaína» en el que reconoce su error y admite que dicha sustancia es

capaz de producir paranoia, alucinaciones y deterioro físico y mental, pero aún rechaza su

propiedad adictiva (Pascual; 2001).

Por otro lado, los estudios de un oculista, Carl Koller, en 1884 y del médico americano

Stewart Halsted, en 1885, demostraron la utilidad de la cocaína como anestésico local y

regional (Pascual, 2001, Castaño, y cols., 2000).

En 1886, un farmacéutico de Atlanta, John Smith Pemberton, inspirado en el vino de

Mariani, crea una poción estimulante a base de coca y de nuez de cola que posteriormente dio

origen a la Coca-Cola. Esta bebida azucarada, durante sus primeros años incluía una pequeña

cantidad de cocaína que fue retirada de la fórmula en 1909 (Caballero, 2005; Pascual, 2001).

La cocaína se hizo ilegal en EEUU en el año 1914, en aplicación del Acta Harrison, que

restringía su uso a indicaciones médicas. Las demás naciones se unieron a la medida y así tres

días antes de estallar la primera guerra mundial, se firmaba la Convención de la Haya (1914)

por la que todas las naciones deberían “controlar la preparación y distribución de cocaína”.

En la década de los ‘70, el consumo de clorhidrato de cocaína tiene un repunte importante,

al considerarla inocua, no adictiva, y de mejores efectos que otras drogas; se inicia entonces el

empleo de nuevas formas de cocaína o incluso de sus productos intermediarios. Así, aparecen

usuarios de “pasta básica de cocaína” y a fines de esta década surge el llamado “crack” que al

inicio de los años ‘80 se consideró como la droga de moda del momento, convirtiéndose sobre

todo en EE.UU. en un producto efectivo y barato, lo que favoreció la masificación de su

consumo (Castaño y cols., 2000; Caballero, 2005).

Existen actualmente muchas formas de consumo adictivo de cocaína sola o mezclada con

otras drogas. Los precios son muy variables dependiendo principalmente de la pureza del

preparado y del lugar donde se comercialice; en EEUU y Europa los precios actualmente

oscilan en promedio entre 30 y 100 dólares por gramo; en México el gramo de cocaína vale

entre 150 y 300 pesos y una piedrita de “crack” (300-500 mg) vale entre 50 y 100 pesos; en

Sudamérica el gramo de pasta básica cuesta alrededor de 2 dólares (a).

________________________________________________________________________________________________(a) Obtenido en internet: www.eluniversal.com.mx/nacion/147937.htm, www.dedrogas.com, www.bolpress.com,

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III. EPIDEMIOLOGÍA DEL CONSUMO

1. “ÉXTASIS”. De acuerdo a un informe de la Organización de las Naciones Unidas del 2004, el grupo de

anfetaminas representa el segundo lugar entre las drogas más consumidas en el mundo, con 30

millones de personas (CICAD, 2004).

Según el último reporte del Observatorio Europeo de la Droga y Toxicomanías (2006), en

cuanto al consumo de “éxtasis” en Europa, entre el 0.2 y el 7.1 % de los adultos reconoce

haberla probado alguna vez. La mitad de los países presentan tasas de prevalencia de

consumo del 1.8 % o inferiores, siendo la República Checa (7.1 %) y el Reino Unido (6.7 %)

los países donde se registran las mayores tasas. De acuerdo a dicho informe, el consumo de

“éxtasis” es un fenómeno que se dá predominantemente entre los jóvenes entre 15 a 24 años,

en quienes las tasas de consumo, alguna vez, oscilan entre el 0.4 % y el 18.7 %, siendo la

República Checa (18.7 %) y el Reino Unido (10.7 %) los países con las cifras más elevadas.

En cuanto a las diferencias de género, los hombres registran mayores tasas de consumo que las

mujeres (OEDT, 2006).

En Estados Unidos, la Evaluación Nacional Sobre el Uso de Drogas (NSDUH) realizado

en el 2005, reportó que la prevalencia de consumo de “éxtasis” entre jóvenes de 12 a 17 años

en el último año fue de 1.0% algo inferior al valor reportado en el informe del 2004 (1.2%),

no obstante otro estudio, realizado por la Universidad de Michigan el mismo año (The “Monitoring the Future” Study) indica que la prevalencia para este grupo etáreo es del 2.2%.

Entre adultos jóvenes (18 a 25 años) el uso reportado de “éxtasis”, el año previo, fue de 3.1 %,

similar al año 2004 y no distinto del valor mostrado por otros estudios (SAMHSA, 2006).

En EEUU la mayoría (65.9 %) de quiénes se iniciaron en el consumo de “éxtasis”, en el

año previo, fueron personas de 18 años o más, el promedio de edad fue de 20.7 años. Las

prevalencias de consumo en general fueron mayores entre varones (SAMHSA, 2006).

La Cuarta Encuesta Nacional de Adicciones, realizada en México durante el año 2002

indica que la prevalencia del consumo de estimulantes tipo Anfetamina fue de 0.08% alguna

vez en la vida y de 0.04 % el año previo, para la población de 12 a 65 años de edad; no

haciéndose referencia al consumo específico de “éxtasis” (INEGI, 2004). Sin embargo, según un

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estudio nacional del año 1998, el “éxtasis” mostraba una prevalencia de consumo de 0.1%

entre la población de 12 a 65 años de edad (Medina, 2003).

Un reciente informe periodístico realizado por Béla Braun (2006) revela que en México

durante los últimos años ha ocurrido un fenómeno que se debe considerar. Al parecer debido a

las dificultades del tráfico internacional de píldoras de “éxtasis” y a los costos de su

producción, estas han dejado de circular en el país desde hace aproximadamente 4 años,

incluso se afirma que han desaparecido desde hace 2 años. Frente a esto ha surgido con mucha

fuerza la producción y distribución nacional de metanfetamina (“ice”), la cual es presentada en

forma de polvo o comprimidos rústicos baratos que suele venderse como “éxtasis” (a).

El consumo de metanfetaminas, ha crecido en los últimos años de manera alarmante entre

la población juvenil de México, lo cual corrobora el cambio de hábito impuesto a los

consumidores desde las grandes mafias. Estudios de varios Centros de Integración Juvenil en

México revelan que la edad del primer consumo de metanfetamina se ubica entre los 14 y 18

años. En el año 2005, de las personas que llegaron a ser atendidas en estos centros, el 49%

consumieron ice; el 14% alcohol, el 13% tabaco y el 23% otras sustancias (b).

Alrededor del 50 % de personas que acuden al Centro de Integración Juvenil del Estado de

Colima presentan problemas relacionados al consumo de metanfetamina. Según estadísticas

nacionales del año 2006, en promedio 11% del total de personas que asisten a tratamiento por

consumo de drogas, se deben a metanfetamina, en el caso de Colima el promedio fue de

32.3%, es decir casi tres veces más que la media nacional. La población más afectada son los

adolescentes incluso con edades que bordean los 10 años (c, d).

2. COCAÍNA.

En el mundo existen aproximadamente 30 millones de personas consumidoras de cocaína

al año, según un informe de la O.N.U. del año 2004 (CICAD, 2004).

En Europa, un informe del año 2006 señala que unos 3.5 millones de adultos,

principalmente varones de 20 a 30 años de edad han consumido cocaína el año previo al

estudio, es decir, un 1 % del total de la población adulta. Los porcentajes en la mayoría de

______________________________________________________________________________________________________ a. Braun Bela. “Juventud sin “éxtasis”” (noviembre 2006). Publicado en Internet, Drogas México,

www.drogasmexico.org/texto.php?aid=306. b. Rafael Cab era. “México, se impone la sintética”. (28 de julio del 2006). Diario Expreso, r www.expreso.com.mx c. “Aumenta el consumo de Ice”. (6 de febrero del 2007). Diario de Colima, pag. 8C. d. “Se levanta encuesta sobre adicciones en Colima”. (19 de enero del 2007). Diario El Comentario (Colima, México), pag. 16.

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países varían entre un 0.3 % y un 1 %, aunque los niveles de prevalencia son superiores en

España (2.7 %) y el Reino Unido (2 %). Asimismo, la prevalencia del consumo de “crack” en

adultos representa un 0,5 % en España (2003) y un 0,8 % en el Reino Unido (2005) (OEDT,

2006).

Las pautas de consumo de cocaína en Europa difieren enormemente entre los distintos

grupos de consumidores. La gran mayoría (95 %) de consumidores definidos como

socialmente integrados esnifan cocaína, mientras que sólamente una pequeña parte ha fumado

o se ha inyectado esta droga en alguna ocasión; sin embargo, el consumo combinado con

cannabis o alcohol es muy frecuente (OEDT, 2004).

Según la Evaluación Nacional Sobre el Uso de Drogas (NSDUH) realizado en EEUU el

año 2005, un 13.8 % de la población mayor de 12 años señaló haber probado cocaína alguna

vez en la vida y 2.3% lo hizo durante el ultimo año. Se encontró que 423000 adolescentes de

12 a 17 años de edad habían consumido clorhidrato de cocaína en el ultimo año (1.7%), y

más aun entre las personas de 18 a 25 años esta prevalencia se incrementó en promedio 4

veces, es decir que alcanzó un valor de 6.9 % con una tendencia creciente en relación a

estudios previos. La edad promedio de inicio de uso de cocaína fue de 19.7 años; en general

los varones tuvieron valores de incidencia mayor que las mujeres (3.0 vs 1.6 %). En relación

al consumo de “crack”, 0.6 % de la población mayor de 12 años de edad reportó haberlo

consumido en el último año, principalmente en el grupo de personas entre 18 a 25 años (1%). (SAMHSA, 2006).

El panorama de consumo de drogas es bastante diferente al daño que estas producen. Si

consideramos la demanda de tratamiento como un parámetro indirecto para medir el daño,

entonces se tiene que en América del Norte la mayor demanda de tratamiento es debido al

consumo de cocaína o sus derivados (29%) y marihuana (28%). En cambio en América del

Sur el 60% de la demanda por tratamiento es debido al consumo de cocaína y un 25% a

marihuana. Las prevalencias del consumo de cocaína en América Latina son inferiores a las

encontradas en Europa y EEUU pero la tendencia de los últimos años es creciente y es

claramente mayor entre los jóvenes. La situación de Argentina, donde los usuarios de cocaína

representan 1.9% de la población mayor de 12 años, es significativo dado que se observa un

incremento alarmante de consumo de “crack” y pasta básica de cocaína (CICAD, 2004).

En el caso de México, la Cuarta Encuesta Nacional de Adicciones, realizada el 2002 en la

población general de 12 a 65 años de edad, revela que 857,766 personas (1.23 %)

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reconocieron haber consumido cocaína (cualquiera de sus formas) alguna vez en la vida, la

prevalencia de consumo en el año previo fue de 0.4 %. La edad de inicio para el consumo de

cocaína está entre los 22 y 24 años, siendo los varones los principales consumidores (2.23%)

en comparación a las mujeres (0.41%). El estudio reporta asimismo una prevalencia de 0.10 %

para el consumo de “crack” alguna vez en la vida y 0.02% el ultimo año. En el año 2002, se

reportaron 18 muertes debido a complicaciones médicas derivadas del consumo de cocaína (INEGI, 2004, CICAD, 2004).

Desde hace varios años el consumo de cocaína ha disminuído considerablemente en el

Estado de Colima, siendo sustituído por drogas sintéticas del tipo metanfetaminas (a). No se

tienen datos estadísticos actualizados sobre el uso de cocaína o sus derivados en Colima.

IV. ASPECTOS QUIMICOS

1. “ÉXTASIS”.

La droga popularmente conocida como “éxtasis” tiene la denominación química de 3-4

metilenodioximetanfetamina (nomenclatura IUPAC) o MDMA en forma abreviada. Se trata

de una molécula perteneciente al grupo de las feniletilaminas, emparentada estructuralmente

con el alcaloide mescalina (un potente alucinógeno) y derivada de la metanfetamina, por lo

que comparte las propiedades de ambos compuestos La fórmula química global de la MDMA

es: C11H15NO2 (Lorenzo y Lizasoain, 2003).

En su estructura podemos destacar un anillo fenólico y una cadena lateral etilamina

sustituída. La MDMA difiere de la anfetamina y metanfetamina en un aspecto importante,

tiene un grupo metilenodioxi (-O-CH2-O-) pegado a las posiciones 3 y 4 del anillo aromático

de la molécula de anfetamina. Por otro lado la molécula de MDMA presenta un centro quiral

en el carbono alfa con un par de isómeros ópticos S(+)dextrorrotatorio y R(-) levorrotatorio,

en general el primero tiene mayor actividad farmacológica sobre el sistema nervioso central

(SNC) (Kalant, 2001). En la figura 1 se puede apreciar la estructura química de la MDMA y

algunas drogas relacionadas.

________________________________________________________________________________________________________ (a) “Alcohol y tabaco generan más muertes que las drogas ilegales”. (29 de mayo 2004). Ecos de la Costa. (Colima) pag. 6. Obtenido en: http://dgcs.pgr.gob.mx/Sintesis/Estatales/estatalvesp2004/mayo/ves290504.htm

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cr

un

de

es

vi

va

cr(P

Fig.1. Estructura química de la MDMA y algunas drogas relacionadas, indicando entre comillas uno de losnombres usuales que se les asigna. Se incluye la efedrina (precursor de la síntesis de metanfetamina), la mescalina, y el neurotransmisor serotonina para comparar la estrecha semejanza estructural (Adaptado de Kalant, 2001).

En su forma de base libre la MDMA es un sólido cristalino de color blanco; cuando los

istales son demasiado pequeños para verlos lucen como un fino polvo. Tiene olor a moho y

sabor distintivo, punzante y algo amargo. No es soluble en agua, pero si lo es en la mayoría

compuestos orgánicos; tampoco absorbe la humedad del aire. La MDMA es químicamente

table de modo que no se descompone en el aire, la luz o el calor, y por lo tanto tiene una

da útil larga (Lorenzo y Lizasoain, 2003; Pifl y cols., 2005).

El peso molecular de la MDMA es de 193.25g, tiene un pKa de 9.8, su punto de fusión

ría entre 147º y 153ºC dependiendo del procesamiento empleado en la obtención de los

istales y el punto de ebullición es de 100-110ºC (para MDMA oleosa o no cristalizada) agliaro y Pagliaro, 2004).

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La síntesis de MDMA es relativamente simple y se realiza en laboratorios ilícitos con poca

consideración por la calidad y pureza del producto. Las impurezas pueden estar compuestas de

precursores, intermediarios, y subproductos en cantidades que dependen de la temperatura y

tiempo de las reacciones, la pureza de los reactivos iniciales y los procesos de purificación

usados para el producto final. La efedrina es un compuesto comúnmente utilizado para la

elaboración de metanfetamina, y de “éxtasis” (a).

En un estudio realizado en Inglaterra durante el año 2001 se encontró que el contenido de

MDMA en las tabletas habituales estuvo en un rango de 20 a 109 mg y la media fue de 60-69

mg (Cole y cols., 2002). Tanner (2005), analizó las tabletas de “éxtasis” encontradas entre los

años 1999 y 2005 en EEUU reportando que el contenido medio de sustancia activa (MDMA)

por pastilla osciló entre 30 y 80 mg. Sólo 39% de las tabletas fueron “puras”, es decir que

solamente contenían MDMA, 46% contenían otras sustancias además de MDMA y 15% no

contenían MDMA. Las sustancias que más comúnmente fueron encontradas en las tabletas

impuras o contaminadas fueron: MDA, metanfetamina, cafeína, dextrometorfano y

pseudoefedrina; también se encontraron de forma menos común: dimetoxianfetamina (DOB),

heroína, ketamina, fenciclidina y parametoxianfetamina.

Otras formas regulares de adulteración del “éxtasis” se hacen con benzodiacepinas como

piracetam, también con buprenorfina, dextropropoxifeno (opiáceos), resina de Cannabis sativa

(marihuana), metilfenidato, fenmetrazina, 1-feniletilamina etc. Asimismo, es común que se

hagan pasar por “éxtasis” otras sustancias como la MDEA y MBDB (3,4-metilenedioxi-

fenilbutano), incluso compuestos bastantes diferentes como el DOB (2,5-dimetiloxi-4-

bromoanfetamina) (Cole y cols., 2002, Kalant, 2001). Se han reportado mezclas de ketamina y

efedrina así como mezclas de lisergida (LSD) y anfetamina o de lisergida y efedrina que son

vendidos como “éxtasis” (Adam y cols., 1996).

2. COCAÍNA. La cocaína es un éster del ácido benzoico, que pertenece a la familia tropano de los

alcaloides naturales, la cual también incluye a la escopolamina, y la atropina (Alcaraz y Suazo,

2005). Su nombre químico es: 3-benzoiloxi-8-metil-8-azabiciclo [3.2.1] octano-2-carboxílico

____________________________________________________________________________________ (a) Fuente: www.mdma.net

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ácido metil éster o simplemente benzoilmetilecgonina y su fórmula química global es

C17H21NO4 (Pagliaro y Pagliaro, 2004).

El núcleo fundamental de la cocaína es el tropano, el cual es producto de la unión de un

anillo pirrolidínico (5 carbonos) y otro piperidínico (6 carbonos), con tres átomos comunes dos

de carbono y uno nitrógeno. El derivado tropano que constituye la cocaína es la ecgonina (3-

hidroxi-2-carboxi-tropano), que presenta un radical hidroxilo (OH) en el carbono 3 y un

grupo carboxílico (COOH) en posición 2 (Pagliaro y Pagliaro, 2004). La figura 2 muestra la

estructura química de la ecgonina y la cocaína.

A B

L

isóm

amb

activ

biol

L

prog

la p

dese

com

sulfú

40%

part

Fig. 2. Estructura química de la Ecgonina (A) y la Cocaína (B) (Tomado de: www.answers.com/topic/cocaine)

a cocaína al igual que la ecgonina contiene cuatro átomos de carbonos quirales, los

eros ópticos de cocaína son S(+)dextrorrotatorio y R(-)levorrotatorio; una mezcla de

os isómeros en proporciones iguales genera la llamada cocaína racémica que no tiene

idad óptica. La R(-)cocaína (también conocida como L-cocaína) tiene mayor actividad

ógica (Pagliaro y Pagliaro, 2004).

a elaboración de cocaína es un proceso de varias etapas en las que se van separando

resívamente los constituyentes de la coca hasta aislar la cocaína. La figura 3 esquematiza

roducción de cocaína en sus distintas presentaciones. Las hojas de coca son primero

cadas con gasolina o kerosene, debiendo también reaccionar con sustancias alcalinas

o el hidróxido de potasio y amoniaco, además de permanganato de potasio y ácido

rico, para así obtener la denominada «pasta básica de cocaína”. Esta contiene entre un

a un 85% de cocaína en forma de sulfato (Lizasoaín y cols., 2001; Castaño y cols., 2002). A

ir de la pasta base se sintetiza el clorhidrato de cocaína (forma ácida), mediante un

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procesamiento con acetona o éter, ácido clorhídrico y alcohol etílico; su contenido de cocaína

alcanza el 75% (Lizasoaín y cols., 2002). El clorhidrato de cocaína se presenta como un polvo

cristalino blanco, de olor aromático, que se puede disolver en agua para inyectable; tiene un

punto de fusión muy alto, lo que impide su sublimación y por lo tanto no puede ser fumada, ya

que es destruída por el calor (Castaño y cols., 2002). El polvo de cocaína es comúnmente

adulterado con sustancias tales como lactosa, manitol, cafeína, anfetaminas, heroína, lidocaína

e incluso talco y harina para incrementar el volumen del producto (OEDT, 2006).

E

en agu

vez, p

sólida

habitu

cocaín

clorhi

Fig. 3. Proceso simplificado de la producción de cocaína en sus distintas presentaciones.(Tomado de Castaño y cols., 2000.)

l calentamiento del clorhidrato de cocaína con amoniaco o bicarbonato sódico, disueltos

a, elimina el ácido clorhídrico y produce formas básicas de aspecto gelatinoso que, a su

ueden fumarse por calentamiento. El denominado «“crack”» es dicha forma básica

, desecada y triturada, que tiene el aspecto de pequeñas piedras de color blanco

almente de 125 a 300 mg; su concentración de cocaína puede alcanzar el 100%. La

a en su forma de “base libre” se obtiene añadiendo una solución básica y éter al

drato de cocaína, a la vez que se somete a calor muy elevado (800ºC). La apariencia de

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la base libre es de un polvo blanquecino y su pureza puede alcanzar el 95% o más (Lizasoaín y

cols., 2002; Castaño y cols., 2002).

Base libre y “crack” junto con la pasta básica de cocaína son las formas fumables de

cocaína o cocaínas de combustión, puesto que tienen características físico-químicas que les

dan puntos de fusión bajos y de esta forma pueden ser volatilizadas por sublimación o

ebullición empleando calor. Son sustancias líquidas desde los 98ºC y su punto de ebullición

está entre los 187 y 188ºC (Castaño y cols., 2002).

V. FARMACOCINÉTICA

1. “ÉXTASIS”.

El modo más común de consumo de la MDMA es la ingestión oral; el rango típico de

dosis de MDMA para uso recreacional va de 50 a 150 mg (Pifl y cols., 2005). Según algunos

estudios observacionales se considera como dosis recreacionales de “éxtasis” en humanos:

0.25-1.9 mg/kg. Esta dosis de MDMA produce niveles sanguíneos en el rango de 100-250

ng/ml (Cole y Sumnall, 2003). Los efectos se inician en promedio a los 30-45 minutos, son

máximos a las 1-2 horas y desaparecen aproximadamente a las 4 horas después de la

administración (Kalant, 2001).

Después de la administración de una dosis simple de MDMA en humanos, el tiempo para

alcanzar la concentración plasmática máxima (tmax) es de aproximadamente 2 horas (entre

1.5 y 3 horas), aunque es detectable en sangre después de 15 minutos (Cole y Sumnall, 2003). La

MDMA es una sustancia liposoluble que atraviesa muy bien las membranas celulares; su

unión a proteínas se ha estimado en 34% (De la Torre y cols., 2004).

También se reporta que los niveles plasmáticos disminuyen a la mitad de su concentración

pico sobre aproximadamente 8 horas y que en relación a la mayoría de los efectos

farmacológicos, las concentraciones plasmáticas retornan a valores basales 4-6 horas después

de la administración de la droga (De la Torre y cols., 2004).

La MDMA es metabolizada principalmente en el hígado, aunque el cerebro también tiene

un importante potencial de metabolizar la droga (Green y cols., 2003). En ratas, la MDMA se

metaboliza por procesos de N-desmetilación, O-desalquilación (O-desmetilenación),

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desaminación, hidroxilación aromática y posterior conjugación con glucuronato o sulfato,

obteniéndose hasta 17 metabolitos distintos que se eliminan en su mayor parte por la orina,

no obstante 65% del MDMA es eliminado sin cambios (Lorenzo y Lisazoain, 2003).

El metabolismo de MDMA incluye dos vías metabólicas principales:

1. O-desmetilenación (oxidación del grupo metilenodioxifenil) seguida por metilación

catalizada por catecol-O-metiltransferasa (COMT) y/o conjugación con glucurónido o sulfato.

2. N-dealquilación (N-desmetilación), deaminación, y oxidación a los correspondientes

derivados ácido benzoico conjugados con glicina (De la Torre y cols., 2004).

Un tercer proceso importante es el de la conversión de MDMA a 2-hidroxi-

4,5(metilenodioxi) metanfetamina (6-OH-MDMA) por hidroxilación del anillo bencénico y

posterior N-desmetilación para producir 6-hidroxi-MDA (Green y cols., 2003). La figura 4 trata

de explicar estas vía metabólicas en el hígado humano.

Fig.4. Principales vías metabólicas de la MDMA en el hígado humano (Adaptado de: Farré, 2003; Green y cols., 2003).

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La N-desmetilación de MDMA, un proceso cuya velocidad es cercana a 1 orden de

magnitud menos que la O-desmetilenación, da origen a la 3,4 metilenodioxianfetamina

(MDA), la cual representa sólo 5-9% de las concentraciones de MDMA, pero no obstante es

importante por su gran actividad farmacológica y la larga vida media plasmatica. La N-

desmetilación a MDA en humanos y en ratas es primariamente catalizada por la isoenzima del

citocromo P450: CYP1A2 y en una extensión menor por CYP2D6 (De la Torre y cols., 2004).

MDMA y MDA son O-desmetilenados a 3,4-dihidroximetanfetamina (HHMA), también

designado N-metil-metildopamina (N-Me-MeDA) y a 3,4-dihidroxianfetamina (HHA),

también conocido como metildopamina (MeDA), respectivamente. La desmetilenación de

MDMA a HHMA se produce en un 70% por la acción del isoenzima CYP2D6 y el resto por

el CYP3A4 y CYP1A2, aunque también ha sido descrito que puede ocurrir espontáneamente.

La CYP2D6 es una isoenzima genéticamente polimorfa de la familia del citocromo P-450

presente en el hígado y el cerebro de muchas especies animales y del hombre (Lorenzo y

Lisazoain, 2003; Pizarro y cols., 2004).

