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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE SINALOA FACULTAD DE HISTORIA
MAESTRÍA EN HISTORIA
LA ADMINISTRACIÓN DE LAS TEMPORALIDADES EN LAS MISIONES DE LA PROVINCIA JESUITA DE SINALOA,
1591-1767 (Agricultura, Ganadería y Sínodos)
TESIS QUE PRESENTA:
ANDREA OLIVIA RAMÍREZ ACOSTA
PARA OBTENER EL GRADO DE
MAESTRA EN HISTORIA
DIRECTOR DE TESIS:
DR. RAFAEL VALDEZ AGUILAR
CULIACÁN, SINALOA, ENERO DE 2009.
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ÍNDICE GENERAL
Siglas utilizadas 3 Agradecimientos 4 Introducción 6
CAPÍTULO I La Compañía de Jesús 32 1.1. La fundación de la Compañía de Jesús 34 1.2. Las Constituciones y Reglas de la Compañía 37 1.3. Los grados en la Compañía 40 1.4. El concepto de la pobreza en la Compañía 41 1.5. Los jesuitas en la Nueva España y sus actividades 43 CAPÍTULO 2 Las reglas y preceptos para las misiones 61 2.1. Las reglas del siglo XVII 61 2.2.- Las reglas en el siglo XVIII 80
CAPÍTULO 3 La administración de las temporalidades en las misiones 90 3.1. La administración de las misiones 91 3.2. La agricultura 96 3.3. Ganadería 107 3.4. La administración del Sínodo 115 3.5.Otras actividades 123
CAPÍTULO 4 Los efectos de la administración de las misiones, Los colonos, funcionarios e indígenas 126 4.1.- Colonos 127 4.2.-Funcionarios del gobierno 132 4.3.- Indígenas 144 4.4.-La expulsión de los jesuitas 159 Conclusiones 162 Bibliografía 166
Anexo 173
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Siglas utilizadas
AGN Archivo General de la Nación AGN (JESUITAS) Archivo General de la Nación, Ramo Jesuitas AGN (AHH) Archivo General de la Nación. Histórico de Hacienda AGN (MISIONES) Archivo General de la Nación. Ramo Misiones AGN (HISTORIA) Archivo General de la Nación. Ramo Historia ASJPM Archivo Sociedad de Jesús Provincia Mexicana BNMAF Biblioteca Nacional de México. Archivo Franciscano
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Agradecimientos A mi asesor Dr. Rafael Valdés Aguilar, quien me orientó en todo lo largo de la
investigación, a mis lectores MC. Alfonso Mercado Gómez y MC. Wilfrido Llanes,
por haberme apoyado en el desarrollo del proyecto. Agradezco también a la
coordinación de la Maestría de Historia, al Dr. Samuel Octavio Ojeda por toda la
ayuda recibida en el lapso de mis estudios en la Facultad de Historia.
En el transcurso de la investigación recibí las observaciones de mis
maestros de los seminarios de investigación, Dr. Arturo Carrillo Rojas, Dr. Arturo
Lizárraga y Dr. Carlos Maciel Sánchez, así como de mis compañeros de la décima
generación, que me hicieron importantes recomendaciones; a todos ellos les doy
las gracias.
También, agradezco a CONACYT por haberme concedido la beca de
excelencia académica para cursar la Maestría en Historia, en la Facultad de
Historia de la Universidad Autónoma de Sinaloa.
Mi gratitud hacía la Universidad Autónoma de Sinaloa por haberme
favorecido con la beca del Programa de Movilidad Estudiantil, la cual, me dio la
posibilidad de realizar una estancia de investigación a la Ciudad de México, en el
Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de
México, en la que tuve el privilegio de tener como tutor al Dr. Sergio Ortega
Noriega, de quien recibí importantes recomendaciones para mi investigación.
Asimismo, agradezco a Rosalina Morales y a su esposo Oscar Martínez y
a Aidé Mejía y a su esposo Carlos Aguilera, quienes generosamente me brindaron
sus hogares y me dieron alimentos en mis estancias en la ciudad de México.
Muy agradecida estoy con el Consejo Estatal de Ciencia y Tecnología del
Estado de Sinaloa, por haberme otorgado la beca para realizar mi tesis de
maestría.
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Reconozco la ayuda que siempre me dieron las encargadas de la biblioteca
Héctor R. Olea de la Facultad de Historia, quienes siempre me facilitaron los
préstamos de toda la bibliografía que les solicité, por lo que les doy las gracias.
Estoy profundamente agradecida con mi familia y especialmente con mi
esposo Carlos Morales y mi hijo Carlos Andrés Morales Ramírez, a quienes les
doy mi reconocimiento por todo el apoyo que me brindaron.
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Introducción.
La empresa misional de la Compañía de Jesús en el noroeste de Nueva España
se inicia en la última década del siglo XVI, desde la villa de San Felipe y Santiago
de Sinaloa. Durante el siglo siguiente, los misioneros jesuitas avanzaron
metódicamente hacía el norte por la provincia de Sinaloa. Las políticas españolas
referentes a las llamadas reducciones1, concentraba a la población dispersa de las
rancherías en pueblos más compactos, de manera que las aldeas indígenas
fueron reorganizados en partidos, éstos consistían en una cabecera de misión (el
pueblo principal) donde reside el padre y las visitas, pueblos cercanos y
dependientes de la cabecera que son visitadas por el misionero periódicamente.
Las misiones se desarrollaron siguiendo los asentamientos aborígenes
distribuidos a lo largo de las cuencas de los ríos, éstos y las tierras de siembra
fueron el principal asiento de los grupos humanos de Sinaloa. Cada río era
corredor ecológico para viajar de la costa a la sierra; para comerciar, buscar
alimentos, guarecerse de las inclemencias del clima y establecer relaciones de
parentesco. Los ríos de Sinaloa representan cada uno una unidad cultural
característica.2 Cada grupo indígena poseía un territorio específico, el cual
ejercían una influencia o control en la gente, así como los elementos y sus
relaciones, delimitando y ejerciendo control sobre un área geográfica.
Con el desarrollo de las misiones, hacia el norte se fueron creando una
serie de Rectorados cuya administración evolucionó según las necesidades
creadas por la propia expansión del programa misional. Una provincia misional
1 Las Leyes de Indias, Libro Sexto, Titulo Tercero, De las Reducciones, y pueblos de Indios. Ley primera, …por órdenes de los Señores Reyes….fue encargado y mandado a los Virreyes, Presidentes y Gobernadores, que con mucha templanza y moderación ejecutasen las reducciones, población y doctrina de los Indios, con tanta suavidad y blandura…..Ley V. Que haya Doctrina en los pueblos de Indios a costa de los tributos. Ley XXI, Que en Pueblos de Indios no vivan Españoles, Negros, Mestizos y Mulatos. Ley XXI, Que entre los Indios no vivan Españoles, Mestizos, ni Mulatos, aunque hayan comprado tierras en sus Pueblos. Véase en página de internet, Leyes de indias, www.congreso.gob.pe/ntley/LeyIndiaP.htm. 2 Gilberto López Alanís. El mestizaje cultural de Sinaloa desde la perspectiva de una relación jesuita del siglo XV1, Tesis de Maestría, Facultad de Historia, Universidad Autónoma de Sinaloa, México, UAS, 2001, pp, 14.
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estaba integrada por la administrativa unidad llamada Rectorados. Este se
formaba por varios partidos.
La Provincia de misiones fue una unidad administrativa formada por
Rectorados, la cabeza administrativa de la provincia de misión fue legalmente el
padre Provincial en la ciudad de México, pero en la práctica cada provincia estuvo
encargada por el padre Visitador, en representación del Provincial. Después de
1723 algunas provincias de misiones fueron supervisadas por un Visitador
General, con los poderes de Viceprovincial, cada provincia de misión continuó
teniendo a un padre Visitador quien tenía el cargo inmediato de su provincia3.
El Rectorado de misión comprendía varios partidos. El control administrativo
lo tuvo el Rector o el inmediato superior religioso. En el sistema jesuita, el Rector
fue el responsable para la conducción de todas las misiones dentro del rectorado.
Su disponibilidad para los padres en las misiones estuvo sobreentendido para ser
constante e inmediato. Él estuvo a la expectativa para observar la disciplina
interna y resolver los problemas inmediatos que podían presentarse, además
podía conceder permisos ordinarios y asignar a los súbditos las obligaciones
menores. El periodo del oficio de Rector era por 3 años. El nombramiento de
Rector estuvo asignado por el Provincial de la Nueva España, quien habitualmente
seguía las recomendaciones del padre Visitador4 encargado de la particular
Provincia de Misiones5.
El sistema administrativo no estuvo prediseñado e impuesto en el territorio.
Además, porque el establecimiento misional fue lento en lograr una total
aceptación por parte de los indígenas, con el tiempo, el sistema administrativo
tuvo que volverse más complejo para satisfacer las diferentes necesidades que se
3 Sergio Ortega Noriega, “El sistema de misiones jesuíticas 1591-1699”, en Sergio Ortega Noriega e Ignacio del Río, Historia General de Sonora, Vol. 2, México, Gobierno del Estado de Sonora, 1985, p, 64. 4 Visitador, se usaba en tres sentidos: (a) jesuita enviado de Roma por el P. General para visitar toda la Provincia; (b) jesuita enviado de la Ciudad de México por el provincial para visitar todas las misiones norteñas; (c) superior permanente de un grupo de misiones norteñas. 5 Charles W. Polzer, Rules and Precepts of the Jesuit Missions of Northwestern New Spain, USA,
The University of Arizona Press, 1976, p. 8.
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presentaban en el escenario religioso y cultural, cambios que se fueron dando en
cada uno de los sectores misionales.
La formación de un partido era integrado por una misión principal y sus
pueblos de visita. El partido estuvo asignado por uno o dos padres dependiendo
de la habilidad de los misioneros y la extensión del territorio, si bien, las reglas
originales indicaban que el trabajo de los misioneros fueran en pares, pero, debido
a la vasta extensión del territorio de misión, pronto fueron dictadas nuevas
órdenes para que un solo padre atendiera a 2,3 y 4 o más iglesias. Así, el partido
llegó a ser una construcción básica del bloque del sistema misional. Un misionero
era asignado para el ministerio de un partido, varios pueblos y rancherías de
indígenas. Ordinariamente él residía en el pueblo más grande, donde supervisaba
la construcción de una grande y amplia iglesia. En los pequeños y asilados
pueblos se levantaron iglesias de visita. Las misiones de residencia fueron
conocidas como cabeceras, las cuales eran como las oficinas centrales del
misionero6.
Es importante señalar que antes de la llegada de los españoles a los
espacios sinaloenses, existía una sociedad prehispánica en la que en cada grupo
había una unidad social, pero, las relaciones entre las diferentes etnias eran
conflictivas. Se encontraba una multitud de grupos étnicos con marcado contraste
entre la gente de la costa y el interior y estos con los de la sierra, así como cierta
variedad en las lenguas. Estaban los sinaloas, tehuecos, zuaques, ahomes,
bacorehuis, ocoronis, choixs y mayos.7 Cada grupo indígena poseía un territorio
específico8, el cual reconocían como propio y a la vez ejercían una influencia o
6 Ibid., p, 9. 7 Rafael Valdez Aguilar, Los indios de Sinaloa, México, Cronos, Impresiones y ediciones, 2001, p, 91. 8 Para comprender el lugar o territorio específico Robert D. Sack menciona: “la territorialidad se entiende como un intento de un individuo o grupo de afectar, influir o controlar gente, elementos y sus relaciones, delimitando y ejerciendo un control sobre un área geográfica. Esta área puede ser denominada “territorio específico”. Por consiguiente, es un espacio construido, donde se generan relaciones sociales y puede tener diversas significaciones según la temporalidad de su usufructo productivo. Sack insiste en que “un lugar puede ser usado como territorio específico en una época y no en otra; esto es, al hablar de un territorio hablamos también de una especie de lugar”. Robert D. Sack, “El significado de la Territorialidad”, en Pedro Pérez H., comp., Región e Historia en México (1700-1850), Métodos de análisis regional, México, Instituto Mora, 1997, pp,194-204.
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control en la gente, y sus relaciones. Delimitaban y dominaban sobre un área
geográfica. Los ríos y las tierras de siembra fueron el principal asiento de los
grupos humanos de Sinaloa.
A fines del siglo XVI la Provincia de Sinaloa9 comprendía al sur desde el río
Mocorito hacía el norte sin conocer sus límites precisos, y estaba bajo la
jurisdicción de la Nueva Vizcaya y en el ramo judicial dependía de la Audiencia de
Guadalajara. Esta configuración administrativa perduró hasta 1733 año en que se
fundó la Gobernación de Sinaloa y Sonora, la máxima autoridad era el
gobernador, quien sólo dependía del virrey en el ejercicio de sus funciones
administrativas y militares, aunque en el ramo de justicia subsistió la sujeción a la
Audiencia de Guadalajara.
Para finales del siglo XVI, la región de Sinaloa, no había podido ser
totalmente dominada por los españoles, la política de colonización de la Corona
había sido un fracaso, los indígenas no eran dóciles, no aceptaron ser
encomendados ni mucho menos a realizar trabajos forzosos en beneficio de los
colonos. Las armas de los militares no pudieron sojuzgarlos.
De esta manera, el gobernador de la Nueva Vizcaya Rodrigo del Río y Loza
en 1589, consideró a los jesuitas como la orden indicada para llevar a cabo la
labor evangelizadora en la provincia de Sinaloa, por esta razón, solicitó al virrey y
al superior provincial de la Compañía de Jesús, que enviaran sacerdotes para la
conversión de los indios en Sinaloa. Los primeros padres jesuitas enviados fueron
Gonzalo de Tapia10 y Martín Pérez11, llegaron a la villa de San Felipe y Santiago,
el 6 de junio de 1591.
9 La provincia de Sinaloa abarcaba al sur desde el río Mocorito, y se extendía hacia el norte sin límites precisos, esto fue hasta 1648 en que se ajustó hasta el río Yaqui, al fundarse la provincia de Sonora que comprendía al norte de dicho río. En 1691 fue constituida la provincia de Ostimuri, con límites entre los ríos Mayo y Yaquí. Esta configuración administrativa perduró hasta 1733 año en que se creó la Gobernación de Sinaloa y Sonora. 10 Gonzalo de Tapia. Nació en León, España en 1561, fue admitido en la Compañía el 26 de mayo de 1576, en 1583 pasó a México, donde terminó sus estudios. Profesó en 1593. Predicó en los colegios de Patzcuaro, Valladolid y Zacatecas. En 1591 pasó con el padre Martín Pérez, de Durango a San Felipe y Santiago, Sinaloa. Murió en manos de los naturales en Tovoropa, Sinaloa el 11 de julio de 1594. El padre en los nueve años de su ministerio aprendió ocho lenguas: el Mexicano, Tarasco, Chichimeca, el Sinaloa (cahita), el Bamoa (pima bajo), el Acaxee, el Ocoroni y
11
Los misioneros iniciaron las visitas a los pueblos cercanos a la villa, y
trataron de ganarse la confianza de los indígenas y aprender dos de sus
principales lenguas, bautizaban sólo a los niños y a los adultos en peligro de
muerte. Los religiosos pensaban que los indígenas debían de tener conocimientos
de la nueva religión, así fue, como valiéndose de intérpretes, que fueron los
españoles que habían vivido entre ellos, y con los catecismos y oraciones
convertidos en su lengua, comenzaron a enseñar a los adultos, para que
estuvieran preparados para el bautismo. Sólo cuando contaban con un grupo
adecuado de bautizados procedían a reducirlos en comunidades misionales. Con
esto, los indígenas aceptaban la nueva religión cristiana y eran obligados a
abandonar sus costumbres ancestrales para iniciar una nueva vida.
Uno de los problemas con lo que se encontraban los misioneros de esta
época era la inestabilidad de los asentamientos indígenas, ya que bastaba una
mala cosecha como consecuencia de las sequías o inundaciones para que los
indígenas se dispersaran a buscar alimento por medio de la recolección y de la
cacería, como era su costumbre. Regresaban varios meses después y era
necesario reiniciar la evangelización desde el principio. Las hambres y las
epidemias, que casi siempre se presentaban juntas, dispersaban a la comunidad e
interrumpían del todo la labor misional.
Además, la evangelización implicó cambios en la vida de los indígenas
provocando inconformidades entre algunos individuos que se desempeñaban en el
oficio de curanderos quienes vieron reducido su prestigio dentro del grupo, por la
presencia de los misioneros. Un indígena llamado Nacaveva, nunca aceptó recibir
el Tepahuan. Andrés Pérez de Ribas, Los Triunfos de nuestra santa fee, entre gentes las mas fieras y bárbaras del nuevo Orbe, México, Editorial Siglo XXI y DIFOCUR, 1992, pp,130-137. 11 Martín Pérez, nació en el Real de San Martín, villa minera de la Nueva Vizcaya en 1560. Fue enviado a México para su educación, e ingresó a la Compañía de Jesús el año de 1577, ejerció como maestro de humanidades en los colegios jesuitas de Puebla y San Idelfonso en México. Trabajó entre los chichimecas en la misión de San Luis de la Paz. Junto con el padre Gonzalo de Tapia, Martín Pérez fue fundador de la Misión de Sinaloa, y a la muerte del padre Tapia, recayó en el padre Martín Pérez la responsabilidad de la organización de la labor misional en el noroeste. Fue visitador y superior de las misiones. Participó en las entradas de los pueblos indígenas de los ríos Ocoroni, Fuerte, Mayo y Yaqui. Y fue pionero en las entradas a la sierra de Topia. Hacía 1618 el padre Martín Pérez enfermó. Se retiró al colegio de la Villa de Sinaloa donde murió el 24 de abril de 1626, a los 65 años de edad y 35 de misionero. Ibid., pp, 340- 348.
12
el bautismo, incitó a los indígenas a revelarse en contra de los padres. Y en
compañía de alguno de sus parientes dieron muerte al padre Gonzalo de Tapia
en la aldea de Teboropa, el 11 de junio de 1594.
A pesar de esta tragedia, los misioneros avanzaron hacia el norte. La
mancuerna de presidio y misión funcionó favorablemente con el alcalde mayor
de Sinaloa y capitán del presidio, Diego Martínez de Hurdaide; los españoles se
impusieron por la fuerza de las armas, conjuntamente con la labor evangelizadora
de los misioneros. Estos enseñaron a los naturales nuevas técnicas en la
agricultura y la cría de ganado, despertándoles el interés, logrando de esta
manera, los primeros asentamientos de indígenas, de tal forma que para 1608, se
habían creado los primeros seis pueblos de misión; Guasave, Tamazula, Nío,
Bamoa, Ocoroni y Oquera.
Pasaron seis años para que se fundaran 16 pueblos más llegando hasta
el río Mayo y para 1620 se crearon 15 nuevas reducciones ampliándose al río
Yaqui. La carta Annua12 del año de 1621 indica la creación de un nuevo
Rectorado: se comienza a hacer cabecera distinta de este colegio de Cinaloa, por
haber mucha distancia de unas y de otras, y para los padres que en ella habitan
tengan cerca al superior para que puedan recurrir…13, por la lejanía de la villa de
San Felipe y Santiago, las misiones del río Yaqui quedaban a más de 50 leguas
de la villa, por esa razón, fue necesario la fundación del nuevo Rectorado, llamado
de San Ignacio de los Ríos Mayo y Yaqui, y su superior inmediato fue el padre
Cristóbal de Villalta. Veinticuatro religiosos se encontraban en las misiones que
comprendían desde el río Mocorito al Yaqui.14
12 La Annua, (Annua) era la carta anual que se enviaba a Roma, como informe breve del apostolado de todas las casas y misiones de la Provincia. Se conservó el título de annua aun después de que se redactaba solo cada tres años como relato trienal. 13 Francisco García Figueroa, Cartas Annuas de 1593 a 1657, Memorias para la Historia de la Provincia de Sinaloa, T.XV, México, Biblioteca Nacional de México, p, 290. 14 Francisco Javier Alegre, Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús en la Nueva España, Vol. 2, México, Edición Burrus y Félix Zubillaga, 1958, p, 122. Gerard Decorme, La obra de los jesuitas Mexicanos durante la época colonial, 1572-1767, Las misiones, Tomo II, México, Antigua Librería Robredo de José Porrúa e Hijos, 1941, p, 330.
13
El Colegio15 de Cinaloa era el centro de todas las misiones y se encontraba
el padre Rector y visitador, además de otros religiosos. El colegio abastecía de
productos agropecuarios y ganaderos a las demás misiones, por ser colegio tenía
derecho de contar con bienes, como lo indican las Constituciones de la Compañía.
Con la división del territorio misional en 1621, del Rectorado de San Felipe y
Santiago su cabecera el Colegio de Cinaloa, se fragmenta para crear el nuevo
Rectorado de San Ignacio de los ríos Mayo y Yaqui.
La formación del Rectorado de Chínipas fue un proceso largo. Hasta 1626,
fue enviado el padre Julio Matías Pascual para establecer una misión en el pueblo
de Chínipas, ésta se encontraba alejada de la Villa de San Felipe y Santiago, por
lo que se pensó en agregarla al Rectorado del Yaqui y Mayo. El padre Manuel
Martínez fue destinado para acompañar al padre Julio Pascual, arribó a Chínipas
en enero de 1632, y un mes después ambos padres fueron muertos a flechazos
por los indígenas del lugar. Posteriormente la misión de Chínipas fue
completamente abandona. Con la llegada de dos padres a la región en junio de
1676, se reinició la labor evangelizadora a cargo de los padres Nicolás Prado y
Fernando Pécoro16.
El padre Prado envió una carta al Padre Provincial el 4 de junio de 1680,
informándole del establecimiento de siete pueblos en Chínipas, por lo que le
solicitó se formara un Rectorado aparte, debido a que la distancia de los pueblo
del Mayo y Sinaloa era tal que prácticamente no tenían a quien obedecer,
además, de que no faltaban los problemas urgentes que exigían rápidas
resoluciones. No obstante, la fundación independiente de la misión de Chínipas no
se llevó a cabo sino por el año de 173417, por tal motivo, podemos afirmar que el
Rectorado de Santa Inés de Chínipas quedó fundado en 1734, independiente del
Rectorado de San Ignacio de los ríos de Yaqui y Mayo.
15 Se llamaba colegio no por la pequeña escuela que se encontraba anexa al lugar y que atendían los jesuitas, sino por ser el centro de todo el apostolado sinaloense, además por ser considerada una fundación estable. Para conocer sobre el colegio de Sinaloa como centro educativo, ver a Laura Elena Álvarez Tostado Alarcón, Educación y evangelio en Sinaloa, Siglos XVI y XVII, México, COBAES, 1996. 16 Gerard Decorme, op., cit., pp, 213-246. 17 Ibid, p, 230.
Fuentes. Charles Polzer, Rules and precepts, p, 34.
Fuentes. Charles Polzer, Rules and precepts, p, 34.
14
15
La población indígena del noroeste desde los tiempos del contacto en 1530,
y los siguientes años; 1625, 1660, 1720 y 1790 de las tres provincias; Sinaloa
(cahitas, chínipas), Ostimuri (cahitas, ópatas, pima bajo, jova) y Sonora (pima
bajo, pima alto, ópata, seri y pápago), según datos de Peter Gerhard y que se
puede apreciar en el siguiente cuadro18:
Fuente: Peter Gerhard, La Frontera Norte de la Nueva España, p, 310.
El número de la población no indígena en las mismas provincias y
disponiendo de la información de Gerhard para todo el Noroeste, según la cual en
1600 había 600 pobladores, en 1650 se incrementó a 5,000 y en 1700 fueron
15,000 y para 1800, eran 70,000. Se puede imaginar que el número de pobladores
iba en crecimiento. Esta población estaba formada por algunos españoles,
peninsulares y criollos, y una mayoría de mestizos y mulatos.19
18 Peter Gerhard, La Frontera Norte de la Nueva España, México, UNAM, 1996, p, 310. 19 Ibid., p, 310.
0
50000
100000
150000
200000
250000
1530 1625 1660 1720 1760
Sinaloa
Ostimuri
Sonora
Años
16
A continuación se podrá observar en el siguiente cuadro el comportamiento
de la población indígena y la no indígena en diferentes años en la región del
Noroeste:
Estos cambios demográficos en la región misional (Sinaloa, Ostimuri y Sonora), indican
que cuando iba en aumento la población no indígena la población indígena decrecía.
Fuentes: Peter Gerhard, La Frontera Norte de la Nueva España, P, 403.
Estos cambios demográficos en la región misional (Sinaloa, Ostimuri
y Sonora), indican que cuando iba en aumento la población no indígena la
población indígena decrecía. Desde la época de Francisco de Ibarra en la región,
la población aborigen ya había experimentado alguna disminución ocasionada por
las enfermedades que se introdujeron desde el sur, como por la deportación de
esclavos a Culiacán. En los años de 1593, 1601, 1606, 1617, 1625, 1641, 1728 y
1781, se presentaron diferentes epidemias en la región, las cuales diezmaron de
manera considerable a la población indígena, además del número muertos en
manos de los españoles. Así como también, la congregación en pueblos de misión
tuvo su repercusión en el desequilibrio de formas de vida de los nativos, a medida
que iban siendo concentrados en misiones las enfermedades epidémicas los
afectaba.20
20
Ibid. p, 343.
Años
0
50000
100000
150000
200000
250000
300000
350000
400000
450000
1530 1600 1625 1650 1660 1700 1720 1760 1790
INDÍGENAS
NO INDIGENAS
17
El Doctor Rafael Valdés Aguilar menciona, que las enfermedades
epidémicas se presentaban entre la población indígena del Noroeste Novohispano
con una frecuencia promedio de cinco años a siete años y que por lo general,
estas epidemias eran precedidas, por hambrunas, sequías, heladas y malas
cosechas, y otros desastres naturales, en muchas ocasiones se originaban en el
centro de la Colonia, diseminándose a través de la ruta del contagio, que eran los
caminos reales de la costa y del interior. Así como también, indica, que en el siglo
XVII, las epidemias habían disminuido en intensidad en la mayor parte del
territorio, en parte debido a que la población indígena y no indígena, había
incrementado su resistencia biológica o inmunidad, que se transmitía a los
descendientes de los supervivientes, y por otra parte, fue producto del mestizaje
que contribuyó a mejorar la inmunidad natural de la población. 21
Con el mestizaje, decreció la población indígena, debido a que los
individuos de sangre mezclada no pertenecían a las comunidades indígenas. De
tal manera, la disminución de la población indígena repercutió desfavorablemente
para las misiones, las cuales se vieron afectadas por no disponer de suficiente
mano de obra para cumplir con las demandas de la producción en la misión y de la
población española. El descenso demográfico propició el aumento de conflictos
entre misioneros y colonos.
Otro factor de la disminución en la población de indígenas en la región,
pudo haber sido la emigración de los mismos a otras regiones, debido a los malos
tratos e injusticias, que eran sometidos los naturales. Una de las medidas de
explotación, fue el repartimiento, trabajo obligatorio, el cual los indígenas eran
obligados a laborar para los colonos, tanto en minas como en las haciendas
agrícolas, y también realizaban servicios personales. Eran sacados de sus
hogares y llevados a lugares lejanos, sometiéndolos a trabajos extenuantes en
condiciones precarias, mal alimentados y mal retribuidos, y los pagos eran en
géneros.
21 Rafael Valdés Aguilar, “Labor médica de los misioneros jesuitas” en La medicina en Sinaloa Breve historia, México, COBAES, 1991, p, 52.
18
No son pocos los informes de los misioneros jesuitas en donde exponen las
atrocidades del repartimiento por las injusticias que cometían los colonos con los
naturales. Decían que debido a eso, los naturales aprovechaban las salidas para
no regresar a sus pueblos y decidían emigrar a tierras lejanas donde podían vivir
en plena libertad. Sin embargo, existen escritos donde los indígenas acusaron
ante las autoridades a los misioneros por malos tratos y por los excesos de trabajo
en las misiones. Aunque los misioneros no lo mencionan, podía haber sido
también, que los naturales al salir de sus pueblos para cumplir con el
repartimiento, resolvieran huir para no retornar a la vida disciplinada y
reglamentada, en donde el sonido de la campana marcaba el tiempo para todas
las actividades, además, de sancionar las faltas con severos castigos corporales.
El lenguaje hablado por los grupos de indígenas de la región norte de
Sinaloa era muy variado, lo cual hacia difícil la labor misionera de los padres, ya
que éstos tenían que aprender las lenguas locales, sólo así se lograba el éxito de
la evangelización. Al principio los misioneros se ayudaron de los colonos que
habitaban cerca de los nativos y también de indígenas que sabían el castellano,
éstos eran los intérpretes. Algunos de los misioneros realizaron diccionarios y
elaboraron catecismos en las lenguas indígenas para que les sirvieran de apoyo a
los futuros padres misioneros.
Las naciones del norte de Sinaloa estaban comprendidos a los grupos de
filiación lingüística que los estudiosos denominan cahita, el cual pertenece al
grupo de la familia yuto-azteca. Los grupos de diferente lengua eran los Ocoroni,
que habitaban en el río del mismo nombre (afluente del río Petatlán), los Níos y los
Bamoas (nebome), pueblos a la orilla del río Petatlán o Sinaloa.
El siguiente mapa22 pertenece al siglo XVII fue realizado por un jesuita
anónimo y se trata de una descripción geográfica de todas las misiones del
22 AGN, (JESUITAS), Leg., II-12, exp., 2. Mapa anónimo, Plano de las misiones de la Compañía de Jesús, S. XVII.
19
noroeste de la Nueva España, en él podemos ver la extensión que abarcaba la
región misional; desde el río Mocorito al río Sonora, desde Sinaloa a la Pimería
Baja. El mapa registra los nombres de los ríos, los pueblos y de los padres que se
encontraban en cada misión, además, indica las distancias en leguas23 que había
de una a otra misión. También, señala la existencia de una estancia del colegio de
Cinaloa, entre el río Petatlán y Ocoroni. El mapa puede corresponder a fechas del
primer tercio del siglo XVII, debido a que menciona el nombre del padre Hernando
de Villafañe en la misión de Guasave, quien murió en el año de 1634 y el padre
Gaspar Varela misionero de Mocorito, fallecido en el mismo pueblo en 1636.
Los relatos geográficos detallados y de primera mano por misioneros
jesuitas eran enviados a la curia jesuítica de la ciudad de México. Estos puntos
extensos resumidos los incluían en las cartas annuas generales enviados a la
casa generalicia romana. A pesar de la reducción dimensional que sufrían los
relatos originales de los misioneros, estas cartas annuas impresas son todavía hoy
los informes geográficos más cuidadosos y detallados de vastas regiones a través
de todo el mundo donde actuaron los jesuitas; esto, por consiguiente, vale también
de los territorios de las misiones mexicanas24. Por lo anterior, mencionado por
Ernest Burrus, el mapa arriba señalado, debió haber sido un anexo a una carta
annua, o una carta annua impresa describiendo las dimensiones geográficas de la
región, señalando la extensión misional bajo el control hasta ese momento de los
misioneros jesuitas.
Para el cartógrafo25 jesuita un mapa era instrumento de su trabajo.
Señalaba el camino que conducía de una misión a otra; las zonas de las naciones
indígenas (tanto las cristianas como las que se habían de convertir); los aguajes
23 Las leguas equivalían a 4.190 metros. 24 Ernest Burrus, ”Influencia de antiguos jesuitas mexicanos en la Geografía y Cartografía Universal”, en La Compañía de Jesús en México, Cuatro siglos de labor cultural (1572-1972), México, Editorial Jus, S.A., 1975, pp, 2-3. 25 Entre los escasos cartógrafos de la provincia mexicana preparados científicamente para medir con exactitud aproximativa, para expresarlas cartográficamente, las latitudes y longitudes de las regiones, se destacan cuatro: Kino, Consag, Nentwig y Linck; y de ellos sólo Kino sabía diseñar mapas. De los materiales proporcionados por Consag, su compañero, Pedro María Nascimben, dibujó los mapas exactísimos que hoy se encuentran. Baegert y otros tradujeron cartográficamente la península según las observaciones e informes de Linck. Ibid., 3
20
para no perecer de sed en sus correrías apostólicas y expediciones exploratorias.
El mapa ilustraba también su informe escrito, y sus superiores mexicanos y
romanos y los oficiales mexicanos y españoles preferían un documento gráfico
que reflejara visiblemente el apostolado misionero a extensas relaciones26.
26 Ibid., p, 3.
Fuente AGN, Jesuitas, Leg., IIde la Compañía de Jesús, S. XVII.
, Jesuitas, Leg., II-12, exp., 2. Mapa anónimo, Plano de las misiones de la Compañía de Jesús, S. XVII.
21
Plano de las misiones
22
A continuación un mapa anónimo de fecha 166227, Ernest Burrus, señala
que fue utilizado para ilustrar el informe sobre las misiones norteñas de la
Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús, los números van del 1 al 54 y se
refieren a los 54 misioneros e igual número de cabeceras señaladas en dicho
informe. El padre Hernando Cabero, visitador y después provincial de México,
firmó la relación, y la envió con el mapa al P. General. Por haberse archivado
separadamente los dos documentos, nadie se percató de que el mapa se dibujó
para aclarar el informe. Además, Burrus menciona que es el primer mapa
completo de las misiones jesuitas de la Provincia Mexicana, a pesar de ser
anónimo, tuvo influencia en la cartografía europea del siglo XVIII28.
Autor Anónimo, 1662 Fuente. Ernest Burrus, S.J., La obra cartográfica de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús (1567-1967) Tomo II.
27 Burrus, dice que Bolton le atribuye al padre Kino la autoría del mapa, el cual fue diseñado por él mientras estaba en la ciudad de México (1681) preparándose para participar en la expedición californiana de Atondo y Antillón. 28 Ernest Burrus, ”Influencia de antiguos jesuitas…….”, op., cit., pp, 7-8.
23
Autor: Padre José Palomino. Fuente. Burrus, Ernest J., S.J., La obra cartográfica de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús (1567-1967) Tomo II.
24
El autor del anterior mapa es el padre José Palomino29, quien fue misionero
de Guasave de 1732 a 1767, entre esas fechas diseñó el mapa, el cual, abarca
desde el río Piaxtla hasta el norte del río Yaqui. Aunque al mapa le faltan los
nombres de algunos pueblos, éstos son señalados con puntos. El padre Palomino
tuvo que haber tenido conocimientos de la cartografía de la época, ya que para
entonces, el padre Kino había realizados varios importantes mapas de la región. El
padre dibuja la región de la Provincia misional de Sinaloa dentro de una parte de
la Gobernación de Sinaloa y Sonora que para ese tiempo ya existía.
La evolución de la provincia jesuita de Sinaloa se fue transformando a lo
lago de la época misional (1591-1767). El obispo de la Nueva Galicia, Don Alonso
de la Mota y Escobar, en su informe de 1604 menciona a la Provincia de Sinaloa30.
Llega el obispo a la Villa de San Felipe y Santiago de Sinaloa, donde los padres
de la Compañía de Jesús habían bautizado de 4,000 a 5,000 almas. A Sinaloa, la
menciona como un lugar de tierra muy cálida, habitado por genta desnuda y
sumamente haraganes, se dedicaban únicamente a la pesca y sembrar algún
maíz, además, de hacer guerras a sus vecinos. También dice que se daban
muchas legumbres y frutos, como melones, pepinos, cohombros y calabazas. El
ganado mayor vacuno era muy escaso, debido a los intensos calores de la tierra31.
29 Padre José Palomino, nació en Veracruz, México, el 20 de octubre de 1705, e ingresó en la Compañía el 1 de diciembre de 1721, profesó el 16 de junio de 1740. Trabajó en las misiones norteñas desde 1732 hasta la expulsión en 1767, siempre estuvo en la misión de Guasave, Sinaloa. Murió en Guaymas, Sonora, camino al destierro, el 13 noviembre de 1768. 30 La villa de San Felipe y Santiago de Sinaloa, era cabecera de los pueblos siguientes: Baboría, Matapán, Cubirí, Mocorito, Bacobirito, Guasabe, Nío, Chiguire, Ahome, Ocoroni, Tehuecos, Chicorato. Alonso de la Mota y Escobar, Descripción Geográfica de los Reinos de la Nueva Galicia, Nueva Vizcaya y Nuevo León, México, Editorial Pedro Robredo, 1940, p, 108. 31 Ibid., pp, 108-110.
25
El informe del Brigadier Pedro de Rivera de 1727, nos ilustra acerca de la
situación que se vivía en la región misional: los pueblos que pertenecían a las
provincias de Sonora y Ostimuri, eran de tierra fértiles y los ríos tenían ricos valles,
los cultivos de siembras de granos y sus dueños lograban cosechar suficiente para
mantenerlos bien abastecidos en sus pueblos misionales, las mujeres y sus hijos
se vestían decentemente con trajes de españoles quedando olvidado su natural
desnudez. Los hombres trabajaban en los campos y las mujeres se dedicaban a la
labor de tejidos con telares de cuyas obras comerciaban con los españoles, y
también, menciona Pedro de Rivera, que muchos sabían el castellano. Los padres
conocían el idioma de cada pueblo que administran, de esta manera atraían a su
devoción y obediencia a los naturales32.
De las misiones que pertenecían a la Provincia de Sinaloa, dice que eran
menos fructíferas y algunas sumamente pobres, debido a lo agreste y mantuosos
de sus campos que tierras útiles para el cultivo y cosecha de granos, más no
obstante, en todas se encontraba la devoción del culto religioso, excediendo sólo
las de Sonora y Ostimuri en el mayor adorno de sus iglesias, con vasos sagrados,
ornamentos y alhajas33.
El padre Diego Valladares habla sobre la disminución de los pobladores de
las misiones del río Fuerte en 1743:
Finalmente todos estos pueblos se menoscaban y han menoscabado con el repartimiento de tapisques para las minas a donde van y muchos no vuelven, y como ahí tienen más libertad para vivir a sus anchuras, olvidados de Dios y de la doctrina, aprenden malícimas costumbres de jurar y faltar a los mandamientos divinos. Sí bien, en el tiempo que el gobernador don Agustín de Vildósola a gobernado, y gobierna, se hayan mejorado y reducido a los pueblos con más política y cristiandad, de que los padres dan infinitas gracias a Dios nuestro señor34.
32 AGN, (JESUITAS), Leg., 2-4, exp, 33. 33 Ibid., exp, 33. 34 Ernest J. Burrus S.J. y Félix Zubillaga S.J., Misiones Mexicanas de la Compañía de Jesús, 1618-1745, Colección Chimalistac, núm., 41, España, Ediciones José Porrúa Turanzas, S.A., 1982. p, 52.
26
De la misma manera el padre Lucas Luis Álvarez en 1744, se refiere a la
reducción de la población indígena:
De donde se reconoce cuan aumentada está de gente la villa o, mejor diré, de número de indios que saliendo de sus pueblos para asistirles a sus amos, se quedan fuera de las reducciones y procrean para aumento no de ellas. Y de esto se viene en conocimiento de la causa por qué los pueblos, en vez de multiplicar la gente, se halla en los padrones ser menos, siendo así que, en lo natural, habían de ir a más, pues no ha habido peste o mortandad que con especialidad, haya disminuido a los indios. Y así, para que los pueblos vayan a más y las misiones se aumenten, el principal remedio debe ponerse en que los indios vivan en sus pueblos, salvando todas aquellas dificultades que arriba apunto y que, en gran manera imposibilitan el total logro de los intentos del rey, de los ministros, de los misioneros y de la salvación de esa miserable gente35.
Para 1767, las misiones de Sinaloa comprendían los pueblos del Mayo y el
Yaqui, formaban tres Rectorados, el que era Visitador o Vice-Provincial, residía en
Sinaloa, y tenía 20 cabeceras con misioneros, pero sólo diez eran de las primitivas
de Sinaloa, que eran las cabeceras de Mocorito, Bacubirito, Chicorato, Toro, Vaca,
Tehueco, Ocoroni, Mochicahui, Guasave y Bamoa. 6 cabeceras se encontraban
en los ríos Mayo y Yaqui y 4 en el Rectorado de Santa Inés de Chínipas. Varias
cabeceras tenían tierras o ranchos que aseguraban la vida de la comunidad y
servían de refugio en las calamidades públicas o de auxilio para las nuevas
misiones.
El campo se había poblado de haciendas y ranchos y todos estos lugares
habían progresado en lo material de sus pueblos y edificios, al menos a lo que
correspondía a la pobreza general que hubo (fuera de las minas) en todo Sinaloa y
Sonora, durante todo el siglo XVIII. En lugar de las pobres iglesias de paja o de
adobes, se habían levantado en varios lugares elegantes capillas (algunas de
cantera). En Sinaloa, se estrenó en 1635, aunque de adobe, tenía tres naves, bien
adornadas, con torre nueva de cantería36.
35 Ibid., p, 113. 36 Gerard Decorme, op., cit., p, 223.
27
El número de indígenas, como en todas las misiones había disminuido. El
obispo de la Nueva Vizcaya, Pedro Tamarón y Romeral, en su visita a Sinaloa de
1765, menciona que la villa de Sinaloa estaba a cargo de los padres de la Compañía, y
era pueblo de españoles e indios mixtos, tenía 3000 almas, se le llamaba a la casa de los
misioneros, Colegio y era rector perpetuo y ejercía el curato, la iglesia tenía tres naves,
aunque fabricada de adobe estaba bien adornada, la torre era nueva de cantería. La tierra
era algo estéril, no se daba trigo ni vinos, se acarreaban estos frutos desde la Nueva
Vizcaya, pero, había mucha cera, de los colmenares se fabricaba cera y miel, la cera era
usada en las iglesias y era vendida a la Nueva Vizcaya a diez pesos la arroba37. Se
cosechaba maíz y caña dulce de la que hacían panocha, y se criaban algunas caballadas,
no como en la Nueva Vizcaya38.
El objetivo general del presente trabajo, es dar a conocer la administración
de las temporalidades en las misiones de la Provincia Jesuita en Sinaloa, las
reglas e instrucciones dictadas para la administración, así como las consecuencias
de la administración en los diferentes pobladores, colonos, funcionarios de
gobierno e indígenas.
La realización del presente estudio pretende proporcionar información sobre
las formas administrativas de las temporalidades en las misiones jesuitas, esto es,
debido a que no existe un trabajo específico del tema. En espera de que a los
interesados de las misiones les pueda brindar un apoyo para futuros estudios.
El hilo conductor a seguir es una serie de hipótesis, las cuales son: La
administración de las temporalidades estuvo regulada por una serie de
reglamentos, instrucciones y ordenanzas, impuestos por los altos funcionarios
jesuitas, a lo largo del tiempo éstas fueron modificándose, de acuerdo a las
condiciones del momento. Así como también, los misioneros las adaptaron a sus
necesidades. La administración de las temporalidades fue llevada a cabo de
37 Arroba, unidad de medida de peso. Equivalente a 25 libras o a 11.506 kilos. 38 Pedro Tamaón y Romeral, Demostración del vastísimo obispado de la Nueva Vizcaya- 1765, Durango, Sinaloa, Sonora, Arizona, Nuevo México, Chihuahua y porciones de Texas, Coahuila y Zacatecas, México, Antigua Librería Robredo, de José Porrúa e Hijos, 1937, p, 225.
28
acuerdo a las numerosas instrucciones giradas por los superiores. Las reglas y
ordenanzas abarcaron una serie de normas para regular la conducta de los
misioneros, marcándoles sus votos religiosos, castidad, pobreza y obediencia.
Con el tiempo, los misioneros fueron modificando su principal obligación, de
evangelizadores a administradores de negocios. Los bienes de la misión fueron
explotados al igual que la mano de obra indígena, trayendo consecuencias para
los colonos, funcionarios de gobierno e indígenas.
Desde el inicio de la maestría tuve interés por realizar un estudio sobre las
misiones jesuitas, pero mi problema fue escoger algún aspecto que no se hubiera
tratado, porque, en primer momento, parecía que realizar un estudio sobre las
misiones implicaba repetir lo que se ha dicho. Sin embargo, al ir revisando la
bibliografía me di cuenta de que había aspectos que no se habían trabajado con la
debida profundidad.
Las lecturas de las obras clásicas de Sergio Ortega Noriega, pude trazar
una primera inquietud de investigación: el aspecto económico de las misiones,
acercamiento que fue orientado por mi asesor, aconsejando una pertinente
acotación, dada la ausencia de documentos que dieran cuenta de las cantidades
de los bienes de las misiones.
Siendo éste mi punto de partida, inicié la búsqueda de la información. En la
crónica del padre Ignacio Pfefferkorn, Descripción de la provincia de Sonora,
encontré un apartado dedicado a la administración interna de las misiones, en la
cual, describe las formas de administrar a los justicias, los servicios del canto y
música, los días de fiestas, los ingresos, gastos, agricultura comunal, entre otros
aspectos más. En este estudio, el padre Pfefferkorn, incluye tanto la
administración espiritual como la temporal. De esta manera, me pareció
interesante el aspecto administrativo de las misiones, pero una vez más, mi asesor
y lectores me indicaron que tenía que limitar mi estudio a un solo aspecto, debido
a lo extenso que resultaba el tema, a esta problemática se sumaba la del límite de
tiempo del programa de maestría.
29
Fue así que opté por estudiar la administración de las temporalidades e
inclinarme por conocer las ordenanzas y reglas que regían a las misiones. Para
esto, revisé la obra de Charles Poltzer, Rules and precepts, la cual contiene una
relación de las ordenanzas y reglas que gobernaron a las misiones, además,
consulté varios relaciones de reglas encontrados en documentos del Archivo
General de la Nación y del Archivo de la Provincia Mexicana de la Compañía de
Jesús, ambos en la ciudad de México. También, la crónica de padre Andrés Pérez
de Ribas, Triunfos de nuestra Santa Fee…., parte VII, donde cita las primeras
ordenanzas para las misiones de 1610, y un artículo titulado ““¿Cómo se
gobernaban las misiones mexicanas de la Compañía de Jesús (1610-1725)?” de
Ernest Burrus, encontrado en el libro El Colofón, de la colección Chimalistac,
número 50, en la Biblioteca del Colegio de Sinaloa.
Otras lecturas que me ayudaron a conocer sobre las ordenanzas para la
administración de los bienes de la Compañía, fueron Las instrucciones de los
hermanos administradores de haciendas, paleografía de Francois Chevalier, y el
estudio de Una hacienda de los jesuita de Santa Lucía en el México Colonial de
Herman Konrad, éstas dos obras, están enfocadas a la administración de
haciendas, no obstante, tienen cierta semejanza con las misiones.
