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Universidad Autónoma Metropolitana- Iztapalapa
División de Ciencias Sociales y Humanidades Posgrado en Humanidades - Línea en Historia
Estudios de los artesanos y los obreros como agentes históricos.
Idónea comunicación de resultados
Que presenta la alumna:
Flores Nava Fabiola Jesavel
Para obtener el grado de Maestra en Historia.
Asesora: Dra. Sonia Pérez Toledo. México D. F. 15 de Marzo de 2007
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Resumen En esta Idónea Comunicación de Resultados se buscó dilucidar el sentido y la importancia que tiene la noción de clase obrera como agente histórico. En primer lugar, se hace una presentación de las ideas que desarrollaron cuatro autores en lo que toca a esta noción: E. P Thompson, Eric Hobsbawm, Gareth Stedman Jones y Wiliam Sewell. En segundo lugar, se realiza un balance sobre los aportes y las deficiencias de la historiografía mexicana en relación a este tema, así como también se hace una exposición de las principales líneas a desarrollar en una próxima investigación acerca de la actitud de los artesanos y los obreros ante la vida moderna en la Ciudad y Valle de México durante el siglo XIX. Abstract In this work the author elucidates the sense and the importance of the notion of Working Class as an historic agent. First, here are introduce four theoretical ideas developed by four different historians on this matter. The four historians are E. P. Thompson, Eric Hobsbawm, Gareth Stedman Jones and William Sewell. Second, the author makes a balance on the contributions and deficiencies of the mexican hitoriography in relation with the mentioned object.Finally, in this work are sketched the main points to be developed in a future research about the attitude of the artisans and the workers in the Mexican City’s and Valley´s modern life, during the ninetenth century.
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Índice
Paginas
Capítulo 1. La historiografía sobre el papel de los obreros y los artesanos como agentes históricos …………… 1
1.1 Introducción ……………… 1 1.2 HOBSBAWM y el mundo del trabajo ………………… 7
1. 3 E. P. THOMPSON, el sujeto como agente histórico ……………… 18
1. 4 Jones Gareth Stedman y el lenguaje de clase………… 45
1. 5 William Sewell y el lenguaje del movimiento obrero …………… 54
Capítulo 2 Apuntes para el estudio de la clase obrera y el artesanado en México ……………… 61
2.1 Aportes e insuficiencias sobre el papel histórico del artesanado y la clase obrera en la historiografía mexicana ……………… 61
2.2 Propuesta de Investigación ……………… 81 Bibliografía ………… 101
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Capítulo 1.
La historiografía sobre el papel de los obreros y los artesanos como agentes históricos
1.1 Introducción
Muchas han sido las perspectivas y los métodos desde los
que se ha intentado abordar la historia del mundo del
trabajo y de los trabajadores. Para los propósitos de esta
tesis resulta pertinente, en principio, tratar el tema de
los trabajadores y su mundo enmarcados en su estrecha
relación con los sistemas sociales, económicos, culturales
y políticos que se fueron tejiendo a lo largo de muchos
años, tanto en México como en el orbe en su conjunto.
Sistemas sobre los cuales la modernidad capitalista, en el
largo tránsito de su configuración fue mermando y afectando
en diferentes momentos el proceso de reproducción social y,
junto a ello, a los diferentes grupos y relaciones sociales
que existían antes de que esta modernidad pudiera
consolidarse como tal. En este sentido y debido a que el
capitalismo se asentó desde sus orígenes sobre realidades
que le precedieron históricamente, chocó constantemente con
un límite, tanto en términos materiales como sociales. Por
ejemplo, la producción industrial en general no se
desarrolló plenamente pues se encontró por todos lados con
atrasos técnicos, sociales, con progresiones a golpes, con
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la falta de una integración hacia la industria de toda la
economía en su conjunto, con estrangulamientos a nivel de
medios de producción, de mano de obra, de disposiciones de
crédito, de falta de desarrollo de fuentes de energía que
le permitieran una producción constante y continua, y de un
mercado interior vivaz y eficaz. Y si nos detenemos en los
grupos sociales sobre los cuales, poco a poco, se impuso la
lógica capitalista, nos hallaremos con sus múltiples
comportamientos, con sus propios objetivos y actuaciones
ante las complejas polaridades que en su propio contexto
desarrolló la modernidad.
Con base en lo antes mencionado, nos interesa tratar
en este trabajo dos grupos sociales, los artesanos y los
obreros, así como su comportamiento ante las profundas
transformaciones que trajo consigo la modernidad. Ahora
bien, antes de entrar en este primer acercamiento al tema,
quisiera considerar los aportes que algunos historiadores
han hecho al estudio de los trabajadores y su mundo.
Para ello, analizaré principalmente a cuatro autores
que forman parte de la historiografía europea y que desde
hace ya muchos años formularon replanteamientos teóricos
sobre el estudio de grupos marginados. Estos
replanteamientos han logrado partir de diversas
perspectivas desde las cuales se ha reconstruido la mirada
histórica del mundo, ya que al poner en el centro de su
análisis el estudio de nuevos sujetos sociales le han dado
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al ejercicio del historiador innovadores planteamientos
para pensar más a fondo y con otras perspectivas la
historia de grupos sociales poco atendidos por la
historiografía tradicional y, con ello, a la historia en
general.1 Así, tenemos trabajos que han conseguido rehacer,
de forma muy interesante, la historia de las luchas, las
organizaciones, las prácticas culturales, las tradiciones,
los sistemas de valores, las ideas, las formas
institucionales, la conflictividad, entre otras cosas, de
un sector amplio de la sociedad como el que está integrado
por los trabajadores y su mundo; aspectos que han ayudado a
comprender el entramado de situaciones y relaciones
sociales de la historia moderna.
Dentro de este ámbito nos abriremos camino revisando
los aportes y las discusiones que sobre el tema de nuestro
interés han abierto autores como Eric Hobsbawm, E.P.
Thompson, Jones Gareth Syedman y William Sewell. Propongo
exponer, en líneas generales, las contribuciones teóricas
1 En las décadas de los cincuenta y sesenta del siglo pasado, y como parte la emergencia de los
movimientos de descolonización y en contra del autoritarismo, la llamada “revolución cultural” propició que en el ámbito de la historia académica se desarrollara la historia social. Esta nueva dimensión del análisis histórico subrayó la necesidad de estudiar a los grandes sectores sociales que habían sido poco atendidos por la historiografía tradicional. Es en este contexto que surgió la denominada escuela marxista británica. Sobre la evolución de la historia social véase Eric Hobsbawm (1984), “De la historia social a la historia de la sociedad”, en Problemas de la historiografía contemporánea, Toluca, Universidad Autónoma del Estado de México, pp. 147-180.; Raphael Samuel (1991), “Qué es la historia social”, en Historia social, N° 10 (invierno), pp. 135-147; Natalie Zemon Davis (1991), “Las formas de la historia social”, en Historia Social, N° 10 (invierno), pp. 177-182; así como los trabajos ya clásicos de E. P. Thompson, Tradición, revuelta y conciencia de clase. Estudios sobre la crisis de la sociedad preindustrial, Barcelona, Crítica, 1989; Eric J., Hobsbawm, Rebeldes primitivos: estudio sobre las formas arcaicas de los movimientos sociales en los siglos XIX y XX, Barcelona, Ariel, 1974; George Rudé, Revuelta popular y conciencia de clase, Barcelona, Crítica Grijalbo, 1981 y La multitud en la historia. Los disturbios populares en Francia e Inglaterra (1730-1848), Buenos Aires, Siglo XXI, 1989; Eric J. Hobsbawm y George Rudé, Revolución industrial y revuelta agraria. El capitán Swing, Madrid, Siglo XXI, 1978. Véase también los trabajos de George Rudé en El rostro de la multitud, Biblioteca de Historia Social, Valencia, 2000
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que en positivo nos brindan estos autores, para estudiar:
las aspiraciones, las exigencias inmediatas, la manera como
que vivían, actuaban y pensaban los trabajadores, así como
el modo en que asumieron las clases populares los cambios y
las invasiones que la modernidad trajo consigo y, en este
sentido, dejar claro el papel que juegan los obreros y los
artesanos como sujetos de la historia.
Comenzaré con Hobsbawm. Revisaremos principalmente dos
libros: Trabajadores. Estudios sobre la historia de la
clase obrera y El mundo del trabajo. Estudio histórico
sobre la formación y evolución de la clase obrera. 2
Continuaré con esta escuela de historiadores británicos,
que tiene dentro de sus filas a otro teórico sumamente
importante que han tratado a fondo el contenido de la
cultura popular de los siglos XVIII y XIX. Me refiero en
específico a E.P. Thompson. Para entender a este autor
retomaremos algunos de sus libros más sobresalientes: La
formación de la clase obrera en Inglaterra; Tradición,
revuelta y conciencia de clase, estudio sobre la crisis de
la sociedad preindustrial; Costumbres en común y Miseria de
la teoría.3 Para seguir en esta línea de historiadores
2 Hobsbawm, Eric (1979), Trabajadores. Estudios sobre la historia de la clase obrera, Editorial
Crítica. CRÍTICA/Historia 12, Barcelona. (1987); El mundo del trabajo. Estudio histórico sobre la formación y evolución de la clase obrera, Barcelona: Editorial Crítica.
3 E. P. Thompson, (1979): Tradición revuelta y conciencia de clase. Estudios sobre la crisis de
la sociedad preindustria, Editorial Crítica, Barcelona. (1981): Miseria de la teoría, Editorial Crítica, Barcelona. (1989), La formación de la clase obrera en Inglaterra, Editorial Crítica, Barcelona. (1995): Costumbres en Común, Editorial Crítica/Historia del mundo moderno, Barcelona. Cabe señalar que sobre
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británicos, propongo estudiar a Gareth Syedman Jones, que
observa cómo se dieron las relaciones laborales en la
Inglaterra del siglo XIX a partir de la consideración de
diferentes escenarios discursivos en el contexto de
determinadas situaciones culturales y políticas de la época
que estudia;4 para ello me ocuparé, específicamente, su
libro Lenguajes de clase. Estudios sobre la historia de la
clase obrera inglesa, y algunos artículos publicados en
revistas. En los Estados Unidos, por otra parte, un
importante historiador que trata el tema es William Sewell.
Resulta pertinente tratarlo, pues destaca en su
reconstrucción histórica la importancia de estudiar el
sistema corporativo de los trabajadores así como su vida
laboral y sus cambios, así como las ideas morales y
religiosas desde el Antiguo Régimen francés hasta 1848.5
Una vez establecido el balance de los principales
conceptos y temas que desarrollan dichos autores, me
interesaría marcar las diferencias y el diálogo, algunas
veces explícito y otras veces implícito, que podemos
encontrar entre los ellos. Por lo que incluiremos algunos
de los debates entablados entre estos autores; por ejemplo,
el que aparece publicado en la revista Historia Social N°
estos libros se han seleccionado ciertos capítulos, que, por el momento, nos han servido para entender el modo en que Thompson abordó el tema de los trabajadores y su mundo.
4 Jones, Gareth Stedman (1989), Lenguajes de clase. Estudio sobre la historia de la clase obrera inglesa. Madrid: Siglo XXI de España Editores.
5 Sewell, William H. Jr. (1992), Trabajo y revolución en Francia. El lenguaje del movimiento
obrero desde el Antiguo Régimen hasta 1848. Madrid: Taurus Ediciones.
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18, donde Sewell discute, con algunos de los conceptos de
E.P Thompson, un pequeño debate con él. O incluso, desde
nuestro propio criterio, establecer sus diferencias y
aportaciones, con el fin de elaborar un estudio que nos
impulse a proponer una metodología apropiada para el
estudio de los trabajadores mexicanos de la ciudad de
México a finales del siglo XIX.
Partir de la discusión que estos autores hacen al
respecto de los grupos laborales resulta relevante para
esta investigación ya que en ellos encontraremos, en gran
medida, las propuestas más interesantes que se han
desarrollado en gran parte de la historiografía
contemporánea sobre el tema que aquí deseamos tratar.
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1.2 HOBSBAWM y el mundo del trabajo
Dentro de los historiadores marxistas británicos, Eric
Hobsbawm fue el promotor más incisivo de la necesidad de
crear una nueva historia social que dejara atrás un enfoque
marxista “vulgar”, sobre todo después de la Segunda Guerra
mundial, cuando comenzó a dedicarse de lleno a los temas
relacionados con las clases populares.6 “Fueron años en los
que desde la historiografía marxista británica se superó un
tipo de marxismo escolástico, anclado en la determinación
economicista y en la idea base-superestructura, dando
rienda suelta a variadas formas de investigación, que huían
de encorsetamientos o visiones rígidas”.7
Tras estas líneas de investigación Hobsbawm elaboró
importantes estudios sobre las aspiraciones, las exigencias
inmediatas, así como la manera en que vivían, actuaban y
pensaban los trabajadores, dentro de los que destacaremos
principalmente dos libros: Trabajadores. Estudios sobre la
historia de la clase obrera y El mundo del trabajo. Estudio
6 “Hobsbawm comenzó su carrera académica como historiador de la clase obrera. su primer
trabajo importante, la edición de una colección de documentos de historia obrera titulada Labour’s Turning Point, 1880-1900, apareció en 1948 como uno de los volúmenes de la serie del grupo de historiadores comunistas, ‘History in the Making. Muchos de estos escritos han sido importantes bien como contribuciones o como inspiradores de diversos debates e investigaciones […] que han contribuido claramente a la transformación del estudio de la historia de la clase obrera”. Harvey Kaye (1989), Los historiadores marxistas británicos un análisis introductoria, Universidad de Zaragoza, España, p. 127.
7 Luis Castells, “Eric J. Hobsbawm, ¿El último marxista de oro?”, en Historia social, N° 25, 1996, p. 160.
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histórico sobre la formación y evolución de la clase
obrera.8
En este último, comenta sobre los enfoques de la
literatura escrita acerca del mundo del trabajo y nos
sugiere puntos a considerar para su tratamiento. De entrada
explica que los historiadores han cargado sus estudios
acerca de la clase obrera hacia consideraciones sobre la
historia del movimiento obrero y sus organizaciones. En
estas circunstancias, de acuerdo con Hobsbawm, resulta
necesario un cambio de enfoque que replantee el asunto y lo
conduzca hacia un análisis que considere a los militantes
de base, más que a sus líderes, a los no organizados, al
trabajador conservador, y que se interesen más por la clase
que por su movimiento. Muchos historiadores -el autor lo
reconoce- ya habían incursionado en estos temas, pero desde
su interpretación les faltaba recuperar datos sobre cómo
vivían, actuaban y pensaban los trabajadores. Sobre este
camino se criticaba el estructuralismo, “para resaltar el
papel de la human agency y se estudiaban las sociedades
como procesos dinámicos; se insistía sobre la función de la
clase, vista como algo que se va formando y no como un
concepto ontológico; se enfatizaba el papel de la lucha de
8 Hobsbawm, Eric (1979), Trabajadores. Estudios sobre la historia de la clase obrera, Editorial
Crítica. CRÍTICA/Historia 12, Barcelona. (1987), El mundo del trabajo. Estudio histórico sobre la formación y evolución de la clase obrera, Barcelona: Editorial Crítica.
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clases, subrayando igualmente el valor de lo político en
toda evolución histórica”.9
Con la sencillez explicativa que le caracteriza,
nuestro autor nos menciona tres elementos a tomar en cuenta
y que poco se habían desarrollado en la historiografía de
su época. Éstos tienen que ver con cuestiones metodológicas
y conceptuales. En primer lugar, señala que es necesario
entender el modo en el que funciona la sociedad, justo
porque la clase obrera forma parte de una historia social
concreta. “Las relaciones de clase, sea cual fuere la
naturaleza de la clase, son relaciones entre «clase» o
«estratos» que no pueden describirse ni analizarse de modo
adecuado si se toman aisladamente, o si se efectúa el
análisis en términos de sus divisiones o estratificaciones
internas”.10 En segundo lugar, pone a consideración del
historiador de la clase obrera el tomar en cuenta las
múltiples capas, estratos, niveles de realidad o de
observación que forman un conjunto (tanto para los
trabajadores y su movimiento como para las masas y sus
líderes), de niveles socioeconómicos, políticos,
culturales, ideológicos e históricos a fin de que queden
claros los contextos y sus cambios. En tercer lugar, los
estudios cuantitativos sean demográficos, de
estratificación social, de salarios, etcétera, deben estar
9 Luis Castells (1996), p. 160. 10 Hobsbawm (1987), p. 25.
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estrechamente vinculados con los aspectos sociales y
humanos.11
Pasemos ahora a las consideraciones que, para 1971, en
su ensayo “Notas sobre la conciencia de clase” hizo sobre
la importancia que para la historia tiene el concepto de
clases sociales, lucha de clases y conciencia de clase.
Primero menciona la importancia o la relevancia de tomar en
cuenta a dos autores que ya habían hablado sobre el tema,
me refiero a Lukács con su libro Historia y conciencia de
clase12 y al muy polémico Marx. Desde su punto de vista,
este último autor deja cierta ambigüedad en su tratamiento
sobre las clases sociales ya que, por un lado, parece
referirse a un amplio conjunto de personas que se
clasificarían de acuerdo con un criterio objetivo, en
términos de las relaciones que establecen con los medios de
producción, y por otro lado, nos dice que la clase no nace
hasta el momento histórico en que éstas comienzan a
adquirir conciencia de sí mismas como tal; cabe señalar
aquí que Marx nunca consideró una homogeneidad perfecta en
cada clase, por lo que es indispensable tomar en cuenta las
complejas estratificaciones de índole social en cada
11 “Para Hobsbawm, estudiar la totalidad de la experiencia de la clase obrera no sólo ha
significado ampliar la perspectiva <<horizontal>>, sino también la <<vertical>>; esto es, situar a la clase trabajadora en el <<escenario de la lucha de clases… y en el escenario más amplio de la historia nacional: no podemos tratarla como si actuara en solitario>>” Harvey Kaye (1989), p. 130.
12 Ver, Georg Lukács, (1969), Historia y conciencia de clase, Editorial Grijalbo, traducido por Manuel Sacristán, México.
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clase.13 Al respecto de Lukács, comenta que dicho autor
hizo una diferenciación entre las ideas reales que generan
los hombres sobre la clase, elementos que pueden
comprobarse históricamente, y lo que él llama conciencia
<<atribuida>>. Ésta última corresponde a sentimientos,
ideas, etcétera, que tendrían los hombres si fueran capaces
de comprender en su totalidad tanto su situación como los
intereses que de ésta se derivan, y parte de un modelo
ideal atribuido a las clases.
Al modo de ver de Hobsbawm, dentro de estos autores
podemos encontrar reflexiones teóricas muy profundas que
ayudarían al historiador a inmiscuirse más en cuestiones
conceptuales y metodológicas que poco interesan a los
mismos. Ahora bien, a él en particular le interesa entender
a las clases y su conciencia en su realidad histórica
inmediata, experimentándose directamente. Para ello cree
que es necesario examinar el modo en que funciona la
conciencia de clase y las clases en los entramados sociales
de la época precapitalista y en los de la época moderna, e
insiste en un tipo de historia que destaque “la centralidad
de lo social, que se erija en el soporte que impregne las
diferentes manifestaciones humanas”.14
Para la época precapitalista plantea que en la cúspide
de los grupos sociales es posible ver algo parecido a una
13 Hobsbawm (1987), p. 30,33. 14 Luis Castells (1996), p. 165
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“conciencia de clase”; ésta es primordialmente de tipo no
económico y se relaciona más con características de
parentesco, privilegios jurídicos especiales, etcétera.