HHMA y HHA son catecoles inestables de alta actividad redox que pueden conjugarse

con sulfato y ácido glucurónico. Ambos pueden además ser rápidamente oxidados a sus

correspondientes ortoquinonas, las cuales son también son moléculas de alta actividad redox

que originan radicales semiquinonas, conjugados con glutation (GSH) y otros compuestos que

contienen tiol, participando así en la generación de especies reactivas de oxígeno y de

nitrógeno (ROS y RNS) que son trascendentes en la neurotoxicidad (Capela y cols., 2006).

Los compuestos quinol-tioeter retienen la habilidad para participar en ciclos redox y

producir especies reactivas de oxígeno (ROS). Las quinona-tioeteres pueden inhibir enzimas

que utilizan GSH como cosustrato (Jones y cols., 2005).

Las concentraciones de los metabolitos HHMA y HMMA son mayores incluso que las del

MDMA y aparecen en sangre antes que la MDMA (menor tmax) lo que sugiere un

importante metabolismo hepático de primer paso (Farre y cols., 2003). La transformación de

HHMA en HMMA es casi inmediata; HHMA y HMMA son los principales metabolitos del

“éxtasis” tanto en plasma como en orina; estos no pueden ser encontrados en su forma libre

sino sólo conjugados con ácido glucurónico o sulfato (De la Torre y cols., 2004). Los principales

parámetros farmacocinéticas de la MDMA y sus metabolitos pueden verse en la tabla 1.

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Tabla 1. Parámetros farmacocinéticos para la MDMA y sus metabolitos tras la administración de una dosis única oral de 100 mg de MDMA (Tomado de Farre y cols., 2003)

Cmax tmax t½ Exc. Urinaria * (ng/ml) (h) (h) (umol (%) MDMA 222.5 2.3 9.0 77.8 (15.0%) MDA 13.1 6.7 24.9 7.8 (1.5%) HHMA 154.5 1.2 13.4 91.8 (17.7%) HMMA 236.7 2.3 11.2 117.4 (22.7%) HMA 7.5 8.2 37.4 7.0 (1.3 %) Cmax: Concentración plasmática máxima tmax: Tiempo para alcanzar la Cmax t½: Semivida de eliminación * Recuperación (0-24 h) como la cantidad (umol) y el porcentaje de la dosis administrada

La disposición metabólica de la MDMA en humanos es estereoselectiva. Fallon y cols.

(1999) reportaron que el área bajo la curva de la concentración plasmática versus tiempo fue

dos a cuatro veces mas grande para el (R)-enantiómero que el (S)-enantiómero después de

una dosis oral de 40 mg de MDMA en humanos voluntarios. Pizarro y cols. (2004), hicieron

un estudio utilizando una dosis de 100 mg y encontraron que la vida media plasmática del

(R)-enantiómero es 3 veces más alta que la del (S)-enantiómero (14.8 h versus 4.8 h) y

bastante similar a la vida media de eliminación calculada bajo condiciones aquirales (11.8h).

Este resultado confirma que el (R)-MDMA es el mayor componente de la vida media de

eliminación calculada de MDMA racémica.

Los estudios en ratas han demostrado un metabolismo enantioselectivo en la N-

desmetilación de MDMA a MDA; en humanos el paso enantioselectivo es la O-

desmetilenación (Pizarro y cols., 2004). Asimismo, las dos enzimas involucradas en la disposición

de MDMA en humanos, CYP2D6 y COMT exhiben polimorfismos genéticos;

aproximádamente 25 % de la población blanca presenta baja actividad de COMT y entre 5-

10% de los europeos blancos carece de CYP2D6 como consecuencia de mutaciones genéticas

autonómicas recesivas. Estos individuos metabolizan más lentamente la MDMA

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incrementando sus concentraciones plasmáticas (metabolizadotes lentos); sin embargo debido

a que la contribución de CYP2D6 a la disposición de MDMA es de alrededor del 30%, la

relevancia clínica del metabolismo por el CYP2D6 resulta ser menor de lo esperado ya que

existen vías metabólicas alternativas por el CYP3A4 y el CYP1A2 (Pizarro y cols., 2004, De la

Torre y cols., 2004).

Se ha demostrado una farmacocinética no lineal para la MDMA, es decir que las

concentraciones plasmáticas no son proporcionales a la dosis administrada, existiendo una

tendencia a la acumulación a dosis altas (De la Torre y cols., 2004). Esto se debe a que la MDMA

y algunos de sus metabolitos actúan como inhibidores enzimáticos del CYP2D6, inhibiéndose

por ello de forma parcial la biotransformación de MDMA a HHMA y HMMA. La

autoinhibición ocurre si los usuarios toman dosis consecutivas de la droga. (Farre y cols., 2003).

Cole y Sumnall (2003), observaron que incrementando la dosis de MDMA por un factor

de 3 (desde 50 a 150 mg), el área bajo la curva de la concentración plasmática versus tiempo

se incrementa por un factor de 10 (457-5439 ng /ml/h) y las concentraciones plasmáticas pico

se incrementan por un factor de 6 (0.051-0.465 mg/l). La farmacocinética no lineal de

MDMA sugiere que pequeños incrementos en la dosis podrían conducir a grandes

incrementos en las concentraciones plasmáticas de MDMA con un riesgo incrementado de

sobredosis.

El fenómeno de la inhibición de CYP2D6 así como el hecho de que otras isoenzimas de

citocromo P450 puedan contribuir a la disposición de MDMA puede explicar porqué la

contribución del polimorfismo genético del CYP2D6 a la toxicidad aguda es probablemente

menos relevante de lo esperado (De la Torre y cols., 2004). Cuando CYP2D6 llega a inactivarse, la

enantioselectividad de la vía se pierde debido a que otras isoenzimas del citocromo P450

(CYP1A2, CYP3A4, y CYP2B6) que empiezan a estar involucradas en la reacción

probablemente carecen de esta selectividad quiral (Pizarro y cols., 2004).

2. COCAÍNA.

La cocaína se consume en distintas preparaciones (pasta básica, clorhidrato de cocaína,

“crack” y cocaína base) que difieren en su farmacocinética debido a los variados niveles de

pureza y la forma de uso. El consumo de clorhidrato de cocaína se realiza principalmente por

la mucosa nasal en forma aspirada (esnifada), pero también se puede hacer en forma oral,

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fumada o intravenosa. La cocaína se absorbe con gran facilidad desde la superficie de las

mucosas y atraviesa rápidamente las membranas corporales (Caballero, 2005).

El rango de las dosis de cocaína usualmente varían entre 0.2 a 4 mg/Kg, dependiendo de la

vía de administración. La mayoría de estudios consideran dosis bajas de 50 a 100 mg, dosis

medias entre 150 y 200 mg, y las altas entre 250 y 500 mg; el sujeto adicto puede recibir entre

5 y 10 gramos a lo largo de un día, en dosis sucesivas; pero se debe tener en cuenta que 0.5

gramos en una sola aplicación puede ser mortal. Las concentraciones plasmáticas máximas

varían en un rango entre 50 a 2000 ng/ml o mayor dependiendo de la vía de administración y

de la frecuencia de administración (Lizasoain y cols., 2002, Solano y cols., 2006).

La absorción por la mucosa nasal después de esnifar es más lenta que después de fumar o

después de la administración intravenosa; un factor que limita la absorción por la vía

intranasal es el efecto vasoconstrictor local de la cocaína (Guardiola, 2006). Las formas fumables

de cocaína tienen una biodisponibilidad muy irregular (varía entre un 10 a 20%, pero puede

llegar a 70-80%); su rápida acción y su efecto poco duradero predisponen al consumo

compulsivo. Durante una inhalación de “crack” se consumen entre 80 y 100 mg de cocaína (Castaño y cols., 2006).

La vía intravenosa es también muy rápida y proporciona una biodisponibilidad completa,

en cambio por vía intranasal esta bordea el 50%. Para una administración oral la

biodisponibilidad es de un 30-40%; el pico plasmático se produce normalmente a los 60

minutos, aunque como en los otros parámetros, la variabilidad individual es muy grande con

intervalos de 30 a 120 minutos (Lizasoain y cols., 2002).

La administración oral crónica de cocaína produce incrementos en las concentraciones

plasmáticas relacionados a la dosis y el tiempo de consumo. En un estudio realizado por Jufer

y cols (1998), se emplearon dosis múltiples de cocaína oral diario (cinco por día) por 16 días

en 12 sujetos voluntarios y se hicieron estudios plasmáticos en cada sesión. La administración

de cocaína oral resultó en concentraciones plasmáticas pico aproximadamente después de 1

hora, evidenciándose acumulación de cocaína entre las dosis y un incremento del área bajo la

curva de forma proporcional a la dosis entre cada sesión.

Son necesarios de 1 a 2.5 mg de clorhidrato de cocaína administrados por vía intravenosa

para producir positividad en las evaluaciones de orina, pero se requiere al menos 10 a 20 mg

de clorhidrato administrados por dicha vía para producir efectos farmacológicos (Cone, 1995).

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La mayoría de la cocaína corporal (mas del 90%) es metabolizada, por hidrólisis

espontánea a pH alcalino, o mediante la acción de colinesterasas séricas no específicas y

esterasas hepáticas, resultando en excreción urinaria de metabolitos farmacológicamente

inactivos y no tóxicos como benzoilecgonina (BE), ecgonina metil ester (EME) y ecgonina.

Casi 10% de cocaína es bioactivada en el hígado mediante la vía oxidativa de sistema

enzimático citocromo P450, produciendo norcocaína y N-hidroxi-norcocaína. Norcocaína

tiene actividad farmacológica importante y es hepatotóxico (Devi y Chan, 1996; Sun y Lau, 2001).

Por otra parte, la N-hidroxi-norcocaína es metabolizada a nitróxido de norcocaína, un radical

libre con gran potencial hepatotóxico; los productos reactivos del metabolismo N-oxidativo

participan del stress oxidativo y el daño tisular inducidos por cocaína (Devi y Chan, 1996; Moritz y

cols., 2003). El metabolismo de la cocaína y la formación del metabolito tóxico cocaetileno son

esquematizados en la figura 5.

En el caso de la cocaína fumada el metabolismo produce también anhidroecgonina-metil-

ester (AEME), con actividad farmacológica en animales y de acción poco conocida en

humanos. Todos los metabolitos de la cocaína tienden a acumularse en el tejido graso desde el

cual se liberan lentamente (Caballero, 2005).

En sangre la principal enzima esterasa que hidroliza la cocaína es la butirilcolinesterasa

(BChE) o pseudocolinesterasa; el plasma humano contiene además otra esterasa importante: la

paraoxonasa. Aunque la velocidad a la cual BChE hidroliza la cocaína es lenta, con una

constante de velocidad catalítica (Kcat) de 3.9 min-1, la actividad endógena de BChE en el

plasma influye sustancialmente en la velocidad a la cual la cocaína es metabolizada. Personas

con variantes atípicas de BChE pueden experimentar riesgo de toxicidad severa o fatal por

cocaína (Xie y cols., 1998; Carmona y cols., 1999).

La carboxilesterasa 1 (hCE1) es una serina-hidrolasa de amplio espectro involucrada en

el metabolismo de la cocaína; está primáriamente expresada en el hígado, y con menores

cantidades en el intestino, riñón, pulmones, testículos, corazón, monocitos y macrófagos.

Dicha enzima participa en el rompimiento del enlace metil-ester sobre la R-cocaína para

generar benzoilecgonina (Redinbo y cols., 2003).

El consumo concurrente de etanol y cocaína provoca la transesterificación de cocaína por

la Carboxilesterasa-1 hepática generando el metabolito cocaetileno e incrementando la N-

desmetilación a Norcocaína. El cocaetileno, tiene gran actividad tóxica y posee una vida

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media 2 ó 3 veces más larga que la cocaína. En estudios in vitro se ha visto que el etanol

inhibe la actividad de la esterasa hepática, disminuyendo la hidrólisis a benzoilecgonina (Pastor

y cols., 2003; Redinbo y cols., 2003).

Fig. 5. Metabolismo de la cocaína y formación del metabolito tóxico: cocaetileno (Adaptado: Xie y cols., 1998; Lizasoain y cols., 2002).

La cocaína está sujeta a un importante metabolismo hepático de primer paso cuando se

administra por vía oral; un porcentaje de 6.04 y 2.26% de cocaína fueron convertidas a BE y

norcocaína, respectívamente durante la absorción de primer paso sin considerar la dosis.

Además la mayoría de norcocaína y 92% de BE fueron formados durante la absorción de

primer paso, dejando 8% de BE producida en la circulación sistémica (Sun y Lau, 2001).

La vía de administración también influye en la cantidad de BE que se detecta en plasma y

que se eliminará a través de la orina. En general, se puede decir que las máximas

concentraciones y la mayor área bajo la curva de cocaína y BE se producen después de

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administraciones nasales u orales (Lizasoain y cols., 2002). La figura 6 muestra el curso temporal

de los niveles plasmáticos de cocaína para diferentes vías de administración en humanos.

Fig.6. Curso temporal de los niveles plasmáticos de cocaína para diferentes vías de administración en humanos (Tomado de Lizasoain y cols., 2002).

Cuando la cocaína se fuma, aunque los efectos que se producen son mucho más intensos y

precoces, la cantidad absorbida es menor y por tanto las concentraciones de BE en plasma son

también menores. La benzoilecgonina puede ser detectada en orina hasta 3-4 días después del

último consumo dependiendo principalmente de la cantidad de cocaína consumida y la vía

empleada (Lizasoain y cols., 2002).

La cocaína después de ser administrada, es distribuida ampliamente por todo el

organismo; siendo el volumen de distribución varíable entre 1.5 a 2 l/Kg (57% por vía oral y

aproximadamente 70% fumada) (Lizasoain y cols., 2002). La vida media de la cocaína en sangre

es de aproximadamente 60-90 minutos, un 1-5% se excreta por la orina sin cambios, pudiendo

determinarse su presencia en las primeras 24 horas independientemente de la forma

administrada (Solano y cols., 2006, Guardiola, 2006).

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El tiempo de detección en orina es de aproximádamente 6 horas para la cocaína y 60 -90

horas para la BE; siendo hasta 60 días para algunos metabolitos después de un uso crónico

diario. La BE se puede encontrar en orina en casi 50-100 veces mayor concentración que la

cocaína (Solano y cols., 2006).

Evans y Foltin (2004), valoraron los efectos agudos de cocaína (0.25, 0.50, y 1.00 mg/kg)

en 5 monos rhesus hembra, durante las cuatro fases del ciclo menstrual: menstruación, etapa

medio folicular, etapa periovulatoria, y etapa media lútea; midiendo los niveles plasmáticos

de cocaína y sus metabolitos a los 5, 15, 30, 45, 60, y 90 minutos después de la administración

intravenosa. Hubo pocas diferencias en el perfil farmacocinético de la cocaína a través del

ciclo menstrual; sin embargo los metabolitos de cocaína, BE y EME, si variaron, con

incrementos en la fase lútea, principalmente después de la dosis más alta de cocaína.

VI. PRINCIPALES MANIFESTACIONES CLÍNICAS.

1. MANIFESTACIONES COMUNES POR “ÉXTASIS” Y COCAÍNA

La MDMA y la cocaína son consideradas ambas como drogas de tipo psicoestimulante, lo

cual esta relacionado a los llamados “efectos deseados por los usuarios”, que incluyen entre

otros, los siguientes: un intenso sentimiento de euforia, extroversión con gran empatía,

sensación de mayor energía, hiperactividad verbal e ideativa, aumento de la autoestima y

alteración de la capacidad de apreciación de la realidad (Vollenweider y cols., 2002; De la Torre y

cols., 2004). Asimismo es posible comprobar semejanzas en los efectos fisiológicos agudos reportados

por los consumidores de ambas drogas, entre los que se encuentran: pérdida del apetito,

tensión muscular aumentada con espasmo de los músculos masticatorios (trismo), rechinar

constante de los dientes (bruxismo), temblor, hiperactividad motora, temperatura corporal

aumentada, sudoración, insomnio, nauseas, vértigo, nistagmus, hiperreflexia y parestesias

(Vollenweider y cols., 2002; Roldán y Habal, 2004; Baylen y Rosenberg, 2006). El aumento de tensión de

los músculos extraoculares puede alterar la visión binocular, lo que habitualmente es más

frecuente tras el uso de “éxtasis” (Baylen y Rosenberg, 2006).

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El aumento de tensión muscular y la hiperactividad motora aguda genera, en los días

posteriores, una fatiga y dolor muscular con contracturas principalmente en la espalda y

miembros inferiores. El trismo se asocia a dolor miofacial y en usuarios crónicos a síndrome

de la articulación temporo-mandibular con desgaste de la superficie dentaria (Green y cols., 2003).

Algunas manifestaciones clínicas agudas evidencian la inducción, por parte de cocaína y

MDMA, de una mayor actividad autonómica del tipo simpaticomimético. En este sentido es

usual encontrar efectos cardiovasculares como: vasoconstricción, taquicardia, aumento de la

presión arterial y arritmias cardíacas (Cole y Sumnall, 2003; Baylen y Rosenberg, 2006). No obstante

se ha descrito que dosis bajas de cocaína pueden producir bradicardia por depresión del nodo

sinusal (Lisazoain y cols., 2002). Adicionalmente se debe destacar el gran efecto midriático

producido por cocaína y MDMA; en el caso de esta última, la dilatación pupilar tiende a

permanecer varias horas tras el consumo, contribuyendo a la visión borrosa y a una mayor

fotosensibilidad (Farre y cols., 2003).

Dentro de los síntomas agudos provocados particularmente por el consumo de “éxtasis”, es

de resaltar la mayor sensibilidad sensorial provocada por mecanismos aun no aclarados. Los

efectos simpaticomiméticos influyen de forma importante, como se mencionó para el caso de

la sensibilidad visual a la luz, esto es exacerbado intencionádamente por las luces del entorno

festivo donde se consume esta droga. La mayor sensibilidad de los sentidos sumado a una

distorsión de la percepción induce a los usuarios a valorar anormalmente los colores, la

música, el contacto de la piel y los olores de su entorno, estimulándose a si mismos o entre sí

con sustancias inhalantes, ruidos, masajes, etc (Kalant, 2001; Vollenweider y cols., 2002; De la Torre y

cols., 2004). Ocurre un fenómeno similar en usuarios de cocaína, aunque se reporta menos

frecuentemente y con menor intensidad; probablemente las caracteristicas del ambiente de

consumo influyen en estas diferencias con relación al “éxtasis” (Lisazoain y cols., 2002).

Por otra parte se ha podido comprobar una importante acción de la MDMA y la cocaína

alterando de forma aguda la función endócrina, principalmente aquella vinculada al eje

hipotálamo-hipofisiario y las glándulas periféricas que dependen del mismo. Asi, tras el uso de

cualquiera de las drogas mencionadas, es característico encontrar un aumento significativo de

la hormona adrenocorticotrófica (ACTH) y consecuentemente del cortisol (Farre y cols., 2003).

Otra alteración común es el incremento de hormona estimulante de tiroides, hormona

luteinizante y prolactina, aunque en algunos trabajos se reporta que, luego de la administración

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intravenosa de cocaína en humanos, existiría una disminución de prolactina (Mendelson y cols.,

1998). Estos cambios ejercen un rol importante en las manifestaciones clínicas finales de los

usuarios de las drogas; un ejemplo de ello es la acción predominante de MDMA sobre el

incremento de la hormona antidiurética que contribuye directamente en la hiponatremia y el

riesgo de muerte por edema cerebral (Green y cols., 2003).

En relación a los efectos de toxicidad aguda, cuando se alcanzan altas concentraciones

plasmáticas de la droga, se pueden observar todavía algunas similaridades en las

manifestaciones clínicas finales, aunque parecieran predominar mecanismos diferentes. Es

característico por ejemplo encontrar cuadros de arritmia cardíaca, hipertensión arterial severa,

convulsiones, espasmos musculares, síntomas psicóticos con agresividad paranoica y ataques

de pánico, hipertermia severa, rabdomiólisis y disfunción multiorgánica subsecuente

(Vongpatanasin y cols., 1999; Lisazoain y cols., 2002; Vollenweider y cols., 2002). Sin embargo, como se

describirá más adelante, en la actualidad la toxicidad por cocaína parece depender

primordialmente de sobreactividad simpaticomimética, mientras que la toxicidad por MDMA

se vincularía esencialmente a sobreactividad serotoninérgica (Vollenweider y cols., 2002; Lisazoain

y cols., 2002).

Durante los primeros días posteriores al consumo de ambas drogas, una de las

manifestaciones clínicas más frecuentes es la sintomatología depresiva que se asocia a

alteraciones del sueño, sensación de falta de energía, dificultad de concentración, disforia,

apatía, etc. Mientras que los episodios depresivos suelen ser más severos y transitorios en

usuarios de cocaína, estos son más frecuentes y duraderos en usuarios de MDMA (De la Torre y

cols., 2004). Es además característico que la llamada “depresión por cocaína” se asocie

fuertemente al deseo incontrolable de consumir más droga (“craving”), aun en usuarios

nuevos; algo que no se presenta en consumidores de MDMA, en quienes parece ser más usual

encontrar síntomas depresivos cuando el consumo de la droga se hace crónico o regular (Lisazoain y cols., 2002).

2. MANIFESTACIONES CLINICAS ESPECÍFICAS

A. ÉXTASIS

En un porcentaje pequeño de pacientes, se ha reportado que la MDMA origina un

desorden de percepción alucinógeno persistente. A diferencia de las alucinaciones verdaderas

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en que hay una percepción sin objeto sensorial, en el caso de los usuarios de MDMA, esto no

ocurre usualmente, de modo que el “éxtasis” no sería propiamente una sustancia alucinógena,

aunque existen descripciones de estos efectos en algunos casos de intoxicación aguda (Lorenzo

y Lizasoain, 2003; Baylen y Rosenberg, 2006).

La MDMA induce efectos psicológicos agudos importantes que parecen resaltar los

cambios centrales específicos que genera. Asi se reporta alteración de la percepción subjetiva

del tiempo e incapacidad para focalizarse en un pensamiento útil, conductas del tipo

desrealización-despersonalización, comportamiento imprudente y bizarro, vinculación

emocional inadecuada, palabras inapropiadas, delirios, paranoia (De la Torre y cols., 2004; Baylen y

Rosenberg, 2006). Estos efectos psicoactivos de MDMA suelen ser más intensos en mujeres y

tambien en personas que presentan una condición psiquiátrica preexistente y/o una

predisposición genética (Cole y Sumnall, 2003).

Tales diferencias de sexo en las manifestaciones clínicas de la MDMA son también

evidentes en las complicaciones cardiovasculares, las cuales son mayores en hombres que en

mujeres (Cole y Sumnall, 2003). Además es posible establecer diferencias según la forma

enantiomérica de la droga, asi se ha descrito que la actividad de la (S)-MDMA es consistente

con los efectos subjetivos y el desempeño psicomotor reportado en usuarios regulares de

“éxtasis”, mientras que el (R)-enantiómero correlaciona con los efectos cognitivos y del

humor experimentados en los días posteriores al uso de MDMA. Los estudios experimentales

han demostrado que el (S)-enantiómero es relativamente más potente en humanos que el (R)-

enantiómero (Pizarro y cols., 2004).

La MDMA es frecuentemente consumida en asociación con alcohol; esta combinación

alarga la duración de la euforia y provoca disociación entre la sedación subjetiva y objetiva. Es

decir que la MDMA revierte la sedación subjetiva inducida por el alcohol pero no reduce los

sentimientos de embriaguez; tampoco revierte las acciones del alcohol sobre las habilidades

psicomotoras (Hernández y cols., 2002).

La sudoración excesiva por la alta actividad física y el ambiente caluroso donde se

consume el “éxtasis” puede llevar a deshidratación severa, hay que considerar también que la

MDMA produce una distorsión de la sed. Paradójicamente tomar agua en exceso produce un

cuadro de hiponatremia con hemodilución y edema cerebral, lo que es agravado por la

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liberación de hormona antidiurética. En este sentido las mujeres tienen mayor riesgo de

desarrollar síntomas y muerte por hiponatremia que los varones (Kalant 2001)

En los usuarios regulares de MDMA, algunos síntomas psicológicos tienden a ser

persistentes o crónicos, encontrándose principalmente: alteración de la memoria tanto verbal

como visual con una severidad dependiente de la intensidad del uso precedente, deficiencia de

la capacidad de ejecutar decisiones y razonamiento lógico deficiente (Kalant 2001).

El potencial de MDMA para producir adicción (dependencia) es controversial. Aun no hay

evidencia clara que sugiera que la MDMA origine un problema mayor de dependencia como

es definido en el Manual Diagnóstico y Estadístico de Desordenes Mentales (DSM) (Kalant,

2001). A partir de los estudios clínicos no se puede deducir que la MDMA tenga el patrón

típico de las drogas causantes de dependencia, ya que los consumidores no presentan ni

dependencia física (síndrome de abstinencia), ni dependencia psicológica (deseo compulsivo

de consumir la droga), aunque sí existen datos que confirman tolerancia farmacológica pues se

necesitan incrementar la dosis para conseguir los efectos subjetivos iniciales; adicionalmente

la evidencia sugiere que con el uso prolongado los efectos negativos aumentan constantemente (Lorenzo y Lizasoain, 2003).

