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Una vida inspirada

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Una vida inspirada

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Introducción¿Sabías que en ti yace una reserva de potencial espiritual?

Dicho potencial te fue dado “antes que el mundo existiera”.

Jesús lo hizo surgir. Él expresó perfectamente su esencia espiritual en mente y cuerpo, y tú también puedes hacerlo. Una de las últimas instrucciones de Jesús para nosotros, Sus seguidores, fue: “Sígueme” (Juan 21:19).

Tú puedes desarrollar el Cristo en ti, estar más consciente de esa esencia divina y moradora que es la imagen y semejanza de Dios. Al tomar tiempo para orar, meditar, y prestar atención al Espíritu morador, comienzas a darte cuenta más plenamente de la actividad y el poder obrando en ti y por medio de ti.

Hemos creado este folleto con poemas, artículos y mensajes de La Palabra Diaria que te ayudarán a avivar tu esencia divina, a superar cualquier reto y a acoger toda bendición con fe en el plan de Dios para ti.

Tus amigos de Unity

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La Verdad de Diospor James Dillet Freeman

Dios, Tú eres Verdad,Y ¿dónde la encontraré sino en mi propia mente?Dios, Tú eres vida, y moras por siempre en las células de mi cuerpo.Dios, Tú eres paz, y ella ha de existir entre mis semejantes y yo.Dios, Tú eres amor,y ¿dónde puede comenzar sino en mi corazón?Dios, Tú eres todo lo que existe en todo,en el gran Universo, soy muy pequeño, mas aun así, satisfago Tu majestuoso diseño.Dios, sólo cuando haya sido fiel a mí mismo,habré sido fiel a Ti.

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Jesús tenía un modo sencillo para sintonizarse con el reino Divino.

Él oraba.

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La oraciónpor Felicia Blanco Searcy

Mi intención es ayudarnos a creer que tenemos el mismo poder que Jesucristo ejemplificó, y utilizar dicho poder. Esta no es una idea sin base o mérito, Jesús dice en Juan 14:12: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él también las hará; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre”. Sus palabras nos dicen que tenemos el poder de repetir los hechos milagrosos que Él hizo, y nos instó a que lo hiciéramos.

Ahora examinemos lo que Jesús quiere que repitamos. Cuando estudiamos Su ejemplo, vemos que Él logró lo extraordinario en obras compasivas, generosas, poderosas y sabias. Dio de comer a los hambrientos, sanó a los enfermos, enfrentó a las autoridades y consoló a los afligidos. Jesús sabía que no estaba limitado o definido por su ser físico.

Él, sabiendo que tenía acceso a la fuente de la naturaleza creativa de Dios, fue capaz de transformar las vidas de las personas que tuvieron fe en Él. Jesús sabía que Él era un canal por medio del cual el poder de Dios hallaba expresión, y sus acciones demostraban esta conciencia. Jesús nos dice que nosotros, también, somos canales divinos. Él sabía que si descubrimos nuestra gloria innata y la compartimos con los demás, más y más personas vivirán el cielo aquí en la tierra.

¿Cómo logró Jesús tal visión y fe? ¿Cómo pudo descubrir y entender quién era? Jesús tenía un modo sencillo para sintonizarse con el reino Divino. Él oraba. Orar era vital para Jesús. Él habló acerca de la oración

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La oración nos pone en contacto con lo que es verdadero.

constantemente y oró con frecuencia. La próxima vez que leas el Nuevo Testamento, fíjate en las veces que menciona que Jesús oró. La Biblia nos dice que oró toda una noche, que se apartó de la multitud para orar, que fue a un jardín a orar, que levantó sus ojos y oró. Esto demuestra que Él incluyó la oración en toda área de su vida y ministerio, y se aseguró de que las personas a Su alrededor, especialmente Sus discípulos, supieran cuando Él estaba orando.

¿Qué queremos decir realmente con la palabra oración? El Padre Thomas Keating, en su libro: Mente abierta, Corazón abierto, dice: “La oración contemplativa es el proceso de transformación interna, una conversación que es iniciada por Dios, y que nos lleva, si así consentimos, a una unión divina”. Escritor, ministro y terapeuta, Wayne Muller, en su libro: Learning to Pray, describe la oración como “escuchar profundamente y con fe, esperar que lo escondido sea revelado. La oración no es una agrupación de palabras, mas bien es lo que ocurre cuando prestas atención y esperas que la orilla de los cielos emerja por

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encima de las palabras”. La cofundadora de Unity, Myrtle Fillmore, dice que la oración “levanta a la persona hasta que esta logra sentir su unidad con Dios, quien es Espíritu, la fuente de todo lo bueno y perfecto” (del libro: Las cartas sanadoras de Myrtle Fillmore).

La oración son todos aquellos momentos en los que fomentamos nuestra relación con lo divino. Momentos que apartamos para entender con más profundidad quiénes somos, quién es Dios y nuestra relación con Él. Algo en nosotros sabe que nuestras vidas abarcan mucho más de lo que podemos ver en la superficie. Anhelamos unificarnos con una Presencia que no podemos ver, mas que sentimos con cada fibra de nuestro ser. La oración nos ayuda a establecer dicha unión.

Jesús lo sabía. Él reconoció que para poder experimentar el reino de los cielos, tenemos que mantener nuestra relación con la Presencia. La oración llevó a Jesús a Su interior, donde descubrió la Verdad acerca de la naturaleza de Su ser y la relación con Su Creador. Como resultado, Jesús sólo percibió unión entre Él y Dios. Jesús entendía que no existe el “tú” y “yo”. Él evolucionó a tal punto, que al verse a Sí mismo y a los demás sólo veía a Dios.

Luego, Él puso en acción su conciencia de unidad con el Espíritu divino. Sabiendo que Dios obraba por medio de Él. También sabía que los demás llegarían a conocer la Realidad Mayor gracias a Él, y que Él sería un ejemplo de las obras de Dios.

Jesús no pudo haber logrado el conocimiento profundo y la experiencia acerca de oración usando modos tradicionales para orar. Él no le rogaba a Dios; no le decía a Dios que hiciera algo. Sólo oró para conocer a Dios,

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sencilla y puramente. Su intención al orar era unirse a su Creador.