Para el nivel más bajo de la jerarquía social los criterios
de definición social corren en dos sentidos, unos son
demasiado estrechos o muy locales y los otros tienden a
perderse en lo global, por lo que se vuelve necesario
estudiar estos grupos subalternos en diferentes niveles de
realidad con sus diferentes grados de cohesión social. Será
difícil encontrarnos con algún sentimiento o idea de clase
y es más probable que nos encontremos con una cohesión
local o global como <<pueblo llano>> o <<trabajadores
pobres>>. Por lo que si tomamos en el sentido moderno la
palabra <<conciencia de clase>> nos hallaremos con que como
tal no existe en las sociedades precapitalistas, aunque sí
existían en ellas conflictos sociales. “Cabe sugerir que en
tales sociedades la conciencia social del los <<rangos
inferiores>> o clases subalternas se verá fragmentada en
segmentos locales o de otro tipo incluso cuando su realidad
social es de cooperación económica, social y de ayuda
mutua, como ocurre en varios tipos de comunidad o
pueblo”.15
Cosa diferente a lo que pasa en la economía moderna
donde, nos dice nuestro autor, se da un cambio
15 Hobsbawm (1987), p. 36.
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fundamental.16 La escala de conciencia de clase moderna se
amplía con respecto a su pasado, pero se queda en un ámbito
nacional y no global. En este sentido, todas las clases
reales y efectivas se enmarcan en una escala nacional.
Dentro de este límite, Hobsbawm llama la atención en dos
puntos importantes: uno que tiene que ver con la relación
entre conciencia de clase y realidad socioeconómica, y el
segundo apunta a la relación entre conciencia y
organización de clase. Al respecto del primer punto quiere
subrayar la importancia que tienen para la historia de la
luchas de clases, algunas formas de conciencia de clase
frente al devenir histórico, esto es, señala, que “algunas
formas de conciencia, así como las ideologías que se basan
en ellas armonizan por así decirlo, con el devenir
histórico, mientras que no ocurre lo mismo con otras
formas”,17 pues son formas que marcan su ruina con la
modernidad. Por su parte, el segundo aspecto indica la
estrecha relación que hay entre conciencia de la clase
obrera y sus organizaciones. Para ver esta relación es
necesario tomar en cuenta la naturaleza de la experiencia
social, su composición y su función; por la naturaleza de
16 “Es verdad el problema de la transición histórica es lo que me preocupa, sobre todo la
transición hacia la moderna sociedad capitalista e industrial. Es lo que reúne la temática de mis obras de síntesis y las obras sobre historia de las clases populares, de las clases obreras. Me interesa la simbiosis de una nueva sociedad con tareas nuevas y un mundo formado en el pasado con una herencia cultural anterior, con mecanismos mentales, formas de pensar, de reaccionar acerca de los nuevos problemas en términos de pasado, pero que la gente tiene que modificar y adaptar”. Javier Paniagua y José Piqueras: “Comprender la totalidad de la evolución histórica. Conversación con Eric Hobsbawm”, en Historia social, N° 25, 1996, p. 5.
17 Hobsbawm (1987), p. 41.
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la experiencia social de esta clase no se pueden provocar
acontecimientos relevantes a menos que su actuación sea
colectiva; su composición y función social están
estrechamente relacionados con sus vivencias cotidianas,
específicas e inmediatas y sobre estas bases se ciñe su
organización. En este sentido “la conciencia de la clase
trabajadora a ambos niveles entraña una organización; una
organización que es en sí misma la portadora de la
ideología de clase, que sin ella serían poco más que
complejos hábitos y costumbres informales”.18 Pero, nos
advierte Hobsbawm, el estudio de la clase obrera no debe
centrarse en la organización creada por la misma, sino
partir del estudio de las condiciones sobre las que la
clase se movilizó para formar una determinada organización.
Los alcances que esta propuesta nos brinda no se
detienen aquí. Todavía falta revisar las acotaciones que
para el siglo XIX ve nuestro autor al respecto del modo en
que avanza la modernidad y las respuestas que los
trabajadores dieron a ésta en Inglaterra. Para ello es
necesario revisar algunos capítulos del segundo libro de
Hobsbawm, donde se hace un estudio de las experiencias
obreras y artesanales a lo largo del siglo XIX y que nos
son de sumo provecho para entender tanto el análisis como
las características históricas que tienen estos grupos con
la modernidad capitalista.
18 Ibíd., p. 43.
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Podemos entonces decir, que en su interés por enfocar
su objeto de estudio hacia los sectores marginados y de ese
modo hacer una historia desde abajo en sus diferentes
manifestaciones, Hobsbawm va a sustentar que cuando el se
adentró en el mundo del trabajo, le interesó dar cuenta de
cómo a través de ciertas respuestas culturales un nuevo
grupo social surgía como clase dentro del cambio social que
implicaba el desarrollo del sistema capitalista, y, sobre
todo, comprender las repercusiones que en el ámbito de la
política tuvo la actuación de la nueva clase.
Señalemos, en primer lugar, que en una primera etapa
del desarrollo de los trabajadores como clase, el proceso
de transformación estuvo vinculado con nuevas condiciones
de vida, pero también a una diversidad de respuestas
populares basadas en la defensa o en el restablecimiento,
de la vieja “economía moral”; justo porque las mutaciones
económicas los llevaban “a imaginar una forma nueva y
revolucionaria de restablecer el orden social-moral tal
como ellos la concebían, y a convertirse, por ello, en
innovadores sociales”,19 por lo que adoptaron nuevos modos
de lucha y de organización: la huelga, la sociedad de ayuda
mutua, asociaciones de oficio, que funcionaban al mismo
tiempo como centros de sociabilidad.20
19 Eric Hobsbawm, (1987), p. 68. 20 Podemos poner un ejemplo del peso de la costumbre en la definición del salario. “El obrero
calificado típico de los gremios preindustriales esperaría obtener alrededor del doble de lo que recibía el peón común: salario diferencial de mucha antigüedad y persistencia […] Sin embargo los trabajadores
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En segundo lugar, a Hobsbawm le interesa tomar en
cuenta varios factores “materiales” que unieron las
experiencias de los grupos que pasarían a formar la nueva
clase obrera. Por un lado, nos habla de las
transformaciones de la estructura social; por otro, propone
investigar la base que permitió que germinara el sentido de
afinidad de los trabajadores, para ello deja clara la
necesidad de estudiar: sus condiciones sociales, sus modos
de pertenencia al mundo de los pobres, sus estilos de vida,
la segregación social en la que se encontraban sometidos
así como electos culturales que los acercaran como grupo
social. Finalmente, indagar sobre un posible sentimiento
común de un <<nosotros>> y un <<ellos>> en el ámbito de las
estructura social.
Ahora bien, por último, se destaca que la manera en
que la clase obrera, en cuanto tal, actúa frente al
capitalismo, es justo cuando vemos en <<ella>> el
establecimiento de un discurso político propio, capaz de
modificar su devenir histórico, así como en un tipo de
organización especifica cuyo basamento provenga de un
sentido sólido de unidad e identidad de clase. Pero tanto
el discurso político como la organización podrán
sustentarse si en ellos encontramos la constitución de una
aprendieron a considerar el trabajo como la mercancía que había que vender en las condiciones históricas específicas de una economía capitalista libre; pero cuando disponían de algún margen de elección todavía seguían utilizando criterios no económicos para fijar el precio básico perdido, así como la cantidad y calidad del trabajo […] siguieron midiendo mediante la costumbre”. Hobsbawm (1979), p. 353, 355.
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conciencia política y un tipo específico de cultura que
otorgue la activa afinidad de la clase obrera, pues:
la activa función que la consolidación de un espació político e ideológico propio ejerce cohesión y vertebración al abigarrado mundo de los trabajadores, que engloban una heterogénea acumulación de experiencias e intereses.21
Así, en Hobsbawm tenemos un autor que no establece
relaciones causales entre lo material y lo político, ya que
aborda desde diferentes perspectivas la presencia activa de
los trabajadores que actúan y se transforman en la
conformación de la historia moderna.
1. 3 E. P. THOMPSON, el sujeto como agente histórico.
Los diferentes caminos por los cuales han cruzado los
planteamientos metodológicos de las distintas corrientes
historiográficas a lo largo del siglo XX, así como los
problemas y los aportes de dichas investigaciones, nos
21 Luis Castells (1996), p. 168.
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llevan a reflexionar sobre los distintos campos en que se
aborda el quehacer historiográfico. E.P. Thompson es
considerado uno de los más importantes y polémicos
historiadores marxistas británicos, justo por ser durante
toda su vida, un pensador original y comprometido no sólo
con el conocimiento si no también con la lucha política.
Desde su salida del Partido Comunista en 1956 y su
constante defensa de un humanismo socialista, Thompson ha
cuestionado frontalmente los métodos de los historiadores
marxistas, que desde el establecimiento a priori de modelos
generales y abstractos se han separado de las dimensiones
concretas y empíricas que brinda la realidad al
historiador, así como también de aquellos historiadores
poco comprometidos y bastante empiristas que sólo estudian
los hechos y no son capaces de ejercer planteamientos
teóricos.
Pero, ¿qué sentido tenía para él señalar estos
equívocos de la historiografía? En 1978, con una larga
trayectoria de ensayos y publicaciones históricas, Thompson
plantea, en su libro Miseria de la teoría,22 la posibilidad
de acceder mediante un diálogo entre concepto y evidencia a
un mejor entendimiento del universo histórico. Sin embargo,
el problema central sería cómo suscribir este diálogo sin
llegar a caer en polaridades. Cabe señalar que esta
22 E. P. Thompson, (1981): Miseria de la teoría, Editorial Crítica, Barcelona.
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discusión es resultado de un contexto sobre el cual
Thompson pone considerable atención, me refiero al
importante auge que en la década de los años 70 del siglo
pasado tuvo el marxismo-estructuralista en Inglaterra
(aunque no sólo allí), y cuyo intelectual más prominente
fue Louis Althusser.23 En este sentido, para el autor de
Miseria de la teoría, resultó fundamental discutir los
planteamientos teóricos althusserianos y en cierto sentido
combatirlos, justo por la arrogancia con que dicho autor
trataba la formación del conocimiento histórico. De modo
que Thompson propone, a contracorriente de los
historiadores althusserianos, poner suma atención en las
sutiles fases que sigue la investigación histórica: dentro
del estatuto y particular naturaleza de los datos
empíricos, en la utilización de conceptos apropiados y en
el objeto del conocimiento propiamente histórico.24
Así, ante la imposibilidad de Althusser para entender
los diálogos a partir de los cuales el conocimiento se
construye -pues dicho autor impide elaborar un método que
deje fuera los apriorismos en la medida en que su total
separación de la experiencia, nos dice Thompson, lo lleva a
crear un
23 En Inglaterra “la vanguardia del pensamiento estructuralista-marxista estaba en la obra
iconoclasta de Barry Hindess y Paul Hirst, representada por los libros como Pre-Capitalist Modes of Production. También fueron importantes el Centre for Contemporary Cultural Studies en la University of Birmingham y la revista, New Left Review…Eric Hobsbawm fue muy directo pensaba que <<Althusser…prácticamente no tiene nada que decir a los historiadores”. Harvey Kaye (1989), p. 177
24 Perry Anderson (1985), Teoría, política e historia. Un debate con E.P. Thompson, Siglo XXI editores, España, p. 5.
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universo auto-generador de conceptos que imponen su propia realidad sobre los fenómenos de la existencia material y social, en vez de comprometerse en un continuo diálogo con estos-25
Ante esta imposibilidad, digo, es necesario colocar,
en el proceso y la práctica del conocimiento, a la “ciencia
de la experiencia histórica de los sujetos concretos”,26 no
mistificada o inducida, sino como determinante, en el
sentido en que ejerce presión sobre la conciencia social,
propone nuevas cuestiones a la misma y pone gran parte del
material sobre el que se desarrollan los ejercicios
intelectuales más elaborados.27
En cuanto al estatuto de los datos empíricos, nos
dice, que estos no deben ser asumidos como hechos que
revelan automáticamente su significado, sino más bien que
debido a que no se revelan espontáneamente conviene al
historiador interrogarlos de diferentes maneras. Estas
interrogantes pueden cuestionar tanto la forma en que se
registraron los hechos, hasta el modo de situarlos dentro
de una serie de eslabones que nos hablen del universo de lo
social. Con la finalidad de proponer que todas las fases de
25 E.P. Thompson (1981), op. cit. p. 13.
26 Ver de Carlos Herrera de la Fuente (2007), Técnica en Marx y Heidegger. Dos versiones
críticas de la modernidad, Tesis de maestría en filosofía (inédita), UNAM, FFyL, México, D.F., p. 52.
27 “Cómo nos recordó -porque esto formaba parte ya del juego de herramientas del viejo Marx, aunque sus seguidores lo hubiesen olvidada- que para entender lo que hacían los hombres era necesario, ante todo, saber qué pensaban, cómo creían que era el mundo en que habitaban y de qué modo vivían el momento en que se encontraban, para reconstruir, con estos elementos, los móviles que permiten explicar sus actos”. Joseph Fontana, “E. P. Thompson, hoy y mañana”, en Historia Social, N° 18 invierno 1994. p.5.
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la investigación histórica sean construidas y no dadas,
Thompson plantea que es necesario eliminar del conocimiento
procedimientos auto-confirmativos y colocar en su lugar un
método lógico, de examen apropiado de los materiales
históricos que se encuentren en constante diálogo con
conceptos cuyo carácter sea el de expectativas más que el
de modelos.
Un historiador está autorizado en su práctica a hacer una hipótesis provisional de carácter epistemológico: que la evidencia que maneja tiene una existencia <<real>> (determinante) independiente de su existencia en las formas del pensamiento, que esta evidencia testimonia un proceso histórico real y que este proceso (o una comprensión aproximada de él) es el objeto del conocimiento histórico.28
En lo que atañe a esta posición queda claro que lo que
Thompson está señalando como necesario para el conocimiento
histórico, es la dialéctica fundamental entre la teoría
histórica y el pasado histórico, esto es, entre la
evidencia y el concepto. Y desde nuestro punto de vista,
con la finalidad de superar o rebasar dicha escisión
característica de la historiografía, Thompson vuelvió su
mirada a la idea de experiencia, punto importante que le
permite acceder a la historia concreta de los sujetos y su
actividad, y desde ahí sacar los resultados que le permitan
28 Ibíd., p. 29.
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comprender el movimiento del mundo en el que éstos
desarrollan sus actividades.
De esta manera nos acercamos a un punto sobre el cual
Thompson se inclina para explicarnos lo que es la historia,
en contraposición a la perspectiva althuseriana de la
historia como un proceso sin sujeto,29 ya que siendo ésta
un proceso lógico en el que se manifiestan regularidades
(siempre relativas), continuidades y rupturas, “dispuestas”
a ser conocidas, es el sujeto o su acción el que, bajo un
determinado contexto, actúa en el tiempo modificando su
mundo o manteniéndolo según sus experiencias. En ese
sentido el proceso histórico será la secuela de múltiples
opciones y prácticas humanas no determinadas o sujetadas a
un devenir ajeno al hombre.
Dentro de la ya añejada discusión sobre la preeminencia de la estructura o del proceso dentro de la historia, Thompson da prioridad a éste último. Para él la historia es resultado de la acción humana, la cual analiza por medio de la categoría de experiencia, <<porque dentro del ser social tiene lugar cambios que dan lugar a la experiencia transformada; y esta experiencia es determinante, en el sentido en que ejerce presiones sobre la conciencia social existente>> 30
29 “Los althusserianos’, por ejemplo, pretenden expulsar la subjetividad totalmente de la teoría
social y niegan el albedrío incluso a la clase como-Ello; pero en cierto sentido, simplemente crean un Sujeto todavía más imperioso, la Estructura misma, cuya voluntad es determinada tan sólo por las contradicciones en su propia arbitraria personalidad.” Ellen Meiksins Wood, “El concepto de clase en E. P. Thompson”, en Cuadernos políticos, N° 36 (abril-junio), México, 1983, p. 101. “…con Althusser, volvemos a tener una categoría profundamente estática: una categoría, que encuentra su propia definición sólo en una totalidad estructural estática”. Edward. P. Thompson, “Algunas observaciones sobre clase y <<falsa conciencia>>”, en Historia Social, N° 10 (primavera-verano), 1991, p. 28.
30 Carlos Illades (2001), p. 159.
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Vistas así las cosas, la historia deja de ser algo
dado de antemano y pasa a ser una realidad abierta a
infinidad de posibilidades y disyuntivas, donde el sujeto
social es el que activa los procesos históricos.
Partiendo de esta perspectiva es como erige nuestro
pensador su lectura de la historia y nos muestra en
múltiples textos el modo en que los temas referentes a la
historia de la cultura popular y los amplios temas que
presenta el mundo del trabajo, durante el proceso de
industrialización en Inglaterra, deben ser tratados con
suma cautela, justo para reivindicar la importancia que las
expectativas y los códigos de lucha de estos grupos, y así
renovar el análisis histórico.31
Desde aquí pasamos nosotros a revisar algunos de
los conceptos y temas más importantes que Thompson trató en
su carrera cómo historiador. Comenzaré con el significado
que adquiere la economía moral de la multitud en el
análisis histórico que hace nuestro autor, al estudiar la
forma en que se conduce el pueblo, en el siglo XVIII,
durante lo que se dio en llamar “motines de subsistencia”.
31 En sus escritos más importantes encontramos el libro The making of the English working class publicado en 1963 y un número pequeño de artículos publicados en revistas científicas: en 1967 publicó en Past and present “Time, work-dicipline and industrial capitalism”; en la misma revista en 1971 publicó “The moral economy of the English crowd in the 18th century; “Rough music: le chavarri anglais”, en Annales 1972; “Patrician society, plebeian culture”, que apareció en 1974 en Journal of Social History; y en 1978 en Social History publicó “Eighteenth-century English society: Class struggle without class? (la mayoría de estos textos están traducidos al español y recopilados en dos libros: Costumbres en común y Tradición, revuelta y conciencia de clases).
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Este tema surge de la pluma de Thompson en 1971 en un
articulo publicado en la revista Past and present titulado
“The Moral Economy of the English Crowd in the Eighteenth
Century”, pero nosotros recuperaremos la versión en
español publicada en 1995 en el libro Costumbres en
común.32
En este escrito encontramos vetas de gran importancia
que nos transportan a ver en los motines de subsistencia
del siglo XVIII, un pueblo con un delicado tejido de
comportamientos el cual actúa claramente como agente
histórico,33 esto es, como un conjunto de sujetos capaces
de realizar acciones conscientes, con objetivos y demandas
precisas. Desde esta mirada se critica el reduccionismo
económico que cree encontrar en los motines de subsistencia
simples respuestas espasmódicas de la plebe a oscilaciones
en los precios o malas cosechas de los cereales básicos.
Thompson dirá que una explicación así sería tan obvia para
la historia que dejaría de lado la complejidad de
motivaciones, conductas y funciones de un amplio y complejo
entramado de normas sociales.
Antes que ser títeres de procesos oscuros que
activaban el funcionamiento del mercado, los sectores
32 E. P. Thompson (1995): Costumbres en Común, Editorial Crítica/Historia del mundo moderno,
Barcelona. 33 E. P. Thompson da “una enorme importancia a la capacidad de los agentes humanos para
moldear una y otra vez las condiciones de su existencia. Si hay un solo teorema marxista que domina los estudios históricos de Thompson es aquel que dice que los seres humanos <<hacen su propia historia>>”. Anthony Giddens, “Fuera del Mecanismo: E. P. Thompson sobre conciencia e historia”, en Historia social, N° 18, invierno 1994, p. 154.