B. COCAÍNA.

La cocaína ejerce efectos locales importantes según la vía de administración que se utilice,

esto en función de su actividad como anestésico local e inductor de vasocontricción. Por

ejemplo, es común que los individuos quienes esnifan cocaína manifiesten de inicio

insensibilidad nasal, y posteriormente durante el consumo crónico desarrollen lesiones severas

de la mucosa nasal con pérdida de células olfatorias, epistaxis, atrofia, abscesos

subperiósticos, sinusitis crónica, necrosis del septum nasal y desintegración de los cartílagos

nasales (Balcells, 2001; Lisazoain y cols., 2002).

La acción del tipo anestésico local de la cocaína sumada a los ya descritos efectos

simpaticomiméticos también tiene repercusiones serias en la función cardiovascular. De ahí

que las complicaciones cardiovasculares asociadas al uso de cocaína son una causa mayor de

emergencias amenazantes de vida, abarcando un amplio espectro que incluye crisis

hipertensivas, infarto de miocardio, trombosis de arteria coronaria, insuficiencia cardíaca

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congestiva, arritmias cardíacas, embolismo con isquemia obstructiva en diversos órganos y

tejidos (Vongpatanasin y cols., 1999).

La cocaína es una droga que por sus efectos sobre la conducta tiene mayor capacidad de

recompensa o refuerzo positivo (Caballero, 2005). Una característica particular que se desprende

de lo anterior es el llamado “priming” o apremio inmediato del uso de cocaína, que se

manifiesta por un intenso e incontrolable deseo de repetir el consumo de la droga una vez que

este se ha iniciado. En etapas de abstinencia tras consumo crónico, el equivalente de este

deseo compulsivo se conoce como “craving” o “apetencia” (Nestler, 2004).

En relación a la toxicidad por cocaína, una manifestación casi específica es la aparición de

microzoopsias o síndrome de Mangan, el cual consiste en un cuadro alucinatorio táctil en la

que el consumidor está convencido de que muchos insectos se mueven debajo de su propia

piel, por todo el cuerpo; esto se vive en un nivel tal de realismo que el sujeto llega a

pellizcarse o pincharse con agujas para “tratar de extraer” los cuerpos extraños (Castaño y cols.,

2000; Llopis, 2001; Lisazoain y cols., 2002). En algunos casos de intoxicación por cocaína aparece

una lentificación motora asociada con rigidez muscular especialmente en extremidades

superiores y en la mandíbula, además pueden aparecer tremores, corea y estereotipias motoras

que pueden asociarse a reacciones extrapiramidales como bradicinesia, acinesia, acatisia,

pseudoparkinsonismo e incluso catalepsia (Castaño y cols., 2000; Llopis, 2001; Roldán y Habal, 2004).

Las crisis convulsivas focales o generalizadas, incluso con estatus epiléptico son una de las

complicaciones mas reportadas tras el consumo de cocaína, particularmente en jóvenes cuando

es fumada o administrada por vía intravenosa (Roldán y Habal, 2004). Se ha comprobado una

disminución del umbral convulsivo por acción de la cocaína mediante mecanismos no bien

precisados (Balcells, 2001).

La frecuente combinación del consumo de cocaína y alcohol etílico incrementa el riesgo

de toxicidad aguda grave Se produce mayor hepatotoxicidad así como mayores efectos

simpaticomiméticos, además se reduce la sedación inducida por el alcohol pero la embriaguez

no es disminuída (Pastor y cols., 2003).

El uso crónico o a largo plazo de cocaína se asocia muy frecuentemente a complicaciones

cardiovasculares, como arritmias crónicas, endocarditis, miocarditis e hipertrofia ventricular

izquierda (Roldán y Habal, 2004). Por otro lado, la cocaína fumada en forma regular se asocia a

accesos crónicos de tos, disnea, lesiones térmicas, y en algunos casos a un cuadro conocido

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como “pulmón de “crack”, caracterizado por infiltrados pulmonares, sangrado pulmonar,

obstrucción aérea, eosinofília, fiebre e insuficiencia respiratoria (Balcells, 2001).

Una característica del consumo de cocaína principalmente en su forma fumable es la

inducción de taquifilaxia, es decir la muy pronta necesidad de incrementar las dosis sucesivas

de la droga para obtener el efecto deseado; esto hace de la cocaína una poderosa droga

adictiva. Con el uso crónico se desarrolla un llamado efecto paradójico o tolerancia inversa,

que se caracteriza por la perdida de los efectos estimulantes y aumento de los efectos

indeseables; lo que puede explicar algunas de las muertes que ocurren después de consumir

dosis aparentemente bajas de cocaína (Llopis, 2001).

Clasicamente se concebía el síndrome de abstinencia por cocaína como una sucesión de

tres fases; la primera se caracterizaba por la presencia del “craving” y una ansiedad muy

marcada con agitación psicomotora, que progresivamente desaparecían; la segunda fase podía

durar varios meses y se caracterizaba por síntomas depresivos menores; en la tercera fase

parecen extinguirse los síntomas psicológicos y físicos pero persiste el riesgo de recaída ante

cualquier tipo de estímulo que evoque en la mente del individuo la euforia cocaínica (Gawin y

Kleber, 1986). Sin embargo en la actualidad se conoce que el cuadro de abstinencia por cocaína

tiene peculiaridades como, por ejemplo, que el cocainómano no busca necesariamente cocaína

durante el síndrome y el consumo puede no aliviar los síntomas de abstinencia, sino más bien

complicarlos (Caballero, 2005). La existencia de un cuadro típico de abstinencia asociada al

consumo de cocaína no ha sido observado en los diferentes estudios (Llopis, 2001).

En general se concuerda que el síndrome de abstinencia por cocaína se observa a las pocas

horas o días de dejar de consumir o disminuir la cantidad de consumo y suele durar varios

días. El síndrome de abstinencia, aunque es frecuente en las personas dependientes, no es una

condición necesaria ni suficiente para diagnosticar dependencia de cocaína (Llopis, 2001). La

mayoría de los investigadores afirman que el consumo regular de cocaína puede conducir a

una rápida dependencia psicológica (adicción), pero no a una dependencia física. Esta forma

de dependencia ha sido también denominada psicogenética, emocional, conductual o de

habituación. Los psicólogos precisan que se trata de un comportamiento aprendido de

búsqueda reiterada de la droga, caracterizado por un deseo ansioso o compulsivo, que la

persona puede percibir como necesidad de más droga (“craving”) (Caballero, 2005).

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VII. PRINCIPALES ACCIONES FARMACOLÓGICAS DE LA MDMA Y LA COCAÍNA EN EL SISTEMA NERVIOSO.

1. NEUROTRANSMISORES MONOAMINERGICOS Y OTROS

Uno de los aspectos centrales de las acción farmacológica de la MDMA y la cocaína sobre

el sistema nervioso central y periférico es la modificación del funcionamiento sináptico en

vías específicas que involucran a los principales sistemas de neurotransmisores

monoaminérgicos; y aunque esto significa la manifestación de síntomas y signos muy

similares durante el consumo agudo, permite esencialmente comprobar cómo aspectos

químicos y farmacocinéticos de ambas drogas trascienden en diferencias sutiles de los

mecanismos moleculares que a la larga determinan complicaciones, secuelas o pronóstico

diferentes entre usuarios de MDMA y cocaína.

Las alteraciones provocadas por MDMA sobre los principales sistemas de

neurotransmisores cerebrales han sido estudiados extensamente en animales de

experimentación, principalmente ratas, y se han podido establecer algunas conclusiones acerca

de los aparentes efectos agudos de la droga tanto a nivel del sistema de serotonina (5-HT),

dopamina (DA) y norepinefrina (NE), que se pueden resumir como sigue:

- Liberación y agotamiento de monoaminas: 5-HT, DA y NE (Lyles y Cadet, 2003; Green y cols.,

2003)

- Acción agonista sobre receptores de monoaminas (Vollenweider y cols., 2002).

- Disminución de la actividad de la enzima triptofano hidroxilasa (Green y cols., 2003).

- Disminución de la actividad de la enzima monoamino-oxidasa (MAO) (Green y cols., 2003).

Por otro lado, desde el punto de vista neuroquímico, la acción más importante de la

cocaína, y su metabolito: norcocaína, es el bloqueo del transportador de recaptura de

dopamina (DAT), es decir el lugar de la membrana presináptica encargado de retirar el

neurotransmisor de la sinapsis (Einhorn y cols., 1988; Volkow y cols., 1999). Sin embargo, la cocaína

bloquea también el transportador de recaptura de serotonina (SERT) y el transportador de

recaptura de norepinefrina (NET) (Sora y cols, 2001; Ravna y cols, 2003). Asimismo se ha

comprobado que la cocaína administrada en forma repetida inhibe parcialmente la liberación

de DA dependiente de impulso en neuronas de las vías de la adicción, lo cual estaría

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relacionado a sus acciónes sobre los canales de Na+ (Einhorn y cols., 1988); esto se desarrollará

más adelante en esta revisión.

La administración de una dosis simple de MDMA o MDA a ratas provoca una rápida y

aguda liberación de 5-HT en el tejido cerebral, particularmente en el estriado y la corteza

media prefrontal, seguido luego por una disminución marcada durante las primeras horas;

pudiendo apreciárse una recuperación considerable hacia las 24 horas post administración.

(Gudelsky y Nash, 1996). Altas dosis de MDMA tienen un efecto bifásico sobre el funcionamiento

serotoninérgico, primero causando una disminución aguda seguida por una recuperación

parcial y luego una disminución crónica que se asocia con daño axonal. (Schmidt, 1990).

El transporte de serotonina a través del transportador de membrana (SERT) se realiza

movilizando también Na+ y Cl- en una reacción de un solo paso, mientras que el K+ es

transportado en dirección opuesta en un segundo paso (Rudnick y Wall, 1992). Los

transportadores de recaptura de DA, 5-HT y NE comparten un mecanismo funcional común,

usando un gradiente iónico como fuente de energía para la translocación de neurotransmisor

contra un gradiente de concentración. Por otra parte, el sistema de transporte de monoaminas

hacia la vesícula se realiza por un transportador vesicular (VMAT-2), el cual acopla el eflujo

de uno o más iones H+ a la captura de cada molécula de amina; esto es favorecido por la

acción de una bomba de H+ dependiente de ATP que acidifica el interior vesicular (Rudnick y

Wall, 1992). Se ha postulado que la MDMA extracelular entra a las células en forma pasiva o mediante

SERT y luego ingresa a las vesículas sinápticas a través del transportador vesicular (VMAT)

para provocar el eflujo de serotonina hacia el citoplasma; antes que la serotonina

citoplasmática pueda ser oxidada por la MAO, el intercambio con la MDMA extracelular

catalizada por el transportador SERT conduce a la salida de serotonina desde la célula (Rudnick

y Wall, 1992). En el caso de la cocaína, se ha establecido que esta tiene alta afinidad por DAT (IC50=0.3-

0.8 µM), siendo un inhibidor puro de recaptura, sin efecto alguno sobre la liberación de DA

(Rothman y cols., 2001; Kiyatkin y cols., 2006). Como consecuencia del bloqueo de DAT, se produce

un gran aumento de la concentración sináptica de dopamina y de la transmisión

dopaminérgica, la cual junto con serotonina participan en los mecanismos de “reforzamiento”

y “recompensa” por cocaína. Los hallazgos actuales establecen que la capacidad de bloqueo

del transporte por DAT está inmersa en la estructura tridimensional del compuesto más que en

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los grupos funcionales de la droga. Incluso si el nitrógeno amino es removido de la estructura

de la droga, esta puede todavía bloquear efectivamente el transporte de dopamina (Madras,

2002). Asimismo son importantes algunos residuos aminoácidos específicos del transportador

para la unión de la cocaína (Ravna y cols., 2003)

La movilización de MDMA a través de SERT, DAT y NET, es un proceso saturable,

estereoselectivo (mayor para la (+) MDMA), dependiente de la concentración de MDMA y al

parecer también de la temperatura corporal, pues se ha evidenciado que el incremento de

temperatura mejora el transporte de MDMA (Verrico y cols., 2007). La selectiva neurotoxicidad

de MDMA por neuronas serotoninérgicas ha sido frecuentemente atribuída a la relativa

mayor afinidad de MDMA por el transportador SERT comparado con DAT, en función de lo

observado en ratas. Contrario a esto, según el estudio de Verrico y cols. (2007), la MDMA, en

células humanas, ha mostrado mayor afinidad por el transportador NET y menores afinidades

por SERT y DAT; es decir que en humanos la MDMA no tendría efectos selectivos en el

transportador de serotonina. Sin embargo en comparación a la liberación estimulada por

MDMA de DA y NE, la liberación de serotonina fue mucho mayor. La tabla 2, muestra

algunos valores de afinidad y velocidad de transporte máximo para MDMA, obtenidos del

estudio de Verrico y cols.

Tabla 2. Afinidades (Km, nM) y velocidad de transporte máximo (Vmax, fmol/min/106 cels) para MDMA y monoaminas marcadas con tritio. La afinidad de (+) MDMA por los transportadores DAT, NET y SERT es mayor que la de MDMA racémica y esta es mayor que la de (-)MDMA indicando un transporte estereoselectivo. La afinidad de MDMA fue muy alta para NET incluso mayor que la misma norepinefrina. La afinidad de (+)MDMA es igual que la de 5-HT por su transportador (SERT), mientras que la afinidad de MDMA racémica es aproximadamente 50% más baja. La capacidad de SERT para transportar (±) MDMA fue 10 veces más baja que para [H3]5-HT (Tomado de Verrico y cols., 2007).

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La MDMA parecería tener la capacidad para modular el transportador SERT impidiendo

su internalización y degradación, como lo hace la misma serotonina. La mayor liberación de 5-

HT inducida por MDMA mejoraría la acumulación intracelular de MDMA y sus metabolitos

conduciendo a una adaptación neuronal terminal o a daño tóxico. En contraste a SERT, la

internalización de DAT es promovida por las anfetaminas y dopamina, reduciendo por tanto

la capacidad de transporte y disminuyendo la disponibilidad de DAT en la superficie celular

con lo que disminuye la probabilidad de daño (Verrico y cols., 2007).

Por su parte, la cocaína activa vías dopaminérgicas “reforzantes” o del placer en el sistema

límbico y el cerebro basal anterior, que en forma fisiológica dan soporte a conductas normales

de supervivencia, pero que por efecto de la droga se activan de modo intenso y anómalo dando

lugar a un placer distorsionado muy apetitivo, fuera del rango de las experiencias reforzantes

naturales, conduciendo al usuario a la adicción (Childress y cols., 1999; Kalivas, 2003).

El denominado “circuito neural básico de la recompensa de los mamíferos superiores” está

localizado en el área límbico-pálido-estriatal e incluye el área tegmental ventral (VTA), la

amígdala, el núcleo acumbens, el núcleo pálido ventral y la corteza prefrontal (Kalivas, 2003). La

figura 7 muestra esquemáticamente los circuitos cerebrales de recompensa de los mamíferos y

el lugar principal de acción de la cocaína.

La neurotransmisión dopaminérgica-glutamatérgica-gabaérgica entre el núcleo acumbens

(considerado el «lugar universal de las adicciones»), el área tegmental ventral («lugar de las

recompensas naturales») y la corteza prefrontal («lugar de las funciones ejecutivas») es crítica

para entender la alteración de los mecanismos cerebrales de la recompensa o placer en la

cocainomanía. Hay implicados en esa función al menos otros 4 sistemas de neurotransmisión

(serotonina, acetilcolina, NO y péptidos endógenos diversos) y 6 áreas cerebrales (sistema

mesolímbico, nucleo pálido ventral, amígdala, hipocampo, hipotálamo y núcleo pedúnculo-

pontino tegmental) (Caballero, 2005).

Es conocido que la mayoría de drogas de abuso, estimulan preferencialmente la

transmisión de dopamina en la subdivisión cortical del núcleo acumbens. Por ejemplo, los

estudios in vivo con ratas han encontrado generalmente que luego de la administración

periférica de MDMA hay una importante liberación, dosis dependiente, de dopamina en el

estriado, hipocampo, el núcleo caudado y el núcleo acumbens (Yamamoto y Spanos, 1988). En

este caso, la participación del transportador DAT para la liberación de dopamina es

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controversial; se sugiere que, en ratas, la MDMA entraría a la terminal dopaminérgica

mediante difusión y no a través del acarreador (O’Shea y cols., 2001). Además el incremento de

5-HT postsináptica por acción de la MDMA amplifica la respuesta de liberación de dopamina

extracelular; se ha demostrado que la 5-HT activa los receptores 5-HT2A, los cuales mejoran

importantemente la síntesis de dopamina y su liberación.

Fig. 7. Circuitos cerebrales de recompensa de los mamíferos (rata). Se indica los lugares donde actúan la cocaína y otras sustancias de abuso. Las neuronas dopaminérgicas del area tegmental ventral (VTA) proyectan sus axones sobre las células espinosas medianas del nucleo acumbens (Acc), desde donde salen varias proyecciones, liberando GABA y opioides endógenos. Las neuronas espinosas reciben axones con glutamato (GLU), procedentes de la córteza prefrontal (FCX), la amígdala (Amigd), etc; asi como proyecciones de otros núcleos. VP: pálido ventral, ABN: Núcleo anterior del tálamo. LC: locus ceruleus, ICSS: componente mielinizado de los circuitos de recompensa (Tomado de: Caballero, 2005).

La producción excesiva de DA y su liberación después de la administración de MDMA

resultan en niveles anormalmente altos de DA extracelular que pueden ser introducida hacia

las terminales serotoninérgicas vaciadas donde se formarían metabolitos tóxicos

contribuyendo al daño axonal serotoninérgico (Lyles y Cadet, 2003). Por otra parte, la

administración de MDMA disminuye la concentración de GABA extracelular en la sustancia

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negra y el estriado de ratas, lo que también sería mediado por los receptores 5-HT2A/2C. Se

sugiere que la reducción de GABA mediada por MDMA aumentaría los efectos sobre la

síntesis de DA y su liberación, potenciando de este modo los efectos neurotóxicos de MDMA (Yamamoto y cols., 1995).

La evidencia también sugiere que la MDMA incrementa la liberación de dopamina

parcialmente a través de un mecanismo mediado por impulso, lo que sería corroborado por la

observación de que la liberación aguda de dopamina inducida por MDMA en el estriado, a

diferencia del caso de serotonina, sería dependiente de calcio (Yamamoto, 1995).

La MDMA actúa además como un agonista indirecto monoaminérgico y muestra

relativamente altas afinidades por los adrenoreceptores α2 (3.6 µM), receptores 5-HT2 (5.1

µM), receptores muscarínicos M1 (5.8 µM), y receptores de histamina H1 (5.7 µM)

(Vollenweider y cols., 2002). En la figura 8 se esquematiza el efecto primario de la MDMA,

involucrando los principales receptores afectados. El agonismo del receptor 5-HT2A ha sido

asociado con los efectos alucinógenos de MDMA; sin embargo la afinidad de MDMA en el

receptor 5-HT2A humano es ligeramente menor que para el receptor de rata, lo que

corresponde con la baja incidencia de alucinaciones inducidas por MDMA en humanos (Sadzot

y cols., 1989).

Fig. 8. Principales sistemas de receptores afectados por MDMA, de acuerdo a su afinidad por la droga. Los datos presentados sugieren que el efecto primario de la MDMA es la liberación de 5-HT en el cerebro mediante una interacción directa con el transportador SERT y con participación del transportador vesicular VMAT (no mostrado aquí). Además se muestra la liberación de dopamina por mecanismos directos o indirectos que aun siguen siendo estudiados. (Adaptado de: Vollenweider y cols., 2002)

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Las acciones agonistas de MDMA en los adrenorreceptores α2 presinápticos, están también

implicadas en la liberación de 5-HT inducida por MDMA; la MDMA tiene una relativamente

alta afinidad por estos receptores y ellos están presentes en las terminales serotoninérgicas

(Yamamoto y cols., 1995). MDMA se une con menos afinidad a los receptores muscarínicos M2,

receptores adrenérgicos α1, receptores adrenérgicos β, receptores 5-HT1 y receptores

dopaminérgicos D1 y D2 (Lyles y Cadet, 2003); recientemente se ha descubierto que MDMA

también activa el receptor nicotínico α7 de acetilcolina, lo que potenciaría el efecto

dopaminérgico en la neurotoxicidad (Chipana y cols., 2006).

Adicionalmente, MDMA ha sido reportada para poseer alta afinidad (EC50 1.7 µM) y

eficacia por un receptor de trazas de amina, que está localizado dentro del citosol,

posiblemente sobre la membranas vesiculares. Ya que la MDMA es rápidamente transportada

y concentrada dentro de la terminal serotoninérgica, podría esperarse que tuviera actividad

intrínseca en el nuevo receptor; sin embargo su nivel de expresión en el cerebro de rata es

bajo, de modo que su relevancia a las acciones psicotrópicas de MDMA no es clara (Bunzow y

cols., 2001). Se ha postulado que una función de las aminas traza sería actuar como

moduladores endógenos de los neurotransmisores aminérgicos clásicos y por tanto la

modulación inducida por MDMA de las aminas traza puede de este modo afectar también a las

monoaminas (Miller y cols., 2005; Zucchi y cols., 2006).

La cocaína a su vez interacciona con los receptores muscarínicos, antagonizando su efecto,

lo que se asociaría con síntomas de delirio y acciones cardiotóxicas (Flynn y cols., 1992). El

receptor nicotínico de acetilcolina (nAChR) también es inhibido por la cocaína, comúnmente

se acepta que la cocaína entra al canal del receptor después de que este se ha abierto y bloquea

estéricamente el flujo iónico; se ha sugerido un mecanismo adicional en el cual la cocaína se

une a un sitio regulatorio inhibiendo la apertura del canal del receptor (Niu y cols., 1995).

La cocaína también se ha asociado a procesos de variación de sensibilidad en los

receptores dopaminérgicos. Como una consecuencia de la liberación aumentada de DA hay

una disminución en la sensibilidad de los autorreceptores D2 que regulan la generación del

impulso, con lo que el disparo neuronal se ve aumentado. Además se ha observado que los

receptores postsinápticos de DA parecen hacerse supersensibles a los efectos de la DA

extracelular; particularmente los receptores D1 (Kalivas y Duffy, 1998).

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Por otro lado, el bloqueo de la captura de 5-HT en el rafe dorsal por la administración

aguda de cocaína produce un disparo neuronal espontáneo de 5-HT disminuido; esta

disminución parece ser el resultado de una mayor inhibición provocada por la estimulación

aumentada de los autorreceptores 5-HT1A que modulan el impulso. Se especula que el disparo

neuronal disminuido resultaría en liberación disminuida de 5-HT en las proyecciones

neuronales hacia áreas tales como el VTA y el núcleo acumbens, disminuyendo por lo tanto

la influencia inhibitoria de 5-HT, y aumentando la neurotransmisión de DA (Kalivas y Duffy,

1998). Rocha y cols. (2002), demostraron que los receptores 5-HT2C expresados en el VTA

participan importantemente en la supresión serotoninérgica de las respuestas conductuales

mediadas por DA a la cocaína.

La administración aguda de altas dosis de cocaína también eleva el contenido de glutamato

extracelular en el núcleo acumbens y el VTA, indicando su participación en los efectos de la

droga. Además se ha encontrado que dependiendo del tiempo de administración agudo o

crónico, la cocaína induce una modificación de la expresión génica de varios subtipos de

receptor de glutamato en el núcleo acumbens, el VTA y el estriado (Ghasemzadeh y cols., 1999).

Los datos de otros estudios indican que la activación específica de los receptores GABAB

atenúa los efectos de recompensa de cocaína aguda (Slattery y cols., 2005). También se ha

sugerido que la inhibición de los receptores nicotínicos de acetilcolina (nAChR) alfa 7 y beta2

es necesaria para prevenir el desarrollo de la sensibilización del aumento en los niveles de

dopamina extracelular en el estriado ventral, provocado por cocaína (Zanetti y cols., 2006).

Un conjunto importante de manifestaciones por el uso de MDMA o cocaína tienen que ver

con el aumento de actividad simpaticomimética, principalmente de un modo indirecto al

facilitar la acumulación de NE en la sinápsis tanto de vías nerviosas centrales como

periféricas. En el caso del bloqueo del transportador NET por cocaína a nivel periférico, esta

inhibición es casi cercana a lo máximo con dosis bajas de la droga; sin embargo el efecto final

de esta actividad es dependiente de mecanismos compensatorios reflejos que previenen

parcialmente una sobreactivación simpática excesiva, incluso con dosis bajas de la droga (Vongpatanasin y cols., 1999; Tuncel y cols., 2002).

Los niveles de 5-HT, modificados por la MDMA, también dependen de otros factores

como la inhibición de la actividad de la triptofano hidroxilasa (TPH), la enzima limitante de la

síntesis de 5-HT, por acción directa de la droga. Stone y cols. (1987), demostraron que la

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actividad de TPH declina en el neoestriado, corteza frontal, hipocampo e hipotálamo de rata

dentro de 15 minutos después de la administración de MDMA. Esta inhibición aun es

detectable 2 semanas después de una dosis simple de MDMA; al parecer un metabolito activo

de la droga sería el responsable de este efecto neuroquímico agudo. Se postula que una

quinona, producto del metabolismo de MDMA, se combinaría con grupos sulfhidrilo dentro de

las molécula de enzima TPH para desactivarla (Stone y cols., 1989).