Su ejemplo nos insta a examinar el modo cómo oramos. La mayoría de las veces oramos a un dios externo para que nos salve de los retos de la vida o para que intervenga a nuestro favor. Este método de oración genera problemas e inconsistencias.

Jesús no oró para no tener desafíos, sino para estar plenamente presente, evolucionar y llegar a ser quién era en realidad. No evitó lo que la vida le trajo. Por el contrario, utilizó cada reto como una oportunidad de

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demostrar la grandeza de Dios. Su fe en la omnipresencia divina era más fuerte que cualquier circunstancia, y Sus oraciones reflejaban esta verdad. Sus oraciones le dieron fortaleza para superar todo desafío con gracia y dignidad.

La oración nos pone en contacto con lo que es verdadero. Como resultado, cambiamos nuestro modo de actuar. Aprendemos a ser más afables y compasivos. Tocamos la fuente infinita de fortaleza y sabiduría. Nuestras vidas se tornan plenas porque hemos hecho surgir y expresado nuestro potencial.

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Oportunidad

Acojo las oportunidades divinas y nada puede impedir mi bien.

S i pienso que mis sueños y metas son inalcan-zables, estoy frustrando mis comienzos. Mas cuando amplío mi visión y me permito ir más

allá de las limitaciones preconcebidas, despierto a un mundo de nuevas oportunidades.

Determino pensar positivamente y acoger las posi-bilidades. Suelto todo pensamiento limitante y de carencia. Me conecto con el Espíritu divino en mí y confío en que mi futuro es brillante, seguro y pleno.

Aunque me sienta cómodo y seguro donde estoy, cobro nuevo entusiasmo al ir en pos de nuevas posibi-lidades. Al acudir a Dios en mí, avivo mi guía interna y mi paso se afianza. Lo único que necesito hacer es per-manecer receptivo a la dirección divina y nada podrá impedir mi bien.

Al que cree todo le es posible.—Marcos 9:23

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Curación

Soy uno con la vida renovadora de Dios.

En este momento, hago una pausa para centrar mi atención en la presencia de Dios en mí. Relajo mi mente y mi cuerpo. Con cada aliento sose-

gador, siento cómo la tensión y las preocupaciones se disipan. Suelto cualquier pensamiento de enfermedad o temor, y niego que tengan poder sobre mí. En su lugar, afirmo que el fluir de la vida divina me renueva y sana.

Soy uno con la vida y sustancia de Dios. Al estar consciente de esta verdad, me calmo aun más y per-mito que todo mi ser descanse en esa paz sanadora. A partir de este momento, voy adelante con nueva fe, energía y gratitud. Doy gracias por la renovación, la salud, la paz y la actividad restauradora de la vida divina que fluye en mí.

Y cualquiera que le da siquiera un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por ser seguidor mío,

les aseguro que tendrá su premio.—Mateo 10:42

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Claridad

Estoy centrado en Dios y mi visión es clara.

Cuando limpio un espejo o una ventana, inme-diatamente me maravillo por la claridad. El mismo principio aplica a mi mente cuando

tomo tiempo para remover cualquier impedimento. Si no puedo ver el camino durante una circunstancia perturbadora, puede que mi perspectiva esté nublada debido a la negatividad o la duda. Al remover estos obstáculos, mi visión se aclara y puedo apreciar la ver-dad en la situación.

Para lograr que mis pensamientos sean claros, descanso en la presencia de Dios en un momento de oración. Suelto el temor y la duda y abro todo mi ser a la Mente Divina. Al permanecer centrado en Dios el tomar decisiones se me hace más fácil.

Luego le puso otra vez las manos sobre los ojos, y le hizo que mirara; y fue restablecido, y vio de lejos y claramente a todos. —Marcos 8:25

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Sin preocupaciones

La vida funciona mejor cuando me preocupo menos y oro más.

Una manera segura de agotar mi energía es preocupándome. Mantenerme en un estado de desesperación no resuelve nada, más bien me

deja sintiéndome con más estrés.

La vida funciona mejor cuando escojo preocu-parme menos y orar más. No es que pretenda que los retos no existen, es que permanezco receptivo a las posibles soluciones. Cuando oro, cambio mi atención de la dificultad a la posibilidad. Confío en que mi sabiduría interna me llevará a la solución correcta.

Acojo la Verdad de que soy sabio y capaz, que estoy equipado espiritualmente y que soy apoyado divinamente. Gracias a mi conciencia devota, sur-gen resultados favorables para mí y para todos los concernientes.

¿Y quién de vosotros podrá, con angustiarse, añadir a su estatura un codo?—Lucas 12:25

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Presencia

Gracias, Dios, por Tu presencia.

A l ir a mi interior para pasar un momento en oración y meditación, puedo sentir la presencia de la vida, el amor y la luz de Dios que me sos-

tiene a través de toda experiencia.

Al respirar profunda y sosegadamente, experi-mento cómo la vida divina fluye en mí, sanándome física, mental y emocionalmente. Toda lucha y todo temor se disipan en la nada de la cual surgieron.

Contemplo la presencia del amor divino en mí, la cual provee todo lo que pueda necesitar y aviva la luz divina que ilumina mi camino. Dios en mí me sustenta y me inspira a vivir mi mayor potencial. Gracias, Dios, por Tu presencia que sana, fortalece, guía, prospera y alivia mi alma.

Me hiciste conocer los caminos de la vida; me llenarás de gozo con tu presencia.—Hechos 2:28

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Perdonar

El perdón es un regalo.

E l perdón es uno de los regalos más grandes que puedo darme y dar a los demás. Cuando dejo ir el juicio, el resentimiento, la expectativa o

el enojo, abro mi corazón y mi vida a una experien-cia de crecimiento y libertad. Si tengo dificultad en soltar una herida pasada, oro sabiendo que el Cristo de mi ser me ayuda a dejar ir —aun cuando yo no sepa cómo. Con un corazón dispuesto, pido ayuda al Espíritu —recibo guía, claridad y comprensión.

Gracias a Su poder, mi corazón se abre y mi visión se aclara. Siento más amor y compasión por los demás y por mí mismo, porque mi mente y mi corazón ya no están cerrados a la experiencia del perdón. Al perdo-nar, me doy un regalo valioso, libertad.

No condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis per-donados.—Lucas 6:37

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Receptivo

Estoy receptivo al reino del bien de Dios.