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subalternos eran sujetos que conocían y vivían de un modo
tradicional las normas y obligaciones sociales, sabían qué
prácticas comerciales eran legítimas y cuáles no, esto es,
estaban al tanto de sus relaciones; entre productores y
consumidores todo eran transparente. Una arbitrariedad a
los supuestos morales de un pueblo podía ocasionar la
acción directa del mismo contra aquello que la podía
trastornar, en el caso que estudia Thompson, una amenaza de
hambruna que se expresaba en un alza no clara de los
precios en los alimentos básicos de las clases populares.
Esta forma de comportarse del pueblo estaba basada en un
modelo tradicional que el autor denomina paternalista.34
Según éste, la comercialización debía ser directa del
agricultor al consumidor, un ocultamiento y pérdida de
transparencia en los procedimientos comerciales provocaba
fuertes resentimientos a toda una comunidad, pues se intuía
que esto era una amenaza a su modo de subsistir, por lo
cual se organizaban y protestaban con un objetivo claro:
fijar el precio. Enfrentados a esta protesta social los
gobernantes tenían que intervenir para modificar los
precios. En este sentido lo que se analiza es “un modelo de
protesta social que se deriva de un consenso con respecto a
34 “El modelo paternalista tenía una existencia ideal, pero también una existencia real
fragmentaria. En años de buenas cosechas y precios moderados, las autoridades lo dejaban caer en el olvido. Pero si los precios subían y los pobres se mostraban levantiscos se lo reavivaba, al menos para crear un efecto simbólico”. E. P. Thompson (1995), p. 229.
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la economía moral del bienestar público en tiempos de
escasez”,35 basada en un fuerte consenso comunitario.
Ahora bien, como Thompson es un autor interesado por
observar los cambios y las continuidades dentro de los
procesos históricos,36 observa cómo dentro del siglo XVIII
no sólo estaba operando un modelo paternalista, sino que
también comenzaba a tener más presencia el funcionamiento
de un mercado con procedimientos menos claros y con una red
de intermediarios que intentaban romper, profundamente, las
antiguas relaciones entre productores y consumidores. Pero,
¿qué pasaba con los diferentes sectores sociales que
estaban viviendo el cambio? o ¿cómo operaba el mercado bajo
determinado contexto socioeconómico y qué lógica seguía la
presión popular?
Aquí lo que tenemos es una dialéctica entre cambio y
continuidad; el mercado no operaba cómo pensaba la economía
política de aquella época -o como quería que maniobrase,
esto es, con la eficacia racional de un mercado libre, que
bajo el supuesto de la libre movilidad de la oferta y la
demanda determinaba un precio justo para todos-, más bien
estaba suscrito a un determinado contexto socioeconómico
donde los prejuicios y las respuestas morales (o
tradicionales) de la multitud aún tenían vigencia; no
35 Ibíd., p. 279.
36 En Thompson encontramos “un profundo sentido del proceso, expresado en una capacidad
insuperable para trazar la intrincada interacción entre continuidad y cambio”. Ellen Meiksins Wood, “Entre las fisuras teóricas: E. P. Thompson y el debate sobre la base y la superestructura”, en Historia Social N° 18, invierno 1994, p. 118.
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contra un mercado en abstracto, sino contra un conjunto de
experiencias cotidianas muy particulares: “son este
molinero, aquel comerciante, esos agricultores que retienen
el cereal(para subir los precios), lo que provoca la
indignación y la acción”37 de la multitud cuyo objetivo era
evitar penurias.
Sin embargo, Thompson señala que al momento de
estudiar los movimientos populares, debemos poner más
atención en la lógica que sigue dicha presión popular, al
mencionarnos que si bien la “multitud” retoma ciertas
nociones de derechos del modelo paternalista, también va en
contra de los valores de orden del mismo, pues ésta actuaba
ocasionando fuertes levantamientos e insurrecciones contra
aquello que ponía en juego sus estrategias de vida.38 De
este modo, la “acción central” de los grupos populares iba
más allá del encuentro cara a cara entre el populacho y los
37 Thompson (1995), p. 241. 38 El estudio de las movilizaciones populares ha sido abordado para las sociedades europeas en
los trabajos ya clásicos de E. P. Thompson, Tradición, revuelta y conciencia de clase. Estudios sobre la crisis de la sociedad preindustrial, Barcelona, Crítica, 1989; Eric J., Hobsbawm, Rebeldes primitivos: estudio sobre las formas arcaicas de los movimientos sociales en los siglos XIX y XX, Barcelona, Ariel, 1974; George Rudé, Revuelta popular y conciencia de clase, Barcelona, Crítica Grijalbo, 1981 y La multitud en la historia. Los disturbios populares en Francia e Inglaterra (1730-1848), Buenos Aires, Siglo XXI, 1989; Eric J. Hobsbawm y George Rudé, Revolución industrial y revuelta agraria. El capitán Swing, Madrid, Siglo XXI, 1978. Véase también los trabajos de George Rudé en El rostro de la multitud, Biblioteca de Historia Social, Valencia, 2000. Sobre otras perspectivas que incluyen el término “repertorio de la acción colectiva” y la protesta como forma de hacer política ver Charles Tilly, The Contentious French, Harvard University Prees, Cambrigde Massachussets, 1986; TILLY, Louise Tilly y Charles Tilly Class Conflict and Collective Action, Sage. New Approaches to Social Science History, California, 1981 y Charles Tilly “Conclusion: Contention and the Urban Poor in Eighteenth-and Nineteenth-Century Latin America”, en Silvia Arrom y Servando Ortoll, eds. Riots in the Cities. Popular Politic in the Urban Poor in Latin America, 1765-1910. Wilmington: Scholary Resources Books, 1996, pp. 225-242. Y sobre las formas de resistencia James Scott, Los dominados y el arte de la resistencia. Discursos ocultos, Era, México, 2000. Una buena visión panorámica acerca de los trabajos sobre la protesta social se encuentra en Víctor Lucena Ayala “Entre el motín y el delito la protesta no institucionalizada en la provincia de Zaragoza. 1890-1905”, en Historia Contemporánea, II: 23, 2001, pp. 729-758.
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molineros, esto es, no contra el saqueo de granos o harina
sino que se centraba en el acto de <<fijar el precio>>,39
con base en una fuerte conciencia de tradición y de
beneficio hacía el consumidor.40 Había en la mentalidad de
las clases populares una especie de ética, heredada de la
tradición pero modificada en su devenir, la que les
permitía medir, lo bueno y lo malo, de determinadas
prácticas económicas modernas, y sobre esa medida o
“economía moral del bienestar público” consensuada, la
multitud ejercía su papel de agente histórico, modificando
o manteniendo de uno u otro modo aquel referente de vida
que la modernidad capitalista estaba afectando.
En las comunidades campesinas y las primitivas comunidades industriales, muchas relaciones <<económicas>> se regulaban de conformidad con normas no monetarias. Estas comunidades existen como tejido de costumbres y usos hasta que se ven amenazadas por racionalizaciones monetarias y se vuelven conscientes de sí mismas como <<economía moral>> […] Las racionalizaciones o <<modernizaciones>> del mercado capitalista atentaban contra las normas de la comunidad y continuamente creaban un antagonista <<moral>>41
Lo antes escrito nos guía hacia una pregunta: ¿qué
importancia tiene el desarrollo de este tema en el estudio
39 “…el motín era una calamidad social, que debía evitarse a cualquier coste. Podía consistir éste en lograr un término medio entre un precio <<económico>> muy alto en el mercado y un precio <<moral>> tradicional determinado por la multitud. Este término se podía alcanzar por medio de la intervención de los paternalistas, por la automoderación de agricultores y comerciantes, o conquistando una parte de la multitud por medio de la caridad y los subsidios”. Thompson (1995), p. 279.
40 Ibíd., p. 255. 41 Ibíd., p 383.
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de los artesanos y los obreros? Desde nuestro punto de
vista mucha; en primer lugar, como ya lo hemos reiterado en
diversas ocasiones a lo largo del texto, porque estos
planteamientos nos conducen a ver el papel activo que los
sujetos de las clases subalternas adquieren en los procesos
históricos. En segundo lugar, al ser agentes y no pacientes
de la historia, los grupos populares trasmiten sus ideas y
comportamientos de resistencia más allá de sus propias
circunstancias o contextos, pues sus ideas, sus luchas, sus
concepciones del mundo viajan de generación en generación,
de grupo en grupo, de pueblo en pueblo y se erigen de
trasfondo para posteriores movimientos que intenten
transformar o continuar determinados procesos sociales. De
tal manera que, por poner un ejemplo, si las oscilaciones
en el precio de los alimentos básicos eran fundamentales
para que entrara en acción una economía moral las clases
populares, para la clase obrera fue fundamental como parte
de su acción de lucha definir con base en lo que creían
<<moral>> o no (legitimo o no) las oscilaciones salariales;
o como diría el autor que aquí tratamos: “el consumidor
defendió sus viejas nociones de derecho con la misma
tenacidad que defendió su situación profesional como
artesano”, en ese sentido “la economía moral de la multitud
tardó tiempo en morir: es recogida en los primeros molinos
harineros cooperativos, por algunos de los socialistas
seguidores de Owen, y subsistió durante años en algún fondo
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de las entrañas de la Sociedad Cooperativa Mayorista”.42
Por lo que podemos decir que con demasiada frecuencia la
presencia de las imágenes, ideas, luchas, símbolos,
etcétera, de las clases subalternas, continúa y da pié a
nuevas creaciones que a lo largo del tiempo y a pesar de
las grandes transformaciones socioeconómicas ejercen su
influencia histórica, del mismo modo en que un escritor
crea y retoma de otro sus mejores ideas para revolucionar
la lengua escrita.
Lo anterior nos permite pasar a otro punto surgido en
1978 en un texto de Thompson titulado “La sociedad inglesa
del siglo XVIII: ¿Lucha de clases sin clases?”, pues con él
nos introducimos a un debate que para los propósitos de
este trabajo resulta relevante. Me refiero al
esclarecimiento, con base en un minucioso análisis
histórico, que hace nuestro autor al respecto de la
supuesta idea de que un determinado modo de producción
distribuye objetivamente a la gente en clases, y que en el
naciente capitalismo éstas se representaron en la dicotomía
ontológica de: burgueses y proletarios. Como consecuencia
de esta reflexión, Thompson hizo énfasis sobre que la
definición de clase, más que un hecho dado, es un proceso
activo y una relación histórica.43
42 Ibíd., pp. 291, 293. 43 Ver Ellen Meiksins Wood (1983), pp. 87-105.
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De este modo, nos explica nuestro autor, que el
término clase en épocas en las que se empieza a consolidar
la industrialización de Inglaterra, no era un concepto
factible dentro del funcionamiento cognitivo de la gente;
empero, aclara que en sus luchas, en lugar de clase social
definida, existía una consideración social en términos de
grupos o jerarquías, oficios u órdenes.44 Más que una
división de la sociedad de forma vertical, las divisiones
se daban de manera horizontal.45 O, en otros términos, “su
propósito aquí no ha sido el de negar la existencia de la
clase ni la ausencia de la conciencia de clase sino, por el
contrario, responder a tales negativas mostrando cómo los
determinantes de clase moldean los procesos sociales, cómo
la gente actúa ‘en forma de clase’, incluso antes de las
formaciones maduras de clase con sus instituciones y
valores concientemente definidos”.46
Para Thompson, la discusión acerca de las clases y su
conciencia no puede ir separada de la noción de lucha de
clases, en el sentido de que los seres humanos se hallan
condicionados por un contexto histórico en el cual se
44 “...la especificidad histórica, anacrónica, debe ser tenida en cuanta cuando adoptamos el término […] en el análisis de sociedades anteriores a la revolución industrial. De hecho, la correspondencia de la categoría con la evidencia histórica resulta entonces mucho menos directa. Si la clase no es aceptada en el sistema de conocimiento de la misma gente y si ésta se denomina a sí misma y lleva adelante sus propias batallas históricas en términos de <<estados>>, de <<ordenes>>, etc., entonces, al describir estos conflictos en términos de clase, debemos cuidarnos de toda tendencia a interpretar según concepciones posteriores de clase”. Edward. P. Thompson (1991), p. 28.
45 E.P. Thompson, (1979), p. 37.
46 Ellen Meiksins Wood (1983), p. 91.
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experimentan determinados tipos de explotación (o ciertas
condiciones de explotación de un grupo dominante) y sobre
los cuales se identifican puntos de interés antagónicos y
luchan por estas cuestiones. Sólo bajo ese proceso de
confrontación se descubren como clase.
La clase, en un sentido heurístico, es impensable de la noción de “lucha de clases”. En mi opinión, se ha prestado excesiva atención (en gran manera sin criterio histórico) a la “clase”, y demasiada poca a la “lucha de clases”. Está claro que, la lucha de clases es un concepto previo, a la vez universal. En pocas palabras: las clases no existen como entidades aisladas que buscan, encuentran una clase enemiga y entonces comienzan su lucha. Por el contrario, las personas se encuentran en una sociedad estructurada de distintas maneras (principalmente, pero no exclusivamente, según las relaciones de producción), experimentan la explotación (o la necesidad de mantener el poder sobre los que son explotados), identifican asuntos de interés antagónicos, comienzan a luchar sobre estos puntos y, en el proceso de la lucha se descubren como clase. La clase y la conciencia de clase son siempre el último, no el primer estadio en el proceso histórico.47
Ahora bien, para el caso especial que Thompson
estudia, el conflicto entre la gentry y la plebe en la
Inglaterra del siglo XVIII, (o la lucha de clases sin
clase) presenta un proyecto muy bien estructurado del tipo
de relaciones y nexos sociales que se establecieron entre
los diferentes grupos de la época; “…la fórmula <<lucha de
47 Harvey Kaye (1989), p. 183, cita 88.
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clases sin clases>>, que Thompson propone tentativamente
para describir la sociedad inglesa en el siglo XVIII,
pretende precisamente trasmitir los efectos de las
relaciones sociales estructuradas como clase sobre los
agentes faltos de conciencia de clase y como precondición
para las formaciones de clase consientes”.48
Para él, las relaciones sociales no pueden entenderse
fuera del conflicto social, pero tampoco deben entenderse
como meras relaciones antagónicas, sino como polaridades
dialécticas, de antagonismo y reconciliación, entre las
culturas refinadas y las plebeyas de la época; de modo que
se puedan entender las experiencias formativas del ser
social y de qué manera son moldeadas por formas culturales.
Y bajo estas ideas propone, para describir las relaciones
sociales del siglo dieciocho, la metáfora de un campo de
fuerza social: por un lado los abusos, el autoritarismo, la
explotación, la dominación social, las prácticas de
gobierno; y en el otro espacio la resistencia, las
costumbres, los hábitos, la cultura subalterna; “la
multitud en un extremo, la aristocracia y la gentry en el
otro y, hasta bien entrado el siglo , grupos de
profesionales y comerciantes sometidos porque sus vidas
dependían magnéticamente de los gobernantes, o en ocasiones
48 Ellen Meiksins Wood (1983), p. 92.
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ocultando sus rostros en actividad conjunta con la
multitud”.49
Sobre el anterior punto de partida del análisis histórico-
social que hace Thompson, se hace énfasis también en la
idea siguiente: sí existiese un poder total o la plena
concentración de autoridad en un polo social, el análisis
histórico resultaría ensombrecedor para entender, sobre
todo, la naturaleza del poder y del Estado, la ideología y
la cultura, y sería, inclusive, demasiado pobre para
distinguir entre los diferentes modos de explotación, entre
la mano de obra servil y libre.50
Entonces, cabe preguntarse, ¿cuáles eran los puntos de
acceso al poder?, ¿Desde dónde se vislumbraban las
condiciones de dominio?, ¿Qué actores históricos limitaban
o afirmaban un poder?, ¿Qué cambios estaban debilitando los
antiguos medios de disciplina social?
Las respuestas a estas preguntas abarcan
consideraciones muy diversas que tienen que ver con el
concepto de hegemonía de Gramci, que hace referencia a “un
orden de lucha que es constantemente discutido y negociado,
pero que no llega a ser conflicto revolucionario, tampoco
supone el uso continuo de la fuerza física para mantener el
orden social […] En la Inglaterra del siglo XVIII había una
vigorosa cultura plebeya enormemente distanciada de la
49 Harvey Kaye (1989), p. 184.
50 Ver E.P. Thompson, (1995), capítulo 1.
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cultura patricia y de su concepción de orden social […] El
mantenimiento del orden hegemónico, no fue un proceso
sencillo, en especial siguiendo a las revueltas y cambios
del siglo diecisiete.”51
En las que nuestro autor encuentra, en primer lugar,
señas de al menos cuatro atenuantes que limitaron el poder
oligárquico de la Inglaterra del siglo XVIII. Uno es el
acceso de la gentry independiente a un cierto nivel de
poder; el otro atenuante fue la pequeña clase media que
aprendía a ampliar y conservar sus libertades; por otro
lado estaban las instituciones de la ley que intentaban
conservar su legitimidad fallando en ocasiones a favor del
humilde y en contra del poderoso (aunque cabe acotar muchos
puntos aquí); por último está la omnipresente resistencia
de la multitud.
En segundo lugar, la Inglaterra del siglo XVIII, se
encontraba ante grandes cambios en los términos de la
relación social, “la subordinación se transforma en
negociación (si bien entre partes sumamente desiguales)”;
se vive un cambio cualitativo en las formas de trabajo,
“una proporción considerable de la población activa pasó,
de hecho, a estar más libre de disciplina en su trabajo
cotidiano, a tener más libertades de elegir entre patronos,
y entre trabajo y ocio, a estar menos situada en una
posición de dependencia en toda su forma de vida, de lo que
51 Harvey Kaye (1989), p. 180.
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había sido antes o de lo que volvería a ser en las primeras
décadas de la fábrica y del reloj”.52
En tercer lugar, nos plantea que el control de la
clase dominante se hallaba localizado de manera esencial en
una hegemonía cultural, más que en una expresión del poder
económico y militar. Y para el momento que estudia nuestro
autor la gentry era el sector social que ejerció esa
hegemonía; ésta se ejerció de forma indirecta y muchas
veces oscura, aunque paradójica: por un lado, no se les
creía responsables de las condiciones en que vivían la
gente. “La gentry tenía tres principales recursos de
control: un sistema de influencia y promociones que
difícilmente podían incluir a los desfavorecidos pobres; la
majestad y el terror de la justicia, y el simbolismo de su
hegemonía”53; y una vez instalada no necesita estarse
reafirmando diariamente.
Lo que hacía esta hegemonía era definir los límites
externos de lo posible, tanto en términos políticos como en
términos de lo que se acostumbraba socialmente, más allá de
esto no podía aventurarse la negociación entre la plebe y
la gentry. Finalmente, nos dice: la hegemonía nunca es
totalizadora, coexiste con una cultura del pueblo vigorosa
y auto-impulsiva, justo porque las vidas de la plebe no se
encuentran envueltas a tal punto que se les impidiera
52 Ibíd., p. 52 53 Thompson, (1979), p. 52.
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defender sus propios modos de trabajo y descanso, formar
sus propios ritos, sus propias satisfacciones y visiones de
vida. Pues a través de las reglas de la costumbre se
entablaba la confrontación con grupos sociales que
intentaran trastocar lo aceptado por la comunidad, “los
valores, en no menor medida que las necesidades materiales,
serían siempre un ámbito de contradicciones, de lucha entre
valores y concepciones de vida alternativos”.54
Podemos decir, una vez que hemos arribado a este
último punto, que los conflictos son previos a la aparición
de la clase (obrera), y más si hablamos de su conciencia,
pues ésta deviene de una historia previa que se desarrolla
en el terreno de una cultura popular cargada de tradiciones
y valores, no aparece espontáneamente ni de forma vertical,
es parte de un proceso en el que se delimitan acciones y
protestas que tienen que ver más con una economía moral y
con una apelación de la costumbre.55
Por otro lado, cabe aclarar que no se está planteando
una ecuación modernidad versus tradición, estamos tratando
de explicar que ante los cambios introducidos por la
modernidad capitalista, por la industrialización, por la
movilidad social, por las normas del mercado, por la
54 Thompson (1981), p. 269. 55 “Por consiguiente, la lucha de clase precede a la clase, tanto en el sentido de que las
formaciones de clase presuponen una experiencia del conflicto y la lucha que nacen de las relaciones de producción, cuanto en el sentido de que hay conflictos y luchas estructurados <<en forma de clase>> incluso en formaciones sociales que todavía no tienen formación de clase con conciencia de clase” Ellen Meiksins Wood (1983), p. 91.