MDMA también inhibe la enzima catabólica monoamino oxidasa (MAO). La potencia es

aproximadamente 10 veces mayor en MAO-A (IC50 = 44 µM) que en MAO-B en

preparaciones de homogenado de cerebro de rata. Tal inhibición reduce el metabolismo de 5-

HT y de dopamina dentro de las terminales nerviosas y por lo tanto contribuye a la

incrementada liberación de neurotransmisor activo por la MDMA (Leonardi y Azmitia, 1994).

Por otra parte, es importante destacar que la MDMA produce varios cambios de larga

duración al sistema serotoninérgico dependientes de la dosis administrada, el régimen de

dosificación, la especie y la cepa de los animales; estos cambios incluyen: disminución en la

densidad del transportador de recaptura de serotonina (SERT), disminución de los niveles de

5-HT y lesiones severas en los axones serotoninérgicos (Wallace y cols., 2001). Los datos

indicarían que son necesarias dosis altas o frecuentes de MDMA para producir este daño

neurotóxico (O’Shea y cols., 1998).

La mayoría de estudios sugiere que la MDMA causa principalmente cambios a largo plazo

en los axones serotoninérgicos que tienen sus cuerpos celulares en el núcleo del rafe dorsal.

Hay una pérdida neurotóxica de terminales nerviosas serotoninérgicas que se evidencia por la

disminución de 5-HT y su metabolito el ácido 5 hidroxiindolacético (5-HIIA), asi como la

menor densidad del transportador SERT (Boot y cols., 2002).

Mediante técnicas de inmunocitoquímica, ha sido posible ver los axones y terminales

serotoninérgicos en rebanadas de cerebro de animales expuestos a MDMA. Así, se ha

observado edema irregular y fragmentación de finos axones serotoninérgicos poco después de

un régimen neurotóxico de MDMA o MDA (O’Hearn y cols., 1988). Las mediciones tomadas 2 a

4 semanas después, también muestran una disminución persistente en los axones teñidos; los

cambios reflejan una marcada reducción en la densidad axonal serotoninérgica,

particularmente en la neocorteza, el estriado, y el tálamo, con reducciones más pequeñas en el

hipocampo, septum y amígdala. Las porciones terminales de axones fueron selectivamente

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más vulnerables al daño inducido por MDMA, mientras que los cuerpos celulares no fueron

afectados (O’Hearn y cols., 1988). Las figuras 9 y 10 muestran algunas alteraciones en las

neuronas serotoninérgicas provocados por la MDMA y su metabolito, la MDA.

Aunque, en ratas, se ha evidenciado una considerable recuperación de los indicadores de

funcionamiento serotoninérgico un año después de la exposición a la droga, esto depende de

la severidad del daño inicial y de la cepa (Baggott y cols., 2001). Parece haber una velocidad más

rápida de recuperación entre las 18 horas y las 4 semanas, después de lo cual una velocidad de

recuperación más lenta fue observada (Battaglia y cols., 1988)

Por otro lado, Scheffel y cols. (1992), demostraron en estudios in vivo y en vitro que la

administración aguda de MDMA no afecta la densidad de receptores 5-HT2A y 5-HT2C ,

mientras que la administración intensa resulta en un 55 a 80% de disminución en la densidad

de los receptores 5-HT2 a las 24 horas post-tratamiento; no obstante este cambio empieza a

desaparecer después de 6 días . Esto podría reflejar una regulación compensatoria de los

receptores 5-HT2.

Fig. 9. Efecto de MDA en la degeneración aguda de axones serotoninérgicos, en rata. Terminales axónicas, 1 día después de 4 dosis de MDA (20 mg/kg). Se aprecian enormes varicosidades, engrosamiento irregular, y fragmentación de fibras. Cambios similares ocurren con MDMA. Escala de la barra: 10 um. (Tomado de O’Hearn y cols., 1988)

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Fig. 10. Efectos de MDMA y MDA en axones de serotonina en corteza motora frontal de rata, preparada por inmunocitoquímica. Las imágenes se obtuvieron 2 semanas después de administrar MDMA o MDA (20 mg/kg) dos veces al día por 4 días. Se aprecia ablación de axones finos terminales y engrosamiento de las fibras remanentes preterminales, con orientación predominantemente radial. Las lesiones son mayores con MDA. (Microfotografías de campo oscuro, escala de la barra: 100 um, cortes sagitales) (Tomado de O’Hearn y cols., 1988).

La depleción serotoninérgica y el daño neuronal han sido también demostrados en

primates no humanos, siendo los efectos más pronunciados que aquellos observados en

ratones. Estudios de análisis inmunocitoquímico, después de la administración de MDMA a

monos rhesus han demostrado que hay una marcada reducción en la densidad de axones

inmunorreactivos a serotonina a través de toda la parte frontal cerebral, algunos axones

aparecen hinchados y deformes; además la depleción de 5-HT es acompañada por una

significativa reducción (60%) en la concentración de 5-HIAA en el LCR (Ricaurte y cols., 1992).

También se ha evidenciado cambios similares a largo plazo en humanos, mediante

estudios con ligandos del transportador SERT y tomografía por emisión de positrones (PET) o

tomografía computada con emisión de fotón simple (SPECT) (Semple y cols., 1999). Asimismo

hay disminución en la densidad de receptores 5-HT2A que revierte durante la abstinencia,

indicando que existen mecanismos adaptativos de regulación a la baja y a la alta de los

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receptores 5-HT2A (Reneman y cols., 2002). Se ha observado que las mujeres son más propensas

al daño serotoninérgico a largo plazo y por otro lado, parece que los usuarios de MDMA no

sufren reducciones en las neuronas dopaminérgicas nigroestriatales (Reneman y cols., 2001)

(Reneman y cols., 2002). En el caso de la cocaína, no se han reportado alteraciones a largo plazo de la concentración

de serotonina cerebral en humanos; sin embargo sí se ha encontrado evidencia de daño

persistente de las neuronas dopaminérgicas estriatales por la exposición crónica. Se ha

observado declinaciones en el transportador vesicular de monoaminas (VMAT-2), el

transportador DAT, y las concentraciones de DA. Al parecer el daño a las fibras estriatales de

la dopamina, junto a otros cambios neuronales, puede desempeñar un papel crucial en el

desarrollo de desordenes del humor y procesos motivacionales en personas dependientes (Little y cols., 2003).

2. HIPERTERMIA Y ESTRÉS OXIDATIVO.

Uno de los efectos más importantes del uso de MDMA y cocaína es la alteración térmica

tanto central como periférica, que refleja la participación de algunos mecanismos moleculares

comunes, y que según recientes estudios parece ser un evento crucial en la toxicidad neuronal

aguda y a largo plazo, teniendo por lo tanto mucha trascendencia en las complicaciones y

secuelas derivadas del abuso de ambas drogas.

La temperatura corporal refleja un equilibrio fisiológico entre la actividad metabólica

generadora de calor de los distintos tejidos y la regulación ejercida por el cerebro a través de

áreas específicas del hipotálamo. Los ajustes térmicos regulados por el cerebro permiten una

adaptación eficiente frente a los cambios térmicos ambientales y durante el comportamiento

motivado (Kiyatkin y Brown, 2006). Las neuronas de la región preóptica medial del hipotálamo

tienen un intenso efecto inhibitorio sobre las respuestas termogénicas generadas por neuronas

de los núcleos paraventricular y dorsomedial. Todas estas señales hipotalámicas regulan a su

vez varias áreas del tronco encefálico y de la médula espinal destinadas al control de las

respuestas autonómicas termorregulatorias (Saper, 2006). La figura 11 permite una mejor

comprensión de esta regulación central de la temperatura.

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Fig. 11. Regulación central de la temperatura en mamíferos (se muestra el cerebro de ratón). Los núcleos hipotalámicos paraventricular y dorsomedial asi como el rafe pálido envían señales a las neuronas preganglinares en la médula espinal para controla la termogénesis (producción y conservación de calor). Estas vías son a su vez reguladas por señales inhibitorias del hipotálamo preóptico medial que responde a la temperatura del área preóptica (Tomada de Saper, 2006).

Aunque generalmente se menciona a la hipertermia como un efecto de MDMA y cocaína,

observaciones realizadas en animales de experimentación indican que las variaciones

micas reales son altamente dependientes la temperatura ambiental, de la dosis, y de la

pecie o incluso cepa que es estudiada. Asi, según la cepa de rata, se ha visto que en

ndiciones de temperatura ambiental (Ta) normal: 20-22ºC, la administración de MDMA

ede provocar una marcada respuesta hipertérmica (aproximadamente +1 ó +2ºC) (O’Shea y

ls., 1998), o una disminución similar de la temperatura. En general con mayores Ta, son más

obables las respuestas hipertérmicas (Malberg y Seiden, 1998). Asimismo se ha observado que

ratas hembras son más susceptibles a los efectos hipertérmicos agudos de MDMA (Colado y

ls., 1995).

Los cambios en la temperatura corporal en ratones después de la administración de

DMA a Ta de 20-22ºC son mucho más variables que aquellos observados en ratas (Green y

ls., 2003). Se han descrito fluctuaciones bifásicas hipertermia-hipotermia, principalmente con

sis elevadas de MDMA; en piel se percibe de inicio hipotermia, por la vasoconstricción. En

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humanos, a diferencia de roedores, la MDMA aumenta la temperatura corporal basal sin

mucha influencia de la temperatura ambiental, sin aparentes fluctuaciones bifásicas y por otro

lado, estos incrementos al parecer afectan más a varones que a mujeres (Freedman y cols., 2005).

La cocaína incrementa de forma muy rápida la temperatura cerebral induciendo cambios

regulatorios que generan fluctuaciones entre disminución y elevación térmica. Estos cambios

son más característicos en ratas y mamíferos pequeños. Esta droga es altamente efectiva en

alterar los mecanismos de ajuste autonómico frente al stress térmico y de percepción del calor,

conllevando un riesgo alto de hipertermia severa en ambientes calurosos (Mechan y cols, 2002).

La alteración de los mecanismos normales de disipación del calor, principalmente la

vasoconstricción cutánea, juega un papel importante en la dependencia del ambiente para las

modificaciones térmicas producidas por la MDMA y la cocaína; presumíblemente cuando el

animal es mantenido en un ambiente de baja temperatura la pérdida de este mecanismo es de

poca trascendencia y la hipertermia finalmente no ocurre (Mechan y cols, 2002).

En relación a los mecanismos térmorreguladores centrales alterados por la MDMA, se ha

postulado que la serotonina participa mediante los receptores 5-HT2 y, de forma importante,

participa la dopamina a través de los receptores D1 (Shankaran y Gudelski, 1999; Mechan y cols.,

2002). Los receptores espinales 5HT2A contribuyen a la vasoconstricción cutánea inducida

simpáticamente, participando neuronas parapiramidales del núcleo del rafé (Ootsuka y cols.,

2004). Asimismo la MDMA tiene una acción agonista adrenérgica α2 que contribuye a sus

efectos sobre la temperatura corporal, pero de una forma aun no bien precisada (Bexis y

Docherty, 2005).

Aunado al hecho de que la MDMA incrementa la actividad simpática involucrada en los

mecanismos termogénicos, la estimulación adrenérgica y endócrina inducida en si misma por

el ambiente festivo donde se consume la droga favorece los cambios producidos por esta

(Green y cols., 2003). Además, se ha visto que tras elevar la temperatura cerebral en ratas, la

MDMA incrementa la producción de interleucina 1 (IL-1), en una forma específica de región,

involucrando áreas termorreguladores y contribuyendo al mantenimiento de la hipertermia y la

neurotoxicidad subsiguiente (O´Shea y cols., 2005).

Si bien es cierto que el principal mecanismo de acción de la cocaína es la inhibición de la

recaptura de DA y que de este dependen varios efectos como la hiperactividad locomotora

generadora de calor muscular; se han observado varias inconsistencias entre este mecanismo y

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el rápido desarrollo de algunos efectos incluyendo el aumento inicial de la temperatura

cerebral junto con la activación simpática. Es decir que dichos cambios iniciales

aparentemente ocurren antes de que la cocaína llegue al cerebro y bloquee la recaptura de DA;

lo cual aunado a otras evidencias, parece indicar que la cocaína actuando sobre canales de Na+

en ciertas terminales sensoriales aferentes de las paredes de los vasos sanguíneos, induciría

una activación metabólica cerebral elevando la temperatura local y promoviendo la liberación

de DA antes que ocurra el bloqueo del transportador DAT (Kiyatkin y Brown, 2006). La acción de

la cocaína en estas terminales aferentes sería sorprendentemente, la de activar los canales de

Na+, algo que aun no ha sido demostrado. Por otro lado se ha observado que la cocaína

actuando a nivel cerebral, mediante el conocido bloqueo de los canales de Na+ en neuronas

monoaminérgicas, induce el componente de disminución de la temperatura de las

fluctuaciones térmicas descritas (Kiyatkin y Brown, 2006).

Como fue mencionado previamente, la hipertermia inducida por drogas como la MDMA,

constituye un evento de máxima trascendencia asociado a la toxicidad neuronal. El nexo

parece ser la formación de radicales libres, la cual es marcadamente inhibida cuando se

previene la respuesta hipertérmica inducida por MDMA, es decir que el perfil neurotóxico de

la MDMA sería altamente dependiente de la temperatura corporal y de su metabolismo local y

sistémico (Colado y cols., 1998).

Mientras que la Ta elevada influye importantemente en la generación de calor por la

droga, queda claro que temperaturas ambientales bajas previenen el desarrollo de hipertermia

y por tanto de neurotoxicidad; esto ha sido demostrado por varios investigadores quienes han

encontrado también que grandes dosis de MDMA (o dosis repetidas) pueden sobrepasar los

efectos neuroprotectores de una baja Ta, lo que estaría relacionado a una mayor formación de

radicales libres de oxígeno que supera la capacidad de control local en el cerebro. Es decir

que la velocidad de formación de radicales libres sería la clave del proceso neurodegenerativo (Broening y cols., 1995).

Sin embargo, se ha podido demostrar que en ratas con pocos días de nacidas, ni la MDMA,

ni la hipertermia asociada, producen efectos de toxicidad significativas en neuronas

serotoninérgicas (Broening y cols., 1995); aparentemente existe una falta de vulnerabilidad del

cerebro fetal o neonatal a la neurotoxicidad serotoninérgica inducida por MDMA. Esto parece

relacionarse al hecho de que el cerebro de rata joven tiene una alta actividad atrapadora de

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radicales endógenos, sumada a menores concentraciones de DA. Así, aunque la densidad del

transportador SERT es mucho mayor en el cerebro neonatal que en adultos, posee mecanismos

protectores que se pierden con el desarrollo corporal (Aguirre y cols., 1998).

El metabolismo de la MDMA y la dopamina conduce a la formación de intermediarios

reactivos, especies reactivas de oxígeno (ROS), y/o productos de oxidación, que contribuyen a

la toxicidad de esta droga (Capela y cols., 2006). La formación sistémica de conjugados de

glutation (GSH) y N-acetilcisteína con N-metil-α-MeDA y α-MeDA induciría además una

competición entre los conjugados GSH y el mismo GSH por su transportador a nivel de la

barrera hematoencefálica (Jones y cols., 2005). Se sugiere que las terminales nerviosas 5-HT son

un sitio de formación incrementada de radicales libres, esta ocurre aparentemente tras la

activación del transportador SERT (Shankaran y cols., 1999).

La actividad normal de la neurona causa un cierto grado de estrés oxidativo; un aumento

sostenido en la actividad neuronal eleva el estrés oxidativo y se asocia a un elevado consumo

de energía que puede llevar al agotamiento de las fuentes de energía neuronales, esto afecta

distintos mecanismos que utilizan energía para mantener y reparar las neuronas. El estrés

oxidativo, produce un daño sobre los lípidos neurales, o peroxidación lipídica, asi como un

daño en las mitocondrias, que pueden desencadenar eventos de muerte celular apoptótica en

las neuronas (Sprague y Nichols, 1995; Baggott y cols., 2001).

Aunque es conocido que la cocaína también genera especies reactivas de oxígeno y

nitrógeno, en una forma favorecida por los efectos hipertérmicos de la droga, no se conoce la

trascendencia verdadera de la hipertermia y el estrés oxidativo en el daño neuronal a largo

plazo observado en los usuarios crónicos de cocaína.

3. OTRAS ACCIONES IMPORTANTES DE LA MDMA

Los estudios acerca de mecanismos adicionales por los cuales la MDMA causa daño

neuronal son diversos, aportando datos que sin ser concluyentes, están contribuyendo a

entender cada vez más la acción farmacológica de esta droga. Se ha evidenciado que la

MDMA regularía la expresión regional en el cerebro de varios genes tempranos como c-fos,

egr-1 y arc, entre otros, los cuales codifican para proteínas que pertenecen a la familia de

factores de transcripción, vías de señalización (fosfatasas, regulación de citoesqueleto) y

funciones sinápticas. Estos genes tempranos y especialmente aquellos controlados por

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activación de kinasas podrían jugar roles importantes en la expresión de muchas conductas

que ocurren tras el consumo de MDMA (Salzmann y cols., 2005). La expresión localizada de

genes tempranos provocado por MDMA puede ser particularmente útil en mapear áreas

cerebrales asociadas con efectos conductuales o funcionales específicos; por ejemplo la

inducción de Fos en el núcleo oral reticular pontino, un área relacionada con el control de los

músculos masticatorios, lo que se relaciona con la frecuente observación de bruxismo

reportado en sujetos que toman “éxtasis” (Stephenson y cols., 1999).

Algunos trabajos proponen que el neurotransmisor glutamato estaría involucrado en la

neurotoxicidad inducida por MDMA, y aunque se ha comprobado que la MDMA,

interaccionando con los sistemas serotoninérgico y dopaminergico, disminuye la liberación de

glutamato en el núcleo acumbens de ratas, es probable que en localizaciones específicas el

glutamato cumpla un papel crucial en la neurotoxicidad, principalmente asociada a la

alterqación de la bioenergética celular y la formación de radicales libres de oxígeno (Lyles y

Cadet, 2003). Se ha sugerido también que la MDMA tendría una acción directa para lesionar el

DNA nuclear, alterando el perfil del ciclo celular e induciendo procesos apoptóticos (Simantov y

Tauber, 1997). En relación al efecto de la MDMA sobre la actividad de disparo neuronal, no se ha

observado diferencias en neuronas serotoninérgicas del núcleo del rafe dorsal, entre ratas

tratadas con MDMA y animales control (Gartside y cols., 1996). Los estudios en el núcleo

acumbens, una región del cerebro involucrada en las propiedades de recompensa de las drogas

de abuso, indican que la MDMA produce cambios persistentes en la excitabilidad de

membrana, impidiendo la inhibición por 5-HT y DA, del disparo neuronal (Obradovic y cols.,

1998).

Aunque se vienen haciendo nuevos descubrimientos en estudios experimentales, es difícil

hacer comparaciones directas entre los resultados obtenidos en animales y estudios en

humanos debido a variaciones en las dosis empleadas y a particularidades de la

farmacocinética en los animales de experimentación; además se ha comprobado que especies

diferentes e incluso cepas diferentes tienen diferentes susceptibilidades a la MDMA. Por

ejemplo a diferencia del daño selectívamente serotoninérgico, producido por la MDMA en

ratas, en el cerebro de ratón se ha demostrado un perfil muy diferente, es decir principalmente

hay pérdida neurotóxica a largo plazo de fibras dopaminérgicas (O’Callaghan y Miller, 1994).

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Los hallazgos de estudios por imágenes en humanos, indican que la MDMA modula una

extensa red neural que incluye la amígdala y estructuras limbicas y paralímbicas relacionadas

que subyacen a los efectos emocionales de MDMA (Vollenweider y cols., 2002). Se propone que

muchos de los efectos reforzantes de MDMA están asociados directamente con la liberación

de dopamina. Algunas respuestas psicológicas como el humor positivo, la excitabilidad

emocional y el sentimiento de bienestar, inducidas por MDMA involucrarían principalmente

la participación de la dopamina (Liechti y cols., 2000). El incremento de dopamina se relaciona

importantemente con la mayor generación de radicales libres, que se pueden combinar con el

óxido nítrico para producir peroxinitritos nocivos a los tejidos cerebrales (Colado y cols., 2001).

Si asumimos que muchos de los efectos adversos agudos de la MDMA (particularmente

hipertermia) están linealmente relacionados a su concentración en sangre y que su cinética de

metabolismo es saturable, luego altas dosis pueden resultar en un desproporcionadamente alto

riesgo comparado a dosis más bajas. Un problema importante en humanos que ingieren

tabletas de “éxtasis” sintetizadas y comercializadas ilegalmente es que la dosis y pureza son

desconocidos, por otra parte muchos usuarios de “éxtasis”, consumen además otras drogas,

llevando a complicaciones adicionales que dificultan las conclusiones (Green y cols., 2003).

4. OTRAS ACCIONES IMPORTANTES DE LA COCAÍNA

A. ACCIÓN SOBRE CANALES IÓNICOS.

La cocaína bloquea la generación y conducción de impulsos eléctricos en tejidos excitables

como neuronas y músculo cardíaco mediante una acción directa sobre la membrana celular. La

cocaína bloquea los canales rápidos de sodio activados por voltaje, incrementando

gradualmente el umbral para la excitación y disminuyendo la velocidad de elevación del

potencial de acción; de esta forma la habilidad del tejido para generar un potencial de acción

es abolida, la conducción del impulso se enlentece y la probabilidad de propagación del

potencial de acción disminuye (Roldán y Habal, 2004).

Como se mencionó previamente, se ha encontrado evidencia de que la cocaína actuaría de

forma diferente sobre los canales de Na+ periféricos y centrales para regular algunos efectos

psicológicos y térmicos iniciales, característicos del uso de esta droga. Se ha propuesto que la

cocaína, en concentraciones logradas por una administración intravenosa, activaría o induciría

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la activación de canales de Na+ periféricos probablemente ubicados en terminales aferentes de

nervios sensoriales, semejando de esta forma la acción de estímulos somato-sensoriales, para

provocar una activación cerebral metabólica con liberación fásica de DA. Sin embargo a nivel

cerebral la cocaína tiene una acción inhibitoria de las neuronas, interactuando directamente

con los canales de Na+ dependientes de voltaje; este mecanismo afectaría principalmente a las

neuronas monoaminérgicas debido a que poseen características favorables al mismo, como:

soma pequeño, y axón delgado no mielinizado con abundante arborización. Estas propiedades

específicas sobre los canales de Na+, parecen contribuir sustancialmente en los efectos de

“reforzamiento” de la cocaína y a las conductas motivadas que determinan la adicción por

esta droga (Kiyatkin y Brown, 2006).

Varios estudios han comprobado que la cocaína produce cambios en la conductancia

neuronal modulando canales activados por voltaje. En el núcleo del rafe dorsal y en otras áreas

de liberación de monoaminas, la cocaína induce una respuesta neuronal hiperpolarizante que

potenciaría los cambios de conductancia causados por DA y 5-HT mediante receptores

específicos. Asimismo la producción de AMPc que sigue a la estimulación del receptor D1

induce alteración de la actividad de canales de Na+ y Ca++ activados por voltaje en usuarios

crónicos de cocaína (Premkumar, 2005). Por otro lado, se ha demostrado que la cocaína es capaz

de bloquear selectívamente un canal de K+ dependiente de Ca++ en neuronas hipocampales; en

presencia de cocaína, las aperturas de canal son interrumpidas con cierres breves (bloqueo

fluctuante). El bloqueo de este canal por cocaína está involucrado en el ensanchamiento del

potencial de acción, lo cual lleva a facilitación de la liberación del transmisor; asimismo

mediante la alteración de las fases de repolarización y posthiperpolarización del potencial de

acción, se produce una modulación del disparo neuronal repetitivo (Premkumar, 2005).

B. MECANISMOS DE LA ADICCIÓN.

Los cambios neurofisiológicos característicos de la adicción incluyen la depleción de los

almacenes de DA, la hipersensibilidad de los receptores dopaminérgicos y los receptores α y β

adrenérgicos, la degeneración neurotóxica y otras alteraciones relacionadas con las

encefalinas, la serotonina, el glutamato y el GABA (Nestler, 2004). La apetencia (“craving”) o

deseo intenso de tomar cocaína que sufren los consumidores regulares, es un fenómeno que

resulta tanto de la capacidad de refuerzo positivo de la cocaína (el placer y la “euforia

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cocaínica”) como de refuerzo negativo (la denominada “abstinencia motivacional” por la que

los estímulos placenteros habituales dejan de motivar). La instalación de estos dos procesos

oponentes en el cocainómano impulsa a la repetición compulsiva de ciclos de intoxicación-

apetencia que se producen con diferente gravedad y consecuencias en cada individuo (Caballero,

2005). Una actividad nueva que genera una “recompensa” incrementa el disparo neuronal

dopaminérgico hacia la corteza prefrontal y la amígdala, dando lugar a un aprendizaje que

permitirá evocar esta activación dopaminérgica en otra ocasión cuando surja algún estímulo

vinculado a la primera experiencia; si se dá una nueva recompensa, la actividad de esta vía

neuronal será reforzada mediante la modificación de genes específicos. Esta “capacidad de

disparo aprendida” parece esencial para explicar el fenómeno de “craving” y otros que

caracterizan el proceso adictivo a la cocaína (Nestler, 2004). La adicción no sólo estaría

asociada con la liberación alterada de DA inducida por la droga en el estriado o una respuesta

placentera aumentada a la droga, sino mas bien con una motivación incrementada para

procurar la droga (Wolf, 2002, Kalivas y Volkow, 2005)

Desde el punto de vista conductual, la adicción a cocaína puede entenderse como un

proceso de aprendizaje condicionado, complejo, que implica de manera crítica a la amígdala,

el núcleo acumbens, el área tegmental ventral (VTA) y la corteza prefrontal (Nestler 2004). El

núcleo acumbens (también llamado estriado ventral) desempeña un papel central en los

circuitos neuronales responsables de las conductas de motivación, dirigidos hacia un objetivo

-en otras palabras, el tipo de comportamientos que son la base de búsqueda compulsiva de

droga en los adictos. Los comportamientos dirigidos son producidos por proyecciones que

contienen glutamato que se originan en regiones límbicas (más importantemente, la amígdala

basolateral, el hipocampo y la corteza prefrontal) y convergen en un blanco postsináptico

común: la neurona espinosa mediana del núcleo acumbens. La salida de estas neuronas del

acumbens, a través de sus proyecciones al pálido ventral y al mesencéfalo ventral, es

responsable de la ejecución motora de estos comportamientos dirigidos (Wolf, 2002). Se

considera que las proyecciones desde la corteza prefrontal al núcleo acumbens y de este al

pálido ventral es la vía final común para la búsqueda de drogas (Kalivas y Volkow, 2005). En la

figura 12 se esquematiza la interrelación entre las estructuras involucradas en la adicción a

cocaína.