Para saber, cómo llevaban a cabo la administración de las temporalidades
en las misiones por los padres a cargo de ellas, además del padre Ignacio
Pfefferkorn, Descripción de la provincia de Sonora, consulté las crónicas jesuitas:
Andrés Pérez de Ribas, Triunfos de nuestra Santa Fee…, Francisco Xavier de
Faría, Apologético Defensorio y puntual manifiesto, Eusebio Francisco Kino,
Crónica de la Pimería Alta, Favores Celestiales, Juan Nentuig, El rudo ensayo,
Descripción geográfica, natural y curiosa de la provincia de Sonora, Philipp
Segesser, La relación de Fpilipp Segesser, Correspondencia familiar de un
misionero en Sonora en el año de 1737 y Miguel del Barco, Historia Natural y
Crónica de la Antigua California. El informe del padre Juan Antonio Baltasar, de
las misiones sinaloenses en 1745, en la obra conocida de Ernest Burrus y Félix
Zubillaga, El noroeste de México, Documentos sobre las misiones jesuitas, 1600-
1769, el padre Baltasar informa sobre la situación económica de las misiones,
30
además, comenta los diferentes problemas de los misioneros que tenían a su
cargo los pueblos misionales, y el padre visitador Baltasar, les hace diferentes
recomendaciones para que lleven de forma correcta la administración de las
temporalidades.
Fundamental resultaba conocer la formación de la Compañía de Jesús, y
para eso, leí las Obras de San Ignacio de Loyola, donde se encuentran
principalmente, la autobiografía de Ignacio de Loyola, las Constituciones y las
reglas u ordenanzas, que regularon los comportamientos más específicos de los
miembros, y fueron dispuestas para ser acomodadas a los tiempos, para las
personas y los lugares, teniendo en cuenta la diversidad de las casas de la
Compañía. Las constituciones establecen todas las formas y maneras que debía
seguir un jesuita en su actuación y en su formación como tal, así, como los
principios jurídicos que le definían. Un punto importante para mí fue saber que las
Constituciones indican que los colegios son los que pueden poseer propiedades
para su mantenimiento.
Las obras de Francois Chevalier, Los grandes latifundios… y Félix
Zubillaga, El fundamento económico de la Compañía de Jesús en la Nueva
España, siglo XVI, fueron fundamentales para enterarme de las grandes
propiedades de las Compañía adquiridas por donaciones o compras. Al poco
tiempo de haberse instalado la Orden en la Nueva España fueron beneficiados por
ricos bienhechores, así, como por miembros del clero secular. La adquisición de
fincas no tan ricas al principio, fueron convirtiéndose en productivas haciendas
gracias a la habilidad administrativa de los jesuitas, además, un factor relevante
fue que los ignacianos lograron beneficiarse a través de sus magnificas relaciones
con importantes funcionarios del gobierno, quienes los apoyaron para realizar toda
clase de negocios. También, la orden gozó por mucho tiempo la exención de
pagar impuestos, por parte de Cédulas reales.
Ante la riqueza de las construcciones de los colegios, las ricas haciendas y
demás propiedades que les proporcionaban atractivas ganancias y la pronta
fundación de colegios en otros lugares de la Nueva España, ante esto, es
31
interesante ver que los miembros de la Compañía, trataron de disimular la
existencia de tales riquezas, las cuales, eran comentadas por sus adversarios. La
jesuitas buscaron diferentes maneras de no dar pie a críticas desfavorables en
contra de ellos. Los jesuitas siempre respondían a los ataques, sacando a luz
todos los beneficios recibidos por la Corona, el hecho de haber conseguido el
prestigio de la sociedad novohispana, con la fundación de colegios donde los
jóvenes de la clase alta se educaban, sin dejar de lado la educación de los
indígenas y la fundación de misiones en el noroeste, ante todo esto, y por mucho
tiempo, fueron beneficiados por los altos funcionarios de la monarquía. Sin
embargo, con el tiempo, la Compañía vio disminuir sus influencias, debido a los
cambios en el gobierno real, llegando el momento de que los jesuitas ya no serían
necesarios en los territorios gobernados por la Corona española.
La llegada de los jesuitas en el noroeste de la Nueva España, trajo consigo
una serie de cambios para los habitantes del lugar, así, como a la geografía de la
región. Las crónicas de los misioneros arriba citadas y documentos jesuíticos
localizados en diferentes archivos, así como las obras de Gerard Decorme, La
obra de los jesuitas mexicanos, durante la época colonial, Tomo II, Las misiones,
y del autor Ernest Burrus y Félix Zubillaga, Misiones mexicanas de la Compañía
de Jesús y Misiones Norteñas mexicanas y Francisco Javier Alegre, Historia de la
Compañía de Jesús de Nueva España, me proporcionaron la idea de la vida
misional vista por los jesuitas.
Cuando llegué a analizar las ordenaciones para los jesuitas y sus
repercusiones en la administración de las temporalidades en las misiones, me di
cuenta, que la vida misional que en un principio había tenía en mente, como una
vida ideal donde había armonía y todos trabajaban en cooperación y participación
en el culto religioso, no había sido tan armoniosa. Además, tenía la idea de que
las misiones habían sido lugares de refugio para los indígenas donde encontraron
(a pesar de la estricta disciplina impuesta por los misioneros) una forma de vida
donde se vieron favorecidos por las enseñanzas de nuevas técnicas para la
agricultura, ganadería y demás productos.
32
Los misioneros desde un principio se ocuparon de evangelizar y reunir a los
indígenas en pueblos de misión, para convertirlos en hombres útiles y leales al
Rey. Con el paso del tiempo, la población de indígenas fue en descenso, mientras
que la de los colonos fue aumentando, los indígenas fueron sometidos a largas
horas de trabajo para satisfacer las demandas de productos de los mineros y
hacendados, y además, poder avituallar a las nuevas misiones de California.
Los misioneros se convirtieron en hábiles administradores de los bienes de
las misiones, las mismas reglas emitidas por los funcionarios jesuitas, les
indicaban la manera de distribuir las utilidades y la forma correcta de llevar los
registros de ingresos y gastos. Además, les recomendaron no acumular
excedentes de productos, ni tampoco plata, ésta tenía que ser enviada al
procurador de la Compañía en México. Así como también, les recalcaban cumplir
con sus votos religiosos de castidad, obediencia y pobreza. Y sobre todo, buscar
maneras de no despertar comentarios desfavorables en su contra, situación que
fue difícil de impedir. Las misiones de lugares de evangelización se convirtieron en
prosperas empresas, de esta manera, el misionero Felipe Segesser, menciona
que la tarea administrativa era tanta que le ocupaba casi todo el día, sin quedarle
tiempo para atender el culto religioso.
El estudio comprende cuatro capítulos. En el primero se trata de conocer de
manera general, la formación de la Compañía de Jesús y su llegada a la Nueva
España y sus actividades. El segundo, consistirá en conocer las reglas e
instrucciones giradas por los altos funcionarios jesuitas para la administración de
las misiones, se conocerán los cambios de las reglas a través del tiempo, y en qué
consistían, así como la situación de la época en que fueron dictadas. El tercero
trata de la administración de las temporalidades en las misiones, considerando
que la agricultura y la ganadería fueron las actividades más importantes en las
misiones, se estudiará en qué consistía la administración de ellas, así como
también, la administración del sínodo (pago anual a los misioneros por el rey) y de
otras actividades. Y el cuarto capítulo, se tratará de las repercusiones de la
administración de las temporalidades de las misiones y la expulsión de los
jesuitas.
33
CAPÍTULO I. La Compañía de Jesús
En este capítulo conoceremos de manera general la formación de la Compañía de
Jesús, la estructura, la llegada a la Nueva España y sus actividades.
En Europa para el siglo XVI, existía una Iglesia católica jerárquica que en
ese momento, se encontraba en un estado de inquietud al mirar las formas en que
se alzaban protestas dentro de sus propias filas y como algunos católicos que,
desde tiempo atrás, insistían en la urgencia y necesidad de llevar a cabo una
profunda reforma dentro de la Iglesia. La irrupción de la reforma protestante
generó un ambiente de confusión teológica y doctrinal sin precedentes.
Para muchos reformadores, el conflicto que había en la Iglesia, exigía
cambios y transformaciones en varios niveles. El ausentismo de los clérigos, la
venta de los cargos, la corrupción de la burocracia eclesiástica llamaban a la
revisión de las estructuras jurídicas y administrativa de la institución. Por otro lado,
la crisis de la espiritualidad cristiana condujo a la proliferación de nuevas iglesias y
sectas religiosas como el misticismo y el iluminismo39, fueron perseguidos como
heterodoxos, eran manifestaciones de la búsqueda de una mayor perfección
religiosa, que ya no se podía encontrar dentro de la Iglesia. Además, los
escándalos de la vida de los papas, el dispendio, la lujuria y la relajación de las
39 Iluminismo fue un movimiento religioso del siglo XVI, se presentó en diferentes países europeos de más influencia católica. En España se les llamó alumbrados o iluminados a los que seguían éstas ideas. Consistían en la creencia en la posesión de un poder sobrenatural. Tenían la posibilidad de alcanzar la perfección mediante la oración, sin necesidad de un rito alguno. Ignacio de Loyola con un grupo de amigos fueron acusados de alumbrados. En el año de 1527, Ignacio de Loyola era un estudiante de la universidad de Alcalá, los fines de semana predicaba en las calles, sus actividades apostólicas llamaron la atención de la gente. En esos momentos la reforma protestante ganaba seguidores entre los estudiantes de las universidades, y las diferencias contra la fe católica se multiplicaban. Dos miembros de la santa Inquisición fueron enviados para investigar al grupo de estudiantes, conocidos como los “alumbrados”. Los inquisidores ordenaron a Ignacio que usara zapatos, debido a que andaba descalzo, además, impusieron a todo el grupo la obligación de vestirse adecuadamente. Días después, Ignacio fue encarcelado y cuestionado sobre su doctrina, después de 42 días en la cárcel fue finalmente liberado. Pablo López de Lara, S.J., Iñigo, una biografía de San Ignacio de Loyola, México, Obra Nacional de la Buena Prensa, A.C., 1993, pp, 70-73.
34
costumbres y la disciplina entre algunos sectores de la jerarquía eclesiástica,
clamaban por una profunda reforma moral40.
El movimiento de la contrarreforma se dirigió a eliminar todos aquellos
errores que habían provocado las grandes críticas, buscando salvar lo que se
consideraba fundamental del dogma y la autoridad eclesiástica. Ésta fue la tarea
del Concilio de Trento41, llevado a cabo entre los años de 1545 a 1563. El concilio
defendió los principios renacentistas de la dignidad del hombre, haciendo del ser
humano una criatura responsable de su salvación eterna. Al hacer de la
justificación una conquista humana, el concilio restauró el valor del mérito, la
libertad y la responsabilidad individual. No sólo se ocuparon de la reforma
administrativa, moral y doctrinal de la Iglesia y el catolicismo. Trento volvió a
valorar la función de la plegaria, difundió nuevas técnicas de oración meditativa y
ponderó la actividad caritativa y las obras meritorias como elementos esenciales
para conseguir la salvación eterna42.
Además, las formas de devoción difundidas por Trento comprendieron la
organización de nuevas cofradías, el culto a las imágenes sagradas, el fomento a
las procesiones y peregrinaciones, así como la celebración de misas y las fiestas
religiosas del calendario litúrgico. Estas manifestaciones de la piedad barroca se
apoyaron, principalmente, en los decretos tridentinos que defendieron la
importancia de la intercesión de los santos, la validez de los ayunos, las limosnas
y las oraciones, así como la legitimidad de las indulgencias43 y la existencia del
purgatorio44.
40 Estela Roselló Soberón, Así en la Tierra como en el Cielo. Manifestaciones cotidianas de la culpa y el perdón en la Nueva España de los siglos XVI y XVII, México, El Colegio de México, 2006, p, 44. 41 Concilio de Trento, dio inicio en diciembre de 1545. De muchos años atrás se pensaba que un Concilio Ecuménico, una asamblea convocada por el Papa y en la que toda la cristiandad tuviera sus representantes, sería un dique al avance del protestantismo y una fuente de renovación para la Iglesia. Ahora, no solamente se trataba de enmendar los males que aquejaban a la Iglesia desde tiempo atrás, sino también, poner fin al desorden provocado por la reforma protestante. En Trento se inició el concilio, tuvo tres períodos: el primero (1545-1547), bajo Pablo III, el segundo (1550-1551) con Julio III y el último, llevado a cabo por Pío IV de 1561-1563. Pablo López de Lara, S.J., op., cit., pp, 164-168. 42 Estela Roselló Soberón, op., cit., p, 51. 43 Indulgencias. Una de las críticas luteranas más severas a la Iglesia fue hacia los abusos relacionados con la concesión de indulgencias. Los excesos generados por la venta de bulas y de
35
1.1. La fundación de la Compañía de Jesús
Una mañana del 15 de agosto de 1534, Ignacio45 en compañía de sus amigos, se
reunieron en una capilla subterránea de la Iglesia de Montmatre en las afueras de
París, Lefebre46 dijo misa y, ante la hostia consagrada, juraron estar unidos, ir a
tierra santa a convertir infieles y visitar Roma, ponerse a disposición del Papa y
consagrarse enteramente a su servicio, observando los votos monásticos de
castidad, pobreza y obediencia. Reunidos en Venecia,(1537) Ignacio con sus seis
compañeros y tres afiliados más, buscaron la manera de embarcarse hacia Tierra
Santa, sin embargo, no lograron su cometido, debido a que el lugar se encontraba
en guerra. Decidieron permanecer en Venecia, vivieron de limosnas, predicaban
obras de misericordia y hacían ejercicios espirituales. Pronto ganaron la
aceptación de los venecianos.
Un año después llegaron a Roma y se entrevistaron con el papa, Paulo III47,
poniéndose a su disposición. Pasaron algunos años, hasta que el 27 de
septiembre de 1540 fue cuando la Compañía de Jesús fue aprobada oficialmente
por el papa Paulo III, con la bula, Regimini militantes Ecclesiae. absoluciones extrasacramentales fueron objeto de preocupación para muchos reformadores del siglo XV. Frente al ataque luterano, el Concilio defendió la legitimidad de aquella institución eclesiástica. Al mismo tiempo el tridentino reconoció los abusos y los excesos alrededor de este tipo de concesiones por lo que ordenó a los obispos proceder con moderación a la hora de otorgarlas y evitar, con ello, la decadencia de la disciplina eclesiástica. 44 Ibid., p, 53. 45 Ignacio de Loyola, (1491-1556), su nombre era Iñigo López de Recalde, nació en el castillo de Loyola en Guipúzcoa, región Vasca, España, procedía de una familia hidalga, se distinguió como soldado a las órdenes del virrey de Navarra, el duque de Nájera. Fue herido de gravedad en el sitio de Pamplona por los franceses, en 1521. En su convalecencia se dedicó a la lectura de obras piadosas y a la meditación, y después de un tiempo se sintió con la necesidad de luchar por la defensa de la fe cristiana. De esta manera, abandonó su hogar, y cambió su vestimenta por un pobre sayal. Se encerró en el monasterio de Montserrat y luego se dedicó a cuidar enfermos en el hospital de Manresa y hacer vida de penitencia, ahí escribió sus famosos Ejercicios espirituales. Posteriormente viajó a Roma y a Jerusalén y a su regreso a España se consagró al estudio en Barcelona, Alcalá, Salamanca y finalmente en la Universidad París, donde se graduó de Maestro en Artes. Durante sus estudios en París, conoció a sus primeros amigos que llegarían a ser junto con él los fundadores de la Compañía de Jesús. 46 Pedro Lefebre, hasta ese momento único sacerdote del grupo de los siete compañeros: Francisco Javier, Simón Rodríguez, Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Nicolás Bobadilla e Ignacio de Loyola. 47 Paulo III, su nombre era Alejandro Farnesio, papa de 1534-1549, aficionado al nepotismo, a los banquetes fastuosos, y a las bellas artes, como cualquier papa renacentista. Excomulgó a Enrique VIII, de Inglaterra, convocó al Concilio de Trento en 1545. Intentó llevar a cabo un programa de reformas que emanaran desde Roma con el fin de evitar la proliferación de movimientos reformistas exteriores. No obstante a la voluntad de Paulo III, Roma se encontraba dividida e incluso los sectores que deseaban la reforma tenían ideas distintas de lo que ésta debía ser.
36
La Compañía de Jesús fue fundada para conseguir la “defensa y
propagación de la fe”, facilitando la extensión de la doctrina cristiana. “todos los
miembros de la Compañía deben de tener presente, durante toda su vida, que la
Compañía y todos los que en ella profesan son soldados de Dios que militan
debajo de la fiel obediencia de nuestro santísimo señor el papa Paulo III y de los
siguientes Pontífices”. El fin de la Compañía es no solamente atender a la
salvación y perfección de las ánimas propias con la gracia divina, más con la
misma intensidad procurar la ayuda a la salvación y perfección de las de los
prójimos”. Así encabeza Ignacio de Loyola el Examen incluido en sus
Constituciones.48
En la Formula del Instituto, aprobada por Julio III49, indicaban los medios
para conseguir la defensa de la fe, por medio de las predicaciones, las lecciones
públicas, las confesiones, los ejercicios espirituales, la enseñanza de la doctrina
cristiana a los niños y a los más ignorantes entre los alumnos, la atención
espiritual a los desatendidos (presos en la cárcel y enfermos en los hospitales), no
recibiendo pago alguno por estos ministerios. Era el resumen de todas las labores
que la Compañía de Jesús iba a realizar.50
Se ha mencionada a la Compañía de Jesús como la imagen de la
Contrarreforma, el Barroco católico y la Iglesia triunfante que luchaba contra
Lutero. Sin embargo, en estudios resientes se ha dicho que estos calificativos
tienen que ser matizados. Cuando se fundó la Compañía, no se pensó en que
fuera combatiente de la Contrarreforma, no hay nada escrito al respecto en sus
constituciones. Ignacio de Loyola no realizó algún memorial de reforma, aunque
aportó un programa moderno de transformaciones a través de la acción. Su
concepto de Iglesia no se redujo a la autoridad pontificia y a sus cabezas
subalternas (aunque si reconocía que desde ahí se podía comenzar a cambiar),
48 Ignacio de Loyola, Obras de San Ignacio de Loyola, España, Biblioteca de Autores Cristianos, 1997, pp, 455-457, 465-466. 49 Julio III, fue papa de 1550-1555. Su nombre era Giovanni María de Ciocchi del Monte, nació en Roma, reanudó el Concilio de Trento en 1550 y un año después lo suspendió. Confirmó de forma definitiva los estatutos de la Compañía de Jesús (1550) y permitió a esta orden fundar en Roma el Colegio Germánico (1552) y el Colegio Romano. 50 Ignacio de Loyola, op., cit., p, 456.
37
sino que extendía la responsabilidad a todos y cada uno de los que profesaban la
fe católica. De esta manera Loyola mantenía un camino de Reforma dentro de la
unidad, aunque contribuyendo a través de una serie de pautas. Así la Compañía
se convirtió no en un elemento de restauración, sino de innovación, a través de
una organización práctica y eficaz.51
Por otra parte, a los jesuitas se les ha asociado en varias ocasiones con
conceptos y términos propios de la milicia. Las organizaciones de clérigos
regulares que se formaron en el siglo XVI, se titularon de forma similar, teniendo
además un sentido de “reunión”, reunión de amigos, compañeros. Pero, la
Fórmula de la Compañía menciona de los que aceptan la profesión de la
Compañía como de “soldados de Dios”, que se ponían bajo la obediencia del
romano pontífice para su servicio. De esta manera, los autores fueron
relacionándola cada vez más a la milicia. Los jesuitas como soldados, la
Compañía como un ejército, su fundador como un soldado y su capitán Cristo.52
( haciendo referencia a la defensa del castillo de Pamplona53)
Así mismo, no existen en los escritos de Ignacio de Loyola una intención de
constituir a la Compañía en una milicia antiluterana, más bien se refiere a un
conjunto de socios y compañeros, unidos en el seguimiento de Jesús más
semejantes al espíritu de una cofradía o asociación que al de un batallón de
milicias.
51 Teófanes Egido, (coord), Los jesuitas en España y en el mundo hispánico, España, Marcial Pons, Ediciones de Historia, S.A., y Fundación Carolina, Centro de Estudios Hispánicos e Iberoamericanos, 2004, p. 33. Jonathan Wright, Los jesuitas, Una historia de los “soldados de Dios”, México, Editorial DEBATE, 2005, p. 23. 52 Ibid., pp. 34-35. Chris Lowney, El liderazgo al estilo de los jesuitas, Colombia, Editoral Norma, S.A., 2004. pp. 70-71. 53 En 1521, a la edad de 30 años, Ignacio de Loyola acude como soldado a la defensa de Pamplona, sitiado por el ejército francés. A seis horas de la batalla una bala de los cañones enemigos le quiebra la pierna derecha y le hiere la izquierda, por lo que es retirado y es sometido a una cura de urgencia, posteriormente es trasladado a su hogar para su recuperación. Mientras se reponía leyó libros sobre la vida de santos, de esta manera, descubre su camino y decide dedicarse al servicio de Dios.
38
Por último, respecto al carácter militar de la Compañía, el autor Manuel
Barros,54 dice: “Ignacio no fue soldado más que durante seis horas justas,
mientras duró el sitio de Pamplona, en el que fue herido. Por lo demás, él no habla
del servicio militar, sino de servicio cortés, del servicio a la dama por el caballero,
servicio que le obliga a realizar hazañas en honor de ella y cuando habla de
Ignacio como “general”, o de sus sucesores como “generales”, hay que tomar en
cuenta que retrata de un prepósito general, elegido por sus compañeros. ¿Habrá
un ejército en el que el jefe sea elegido por sus soldados?”
1.2. Las Constituciones y las Reglas de la Compañía de Jesús
Ignacio de Loyola apunta en las Constituciones de la Compañía: “el ideal del
jesuita ha de ser puramente servir y complacer a la Divina Majestad.. buscar en
todas cosas a Dios Nuestro Señor”55, Las Constituciones eran el elemento central
de la legislación en el modo de vida de la Compañía, siendo el documento que
concentraba mayor autoridad después de la “Fórmula del Instituto”. Las
Constituciones comprenden diez capítulos56, los cuales establecieron todas las
formas y maneras que debía seguir un jesuita en su actuación y en su formación
como tal, así como los principios jurídicos que le definían.
54 Manuel Barrios, El secreto de los jesuitas. La sinuosa historia de la Compañía de Jesús a través de sus documentos, España, Almuzara, 2006, p. 25. 55 Ignacio de Loyola, op., cit., p,345. 56 En la primera edición de las Constituciones de 1558-1559, incluían otros documentos ignacianos como eran el “Examen” y las “Declaraciones”. El Examen se convirtió en el núcleo espiritual de la Compañía y en una breve exposición de los que después se desarrolló a través de las diez grandes partes: 1. Las condiciones que deben de tener los candidatos. 2. Principios generales de la expulsión de los aspirantes. 3. Los principios de la vida espiritual y el modo de llevarlos a la práctica. 4. La formación intelectual del jesuita y el modo de cómo debe ejercer su apostolado en los colegios y universidades. 5. El régimen interno de la Orden. Se puntualiza el modo como se ha de realizar la admisión, las cualidades que han de tener los admitidos, según las diversas categorías a que pertenezcan. 6. Complemento de la tercera parte, el fundamento lo constituye la observancia de los votos: castidad, pobreza y obediencia. 7. Señala los ministerios en que han de trabajar en la viña del Señor. La norma fundamental es la obediencia a las misiones del Sumo Pontífice, sobre todo la práctica del voto especial que hacen los profesos (obediencia al Papa). 8. Las relaciones de los miembros entre sí y con el superior. 9. Las características del general de la Compañía. 10. Ignacio de Loyola, deposita su obra en manos de Dios. Ibid., pp, 448-453.
39
Las Constituciones se convirtieron en un proceso largo de elaboración, con
estudios previos, materiales recopilados de otras órdenes religiosas, esquemas y
diversas consultas desde antes de la aprobación pontificia. No resulta extraño
porque el propio Ignacio de Loyola las convirtió en el documento magno para
alcanzar “el ideal jesuita”. De esta manera, en las Constituciones estaban los
medios adecuados. Medios pero también renuncias, pues el que quería ser jesuita
tenía que olvidar su propia gloria para conseguir la mayor gloria de Dios. Y esta
renuncia personal, basada en un intenso amor a su Señor, estaba presidida por el
principio de obediencia ciega dentro de una estructura jerarquizada. En la base de
todo ello se encontraban los Ejercicios Espirituales57 que son los cimientos de la
espiritualidad ignaciana. De hecho, la perfección de la vida religiosa era la
búsqueda y el encuentro con Dios y con su voluntad. Necesarios, pues, los
Ejercicios, para examinar la conciencia, meditar, contemplar, orar mental y
vocalmente58.
Las Reglas59 son normas concretas, los detalles a observar para un mejor
fruto espiritual. Estaban dirigidas a personas u oficios, especialmente en las
relaciones internas de la Orden, en las casas o colegios. Loyola recomendaba
“son necesarias algunas otras Ordenanzas que se pueden acomodar a los
57 Ejercicios Espirituales, obra escrita por Ignacio de Loyola, comprende un método para examinar la consciencia, meditar, contemplar, de orar vocal y mental, todo modo de preparar y disponer el alma, para quitar de sí todas las afecciones desordenadas (apegos, egoísmos,), con el fin de buscar y hallar la voluntad divina. El libro fue aprobado por Paulo III, en 1548. Ibid., p, 221. 58 Teófanes Egido, op., cit., p, 34. 59 Las Reglas, elaboradas por San Ignacio, recibieron una versión más acabada por Francisco de Borja, tercer prepósito General de la Orden de 1565-1575. Promovió el envío de jesuitas al Nuevo Mundo. Fue canonizado como santo. Las principales y definitivas reglas fueron realizada por el padre Aquaviva, quinto prepósito General de 1581-1616. Se trata, de un conjunto de reglas cuyo formato está dado por: un Sumario (49 párrafos); Reglas de la Modestia (12 párrafos); Sobre la Instrucción para dar cuenta de la conciencia (14 párrafos) y Las Reglas de los peregrinos (12 párrafos). Además, el Catálogo de las Oraciones que se han de decir; la Carta de San Ignacio; los Avisos Generales que pertenecen a la dirección espiritual (22 párrafos); Reglas del procurador de la casa profesa (19 párrafos); Reglas de los hermanos coadjutores (11 párrafos); Reglas del sotoministro (7 párrafos); Reglas del sacristán (24 párrafos); Reglas de comprados (4 párrafos); Reglas del enfermo (16 párrafos); Reglas del que visita de noche las cámaras (2 párrafos); Reglas del portero (17 párrafos); Reglas del guardarropa (12 párrafos); Reglas del despensero (7 párrafos); Reglas del cocinero (10 párrafos); Reglas del refitolero (15 párrafos); por último, el Regulae. Foerester, Rolf, Jesuitas y Mapuches 1593-1767, Chile, Universidad de Santiago de Chile, parte del libro Véase en página de internet: ttp://esociales.uchile.cl/rehuehome/facultad/publicaciones/Excerpta.
40
tiempos, lugares y personas, en diversas casas y colegios de la Compañía,
aunque reteniendo en cuanto sea posible la uniformidad entre todos”60.
San Ignacio precisa que el cultivo de la virtud de la obediencia es lo que
deberá distinguirlos frente a las otras órdenes: "En otras religiones podemos sufrir
que nos hagan ventaja en ayunos, y vigilias, y otras asperezas que, según su
instituto, cada una santamente observa; pero en la puridad y perfección de la
obediencia, con la resignación verdadera de nuestras voluntades y abnegación de
nuestros juicios, mucho deseo, Hermanos carísimos, que se señalen los que en
esta Compañía sirven a Dios nuestro Señor, y que en esto se conozcan los hijos
verdaderos de ella; nunca mirando la persona a quien se obedece, sino en ella a
Cristo nuestro Señor, por quien se obedece".61
La Compañía de Jesús, era una orden perfectamente jerarquerizada y
presidida por la obediencia a sus superiores, dentro de una pirámide de
autoridades. En una parte de las Constituciones consideraban que la obediencia
era fundamental para la unidad de sus distintos miembros, la organización y la
movilidad.
La manera de proceder de un jesuita, estaba reglamentada por las
Constituciones y reglas de la orden. Sobre el final los placeres de los sentidos, se
menciona como un compromiso entendido de forma más amplia, se hablaba de la
vigilancia no solamente sobre la pureza del cuerpo, sino también sobre los
sentidos de la mente. El jesuita debía castigar sus percepciones, no
concediéndose tiempo para su disfrute. Las principales vías del peligro eran los
ojos, los oídos y la lengua, además debía manifestar prudencia en las palabras
que pronunciaba, “modestia en el rostro”, así como especial discreción en el modo
de andar. Sentidos también en una comida que no debía de estar condicionada
por el gusto y el capricho.
60 Ignacio de Loyola, op., cit., p, 654. 61 Ibid.,pp, 932-942.
41
1.3. Los grados de la Compañía de Jesús
Para ingresar a la orden era necesario tener buena salud y aptitudes, con los
novicios iniciaba el primer periodo de aprobación de la Compañía de Jesús, se
comenzaba con dos años de aspirante a novicio, ésta etapa consistía en
demostrar si en realidad tenían vocación. Una vez, reconocida ésta aptitud, se
daba inicio al verdadero noviciado donde el futuro jesuita debía aprender
abandonar su voluntad, y obedecer a sus superiores llevando a cabo, lo requerido
por ellos. Los escolares eran los jesuitas que eran destinados al sacerdocio y
continuaban su formación intelectual en los colegios, pues los que iban a ser
coadjutores temporales o hermanos, quedaban directamente incorporados a la
Compañía.62
Los coadjutores temporales y espirituales debían emitir tres votos, pobreza,
castidad y obediencia, sin hacer el cuarto voto, el de disposición al papa. Los
temporales (recibían la consideración de hermanos) se ocupaban de los oficios
domésticos (cocinero, despensero, comprador, portero, enfermero, lavandero,
hortelano). Los coadjutores espirituales, eran todos sacerdotes y se convertían en
las fuerzas auxiliares de los profesos para el ejercicio de su ministerio.
Los profesos residían en las casas profesas, llevando a la práctica la
pobreza con la mayor perfección posible, además desarrollaban distintas
experiencias que tenían que ver con su formación intelectual y espiritual. Sólo
algunos profesos eran destinados para adquirir el cuarto voto, esto era ponerse a
disposición del papa, estar a su servicio para ser enviados a cualquier lugar del
mundo. El cuarto voto, era algo necesario en tiempos críticos para la Iglesia. Por
eso era importante que los más destacados de la Compañía mostrasen plena
obediencia a las disposiciones pontificias.
Así, dentro de este grupo de profesos de cuatro votos (considerada la elite),
salían la minoría que gobernaba a la Compañía, desde el prepósito general
residente en Roma, sus asistentes, los visitadores y procuradores, los
provinciales, (se le nombraba provincial al jefe de cada provincia en que la Orden 62 Teófanes Egido, (Coord), op., cit., p. 42.
42
consideraba dividido el mundo), el rector de cada una de las casas y los oficios de
gobierno de cada una de ellas, además de los más destacados hombres dentro de
la Compañía en los distintos campos y ministerios de la palabra.63
Llama la atención al respecto de la división jerarquerizada de la orden.
Diferentes niveles intelectuales, de acuerdo a la capacidad de cada individuo.
Sobre los coadjutores, se dice que no respondía a una división clasista de Ignacio
de Loyola para con su Compañía, más bien eran los diversos caminos, el
desarrollo de las vocaciones particulares, y cualquiera de ellas se aprovechaban
por considerarlas útiles. Se puede pensar que algunos novicios que no les
interesaba profesar el cuarto voto, y deseaban quedarse como coadjutores, pero
también, si ellos deseaban proseguir con los estudios y no cubrían con los
requisitos necesarios, capacidad intelectual y aptitudes para llevar una vida
dedicada a los quehaceres religiosos, debían conformarse a permanecer al
servicio de sus superiores. Hay que destacar que muchos de los hermanos
coadjutores, fueron destinados a la labor de administradores en los diferentes
negocios de la Compañía (también en las misiones), desempeñando el trabajo de
manera exitosa.
1.4. El concepto de la pobreza en la Compañía de Jesús
Para entender la actividad económica de la Compañía tenemos que partir de su
legislación en esta materia. Brevemente mencionaré algunos detalles respecto a la
pobreza. Las constituciones de la Compañía enuncian el principio básico: “La
pobreza, como firme muro de la religión, se ame y conserve en su puridad, cuanto
con la divina gracia posible fuere”64.
En la Compañía existen las casas llamadas profesas y residencias. Casas
profesas son las que se dedican exclusivamente a ministerios apostólicos, también
las residencias tienen el mismo fin, pero se diferencian de las casas profesas
porque éstas observan una pobreza más estricta. Hubo bastantes residencias en
63 Ibid., p, 44. 64 Ignacio de Loyola, op., cit., p, 581.
43
la Nueva España y Casa profesa sólo en la ciudad México fundada en febrero de
159265. Las constituciones indican sobre la pobreza colectiva en la Compañía: “No
solamente renta, pero ni posesiones algunas tengan las casas o iglesias de la
Compañía ni en particular ni en común, fuera de lo que para su habitación y uso
necesario o muy conveniente les fuese…”66.
Las constituciones prescriben sobre los bienes de los colegios:
la posesión de los colegios con lo temporal que a ellos toca tomará la Compañía, poniendo Rector que para ello tendrá más apropiado talento, el cual tomará cargo de conservar y administrar las cosas temporales de ellos, proveyendo a las necesidades, así del edificio material, como de los escolares que están en Colegios o se disponen para ir a ellos, y de lo que hacen sus negocios fuera de ellos, y todo tenga cuenta el Rector, para darla cuando y a quien por el general le fuese ordenado; el cual, no pudiendo convertir en uso suyo ni de algunos parientes suyos ni de la Compañía Profesa, las cosas temporales de los Colegios, tanto más puramente procederá en la superintendencia de ellas a mayor gloria y servicio de Dios nuestro Señor67.
Podemos ver que las constituciones señalan que sólo los colegios podían
poseer rentas, también, nos dice quienes pueden percibir el provecho económico
de las rentas del colegio: no la Compañía en general ni el superior de toda ella,
sino “todos los que hacen provecho a los tales colegios, así como cuando en
algunos hubiere administradores, predicadores, lectores, confesores, visitadores y
otros profesos o personas símiles, que atiendan a tal provecho espiritual o
temporal de los tales colegios”68. Podían igualmente gastarse con alguna cosa o
cualquier persona de la Compañía, dándole de comer o alguna ayuda para el
viatico.
También las constituciones les indicaban que no podían ni pedir ni aceptar
estipendios ni limosnas en recompensas de misas o confesiones o predicar u otro
oficio que puede ejercitar la Compañía. Sin embargo, en la práctica era otra, los
jesuitas no pedían abiertamente limosnas ni cobraban por predicar, pero sí
aceptaban los ofrecimientos de ayuda.
65 Félix Zubillaga, La provincia Jesuítica de Nueva España, su fundamento económico: Siglo XVI, Italia, Archivum Historicum Societatis Jesu, 1969, p, 5. 66 Ignacio de Loyola, op., cit., p, 583. 67 Ibid., p, 534. 68 Ibid., p, 535.
44
La plena integración y organización de este cuerpo de milicias espirituales
tenía el propósito (al igual que todo el ejército de invasión y conquista) de ganar
adeptos y expandirse por el mundo. Para ello, preparaba previamente a sus
reclutas en el conocimiento del terreno, de las lenguas extranjeras y otros asuntos
básicos. La Compañía se veía a sí misma como una corporación de sabios y
pragmáticos que podrían luchar y derrotar a los herejes protestantes, a los moros
y judíos, convertir a los infieles, e instruir mejor a los cristianos viejos69.
El plan de la Compañía era el de abarcarlo todo y estar presentes en todos
los rincones: en la educación, la economía, la vida política, la vida cotidiana y, por
supuesto, en la vida religiosa. Con tal objetivo, diseñaron tácticas distintas para los
habitantes del campo y la ciudad; para los españoles, los indios y los negros; para
niños, jóvenes y especialmente para las mujeres; para los que nunca habían
conocido la doctrina; para los que la conocían pero la practicaban con tibieza; y
para los que pecaban continuamente.
1.5. Los jesuitas en la Nueva España y sus actividades.
La presencia de la Compañía de Jesús en la Nueva España fue solicitada a
pocos años de haberse fundado (1540) por algunos habitantes distinguidos de la
ciudad de México, quienes tuvieron noticias de los logros iniciales de la orden de
educadores en el Viejo Mundo, requirieron de manera insistente su presencia en la
Nueva España. Entre ellos, se encontraba, don Vasco de Quiroga, obispo de
Michoacán, quien realizó gestiones con ese fin desde 1547. En 1570 un grupo de
personalidades solicitaron al rey Felipe II, por mediación del virrey Martín
Enríquez, en la que señalaban la falta de operarios que auxiliaran al clero secular
y regular en la labor evangelizadora, pero sobre todo deseaban la presencia de la
Compañía para que se hiciera cargo de la educación de la juventud.70
69 María Alba Pastor, Cuerpos sociales, cuerpos sacrificiales, México, FCE, 2004, p, 168. 70 José de la Cruz Pacheco Rojas, El colegio de Guadiana de los jesuitas, 1596-1767, México, Universidad Juárez del Estado de Durando y Plaza y Valdés, 2004, p. 21.
45
Los seguidores de Ignacio de Loyola vestidos con sus hábitos negros
llegaron a la Nueva España en septiembre de 1572, contemplaron un panorama
muy diferente del que se había ofrecido a los ojos de primeros evangelizadores. El
primer grupo de jesuitas, venían con la ayuda directa de la Corona española y
habían recibido el encargo de sus superiores tanto de España como de Roma de
dedicarse a la doble tarea de civilizar y catequizar a la sociedad que se estaba
creando en el Nuevo Mundo.
La Compañía de Jesús fue la cuarta orden religiosa en la Nueva España, en
el año de 1523 llegaron los franciscanos, en 1526 los dominicos, y en 1533 los
agustinos. De esta manera, cuando los jesuitas se instalaron en el territorio
mexicano, gran parte de la región del sur y centro, que eran los lugares donde se
encontraban una gran mayoría de grupos étnicos, ya habían sido evangelizados.
Desde la llegada de los jesuitas a México, había transcurrido casi medio
siglo en el que habían tenido lugar importantes acontecimientos, entre ellos la
consolidación del poder político, el establecimiento de una compleja
administración, la eliminación de las aspiraciones de mando de los
conquistadores y encomenderos. La progresiva asimilación de comunidades
indígenas, el fracaso de algunos intentos de convivencia basados en la justicia y el
éxito de proyectos destinados al engrandecimiento material de la Colonia.71
Las órdenes religiosas (franciscanos, dominicos y agustinos), veían
reducirse, poco a poco, su antigua hegemonía en la dirección de la iglesia
novohispana. La prosperidad económica atraía a numerosos inmigrantes y
convertía en señores a quienes habían sido aventureros o lacayos. La sociedad
colonial moldeaba sus propias normas, paralelas a la legislación oficial e
igualmente influyentes, y nuevos grupos étnicos buscaban su lugar en un medio
que buscaba ignorarlos.72
71 Pilar Gonzalbo Aizpuru, La educación popular de los jesuitas, México, Universidad Iberoamericana, 1987, p. 25. 72 Ibid., p, 25.
46
En el último tercio del siglo XVI, en la Nueva España se presentaban
cambios, se sustituían las aventuras guerreras llenas de gloria por productivas
empresas económicas, el señorío de las armas por el prestigio aristocrático de los
apellidos familiares, la movilidad aventurera por la severa jerarquización de
funciones y títulos, y la espontánea segregación de grupos étnicos por una división
de actividades, legitimada por las leyes y por los argumentos teológicos que
situaban a cada individuo en el lugar que debía corresponderle en un mundo
articulado. Los españoles se concentraban en la capital y en otras ciudades de
reciente fundación. Las ciudades eran las preferidas por los españoles, aunque en
ellas había un alto número de indios y miembros de las castas, el campo no dejó
de ser indígena y los reales de minas desarrollaron un carácter heterogéneo y
cambiante.
Los jesuitas consiguieron ganarse la aceptación de la población de la
ciudad de México, Esto lo lograron en poco tiempo, debido a que desde su llegada
se manifestaron con una actitud de humildad y pobreza, rehuían a los halagos y
festejos, vivieron de algunas limosnas durante los primeros meses y se ocuparon
de tareas como asistir a los enfermos, visitar a los presos en cárceles y obrajes, ir
a los barrios urbanos de indios, entre otras, todas estas actividades a la larga
rindieron excelentes beneficios. Para la comunidad jesuita era importante que se
conocieran sus buenas acciones, así como su fama de austeridad y entrega a
obras piadosas.
Hay que señalar que las Instrucciones que traían el primer grupo de jesuitas
que llegaron a la Nueva España, fueron dirigidos por el padre Pedro Sánchez,
nombrado provincial de México, “El padre general Francisco de Borja ordenaba
que en los dos primeros años de su llegada a la Nueva España, de ninguna
manera se instalara lugares de enseñanza, hasta tener establecimiento con ciertas
propiedades para ayudar a la fundación de escuelas, además agregaba, cuando
llegase a abrirse escuela fuese como una necesidad de la conveniencia de las
ciudades y ciudadanos”73
73 Francisco de Florencia, “Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús en la Nueva España”, en Crónicas de la Compañía de Jesús en la Nueva España, México, UNAM, 1995, pp., 175-178.
47
En efecto, las Instrucciones recomendaban el establecimiento inmediato de
un colegio, pero que no se instalen escuelas en él. Es muy importante tener en
cuenta que al referirse a colegio no se trata de centros de enseñanza sino de las
casas que disponían de rentas propias, en contraposición a las residencias y
casas profesas, que debían sostenerse con limosnas 74.
También en las mismas Instrucciones aparece la preocupación de que la
Compañía no sea acusada de enriquecimiento o acaparamiento de bienes; se
menciona: “los gastos fueren debidamente registrados en pólizas y que de
preferencia no apareciere nombrada la Compañía en ellas”75
Pronto la Compañía logró la ayuda económica de don Alfonso de Villaseca,
quien era considerado el hombre más rico de la Nueva España, quien deseaba
hacer sus buenas obras en secreto como fuera posible, envió un modesto
donativo en dinero al alojamiento provisional de los jesuitas a fin de contribuir al
pago de las erogaciones diarias. Al ver que su donativo era bien recibido, envió a
personal de su confianza, para que hablaran en secreto con los padres Sánchez y
López, y para ofrecer a la orden un modesto lugar de residencia: una manzana de
la ciudad formada por cinco lotes separados en donde existían unas edificaciones
con bardas, en malas condiciones, al lado de su propia residencia. Los jesuitas
decidieron inspeccionar la propiedad durante la noche, y en esas circunstancias
hicieron su primer contacto con Villaseca.76
Los jesuitas tomaron posesión formal de ese lugar de residencia, y en
diciembre de 1572 se mudaron allí dejando sus habitaciones provisionales del
hospital, con lo que se convirtieron en vecinos de uno de los individuos más ricos y
más influyentes del virreinato. Fue así como don Alonso ganó la lucha entre los
74 Pilar Gonzalbo Aizpuru, Historia de la educación en la época colonial. La educación de los criollos y la vida urbana, México, El Colegio de México, 2005, p.152. Sobre Colegio, Gonzalbo menciona: “no sobra insistir en que el término colegio en la vieja provincia de la Compañía, era equivalente a residencia o casa de religiosos, sin compromiso de enseñanza”, p, 160. 75 Ibid., p. 153 76 Herman W. Konrad, Una hacienda de los jesuitas en el México colonial: Santa Lucía, 1576-1767, México, FCE, 1977, p, 29.
48
más importantes residentes de la colonia de llegar a ser el benefactor de los recién
llegados que gozaban de tan buena reputación. Villaseca era piadoso, rico y
astuto. Compartía la bien adiestrada austeridad y devoción de los seguidores de
Loyola, quienes, ponían en práctica el manejo de los bienes materiales,
alcanzando excelentes resultados. Villaseca había venido al Nuevo Mundo en
busca de oportunidades que no existían en España. Llegó a México a principios
de la década de 1540. 77
Además don Alonso de Villaseca dio a los jesuitas importantes consejos
sobre el manejo de inversiones y administración de haciendas, les dijo que las
mejores inversiones que podían realizar para sostener sus colegios eran
“haciendas del campo a medio hacer”, ya que en semejante estado costaban
poco, y los cuidados que se les dieran las convertirían en bienes de gran valor.
Los miembros de la Compañía siguieron sus indicaciones.78
Aunque, el lugar donde se establecieron los jesuitas, (donada por
Villaseca), estaba alejada del centro de la ciudad, se encontraba cerca, el
monasterio de Santo Domingo, de esa manera, los dominicos recurrieron a la
corte declarando lesionados sus derechos de las canas79, y el monarca, con
cedula real del 20 de marzo de 1573, ordenaba al virrey que si el lugar donde
querían fundar casa los de la Compañía de Jesús se encontraba cerca de Santo
Domingo, les diera orden a los jesuitas para que se instalaran en otra parte, donde
hubiera necesidad de doctrina. El virrey, no consideró la ubicación jesuita un
estorbo para los dominicos, por lo que permitió a los jesuitas seguir en el lugar.
Años más tarde, los dominicos apoyados por los agustinos y franciscanos,
recurrieron nuevamente a la corte. Sin embargo, los jesuitas fueron beneficiados
por parte del papa Gregorio XIII que en 1576, confirmó a los ignacianos, la
77 Ibid., p. 30. 78 Francois Chevalier, La formación de los latifundios en México. Haciendas y sociedad en los siglos XVI, XVII y XVIII, México, FCE, 1999, p, 349. 79 Canas, es lo mismo que límites, significaba también territorio privilegiado de las órdenes religiosas, para que dentro de él no se fundase otro convento. Félix Zubillaga, op., cit., p, 51.
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ampliación y el privilegio de construir y habitar dentro de las canas de otras
órdenes religiosas80.