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racionalidad económica, etcétera, los grupos sociales
subalternos se comportan o actúan con los contenidos
cualitativos propios de su vida cotidiana y de sus
tradiciones o valores, para hacer “vivible”, bajo sus
propios medios, los cambios y las reconfiguraciones
modernas. Revela y explica los cambios dentro de las
continuidades. En este sentido, los aportes de E.P.
Thompson al estudio de los grupos subalternos, que hemos
resumido brevemente hasta aquí, nos son de suma utilidad
para entender, por ejemplo, el grado y el modo en que los
artesanos libres responden ante la racionalidad de la vida
moderna.56
Desde este mirador, me interesa hablar un poco más de
los elementos que Thompson describe en su obra más
importante y debatida a nivel mundial. Obra que significó
el punto de partida de muchos debates intelectuales en los
cuales Thompson participó a lo largo de su carrera como
historiador, y que hemos intentado definir a grandes rasgos
hasta aquí.
Derivados del análisis histórico del libro La
formación de la clase obrera en Inglaterra publicado en
1963, encontramos el punto de partida de un variado grupo
de elementos conceptuales que caracterizaran la obra
56 Tomemos brevemente un caso que trata nuestro autor, ¿qué pasa con la regulación de los
salarios de los artesanos sí éstos no están determinados por la oferta y la demanda del mercado de trabajo capitalista? Lo que sucede es que se hace valer una regulación determinada por la tradición -por elementos que van más allá de la racionalidad económica naciente- y que abarcan desde la posición conferida al artesano rural por la costumbre hasta la intricada regulación institucional-gremial de los centros urbanos; y si nos vamos de oficio en oficio la historia cambia mucho.
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histórica de Thompson. Entre ellos encontramos el papel de
los grupos subalternos como agentes históricos, y en ese
sentido su carácter activo dentro de los procesos
económicos políticos y culturales. También ha demostrado
que la conciencia y la clase no están determinadas, ni
funcionan, a partir de estructuras estáticas -sean estas
económicas, ideológicas, sociales, etcétera-, justo por que
su forma de ver la historia está directamente relacionada
con la idea de sujeto que actúa y se comporta frente a una
situación o experiencia inmediata de la realidad, de ese
modo ve a la clase como un fenómeno histórico que supone
actuación y conciencia.57 El propio Thompson nos dice:
La experiencia de la clase está ampliamente determinada por las relaciones de producción en las que los hombres nacen, o en las que entran involuntariamente. La conciencia de clase es la forma en que se expresan estas experiencias en términos culturales: encarnadas en tradiciones, sistemas de valores, ideas y formas institucionales. Si bien la experiencia aparece como algo determinado, la conciencia de clase no lo está. Podemos ver cierta lógica en las respuestas de grupos laborales similares que tienen experiencias similares, pero no podemos formular ninguna ley. La conciencia de clase surge del mismo modo en distintos momentos y lugares, pero nunca surge exactamente de la misma forma.58
57 Ver Harvey Kaye (1989), p. 160-172. “Así, clase y conciencia de clase fueron los últimos
estadios en la experiencia histórica, y no los primeros, estaban íntimamente unidos a la compleja cuestión de agente humano: la clase fue empujada hacia su creación por el proceso impersonal del capitalismo industrial; fue creada por gente real, en contextos reales que bebieron de las ricas fuentes de su pasado. Este concepto de clase advertía sobre el empleo de categorías estáticas de clase y/o modelos a priori de una totalidad estructurada.”, Geoff Eley, “E. P. Thompson, Historia Social y Cultura Política: La formación de la clase obrera, 1780-1850”, en Historia Social N° 18, invierno 1994, p. 69.
58 E.P. Thompson (1989), T.I p. XIV.
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Otro de los aspectos importantes dentro de esta obra
es que subraya la necesidad de estudiar los cambios en los
procesos históricos intrínsecamente ligados a las
continuidades, y sobre todo si su objetivo es comprender el
comportamiento de los grupos populares ante los cambios de
la época moderna.59 Pues parte del equipamiento mental de
los sujetos en formación, en este caso de la naciente clase
obrera, toma sentido al entrar en relación, en primer
lugar, a través de su experiencia vital, con los procesos
de cambio que influyen en dicha experiencia; y en segundo
lugar sin separarse de lo anterior, interpretan el mundo de
su experiencia por medio de costumbres y tradiciones
populares sobre las cuales se asentó el cambio. En el libro
La formación de la clase obrera… vemos al capitalismo
inscribirse sobre tradiciones, costumbres y nociones de
derechos populares que le precedieron históricamente, las
cuales representan las herencias culturales y políticas de
la naciente clase obrera.
La primera parte de su obra inicia con un
planteamiento que va a contracorriente de las más comunes
interpretaciones históricas sobre la Revolución Industrial,
me refiero a los supuestos económicos que indagan en el
nivel de vida, en los cambios tecnológicos, en los
progresos sociales, en los ciclos comerciales, etcétera, y
59 “En otras palabras, su objetivo no es afirmar la subjetiva continuidad de la cultura de la clase
obrera contra las transformaciones objetivas radicales del desarrollo capitalista sino, al contrario, revelar y explicar los cambios dentro de las continuidades”. Ellen Wood (1983), p. 93.
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que sólo después de esto se interesan por las
transformaciones políticas y culturales de los grupos
subalternos. Thompson “comienza con las tradiciones
populares -religiosas, <<sub-políticas>> y políticas- y
organizaciones para mostrarnos, antes de ser introducidos
en la <<economía política>>, que la formación de la clase
trabajadora es un hecho tanto de la historia política y
cultural como económica”.60
De ahí que la primera parte de su libro, “El árbol de
la Libertad”, preste atención a los rasgos más
característicos de la cultura popular del siglo XVIII, y a
los elementos que fueron heredados y transformados por las
experiencias de la clase trabajadora en el transito al
siglo XIX. Una cultura arraigada en las tradiciones, ideas
y valores que el pueblo otorgaba a las comunidades
milenarias, a sus derechos -definidos por una economía y un
consenso moral de lo que era justo-, y la importancia
consuetudinaria de las libertades de los ingleses nacidos
libres. Ideas que sirvieron de base a las agitaciones
populares de finales del siglo XVIII.61 En este sentido, se
afirma que:
60 Harvey Kaye (1989), p. 164.
61 La primera parte del libro “trata de las tradiciones populares y de las ideas que moldeaban la
mentalidad popular de la época. Ideas que sufrían un proceso de transformación y mentalidades en donde arraigó la disidencia religiosa. Viejos códigos y nuevos significados coexistiendo en un mismo sitio. Tradiciones, Hábitos y sociabilidades añejos apuntalando formas de organización modernas. Ideas renovadoras que dan voz a derechos antiguos y legitimidad a prácticas reprimidas o canceladas, pero no olvidadas”. Carlos Illades (2001), p. 165.
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Los efectos de estos años no se manifestaron inmediatamente. Pero en los años siguientes a la experiencia jacobina de la década de 1790, cuando los mecánicos, artesanos y trabajadores radicales fueron políticamente separados de los radicales de la clase media, hicieron uso de sus experiencias para promover y mantener tradiciones y formas de organización propias […] Fue en esos días cuando la conciencia específica de la clase trabajadora comenzó a madurar imbuida de un fuerte impulso democrático”.62
Podemos observar, en la segunda parte de su libro “La
maldición de Adán”, que cada proyecto, cada sentido u
horizonte de vida forjado en la tradición, ocuparon un
sitio importante en la configuración de la clase obrera
mucho antes que la “industrialización” los pudiera crear
como tal. Esto es, Thompson se pronuncia en contra de las
tesis que sugieren a la “industrialización” como el agente
por excelencia del cambio social; pues, como él señala, “Se
veía a los instrumentos físicos de producción dando lugar,
de forma directa y más o menos compulsiva, a nuevas
relaciones sociales, institucionales y a formas
culturales”63. Así, a contra corriente de estas tesis que
deniegan el papel activo del sujeto en las transformaciones
62 Harvey Kaye (1989), p. 166. “…en el periodo de 1790-1840 se dio una ligera mejoría en las
condiciones materiales de vida de la clase trabajadora (pero) fue experimentada como una <<catástrofe>>, la cual enfrentaron creando nuevas formaciones de clase, <<instituciones fuertemente basadas y autoconcientes: sindicatos, sociedades cooperativas, movimientos educativos y religiosos, organizaciones políticas, publicaciones>>, junto con <<tradiciones intelectuales de la clase trabajadora, patrones comunitarios de la clase y una estructura de sentimientos (de la misma clase)>>. Estas instituciones y formas de conciencia son testimonio tangible de la existencia de una nueva formación obrera, no obstante la aparente diversidad de experiencias; y su expresión en la inquietud popular constituye un testimonio contra el punto de vista <<optimista>> acerca de la revolución industrial” Ellen Wood (1983), p 94.
63 Thompson (1989), T. I, p. 199.
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sociales, Thompson reitera el papel de las tradiciones
políticas y culturales -de los jornaleros del campo,
trabajadores domésticos o a domicilio, artesanos, obreros
fabriles, etcétera- en la formación de las comunidades
obreras. Y reitera que a pesar de que estos diferentes
grupos tienen experiencias diversas, en formas de trabajo
nuevas y tradicionales, compartieron una vivencia común
dentro del capitalismo que fue la intensificación de la
explotación y la disciplina laboral en sus propias áreas de
trabajo aún no modificadas por las nuevas tecnologías o lo
que Marx denominaba subsunción real, así como las formas
intolerables de opresión política. Por lo que, Thompson
“destaca en la primera fase de la revolución industrial,
los cambios en, e intensificación de, el proceso de
acumulación de capital como una experiencia social y
humana”64, el punto es no olvidar cómo es que vivieron
estos grupos sociales bajo una experiencia común las
relaciones de explotación, para que sobre esta base se
entienda el surgimiento de la expresión política y cultural
de la conciencia de clase obrera.65
Y, finalmente, la tercera parte titulada “La presencia
de la clase obrera” concluye en que la explicación de las
64 Harvey Kaye (1989), p. 167. 65 “La segunda trata del impacto de la revolución industrial sobre el conjunto de los trabajadores
[…] Transita de lo subjetivo a lo objetivo. Cambia de esfera: de la cultura a la economía y a la vida social. Muda de escenario: de la taberna y la iglesia, al taller y la fábrica. Modifica la cronología: se desliza del siglo XVIII al XIX. Las estructuras y la dominación aparecen por la fuerza”. Carlos Illades (2001), p 165.
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bases sobre las cuales se dio la formación de la conciencia
de clase obrera en la Inglaterra del siglo XIX.
1.4 Jones Gareth Syedman y el lenguaje de clase.
Gareth Stedman Jones pertenece a la segunda generación de
historiadores marxistas británicos que retomó el tema de
las luchas de los trabajadores Ingleses en el siglo XIX,
pero criticando los fundamentos metodológicos sobre los
cuales partieron sus predecesores, con especial atención en
autores como Thompson y Hobsbawm. Los reproches hacia esta
historiografía, aunque surgieron en la década de los 70,
fueron más abiertamente postulados en la publicación de sus
trabajos titulados “The Language of chartism”, en 1982, y
en “Reirhinking Chartism”, de 1983,66 donde pone en duda el
concepto mismo de clase como articulador de los movimientos
y la vida de los trabajadores radicales del siglo XIX en
Inglaterra.
El punto de partida de este autor está directamente
relacionado con la aparición de un conjunto de perspectivas
teóricas, cuyo proyecto está basado en una orientación
posestructuralista, donde se subraya la necesidad de pensar
la historia desde categorías que estén más vinculadas con
66 El primer artículo aparece publicado en el libro The Chartist Experience: studies in working-class Radicalism and cultura, 1830-1860, J. Epstein y D. Thompson, eds., Londres, 1982; y el segundo artículo fue escrito en el libro Lenguages of class: studies in English Working-class History 1832-1982, del mismo autor y que nosotros revisaremos en la edición española citada al principio del capitulo.
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el lenguaje, la identidad, el generó y las representaciones
de los contextos que se traten, abogando “por el análisis
de la construcción irreflexiva de categorías analíticas
dentro de los códigos de las ideologías dominantes del
pasado y el presente y definen legítimamente la
investigación de las identidades discursivas que rodean el
espacio social de la clase y la conciencia”.67
Así, con la idea de renovar los planteamientos
historiográficos sobre el tema, Jones Sedman ha insistido
en recuperar desde el lenguaje mismo, en sus proposiciones
y términos de una ideología contextualizada, el modo en que
el historiador se podía librar de concepciones a priori de
la realidad que se estudia, en su caso alejarse de una
visión metodológica, estrechamente vinculada al marxismo,
que considera importante el estudio de las clases o la
clase como una categoría analítica que responde a ciertas
determinaciones estructurales o a modos de producción
específicos. De este modo, señaló que la historia requería
renovarse a sí misma superpuesta al terreno intelectual
moderno, oponiéndose al determinismo económico y al
marxismo mecánico, para proceder sobre la base de una
significación más amplia del análisis lingüístico
possaussuriano y su crítica implícita a toda presunta
relación causal entre el ser y la conciencia.
67 Brayan D. Palmer, “La teoría crítica, el materialismo histórico y el supuesto fin del marxismo:
retorno a la miseria de la teoría”, en Historia Social, N° 18 invierno 1994, p. 143.
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Lo que ocultan tanto la experiencia como la conciencia es el carácter problemático del propio lenguaje. Ambos conceptos implican que el lenguaje es un simple medio a través del cual la experiencia encuentra expresión: una concepción romántica del lenguaje en la que aquello que en principio es interior e individual lucha por encontrar una expresión exterior, y cuando lo ha hecho se ve reconocido en la experiencia de los otros, y en consecuencia se considera parte de una experiencia común. De este modo, la experiencia puede concebirse como una acumulación que desemboca en la conciencia de clase. Lo que este enfoque no puede admitir es la crítica que ha suscitado desde que la obra de Saussure fue comprendida en su más amplio significado: la materialidad del lenguaje mismo, la imposibilidad de remitirlo simplemente a una realidad primaria anterior, el <<ser social>>, la imposibilidad de abstraer la experiencia del lenguaje que estructura su articulación.68
Este enfoque es utilizado por Jones Gareth para pensar
la historia política de “las clases obreras”, en especial
el cartismo Inglés del siglo XIX, que nuestro autor define
no como un movimiento social fundado en la clase y dirigido
fundamentalmente a una clase obrera que estaba determinada
económicamente como sujeto unitario que sufre una
explotación material, sino como un movimiento que saca a la
luz su visión de la explotación, en un lenguaje que se
agita en términos políticos y no económicos, y que se
dirigía esencialmente a una “audiencia de miembros
productivos de la sociedad que eran victimas del monopolio
del poder y de la corrupción y a los privados de la
68Jones Gareth (1987), pp. 19-20.
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representatividad política”;69 esto sugiere que el lenguaje
cartista, lejos de verse relacionado con los movimientos
económicos, con una clase obrera explotada o con una
conciencia de clase inmadura, está más bien estrechamente
vinculado con una especie de protesta -donde se incluyen
grupos de empresarios y obreros- contra el carácter
cambiante del Estado y sus políticas que monopolizaba el
poder.
Sobre estas líneas cabe preguntarnos ¿qué papel le
corresponde al sujeto en el momento en que se analiza un
tipo específico de lenguaje? Para Jones, un estudio del
lenguaje en sí nos proporcionaría una historia más clara
del significativo lugar que ocupa el sujeto en la misma,
pues el lenguaje desecha cualquier simple concepto de
determinación de la conciencia por el ser social, “porque
él mismo es parte del ser social”, así lo que se necesita
hacer es “estudiar la producción del interés (de grupos
sociales no definidos de antemano), la identificación, el
agravio y la aspiración dentro de los propios lenguajes
políticos”; es decir, delinear el lenguaje, sea éste
radical, liberal o socialista, “tanto en relación con los
lenguajes políticos que sustituyen, como en relación con
los lenguajes políticos rivales con los que entran en
69Neville Kirk, “En defensa de la clase. Crítica a algunas aportaciones revisionistas sobre la clase
obrera inglesa en el siglo XIX”, en Historia social N° 12, (invierno) 1992, p. 66.
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conflicto”.70 Y desde aquí poder poner al sujeto fundado en
sí mismo, con su debida autonomía, y no como un reflejo
pasivo de lo “social”.
Las conclusiones que obtiene nuestro autor del estudio
que realizó sobre el lenguaje mismo del movimiento cartista
le llevan a concluir, a su vez, que el discurso de los
radicales ingleses del siglo XIX en ningún momento muestra
un pensamiento basado en una conciencia de clase y mucho
menos una figura retórica mezclada de antagonismos
sociales. Mas bien, considera que la ideología cartista
estuvo convencida de que la explotación no venía de una
clase por definición opuesta a él -el capitalista, según la
definición marxista- y mucho menos de la esfera de la
producción, pues los cartistas estaban seguros de que la
opresión tenía su origen en la política y estaba
determinada por ella. Aunque si se puede leer una cierta
hostilidad contra los “señores del vapor” esta no iba
dirigida contra su posición de dueños de los medios de
producción, más bien se le confrontaba por sus creencias
políticas y sus actitudes sociales, y muchas veces “lejos
de defender intereses de clase antagónicos, el trabajador
honesto y el patrono honesto eran, en cuanto miembros de
las clases productivas, aliados naturales frente a las
maquinaciones de los corruptos, parásitos y no
representativos detentadores del monopolio del poder
70 Jones Gareth (1987), p.21.
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político […] En suma, dado su carácter político tradicional
y su fracaso en desarrollar una teoría de la explotación en
la producción, el cartismo, en opinión de Gareth no cumple
con las condiciones de movimiento basado en la clase”.71
Estas conclusiones se alejan claramente del
planteamiento de Thompson que ve en el cartismo el
surgimiento de una conciencia de clase en la que se expresa
un antagonismo, económico y político, entre patrones y
trabajadores. Mirar las cosas de este modo, dice Jones, es
caer en un error que no permite observar con claridad lo
que precisamente asumió la ideología cartista, en ese
sentido la metodología de la que parte Thompson es
equivocada pues la simple dialéctica entre conciencia y
experiencia no puede explicar el modo en que el lenguaje
hizo suya una “visión de los males políticos y sociales que
sin duda fueron anteriores a la aparición de la conciencia
de clase”.72 De modo que Jones propone al lenguaje como el
organizador de la experiencia, subrayando que un conjunto
de experiencias pueden ser articuladas por más de un
lenguaje, y por lo tanto la conciencia y la experiencia
encuentran relación sólo a través del lenguaje, con la
salvedad de que el mismo no sea entiendo como una
verbalización reflejo de un hecho existencial, ni como la
articulación de una experiencia histórica formada en
71 Neville Kira (1992), pp. 66-68. 72 Jones (1987), p. 97.
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determinadas relaciones sociales que llegarían a crear un
lenguaje de clase, sino en la manera en que el sujeto
ordena lingüísticamente su realidad, y solo sobre la base
de este ordenamiento es que “la masa puede creer que su
<<exclusión del poder político es la causa de sus anomalías
sociales>>”.73
Es interesante la salida que da nuestro autor para ir
a contra corriente del determinismo económico que define a
las clases por las relaciones que estas establecen con los
medios de producción. Proponer al lenguaje -ligado a un
determinado contexto ideológico- como el elemento que mejor
nos permite acceder a una interpretación “verdaderamente”
histórica de la realidad que se estudia ha resultado una
promesa muy innovadora para las investigaciones sobre la
clase obrera; pues el estudio del lenguaje en sí -cuando
nuestro interés no es estudiar al los sujetos concretos que
construyen su propia realidad- nos permite desechar esas
definiciones de clases omnienglobantes que dirigen la
realidad hacia un cause definido, esto es, se deja de lado
la idea de un sujeto unitario sin características propias,
o de una sociedad configurada por el investigador de tal o
cual manera, y se accede más bien al entendimiento del
lenguaje propio de una época y, con ello, al modo en que
73 Ibíd. “El lenguaje, en las múltiples formas que adopta, construye la realidad social, crea las
estructuras de pensamiento y sentimiento a través de las cuales la gente otorga sentido a su mundo. Consideran que previamente a la experiencia o a la conciencia de clase se encuentra el lenguaje, que desempeña una función constitutiva, organizando la comprensión de esas situaciones y dotándolas de un determinado contenido. El lenguaje así visto no es un simple medio, es algo material, que concibe y define los intereses y aspiraciones fundamentales”. Luis Castells (1996), p. 173.
