una sociedad sin oposición

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UNA SOCIEDAD SIN OPOSICIÓN Herbert Marcuse * He analizado en este libro algunas tendencias del capitalismo americano que conducen a una «sociedad cerrada», cerrada porque disciplina e integra todas las dimensiones de la existencia, privada o pública. Dos resultados de esta sociedad son de particular importancia: la asimilación de las fuerzas y de los intereses de oposición en un sistema al que se oponían en las etapas anteriores del capitalismo, y la administración y la movilización metódicas de los instintos humanos, lo que hace así socialmente manejables y utilizables a elementos explosivos y « anti-sociales» del inconsciente. El poder de lo negativo, ampliamente incontrolado en los estados anteriores de desarrollo de la sociedad, es dominado y se convierte en un factor de cohesión y de afirmación. Los individuos y las clases reproducen la represión sufrida mejor que en ninguna época anterior, pues el proceso de integración tiene lugar, en lo esencial, sin un terror abierto: la democracia consolida la dominación más firmemente que el absolutismo, y libertad administrada y represión instintiva llegan a ser las fuentes renovadas sin cesar de la productividad. Sobre semejante base la productividad se convierte en destrucción, destrucción que el sistema practica «hacia el exterior», a escala del planeta. A la destrucción desmesurada del Vietnam, del hombre y de la naturaleza, del habitat y de la nutrición, corresponden el despilfarro lucrativo de las materias primas, de los materiales y fuerzas de trabajo, la polución, igualmente lucrativa, de la atmósfera y del agua en la rica metrópolis del capitalismo. La brutalidad del neo-socialismo tiene su contrapartida en la brutalidad metropolitana: en la grosería en autopistas y estadios, en la violencia de la palabra y la imagen, en la impudicia de la política, que ha dejado muy atrás el lenguaje orwelliano, maltratando e incluso asesinando impunemente a los que se defienden... El tópico sobre la «banalidad del mal» se ha revelado como carente de sentido: el mal se muestra en la desnudez de su monstruosidad como contradicción total a la esencia de la palabra y de la acción humanas. La sociedad cerrada sobre el interior se abre hacia el exterior mediante la expansión económica, política y militar. Es más o menos una cuestión semántica saber si esta expansión es del «imperialismo» o no. También allí es la totalidad quien está en movimiento: en esta totalidad apenas es posible ya la distinción conceptual entre los negocios y la política, el beneficio y el prestigio, las necesidades y la publicidad. Se exporta un «modo de vida» o éste se exporta a sí mismo en la dinámica de la totalidad. Con el capital, los ordenadores y el saber-vivir, llegan los restantes «valores»: relaciones * Tomado del libro El hombre unidimensional, México, Joaquín Mortiz, 1954.

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El escritor alemán Herbert Marcuse muestra su preocupación por la sociedad y el camino que está tomando

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PREFACIO A LA EDICION FRANCESA

UNA SOCIEDAD SIN OPOSICINHerbert Marcuse*He analizado en este libro algunas tendencias del capitalismo americano que conducen a una sociedad cerrada, cerrada porque disciplina e integra todas las dimensiones de la existencia, privada o pblica. Dos resultados de esta sociedad son de particular importancia: la asimilacin de las fuerzas y de los intereses de oposicin en un sistema al que se oponan en las etapas anteriores del capitalismo, y la administracin y la movilizacin metdicas de los instintos humanos, lo que hace as socialmente manejables y utilizables a elementos explosivos y anti-sociales del inconsciente. El poder de lo negativo, ampliamente incontrolado en los estados anteriores de desarrollo de la sociedad, es dominado y se convierte en un factor de cohesin y de afirmacin. Los individuos y las clases reproducen la represin sufrida mejor que en ninguna poca anterior, pues el proceso de integracin tiene lugar, en lo esencial, sin un terror abierto: la democracia consolida la dominacin ms firmemente que el absolutismo, y libertad administrada y represin instintiva llegan a ser las fuentes renovadas sin cesar de la productividad. Sobre semejante base la productividad se convierte en destruccin, destruccin que el sistema practica hacia el exterior, a escala del planeta. A la destruccin desmesurada del Vietnam, del hombre y de la naturaleza, del habitat y de la nutricin, corresponden el despilfarro lucrativo de las materias primas, de los materiales y fuerzas de trabajo, la polucin, igualmente lucrativa, de la atmsfera y del agua en la rica metrpolis del capitalismo. La brutalidad del neo-socialismo tiene su contrapartida en la brutalidad metropolitana: en la grosera en autopistas y estadios, en la violencia de la palabra y la imagen, en la impudicia de la poltica, que ha dejado muy atrs el lenguaje orwelliano, maltratando e incluso asesinando impunemente a los que se defienden... El tpico sobre la banalidad del mal se ha revelado como carente de sentido: el mal se muestra en la desnudez de su monstruosidad como contradiccin total a la esencia de la palabra y de la accin humanas.

La sociedad cerrada sobre el interior se abre hacia el exterior mediante la expansin econmica, poltica y militar. Es ms o menos una cuestin semntica saber si esta expansin es del imperialismo o no. Tambin all es la totalidad quien est en movimiento: en esta totalidad apenas es posible ya la distincin conceptual entre los negocios y la poltica, el beneficio y el prestigio, las necesidades y la publicidad. Se exporta un modo de vida o ste se exporta a s mismo en la dinmica de la totalidad. Con el capital, los ordenadores y el saber-vivir, llegan los restantes valores: relaciones libidinosas con la mercanca, con los artefactos motorizados agresivos, con la esttica falsa del supermercado.

Lo que es falso no es el materialismo de esta forma de vida, sino la falta de libertad y la represin que encubre: reificacin total en el fetichismo total de la mercanca. Se hace tanto ms difcil traspasar esta forma de vida en cuanto que la satisfaccin aumenta en funcin de la masa de mercancas. La satisfaccin instintiva en el sistema de la no-libertad ayuda al sistema a perpetuarse. sta es la funcin social del nivel de vida creciente en las formas racionalizadas e interiorizadas de la dominacin.

La mejor satisfaccin de las necesidades es ciertamente el contenido y el fin de toda liberacin, pero, al progresar hacia este fin, la misma libertad debe llegar a ser una necesidad instintiva y, en cuanto tal, debe mediatizar las dems necesidades, tanto las necesidades mediatizadas como las necesidades inmediatas.

Es preciso suprimir el carcter ideolgico y polvoriento de esta reivindicacin: la liberacin comienza con la necesidad no sublimada, all donde es primero reprimida.

En este sentido, es libidinal: Eros en tanto que instinto de vida (Freud) contra-fuerza primitiva opuesta a la energa instintiva agresiva y destructiva y a su activacin social. Es en el instinto de libertad no sublimado donde se hunden las races de la exigencia de una libertad poltica y social; exigencias de una forma de vida en la que incluso la agresin y la destruccin sublimadas estuviesen al servicio del Eros, es decir, de la construccin de un mundo pacificado. Siglos de represin instintiva han recubierto este elemento poltico de Eros: la concentracin de la energa ertica en la sensualidad genital impide la trascendencia del Eros hacia otras zonas del cuerpo y hacia su medio ambiente, impide su fuerza revolucionaria y creadora. All donde hoy se despliega la libido como tal fuerza, tiene que servir al proceso de produccin agresivo y a sus consecuencias, integrndose en el valor de cambio. En todas partes reina la agresin de la lucha por la existencia: a escala individual, nacional, internacional, esta agresin determina el sistema de las necesidades.