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Las adaptaciones celulares en la inervación glutamaérgica prefrontal del núcleo acumbens

promueven el carácter compulsivo de búsqueda de la droga en adictos disminuyendo el valor

de las recompensas naturales, el control cognoscitivo (elección), y mejorando la impulsión

glutamaérgica en respuesta a estímulos asociados a la droga (Kalivas y Volkow, 2005).

Fig. 12. Circuitería neural involucrada en el desarrollo y expresión de la adicción indicando la activación de conductas dirigidas al objetivo. Se distingue los lugares de presencia preponderante de los neurotransmisores. PFC: Corteza prefrontal, NA: Núcleo acumbens, VTA: Area tegmental ventral, VP: Pálido ventral (Tomado de Kalivas, 2004).

La corteza prefrontal es responsable de las funciones cognoscitivas relacionadas con la

memoria de trabajo y el planeamiento; está implicada en el control ejecutivo de la salida

conductual basado en valor del estímulo y el resultado previsto, y desempeña un papel crucial

en la adicción. Las entradas excitatorias de la corteza prefrontal, la amígdala basolateral, y el

hipocampo son integradas por la dopamina para determinar el nivel neto de la salida

excitatoria a las neuronas en el núcleo acumbens (Wolf, 2002).

Mientras que los efectos de recompensa que acompañan la administración aguda de la

mayoría de las drogas de abuso, dependen de la liberación incrementada de dopamina en el

acumbens, el reestablecimiento de la búsqueda de la droga requiere más bien la liberación de

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dopamina en la corteza prefrontal y la amígdala, siendo además crucial una activación de los

eferentes glutamatérgicos dirigidos al acumbens. De modo que el desarrollo de la adicción

ocurre en una secuencia cronológica durante la cual diversas partes del circuito se hacen más

importantes (Childress y cols., 2002).

La vulnerabilidad a la recaída en la adicción de fase final persiste por años y resulta de

cambios celulares igualmente persistentes. Los cambios en la expresión génica, el contenido

proteínico y/o la función, a menudo se hacen mayores tras períodos más largos de la

abstinencia. Esta característica temporal es consistente con la posibilidad de que los cambios

temporales en la expresión proteíca, que median la transición a la adicción, pueden inducir

cambios que convierten la vulnerabilidad a la recaída desde temporal y reversible hacia la

forma permanente de la adicción (Kalivas y Volkow, 2005).

Las respuestas postsinápticas al glutamato en el núcleo acumbens de animales abstinentes

de cocaína revelan adaptaciones persistentes en las proteínas asociadas al receptor

postsináptico (densidad postsinaptica) que pueden alterar la señalización intracelular del

receptor de glutamato y el tráfico a la membrana. Esto incluye reducciones en proteínas de

andamiaje tales como PSD-95 y Homer (Kalivas y Volkow, 2005).

Recientemente, fue descubierto que el nivel basal reducido del glutamato extracelular en el

núcleo acumbens resulta de la actividad disminuída del intercambiador cistina-glutamato glial

como producto de la abstinencia a cocaína y el consecuente efecto reductor de las proteínas

Homer. La reducción en este intercambio puede relacionarse con la menor regulación del

autorreceptor inhibitorio mGluR2/3 por glutamato extracelular, lo que daría lugar a liberación

sináptica elevada de glutamato tras el impulso desde aferentes prefrontales, conduciendo asi a

una señal amplificada para conductas de búsqueda de droga (Kalivas, 2004). En la figura 13 se

explica este mecanismo.

Los receptores metabotrópicos del glutamato (mGluRs) son receptores acoplados a

proteína-G, expresados a través de todo el cerebro. Los mGluRs del grupo I se expresan a

menudo postsinápticamente, donde regulan la función del receptor de NMDA y AMPA y

median formas múltiples de la plasticidad (Kammermeier y Worley, 2007). La familia de proteínas

Homer, de andamiaje postsináptico, regula la función de mGluR 1/5 actuando como

adaptadores y facilitando el acoplamiento a efectores tales como el receptor inositol trifosfato.

La evidencia indica que las proteínas Homer juegan un papel esencial en el tráfico de

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membrana de mGluR1α/5; el acoplamiento de mGluR1/5 al receptor de inositol trifosfato (IP3)

y el canal catiónico (Ca2+ o K+); el desarrollo de espinas, axones, y sinapsis; y la adicción a

drogas (Zhang y cols., 2007).

Fig. 13. Mecanismos potenciales que regulan la transmisión glutamatérgica en el núcleo acumbens, involucrados en la búsqueda de droga. La cocaína produce cambios en la liberación de glutamato extrasináptico. 1) las proteínas Homer-1bc disminuyen en el núcleo acumbens, reduciendo la señal del receptor mGluR1 en células gliales; 2) lo anterior reduce la actividad del intercambiador cistina-glutamato; 3) hay menor glutamato extracelular y por tanto menor estímulo en los autoreceptores mGluR2/3 presinápticos; 4) disminuye la regulación inhibitoria de la liberación sináptica de glutamato. (Tomado de Kalivas, 2004)

La proteína Homer-1a puede reducir el acoplamiento de mGluR5 a efectores

postsinápticos; de este modo la alteración de la señalización de mGluR por cambios en la

expresión de Homer puede representar un mecanismo crítico para el ajuste fino de la fuerza

sináptica en neuronas del SNC. Los niveles de Homer-1a aumentan después de períodos de

estrés, lesión, o por experiencias nuevas como la llegada de drogas psicoestimulantes; otras

grandes proteínas Homer (1b, 1c, 2, y 3) se expresan constitutivamente y aumentan el

acoplamiento de mGluR5 a sus efectores (Kammermeier y Worley, 2007).

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Zhang y cols. (2007), examinaron el efecto de la administración aguda de cocaína en la

expresión de la proteína Homer-1a en neuronas estriatales de rata in vivo e in vitro. Los

resultados mostraron que la cocaína aumentó fuertemente los niveles de la proteína Homer-1a

en el estriado; este acontecimiento fue mediado a través del receptor D1. La proteína Homer-

1a incrementada parece interrumpir la unión de entrecruzamiento de las proteínas Homer a

receptores mGluR del grupo I y receptores IP3 y de tal modo modifica la señalización

estimulada del mGluR grupo I. Desde una perspectiva funcional, la Homer-1a, una vez

inducida, compite con los isoformas Homer-1b/c y Homer-2a/b para desacoplar la conexión de

los receptores metabotrópicos del glutamato del grupo I (mGluRs) con los receptores de

inositol trifosfato.

VIII. ACCIÓN FARMACOLÓGICA DE MDMA Y COCAÍNA EN

EL CONTROL MOTOR.

Los efectos clínicos de ambas drogas, como fueron descritos previamente en esta revisión,

nos llevan inevitablemente a encontrar bastantes similitudes farmacológicas entre la MDMA y

la cocaína. Casi todos los reportes de usuarios de ambas drogas incluyen la percepción de

contracturas musculares, temblores, movimientos anormales y en general hiperactividad o

disfunción locomotora que en algunos casos agudos llega a manifestaciones graves como las

crisis convulsivas persistentes o crónicamente, en el contexto adictivo, se asocia a los

impulsos motores de búsqueda de droga.

En el caso de la MDMA, varios investigadores han demostrado, en animales de

experimentación, un sindrome serotoninérgico conductual que incluye síntomas motores

como: hiperactividad exploratoria, movimientos de la cabeza, hipertonicidad de las patas

delanteras, pararse en dos patas, etc (De Souza y cols., 1997; Shankaran y Gudelski, 1999). Esto en

humanos tiene una equivalencia particularmente grave debido a que se debe tener en cuenta el

contexto de euforia anímica y a menudo el ambiente de fiesta especial (“rave”) que supone

una inducción mayor a la actividad motora y a conductas de estereotipia y parafernalia que

son compartidas entre el grupo de usuarios. A su vez, la hiperactividad motora por cocaína, ha

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sido descrita usualmente en términos de movimientos involuntarios anormales con tensión

muscular aumentada que además parece seguir un curso temporal característico durante una

intoxicación aguda, con un progresivo y marcado desarrollo de hipoactividad y estereotipia,

incluso pudiendo llegarse a la catalepsia. Con la cocaína durante exposición aguda, se ha

implicado primáriamente la participación de catecolaminas en las conductas motoras (Roldán y

Habal, 2004). No obstante el sustento biológico de la respuesta locomotora a las drogas es

bastante más complejo y aún no se ha estudiado lo suficiente; la figura 14 permite ver el

fenómeno de sensibilización del los efectos motores por cocaína tras dosis repetidas.

Fig. 14. Actividad locomotora inducida por administración repetida de cocaína (20 mg/kg, IP) en ratas entre los días 4 a 9 (los primeros 3 días recibieron solución salina). Se emplearon cámaras para conteo mediante rayos lumínicos. Se observa un proceso de sensibilización, señalándose la diferencia significativa, con los controles de solución salina (p<0.05) (Tomada de Hiroi y cols., 1997).

En un sentido químico se pueden establecer algunas diferencias estructurales que

trascienden en los efectos finales de las drogas. Así la forma racémica de MDMA y la

S(+)MDMA producen efectos hipertérmicos en ratones, mientras que R(-)MDMA no los

produce; asimismo MDMA racémica y ambos enantiómeros estimulan la actividad

locomotora, aunque el R(-)MDMA parece ser menos efectivo. Sin embargo no se debe olvidar

las diferencias de especie e incluso de cepa si se quiere generalizar estos hallazgos. De igual

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manera, con cocaína hay diferencias de estereoisomería que influyen en los efectos motores,

se ha establecido que la L-cocaína tiene mayor actividad biológica (Pagliaro y Pagliaro, 2004).

Fármacocinéticamente es importante mencionar que la metabolización periférica y

cerebral de la MDMA da origen a varios intermediarios farmacológicamente activos, uno de

ellos, la 3,4 metilenodioxianfetamina (MDA) tiene efectos muy similares al “éxtasis”

(Caballero, 2005). Norcocaína es uno de los varios metabolitos detectado después de la

administración de cocaína, el cual tiene actividad farmacológica importante a nivel

conductual, mediante mecanismos similares a la cocaína (Sun y Lau, 2001). Quizás más

interesante aun resulta entender que el procesamiento metabólico de ambas drogas genera un

fenómeno de estrés oxidativo, que lesiona diferentes tejidos y participa directamente en sus

efectos neurotóxicos a mediano y largo plazo. Luego de la administración de MDMA, la

utilización y la concentración de glucosa cerebral se incrementan, lo que se asocia a

glicogenólisis aumentada, y al parecer está vinculada a la hipertermia inducida por MDMA;

especulándose que la bioenergética celular alterada podría estar asociada con el estrés

oxidativo y la neurotoxicidad subsecuente (Darvesh y cols., 2002).

Mc Namara y cols. (1995), estudiaron la locomoción diaria en ratas que recibían MDMA,

en dosis múltiples, observando que la actividad locomotora total fue significativamente mayor

en ratas tratadas con MDMA comparada a animales control, durante el período de tratamiento

con la droga; esta actividad retornó a valores basales dentro de las 48 horas después de la

última administración de la droga. De este modo, la MDMA incrementa la actividad

locomotora en una forma dosis-dependiente y tiempo-dependiente. Parece ser que la MDA

tiene mayor potencia para inducir hiperlocomoción, aunque los mecanismos serían más

dependientes de dopamina que la MDMA (Bexis y Docherty, 2006).

Kalivas y Duffy (1993), encontraron que siguiendo un régimen de 5 días de 15 mg/kg de

cocaína, la actividad locomotora llegó a ser incrementada según lo evidenciado por los niveles

elevados 24 horas después de que el régimen fue terminado. Además, niveles similares de

actividad aumentada fueron observados 4, 10, y 20 días más adelante cuando la cocaína fue

probada otra vez.

Por otro lado, progresivamente se conoce más acerca del trismo y bruxismo asociados al

consumo de MDMA y cocaína, como por ejemplo la expresión de genes fos en lugares

cerebrales específicos, ya comentado previamente. Además se han encontrado algunos

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mecanismos implicados como la alteración del reflejo de apertura mandibular y la

participación de los adrenorreceptores α2; esto fue corroborado por Arrue y cols. (2004) en

estudios electromiográficos con ratas que recibieron MDMA. Un estudio similar efectuado por

Newton y cols. (1997), con cocaína, mostró que el “craving” en usuarios abstinentes se asocia

significativamente con un aumento de tensión muscular en los músculos masticatorios, lo cual

evidencia la participación de impulsos motores en los procesos de la adicción.

El aumento de la tensión muscular mandíbular en usuarios de “éxtasis” puede durar desde

pocos días a varias semanas. Esta parece ser dependiente de dosis y de las repeticiones de

administración; además no se afectaría por la tolerancia, más bien por el contrario parece

haber un fenómeno de sensibilidad. El alto predominio de comportamiento orofacial en

usuarios crónicos de estas drogas se vincula a posteriores desórdenes temporomandibulares y

deterioro de todo el sistema estomatognático (Winocur y cols., 2001).

Una de las complicaciones mas llamativas del consumo de MDMA y cocaína son las

convulsiones, las cuales pueden ocurrir en pacientes que nunca antes presentaron estos

cuadros e incluso con concentraciones plasmáticas bajas de la droga, no obstante sólo en el

caso de cocaína parece haber una relación directa con la dosis (Brown y cols., 1992). Se han

descrito crisis tónico-clónicas generalizadas y estatus epiléptico capaces de producir secuelas

neurológicas permanentes e incluso la muerte; las convulsiones son uno de los mayores

determinantes de mortalidad asociada a cocaína en humanos. Con el uso crónico de cocaína

ocurren cambios epileptógenos progresivos disminuyendo el umbral convulsivo y

aumentando la probabilidad de convulsiones clónicas. Las convulsiones secundarias a cocaína

son distintas a las causadas por psicoestimulantes como los análogos de anfetamina; las

principales diferencias son: 1) una menor duración de la actividad convulsionante de la

cocaína y 2) un distinto perfil de respuesta a los distintos fármacos anticonvulsionantes (Hanson

y cols., 1999). De los sitios de unión al SNC con los cuales la cocaína interactúa, los

transportadores de 5-HT y el receptor 5-HT2 parecen ser sitios directos y primarios

relacionados con las convulsiones inducidas por cocaína (Ritz y George, 1997).

La hiperactividad inducida por MDMA es compleja en términos neuroquímicos y hay

indudablemente componentes de serotonina y dopamina (McCreary y cols., 1999). En relación a la

participación de la serotonina, la liberación incrementada de este neurotransmisor en varias

regiones cerebrales se asocia a una aguda respuesta de hiperlocomoción dosis-dependiente.

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Callaway y cols. (1990), reportaron que la MDMA produce un aumento en la actividad

locomotora que fue prevenido por el pretratamiento con fluoxetina, indicando que la

liberación de 5-HT juega un papel clave en los efectos conductuales de la MDMA. Se ha

observado que el receptor 5-HT1B estaría implicado en la hiperactividad motora inducida por

MDMA (Mc-Creary y cols., 1999); asimismo parecen ser importantes los receptores 5-HT2A y por

otro lado el receptor 5-HT2B/2C parece normalmente tener una influencia inhibitoria (Bankson

y Cunningham, 2002).

En ratas, los antagonistas 5HT2A bloquean la hipermotilidad inducida por altas dosis de

MDMA (20 mg/kg), pero la hiperactividad inducida por una dosis baja de MDMA (3mg/kg)

no fue afectada; los receptores 5HT2A jugarían un rol permisivo en la activación inducida por

MDMA del sistema de DA. En particular, la liberación de DA y la hiperactividad evocada por

altas dosis de MDMA pueden ser bloqueadas por antagonistas 5 HT2A. Los datos en animales

indican que la hiperactividad locomotora inducida por MDMA parcialmente resulta de la

estimulación del receptor 5HT1B en bajas dosis y de la estimulación de DA mediada por el

receptor 5HT2A en dosis altas de MDMA. Según estudios con humanos, las propiedades como

estimulante de MDMA podrían por lo menos en parte estar directamente relacionadas con la

activación del receptor 5-HT2A (Vollenweider y cols., 2002).

La administración crónica (más de 24 días) de MDMA en ratas resultó en un incremento

en la intensidad de locomoción y conductas del sindrome de serotonina, sugiriendo

sensibilización a los efectos de la droga (Spanos y Yamamoto, 1989). En contraste Wallace y cols.

(2001), reportaron reducciones en la actividad locomotora una semana después de múltiples

dosis de MDMA administradas durante 1 día; los animales tratados con MDMA demostraron

reducciones significativas en la actividad comparada a animales control tanto de día como de

noche. Estas alteraciones fueron acompañadas por reducciones significativas en los niveles de

5-HT estriatales, aunque una conexión entre los dos hallazgos no fueron establecidos.

Los desórdenes del movimiento involucran varias condiciones neurodegenerativas,

mayormente afectando los ganglios basales. La MDMA deteriora los axones estriatales

dopaminérgicos en ratones; se ha encontrado que la MDMA produce alteraciones

ultraestructurales en las células estriatales, caracterizadas como verticilos membranosos,

positivos para ubiquitina y la proteína de shock caliente 70 (Ferrucci y cols., 2002).

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Con la exposición repetida a dosis fijas de cocaína, los efectos estereotípicos y

locomotores muestran un aumento en su magnitud, es decir que ocurre sensibilización. Los

sistemas de DA que median los efectos locomotores de la cocaína parecen ser los mismos que

participan en sus efectos de reforzamiento, y ya que la sensibilización es un efecto de larga

duración habría una interacción entre la sensibilización y el reforzamiento en los procesos

neuroadaptativos que llevan al abuso de la cocaína (Lhuillier y cols., 2006).

Brown y Kiyatkin (2005), hicieron un estudio con ratas para evaluar la variación del efecto

locomotor de cocaína según la velocidad de administración por vía intravenosa. Los resultados

confirmaron que la velocidad rápida de la inyección aumenta la activación locomotora

inducida por cocaína, estos cambios no fueron semejantes a aquellos observados en las

temperaturas cerebral y periférica.

Varios estímulos ambientales que inducen activación locomotora también aumenta la

transmisión dopaminergica, mientras que los antagonistas de DA disminuyen la locomoción

espontánea. Los antagonistas DA disminuyen la actividad de movimiento espontáneo y

bloquean la activación locomotora normalmente inducida por inyecciones repetidas de

cocaína (Kiyatkin y Brown, 2006). Se ha establecido una estrecha relación entre la activación

locomotora y los aumentos de temperatura cerebral y corporal inducidos por retos

ambientales o por conductas motivadas. Mientras que esta correlación es cierta para drogas

estimulantes psicomotoras como MDMA, relaciones más complejas o incluso correlaciones

invertidas pueden encontrarse para otras drogas que son conocidas por aumentar la

transmisión dopaminérgica (por ejemplo cocaína). Brown y cols. (2007), observaron que

mientras que el bloqueo del receptor dopaminérgico disminuye la locomoción espontánea, las

temperaturas se incrementan significativamente sugiriendo activación cerebral metabólica bajo

condiciones de vasodilatación. En contraste la activación de receptores de DA disminuyó la

temperatura cutánea y tendió a disminuir las temperaturas cerebral y muscular a pesar de la

gran hiperlocomoción y la estereotipia. Mientras que estos resultados apoyan en rol de la DA

en la activación locomotora, se sugiere que habrían relaciones más complejas en la

hipertermia, incluyendo por ejemplo la participación de los canales de Na+ bloqueados por

cocaína (Kiyatkin y cols., 2006).

Los efectos conductuales agudos de MDMA incluyen hipertermia, la cual también está

relacionada a la temperatura ambiental, la hiperactividad y el sindrome conductual de

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serotonina; la hiperactividad inducida por MDMA sería el resultado de la liberación de DA en

conjunción con 5-HT. Usando antagonistas de los receptores 5-HT1B y 5HT1D se demostró que

tales receptores participan en la respuesta de hiperactividad aguda inducida por una dosis baja

de la droga (3mg/kg) (Lyles y Cadet, 2003); ya que la serotonina esta involucrada en la regulación

de la temperatura, la hipertermia inducida por MDMA puede estar relacionada a los aumentos

en las concentraciones de 5-HT cerebral. Asimismo, la administración diaria de MDMA en

dosis crecientes a las ratas causa alteración significativa en los test conductuales que miden la

actividad locomotora espontánea y la habilidad o destreza motora (Lyles y Cadet, 2003)

Los individuos que utilizan “éxtasis” también a menudo se exponen de diversas formas, a

varios compuestos estructuralmente relacionados solos o en combinación. En un estudio

comparativo, efectuado con monos rhesus, para evaluar los efectos locomotores y térmicos de

MDMA, MDEA y MDA, se concluyó que mientras los tres compuestos estudiados producen

hipertermia, los efectos no dependen de la actividad locomotora elevada y se exhibe

diferencias entre los compuestos (Crean y cols., 2006).

Por otra parte Aberg y cols. (2007), han tratado de dilucidar si la exposición a MDMA

durante la adolescencia altera las respuestas posteriores a la cocaína; ellos compararon los

efectos de la droga, en ratas adolescentes y adultos, sobre la recompensa condicionada a

cocaína. Al inicio de los experimentos, las ratas adolescentes se encontraban en el día

postnatal (PND) 33 y las ratas adultas en el PND 60; cada rata fue tratada por 7 días con

MDMA (2 o 5 mg/kg/día o vehículo) y se midió la actividad locomotora. Las pruebas de

preferencia de lugar condicionada por cocaína (CPP) comenzaron cinco días más adelante. Las

ratas fueron entrenadas durante 3 días, por la mañana con solución salina y por la tarde con 10

mg/kg de cocaína en sesiones de 30 mín, y evaluadas en el cuarto día. La MDMA estimuló la

actividad en ambos grupos de la misma edad, pero con un mayor efecto en las ratas adultas.

La sensibilización a los efectos estimulantes locomotores de la dosis más baja de MDMA

ocurrió en ratas adultas y en ambos grupos a la dosis más alta. La cocaína produjo una CPP

significativa en ratas pretratadas con MDMA; en cambio, la CPP inducida por cocaína estuvo

disminuida en ratas adultas pretratadas; estos efectos siguieron siendo evidentes 2 semanas

más adelante en las reevaluaciones. De modo que, bajo las condiciones presentadas, la

MDMA aumentó la recompensa condicionada por cocaína en ratas adolescentes y la

disminuyó en ratas adultas. Estos resultados sugieren que la exposición a MDMA durante este

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período de desarrollo crítico puede llevar a un mayor riesgo que durante la edad adulta y que

los adolescentes masculinos pueden ser particularmente vulnerables al riesgo del abuso de

estimulantes posterior al uso de MDMA (Aberg y cols., 2007).

Se han encontrado diferencias sexo-específicas en los efectos locomotores producidos por

MDMA; las ratas hembras tienen mayor activación conductual que los machos después de la

administración de MDMA y hasta 2 semanas posteriores. El mecanismo por el cual la MDMA

incrementa la actividad locomotora más en hembras es atribuído a efectos esteroides

gonadales sobre los mecanismos dopaminérgicos y serotoninérgicos a través de los cuales la

droga actúa (De la Garza, y Miczek, 2007).

Los estimulantes psicomotores, tales como las anfetaminas y la cocaína, producen efectos

conductuales que son caracterizados por variabilidad significativa entre los individuos. Esta

variabilidad es vista en ratas que reciben estas drogas en forma aguda o repetídamente; la

respuesta del animal a un ambiente nuevo puede ser un predictor importante de su respuesta a

drogas psicoestimulantes. Los estudios en ratas que reciben cocaína, sugieren que los sistemas

nigrostriatales y mesolímbicos de la dopamina que terminan en el estriado dorsal y el núcleo

acumbens, respectivamente, están relativamente sobreactivados en respondedores altos (HCR)

comparada a respondedores bajos (LCR); los animales con conteos de actividad debajo del

punto medio de la distribución son definidos como LCR, mientras que aquellos con conteos

por encima de este son HCR. Al parecer la variación en la función de uno de los blancos

celulares primarios de la cocaína, el transportador de la dopamina (DAT), juega un papel

significativo (Gulley y cols., 2003).