Los jesuitas fueron beneficiados en las primeras décadas a través de
importantes donaciones que recibieron de ricos benefactores: mercaderes,
autoridades civiles y religiosas, clérigos adinerados, prelados. Estos donativos
comprendían caballerías de tierra, estancias o donativos en dinero. Esta
colaboración la realizaban de buen grado en una obra que no sentían ajena, como
habría sido la evangelización o educación de los indios, sino que tenían la
esperanza de la apertura de escuelas y que la Compañía contribuiría a la
formación de sus hijos.81
Dos importantes haciendas fueron donadas a la Compañía, en un principio
fueron fincas rústicas, pero, con el tiempo, se les anexaron terrenos, que fueron
regalados o comprados por la misma Compañía, convirtiéndose en las principales
propiedades. Los benefactores fueron el señor Llorente López donó la finca de
Jesús del Monte y Alonso de Villaseca, dio la finca de Santa Lucía. Además, entre
otras dadivas otorgadas a la Compañía por particulares, el virrey Luis de Velasco,
regaló al colegio mexicano un monte abundante en tezontle para que lo
aprovecharan en la construcción, y les concedió permiso para que pudieran cortar
la madera necesaria en los montes vecinos. De esta manera, los jesuitas tuvieron
el beneficio de la cal, minas de piedra y corte de la madera, fueron un gran apoyo
para la construcción del colegio de San Pedro y San Pablo82.
Es interesante ver cómo la Compañía administró sus ingresos en formar o
desarrollar sus propiedades territoriales, a partir de innumerables donativos,
compras o cambios de tierras, modestos a menudo, nacieron vastos conjuntos
rurales y opulentas haciendas. Este éxito en la actividad temporal de los hijos de
San Ignacio, se debió a la excelente administración, además del control y
vigilancia de los superiores. Habiendo iniciado con nada, los jesuitas tuvieron muy
80 Ibid., p, 52. 81 Francois Chevalier, op, cit., p. 351. 82 Félix Zubillaga, op., cit., pp, 31-39.
50
pronto los más grandes rebaños de ovejas, los más florecientes ingenios de
azúcar, las haciendas mejor administradas, sin mencionar de la indiscutible
superioridad de sus colegios y de sus misiones. 83
En efecto, llama la atención la facilidad con que los jesuitas de la Nueva
España constituyeron de manera rápida y sistemática tantas ricas propiedades en
una época en que la ley prohibía todavía que la Iglesia pudiera comprar bienes
raíces en las Indias. Ello se debió a que contaron con la ayuda de poderosos
protectores, y teniendo como amigos a hombres de leyes que muchas veces eran
antiguos alumnos suyos, los padres no dejaban que unas cláusulas jurídicas los
detuvieran en la realización de unos fines que se juzgaban superiores como el
sostenimiento de los Colegios, cuya utilidad era indiscutible, y además cierta
ayuda a misiones situadas en las partes más alejadas del virreinato84. En la
constitución de sus propiedades territoriales, se observa en ellos una particular
habilidad para ganarse a los hombres, españoles o mestizos, un olfato muy sutil
para adquirir, administrar y utilizar en la mejor forma posible los bienes
temporales.85
Por lo anterior, no hay que pensar que únicamente los jesuitas poseían
bienes, Chevalier86 comenta que con excepción de los franciscanos y de algunos
conventos de monjas mendicantes, todos tuvieron tarde o temprano, haciendas
rurales, o por lo menos rentas y censos87 territoriales. A así como también, el
83 Francois Chevalier, op., cit., p.352. 84 Magnus Mörner, en su estudio para el caso de la economía jesuita en el Rio de la Plata, dice que los jesuitas de la provincia del Paraguay tuvieron éxito en general durante todo el siglo XVII, sobre todo a causa de su profundo conocimiento del funcionamiento de la administración española y lograron que sus representantes obtuvieran, a través de diversos métodos y de colaboración interna, el favor de las autoridades o el cese de las acciones que habrían resultado negativas para ellos. De igual manera, en la Nueva España, los jesuitas tuvieron conocimientos de las leyes españolas, además de la influencia entre las autoridades. Magnus Mörner, Actividades políticas y económicas de los jesuitas en el Río de la Plata, Argentina, Editorial Paidós, S.A.I.C.F., 1968, p, 119. 85 Francois Chevalier, op., cit., p. 353. 86 Ibid., p. 363 87 Censo era un contrato mediante el cual uno adquiría el derecho de recibir de otro cierta pensión en razón de alguna finca o cantidad que le entregaba. En el censo enfitéutico, el transmitía el dominio útil, reservándose el directo y el derecho de recibir anualmente, en reconocimiento de señorío, una pensión o canon. En el consignativo, una persona vende a otra, por cantidad determinada, el derecho de percibir ciertos réditos anuales, consignándolos sobre alguna finca propia, cuyo pleno dominio se reservaba, que dejaría de satisfacer cuando el vendedor le
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enriquecimiento de mineros y comerciantes benefició a la Compañía y a las otras
órdenes regulares y obras pías, que aumentaron sus rentas y fundaciones
piadosas.
Un dato considerable es que, los jesuitas siempre disfrutaron de la exención
del pago de alcabalas y de la reducción o dispensa del diezmo en sus haciendas,
circunstancias que favorecieron el éxito de sus negocios. Sus beneficios
abarcaban tanto a la producción de cultivos y ganados como a la industrialización
de sus derivados, en sus propios talleres, y la comercialización, en locales
especiales. Incluso las haciendas que alguna vez fueron tachadas de de
improductivas, por tener grandes extensiones de bosques, comenzaron a dar
importantes ganancias debidas a la explotación de sus maderas.88
En una cédula de fecha 14 de agosto de 1639, el rey dio instrucciones al
virrey para que se hicieran los registros de las propiedades de tierras de los
jesuitas, éstos, cooperaron con los funcionarios de la Corona. Comprendieron las
ventajas de que se legalizaran sus propiedades a fin de proteger sus intereses en
casos de disputas con las comunidades de naturales o con otros hacendados.
Los jesuitas debieron pagar 3,500 pesos por los derechos de agua y 3,500 pesos
adicionales por la legitimación de todos sus títulos de tierras, incluyendo tierras
que reclamaban, pero de las cuales no tenían título89.
Con la ayuda económica de don Alonso de Villaseca, la Compañía fundó el
Colegio de México, que posteriormente llegó a ser el colegio máximo. En 1574
inició cursos el Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo, a partir de ese año y
durante los restantes del siglo XVI, la labor de la Compañía fue intensa y logró una
devolviera la suma recibida. En el censo reservativo al quitar, uno transfiere a otro una finca con el dominio útil y directo, reservándose para sí el derecho de recibir una pensión hasta que le pague el precio íntegro en que aquella se estimó al celebrar el contrato. En el censo de por vida o renta vitalicia, una persona se obliga a pagar una renta a una persona o varias, durante la vida de éstas, a cambio de una suma de dinero que recibe. En el censo real y personal el contrato no se perfeccionaba sino por la entrega de la suma pactada, y la renta no comenzaba a correr sino desde la fecha en que tal entrega se verificase. Si para seguridad del pago de la renta se hipotecaba alguna finca, el censo se llamaba real; si no había tal hipoteca, se llamaba personal. Félix Zubillaga, op., cit.,p, 40. 88 Pilar Gonzalbo Aizpuru, Historia de la educación…, p. 230. 89 Herman Konrad, op., cit., pp, 90-91.
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rápida expansión que en 20 años llegó a tener nueve colegios, dos seminarios
para estudiantes seglares, dos internados para indígenas, tres residencias, una
casa profesa y un noviciado.90
Hay que tomar en cuenta que un colegio de la Compañía de Jesús debía
tener un fundador que lo hubiese dotado con rentas suficientes para mantenerse a
sí mismo. Una residencia no podía tener rentas, sino que se sostenía con
limosnas, aunque sus actividades podían ser las mismas del colegio, con escuelas
o sin ellas. La casa profesa, también dependía de limosnas y donaciones, estaba
destinada a residencia de jesuitas profesos de cuatro votos, en ningún caso podía
abrir cursos escolares y los residentes se ocupaban exclusivamente en ministerios
sacerdotales.
Los estudiantes de los colegios jesuitas en la ciudad de México,
pertenecían a las familias más influyentes y destacada. Las familias residentes en
la zona céntrica eran las más acaudaladas. Negociantes, mineros y hacendados
aunque tuvieran sus negocios alejados, preferían vivir con sus familias en la
capital y enviar a sus hijos a los colegios jesuitas.
Siendo los jesuitas el cuerpo religioso que se ubicaba como representante y
defensor de los intereses de la oligarquía criolla, ésta le otorgó su apoyo
económico en bienes inmuebles y capital líquido. Por otra parte al poner a sus
hijos les proporcionó rentas (en ocasiones se decía que abusivas) y los que
ingresaban a la Compañía le entregaban sus derechos privados. Eran pocos los
testamentos que no le cedieran una buena parte de los bienes, además de
donativos y capellanías91. Y como la Compañía actuaba como una verdadera
90 Ibid., p. 159 91 Capellanía, el término se deriva de capilla, palabra que en la Edad Media se utilizaba para denominar tres cosas diferentes; un lugar en el cual se oficiaba misas; una sepultura que estaba provista de una tumba o epitafio, y una fundación, destinada a un sacerdote, cuya finalidad era que oficiara misas, y así se utilizó en la época colonial y se usa hasta el día de hoy. Una capellanía operaba de la siguiente manera: una persona, a quien se llama fundador, donaba determinados bienes para que, con la renta de éstos produjeran, se sostuviera un capellán, mismo que quedaba obligado a decir, o a mandar decir, si todavía no estaba ordenado, cierto número de misas, en favor del alma del fundador y de las personas que éste último estipulara. El fundador obtenía el beneficio espiritual de la misa y el capellán recibía la recompensa económica de la renta. A la muerte o renuncia del capellán en turno, la capellanía pasaba a un nuevo capellán, de acuerdo con
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corporación donde no existía otra vida más que en función de ella, muchas veces
administraba mejor los bienes e invertía con más éxito que los particulares en
tierras, minas y estancias92.
Como misioneros los jesuitas, aprovecharon las experiencias de las demás
órdenes religiosas, siguiendo los mismos modelos, pero además, los jesuitas
integraron nuevas ideas, fueron innovadores en algunas prácticas como el uso de
símbolos identitarios.93 En tanto que los franciscanos, no pudieron olvidar sus
orígenes medievales, que la llevaron a soñar con una sociedad utópica ordenada,
segmentada y jerarquerizada, se conformaron con yuxtaponer elementos
indígenas y cristianos, en cambio los jesuitas combinaron símbolos indígenas,
cristianos o mestizo logrando establecer correspondencias simbólicas entre unos y
otros.
En la educación, los jesuitas desempeñaron un papel destacado en el uso
de una “libertad dirigida” a romper cánones, ofrecieron novedades e invenciones e
inclusive propusieron rarezas y extravagancias que parecieron revolucionar al
mundo, pero que en realidad reafirmaron lo sustancial de la enseñanza tradicional.
Para ellos, lo más importante era el fin y no los medios, lo sustancial y no lo
periférico; de modo que la elocuencia, el cálculo, la casuística, la simulación y el
disimulo constituyeron valiosos instrumentos en la educación de los futuros
dirigentes94.
las reglas de sucesión establecidas por el fundador. Para saber más sobre el tema ver Gisela Von Wobeser, Vida eterna y preocupaciones terrenales. Las capellanías de misas en la Nueva España, 1600-1821, México, UNAM, 2005, pp, 12-13. 92 María Alba Pastos, op., cit., p, 171. 93 Símbolos identitarios son llamados a los que dieron identidad a la población de la Nueva España, como fueron las imágenes del nopal, el águila y la serpiente. Mientras que los jesuitas recuperaron el portento primordial de Tenochtitlán en su integridad, los franciscanos sólo adoptaron el nopal y el águila, dejando de lado a la serpiente. Así mismo, los franciscanos utilizaron cada uno de los elementos simbólicos en su sentido original, limitándose a sumar sus significados, como fue el complejo tuna-águila- San Francisco-Cruz, el mensaje final resulta de la superposición de estos significados. En cambio, los mensajes jesuitas emitidos, por ejemplo a través del tunal-águila abrazando el cartel (de los estudiantes de la Compañía de Jesús), y el personaje que representa a “México” lleva las armas de la ciudad y viste ropa española e indígena y, finalmente el tunal y sus tunas sacrificilaes quedaron asociadas a las santas espinas de Cristo crucificado. Con esto lograron establecer correspondencia simbólica entre unos y otros. Solange Alberro, El águila y la Cruz. Orígenes religiosos de la conciencia criolla. México, siglos XVI y XVII, México, El Colegio de México, Fideicomiso Historia de las Américas, FCE, 1999.pp. 100-102. 94 María Alba Pastor, op., cit., p, 249.
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En los últimos años del siglo XVI y principio del XVII, la compañía fundó
numerosas corporaciones auxiliares a la suya; el colegio de San Pedro y san
pablo, el colegio de Nuestra Señora de Todos los Santos, y cofradías,
congregaciones y terceras órdenes como la Congregación de la Annunciata y la
Congregación del Salvador, donde se concentraban funcionarios virreinales
(incluido el propio virrey) y miembros de la oligarquía novohispana con vocación
religiosa. En pocos años la oligarquía novohispana denotó un cambio en sus
gustos y costumbres y adoptó a los jesuitas como confesores95 y asesores en la
política, los negocios y las transacciones que realizaban. A pesar de esto, no
desatendieron a la población indígena y su actividad misionera fue intensa y
sobresaliente.
Un conflicto importante que tuvieron los jesuitas, se llevó a cabo durante la
primera mitad del siglo XVII, el reverendo Juan de Palafox y Mendoza, obispo de
Puebla, quien posteriormente fue arzobispo de México y virrey interino (del 8 de
febrero al 23 de noviembre de 1642), se enfrentó a los jesuitas con el tema de la
riqueza, del poder y de la influencia del clero secular. El asunto estaba relacionado
con la jurisdicción eclesiástica regular frente a la secular y con la cuestión de los
exagerados ingresos temporales. De acuerdo con Palafox, el ingreso anual que
los jesuitas obtenían de las haciendas en la Nueva España ascendía a 400,000
pesos. Calculaba que las fincas rústicas tenían un valor de 2,119,900 pesos.
Decía que si continuaban las condiciones que entonces prevalecían, el clero
secular se convertiría en los capellanes de los jesuitas y los demás miembros del
clero regular se verían obligados a pedir limosna a sus puertas96.
95 Con la confesión los jesuitas encontraron la posibilidad de contar con información fresca y completa de todo lo que ocurría en la sociedad. Además, les permitió infundir la presencia del pecado, fortalecer los sentimientos de culpa, y con esto, aumentar las prácticas de la penitencia, el miedo a la muerte y, por consiguiente incrementaron la fe y la religiosidad. María Alba Pastor, op., cit., pp, 170-171. Magnus Mörner, para el Río de la Plata, dice que los jesuitas, pudieron a menudo, plantear personalmente sus problemas como confesores a personas influyentes, por ejemplo, apelando, al fervor religioso de esas personas, aún cuando los asuntos que así promovían eran de naturaleza puramente material. Las convicciones religiosas constituyeron un factor importante en la vida de los españoles del siglo XVII. Magnus Mörner, op., cit., p, 118. 96 Hermna Konrad, op., cit., p, 91.
55
Además de lo anterior, Palafox se quejaba de la administración de los
sacramentos a los indígenas por los jesuitas, mencionaba que despojaban de sus
fondos al clero secular y violaban las normas establecidas por el Concilio de
Trento. Formuló igualmente una serie de acusaciones específicas: recibir la
confesión de individuos seculares sin la autorización del obispo; administrar los
sacramentos y celebrar matrimonios fuera de sus residencias; retener los diezmos
pertenecientes a la Iglesia; abstenerse de exhibir las pruebas de sus privilegios,
emplear medios legales contra la voluntad eclesiástica; utilizar jueces seculares
comprometidos; y alentar a los piadosos a que dejaran de cumplir con sus deberes
eclesiásticos. En suma, los jesuitas eran ricos y poderosos y deberían estar
obligados de pagar el diezmo97
Lo anterior, tuvo como resultado un conflicto intenso entre los jesuitas y
Palafox, cada una de las partes envió testimonios a la Corona en España y al
Papa en Roma. Para 1648, los jesuitas habían ganado completamente la batalla,
cuando el rey Felipe IV envió una serie de cédulas en las que censuraban al
virrey, al arzobispo y a los funcionarios de la audiencia, por haber permitido que
surgiera el conflicto con los jesuitas. Al mismo tiempo, dio instrucciones
específicas a Palafox en el sentido de que favoreciera a los jesuitas en su
diócesis. Finalmente, los jesuitas perdieron la guerra y en el transcurso de dos
décadas fueron obligados a pagar el diezmo sobre la producción de sus fincas
rústicas98.
El debate entre los jesuitas y sus detractores seculares o clericales con
respecto a sus privilegios económicos especiales, como el diezmo y los impuestos
sobre las ventas (alcabalas), se intensificó durante el resto de la residencia de los
jesuitas en la colonia. Cada uno de los grupos escogía y manipulaba las
estadísticas económicas según mejor le convenía para apoyar sus argumentos.
Los jesuitas señalaron que las cifras de Palafox eran exageradas, además de que
97 Durante la década de 1620 los jesuitas ganaron un largo juicio al clero secular acerca del asunto del diezmo. Ibid., pp, 91-92. 98 Herman Konrad menciona que los registros más antiguos de la hacienda Santa Lucía relacionados con el pago de diezmos datan de 1688, aunque el Consejo de Indias dio instrucciones de que se pagaran los diezmos desde 1655. Ibid., pp, 91-92.
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dejaban de tomar en consideración los servicios que estaban prestando en su
obra educativa y como misioneros. Sus opositores pasaban por alto las deudas y
los servicios y ponían énfasis en el valor bruto de sus propiedades temporales y
de sus haciendas.
La riqueza temporal era vista de una manera diferente por los ignacianos
que por las autoridades civiles y las eclesiásticas seculares en la Nueva España.
Los jesuitas cuando hacían la estimación de sus posesiones temporales, siempre
tuvieron en mente sus objetivos espirituales y educativos, como por ejemplo, las
necesidades de las misiones de Sinaloa y Sonora, la apertura de misiones en
California, la consolidación de sus colegios en diferentes regiones. Todo esto era
contemplado en la cuenta del pasivo durante la década de 1640, contra la cual
tenía que medirse el ingreso y los recursos a mano. E invariablemente, los medios
de que se podía disponer eran insuficientes. Las posesiones materiales por sí
mismas no significaban gran cosa excepto como fuentes de ingresos que a su vez,
se tenían que medir contra las deudas y las necesidades.
La complicada administración de los bienes de la Compañía en cada uno de
los colegios incluía su actividad como institución financiera, en la que las familias
acaudaladas podían depositar capitales por los que percibían rentas destinadas a
fundaciones de capellanías, ayuda de los familiares, o a su propio sostenimiento.
A partir de 1720 la situación económica de casi todos los colegios mejoró
notablemente. No todas las haciendas novohispanas disfrutaron de un bienestar
sólido y prolongado, los jesuitas en cambio, no sólo aprovecharon la prosperidad
general, sino también recogieron el fruto de su política secular de diversificación
de productos, ubicación estratégica de sus propiedades, eliminación de las menos
rentables, elección acertada de los administradores, honestidad en el manejo de
las cuentas y sumisión a reglas generales emitidas para toda la provincia99.
La eficiencia administrativa fue fruto de la responsabilidad compartida por
los superiores, que controlaban, vigilaban y sustituían a los administradores
99 Pilar Gonzalbo Aizpuru, Historia de la educación…, p, 228.
57
cuando era necesario, y la labor de éstos, honrados, idealistas, preocupados por
el buen éxito de su labor, ad majorem Dei gloriam ( a la mayor gloria de Dios) y
ajenos a ambiciones de riquezas y beneficios personales. En cambio, en la disputa
con posibles competidores no dudaban en actuar con la mayor dureza, puesto que
el fin a que se destinaban sus ganancias justificaba el rigor de sus métodos100.
Fue inevitable que las riquezas de los jesuitas despertaran la envidia de los
hacendados y propietarios particulares, que se encontraban en desventaja en sus
explotaciones agrícolas. Los enfrentamientos con los jesuitas no eran provocados
únicamente por los seglares, también la jerarquía eclesiástica protestó contra la
Compañía. El arzobispo Juan Antonio Vizarrón inició en 1732 una investigación
sobre los bienes de la Compañía. En 1734, con motivo de haber disminuido su
contribución a los diezmos, el juez colector ordenó hacer inventario de los bienes y
amenazó con censurar a los administradores por no declarar las utilidades de las
haciendas. Los superiores de la Compañía acudieron a la Audiencia protestando
por la forma irregular en que se hacía la reclamación. Finalmente, este
enfrentamiento se resolvió sin graves incidentes en el año de 1738.101
Los jesuitas no se vieron exentos de problemas con los terrenos, para esto,
evitaron que los indios letrados de las comunidades vecinas pudieran quejarse o
contradecir la situación, algunos de ellos tenían conocimientos de las leyes, por
100 Ibid., p, 229. Además, los administradores comercializaban directamente sus productos, los transportaban a lugares donde era previsible una mayor utilidad o los almacenaban en espera de alzas de precios, rara vez se sujetaban a clientes fijos, debido a que la red de haciendas y colegios distribuida por toda la provincia les daba la oportunidad de obtener las mejores condiciones del mercado en cada momento. La carne de las ovejas de las haciendas ganaderas se destinaban al consumo de los colegios y el resto se vendía en la carnicería que manejaban como concesión en la capital. 101 Gerard Decorme, La obra de los jesuitas mexicanos durante la época colonial 1572-1767, Tomo I, México, Antigua Librería Robredo de José Porrúa e hijos, 1941, p, 361. Sobre el pago de diezmos, Gerard Decorme, dice que desde 1753 se obligó a la Compañía a pagar el diezmo completo de las tierras o pastos que tenían arrendados. Respecto al mismo conflicto con el arzobispo Vizarrón, Pilar Gonzalbo menciona que los jesuitas hicieron gala de su sentido práctico y habilidad en los negocios: protestaron por el hecho de que se tomase como base para deducir el monto de sus bienes la declaración de los panaderos a quienes habían vendido harina durante el año de 1732, siendo así que en aquel año pusieron a la venta la producción acumulada en temporadas anteriores. En todo caso, sí el alegato fue un truco para reducir el monto de sus aportaciones o si realmente aprovecharon circunstancias favorables del mercado para vaciar sus almacenes, en todo caso queda demostrado el espíritu de empresa propio de la orden que les proporcionaba excelentes resultados. Pilar Gonzalbo Aizpuru, Historia de la educación…, p, 231.
58
eso se les solía hacer pequeños regalos antes que un religioso tomara posesión
de los lugares según la ceremonia tradicional que creaba derechos casi definitivos
sobre el suelo102. La Compañía no ocultaba sus gestiones para obtener de los
virreyes, a través de intermediarios, las mercedes de tierras de que tenía
necesidad. Los jesuitas supieron sacar provecho de su red de influencias,
además, contaron con una notoria habilidad para hacer prosperar sus negocios,
por lo que les fue casi imposible evitar las rivalidades de las demás órdenes, así
como de hacendados, funcionarios de la corona y eclesiásticos.
El objetivo inicial de la fundación de la provincia de México había sido la
evangelización de los indios. Sin embargo, durante los primeros años, los
provinciales jesuitas se justificaban con razones como la que los frailes
(franciscanos) no les gustaba que se introdujesen en su territorio y que las
regiones alejadas y sin colonizar eran peligrosas por la continúa guerra hacía los
indios. Fue hasta 1591 en que los misioneros jesuitas se dirigieron hacia el
noroeste de la Nueva España para llevar a cabo la labor evangelizadora a los
indígenas y para establecer pueblos de misión entre la población nativa.
Para realizar esta tarea evangelizadora, lo más importante fue contar con la
aprobación del Regio Patronato, éste fue el nombre que recibió el acuerdo entre
los reyes de Castilla y la Santa Sede, en la que ésta le otorgó a la Corona un
conjunto de privilegios y obligaciones, mediante los cuales los monarcas
castellanos llegaron a tener una amplia injerencia en los asuntos eclesiásticos de
Indias. El patronato se fue configurando a través del tiempo y tomó forma jurídica
en el año de 1508 cuando el papa Julio II expidió la bula Universalis Ecclesiae
regiminis a favor de Fernando el Católico. 103
Con la facultad que les daba el Regio Patronato, los reyes de Castilla se
comprometieron a promover la evangelización de los indígenas y posteriormente a
fundar la organización eclesiástica definitiva. En recompensa por esta labor, que 102 Varios caciques indios dieron a personas eclesiásticas estancias inalienables, que un poco más tarde fueron vendidas al colegio de México. Sin embargo, los jesuitas dejaban tierras suficientes a las comunidades indígenas, cosa que no siempre hacían los laicos ni las demás órdenes, cuyas haciendas acorralaban a los pueblos vecinos. Francois Chevalier, op., cit., pp, 353-354. 103 Sergio Ortega Noriega, “El sistema de misiones jesuíticas…, p. 37
59
implicaba fuertes gastos, la Santa Sede otorgó a los monarcas los siguientes
privilegios: derecho de seleccionar a los misioneros, derecho de recabar y
administrar los diezmos, esto es, el impuesto de 10% que los cristianos pagaban a
la Iglesia, derecho de seleccionar a los candidatos para cargos eclesiásticos como
obispos, párrocos, canónigos u otros, derecho de aprobar la construcción de
templos y conventos. A estos favores se sumaron otros como el “pase regio”, que
era el derecho de examinar y aprobar cualquier documento emanado de Roma,
antes de ser publicado en territorios del dominio español.104
Para llevar a cabo de manera eficiente la evangelización en las Indias, la
Corona española en 1503, expidió una instrucción, que comprendían las normas
generales, que indicaban los procedimientos para el trabajo misional para las
distintas órdenes religiosas. Este instructivo fue utilizado posteriormente como una
guía para la labor misionera en toda América. El documento instruía, para que los
naturales fueran congregados en pueblos, bajo la autoridad civil de un español,
dedicados a la agricultura y a la cría de ganado. En cada pueblo se construía un
templo y una escuela, y se nombraría a un sacerdote encargado de educar a los
niños, de capacitarlos en todas las cuestiones de la fe y enseñarles a pagar el
diezmo y tributo (impuesto que los católicos pagan a la Iglesia el 10% de sus
ganancias). La Corona pagaría un salario al religioso,105
La Iglesia y la Corona, se encontraban unidas por compartir los mismos
intereses en la cristianización y civilización de los indios. Si bien, el patronato
ponía algunos obstáculos a la libertad de la Iglesia como por ejemplo, no se
podían fundar ninguna nueva misión sin el permiso del Rey. Gerard Decorme,
menciona que aún así, lograban considerables ventajas, debido a los subsidios
(sínodo real) que se les daban a los misioneros, (y eran usuales en otras órdenes),
éstos pagos, con el tiempo llegaron a ser considerables, además, también se les
ayudaba para el vino y el aceite de las lámparas en las iglesias106.
104 Ibid., p.37 105 Rafael Valdez Aguilar, Labor franciscana en Sinaloa del siglo XVI, México, DIFOCUR, 2006, p, 12. 106 Gerard Decorme, op., cit., p, 153.
60
En las Constituciones de la Compañía de Jesús, la parte séptima es
dedicada a las “misiones”, que pueden provenir tanto del Papa como del superior.
El cuarto voto introducido en el Documento fundacional, se refiere a las “misiones”
encomendadas por el Papa y tiene como objetivo que los miembros de la
Compañía se reparten por diferentes partes del mundo107, donde deben trabajar
para mayor gloria de Dios y mayor bien universal de los hombres. En general las
Constituciones estipulan que la vocación de los jesuitas es “para reflexionar y
hacer vida en cualquier parte del mundo donde se espera más servicio de Dios y
ayuda de las ánimas”
En el año de 1568 llegaron los jesuitas al Perú, el padre José de Acosta
misionó en el lugar, y a partir de sus propias experiencias como misionero en el
Perú, recomendó en su obra escrita entre 1575 y 1576, De procuranda Indorum
salute, los métodos adecuados para las misiones y fueron la base para las
posteriores misiones jesuitas. Aconsejaba como método para ser adaptado a las
nuevas evangelizaciones, no hacer distinción de los grados de civilización: La no
violencia, la integridad de la vida como concordancia entre fe y vida, la importancia
del conocimiento de las lenguas para atender las culturas indígenas y poder
evangelizar en el idioma vernáculo, Además, Acosta se opuso al método de
arrasar los templos, las imágenes y los demás símbolos religiosos autóctonos,
como fue practicado al principio por conquistadores y algunos sacerdotes, sino
más bien, recomendaba, que los indígenas primero aceptaran el evangelio y poco
a poco quitar a sus antiguos ídolos108.
107 Las Constituciones indican; para las misiones más trabajosas hay que elegir a los sujetos de salud más reacia; para las más peligrosas para el espíritu, a los más probados en virtud; para las demás importancia, a los más escogidos; para los que vean a príncipes, a los que señalen en discreción y gracia de conversar; para los intelectuales, a los de más ingenio; para el pueblo, a los que tienen talento de platicar y confesar. Ignacio de Loyola, op., cit., p, 451. 108 Acosta recomendaba “Hay que ir poco a poco imbuyendo a los indios en las costumbres cristianas y en nuestra forma de vivir. Y había que quitar paso a paso los ritos supersticiosos y sacrílegos y los hábitos de bárbara fiereza. Pero en los puntos en que sus costumbres no se oponen a la religión o a la justicia, no creo que se les deba cambiar así porque así. Hay que conservar sus costumbres patrias y tradiciones que no vayan contra la justicia, y organizarles jurídicamente conforme a ellas, tal y como ordenan las disposiciones del Consejo de Indias”. El autor Manuel Marzal, la llama evangelización inculturada. Manuel M. Marzal, “La misionología Jesuítica colonia”, en La utopía posible, Indios y Jesuitas en la América colonial (1549-1767), Capítulo X, Tomo II., Chile, Quito, Nueva España y Nueva Francia, Perú, Pontificia Universidad Católica del Perú, 1994, pp, 591-598.
61
Además, José de Acosta, en su proyecto misional analiza tanto las
condiciones como los métodos. La evangelización debía partir de alguna manera
de las culturas indígenas, y debía suprimir o minimizar la dura explotación colonial.
No obstante, cuando Acosta llegó al Perú, se hacía una evangelización poco
inculturada, pues los misioneros juzgaban demoniacas a las religiones indígenas,
y poco liberadoras, porque la cruz estaba junto a la espada109. De esta manera,
Acosta plantea cómo evangelizar a los indios, no al margen de la conquista, sino a
pesar de la conquista, que se juzga un hecho irreversible tratando de minimizar la
relación colonial y de salvaguardar los derechos indígenas. También Acosta
analiza la mita110 minera, que era al mismo tiempo el “cuchillo de los indios”, y
clave de la economía colonial, basada en la explotación de las minas. Acosta no
niega la dureza de la mita, pero la considera un mal necesario y espera que las
leyes y ordenanzas determinaran su moderación proveyendo a la salud y
comodidad de los indios111.
La influencia de la Compañía de Jesús en la vida intelectual, social y
económica de los territorios de la Monarquía española, fue vista con desconfianza
por las autoridades, debido a que los intereses de la Corona tropezaron con el
poder espiritual, material, local y regionalista e internacional de los jesuitas, éstos
se convirtieron en un obstáculo para los fines del absolutismo y control de las
provincias, que regían la política de los Borbones. Para 1767 llegó la orden de la
expulsión de los jesuitas que puso fin a los conflictos.
109 Los primeros misioneros que llegaron a la región del noroeste de México, llevaron a cabo la evangelización que de ninguna manera siguieron las recomendaciones del padre Acosta, debido a que estuvo marcada por la violencia, ya que ellos, desde su llegada, se dedicaron con empeño a extirpar idolatrías, y para ello contaron con las fuerzas militares. 110 Mita, se le llamaba en América del Sur al sistema de trabajo forzoso asalariado. Repartimiento en la Nueva España o nombrado también cuatequil en el México central. 111 Acosta compara la dureza de la mita con las pesquerías de los indios, que habían acarreado las muertes de muchos y habían sido prohibidas por la corona. Por otra parte, sabía que las minas eran el motor de la colonia “si se abandona la explotación de las minas.....toda promoción y organización de los indios caería por los suelos”. Ibid., pp, 597-598.
62
CAPÍTULO 2. Reglas y preceptos para las misiones jesuitas
A través del conocimiento de algunas de las más importantes reglas y preceptos
de las misiones jesuitas, nos pueden proporcionar un panorama del
funcionamiento de esta compleja evolución evangelizadora que fue llevada a cabo
por la Compañía de Jesús. Estas reglas constituyen las normas generales que
debieron operar en las misiones. Muchas de las reglas fueron hechas para todas
las misiones en general y éstas tenían que ser cumplidas con exactitud por los
misioneros. Con el tiempo se presentaron cambios y amplificaciones en las reglas
y preceptos, las cuales, nos aportan el conocimiento sobre las modificaciones de
las reglas y preceptos que se iban dando, de acuerdo a las diferentes situaciones
que se presentaban en las misiones del noroeste de México.
2.1. Las reglas y preceptos en el siglo VII
Los misioneros del noroeste de la Nueva España fueron gobernados por una serie
de reglas y preceptos, las cuales se expidieron por un reducido número de
superiores para la exacta observancia de los misioneros. Se pensaba que era
importante llevar a cabo con exactitud las reglas para poder lograr la perfección de
la vida religiosa en lugares lejanos y sin la supervisión continúa de los superiores.
La seguridad que tuvieron los superiores en que las reglas fueran cumplidas se
debía a una de las características principales de la Sociedad de Jesús, la
obediencia. Ignacio de Loyola112 el fundador, puso énfasis en ese punto, sus
seguidores deberían distinguirse en el servicio de la Iglesia por su incuestionable
obediencia al Papa, así como a todas las reglas de la Institución.
Una regla expresaba una norma de conducta o un procedimiento que podía
no llevarse a cabo en caso de necesidad o con un adecuado permiso. Un precepto
tenía que ser cumplido, debido a la obligación de sujetarse bajo pena de pecado
en contra de su voto de obediencia. La religiosa Orden dedicada a la perfección 112 Ignacio de Loyola, op.,cit., pp, 932-942.
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espiritual, comprometía a sus miembros bajo pena de pecado113, fue uno de los
más severos y efectivos métodos de sujeción. De esta manera, un precepto fue
considerado como una orden moral que no se tenía porque ignorarlo, los
escrúpulos sobre la obediencia favorecieron a que se cumplieran. Los miembros
de la Compañía fueron cuidadosamente informados sobre el número de
preceptos. No obstante, y a pesar de todo, algunas de las reglas y preceptos
fueron omitidas a través de diferentes necesidades, estas violaciones fueron
discutidas y castigadas. Con el tiempo, estos casos permitieron a las autoridades
misionales, medir las dificultades que confrontaron los misioneros.
Algunos preceptos fueron aplicados para una sola misión, sin incluir a la
totalidad, dependiendo de las características. Especificas reglas y preceptos
fueron asunto del Padre Provincial o del Padre visitador. Sin embargo, algunos
preceptos generales ocasionaron conflictos e innecesarias restricciones en
algunas misiones. Provinciales y Visitadores tuvieron que organizar los preceptos
y hacer resúmenes de ellos e implantarlas como leyes decretadas, si bien, éstas
reglas religiosas no fueron apoyadas por las leyes civiles como tales, tanto el
poder de las cortes eclesiásticas como las ausentes autoridades inquisitoriales,
usualmente estuvieron conformes percibiéndolas como reglas propias de la Orden
que tenían que ser obedecidas por sus miembros por razones ascéticas114.
La Compañía de Jesús inició su actividad misionera en América el año de
1567, cuando se le encomendó la evangelización de la Florida. De esta manera, el
superior general de la orden, que era San Francisco de Borja, emitió una
instrucción que debía de ser observada por los misioneros jesuitas, entre esas
disposiciones se encontraban las siguientes: Que los padres vivan juntos en una
residencia fija y no se dispersen en diferentes lugares; que sólo vayan a misiones
religiosos capaces y observantes de las reglas de la Compañía; que los religiosos
no expongan imprudentemente su seguridad personal; que sólo se bautice a los
113 La obediencia esta simbolizado en la fórmula Perinde ac cadáver (como un cuerpo muerto). Tal seria el comportamiento impuesto al jesuita por la regla: abolición de la voluntad, docilidad absoluta, “indiferencia”, anulación radical en manos del “general” y, a través de él, del papa romano. Jean Lacouture, Jesuitas. 1. Los conquistadores, España, Editorial Paidós, 1993, p, 152. 114 Charles W. Polzer, op., cit., p, 13.
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neófitos que sea posible atender adecuadamente, que se establezca un colegio
para la formación esmerada de los hijos de caciques; que los misioneros
sostengan correspondencia frecuente con los superiores y con religiosos
ocupados en otros ministerios115.
Las anteriores disposiciones no se cumplieron completamente en la misión
de Sinaloa. Cuando llegaron a Sinaloa los padres Gonzalo de Tapia y Martín
Pérez, el 6 de junio de 1591, se repartieron el cuidado de sus ministerios, el padre
Gonzalo de Tapia, escogió desde la villa de San Felipe y Santiago, hacia el río
arriba, los pueblos de Baboría, Deboropa, Lopoche, Matapan y Ocoroni. Cinco
leguas adelante de la villa se encargó el padre Martín Pérez de Cubirí, Bamoa y
de otros pueblos más pequeños116.
Por lo anterior, podemos ver, que los dos misioneros estuvieron separados
por largas distancias para poder atender a los diferentes pueblos de indios.
Aunque los padres iban en compañía de traductores y de uno o dos guardias,
éstos no les aportaban suficiente seguridad considerando que el número de
indígenas era mayor. Sin embargo, los misioneros tenían a sus enemigos, debido
a que existían grupos de individuos que se desempeñaban en el oficio de
curanderos y fueron los más afectados por la evangelización, ya que contaban con
un prestigio dentro del grupo, el cual quedaba nulificado por el liderazgo que
asumieron los religiosos. Un indígena llamado Nacaveva, nunca aceptó recibir el
bautismo, incitó a sus compañeros de revelarse en contra de los padres, por lo
que fue capturado, Antonio Ruiz menciona;
llegamos a donde dicho Capitán (el que capturó a Nacaveva) estaba y luego como llegamos, que el capitán empezaba a hablar con los indios (presos), llegó un indio que el padre enviaba con un billete al capitán, y luego que lo acabó de leer sin guardar más mandó que a Nacaveva, lo atasen a un palo y lo azotaran, y lo trasquilaran, y luego al punto fue hecho, el cual quedó muy bien azotado y trasquilado, y así como al indio soltaron, se volvió al capitán y le dijo : capitán estos azotes que me has mandado dar no los mandaste tú, sino el papel que
115 Sergio Ortega Noriega, “El sistema de misiones de Sinaloa, Ostimuri y Sonora, Formación, crecimiento y crisis, 1591-1767”, en José Gaxiola López y José Carlos Zazueta M., Seminario sobre la religión en el Noroeste Novohispano, México, El Colegio de Sinaloa, 2004, p, 130. 116 AGN (MISIONES), Vol., 25, exp, 35, f, 335v.
65
trajeron, y con esto, a él y a los 65 demás los metieron a un cepo y luego dentro de ocho días soltaron a Nacaveva.117
El padres Gonzalo de Tapia, quizás no pensó en las consecuencias de ese
castigo, el hecho de cortar el cabello era una ofensa muy grande para los
indígenas. Tiempo después, Nacaveva reunió a varios de su grupo y dio muerte al
padre Tapia en la aldea de Teboropa, el 11 de junio de 1594. Este acontecimiento,
indica que el misionero no siguió las indicaciones de las órdenes en lo
concerniente a no exponer su seguridad.
Posteriormente vamos a ver que los padres Provinciales del siglo XVII en
adelante, indicaba puntualmente a los misioneros que tuvieran un buen trato con
los indígenas, así como también, se regularon el número de azotes, tanto para
hombres y mujeres, y los castigos tenían que ser de la mano del juez, nunca del
misionero, también, se prohibió el corte de cabello a los indígenas.
El primer código de reglas del siglo XVII, para la gobernación de las
misiones fueron giradas por el padre Rodrigo Cabredo118 en 1610. El código fue el
producto de una asamblea de representantes de todas las misiones. La junta fue
realizada en Durango en 1610, justo después de la llegada de Cabredo. Esta
reunión fue la que marcó como el primer evento organizado en el desarrollo de las
misiones del noroeste119. Estas son las primeras ordenanzas misionales que se
117 Antonio Nakayama, La Relación de Antonio Ruiz, (La conquista de Sinaloa, México, Centro de Estudios Históricos del Noroeste, A.C.Colección de documentos para la Historia de Sinaloa 5, 1997, p, 65. 118 Rodrigo de Cabredo, (1560-1618), riojano de España, fue Provincial del Perú entre 1599 y 1604, llegó a la Nueva España en 1609, y fue nombrado Visitador General en el mismo año, y designado Provincial de la Nueva España de 1611 a 1616. 119 Francisco Javier Alegre, op., cit., p., 199. Alegre comenta algunas de las cartas que dan noticias sobre la reunión en Guadiana y que fueron escritas por padres que asistieron a la misma. Estas cartas tienen el propósito de elogiar la labor misionera. Uno de los escritos es del Viceprovincial el padre Martín Peláez y dirige la carta al padre General en Roma Claudio Aquaviva, comenta, “llegué a visitar esta casa, donde hice junta de los religiosos y Padres graves de todas las misiones, para asentar las cosas, y dejar un superior de todas, conforme a el orden de V.P”.
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conocen y constituyen la base de todas las órdenes posteriores para las misiones
norteñas mexicanas120.
Las reglas de Cabredo estuvieron impregnadas de notas religiosos, las
acostumbradas frases de compañerismo, como “nuestros”, refiriéndose a los
propios Jesuitas, la regla de compañerismo, la obediencia de un superior, todo
esto, fue para salvaguardar los votos religiosos de los misioneros, que se vieron
amenazados ante el aislamiento y lejanía de la región, y que en ocasiones no fue
posible cumplir con tales reglas.
Son dieciséis reglas las del padre Cabredo, las cuales el padre Andrés
Pérez de Ribas121 cita en el libro VII de su conocida obra Historia de los triunfos de
nuestra santa fe…., sobre ellas.
Dispuso estas ordenaciones, y direcciones el P. Rodrigo de Cabredo, ......, habiendo hecha consulta con todos los superiores de estas Misiones; personas que por muchos años habían trabajado, y ejercitándose en el ministerio Apostólico de la predicación del Evangelio, y son las que siguen: Primera. Cuanto fuere posible en estas Misiones, estarán los nuestros acompañados de dos en dos, y con subordinación del uno a otro, ayudándose con fraternidad y caridad y amor en Cristo,............ Y en caso que faltara algunos Ministros, no pudieren estar acompañados, por lo menos los dos que tuvieran sus partidos vecinos, y más cercanos, se concentraran para verse a tiempos, consolarse, y reconciliarse, y comunicarse las cosas de sus almas en esta santa soledad.
La última parte de la regla aconseja un frecuente intercambio entre vecinos
misioneros, llegó a ser una característica de los padres, la comunicación entre
diferentes partidos fue constante e importante para esos hombres que llevaron
una vida apartada de los asentamientos familiares de españoles. La comunicación
con los superiores fue insistente, debido al temor que tenían los altos funcionarios
jesuitas a la independencia de acción de los misioneros en las tierras lejanas,
además lo vasto de las fronteras misionales podría acarrearles una natural
demanda de autosuficiencia, todo esto representaba una amenaza a la regla de la
obediencia de la Sociedad.
120 Ernest J., Burrus, “¿Cómo se gobernaban las misiones mexicanas de la Compañía de Jesús (1610-1725)?”, en El Colofón, Homenaje a José Porrúa Turanzas y José Porrúa Venero y su colección “Chimalistac”, Estudios, recuerdos y catálogo, Colección Chimalistac, núm., 50, México, Talleres Gráficos de Triciclo, 2003, p, 73. 121 Andrés Pérez de Ribas, op., cit., pp, 448-451. Charles Polzer, op., cit., p, 61.
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Los misioneros tenían que consultar con el superior antes de cualquier
movimiento importante. Los padres no podían entrar a evangelizar a los pueblos
de tribus paganas sin tener la aprobación de las altas autoridades. De esta
manera, el Código de Cabrero previno las sobre extensiones de nuevas obras y a
la petición de dinero122. Esta afectación persistió en las posteriores restricciones
por varios Provinciales, pero las razones mandadas fueron cambiando de motivos.
Una de las reglas de más importancia fue sobre la junta semestral. Estas
juntas fueron una aplicación de las reglas de la Sociedad de Jesús, de esta
manera, los miembros renovaban sus votos religiosos cada seis meses. La
intención de las juntas fueron más que una reformación. La regla enfatizaba en
que los hombres que atendían a las juntas deberían mantener un programan
similar de observancia religiosa como se hacía en los Colegios de la Compañía
para superar las tentaciones permanentes de la soledad, el despotismo con los
indios y la vida disipada y mundana.
Con el tiempo, las juntas se fueron limitando para un cierto número de
padres y nunca fueron convenidas durante las fiestas religiosas. Estas reuniones
daban la oportunidad de intercambiar experiencias, discutir métodos que se
habían practicado con los indígenas a sus cargos. Sin embargo, debido a la
escasez de la mano de obra misional, los padres no pudieron atender las dos
juntas anuales, los superiores les pidieron que por lo menos asistieran a un
encuentro en el año.
También las juntas fueron la ocasión para que los misioneros llenaran sus
memorias anuales123 o solicitudes para que fueran comprados en la ciudad de
122 Regla décima tercera.”Lo que los indios y españoles, que en algunos de nuestros distritos están, ofrecieren los días de los finados (día de muertos), o en otras ocasiones entre el año, eso se aplicará a la Iglesia, y a los que sirvan en ella, para que con más puridad se guarde el Instituto y reglas de la Compañía, que no puede llevar estipendio por nuestros ministerios, como siempre lo ha profesado”. Ésta regla prohíbe el cobro por los ministerios ofrecidos a los españoles e indios, no obstante, sí se aceptaba lo que ellos quisieran aportar como limosna, que era utilizado para el beneficio del templo y no para el misionero. Ibid., p., 450. 123 Regla décima cuarta. “....... Y en este tiempo (en las juntas) comunicarán los Padres de las cosas temporales de que necesitan, como vestuario, vino para misas, medicinas para enfermos, y como en tierras tan remota y pobre, para que en eso se empleen sus limosnas, que el Rey nuestro señor tiene asignado en la Caja Real de México; y la memoria se remita el Procurador general de
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México para el suministro de las misiones, éstas tenían que ser firmadas por el
Rector o el Visitador antes de ser reconocidas como válidas y eran enviadas al
Procurador de misiones en la ciudad de México. Si bien, los misioneros estuvieron
manifestando necesidad a lo largo de su historia, la Sociedad siempre expresó las
preocupaciones de que los misioneros observaran una estricta pobreza personal.