Por esta razn, es de una importancia que sobrepasa de lejos los efectos inmediatos, que la oposicin de la juventud contra la sociedad opulenta rena rebelin instintiva y rebelin poltica. La lucha contra el sistema, que no es llevada por ningn movimiento de masas, que no es impulsada por ninguna organizacin efectiva, que no es guiada por ninguna teora positiva, gana con este enlace una dimensin profunda que tal vez compensar un da el carcter difuso y la debilidad numrica de esta oposicin. Lo que se busca aqu su elaboracin conceptual slo est en el estadio de una lenta gestacin, no es simplemente una sociedad fundada sobre otras relaciones de produccin (aunque semejante transformacin de la base permanezca como una condicin necesaria de la liberacin): se trata de una sociedad en la cual las nuevas relaciones de produccin) y la productividad desarrollada a partir de las mismas, sean organizadas por los hombres cuyas necesidades y metas instintivas sean la negacin determinada de los que reinan en la sociedad represiva; as, las necesidades no sublimadas, cualitativamente diferentes, darn la base biolgica sobre la cual podrn desarrollarse libremente las necesidades sublimadas. La diferencia cualitativa se manifestara en la trascendencia poltica de la energa ertica, y la forma social de esta trascendencia sera la cooperacin y la solidaridad en el establecimiento de un mundo natural y social que, al destruir la dominacin y la agresin represiva, se colocara bajo el principio de realidad de la paz: solamente con l puede la vida llegar a ser su propio fin, es decir, llegar a ser felicidad. Este principio de realidad liberara tambin la base biolgica de los valores estticos, pues la belleza, la serenidad, el descanso, la armona, son necesidades orgnicas del hombre cuya represin y administracin mutilan el organismo y activan la agresin. Los valores estticos son igualmente, en tanto que receptividad de la sensibilidad, negacin determinada de los valores dominantes: - negacin del herosmo, de la fuerza provocadora, de la brutalidad de la productividad acumuladora de trabajo, de la violacin comercial de la naturaleza.Las conquistas de la ciencia y de la tcnica han hecho terica y socialmente posible la contencin de las necesidades afirmativas, agresivas. Contra esta posibilidad, ha sido el sistema en tanto que totalidad el que se ha movilizado. En la oposicin de la juventud, rebelin a un tiempo instintiva y poltica, es aprehendida la posibilidad de la liberacin: pero le falta, para que se realice, poder material. ste no pertenece tampoco a la clase obrera que, en la sociedad opulenta, est ligada al sistema de las necesidades, pero no a su negacin. Sus herederos histricos seran ms bien los estratos que, de manera creciente, ocupan posiciones de control en el proceso social de produccin y que pueden detenerlo con mayor facilidad: los sabios, los tcnicos, los especialistas, los ingenieros, etc. Pero no son ms que herederos muy potenciales y muy tericos, puesto que al mismo tiempo son los beneficiarios bien remunerados y satisfechos del sistema; la modificacin de su mentalidad y constituira un milagro de discernimiento y lucidez.

Significa esta situacin que el sistema del capitalismo en su conjunto est inmunizado contra todo cambio? Se me ha reprochado que niego la existencia de las contradicciones internas a la estructura del capitalismo. Creo que mi libro muestra con bastante claridad que estas contradicciones todava existen y que incluso son ms fuertes, ms llamativas que en los estadios anteriores del desarrollo. Asimismo se han hecho totales. Su forma ms general, la contradiccin entre el carcter social de las fuerzas productivas y su organizacin particular, entre la riqueza social y su empleo destructivo, determina a esta sociedad en todas sus dimensiones y en todos los aspectos de su poltica. Ninguna contradiccin social, empero, ni siquiera la ms fuerte, estalla por s misma: la teora debe poder mostrar y evaluar las fuerzas y los factores objetivos. He intentado mostrar en mi libro que la neutralizacin o la absorcin de las fuerzas realizadoras que se operan en los sectores tcnicamente ms desarrollados del capitalismo, no es solamente un fenmeno superficial, sino que nace del mismo proceso de produccin, sin modificar su estructura fundamental capitalista. La sociedad existente lograr contener a las fuerzas revolucionarias mientras consiga producir cada vez ms mantequilla y caones y a burlar a la poblacin con la ayuda de nuevas formas de control total.Esta poltica de represin global, de que depende la capacidad de rendimiento del sistema, es puesta a prueba cada da ms duramente. En todo caso, la guerra en Vietnam ha tomado tales proporciones que pueden hacer de ella un hito en la evolucin del sistema capitalista. Por dos razones. Primera, el exceso de brutalidad, de agresin, de mentira al que tiene que recurrir el sistema para asegurar su estabilidad ha alcanzado tal medida que la positividad de lo existente encuentra aqu su lmite: el sistema en su conjunto se revela ser este crimen contra la humanidad que est localizado particularmente en el Vietnam. Segunda, la aparicin del lmite es visible asimismo en el hecho de que, por vez primera en su historia, el sistema encuentra fuerzas resistentes que no son de su propia naturaleza; estas fuerzas no le libran un combate competitivo por la explotacin en su propio terreno, sino que significan, en su misma existencia, en sus necesidades vitales, la negacin determinada del sistema enfrentndose a l y combatindole en tanto que totalidad. Es aqu donde reside la coincidencia de los factores objetivos y de los factores subjetivos del cambio de sentido. Y, como no hay ya para el sistema capitalista un verdadero exterior de forma que incluso el mundo comunista determinante y contra-determinante se encuentra comprendido en la economa y la poltica capitalistas, la resistencia del F.N.L. es, en efecto, la contradiccin interna que estalla. El hecho de que los hombres ms pobres de la tierra, apenas armados, los ms atrasados tcnicamente, tengan en jaque y esto durante aos la mquina de destruccin ms avanzada tcnicamente, ms eficaz, ms destructiva de todos los tiempos, se alza como un signo histrico-mundial, incluso si estos hombres son finalmente derrotados, lo que es verosmil, puesto que el sistema de represin de la sociedad opulenta sabe mejor que sus crticos liberales lo que est en juego y est dispuesto a poner en accin todas sus fuerzas. Estos condenados de la tierra, las gentes ms dbiles sobre las que gravita con todo su peso el sistema existen en todas partes; son pueblos enteros, no tienen de hecho otra cosa que perder que su vida al sublevarse contra el sistema dominante. Sin embargo, solos no pueden liberarse; contra todo romanticismo, el materialismo histrico debe insistir sobre el papel decisivo del poder material. En la situacin actual, ni la Unin Sovitica, ni la China popular, parecen desear o ser capaces de ejercer una contra-presin verdadera: no el juego aterrador con la solucin final de la guerra atmica, sino, en el caso de la Unin Sovitica, aquella presin poltica y diplomtica que pudiera al menos frenar la agresin que se reproduce a escala ampliada. Esta contra-poltica servira tambin para activar la oposicin en la Europa occidental. Hay un verdadero movimiento obrero, en Francia y en Italia, que podra an ser movilizado porque no est todava integrado en el sistema, encuadrado. Mientras esto no tiene lugar, la oposicin en los Estados Unidos, con todas sus debilidades y su falta de orientacin tcnica, permanece, tal vez, como el nico puente precario entre el presente y su posible futuro. La probabilidad del futuro depende de que se detenga la expansin productiva y lucrativa (poltica, econmica, militarmente); a continuacin, podran estallar las contradicciones todava neutralizadas en el proceso de produccin del capitalismo: en particular, la contradiccin entre la necesidad econmica de una automatizacin progresiva que implica el paro tecnolgico, y la necesidad capitalista del despilfarro y de la destruccin sistemticos de las fuerzas parasitarias, que implica el crecimiento del trabajo parasitario.

La expansin que salva al sistema, o al menos lo fortalece, no puede ser detenida ms que por medio de un contra-movimiento internacional y global. Por todas partes se manifiesta la interpretacin global: la solidaridad permanece como el factor decisivo, tambin aqu Marx tiene razn. Y es esta solidaridad la que ha sido quebrada por la productividad integradora del capitalismo y por el poder absoluto de su mquina de propaganda, de publicidad y de administracin. Es preciso despertar y organizar la solidaridad en tanto que necesidad biolgica de mantenerse unidos contra la brutalidad y la explotacin inhumanas. Esta es la tarea. Comienza con la educacin de la conciencia, el saber, la observacin y el sentimiento que aprehende lo que sucede: el crimen contra la humanidad. La justificacin del trabajo intelectual reside en esta tarea, y hoy el trabajo intelectual necesita ser justificado.

Herbert Marcuse

Febrero, 1967.

INTRODUCCIN

LA PARLISIS DF LA CRTICA: UNA SOCIEDAD SIN OPOSICIN

La amenaza de una catstrofe atmica que puede borrar a la raza humana no sirve tambin para proteger a las mismas fuerzas que perpetan este peligro? Los esfuerzos para prevenir tal catstrofe encubren la bsqueda de sus causas potenciales en la sociedad industrial contempornea. Estas causas permanecen sin ser identificadas, expuestas y atacadas por el pblico, porque retroceden ante la amenaza exterior manifiesta: del Oeste para el Este, del Este para el Oeste. Igualmente obvia es la necesidad de estar preparado para vivir al borde del abismo, para afrontar el reto. Nos sometemos a la produccin pacfica de los medios de destruccin, al perfeccionamiento del despilfarro, al hecho de estar educados para una defensa que deforma a los defensores y aquello que defienden.