A lgunas personas pueden pensar que el reino de Dios es un lugar para disfrutar en la otra vida, mas el reino que Jesús describió está eterna-

mente presente. Está aquí mismo en medio de noso-tros. Lo experimentamos cuando confiamos en la toda suficiencia de Dios, no sólo en el futuro, sino hoy y todos los días.

Cada mañana, entro al reino de Dios. Al acostarme para dormir, siento agradecimiento por vivir en el reino del bien de Dios. Recibo el reino al reconocer la presencia amorosa y viviente de Dios a mi alrededor. Siento gozo y calma, estoy receptivo a la guía divina y a las ideas enriquecedoras. Cuando vivo en un estado de maravilla y aprecio, estoy receptivo y coopero con Su plan de bien eterno.

El que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.—Marcos 10:15

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Fe

Mi fe es fuerte e imperturbable.

S i algo parece estar equivocado, perdido o roto en mi vida, no me concentro en ello, dándole energía a la ansiedad y al temor. Por el contrario, enfoco

mi atención en la esencia todo sostenedora de Dios y siento la influencia calmante de la fe.

En oración, me aquieto y afirmo que mi fe es fuerte. Recibo seguridad de que Dios es mi ayuda siempre pre-sente y la fuente ilimitada de mi provisión. Dios y yo somos uno.

Al descansar en la serenidad, mis emociones basadas en el temor se transforman en realidades llenas de fe. Mi humor mejora, mi confianza aumenta y termino mi tiempo de oración sintiendo gozo y fe. Doy pasos inspi-rados por esa fe para llevar a cabo mi bien.

Si tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro: “Desarráigate y plántate en el mar”, y os obedecería. —Lucas 17:6

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Entrar

Con paz en mi corazón, avanzo en el viaje de mi vida.

Se ha dicho que todo viaje comienza con un paso. ¿Hay un paso que debo dar en mi vida ahora? ¿Necesito avanzar en mi trabajo? ¿En una relación

personal? ¿En mi vida espiritual? Si la respuesta es “sí”, doy ese paso ahora. Este paso puede ser abrir mi cora-zón a ideas y posibilidades nuevas, buscar nuevas ave-nidas de autoexpresión, o descubrir nuevas maneras de aprender, crecer y expresarme como un ser espiritual.

La vida es un viaje de pasos pequeños. Algunos requieren gran valor y fortaleza. Otros sólo requieren el deseo de avanzar y experimentar algo nuevo. Con cada paso, entro en una nueva experiencia que es sólo mía. Prosigo ahora con fe en Dios y confianza en mí mismo.

He puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar.—Apocalipsis 3:8

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Relaciones personales

Siento agradecimiento por mis relaciones personales.

M i corazón se llena de gratitud cuando considero las relaciones personales que enriquecen mi vida. Tengo familiares y amigos que son mis

compañeros y con quienes comparto un vínculo dura-dero a nivel de alma. Celebramos, lloramos y nos abra-zamos unos a otros en el gozo y en el dolor.

También siento gratitud por mis conocidos —el dependiente de la tienda que me pregunta cómo me va, el veterinario que se ocupa de mis mascotas, el vecino que con orgullo me muestra las fotos de sus nietos— todas son relaciones personales valiosas.

Interactuar con los demás ofrece un canal significa-tivo y gratificante para el crecimiento espiritual.

Y el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre voso-tros un mismo sentir.—Romanos 15:5

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Una vida sencillapor Jim Rosemergy

Tenemos mucho que aprender en la vida, mas primero debemos aprender a vivir. Cuando somos jóvenes, no tenemos ninguna duda de que la vida guarda gran promesa. Tenemos metas por lograr, lugares por visitar y personas por amar. Sin embargo, sólo una persona joven, fuera de lo común, pone todo lo anterior en perspectiva. Para la mayoría de nosotros, la realización de nuestra relación con Dios ocurre en nuestra edad adulta. Para entonces, nuestras experiencias nos han amoratado, mas no tenemos por qué estar amargados, ya que podemos vivir una vida sencilla.

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Cuando la vida es sencilla, nuestra conciencia de Dios es algo tan indispensable como el aire que respiramos. Por ejemplo, cuando el cuerpo se enferma, queremos sanar; mas cuando la vida es sencilla, la meta es más grande: permitir que Dios nos revele nuestra plenitud espiritual innata. Entonces: “Tu sanidad se dejará ver en seguida” (Isaías 85:8). Cuando el resentimiento o la rabia nos abruman, en vez de enfocarnos en lo que la persona nos hizo o dejo de hacer, debemos permitir que Dios nos muestre el sendero del amor.

Jesús nos dijo: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). Este verso es el fundamento de la vida espiritual. Dios es lo que queremos, y cuando Lo encontramos, también hayamos el gozo y la plenitud. Las cosas que ocurren en nuestras vidas, nuestros recuerdos y posesiones tienen significado, mas nada es más importante que nuestra relación con Dios. Cuando vivimos con sencillez, la experiencia terrenal fluye de nuestra unidad con Dios. Tenemos presente que la Fuente Divina es el origen de la vida, y de sus muchas experiencias.

La vida sencilla es una vida de oración, más escuchar y esperar que hablar y pedir. Buscamos el reino al buscar una conciencia de Dios, ya que sabemos que en esta fuente de vida yace la respuesta de cualquier necesidad humana.

Podemos pensar en la oración como una cita entre Dios y nosotros. Dios, por su puesto, nos conoce bien, mas nosotros sabemos poco acerca de nuestro creador. Hay momentos en los que hablamos al orar, pero no

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debemos hacer que nuestro momento de oración sea una letanía de lo que está ocurriendo en nuestro mundo. Una amistad no puede desarrollarse si solamente una persona es la que habla y constantemente está pidiendo algo. Las relaciones personales más significativas surgen cuando escuchamos.

Cuando estamos sufriendo, tenemos miedo o nos sentimos preocupados por un ser querido, se nos hace difícil escuchar y esperar. Mas recordemos la promesa: “Los que esperan en el Señor renovarán sus fuerzas; se remontarán con alas como las águilas” (Isaías 40:31 LBLA).