Gulley y cols (2003), observaron que en contraste con las diferencias en la función basal

de DAT en ratas LCR y HCR, una dosis 10 mg/kg de cocaína redujo el aclaramiento de DA

solamente en el NAc de ratas HCR. Además, con un tratamiento sucesivo de cocaína, se

desarrolla sensibilización locomotora en ratas LCR y esto parece asociado a una capacidad

creciente de la cocaína para inhibir la depuración de DA. En ratas HCR no hubo evidencia de

sensibilización locomotora y esto fue paralelo a una falta de cambio en la inhibición inducida

por cocaína de la función de DAT; mientras que en ratas que recibieron 20 mg/kg de cocaína,

el comportamiento fue más uniforme a través de individuos, pero todavía separables en

categorías de LCR/HCR. La figura 15 corresponde al estudio de Gulley y cols., mostrando los

efectos de la cocaína en la actividad locomotora de ratas con alta o baja respuesta a cocaína.

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Fig. 15. Efectos de cocaína (10mg/kg y 20mg/kg) en la actividad locomotora de ratas de alta o baja respuesta a cocaína (HCR y LCR, respectívamente). Se aprecia los movimientos de exploración y levante en dos patas (rearing) tras la administración de la droga luego del intervalo B2. La exploración se expresa según la fracción del intervalo que las ratas mostraban la conducta. El símbolo * indica diferencia hacia B2 y # indica diferencia entre grupos, p <0.05 (Tomado de Gulley y cols., 2003).

Además, reexaminando las ratas 7 días después con solución salina o cocaína (10 o 20

mg/kg), se encontró que las ratas LCR y HCR exhibieron cambios similares en la locomoción,

pero hubo efectos únicos que dependieron de la dosis de la cocaína dada en el primer y

segundo días de la prueba. De este modo, los resultados contradicen varias explicaciones

probables para las diferencias individuales en el comportamiento inducido por cocaína y

destacan la influencia de una sola exposición de la cocaína en respuestas del comportamiento

subsecuentes a la droga (Gulley y cols., 2003).

Aunque la investigación sobre las acciones de los derivados de la anfetamina se ha

centrado principalmente en los sistemas serotoninérgico y dopaminérgico, hay evidencia

también para la implicación del sistema noradrenérgico, particularmente a nivel periférico.

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Los usuarios de MDMA tienen niveles de catecolaminas elevados en el plasma, que pueden

deberse a la hiperactividad noradrenérgica. Usando radiotelemetría en ratas, Bexis y Docherty

(2006), evaluaron los efectos de MDMA, MDEA y MDA en la actividad locomotora;

encontrando que estos efectos pueden ser explicados, por lo menos en parte, en términos de

afinidades diferentes para los subtipos del adrenorreceptor α, particularmente

adrenorreceptores α1A, α1D y α2A. Hay evidencia de que los adrenorreceptores α2A median la

inhibición de la locomoción, y los resultados de este trabajo mostraron que las acciones

locomotoras de MDMA son de hecho inhibidas por acciones agonistas del adrenorreceptor

α2A. En la figura 16 muestra el curso temporal de la actividad locomotora evaluada en el

estudio de Bexis y Docherty, mientras que en la tabla 3 se aprecia estos resultados expresados

como area bajo la curva. Los tres derivados de la anfetamina causaron un aumento en la

actividad locomotora, pero este solamente alcanzó significancia para MDA. Sin embargo, el

antagonista de adrenoceptor α2A, BRL 44408 aumentó las acciones locomotoras de MDMA de

modo que estas llegaron a ser significatívamente diferentes de los efectos del vehículo (Bexis y

Docherty, 2006).

Fig. 16. Curso temporal de la actividad locomotora en ratas, después de la administración de MDMA, MDA, MDEA y un antagonista adrenérgico α2A (BRL). MDA sola, produce una respuesta locomotora significativa que es casi igualada por MDMA cuando se combina con BRL (Tomado de Bexis y Docherty, 2006).

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Tabla 3. ValoMDEA y MDcon MDMA; 0estandar (n=6-de Bexis y Do

La exposición

comportamiento, q

acciones son el es

sugieren que en di

∆fosB, cuya expre

conductuales evoca

Los psicoestim

específicas, una k

esencial de una vía

plazo de drogas de

ERK en la sen

psicoestimulantes

kinasa (MEK), la e

tiene una contrib

psicoestimulantes o

adquisición de la s

psicoestimulantes.

Actividad locomotora

Area bajo la curva Vehículo 793 ± 78 MDMA 2923 ± 742 MDEA 3316 ± 631 MDA 9126 ± 876 * BRL 771 ± 57 BRL y MDMA 7596 ±1970 *

res de area bajo la curva para la actividad locomotora inducida por MDMA, A, asi como el antagonista adrenérgico α2A: BRL 44408, y su combinación -350 min. después de la inyección IP. Los valores son las medias ± desviación 9), * indica diferencia significativa respecto del vehículo, p < 0.05. (Tomado cherty, 2006).

crónica a cocaína conduce a cambios prominentes y duraderos en el

ue caracterizan un estado de adicción; un sustrato importante para estas

triado dorsal, el núcleo acumbens y el caudado-putamen. Varios estudios

chas localizaciones, la regulación transcriptional por los productos del gen

sión es inducida por cocaína, desempeña un papel crítico en respuestas

das por la droga (Hiroi y cols., 1997).

ulantes como las anfetaminas y la cocaína activan, en áreas cerebrales

inasa regulada por señal extracelular (ERK), la cual es un componente

de señalización implicada en la plasticidad sináptica y los efectos a largo

abuso. Valjent y cols. (2006), investigaron el papel de la activación de

sibilización conductual inducida por la administración repetida de

en ratones, usando SL327, un inhibidor selectivo de MAP-kinasa/ERK

nzima que activa selectivamente ERK. Los resultados demuestran que ERK

ución de menor importancia en los efectos locomotores agudos de

en la expresión de respuestas sensibilizadas, no obstante es crucial para la

ensibilización locomotora y de la respuesta locomotora condicionada por

La figura 17 muestra el papel de ERK en la sensibilizacion locomotora.

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Fig. 17. Efecto de SL327 (inductor de la inhibición de ERK) sobre la actividad locomotora inducida por D-anfetamina (2mg/kg) o cocaína (20mg/kg) en ratones. El curso del efecto durante varios días, indica que la kinasa ERK tiene un rol importante en la sensibilización inducida por estas drogas. Este efecto aun se mantiene cuando se readministra la droga luego de 10 días. Además el dia 16 se observa que una vez sensibilizado el animal el bloqueo de ERK no tiene efecto (Tomado de Valjent y cols., 2006).

Los componentes del complejo de señalización del receptor metabotrópico del grupo I del

glutamato, tales como mGluR1, mGluR5, receptores de IP3 (IP3R), y las proteínas sinápticas de

andamiaje que las interrelacionan (proteínas Homer-1bc), se expresan altamente en el estriado.

Aunque mGluR1/5 ha sido implicado para ser modulador crítico de la transmisión sináptica

glutamatérgica y no glutamatérgica en el estriado, sus contribuciones a las tareas complejas

mediadas por el estriado durante la ejecución de movimientos voluntarios, el mantenimiento

de la postura del cuerpo, y las tareas complejas motoras tales como la coordinación, el

aprendizaje motor, y las respuestas a los psicoestimulantes no están bien entendidas. Tappe y

Kuner (2006), demostraron que la sobreexpresión estriatal de Homer-1a, un modulador

negativo (inducido por anfetaminas y cocaína) del complejo de señalización mGluR1/5-

Homer-1b/c-IP3R, altera las tareas motoras complejas, incluyendo el aprendizaje motor. Los

hallazgos demuestran que la sobreexpresión de Homer-1a, sería responsable de las

alteraciones en la función motora y la estereotipia inducida por la droga.

Uno de los aspectos más interesantes de este estudio es la observación que la expresión de

Homer-1a, en neuronas espinosas medianas estriosomales, modula la hiperactividad motora

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así como la inducción de genes relacionados a la plasticidad en el estriado, producidas por la

administración aguda de un psicoestimulante. Se propone que la modulación inducida por

Homer-1a de la señalización de mGluR1/5 en estriosomas tiene un mayor impacto en la función

que la modulación en la matriz. Varios estudios han revelado que la matriz y los estriosomas

demuestran un alto grado de especificidad funcional en términos de conectividad aferente-

eferente así como procesando las entradas de señal. De este modo, un cambio selectivo en las

proteínas de anclaje del receptor de glutamato en los estriosomas afectaría significativamente

el funcionamiento motor, incluyendo conductas de reforzamiento inducidas por drogas.

Existiría un nexo directo entre la estereotipia motora inducida por estimulantes psicomotores y

el grado por el cual la activación de estriosomas excede a la activación de la matriz (Tappe y

Kuner, 2006).

IX. ACCIÓNES DE MDMA Y COCAÍNA EN LA UNIÓN NEUROMUSCULAR.

La unión neuromuscular (NM) es la sinapsis entre la terminal axonal de una motoneurona

con la placa motora terminal, la región altamente excitable de la membrana plasmática de una

fibra muscular responsable de la iniciación de los potenciales de acción a través de la

superficie muscular, y que causa en última instancia la contracción. La acetilcolina, sintetizada

y almacenada en vesículas dentro de la terminal nerviosa es el neurotransmisor primario de

dicha sinapsis (Yong y Sine, 2004). Los estudios en relación a los efectos de MDMA y cocaína

en la unión NM no son muchos, y a pesar de algunos avances que se han hecho ultimamente,

quedan muchos aspectos por aclarar, sobre todo considerando los recientes descubrimientos

logrados acerca de la fisiología normal de la unión NM y el músculo esquelético. En este

sentido se incluye a continuación una breve revisión de algunos aspectos importantes de la

unión NM.

Aproximadamente 80% de la acetilcolina sintetizada dentro de las terminales nerviosas es

cargada activamente en vesículas; el resto permanece en solución en el axoplasma. Las

proteínas de la membrana vesicular son imprescindibles para el proceso de liberación del

transmisor. La sinapsina I es una fosfoproteína que sirve para anclar las vesículas a los

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elementos del citoesqueleto, como los filamentos de actina, en las terminales nerviosas.

Sinaptotagmina, sinaptofisina, sinaptobrevina, entre otras, son proteínas vesiculares de la

membrana, implicadas en el acople de las vesículas a los sitios de liberación y la formación

del poro del fusión que permite la salida de acetilcolina (Bowman, 1993).

Cuando la neurona motora alcanza una fibra múscular pierde su envoltura de mielina y se

divide en muchas ramas terminales que se dirigen hacia una depresión especializada del

sarcolema, la membrana postsináptica. En el lado muscular de la unión, la membrana de la

fibra muscular forma pliegues post-unión que se corresponden con engrosamientos de la

membrana presináptica (zonas activas); las crestas o espacios entre los dobleces contienen los

receptores nicotínicos de acetilcolina (Shalini y cols., 1994).

De forma fisiológica, ocurre una liberación espontánea o cuántica de acetilcolina que

conduce a pequeños transientes de despolarizaciones de aproximadamente 0.5mV, este es el

llamado potencial miniatura de la placa terminal, el cual no es capaz de provocar contracción

muscular. En cambio el impulso nervioso evoca una liberación cuántica enorme

(aproximadamente 300 cuantos) de acetilcolina dando origen al potencial de placa terminal

que acciona el acoplamiento de la excitación y la contracción muscular (Shalini y cols., 1994).

Las moléculas de acetilcolina liberadas en respuesta a impulsos nerviosos se unen a los

receptores nicotínicos en un sitio de reconocimiento específico, provocando cambios

conformacionales que dan lugar a la apertura del canal iónico del receptor, por el que fluye

principalmente una corriente entrante de Na+. Cuando el potencial de placa alcanza un umbral

crítico, se produce un potencial de acción, el cual se propaga a través de la superficie muscular

hacia los túbulos transversos (túbulos T), induciendo la liberación de Ca++ del retículo

sarcoplásmico, para iniciar la contracción muscular. La acción de la acetilcolina se termina

cuando la enzima acetilcolinesterasa degrada el neurotransmisor (Bowman, 1993). La figura 18

muestra la unión NM y el acoplamiento excitación-contracción.

Una parte de la acetilcolina liberada actúa sobre la membrana presináptica de las

terminales nerviosas para aumentar la disponibilidad del transmisor, es decir que estimularía la

movilización de las vesículas hacia una posición de mayor disponibilidad para el siguiente

impulso nervioso. Bowman (1993), propone que los receptores nicotínicos de la membrana

presináptica o pre-unión pueden de alguna manera estar acoplados a los canales de Ca++

activados por voltaje para permitir un ingreso adicional de Ca++ que mejora la movilización y

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fusión vesiculares. En la membrana pre-unión también existe modulación por receptores

muscarínicos.

La actividad sináptica en la unión neuromuscular da estabilidad a los receptores

nicotínicos de la unión permitiendo extender su tiempo de vida (varios días) e inhibiendo la

formación de receptores en regiones fuera de la unión (menor tiempo de vida), de modo que la

región quimiosensible se confina con eficacia sólo a la membrana de la placa motora terminal.

Cuando una fibra muscular es denervada, la región fuera de la placa terminal conserva sus

receptores por muchos días o semanas y puede adquirir receptores adicionales. El aumento en

el número de receptores es responsable para la sensibilidad creciente, del músculo

crónicamente denervado, a la acetilcolina y agonistas relacionados, aunque estos receptores

tendrían características diferentes que semejan a los receptores fetales (Bowman, 1993). Por otra

parte, se han encontrado subunidades nicotínicas neuronales del subtipo α7 en el músculo

esquelético de pollo y rata durante el desarrollo y la denervación, sin embargo sus

características funcionales y farmacológicas parecen ser atípicas (Tsukeni y cols., 2002).

Cada receptor nicotínico muscular consiste de cinco subunidades proteicas, que atraviesan

la membrana de lado a lado. Dos de las subunidades son designadas alfa (α), específicamente

del subtipo α1, mientras que las otras tres son designadas beta (β), delta (δ) y gamma (γ) en el

feto, el recién nácido y el músculo denervado, o epsilon (ε) en el músculo normal del adulto;

las cinco subunidades se acomodan alrededor de un poro central o canal iónico. Cada

subunidad consiste de una cadena de aminoácidos que forman una hélice y cruzan la

membrana cuatro veces de un lado al otro (Bowman, 1993). Ver la figura 19.

La activación del receptor por un agonista requiere que sus dos sitios de reconocimiento

estén ocupados; estos dominios de unión al ligando son bolsillos especializados de residuos

hidrofóbicos y aromáticos, ubicados en la porción extracelular de la proteína, exactamente en

las interfaces entre una subunidad α y otra adyacente (Sine, 2002). Se sugiere que el puente de

hidrógeno interdominio vinculado al triptofano 149 de la subunidad α participa de forma

importante para la interacción con la acetilcolina. Asimismo, en la cara principal del sitio de

unión, hay residuos invariantes de ácido aspártico en la posición 89 de la subunidad α, que

forman un contacto altamente conservado cerca de residuos de tirosina-148 y tirosina-150, así

como del triptofano-149 de la subunidad α (Yong y Sine, 2004).

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Fig. 18. Unión Neuromuscular y acoplamiento excitación-contracción. Se aprecia de forma esquemática los pliegues de la unión en cuyas crestas se localizan los receptores nicotínicos. Estos al recibir la acetilcolina liberada desde la terminal axónica por el impulso electrico, modifican la excitabilidad de la membrana adyacente generando un potencial que se trasnmite hacia los túbulos T para inducir una corriente de Ca++, la cual a su vez provoca salida de Ca++ desde el RS, favoreciendo asi la contracción muscular. (Adaptado de: Aschcroft. 2006. Nature, 440, pag: 443).

Fig. 19. Estructura y disposición del receptor nicotínico muscular. El receptor nicotínico es una glicoproteína heteropentamérica membranal (recuadro). Las dos subunidades α del receptor llevan cada una un sitio de reconocimiento que se une a la acetilcolina. A la derecha se muestra la toplogia de las subunidades M1, M2, M3, y M4. (Obtenido en www.weizmann.ac.il/sb/)

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El receptor nicotínico está presente en la unión NM, tanto en localización postsináptica

como presinaptica y desde esta última, la actividad eléctrica puede propagarse en dirección

retrógrada a lo largo de la unidad motora, contribuyendo a la generación de fasciculaciones y

calambres. Klingler y cols. (2005), proponen que algunas de las características clínicas tales

como acidosis metabólica, hiperkalemia, elevación de creatinina kinasa, hipertermia, y

rabdomiólisis en usuarios ilícitos de MDMA podrían ser el resultado de una acción primaria

de la droga en el músculo esquelético. Estos autores reportaron que el receptor nicotínico de

acetilcolina en el músculo puede actuar como uno de los blancos fisiológicos de la MDMA, es

decir que la MDMA tendría propiedades agonistas del receptor nicotínico, lo que contribuiría

a los síntomas musculares descritos por los usuarios de la droga.

Klingler y cols. (2005), realizaron un estudio en tejido muscular humano y con cultivos

celulares para determinar si la MDMA puede causar algunos de sus efectos adversos actuando

directamente en el músculo esquelético. Uno de sus objetivos fue evaluar la actividad de la

MDMA en los receptores nicotínicos de acetilcolina en la unión NM.

Cuando el MDMA fue aplicado a células musculares cultivadas se produjeron picos de

Ca++ intracelular y señales de acidificación. Estos efectos fueron prevenidos con α

Bungarotoxina, lo que llevó a suponer que el músculo esquelético sería un blanco para

MDMA a través de los receptores nicotínicos (de unión NM o incluso de zonas extra-unión).

Utilizando células embrionarias de riñón humano (HEK-293) transfectadas con cDNA del

receptor estudiado se registraron corrientes de membrana; al comparar las corrientes activadas

por acetilcolina y MDMA se evidenció la acción de MDMA como agonista del receptor

nicotínico. Este efecto de MDMA fue inhibido de forma completa y reversible por

Pancuronio, un bloqueador de receptores nicotínicos (Klingler y cols., 2005).

La figura 20 muestra los registros de corriente del estudio de Klingler y cols., donde se

aprecia que una concentración de 1000 µM de MDMA produce una corriente, por el canal del

receptor nicotínico, de aproximadamente 200 pA. Con el objeto de inferir el posible efecto de

esta corriente en el voltaje a nivel muscular, podemos hacer un cálculo simple empleando un

valor de la resistencia (R) eléctrica muscular de 30 MΩ, (este valor es aproximado y considera

la R de membrana sináptica y la R en serie dada por los pliegues de la zona sináptica),

obteniendo un valor de 6 mV, que de forma análoga a los potenciales postsinápticos

excitatorios, puede sumarse a otras despolarizaciones para alcanzar el umbral de disparo de

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potenciales de acción propagantes; lo cual sería favorecido por las características intrínsecas

de la membrana muscular de la sinápsis y la disposición de canales de Na+ adyacentes (Martin,

1994). Si bien esto puede darnos a entender que efectívamente la MDMA tiene una acción

agonista mayor sobre el nAChR, debemos tener presente que la concentración empleada fue

de casi 100 veces superior a aquella encontrada habitualmente en el plasma humano de

usuarios, y por lo tanto se debe tomar las conclusiones de este estudio, sólamente como una

evidencia de la actividad agonista de la MDMA, haciendo necesarios más estudios en

condiciones que permitan conocer mejor la acción real de esta droga en el organismo humano.

Fig. 20. Efecto agonista de la MDMA en los receptores nicotínicos. Registros de Patch-clamp en celulas HEK293 que expresan el receptor. A. Corrientes activadas por Acetilcolina y diferentes concentraciones de MDMA. B. Curva dosis-respuesta de las corrientes activadas por MDMA. C. Inhibición completa y reversible del efecto de MDMA por Pancuronio, un inhibidor de receptores nicotínicos. El potencial de mantenimiento fue de 40 mV (Tomado de Klingler y cols., 2005).

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Un efecto directo de MDMA sobre el nAChR, podría causar efectos nocivos en los

músculos que reaccionan anormalmente a las drogas nicotínicas, particularmente el músculo

con una alta densidad de receptores extra-unión estaría predispuesto a tales efectos; como se

mencionó, esto ocurre en procesos generalizados de denervación como atrofia muscular

espinal, distrofia muscular progresiva (y otras enfermedades neuromusculares hereditarias); o

en cualquier proceso de amplia regeneración muscular. La ingestión de “éxtasis” también

puede ser peligrosa en pacientes con síndromes miotónicos ya que la membrana hiperexcitable

de la fibra muscular aumenta el efecto de agentes nicotínicos en el músculo (Klingler y cols.,

2005).

Como se indicó previamente, durante el desarrollo muscular o la denervación se

expresarían en músculo, los receptores nicotínicos del tipo α7 cerebral (Tsukeni y cols., 2002). El

reciente descubrimiento de que MDMA activa eficientemente al receptor nicotínico α7 podría

tener alguna relevancia a nivel muscular, pero esto aún no ha sido estudiado (Chipana y cols.,

2006). Asimismo, aun no se conoce la trascendecia del efecto de MDMA en receptores

nicotínicos pre-unión, cuya importancia modulatoria de la liberación de acetilcolina ya ha sido

evidenciada; asimismo en la membrana pre-unión habría receptores muscarínicos de

acetilcolina, cuya importancia en los efectos de MDMA se desconoce (Bowman, 1993).

Por otro lado, la cocaína, debido a sus propiedades anestésicas bloquea la conducción

nerviosa mediante una interacción directa con los canales de Na+ dependientes de voltaje.

Aunque la sensibilidad de las fibras nerviosas motoras es mínima en comparación a las fibras

de pequeño calibre; altas dosis de cocaína o largos tiempos de exposición aguda podrían tener

efectos motores o tónicos importantes, algo que también sería facilitado por la mayor acidez

del medio o los efectos vasoconstrictores de cocaína (Raymond y cols., 1987).

Esto ha sido valorado ampliamente en el músculo cardíaco, sin embargo se desconoce

mucho sobre el efecto y trascendencia de la cocaína en los canales de Na+ de músculo

esquelético. Pagala y cols. (1991), estudiaron en ratones, las respuestas de tensión de una

preparación nervio frénico-diafragma luego de estimulación nerviosa y muscular a 37ºC; la

cocaína provocó reducción, dependiente de concentración, en la amplitud del potencial de

acción nervioso, el potencial de acción muscular y en la respuesta de tensión a un estímulo

nervioso simple, siendo mayor la reducción en la amplitud de estas respuestas a los estímulos

nerviosos repetitivos. Al parecer la cocaína altera la función del músculo esquelético

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reduciendo la excitabilidad de las membranas del músculo y del nervio, aunque la respuesta

de contracción muscular final no muestra grandes alteraciones.

Desde hace varios años se conoce que la cocaína inhibe a los receptores nicotínicos

musculares de una forma no competitiva, pero este conocimiento no ha podido ser integrado

de un modo completamente coherente con las otras acciones sistémicas que determinan las

manifestaciones clínicas observadas en los usuarios de cocaína (Ulrich y cols., 1998).

Los resultados de muchos estudios condujeron a un mecanismo comúnmente aceptado por

el cual los cationes orgánicos inhibitorios, incluyendo entre otros a la atropina y la cocaína,

entran al canal del receptor después de que este se ha abierto y bloquean estéricamente el flujo

iónico transmembrana. Además se ha sugerido que podría ocurrir la unión de inhibidores a las

formas cerradas del canal (Niu, y cols., 1995). La cocaína se uniría, con una gran afinidad por la

forma cerrada del canal, a un sitio regulatorio específico, desviando el equilibrio hacia la

forma cerrada, e inhibiendo por lo tanto su conducción iónica. Si la afinidad del antagonista

por la conformación de canal abierto fuera igual o mayor que para la conformación del canal

cerrado no ocurriría una inhibición del receptor (Krivoshein y Hess, 2004). En este punto serán

necesarias mayores investigaciones para definir la acción de la cocaína y sus metabolitos en

los receptores nicotínicos bajo distintas circunstancias que modifiquen el equilibrio de unión.

En el estudio de Niu y cols. (1995), empleando una técnica de fotólisis de pulso láser sobre

receptores nicotínicos clonados en una línea celular, se determinó que la constante de

disociación aparente de la cocaína para la forma del receptor-canal cerrado es de ~50 µM.

Además se observó que las concentraciones elevadas de la forma abierta del receptor-canal

disminuyen la afinidad del receptor por la cocaína en 6 veces.

La velocidad de reacción del receptor con la cocaína es por lo menos 30 veces más lenta

que la velocidad de apertura del canal, dando por resultado una disminución inducida por

cocaína en la concentración de los canales abiertos sin una disminución concomitante de

velocidad de apertura o cierre del canal. La velocidad de cierre del canal aumenta 1.5 veces en

tanto la concentración de la cocaína aumenta de 20 a 60 µM; con concentraciones mayores la

velocidad permanece constante (Niu, y cols., 1995).

La figura 21, permite observar, a partir de los datos de Niu y colaboradores, como la

forma abierta del canal-receptor nicotínico disminuye la afinidad de este por la cocaína

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Fig. 21. Respuestas de corriente en Whole-Cell evocadas por carbamilcolina (20 µM) en la ausencia (a) y presencia de 60 µM de cocaína (b y c). En b se preincubó la cocaína por 70ms y en c por 200 ms. La carbamoilcolina aumenta el número de canales-receptor nicotínico abiertos, esta forma del receptor disminuye su afinidad por la cocaína (Tomado de Niu y cols., 1995).