Las juntas permitieron tanto a los Superiores como a los misioneros centrarse en
la espiritualidad de los votos religiosos, especialmente en los asuntos temporales
como las memorias anuales. Se les invitaba a los padres de que prescindieran de
algunas necesidades inmediatas, la idea que tenían era que un sacerdote aislado
podría ser seducido a pedir más de lo debido olvidando el religioso voto de
pobreza.
Es importante mencionar, que las memorias o listas de provisiones que
cada misionero pedía para su misión, eran a cuenta del sínodo o sueldo del
misionero. El rey destinaba 300 pesos a los gastos a de cada misión; a las más
remotas e inaccesibles, como de las sierras, se le asignaban 350 pesos. Si el
monto de la memoria excedía de la cantidad, éste era considerado para la próxima
relación, o el misionero enviaba la cantidad que quedaba debiendo.
La parte doceava del Código de Cabredo enfatizaba en lo concerniente al
tema de los indios. Ésta regla está dirigida con un tono suave y flexible para
mantener medidas de cooperación con los indios y españoles124. Dependiendo de
la situación, los jesuitas fueron cautelosos para relacionarse con los colonos
españoles, por ejemplo, la mano de obra indígena no fue un libre mercado para
los españoles, los padres estuvieron interviniendo para que los indígenas no
laboraran en las haciendas vecinas de españoles, debido a que los naturales
tenían que cumplir con las cargas de trabajo en las productivas tierras de la
misión. México, registrada con el Superior; como Religiosos pobres que somos, y todo vaya con la bendición de la obediencia”. Ibid., p. 451. 124 Regla décima segunda. “......los nuestros, por ninguna razón reparten indios de sus partidos a los españoles vecinos, para que trabajen en sus haciendas, dejando a su voluntad que ellos se alquilen. Y donde hubiera jueces repartidores puestos por los que gobiernan, les aconsejarán que hagan su oficio con la menor ofensa a los indios, pues se tiene experiencia, que de esta suerte los naturales se van aplicando, y aficionando al trabajo, y ejecutan alborotos e inquietudes entre ellos”. Charles W. Polzer, op., cit., p. 64.
69
El aprendizaje de las lenguas nativas estuvo contemplado en el Código de
Cabredo, fue una práctica en que los superiores enfatizaron continuamente. La
regla décima, requería a los misioneros aprender cualquier nueva lengua para
lograr una efectiva reducción. Un recién llegado tenía que estar dispuesto a ser
instruido por otro padre quien tenía dominio en la lengua. Pero la práctica de la
regla no fue fácil, debido a que algunas veces los sacerdotes quienes sabían la
lengua eran transferidos o morían sin haber tenido la oportunidad de enseñar a
misioneros recién llegados. Finalmente, el aprendizaje de los diferentes dialectos
del noroeste, ocasionaron grandes problemas a los misioneros.
Por cincuenta y dos años el Código de Cabredo permaneció vigente, esta
guía fue pocas veces modificada por los Provinciales o Visitadores. En el año de
1662, el padre Visitador Hernando de Cavero125 convocó a una junta de
misioneros en el Colegio Jesuita de Guadalajara. En ella, los padres reclamaron
por nuevos cambios en el existente Código, debido a que la situación en las
misiones del noroeste ya no era la misma, además muchas de las reglas de
Cabredo no fueron completamente aplicadas. En septiembre de 1662, en una
reunión con la presencia del padre Provincial Pedro Antonio Díaz, los consultores
provinciales y Hernando de Cavero, se acordó el nuevo Código que llevó el
nombre de Cavero. Estas reglas llegaron a ser las leyes que gobernaron la labor
misionera de los jesuitas en la Nueva España por largo tiempo126.
Las reglas comprenden cincuenta y un puntos127, son una serie de
exigencias para los padres misioneros, entre ellas, proponen relaciones prudentes
125 Hernando de Cavero, nació en España en 1599, llegó a la Nueva España en 1661 y fue nombrado Visitador y Provincial de México de 1661 a 1665, En dos ocasiones fue designado Provincial del Nuevo Reino de Granada (Colombia), murió en 1697 en el Colegio de Santa Fe de Bogota a los 98 años de edad. Ver Francisco Zambrano, Diccionario Biobibliográfico de la Compañía de Jesús en México, T. V., México, Editorial Jus, S.A., 1965, pp. 113-139. 126 Hernando de Cavero, desde su llegada a la Nueva España se informó de los problemas de las misiones, escuchó los puntos de vista de los misioneros en tres diferentes ocasiones para determinar las adecuadas maneras que deberían ser reglamentadas en las misiones. El primer encuentro fue en Guadalajara en Marzo de 1662, el segundo fue un mes más tarde en el Noviciado de Santa Ana en la ciudad de México, y el tercero y último fue en septiembre de 1662. Charles W, Poltzer, op., cit., pp, 17 y 18. 127 Archivo Histórico Provincial de la Compañía de Jesús en la ciudad de México, (ASJPM), exp., 1020. Los documentos del expediente 1020 que contienen las reglas del padre Cavero se
70
entre los jesuitas y los colonos españoles, sin desatender las principales
responsabilidades con los indígenas. Además, el código contiene maneras de
proceder para las diferentes situaciones que más comúnmente ocurrían en las
misiones del noroeste. Se recomendaba a los misioneros llenar de manera
ordenada y exacta los registros del control administrativo128.
También se indica sobre el comercio en las misiones, puntualizando la
prohibición de comerciar e intercambiar artículos con los colonos, no obstante,
sólo era posible en caso de existir excedentes de productos en la misión, y se
podían vender siempre y cuando se contaba con la autorización del superior.
Informa que los ingresos generados por el comercio podían ser utilizados
únicamente para el beneficio de las iglesias, como la compra de ornamentos,
muebles y reparaciones de las mismas129
En la regla anteriormente señalada, se justifica la venta de excedentes de
los productos de misión, se argumenta que las necesidades de los misioneros
requerían de mantener un cierto número de animales para sus provisiones, para
cumplir con las necesidades de la casa, tales como las remuneraciones a los
fiscales, cantores y otros ministerios de la iglesia. Se recomendaba tener
discreción y una ordenada caridad en juzgar sólo lo que era necesario para la
misión. Se tenía que evitar el sobreaprovisionamiento de maíz, trigo, animales y
otros productos, era importante para eludir problemas con los demás, sobre todo
con los colonos. El padre Visitador era el que autorizaba las ventas de
encuentran en muy mal estado, algunas de las partes de las hojas están rotas y otras son totalmente ilegibles. 128 Regla 6. “Cada uno de los misioneros tendrá un libro de registro, en el cual se relacionará todo lo que se reciba, como ropa, dinero, o cualquier cosa. Y por separado se llevará un registro de los gastos. En las juntas el Superior hará un balance de los registros y más tarde el Visitador hará lo mismo durante su visita. Además en cada partido habrá un libro en que todos los suministros y muebles pertenecientes a la iglesia y casa sean registrados, esto servirá como informe para las visitas”. Además, de los anteriores registros, también se indica en la Regla 15, que se llevaran tres libros; bautismos, matrimonio y decesos. La regla 47 ordena que se llevaran 2 registros, en uno se relacionará lo que el Rey ha enviado para las iglesias en los distritos de los indios y en el otro, lo que los nuestros (misioneros) tienen dado de sus limosnas a dichas iglesia, los informes indicaran detalladamente a quien pertenece lo que se hubiere dado. Ernest Burrus, “¿Cómo se gobernaban las misiones…., p, 93. 129 Regla 22, ver Charles W, Poltzer, op., cit., pp, 70 y 71.
71
excedentes, así como el de ordenar la siembra de algún producto130. Los
superiores y otros padres le exponían las necesidades de las misiones y una vez
enterado de todos los asuntos, determinaba lo que consideraba pertinente para el
beneficio de las misiones.
Por lo que correspondía al buen gobierno de las misiones en lo temporal, se
encargaba al padre rector de la villa de Sinaloa tener todos los años cuidado de
despachar a tiempo la recua a la ciudad de México, de tal manera, que pudiera
llegar a fines de septiembre, y se regresara de México a las misiones a fines de
octubre o primero de noviembre. Para esto, se recomendaba a los misioneros,
tener sus memorias a tiempo y que fueran enviadas al padre rector de la villa para
que este pudiera hacer con tiempo dicho despacho131.
Muy importante es la regla 41, la cual habla sobre las limosnas, refiriéndose
a las aportaciones en plata enviadas a la Compañía en México. Se permitía la
venta de ganado para contribuir en beneficio de Compañía, los ingresos se
destinaban a la construcción de Colegios, seminarios, residencias y misiones. La
regla menciona que el Rector de Sinaloa, desde años anteriores (a 1662), ya
había estado vendiendo el rebaño para dicha aportación.
Lo anterior nos recuerda que en 1657 el padre Francisco Xavier de Faría132,
menciona sobre la venta de productos a los mineros de la región que él llama el
socorro de bastimentos, además, también dice del envío de recuas que hacen al
Parral:
Los que envían recuas de cebos, y otros frutos propios al Parral ha sido el rector del Colegio de Sinaloa no los misioneros. Y los frutos que se envían al Parral, son recogidos de los pocos que los misioneros remiten de los bienes de la Compañía al Colegio. Porque los ganados que los misioneros tienen son del Colegio, que se los
130 Regla 42, menciona: “desde ahora el padre Visitador estipulará durante la Junta la cantidad que cada misión podrá sembrar, y que pareciere bastará para el sustento de cada padre misionero, y para que no se exceda en estos y se dé ocasión de justa queja a los seglares. La práctica de plantar maíz para las necesidades de la iglesia, no será abandonada por estas razones”. Ibid., p. 73. 131 Ernest Burrus, “¿Cómo se gobernaban las misiones…, p, 92. 132. Francisco Javier de Faría, nació en la ciudad de México en 1623, entró a la Compañía a los 16 años, profesó en 1660. Trabajó en las misiones de 1653 a 1659. En 1653 escribió: Vida y heroicas virtudes del venerable P. Pedro de Velasco y Apologético defensorio y puntual manifiesto.
72
tiene como prestados para sus alimentos. De aquí es el que el misionero, sacando lo que ha de menester para su casa, remite lo que resta (sí es que resta algo del fruto) al Colegio como a dueño133.
Además de los puntos anteriores de las reglas, existen otros que llaman la
atención, tales como una lista de fechas para los días de fiestas, el número de
platos que se deberían de servir en las celebraciones, el cuidado de los gastos
excesivos. Otro asunto, es el de la religiosa modestia que tenían que mostrar tanto
al vestir con humildad no usando ropa de telas caras, y prohibía el uso de
cualquier tipo de armas.
En las reglas se trató de abarcar las situaciones más recurrentes en las
misiones y la esperanza de los superiores estaban en el cumplimiento del voto
religioso de la obediencia por parte de los misioneros, otro punto marcado en
varias reglas es sobre la modestia134, cuidar la imagen del religioso pobre, y sobre
todo tratar de no dar pie a críticas por parte de los colonos.
En la mitad del siglo XVII, la vida de los misioneros en el noroeste de la
Nueva España llegó a ser compleja. A gran distancia de la ciudad de México, los
padres podían sentirse libres de la carga de conciencia por no cumplir con las
reglas, sin embargo, la mayoría de los religiosos soportaron el peso que se les
imponían, porque sabían que su perfección religiosa dependía de la precisión de
la obediencia.
En comparación con el código de 1610, el código de Cavero fue un avance
en la estructura administrativa del sistema de misiones. En ese tiempo, en la junta
realizada en Durango se nombraba a un superior de misiones, debido a que el
residente misionero se ocupaba de hacer visitas continuas a los pueblos de indios.
El superior tenía que visitar el campo misional, recaudando información del
espiritual y temporal bienestar de cada padre y cada misión. Los superiores en
133 Francisco Javier de Faría, Apologético Defensorio y puntual manifiesto, Paleografía de Gilberto López Alanís, México, Ed., IICH, UAS 1981, (Colección Rescate 12) , pp, 127-131. 134 Regla de la modestia, en Ignacio de Loyola, op., cit., pp., 692-695.
73
turno tenían que notificar al Provincial de la situación que existía a lo largo de los
diferentes partidos misionales.
Los superiores inmediatos de las misiones, también recibieron
ordenaciones, en las cuales se les advertía que deberían gobernar sus misiones
de la misma manera que los rectores sus colegios, y para esto tendrían un
admonitor y dos consultores señalados por el padre visitador de dichas misiones.
A los superiores se les encargaba de hacer cumplir las ordenaciones por los
padres misioneros y particularmente a las que correspondían a aprender la
lengua, predicar y enseñar la doctrina cristiana, administrar los sacramentos y las
que se referían a cualquier especie de negociación, “que puede ser de ofensión a
nuestro próximo y ajena a nuestro estado”. El superior tenía el deber de dar aviso
al padre provincial de todo lo anterior, sin omitir nada. Así, como también, los
visitadores eran responsables de que todos cumplieran con esta obligación135.
A mediados del siglo XVII, el número y expansión de las misiones fue
considerable, por tal motivo, el superior no pudo llevar a cabo su trabajo
satisfactoriamente. Los partidos de las misiones estuvieron agrupados dentro de
Rectorados, los Rectorados estuvieron organizados en Provincias y estas fueron
responsabilidad del padre Visitador. Sin embargo, mucho de los problemas
presentados en las misiones fueron asuntos dejados a los Rectores para su
solución, esto debido, a que ellos conocían a los diferentes grupos de indígenas,
así como a las variadas condiciones socioeconómicas de cada lugar136.
Por otra parte, en la mitad del siglo XVII, se estaba dando una compleja
relación entre jesuitas y autoridades eclesiásticas, civiles y militares. De esa
manera, fue necesario el oficio del Visitador quien podía trascender las
particularidades de los conflictos, contaba con el poder de tratar los problemas con
los más altos funcionarios del gobierno. Sin bien, el oficio de Visitador estuvo
instituido antes de 1662, llegó a despertar dudas acerca de la extensión de su
jurisdicción.
135 Ernest J. Burrus, “¿Cómo se gobernaban las misiones…., pp, 95-96. 136 Charles W. Poltzer, op., cit., p. 20.
74
En consecuencia, el Padre Provincial Pedro Antonio Díaz137 junto con los
consultores sobre el tema, expidieron un corto compendio de reglas para los
padres Visitadores en septiembre de 1662 junto con el código general para todas
las misiones. Para aclarar la naturaleza de la jurisdicción del Visitador, el
compendio estipulaba que el primer propósito para instituir el oficio fue para cubrir
la incapacidad del padre Provincial para hacer una visita anual a sus subordinados
en las misiones del noroeste138.
Los misioneros cuando consideraban propicio realizar una entrada a las
regiones de indígenas no convertidos, tenían que solicitarlo al Visitador, pues sólo
él tenía la autoridad para tratar con las autoridades, como capitanes y
gobernadores, quienes eran los que podían sancionar tales aventuras. El Visitador
tenía solamente permitido cambiar a misioneros de sus partidos por graves causas
y después de consultarlo. El nombramiento de misioneros era asunto del
Provincial139.
En 1677, quince años después del código de Cavero, el padre Provincial
Tomás Altamirano ordenó visitar las misiones del noroeste de la Nueva España al
padre Visitador Juan Ortiz Zapata140 quien expidió un nuevo código, actualizando
137 Pedro Antonio Díaz, nació en 1596, en Navarra España, entró a la Sociedad en 1615, hizo su profesión en 1632, Fue Provincial en la Nueva España de 1660 hasta la llegada de Hernando de Cavero en 1661. Díaz murió en 1670. 138 La regla 4 menciona que el propósito por el cual fue creado el oficio de Visitador es para visitar las misiones dos veces durante el término de tres años como ha estado establecido. Él personalmente visitará las misiones a su cargo y observará a sus sujetos en sus propios partidos donde él pueda tomar informes y hará un reporte anotando como cada uno de los misioneros ha hecho la religiosa observancia, hará un informe de los asuntos temporales de la misión y observará la clase de ejemplo que da el misionero, como administran los sacramentos, como cuidan los muebles de las iglesias, y sí el trata a los indígenas con amor de padre. Además deberá de revisar los tres libros; bautismos, matrimonios y defunciones, los inventarios de la iglesia y casa y el libro de los ingresos y gastos de las limosnas. El visitador aconsejará a cada uno de los misioneros tan bien como el inmediato superior, o será corregida la ejecución, y en algunas ocasiones serán dejadas las soluciones a los respectivos superiores. Ibid., p., 76. 139 Los Visitadores para determinar un asunto, tenía que tener en cuenta a un grupo de consultores, nombrados por el Provincial, los consultores servían en las mismas misiones, así como el Visitador. De esta manera, el poder del Visitador fue controlado. A pesar de la inspección, el Visitador fue una poderosa figura pero era un administrador y no un ejecutor. No fue sino hasta el primer cuarto del siglo XVIII cuando fue creado el puesto de Visitador General, contando con un verdadero poder ejecutivo. bid., p., 20. 140 Juan Ortiz Zapata nació en Zacatecas en 1620, ingresó a la Sociedad en 1639 e hizo sus votos en 1656. Pasó muchos años en el Colegio de San Pedro y San Pablo en México donde el murió en 1687.
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el de Cavero. Las reglas de Ortiz Zapata, pusieron énfasis en la búsqueda de la
perfección de la vida religiosa entre los misioneros, señalaban la necesidad de los
misioneros en atender las juntas, en las cuales podían practicar los ejercicios
espirituales en estricta observancia “al sonido de las campanas”.
Ortiz Zapata hizo una relación de las misiones de la Provincia de la Nueva
Vizcaya141, en el informe se puede encontrar diversos datos como el nombre de
los pueblo misionales y el partido al que pertenece, la lengua de sus habitantes, el
número de familias, las construcciones de las casas de los pobladores, señala sí
son buenos cristianos, y sí los habitantes acuden puntualmente a celebrar los
cultos religiosos, hace una descripción de los templos y sus adornos, en algunas
misiones proporciona el nombre del misionero.
Las reglas de Ortiz, estuvieron más bien inclinadas a las cuestiones
religiosos, puntualizaba que los padres no tuvieran pretextos para celebrar las
misas, ya sea por la falta de hostia o vino, y cuando tuvieran que salir a otros
pueblos, menciona, que los fiscales o sacristanes se hicieran cargo de las misas,
que se persuadiera a los indígenas para que asistieran a la iglesia, además, Ortiz
Zapata, demostró interés en la reparación de los templos. Los asuntos
administrativos no los dejó de lado y en la regla 13 recomienda lo siguiente:
Los inventarios de los muebles de la casa, iglesia, ganado en general se harán claramente e indistintamente como ha estado ordenado en el libro mayor de ingresos y egresos mostrando los que se derivan de México142, así como de otras limosnas, si es que tienen algunas, los productos de la casa o lo que tienen por permiso del superior. La dispersión de los fondos, deberán de registrarse correctamente, así como mencionar en que se gastaron las limosnas143.
141 Relación de las misiones que la Compañía tiene en el Reyno y Provincias de la Nueva Vizcaya en la Nueva España hecha el año de 1678, con ocasión de la visita general de ellas que por orden del Provincial Thomas Altamirano hizo el Padre Visitador Juan Ortiz Zapata de la misma Compañía. AGN, (MISIONES), Vol., 26, exp.,51, fs. 241-269v. También ver, AGN, (HISTORIA), Vol., 19. 142 En este caso se refiere al sínodo que era el pago que el Rey les hacía anualmente por 350 pesos, los jesuitas le nombran limosna. Ellos enviaban sus memorias, relación de lo que necesitaban en la misión que equivalía al importe del sínodo. Los artículos recibidos tenían que ser registrados. 143 Charles W. Poltzer, op., cit., p. 82.
76
Las reglas de Ortiz Zapata, fueron acompañadas por una carta del padre
provincial Tomás Altamirano144, dicho escrito, de fecha 1679, tenía que ser tomado
en cuenta en el libro de reglas. Altamirano, trataba en la carta sobre las delicadas
relaciones entre los misioneros jesuitas y los obispos del norte de la Nueva
España. Para esas fechas, la posición de la Compañía de Jesús era fuertemente
independiente con respecto a la construcción de iglesias. Sin embargo,
Altamirano, admitió e indicó en uno de los puntos de la carta, que se tenía que
solicitar el permiso del obispo, pero, “esto era sólo una manera de cortesía, para
que el obispo no se sintiera ofendido”145. Sin bien, Altamirano, aceptaba la idea del
control e independencia jesuita en las misiones norteñas, advierte también, a los
misioneros, sobre el futuro de renunciar a las iglesias, de esta manera, los
motivaba, a no acumular grandes cantidades de plata, adornos y muebles, sino
contentarse con una adecuada y moderación religiosa en los bienes146.
El asunto de las temporalidades de las misiones fue tema que preocupaba
a los padres Visitadores y Provinciales, debido a que se prestaban a comentarios
desfavorables por parte de los seculares, afectando la imagen de los misioneros.
Con el tiempo, las ordenaciones de las autoridades jesuitas se fueron modificando
de acuerdo a las circunstancias del momento. Por ejemplo el código de Cabredo
de 1610, no tocó el punto sobre las transferencias de misioneros de un partido a
otro, quizás, porque las misiones no habían alcanzado aún el grado de
permanencia. Una de las reglas del padre Cavero de 1662, indicaba que en caso
de transferencia a un nuevo partido los misioneros no podían tomar alguna cosa
144 Tomás Altamirano, fue provincial 1676-1680. Nació en Los Lagos, México, ingresó en la Compañía en 1630, de 16 años. Ejerció el cargo de rector de varios colegios: Zacatecas, San Idelfonso de Puebla y el Espíritu Santo en Puebla. Murió en enero de 1680, siendo provincial. 145 Charles W. Poltzer, op., cit., p, 84. 146 El punto 3 de la carta de Altamirano. Sí las iglesias pertenecen a los nuestros o a los obispos. Si bien, los padres han contribuido con sus limosnas muebles de plata, vestimenta, etc., y sí bien los indígenas han construido para ellos las iglesias, y estas son para los indios, por lo tanto, las iglesias pertenecen al Rey y no a nosotros, consecuentemente (las iglesias) pertenecen a los obispos. Y sí nosotros abandonamos las misiones, las iglesias permanecerán para los indígenas. Esto debería motivar a los padres a no fabricar un montón de plata fina y muebles, más bien deberían de contentarse con una adecuada moderación religiosa en esas cosas, porque su Majestad a declarado que cada cosa debería permanecer para los indios y su cuidado, aunque mucho se hizo de las limosnas de los padres por la venta del ganado. Ibid., p, 85.
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para su nuevo destino, sólo tenían derecho a llevarse los artículos que había
adquirido con su limosna147.
Posteriormente, en 1681 el padre Provincial Bernardo Pardo148, dictó que
los misioneros en caso de transferencia de misión, no podían disponer de ningún
artículo de la casa o del partido ya sea una silla o una servilleta. Las regulaciones
de Pardo consideraban las nuevas condiciones materiales de las misiones de la
época, para ese momento, a finales del siglo XVII, el ganado estaba produciendo
importantes ingresos. De esta manera, el padre Pardo ordenó que al realizar el
cambio de misión el misionero hiciera un detallado informe evaluando todos los
bienes que poseía la misión incluyendo el ganado149.
Llama la atención la regla 8 del padre Pardo, la cual indica:
Con respecto al seguro de la conciencia, según el voto de pobreza el cual profesamos, es bueno recordar sobre el ganado y productos de nuestra misión, puesto que ellos están bajo nuestra autoridad y son nuestra propiedad, pertenecen a la provincia del colegio, los cuales son aplicadas a las misiones. Solamente el usufructo es permitido con el beneplácito de los superiores, que lo pasan con las limitaciones que permite la decencia religiosa. Para evitar dificultades y escrúpulos, será muy conveniente que el padre Visitador durante su visita consultará de manera cortes y amable con cada uno de los padres acerca del ganado y frutos que regularmente se pueden dispensar, sean para que se empleen a medias o en alguna parte en beneficio del partido y sus iglesias y en el desempeño de la provincia. En conformidad con estas reglas y de ninguna otra manera se usará el usufructo para otra cosa150.
Pardo buscó controlar y normar las actividades comerciales de las
misiones, la anterior regla nos da la idea de que en las misiones había una
considerable cantidad de ganado y de productos derivados de ello, así como
también de siembras, las cuales aportaba importantes ingresos para las misiones.
Es interesante ver que el destino que se les daban a esas ganancias eran para
tres cosas principales: el sustento de la casa del misionero, mantenimiento de las
iglesias y el envió de aportaciones a la Provincia en México.
147 Recopilación de las ordenaciones para misioneros, ASJPM, exp., 1020. 148 Bernardo Pardo, nació en 1619 en Sevilla. Ingresó a la Sociedad en 1636, e hizo su profesión en 1656. Fue Provincial de 1680-83 y murió en México alrededor de 1685-1686. 149 Charles W. Poltzer, op., cit., p, 22. 150 Ibid., p. 88.
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Son claras las ordenaciones del padre Pardo con respecto a los envíos de
plata por los misioneros a la Provincia a México, el Provincial precisa a quien hay
que enviarlas:
El padre provincial Bernardo Pardo manda en virtud de la Santa Obediencia y con precepto que ninguno de los padres misioneros envíen plata para avío de ropa o de cualquier otro género a persona alguna si no es al Padre Procurador de Provincia y declara que ningún superior pueda dar licencia para lo contrario. Y que si en contra de este precepto alguno enviare plata a algún seglar, no solo hace en contra del voto de la obediencia sino contra el de la pobreza. Y se intima el dicho precepto a todos los padres misioneros, aunque sean Rectores o Visitadores151.
A finales del siglo XVII, la producción de las misiones creció lo suficiente
para permitir incrementar las ventas de alimentos a los colonos españoles,
principalmente a los que se dedicaban a la minería. Ambas partes resultaban
beneficiosas con estas operaciones, los colonos obtenían aprovisionamiento a
menor precio del que pedían los comerciantes españoles, y las misiones lograban
ganancias con las que compraban artículos no producidos en la región, como telas
para el vestido de los indios, herramientas y objetos para el culto y ornatos para el
templo.
A los superiores religiosos les parecía que las prácticas comerciales
entorpecían la función evangelizadora porque distraía a los misioneros de su labor
fundamental, además era previsible que condujera a conflictos con los
negociantes de la región. A las autoridades reales les pareció aceptable este
comercio por ser un incentivo para la llegada de colonos y la explotación de las
minas.
Desde un principio los superiores jesuitas mostraron oposición a que los
religiosos administraran los asuntos temporales para sustento de la misión, con
mayor énfasis rechazaron los negocios comerciales en que ahora los jesuitas se
veían involucrados. Sin embargo, las exigencias de la realidad se impusieron
151 ASJPM, exp., 1020
79
sobre los escrúpulos religiosos, y el reglamento para misioneros de 1662152 ya
autorizaba la venta de productos agropecuarios a los colonos españoles.
El comercio entre las misiones jesuitas y los reales de minas llegó a
realizarse hasta en las regiones más apartadas del noroeste. Como se mencionó
anteriormente, en 1657 las misiones de Sinaloa enviaban sus productos al Real
del Parral153. A cambio de sus productos agropecuarios, los jesuitas recibían
preferentemente plata.
Las misiones poseían las mejores tierras de cultivo y pastoreo, mano de
obra suficiente y barata, y mayor volumen de producción que los colonos
españoles dedicados a la agricultura y ganadería. Debido a estas circunstancias
los jesuitas podían vender sus productos a menor precio que los españoles y
conservar los precios bajos aún en tiempos de escasez. Estas ventajas dieron a
los misioneros control del mercado de subsistencias de toda la región, durante el
siglo XVII y parte del siguiente.
Los reglamentos para la administración de las misiones girados por el
superior provincial Luis del Canto154 en 1680, ordenaba que se llevara cuenta
precisa del comercio realizado con los españoles, y que la plata obtenida se
empleara de la siguiente manera: si era de productos agrícolas se usaría para
servicio del templo, de los indios o de los misioneros; la plata obtenida de
productos de ganado (si la estancia contaba con más de mil cabezas) se dividiría
en dos partes iguales, una para reinvertirse en la estancia y otra para ser enviada
a México como contribución a la orden religiosa (llamadas también limosna)155.
152 Charles Poltzer, op., cit., p, 70 153 Francisco Xavier de Faría, op., cit., p. 154 Luis del Canto, nació en 1634 en Antequera, España, ingresó a la Sociedad en 1649. El trabajó en las misiones del noroeste por dieciséis años. Fue provincial de 1683 a 1686. Murió en México, diciembre de 1687. 155 El padre provincial Luis del Canto Manda con precepto de la santa obediencia que cada padre misionero tenga libro de recibo y gasto en el cual escriba con distinción la plata que hiciere de maices, trigos, harinas y demás semillas. Y aparte la plata que hiciere de vacas, novillos, carneros, sebo, manteca, candelas, mulas, caballos y demás frutos procedidos de estos géneros. Y así mismo libro de gasto en que escriba en que cosas ha gastado las cantidades que hiciere.
80
En la correspondencia de los misioneros con el procurador de la Provincia
en México, señalan el envío de plata no acuñada para pagar el importe de las
memorias a los gastos de la orden religiosa. En los documentos, se puede
observar que las cantidades de las memorias superaban los 350 pesos del sínodo
real, y que la diferencia era pagada en plata que los misioneros enviaban a México
a través del mismo arriero que surtía sus memorias156.
Los documentos también indican que los misioneros remitían plata como
“limosna” para ayudar a los gastos de la orden religiosa. En un principio los
misioneros estuvieron exentos de la obligación de contribuir a los gastos de la
orden, pero a fines del siglo XVII ésta sufrió fuertes necesidades económicas y el
superior provincial solicitó el apoyo de los misioneros157.
Finalmente, para el termino del siglo XVII, una serie de factores
contribuyeron para que las relaciones entre misioneros y colonos se tornaran
tensas, esto debido al incremento de la demanda de productos alimenticios por
parte de los colonos, que llevó a que los jesuitas aumentar las cargas de trabajo a
los indígenas. Además, hay que tomar en cuenta que para esta época, el número
Declara el dicho Padre Provincial (Luis del Canto) que la licencia de todos los padres misioneros para que lo que procediere de milpas, y semillas lo puedan gastar en la iglesias ayudas al socorro de los indios y también del padre misionero. Declara el dicho padre provincial que lo que procediere de otros frutos de ganado, caballada y lo demás procedido de este género de la mitad de ello pueden valerse los padres para avío de sus estancias y necesidades propias. Y la otra mitad declara su reverencia lo aplique para socorro de la Provincia. Declara el dicho padre Provincial que la licencia para que lo procedido de la dicha mitad aplicada a la Provincia no puedan los padres emplearlo o gastarlo en otra cosa ni menos darlo. Y que quita también la facultad a los superiores de misiones y mediatos e inmediatos para que no puedan dar licencia para disponer de dicha mitad aplicada a la Provincia. Manda también el dicho padre Provincial Luis del Canto con precepto de la Santa Obediencia que cada padre al fin del año escriba y de cuenta a su Reverencia de lo que ha tenido de entradas de plata procedida de semillas, y en que la ha gastado. Y de la misma suerte cuanta plata ha tenido de entrada de los otros géneros de ganado, mulas, carneros, y cosas semejantes. Y en qué ha gastado la mitad de lo que se le permite para sus avíos y menesteres. Declara el dicho padre provincial que el precepto de que los padres tengan libro de recibo y gasto y que cada año se le envíe razón de ello, habla y se entiende con todos los padres, pero el que den la mitad de lo procedido de los ganados para la provincia, se entiende tan solamente con los padres que tienen mil reses y de ahí para arriba, más no con los que no llega su ganado a mil cabezas. Recopilación de las ordenaciones para misioneros, ASJPM, exp., 1020, ver también Sergio Ortega Noriega, “El sistema de misiones….., p., 69. 156 Los documentos de las memorias se pueden encontrar en AGN, Jesuitas. 157 “Informe de un jesuita respecto a pueblos y misiones de Sonora y Sinaloa, sobre quienes pueden contribuir con limosna para la provincia”, AGN, (AHH), leg, 209, exp, 109, fs, 1-7.
81
de colonos había aumentado y el de los indígenas estaba en descenso158.
También, los colonos estaban inconformes con las misiones por el acaparamiento
de las mejores tierras y la mano de obra indígena. Hay que recordar que en 1697
se fundó en Loreto la primera misión en la Baja California, y durante los primeros
años éstas misiones fueron avitualladas por las misiones de la contra costa.
2.2. Reglas y Preceptos para el siglo XVIII
En el inicio del siglo XVIII, las misiones fueron objeto de severas críticas por parte
de los colonos españoles159, quienes miraban con malos ojos el incremento de la
producción de las misiones. Ante estos problemas, en 1707 el padre Joseph
Pallares160 misionero en Sonora, redactó un documento llamado Defensa de las
misiones de Sonora de la Compañía de Jesús, trata sobre los derechos de
propiedad y uso de los bienes de misiones,161 en el cual, el padre Pallares, con
base en Cedulas Reales y Leyes, justifica el derecho del usufructo en las misiones
jesuitas. Éste documento, nos proporciona información sobre lo que pensaban los
ignacianos con respecto al uso de los bienes de las misiones.
158 La población de indígenas de 1660 de las Provincias de Sinaloa y Ostimuri (de los Ríos Mocorito al Río Yaqui) eran 38,000 y en 1720 descendió la población a 26,600. Peter Gerhard, op., cit., p., 310. 159 Un caso muy sonado fue el que se presentó entre el Padre Kino y Manje, Alcalde mayor de Sonora de 1701 a 1703, quien se convirtió en un gran terrateniente y minero de Bacanuche. En 1706, envió al Virrey su libro Luz de Tierra Incógnita, en el cual exponía el estado de la región de Sonora, Poco después envió otro informe a la Audiencia de Guadalajara, firmado por españoles de Bacanuche, en ellos comentaba que las misiones acaparaban las mejores tierras de Sonora, cuyos pocos habitantes españoles estaban en la miseria, que era necesario repartir las tierras donde antes había miles de indios y sólo quedaban un centenar y que pasado los veinte años se debía permitir a los españoles repartir encomienda de indios……. Finalmente, los jesuitas apoyados por las autoridades el General Manje fue acusado y apresado por calumnias. Tiempo después, los jesuitas llegaron a resolver las diferencias con Manje. Gerarh Decorme, op., cit., p.p, 414-415. 160 Joseph Pallares, fue teólogo, permaneció casi diez años de 1696 a 1707 como misionero de Guazavas y Oputo en Sonora. Rector de las Misiones de los Santos Mártires del Japón. Pallares escribió 3 disertaciones; 1.-Descripción de las calamidades que padecen las misiones de Sonora por los indios gentiles Jocomes y Janos, 1696, AGN (AHH), leg, 282, exp. 2. 2.-Disertación única a quienes pertenecen los bienes de estas misiones de la Compañía de Jesús en la Provincia de la Nueva España, 1707, AGN (AHH), leg, 17, exp, 70. 3.- Disertación acerca de la potestad de los Obispos de la Nueva Vizcaya, sobre los misioneros y misiones de la Compañía de Jesús, AGN (AHH), leg, 2009, exp.23. 161 AGN (AHH) Leg, 17, exp. 70.
82
Digo que estas tierras que sembramos huertas, que tenemos sitios y estancias que gozamos, es dueña y señora la iglesia particular de cada misión, y en ella queda radicado el verdadero dominio y propiedad, y los padres misioneros no tenemos más que el imperfecto dominio útil, esto es mientras vivimos en ellas y recibimos las tierras sembrables para lo útil de las semillas y gozamos los otros sitios para huertas y crías de ganado y caballada. La razón es porque estas tierras y sitios son cosa accesoria a su principal que es las iglesias, así de estas no tenemos la propiedad sino lo útil……162.
Sobre la propiedad del ganado, el mismo documento menciona lo siguiente:
Digo que los ganados, caballada, mulada y sitios nuevamente comprados por los padres misioneros son en cuanto a la propiedad y dominio directo de la Provincia de la Compañía de Jesús de la Nueva España, y en orden a la utilidad de los padres misioneros que viven en estas misiones, y así no son bienes patrimoniales suyos (de los misioneros), sino de la Provincia. Pruebase; aquellos bienes son patrimoniales los que se adquieren por sucesión, donación y aquí la Provincia adquiere estos bienes por sucesión y donación que le hicieron varios particulares, y no de su Majestad………163
En cuanto a los superiores religiosos, no pasó desapercibida la tensión que
se gestaba, y procedieron a querer establecer estrictos controles de las
asociaciones entre los misioneros y colonos. Después de la visita general de las
misiones realizada en 1714, el superior provincial Alonso de Arrivillaga164 dispuso
nuevas reglamentaciones para los misioneros, entre las que destacan las ordenes
de moderar la venta de productos agropecuarios y de no exigir trabajo a los
indígenas fuera de los tres días dedicados al servicio de la misión, excepto en
tiempos de cosecha y cuando hubiere necesidad de reparar las iglesias165.
Después del Provincial Arrivillaga, los preceptos de los siguientes padres
provinciales hasta los años veinte, pretendieron controlar la vida de los misioneros 162
Disertación única a quienes pertenecen los bienes de estas misiones de la Compañía de Jesús en la Provincia de la Nueva España, 1707, AGN (AHH), leg, 17, exp, 70, f, 5. 163 Ibid., f, 6. 164 Alonso de Arrivillaga, nació en Guatemala en 1650, ingresó a la Sociedad en 1665, y profesó en 1681. Sirvió como provincial de 1711 a 1715. 165 Las reglas del Provincial Arrivillaga estuvieron enfocadas a regular la conducta de los misioneros, con el fin de evitar los escándalos y cargos en contra de los misioneros. Además, llama la atención, que la regla 12, regula el consumo del chocolate entre los misioneros, Arrivillaga, lo consideraba como un gasto excesivo, por lo que su uso tenía que ser moderado. Charles W. Poltzer, op., cit., pp, 24 y 100.
83
en el noroeste. En un documento que contiene un resumen de los preceptos para
los misioneros, los que destacan los de no jugar a los naipes, no invertir en minas,
no recibir limosnas por misas (sólo se reciben, si insisten en darla), se limitaron los
gastos de viaje, no enviar plata a otros padres o familiares sólo al Procurador
General, y que no se vendieran los artículos que se reciben de las memorias,
éstas y otras más fueron establecidas por lo superiores a los misioneros166.
Para el siglo XVIII, las misiones se vieron en grandes problemas por lo
complejo de su administración. Se les impusieron más reglas marcándoles la
exacta obediencia, sin embargo, a pesar de de todos los esfuerzos por parte de
los superiores que giraban instrucciones una tras otras, no podían controlar los
males que acontecían.
El código de Cavero de 1662, aún era utilizado para regular los ordinarios
asuntos de las misiones167. Para 1722 el padre Provincial Joseph Arjó168, creó
nuevas instrucciones dirigidas al padre Juan de Guendulain169, quien fue
nombrado Visitador General para las misiones. El nombramiento de Guendulain,
constituyó el formal reconocimiento de la vasta región del noroeste de la Nueva
España que ocupaban las misiones jesuitas, por tal motivo, se dieron cuenta que
era necesario una autoridad parecida al Provincial.
Con el nombramiento del Visitador General se redujeron las distancias en la
toma de decisiones. Los Rectores, Visitadores de las misiones mantuvieron los
mismos poderes anteriores, pero sí ellos querían recurrir al Provincial u otra
autoridad de la ciudad de México, la respuesta del Visitador General podía
resolver el asunto, además, él estuvo autorizado para nombrar misioneros,
166 AGN (AHH), Leg, 1126, exp., 1. 167 Las ordenaciones de una autoridad provincial se seguían usando hasta no ser derogadas por otro provincial. Hay que recordar que las reglas pretendían regular las conductas de los misioneros. El código de Cavero fue usado por mucho tiempo como reglas ordinarias. Pero al paso del tiempo, hubo otras reglas diferentes, éstas se daban dependiendo de las situaciones que se presentaban y se giraban para controlar dichas situaciones. 168 Joseph de Arjó, nació en 1663 en Aragón, ingresó a la Sociedad en 1696, sirvió como Provincial de 1722 a 1725, murió en el colegio de San Andrés en México en 1736. 169 Juan Guendulain, nació en Oaxaca en 1680, ingresó a la Compañía de Jesús en 1696, profesó en 1715. Fue nombrado el Primer Visitador General de las misiones del noroeste. Murió en 1748 en Puebla.
84
Visitador o Rector de los colegios en las misiones, con esto, se pretendía
solucionar los problemas de las largas esperas para ocupar puestos vacantes
debido a las distancias170.
Los poderes del Visitador General fueron totalmente extensivos, sin
embargo, él tenía que consultar a un grupo de consultores quienes fueron
nombrados por el Provincial171, éste procedimiento modificó la influencia de los
padres Visitadores sobre las misiones, porque anteriormente ellos tuvieron el
poder de toda una provincia. Con la llegada del Visitador General esos poderes
fueron ejercidos directamente por él, además la influencia del Visitador General
comprendía todas las provincias del noroeste de la Nueva España.
Las instrucciones del padre Arjó para el Visitador General no fueron
solamente creadas para el nuevo oficio. Dichas reglas contemplaron diferentes
situaciones de las misiones. Por ejemplo, tocante a la administración espiritual,
ordenó el padre Arjó, que era importante que los padres conocieran la lengua de
los feligreses, porque él tenía conocimientos que algunos padres no la sabían y
apenas la predicaban, de tal manera, muchas naciones de indios, aún después de
muchos años de reducidos a la fe, no se encontraban dispuestos para la
comunión. Otros asuntos interesantes tocado por el Provincial Arjó es el de la
flojera por parte de los misioneros quienes daban misas únicamente en los días de
fiesta, por tal motivo, exhortaba a los superiores a que alentaran con suavidad y si
era necesario con rigor sobre los misioneros para que sacudieran la flojera que se
veía escandalosa, y se dispusieran a decir misa con más frecuencia y dar buen
ejemplo a feligreses y vecinos172.
170 Charles W. Poltzer, op., cit., p.25. 171 Regla 10. Para siempre se señalan al visitador general, por admonitor (encargado de exhortar a la observancia de las reglas), el visitador de la provincia en que actualmente se halla; por consultores; 2, 3, 4, los tres rectores más antiguos de la provincia y, en su falta, se substituirán uno o dos sujetos, los más antiguos moradores de la provincia; se entiende para lo que toca al particular gobierno de cada provincia. , Ernest Burrus J. Y Félix Zubillaga, El Noroeste de México, Documentos sobre las misiones jesuíticas, 1600-1769, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas, 1986, p, 4. Se pueden ver todas las reglas para los Visitadores Generales en esta misma obra. pp, 1-19. 172 Ibid., pp., 7-10.
85
Por lo anterior, indica que el padre Arjó, tener conocimientos de la situación
que se vivía en las misiones, con el tiempo los padres se volvieron desinteresados
en las prácticas del culto religioso, y el conocimiento de las lenguas indígenas dejó
de ser importante, sin embargo, Arjó, volvió a remarcar la política jesuita respecto
al punto del lenguaje, debido a que el desconocimiento de ellas no era posible
realizar los deberes espirituales sin tener al menos una moderada destreza en los
dialectos nativos.
Tocante a la administración temporal de las misiones, Arjó puso acento en
la responsabilidad del Visitador General para supervisar con cuidado el temporal
bienestar de las misiones. Le indica Arjó enterarse de cómo se procedía en la
dicha administración, y que hubiera en cada misión libro de entrada y gasto
detallando claramente todo lo que ha entrado y gastado en la misión. Quedaba
prohibido sacar vacas de las misiones en cantidades innecesarias. No se permitía
empeños en las misiones más allá de los necesarios, aunque fueran para adornos
de las iglesias y mucho menos de otros173.
La permanencia de las misiones trajo como consecuencia algunos
beneficios que fueron utilizados para ayudar a familias de españoles y no a la
población de indígenas. Arjó censura las prácticas de socorrer a los españoles en
las misiones, pero acepta que sean contratados para ejercer el oficio de
mayordomos siempre y cuando no abusen de los indígenas. La regla 45 dice lo
siguiente:
Suelen empeñarse los misioneros por abrigar familias de españoles, por mayordomos o por otros distantes a quienes socorren. Tengan los superiores brazo fuerte para quitar de raíz este inconveniente. No se prohíbe que, por su justo precio, tengan las misiones mayordomos que no chupen la sangre a los indios174.
Charles Poltzer menciona que muchos de los asuntos que se gobernaron
por medio de los preceptos fueron absurdos, como por ejemplo, los padres fueron
ordenados para no enviar alguna plata para el sostenimiento de los trabajos
misionales, la plata podía ser únicamente enviada al Procurador de la Provincia en
la ciudad de México. A los colonos españoles no se les cobraban por servicios de
173 Charles Poltzer, op., cit., pp, 111-112 174 Ernest Burrus y Zubillaga, El noroeste de México…., p, 15.
86
funeral. Las misiones en deuda no estuvieron comprometidas para construir o
amueblarse por ser gastos costosos. Los juegos de cartas fueron prohibidos.
Nuevas entradas a tierras de tribus paganas fueron prohibidas. Las mujeres
cocineras fueron prohibidas y las mujeres españolas no podían servir en la casa
del misionero. A los padres se les prohibió de manera estricta que tuvieran
acercamiento de manera directa o indirectamente en el negocio de las minas, y la
libertad que tenían los misioneros para contribuir en una limosna justa, fue causa
de sucesivas reducciones de 50 a 6 pesos175.
Las reglas y preceptos fueron un peso para los misioneros quienes se
podían encontrar confundidos al querer buscar el adecuado modelo de conducta.
Algunos preceptos aparecieron como prudentes y absolutos, otros como leyes
decretadas por los Provinciales en un momento de enojo. El padre Francisco
Javier Door, misionero de San Francisco Javier del Batuco en Sonora, compiló un
resumen de los preceptos que tuvieron que ser llevados a cabo en la misión
durante años. Su lista es relativamente simple en comparación a los muchos
preceptos que fueron aplicados en todas las misiones que se encontraban
aisladas en la región176.
Por cincuenta años o más las misiones estuvieron laborando bajo estrictas
reglas para el uso del dinero, los envíos de regalos a compañeros jesuitas en la
Provincia y los procedimientos para obtener permisos. En junio de 1737 el padre
Provincial Juan Antonio Oviedo177, Despachó una carta circular revocando mucho
de los preceptos emitidos por Provinciales anteriores, quienes remitieron tales
ordenaciones. Oviedo relajó las restricciones en los intercambios de artículos entre
los misioneros y miembros de la Sociedad de Jesús, así como a parientes178.