Si intentamos relacionar las causas del peligro con la manera en que la sociedad est organizada y organiza a sus miembros, nos vemos obligados a enfrentarnos inmediatamente con el hecho de que la sociedad industrial avanzada es cada vez ms rica, grande y mejor conforme perpeta el peligro. La estructura de defensa hace la vida ms fcil para un mayor nmero de gente y extiende el dominio del hombre sobre la naturaleza. Bajo estas circunstancias, nuestros medios de comunicacin de masas tienen pocas dificultades para vender los intereses particulares como si fueran los de todos los hombres sensibles. Las necesidades polticas de la sociedad se convierten en necesidades y aspiraciones individuales, su satisfaccin promueve los negocios y el bienestar general, y la totalidad parece tener el aspecto mismo de la Razn.

Y sin embargo, esta sociedad es irracional como totalidad. Su productividad destruye el libre desarrollo de las necesidades y facultades humanas, su paz se mantiene mediante la constante amenaza de guerra, su crecimiento depende de la represin de las verdaderas posibilidades de pacificar la lucha por la existencia en el campo individual, nacional e internacional. Esta represin, tan diferente de la que caracteriz las etapas anteriores y menos desarrolladas de nuestra sociedad, funciona hoy no desde una posicin de inmadurez natural y tcnica, sino ms bien desde una posicin de fuerza. Las capacidades (intelectuales y materiales) de la sociedad contempornea son inmensamente mayores que nunca; lo que significa que la amplitud de la dominacin de la sociedad sobre el individuo es inmensamente mayor que nunca. Nuestra sociedad se caracteriza antes por la conquista de las fuerzas sociales centrfugas por la tecnologa que por el terror, sobre la doble base de una abrumadora eficacia y un nivel de vida cada vez ms alto.

Investigar las races de estos desarrollos y examinar sus alternativas histricas es parte de los propsitos de una teora crtica de la sociedad contempornea, una teora que analice a la sociedad a la luz de sus empleadas o no empleadas o deformadas capacidades para mejorar la condicin humana. Pero, cules son los niveles para tal crtica?

Desde luego, los juicios de valor tienen una parte. La forma establecida de organizar la sociedad se mide enfrentndola a otras formas posibles, formas que se supone podran ofrecer mejores oportunidades para aliviar la lucha del hombre por la existencia; una prctica histrica especfica se mide contra sus propias alternativas histricas. Desde el principio, toda teora crtica de la sociedad se enfrenta as con el problema de la objetividad histrica, un problema que se establece en los dos puntos donde el anlisis implica juicios de valor:

1. El juicio que afirma que la vida humana merece vivirse, o ms bien que puede ser y debe ser hecha digna de vivirse. Este juicio subyace a todo esfuerzo intelectual; es el a priori de la teora social, y su rechazo (que es perfectamente lgico) niega la teora misma;

2. El juicio de que, en una sociedad dada, existen posibilidades especficas para un mejoramiento de la vida humana y formas y medios especficos para realizar esas posibilidades. El anlisis crtico tiene que demostrar la validez objetiva de estos juicios, y la demostracin tiene que realizarse sobre bases empricas. La sociedad establecida ofrece una cantidad y cualidad averiguable de recursos materiales e intelectuales. Cmo pueden emplearse estos recursos para el ptimo desarrollo y satisfaccin de las necesidades y facultades individuales con un mnimo de esfuerzo y miseria? La teora social es teora histrica, y la historia es el reino de la posibilidad en el reino de la necesidad. Por tanto, entre las distintas formas posibles y actuales de organizar y utilizar los recursos disponibles, cules ofrecen la mayor probabilidad de un desarrollo ptimo?

El intento de responder a estas preguntas exige una serie de abstracciones iniciales. Para poder identificar y definir las posibilidades de un desarrollo ptimo, la teora crtica debe proceder a una abstraccin a partir de la organizacin y utilizacin actual de los recursos de la sociedad, y de los resultados de esta organizacin y utilizacin. Tal abstraccin, que se niega a aceptar el universo dado de los hechos como el contexto final de la validez, tal anlisis trascendente de los hechos a la luz de sus posibilidades detenidas y negadas. pertenece a la estructura misma de la teora social. Se opone a toda metafsica mediante el riguroso carcter histrico de la trascendencia. Las posibilidades deben estar al alcance de la sociedad respectiva; deben ser metas definibles de la prctica. De la misma manera, la abstraccin de las instituciones establecidas debe expresar una tendencia actual, esto es, su transformacin debe ser la necesidad real de la poblacin subyacente. La teora social est relacionada con las alternativas histricas que amenazan a la sociedad establecida como fuerzas y tendencias subversivas. Los valores ligados a las alternativas se convierten en hechos al ser trasladados a la realidad mediante la prctica histrica. Los conceptos tericos culminan en el cambio social.

Pero en esta etapa, la sociedad industrial avanzada confronta la crtica con una situacin que parece privarla de sus mismas bases. El progreso tcnico, extendido hasta ser todo un sistema de dominacin y coordinacin, crea formas de vida (y de poder) que parecen reconciliar las fuerzas que se oponen al sistema y derrotar o refutar toda protesta en nombre de las perspectivas histricas de liberacin del esfuerzo y la dominacin. La sociedad contempornea parece ser capaz de contener el cambio social, un cambio cualitativo que establecera instituciones esencialmente diferentes, una nueva direccin del proceso productivo, nuevas formas de existencia humana. Esta contencin de cambio social es quiz el logro ms singular de la sociedad industrial avanzada; la aceptacin general del inters nacional, la poltica bipartidista, la decadencia del pluralismo, la colusin del capital y el trabajo dentro del Estado fuerte atestiguan la integracin de los opuestos que es el resultado tanto como el prerrequisito de este logro.

Una breve comparacin entre la etapa formativa de la teora de la sociedad industrial y su situacin actual puede ayudar a mostrar cmo han sido alteradas las bases de la crtica. En sus orgenes, en la primera mitad del siglo XIX, cuando se elaboraron los primeros conceptos de las alternativas, la crtica de la sociedad industrial alcanz la concrecin en una mediacin histrica entre la teora y la prctica, los valores y los hechos, las necesidades y los fines. Esta mediacin histrica se desarroll en la conciencia y en la accin poltica de las dos grandes clases que se enfrentaban entre si en la sociedad: la burguesa y el proletariado. En el mundo capitalista, stas son todava las clases bsicas. Sin embargo, el desarrollo capitalista ha alterado la estructura y la funcin de estas dos clases de tal modo que ya no parecen ser agentes de la transformacin histrica. Un inters absoluto en la preservacin y el mejoramiento del statu quo institucional une a los antiguos antagonistas en las zonas ms avanzadas de la sociedad contempornea. Y de acuerdo con el grado en el que el progreso tcnico asegura el crecimiento y la cohesin de la sociedad comunista, la misma idea de un cambio cualitativo retrocede ante las nociones realistas y una evolucin no explosiva. Ante la ausencia de agentes y factores manifiestos del cambio social, la crtica regresa as a un alto nivel de abstraccin. No hay ningn terreno en el que la teora y la prctica, el pensamiento y la accin se encuentren. Incluso el anlisis ms emprico de las alternativas histricas aparecen como una especulacin irreal, y el compromiso con ellas un asunto de preferencia personal (o de grupo).

Y sin embargo, refuta la teora esta ausencia? Ante los hechos aparentemente contradictorios, el anlisis crtico sigue insistiendo en que la necesidad de un cambio cualitativo es ms urgente que nunca. Quin lo necesita? La respuesta sigue siendo la misma: la sociedad como totalidad, cada uno de sus miembros. La unin de una creciente productividad y una creciente destructividad; la inminente amenaza de aniquilacin; la capitulacin del pensamiento, la esperanza y el temor a las decisiones de los poderes existentes; la preservacin de la miseria frente a una riqueza sin precedentes constituyen la ms imparcial acusacin: incluso si estos elementos no son la raison dtre de esta sociedad sino slo sus consecuencias; su pomposa racionalidad, que propaga la eficacia y el crecimiento, es en s misma irracional.

El hecho de que la gran mayora de la poblacin acepte, y sea obligada a aceptar, esta sociedad, no la hace menos irracional y menos reprobable. La distincin entre conciencia falsa y verdadera, inters real e inmediato todava est llena de sentido. Pero esta distincin misma ha de ser validada. Los hombres deben llegar a verla y encontrar su camino desde la falsa hacia la verdadera conciencia, desde su inters inmediato al real. Pero slo pueden hacerlo si experimentan la necesidad de cambiar su forma de vida, de negar lo positivo, de rechazar. Es precisamente esta necesidad la que la sociedad establecida consigue reprimir en la medida en que es capaz de repartir los bienes en una escala cada vez mayor, y de usar la conquista cientfica de la naturaleza para la conquista cientfica del hombre.