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los hombres entienden su mundo. Para nuestro autor,
entonces, sí dentro del orden lingüístico del momento que
se estudia no existe algo así como una identidad de “clase
obrera” -con las características de lo que debía ser una
clase- es que ésta no existió objetivamente como tal. Es un
concepto insatisfactorio para la época que estudia el autor
del libro Lenguajes de clase…74 En resumen “cuestiona, por
un lado, la pertinencia de la interpretación de la historia
británica contemporánea en términos de clase y propone su
sustitución por una visión centrada en lo político y en la
prevalecencia del discurso populista. Por otro, reclama una
transformación radical del objeto de estudio, promoviendo
el viraje lingüístico, la atención preferencial al lenguaje
como clave explicativa”.75
Ahora bien, a pesar de la importancia que para la
historia tiene situar el lenguaje en su debido contexto y
las múltiples formas que éste adopta, nos preocupa dejar
fuera lo que hemos venido reiterando a lo largo de éste
capítulo: el hecho de situar al sujeto como agente
histórico, esto es como un sujeto capaz de crear y
transformar su mundo así como a él mismo. De modo que
74 “Stedman Jones tiende, no obstante, a tratar el <<es>> en términos del <<debería ser>> y,
como resultado, la conciencia existente de la experiencia cartista parece ir, casi de manera inevitable, a la zaga de la conciencia pura de El Manifiesto Comunista. Lo más irónico del caso es que, a pesar de destacar la importancia central del contexto, el lenguaje y el abandono de ideas prefijadas sobre la conciencia cartista, él mismo parece haber juzgado el discurso del cartismo en relación a un modelo <<absoluto>>, estricto e insatisfactorio. Y ha tendido a subestimar, al centrar su interés en uno concreto, la significación de otros tipos de lenguaje y la experiencia material que, a un tiempo, les dio forma y resultó conformada por ellos”. Neville Kira (1992), p. 94.
75 Luis Castells (1996), p. 172.
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sentimos que ese “viraje” hacía el lenguaje, no afecta sólo
la metodología sino también la propuesta teórica. “Hay un
rechazó no sólo del marxismo sino de las categorías que se
entienden que de él se infieren, así como toda lectura
histórica que pueda entenderse como materialista o que
conceda una significación a lo social. Desde estos
presupuestos la clase se bate en retirada, y con ella los
conflictos y las protestas sociales desaparecen y en su
lugar emerge un tipo de historia atenta a los signos
semiológicos, a la pluralidad de identidades y a la
fragmentada naturaleza de los sujetos sociales”.76
Y bajo este supuesto, nosotros preferimos retomar la
idea de Thompson la cual sustenta que la clase obrera nunca
será un concepto definido a priori si se ve, a través de la
praxis humana, esto es cómo los hombres y mujeres se hacen
a sí mismos en el proceso incesante de constitución de su
propia historia. En ese sentido, si plateamos al lenguaje
en sí como punto de partida de un estudio serio de la clase
obrera, creemos que quedaría desdibujada la existencia real
de los sujetos y su actividad como agente colectivo de la
narración histórica, de ahí que volvamos a insistir en
retornar la mirada al concepto teórico y esencial del
pensamiento de Thompson: la experiencia concreta de los
seres humanos, para sacar, desde ahí, los resultados que
nos permitan comprender el movimiento del mundo en el que
76 Ibíd.
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los hombres y mujeres desarrollan sus actividades. Justo
para “descubrir y vislumbrar la experiencia de la clase
obrera, para seguirle el rastro hasta llegar a conocer,
interpretar y reflejar las texturas y los significados de
su vidas”.77
1.5 William Sewell y el lenguaje del movimiento obrero.
Dentro de los ámbitos de estudio de la nueva historia
social se ha vuelto abrir el debate en torno a qué
elementos conceptuales debemos considerar al momento de
abordar el tema de la formación de la clase obrera y su
conciencia, y si es posible hablar de la misma tal y cómo
lo plantearon los historiadores marxistas británicos.
William Sewell en su debate con E.P. Thompson78 se ha
interesado en demostrar la importancia causal de las
transformaciones que los diferentes sistemas discursivos
tuvieron en la formación y la conciencia de la clase obrera
en Francia durante el siglo XIX, esto es, para poder
explicar la aparición de la clase obrera él parte de
comprender la naturaleza, la estructura y las posibles
contradicciones de los discursos previamente existentes de
los cuales el lenguaje de clase es su mutación.
77 William Swell, “Cómo se forman las clases: reflexiones críticas en torno a la teoría de E.P.
Thompson sobre la formación de la clase obrera”, en Historia Social, N° 18 (invierno) 1994, p. 78. 78 Ver William Swell, (1994),
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En ese sentido, para Sewell el significado que
adquiere la acción y la conciencia obrera no puede partir
del estudio de su adecuación o no a un sistema fabril,
depende más bien de las experiencias construidas por
quienes viven en diferentes secuencias temporales al menos
3 sistemas: el económico, el ideológico, y el de las
alianzas y conflictos políticos de clase. Del primero
investiga las experiencias económicas tal y como las
vivieron los artesanos y los obreros para absorber de ellas
las aportaciones y significados simbólicos que dejaron
dichas prácticas. Del segundo sistema se desprende el
estudio de la dinámica y la estructura interna tanto del
discurso de clase de la época como los discursos
preexistentes que dieron paso a la formación de dicho
discurso “Si podemos descubrir el contenido simbólico y la
coherencia conceptual de todos los tipos de experiencia de
la clase obrera, entonces la adaptación por los
trabajadores de ideologías políticas explicitas no
aparecerá ya como una repentina intrusión de ideas del
exterior, sino como la introducción o elaboración de otra
trama simbólica en vidas que estaban ya animadas por
cuestiones y problemas conceptuales”.79 Sobre el último
sistema se busca comprender lo que representaron,
desafiaron y significaron los conflictos políticos y las
relaciones de dominación entre las clases. “Se deduce, por
79 William Sewell (1992), p. 30-31.
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tanto, que una historia de las acciones y la conciencia de
los obreros debe retroceder y avanzar constantemente entre
las experiencias particulares de obreros y las partes
cambiantes de la sociedad en general: las formas de Estado,
las principales batallas políticas, la naturaleza de las
relaciones entre diversas órdenes y clases, las ideas que
informaba el discurso público, etc.”80
El centro de su análisis es entonces estudiar las
diferencias en la naturaleza de los discursos que poco a
poco se fueron transformando en conciencia de clase, de
modo que se vuelva necesario investigar, por un lado, el
lenguaje heredado de las tradiciones políticas generadas
dentro de los oficios, en los ritos y en los diferentes
aspectos que conforman la comunidad artesanal, y
posteriormente, cómo dichos discursos una vez sometidos a
las experiencias de explotación se convirtieron por medio
de la agitación y la lucha en estructuras discursivas que
dotaron a la clase de conciencia. Por otro lado, entender
el modo en que los trabajadores retomaron el lenguaje
político, religioso y social del momento viéndose influidos
por los ideales del régimen político existente. “Sus
ideas, ideales y juicios nunca fueron una simple
recapitulación del nivel inferior de los valores
sancionados por el Estado y las clases dominantes, ni
fueron tampoco una simple negación de esos valores. En
80 Ibíd., p. 34.
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todas sus organizaciones e ideologías hubo cierta
continuidad de sustancia y tono -un firme colectivismo
moral, la identidad propia de los oficios y un orgullo de
su trabajo como contribución al bien común-”.81
Sewell, retoma de la historia social el tema de la
historia intelectual como la posibilidad de estudiar las
ideas, no como reflejos epocales sino como herencias
conceptuales, de allí que parta a la antropología cultural
que le permite observar como se entretejen y traducen las
creencias y las ideas de la gente ordinaria en experiencias
construidas por un lenguaje, idea que retoma explícitamente
de Clifford Geertz, pues dicho autor sugiere que “mediante
la búsqueda y análisis de las formas simbólicas -palabras,
imágenes, instituciones, comportamientos-” podemos
encontrar el modo en que la gente se representa a sí misma
y a los otros, y con un poco de ingenio se pueden buscar
las formas simbólicas en función de las cuales
experimentaban su mundo, “lo que significa reconstruir el
significado de las palabras, las metáforas y las
convenciones retóricas que utilizaban al hablar y pensar
sobre sus experiencias: buscar las prácticas de las
organizaciones de artesanos, los ritos y ceremonias, la
forma de las manifestaciones políticas, las regulaciones
legales o los detalles de la organización de la
81 Ídem.
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producción”.82 En síntesis, buscar el significado simbólico
de la acción obrera.
En el estudio que este autor hace sobre el lenguaje
del movimiento obrero en Francia durante el siglo XIX
encontramos el desarrollo de una propuesta que busca
entender la génesis histórica de la aparición de la
conciencia de clase. Para ello buscará las transformaciones
simultáneas de dos discursos bastante distintos y la
ruptura conceptual que se generó durante el periodo de
intensas luchas políticas al interior de Francia. Por tal
motivo encuentra que el nacimiento de un discurso obrero
fue el resultado del “fracaso de las alianzas políticas
entre los trabajadores y la burguesía subsiguientes a los
logros de las luchas contra los regímenes dominados por la
aristocracia terrateniente”, así como del despojo que
sintieron los trabajadores al quedar fuera del Estado, pues
se les negó “el derecho al voto por no cumplir con los
estrictos requisitos de propiedad; vieron también como sus
objetivos mutualistas se pulverizaban por el individualismo
paternalista e intransigente de la burguesía que ahora los
dominaba”.83 Esta situación les produjo un enorme
desencanto sobre el que reflexionaron y repensaron los
verdaderos motivos de los males que los aquejaban. Bajo
estas premisas surgió una transformación dual de los
82 Ibíd., p. 29. 83 Sewell (1994), p. 96.
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discursos existentes, por un lado el discurso de
solidaridad tradicional en el oficio y la comunidad se
universalizo a fin de incluir a todos los obreros, bajo la
égida de un nuevo vocabulario que enfatizaba la
participación democrática y los derechos individuales se
invocó el derecho de “los individuos a asociarse libremente
en busca de unos objetivos comunes para justificar así los
límites que la organización colectiva debía poner a los
efectos destructivos del individualismo competitivo”.84
Tenemos por otro lado, la reinterpretación de la teoría de
Locke sobre la propiedad, sobre ésta se insistió en que los
derechos políticos fueran conferidos al trabajo mismo y no
a la propiedad producto del trabajo, como lo plantea la
tradición lokeniana. “Desde esta perspectiva, la propiedad
se convertía en un privilegio abusivo que eximía a sus
ociosos dueños del trabajo, al tiempo que les daba el
monopolio del poder político”.85
La conciencia de clase obrera para los años de 1830 ya
se había formado como resultado de la unión de estos dos
discursos. Bajo este nuevo plano que dio pie a la creación
de una nueva estructura conceptual del discurso de clase
obrera es que se puede insistir en la permanencia
sincrónica de una identidad de clase a lo largo de varios
años muy a pesar de que en el plano diacrónico y
84 Ibíd., p. 97.
85 Ídem. Ver también William Sewell (1992), “Los artesanos, los obreros de las fábricas y la formación de la clase obrera francesa. 1789-1848”, en Historia social, N° 12, invierno, pp. 119-140.
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experimental la clase obrera fuera <<deshecha>> y
<<rehecha>> en su plano institucional. Sobre esta base
teórica es como Sewell afirma que ni los caprichos de la
acción ni los distintos modelos de acumulación de capital
fueron los atributos de la creación de la clase obrera, más
bien debemos buscarla en la naturaleza misma de los
discursos que fueron transformados en conciencia de clase.
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Capítulo 2
Apuntes para el estudio de la clase obrera y el artesanado
en México
La búsqueda del hombre es infinita…
encontrar en él una sola línea de certeza sería absurdo…
2.1 Aportes e insuficiencias sobre el papel histórico del artesanado y la clase obrera en la historiografía mexicana.
Para el caso de la historiografía mexicana intentaremos
hacer una reflexión que parta del modo en que han sido
considerados los obreros y los artesanos en tanto que
objetos de estudio en las investigaciones históricas. El
problema al que nos enfrentamos aquí está estrechamente
relacionado con lo que se ha planteado en el capítulo 1 de
esta tesis, me refiero a los procedimientos desde los
cuales arranca el historiador para situar a los sujetos de
las clases populares -en especial a los obreros y
artesanos- como verdaderos actores de la historia.
De esta manera, nos encontramos con muchos estudios
que han partido del establecimiento de modelos que a priori
pretenden, desde ciertas concepciones ideológicas, conducir
hacia una sola dirección o sentido las narraciones de los
sujetos que aquí tratamos. En una primera etapa, al
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intentar situar a los miembros de la clase trabajadores
como integrantes de la historia de México, la
historiografía mexicana cayó en consideraciones un tanto
ideales y muy generales sobre el desenvolvimiento de las
luchas obreras, y lo que intentaba ponderar quedó sumergido
en la más angustiosa ambigüedad, pues no sólo trató al
obrero de modo lineal y progresista, sino también relegó a
los artesanos, al tratarlos como una clase potencialmente
transitoria y sin ninguna relevancia para la historia.86
Desde una perspectiva mucho más metódica y que se ha
encaminado a sustentar con una interesante investigación
documental la existencia histórica de estos grupos, nos
encontramos con una visón de los sujetos que se enfoca más
a comprender a los hombres concretos en sus diferentes
roles sociales, tanto en sus relaciones laborales como en
las diferentes dimensiones de su vida cotidiana y cultural.
Dentro de estos horizontes queremos observar si los
historiadores se han preocupado por abordar no sólo la
presencia histórica de dichos grupos, sino también su papel
activo en los cambios y continuidades que vivió el México
decimonónico.
86 “Dentro de la historiografía mexicana el interés por los trabajadores urbanos ha sido desigual.
La mayoría de los estudios han centrado su atención en los obreros industriales, relegando al artesanado, en particular al artesanado libre, a un segundo plano […] se revelan dos presupuestos teóricos […]: 1. que el hábitat natural del artesano es el gremio y, en consecuencia, el artesanado libre es una figura atípica, híbrida y transitoria; 2. la necesaria desaparición del artesanado urbano como resultado de la industrialización”. Carlos Illades (2001), Estudios sobre el artesanado urbano del siglo XIX, Miguel Ángel Porrua/UAM-I, México, p. 27.
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Así, esta parte de la investigación indagará sobre
varios cuestionamientos acerca de las líneas de estudio más
importantes de la literatura que sobre el tema de nuestro
interés se ha realizado en México.
Los primeros esfuerzos por estudiar al artesano
mexicano partieron de considerar la tesis según la cual la
prohibición de los gremios en 1813 por las Cortes de Cádiz
aprobadas en la Nueva España marcó el inicio de un proceso
de decadencia del artesano como clase social. En 1938 Luis
Chávez Orozco, en su libro Historia económica y social de
México. Ensayo de interpretación,87 plantea que el siglo
XIX fue el siglo de la <<agonía del artesanado>> como clase
social, la cual le cedió el paso a una nueva clase que lo
sustituyó en la escena de la historia.
A mediados del siglo XX y hasta la década de los 70 se
difundió la idea, al par de la anterior, de que después del
siglo XIX los artesanos y sus agrupaciones dejaron de ser
actores históricos y que desaparecieron junto con sus
formas de organización laboral por el desplazamiento del
desarrollo industrial. Daniel Cosío Villegas, en su célebre
obra de nueve volúmenes, Historia Moderna de México,
expresa muy bien esta última idea:
En muchos casos la artesanía fue al mismo tiempo el apoyo inicial de la gran industria fabril moderna y el precio más alto que pagó por
87 Chávez Orozco, Luis (1938), Historia económica y social de México. Ensayo de
interpretación, Ediciones Botas, México. En un libro posterior, publicado en 1977, puntualiza más al respecto de este tema. (1977), La agonía del artesanado. México: Centro de Estudios Históricos del Movimiento Obrero Mexicano.
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impulsarla. A más de la pérdida irreparable de valores y tradiciones artísticas, quienes a ella se dedicaban tuvieron que pasar por un penoso proceso de reajuste: dejaron de ser artesanos independientes para convertirse en asalariados, a más de quedar sin ocupación fija mientras ocurría la transición. (…) Y ahí estaba ese artesano, eficaz y antes satisfecho, a quien de pronto principia a hundírsele el suelo, esa tierra firme en la que había pisado él y sus antepasados por generaciones y generaciones (…) el viejo artesano comenzaba su nueva vida en la etapa sórdida e infernal del industrialismo.88 Hubo, sin embargo, en la década del 50 del siglo
pasado, al menos dos trabajos que intentaron contrarrestar
estas ideas un tanto dramáticas dirigiendo su mirada hacia
un estudio de las propuestas, los significados y el
funcionamiento social de los gremios artesanales y de los
artesanos, tanto en la época novohispana como en el siglo
XIX. Manuel Carrera Stampa, en 1954, publicó su libro Los
gremios mexicanos. La organización gremial en la Nueva
España, 1521-1861.89 Este modo de abordar problema nos
permite darnos una idea clara sobre la presencia y el
funcionamiento de los gremios, pues en él hay un interés
por exponer acerca de la personalidad jurídica de los
trabajadores gremiales, así como de su activa participación
dentro de la estructura administrativa de la Ciudad de
México, por lo que nos dice que más allá del decreto de
1813 el papel del artesano en el transcurso de la historia
88 Cosío Villegas, Daniel (1965), Historia Moderna de México, volumen 1, p. XXII, XXXIII. 89 Carrera Stampa, Manuel (1954), Los gremios mexicanos. La organización gremial en la Nueva
España, 1521-1861, Ediapsa, México.
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de México es de suma relevancia, sobre todo por el carácter
de su organización gremial. Encontramos también un libro
publicado en 1952 sobre el cooperativismo, Tratado del
cooperativismo mexicano,90 en el que Rojas Coria nos habla
del proyecto social que implicó el desarrollo de diversas
estructuras organizativas de los trabajadores, como es el
caso de las sociedades de ayuda mutua creadas por la
presencia activa del artesano dentro de la sociedad
mexicana a lo largo del siglo XIX y principios del XX.