En 1742 el Padre Visitador General Lucas Luis Álvarez realizó una vista por
las misiones del noroeste, en la cual anotó que las misiones habían estado 175 Charles Poltzer, op., cit., p, 27. 176 AGN (AHH), Leg.,1126, exp., 1. 177 Juan Antonio Oviedo, nació en 1670 en Santa Fé de Bogotá, Colombia, entró a la Sociedad de Jesús en 1690, hizo su cuatro voto en 1704. El sirvió como Provincial de 1729-1733 y 1736-1739. Murió en la ciudad de México, abril 2 de 1757. 178 AGN (AHH), Leg.,1126, exp, 1
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trocando artículos, aunque éstos fueran necesarios, sin embargo, el Visitador
General consideró que estas prácticas tenían que ser prohibidas, en
consecuencia, ordenó que ningún misionero haga tratos ni contratos, ni
cambalache de artículos, según la interpretación de la orden 22 del padre Cavero
de 1662179. También se prohibía la venta de semillas y el cobro por misas180.
En la parte final del documento181, se encuentran unos comentarios
interesantes de una persona anónima, quien desaprueba los preceptos que
prohíben los negocios en las misiones, de tal manera, que dá una serie de
argumentos para justificar las ganancias que las considera necesarias para el
sostenimiento de las misiones, dice lo siguiente:
Que envían los misioneros por géneros en su limosnas; estos expenden en sus sirvientes al precio que allá corre que es muy subido: pregunto, si esto es licito? Es cierto, que los piden para que se compren al precio a México, a éste precio expenderlos en las misiones no tiene conveniencia. Expenderlos al precio subido de la tierra, en que no solo se compensan los fletes, sino, se conoce subida ganancia, parece negociación formal y completa. Por la parte contraria qué razón hay para que los misioneros no gocen el beneficio universal de la tierra, no poniendo ellos precio determinado?
A pesar de todas las numerosas reglas que pretendieron restringir la
conducta a los misioneros, no fueron suficientes, debido a la lejanía y la vastedad
de la región del noroeste les permitió llevar una vida más relajada donde se
aprovechaban todas las oportunidades de negocios.
El padre Visitador General Juan Antonio Baltasar182, en su visita al noroeste
de la Nueva España del 17 de noviembre de 1743 al 31 de diciembre de 1744,
informa acerca del estado de las misiones, el cual hace mención de las
179 La regla 22 del código del Padre Cavero de 1662, se prohibía toda clase de negocios o intercambios con los colonos, pero únicamente se permitía la venta de excedentes que serían utilizados para el ornamento y muebles de la iglesia, así como para el mantenimiento de la casa del misionero. Todas las ventas y siembras tenían que ser aprobadas por el padre superior. Charles Poltzer, op., cit., p, 70. 180 AGN (AHH), Leg., 1126, exp.1 181 Ibid. 182 Juan Antonio Baltazar, nació en 1697 en Lucerna Suiza. Fue Visitador General de las misiones del noroeste de la Nueva España de 1743 a 1746, Fue Rector del colegio de San Gregorio y después ejerció como Provincial de 1750 a 1753. Murió siendo rector del Colegio Máximo, en la capital en abril de 1763.
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temporalidades de cada cabecera misional, el padre Baltasar aporta cifras de los
ingresos, gastos, deudas a favor y en contra, nombra los bienes que posee cada
pueblo y el número de familias, así como también hace algunas ordenaciones para
llevar un mejor control en la administración de las temporalidades183.
Resulta interesante ver que las deudas tanto a favor como en contra, están
relacionados en la mayoría con los colonos y menciona a mercaderes. La idea
que aporta esta información es sobre un negocio muy claro en las misiones. Las
ordenaciones de las autoridades en asuntos de negocios son ambiguos, se trataba
de ocultar algo que estaba ocurriendo, como el comercio que estaba resultando
muy lucrativo para la Compañía, pero se quería aparentar otra cosa, debido a que
los colonos se encontraban inconformes sobre la situación.
El padre provincial Andrés Xavier García184 junto con sus consultores en
1747, asentaron específicas reglas con respecto al manejo de los ingresos y
gastos. Andrés Xavier García ordenó a los padres misioneros, que ninguno envíe
plata a México para avío de los misioneros y a ninguno de los seculares sino al
padre Procurador de la Provincia y alguno de los nuestros (jesuitas), y si alguno
contraviniera las dichas ordenaciones, le concierne al padre visitador imponerle los
preceptos. Que tengan todos libros de recibo y gasto asentando con detalle la
plata hecha de las semillas y aparte la que se hace de vacas, carneros, caballos,
mulas etc., y también las cantidades gastadas. Que en castigar a los indios por
falta ordinario no se pase de 6 azotes por mayor de 12 y por más grave de 25.
Con las mujeres que nunca se pase de 8 y siempre por mano del Gobernador o
fiscal. Que ninguno fuera a hacer nuevas entradas a tierras de gentiles sin licencia
del padre visitador que no la dará sin parecer de la consulta185.
Una nueva situación se estaba presentando en las misiones del noroeste, y
el padre García ordena a los misioneros, recordar la gravísima obligación que
183 Ernest Burrus y F. Zubillaga, El noroeste de México..., pp., 93-115. 184 Andrés Xavier García, nació en Extremadura, España en 1686, hizo su profesión en la Compañía en 1720. Fue Provincial de 1747 a 1750, posteriormente se le menciona como un director espiritual del Colegio de San Gregorio, México en 1764. 185 ASJPM, exp., 1020
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tenían por derecho divino de residir en las misiones y procuraran cumplir y que
así, no se ausentaran de ella, solamente por cosas muy precisas y por muy breve
tiempo. Por este motivo, ordena el padre Provincial García apretadamente que no
se junten arriba de tres padres misioneros, para las procesiones y mucho menos
para otras funciones186.
El anterior precepto del padre García, fue una manera de prevenir una
nueva situación que se estaba dando en la segunda mitad del siglo XVIII.
Frecuentes quejas estuvieron sonando, de que los padres recibían el sínodo del
Tesoro Real por misiones vacantes o que algunos pueblos eran desatendidos
completamente por los padres. Si bien, las misiones vacantes fueron visitadas por
el padre vecino o por el Visitador en su anual visita. Además hubo una escasez de
misioneros, así, como la gran extensión del territorio misional que resultó difícil
para cumplir con la efectiva labor misionera.
Siguiendo con el mismo tema, el Padre provincial Francisco Ceballos187 en
una carta del 13 de diciembre de 1763 ordena que cuando algún padre se mude
de una misión a otra, no saque de la que deja cosa alguna sin licencia expresa del
padre visitador, o al menos si este estuviera muy distante y no se pudiere recurrir
a él, entonces la pida al señor Rector a quien pertenece la misión. También
ordena que ninguno de los padres misioneros admita depósito alguno sin expresa
licencia del visitador o rector, según lo dicho arriba, y registrando que alhajas son
las que se depositan y a quien pertenece. Ordena que siempre se atienda a los
misioneros más antiguos que han trabajado en otras misiones para colocarlos en
las misiones más cómodas, si estas se encuentran vacantes188.
Las primeras reglas enfatizaron en la protección del espiritual bienestar de
los aislados misioneros jesuitas. Para finales de la época misional, las reglas
cambiaron el acento, buscando el continuo cuidado de los partidos misionales. Los
186 Ibid. exp., 1020 187 Francisco Ceballos, nació en 1704 en Oaxaca, ingresó a la Sociedad de Jesús en 1720, hizo su profesión en 1739. Sirvió como Provincial de 1763 a 1766, fue exiliado en 1767 y murió en Bolonia, Italia en 1770. 188 Ibid.
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misioneros fueron restringidos a ausentarse de las misiones, así como a no estar
más de tres padres juntos, de esta manera las juntas anuales dejaron de tener la
importancia de tiempos anteriores.
Finalmente, los misioneros tuvieron la oportunidad de cumplir con las reglas
o dejarlas de lado, debido a la lejanía de la región y a la poca supervisión de sus
superiores. Los padres negociaban con los productos de la misión, por lo que
resultó un beneficioso negocio. Algunos superiores de la Orden vieron ventajosa la
situación, dictaron ordenaciones para llevar un mejor control de los productos, no
obstante, debido a los conflictos que se presentaron con los colonos y funcionarios
del gobierno, hubo superiores que dictaron severas restricciones a los padres
sobre los negocios, pero el comercio se daba y resultaba difícil a los misioneros
dejar de realizarlos, por lo que continuaron negociando.
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CAPÍTULO 3. La administración de las temporalidades en las misiones jesuitas. Las temporalidades es un término que se refiere a las fundaciones temporales o
económicas, de la comunidad, incluye todas las propiedades y bienes de la
misión; las tierras y sus productos, el ganado, los edificios, las herramientas, los
muebles, los adornos de las capillas, entre otros bienes materiales.
La administración de los bienes temporales fue un asunto que se realizó
desde principios de las fundaciones de las misiones y estuvo relacionada con la
vida cotidiana dentro de los pueblos de misión. Cuando las misiones lograron una
cierta estabilidad y fueron autosuficientes en alimentos, iniciaron a producir
excedentes, los cuales eran vendidos a los colonos mineros, creando así un
comercio que se dio a lo largo de la época misional. La administración de las
temporalidades con el desarrollo económico de las misiones se fue haciendo más
compleja, esto debido a las diferentes reglas y preceptos que fueron dictados por
los altos funcionarios jesuitas y que tuvieron que seguir puntualmente los
misioneros.
Un factor económico de gran importancia para explicar el desarrollo del
sistema misional fue el trabajo de los indígenas. Los jesuitas también lo
consideraban como un elemento esencial para lograr los fines de la
evangelización, esto era, acostumbrar a los indígenas a los comportamientos
cristianos y hacerlos útiles y vasallos al servicio del sistema español. Inducirlos al
trabajo metódico y cotidiano fue, tal vez, uno de los mayores logros de la misión y
requirió grandes esfuerzos por parte de los religiosos.
Las instrucciones abarcaban detalles específicos acerca de la manera de
proceder y los medios que se deberían de utilizar para llegar al fin que se
buscaba. Los superiores insistían en que las instrucciones se cumplieran al pie de
la letra. Se tenía cuidado, no obstante de tomar en consideración las
circunstancias locales, los superiores hacían ajustes de acuerdo con las
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condiciones del lugar. Así como también, tenían esperanzas de que los misioneros
tuvieran muy presente sus votos de obediencia y pobreza. Sin embargo, el
cumplimiento de las instrucciones, no siempre fue llevado a cabo. Las ordenanzas
eran de manera detallada, formales y por escrito eran parte integrante del sistema
jesuita en todos los niveles. Las instituciones educativas y las misiones estaban
sujetas al mismo tipo de sistema administrativo189.
3.1. La administración en las misiones
Los misioneros contaban con tres clases de ingresos, el primero era el sínodo, que
el rey de España destinaba anualmente la cantidad de trescientos pesos de la caja
real en México para el mantenimiento de cada misionero. El Procurador General
quien era un administrador que se encontraba en la ciudad de México y atendía a
todas las misiones, recibía el dinero real y se encargaba de surtir, hasta donde le
alcanzara el dinero, los artículos que previamente le habían solicitado las
misiones. El segundo ingreso era por las mercancías vendidas a los colonos
mineros y que eran pagadas en plata y oro. Estas cantidades eran enviadas a la
ciudad de México al Procurador General.
Al respecto, el padre Pfeffercorn190 comenta sobre el asunto:
Con lo apreciados que eran los artículos europeos en la ciudad de México y con el flete tan caro, es fácil imaginarse que los mencionados trescientos pesos no alcanzaban y que los misioneros se veían obligados a recurrir a otras fuentes. En todas las misiones se producía maíz, trigo, frijol, chicharos, azúcar de caña y chile español y se criaban varias clases de ganado. La producción de cebo, melazas, carne seca y cuero que no era utilizada en la propia misión, se destinaba a los mineros españoles a un precio muy bajo. El misionero enviaba
189 Herman Konrad, op., cit.,, p, 144.
190 Ignacio Pfefferkorn nació en Mannheim, Cologne, Alemania, el 31 de julio de 1725, a los 17 años ingresó a la Compañía de Jesus y en 1756 llegó a la Nueva España y en ese mismo año se dirigió a las misiones de Sonora junto con sus compatriotas los padres Joseph Och y Michael Gerstner. Al llegar a San Ignacio se separaron para atender diferentes misiones. El padre Pfefferkorn fue enviado al pueblo de Atil en donde permaneció 7 años. El misionero alemán se enfermó y solicitó cambio a un lugar de clima más benigno, recibiendo autorización para establecerse en la misión de Cucurpe, donde estuvo 4 años hasta la orden de la expulsión. Pfefferkorn estuvo en prisión en España por 8 años, murió en su ciudad natal, Colonia, Alemania en 1795.
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este ingreso en oro y plata al administrador en la ciudad de México junto con un listado de sus necesidades y el pedido se le surtía al misionero hasta el siguiente año191.
Otro de los ingresos eran los donativos y limosnas que recibía la Compañía
para continuar la obra evangelizadora.
También murió un sacerdote honrado que era beneficiado de la Provincia de
Culiacán, que es la más cercana de cristianos a esta Cinaloa. A este buen sacerdote había nuestro señor dado celo muy grande de la conversión de la gentilidad y en la hora de la muerte se resolvió a dejar toda su hacienda para que se gaste en la dicha conversión. Y así mandó en su testamento hasta tres mil pesos, poco más o menos, que tendría para el sustento y avío de los nuestros que están en Cinaloa192.
Los gastos generados en la misión eran generalmente para cubrir las
necesidades de la misión, ornamentos para los templos, la construcción y
reparación de los mismos. El pago a los indígenas por el trabajo era en ropa y
alimentos, y gastos personales de los misioneros. Además el gasto del flete por el
largo viaje de las mercancías de México a las misiones del Noroeste de la Nueva
España.
Con la expansión y desarrollo de las misiones se fueron generando nuevos
ingresos, un documento193 menciona a las misiones que pueden ayudar a la
Provincia, esto era el envío de aportaciones (limosna) a México en beneficio de la
Compañía. En dicho documento se mencionan varias misiones de la Provincia
Jesuita de Sinaloa que están en posibilidades de contribuir, lo cual indica que se
encontraban en una situación económica favorable.
Un punto importante para la administración de las temporalidades de la
Compañía, era el cuidado de no mantener un exceso de productos en sus
almacenes, debido a que no era conveniente que fuera visto por personas ajenas 191 Ignacio Pfefferkorn, Descripción de la provincia de Sonora, Libro Segundo, México, Gobierno del Estado de Sonora, 1983, p. 144. 192 Félix Zubillaga, Monumenta Mexicana, Vol., 5, Italia, Institum Historicam Scietatis IESU, 1971, p, 103. 193 AGN (AHH), Vol., 209, exp., 109, fs, 1-7. Es interesante ver lo que menciona del Colegio de Cinaloa: De la misión de la villa (San Felipe y Santiago) puede el Rector dar una limosna pues tiene dos estancias y luego la recua, pero responderá que no puede pudiendo.
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a los jesuitas. Esto era, para evitar los malos comentarios al respecto. El padre
General Aquaviva, sobre las haciendas Santa Lucía y Jesús del Monte194, que
tenía la Compañía en México y que eran de gran apoyo económico para la
Provincia, recomendaba el padre, que la leña que se comercializara en la
hacienda Jesús del Monte se vendiera en el mismo lugar donde se cortaba, al
menos, fuera descargada fuera de la ciudad de México, o lo más lejos que se
pudiera de “nuestra casa, para que no se dé ofensión con entender que es de la
Compañía”195
De la misma manera, ordenaban en las reglas para los padres misioneros,
evitar los excesos de los productos de las misiones, tener únicamente lo necesario
en los almacenes, y vender los excedentes, esto era para evitar los malos
comentarios de los colonos y buscaron no despertar inconformidades con los
indígenas. Era necesario mantener discreción al respecto. Los adornos de oro y
plata sólo eran permitidos en los templos, pero a los misioneros siempre se les
recalcó el voto de la pobreza, además de la obediencia.
El padre visitador Pedro Pablo Macida en 1742 informa al padre Provincial
Jesús Mateo Ansaldo sobre el estado de las misiones de la Provincia de
Sinaloa196. Del Colegio de Sinaloa menciona que cuenta con bastantes censos197
y cobra obvenciones de vecinos y de indios. En el documento anterior podemos
ver que los misioneros tenían otras clases de ingresos sacando provecho a las
tierras misionales.
194 Las haciendas Santa Lucía y Jesús del Monte aportaban considerables apoyos económicos a la Compañía jesuita, no obstante, estas fincas prosperas no eran muy bien vistas por los seculares, que no dejaron de criticar la riqueza de estas propiedades. Los jesuitas trataron de disimular, buscando formas para ocultar ante los ojos de los seculares las grandes ventas que hacían de los productos de ambas haciendas. 195 Félix Zubillaga, op., cit., p, 104. 196 AGN (MISIONES) Vol., 27, exp., 4 fs. 247. 197 Censos. Es un contrato por el cual se sujeta un inmueble al pago de una pensión anual, como interés de un capital recibido en dinero. Los padres de la Compañía de Jesús vendían censos redimibles por ellos a voluntad, a fin de conseguir los capitales de que podían tener necesidad momentáneamente para mejorar y ampliar sus haciendas. Fuente Francois Chevalier, op., cit., p, 368.
95
Para finales de 1744 el padre Juan Antonio Baltasar realizó una visita por
las misiones sinaloenses, el informe arroja mucha información sobre las
temporalidades de los pueblos, describe de cada uno las deudas en contra y a
favor, los bienes con los que contaban y en algunas realiza observaciones e
indicaciones de cómo llevar los registros de forma correcta, como eran los libros
de entrada y gasto, los inventarios de la iglesia, casa del misionero, y los registros
de los campos, del ganado mayor y menor. Así como también, podemos
enterarnos de las propiedades que existían, tierras, semillas, cañas, estancias con
mulada, caballada, ganado mayor y menor, además, cobros de censos por el
Colegio de Sinaloa198.
Las temporalidades de las misiones eran controladas principalmente por los
hermanos coadjutores199 donde lo hubiera. En el Colegio de Sinaloa el primer
hermano que se ocupó de la administración de las labores temporales fue el
hermano Francisco de Castro200, quien se hizo cargo del oficio de procurador:
Llegó a Sinaloa el Hermano Francisco a tal tiempo, que ni iglesia ni casa tenían los
padres, ni en lo temporal cosa a que volver los ojos; y luego se aplicó con todas sus fuerzas a cuidar y ayudar en cuantos oficios son necesarios en una comunidad en el que él era solo para ellos201.
Con el padre Tapia, partió a Sinaloa, en donde durante 34 años, fue como la madre, así de los nuestros como de los pobres indios. Todo estaba por hacer: los padres no tenían aún por capilla y casa, más que unas chozas de palo y lodo…Con sus indios hizo los adobes para la capilla y casa; para el alimento de los padres sembró hortalizas, y empezó el cultivo de la estancia. A él se debieron los primeros adornos y ornamentos de la capilla…..Aprendió la lengua de los indios y les preparaba a los sacramentos….202
198 Ernest J. Burrus S.J. y Félix Zubillaga S.J., El Noroeste de México…., pp, 93-115. 199 Los hermanos coadjutores encargados de la administración de los asuntos temporales hacían votos que los obligaban no hacia el Papa sino al padre superior y las Constituciones, Se ponían a disposición del padre superior, o de su representante, por todo el tiempo que considerara conveniente tenerlos a su servicio temporal. 200 Francisco de Castro nació en la aldea de Ginés, Sevilla, España, en 1557, llegó México en 1580, entró a la Compañía a la edad de 25 años. Partió a Sinaloa en compañía del padre Gonzalo de Tapia en 1593, Fue durante 34 años pies y manos de los misioneros, cocinero, sastre, albañil de las casas y capillas, carpintero, enfermero, hortelano, sacristán, doctrinero y procurador. Murió en la villa de San Felipe y Santiago en 1627. Fuente: Francisco Zambrano, op., cit., 89-103. 201 Andrés Pérez de Rivas, op., cit., p, 232. 202 Francisco Zambrano, op., cit., pp, 91-92.
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La carta annua de 1621, indica que el colegio de Sinaloa, era la cabecera
de todas las misiones y habitaba el padre Rector y Visitador de todas las misiones,
además era acompañado con otro padre y tres hermanos coadjutores203, uno de
ellos cuidaba la estancia y era el procurador y los otros dos realizaban los oficios
domésticos y ayudaban a los padres misioneros204.
Es importante mencionar que los jesuitas buscaron la manera de contener
los comportamientos que consideraban opuestos a la religión y costumbres
cristianas. La vigilancia y el castigo de las infracciones de las normas eran el
complemento del sistema de vida en las misiones, y esto resultó un remedio eficaz
para la sujeción de los indios. Era vigilado el cumplimiento del trabajo, ya que la
ociosidad era una falta que no se permitía. También era sancionado con severidad
la embriaguez, el rapto de mujeres así como cualquier falta al reglamento de la
misión. Los castigos consistían en azotes, cepo y en recorte de cabello. Si un
miembro de la comunidad cometía algún delito mayor, se le entregaba al alcalde
español para que lo juzgara y castigara conforme a las leyes.205
De esta manera, los jesuitas crearon puestos de autoridades para controlar
a la comunidad los principales fueron; el gobernador, quien era el que mantenía el
orden dentro de la comunidad, juzgar las disputas que había en el pueblo y
castigar a los culpables. También organizaba el trabajo común y designaba las
tandas de trabajadores obligados al repartimiento. El gobernador era electo por la
propia comunidad a sugerencia del misionero. El alcalde, auxiliaba al gobernador
en todas sus funciones y lo suplía en caso de ausencia. El Alguacil ejecutaba las
órdenes del gobernador sobre todo las referentes a los castigos. El misionero
nombraba algunos colaboradores: los fiscales que vigilaban a los miembros de la
comunidad para que cumplieran con los deberes religiosos. Los temastianes,
encargados de que los niños memorizaran el catecismo. Los sacristanes 203 El Hermano Francisco de Castro, quien era el procurador de misiones, trabajó durante 34 años en el colegio de Sinaloa, murió en 1627, el H. Martín Ugarte, falleció en 1624, después de 20 años de misión, y el H. Juan de Escobar, pasó 34 años en Sinaloa, murió en 1643. Estos fueron los primeros hermanos que laboraron en el Colegio de Sinaloa. Gerard Decorme, op., cit., p, 202. 204 García Figueroa, Francisco, op., cit., 285. 205 Sergio Ortega Noriega, “La misión jesuítica como institución disciplinaria (1610-1720)”, En Memoria XVII Simposio de Historia y Antropología de Sonora, Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad de Sonora, México, 1992, pp.176-177.
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mantenían el templo en buenas condiciones y tocaban las campanas, cuyo
repique marcaba los ritmos de la vida común206.
Para el siglo XVIll los jesuitas tenían una amplia y detallada guía de
operaciones que sirvió como manual de referencias para las haciendas. La
estructura interna de las Instrucciones era semejante a la de los códigos formales
(las Constituciones) que se aplicaban a la orden, a las provincias o a los colegios.
Todas constituyen una expresión sistemática de las reglas que gobernaban el
establecimiento, la administración general y la administración de cada día de las
instituciones jesuitas. Todas generalmente ponen énfasis en las disposiciones de
la orden, en la necesidad de contar con un personal calificado, puesto a prueba y
experimentado para el desempeño de cargos específicos, y en las exigencias de
obediencia, castidad y pobreza207.
3.2. La agricultura Los diferentes grupos humanos de Sinaloa habitaban en las orillas de los ríos y
arroyos donde se encontraban las tierras de siembras. Cultivaban principalmente
maíz, calabaza y frijol. Y para sembrar las semillas y limpiar la tierra, utilizaban
unas cuchillas anchas y largas de palo con que molían la tierra, en esta labor
ayudaban las mujeres a los varones. Así, los diversos pobladores sembraban sólo
para su inmediato consumo, no acostumbraban a guardar productos para tiempos
futuros, cuando se agotaban los alimentos salían a cazar o recolectar frutos en los
montes.
Cuando llegaron los jesuitas a Sinaloa se encontraron con una diversa
variedad de grupos indígenas, donde cada uno de ellos, poseía un territorio
específico, el cual reconocían como propio y a la vez ejercían una influencia o
206 Ortega Noriega, Sergio, “El sistema de misiones jesuíticas……..op., cit., p, 55. 207 Herman Konrad, Una hacienda de los jesuita……op., cit., p, 141. ver AGN (AHH) Vol. 258, exp. 9
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control en la gente, y sus relaciones. Delimitaban y dominaban una determinada
área geográfica.
Los jesuitas para proceder a la congregación de los indígenas y formar la
comunidad misional, los padres visitaban a los naturales en sus propios
asentamientos, aprendían su lengua y enseñaban el evangelio, sólo cuando
contaban con un grupo adecuado de bautizados procedían a reducirlos en
comunidades misionales. Con esto, los indígenas aceptaban la nueva religión
cristiana y eran obligados a abandonar sus costumbres ancestrales para iniciar
una nueva vida.
Pero no todo estaba en agrupar a los indios en pueblos, ya que era
necesario hacer que pudieran vivir en ellos, y para esto era importante el trabajo
de la tierra y la cría del ganado208. De esta manera, los misioneros elegían el lugar
del nuevo asentamiento en las vegas de los ríos, que eran los adecuados para la
agricultura y la ganadería, con buena tierra de cultivo, suficiente agua y pastizales
para el ganado, así como los apropiados para la construcción de acequias. Se
escogían los mejores lugares, ya que no había quien se los disputara.
Es claro que promover el desarrollo de los cultivos agrícolas y pecuarios
entre los indios, lo mismo entre los que eran en algún grado cultivadores que entre
los que habían vivido predominante o exclusivamente de la caza y la recolección,
fue una exigencia a la que los religiosos tuvieron que responder para poder
ejercer con éxito su ministerio espiritual. Se lee en un texto jesuítico que, como los
misioneros:
208 Predicar a un salvaje, no es difícil, pero sí poco fructuoso. A media predicación el salvaje se vuelve al misionero y le dice: cuanto me dices es cierto, muy cierto, pero yo tengo hambre, ¿me das un poco de pan? ¿sí o no?, Si no se le da, vuelve la espalda y se va al bosque para saciar su hambre, pero si se le da de comer y que el salvaje consiente en establecer su habitación allí y hacerse cristiano, ¿quién lo vestirá?, ¿Quién lo sostendrá? ¡He ahí entonces la necesidad del trabajo! Citado por Robert Ricard, La conquista espiritual de México, México, FCE, 2002, p, 240.
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pusieron en práctica las sementeras como medio necesario para alimentarlos y reducirlos a pueblos y parece que sí porque como no eran omnipotentes como Jesucristo que mantuvo las tropas con milagros, les fue necesario valerse industriosos de las siembras como medios humanos para asegurarles el alimento a estos infelices indios que se inclinaron a ser cristianos. Por cuanto sin los tales alimentos hubiera sido imposible mantenerlos con asiento en pueblos. Lo que en primer lugar proyectaron usando y eligiendo los lugares más aptos y acomodados para ese efecto y si no hubieran hecho esto, a los tres días se hubieran vuelto estas tropas de indios a sus montañas a proseguir la vida bárbara que tenían acostumbrada……209.
Una atención importante le dieron los jesuitas al mantenimiento de sus
catecúmenos al decir que el evangelio y fe de los indios por la boca les ha
entrado, y se ha de conservar en ellos por la boca210. Si bien, esta fue una manera
muy favorable de atraer a los indígenas al evangelio. Los misioneros estuvieron
obligados a convertir a los indígenas en cristianos, como hacerlos vivir en “buena
policía”, en la “humana policía”, en la “santidad de la cristiana policía”, según lo
comenta el padre Francisco Xavier de Faría211.
Dentro de las tierras de la comunidad se señalaba una porción cuyos
productos se destinaban al sostenimiento de la misión, el resto se asignaba en
parcelas a los jefes de familia y su producto era propiedad de quienes las habían
trabajado. Las parcelas familiares se entregaban en usufructo, no en propiedad
privada.
De esta manera, los padres misioneros de la Compañía introdujeron
maquinaría, para abrir acequias, con que se pudieron labrar las tierras fragosos
de los pueblos, adiestraron a los indígenas en varios modos y géneros de
sementeras con que tenerlos entretenidos y quietos todo el año, las tierras fueron
repartidas, y con esto quedaba asegurado el trabajo disciplinado de los indígenas
en sus sementeras, así como el sustento de sus casas212.
209 Luz con que deben mirar las sementeras que los indios hacen en sus misiones, por el padre José Roldán, Biblioteca Nacional de México (BNM en lo sucesivo), Archivo Franciscano 32/662.1, f.3. 210 Francisco Xavier de Faría, op., cit., p. 64. 211 Ibid., p. 67. 212 Ibid., p. 66.
100
El padre Ignacio Pfefferkorn al igual que otros misioneros, en sus crónicas
mencionan varias veces la flojera de los indígenas, si bien, vemos en los escritos
misionales una ambigüedad sobre el tema, debido a que en algunas ocasiones
dicen que tenían una inclinación congénita a la pereza y en otras que eran muy
trabajadores y que tenían muy adelantadas sus sementeras. Sobre esto, no hay
que olvidar que las crónicas fueron escritas por los misioneros para ensalzar su
obra evangelizadora, y para que fuera leída por los europeos. Sobre el tema
Pfefferkorn dice:
No había nada más difícil que combatir en los indios su inclinación congénita a la pereza; el misionero hacía grandes esfuerzos para lograr que se ocuparan en un trabajo moderado. El trabajo era necesario como un medio de instruir a los indios, haciéndolos gente de valía y para alejarlos gradualmente de los vergonzosos excesos a los que contribuía su holgazanería. Se insistía formalmente en que cada indio levantara cuando menos el maíz necesario para alimentar a su familia. Para estimularlos, el pastor, tenía que proveerlos con las semillas necesarias, ya que no tenían la costumbre de guardar nada de la cosecha anterior. Durante la siembra, el misionero tenía que alimentarlos y sobre todo tenía que mantener una estricta vigilancia para prevenir que los indios se comieran hasta las semillas que les proporcionaba para sembrar, cosa que sucedió más de una vez213.
Además de lo que cada indígena levantaba en lo particular para la
manutención de su familia, cada comunidad trabajaba un pedazo de tierra que
pertenecía a la misión. El misionero recibía y disponía del ingreso proveniente de
los frutos de esta tierra comunal, y durante la labranza, siembra y cosecha de
esta tierra, el misionero tenía que alimentar a todos los indios que fueron llamados
para este servicio; a cada persona se le daba, tres veces al día, un plato de
pozole.
Todos los hombres no impedidos tenían asignados un trabajo señalado bajo
la supervisión del misionero y del gobernador. Los indígenas trabajaban tres días
de la semana laborando en sus parcelas y otros tres días en las tierras de la
misión y el domingo era día de descanso, así como los días festivos, pero sí había
actividades religiosas. La campana de la misión indicaba las horas de trabajo, el
tiempo para tomar los alimentos y los momentos de descanso.
213 Ignacio Pfefferkorn, op., cit., p. 142.
101
Las tierras de la misión eran parte de la tierra comunal, así como también, se
utilizaba una porción de terreno para sembrar destinada a la manutención de las
personas impedidas, como viudas, ancianos, huérfanos o incapacitados. El padre
Pfefferkorn dice al respecto:
La siembra comunal era una precaución necesaria ya que sin ella ninguna misión hubiera podido subsistir, por lo tanto por cédula real, cada misionero podía utilizar los servicios de los indios tres días de la semana para el mejoramiento de la misión. Sin embargo, este mandato regularmente no se hacía cumplir rigurosamente. Los indios se utilizaban sólo cuando la necesidad del trabajo lo hacía imperativo, así que pasaban a veces hasta tres o cuatro semanas sin que se les molestara para nada. Los indios que eran utilizados para servicios especiales, recibían, además de su alimentación remuneración adicional214.
Para esa época, la agricultura estaba consagrada como la raíz de toda
civilización. Vivir de la caza y de la pesca era vivir en el salvajismo. La misión de
cristianizar era también la misión de hispanizar. Los misioneros coincidían en que
los indígenas eran ociosos, poco afectos al trabajo, sin embargo, los mismos
misioneros mencionan que con entusiasmo y constancia los indios, realizaron
trabajos de construcción de iglesias, en el campo, ganadería, entre otras
actividades. Esta nueva costumbre social del trabajo productivo individual permitió
a los indígenas salir adelante, comprando, vendiendo o cambiando excedentes
producidos con más trabajo, ropa, semillas, instrumentos, etc. Guy Rozat, dice que
es evidente que para el jesuita el trabajo, no es un fin en sí mismo, sino por los
frutos espirituales que procura, y permite acelerar el paso de la barbarie al estado
político215.
214 Ibid., p. 145. 215 Guy Rozat en su análisis de la obra del padre Pérez de Ribas, comenta que el misionero menciona que los indios en los tiempos de su gentilidad, trabajaban muy poco, tres o cuatro horas cuando los pocos cultivos lo necesitaban, después el indio regresaba a su casa a jugar con los demás, a dormir, se iba de cacería o a recolectar panales de abejas silvestres “sin otro cuidado, ni oficio en todo el año”. Era evidente que para el padre estas actividades no correspondía a lo esperado, como un trabajo metódico, constante. Rozat Dupeyron, Guy, América imperio del demonio, cuentos y recuentos, México, Universidad Iberoamericana, A.C., 1995, pp, 431-432..
102
El padre Juan Nentuig216 menciona sobre los castigos:
Mandan lo que ocurre que hacer para la iglesia, tocante al cultivo de la tierra, siembra, cosecha y demás ocupaciones en que se gastan tres días cada semana, y de los tres no sale uno: porque más que los justicias se apuren para sacarlos a buena hora, mayormente cuando ocurre cosa urgente, no salen de sus casas hasta que el sol esta tan alto, que suelen llegar al trabajo a medio día, y aún entonces no se aplican luego ni de forma, como quien tiene cuidado de que se acabe lo que tienen entre manos, por más que conozcan y lo confiesen que aquel trabajo es para su propio bien , como son la presa y acequia, sin las cuales ni ellos pueden lograr cosechas ni la iglesia, si no trabajan, como quien juega, hasta las 3 o las 4 de la tarde, y vuelven muy satisfechos del día tan miserablemente perdido a hartarse del pozole, cuyo guisado entre tanto ha cogido su punto, y para esta comida se dan de la troje de la misión los almudes, que basten para todo el pueblo, de habas, frijol, garbanzo, alberjón, maíz y aún trigo, y para darle sainete, se da también alguna cosa de carne, mientras la hay en casa, y en acabándose ésta, se da de cuando cuando una res, y mientras están en la cosecha de trigo, cada día una. Más trabajo cuesta a los justicias y al padre ministro, especialmente entre los pimas, los tres que les quedan de la semana, para que los empleen en su propia utilidad con algún género de trabajo, de suerte que para que el indio no descuide de todo de su manutención, es a veces necesario que los justicias lleguen con él hasta el castigo de algunos azotes, ni faltan entre los ópatas, por racionales que parezcan, hartos que necesitarán tal estímulo217.
El constante trabajo y dedicación de los misioneros a la enseñanza de la
agricultura a los indígenas fue un largo proceso que requirió de varios años. Para
1744 un misionero comenta que le daba gusto ver a los indígenas adiestrados en
la cultura de los campos, y para esto fue necesario instruirlos en el trabajo de la
agricultura, tomando para el efecto en sus manos, la manseras, coas y azadas,
animándolos con el ejemplo al cultivo de la tierra en que ya en esos tiempos eran
maestros218.
En la mayor parte de las misiones se cultivaba maíz, frijol, calabaza y trigo
en algunas se sembraba algodón, caña de azúcar y hortalizas. De los cultivos
europeos introducidos en las misiones fue el trigo el que más beneficios aportó a
la región, si bien en esta época se empleó principalmente para el comercio de los
216 Juan Nentwig (Nentvig), nació en Glatz, Bohemia, el 28 de marzo de 1713, ingresó a la Compañía en 1744. Pasó a las misiones sonorenses hacia 1749. Profesó en 1759. Al tiempo de la expulsión de los jesuitas estaba misionando en Guásavas, Sonora. Murió en Iztlán, Nayarit, el 11 de septiembre de 1768, en el camino al destierro. El Rudo Ensayo fue escrita hacia 1762-1764, 5 años antes de la expulsión. 217Juan Nentuig, El rudo ensayo, Descripción geográfica, natural y curiosa de la provincia de Sonora, 1764, México, SEP e INAH, Colección científica No. 58, 1977, pp. 103-104. 218 Ernest J. Burrus S.J. y Félix Zubillaga S.J., Misiones Mexicanas……..op., cit., p. 183.
103
colonos. Se trajeron a estas tierras, a padres misioneros oficiales diestros de
México, que fueron expertos en agricultura, que les enseñaron los beneficios de
las muchas y variadas plantas que se trajeron de muy lejanas tierras, para
cultivarlas en estas regiones. Los padres plantaron en algunas misiones,
variedades de frutas; naranjas, uvas, membrillos y granadas.
Los religiosos administradores de pueblos de indios procuraron que las
prácticas económicas de las comunidades a su cargo estuvieran marcadas por la
eficiencia y la equidad. Guiados por esos principios, los jesuitas implantaron en la
mayoría de sus misiones un sistema en el que se combinaban la posesión y
explotación familiar de la tierra, lo que implicaba la distribución de
responsabilidades entre las familias, y el trabajo colectivo, realizado a favor de la
comunidad y al que cada hombre apto para el trabajo debía dedicar de fijo tres
días a la semana219.
Si bien, los misioneros en un principio vieron por los beneficios de la
comunidad misional, pero posteriormente miraremos como esa igualdad no fue
equitativa. El interés de los misioneros por expandir las misiones hacía el norte,
fundar haciendas, estancias, pequeños talleres de manufacturas, construir
templos, entre otros trabajos, en donde el mayor peso de las labores recaían en
los indígenas.
Es ilustrativa la descripción hecha por el padre José Roldán, en la que el
misionero intenta aparecer como un individuo que concentra la producción de toda
la comunidad, y a la vez como el que garantiza una racional distribución de la
misma.
Vámoslo cotejando para que haga esta razón más fuerza que hacen los indios de estas misiones para mantenerse y así mismos mantener a sus ministros y a sus iglesias, siembran unas milpas y todo el grano que de ellas se cosecha, lo trae a la casa del misionero y lo ponen a sus plantas, que es lo mismo que ponerlo a su disposición para que corra por su mano el distribuirlo a cada cual conforme a su necesidad; a la iglesia le compra cera y la alhaja con ornamentos y preseas
219 Ignacio del Río, “El sentido y los alcances de la política segregacionista de los jesuitas en las misiones del noroeste novohispano” en El Noroeste del México Colonial, Estudios Históricos sobre Sonora, Sinaloa y Baja California, México, UNAM, 2007, p. 15.
104
…..La previene del necesario vino para las misas. Mantiene a los cantores y sacristanes y celebran con la mayor decencia posible todas las fiestas principalmente las de semana santa en que se gasta mucha cera. A los indios les da alimento no sólo los tres días que trabajan cada semana, sino cada vez que lo necesitan,…. Y les da ropa hasta donde se puede,….y además de esto toma para el gasto de su persona y cosa lo necesario……220
El anterior documento del padre José Roldán221 es un escrito apologético
para defender las labores misionales, Debido a que los misioneros eran criticados
constantemente por las autoridades y colonos españoles. El padre Roldán estuvo
como Rector de la misión San Francisco Xavier de Aribechi en Sonora, donde
llegó en 1737 y permaneció ahí hasta la expulsión.
El padre Juan Antonio Baltazar visitó la misión en 1744 y le ordenó al padre
Roldán, que las partidas del gasto y entrada sean en adelante separadas,
asimismo que lleve los libros de inventarios con distinción y división; los
inventarios de las iglesias, casas y campos de Aribechi y Bacanora y con las
cosechas y herrederos anuales. Parece ser que el padre Roldán no llevaba bien
los registros administrativos en las misiones a su cargo222.
Las instrucciones a los hermanos jesuitas administradores de haciendas223,
incluye una serie de reglas que fueron escritas en el siglo XVIII. Si bien, estas
indicaciones fueron dirigidas para los administradores de haciendas, se puede
decir que los misioneros conocían el documento y pudieron haberlo usado como
guía para las labores agrícolas y ganaderas en las misiones, además de las
instrucciones de los usos de los libros de ingresos y gastos que eran muy similar a
las de las misiones.
Tocante a la agricultura mencionan las recomendaciones pertinentes para
lograr los frutos y el sustento de los religiosos y los colegios. La primera es
220 Luz con las que se han de mirar las sementeras….., por el padre José Roldán, BNM, Archivo Franciscano, 32/662.1, f.4. 221 José Roldán, nació en Oaxaca, México, en 1705, y entró en la Compañía el 2 de abril de 1725, profesó en 1741, pasó a las misiones sonorenses, donde trabajó hasta la expulsión de los jesuitas en 1767. Murió exiliado en Puerto de Santa María, España en 1770. 222 Burrus, Ernest J. Y Félix Zubillaga, El Noroeste de México……….op., cit., pp 175-176. 223 Francois Chevalier, Instrucciones a los Hermanos Jesuitas Administradores de Haciendas (Manuscrito Mexicano del siglo XVIII), México, UNAM, Instituto de Historia, 1950, pp, 137-170.
105
preparar buenos barbechos para las siembras; porque es el principio de una
buena cosecha. Es bueno que la tierra quede floja y bien mullida para que
arraigue bien la semilla. La segunda es hacer buena siembra, esto es que la
semilla sea buena para tener el grano correcto y la tercera es beneficiar bien la
sementera, este beneficio consiste en tres operaciones de campo que son otras
tres reglas de agricultura y son: riegos oportunos, escardar a tiempo y cuidar de
daños a las sementeras. Otras de las indicaciones detalladas, son con respecto a
lo que han de guardar en las siegas (cortar) y trillas, y la remisión de frutos.
Para principio del siglo XVIII, los misioneros recibían fuertes críticas por
parte de los colonos, éstos se encontraban inconformes debido a que las misiones
contaban con las mejores tierras y controlaban la mano de obra indígena, por tal
motivo, solicitaban a las autoridades virreinales que se secularizaran las misiones
y que las tierras misionales fueran repartidas. En respuesta a esa situación, el
teólogo José Pallares misionero de Sonora, formuló un documento, sobre los
derechos de propiedad de las misiones, con respecto a los beneficios de la tierra y
ganado. El documento nos acerca al pensamiento que los jesuitas tenían respecto
al derecho de los bienes misionales. El padre hace referencias a leyes y obras
para justificar la facultad que poseían para beneficiarse de las tierras misionales
para provecho de la iglesia y de la misión.
Pues la propiedad (tierras) es de las iglesias que son propias de su majestad y así las tierras y sitios; y la utilidad y usufructo de los padres misioneros…………Confirmase lo dicho según lo que Don Juan de Solórzano advierte en su Política Indiana, página 262, Lib.I, y que es a saber: que hay unas donaciones que llama el Derecho modales, y por ellas no se transfiere dominio directo, ni de propiedad, o absoluto, sino lo útil, y ejemplifica esta doctrina verificando dichas donaciones modales con los usufructos, feudos, que no se extienden a dominio perfecto, directo y de propiedad sino al imperfecto diminuto, y de utilidad y semejante dominio, y es propio de las encomiendas que hace su Majestad: luego como el Rey nuestro Señor nos tenga concedidas las iglesias en encomienda, así será de las tierras y como por esta causa no tengamos de aquellas la propiedad sino la utilidad, se sigue forzosamente que las tierras no tendrán los padres el propio dominio sino impropio, fuere útil y de encomienda como de las iglesias224.
224 Disputación única, A quienes pertenecen los bienes que tienen aquí estas Misiones de la Compañía de Jesús en la Provincia de Nueva España?, del Padre Joseph Pallares, AGN (AHH), Vol., 17, exp., 70, f, 6.
106
En las Leyes de Indias, De las Reducciones, Ley V indicaban que hubiera
doctrina en los pueblos de indios a costa de los tributos. De esta manera, el padre
Pallares, menciona que cómo los indios en Sonora y Sinaloa no pagaban tributo
para el mantenimiento de la iglesia, era justo que por medio del trabajo
contribuyeran con lo necesario para la doctrina. “Esto es del trabajo con que los
indios nuestros feligreses cooperan de comunidad a darnos lo necesario, que nos
deben como beneficiados y ministros suyos (los diezmos) por derecho divino y
natural y por su pobreza e ineptitud es difícil conseguir de ellos la decente
suma…”225
Debido a los problemas generados con las tierras de las misiones, el
Colegio de Sinaloa debido a que no utilizaba plenamente las tierras, los vecinos de
la villa se establecían en ella, en calidad de préstamo o arrendamiento lo que
provocaba conflictos con la autoridad local. De esta manera, la Compañía tuvo
que regularizar la situación legal de sus propiedades por medio de la composición
de tierras y por ventas a algunas tierras a los pobladores. Las ventas fueron en
calidad de censos redimibles. La secularización de las doctrinas en la Nueva
España a partir de 1749 y de las misiones jesuitas de la provincia de Topia en
1753, fueron los avisos de que la situación había cambiado para ellos, y unos
años después el Colegio de Sinaloa se deshizo mediante su venta de gran parte
de la propiedad raíz226.
Las primeras regulaciones de 1662, tocante a la siembra, ordenaban a los
padres que en las juntas el padre visitador señalara la cantidad que cada padre
debería sembrar y que sería la suficiente para su sustento y recomendaba no
excederse en las siembras, debido de que era necesario evitar las justas quejas
de los seglares. No por eso, decía, se dejaba de lado las siembras de maíz
convenientes para las iglesias227.
225 Ibid., f, 3. 226 Gilberto López Castillo, El poblamiento en tierra de indios cahitas, transformaciones de la territorialidad en el contexto de las misiones jesuitas, 1591790, Tesis de Doctorado en Ciencias Sociales, México, Universidad de Guadalajara, 2006, pp, 204-207. 227 Ernest Burrus, “Cómo se gobernaban las misiones… p, 92.
107
El padre Provincial Bernardo Pardo en sus instrucciones de 1681, en la
regla número 8 ordenaba que sólo el usufructo era permitido siempre y cuando
con el permiso de los superiores y serían admitidos dentro de los límites de la
religiosa decencia228. Aunque, ya desde mucho tiempo antes se comercializaba
con los productos de las misiones como lo menciona el padre Francisco Javier de
Faría en 1657.