Enfrentada con el carcter total de los logros de la sociedad industrial avanzada, la teora crtica se encuentra sin los elementos racionales necesarios para trascender esta sociedad. El vaco alcanza a la misma estructura teortica, porque las categoras de una teora social crtica fueron desarrolladas durante el perodo en el que la necesidad del rechazo y la subversin estaba comprendida en la accin de fuerzas sociales efectivas. Estas categoras eran conceptos esencialmente negativos y oposicionales, que definan las contradicciones reales en la sociedad europea en el siglo XIX. La misma categora de sociedad expresaba el agudo conflicto entre la esfera social y la poltica; la sociedad como antagonista del Estado. Igualmente, individuo, clase, privado, familia denotaban esferas y fuerzas que no estaban integradas todava con las condiciones establecidas; eran esferas de tensin y contradiccin. Con la creciente integracin de la sociedad industrial, estas categoras estn perdiendo su connotacin crtica y tienden a hacerse trminos descriptivos, falaces u operacionales.

El propsito de recuperar la intencin crtica de estas categoras, y de comprender cmo el intento fue anulado por la realidad social, parece ser, desde el exterior, un regreso de una teora unida con la prctica histrica al pensamiento abstracto y especulativo, de la crtica de la economa poltica a la filosofa. Este carcter ideolgico de la crtica es el resultado del hecho de que el anlisis es obligado a partir de una posicin fuera de lo positivo tanto como de lo negativo, de las tendencias productivas de la sociedad como de las destructivas. La sociedad industrial, moderna es la identidad total de estos opuestos; es la totalidad lo que est en cuestin. Al mismo tiempo, la posicin de la teora no puede ser la de la mera especulacin. Debe ser una posicin histrica en el sentido de que debe estar basada en las capacidades de la sociedad dada.

Esta ambigua situacin envuelve una ambigedad todava ms fundamental. El hombre unidimensional oscilar continuamente entre dos hiptesis contradictorias: 1) que la sociedad industrial avanzada es capaz de contener la posibilidad de un cambio cualitativo para el futuro previsible; 2) que existen fuerzas y tendencias que pueden romper esta contencin y hacer estallar la sociedad. Yo no creo que pueda darse una respuesta clara. Las dos tendencias estn ah, una al lado de otra, e incluso una en la otra. La primera tendencia domina, y todas las precondiciones que puedan existir para una reversin estn siendo empleadas para evitarlo. Quiz un accidente pueda alterar la situacin, pero a no ser que el reconocimiento de lo que se est haciendo y lo que se est evitando subvierta la conciencia y la conducta del hombre, ni siquiera una catstrofe provocar el cambio.

El anlisis est centrado en la sociedad industrial avanzada, en la que el aparato tcnico de produccin y distribucin (con un sector cada vez mayor de automatizacin) funciona, no como la suma total de meros instrumentos que pueden ser aislados de sus efectos sociales y polticos, sino ms bien como un sistema que determina a priori el producto del aparato, tanto como las operaciones realizadas para servirlo y extenderlo. En esta sociedad, el aparato productivo tiende a hacerse totalitario en el grado en que determina, no slo las ocupaciones, aptitudes y actitudes socialmente necesarias, sino tambin las necesidades y aspiraciones individuales. De este modo borra la oposicin entre la existencia privada y pblica, entre las necesidades individuales y sociales. La tecnologa sirve para instituir formas de control social y de cohesin social ms efectivas y ms agradables. La tendencia totalitaria de estos controles parece afirmarse en otro sentido adems: extendindose a las zonas del mundo menos desarrolladas e incluso preindustriales, y creando similitudes en el desarrollo del capitalismo y el comunismo.

Ante las caractersticas totalitarias de esta sociedad, no puede sostenerse la nocin tradicional de la neutralidad de la tecnologa. La tecnologa como tal no puede ser separada del empleo que se hace de ella; la sociedad tecnolgica es un sistema de dominacin que opera ya en el concepto y la construccin de tcnicas.

La manera en que una sociedad organiza la vida de sus miembros implica una eleccin inicial entre las alternativas histricas que estn determinadas por el nivel heredado de la cultura material e intelectual. La eleccin es el resultado del juego de los intereses dominantes. Anticipa modos especficos de transformar y utilizar al hombre y a la naturaleza y rechaza otras formas. Es un proyecto de realizacin entre otros. Pero una vez que el proyecto se ha hecho operante en las instituciones y relaciones bsicas, tiende a hacerse exclusivo y a determinar el desarrollo de la sociedad como totalidad. En tanto que universo tecnolgico, la sociedad industrial avanzada es un universo poltico, es la ltima etapa en la realizacin de un proyecto histrico especfico, esto es, la experimentacin, transformacin y organizacin de la naturaleza como simple material de la dominacin.

Conforme el proyecto se desarrolla, configura todo el universo del discurso y la accin, de la cultura intelectual y material. En el medio tecnolgico, la cultura, la poltica y la economa, se unen en un sistema omnipresente que devora o rechaza todas las alternativas. La productividad y el crecimiento potencial de este sistema estabilizan la sociedad y contienen el progreso tcnico dentro del marco de la dominacin. La razn tecnolgica se ha hecho razn poltica.

En la discusin de las tendencias conocidas de la civilizacin industrial avanzada, raras veces he dado referencias especficas. El material est reunido y descrito en la vasta literatura sociolgica y psicolgica sobre tecnologa y cambio social, administracin cientfica, empresas, cambios en el carcter del trabajo industrial y en la fuerza de trabajo, etc. Hay muchos anlisis no ideolgicos de los hechos, tales como La Sociedad Annima moderna y la propiedad privada, de Berle y Means, los informes del Comit Econmico Nacional del 76. Congreso sobre la Concentracin del Poder Econmico, las publicaciones de la AFL-CIO sobre Automatizacin y cambio tecnolgico, y tambin los contenidos en News and Letters y en Correspondence en Detroit. Me gustara subrayar la importancia vital de la obra de C. Wright Mills y de estudios que frecuentemente son mal vistos debido a la simplificacin, la exageracin, o la sencillez periodstica: Los persuasores ocultos, Los buscadores de status, y Los creadores de despilfarro de Vance Packard, El hombre organizacin, de William H. Whyte, y El Estado de guerra, de Fred J. Cook pertenecen a esta categora. Desde luego, la falta de anlisis terico en estas obras deja cubiertas y protegidas las races de las condiciones descritas, pero incluso dejndolas hablar por s mismas, las condiciones lo hacen con suficiente claridad. Quizs la ms clara evidencia pueda obtenerse mirando simplemente la televisin o escuchando la radio durante una hora consecutiva un par de das, sin apagarla durante los espacios comerciales y cambiando de vez en cuando de estacin.

Mi anlisis est centrado en tendencias que se dan en las sociedades contemporneas ms altamente desarrolladas. Hay amplias zonas dentro y fuera de estas sociedades en las que las tendencias descritas no prevalecen, o mejor, no prevalecen todava. Yo proyecto estas tendencias y ofrezco algunas hiptesis, nada ms.

LA SOCIEDAD UNIDIMENSIONAL

1. LAS NUEVAS FORMAS DE CONTROL

Una ausencia de libertad cmoda, suave, razonable y democrtica, seal del progreso tcnico, prevalece en la civilizacin industrial avanzada. Qu podra ser, realmente ms racional que la supresin de la individualidad en el proceso de mecanizacin de actuaciones socialmente necesarias aunque dolorosas; que la concentracin de empresas individuales en corporaciones ms eficaces y productivas; que la regulacin de la libre competencia entre sujetos econmicos desigualmente provistos; que la reduccin de prerrogativas y soberanas nacionales que impiden la organizacin internacional de los recursos? Que este orden tecnolgico implique tambin una coordinacin poltica e intelectual puede ser una evolucin lamentable y, sin embargo, prometedora.

Los derechos y libertades que fueron factores vitales en los orgenes y etapas tempranas de la sociedad industrial se debilitan en una etapa ms alta de esta sociedad: estn perdiendo su racionalidad y contenido tradicionales. La libertad de pensamiento, de palabra y de conciencia eran tanto como la libre empresa, a la que servan para promover y proteger esencialmente ideas crticas, destinadas a reemplazar una cultura material e intelectual anticuada por otra ms productiva y racional. Una vez institucionalizados, estos derechos y libertades compartieron el destino de la sociedad de la que se haban convertido en parte integrante. La realizacin anula las premisas.