Más tarde, a inicios de las décadas de los 70 y 80 se
desarrollaron algunas perspectivas de análisis sobre las
prácticas, las ideas y organizaciones del artesano y obrero
mexicano.91 Unas intentaban dar cuenta de las respuestas
ideológicas que los trabajadores dieron a la transformación
de sus condiciones sociales, y otras se centraron en
explicar los tipos de organización laboral, pero sus
visiones estaban muy allegadas al análisis político del
Estado mexicano, pues más que hablar de los hombres en sí,
buscaban explicar la fortaleza del sindicato como sistema
90 Rojas Coria, Rosendo (1984), Tratado de Cooperativismo mexicano, Fondo de cultura
Económica, México. 91 “En este sentido fueron muy importantes las visitas a México de Eric Hobsbawm, quien dio un
ciclo de conferencias invitado por la Dirección de Investigaciones Históricas del Instituto Nacional de Antropología e Historia, y de John Womack, quien realizó investigaciones sobre la clase obrera de Veracruz en el antiguo Centro de Investigaciones Superiores del INAH, pues ambos dejaron (antes de 1974 y hasta 1979), a sus pupilos directos y a sus admiradores, largas listas de bibliografía hasta entonces no traducidas al español sobre lo que se conocía desde los años sesenta como historia social”. Novelo, Victoria (1999), “La historia y cultura obrera en los Estudios Mexicanos”, en Historia y cultura obrera, compilado por Victoria Novelo, Instituto Mora/CIESAS, México. p. 8.
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corporativo del mismo Estado.92 “Los rasgos dominantes de
la historiografía del trabajo de este periodo fueron, de un
lado, la insistencia en el estudio de las ideologías, como
lo muestran los textos de García Cantú y Hart, y del otro,
un intento más puntual por inscribir a los trabajadores
urbanos en el contexto económico y social (en los estudios
de Basurto, Shaw, Cardoso y González Hermosillo)”.93
Estos esfuerzos historiográficos, aunque dejaban de
lado muchos aspectos, nos permiten acercarnos a los
distintos proyectos sociales que intentaron llevar a cabo
estos grupos sociales para resolver las diferentes
problemática de su actividad política. Así se estudiaron
los antecedentes del socialismo y del anarquismo, del
comunismo y del catolicismo social. Los académicos tuvieron
que revisar los periódicos del artesanado, analizar sus
organizaciones y conocer a sus personajes más destacados.
Gastón García Cantú habló de la presencia y difusión de
algunas de las ideas socialistas dentro de la clase
obrera,94 y John M. Hart escribió un libro en el que se
ocupó de la propagación de los pensamientos anarquistas en
92 “Pero estos estudios, a pesar de que pretendían ser históricos, reflejaban una gran
superficialidad de análisis, puesto que la historia no era más que un pretexto para decir lo que ya tenían previamente concebido y generalizado para todos los movimientos del país”. Mario Camarena Ocampo (2001), Jornaleros, tejedores y obreros. Historia social de los trabajadores textiles de Sán ángel (1850-1930), Plaza y Valdes editores, México, p. 18.
93 Illades, Carlos (2001), Estudios sobre el artesanado urbano del siglo XIX, UAM-I/Biblioteca Signos, México. p. 39.
94 García Cantú, Gastón (1969), El socialismo en México, siglo XIX. Ediciones Era, México. Hart, John Maison (1980), El anarquismo la clase obrera mexicana (1860-1931), Siglo XXI Editores, México.
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México. Hay que decir, sin embargo, que estos estudios, se
interesaron más en el modo en que estas propuestas sociales
tomaron forma, que en las tradiciones y los conflictos en
las que se defendieron dichas propuestas. Por lo que con
frecuencia sobrevaluaron las propuestas sociales que
estudiaron por encima de otras, de modo que sus estudios
son poco imparciales. Pero, en todo caso, el estudio
conjunto de estas perspectivas nos permite acercarnos al
lugar social en el que desembocaron así como al modo en que
las propuestas fueron adaptadas y articuladas, en el marco
de conflictos sociales de la época.
Por su parte, algunos investigadores del hoy
desaparecido Centro de Estudios Históricos del Movimiento
Obrero, iniciaron una serie de análisis en los que buscaban
encontrar los antecedentes del movimiento obrero. Se
encargaron de hacer un recuento de los movimientos y las
organizaciones de trabajadores de los siglos XIX y XX. En
los textos publicados por este Centro encontramos dos
recopilaciones del coloquio de Historia Obrera realizado en
1977 y 1979. En ellos se halla una amplia publicación de
textos que abrieron caminos para rescatar las variadas y
complejas experiencias obreras a lo largo de la historia de
México.
En esos años, Pablo Gonzáles Casanova realizó una
labor afanosa para publicar una colección de 17 volúmenes
que trataban particularmente la historia de la clase obrera
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en México. “El primero de ellos incluyó un artículo de
Alejandra Moreno Toscano sobre los trabajadores y el
proyecto industrializador durante los años 1810-1867. Allí,
se analizó la estratificación social de la ciudad de
México, los niveles ocupacionales de la población
trabajadora y las características de las unidades
productivas. Posteriormente, se intentó dilucidar los nexos
del mercado laboral con el control social y la relación de
los trabajadores con el Estado. Por otra parte, en el
segundo volumen, Juan Felipe Leal y José Woldenberg
estudiaron la acción política de artesanos y obreros, y el
vínculo de los trabajadores con el poder público”.95
Además de los trabajos que indicamos líneas arriba,
durante los primeros años de la década de los ochenta se
iniciaron importantes y minuciosos estudios sobre los
artesanos en el tránsito secular del siglo XVIII al XIX. Se
creó una historia que insistió en describir y explicar las
circunstancias a las que los artesanos se enfrentaron. De
tal forma hallamos textos en los que se abordó el estudio
de la presencia social del artesanado, en la Ciudad de
México. Tenemos en está línea a Jorge González Angulo y
Felipe Castro.96
95 Illades (2001), p. 40 96 González Angulo, Jorge (|983), Artesanado y ciudad a fines del siglo XVIII. SEP/FCE,
México. Castro Gutiérrez, Felipe (1986) La extinción de la artesanía gremial, Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, México.
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Por su parte, Julio Bracho y Juan Felipe Leal, a
inicios de los años noventa, publicaron sus respectivos
libros sobre el artesanado e intentaron establecer un
puente muy largo entre las estructuras organizativas de los
artesanos y las organizaciones sindicales del siglo XX,
situación que no ponía, sin embargo, suficiente atención en
los contenidos más dinámicos y cotidianos del desarrollo
histórico de estos grupos a lo largo del siglo XIX, pues se
privilegiaba más una visión lineal de su historia.97
Frente a los planteamientos antes descritos nos
interesa centrar la atención en una idea que desde nuestro
punto de vista es importante para entender, al interior de
los estudios historiográficos más recientes, la situación
histórica del artesano en el siglo XIX. Esta idea parte de
observar los cambios y las continuidades que dentro de las
narraciones históricas nos ayudan a explicar la presencia
de los artesanos durante el siglo XIX.
Parece que después de la Independencia se
intensificaron los deseos de controlar, moralizar, instruir
y conducir a la población mexicana por parte de las elites
cercanas al Estado. Y desde luego, en las ciudades el
trabajo era escaso, frecuentemente de contratación diaria y
97 Bracho, Julio (1990) De los gremios a los sindicatos. Genealogía corporativa. Instituto de
Investigaciones Sociales, UNAM, México. Leal, Juan Felipe (1991), Del mutualismo al sindicalismo en México: 1843-1910, El Caballito, México.
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mal pagado. Bajo estas circunstancias, ¿con qué criterios
constatan los historiadores el papel del artesano?98
Sonia Pérez Toledo señaló que a principios del siglo
XIX hubo un cambio formal en la situación legal de los
artesanos, pero nos dice que en términos reales este cambio
no provocó la desaparición del artesanado como una grupo
social en la medida en que sus integrantes siguieron
compartiendo una serie de circunstancias y experiencias
organizativas comunes. Desde esta perspectiva, se logró
saldar una investigación más profunda sobre el análisis
histórico que hasta la fecha no se había llevado a cabo, e
incluso va en contra de aquella postura inicial que
intentaba eliminar de la historia social a estos grupos
sociales marginados. En ese sentido, durante el siglo
XVIII, según lo demuestra esta autora, el taller artesanal
era una corporación de oficio estructurada de manera
jerarquizada en la que se aseguraban una serie de
prerrogativas y adquirían obligaciones que tenían que ver
con el ejercicio del oficio, con la producción y
comercialización de sus productos. De modo que se tenía el
control del medio de trabajo y de la fuerza de trabajo, con
una división del trabajo y con la utilización mínima de la
técnica; la corporación de oficio ejercía un poder
disciplinario para garantizar en principio la honestidad de
98 Alejandra Moreno Toscano, “Los trabajadores y el proyecto de industrialización, 1810-1867”,
en Enrique Florescano y otros, De la colonia al imperio, México, Siglo XXI, 1981, 302-350.
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sus miembros y la calidad de la obra a cambio de protección
frente a la competencia desleal. En el siglo XIX el
artesano pierde el control del mercado de su producto y
cierta importancia jurídica de la que gozaba en la época
colonial, pues, de acuerdo con la autora:
La situación política y económica del país después de la independencia contribuyó a que los artesanos y la producción artesanal se encontraran en una situación de desventaja frente a la competencia de manufacturas extranjeras […] la información disponible indica que las condiciones de vida del artesanado se deterioraron y que la ciudad no tenía capacidad de ofrecer empleos a una parte importante de su población.99
Sin embargo, se destaca que esta situación no indica
que perdieron su importancia dentro de la ciudad de México,
aunque sí nos permite observar un cierto deterioro de sus
condiciones de vida y junto con ello ciertas modificaciones
en el funcionamiento anterior de los talleres
artesanales.100
Por su parte, Carlos Illades en sus respectivos
trabajos sobre los artesanos de la Ciudad de México,
99 “Los artesanos, especialmente, están sujetos a cambios y crisis más o menos prolongadas, que
comprometen no sólo su existencia sino la de su familia […] No teniendo los operarios ningún recurso, cuando carecen de obra, y siendo sus economías insuficientes para subvenir a las primeras necesidades, empeñan las pocas prendas que tienen […] El decadente estado en que se ha visto nuestra manufactura, no ha podido proveer de ocupación bastante a todos”. Pérez Toledo, Sonia (1996), “Artesanos y gremios de la ciudad de México: una desaparición formal y una continuidad real, 1780-1842”, en Illades y Rodríguez Kuri (compiladores), Ciudad de México: Instituciones, actores sociales y conflictos políticos, 1774-1931, México, El Colegio de Michoacán/UAM, p. 237, y cita núm. 50.
100 Sonia Pérez Toledo, “Entre el discurso y la coacción. Las elites y las clases populares a mediados del siglo XIX”, en Brian Connaughton (Coordinador), Poder y legitimidad en México en el siglo XIX. Instituciones y cultura política, México, UAM-Iztapalapa y Miguel Ángel Porrúa, 2003, 311-338.
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explica la presencia no sólo numérica del artesano durante
todo el siglo XIX, al largo del cual se desarrolló un
proceso de constitución de nuevas formas de organización y
de nuevos tipos de cultura dentro del artesano de la Ciudad
de México.101 Bajo esta idea nos presenta otro elemento que
afectó a los artesanos, me refiero al cambió que se dio a
mediados del siglo XIX en la estructura urbana. “A mediados
del siglo XIX la organización del espacio urbano en la
ciudad de México se ha modificado de manera fundamental. La
separación de propietarios y trabajadores entre los
artesanos se hace evidente, y se rompe la identidad del
lugar de trabajo y el de la vivienda. La capacidad del
propietario de un establecimiento para pagar la renta que
le permita utilizar un espacio, determina sus posibilidades
de acceso a las zonas urbanas”.102 En el sentido, Illades
señala que una de las posibles consecuencias de la
desamortización de la propiedad corporativa fue el
desplazamiento de los artesanos hacia zonas de la ciudad
donde pagaban rentas más bajas, permaneciendo en el centro
los talleres más solventes. De modo que uno de los cambios
importantes dentro del siglo XIX fue la ruptura tradicional
de los vínculos dentro de los talleres que se manifestó por
un lado en la asignación de jerarquías dentro del mismo al
margen de la estructura corporativa y, por otro, en una
101 Carlos Illades, (1996). Pérez Toledo, Sonia (1996). 102 Moreno Tosacano, Alejandra (1978), “Un ensayo de historia urbana”, en Ciudad de México:
ensayo de construcción de una historia, México, SEP/INAH, núm. 61, p. 24.
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transparencia en la relación patrón/trabajador entre el
maestro, el aprendiz y el oficial que recibían un salario
por jornada de trabajo o se les pagaba a destajo. Una
relación laboral mucho más moderna comenzó a adquirir
sentido. Sin embargo, la identidad como miembros de un
grupo social no desapareció.
Otra autora, Alejandra Moreno Toscano, hace énfasis en
las transformaciones de orden económico y mencionó las
diferentes innovaciones que en el ámbito laboral se dieron
en México frente al proyecto modernizador de la industria
que se promovió en el siglo XIX.103 Alejandra Moreno Toscano
insistió, entonces, en el carácter moderno de ciertas
condiciones laborales dentro de la ciudad de México,
algunas de las cuales tenían que ver con nuevas técnicas,
otras con nuevas disciplinas y dinámicas laborales como el
desempleo. Según los datos que aporta para el caso de la
ciudad de México, no más de un 30% de la población total de
la ciudad a mediados del siglo XIX tenía acceso a una
ocupación estable, y de la población en edad de trabajar
más de un 50% carecía de trabajo fijo. Por poner un ejemplo
-que utiliza la misma autora-, la fábrica de cigarros de la
ciudad empleaba de manera fija y permanente al 6% de sus
empleados; el 93.8% restante trabajaba en la fábrica bajo
el régimen de trabajo a destajo. Son estos trabajadores
eventuales que llegan a pedir trabajo cada mañana para ver
103 Toscano (1981), p. 312, 313-314.
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si serán contratados ese mismo día los que constituyen una
parte de los pobres de la ciudad.104
Por su parte, la situación de la población de la
ciudad de México a mediados del siglo XIX no era muy
favorable para la clase trabajadora. Seguía existiendo ese
abismo social entre pobres y ricos que describen muchos
viajeros al llegar a la ciudad en los primeros años del
siglo XIX, pero es preciso mencionar que la degradación de
los artesanos no inició por la creación de manufacturas,
“la pauperización de los artesanos no fue un proceso
sencillo ni lineal, ya que empezó a generarse antes de la
implantación de la industria en las grandes ciudades por el
capital comercial […] Por ello aparecen autores preocupados
en tratar de ver la continuidad de la lógica artesanal en
la fábrica. Al respecto, Hilda Iparraguirre habla de cómo
el trabajo artesanal se filtró en las relaciones fabriles y
cómo persisten dentro de la industria por largo tiempo”,
por ello “estudia los orígenes del artesano e identifica el
104 El crecimiento físico de la ciudad para el siglo XIX trajo consigo un crecimiento de su población, si en 1793 la ciudad tenía 130 000 habitantes para 1865 la población había crecido ha 200 000 habitantes, a mediados del siglo XIX la población de artesanos constituían cerca de 28 000. Las unidades productivas casi no sufrieron ninguna variación, en 1794 había 1524, para 1843 se encontraban 1 444 establecimientos productivos en funciones y para 1865 1 526 talleres públicos que contrataban trabajadores y que pagaban impuestos (faltaría contabilizar los pequeños talleres que pertenecían a pequeños maestros y de los cuales no se cuanta con información). “De resultar cierta la tesis de Coatsworth acerca del estancamiento prolongado de la economía mexicana durante el periodo 1800-1860, que condujo a una ligera caída del producto interno bruto y al desplome del ingreso per capita, como consecuencia del crecimiento demográfico”, y sólo un 5% de crecimiento del producto interno bruto. Estos datos nos pueden indicar como, en cierta medida, el escaso dinamismo de la economía en la ciudad de México cortó las posibilidades de atracción de una importante fuerza de trabajo que iba en aumento. Illades, Carlos (2001), Estudios sobre el artesanado urbano del siglo XIX, México, UAM-I/Miguel ángel porrua, p. 90 Illades, Carlos (1998), “Composición de la fuerza de trabajo y de las unidades productivas en la ciudad de México, 1788-1873”, en Regina Hernández Franyuti (compiladora), La ciudad de México en la primera mitad del siglo XIX, tomo II, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, p. 258.
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proceso de incorporación a las fábricas, lo que nos permite
conocer las tradiciones y costumbres con las que los
trabajadores enfrentaron a los empresarios y cómo éstas
influyeron en la formación de la clase obrera”.105
Dentro de este panorama nos encontramos con estudios
recientes que abordan los cambios que ejercieron los
artesanos dentro de la esfera pública en el marco de nuevas
reformas y leyes que intentaban controlar, vigilar,
moralizar y corregir las conductas juzgadas amorales e
improductivas para la sociedad del siglo XIX. Vanesa
Teitelbaum106 se ocupó de las articulaciones que los
artesanos tuvieron con el discurso de las autoridades
gubernamentales, que intentaban convertir el trabajo
pulcro, actualizado y moralizado de los artesanos en puntal
de la república, disciplinando el ocio y ensalzando la
entrega y rigurosidad en las labores diarias.
Miguel Orduña,107 nos habla del tipo de relaciones que
establecieron estos grupos en el espacio público y de qué
modo fungieron como miembros activos de la vida política y
social de la comunidad urbana del siglo XIX. Sus ideas
parten del concepto de esfera pública de Habermas y bajo
esa línea explica cómo los artesanos de la ciudad de
105 Mario Camarena (2001), p. 20-22. 106 Vanesa Teitelbaum (2005), Entre el control y la movilización. Honor, trabajo y solidaridades
artesanales en la ciudad de México a mediados del siglo XIX, Colegio de México, Centro de Estudios Históricos, Tesis doctoral, México.
107 Miguel Orduña (2004), Experiencias en transición: de la cofradía de San Hombro a la sociedad de Socorros mutuos. Cultura política de los sastres de la Ciudad de México, UNAM, Tesis de maestría en Historia, México, D. F.
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México, mediante la difusión de su pensamiento en los
periódicos de la época, lograron crear una espacio de
autoconcepción moral cuyo contenido estaba dirigido
establecer ciertos lineamientos culturales sobre los cuales
se debía organizar la sociedad, y en específico los
trabajadores. En ese sentido, la idea de fundar sociedades
de ayuda mutua fue el tema que los artesanos difundieron
con más insistencia entre la clase trabajadora durante el
siglo XIX.
Otras visiones sobre el mundo del trabajo han arrojado
recientemente un escrito dedicado a la clase trabajadora y
sus relaciones con el poder político de la época
porfiriana. Florencia Gutiérrez reflexiona en su tesis
doctoral sobre este tema tomando “como ejes articuladores
el consenso y la resistencia”, para esclarecer “las claves
de la negociación, la asimilación y la oposición de las
clases trabajadoras frente a los proyectos disciplinadores
e integradores del Estado porfiriano”.108 Para ello parte de
analizar desde la historia política las continuidades, las
rupturas y reajustes que en términos temporales tuvieron,
por un lado, las herencias mutualistas en las clases
trabajadoras y la relación de las mismas con el poder
político; por otro lado, menciona que uno de los reajustes
políticos más importantes de la consolidación del régimen
108 Florencia Gutiérrez (2006), El mundo del trabajo y el poder político. Integración, consenso y
resistencia en la ciudad de México a fines del siglo XIX, Colegio de México, Centro de Estudios Históricos, Tesis Doctoral, p. 9.