Por otra parte, debido a su similaridad estructural con la atropina, la cocaína inhibe

competitivamente a los receptores muscarínicos; se ha demostrado que la (-) cocaína

interactúa con sitios de reconocimiento primario y alostéricos en los receptores muscarínicos

(Flynn y cols., 1992). La importancia de este efecto a nivel muscular aun no ha sido descrita;

como tampoco se tiene mucho conocimiento acerca del efecto de la cocaína sobre receptores

nicotínicos presinápticos (pre-unión) o en músculos con alteraciones subyacentes en los

receptores musculares.

Mientras que en algunas sinapsis neuronales se ha demostrado que luego de la

administración de MDMA, y mediante acciones de tipo serotoninérgico, disminuye la

expresión de la sinaptotagmina IV, a la vez que aumenta la expresión de sinaptotagmina I,

alterando por tanto la liberación de neurotransmisores; se desconoce la relevancia de la

MDMA en las vesículas de la unión NM. En este sentido, falta aclarar el papel de la cocaina,

sobre todo por que se ha descubierto que la activación de los receptores dopaminérgicos D1 o

la exposición a la cocaína aumentan la expresión de sinaptotagmina IV en neuronas (Simantov,

2004).

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X. EFECTOS DIRECTOS DE MDMA Y COCAÍNA SOBRE EL

MUSCULO ESQUELETICO.

Uno de los efectos adversos más prominentes por el uso agudo y crónico tanto de la

MDMA como la cocaína es la desregulación de los mecanismos termogénicos a nivel cerebral

y periférico, involucrando en humanos esencialmente al músculo esquelético. Varios autores

usan denominaciones como “hipertermia maligna” o “sindrome neuroléptico maligno” para

referirse a tales alteraciones; aunque otros prefieren no hacerlo, debido a que, como ya lo

hemos descrito en este documento, el cuadro térmico por el consumo de estas drogas, muestra

singularidades que van desde las fluctuaciones bifásicas hasta el establecimiento de cuadros de

hipo o hipertermia, que dependen de distintos factores y mecanismos no bien precisados; esto

es notable sobre todo con la MDMA. En algunos casos la hipertermia es muy significativa y se

asocia con rabdomiólisis, es decir un daño directo al músculo esquelético (Kalant 2001; Cole y

Sumnall, 2003). De aquí que la participación muscular en los mecanismos y las consecuencias de

la hipertermia asociada al consumo de MDMA y cocaína cobran un interés particular; la

figura 22 muestra la variación térmica producida en el músculo esquelético por acción de la

MDMA.

Fig. 22. Efectos de MDMA (40 mg/Kg) sobre la temperatura del músculo esquelético, en ratas. Los valores representan la media ± desviación estandar, para cada período de 30 minutos. Se señala la diferencia significativa con el grupo control (p<0.005) (Tomado de Rusyniak y Sprague, 2005).

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Aunque hay muchas semejanzas entre la presentación clínica y la fisiopatología de los

distintos síndromes hipertérmicos inducidos por drogas o fármacos, existen algunas

diferencias importantes. El síndrome de serotonina ocurre típicamente dentro de pocas horas

del consumo o abuso de un agente serotoninérgico, es característico observar cambios

conductuales, tremores, hiperreflexia entre otros síntomas. En cambio, el sindrome

neuroléptico maligno (SNM) ocurre luego de horas o días en un paciente que toma un agente

neuroléptico, siendo más probable encontrar rigidez muscular y alteración de conciencia, este

cuadro responde bien a fármacos dopaminérgicos. Por otro lado la hipertermia maligna (HM)

tiene una presentación súbita con gran rigidez muscular, mayor elevación térmica,

mioglobinuria y rabdomiólisis, asociándose principalmente a defectos genéticos

predisponentes (Wappler y cols., 2001; Rusyniak y Sprague, 2005). En cualquier caso, la intensidad y

duración de la hiperpirexia son indicadores del riesgo de mortalidad por falla multiorgánica,

hay pocos sobrevivientes si la temperatura basal corporal excede los 42ºC (Hall y Henry 2006).

La sobreposición de las características clínicas entre la hipertermia inducida por MDMA o

cocaína y el SNM, el síndrome serotonérgico y la HM e incluso el golpe de calor severo

indican que estas entidades patológicas podrían compartir vías comunes asociadas a las

consecuencias de la hipertermia extrema (Hall y Henry, 2006).

El control central de la termorregulación mediado por la 5-HT y la dopamina son

mecanismos primarios de la hipertermia. La sobreactividad simpaticomimética periférica, así

como el hipermetabolismo muscular aunado a una disipación deficiente del calor por factores

endógenos y ambientales también juegan un papel importante. Una vez que ocurre la

hipertermia, el requerimiento de Ca2+ para el acoplamiento de la excitación y la contracción se

reduce, de modo que la hipertermia por si misma puede causar un cierto grado de contracción

muscular con un aumento consiguiente en la producción de calor y la demanda metabólica (Hall y Henry, 2006).

La serotonina también tiene acciones periféricas sobre el músculo esquelético, aunque no

son bien conocidas. Se ha evidenciado que el receptor 5-HT2A se expresa en músculo de ratas

y humanos, exclusivamente en la membrana plasmática y no en los túbulos transverso; la

serotonina a través de estos receptores estimularía la captura y la utilización de glucosa por el

músculo, además en mioblastos produciría una regulación a la alta de los genes involucrados

en la diferenciación miogénica (Wappler y cols., 2001).

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La hipertermia maligna (HM) es considerada como una enfermedad hipermetabólica en la

que se han identificado varias mutaciones en el gen del receptor de rianodina tipo 1 (RyR1)

del músculo esquelético, lo que altera la homeostasis del Ca2+ y condiciona un fenotipo

susceptible a HM. En individuos susceptibles a HM la concentración de reposo de Ca2+ es

similar a la de individuos no susceptibles, pero durante la actividad contráctil hay un aumento

significativo del Ca2+ intracelular (Censier y cols., 1998). La fisiopatología de la HM implica una

liberación incontrolada de Ca2+ desde el retículo sarcoplásmico (escape de Ca2+) que conduce

a la activación de vías bioquímicas de la producción de energía (Ali, 2003).

Behan y cols. (2000), hicieron un estudio estructural del músculo esquelético en tres casos

fatales de hiperpirexia asociada con el abuso de MDMA. Se encontraron daños locales severos

que incluyeron: edema severo de las fibras musculares, en algunos casos bastante localizado,

edema endomisial, vacuolización difusa y bandas de contracción que separaban segmentos de

miofibrillas edematosas. A nivel ultraestructural todos los organelos intracelulares presentaron

edema y las miofibrillas estaban separadas por lagos de fluído, no se encontraron exudados

inflamatorios. Behan postuló que el metabolismo aerobio es agotado por la rigidez intensa y

las contracciones repetitivas; la glicogenólisis entonces es iniciada y seguida por la

movilización de ácidos grasos libres, cuando éstos se agotan, la integridad de la membrana no

puede ser mantenida, ocurriendo edema de la fibra. Hay una fuente inadecuada de sustratos de

alta energía, necesaria para la recaptura de iones Ca2+, del retículo sarcoplásmico y este llega a

ser agujereado, acumulándose iones Ca2+ en la mitocondria y activando proteasas que

conducen a la necrosis de la fibra. Todos los efectos descritos son empeorados por la subida

inexorable de la temperatura basal causada por la actividad del músculo y su estado

hipermetabólico acompañante.

La rabdomiólisis es un síndrome en el cual la desintegración del músculo esquelético da

lugar a la liberación de grandes cantidades de componentes tóxicos del músculo hacia el

plasma, saturando la función renal y dañando su estructura. La etiología de la lesión múscular

esquelética es absolutamente diversa, incluyendo la tensión muscular y la isquemia muscular

excesivas, los defectos genéticos, y daños tóxicos o físicos directos. La rabdomiólisis inducida

por drogas se puede dividir en un efecto miotóxico primario o directo y un efecto secundario.

Los efectos secundarios de toxinas son debido a factores predisponentes de riesgo tales como

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compresión local del músculo en el coma, convulsiones prolongadas, trauma, y anormalidades

metabólicas (Coco y Klasner, 2004).

Las características clínicas de la rabdomiólisis se extienden desde la debilidad muscular

hasta la insuficiencia renal aguda fulminante peligrosa para la vida. La tríada clásica de

síntomas de la rabdomiólisis es: lesión severa del músculo esquelético, orina pigmentada por

mioglobina, y disfunción renal; sin embargo, en la rabdomiólisis inducida por drogas pueden

darse presentaciones subclínicas. Durante la rabdomiólisis, una cantidad sustancial de líquido

puede acumularse dentro de los músculos afectados causando presiones elevadas en los

compartimientos de las fascias; además se libera el potasio intracelular provocando una

hiperkalemia significativa. En las fases iniciales de la rabdomiólisis, el calcio se acumula

dentro del músculo con una hipocalcemia resultante; durante las fases posteriores, el calcio se

moviliza desde el tejido múscular necrótico y resulta en hipercalcemia (Coco y Klasner, 2004).

La liberación de la enzima creatina kinasa (CK) hacia el suero, puede alcanzar niveles

elevados en cientos o miles de veces lo normal. Por lo tanto la CK sérica total es el indicador

sérico más sensible de la rabdomiólisis. La función de CK es convertir el fosfato de creatina

del miocito hacia grupos fosfato de alta energía (trifosfato de adenosina) usados en reacciones

que requieren energía; la presencia de CK aumentada en riñones junto con la mioglobina

indican lesión severa (Coco y Klasner, 2004).

Las proteínas respiratorias basadas en el grupo hemo: mioglobina y hemoglobina pueden,

bajo ciertas condiciones (como pH ácido), exhibir actividad enzimática similar a peroxidasa,

por la que se puede inducir la oxidación de biomoléculas. Es decir que estas proteínas del

hemo están implicadas en el “estrés oxidativo” que toma parte en la patología de varios

estados de enfermedad, incluyendo la rabdomiólisis. Tales reacciones ocurren in vivo, en

modelos animales y humanos involucrando la producción de un compuesto ferrihemato y es

este y los radicales asociados, los que inician procesos tales como la peroxidación lipídica y la

generación de moléculas bioactivas como los isoprostanos (Reeder y Wilson, 2005). El

ferrihemato (compuesto muy nefrotóxico) causa un deterioro directo de la función renal,

debilitación de los mecanismos tubulares renales de transporte, y muerte celular (Coco y Klasner,

2004). Algunos de los mecanismos directos de la rabdomiólisis son la inhibición del metabolismo

del Ca2+ en el retículo sarcoplásmico, disminución de la producción del trifosfato de adenosina

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causando la alteración de las membranas de la célula, y alteraciones en el metabolismo de los

carbohidratos. Cuando los mecanismos termorreguladores de la producción y de la disipación

del calor fallan, el miocito no puede mantener su función y se destruye (Coco y Klasner 2004).

La cocaína y el “éxtasis” pueden causar un efecto indirecto sobre el tejido muscular,

mediante vasoconstricción e isquemia del tejido; además se ha demostrado que la

rabdomiólisis por estas drogas puede también estar potenciada por el estado de hipertermia y

de hiperactividad, que aumentan las necesidades energéticas. La cocaína también tiene una

probable acción tóxica directa en el metabolismo muscular que favorecería la compresión de

extremidades por el edema intrafibra, y sería agravada por la hiperpirexia y la actividad

motora incrementada incluso con convulsiones repetidas. Las concentraciones elevadas de

catecolaminas pueden producir un aumento de las concentraciones de Ca2+ intracelular lo que

participa en el proceso de hiperactividad e inducción de daño celular, como fue referido

previamente (Van der Woude, 2000, Balcells, 2001).

Pagala y cols. (1993), evaluaron si la cocaína puede actuar directamente en el músculo

esquelético aislado de rata, aumentando la salida de CK. Se emplearon un músculo de

sacudida rápida (extensor digitorum longus o EDL), y un músculo de sacudida lenta (soleus).

Los resultados indican que la cocaína puede actuar directamente en el músculo esquelético y

aumentar la salida de CK especialmente del músculo lento como el soleus, pero no del

músculo de rápido como el EDL.

Brazeau y cols. (1995) también hicieron un estudio similar con ratones, investigando

además la formación de radicales libres y su participación en la peroxidación lipídica. Se

midieron la CK, los niveles totales del glutation múscular, y la peroxidacion lipídica después

de una dosis aguda de cocaína intravenosa (40 mg/kg). Se encontraron niveles de creatina

kinasa séricos elevados significativamente hasta en cinco veces, mientras que la peroxidación

lipídica fue elevada 100% en el músculo gastrocnemius de animales tratados con cocaína

luego de 4 horas en comparación a los controles; estas diferencias no fueron tan marcadas a

las 8 y 12 horas. Por tanto se ha sugerido que el daño severo con peroxidación lipídica puede

ocurrir en el músculo esquelético después de una sola dosis de cocaína intravenosa en los

ratones (Brazeau y cols., 1995). Los estudios clinicos en humanos también encuentran elevaciones

significativas de CK en usuarios de cocaína (Counselman y cols., 1997).

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Los tejidos altamente dependientes de oxígeno, tales como el músculo cardiaco, músculo

esquelético y liso, el sistema nervioso central y periférico, el riñón, y las células beta

pancreáticas, son especialmente susceptibles a defectos de la fosforilación oxidativa, que se

realiza en las mitocondrias. La fosforilación oxidativa defectuosa da por resultado un potencial

de membrana interna mitocondrial insuficiente para la síntesis del ATP. Los tejidos humanos

pueden enfrentar esta deficiencia estimulando la biosíntesis mitocondrial; sin embargo, sobre

cierto umbral de carencia del ATP se produce muerte celular; varias drogas inhiben o

desacoplan la fosforilación oxidativa, y por lo tanto reducen la viabilidad de la célula. En este

sentido, se ha encontrado evidencia de que la cocaína inhibe el complejo I, y la

metanfetamina inhibe el complejo IV de las enzimas de la cadena de transporte de electrones (Fosslien y cols., 2001).

El DNA mitocondrial tiene un índice mucho más alto de mutaciónes que el DNA nuclear

debido a que carece de histonas y se expone a los radicales de oxígeno (ROS) generados por

la cadena de transporte del electrones, además el sistema de reparación del DNA mitocondrial

es limitado (Fosslien y cols., 2001). Esto hace a la mitocondria y a la célula muscular,

susceptibles a un daño considerable cuando se someten a la acción de cocaina o MDMA que

ademas de aumentar la demanda energética celular, alteran la fosforilación oxidativa y

probablemente provocan importantes lesiones celulares directas.

En relación a los mecanismos periféricos de generación de calor, el tejido adiposo pardo

(TAP) a través de la actividad de la proteína desacoplante 1 (UCP1), es responsable de la

termogénesis no tremorizante, un componente principal de la llamada termogénesis facultativa

en humanos recién nacidos y en pequeños mamíferos; en el músculo esquelético también

puede darse esta forma facultativa de producción de calor. Como se sabe, la fosforilación

oxidativa es llevada a cabo por el movimiento de protones a hacia la matriz mitocondrial

mediante la sintasa de ATP; en el caso del TAP, la presencia de la proteína desacoplante 1

(UCP1) permite una ruta alternativa única de la entrada de tales protones, es decir que esta

proteína desacopla la oxidación de los sustratos energéticos de la producción de ATP y esto

provoca la pérdida de energía potencial como calor (Argyropoulos y cols., 2002). Es asi que

durante la termogénesis de desacoplamiento en el TAP, la velocidad de producción de calor

depende de, y se limita por, la velocidad de oxidación del sustrato (Argyropoulos y cols., 2002)

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Las UCPs pertenecen a una superfamilia de proteínas que incluye el acarreador del

oxoglutarato y las proteínas acarreadoras de ADP/ATP, cada una consistente de ~300

aminoácidos y todos tienen estructuras secundarias similares. Como la mayoría de las

proteínas acarreadoras mitocondriales, las UCPs son codificadas por el DNA nuclear y usan

mecanismos de traslado específicos. Recientemente se ha identificado nuevos homólogos de

UCP1 (las proteínas UCP2, UCP3, UCP4 y UCP5) expresados en el tejido adiposo pardo,

músculo esquelético, tejido adiposo blanco, cerebro y otros tejidos. Los genes descubiertos

muestran identidad de aminoácidos mayor al 50% con el UCP1 prototípico (Mills y cols., 2003).

Es notoria la expresión predominante de UCP3 en el músculo esquelético. Los estudios

indican que hay una dependencia según el tipo muscular en la regulación de la expresión de

UCP2 y UCP3 (estas se incrementan más en músculos rápidos que en músculos lentos) y los

ácidos grasos libre tienen un rol regulatorio. Los ácidos graso libres son un importante

mediador del aumento significativo de UCP3 en el músculo esquelético durante el ayuno;

ocurriendo lo mismo en el corazón (Argyropoulos y cols., 2002).

A partir de estudios en animales, se puede establecer que UCP1 es termogénica, mientras

que UCP3 (y posiblemente UCP2) desempeña papeles significativos en la oxidación de ácidos

grasos, utilización de glucosa a nivel muscular, distribución de sustratos energéticos, la

producción de especies reactivas de oxígeno e incluso apoptosis y envejecimiento. Los

estudios en humanos adultos proporcionan evidencia poco concluyente para una implicación

de UCP1, 2, y 3 en la termorregulación; sin embargo, se sugiere que UCP2 y UCP3 participan

en la utilización de sustratos en el músculo, de forma más importante en el ayuno, la ingesta

de grasas o el ejercicio físico (Argyropoulos y cols., 2002).

Los ratones knockout a UCP-3 tienen temperaturas básales normales y se adaptan

apropiadamente a la exposición al frío, sugiriendo que la función de UCP-3 no es regular la

temperatura corporal bajo condiciones fisiológicas normales. Mills demostró que la UCP-3 es

requerida para la elevación de la temperatura esquelética y central que se asocia a la

administración de MDMA (Mills y cols., 2003). Se ha establecido que el desacoplamiento de la

actividad de la cadena de transporte de electrones mitocondrial en la síntesis del ATP, produce

un escape de protones a través de la membrana interna mitocondrial hacia la matriz

mitocondrial con generación de calor (Skulachev y cols., 1998). Como se comentó previamente,

los miocitos dependen de la fosforilación oxidativa y la hidrólisis de enlaces fosfato de alta

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energía de la fosfocreatina en la formación del ATP, de modo que las alteraciones en la

concentración de la fosfocreatina o del ATP pueden dar lugar a necesidades energéticas que

exceden la producción del ATP, lo que conduce en última instancia a la rabdomiólisis (Curry y

cols., 1989). La figura 23 muestra el efecto de la MDMA sobre el ATP intracelular.

m

h

d

M

li

n

e

s

β

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Fig. 23. Efectos in vivo de la MDMA sobre el ATP intracelular. Los valores representan la media ± DE, para cada período de 30 minutos, entre la media del período basal. La disminución del ATP, indica una alteración de la fosforilación oxidativa mitocondrial. (Tomado de Rusyniak y Sprague, 2005)

Sprague y cols. (2003) han realizado varios estudios sobre la termogénesis a nivel

uscular, observando que el retiro de la glándula pituitaria o de la tiroides previene la

ipertermia inducida por MDMA y genera una respuesta hipotérmica paradójica; además

emostraron que el hipertiroidismo crónico en ratas refuerza los efectos hipertérmicos de

DMA y aumenta los niveles de la proteína UCP3 en músculo esquelético de una manera

neal según los niveles de TH circulantes. Puesto que las ratas tratadas con MDMA presentan

iveles circulantes de hormona tiroidea T4 elevados los autores proponen que la hipertermia en

ste caso, implicaría una interacción compleja entre el eje hipotálamo-pituitario-tiroideo y el

istema nervioso simpático, con participación importante de los receptores adrenérgicos α1 y

3. La figura 24 muestra algunos datos del estudio de Sprague y colaboradores sobre este

specto. Las propiedades inhibitorias termogénicas del bloqueo del receptor α1 y β3 en el

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músculo esquelético de ratas tratadas con MDMA sugieren un papel de las proteínas

desacoplantes y de la termogénesis no tremorizante. La UCP-3, al igual que UCP-1, es

regulada por receptores β3 a través de la norepinefrina y las hormonas tiroideas (Rusyniak y

Sprague, 2005). Es decir que la termogénesis inducida por la MDMA in vivo implicaría a la proteína UCP3

y el desacoplamiento de la fosforilación oxidativa (Sprague y cols., 2003). En ratas, las acciones

de la tiroides y el sistema nervioso simpático dan lugar a una activación sinérgica aguda de las

proteínas desacoplantes, con aumentos correspondientes en la respiración hasta el 450% en

tejido adiposo pardo y 35% en el músculo esquelético (Zaninovich y cols., 2003).

Fig. 24. Correlación lineal entre los niveles plasmáticos de hormona T4, proteína desacoplante muscular UCP3, y la magnitud de la hipertermia inducida por MDMA. Se indican determinaciones en grupos de rata con hipotermia, eutermia e hipertermia. Hay una relación directa entre los niveles de T4 y la expresión de UCP3; y entre esta y el cambio térmico inducido por MDMA. (Tomado de Sprague y cols., 2007).

Junto con la activación de receptores adrenérgicos β3, la norepinefrina actúa como un

agonista en receptores α1, lo que aumenta la termogénesis mediado por grasa parda. Los

agonistas de los receptores α1 también median la vasoconstricción de los vasos sanguíneos

cutáneos afectando la disipación del calor y contribuyendo a la hipertermia inducida por

MDMA. El sistema nervioso simpático es el regulador principal de la movilización de grasa

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en el músculo esquelético humano y el tejido adiposo blanco; la activación de receptores β3 en

el músculo esquelético lleva a la liberación de ácidos grasos libres, los cuales son requeridos

para la activación de las UCP (Zhao y cols., 1997). Además, los receptores α1 y β3, participan en

la lipólisis del tejido adiposo blanco y la liberación de ácidos grasos hacia la circulación

sanguínea (Sprague y cols., 2007).

Sprague y cols. (2007), sugieren que la UCP3 sería el nexo molecular entre la hormona

tiroidea y la hipertermia, siendo necesario unos niveles incrementados de NE, y de ácidos

grasos libres para lograr el efecto termogénico; también se ha sugerido la participación de las

ROS. Los estudios de estos autores sugieren que, aunque la hipertermia inducida por MDMA

parece resultar de niveles crecientes de NE y de ácidos grasos libres, la susceptibilidad esta

determinada en última instancia por la regulación tiroidea de la termogénesis dependiente de

UCP3.

Por su parte, la descarga simpática incrementada, dirigida a la circulación del músculo

esquelético humano es muy importante para los efectos de la cocaína en este sistema,

principalmente debido a la inducción de vasoconstricción y algunos cambios metabólicos

significativos (Jacobsen y cols., 1997). La regulación adrenérgica de las arteriolas y las vénulas en

el músculo esquelético utiliza adrenorreceptores α1 y α2; siendo predominante la acción de

receptores α2 en las arteriolas precapilares (Faber, 1988). La administración de cocaína causa

una respuesta exagerada del tipo simpaticomimético con un agotamiento rápido del glicógeno

muscular, y la acumulación de ácido láctico, esto es exacerbado si además se ejercita los

músculos, lo que puede tener relevancia por la hiperactividad motora asociada al consumo de

cocaína (Ojuka y cols., 1996). Kelly y cols. (1995) compararon la respuesta fisiológica en ratas a

un desafío de ejercicio (30 minutos) y cocaína (5 mg/kg) en animales condicionados a cocaína

(20 mg /Kg, administrados dos veces al día por 14 días) con aquellos que recibieron sólo

cocaína aguda. Aunque para la mayoría de los parámetros no había diferencia entre las

respuestas de los grupos crónicos y agudos de la cocaína en reposo o al desafío de cocaína-

ejercicio, los animales condicionados por cocaína tuvieron una mayor elevación en la

norepinefrina (P < 0.059) y epinefrina (P < 0.001) en respuesta al desafío de cocaína-ejercicio

que el grupo de cocaína-aguda.

El ejercicio vigoroso se considera dañino al músculo esquelético, y en casos extremos

puede también provocar rabdomiólisis. Este daño del músculo inducido por ejercicio, es

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explicado por disturbios metabólicos o mecánicos locales, hay alteraciones estructurales y

funcionales. Por otra parte, las demandas metabólicas exageradas inducidas por el ejercicio

podrían también contribuir a la temperatura del cuerpo creciente que puede agravar los

disturbios metabólicos en el músculo esquelético. Considerando que la MDMA es consumida

con frecuencia en ambientes calientes con acceso limitado a líquidos y con actividad motora

excesiva, los efectos hipertérmicos no-controlados pueden acumularse deletéreamente.

Duarte y cols. (2005), investigaron la influencia de la administración de MDMA en la

temperatura corporal y la histología del músculo soleus en ratones ejercitados y no-ejercitados.