En la medida en que la independencia de la necesidad, sustancia concreta de toda libertad, se convierte en una posibilidad real, las libertades propias de un estado de productividad ms baja pierden su contenido previo. Una sociedad que parece cada da ms capaz de satisfacer las necesidades de los individuos por medio de la forma en que est organizada, priva a la independencia de pensamiento, a la autonoma y al derecho de oposicin poltica de su funcin crtica bsica. Tal sociedad puede exigir justamente la aceptacin de sus principios e instituciones, y reducir la oposicin a la mera promocin y debate de polticas alternativas dentro del statu quo. En ese respecto, parece de poca importancia que la creciente satisfaccin de las necesidades se efecte por un sistema autoritario o no-autoritario. Bajo las condiciones de un creciente nivel de vida, la disconformidad con el sistema aparece como socialmente intil, y an ms cuando implica tangibles desventajas econmicas y polticas y pone en peligro el buen funcionamiento del conjunto. Es cierto que, por lo menos en lo que concierne a las necesidades de la vida, no parece haber ninguna razn para que la produccin y la distribucin de bienes y servicios deba proceder a travs de la concurrencia competitiva de las libertades individuales.

Desde el primer momento, la libertad de empresa no fue precisamente una bendicin. En tanto que libertad para trabajar o para morir de hambre, significaba fatiga, inseguridad y temor; para la gran mayora de la poblacin. Si el individuo no estuviera an obligado a probarse a s mismo en el mercado, como sujeto econmico libre, la desaparicin de esta clase de libertad sera uno de los mayores logros de la civilizacin. El proceso tecnolgico de mecanizacin y normalizacin podra canalizar la energa individual hacia un reino virgen de libertad ms all de la necesidad. La misma estructura de la existencia humana se alterara; el individuo se liberara de las necesidades y posibilidades extraas que le impone el mundo del trabajo. El individuo se liberara de las necesidades y posibilidades extraas que le impone el mundo del trabajo. El individuo tendra libertad para ejercer la autonoma sobre una vida que sera la suya propia. Si el aparato productivo se pudiera organizar y dirigir hacia la satisfaccin de las necesidades vitales, su control bien podra ser centralizado; tal control no impedira la autonoma individual, sino que la hara posible.

ste es un objetivo que est dentro de las capacidades de la civilizacin industrial avanzada, el fin de la racionalidad tecnolgica. Sin embargo, el que opera en realidad es el rumbo contrario; el aparato impone sus exigencias econmicas y polticas para expansin y defensa sobre el tiempo de trabajo y el tiempo libre, sobre la cultura material e intelectual. En virtud de la manera en que ha organizado su base tecnolgica, la sociedad industrial contempornea tiende a ser totalitaria. Porque no es slo totalitaria una coordinacin poltica terrorista de la sociedad, sino tambin una coordinacin tcnico-econmica no-terrorista que opera a travs de la manipulacin de las necesidades por intereses creados, impidiendo por lo tanto el surgimiento de una oposicin efectiva contra el todo. No slo una forma especfica de gobierno o gobierno de partido hace posible el totalitarismo, sino tambin un sistema especfico de produccin y distribucin que puede muy bien ser compatible con un pluralismo de partidos, peridicos, poderes compensatorios, etc.

Hoy en da el poder poltico se afirma por medio de su poder sobre el proceso mecnico y sobre la organizacin tcnica del aparato. El gobierno de las sociedades industriales avanzadas y en crecimiento slo puede mantenerse y asegurarse cuando logra movilizar, organizar y explotar la productividad tcnica, cientfica y mecnica de que dispone la civilizacin industrial. Y esa productividad moviliza a la sociedad entera, por encima y ms all de cualquier inters individual o de grupo. El hecho brutal de que el poder fsico (slo fsico?) de la mquina sobrepasa al del individuo, y al de cualquier grupo particular de individuos, hace de la mquina el instrumento ms efectivo en cualquier sociedad cuya organizacin bsica sea la del proceso mecanizado. Pero la tendencia poltica puede invertirse; en esencia, el poder de la mquina es slo el poder del hombre almacenado y proyectado. En la medida en que el mundo del trabajo se conciba como una mquina y se mecanice de acuerdo con ella, se convierte en la base potencial de una nueva libertad para el hombre.

La civilizacin industrial contempornea demuestra que ha llegado a una etapa en la que la sociedad libre no se puede ya definir adecuadamente en los trminos tradicionales de libertades econmicas, polticas e intelectuales, no porque estas libertades se hayan vuelto insignificantes, sino porque son demasiado significativas para ser confinadas dentro de las formas tradicionales. Se necesitan nuevos modos de realizacin que correspondan a las nuevas capacidades de la sociedad.

Estos nuevos modos slo se pueden indicar en trminos negativos, porque equivaldran a la negacin de los modos predominantes. As, la libertad econmica significara libertad de la economa, de estar controlados por fuerzas y relaciones econmicas, liberacin de la diaria lucha por la existencia, de ganarse la vida. La libertad poltica significara la liberacin de los individuos de una poltica sobre la que no ejercen ningn control efectivo. Del mismo modo, la libertad intelectual significara la restauracin del pensamiento individual absorbido ahora por la comunicacin y adoctrinamiento de masas, la abolicin de la opinin pblica junto con sus creadores. El timbre irreal de estas proposiciones indica, no su carcter utpico, sino el vigor de las fuerzas que impiden su realizacin. La forma ms efectiva y duradera de la guerra contra la liberacin es la implantacin de necesidades intelectuales que perpetan formas anticuadas de la lucha por la existencia.

La intensidad, la satisfaccin y hasta el carcter de las necesidades humanas, ms all del nivel biolgico, han sido siempre precondicionadas. Se conciba o no como una necesidad, la posibilidad de hacer o dejar de hacer, de disfrutar o destruir, de poseer o rechazar algo, ello depende de si puede o no ser vista como deseable y necesaria para las instituciones e intereses predominantes de la sociedad. En este sentido, las necesidades humanas son necesidades histricas y. en la medida en que la sociedad exige el desarrollo represivo del individuo, sus mismas necesidades y sus pretensiones de satisfaccin estn sujetas a pautas crticas superiores.

Se puede distinguir entre necesidades verdaderas y falsas. Falsas son aquellas que intereses sociales particulares imponen al individuo para su represin: las necesidades que perpetuan el esfuerzo, la agresividad, la miseria y la injusticia. Su satisfaccin puede ser de lo ms grata para el individuo, pero esta felicidad no es una condicin que deba ser mantenida y protegida si sirve para impedir el desarrollo de la capacidad (la suya propia y la de otros) de reconocer la enfermedad del todo y de aprovechar las posibilidades de curarla. El resultado es, en este caso, la euforia dentro de la infelicidad. La mayor parte de las necesidades predominantes de descansar, divertirse, comportarse y consumir de acuerdo con los anuncios, de amar y odiar lo que otros odian y aman, pertenece a esta categora de falsas necesidades.

Estas necesidades tienen un contenido y una funcin sociales, determinadas por poderes externos sobre los que el individuo no tiene ningn control; el desarrollo y la satisfaccin de estas necesidades es heternomo. No importa hasta qu punto se hayan convertido en algo propio del individuo, reproducidas y fortificadas por las condiciones de su existencia; no importa que se identifique con ellas y se encuentre a s mismo en su satisfaccin. Siguen siendo lo que fueron desde el principio; productos de una sociedad cuyos intereses dominantes requieren la represin.

El predominio de las necesidades represivas es un hecho cumplido, aceptado por ignorancia y por derrotismo, pero es un hecho que debe ser eliminado tanto en inters del individuo feliz, como de todos aquellos cuya miseria es el precio de su satisfaccin. Las nicas necesidades que pueden inequvocamente reclamar satisfaccin son las vitales: alimento, vestido y habitacin en el nivel de cultura que est al alcance. La satisfaccin de estas necesidades es el requisito para la realizacin de todas las necesidades, tanto de las sublimadas como de las no sublimadas.