Como lo dispuso el padre provincial Luis del Canto en sus preceptos para
las misiones, mandó con precepto de la santa obediencia que cada padre
misionero tuviera libro de recibo y gasto en el cual escribiera con distinción la plata
que hiciere del maíz, trigos, harinas y demás semillas. Y al fin del año que
escribiera y diera cuenta a su superior de lo que había tenido de entradas de plata
procedida de semillas, y en que lo había gastado229.
De igual manera, las instrucciones para los administradores de haciendas
indican reglas muy similares a los que tenían los misioneros. Los administradores
tenían que llevar libros de registros para las siembras, un libro dividido en dos
partes, para que en una parte se asentaran las partidas de entrada y en la
segunda mitad la de los gastos. Las partidas estarán divididas en meses, al final
de cada plana se tenían que sumar y ésta cantidad se anotaría al principio de la
siguiente hoja, hasta sumar todas los importes de todo el año, y al inicio del año se
comenzaba con una nueva cuenta. También se llevaba otro libro llamado de caja,
dividido en dos mitades, como el borrador. Se anotaban las cantidades de las
sumas de entradas y gastos de cada mes, y este era el que presentaban al padre
que supervisaba las temporalidades. Un tercer libro era para las siembras y
cosechas de cada año, y la remisión de los frutos. Al final se anotaba la suma de
lo que quedó reservado para varios destinos, como lo reservado para las siembras
del año siguiente, gastos para la iglesia y necesidades de la casa del misionero230.
228 Charles Poltzer, op., cit., p, 90. 229 ASJPM, exp., 1020. 230 Francois Chevalier, op., cit., pp, 171-173.
108
Además, debían de tener un libro para registrar a las personas que
participaran en las diferentes labores de la misión. El libro tenía que estar dividido
de acuerdo al número de sirvientes ordinarios y necesarios para el trabajo,
debiéndose anotar al principio de cada parte el nombre del oficio. Otro libro o
cuaderno importante era para los registros de las deudas sueltas en pro o en
contra de la misión, para pagar unas y cobrar otras, y se sacaba también de sus
partidas las que tocaran al gasto o entrada y ponerlas en su libro; además tenían
que apuntar en el libro la razón de haberse cobrado o pagado las dichas deudas.
Podemos apreciar las modificaciones que sufrieron las reglas para la
administración de los siembras, en un principio se trató de regular las siembras
cuidando de no excederse, debido, a que no querían despertar comentarios por
parte de los seglares. Tiempo después, las reglas dictadas por los provinciales
eran más complejas, tenían que llevar los padres registros detallados de todas las
siembras y a que se destinaban. Únicamente los excedentes eran permitidos para
la venta, pero, sólo el misionero administrador indicaba las cantidades de tales
excedentes, ya que él tenía el control absoluto de los productos y podía
manejarlos a sus intereses.
3.3 Ganadería
Después de la agricultura, la principal actividad económica de las misiones era la
ganadería. Hubo cría de ganado bovino, mular y caballar, cuya utilidad fue
importante en la alimentación y en los transportes de todo el sistema misional,
También se criaba ganado menor, como cabras, borregos y cerdos, pero en
menor cantidad. El ganado era propiedad del colegio231 de la villa de Sinaloa, La
231 Colegio. Éste término, resulta en ocasiones confuso, ya que los jesuitas lo utilizaban de manera simultánea, tanto para hablar de colegio como escuela, y como lugar de estancia o residencia, sin necesidad de enseñanza. El padre Tomás Basilio en 1618, informa que en el colegio reside un Rector con 3 hermanos coadjutores cuidando de la hacienda, etc., del colegio. Se le llama colegio no por la pequeña
109
fundación del colegio de Sinaloa, como cabecera de la provincia significaba
posesión de terrenos, capital para la construcción y rentas para su
mantenimiento232.
En las misiones se criaban varias clases de ganado y se producía cebo,
melazas, carne seca y cuero, lo que no era utilizada en la propia misión, se
destinaba a los mineros españoles a bajo precio. El misionero enviaba este
ingreso en oro y plata al administrador en la ciudad de México junto con un listado
de sus necesidades y el pedido se le surtía al misionero hasta el siguiente año. La
mayor parte la gastaba el misionero en cubrir las necesidades de los indios y para
el ornamento de la iglesia; una pequeña parte era para satisfacer sus propias
necesidades233.
Luis Navarro García señala que a diferencia de lo mencionado por el obispo
de la Mota y Escobar sobre Sinaloa, quien dice que el ganado mayor vacuno se
daba escasamente atribuyéndolo a los grandes calores de la tierra. Ante esta
noticia, a Luis Navarro le causa asombro el informe de Juan López de Vicuña, que
visitó la provincia en 1620, menciona, que los padres de la Compañía de Jesús
estaban tan ricos que tenían ganado vacuno y cría de mulas, estancia de trigo y
una viña, una jabonería, curtiduría y zapatería. En 1637 el obispo de Durango,
encontró que en la villa de Sinaloa, los padres poseían en varias estancias más de
cien mil cabezas de ganado mayor. Navarro García cita otras relaciones donde
mencionan la existencia de una estancia propiedad del Colegio de la villa, y
contaba con ocho mil cabezas de ganado que servían para el sostenimiento del
colegio y de los padres. De esta manera, para el siglo XVII, Navarro García
considera a la ganadería como la base de la futura riqueza de la Compañía en
Sinaloa y en Sonora234.
escuela que dirigían allí los jesuitas, sino por ser el centro de todo el apostolado sinaloense. Ernest J. Burrus S.J. y Félix Zubillaga S.J., Misiones Mexicanas…, p, 39. 232 Gonzalbo Aizpuru, Pilar, Historia de la educación……, p, 153. 233 Ignacio Pfefferkorn, op., cit., p, 144. 234 Luis Navarro García, Sonora y Sinaloa en el siglo XVII, México, Siglo XXI Editores, S.A. y DIFOCUR, 1992, pp, 24-26.
110
El padre Miguel del Barco235 justifica la necesidad que tenían los misioneros
de contar con recursos materiales necesarios para realizar sus tareas de
evangelización. Comenta que cuando se fundaba una misión eran enviados para
el fomento del nuevo pueblo, vacas, ovejas, cabras, mulas, caballos y yeguas.
Cada padre enviaba lo que podía sin perjuicio de su misión, algunos más, otros
menos, unos de una especie de ganado, otros de otra, algunos no enviaban nada
debido a que no tenían posibilidades236. El ganado mayor correspondía a la cría
de ganado vacuno, caballos y asnos. Ganado menor, se aplicaba a la cría de
ovejas, cabras y cerdos.
En las mismas tierras de la misión se escogían lugares favorables para la
cría de ganado mayor o menor, según fuera conveniente. El padre Roldán habla al
respecto:
Aunque las sementeras que hacen estos se llaman de la iglesia, pero con este nombre son en la realidad las mismas sementeras de comunidad que Nuestro Rey y Señor prescribe y manda………..pues con ellas se socorren por igual a todos los pobres como queda mencionado y es práctica tan pública y notoria que todos lo pueden jurar y declarar a la letra, si fuere necesario, y todo cuanto sobra o a sobrado se ha puesto con ello fincas de caballada y ganado manejándolo todo y administrándolo con tanta legalidad y cuidado que no se ha dado caso jamás, en que cuando sale un jesuita a una misión se haya apropiado llevándose consigo algún ganado o caballada de la misión que deja fuera del viatico, que a conforme la distancia de su viaje le asigna el superior, porque antes de salir todo lo entrega para inventario al sucesor. ……237
La carne del ganado servía para el sustento de los hombres, era necesario
para la formación de los pueblos, en donde los padres buscaban proveer a los
habitantes de la misión. No sólo se gastaba la carne en la manutención del padre,
de su escolta y sirvientes, si tuviera alguno, también tenían participación los
indígenas y especialmente los enfermos, a quienes se les asistía con ella. En las
fiestas principales se repartían entre todos los que componen la misión varios
235 Miguel del Barco González, nació el 13 de noviembre de 1706 en Casas de Millán, Extremadura, España, e ingresó a la Compañía en 1728. En 1735 navegó a Nueva España, donde terminó sus estudios. Trabajó treinta años de 1738 a 1768 en las misiones californianas. Murió desterrado en Bolonia, Italia, en 1790. 236 Miguel del Barco, Historia Natural y Crónica de la Antigua California, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas, 1988, p, 278. 237 Luz con que deben mirar las sementeras que los jesuitas…… por el padre José Roldán, BNM, Archivo Franciscano, 32/662.1, f.4v.
111
toros, que para este fin se mataban, y se les dividían en trozos. Además de esto,
en algunas temporadas a los que vivían en las cabeceras se les daba carne de
alimento diario. Servía también la carne para agasajar a los indios en varias
ocasiones y circunstancias que los requerían; y para ellos era buen regalo la
carne, y mayor si era salada y seca238
Los caballos eran utilizados para cuidar el ganado mayor. En el paraje que
se destina para rancho de este ganado (que debía tener agua permanente para
beber, y pastos), se ponían, por ejemplo unas trescientas vacas con algunos toros.
Estas reses pasteando se alejaban mucho; y después de haber cortado el pasto
cercano, se alejaban mucho más, y hacía todas partes. Después que han
procreado y se hubiere aumentado, necesitaban más territorio para vivir; de otra
manera, pronto morían de flacas, era necesario que se extendieran por largas
distancias para alimentarse. Era necesario recogerlas y juntarlas frecuentemente,
para que se conservaran, sino del todo mansas, por lo menos que reconocieran
las voces de los vaqueros, y se dejaran conducir por ellos sin mucha dificultad a
donde conviniera. Estas recogidas no se podían hacer sin caballos, y sin muchos
caballos; porque a pie no se podía andar tanto y por días continuos.
Dice el padre Philipp Segesser239, misionero de Tecoripa en Sonora, que
una manada de caballos se componía de 25 yeguas y un garañón (macho),y a
cada manada se le proveía con un burro para que las yeguas pudieran producir
mulas, las cuales tenían un valor mucho mayor que los potrillos o potrancas.
Continúa el padre, una vez que un caballo ha sido amansado y quebrado se
convertía en un animal de silla muy bueno, sobre todo en suelos pedregosos un
caballo desarrollaba pesuñas muy duras y tenía una gran resistencia en los viajes.
En la región no se fabricaban herraduras240.
238 Miguel del Barco, op., cit., p, 279. 239 Felipe Segesser, nació el 1 de septiembre de 1689 en Lucerna, Suiza, y entró en la Compañía, el 14 de octubre de 1708. Hizo la profesión religiosa en 1726, y pasó a México en 1730. Fue misionero en las misiones norteñas en 1731 hasta su muerte ocurrida en Ures, el 28 de septiembre de 1762. 240 Philipp Segesser, La relación de Fpilipp Segesser, Correspondencia familiar de un misionero en Sonora en el año de 1737, México, Edición y traducción Armando Hopkins Durazo, 1991, p, 10.
112
Las mulas eran necesarias para conducir bastimentos a las misiones que
no los tienen, y las misiones que tenían algunas siembras retiradas, con mulas de
carga se transportabas las cosechas. También las mulas eran amansadas para
montarse y eran más apreciadas que el macho, ya que tenían mucho mejor paso.
Había mulas que no se podían comprar por menos de cien pesos cuando un buen
caballo se vendía por diez pesos y uno bronco por tres. Un burro costaba por lo
general cien pesos241.
Sobre las ovejas y cabras, el padre Miguel del Barco, menciona la
importancia que estas tenían por el uso de la lana, de la cual en algunas misiones
tejían los indígenas frezadas y sayales para ellos mismos. Debido a que la ropa
que era enviada de México a cada misionero no alcanzaba para todos, no había
otra manera de adquirirla, de modo que recurrían a las ovejas. De las pieles de
cabra, servían para que las mujeres más pobres y viejas se las colgaran de la
cintura, las cubrieran por detrás, en lugar de cuero de venado242.
En un documento llamado Estado de las temporalidades de las misiones243,
de fecha de 1767, en el cual podemos ver un libro mayor cuyas columnas indican
las diferentes clases de ganado: Ganado mayor, bueyes, carneros, ganado cabrío,
mulas mansas, machos mansos, ovejas, mulas serranas, machos serranos,
caballos mansos, potros y yeguas. Además las tres primeras columnas señala;
Reales, oro y plata. En el cuerpo de la hoja se asienta el nombre de las misiones,
cabeceras y visitas y las cantidades se indican en la columna que corresponde.
Las misiones se agruparon por ríos: Yaqui, Mayo, El Fuerte y Sinaloa.
El documento antes mencionado, se trata de un inventario realizado en las
misiones en el año de 1767, que es la fecha de la expulsión de los jesuitas. Puede
ser que se trate de un informe hecho por autoridades seculares después de la
salida de los jesuitas al exilio. Lo interesante del documento, son los datos que
arroja sobre las cantidades de ganado mayor y menor en las misiones de la
241 Ibid., p, 11 242 Miguel del Barco, op., cit., p, 281. 243 Estado de las temporalidades de las misiones de Sonora y Sinaloa de fecha 1767, BNM, Archivo Franciscano, 54/732.
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Provincia jesuita de Sinaloa. Las misiones del río Sinaloa tenían el mayor número
de cabezas de ganado mayor, 4,939 y de bueyes 529, el río Fuerte 3,719, del río
Mayo 4,310 y en el río Yaqui 786. De caballos, el río Fuerte contaba con 1,248 y el
río Mayo con 2,810 yeguas. El número de las ovejas era considerable en el río
Yaqui con 17,192, y el Mayo 3,260. Otros animales numerosos eran los carneros y
cabras, las misiones de los ríos Yaqui y Mayo eran las que contaban con la mayor
cantidad de ganada menor244.
Efectivamente, los padres administradores debían de llevar un registro en
un libro mayor, separando las diferentes clases de ganado mayor y menor, así de
esta manera, se conocía la existencia de cada uno, y además, en otro libro se
registraba la entrada y gasto del mismo. También se tenían en cuenta a los que
trabajaban en el cuidado del ganado, llevando control de ellos.
Las declaraciones del padre provincial Luis del Canto sobre las
instrucciones para la administración del ganado, indicaban, que lo que procediera
de los frutos del ganado, caballada y lo demás de este género, la mitad de eso,
podía ser usado por los padres para el avío de sus estancias y necesidades
propias. Y la otra mitad, se destinara al socorro de la Provincia. También,
ordenaba con precepto de la Santa Obediencia, que cada padre al fin del año
escribiera y diera cuenta a su superior de lo que había tenido de entradas de plata
generadas del ganado, mulas, carneros, y cosas semejantes. Y además anotar en
que se había gastado la mitad de lo que se le permitía para sus avíos y
necesidades. Declara el dicho padre provincial que el precepto de que los padres
tengan libro de recibo y gasto y que cada año se envíen información al respecto.
Esto era para todos los padres. Así como también, los padres que aportaban la
mitad de lo derivado del ganado para la provincia se referían solamente con los
padres que tenían mil reses y de ahí para arriba, más no con los que no llegaba
su ganado a mil cabezas245.
244
Ibid. 245 ASJPM, exp., 1020.
114
Sobre este punto, el padre del Canto, no especifica, si es ganado mayor o
menor. Algunas de las misiones tenían más de mil cabezas de ganado mayor,
pero no de ganado menor, y otras tenían más de mil cabezas de ganado menor y
no de mayor. Por lo que podíamos decir, que la mayoría de las misiones tenían
que aportar la ayuda o limosna para la provincia.
La administración en las misiones era una labor que requería de mucho
tiempo invertido en ella. El padre Segesser nos ilustra al respecto:
Sería humanamente imposible para una persona resistir el trabajo y sacrificio necesario en la administración de las misiones, (más en unas que en otras, pero de seguro todos los misioneros están suficientemente ocupados). Así pues, es muy poco el tiempo que le queda libre al misionero para realizar sus labores espirituales (a menos que se interprete como espirituales todos los negocios que se hacen durante el día de orden temporal). Para poder escribir estas furtivas líneas (que les prometí) tuve que dejar de hacer algunas cosas pero de inmediato tendré que reponer este tiempo246.
De los mejores administradores de ganado fue el padre Eusebio Kino247, a
quien Bolton le llama el rey de los jinetes y de los ganaderos. En 1687, se le
otorgó una Cédula Real de la Audiencia de Guadalajara que eximía por veinte
años, a los recién convertidos de todo trabajo forzado. Lo anterior se debió a la
petición meses antes del mismo padre Kino. Llegando Kino a Sonora, se dedicó
activamente a establecer estancias ganaderas, no solamente las instalaba en el
punto escogido para nuevas misiones, sino también en otros lugares que fueran
propicios para la cría de ganado donde abundaran el pasto y el agua, para apoyar
a las misiones de las rancherías que carecían del avituallamiento necesario248.
Uno de los problemas más graves de Kino fue la falta de misioneros que lo
auxiliaran para mantener las reducciones que iba preparando para los futuros
establecimientos misionales. Kino solicitó con urgencia al padre provincial el envío 246 Philipp Segesser, op., cit., ,. 53. 247 Eusebio Francisco Kino, nació en Segno, Trento, norte de Italia, el 10 de agosto de 1645, pasó a México en 1681. Participó en la comitiva del Almirante Atondo y Antillón, a realizar la expedición a la Baja California. A principios de 1687, llegó a su primera misión, Nuestra Señora de los Dolores, Sonora. Murió en Santa María Magdalena, Sonora el 15 de marzo de 1711. 248 Herbert Eugene Bolton, Los confines de la cristiandad, una biografía de Eusebio Francisco Kino, S.J., Misionero y Explorador de Baja California y la Pimería Alta, México, Editorial México Desconocido, 2001, p, 599.
115
de misioneros, pero no fueron atendidas sus peticiones por la falta de personal249.
Fue hasta 1693 cuando fue enviado el padre Agustín Campos, quien sería el
brazo fuerte del padre Kino, después llegaron otros jesuitas a la región. El año de
1695 las misiones de la Pimería Alta se erigieron en rectorado independiente con
el nombre de Nuestra Señora de los Dolores. El padre Marcos Antonio Kappus fue
su primer rector, esta medida facilitaban la administración al desligarlo de la
autoridad del rector de los ríos Sonora y San Miguel. De 1687 a 1699 Kino fundó
25 pueblos misionales en la Pimería Alta.
Kino contaba con prósperos ranchos de ganado, cuidados por los indígenas
en los diferentes pueblos. En los principales puestos, tenían buenas cosechas de
trigo y maíz, sus huertas producían frutas de Castilla; uvas, granadas, higos,
duraznos, algodón, melones, peras, calabazas, entre otras. Sus trenes de arrieros
iban por los minerales (hasta el de Alamos y los Frayles) y por los presidios (de
San Juan y Fronteras) a vender carne seca, sebo, harina, maíz, animales a
cambio de ropa, utensilios de labranza o de artes mecánicas. El valor de sus
ganaderías y siembras se acercaba a $40,000, pudo prometer y enviar para la
iglesia de Jesús en Roma $2,000 y en México hacía compras de ornamentos y
objetos de uso hasta por $700250
Eusebio Kino señala en sus Favores Celestiales251 las cuantiosas estancias
donde había ganado mayor y menor, y manadas de yeguas con muchas
caballadas y cabalgaduras, así mulares como caballares, recuas para el trajín y
comercio necesarios, con pastos muy pingües y abundantes para todo el año y
para carnes muy gordas de mucho cebo y manteca, y el jabón se hacía en
abundancia.
249 El padre Kino fue a la capital a solicitar al virrey y del padre Provincial ocho misioneros que se necesitaban, pero la guerra de sucesión en esos momentos ocupaba la atención de toda la monarquía española, además hacía inseguros los viajes por mar y las arcas reales escaseaban los fondos. México atravesaba por una etapa de depresión económica. Herbert Eugene Bolton, op., cit., p, 598. 250A Kino se le prohibió cultivar más tierras de lo que se necesitaba para los gastos y bienestar de su propia misión y negociar para otros fines. El p. Kino tenía prevista la fundación de nuevas misiones cercanas a la suya. Gerard Decorme, op., cit., pp, 410-411. 251 Eusebio Francisco Kino, Crónica de la Pimería Alta, Favores Celestiales, México, Gobierno del Estado de Sonora, 1985, p, 215.
116
3. 4. La administración del Sínodo
Uno de los ingresos principales de las misiones era el Sínodo, que era un pago
anual de 300 ó 350 pesos que el gobierno español daba a cada misionero. Los
religiosos enviaban una memoria al procurador de misiones en México, esto era,
una relación de los artículos que se ocupaban en las misiones y que se
compraban con el importe del sínodo y que se enviaban al año siguiente.
Las memorias formaban parte de la administración de las misiones, debido
a que el misionero debía de solicitar lo que se requería para el buen
funcionamiento del asentamiento misional, las memorias comprendían ropa y
objetos para el uso del misionero, instrumentos de trabajo, objeto para el culto y
telas para el consumo de los indígenas que los misioneros les entregaba como
parte del salario por su trabajo para la misión.
En algunas memorias podemos encontrar cartas anexas donde el misionero
hacía aclaraciones al Procurador General sobre ajustes de cuentas, debido a que
en varias ocasiones, los misioneros se excedían de los 350 pesos, de esta
manera, el religioso, le enviaba la diferencia al año siguiente junto con la siguiente
memoria. Pero también, había momentos en que el misionero no tenía como
pagar las deudas y así se le iban acumulando en su cuenta.
Además de las cuentas de las memorias, algunos misioneros enviaban
cantidades para el socorro252 de la provincia. El padre Provincial Rolandegui
escribió en agosto de 1707 a los misioneros norteños para indicarles el estado
económico desfavorable de la provincia mexicana. Las deudas de la provincia (sin
contar las casas particulares) ascendían, el 1 de abril de 1706, a 512,443
pesos253.
252 Socorro, también llamado ayuda de desempeños de la provincia, y limosnas. 253 Ernest Burrus y Zubillaga, El noroeste de México……..op., cit., p, 368.
117
En una carta anexa a una memoria con fecha 18 de mayo de 1715, el padre
Juan de Irazoqui del Colegio de Sinaloa, expone al Procurador General Juan de
San Martín lo siguiente:
Agradezco a VR la remisión de mi limosna (artículos solicitados el año anterior) y de la este Colegio que vinieron muy buenas, menos las cuentas, que así la una como la otra vinieron erradas……en la cuenta que me hace VR solo me abona 47 pesos y 6 tomines debiendo ser 134 pesos 4 tomines, y así, soy defraudado con 86 pesos 6 tomines. Así mismo, ese oficio alcanzó a este colegio en 34 pesos y en el caso que VR le haré de cuenta deber 145 pesos y así es gravado este colegio con 111 pesos. Y así supongo de la mucha caridad de VR mandará al contador o escribiente deshaga el error ……El padre Reynaldos me escribe desde Sonora, quien fue allá y juntó algunas reses y poco más de 100 pesos los cuales procuraré remitir a VR, y si puedo juntar algo más, para en cuenta y satisfacción de lo que quedó debiendo este colegio…… Va la memoria de este colegio y aunque larga se ha hecho así por ser necesaria, así por la obra, y porque me escribió el señor obispo que para principios del año que viene estará en esta villa para hacer su visita, por lo cual si pudiere suplico a VR remitirme para el año que viene lo que sé que no estaré debiendo, así de la memoria que recibí como la que ahora pido, y así si pudiere me remita VR lo que gustare porque para el año que viene espero haberle enviado algunas cantidades que se me deben, que si no hubiera tenido al maestro que vino de esa ciudad… , ya por no hallarse en esta tierra y pudiera yo pagarle ahora y remitirle algo en cuenta de lo que pido ahora, pero fue necesario el dar a dicho maestro 700 pesos por el trabajo grande que hizo en estas tierras. Espero se mantenga VR en perfecta salud….Colegio de Cinaloa, Mayo 18 de 1715. Firma del padre Irazoqui, (se anexan 3 hojas de artículos solicitados)254.
En las memorias podemos ver las necesidades de los misioneros, así como
las explicaciones dadas al Procurador al no enviarle los pagos por las diferencias
pendientes o la ayuda para la Provincia.
….si se puede y es el que fuera de lo que pido para el gobierno que es dicha poquedad me remita dicha memoria bien surtida y principalmente de lencería, seda, chocolate, calzado, listón, sarga. Y no remito a VR plata porque lo que nos cayó este año pagué lo que aquí me fiaron de la ropa que hubo menester; porque lo que me remitió el año pasado fue poco como se acordará que se redujo a dos arrobas de chocolate, especias y un poco de calzado. Si se pudiere surtir de todo y sí no se pudiere no por eso dejaré de estarle socorriendo por lo demás, pero sí la remite advierto que lo que podré dar para el año que viene solo serán 400 o 500 pesos. VR verá lo que le estuviere a cuenta. Cinaloa junio 11 de 1716, padre Juan Irazoqui, misionero de Nío y Bamoa255.
254 AGN, (JESUITAS), Vol. IV-7, exp., 67, fs, 99-102. 255 AGN (JESUITAS), Vol., IV-7, exp., 213, fs, 298-299.
118
En un documento de fecha 1719256 se muestra una relación de padres de la
Provincia de Sinaloa que envían diferentes cantidades de plata al Procurador
General en México. Las cantidades de plata y las memorias se concentraban en
una misión y se hacía un solo envío, aprovechando el viaje del arriero, y éste
regresaba de México con los artículos solicitados en las memorias y eran
entregados por él a cada misión. Así, como la memoria del padre José Palomino
de la misión de Guasave de fecha 1763257, menciona el envío de 30 pesos de
limosna para la ayuda de la fábrica del Colegio Máximo, así mismo, el padre
remite plata para el complemento a su pedido para el año siguiente.
Para 1745 los jesuitas en México se cuestionaban si se podía cobrar la
limosna anual de quince misiones inexistentes, y qué se debía hacer en cuanto a
la comunión de los indígenas, y sí se podía aceptar la limosna real por el vino y el
aceite. Éstas preguntas fueron hechas a diferentes funcionarios de la Compañía
por el padre provincial Cristóbal de Escobar y Llamas. Varias respuestas recibió el
padre provincial hacia esa situación. Uno de los comentarios que me parecen
interesantes, es la del padre Juan María Casati, de la casa profesa, respondió
negativamente al cobro de la limosna anual de unas misiones ya suprimidas.
Además sobre la cantidad de 300 pesos del sínodo, considerado por algunos
jesuitas como insuficiente para el mantenimiento del misionero, sobre esto señaló:
Aun dado que los 300 pesos que paga el rey no alcancen para la sustentación del misionero, pero sí alcanzan trayendo a colación el servicio personal de los indios, las tierras que se le dan al misionero para la siembra necesaria y otras cosas, al tenor, o éstas, en lo demás, para ver sí el sínodo que paga el rey es justo o no. No basta ver sí alcanza o no la sustentación del misionero, sino que es menester averiguar qué principio tuvo esta tasa corriente del sínodo258.
El padre Casati considera que los 300 pesos eran insuficientes para el
sustento de la misión, pero se compensaba con la explotación de las tierras y el
trabajo de los indígenas de las misiones, además de lo permitido por los
misioneros como el comercio de los productos agropecuarios y ganaderos.
256 AGN (JESUITAS) Vol.,IV-12, exp., 2, fs, 2. 257 AGN (JESUITAS) Vol, IV-12, exp., 27, fs. 41-42. 258 Ernest Burrus y Zubillaga, El Noroeste de México…..……..op., cit., pp, 21-65.
119
Llama la atención, el informe que realiza Juan Antonio Baltasar en su carta
dirigida al padre General en Roma, fecha 1754, cita: las misiones en los últimos 60
años han concurrido con más de un millón de pesos a la provincia259. Una
cantidad considerable para la época. El padre Baltasar propone al General en
Roma, la división de la provincia mexicana, él considera que esta nueva provincia
estaría compuesta principalmente de misiones, que serían vigiladas por un
superior. De esta manera, el padre Baltasar, señala la importancia de la
separación, dedicada exclusivamente a la administración de las misiones.
El sínodo otorgado por la Corona a los misioneros siguió siendo la misma
cantidad de 300 ó 350 pesos anuales hasta la expulsión en 1767. Es de suponer
que las necesidades de las misiones, con el tiempo fueron aumentando, los
precios de los artículos y fletes también se incrementaron. Las memorias
mencionan los objetos que solicitaban, en primer lugar los misioneros pedían
chocolate, diferentes especias, materiales para medicina, herramientas, clavos,
tachuelas, fierros, espuelas, estribos, tabaco260, cuchillos, diferentes clases de
telas y zapatos. Mantas, sombreros, artículos para el ornamento de la iglesia,
entre otras cosas que sería largo mencionar.
Siendo provincial el padre Juan Antonio Baltasar, informa al padre Ignacio
Vizconti, General en Roma, sobre los malos manejos de los fondos de la provincia
bajo la administración de los procuradores generales en México, la carta tiene
fecha de 1753:
de las cuentas que procedían con ninguna sinceridad con los misioneros y en el oficio se practicara un trato que no sé porque no haya de llamarse estrecha negociación, pues compraban con baratura (los procuradores), para apuntárselo a los misioneros en mayores, y a veces subidos precios, lo que se evidencia por las mismas visitas de los libros, en que ese trato llaman industria e inteligencia y en algunas de ellas se expresa la gran cantidad que adelantó el oficio, y en que mañosamente deslumbró a los misioneros261.
259 AGN (MISIONES) Vol., 22, f, 384. 260 Tabaco. Al respecto, el padre Pfefferkorn dice: los misioneros tenían el hábito de guardar anualmente un buen suministro de tabaco que lo usaba para mantener a los indios de buen humor y para hacerlos obedientes, ya que ningún regalo podía ganar el afecto de los indios con más seguridad que el tabaco. Ignacio Pfefferkorn, op., cit., p,146. 261 AGN (MISIONES) Vol., 22, f. 383.
120
El padre Juan Antonio Baltasar revisa los libros de cuenta de los
procuradores generales, hace mención que marcaban a precios muy altos los
artículos que solicitaban los misioneros262 en sus memorias, siendo que los
procuradores los adquirían a un bajo costo. Además, estaban cobrando
indebidamente a la Hacienda Real los importes de sínodos de misiones
inexistentes263.
Ya he avisado al padre Procurador Juan Francisco López que notifique a VP. Como a causa de las instancias de este virrey bastantemente desafecto fue preciso tomar un corte que disimulase las faltas pasadas en el número ciento diecinueve misiones que debía haber, según la paga del Rey, y no las había en realidad sino noventa. Y cuatro misiones fueron fundadas por particulares y no por el rey264. Y por ahora corren como que fuesen por el rey, en total serán noventa y cuatro, que actualmente pagará el rey en los años venideros, sin comprenderse en estos las de California que no paga el rey265.
Las autoridades de la Compañía ordenaron reorganizar de manera discreta
las misiones, aceptaron que se estaba cobrando de más los sínodos, pero,
decidieron no regresar el dinero. Era el sínodo de 119 misiones los que cobraban,
sin embargo, sólo había 90 y 4 más que habían sido fundadas por particulares y
no tenían derecho al sínodo real, de esta manera, el padre General Visconti,
ordena que se funden lo más pronto posible 4 nuevas misiones en la Pimería Alta,
para compensar el número266. Pero, parece que no fue posible, porque después
de 1699 ya no se fundó ninguna otra misión.
262 El padre Pfefferkorn se queja de los precios altos: Lo único que me puede es que debido a los precios excesivamente altos de toda la mercancía, la utilidad de éste comercio fuera ganada por los mercaderes mexicanos y, finalmente, por los mercaderes españoles. Si este comercio no hubiera sido tan desventajoso para nosotros, hubiéramos podido obtener para los misioneros y para los indios, muchas comodidades, de las cuales nos vimos obligados a prescindir. Ignacio Pfefferkorn, op., cit., p, 145. 263 AGN (MISIONES) Vol., 22, fs.383-385. 264 Las cuatro misiones eran del Rectorado de Chínipas, que fueron fundadas por particulares, debido a eso, el rey no tenía obligación de aportar el sínodo. Al respecto, Gerard Decorme, cita al autor D. Fco. Almada, quien dice que en el año de 1700, el español D. Alfonso Fernández de la Torre, al morir hizo una donación a la Compañía de Jesús de una hacienda, con la condición de que se dieran a los misioneros de Chínipas y Yécora $350.00 de subsidio, cantidad que dice, no se les pagó, siguiendo estas misiones todo el tiempo recibiendo el subsidio real de $300.00. 265 AGN (MISIONES) Vol., 22, F, 385v. 266 AGN (MISIONES) Vol., 22, F, 434v.
121
El mismo padre General Visconti menciona en su carta:
También tengo noticias de la suma increíble de dinero que la provincia a percibido de las misiones en los últimos sesenta años, lo cual tampoco alcanzo con que conciencia se haya podido hacer, aunque bien entiendo que con esa suma se pudiera fundar casi una provincia entera de misiones; y temo mucho que los atrasos que experimenta la provincia en medio de unas entradas tan desmedidas no sea castigo visible de Dios, por la sed insaciable de amontonar. Y respecto de que se ha utilizado ya la provincia aún en los últimos sesenta años en más de un millón y medio de pesos de las misiones, y no es razón que persevere este desorden que hasta ahora podrá haber provenido en mucha parte de la unión de las dos Procuras de Provincia y de misiones, pondré en carta aparte algunas órdenes que lo precaverán en adelante267.
Entre las disposiciones ordenadas por el superior general estuvo el
nombramiento de un administrador para los bienes de las misiones separado de la
procuraduría de la provincia. El padre Juan Antonio Baltasar fue designado para
ocupar el nuevo puesto268.
Se daba el caso de que un mismo padre atendía a dos misiones. Hubo
misiones que desaparecieron o que se concentraron dos pueblos en uno, pero
también, se dio la situación de que dos misiones eran atendidas por un solo
misionero. Sin embargo, la Procuraduría de misiones no informaba a la Real
Haciendo sobre el asunto. En una relación de misiones existentes para la segunda
mitad del siglo XVIII, indica a la Provincia de Sinaloa con veinte misiones269, pero
vemos que no aparecen varios pueblos de visita que seguían existiendo, como por
ejemplo las misiones de Nío, Bamoa, Tamazula, San Miguel, Ahome, entre otros.
Ésta relación está hecha por personal de la Compañía, se indican sólo las
misiones donde se encontraba el misionero y la cantidad del sínodo. El padre
Irazoqui se encontraba en el Colegio de Sinaloa y atendía las misiones de Nío y
Bamoa, las cuales no aparecen en la relación, pero, aparece Sinaloa que era el
colegio.
El informe del padre Baltasar de 1745, de las misiones del Noroeste,
menciona a unos misioneros desinteresados por aprender la lengua indígena del
267 AGN (MISIONES) Vol., 22, fs.435v-436. 268 Sergio Ortega Noriega, “Crecimiento y crisis…..op., cit., p, 132. 269 AGN (MISIONES) Vol., 22, fs, 449v y 450.
122
lugar, algunos tenían negocios con el mezcal haciéndolo para su gasto y
medicamento, otro padre tuvo trato con el comercio de perlas. Varios padres
mostraban desgano por el culto religioso, debido a que no sabían hablar la lengua,
no podían dedicarse a la doctrina, ni podían tener trato con los nativos del lugar.
Con respecto a la administración de las temporalidades por los misioneros, el
padre Baltasar hace pocas observaciones al respecto270.
Juan Antonio Baltasar termina su informa al padre General, sobre las
misiones norteñas:
Actualmente por todo el reino se está despojando por orden del rey a las doctrinas a todas de los religiosos sustituyéndolos por curas seculares. Tengo un informe en mi poder, recién hecho al rey, sobre más de veinte de nuestras misiones, en que a S.M. se pide la misma mudanza de dichas misiones en curatos, y con el pretexto de aumentar los haberes reales me avisaron de Madrid que ese informe hizo bastante eco en los ánimos de aquellos ministros. Por otra parte son muchas y graves las quejas que continuamente se producen contra nuestros misioneros, y si he de decir la verdad, muchos no carecen de fundamento y es difícil legítimamente compungirse. Son muy pocos entre ellos quien tenga sólido espíritu, se ve que muchos declinan a tibieza descuido, por lo cual los seculares los desprecian, los indios no los quieren, y se van acostumbrando acudir al obispo para pedir clérigos y para decirlo todo en poco, mirando desapasionadamente las cosas ….sin moverse de pasión alguna lo que miran con refleja y despacio el estado presente de nuestras misiones (excepto las de California), juzgan que para el bien de la religión, crédito y observancia y bien de los sujetos particulares, cuantas menos tuviéramos de estas misiones, otro tanto conducirá a la perfección de la Provincia. El único remedio fuera que nuestros misioneros en un todo se reformaran, gobernándose más por espíritu que por el apego a los bienes, viendo retirados y no desparramados a comunicaciones impertinentes con más obediencia a los que se les manda de lo que en ellos se experimenta. Pero esto entre los presentes ya hechos a esta vida distraída es difícil conseguir271.
Considero pertinente señalar que las cartas arriba citadas se encuentran en
el Archivo General de la Nación, ramo Misiones en el volumen 22. Éste libro
contiene una rica información sobre el estado de las misiones del noroeste. Hago
la aclaración que las cartas no son las originales, sino son una transcripción que
realizaron personas autorizadas por el gobierno real y virreinal, para incursionar en
los colegios, casa y oficinas de la Procuraduría de la Compañía de Jesús para
270 Ernest Burrus y Zubillaga, El Noroeste de México…..……..op., cit., pp, 271 AGN (MISIONES) Vol., 22, f, 386v.
123
revisar los libros de registro de las temporalidades, esto se realizó después de la
expulsión de los jesuitas. Las personas que fueron comisionadas para esta tarea,
dejan claro que las firmas de las cartas fueron cotejadas y aseguraron pertenecer
a los padres Juan Antonio Baltasar, y los Generales Retz, Vizconti y Centurión.
El padre Felipe Segesser describe la diaria rutina del misionero como una
tarea extenuante, desde el amanecer del día inicia despertando a los muchachos
del servicio y supervisa la oración de la mañana, después de esto, se toca la
campana para llamar a misa, después, se reza o canta la doctrina cristiana,
aunque esto se suprime cuando hay mucho trabajo por hacer. Después el padre
misionero atiende a los visitantes y comparten un desayuno con chocolate.
Después del desayuno el padre misionero tiene que dar sus instrucciones al
cocinero para la comida del mediodía y tiene que proveerle de la despensa lo que
necesita. Los muchachos del servicio de la casa alimentan a las gallinas, a los
patos y a los gansos. El padre ordena al jardinero que recoja el estiércol y da
instrucciones al vaquero para el cuidado del ganado272.
El misionero durante el día atiende bautizos, a los justicias cuando le
solicitan semillas de maíz o de alguien que está enfermo, o muriendo. Y de esa
manera transcurre el día. Además el misionero tiene que proveer alimento a los
indígenas para que trabajen. Ya que es necesario que levanten las cosechas para
poder pagar los costos de los servicios religiosos que se celebran. En muchas
ocasiones el misionero no tiene tiempo para dedicarle un tiempo a sus oraciones
del día, debido a las diferentes situaciones que se presentan, el cocinero le
anuncia la falta de condimentos para la comida, manteca, huevos. La atención de
los mensajeros que llevan correspondencia y se tiene que darles de comer273.
Llega la hora de la comida y hay que ordenar poner la mesa. Después de
la comida se dicen las oraciones y se le dan instrucciones al cocinero para que
envíe comida a los enfermos. El misionero va con los sirvientes al gallinero a
recoger huevos. Posteriormente el padre aprovecha la hora de la siesta para 272 Fhilipp Segesser, op., cit., pp, 49-51. 273 Ibid., pp, 52-53.
124
descansar, más no para dormir, pues lo usa para leer o escribir. Poco después el
cocinero demanda carne para la cena, el fiscal pide maíz para el pozole el
panadero harina para hornear. Y después de las instrucciones del catecismo el
misionero trabaja en el jardín hasta el toque del ave maría, continúa el rezo del
rosario, la letanía y el Salve Regina. La cena sigue a las oraciones y después se
dedica a registrarlas compras, ventas y cualquier cosa interesante del día, esto se
apunta en los libros especiales para que los superiores en sus visitas no
encuentren faltas. Posteriormente, llega la hora de dormir, puede ser que en la
noche sea requerido para atender a un enfermo.
3.5. Otras actividades En las misiones hubo también otras actividades productivas como el trabajo del
cuero para fabricar calzado, sebo, y otros artículos. Llegó a producirse harina de
trigo, jabón, azúcar de caña y tejidos de algodón. Los indígenas llegaron a ser
diestros constructores, como lo evidencian los templos que aún subsisten, que
fueron levantados por los indios bajo la dirección de maestros conocedores de las
técnicas europeas.
El padre Diego Valladares habla sobre los pobladores de las misiones del río Fuerte en 1743:
No tienen otro oficio ni herramientas, que todas son muy costosas para ellos. Suelen aplicarse a la carpintería, herrería, Zapatería y a curtir sus cueros o leer y escribir música para sus iglesias y a tocar órgano, arpa, guitarras, rabeles, clarines y chirimías , lo que han aprendido con el cuidado e industria de los Padres a quien le siembran unos almudes de maíz, que es todo el emolumento que les contribuyen: y si se logran, tienen que comer, pues sacando el Padre lo que ha menester para su gasto, se lo da a ellos y es la semilla que siembran; porque no cuidan de guardarla para su tiempo. Y de este maíz se les da para que coman en las fiestas de la Iglesia, y se vende para comprar ornamentos y demás cosas necesarias, porque no les alcanza la limosna que les envía su majestad274.
Llegaron arquitectos para que construyeran las iglesias e instruyeran a los
indígenas, mecánicos, para enseñarles el trabajo con las manos, Y maestros en
274 Ernest J. Burrus S.J. y Félix Zubillaga S.J., Misiones Mexicanas…., pp, 51-52
125
varias artes, de platería, pintura, hierro, telar, carpintería, y de este modo cuanto
en una región se puede desear. De esta manera, los misioneros aseguraban la
subsistencia de la misión, proporcionaba estabilidad al asentamiento y mantenía la
unidad de la comunidad. Así como también, se beneficiaba la expansión
misional.
Las iglesias se construían únicamente de adobe y los techos no tenían
arcos sino que eran planos y construidos con vigas de madera. En contraste con
la sencillez de esta construcción, las iglesias se decoraban con hermosos altares,
imágenes, pinturas y otros adornos. En los días de fiesta importante, los utensilios
que se usaban prácticamente en todas las misiones en los servicios del altar eran
de plata amartillada, algunas veces eran doradas. En ocasiones llegaban a las
misiones arquitectos y maestros especialistas en carpintería, pintura, escultura,
herrería, que les enseñaban a los indígenas las diferentes artes. Para este trabajo,
los misioneros tenían que pagar los servicios a los maestros provenientes de
otros lugares.
Juan López de Vicuña que visitó la Provincia de Sinaloa en 1620, señala
sobre las misiones: al menos los padres de la Compañía de Jesús, están tan ricos
que tienen ganado vacuno y cría de mulas y estancias de coger trigo y una viña
que han puesto y una jabonería y curtiduría y zapatería…275
En las misiones se producía, sebos, melaza, carne seca y cueros, y la que
no se utilizaba en la misión, se destinaba para ser vendidos a los mineros
españoles, el misionero enviaba este ingreso en oro plata al administrador en la
ciudad de México. El comercio se realizaba en las misiones, según los misioneros,
era vender los excedentes a los campamentos de mineros españoles aprecios
bajos.
El padre Bernardo de Mercado, describe una de las actividades principales
del pueblo de Chicorato en 1744:
El pueblo está rodeado, por todas partes, de serranías, bañando su falda el río. Con esto, todo el año están vestidas de flores silvestres, aun en el invierno,
275 Luis Navarro García, op., cit.,, p, 25.
126
habiendo una continua primavera y dando pasto y variedad de especies de abejas que existen en abundancia, y fabrican todo el año colmenas en sus distritos. Con esto se pudieran abastecer, como abastecen, a otros con la cera y miel que cortan…. 276
En las misiones se confeccionaba diferente tipo de ropa, para esto, los
misioneros solicitaban en sus memorias distintos tipos de telas de diferentes
calidades. Las indígenas conocían el arte de hilar y tejer y hacían algunas mantas,
Rodríguez Gallardo en su relación de 1750 se refiere a esta actividad:
…..en algunas ocasiones las indias elaboraban sábanas o ceñidores que luego vendían o cambiaban por el equivalente de uno o dos pesos; también ablandaban cueros de venado y burro. E igualmente los vendían o cambalachaban por telas burdas a individuos de la propia misión e incluso a españoles fuera de ella. A pesar de todo este tipo de relación apenas se daba. Y los misioneros insistían en su idea de la plena autonomía económica de su misión277.
Parece ser que los misioneros atendían más la administración de las
temporalidades de las misiones, que la administración de la doctrina religiosa. La
lejanía y el vasto territorio de las misiones del noroeste, permitió a los misioneros
llevar una vida relajada y dedicada más a la explotación de la mano de obra
indígena, para el aprovechamiento de los productos de la misión, y hacer
beneficiosas relaciones comerciales. Una parte de los misioneros habían perdido
el entusiasmo de los primeros años por atender las labores de evangelización, el
desconocimiento y el desinterés de aprender la lengua, les impedía dirigirse a los
indígenas y ministrarle los sacramentos.
Fue una compleja organización económica, basada en la explotación de las
propiedades de la misión y cuyo fundamento operacional recaía en una gestión
empresarial minuciosamente reglamentada, la cual sólo fue interrumpida con la
expulsión de la Orden en 1767.
276 Ernest J. Burrus S.J. y Félix Zubillaga S.J., Misiones Mexicanas………op., cit., pp, 57-58. 277 Rafael Rodríguez Gallardo, Informe sobre Sinaloa y Sonora 1750. Paleografía de Germán Viveros, México. Archivo General de la Nación, 1975, p, XXIV.
127
CAPÍTULO 4.- Los efectos de la administración de las misiones en los
colonos, funcionarios de gobierno e indígenas.
El presente capítulo, tratará sobre los efectos de la administración de las misiones
jesuitas, que afectaron a los grupos de colonos, funcionarios de gobierno y a los
indígenas. En el sector de los colonos vamos a ver que en el transcurso de época
misional, de 1591 a 1767, las relaciones fueron cambiando hasta llegar a serios
conflictos, debido a las dificultades entre los intereses económicos contrarios. Uno
de los constantes problemas entre los dos grupos fue por la insistencia de
acaparar a los trabajadores indígenas.