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porfirista fue el estable y estrecho vínculo entre las
mutualidades y el Estado de aquella época; y, finalmente,
las rupturas que desde el ámbito de las protestas y
participaciones públicas que tuvieron los artesanos y los
obreros disidentes frente al poder político instaurado por
el régimen de Díaz.
Ahora pasemos a tratar algunas perspectivas que
abordan el tema de la clase obrera desde su articulación
con los artesanos hasta las tradiciones de resistencia que
se desplegaron al interior de las Fábricas. Aurora Gómez
hizo un trabajo muy interesante sobre cultura y vida social
obrera. Victoria Novelo, realizó un estudio en el que trató
de definir a los obreros y los artesanos. John Lear,109
elaboró un estudio amplio sobre los trabajadores
cualificados y sus diferencias con el artesano, dentro de
la Ciudad de México durante la Revolución Mexicana.
Alejandra Monjardín ha privilegiado, en sus narraciones,
cómo es que se ha dado la convivencia entre el trabajo
artesanal y el fabril, tanto al interior de la fábrica como
en sus entornos urbanos y rurales. Otras investigaciones
han partido de considerar cómo las lógicas de trabajo
artesanal lograron intervenir en la organización del
trabajo al interior de los procesos productivos que se
empezaron a introducir en México durante el siglo XIX;
109 John Lear (2001), Workers, neighbors, and citizens. The Revolution in Mexico City, University of Nebraska Press, United States of America.
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“Bernardo García y Leticia Gamboa hablan de los
trabajadores itinerantes o <<de cobija al hombro>> como
forma de resistencia. También de un gran grupo de
trabajadores que al no adaptarse a las fábricas optaban por
abandonar dicho empleo creándose así una gran movilidad en
las fábricas. Todas estas tradiciones se conjugaron de una
manera lógica y coherente para confrontar una nueva manera
de trabajar, de subordinación y solidaridad en la
industria”.110
Existen también otros trabajos que se han centrado su
atención en el movimiento obrero y en sus orígenes, en sus
organizaciones y en sus luchas, pero no hablan de los
trabajadores y su vida cotidiana; pero Mario Trujillo
intentó hacer una reconstrucción al respecto tras emprender
un estudio sobre los hechos de la vida del trabajador, sus
espacios laborales, las tradiciones y los valores que
desarrollaron en los operarios fabriles del Valle de México
durante el siglo XIX.
Por su parte, Mario Camarena Ocampo desarrolló un
trabajo interesante sobre las luchas de los trabajadores
textiles, que ya hemos citado anteriormente. Él nos
advierte sobre los aspectos más comunes en los que caen los
historiadores al tratar el tema de la industrialización del
país, pues ven en ésta un evento meramente cuantitativo que
se reduce al número de fábricas y máquinas existentes y
110 Camarena Ocampo (2001), p. 22.
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pierden de vista las transformaciones en las relaciones
sociales de producción y los entornos sobre los que se
asientan al no dar “cuenta de la gran variedad y
complejidad de los proceso productivos existentes en el
periodo de formación del capitalismo”, y cómo “coexiste
tanto con formas artesanales, talleres y manufacturas como
en la industria del siglo XIX”.111 En ese sentido, su
investigación nos ilustra, por un lado, el modo en que los
artesanos representantes del sector de trabajadores
cualificados, fueron tanto los dirigentes de los procesos
productivos al interior de la fábrica, “los maestros
determinaban, cuántos, bajo qué normas, y en algunas
ocasiones, hasta la cuestión salarial en procesos que se
habían diseñado siguiendo algunas normas de la lógica
artesanal. El poder de los trabajadores dentro de las
fábricas fue el conocimiento de su oficio”.112 Y, por otro
lado, nos encontramos con una explicación que busca
demostrar que los maestros artesanos fueron también los
promotores de la cultura obrera de los trabajadores
textiles de las fábricas de San Ángel durante el siglo XIX.
Podemos decir que es muy claro en este autor el peso que
tienen los sujetos -en este caso los trabajadores textiles-
cómo agentes de las transformaciones históricas no sólo en
términos culturales y sociales sino que también dentro de
111 Ídem. 112 Ibíd., p. 25.
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la propia naturaleza de las prácticas laborales al interior
del trabajo.
Finalmente, queremos mencionar un libro publicado
recientemente por Carmen Ramos quien desde la perspectiva
de género recuperó el tema de los procesos de trabajo,
desde los obrajes hasta las grandes compañías textiles de
finales del siglo XIX. En esta narración se busca demostrar
el modo en que el trabajo femenino se constituye y
distingue del masculino dentro del proceso de
industrialización, así como también busca conocer el
impactó que este proceso implicó en las raíces de la
estructura social.113
Con esto último concluimos el análisis de algunos de
los planteamientos historiográficos que más han llamado
nuestra atención. Ahora pasaremos a definir el modo, el
espacio y bajo que temporalidad nosotros abordamos el tema
de los trabajadores y su mundo.
2.2 Propuesta de Investigación.
El título que hemos decidido poner a nuestro trabajo es el
siguiente, La actitud de los artesanos y los obreros ante
la vida moderna en la Ciudad y el Valle de México. Desde
mediados del siglo XIX hasta 1884.
113 Ramos Carmen (2004), Industrialización, género y trabajo femenino con el sector textil
mexicano: el obraje, la fábrica y la compañía industrial, CIESAS, México.
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Quizá valga la pena comenzar por la explicación del
título del proyecto. Por la palabra actitud. De ella
podemos entender la manera de actuar de alguien que está
dispuesto a comportarse u obrar, de una u otra forma, ante
una situación, sea ésta contingente o estructural; o bien,
a la postura de un grupo social que revela cierto estado de
ánimo ante una situación. En este caso, nos referimos al
comportamiento o actuar de dos grupos sociales ante los
caminos que abre la modernidad capitalista en México
durante el periodo de estudio. Esta actitud se pretende
estudiar en la producción de ideas, de conciencia y de
representaciones que el grupo de artesanos y obreros de la
Ciudad y el Valle de México tuvieron ante la vida moderna,
sin olvidar, también, entrelazarla directamente con la
actividad material y el trato material que estos hombres
tuvieron ante su vida real o imaginada.114
Esta vida moderna, desde nuestro punto de vista,115 la
podemos encontrar emanando de un proyecto político,
jurídico, económico, etcétera, de organización social que
considera, y pone como su centro de acción, el progreso. En
términos formales, dentro de la argumentación liberal del
México decimonónico, podemos encontrar varios proyectos
114 “Los hombres son los productores de sus representaciones, ideas, etc., pero se trata de
hombres reales y activos tal y como se hallan condicionados por su trato material y por el continuo desarrollo de éste en la estructura social y política” Karl Marx y Federico Engels, (1980) “La ideología alemana”, en Obras Escogidas, Editorial Progreso, Moscú, Vol. 1, p. 21
115 Aquí seguimos principalmente algunas de las tesis que Bolívar Echeverría desarrolla en su libro La modernidad de lo Barroco, (1998), México: Era.
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dirigidos principalmente a dar un empuje que “libere” al
individuo y a la economía de las trabas y sometimientos que
les imponían las relaciones sociales corporativas; esto es,
en ese sentido, modernizar la vida hacia un bien común
otorgante de progreso económico si tan sólo se le dejaba
actuar libremente. Así podemos encontrar transformaciones
jurídicas que llevaron a separar a la administración de los
grupos sociales o estamentos, y que afectó directamente al
artesano decretando la disolución de los gremios.116 Dentro
de la ley Lerdo, promulgada en 1856, se fomentó la
individualización de la organización social y política, por
lo que se suprimieron legalmente las cofradías de artesanos
abrogando el gremio, por lo que quedaron suprimidos y
despojadas las propiedades que usufructuaban en beneficio
de la atención religiosa y moral de los artesanos, con el
fin de avanzar en la construcción de un proyecto económico
que se liberó de las ataduras que lo limitaban, entre
ellas, la organización corporativa.
Sin embargo, aunque la propuesta liberal plantee el
curso de la modernidad de forma lineal y ascendente, esto
es, donde las ampliaciones de la libertad individual
116 “Las Cortes generales y extraordinarias, con el justo objeto de renovar las trabas que hasta ahora han entorpecido el progreso de la industria, decretan: 1 Todos los españoles y extranjeros avecinados o que se avecinden en los pueblos de la monarquía, podrán libremente establecer las fábricas o artefactos de cualquier clase que les acomode, sin la necesidad de permiso di licencia alguna; con tal de que se sujeten a las reglas de policía adoptadas o que se adopten para la salubridad de los mismos pueblos. 2 También podrán ejercer libremente cualquier industria u oficio útil, sin necesidad de examen, título o incorporación a los gremios respectivos, cuyas ordenanzas se deroguen en esta parte”. Felipe Castro (1986), La extinción del artesanía gremial, Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, México, p. 131.
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llevarían a un progreso inminente, en la realidad el modelo
se encuentra con la puesta en práctica de otros proyectos
sociales, en el caso que nos interesa estudiar, con los
grupos artesanales. Pongamos un ejemplo. Expongamos,
brevemente, cómo algunos grupos de artesanos respondieron
ante los cambios en las valoraciones de la época. A
principios del siglo XIX los artesanos de México
enfrentaron un intento de imposición de un mundo individual
liberal. Por un lado sabemos que los artesanos
representaban un grupo que por lo general controlaba el
proceso de trabajo y la colocación de sus productos en el
mercado; ellos mismos se dictaban sus días de trabajo y
gozaban, además, de la oportunidad de realizar en
exclusividad determinadas actividades económicas, además de
monopolizar el trabajo; pero su situación cambió a partir
de ciertas reformas que intentaban modernizar el país.117 Al
respecto, nos dice Illades en su Estudio sobre el
artesanado en el siglo XIX, que a lo largo de la década de
los cuarenta, los trabajadores de la Ciudad de México
revindicaron valores que provenían del mundo artesanal y
los enfrentaron a los valores “modernos”, a nuevas
políticas fiscales y económicas que intentaba imponer el
poder dominante y que afectaban directamente al mundo
117 En 1814 se dictó una ley donde se disponía la libertad de establecer cualquier tipo de
industria, restando poder a lo gremios en la monopolización del trabajo y el saber técnico, y aunque dicha ley no produjo la destrucción o desaparición del artesano, ni su impacto fue inmediato, sí los llevó a tomar partido sobre sus intereses sociales. Carlos Illades, (2001), Estudio sobre el artesanado urbano del siglo XIX, México: Signos UAM-I, p. 48.
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artesanal; una muestra de ello es la actitud que tomaron
los artesanos del ramo de sombrerería al formar una
organización, La sociedad Particular de Socorros Mutuos, en
la que se concebía a “la sociedad escindida en bloques e
identificaba a los miembros de cada una de ellas. (…)
Ahora, su tarea era reconstruir y preservar, con base a la
solidaridad y la ayuda mutua, su mundo, el cual había sido
sacudido por fuerzas extrañas que apenas comenzaban a
comprender”.118 En lo antes descrito tenemos un momento en
que un determinado código de vida está siendo alterado por
el curso de un devenir moderno y el intento, en este caso
de los artesanos, por revindicar valores que los protejan
ante el deterioro social y económico que implicaría si
dicha modernidad se desarrollara bajo el modelo
progresista. De este modo, su actitud intenta romper con
esta dinámica y sobre ella se crea un nuevo proyecto de
vida que les permita hacer vivibles las contradicciones
ante las que los colocó la modernidad. Se da una estrategia
propia y diferente de construcción del mundo .119
Ahora bien, sobre la base de estas ideas proponemos
mirar la historia desde una perspectiva que tome en cuenta
el hecho de que el poder moderno no sólo es vertical y
118 Ibíd., p. 65. 119 “Es decir, busca explicar los cambios que enfrentaron los artesanos, las formas en que se
adaptaron a ellos así como las continuidades que pudieron haberse presentado al pasar del mundo corporativo al mundo individualista durante el periodo de 1780 a 1853, años en los que se enfrentaron un sinnúmero de problemas y en los que se buscó dotar a México de una nueva organización política, una vez alcanzada la independencia”. Pérez Toledo, Sonia (1996), Los hijos del trabajo: los artesanos de la ciudad de México, 1780-1853. México: El Colegio de México-Universidad Autónoma Metropolitana.
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total, también tiene obstáculos de toda índole ejercidos
por los diferentes agentes históricos, en este caso por dos
grupos sociales, los obreros y los artesanos.120 De modo que
nos interesa hacer hincapié en las respuestas, actitudes o
comportamientos, que toman los trabajadores, en la Ciudad y
Valle de México, no sólo de manera contestatarias sino
propositivas: ante la segregación que se intenta imponer
como modelo de progreso; ante la destrucción de sus
valores; ante la privación de sus bienes y saberes; ante la
explotación que interviene en el conjunto de su vida
social, las dinámicas laborales, o ante las diversas formas
en que se expresa el poder.
Para ello haré constancia, por un lado, del modo en
que se desenvolvieron los artesanos y los obreros de la
Ciudad y el Valle de México, en sus respectivos tiempos
cotidianos: cómo trabajan, bajo qué condiciones despliegan
su vida laboral, como viven el despliegue del poder,
etcétera, verificando en qué medida les afectaron los
cambios políticos y económicos de la época de estudio. Sin
embargo, partimos de la idea de que la vida cotidiana no
sólo se construye como un programa donde se ejecutan
automáticamente o “ciegamente” las labores diarias que dan
sustento a su vida material, sino que pensamos que dentro
de la práctica rutinaria, persiste en los hombres, el
120 Aquí recupero la discusión que sobre este aspecto destaqué al ocuparme de los planteamientos
centrales de E. P. Thompson, Vid. Supra, capítulo 1.
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otorgar un tiempo de su existencia a romper o cuestionar el
funcionamiento de la misma. Esto es “si no hay esta
peculiar combinación, en mayor o menor escala, sea en toda
una vida, en un año o en el mismo instante, de estas dos
versiones de la existencia cotidiana; si no se da la
combinación de una existencia que ejecuta automáticamente
el programa codificado con una existencia <<en ruptura>> o
que trata <<reflexivamente>> ese programa, no puede
hablarse de una existencia cotidiana propiamente humana”.121
En esto último encontramos un cuestionamiento, sea cual sea
la forma en que se exprese, ante lo que sería el sostén
mismo de la vida social dominante, manifestado por algún
grupo social discordante con ella, éste puede tomar una
forma contraria a lo establecido por el orden social
imperante, o reflejar una actitud de protesta contra la
anulación de una identidad determinada, o por la amenaza
inminente de cancelación de un proyecto o sentido de vida
que no siempre corresponde al planteado por la
<<modernidad>>.
En razón a lo expuesto y como el objetivo de esta
propuesta de investigación es comprender las actitudes que
tuvieron los obreros y los artesanos de la Ciudad y el
Valle de México ante los lentos avances de la vida moderna
en el país, es necesario tratar de investigar las
respuestas, las propuestas y las ideas que estos grupos
121 Bolívar Echeverría (1998), La modernidad de lo Barroco, editorial Era, México, p. 188.
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forjaron para hacer “vivible” su presencia en el mundo
mexicano de esta época. Para comprender cómo desde sus
horizontes de sentido se comportan ante el lento desarrollo
de la modernidad capitalista mexicana. Pues la inquietud de
la que partimos es la de saber si se puede hablar de una
cultura política ante lo que se configura en la disciplina
del trabajo, la racionalización económica y del mercado, en
las políticas hacia estos sectores, llevadas a cabo por los
patrones y los gobernantes; en fin, por esas situaciones
contingentes o planeadas, que al parecer ellos no
controlaban, pero frente a las cuales pueden tomar
diferentes actitudes, sean éstas contestatarias, de
negociación, autorreflexivas o pasivas.122
Pero, ¿es posible acceder a las ideas y propuestas de
estos grupos sociales generadas en el siglo XIX? Desde
nuestro punto de vista creemos que es posible lograr
describirlas si revisamos atentamente las ideas expresadas
por estos mismos actores en varios ámbitos: desde el
artículo publicado en algún periódico hasta las propuestas
forjadas en sus organizaciones, sin olvidar los múltiples
conflictos laborales desarrollados a lo largo del siglo
XIX, y que se encuentran registrados en varios archivos
122 “Y tampoco la identidad social de muchas personas trabajadoras está libre de ambigüedades.
Con frecuencia cabe destacar en el mismo individuo identidades que se alteran, una diferente, la otra rebelde. Este es un problema del que se ocupó Gramsci, utilizando términos diferentes. Señaló el contraste entre la <<moralidad popular>> de la tradición folclórica y la <<moralidad oficial>>. Su <<hombre de masa>> podía tener <<dos conciencias teóricas (o una conciencia contradictoria)>>: una de praxis, la otra <<heredada del pasado sin espíritu crítico>>”. E. P. Thompson, (1995), Costumbres en Común, Editorial Crítica, España, p. 23.
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elaborados por los miembros de el gobierno, donde se
reflejan varias situaciones y opiniones de los
trabajadores. Y para ampliar nuestros horizontes de
investigación estudiaré tanto las huelgas que se dieron en
la Ciudad y el Valle de México cómo las alianzas y las
diferencias entre nuestros dos actores históricos que se
dieron en el primer congreso obrero de 1876.123
Veamos por ejemplo cómo reflexiona un artesano al
respecto de un conflicto de intereses que se encontraba
funcionando en el México decimonónico, esto es, cómo
interpreta la relación injusta entre capital y trabajo:
Así como los fabricantes y empresarios ponen precio a sus artefactos, porque son suyos, de la propia manera los artesanos deben valorizar el precio del trabajo de sus manos y de su inteligencia, porque ese trabajo es una propiedad que nadie puede disputarles, y en la cual tienen el dominio más absoluto. Y si cuando encarecen las materias primas, el empresario sube el precio de los artículos que expande, haciendo pagar al consumidor la diferencia o exceso del mismo precio, a fin de no arruinarse y obtener la ganancia correspondiente a su negociación, ¿por qué no subir también aunque sea en mínima parte, el valor de dichos artefactos, cuando a los operarios les urja que se les aumente el salario, porque por ejemplo haya aumentado asimismo el valor de los artículos que necesiten para su subsistencia? ¿Ha de buscar el capitalista, el nivel de sus ingresos y
123 Según lo demuestra Mario Trujillo Bolio, en su libro Operarios Fabriles en el Valle de
México, para los años que van de 1865 a 1884 estallan más de 20 huelgas y diversas protestas desplegadas por los operarios textiles. Ver también el artículo de Prieto Hernandez, Ana María (1981), “Cronología de las luchas y organizaciones en el siglo XIX”, en Historia y crónicas de la clase obrera en México, México: ENAH-INAH, pp. 11-43. Con el fin antes expuesto, también tratare las huelgas y movilizaciones que realizaron en la Ciudad de México durante este mismo período los sastres, los sombrereros y los tipógrafos. Al respecto ver Carlos Illades, (1996), pp. 153-173.