Para cualquier conocimiento y conciencia, para cualquier experiencia que no acepte el inters social predominante como ley suprema del pensamiento y de la conducta, el universo establecido de necesidades y satisfacciones es un hecho que se debe poner en cuestin en trminos de verdad y mentira. Estos trminos son enteramente histricos, y su objetividad es histrica. El juicio sobre las necesidades y su satisfaccin bajo las condiciones dadas, implica normas de prioridad; normas que se refieren al desarrollo ptimo del individuo, de todos los individuos, bajo la utilizacin ptima de los recursos materiales e intelectuales al alcance del hombre. Los recursos son calculables. La verdad y la falsedad de las necesidades designan condiciones objetivas en la medida en que la satisfaccin universal de las necesidades vitales y, ms all de ella, la progresiva mitigacin del trabajo y la miseria, son normas universalmente vlidas. Pero en tanto que normas histricas, no slo varan de acuerdo con el rea y el estado de desarrollo, sino que tambin slo se pueden definir en (mayor o menor) contradiccin con las normas predominantes. Y qu tribunal puede reivindicar legtimamente la autoridad de decidir?

En ltima instancia, la pregunta sobre cules son las necesidades verdaderas o falsas slo puede ser resuelta por los mismos individuos, pero slo en ltima instancia; esto es, siempre y cuando tengan la libertad para dar su propia respuesta. Mientras se les mantenga en la incapacidad de ser autnomos, mientras sean adoctrinados y manipulados (hasta en sus mismos instintos), su respuesta a esta pregunta no puede considerarse propia de ellos. Por lo mismo, sin embargo, ningn tribunal puede adjudicarse en justicia el derecho de decidir cules necesidades se deben desarrollar y satisfacer. Tal tribunal seria censurable, aunque nuestra repulsa no podra eliminar la pregunta: cmo pueden hombres que han sido objeto de una dominacin efectiva y productiva crear por s mismos las condiciones de la libertad?

Cuanto ms racional, productiva, tcnica y total deviene la administracin represiva de la sociedad, ms inimaginables resultan los medios y modos mediante los que los individuos administrados pueden romper su servidumbre y alcanzar su propia liberacin. Claro est que imponer la Razn a toda una sociedad es una idea paradjica y escandalosa; aunque se pueda discutir la rectitud de una sociedad que ridiculiza esta idea mientras convierte a su propia poblacin en objeto de una administracin total. Toda liberacin depende de la toma de conciencia de la servidumbre, y el surgimiento de esta conciencia se ve estorbado siempre por el predominio de necesidades y satisfacciones que, en grado sumo, se han convertido en propias del individuo. El proceso siempre reemplaza un sistema de precondicionamiento por otro; el objetivo ptimo es la sustitucin de las necesidades falsas por otras verdaderas, el abandono de la satisfaccin represiva.

El rasgo distintivo de la sociedad industrial avanzada es la sofocacin efectiva de aquellas necesidades que requieren ser liberadas liberadas tambin de aquello que es tolerable, ventajoso y cmodo mientras que sostiene y absuelve el poder destructivo y la funcin represiva de la sociedad opulenta. Aqu, los controles sociales exigen la abrumadora necesidad de producir y consumir el despilfarro; la necesidad de un trabajo embrutecedor cuando ha dejado de ser una verdadera necesidad; la necesidad de modos de descanso que alivian y prolongan ese embrutecimiento; la necesidad de mantener libertades engaosas tales como la libre competencia a precios polticos, una prensa libre que se autocensura, una eleccin libre entre marcas y gadgets.

Bajo el gobierno de una totalidad represiva, la libertad se puede convertir en un poderoso instrumento de dominacin. La amplitud de la seleccin abierta a un individuo no es factor decisivo para determinar el grado de libertad humana, pero s lo es lo que se puede escoger y lo que es escogido por el individuo. El criterio para la seleccin no puede nunca ser absoluto, pero tampoco es del todo relativo. La libre eleccin de amos no suprime ni a los amos ni a los esclavos. Escoger libremente entre una amplia variedad de bienes y servicios no significa libertad si estos bienes y servicios sostienen controles sociales sobre una vida de esfuerzo y de temor, esto es, si sostienen la alienacin. Y la reproduccin espontnea, por los individuos, de necesidades superimpuestas no establece la autonoma; slo prueba la eficacia de los controles.

Nuestra insistencia en la profundidad y eficacia de esos controles est sujeta a la objecin de que le damos demasiada importancia al poder de adoctrinamiento de los mass-media, y de que la gente por s misma sentira y satisfara las necesidades que hoy le son impuestas. Pero tal objecin no es vlida. El precondicionamiento no empieza con la produccin masiva de la radio y la televisin y con la centralizacin de su control. La gente entra en esta etapa ya como receptculos precondicionados desde mucho tiempo atrs; la diferencia decisiva reside en la disminucin del contraste (o conflicto) entre lo dado y lo posible, entre las necesidades satisfechas y las necesidades por satisfacer. Y es aqu donde la llamada nivelacin de las distinciones de clase revela su funcin ideolgica. Si el trabajador y su jefe se divierten con el mismo programa de televisin y visitan los mismos lugares de recreo, si la mecangrafa se viste tan elegantemente como la hija de su jefe, si el negro tiene un Cadillac, si todos leen el mismo peridico, esta asimilacin indica, no la desaparicin de las clases, sino la medida en que las necesidades y satisfacciones que sirven para la preservacin del sistema establecido son compartidas por la poblacin subyacente.

Es verdad que en las reas ms altamente desarrolladas de la sociedad contempornea la mutacin de necesidades sociales en necesidades individuales es tan efectiva que la diferencia entre ellas parece puramente terica. Se puede realmente diferenciar entre los medios de comunicacin de masas como instrumentos de informacin y diversin, y como medios de manipulacin y adoctrinamiento? Entre el automvil como molestia y como conveniencia? Entre los horrores y las comodidades de la arquitectura funcional? Entre el trabajo para la defensa nacional y el trabajo para la ganancia de las empresas? Entre el placer privado y la utilidad comercial y poltica que implica el crecimiento de la tasa de natalidad?

De nuevo nos encontramos ante uno de los aspectos ms perturbadores de la civilizacin industrial avanzada: el carcter racional de su irracionalidad. Su productividad y eficiencia, su capacidad de incrementar y difundir las comodidades, de convertir lo superfluo en necesidad y la destruccin en construccin, el grado en que esta civilizacin transforma el mundo-objeto en extensin de la mente y el cuerpo del hombre hace cuestionable hasta la nocin misma de alienacin. La gente se reconoce en sus mercancas; encuentra su alma en su automvil, en su aparato de alta fidelidad, su casa, su equipo de cocina. El mecanismo que une el individuo a su sociedad ha cambiado, y el control social se ha incrustado en las nuevas necesidades que ha producido.

Las formas predominantes de control social son tecnolgicas en un nuevo sentido. Es claro que la estructura tcnica y la eficacia del aparato productivo y destructivo han sido instrumentos decisivos para sujetar la poblacin a la divisin del trabajo establecida a lo largo de la poca moderna. Adems, tal integracin ha estado prdida de medios de subsistencia, la administracin de acompaada de formas de compulsin ms inmediatas: justicia, la polica, las fuerzas armadas. Todava lo est. Pero en la poca contempornea, los controles tecnolgicos parecen ser la misma encarnacin de la razn en beneficio de todos los grupos e intereses sociales, hasta tal punto que toda contradiccin parece irracional y toda oposicin imposible.

No hay que sorprenderse, pues, de que, en las reas ms avanzadas de esta civilizacin, los controles sociales hayan sido introyectados hasta tal punto que llegan a afectar la misma protesta individual en sus races. La negativa intelectual y emocional a seguir la corriente aparece como un signo de neurosis e impotencia. Este es el aspecto socio-psicolgico del acontecimiento poltico que caracteriza a la poca contempornea: la desaparicin de las fuerzas histricas que, en la etapa precedente de la sociedad industrial, parecan representar la posibilidad de nuevas formas de existencia.

Pero quiz el trmino introyeccin ya no describa el modo como el individuo reproduce y perpeta por s mismo los controles externos ejercidos por su sociedad. Introyeccin sugiere una variedad de procesos relativamente espontneos por medio de los cuales un Ego traspone lo exterior) en interior. As que introyeccin implica la existencia de una dimensin interior separada y hasta antagnica a las exigencias externas; una conciencia individual y un inconsciente individual aparte de la opinin y la conducta pblica. La idea de libertad interior tiene aqu su realidad; designa el espacio privado en el cual el hombre puede convertirse en s mismo y seguir siendo l mismo.

Hoy en da este espacio privado ha sido invadido y cercenado por la realidad tecnolgica. La produccin y la distribucin en masa reclaman al individuo en su totalidad, y ya hace mucho que la psicologa industrial ha dejado de reducirse a la fbrica. Los mltiples procesos de introyeccin parecen haberse osificado en reacciones casi mecnicas. El resultado es, no la adaptacin, sino la mmesis, una inmediata identificacin del individuo con su sociedad y, a travs de sta, con la sociedad como un todo.