Los funcionarios del gobierno encabezaban al grupo de colonos que le eran
favorables, y compartían intereses económicos, debido a que eran dueños de
haciendas, minas y comercios. Con el tiempo, las disputas contra los misioneros
crecieron y los problemas locales pasaron hacer objetos de atención directa del
gobierno virreinal. De la misma manera, los indígenas sufrieron los efectos de la
administración misional, desde finales del siglo XVII se incrementó el número de
colonos y de minas, de esta manera, creció la demanda sobre las misiones: más
subsistencia y más trabajadores. Los indígenas demandaron ante las autoridades
el pago justo de su trabajo, tanto por parte de colonos y misioneros.
En el siglo XVIII la situación en las misiones se hizo más difícil, debido a
que las exigencias laborales provocaban inconformidades entre los indígenas,
además de que ellos se daban cuenta de que su trabajo no era remunerado
satisfactoriamente por los misioneros. En respuesta, los indígenas yaquis, mayos
y del río Fuerte se sublevaron en 1740. Pero, las autoridades se encargaron de
sofocar este movimiento, dando muerte a sus líderes indígenas. La situación
siguió siendo desfavorable para los nativos, tuvieron que seguir cumpliendo con
las exigencias de la vida misional.
128
4.1. Los colonos
Funcionarios de la Corona, mineros y comerciantes estaban relacionados entre sí,
integraban el grupo social más poderoso. Los grupos de colonos controlaban la
minería, principal actividad económica, estaban también en este grupo los que
ocupaban cargos de gobierno, tanto civiles como militares.278
Los miembros del grupo de poder controlaban prácticamente la región a
través del ejercicio del poder político en las diferentes entidades de gobierno,
alcaldías, justicias y gobernaturas y por la posesión y manejo de las actividades
económicas en las haciendas, reales de minas, comercio y transporte. En una
palabra formaron un grupo o grupos de exclusividad social, en ocasiones, con
fuertes rasgos de predominio étnico-familiar, el caso de los vascos y de los
castellanos en la Provincia de Sinaloa y más característicamente en la de la
Nueva Vizcaya, que se vincularon estrechamente con los ámbitos sociales,
económicos y políticos de la región y se cerraron, paulatinamente, a influencias
externas279.
La principal función de la población blanca o de gente de razón fue la
minería, la cual se consideró el motor de toda la actividad económica. Tras la
suerte de los mineros y la bonanza o decadencia de sus minas va la de los
comerciantes y la de los primeros ganaderos. Incluso la única excepción que se
podría considerar es la del presidio de Sinaloa, puede insertarse a la larga en el
mismo esquema de la minería y sus soportes agropecuarios. Para ellos los indios
constituyen la indispensable mano de obra y los proveedores de cereales para
toda la población. Por eso los mineros recabarán la prestación de servicios
personales mediante o no retribución, y la libertad para comerciar con los pueblos
de indios el rescate de granos por géneros280.
278 María del Valle Borrero Silva, Fundación y primeros años de la Gobernación de Sonora y Sinaloa, 1732-1750, México, El Colegio de Sonora, 2004, p, 57. 279 María Luisa Rodríguez Salas, Los Gobernadores de la Provincia de Sonora y Sinaloa 1733-1771, México, UAS, 2000, p, 24. 280 Luis Navarro García, op., cit., p, 151.
129
La población de los colonos creció lentamente durante la primera mitad del
siglo XVII, por lo que el número de minas y mineros fue pequeño, en comparación
de un siglo más tarde. El sistema de misiones se encontraba expandiéndose y las
demandas del sector de los colonos eran moderadas, las misiones pudieron
satisfacer las demandas de la producción agrícola sin verse afectadas por la falta
de trabajadores en su interior, cumpliendo con las necesidades de todas y cada
una de las comunidades indígenas que integraban el sistema de misiones y
respaldaban el crecimiento del mismo.
De la vida y costumbres de los colonos de la villa, el Padre Francisco
Xavier de Faría, en 1657, menciona al respecto del lugar; “no se pode encontrar ni
un zapatero, ni un mecánico, ni un sastre, ya que el ordinario ejercicio era la
arriería. Los salarios de los trabajadores eran sumamente bajos, no alcanzándoles
para vestir y comer. La paga de salarios, no se realizaba con monedas, ya que en
estas regiones no se usaba. El pago era en géneros y ropa. El servicio personal
era pagado muy bajo; a real de ropa el servicio de un día. “La miseria era
extrema, el hambre y el pillaje era común, a pesar del aumento constante de
habitantes”.281
En el transcurso del tiempo, misioneros y colonos, se vieron enfrentados en
varias ocasiones, fue principalmente por requerir la mano de obra indígena que se
encontraba en las misiones, y los padres se negaban a proporcionarla. Había que
considerar que con el tiempo la población de colonos aumentaba y la de los
nativos iba en descenso.
A pesar de que las reglas indicaban a los misioneros no intervenir en el
repartimiento, dejando a los indígenas a que ellos eligieran emplearse libremente,
así como permitir a los jueces encargados del repartimiento realizar su oficio,
cuidando el padre que los naturales fueran bien tratados282. Los jesuitas, para
281 Francisco Xavier de Faría . op., cit., pp.33,34 282 La regla 12 del padre Cabredo de 1610, indicaba: ….Y por la misma razón los nuestros, por ningún caso repartan indios de sus partidos a los españoles vecinos, para que trabajen en sus haciendas, dejando a su voluntad que ellos se alquilen. Y donde hubiera jueces repartidores puestos por los que gobiernan, les aconsejarán hagan su oficio con la menor ofensa de los indios, que fuere posible,……Andrés Pérez de Ribas, op., cit.,.p., 450. La regla 13 del padre Cavero de
130
mediados del siglo XVII, ya sometían a los indígenas a intensas y productivas
jornadas de trabajo a fin de satisfacer las necesidades de las misiones y de las
poblaciones no indígenas. Así al aumentar el número de colonos se incrementaron
las demandas de tapisques, los misioneros hacían lo imposible para dificultar el
repartimiento de los indios, debido a que no querían quedarse con pocos
trabajadores dentro de las misiones.
La demanda de la mano de obra indígena, fue objeto de fuertes
enfrentamientos entre misioneros y colonos, el padre Francisco Javier de Faría283,
en 1657, aseguraba que los colonos, no contentos con disfrutar de los tapisques,
intentaban retener a los indios para que les trabajaran. Los vecinos ofrecían a los
nativos, vida en libertad y relajamiento de las costumbres a cambio de que no
regresaran a sus pueblos.
Años más tarde, en 1671, las tensiones entre misioneros y colonos se
manifestaron en un conflicto que se extendió de 1671 a 1679. La pugna inició en
Sinaloa cuando el misionero de Tehueco se negó a proporcionar tapisques al
capitán del presidio con el argumento de que no pagaba el jornal a los indios. El
asunto llegó a la Audiencia de Guadalajara con mutuas acusaciones de injusticia
hacia los indios por no pagarles el trabajo que realizaban, tanto en la misión como
en el real de minas. En diciembre de 1672 la audiencia dispuso que los indios
podían ir a trabajar con los colonos, si así lo deseaban, y que tanto misioneros
como colonos debían de pagar el trabajo a razón de dos reales y medio por día en
tiempos de cosecha y dos reales en días normales.
El efecto inmediato que tuvo la publicación de la provisión de la audiencia
en Sonora y Sinaloa por los alcaldes mayores, fue la oposición de los misioneros,
argumentaron que la audiencia había sido engañada con las calumnias de los
colonos, y como medida de presión redujeron la venta de alimentos a los reales
mineros. No pudiendo subsistir los colonos por la falta de bastimentos, se 1662, …..los indígenas serán dejados en absoluta libertad para contratarse. Los padres no impedirán el trabajo de los repartidores de justicia, si alguna inconveniencia se presentara y no pudiera solucionarse, los padres pedirán al padre visitador que se haga cargo del asunto tratándolo con el capitán o el gobernador para una apropiado solución. Charles Poltzer, op., cit., p, 68. 283 Francisco Xavier de Faría, op., cit., p. 161.
131
doblegaron ante los jesuitas y enviaron testimonios a la audiencia en favor de los
padres284.
Con la creación de la Gobernación de Sonora y Sinaloa en 1732, se
pretendió dotarla de un mando político-militar autónomo, independiente de la
remota capital de la Nueva Vizcaya. Intentaron mejorar la defensa por la creciente
hostilidad de los apaches en la frontera norte del virreinato, además de la
amenaza de las incursiones inglesas y holandesas en aquellas costas. También
se pretendía acabar con la corrupción y la prepotencia de los alcaldes mayores y
de los capitanes de presidio, que al estar tan lejos de sus respectivos gobiernos,
actuaban sin ningún arbitrio.
El dominio de la gobernación pasó de manos castellanos a la de los vascos,
y los jesuitas conservaron, fortalecida su influencia en el mecanismo de
dominación y asentamiento de los naturales convertidos y de expansión de sus
misioneros y con ello, de contribución al proceso de extensión e integración
territorial y de poblamiento.
Manuel Bernal de Huidobro de origen castellano y Agustín de Vildósola de
raíces vascas, ambos gobiernos fueron muy semejantes entre sí, ponen de
manifiesto cómo en las provincias existía una considerable tensión política,
además de las pugnas por controlar tanto los cargos políticos como militares. Y lo
que de manera especial se hace evidente es el enfrentamiento entre misioneros y
los colonos. Los jesuitas lucharon por la permanencia del sistema impuesto por
ellos, que implicaba el aislamiento de la población indígena respecto del resto de
los otros pobladores, y se basaban en un sistema económico muy peculiar, que
chocaba directamente con los intereses de los colonos, que no podían participar
de los beneficios de la mano de obra indígena con la misma facilidad que los
jesuitas y disfrutar de los productos que se obtenían de las misiones285.
284 Luis Navarro García, op., cit., 173-206. 285 María del Valle Borrero Silva, op., cit., p, 201.
132
Este enfrentamiento fue cobrando mayor fuerza, se realizaron reuniones de
colonos junto con las autoridades para solicitar la secularización de las misiones.
Durante el gobierno de Ortíz Parilla un vecino llamado Fernando Sánchez
Salvador envió al rey una serie de consultas más o menos extensas en las que se
refería en una serie de medidas y medios que según su experiencia podrían
resolver los principales problemas de las provincias del noroeste. Consistía uno de
esos medios en secularizar las misiones existentes en la región, el pago de
tributos por parte de los naturales, y el de la llegada de colonos para poblar las
provincias más septentrionales286.
Esta consulta, expresaba las demandas que habían sostenido desde el
siglo XVII los colonos cuyos intereses particulares se oponían a los de las
misiones y que, por ello, habían pugnado de diversas maneras por atenuar o
eliminar el sistema segregacionista implantado por los jesuitas. Estos interese
particulares no dejaban de ser invocados por los opositores del régimen misional,
pero ahora se les mencionaba como intereses que también lo eran del estado
colonial.
Los jesuitas en defensa del sistema misional, atacaron el planteamiento de
Sánchez Salvador. Invocaron ellos también a los intereses de la monarquía, pero
asumiendo que lo que convenía y competía al régimen monárquico era mantener
la paz social y consolidar los avances del cristianismo. Los argumentos eran
absurdos desde su óptica ya que ello contribuía a que los indios se revelasen, y se
perdieran las provincias287.
De nuevo, las propuestas quedaron en el papel. Se resolvió por las
autoridades que no era el momento más oportuno para poner en práctica estos
programas. A la Corona le interesaba mantener a los jesuitas en la frontera, pues
era una manera segura de seguir expandiéndose hacia el norte de California.
286 Ignacio, del Río, La aplicación regional de las Reformas Borbónicas en la Nueva España, Sonora y Sinaloa, 1768-1767, México, UNAM, 1995, pp, 49-50. 287 Ibid., p, 52.
133
4.2.- Los funcionarios del gobierno A casi 50 años de haberse fundado las primeras misiones en el noroeste de la
Nueva España, se hablaba de una prosperidad tanto espiritual como material de
las mismas. El virrey, Marqués de Cadereita en una breve visita en 1636 y el
obispo de Durango Ilmo. Alonso Franco en otra, quedaron con la impresión de que
era ya tiempo de cobrar diezmos, de imponer tributos reales, secularizar las
misiones y erigir un obispado en Sinaloa288.
En 1637 el obispo de Durango escribió al Rey Felipe IV que habiendo salido
un año antes a visitar su diócesis, encontró que los jesuitas ocupaban ya con sus
misiones cien leguas de costa al norte de Sinaloa, hasta el río Mayo, “y los dichos
padres tienen en varias estancias más de cien mil cabezas de ganado mayor, y es
tierra muy fértil y abundante de trigo, maíz y algodón y otras cosas”289 El rey
solicitó al virrey Cadereita una mayor información sobre la situación.
Los jesuitas para responder a la situación que se les presentaban, el padre
Andrés Pérez de Ribas, siendo Provincial, convocó a una reunión a varios
antiguos misioneros del noroeste, entre ellos; los padre Luis de Bonifaz, Pedro
Méndez, Juan Acasio, Lorenzo Adame, Diego de Acevedo, entre otros, para
redactar un extenso informe con fecha 12 de septiembre de 1638. Decorme
menciona una síntesis de los puntos que contestaban los jesuitas al Rey:
Lo de las minas es una fábula. Tan lejos están de tener 100,000 cabezas de ganado que no llegan a 8,000 en el único rancho que tiene el colegio de Sinaloa para abastecer de carne a los indios, la tropa del presidio y ayuda de las misiones nuevas. Las otras misiones tienen su hatito de reses pero reducido a sus precisas necesidades. El país es fértil pero no ha sido explotado, ni vendrían los españoles sin el aliciente de las minas. No hay ni una ciudad (ni Culiacán ni Sinaloa) que tenga calles en forma ni donde pueda residir el obispo. Los indios no conocen más cosechas que maíz, frijol y calabazas; ni hay arados, bueyes ni utensilios de labranza. Trigo no se ha cultivado en 60 años, sino últimamente para no traer del Parral, 130 leguas, la harina necesaria para las hostias. Algodón mucho menos, pues los hombres que quieren vestirse tienen que ir a trabajar en las minas o estancias de españoles que con ropa les pagan y las mujeres se cubren con
288 Gerarh Decorme, op., cit., p, 208. 288 AGN (AHH) Vol., 325, exp, 66. 289 Luis Navarro García, op., cit., p, 25.
134
hierbas o pieles. Tan es cierto que, cuando vino el Illmo. Sr, del Valle a confirmar, para cubrirlas, el Capitán tuvo que poner seis soldados con sarapes para que su Illma. No viera su desnudez290.
Finalmente, llegado el momento de informar a España, el virrey Cadereita
pudo agregar a los documentos remitidos la petición del procurador general de la
Compañía, padre Alonso de Rojas, para que se abonasen a ésta 5,708 pesos y 7
tomines que le adeudaba el presidio de Sinaloa por concepto de compras de
géneros de vestuario y bastimentos hecha por los soldados al colegio de la villa, lo
cual representaba que la demora en la liquidación de este dinero le causaba gran
daño. De todo lo anterior, e virrey Cadereita deducía ser indudable la utilidad que
los padres tenían en Sinaloa. “pero yo no tengo por malo esto, antes me parece
bien que hayan poblado haciendas aunque ocupen algunos indios, porque
además de que en partes tan remotas es conveniente al bien público, se van
enseñando aquellas gentes, que por su naturaleza aborrecen el trabajo, al útil que
con él se alcanza, y entablando el gobierno como en las demás partes”291.
Decorme menciona que el virrey Cadereita, para 1639 insistía con la idea
de secularizar a las misiones para el cobro de diezmos y tributos. Parece ser que
no conoció el último informe del virrey, quien dice finalmente estar a favor de las
misiones. Sobre la resolución final de este asunto que fue turnado al Consejo de
Indias y al rey, Navarro García comenta que se desconocen las decisiones finales
al caso292.
A mediados del siglo XVII, el capitán de presido de Sinaloa, hizo una serie
de acusaciones en contra de los misioneros, denunciando los cuantiosos bienes
que al parecer habían acumulado los religiosos en el noreste. De nuevo los
jesuitas se vieron obligados a defenderse de los ataques de que eran objeto. En
respuesta a estos ataques el padre Francisco Xavier de Faría redacta el
documento titulado Apologético Defensorio y puntual manifiesto que los padres de
la Compañía de Jesús misioneros de las provincias de Sinaloa y Sonora ofrecen
290 Gerarh Decorme, op., cit., p, 209. 291 Luis Navarro Garcia, op., cit., p, 28 292 Ibid., p, 28.
135
por noviembre de 1657 al rectísimo tribunal y senado justísimo de la razón, de la
equidad y de la justicia contra las antiguas, presentes y futuras calumnias que les
ha forjado la envidia, les fabrica la malevolencia y cada día les está maquinando la
iniquidad.293
En Durango el 31 de marzo de 1703 un funcionario de la Real Audiencia de
Guadalajara les informa acerca del pago de diezmos:
A si mismo hacemos saber a los muy Reverendos Padres Rectores y moradores del colegio de la villa de Sinaloa de la Sagrada Compañía de Jesús, como por despacho de su alteza a la Real Audiencia de Guadalajara, sobre la Real Cédula de su Majestad (que Dios guarde), deben pagar las haciendas de los colegios de dicha sagrada religión…..los colegios de los obispados de la Nueva España y Nueva Galicia y de este obispado (Durango) las haciendas del colegio del Real del Parral…….294
La orden girada para el pago del diezmo, para todas las residencias,
colegios y sus haciendas, causó gran disgusto a los misioneros. Siendo los
colegios de Zacatecas, Durango, seminario de Parral y la residencia de Parras, los
asignados para el dicho pago. También, el colegio de Sinaloa estaba destinado
por las autoridades para que entregara el diezmo de los bienes que tenía. No
obstante, los jesuitas se defendieron alegando a las autoridades de que el colegio
de Sinaloa no era Colegio en su formación, era más bien una misión. Un
documento escrito por un misionero, hace una protesta ante las autoridades por la
situación del colegio de Sinaloa, que se encontraba en litigio, hasta definir su
estado.
…..Sinaloa por razones de colegio no tiene bienes alguno, sino por razón de misión, y si pregunto, quién fue el fundador o su bienhechor que lo dotó, donde están estos bienes y haciendas? Los bienes que Sinaloa tiene son los que han adquirido por razón de misión y estando en litigio se ha de pagar o no pagar diezmos,……ser Sinaloa colegio, ni se haya licencia del Rey ni de los señores Obispos de Guadalajara, a quienes pertenecía Sinaloa en su primera fundación, el obispo de Guadiana el Sr. Hermosillo en las licencias que grabó a Sinaloa para administrar los santos sacramentos la llama casa de la Compañía de Jesús, para predicar el santo evangelio y darle título de rector al padre que asiste en esta casa en realidad era rector y superior de todos los padres misioneros que están
293 Francisco Xavier de Faría, op., cit., p, 294 AGN (AHH) Vol., 325, exp, 66.
136
repartidos en los pueblos……protesto e igual suplico a VE que Sinaloa es en verdad misión y no colegio…..295
Se desconoce las decisiones finales de la audiencia de Guadalajara, pero
sabemos que el Colegio de Sinaloa no pagó diezmos por sus bienes.
Informe de la junta secreta y fraguada por dos de las más altas autoridades
de la región, Don Gregorio Álvarez Tuñón, capitán del presidio y el Alcalde mayor
Don Rafael Pacheco Ceballos, llevada a cabo a fines del mes de enero de 1722,
en el Real de San Juan Bautista de Sonora. Los puntos examinados fueron los
siguientes:
Que conviene al servicio de entre ambas Majestades, al aumento de los Reales haberes, y del bien público, que las tierras de los indios y de las Santas Iglesias se repartan entre los vecinos; que los Reverendos Padres Misioneros asistan solo en sus partidos, y se mantengan de obvenciones sin poder sembrar ni tener ganados, sino que el que tuvieren se les quite y se reparta entre los indios; que los indios no trabajen ni siembren para el adorno de sus iglesias, y que si dichos Reverendos Padres Misioneros no se pudieran mantenerse de este modo, que será muy conveniente, que estas misiones se entreguen a los señores clérigos u otros religiosos y que a el punto salgan de la Provincia los de la Compañía de Jesús. Que los indios paguen tributos y diezmos y que queden libres para salirse de los pueblos y acomodarse a servir a los vecinos. Que los Padres no puedan poner gobernadores en los pueblos como ha sido costumbre hasta ahora, sino sólo los Alcaldes….296
El padre Daniel Januske en 1723, describía de la siguiente manera las
relaciones entre los misioneros y los alcaldes mayores. Decía el visitador que los
oficiales reales eran enemigos declarados o encubiertos de los misioneros porque
a su juicio los jesuitas se oponían del bien común y a la autoridad del rey. Decía
el visitador, que la realidad era que los jesuitas defendían a los indios en contra de
los abusos de los españoles: impedían que salieran más tapisques de lo permitido,
exigían que se les pagara el salario y cuidaban de que los indios no malbarataban
sus cosechas. Los españoles a su vez acusaban a los jesuitas de tener a los
indios a sus servicios sin pagarles jornal y de ser los culpables de que las minas
no se trabajaran297.
295 AGN (AHH) Vol., 325, exp., 65 y 65v. 296 AGN (AHH) Vol., 278, exp, 35. 297 Luis González Rodríguez, Etnología y misión en la Pimería Alta, 1715-1740, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas, 1977, pp, 217-221.
137
Los funcionarios reales encabezaban el grupo de colonos, debido a que su
función gubernativa era fomentar la producción de ese sector y porque ellos
mismos estaban involucrados en los intereses económicos del grupo, pues eran
terratenientes, mineros o comerciantes. La enemistad de los funcionarios del rey
con los jesuitas no se explica por hostilidades personales, como a veces dijeron
los misioneros, sino por la pugna entre intereses económicos opuestos.
Una vez que se aprobó la confirmación de la nueva Provincia de Sonora y
Sinaloa298, correspondió su primer gobierno a Manuel Bernal de Huidobro. La
jurisdicción quedó integrada por los territorios de Sonora, Ostimuri y Sinaloa que
hasta entonces estaban asignados a la Nueva Vizcaya y los de Culiacán y del
Rosario, pertenecientes a la Nueva Galicia. Huidobro realizó la visita general, por
primera ocasión, casi en forma inmediata a su nombramiento como gobernador de
la nueva provincia, sucedió en 1734299.
El resultado de su visita general no fue para Huidobro lo favorable que
pretendió, ya que serían las propuestas que formuló, con base en las
observaciones que recogió, las que, en un tiempo relativamente corto, afectaría
en su pérdida del poder. Las cláusulas que propuso le fueron fuertemente
criticadas por el padre Rector de los jesuitas. Cristóbal de Cañas, religioso de la
provincia de Sonora, y por varios de sus misioneros, así como por quien sería su
sucesor, el vasco Agustín de Vildósola.
La cláusula de referencia y la que incomodó tan fuertemente a los
misioneros jesuitas estaba destinada a conocer y averiguar las varias acciones de
los religiosos con los indígenas asentados en sus misiones, entre ellas; los
trabajos que desempeñaban, el nombramiento de sus gobernadores, el control de
298 El territorio que comprendía esta gobernación, agrupaba a las provincias de El Rosario, Culiacán, Sinaloa, Ostimuri y Sonora, las dos primeras dependían del gobierno de la Nueva Galicia y las otras tres de la Nueva Vizcaya. Estas provincias se hallaban situadas en el noroeste continental novohispano, entre la Sierra Madre Occidental y las costas del golfo de California; se extendían por el corredor costero, desde el río de las Cañas (Acaponeta) hasta los imprecisos términos de la Pimería Alta, en la parte sur del hoy estado de Arizona. En 1732 quedó constituida la nueva organización política-administrativa, La gobernación de Sonora y Sinaloa, siguió dependiendo de la Audiencia de Guadalajara en todo lo jurídico y del Obispado de la Nueva Vizcaya para asuntos eclesiásticos y del Virreinato de México en lo político y militar. 299 María Luisa Rodríguez Salas, op., cit., pp, 49-63.
138
las trojes de comunidades por parte de funcionarios oficiales y el de la siembra de
las tierras comunales. Los religiosos, en sus quejas y reclamos contra lo ordenado
por el gobernador, adujeron que eran los propios indígenas quienes no estaban de
acuerdo en esta medida ya que durante muchos años habían subsistido sin
necesidad de bienes comunales, siendo proveídos en todo por las siembras de
los campos de las misiones300.
Bernal de Huidobro regresó a Sinaloa en 1738, después de haber
permanecido más de dos años en la península de California, donde fue enviado
por órdenes del virrey para prestar auxilio militar a las misiones de ese lugar y
someter a los sublevados. Huidobro no intervino solamente en las operaciones
militares, también, muchos de sus actos estuvieron encaminados a socavar el
régimen exclusivista que los jesuitas tenían establecido en la provincia. Las
disputas del gobernador con los religiosos fueron constantes y se agravaron por la
larga permanencia de aquél en la península301.
Huidobro en su afán de afirmar su autoridad, dirigió a una facción que se
oponían al sistema misional y hacían lo posible por debilitar la posición
preeminente de los misioneros jesuitas en las provincias norteñas de la
gobernación. Para esas mismas fechas se presentó un conflicto entre la población
de los yaquis, Huidobro alentó a los cabecillas Ignacio Usacamea, alias el Muni,
gobernador de Rahum y Bernabé Basoritemea, gobernador de Huirivis, para que
fueran a México a denunciar sus problemas en contra de los jesuitas.
Estando Muni y Bernabé en México, se presentó una gran sublevación de
yaquis y de los mayos de los ríos Mayos y Fuerte. El gobernador resultó incapaz
de controlar la situación, por lo que el sargento mayor Agustín de Vildósola tomó el
mando de las operaciones militares y derrotó a los indígenas. Cuando Muni y
Bernabé regresaron de México colaboraron con los españoles para pacificar a sus
300 Ibid., p, 64. 301 Ignacio del Río, “Los grupos regionales de poder y el ejercicio de la autoridad política en la gobernación de Sonora y Sinaloa (1732-1748)”, en Memoria XVI Simposio de Historia y Antropología de Sonora, México, Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad de Sonora, 1993, p, 148.
139
hermanos, sin embargo, Vildósola temiendo nuevos levantamientos hizo ejecutar
en 1741 a los dos líderes y otros caudillos que consideraba peligroso.
Así pues, los jesuitas en informes dirigidos a las autoridades centrales del
virreinato, comenzaron a criticar las acciones que Bernal Huidobro ordenó o
realizó personalmente, mientras que magnificaban la actuación del sargento
mayor, don Agustín de Vildósola, a quien consideraban el candidato ideal para
ocupar el puesto de gobernador. De esta manera, el virrey Duque de la Conquista
con fecha del 15 de noviembre de 1740, firmó el despacho en que le notificaba a
Manuel Bernal de Huidobro que debía entregar el gobierno al sargento mayor
Agustín de Vildósola, y Huidobro debía salir de inmediato a la ciudad de México
para comparecer ante el virrey. El 2 de enero de 1741, en el pueblo de Tórim,
Vildósola entregó a Huidobro la notificación virreinal, y el nuevo gobernador tomó
posesión de su cargo302
Don Manuel Bernal de Huidobro presentó una formal protesta por su
destitución y con ello inició un largo pleito judicial en el que la parte contraria al
exgobernador parecía ser, no Vildósola o la autoridad superior que había
determinado la remoción, sino la Compañía de Jesús. En su defensa, Huidobro
contó con el apoyo de vecinos del real de Álamos y de Baroyeca, partidarios todos
de que fuese restituido en su gobierno. Entre ellos, se menciona a Mateo Gil
Samaniego, Francisco Mallén de Navarrete, Joaquín Valdés, Gabriel de Figueroa,
José Ignacio de Peralta entre otros, la mayoría de ellos mineros y comerciantes,
es decir, con un peso importante y con fuerza económica y partidarios de ideas
preconizadas por Huidobro como el de desarticular el sistema misional y dejar
libres las tierras hasta ahora misionales al igual que la mano de obra y los circuitos
comerciales303.
Estos reales estaban ubicados en la provincia de Sinaloa y Ostimuri, región
donde se hizo muy evidente la oposición a los jesuitas y de ello eran conscientes
los padres de la compañía. En cambio en la provincia de Sonora entre militares y
302 Ibid., p, 149. 303 María del Valle, Borrero Silva, op., cit.,.p, 147.
140
comerciantes era donde se encontraban la mayoría de sus simpatizantes, aunque
no le faltaron tampoco enemigos, era donde la posición de los jesuitas era más
fuerte. Los ignacianos, ante el temor de que la solución del pleito fuera
desfavorable a sus intereses, el padre provincial de los jesuitas, Mateo Anzaldo,
dijo en un escrito suyo que la Compañía defendería su derecho a impedir el
regreso de Huidobro al gobierno de Sinaloa304.
La decisión final del caso fue tomada por el rey, en la real cedula del 27 de
julio de 1744, en la cual expresó su voluntad de que Bernal de Huidobro cesara
definitivamente en el gobierno de Sinaloa por haberlo servido ya mucho más
tiempo que el regular y que Agustín de Vildósola continuara en el empleo que se le
había dado. En los años de gobierno de éste, los jesuitas consiguieron que las
autoridades del virreinato dictaran órdenes favorables a los intereses jesuíticos en
las provincias de la gobernación, además, Vildósola se subordinó en buena
medida a los designios de las padres de la Compañía305.
El gobernador Vildósola estaba enterado de que los jesuitas obtenían
beneficios del gobierno al conseguir de las autoridades virreinales que se dictaran
órdenes favorables a los intereses jesuíticos, especialmente en las provincias
norteñas de la Gobernación y en California. Una Real cédula girada el 13 de
noviembre de 1744, da preferencia a que se dispongan de todos los medios y se
apliquen las autoridades necesarias para la conquista de la California. De esta
manera, por la cercanía de la Gobernación, le correspondió brindar apoyo y
también aplicar las mismas medidas en la Pimería Alta y en la región del río Gila,
ya que ello permitiría crear un corredor conformado por reducciones fronterizas y
llegar a la península de California306.
En la misma Real cédula, el rey otorga amplios poderes a los jesuitas, no
sólo para establecer mayor número de misiones en California y en la Pimería, sino
también con respecto a las escoltas que se destacasen en cada misión. Los
304 Ignacio del Río, “Los grupos regionales de poder…, p, 151. 305 Ibid., pp, 151, 152. 306 María del Valle, Borrero Silva, op., cit., p, 170.
141
soldados y el cabo estarían bajo las órdenes de los padres jesuitas, sólo podrían
hacer lo que le s mandasen los padres, así que quedaba prohibido hacer entradas
a los indios, insultarlos o castigarlos y, finalmente, para que esta subordinación
fuese más sólida, serían los jesuitas quienes pagarían directamente a los
soldados. Esta política, dio poder en esos momentos a los jesuitas en las
provincias gobernadas por Vildósola, quedando por tanto el gobernador en
posición subordinada al grupo religiosos307.
La crisis del gobierno de Vildósola se debió a ciertas pugnas que el
gobernador tuvo por un lado, ciertas inconformidades de sus aliados los jesuitas y
por el otro sus desavenencias con varios jefes militares, capitanes de los tres
presidios de su jurisdicción. Con el de Buanavista, Gaspar Felnel y con los
hermanos Francisco Antonio y Pedro Tagle Bustamente al frente de Terranate y
Fronteras. Vildósola procuró mantener una buena relación con los misioneros,
pero, precisamente por su estrecha vinculación y dependencia de la influencia
jesuita y de la fuerza que a éstos otorgara el rey para la extensión de las misiones,
los superiores de la orden, le reclamaron algunas de sus acciones308.
El padre Rector de los jesuitas, Matheo Ansaldo, le hizo cinco diferentes
cargos en carta del 15 de agosto de 1746, en términos generales le reclamaba,
una falta de apoyo a la tarea misional, que se reflejaba también en las fuertes
desavenencias con los capitanes de presidios. Ejercer su política de doblamiento y
asentamiento de los indígenas a quienes, por las armas o el convencimiento,
había logrado reducir a poblados, sin un total acatamiento a las directrices jesuitas
y finalmente, el atender más sus negocios personales que su ejercicio
gubernamental que debería de estar al servicio de los indígenas y,
simultáneamente, considerar que sus ascensos eran sólo producto de sus propios
méritos sin reconocer el apoyo que había recibido de la Compañía309.
307 Ibid., 171. 308 María Luisa, Rodríguez Salas, op.,cit., p, 82. 309 Ibid., p, 83.
142
Vildósola, respondió hábilmente a la mayoría de los puntos que el padre
Ansaldo le hizo, las respuestas estuvieron respaldadas por cartas de padres
misioneros310. Además de justificar todos los cargos y faltas que le imputaron,
Vildósola acusa a los padres de interferir en su labor de gobierno, incluso llega a
quejarse de que algunos jesuitas actuaban como gobernadores, y cómo la suya
era una autoridad mermada311.
La situación se tornó grave por los constantes conflictos presentados, de
esta manera los propios jesuitas sugirieron en la capital del virreinato que se
mandara a las provincias del noroeste un visitador con autoridad suficiente para
poner en orden a los individuos conflictivos y restablecer así la necesaria armonía
social. Satisfacía a los padres ignacianos el licenciado Manuel Rodríguez Calvo,
pero el nombramiento del visitador se hizo a favor del licenciado José Rafael
Rodríguez Gallardo, quien era un hombre comprometido con las políticas del
auditor de guerra de la Real Audiencia de México, marqués de Altamira, quien
defendía la idea de la secularización de las misiones del noroeste312.
Rodríguez Gallardo llegó a las provincias del noroeste durante el primer
semestre de 1748. En julio de ese mismo año dio a conocer a Agustín de Vildósola
un despecho del virrey conde de Revilla Gigedo en el que se mandaba al
gobernador entregar a Rodríguez Gallardo “el bastón de juez” y marchar luego a la
ciudad de México. El visitador se hizo cargo provisionalmente del gobierno
provincial y, aunque procuró no tener enfrentamientos directos con los misioneros
jesuitas, sus actos de gobierno y, sobre todo, las propuestas que al término de su
visita puso a consideración del virrey estuvieron orientados a transformar las
condiciones sociales y económicas de las provincias de la gobernación,
particularmente de aquellas en las que la institución misional se erigía como
dominante.
310 AGN, (MISIONES), Vol., 27, exp., 40, fs., 316-325. 311 AGN, (MISIONES), Vol., 27, exp., 41, fs., 326-347. 312 Ignacio del Río, La aplicación regional…., p, 45.
143
Rodríguez Gallardo dejó plasmado en su testimonio cuatro problemas que
se presentaron en las provincias en el noroeste, y que había que darles solución
de manera urgente: la escasez de moneda circulante, el carácter pasivo del
comercio que se realizaba con el exterior, la gran extensión de la Gobernación y la
casi inexistente colonización de las provincias de Ostimuri y Sonora. Siempre obró
con cautela pero estaba convencido que había que introducir reformas y
curiosamente coincidían con las que en su momento quiso introducir Huidobro, y
en su opinión “otra sería la situación de las provincias si se hubiese ejecutado lo
mandado por él”313.
Quizá por no provocar a los padres ignacianos no propuso expresamente la
secularización de las misiones y abogó siempre por la formación de pueblos
mixtos, es decir, donde convivieran indios y gente de razón, lo que claramente
alude a la ruptura con el sistema misional. El 17 de marzo de 1749, por orden del
marqués de Altamira, Rodríguez Gallardo debía volver a la ciudad de México, y
entregó el bastón de mando a Ortiz Parrilla el 23 de junio del mismo año, además
le dio unas instrucciones, en el que, entre otras cosas, le recomendaba fomentar
la nueva población de San Miguel de Horcasitas, localizada en la provincia de
Sonora, al noroeste de Pitic. A San Miguel se trasladó el presidio de San Pedro de
la Conquista, y ahí mismo, Ortiz Parilla fijó su residencia314.
A más de un año de que Ortiz Parilla ocupara el cargo de gobernador, se
produjo un levantamiento indígena en la Pimería Alta, durante el cual fueron
muertos por los rebeldes los padres jesuitas Enrique Ruhen y Tomás Tello. La
situación fue controlada por las tropas presidiales315, pero, como había ocurrido en
313 Rafael, Rodríguez Gallardo, op., cit., p, 96. 314 Ignacio del Río, La aplicación regional…., p, 46. 315 Ortiz Parrilla, del mismo modo que Huidobro en el Yaqui, procedió a reorientar, en beneficio del gobierno civil español, la estructura del poder de las misiones de la Pimería. Introdujo en estas misiones, el cargo de capitán general, reservándose el derecho de determinar las acciones del mismo. Y este cargo se lo dio a Luis de Sáric que de ese modo extendió su influencia a todas las comunidades de la región. Luis se independizó casi por completo del poder que le asignaron los misioneros, pero a través del ejercicio de su cargo de capitán contribuyó a crear las condiciones para la intervención de Ortiz Parilla en el gobierno de las misiones de la Pimería Alta. Mirafuentes Galván, José Luis, “Estructuras de poder político, fuerzas sociales y rebeliones indígenas en Sonora, (siglo XVIII)”, en Memoria XVII Simposio de Historia y Antropología de Sonora, México, Instituto de Investigaciones Históricas, 1994, pp, 211-212.
144
1740 con la rebelión del Yaqui, los jesuitas y el gobernador se culparon
mutuamente de haber provocado el alzamiento. Los jesuitas se encontraban en
desacuerdo con la política militar del gobernador, lo acusaban de ser un simple
instrumento de los antiguos enemigos del régimen misional. En medio de esta
pugna, Ortiz Parilla terminó su gestión en 1753, pero no por ello dejó de ser
duramente criticado por los miembros de la Compañía de Jesús316.
El nuevo virrey Revillagigedo317 y sus colaboradores, se identificaron con el
grupo opositor de los jesuitas y con los intereses más generales del estado
español, tenían la firme convicción de eliminar el poder y los privilegios de los
misioneros denunciados años antes por Huidobro, en su opinión ese poder y
privilegios venían frenando el progreso de la colonización civil y por consiguiente
la consolidación del dominio español en la región. Por esta razón, consideraron
recuperar el control del gobierno regional destituyendo a Agustín de Vildósola y
poner a uno de sus partidarios al frente del gobierno de Sonora y Sinaloa, el
coronel Diego Ortiz Parilla318.
Las estrategias políticas seguidas respecto del noroeste novohispano
cambiaron desde que Ortiz Parilla dejó el gobierno regional. Sus inmediatos
sucesores fueron instruidos para que atendieran primordialmente las cuestiones
relativas a la defensa de la región del noroeste y para que procuraran mantener
una armoniosa relación con los jesuitas. Así procedieron los gobernadores Pablo
Arce y Arroyo (1753-1755), Juan de Mendoza (1755-1760) y José Tienda de
Cuervo (1761-1762).
No cambiaron las cosas, cuando en 1763, llegó al noroeste el nuevo
gobernador, Juan Claudio de Pineda, y como sus antecesores, tuvo una actuación
casi exclusivamente militar, y con ello también, trató de no tener enfrentamientos
con los padres jesuitas. Posteriormente a Pineda le tocaría realizar una acción
316 Ibid., p, 47. 317 El virrey primer conde de Revillagigedo (1746-1755) tomó medidas en contra de las misiones como la secularización de 22 reducciones de topia y Tepehuanes y la negativa a conceder sínodos para la entrada al Moqui al norte de la Pimería Alta. 318 Ibid., p, 211.
145
decisiva en contra de los misioneros, esto es, expulsarlos de la gobernación a su
cargo el año de 1767.
4. 3. Indígenas En un documento sin fecha escrito por un misionero jesuita, quien no da su
nombre, menciona los puntos que contiene la Cédula de su Majestad sobre el
informe que se les hizo de que los indios de Sonora y Sinaloa padecen
extorciones por los padres de la Compañía. Son como sigue:
Que los ocupan por su utilidad y provecho todo el año en siembra y cosecha de los frutos de trigo y maíz por los padres, sin que los indios puedan hacerlo para sí. Porque no tienen voluntad propia respecto de la opresión que padecen. Que en las crías de ganado mayores y menores sucede lo mismo. Que siembran y cogen a mano las semillas por la muchedumbre de indios que ocupan en estos ejercicios. Que no tienen molinos, dejan a las indias que muelen en los metates, como son tantas las que se ejercitan en este ministerio que son bastantes para moler en un día natural. La carga que pueden llevar cien mulas y que esto es muy frecuente últimamente concluye diciendo que el trabajo es más riguroso que si fueran esclavos, y que se ponga atención en esto319.
En el mismo documento arriba citado, el autor escribe los argumentos de
defensa que les son imputados.
Que los indios, que se hallan congregados en pueblos en las provincias de
Sonora y Sinaloa, son de número considerable, que estos no lo estuvieran, ni vivieran en policía si no fuera por el inmenso trabajo con que los padres de la Compañía los han reducido, enseñado la doctrina cristiana y los han bautizado. Que según el número de cada pueblo es preciso que, si no todo el año, lo mas de el se ocupen en sembrar y coger los frutos que necesitan para el sustento de la vida humana, como lo hacen todos los vivientes, y con los indios el menester más cuidado por ser gente haragana, que huyen del trabajo corporal y tan mal gobernados en los bienes temporales, que si los padres misioneros no cooperan a su economía, perecerían de hambre más de la mitad del año, o dejarían perdidas las semillas en el campo, que eso más corre por cuenta de los padres que redunda en beneficio de los indios con los que llama el informe opresión es obediencia a su majestad y conocimiento de la fe. Que en las crías de ganado mayor y menor sucede lo mismo, excepto algunos que se apropian para la casa y misión, empleando los esquilmos en beneficio de las iglesias y sacristán. En el modo de sembrar y coger las semillas se les deja a su arbitrio, según la costumbre con que lo trabajaban antes de ser convertidos excepto lo que no conocían dejándoles
319 AGN (AHH) Vol., 1126, exp., 5. Ver también, AGN (AHH) Vol., 278, exp. 47.
146
siempre a su arbitrio el modo del trabajo, y en casos que sean para la casa y misión se les satisface y da de comer. Los territorios no son capaces en todas partes de tener agua para fundar molinos donde hay esta conveniencia se goza de ellas y donde no las indias pagándoles su trabajo, por hábito y naturaleza muelen en los metates lo que pueden sin violencia ninguna, de manera que por conveniencia personal lo pudieran apetecer, que por gobierno ecónomo se debe con los indios e indias evitar la ociosidad. Porque singularmente en esta gente, más que en otra les ocasiona los vicios. Que ser el número de molenderas el cual se pondera en el informe, y la cantidad de harina de cien cargas, no necesita de más respuesta que la de no haber comarca, ni población de españoles donde pueda haber tan gran consumo. Si es rigor la obediencia, maltratamiento a la doctrina, opresión y esclavitud la forma industriosa para que los indios cultiven las tierras que antes eran campañas silvestres, responda la razón y el servicio de ambas majestades……320
El anterior documento, se remite a los conflictos que se suscitaron en la
segunda mitad del siglo XVII. Una serie de acusaciones que fueron hechas por
parte de un grupo de indígenas, quienes demandaban el pago de salario justo por
sus trabajos realizados dentro de las misiones como fuera de ellas. El
enfrentamiento se originó en 1672, cuando el misionero de Tehueco, Jacinto
Cortés, motivó al protector de indios Francisco de Luque que impidiera a los
indios a trabajaran gratuitamente en el presidio de Sinaloa para beneficio del
capitán y alcalde mayor Mateo Ramírez de Castro. El padre Cortés recurrió a las
medidas dictadas por el gobernador de Nueva Vizcaya en 1666 en las que
ordenaba que los indios no salieran como tapisques en épocas de siembra, que
aquellos que salieran lo hicieran voluntariamente y que el trabajo les fuera
retribuido.
El protector de Indios Francisco Luque, acompañado por tres indios
mocoritos denunció ante la Real Audiencia de Guadalajara los abusos que
cometían en contra de los indios lo mismo vecinos y autoridades reales que
misioneros. Luque argumentaba, que si bien los capitanes enviaban a los indios al
presidio para trabajar sin compensarlos con paga y comida, los jesuitas los
obligaban a trabajar largas jornadas en los campos sin pago alguno. Por esto, Los
indios pedían pagar tributo, y el protector pedía que se pusiese remedio y se
hiciese extensivo a Sonora, en donde la explotación del indio era más intensa por
320 Ibid
147
ser mayores las siembras, de esa forma los padres reunían grandes cantidades de
plata321.
Luque además de acusar a los misioneros por la obligar a los indígenas a
trabajar largas jornadas, decía que no había para los indios más jueces que los
padres, porque ponían éstos gobernadores a su voluntad, buscaban sus
particulares intereses, se desentendían de los deberes del ministerio. Declararon
también que los padres quitaban a cualquier alcalde indio que no enviara al
Colegio de Sinaloa el zacate, la leña, etc., aunque estuviese elegido por los
pueblos y confirmado por el justicia mayor.
La Real Audiencia al concluir de recabar toda la información sobre el caso,
reiteró la orden que años antes dictara el gobernador de la Nueva Vizcaya, esto
es, que se pagara a los indios que trabajaran por su voluntad, “a razón de dos
tomines y medio cada día en épocas de cosecha, y el resto del tiempo a dos, sin la
comida, que no se ha de tener en cuenta, y en Sonora por no haber dinero, se
pagará en géneros. Los sirvientes de la iglesia como porteros, campanero,
sacristán y cantores no percibirán salario, pues estas ocupaciones las percibían
todos los indios por turnos”322. Por otra parte, los vecinos solicitaron que parte del
jornal que debían pagar a los indios consistiera en comida y otros bienes pues la
escasez de moneda dificultaría el pago.
La Audiencia determinó que esta orden se ejecutara tanto en la provincia de
Sinaloa como en la de Sonora. Desde abril de 1673 el alcalde mayor de Sinaloa
recorrió los pueblos de la provincia para dar a conocer la orden del 24 de
diciembre de 1672. Los jesuitas se resistieron a acatar tal disposición y
presentaron a ante la Real Audiencia un documento donde se defendían de todas
las acusaciones323.
En dicho documento, los jesuitas pedían que enviaran al alcalde mayor de
Sinaloa, Miguel Calderón y Ojeda, de regreso a Castilla donde residía su esposa.
321 Luis Navarro García, op., cit., p, 159. 322 Ibid., p, 172. 323 Sergio Ortega Noriega, “El sistema de misiones….., op., cit., p, 108.
148
También desacreditaban a Francisco Luque por adúltero y presentaban una
certificación del teniente de alcalde de El Fuerte, Miguel de la Vega, en la que
desmentía las declaraciones del protector de indios. Tiempo después, Francisco
Luque se retractó de las acusaciones que había hecho en contra de los religiosos.
El anterior conflicto llegó hasta el Consejo de Indias, que en 1679 refrendó
la provisión de la audiencia, sobre el buen tratamiento y libertad de los indios. A
pesar de eso, las cosas no cambiaron en las provincias del noroeste.