El porcentaje de las fibras dañadas en los grupos de ratones estudiados que demuestran por lo

menos uno de los signos de alteración (cambios en el patrón de estriación, vacuolización

sarcoplásmica, necrosis segmental o núcleo central) se muestran en la tabla 4. Su incidencia

fue insignificante en músculos control, el grupo de solo ejercicio demostró alteraciones más

patológicas en un cierto plazo, con diferencias significativas a los controles 24 h (13.6%) y 48

h (19.1%) después de ejercicio. La administración de MDMA también dio lugar a daño de la

fibra que estaba en tendencia elevada a las 24 y 48 h comparados al grupo control (Duarte y

cols., 2005).

Grupos Tiempo después de la inyección 1.5 horas 25.5 horas 49.5 horas Control 2.6 ± 0.37 2.8 ± 0.41 2.5 ± 0.52a

MDMA 6.9 ± 1.37 24.3 ± 3.99a 35.1 ± 1.92a

Ejercicio 7.6 ± 0.33 13.6 ± 1.48a 19.1 ± 4.26a

MDMA y ejercicio 33.1 ± 3.1abc 50.6 ± 6.71abc 36.4 ± 4.73ab

Los resultados son dado como medias ± DE a P < 0.05 contra grupo control b P < 0.05 contra grupo ejercicio c P < 0.05 contra grupo MDMA

Tabla 4. Variación temporal del porcentaje de fibras musculares esqueléticas de ratón mostrando por lo menos una alteración estructural (cambios en el patrón de estriación, vacuolización sarcoplásmica, necrosis segmental o núcleo central) luego de la administración de MDMA (10mg/kg), con y sin ejercicio muscular (correr 90 minutos a 900m/h). (Tomado de Duarte y cols., 2005).

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La MDMA produjo el daño más extenso de la fibra muscular, que ocurre inmediatamente

después del ejercicio (33.1%), todavía persistiendo en 24 h (50.6%) y 48 h después del

ejercicio (36.4%). Entre los signos patológicos, las alteraciones del patrón de estriación fueron

encontradas solamente en menos de 1% de las fibras, sin embargo, hubo ocurrencia triple (no

significativa) en ambos grupos ejercitados (con y sin MDMA). También la necrosis

segmentaria fue encontrada raramente (hasta 1.2%) solamente en los grupos que recibieron

MDMA y ejercicio, los núcleos centrales como un signo general de degeneración fueron

encontrados a un grado similar (hasta casi el 9%) en el grupo de solo ejercicio y en el grupo de

MDMA, pero fueron más numerosos (el 13%) en el grupo de MDMA más ejercicio. La

alteración más frecuente que contribuye a los datos demostrados en la tabla 4, fue la

vacuolización sarcoplásmica. El ejercicio por sí mismo no provocó mucha de esta

característica morfopatológica; sin embargo la administración de MDMA conduce a un

aumento en la incidencia (26%) de vacuolas sarcoplásmicas (Duarte y cols., 2005).

En los grupos tratados con MDMA, especialmente en aquellos músculos que además

habían sido ejercitados se encontró un ensanchamiento edematoso del retículo sarcoplásmico y

un edema intra fibra que en algunos casos fue asociado a una desnaturalización de las

proteínas contráctiles; estas zonas se asemejaron a necrosis que comenzaba en el nivel

ultraestructural. Asimismo, los músculos tratados con MDMA fueron infiltrados por células

mononucleares en el intersticio edematoso (Duarte y cols., 2005).

La MDMA y el ejercicio por si mismos pueden incrementar la temperatura corporal, pero

en conjunción no tienen un efecto acumulado. Sin embargo la MDMA y la actividad física

concomitante si se acumularon severamente en relación a toxicidad sobre el músculo

esquelético llevando a rabdomiólisis. La condición hipertérmica asociada al ejercicio fue

esperada puesto que la producción de calor durante las contracciones musculares sobrepasa la

capacidad corporal de disipación de temperatura elevada, aunque podría esperarse que

ejercitando los músculos sea mayor la producción de calor inducida por MDMA, los

resultados indican que la termorregulación en animales que recibieron MDMA y ejercicio fue

bastante competente para prevenir un estado incluso más alto de la temperatura durante el

ejercicio (Duarte y cols., 2005).

En la figura 25, se observa las curvas de temperatura corporal en ratones durante las

primeras 7 horas después de recibir MDMA con y sin ejercicio muscular, según el estudio de

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Duarte y colaboradores. Las figuras 26 y 27 muestran micrografías de las lesiones

morfológicas musculares producidas por la MDMA y el ejercicio en dicho estudio.

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Fig. 25. Variación de la temperatura corporal en grupos de ratones durante las primeras 7 horas después de recibir MDMA con y sin ejercicio muscular. * p < 0.05 entre los grupos ejercicio y MDMA + ejercicio (Tomado de Duarte y cols., 2005).

El tipo de lesiones observadas en el estudio de Duarte y cols. podría estar, por lo menos en

ran parte, atribuida a la hipertermia. Tales daños se extienden a la mitocondria, el retículo

arcoplásmico y la fluidez de las membranas lipídicas, haciendo que estas estructuras sean

usceptibles a la debilitación adicional con edema mitocondrial que conduce a una pérdida de

ontrol respiratorio y al desacoplamiento de la fosforilación como consecuencias inmediatas.

lgunos otros mecanismos de daño muscular asociado a la MDMA más ejercicio serían: una

epresión en la captura de Ca2+ en el retículo sarcoplásmico y la hinchazón mitocondrial por

obrecarga citoplásmica de calcio; asimismo las proteasas activadas por calcio pueden inducir

iofibrinolisis y necrosis focal. Los disturbios homeostáticos que resultan del agotamiento de

a energía y de la permeabilidad iónica creciente de las membranas pueden explicar el edema

ntrafibra. Sumado a esto hay una reacción inflamatoria con invasión de células

ononucleares (leucocitos), de modo que parece evidente que la toxicidad de MDMA sobre

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las fibras musculares las hace estructuralmente aún más vulnerables durante el ejercicio (Duarte

y cols., 2005).

Fig. 26. Lesiones morfológicas musculares por MDMA y ejercicio en ratones. A: Micrografía de luz de una sección transversal de músculo esquelético control, 25.5 horas después de inyección salina, mostrando una morfología normal. B: Después de la administración de MDMA se aprecia abundante vacuolización en las fibras. Magnificación original 755X (Tomado de Duarte y cols., 2005).

Fig. 27. Lesiones morfológicas musculares por la MDMA y el ejercicio en ratones. A: Micrografia electrónica de una sección muscular de un ratón, que recibió MDMA y fue sometido a ejercicio muscular (25.5 horas después de la inyección). Se observan dos fibras con edema intracelular e hinchazón mitocondrial; la fibra superior derecha muestra desintegración de proteinas contráctiles (magnificación 7700X) B: Micrografía de luz, mostrando otras fibras con infiltración mononuclear y expansión del espacio intersticial (magnificación 650X) (Tomado de Duarte y cols., 2005).

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En relación a las acciones de la cocaína sobre la contractilidad del músculo esquelético,

Sato y cols. (1995), evaluaron si las concentraciones tóxicas de cocaína alteran la respuesta in

vitro del músculo humano susceptible a HM (HMS) a las contracturas inducidas por

halotano. Se empleó clorhidrato de la cocaína en concentraciones equivalentes a las del plasma

en pacientes con intoxicación por cocaína. La cocaína por si sola no afectó la tensión basal del

músculo en los grupos susceptible y no susceptible a HM. El efecto total de la cocaína en la

contracción muscular en presencia de halotano al 1% fue insignificante en ambos grupos, ver

figura 28. Por lo tanto, la cocaína no tiene efectos de contracción en el músculo esquelético de

pacientes HMS, incluso en niveles tóxicos, no tiene un efecto directo en la contractilidad del

músculo esquelético, esto ha sido corroborado por otro estudio in vivo con músculo humano (Weisshorn y cols., 2002).

Fig. 28. Efectos de cocaína sobre la contractura muscular en humanos. Trazos representativos de contracturas durante la administración de Halotano 1% en tiras musculares de pacientes no susceptibles (A, B) y susceptibles a HM (C, D). La cocaína reduce la altura de las sacudidas en ambos grupos; pero no hay cambios en la tensión basal, además el halotano no provocó contracturas en ningun caso (Tomado de Sato y cols., 1995).

Por otro lado, Fiege y cols. (2003) comprobaron que la MDMA induce HM en cerdos

genéticamente susceptibles. Se evaluaron parámetros clínicos de hipertermia maligna (PCO2

venosa central > 75 mmHg, pH venoso < 7.20, y elevación de temperatura mayor a 2ºC) en

cerdos susceptibles o no a HM, que recibieron dosis ajustadas para generar concentraciones

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equivalentes a aquellas vistas en pacientes fallecidos por consumo agudo de MDMA

(aproximadamente 1000 ng/ml que correspondería a ±6 tabletas de “éxtasis”); no obstante sus

resultados no han podido ser replicados en humanos.

A su vez, Klingler y cols. (2005), evaluaron en músculo esquelético humano, si la MDMA

incrementa el Ca++ citoplasmático e induce contracturas en fibras de individuos normales e

individuos con susceptibilidad a HM (MHS). El nivel sérico promedio encontrado en los

sujetos estudiados fue de 0.40 mg/l. La MDMA en concentración 100uM (valor sérico más

alto reportado en usuarios) no fue capaz de inducir contracturas por si misma, pero si

disminuyó las concentraciones de cafeína y halotano necesarias para producir contracturas,

principalmente en músculo no susceptible a HM. Asimismo MDMA no estimuló directamente

la liberación de Ca++ desde vesículas aisladas de retículo sarcoplásmico. Las figuras 29 y 30

muestran los datos correspondientes, del estudio de klingler y colaboradores.

Fig.29. Curvas dosis-respuesta para MDMA y succinilcolina (SCh); se evalúa contracturas inducidas por cafeína y halotano en tiras musculares de personas no susceptibles (A y B) y susceptibles a HM (C y D). La MDMA o la SCh fue agregada al baño 10 min antes de la cafeína o el halotano. Tanto MDMA como SCh desviaron la curva hacia la izquierda (Tomado de Klingler y cols., 2005)

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Fig. 30. Liberación de calcio desde vesículas de RS, bajo estimulación de rianodina, halotano, SCh y MDMA. Se aprecia la mayor afinidad de la rianodina por el canal RYR1. La MDMA no libera calcio desde vesículas de RS. (Tomado de Klingler y cols., 2005).

Los estudios en relación a los efectos directos de la MDMA y la cocaína sobre el músculo

esquelético no son muchos, si se compara con la frecuente investigación que se hace respecto

de las acciones de estas drogas, sobre todo cocaína, en el tejido cardiovascular. Sin embargo,

algunas conclusiones de los trabajos con músculo cardíaco nos pueden aproximar hacia

algunas presunciones de lo que puede también ocurrir en el músculo esquelético y que

seguramente orientara futuros estudios.

Por ejemplo es interesante, analizar las frecuentes alteraciones contráctiles e hipertróficas

que sobre el miocardio ventricular tiene la cocaína. Se ha descrito que las especies reactivas de

oxígeno juegan un papel esencial en estas alteraciones; Moritz (2003) demostró que la

administración de cocaína induce la liberación temprana de especies reactivas de oxígeno que

desempeñan un papel importante en el desarrollo y la progresión de la disfunción ventricular

observada con el abuso crónico de cocaína (Moritz y cols., 2003). Se ha observado también que

estos radicales libres en tejido cardiaco conducen a la activación de la transducción de

diversos genes tempranos inmediatos, algunos vinculados a respuestas inflamatorias (Hargrave y

cols., 2003).

La administración aguda de cocaína inicia cambios celulares y genéticos en el corazón

que, si son manifestados repetitivamente, causan déficits cardiacos similares a aquellos vistos

en procesos isquémicos, incluyendo remodelación miocárdica (Lattanzio y cols., 2005).

El efecto citotóxico directos de la cocaína en miocitos cardiacos fetales ha sido también

muy estudiado, demostrándose una acción citotóxica directa que puede inducir apóptosis en

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estas células fetales (Xiao y cols., 2000). La exposición prenatal a cocaína induce un aumento en

la expresión y la activación, a nivel miocárdico, de la proteína de unión al elemento respuesta

a AMPc (CREB), un factor transcripcional que regula la expresión génica. Uno de estos genes,

cuya expresión es alterada (gen PKC-ε) aumentaría la suceptibilidad de ratas machos a futuras

lesiones de isquemia/reperfusión a nivel miocárdico (Bae y cols., 2005). Es probable que

participen distintos mecanismos en las lesiones asociadas a la isquemia miocárdica; una de

ellos fue estudiado hace poco y establece que la cocaína puede producir una acción inhibitoria

en los canales de K+ sensibles a ATP en los miocitos cardiacos de ratas adultas, alterando así

el precondicionamiento isquémico (Wu y cols., 2006).

Si a nivel del músculo esquelético, la cocaína provoca la formación importante de especies

reactivas de oxígeno, la activación de genes tempranos con repercusión sobre las proteínas

musculares, la inhibición de canales de potasio o alteraciones significativas por exposición

prenatal; es parte de lo que aún queda por ser estudiado.

Tomita y cols. (1993) demostraron en músculos ventriculares de rata, que la cocaína en

una concentración de 50 µM puede alterar directamente la capacidad del retículo

sarcoplásmico (RS) de liberar y acumular Ca2+ (Tomita y cols., 1993). Tsushima y cols. (1996)

pudieron comprobar que la cocaína bloquea directamente y de forma voltaje-dependiente, el

canal-receptor de rianodina cardiaco (RYR2) en el retículo sarcoplásmico impidiendo por

tanto la liberación del Ca2+. Este efecto parece ser exclusivo del músculo cardíaco ya que no

ha sido reportado en el músculo esquelético.

Otro rasgo diferencial importante entre ambos tejidos es la respuesta al conocido bloqueo

por cocaína de los canales de Na+ dependientes de voltaje. Estos canales son la base de la

conducción rápida en el corazón y el músculo esquelético; sin embargo en ambos tejidos

existen características particulares de este canal en sus residuos aminoácidos que hacen variar

la respuesta del canal a diferentes voltajes y que explica porque los canales de Na+ cardiacos

se abren y cierran con potenciales más negativos que los canales de Na+ del músculo

esquelético, lo que a su vez determina la mayor sensibilidad de los canales del corazón al

bloqueo por anestésicos como lidocaína o cocaína (Li y cols., 2002).

En la figura 31 se aprecia curvas para comparar la actividad de la lidocaína en canales de

Na+ de músculo cardiaco y músculo esquelético.

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Fig. 31. Comparación de la actividad de lidocaína en canales de Na+ de músculo cardiaco humano (hH1) y músculo esquelético de rata (µ1). Se aprecian curvas de relación corriente-voltaje y activación estado-estable. A: los canales de Na humanos se abren y cierran en potenciales más hiperpolarizantes, B: Se aprecia una desviación hacia la izquierda de la curva hH1. (Tomado de Li y cols., 2002)

A nivel cardíaco también se ha visto que MDMA altera importantemente la homeostasis

itocondrial y la transcripción génica (Tiangco y cols., 2005). Gesi y cols. (2002), realizaron un

studio para analizar si los efectos de la MDMA sobre el miocardio son realzados por la

xposición concomitante de ruido intenso. A nivel ultraestructural se encontró un significativo

ncremento de mitocondrias alteradas, asi como una disminución en el umbral de la dosis de

DMA necesaria para alterar la ultraestructura del miocardio, y un aumento en las

lteraciones miocárdicas producidas por dosis altas de MDMA.

La cocaína es capaz de modificar covalententemente algunas proteínas a través de una

eacción en la cual el éster metílico de la cocaína acila el grupo ε-amino de residuos de lisina.

sta reacción es altamente específica in vitro, porque ningún otro aminoácido reacciona con

ocaína. Se ha encontrado proteínas covalentemente modificadas en el plasma de roedores y

umanos crónicamente expuestos a la cocaína; estas proteínas endógenas modificadas son

nmunogénicas, lo que podría explicar algunos efectos autoinmunes de la cocaína y

roporcionar un nuevo acercamiento bioquímico a las acciones a largo plazo de la misma. No

bstante la modificación proteica por cocaína in vivo no ha sido de la magnitud esperada,

rincipalmente en proteínas plasmáticas, donde, a pesar de la abundancia de la albúmina y la

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macroglobulina α2, parece que la accesibilidad de sus residuos de lisina impide una

modificación importante por la cocaína. Asimismo la cocaína altera sólamente algunas

proteínas en membranas de la corteza cerebral de la rata in vitro, donde resulta de interés

particular la posibilidad de que la modificación covalente de uno o más de los receptores o los

transportadores de neurotransmisor que se unen a cocaína contribuya a algunos de los efectos

a largo plazo de la droga (Deng y cols., 2002). En un sentido similar, se desconoce si la cocaína

modifica las proteínas del músculo esquelético.

Prevost y cols. (1995) evaluaron si la administración crónica de cocaína altera la

expresión de las isoformas de miosina en el músculo soleus de rata. Ellos encontraron que las

muestras de los animales que recibieron solución salina crónica y cocaína aguda solo

contenían miosina lenta; sin embargo, las muestras del grupo que recibió cocaína crónica

contenían miosina lenta y otras dos o tres isoformas de miosina y las cadenas pesadas

asociadas IIa y IIx. Por lo tanto, se concluyó que la administración crónica de cocaína causa

un cambio en la expresión de la miosina de isoformas lentos a isoformas rápidos.

Recientemente se ha visto que la cocaína también puede alterar estructuralmente a la

actina, aunque el estudio se hizo solo en tejido nervioso cerebral. Toda y cols (2006)

observaron que el ciclaje de la actina entre la forma polimerizado (F, por filamentoso) y las

formas despolimerizadas en el citoesqueleto de neuronas del núcleo acumbens es alterado

tanto por la administración aguda de cocaína como por la abstinencia tras uso crónico, de

forma reversible o persistente, respectívamente. El incremento de F-actina produce además

cambios en el contenido o estado de fosforilación de las proteínas de unión de la actina

(ABPs). Estos cambios al parecer son importantes en la formación de filopodios y trascienden

en los comportamientos de búsqueda de droga asociados a la adicción. Si estos cambios en la

actina, inducidos por cocaína, ocurren en otros tejidos, incluyendo el músculo esquelético, es

algo que se deberá investigar en el futuro.

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XI. CONCLUSIONES Y PERSPECTIVAS

CONCLUSIONES

1. En animales asi como en personas, las drogas MDMA y cocaína producen un aumento

significativo de la tensión muscular y una disfunción motora generalmente acompañada

con hiperactividad, que en ocasiones puede manifestarse como crisis convulsivas severas.

Ambas drogas muestran variabilidad de estereoisomería en sus distintos efectos pudiendo

generalizarse que la S(+)MDMA y la R(-)cocaína tienen mayores efectos farmacológicos,

de acuerdo a su afinidad por los receptores de monoaminas.

2. Las manifestaciones motoras asociadas al consumo o administración de la MDMA, se

correlacionan primáriamente con la disfunción del sistema serotoninérgico cerebral,

inducida por esta droga. En el caso de la cocaína los signos y síntomas motores involucran

esencialmente la participación cerebral de dopamina. En ambos casos las interrelaciones

de vías y neurotransmisores con las drogas y sus metabolitos activos, para la respuesta

motora, son bastante más complejas y aun no se conocen completamente.

3. La estimulación locomotora inducida por MDMA y cocaína se manifiesta de forma

variable entre especies, entre cepas y entre individuos de una misma especie. La

administración repetida de estas drogas tiende a producir sensibilización de las

manifestaciones motoras y a generar cambios genéticos persistentes con adaptaciones en

los receptores membranales y la señalización intracelular, que se vincularían a

manifestaciones de adicción.

4. Aunque de forma aparentemente opuesta, tanto la MDMA como la cocaína interaccionan

con los receptores nicotínicos de acetilcolina en la unión neuromuscular tanto pre como

postsinápticos. Se ha evidenciado que la MDMA podría actuar como agonista, mientras

que la cocaína se comporta como antagonista en estos receptores, sin embargo estos

conocimientos aun no han podido ser integrados con las acciones locales y sistémicas de

ambas drogas, que repercuten en la función e integridad del músculo esquelético.

5. El uso agudo o crónico de MDMA y cocaína pueden producir una desregulación de los

mecanismos termogénicos a nivel cerebral y periférico, involucrando de forma importante

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al músculo esquelético tanto en los mecanismos de origen como en la repercusión de la

hiperpirexia.

6. La afectación térmica por MDMA y cocaína, aunque más frecuentemente se manifiesta

como hipertermia, muestra singularidades que incluyen fluctuaciones bifásicas entre

hipotermia e hipertermia; estas parecen depender de la temperatura ambiental y de los

niveles plasmáticos de la droga. Un efecto farmacológico directo e indirecto de ambas

drogas es la generación de especies reactivas de oxígeno, lo que es favorecido por la

hipertermia y se asocia a toxicidad tisular sistémica con significativas consecuencias a

nivel cerebral.

7. La estimulación motora y las acciones térmicas de la MDMA y la cocaína pueden

provocar lesiones intracelulares acumulativas que llevan al desarrollo de rabdomiólisis,

con riesgo grave para la vida. En el caso de la MDMA se ha comprobado un daño directo

al músculo que se hace mayor cuando este es ejercitado. Algunas particularidades del

músculo esquelético lo hacen menos susceptible a las acciones directas severas de la

cocaína, que si ocurren con más frecuencia en el músculo cardíaco.

8. El desacoplamiento mitocondrial mediado por la proteína UCP1 en la grasa parda y

favorecido por drogas como MDMA, juega un rol importante en la generación de calor en

mamíferos inferiores. En personas adultas, la proteína UCP3, expresada principalmente en

músculos rápidos, e inducida por MDMA, parece ser crucial para los efectos hipertérmicos

y de lesión directa en el músculo esquelético. La expresión de UCP3 es regulada por el

sistema simpático y la hormona tiroidea, mientras que su activación es influenciada por los

ácidos grasos libres.

9. Debido a las diversas influencias orgánicas e incluso ambientales, que en el organismo

vivo modulan las acciones farmacológicas de la MDMA y la cocaína sobre el músculo

esquelético, los efectos de ambas drogas en este tejido deben ser estudiados bajo un

criterio integrador de las funciones celulares y sistémicas corporales en el contexto del

ambiente de consumo de la droga. Es también importante tener en cuenta el grupo

poblacional afectado, la adulteración de la droga consumida y el consumo concurrente de

otras drogas.

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PERSPECTIVAS

1. Se debe considerar como prioritario el esclarecimiento de la exacta interrelación espacial y

temporal entre los neurotransmisores serotonina y dopamina a nivel cerebral cortical y

subcortical durante la exposición aguda y crónica de MDMA y de cocaína, asi como el

papel de otros neurotransmisores como norepinefrina, glutamato y GABA durante estos

eventos.

2. Es necesario profundizar la investigación sobre la bioenergética celular tanto a nivel

neuronal como muscular para poder comprender mejor la mayor demanda de energía

forzada por el uso de drogas como MDMA y cocaína, asi como su vinculación a la

generación de calor y el daño celular.

3. La expresión de genes tempranos inducida por ambas drogas es un campo amplio en el que

se debe promover mayor investigación, no sólo para esclarecer el número y tipo de genes

involucrados, sino también para determinar el papel de cada uno en los mecanismos

directos de producción de lesiones celulares.

4. Teniendo en cuenta que, la cocaína induce manifestaciones motoras que no se diferencian

grandemente de lo generado por la MDMA, a pesar de que la cocaína por si misma no

produce contracturas musculares, es bloqueador del receptor nicotínico y sus efectos sobre

los canales de Na+ musculares no son significativos, se hace muy necesario profundizar la

investigación para dilucidar el mecanismo exacto de la acción de la cocaína en la actividad

motora final y en el músculo esquelético.

5. De forma similar a como se ha hecho con MDMA, sería conveniente hacer estudios sobre

los efectos del uso de cocaína concomitante con la inducción de una intensa actividad

física para evaluar el posible daño muscular y su relevancia en los mecanismos

generadores de calor.

6. Los próximos estudios deberán evaluar la trascendencia de la regulación, por MDMA o

cocaína, de los receptores presinápticos en la unión neuromuscular. Asimismo será muy

destacable el conocimiento futuro que tengamos sobre la participación de receptores

nicotínicos atípicos en el músculo normal y bajo distintas fisiopatologías, asi como la

participación de receptores musculares de serotonina entre otros probables.

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7. Por otra parte se debiera estudiar los efectos de MDMA y cocaína en la expresión y

modificación de proteínas membranales, asi como proteínas de las vesículas de

neurotransmisores en la región presináptica de las terminales axonales en la unión

neuromuscular. Existe evidencia de alteraciones inducidas en sinapsis neuronales pero no

se ha hecho estudios en la unión NM. Además se debe ampliar los estudios en músculo

esquelético de la acción de ambas drogas sobre la expresión y función de las proteínas

contráctiles miosina y actina.

8. En relación a cómo participa el Ca2+ en la actividad o lesiones musculares promovidas por

MDMA y cocaína, es algo que aun se desconoce. Se debe dirigir mayores estudios hacia

los canales tipo L del sarcolema asi como a los canales de rianodina del retículo

sarcoplásmico; es necesario mayor información que permita comprender como el Ca2+ se

integra en las lesiones musculares que inducen hipertermia y rabdomiólisis. También sería

útil evaluar el calcio en el contexto de distintos condiciones de actividad metabólica

muscular.

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