Esta identificacin inmediata, automtica (que debe haber sido caracterstica en las formas de asociacin primitivas) reaparece en la alta civilizacin industrial; su nueva inmediatez es, sin embargo, producto de una gestin y una organizacin elaboradas y cientficas. En este proceso, la dimensin interior de la mente, en la cual puede echar races la oposicin al statu quo, se ve reducida paulatinamente. La prdida de esta dimensin, en la que reside el poder del pensamiento negativo el poder crtico de la Razn, es la contrapartida ideolgica del propio proceso material mediante el cual la sociedad industrial avanzada acalla y reconcilia a la oposicin. El impacto del progreso convierte a la Razn en sumisin a los hechos de la vida y a la capacidad dinmica de producir ms y mayores hechos de la misma especie de vida. La eficacia del sistema impide que los individuos reconozcan que el mismo no contiene hechos que no comuniquen el poder represivo de la totalidad. Si los individuos se encuentran a s mismos en las cosas que dan forma a sus vidas, lo hacen no al dar, sino al aceptar la ley de las cosas; no las leyes de la fsica, sino las leyes de su sociedad.

Acabo de sugerir que el concepto de alienacin parece hacerse cuestionable cuando los individuos se identifican con la existencia que les es impuesta y en la cual encuentran su propio desarrollo y satisfaccin. Esta identificacin no es ilusin, sino realidad. Sin embargo, la realidad constituye un estadio ms avanzado de la alienacin. sta se ha vuelto enteramente objetiva; el sujeto alienado es devorado por su existencia alienada. Hay una sola dimensin que est por todas partes y en todas las formas. Los logros del progreso desafan tanto la denuncia como la justificacin ideolgica; ante su tribunal, la falsa conciencia de su racionalidad se convierte en la verdadera conciencia.

Esta absorcin de la ideologa por la realidad no significa, sin embargo, el fin de la ideologa. Por el contrario, la cultura industrial avanzada es, en un sentido especfico, ms ideolgica que su predecesora, en tanto que la ideologa se encuentra hoy en el propio proceso de produccin. Bajo una forma provocativa, esta proposicin revela los aspectos polticos de la racionalidad tecnolgica predominante. El aparato productivo, y los bienes y servicios que produce, venden o imponen el sistema social como un todo. Los medios de transporte y comunicacin de masas, los bienes de vivienda, alimentacin y vestuario, el irresistible rendimiento de la industria de las diversiones y de la informacin, llevan, consigo hbitos y actitudes prescritas, ciertas reacciones emocionales e intelectuales que vinculan de forma ms o menos agradable los consumidores a los productores y, a travs de stos, a la totalidad. Los productos adoctrinan y manipulan; promueven una falsa conciencia inmune a su falsedad. Y a medida que estos productos tiles son asequibles a ms individuos en ms clases sociales, el adoctrinamiento que llevan a cabo deja de ser publicidad; se convierten en modo de vida. Es un buen modo de vida mucho mejor que antes, y en cuanto tal se opone al cambio cualitativo. As surge el modelo de pensamiento y conducta unidimensional en el que ideas, aspiraciones y objetivos, que trascienden por su contenido el universo establecido del discurso y la accin, son rechazados o reducidos a los trminos de este universo. La racionalidad del sistema dado y de su extensin cuantitativa da una nueva definicin a estas ideas, aspiraciones y objetivos.

Esta tendencia se puede relacionar con el desarrollo del mtodo cientfico: operacionalismo en las ciencias fsicas, behaviorismo en las ciencias sociales. La caracterstica comn es un empirismo total en el tratamiento de los conceptos; su significado est restringido a la representacin de operaciones y conductas particulares. El punto de vista operacional est bien ilustrado por el anlisis de P. W. Bridgman del concepto de extensin:

Es evidente que, cuando podemos decir cul es la extensin de cualquier objeto, sabemos lo que entendemos por extensin, y el fsico no requiere nada ms. Para hallar la extensin de un objeto, tenemos que llevar a cabo ciertas operaciones fsicas. El concepto de extensin estar por lo tanto establecido una vez que lo estn las operaciones por medio de las cuales se mide la extensin; esto es, el concepto de extensin no implica ni ms ni menos que el conjunto de operaciones por las cuales se determina la extensin. En general, entendemos por cualquier concepto nada ms que un conjunto de operaciones; el concepto es sinnimo al correspondiente conjunto de operaciones.

Bridgman ha visto las amplias implicaciones de este modo de pensar para la sociedad en su conjunto.

Adoptar el punto de vista operacional implica mucho ms que una mera restriccin del sentido en que comprendemos el concepto; significa un cambio de largo alcance en todos nuestros hbitos de pensamiento, porque ya no nos permitiremos emplear como instrumentos de nuestro pensamiento conceptos que no podemos describir en trminos de operaciones.

La prediccin de Bridgman se ha realizado. El nuevo modo de pensar es hoy en da la tendencia predominante en la filosofa, la psicologa, la sociologa y otros campos. Muchos de los conceptos ms perturbadores estn siendo eliminados, al mostrar que no se pueden describir adecuadamente en trminos operacionales o behavioristas. La ofensiva empirista radical (en los captulos VII y VIII examinar sus pretensiones de ser empiristas) proporciona de esta manera la justificacin metodolgica para que los intelectuales bajen a la mente de su pedestal: positivismo que, en su negacin de los elementos trascendentes de la Razn, forma la rplica acadmica de la conducta socialmente requerida.

Fuera del establishment acadmico, el cambio de largo alcance en todos nuestros hbitos de pensar es ms serio. Sirve para coordinar ideas y objetivos con los requeridos por el sistema predominante para incluirlos dentro del sistema y rechazar aquellos que no son reconciliables con l. El dominio de tal realidad unidimensional no significa que reine el materialismo y que desaparezcan las ocupaciones espirituales, metafsicas y bohemias. Por el contrario, hay mucho de Oremos juntos esta semana, Por qu no pruebas a Dios?, Zen, existencialismo y modos beat de vida. Pero estos modos de protesta y trascendencia ya no son contradictorios del statu quo y tampoco negativos. Son ms bien la parte ceremonial del behaviorismo prctico, su inocua negacin, y el statu quo los digiere prontamente como parte de su saludable dieta.Los que hacen la poltica y sus proveedores de informacin de masas promueven sistemticamente el pensamiento unidimensional. Su universo del discurso est poblado de hiptesis que se autovalidan y que, repetidas incesante y monopolsticamente, se tornan en definiciones hipnticas o dictados. Por ejemplo, libres son las instituciones que funcionan (y que se hacen funcionar) en los pases del mundo libre; otros modos trascendentes de libertad son por definicin el anarquismo, el comunismo o la propaganda. Socialistas son todas las intrusiones en empresas privadas no llevadas a cabo por la misma empresa privada (o por contratos gubernamentales), tales como el seguro de enfermedad universal y comprensivo, la proteccin de los recursos naturales contra una comercializacin devastadora, o el establecimiento de servicios pblicos que puedan perjudicar el beneficio privado. Esta lgica totalitaria del hecho cumplido tiene su contrapartida en el Este. All, la libertad es el modo de vida instituido por un rgimen comunista, y todos los dems modos trascendentes de libertad son o capitalistas, o revisionistas, o sectarismo izquierdista. En ambos campos las ideas no-operacionales son no-conductistas y subversivas. El movimiento del pensamiento se detiene en barreras que parecen ser los lmites mismos de la Razn.

Esta limitacin del pensamiento no es ciertamente nueva. El racionalismo moderno ascendente, tanto en su forma especulativa como emprica, muestra un marcado contraste entre el radicalismo crtico extremo en el mtodo cientfico y filosfico por un lado, y un quietismo acrtico en la actitud hacia las instituciones sociales establecidas y operantes. As, el ego cogitans de Descartes deba dejar los grandes cuerpos pblicos intactos, y Hobbes sostena que el presente debe siempre ser preferido, mantenido y considerado mejor. Kant coincida con Locke en justificar la revolucin siempre y cuando lograse organizar la totalidad e impedir la subversin.

Sin embargo, estos conceptos acomodaticios de la Razn siempre fueron contradichos por la miseria e injusticia evidentes de los grandes cuerpos pblicos y la efectiva y ms o menos consciente rebelin contra ellos. Existan condiciones sociales que provocaban y permitan una disociacin real del estado de cosas establecido; estaba presente una dimensin tanto privada como poltica, en la cual la disociacin se poda desarrollar en oposicin efectiva, probando su fuerza y la validez de sus objetivos.