Cuando esperamos y escuchamos devotamente, y la mente divaga; ese es el momento para hablar. No para decirle a un Dios omnisciente acerca de nuestra situación, sino para afirmar nuestra fe en el Todopoderoso y dócilmente regresar nuestra atención a Dios. Si necesitamos sanar, que nuestra oración sea: He sido creado a imagen y semejanza de Dios. Soy uno con la vida pura y perfecta de Dios. No hay enfermedad en mí. ¡Alabado sea Dios! Hablamos de esta manera y esperamos que Dios revele nuestra salud. Es importante comprender que el enfoque de la oración, al vivir sencillamente, es el reino de Dios. Cuando nuestro motivo al pedir y buscar es profundizar nuestra relación con Dios, recibimos de maneras que transcienden nuestros deseos terrenales.

La vida sencilla es una vida que permite, ya que permitir es el modo divino. El modo humano es controlar y hacer que las cosas ocurran. Rogar, manipular, suplicar, chantajear y usar la lógica o el sentido de culpabilidad

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para salirnos con lo nuestro.

La vida es demasiado misteriosa e inclusiva, los métodos mundanos no pueden ofrecernos la felicidad. Cuando conocer a Dios se convierte en nuestra meta y oración, podemos dejar ir y dejar que Dios sea Dios en nuestras vidas. Estamos receptivos a Dios. Cuando nuestra conciencia de Dios se manifieste en nuestro mundo, nos bendecirá y bendecirá a las personas a nuestro alrededor.

La vida sencilla es una vida de amor. Esta vida de amor es complicada cuando pensamos que no tenemos amor y que hemos de recibirlo de otra persona. Olvidamos la verdad de que Dios es amor y que hemos sido creados a Su imagen y semejanza. El amor es nuestra naturaleza y, para experimentarlo, debemos permitir que el esplendor aprisionado irradie desde nosotros. Por ello es que Jesús no instó a amarnos unos a otros. Nadie encuentra el amor buscándolo en otra persona. Hacerlo sólo complica la vida. Simplificamos nuestra vida cuando estamos más dispuestos a expresar amor que a recibirlo.

Nos sentimos bien cuando alguien nos dice que nos ama, sin embargo, este amor no se compara con la experiencia de amor incondicional. Observa a un niño abriendo un regalo el día de Navidad y verás gran gozo y emoción. Mas observa atentamente al mismo niño cuando un adulto está abriendo un regalo que este niño preparó. Puedes ver cómo el amor que proviene del corazón de Dios en él se le escapa por los ojos.

La vida sencilla es una vida agradecida. “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! (Filipenses 4:4). Cuando damos gracias por las actitudes que nos

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agradan, estamos siendo corteses. Mas cualquiera puede serlo. Pero si nuestro agradecimiento depende de lo que ocurre externamente, la vida se convertirá en una serie de altibajos. La vida sencilla es una vida agradecida, y nuestro gozo no depende del mundo externo. Nuestro gozo y agradecimiento no provienen de condiciones, sino que brotan de nuestra relación con Dios.

Imagina cómo sería de maravillosa la vida si lleváramos con nosotros un sentido de gratitud constante. El Señor siempre está con nosotros. Si este es el fundamento de nuestro gozo, entonces este estará tan cerca de nosotros como nuestra disposición de experimentar la presencia de Dios. Si perdemos nuestro gozo temporalmente, sabemos dónde encontrarlo. Además nos daremos cuenta de que perdimos nuestro gozo porque olvidamos tener presente nuestra unidad con Dios. Y, entonces, sabremos buscar primeramente el reino de Dios.

Dios espera por nosotros. Al encontrar a Dios, viviremos sencillamente. Nadie sabe lo que guarda el

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La vida sencilla es una vida agradecida, y nuestro gozo, no depende del mundo externo.

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futuro, mas al entrar en ese misterio, encontraremos todo lo que hemos anhelado. Anteriormente creíamos que nuestros deseos serían satisfechos en el mundo. Ahora sabemos que serán satisfechos en Dios. Comprométete a conocer a Dios en oración. Permite que Su amor fluya de ti. No trates de lograr nada por ti mismo, mas bien deja que Dios sea Dios en tu vida y heredarás la tierra. Y, finalmente, descubre el gozo en todo. Busca sentir gozo y agradecimiento. Al hacerlo, aunque las condiciones no parezcan ideales, vivirás con sencillez.

No creas que tu vida se tornará inactiva. Dios pone en acción a todos aquellos que está dispuestos a seguir Su guía. Algunas personas son bien conocidas en el mundo, mas la mayoría son personas como tú y yo. Personas sencillas y tranquilas que han respondido al amor de Dios poniendo la experiencia humana en perspectiva. A veces, nuestras vidas cotidianas demandan nuestra atención, y los asuntos se tornan complicados. Mas siempre recordamos volver a Dios, y a la vida sencilla.

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La cantidad correcta de fepor Debbie Taylor

Hablé recientemente con Jane, mi amiga de muchos años, quien compartió una historia poderosa conmigo. Me dijo que hace siete años, cuando vivía en Dakota del Sur, estaba en el aeropuerto camino a Nuevo México. Mi amiga era profesora de música y estaba viajando para ir a ver a familiares durante las vacaciones navideñas.

Cuando Jane se preparaba para abordar el avión, de repente se dio cuenta de que su billetera con tarjetas de crédito, dinero para las compras navideñas y su identificación ¡había desaparecido! Después de una búsqueda minuciosa, era obvio que le habían robado la billetera. Sí, esta situación desafortunada dejó a Jane con dos alternativas. Podía permitir que esto destruyera completamente las vacaciones con su familia, o podía comenzar a practicar “dejar ir y dejar a Dios ser Dios” en esta situación. Ella eligió esta última. También comenzó inmediatamente a practicar la compasión y el perdón para el ladrón utilizando una afirmación. Su afirmación fue: Perdono completamente a esta persona. Sé que, con la cantidad correcta de fe, mi mayor bien regresará a mí.

Jane repitió esta afirmación una y otra vez, hasta que se dio cuenta de que ya no sentía más ira acerca de esta experiencia. Mientras practicaba consistentemente esta afirmación, había soltado completamente las circunstancias y había seguido adelante con su vida.