Un problema considerable y que repercutió en forma negativa sobre los
indígenas, fue el repartimiento324. Según los misioneros, nada ponía en mayor
riesgo la continuidad de la obra de catequesis como el de obligar a los neófitos a
trabajar contra su voluntad para los españoles, pues “de semejante compulsión”,
decía uno de los religiosos, se continuaba de manera constante a que los indios
que ya habían admitido “el yugo suave del evangelio” lo repugnaran luego tan sólo
“por querer evitar…los servicios personales”325
En la práctica, el sistema de repartimiento de indios no siempre se
correspondió con lo dispuesto por la ley. Debido a que se dio de manera continua
ciertos arreglos entre los funcionarios públicos que intervenían en los
repartimientos y los españoles empleadores de tapisques, de lo que resultaron los
múltiples excesos con que se aplicó el sistema.
Los padres jesuitas estaban conscientes respecto de los muchos y
poderosos intereses que estaban en juego, los jesuitas admitían que los indios
324 El repartimiento de indios fue establecido en la Nueva España desde mediados del siglo XV, puede ser definido como un sistema de trabajo forzoso asalariado. Las comunidades indígenas sujetas al repartimiento debían aportar un cierto número de trabajadores para las minas y labores agrícolas de los españoles. Estos trabajadores eran llamados tapisques, salían de sus pueblos por tandas y eran obligados a servir durante una o dos semanas a los empresarios españoles a quienes habían sido asignados. A cambio de ello recibían un jornal que, según se estableció en la legislación respectiva, debía empezar a correr desde el día en que los indios salían de sus pueblos y ser pagados hasta el día en que los miembros de la cuadrilla se reintegraban a comunidad de origen. También estaba dispuesto que los tapisques no pudieran ser llevados a lugares que estuvieran a más de diez leguas de sus pueblos. El repartimiento de indios estaba controlado por la autoridad pública. Ignacio del Río, “Repartimiento de indios en Sonora y Sinaloa” en Ignacio del Río, Vertientes regionales de México, Estudios Históricos sobre Sonora y Sinaloa (Siglos XVI-XVIII), México, UNAM, 2001, pp, 16-17. 325 Ibid., p, 18.
149
aportaban sus fuerzas de trabajo en beneficio de los empresarios españoles,
quienes de otra suerte, habrían quedados privados de la posibilidad de conseguir
sirvientes en la región. “Por otra parte como los españoles no tienen otros
sirvientes, sino son los indio, es preciso según toda razón y las leyes y el bien
público permitirles el servicio, aunque sea pagado, de los indios”326.
Así como también, los misioneros abogaron porque el servicio de los indios
se obtuviera con la menor violencia y daño posibles, y con el cargo, para los
empresarios, de tratar bien y remunerar debidamente a sus trabajadores. En un
documento jesuita sin fecha y sin firma del autor, se sostiene que el servicio
personal involuntario de los indios podía considerarse lícito siempre que se
observara “la debida moderación”, los indios salieran efectivamente por tandas, las
tasaciones se hicieran sin exceso y se excluyeran como sujetos de la obligación a
los recién convertidos, los que ostentaban varas de justicia, los que tenían algún
impedimento físico, los que habitualmente prestaban servicios a la comunidad o
en el templo y los que por su misma condición natural gozaban de exención
jurídica, como eran las mujeres y los niños327.
Un padre jesuita dice: Si los padres, al mirar estos daños (a los indios), callan y se
encogen mucho, lo padece su consciencia; si hablan y reclaman sobre el servicio, no el lícito y arreglado, sino sobre el excesivo, continuo y lleno de abusos, estará bien continuo el sinsabor, el pleito y la discordia con aquellos a quienes se oponen328.
Una solicitud constante de los misioneros fue la que los mandamientos o
sellos fueran siempre entregados a los ministros religiosos, a efecto de que los
padres estuviera enterados de la saca de tapisques y pudieran intervenir en los
casos en los que se pretendiera cometer abusos en perjuicio de los indios. El
repartimiento de indios perduró de modo más o menos generalizado mientras el
Estado lo consideró necesario y lo respaldó329.
326 Ernest J. Burrus, Misiones norteñas mexicanas de la Compañía de Jesús, 1751-1757, México, Antigua Librería Robredo de José Porrúa e Hijos, Sucs, 1963, p, 82. 327 Tratado del servicio personal involuntario de los indios… BNM, Archivo Franciscano, 32/650, f. 20,21-22v 328 Ernest J. Burrus, Misiones norteñas…, p, 83. 329 Ignacio del Río, “Repartimiento de indios en…, p, 26.
150
Los salarios que se les otorgaban a los indígenas, estaba fijado en dos
tomines (dos reales) diarios, eran con frecuencia manipulado de distintas
maneras. En 1657 denunciaba el padre Francisco Javier de Faría “La desdichada
paga y salario de un indio, pues el trabajo de toda una semana, con tareas tan
fatigadas y largas, se paga con un cuchillo de los que en México valen a medio
Real, y cuando mucho a tomín”330.
En el documento anónimo relacionado al servicio personal involuntario de
los indios, con respecto al pago del salario que reciben los tapisques escribió el
autor:
….porque en realidad ni les cabe de descanso un día entero en cada semana, porque todo se les va en buscar que comer para sí y su familia enfermas de andar muchas leguas para sus pobres rescates y cortos cambalaches, corriendo de la sierra hasta el mar si son serranos, y desde el mar a la sierra, si son marítimos. Y buscando aunque se tiene, porque de solo el oficio de tapisque mal pueden vestirse, así y a otros sino es desamparando al pueblo muchos meses gastándolos en continuos trabajos sin cesar. Porque un indio de lunes a sábado a dos tomines por día gana doce tomines, que en comprar una cosa se le van (y ni aún le pagan a cuantillas por legua las que gastan en andar desde su pueblo hasta la casa del español, según su obligación que apunto en otra parte) o en comprar otro dije de poca monta331.
Sin bien, los misioneros hicieron constantes acusaciones a los colonos por
el poco salario que pagaban a los indígenas, y además de los malos tratos que
eran objetos estos por parte de aquellos. Respecto a las condiciones en que
volvían a sus pueblos los indios que salían a trabajar a las minas escribió el padre
José María Genovese en 1722:
Ah, señor, esta es una gran lástima ver venir a un pobre indio después de ocho o quince días de trabajo, con una madeja de chomite o estambre o con dos varas de listón o un pedazo de manta, sin que se obedezcan tantos despachos en que se han mandado que se les pague en plata, y también las leguas que anduvieron para llegar a la mina. Da compasión venir flacos y macilentos de la humedad, obscuridad y mal olor de las minas, muertos de hambre, y muchos engrasados y abiertos de los pechos por el peso de las varas y dureza de los metales332.
330 Francisco Javier de Faría, op., cit., p, 172. 331 Tratado del servicio personal involuntario de indios, BNM, Archivo Franciscano, 32/650, f, 23v. 332 Luis González Rodríguez, op., cit., p, 150.
151
Después de conocer algunas de las muchas acusaciones que los jesuitas
hicieron contra los colonos por el trato a los indios, veremos ahora sobre las
formas de retribuir el trabajo que daban los misioneros a los indígenas por sus
labores en las misiones. Respecto a esto, el padre José Roldán, justifica la actitud
de los padres de no pagar con dinero las labores de los naturales:
….La desgracia única de los jesuitas es el que no les hayan dado a los indios lo que les dan con cuenta y razón por vía de contrato y paga, teniendo para ello libro formal de cuentas que si esto hubiera, pudieran evidenciar lo mucho que a los indios han alcanzado, pero esto se ha omitido por estarse gobernando con ellos como un padre de familia con sus hijos a quienes da de la mesa común lo necesario y todo lo gasta en ellos y lo busca para ellos, sin que le asigne determinado salario y por eso así ellos como los que miran nuestras acciones con malos ojos pueden decir con verdad, que a los dichos indios no les pagamos porque es así verdad, si se habla de paga convencional, y será falso si se habla de pagamento real sin que preceda pacto. Porque sí hay paga de dichos indios hubiera de ser por vía de convención y pacto en tal caso también el trabajo de ellos había de ser (según la convención y costumbre) muy estrecho, es muy cierto que el trabajo de dichos indios es tan aparente y superficial que a veces con seis indios de salario hacen más los españoles, que un misionero con todo el pueblo, aunque este tenga 40 o 50 familias. Lo primero, porque jamás van todos al trabajo, sino muy pocos, lo segundo, porque los pocos que van, más acuden por sólo comer, que por trabajar. Y así van muy tarde y se vuelven muy temprano, como era posible, pues, a estos se les pagase con la formalidad que se deben pagar los indios asalariados. Y así, aunque todos digan que hay abuso, ninguno lo ha de demostrar, y probar. Esto es tan cierto que se puede jurar, y por eso lo firmo. Padre José Roldán333.
Uno de los problemas del pago a los indios era la falta de dinero en la
región, en 1657 el padre Francisco Javier de Faría comentaba “La paga con que
de ordinario se asalarian indios y Españoles, no es en monedas de plata, que acá
no corren, es en Ropa, y géneros de los precios ya dichos”334. Esto era que los
costos de los artículos que los comerciantes vendían eran muy altos, de tal
manera, que no les alcanzaba para comprar gran cosa. Además, la provisión de la
Real Audiencia de 1673, consideraba esa situación de pagar el sueldo en géneros
por no haber dinero, en cosa que equivaliese según el uso corriente de la
provincia.
333 Luz con que deben mirar las sementeras que los jesuitas hacen en sus misiones, BNM, Archivo Franciscano, 32/662, Fs. 7 y 7v. 334 Francisco Javier de Faría, op., cit., p, 34.
152
Los misioneros siempre defendieron la forma en que pagaban a los
indígenas, esto era, con comida y ropa, y no como indicaban las leyes, que eran
dos reales y medio por día. Los padres recibían plata por las ventas de productos
agropecuarios y ganaderos que hacían a los reales de minas. Algunas memorias
nos indican que enviaban a la ciudad de México la plata, en ocasiones monedas o
reales, estos ingresos, no estaban considerados para pagar a los indios por su
trabajo.
Desde finales del siglo XVII y principios del XVIII, los indígenas tuvieron una
mayor exigencia de trabajo, esto debido al aumento de la demanda de productos
principalmente agrícolas y ganaderos por parte del sector español. Si en un
principio los productos de las misiones se empleaban para sustentar a la
comunidad y sólo una moderada cantidad era destinada a la ayuda de otras
misiones o para su venta, en este momento, la producción de excedentes era
prioritaria, en ocasiones a costa del autoabastecimiento.
Sin embargo, para los indígenas335, estas exigencias no pasaron
desapercibidas, porque entre más trabajo se les imponía menos beneficios
335 Para 1737, un indio llamado Agustín Ascuchul, de nación Guayma, se presentó como el Ariscibi o profeta. Predicaba que Moctezuma era el creador del cielo y de la tierra, del agua y de todas las cosas, y profetizaba que sanaría a los enfermos y devolvería la juventud a los viejos. También predecía el advenimiento de una era de felicidad para los indios. Y que el mundo pronto se acabaría pero Moctezuma crearía al nuevo mundo, en el que resucitaría a los muertos y convertiría a los indios en españoles y a los españoles en indios para que en adelante los indios fuesen los amos y los españoles sus sirvientes. Pero advertía, que sólo sus seguidores se harían merecedores a esos beneficios y amenazaba con convertir en piedra a los no creyentes. Pronto los discursos de Ariscibi se difundieron e incluso llegaron y se conocieron en la Pimería Alta, y por esta razón Juan Bautista de Anza decidió tomar cartas en el asunto. Después de haber enviado al alférez de Fronteras con el fin de observar los movimientos de los indios, Anza actuó enérgicamente, temiendo que el movimiento pudiera involucrar a otras tribus y llegara a desembocar en una sublevación. Cuando llevaba varios días reunidos en la costa, llegó con la tropa de Fronteras y apresó al profeta a quien arrestó y tras un breve interrogatorio lo condenó a la pena de muerte. Así de esta manera terminó con el problema, Anza, lo califico de muy grave, pues desde años atrás ya se hablaba de la llegada de Moctezuma, quien liberaría a los indios de la opresión de los españoles. La razón por la que de nuevo recobró vida este tema, fue debido a varios factores, por un lado la desesperación que sentían los indios frente a la amenaza de las epidemias que habían azotado a las provincias. Las viruelas, el sarampión y el tarbadillo hicieron crisis en los naturales quienes buscaron con ansias un remedio frente a lo que era algo sobrenatural para ellos. Y por otro lado, las series de contradicciones que se daban en el conjunto de relaciones de la sociedad colonial, que para los indígenas debió haber sido difícil comprenderlas, debido a las incongruencias que se presentaban, como por ejemplo, se daban cuenta que lo que predicaban los misioneros y que ellos estaban obligados a cumplir, no eran ni remotamente observados por los españoles. Además, los indios estaban sometidos a un régimen disciplinado dentro de la misión, ajeno totalmente a su forma de vida original. Otras contradicciones
153
recibían, pues la administración de los excedentes de producción estaba en
manos de los misioneros que los empleaban en las misiones de California,
fundadas en 1679, o para la ayuda de la provincia en México o para otros fines
ajenos a la propia comunidad336.
Los superiores religiosos no ignoraban las tensiones que se fueron
presentando en el interior de las comunidades, y después de casi veinte años de
disputas entre mineros y misioneros por el control de la mano de obra indígena, el
padre provincial Alonso de Arrivillaga, luego de su visita a la región en 1715,
dispuso de nuevas reglamentaciones para los misioneros. En la regla once,
reconoce el padre provincial que algunos misioneros han estado interesados en la
ganancia de las temporalidades, obligando a los indígenas a extender sus labores,
por lo que éstos han sido incapaces de atender sus propios cultivos. Continúa
Arrivillaga diciendo, “así los colonos han tenido razones para calumniarnos con
respecto a la situación de los indios, y reclamarnos de tenerlos esclavizados,
además de otros graves cargos”. De esta manera, prohíbe estrictamente que los
indios sean obligados a trabajar excepto para los tres primeros días de la semana
o durante el tiempo de la cosecha, debido a que sí el trabajo fuere interrumpido los
cultivos podrían estar en peligro de perderse. También menciona, “el trabajo para
el cual ellos están obligados a cumplir, son en la reparación de los templos, debido
a que muchos de ellos se encuentran en peligro de desplomarse”337
Con lo arriba expuesto, se puede pensar que la regla de Arrivillaga podía
interpretarse como que estaba prohibido terminantemente a los misioneros no
exigir más de los tres días de las labores comunales, pero, sí se justificaba el
trabajo extra en el tiempo de la cosecha u otras tareas como el mantenimiento de
las iglesias. Además, el provincial ordenó moderar las ventas de los productos de
fueron las pugnas que se dieron entre los jesuitas y colonos por el control de las comunidades de indígenas y sus recursos, Los indios, por consiguiente se hallaban en el centro de esta disputa, sujetos a las presiones de uno y otro bando. En estas condiciones y castigados por las epidemias, seguramente deseaban la llegada de un mundo mejor para ellos. José Luis, Mirafuentes Galván, “Agustín Ascuhul, el profeta de Moctezuma. Milenarismo y aculturación en Sonora (Guaymas, 1737)”, en Memoria XVI Simposio de Historia y Antropología de Sonora, México, Instituto de Investigaciones Históricas, 1993, pp, 157-172. 336 Sergio Ortega Noriega, “Crecimiento y crisis del sistema misional……….op., cit., p, 136. 337 Charles Polzer, op., cit., p, 99.
154
las misiones, Sin embargo, podemos pensar que para los misioneros era casi
imposible acatar todas las estrictas disposiciones del provincial Arrivillaga, a causa
de las crecientes presiones del sector español que pesaba sobre ellos. Esta
situación era común a todas las misiones del noroeste, pero en las comunidades
del río Yaqui se presentaron los problemas de manera más aguda y llegó a
desembocar un alzamiento de yaquis y mayos.
De acuerdo con los ordenamientos, los misioneros podían asignar los
puestos de gobierno a sus propios candidatos, pues nadie que no contara con su
visto bueno tenía posibilidad alguna de resultar electo para dichos puestos. Sin
embargo, los jesuitas no procedían a cambiarlos anualmente como mandaban las
autoridades generales. Preferían reelegirlos, ascenderlos y hasta conservarlos en
sus cargos de manera vitalicia. Sin embargo, al impedir la rotación anual de los
cargos de gobierno los misioneros no hacían más que auspiciar el surgimiento de
desigualdades entre los indios en cuanto al acceso al prestigio y los privilegios
contrarias a sus propósitos: una que los miembros del cabildo, al escalar puestos
o reelegirse en ellos llegasen a acumular suficiente influencia como para dejar de
depender del poder que les fuera asignado por sus ministros religiosos. Este fue el
caso de Luis del Sáric, gobernador del pueblo del Sáric en la Pimería Alta338.
El segundo factor fue que los indios deseosos de llegar al puesto de
gobernador y que indefinidamente veían cancelada esa posibilidad, trataron de
realizar sus aspiraciones políticas al margen o en contra de la decisión de los
misioneros. Este parece haber sido el caso de Muni y Bernabé. En el gobierno de
Huidobro como no podía despojar a los jesuitas de la facultad de elegir a los
gobernadores, introdujo en las misiones el cargo de capitán de milicias, dotado de
amplias facultades y sujeto directamente al gobierno civil español. Y este cargo lo
338 Luis de Sáric, en 1751 inició una rebelión en la que murieron dos misioneros jesuitas y alrededor de cien españoles, y saquearon y destruyeron numerosas instalaciones agropecuarias, mineras y religiosas. A mediados de 1752, por disposiciones del gobernador de Sonora y Sinaloa Diego Ortiz Parilla, se le concedió el perdón al líder de los pimas altos. Después lo restableció en sus cargos de gobernador de Sáric y de capitán general de la Pimería Alta. José Luis Mirafuentes Galván, op., cit., p, 204.
155
concedió a los partidarios de Muni y Bernabé, esperando eliminar así a las
autoridades nombradas por los jesuitas339.
Además Huidobro alentó a Muni y Bernabé para que fueran a México a
exponer sus quejas ante el virrey. Los líderes yaquis expusieron sus demandas
ante el virrey. Cabe mencionar, entre otras, que a los yaquis se les permitiese
realizar con toda libertad sus elecciones, que no se les impidiera salir a trabajar a
las minas, que se moderara el trabajo que hicieran para los padres, que corrieran
a los administradores no indígenas que los padres habían puesto en las misiones.
Mientras Muni y Bernabé estaban en México el conflicto se agravó. Faltaron
alimentos y los yaquis quisieron disponer de las reservas almacenadas para
California, a lo que el padre Nápoli se opuso. A principios de 1740 hubo una gran
inundación que destruyó siembras y ganado, y arrasó el pueblo de Vicam.
Entonces los yaquis impedidos por el hambre, empezaron a sustraer alimentos de
las propias misiones y de propiedades españoles. El conflicto se extendió,
sublevándose los mayos y yaquis340.
Al regresar de México Muni y Bernabé ayudaron a los españoles para
pacificar a los sublevados, pero en ese momento Agustín de Vildósola, ya se
imponía a los rebeldes y se hacía dueño de la situación. En junio de 1741 fueron
arrestados los líderes yaquis, se les acusó de preparar una nueva sublevación de
yaquis y mayos como la ocurrida el año anterior. Nueve días después en el pueblo
de Buenavista y por órdenes de Agustín de Vildósola, fueron ejecutados, sin que
se les tomara en cuenta sus cargos ni los servicios que tan sólo unos meses antes
habían prestado al estado español interviniendo en la pacificación de sus propios
connaturales, y sin que se les oyeran sus clamores de inocencia341
Finalmente, sobre este tema, es interesante la opinión de Mirafuentes
Galván342, dice que a su parecer, los nuevos intentos de rebelión nunca existieron
Muni y Bernabé no tenían posibilidades de enfrentarse con éxito a los españoles.
339 Ibid., p, 208. 340 Sergio Ortega Noriega, “Crecimiento y crisis…, p, 139. 341 José Luis Marafuentes Galván, op., cit., p, 201. 342 Ibid., p, 210.
156
Además el autor afirma, que fue un asunto urdido por Vildósola, con la
colaboración o la aquiescencia de los jesuitas, para realizar sus fines políticos más
inmediatos. Con la desaparición de Huidobro de la escena política, Vildósola y los
jesuitas, quedaron prácticamente libres para afianzar su dominio en la región. Los
jesuitas eliminaron los cargos de capitán creados por Huidobro, recuperaron la
facultad de elegir a los funcionarios de república del yaqui y devolvieron al puesto
de gobernador su autoridad tradicional.
El nuevo gobernador Ortiz Parilla, asumió el cargo de gobernador de 1749 a
1753, y de la misma manera que Huidobro en el Yaqui, procedió a reorientar, en
beneficio del gobierno civil español, la estructura de poder de las misiones de la
Pimería. Introdujo en estas misiones el cargo de capitán general, reservándose el
derecho de determinar las acciones del mismo. Para debilitar la autoridad de los
misioneros sobre los pimas, el cargo de capitán se lo dio a Luis de Saric343, que de
ese modo extendió su influencia a todas las comunidades de la región, logrando
realizar un alzamiento en 1751 donde murieron dos jesuitas y más de cien
españoles. Los efectos de este levantamiento se prolongaron durante más de diez
años, en los que no se pudo implantar una paz duradera.
Un aspecto que llama la atención es sobre la mención que hace Sergio
Ortega Noriega, acerca de que un número considerable de indígenas
permanecieron en las misiones, Ortega dice que la acción unitaria y disciplinaria
de los jesuitas puede ayudar a entender la trascendencia de su obra, ya que éstos
pudieron penetrar profundamente en las sociedades indígenas modificando sus
costumbres.344
Ortega Noriega, para explicar acerca de la disciplina, aborda los
planteamientos de Michel Foucault sobre los mecanismos para el ejercicio del
343 Los misioneros, indignados por el nombramiento de capitán a Luis del Sáric, restringieron sus atribuciones y sus negocios particulares convirtiendo al pueblo de Sáric en Cabecera, y con su respectivo padre misionero de planta que en adelante participó en el control del gobierno local (antes era pueblo de visita y no tenía padre de planta, de esta manera, Luis logró independencia y poder), Los misioneros limitaron a Luis su autoridad a nivel regional, mediante el desconocimiento de su teniente general, que le servía de enlace con los gobernadores. 344 Sergio Ortega Noriega, “Las misiones jesuitas………op., cit., pp, 169-180.
157
poder de las sociedades occidentales modernas. Las nombra, las disciplinas a las
técnicas o procedimientos que tienen por objeto hacer a las personas dóciles y
útiles, con la finalidad de infundir en los individuos la disposición permanente a la
sumisión y al trabajo.345
La aceptación de la autoridad moral del opresor y las diversas formas de
agresión, llegan a ser aceptadas por los oprimidos a través de la obediencia. Ante
la imposibilidad de un triunfo sobre los opresores, los oprimidos terminan
aceptando sus condiciones sin rebelarse. Dice Barrington Moore, no solamente es
a través de rebeliones como se manifiestan las injusticias, las inconformidades,
sino también es con la obediencia. 346
Las condiciones de los naturales no fueron buenas. Se habla de un gran
número de habitantes indígenas que trabajaban bajo una estricta disciplina al son
de la campana que media los tiempos para todas las actividades. Se puede
pensar en una actitud sumisa y obediente hacia los misioneros. Pero también,
pudo haber sido el miedo que los naturales sentían hacia los padres:
….la mayor victoria de los jesuitas, era el dominio que éstos ejercían sobre los indios: estaban apoderados o hechos dueños de ellos, gracias a que sabían sus lenguas, “solo penden del padre misionero y no hacen sino lo que él quiere y manda según los tiene impuestos por lo mucho que les temen y por hablarles en su lengua, que aquí no entienden los alcaldes mayores, ni para su inteligencia tienen ni han tenido intérpretes,….. “347 Guy Rozat, dice que el miedo fue un arma eficaz utilizada por los jesuitas.
Los grandes desastres naturales como temblores, epidemias, muertes súbitas,
fueron empleados para fines pastorales fueron presentados, como castigos que
Dios mandó para la conversión de los indios bárbaros. El empleo del medio
obedeció a una estrategia definida, cuyo objeto fue lograr un cambio de poder
hacia el religioso, para así establecer una nueva unión política y una organización
345 Ibid., p. 179. 346 Barrington Moore, La injusticia: bases sociales de la obediencia y la rebelión, México, UNAM, 1996, P, 96. 347 Luis Navarro García, op., cit., p, 189.
158
social diferenciada jerárquicamente. El temor se utilizó con una intención
pedagógica clara, impuso un nuevo modelo de conducta personal y social, pero el
miedo tuvo que ser manejado y dosificado, porque si el efecto era atemorizar, no
se pretendía alejar a los futuros fieles sino al contrario, provocar la búsqueda de
un sentido a la angustia y convencerlos de que el remedio estaba en poder sólo de
los misioneros, y no de los agentes culturales tradicionales que eran los brujos o
hechiceros348.
La sumisión y aceptación por parte de los indígenas al admitir reducirse en
pueblos misionales, dejar sus antiguas formas de vida por otras totalmente
diferentes a la de ellos. Fue más fuerte el deseo por la supervivencia, el miedo a
una muerte segura en caso de revelarse en contra de los dominantes. Los
indígenas tuvieron que someterse a la vida disciplinada marcada por el toque de
campana, pero debieron de llevar una gruesa máscara, que les permitió sobrevivir.
En su análisis a la obra de Andrés Pérez de Ribas, el autor Guy Rozat, nos
habla de un pasaje, donde un indígena yaqui le comenta al padre Andrés: “padre
ya no somos los que solíamos, parece que el agua que nos echaste
bautizándonos, nos ha quitado el brío y la ferocidad que teníamos, ahora tenemos
juicio que antes no lo teníamos”. Dice Rozat, el etnocidio se realizó, y los indios,
agobiados y desorientado, aceptaron y se conformaron con las transformaciones
ocurridas en su espacio natural, los cual no significa que no fueran a rebelarse
algún día, aunque están rebeldías estarían condenadas al fracaso349.
La vigilancia y el castigo de las infracciones de las normas eran el
complemento del sistema de vida en las misiones, y esto resultó un remedio eficaz
para la sujeción de los indios. Era vigilado el cumplimiento del trabajo, ya que la
ociosidad era una falta que no se permitía. También era sancionado con severidad
la embriaguez, el rapto de mujeres así como cualquier falta al reglamento de la
misión. Los castigos consistían en azotes, cepo y en recorte de cabello. Si un
348 Guy Rozat Dupeyron, op., cit., p, 138. 349 Ibid., p, 159.
159
miembro de la comunidad cometía algún delito mayor, se le entregaba al alcalde
español para que lo juzgara y castigara conforme a las leyes350.
Las instrucciones para los misioneros con respecto a la aplicación de
castigos para los indígenas, las reglas de 1662 indicaban a los padres evitar todas
las formas estrictas de severidad y en caso de que fueran necesarios los castigos,
estos se aplicarían con moderación para que los indios no perdieran la estimación
por los padres. Las reglas de finales del siglo XVII, ordenaba a los padres, que en
ningún caso se les cortara el cabello a los indígenas fueran hombres o mujeres, y
el número de azotes no excedieran de 8. Para mediados del siglo XVIII, las reglas
con respecto a los castigos indicaban que fueran de acuerdo a la gravedad de la
falta, 6 latigazos para casos leves, más serios de 12 a 25. En caso de ser mujer,
que no pasaran de 8 azotes, de esta manera, los castigos tenían que ser por
manos de las justicias indígenas y no de los padres351.
Podemos ver que las ordenanzas para los misioneros fueron cambiando
con respecto a los castigos. En un principio se buscó la confianza de los
indígenas, a finales del XVII, los problemas se hicieron presentes con las
acusaciones de los naturales ante las autoridades en contra de la administración
de los padres y para mediados del siglo XVIII, se habían originado los
movimientos de rebelión de yaquis y mayos, y los castigos fueron más severos
para conseguir una efectiva sujeción por parte de los misioneros. No obstante, la
realidad fue otra, las instrucciones no se llevaron a cabo al pie de la letra en los
pueblos misionales. Un ejemplo de ellos fue el caso ocurrido en las misiones del
río yaqui. Una acusación de fecha 14 de septiembre de 1742 en contra del
misionero Diego González que golpeó y dio de palos al jefe yaqui Muni, seguida
de una serie de azotes352. Entre otras quejas en contra del misionero González,
350 Sergio Ortega Noriega, “Las misiones jesuitas como institución disciplinaria…”,op., cit., p,179. 351 Charles Polzer, op., cit., pp, 68, 89 y 123-124. 352 Ignacio Almada Bay, “La descomposición de las misiones en las provincias de Sonora y Sinaloa, 1690-1767. Un acopio de factores internos y externos a la Compañía de Jesús”, en José Rómulo Félix G. y Raquel Padilla, Misiones del Noroeste de México. Origen y destino 2005, México, El Colegio de Sonora, 2007, p, 170.
160
estaba la de tener a un grupo de sirvientes no indígenas, que maltrataban a los
indios, además de ser parientes y protegidos del padre González353.
Por otro lado, tenemos a los indígenas que aprovechaban la salida de los
pueblo de misión para cumplir con las labores del repartimiento y no regresaban a
sus lugares de origen. Los misioneros le atribuían al mal trato de los colonos,
decían que los indios huían a otras tierras para no ser sometidos a los trabajos
intensos de los mineros. No obstante, algunos padres comentaban que los indios
empleaban las salidas para no regresar porque gustaban de la vida sin sujeción a
sus justicias y a sus padres, olvidando la doctrina por carecer de los sacramentos,
les gustaban los juegos, la vida licenciosa sin cuidar y mirar por sus familias.
Viendo a los demás cristianos las malas costumbres y desórdenes, fácilmente se
inclinaban a imitarlos. Muchos de los indios preferían no volver a la vida
disciplinada de la misión y optaban por irse a otros lugares.
4.4.- La expulsión de los jesuitas
A mediados del siglo XVIII era evidente la crisis del sistema misional con fuertes
tensiones al interior de las comunidades y graves conflictos con el sector español.
La situación económica y social estaba en grandes problemas, por lo que llevaría
a la destrucción de la administración de los jesuitas y más tarde a la de las propias
comunidades.
En 1765 el gobierno virreinal tenía ya decidida la secularización de las
misiones en Sonora, Ostimuri, Sinaloa y California, y el envío de los jesuitas a
tierras de infieles354. A principios de 1766, se incrementaron los rumores sobre la
explotación que hacían los jesuitas con el buceo de perlas en California y se
hablaba de la existencia de minas ocultas en Sonora, por tal motivo, el padre
353 José Luis Mirafuerntes Galván, op., cit., p, 206. Hubo reglas para los misioneros en que prohibían la presencia de familiares dentro de las misiones, pero, sólo podían ser aceptados con autoridad del padre visitador para que pudieran vivir por unos meses, mientras encontraban donde vivir. También existieron reglas en que autorizaban a los misioneros, siempre con el previo permiso del padre visitador de tener como mayordomo a un mulato, mestizo o español. ASJPM, exp., 1020. 354 Sergio Ortega Noriega, “Crecimiento y crisis…., p, 149.
161
provincial Francisco Ceballos, junto con sus Consultores, redactaron un
documento donde entregaban al clero secular las misiones, que eran en esos
tiempos motivo de crítica por el enriquecimiento que allí se realizaba, según las
acusaciones. Se dirigió el documento de la renuncia a las misiones al virrey
marqués de Cruillas el 12 de abril de 1766, en los siguientes términos: “Con toda
verdad ofrezco, Sr. Exmo, que si la Real Clemencia juzgare conveniente quitarnos
este peso, partirán de allí todos los jesuitas sin otro equipaje que un crucifijo al
cuello y su breviario”355. Ante esto, el virrey quedó completamente sorprendido, y
le contestó al provincial Ceballos que no tenía instrucciones para resolver tal
asunto, pues en esos momentos arribaba un nuevo virrey el marqués de Croix, y
llegaban también los rumores que la nueva autoridad traía instrucciones de
investigar los bienes de los jesuitas y de poner administradores en sus
haciendas.356
Julio César Montané da a conocer otra carta del padre Ceballos de 1765 en
la que propone la secularización de las misiones. En ella señala el padre Ceballos,
que el 13 de noviembre de 1764, el Reverendo Decano de la Real Audiencia de
Guadalajara le pidió que informara de cuáles misiones podían ser secularizadas,
por lo que el padre Ceballos le contestó, que la mayoría de ellas podían ser
reducidas a curatos, excepto las vecinas a los indios barbaros, gentiles o
apostatas. Finalmente el padre Ceballos ofrecía y ponía en manos de S.M., por las
de V.E., y en nombre de la provincia de la Compañía de Jesús todas las misiones,
que tiene en la California, Nayarit, Sinaloa, Sonora, Tarahumara y Chinipas; que
están pronto a ser entregadas con todos sus bienes, cuando y como fuera del
agrado del Rey357. Los jesuitas no fueron escuchados, probablemente ya se tenía
preparada la orden final y convenía que no se dieran entendimientos entre las
autoridades y los jesuitas.
En otros países como Portugal y Francia la Compañía de Jesús tuvo
conflictos con los monarcas, por lo que decidieron expulsarlos y confiscar sus
355 Gerarh Decorme, op., cit., p, 440. 356 Ibid, p. 443. 357 Julio César, Montané Martí, La expulsión de los jesuitas de Sonora, México, Ediciones, promociones y distribuciones, Contrapunto 14, 1999, p, 57.
162
bienes. En 1759 el rey de Portugal desterró a los jesuitas de ese país, en 1764 la
Compañía quedó disuelta en todo el reino de Francia. En España el rey Carlos III
en febrero de 1767, firmó el edicto del destierro de los Jesuitas de todos los
dominios de España y la confiscación de sus propiedades. En México y en otras
ciudades de la Nueva España la orden se cumplió entre el 25 y el 28 de junio del
mismo año, pero en las provincias del noroeste se realizó más tarde, a mediados
de julio. 52 misioneros fueron concentrados en Guaymas y 10 meses más tarde
deportados por mar a San Blas, salieron por Veracruz hacia el destierro en
diversos países europeos358.
La orden de expulsión, con las instrucciones anexas, fue recibida en México
por el virrey marqués de Croix el día 30 de mayo de 1767. En las provincias de
Sonora y Sinaloa, los documentos de la orden del extrañamiento fueron dirigidos
al gobernador Juan Claudio de Pineda, quien se hizo cargo de cumplir con lo
indicado. Las temporalidades de cada misión debían depositarse en personas
civiles que actuaran como comisarios reales, quienes tendrían que formular
inventarios de todos los bienes pertenecientes a la misión.
La salida de los misioneros separó la organización de los pueblos indígenas
y los redujo a comunidades aisladas y vulnerables al sitio de los colonos.
Desapareció la disciplina misional que normaba la vida interna de las
comunidades, pero la falta de dirección provocó la pérdida de los bienes de
comunidad. Posteriormente, las políticas coloniales fueron perjudiciales para los
indígenas. Se ordenó que las tierras de las comunidades fueran fraccionadas en
parcelas y se repartieran en propiedad privada, por lo que los colonos y
autoridades aprovecharon la oportunidad para adueñarse de los terrenos. Los
indígenas quedaron sin el título legal que amparaba la propiedad de sus tierras y
aguas, no tuvieron otra alternativa que alquilarse como peones al servicio de los
colonos.
358 Sergio Ortega Noriega, “Crecimiento y crisis…, pp, 202-208.
163
Conclusiones A lo largo del tiempo las numerosas reglas y preceptos emitidos por los diferentes
funcionarios jesuitas fueron giradas con la intención de normar la conducta de los
misioneros, así como la establecer reglas para la optima administración en las
misiones. Éstas reglas fueron cambiando con el tiempo, al principio estuvieron
enfocadas a la protección y compañerismo de unos a otros. Los superiores se
encargaron de remarcarles los principios de sus votos religiosos, castidad,
pobreza y obediencia, además la modestia, otra de las reglas importantes de la
Compañía. En el transcurrir de los años, la vida en las misiones se iba
transformando, las necesidades de autoabastecimiento se satisfacían y además
se generaban excedentes que eran destinados para la venta a los reales mineros,
principalmente. Productos agrícolas, animales y mano de obra indígena fueron
importantes para mineros y hacendados españoles.
Vemos que a finales del siglo XVII, los funcionarios jesuitas enfatizaban sus
reglas en llevar una efectiva administración de las temporalidades en las misiones,
la venta de ganado mayor y menor que les proporcionaban útiles ganancias, de
las cuales una parte era destinada para ayuda (limosna) a la Provincia en México,
y la otra para reinvertir en los negocios. Los jesuitas justificaban el negocio del
ganado, debido a que este era propiedad de la Provincia, esto era de la
Compañía, dado por donación de particulares o comprado por ellos mismos para
ser usado en las misiones y el resto comercializado.
Con respecto en las siembras, estas se hacían en tierras de misiones y sólo
el excedente de ellas se podía vender para el adorno de los templos y ayuda a la
casa del misionero. Sólo los mismos misioneros podían saber y decidir lo que eran
excedentes y que se podía volver a sembrar y vender. Las reglas eran muy
puntuales, se les pedía llevar libros de ingresos y de gastos, especificar en qué se
ingresó y gastó, además otros libros deberían de ser llevados como los inventarios
de los muebles de la casa e iglesia, libros de registro de bautismos, matrimonios y
defunciones y también el libro de registrar limosnas, cuando algún colono aportaba
alguna ayuda por ministerios de los padres, esto estaba totalmente prohibido, sin
164
embargo, se les decía que si los colonos insistían en dar tales limosnas, que
fueran aceptadas y se emplearan para el adorno de la iglesia.
Con el tiempo, las situaciones sufrieron diferentes cambios y también las
reglas y preceptos se dirigieron a corregir lo que estaba ocurriendo con la idea de
evitar escándalos por parte de los colonos. A los misioneros se les recordó en
muchas ocasiones que debían mantener sus votos de pobreza y obediencia, pero
la lejanía y la falta de supervisión les dio tiempo para el relajamiento, a tal punto
que dejaron de darle importancia al aprendizaje de las lenguas, y al final, mucho
de los misioneros no sabían la lengua del lugar, en consecuencia no tenían
acercamiento con los habitantes indígenas. De esta manera, se fue perdiendo el
interés hacia las cosas religiosas por parte de los nativos.
Los padres dedicaban mucho de su tiempo a la administración de las
temporalidades de las misiones, tuvieron que cumplir con una serie de
instrucciones para los registros de tales asuntos. Esto era, que todo lo que se
producía y se gastaba lo tenían que detallar en sus diferentes libros de registros.
Los padres tuvieron la oportunidad de comercializar con todo los productos que se
fabricaban en las misiones, además, otorgaban o pedían prestamos, censaban las
tierras, empeñaban diferentes artículos, intercambiaban productos, y otros
negocios más. Definitivamente, las misiones de ser lugares dedicados a la
evangelización y buscar el autoabastecimiento de alimentos y tener excedentes
para el desarrollo de otras misiones, pasaron a ser empresas eminentemente
productivas, donde los misioneros se dedicaban más a la explotación de los
recursos y a la administración de esos negocios que a la predicación de la fe
religiosa.
James Scott, señala que el proceso de dominación genera una conducta
pública hegemónica y un discurso tras bambalinas, que es lo que no se le puede
decir directamente al poder, llamado discurso oculto. En el caso de los indígenas
que habitaban en las misiones jesuitas, debieron de haber usado el discurso
oculto como respuesta hacia los dominantes. Detrás de la obediencia y sumisión
165
de los naturales, tuvieron manifestaciones de rebeldía, aunque sin éxito359. Se
puede pensar en el discurso oculto de los indígenas, al recordar las crónicas
misionales que mencionan a los naturales como personas disimuladas360, flojas y
dados a los “mitotes”, y borracheras, pudieron haber sido estas prácticas como un
manera de ocultar361 su inconformidad.
En el transcurso del tiempo, la situación para los naturales cambió
notablemente, debido al incremento de mano de obra indígena para satisfacer las
demandas de trabajo, esto era, para cumplir con las exigencias de los misioneros
y el repartimiento para las minas y haciendas que iban en aumento. Los indígenas
no eran inocentes y se tuvieron que haber dado cuenta de la situación, tuvieron
que haber sentido un profundo desgano para cumplir con sus labores, ya que
entre más trabajo se les pedía, ellos no recibían beneficios, más que alimento y
ropa en los trabajos de la misión y un raquítico sueldo por parte de los colonos que
no les alcanzaba para bien vivir.
Si bien, el discurso oculto no fue solamente utilizado por los indígenas,
también los misioneros hicieron uso de él362. Las instrucciones dadas a los
misioneros subrayaban los votos de obediencia y pobreza que debían mantener
en sus lejanas misiones. Indicaciones importante remarcada por los altos
funcionarios, fue la de no mantener sobre aprovisionamientos, tanto de los
diferentes productos agrícolas como del ganado, ya que esta situación debía de
ser evitada, por lo que tenían que vender todo lo que pudieran, o guardar los
excedentes para futuras situaciones adversas en lugares que no estuvieran a la
vista de los seglares, tratando de evitar las fuertes críticas en contra de ellos. Sin
359 James Scott, Los dominados y el arte de la resistencia, México, Ediciones Era, 2004, p, 25. 360 El padre Ignacio Pfefferkorn, menciona en su crónica, “Los indígenas escuchaban cada instrucción en las misiones con una gran docilidad y paciencia sin contradecir una sola palabra. Su frecuente hu, hu, sí, sí, parecía aprobar todas las palabras del misionero y prometerle obediencia. Sin embargo, no se podía confiar en él, ya que por lo general los hechos demostraban que el corazón y la lengua no estaban de acuerdo”. Ignacio Pfefferkorn, op., cit., p, 109. 361 Una característica esencial del discurso oculto, para la clase dominada, es el hecho de que no contiene sólo actos de lenguaje sino también una extensa gama de prácticas. Como por ejemplo, la caza furtiva, el hurto en pequeña escala, la evasión de impuestos, el trabajo deliberadamente mal hecho, son parte integral del discurso oculto. Estas prácticas en la medida de lo posible se mantienen fuera de la vista y en secreto. James Scott, op., cit., p, 38 362 El discurso oculto practicado por las clases dominantes, pueden incluir los lujos y los privilegios secretos, el soborno, la falsificación de títulos de propiedad. Ibid., p, 38.
166
duda, los altos funcionarios se dieron cuenta de la ventajosa situación, y en sus
ordenanzas les exigieron el envío de plata a la ciudad de México a la oficina del
procurador, destinado a la ayuda de la Compañía.
A partir de la secularización de las misiones jesuitas en la provincia de
Topia y Tepehuanes en 1753, es posible que los misioneros se hubieran dado
cuenta de que en cualquier momento las misiones de Sonora y Sinaloa correrían
con la misma suerte, por lo que en los años siguientes, los misioneros se
deshicieron mediante la venta de gran parte de sus propiedades de tierra y de
ganado. Constantes fueron los enfrentamientos entre misioneros y grupos de
colonos y funcionarios, que vieron sus intereses afectados por el dominio de las
mejores tierras, el control del mercado de diferentes productos y sobre todo por la
sujeción de la mano de obra indígena. Los colonos y funcionarios realizaron
diferentes peticiones a las autoridades reales para que las misiones fueran
eliminadas, y así poder distribuirse las tierras misionales. La situación llegó a su fin
con la expulsión de los jesuitas en 1767.
167
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ANEXOS
Los Rectorados, cabeceras y Visitas, incluyendo fecha de fundaciones, para las misiones de la Provincia de Sinaloa.
El Rectorado de San Felipe y Santiago (bajo la administración del Colegio de Sinaloa)
Cabecera Cabecera-Misión Visita Guasave San Pedro y San Pablo de
Guasave, 1590. Los Santos Reyes de Tamazula, 1590. N.P. San Ignacio de Nío, 1590.
Bamoa La Concepción de N.S. de Bamoa, 1590.
San Lorenzo de Oquera, 1608.
Ocoroni Santiago de Ocoroni, 1590 Mochicahui San Jerónimo de Mochicahui, 1614. San Miguel, 1614.
Santa María Ahome, 1614.
Tehueco La Visitación de N.S. de Tehueco, 1614.
La Asunción de N.S. de Sivirijoa, 1614. San José de Charay, 1614.
Mocorito San Miguel de Mocorito, 1614 San Pedro de Bacubirito, 1614.
Chicorato N.S. de La Concepción de Chicorato, 1614.
San Ignacio de los Chicuros, 1680.
Toro San José de Toro, 1620. Santa Catarina de Baimena, 1620.
Vaca La Concepción de Vaca, 1620. Santiago de Huites, 1620. Fuente: Charles W. Polzer, p, 33. AGN, AHH, Vol, 1126, exp. 4. TOTAL: 20 Misiones
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El Rectorado de Nuestro Padre San Ignacio de los Ríos Yaqui y Mayo
Cabecera Cabecera-Misión Visitas Santa Cruz de Mayo
Santa Cruz de Mayo, 1614. San Juan de Tábare, 1614. Espíritu Santo de Echojoa, 1614.
Navojoa La Navidad de N.S. de Navojoa, 1614.
La Concepción de N.S. de Corimpo, 1614.
Tesia N.P. San Ignacio de Tesia, 1614. Santa Catarina Martir de Carmona, 1614. La Asunción de N.S. de Tepahui, 1616. San Andrés Apóstol de Conicari, 1621. La Asunción de N.S. de Macoyahui, 1622.
Ráhum La Asunción de N.S. de Ráhum, 1617.
SS. Trinidad de Potám, 1617.
Tórim N.P. San Ignacio de Tórim, 1617. SS. Trinidad de Vicam, 1617.
Bácum Santa Rosa de Bácum, 1617. Espíritu Santo de Cócorit, 1617.
Fuente: Charles W. Polzer, p, 33. AGN, AHH, Vol, 1126, exp. 4. TOTAL: 16 Misiones
El Rectorado de Santa Inés de Chínipas
Cabecera Cabecera-Misión Visitas Santa Inés Santa Inés de Guairopa, 1676. N.S. de Guadalupe de
Tairachi, 1676. Guazapares Santa Teresa de Guazapares,
1676. Santa María Magdalena de Temores, 1676.
Semutayepo N.S. de Loreto de Semutayepo, 1676.
Santa Ana de Tecaprichi, 1678.
Cerocahui San Francisco Xavier de Cerocahui, 1678.
Los Santos Mártires de Japón de Cutego, 1678.
Fuente: Charles W. Polzer, p, 36. AGN, AHH, Vol, 1126, exp. 4 TOTAL: 8 Misiones