Con la gradual clausura de esta dimensin por la sociedad, la autolimitacin del pensamiento alcanza un significado ms amplio. La interrelacin entre los procesos cientfico-filosficos y sociales, entre la Razn terica y la prctica, se afirma a espaldas de los cientficos y filsofos. La sociedad obstruye toda una especie de operaciones y conductas de oposicin; consecuentemente, los conceptos que les son propios se convierten en ilusorios carentes de significado. La trascendencia histrica aparece como trascendencia metafsica, inaceptable para la ciencia y el pensamiento cientfico. El punto de vista operacional y behaviorista, practicado en general como hbito del pensamiento, se convierte en el modo de ver del universo establecido del discurso y la accin, de necesidades y aspiraciones. La astucia de la Razn opera, como tantas veces lo ha hecho, en inters de los poderes establecidos. La insistencia en conceptos operacionales y behavioristas se vuelve contra los esfuerzos por liberar el pensamiento y la conducta de una realidad dada y por las alternativas suprimidas. La Razn terica y la prctica, el behaviorismo acadmico y social vienen a encontrarse en un plano comn: el de la sociedad avanzada que convierte el progreso cientfico y tcnico en un instrumento de dominacin.

Progreso no es un trmino neutral; se mueve hacia fines especficos, y estos fines son definidos por las posibilidades de mejorar la condicin humana. La sociedad industrial avanzada se est acercando al estado en que el progreso continuo exigir una subversin radical de la organizacin y direccin predominante del progreso. Esta fase ser alcanzada cuando la produccin material (incluyendo los servicios necesarios) se automatice hasta el punto en que todas las necesidades vitales puedan ser satisfechas mientras que el tiempo de trabajo necesario se reduzca a tiempo marginal. De este punto en adelante, el progreso tcnico trascender el reino de la necesidad, en el que serva de instrumento de dominacin y explotacin, lo cual limitaba por tanto su racionalidad; la tecnologa estar sujeta al libre juego de las facultades en la lucha por la pacificacin de la naturaleza y de la sociedad.

Tal estado est previsto en la nocin de Marx de la abolicin del trabajo. El trmino pacificacin de la existencia parece ms apropiado para designar la alternativa histrica de un mundo que por medio de un conflicto internacional que transforma y suspende las contradicciones en el interior de las sociedades establecidas avanza al borde de una guerra global; Pacificacin de la existencia quiere decir el desarrollo de la lucha del hombre con el hombre y con la naturaleza, bajo condiciones en que las necesidades, los deseos y las aspiraciones competitivas no estn ya organizados por intereses creados de dominacin y escasez, en una organizacin que perpeta las formas destructivas de esta lucha.

La presente lucha contra esta alternativa histrica encuentra una firme base en la poblacin subyacente, y su ideologa en la rgida orientacin de pensamiento y conducta hacia el universo dado de los hechos. Justificado por las realizaciones de la ciencia y la tecnologa, por su creciente productividad, el statu quo desafa toda trascendencia. Ante la posibilidad de pacificacin en base a sus logros tcnicos e intelectuales, la sociedad industrial madura se cierra contra esta alternativa. El operacionalismo en teora y prctica, se convierte en la teora y la prctica de la contencin. Por debajo de su dinmica aparente, esta sociedad es un sistema de vida completamente esttico: se auto-impulsa en su productividad opresiva y su coordinacin provechosa. La contencin del progreso tcnico va del brazo con su crecimiento en la direccin establecida. A pesar de las cadenas polticas impuestas por el statu quo, mientras ms capaz parezca la tecnologa de crear las condiciones para la pacificacin, ms se organizan el espritu y el cuerpo del hombre en contra de esta alternativa.

Las reas ms avanzadas de la sociedad industrial muestran estas dos caractersticas: una tendencia hacia la consumacin de la racionalidad tecnolgica y esfuerzo intensos para contener esta tendencia dentro de las instituciones establecidas. Aqu reside la contradiccin interna de esta civilizacin: el elemento irracional en su racionalidad. Es el signo de sus realizaciones. La sociedad industrial que hace suya la tecnologa y la ciencia se organiza para el cada vez ms efectivo dominio del hombre y la naturaleza, para la cada vez ms efectiva utilizacin de sus recursos. Se vuelve irracional cuando el xito de estos esfuerzos abre nuevas dimensiones para la realizacin del hombre. La organizacin para la paz es diferente de la organizacin para la guerra; las instituciones que prestaron ayuda en la lucha por la existencia no pueden servir para la pacificacin de la existencia. La vida como fin difiere cualitativamente de la vida como medio.

Nunca se podra imaginar tal modo cualitativamente nuevo de existencia como un simple derivado de cambios polticos y econmicos, como efecto ms o menos espontneo de las nuevas instituciones que constituyen el requisito necesario. El cambio cualitativo implica tambin un cambio en la base tcnica sobre la que reposa esta sociedad; un cambio que sirva de base a las instituciones polticas y econmicas a travs de las cuales se estabiliza la segunda naturaleza del hombre como objeto agresivo de la industrializacin. Las tcnicas de la industrializacin son tcnicas polticas; como tales, prejuzgan las posibilidades de la Razn y de la Libertad.

Es claro que el trabajo debe preceder a la reduccin del trabajo, y que la industrializacin debe preceder al desarrollo de las necesidades y satisfacciones humanas. Pero as como toda libertad depende de la conquista de la necesidad ajena, tambin la realizacin de la libertad depende de las tcnicas de esta conquista. La productividad ms alta del trabajo puede utilizarse para la perpetuacin del trabajo, la industrializacin ms efectiva puede servir para la restriccin y la manipulacin de las necesidades.

Al llegar a este punto, la dominacin disfrazada de opulencia y libertad se extiende a todas las esferas de la existencia pblica y privada, integra toda oposicin autntica, absorbe todas las alternativas. La racionalidad tecnolgica revela su carcter poltico a medida que se convierte en el gran vehculo de una dominacin ms acabada, creando un universo verdaderamente totalitario en el que sociedad y naturaleza, espritu y cuerpo, se mantienen en un estado de permanente movilizacin para la defensa de este universo.

* Tomado del libro El hombre unidimensional, Mxico, Joaqun Mortiz, 1954.

Naturalmente, existe asimismo una oposicin en el interior de la clase obrera americana: contra las condiciones de trabajo, contra el trabajo parasitario, embrutecedor, contra la jerarqua en la fbrica, contra el descenso de calidad. Pero esta oposicin est aislada del contra-movimiento poltico, tanto en el interior de los Estados Unidos, como internacionalmente. Slo esta solidaridad podra apuntar a la totalidad del sistema. Mientras subsista el aislamiento a menudo efectivamente organizado, la oposicin de la clase obrera permanece como economicista, es decir, que sirve de base al control de la administracin del sistema. As, el sistema puede administrar toda oposicin.

Los trminos trascender y trascendencia son usados a lo largo de este libro en el sentido crtico y emprico: designan tendencias en la teora y en la prctica que, en una sociedad dada, disparan el universo establecido del razonamiento y la accin hacia sus alternativas histricas (posibilidades reales).

El trmino proyecto subraya el elemento de libertad y responsabilidad en la determinacin histrica: liga la autonoma con la contingencia. En este sentido se emplea el trmino en la obra de Jean Paul Sartre. Para una discusin ms amplia ver infra, capitulo VIII.

Ver pg. 73.

Ver pg. 64.

El cambio en la funcin de la familia juega aqu un papel decisivo: sus funciones socializantes estn siendo cada vez ms absorbidas por grupos externos y medios de comunicacin. Vase mi Eros y civilizacin, Ed. Seix Barral; Barcelona, 1968; pgs. 97 ss.

Theodor W. Adorno. Prismen. Kulturkritik und Gesellschaft, Frankfurt: Suhrkamp. 1955, pg. 24. (Edicin castellana, Barcelona: Ariel, 1962.)

P. W. Bridgmag, The Logic of Modern Physics (Nueva York: Macmillan, 1928), pg. 5. La doctrina operacional ha sido refinada y delimitada desde entonces. El propio Bridgman ha extendido el concepto de operacin hasta incluir las operaciones de papel y lpiz de los tericos (en Philipp J. Frank, The Validation of Scientific Theories [Boston: Beacon Press, 1954], Cap. II). El impulso principal sigue siendo el mismo: es deseable que las operaciones de papel y lpiz sean capaces de un contacto eventual, aunque quiz indirectamente, con las operaciones instrumentales.

P. W. Bridgman, The Logic of Modern Physics, loc. cit., pg. 31.