Hace dos semanas, Jane me llamó muy emocionada y gritando en el teléfono: “Abrí mi buzón de correo esta

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mañana y encontré un paquete. Nunca vas a adivinar lo que contenía: Mi billetera, identificación, notas personales y un giro postal por la cantidad total que me robaron hace siete años Y una nota escrita a máquina que dice: ‘Lo siento por haberle robado esto en el aeropuerto hace años. Necesitaba dinero desesperadamente. No ha pasado un día que no me haya sentido mal al respecto. Ahora he corregido el mal. Gracias y Dios la bendiga por su ayuda ese día.’ ¿Puedes creerlo? Mis afirmaciones ayudaron verdaderamente”.

Lo más extraordinario acerca de esta historia es que Jane se había mudado de Dakota del Sur, que era la dirección que aparecía en su licencia de conducir en el momento del robo. Ahora vivía en un pueblito minúsculo en Virginia. ¿Cómo había hecho el “ladrón” para encontrarla? Mi amiga puede que nunca lo sepa... pero sí sabía que con la cantidad correcta de fe, su mayor bien regresaría a ella.

... con la cantidad correcta de fe, su mayor bien regresaría a ella.

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Puedo ver la belleza

cuando no la hay,

cuando los árboles están sin hojas

y los campos están desnudos.

Puedo ver la luz

cuando la luz se ha ido;

puedo tener fe cuando cae la noche

igual que al amanecer.

Puedo estar seguro de que la marea retornará

aun cuando se ha retirado;

y continuar buscando la Verdad

aunque lo que encuentre sea la duda.

Orden invisiblepor James Dillet Freeman

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Santuario

Estoy seguro y protegido en el santuario de Dios.

Jesús nos recordó la importancia de tener un santua-rio —un lugar adonde estar a solas. Él a menudo se aisló para pasar un rato a solas con Dios y para des-

cansar y orar.

En el ajetreo de mi vida diaria, yo también necesito un lugar que pueda llamar mi santuario, un lugar donde me sienta seguro y protegido, donde pueda descansar, rejuvenecerme y vincularme de nuevo con el Espíritu.

Mi santuario puede ser un espacio físico, tal como una habitación especial en mi casa, una iglesia, o un parque. O mi santuario puede ser un estado mental y de corazón. En mi santuario, pongo mis sentimientos y preocupaciones más íntimas en manos de Dios. Visito mi santuario a menudo, y descanso en el amor, la seguri-dad y el apoyo de Dios.

El les dijo: “Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y des-cansad un poco.”—Marcos 6:31

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Armonía

Para lograr armonía, me alineo con el bien absoluto.

S i siento que estoy desencantado o frustrado, me dirijo a mi interior y me alineo con el espíritu de la Verdad en mí. Para estar plenamente a tono con

el ritmo y el gozo del universo, con sus personas y sus actividades, aplico mi energía espiritual en la dirección que me lleva a la armonía y unidad. Reconozco la per-fección divina en todo lo que existe en el mundo.

Con amor en mi corazón, busco lo que es verdad y bello en todos y todo. Al ver lo mejor en los demás, des-cubro las profundidades del bien en mi ser, y encuen-tro fácil llegar a un acuerdo. Nada puede perturbar mi conciencia de armonía ni obstaculizar su manifestación en mi mundo cuando me alineo con el bien absoluto de Dios.

Examinadlo todo y retened lo bueno.—1 Tesalonicenses 5:21

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Enfoque

Mi energía está enfocada en la satisfacción de mi alma.

En cualquier momento dado, quizás me atraigan varias metas, intereses u oportunidades. Llevo estas ideas a oración para discernir el próximo

paso a dar. ¿Qué soy llamado a hacer en este momento? Si busco lograr la excelencia en mi campo de interés o de trabajo, enfoco mi atención en la presencia y el poder de Dios en mí. Cualquier ansiedad que tenga será transformada en confianza, capacitándome para hacer lo mejor que pueda.

Al dedicarme a la actividad que he elegido, tengo claridad de propósito. Mi energía y entusiasmo son extensiones de la energía de Dios. Descubro mi poten-cial ilimitado. Mi vida cobra nuevo significado al enfocar mi energía en lo que satisface mi alma.

En tiempo aceptable te he oído, y en día de salvación te he socorrido.—2 Corintios 6:2

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Crecimiento

Aprendo y crezco espiritualmente con cada experiencia.

S i nunca tuviéramos el reto de ajustarnos a condi-ciones y personas nuevas, no creceríamos espi-ritualmente. Nuestro crecimiento espiritual da a

la vida entusiasmo y significado. Cuando enfrento un reto, me detengo y miro mi vida en retrospectiva. Veo que cada cambio me ha proporcionado un nuevo cono-cimiento y ha avivado mi confianza.

No he de dudar ni temer mi situación actual. Enfrento cualquier cambio con mi mente y corazón abiertos, listo para recibir el conocimiento nuevo, la confianza nueva y la visión nueva que me brindará. Sin resistencia, recibo el cambio con beneplácito como una oportunidad de crecimiento y desarrollo espiri-tual, y mi vida es enriquecida.

Renueva un espíritu recto dentro de mí.—Salmo 51:10

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Prosperidad

Los dones del Espíritu divino enriquecen mi vida.

Considero con gratitud aquello que me enri-quece verdaderamente: mi espíritu interno, un regalo de Dios que nunca me pueden quitar.

No hay tendencia, circunstancia o cambio en la vida, ni siquiera la muerte, que pueda tocarlo. El don del Espíritu divino en mí es más valioso que lo que el dinero, la posición o las posesiones puedan ofrecer.

Con Dios como mi fuente de bien ilimitado, siento plena satisfacción. No importa lo que esté sucediendo en el mundo externo, mi atención está centrada en mi mundo interno. Cuando la Verdad guía mis deci-siones, mi naturaleza espiritual resplandece. Al dar y recibir plena y libremente del Espíritu en mí, vivo con valor y convicción.

El que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.—Gálatas 6:8

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Orden divino

¡Éste es un día de orden divino!

S i siento frustración por no completar una tarea o alcanzar una meta, quizás piense en términos de fracaso. Sin embargo, no hay necesidad de ren-

dirse. Por el contrario, determino pasar un momento en oración con Dios y me sumerjo en el orden divino que siempre está presente. Aquieto mi crítico interno y afirmo: Estoy en la presencia de Dios, y Su presencia está en mí.