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egresos, y no lo ha de procurar en provecho propio el artesano? ¿Ha de aspirar a satisfacer sus necesidades y hasta sus caprichos el rico, y el pobre no ha de llenar siquiera las primeras? El artesano no puede trabajar sin que su ocupación produzca lo que por lo menos sea estrictamente indispensable para llenar las necesidades más apremiantes de él y de su familia. Da ahí la justicia de que el gremio diga: nosotros necesitamos tanta cantidad para vivir, y por lo mismo si esa cantidad no se nos da, buscaremos otro lugar donde ganar la subsistencia nuestra y la de nuestros padres, esposas o hijos.124
Como este último ejemplo podemos encontrar muchos, y
dentro de ellos podemos ver el desenvolvimiento de ciertas
ideas -imaginadas, heredadas, tradicionales o novedosas-
acerca de ciertos mecanismos sobre los cuales se podría
desarrollar una justicia social que pudiera armonizar las
relaciones entre el trabajo y el capital. Podemos decir que
dentro de la cotidianidad de estos sectores populares se
generó una actividad que intentó cultivar, por un lado,
cierta “identidad” singular al respecto de cómo se debería
llevar la vida social; pero también, (y por otro lado),
mediante los procesos de lucha y de organización, obrera y
artesanal, se combatieron muchas imposiciones, tanto
políticas como económicas y sociales, que desde “arriba”
se intentaban imponer.125
124 La Firmeza, 29 de mayo de 1985, p. 1. 125 En trabajos de Sonia Pérez Toledo vemos otras líneas de esta problemática. En el siglo XIX
se intensificaron los deseos de controlar, moralizar, instruir y conducir a la población mexicana por parte de las elites cercanas al Estado. Desde luego, en las ciudades el trabajo era escaso, frecuentemente de contratación diaria y mal pagado, lo cual causaba un malestar y algunas veces se tendió a la movilización.125 Se crearon leyes para inducir a la escolaridad así como para castigar los
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¿Por qué, entonces, escoger estudiar a los artesanos y
obreros de la Ciudad y el Valle de México para este fin?
Porque por un lado los artesanos provenían de una
experiencia de comunidad, que, aunque fue rota por los
avatares económicos y sociales que vivieron durante el
siglo XIX, se dieron a la tarea de readecuar ciertas
tradiciones y valores enfocados a darles un nuevo cuerpo
como actores o sujetos sociales. Estas experiencias los
impulsaron a tratar de forjar una identidad como clase
trabajadora, incluyendo en este caso a los obreros, al
llamar a todos a integrar una comunidad trabajadora que
tuviera la capacidad de sobrellevar las contradicciones que
su época les enfrentaba.126 Estas ideas no sólo eran un arma
defensiva, sino que representaban también una actitud que
proponía un proyecto global de transformación de la
comportamientos juzgados amorales o antisociales. Además de nuevas escuelas y un “gran” Tribunal de Vagos creado en 1828 y reformado en 1845, pero también un esfuerzo periodístico dirigido específicamente a los artesanos en la Ciudad de México en los años cuarenta. Como explica Sonia, a principios de 1844 comenzó la publicación del Semanario Artístico para la educación y fomento de los artesanos de la República y a mediados del año se lanzó El Aprendiz, ambos con la pretensión de convertir el trabajo pulcro, actualizado y moralizado de los artesanos en puntal de la república, disciplinando el ocio y ensalzando la entrega y rigurosidad en las labores diarias. Hay indicios de que tal discurso prendió en alguna medida entre los artesanos. Vanesa Teitelbaum, en la obra coordinada por Lida y Pérez Toledo, explica como los artesanos detenidos por acusación de ser vagos en el segundo lustro de los cuarenta se defendían como hombres de bien y honrados. Según los artesanos y sus testigos de causa, no eran ellos dilapidadores de recursos en cantinas y juegos, ni mucho menos se entregaban al vicio del alcohol, sino que eran hombres laboriosos habitualmente ocupados, serios y socialmente respetados, verdaderos pilares de sus familias y de la sociedad republicana. Al parecer, su manejo de valores culturales apreciados por la elite les sirvieron muy bien, porque el 87% de los acusados de vagancia fueron absueltos y liberados. Ver Sonia Pérez Toledo, “Entre el discurso y la coacción. Las elites y las clases populares a mediados del siglo XIX”, en Brian Connaughton (Coordinador), Poder y legitimidad en México en el siglo XIX. Instituciones y cultura política, México, UAM-Iztapalapa y Miguel Ángel Porrúa, 2003, 311-338. Vanesa Teitelbaum, “La corrección de la vagancia. Trabajo, honor y solidaridades en la Ciudad de México,
126 Carlos Illades, (1996), explica bien el punto en su libro Hacia la república del trabajo: La organización artesanal en la ciudad de México, 1853-1876, México: Colegio de México- Universidad Autónoma Metropolitana.
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sociedad.127 “Aparecieron las primeras mutualidades. En la
década de 1850, 1860 y en 1870 florecieron en los centros
urbanos del país, agrupando a artesanos de los oficios más
diversos… Dichas asociaciones no agruparon únicamente a los
artesanos urbanos. Bajo esta forma asociativa comenzaron a
organizarse los trabajadores de las fábricas textiles,
inicialmente las ubicadas en el Valle de México… De esta
manera, los trabajadores textiles asumieron como suyo la
forma de organización del artesano urbano y a través de
ella expresaron producto de sus propias condiciones de vida
y de trabajo”.128
Ahora bien, durante el periodo que escogimos, tuvieron
lugar varios años del gobierno liberal, de la República
encabezada por Juárez y Lerdo de Tejada, así como los
inicios del régimen porfirista con Díaz y Manuel González.
Revisar estos periodos implica tocar a grandes rasgos el
proyecto político de sus gobiernos y las características
más generales sobre las que atravesaba México en su
situación mundial o como país “subdesarrollado”, en
términos capitalistas, para esa época; sin ambicionar mucho
sobre este tema, vale la pena que se precisen algunas cosas
127 “La educación y el ejemplo que eran capaces de ofrecer los propios artesanos, agrupados en
asociaciones de ayuda mutua y de cooperación… las mutualidades y las cooperativas eran un modelo a escala de lo que sería la sociedad del futuro. Ésta habría de sustituir a la vieja sociedad, paulatina y evolutivamente, sin recurrir a métodos violentos… De esta suerte surgiría una sociedad compuesta por unidades económicas de producción cooperativa vinculadas entre sí y gobernada por una especie de confederación de ayuntamientos”. Camarena Ocampo, Mario Cuauhtémoc, (1985), Las luchas de los trabajadores textiles mexicanos: 1865 a 1907, Tesis de Licenciatura en Antropología Social, ENAH, p. 38, cita 18.
128 Ibíd., pp. 36 y 37.
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en el desarrollo de la tesis, ya que lo que se pretende es
introducir un poco las características que tiene la vida
moderna, me refiero a los elementos de racionalismo,
progresismo, individualismo, urbanismo, nacionalismo,
economicismo, que podemos encontrar en la vida social de la
época. “La innovación es más evidente en la cúspide de la
sociedad que en sus capas inferiores, pero, dado que esta
innovación no es ningún proceso tecnológico-sociológico sin
norma y neutral (modernización, racionalización), sino que
es la innovación del proceso capitalista, la mayoría de las
veces “la plebe” la experimenta bajo la forma de la
explotación, o de la expropiación de derechos de usufructo
acostumbrados, o la alteración violenta de pautas de
trabajo y ocio que para ella son valiosas”. 129
Esto es importante porque, desde nuestro punto de
vista, lo que va a interesar a los gobernantes será
desarrollar, implícita o explícitamente, la lógica de la
modernidad capitalista (esto es, expresado en otros
términos, la lógica del valor valorizándose),130
independientemente de si la producción capitalista para
esos años domine a plenitud el país o no. Para ver, sin
embargo, cómo penetra esta modernidad, partimos del estudio
de las actitudes de los obreros y los artesanos ante los
cambios que ellos mismos vivieron cotidianamente; pues
129 E. P. Thompson, (1995), p. 22.
130 En la tesis se desarrollará más este término que Bolívar Echeverría explica en el capítulo “Modernidad y cultura” de su libro antes citado.
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desde mi punto de vista esto nos puede ayudar a comprender
la peculiaridad de la modernidad en México.
Finalmente, con respecto a nuestras hipótesis,
nosotros partimos de la idea que considera que los sujetos,
en este caso los obreros y los artesanos, no sufrieron una
adaptación pasiva a los cambios (económicos, políticos,
sociales y culturales) vividos en el siglo XIX, ni tampoco
tuvieron una táctica de respuesta autónoma e independiente
del contexto experimentado por ellos. En ese sentido
suponemos que el modo en que asimilaron y refirieron los
cambios de su época no son reducibles a un solo tipo de
comportamiento. De ahí que intentemos estudiar tanto las
ideas expresadas de forma escrita por un grupos de
artesanos diversos como las formas en que fundamentaron sus
organizaciones y sus luchas, tanto los obreros como los
artesanos.
Primero opinamos que durante la época que corre desde
mediados del siglo XIX y hasta la década de los 70, la
actitud de los artesanos de la Ciudad de México ante los
proyectos liberales de modernizar el país, supone una
circularidad entre la defensa de ciertas creencias
tradicionales y la inclusión “crítica” de las propuestas
liberales. En el sentido en que esto les permitió hacer
valer, por encima de lo moderno,131 lo que ellos eran y
creaban, bajo la difusión de ideas y prácticas que
131 Me refiero a la importancia que se le daba ya, en esa época, al individuo sobre el grupo.
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materializaran la solidaridad y cooperación mutua, sin
embargo también difundieron y fomentaron un cierto
“espíritu” o actitud “positiva” que intentaba armonizar su
modo de vida con los nuevos cambios “nacionales”. Pero
también dentro de su vida cotidiana desarrollaron modos de
lucha con los que pretendían contrarrestar los avatares de
su vida rutinaria, degradada por el desempleo, el trabajo
ocasional y la pobreza. Y, sobre sus formas de lucha,
creemos, quisieron darle una nueva racionalidad a sus
situaciones dentro de la dinámica laboral. En este caso
encontramos más el desarrollo de huelgas organizadas por
los aprendices y oficiales -que aunque se consideraban o
identificaban como artesano- su rango, dentro de la
estructura laboral, era menor al de sus maestros contra los
que muchas veces se enfrentaron (tenemos el caso de la
huelga que organizaron los sombrereros y los sastres).
La segunda hipótesis se refiere a que los artesanos
intentaron incluir dentro de sus organizaciones mutualistas
a los obreros y trabajadores de distintos oficios, lugar
desde el cual intentaron darle un nuevo sentido, en
términos virtuosos, al mundo del trabajo y algunas veces
planteando aspiraciones utópicas de renovación social. Esto
puede verse en el caso de las propuestas de asociación que
se idearon en lo que fueron las Fábricas Unidas del Valle
de México, pero sobre todo durante el primer congreso
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obrero de 1876 donde convivieron diferentes grupos de
trabajadores.
Ahora bien, en tercer lugar, suponemos que frente a la
disciplina moderna impulsada por las elites desde las
diferentes esferas de poder económico, político y cultural,
los obreros del Valle de México no sólo compartieron las
“bondades” de la asociación artesanal, también respondieron
desde sus horizontes culturales y de sentido, formando poco
a poco organizaciones laborales mucho más complejas y
modernas, pero que partieron de experiencias sociales
compartidas que tienen una historia mucho más antigua.
En cuarto lugar, creemos que los contenidos
cualitativos de un acto, son diversos y no iguales,
también hay lógicas de funcionamiento diferentes que no se
deben propiamente a un desconocimiento del <<otro>>, sino a
condiciones de vida material diferentes; me refiero a que
había ciertas diferencias entre las formas de trabajo
artesanal y las condiciones de trabajo de los obreros,
textiles en este caso, por lo que algunas veces sus
opiniones podían coincidir y en otras no. En ese sentido,
creo que, si bien hubo una actitud que trataba de incluir a
todos los trabajadores por la defensa de ciertos principios
que les permitieran sobrellevar los cambios, también hay
una actitud que defiende derechos que tiene que ver más con
la situaciones de trabajo de los obreros textiles; esto es,
responden más a los procesos históricos de su formación
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como grupo social, que no tiene que ser necesariamente
producto de la unión de los obreros dentro de una fábrica,
o con la industrialización de la época (aunque va
estrechamente relacionado a éste), sino a procesos de orden
cultural y cotidiano, por ejemplo (especulando un poco):
del origen comunitario del trabajador.
Por último, esperamos que este trabajo nos ayude a
entender, a través del tema de los artesanos y los obreros,
cómo se fue desarrollando el capitalismo en México y cuáles
fueron las diferentes formas que se desarrollaron para
combatirlo, justo para entender que no hay una sola vía en
el camino de su trascendencia.
Propuesta de índice:
Capítulo 1. La actitud de los artesanos de la Ciudad
de México frente a los gobiernos liberales (1850-
1876).
1.2 El doble origen del discurso de asociación y
ayuda mutua en los artesanos de la Ciudad de México.
Política identitaria y cultural política de los
artesanos.
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Capítulo 2. Las experiencias de disciplina laboral en
el trabajo artesanal de la Ciudad de México (1850-
1884).
2.1 Actitudes de resistencia de los aprendices y
oficiales ante las disciplinas laborales y los
proyectos liberales.
Capítulo 3. El proyecto de asociación y ayuda mutua en
las organizaciones obreras del Valle de México (1865-
1884).
3.1 Las experiencias obreras frente a la
organización laboral en las fábricas del valle de
México.
3.2 La acción obrera: comportamientos de ruptura
ante las exigencias cotidianas de la vida moderna.
Capítulo 4. Los obreros y los artesanos de la ciudad y
el valle de México y su relación con los proyectos
modernizadores de inicios del porfiriato.
4.1 La identidad de la clase trabajadora, ¿una
propuesta antagónica a la ideología porfiriana?
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Fuentes
Las fuentes que utilizaremos en la construcción y
“resolución” de los objetivos y los problemas planteados en
esta propuesta de investigación, nos ayudaran a abrir
ventanas que nos permitan comprender el modo de ser de la
clase trabajadora así como su particular manera de pensar,
organizar y articular sus comportamientos frente a sus
situaciones históricas, dentro de la Ciudad y el Valle de
México.
Ahora bien, desde un plano quizá más discursivo pero
que permite explorar la participación de los trabajadores
en la vida pública, revisáremos un número importante de
periódicos del siglo XIX. La revisión del material
hemerográfico se ha hecho necesaria para los propósitos de
esta investigación, justo porque en ella encontramos
información sobre las opiniones, valoraciones y actividades
de los artesanos, así como también pesquisas sobre las
condiciones laborales, demandas y luchas obreras, que
caracterizaban al trabajador de aquella época.132
132 Todo ello sin perder de vista que existe una discusión inconclusa acerca de la llamada “prensa obrera”, que ha sido tema de varias investigaciones. Santos Hernández, Isnardo (2004), Modernidad y republicanismo en el discurso de los socialistas mexicanos. La prensa socialista, (1869-1888), Tesis de maestría, Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa, Carlos González, Everardo Gabino (2004), Republicanismo y sociedad civil: los intelectuales y la cultura cívica en México, 1867-1883, Tesis de maestría, Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa. Y que los periódicos han sido utilizados para investigaciones que, desde perspectivas diversas, se han acercado al mundo del trabajo de este periodo. Sonia Pérez Toledo (2003): “Una organización alternativa de artesanos: La Sociedad Mexicana Protectora de Artes y Oficios, 1843-1844”, en Signos Históricos. 9 enero-junio, pp. 73-100; Ana María de los Dolores Saloma Gutiérrez (2001), Las hijas del trabajo: fabricantas cigarreras de la ciudad de México en el siglo
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Encontramos este tipo de publicaciones a partir de 1869 con
el surgimiento del periódico El Amigo del Pueblo, la
Firmeza fundado en 1874, El Obrero Internacional de 1874,
El Hijo del Trabajo (1876-1884), La Internacional creado en
1878, El Obrero, El combate, El Pueblo, La Abeja 1874, La
Comuna 1874, La Huelga 1875, El gallo Pitagórico, El
Machete, La revolución social 1879, El Partido Liberal, El
imparcial, El tiempo, y el más perdurable de estos
periódicos fue El Socialista que duró más de quince años
desde su primera publicación en 1871. Este material
hemerográfico se encuentra repartido en el Fondo Reservado
de la Universidad Nacional Autónoma de México, en la
Hemeroteca del Archivo General de la Nación y en la
Biblioteca Lerdo de Tejada.
Para el estudio de las condiciones laborales de un
determinado grupo de artesanos, conformado por aprendices y
oficiales, encontramos dentro del Archivo Histórico del
Distrito Federal un grupo documental que contiene
información sobre los juicios llevados a cabo por el
Tribunal de Vagos, a un número importante de artesanos de
la Ciudad de México durante el siglo XIX. Aunque este
archivo ya ha sido estudiado por varios investigadores en
XIX, Tesis Doctorado en Antropología, ENAH, México; Mario Barbosa Cruz (2005), El trabajo en la calle: subsistencia y negociación política en la ciudad de México a comienzos del siglo XX, Tesis Doctorado en Historia, El Colegio de México, Centro de Estudios Históricos, México; Vanesa Teitelbaum (2005), Entre el control y la movilización. Honor, trabajo y solidaridades artesanales en la ciudad de México a mediados del siglo XIX, Colegio de México, Centro de Estudios Históricos, Tesis doctoral, México; Florencia Gutiérrez (2006), El mundo del trabajo y el poder político. Integración, consenso y resistencia en la ciudad de México a fines del siglo XX, Colegio de México, Centro de Estudios Históricos, Tesis Doctoral etc.
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México, a nosotros nos interesa retomarlo porque en él
encontramos valiosa declaraciones de los propios artesanos
sobre: sus situaciones dentro del mercado de trabajo
(salarios, desempleo, relaciones laborales, modos de vida),
así como la presencia de casos en los que se ponen de
manifiesto ciertas situaciones familiares, y sin olvidar la
actitud de defensa, que como parte del juicio el acusado de
vago tenía derecho a presentar, que generalmente se
presentó bajo el discurso de “honradez” y dedicación al
trabajo. Rafael Tapia fue detenido en una casa de juego,
sus testigos (que eran artesanos también) declararon:
“certificamos en cuanto al derecho nos permite, que el
ciudadano Rafael Tapia es un artesano laborioso y honrado,
y que en todos los destinos que ha desempeñado hace muchos
años en esta ciudad se ha conducido con la fidelidad y
eficacia que le es genial, sin haber dado jamás la más
mínima nota que desconceptue en lo más mínimo su
conducta”.133
Respecto de las Fábrica del Valle de México durante
el periodo de estudio encontramos, dentro del Archivo
Judicial del Tribunal Superior de Justicia del Distrito
Federal que se encuentra resguardado en el Archivo General
de la Nación, fuentes relacionadas con la industria de esta
zona. Dentro de la sección perteneciente a Fábricas y
campiñas, encontramos documentos referentes a las primeras
133 AHDF, Vagos, vol. 4156, exp. 275.
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etapas de industrialización del Valle sobre todo de los
establecimientos manufactureros de hilados y tejidos de
lana y algodón, como La Magdalena, Contreras, San
Ildelfonso, y de papel Loreto y Peña Pobre. Sobre este
mismo tema también hemos recopilado información del Archivo
Histórico del Distrito Federal en los fondos referente a
las municipalidades de Tlalpan y San Ángel. De estos fondos
se han revisado los ramos siguientes: Fomento, Ríos y
Acequias, Aguas, Tierras y montes, Estadísticas, Licencias,
Comercio y Padrones.
Hemos recopilado información acerca de las dinámicas
de trabajo y los modos de protesta de los obreros fabriles
del Valle de México a través de la compilación de
información existente en los ramos de Gobierno, Justicia,
Cultos y Diversiones, Festividades, existentes en los
Fondos de las Municipalidades de Tlalpan y San Ángel, del
Archivo Histórico del Distrito Federal, así como de varias
publicaciones al respecto de las movilizaciones de estos
obreros en el periódico El Socialista, las cuales relatan
las discusiones desplegadas en los conflictos entre los
patronos, el gobierno y los operarios.
Finalmente, dentro del mismo Fondo de las
Municipalidades de Tlalpan y San Ángel, encontramos
importantes acervos estadísticos que nos permiten
establecer algunos datos sobre ciertas características
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poblacionales del trabajador de las Fábricas del Valle de
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