El orden divino infunde todo lo que soy y todo lo que existe. Me doy cuenta de que mi frustración en realidad fue causada por mi falta de conciencia de Dios. Una vez que me uno a la presencia de Dios, siento el fluir del orden divino en mi vida. ¡Este día y todos los demás, son días de orden divino!

En él vivimos, nos movemos y somos; como algunos de vues-tros propios poetas también han dicho: “Porque linaje suyo somos”.—Hechos 17:28

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Creciendopor James Dillet Freeman

Las flores se marzo son hierbasque crecen por casualidad,no en hileras rectasque alguien decidió sembrar.Parece no importarlesel terreno en que se encuentran,pues su alegría de estar vivasles da fortaleza para sobrellevarcualquier mal tiempo y disparidad.Tal vez ellas piensan que cuentanpor siempre con la ayuda de Dios.

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Corregir las condiciones que impiden el fluir natural de la vida transformando

los estados de conciencia.

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La corriente sanadorapor Eric Butterworth

A través de los tiempos, y se podría decir que hasta recientemente, cuando la enfermedad aparecía en la carne, se pensaba que la causa, casi sin excepción, estaba en la carne. Era simplemente mala suerte, la voluntad de Dios o “así son las cosas”. Así que la persona no hacía el intento de ser más de lo que pensaba que era y, tristemente, la enfermedad era parte de lo que ella creía ser. Han pasado más de tres mil años desde que Salomón dijo: “Porque cuales son sus pensamientos íntimos, tal es él” (Pr. 23:7). Mas se ha necesitado mucho más tiempo para lograr que la persona entienda que la “mala suerte” es sencillamente “un mal hábito mental”.

El campo de la medicina ha sido lento en aceptar la influencia de las actitudes y emociones en las funciones del cuerpo. Sin embargo hay mucha investigación válida en el campo de las causas sicosomáticas de las enfermedades. Hoy en día los médicos han comenzando a aceptar la evidencia de que muchas enfermedades son inducidas, o por lo menos influenciadas, emocionalmente. Hay quienes creen que el 50 por ciento de toda enfermedad es EIE (enfermedad inducida emocionalmente). Otros dicen que es como el 90 por ciento. Sin embargo, cada vez más médicos aceptan que el secreto para la curación de cualquier tipo, es corregir las condiciones que impiden el fluir natural de la vida transformando los estados de conciencia.

En Juan 21:1-6, hay un episodio en el cual Jesús enseña usando una “parábola viviente”. Los discípulos, quienes en su mayoría eran pescadores, estaban pescando en el mar de Galilea. Después de toda una noche de esfuerzo,

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no habían pescado nada. Al amanecer regresaron a tierra, cansados y desilusionados. Vinieron a Jesús, quien les sugirió que intentaran de nuevo, pero les dijo: “Echad la red a la derecha de la barca”. ¡Imagínate la reacción de los discípulos! Después de todo, ellos eran pescadores experimentados. ¿Qué podía saber un carpintero? Sin embargo, después de todo lo que habían visto, ¿cómo podían cuestionar Su sabiduría? Así que echaron su red como Jesús lo había sugerido y no podían recoger tal cantidad de peces.

La historia simboliza dramáticamente el lado correcto y el incorrecto de la vida. Como Shakespeare dijo: “¡La culpa … no es de nuestras estrellas, sino de nosotros mismos, al consentir ser inferiores!” Es un asunto de conciencia, y no de la voluntad de Dios ni del dedo veleidoso del destino, y la conciencia puede ser cambiada. Los discípulos, en conciencia, estaban fuera del fluir de la vida. Con sólo echar la red del otro lado de la barca, ellos cambiaron su experiencia. Esto significa que al cambiar el pensamiento de negativo a positivo, sentimientos de insuficiencia a actitudes de confianza, podemos alterar nuestra experiencia del fracaso al éxito. “En el lado correcto” de la vida estás a tono con el fluir inexorable del bien.

Tú eres un hijo del universo. No andas solo por el camino de la vida. El universo completo camina contigo. Está involucrado dinámicamente en ti. Su fluir dinámico siempre se expresa como tú. De aquí que la salud no es algo que puedes “obtener” físicamente, de píldoras ni pociones, o metafísicamente, en oraciones o tratamientos. La salud es la realidad de la vida, la condición normal del ser humano.

La paradoja de la ciencia médica es que al estudiar la “vida”, por mucho tiempo, lo han hecho estudiando cadáveres en laboratorios. ¿Cómo podemos conocer

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la dinámica de la vida estudiando algo muerto? No es entonces de extrañar que la medicina tradicional haya insistido que la muerte es el destino final y que la enfermedad es su preludio inevitable, al cual debemos resignarnos. Mas una vez que te apropias de la idea de que eres una criatura sana, un hijo del universo, expresión viviente de una corriente universal de vida, no te sentirás satisfecho hasta que encuentres mejoría en tu salud.

La cofundadora de Unity, Myrtle Fillmore, era una maestra que había sido criada en la iglesia metodista, ella enfrentó lo que en ese tiempo era un caso mortal de tuberculosis. Los médicos estaban de acuerdo en que sólo tenía unos meses de vida. Era una condición “de familia” y de aquí que la prognosis fuera aceptada con resignación. Sin embargo, ella emprendió una aventura espiritual en búsqueda de la Verdad acerca de la vida. Un día ella tuvo una gran revelación que cambió su vida y la de miles de personas. Ella afirmó: “Soy una hija de Dios y por lo tanto no heredo enfermedad”. Comenzó “a echar la red en el lado correcto de la barca”. A pesar del veredicto médico, ella entró en el fluir de la vida sanadora y vivió una vida plena cuarenta y cinco años después de su diagnóstico.

Esto no quiere decir que la herencia no tenga influencia en las condiciones o tendencias del cuerpo. Pero sí quiere decir que no importa el tipo de cuerpo físico que la herencia te ha dado o las condiciones de conciencia que tus padres te hayan impuesto, todo esto es incidental para tu experiencia de vida. La verdad fundamental es que eres un hijo del universo. Estás en el fluir incesante de la vida trascendente. Jesús dijo esto muy claramente: “No es la voluntad de vuestro Padre… que se pierda uno de estos pequeños” (Mt. 18:14). Él también dijo: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el Reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (Mt. 25:34).

Cualquier persona, sin importar la condición, “puede sanar”.

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Dios es un círculo que tiene su centro en ti. Todos los atributos del Infinito están en ti, fluyendo por medio de ti. Tú estás en ese fluir. Tú eres ese fluir justo donde estás. De aquí que eres un hijo del universo, un hijo de Dios. Medita en esta comprensión maravillosa. Has si sido creado a la imagen y semejanza de una idea infinita. Tú eres el unigénito de Dios desde el punto de vista de que, no importa las marcas que las influencias externas puedan haber dejado en ti, existe aquello en ti que es encarnado sólo de Dios, que por siempre es y

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será la “flor” del fluir divino. Ésta es la Verdad fundamental. Todo lo demás es incidental.

Cualquier persona, sin importar la condición, “puede sanar”. Los medios empleados pueden ser muchos y variados, mas la razón de la curación es una: la perfección impecable del universo. ¡Puedes sanar porque eres sano! Los hechos incidentales pueden limitar tu juicio y tu fe, pero la Verdad fundamental permanece: Eres un hijo del universo y, espiritualmente, nunca puedes estar separado de la corriente de vida.

Una queja común relativa a la enfermedad es la falta de energía —el sentimiento de estar cansado todo el tiempo. La fatiga es un hecho que es incidental a la experiencia de la vida. Pero la Verdad fundamental es que nunca hay escasez de energía, aun cuando estás cansado. El sistema físico es sorprendente en su habilidad de movilizar energía cuando permite que la corriente sanadora fluya. Observa a los atletas exhaustos momentáneamente después de una competencia extrema. Ellos prontamente regresan a la competencia con fortaleza renovada.

Esto nos recuerda el gran pensamiento de Isaías 40:31: “Los que confían en el Señor tendrán siempre nuevas fuerzas y podrán volar como las águilas; podrán correr sin cansarse y caminar sin fatigarse”. La palabra esperar viene del hebreo cava (kawvaw), que significa literalmente, “unir”. Es esencialmente el mismo significado que la raíz de la palabra religión, vincula o une al ser humano con Dios. Entonces, esperar en el Señor, significa estar a tono, aunarse, estar en el fluir. Puede ser resumido en la afirmación: Estad quietos y conoced que…estoy en el fluir.

Nueve décimas de toda la fatiga (en las personas saludables) se debe a factores sicológicos y no fisiológicos:

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preocupaciones financieras, condiciones de trabajo no satisfactorias, una vida sin significado, problemas emocionales, etc. La energía, un verdadero Niágara de ella, está en ti constantemente, represada por fuerzas de las cuales puede que no estés consciente. Puedes saber la Verdad y “esperar en Jehová”; derribando las barreras, metiéndote en el fluir y liberando tal cantidad de energía que te sorprenderás.

Tu cuerpo es el templo del Dios viviente. Alimentado, vitalizado y sostenido por la corriente sanadora y renovadora de la vida. Si te mantienes en el fluir conscientemente, serás guiado a comer lo que el cuerpo requiere. Tus gustos cambiarán y comenzarás a desear lo que tu cuerpo necesita, y no solamente aquello que te atrae. También encontrarás que tus hábitos alimenticios naturales siguen una dieta de motivación espiritual. “En el lado correcto de la barca”, tu peso será normalizado, los alimentos serán digeridos, asimilados y eliminados con facilidad y tendrás la experiencia liberadora de comer para vivir en vez de vivir para comer.

Jesús dijo que lo que sale de la boca es más importante que lo que entra en ella. Quizás estaba siendo humorista. En un lenguaje más contemporáneo, Él hubiera dicho: “Antes de que tomes la primera taza de café en la mañana, toma tiempo para establecerte conscientemente en el fluir de la vida”. Toma unos momentos antes de levantarte para “esperar en el Señor” o entrar en el fluir. La corriente de vida está en ti, siempre lo ha estado. Mas necesitas mantener tus pensamientos conscientemente del lado correcto. Puedes afirmar algo como esto: Estoy en el fluir de la vida y me muevo fácilmente con el fluir. Estoy vivo, radiante y con entusiasmo. Estoy libre de tensión, estrés y agobio, y avanzo en el fluir de la vida —sin apuro ni preocupación.

Emerson dice que nos ciñamos con afirmaciones

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incesantes. La razón es fácil de ver. De esta manera, elevas tu atención del vacío a la plenitud, te diriges hacia el otro lado de la barca y tiendes realmente a alterar tu nivel de conciencia. Y no estás siendo infiel, porque siempre estás en el fluir y siempre estás lleno de maravilla gracias a “la perfección impecable del universo”.

Desde el momento en que comienzas a trabajar desde el lado correcto te das cuenta de que tu salud está “aquí y ahora”. Puedes decir con confianza: Disfruto de vida y salud. El paso más corto desde “no sé adónde” a “sé que es aquí” es la pausa que hacemos para estar quietos y conocer que … estoy en el fluir. El primer paso debe ser siempre estar en el fluir. La vida es perfecta y tú nunca puedes ser menos que perfecto en tu realidad. Pablo dice: “En parte conocemos… pero cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará” (1 Co. 13:9-10). Establece esta idea en tu conciencia. Afirma: Soy un hijo del universo, establecido eternamente en la corriente sanadora. Soy fortalecido, renovado, restaurado y sanado en todo sentido.

Cristo en mí es mi gloria.

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Gracia

Vivo plenamente en la gracia del Espíritu divino.

Los líderes espirituales del tiempo de Jesús creían que para que Dios nos favoreciera, debíamos obe-decer leyes estrictas de comportamiento. Mas lo

que Jesús enfatizó fue la disciplina espiritual que acer-caba a la gente más a Dios y a Su reino en ellos. Dios en mí es el fluir de todo bien y la esencia de toda vida.

Si siento que estoy separado de mi fuente, sé que éstos sentimientos son erróneos y dispongo alinearme de nuevo con la verdad de mi ser. En oración, me vin-culo con el Espíritu divino y reconozco la actividad de la gracia por doquier. Cocreo una vida plena y significativa al dar generosamente y recibir gozosamente. La abun-dancia, la salud, la comprensión, la fortaleza y la paz son mías.

Dios es Espíritu, y los que lo adoran, en espíritu y en verdad es necesario que lo adoren.—Juan 4:24

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Guía

Estoy en armonía con Dios, y sigo Su guía.

En ciertos momentos de mi vida quizás desee hacer planes detallados, mas otras veces tal vez me siento más cómodo esperando a ver lo que

sucede. En ambos casos, la guía divina está disponible para mí.

Cuando oro por guía, la respuesta puede ser sutil o inequívoca. Puede tomar tiempo en llegar o venir en un instante como caída del cielo. De cualquier manera que se manifieste, escucho al Espíritu divino en mí y presto atención a mi intuición.

Bien sea que fije metas y trace planes o sencilla-mente mantenga una intención y observe lo que sucede, me aferro a mi fe. Tomo acción, pido ayuda si la necesito y celebro mi logro dando gracias a Dios.

Te guiarán cuando camines, te guardarán cuando duermas.—Proverbio 6:22

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Consuelo

Encuentro consuelo en mi corazón hoy.

La tierra no tiene un pesar que el cielo no pueda sanar. Yo soy cielo y tierra. Soy humano y divino. Mi parte humana puede que sea lo único que he

conocido, pero el ser divino me es revelado al dirigirme a Dios y elevar mi mente y mi corazón en oración. El Espíritu de la verdad en mi mente me proporciona comprensión.

Quizás sienta pesar o tristeza, pero la fortaleza, el gozo y la comprensión son mías hasta en esos momen-tos. Cuando las circunstancias me agobian, cuando el temor abruma al gozo y el valor en mi corazón parece titubear, algo en mí dice: Ésta no es la verdad acerca de ti, ésta no es la verdad de la vida. Este es el mensaje que mi ser divino ofrece a mi ser humano y que transforma mi vida.

Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva.—Apocalipsis 21:1

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Libre

Sigo el Espíritu y soy libre.

Guiado por Dios, Moisés sacó a los israelitas de la esclavitud en Egipto. Para escapar la esclavitud, la gente tuvo que cambiar su manera de pensar

y reclamar su libertad. Mientras creyeron que alguien o algo tenía poder sobre ellos, se sometieron a ese poder siendo esclavos.

De manera similar, mis limitaciones pueden ser pro-ducto de creencias erróneas acerca de mí y del mundo. Hoy dejo ir la creencia de que me faltan dones o atri-butos. Niego que alguien o algo tenga poder sobre mí. Reclamo mi libertad como creación de Dios, bendecida con todo lo que necesito para ser una expresión de amor y poder en este mundo. Estoy receptivo a la guía divina y avanzo hacia mi mayor bien. ¡Soy libre!

Moisés dijo al pueblo: “Tened memoria de este día, en el cual habéis salido de Egipto.”—Éxodo 13:3

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Dejar ir

Abro la puerta a posibilidades infinitas.

M i afirmación de fe es: “Suelto y dejo ir”. Suelto mi deseo de controlar personas o situaciones. Dejo ir el temor, la preocupación y la duda.

Confío en el poder divino que es infinitamente capaz de establecer los resultados correctos.

Me alineo con este Poder por medio de la oración y la meditación, abro mi mente y mi corazón a la sabi-duría del universo. Recuerdo la promesa: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Encuentro la fortaleza para dejar ir todo aquello que me detenga. Dejar ir y dejar a Dios actuar es una elección que me capacita para avanzar con facilidad y confianza. Provee paz mental y la seguridad de orden divino. Al dejar, ir abro la puerta a posibilidades infinitas.

No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.—Juan 14:1

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¿Puedes ver flores cuando no las hay?Cuando el cielo está vacío y los campos desnudos,¿puedes ver belleza? Trata, y tal vez, a través de la cortina de la mente, verás la gloria real, eterna y brillante.Mira como luce todo cuando está pintado en el libro de los dibujos de Dios,verás que todo lo creado fue hechocon la luminosidad del amor de Dios,no meramente de arcilla opaca.Y el cielo está por doquiercuando vez con ojos de amor.Ni siquiera las flores de mayo pueden igualartal belleza y maravilla.Mira, mira y verás vestigios de lo que guardaban la mente y el corazón de Dioscuando, creó al mundo en el principio…¡oh, tan bello y bueno!

Con ojos de amorpor James Dillet Freeman

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illustrationhere

Tengo fe en el poder iluminador de Dios.

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Paz mundial

Trato a los demás con respeto y cocreo un mundo de paz.

Guardo en mi corazón las mismas enseñanzas compartidas por todas las religiones del mundo: tratar a los demás con la misma bondad que me

gustaría recibir. Soy afable con las personas con las que comparto mi vida. No importa dónde la persona viva, cómo se vista, qué idioma hable o cómo practica su religión.

Las diferencias que nos dividen palidecen en com-paración con las semejanzas que compartimos. Todos lloramos la pérdida de un ser querido, celebramos con gozo, amamos a nuestras familias y deseamos lo mejor para nuestros hijos. Aprecio las vidas de mis veci-nos alrededor del mundo. La paz que todos deseamos depende de la actitud y las acciones de cada uno de nosotros. Contribuyo a un mundo de paz.

Permanezca el amor fraternal.—Hebreos 13:1

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No hay sino una sola Presencia y un solo Poder en el universo,

Dios, el Bien omnipotente.

¿Cómo podemos servirte?Por medio de la oración, la publicación y la educación

espiritual, Unity está siempre disponible para ayudarte a que reconozcas y expreses tu potencial y tener una vida saludable, próspera y significativa por medio de:

Apoyo de oración Llama al 1-866-379-1500 (gratuito en USA, Canadá y Puerto Rico) o al 816-969-2020 (llamadas internacionales) de 7:00 a.m. a 7:30 p.m. de lunes a viernes, los sábados y domingos de 7:00 a.m. a 4:00 p.m. (hora central). O envía tu petición de oración en línea a www.unityenlinea.org/oracion.

Publicaciones edificantes Llama al 1-866-498-1500 (gratuito en USA, Canadá y Puerto Rico) o al 816-251-3574 (llamadas internacionales) de lunes a viernes, de 7:30 a.m. a 4:30 p.m. (hora central) o visítanos en www.unityenlinea.org para ver nuestros productos y solicitarlos en línea.

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